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RECENSIONES

«LA SOCIEDAD MULTIÉTNICA.


PLURALISMO,
MULTICULTURALISMO Y
EXTRANJEROS»

GIOVANNI SARTORI
Editorial Taurus
Madrid, 2001

De la Sociedad multiétnica de Giovanni


Sartori se pueden tener distintas e incluso
opuestas opiniones, pero antes que nada ha-
brá que convenir que es una obra original
que traspasa la convencionalidad. Eso la ha-
ce que no pase desapercibida a la vez que se
muestra muy oportuna; aparece en un mo-
mento crucial de la presencia masiva de in-
migrantes en los países del Sur de Europa,
justo cuando se enciende la fragua del debate
social sobre la convivencia multicultural.
Sartori, con el olfato del que está atento y co-
noce la realidad, se aventura a tomar parte
en la polémica cuando está en pleno fragor, y
desde su contundente discurso contribuye a
enriquecerlo aun cuando no deja por ello de
inflamarlo. Por eso decimos que su trabajo
no puede pasar desapercibido, porque apues-
ta, desde su personal percepción política y
moral, suscita y compromete la reflexión de
aquellos que lo leen, aportando argumentos
obtenidos en hechos de la realidad actual. Y
ese es su principal valor: su apuesta por tesis
claras y sin ambages. Se puede –y yo diría se
debe, en sus excesos– discrepar con él; pero
para ello hay que conocer la densidad de los
argumentos y su textura para poder entablar
las condiciones de la discusión.

En los foros que tratan de cuestiones de


inmigración, de multiculturalidad y simila-
res, se vierten opiniones en ocasiones sobre
la obra de Sartori que suelen mostrar una
oposición visceral a sus tesis. Es frecuente
también que en dichas intervenciones se ha-
ga una lectura precipitada de sus contenidos.
Bien es cierto que no es fácil comprender al-
gunas de las afirmaciones que se exponen en
el libro, sobre todo cuando se afirman incom-

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patibilidades muy cerradas entre culturas; dad afincada en el reino universal de los De-
pero al contextualizar y ver cuales son las rechos Humanos. Sin duda, una misma in-
posturas contrarias en el debate, al saber tención, la armonía social, buscada por dis-
quiénes son sus interlocutores, se comprende tintos medios pero sustentada en distintas
enseguida que la postura de Sartori se haga creencias. Esta sería la intrahistoria del pen-
beligerante sobre todo con cierto comunita- samiento y de las ilusiones que han tomado
rismo «neo- romántico» que muestra en sus asiento en Occidente y que de manera acriso-
entrañas un ingenuo, por excesivo, relativis- lada han dado lugar a lo que Harold Bloom
mo que resulta insostenible. Por tal razón, la llama el «Canon occidental». En torno a él se
crítica del presente texto es deudora del con- manifiestan distintas filiaciones de pensa-
texto más de lo que es habitual en otras oca- miento entre las que se sitúa la obra de Sar-
siones. Además, por la naturaleza del tema - tori.
las obras sociales de actualidad-, el diálogo
Es razonable pensar que la confrontación
contextual es especialmente relevante debi-
de posiciones se da por que el «reino pacífico»
do a que los modelos de análisis que venían
de Occidente no se ha conseguido, ni será fá-
rigiendo están en revisión desde una doble
cil de alcanzar en la medida que forma parte
perspectiva: desde la hermenéutica, el ya
de un mito. El conflicto y la polaridad social,
prolongado debate sobre «texto-contexto» de
consustanciales al modelo de organización
la relación normativa de la acción; y desde el
social y cultural que hasta ahora ha produci-
tipo de alcance que se manifiesta en el conti-
do el hombre, son debidas precisamente a las
nuo «particularismo-universalismo».
distintas formas de concebir la «manera pa-
Bajo estas determinaciones conviene, en cífica» de estar y de convivir. George Simmel
suma, que las obras de pensamiento con in- encuentra la causa de este antagonismo en
tención propositiva se sitúen y se entiendan la misma naturaleza de lo social. Entiende
que en las teorías de las relaciones entre per-
desde su intrahistoria, desde la búsqueda del
sonas se dan dos fuerzas: las que constituyen
sentido que encierra la tradición de la que to-
una unidad, o sea, las sociales en sentido es-
do texto compromete su significado. En nues-
tricto, y aquellas otras que actúan en contra
tro caso, la obra trata en su intención de có-
de la unidad. «Ambas son necesarias porque
mo mantener los logros históricos que ha
ninguna unidad social (sociedad) es conocida
alcanzado la civilización occidental, de las
en que las direcciones convergentes de los
condiciones de reproducción –de socializa-
elementos presentes no estén inseparable-
ción– de nuestro marco sociocultural. En
mente mezcladas con otras divergentes» 1
nuestra tradición, como todos sabemos, los
Son diferencias asentadas en las distintas
planteamientos sobre socialización tienden a
formas de proceder y de conducirse los pue-
tomar sentido en el mito del «reino pacífico»,
blos –la cultura identitaria, u objetiva que
al llevar todo sistema social en su intención
llama Simmel– que en su ensimismamiento
una ciudad de Utopia como finalidad no
generan entre ellas falta de entendimiento.
siempre confesada. Los sabios clásicos aspi-
Paradójicamente, la cultura, que emerge des-
raban a alcanzar la ataraxia social, así como
de la propia acción humana justamente para
los romanos prefiguraron la civitas imperial hacer más fácil las rutinas y el entendimien-
bajo un criterio legal; los cristianos por su la- to entre los convivientes de una realidad so-
do creyeron (en los tiempos actuales menos) ciohistórica concreta, resulta ahora que, bajo
en la fraternidad universal mientras que los una interpretación de cortas miras, se con-
marxistas in genere idearon la sociedad co-
munista (hoy en crisis de identidad tam-
bién); los demócratas de distintas filiaciones, 1
GEORGE SIMMEL, Sociología. Las formas de la sociali-
por lo demás, aspiran a alcanzar una socie- zación, 2 vols., 1977, (Vol I: 266).

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vierte en un obstáculo para progresar hacia la sociedad pluralista», asociada sin dudas a
la arcadia pretendida. Occidente. La declaración más elocuente de
su sentimiento de pertenencia y de las claves
Dicha cohesión social, que daría a enten- culturales a las que se adhiere se expresan
der un paso adelante en el consenso normati- avanzado ya el libro, cuando dice en el epílo-
vo, vista desde la dinámica global de Occi- go: «Siento mi tiempo como un tiempo de di-
dente, se muestra sin embargo como una vergencia creciente entre la buena sociedad
paradoja; sería la paradoja que se desprende que buscamos y los modos y medios para con-
del hecho del multiculturalismo. Como seña- seguirla (...) es así porque hemos creado un
la Pierpaolo Donati, cuanto más se difunde mundo cada vez más complicado que cada
el proceso de mundialización más se debilita día logramos menos comprender (p. 131). Y
el universalismo que lleva implícito el mito en efecto, el desatino con que se trata el fenó-
de la modernidad, dado que se afirman viejas meno del multiculturalismo muestra esa di-
y nuevas diferencias culturales ligadas a vergencia. El postmodernismo, como movi-
culturas autóctonas y locales, incluso triba- miento filosófico que aglutina el pensamiento
lismos y fundamentalismos.2 En efecto, en escéptico y «desilusionado», en respuesta a la
cierto modo así es como surge la actual dico- crisis de los grandes sistemas de pensamien-
tomía entre posiciones relativistas que de- to dogmático, han favorecido un clima mayor
fienden el reconocimiento institucional de de incertidumbre. El postmodernismo, en su
las minorías culturales, sin tener en cuenta «descreencia», aísla al individuo en su con-
«el grado de desarrollo humano general» y texto inmediato al tiempo que contribuye a
sin atender al grado de implicación solidaria la negación de los valores universalistas más
que demandaría la mayor pluralidad; en la que a su actualización. Tal deriva hacia lo
confrontación aparecen los que apuestan po- particular no implica más al individuo en lo
líticamente por reforzar los valores occiden- íntimo y lo diferente que supone el abstracto
tales que, entendidos como productos históri- universal; más bien al contrario. Los teóricos
cos obtenidos, no sin desgarros, alcanzan postmodenistas proclaman (con Foucault y
mayores cuotas de sofisticación humana. Derrida) la «muerte del sujeto» en tanto que
Bloom argumenta en apoyo de esta postura agencia autónoma y pensante. Sus claves te-
que «si pudiésemos concebir un canon uni- óricas tratan de la decodificación textual de
versal, multicultural y polivalente, su libro los discursos racionales desde la ironía, la
esencial no sería una escritura, ya fuera la descreencia y desde la desarticulación de
Biblia, el Corán, ni un texto oriental, sino cualquier compromiso social asumido. Y en
Shakespeare, que es representado y leído en este contexto, la teoría del multiculturalismo
todas partes, en todos los idiomas y circuns- en boga que se pretende crítico, adopta estos
tancias.» 3 argumentos (contra-argumentos), dando la
impresión de que lo común ha dejado de te-
En similares términos, la obra de Sartori ner sentido por lo que hay que buscarlo en
toma postura decidida a favor del «Canon». cada particularidad cultural.
Lo afirma ya desde las primeras líneas del
texto: «Este es un libro de teoría de la buena Ante este pensamiento es frente al que re-
sociedad. Buena sociedad que es para mí (...) acciona, de modo beligerante, el texto de la
Sociedad multiétnica de Sartori, por lo que
en ocasiones aparecen también aquí excesos
2
PIERPAOLO DONATI, «El desafío del universalismo en opuestos con ribetes etnocéntricos.
una sociedad multicultural», Revista Internacional de
Sociología, nº 17, Tercera Época, 1997. Es la posición que defiende cierto libera-
3
HAROLD BLOOM, El canon occidental, Barcelona, lismo democrático que se alinea con las tesis
Anagrama, 2001 (e.o. 1994). de Rawls. El trabajo de Sartori se puede si-

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tuar en la órbita de un movimiento que in- ciedad actual, en las que constata contradic-
tenta restituir la «razón comprensiva» en el ciones existenciales fundamentales debido a
análisis de la realidad social. Representa un un mal enfoque de la multiculturalidad: fre-
nuevo discurso modernizador que recoge cuentes disputas sobre los derechos de los
aportaciones de pensadores diversos, algu- inmigrantes, de las minorías culturales au-
nos procedentes de la sociología crítica aun- tóctonas, así como otras disputas que cues-
que la mayoría pertenece a generaciones tionan muchos de los supuestos que han go-
nuevas que aspiran a consensuar un hori- bernado la vida política hasta ahora.
zonte axiomático innovador, al menos como
método para establecer discursos parango- Por ello, los retos multiculturales que re-
nables. La modernización se toma aquí de fiere, los resuelve Sartori con la pasión de un
ejemplo pero en versión renovada, porque, «ilustrado» occidental que en su radicalidad
como dice Eisenstadt, «(...) a causa de que la llega a negar el propio principio liberal de la
modernización casi siempre combinó aspec- universalidad. Compruébese esto cuando se
tos y fuerzas económicas e ideología, su im- enfrenta al quién, al cómo y el por qué de la
pacto fue, con mucho, el de más envergadu- integración del inmigrante en las sociedades
ra». Diríamos con este autor que la occidentales, desde donde inicia un peculiar
modernización se presenta como un modelo recorrido de los tipos y naturaleza de las mi-
versátil susceptible de alumbrar nuevas ví- norías étnicas que acceden a los países re-
as, nuevas formas 4. Ahora bien, la nueva ceptores, para desde ellos concluir unas re-
versión moderna de la sociedad se caracteri- flexiones discriminatorias que no están lejos
za menos por atender lo que tiene en común, de algunos de los argumentos que sirven de
o por la estructuración unívoca de las exigen- base a Huntington para pronosticar el Con-
cias universales, que por el hecho de su im- flicto entre civilizaciones. Así, cuando distin-
plicación en la preocupación de la ‘universa- gue entre inmigrantes próximos o asimila-
lización’ como tal, que diría F. Borricaud. bles, que son los que se diferencian de la
población receptora sólo en el idioma y en
En este nuevo sentido es como la sociedad
las tradiciones, de los inmigrantes no asimi-
multiétnica resulta ejemplar en la implica-
lables, que se distinguen por las creencias
ción que adopta, porque está armado sin re-
religiosas y por ciertos rasgos étnicos (espe-
nunciar a ningún argumento significativo: ni
cialmente los afroárabes), afirma sin con-
de carácter teórico-conceptual (véase la parte
templaciones que de estos segundos no es
primera del texto, que trata de la idea del
posible pensar siquiera en la integración. El
pluralismo con toda profundidad, cerrando el
juicio rotundo de Sartori no carece sin em-
concepto como un instrumento analítico pri-
bargo de razones objetivas, que dan pie a
mordial para el desarrollo subsiguiente de la
cierta desazón, si miramos las dificultades
tesis que defiende, todo un alarde del conoci-
que se aprecian para alcanzar un contexto
miento de teoría política que domina el au-
intercultural. Así, cuando aduce que «la im-
tor), ni a un planteamiento ideológico-nor-
posibilidad aumenta (...) cuando el inmigra-
mativo, pues cree en el pluralismo pero de
do pertenece a una cultura fideísta o teocrá-
tono «anti-multicultural» al entender que el
tica que no separa el Estado civil del Estado
pluralismo es de por sí asimilacionista y no
religioso y que identifica al ciudadano con el
homogeneizador (p. 62). Y tampoco renuncia
creyente, esto se entiende mejor. En los or-
a valorar las evidencias que se dan en la so-
danamientos occidentales se es ciudadano
por descendencia, por ius sanguinis, o por
4
E.N. EISENSTADT (1989) citado por J. ALEXANDER, So- ius soli (...) En cambio, el musulmán recono-
ciología cultural. Formas de clasificación en las socieda- ce la ciudadanía optimo iure, a pleno título,
des complejas, Barcelona, Anthropos, 2000, p. 105. sólo a los fieles: y a esa ciudadanía está con-

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textualmente conectada la sujeción a la ley omiso desde una postura excluyente. Quizá
coránica» (p.113). la manifestación más negativa de sus posi-
ciones intelectuales e ideológicas la muestre
Sartori, una vez más, sin despegar los pies cuando ataca in genere a los defensores del
de la realidad, toma postura por la confron- multiculturalismo como herederos del mar-
tación frente aquellos que pretenden reins- xismo y de Foucault (pp. 64-659), entre quie-
taurar una versión comunitarista del multi- nes se dan quienes piensen así, pero en otros
culturalismo como Ch.Taylor o Mcyntaire, e muchos no; esto impide, además, la discusión
incluso, en cietos aspectos el propio Kylimc- amplia que reconozcan otras propuestas de
ka. En concreto, ante la «política del recono- interés susceptibles de alcanzar.
cimiento» de Taylor, Sartori descubre que la
base argumental de sus propuestas son En definitiva, ante la sobrevenida socie-
cuando menos discutibles, al menos en las dad multicultural, se preveen grosso modo
referencias que toma de la Ilustración, espe- dos salidas razonables: o armar políticas con-
cialmente en relación a Rousseau. Claro que vergentes desde el interior de la propia socie-
Rousseau es en ocasiones tan versátil como dad de recepción, para efectuar procesos de
ocurrente ante la contingencia que aborda, integración aceptables por todos lo colectivos,
pero lo cierto es que el autor ilustrado tiene o buscar soluciones para que los procesos mi-
pocos principios tan arraigados como el res- gratorios se frenen en el origen (solución utó-
peto universal a la ley y a la propiedad priva- pica a corto plazo). Habría una tercera: sería
da. De ahí que Sartori muestre la imposibili- la confrontación entre culturas, pero esa no
dad del respeto a la ley si se legitimara una es objeto de una reflexión social que se pre-
política de acción afirmativa que pusiera en cie. Sartori no es ajeno a este dilema: a la ne-
pie de igualdad los distintos criterios norma- cesidad de buscar cauces de entendimiento;
tivos de toda cultura y subcultura, porque de hecho muestra como una de las vías de la
así sólo conseguiría generalizar la excepcio- asimilación la interculturalidad en los térmi-
nalidad y con ello anularía la eficacia de toda nos de Karnoouh. Pero su interpretación en
Ley. Por eso, por el tono que alcanza el deba- este aspecto es roma, no se extiende favore-
te, el texto de Sartori es contundente, y con- ciendo el riesgo de una mala interpretación
sistente en la mayoría de sus argumentos. de su pensamiento restrictiva y excluyente,
Pero no por ello, y saliéndonos ahora del con- lo que sería antitético con el propio concepto
texto de confrontación que da sentido a su de la libertad que en el fondo defiende en es-
obra, el texto que comentamos puede ser leí- ta obra y en su pensamiento en general.
do y asumido como una verdad canónica. En-
tre otras razones porque, vista como obra FELIPE MORENTE MEGÍA
que trata en su conjunto de la realidad social
actual, aborda un análisis lleno de interpre-
taciones ideológicamente condicionadas que
en nada benefician, a la postre, al rigor inte-
lectual del autor. La realidad multicultural
que se le presente a los países industrializa-
dos de Occidente no plantea la cuestión de si
es conveniente la inmigración o no, sino por
el contrario qué hacer con la creciente plura-
lidad de culturas diversas que acompaña el
imparable proceso de concentración de po-
blaciones procedentes de territorios dispa-
res. Y a este imparable reto Sartori hace caso

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