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El oído externo
Es el encargado de captar dirigir las ondas sonoras, a través del orificio auditivo,
hasta el tímpano.
El oído medio
En él, las vibraciones del tímpano se amplifican y trasmiten hasta el oído interno, a
través de unos huesecillos denominados martillo, yunque y estribo.
El oído interno
Mecanismo de la audición
También se sabe que un individuo con ausencia de pabellón oye a grandes rasgos
en forma normal.
En cuanto al Conducto auditivo externo (25- 30 mm), que por su posición protege
el tímpano, sólo cumple función como resonador en los 1.000-3.500 ciclos.
También se sabe que la audición se mantiene aunque exista un conducto auditivo
filiforme y viene a alterarse sólo cuando la oclusión es total.
Otra función del conducto auditivo externo es la de producir cerumen que actúa
como lubricante y protector.
El Oído medio actúa como un multiplicador de la función sonora, ya que existe una
interfase aire-líquido entre oído medio e interno que provoca una reflexión del 99,9
% de la energía sonora; es decir, sin oído medio se pierden 30 dB (decibeles).
Una vez que el impulso sonoro llega a la ventana oval en el Oído interno, se
produce un movimiento de la perilinfa determinando una onda denominada "onda
viajera" y que tiene un punto de mayor vibración dependiendo de la frecuencia de
estímulo en una determinada zona de la cóclea.
Las partes más externas del oído son el pabellón auditivo y el conducto auditivo,
que está encerrado y atrapa la suciedad. Este canal trasmite los cambios de
presión de aire y las ondas sonoras al tímpano, o membrana timpánica.
Oído medio
Oído interno
Hay tres canales dentro de una estructura con forma de caracol llamada cóclea.
Las vibraciones sonoras, amplificadas por los huesos del oído medio, viajan por
estos canales y mueven pequeños pelos que estimulan fibras conectadas a su vez
con el nervio auditivo. Los sonidos procedentes del exterior, se codifican de esta
forma para viajar al cerebro.
La parte posterior del oído interno alberga los canales semicirculares. Estos
canales, conectados entre sí por una estructura llamada vestíbulo, son sensibles a
la gravedad, a la aceleración y a la postura y movimientos de la cabeza.
Muchos animales oyen una gama de frecuencias más amplia que la que son
capaces de oír los seres humanos. Por ejemplo, los silbatos para perros vibran a
una frecuencia alta, que los seres humanos no son capaces de detectar; mientras
que ciertas evidencias sugieren que los delfines y las ballenas se comunican con
frecuencias fuera del alcance del oído humano (ultrasonidos). La frecuencia se
mide en hercios, o número de ondas sonoras que un objeto emite por segundo.
Cuanto más vibra el objeto, la frecuencia y el tono del sonido resultante son más
altos.