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Esto se evidencia en los argumentos idealistas que sostienen que el mundo fuera
de la propia mente no es cognoscible por sí mismo; por lo tanto, no es
verdaderamente “real”. Para los filósofos idealistas, toda realidad exterior no es
más que el producto de una idea que proviene de la mente del hombre, o incluso
de un ser sobrenatural.
Este énfasis en el ámbito intelectual se genera debido a que, para los idealistas,
los objetos no son más de lo que percibimos, las dificultades del mundo físico no
son de su interés.
Historia
El idealismo filosófico es un término que comenzó a ser utilizado en el inglés, y
luego en otros idiomas, aproximadamente en 1743. “Idea” proviene de la palabra
griega idein, que significa “ver”.
En el 480 a. C. Anaxágoras enseñaba que todas las cosas eran creadas a través
de la mente. Años más tarde, Platón afirmaría que la máxima realidad objetiva
era solo alcanzable a través de las entidades ideales.
Su teoría de las formas o ideas describió cómo las cosas existían
independientemente del resto de sus circunstancias; no obstante, el único medio
del hombre para comprenderlas era su mente y las ideas que esta genera. Siglos
más tarde, estas creencias llevarían el título de idealismo objetivo.
Idealismo objetivo
– Se reconoce por afirmar que las ideas existen por sí solas, que nosotros como
hombres solo podemos aprehenderlas y/o descubrirlas del “mundo de las ideas”.
– Las ideas existen fuera de quien experimenta la realidad, y que accede a estas
a través del raciocinio.
Idealismo absoluto
– Es una subdivisión del ya mencionado idealismo objetivo.
– Fue creado por Hegel y expresa que, para que el hombre pueda realmente
entender el objeto que observa, debe primero encontrar una identidad de
pensamiento y de ser.
Idealismo trascendental
– Fundando por Immanuel Kant, mantiene que es la mente la traduce el mundo
en el que vivimos, y lo transforma a un formato espacio-tiempo que podamos
comprender.
Idealismo subjetivo
– El mundo exterior no es autónomo, sino que más bien depende del sujeto.