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Mae
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Agradecimientos
Until The End
Sobre el Autor
Seis años atrás, la vida de Dewayne cambió. Perdió a alguien que nunca
esperó perder. Resignado a castigarse por algo que sentía que podía haber
evitado, vive la vida sin acercarse demasiado a nadie.
Lo que no esperó fue que la chica del otro lado de la calle se mudara de
regreso a casa y le recordara lo que ambos perdieron: Dustin, el hermano menor
de Dewayne. Aún así, cuando una versión en miniatura de Dustin abre la
puerta para saludarlo, Dewayne se da cuenta que podría no haberlo perdido
todo después de todo.
Sienna Roy amó a Dustin Falco por la mayor parte de su vida. Él era el
chico de al lado, la estrella de básquet de la secundaria y su mejor amigo. Pero
cuando su vida acabó, se dio cuenta de que dejó una parte de sí mismo detrás.
Ahora ella está de regreso en Sea Breeze, agradecida de tener un hogar
para ella y el hijo de Dustin, pero no muy segura de si puede perdonar a la
gente al otro lado de la calle quienes la abandonar cuando más los necesitó —
los Falco.
Traición, mentiras, y atracción prohibida podrían terminar la historia de
Dewayne y Sienna antes de que incluso comience.
Sea Breeze, #8
Prólogo
Traducido por Mel Wentworth
Corregido por Annie D
***
Esa noche, después de meterme en la cama y que mis pensamientos
vagaran hacia fantasías con Dewayne (porque este era el único momento que
me permitía engañar mentalmente a mi novio con su hermano mayor), oí las
sirenas. No oyes muchas sirenas en Sea Breeze. Era una ciudad pequeña, y
raramente las ambulancias, coches de policías, y camiones de bomberos tenían
una razón para correr al mismo lugar. Pero cuanto más fuerte se volvían, me
daba cuenta que era más serio. Saliendo de la cama, fui a la ventana y miré
hacia la calle. Podía oírlas, pero no verlas. Todo lo que sabía era que se
encontraban cerca.
El ruido no desapareció, sino que aumentó mientras más vehículos de
emergencia se unían. Me envolví en la manta y me senté en la ventana a
esperar. No podía dormir con todo el ruido, y decidí rezar por quien sea que
fuera la causa de esto. Mis padres me criaron en la iglesia, y creía
completamente en rezar.
Justo mientras cerraba los ojos, la puerta de la habitación se abrió, y me
giré para ver a mi madre de pie con una mirada de horror en su rostro. ¿Papá se
encontraba en casa? Me puse de pie mientras el miedo se aferraba a mí, y me
encontré con su mirada. —¿Qué sucede, mamá? —pregunté—. ¿Papá está aquí?
Lo está, ¿no es así?
Asintió. —Todos estamos aquí —dijo, luego se puso las manos sobre el
corazón y respiró profundo—.‖ Eso‖ no‖ es…‖ —Se detuvo y cerré los ojos. Dejé
que la manta cayera al suelo y empecé a ir hacia ella. Me estaba asustando.
—Mamá, dime qué sucede —rogué.
Levantó la mirada, y vi las lágrimas contenidas brillando en sus ojos. —
Es Dustin, cariño.
—¿Dustin? —pregunté, deteniéndome y agarrando lo primero que pude
encontrar para recobrar el equilibrio.
Asintió. —Tu papá acaba de hablar con el pastor por teléfono. Está en
camino a casa de los Falco. Dustin chocó su coche contra un árbol —dijo, su voz
desvaneciéndose.
¿Chocó su coche contra un árbol? ¿Cómo hizo eso? Acababa de estar con él
hace dos horas. —Pero, ¿se encuentra bien? —pregunté mientras las sirenas
continuaban burlándose de mí. Con todos esos vehículos de emergencia allá
afuera, ¿cómo podía estar bien?
Mamá negó con la cabeza. —No,‖Sienna.‖No‖est{‖bien.‖Él…‖est{‖muerto,‖
cariño.
Seis años después…
Traducido por Hansel
Corregido por Vane hearts
Sienna
Nunca esperé poner un pie en Sea Breeze, Alabama, de nuevo. Cuando
mis padres hicieron mis maletas y me enviaron a vivir a Fort Worth, Texas, con
la hermana de mi madre que apenas conocía, me dijeron que volvería a Sea
Breeze después del nacimiento del bebé. Lo que no dijeron era que no pensaron
en que mi bebé regresara conmigo.
Miré hacia Micah, dormido en su asiento con su figura de acción de
Darth Vader apretada firmemente en su mano. Nuestra vida no había sido fácil,
pero nos teníamos el uno al otro. No volvería hacia atrás y lo haría de ninguna
otra manera. Micah era mi vida. Me curó cuando estaba segura de que nada
podría hacerlo.
Mantener a Micah significaba ser repudiada por mis padres
estrictamente religiosos. Mi tía no era la persona más cariñosa del mundo, pero
estuvo en desacuerdo con la decisión de mis padres. Esperó que trabajara y
pagara mi propio camino, pero al menos nos dio un techo sobre nuestras
cabezas.
Renunciar a la escuela secundaria y obtener mi GED1 era mi única
opción. Mi tía Cathy era la directora de la escuela secundaria local y me ayudó a
conseguir una beca en la escuela de comercio, por lo que cuando Micah tuvo
dieciocho meses de edad, me inscribí en la escuela de belleza. Antes de su tercer
cumpleaños tenía un título en cosmetología.
1General Education Diploma. Certificación para el estudiante que haya aprendido los requisitos
necesarios del nivel de escuela preparatoria
Le debía a mi tía más de lo que jamás podría compensarle.
Micah y yo nos fuimos el año pasado y finalmente conseguimos un
apartamento nuestro. No tenía citas porque no confiaba en nadie alrededor de
mi hijo. También me sentía culpable por pagar una niñera cuando
necesitábamos ese dinero para cosas más importantes, como el alquiler, la
guardería y los alimentos. Eso no mantenía a los hombres lejos, sin embargo, o
de tratar de conseguir que salga con ellos. Janell, el dueño de la peluquería
donde trabajaba, dijo que todos los hombres pensaban que jugaba a ser difícil
de conseguir. Eso sólo los hacía más persistentes.
La verdad era que me sentía sola a veces, pero luego Micah sonreía y
podía ver a su padre en él y me gustaba recordar que durante diez años de mi
vida tuve a alguien. A alguien muy especial. Y ahora tenía a Micah. No
necesitaba nada más.
Cuando la llamada de mi madre llegó hacía dos meses, hablándome del
ataque al corazón de mi padre, no sabía qué sentir. Nunca conoció a Micah, y
ahora nunca lo haría. Mi madre utilizó el dinero del seguro de vida de papá
para mudarse a una comunidad de retiro en el centro de Florida. Nos dejó su
casa a Micah y a mí.
Ni una vez se disculpó por abandonarme cuando más la necesitaba, o
por darle la espalda a su único nieto. Pero el hecho de que dejó su casa para
nosotros significaba algo. Sólo esperaba que un día ella se diera cuenta de lo
que se estaba perdiendo por no conocerlo.
Janell me ayudó dándome una referencia brillante, y consiguí un trabajo
en uno de los salones de élite de Sea Breeze. Iba a hacer más dinero, y no
tendría que pagar alquiler por más tiempo. Nuestra vida sería mejor en Sea
Breeze. Micah llegaría a crecer en la pequeña ciudad costera que yo tanto
amaba.
Mi único temor, y la razón por la que casi no volví a casa, era la idea de
los Falcos viendo a Micah. Una vez que me di cuenta de que mis padres no
planeaban en que yo me quedara con mi hijo, envié una carta a Tabby Falco, la
madre de Dustin.
Nunca respondió.
El primer año de vida de Micah les escribí innumerables cartas e incluí
fotografías de él. Se parecía tanto a su padre. Quería que vean que Dustin no se
perdió por completo para nosotros. Dejó una parte de sí mismo atrás.
Ni una sola vez respondió.
Algunas veces casi reuní el valor para llamarlos, pero si no respondían a
mis cartas, entonces no querrían hablar conmigo. No querían a Micah. Que mis
padres no me quisieran había dolido menos. Odié a los Falcos por su deserción.
Pero luego aprendí a dejar ir. Seguir adelante. Ser feliz con mi vida. Con mi
hermoso niño pequeño.
—¿Mamá? ¿Dónde estamos? —preguntó una voz somnolienta desde el
asiento trasero de mi Honda Civic de doce años.
—Estamos en casa. Nuestro nuevo hogar —respondí, ingresando en la
entrada de la casa que había sido mi hogar y pronto lo sería de nuevo.
—¿Nuestra nueva casa? —preguntó, con emoción en su voz cuando se
movió en su asiento para ver mejor.
—Sí, bebé. Nuestra nueva casa. ¿Listo para entrar y verla? —pregunté,
abriendo la puerta de mi coche y saliendo. Era uno de dos puertas, por lo que
tuve que tirar mi asiento hacia adelante para llegar a él en el asiento trasero. Se
desabrochó a sí mismo, luego se revolvió de su asiento y saltó fuera del coche.
—¿Otras personas viven allí también? —preguntó, mirando con los ojos
abiertos hacia la casa de dos dormitorios con estructura de madera.
—Sólo nosotros, chico. Tendrás tu propia habitación aquí. La mía está
justo al otro lado del pasillo.
—Whoa —dijo, sus ojos brillando con asombro. Incluso cuando
habíamos vivido con mi tía Cathy, Micah y yo compartimos habitación. Cuando
nos mudamos a un apartamento, un estudio fue todo lo que pude permitirme
con los costos de cuidado diurno. Esta casa era sólo de once metros cuadrados,
pero era el mayor espacio que él y yo tuvimos todo para nosotros. El estudio
había sido un tercio de ese tamaño.
—Vamos a ver tu nueva habitación. Es posible que necesitemos pintarla.
No estoy segura de qué color son las paredes —dije. La última vez que estuve
en mi antigua habitación, había sido de color rosa. Micah estaba convencido de
que el color rosa era para las niñas y no quería tener nada que ver con ello.
De mi bolso saqué la llave que mi madre me envió por correo junto con
una carta y la escritura de la casa. Tomé una respiración profunda antes de abrir
la puerta. Dando un paso atrás, hice un gesto para que Micah entrara. —Échale
un vistazo.
Una sonrisa se dibujó en su rostro cuando se echó a correr hacia la casa,
gritando al ver el tamaño de la sala de estar. Luego se volvió y se dirigió por el
pasillo corto. Hice una pausa en la puerta, incapaz de ignorar la casa al otro
lado de la calle por más tiempo, y di la vuelta para mirarla. No reconocí el auto
en el camino de entrada, pero por otra parte, habían pasado seis años. Estaba
segura de que los Falcos todavía estaban allí. Mi madre no mencionó que se
mudaron.
Me preguntaba si iban a hablar con Micah cuando jugara en el patio. ¿O
lo ignorarían como lo hicieron desde su nacimiento? No le diría quiénes eran.
No le dije acerca de mis padres. No sabía que éste alguna vez fue mi hogar. No
sabía que tenía abuelos. En preescolar le pidieron que dijera a la clase sobre sus
abuelos, y cuando él les dijo acerca de la tía Cathy, la llamó su tía Cathy. Los
niños en su clase se burlaron de él, diciéndole que su tía no era su abuela.
Regresó a casa confuso y molesto porque no sabía quiénes eran sus abuelos.
Sólo le dije que no tenía.
Cuando preguntó acerca de su padre, le expliqué que Dios quiso a su
padre porque era un hombre tan impresionante, por lo que lo llevó al cielo para
vivir allí con él antes del nacimiento de Micah.
Eso fue suficiente para Micah. No hizo más preguntas. Él estaba contento
con el conocimiento de que su madre lo amaba incondicionalmente y que
éramos una familia. Fue difícil para él ver que otros niños tenían familias
grandes, pero una vez que entendió que cada familia era diferente, estuvo de
acuerdo con eso.
—¡Mamá! ¡Mamá! —gritó Micah con entusiasmo—. Hay un cuarto azul.
¡Es un cuarto azul genial también! ¡Incluso tiene juguetes en él!
¿Juguetes? Cerré la puerta detrás de mí y me dirigí al pasillo. Al entrar a
la habitación que había sido mía, me detuve y miré a mí alrededor con
asombro. Era azul. Un brillante y feliz azul. Tenía una cama de tamaño
completo y una cómoda de madera a juego. Había una colcha azul en la cama
con pelotas de baloncesto de color naranja por todas partes, y en el centro se
hallaba una almohadilla en forma de baloncesto. Una caja de juguetes debajo de
la ventana estaba abierta, con espadas de pirata, un bate de béisbol y un guante,
un gran camión de bomberos rojo, y lo que parecía una gran bolsa con piezas de
Lego que salía de ella. Un aro de baloncesto se encontraba apoyado en la
esquina opuesta, con una bola tirada en el suelo junto a él.
Por encima de su cama estaba pintado MICAH.
—¿Crees que las personas que solían vivir aquí dejaron esto para mí? ¿O
tenemos que devolverlo? —preguntó, con una expresión de esperanza en su
rostro—.Y mira, mamá, mi nombre ya está en la pared.
Se me llenaron los ojos de lágrimas y tuve que tragar mientras estaba allí
en la habitación. No sabía qué pensar. Esto no era lo que esperé, pero de nuevo,
no esperé que me diera esta casa, tampoco. Un sobre blanco llamó mi atención.
Se hallaba apoyado contra la pared en la cima de la cómoda, con mi nombre y el
de Micah.
Acercándome a él, me limpié la lágrima que escapó, y traté de ocultar mi
cara de mi muy observador niño de cinco años de edad. El sobre estaba sellado,
por lo que deslicé el dedo por debajo y lo abrí.
Sienna,
Esta es tu casa ahora. No te compensa por el pasado o por los años que no estuve
allí cuando me necesitabas. Pero es todo lo que tengo para darte. No espero comprar tu
perdón. Esta habitación es tanto para mí como lo es para Micah. Siempre he querido
comprarle cosas. Regalos de Navidad, regalos de cumpleaños y regalos sólo porque es
mi nieto. No pude hacer eso, sin embargo. No mientras vivía con tu padre.
No voy a hablar mal de tu padre, no es de lo que esto se trata. Le amaba. Era un
buen hombre, pero era un hombre orgulloso y tenía que respetar eso. Creo en mi corazón
que si tuviera que hacerlo de nuevo, habría hecho las cosas de manera diferente. No me
gusta que él nunca llegara a conocer a nuestro nieto.
Por favor, dile a Micah que la habitación es con amor de alguien que espera que
pueda encontrarse con él algún día. Cuando estés lista, por supuesto. Si alguna vez
estás lista. Sólo pido que puedas encontrar en tu corazón una manera de perdonarme.
Quiero ser parte de sus vidas.
Mi dirección y número de teléfono están a continuación. Si quieres enviar una
carta o llamarme, me gustaría eso. O tal vez enviarme algunas fotos de Micah. Tengo
un álbum completo gracias a tu tía Cathy. Es hermoso, pero también lo es su madre.
Te ama siempre,
Mamá.
—Mamá, ¿por qué estás llorando? —preguntó Micah mientras tiraba de
la parte inferior de mis pantalones cortos.
Doblé la carta y la guardé en mi bolsillo trasero antes de doblarme hacia
abajo y mirarlo.
Se estiró y limpió mi cara con sus manos pequeñas. —Está bien si no nos
podemos quedar aquí. Sólo si estoy contigo —dijo. La tristeza en sus ojos dañó
mi corazón.
Esta casa era demasiado buena para que él lo creyera. Agarré sus manos
y las apreté con fuerza. —Este es nuestro hogar. La persona que nos la dio lo
hizo todo sólo por ti. Estas son lágrimas de felicidad, no de tristeza —dije. No
estaba dispuesta a explicarle acerca de su abuela. No sabía lo que sentía acerca
de presentárselo a ella. Había demasiado dolor para hacer frente en este
momento. Pero sus palabras y esta habitación significaban mucho. No
compensaba su abandono, pero saber que amaba a Micah lo suficiente como
para hacer esto, me ayudó a dejar que la considerara en nuestra vida.
—¿Así que me quedo con esto? ¿Todo ello? —preguntó, mirando a su
alrededor de nuevo, con los ojos muy abiertos por el asombro. Incluso
compartimos la cama hasta ahora.
—Sí. Todo esto es tuyo. Solo tuyo. Tienes tu propio espacio ahora. Tu
propia cama. Incluso tu propio armario.
Micah se acercó a su cama y corrió su pequeña mano sobre la colcha. Él
sabía lo que era una pelota de baloncesto. Le compré una con mi primer cheque
de pago. Era una parte de su padre que quería que tuviera. —¿La persona que
hizo esto para mí sabía que mi padre fue el mejor jugador de baloncesto del
mundo? —preguntó, mirándome.
Asentí, reprimiendo una sonrisa.
—Vamos a ser felices aquí, mamá —dijo, y luego se giró para regresar a
su caja de juguetes. Lo observé durante unos minutos mientras excavaba a
través de las cosas que mi madre le dejó. Entonces salí de la habitación para ver
el resto de la casa.
En la carta que envió con la llave de la casa y la escritura, ella me dijo que
iba a dejar detrás los muebles. El lugar donde vivía ahora estaba amueblado.
No estaba segura de lo que sentía por dormir en la cama de mis padres, pero
todo lo que yo tenía era un colchón y lo dejé atrás en Texas.
Al abrir la puerta de la habitación principal, me quedé helada antes de
que el alivio se apoderara de mí. Era mi vieja cama, un armario, y tocador.
Incluso mi viejo escritorio. Ella movió todo aquí, sabiendo que no querría sus
cosas. El edredón de la cama era el mismo que había estado en mi cama cuando
la dejé hace seis años. Era de color rosa pálido con grandes margaritas.
Estaba en casa.
En la actualidad...
Dewayne
Saqué mi auto de la calzada de mis padres y aparqué al lado de la
camioneta de mi padre. Normalmente, trataba de venir y visitar una vez a la
semana. Las últimas dos semanas, sin embargo, sólo no había estado de ánimo.
Mamá rompió a llorar la última vez que estuve aquí, recordándonos a todos
que era el sexto aniversario de la muerte de mi hermano pequeño.
La única manera en que sabía cómo tratar con ello, era conseguir mi culo
borracho cada maldita noche hasta que estuviera entumecido de nuevo. Hasta
que estuviera más allá del dolor, y el espacio vacío en mi pecho no doliera
terriblemente tanto. Después de lograr mantenerme sobrio durante las últimas
dos noches, decidí que lo mejor era volver aquí para ver a mi mamá antes de
que viniera a buscarme.
Esa mujer tenía temperamento y no la necesitaba detrás de mí. No tenía
miedo de mucho, pero Tabby Falco era alguien a quien temía. Amaba su metro
sesenta, pero me aterraba.
Echando un vistazo al otro lado de la calle, me di cuenta de un
destartalado Honda Civic blanco. Vio días mejores. Nina Roy se mudó
aproximadamente hace un mes, apenas unas semanas después de la muerte de
su marido. Mamá dijo que fue a Florida. El lugar estuo vacío durante el último
mes. ¿Alguien se mudó? Si es así, el coche no los hacía parecer como si fueran la
buena clase de vecinos. Puede que tenga que pasar por ahí y asegurarme de que
mis padres estuvieran a salvo.
Ellos no tenían que estar tratando con fiestas salvajes o una casa de
metanfetamina de algunos nuevos vecinos de mala calidad. Di un paso más
cerca y vi la matrícula. Texas. Ahora estaba tan curioso como preocupado. ¿A
quién diablos le vendió su casa Nina Roy? Ni siquiera vi un cartel de venta en el
patio. Si la alquiló, podríamos realmente tener un problema. En sólo las tres
últimas semanas las casas alquiladas a sólo una hora al norte de aquí fueron
encontradas con metanfetamina.
—¿Por qué miras con la boca abierta el coche de nuestro nuevo vecino?
¡Entra aquí y mira a tu mamá! —Me di la vuelta para ver a mi padre de pie en la
puerta, una mirada molesta en su rostro. Hubo un tiempo en que no habría
sentido la necesidad de proteger al hombre. Habría pensado que nada lo podía
tocar. Pero entonces tuvo un accidente cerebrovascular. Las cosas cambiaron.
Tomé oficialmente la empresa constructora de mi padre, Falco construcción.
Papá no podía aguantar más. Siempre lució exuberante, pero nada fue lo mismo
desde la muerte de Dustin.
—¿Los conociste? —pregunté, señalando hacia la casa de enfrente.
Sacudió la cabeza. —Vi su coche. No vi quién estaba en él. Ninguna
furgoneta ni camión. Sólo el coche. En algún momento alrededor del mediodía
de ayer. El coche se había ido a las dos, al mirar fuera, pero entonces volvió
cuando fui a regar las flores a las cuatro.
Esto se ponía peor. Alguien se mudó sin cosas. Esta no era la mejor
subdivisión en Sea Breeze, pero hasta ahora estuvo a salvo de cosas como casas
de metanfetamina. No me encontraba dispuesto a dejar que la mierda
encontrara su camino en el barrio de mis padres.
—Regresaré en un momento —dije, y empecé a cruzar la calle antes de
que pudiera detenerme. No es que él pudiera.
—Vuelve aquí, muchacho —llamó, pero levanté una mano.
—Solo un segundo. Tengo que ver esto —le contesté, y mantuve los ojos
fijos en la puerta y las ventanas. No quería asustar a todo el que estaba dentro y
recibir un disparo si se hallaban ahí creando un negocio.
Nina Roy debería haber pensado en quién dejaba que se adentrara en su
lugar. Pero entonces, no estaba seguro de que la mujer tuviera mucho corazón,
de todos modos. Su hija fue enviada fuera poco después de la muerte de mi
hermano, para no volver jamás. Fueron mejores amigos durante la mayor parte
de sus vidas, y progresaron a la etapa de relación. La dulce y pequeña Sienna
sufrió una crisis nerviosa y la enviaron lejos. Nadie la vio nunca más. No fue
fácil para mí aceptarlo durante mucho tiempo. Por mucho que odiaba admitirlo,
tomé su partida más duro de lo que debería. Sobre todo sabiendo lo que la
muerte de Dustin le hizo. Eso era algo más que añadir a mi lista de cagadas.
Llamé a la puerta y esperé. Mantuve los ojos en el pomo de la puerta en
caso de que se moviera lentamente. Si el hijo de puta tenía un arma, estaba listo
para desarmarlo. Antes de que pudiera pensar en lo que haría, la puerta se
abrió y un par de ojos marrones me miraban con gran interés.
—Hola —dijo un niño, observándome como si no estuviera seguro de
haber hecho lo correcto al abrir la puerta.
Esto no era lo que esperé. No me imaginé que una familia se mudó al
otro lado de la calle, no por el aspecto de ese vehículo. No se veía como un auto
familiar, no era seguro para adultos y mucho menos para niños.
—Hola, ¿tus padres están en casa? —pregunté, y me miró un momento
más antes de fruncir el ceño.
—Yo no tengo padres. Tengo una mamá, pero está en el baño. Tenía que
ir a orinar. Probablemente no debería haber abierto la puerta.
El chico era lindo. Y tenía razón. No tenía por qué abrir la puerta. Ni dar
a un completo desconocido ese tipo de información. Si tenía sólo una madre,
entonces el coche en la entrada me preocupaba por otras razones. Si eso era
todo lo que tenía, ¿cómo diablos logró tener esta casa? No era una casa cara ni
nada, pero pensaría que un remolque de alquiler utilizado habría estado más en
su gama de precios.
—Tal vez en el futuro esperarás a que ella abra la puerta. Tuviste suerte
esta vez. —Señalé a la casa de mis padres. Mi padre estaba de pie en el porche,
viéndonos—. Esa es la casa de mis padres. Venía a saludar a los nuevos vecinos.
El chico se asomó por mis piernas y miró a la casa y a mi padre, y luego
volvió su atención de nuevo a mí. —¿Vives con tus padres? Mi mamá no tiene
ningún padre.
Una vez más, más información de la que necesitaba ser compartida.
Diablos, ¿esta mujer no le enseñó a su niño a no hablar con extraños y derramar
su historia de vida? No era seguro.
—Probablemente no deberías decirle a extraños eso tampoco, pequeño —
le dije.
Frunció el ceño y tendió la mano como para estrechar la mía. —Mi
nombre es Micah. ¿Cuál es el tuyo?
A pesar de que no debería estar diciendo su nombre, no pude evitar
sonreír. El chico era un encanto. Estreché su mano en la mía y le di una
sacudida. —Encantado de conocerte, Micah. Dewayne es mi nombre.
Su sonrisa se hizo enorme. —¿Al igual que Dwyane Wade? Ya sabes, ¿de
los Heat de Miami?
No sabía mucho de baloncesto, pero sabía quién era Dwyane Wade.
Asentí.
—Me gustaría tener un nombre tan cool. Pero me gustaría ser llamado
LeBron.
—Supongo que eres un fan de los Heat —dije.
Asintió vigorosamente. —Oh sí. Voy a ser el mejor algún día. Mi padre
fue el mejor jugador de baloncesto del mundo. Lo voy a ser también.
Pensé que dijo que no tenía papá. Sólo una mamá.
—¿Micah? —llamó una voz suave, femenina.
Los ojos del niño se agrandaron y se dio la vuelta. —Sí, mamá. Estoy en
la puerta con nuestro vecino. Nos vino a visitar.
Alcé los ojos del niño, justo a tiempo para ver piernas. Un montón de
putas piernas, todas suaves y cremosas y encerradas en diminutos pantalones
cortos de mezclilla azul. Santo infierno. Mis ojos siguieron su pista hacia arriba,
deteniéndome en la pequeña cintura y pechos generosos apenas cubiertos por
un top antes de llegar a su cara.
María, Madre de Jesús. No. Había. Forma.
Conocía esa cara. Era mayor. Era una mujer ahora, pero sabía quién era.
Esos ojos azules brillantes, todo ese largo cabello rojo y sedoso, y esos labios
rosados que hacían que hombres, jóvenes y viejos, fantasearan. Pero esto... Ella
no podía - me detuve y di un paso atrás, y luego mis ojos regresaron al chico
frente a mí.
—Micah, ve a tu cuarto —dijo con calma—. Ahora. Ve.
—Pero‖él‖es‖agradable…‖—comenzó el niño, pero ella lo interrumpió.
—Micah, ve.
Vi la parte posterior de su cabeza mientras se alejaba de mí. Quería ver
su cara otra vez. Quería estudiarlo. Esto no era... Esto no podía... No. Era
demasiado joven. Él no era de Dustin. No había manera de que ella hubiera
tenido al hijo de mi hermano y lo hubiera ocultado de mí... de nosotros. Pero el
niño dijo que su padre era un jugador de baloncesto. Nunca conoció a Dustin.
Obviamente, conocía a su padre.
—Hola, Dewayne —dijo Sienna, con un tono de advertencia que no me
perdí. Mi cabeza aún estaba conmocionada. ¿Cómo ella tenía un niño? Pensé
que perdió la cabeza cuando mi hermano murió. No ido y formado una familia.
La miré fijamente. No entendía. Trataba de envolver mi cerebro
alrededor de ello. ¿Qué edad tenía ese chico? ¿Dónde diablos estaba su padre?
Los hombres no permiten a mujeres como ésta alejarse. Especialmente con un
niño que es malditamente adorable.
—Sienna —dije finalmente—, ha pasado un largo tiempo.
Hace ocho años…
Traducido por Vane hearts
Corregido por Miry GPE
Dewayne
—Chicas de primer año —pronunció lentamente Preston Drake, sonando
contento al mirar por el pasillo—. Lástima que serán ilegales antes de que
termine el año. Tenemos que disfrutar de tener diecisiete mientras podamos.
Marcus le dio a Preston un codazo en las costillas. —Amigo, eres un
imbécil. Estoy contento de que mi hermana no estará aquí hasta el próximo año
cuando ya no estemos.
Preston se rio entre dientes. Todos sabíamos que no iba a tocar Amanda
Hardy. Ella también era nuestra hermana pequeña. O al menos, así lo sentía yo.
Éramos amigos de Marcus desde que Amanda estaba en pañales.
—¿Vieron a Trisha? —preguntó Rock mientras se acercaba a nosotros con
el ceño fruncido firmemente en su lugar. Era el tipo de gesto que significaba
que se encontraba a punto de golpear muy fuerte a alguien.
—No. ¿No tomó el autobús? —preguntó Marcus.
Rock negó con la cabeza. —Estúpida madre pedazo de mierda de ella.
Voy a tener que ir a buscarla. Regreso más tarde. Cúbranme —dijo, antes de
girar y dirigirse hacia la salida trasera del edificio. Esto era algo de una vez a la
semana. Trisha tenía una madre abusiva verbalmente, y el actual novio de su
madre golpeó al hermano menor de Trisha, Krit, la semana pasada. Trisha saltó
sobre la espalda del hombre y comenzó a tirar de su cabello y él la lanzó otro
lado de la habitación. Si Rock no hubiera aparecido cuando lo hizo, Trisha
habría terminado en el hospital o peor. Rock trabajaba en conseguir sacarla de
allí. Pero también tenía que hacer algo con su hermano menor. Ella no lo dejaría
en una situación peligrosa.
—¿No es esa la novia de Dustin? —preguntó Marcus, atrayendo mi
atención al momento presente. Escaneé a las personas hasta que vi a Sienna Roy
de pie entre la multitud con su bolsa de libros sostenida protectoramente contra
su pecho y los ojos muy abiertos de asombro. Parecía perdida. ¿Dónde coño
estaba mi hermano? La muchacha se convirtió en una belleza de la noche a la
mañana. Le dije el mes pasado que necesitaba hacer oficial su relación antes de
comenzar la escuela preparatoria. Los chicos iban a fijarse en ella.
—Sí, lo es, y el pequeño estúpido hijo de puta no está cerca —murmuré.
Sienna era tan malditamente sobreprotegida por sus padres que no tenía mucha
vida fuera de su casa y la nuestra. Mi hermano ya iba a fiestas, pero Sienna no
conseguía ir. Y nunca parecía invitar amigos a casa. Dustin era su amigo. Pero
su estúpido culo no estaba por ningún lado.
—¿Rompieron? —preguntó Preston, tomando un nuevo gran interés en
Siena. Joder no. Podía retroceder su cachondo culo.
—Nunca fueron pareja. Y ni siquiera vayas allí. Voy a golpear a tu culo.
¿Me entiendes?
Preston me dio esa sonrisa arrogante que odiaría si no fuera uno de mis
mejores amigos. Ahora, sin embargo, consideraba acabar con su cara.
—No lo cabrees, Preston. No estoy de humor para manejar eso sin algún
apoyo —dijo Marcus, mirando a Preston.
No iba a dejar que mi hermano pequeño dejara a Sienna fuera para los
perros. Y había un montón de perros de mierda en esta escuela.
—Me reuniré con ustedes en el primer período. Tengo algo que hacer —
les dije, pero no hice contacto visual. No quería ver la expresión de sus caras.
Nunca me metía con estudiantes de primer año. Pero esta chica de primer año
me necesitaba, y si mi hermano no iba a cuidar de ella, yo lo haría.
No tuve que empujar a través de la multitud. Ésta se dividió para mí
mientras me dirigía hacia Sienna. Estaba a medio camino de allí cuando su
mirada me encontró. Primero sus ojos se abrieron con sorpresa y luego una
sonrisa tímida tocó su cara. Maldición, era bonita. Demasiado malditamente
bonita. Mi hermano era un idiota.
—Oye, Pequeña Roja, parece que encontraste tu camino a las grandes
ligas —me burlé mientras tomaba su brazo suavemente y tiraba de ella a un
lado del pasillo ocupado—. ¿Ya encontraste tu casillero?
Se sonrojó y bajó la mirada hacia sus pies. Seguí su mirada y vi que
llevaba un par de botas de vaquero con su falda. Eso era realmente sexy. ¡Joder!
Era una niña. Era también la chica de mi hermano. Él sólo necesitaba crecer y
darse cuenta de ello.
—Lo busqué, pero hay tanta gente y no podía recordar si los cientos
están en el primer o segundo piso. Así que sólo pensé que podría llevar mis
libros conmigo hoy y quedarme hasta tarde para encontrarlo.
Sus libros pesaban más que ella. —¿Cuál es tu número? —pregunté. No
la dejaría llevar esos libros todo el día.
—Ciento ochenta y ocho —dijo, frunciendo el ceño y mirando a su
alrededor otra vez. El pasillo se encontraba lleno de gente, sería difícil ver los
números de los casilleros con su altura.
—Ven. No quiero que consigas un dolor de espalda en tu primer día de
clases —dije, y puse una mano en su espalda para guiarla a través de la
multitud. Podía ver a la gente mirándonos, y quería mirarlos a todos ellos y
advertirles que tuvieran cuidado con ella. Pero no lo hice. Hice mi amenaza
silenciosamente. Mantuve mi mano en su espalda mientras caminábamos por el
pasillo y girábamos a la izquierda para encontrar su casillero en la primera fila
en el ala este.
—Éste es. ¿Tienes la combinación?
Pareció aliviada. Dejó caer su bolsa y comenzó a buscar a través de ésta
hasta que sacó un pedacito de papel. —Aquí está —dijo, sonriéndome antes de
girar con cuidado el bloqueo hasta que se abrió. Tomé la puerta de ella e hice un
pequeño cambio en el interior de la misma.
—Ahora ciérrala. Te voy a enseñar algo —dije.
La cerró sin lugar a dudas y levantó la mirada hacia mí.
—Golpéala dos veces.
Apenas y la palmeó.
Riéndome, sacudí la cabeza. —No, Pequeña Roja. Tienes que golpearla
dos veces. Como esto. —Le mostré, luego giré la cerradura una vez y se abrió.
Sus ojos se ensancharon. —¿Cómo hiciste eso?
Guiñándole un ojo, agarré su mochila y la puse en el interior del
casillero. —Magia, cariño. —Cerré la puerta de nuevo—. Ahora inténtalo de
nuevo.
Golpeó más fuerte esta vez y con un solo giro en la cerradura, ésta se
abrió. Se rio y aplaudió con entusiasmo. —Eso es tan genial. Gracias, Dewayne.
Sí, mi hermano tendría que hacer algo rápido, porque este tipo de belleza
no iba a ser dejada sola mucho tiempo. Tendría que asegurarme que nadie más
se acercara a ella hasta que Dustin se despertara de una puta vez.
En la actualidad…
Sienna
Quise prepararme para esto. Necesitaba tiempo para pensar en esto.
¿Enviaron a Dewayne aquí para mirar a Micah? ¿Para ver si era de Dustin? ¿Era
eso lo que era?
Mi estómago se revolvió y estaba segura de que iba a vomitar aquí a sus
pies. Micah no los conocía. No hicieron ningún intento por conocerlo. No podía
dejar que ellos trataran de entrar en su vida. Así no.
—Ha sido un largo tiempo. ¿Por qué estás aquí? —contesté, sin apartar
los ojos de Dewayne. Todavía era exuberante. Más que cuando yo era una
adolescente. Tenía unos cuantas perforaciones más ahora y un par más de
tatuajes. Sus hombros eran aún más amplios y los gruesos músculos llenos de
venas en sus brazos eran intimidantes. El hombre era como una pared de
ladrillos.
Sin embargo, esas pestañas suyas eran todavía demasiado gruesas para
un hombre, y a pesar de que se hizo una perforación en el labio, no quitaba el
volumen por el que las mujeres pagaban un buen dinero para imitar. Los
pantalones gastados que parecían necesitar un buen lavado lo abrazaban en una
forma que quería pasar por alto. Tenía que pasar por alto. Este hombre estaba
fuera de los límites para mí.
No sólo era el chico genial que fue mi amigo cuando yo era más joven.
También fue un hombre que me abandonó cuando más necesitaba a alguien.
Incluso si era delicioso y de lo que las fantasías femeninas estaban hechas,
nunca lo perdonaría. Sin embargo, Dustin lo adoraba, el hijo de Dustin ni
siquiera lo conocía.
Arqueó una ceja, como si estuviera sorprendido por mi reacción a él. —
Vine a ver quiénes eran los nuevos vecinos. El auto hecho mierda aparcado al
frente me preocupó. El barrio no es lo que solía ser.
Una vez no habría sido capaz de mirar más allá de su perfectamente
cincelada cara y llenos labios para enojarme con él. Ese no era el caso por más
tiempo. Mis manos se hicieron puños a mis costados y no quise nada más que
darle un puñetazo en la nariz. Ese era mi coche. Trabajé duro para comprarlo.
—Lo tendré en mente. Te puedo asegurar que no vamos a causar ningún
problema —contesté, caminando hacia la puerta y poniendo mi mano en ella
para hacerle saber que terminé con esta visita y quería que se fuera.
Dewayne frunció el ceño y sus ojos oscuros, que en mis sueños me
miraron como lo hizo hoy cuando entré en la habitación, se entrecerraron ahora.
Genial, conseguí cabrear al enorme hombre del tamaño de un monstruo que me
podía tumbar con una fuerte ráfaga. —¿Dónde se fue esa chica dulce que solía
conocer? ¿La perdiste en alguna parte? —La voz de Dewayne fue pareja, pero el
sonido amenazante y bajo me molestó.
¿Qué esperaba que hiciera? ¿Batir las pestañas hacia él y desmayarme
como lo hice cuando era niña? —Aprendió a endurecerse y a no confiar en
nadie. —Agarré la puerta, luchando contra el impulso de cerrarla de un portazo
en su cara. Porque estaba bastante segura que podría rasgar las bisagras si era
provocado—. Gracias por pasar. Ahora que ya sabes que no estamos a punto de
ensuciar el barrio con nuestra presencia, puedes irte de nuevo a casa de tus
padres. Estamos bien aquí. —Empecé a cerrar la puerta. Dewayne dio un paso
atrás. Para mi sorpresa, se dio la vuelta y luego comenzó a alejarse.
Al menos captó la indirecta. Me debatía entre estar enojada o estar
aliviada.‖Se‖fue‖sin‖hacer‖una‖escena‖y‖molestar‖a‖Micah…‖pero‖no‖me‖preguntó‖
ni una cosa sobre él. No pidió verlo o preguntó si sus padres podían conocerlo.
Eso fue un dolor que pensé que superé hace años. Ahora me di cuenta que no.
Vivir aquí era como quitar la costra de un tirón. Dolía de manera feroz.
Bloqueando la puerta, me moví para mirar a través de las cortinas y vi a
Dewayne hablando con su padre mientras entraba a su casa. ¿Por qué eran así?
Los amé como mi propia familia. A veces al crecer, deseé que fueran mi familia.
Tabby siempre tuvo una sonrisa y los brazos abiertos cuando tenía que
lanzarme a ellos. Nunca hubiera imaginado que el niño del hijo que adoraban
sería completamente ignorado.
Micah era tan especial. Tenía el encanto de su padre y era tan inteligente.
Era como un pequeño hombre crecido en el cuerpo de un niño. Todo el que
alguna vez lo conoció se enamoraba de él. Al igual que su padre. Su sonrisa era
la de Dustin y también lo era su risa. Era como tener una parte de Dustin
conmigo todo el tiempo. Micah era su propia persona y tenía maravillosas
cualidades que su padre no tuvo. Él era perfecto.
Dustin hubiera querido que Micah tuviera su apellido. Eso nunca sería.
Hice lo único que pude hacer y le di el nombre dado a su padre en su lugar.
Micah Dustin Roy fue lo que puse en su certificado de nacimiento. En ese
entonces tuve la esperanza de que algún día los Falco me permitirían cambiar
su apellido a Falco. Ese sueño murió años atrás.
—¿Mamá? —La voz de Micah llena de preocupación.
Me acerqué a él y me puse en cuclillas al nivel de sus ojos. Él sabía que
no debía abrir la puerta. Eso fue algo que le inculqué desde que nos mudamos
de casa de tía Cathy. Todavía teníamos que hablar de esto. El hecho de que se
sentía a salvo aquí no significaba que no había peligro.
—Sabes que no debes abrir esa puerta —dije.
Sus hombros cayeron y asintió. —Sí. Lo sé. Lo olvidé. Pero ese hombre
era agradable. Él no era un mal tipo, ¿o sí mamá?
Pensé en eso. Dewayne no era un mal tipo de la forma en que Micah
creía. Pero no era un buen hombre. Un buen hombre no se habría puesto en
contra del hijo de su hermano. —No es alguien con el que necesitamos pasar el
tiempo. No nos hará daño ni nada, pero no confío en él. Nuestros asuntos son
nuestros asuntos. Eso es todo. ¿Bien? No compartimos nuestros asuntos con
nadie. Cuando alguien entre en nuestra vida, que sienta que podemos confiar
en esa persona, te lo haré saber. Hasta entonces, sólo tú y yo.
Micah asintió. —Bueno. Solo tú y yo.
Levanté mi puño. —Dúo dinámico —dije.
Levantó su mano hecho puño y la chocó con la mía. —Dúo dinámico —
repitió. Luego, echó sus brazos alrededor de mí y me abrazó con fuerza—. Te
amo, mamá.
—También te amo, bebé.
Me aferré a él todo el tiempo que me dejó. Cuando terminó, bajó los
brazos y dio un paso atrás. —Voy a volver a mi habitación y jugaré.
Me puse de pie y le di un beso en su cabeza. —Voy a prepararnos algo
para cenar —dije.
—¡Macarrones con queso! —gritó mientras corría hacia su habitación.
—No. Te vas a convertir en macarrones con queso —le grité de vuelta,
riendo, antes de dirigirme a la cocina. Esta noche comeríamos pizzas de pan.
Era algo que inventé para hacer una comida barata interesante. Rebanadas de
pan de molde con puré de tomate, queso, pepperoni, champiñones y no costaba
mucho y hacía varias comidas.
—Vas a hacer pizzas de pan, ¿verdad? —dijo mientras sacaba
nuevamente la cabeza de su habitación y miraba por el pasillo hacia la cocina.
—Sip. ¿Me vas a ayudar?
—¡Sí! —volvió a gritar—. No pones queso suficiente —explicó mientras
venía corriendo hacia mí.
Dewayne
—¿Cuál es el veredicto? ¿Crees que el chico que abrió la puerta va a ser el
nuevo señor de la droga del vecindario? —preguntó papá mientras me seguía
dentro de la casa.
Le lancé una mirada molesta y se rio. No se daba cuenta que esa mierda
en realidad pasaba en algunos lugares. Era mi trabajo mantenerlos a salvo,
incluso si él no aceptaba eso.
—Lucía muy aterrador. Especialmente cuando se asomó por tus piernas
hacia mí.
El‖chico‖fue‖genial.‖Pap{‖lo‖amaría…‖Pero…‖No‖estaba‖seguro‖de‖decirle‖
a quien pertenecía ese chico. Sienna no era la misma chica que conocieron. Era
fría, distante y ocultaba algo. Conocía lo suficiente a la gente para saber cuándo
alguien quería deshacerse de mí porque no querían que viera demasiado cerca.
El niño tuvo que ser lo que la hizo callarse. No quería que supiéramos
que cambió y quedó embarazada, probablemente no más de un año después
que Dustin murió. No se puede decir que la culpo, porque eso no se veía muy
bien. Tal vez realmente se rompió y, porque era mentalmente inestable, cometió
un error y terminó con Micah.
De seguro no se veía mentalmente inestable ahora. Mierda. ¿A quién
engañaba? La mujer podría estar muy loca y no me habría dado cuenta. Su
cuerpo y ese precioso rostro suyo me obstaculizaron ver a la verdadera ella. Era
la clase de chica linda que hacía que a los chicos no les importara una mierda si
estaba loca.
Pero el niño era normal. Feliz, incluso. No parecía asustado o
descuidado. Una mamá loca no podría criar a un niño que actuaba muy normal.
¿O sí? ¿Era el niño incluso de ella? ¿Ese podría ser su secreto, que criaba al hijo
de otra persona?
—Ese cerebro tuyo de seguro está trabajando. ¿El pequeño chiquillo capo
de la droga te tiene preocupado?
Negué con la cabeza y rodé los ojos a mi padre.
—¿Es a Dewayne al que escucho? ¿Mi niño finalmente vino a verme? —
La voz de mamá gritó desde la cocina. La culpa me inundó mientras se acercaba
a la esquina, sonriendo como si iluminara su mundo, y me abrió sus brazos. Yo
era el único chico que tenía ahora. No el que iba a ser una estrella y hacer que se
sintieran orgullosos. Era el rebelde lleno de tatuajes que planeó en armar un
buen lío y viajar por el mundo con nada más que una mochila. Sin razón para
alojarse en cualquier parte demasiado tiempo.
Pero entonces el buen hijo, el que fue destinado para la grandeza, se
emborrachó y chocó su coche contra un puto árbol yendo a más de ciento
sesenta kilómetros por hora. Ahora ella me tenía. Yo era todo. Y todavía era un
fracaso aunque realmente traté hacer lo correcto. Hacerla sentir orgullosa.
—Lo siento, mamá. Debí tomarme un tiempo hace mucho para venir
hasta aquí. No volverá a pasar —dije mientras le regresaba su abrazo. La cima
de su cabeza ni siquiera tocaba mi barbilla.
—Bueno. Te extrañé —dijo, dando un paso atrás y luego golpeándome
con el paño de cocina en su mano—. Estoy a punto de sacar una tarta de
manzana del horno y entregársela a los nuevos vecinos. Entonces podemos
sentarnos y comer.
Mierda. No pensé en mamá y sus tartas de manzana. Por supuesto que
querría llevarle una a Sienna. Necesitaba evitar eso. Mala idea. Mamá todavía
estaba muy dolida desde el aniversario de la muerte de Dustin. No necesitaba
ver a sus nuevos vecinos por el momento.
—Sí, no va a suceder esta noche. Acabo de ir para allá y los conocí. Se
dirigían a cenar y a conseguir algunas provisiones. No parecían muy dispuestos
a tener compañía. Mujer muy extraña.
Mamá frunció el ceño y luego se encogió de hombros. —Entonces
ustedes pueden comer mi tarta y haré otra mañana y ver si puedo entregárselas.
Sin embargo, no deberías llamar a la pobre mujer extraña.
Se dio la vuelta y se dirigió hacia la cocina, y seguí detrás de ella. Sabía
que habría cerveza en la nevera, y necesitaba una.
—Todo lo que vi fue piernas, pero por como lucían, no había nada
extraño en ellas —dijo papá detrás de mí.
Al anciano le gustaba causar problemas. Encontraba esa mierda
divertida. —Las piernas estaban bien, supongo, pero el resto de ella era normal.
Nada especial —mentí.
Jodidamente mentí.
Hace ocho años…
Traducido por Kyda
Corregido por Laurita PI
Dewayne
—Hombre. En serio. Mierda. —El tono de voz de Preston atrapó mi
atención, y aparté la mirada de mis zapatillas de fútbol para ver la razón que le
causaba tanta emoción.
Ellie Nova se dirigía hacia nosotros. Y era jodidamente sexy. Pero
entonces, Ellie siempre fue muy atractiva. Cuando se mudó aquí en nuestro
primer año de secundaria, todos caminábamos por ahí con erecciones,
esperando poder echar un vistazo por debajo de esas faldas cortas suyas o sus
tetas. Las que eran jodidamente inmensas.
—Quiero algo de eso. Antes que nos graduemos, quiero ese coño —dijo
Preston en voz baja.
El problema con Ellie era que tenía un montón de dinero y era una
princesa. No, era una puta reina. Miraba con desdén a todo el mundo. Nada
importaba, los chicos aún así fantaseaban con ella. Era la página central de la
Secundaria Sea Breeze.
—Suerte. Creo que ella es el único culo en nuestra clase de último año
que no te has follado, y la única que nunca tendrás —dije. Amaba recordarle al
chico lindo que Ellie no le había dado ni la hora del día.
—De acuerdo, primero que nada, no he follado culos feos. Tengo
estándares. Y segundo, me meteré entre esos muslos antes que dejemos este
lugar. Soy Preston Drake —me recordó con un encogimiento de hombros
engreído y una sonrisa de suficiencia.
En verdad si alguno de nosotros iba a follarse a Ellie, sería Preston. No
tenía duda alguna.
—Dewayne —dijo la voz de Ellie, sorprendiéndome, y me giré para
mirarla. Tenía la certeza que nunca dijo mi nombre en cuatro años.
—¿Sí? —contesté, negándome a dejarle saber que quería probarla.
Giró un mechón de cabello dorado alrededor de su dedo y mordió su
labio inferior a medida que me miraba a través de pestañas gruesas. Ni siquiera
me importaba si esas pestañas eran falsas. Lucía totalmente sensual. Muy
sensual.
—Me preguntaba si quizás podrías darme un aventón hasta mi casa —
dijo con su boca haciendo un puchero.
Podía darle un aventón, claro que sí. Uno que no olvidaría pronto.
—Mierda —maldijo Preston detrás de mí. Esto lo haría enloquecer.
No pude evitar sonreír. —Seguro. Déjame buscar mi mochila del
vestuario. —dije, tratando de actuar como si no me sintiera contento por esto.
Parecer relajado con Ellie era la única forma de obtener lo que quería de ella.
—Muchas gracias. Mi auto se encuentra en el taller y no quería llamar a
papi para que viniera a buscarme.
Tampoco quería que llamara a su papi. Tenía planes que estaba seguro
que papi no aprobaría.
Preston me empujó a medida que pasé a su lado, y contuve una risa. Esto
lo enojaba demasiado. Y tendría que restregárselo en la cara por el resto de
nuestras vidas. Me metí entre las piernas de Ellie primero. Porque ese era el
plan de juego. Quería ver si ese coño estirado y caliente como el infierno valía
toda la atención que le ganaba.
—Oye, Sienna, ¿qué te pasa, chica? ¿Viniste a buscarme?
Las palabras de Preston me detuvieron, y me giré de vuelta para ver a
Sienna luciendo insegura mientras sonreía, su sonrisa dulce y tímida dirigida a
Preston. Entonces me miró. Demonios. Esa sonrisa. Hacía que algo dentro de mí
se oprimiera como un hijo de puta cada vez. ¿Lo notaba?
—Yo, eh, iba a ver si podía conseguir un aventón. Me perdí el autobús
escolar, y creo que Dustin ya se fue. No lo vi mucho hoy, y no sé a dónde va
después de la escuela —dijo, sus mejillas sonrojándose a medida que miraba.
—Sí, hermosa, claro que puedes. Justo pensaba en cómo odio ir a casa
solo —contestó Preston en ese tono dulce que impostaba para tenderme una
trampa. Obtendría su venganza. O pensaba que lo haría.
—No —dije, caminando hacia Sienna y tomando su brazo—. Yo llevaré a
Sienna a casa. Tú lleva a Ellie —declaré, asegurándome de que entendiera que
no bromeaba.
Preston comprendió. Su sonrisa de suficiencia estaba más que
complacida. Follaría a Ellie primero después de todo. Y después de esto tenía la
seguridad que nunca obtendría una probada de Ellie Nova. Pero ella no era lo
suficientemente importante como para ignorar a Sienna. Si Sienna me
necesitaba, no podía decirle que no. Y seguro como el infierno que no dejaría
que Preston se le acercara. Sola. Ni loco.
En la actualidad…
Sienna
Para el viernes ya habíamos encontrado nuestro ritmo. Micah se levantó
y se vistió mientras hacía el desayuno, el que consistía tortitas y un vaso de
leche. Eso no me haría ganar el premio a Mamá del Año, pero a él le gustaban
las tortitas de chispas y crema y a mí me gustaba llevarlo a la escuela a tiempo.
Sí comimos el desayuno juntos. Me comí mi barra de granola y bebí algo de café
mientras Micah hablaba dichoso.
No era una persona a la que le gustaran las mañanas. No podía siquiera
formar palabras hasta que al menos transcurrieran treinta minutos desde
despertar y dos tazas de café. Micah, por otro lado, despertaba cantando. Esta
mañana me enumeró sus predicciones para la próxima temporada de
básquetbol. No tenía idea de qué decía, pero asentí y bebí sorbos de mi cafeína.
Vestirme tomaba más tiempo, pero le daba a Micah tiempo para jugar
con sus juguetes y elegir que quería que le empacara para su almuerzo. Le
gustaba tener opciones. La mayoría de los días no teníamos muchas opciones,
pero igual quería elegir.
No llegó tarde ni una vez en toda la semana, tampoco yo. Mi nuevo
trabajo era de martes a sábado. Micah iba a una guardería después de la escuela
hasta las cinco de la tarde cada día. El consejero de su escuela me lo recomendó.
El costo era determinado por mi ingreso, así que era mucho más rentable que
una guardería todo el día.
Un beneficio extra era que varios niños de su clase iban también a esa
guardería. Así que él disfrutaba jugar con sus nuevos amigos. Si no fuera por el
hecho que tenía que ver la casa de los Falco todos los días, entonces todo esto
sería perfecto. Pero ver la casa de Dustin continuamente me recordaba el
rechazo que Micah no merecía de la gente con la que compartía sangre.
—¿Sienna…‖ Roy?‖ —dijo una voz familiar, sacándome de mis
pensamientos mientras me barría el cabello de mi última cita. Levantando la
cabeza, me recordé que estaba preparada para esto. La gente me reconocería.
Solo porque transcurrió una semana sin que fuera reconocida (aparte de
Dewayne) no significaba que eventualmente no iba a suceder.
Amanda Hardy me sonrió mientras metía su rubio cabello largo y
brillante tras su oreja. Sus ojos brillaron con verdadero placer de verme. Pero
bueno, esa era Amanda. Iba un año detrás de mí en la escuela, pero su hermano
mayor, Marcus, era un amigo cercano de Dewayne y la conocía a través de él.
Siempre fue bonita, pero ahora era hermosa. No la había visto desde que ella
tenía quince años. Imaginaba que los chicos de por aquí habían estado
golpeando su puerta; bueno, si lograban superar Marcus.
Recosté la escoba contra mi puesto de trabajo y caminé hacia donde se
encontraba de pie en el escritorio de recepción. —Hola, Amanda —dije.
Acomodó su bolso de diseñador sobre el hombro y siguió sonriéndome
como si fuera el arca perdida y me hubiera encontrado. En mi cabeza pasé a
través de los chicos adinerados de por aquí que pudieron haberse dado el lujo
de poner un anillo en su dedo. Ella era dulce, pero también una princesa.
Siempre lo fue.
—No sabía que regresaste a la ciudad. ¿Y trabajas aquí? No puedo
creerlo.‖Simplemente‖te‖fuiste…‖—Se detuvo y la tristeza en sus ojos me recordó
que fue lo suficientemente cercana a los Falco por su relación con Marcus que
recordaba lo doloroso que había sido.
—Mi mamá se retiró y se mudó a Florida. Me dio la casa. Pensé que era
hora de volver a casa —expliqué. No tenía idea de qué le dijeron mis padres a la
gente. Sabía que no contaron la verdad. Al menos, asumía que no lo hicieron.
Temía que le dijeran a otras personas lo que escuché que mi mamá le dijo a
Dewayne. Esperaba que no.
Su lindo ceño se frunció, y la lástima en sus ojos apagó su antiguo brillo.
—Escuché de tu papá. Lo siento.
Asentí. No sabía qué más decir. Mi ira hacia él aún permanecía allí. Alejó
a la familia de mi hijo de él. El amor que Micah merecía le fue robado debido a
mi padre.
—Manda, ¿cuánto tiempo‖ dijiste‖ que…?‖ —El distinguido cabello rubio
que pertenecía a nadie más que Preston Drake fue la primera cosa que noté.
Sus ojos fueron desde Amanda hacia mí, y se ampliaron de sorpresa.
Preston también fue una vez uno de los amigos más cercanos de Dewayne. Ese
grupo de cuatro chicos fueron dueños de la Secundaria Sea Breeze en su último
año. La mayoría de las chicas babeaban por Preston, fue el rompecorazones.
Pero no yo. Mi fascinación fue con Dewayne. Preston nunca me gustó.
—¡Mierda! ¿Eres tú, Sienna? —preguntó Preston a medida que entró y
caminó hacia nosotras.
Al parecer, Dewayne no le mencionó a nadie que me vio. No aceptaría
que eso dolía. Ya había probado lo mucho que no le importaba. No sé por qué
me sorprendía.
—Sí, soy yo —contesté justo cuando el brazo de Preston se envolvió
alrededor de la cintura de Amanda y la haló contra sí, entonces besó su sien. De
ninguna manera. De ninguna jodida manera. Marcus lo mataría. ¿Cierto?
Preston durmió con la mayoría de Sea Breeze, y Marcus sabía eso mejor que
nadie. ¿Cómo caminaba por ahí, besando a la hermanita menor de Marcus?
Amanda rio y la sonrisa de Preston creció.
—¿Cómo estás vivo? —le pregunté a medida que ambos lucían
divertidos por el asombro en mi rostro.
—Oh, golpeó mi cara. Pero entonces lo superó y lo aceptó. No le dimos
otra opción —respondió Preston.
Simplemente asentí, luego miré a Amanda. —Así‖que‖ese‖anillo‖es…
—Preston Drake se casará. Difícil de creer, ¿eh? —dijo en un tono de
broma, entonces pellizcó a Preston en la cintura.
—Cuidado, sexy —dijo él, mirándola como si fuera la cosa más preciosa
en la tierra.
¿Alguna vez un hombre me miró así?
No.
Ninguno. El único amor que había conocido fue el de un chico. Él nunca
tuvo la oportunidad de convertirse en un hombre. No tenía ni idea de cómo se
sentía ser amada por un hombre. Y hasta este momento habría dicho que no me
importaba, pero viendo a estos dos, me preguntaba si alguna vez conocería ese
sentimiento.
—Es bueno verte. Me alegra que hayas regresado al pueblo —dijo
Preston, entonces movió su atención a Amanda—. Llama cuando hayas
terminado. Vendré y te recogeré, ¿sí?
Asintió. La besó rápido y duro y luego se dirigió a la puerta.
La risa de tonta en el rostro de Amanda mientras lo observó irse solo me
hizo rememorar que no conocía esa clase de amor y tal vez nunca lo haría. Sin
embargo, no importaba. Tenía a Micah. Él era mucho más.
—Lo siento. Está un poco pegajoso hoy porque no he estado en dos días,
fui a comprar mi vestido de novia en Manhattan con Sadie, una amiga.
Asentí como que entendía,‖ pero‖ “ir‖ de‖ compras”‖ y‖ “Manhattan”‖ eran‖
palabras extrañas para mí. Compraba las cosas en el Walmart local.
—¿Tienes una cita con alguien? —pregunté. No quería ser grosera, pero
aún no había tomado mi descanso para el almuerzo y ya eran las tres de la
tarde.
—Sí, con Hillary a las tres y quince —contestó.
Hillary era la dueña. Se había entrenado en Nueva York, Los Ángeles y
París. Que me hubiera contratado era un milagro. Era buena en lo que hacía, lo
sabía, pero no tenía su entrenamiento.
—Aquí estoy —llamó Hillary mientras llegaba desde el cuarto trasero. Su
largo cabello rojo no era natural para nada, pero era exótico. Sumado a eso; los
ojos color azul cristal, las extensiones de pestañas y luego colágeno en los
labios, en verdad hacía que la gente volteara a mirarla.
Amanda la saludó luego me sonrió. —Me alegra tanto que hayas
regresado. Tenemos que reunirnos. Quizás salir una noche.
No saldría en la noche. Dejar a Micah no era una opción. Asentí en su
lugar porque no tenía ganas de hablarle aún de Micah. Haría preguntas que
todavía no quería responder. Además, cualquiera que conociera a Dustin y
mirara a Micah lo descubriría.
Dewayne
Los condominios serían terminados a tiempo. Una preocupación menos
en mi mente. Después de la tormenta tropical que vino en Julio, temía que nos
atrasáramos un mes o más. Los inversionistas se ponían nerviosos, y todo eso
recaía sobre mis hombros. Malditos idiotas deberían haber considerado que el
clima retrasaba las mierdas antes de prometerles a los compradores que el sitio
se encontraría listo antes de Navidad. Idiotas.
Quitándome el casco de seguridad, salí al estacionamiento desde el
edificio y me dirigí a mi camioneta. Había terminado por el día. El equipo
trabajaba y no me necesitaban. Estuve aquí desde las cinco de la mañana.
Entrecerrando los ojos hacia el sol, fui capaz de notar a Preston inclinado contra
mi camioneta con una sonrisa de suficiencia en su rostro. ¿Por qué se
encontraba aquí? Nunca se aparecía en mis sitios de trabajo.
—Acabo de dejar a Manda para que se arregle el cabello —dijo Preston
mirando con agudeza.
No tenía ni puta idea de qué se trataba esto, así que me quedé de pie en
silencio y esperé que dijera el punto de esto.
Noté el momento en que por fin entendió que no tenía ni idea de qué
hablaba. Presionó sus labios luego negó con la cabeza. —Quizás quieras pasar.
Decir hola —agregó—. Sienna regresó.
Debería haberlo sabido. Cada día que pasaba sin que mi madre me
llamara para gritarme por no decirle que la nueva vecina era Sienna, exhalaba
de alivio. Pero era cuestión de tiempo antes que la gente en el pueblo la viera.
¿Y qué demonios hacía en el salón de Hillary? Ese sitio era costoso, y por como
lucía el auto de Sienna, no debería pagar precios altos por su puto cabello. ¿Qué
hay del niño?
—¿Tenía a su hijo con ella? —pregunté, intentando hacer que el disgusto
en mi voz no fuera demasiado obvio.
—¿Hijo? ¡Mierda! ¿Tiene uno? ¿Se casó?
No tenía a su hijo con ella. Jodidamente fantástico. Dejó al pequeño en
casa solo. ¿Qué tipo de madre era?
—¿Y sabías que había regresado? ¿Con un hijo? ¿Por qué no mencionaste
nada?
—Se mudó a la casa de sus padres. Conocí a su hijo cuando fui a ver a los
vecinos por mis padres. No pensé que fuera importante que volviera. Fue parte
de la vida de Dustin, no de la mía. —contesté, luego abrí la puerta de la
camioneta.
—Mentiroso. Eres un mentiroso lleno de mierda. Cuidaste a esa chica por
años. Demonios, cuando era estudiante de primer año actuaste como si fueras
su maldito perro guardián. Cuando fue enviada lejos, jodió tu cabeza. Estabas
en duelo por Dustin, y entonces ella se había ido y también estuviste de duelo
por ella. Pensaba que te importaría si ella volvía. A menos que esté casada y por
eso estás enojado.
Pretender que no me importaba Sienna y su felicidad en se entonces no
tenía sentido. Mis amigos sabían la verdad, aun cuando mi hermano no lo había
notado.
—No está casada —respondí, y me monté en la camioneta—. Pero la
chica que me importaba se ha ido. Una perra fría ocupó su lugar. Y si se está
arreglando el cabello donde Hillary, entonces es una perra egoísta. El automóvil
de mierda que conduce no es seguro para que su niño vaya allí.
Empecé a cerrar la puerta, pero Preston la agarró. —Vaya, hombre ¿qué
te pasa para actuar como un imbécil que no eres? Sienna está trabajando en el
salón de Hillary, no arreglándose el cabello.
Quizás sí era un imbécil.
—Oh —contesté, deseando no haber enloquecido frente a Preston.
—Sí, oh.‖ Sienna‖ no‖ parecía‖ una‖ perra‖ en‖ absoluto.‖ Parecía‖ amable…‖ era‖
Sienna.
No, no lo era. Era una madre, y joder, escondía algo.
Y si estaba trabajando, ¿dónde demonios se hallaba Micah?
—Estoy cansado. Necesito una cerveza y luego mi cama. Te veré después
— le dije.
—¿Live Bay mañana en la noche? —preguntó.
Live Bay era el club del pueblo donde todos solíamos beber y seducir
mujeres. Ahora era solo yo lo hacía. El resto de esos idiotas estaban casados o
casi. —Sí, te veré allí —le dije mientras cerré la puerta. Luego me dirigí a casa
de mis padres.
Podía decirme a mí mismo que iba a visitar a mi mamá, pero la verdad
era que iba a asegurarme que Micah no se encontrara solo en casa. Algo en la
forma en que Sienna lo alejó de mí y se puso a la defensiva me molestaba. No
estaba convencido de que la mujer era estable mentalmente.
***
Cuando llegué a casa de mis padres estacioné al lado del camioneta de
mi papá y caminé hacia la calle del frente antes que él se diera cuenta que me
hallaba aquí. No quería una puta audiencia, ni sus comentarios.
El auto de Sienna no estaba, así que aún no había llegado a casa. Más vale
que ese niño no esté aquí. Subí los escalones y golpeé la puerta. Esperé un minuto
completo y nada. Así que golpeé de nuevo. Por qué me sentía jodidamente
convencido que dejó a su hijo en casa no lo sabía con certeza. No conocía a
Sienna. De hecho no tenía pruebas de que hubiera enloquecido.
—Micah, ¿estás allí dentro? Soy Dewayne. Pensé en pasar y ver que te
encontraras bien —llamé, pero solo hubo silencio.
No se hallaba allí dentro. Exageraba. ¿Por qué? No tenía ni puta idea. Me
di la vuelta y caminé de nuevo por las escaleras justo a tiempo para que el
Honda todo golpeado se estacionara en la entrada. Genial. Ahora tendría que
explicar.
La puerta de su auto se abrió y ella salió. Los lentes de sol colocados en
su nariz cubrían esos ojos suyos, así que no tenía idea de qué pensaba. Se
inclinó y volvió a erguirse. Pude ver la pequeña cabeza saliendo del asiento
trasero y entonces oí sus pies en el pavimento.
—¡Dewayne! —gritó a medida que corría alrededor del frente del auto
con una sonrisa de emoción. Pero entonces se detuvo. Su sonrisa se desvaneció,
se tensó y miró hacia atrás a su mamá.
Sienna cerró la puerta del auto y caminó hacia Micah. Descansó la mano
sobre su hombro, se inclinó para susurrarle en su oído y luego le entregó las
llaves.
Asintió. —De acuerdo —dijo sombríamente, entonces se dirigió hacia la
casa, sin mirarme de nuevo. Cuando llegó a la puerta, la abrió y entró.
—¿Qué haces aquí? —preguntó en su tono muy displicente. Al parecer,
la sonrisa amigable que le brindó a Preston no me la dedicaría a mí.
Ahora podía mentir o decirle la verdad. No era un mentiroso. —Escuché
que estabas trabajando. Me preocupó que el niño se encontrara solo en casa.
La expresión en su rostro fue de asombrada a completamente enojada. —
¿Solo?‖ Tú…‖ ¿piensas que dejaría a mi hijo solo? —preguntó en una voz
horrorizada—. No soy idiota. Y si no los has notado, soy la única familia que
tiene. Soy la única que lo quería y lo ha amado. Así que no —Me señaló con su
dedo, su voz subiendo a medida que la furia hervía a fuego lento en sus ojos—,
no actúes como que te importa él una mierda ahora. NO TIENES derecho.
Aléjate de aquí. Vuelve a esa casa. Olvídate de lo que tu hermano hubiera
querido. Finge que abandonarnos a mí y a su hijo era lo correcto cuando
necesitábamos a ALGUIEN. —Su respiración era tan agitada que su pecho
jadeaba y las lágrimas inundaron sus ojos. Luego me superó corriendo y sin que
pudiera detenerla. No podía moverme.
Demonios…‖no‖podía‖jodidamente‖respirar.
—¿Mami? —llamó la voz de Micah y entonces me moví. Me giré y lo
miré. Sienna limpió su rostro y se dobló para presionar un beso en su cabeza y
susurrarle algo.
Envolvió sus pequeños brazos a su alrededor y luego giró la cabeza y me
fulminó con la mirada. En verdad me miró así de mal. Mi pecho explotó en
millones de pedazos a medida que me quedé allí de pie y miré a los ojos al hijo
de mi hermano. ¿Cómo no lo vi? Sus ojos eran justo como los de Dustin.
—No vuelvas aquí. ¡Hiciste llorar a mi mamá! —me gritó.
Sienna se inclinó de nuevo, sostuvo los pequeños brazos con gentileza y
empezó a hablarle de nuevo. Asintió y se volteó para regresar adentro. Ella se
levantó y me miró.
El dolor en sus ojos me confundió. Sus palabras me confundieron. ¿Por
qué pensaba que sabíamos al respecto? ¿Por qué nos culpaba por no ser parte
de la vida de él? No sabíamos. Ella se fue y nunca volvió.
—Es hijo de Dustin —dije a medida que entendí por fin la realidad.
Frunció el ceño y entonces asintió con lentitud.
Dejé caer la cabeza entre mis manos y respiré profundamente varias
veces. Mierda, tenía que controlarme. Una emoción tras otra golpearon en mi
pecho, quitándome el aliento. Dolor, culpa, ira, incredulidad; pero más que
nada, felicidad pura. Aplastaba todas las otras emociones. Por seis años lloré a
mi hermano. Cambió la forma en la que vivía mi vida. Solo quedaron los
recuerdos y la culpa abrumadora de no haberle prestado atención a sus malas
decisiones…‖empecé‖una‖puta‖pelea‖con‖él‖y‖se‖fue‖corriendo‖tras‖el‖volante‖en‖
estado de ebriedad. Si tan solo le hubiera prestado atención, podría estar vivo
ahora mismo. Era un peso sólido en mi pecho, que impedía que pudiera
encontrar‖cualquier‖felicidad‖en‖la‖vida.‖Pero‖ahora…
Dejé caer las manos y levanté la mirada de vuelta a Sienna.
Su pequeño niño era una parte de Dustin. Mi hermano no se había ido
por‖completo.‖Dejó‖algo‖atr{s…‖a‖alguien.
Esto no lo traía de vuelta, pero por primera vez en seis años mi corazón
se sintió más aliviado. No solo por mí, sino por mi familia.
Traducido por Miry GPE
Corregido por Sahara
Sienna
Él no sabía de Micah.
No tuvo que decírmelo. Se mostraba en su rostro. Sólo una vez en mi
vida vi a este intimidante hombre luciendo a punto de desmoronarse, y eso fue
en el funeral de Dustin. ¿Cómo es que no lo sabía? ¿Su madre no se lo dijo?
—¿Mamá? ¿Vas a entrar? —preguntó Micah, sonando preocupado. Tenía
que entrar con él. Este no era el lugar para esto. Micah era mi primera
preocupación, siempre.
—No puedo hacer esto aquí —le dije a Dewayne—. Él no necesita
escucharlo.
La mirada de Dewayne se dirigió a la puerta, pero Micah se encontraba
de regreso en el interior. Dewayne no podía verlo. Vi mientras tragaba duro y el
indicio de su manzana de Adán moverse. Luego asintió y volvió a mirarme. —
Está bien, pero tengo preguntas. Él es... él es... Quiero conocerlo, Sienna.
Esa declaración significaba más para mí de lo que Dewayne podría jamás
saber. —Entonces lo harás —respondí—. Pero no ahora. Esta no es la forma de
manejar la situación.
Dewayne inclinó la cabeza hacia atrás, cerró los ojos y dejó escapar un
profundo suspiro. No podía imaginar lo que pensaba. Todo el tiempo creí que
él sabía sobre Micah. Esto tenía que ser una conmoción mayor para él. Cuando
volvió a mirarme, vi la humedad en sus ojos, y eso solo le ganó a este hombre
un lugar en mi corazón. Durante mucho tiempo quise que alguien amara y
quisiera a Micah tan ferozmente como yo lo hacía.
—¿Cuándo podemos hablar? —preguntó.
—Sólo trabajo medio día los sábados. Podría dejar a Micah en la
guardería un poco más, aunque realmente odio esa idea. Tal vez sería mejor
esperar hasta que se va a la cama mañana por la noche.
Dewayne frunció el ceño. —¿Guardería?
—Sí —respondí a la defensiva, no me gustó el tono de su voz. ¿Qué
esperaba que hiciera, llevarlo al trabajo conmigo?
—¿Puedo verlo? No voy a decir nada. Lo juro. Solo... quiero quedarme
con él mientras trabajas. Podemos hablar después de que llegues a casa. Tal vez
enviarlo a jugar afuera, y nosotros podemos sentarnos en el porche.
Mi instinto de protección quiso rechazar su petición. No estaba segura de
lo mucho que confiaba en que Dewayne no le dijera algo a Micah sobre Dustin.
Pero él quería ser parte de su vida. Y sabía que Micah quería más familia. Ya no
preguntaba, pero la quería. Últimamente hablaba mucho sobre su padre.
Ansiaba un hombre en su vida.
—Tengo que salir a las ocho de mañana —dije antes de que pudiera
cambiar de opinión.
Una sonrisa de alivio se formó en sus labios. —Estaré aquí —respondió.
Luego se volvió y se dirigió al otro lado de la calle. No esperé para ver si
entraría en casa de sus padres. Rápidamente entré y cerré la puerta detrás de
mí.
—¿Dejarás que me quede con él mañana? —preguntó Micah, con ojos
muy abiertos.
Suspirando, tomé su mano. Caminamos hacia el sofá y me senté. Mis
piernas estaban demasiado cansadas de estar de pie todo el día como para
ponerme de cuclillas. Cuando estuve al nivel de sus ojos, le sostuve ambas
manos y lo miré directamente a los ojos. —Sé que he actuado rara alrededor de
Dewayne. Eso te asusta, y lo entiendo. Pero la verdad es que lo conozco desde
que era niño. Es un buen tipo. Hay cosas en nuestro pasado que me ponen
triste, pero Dewayne nunca hizo nada malo. No te dejaría con alguien en el que
no confío. Creo... creo que te gustará. Pasar tiempo con él será divertido. Mucho
mejor que estar atrapado en la guardería un sábado.
Micah se mordió el labio inferior mientras sus cejas se juntaron. Esta era
su cara de pensar. Dejé que asimilara lo que dije. Siempre le tomó un minuto
tomar una decisión acerca de las cosas. Finalmente se encogió de hombros y
sonrió. —Bueno. Si confías en él, entonces creo que puede ser divertido tener a
otro hombre con el cual pasar el rato.
Intenté no sonreír. Micah ya se consideraba un hombre. Había sido el
hombre de la casa desde hacía tiempo.
Miró hacia la cocina. —¿Crees que podrías darme unos macarrones con
queso?
Lo abracé y le di un beso en la mejilla. —Te amo. Eres mi mundo —dije.
Le decía eso desde que lo tuve en mis brazos por primera vez. Era verdad, y
nunca quería que él lo olvidara.
—También te quiero, mamá —gruñó en mi apretado abrazo—. Pero me
aplastas.
Riendo, lo solté y señaló a la cocina. —Me encantaría un poco de
macarrones con queso —me recordó.
Me puse de pie y le hice el saludo militar, haciéndole reír.
—Macarrones con queso, viniendo en un instante —contesté.
***
Micah‖ cantaba‖ “Eye‖ of‖ the‖ Tiger”‖en‖voz‖ alta‖ y‖ fuera‖ de‖ tono,‖ mientras‖
que se paraba sobre una silla y tomaba su Pop-Tart. Vertí mi café en una taza de
viaje y traté de ignorar el nudo de nervios en el estómago. No le mentí a Micah,
confiaba en Dewayne. Simplemente no estaba segura de que dejarlo con un tío
que no sabía que tenía fuera una buena idea. No hasta que estuviera lista para
hablar con Micah sobre Dewayne y quienes eran los Falco para él. Entristecer el
mundo de Micah era algo que no quería hacer.
Él lidiaba con los golpes desde que tenía la edad suficiente para
comprender que nuestra vida siempre cambiaba. Nunca sabíamos dónde
estaríamos después. Ahora que teníamos casa, le quería dar algo de seguridad.
Admitiéndole que tenía una familia sobre la que no conocía, era algo necesitaba
manejar con delicadeza.
—¿Crees que debería hacer un Pop-Tart? —preguntó, mirando hacia mí
por encima del hombro.
—Hmm... Tal vez deberías esperar y asegurarte de que come Pop-Tarts
—respondí mientras bebía mi café y miraba el reloj de gato en la pared. Mi
madre amaba los gatos. Yo no era aficionada, en realidad, pero deshacerme de
ese reloj, no era algo que estuviera lista para hacer. Me recordó tiempos más
felices.
Un golpe en la puerta hizo a un lado esos pensamientos, y mi nudo de
nervios regresó. Me dirigí a la puerta, pero Micah saltó de la silla y salió
corriendo.‖Lo‖dejé‖ir.‖Pronto‖estaría‖llamando‖“tío”‖a‖Dewayne...‖tal‖vez.‖Si‖eso‖
era algo que quería Dewayne. Sabía que yo lo quería por Micah. Sin embargo,
aprender a compartirlo no sería exactamente fácil.
Micah abrió la puerta, y Dewayne se encontraba ahí llenando el espacio
en toda su tatuada y perforada gloria. Incluso a las siete cuarenta y cinco de la
mañana, el hombre era impresionante. Su camiseta azul marino, que decía
CONSTRUCCIONES FALCO en el frente, abrazaba su cuerpo con fuerza. El
tamaño de sus brazos hacía que una mujer fantaseara con envolver sus manos
alrededor de ellos y saltar a ellos. ¡No! ¡Caray!, ¿qué estaba haciendo? Alejé la
mirada del cuerpo de Dewayne y ni siquiera me permití echar un vistazo a sus
piernas en esos pantalones. ¿Y por qué esas pulseras de cuero en el brazo eran
sexy? El hombre podía hacer cualquier cosa sexy.
—Hice un Pop-Tart —anunció Micah—. ¿Quieres uno?
Dewayne sonrió brillantemente, y si esperaban que yo hablara, no habría
sido capaz de hacerlo. No veía esa sonrisa desde hacía años. El efecto
devastador que tuvo en mí seguía siendo igual de potente.
—Nunca rechazo un Pop-Tart —respondió Dewayne, y Micah lo agarró
de la mano.
—Entonces vamos a la cocina. Te prepararé uno —dijo, tirando de
Dewayne detrás de él.
La expresión asombrada de Dewayne mientras miraba a Micah hizo que
mi corazón se tensara. Sus ojos marrón oscuro se elevaron para encontrar mi
mirada, y me las arreglé para sonreírle. Pero no me permití ponerme emocional
y llorosa por la visión de él con Micah. Me controlé. —Llegaste antes de tiempo.
Llegaste temprano —dije, tratando de aligerar el ambiente.
Este era un gran momento para Dewayne. También para Micah, él
simplemente no lo sabía aún. Después de hoy no tenía duda alguna de que
Dewayne adoraría a Micah.
—No quería hacer que te fueras tarde. Trato de ganar el trabajo de niñera
sabatina —dijo con una sonrisa torcida.
La idea de que Dewayne quería ver a Micah todos los sábados casi hace
que me ahogue con mi café. No esperaba eso.
—¿No trabajas para tu padre? —pregunté, mirando hacia la camiseta, y
luego regresé la mirada hacia él. Tal vez asumía demasiado por la camiseta. Por
lo que sabía él podría ser abogado. Realmente dudaba eso, con sus rastas,
tatuajes y perforaciones, pero no sabía mucho sobre Dewayne. Ya no.
—No, me encargo de la compañía ahora. Es mía. Papá tuvo que
renunciar —respondió—. No trabajo los sábados.
Asintiendo, llevé la taza a mis labios para darme una barrera. No es que
fuera mucha barrera, pero no sabía qué pensar de Dewayne.
—Puedes tener este Pop-Tart que acabo de hacer. Haré otro para mí —le
dijo Micah mientras se paraba en la silla, sosteniendo un plato de papel con un
Pop-Tart en él—. La leche está en la nevera. De la buena. Mamá no compra de
esas con agua.
Sonriendo, alcancé mi bolso, luego me acerqué a darle un beso de
despedida a Micah. —Te veré después del almuerzo. Pórtate bien con
Dewayne, ¿de acuerdo? Te amo —le dije.
—¡Espera! —gritó, dándose la vuelta en la silla y levantando el puño
para que lo golpeara. Su gran sonrisa calentó todo dentro de mí. Puse la taza en
la mesa y golpeé su puño con el mío—. Dúo dinámico —dijimos al unísono.
—Te amo, mamá —dijo, y luego se giró de nuevo a la tostadora.
—Te amo más —contesté.
Recogí la taza, luego volví a mirar a Dewayne. Me observaba con
atención. No estaba segura de lo que él pensaba, pero pensaba en eso
profundamente.
—Necesito irme. Ustedes dos diviértanse. Dejé el número telefónico de
mi trabajo y el de mi celular en la nevera por si me necesitas —le dije, y luego
me dirigí a la puerta.
No fue fácil alejarme, pero sabía que Micah necesita esto. Y también lo
necesitaba Dewayne.
Dewayne
Anoche me quedé despierto toda la noche dejando que un miedo tras
otro me mantuvieran despierto. Mi mayor temor era por la felicidad de Micah.
Después de ver a Sienna con él esta mañana, comprendí que lo que pensé que
ella estando loca, en realidad fue ella siendo una madre sobre protectora. Ella
amaba a este niño. Y él la amaba. Eso era muy evidente.
Sin embargo, aún no explicaba por qué no me habló de Micah. Por qué
no contactó a mis padres. Esa era otra cosa: aún no se los decía a mis padres.
Verían mi camioneta aquí hoy, y puede que mamá venga a llamar a la puerta, o
yo necesitaría llevar a Micah allá. El problema era que temía que mamá vería lo
que me perdí la primera vez que lo miré.
Dustin había sido su bebé, por lo que sería más hacer la conexión cuando
viera sus ojos y sonrisa en Micah. Ella lo sabría. Inmediatamente, ella lo sabría.
Si le dijera él era el hijo de Sienna, lo sabría. Pero también sabía que no le diría
nada a Micah. Me recriminaría más tarde por no decirle tan pronto como lo
descubrí. Pero no alteraría al niño.
Probablemente era mejor ir hacia allá y tratar con mi madre antes de que
ella viniera aquí.
—Mamá normalmente hace rollos de canela los sábados, pero ahora
trabaja los sábados. No solía trabajar los sábados, cuando vivíamos en Fort
Worth. Pero nuestro apartamento allá era muy pequeño. Me gusta más aquí.
Sólo desearía que ella no tuviera que trabajar —dijo Micah mientras saltaba de
la silla y la colocaba detrás de él de regreso en la mesa. Tenía la sensación de
que hoy descubriría mucho acerca de su vida sin siquiera hacer preguntas o ser
entrometido. El chico sencillamente compartía todo lo que estaba en su mente.
Ningún filtro en absoluto.
—Ella sólo tiene que trabajar medio día. Eso no es tan malo —dije,
tomando asiento al otro lado de la mesa, frente a él, después de servir dos vasos
de‖ leche‖ entera.‖ Esto‖ debía‖ ser‖ lo‖ que‖ el‖ niño‖ entendía‖ “de‖ la‖ buena”.‖ Dustin‖
siempre‖ dijo‖ que‖ la‖ leche‖ entera‖ ‖ es‖ “de‖ la‖ buena”.‖ Se‖ quejaba‖ de‖ que‖ toda‖ la‖
demás tenía agua. Me gustó que Sienna le pasó eso al hijo de él.
Incapaz de detenerme, llevé la conversación hacia su papá. Tenía
curiosidad en cuanto a lo que sabía de Dustin. —Así que, tu papá era un buen
jugador de baloncesto, ¿eh?
Micah tragó su bocado de Pop-Tart, y sus ojos se agrandaron cuando se
sentó de rodillas en la silla. —Era el mejor del mundo —dijo con toda
seriedad—. Nadie podía ganarle. Apuesto a que incluso LeBron James no
podría vencer a papá. Mamá dijo que era una estrella. —Se detuvo y tomó un
sorbo de leche, y luego su mirada regresó a mí—. Creo que es por eso que Dios
lo quería. Mamá dijo que Dios se lo llevó porque era un buen tipo y lo quería
cerca de él. Creo que quería hacer de él una estrella real. Ya sabes, los que están
en el cielo. Hay una realmente grande que podía ver desde la casa de tía Cathy
en Fort Worth. Creo que esa es papá.
Maldición. No podía tomar una respiración profunda. Sentía una
opresión en el pecho tan fuerte que era dolorosa. Yo no hablo de Dustin. Puse
su recuerdo en una caja y sólo lo tocaba cuando me encontraba demasiado
borracho como para mantenerlo oculto. Después, siempre dejaba que el enojo se
hiciera cargo.
Pero este chico... mantenía vivo el recuerdo de Dustin. No hubiera sabido
que necesitaba escuchar a alguien hablar de mi hermano de esta manera, pero
escuchar a Micah aliviaba el dolor que nunca se fue. El dolor que la muerte de
Dustin dejó atrás.
—Tendrás que mostrarme esa estrella alguna noche —dije. Si había un
Dios, entonces estaba muy seguro de que después de escuchar las palabras de
este niño se aseguraría de que mi hermano fuera una estrella.
Micah asintió y se sacudió las manos. Se las arregló para terminar su
Pop-Tart en tan sólo unos pocos bocados. —Lo haré. Ven por la noche e iremos
al patio trasero y la buscamos. Mamá dijo que me ayudaría a encontrarla, pero
no hemos tenido oportunidad esta semana. Estuvimos ocupados consiguiendo
instalarnos —explicó. El chico hablaba como si tuviera cuarenta. Era muy lindo.
—¿Quieres ir y conocer a mis padres? —pregunté.
Se levantó y asintió con entusiasmo.
Era mejor entrar en esto preparado, a que mi madre viniera hasta aquí y
comprendiera quién era Micah por ella misma.
Me puse de pie y extendí la mano para que Micah la tomara. —Vamos —
dije.
Deslizó su pequeña mano en la mía. Estaba cien por ciento seguro de que
Sienna no estaría de acuerdo con esto, pero me sentí tan condenadamente
ansioso por pasar tiempo con Micah que no pensé en el hecho de que mis
padres verían mi camioneta aquí. Cuando estacioné esta mañana, sabía que
tenía un problema. Señalárselo a Siena habría significado que cancelaría
nuestros planes, y se llevaría a Micah a la guardería. Así que mantuve la boca
cerrada.
Toqué a la puerta y decidí dejar que papá la abriera en lugar de
simplemente entrar con Micah. Papá me ayudaría a ocuparme de mamá si ella
no reaccionaba con tanta calma como pensaba.
Papá abrió la puerta y empezó a decirme algo sarcástico, pero su mirada
se dirigió a Micah. El reconocimiento no se mostró en su rostro. Por lo menos no
fui sólo yo quien se perdió hasta qué punto el niño se parecía a Dustin.
—¿Él es el señor de la droga? —preguntó papá con una sonrisa.
Mierda. El hombre no tenía fronteras. Eso no fue gracioso.
—¿Qué es un señor de la droga? —preguntó Micah, mirándome.
—Nada de lo que tengas que preocuparte. No hagas caso al viejo. Cree
que es gracioso. No lo es.
Micah asintió, luego dirigió su mirada hacia mi padre. —Soy Micah. Vivo
ahí —dijo, señalando a la casa de enfrente.
Papá le sonrió. —¿En serio? Bueno, ya era hora de que vinieras y te
presentaras.
—Él y su mamá, Sienna Roy, viven ahí ahora. Lo estoy cuidando
mientras Sienna trabaja esta mañana, y pensé que le gustaría conocerlos a
ustedes. ¿Crees que puedan manejar eso...? ¿Qué mamá pueda manejar eso? —
informé, con la esperanza de que entendería lo que trataba de decir.
La mirada de papá regresó a Micah para examinarlo, y observé cuando la
comprensión lentamente empezó a filtrarse. Su mano se tensó sobre el pomo de
la puerta, y se quedó ahí en silencio, incapaz de hablar o dejar de mirar a Micah.
Me aclaré la garganta.
—¿Podemos entrar ahora? —pregunté, esperando que él entendiera la
advertencia en mi tono.
Le tomó un momento, pero luego dio un paso atrás y nos dejó entrar. Su
mirada no se alejó de Micah. Tal vez esto fue una mala idea después de todo.
Demonios, yo casi colapsé de rodillas en el jardín delantero de Sienna cuando
me lo dijo. ¿Esto era bueno para el corazón de papá? Mierda.
—¿Quién está aquí? —gritó Mamá justo antes de aparecer por la esquina,
entrando al vestíbulo. Una sonrisa iluminó su rostro cuando vio que era yo—.
No esperaba verte hoy —dijo. Entonces Micah se movió a mi lado y su mirada
cayó sobre él—. Y trajiste compañía. —Su sonrisa vaciló entonces. Tal como
imaginé. Mamá vio a su bebé en la carita de Micah.
—Mamá, él es Micah. Vive en frente. —No me atreví a decirle aún quién
era. Incluso si veía el parecido, sabía que no adivinaría correctamente a menos
que ella supiera el nombre de la madre.
No apartó la mirada de Micah mientras entraba en la habitación. Una
gama de emociones se mostraron en su rostro, siendo la última completo
asombro. Deteniéndose frente a él, le tendió la mano, y su sonrisa era más
brillante de lo que la había visto en mucho tiempo. —Hola, Micah. Soy Tabby
Falco, pero me puedes llamarme mamá T, tal como el resto de los chicos de por
aquí.
Micah levantó su pequeña mano y la deslizó en la de ella. —Me gusta el
nombre de mamá T. ¿Y dónde están los otros chicos?
Mi madre parecía estar absorbiendo todo lo que decía y hacía. —Bueno,
esos chicos ahora son todos grandes, al igual que lo es mi chico —dijo,
señalándome—. Por lo que ya todos se fueron.
Micah volvió a mirarme. —Oh, bueno, está bien. Me gusta Dewayne.
Excepto cuando hizo llorar a mamá. No me gustó entonces, pero mamá dijo que
era un malentendido y que no debería estar enfadada con él. Así que no lo
estoy.
¡Mierda! El chico solo dice lo que sea que...
—¿Dewayne? ¿Hiciste llorar a su madre? —me preguntó mamá, sus cejas
levantadas. Tenía un aspecto muy interesado en su rostro.
—Como él dijo, fue un malentendido —le aseguré, con la esperanza de
que el chico no dijera nada más acerca de su mamá.
Miré a papá, quien observaba a Micah con la misma expresión de
asombro que sentí cuando comprendí quién era. Mamá no lo sabía aún, y decidí
que si papá no le decía, entonces tal vez debería esperar hasta más tarde,
cuando Micah no estuviera cerca.
—Tengo galletas de chocolate y un pie de manzana en mi cocina, recién
salidos del horno. ¿Quieres un poco? —le preguntó a Micah, apretando su
mano entre las de ella.
Él asintió vigorosamente. —Sí, señora, si quiero. Me gustan mucho
ambas cosas.
Mamá ni siquiera nos miró a papá o a mí. Micah tenía toda su atención.
—Bueno, es algo bueno que te mudaste en frente, entonces. Porque necesito a
alguien que coma todos estos dulces que horneo.
Micah se alejó, sin soltar su mano. —Me gustan los dulces. Los comeré —
aseguró.
Esperé hasta que estuvieron en la cocina y escuché a Micah parlotear
sobre que los superhéroes necesitaban un montón de galletas antes de mirar a
papá.
Él sacudió la cabeza y dejó escapar un profundo suspiro. —Guau. Luce
igual que él. Igual que él —dijo, antes de dirigir su mirada hacia mí. Vi la
esperanza ahí. La sensación de que había algo de Dustin a lo cual aferrarse. Lo
entendí porque también sentía lo mismo.
—No estuve seguro de decirle a mamá frente a él fuera una buena idea
una vez que llegué aquí. Cambié de idea.
Papá asintió. —Sí. Ella ve a Dustin en él. No comprende exactamente lo
mucho que ve de Dustin. Piensa que es sólo un parecido casual, y ya está
enamorada del niño. Él será bueno para ella. Sólo…‖—se detuvo y miró hacia la
casa de enfrente—…‖ no‖ puedo‖ entender‖ por‖ qué‖ lo‖ ocultó‖ de‖ nosotros.‖
Amábamos a esa chica. Ella era como nuestra. ¿Por qué no nos dejaría ser parte
de la vida de él?
No estaba completamente seguro, pero sabía que ella pensaba que no lo
queríamos y que no nos importaba conocerlo. Eso era algo que averiguaría hoy.
—Hablaré con ella más tarde. Ella creía que yo sabía quién era Micah y creía
que opté no ser parte de su vida. No estoy seguro de cómo funciona, ya que no
sabía en dónde mierda estaba todos estos años. Nadie lo sabía.
Papá se frotó la mandíbula sin afeitar y sacudió la cabeza. —Tu mamá
querrá respuestas. Así que esperaremos hasta que los obtengas antes de decirle.
Asentí. Estaba totalmente de acuerdo.
Traducido por Victoria., Sahara, Jeyly Carstairs, Val_17, Vane hearts, Dannygonzal,
Snow Q, Mary Warner, Verito, MaJo Villa, Ana Avila, Julie, Geraluh, FaBiis & yuvi.andrade
Corregido por Julie, Mel Wentworth, Anakaren, NnancyC, Daliam, Janira & Miry
GPE
Sienna
Mi mañana se pasó rápido. Tres cortadas y peinadas, unos reflejos, y
unos retoques en las raíces. Todos clientes sin reserva de último minuto que no
pudieron conseguir una cita con su estilista regular. En este momento tenía que
trabajar con esto, y eso me parecía bien. Hillary incluso le dijo a la gente que
aceptábamos clientes sin cita, por mi beneficio.
La única empleada, a excepción de Hillary, que trabajaba hoy era
Gretchen. Era la segunda vez que trabajaba con ella, y era muy ruidosa y
parlanchina. Y también se reía mucho. Y tenía un montón de clientes
masculinos. Los pantalones de cuero ajustados que tanto le gustaban parecían
ser muy populares con los hombres.
—Te oí hablar con tu hijo hace un rato en el teléfono. Mencionaste a
Dewayne —dijo Hillary cuando se paseó de nuevo por la habitación en tacones
de punta. No tenía idea de cómo esa mujer llevaba esos tacones y se mantenía
todo el día de pie.
Asentí, sin saber por qué trajo a colación la breve conversación que tuve
con Micah hace una hora para asegurarme de que todo iba bien. Salió a jugar
fútbol con Dewayne y estuvo a punto de colgar la llamada y regresar a
divertirse.
—¿Era de Falco del que hablabas? Como conocías a Amanda Hardy
cuando entró, y luego oí el nombre de Dewayne, y ya que él es amigo de
Preston, pensé que tal vez también conocías a Dewayne.
Todavía no sabía por qué eso importaba. —Sí, era Dewayne Falco. Hoy
está cuidando a Micah por mí.
Hillary me estudió un momento, y luego una sonrisita tiró de sus labios.
—No estás metiéndote con Dewayne, ¿verdad? No es el tipo de chico que se
queda. Es más del tipo que se mete con varias chicas a la semana.
Ya lo sabía. Dewayne siempre había sido un mujeriego. Sin embargo, no
tenía más interés en él que el que fuera parte de la vida de Micah. Micah
necesitaba un hombre en su vida, y su tío sería la única oportunidad que
tendría.
—¿Estás viendo a Dewayne Falco? —preguntó Gretchen, sacudiendo la
cabeza y haciendo que sus rizos oscuros se balancearan—. Ese chico puede...
hacerlo bien. Sabes a lo que me refiero. Maldición, casi que me arruinó para
cualquier otra persona. Tuve que esforzarme para sacarlo de mi sistema.
Hillary me dio una mirada significativa, como diciendo: ¿Ves a lo que me
refiero?
Intentaba sacarme de la cabeza los pensamientos de Dewayne y Gretchen
haciéndolo bien. No era una imagen mental que necesitaba, aunque estaba
segura que el culo desnudo de Dewayne era algo agradable de ver.
—Juro que si merodea por aquí de nuevo, más luego iré a encargarme de
él. Es así de bueno.
De acuerdo, ya tenía suficiente del festín de sexo de Gretchen con
Dewayne. —Es un viejo amigo. Era el hermano mayor de mi novio de la
secundaria. Nada más. Simplemente me ayuda a cuidar de Micah. —Terminaba
de limpiar mi puesto mientras hablaba. No quería ninguna de sus miradas
indiscretas sobre mí, pero podía sentirlas perforándome la cabeza.
—¿Saliste con su hermano menor? ¿El que estuvo en el accidente?
Mierda. No quería hablar de eso. Simplemente asentí y seguí ocupada.
No permitiría que Dustin se convirtiera en un tema de conversación.
Gretchen pareció entenderlo, así que no curioseó y se calló. Aliviada,
alejé la escoba y agarré el teléfono para ver si tenía un mensaje de Micah.
Normalmente, me enviaba mensajes varias veces cuando se hallaba en casa de
alguien. No me envió mensajes de texto en todo el día. Dewayne debió haberlo
entretenido.
Gretchen cambió el tema a su necesidad de una pedicura y la cita que
tenía esta noche con un tipo llamado Green. Cualquier persona que se llamara
Green sonaba inestable, pero no dije nada. Gretchen tenía a un chico diferente
cada fin de semana, la mayoría eran sus clientes del salón.
—Mañana por la noche es noche de chicas. ¿Cuándo saldrás con
nosotras, Sienna? —preguntó Hillary mientras me miraba en el espejo delante
del que se paraba para arreglarse el cabello.
—No puedo dejar a Micah en la noche —dije a modo de explicación.
Nunca saldría con ellas. Estaba segura de que sus salidas incluían
emborracharse y hombres. No tenía tiempo para nada de ello.
—¿No puedes conseguir una niñera? —preguntó Gretchen.
Era extraño cómo Gretchen era dos años mayor que yo, pero actuaba
como si fuera mucho más joven. Parecía que nunca tenía ninguna clase de
preocupación real y siempre salía y se iba de fiesta. Negué con la cabeza. —No
conozco a nadie que pueda dejar con Micah, y que se sienta cómodo. No creo
que a Dewayne le interese mucho cuidarlo en una noche de fin de semana.
Tiene su propia vida social por la que velar.
—Mi hermana menor es niñera. Ha tomado clases y todo lo necesario
para aprender RCP y manejar todas esas situaciones de emergencia. Solo tiene
diecisiete años, pero es buena en eso. Tiene un buen precio y tiene varios
clientes habituales que han llegado a confiar en ella y recurrir a ella. —La
hermana de diecisiete años de Hillary tenía la misma edad que yo cuando tuve
que crecer rápido. No dudaba de ello por su edad, pero no me sentía segura de
estar preparada para dejar a Micah con una extraña.
—Voy a pensarlo —dije, sin querer insultar a Hillary.
Asintió. —Entiendo. Pero con mucho gusto ella iría a pasar algún tiempo
contigo y con Micah para que puedas llegar a conocerla. Aprendió que era
mejor para los niños y sus padres si hacía eso primero, antes de ser contratada.
La hermana de Hillary también requeriría dinero. Por cómo sonaba su
profesionalismo con todo el asunto de ser contratada, probablemente cobraba
más de lo que podía pagar. No quería gastar nuestro dinero para que yo saliera,
cuando Micah necesitaba tantas cosas. Tenía que pensar en su futuro.
—Tengo poco dinero en este momento. Tal vez cuando no esté tan justo,
le llamaré —dije, esperando que esto fuera suficiente para evitar que Hillary
siguiera presionando el tema.
Se encogió de hombros. —Solo dime cuando piensas que estás lista. Te
pondré en contacto.
Le di las gracias y revisé de nuevo el teléfono por si había un mensaje.
Aún nada.
Dewayne
El chico podía lanzar una pelota de fútbol. Para tener cinco años, tenía un
brazo impresionante. Se encontraba obsesionado con el baloncesto, pero tenía
un talento no aprovechado. Cogí la siguiente pelota que me lanzó y vi cómo
sonrió y se sopló los dedos como si estuvieran ardiendo. Era algo que mi
hermano habría hecho.
En vez de tener el pecho herido ante el recuerdo de un niño pequeño
muy parecido a éste, pavoneándose por la cancha de baloncesto como si fuera
un rey, sentí que un lugar vacío en mi interior se llenó. Micah se parecía tanto a
Dustin que me había enamorado de él en menos de seis horas.
Mi padre tampoco habría sido capaz de apartar los ojos de Micah. Una
vez que la conmoción se disipó, se sentó junto a su nieto y le preguntó muchas
cosas. Y cuando Micah le dijo que era fan del baloncesto y que iba a ser el mejor,
papá se transportó como no le había visto hacerlo en seis años. Micah también
mencionó que su padre era el mejor jugador de baloncesto del mundo. Fue pura
suerte que mamá volviera a entrar en la cocina justo cuando mencionó a su
padre.
Pero mi padre lo oyó. Ver sus ojos empañarse de lágrimas agridulces me
afectó. Necesité sacar al niño de allí. A mamá se le tenía que decir suavemente,
y cuando Micah no estuviera cerca para ver su reacción. Dije que teníamos
algunas cosas que hacer, y nos despedimos. Mamá hizo que Micah le
prometiera volver de visita pronto, y mi padre le besó la cima de la cabeza. No
fue capaz de evitarlo.
—¡Mamá está en casa! —Micah aplaudió y dejó caer la pelota que
acababa de atrapar, entonces se echó a correr para encontrarse con Sienna
mientras salía de su coche destartalado. El niño amaba a su madre. Debió
criarlo sin la ayuda de sus padres, porque Micah dijo que no tenía abuelos. Dijo
que tenía una tía Cathy con la que solían vivir en Fort Worth. Eso fue todo. No
tenía nadie más de quien hablar.
—Hola, campeón. —La voz de Sienna me llamó la atención, y quité los
ojos de Micah para ver a la mujer hacia la que se lanzó y se aferró. Su largo
cabello no se hallaba recogido como hace unas horas. Se lo soltó, y le colgaba
por la espalda. Todo ese cabello rojo. Maldición. Tenía que recordar quién era y
cuán fuera de los límites se encontraba. La forma en que miraba no era algo en
lo que me pudiera centrar. Enrollarme para un polvo casual con Sienna Roy
nunca iba a suceder. Era la madre de mi sobrino.
Y yo no hacía nada más que un polvo casual. Nunca.
Sienna era responsabilidad. Y ya era mía, incluso si todavía no lo sabía.
Ayudaría a cuidar de ella y de Micah, pero añadir sexo a esa mezcla se hallaba
completamente en contra de las reglas. Jodería todo. Yo tenía que ser una parte
de la vida de Micah. Eso era lo importante. No el hecho de que su madre
tuviera‖ unas‖ piernas‖ infinitas,‖ y‖ una‖ cara…‖ maldita‖ sea,‖ esa‖ cara.‖ Aquellos‖
malditos ojos magníficos, y sus labios. Jesús, tenía que olvidar esta mierda. Era
la madre de Micah. Eso era todo.
—¿Tuvieron una buena mañana? —preguntó Sienna, mirando entre los
dos.
Aparté la vista de ella y toda esa perfección y miré a Micah. Necesitaba
reagruparme. Tratar con esta mujer no iba a ser fácil si no dejaba de
imaginármela desnuda y en mi cama. No ponía mujeres en mi cama. Nunca. Al
diablo.
—¡Fue increíble! Mama T me dio galletas de chocolate y tarta de
manzana. Y tenía leche de verdad, como nosotros, y dijo que podía ir a comer
siempre que quisiera.
El color se drenó de la cara de Sienna mientras miraba entre su hijo y yo.
Tenía que explicar por qué lo había llevado allí. No fue para afectarla, sino para
tratar con ello antes de que mi madre viniera aquí y lo averiguara de la manera
equivocada. Además, Micah no tenía idea de quienes eran mis padres para él.
—Conoció a mis padres. Eso es todo —dije, esperando que leyera las
palabras no dichas de la mirada significativa en mi cara.
Tragó y respiró hondo y luego volvió la mirada hacia su hijo. —Bueno,
ahora es mi turno de hablar con Dewayne sobre algunas cosas. Necesito que
vayas a jugar en tu habitación con todos esos juguetes que tienes mientras
hablamos, ¿de acuerdo? —dijo, con un temblor en la voz que no pasó
desapercibido por el niño. Él frunció el ceño, y su sonrisa feliz cambió a una
mirada de advertencia mientras me miraba. Era algo pequeño, pero nadie se lo
había dicho. Se hallaba más que listo para cuidar de su mamá si tenía que
hacerlo. Dustin habría estado tan malditamente orgulloso de ese niño.
—No hagas llorar a mi mamá —fue su única reclamación.
—Todo está bien, bebé. Lo prometo. Solo tenemos que hablar de cosas
buenas, como que Dewayne te vea de nuevo y tal vez que visites a Tab... a
Mama T de nuevo. ¿Bien?
Micah le devolvió la mirada y estudió su cara antes de asentir, pero no
parecía muy seguro. Luego envolvió los brazos alrededor de su cuello y apretó
con fuerza antes de liberarla. Entonces se giró y corrió hacia la puerta.
Cuando la contrapuerta se cerró tras él, Sienna se volvió para mirarme.
—Lo llevaste allí sin preguntarme.
Me encontraba preparado para que aquellas fueran las primeras palabras
que salieran de su boca. —Se perdieron los primeros cinco años de su vida,
Sienna. Dustin era su bebé. Su chico dorado. Le han llorado durante los últimos
seis años. No era justo que todo este tiempo podrían haber tenido una parte de
Dustin que ni siquiera conocían.
La espalda de Sienna se tensó, y levantó la barbilla en una pose
defensiva. Maldición, era incluso más hermosa cuando el fuego iluminaba su
mirada. —Les envié fotos de él por dos años. Le rogué a tu madre que me
ayudara cuando me di cuenta de que mis padres me renegarían si me quedaba
con el bebé. Nada —dijo—. Nada. No recibí nada por parte de tu madre. Ni
siquiera respondió. Crecí en esa casa. —Sienna señaló a la casa de mis padres—.
Era mi segundo hogar. Amaba a esa gente, y luego, cuando más los necesité,
cuando el hijo de Dustin los necesitó, también me dieron la espalda. No tienes
ni idea de lo que se siente eso. Ni idea.
Oí las palabras que decía, pero sabía a ciencia cierta que mis padres no
sabían nada de Micah. Mi madre habría estado en Fort Worth, al lado de
Sienna, si lo hubiera sabido. Algo andaba mal aquí. —Conoces a mamá, Sienna.
Habría estado ahí si lo supiera. Habría estado allí cada jodido paso del camino.
Mamá amaba a Dustin, y a ti también. Micah habría sido el centro de su mundo.
Sienna sacudía la cabeza. —No, no es así, porque no lo hizo. Veo que aún
vive en la misma dirección, Dewayne. No se ha mudado. Le envié cartas. Más
de las que puedo contar. Ni una sola vez respondió. Ni una sola vez.
Esto no estaba bien. No tenía una respuesta más que mi madre no sabía
nada de Micah. No podía. Habría querido a ese bebé. Se habría asegurado de
que Sienna tuviera todo lo que necesitaba.
—Tenemos que hablar con mamá. Algo no anda bien. No lo sabe, Sienna.
Demonios, mi padre casi se desmayó cuando lo averiguó. Mamá todavía no
sabe quién es, pero cuando le dije a papá quien era la madre de Micah, vio a
Dustin en el niño inmediatamente. No se movió de su lado desde ese momento.
Le preguntó muchas cosas y lo observó con fascinación completa. Cuando nos
fuimos, le besó la cabeza. Mi padre besó la cabeza de Micah. Mi padre no es
cariñoso. Lo sabes. Así que dime si crees que sabían de Micah y lo ignoraron.
Sienna se quedó allí, y luego, en vez de discutir, se echó a llorar. ¡Mierda!
Micah iba a estar tan condenadamente molesto conmigo.
Sienna
Lo querían. Su padre besó la cabeza de Micah. Durante años anhelaba
que Micah tuviera una familia. Unos abuelos que lo amaran. Alguien que no
fuera solo yo y la tía Cathy. Todo esto era demasiado. Les había enviado esas
cartas a Tabby. ¿Era posible que no las hubiera recibido? ¿Tantas?
—Joder, Sienna. Por favor, no llores. Micah me culpará —dijo, sonando
asustado. El hecho de que Dewayne Falco estuviera preocupado por que un
niño de cinco años estuviera molesto con él me hizo llorar más fuerte. Quería
gustarle a Micah. También quería ser parte de su vida. No esperaba esto en
absoluto. Volver a Sea Breeze me aterrorizaba.
Pero esto... No había necesidad de tener miedo de esto. Me preocupó que
Micah fuera herido. Pero en vez de eso, recibió otros que lo amaban y querían
ser parte de su vida. El miedo a lo que le sucedería si yo moría ya no era tan
pesado. Siempre viví con ese terror constante. Micah iba a tener una familia.
Una más grande que solo yo. Un grupo de personas que podía confiar en que
estarían allí para él.
—Envié cartas... imágenes —dije, sobre todo para mi beneficio, para
recordarme‖que‖había‖intentado‖decirle‖a‖ella…‖a‖ellos.
Dewayne asintió. —Te creo. De verdad. Solo sé que mi mamá no las
recibió.
Esa era la Tabby Falco que recordaba. La que Dewayne insistía que
habría estado allí si lo hubiera sabido. La que no me habría dejado vivir en Fort
Worth, en una casa con una tía que no aprobaba que fuera una adolescente
embarazada, pero que no iba a obligarme a renunciar a mi bebé. Me dio un
techo bajo el que vivir y un transporte cuando lo necesitaba, pero no fue
especialmente cálida y amable.
Me limpié la cara húmeda y respiré hondo para calmarme. Dewayne
tenía razón. Micah no entendería mis lágrimas, y estaría molesto. No le gustaba
verme llorar. Creo que le daba miedo.
—Si quieren ser parte de la vida de Micah, también quiero eso para él.
Necesita una familia. La quiere. —Tragué y me concentré en no llorar de nuevo
cuando le dije esto a Dewayne—. Siempre se ha preguntado donde se
encontraban sus abuelos. Otros niños los tenían, y no entendía por qué todo lo
que tenía era una mamá y una tía a la que no era muy cercano. Ella fue más
como una arrendataria.
Parecía afligido. —Van a adorar al niño. Tendrá los mejores abuelos de la
tierra. Solo dales una oportunidad. Si puedes hacer eso, puede que salves a
ambos. Micah es lo que necesitan. Va a traer de vuelta la alegría que Dustin se
llevó con él.
Micah y yo teníamos que hablar primero. —Dame tiempo para ayudarle
a entender. Y entonces te llamaré y te haré saber que estamos listos. Pero
necesito‖asegurarme‖de‖que‖tu‖madre‖no‖recibió‖esas‖cartas.‖Porque‖las‖envié…‖
y‖ si‖ las‖ recibió…‖ —Mi voz se apagó. Odiaba decirle a su hijo que ella pudo
haber tenido conocimiento de Micah y lo escondió de Dewayne y su padre.
Había enviado esas cartas. No pudieron simplemente desaparecer.
—No las recibió. ¿Cómo se las enviaste? ¿Las enviaste desde el correo de
tu tía?
Asentí. Las puse en el buzón en las mañanas.
—¿Podría haberlas cogido tu tía?
No. ¿Por qué la tía Cathy lo haría? No nos quería allí con ella. Nos aceptó
porque no nos quería en las calles. Negué con la cabeza. —No puedo
imaginármela haciendo eso.
Dewayne frunció el ceño. No parecía muy convencido. —Mamá no las
recibió. Algo les debió haber pasado. Es posible que alguien las interceptara.
Esperaba que tuviera razón. Porque más que nada, quería que los Falco
fueran parte de la vida de Micah. Quería que conociera a las personas que
formaron parte de la vida de su padre. Quería que viera las fotografías de su
padre mientras crecía. Todas esas cosas. Las quería para él.
—Averigua si alguna vez recibió esas cartas, y entonces hablaré con
Micah. Primero necesito saber que quieren ser parte de su vida.
Dewayne asintió y metió las manos en los bolsillos delanteros. —Voy a
hablar con mamá y te avisaré tan pronto como sea posible. Pero, ¿podemos
seguir adelante y confirmar que voy a salir con Micah el sábado por la mañana
mientras trabajas? Quiero ese tiempo.
Micah necesitaba eso, y me ahorraría dinero. Asentí. —Sí. Eso es bueno.
Si no es posible el sábado, avísame al menos con una semana de antelación para
que pueda tomar otras medidas.
Dewayne sonrió. —Cuando le digas a esas personas de esta cuadra que
Micah es el hijo de Dustin, tendrás niñeras gratis siempre que lo desees.
Otra cosa a la que no estaba acostumbrada.
Nos dijimos adiós, y vi como Dewayne se volvió y se dirigió a su
camioneta. Puede que haya visto su culo mientras se abría camino hacia el
camión, pero ese era mi secreto.
***
***
—¿Mamá? ¡Despiértate! —La voz de Micah irrumpió en mis sueños, y
abrí los ojos, solo para cerrarlos de nuevo de inmediato. La luz del sol entraba
en la habitación y me cegaba—. Sé que te gusta dormir hasta tarde los
domingos, pero alguien está golpeando la puerta.
Asimilé las palabras de Micah, me senté en la cama y froté mis ojos antes
de abrirlos lentamente y bajar la mirada hacia él.
—Parece que Dewayne y mamá T discuten afuera, pero me dijiste que no
abriera la puerta sin ti, así que no lo hice. Vine a levantarte.
¡Oh mierda! Lancé mis piernas fuera de la cama y tomé la bata de seda
Janell que me regalé para Navidad el año pasado. Tenía que vestirme, pero los
golpes y las voces se hacían más fuertes. Tenía que salir y tratar con ellos.
Ahora. Antes de que Micah escuchara algo que no necesitaba oír.
Até el cinturón alrededor de mi cintura y pasé una mano por mi cabello,
luego me incliné para mirar a Micah a los ojos. —Tú y yo tenemos que hablar
más tarde. Se trata de algo bueno. Pero primero tengo que salir y hablar con
ellos, y necesito que te quedes en tu habitación y juegues como lo hacías antes
de que ellos golpearan, ¿de acuerdo?
Asintió, pero el ceño fruncido en su rostro me dijo que no le gustaba no ir
conmigo. Besé su frente, luego corrí a la puerta antes de que Tabby Falco la
rompiera.
Mirando hacia atrás, vi a Micah entrar en su habitación, y tomé ese
instante para abrir la puerta y salir al porche donde se encontraba una Tabby
Falco con los ojos rojos; su esposo, Dave; y por supuesto Dewayne.
No me permití pensar en la mirada en los ojos de Dewayne mientras
miraba mi apariencia. Era un desastre, con mi cabeza de cama y sin maquillaje.
Pero no me hallaba allí para impresionar a Dewayne. No pensaría en eso.
—¡Nunca recibí una carta, ni una sola carta, Sienna Roy! ¡Si hubiera
recibido una carta, te habría seguido a ti y a mi nieto! ¿Qué pensaban tus
padres? ¡Eras una niña! ¡Un bebé teniendo a otro bebé, y ¿te abandonaron?! No
lo entiendo. Y ese precioso niño que se parece tanto a mi Dustin —se quedó sin
habla, cubriendo su boca, y sollozando. Dave la apretó contra su pecho.
—Por favor, sé que esto es demasiado. Y sé que estás molesta, puedo
verlo. Y tan agradecida como estoy de que quieras formar parte de la vida de
Micah, no quiero que escuche esto. Necesita que le explique y hable con él
primero. Esto sería demasiado traumático para él.
—Ella tiene razón, mamá. Tienes que calmarte —agregó Dewayne.
No lo miraría. No podía. Mantuve mi enfoque en Tabby. Ella asintió y
luego dejó caer la mano de su boca y me miró. Siempre había sido una mujer
pequeña, lo que era un raro contraste con sus enormes hijos. Por otra parte,
Dave Falco era un hombre enorme.
—Mírate —dijo en un susurro—, estás adulta y hermosa. —La sonrisa
sincera en su rostro hizo que mis ojos se aguaran, y parpadeé para contener las
lágrimas que quemaban mis ojos. No lloraría. Tenía que pensar en Micah. Miró
de nuevo a Dewayne—. ¡Ella es mucho más que el promedio, Dewayne Falco!
¿Estás ciego?
Eso dolió mucho más de lo debido.
Dewayne
Jodido infierno. Mi madre no tenía un maldito filtro en la boca. Tal vez era
de donde lo obtuvo el niño. El color en las mejillas de Sienna ante las palabras
de mi madre me dijo que mamá la había avergonzado. ¡Mierda!
Sienna salió de su casa en nada que esa corta bata de seda y su cabello
lucía como si hubiera sido follada adecuadamente, y mi imaginación fue a eso.
En lo que sería tener esas piernas envueltas a mi alrededor y ese hermoso rostro
en medio de un orgasmo. La idea de que alguien más la viera así me molestó.
Me moví hacia un lado así su aspecto estaba bloqueado de cualquiera que
condujera por la carretera o mirara por las ventanas. ¿No se daba cuenta que
parecía una fantasía andante?
Entonces mi mamá le dijo que yo había dicho que era promedio. Maldita
sea, eso era una mierda. No quería que pensara que estaba atraído por ella,
porque eso complicaría las cosas, pero tampoco quería que pensara que hablaba
mal de ella. Quería gustarle. Quería estar cerca de Micah tanto como sea
posible.
—Es absolutamente preciosa. Tienes que alejar a los hombres con un
palo, ¿verdad, cariño? —Mi madre continuó elogiando a Sienna. Tenía razón,
por supuesto, pero, ¿qué se suponía que dijera ahora? Ya parecía un imbécil.
Mantuve la boca cerrada.
—Yo,‖eh,‖yo…‖gracias‖—dijo con una sonrisa insegura y forzada.
—¿Cómo sigues sola? Deberías tener un hombre que cuide de ti —dijo
mi madre.
El color rosa en las hermosas mejillas de Sienna se hizo más brillante. —
No tengo citas. Tengo que pensar en Micah en primer lugar.
Mierda. Era buena madre. Había conocido a una gran cantidad de
madres solteras y ninguna de ellas sacrificaba su vida social por su hijo.
—Pero eres joven, y Micah necesita un hombre. No te preocupes por eso.
Va a tener a su tío Dewayne y su abuelo Dave allí para él. Tal vez puedes
pensar en pasar algo de tiempo con un hombre pronto. Es una vergüenza que
una belleza como tú viva la vida sola. Dustin no hubiera querido eso.
Sienna tragó saliva con nerviosismo. —Está bien. Soy feliz con que
seamos solo Micah y yo.
Mamá agitó la mano —Tonterías. Nos tienes ahora, y nos aseguraremos
de que tengas una vida también. Ser mamá es el trabajo más importante que
puedes tener, pero tienes que pensar en ti, también. Basta de eso por ahora. —
Se acercó, atrajo a Sienna dentro de sus brazos y la sostuvo con fuerza—. Estás
aquí. Y tienes un niño de Dustin —dijo mamá, con un nudo en la garganta de
nuevo—. Estoy tan feliz. Simplemente tan feliz.
Los ojos de Sienna se empañaron mientras me miró brevemente, luego a
mi padre, y sonrió. —Envié cartas —dijo, sintiendo la necesidad de defenderse.
Mamá asintió y retrocedió. —Creo que lo hiciste. Pero no las recibimos.
Es posible que desees darle a esa tía tuya una llamada. Esa es la única
explicación que tengo. Pero esas cartas nunca llegaron a mí.
Sienna asintió. —Bueno.‖ Yo,‖ eh…‖ Necesito‖ tiempo‖ con‖ Micah.‖ Cuando‖
esté listo, iremos a visitarlos. Se divirtió en su última visita allí. Es un fan de las
galletas —dijo, sonriendo dulcemente.
Mi madre siempre había amado a Sienna Roy, y alentaba la relación de
Dustin con ella, pero en ese momento me di cuenta que el amor que tenía por
Sienna acababa de multiplicarse por mil, porque Sienna trajo al hijo de Dustin al
mundo. Le dio a mi mamá una parte de su hijo.
Lo cual era algo que nunca fui capaz de hacer.
Papá finalmente habló, tirando del brazo de mi madre. —Volvamos a la
casa y dejémoslos hablar. —Asintió, pero miró con añoranza a la puerta de la
casa, sabiendo que su nieto se encontraba allí.
—Nuestra puerta siempre está abierta, Sienna —le dijo mi padre.
Sorbió y sonrió. —Gracias. —La mirada en su rostro me dijo lo sola que
estuvo todo este tiempo. Quería estrangular a su padre. Era una pena que no
tendría la oportunidad. ¿Cómo mierda le había hecho eso?
Mis padres caminaron por las escaleras y esperé. Quería decirle algo,
pero‖no‖estaba‖seguro‖de‖qué.‖Explicarle‖mi‖comentario‖“promedio”‖no sonaría
sincero ahora.
—Lo llevaré cuando esté listo —me dijo, luego abrió la puerta y entró
antes de que pudiera decir algo más.
—Vamos, hijo. Déjalos —dijo mi padre detrás de mí.
Frustrado, me di la vuelta y seguí a mis padres a casa.
Cuando llegamos a la casa, mi madre me miró y frunció el ceño. —No sé
lo que piensas que es atractivo, pero al parecer Dustin era el único que tenía
buen gusto sobre las mujeres. Esa chica es una belleza. Incluso acabando de
salir de la cama es impresionante. No hay nada falso en ella. Es real. Va a ser
una buena esposa para un hombre algún día. Es una pena que no puedas ver la
joya que es. —Luego se giró y entró.
Papá se rió y lo miré. —¿Qué? —le espeté.
Solo se rió más fuerte. —Opino que ese comentario tuyo fue la mierda
más estúpida que he oído en mi vida. Puede que sea un anciano, pero no soy
ciego. Demonios, muchacho, es una hermosura. Dejó el promedio hace mucho
tiempo. Pero entonces, ya lo sabes. Cuidado con lo que dices, porque tu mamá
se asegurará de que todo el mundo lo sepa.
Continuó riéndose mientras entraba.
Miré hacia atrás a su casa y recordé a la joven que corría a través de la
calle con los pies descalzos, un par de pantalones vaqueros y una camisa atada
por encima de su ombligo. Todo ese cabello rojo volando, su sonrisa grande y
brillante. Dustin la encontraría al frente, ella se arrojaría a sus brazos y él le
daría vueltas.
Creo que fue cuando cumplió dieciséis años que decidí que permanecer
alejado de ella era jodidamente importante. Porque la vi correr a los brazos de
mi hermano, y me sentí celoso. La emoción me sobresaltó, y me tomó un
momento entenderlo. Nunca me sentí celoso antes o después. Porque supe en
ese momento que de alguna manera perdí una parte de mi alma con una chica
que nunca sería mía.
Pasé los siguientes siete años demostrando lo mucho que no necesitaba el
amor. Solo necesitaba un coño, y podía conseguirlo fácil. Había sacado a Sienna
Roy de mi sistema con cada pelirroja que no era ella. Con cada chica que me
acosté, me sentí más y más lejos de cualquier emoción.
Cuando Sienna se fue, llevó un parte de mí con ella. Sufrí, y estuve tan
destrozado por meses que ni siquiera podía recordar la mitad de la mierda que
hice. La quise, y ella era de mi hermano. También había sido demasiado joven.
Era un desastre y nunca sería lo suficientemente bueno para los gustos
de ella. Mi hermano era el que la merecía. Alguien como él aún era lo que
merecía. No yo. Nunca yo. No era lo suficientemente bueno. No era un chico de
oro. No podía hacerla feliz. Pero que me condenen si dejaba que algo la
lastimara de nuevo. Podía protegerla. Y a Micah. Ellos no eran míos, pero en mi
corazón sí.
Sienna
—¿Qué pasaría si te dijera que Dewayne era el hermano mayor de tu
padre? ¿Te gustaría tenerlo como tío?
Micah se quedó inmóvil en mis brazos, y su ceño aumentó. Esta no era la
forma en que quería hacer esto. Esperaba ver Star Wars con él y utilizar eso
como una feliz distracción. Pero después de la visita de nuestros visitantes
mañaneros, sabía que tenía que hacerlo ahora. Quería que tuviera a Tabby y
Dave Falco en su vida, y por lo que acababa de ver, ellos también lo querían.
Era tiempo de que Micah tuviera abuelos que lo consintieran.
—¿Dewayne‖es‖el‖hermano‖de‖mi‖padre?‖Pero…‖él‖no‖me‖dijo‖eso.
Esta era la parte difícil. Micah tenía cinco años, pero nuestra vida lo hizo
crecer a pasos agigantado. Emocionalmente, era mucho mayor de lo que
debería ser.
—Dewayne no sabía nada de ti hasta el otro día, cuando pensaste que me
hizo llorar. Pensé que él lo sabía. Había enviado cartas, pero nunca llegaron.
—¿Quiénes son ellos? —preguntó.
—Los padres de Dewayne. Los padres de tu papá. Tus abuelos.
Sus ojos se abrieron con asombro. —¿Mamá T y Dave son mis abuelos?
Asentí. —Y ellos desean conocerte. Amaban a tu papá un montón. Y
quieren conocer a su hijo. Es por eso que vinieron esta mañana. Están muy
contentos de saber que eres su nieto.
Sus ojos se hicieron más grandes. —¿Tengo abuelos? Pensé que habías
dicho que no.
Suspirando, besé su cabeza. —No quería que pienses que tus abuelos no
te amaban. Pensé que nos habían dado la espalda cuando tu papá se fue. Así
que estaba protegiéndote.
Estuvo en silencio durante varios minutos. Dejé que pensara en todo esto
y no hablé. Jugueteó con sus pulgares mientras estudiaba sus manos. De vez en
cuando se giraba para mirar sobre mi hombro, por la ventana a la casa del
frente. No me podía imaginar lo que pasaba en su cabecita. Protegerlo de
cualquier dolor era mi primera preocupación.
—¿Tienen fotos de mi papá? —preguntó. Solo tenía un par en mi maleta
cuando me echaron, y eso era todo lo que Micah había visto de su padre.
Asentí. —Tienen muchas. Es posible que incluso puedas ver fotos de
cuando tenía tu edad. Puedes ver lo mucho que te pareces a él.
Se movió y miró por la ventana hacia su casa. —¿Puedo ir a ver las fotos
y tomar algunas galletas? —preguntó, girando de nuevo hacia mí.
Tabby probablemente nunca podría permanecer sin galletas de chocolate
de nuevo. —Estoy segura de que esperan ansiosamente que vayas allí. ¿Quieres
que vaya también? ¿O te gustaría que te deje ir solo?
Enviarlo solo allí me asustaba. Quería sostener su mano a través de esto,
pero igual que con todo lo demás, Micah era fuerte. Manejaba las cosas con una
fuerza que era inesperada para un niño de cinco años.
—Te quiero allí. Ella hace unas muy buenas galletas. Puedes comer
algunas también.
Quería dejar escapar un suspiro de alivio.
—Está bien. Deja que me vista y cepille mi cabello, entonces podemos ir
allí. ¿Por qué no vas a vestirte también? —Aún llevaba su pijama de Superman.
Asintió, saltó, y luego se fue corriendo. Esto fue mucho más fácil de lo
que había previsto. Pero entonces, todavía no tuvo tiempo para asimilarlo.
Fui detrás de él y entré al baño. Antes de hacer algo más, me quedé allí y
me miré. Siempre pensé que era bonita. Parecía que a los chicos les gustaba. No
era una belleza ni nada, pero mi cuerpo no estaba mal. Mis piernas eran largas y
tenía unas tetas copa C. Mi cabello era rojo, pero ya había hecho las paces con
eso hace mucho tiempo, así como con las pecas en mi nariz. Pero dolía saber
que Dewayne me describió como‖ promedio.‖ No…‖ fue‖ un‖ duro‖ golpe‖ para‖ mi‖
autoestima. Tal vez había envejecido más de lo que creía. Tal vez ser una madre
soltera luchadora me desgastó un poco. Me incliné hacia el espejo y busqué
arrugas. Vi mis pecas, pero arrugas todavía no. Supongo que mi nariz lucía un
poco rechoncha y mis brazos no estaban tan tonificados. No tenía tiempo para ir
al gimnasio. Cualquier signo de un bronceado había desaparecido.
Supongo que era promedio. Al menos no me llamó fea. Podría vivir con
eso. Además, era la mamá de Micah; ¿qué importaba lo que un hombre pensaba
de mí? No era como si estuviera buscando algo para comenzar a salir. Si ese
fuera el caso, podría pasar un poco más de tiempo de lo habitual haciéndome
ver menos agotada.
Cuando terminé de cepillarme los dientes y peinar mi cabello, quería
golpearme por dejar que la opinión de Dewayne me afectara. Era mejor que eso.
Más fuerte. Ser bonita no era algo que me preocupara normalmente. Fui a mi
armario, saqué un par de pantalones cortos, y me los puse, luego agarré una
camiseta sin mangas. No pensaría sobre mi elección de ropa. No me iba a vestir
mejor para una visita al otro lado de la calle. Tenía la intención de hacer un
poco de trabajo en el jardín hoy y hacer un picnic en el patio trasero con mi hijo.
No había ninguna razón para vestirme mejor. Ya había gastado más tiempo en
mi cara de lo necesario para esas actividades.
Deslicé mis pies en un par de chancletas y me negué a preocuparme
porque no pinté las uñas de mis pies desde que me quité el esmalte viejo la
semana pasada. Daba igual.
—¿Estás lista, mamá? —preguntó Micah mientras rebotaba sobre las
puntas de sus pies, mirando a través del mosquitero de la puerta hacia la casa
de los Falco. Se encontraba ansioso por verlos de nuevo ahora que sabía que
eran su familia.
—Sí, señor —respondí, tratando de alcanzar su mano y abriendo la
puerta—. Vamos a conocer a tus abuelos.
—Ya los conocí, mami. ¿Recuerdas?
Asentí. —Sí, es cierto, pero esta vez será diferente, porque ahora saben lo
importante que eres para ellos.
Pareció entender eso cuando empezó a caminar hacia la calle, jalándome
con él. El camión de Dewayne seguía en la entrada, y aunque sabía que él
necesitaba ver a Micah y hablar con él ahora que sabía que era de la familia,
deseaba que se hubiera ido.
Aunque‖ no‖ debiera‖ preocuparme‖ por‖ el‖ comentario‖ “promedio”,‖ hirió
mis sentimientos, y me iba a hacer sentir incómoda. Odiaba eso. Me hubiera
gustado que pudiera superarlo. Ese enamoramiento adolescente que tenía con
Dewayne mostraba su fea cabeza y se burlaba de mí con su opinión sobre mí.
Malditos hombres.
Dewayne
Mama se encontraba en la puerta, observando a Micah y Sienna caminar
hacia la casa. Retorcía las manos, casi sin poder contenerse. Estuvo observando
su casa desde que habíamos regresado. Me alegré de que Sienna no iba a
hacerla esperar. Había hablado con Micah de inmediato, al parecer.
Imaginé que el niño sería curioso y querría venir. Él era como su papá en
ese sentido.
—Míralo. Es tan perfecto. Se parece a Dustin. —Mamá suspiró con
asombro mientras ellos subían los escalones de la entrada.
—Abre la puerta, mamá —le dije.
Papá se levantó de su lugar en el sofá y se acercó para acompañarla
mientras recibían a su nieto. Su mano se posó en la espalda de mamá, y ella se
estiró para apretarla. Esto era bueno para ellos. Micah iba a ser bueno para
ellos.
Mamá abrió la puerta justo cuando Micah llegó. La estudió un momento,
y luego miró a papá. Todo el mundo permaneció en silencio, esperando a que él
dijera algo. Finalmente se encogió de hombros y extendió los brazos. —Así que,
yo soy su nieto.
Su declaración hizo que todos se relajaran, y mis padres comenzaron a
reír. Entonces mamá se inclinó y extendió los brazos. —Sí, lo eres, y me gustaría
un abrazo de mi nieto.
Micah la abrazó de buena gana. Su pequeña mirada encontró la mía a
través del cuarto, y sonrió. —Hola, tío Dewayne —dijo.
Nada en mi vida me preparó para eso. Me las arreglé para no hacer el
ridículo al ponerme emocional como una maldita mujer y asentí. —Hola,
hombrecito —respondí con una sonrisa.
Se apartó de mi mamá y la miró seriamente. —¿Tienes alguna galletita?
—preguntó.
La risa de mamá era musical y ligera. No la oía así en mucho tiempo. —
Sí, sí tengo. Hice un lote solo para ti. Vamos a la cocina.
—Primero necesito mi abrazo —dijo papá, y Micah se le acercó mientras
él se inclinaba para darle un abrazo.
—Eres muy grande. Mi papá era muy grande como mi tío Dewayne. He
visto fotos. ¿Tienes fotos de él?
Papá se tensó por un momento, luego se relajó. No veíamos fotos de
Dustin desde su muerte. Ni siquiera hablábamos de él. Pero este chico quería
recordarlo.
—Sí, tenemos un montón de fotos de tu papá. Podemos mirarlas juntos
—dijo, y Micah le sonrió con entusiasmo.
—¿Escuchaste eso, mamá? ¡Tenías razón! Tienen muchas fotos de papá
—dijo, mirando a Sienna.
Fue la primera vez desde que entraron en la casa que me permití mirarla
de verdad. Y fue un error porque, maldito sea el infierno, llevaba puesto
pantalones cortos y una camiseta apretada que mostraba lo bien dotada que
estaba. Su cabello se encontraba peinado en ondas sedosas, y extrañé el aspecto
desordenado de esta mañana. Quería desordenarlo de nuevo. Mientras esas
piernas se envolvían a mi alrededor.
¡No! ¡Mierda! Tenía que parar con esa mierda. Ella era la mamá de Micah.
No una follada.
—Adelante, señorita. También tenemos galletas para ti —le dijo papá a
Sienna, que todavía no hablaba.
Ella se sonrojó y me miró, luego de regreso a mi padre. —Estoy bien. No
debería comer galletas tan temprano.
Papá puso el brazo alrededor de sus hombros. —Las galletas son para
cualquier hora del día. ¿No sabías eso? Recuerdo que te comías las galletas de
Tabby cada vez que ponías un pie en la puerta.
—Era más joven y me encontraba en mejor forma —respondió, mientras
su rubor empeoraba.
¿De qué demonios hablaba? La mujer tenía curvas en todos los lugares
correctos. No había nada mejor que eso.
—Todavía eres una jovencita. Mejor come esas galletas ahora. Cuando
seas mayor todo cambiará. Aprovecha de comerlas mientras sigues joven.
Sienna se rió y fue con mi padre a la cocina. Me quedé de pie ahí, sin
saber dónde encajaba aquí. Era la casa de mis padres, pero de repente me sentí
como el infiltrado.
—¡Tío Dewayne! Ven a comer estas galletas conmigo. Mamá T también
tiene leche de verdad —gritó Micah.
Por otra parte, tal vez sí tenía un lugar.
Sienna
Los Falcos no se veían listos para dejar ir a Micah. Fue atendido todo el
día, y le encantaba la atención. Dewayne se fue alrededor de las cuatro,
despidiéndose y diciéndole a Micah que lo vería pronto.
Poco después de que Dewayne se fuera, intenté irme con mi hijo porque
todavía no iba al supermercado. Siempre iba el domingo para prepararme para
la semana. Micah, sin embargo, se aferró a la idea de quedarse con Tabby y
Dave mientras yo hacía las compras de comestibles. Así que se lo permití.
No estaba segura si podía recordar un momento en que hubiera ido al
supermercado sin Micah. Él siempre se hallaba conmigo, por lo que
acostumbraba a decirle que no cuando pedía alimentos azucarados. Esta era
una experiencia mucho más tranquila y bastante pacífica. Amaba a mi hijo, pero
decidí que me gustaba hacer las compras sin él.
Me tomé mi tiempo caminando por cada pasillo, pensando en lo que
necesitábamos, y la cantidad de dinero que tenía para gastar. Mantenía una
calculadora en mi bolso para ir de compras porque intentaba hacer los cálculos
en mi cabeza, pero era vergonzoso cuando llegabas a la caja registradora y
tenías que sacar cosas de las bolsas y devolverlas porque no tenías suficiente
dinero.
Sin pagar el alquiler, teníamos más de lo normal para comida, y era
agradable ser capaz de derrochar en el helado de menta con chispas de
chocolate que Micah tanto amaba y un poco de té de limón para mí. Me detuve
frente al pan y busqué un pan para sándwich que fuera saludable pero aun así
que pareciera lo bastante blanco para convencer a Micah de comerlo. También
tenía que encontrar uno que no costara demasiado. Cinco dólares por una
hogaza de pan era ridículo. La mayoría de las veces encontraba pan de trigo y
miel que era lo suficientemente claro para que Micah no se quejara.
—El pan es un asunto serio. Puedo notar que estás de acuerdo —dijo una
voz masculina a mi lado, y me di la vuelta para ver a un hombre alto, de pelo
oscuro, que parecía tener al menos treinta años. Sus pantalones y camisa de
botones podrían ser una de las razones por las que parecía más viejo, pero las
arrugas alrededor de sus ojos cuando sonreía era un claro indicativo. Sin
embargo, no tenía un mal aspecto.
—Complacer a mi exigente hijo es el asunto —expliqué. Normalmente, si
sacaba el tema de mi hijo, los hombres retrocedían. Si éste iba a tratar de
coquetear conmigo, bien podría seguir adelante e irse por donde llegó.
El hombre asintió, sin dejar de sonreír, como si comprendiera. —Sí,
entiendo completamente eso. Mi sobrina siempre va por el pan blanco cuando
viene de visita. Tiene nueve años, y su madre no compra de ese tipo de pan en
casa. Soy el tío rompe-reglas.
Escogió una hogaza de pan blanco de los más caros y me guiñó un ojo. —
Tengo que romper algunas reglas de vez en cuando para sentirme bien. Mi
trabajo me hace tan poco genial que a veces necesito algo para levantarme el
ánimo.
Era más allá de agradable. De hecho, era muy lindo. Tenía ese aspecto
limpio del que no era una gran fanática, pero él lo llevaba bien.
—¿De verdad? ¿Qué trabajo tan poco genial tienes? —pregunté,
sorprendiéndome. Normalmente no alentaba conversaciones con hombres. Pero
éste me gustó. Era muy amable, y no se sentía como si estuviera tratando de
ligar conmigo en el pasillo del pan.
—Vicerrector de la secundaria Sea Breeze —respondió, luego dejó
escapar un suspiro y negó con la cabeza—. Gran decepción, lo sé.
Un rector. Era joven para ser rector. O tal vez era mayor de lo que asumí
en un principio.
—Ese no puede ser un trabajo fácil —contesté, finalmente agarrando un
pan que pensé que funcionaría.
—No es tan malo. Pero también hay días como hoy, cuando salgo del
trabajo tarde y estresado, luego me encuentro con una hermosa mujer
analizando el pan.
Hermosa mujer. No tenía idea de lo agradable que era escuchar eso. Era
un bálsamo para mi ego, el cual Dewayne aplastó esta mañana. Él no era tan
devastadoramente hermoso como Dewayne, ni podría ser considerado sexy con
exactitud. Pero era atractivo, y tenía una sonrisa amable. Se encontraba dentro
de mi liga.
—¿Fui demasiado brusco? ¿Debí ir más lento? —preguntó el tipo, y tuve
que reír.
Negué con la cabeza. —No. Pensaba en lo agradable que es ser llamada
hermosa —expliqué.
Frunció el ceño. —Me imaginé que te lo decían un montón.
En realidad no. Los chicos que normalmente se fijaban en mí me decían
que era caliente o me invitaban a salir sin rodeos. Luego se hallaban los chicos
que pensaban que yo era promedio. ¡Ugh! Tenía que superarlo.
Sonreí y extendí la mano para estrechar la suya. —Sienna Roy —dije,
decidiendo que me gustaba lo suficiente para intercambiar nombres.
Deslizó su mano más grande en la mía y la estrechó. —Encantado de
conocerte, Sienna. Cam Dodge.
No soltó mi mano de inmediato, sino que la sostuvo con firmeza un
segundo más de lo necesario.
—Así que, Sienna, ¿qué es lo que haces? ¿Además de comprar pan para
tu hijo?
—Soy peluquera —respondí.
—Y supongo que no estás casada. Eché un vistazo casual a tu dedo
anular cuando me acerqué y te di un buen vistazo.
Riendo, negué con la cabeza. —No. No estoy casada.
Asintió, y la sonrisa despreocupada en su rostro se hizo más
esperanzada. —Supongamos‖ que‖ te‖ invitó‖ a‖ cenar‖ el‖ viernes‖ en‖ la‖ noche…‖
¿irías?
Él era dulce. Le faltaba esa arrogancia que solía encontrar en los
hombres, y eso me gustó mucho. Normalmente no aceptaba las citas debido a
Micah, pero ahora que los Falco se hallaban en su vida, tal vez les encantaría la
oportunidad de quedarse con él la noche del viernes. Claro, mi cuerpo y quizá
mi corazón querían a Dewayne, pero no era probable que eso ocurriera.
¡Mierda! Tenía que dejar de pensar en Dewayne. Era el tío de Micah, eso era
todo. Dejarlo escabullirse en mis pensamientos de esa manera solo terminaría
causándome dolores de cabeza que no necesitaba.
—Tengo que discutirlo con mi hijo. Asegurarme de que esté de acuerdo
con que salga en citas. Normalmente vemos una película y hacemos palomitas.
—Le‖contaba‖m{s‖de‖lo‖normal‖a‖este‖hombre…
Cam sonrió y tendió su teléfono. —Por qué no pones tu número aquí, y
entonces podré mandarte un mensaje para que tengas mi número. Me puedes
llamar cuando hayas hablado con tu hijo.
No le asustaba la idea de Micah. Esta era una primera vez.
Tomé el teléfono y marqué mi número, luego se lo devolví. —Aquí tienes
—dije después de enviarme un mensaje a mí misma—. Ya envié un mensaje a
mi teléfono. Te responderé sobre el viernes mañana a más tardar.
Me dio una sonrisa torcida que era muy linda, luego hizo un gesto hacia
el siguiente pasillo. —Supongo que será mejor que vaya a buscar un poco de
mantequilla de maní para untarle al pan. Estaré esperando oír de ti, Sienna Roy
—dijo, luego se volteó y se alejó.
En realidad podría tener una cita, pensé. Una verdadera cita.
Dewayne
Micah visitó la casa de mis padres la tarde del lunes y martes esta
semana. Mamá me llamaba para contarme todo lo que decía y hacía mientras se
encontraba allí. Quedó fascinada con el niño. Me sentía malditamente
agradecido por él. No había visto a mi madre tan feliz en mucho tiempo.
Mamá me llamó esta mañana para decirme que tenía que llevar a papá a
su examen de rutina al cardiólogo y no estaría en casa durante la tarde. Le
preocupaba que Micah no consiguiera ir de visita. Le aseguré que él lo
entendería, pero no parecía muy convencida. Así que le dije que llevaría la cena
a casa de Sienna y comería con ellos. Eso la apaciguó.
Eventualmente tendría que hablar con mamá acerca de esto. Sofocaría a
Sienna si seguía así. Ella se comportaba genial al dejar que Micah fuera de visita
durante un par de horas cada tarde, pero esperaba que lo limitara muy pronto.
Fueron solo ella y Micah durante cinco años. No permitiría que mi mamá
tuviera a su hijo todo el tiempo. Tenía la esperanza de que mamá la convenciera
de que Micah comenzara a llegar a su casa después de la escuela. Sería de gran
ayuda para Sienna ahorrar el dinero y tenía la certeza de que le gustaría la idea
de que su hijo no fuera a la guardería después de la escuela. Pero no sabía si se
sentiría lista para eso.
Estacionando mi camioneta en la calzada de Sienna, hice una mueca ante
la visión de su destartalado auto. Íbamos a hablar de eso. No me gustaba que
Micah montara ese pedazo de mierda. Era peligroso. El orgullo de Sienna sería
un obstáculo. Era la única razón por la que no le había traído un auto nuevo a
casa. Sabía que no lo aceptaría. Tenía que encontrar una manera de hacer que
aceptara.
La puerta principal se abrió, y Micah salió corriendo al pórtico,
saludándome con una gran sonrisa.
Cuando llamé a Sienna y le pregunté si podía traer la cena y visitar a
Micah, pareció renuente al principio. Mantenía su distancia, y lo entendía.
Concordaba con ello. Demonios, lo necesitaba. Acercarme sería un gran error.
Cuidaría de ella y del niño, pero no iba a involucrarme demasiado en el
proceso.
Estiré la mano y agarré las dos pizzas grandes del asiento del pasajero.
Micah vendría por mí si no me apresuraba, y no quería que viera el paquete de
cervezas en el suelo. Salí de la camioneta y me dirigí al pórtico.
—¡Trajiste pizza! ¡Me encanta la pizza! Me gustan más los macarrones
con queso, pero me encanta la pizza real. Es mejor que esté hecha con pan —
dijo, sonriendo. Entonces su sonrisa se desvaneció, y se volteó para mirar hacia
la casa con un ceño de preocupación.
Empecé a preguntarle qué le pasaba, cuando regresó su mirada con
grandes ojos hacia mí. Se veía molesto. —No le digas a mamá que dije eso sobre
las pizzas de pan. Va a herir sus sentimientos. Ella las hace porque son baratas.
El niño protegía a su mamá de nuevo. Hizo que mi pecho se llenara de
orgullo y dolor al mismo tiempo. No era más que un bebé, pero se comportaba
como el hombre de la casa. Él no debería tener ese tipo de responsabilidad
sobre sus pequeños hombros.
—Será nuestro secreto —le aseguré, bajando la voz.
Parecía aliviado, y una sonrisa reemplazó su ceño fruncido. —Mamá dijo
que me conseguirías una con mucho queso —dijo, emocionado de nuevo.
Me di cuenta que la pizza era un lujo para ellos dos. Lo que me molestó
de nuevo. ¿Por qué demonios los padres de Sienna le hicieron eso? Ellos no
deberían haber sufrido tanto. Mis padres se habrían asegurado de que tenían
todo lo que necesitaban, y una maldita pizza de un local no sería un lujo.
—Mamá hizo un poco de té dulce, y mamá T trajo una cesta entera de
galletas esta mañana. Pero mamá dijo que tenemos que esperar hasta el postre
para comerlas.
Empecé a responder, pero entonces Sienna apareció en la puerta y mi
lengua de repente quedó atrapada en mi paladar. Iba vestida con un par de
pantalones cortos de mezclilla y una camiseta de George Strait de un tour de
hace nueve años. Ella solo tenía trece años en ese entonces, y sabía que los Roy
no la dejaron ir al concierto de George Strait en el muelle ese año.
—Linda camiseta —dije, necesitando una excusa para mirar sus curvas.
Sus perfectamente deliciosas curvas. Por las que quería pasar mis manos y
marcar con un rastro de mordiscos. Marcando un camino‖hacia…‖¡Detente! No.
No podía hacer eso.
—Dustin la consiguió para mí. La utilicé como una camiseta de dormir
durante años debido a que era demasiado grande. Él fue con sus amigos, y tú
los llevaste, creo —dijo con una pequeña sonrisa.
Sí lo hice, pero me había olvidado. Dustin todavía no se daba cuenta ni se
aseguraba que todos supieran que Sienna era suya, y ella ya cambiaba en ese
entonces. Los chicos fueron notándola. Él le compró la camiseta, sin embargo,
cuando le señalé que probablemente ya había oído que llevó a Victoria Harris al
concierto. Victoria no era tan bonita como Sienna en ese entonces, y ni de lejos
era tan hermosa como Sienna ahora. Mi hermano se obsesionó con las tetas de
Victoria. Eso era todo.
Así que compró esa camiseta para Sienna. Es curioso cómo reprimí ese
recuerdo. Pero ver a Sienna en esa camiseta trajo todo de regreso.
—Recuerdo haberlos llevado. No fue un gran concierto. No te perdiste de
mucho —le dije.
Se rió, y todo a su alrededor se iluminó. El sonido de su risa hizo que
todo lo que parecía incorrecto mejorara. —Sé que es una mentira. Pero gracias
por intentarlo. Victoria Harris se aseguró que supiera lo increíble que había sido
el concierto. También se aseguró de que supiera que a pesar de que conseguí la
camiseta, ella consiguió al chico. —Hizo una mueca—. Pero eso fue antes.
Antes. Antes de que obligara a mi hermano a despertar de una puta vez
y ver lo que se encontraba justo frente suyo. Sienna lo adoraba y a él le
encantaba, pero no estuvo dispuesto a hacer ninguna cosa remotamente
exclusiva. Hasta que almorcé con ella y llamó la atención de todos los chicos en
la secundaria Sea Breeze. Eso le ardió en el culo a Dustin.
—Entra con esas pizzas. Ya tengo la mesa puesta. —Dio un paso atrás
para que pudiera entrar.
—¿Tengo que llenar los vasos con hielo? —le preguntó Micah.
—Eso sería muy servicial —le dijo ella.
Se apresuró hacia la cocina. Puse las pizzas en el centro de la mesa,
mientras él se paraba sobre una silla para agarrar los vasos. Me moví para ir a
ayudarlo, pero la mano de Sienna tocó mi brazo.
—No lo ayudes. Déjalo hacerlo —dijo en un susurro.
Esta era la razón por la que era tan responsable a su edad. Sienna lo
dejaba sentir importante. No estaba seguro de sí me gustaba la idea de que no
tuviera la oportunidad de ser un niño o si esto era una buena formación. Tal vez
criaba a un hombre mejor de lo que mi hermano o yo fuimos. Dios sabe que yo
amaba a mi mamá, pero ella nos mimó a mí y a mi hermano. No se puede decir
que ayudó mucho a ninguno de los dos.
Sienna
Comí en silencio la rebanada de pizza mientras escuchaba a Micah
decirle a Dewayne todo lo que posiblemente podría querer saber y algo más.
Disfruté saborear la pizza. Estaba deliciosa y era cuidadosa de tomar bocados
pequeños. No había manera de que pudiera comer dos rebanadas delante de
Dewayne. No me importaba normalmente lo mucho que comía delante de los
hombres. Pero sabiendo que Dewayne estaría pensando en lo mucho que no
tenía necesidad de una segunda rebanada haría más difícil comer.
Además, Dewayne comió cinco rebanadas, y Micah estaba en su segunda
rebanada. Hacían un buen trabajo poniendo las pizzas lejos de ellos. Ver a
Micah disfrutar de la pizza de queso valió la pena sentarse a través de esto con
Dewayne.
Cuando Dewayne preguntó si podía llevar la cena y visitar a Micah esta
noche, quise inventar una excusa. Quería relajarme después del trabajo, y estar
cerca de Dewayne no era relajante. Pero sabía cuánto Micah amaría esto, por lo
que dije está bien. Y ahora me encontraba aquí sentada, tomando las mordidas
más pequeñas del mundo de una rebanada de pizza mientras mi estómago
gruñe por la falta de almuerzo de hoy. Cuando Dewayne se fuera, me comería
un pedazo de pizza sobrante. Tal vez dos.
—¿No es cierto, mamá? —dijo Micah, y recuperé la atención y parpadeé,
centrándome en mi hijo.
—Uh, ¿qué es cierto? —pregunté, sintiéndome como un idiota.
—¿No tienes una cita mañana por la noche?
¿Qué? ¿Por qué hablaba de eso? Le pregunté si le importaba, y luego
hablé con Tabby, quien estuvo encantada de que fuera a una cita con el
subdirector Dodge. Sin embargo, esto no era asunto de Dewayne.
Simplemente asentí y metí un bocado más grande de pizza en mi boca.
—Es un director —añadió Micah con orgullo. Tomó la idea de que salga
con alguien mucho mejor de lo que preví.
—¿Director? —preguntó Dewayne, sus ojos ahora completamente
enfocados en mí. Tragué la pizza y tomé un trago de agua. Entonces asentí y
forcé una sonrisa.
—¿Dónde? —preguntó Dewayne, no luciendo feliz sobre esto en
absoluto—. Pensé que habías dicho que no tenía citas. Que tenías a Micah y eso
era suficiente.
Whoa…‖espera‖un‖minuto.‖La‖ira‖hervía‖en‖mi‖sangre,‖y‖me‖enderecé e
incliné hacia delante, mirando a Dewayne con una advertencia que esperaba
entendiera. —Cam Dodge. Es el subdirector en la escuela secundaria, y si
consigo que me invite un hombre agradable que no crea que soy promedio, esa
es mi decisión. Si le pregunté a Micah cómo se sentía en primer lugar, y luego
hablé con Tabby antes de acceder a esta cita. Tu madre estaba encantada.
Dewayne apretó la mandíbula y no se inmutó. —¿Dónde conociste a
Cam Dodge?
Terminé. Esto terminó. Me puse de pie y tiré la servilleta sobre la mesa.
—No es asunto tuyo —le informé, y comencé a limpiar la mesa.
—Lo conoció en el pasillo del pan en el supermercado. Fue muy amable
con ella —ofreció Micah ya que yo no hablé. Ese chico no sabía cuándo
mantener la información para sí mismo.
—¿El pasillo del pan? —preguntó Dewayne, como si estuviera
horrorizado por la idea.
Tomé varias respiraciones profundas antes de darme la vuelta para
mirarlo de nuevo después de poner los platos sucios en el fregadero. Era
bienvenido en la vida de Micah, pero no era bienvenido en la mía. No
necesitaba su aprobación.
Solo mirarlo me hizo agrietarme solo un poco. Odiaba que me afectara
de esta manera. Puse las manos en mis caderas. —Sí, Dewayne, en el pasillo del
pan. Discutimos del pan blanco y sus alternativas saludables. Fue agradable
conmigo. Se sintió bien. Seis años, Dewayne. Seis años muy largos. Creo que me
hace falta una cita para cenar.
Dewayne se encogió esta vez. Le sonreí, aunque no llegó a mis ojos.
Estaba enojada. Quería que se fuera. Pero él se hallaba aquí por Micah. Ya era
hora de que les diera un tiempo a solas.
—Voy a tomar un baño mientras ambos juegan. Ven a buscarme cuando
Dewayne se vaya —le dije a Micah. Entonces forcé mi mirada de nuevo a
Dewayne—. Gracias por la cena. Estaba delicioso.
Me di la vuelta y caminé hacia el pasillo.
—Apenas comiste algo de ello —me gritó.
—No quiero ganar peso y hundirme por debajo de la línea promedio por
la que estoy caminando —contesté, entonces cerré de golpe la puerta de mi
habitación detrás de mí.
Cerrando los ojos, tomé varias respiraciones calmantes, luego comencé a
desnudarme. Estaba lista para un largo baño en la bañera con las nuevas sales
de baño que Hillary me dio a probar. Quería que sus empleados probaran los
productos que tenía en el salón, así podríamos recomendarlos. Me encantó la
idea porque nunca me dejaría derrochar en cosas como sales de baño.
La risa de Micah en el salón me recordó por qué Dewayne estaba aquí, y
dejé que mi ira y frustración con él se vayan. Vino a ver a Micah. Protegía a
Micah. Tan insultante como era para él cuestionar mis opciones, me alegré de
que quisiera ser parte de la vida de Micah. Yo tenía que aprender a tomar el mal
con el bien.
A partir de ahora, cuando Dewayne viniera a visitar a Micah,
simplemente tomaría baños muy largos. Podría comer más aquí también. Era
una situación de ganar-ganar. Lo bueno de Dewayne siendo un imbécil era que
no me comportaba toda tonta a su alrededor. Su hermoso cuerpo y cara ya no
llegaban a mí.
Bueno, casi.
***
***
Dos horas después estaba lista para regresar a casa y ponerme mi pijama.
Cam realmente era agradable, pero estaba un poco aburrida con él. Hablaba del
trabajo y me preguntaba sobre mí. Lo hizo todo bien, pero faltaba algo. No
estaba segura si yo era exigente porque mi última relación fue con alguien con
quien ya era cercana.
―¿Quieres‖ que‖ nos‖ detengamos‖ en‖ Live‖ Bay‖ y‖ escuchar‖ tocar‖ a‖
Jackdown? Oí que son buenos. Aun no los he visto, pero Live Bay parece ser el
lugar para ir a escuchar música en vivo y bailar.
Por primera vez en toda la noche, algo sonaba emocionante. No había
bailado‖en‖mucho‖tiempo…‖desde‖el‖baile‖de‖graduación,‖no‖estaba‖segura‖de‖
que eso contara. Bailaba con Micah todo el tiempo alrededor de la casa, pero
música en vivo y un baile real sonaba a diversión. Quizá el restaurante elegante
y sofisticado al que él me llevó fue lo que me aburrió. Si a él le gustaba bailar,
no podía ser completamente aburrido.
―Suena‖divertido‖―dije,‖tratando‖de‖no‖saltar‖en‖mi‖asiento‖como‖una‖
niña.
Él metió su Volvo en el estacionamiento. El lugar se encontraba lleno. Lo
asimilé todo. Este era un mundo que no conocía. Uno que quería probar. Live
Bay había estado alrededor cuando tenía dieciséis, pero no era lo
suficientemente grande como para entrar. Ahora iba a lograr ver que era todo el
escándalo.
―¿Ese‖es‖tu…‖eh,‖el‖tío‖de‖tu‖hijo?‖―preguntó‖Cam.
Giré la mirada hacia donde él observaba e inmediatamente deseé no
haberlo hecho. Ver a Dewayne presionando a alguna chica contra su camioneta
mientras atacaba su cara no era lo que quería presenciar. Estaba segura de que
era preciosa. Sorprendentemente, tenía pelo rojo. Eso era todo lo que podía ver
de ella. Tal vez mi cabello necesitaba ser más claro para Dewayne. Ella también
se veía bronceada. No tenía tiempo para broncearme. Debería salir. Podría jugar
afuera con Micah y conseguir un bronceado.
Espera…‖¿Cómo‖sabía‖Cam‖quién‖era‖Dewayne?
Aparté la mirada de Dewayne y la mujer afortunada para mirar a Cam.
―¿Cómo‖ sabías‖ que‖ era‖ Dewayne?‖ ―pregunté.‖ ¿Me‖ investigó?‖ Si‖ lo‖ había‖
hecho, no estaba segura de cómo sentirme por eso. Parecía miedoso.
Cam presionó los labios como si estuviera pensando mucho sobre algo.
Mierda. Necesitaba alejarme de este hombre. ¡Pudo haberme acosado!
―Dewayne‖me‖visitó‖hoy‖en‖el‖trabajo.‖Quería‖echarme‖un‖vistazo‖antes‖de‖que‖
salieras conmigo.
No tenía palabras. Ninguna. Cam decía la verdad. No tenía que
preguntarle a Dewayne para saber que Cam decía la verdad. Era algo que él
haría. No confiaba en mí para mantener seguro a Micah, así que lo hizo por mí.
Entendía eso en cierto modo, pero él cruzó la línea. No iba a dejar que entrara
en mi vida privada y metiera la nariz en donde no pertenecía. Quizá debería
descubrir quién era esa mujer en quien en este momento tenía su lengua hasta
la garganta. Si él iba a estar alrededor de Micah, merecía saber si ella era
apropiada.
―Para‖ el‖ auto‖ ―ordené,‖ y‖ Cam‖ no‖ discutió.‖ Se‖ metió‖ en‖ el‖
estacionamiento, salí de él sin una explicación y caminé hacia la espalda de
Dewayne, dejando que mi furia ardiera con cada paso. No había pensado en
esto, pero ahora mismo me sentía tan molesta que no me importaba.
Lo golpeé duro en la espalda sin pensar en que él podía lanzarme de un
golpe a través del estacionamiento. Afortunadamente, tuve la previsión de dar
un paso atrás mientras Dewayne giraba y alcanzaba mi brazo. Sus ojos estaban
rojos, y se encontraba molesto. Su agarre en mi brazo hizo que mis rodillas se
desplomaran porque en serio sentía que iba a partir mi brazo en dos. Pero luché
para contener el grito de dolor y traté de mantener la mirada de enojo en mi
cara.
Al momento en que sus ojos se enfocaron en mí, dejó caer mi brazo como
si‖quemara.‖―¡Joder!‖Sienna,‖¿qué‖demonios‖haces?
No sostendría mi brazo lastimado delante de él y la muñeca detrás. Sí, la
llamé muñeca, porque ahora que podía verla, parecía una. En realidad
demasiado maquillaje, y sus pechos estaban desnudos.
―Tú‖ ―dije,‖ apuntando‖ a‖ Dewayne‖ con‖ la‖ mano‖ atada‖ a‖ mi‖ brazo‖
bueno―.‖ ¡Hoy‖ fuiste‖ a‖ la‖ oficina‖ de‖ Cam!‖ ¿Cómo‖ te‖ atreves‖ a‖ cuestionar‖ mis‖
decisiones?‖ Cuando‖ est{s‖ aquí‖ afuera‖ con…‖ ―Miré‖ a‖ la‖ mujer‖ que‖ gracias‖ a‖
Dios había cubierto‖su‖pecho―…‖ella.
La‖ chica‖ me‖ frunció‖ el‖ ceño.‖ ―¿Quién‖ es‖ esta?‖ ―preguntó‖ con‖ un‖
puchero, y me di cuenta de que sus labios estaban inyectados. Guácala.
―Te‖protegía.‖Alguien‖tiene‖que‖hacerlo.‖Accediste‖a‖salir‖con‖un‖extraño‖
en la tienda de comestibles, Sienna. Me aseguraba de que no fuera un sicópata.
―¡No‖tenías‖derecho!‖No‖lo‖llevaría‖alrededor‖de‖Micah.‖No‖hasta‖que‖lo‖
conociera. Así que eso significa que no es tu asunto.
Dewayne levantó las cejas y dio un paso hacia mí. Su expresión se
oscureció. ―Sí,‖lo‖es.‖Quiero‖a‖la‖mam{‖de‖Micah‖segura.
Bueno, mierda. No me derretiría porque estaba siendo un oso posesivo y
protector. Solo porque no sabía lo que se sentía no significaba que tenía que
gustarme. Maldición.
―¿Y‖ella‖qué?‖Est{s‖en‖la‖vida‖de‖Micah. ¿Ella es‖segura?‖―pregunté.
Dewayne ni siquiera miró atrás o explicó. Estuvo a punto de follarla aquí
en‖frente‖de‖todo‖el‖mundo,‖pero‖ahora‖la‖ignoraba.‖―Ni‖siquiera‖sé‖su‖nombre,‖
Sienna. Esto solo es diversión, nena. Nunca la veré de nuevo.
―Disculpa‖―dijo la chica, ahora más molesta.
Mi corazón hizo una pequeña voltereta cuando me llamó nena. Lo que
era ridículo. Él pensaba que yo era mediocre, y ahora sabía por qué. No usaba el
maquillaje suficiente o mostraba la piel suficiente para él.
―Eso‖es‖lo‖que hago, Sienna. No tengo relaciones o salgo a citas. Tú ibas
a salir con el tipo. Tenía que asegurarme de que fuera un buen hombre.
De acuerdo. No entendía para nada su mundo. Dewayne aún era un
mujeriego, aparentemente. Nunca lo había visto en una relación con una mujer.
Lo que era una pena porque la cosa territorial y la forma en la que me llamó
nena fueron bastante increíbles. Incluso en su forma bárbara él me hacía sentir
especial. Era bueno en eso.
Cam se aclaró la garganta detrás de mí, y me di cuenta de que lo había
olvidado en el auto. Giré de nuevo hacia él y le di una sonrisa de disculpa.
―Cam,‖conoces‖a‖Dewayne‖―dije,‖luego‖miré‖otra‖vez‖a‖Dewayne―.‖Así‖que,‖
¿pasó la inspección?
Dewayne no apartó sus ojos de mí. Me sostuvo la mirada por un
momento demasiado largo. La mujer con él dijo algo, pero me encontraba
completamente‖perdida‖en‖sus‖ojos.‖Siempre‖los‖amé.‖―Sí,‖Pequeña‖Pelirroja,‖él‖
es seguro.
No me había llamado así en tanto tiempo que olvidé el sobrenombre.
Pero eso no fue lo que más me golpeó.‖Fue‖la‖forma‖en‖que‖dijo‖“seguro”.‖Como‖
si lo hubiera defraudado. ¿No me quería con alguien seguro?
―Cuídala‖―le‖dijo‖a‖Cam,‖luego‖se‖dio‖la‖vuelta‖y‖tomó‖a‖la‖chica‖por‖el‖
brazo, y regresaron al club.
Cam me tocó el brazo adolorido, y salté. Mierda. Me olvidé de eso. Casi
palpitaba.‖―Est{‖oscuro‖aquí‖afuera,‖pero‖parece‖que‖va‖a‖ser‖un‖gran‖moretón.‖
Vamos a llevarte a casa y a poner algo de hielo en él. A menos que no puedas
moverlo y necesites que te lleve al hospital.
Lo moví, y fue lo suficientemente fácil. Solo hice una mueca y me
salieron lágrimas.
―Estoy‖bien.‖Solo‖necesito‖algo‖de‖hielo‖―le‖aseguré.
No hablamos mucho de camino a mi casa, y supuse que sería el final de
Cam. No es que pudiera culparlo.
***
***
***
***
Una hora más tarde conduje mi nuevo Chevy Tahoe y quedé totalmente
enamorada. Tenía todo. Incluso un techo corredizo. La radio funcionaba y tenía
calentadores de asiento. Micah iba a estar vertiginoso de emoción por la
televisión que se desplegaba desde el techo.
Cuando por fin cedí y admití amar la Tahoe, Dewayne sonrió como un
niñito en la mañana de Navidad. Estaba feliz por ello. No tenía sentido cómo se
sentía feliz por gastar este tipo de dinero en alguien. A mí me estresaba el
precio, pero me aseguró que tenía el dinero y podía pagar en efectivo. Que
quería hacer esto.
Los papeles de propiedad me serían enviados con mi nombre en unas
pocas semanas. Sería dueña de este Tahoe. Podría conducirlo al menos durante
los próximos diez años. Tuve ganas de llorar del alivio. Yo tenía una casa y un
coche seguro y fiable. Me hizo sentir modesta. Nunca esperé esto. Nunca.
Miré por el espejo retrovisor y vi como Dewayne giró a la izquierda ante
la luz roja, y se dirigió a donde sea que vivía. Nunca había visto su casa.
Dudaba que lo hiciera a menos que Micah fuera allí a visitarlo.
La idea me puso triste. Quería saber cómo lucía la casa de Dewayne.
Quería ver su mundo. Su vida. Pero nunca iba a conseguir ese privilegio. Se
aseguró de que entendí eso.
Entré en mi camino de entrada, y la puerta principal se abrió cuando
Micah salió corriendo con una enorme sonrisa. Tabby se puso de pie en mi
puerta, sonriendo. Dewayne debe haber llamado.
Abrí la puerta, y Micah dio un salto a mis brazos. —¿Dewayne nos
compró esto? ¿De verdad? ¡Es impresionante!
Asentí y parpadeé para alejar las lágrimas en los ojos. Fue impresionante.
—Incluso tiene televisión —le dije, dejando que entre para
inspeccionarlo.
Tabby se acercó, secándose las lágrimas y sonriendo. —Es un buen
hombre. Simplemente no se da cuenta. Duda de sí mismo, pero mi chico es de
los mejores. Siempre ha tenido un corazón de oro. Solo tiene que despertarse y
verlo.
—Es demasiado. No puedo creer que comprara esto. Estoy asombrada, y
me siento culpable por dejar que lo haga —admití.
Rió. —Chica, no tenías otra opción. Una vez que Dewayne decide que
quiere hacer algo, entonces así será. Él lo va a hacer. Y quería que tú y Micah
tengan un vehículo seguro. Además, si hubiese visto lo entretenido que estaba
Micah al revisarlo, podría ir a comprar otro.
Tenía razón. Dewayne era un buen hombre. Mucho mejor de lo que se
creía. ¿Era posible que él necesitara a alguien que le muestre que era especial?
¿Era eso? Ninguna mujer intentó hacerle ver lo maravilloso que era por dentro.
¿Podría yo hacerlo?
Dewayne
Había terminado de cargar mi lavaplatos y me dirigía a la ducha cuando
un golpe en la puerta me detuvo. Di media vuelta y fui a abrir. Sienna se
encontraba parada allí con una caja de pastel y una sonrisa nerviosa. No me
esperaba verla en mi puerta.
—Hola. Uh, Micah y yo te hicimos algo. Le encantó la Tahoe. Tuve que
obligarlo a salir de allí. Quería quedarse a ver una película esta noche.
Eso me hizo sonreír. Tendríamos que hacer un viaje por la carretera
pronto para que pudiera ver su película. —Me alegra que lo apruebe —dije,
luego di un paso atrás para dejarla entrar.
Miró a su alrededor, y pude ver la sorpresa en su cara de que estuviera
limpio. No me llevaba bien con el desastre. Me gustaban mis cosas guardadas.
Era una de las razones por las que no tenía compañeros. Me harté de ello, ya
que lo intenté una vez y un día casi tiré a Preston por la ventana hacia el
estacionamiento.
—Tu madre le dijo a Micah que te gusta el chocolate. Así que te
preparamos un pastel de chocolate. La guinda fue el trabajo de Micah, por lo
que es creativo —dijo.
Tomé la caja de sus manos y me dirigí hacia la cocina. —Ven —le dije.
Debía dejar abajo la torta y decidir si me gustaba tenerla en mi espacio.
La había imaginado aquí antes, pero entonces, esas fantasías normalmente se
llevaban a cabo con ella desnuda en mi cama o ducha. Una vez incluso, había
estado inclinada sobre mi sofá.
—Eres muy limpio. Creo que no me lo esperaba —dijo, mirando a su
alrededor.
Me encogí de hombros. —No me gustan las cosas desordenadas. Nunca
me gustaron. Bueno, algunas cosas que llevan a ensuciarse sí me gustan. —No
debería haber ido allí. No con ella aquí en mi casa. Quería cosas, y pensar en
hacer cosas sucias con ella era demasiado tentador.
—Oh —dijo, ruborizada, y apartó la mirada. El color rosa en sus mejillas
siempre fue una de mis cosas favoritas para la vista. Eso y su sonrisa. Sus ojos
siempre brillaban de una manera que podría hacer que todo lo demás esté
bien—. Cuando me miras así, me haces olvidar que lo que deseas es follarme
una vez y nada más. —Sus palabras salieron de la nada, y escucharla decir
“follar”‖no‖me‖ayudó.
—Es difícil no mirarte —admití—. Siempre ha sido así.
Sienna dejó escapar una risa nerviosa. —Bueno, para mí también siempre
ha sido difícil no mirarte. Así que supongo que los dos tenemos un problema. Si
dormimos juntos, quiero más de lo mismo. Una vez nunca sería suficiente. Un
beso no fue suficiente. No creo que alguna vez pudiera ser suficiente.
¿Qué‖demonios…?
Sienna se estaba exponiendo. ¿Por qué? Yo le había dicho que no podía
ser lo que quisiera. Traté de mantenerla a cierta distancia, ¿así que por qué iba a
entrar en mi apartamento y decirme que nunca podría tener suficiente de mí?
Eso fue valiente. Increíblemente. Ya era hora de que yo admita la verdad
también.
—Si me das una idea de lo que se siente estar dentro de ti, no voy a ser
capaz de detenerme. Nunca. He sido adicto a ti desde que tenía diecisiete años.
Luché con ello porque eras de mi hermano. Luego, porque no era digno de ti. Es
mi culpa que chocara su coche con el árbol esa noche. Yo le había amenazado, él
estaba borracho y salió huyendo.
No podía decirle el resto. Que me enojé porque dejó embarazada a
Kimmy y estuvo engañando a Sienna durante más de un año. No quería que
ella supiera eso. Nunca.
—Dustin cometió sus propios errores —respondió—. Él eligió beber e
irse de fiesta, y eligió conducir su coche cuando no debió hacerlo. Le rogué que
no bebiera, pero siempre se reía, diciendo que solo la pasaba bien y no le hacía
daño a nadie. Me permití creerle. Pero al final Dustin tomó la decisión
imprudente que le quitó la vida. Se perdió el conocer a nuestro hijo. Se perdió
su futuro como una estrella. Perdió tanto. Pero no fue culpa de nadie más que
él. Me culpé por tanto tiempo, pero ahora sé que él tomó esa decisión. Yo no. Y
tú tampoco.
Nadie me dijo eso. Yo sabía que era cierto, pero nadie nunca me dijo esas
palabras. Aun así, sabía que lo que le dije a Dustin lo envió corriendo a Sienna
en estado de pánico. Le preocupaba que fuera a decirle lo que hizo. Él quería
detenerme. Nunca imaginé que iba a ponerse al volante.
—Le amaba. Lo echo de menos cada maldito día —dije, agarrando el
borde de la encimera. Nunca hablaba de Dustin así. Dolía demasiado.
—Yo también le amaba. Era mi mejor amigo. Me dio el regalo más
grande en la tierra antes de abandonarme. Tengo a Micah.
Quería que sus recuerdos de Dustin permanezcan intactos. Le debía
tanto a mi hermano. Porque ya no permanecía lejos de ella nunca más. Ella
tenía razón, Dustin tomó sus propias decisiones, y no apreció lo que tenía. Ojalá
lo hubiera hecho. Yo había estado cuidándola desde lejos durante tanto maldito
tiempo.
—Quédate. Come un poco de torta conmigo —le dije, ya que no quería
que se fuera—. ¿Dónde está Micah?
—Con tus padres —respondió.
—¿Puedes quedarte a pasar la noche?
Sus ojos se ensancharon, y tomó una respiración honda. Luego asintió. —
Sí.
Me alejé del mostrador. —Sienna.
—Sí —respondió casi sin aliento mientras yo cerraba el espacio entre
nosotros.
—¿Podemos comer la torta más tarde? ¿Mucho más tarde? ¿Como, por
ejemplo, para el desayuno?
Asintió de nuevo antes de que mi boca capturara la suya.
Sienna
Él estaba en todas partes a la vez. La cabeza me daba vueltas, y si no me
hubiera apoyado contra la pared, habría estado desparramada en el suelo. Era
abrumador y emocionante.
Dewayne chupó mi labio inferior antes de dejar besos a través de mi
mandíbula, luego pasó a torturar detrás de mi oreja. —Quise hacer esto durante
tanto tiempo —susurró contra mi piel—. En este lugar. Por todas partes.
Mierda, Sienna, no sé si puedo ir lento. Lo deseo tanto, pero en este momento
solo quiero estar dentro de ti.
Quería a Dewayne de cualquier manera que pudiera tenerlo. Saber que él
quería más conmigo que una noche y que quería esto me hizo estar dispuesta a
conceder todos sus deseos. —Tenemos toda la noche —le dije.
Luego fui recogida, y envolví las piernas alrededor de su cintura
mientras me llevaba a través de una puerta a un lado de la cocina, directamente
a una cama extra grande en el medio de la habitación. —Desnuda y en mi cama.
Deseo eso. Ahora —dijo, quitándose la camisa y arrojándola lejos. Tomó mi
camisa, y elevé las manos para dejar voluntariamente que me la quite. Sus ojos
parecían estar en llamas cuando me observó en mi sujetador.
—Quítatelo. Quiero ver —dijo, sin apartar la vista de mi pecho.
Desenganché el broche y dejé que mi sujetador caiga hacia delante.
Entonces lo quité por mis brazos y lo moví a un lado. No importa donde
terminó. Solo me importaba el aspecto de hambre en la cara de Dewayne, y
saber que era yo lo que miraba así.
Sonó‖ como‖ si‖ hubiese‖ murmurado‖ algo‖ así‖ como‖ “tetas‖ m{gicas”,‖ pero‖
no me hallaba segura de haberle oído bien. Tenía las manos en la cintura de mis
pantalones cortos, tirándolos hacia abajo, por lo que todos los pensamientos de
su murmullo me abandonaron. Yo solo había estado completamente desnuda
con un hombre, y él fue un chiquillo. Tampoco nunca se había tomado su
tiempo conmigo así. Ni me miró como si estuviera asombrado.
Dewayne se arrodilló frente a mí y abrió mis piernas. Aspiré una
bocanada de aire mientras besaba mi rodilla y me miró con los ojos entornados.
—Me encantan estos rizos rojos. Tan condenadamente caliente.
Oh Dios.
—Échate hacia atrás, Sienna. Y mantén estas piernas abiertas para mí —
dijo mientras se levantó y bajó la cremallera de los pantalones vaqueros. Quería
verlo bajar esos pantalones vaqueros, pero hice lo que me pidió, tratando de
verlo a la vez. Había fantaseado sobre todo esto durante mucho tiempo.
—Voy a tener que probarte primero. Quiero estar dentro de ti, bebé, pero
tengo que besar esto —dijo mientras su mano me tomaba entre las piernas. Me
encontraba expuesta, y debería haberme sentido vulnerable. Pero era Dewayne.
Se sentía bien. Fue emocionante.
Se dejó caer de rodillas y levantó mi pie derecho, luego lo besó antes de
poner la pierna por encima del hombro. Luego hizo lo mismo con el izquierdo.
El calor de su aliento estaba tan cerca que me estremecí.
—Hueles como la maldita tienda de dulces —dijo poco antes de que su
lengua se deslizara en mi contra. La sensación fue increíble. Grité y tanteé algo.
Terminé con puñados de la manta debajo de mí.
Con cada golpe de su lengua mi cuerpo se sacudió, y los temblores de
placer me recorrieron.
—Dewayne —gemí cuando la intensidad llegó a ser demasiado. Estaba
tan cerca de algo que solo había tenido conmigo misma, sola en mi habitación.
—¿Estás cerca? —preguntó, levantando la cabeza. Su lengua salió para
lamerse los labios, y nada en mi vida nunca había sido tan atractivo como este
hombre.
—Sí —le respondí, sin aliento.
Inclinó la cabeza, y luego dio un beso en el punto sensible que siempre
necesitaba la mayor atención, y yo gemí, incapaz de mantener silencio. Todo
esto fue más de lo que hubiera esperado.
Luego se puso de pie, y el cuerpo sólido y musculoso cubierto de tatuajes
coloridos estaba allí expuesto. Estaba tan cerca de un orgasmo que verlo así casi
me envió por encima del borde. Cada línea dura de su cuerpo era hermosa.
Quería tocarlo por todas partes. Entonces mis ojos cayeron y se abrieron con
pánico repentino. No era experta en el tamaño de un pene ya que solo había
estado con un chico de dieciséis años, pero ese era grande. Tal vez demasiado
grande. El sexo siempre fue incómodo con Dustin, y a veces dolía. Dijo que fue
porque él era demasiado grande y yo,‖demasiado‖estrecha,‖pero‖eso…‖Oh‖no.
—Por mucho que me gustaría que mires, no me siento muy paciente en
este momento —dijo antes de ponerse por encima de mí—. Dios, eres perfecta
—dijo, y luego besó la punta de uno de mis pechos.
Él no iba a pensar que era perfecta cuando no encajara dentro de mí. O
cuando yo estuviera gritando de dolor y pidiendo que se detenga. Esto era lo
que había deseado durante tanto tiempo, y ahora seguramente no iba a pasar.
Me tensé y cerré los ojos, rezando para que no me avergonzara a mí misma e
hiciera‖algo‖como‖llorar.‖Si‖tan‖solo‖pudiera‖soportar‖el‖dolor…‖Haría‖cualquier‖
cosa por Dewayne. Solo esperaba que pudiera hacerlo en silencio.
—¿Sienna? —La voz de Dewayne sonaba preocupada. Por supuesto que
sí. Yo actuaba como una idiota y él ni siquiera había intentado meterse dentro
de mí todavía.
Abrí los ojos y lo miré. Lo lamentaba tanto. Yo quería esto. A él. Pero el
dolor. Había sido malo al principio con Dustin, y sabía que una vez que un
hombre se pusiera en marcha no podía parar solo porque uno estuviera
llorando de dolor. Él tenía que terminar.
—¿Qué pasa, cariño? —dijo mientras me apartaba el pelo de la cara con
el pulgar, y luego lo pasó por mi labio inferior. Era tan dulce. ¿Quién habría
pensado que Dewayne Falco podía ser tan dulce?
—Siempre‖ duele…‖ antes.‖ Siempre.‖ Y‖eres‖ m{s‖ grande…‖ —Dios, odiaba
esto. Recordarle que dormí con su hermano más joven mataba el estado de
ánimo.
Frunció el ceño. —Debe haber dolido solamente un poco la primera vez.
Tenía que explicar esto. Tan humillante como era, tenía que decirle. —
Yo,‖eh…‖Siempre‖duele.‖Nunca‖lo‖disfruté.‖—Ya. Lo admití.
Dewayne cerró los ojos y dejó escapar un silbido entre dientes. Cuando
los abrió, fijó su mirada con la mía. —Esto no te hará daño. Lo juro, Sienna, va a
sentirse bien, bebé. Voy a asegurarme de que veas las estrellas.
Casi lo creía. Con esa mirada fiera en sus ojos, era fácil creerle. Pero el
hecho era que él era mucho más grande de lo que Dustin había sido. —Pero no
he tenido sexo en mucho tiempo. Yo estaba estrecha entonces. —También había
tenido un niño, pero eso fue hace cinco años, por lo que cualquier estiramiento
que provocó fue más que probable que todo haya desaparecido ahora.
Dewayne bajó la cabeza hasta que sus labios rozaron mi oreja. —Estás
estrecha ahora. Pero también, tan jodidamente húmeda y lista —dijo en un
susurro, al tiempo que su dedo acarició el calor blando entre mis piernas.
Jadeé y Dewayne rió. —Eso es, nena. Déjame cuidarte. Nunca voy a
hacerte daño. De ninguna manera. Lo juro.
Incluso si dolía, lo soportaría. Este era Dewayne. Lo quería. En lo más
profundo siempre había querido a Dewayne.
Se inclinó hacia arriba, y lo vi agarrar un pequeño envoltorio de
aluminio, que abrió con los dientes. A continuación, el condón fue enrollado. Si
no estuviera tan asustada del sexo, pude haberlo apreciado más.
Luego se puso sobre mí de nuevo, y sus labios encontraron los míos. El
deslizamiento suave de su lengua mientras tomaba lo que quería alivió mi
temor justo antes de sentir a su punta empujar mi entrada. —Tranquila, bebé.
Voy a ser suave. Pero debes relajarte —dijo con voz ronca y tensa mientras
metía la cabeza en la curva de mi cuello.
Poco a poco se introdujo dentro de mí. Con cada centímetro que me llenó
no hubo dolor, solo placer. Tal vez ya no estaba tan apretada. Eso esperaba.
—¿Estás bien? —me preguntó, sosteniéndose a sí mismo por encima de
mí. Sonreí aliviada y asentí.
Nuestras miradas se encontraron mientras se introdujo más y levanté las
caderas para tomarlo. El estiramiento se sentía bien y la plenitud fue increíble.
Pero‖ m{s‖ que‖eso…‖ esto‖ se‖sentía‖ bien.‖ Lo‖ sabía‖ ahora.‖ Lo‖ que‖ había‖ ido‖ mal‖
todos esos años atrás; no había sido Dustin quien reclamó mi corazón. Solo le
quería como si fuera un amigo. Él era lo que yo conocía.
Dewayne, sin embargo, me hizo sentir cosas que nadie logró antes. Había
sido demasiado joven para comprenderlo en ese momento, pero ahora todo era
muy claro. Este era el chico Falco con el que siempre estuve destinada a estar.
—Sienna, tienes que dejar de mover ese culo dulce, nena. Este es el
maldito coño más apretado del mundo, y todo lo que quiero hacer es moverme
duro y rápido. Pero estoy tomando las cosas con calma. Ayúdame a tomar las
cosas con calma.
Quería moverse, pero no lo hizo. Estaba siendo suave. No sabía que los
hombres podían ir poco a poco. Con esa comprensión, Dewayne tomó otro
pedacito de mi corazón. Yo quería protegerme de hacerme daño, pero confiaba
en Dewayne. Confiaba más de lo que jamás confié en alguien. Además, no me
hallaba segura de que no haya tomado mi corazón hace años sin devolución. Ya
no quedaba mucho de mí para proteger.
—Se siente bien. No duele nada. Te deseo —le aseguré.
Con ese pequeño estímulo, se hundió en mí por completo y dejó escapar
un gemido de placer. —Por Dios, mujer, sí que me aprietas, joder.
Sintiéndome valiente, envolví las piernas a su alrededor y me arqueé en
su contra.
Con su cuerpo, que se hallaba destinado a ser apreciado por la perfección
esculpida que era, Dewayne se mantenía por encima de mí mientras comenzaba
a mecerse dentro y fuera. Puse las manos alrededor de sus grandes bíceps y me
aferré. Cada vez que se hundía plenamente dentro de mí, tocaba algo que
enviaba tales chispas por los choques intensos a través de mi cuerpo que quería
rogarle que vaya más rápido. Deseaba esa sensación.
Hubo gemidos y ruegos que me hallaba segura venían de mí. Después de
la cuarta vez que rozó ese lugar especial dentro de mí, me volví tan loca de
necesidad que ya no sabía lo que decía. No quería que se detuviera nunca.
La explosión de sensaciones que invadió mi cuerpo me sorprendió. Todo
lo que podía hacer era aferrarme a Dewayne mientras gritaba su nombre.
Confiando en que no me dejara ir, caí en la dicha desconocida sin miedo.
A lo lejos oí su grito, y su cuerpo se tensó sobre el mío. Me envolví con
más fuerza a su alrededor a medida que caía encima de mí. La capacidad de
moverme ya me había sido quitada. Una gloria suave y perezosa me envolvió, y
quería compartirla con Dewayne en mis brazos.
—Maldito coño mágico —susurró al mismo tiempo que su frente caía a
mi clavícula. Su respiración era dificultosa mientras jadeaba y se estremecía—.
Mierda —dijo, y luego me dio un beso en el hombro.
Una risita se construyó dentro de mí, y ni siquiera traté de contenerla.
Era feliz. Muy feliz.
Dewayne levantó la cabeza y me sonrió. —¿Por qué te ríes, Little Red?
Apreté los labios para controlar la risa. —Le‖dijiste‖a‖mi,‖eh…‖ya‖sabes…‖
mágico.
Una sonrisa tocó su boca, y no quería nada más que besar esos llenos
labios rojos. —Es mágico. Lo que significa que te encuentras atascada conmigo.
Nunca pensé que encontraría un coño mágico. Nunca lo quise, pero maldición,
ahora sí. Tengo la intención de conservarte.
Quería ser conservada, pero realmente solo lo quería con Dewayne.
Toqué sus labios con los dedos, metió uno en su boca y lo chupó. El
fuego dentro de mí comenzó a avivarse de nuevo mientras veía su boca sobre
mi piel. Lo dejó escapar. —Debo asegurarme de que te encuentres bien.
Revisarte personalmente y ver si todo se siente bien y no te hice daño. Luego,
puedo hacer un desastre contigo de nuevo.
No me hizo daño, pero me gustaba la idea de que se asegurara, y
quisiera ensuciarse de nuevo. —¿Tengo que limpiarme primero? —Quería
hacer un desastre de nuevo ahora.
Se rio. —Coño mágico y necesitado. Mierda, tuve suerte. Pero sí, primero
tengo que cuidar de lo que es mío. Voy a limpiarte muy bien. Pero no te
preocupes. Tengo la intención de hacerte gritar mi nombre al menos una vez,
quizá dos veces, en la ducha.
Mis ojos se abrieron y me retorcí debajo de él. Nunca antes tomé una
ducha con alguien. La idea me excitó. —Bueno. Vamos a limpiarnos.
Dewayne
Me apoyé en el marco de la puerta del dormitorio, con un plato de pastel
de chocolate en la mano mientras miraba a Sienna dormir acurrucada en medio
de la cama. Se veía tan pequeña allí sola. No tuve la intención de dejarla allí
mucho tiempo, pero sabía que necesitaba más horas de sueño. La desperté tres
veces anoche, incapaz de mantener las manos lejos de ella.
Mi necesidad de mantenerla a salvo y protegida acababa de encontrar un
nivel totalmente nuevo de posesividad. No era solo la madre de Micah, era mi
mujer. Mía. No quería que durmiera sin mí. No quería que se despertara sin mí.
No quería que se bañara sin mí.
Existía una buena jodida posibilidad de que estuviera completamente
obsesionado con Sienna. No me obsesiono con cualquier cosa. Nunca. Pero
Sienna era diferente. Siempre fue diferente. Encontró algo dentro de mí y lo
trajo a la vida cuando éramos niños. Después de años de luchar contra ello para
olvidarla, cedí y me permití sentir. Y sentí jodidamente mucho. Más de lo que
creía posible.
La mirada que mi papá le daba a mi mamá cuando entraba en una
habitación ahora tenía completo sentido para mí. Cuando Preston mantenía a
Amanda enganchada a su lado como si no pudiera respirar sin ella, y Cage le
gruñía a cualquier hombre que pensaba miraba demasiado tiempo a Eva,
entendía eso. Jodida y completamente lo entendía.
Diablos, ya me encontraba muy, muy seguro de que iba a ser mucho
peor que cualquiera de ellos. Incluso Krit y su incapacidad para cantar en el
escenario‖sin‖tener‖a‖Blythe‖cerca…‖eso‖tenía‖sentido‖para‖mí.
—¿Vas a comer todo eso tú solo? —preguntó, y levanté la vista de sus
piernas largas y sedosas para ver sus ojos a medio abrir mientras me miraba.
—Voy a alimentar a la mujer sensual en mi cama —le dije. Me alejé de mi
posición contra el marco de la puerta y me acerqué a la cama para sentarme a su
lado.
Se movió para sentarse y la sábana cayó, dejando libre el más asombroso
conjunto de tetas en el mundo. Mierda. Esas eran mías.
—Esas no tienen hambre. Yo sí —bromeó mientras volvía a elevar la
sábana para cubrirse.
Quité la mirada de su pecho y la coloqué en su rostro. La somnolienta
sonrisa en sus labios y los párpados caídos hacían difícil el pensar en darle de
comer. Quería estar en su interior. De nuevo.
—Abre —le dije, y tomé un bocado de pastel y lo metí en su bonita boca
rosada—. Pensaba mientras dormías que sería divertido frotar este glaseado en
varias partes de tu cuerpo y lamerlo. Opino que podríamos intentarlo más
adelante.
Agachó la cabeza, pero vi la sonrisa en su rostro. Se acercó más a mí
hasta que su frente presionó mi brazo. Cuando volvió a mirarme, tenía un brillo
malicioso en los ojos. —Solo si puedo ponerte un poco a ti y lamerlo.
—Cada vez que desees lamerme, nena, dilo y es tuyo. No me importa
dónde estamos. Si hay una posibilidad de que pueda tener esa boca sobre mí,
entonces lo quiero. Siempre lo querré.
Bajó la mirada a mi regazo, y mi polla ya semierecta pasó a totalmente
erecta. Estiré la mano, tomé su rostro y lo incliné de modo que sus ojos miraran
a los míos. —Esto entre tú y yo. Es real. De nadie más. Me tienes. Solo nosotros.
No voy a dejarte ir, Sienna. He esperado demasiado maldito tiempo, y ahora
que por fin te tengo, es seguro que no voy a dejarte.
No respondió al principio, pero pude ver las preguntas en sus ojos. Vino
aquí para traerme un pastel y decirme lo que sentía por mí. Entonces pasé de
eso a una relación exclusiva durante la noche. Literalmente.
—Dijiste que no tenías relaciones —dijo, casi en un susurro.
—No las tengo. Nunca lo hice. Nunca he querido. Pero nunca te tuve.
Siempre pensé que nunca encontraría esto. No lo buscaba. Pero ahora que lo
tengo, no voy a dejarlo ir. Voy a hacer lo que sea necesario con el fin de
mantenerte feliz.
Sus grandes ojos se llenaron de lágrimas y parpadeó, mojando sus largas
pestañas. —Entonces existe un nosotros —dijo con una dulce sonrisa que hizo
algo extraño con mi corazón.
—Te lo advierto, no voy a ser fácil de tratar. Te quiero a mi lado. En mi
cama. No te quiero lejos de mí. No quiero hacer esa mierda de darnos espacio.
Voy a invadir tu espacio cada jodida vez que pueda.
Se rió y se inclinó para sumergir su dedo en el glaseado. —Mmm…‖
Dewayne Falco no quiere estar lejos de mí. Quiere estar en mi espacio. Supongo
que podría haber cosas peores en la vida que eso —dijo en un tono serio—. Si
estás en mi espacio, entonces, voy a tener más oportunidades de hacer cosas
como esta. —Levantó su dedo y sonrió—. Bájate esos pantalones —ordenó.
Hice lo que indicó y me apoderé de las mantas a mi lado mientras Sienna
cubría la cabeza de mi polla con el glaseado. Mi respiración salía cada vez más
rápida mientras se tomaba su tiempo. Mi paciencia se hallaba a punto de
romperse cuando bajó la cabeza y su lengua salió a lamer la punta con una
caricia burlona.
—Mmm —gimió.
Quería que se divierta, pero yo me encontraba tan cerca de rogar, que no
era gracioso. Después de tres lamidas más, su boca se abrió y se deslizó sobre
mí. El rugido de triunfo que salió de mí solo la animó más. Succionó y comenzó
a deslizar su boca arriba y abajo por mi longitud.
Moví su cabello hacia atrás para ver su boca tomarme profundamente.
—Tan jodidamente preciosa —dije mientras me miraba.
Supe en ese momento que si esta mujer me pedía que caminara sobre
agua, iba a hallar una maldita manera.
Sienna
Dewayne acordó quedarse en casa de sus padres mientras yo hablaba
con Micah esta mañana. Quiso estar allí conmigo, pero durante cinco años
fuimos solo Micah y yo. Nadie más tuvo mi atención. Solo Micah. No dudaba
de que le encantaría tener a Dewayne en nuestras vidas más de lo actual, pero
también quería asegurarme de que se sintiera seguro en donde se encontraba.
Micah habló de su noche todo el paseo desde la casa Falco a la nuestra.
Al parecer, Dave vio no una, sino dos de las películas de La Guerra de las
Galaxias con Micah. Y comieron palomitas de maíz y galletas. Mamá T dijo que
podría poner una piscina en el patio trasero cuando Micah le dijo que le gustaba
nadar. Dave y ella iban a buscar una manera. Esos dos iban a malcriar a mi hijo,
y me encantaba.
El niño de cinco años no se dio cuenta de la sonrisa tonta en mi rosto.
Pero sabía que se hallaba allí. No podía dejar de pensar en la noche anterior y
en esta mañana. Dewayne era todo lo que soñé y más. Me hallaba dispuesta a
darle todo.
—El tío Dewayne dijo que me vería en un rato. ¿Va a venir a jugar
conmigo hoy? —preguntó con esperanza. Eso era algo bueno. Micah quería
cerca a su tío. Dewayne no sería alguien que a Micah le causara preocupación
por alejarme. Encajaba perfectamente en nuestras vidas.
—Sí. Si dice que va a venir, entonces va a estar aquí. Puedes confiar en
que el tío Dewayne va a hacer lo que dice que hará. Te ama.
Micah sonrió. Le gustaba sentirse amado. Siempre tuvo mi amor, pero
este amor extra era algo que absorbía como una esponja.
—En realidad, quería hablar contigo acerca de tío Dewayne antes de que
se pase por aquí —le dije mientras entrábamos a la casa.
—¿Acerca de qué?
Lo llevé al sofá y lo tiré a mi regazo. —Eres mi prioridad. Lo sabes,
¿verdad?
Asintió.
—Y amas a tu tío Dewayne tanto como él te ama.
Asintió de nuevo.
—Bueno, yo también amo al tío Dewayne. —¿Era así? Le amaba. Sí. Oh
vaya. Sí.
Micah sonrió. —Porque es de la familia.
Oh, oh. Me olvidé de esa conversación. Tenía que explicar esto. —Bueno,
en realidad, el tío Dewayne es familia de tu padre. No es exactamente de la mía.
Pero es de tu familia, así que también lo considero de la mía.
Arrugó la nariz. —¿Así que no tenemos la misma familia?
Esto es lo que me pasaba por mentirle al niño. No iba a volver a hacer
esto. Lección aprendida.
—No,‖sí‖la‖tenemos…‖Es‖que‖tú‖eres‖pariente‖del‖tío‖Dewayne.‖Yo‖no.‖Es‖
hermano de tu padre, pero no es pariente mío. No me casé con tu papá. Nunca
tuvimos la oportunidad de hacer eso. ¿Recuerdas? Te lo expliqué.
Asintió, pero su nariz seguía arrugada. —De acuerdo, ¿así que el tío
Dewayne puede llevarte a una cita?
Con un suspiro de alivio, asentí. —Sí. Puede. Y quiere, pero queremos
saber si te parece bien.
Sonrió y soltó un gritito.
—Lo tomo como un sí.
Asintió vigorosamente. —¿Puede quedarse a dormir en mi habitación?
Oh, Dios.
—Bueno, estará aquí más a menudo. Quiere pasar más tiempo con
nosotros. Pero si se queda a dormir, tu cama no es lo suficientemente grande. El
tío Dewayne es un tipo grande.
La expresión de Micah se puso muy seria. —Tenemos que conseguir una
cama grande para que pueda quedarse a dormir.
De acuerdo, esto se descarrilaba. En este momento, era necesario
centrarnos en el tema de Dewayne pasando más tiempo con nosotros. No en las
pijamadas.
Micah bajó de un salto, se acercó a la puerta y se asomó fuera. —
¿Cuándo va a venir?
—Tan pronto como le envíe un mensaje de texto y le diga que te
encuentras listo.
Corrió hacia su habitación. —Envíaselo. Voy a buscar mi pelota de
fútbol.
Eso fue demasiado fácil.
Saqué mi teléfono del bolsillo y rápidamente le envié un texto a
Dewayne para decirle que Micah y su pelota de fútbol lo esperaban.
Ni siquiera bajé mi teléfono cuando la puerta principal de los Falco se
abrió y Dewayne salió. Debe de haber estado esperando ansiosamente ese
mensaje de texto. Era tan grande y rudo, pero el niño en su interior que nunca
dejaba ver a los demás era mío.
—Parece que está en camino —exclamé a Micah.
Llegó corriendo alrededor de la esquina con su pelota bajo el brazo.
—Vamos a jugar a la pelota —me dijo antes de dejar que la puerta
mosquitera se cerrara de golpe detrás de él.
Me acerqué a la puerta y vi como Micah corrió directamente hacia
Dewayne y levantó la pelota de fútbol. La sonrisa en el rostro de Dewayne
mientras miraba a mi hijo hizo que estuviera bien todo lo que iba mal.
Sus ojos se alzaron y me encontraron, y luego me hizo un guiño antes de
mirar a Micah.
Me quedé allí y los vi tirar la pelota de un lado a otro. Dewayne le
mostró cómo mejorar su lanzamiento, y vi como Micah trabajó duro para
hacerlo bien. Finalmente me permití aceptar algo con lo que estuve luchando
desde que tenía catorce años. Siempre amé a Dewayne. Siempre fue él. Dustin
fue mi mejor‖amigo‖y‖yo‖la‖suya.‖Pero‖mi‖corazón…‖Dewayne‖lo‖robó‖delante‖
de un casillero en mi primer día de escuela secundaria.
Hace seis años…
Sienna
No me dejaron salir de mi habitación desde la visita al médico. Estuve
vomitando tanto dos mañanas seguidas que mi madre me llevó al médico.
Pensó que tenía un virus estomacal.
Pero fuimos sorprendidas cuando el médico nos informó que me
encontraba embarazada. No enferma. Embarazada.
Mi madre no me habló en todo el camino a casa, y después me envió a mi
habitación y me ordenó que permaneciera allí. Mi padre nunca vino a verme.
Mamá apareció con la comida en mi puerta tres veces al día. Incluso tuve que
abrir la puerta y pedir permiso para ir al baño.
Sabía que se encontraban molestos. Me sentía aterrada. Dustin se había
ido, y yo no tenía a nadie a quien decirle. Nadie con quien compartirlo, y ahora
mis padres me dejaban de lado. Eso me asustó más que nada. Lo único de lo
que podía estar segura era de que este bebé se hallaba a salvo. Mi padre era
demasiado religioso como para hacerme abortar. Por una vez agradecía sus
estrictas creencias.
Pero tenía preguntas, y no tenía a nadie para hacérselas. Mi madre se
negaba a hablar conmigo cuando me traía mis comidas. No tenía un teléfono en
mi habitación, y nadie se pasó a verme. Eso no era demasiado sorprendente.
Los amigos de Dustin me aceptaron, pero en realidad nunca fueron mis amigos.
Así que me quedé aquí, en mi asiento de la ventana y vi el mundo
exterior. Vi a la gente que visitaba a los Falco. Seguían llevándoles alimentos.
Era lo que hacíamos aquí en el Sur. Si alguien moría, se le llevaba comida a su
familia. Nunca entendí eso. No fui capaz de comer durante varios días después
de la muerte de Dustin. Solo lloré y dormí. Eso era todo lo que pude hacer.
En su funeral, la poca fuerza que tenía para no perder la calma se fue al
segundo en que vi los hombros caídos de Dewayne Falco sacudiéndose con
dureza por el llanto. Ni siquiera imaginaba que pudiera llorar. Era tan rudo e
imponente Pero en ese momento, al verlo roto, perdí la calma de nuevo. Odiaba
verlo con tanto dolor. Amaba a su hermano, y Dustin lo adoraba.
En la noche, cada vez que cerraba los ojos, me perseguía la imagen de
Dewayne sollozando sobre la tumba de su hermano. Quise abrazarlo a pesar de
que sabía que no lo aceptaría. Nadie podía consolarlo. Nadie podría traer a
Dustin de vuelta.
Todos lo perdimos.
Incluyendo la pequeña vida dentro de mí.
Me toqué el estómago delicadamente, cerré los ojos, y soñé con el niño
dentro de mí. ¿Cómo luciría? Me preguntaba si tendría la sonrisa o el encanto
de su padre. Si crecería como un Falco o un Roy. Si los Falco aceptarían a este
bebé. Sabía que mis padres se encontraban molestos, pero seguramente Tabby
amaría a este bebé.
Abrí los ojos justo cuando Dewayne cruzaba la calle en dirección a mi
casa. Rápidamente retrocedí detrás de las cortinas y vi cuando subió a mi
pórtico. Sonó el timbre, y corrí hacia la puerta de mi habitación para abrirla y
poder escucharlo. ¿Por qué se hallaba aquí? No lo vi salir mucho de la casa de
sus padres en las últimas semanas.
—Hola, Dewayne —dijo mi madre con un tono más suave del que
esperaba. Al menos respetaba el hecho de que perdió a su hermano. No tenía
que enojarse con Dewayne porque yo me encontraba embarazada. Me alegraba
que papá estuviera en el trabajo
—¿Se encuentra Sienna aquí? —preguntó.
Se hallaba aquí para verme. Alguien con quien hablar. Otra persona que
estaba lastimada y pérdida sin Dustin. Alguien en quien confiaba por encima de
cualquier otra persona.
—No. No, ya no se encuentra‖aquí.‖Ha‖sido‖enviada‖a‖una…‖instalación‖
en el norte. Tenía problemas lidiando con todo esto, y no se hallaba bien
emocionalmente.
¿Qué?
—Oh.‖Eh,‖no‖noté‖que‖se‖marchó.‖Yo…‖¿Cu{ndo‖vuelve?
—No sé. No en el corto plazo —respondió mi madre.
¿Qué? ¿Era en serio? Me encontraba justo aquí en mi habitación, como
desde hace una semana. ¿En verdad planeaba mantenerme encerrada así? ¿Esto
no era ilegal? Tenía que ver al doctor en algún momento.
—¿Hay algún número al que pueda llamarla?
—No. No se puede comunicar con nadie. Eso la molesta. Hablar contigo
la alteraría. Necesita tiempo y medicación.
¡Santa mierda! Mi mamá me hacía lucir como una loca.
—Bueno, cuando esté lista para hablar con alguien, ¿le podría decir que
me llame? Puedo dejarle mi número. Me gustaría saber cómo se encuentra. Ver
si le va bien. No quiero que piense que no nos importa. Sabemos que lo perdió
también.
Tenía una extraña aprensión en el pecho que solo Dewayne Falco lograba
inspirar. ¿Cómo podría alguien como él, con sus costumbres de chico fiestero,
ser tan increíblemente dulce? Así fue en mi primer año. Siempre parecía estar
allí cuando lo necesitaba.
—Claro. Le daré tu número —dijo mi madre con voz cortante. Nunca
vería su número. Lo quemaría primero.
—Gracias. Dígale que vine por aquí y que pienso en ella.
—De acuerdo. Gracias, Dewayne. Diles a tus padres que oramos por
ellos. Por todos ustedes.
—Gracias, señora —dijo.
Cerré la puerta con cuidado, luego corrí de nuevo hacia la ventana y
observé cómo se alejaba. Encontraría una manera de verlo y hablarle. Hizo el
primer movimiento, y ahora era mi turno. Dewayne amaría a este bebé. Era
parte de Dustin. Si mis padres querían encerrarme, podría ayudarme a escapar.
Era mayor. Sabría qué hacer. Solo tenía que encontrar la manera de acercármele.
***
***