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Idealismo Compartir en Facebook

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El idealismo filosófico es una teoría o doctrina que se reconoce por aseverar la


importancia de las ideas y, en algunos casos, incluso su independiente existencia
de las cosas y los objetos del mundo. También es conocido como inmaterialismo,
ya que es la corriente que más se opone a los fundamentos del materialismo o el
realismo.

Esto se evidencia en los argumentos idealistas que sostienen que el mundo fuera
de la propia mente no es cognoscible por sí mismo; por lo tanto, no es
verdaderamente “real”. Para los filósofos idealistas, toda realidad exterior no es
más que el producto de una idea que proviene de la mente del hombre, o incluso
de un ser sobrenatural.

De igual forma, el idealismo es una corriente un tanto racionalista, ya que se


apoya en el racionamiento deductivo para argumentar y teorizar. Esta doctrina
tiene diversas variantes que dependen de sus representantes; no obstante, en
cualquiera de sus ramas se encuentra un gran enfoque en aspectos intelectuales.

Este énfasis en el ámbito intelectual se genera debido a que, para los idealistas,
los objetos no son más de lo que percibimos, las dificultades del mundo físico no
son de su interés.

Historia
El idealismo filosófico es un término que comenzó a ser utilizado en el inglés, y
luego en otros idiomas, aproximadamente en 1743. “Idea” proviene de la palabra
griega idein, que significa “ver”.

A pesar de que la palabra fue acuñada en dicho siglo, es indiscutible que el


idealismo ha estado presente en la filosofía por más de 2000 años debido a que
Platón es considerado el padre de esta teoría.

En el 480 a. C. Anaxágoras enseñaba que todas las cosas eran creadas a través
de la mente. Años más tarde, Platón afirmaría que la máxima realidad objetiva
era solo alcanzable a través de las entidades ideales.
Su teoría de las formas o ideas describió cómo las cosas existían
independientemente del resto de sus circunstancias; no obstante, el único medio
del hombre para comprenderlas era su mente y las ideas que esta genera. Siglos
más tarde, estas creencias llevarían el título de idealismo objetivo.

En conjunto a sus raíces griegas, muchos académicos también afirman que el


idealismo estuvo presente en la antigua India, en doctrinas como el budismo y en
otras escuelas de pensamiento oriental que hacían uso de los textos Vedas.

Sin embargo, el idealismo sería parcialmente olvidado por un tiempo y no volvería


al protagonismo hasta 1700 en manos de filósofos como Kant y Descartes, quienes
lo adoptarían y desarrollarían a profundidad. Es también en esta época cuando se
subdivide el idealismo en sus reconocidas ramas.

Idealismo objetivo
– Se reconoce por afirmar que las ideas existen por sí solas, que nosotros como
hombres solo podemos aprehenderlas y/o descubrirlas del “mundo de las ideas”.

– Supone que la realidad de la experiencia combina y trasciende las realidades de


los objetos experimentados y de la mente del observador.

– Las ideas existen fuera de quien experimenta la realidad, y que accede a estas
a través del raciocinio.

Idealismo absoluto
– Es una subdivisión del ya mencionado idealismo objetivo.

– Fue creado por Hegel y expresa que, para que el hombre pueda realmente
entender el objeto que observa, debe primero encontrar una identidad de
pensamiento y de ser.

– Para Hegel, el Ser debe ser entendido como un todo integral.

Idealismo trascendental
– Fundando por Immanuel Kant, mantiene que es la mente la traduce el mundo
en el que vivimos, y lo transforma a un formato espacio-tiempo que podamos
comprender.

– El conocimiento se da solo cuando existen dos elementos: un objeto que pueda


ser observado y un sujeto que lo observe.
– En el idealismo trascendental todo este conocimiento de un objeto externo varía
según el sujeto y no tiene existencia sin él.

Idealismo subjetivo
– El mundo exterior no es autónomo, sino que más bien depende del sujeto.

– Para estos filósofos, todo lo que se presenta en la realidad no es más que un


conjunto de ideas que no existen fuera de nuestras propias mentes.

– El idealismo subjetivo pone al hombre por encima de todo lo demás.

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