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GERM+üN REY BELTR+üN - Ponencia FELAFACS 2015
GERM+üN REY BELTR+üN - Ponencia FELAFACS 2015
Germán Rey1
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Profesor de la Maestría en comunicación de la Pontificia Universidad Javeriana (greybeltran@gmail.com)
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Impacto económico de las industrias culturales en Colombia, Bogotá: Convenio Andrés Bello, Ministerio de
Cultura, 2003.
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Informe sobre la economía creativa, UNCTAD, PNUD, 2010. Informe sobre la economía creativa,. Edición
Especial,París: PNUD, UNESCO, 2013.
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Las industrias culturales y el desarrollo en México, México: Siglo XXI Editores, 2006. Gilberto Guevara
Niebla y Néstor García Canclini, La educación y la cultura ante el Tratado de Libre Comercio, México:
Fundación Nexos, 1992. Germán Rey, Mauricio Reina y Gonzalo Castellanos, Entre la realidad y los sueños.
Los tratados internacionales de libre comercio y el ALCA, Bogotá: Convenio Andrés Bello, 2003.
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Suelen crecer tanto los debates sobre lo que está ocurriendo en el campo de la
economía de la cultura y de las industrias culturales que no es raro que se
llenen progresivamente de fantasmas, clichés y exaltaciones. Por eso recorrer
la discusión ya es un buen ejercicio para percibir las dudas, las pocas certezas
y sobre todo los miedos que transitan por un ámbito de la vida social cuya
definición es más la crisis que la tranquilidad. La recomposición de la cultura
es profunda, rápida y global y sucede en casi todos sus planos de acción. Las
formas de la creación han cambiado, el papel de los Estados se revalúa, las
formas de circulación se replantean a diario; algunas expresiones culturales
temen desaparecer mientras que avanzan los flujos simbólicos en los soportes
digitales, se transforman los sentidos de instituciones culturales tradicionales y
las batallas del gusto se tornan mucho más complejas y heterogéneas. Pero
estos cambios en la cultura no son excepcionales sino mucho más frecuentes
de lo que pensamos. La historia de la cultura es similar a las grandes
conformaciones geológicas que aún no cesan de transformarse. Cuando se
observa a la distancia la historia del arte del siglo XX aún se puede constatar
las conmociones que significaron el surgimiento de la teoría del lenguaje junto
al psicoanálisis, la música dodecafónica frente al cubismo, el expresionismo o
el rock. Algunas de estas emergencias culturales aún muestran los
movimientos espasmódicos, las “réplicas”, tras los grandes cataclismos,
aunque la experiencia de nuestra época se mueve más en los lugares
expresivos donde lo cotidiano se manifiesta en lo cultural. Estos lugares
expresivos vinculan la moda con los movimientos juveniles, la apropiación de
la ciudad con su movilidad; pero a la vez la noción de “lugar expresivo”
relaciona todas estas prácticas y movimientos socioculturales con los bienes
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Michel Serres, Pulgarcita, Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2013.
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De esta manera se llama el Informe sobre la economía de la cultura que acaba de publicar el BID (2013).
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Pero donde quizás se está dando la mayor fractura es en los modos de leer. El
libro propuso un modo de lectura extraordinario que significaba un recorrido
cognitivo y emocional, exigía unas motivaciones y unos propósitos
particulares y propiciaba unos contextos y unos rituales que en su conjunto
convirtieron al acto de leer en una de las adquisiciones humanas más sólidas,
estimulantes y placenteras.
Como lo demuestran los estudios sobre lectura, ella es más un camino que un
resultado. Y suceden muchas cosas en los años formativos que transcurren
entre los primeros momentos del aprendizaje de la lectura (por ejemplo, la
lectura en voz alta de la madre al niño) y el recorrido formal de la escuela y la
universidad. Suceden transiciones complejas entre la intimidad y la vida
pública, la espontaneidad y lo reglamentado, la libertad y la obligación en
estos años que abarcan desde el nacimiento hasta el fin del ciclo escolar y el
comienzo del laboral. La diferencia entre la lectura por deber y la lectura por
placer puede ocasionar distorsiones si se aplica indiscriminadamente. “Volver
la lectura obligatoria o imponerle una finalidad demasiado precisa” son
medios torpes para animar a los chicos a la lectura, indica Ospina. “Para ser un
lector voluntarioso nada me ayudó tanto como no considerar nunca la lectura
como una obligación (…) todo requiere sutileza, todo requiere una pequeña
ración de misterio (…) más poderosa es la tentación”. Es posible que parte de
la cordial enemistad de la escuela y la academia frente a la lectura esté unida a
su comprensión del deber y las estrategias para lograr asentarlo en la vida de
los jóvenes como en una cierta moralización de la educación, una separación
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Pero a la vez son muchas las lecturas que transcurren por la academia, aunque
hay algunas que se privilegian y otras que se tornan hegemónicas. Hay una
lectura funcional a la formación que es una herramienta básica de
conocimiento, una lectura que desborda la profesionalización y sus intereses,
una lectura afiliada al pensamiento crítico o al entrecruce de saberes y
disciplinas. La lectura en la academia o en la escuela no está únicamente
dirigida a la comprensión del texto sino a procesos en los que lo leído se
encuentra con el mundo referencial de las disciplinas, en que los contenidos de
la lectura se insertan en el torrente de la tradición o participan activamente en
las tareas interpretativas y en que lo textual facilita la aplicación en hechos,
objetos y sucesos concretos.
Todas estas lecturas, así como todas sus funciones posibles en el ámbito de la
producción y circulación social del conocimiento, subsisten en el espacio
escolar, aunque los enfoques educativos privilegien a unas sobre otras. Y hay
actitudes, prácticas y reglas de lectura que son fundamentales para su
aprendizaje como por ejemplo, la relación entre lectura y escritura, el tiempo
de la lectura, la articulación de lectura y evaluación del conocimiento, la
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Pero donde quizás se está dando la mayor fractura es en los modos de leer. El
libro propuso un modo de lectura extraordinario que significaba un recorrido
cognitivo y emocional, exigía unas motivaciones y unos propósitos
particulares y propiciaba unos contextos y unos rituales que en su conjunto
convirtieron al acto de leer en una de las adquisiciones humanas más sólidas y
placenteras.
Pero en tiempos digitales los modos de leer toman otros rumbos más
asociados a la brevedad, lo instantáneo y lo repentino, la conversación
informal, la cercanía con lo oral, el uso pragmático de la información, el
humor, el salto y las posibilidades de conexiones inmediatas de lo escrito con
lo sonoro y lo visual. Y es tal la conmoción que han generado estas otras
modalidades de la lectura –que posiblemente siempre han existido pero que
ahora se han ampliado- que se acrecientan las preocupaciones sobre la
banalización de la lectura y la victoria de la frivolidad y el entretenimiento.
Esta concepción suele ser una extensión de cierta mirada del mundo adulto
sobre el joven, de la tradición frente a lo que difiere. Porque no es sólo que la
lectura sea superficial. Es que los jóvenes son superficiales. (He ahí el
argumento extendido y estigmatizador de los preocupados). Sin embargo son
los jóvenes los que más leen, los que mantienen los porcentajes de consumo
cultural de muchas de las expresiones de la cultura y los que se aventuran
como los nuevos navegantes del mundo digital y de las tecnologías.
Fue en un texto de Roger Chartier sobre la lectura, donde encontré la cita del
filósofo argentino José Emilio Burucúa en la que San Gregorio Magno habla
de los corderos y los elefantes deambulando y nadando “en un rio delgado y
profundo a la vez” y que le sirve para ilustrar la naturaleza de la cultura de los
eruditos, frente a la cultura de los iletrados. El texto está lleno de poderosas
evocaciones. Porque la Sagrada Escritura es uno de los lugares en que se
produjo el surgimiento de la hermenéutica, es decir, el arte de la
interpretación, que se relaciona con lo pando y lo profundo como también con
el nadar y el deambular. Un elefante nadando en este rio delgado es una bella
metáfora, como lo es también un cordero deambulando en las profundidades
del sentido. En la interpretación, lo literal debe contemplarse con precaución,
puesto que lo pando puede ocultar simas abismales y lo profundo tierras
superficiales. Pero como nos sucede con una pista de lectura que deseamos
seguir, encontré que José Emilio Burucúa ha escrito varios libros importante,
uno de ellos, de donde Chartier extrajo la cita, titulado “Corderos y elefantes.
La sacralidad y la risa en la Europa de la modernidad clásica (siglos XV y
XVI)” en el 2001. La risa es una excelente ruta de convergencia entre
ilustrados y no ilustrados que aún hoy nos ofrece la posibilidad de explicar
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La crisis del concepto de políticas, en los tiempos en que más se habla de ellas
y probablemente más se desgastan cognitiva y políticamente, está relacionada
con las críticas al propio concepto de Estado y sobre todo a su perfil en las
sociedades contemporáneas. Esto es aún más grave en el caso de las “políticas
culturales”, que llegaron tarde al catálogo de las políticas públicas y cuando es
muy difícil que se puedan desprender de las visiones sobre la cultura que
tienen las autoridades, los políticos e inclusive la generalidad de los
ciudadanos. Pesa mucho aún el carácter sublime de la cultura, su condición
inaprehensible, sus múltiples rostros y el alejamiento de toda forma de
contaminación. Pero la definición de las políticas culturales se afianza en el
mismo momento en que los Estados y la cultura cambian. Las políticas
públicas ya no están centradas en el objeto estatal, así como la cultura ya no se
define por las bellas artes o lo patrimonial. En el primer caso, la idea de un
orden impuesto desde el Estado se disgrega en la idea de participación, las
formas de interacción y los mecanismos de negociación, consenso y
concertación. Esto significa que las políticas culturales han dejado de ser
puramente políticas de Estado, para convertirse en políticas de la sociedad y
que su existencia, incluso en un campo tan diverso y complejo como la
cultura, sufre de una doble tensión: por una parte, reconocer que existen
iniciativas estatales en cultura, pero por otra, que muchos procesos y
dinámicas culturales escapan afortunadamente de la incidencia estatal y que
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Una de las críticas que se escucha a las políticas culturales es que han
afirmado la funcionalización de la cultura, reduciendo una dimensión que
fundamenta la vida social a un campo de gestión operacional y que además,
las políticas han sido capturadas por una arquitectura institucional en que lo
sectorial es la figura central de su diseño. La casa que supuestamente tiene
muchas puertas esconde detrás de ellas las prisiones de las políticas. Con lo
que se genera un efecto que sorprende: el Estado define aquellas políticas que
inmediatamente son secuestradas por sus oficinas burocráticas. Una cierta
comprensión de los gestores y la gestión cultural comparte esta misma
situación, como si se requirieran pequeños estados garantizando que la
operación del Estado se expanda hasta los sitios más inverosímiles.
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Germán Rey (coordinador), Compendio de políticas culturales, Bogotá: Ministerio de Cultura, 2010.
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Santiago Castro-Gómez, “Las políticas culturales como un patrimonio de la nación”, En: Compendio de
Políticas Culturales. Documento de Discusión, Bogotá: Ministerio de Cultura, 2009, página 469.
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Roger Chartier, Aprender a leer, leer para aprender, página 24
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Hay también una temporalidad de las políticas que las induce a constituirse
para dar cuenta de variaciones culturales muy radicales, como por ejemplo, el
desarrollo de las industrias creativas y su impacto en las rutinas diarias de
millones de personas. No precedieron las políticas a las industrias. Por el
contrario, fueron estas las que rápidamente se convirtieron en un fenómeno
mundial. Los mercados les fueron más próximos, porque las infraestructuras
estuvieron desde su inicio conectadas con el mercado, al que debían también
su circulación e innovación. Por eso, los ámbitos de la decisión cultural se
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Las políticas no imponen un orden en una escena cultural cada vez más
polarizada y abigarrada. Pero sí definen campos de intervención y prioridades
públicas y generan ámbitos de conversación enriquecida. Hay procedimientos
de conformación de las políticas culturales. Tradicionalmente ha provenido de
autoridades y grupos culturales de poder (élites culturales), después se
incorporaron los expertos, y poco a poco los grupos culturales, sobre todo a
través de los Consejos de Cultura. Cada uno de estos grupos introduce un
matiz diferente a las políticas culturales y su participación aún es hoy motivo
de debate. Hace unos años, el escritor Héctor Abad Faciolince escribió en la
Revista El Malpensante un artículo que tituló “Panfleto contra el populismo
cultural”11 en el que criticó la Encuesta Nacional de Cultura en la que participé
como intérprete y que fue interesante por las tendencias que mostró, así como
por el debate y las críticas que generó. Al populismo cultural, que acude a las
encuestas y a la supuesta opinión mayoritaria para validar sus intervenciones,
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Héctor Abad Faciolince, “Panfleto contra el populismo cultural”, El Malpensante, N° 41. Septiembre 16-
Octubre 31 de 2002.
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Abad contraponía el elitismo del gusto de los expertos. A su texto contesté con
“Contrapanfleto o los estragos del mal de ojo” publicado un poco después en
la misma Revista.12
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Germán Rey, “Contrapanfleto o los estragos del mal de ojo”, El Malpensante, N° 42, Diciembre de 2002.
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