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Mel Wentworth

Mel Wentworth Jeyly Carstairs Ana Avila


Hansel Val_17 Julie
Vane hearts Dannygonzal Geraluh
Kyda Snow Q FaBiis
Miry GPE Mary Warner yuvi.andrade
Victoria. Verito
Sahara MaJo Villa

Annie D Sahara NnancyC


Vane hearts Julie Daliam
Miry GPE Mel Wentworth Janira
Laurita PI Anakaren

Mel Wentworth & Julie

Mae
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Agradecimientos
Until The End
Sobre el Autor
Seis años atrás, la vida de Dewayne cambió. Perdió a alguien que nunca
esperó perder. Resignado a castigarse por algo que sentía que podía haber
evitado, vive la vida sin acercarse demasiado a nadie.
Lo que no esperó fue que la chica del otro lado de la calle se mudara de
regreso a casa y le recordara lo que ambos perdieron: Dustin, el hermano menor
de Dewayne. Aún así, cuando una versión en miniatura de Dustin abre la
puerta para saludarlo, Dewayne se da cuenta que podría no haberlo perdido
todo después de todo.
Sienna Roy amó a Dustin Falco por la mayor parte de su vida. Él era el
chico de al lado, la estrella de básquet de la secundaria y su mejor amigo. Pero
cuando su vida acabó, se dio cuenta de que dejó una parte de sí mismo detrás.
Ahora ella está de regreso en Sea Breeze, agradecida de tener un hogar
para ella y el hijo de Dustin, pero no muy segura de si puede perdonar a la
gente al otro lado de la calle quienes la abandonar cuando más los necesitó —
los Falco.
Traición, mentiras, y atracción prohibida podrían terminar la historia de
Dewayne y Sienna antes de que incluso comience.
Sea Breeze, #8
Prólogo
Traducido por Mel Wentworth
Corregido por Annie D

—Ábrelas más —jadeó Dustin en mi oído mientras presionaba la rodilla


izquierda contra el asiento trasero de cuero de su coche. Pensé que lo teníamos
controlado ya, pero a veces él quería algo diferente. Por lo que tenía que
ajustarme. También, mantener la cabeza en el juego era algo difícil de hacer.
Al principio, dolió. Ahora sólo era incómodo. Pero amaba a Dustin, y él
quería tener sexo. Así que se lo di. Lo cual significaba que algunas noches a la
semana él me apretaba los pezones con fuerza, luego hacíamos el acto y
terminábamos. Estar cerca de él hacía que valiera la pena. Me sentía tan
desconectada de él últimamente que esto me ayudó a calmar mi mente.
Estábamos aquí atrás juntos, nos encontrábamos bien de nuevo.
—¿Así? —pregunté, levantando la pierna para apoyarla sobre el asiento.
—Joder, sí. Así, cariño. Justo así. Siempre eres tan malditamente
apretada. Es casi imposible entrar dentro de ti.
Estaba de acuerdo con él. Lo cual era la razón por la que era tan
incómodo. Parecía que debería haber algo que haga que se deslice más fácil.
Pero él nunca lo mencionó, así que no pregunté.
—Joder,‖ uhhh,‖ sí…‖ ¡Dios,‖ cariño,‖ tan‖ bueno,‖ uhhh!‖ ¡GAAAAH!‖ —gritó
mientras lanzaba la cabeza hacia atrás y rodaba los ojos hacia la parte trasera de
su cabeza.
Eso significaba que había terminado. Acabó. Gracias a Dios.
Cuando se quitó de encima de mí, rápidamente me senté en caso de que
quisiera ir por la segunda vuelta. Me sentía como si me hubiera hecho hacer
sentadillas esta vez. No quería la segunda vuelta.
—Sabes que un día nos vamos a casar, ¿no? —dijo Dustin mientras me
ayudaba a enderezar la falda, luego me entregó las bragas.
Nunca le dije cuán insegura me sentía sobre tener relaciones sexuales
todo el tiempo, pero él me conocía demasiado bien. Ha sido mi mejor amigo
toda mi vida, y cuando nuestra relación progresó hacia algo más, no fue una
sorpresa para nadie.
Amaba a Dustin Falco desde que éramos niños, por lo que tenía sentido
que él y yo evolucionáramos a esto —incluso si no estaba segura de que esto
fuera lo que quería. Nuestra relación cambió tanto en los últimos dos años.
O tal vez sólo fue Dustin quien cambió tanto en los últimos dos años.
A veces ya no lo reconocía. El chico al otro lado de la calle no era el
amigo despreocupado y confiable que siempre adoré. Era la estrella de
baloncesto que rompió un record y que ya tenía a buscadores de universidades
mirándolo en su segundo año de la escuela secundaria. Las chicas lo querían, y
los chicos querían ser él. Él disfrutaba de la atención. Sabía que era especial y no
era humilde al respecto.
Pero lo amaba. Por lo que aceptaba este cambio. Al menos, hacia mi
mejor intento. Incluso si eso significaba que sólo tenía tiempo para mí cuando
quería tener sexo. El resto del tiempo se hallaba ocupado jugando baloncesto; y
bebiendo con sus amigos, lo cual era algo que yo no haría. Dibujé la línea en
asistir a las fiestas a las que él iba. Fui a dos de ellas con él, y se embriagó tanto
que me vi obligada a caminar a casa sola. Si no regresaba a casa antes del toque
de queda, mis padres me castigarían hasta que tuviera treinta.
Ellos confiaban en Dustin, pero no tenían idea de quién era en realidad.
Ya no. Mis padres nunca estarían de acuerdo con que vaya a fiestas. Mi toque
de queda era más temprano que el de cualquiera. Frustraba a Dustin, pero él
siempre me aseguraba que estaba bien, que lo haría funcionar.
—Otra vez no estás hablando, cariño. Eso significa que estás enojada.
¿Qué hice esta vez? —preguntó Dustin mientras me ponía las bragas en su
lugar.
—Nada. Sólo me perdí en mis pensamientos. No estoy enojada —le
aseguré. Esto es lo que siempre hacía: me aseguraba de que él estuviera feliz y
libre de preocupaciones.
Se inclinó y me tocó el costado del rostro. La mirada amable en sus ojos
me recordó al chico del que me enamoré hace años. —Eres la única, Sienna Roy.
Mi verdadero y único amor. Lo sabes, ¿no?
Asentí. Me ha estado diciendo eso desde nuestro primer beso. Un primer
beso que podría no haber sucedido si el hermano mayor de Dustin, Dewayne,
no me hubiera mostrado un poco de atención. No fue ese tipo de atención. No
del tipo que le mostraba a las chicas de su edad. Dewayne se encontraba en
tercer año, cuando nosotros estábamos en primero de secundaria. Él y su grupo
de amigos lideraban la escuela. Les pertenecía.
En nuestro primer día de escuela, Dustin me dejó para pasar el rato con
el equipo de baloncesto y con los chicos mayores que estuvieron más que
dispuestos a llevarlo al campo. Yo era la chica que no conocía a muchas
personas por culpa de mis padres estrictos. Sin embargo, Dewayne me encontró
en el pasillo de la escuela ese día. Me ayudó a atravesar el día. En mi primer
almuerzo en la gran cafetería, Dustin se fue a sentar con sus nuevos amigos y
no me invitó. El lugar me intimidaba muchísimo, así que encontré un lugar
junto a un árbol para comer el almuerzo. Sola. Hasta que Dewayne Falco me
encontró y se sentó a mi lado. Fue de esa forma por un tiempo. Pero cuanta más
atención me mostraba, más atención comenzaba a mostrarme Dustin. Así que
pronto, fui la chica de Dustin.
—Te amo, cariño. Tú eres mi chica. Odio que tengamos que apurarnos y
no puedo llevarte a la cama y rodearte con velas. Eso es lo que te mereces. Es lo
que quiero para ti. Pero ahora tenemos que escabullirnos alrededor de tus
padres. Un día serás libre. No los tendremos observando cada movimiento que
haces.
Asentí. Tenía razón. Un día iría a la universidad y los ojos de mi padre
sobreprotector no estarán fijos en mí. Tendría que dejarme tomar mis propias
decisiones.
—También te amo —le dije.
Sonrió, entonces se inclinó para besarme. Fue un beso suave. Después del
sexo a Dustin le gustaba tratarme como si fuera un tesoro. Nunca quiso que
dudara que me amaba. Eran estos pocos momentos que hacían que lo demás
valiera la pena. Porque lo cierto era que no me gustaba el sexo. Era incómodo y
doloroso, y no entendía por qué a las chicas les gustaba tanto. Por la mirada en
el rostro de Dustin cada vez que se corría, podía ver que era fantástico para él.
Pero yo nunca tuve esa sensación. Más allá de disfrutar verlo sentir placer,
temía tener que hacerlo.
—Tenemos quince minutos para llevarte a casa —dijo Dustin. Este era el
ritual nocturno con nosotros. Él me llevaría a casa, luego correría a una fiesta o
a jugar baloncesto. Era doloroso imaginarlo estar con otras chicas, bebiendo y
quedándose hasta tarde. Le dije una vez que me preocupaba que pudiera
cansarse de las reglas de mis padres y romper conmigo. Él me aseguró que me
amaba a mí y sólo a mí. Siempre.
—¡Joder!
Sacudí la cabeza, asustada por su estallido, para verlo sosteniendo el
condón usado. El semen que se suponía que tenía que estar eficientemente por
dentro, cubría el exterior del látex.
—El maldito condón se rompió —maldijo, antes de lanzarlo por la
ventana—. Es la segunda vez que pasa esto con la caja que compré la semana
pasada. Voy a conseguir una marca diferente —gruñó.
—No sabía que otro se rompió —dije, tratando de recordar esa vez que
pasamos en la parte trasera del coche de Dustin la semana pasada.
Su rostro empalideció por un momento, y luego se encogió de hombros.
—No quise preocuparte. Me enojó y lo olvidé. Pero es la segunda vez.
Conseguiré unos nuevos. No te preocupes —dijo con un guiño, luego se subió
los vaqueros y los abrochó.
—Vamos a llevarte a casa. —Abrió la puerta y bajó, antes de estirarse y
tomarme la mano para ayudarme. Una vez que nos encontrábamos fuera,
envolvió los brazos a mi alrededor e inhaló profundamente—. No sé qué haré
sin ti, Sienna. Te amo jodidamente demasiado. Eres mi centro. Me mantienes
enfocado y anclado. Puedo confiarte lo que sea.
Este era el Dustin que conocía. Mi mejor amigo. El chico del otro lado de
la calle que conocí toda mi vida. No el jugador popular que bebía demasiado en
las fiestas.
Me paré de puntillas para besarlo, y aun así él tenía que inclinarse para
que pudiera alcanzar sus labios. Dustin ya era cinco centímetros más alto que
su hermano mayor. Los chicos Falco eran altos. Pero Dewayne tenía hombros
más amplios y el tipo de músculos que sólo los hombres tenían. Dustin seguía
siendo un chico. Pero era mi chico.
De igual forma, eso no evitaba que mirara a Dewayne cuando sea que
pudiera hacerlo. Cuando Dewayne se encontraba fuera lavando su coche, yo me
hallaba en mi habitación, observando desde la seguridad de mis cortinas.
Cualquier oportunidad que tenía de poder echarle un vistazo a Dewayne,
secretamente la tomaba.
El día que Dewayne se sentó junto a mí en el almuerzo, se convirtió en
mi héroe. Vino a mi rescate. Y desde entonces él intervenía y me salvó en más
de una vez. Tener a este tipo que parecía más grande que la vida siempre allí
para ayudarme le hacía cosas a mi corazón que no podía controlar. Incluso
aunque intentaba evitar sentir cosas por él. Simplemente no podía.
Estaba enamorada de Dustin Falco, pero idolatraba completamente a su
hermano mayor, un hecho que sólo podía admitírmelo a mí misma. Él era el
tipo de hermosura que una chica no podía ignorar.

***
Esa noche, después de meterme en la cama y que mis pensamientos
vagaran hacia fantasías con Dewayne (porque este era el único momento que
me permitía engañar mentalmente a mi novio con su hermano mayor), oí las
sirenas. No oyes muchas sirenas en Sea Breeze. Era una ciudad pequeña, y
raramente las ambulancias, coches de policías, y camiones de bomberos tenían
una razón para correr al mismo lugar. Pero cuanto más fuerte se volvían, me
daba cuenta que era más serio. Saliendo de la cama, fui a la ventana y miré
hacia la calle. Podía oírlas, pero no verlas. Todo lo que sabía era que se
encontraban cerca.
El ruido no desapareció, sino que aumentó mientras más vehículos de
emergencia se unían. Me envolví en la manta y me senté en la ventana a
esperar. No podía dormir con todo el ruido, y decidí rezar por quien sea que
fuera la causa de esto. Mis padres me criaron en la iglesia, y creía
completamente en rezar.
Justo mientras cerraba los ojos, la puerta de la habitación se abrió, y me
giré para ver a mi madre de pie con una mirada de horror en su rostro. ¿Papá se
encontraba en casa? Me puse de pie mientras el miedo se aferraba a mí, y me
encontré con su mirada. —¿Qué sucede, mamá? —pregunté—. ¿Papá está aquí?
Lo está, ¿no es así?
Asintió. —Todos estamos aquí —dijo, luego se puso las manos sobre el
corazón y respiró profundo—.‖ Eso‖ no‖ es…‖ —Se detuvo y cerré los ojos. Dejé
que la manta cayera al suelo y empecé a ir hacia ella. Me estaba asustando.
—Mamá, dime qué sucede —rogué.
Levantó la mirada, y vi las lágrimas contenidas brillando en sus ojos. —
Es Dustin, cariño.
—¿Dustin? —pregunté, deteniéndome y agarrando lo primero que pude
encontrar para recobrar el equilibrio.
Asintió. —Tu papá acaba de hablar con el pastor por teléfono. Está en
camino a casa de los Falco. Dustin chocó su coche contra un árbol —dijo, su voz
desvaneciéndose.
¿Chocó su coche contra un árbol? ¿Cómo hizo eso? Acababa de estar con él
hace dos horas. —Pero, ¿se encuentra bien? —pregunté mientras las sirenas
continuaban burlándose de mí. Con todos esos vehículos de emergencia allá
afuera, ¿cómo podía estar bien?
Mamá negó con la cabeza. —No,‖Sienna.‖No‖est{‖bien.‖Él…‖est{‖muerto,‖
cariño.
Seis años después…
Traducido por Hansel
Corregido por Vane hearts

Sienna
Nunca esperé poner un pie en Sea Breeze, Alabama, de nuevo. Cuando
mis padres hicieron mis maletas y me enviaron a vivir a Fort Worth, Texas, con
la hermana de mi madre que apenas conocía, me dijeron que volvería a Sea
Breeze después del nacimiento del bebé. Lo que no dijeron era que no pensaron
en que mi bebé regresara conmigo.
Miré hacia Micah, dormido en su asiento con su figura de acción de
Darth Vader apretada firmemente en su mano. Nuestra vida no había sido fácil,
pero nos teníamos el uno al otro. No volvería hacia atrás y lo haría de ninguna
otra manera. Micah era mi vida. Me curó cuando estaba segura de que nada
podría hacerlo.
Mantener a Micah significaba ser repudiada por mis padres
estrictamente religiosos. Mi tía no era la persona más cariñosa del mundo, pero
estuvo en desacuerdo con la decisión de mis padres. Esperó que trabajara y
pagara mi propio camino, pero al menos nos dio un techo sobre nuestras
cabezas.
Renunciar a la escuela secundaria y obtener mi GED1 era mi única
opción. Mi tía Cathy era la directora de la escuela secundaria local y me ayudó a
conseguir una beca en la escuela de comercio, por lo que cuando Micah tuvo
dieciocho meses de edad, me inscribí en la escuela de belleza. Antes de su tercer
cumpleaños tenía un título en cosmetología.

1General Education Diploma. Certificación para el estudiante que haya aprendido los requisitos
necesarios del nivel de escuela preparatoria
Le debía a mi tía más de lo que jamás podría compensarle.
Micah y yo nos fuimos el año pasado y finalmente conseguimos un
apartamento nuestro. No tenía citas porque no confiaba en nadie alrededor de
mi hijo. También me sentía culpable por pagar una niñera cuando
necesitábamos ese dinero para cosas más importantes, como el alquiler, la
guardería y los alimentos. Eso no mantenía a los hombres lejos, sin embargo, o
de tratar de conseguir que salga con ellos. Janell, el dueño de la peluquería
donde trabajaba, dijo que todos los hombres pensaban que jugaba a ser difícil
de conseguir. Eso sólo los hacía más persistentes.
La verdad era que me sentía sola a veces, pero luego Micah sonreía y
podía ver a su padre en él y me gustaba recordar que durante diez años de mi
vida tuve a alguien. A alguien muy especial. Y ahora tenía a Micah. No
necesitaba nada más.
Cuando la llamada de mi madre llegó hacía dos meses, hablándome del
ataque al corazón de mi padre, no sabía qué sentir. Nunca conoció a Micah, y
ahora nunca lo haría. Mi madre utilizó el dinero del seguro de vida de papá
para mudarse a una comunidad de retiro en el centro de Florida. Nos dejó su
casa a Micah y a mí.
Ni una vez se disculpó por abandonarme cuando más la necesitaba, o
por darle la espalda a su único nieto. Pero el hecho de que dejó su casa para
nosotros significaba algo. Sólo esperaba que un día ella se diera cuenta de lo
que se estaba perdiendo por no conocerlo.
Janell me ayudó dándome una referencia brillante, y consiguí un trabajo
en uno de los salones de élite de Sea Breeze. Iba a hacer más dinero, y no
tendría que pagar alquiler por más tiempo. Nuestra vida sería mejor en Sea
Breeze. Micah llegaría a crecer en la pequeña ciudad costera que yo tanto
amaba.
Mi único temor, y la razón por la que casi no volví a casa, era la idea de
los Falcos viendo a Micah. Una vez que me di cuenta de que mis padres no
planeaban en que yo me quedara con mi hijo, envié una carta a Tabby Falco, la
madre de Dustin.
Nunca respondió.
El primer año de vida de Micah les escribí innumerables cartas e incluí
fotografías de él. Se parecía tanto a su padre. Quería que vean que Dustin no se
perdió por completo para nosotros. Dejó una parte de sí mismo atrás.
Ni una sola vez respondió.
Algunas veces casi reuní el valor para llamarlos, pero si no respondían a
mis cartas, entonces no querrían hablar conmigo. No querían a Micah. Que mis
padres no me quisieran había dolido menos. Odié a los Falcos por su deserción.
Pero luego aprendí a dejar ir. Seguir adelante. Ser feliz con mi vida. Con mi
hermoso niño pequeño.
—¿Mamá? ¿Dónde estamos? —preguntó una voz somnolienta desde el
asiento trasero de mi Honda Civic de doce años.
—Estamos en casa. Nuestro nuevo hogar —respondí, ingresando en la
entrada de la casa que había sido mi hogar y pronto lo sería de nuevo.
—¿Nuestra nueva casa? —preguntó, con emoción en su voz cuando se
movió en su asiento para ver mejor.
—Sí, bebé. Nuestra nueva casa. ¿Listo para entrar y verla? —pregunté,
abriendo la puerta de mi coche y saliendo. Era uno de dos puertas, por lo que
tuve que tirar mi asiento hacia adelante para llegar a él en el asiento trasero. Se
desabrochó a sí mismo, luego se revolvió de su asiento y saltó fuera del coche.
—¿Otras personas viven allí también? —preguntó, mirando con los ojos
abiertos hacia la casa de dos dormitorios con estructura de madera.
—Sólo nosotros, chico. Tendrás tu propia habitación aquí. La mía está
justo al otro lado del pasillo.
—Whoa —dijo, sus ojos brillando con asombro. Incluso cuando
habíamos vivido con mi tía Cathy, Micah y yo compartimos habitación. Cuando
nos mudamos a un apartamento, un estudio fue todo lo que pude permitirme
con los costos de cuidado diurno. Esta casa era sólo de once metros cuadrados,
pero era el mayor espacio que él y yo tuvimos todo para nosotros. El estudio
había sido un tercio de ese tamaño.
—Vamos a ver tu nueva habitación. Es posible que necesitemos pintarla.
No estoy segura de qué color son las paredes —dije. La última vez que estuve
en mi antigua habitación, había sido de color rosa. Micah estaba convencido de
que el color rosa era para las niñas y no quería tener nada que ver con ello.
De mi bolso saqué la llave que mi madre me envió por correo junto con
una carta y la escritura de la casa. Tomé una respiración profunda antes de abrir
la puerta. Dando un paso atrás, hice un gesto para que Micah entrara. —Échale
un vistazo.
Una sonrisa se dibujó en su rostro cuando se echó a correr hacia la casa,
gritando al ver el tamaño de la sala de estar. Luego se volvió y se dirigió por el
pasillo corto. Hice una pausa en la puerta, incapaz de ignorar la casa al otro
lado de la calle por más tiempo, y di la vuelta para mirarla. No reconocí el auto
en el camino de entrada, pero por otra parte, habían pasado seis años. Estaba
segura de que los Falcos todavía estaban allí. Mi madre no mencionó que se
mudaron.
Me preguntaba si iban a hablar con Micah cuando jugara en el patio. ¿O
lo ignorarían como lo hicieron desde su nacimiento? No le diría quiénes eran.
No le dije acerca de mis padres. No sabía que éste alguna vez fue mi hogar. No
sabía que tenía abuelos. En preescolar le pidieron que dijera a la clase sobre sus
abuelos, y cuando él les dijo acerca de la tía Cathy, la llamó su tía Cathy. Los
niños en su clase se burlaron de él, diciéndole que su tía no era su abuela.
Regresó a casa confuso y molesto porque no sabía quiénes eran sus abuelos.
Sólo le dije que no tenía.
Cuando preguntó acerca de su padre, le expliqué que Dios quiso a su
padre porque era un hombre tan impresionante, por lo que lo llevó al cielo para
vivir allí con él antes del nacimiento de Micah.
Eso fue suficiente para Micah. No hizo más preguntas. Él estaba contento
con el conocimiento de que su madre lo amaba incondicionalmente y que
éramos una familia. Fue difícil para él ver que otros niños tenían familias
grandes, pero una vez que entendió que cada familia era diferente, estuvo de
acuerdo con eso.
—¡Mamá! ¡Mamá! —gritó Micah con entusiasmo—. Hay un cuarto azul.
¡Es un cuarto azul genial también! ¡Incluso tiene juguetes en él!
¿Juguetes? Cerré la puerta detrás de mí y me dirigí al pasillo. Al entrar a
la habitación que había sido mía, me detuve y miré a mí alrededor con
asombro. Era azul. Un brillante y feliz azul. Tenía una cama de tamaño
completo y una cómoda de madera a juego. Había una colcha azul en la cama
con pelotas de baloncesto de color naranja por todas partes, y en el centro se
hallaba una almohadilla en forma de baloncesto. Una caja de juguetes debajo de
la ventana estaba abierta, con espadas de pirata, un bate de béisbol y un guante,
un gran camión de bomberos rojo, y lo que parecía una gran bolsa con piezas de
Lego que salía de ella. Un aro de baloncesto se encontraba apoyado en la
esquina opuesta, con una bola tirada en el suelo junto a él.
Por encima de su cama estaba pintado MICAH.
—¿Crees que las personas que solían vivir aquí dejaron esto para mí? ¿O
tenemos que devolverlo? —preguntó, con una expresión de esperanza en su
rostro—.Y mira, mamá, mi nombre ya está en la pared.
Se me llenaron los ojos de lágrimas y tuve que tragar mientras estaba allí
en la habitación. No sabía qué pensar. Esto no era lo que esperé, pero de nuevo,
no esperé que me diera esta casa, tampoco. Un sobre blanco llamó mi atención.
Se hallaba apoyado contra la pared en la cima de la cómoda, con mi nombre y el
de Micah.
Acercándome a él, me limpié la lágrima que escapó, y traté de ocultar mi
cara de mi muy observador niño de cinco años de edad. El sobre estaba sellado,
por lo que deslicé el dedo por debajo y lo abrí.
Sienna,
Esta es tu casa ahora. No te compensa por el pasado o por los años que no estuve
allí cuando me necesitabas. Pero es todo lo que tengo para darte. No espero comprar tu
perdón. Esta habitación es tanto para mí como lo es para Micah. Siempre he querido
comprarle cosas. Regalos de Navidad, regalos de cumpleaños y regalos sólo porque es
mi nieto. No pude hacer eso, sin embargo. No mientras vivía con tu padre.
No voy a hablar mal de tu padre, no es de lo que esto se trata. Le amaba. Era un
buen hombre, pero era un hombre orgulloso y tenía que respetar eso. Creo en mi corazón
que si tuviera que hacerlo de nuevo, habría hecho las cosas de manera diferente. No me
gusta que él nunca llegara a conocer a nuestro nieto.
Por favor, dile a Micah que la habitación es con amor de alguien que espera que
pueda encontrarse con él algún día. Cuando estés lista, por supuesto. Si alguna vez
estás lista. Sólo pido que puedas encontrar en tu corazón una manera de perdonarme.
Quiero ser parte de sus vidas.
Mi dirección y número de teléfono están a continuación. Si quieres enviar una
carta o llamarme, me gustaría eso. O tal vez enviarme algunas fotos de Micah. Tengo
un álbum completo gracias a tu tía Cathy. Es hermoso, pero también lo es su madre.
Te ama siempre,
Mamá.
—Mamá, ¿por qué estás llorando? —preguntó Micah mientras tiraba de
la parte inferior de mis pantalones cortos.
Doblé la carta y la guardé en mi bolsillo trasero antes de doblarme hacia
abajo y mirarlo.
Se estiró y limpió mi cara con sus manos pequeñas. —Está bien si no nos
podemos quedar aquí. Sólo si estoy contigo —dijo. La tristeza en sus ojos dañó
mi corazón.
Esta casa era demasiado buena para que él lo creyera. Agarré sus manos
y las apreté con fuerza. —Este es nuestro hogar. La persona que nos la dio lo
hizo todo sólo por ti. Estas son lágrimas de felicidad, no de tristeza —dije. No
estaba dispuesta a explicarle acerca de su abuela. No sabía lo que sentía acerca
de presentárselo a ella. Había demasiado dolor para hacer frente en este
momento. Pero sus palabras y esta habitación significaban mucho. No
compensaba su abandono, pero saber que amaba a Micah lo suficiente como
para hacer esto, me ayudó a dejar que la considerara en nuestra vida.
—¿Así que me quedo con esto? ¿Todo ello? —preguntó, mirando a su
alrededor de nuevo, con los ojos muy abiertos por el asombro. Incluso
compartimos la cama hasta ahora.
—Sí. Todo esto es tuyo. Solo tuyo. Tienes tu propio espacio ahora. Tu
propia cama. Incluso tu propio armario.
Micah se acercó a su cama y corrió su pequeña mano sobre la colcha. Él
sabía lo que era una pelota de baloncesto. Le compré una con mi primer cheque
de pago. Era una parte de su padre que quería que tuviera. —¿La persona que
hizo esto para mí sabía que mi padre fue el mejor jugador de baloncesto del
mundo? —preguntó, mirándome.
Asentí, reprimiendo una sonrisa.
—Vamos a ser felices aquí, mamá —dijo, y luego se giró para regresar a
su caja de juguetes. Lo observé durante unos minutos mientras excavaba a
través de las cosas que mi madre le dejó. Entonces salí de la habitación para ver
el resto de la casa.
En la carta que envió con la llave de la casa y la escritura, ella me dijo que
iba a dejar detrás los muebles. El lugar donde vivía ahora estaba amueblado.
No estaba segura de lo que sentía por dormir en la cama de mis padres, pero
todo lo que yo tenía era un colchón y lo dejé atrás en Texas.
Al abrir la puerta de la habitación principal, me quedé helada antes de
que el alivio se apoderara de mí. Era mi vieja cama, un armario, y tocador.
Incluso mi viejo escritorio. Ella movió todo aquí, sabiendo que no querría sus
cosas. El edredón de la cama era el mismo que había estado en mi cama cuando
la dejé hace seis años. Era de color rosa pálido con grandes margaritas.
Estaba en casa.
En la actualidad...
Dewayne
Saqué mi auto de la calzada de mis padres y aparqué al lado de la
camioneta de mi padre. Normalmente, trataba de venir y visitar una vez a la
semana. Las últimas dos semanas, sin embargo, sólo no había estado de ánimo.
Mamá rompió a llorar la última vez que estuve aquí, recordándonos a todos
que era el sexto aniversario de la muerte de mi hermano pequeño.
La única manera en que sabía cómo tratar con ello, era conseguir mi culo
borracho cada maldita noche hasta que estuviera entumecido de nuevo. Hasta
que estuviera más allá del dolor, y el espacio vacío en mi pecho no doliera
terriblemente tanto. Después de lograr mantenerme sobrio durante las últimas
dos noches, decidí que lo mejor era volver aquí para ver a mi mamá antes de
que viniera a buscarme.
Esa mujer tenía temperamento y no la necesitaba detrás de mí. No tenía
miedo de mucho, pero Tabby Falco era alguien a quien temía. Amaba su metro
sesenta, pero me aterraba.
Echando un vistazo al otro lado de la calle, me di cuenta de un
destartalado Honda Civic blanco. Vio días mejores. Nina Roy se mudó
aproximadamente hace un mes, apenas unas semanas después de la muerte de
su marido. Mamá dijo que fue a Florida. El lugar estuo vacío durante el último
mes. ¿Alguien se mudó? Si es así, el coche no los hacía parecer como si fueran la
buena clase de vecinos. Puede que tenga que pasar por ahí y asegurarme de que
mis padres estuvieran a salvo.
Ellos no tenían que estar tratando con fiestas salvajes o una casa de
metanfetamina de algunos nuevos vecinos de mala calidad. Di un paso más
cerca y vi la matrícula. Texas. Ahora estaba tan curioso como preocupado. ¿A
quién diablos le vendió su casa Nina Roy? Ni siquiera vi un cartel de venta en el
patio. Si la alquiló, podríamos realmente tener un problema. En sólo las tres
últimas semanas las casas alquiladas a sólo una hora al norte de aquí fueron
encontradas con metanfetamina.
—¿Por qué miras con la boca abierta el coche de nuestro nuevo vecino?
¡Entra aquí y mira a tu mamá! —Me di la vuelta para ver a mi padre de pie en la
puerta, una mirada molesta en su rostro. Hubo un tiempo en que no habría
sentido la necesidad de proteger al hombre. Habría pensado que nada lo podía
tocar. Pero entonces tuvo un accidente cerebrovascular. Las cosas cambiaron.
Tomé oficialmente la empresa constructora de mi padre, Falco construcción.
Papá no podía aguantar más. Siempre lució exuberante, pero nada fue lo mismo
desde la muerte de Dustin.
—¿Los conociste? —pregunté, señalando hacia la casa de enfrente.
Sacudió la cabeza. —Vi su coche. No vi quién estaba en él. Ninguna
furgoneta ni camión. Sólo el coche. En algún momento alrededor del mediodía
de ayer. El coche se había ido a las dos, al mirar fuera, pero entonces volvió
cuando fui a regar las flores a las cuatro.
Esto se ponía peor. Alguien se mudó sin cosas. Esta no era la mejor
subdivisión en Sea Breeze, pero hasta ahora estuvo a salvo de cosas como casas
de metanfetamina. No me encontraba dispuesto a dejar que la mierda
encontrara su camino en el barrio de mis padres.
—Regresaré en un momento —dije, y empecé a cruzar la calle antes de
que pudiera detenerme. No es que él pudiera.
—Vuelve aquí, muchacho —llamó, pero levanté una mano.
—Solo un segundo. Tengo que ver esto —le contesté, y mantuve los ojos
fijos en la puerta y las ventanas. No quería asustar a todo el que estaba dentro y
recibir un disparo si se hallaban ahí creando un negocio.
Nina Roy debería haber pensado en quién dejaba que se adentrara en su
lugar. Pero entonces, no estaba seguro de que la mujer tuviera mucho corazón,
de todos modos. Su hija fue enviada fuera poco después de la muerte de mi
hermano, para no volver jamás. Fueron mejores amigos durante la mayor parte
de sus vidas, y progresaron a la etapa de relación. La dulce y pequeña Sienna
sufrió una crisis nerviosa y la enviaron lejos. Nadie la vio nunca más. No fue
fácil para mí aceptarlo durante mucho tiempo. Por mucho que odiaba admitirlo,
tomé su partida más duro de lo que debería. Sobre todo sabiendo lo que la
muerte de Dustin le hizo. Eso era algo más que añadir a mi lista de cagadas.
Llamé a la puerta y esperé. Mantuve los ojos en el pomo de la puerta en
caso de que se moviera lentamente. Si el hijo de puta tenía un arma, estaba listo
para desarmarlo. Antes de que pudiera pensar en lo que haría, la puerta se
abrió y un par de ojos marrones me miraban con gran interés.
—Hola —dijo un niño, observándome como si no estuviera seguro de
haber hecho lo correcto al abrir la puerta.
Esto no era lo que esperé. No me imaginé que una familia se mudó al
otro lado de la calle, no por el aspecto de ese vehículo. No se veía como un auto
familiar, no era seguro para adultos y mucho menos para niños.
—Hola, ¿tus padres están en casa? —pregunté, y me miró un momento
más antes de fruncir el ceño.
—Yo no tengo padres. Tengo una mamá, pero está en el baño. Tenía que
ir a orinar. Probablemente no debería haber abierto la puerta.
El chico era lindo. Y tenía razón. No tenía por qué abrir la puerta. Ni dar
a un completo desconocido ese tipo de información. Si tenía sólo una madre,
entonces el coche en la entrada me preocupaba por otras razones. Si eso era
todo lo que tenía, ¿cómo diablos logró tener esta casa? No era una casa cara ni
nada, pero pensaría que un remolque de alquiler utilizado habría estado más en
su gama de precios.
—Tal vez en el futuro esperarás a que ella abra la puerta. Tuviste suerte
esta vez. —Señalé a la casa de mis padres. Mi padre estaba de pie en el porche,
viéndonos—. Esa es la casa de mis padres. Venía a saludar a los nuevos vecinos.
El chico se asomó por mis piernas y miró a la casa y a mi padre, y luego
volvió su atención de nuevo a mí. —¿Vives con tus padres? Mi mamá no tiene
ningún padre.
Una vez más, más información de la que necesitaba ser compartida.
Diablos, ¿esta mujer no le enseñó a su niño a no hablar con extraños y derramar
su historia de vida? No era seguro.
—Probablemente no deberías decirle a extraños eso tampoco, pequeño —
le dije.
Frunció el ceño y tendió la mano como para estrechar la mía. —Mi
nombre es Micah. ¿Cuál es el tuyo?
A pesar de que no debería estar diciendo su nombre, no pude evitar
sonreír. El chico era un encanto. Estreché su mano en la mía y le di una
sacudida. —Encantado de conocerte, Micah. Dewayne es mi nombre.
Su sonrisa se hizo enorme. —¿Al igual que Dwyane Wade? Ya sabes, ¿de
los Heat de Miami?
No sabía mucho de baloncesto, pero sabía quién era Dwyane Wade.
Asentí.
—Me gustaría tener un nombre tan cool. Pero me gustaría ser llamado
LeBron.
—Supongo que eres un fan de los Heat —dije.
Asintió vigorosamente. —Oh sí. Voy a ser el mejor algún día. Mi padre
fue el mejor jugador de baloncesto del mundo. Lo voy a ser también.
Pensé que dijo que no tenía papá. Sólo una mamá.
—¿Micah? —llamó una voz suave, femenina.
Los ojos del niño se agrandaron y se dio la vuelta. —Sí, mamá. Estoy en
la puerta con nuestro vecino. Nos vino a visitar.
Alcé los ojos del niño, justo a tiempo para ver piernas. Un montón de
putas piernas, todas suaves y cremosas y encerradas en diminutos pantalones
cortos de mezclilla azul. Santo infierno. Mis ojos siguieron su pista hacia arriba,
deteniéndome en la pequeña cintura y pechos generosos apenas cubiertos por
un top antes de llegar a su cara.
María, Madre de Jesús. No. Había. Forma.
Conocía esa cara. Era mayor. Era una mujer ahora, pero sabía quién era.
Esos ojos azules brillantes, todo ese largo cabello rojo y sedoso, y esos labios
rosados que hacían que hombres, jóvenes y viejos, fantasearan. Pero esto... Ella
no podía - me detuve y di un paso atrás, y luego mis ojos regresaron al chico
frente a mí.
—Micah, ve a tu cuarto —dijo con calma—. Ahora. Ve.
—Pero‖él‖es‖agradable…‖—comenzó el niño, pero ella lo interrumpió.
—Micah, ve.
Vi la parte posterior de su cabeza mientras se alejaba de mí. Quería ver
su cara otra vez. Quería estudiarlo. Esto no era... Esto no podía... No. Era
demasiado joven. Él no era de Dustin. No había manera de que ella hubiera
tenido al hijo de mi hermano y lo hubiera ocultado de mí... de nosotros. Pero el
niño dijo que su padre era un jugador de baloncesto. Nunca conoció a Dustin.
Obviamente, conocía a su padre.
—Hola, Dewayne —dijo Sienna, con un tono de advertencia que no me
perdí. Mi cabeza aún estaba conmocionada. ¿Cómo ella tenía un niño? Pensé
que perdió la cabeza cuando mi hermano murió. No ido y formado una familia.
La miré fijamente. No entendía. Trataba de envolver mi cerebro
alrededor de ello. ¿Qué edad tenía ese chico? ¿Dónde diablos estaba su padre?
Los hombres no permiten a mujeres como ésta alejarse. Especialmente con un
niño que es malditamente adorable.
—Sienna —dije finalmente—, ha pasado un largo tiempo.
Hace ocho años…
Traducido por Vane hearts
Corregido por Miry GPE

Dewayne
—Chicas de primer año —pronunció lentamente Preston Drake, sonando
contento al mirar por el pasillo—. Lástima que serán ilegales antes de que
termine el año. Tenemos que disfrutar de tener diecisiete mientras podamos.
Marcus le dio a Preston un codazo en las costillas. —Amigo, eres un
imbécil. Estoy contento de que mi hermana no estará aquí hasta el próximo año
cuando ya no estemos.
Preston se rio entre dientes. Todos sabíamos que no iba a tocar Amanda
Hardy. Ella también era nuestra hermana pequeña. O al menos, así lo sentía yo.
Éramos amigos de Marcus desde que Amanda estaba en pañales.
—¿Vieron a Trisha? —preguntó Rock mientras se acercaba a nosotros con
el ceño fruncido firmemente en su lugar. Era el tipo de gesto que significaba
que se encontraba a punto de golpear muy fuerte a alguien.
—No. ¿No tomó el autobús? —preguntó Marcus.
Rock negó con la cabeza. —Estúpida madre pedazo de mierda de ella.
Voy a tener que ir a buscarla. Regreso más tarde. Cúbranme —dijo, antes de
girar y dirigirse hacia la salida trasera del edificio. Esto era algo de una vez a la
semana. Trisha tenía una madre abusiva verbalmente, y el actual novio de su
madre golpeó al hermano menor de Trisha, Krit, la semana pasada. Trisha saltó
sobre la espalda del hombre y comenzó a tirar de su cabello y él la lanzó otro
lado de la habitación. Si Rock no hubiera aparecido cuando lo hizo, Trisha
habría terminado en el hospital o peor. Rock trabajaba en conseguir sacarla de
allí. Pero también tenía que hacer algo con su hermano menor. Ella no lo dejaría
en una situación peligrosa.
—¿No es esa la novia de Dustin? —preguntó Marcus, atrayendo mi
atención al momento presente. Escaneé a las personas hasta que vi a Sienna Roy
de pie entre la multitud con su bolsa de libros sostenida protectoramente contra
su pecho y los ojos muy abiertos de asombro. Parecía perdida. ¿Dónde coño
estaba mi hermano? La muchacha se convirtió en una belleza de la noche a la
mañana. Le dije el mes pasado que necesitaba hacer oficial su relación antes de
comenzar la escuela preparatoria. Los chicos iban a fijarse en ella.
—Sí, lo es, y el pequeño estúpido hijo de puta no está cerca —murmuré.
Sienna era tan malditamente sobreprotegida por sus padres que no tenía mucha
vida fuera de su casa y la nuestra. Mi hermano ya iba a fiestas, pero Sienna no
conseguía ir. Y nunca parecía invitar amigos a casa. Dustin era su amigo. Pero
su estúpido culo no estaba por ningún lado.
—¿Rompieron? —preguntó Preston, tomando un nuevo gran interés en
Siena. Joder no. Podía retroceder su cachondo culo.
—Nunca fueron pareja. Y ni siquiera vayas allí. Voy a golpear a tu culo.
¿Me entiendes?
Preston me dio esa sonrisa arrogante que odiaría si no fuera uno de mis
mejores amigos. Ahora, sin embargo, consideraba acabar con su cara.
—No lo cabrees, Preston. No estoy de humor para manejar eso sin algún
apoyo —dijo Marcus, mirando a Preston.
No iba a dejar que mi hermano pequeño dejara a Sienna fuera para los
perros. Y había un montón de perros de mierda en esta escuela.
—Me reuniré con ustedes en el primer período. Tengo algo que hacer —
les dije, pero no hice contacto visual. No quería ver la expresión de sus caras.
Nunca me metía con estudiantes de primer año. Pero esta chica de primer año
me necesitaba, y si mi hermano no iba a cuidar de ella, yo lo haría.
No tuve que empujar a través de la multitud. Ésta se dividió para mí
mientras me dirigía hacia Sienna. Estaba a medio camino de allí cuando su
mirada me encontró. Primero sus ojos se abrieron con sorpresa y luego una
sonrisa tímida tocó su cara. Maldición, era bonita. Demasiado malditamente
bonita. Mi hermano era un idiota.
—Oye, Pequeña Roja, parece que encontraste tu camino a las grandes
ligas —me burlé mientras tomaba su brazo suavemente y tiraba de ella a un
lado del pasillo ocupado—. ¿Ya encontraste tu casillero?
Se sonrojó y bajó la mirada hacia sus pies. Seguí su mirada y vi que
llevaba un par de botas de vaquero con su falda. Eso era realmente sexy. ¡Joder!
Era una niña. Era también la chica de mi hermano. Él sólo necesitaba crecer y
darse cuenta de ello.
—Lo busqué, pero hay tanta gente y no podía recordar si los cientos
están en el primer o segundo piso. Así que sólo pensé que podría llevar mis
libros conmigo hoy y quedarme hasta tarde para encontrarlo.
Sus libros pesaban más que ella. —¿Cuál es tu número? —pregunté. No
la dejaría llevar esos libros todo el día.
—Ciento ochenta y ocho —dijo, frunciendo el ceño y mirando a su
alrededor otra vez. El pasillo se encontraba lleno de gente, sería difícil ver los
números de los casilleros con su altura.
—Ven. No quiero que consigas un dolor de espalda en tu primer día de
clases —dije, y puse una mano en su espalda para guiarla a través de la
multitud. Podía ver a la gente mirándonos, y quería mirarlos a todos ellos y
advertirles que tuvieran cuidado con ella. Pero no lo hice. Hice mi amenaza
silenciosamente. Mantuve mi mano en su espalda mientras caminábamos por el
pasillo y girábamos a la izquierda para encontrar su casillero en la primera fila
en el ala este.
—Éste es. ¿Tienes la combinación?
Pareció aliviada. Dejó caer su bolsa y comenzó a buscar a través de ésta
hasta que sacó un pedacito de papel. —Aquí está —dijo, sonriéndome antes de
girar con cuidado el bloqueo hasta que se abrió. Tomé la puerta de ella e hice un
pequeño cambio en el interior de la misma.
—Ahora ciérrala. Te voy a enseñar algo —dije.
La cerró sin lugar a dudas y levantó la mirada hacia mí.
—Golpéala dos veces.
Apenas y la palmeó.
Riéndome, sacudí la cabeza. —No, Pequeña Roja. Tienes que golpearla
dos veces. Como esto. —Le mostré, luego giré la cerradura una vez y se abrió.
Sus ojos se ensancharon. —¿Cómo hiciste eso?
Guiñándole un ojo, agarré su mochila y la puse en el interior del
casillero. —Magia, cariño. —Cerré la puerta de nuevo—. Ahora inténtalo de
nuevo.
Golpeó más fuerte esta vez y con un solo giro en la cerradura, ésta se
abrió. Se rio y aplaudió con entusiasmo. —Eso es tan genial. Gracias, Dewayne.
Sí, mi hermano tendría que hacer algo rápido, porque este tipo de belleza
no iba a ser dejada sola mucho tiempo. Tendría que asegurarme que nadie más
se acercara a ella hasta que Dustin se despertara de una puta vez.
En la actualidad…
Sienna
Quise prepararme para esto. Necesitaba tiempo para pensar en esto.
¿Enviaron a Dewayne aquí para mirar a Micah? ¿Para ver si era de Dustin? ¿Era
eso lo que era?
Mi estómago se revolvió y estaba segura de que iba a vomitar aquí a sus
pies. Micah no los conocía. No hicieron ningún intento por conocerlo. No podía
dejar que ellos trataran de entrar en su vida. Así no.
—Ha sido un largo tiempo. ¿Por qué estás aquí? —contesté, sin apartar
los ojos de Dewayne. Todavía era exuberante. Más que cuando yo era una
adolescente. Tenía unos cuantas perforaciones más ahora y un par más de
tatuajes. Sus hombros eran aún más amplios y los gruesos músculos llenos de
venas en sus brazos eran intimidantes. El hombre era como una pared de
ladrillos.
Sin embargo, esas pestañas suyas eran todavía demasiado gruesas para
un hombre, y a pesar de que se hizo una perforación en el labio, no quitaba el
volumen por el que las mujeres pagaban un buen dinero para imitar. Los
pantalones gastados que parecían necesitar un buen lavado lo abrazaban en una
forma que quería pasar por alto. Tenía que pasar por alto. Este hombre estaba
fuera de los límites para mí.
No sólo era el chico genial que fue mi amigo cuando yo era más joven.
También fue un hombre que me abandonó cuando más necesitaba a alguien.
Incluso si era delicioso y de lo que las fantasías femeninas estaban hechas,
nunca lo perdonaría. Sin embargo, Dustin lo adoraba, el hijo de Dustin ni
siquiera lo conocía.
Arqueó una ceja, como si estuviera sorprendido por mi reacción a él. —
Vine a ver quiénes eran los nuevos vecinos. El auto hecho mierda aparcado al
frente me preocupó. El barrio no es lo que solía ser.
Una vez no habría sido capaz de mirar más allá de su perfectamente
cincelada cara y llenos labios para enojarme con él. Ese no era el caso por más
tiempo. Mis manos se hicieron puños a mis costados y no quise nada más que
darle un puñetazo en la nariz. Ese era mi coche. Trabajé duro para comprarlo.
—Lo tendré en mente. Te puedo asegurar que no vamos a causar ningún
problema —contesté, caminando hacia la puerta y poniendo mi mano en ella
para hacerle saber que terminé con esta visita y quería que se fuera.
Dewayne frunció el ceño y sus ojos oscuros, que en mis sueños me
miraron como lo hizo hoy cuando entré en la habitación, se entrecerraron ahora.
Genial, conseguí cabrear al enorme hombre del tamaño de un monstruo que me
podía tumbar con una fuerte ráfaga. —¿Dónde se fue esa chica dulce que solía
conocer? ¿La perdiste en alguna parte? —La voz de Dewayne fue pareja, pero el
sonido amenazante y bajo me molestó.
¿Qué esperaba que hiciera? ¿Batir las pestañas hacia él y desmayarme
como lo hice cuando era niña? —Aprendió a endurecerse y a no confiar en
nadie. —Agarré la puerta, luchando contra el impulso de cerrarla de un portazo
en su cara. Porque estaba bastante segura que podría rasgar las bisagras si era
provocado—. Gracias por pasar. Ahora que ya sabes que no estamos a punto de
ensuciar el barrio con nuestra presencia, puedes irte de nuevo a casa de tus
padres. Estamos bien aquí. —Empecé a cerrar la puerta. Dewayne dio un paso
atrás. Para mi sorpresa, se dio la vuelta y luego comenzó a alejarse.
Al menos captó la indirecta. Me debatía entre estar enojada o estar
aliviada.‖Se‖fue‖sin‖hacer‖una‖escena‖y‖molestar‖a‖Micah…‖pero‖no‖me‖preguntó‖
ni una cosa sobre él. No pidió verlo o preguntó si sus padres podían conocerlo.
Eso fue un dolor que pensé que superé hace años. Ahora me di cuenta que no.
Vivir aquí era como quitar la costra de un tirón. Dolía de manera feroz.
Bloqueando la puerta, me moví para mirar a través de las cortinas y vi a
Dewayne hablando con su padre mientras entraba a su casa. ¿Por qué eran así?
Los amé como mi propia familia. A veces al crecer, deseé que fueran mi familia.
Tabby siempre tuvo una sonrisa y los brazos abiertos cuando tenía que
lanzarme a ellos. Nunca hubiera imaginado que el niño del hijo que adoraban
sería completamente ignorado.
Micah era tan especial. Tenía el encanto de su padre y era tan inteligente.
Era como un pequeño hombre crecido en el cuerpo de un niño. Todo el que
alguna vez lo conoció se enamoraba de él. Al igual que su padre. Su sonrisa era
la de Dustin y también lo era su risa. Era como tener una parte de Dustin
conmigo todo el tiempo. Micah era su propia persona y tenía maravillosas
cualidades que su padre no tuvo. Él era perfecto.
Dustin hubiera querido que Micah tuviera su apellido. Eso nunca sería.
Hice lo único que pude hacer y le di el nombre dado a su padre en su lugar.
Micah Dustin Roy fue lo que puse en su certificado de nacimiento. En ese
entonces tuve la esperanza de que algún día los Falco me permitirían cambiar
su apellido a Falco. Ese sueño murió años atrás.
—¿Mamá? —La voz de Micah llena de preocupación.
Me acerqué a él y me puse en cuclillas al nivel de sus ojos. Él sabía que
no debía abrir la puerta. Eso fue algo que le inculqué desde que nos mudamos
de casa de tía Cathy. Todavía teníamos que hablar de esto. El hecho de que se
sentía a salvo aquí no significaba que no había peligro.
—Sabes que no debes abrir esa puerta —dije.
Sus hombros cayeron y asintió. —Sí. Lo sé. Lo olvidé. Pero ese hombre
era agradable. Él no era un mal tipo, ¿o sí mamá?
Pensé en eso. Dewayne no era un mal tipo de la forma en que Micah
creía. Pero no era un buen hombre. Un buen hombre no se habría puesto en
contra del hijo de su hermano. —No es alguien con el que necesitamos pasar el
tiempo. No nos hará daño ni nada, pero no confío en él. Nuestros asuntos son
nuestros asuntos. Eso es todo. ¿Bien? No compartimos nuestros asuntos con
nadie. Cuando alguien entre en nuestra vida, que sienta que podemos confiar
en esa persona, te lo haré saber. Hasta entonces, sólo tú y yo.
Micah asintió. —Bueno. Solo tú y yo.
Levanté mi puño. —Dúo dinámico —dije.
Levantó su mano hecho puño y la chocó con la mía. —Dúo dinámico —
repitió. Luego, echó sus brazos alrededor de mí y me abrazó con fuerza—. Te
amo, mamá.
—También te amo, bebé.
Me aferré a él todo el tiempo que me dejó. Cuando terminó, bajó los
brazos y dio un paso atrás. —Voy a volver a mi habitación y jugaré.
Me puse de pie y le di un beso en su cabeza. —Voy a prepararnos algo
para cenar —dije.
—¡Macarrones con queso! —gritó mientras corría hacia su habitación.
—No. Te vas a convertir en macarrones con queso —le grité de vuelta,
riendo, antes de dirigirme a la cocina. Esta noche comeríamos pizzas de pan.
Era algo que inventé para hacer una comida barata interesante. Rebanadas de
pan de molde con puré de tomate, queso, pepperoni, champiñones y no costaba
mucho y hacía varias comidas.
—Vas a hacer pizzas de pan, ¿verdad? —dijo mientras sacaba
nuevamente la cabeza de su habitación y miraba por el pasillo hacia la cocina.
—Sip. ¿Me vas a ayudar?
—¡Sí! —volvió a gritar—. No pones queso suficiente —explicó mientras
venía corriendo hacia mí.
Dewayne
—¿Cuál es el veredicto? ¿Crees que el chico que abrió la puerta va a ser el
nuevo señor de la droga del vecindario? —preguntó papá mientras me seguía
dentro de la casa.
Le lancé una mirada molesta y se rio. No se daba cuenta que esa mierda
en realidad pasaba en algunos lugares. Era mi trabajo mantenerlos a salvo,
incluso si él no aceptaba eso.
—Lucía muy aterrador. Especialmente cuando se asomó por tus piernas
hacia mí.
El‖chico‖fue‖genial.‖Pap{‖lo‖amaría…‖Pero…‖No‖estaba‖seguro‖de‖decirle‖
a quien pertenecía ese chico. Sienna no era la misma chica que conocieron. Era
fría, distante y ocultaba algo. Conocía lo suficiente a la gente para saber cuándo
alguien quería deshacerse de mí porque no querían que viera demasiado cerca.
El niño tuvo que ser lo que la hizo callarse. No quería que supiéramos
que cambió y quedó embarazada, probablemente no más de un año después
que Dustin murió. No se puede decir que la culpo, porque eso no se veía muy
bien. Tal vez realmente se rompió y, porque era mentalmente inestable, cometió
un error y terminó con Micah.
De seguro no se veía mentalmente inestable ahora. Mierda. ¿A quién
engañaba? La mujer podría estar muy loca y no me habría dado cuenta. Su
cuerpo y ese precioso rostro suyo me obstaculizaron ver a la verdadera ella. Era
la clase de chica linda que hacía que a los chicos no les importara una mierda si
estaba loca.
Pero el niño era normal. Feliz, incluso. No parecía asustado o
descuidado. Una mamá loca no podría criar a un niño que actuaba muy normal.
¿O sí? ¿Era el niño incluso de ella? ¿Ese podría ser su secreto, que criaba al hijo
de otra persona?
—Ese cerebro tuyo de seguro está trabajando. ¿El pequeño chiquillo capo
de la droga te tiene preocupado?
Negué con la cabeza y rodé los ojos a mi padre.
—¿Es a Dewayne al que escucho? ¿Mi niño finalmente vino a verme? —
La voz de mamá gritó desde la cocina. La culpa me inundó mientras se acercaba
a la esquina, sonriendo como si iluminara su mundo, y me abrió sus brazos. Yo
era el único chico que tenía ahora. No el que iba a ser una estrella y hacer que se
sintieran orgullosos. Era el rebelde lleno de tatuajes que planeó en armar un
buen lío y viajar por el mundo con nada más que una mochila. Sin razón para
alojarse en cualquier parte demasiado tiempo.
Pero entonces el buen hijo, el que fue destinado para la grandeza, se
emborrachó y chocó su coche contra un puto árbol yendo a más de ciento
sesenta kilómetros por hora. Ahora ella me tenía. Yo era todo. Y todavía era un
fracaso aunque realmente traté hacer lo correcto. Hacerla sentir orgullosa.
—Lo siento, mamá. Debí tomarme un tiempo hace mucho para venir
hasta aquí. No volverá a pasar —dije mientras le regresaba su abrazo. La cima
de su cabeza ni siquiera tocaba mi barbilla.
—Bueno. Te extrañé —dijo, dando un paso atrás y luego golpeándome
con el paño de cocina en su mano—. Estoy a punto de sacar una tarta de
manzana del horno y entregársela a los nuevos vecinos. Entonces podemos
sentarnos y comer.
Mierda. No pensé en mamá y sus tartas de manzana. Por supuesto que
querría llevarle una a Sienna. Necesitaba evitar eso. Mala idea. Mamá todavía
estaba muy dolida desde el aniversario de la muerte de Dustin. No necesitaba
ver a sus nuevos vecinos por el momento.
—Sí, no va a suceder esta noche. Acabo de ir para allá y los conocí. Se
dirigían a cenar y a conseguir algunas provisiones. No parecían muy dispuestos
a tener compañía. Mujer muy extraña.
Mamá frunció el ceño y luego se encogió de hombros. —Entonces
ustedes pueden comer mi tarta y haré otra mañana y ver si puedo entregárselas.
Sin embargo, no deberías llamar a la pobre mujer extraña.
Se dio la vuelta y se dirigió hacia la cocina, y seguí detrás de ella. Sabía
que habría cerveza en la nevera, y necesitaba una.
—Todo lo que vi fue piernas, pero por como lucían, no había nada
extraño en ellas —dijo papá detrás de mí.
Al anciano le gustaba causar problemas. Encontraba esa mierda
divertida. —Las piernas estaban bien, supongo, pero el resto de ella era normal.
Nada especial —mentí.
Jodidamente mentí.
Hace ocho años…
Traducido por Kyda
Corregido por Laurita PI

Dewayne
—Hombre. En serio. Mierda. —El tono de voz de Preston atrapó mi
atención, y aparté la mirada de mis zapatillas de fútbol para ver la razón que le
causaba tanta emoción.
Ellie Nova se dirigía hacia nosotros. Y era jodidamente sexy. Pero
entonces, Ellie siempre fue muy atractiva. Cuando se mudó aquí en nuestro
primer año de secundaria, todos caminábamos por ahí con erecciones,
esperando poder echar un vistazo por debajo de esas faldas cortas suyas o sus
tetas. Las que eran jodidamente inmensas.
—Quiero algo de eso. Antes que nos graduemos, quiero ese coño —dijo
Preston en voz baja.
El problema con Ellie era que tenía un montón de dinero y era una
princesa. No, era una puta reina. Miraba con desdén a todo el mundo. Nada
importaba, los chicos aún así fantaseaban con ella. Era la página central de la
Secundaria Sea Breeze.
—Suerte. Creo que ella es el único culo en nuestra clase de último año
que no te has follado, y la única que nunca tendrás —dije. Amaba recordarle al
chico lindo que Ellie no le había dado ni la hora del día.
—De acuerdo, primero que nada, no he follado culos feos. Tengo
estándares. Y segundo, me meteré entre esos muslos antes que dejemos este
lugar. Soy Preston Drake —me recordó con un encogimiento de hombros
engreído y una sonrisa de suficiencia.
En verdad si alguno de nosotros iba a follarse a Ellie, sería Preston. No
tenía duda alguna.
—Dewayne —dijo la voz de Ellie, sorprendiéndome, y me giré para
mirarla. Tenía la certeza que nunca dijo mi nombre en cuatro años.
—¿Sí? —contesté, negándome a dejarle saber que quería probarla.
Giró un mechón de cabello dorado alrededor de su dedo y mordió su
labio inferior a medida que me miraba a través de pestañas gruesas. Ni siquiera
me importaba si esas pestañas eran falsas. Lucía totalmente sensual. Muy
sensual.
—Me preguntaba si quizás podrías darme un aventón hasta mi casa —
dijo con su boca haciendo un puchero.
Podía darle un aventón, claro que sí. Uno que no olvidaría pronto.
—Mierda —maldijo Preston detrás de mí. Esto lo haría enloquecer.
No pude evitar sonreír. —Seguro. Déjame buscar mi mochila del
vestuario. —dije, tratando de actuar como si no me sintiera contento por esto.
Parecer relajado con Ellie era la única forma de obtener lo que quería de ella.
—Muchas gracias. Mi auto se encuentra en el taller y no quería llamar a
papi para que viniera a buscarme.
Tampoco quería que llamara a su papi. Tenía planes que estaba seguro
que papi no aprobaría.
Preston me empujó a medida que pasé a su lado, y contuve una risa. Esto
lo enojaba demasiado. Y tendría que restregárselo en la cara por el resto de
nuestras vidas. Me metí entre las piernas de Ellie primero. Porque ese era el
plan de juego. Quería ver si ese coño estirado y caliente como el infierno valía
toda la atención que le ganaba.
—Oye, Sienna, ¿qué te pasa, chica? ¿Viniste a buscarme?
Las palabras de Preston me detuvieron, y me giré de vuelta para ver a
Sienna luciendo insegura mientras sonreía, su sonrisa dulce y tímida dirigida a
Preston. Entonces me miró. Demonios. Esa sonrisa. Hacía que algo dentro de mí
se oprimiera como un hijo de puta cada vez. ¿Lo notaba?
—Yo, eh, iba a ver si podía conseguir un aventón. Me perdí el autobús
escolar, y creo que Dustin ya se fue. No lo vi mucho hoy, y no sé a dónde va
después de la escuela —dijo, sus mejillas sonrojándose a medida que miraba.
—Sí, hermosa, claro que puedes. Justo pensaba en cómo odio ir a casa
solo —contestó Preston en ese tono dulce que impostaba para tenderme una
trampa. Obtendría su venganza. O pensaba que lo haría.
—No —dije, caminando hacia Sienna y tomando su brazo—. Yo llevaré a
Sienna a casa. Tú lleva a Ellie —declaré, asegurándome de que entendiera que
no bromeaba.
Preston comprendió. Su sonrisa de suficiencia estaba más que
complacida. Follaría a Ellie primero después de todo. Y después de esto tenía la
seguridad que nunca obtendría una probada de Ellie Nova. Pero ella no era lo
suficientemente importante como para ignorar a Sienna. Si Sienna me
necesitaba, no podía decirle que no. Y seguro como el infierno que no dejaría
que Preston se le acercara. Sola. Ni loco.
En la actualidad…
Sienna
Para el viernes ya habíamos encontrado nuestro ritmo. Micah se levantó
y se vistió mientras hacía el desayuno, el que consistía tortitas y un vaso de
leche. Eso no me haría ganar el premio a Mamá del Año, pero a él le gustaban
las tortitas de chispas y crema y a mí me gustaba llevarlo a la escuela a tiempo.
Sí comimos el desayuno juntos. Me comí mi barra de granola y bebí algo de café
mientras Micah hablaba dichoso.
No era una persona a la que le gustaran las mañanas. No podía siquiera
formar palabras hasta que al menos transcurrieran treinta minutos desde
despertar y dos tazas de café. Micah, por otro lado, despertaba cantando. Esta
mañana me enumeró sus predicciones para la próxima temporada de
básquetbol. No tenía idea de qué decía, pero asentí y bebí sorbos de mi cafeína.
Vestirme tomaba más tiempo, pero le daba a Micah tiempo para jugar
con sus juguetes y elegir que quería que le empacara para su almuerzo. Le
gustaba tener opciones. La mayoría de los días no teníamos muchas opciones,
pero igual quería elegir.
No llegó tarde ni una vez en toda la semana, tampoco yo. Mi nuevo
trabajo era de martes a sábado. Micah iba a una guardería después de la escuela
hasta las cinco de la tarde cada día. El consejero de su escuela me lo recomendó.
El costo era determinado por mi ingreso, así que era mucho más rentable que
una guardería todo el día.
Un beneficio extra era que varios niños de su clase iban también a esa
guardería. Así que él disfrutaba jugar con sus nuevos amigos. Si no fuera por el
hecho que tenía que ver la casa de los Falco todos los días, entonces todo esto
sería perfecto. Pero ver la casa de Dustin continuamente me recordaba el
rechazo que Micah no merecía de la gente con la que compartía sangre.
—¿Sienna…‖ Roy?‖ —dijo una voz familiar, sacándome de mis
pensamientos mientras me barría el cabello de mi última cita. Levantando la
cabeza, me recordé que estaba preparada para esto. La gente me reconocería.
Solo porque transcurrió una semana sin que fuera reconocida (aparte de
Dewayne) no significaba que eventualmente no iba a suceder.
Amanda Hardy me sonrió mientras metía su rubio cabello largo y
brillante tras su oreja. Sus ojos brillaron con verdadero placer de verme. Pero
bueno, esa era Amanda. Iba un año detrás de mí en la escuela, pero su hermano
mayor, Marcus, era un amigo cercano de Dewayne y la conocía a través de él.
Siempre fue bonita, pero ahora era hermosa. No la había visto desde que ella
tenía quince años. Imaginaba que los chicos de por aquí habían estado
golpeando su puerta; bueno, si lograban superar Marcus.
Recosté la escoba contra mi puesto de trabajo y caminé hacia donde se
encontraba de pie en el escritorio de recepción. —Hola, Amanda —dije.
Acomodó su bolso de diseñador sobre el hombro y siguió sonriéndome
como si fuera el arca perdida y me hubiera encontrado. En mi cabeza pasé a
través de los chicos adinerados de por aquí que pudieron haberse dado el lujo
de poner un anillo en su dedo. Ella era dulce, pero también una princesa.
Siempre lo fue.
—No sabía que regresaste a la ciudad. ¿Y trabajas aquí? No puedo
creerlo.‖Simplemente‖te‖fuiste…‖—Se detuvo y la tristeza en sus ojos me recordó
que fue lo suficientemente cercana a los Falco por su relación con Marcus que
recordaba lo doloroso que había sido.
—Mi mamá se retiró y se mudó a Florida. Me dio la casa. Pensé que era
hora de volver a casa —expliqué. No tenía idea de qué le dijeron mis padres a la
gente. Sabía que no contaron la verdad. Al menos, asumía que no lo hicieron.
Temía que le dijeran a otras personas lo que escuché que mi mamá le dijo a
Dewayne. Esperaba que no.
Su lindo ceño se frunció, y la lástima en sus ojos apagó su antiguo brillo.
—Escuché de tu papá. Lo siento.
Asentí. No sabía qué más decir. Mi ira hacia él aún permanecía allí. Alejó
a la familia de mi hijo de él. El amor que Micah merecía le fue robado debido a
mi padre.
—Manda, ¿cuánto tiempo‖ dijiste‖ que…?‖ —El distinguido cabello rubio
que pertenecía a nadie más que Preston Drake fue la primera cosa que noté.
Sus ojos fueron desde Amanda hacia mí, y se ampliaron de sorpresa.
Preston también fue una vez uno de los amigos más cercanos de Dewayne. Ese
grupo de cuatro chicos fueron dueños de la Secundaria Sea Breeze en su último
año. La mayoría de las chicas babeaban por Preston, fue el rompecorazones.
Pero no yo. Mi fascinación fue con Dewayne. Preston nunca me gustó.
—¡Mierda! ¿Eres tú, Sienna? —preguntó Preston a medida que entró y
caminó hacia nosotras.
Al parecer, Dewayne no le mencionó a nadie que me vio. No aceptaría
que eso dolía. Ya había probado lo mucho que no le importaba. No sé por qué
me sorprendía.
—Sí, soy yo —contesté justo cuando el brazo de Preston se envolvió
alrededor de la cintura de Amanda y la haló contra sí, entonces besó su sien. De
ninguna manera. De ninguna jodida manera. Marcus lo mataría. ¿Cierto?
Preston durmió con la mayoría de Sea Breeze, y Marcus sabía eso mejor que
nadie. ¿Cómo caminaba por ahí, besando a la hermanita menor de Marcus?
Amanda rio y la sonrisa de Preston creció.
—¿Cómo estás vivo? —le pregunté a medida que ambos lucían
divertidos por el asombro en mi rostro.
—Oh, golpeó mi cara. Pero entonces lo superó y lo aceptó. No le dimos
otra opción —respondió Preston.
Simplemente asentí, luego miré a Amanda. —Así‖que‖ese‖anillo‖es…
—Preston Drake se casará. Difícil de creer, ¿eh? —dijo en un tono de
broma, entonces pellizcó a Preston en la cintura.
—Cuidado, sexy —dijo él, mirándola como si fuera la cosa más preciosa
en la tierra.
¿Alguna vez un hombre me miró así?
No.
Ninguno. El único amor que había conocido fue el de un chico. Él nunca
tuvo la oportunidad de convertirse en un hombre. No tenía ni idea de cómo se
sentía ser amada por un hombre. Y hasta este momento habría dicho que no me
importaba, pero viendo a estos dos, me preguntaba si alguna vez conocería ese
sentimiento.
—Es bueno verte. Me alegra que hayas regresado al pueblo —dijo
Preston, entonces movió su atención a Amanda—. Llama cuando hayas
terminado. Vendré y te recogeré, ¿sí?
Asintió. La besó rápido y duro y luego se dirigió a la puerta.
La risa de tonta en el rostro de Amanda mientras lo observó irse solo me
hizo rememorar que no conocía esa clase de amor y tal vez nunca lo haría. Sin
embargo, no importaba. Tenía a Micah. Él era mucho más.
—Lo siento. Está un poco pegajoso hoy porque no he estado en dos días,
fui a comprar mi vestido de novia en Manhattan con Sadie, una amiga.
Asentí como que entendía,‖ pero‖ “ir‖ de‖ compras”‖ y‖ “Manhattan”‖ eran‖
palabras extrañas para mí. Compraba las cosas en el Walmart local.
—¿Tienes una cita con alguien? —pregunté. No quería ser grosera, pero
aún no había tomado mi descanso para el almuerzo y ya eran las tres de la
tarde.
—Sí, con Hillary a las tres y quince —contestó.
Hillary era la dueña. Se había entrenado en Nueva York, Los Ángeles y
París. Que me hubiera contratado era un milagro. Era buena en lo que hacía, lo
sabía, pero no tenía su entrenamiento.
—Aquí estoy —llamó Hillary mientras llegaba desde el cuarto trasero. Su
largo cabello rojo no era natural para nada, pero era exótico. Sumado a eso; los
ojos color azul cristal, las extensiones de pestañas y luego colágeno en los
labios, en verdad hacía que la gente volteara a mirarla.
Amanda la saludó luego me sonrió. —Me alegra tanto que hayas
regresado. Tenemos que reunirnos. Quizás salir una noche.
No saldría en la noche. Dejar a Micah no era una opción. Asentí en su
lugar porque no tenía ganas de hablarle aún de Micah. Haría preguntas que
todavía no quería responder. Además, cualquiera que conociera a Dustin y
mirara a Micah lo descubriría.
Dewayne
Los condominios serían terminados a tiempo. Una preocupación menos
en mi mente. Después de la tormenta tropical que vino en Julio, temía que nos
atrasáramos un mes o más. Los inversionistas se ponían nerviosos, y todo eso
recaía sobre mis hombros. Malditos idiotas deberían haber considerado que el
clima retrasaba las mierdas antes de prometerles a los compradores que el sitio
se encontraría listo antes de Navidad. Idiotas.
Quitándome el casco de seguridad, salí al estacionamiento desde el
edificio y me dirigí a mi camioneta. Había terminado por el día. El equipo
trabajaba y no me necesitaban. Estuve aquí desde las cinco de la mañana.
Entrecerrando los ojos hacia el sol, fui capaz de notar a Preston inclinado contra
mi camioneta con una sonrisa de suficiencia en su rostro. ¿Por qué se
encontraba aquí? Nunca se aparecía en mis sitios de trabajo.
—Acabo de dejar a Manda para que se arregle el cabello —dijo Preston
mirando con agudeza.
No tenía ni puta idea de qué se trataba esto, así que me quedé de pie en
silencio y esperé que dijera el punto de esto.
Noté el momento en que por fin entendió que no tenía ni idea de qué
hablaba. Presionó sus labios luego negó con la cabeza. —Quizás quieras pasar.
Decir hola —agregó—. Sienna regresó.
Debería haberlo sabido. Cada día que pasaba sin que mi madre me
llamara para gritarme por no decirle que la nueva vecina era Sienna, exhalaba
de alivio. Pero era cuestión de tiempo antes que la gente en el pueblo la viera.
¿Y qué demonios hacía en el salón de Hillary? Ese sitio era costoso, y por como
lucía el auto de Sienna, no debería pagar precios altos por su puto cabello. ¿Qué
hay del niño?
—¿Tenía a su hijo con ella? —pregunté, intentando hacer que el disgusto
en mi voz no fuera demasiado obvio.
—¿Hijo? ¡Mierda! ¿Tiene uno? ¿Se casó?
No tenía a su hijo con ella. Jodidamente fantástico. Dejó al pequeño en
casa solo. ¿Qué tipo de madre era?
—¿Y sabías que había regresado? ¿Con un hijo? ¿Por qué no mencionaste
nada?
—Se mudó a la casa de sus padres. Conocí a su hijo cuando fui a ver a los
vecinos por mis padres. No pensé que fuera importante que volviera. Fue parte
de la vida de Dustin, no de la mía. —contesté, luego abrí la puerta de la
camioneta.
—Mentiroso. Eres un mentiroso lleno de mierda. Cuidaste a esa chica por
años. Demonios, cuando era estudiante de primer año actuaste como si fueras
su maldito perro guardián. Cuando fue enviada lejos, jodió tu cabeza. Estabas
en duelo por Dustin, y entonces ella se había ido y también estuviste de duelo
por ella. Pensaba que te importaría si ella volvía. A menos que esté casada y por
eso estás enojado.
Pretender que no me importaba Sienna y su felicidad en se entonces no
tenía sentido. Mis amigos sabían la verdad, aun cuando mi hermano no lo había
notado.
—No está casada —respondí, y me monté en la camioneta—. Pero la
chica que me importaba se ha ido. Una perra fría ocupó su lugar. Y si se está
arreglando el cabello donde Hillary, entonces es una perra egoísta. El automóvil
de mierda que conduce no es seguro para que su niño vaya allí.
Empecé a cerrar la puerta, pero Preston la agarró. —Vaya, hombre ¿qué
te pasa para actuar como un imbécil que no eres? Sienna está trabajando en el
salón de Hillary, no arreglándose el cabello.
Quizás sí era un imbécil.
—Oh —contesté, deseando no haber enloquecido frente a Preston.
—Sí, oh.‖ Sienna‖ no‖ parecía‖ una‖ perra‖ en‖ absoluto.‖ Parecía‖ amable…‖ era‖
Sienna.
No, no lo era. Era una madre, y joder, escondía algo.
Y si estaba trabajando, ¿dónde demonios se hallaba Micah?
—Estoy cansado. Necesito una cerveza y luego mi cama. Te veré después
— le dije.
—¿Live Bay mañana en la noche? —preguntó.
Live Bay era el club del pueblo donde todos solíamos beber y seducir
mujeres. Ahora era solo yo lo hacía. El resto de esos idiotas estaban casados o
casi. —Sí, te veré allí —le dije mientras cerré la puerta. Luego me dirigí a casa
de mis padres.
Podía decirme a mí mismo que iba a visitar a mi mamá, pero la verdad
era que iba a asegurarme que Micah no se encontrara solo en casa. Algo en la
forma en que Sienna lo alejó de mí y se puso a la defensiva me molestaba. No
estaba convencido de que la mujer era estable mentalmente.

***
Cuando llegué a casa de mis padres estacioné al lado del camioneta de
mi papá y caminé hacia la calle del frente antes que él se diera cuenta que me
hallaba aquí. No quería una puta audiencia, ni sus comentarios.
El auto de Sienna no estaba, así que aún no había llegado a casa. Más vale
que ese niño no esté aquí. Subí los escalones y golpeé la puerta. Esperé un minuto
completo y nada. Así que golpeé de nuevo. Por qué me sentía jodidamente
convencido que dejó a su hijo en casa no lo sabía con certeza. No conocía a
Sienna. De hecho no tenía pruebas de que hubiera enloquecido.
—Micah, ¿estás allí dentro? Soy Dewayne. Pensé en pasar y ver que te
encontraras bien —llamé, pero solo hubo silencio.
No se hallaba allí dentro. Exageraba. ¿Por qué? No tenía ni puta idea. Me
di la vuelta y caminé de nuevo por las escaleras justo a tiempo para que el
Honda todo golpeado se estacionara en la entrada. Genial. Ahora tendría que
explicar.
La puerta de su auto se abrió y ella salió. Los lentes de sol colocados en
su nariz cubrían esos ojos suyos, así que no tenía idea de qué pensaba. Se
inclinó y volvió a erguirse. Pude ver la pequeña cabeza saliendo del asiento
trasero y entonces oí sus pies en el pavimento.
—¡Dewayne! —gritó a medida que corría alrededor del frente del auto
con una sonrisa de emoción. Pero entonces se detuvo. Su sonrisa se desvaneció,
se tensó y miró hacia atrás a su mamá.
Sienna cerró la puerta del auto y caminó hacia Micah. Descansó la mano
sobre su hombro, se inclinó para susurrarle en su oído y luego le entregó las
llaves.
Asintió. —De acuerdo —dijo sombríamente, entonces se dirigió hacia la
casa, sin mirarme de nuevo. Cuando llegó a la puerta, la abrió y entró.
—¿Qué haces aquí? —preguntó en su tono muy displicente. Al parecer,
la sonrisa amigable que le brindó a Preston no me la dedicaría a mí.
Ahora podía mentir o decirle la verdad. No era un mentiroso. —Escuché
que estabas trabajando. Me preocupó que el niño se encontrara solo en casa.
La expresión en su rostro fue de asombrada a completamente enojada. —
¿Solo?‖ Tú…‖ ¿piensas que dejaría a mi hijo solo? —preguntó en una voz
horrorizada—. No soy idiota. Y si no los has notado, soy la única familia que
tiene. Soy la única que lo quería y lo ha amado. Así que no —Me señaló con su
dedo, su voz subiendo a medida que la furia hervía a fuego lento en sus ojos—,
no actúes como que te importa él una mierda ahora. NO TIENES derecho.
Aléjate de aquí. Vuelve a esa casa. Olvídate de lo que tu hermano hubiera
querido. Finge que abandonarnos a mí y a su hijo era lo correcto cuando
necesitábamos a ALGUIEN. —Su respiración era tan agitada que su pecho
jadeaba y las lágrimas inundaron sus ojos. Luego me superó corriendo y sin que
pudiera detenerla. No podía moverme.
Demonios…‖no‖podía‖jodidamente‖respirar.
—¿Mami? —llamó la voz de Micah y entonces me moví. Me giré y lo
miré. Sienna limpió su rostro y se dobló para presionar un beso en su cabeza y
susurrarle algo.
Envolvió sus pequeños brazos a su alrededor y luego giró la cabeza y me
fulminó con la mirada. En verdad me miró así de mal. Mi pecho explotó en
millones de pedazos a medida que me quedé allí de pie y miré a los ojos al hijo
de mi hermano. ¿Cómo no lo vi? Sus ojos eran justo como los de Dustin.
—No vuelvas aquí. ¡Hiciste llorar a mi mamá! —me gritó.
Sienna se inclinó de nuevo, sostuvo los pequeños brazos con gentileza y
empezó a hablarle de nuevo. Asintió y se volteó para regresar adentro. Ella se
levantó y me miró.
El dolor en sus ojos me confundió. Sus palabras me confundieron. ¿Por
qué pensaba que sabíamos al respecto? ¿Por qué nos culpaba por no ser parte
de la vida de él? No sabíamos. Ella se fue y nunca volvió.
—Es hijo de Dustin —dije a medida que entendí por fin la realidad.
Frunció el ceño y entonces asintió con lentitud.
Dejé caer la cabeza entre mis manos y respiré profundamente varias
veces. Mierda, tenía que controlarme. Una emoción tras otra golpearon en mi
pecho, quitándome el aliento. Dolor, culpa, ira, incredulidad; pero más que
nada, felicidad pura. Aplastaba todas las otras emociones. Por seis años lloré a
mi hermano. Cambió la forma en la que vivía mi vida. Solo quedaron los
recuerdos y la culpa abrumadora de no haberle prestado atención a sus malas
decisiones…‖empecé‖una‖puta‖pelea‖con‖él‖y‖se‖fue‖corriendo‖tras‖el‖volante‖en‖
estado de ebriedad. Si tan solo le hubiera prestado atención, podría estar vivo
ahora mismo. Era un peso sólido en mi pecho, que impedía que pudiera
encontrar‖cualquier‖felicidad‖en‖la‖vida.‖Pero‖ahora…
Dejé caer las manos y levanté la mirada de vuelta a Sienna.
Su pequeño niño era una parte de Dustin. Mi hermano no se había ido
por‖completo.‖Dejó‖algo‖atr{s…‖a‖alguien.
Esto no lo traía de vuelta, pero por primera vez en seis años mi corazón
se sintió más aliviado. No solo por mí, sino por mi familia.
Traducido por Miry GPE
Corregido por Sahara

Sienna
Él no sabía de Micah.
No tuvo que decírmelo. Se mostraba en su rostro. Sólo una vez en mi
vida vi a este intimidante hombre luciendo a punto de desmoronarse, y eso fue
en el funeral de Dustin. ¿Cómo es que no lo sabía? ¿Su madre no se lo dijo?
—¿Mamá? ¿Vas a entrar? —preguntó Micah, sonando preocupado. Tenía
que entrar con él. Este no era el lugar para esto. Micah era mi primera
preocupación, siempre.
—No puedo hacer esto aquí —le dije a Dewayne—. Él no necesita
escucharlo.
La mirada de Dewayne se dirigió a la puerta, pero Micah se encontraba
de regreso en el interior. Dewayne no podía verlo. Vi mientras tragaba duro y el
indicio de su manzana de Adán moverse. Luego asintió y volvió a mirarme. —
Está bien, pero tengo preguntas. Él es... él es... Quiero conocerlo, Sienna.
Esa declaración significaba más para mí de lo que Dewayne podría jamás
saber. —Entonces lo harás —respondí—. Pero no ahora. Esta no es la forma de
manejar la situación.
Dewayne inclinó la cabeza hacia atrás, cerró los ojos y dejó escapar un
profundo suspiro. No podía imaginar lo que pensaba. Todo el tiempo creí que
él sabía sobre Micah. Esto tenía que ser una conmoción mayor para él. Cuando
volvió a mirarme, vi la humedad en sus ojos, y eso solo le ganó a este hombre
un lugar en mi corazón. Durante mucho tiempo quise que alguien amara y
quisiera a Micah tan ferozmente como yo lo hacía.
—¿Cuándo podemos hablar? —preguntó.
—Sólo trabajo medio día los sábados. Podría dejar a Micah en la
guardería un poco más, aunque realmente odio esa idea. Tal vez sería mejor
esperar hasta que se va a la cama mañana por la noche.
Dewayne frunció el ceño. —¿Guardería?
—Sí —respondí a la defensiva, no me gustó el tono de su voz. ¿Qué
esperaba que hiciera, llevarlo al trabajo conmigo?
—¿Puedo verlo? No voy a decir nada. Lo juro. Solo... quiero quedarme
con él mientras trabajas. Podemos hablar después de que llegues a casa. Tal vez
enviarlo a jugar afuera, y nosotros podemos sentarnos en el porche.
Mi instinto de protección quiso rechazar su petición. No estaba segura de
lo mucho que confiaba en que Dewayne no le dijera algo a Micah sobre Dustin.
Pero él quería ser parte de su vida. Y sabía que Micah quería más familia. Ya no
preguntaba, pero la quería. Últimamente hablaba mucho sobre su padre.
Ansiaba un hombre en su vida.
—Tengo que salir a las ocho de mañana —dije antes de que pudiera
cambiar de opinión.
Una sonrisa de alivio se formó en sus labios. —Estaré aquí —respondió.
Luego se volvió y se dirigió al otro lado de la calle. No esperé para ver si
entraría en casa de sus padres. Rápidamente entré y cerré la puerta detrás de
mí.
—¿Dejarás que me quede con él mañana? —preguntó Micah, con ojos
muy abiertos.
Suspirando, tomé su mano. Caminamos hacia el sofá y me senté. Mis
piernas estaban demasiado cansadas de estar de pie todo el día como para
ponerme de cuclillas. Cuando estuve al nivel de sus ojos, le sostuve ambas
manos y lo miré directamente a los ojos. —Sé que he actuado rara alrededor de
Dewayne. Eso te asusta, y lo entiendo. Pero la verdad es que lo conozco desde
que era niño. Es un buen tipo. Hay cosas en nuestro pasado que me ponen
triste, pero Dewayne nunca hizo nada malo. No te dejaría con alguien en el que
no confío. Creo... creo que te gustará. Pasar tiempo con él será divertido. Mucho
mejor que estar atrapado en la guardería un sábado.
Micah se mordió el labio inferior mientras sus cejas se juntaron. Esta era
su cara de pensar. Dejé que asimilara lo que dije. Siempre le tomó un minuto
tomar una decisión acerca de las cosas. Finalmente se encogió de hombros y
sonrió. —Bueno. Si confías en él, entonces creo que puede ser divertido tener a
otro hombre con el cual pasar el rato.
Intenté no sonreír. Micah ya se consideraba un hombre. Había sido el
hombre de la casa desde hacía tiempo.
Miró hacia la cocina. —¿Crees que podrías darme unos macarrones con
queso?
Lo abracé y le di un beso en la mejilla. —Te amo. Eres mi mundo —dije.
Le decía eso desde que lo tuve en mis brazos por primera vez. Era verdad, y
nunca quería que él lo olvidara.
—También te quiero, mamá —gruñó en mi apretado abrazo—. Pero me
aplastas.
Riendo, lo solté y señaló a la cocina. —Me encantaría un poco de
macarrones con queso —me recordó.
Me puse de pie y le hice el saludo militar, haciéndole reír.
—Macarrones con queso, viniendo en un instante —contesté.

***

Micah‖ cantaba‖ “Eye‖ of‖ the‖ Tiger”‖en‖voz‖ alta‖ y‖ fuera‖ de‖ tono,‖ mientras‖
que se paraba sobre una silla y tomaba su Pop-Tart. Vertí mi café en una taza de
viaje y traté de ignorar el nudo de nervios en el estómago. No le mentí a Micah,
confiaba en Dewayne. Simplemente no estaba segura de que dejarlo con un tío
que no sabía que tenía fuera una buena idea. No hasta que estuviera lista para
hablar con Micah sobre Dewayne y quienes eran los Falco para él. Entristecer el
mundo de Micah era algo que no quería hacer.
Él lidiaba con los golpes desde que tenía la edad suficiente para
comprender que nuestra vida siempre cambiaba. Nunca sabíamos dónde
estaríamos después. Ahora que teníamos casa, le quería dar algo de seguridad.
Admitiéndole que tenía una familia sobre la que no conocía, era algo necesitaba
manejar con delicadeza.
—¿Crees que debería hacer un Pop-Tart? —preguntó, mirando hacia mí
por encima del hombro.
—Hmm... Tal vez deberías esperar y asegurarte de que come Pop-Tarts
—respondí mientras bebía mi café y miraba el reloj de gato en la pared. Mi
madre amaba los gatos. Yo no era aficionada, en realidad, pero deshacerme de
ese reloj, no era algo que estuviera lista para hacer. Me recordó tiempos más
felices.
Un golpe en la puerta hizo a un lado esos pensamientos, y mi nudo de
nervios regresó. Me dirigí a la puerta, pero Micah saltó de la silla y salió
corriendo.‖Lo‖dejé‖ir.‖Pronto‖estaría‖llamando‖“tío”‖a‖Dewayne...‖tal‖vez.‖Si‖eso‖
era algo que quería Dewayne. Sabía que yo lo quería por Micah. Sin embargo,
aprender a compartirlo no sería exactamente fácil.
Micah abrió la puerta, y Dewayne se encontraba ahí llenando el espacio
en toda su tatuada y perforada gloria. Incluso a las siete cuarenta y cinco de la
mañana, el hombre era impresionante. Su camiseta azul marino, que decía
CONSTRUCCIONES FALCO en el frente, abrazaba su cuerpo con fuerza. El
tamaño de sus brazos hacía que una mujer fantaseara con envolver sus manos
alrededor de ellos y saltar a ellos. ¡No! ¡Caray!, ¿qué estaba haciendo? Alejé la
mirada del cuerpo de Dewayne y ni siquiera me permití echar un vistazo a sus
piernas en esos pantalones. ¿Y por qué esas pulseras de cuero en el brazo eran
sexy? El hombre podía hacer cualquier cosa sexy.
—Hice un Pop-Tart —anunció Micah—. ¿Quieres uno?
Dewayne sonrió brillantemente, y si esperaban que yo hablara, no habría
sido capaz de hacerlo. No veía esa sonrisa desde hacía años. El efecto
devastador que tuvo en mí seguía siendo igual de potente.
—Nunca rechazo un Pop-Tart —respondió Dewayne, y Micah lo agarró
de la mano.
—Entonces vamos a la cocina. Te prepararé uno —dijo, tirando de
Dewayne detrás de él.
La expresión asombrada de Dewayne mientras miraba a Micah hizo que
mi corazón se tensara. Sus ojos marrón oscuro se elevaron para encontrar mi
mirada, y me las arreglé para sonreírle. Pero no me permití ponerme emocional
y llorosa por la visión de él con Micah. Me controlé. —Llegaste antes de tiempo.
Llegaste temprano —dije, tratando de aligerar el ambiente.
Este era un gran momento para Dewayne. También para Micah, él
simplemente no lo sabía aún. Después de hoy no tenía duda alguna de que
Dewayne adoraría a Micah.
—No quería hacer que te fueras tarde. Trato de ganar el trabajo de niñera
sabatina —dijo con una sonrisa torcida.
La idea de que Dewayne quería ver a Micah todos los sábados casi hace
que me ahogue con mi café. No esperaba eso.
—¿No trabajas para tu padre? —pregunté, mirando hacia la camiseta, y
luego regresé la mirada hacia él. Tal vez asumía demasiado por la camiseta. Por
lo que sabía él podría ser abogado. Realmente dudaba eso, con sus rastas,
tatuajes y perforaciones, pero no sabía mucho sobre Dewayne. Ya no.
—No, me encargo de la compañía ahora. Es mía. Papá tuvo que
renunciar —respondió—. No trabajo los sábados.
Asintiendo, llevé la taza a mis labios para darme una barrera. No es que
fuera mucha barrera, pero no sabía qué pensar de Dewayne.
—Puedes tener este Pop-Tart que acabo de hacer. Haré otro para mí —le
dijo Micah mientras se paraba en la silla, sosteniendo un plato de papel con un
Pop-Tart en él—. La leche está en la nevera. De la buena. Mamá no compra de
esas con agua.
Sonriendo, alcancé mi bolso, luego me acerqué a darle un beso de
despedida a Micah. —Te veré después del almuerzo. Pórtate bien con
Dewayne, ¿de acuerdo? Te amo —le dije.
—¡Espera! —gritó, dándose la vuelta en la silla y levantando el puño
para que lo golpeara. Su gran sonrisa calentó todo dentro de mí. Puse la taza en
la mesa y golpeé su puño con el mío—. Dúo dinámico —dijimos al unísono.
—Te amo, mamá —dijo, y luego se giró de nuevo a la tostadora.
—Te amo más —contesté.
Recogí la taza, luego volví a mirar a Dewayne. Me observaba con
atención. No estaba segura de lo que él pensaba, pero pensaba en eso
profundamente.
—Necesito irme. Ustedes dos diviértanse. Dejé el número telefónico de
mi trabajo y el de mi celular en la nevera por si me necesitas —le dije, y luego
me dirigí a la puerta.
No fue fácil alejarme, pero sabía que Micah necesita esto. Y también lo
necesitaba Dewayne.
Dewayne
Anoche me quedé despierto toda la noche dejando que un miedo tras
otro me mantuvieran despierto. Mi mayor temor era por la felicidad de Micah.
Después de ver a Sienna con él esta mañana, comprendí que lo que pensé que
ella estando loca, en realidad fue ella siendo una madre sobre protectora. Ella
amaba a este niño. Y él la amaba. Eso era muy evidente.
Sin embargo, aún no explicaba por qué no me habló de Micah. Por qué
no contactó a mis padres. Esa era otra cosa: aún no se los decía a mis padres.
Verían mi camioneta aquí hoy, y puede que mamá venga a llamar a la puerta, o
yo necesitaría llevar a Micah allá. El problema era que temía que mamá vería lo
que me perdí la primera vez que lo miré.
Dustin había sido su bebé, por lo que sería más hacer la conexión cuando
viera sus ojos y sonrisa en Micah. Ella lo sabría. Inmediatamente, ella lo sabría.
Si le dijera él era el hijo de Sienna, lo sabría. Pero también sabía que no le diría
nada a Micah. Me recriminaría más tarde por no decirle tan pronto como lo
descubrí. Pero no alteraría al niño.
Probablemente era mejor ir hacia allá y tratar con mi madre antes de que
ella viniera aquí.
—Mamá normalmente hace rollos de canela los sábados, pero ahora
trabaja los sábados. No solía trabajar los sábados, cuando vivíamos en Fort
Worth. Pero nuestro apartamento allá era muy pequeño. Me gusta más aquí.
Sólo desearía que ella no tuviera que trabajar —dijo Micah mientras saltaba de
la silla y la colocaba detrás de él de regreso en la mesa. Tenía la sensación de
que hoy descubriría mucho acerca de su vida sin siquiera hacer preguntas o ser
entrometido. El chico sencillamente compartía todo lo que estaba en su mente.
Ningún filtro en absoluto.
—Ella sólo tiene que trabajar medio día. Eso no es tan malo —dije,
tomando asiento al otro lado de la mesa, frente a él, después de servir dos vasos
de‖ leche‖ entera.‖ Esto‖ debía‖ ser‖ lo‖ que‖ el‖ niño‖ entendía‖ “de‖ la‖ buena”.‖ Dustin‖
siempre‖ dijo‖ que‖ la‖ leche‖ entera‖ ‖ es‖ “de‖ la‖ buena”.‖ Se‖ quejaba‖ de‖ que‖ toda‖ la‖
demás tenía agua. Me gustó que Sienna le pasó eso al hijo de él.
Incapaz de detenerme, llevé la conversación hacia su papá. Tenía
curiosidad en cuanto a lo que sabía de Dustin. —Así que, tu papá era un buen
jugador de baloncesto, ¿eh?
Micah tragó su bocado de Pop-Tart, y sus ojos se agrandaron cuando se
sentó de rodillas en la silla. —Era el mejor del mundo —dijo con toda
seriedad—. Nadie podía ganarle. Apuesto a que incluso LeBron James no
podría vencer a papá. Mamá dijo que era una estrella. —Se detuvo y tomó un
sorbo de leche, y luego su mirada regresó a mí—. Creo que es por eso que Dios
lo quería. Mamá dijo que Dios se lo llevó porque era un buen tipo y lo quería
cerca de él. Creo que quería hacer de él una estrella real. Ya sabes, los que están
en el cielo. Hay una realmente grande que podía ver desde la casa de tía Cathy
en Fort Worth. Creo que esa es papá.
Maldición. No podía tomar una respiración profunda. Sentía una
opresión en el pecho tan fuerte que era dolorosa. Yo no hablo de Dustin. Puse
su recuerdo en una caja y sólo lo tocaba cuando me encontraba demasiado
borracho como para mantenerlo oculto. Después, siempre dejaba que el enojo se
hiciera cargo.
Pero este chico... mantenía vivo el recuerdo de Dustin. No hubiera sabido
que necesitaba escuchar a alguien hablar de mi hermano de esta manera, pero
escuchar a Micah aliviaba el dolor que nunca se fue. El dolor que la muerte de
Dustin dejó atrás.
—Tendrás que mostrarme esa estrella alguna noche —dije. Si había un
Dios, entonces estaba muy seguro de que después de escuchar las palabras de
este niño se aseguraría de que mi hermano fuera una estrella.
Micah asintió y se sacudió las manos. Se las arregló para terminar su
Pop-Tart en tan sólo unos pocos bocados. —Lo haré. Ven por la noche e iremos
al patio trasero y la buscamos. Mamá dijo que me ayudaría a encontrarla, pero
no hemos tenido oportunidad esta semana. Estuvimos ocupados consiguiendo
instalarnos —explicó. El chico hablaba como si tuviera cuarenta. Era muy lindo.
—¿Quieres ir y conocer a mis padres? —pregunté.
Se levantó y asintió con entusiasmo.
Era mejor entrar en esto preparado, a que mi madre viniera hasta aquí y
comprendiera quién era Micah por ella misma.
Me puse de pie y extendí la mano para que Micah la tomara. —Vamos —
dije.
Deslizó su pequeña mano en la mía. Estaba cien por ciento seguro de que
Sienna no estaría de acuerdo con esto, pero me sentí tan condenadamente
ansioso por pasar tiempo con Micah que no pensé en el hecho de que mis
padres verían mi camioneta aquí. Cuando estacioné esta mañana, sabía que
tenía un problema. Señalárselo a Siena habría significado que cancelaría
nuestros planes, y se llevaría a Micah a la guardería. Así que mantuve la boca
cerrada.
Toqué a la puerta y decidí dejar que papá la abriera en lugar de
simplemente entrar con Micah. Papá me ayudaría a ocuparme de mamá si ella
no reaccionaba con tanta calma como pensaba.
Papá abrió la puerta y empezó a decirme algo sarcástico, pero su mirada
se dirigió a Micah. El reconocimiento no se mostró en su rostro. Por lo menos no
fui sólo yo quien se perdió hasta qué punto el niño se parecía a Dustin.
—¿Él es el señor de la droga? —preguntó papá con una sonrisa.
Mierda. El hombre no tenía fronteras. Eso no fue gracioso.
—¿Qué es un señor de la droga? —preguntó Micah, mirándome.
—Nada de lo que tengas que preocuparte. No hagas caso al viejo. Cree
que es gracioso. No lo es.
Micah asintió, luego dirigió su mirada hacia mi padre. —Soy Micah. Vivo
ahí —dijo, señalando a la casa de enfrente.
Papá le sonrió. —¿En serio? Bueno, ya era hora de que vinieras y te
presentaras.
—Él y su mamá, Sienna Roy, viven ahí ahora. Lo estoy cuidando
mientras Sienna trabaja esta mañana, y pensé que le gustaría conocerlos a
ustedes. ¿Crees que puedan manejar eso...? ¿Qué mamá pueda manejar eso? —
informé, con la esperanza de que entendería lo que trataba de decir.
La mirada de papá regresó a Micah para examinarlo, y observé cuando la
comprensión lentamente empezó a filtrarse. Su mano se tensó sobre el pomo de
la puerta, y se quedó ahí en silencio, incapaz de hablar o dejar de mirar a Micah.
Me aclaré la garganta.
—¿Podemos entrar ahora? —pregunté, esperando que él entendiera la
advertencia en mi tono.
Le tomó un momento, pero luego dio un paso atrás y nos dejó entrar. Su
mirada no se alejó de Micah. Tal vez esto fue una mala idea después de todo.
Demonios, yo casi colapsé de rodillas en el jardín delantero de Sienna cuando
me lo dijo. ¿Esto era bueno para el corazón de papá? Mierda.
—¿Quién está aquí? —gritó Mamá justo antes de aparecer por la esquina,
entrando al vestíbulo. Una sonrisa iluminó su rostro cuando vio que era yo—.
No esperaba verte hoy —dijo. Entonces Micah se movió a mi lado y su mirada
cayó sobre él—. Y trajiste compañía. —Su sonrisa vaciló entonces. Tal como
imaginé. Mamá vio a su bebé en la carita de Micah.
—Mamá, él es Micah. Vive en frente. —No me atreví a decirle aún quién
era. Incluso si veía el parecido, sabía que no adivinaría correctamente a menos
que ella supiera el nombre de la madre.
No apartó la mirada de Micah mientras entraba en la habitación. Una
gama de emociones se mostraron en su rostro, siendo la última completo
asombro. Deteniéndose frente a él, le tendió la mano, y su sonrisa era más
brillante de lo que la había visto en mucho tiempo. —Hola, Micah. Soy Tabby
Falco, pero me puedes llamarme mamá T, tal como el resto de los chicos de por
aquí.
Micah levantó su pequeña mano y la deslizó en la de ella. —Me gusta el
nombre de mamá T. ¿Y dónde están los otros chicos?
Mi madre parecía estar absorbiendo todo lo que decía y hacía. —Bueno,
esos chicos ahora son todos grandes, al igual que lo es mi chico —dijo,
señalándome—. Por lo que ya todos se fueron.
Micah volvió a mirarme. —Oh, bueno, está bien. Me gusta Dewayne.
Excepto cuando hizo llorar a mamá. No me gustó entonces, pero mamá dijo que
era un malentendido y que no debería estar enfadada con él. Así que no lo
estoy.
¡Mierda! El chico solo dice lo que sea que...
—¿Dewayne? ¿Hiciste llorar a su madre? —me preguntó mamá, sus cejas
levantadas. Tenía un aspecto muy interesado en su rostro.
—Como él dijo, fue un malentendido —le aseguré, con la esperanza de
que el chico no dijera nada más acerca de su mamá.
Miré a papá, quien observaba a Micah con la misma expresión de
asombro que sentí cuando comprendí quién era. Mamá no lo sabía aún, y decidí
que si papá no le decía, entonces tal vez debería esperar hasta más tarde,
cuando Micah no estuviera cerca.
—Tengo galletas de chocolate y un pie de manzana en mi cocina, recién
salidos del horno. ¿Quieres un poco? —le preguntó a Micah, apretando su
mano entre las de ella.
Él asintió vigorosamente. —Sí, señora, si quiero. Me gustan mucho
ambas cosas.
Mamá ni siquiera nos miró a papá o a mí. Micah tenía toda su atención.
—Bueno, es algo bueno que te mudaste en frente, entonces. Porque necesito a
alguien que coma todos estos dulces que horneo.
Micah se alejó, sin soltar su mano. —Me gustan los dulces. Los comeré —
aseguró.
Esperé hasta que estuvieron en la cocina y escuché a Micah parlotear
sobre que los superhéroes necesitaban un montón de galletas antes de mirar a
papá.
Él sacudió la cabeza y dejó escapar un profundo suspiro. —Guau. Luce
igual que él. Igual que él —dijo, antes de dirigir su mirada hacia mí. Vi la
esperanza ahí. La sensación de que había algo de Dustin a lo cual aferrarse. Lo
entendí porque también sentía lo mismo.
—No estuve seguro de decirle a mamá frente a él fuera una buena idea
una vez que llegué aquí. Cambié de idea.
Papá asintió. —Sí. Ella ve a Dustin en él. No comprende exactamente lo
mucho que ve de Dustin. Piensa que es sólo un parecido casual, y ya está
enamorada del niño. Él será bueno para ella. Sólo…‖—se detuvo y miró hacia la
casa de enfrente—…‖ no‖ puedo‖ entender‖ por‖ qué‖ lo‖ ocultó‖ de‖ nosotros.‖
Amábamos a esa chica. Ella era como nuestra. ¿Por qué no nos dejaría ser parte
de la vida de él?
No estaba completamente seguro, pero sabía que ella pensaba que no lo
queríamos y que no nos importaba conocerlo. Eso era algo que averiguaría hoy.
—Hablaré con ella más tarde. Ella creía que yo sabía quién era Micah y creía
que opté no ser parte de su vida. No estoy seguro de cómo funciona, ya que no
sabía en dónde mierda estaba todos estos años. Nadie lo sabía.
Papá se frotó la mandíbula sin afeitar y sacudió la cabeza. —Tu mamá
querrá respuestas. Así que esperaremos hasta que los obtengas antes de decirle.
Asentí. Estaba totalmente de acuerdo.
Traducido por Victoria., Sahara, Jeyly Carstairs, Val_17, Vane hearts, Dannygonzal,
Snow Q, Mary Warner, Verito, MaJo Villa, Ana Avila, Julie, Geraluh, FaBiis & yuvi.andrade
Corregido por Julie, Mel Wentworth, Anakaren, NnancyC, Daliam, Janira & Miry
GPE

Sienna
Mi mañana se pasó rápido. Tres cortadas y peinadas, unos reflejos, y
unos retoques en las raíces. Todos clientes sin reserva de último minuto que no
pudieron conseguir una cita con su estilista regular. En este momento tenía que
trabajar con esto, y eso me parecía bien. Hillary incluso le dijo a la gente que
aceptábamos clientes sin cita, por mi beneficio.
La única empleada, a excepción de Hillary, que trabajaba hoy era
Gretchen. Era la segunda vez que trabajaba con ella, y era muy ruidosa y
parlanchina. Y también se reía mucho. Y tenía un montón de clientes
masculinos. Los pantalones de cuero ajustados que tanto le gustaban parecían
ser muy populares con los hombres.
—Te oí hablar con tu hijo hace un rato en el teléfono. Mencionaste a
Dewayne —dijo Hillary cuando se paseó de nuevo por la habitación en tacones
de punta. No tenía idea de cómo esa mujer llevaba esos tacones y se mantenía
todo el día de pie.
Asentí, sin saber por qué trajo a colación la breve conversación que tuve
con Micah hace una hora para asegurarme de que todo iba bien. Salió a jugar
fútbol con Dewayne y estuvo a punto de colgar la llamada y regresar a
divertirse.
—¿Era de Falco del que hablabas? Como conocías a Amanda Hardy
cuando entró, y luego oí el nombre de Dewayne, y ya que él es amigo de
Preston, pensé que tal vez también conocías a Dewayne.
Todavía no sabía por qué eso importaba. —Sí, era Dewayne Falco. Hoy
está cuidando a Micah por mí.
Hillary me estudió un momento, y luego una sonrisita tiró de sus labios.
—No estás metiéndote con Dewayne, ¿verdad? No es el tipo de chico que se
queda. Es más del tipo que se mete con varias chicas a la semana.
Ya lo sabía. Dewayne siempre había sido un mujeriego. Sin embargo, no
tenía más interés en él que el que fuera parte de la vida de Micah. Micah
necesitaba un hombre en su vida, y su tío sería la única oportunidad que
tendría.
—¿Estás viendo a Dewayne Falco? —preguntó Gretchen, sacudiendo la
cabeza y haciendo que sus rizos oscuros se balancearan—. Ese chico puede...
hacerlo bien. Sabes a lo que me refiero. Maldición, casi que me arruinó para
cualquier otra persona. Tuve que esforzarme para sacarlo de mi sistema.
Hillary me dio una mirada significativa, como diciendo: ¿Ves a lo que me
refiero?
Intentaba sacarme de la cabeza los pensamientos de Dewayne y Gretchen
haciéndolo bien. No era una imagen mental que necesitaba, aunque estaba
segura que el culo desnudo de Dewayne era algo agradable de ver.
—Juro que si merodea por aquí de nuevo, más luego iré a encargarme de
él. Es así de bueno.
De acuerdo, ya tenía suficiente del festín de sexo de Gretchen con
Dewayne. —Es un viejo amigo. Era el hermano mayor de mi novio de la
secundaria. Nada más. Simplemente me ayuda a cuidar de Micah. —Terminaba
de limpiar mi puesto mientras hablaba. No quería ninguna de sus miradas
indiscretas sobre mí, pero podía sentirlas perforándome la cabeza.
—¿Saliste con su hermano menor? ¿El que estuvo en el accidente?
Mierda. No quería hablar de eso. Simplemente asentí y seguí ocupada.
No permitiría que Dustin se convirtiera en un tema de conversación.
Gretchen pareció entenderlo, así que no curioseó y se calló. Aliviada,
alejé la escoba y agarré el teléfono para ver si tenía un mensaje de Micah.
Normalmente, me enviaba mensajes varias veces cuando se hallaba en casa de
alguien. No me envió mensajes de texto en todo el día. Dewayne debió haberlo
entretenido.
Gretchen cambió el tema a su necesidad de una pedicura y la cita que
tenía esta noche con un tipo llamado Green. Cualquier persona que se llamara
Green sonaba inestable, pero no dije nada. Gretchen tenía a un chico diferente
cada fin de semana, la mayoría eran sus clientes del salón.
—Mañana por la noche es noche de chicas. ¿Cuándo saldrás con
nosotras, Sienna? —preguntó Hillary mientras me miraba en el espejo delante
del que se paraba para arreglarse el cabello.
—No puedo dejar a Micah en la noche —dije a modo de explicación.
Nunca saldría con ellas. Estaba segura de que sus salidas incluían
emborracharse y hombres. No tenía tiempo para nada de ello.
—¿No puedes conseguir una niñera? —preguntó Gretchen.
Era extraño cómo Gretchen era dos años mayor que yo, pero actuaba
como si fuera mucho más joven. Parecía que nunca tenía ninguna clase de
preocupación real y siempre salía y se iba de fiesta. Negué con la cabeza. —No
conozco a nadie que pueda dejar con Micah, y que se sienta cómodo. No creo
que a Dewayne le interese mucho cuidarlo en una noche de fin de semana.
Tiene su propia vida social por la que velar.
—Mi hermana menor es niñera. Ha tomado clases y todo lo necesario
para aprender RCP y manejar todas esas situaciones de emergencia. Solo tiene
diecisiete años, pero es buena en eso. Tiene un buen precio y tiene varios
clientes habituales que han llegado a confiar en ella y recurrir a ella. —La
hermana de diecisiete años de Hillary tenía la misma edad que yo cuando tuve
que crecer rápido. No dudaba de ello por su edad, pero no me sentía segura de
estar preparada para dejar a Micah con una extraña.
—Voy a pensarlo —dije, sin querer insultar a Hillary.
Asintió. —Entiendo. Pero con mucho gusto ella iría a pasar algún tiempo
contigo y con Micah para que puedas llegar a conocerla. Aprendió que era
mejor para los niños y sus padres si hacía eso primero, antes de ser contratada.
La hermana de Hillary también requeriría dinero. Por cómo sonaba su
profesionalismo con todo el asunto de ser contratada, probablemente cobraba
más de lo que podía pagar. No quería gastar nuestro dinero para que yo saliera,
cuando Micah necesitaba tantas cosas. Tenía que pensar en su futuro.
—Tengo poco dinero en este momento. Tal vez cuando no esté tan justo,
le llamaré —dije, esperando que esto fuera suficiente para evitar que Hillary
siguiera presionando el tema.
Se encogió de hombros. —Solo dime cuando piensas que estás lista. Te
pondré en contacto.
Le di las gracias y revisé de nuevo el teléfono por si había un mensaje.
Aún nada.
Dewayne
El chico podía lanzar una pelota de fútbol. Para tener cinco años, tenía un
brazo impresionante. Se encontraba obsesionado con el baloncesto, pero tenía
un talento no aprovechado. Cogí la siguiente pelota que me lanzó y vi cómo
sonrió y se sopló los dedos como si estuvieran ardiendo. Era algo que mi
hermano habría hecho.
En vez de tener el pecho herido ante el recuerdo de un niño pequeño
muy parecido a éste, pavoneándose por la cancha de baloncesto como si fuera
un rey, sentí que un lugar vacío en mi interior se llenó. Micah se parecía tanto a
Dustin que me había enamorado de él en menos de seis horas.
Mi padre tampoco habría sido capaz de apartar los ojos de Micah. Una
vez que la conmoción se disipó, se sentó junto a su nieto y le preguntó muchas
cosas. Y cuando Micah le dijo que era fan del baloncesto y que iba a ser el mejor,
papá se transportó como no le había visto hacerlo en seis años. Micah también
mencionó que su padre era el mejor jugador de baloncesto del mundo. Fue pura
suerte que mamá volviera a entrar en la cocina justo cuando mencionó a su
padre.
Pero mi padre lo oyó. Ver sus ojos empañarse de lágrimas agridulces me
afectó. Necesité sacar al niño de allí. A mamá se le tenía que decir suavemente,
y cuando Micah no estuviera cerca para ver su reacción. Dije que teníamos
algunas cosas que hacer, y nos despedimos. Mamá hizo que Micah le
prometiera volver de visita pronto, y mi padre le besó la cima de la cabeza. No
fue capaz de evitarlo.
—¡Mamá está en casa! —Micah aplaudió y dejó caer la pelota que
acababa de atrapar, entonces se echó a correr para encontrarse con Sienna
mientras salía de su coche destartalado. El niño amaba a su madre. Debió
criarlo sin la ayuda de sus padres, porque Micah dijo que no tenía abuelos. Dijo
que tenía una tía Cathy con la que solían vivir en Fort Worth. Eso fue todo. No
tenía nadie más de quien hablar.
—Hola, campeón. —La voz de Sienna me llamó la atención, y quité los
ojos de Micah para ver a la mujer hacia la que se lanzó y se aferró. Su largo
cabello no se hallaba recogido como hace unas horas. Se lo soltó, y le colgaba
por la espalda. Todo ese cabello rojo. Maldición. Tenía que recordar quién era y
cuán fuera de los límites se encontraba. La forma en que miraba no era algo en
lo que me pudiera centrar. Enrollarme para un polvo casual con Sienna Roy
nunca iba a suceder. Era la madre de mi sobrino.
Y yo no hacía nada más que un polvo casual. Nunca.
Sienna era responsabilidad. Y ya era mía, incluso si todavía no lo sabía.
Ayudaría a cuidar de ella y de Micah, pero añadir sexo a esa mezcla se hallaba
completamente en contra de las reglas. Jodería todo. Yo tenía que ser una parte
de la vida de Micah. Eso era lo importante. No el hecho de que su madre
tuviera‖ unas‖ piernas‖ infinitas,‖ y‖ una‖ cara…‖ maldita‖ sea,‖ esa‖ cara.‖ Aquellos‖
malditos ojos magníficos, y sus labios. Jesús, tenía que olvidar esta mierda. Era
la madre de Micah. Eso era todo.
—¿Tuvieron una buena mañana? —preguntó Sienna, mirando entre los
dos.
Aparté la vista de ella y toda esa perfección y miré a Micah. Necesitaba
reagruparme. Tratar con esta mujer no iba a ser fácil si no dejaba de
imaginármela desnuda y en mi cama. No ponía mujeres en mi cama. Nunca. Al
diablo.
—¡Fue increíble! Mama T me dio galletas de chocolate y tarta de
manzana. Y tenía leche de verdad, como nosotros, y dijo que podía ir a comer
siempre que quisiera.
El color se drenó de la cara de Sienna mientras miraba entre su hijo y yo.
Tenía que explicar por qué lo había llevado allí. No fue para afectarla, sino para
tratar con ello antes de que mi madre viniera aquí y lo averiguara de la manera
equivocada. Además, Micah no tenía idea de quienes eran mis padres para él.
—Conoció a mis padres. Eso es todo —dije, esperando que leyera las
palabras no dichas de la mirada significativa en mi cara.
Tragó y respiró hondo y luego volvió la mirada hacia su hijo. —Bueno,
ahora es mi turno de hablar con Dewayne sobre algunas cosas. Necesito que
vayas a jugar en tu habitación con todos esos juguetes que tienes mientras
hablamos, ¿de acuerdo? —dijo, con un temblor en la voz que no pasó
desapercibido por el niño. Él frunció el ceño, y su sonrisa feliz cambió a una
mirada de advertencia mientras me miraba. Era algo pequeño, pero nadie se lo
había dicho. Se hallaba más que listo para cuidar de su mamá si tenía que
hacerlo. Dustin habría estado tan malditamente orgulloso de ese niño.
—No hagas llorar a mi mamá —fue su única reclamación.
—Todo está bien, bebé. Lo prometo. Solo tenemos que hablar de cosas
buenas, como que Dewayne te vea de nuevo y tal vez que visites a Tab... a
Mama T de nuevo. ¿Bien?
Micah le devolvió la mirada y estudió su cara antes de asentir, pero no
parecía muy seguro. Luego envolvió los brazos alrededor de su cuello y apretó
con fuerza antes de liberarla. Entonces se giró y corrió hacia la puerta.
Cuando la contrapuerta se cerró tras él, Sienna se volvió para mirarme.
—Lo llevaste allí sin preguntarme.
Me encontraba preparado para que aquellas fueran las primeras palabras
que salieran de su boca. —Se perdieron los primeros cinco años de su vida,
Sienna. Dustin era su bebé. Su chico dorado. Le han llorado durante los últimos
seis años. No era justo que todo este tiempo podrían haber tenido una parte de
Dustin que ni siquiera conocían.
La espalda de Sienna se tensó, y levantó la barbilla en una pose
defensiva. Maldición, era incluso más hermosa cuando el fuego iluminaba su
mirada. —Les envié fotos de él por dos años. Le rogué a tu madre que me
ayudara cuando me di cuenta de que mis padres me renegarían si me quedaba
con el bebé. Nada —dijo—. Nada. No recibí nada por parte de tu madre. Ni
siquiera respondió. Crecí en esa casa. —Sienna señaló a la casa de mis padres—.
Era mi segundo hogar. Amaba a esa gente, y luego, cuando más los necesité,
cuando el hijo de Dustin los necesitó, también me dieron la espalda. No tienes
ni idea de lo que se siente eso. Ni idea.
Oí las palabras que decía, pero sabía a ciencia cierta que mis padres no
sabían nada de Micah. Mi madre habría estado en Fort Worth, al lado de
Sienna, si lo hubiera sabido. Algo andaba mal aquí. —Conoces a mamá, Sienna.
Habría estado ahí si lo supiera. Habría estado allí cada jodido paso del camino.
Mamá amaba a Dustin, y a ti también. Micah habría sido el centro de su mundo.
Sienna sacudía la cabeza. —No, no es así, porque no lo hizo. Veo que aún
vive en la misma dirección, Dewayne. No se ha mudado. Le envié cartas. Más
de las que puedo contar. Ni una sola vez respondió. Ni una sola vez.
Esto no estaba bien. No tenía una respuesta más que mi madre no sabía
nada de Micah. No podía. Habría querido a ese bebé. Se habría asegurado de
que Sienna tuviera todo lo que necesitaba.
—Tenemos que hablar con mamá. Algo no anda bien. No lo sabe, Sienna.
Demonios, mi padre casi se desmayó cuando lo averiguó. Mamá todavía no
sabe quién es, pero cuando le dije a papá quien era la madre de Micah, vio a
Dustin en el niño inmediatamente. No se movió de su lado desde ese momento.
Le preguntó muchas cosas y lo observó con fascinación completa. Cuando nos
fuimos, le besó la cabeza. Mi padre besó la cabeza de Micah. Mi padre no es
cariñoso. Lo sabes. Así que dime si crees que sabían de Micah y lo ignoraron.
Sienna se quedó allí, y luego, en vez de discutir, se echó a llorar. ¡Mierda!
Micah iba a estar tan condenadamente molesto conmigo.
Sienna
Lo querían. Su padre besó la cabeza de Micah. Durante años anhelaba
que Micah tuviera una familia. Unos abuelos que lo amaran. Alguien que no
fuera solo yo y la tía Cathy. Todo esto era demasiado. Les había enviado esas
cartas a Tabby. ¿Era posible que no las hubiera recibido? ¿Tantas?
—Joder, Sienna. Por favor, no llores. Micah me culpará —dijo, sonando
asustado. El hecho de que Dewayne Falco estuviera preocupado por que un
niño de cinco años estuviera molesto con él me hizo llorar más fuerte. Quería
gustarle a Micah. También quería ser parte de su vida. No esperaba esto en
absoluto. Volver a Sea Breeze me aterrorizaba.
Pero esto... No había necesidad de tener miedo de esto. Me preocupó que
Micah fuera herido. Pero en vez de eso, recibió otros que lo amaban y querían
ser parte de su vida. El miedo a lo que le sucedería si yo moría ya no era tan
pesado. Siempre viví con ese terror constante. Micah iba a tener una familia.
Una más grande que solo yo. Un grupo de personas que podía confiar en que
estarían allí para él.
—Envié cartas... imágenes —dije, sobre todo para mi beneficio, para
recordarme‖que‖había‖intentado‖decirle‖a‖ella…‖a‖ellos.
Dewayne asintió. —Te creo. De verdad. Solo sé que mi mamá no las
recibió.
Esa era la Tabby Falco que recordaba. La que Dewayne insistía que
habría estado allí si lo hubiera sabido. La que no me habría dejado vivir en Fort
Worth, en una casa con una tía que no aprobaba que fuera una adolescente
embarazada, pero que no iba a obligarme a renunciar a mi bebé. Me dio un
techo bajo el que vivir y un transporte cuando lo necesitaba, pero no fue
especialmente cálida y amable.
Me limpié la cara húmeda y respiré hondo para calmarme. Dewayne
tenía razón. Micah no entendería mis lágrimas, y estaría molesto. No le gustaba
verme llorar. Creo que le daba miedo.
—Si quieren ser parte de la vida de Micah, también quiero eso para él.
Necesita una familia. La quiere. —Tragué y me concentré en no llorar de nuevo
cuando le dije esto a Dewayne—. Siempre se ha preguntado donde se
encontraban sus abuelos. Otros niños los tenían, y no entendía por qué todo lo
que tenía era una mamá y una tía a la que no era muy cercano. Ella fue más
como una arrendataria.
Parecía afligido. —Van a adorar al niño. Tendrá los mejores abuelos de la
tierra. Solo dales una oportunidad. Si puedes hacer eso, puede que salves a
ambos. Micah es lo que necesitan. Va a traer de vuelta la alegría que Dustin se
llevó con él.
Micah y yo teníamos que hablar primero. —Dame tiempo para ayudarle
a entender. Y entonces te llamaré y te haré saber que estamos listos. Pero
necesito‖asegurarme‖de‖que‖tu‖madre‖no‖recibió‖esas‖cartas.‖Porque‖las‖envié…‖
y‖ si‖ las‖ recibió…‖ —Mi voz se apagó. Odiaba decirle a su hijo que ella pudo
haber tenido conocimiento de Micah y lo escondió de Dewayne y su padre.
Había enviado esas cartas. No pudieron simplemente desaparecer.
—No las recibió. ¿Cómo se las enviaste? ¿Las enviaste desde el correo de
tu tía?
Asentí. Las puse en el buzón en las mañanas.
—¿Podría haberlas cogido tu tía?
No. ¿Por qué la tía Cathy lo haría? No nos quería allí con ella. Nos aceptó
porque no nos quería en las calles. Negué con la cabeza. —No puedo
imaginármela haciendo eso.
Dewayne frunció el ceño. No parecía muy convencido. —Mamá no las
recibió. Algo les debió haber pasado. Es posible que alguien las interceptara.
Esperaba que tuviera razón. Porque más que nada, quería que los Falco
fueran parte de la vida de Micah. Quería que conociera a las personas que
formaron parte de la vida de su padre. Quería que viera las fotografías de su
padre mientras crecía. Todas esas cosas. Las quería para él.
—Averigua si alguna vez recibió esas cartas, y entonces hablaré con
Micah. Primero necesito saber que quieren ser parte de su vida.
Dewayne asintió y metió las manos en los bolsillos delanteros. —Voy a
hablar con mamá y te avisaré tan pronto como sea posible. Pero, ¿podemos
seguir adelante y confirmar que voy a salir con Micah el sábado por la mañana
mientras trabajas? Quiero ese tiempo.
Micah necesitaba eso, y me ahorraría dinero. Asentí. —Sí. Eso es bueno.
Si no es posible el sábado, avísame al menos con una semana de antelación para
que pueda tomar otras medidas.
Dewayne sonrió. —Cuando le digas a esas personas de esta cuadra que
Micah es el hijo de Dustin, tendrás niñeras gratis siempre que lo desees.
Otra cosa a la que no estaba acostumbrada.
Nos dijimos adiós, y vi como Dewayne se volvió y se dirigió a su
camioneta. Puede que haya visto su culo mientras se abría camino hacia el
camión, pero ese era mi secreto.
***

—¿Qué es lo que quiere? —me preguntó Micah al momento en que entré.


Se hallaba sentado en el sofá, con los brazos cruzados sobre el pecho y los pies
colgando porque todavía no podían tocar el suelo.
—Se suponía que estarías jugando en tu habitación —le recordé cuando
caminé para sentarme al lado de mi hombrecito.
—Estaba esperándote —dijo simplemente.
Estiré la mano, y tire de él contra mi costado, y lo abracé a mí. Habíamos
sido solo nosotros durante tanto tiempo. El año pasado empezó a actuar como
si fuera el que me protegía en lugar de al revés. Hace un mes que me preguntó
quién me mantiene segura si yo no tenía un marido para hacerlo. Le informé
que yo nos mantenía a salvo. Le aseguré que era muy buena en eso.
Cambió ese día. Lo veía más y más cada día. Era como si se dio cuenta de
que necesitaba a alguien que cuide de mí, y él hacía ese trabajo. Mi dulce niñito.
Besé su cabeza y respiré su olor al aire libre.
—¿Disfrutaste el día? —le pregunté.
Asintió lentamente. —Sí, pero si Dewayne es malo contigo, entonces yo
no quiero que venga de nuevo.
Un nuevo mundo iba a abrirse para él. Uno que cambiaría su vida. Le
apreté. —Dewayne no fue malo conmigo. Quiere lo mismo que yo. Que estés
seguro y feliz.
Micah se echó hacia atrás y me miró. Pude ver la confusión en su carita.
No estaba seguro de lo que decía, y un poco de esperanza en esos ojos casi me
deshizo. No quería demostrarme lo mucho que desea a un hombre en su vida,
pero yo lo sabía y entendía.
No era el momento para decirle lo mucho que quería a Dewayne en su
vida y por qué. Todavía tenía que saber que Tabby Falco no recibió esas cartas.
Tenía que estar segura de que ella no estaba al tanto de Micah. Debido a que
tanto como Dewayne creía que su madre nunca haría esto, supe que envié las
cartas. Tenían que haber ido a alguna parte.
—¿Puede Dewayne volver a venir un día para jugar?
Él quería que Dewayne volviera. Lo sabía por su expresión de esperanza.
Me alegré de que disfrutara de su tiempo juntos. —Sí. Todos los sábados por la
mañana Dewayne quiere salir contigo mientras trabajo.
Una brillante sonrisa iluminó su rostro. —¿Lo hará?
Asentí, y Micah lanzo un puñetazo en el aire con alegría y saltó del sofá.
Vi cómo se fue corriendo a su habitación. Nuestra conversación se acabó.
Sonriendo, me puse de pie y fui a prepararme un sándwich.
—¿Quieres comer? —le pregunté.
—Macarrones con queso —contestó.
—Te convertirás en un macarrón con queso —le contesté.
—¡Bueno! Después, voy a comerme a mí mismo.
Sacudiendo la cabeza, me reí y le hice a mi hijo su macarrón con queso.
Dewayne
Si me fuese a casa esta noche, solo pensaría en idioteces. Así que fui a
Live Bay, donde sabía que tendría amigos. Gente para distraerme. Fue donde
algunos siempre nos presentábamos los fines de semana. Incluso mis amigos
casados con niños.
Me senté con una cerveza y vi como cantó Krit Corbin, mientras que
tenía un ojo en su novia. Era como un extraño giro en el universo. Cuando
Preston Drake se enamoró de la hermanita de nuestro mejor amigo, pensé que
se había vuelto loco. Ahora el mujeriego de Sea Breeze y cantante de Jackdown
se hallaba jodido por completo por una chica. El mundo se iba a la mierda.
—Me encanta verlo observarla —dijo Trisha, la hermana mayor de Krit y
la esposa de Rock. Rock también fue uno de mis mejores amigos desde la
escuela primaria. Trisha era una parte de nuestras vidas desde que Rock se
pegó a su alrededor cuando teníamos diecisiete años. Una vez cometí el error
de preguntar si tenía un coño mágico. Rock me ubicó con un puñetazo. Ni
siquiera lo vi venir.
Yo no hablé del coño de Trisha de nuevo. Lección aprendida.
—Es un jodido dominado —dije antes de tomar otro trago de cerveza.
Tenía unos trece kilos de músculo sobre Krit, sin embargo lo vi volverse loco
cuando pensó que Blythe le había dejado. Así que no iba a hablar de su coño
delante de él. El tipo perdería los nervios, y yo no tenía ese tipo de energía.
—Eres tan agotador —dijo Trisha, que estaba sentada en el regazo de su
marido.
—Honesto, amor; solo soy brutalmente honesto.
Trisha rodó los ojos. —Un día, Dewayne Falco, vas a caer, y cuando lo
hagas, voy a disfrutar mucho al verlo.
Se equivocaba acerca de eso, pero no quería discutir. Trataba de no
fumar. Si esa mierda puede matar a la gente, entonces debía ahorrar unos
cuantos años. Tenía un sobrino que me necesitaba. Antes no lo tenía. Pero,
maldición, quería un cigarrillo.
—¡Estamos aquí! Siento llegar tarde. Bliss no estaba de humor para
quedarse con una niñera esta noche. Cage tuvo que hacer un gran esfuerzo para
dormirla —dijo Eva York mientras sentaba su hermoso culo en un taburete a mi
lado. Me dio una palmada en la rodilla—. Hola —dijo con la sonrisa que había
sido la caída de Cage York. Le echó un vistazo a Eva, y el jugador una vez
conocido como Cage York se transformó. Eva tenía que tener un coño mágico
también. Esa es la puta explicación para esta mierda. Cage era papá, y él era
feliz por ello. Le preguntas acerca de su bebé y su rostro se volvía todo suave y
soñador. Mierda loca. Todos.
Me incliné hacia Eva y guiñé un ojo. —Esperando a que aparezcas,
dulzura —le dije en voz baja, solo para joder a Cage. El tipo era gracioso
cuando se ponía territorial con Eva.
—Que te jodan, Dewayne —gruñó Cage y jaló a Eva sobre su pierna,
luego acarició su cuello como si estuvieran saliendo, en lugar de ser casados y
padres.
—Amanda llamó y dijo que tenía a los niños —dijo Eva, riéndose
tontamente de la atención de Cage.
Trisha asintió. —Sí. Preston quiso a los niños esta noche, por lo tanto los
dejamos ahí y vinimos para oír a Krit. Creía que podría ir de visita con Blythe,
también, pero él no la dejará irse. La retiene atrás, allí con él. Es por eso que
sigue cantando a alguien fuera del escenario. Raramente aparta sus ojos de ella.
—El sonido complaciente en la voz de Trisha era difícil de pasar por alto.
—Me encanta. Son adorables —dijo Eva, mirando hacia el escenario y a
Krit Corbin cantando a la mujer que nadie podía ver fuera del escenario.
Cage deslizó su mano sobre el estómago de Eva, y ella se rió y trató de
alejarse de su tanteo. Lo estaba llevando un poco lejos, pero era normal.
—Estoy a favor de observar, pero no sé si eso es legal. Puede ser que
desee verter un poco de agua fría sobre él —dije con una sonrisa.
Cage me lanzó una mirada molesta. —¿Celoso, Falco?
Miré a la rubia que me envió señales coquetos toda la noche. No llevaba
mucha ropa, y ella tenía esa mirada en sus ojos. Se encontraba en la fiesta de la
playa.
Curvé mi dedo hacia ella, y eso fue todo lo que hizo falta. Vino con su
culito alegre a mí.
—Oye, dulzura, estás tratando de llamar mi atención —dije, deslizando
una mano alrededor de su cintura. Se acurrucó contra mí, y yo podía oler la
cerveza en su aliento. Era agradable y lubricada. Cerré mis ojos en los de
Cage—. Nuevo coño cada maldita noche —le dije al oído sobre la parte superior
de la cabeza de ella, luego acerqué su cara con la mía y tomé una probada.
—Un día, Dewayne. Un día —dijo Trisha, pero ignoré su burla y disfruté
de la joven rubia dispuesta en mis brazos. Sus curvas eran agradables, y su culo
no era tan gordo como me gustaba, pero sería suficiente.
—¿Cuántos años tienes? —le pregunté antes de tomar un bocado de su
cuello.
—Diecinueve —respiró. Lucía y se sentía de diecinueve. Requería de una
identificación antes de meterle mi polla, pero le creí. Eso fue suficiente por
ahora.
—¿Eres buena con esa boca? —le pregunté, deslizando la mano más
sobre su culo hasta que mis dedos tocaron su entrepierna. El silbido de aliento
que se le escapó me dijo que estaba lista.
—Puedo ser buena en lo que quieras que sea —dijo sin aliento.
Me gustó eso. —Entonces sienta ese dulce culo en mi pierna y déjame
hablar con mis amigos —le dije. Cuando agarré mi cerveza, hizo exactamente lo
que le dije. Era como todas ellas, las bellezas que llegaban a la playa en busca de
un buen momento. Un buen momento que podrían dejar atrás aquí en Sea
Breeze, una vez que regresen a sus vidas. Yo estaba más que feliz de darles un
recuerdo para llevarse.
Solo tenía dos reglas. Nunca en mi casa. No las follo allí. Y nunca durante
toda la noche. Follábamos, y si era bueno la cogía un par de veces. Entonces me
iba. Se terminó. Ni siquiera necesitaba sus nombres.
Las relaciones tomaban demasiado esfuerzo. Tiempo. Un montón de
cosas que no quería dar. Claro, lo sé por qué cada uno de mis amigos habían
caído bajo el hechizo de su mujer. Cada uno de ellos eligió bellezas con algo
más que un buen par de tetas. Tenían todo el paquete, y yo estaba feliz por
ellos. Simplemente no quería unírmeles.
—¿Escuchaste eso, Dewayne? Me esperaba un comentario sarcástico —
dijo Rock, interrumpiendo mis pensamientos. Mi mano se abrió paso entre las
piernas de la rubia, y yo estaba ocupado trabajándola mientras la hice sentarse
aquí.
—Jess está embarazada —dijo Trisha con una mirada de orgullo.
Jess es la prima de Rock, y una vez estuvo muy buena. Luego se fugó con
el hermano de una estrella de rock. Se había enamorado de ella y la sacó de su
vida aquí y cambió todo. No lo admitiría, pero me alegraba por ella. Tenía un
buen corazón, y solía preocuparme que cediera a Krit, quien nunca le sería fiel.
Pero él no era propiedad de ella, y no creía que pudiera ser fiel, hasta que
conoció a Blythe.
—Jess como mamá —dije, luego me reí. Eso es difícil de imaginar. La
niña tenía el cuerpo de una estrella porno, y antes de que Jason Stone hubiese
entrado en su vida, usaba ese organismo para poner a los hombres de rodillas.
La chica en mi regazo dejó escapar un suave gemido, y me acordé que
tenía mi mano bajo su falda. Era mejor que la lleve a la camioneta. Eso es lo más
lejos que llegaremos. No estaba de humor para llevar esto a su habitación de
hotel.
—Parece que tengo que ir a apagar un incendio. Los veré más tarde —
dije, poniéndome de pie. Tomé a la chica por las caderas y la moví a través de la
multitud.
—¿Estás húmeda, dulzura? —pregunté mientras la guiaba por la puerta
y al aire fresco de la noche.
Asintió y me miró con los ojos entornados. El problema era que yo no
estaba de humor para follar. No había follado en dos semanas. Desde que fui
informado que tenía un sobrino. Se metió en mi cabeza, y no podía
concentrarme en otra cosa. Ni siquiera en la mujer muy dispuesta en mis
brazos. Le había llevado hasta la cima, sin embargo, y tenía que arreglar esto.
—Mi camión —le dije, la llevé hasta allí y la empujé contra él, luego
deslicé mis manos por la pequeña falda y toqué su coño muy húmedo y caliente
mientras se resistía contra mi mano.
Esto debería excitarme. Tenerme dispuesto a tomarla. Pero no era así. De
ninguna manera. Me sentía como si estuviera haciendo un trabajo. Necesitaba
verla correrse, para poder ir a casa y tomar una ducha.
—Vente para mí, dulzura. Vente en mi mano —dije en su oído, sabiendo
que las palabras podían llevar a una mujer caliente sobre el borde.
Efectivamente, eso fue todo. Ella tembló y gritó mientras se aferraba a mis
brazos. Cuando estaba seguro de que se acabó, saqué mi mano, luego los sequé
casualmente en su falda. No quería su olor en mí. Necesitaba el maldito
desinfectante de manos de mi camión.
Me miró con ojos soñadores. Al menos ella había conseguido un poco de
placer. Yo, sin embargo, había acabado por la noche. —Anda, dulzura. Te
observo desde aquí para asegurarme que llegues a salvo.
Su sonrisa de satisfacción se volvió lentamente en un ceño mientras
miraba hacia mí. —¿Que pasa contigo?
¿Qué hay de mí? Le di un puto orgasmo y la dejé correrse en mi maldita
mano. Me iba a casa. Eso era todo lo que tenía esta noche. —Me dirijo a casa. Ve
al interior y encuentra a tus amigos —le dije, luego le di un suave empujón
hacia la puerta. Tropezó, y luego me miró con el ceño fruncido.
—No te prometí un polvo, nena. Tú estabas caliente y mojada, y te di una
liberación. No estoy interesado en algo más. Vete, ahora —le dije.
Eso pareció ser un fuerte un golpe a su ego. Su espalda se puso recta, y
giró la cabeza y se alejó.
Bueno. Ahora podía ir a casa a darme una ducha.
Sienna
No le había dicho acerca de los Falco a Micah esta noche. Todavía
necesitaba asegurarme que Tabby Falco no recibió esas cartas. Miramos Star
Wars: Episodio III (que es mi favorito) y comimos dos bolsas de palomitas de
maíz. Cuando lo metí en la cama, ni siquiera se había movido. Tuvo un día
largo.
Después de mi largo baño en la bañera me metí en la cama. Era bueno
estar de vuelta en mi cama. Tenía un buen recuerdo de su casa. Antes de…
antes de perder a Dustin. No me permitía pensar en lo malo. No dejaba de
preguntarme por qué Dustin se había emborrachado y conducido su coche
contra un árbol solo unas horas después de haber tenido relaciones sexuales en
ese mismo coche. Cada vez que conducía, era tan cuidadoso. Él siempre
cuidaba de mí. Protegiéndome.
Mi teléfono comenzó a sonar. Lo agarré para ver el nombre de Dewayne
en la pantalla. ¿Por qué me llamaba a la medianoche un sábado?
—¿Hola? —dije, casi esperando que fuera una llamada errónea.
—Hola. —Se oyó la voz profunda de Dewayne, y mis partes femeninas
se despertaron con esa palabra. ¡Mierda! ¿Qué andaba mal conmigo? No había
tenido relaciones sexuales en… bien… desde Dustin. Y lo que recordaba del
sexo no era bueno. El placer que podía darme en la cama yo sola no era una
sensación que había experimentado con Dustin.
—Quiero hablar con mi mamá mañana de las cartas. ¿Le dijiste a Micah?
Me llamaba a la media noche de un sábado para preguntar acerca de
Micah. ¿Dewayne no tenía una cita? Siempre llevaba a una chica en sus brazos.
—No. No hablaré con él hasta que sepa lo que pasó con esas cartas.
Necesito saber que tu madre quiere ser parte de su vida. No quiero que él sepa
de ustedes a menos que lo acepten. Es demasiado pequeño para entender
cualquier otra cosa.
Dejó escapar un suspiro. —Mi mamá no recibió esas cartas. Pero incluso
si fue así, quiero a Micah en mi vida. Es el hijo de mi hermano pequeño. Lo
quiero.
Por tanto quiere que Micah sepa quién era. ¿Podría contar esto sin
explicar sobre el resto de los Falco?
—Primero necesito saber cómo se siente tu madre. Micah es mi principal
preocupación. No voy a dejar que lo lastimen.
—Yo tampoco —respondió.
Bueno. Por lo menos él no estaba dispuesto a jugar con las emociones de
Micah.
—Te veré mañana. Probablemente estaré justo detrás de mi mamá
mientras está llamando a tu puerta, o posiblemente irrumpiendo. Una vez que
lo sepa, no serás capaz de mantenerla alejada de él.
No tenía idea de lo mucho que me esperaba fuera cierto.
—Habla con ella. Yo voy a esperar —fue mi única respuesta.
Dewayne estuvo en silencio por un momento, y no estaba segura de si
había colgado o no.
—Buenas noches, Sienna —dijo finalmente, y la forma en que su atractiva
y cálida voz se enroscó alrededor de esa palabra me hizo temblar. Maldita sea.
—Buenas noches —le contesté, y luego colgué. Puse el teléfono a mi lado,
y deslicé una mano bajo las sábanas, hacia la parte delantera de mis bragas de
encaje. Todo lo que necesitaba era el recuerdo de la voz profunda de Dewayne
mientras aliviaba el dolor que inspiró él.
No era la primera vez que fantaseé con Dewayne. Durante tanto tiempo
tendía a sentirme culpable de que fuera él y no Dustin lo que utilizaba como
fuente de inspiración. Pero finalmente me resigné al hecho de que nunca había
sentido ningún placer con Dustin. Dewayne era una fantasía, y eso era todo.
Algo que no era real.
Deslicé mis dedos dentro, cerré los ojos, y dejé que el cuerpo de
Dewayne tomara forma en mi mente. Su sonrisa atractiva y esos brazos. Señor,
esos brazos eran increíbles. Envolví mis manos alrededor de ellos, mientras se
flexionaban y se movía dentro de mí… Mi cuerpo tembló por la idea. Lo bonito
de usar a Dewayne para satisfacer mi necesidad era que la idea de que me
tocara y estuviera dentro de mí puso mi cuerpo en llamas.
Era tan fácil olvidar que no se encontraba allí. Que no me tocaba. El brillo
en sus ojos cuando me miraba a veces me hacía creer que pensaba eso también.
Pero no podría suceder nunca. Me lastimaría. Lo sabía. Aun así, la idea
de tenerlo sobre mí, balanceando sus caderas mientras se movía dentro y fuera
de mi cuerpo con abandono, me hacía sentir adolorida. Por una vez quería
saber que se sentía ser amada por Dewayne Falco.

***
—¿Mamá? ¡Despiértate! —La voz de Micah irrumpió en mis sueños, y
abrí los ojos, solo para cerrarlos de nuevo de inmediato. La luz del sol entraba
en la habitación y me cegaba—. Sé que te gusta dormir hasta tarde los
domingos, pero alguien está golpeando la puerta.
Asimilé las palabras de Micah, me senté en la cama y froté mis ojos antes
de abrirlos lentamente y bajar la mirada hacia él.
—Parece que Dewayne y mamá T discuten afuera, pero me dijiste que no
abriera la puerta sin ti, así que no lo hice. Vine a levantarte.
¡Oh mierda! Lancé mis piernas fuera de la cama y tomé la bata de seda
Janell que me regalé para Navidad el año pasado. Tenía que vestirme, pero los
golpes y las voces se hacían más fuertes. Tenía que salir y tratar con ellos.
Ahora. Antes de que Micah escuchara algo que no necesitaba oír.
Até el cinturón alrededor de mi cintura y pasé una mano por mi cabello,
luego me incliné para mirar a Micah a los ojos. —Tú y yo tenemos que hablar
más tarde. Se trata de algo bueno. Pero primero tengo que salir y hablar con
ellos, y necesito que te quedes en tu habitación y juegues como lo hacías antes
de que ellos golpearan, ¿de acuerdo?
Asintió, pero el ceño fruncido en su rostro me dijo que no le gustaba no ir
conmigo. Besé su frente, luego corrí a la puerta antes de que Tabby Falco la
rompiera.
Mirando hacia atrás, vi a Micah entrar en su habitación, y tomé ese
instante para abrir la puerta y salir al porche donde se encontraba una Tabby
Falco con los ojos rojos; su esposo, Dave; y por supuesto Dewayne.
No me permití pensar en la mirada en los ojos de Dewayne mientras
miraba mi apariencia. Era un desastre, con mi cabeza de cama y sin maquillaje.
Pero no me hallaba allí para impresionar a Dewayne. No pensaría en eso.
—¡Nunca recibí una carta, ni una sola carta, Sienna Roy! ¡Si hubiera
recibido una carta, te habría seguido a ti y a mi nieto! ¿Qué pensaban tus
padres? ¡Eras una niña! ¡Un bebé teniendo a otro bebé, y ¿te abandonaron?! No
lo entiendo. Y ese precioso niño que se parece tanto a mi Dustin —se quedó sin
habla, cubriendo su boca, y sollozando. Dave la apretó contra su pecho.
—Por favor, sé que esto es demasiado. Y sé que estás molesta, puedo
verlo. Y tan agradecida como estoy de que quieras formar parte de la vida de
Micah, no quiero que escuche esto. Necesita que le explique y hable con él
primero. Esto sería demasiado traumático para él.
—Ella tiene razón, mamá. Tienes que calmarte —agregó Dewayne.
No lo miraría. No podía. Mantuve mi enfoque en Tabby. Ella asintió y
luego dejó caer la mano de su boca y me miró. Siempre había sido una mujer
pequeña, lo que era un raro contraste con sus enormes hijos. Por otra parte,
Dave Falco era un hombre enorme.
—Mírate —dijo en un susurro—, estás adulta y hermosa. —La sonrisa
sincera en su rostro hizo que mis ojos se aguaran, y parpadeé para contener las
lágrimas que quemaban mis ojos. No lloraría. Tenía que pensar en Micah. Miró
de nuevo a Dewayne—. ¡Ella es mucho más que el promedio, Dewayne Falco!
¿Estás ciego?
Eso dolió mucho más de lo debido.
Dewayne
Jodido infierno. Mi madre no tenía un maldito filtro en la boca. Tal vez era
de donde lo obtuvo el niño. El color en las mejillas de Sienna ante las palabras
de mi madre me dijo que mamá la había avergonzado. ¡Mierda!
Sienna salió de su casa en nada que esa corta bata de seda y su cabello
lucía como si hubiera sido follada adecuadamente, y mi imaginación fue a eso.
En lo que sería tener esas piernas envueltas a mi alrededor y ese hermoso rostro
en medio de un orgasmo. La idea de que alguien más la viera así me molestó.
Me moví hacia un lado así su aspecto estaba bloqueado de cualquiera que
condujera por la carretera o mirara por las ventanas. ¿No se daba cuenta que
parecía una fantasía andante?
Entonces mi mamá le dijo que yo había dicho que era promedio. Maldita
sea, eso era una mierda. No quería que pensara que estaba atraído por ella,
porque eso complicaría las cosas, pero tampoco quería que pensara que hablaba
mal de ella. Quería gustarle. Quería estar cerca de Micah tanto como sea
posible.
—Es absolutamente preciosa. Tienes que alejar a los hombres con un
palo, ¿verdad, cariño? —Mi madre continuó elogiando a Sienna. Tenía razón,
por supuesto, pero, ¿qué se suponía que dijera ahora? Ya parecía un imbécil.
Mantuve la boca cerrada.
—Yo,‖eh,‖yo…‖gracias‖—dijo con una sonrisa insegura y forzada.
—¿Cómo sigues sola? Deberías tener un hombre que cuide de ti —dijo
mi madre.
El color rosa en las hermosas mejillas de Sienna se hizo más brillante. —
No tengo citas. Tengo que pensar en Micah en primer lugar.
Mierda. Era buena madre. Había conocido a una gran cantidad de
madres solteras y ninguna de ellas sacrificaba su vida social por su hijo.
—Pero eres joven, y Micah necesita un hombre. No te preocupes por eso.
Va a tener a su tío Dewayne y su abuelo Dave allí para él. Tal vez puedes
pensar en pasar algo de tiempo con un hombre pronto. Es una vergüenza que
una belleza como tú viva la vida sola. Dustin no hubiera querido eso.
Sienna tragó saliva con nerviosismo. —Está bien. Soy feliz con que
seamos solo Micah y yo.
Mamá agitó la mano —Tonterías. Nos tienes ahora, y nos aseguraremos
de que tengas una vida también. Ser mamá es el trabajo más importante que
puedes tener, pero tienes que pensar en ti, también. Basta de eso por ahora. —
Se acercó, atrajo a Sienna dentro de sus brazos y la sostuvo con fuerza—. Estás
aquí. Y tienes un niño de Dustin —dijo mamá, con un nudo en la garganta de
nuevo—. Estoy tan feliz. Simplemente tan feliz.
Los ojos de Sienna se empañaron mientras me miró brevemente, luego a
mi padre, y sonrió. —Envié cartas —dijo, sintiendo la necesidad de defenderse.
Mamá asintió y retrocedió. —Creo que lo hiciste. Pero no las recibimos.
Es posible que desees darle a esa tía tuya una llamada. Esa es la única
explicación que tengo. Pero esas cartas nunca llegaron a mí.
Sienna asintió. —Bueno.‖ Yo,‖ eh…‖ Necesito‖ tiempo‖ con‖ Micah.‖ Cuando‖
esté listo, iremos a visitarlos. Se divirtió en su última visita allí. Es un fan de las
galletas —dijo, sonriendo dulcemente.
Mi madre siempre había amado a Sienna Roy, y alentaba la relación de
Dustin con ella, pero en ese momento me di cuenta que el amor que tenía por
Sienna acababa de multiplicarse por mil, porque Sienna trajo al hijo de Dustin al
mundo. Le dio a mi mamá una parte de su hijo.
Lo cual era algo que nunca fui capaz de hacer.
Papá finalmente habló, tirando del brazo de mi madre. —Volvamos a la
casa y dejémoslos hablar. —Asintió, pero miró con añoranza a la puerta de la
casa, sabiendo que su nieto se encontraba allí.
—Nuestra puerta siempre está abierta, Sienna —le dijo mi padre.
Sorbió y sonrió. —Gracias. —La mirada en su rostro me dijo lo sola que
estuvo todo este tiempo. Quería estrangular a su padre. Era una pena que no
tendría la oportunidad. ¿Cómo mierda le había hecho eso?
Mis padres caminaron por las escaleras y esperé. Quería decirle algo,
pero‖no‖estaba‖seguro‖de‖qué.‖Explicarle‖mi‖comentario‖“promedio”‖no sonaría
sincero ahora.
—Lo llevaré cuando esté listo —me dijo, luego abrió la puerta y entró
antes de que pudiera decir algo más.
—Vamos, hijo. Déjalos —dijo mi padre detrás de mí.
Frustrado, me di la vuelta y seguí a mis padres a casa.
Cuando llegamos a la casa, mi madre me miró y frunció el ceño. —No sé
lo que piensas que es atractivo, pero al parecer Dustin era el único que tenía
buen gusto sobre las mujeres. Esa chica es una belleza. Incluso acabando de
salir de la cama es impresionante. No hay nada falso en ella. Es real. Va a ser
una buena esposa para un hombre algún día. Es una pena que no puedas ver la
joya que es. —Luego se giró y entró.
Papá se rió y lo miré. —¿Qué? —le espeté.
Solo se rió más fuerte. —Opino que ese comentario tuyo fue la mierda
más estúpida que he oído en mi vida. Puede que sea un anciano, pero no soy
ciego. Demonios, muchacho, es una hermosura. Dejó el promedio hace mucho
tiempo. Pero entonces, ya lo sabes. Cuidado con lo que dices, porque tu mamá
se asegurará de que todo el mundo lo sepa.
Continuó riéndose mientras entraba.
Miré hacia atrás a su casa y recordé a la joven que corría a través de la
calle con los pies descalzos, un par de pantalones vaqueros y una camisa atada
por encima de su ombligo. Todo ese cabello rojo volando, su sonrisa grande y
brillante. Dustin la encontraría al frente, ella se arrojaría a sus brazos y él le
daría vueltas.
Creo que fue cuando cumplió dieciséis años que decidí que permanecer
alejado de ella era jodidamente importante. Porque la vi correr a los brazos de
mi hermano, y me sentí celoso. La emoción me sobresaltó, y me tomó un
momento entenderlo. Nunca me sentí celoso antes o después. Porque supe en
ese momento que de alguna manera perdí una parte de mi alma con una chica
que nunca sería mía.
Pasé los siguientes siete años demostrando lo mucho que no necesitaba el
amor. Solo necesitaba un coño, y podía conseguirlo fácil. Había sacado a Sienna
Roy de mi sistema con cada pelirroja que no era ella. Con cada chica que me
acosté, me sentí más y más lejos de cualquier emoción.
Cuando Sienna se fue, llevó un parte de mí con ella. Sufrí, y estuve tan
destrozado por meses que ni siquiera podía recordar la mitad de la mierda que
hice. La quise, y ella era de mi hermano. También había sido demasiado joven.
Era un desastre y nunca sería lo suficientemente bueno para los gustos
de ella. Mi hermano era el que la merecía. Alguien como él aún era lo que
merecía. No yo. Nunca yo. No era lo suficientemente bueno. No era un chico de
oro. No podía hacerla feliz. Pero que me condenen si dejaba que algo la
lastimara de nuevo. Podía protegerla. Y a Micah. Ellos no eran míos, pero en mi
corazón sí.
Sienna
—¿Qué pasaría si te dijera que Dewayne era el hermano mayor de tu
padre? ¿Te gustaría tenerlo como tío?
Micah se quedó inmóvil en mis brazos, y su ceño aumentó. Esta no era la
forma en que quería hacer esto. Esperaba ver Star Wars con él y utilizar eso
como una feliz distracción. Pero después de la visita de nuestros visitantes
mañaneros, sabía que tenía que hacerlo ahora. Quería que tuviera a Tabby y
Dave Falco en su vida, y por lo que acababa de ver, ellos también lo querían.
Era tiempo de que Micah tuviera abuelos que lo consintieran.
—¿Dewayne‖es‖el‖hermano‖de‖mi‖padre?‖Pero…‖él‖no‖me‖dijo‖eso.
Esta era la parte difícil. Micah tenía cinco años, pero nuestra vida lo hizo
crecer a pasos agigantado. Emocionalmente, era mucho mayor de lo que
debería ser.
—Dewayne no sabía nada de ti hasta el otro día, cuando pensaste que me
hizo llorar. Pensé que él lo sabía. Había enviado cartas, pero nunca llegaron.
—¿Quiénes son ellos? —preguntó.
—Los padres de Dewayne. Los padres de tu papá. Tus abuelos.
Sus ojos se abrieron con asombro. —¿Mamá T y Dave son mis abuelos?
Asentí. —Y ellos desean conocerte. Amaban a tu papá un montón. Y
quieren conocer a su hijo. Es por eso que vinieron esta mañana. Están muy
contentos de saber que eres su nieto.
Sus ojos se hicieron más grandes. —¿Tengo abuelos? Pensé que habías
dicho que no.
Suspirando, besé su cabeza. —No quería que pienses que tus abuelos no
te amaban. Pensé que nos habían dado la espalda cuando tu papá se fue. Así
que estaba protegiéndote.
Estuvo en silencio durante varios minutos. Dejé que pensara en todo esto
y no hablé. Jugueteó con sus pulgares mientras estudiaba sus manos. De vez en
cuando se giraba para mirar sobre mi hombro, por la ventana a la casa del
frente. No me podía imaginar lo que pasaba en su cabecita. Protegerlo de
cualquier dolor era mi primera preocupación.
—¿Tienen fotos de mi papá? —preguntó. Solo tenía un par en mi maleta
cuando me echaron, y eso era todo lo que Micah había visto de su padre.
Asentí. —Tienen muchas. Es posible que incluso puedas ver fotos de
cuando tenía tu edad. Puedes ver lo mucho que te pareces a él.
Se movió y miró por la ventana hacia su casa. —¿Puedo ir a ver las fotos
y tomar algunas galletas? —preguntó, girando de nuevo hacia mí.
Tabby probablemente nunca podría permanecer sin galletas de chocolate
de nuevo. —Estoy segura de que esperan ansiosamente que vayas allí. ¿Quieres
que vaya también? ¿O te gustaría que te deje ir solo?
Enviarlo solo allí me asustaba. Quería sostener su mano a través de esto,
pero igual que con todo lo demás, Micah era fuerte. Manejaba las cosas con una
fuerza que era inesperada para un niño de cinco años.
—Te quiero allí. Ella hace unas muy buenas galletas. Puedes comer
algunas también.
Quería dejar escapar un suspiro de alivio.
—Está bien. Deja que me vista y cepille mi cabello, entonces podemos ir
allí. ¿Por qué no vas a vestirte también? —Aún llevaba su pijama de Superman.
Asintió, saltó, y luego se fue corriendo. Esto fue mucho más fácil de lo
que había previsto. Pero entonces, todavía no tuvo tiempo para asimilarlo.
Fui detrás de él y entré al baño. Antes de hacer algo más, me quedé allí y
me miré. Siempre pensé que era bonita. Parecía que a los chicos les gustaba. No
era una belleza ni nada, pero mi cuerpo no estaba mal. Mis piernas eran largas y
tenía unas tetas copa C. Mi cabello era rojo, pero ya había hecho las paces con
eso hace mucho tiempo, así como con las pecas en mi nariz. Pero dolía saber
que Dewayne me describió como‖ promedio.‖ No…‖ fue‖ un‖ duro‖ golpe‖ para‖ mi‖
autoestima. Tal vez había envejecido más de lo que creía. Tal vez ser una madre
soltera luchadora me desgastó un poco. Me incliné hacia el espejo y busqué
arrugas. Vi mis pecas, pero arrugas todavía no. Supongo que mi nariz lucía un
poco rechoncha y mis brazos no estaban tan tonificados. No tenía tiempo para ir
al gimnasio. Cualquier signo de un bronceado había desaparecido.
Supongo que era promedio. Al menos no me llamó fea. Podría vivir con
eso. Además, era la mamá de Micah; ¿qué importaba lo que un hombre pensaba
de mí? No era como si estuviera buscando algo para comenzar a salir. Si ese
fuera el caso, podría pasar un poco más de tiempo de lo habitual haciéndome
ver menos agotada.
Cuando terminé de cepillarme los dientes y peinar mi cabello, quería
golpearme por dejar que la opinión de Dewayne me afectara. Era mejor que eso.
Más fuerte. Ser bonita no era algo que me preocupara normalmente. Fui a mi
armario, saqué un par de pantalones cortos, y me los puse, luego agarré una
camiseta sin mangas. No pensaría sobre mi elección de ropa. No me iba a vestir
mejor para una visita al otro lado de la calle. Tenía la intención de hacer un
poco de trabajo en el jardín hoy y hacer un picnic en el patio trasero con mi hijo.
No había ninguna razón para vestirme mejor. Ya había gastado más tiempo en
mi cara de lo necesario para esas actividades.
Deslicé mis pies en un par de chancletas y me negué a preocuparme
porque no pinté las uñas de mis pies desde que me quité el esmalte viejo la
semana pasada. Daba igual.
—¿Estás lista, mamá? —preguntó Micah mientras rebotaba sobre las
puntas de sus pies, mirando a través del mosquitero de la puerta hacia la casa
de los Falco. Se encontraba ansioso por verlos de nuevo ahora que sabía que
eran su familia.
—Sí, señor —respondí, tratando de alcanzar su mano y abriendo la
puerta—. Vamos a conocer a tus abuelos.
—Ya los conocí, mami. ¿Recuerdas?
Asentí. —Sí, es cierto, pero esta vez será diferente, porque ahora saben lo
importante que eres para ellos.
Pareció entender eso cuando empezó a caminar hacia la calle, jalándome
con él. El camión de Dewayne seguía en la entrada, y aunque sabía que él
necesitaba ver a Micah y hablar con él ahora que sabía que era de la familia,
deseaba que se hubiera ido.
Aunque‖ no‖ debiera‖ preocuparme‖ por‖ el‖ comentario‖ “promedio”,‖ hirió
mis sentimientos, y me iba a hacer sentir incómoda. Odiaba eso. Me hubiera
gustado que pudiera superarlo. Ese enamoramiento adolescente que tenía con
Dewayne mostraba su fea cabeza y se burlaba de mí con su opinión sobre mí.
Malditos hombres.
Dewayne
Mama se encontraba en la puerta, observando a Micah y Sienna caminar
hacia la casa. Retorcía las manos, casi sin poder contenerse. Estuvo observando
su casa desde que habíamos regresado. Me alegré de que Sienna no iba a
hacerla esperar. Había hablado con Micah de inmediato, al parecer.
Imaginé que el niño sería curioso y querría venir. Él era como su papá en
ese sentido.
—Míralo. Es tan perfecto. Se parece a Dustin. —Mamá suspiró con
asombro mientras ellos subían los escalones de la entrada.
—Abre la puerta, mamá —le dije.
Papá se levantó de su lugar en el sofá y se acercó para acompañarla
mientras recibían a su nieto. Su mano se posó en la espalda de mamá, y ella se
estiró para apretarla. Esto era bueno para ellos. Micah iba a ser bueno para
ellos.
Mamá abrió la puerta justo cuando Micah llegó. La estudió un momento,
y luego miró a papá. Todo el mundo permaneció en silencio, esperando a que él
dijera algo. Finalmente se encogió de hombros y extendió los brazos. —Así que,
yo soy su nieto.
Su declaración hizo que todos se relajaran, y mis padres comenzaron a
reír. Entonces mamá se inclinó y extendió los brazos. —Sí, lo eres, y me gustaría
un abrazo de mi nieto.
Micah la abrazó de buena gana. Su pequeña mirada encontró la mía a
través del cuarto, y sonrió. —Hola, tío Dewayne —dijo.
Nada en mi vida me preparó para eso. Me las arreglé para no hacer el
ridículo al ponerme emocional como una maldita mujer y asentí. —Hola,
hombrecito —respondí con una sonrisa.
Se apartó de mi mamá y la miró seriamente. —¿Tienes alguna galletita?
—preguntó.
La risa de mamá era musical y ligera. No la oía así en mucho tiempo. —
Sí, sí tengo. Hice un lote solo para ti. Vamos a la cocina.
—Primero necesito mi abrazo —dijo papá, y Micah se le acercó mientras
él se inclinaba para darle un abrazo.
—Eres muy grande. Mi papá era muy grande como mi tío Dewayne. He
visto fotos. ¿Tienes fotos de él?
Papá se tensó por un momento, luego se relajó. No veíamos fotos de
Dustin desde su muerte. Ni siquiera hablábamos de él. Pero este chico quería
recordarlo.
—Sí, tenemos un montón de fotos de tu papá. Podemos mirarlas juntos
—dijo, y Micah le sonrió con entusiasmo.
—¿Escuchaste eso, mamá? ¡Tenías razón! Tienen muchas fotos de papá
—dijo, mirando a Sienna.
Fue la primera vez desde que entraron en la casa que me permití mirarla
de verdad. Y fue un error porque, maldito sea el infierno, llevaba puesto
pantalones cortos y una camiseta apretada que mostraba lo bien dotada que
estaba. Su cabello se encontraba peinado en ondas sedosas, y extrañé el aspecto
desordenado de esta mañana. Quería desordenarlo de nuevo. Mientras esas
piernas se envolvían a mi alrededor.
¡No! ¡Mierda! Tenía que parar con esa mierda. Ella era la mamá de Micah.
No una follada.
—Adelante, señorita. También tenemos galletas para ti —le dijo papá a
Sienna, que todavía no hablaba.
Ella se sonrojó y me miró, luego de regreso a mi padre. —Estoy bien. No
debería comer galletas tan temprano.
Papá puso el brazo alrededor de sus hombros. —Las galletas son para
cualquier hora del día. ¿No sabías eso? Recuerdo que te comías las galletas de
Tabby cada vez que ponías un pie en la puerta.
—Era más joven y me encontraba en mejor forma —respondió, mientras
su rubor empeoraba.
¿De qué demonios hablaba? La mujer tenía curvas en todos los lugares
correctos. No había nada mejor que eso.
—Todavía eres una jovencita. Mejor come esas galletas ahora. Cuando
seas mayor todo cambiará. Aprovecha de comerlas mientras sigues joven.
Sienna se rió y fue con mi padre a la cocina. Me quedé de pie ahí, sin
saber dónde encajaba aquí. Era la casa de mis padres, pero de repente me sentí
como el infiltrado.
—¡Tío Dewayne! Ven a comer estas galletas conmigo. Mamá T también
tiene leche de verdad —gritó Micah.
Por otra parte, tal vez sí tenía un lugar.
Sienna
Los Falcos no se veían listos para dejar ir a Micah. Fue atendido todo el
día, y le encantaba la atención. Dewayne se fue alrededor de las cuatro,
despidiéndose y diciéndole a Micah que lo vería pronto.
Poco después de que Dewayne se fuera, intenté irme con mi hijo porque
todavía no iba al supermercado. Siempre iba el domingo para prepararme para
la semana. Micah, sin embargo, se aferró a la idea de quedarse con Tabby y
Dave mientras yo hacía las compras de comestibles. Así que se lo permití.
No estaba segura si podía recordar un momento en que hubiera ido al
supermercado sin Micah. Él siempre se hallaba conmigo, por lo que
acostumbraba a decirle que no cuando pedía alimentos azucarados. Esta era
una experiencia mucho más tranquila y bastante pacífica. Amaba a mi hijo, pero
decidí que me gustaba hacer las compras sin él.
Me tomé mi tiempo caminando por cada pasillo, pensando en lo que
necesitábamos, y la cantidad de dinero que tenía para gastar. Mantenía una
calculadora en mi bolso para ir de compras porque intentaba hacer los cálculos
en mi cabeza, pero era vergonzoso cuando llegabas a la caja registradora y
tenías que sacar cosas de las bolsas y devolverlas porque no tenías suficiente
dinero.
Sin pagar el alquiler, teníamos más de lo normal para comida, y era
agradable ser capaz de derrochar en el helado de menta con chispas de
chocolate que Micah tanto amaba y un poco de té de limón para mí. Me detuve
frente al pan y busqué un pan para sándwich que fuera saludable pero aun así
que pareciera lo bastante blanco para convencer a Micah de comerlo. También
tenía que encontrar uno que no costara demasiado. Cinco dólares por una
hogaza de pan era ridículo. La mayoría de las veces encontraba pan de trigo y
miel que era lo suficientemente claro para que Micah no se quejara.
—El pan es un asunto serio. Puedo notar que estás de acuerdo —dijo una
voz masculina a mi lado, y me di la vuelta para ver a un hombre alto, de pelo
oscuro, que parecía tener al menos treinta años. Sus pantalones y camisa de
botones podrían ser una de las razones por las que parecía más viejo, pero las
arrugas alrededor de sus ojos cuando sonreía era un claro indicativo. Sin
embargo, no tenía un mal aspecto.
—Complacer a mi exigente hijo es el asunto —expliqué. Normalmente, si
sacaba el tema de mi hijo, los hombres retrocedían. Si éste iba a tratar de
coquetear conmigo, bien podría seguir adelante e irse por donde llegó.
El hombre asintió, sin dejar de sonreír, como si comprendiera. —Sí,
entiendo completamente eso. Mi sobrina siempre va por el pan blanco cuando
viene de visita. Tiene nueve años, y su madre no compra de ese tipo de pan en
casa. Soy el tío rompe-reglas.
Escogió una hogaza de pan blanco de los más caros y me guiñó un ojo. —
Tengo que romper algunas reglas de vez en cuando para sentirme bien. Mi
trabajo me hace tan poco genial que a veces necesito algo para levantarme el
ánimo.
Era más allá de agradable. De hecho, era muy lindo. Tenía ese aspecto
limpio del que no era una gran fanática, pero él lo llevaba bien.
—¿De verdad? ¿Qué trabajo tan poco genial tienes? —pregunté,
sorprendiéndome. Normalmente no alentaba conversaciones con hombres. Pero
éste me gustó. Era muy amable, y no se sentía como si estuviera tratando de
ligar conmigo en el pasillo del pan.
—Vicerrector de la secundaria Sea Breeze —respondió, luego dejó
escapar un suspiro y negó con la cabeza—. Gran decepción, lo sé.
Un rector. Era joven para ser rector. O tal vez era mayor de lo que asumí
en un principio.
—Ese no puede ser un trabajo fácil —contesté, finalmente agarrando un
pan que pensé que funcionaría.
—No es tan malo. Pero también hay días como hoy, cuando salgo del
trabajo tarde y estresado, luego me encuentro con una hermosa mujer
analizando el pan.
Hermosa mujer. No tenía idea de lo agradable que era escuchar eso. Era
un bálsamo para mi ego, el cual Dewayne aplastó esta mañana. Él no era tan
devastadoramente hermoso como Dewayne, ni podría ser considerado sexy con
exactitud. Pero era atractivo, y tenía una sonrisa amable. Se encontraba dentro
de mi liga.
—¿Fui demasiado brusco? ¿Debí ir más lento? —preguntó el tipo, y tuve
que reír.
Negué con la cabeza. —No. Pensaba en lo agradable que es ser llamada
hermosa —expliqué.
Frunció el ceño. —Me imaginé que te lo decían un montón.
En realidad no. Los chicos que normalmente se fijaban en mí me decían
que era caliente o me invitaban a salir sin rodeos. Luego se hallaban los chicos
que pensaban que yo era promedio. ¡Ugh! Tenía que superarlo.
Sonreí y extendí la mano para estrechar la suya. —Sienna Roy —dije,
decidiendo que me gustaba lo suficiente para intercambiar nombres.
Deslizó su mano más grande en la mía y la estrechó. —Encantado de
conocerte, Sienna. Cam Dodge.
No soltó mi mano de inmediato, sino que la sostuvo con firmeza un
segundo más de lo necesario.
—Así que, Sienna, ¿qué es lo que haces? ¿Además de comprar pan para
tu hijo?
—Soy peluquera —respondí.
—Y supongo que no estás casada. Eché un vistazo casual a tu dedo
anular cuando me acerqué y te di un buen vistazo.
Riendo, negué con la cabeza. —No. No estoy casada.
Asintió, y la sonrisa despreocupada en su rostro se hizo más
esperanzada. —Supongamos‖ que‖ te‖ invitó‖ a‖ cenar‖ el‖ viernes‖ en‖ la‖ noche…‖
¿irías?
Él era dulce. Le faltaba esa arrogancia que solía encontrar en los
hombres, y eso me gustó mucho. Normalmente no aceptaba las citas debido a
Micah, pero ahora que los Falco se hallaban en su vida, tal vez les encantaría la
oportunidad de quedarse con él la noche del viernes. Claro, mi cuerpo y quizá
mi corazón querían a Dewayne, pero no era probable que eso ocurriera.
¡Mierda! Tenía que dejar de pensar en Dewayne. Era el tío de Micah, eso era
todo. Dejarlo escabullirse en mis pensamientos de esa manera solo terminaría
causándome dolores de cabeza que no necesitaba.
—Tengo que discutirlo con mi hijo. Asegurarme de que esté de acuerdo
con que salga en citas. Normalmente vemos una película y hacemos palomitas.
—Le‖contaba‖m{s‖de‖lo‖normal‖a‖este‖hombre…
Cam sonrió y tendió su teléfono. —Por qué no pones tu número aquí, y
entonces podré mandarte un mensaje para que tengas mi número. Me puedes
llamar cuando hayas hablado con tu hijo.
No le asustaba la idea de Micah. Esta era una primera vez.
Tomé el teléfono y marqué mi número, luego se lo devolví. —Aquí tienes
—dije después de enviarme un mensaje a mí misma—. Ya envié un mensaje a
mi teléfono. Te responderé sobre el viernes mañana a más tardar.
Me dio una sonrisa torcida que era muy linda, luego hizo un gesto hacia
el siguiente pasillo. —Supongo que será mejor que vaya a buscar un poco de
mantequilla de maní para untarle al pan. Estaré esperando oír de ti, Sienna Roy
—dijo, luego se volteó y se alejó.
En realidad podría tener una cita, pensé. Una verdadera cita.
Dewayne
Micah visitó la casa de mis padres la tarde del lunes y martes esta
semana. Mamá me llamaba para contarme todo lo que decía y hacía mientras se
encontraba allí. Quedó fascinada con el niño. Me sentía malditamente
agradecido por él. No había visto a mi madre tan feliz en mucho tiempo.
Mamá me llamó esta mañana para decirme que tenía que llevar a papá a
su examen de rutina al cardiólogo y no estaría en casa durante la tarde. Le
preocupaba que Micah no consiguiera ir de visita. Le aseguré que él lo
entendería, pero no parecía muy convencida. Así que le dije que llevaría la cena
a casa de Sienna y comería con ellos. Eso la apaciguó.
Eventualmente tendría que hablar con mamá acerca de esto. Sofocaría a
Sienna si seguía así. Ella se comportaba genial al dejar que Micah fuera de visita
durante un par de horas cada tarde, pero esperaba que lo limitara muy pronto.
Fueron solo ella y Micah durante cinco años. No permitiría que mi mamá
tuviera a su hijo todo el tiempo. Tenía la esperanza de que mamá la convenciera
de que Micah comenzara a llegar a su casa después de la escuela. Sería de gran
ayuda para Sienna ahorrar el dinero y tenía la certeza de que le gustaría la idea
de que su hijo no fuera a la guardería después de la escuela. Pero no sabía si se
sentiría lista para eso.
Estacionando mi camioneta en la calzada de Sienna, hice una mueca ante
la visión de su destartalado auto. Íbamos a hablar de eso. No me gustaba que
Micah montara ese pedazo de mierda. Era peligroso. El orgullo de Sienna sería
un obstáculo. Era la única razón por la que no le había traído un auto nuevo a
casa. Sabía que no lo aceptaría. Tenía que encontrar una manera de hacer que
aceptara.
La puerta principal se abrió, y Micah salió corriendo al pórtico,
saludándome con una gran sonrisa.
Cuando llamé a Sienna y le pregunté si podía traer la cena y visitar a
Micah, pareció renuente al principio. Mantenía su distancia, y lo entendía.
Concordaba con ello. Demonios, lo necesitaba. Acercarme sería un gran error.
Cuidaría de ella y del niño, pero no iba a involucrarme demasiado en el
proceso.
Estiré la mano y agarré las dos pizzas grandes del asiento del pasajero.
Micah vendría por mí si no me apresuraba, y no quería que viera el paquete de
cervezas en el suelo. Salí de la camioneta y me dirigí al pórtico.
—¡Trajiste pizza! ¡Me encanta la pizza! Me gustan más los macarrones
con queso, pero me encanta la pizza real. Es mejor que esté hecha con pan —
dijo, sonriendo. Entonces su sonrisa se desvaneció, y se volteó para mirar hacia
la casa con un ceño de preocupación.
Empecé a preguntarle qué le pasaba, cuando regresó su mirada con
grandes ojos hacia mí. Se veía molesto. —No le digas a mamá que dije eso sobre
las pizzas de pan. Va a herir sus sentimientos. Ella las hace porque son baratas.
El niño protegía a su mamá de nuevo. Hizo que mi pecho se llenara de
orgullo y dolor al mismo tiempo. No era más que un bebé, pero se comportaba
como el hombre de la casa. Él no debería tener ese tipo de responsabilidad
sobre sus pequeños hombros.
—Será nuestro secreto —le aseguré, bajando la voz.
Parecía aliviado, y una sonrisa reemplazó su ceño fruncido. —Mamá dijo
que me conseguirías una con mucho queso —dijo, emocionado de nuevo.
Me di cuenta que la pizza era un lujo para ellos dos. Lo que me molestó
de nuevo. ¿Por qué demonios los padres de Sienna le hicieron eso? Ellos no
deberían haber sufrido tanto. Mis padres se habrían asegurado de que tenían
todo lo que necesitaban, y una maldita pizza de un local no sería un lujo.
—Mamá hizo un poco de té dulce, y mamá T trajo una cesta entera de
galletas esta mañana. Pero mamá dijo que tenemos que esperar hasta el postre
para comerlas.
Empecé a responder, pero entonces Sienna apareció en la puerta y mi
lengua de repente quedó atrapada en mi paladar. Iba vestida con un par de
pantalones cortos de mezclilla y una camiseta de George Strait de un tour de
hace nueve años. Ella solo tenía trece años en ese entonces, y sabía que los Roy
no la dejaron ir al concierto de George Strait en el muelle ese año.
—Linda camiseta —dije, necesitando una excusa para mirar sus curvas.
Sus perfectamente deliciosas curvas. Por las que quería pasar mis manos y
marcar con un rastro de mordiscos. Marcando un camino‖hacia…‖¡Detente! No.
No podía hacer eso.
—Dustin la consiguió para mí. La utilicé como una camiseta de dormir
durante años debido a que era demasiado grande. Él fue con sus amigos, y tú
los llevaste, creo —dijo con una pequeña sonrisa.
Sí lo hice, pero me había olvidado. Dustin todavía no se daba cuenta ni se
aseguraba que todos supieran que Sienna era suya, y ella ya cambiaba en ese
entonces. Los chicos fueron notándola. Él le compró la camiseta, sin embargo,
cuando le señalé que probablemente ya había oído que llevó a Victoria Harris al
concierto. Victoria no era tan bonita como Sienna en ese entonces, y ni de lejos
era tan hermosa como Sienna ahora. Mi hermano se obsesionó con las tetas de
Victoria. Eso era todo.
Así que compró esa camiseta para Sienna. Es curioso cómo reprimí ese
recuerdo. Pero ver a Sienna en esa camiseta trajo todo de regreso.
—Recuerdo haberlos llevado. No fue un gran concierto. No te perdiste de
mucho —le dije.
Se rió, y todo a su alrededor se iluminó. El sonido de su risa hizo que
todo lo que parecía incorrecto mejorara. —Sé que es una mentira. Pero gracias
por intentarlo. Victoria Harris se aseguró que supiera lo increíble que había sido
el concierto. También se aseguró de que supiera que a pesar de que conseguí la
camiseta, ella consiguió al chico. —Hizo una mueca—. Pero eso fue antes.
Antes. Antes de que obligara a mi hermano a despertar de una puta vez
y ver lo que se encontraba justo frente suyo. Sienna lo adoraba y a él le
encantaba, pero no estuvo dispuesto a hacer ninguna cosa remotamente
exclusiva. Hasta que almorcé con ella y llamó la atención de todos los chicos en
la secundaria Sea Breeze. Eso le ardió en el culo a Dustin.
—Entra con esas pizzas. Ya tengo la mesa puesta. —Dio un paso atrás
para que pudiera entrar.
—¿Tengo que llenar los vasos con hielo? —le preguntó Micah.
—Eso sería muy servicial —le dijo ella.
Se apresuró hacia la cocina. Puse las pizzas en el centro de la mesa,
mientras él se paraba sobre una silla para agarrar los vasos. Me moví para ir a
ayudarlo, pero la mano de Sienna tocó mi brazo.
—No lo ayudes. Déjalo hacerlo —dijo en un susurro.
Esta era la razón por la que era tan responsable a su edad. Sienna lo
dejaba sentir importante. No estaba seguro de sí me gustaba la idea de que no
tuviera la oportunidad de ser un niño o si esto era una buena formación. Tal vez
criaba a un hombre mejor de lo que mi hermano o yo fuimos. Dios sabe que yo
amaba a mi mamá, pero ella nos mimó a mí y a mi hermano. No se puede decir
que ayudó mucho a ninguno de los dos.
Sienna
Comí en silencio la rebanada de pizza mientras escuchaba a Micah
decirle a Dewayne todo lo que posiblemente podría querer saber y algo más.
Disfruté saborear la pizza. Estaba deliciosa y era cuidadosa de tomar bocados
pequeños. No había manera de que pudiera comer dos rebanadas delante de
Dewayne. No me importaba normalmente lo mucho que comía delante de los
hombres. Pero sabiendo que Dewayne estaría pensando en lo mucho que no
tenía necesidad de una segunda rebanada haría más difícil comer.
Además, Dewayne comió cinco rebanadas, y Micah estaba en su segunda
rebanada. Hacían un buen trabajo poniendo las pizzas lejos de ellos. Ver a
Micah disfrutar de la pizza de queso valió la pena sentarse a través de esto con
Dewayne.
Cuando Dewayne preguntó si podía llevar la cena y visitar a Micah esta
noche, quise inventar una excusa. Quería relajarme después del trabajo, y estar
cerca de Dewayne no era relajante. Pero sabía cuánto Micah amaría esto, por lo
que dije está bien. Y ahora me encontraba aquí sentada, tomando las mordidas
más pequeñas del mundo de una rebanada de pizza mientras mi estómago
gruñe por la falta de almuerzo de hoy. Cuando Dewayne se fuera, me comería
un pedazo de pizza sobrante. Tal vez dos.
—¿No es cierto, mamá? —dijo Micah, y recuperé la atención y parpadeé,
centrándome en mi hijo.
—Uh, ¿qué es cierto? —pregunté, sintiéndome como un idiota.
—¿No tienes una cita mañana por la noche?
¿Qué? ¿Por qué hablaba de eso? Le pregunté si le importaba, y luego
hablé con Tabby, quien estuvo encantada de que fuera a una cita con el
subdirector Dodge. Sin embargo, esto no era asunto de Dewayne.
Simplemente asentí y metí un bocado más grande de pizza en mi boca.
—Es un director —añadió Micah con orgullo. Tomó la idea de que salga
con alguien mucho mejor de lo que preví.
—¿Director? —preguntó Dewayne, sus ojos ahora completamente
enfocados en mí. Tragué la pizza y tomé un trago de agua. Entonces asentí y
forcé una sonrisa.
—¿Dónde? —preguntó Dewayne, no luciendo feliz sobre esto en
absoluto—. Pensé que habías dicho que no tenía citas. Que tenías a Micah y eso
era suficiente.
Whoa…‖espera‖un‖minuto.‖La‖ira‖hervía‖en‖mi‖sangre,‖y‖me‖enderecé e
incliné hacia delante, mirando a Dewayne con una advertencia que esperaba
entendiera. —Cam Dodge. Es el subdirector en la escuela secundaria, y si
consigo que me invite un hombre agradable que no crea que soy promedio, esa
es mi decisión. Si le pregunté a Micah cómo se sentía en primer lugar, y luego
hablé con Tabby antes de acceder a esta cita. Tu madre estaba encantada.
Dewayne apretó la mandíbula y no se inmutó. —¿Dónde conociste a
Cam Dodge?
Terminé. Esto terminó. Me puse de pie y tiré la servilleta sobre la mesa.
—No es asunto tuyo —le informé, y comencé a limpiar la mesa.
—Lo conoció en el pasillo del pan en el supermercado. Fue muy amable
con ella —ofreció Micah ya que yo no hablé. Ese chico no sabía cuándo
mantener la información para sí mismo.
—¿El pasillo del pan? —preguntó Dewayne, como si estuviera
horrorizado por la idea.
Tomé varias respiraciones profundas antes de darme la vuelta para
mirarlo de nuevo después de poner los platos sucios en el fregadero. Era
bienvenido en la vida de Micah, pero no era bienvenido en la mía. No
necesitaba su aprobación.
Solo mirarlo me hizo agrietarme solo un poco. Odiaba que me afectara
de esta manera. Puse las manos en mis caderas. —Sí, Dewayne, en el pasillo del
pan. Discutimos del pan blanco y sus alternativas saludables. Fue agradable
conmigo. Se sintió bien. Seis años, Dewayne. Seis años muy largos. Creo que me
hace falta una cita para cenar.
Dewayne se encogió esta vez. Le sonreí, aunque no llegó a mis ojos.
Estaba enojada. Quería que se fuera. Pero él se hallaba aquí por Micah. Ya era
hora de que les diera un tiempo a solas.
—Voy a tomar un baño mientras ambos juegan. Ven a buscarme cuando
Dewayne se vaya —le dije a Micah. Entonces forcé mi mirada de nuevo a
Dewayne—. Gracias por la cena. Estaba delicioso.
Me di la vuelta y caminé hacia el pasillo.
—Apenas comiste algo de ello —me gritó.
—No quiero ganar peso y hundirme por debajo de la línea promedio por
la que estoy caminando —contesté, entonces cerré de golpe la puerta de mi
habitación detrás de mí.
Cerrando los ojos, tomé varias respiraciones calmantes, luego comencé a
desnudarme. Estaba lista para un largo baño en la bañera con las nuevas sales
de baño que Hillary me dio a probar. Quería que sus empleados probaran los
productos que tenía en el salón, así podríamos recomendarlos. Me encantó la
idea porque nunca me dejaría derrochar en cosas como sales de baño.
La risa de Micah en el salón me recordó por qué Dewayne estaba aquí, y
dejé que mi ira y frustración con él se vayan. Vino a ver a Micah. Protegía a
Micah. Tan insultante como era para él cuestionar mis opciones, me alegré de
que quisiera ser parte de la vida de Micah. Yo tenía que aprender a tomar el mal
con el bien.
A partir de ahora, cuando Dewayne viniera a visitar a Micah,
simplemente tomaría baños muy largos. Podría comer más aquí también. Era
una situación de ganar-ganar. Lo bueno de Dewayne siendo un imbécil era que
no me comportaba toda tonta a su alrededor. Su hermoso cuerpo y cara ya no
llegaban a mí.
Bueno, casi.

***

—Mamá, estoy llevando a Dewayne fuera para mostrarle la estrella de


papá. ¿De acuerdo? —gritó Micah a través de la puerta un largo tiempo
después.
Salí con él ayer por la noche para ayudarlo a encontrar la estrella más
grande que pudimos ver. Él creía que era Dustin. Así que lo dejé creer.
Dewayne
Cuando Sienna me dijo adiós ayer por la noche a través de la puerta
cerrada de su habitación, supe que realmente la jodí. Para empezar, iba a tenerle
que explicar el comentario "promedio", porque la estaba molestando. Seguía
trayéndolo a colación.
Entonces tenía que recordarle que hizo un maldito buen trabajo criando a
Micah por su cuenta. Confiar en ella era importante. Yo confiaba en ella. Era
este Cam Dodge en quien no confiaba. Arreglaría eso, también. Hablaría con él.
Ver lo que pensaba él. Si era un buen tipo, entonces animaría esta cosa de citas
con Sienna. Si no lo era, me aseguraría de que se quedara lo más lejos posible de
ella.
Ayer por la noche, cuando Micah me llevó afuera para ver la estrella que
creía que era Dustin, debería haber tenido un momento con él. Debería haber
sido la única cosa en mi mente. Pero no lo fue. Estuve planeando esta visita a
Cam Dodge. El hijo de puta me arruinó la noche. Tenía que asegurarme de que
valía la pena. Sienna merecía lo mejor.
Parqueando la camioneta en el estacionamiento de visitantes en la
escuela secundaria, decidí que esto era la mejor idea. El hombre no podía
ignorarme si me presentaba en su trabajo. Pediría una reunión con él y luego
hablaríamos. Sienna no lo sabría, y esperaba poder dar un paso atrás y dejar
que tuviera su cita.
Tal vez me sonreiría de nuevo. Y jodidamente comería algo a mí
alrededor.
Entré en la oficina de la escuela, y la señora Quinn levantó la mirada
hacia mí. Se iluminó con una sonrisa mientras se levantaba. La pequeña
secretaria era mayor que mi mamá, y su cabello blanco siempre se encontraba
recogido apretadamente, su flequillo sujeto hacia atrás con un lazo como si
tuviera siete años en lugar de setenta. No podía no amar a la mujer.
—Bueno, si no es Dewayne Falco viniendo a hacernos una visita. He oído
que causas menos problemas en estos días ahora que tus amigos han sido
domesticados por sus mujeres.
Déjalo en manos de la señora Quinn para saber acerca de la vida de
todos. Podría estar atascada sentada detrás de ese escritorio y tratando con
adolescentes durante todo el día cinco días a la semana, pero cuando nos
graduamos, no nos olvidó. Gente como ella era quien necesitábamos en la
educación.
—Vine a ver esa bonita sonrisa tuya —dije, y luego le di un guiño sólo
para verla ruborizarse y mover sus pestañas.
—Sigues siendo un encantador, veo —respondió, sonriéndome. Estaba
seguro de que no conseguía que le coquetearan con frecuencia, dado que era tan
ancha como alta. Aún así, se merecía un poco de atención.
—Sí, señora. Siempre pienso que una mujer bonita necesita que le digan
eso.
Me despidió con la mano y se rio, lo que era muy gracioso viniendo de
alguien de su edad. Cuando se retirara, sería un día triste para Sea Breeze High.
—Sé que no solo viniste aquí para coquetear conmigo. Ahora bien, ¿qué
podemos hacer por ti, señor Falco? —preguntó, sin dejar de sonreír.
Asentí hacia la puerta que sabía que pertenecía al subdirector. Antes,
cuando estaba en la escuela, el subdirector había sido el Viejo Warldo. Tenía
mal humor y era cruel como el infierno. Fue una buena noticia para los chicos
en Sea Breeze, cuando el hombre se retiró hace dos años.
—Tengo que ver al señor Dodge —dije, tratando de ser lo más
respetuoso posible. Si pudiera conseguir pasar más allá de la señora Quinn,
entonces estaría fuera de peligro.
Lucía insegura, luego, cogió su teléfono y pulsó un botón.
—Sr. Dodge, ¿está disponible para reunirse con el Sr. Dewayne Falco,
señor?
El hombre no iba a saber quién demonios era yo. —Dile que es con
respecto a Sienna Roy —dije. Eso despertaría su interés.
Los ojos de la señora Quinn se abrieron, y supe que reconoció ese
nombre también. La muerte de mi hermano fue una tragedia que toda esta
escuela sufrió. Y que Sienna se fuera conmocionó a todo el mundo.
—Uh, es con respecto a la señorita Sienna Roy —añadió, estudiándome
mientras lo decía—. Sí, señor. Lo enviaré adentro.
Él tenía curiosidad. Bien.
Colgó y levantó las cejas. —¿Sienna Roy está de vuelta en casa?
Asentí. —Sí, lo está.
La señora Quinn dejó escapar lo que parecía un suspiro de alivio. —
Bueno, qué sorpresa. Ya era hora. Esa chica dulce fue enviada lejos, y yo sabía
que no era correcto. Estaba enferma de la preocupación. Estoy contenta de que
fue capaz de volver a casa. Pensar que la muerte de su padre lo hizo posible.
Como esta mujer sabía tanto, no lo sabía. Pero lo hacía. Parecía saber
mucho. Solo asentí.
Agitó la mano hacia la puerta de Cam Dodge. —Adelante. El señor
Dodge dijo que te vería.
Le di las gracias y me dirigí a la puerta antes de que él pudiera cambiar
de opinión.
Cam Dodge se levantó de detrás de su escritorio cuando abrí la puerta.
Era joven. Esperaba a alguien mayor, y eso me molestó. Pero era joven, y joder
si todo eso no me molestaba más.
Su camisa de botones y pantalones planchados eran parte del uniforme,
pero parecía que estaba cómodo en esa mierda elegante. Sonreía, pero su
sonrisa era muy insegura. El nombre Sienna Roy fue la razón por la que accedió
a verme. Así que ahora querría saber por qué.
Pues bien, tendría que esperar. Tenía algunas cosas que quería saber en
primer lugar.
—¿Cuántos años tienes? —pregunté, sin sentarme, solo de pie al otro
lado del escritorio, cruzando los brazos sobre el pecho y encontrando su curiosa
mirada. Me gustó que tuviera que bajar la mirada hacia él. Era unos buenos
cinco o siete centímetros más bajo que yo.
—¿Perdón? —dijo, su frente arrugándose.
—Pregunté qué edad tenías —repetí. Si quería más información de mí,
necesitaba responder a esta primero.
—Veintiocho —contestó, todavía mirándome con una expresión
insegura.
—¿Normalmente ligas con mujeres en la tienda de comestibles? —
pregunté.
Sus cejas se levantaron con sorpresa. —No —respondió—. ¿Quién eres,
exactamente? —preguntó, claramente siendo cuidadoso.
—La Sra. Quinn te dijo quién era. ¿Alguna vez has estado casado?
Sus ojos se abrieron con sorpresa, luego los entrecerró con nerviosismo.
—No veo como eso es tu asunto, ya que no sé quién eres. Me dijeron tu nombre,
pero lo único que sé es que eres alguien conectado a la mujer con la que tengo
una cita esta noche. Me gustaría más información de ti si intentas interrogarme.
Hablaba como un director. Lo vi jugar con su corbata y meter las manos
en los bolsillos mientras se mantenía de pie. El tipo era un nerd. No se
encontraba ni de cerca de la liga de Sienna. ¿Qué hacía con este tipo?
—El hijo de Sienna es mi sobrino. Ya que te conoció en el pasillo del pan
de una tienda de comestibles, me gustaría saber más acerca de ti antes de que
salgas con ella esta noche. También voy a asegurarme de que entiendas que su
seguridad es jodidamente importante. Le haces daño, y no vivirás lo suficiente
para lamentarlo.
El hombre se encogió. Al menos me creyó. Analizó mis brazos tatuados y
el piercing en el labio antes de encontrarse con mi mirada de nuevo. Se aclaró la
garganta. —Eres‖el‖tío‖de‖su‖hijo…‖¿pero‖no‖eres‖su‖hermano?‖¿Eso‖quiere‖decir‖
que eres el hermano del padre del niño? —preguntó.
Asentí.
Me estudió un momento. —¿Está el padre del niño todavía en su vida?
Negué con la cabeza. —No consigues hacer preguntas. Le pediste salir en
una cita. Yo hago las preguntas. ¿Has estado casado? Estoy asumiendo que no
tienes antecedentes, ya que eres un director. La junta escolar habría
comprobado esa mierda. Pero, ¿tienes novia? ¿O un problema con la bebida?
¿Drogas?
Cam levantó las manos y se rio con nerviosismo. —Espera. Bueno. Guau.
No a todo eso. Estoy completamente limpio y sin ataduras. Estuve
comprometido hace cinco años, pero ella tenía cáncer de cuello uterino, y no lo
logró.
Su ligera mueca de dolor cuando mencionó la muerte de su prometida
no pasó desapercibida. Era un hombre que trataba de seguir adelante. Tenía un
buen trabajo, y parecía muy malditamente sincero. Esto no era suficiente para
mí, pero preguntaría por ahí y conocería más acerca de él. Mi instinto me decía
que estaba a salvo.
—No le hagas daño —repetí—. Eso significa tocarla de maneras que no
quiere, o tocarla en absoluto. Recuerda, voy a saber y vendré por ti. Tengo
jodidos antecedentes, y no tengo miedo de la cárcel.
Me di la vuelta y salí de la pequeña oficina, y le dije adiós con la mano a
la señora Quinn antes de salir.
Tenía un poco más que hurgar sobre el chico, y sólo ocho horas para
hacerlo.
Sienna
No estaba lista de presentar a Cam a Micah. No me hallaba segura de si
volvería a salir con Cam de nuevo después de esta noche. Siempre había una
posibilidad de que no fuera bien. Apenas conocía a este hombre. No había
razón para presentarle a la persona más importante en mi vida. Eso sería para
más adelante, si me gustaba y quería pasar más tiempo con él. Tabby estuvo de
acuerdo, y se llevó a Micah una hora antes de que Cam se supusiera que
apareciera.
También me dio tiempo para cambiarme de ropa cinco veces y
preocuparme por mi cabello. Micah habría estado sobre mí, preguntándome
por qué me cambiaba tanto de ropa y jugaba con mi cabello. Luego le diría a
Dewayne, lo que sería humillante. Yo ya sabía que él no pensaba que había
mucho que se pudiera hacer conmigo.
Afortunadamente, Cam no estaba de acuerdo con él. Eso me
tranquilizaba un poco, y me volví a poner la falda que me probé primero y me
deslicé en mi blusa envolvente. Esto era informal pero agradable. Funcionaría
para cualquier lugar. Me coloqué un par de zapatos negros y contuve el
impulso de recoger mi cabello de nuevo. Dejar que se quede suelto fue mi
decisión de última hora, pero ahora lo cuestionaba.
El timbre de la puerta me impidió hacer algo más. Me di una charla
rápida en el espejo y luego me dirigí hacia la puerta. Fue mucho tiempo desde
que estuve en una cita. Y solo salí con un chico. No sabía cómo hacer esto.
Dustin había sido mi mejor amigo. Sabía todo sobre él. Nunca salí con alguien
que no conocía.
—Puedes hacer esto —me dije por última vez antes de abrir la puerta.
Cam vestía un par de pantalones color caqui y una camisa de color azul
claro. Me vestí apropiadamente. Una preocupación fuera de mi lista.
—Hola —dijo con una sonrisa—. Te ves preciosa. Siento que tengo que
volver a casa y tratar de hacerme ver como que en realidad es creíble que
saldremos juntos.
Sí, hacía maravillas por mi autoestima. —Gracias, pero te ves muy
guapo. No creo que nadie se cuestione que estamos juntos.
Se rio, y luego se encogió de hombros. —No estoy seguro de cómo es que
estás tan ciega, pero sólo estoy contando mis estrellas de la suerte. —Extendió el
brazo para mí—. ¿Lista?
Asentí y salí al porche, luego cerré detrás de mí antes de meter las llaves
en mi bolso. Hice una llave para Tabby esta semana y se la di, por lo que si tenía
que entrar para obtener algo de Micah, sería capaz de hacerlo.
—Hice reservas en Le Cellier. Espero que te guste la carne —dijo con una
sonrisa.
Oí hablar de Le Cellier, pero nunca estuve allí. —Me encanta la carne —
le dije. Y tenía la intención de comer un filete, lo que se sentía bien. No tendría
que escoger mi comida porque me preocupaba lo que él pensaba. Esta iba a ser
una buena noche. Ya podía decirlo.

***

Dos horas después estaba lista para regresar a casa y ponerme mi pijama.
Cam realmente era agradable, pero estaba un poco aburrida con él. Hablaba del
trabajo y me preguntaba sobre mí. Lo hizo todo bien, pero faltaba algo. No
estaba segura si yo era exigente porque mi última relación fue con alguien con
quien ya era cercana.
―¿Quieres‖ que‖ nos‖ detengamos‖ en‖ Live‖ Bay‖ y‖ escuchar‖ tocar‖ a‖
Jackdown? Oí que son buenos. Aun no los he visto, pero Live Bay parece ser el
lugar para ir a escuchar música en vivo y bailar.
Por primera vez en toda la noche, algo sonaba emocionante. No había
bailado‖en‖mucho‖tiempo…‖desde‖el‖baile‖de‖graduación,‖no‖estaba‖segura‖de‖
que eso contara. Bailaba con Micah todo el tiempo alrededor de la casa, pero
música en vivo y un baile real sonaba a diversión. Quizá el restaurante elegante
y sofisticado al que él me llevó fue lo que me aburrió. Si a él le gustaba bailar,
no podía ser completamente aburrido.
―Suena‖divertido‖―dije,‖tratando‖de‖no‖saltar‖en‖mi‖asiento‖como‖una‖
niña.
Él metió su Volvo en el estacionamiento. El lugar se encontraba lleno. Lo
asimilé todo. Este era un mundo que no conocía. Uno que quería probar. Live
Bay había estado alrededor cuando tenía dieciséis, pero no era lo
suficientemente grande como para entrar. Ahora iba a lograr ver que era todo el
escándalo.
―¿Ese‖es‖tu…‖eh,‖el‖tío‖de‖tu‖hijo?‖―preguntó‖Cam.
Giré la mirada hacia donde él observaba e inmediatamente deseé no
haberlo hecho. Ver a Dewayne presionando a alguna chica contra su camioneta
mientras atacaba su cara no era lo que quería presenciar. Estaba segura de que
era preciosa. Sorprendentemente, tenía pelo rojo. Eso era todo lo que podía ver
de ella. Tal vez mi cabello necesitaba ser más claro para Dewayne. Ella también
se veía bronceada. No tenía tiempo para broncearme. Debería salir. Podría jugar
afuera con Micah y conseguir un bronceado.
Espera…‖¿Cómo‖sabía‖Cam‖quién‖era‖Dewayne?
Aparté la mirada de Dewayne y la mujer afortunada para mirar a Cam.
―¿Cómo‖ sabías‖ que‖ era‖ Dewayne?‖ ―pregunté.‖ ¿Me‖ investigó?‖ Si‖ lo‖ había‖
hecho, no estaba segura de cómo sentirme por eso. Parecía miedoso.
Cam presionó los labios como si estuviera pensando mucho sobre algo.
Mierda. Necesitaba alejarme de este hombre. ¡Pudo haberme acosado!
―Dewayne‖me‖visitó‖hoy‖en‖el‖trabajo.‖Quería‖echarme‖un‖vistazo‖antes‖de‖que‖
salieras conmigo.
No tenía palabras. Ninguna. Cam decía la verdad. No tenía que
preguntarle a Dewayne para saber que Cam decía la verdad. Era algo que él
haría. No confiaba en mí para mantener seguro a Micah, así que lo hizo por mí.
Entendía eso en cierto modo, pero él cruzó la línea. No iba a dejar que entrara
en mi vida privada y metiera la nariz en donde no pertenecía. Quizá debería
descubrir quién era esa mujer en quien en este momento tenía su lengua hasta
la garganta. Si él iba a estar alrededor de Micah, merecía saber si ella era
apropiada.
―Para‖ el‖ auto‖ ―ordené,‖ y‖ Cam‖ no‖ discutió.‖ Se‖ metió‖ en‖ el‖
estacionamiento, salí de él sin una explicación y caminé hacia la espalda de
Dewayne, dejando que mi furia ardiera con cada paso. No había pensado en
esto, pero ahora mismo me sentía tan molesta que no me importaba.
Lo golpeé duro en la espalda sin pensar en que él podía lanzarme de un
golpe a través del estacionamiento. Afortunadamente, tuve la previsión de dar
un paso atrás mientras Dewayne giraba y alcanzaba mi brazo. Sus ojos estaban
rojos, y se encontraba molesto. Su agarre en mi brazo hizo que mis rodillas se
desplomaran porque en serio sentía que iba a partir mi brazo en dos. Pero luché
para contener el grito de dolor y traté de mantener la mirada de enojo en mi
cara.
Al momento en que sus ojos se enfocaron en mí, dejó caer mi brazo como
si‖quemara.‖―¡Joder!‖Sienna,‖¿qué‖demonios‖haces?
No sostendría mi brazo lastimado delante de él y la muñeca detrás. Sí, la
llamé muñeca, porque ahora que podía verla, parecía una. En realidad
demasiado maquillaje, y sus pechos estaban desnudos.
―Tú‖ ―dije,‖ apuntando‖ a‖ Dewayne‖ con‖ la‖ mano‖ atada‖ a‖ mi‖ brazo‖
bueno―.‖ ¡Hoy‖ fuiste‖ a‖ la‖ oficina‖ de‖ Cam!‖ ¿Cómo‖ te‖ atreves‖ a‖ cuestionar‖ mis‖
decisiones?‖ Cuando‖ est{s‖ aquí‖ afuera‖ con…‖ ―Miré‖ a‖ la‖ mujer‖ que‖ gracias‖ a‖
Dios había cubierto‖su‖pecho―…‖ella.
La‖ chica‖ me‖ frunció‖ el‖ ceño.‖ ―¿Quién‖ es‖ esta?‖ ―preguntó‖ con‖ un‖
puchero, y me di cuenta de que sus labios estaban inyectados. Guácala.
―Te‖protegía.‖Alguien‖tiene‖que‖hacerlo.‖Accediste‖a‖salir‖con‖un‖extraño‖
en la tienda de comestibles, Sienna. Me aseguraba de que no fuera un sicópata.
―¡No‖tenías‖derecho!‖No‖lo‖llevaría‖alrededor‖de‖Micah.‖No‖hasta‖que‖lo‖
conociera. Así que eso significa que no es tu asunto.
Dewayne levantó las cejas y dio un paso hacia mí. Su expresión se
oscureció. ―Sí,‖lo‖es.‖Quiero‖a‖la‖mam{‖de‖Micah‖segura.
Bueno, mierda. No me derretiría porque estaba siendo un oso posesivo y
protector. Solo porque no sabía lo que se sentía no significaba que tenía que
gustarme. Maldición.
―¿Y‖ella‖qué?‖Est{s‖en‖la‖vida‖de‖Micah. ¿Ella es‖segura?‖―pregunté.
Dewayne ni siquiera miró atrás o explicó. Estuvo a punto de follarla aquí
en‖frente‖de‖todo‖el‖mundo,‖pero‖ahora‖la‖ignoraba.‖―Ni‖siquiera‖sé‖su‖nombre,‖
Sienna. Esto solo es diversión, nena. Nunca la veré de nuevo.
―Disculpa‖―dijo la chica, ahora más molesta.
Mi corazón hizo una pequeña voltereta cuando me llamó nena. Lo que
era ridículo. Él pensaba que yo era mediocre, y ahora sabía por qué. No usaba el
maquillaje suficiente o mostraba la piel suficiente para él.
―Eso‖es‖lo‖que hago, Sienna. No tengo relaciones o salgo a citas. Tú ibas
a salir con el tipo. Tenía que asegurarme de que fuera un buen hombre.
De acuerdo. No entendía para nada su mundo. Dewayne aún era un
mujeriego, aparentemente. Nunca lo había visto en una relación con una mujer.
Lo que era una pena porque la cosa territorial y la forma en la que me llamó
nena fueron bastante increíbles. Incluso en su forma bárbara él me hacía sentir
especial. Era bueno en eso.
Cam se aclaró la garganta detrás de mí, y me di cuenta de que lo había
olvidado en el auto. Giré de nuevo hacia él y le di una sonrisa de disculpa.
―Cam,‖conoces‖a‖Dewayne‖―dije,‖luego‖miré‖otra‖vez‖a‖Dewayne―.‖Así‖que,‖
¿pasó la inspección?
Dewayne no apartó sus ojos de mí. Me sostuvo la mirada por un
momento demasiado largo. La mujer con él dijo algo, pero me encontraba
completamente‖perdida‖en‖sus‖ojos.‖Siempre‖los‖amé.‖―Sí,‖Pequeña‖Pelirroja,‖él‖
es seguro.
No me había llamado así en tanto tiempo que olvidé el sobrenombre.
Pero eso no fue lo que más me golpeó.‖Fue‖la‖forma‖en‖que‖dijo‖“seguro”.‖Como‖
si lo hubiera defraudado. ¿No me quería con alguien seguro?
―Cuídala‖―le‖dijo‖a‖Cam,‖luego‖se‖dio‖la‖vuelta‖y‖tomó‖a‖la‖chica‖por‖el‖
brazo, y regresaron al club.
Cam me tocó el brazo adolorido, y salté. Mierda. Me olvidé de eso. Casi
palpitaba.‖―Est{‖oscuro‖aquí‖afuera,‖pero‖parece‖que‖va‖a‖ser‖un‖gran‖moretón.‖
Vamos a llevarte a casa y a poner algo de hielo en él. A menos que no puedas
moverlo y necesites que te lleve al hospital.
Lo moví, y fue lo suficientemente fácil. Solo hice una mueca y me
salieron lágrimas.
―Estoy‖bien.‖Solo‖necesito‖algo‖de‖hielo‖―le‖aseguré.
No hablamos mucho de camino a mi casa, y supuse que sería el final de
Cam. No es que pudiera culparlo.

***

El golpe en la puerta principal me sacó de mis pensamientos mientras


revolvía el azúcar en mi café. Caminé hacia la puerta, preguntándome si Micah
ya se despertaría y quería venir a casa. Deseaba verlo. Cuando Tabby me dijo
que se había quedado dormido y preguntó si podía quedarse durmiendo allí,
no quería decir que sí. Nunca me había separado de Micah en la noche.
Pero la forma en que los ojos de Tabby se iluminaron con esperanza hizo
que cediera, y fui a casa sola. Sin Micah durmiendo en su habitación al lado de
la mía, no dormí bien. Lo extrañaba. No estaba segura de cómo se sentiría él
despertándose sin mí.
Abrí la puerta para encontrar, en cambio, a Dewayne. No era a quien
quería ver esta mañana. En absoluto.
―Necesitamos‖ hablar‖ ―dijo,‖ entrando‖ como‖ si‖ el‖ lugar‖ le‖ perteneciera.‖
Él podía ser el dueño de muchas cosas, pero esta casa era mía.
Dejé la puerta abierta porque no me gustaba la idea de estar encerrada
con él. Estaba molesta. Mi brazo tenía un moretón negro y azul con la forma de
su enorme mano. Tomé ibuprofeno anoche y mantuve mi brazo en hielo. Dolía
y se veía horrible.
―Anoche…‖―dijo,‖luego‖se‖detuvo‖mientras‖sus‖ojos‖se‖enfocaban‖en‖mi‖
brazo amoratado. Observé mientras se ponía pálido, y no sabía si iba a
desmayarse. Era feo, pero no tanto.
―Mierda‖ ―juró,‖ caminando‖ hacia‖ mí‖ y‖ tomando‖ mi‖ muñeca‖
amablemente en su mano así podía‖levantar‖mi‖brazo‖sensible‖y‖mirarlo―.‖Yo‖
hice‖esto‖―dijo.
Solo asentí. ¿Quién más pensó que anoche me había agarrado como si
hubiera querido romperme?
―Necesito‖que‖me‖disparen‖―dijo‖mientras‖que‖con‖gentileza‖pasaba‖su‖
dedo por la piel dañada. Era como una pluma y en vez de doler, me hizo
temblar―.‖ No‖ quise‖ lastimarte.‖ Nunca‖ lo‖ haría.‖ Sabes‖ eso. Nunca te lastimaría.
Anoche no sabía que eras tú cuando me golpeaste, y me hallaba muy bebido.
Mi mente se encontraba lenta, y me tomó mucho tiempo registrar que eras tú.
Dios, Sienna, lo siento.
Su voz sonaba con tanto dolor que tuve que luchar con la urgencia de
consolarlo. Quizá golpear por detrás a un hombre de su talla y con su
temperamento‖fue‖mala‖idea…
―Est{‖ bien‖ ―le‖ dije,‖ luego‖ liberé‖ mi‖ mano‖ de‖ la‖ suya y puse algo de
espacio entre nosotros.
―No,‖no‖lo‖est{.‖No‖est{‖bien‖―dijo,‖y‖sus‖manos‖se‖volvieron‖puños―.‖
Esto nunca pasará de nuevo. Lo juro. Jodidamente dejaré de beber. Esta mierda
no está bien. Jamás.
Micah estaría aquí pronto, y después de ver la reacción de Dewayne con
mi brazo, necesitaba cambiarme a algo con mangas largas. Micah también se
molestaría. No quería que le tuviera miedo a su tío.
―¿Por‖qué‖est{s‖aquí?‖―pregunté,‖queriendo‖que‖llegara‖al‖punto‖antes‖
de que mi hijo apareciera.
―Vine a hablar acerca de anoche. Para explicar por qué fui a echarle un
vistazo a tu cita. Pero, mierda, no puedo superar lo de tu brazo. Estaba
preocupado por Cam, y fui yo el que jodidamente te lastimó. ¿Él sabe que yo lo
hice?
Asentí.
El rostro de Dewayne se‖ oscureció.‖ ―El‖ malnacido‖ debió‖ haberme‖
golpeado. Necesitas un hombre con algo de bolas, y ese idiota supo que te
lastimé y ni siquiera fue tras de mí.
¿Estaba bromeando? ¿Pensaba que todo debería manejarse con violencia?
¿Y por qué eso era tan increíblemente caliente? Necesitaba ayuda mental. La
violencia no era sexy. Incluso si los músculos de Dewayne se flexionaban
cuando solo hablaba sobre pelear.
―Tienes‖que‖irte‖―le‖dije‖antes‖de‖decir‖algo‖estúpido.
Dewayne comenzó a decir algo, pero levanté una mano para detenerlo.
―Sé‖ que‖ no‖ me‖ lastimaste‖ a‖ propósito.‖ Sé‖ que‖ le‖ echaste‖ un‖ vistazo‖ a‖ Cam‖
porque me protegías a mí y a Micah. Lo entiendo. Ahora por favor vete.
Necesito‖café,‖y‖anoche‖no‖dormí‖bien,‖y‖yo…
Dejé de hablar mientras Dewayne deba dos pasos hacia mí hasta que
estuvo por encima. Luego sus manos extra grandes me acunaron la cara, y antes
de poder registrar algo, sus labios se hallaban sobre los míos.
Me estiré y le agarré los brazos para evitar derretirme en un charco sobre
el suelo. La boca de Dewayne Falco era muy talentosa, y al segundo en que su
lengua se deslizó a lo largo de mi labio inferior, me abrí para él y estuve
perdida. Su sabor a menta me consumió al tiempo que mordisqueaba y
exploraba mi boca. Solo me sostuve. Era todo lo que podía hacer. Todo mi
cuerpo se encontraba bajo sus órdenes. No podía pensar coherentemente.
Nunca nada había sido como esto. Nunca.
Pero entonces, yo solo había besado a otro. Y en ese tiempo solo éramos
niños.
Las manos de Dewayne bajaron por mi espalda y acunaron mi trasero
mientras me levantaba contra su cuerpo. Su lengua bailaba y probaba la mía,
volviéndome loca.
Un gemido salió de alguna parte, pero no sabía de quién fue. Él también
lo oyó, y fue como agua helada sobre el fuego en el que él nos había envuelto.
Antes de poder establecerme, me encontraba de nuevo en el suelo y Dewayne
ponía el cuero de mi sala entre nosotros. Agarré la silla detrás de mí con la
esperanza de no tambalearme sobre mis pies.
Los ojos de Dewayne eran salvajes mientras respiraba salvajemente. Al
menos parecía tan afectado como yo. Porque me sentía afectada. No, me sentía
marcada. De por vida. Puede que antes de esto no haya sido besada por nadie a
parte de Dustin, pero sabía que nunca nadie iba a compararse a lo que acababa
de experimentar.
―No‖ podemos.‖ No‖ debí‖ ―dijo‖ Dewayne,‖ sacudiendo‖ la‖ cabeza.‖ Luego‖
salió corriendo de mi casa. Me quedé allí de pie y escuché cerrarse la puerta de
su camioneta y al motor encenderse. Me quedé allí mucho tiempo después de
que saliera de mi entrada.
No fue capaz de alejarse de mí lo suficientemente rápido. No era como si
le hubiera pedido que me besara. ¿Esperaba que lo alejara? ¿Besaba mal? ¿El
gemido fue mío, y él se apagó?
¡Dios! Odiaba no tener idea de esto.
―¿Mam{?‖¿Por‖qué‖la‖puerta‖est{‖abierta?‖―preguntó‖la‖voz‖de‖Micah,‖y‖
salí de golpe de mi aturdimiento para voltearme y ver a mi niño frunciéndome
el ceño.
―Porque‖estaba‖esper{ndote‖―respondí,‖sin‖perder‖un‖segundo.
Él sonrió y corrió hacia mí, y tuve cuidado de esconder mi brazo
moreteado mientras lo abrazaba.
―¿Te‖divertiste?‖―pregunté.
Asintió‖pero‖retrocedió‖para‖mirarme.‖―Te‖extrañé‖esta‖mañana.‖Mam{‖
T se ofreció a hacerme panecillos, pero quería venir a casa y comer galletas
contigo. Recordé que hoy no tenías que trabajar.
Hillary me había dado un sábado libre al mes, estaba muy agradecida
por eso esta mañana. Después de lo que acababa de pasar, dejar a Dewayne en
mi casa vigilando a Micah habría sido difícil y distractor.
―Puedo‖ hacer‖ algo‖ mejor‖ que‖ galletas.‖ ¿Qué‖ tal‖ panqueques?‖ ―le‖
pregunté.
Sonrió.‖―¿Y‖qué‖tal‖panqueques‖con‖chispas‖de‖chocolate?
―Suena‖ perfecto‖ ―dije―.‖ Déjame‖ cambiarme‖ de‖ camisa‖ e‖ iremos‖ a‖
trabajar.
No dejé que me viera lo suficiente para que notara mi brazo antes de salir
de la cocina hacia mi habitación, en donde me puse una camisa con mangas
largas.
Dewayne
Ella era de Dustin. Siempre lo sería.
¿Por qué demonios la besé? Diablos, no iba a ser capaz de olvidar eso.
Había sido tan jodidamente dulce y caliente al mismo tiempo. Casi como si ella
fuera inocente, cuando sabía que no lo era. Tenía un niño. No era inocente, y se
derritió en mis brazos tan fácilmente. Quería tenerla tan cerca de mí como
jodidamente fuera posible.
Entonces ella gimió, y mi polla se puso tan dura que casi había roto la
maldita cremallera de mis pantalones. Mierda, era un gruñona sexy. Si no me
hubiera alejado de ella, habría terminado follándola en el sofá. La imagen de
Sienna desnuda y envuelta a mí alrededor apareció en mi mente, golpeé el
volante y maldije. Necesitaba un maldito cigarrillo. ¿Por qué esa mierda tenía
que matarte? Renunciar al alcohol iba a ser mucho más fácil.
No podía hacer esa mierda. Ella era la mamá de Micah. No era alguien a
quien podía follar por diversión y de la cual alejarme. Y después de hoy no
estaba seguro de poder follarla y alejarme. Infiernos, no probar su boca de
nuevo iba a matarme. No me sorprendía que mi hermano la hubiera
embarazado. ¡Joder! Yo tampoco habría sido capaz de mantener mis talentos
para mí cuando estaba entre sus piernas. La maldita mujer podía hacer que
cualquier hombre se volviera loco.
Dustin quería que Sienna fuera feliz y que la cuidara. Querría que tuviera
la vida que se merecía. No con su hermano mayor perdedor, quien había
cometido muchos más errores que una persona promedio. Demonios, le hice un
moretón en su brazo. ¿Cómo infiernos alguien lastimaría a Sienna? No iba a
beber de nuevo. Terminé. Si esa era la clase de mierda que hacía, no iba a tocar
el alcohol. Sienna y Micah iban a convertirme en el jodido Papa.
Micah se merecía un hombre en su vida a quien pudiera admirar. Sería el
tío que lo consentiría y lo haría sentir amado, pero en realidad no era alguien
para admirar. No era ese tipo. Nunca fui y nunca sería lo suficientemente bueno
para Sienna Roy y mi sobrino. Ella necesitaba a un hombre que pudiera estar
solo con ella. Quien no necesitara folladas fáciles y sin ataduras. Y Micha
necesitaba un tío estable. Uno que fuera un buen modelo. Uno que no lastimara
a su mamá. ¡Hijo de puta! Quería golpear mi propio trasero. El brazo amoratado
de Sienna revolvió mi estómago. Le hice eso. Era el pedazo de mierda
despreciable que sabía no se merecía besar esos dulces labios.
Entonces la besé. ¡Qué demonios! ¿Qué clase de mensaje le envié? No
uno bueno. Seguramente ella sabía que yo no era para ella. No era para nadie.
Tendría que hablar con Sienna y disculparme. Ella tenía que entender que no
podía ser lo que necesitaba. No era ese chico. Estaría allí para ellos, sería su
amigo,‖los‖cuidaría…‖pero‖eso‖era‖todo‖para‖lo‖que‖era‖bueno.‖Nada‖m{s.
Un golpe en la ventana me tomó por sorpresa, me di la vuelta para
encontrar a Marcus Hardy mirándome con el ceño fruncido. Me estacioné en el
aparcamiento de mi edificio, pero no había salido todavía. Abrí la puerta y me
bajé de la camioneta.
—¿Qué fue eso? —preguntó Marcus.
—¿Qué? —pregunté, tratando de ignorar cualquiera cosa que hubiera
visto.
Marcus me miró arqueando la ceja. —Oh, no lo sé. Tal vez rugir,
maldecir y golpear el volante.
Mierda. Llevaba rato ahí.
—Nada —respondí, y comencé a caminar en dirección a mi apartamento.
Sabía que Marcus me seguiría.
—Preston me dijo que Sienna Roy regresó y que tiene un niño.
Mierda. Preston era tan chismoso como una jodida mujer.
Asentí y saqué las llaves para abrir la puerta de mi apartamento.
—¿Entonces el niño es de Dustin? —dijo Marcus, entrando detrás de mí.
Marcus continuaría hablando por si solo hasta que le respondiera. No se iría.
Marcus no era así. Era persistente.
—Sí. Micah es mi sobrino.
Marcus asintió y fue a acomodarse en el sofá.
—¿Se está portado difícil? Si lo recuerdo bien, antes te interesaba
bastante. Te enviaron a una escuela alternativa por un mes después de sacarle la
mierda al chico que la acorraló en el pasillo y estaba tocándola mientras ella
trataba de empujarlo. Le rompiste la nariz al muchacho.
La escuela alternativa apestaba. Era para los matones que la cagaban
tanto que los sacaban de la escuela normal y los enviaban a algún tipo de
reformatorio. Afortunadamente, hubo testigos que corroboraron que el chico
estaba tocando a Sienna de forma inapropiada y que me había dado dos
puñetazos. Uno de hecho me dejó con un ojo morado, así que no fue por
completo mi culpa. Él terminó asistiendo a la escuela alternativa con una nariz
rota.
—Era una niña. Necesitaba que alguien cuidara de ella. Demasiado
malditamente hermosa para su propio bien.
Marcus dejó escapar una pequeña carcajada. —Era más que hermosa, por
lo que recuerdo, pero era de Dustin. O eso era lo que siempre decías. Aunque
Dustin decidió ignorarla durante semanas hasta que finalmente se dio cuenta la
cantidad de atención que ella recibía.
—No —le advertí. No permitía que nadie hablara mal de mi hermano.
Nunca. Fue un muchacho y tomó algunas malas decisiones, pero tuvo un gran
corazón. Y estuvo destinado a la grandeza.
Marcus suspiró. —Amaba a Dustin. Lo sabes. No hablaba mal de él.
Nunca haría algo así.
—Lo sé —respondí. Solo me puse a la defensiva porque casi había
follado a Sienna y todo en lo que podía pensar era en regresar y probarla de
nuevo.
—¿Sienna va a dejar que conozcan a Micah?
Asentí. Ella estaba manejando más que bien la situación. Que le
permitiera pasar la noche en casa de mis padres hizo el año de mi madre. Mamá
había llamado para contarme todo lo que hicieron y todo lo que dijo Micah. Ella
adoraba a ese niño y adoraba a su madre.
Otra razón por la que tenía que mantenerme alejado de Sienna. No podía
molestar a mi madre. Mi papá probablemente me patearía el culo. Y yo se lo
permitiría.
—¿Sientes algo por ella? —me preguntó Marcus.
Lo miré y decidí que no sabía cómo responderle. Sentía algo por ella
porque era la madre de mi sobrino. Tenía sentimientos por ella porque fue parte
de Dustin, parte de un recuerdo. Pero había algo más. Algo que siempre había
estado ahí y que siempre dejaría de lado debido a Dustin. Algo que me asustaba
porque necesitaba que se detuviera ahora.
—Es la madre de Micah. Me preocupo por ella y su bienestar.
Marcus asintió, sabía que recordaba lo encaprichado que era con
mantenerla a salvo antes de Micah. Esa noche cuando mi hermano finalmente
había hecho‖su‖movimiento…‖me‖sentí‖tan‖aliviado‖que‖me‖emborraché.
—Eres uno de los mejores hombres que conozco. Llevas esos tatuajes y
perforaciones y esos malditos brazaletes de cuero que solo tú podrías salirte con
la tuya. Pero por dentro eres un gran osito de peluche. Cuando alguien que
amas te necesita, no hay nada que no harías por ellos. Cuando te necesitaba,
siempre estuviste ahí. Nunca dudé de tu corazón. Está hecho de maldito oro, y
todos lo sabemos. Nos reímos de tus bromas crueles y tus comentarios
sarcásticos porque sabemos que no significan nada. Es parte de tu escudo.
Debajo de todo, no conozco a muchos hombres comparables. Eres uno de los
mejores, Dewayne. Uno de los mejores.
Si escuchara los pensamientos que involucraban a Sienna en este
momento, cambiaría de opinión.
Hace ocho años…
Sienna
—Oye, hermosa. ¿Has visto a Dewayne? Normalmente no se aleja tanto
de ti —me preguntó Preston Drake con una sonrisa de lado, llevaba su cabello
rubio detrás de las orejas. La mayoría de las chicas de la escuela amaban a
Preston. Yo no. Solo era gracioso. Me hacía sonreír, pero no hacía que mi
corazón revoloteara.
—Retrocede, Drake —dijo Dewayne mientras tomaba asiento a mi lado
en la mesa de picnic. Acababa de regresar de la escuela alternativa y no me
abandonaba. Durante el tiempo que estuvo ausente, Marcus, Rock y Preston
cuidaron tan de cerca que no mucha gente me hablaba. Solo algunas chicas,
como la hermana de Marcus, Amanda, y la novia de Rock, Trisha. Pero parecía
que a todos les intrigaba y les asustaba. Era frustrante.
—Sabía que estabas por aquí —dijo Preston, entretenido—. Tengo
algunas cosas que manejar en casa. Me voy de aquí. Hazle saber a Marcus que
no necesitaré un aventón después de la escuela, ¿bien? —Cuando dijo la palabra
“casa”,‖su‖sonrisa ligera se marchó y pude ver la ira y la frustración.
Dewayne asintió. —Seguro. Yo le digo.
—Te veo esta noche. En la casa de Rock —dijo, se levantó de la mesa y
me guiñó el ojo.
Todos eran muy cercanos y tan diferentes. Pero si uno necesitaba al otro,
todos estaban ahí. Marcus era el que sobresalía como un pulgar hinchado. A
diferencia de los otros tres, siempre tuvo dinero. Su papi era dueño de un
montón de concesiones de autos, pero nunca te darías cuenta al mirar a Marcus.
—¿Eso es todo lo que comerás? —me preguntó Dewayne.
Era agradable tener a alguien que comiera conmigo de nuevo. Extrañaba
esto. No teníamos el mismo horario para almorzar, pero de algún modo
Dewayne siempre aparecía en el almuerzo de los de primer año y me
acompañaba. Todo el mes pasado había estado sola. Algunas veces Dustin
pasaría y hablaría conmigo un par de minutos antes de que el equipo de
basquetbol se lo llevara a su mesa, pero nunca me invitó a ese mundo.
Poco a poco perdía a Dustin. Me dolía. Había sido mi mejor amigo por
tanto tiempo, no era fácil verlo alejarse cada vez más. Mientras Dewayne estuvo
ausente, daba la impresión de que Dustin casi estaba molesto conmigo. Como si
fuera mi culpa que su hermano hubiera sido enviado a la escuela alternativa.
Nunca le pedí que le diera una paliza a ese chico, pero me sentí agradecida
cuando lo detuvo.
—No tengo mucha hambre —le dije, lo que era mentira. Mi madre
decidió que había ganado peso últimamente, y quería limitar mi comida. Traté
de explicarle que eran mis pechos, pero no lo aceptó. Dijo que mi grasa estaba
subiendo ahí y que tenía que dejar de comer tanto. Ella no estaba bien dotada, y
creía que yo lo estaría si comía menos.
Así que tenía una manzana y algunos palitos de apio para almorzar. Mi
cintura se redujo, pero eso solo hacía que mis pechos se vieran incluso más
grandes. Mientras más grande lucieran, más pánico sentía mi madre y menos
comida me daba.
—Has perdido peso —dijo Dewayne, frunciendo el ceño—. Tienes que
ganar un poco más de peso, Rojita.
—Hola, Sienna —dijo Dustin, dejando su bandeja al otro lado de la mesa.
Sorprendida, lo miré.
—Hola —respondí, feliz de verlo. Lo extrañaba.
—Te ves realmente bien —dijo, bajando la mirada a mí pecho, para
mirarme de nuevo el rostro con una sonrisa de aprobación.
—Ella siempre se ve bien —le informó Dewayne.
Dustin miró a su hermano y parecía avergonzado. —Sí, tienes razón —
respondió, girándose hacia mí—. He estado ocupado con algunas cosas desde
que comenzó la escuela, y no he pasado mucho tiempo contigo. Lo lamento.
Asentí. Entendía su necesidad de encajar con el equipo. Era lo que
amaba, y yo solo era su amiga. Una vez tuve la esperanza de que me viera como
algo más, pero era Dustin Falco y yo solo era la chica de al lado. No la capitana
del equipo de animadoras o de baile. Esas chicas le llamaban la atención a
Dustin. Siempre lo veía con ellas en las esquinas.
—¿Quieres venir a comer conmigo y con el equipo? —me preguntó
Dustin, conservando su mirada en mi e ignorando a Dewayne.
Secretamente estuve deseando que me invitara a su nuevo mundo con él,
pero no podía levantarme y dejar a Dewayne. Fue mi amigo cuando no tuve
ninguno. Dewayne era hermoso y más alto que un árbol, y me hacía sentir
especial. Dustin nunca me había hecho sentir especial.
—Yo…
—Ya era hora —dijo Dewayne, interrumpiéndome. Entonces se puso de
pie—. Anda a comer con mi hermano. Creo que ya sacó la cabeza de su trasero.
Pero si se la mete de nuevo, puedes decirme. Yo me encargaré de ti.
Entonces Dewayne se alejó. Permanecí ahí y lo observé abandonar la
cafetería sin mirar atrás.
—Vamos, Sienna. Déjame presentarte a todos. La mayoría tiene tiempo
preguntando por ti. Dewayne hizo que fueras bastante popular entre los chicos.
¿En serio?
Me puse de pie, tomé la poca comida, y dejé que Dustin me condujera
hacia la mesa de los populares en la que se reunían las porristas y los jugadores
de basquetbol. La animadora principal, quién estuvo toda la semana pasada en
los brazos de Dustin me miró. Quería regresar a la seguridad de Dewayne.
Kimmy Bart no era alguien que quisiera como enemiga. Era dueña de la
escuela. También era alta, delgada y rubia. Los chicos miraban sus piernas
como si fueran el Santo Grial. Y todo ese cabello rubio hacia que se viera como
una princesa.
—Sienna, estos son todos. Todos, esta es mi chica, Sienna Roy.
Y‖justo‖así… me convertí en la chica de Dustin Falco.
En la actualidad…
Dewayne
Terminé de hablar por teléfono con mamá luego de enterarme que Micah
estaba con ella. Sienna tuvo que trabajar tiempo extra y llamó a mamá para ver
si podía recogerlo de la guardería que lo cuidaba luego del colegio. Mamá
estaba encantada de poder tenerlo esa tarde.
Había llevado mi camioneta hacia el salón, y me encontraba estacionado
afuera al lado del auto de Sienna, esperando que saliera del trabajo. Teníamos
que hablar, y no quería hacerlo en su casa, dónde Micah podría llegar o mi
mamá podría ver que me encontraba a solas con Sienna. Ya me había
preguntado cinco veces que hacía ahí el sábado en la mañana. Mentirle a mi
madre no era fácil.
La puerta trasera se abrió y Hillary salió. Mierda. No era a quien quería
ver. Me miró y estrechó los ojos. Entonces caminó hacia mí. No vi a Hillary
desde el momento en el que salí de su cama después de un encuentro casual.
Estuvo bebiendo. Yo estuve bebiendo. Y realmente tenía un jodido buen cuerpo.
Mi ventana ya se encontraba abajo para el momento en que se acercó.
—Aléjate‖de‖ella,‖Falco.‖Es‖una‖buena‖chica.‖Una‖chica‖dulce.‖Y‖tú… —
me apuntó—, no eres algo con lo que esa chica pueda lidiar. Ella no entiende a
los chicos como tú. La he observado, y cada hombre que entra a ese lugar le
coquetea, y no tiene idea. Incluso los clientes de Gretchen no pueden quitarle
los ojos de encima. Es dulce. Demasiado dulce. Así que dale vuelta a la
camioneta y vete de aquí.
No era lo que esperaba. No se encontraba aquí para gritarme por huir
después de tener sexo. Me estaba advirtiendo en nombre de Sienna. Interesante.
—Es la madre de mi sobrino, así que no puedo alejarme de ella. Es
familia.
Los ojos de Hilary se abrieron con sorpresa. Al parecer, Sienna no había
dicho que Micah era un Falco. Y eso era algo que me molestaba, no me gustaba
que el chico de Dustin no llevara su apellido.
—Bueno, mierda —murmuró—. No sabía que el niño era de Dustin.
Solo asentí. La puerta trasera se abrió de nuevo, llamando mi atención, y
Sienna salió. Sus ojos de inmediato encontraron mi camioneta, y se movieron
hacia Hillary en mi puerta. Apartó la mirada con prisa de nosotros y se
apresuró por el estacionamiento hacia su mierda de auto.
—Muévete —le dije a Hillary antes de abrir la puerta e ir tras Sienna.
—Sienna, espera —la llamé. Se detuvo con una mano en la manilla—.
Vine para verte —le expliqué, como si hubiera estado haciendo algo malo.
Jesús, solo fue un beso. Si hubiera estado aquí para ver a Hillary, eso habría
estado perfectamente bien. Pero por alguna razón me sentía como si me hubiera
atrapado engañándola.
Miró por encima de su hombro. —¿Por qué?
—Porque tenemos que hablar. Y no en tu casa —dije, y señalé mi
camioneta—. Ven a dar una vuelta conmigo.
Parecía insegura hasta que sus ojos siguieron a Hillary, que caminaba de
regreso adentro. Cuando Sienna me miró, dejó escapar un suspiro exhausto
pero caminó hacia mí. —De acuerdo —dijo, y caminamos lado a lado hasta mi
camioneta.
Abrí la puerta del copiloto y le ofrecí mi mano para ayudarla a subir,
pero me ignoró y subió por su cuenta. Eso hizo que su dulce culo resaltara de
una manera muy atractiva en esas mallas que llevaba.
Cerré la puerta, la imagen de ella en esas mallas apretadas me perseguía
mientras regresaba a mi lado de la camioneta. Me subí y le di un vistazo.
Llevaba mangas que terminaban justo debajo de sus codos. Todavía cubría el
moretón. Mierda. —¿Cómo sigue el brazo? —le pregunté.
—El moretón está desvaneciéndose y ya no me duele —dijo con una
sonrisa que no llegó a sus ojos.
—Soy un imbécil, Sienna. El moretón en tu brazo lo prueba. No debería
poder respirar el mismo aire que tú. —Me detuve antes de que dijera otra cosa.
Nunca iba a superar ese moretón. Iba a cazarme por mucho tiempo después de
que desapareciera—. Y lo lamento. Por el beso. Estuve fuera de lugar, y no
debería haberlo hecho.
Se tensó a mi lado, pero solo por un momento. Entonces relajó los
hombros y cruzó las piernas, y maldita sea si eso no era fascinante. —
Probablemente no fue una buena idea. Tienes razón.
Entonces estaba de acuerdo. No deberíamos habernos besado. —No
quiero que las cosas se pongan incómodas entre nosotros.
Asintió. —Yo tampoco.
—Entonces, podemos ser solo amigos. O familia. Somos familia.
Asintió de nuevo.
No sentía que fuera familia. La miré mientras colocaba un mechón de
cabello detrás de su oreja, y quise alcanzarlo y ver si era tan sedoso como se
veía. Perdí la oportunidad cuando la estaba devorando. Mis manos habían ido
directo de su rostro a su culo. Debí haber sentido su cabello.
—Lo‖ sé‖ yo,‖ uh… no‖ tengo‖ mucha‖ experiencia.‖ Yo‖ no… quiero decir,
Dustin‖fue‖el‖único‖que…. uh… con el que hice algo. Así que tenía curiosidad.
No me habían besado en mucho tiempo. —Cerró la boca y apretó los ojos con
fuerza. Trataba de explicarme su reacción, pero el hecho de que nadie la
hubiera tocado en seis años era un poco más de información de la que podía
manejar.
¿Cómo fue que nadie la tocó? Sabía que no tenía citas, pero, demonios,
¿Cómo se liberaba? Después de ya haber tenido sexo, querría hacerlo, ¿verdad?
¿No lo necesitaba?
—¿Ni siquiera encuentros de una noche o amigos con beneficios? —le
pregunté.
Se sonrojó y negó con la cabeza, pero no podía mirarme.
—¿No lo necesitas? —Yo necesitaba cerrar la maldita boca. Esta no era el
tipo‖de‖conversación‖que‖tenía‖con‖alguien‖que‖considerabas‖“familia”.
Se encogió de hombros. —En‖realidad‖no.‖Yo… nunca entendí porque les
agradaba tal cosa.
¿Qué? Santo infierno. Mi hermano de dieciséis años no había tenido la
suficiente experiencia para hacerlo bien, al parecer.
—¿Nunca has tenido un orgasmo? —pregunté antes de que pudiera
evitarlo.
Su sonrojo se hizo más fuerte y no respondió.
¿Significaba‖ eso‖que…‖ella‖ se‖ masturbó?‖ ¡Hijo‖ de‖ puta!‖ ¿Por‖ qué‖ estaba‖
pensando en esto? No me ayudaba a calmar mi deseo por Sienna. La idea de
deslizar mi mano en sus bragas y darle placer era tan malditamente tentador.
—Lo hiciste por ti misma —dije, respondiendo la pregunta por ella y
sabiendo que necesitaba malditamente callarme.
Ella presionó sus labios y cerró sus ojos fuertemente de nuevo. Bingo.
Jugó con su coño. Maldita sea, esa imagen iba a darme una muy seria ducha
más tarde.
—Vamos a no hablar de esto, ¿bien? —Se estiró por la manija de la
puerta, pero no me hallaba listo para dejarla ir. El deseo de olerla era
demasiado. La tiré hacia mí y enterré mi cabeza en su cuello e inhalé. Joder, olía
bien. Tan malditamente bien. Y sudaba bien.
Su cuerpo se inclinó hacia mí y lo quería. Más.
—Hueles bien, nena. Realmente bien. Apuesto que ese coño huele
incluso mejor —susurré en un gruñido mientras deslizaba mi mano entre sus
piernas. Ella dejó salir un pequeño grito.
Joder, joder, joder. La quería. Quería oírla mientras se venía. Quería verla
masturbándose. ¿Se hallaba afeitada, o había rizos rojos allí abajo para
juguetear?
—¿Dewayne? —respiró, su pecho subiendo y bajando tan rápido que su
escote se burló de mí. Siempre había tenido las mejores malditas tetas.
—¿Si, nena? —respondí, corriendo mi nariz por su cuello.
—Gretchen nos está observando —dijo, y eso fue todo lo que necesitaba
para reaccionar. Mierda. Olvidé donde estábamos.
Me alejé de ella, extrañando el olor y el calor de ella en mi mano.
Necesitaba echar un polvo. Me estaba volviendo loco. Pero primero quería
bloquear la imagen de ella tocándose.
—Yo,‖nosotros,‖esto,‖uhm…‖debería‖irme‖—dijo, y se alejó de mí.
No pude argumentar. Debería irse antes de que me rindiera y la atacara
de nuevo.
Abrió la puerta, y logré recordar lo que había querido preguntar. —
Mañana en la noche traeré la cena. Me gustaría visitar a Micah —dije.
No dije que quería verla, pero lo hacía. Tan jodidamente quería.
Asintió. —Por supuesto. Puedes llevarlo a algún lugar si quieres. No
tienes que quedarte en mi casa. Confío en ti con él.
Me daba una salida. No iba a tomarla. Tan difícil como era mantener mis
manos lejos de ella, quería verla también. —Traeré la cena. Y tú comerás más.
Porque nada en tu cuerpo es jodidamente promedio, Sienna. Entiende eso. Eres
perfecta. Demasiado malditamente perfecta.
Su boca se abrió ligeramente, y luego la cerró y rápidamente salió de mi
camión. Me senté allí y la observé mientras entraba en su carro y lo bloqueaba.
Esperé hasta que dejó el estacionamiento para irme. Ni siquiera miré en la
dirección de Gretchen.
Sienna
—Más —susurré en el cuarto oscuro—. Por favor, Dewayne, quiero más.
Hazlo más duro —rogué. Mis ojos se hallaban cerrados fuertemente mientras
Dewayne se cernía sobre mí, deslizándose más profundo y más profundo. Alcé
las piernas en su espalda y enterré mi rostro en la almohada junto a mí mientras
gritaba algo sobre lo bien que se sentía. Cuan hermoso era su cuerpo mientras
trabajaba sobre mí. Sus traviesas palabas me decían cuan sexy y bien me sentía.
Moví los dedos más rápido, dejando a la fantasía desarrollarse hasta que
mi cuerpo se sacudió con la liberación. Era la misma fantasía que estuve usando
desde el día que Dewayne entró en mi casa cuando nos mudamos. Se hacía más
y más detallada. Como esta noche, me había dicho que olía bien mientras me
probaba y corría su lengua donde nadie nunca estuvo.
Me estaba excitando de nuevo y necesitaba dormir. Las fantasías acerca
de Dewayne podían seguir por horas. No tenía vergüenza en la oscuridad de mi
cuarto. Él se hallaba aquí conmigo y me encantaba cada cosa que hacía. Cuando
me preguntó hoy si me daba placer yo misma, sé con seguridad que mi cara lo
dijo todo. No podía alejarme de él lo suficientemente rápido.
Que supiera que estelarizaba en mis tiempos de juegos cada noche sería
humillante.
El hecho que dejo ir mi fantasía de él dentro de mí era interesante, ya que
desde que Dewayne regresó a mi vida normalmente fantaseaba con él sobre
otras cosas. El acto de curso actual nunca había tenido ese atractivo para mí.
Pero la idea de Dewayne estando sobre mí y entre mis piernas me ponía
caliente y me molestaba. Tal vez ya era lo suficientemente mayor para
disfrutarlo ahora. Era tan joven en ese entonces.
Mi teléfono sonó y me estiré para tomarlo. Nadie me mandaba mensajes
tan tarde.
Dewayne: ¿Despierta?
¿Por qué me mandaba mensajes? Oh Dios, ¿sabía de alguna manera que
acababa de usar su cuerpo para darme placer?
Le dejé a mis dedos cernirse sobre las teclas del teléfono un momento,
entonces finalmente respondí.
Yo: No.
Dewayne: ¿Estás en la cama?
¿Acerca de que preguntaba?
Yo: Sí.
Debería ignorar esto.
Dewayne: ¿Duermes desnuda?
Bien. Espera un minuto. Esto no es nosotros siendo amigables. Y no
podía manejarlo haciendo esta cosa de frio y calor.
Yo: ¿Qué quieres? Esta conversación está yendo en una mala dirección.
No respondió ahí mismo. Pensé por un momento que mi regaño lo hizo
retroceder. Entonces mi teléfono se iluminó de nuevo.
Dewayne: Lo sé. Lo siento.
Lo hizo. ¿Por qué me sentía tan decepcionada?
Dewayne: Es solo que si vas a jugar contigo misma quiero saberlo.
Quiero verlo. O al menos puedes decirme sobre ello.
Santa mierda. El estremecimiento entre mis piernas me sobresaltó. Él
solo me mandaba mensajes y reaccionaba ante él. Debería apagar el teléfono y
olvidar esta conversación. Mañana se arrepentiría de esto y me apartaría.
Probablemente se hallaba borracho.
Pero‖tal‖vez‖no‖vaya‖a‖recordarlo…‖tal‖vez.
Yo: Ya me hice cargo de eso.
Presioné enviar antes de que pudiera detenerme.
Dewayne: Hijo de puta. Hazlo de nuevo. Dime sobre ello. O déjame
hacerte FaceTime y ver tu cara. Dios, déjame ver tu cara.
Oh guao. Estaba borracho. Tenía que estarlo. Este no era el Dewayne
cuidadoso.
Yo: No creo que eso sea una buena idea.
Dewayne: Sé que es una mala idea. Pero maldición, Sienna, me estás
volviendo loco. Solo quiero una pequeña probada. Si abres esas piernas para mí
y me dejas probarte solo una vez, entonces podríamos ser amigos. Solo necesito
una probada, nena. Sé que será dulce.
Oh. Mi. Dios.
Miré al teléfono en mi mano y todo mi cuerpo temblaba. Tal vez podía
hacer FaceTime con él. Si seguía hablando así, iba a rogarle que viniera a probar
todo lo que quisiera.
Yo: No sé qué decir.
Dewayne: Déjame hacer FaceTime contigo y observarte tocar tu coño.
Quiero malditamente enterrar mi cara en él.
Era una desahuciada. Esto era demasiado. Quería esto, tan loco como
sonaba.
Yo: ¿Qué pasará mañana?
Dewayne: Seguiremos siendo amigos y olvidaremos lo que hicimos. Solo
dame esto esta noche. Necesito algo. He pasado demasiado tiempo
imaginándolo. Necesito verlo.
Bien. Una vez. Podía hacer eso. Lo olvidaríamos mañana. Me levanté, fui
a cerrar la puerta de Micah, entonces cerré la mía antes de regresar a la cama.
Yo: De acuerdo.
Mi teléfono sonó casi al instante. Era una llamada de FaceTime de
Dewayne Falco.
Oh mierda. No podía creer que iba a hacer esto. Estaba tan mal. Pero
excitante. Y confiaba en Dewayne. Siempre había confiado en él.
—Hola —dije, mirando a los ojos de Dewayne. El brillo de una lámpara
iluminaba su cara. Yo estaba en la oscuridad.
—Enciende la luz. Necesito verte.
No usaba maquillaje, pero supuse que ya me había visto así antes. Estiré
una mano y encendí la lámpara junto a mí.
—Joder, mucho mejor. Mucho mejor —dijo en un estruendo satisfecho.
No me sentía segura de poder hacer esto ahora mismo. Él ya no se
escondía detrás de mensajes de texto. Se hallaba justo allí frente a mí.
—¿Estás seguro que deberíamos hacer esto? —le pregunté, esperando
que cambiara de opinión y aterrorizada que lo hiciera al mismo tiempo.
—Quítate las bragas, Sienna —fue su respuesta.
—Bien —respondí, y bajé mi mano para quitarlas.
—Quiero ver —dijo en una profunda voz.
Muy bien. Sostuve el teléfono con una mano así podía verme
quitándome mis bragas con la otra mano. No me hallaba completamente
depilada. Mantenía solo un pequeño rastro de pelo allí porque odiaba como se
sentía cuando me la dejaba sin nada.
—Joder, tienes rizos rojos —murmuró—. Quiero enterrar mi nariz en eso
e inhalar. Tan malditamente profundo para que te quedes conmigo días
después.
Lloriqueé. Fue todo lo que pude hacer. Toda la charla traviesa que había
imaginado en mis fantasías nunca fue así de buena. Era mucho mejor en eso
que mi Dewayne imaginario.
—Metete un dedo, nena. Déjame ver.
Me hallaba tan excitada que ni siquiera lo cuestioné. Hice como me dijo,
y saber que me estaba observando me hizo gemir con placer. Casi era como si
fuera él tocándome.
—Eso es. Joder, ese coño está mojado. Puedo ver los risos todos pegados.
Ese hinchado clítoris necesita atención. Dale algo de atención. Lento y suave —
dijo en un bajo gruñido.
Hice exactamente como dijo.
—Suave…‖joder‖sí.‖Ahora‖déjame‖ver‖como‖lames‖ese‖dedo.
Oh mí. Nunca me había probado a mí misma. No estaba segura de si
quería.
—Vamos, Sienna. Necesito que pruebes tu dulce coño por mí. Quiero
comerlo tan desesperadamente. Hazlo así puedo ver, nena. Hazlo por mí.
Cuando lo decía así, sabía con seguridad que haría lo que fuera. Sostuve
el teléfono hacia mi rostro y observé su cara mientras me deslizaba el dedo en la
boca.
—Chúpalo, nena —dijo, respirando pesado. Entonces vi su brazo
moviéndose.
—¿Te est{s…‖te‖est{s…? —No podía ni siquiera preguntarle.
—Sí, rojita, me estoy jodidamente masturbando. La mejor maldita
erección que he tenido nunca. Ahora déjame ver lo mojada que estás.
Sabiendo que él disfrutaba esto tanto que se estaba masturbando, abrí las
piernas y sostuve el teléfono allí abajo así podía ver exactamente cuan excitaba
me hallaba.
Lo escuché maldecir y gemir. —Tócalo por mí. Jodidamente tócalo. Esos
malditos labios vaginales son del rosado más lindo que he visto.
Sí, Dewayne era del tipo de hablar sucio.
Deslicé otro dedo hacia abajo hasta que la punta de mi dedo tocaba la
entrada que le había estado pidiendo a Dewayne que follara más duro solo
unos minutos atrás.
—Folla ese coño por mí. Dios sabe cuánto quiero estar dentro él tan mal
que no puedo pensar bien. Luce tan apretado. Casi virgen. Tócalo por mí, nena.
Empecé a bombear un dedo dentro y fuera de mí, y el nombre de
Dewayne dejó mi boca.
—Rostro. Quiero ver tu rostro —demandó Dewayne.
Me hallaba perdida en mi fantasía, pero moví el teléfono de vuelta hacia
mi cara, y la oscura mirada en los ojos de Dewayne me hizo temblar.
—Di mi nombre de nuevo —dijo mientras su brazo bombeaba, causando
que sus músculos se flexionaran. Él era hermoso.
Lloré su nombre y eché la cabeza hacia atrás.
—Mírame a los ojos —demandó, y lo hice. Forcé mis ojos a abrirse y pasé
el dedo sobre mi clítoris justo cuando me venía. Fue mucho mejor que mi
orgasmo anterior.
Dewayne gruñó y gritó siguiendo el mío, y sonreí ante el conocimiento
de que disfrutó demasiado observándome.
—Joder —respiró—. Vas a ser mi ruina. Mi jodida ruina —dijo en un
susurro bajo.
Respiraba fuerte y no respondí. La vergüenza me había dejado cuando
me había excitado tanto que me vine de nuevo. El conocimiento de que él se
había excitado también ayudaba. Al menos no estuve sola en eso.
—Mañana seremos solo amigos —me recordó, y aunque sabía eso,
escucharlo decirlo dolía. Dolía mucho. Porque todo en lo que podía pensar
ahora era que hacía esto en verdad. Él aparentemente no pensaba igual.
—Cierto —estuve de acuerdo.
—¿Estás bien? —preguntó, luciendo preocupado.
Me hallaba segura de que mi decepción se mostraba por todo mi rosto.
Tenía que cubrirla, y rápido. —Sí.‖M{s‖que‖bien.‖Necesito‖dormir‖ahora.‖Así…‖
que‖eh…‖gracias‖—dije con una sonrisa forzada.
Asintió pero no lucía convencido. —Sí, de acuerdo. Te veré mañana.
—Te veo entonces. Buenas noches —respondí, y terminé la llamada antes
de que pudiera responder.
Dewayne
¿Qué hice? ¿Cómo se suponía que olvidara eso? Maldita sea todo, ver a
Sienna tocándose no era algo que necesitaba ver. Ahora tenía la cabeza hecha
mierda. Mi atracción a ella era ahora una necesidad demencial. Necesitaba
comer su necesitado pequeño coño. Y era lindo. Tan malditamente lindo y
húmedo. Y rosa.
¡Maldita sea! Cometí un gran error. No podía tener a Sienna de esa forma.
Nunca. Ella era la mamá de Micah. Necesitaba un hombre que fuera digno de
ella. No a mí. Yo no era lo que necesitaba. Tenía mucho equipaje. Además, ¿Qué
pasaba después que la follara y estuviera hecho? Una vez que follaba a una
mujer terminaba con ella. El misterio se había ido y terminaba. No podía
hacerle eso a Sienna.
Supongo que fue algo bueno que cuando me quebré lo hice a través de
FaceTime. Eso fue solo un juego. Nada demasiado serio. Sienna no podía
ponerse toda ojitos saltones conmigo. Ella aún tenía la cita con el Sr.
Vicepresidente.
Él mejor mantenía sus manos fuera de ella.
Joder. Estaba jodido. Tenía que sacar esto —sin follarla— fuera de mi
sistema.
Recordé la imagen de ella introduciendo su dedo en su boca, y mi polla
fue de cero a sesenta. Tenía que echar un polvo, y rápido. Antes de que lo
arruinara jodidamente mal. Mis padres nunca me lo perdonarían, yo nunca me
perdonaría, y Sienna me odiaría. No podía perder a Micah porque quería entrar
en las piernas de su mamá.
Eran unas muy buenas piernas. Jodidas e increíbles piernas. La piel del
interior de sus muslos lucía tan suave. Mierda. Quería una probada. Tal vez
podía conseguir una probada de ella con mi lengua y entonces habré
terminado. Así no me odiaría. Le explicaría que fue por diversión. Nada más.

***

Caminé hacia su puerta delantera con hamburguesas y papas fritas de


Pickle Shack. Tenía que controlarme. Esta noche era sobre Micah. No Sienna y
su ardiente pequeño cuerpo. Si ella tenía un coño mágico, entonces no
necesitaba acercarme a él. Había visto a mis amigos entrar en contacto con
coños mágicos, y no me hallaba listo para esa mierda. Nunca.
—¡Dewayne! —Micah aplaudió mientras abría la puerta. Él sabía que
venía, y aún estaba feliz de verme. Lo que me ayudó a recordar por qué me
hallaba aquí.
—Hola, hombrecito. ¿Listo para las mejores hamburguesas que hayas
comido nunca? —le pregunté.
Frunció el ceño. —¿Tienen macarrones con queso en ellas?
El chico estaba obsesionado con los macarrones con queso. Y es un hecho
que pedí macarrones con queso en su hamburguesa.
—La tuya tiene —le dije. Sus pequeños ojos se ampliaron y su sonrisa era
radiante.
—¡Sí! ¡Mamá, Dewayne me trajo una hamburguesa con macarrones con
queso en ella!
Levanté la vista justo cuando Sienna entró en la sala dejando la cocina.
Llevaba puesto otro par de polainas y una camiseta holgada sobre ellos. Sin
maquillaje y su cabello estaba recogido en una cola. Si esta era ella tratando de
actuar como si no quería impresionarme, entonces no me conocía muy bien.
Porque ella luciendo tan cómoda y limpia era sexy como el demonio.
—Ya te conoce bien —dijo Sienna, sonriendo hacia Micah antes de alzar
la mirada hacia mí.
Me sonrió tímidamente y tenía esa mirada que las mujeres tienen cuando
quieren decir algo más. ¡Mierda! ¡Mierda! Le había dicho que éramos solo
amigos. Eso que hicimos no cambiaba nada.
—Uhm, ustedes dos pueden ir a comer. Ya yo comí, y voy a tomar un
baño. Disfruta tu visita.
O tal vez no. Se escapaba. No quería que escapara. La quería oír reír y
ver sus ojos iluminarse. También la quería hacer reír. Y verla comer. Maldición.
—¿No te gustan las hamburguesas? —pregunté, tratando de pensar en
una forma de mantenerla aquí.
—Le encantan —ofreció Micah.
—Te conseguí la mejor —le dije.
Parecía que quería un poco, pero luchaba contra ella. ¿Era porque ella no
podía mirarme? No me gusta eso. Quería que estuviera cómoda conmigo.
—No comiste nada más que unos pocos pretzels con mantequilla de
maní, mamá.
El niño la delataba. Lo que era gracioso y me daba ventaja.
—No tienes que comerlo todo, solo un poco. Sé que no comes mucho.
Micah me miró y frunció el ceño. —¡Sí, lo hace! Puede comer mucho más
que yo. Normalmente come una hamburguesa entera, papas fritas y una
porción de tarta.
¿Entonces por qué demonios comió la pizza con desgana? ¿Realmente
fue‖por‖el‖comentario‖de‖chica‖“promedio”?‖Ya‖aclaré‖eso.‖Demonios,‖después‖
de la última noche ella no debería tener ninguna preocupación alrededor de mí.
—Tienes que mantener esas curvas en su lugar. Sería una pena que
desaparecieran —le dije.
—¿Qué curvas? —preguntó Micah.
Los ojos de ella se abrieron de par en par. Miró las bolsas en mis manos y
dejó salir un suspiro, luego sonrió. —Está bien. Comeré. Huele delicioso.
Anotación.
Micah comenzó a contarme sobre su día en la escuela, y traté duramente
de escucharlo y no enfocarme en su madre sentada frente a mí, comiendo su
hamburguesa como si fuese lo mejor que hubiese puesto en su boca.
Claramente se hallaba famélica por la manera en que comía. Detestaba que la
otra noche hubiese comido poca pizza y quedase hambrienta. Todo por mi
idiota comentario a mi madre.
—Y mamá T dijo que podría ir a su casa y pasar la noche otra vez pronto.
La escuela termina el viernes y mamá T dijo que podía quedarme con ella
porque no quiero quedarme en una guardería. La casa de ella y el abuelo Dave
es más diviertida.
—Divertida —lo corrigió Sienna.
—Sí, más divertida, y quizás podría quedarme mañana por la noche. Le
dije a mamá, pero dijo que tendría que hablar con mamá T primero.
No tenía dudas de que mi madre se llevaría a Micah cada vez que él
quisiese. También mi papá. Cuando Micah lo llamó abuelo Dave el otro día,
tuvo que abandonar la habitación porque sus ojos se llenaron de lágrimas. Mi
papá no era un llorón. Verlo emocionarse así no era algo a lo que estuviera
acostumbrado. Otra vez más me hizo sentir como que le debiese el mundo a
Sienna Roy. Estuvo sola y asustada, pero tuvo al bebé de Dustin de todos
modos y fue una muy buena mamá. Todo por sí sola. Micah era el consuelo que
nunca creí que mis padres encontrarían. Porque una jovencita fue lo
suficientemente valiente para ser madre sin el apoyo familiar.
Me dolía el pecho y algo fervoroso se asentó ahí. Tenía que proteger a
esta mujer. Incluso si la protegía de mí mismo. Quería que su vida fuese solo
felicidad. Se la merecía. Más que nadie que conociera, Sienna Roy se merecía lo
mejor que la vida tenía que ofrecer.
Y lo mejor no era yo.
—Y apuesto que mamá podría ir en otra cita con el Sr. Dodge. —El
comentario de Micah me sacó de mi tren de pensamiento.
—El Sr. Dodge no me ha pedido salir otra vez, Micah —dijo Sienna a su
hijo mientras ponía bebidas frente a nosotros.
—Entonces es un idiota —dije. El tipo había apuntado fuera de su liga
con Sienna.
Sienna rio. —Creo que vio un lado de mí que no lo volvió loco.
Se refería a nuestra discusión en el estacionamiento. Esa noche se veía
toda fogosa y hermosa. Sin embargo, ni siquiera podía recordarlo con cariño,
porque la memoria de herir su brazo era muy dolorosa. Me odiaba por eso.
—Entonces el tío Dewayne puede llevarte en una cita. Tú piensas que mi
mamá es linda, ¿verdad? —dijo Micah, y observé como Sienna se congelaba.
Una mirada de pánico apareció en su rostro, y luego me miró. No estaba
seguro de qué decirle al chico. Creía que su mamá era hermosa, pero no pensé
que decir eso lo ayudaría a quitar su idea.
—Eh, bueno, verás, el tío Dewayne es familia. No sales a citas con tu
familia —dijo Sienna, y se sentó frente él.
Micah frunció el ceño, luego se encogió de hombros. Afortunadamente,
lo dejó ir mientras mordía su hamburguesa.
—¿Cómo está la hamburguesa de macarrones con queso? —le pregunté,
queriendo alivianar el repentino silencio incómodo.
Micah levantó los pulgares.
—No puedo creer que los hicieras poner macarrones con queso en la
hamburguesa —dijo ella con una sonrisa satisfecha.
—Mi chico quiere una hamburguesa de macarrones con queso, y tendrá
una.
Hubo un destello de algo en sus ojos, y luego bajó la mirada a su propia
hamburguesa y la estudió por un momento antes de tomarla y morderla.
No sabía qué dije, pero quedó callada luego de eso. Micah no. Comenzó
a contarme sobre la alineación de los Heat de este año y cómo iban a derrotar a
cada equipo. O cómo LeBron James iba a ganarle a cada equipo. No tenía nada
que agregar a la conversación porque el básquetbol nunca fue mi deporte. Pero
escuché.
Sienna
Luego de terminar mi hamburguesa, me excusé y fui a la seguridad de
mi habitación mientras Micah llevó a Dewayne a la sala de estar para hacerlo
ver El Regreso del Jedi. Era noche escolar, y sabía que Micah terminaría
quedándose dormido a los veinte minutos de empezada la película. Era como
un reloj perfecto con sus patrones de sueño. El chico requería mucho sueño.
Necesitaría estar fuera de la bañera y vestida cuando Dewayne se
marchara, así podría asegurarme de que Micah estuviese arropado en la cama.
Me senté en la cama y alcancé el teléfono. Era tiempo de hacer una llamada.
Estuve aplazando llamar a mi tía Cathy por dos razones. Una, quería ver
si ella llamaba para comprobarnos. No lo hizo. Dos, agradecía la buena
disposición de mi tía Cathy de dejarme vivir en su casa por tanto tiempo, y no
quería escuchar que tuvo algo que ver con que los Falco no recibieran mis
cartas. Pero honestamente, no veía otra explicación. Me había resignado al
hecho de que mi tía Cathy las tomó.
Busqué en la lista de números en mi teléfono hasta que encontré el de
ella, y luego presioné llamar. Cuando le conté a tía Cathy que me mudaría, no
pareció afectarla. Le alegraba que mi madre finalmente me ayudase, pero eso
era todo. Sin abrazos cariñosos u otras emociones.
—¿Hola? —La voz familiar de la tía Cathy vino por la línea.
—Hola, tía Cathy, soy Sienna —dije.
—Es bueno escuchar de ti, Sienna. ¿Supongo que la vida ahí es buena?
Era siempre tan formal. Incluso con Micah, fue severa y estricta. No hacía
tonterías de ningún tipo. Me recordaba mucho a mi padre.
—Sí, señora. Es bueno aquí. A Micah le gusta su nueva escuela, y yo lo
estoy haciendo bien en mi trabajo. Micah, eh, conoció a los Falco. Ellos no
sabían de él hasta que lo conocieron. Ahora forman parte activa de su vida.
Me detuve y esperé a que dijera algo. No lo hizo.
—Les envié cartas. Muchas cartas. Quería y necesitaba que supiesen
sobre Micah. Él los necesitaba. Tabby es la grandiosa abuela que sabía que sería.
Micah se perdió eso por cinco años de su vida. No entiendo cómo pasó.
De nuevo, fui recibida con silencio. Comencé a decir algo más, pero mi
tía finalmente habló—: Si me estás llamando para preguntarme si tomé esas
cartas, esta es una conversación que necesitas tener con tu madre. He hecho su
trabajo por mucho tiempo, Sienna. No tuve hijos porque no quería la
responsabilidad. Incluso así, mi hermana menor desatendió su responsabilidad
sobre su propia hija, por lo que me hice cargo hasta que pudiste mantenerte por
ti misma. No obstante, no soy tu madre. Lo que pasó con aquellas cartas es algo
para lo que no tengo respuesta. Tú vivías en mi casa. Yo podría hacer lo que
quisiese. Necesitas llamar a tu madre y tener una conversación con ella. Ya es
hora. Entonces, si eso es todo lo que querías hablar, tengo trabajo que hacer.
No había más por decir. Tía Cathy dejó todo claro. —No, señora, eso es
todo. La dejaré volver al trabajo —respondí.
—Eres una chica inteligente, Sienna. Usa ese cerebro tuyo y arma una
vida digna para ese chico que estabas determinada a tener. Deja el pasado atrás.
—Y con eso, tía Cathy cortó la llamada.
No me sorprendía. En realidad no. Siempre fue de ese modo. Ninguna
vez arrulló o abrazó a Micah. Actuó como si fuese nuestra vigilante, y ahora me
daba cuenta de que eso es realmente todo lo que fue ella. Pero me sentí tan
desesperada porque alguien nos quisiese, que acepté lo que fuera estuvo
dispuesta a dar.
Miré por la ventana a la casa de los Falco al otro lado de la calle. Ellos nos
amaban. Aún más importante, amaban a Micah. Quizás era tiempo de llamar a
mi madre. Tenía que perdonarla y olvidar el pasado. Si quería ver a Micah,
¿quién era yo para mantenerla alejada de él? Él amaba tener familia. La merecía.
Un golpe en la puerta de la habitación me detuvo de llamarla. Dejé el
teléfono, caminé hacia allá y abrí para ver a Dewayne sosteniendo a un Micah
dormido.
—¿Quieres cambiarlo antes de acostarlo? —preguntó en un susurro.
Asentí. —Llévalo a su habitación y acuéstalo en la cama. Yo me
encargaré desde allí.
Dewayne hizo cómo le instruí. Lo seguí a la otra habitación, y luego salió
mientras me tomé mi tiempo cambiando a Micah en sus pijamas. Seguí
esperando por el sonido de la puerta principal cerrándose, pero no sucedió. Lo
que quería decir que Dewayne me esperaba. Cuando no podía hacer nada más,
arropé a Micah y salí despacio de la habitación.
Dewayne se hallaba de pie en la sala de estar con los brazos cruzados
sobre su pecho, mirando a las fotografías de Micah y de mí que tenía alineadas.
Una era del día en que aprendió a dar sus primeros pasos. Otra era de su tercer
cumpleaños. La última fue tomada el día que me gradué de la escuela de
belleza.
—Eras solo una niña aquí —dijo, tomando la foto de Micah y yo cuando
dio sus primeros pasos.
—Tenía casi dieciocho —dije. Pero había sido una niña.
—Te ves tan orgullosa de él. No pareces cansada o amargada. Solo feliz.
—Me sentía feliz. Mi bebé estaba caminando, y yo era la única persona
hacia la cual podía caminar. Trataba de seguirme por toda la casa. Así es como
comenzó a caminar. Gatear no era lo suficientemente rápido.
Dewayne la regresó a su lugar. —¿Tienes copias? Me gustaría tener fotos
de ustedes. A mi mamá y a mi papá también.
Había tomado tantas fotos y las envié con las cartas perdidas. También
hice un álbum de recortes para mis padres hasta que él cumplió tres años y me
di cuenta que nunca les interesaría conocer a Micah. Así que me detuve. Pero
aún lo tenía.
—Tengo un álbum de recortes de sus tres primeros años que pueden
quedarse. Puedo sacar copias de las fotos de los pasados dos años para
agregarle.
Dewayne sonrió. —Eso sería genial. Quiero verlo mientras crece. Quiero
verte con él. Me encanta ver la manera en que te mira. Dice mucho sobre ti y el
tipo de madre que eres. Ese niño cree que no puedes hacer nada mal. Les dice a
mis padres todas las cosas que lo has llevado a hacer y todas las cosas que
cocinas que él ama. Creo que estos días mamá te ama más de lo que me ama a
mí.
Sonrió cuando lo dijo. Esa fue la única razón por la que supe que
bromeaba. No quería que sintiese que yo intentaba entrar a su vida y cambiarla.
Solo quería que Micah fuese parte de su vida. Micah ya lo amaba.
—Tu madre te ama —dije, asegurándoselo.
Se rio por lo bajo y asintió. —Sí, lo hace. No sé por qué.
Porque eres digno de ser amado y amable. Porque haces que todos a tu alrededor
sonrían. Porque tienes un corazón muy grande. Recuerdo cuando te tomabas el tiempo
para hacer que una niña asustada de catorce años se sintiese segura en la secundaria.
Sin embargo, no dije ninguna de esas palabras. No podía. No ahora. No luego
de la noche pasada.
—Te estás sonrojando. ¿Piensas en anoche? —dijo con un perverso brillo
en sus ojos.
Cubrí mis mejillas calientes con mis manos, odiando mi tendencia a
sonrojarme.
—Está bien. Tampoco puedo parar de pensar en eso.
Oh, Dios. El tonto aleteo que mi corazón siempre hacía cuando se me
acercaba se tornó en un aleteo salvaje.
—El problema es, tengo que parar de pensar en eso. Tú también. No
podemos ir ahí. Tenemos que pensar en Micah, y yo no tengo relaciones
sentimentales, Sienna. No es para mí. Soy independiente. No me gusta estar
atado. Ni siquiera quiero pensar en establecerme. Ser el hombre que tú mereces.
No soy yo. Necesitas al tipo que se compromete. Necesitas un Cam Dodge en tu
vida. Yo no. Nosotros —dijo, moviendo las manos entre los dos—, somos
amigos. Diablos, somos familia. Ese chico ahí es lo importante, y ambos lo
amamos. No arruinemos lo que necesita con algo que no terminará bien.
El aleteo se detuvo. Se hundió en mi estómago e hizo un apretado y
doloroso nudo. Se aseguró de que entendiese que no le interesaba algo
conmigo. Solo un poco de sexo telefónico y estaba listo para la siguiente. Eso
dolió más que el comentario sobre chica‖ “promedio”‖ que‖ dijo‖ que‖ no‖ tenía‖
intención.
—Entiendes, ¿verdad? No es que no seas bellísima. Harás a algún
hombre un afortunado hijodeperra un día. Solo que no soy el hombre con el que
te comprometes. Soy el chico malo del que hablan las chicas. Pero seré el mejor
maldito tío en el mundo. Y si necesitas algo, cuenta conmigo. Me haré cargo.
Siempre.
Haría cualquier cosa por mí debido a Micah. Eso era todo. Si no fuese por
Micah, no le importaría mi regreso. Mi existencia. Era una joven madre soltera
con un trabajo que me mantenía semana a semana. No tenía mucho por ofrecer
a alguien. Lo entendía. Pero escuchar a Dewayne decir que no era suficiente me
golpeó fuerte. Muy fuerte.
Solo asentí. No podía hablar.
Sonrió, se acercó, y presionó un beso en mi frente como si fuese una niña.
Entonces giró y se marchó.
Me quedé ahí por un largo tiempo. Dejando que todo se asimilara.
Mañana seguiría mi vida. Mañana encontraría una manera de olvidar a
Dewayne Falco. Pero en este momento no estaba lista.
Dewayne
Para el jueves me había mantenido alejado de Sienna por una semana. Le
envié un texto y le dije que llevara a Micah a la casa de mis padres el sábado en
la mañana, que lo pasaría a buscar ahí. Pasé el día con él, luego lo dejé con mis
padres minutos antes de que Sienna regresara, usando mi trabajo como una
excusa para huir.
Intentaba darme tiempo a mí mismo para olvidar lo mucho que la
quería. Había aceptado tan rápido mis razones para no estar con ella que fue
doloroso. No sabía qué quería que hiciese. ¿Discutir conmigo? Quizás. Quizás
quería una razón para besar sus labios de nuevo. Tocarla en lugares que solo
había soñado. Joder. ¿A quién trataba de engañar? Amaba estar cerca de ella.
Mirarla moverse. Tenía este encanto por ella. Incluso cuando hacía algo simple,
me fascinaba por completo.
Escuchó mis razones y luego asintió. Eso fue todo. Nada más. Así que
hui de ahí y no volví. No podía enfrentarla. Porque con toda seguridad, la
tomaría y la besaría hasta que ambos olvidásemos lo mala idea que era.
Tomé un sorbo de mi Coca-Cola y luché con el impulso de encender un
cigarrillo. No beber ni fumar me pateaba el trasero. Cuando rechacé una
cerveza y ordené una Coca-Cola, Rock me miró como si me hubiese vuelto loco.
Él no entendía. Nunca puso una mano en Trisha que no fuera una mano que
ella quería allí.
—Preston está solo. Eso es raro —dijo Rock mientras tomaba un trago de
su cerveza fría y espumante. Deseaba su trago. Mierda.
El chico lindo en nuestro grupo sacó un taburete y se sentó con una
sonrisa. Estaba comprometido y feliz. Muy feliz. Siempre sonreía. Idiota.
—¿Dónde está Manda? —preguntó Rock
—¿Ella finalmente te soltó? —pregunté.
Preston me dio una mirada enojada. —No. Ella va a venir. Traerá una
amiga —dijo, luego sonrió de nuevo.
—Para de sonreír tanto. Hiere mis ojos —murmuré, y tomé otro trago de
mi Coca.
—Ignóralo. Esa Coca que está bebiendo es una Coca sola. Sin nada
añadido. Está sobrio y malhumorado —explicó Rock.
Las cejas de Preston se elevaron al mismo tiempo que Rose Mann caminó
junto mí, envolvió un brazo sobre mis hombros, y me dio una buena vista de su
camiseta. Conocía a Rose desde la secundaria. Todos lo hacíamos. Se mudó a la
ciudad cuando éramos estudiantes de segundo año y se unió de inmediato al
equipo de porristas. La follé en ese tiempo, pero solo una vez. No la había
tocado desde entonces.
Aun así, envejeció bien. Todavía tenía pechos turgentes y una cabeza con
rizos café. —Hola, Rose —dije, deslizando mi brazo por su cintura y
acercándola más.
—Hola a ti, Falco —pronunció de modo seductor, y se presionó contra
mí. Luego movió la mirada a Preston—. ¿Dejaste a tu prometida atrás esta
noche?
Preston negó con la cabeza. —No la dejo alejarse mucho de mi vista. Está
en camino.
Rose rodó los ojos, luego miró a Rock. —¿Y dónde está tu señorita?
—Cuidado, Rose. Ambos sabemos que su señorita te pateará el trasero si
te atreves a flirtear con su hombre. Sabes que es mejor que no te acerques a lo
que pertenece a Trisha.
Toda la mesa rió, menos Rose. En la escuela secundaria le hizo una
jugada a Rock después de que Preston la hubiera follado y hecho a un lado.
Trisha la golpeó contra los casilleros, rompió varias de sus uñas y le arrancó un
puñado de cabello. Nadie se metió con Rock después de eso.
—Lo que sea —dijo Rose, luego colocó una mano sobre mi pecho—.
Estoy aquí para ti, de todos modos —me informó. Intentaba decidir si quería
darle una oportunidad esta noche o no. Necesitaba hacer algo para sacar a
Sienna de mi cabeza. Rose era sensual, pero también un poco loca. Tenía dudas
sobre si quería meterme con una loca.
—Ahí está mi chica —dijo Preston. Levanté la vista para ver a Amanda, y
colisionó con Sienna. Quien miraba a Rose. Mierda.
—Hola, Sienna. Qué alegría que pudieras venir —dijo Preston,
levantándose para sacar un taburete para Sienna justo a mi lado—. No vamos a
hacer que te sientes en el regazo de Dewayne, debido a que ya está lleno con
Rose. Puedes sentarte en un taburete. Es más cómodo de todos modos. —Vi
como Sienna apartaba la mirada de Rose y se obligaba a sonreír para Preston.
Entonces me miró. Parecía a punto de salir huyendo. Lo podía ver. Preston
supo a quién iba a traer Amanda y no me lo contó. Iba a patearle el culo.
—Está bien. Si empiezan a hacer mierdas grotescas en la mesa, Rock los
obligará a que lo hagan afuera —dijo Preston, entonces me sonrió complacido.
Pedazo de mierda.
Sienna se acercó hacia el taburete a mi lado como si caminara por la
plancha. De forma lenta e insegura.
—¿Quién es esta? —preguntó Rose, inclinándose sobre mí y envolviendo
un brazo a mi alrededor de forma posesiva, lo que me molestó. Intentaba
marcar su territorio, como si tuviera alguno. No sabía si quería pasar la noche
con ella o no. Aún no lo decidía.
—Sienna, ella es Rose Mann —elevó la voz Amanda en un tono dulce
que no pretendía serlo—. Era mayor que‖nosotras‖en‖la‖escuela.‖Habría‖sido…‖
alumna de último año en tu primer año, creo. —El comentario sobre Rose
siendo mayor había sido un golpe bajo, pero viniendo de la dulce Amanda,
quien se encontraba en la seguridad de los brazos de Preston Drake, era
intocable, y lo sabía.
Sienna le sonrió a Rose. —No conocía a muchas personas en la escuela.
Como que me mezclaba en la multitud. —Esa era la forma de Sienna para decir
que no sabía quién era Rose. Pero también era una mentira. Sienna nunca
pasaba desapercibida en nada.
—¿Sienna Roy? Eras la novia de Dustin —dijo Rose, reconociendo el
nombre.
Sienna asintió y forzó una sonrisa, luego apartó la mirada de mí y miró a
la banda en el escenario. Jackdown todavía no se hallaba allí. No subirían al
escenario durante otra hora. Una nueva banda de Mississippi tocaba en este
momento.
—Pensé que perdiste la cabeza y te enviaron a un loquero.
Sienna se estremeció, y sus hombros se pusieron rígidos. Eso fue todo.
Vino aquí con Amanda, y me encontraba muy jodidamente seguro de que esto
era algo que no había hecho en mucho tiempo. Rose no iba a arruinárselo.
Incluso si tener a Rose en mi regazo mantenía mis manos lejos de Sienna.
Dejé caer la pierna en la que Rose se apoyaba y retiré mi mano de su
cintura. Tropezó y tuvo que agarrarse de la mesa para evitar caerse de cara. —
Eso será todo. Ahora puedes irte —le dije.
Amanda cubrió sus risitas, y Rose me fulminó con la mirada. —¿Cuál es
tu problema?
—Mujeres detestables que no tienen ni una mierda por cerebros. Así que
por favor sigue con lo tuyo —le contesté con un acento aburrido.
Preston se aclaró la garganta para ocultar su risa. —Es probable que
dijeras lo equivocado, Rose. Mejor ponte en marcha antes de que se enoje. Esta
noche no va a beber, así que es una bala perdida.
Rose me dijo imbécil, luego se dio la vuelta y se alejó.
Esperé hasta que estuvo lo suficientemente lejos antes de mirar a Sienna.
Me analizaba. La tensión en sus hombros desapareció. Eso era bueno.
—Lo siento —dije, y asintió.
Luego apartó la mirada de nuevo, de regreso al escenario.
Tuve que empezar una pequeña conversación porque en ese momento
Preston y Rock intentaban averiguar qué demonios pasaba. Pero aún no estaba
seguro de lo que ocurría en el momento.
Abrí la boca para decir algo justo cuando la banda empezó a subir, y
Sienna comenzó a balancearse ligeramente en su asiento. Le gustaba bailar. Yo
no bailaba. Odiaba bailar. Tenía que estar muy borracho para hacerlo, y solo si
iba a pasar de bailar a follar.
Pero ver a Sienna moviéndose en su asiento con esa sonrisa en el rostro
mientras observaba a la gente en la pista de baile hizo que me pusiera de pie y
extendiera la mano.
—Anda. Vamos a bailar —dije. Sabía que acababa de sorprender a toda
la mesa, pero mantuve mi concentración en Sienna.
Me sonrió ampliamente y deslizó su mano en la mía. El pequeño vestido
negro que llevaba con sus botas de vaquera hizo que tenga ganas de acercarla
para que cada hombre aquí supiera que estaba conmigo. Incluso si no era así.
—No sabía que bailabas —dijo.
—No lo hace —dijo Preston.
No reconocí ese comentario. La llevé a la pista de baile y la atraje hacia
mis brazos, y se sintió bien.
Tan jodidamente bien.
Sienna
El gran cuerpo de Dewayne manteniéndome cerca era mejor que bailar.
Y amaba bailar. Nunca había sido sostenida así de cerca antes y bailado de la
forma correcta. Seguí inhalando el aroma masculino de Dewayne. Tenía un olor
amaderado con un toque de menta.
Fulminó con la mirada tan fieramente a las pocas personas que
tropezaron conmigo en la pista de baile atestada de gente que ahora nadie se
acercaba a nosotros. También me tenía tan cerca de él que sentía como si
fuéramos una sola persona. La música pasó de lenta a más parecida a un ritmo
sensual, y deslicé las manos hasta sus hombros y moví las caderas al son de la
música, dejando que mi cabeza cayera hacia atrás y cerré los ojos. Esto era
agradable. O mejor dicho, fantástico. Las manos de Dewayne se presionaron en
mis caderas, y me encantó cuán poseída me hizo sentir. Incluso si solo
bailábamos. Durante este momento yo era suya. Y me encantaba.
Su pierna se movió entre las mías y me froté contra él, solo para
congelarme ante el contacto e inhalar bruscamente. Él era mucho más alto que
yo por lo que la fricción me golpeó en el lugar adecuado. Agarré con fuerza la
parte delantera de su camisa entre mis puños. Nos encontrábamos en una pista
de baile y no podía follar su pierna. Pero todo lo que tenía que hacer era mover
las caderas un poco y sentiría esa presión celestial otra vez.
Su mano se hallaba sobre la mía, y me retiraba de la pista de baile antes
de que pudiera decidir qué hacer a continuación. Pensé que se enojó conmigo e
íbamos a regresar a la mesa, pero cuando miré alrededor, nos dirigíamos hacia
el lado opuesto. Parecía que íbamos hacia una puerta trasera. ¿Era un cuarto de
baño? ¿Qué hacía?
Dewayne empujó a la gente de su camino, a quienes no se movían por su
cuenta, y luego jaló de golpe la puerta y quedamos afuera en la oscuridad. No
había luces de estacionamiento, solamente el bosque.
—Abre las piernas, Sienna —ordenó mientras me presionaba contra la
pared—. Levántate la falda y abre las piernas —dijo de nuevo, esta vez con un
gruñido.
Me asusté lo suficiente como para no discutir. Parecía que deseaba lo
mismo que yo, así que hice exactamente lo que me dijo. Levanté mi vestido y
abrí las piernas.
Entonces su mano se hallaba allí, acunándome mientras él respiraba con
dificultad. —Esto…‖no‖deberíamos‖hacer‖esto.‖No‖soy‖ese‖tipo.‖Recuerdas‖que‖
te dije que no soy ese tipo. Pero yo no bailo, maldita sea, Sienna. ¿Me entiendes?
No bailo, maldición.
Me confundió. Bailó conmigo. Deslizó su dedo dentro de mis bragas y ya
no me importó. Agarré sus brazos y chillé de alivio y de placer. Me tocaba de
verdad. Esto era real. Y si estaba dormida, de verdad no quería despertarme.
—Tan mojada —dijo, presionando sus labios en mi cuello—. Este
pequeño coño caliente y resbaladizo me va a matar. Eres demasiado. Quiero
probarte, y no puedo mantener mis manos lejos de ti, aunque sé que esto te va a
hacer daño. No quiero hacerte daño.
Ahora no me hacía daño. Apenas podía formar palabras mientras
deslizaba su dedo en el interior de mi entrada. Apreté sus brazos y jadeé.
—Quiero follar esto. Te deseo. Deseo estar dentro de ti. En este jodido
momento quiero meterme en tu interior con tantas ganas, que maldición, mi
polla amenaza con reventar estos pantalones. Pero esto será todo lo que suceda.
No lo haremos de nuevo. No tengo novias. No quiero hacerte daño.
Quería follarme. Solo por esta vez, y entonces habría terminado conmigo.
Seríamos amigos de nuevo. O simplemente sería el tío de mi hijo. ¿Podría vivir
con eso? ¿Podría entregarme a él sabiendo que solo era por esta vez?
No.
Yo quería más.
Amaba a Dustin cuando me acosté con él. Tal vez no estuve enamorada,
pero una parte de mí amaba a Dustin. En ese entonces no me sentí preparada
para tener sexo, pero lo amaba y él había querido hacerlo. Me amó, y eso fue
suficiente. Pero con Dewayne esto no era amor. Él no me quería. Nunca lo
haría.
Su dedo volvió a salirse de mí, entonces formó círculos sobre mi clítoris,
y se sentía tan bien. Estar con él sería el momento más épico de mi vida. Lo
sabía. Pero entonces, ¿qué? ¿Encontraría una manera de seguir adelante?
¿Amaría a alguien más? ¿Alguna vez podría amar a otra persona? Si me ataba a
Dewayne de esta manera, no sería capaz de dejarlo ir. En mi corazón no. ¿Y no
merecía ser amada? ¿Saber lo que se sentía ser abrazada como Preston hacía con
Amanda? ¿Saber que el hombre a mi lado solamente me quería a mí?
Él tenía razón. Merecía más.
Lo alejé, y se apartó sin luchar. Cerrando los ojos, recuperé el aliento.
—Quiero más. No puedo. No puedo hacer esto contigo y que no
signifique nada para ti. Si te vas a alejar de mí, entonces no puedo hacerlo. Voy
a querer más. No quiero probar algo que nunca podré tener.
Abrí los ojos a sus manos metidas en los bolsillos, y su cabeza baja
mientras tomaba respiraciones profundas. Se veía derrotado. Yo me sentía
derrotada. La adolescente dentro de mí que pensaba que Dewayne Falco era mi
príncipe azul se daba cuenta de que no lo era. Él era un hombre. Como
cualquier otro.
—Lo siento, lo siento muchísimo, maldita sea —dijo, todavía sin
mirarme.
Esto era todo. No podía volver a entrar. No después de que me sacó de
allí a rastras. Llamaría a Amanda y me disculparía después. En este momento
solo quería irme a casa.
No le dije adiós. Volvería a verlo muy pronto. Él iría a ver a Micah. Yo
fingiría que no sentía algo por él. Actuaría como si no me hubiera hecho daño.
Lidiaría con ello. Era buena en sobrevivir. Podría sobrevivir a esto.
Por suerte, Amanda vino a Live Bay en mi auto, así que tenía mi coche
aquí. Temprano, Preston la había dejado en mi casa, y ella me ayudó a vestir.
No necesitaría que la llevara. Me subí en mi coche y di vuelta hacia casa. Para
ponerme el pijama y acurrucarme en el sofá con el niño que me amaba. El único
hombre en mi vida para quien yo sería suficiente. Siempre tendría a mi hijo.
Todavía me faltaban cinco kilómetros para llegar a casa cuando el coche
comenzó a sacudirse. Esto había ocurrido una vez antes y logré arrancarlo de
nuevo después de que muriera. Simplemente no necesitaba que sucediera
ahora, en una calle oscura.
Estacioné el coche a un lado de la carretera al mismo tiempo que
abandonaba la lucha. Esperé unos minutos y traté de arrancarlo, pero se hallaba
completamente muerto. No podía sentarme aquí toda la noche. Tenía que
moverme. Además, antes había caminado cinco kilómetros hasta casa. Tal vez
no por la noche, pero caminé cinco kilómetros.
Agarré mi bolso y llevé mis llaves conmigo, luego hice el resto del
camino a pie. Iban a tener ampollas después de caminar los cinco kilómetros en
estas botas. Sin embargo, ese era el menor de mis problemas. Por la mañana
tenía que hallar un servicio de grúa que pudiera pagar.
Dewayne
No volví a entrar después de que se marchó. En vez de eso, me apoyé en
la pared y coloqué la cabeza hacia atrás mientras sus palabras volvían a mí en
una avalancha. Ella quería más. No estaba dispuesta a dejar que la tomara y que
eso fuera todo.
Conocía su autoestima. No estaba dispuesta a tener relaciones sexuales
ocasionales. Respetaba su cuerpo. Era jodidamente perfecta. En realidad, le dije
que no tenía relaciones sentimentales y que lo que íbamos a hacer era una
follada y nada más. ¿Qué clase de hijo de puta lamentable le hace eso a una
mujer como Sienna?
Tocarla‖ había‖ sido…‖ Dios…‖ fue‖ increíble.‖ Olía‖ incluso‖ mejor‖ de‖ lo‖ que‖
imaginé. Todavía podía olerla en mi mano. Era un recordatorio para lo que no
era lo suficientemente bueno. Bailar con ella y sentir su cuerpo contra el mío me
llevó hacia un frenesí. Uno que solamente Sienna Roy podía satisfacer.
Nadie en ese club me atraía.
Yo no bailaba, pero la sostuve en mis brazos, y allí estaba, bailando con
ella. Manteniéndola cerca. Disfrutando de cada minuto. Entonces se movió
contra mi pierna y tembló en mis brazos, y lo único que pude pensar fue en
tocarla. Hacerla correrse en mi mano. Observándola.
Me hundí en el suelo y me senté allí. Las canciones se reprodujeron en el
interior, y pude escuchar cuando Jackdown subió al escenario. La multitud
rugió, y cerré los ojos y deseé con todo mi ser haber sido más fuerte. Mejor.
—¿Te vas a quedar aquí sentado toda la noche y castigarte por lo que sea
que hayas hecho, o te levantarás e irás a ver cómo está?
Abrí los ojos para ver a Rock de pie junto a mí.
—No quiere verme —le dije.
Rock arqueó una ceja. —¿De verdad? Porque la chica que conocí ahí
adentro te miraba como si fueras un ángel caído del cielo. Por un momento
pensé que podías caminar sobre la jodida agua y no nos habías dicho.
Normalmente, un comentario como ese me habría hecho reír. Pero en
este momento me sentía mal del estómago. —Se fue. Le dije que todo lo que
podía darle era una follada de una sola vez, y dijo que quería más. Que se
merecía más. Y tiene razón. Así que la dejé ir.
No respondió de inmediato. Concordaba con ella, sin dudas. Todo el
mundo veía lo increíble que era. Fue fácil de ver.
—Te conozco de toda la vida. Y nunca te he visto tratar a nadie de la
manera en la que tratas a Sienna. No cuando estábamos en la escuela
secundaria y tampoco ahora. Ella es tu indicada. La persona que te llega. La que
te hace sentir diferente.
—Era de Dustin —dije, recordándole que en la secundaria nunca fue mía.
La protegí cuando mi hermano no lo hizo. Nada más.
—Nadie nunca fue la indicada para Dustin. Los dos sabemos eso. Creo
que Sienna puede que sea la única que no lo sabe.
—No. Él la amaba. Cometió errores. Era un niño.
Negó. —Es hora de que enfrentes algunas cosas. Una de esas es que
Dustin nunca mereció a Sienna. Tú sí. Se la diste. Ella te quería, y se la
entregaste a él.
—¡Ella era una niña! —grité. No quería escuchar esto. Dustin amó a esa
chica. Lo hizo desde que era pequeño. Cometió algunos errores, pero habría
hecho cualquier cosa para proteger a Sienna.
—Entonces explica lo de Kimmy Bart. Haz que tenga sentido en tu
cabeza. Porque nunca lo tuvo en la mía —dijo Rock, luego se giró y se alejó.
Lo observé irse. Odiaba que hubiera sacado a colación el tema de Kimmy
Bart. No quería pensar en ella. No quería recordar lo que le hizo a mi familia. El
dolor que nos causó cuando no lo necesitábamos.
Había sido uno de los errores más grandes de Dustin. Uno que nunca
había deseado que Sienna conociera. Eso la destruiría.
Cuando finalmente me levanté y fui a mi camión, decidí conducir hasta
la casa de Sienna para asegurarme de que su coche se encontrara estacionado en
la calzada. Dormiría mejor sabiendo que se hallaba segura en casa. Debería
haberla seguido ya que se sentía disgustada, pero necesité espacio y tiempo
para pensar primero.
Mis faros iluminaron un auto estacionado a un lado de la carretera, y mi
corazón se detuvo. Era el de Sienna. ¡Mierda! Pisé los frenos y me bajé de un
salto de la camioneta, pero ella no se hallaba en el coche. Agarré mi celular del
bolsillo y marqué su número, al tiempo que regresaba a mi camión y la buscaba
en el lado de la carretera.
Fue al buzón de voz.
Mierda.
Empecé a marcar su número de nuevo cuando un mensaje de texto
iluminó mi pantalla.
Sienna: Estoy en la cama. No tengo ganas de hablar esta noche.
Así que llegó a su casa. ¿A quién llamó?
Yo: Encontré tu coche. ¿Cómo llegaste a casa?
Sienna: Caminé.
¡Mierda! Eso eran al menos cinco kilómetros en la oscuridad. Cualquier
cosa podría haberle sucedido.
Yo: ¿Por qué no me llamaste?
Debería haber llamado. Tenía mi número. Le dije que si alguna vez
necesitaba algo que me llamara.
Sienna: Necesitaba espacio de ti. Llegué bien a casa. Gracias por
comprobar.
Dejé caer el teléfono al asiento de al lado y me dirigí a su casa solo para
asegurarme de que se encontraba bien. Entonces llamé a mi padre para decirle
que mantuviera un ojo en ella porque no tenía coche.
Después llamé a Jimbo por ayuda y le pagué extra para que sacara su
culo de la cama y viniera a llevarse ese pedazo de mierda directo al corralón. Le
dije que sacara todo por la mañana.
Sienna conseguiría un coche nuevo. Un coche seguro. Porque no le daría
opción. Le compraría a ella y a Micah un auto decente. No caminaría a casa en
la oscuridad nunca más.
Sienna
Tabby llevó a Micah a casa la mañana siguiente para que me viera antes
de que tuviera que ir a trabajar. Dijo que Dewayne le encargó hacerme saber
que había sacado mi coche de la tienda la noche anterior. Estaría trayendo mis
cosas por la tarde y no necesitaba preocuparme por eso. También dijo que
cuando estuviera lista para irme, debería llevar a Micah y tomar su auto. Ella no
lo necesitaría.
Micah me platicó de su tiempo con abuela T y abuelo Dave después de
que ella se fue, así que no había tenido la oportunidad de decidir lo que
pensaba sobre Dewayne manejando mi problema con el coche. Por un lado, el
que hiciera lo que hizo fue bastante útil, pero yo no tenía un presupuesto
ilimitado. Planeé optar por una tarifa más barata.
—¿Sabías que mamá T y el abuelo Dave tienen fotos de ti cuando eras
pequeña? Las vi anoche, y solías tener un montón de pecas. ¿Te las quitaste?
Me reí, puse a Micah en mi regazo y lo abracé. —Se desvanecieron a
medida que crecía y dejé de correr al aire libre todo el tiempo.
Micah deslizó sus bracitos alrededor de mí. —Hueles bien, mamá. Te
extrañé.
Besé la cima de su cabeza. —Te extrañé, también, Ace. Mucho.
—Mamá T dijo que el tío Dewayne podría pasarse por aquí hoy. ¿Crees
que juegue a lanzar el balón conmigo?
Pasé la mano por su sedoso cabello. —Estoy segura de que lo hará. Tu tío
Dewayne te ama. —De eso me hallaba segura.
—¿Cuándo salgas del trabajo esta noche, tendremos una noche de cine?
—Sí, la tendremos. ¿Es una noche Jedi, o seremos piratas?
Él inclinó la cabeza hacia atrás y me sonrió. —Podemos ser piratas. Sé
que te gusta el capitán Jack.
Me reí y le hice cosquillas mientras él se carcajeaba y retorcía.
—Mami. Oye, mamá —dijo mientras recuperaba el aliento—. Oí decir a
abuela T y al abuelo Dave que deseaban que mi apellido fuera Falco como el de
papá.
Me quedé helada. Una vez quise eso también. Pero ahora no estaba
segura. Todo el mundo sabría entonces. ¿Me encontraba lista para eso?
—Me gusta tener el mismo apellido que tú. No quiero cambiar eso —
dijo, viéndose consternado.
Tiré de él y lo estreché en mis brazos. —Si quieres ser un Roy, lo puedes
ser —le dije—, pero incluso si tu apellido no es Falco, eres un Falco, pequeñín.
Envolvió con sus brazos alrededor de mi cuello. —Quiero ser lo que eres.
Lo abracé e inhalé su aroma. Ya no tenía ese olor a bebé, y lo extrañaba.
Pero mi hijito estaba creciendo. Cada día veía más de su padre en él.
—Te amo, Micah —le dije.
—Te quiero más, mamá.

***

No dormir lo suficiente la noche anterior pesaba sobre mí. Me


encontraba agotada, y tenía tres ampollas en los pies, lo que no ayudaba. Se
volvía más difícil ocultar mis bostezos. Hillary me había atrapado bostezando
ya dos veces. Sabía que no le gustaba verme como si no hubiera dormido nada
la mitad de la noche. Si supiera la verdad. Me gustaría explicarle sobre mi coche
para que al menos conociera la razón por la que, obviamente, estaba cansada.
No quería que pensara que me la pasaba de fiesta.
—Tienes un cliente, Sienna —exclamó Gretchen. Me di la vuelta para ver
a Cam Dodge vestido con su camisa de vestir y corbata. No esperaba volver a
verlo, y mucho menos que viniera por un corte de cabello.
—Bien, estoy libre por la siguiente hora —dije, y le sonreí a Cam.
Su sonrisa parecía un poco de disculpa. No sé por qué. No tenía nada
que lamentar. Habíamos salido de una vez. No era para tanto siendo que ya
pasaron casi dos semanas.
—Necesito un recorte —dijo, caminando hacia mí. Hice un gesto para
que tomara asiento en la silla, y luego coloqué una capa sobre él y la até
alrededor de su cuello.
—¿Tu peluquería habitual se encontraba cerrada? —pregunté.
Me dio esa sonrisa torcida que lo hacía ver guapo. —Normalmente voy a
la peluquería. Pero es más agradable verte a ti que a Bill.
Sonriente, alcancé un peine y cepillé su pelo. —¿Quieres un lavado y un
peinado, o simplemente un recorte?
—¿Tú serás quien lo lave? —preguntó, mirándome por el espejo.
—Sí —le contesté.
—Entonces sí, lávame. Estoy muy sucio.
Esta vez me reí. Dudaba que Cam alguna vez haya estado sucio. Siempre
era tan limpio y ordenado que me recordaba a un político.
—Bueno. Entonces lavémoslo primero —le dije, y lo conduje de nuevo a
los sumideros.
Normalmente no pensaba nada al lavar el cabello de los hombres, pero el
hecho de que Cam quería que fuera yo quien se lo lavara me hizo un poco
autoconsciente. Me aseguré de que el agua estuviera a una temperatura
agradable para él, luego traté de concentrarme en lavar su pelo y no pensar en
el hecho de que probablemente podía ver a través de mi camisa cuando me
inclinaba. La mayoría de los chicos cerraban sus ojos cuando se les hacía esto,
pero los ojos de Cam se hallaban abiertos.
—Hueles muy bien —dijo, poniéndome aún más nerviosa. No me
gustaba que me coquetearan cuando hacía mi trabajo.
—Gracias —le contesté. Rápidamente terminé de lavarlo, coloqué una
toalla alrededor de su cabeza, y luego lo llevé de vuelta a su asiento.
Cuando estuvo en mi silla, sus ojos se encontraron con los míos en el
espejo. —¿Qué haces mañana por la noche? —preguntó.
No haría nada. Bueno, eso no era cierto. Era probable que viera una de
las películas de Star Wars con mi hijo. —No estoy segura.
Él asintió y pareció decepcionado. —¿El que no haya llamado jugará en
mi contra?
No, en realidad no. No lo culpaba por no llamar. Yo no me habría
llamado después de esa locura.
—No —le aseguré mientras comenzaba a peinarlo.
—¿Así‖que‖si‖te‖pido‖salir‖mañana‖por‖la‖noche…?
—Tendría que hablar con mi hijo primero. Después, necesitaría
planteárselo a sus abuelos —le dije.
Asintió. —Entiendo. Cuando lo hagas, házmelo saber. Me gustaría otra
oportunidad. Una en la que no nos topemos con el tío de tu hijo.
Cam era un buen tipo. Era atractivo. Pero no era Dewayne. Nadie podría
ser Dewayne. No obstante, necesitaba que los chicos con los que salía por lo
menos me hicieran olvidar a Dewayne. Cam nunca lo haría. Siempre faltarían
los tatuajes, las rastras y las perforaciones.
—Creo que soy un desperdicio de tu tiempo, Cam. Tengo equipaje, y no
estoy emocionalmente lista para salir en citas.
Allí, fui honesta. Cam frunció el ceño y dejó escapar un suspiro. —Me
parece justo. Me di cuenta que había más entre Dewayne Falco y tú que
solamente tu hijo.
Ni siquiera podía discutir con él.
Terminé de cortarle el pelo, y hablamos sobre el tiempo, lo que podría
estar mal con mi coche, y la comida de la cafetería de la escuela secundaria.
Entonces me pagó, me dejó una propina bastante grande, y se fue.
Podría haber cometido un error al alejarlo, pero no quería volver a herir a
alguien. Sabía lo que sentía, y no tenía sentido que perdiera el tiempo conmigo.
Yo era un desastre.
Hace seis años...
Dewayne
Preston se detuvo frente a una casa rodeada de coches, con un fuerte
resalto de las bocinas por la música. Había latas de cerveza vacías en el patio y
vasos rojos. Un grupo de chicos tomaban shots del estómago de una chica en el
pórtico delantero.
—¿Seguro que quieres hacer esto? También salíamos de fiesta cuando
íbamos a la escuela. No es como si Dustin estuviera haciendo algo que nosotros
no solíamos hacer —dijo Preston, mirando a su alrededor, a la fiesta de la
escuela secundaria con bebidas ilegales. Quien viviera aquí debió haber sido
dejado solo en casa por padres realmente estúpidos.
—Esta mierda no es Dustin. Hay reclutadores universitarios buscándolo.
Lo espera una vida que nosotros ni siquiera podemos imaginar. No debería
estar aquí, y seguro, no debería traer a Sienna con él. Esto no es seguro.
Preston se rió entre dientes. —La mierda siempre regresa a Sienna —dijo,
pero hice caso omiso a su comentario mientras caminábamos por la acera.
Un par de los chicos del equipo de baloncesto me reconocieron y me
llamaron. Todos estaban completamente borrachos. No les hice caso. Cometían
un error. Esto no los llevaría a ninguna puta parte, excepto a la cárcel.
No dejaría que eso le pasara a mi hermano.
—¿Dónde está Dustin? —le pregunté a uno de ellos.
—Con Kimmy en un dormitorio, es lo más seguro —contestó alguien.
¿Kimmy? ¿Kimmy la animadora rubia? Oh, mierda no, no era tan
estúpido. Ella durmió con Preston en nuestro último año. Había dormido con
una gran parte de mi clase graduada.
Entré y subí por las escaleras. Preston estaba detrás de mí. —Es un chico.
Nosotros desde luego no éramos material de relación cuando teníamos su edad.
Follamos todo aquello que fuera caliente y tuviera un coño. No lo puedes
culpar por no estar satisfecho…
Di media vuelta y le di la cara a Preston, enclaustrándolo. —No lo hagas.
Sienna es diferente. Nunca tuvimos una Sienna. Así que no compares esa
mierda. Está jodiendo su vida.
Preston levantó las manos al aire en señal de rendición. —Bien. Ve y
hazlo entrar en razón. A mí no. A él. Me gusta mi cara en orden y atractiva.
Era difícil enojarse con Preston. Giré y me dirigí a la primera puerta, la
abrí y me encontré con las tetas de una chica cualquiera, y su boca envuelta
alrededor de la polla de un chico.
Siguiente habitación. Abrí la puerta justo cuando el nombre de mi
hermano era gritado por una chica que no era Sienna. ¡Idiota de mierda!
—¡Pequeña mierda! ¿Qué coño haces? —rugí. La chica chilló, y todo lo
que Dustin hizo fue mirarme y sonreír. Estaba borracho. Sus ojos inyectados en
sangre, y una mirada tonta en la cara.
—Follando —contestó, y bombeó sus caderas en la chica, quien luchaba
por cubrirse—. Ella ha estado esperando mi pene durante dos años. Se lo
empecé a dar porque le gusta duro y sucio.
Más información de la que necesitaba saber.
—Amigo, debes callarte antes de que él te patee las bolas —dijo Preston
desde detrás de mí—. Hermano pequeño o no, estás borracho y follando a
alguien que no es Sienna. Sabes cómo es él cuando se trata de ellaa.
—¿Rompiste con Sienna? —le pregunté, tratando de averiguar por qué
estaría aquí con esta zorra cuando tenía el mundo en sus manos.
Dustin frunció el ceño. —¿Si rompí con Sienna? Por supuesto que no. Es
mi chica. La amo. No rompería con ella por esto —dijo, señalando a la mujer
debajo de él, quien maldijo y le dio una palmada en el pecho.
—No puedes amar a Sienna y hacerle esta mierda —le dije, tratando de
averiguar qué demonios le pasó a mi hermano.
—Sí puedo. Sienna es mi nena. La amo. Sólo tengo que ser suave con ella.
No puede soportarlo con fuerza. Kimmy me deja follarla hasta dejarla sin
sentido en el armario del conserje en la escuela, e incluso chupa mi polla en el
vestuario antes de un partido.
Mierda. Dustin perdió la razón. —Vístete. Nos vamos. Ahora.
Dustin se puso de pie. Su pene continuaba duro, y vi entonces que no
llevaba un condón. ¡Hijo de puta!
—Oh, mierda, no envolvió esa cosa —dijo Preston, señalando lo obvio.
—¡Idiota egoísta! ¿Engañas a Sienna y no la proteges? ¿Qué demonios te
pasa?
Dustin bajó la mirada hacia su pene y gimió. —Mierda. Lo olvidé. Me
encontraba bebiendo y ella me estaba acariciando, luego me hallaba aquí y
dentro de ella. Me olvidé del condón.
—Tienes que decirle a Sienna. Tiene que ir a un chequeo. Vístete. Te
llevaré a casa.
Los ojos de Dustin se nublaron. —¡No le diré a Sienna esta mierda!
Romperá conmigo. No me perdonará, y la necesito. Es mi chica. Siempre ha
sido mi chica. Además, tiene las mejores malditas tetas que cualquier chica
pueda tener.
Di un paso hacia él, necesitando poner mi puño en su rostro, pero en ese
momento Preston saltó delante de mí y empujó a Dustin. —Tiene dieciséis años
y está borracho. Muy borracho. Cálmate. Puedes asegurarte de que Sienna se
haga la prueba. Eso sí, no lo golpees ahora, mientras se halle en este estado. No
puede defenderse.
—No. No puedes decírselo a Sienna. La amo. Es mi chica. La amo. No
puedes hacer que me deje. Es la única para mí. Lo sabes. La amas también. Los
dos la amamos. Los chicos Falco aman a Sienna Roy. Y a sus bonitas tetas. Tetas
malditamente perfectas.
—¿Pueden, todos ustedes, salir mientras me visto? —preguntó Kimmy
en un chillido enojado—. Estoy harta de oír hablar de tu amor por Sienna y sus
malditas tetas. Soy yo quien está embarazada de él. No ella. Yo. Soy a quien
folla cada vez que necesita venirse. No ella. Él la trata como a una muñeca de
porcelana. No será la mamá de su bebé. Yo sí.
En la actualidad...
Sienna
Dewayne se presentó en lugar de mensajearme para que recogiera a
Micah en casa de sus padres la mañana del sábado. Entonces, me llevó a
trabajar, con mi hijo ubicado entre nosotros en la camioneta, emocionado de ir a
tomar el desayuno con Dewayne después de que me dejaran.
Era bastante fácil. La presencia de Micah allí lo hizo fácil. No hice
contacto visual con Dewayne a menos que tuviera que hacerlo, y me centré en
Micah. Por eso me encontraba en esa camioneta con Dewayne: Micah. Lo hizo
todo por Micah, y lo comprendía. Se había asegurado de dejar en claro sus
motivos.
Sin embargo, cuando entró a la tienda a la hora del almuerzo para
recogerme, Micah no venía con él.
—¿Dónde está Micah? —pregunté mientras recogía mi bolso.
—Con mis padres. Tenemos que ir a buscar tu coche —respondió.
Oh. Bueno, eso era bueno, pensé. Solo esperaba tener suficiente dinero. Aún
debía por el remolque también. No estaba segura de a quién se lo debía y
cuánto. Lo averiguaría una vez Dewayne y yo estuviéramos dentro de su
camioneta.
—Hola, Dewayne —dijo Gretchen, y pasó sus largas uñas de color rosa
sobre él, luego le hizo un guiño.
Él solo asintió, y luego hizo un gesto hacia la puerta. —¿Lista? —
preguntó.
Me despedí de Hillary y Gretchen, aunque en ese momento solo quería
fruncirle el ceño a Gretchen. Me hubiera gustado que nunca me haya platicado
sobre ella y Dewayne. Lo seguí afuera. Él abrió la puerta para mí, me subí al
vehículo y me puse el cinturón de seguridad.
Se colocó de su lado y nos encontrábamos en la carretera sin una palabra
de ninguno de los dos. Tenía la esperanza de que esto no fuera un viaje largo y
difícil.
—Imagino que no vas a estar feliz conmigo, pero vas a tener que
superarlo y entender que hago lo mejor para Micah.
Me puse nerviosa. Esto no sonaba bien.
—Mandé tu coche a remolcar hasta el depósito de chatarra, donde debía
estar. Ahora no es más que chatarra vieja. En vista de que lo hice, te debo otro
coche. Voy a reemplazar tu viejo auto con mucho gusto, y aunque ya estás lista
para darme un puñetazo en la cara en este momento, no lo harás porque estoy
conduciendo y porque tú y yo sabemos que Micah necesita un vehículo seguro.
También necesita que su mamá esté en un auto seguro. Lo que conducías era
tan peligroso como fuera posible. Y muy contaminante.
Me quedé mirándolo. Convirtió mi coche en chatarra. Mi único medio de
transporte. El pago de mi coche desapareció. —No puedo creer que hayas
hecho eso —dije, todavía en estado de shock.
—Quiero que Micah y tú estén seguros.
Estábamos a salvo. Bueno, tal vez el coche descomponiéndose por la
noche no era seguro, pero por lo demás, funcionaba muy bien. —No puedo
dejar que me compres un coche —dije, mi voz levantando una muesca de
pánico—. No puedo... Eso no es algo que alguien te compre. Es mi trabajo
suministrar un coche para mí y mi hijo. No tuyo.
Entró en el concesionario de coches de Chevrolet. Realmente haría esto.
No iba a dejarlo. No podía.
—Le compraré a mi sobrino un vehículo seguro. No puedes detenerme.
Puedo comprarle a su madre algo para que lo lleve de manera segura a todas
partes. Alguien tiene que cuidar de ti, de los dos. Soy el tío. Es mi trabajo.
Empuñé mis manos y golpeé los muslos con frustración. —¡No, no lo es!
—Sí, Little Red, lo es. He hecho un poco de investigación sobre buenas
camionetas familiares, y el Tahoe estaba muy bien clasificado. Es seguro, y
poseen uno aquí que tiene dos años y está en muy buenas condiciones. Quiero
que vengas a ver lo que piensas. Si te gusta, entonces es tuyo. Si no, entonces
vamos a ir a los concesionarios todo el maldito día hasta que encuentres algo
que te guste.
—No puedes permitirte esto —argumenté.
Inclinó la cabeza hacia un lado. —Sí, nena, puedo. Ahora mueve el culo
de mi camioneta y ve a mirar ese Tahoe. Van a traerlo ahora.
Bueno. Lo vería. Pero él no iba a comprarlo para mí. Para Micah. Esto era
ridículo.

***
Una hora más tarde conduje mi nuevo Chevy Tahoe y quedé totalmente
enamorada. Tenía todo. Incluso un techo corredizo. La radio funcionaba y tenía
calentadores de asiento. Micah iba a estar vertiginoso de emoción por la
televisión que se desplegaba desde el techo.
Cuando por fin cedí y admití amar la Tahoe, Dewayne sonrió como un
niñito en la mañana de Navidad. Estaba feliz por ello. No tenía sentido cómo se
sentía feliz por gastar este tipo de dinero en alguien. A mí me estresaba el
precio, pero me aseguró que tenía el dinero y podía pagar en efectivo. Que
quería hacer esto.
Los papeles de propiedad me serían enviados con mi nombre en unas
pocas semanas. Sería dueña de este Tahoe. Podría conducirlo al menos durante
los próximos diez años. Tuve ganas de llorar del alivio. Yo tenía una casa y un
coche seguro y fiable. Me hizo sentir modesta. Nunca esperé esto. Nunca.
Miré por el espejo retrovisor y vi como Dewayne giró a la izquierda ante
la luz roja, y se dirigió a donde sea que vivía. Nunca había visto su casa.
Dudaba que lo hiciera a menos que Micah fuera allí a visitarlo.
La idea me puso triste. Quería saber cómo lucía la casa de Dewayne.
Quería ver su mundo. Su vida. Pero nunca iba a conseguir ese privilegio. Se
aseguró de que entendí eso.
Entré en mi camino de entrada, y la puerta principal se abrió cuando
Micah salió corriendo con una enorme sonrisa. Tabby se puso de pie en mi
puerta, sonriendo. Dewayne debe haber llamado.
Abrí la puerta, y Micah dio un salto a mis brazos. —¿Dewayne nos
compró esto? ¿De verdad? ¡Es impresionante!
Asentí y parpadeé para alejar las lágrimas en los ojos. Fue impresionante.
—Incluso tiene televisión —le dije, dejando que entre para
inspeccionarlo.
Tabby se acercó, secándose las lágrimas y sonriendo. —Es un buen
hombre. Simplemente no se da cuenta. Duda de sí mismo, pero mi chico es de
los mejores. Siempre ha tenido un corazón de oro. Solo tiene que despertarse y
verlo.
—Es demasiado. No puedo creer que comprara esto. Estoy asombrada, y
me siento culpable por dejar que lo haga —admití.
Rió. —Chica, no tenías otra opción. Una vez que Dewayne decide que
quiere hacer algo, entonces así será. Él lo va a hacer. Y quería que tú y Micah
tengan un vehículo seguro. Además, si hubiese visto lo entretenido que estaba
Micah al revisarlo, podría ir a comprar otro.
Tenía razón. Dewayne era un buen hombre. Mucho mejor de lo que se
creía. ¿Era posible que él necesitara a alguien que le muestre que era especial?
¿Era eso? Ninguna mujer intentó hacerle ver lo maravilloso que era por dentro.
¿Podría yo hacerlo?
Dewayne
Había terminado de cargar mi lavaplatos y me dirigía a la ducha cuando
un golpe en la puerta me detuvo. Di media vuelta y fui a abrir. Sienna se
encontraba parada allí con una caja de pastel y una sonrisa nerviosa. No me
esperaba verla en mi puerta.
—Hola. Uh, Micah y yo te hicimos algo. Le encantó la Tahoe. Tuve que
obligarlo a salir de allí. Quería quedarse a ver una película esta noche.
Eso me hizo sonreír. Tendríamos que hacer un viaje por la carretera
pronto para que pudiera ver su película. —Me alegra que lo apruebe —dije,
luego di un paso atrás para dejarla entrar.
Miró a su alrededor, y pude ver la sorpresa en su cara de que estuviera
limpio. No me llevaba bien con el desastre. Me gustaban mis cosas guardadas.
Era una de las razones por las que no tenía compañeros. Me harté de ello, ya
que lo intenté una vez y un día casi tiré a Preston por la ventana hacia el
estacionamiento.
—Tu madre le dijo a Micah que te gusta el chocolate. Así que te
preparamos un pastel de chocolate. La guinda fue el trabajo de Micah, por lo
que es creativo —dijo.
Tomé la caja de sus manos y me dirigí hacia la cocina. —Ven —le dije.
Debía dejar abajo la torta y decidir si me gustaba tenerla en mi espacio.
La había imaginado aquí antes, pero entonces, esas fantasías normalmente se
llevaban a cabo con ella desnuda en mi cama o ducha. Una vez incluso, había
estado inclinada sobre mi sofá.
—Eres muy limpio. Creo que no me lo esperaba —dijo, mirando a su
alrededor.
Me encogí de hombros. —No me gustan las cosas desordenadas. Nunca
me gustaron. Bueno, algunas cosas que llevan a ensuciarse sí me gustan. —No
debería haber ido allí. No con ella aquí en mi casa. Quería cosas, y pensar en
hacer cosas sucias con ella era demasiado tentador.
—Oh —dijo, ruborizada, y apartó la mirada. El color rosa en sus mejillas
siempre fue una de mis cosas favoritas para la vista. Eso y su sonrisa. Sus ojos
siempre brillaban de una manera que podría hacer que todo lo demás esté
bien—. Cuando me miras así, me haces olvidar que lo que deseas es follarme
una vez y nada más. —Sus palabras salieron de la nada, y escucharla decir
“follar”‖no‖me‖ayudó.
—Es difícil no mirarte —admití—. Siempre ha sido así.
Sienna dejó escapar una risa nerviosa. —Bueno, para mí también siempre
ha sido difícil no mirarte. Así que supongo que los dos tenemos un problema. Si
dormimos juntos, quiero más de lo mismo. Una vez nunca sería suficiente. Un
beso no fue suficiente. No creo que alguna vez pudiera ser suficiente.
¿Qué‖demonios…?
Sienna se estaba exponiendo. ¿Por qué? Yo le había dicho que no podía
ser lo que quisiera. Traté de mantenerla a cierta distancia, ¿así que por qué iba a
entrar en mi apartamento y decirme que nunca podría tener suficiente de mí?
Eso fue valiente. Increíblemente. Ya era hora de que yo admita la verdad
también.
—Si me das una idea de lo que se siente estar dentro de ti, no voy a ser
capaz de detenerme. Nunca. He sido adicto a ti desde que tenía diecisiete años.
Luché con ello porque eras de mi hermano. Luego, porque no era digno de ti. Es
mi culpa que chocara su coche con el árbol esa noche. Yo le había amenazado, él
estaba borracho y salió huyendo.
No podía decirle el resto. Que me enojé porque dejó embarazada a
Kimmy y estuvo engañando a Sienna durante más de un año. No quería que
ella supiera eso. Nunca.
—Dustin cometió sus propios errores —respondió—. Él eligió beber e
irse de fiesta, y eligió conducir su coche cuando no debió hacerlo. Le rogué que
no bebiera, pero siempre se reía, diciendo que solo la pasaba bien y no le hacía
daño a nadie. Me permití creerle. Pero al final Dustin tomó la decisión
imprudente que le quitó la vida. Se perdió el conocer a nuestro hijo. Se perdió
su futuro como una estrella. Perdió tanto. Pero no fue culpa de nadie más que
él. Me culpé por tanto tiempo, pero ahora sé que él tomó esa decisión. Yo no. Y
tú tampoco.
Nadie me dijo eso. Yo sabía que era cierto, pero nadie nunca me dijo esas
palabras. Aun así, sabía que lo que le dije a Dustin lo envió corriendo a Sienna
en estado de pánico. Le preocupaba que fuera a decirle lo que hizo. Él quería
detenerme. Nunca imaginé que iba a ponerse al volante.
—Le amaba. Lo echo de menos cada maldito día —dije, agarrando el
borde de la encimera. Nunca hablaba de Dustin así. Dolía demasiado.
—Yo también le amaba. Era mi mejor amigo. Me dio el regalo más
grande en la tierra antes de abandonarme. Tengo a Micah.
Quería que sus recuerdos de Dustin permanezcan intactos. Le debía
tanto a mi hermano. Porque ya no permanecía lejos de ella nunca más. Ella
tenía razón, Dustin tomó sus propias decisiones, y no apreció lo que tenía. Ojalá
lo hubiera hecho. Yo había estado cuidándola desde lejos durante tanto maldito
tiempo.
—Quédate. Come un poco de torta conmigo —le dije, ya que no quería
que se fuera—. ¿Dónde está Micah?
—Con tus padres —respondió.
—¿Puedes quedarte a pasar la noche?
Sus ojos se ensancharon, y tomó una respiración honda. Luego asintió. —
Sí.
Me alejé del mostrador. —Sienna.
—Sí —respondió casi sin aliento mientras yo cerraba el espacio entre
nosotros.
—¿Podemos comer la torta más tarde? ¿Mucho más tarde? ¿Como, por
ejemplo, para el desayuno?
Asintió de nuevo antes de que mi boca capturara la suya.
Sienna
Él estaba en todas partes a la vez. La cabeza me daba vueltas, y si no me
hubiera apoyado contra la pared, habría estado desparramada en el suelo. Era
abrumador y emocionante.
Dewayne chupó mi labio inferior antes de dejar besos a través de mi
mandíbula, luego pasó a torturar detrás de mi oreja. —Quise hacer esto durante
tanto tiempo —susurró contra mi piel—. En este lugar. Por todas partes.
Mierda, Sienna, no sé si puedo ir lento. Lo deseo tanto, pero en este momento
solo quiero estar dentro de ti.
Quería a Dewayne de cualquier manera que pudiera tenerlo. Saber que él
quería más conmigo que una noche y que quería esto me hizo estar dispuesta a
conceder todos sus deseos. —Tenemos toda la noche —le dije.
Luego fui recogida, y envolví las piernas alrededor de su cintura
mientras me llevaba a través de una puerta a un lado de la cocina, directamente
a una cama extra grande en el medio de la habitación. —Desnuda y en mi cama.
Deseo eso. Ahora —dijo, quitándose la camisa y arrojándola lejos. Tomó mi
camisa, y elevé las manos para dejar voluntariamente que me la quite. Sus ojos
parecían estar en llamas cuando me observó en mi sujetador.
—Quítatelo. Quiero ver —dijo, sin apartar la vista de mi pecho.
Desenganché el broche y dejé que mi sujetador caiga hacia delante.
Entonces lo quité por mis brazos y lo moví a un lado. No importa donde
terminó. Solo me importaba el aspecto de hambre en la cara de Dewayne, y
saber que era yo lo que miraba así.
Sonó‖ como‖ si‖ hubiese‖ murmurado‖ algo‖ así‖ como‖ “tetas‖ m{gicas”,‖ pero‖
no me hallaba segura de haberle oído bien. Tenía las manos en la cintura de mis
pantalones cortos, tirándolos hacia abajo, por lo que todos los pensamientos de
su murmullo me abandonaron. Yo solo había estado completamente desnuda
con un hombre, y él fue un chiquillo. Tampoco nunca se había tomado su
tiempo conmigo así. Ni me miró como si estuviera asombrado.
Dewayne se arrodilló frente a mí y abrió mis piernas. Aspiré una
bocanada de aire mientras besaba mi rodilla y me miró con los ojos entornados.
—Me encantan estos rizos rojos. Tan condenadamente caliente.
Oh Dios.
—Échate hacia atrás, Sienna. Y mantén estas piernas abiertas para mí —
dijo mientras se levantó y bajó la cremallera de los pantalones vaqueros. Quería
verlo bajar esos pantalones vaqueros, pero hice lo que me pidió, tratando de
verlo a la vez. Había fantaseado sobre todo esto durante mucho tiempo.
—Voy a tener que probarte primero. Quiero estar dentro de ti, bebé, pero
tengo que besar esto —dijo mientras su mano me tomaba entre las piernas. Me
encontraba expuesta, y debería haberme sentido vulnerable. Pero era Dewayne.
Se sentía bien. Fue emocionante.
Se dejó caer de rodillas y levantó mi pie derecho, luego lo besó antes de
poner la pierna por encima del hombro. Luego hizo lo mismo con el izquierdo.
El calor de su aliento estaba tan cerca que me estremecí.
—Hueles como la maldita tienda de dulces —dijo poco antes de que su
lengua se deslizara en mi contra. La sensación fue increíble. Grité y tanteé algo.
Terminé con puñados de la manta debajo de mí.
Con cada golpe de su lengua mi cuerpo se sacudió, y los temblores de
placer me recorrieron.
—Dewayne —gemí cuando la intensidad llegó a ser demasiado. Estaba
tan cerca de algo que solo había tenido conmigo misma, sola en mi habitación.
—¿Estás cerca? —preguntó, levantando la cabeza. Su lengua salió para
lamerse los labios, y nada en mi vida nunca había sido tan atractivo como este
hombre.
—Sí —le respondí, sin aliento.
Inclinó la cabeza, y luego dio un beso en el punto sensible que siempre
necesitaba la mayor atención, y yo gemí, incapaz de mantener silencio. Todo
esto fue más de lo que hubiera esperado.
Luego se puso de pie, y el cuerpo sólido y musculoso cubierto de tatuajes
coloridos estaba allí expuesto. Estaba tan cerca de un orgasmo que verlo así casi
me envió por encima del borde. Cada línea dura de su cuerpo era hermosa.
Quería tocarlo por todas partes. Entonces mis ojos cayeron y se abrieron con
pánico repentino. No era experta en el tamaño de un pene ya que solo había
estado con un chico de dieciséis años, pero ese era grande. Tal vez demasiado
grande. El sexo siempre fue incómodo con Dustin, y a veces dolía. Dijo que fue
porque él era demasiado grande y yo,‖demasiado‖estrecha,‖pero‖eso…‖Oh‖no.
—Por mucho que me gustaría que mires, no me siento muy paciente en
este momento —dijo antes de ponerse por encima de mí—. Dios, eres perfecta
—dijo, y luego besó la punta de uno de mis pechos.
Él no iba a pensar que era perfecta cuando no encajara dentro de mí. O
cuando yo estuviera gritando de dolor y pidiendo que se detenga. Esto era lo
que había deseado durante tanto tiempo, y ahora seguramente no iba a pasar.
Me tensé y cerré los ojos, rezando para que no me avergonzara a mí misma e
hiciera‖algo‖como‖llorar.‖Si‖tan‖solo‖pudiera‖soportar‖el‖dolor…‖Haría‖cualquier‖
cosa por Dewayne. Solo esperaba que pudiera hacerlo en silencio.
—¿Sienna? —La voz de Dewayne sonaba preocupada. Por supuesto que
sí. Yo actuaba como una idiota y él ni siquiera había intentado meterse dentro
de mí todavía.
Abrí los ojos y lo miré. Lo lamentaba tanto. Yo quería esto. A él. Pero el
dolor. Había sido malo al principio con Dustin, y sabía que una vez que un
hombre se pusiera en marcha no podía parar solo porque uno estuviera
llorando de dolor. Él tenía que terminar.
—¿Qué pasa, cariño? —dijo mientras me apartaba el pelo de la cara con
el pulgar, y luego lo pasó por mi labio inferior. Era tan dulce. ¿Quién habría
pensado que Dewayne Falco podía ser tan dulce?
—Siempre‖ duele…‖ antes.‖ Siempre.‖ Y‖eres‖ m{s‖ grande…‖ —Dios, odiaba
esto. Recordarle que dormí con su hermano más joven mataba el estado de
ánimo.
Frunció el ceño. —Debe haber dolido solamente un poco la primera vez.
Tenía que explicar esto. Tan humillante como era, tenía que decirle. —
Yo,‖eh…‖Siempre‖duele.‖Nunca‖lo‖disfruté.‖—Ya. Lo admití.
Dewayne cerró los ojos y dejó escapar un silbido entre dientes. Cuando
los abrió, fijó su mirada con la mía. —Esto no te hará daño. Lo juro, Sienna, va a
sentirse bien, bebé. Voy a asegurarme de que veas las estrellas.
Casi lo creía. Con esa mirada fiera en sus ojos, era fácil creerle. Pero el
hecho era que él era mucho más grande de lo que Dustin había sido. —Pero no
he tenido sexo en mucho tiempo. Yo estaba estrecha entonces. —También había
tenido un niño, pero eso fue hace cinco años, por lo que cualquier estiramiento
que provocó fue más que probable que todo haya desaparecido ahora.
Dewayne bajó la cabeza hasta que sus labios rozaron mi oreja. —Estás
estrecha ahora. Pero también, tan jodidamente húmeda y lista —dijo en un
susurro, al tiempo que su dedo acarició el calor blando entre mis piernas.
Jadeé y Dewayne rió. —Eso es, nena. Déjame cuidarte. Nunca voy a
hacerte daño. De ninguna manera. Lo juro.
Incluso si dolía, lo soportaría. Este era Dewayne. Lo quería. En lo más
profundo siempre había querido a Dewayne.
Se inclinó hacia arriba, y lo vi agarrar un pequeño envoltorio de
aluminio, que abrió con los dientes. A continuación, el condón fue enrollado. Si
no estuviera tan asustada del sexo, pude haberlo apreciado más.
Luego se puso sobre mí de nuevo, y sus labios encontraron los míos. El
deslizamiento suave de su lengua mientras tomaba lo que quería alivió mi
temor justo antes de sentir a su punta empujar mi entrada. —Tranquila, bebé.
Voy a ser suave. Pero debes relajarte —dijo con voz ronca y tensa mientras
metía la cabeza en la curva de mi cuello.
Poco a poco se introdujo dentro de mí. Con cada centímetro que me llenó
no hubo dolor, solo placer. Tal vez ya no estaba tan apretada. Eso esperaba.
—¿Estás bien? —me preguntó, sosteniéndose a sí mismo por encima de
mí. Sonreí aliviada y asentí.
Nuestras miradas se encontraron mientras se introdujo más y levanté las
caderas para tomarlo. El estiramiento se sentía bien y la plenitud fue increíble.
Pero‖ m{s‖ que‖eso…‖ esto‖ se‖sentía‖ bien.‖ Lo‖ sabía‖ ahora.‖ Lo‖ que‖ había‖ ido‖ mal‖
todos esos años atrás; no había sido Dustin quien reclamó mi corazón. Solo le
quería como si fuera un amigo. Él era lo que yo conocía.
Dewayne, sin embargo, me hizo sentir cosas que nadie logró antes. Había
sido demasiado joven para comprenderlo en ese momento, pero ahora todo era
muy claro. Este era el chico Falco con el que siempre estuve destinada a estar.
—Sienna, tienes que dejar de mover ese culo dulce, nena. Este es el
maldito coño más apretado del mundo, y todo lo que quiero hacer es moverme
duro y rápido. Pero estoy tomando las cosas con calma. Ayúdame a tomar las
cosas con calma.
Quería moverse, pero no lo hizo. Estaba siendo suave. No sabía que los
hombres podían ir poco a poco. Con esa comprensión, Dewayne tomó otro
pedacito de mi corazón. Yo quería protegerme de hacerme daño, pero confiaba
en Dewayne. Confiaba más de lo que jamás confié en alguien. Además, no me
hallaba segura de que no haya tomado mi corazón hace años sin devolución. Ya
no quedaba mucho de mí para proteger.
—Se siente bien. No duele nada. Te deseo —le aseguré.
Con ese pequeño estímulo, se hundió en mí por completo y dejó escapar
un gemido de placer. —Por Dios, mujer, sí que me aprietas, joder.
Sintiéndome valiente, envolví las piernas a su alrededor y me arqueé en
su contra.
Con su cuerpo, que se hallaba destinado a ser apreciado por la perfección
esculpida que era, Dewayne se mantenía por encima de mí mientras comenzaba
a mecerse dentro y fuera. Puse las manos alrededor de sus grandes bíceps y me
aferré. Cada vez que se hundía plenamente dentro de mí, tocaba algo que
enviaba tales chispas por los choques intensos a través de mi cuerpo que quería
rogarle que vaya más rápido. Deseaba esa sensación.
Hubo gemidos y ruegos que me hallaba segura venían de mí. Después de
la cuarta vez que rozó ese lugar especial dentro de mí, me volví tan loca de
necesidad que ya no sabía lo que decía. No quería que se detuviera nunca.
La explosión de sensaciones que invadió mi cuerpo me sorprendió. Todo
lo que podía hacer era aferrarme a Dewayne mientras gritaba su nombre.
Confiando en que no me dejara ir, caí en la dicha desconocida sin miedo.
A lo lejos oí su grito, y su cuerpo se tensó sobre el mío. Me envolví con
más fuerza a su alrededor a medida que caía encima de mí. La capacidad de
moverme ya me había sido quitada. Una gloria suave y perezosa me envolvió, y
quería compartirla con Dewayne en mis brazos.
—Maldito coño mágico —susurró al mismo tiempo que su frente caía a
mi clavícula. Su respiración era dificultosa mientras jadeaba y se estremecía—.
Mierda —dijo, y luego me dio un beso en el hombro.
Una risita se construyó dentro de mí, y ni siquiera traté de contenerla.
Era feliz. Muy feliz.
Dewayne levantó la cabeza y me sonrió. —¿Por qué te ríes, Little Red?
Apreté los labios para controlar la risa. —Le‖dijiste‖a‖mi,‖eh…‖ya‖sabes…‖
mágico.
Una sonrisa tocó su boca, y no quería nada más que besar esos llenos
labios rojos. —Es mágico. Lo que significa que te encuentras atascada conmigo.
Nunca pensé que encontraría un coño mágico. Nunca lo quise, pero maldición,
ahora sí. Tengo la intención de conservarte.
Quería ser conservada, pero realmente solo lo quería con Dewayne.
Toqué sus labios con los dedos, metió uno en su boca y lo chupó. El
fuego dentro de mí comenzó a avivarse de nuevo mientras veía su boca sobre
mi piel. Lo dejó escapar. —Debo asegurarme de que te encuentres bien.
Revisarte personalmente y ver si todo se siente bien y no te hice daño. Luego,
puedo hacer un desastre contigo de nuevo.
No me hizo daño, pero me gustaba la idea de que se asegurara, y
quisiera ensuciarse de nuevo. —¿Tengo que limpiarme primero? —Quería
hacer un desastre de nuevo ahora.
Se rio. —Coño mágico y necesitado. Mierda, tuve suerte. Pero sí, primero
tengo que cuidar de lo que es mío. Voy a limpiarte muy bien. Pero no te
preocupes. Tengo la intención de hacerte gritar mi nombre al menos una vez,
quizá dos veces, en la ducha.
Mis ojos se abrieron y me retorcí debajo de él. Nunca antes tomé una
ducha con alguien. La idea me excitó. —Bueno. Vamos a limpiarnos.
Dewayne
Me apoyé en el marco de la puerta del dormitorio, con un plato de pastel
de chocolate en la mano mientras miraba a Sienna dormir acurrucada en medio
de la cama. Se veía tan pequeña allí sola. No tuve la intención de dejarla allí
mucho tiempo, pero sabía que necesitaba más horas de sueño. La desperté tres
veces anoche, incapaz de mantener las manos lejos de ella.
Mi necesidad de mantenerla a salvo y protegida acababa de encontrar un
nivel totalmente nuevo de posesividad. No era solo la madre de Micah, era mi
mujer. Mía. No quería que durmiera sin mí. No quería que se despertara sin mí.
No quería que se bañara sin mí.
Existía una buena jodida posibilidad de que estuviera completamente
obsesionado con Sienna. No me obsesiono con cualquier cosa. Nunca. Pero
Sienna era diferente. Siempre fue diferente. Encontró algo dentro de mí y lo
trajo a la vida cuando éramos niños. Después de años de luchar contra ello para
olvidarla, cedí y me permití sentir. Y sentí jodidamente mucho. Más de lo que
creía posible.
La mirada que mi papá le daba a mi mamá cuando entraba en una
habitación ahora tenía completo sentido para mí. Cuando Preston mantenía a
Amanda enganchada a su lado como si no pudiera respirar sin ella, y Cage le
gruñía a cualquier hombre que pensaba miraba demasiado tiempo a Eva,
entendía eso. Jodida y completamente lo entendía.
Diablos, ya me encontraba muy, muy seguro de que iba a ser mucho
peor que cualquiera de ellos. Incluso Krit y su incapacidad para cantar en el
escenario‖sin‖tener‖a‖Blythe‖cerca…‖eso‖tenía‖sentido‖para‖mí.
—¿Vas a comer todo eso tú solo? —preguntó, y levanté la vista de sus
piernas largas y sedosas para ver sus ojos a medio abrir mientras me miraba.
—Voy a alimentar a la mujer sensual en mi cama —le dije. Me alejé de mi
posición contra el marco de la puerta y me acerqué a la cama para sentarme a su
lado.
Se movió para sentarse y la sábana cayó, dejando libre el más asombroso
conjunto de tetas en el mundo. Mierda. Esas eran mías.
—Esas no tienen hambre. Yo sí —bromeó mientras volvía a elevar la
sábana para cubrirse.
Quité la mirada de su pecho y la coloqué en su rostro. La somnolienta
sonrisa en sus labios y los párpados caídos hacían difícil el pensar en darle de
comer. Quería estar en su interior. De nuevo.
—Abre —le dije, y tomé un bocado de pastel y lo metí en su bonita boca
rosada—. Pensaba mientras dormías que sería divertido frotar este glaseado en
varias partes de tu cuerpo y lamerlo. Opino que podríamos intentarlo más
adelante.
Agachó la cabeza, pero vi la sonrisa en su rostro. Se acercó más a mí
hasta que su frente presionó mi brazo. Cuando volvió a mirarme, tenía un brillo
malicioso en los ojos. —Solo si puedo ponerte un poco a ti y lamerlo.
—Cada vez que desees lamerme, nena, dilo y es tuyo. No me importa
dónde estamos. Si hay una posibilidad de que pueda tener esa boca sobre mí,
entonces lo quiero. Siempre lo querré.
Bajó la mirada a mi regazo, y mi polla ya semierecta pasó a totalmente
erecta. Estiré la mano, tomé su rostro y lo incliné de modo que sus ojos miraran
a los míos. —Esto entre tú y yo. Es real. De nadie más. Me tienes. Solo nosotros.
No voy a dejarte ir, Sienna. He esperado demasiado maldito tiempo, y ahora
que por fin te tengo, es seguro que no voy a dejarte.
No respondió al principio, pero pude ver las preguntas en sus ojos. Vino
aquí para traerme un pastel y decirme lo que sentía por mí. Entonces pasé de
eso a una relación exclusiva durante la noche. Literalmente.
—Dijiste que no tenías relaciones —dijo, casi en un susurro.
—No las tengo. Nunca lo hice. Nunca he querido. Pero nunca te tuve.
Siempre pensé que nunca encontraría esto. No lo buscaba. Pero ahora que lo
tengo, no voy a dejarlo ir. Voy a hacer lo que sea necesario con el fin de
mantenerte feliz.
Sus grandes ojos se llenaron de lágrimas y parpadeó, mojando sus largas
pestañas. —Entonces existe un nosotros —dijo con una dulce sonrisa que hizo
algo extraño con mi corazón.
—Te lo advierto, no voy a ser fácil de tratar. Te quiero a mi lado. En mi
cama. No te quiero lejos de mí. No quiero hacer esa mierda de darnos espacio.
Voy a invadir tu espacio cada jodida vez que pueda.
Se rió y se inclinó para sumergir su dedo en el glaseado. —Mmm…‖
Dewayne Falco no quiere estar lejos de mí. Quiere estar en mi espacio. Supongo
que podría haber cosas peores en la vida que eso —dijo en un tono serio—. Si
estás en mi espacio, entonces, voy a tener más oportunidades de hacer cosas
como esta. —Levantó su dedo y sonrió—. Bájate esos pantalones —ordenó.
Hice lo que indicó y me apoderé de las mantas a mi lado mientras Sienna
cubría la cabeza de mi polla con el glaseado. Mi respiración salía cada vez más
rápida mientras se tomaba su tiempo. Mi paciencia se hallaba a punto de
romperse cuando bajó la cabeza y su lengua salió a lamer la punta con una
caricia burlona.
—Mmm —gimió.
Quería que se divierta, pero yo me encontraba tan cerca de rogar, que no
era gracioso. Después de tres lamidas más, su boca se abrió y se deslizó sobre
mí. El rugido de triunfo que salió de mí solo la animó más. Succionó y comenzó
a deslizar su boca arriba y abajo por mi longitud.
Moví su cabello hacia atrás para ver su boca tomarme profundamente.
—Tan jodidamente preciosa —dije mientras me miraba.
Supe en ese momento que si esta mujer me pedía que caminara sobre
agua, iba a hallar una maldita manera.
Sienna
Dewayne acordó quedarse en casa de sus padres mientras yo hablaba
con Micah esta mañana. Quiso estar allí conmigo, pero durante cinco años
fuimos solo Micah y yo. Nadie más tuvo mi atención. Solo Micah. No dudaba
de que le encantaría tener a Dewayne en nuestras vidas más de lo actual, pero
también quería asegurarme de que se sintiera seguro en donde se encontraba.
Micah habló de su noche todo el paseo desde la casa Falco a la nuestra.
Al parecer, Dave vio no una, sino dos de las películas de La Guerra de las
Galaxias con Micah. Y comieron palomitas de maíz y galletas. Mamá T dijo que
podría poner una piscina en el patio trasero cuando Micah le dijo que le gustaba
nadar. Dave y ella iban a buscar una manera. Esos dos iban a malcriar a mi hijo,
y me encantaba.
El niño de cinco años no se dio cuenta de la sonrisa tonta en mi rosto.
Pero sabía que se hallaba allí. No podía dejar de pensar en la noche anterior y
en esta mañana. Dewayne era todo lo que soñé y más. Me hallaba dispuesta a
darle todo.
—El tío Dewayne dijo que me vería en un rato. ¿Va a venir a jugar
conmigo hoy? —preguntó con esperanza. Eso era algo bueno. Micah quería
cerca a su tío. Dewayne no sería alguien que a Micah le causara preocupación
por alejarme. Encajaba perfectamente en nuestras vidas.
—Sí. Si dice que va a venir, entonces va a estar aquí. Puedes confiar en
que el tío Dewayne va a hacer lo que dice que hará. Te ama.
Micah sonrió. Le gustaba sentirse amado. Siempre tuvo mi amor, pero
este amor extra era algo que absorbía como una esponja.
—En realidad, quería hablar contigo acerca de tío Dewayne antes de que
se pase por aquí —le dije mientras entrábamos a la casa.
—¿Acerca de qué?
Lo llevé al sofá y lo tiré a mi regazo. —Eres mi prioridad. Lo sabes,
¿verdad?
Asintió.
—Y amas a tu tío Dewayne tanto como él te ama.
Asintió de nuevo.
—Bueno, yo también amo al tío Dewayne. —¿Era así? Le amaba. Sí. Oh
vaya. Sí.
Micah sonrió. —Porque es de la familia.
Oh, oh. Me olvidé de esa conversación. Tenía que explicar esto. —Bueno,
en realidad, el tío Dewayne es familia de tu padre. No es exactamente de la mía.
Pero es de tu familia, así que también lo considero de la mía.
Arrugó la nariz. —¿Así que no tenemos la misma familia?
Esto es lo que me pasaba por mentirle al niño. No iba a volver a hacer
esto. Lección aprendida.
—No,‖sí‖la‖tenemos…‖Es‖que‖tú‖eres‖pariente‖del‖tío‖Dewayne.‖Yo‖no.‖Es‖
hermano de tu padre, pero no es pariente mío. No me casé con tu papá. Nunca
tuvimos la oportunidad de hacer eso. ¿Recuerdas? Te lo expliqué.
Asintió, pero su nariz seguía arrugada. —De acuerdo, ¿así que el tío
Dewayne puede llevarte a una cita?
Con un suspiro de alivio, asentí. —Sí. Puede. Y quiere, pero queremos
saber si te parece bien.
Sonrió y soltó un gritito.
—Lo tomo como un sí.
Asintió vigorosamente. —¿Puede quedarse a dormir en mi habitación?
Oh, Dios.
—Bueno, estará aquí más a menudo. Quiere pasar más tiempo con
nosotros. Pero si se queda a dormir, tu cama no es lo suficientemente grande. El
tío Dewayne es un tipo grande.
La expresión de Micah se puso muy seria. —Tenemos que conseguir una
cama grande para que pueda quedarse a dormir.
De acuerdo, esto se descarrilaba. En este momento, era necesario
centrarnos en el tema de Dewayne pasando más tiempo con nosotros. No en las
pijamadas.
Micah bajó de un salto, se acercó a la puerta y se asomó fuera. —
¿Cuándo va a venir?
—Tan pronto como le envíe un mensaje de texto y le diga que te
encuentras listo.
Corrió hacia su habitación. —Envíaselo. Voy a buscar mi pelota de
fútbol.
Eso fue demasiado fácil.
Saqué mi teléfono del bolsillo y rápidamente le envié un texto a
Dewayne para decirle que Micah y su pelota de fútbol lo esperaban.
Ni siquiera bajé mi teléfono cuando la puerta principal de los Falco se
abrió y Dewayne salió. Debe de haber estado esperando ansiosamente ese
mensaje de texto. Era tan grande y rudo, pero el niño en su interior que nunca
dejaba ver a los demás era mío.
—Parece que está en camino —exclamé a Micah.
Llegó corriendo alrededor de la esquina con su pelota bajo el brazo.
—Vamos a jugar a la pelota —me dijo antes de dejar que la puerta
mosquitera se cerrara de golpe detrás de él.
Me acerqué a la puerta y vi como Micah corrió directamente hacia
Dewayne y levantó la pelota de fútbol. La sonrisa en el rostro de Dewayne
mientras miraba a mi hijo hizo que estuviera bien todo lo que iba mal.
Sus ojos se alzaron y me encontraron, y luego me hizo un guiño antes de
mirar a Micah.
Me quedé allí y los vi tirar la pelota de un lado a otro. Dewayne le
mostró cómo mejorar su lanzamiento, y vi como Micah trabajó duro para
hacerlo bien. Finalmente me permití aceptar algo con lo que estuve luchando
desde que tenía catorce años. Siempre amé a Dewayne. Siempre fue él. Dustin
fue mi mejor‖amigo‖y‖yo‖la‖suya.‖Pero‖mi‖corazón…‖Dewayne‖lo‖robó‖delante‖
de un casillero en mi primer día de escuela secundaria.
Hace seis años…
Sienna
No me dejaron salir de mi habitación desde la visita al médico. Estuve
vomitando tanto dos mañanas seguidas que mi madre me llevó al médico.
Pensó que tenía un virus estomacal.
Pero fuimos sorprendidas cuando el médico nos informó que me
encontraba embarazada. No enferma. Embarazada.
Mi madre no me habló en todo el camino a casa, y después me envió a mi
habitación y me ordenó que permaneciera allí. Mi padre nunca vino a verme.
Mamá apareció con la comida en mi puerta tres veces al día. Incluso tuve que
abrir la puerta y pedir permiso para ir al baño.
Sabía que se encontraban molestos. Me sentía aterrada. Dustin se había
ido, y yo no tenía a nadie a quien decirle. Nadie con quien compartirlo, y ahora
mis padres me dejaban de lado. Eso me asustó más que nada. Lo único de lo
que podía estar segura era de que este bebé se hallaba a salvo. Mi padre era
demasiado religioso como para hacerme abortar. Por una vez agradecía sus
estrictas creencias.
Pero tenía preguntas, y no tenía a nadie para hacérselas. Mi madre se
negaba a hablar conmigo cuando me traía mis comidas. No tenía un teléfono en
mi habitación, y nadie se pasó a verme. Eso no era demasiado sorprendente.
Los amigos de Dustin me aceptaron, pero en realidad nunca fueron mis amigos.
Así que me quedé aquí, en mi asiento de la ventana y vi el mundo
exterior. Vi a la gente que visitaba a los Falco. Seguían llevándoles alimentos.
Era lo que hacíamos aquí en el Sur. Si alguien moría, se le llevaba comida a su
familia. Nunca entendí eso. No fui capaz de comer durante varios días después
de la muerte de Dustin. Solo lloré y dormí. Eso era todo lo que pude hacer.
En su funeral, la poca fuerza que tenía para no perder la calma se fue al
segundo en que vi los hombros caídos de Dewayne Falco sacudiéndose con
dureza por el llanto. Ni siquiera imaginaba que pudiera llorar. Era tan rudo e
imponente Pero en ese momento, al verlo roto, perdí la calma de nuevo. Odiaba
verlo con tanto dolor. Amaba a su hermano, y Dustin lo adoraba.
En la noche, cada vez que cerraba los ojos, me perseguía la imagen de
Dewayne sollozando sobre la tumba de su hermano. Quise abrazarlo a pesar de
que sabía que no lo aceptaría. Nadie podía consolarlo. Nadie podría traer a
Dustin de vuelta.
Todos lo perdimos.
Incluyendo la pequeña vida dentro de mí.
Me toqué el estómago delicadamente, cerré los ojos, y soñé con el niño
dentro de mí. ¿Cómo luciría? Me preguntaba si tendría la sonrisa o el encanto
de su padre. Si crecería como un Falco o un Roy. Si los Falco aceptarían a este
bebé. Sabía que mis padres se encontraban molestos, pero seguramente Tabby
amaría a este bebé.
Abrí los ojos justo cuando Dewayne cruzaba la calle en dirección a mi
casa. Rápidamente retrocedí detrás de las cortinas y vi cuando subió a mi
pórtico. Sonó el timbre, y corrí hacia la puerta de mi habitación para abrirla y
poder escucharlo. ¿Por qué se hallaba aquí? No lo vi salir mucho de la casa de
sus padres en las últimas semanas.
—Hola, Dewayne —dijo mi madre con un tono más suave del que
esperaba. Al menos respetaba el hecho de que perdió a su hermano. No tenía
que enojarse con Dewayne porque yo me encontraba embarazada. Me alegraba
que papá estuviera en el trabajo
—¿Se encuentra Sienna aquí? —preguntó.
Se hallaba aquí para verme. Alguien con quien hablar. Otra persona que
estaba lastimada y pérdida sin Dustin. Alguien en quien confiaba por encima de
cualquier otra persona.
—No. No, ya no se encuentra‖aquí.‖Ha‖sido‖enviada‖a‖una…‖instalación‖
en el norte. Tenía problemas lidiando con todo esto, y no se hallaba bien
emocionalmente.
¿Qué?
—Oh.‖Eh,‖no‖noté‖que‖se‖marchó.‖Yo…‖¿Cu{ndo‖vuelve?
—No sé. No en el corto plazo —respondió mi madre.
¿Qué? ¿Era en serio? Me encontraba justo aquí en mi habitación, como
desde hace una semana. ¿En verdad planeaba mantenerme encerrada así? ¿Esto
no era ilegal? Tenía que ver al doctor en algún momento.
—¿Hay algún número al que pueda llamarla?
—No. No se puede comunicar con nadie. Eso la molesta. Hablar contigo
la alteraría. Necesita tiempo y medicación.
¡Santa mierda! Mi mamá me hacía lucir como una loca.
—Bueno, cuando esté lista para hablar con alguien, ¿le podría decir que
me llame? Puedo dejarle mi número. Me gustaría saber cómo se encuentra. Ver
si le va bien. No quiero que piense que no nos importa. Sabemos que lo perdió
también.
Tenía una extraña aprensión en el pecho que solo Dewayne Falco lograba
inspirar. ¿Cómo podría alguien como él, con sus costumbres de chico fiestero,
ser tan increíblemente dulce? Así fue en mi primer año. Siempre parecía estar
allí cuando lo necesitaba.
—Claro. Le daré tu número —dijo mi madre con voz cortante. Nunca
vería su número. Lo quemaría primero.
—Gracias. Dígale que vine por aquí y que pienso en ella.
—De acuerdo. Gracias, Dewayne. Diles a tus padres que oramos por
ellos. Por todos ustedes.
—Gracias, señora —dijo.
Cerré la puerta con cuidado, luego corrí de nuevo hacia la ventana y
observé cómo se alejaba. Encontraría una manera de verlo y hablarle. Hizo el
primer movimiento, y ahora era mi turno. Dewayne amaría a este bebé. Era
parte de Dustin. Si mis padres querían encerrarme, podría ayudarme a escapar.
Era mayor. Sabría qué hacer. Solo tenía que encontrar la manera de acercármele.

***

A la mañana siguiente, antes de que el sol saliera, mi madre me despertó


y me sacó a toda prisa a la camioneta de mi padre, luego me entregó una maleta
antes de subirse al asiento de pasajero. Mi padre ya se hallaba en el asiento del
conductor. Lo miré, pero no dijo nada. Ni siquiera se volvió a mirarme.
—¿A dónde vamos? —pregunté, casi con miedo de que fuera a hacer
justo lo que le dijo a Dewayne. No me encontraba loca. Seguramente no podrían
hacer que los médicos que me encerraran si me hallaba perfectamente sana.
—A donde tu tía Cathy. Aceptó acogerte hasta que tengas al bebé.
Esa fue la última cosa que dijo mi madre. Viajamos en silencio las once
horas que tomó llegar a Fort Worth, Texas. Mi padre ni una vez reconoció mi
existencia. Cuando llegamos, me bajaron y me entregaron la maleta. Hablaron
en susurros con mi tía Cathy, a quien no conocía, y luego se alejaron sin un
adiós.
En la actualidad…
Dewayne
Micah yacía tumbado sobre mí, profundamente dormido mientras Darth
Vader pateaba traseros en la televisión. El plan original era ver Piratas del Caribe.
Pero Micah dijo que a su mamá le gustaba el Capitán Jack y que teníamos que
esperarla para comenzar la película.
Y diablos, Sienna no iba a sentarse aquí y ver a al jodido Johnny Deep.
Saqué el DVD jodidamente rápido y metí uno de La Guerra de las Galaxias. Ni
siquiera me importó cuál era. Solo era para que Sienna no estuviese pensando
en ningún otro hombre.
Sienna entró en la habitación con una pequeña bata de seda envuelta a su
alrededor y su cabello con rizos húmedos; su rostro se hallaba libre de
maquillaje. —¿Se durmió? —preguntó, moviéndose hacia nosotros.
—Sí —dije, preguntándome si tendría algo puesto bajo esa bata.
—Vamos a meterlo en la cama —dijo, inclinándose para recogerlo.
—Lo tengo —le dije.
—De acuerdo. —Dio un paso atrás y me dejó levantarlo, luego guió el
camino a su habitación y sacó las mantas para que pudiera acostarlo. Nos
aseguramos que estuviese bañado y en pijamas antes de la película.
Sienna se inclinó y besó su pequeña mejilla.
—Te quiero, mamá —murmuró Micah con los ojos cerrados.
—Te quiero más —respondió esta.
Mientras Sienna se daba la vuelta para salir de la habitación, me agaché y
revolví su cabello. Era tan pequeño. Igual que su padre a esa edad.
—Te quiero, tío Dewayne —dijo con una vocecita adormilada.
Mi garganta se cerró, y tuve que tragar saliva para aflojarla antes de
poder hablar. —Te quiero, chico —le dije.
Se tapó con las sábanas hasta debajo de la barbilla y se acurrucó más en
su cama.
Este momento era todo gracias a Sienna. Hizo esto posible.
Mierda, la amaba. No solo porque me dio a este chico para ayudarme a
sanar lo que perdí, sino porque se robó un pedazo de mi alma con esos grandes
ojos y esa dulce sonrisa cuando tenía catorce. Había querido estar cerca de ella y
mantenerla a salvo. En ese entonces no sabía exactamente por qué, solo sabía
que quería hacerla feliz. Era importante para mí.
Pero ahora sabía el motivo. Era especial. Del tipo que es difícil de
encontrar en esta vida. El tipo que la mayoría de personas no logran tener. De la
rara especie que, cuando lo encuentras, sabes que vale la pena luchar.
Su mano tocó mi brazo. —Hoy todo salió bien. —Su voz era un susurro.
Envolví los dedos alrededor de su pequeña mano y salí de la habitación
con Sienna a mi lado.
Cuando cerró la puerta detrás de sí, fui capaz de mirar hacia abajo, a la
parte delantera de la bata y ver que, de hecho, se hallaba desnuda. Diablo, sí.
—Espero que tenga el sueño pesado, porque tengo algunos planes que te
involucran a ti desnuda con esas largas piernas sobre mis hombros.
Me miró con los ojos muy abiertos. —¿Esta noche?
—Joder, sí, esta noche. Espero que no creas que voy a ir a casa sin ti. Te
dije que no iría a ningún lado sin ti y, nena, hablaba en sentido literal. Si estás
aquí, entonces yo estoy aquí.
—Oh —dijo mientras se balanceaba ligeramente hacia mí.
—Sí, oh. Mete tu culo en esa habitación y déjame desenvolver mi regalo
—dije, girándola hacia la puerta de su habitación y llevándola dentro, luego
bloqueé la puerta detrás de mí.
La cama de tamaño doble que estaba en el medio de la habitación era tan
malditamente pequeña. Dormir en eso iba a ser duro, pero mudaría mi cama
extra grande en la mañana. Esta noche podríamos lidiar con una cama doble.
—¿Dewayne?
Aparté la vista de la pequeña cama y mis planes, y me enfoqué en la
belleza casi desnuda frente a mí. —¿Sí?
Jugueteó con el cinturón de satén, impidiéndome ver toda su pálida piel
cremosa debajo. —Que te quedes aquí es un movimiento rápido. No quiero que
Micah se haga ilusiones si en un par de semanas te das cuentas que esto no es lo
que quieres.
No lo entendía. Por supuesto que no. Sienna Roy no entendía que era
especial. Tenía todo una vida para demostrarle cuán especial era.
—Esto no es algo que estoy probando, Sienna. No pongo esta mierda a
prueba. Tampoco lo está si quiero esto o no. Y te he querido desde que tenía
diecisiete años. Admitir esa mierda no fue fácil. Se sintió mal por mucho tiempo
porque amaba a Dustin. Voy a amarlo siempre y a extrañarlo todos los días
hasta que muera. Pero él tuvo lo que yo deseaba, y más que nada quería que
fueras feliz. Pensaba que era Dustin quien te haría sonreír. Que era a quien
amabas. Así que me aseguré de que consiguieras lo que querías. Pero no vio lo
que tenía. No tuvo cuidado con eso. No lo apreció, y al final lo perdió todo
demasiado joven. Por lo que no voy a cambiar de opinión en unas semanas. No
tengo relaciones. Nunca tuve esa mierda. Porque ellas nunca eran tú.
Inhaló hondo mientras me miraba. Esperé a que dijera algo, cualquier
cosa, para asegurarme de que no estaba solo en eso. Que también sentía algo
más. Que esto era diferente para ella.
Agarró el cinturón de su bata y lo abrió, dejándolo caer y dándome una
vista que estuve esperando. —Muéstrame —dijo en voz baja.
Confundido, levanté la mirada de sus tetas a sus ojos. —¿Mostrarte?
Asintió. —Muéstrame con tu cuerpo cuán diferente es esto para ti.
Oh, mierda, sí. Podría hacer eso.
—Reto aceptado —dije, cerrando el espacio entre nosotros, sacándole la
bata de los brazos y dejándola caer al piso.
Se estremeció cuando pasé un dedo desde el valle entre sus pechos a su
ombligo, y luego hacia arriba otra vez. Tan suave. Tan perfecta. —Mía —le dije.
Su aliento se atoró, e hizo que sus tetas se agitaran. Joder, eso era lindo
Sienna
Cuando llegué a la entrada, el auto de mi padre se hallaba estacionado
justo detrás de la camioneta de Dewayne. Estuve en el trabajo solo cuatro horas,
y él no me llamó para avisarme que mi madre se hallaba aquí. Porque era la
única persona que podría ser. No la había visto en seis años, y esos últimos
recuerdos nos eran de los felices.
Y se encontraba en esa casa con mi bebé. Ni siquiera agarré mi cartera
antes de saltar del auto y salir corriendo. Cuando llegué a la puerta, se hallaba
cerrada. Tenía las llaves en las manos. Al menos las quité del encendido en mi
apuro. Desbloqueando la puerta, corrí al interior.
—¿Micah? —llamé— ¿Dewayne?
Sin respuesta. No podía llamarla. ¿Cómo siquiera la llamaba? ¿Mamá?
No estuvo cuando más la necesité. Caminé por la casa, pero se encontraba
vacía. No había nadie aquí. ¿Podrían estar en lo de los Falco?
La puerta principal se abrió, y fui de prisa hacia la sala. Pero verla me
hizo parar. Su cabello era gris ahora. Completamente gris. Mis padres eran
mayores cuando me tuvieron y mi madre ya empezaba a tener el cabello gris
cuando vivía en casa. Verlo completamente gris ahora era sorprendente. Su
rostro lucía como si hubiese envejecido diez años en vez de seis, y se encontraba
más delgada.
—Sienna —dijo con una sonrisa incomoda—. Te ves preciosa.
Yo también lucía diferente. Se deshizo de una niña de dieciséis años. Era
una mujer ahora. Una mujer con un niño.
—¿Dónde se encuentran Micah y Dewayne? —pregunté.
Parecía dolida, pero lo cubrió rápidamente. No me sentiría culpable por
eso. Me abandonó. Nunca la podría lastimar más de lo que me lastimó. No se
comparaba.
—No sé. Toqué y nadie respondió, así que entré, luego escuché un coche
llegar. No reconocí el auto lujoso, pero parece que te va bien ahora.
Eso significaba que Dewayne y Micah se hallaban donde los Falco, y en
el momento en el que Dewayne mirara hacia afuera y viera el auto de mi padre,
estaría aquí rápido. Lo quería aquí. Solo quería que Micah se quedara allí. Ella
nos dio esta casa y le dio a Micah ese cuarto, pero al verla ahora y recordar, no
me hallaba lista para perdonarla.
—Nunca llamaste. Tenía la esperanza de que llamaras —dijo.
—Sé lo que se siente. Tenía la esperanza de que ustedes llamaran alguna
vez también. O por lo menos que les importe.
Se encogió. Otra vez, no me sentiría culpable. Nos hizo esto. Me hizo
esto.
—Los Falco saben de Micah, ¿supongo? Ya que Dewayne está con él.
—Sí. Se perdieron cinco años de su vida por que las cartas que les envié
nunca les llegaron. La tía Cathy dice que tengo que hablar contigo sobre eso.
Pareció que eso no la sorprendió. Debe haber recibido una llamada de su
hermana al respecto.
La puerta se abrió, y Dewayne llenó el espacio. Tenía una mirada
ferozmente protectora en el rostro, y su cuerpo se hallaba tenso y listo para
defenderme. Rodeó a mi madre y se paró frente a mí. —¿Te encuentras bien? —
preguntó, mirándome suavemente.
Asentí, luego le agarré la mano. Su gran mano envolvió la mía.
—Debería haberme imaginado que esto sucedería. Lo supe cuando
viniste a verla el día antes de que la lleváramos a Texas, que era más que solo
ver como estaba. —La voz de mi madre no era condenatoria o juzgadora. Era
más como aliviada.
—Usted me dijo que ya se había ido —dijo Dewayne, volviéndose hacia
mi madre.
Al menos parecía arrepentida. —Tenía una hija de dieciséis años
embarazada, y el padre de su hijo se encontraba muerto. No sabía qué hacer.
Intentaba salvar su futuro. Era demasiado joven para tomar la decisión correcta.
¿La decisión correcta? Arrastrarme e intentar obligarme a renunciar a mi
bebé no era la decisión correcta.
—Mantener a Micah fue la mejor decisión de mi vida —grité, incapaz de
controlar la ira ardiendo dentro de mí ante la idea de que ella no quisiera a mi
hijo.
Asintió. —Sí, lo fue. Sabías más que nosotros. Sabías que podías ser una
buena madre. Una mejor madre de lo que fui para ti. Nos mostraste que podías
luchar para darle una vida. Y has hecho un trabajo increíble. Estoy orgullosa de
ti. No te hice la mujer que eres, pero aun así estoy orgullosa de ti.
Mis ojos se llenaron de lágrimas, y tragué aire para contener los sollozos.
—No tienes idea de cómo fue. Amarlo sola. Tratar de ser suficiente para
él. Intentar ser padre y madre. Decirle lo especial que era y que era mi mundo
mientras preguntaba por qué no tenía una familia como los otros niños. ¡No
sabes! ¡No sabes cómo fue! Él te necesitaba. Yo te necesitaba. —Los sollozos me
impidieron seguir hablando. Luego los brazos de Dewayne me rodearon, me
sostuvieron.
Imaginé este momento un millón de veces desde el día en que salió de mi
vida. Nunca lo imaginé así. En mi imaginación nunca me rompía de esta
manera. Siempre era decidida y fuerte. Siempre me hallaba orgullosa de mí
misma y le demostraba que no los necesité. Que no la necesité. Pero nunca me
venía abajo y lloraba.
La niña perdida que no sabía cómo iba a lograr tener un bebé sola volvió.
No desapareció. No realmente. Desde el principio estuvo debajo de la
superficie. Esa chica era una luchadora, pero también escondía mucho dolor.
Por tanta traición.
—Tu padre…‖ se‖ hallaba‖ devastado.‖ Intentamos‖ protegerte‖ muchísimo.‖
Mantenerte a salvo y lejos de las malas decisiones. Confiábamos en Dustin.
Confiábamos en ti. Pero entonces Dustin se fue, y tú te encontrabas
embarazada. No podíamos verlo de otra manera.
Me limpié los ojos, y Dewayne me tranquilizó con movimientos lentos
desde la cabeza hacia la espalda. Tenía que calmarme. Tenía que salir de esto.
Era fuerte. Había crecido rápido, y por un momento necesité ser esa chica otra
vez. Necesitaba decirle lo que me hizo. Y decirle lo que hice por mí misma.
Me moví, y Dewayne aflojó su agarre en mí pero mantuvo su mano en
mi espalda, haciéndome saber que estaba ahí. Él no me iba a dejar, y no estaba
sola. Él también habría estado ahí en ese entonces, si tan solo se le hubiera dado
la oportunidad de saberlo. De poder estar ahí. Habría estado. Cuán diferente
habría sido la vida de Micah.
Mis padres le quitaron tanto. No sabría si sería capaz de perdonar eso.
Herirme era una cosa, pero herir a Micah era muy diferente.
—Micah merece conocer a los Falco. Le arrebataron eso. A ellos se les
arrebató eso por cinco años. ¿Qué fue lo que hiciste con las cartas, madre? ¿En
dónde están si nunca le llegaron a los Falco? Escribí por lo menos unas cien.
Mandé fotos. He tratado de hablar con ellos por años. Y todo ese tiempo mis
cartas nunca les llegaron.
Mi madre suspiró con cansancio y cruzó los brazos sobre el pecho de
manera defensiva. Luego volteó a ver a Dewayne. —No quería que ellos te
usaran o a tu bebé. Perdieron a Dustin, y sufrieron ese golpe de la chica Bart
abortando a su nieto. No quería que el mundo supiera que tú también estabas
embarazada de él. Si sabían, entonces los demás lo sabrían. No solo serías una
mamá adolescente, sino que serías una de las tantas chicas de Dustin Falco. No
podía dejar que eso te pasara. Mereces algo mejor.
Escuchaba‖lo‖que‖decía,‖pero…‖no‖lo‖entendía.‖No‖tenía‖sentido.
—¿Kimmy? —pregunté, tratando de entender porque pensaba que
Kimmy Bart abortó al bebé de Dustin.
Por los ojos de mi madre pasó algo que no entendí mientras ella volteaba
a ver a Dewayne. —No le dijiste —lo acusó mi madre.
Dewayne no dijo nada.
Él no habló, y mi madre estaba enojada. Estaba enojada con Dewayne.
Sobre Kimmy Bart. Y un bebé.
—¿Kimmy también estaba embarazada? —pregunté, aún tratando de
procesarlo.
Los ojos de mi madre se suavizaron con simpatía y algo cercano a
lástima. —Lo siento, Sienna. Pensé que para este momento ya te habrías
enterado. No sabía que te ocultaron eso. Ya eres lo suficiente mayor y ha pasado
demasiado tiempo para que puedas superar la verdad. Dustin Falco no solo
dormía contigo. Kimmy Bart también estaba embarazada de él. Solo que ella
estaba más avanzada, y Dustin lo sabía cuándo murió. Kimmy se aseguró de
que todos en el pueblo supieran que él te lo ocultaba.
Algo dentro de mí murió en ese momento. Algo que nunca recuperaría.
Dewayne
Sienna se apagó justo frente a mis ojos. Toda clase de emociones se
fueron de su cara, y solo miraba hacia un punto frente a ella. Lo único que no
quería que supiera, su maldita excusa de madre se lo dijo sin advertencia o
preparación. Traté de detenerla, pero la cara de horror de Sienna me robó las
palabras. Me congelé ante esa horrible realidad.
—Nena, mírame —dije, tratando de alcanzarla, pero se echó para atrás.
No me miró, y se alejó. Eso fue peor que alguien cortándome con una navaja.
—Tú fuiste mejor que Dustin. Él era débil —empezó a decir su madre,
pero me volteé y la miré con ira.
—¡CIERRE LA MALDITA BOCA! —grité. Ya había dicho suficiente. No
quería escucharla hablar nunca más.
—No lo defiendas. Él la usó —dijo.
—¡No lo defiendo! La protejo a ella. ¡Cállese! Ella no necesitaba
escucharlo de esta manera. Nunca necesitó saberlo. Él se ha ido. Eso se acabó.
Ella tiene sus recuerdos, y estaba feliz. ¿No notó eso? ¿Cuál es su problema,
mujer? ¿Disfruta de verla sufrir?
Al menos tuvo la decencia de encogerse.
—Para —dijo Sienna, atrayendo mi atención de nuevo hacia ella—. Tiene
razón. Debía saberlo. Es algo que debieron decirme desde hace tiempo. No me
derrumbo. He demostrado eso. Tiene sentido, en realidad. Él siempre estaba
cerca de ella, y viceversa. Confié en él. Lo hice. Pero tiene sentido.
Su voz sonaba vacía. Lo odiaba. Prefería sus lágrimas. Incluso sus gritos.
Pero esto no. Era como si se cerrara, alejando a los demás. No me iría. No me
alejaría.
—Quería evitar que fueras lastimada por los Falco. Así que hice que tu
tía revisara el correo todos los días y me mandara las cartas que les escribías.
Las tengo todas si las quieres. Sin embargo me quedaré con las fotos. Las
quiero, si eso está bien. Así fue como vi crecer a Micah. Pero las cartas, puedes
dárselas a Tabby. Las tengo en el carro.
Tomó las cartas porque nos castigaba por el engaño de mi hermano.
¿Qué tan enfermo era eso? Mis padres perdieron a su hijo. Luego se enteraron
de que embarazó a Kimmy, y ella tuvo un aborto un día después de su funeral.
Se esparció como fuego salvaje por todo el pueblo. Un año después, Kimmy se
mudó lejos con un tipo y nunca regresó a Sea Breeze.
No tener que verla, ayudó. Cuando veía su rostro, todo lo que veía era a
la chica que mató al hijo de mi hermano. La odiaba. No podía perdonarla. Ni
siquiera quería. Me daba asco.
—Váyanse. Los dos, váyanse. Déjame las cartas en la entrada. No estoy
lista para esto. Tal vez algún día pueda encontrar una forma de perdonarte,
madre, pero hoy no es ese día.
Ella no volteó a ver a ninguno de los dos. Sus ojos seguían sin enfocarse
mientras veía hacia la nada. —Dame una hora, después trae a Micah a casa, por
favor. Pero necesito que te vayas.
Me hablaba a mí. Quería que me fuera.
Maldición, no. No me alejaría.
—No te voy a dejar —le dije.
Suspiró, luego finalmente volteó a verme. —¿Lo sabías?
Quería mentir. Quería mentir como nunca antes.
—Sí. —Admití la verdad porque me oponía a mentirle.
—Entonces tienes que irte. Quiero que te vayas.
—Sienna,‖tenía‖mis‖motivos.‖Te‖protegía…
—No me importa. Quiero que te vayas. Déjenme. Ambos.
Luego se dio la vuelta y se alejó, encerrándose en su cuarto.
Me quede ahí mirando su puerta, con ganas de quitarla de sus bisagras y
hacer que me permitiera sostenerla. Explicarle lo que hice. Por qué lo hice.
—Necesita tiempo. No hagas nada estúpido. Nunca fuiste tan estúpido
como tu hermano. Eras el listo. No la dejes caer, como lo hicimos nosotros. —
Entonces Nina Roy se dio la vuelta y se fue.
Me quedé parado en la sala, esperando escuchar sollozos, o algo que me
diera una excusa para entrar a su cuarto y sostenerla. No había nada más que
silencio. Quería tiempo a solas. Podía darle eso. Pero esto no se acabó. Solo era
el comienzo. Ella tenía que verlo así.
Hace seis años…
Dewayne
—Tranquilízate, hombre. Diablos, tienes que calmarte. No puedes
matarla. Tienes una vida, amigo. Ella es una niña. Una estúpida, pero aun una
niña. —Las palabras de Preston iban a oídos sordos. No me importaba un
carajo. Si Kimmy Bart abortó al bebé de mi hermano, iba a matarla con mis
propias manos—. Trae tu trasero a la casa de la hermandad Alpha —dijo
Preston al teléfono—. Dewayne va tras Kimmy, hay rumores de que está aquí.
No puedo detenerlo. —Sabía que tenía como cinco minutos antes de que Rock
llegara. Porque si alguien iba a detenerme, Rock era la única persona que tenía
la fuerza. Tenía una zorra a la cual encontrar.
Perdí a mi hermano, y Sienna se había ido. Desapareció. Y ahora esta
mierda. Alcancé mi punto de quiebre; todo me importaba un carajo. Que
trajeran mi sentencia. Todo esto era mi culpa de todos modos. Pelearme con un
chico de dieciséis años borracho fue estúpido. Era un niño, y lo amenacé
mientras estaba borracho con lo único que no quería perder. Sienna.
Todo esto se podría haber evitado si tan solo hubiera salido de esa casa y
hablado con él cuando estuviera sobrio. Tal vez él habría estado listo para dejar
ir a Sienna. Si hubiera estado sobrio y tomado esa decisión, entonces lo hubiera
dejado en paz. Si él no sabía lo afortunado que era, no la merecía. Pero no tenía
por qué morir por eso. Todo fue culpa mía. Maldito sea yo.
—Kimmy se acostó con la mayoría del equipo de baloncesto. Demonios,
hasta yo dormí con ella, creo. Ese pudo ser el bebe de cualquiera. No sabemos si
era de Dustin. Solo porque ella dijera que lo era, no significa que fuera verdad
—dijo Preston.
Sabía eso. Pero también sabía que vi a mi hermano tener sexo con ella sin
protección. Las probabilidades de que fuera su bebé eran altas. Todo lo que me
quedaba de mi hermano, y ella lo mató. Merecía morir también.
—¿Y si ni siquiera estaba embarazada? ¿Pensaste en eso? Tenía celos de
Sienna. Dustin no iba terminar con ella. Amaba a Sienna. Solo quería follar a
Kimmy. Las chicas hacen ese tipo de cosas cuando están desesperadas. Pudo
mentir. No jodas tu vida por una adolescente mentirosa.
Quería culpar a alguien, alguien que no fuera yo, porque ese dolor y
arrepentimiento era demasiado. Si Kimmy abortó al bebé de Dustin, entonces
podía depositar todo este odio y culpa en ella. Lo merecería. Y necesitaba
liberarme de eso. Solo quería tomar un gran respiro de nuevo. Quería ser capaz
de ver la cara de mis padres y no sentirme como un bastardo por ser la razón de
que sus ojos se encontraran llenos de dolor.
Tanto dolor.
—¿Dónde está Kimmy? —escuché que preguntaba Preston a algún chico
que se tambaleaba hacia afuera.
—No sé —dijo.
—Ve a buscarla y dile que esconda su lamentable trasero antes de que
Dewayne la encuentre.
Preston estaba decidido a detenerme de cualquier manera posible. Tenía
que encontrarla. Se me acababa el tiempo antes de que llegara Rock, pero la iba
a encontrar. Si esta noche no, alguna otra.
—No debí dejar que tomaras tanto maldito whiskey. Siempre hace que te
pongas agresivo —dijo Preston, aún junto a mí. No me ayudaba toda su
palabrería.
—Oye, Dewayne, lamento lo de Dustin, amigo —gritó un chico. Ninguno
de ellos conocía al verdadero Dustin. Conocían al niño con demasiada presión
por ser el mejor. El chico que trataba de encontrarse a sí mismo. No conocían su
corazón. Ninguno de ellos.
—Encuentra a Kimmy Bart y dile que corra y se esconda —le gritó
Preston. Él imbécil no ayudaba.
—La encontraré. Recuérdalo. La encontraré y pagará —juré.
—No lo dudo. Solo espero que Rock llegue antes —me respondió
Preston.
Puse ambas manos en las puertas dobles de la casa de la fraternidad y las
empujé para que se abrieran, luego entré dando zancadas.
Kimmy ya bajaba las escaleras, mirándome fijamente. Su cabello grasoso,
y sus ropas arrugadas como si se las hubiera puesto con prisa. ¿Qué mierda vio
mi hermano en ella?
—¿Me buscabas? —preguntó, luego se tambaleó un poco y se rio antes
de agarrarse del barandal. Se encontraba hecha una mierda.
—Sálvate y ve a esconder tu estúpido trasero —gritó Preston, atrayendo,
a propósito, la atención a lo que sucedía.
—No le tengo miedo a un Falco. Solo los dominas con una vagina —dijo,
luego me miró con lujuria. Como si fuera a tocar a esa perra asquerosa.
—No me acercaré a tu asquerosa vagina —dije; la repugnancia emanaba
de mi voz.
Me gruñó. —¿Qué, no soy tan buena como la dulce Sienna Roy? Estás tan
mal‖ como‖ él.‖ La‖ “nunca‖ hago‖ nada‖ malo”‖ Sienna.‖ A‖ la‖ mierda.‖ La‖ perra‖ era‖
mala para follar. Dustin odiaba el sexo con ella. Solo lo hacía porque ella quería.
Pero era pésima para eso. Él vino a mí por algo realmente bueno —espetó
agresivamente Kimmy.
—Creo que acabo de vomitar en mi boca —dijo a mi lado Preston, y
varios chicos se rieron.
—¿Era el bebe de Dustin? —pregunté. No quería volver a escucharla
hablar sobre Sienna de nuevo. No era digna de decir su nombre.
Alzó los brazos. —Era con el único con el que tenía sexo sin protección, y
era el único con el que follé por meses. Él y yo seríamos una pareja pronto. Solo
tenía que deshacerse de Sienna antes.
Él nunca planeó dejar a Sienna. Se mató tratando de llegar a ella antes
que yo.
—Y mataste a su bebé —dije, necesitando escucharla admitirlo.
Se encogió de hombros como si lo que hizo no significara nada. —No iba
a tener un bebé sin un hombre que me ayudara a cuidar de él. Tengo mi vida
por delante.
Eso era todo lo que necesitaba saber. Caminé dos pasos hacia ella
mientras la sangre se aceleraba en mis venas. Después, brazos que solo podían
pertenecer a Rock se envolvieron alrededor de los míos y jalaron mi espalda
hacia su pecho.
—No voy a dejar que hagas esto —dijo en mi oído—. Vas a olvidar esta
mierda durmiendo, y después irás a terapia. Está muy drogada. ¿Crees que ella
habría parado eso mientras estuviera embarazada? Puedo contestar eso. ¡No!
No lo haría. Ese bebé no tenía oportunidad. Habría nacido adicto si hubiera
nacido.
La fulminé con la mirada. La odiaba. Odiaba todo lo que representaba.
Pero él tenía razón. Ella habría matado al bebé de alguna manera u otra. Era
basura. Mi hermano cometió errores, y una chica dispuesta a satisfacer cada
capricho sexual que tenía fue su perdición.
—Vamos a largarnos de aquí —dijo Preston.
—¿Saldrás caminando de aquí, o tendré que sacarte a rastras? Podemos
tener una pelea justo aquí, pero estoy sobrio y voy a ganar. No dejaré que tires
tu vida por la borda solo por vengarte. Tienes que pensar en tus padres. Te
necesitan.
Mis padres.
Yo era todo lo que tenían. El hijo sin la areola dorada. El error. Yo. Era
todo lo que les quedaba.
En la actualidad…
Sienna
¿Siempre lo supe? Me encontraba sentada a la mitad de la cama, viendo
la pared. En ese entonces Dustin se comportaba raro cuando Kimmy estaba
cerca. Y ella siempre me odió. Sabía que iba a las fiestas a las que iba él. Siempre
me ponía a pensar si ellos habrían hecho algo. Porque Dustin era su Dios. Ellos
mantenían sus secretos.
¿Pero por qué mantenerlo en secreto? ¿Por qué no solo romper conmigo?
Si dormía con Kimmy y la deseaba, ¿entonces por qué seguía conmigo?
¿Siempre fue amistad entre nosotros? ¿Alguna vez hubo amor? Porque
ciertamente eso no era lo que sentía por Dewayne.
Dewayne.
Envolví los brazos en mi estómago mientras el dolor comenzaba de
nuevo. Me mintió. Confié en él y me mintió. ¿Todos me mintieron? ¿Acaso así
era como funcionaba la vida? No podía confiar en nadie más que en mí.
Dewayne me hizo feliz. Me quería, ¿pero yo sería suficiente para él? No
fui suficiente para su hermano. Era posible que no fuera suficiente para nadie.
Debía haber algo malo en mí.
Mis padres me dejaron sola. Me traicionaron. Dustin me traicionó de la
peor manera. Y ahora Dewayne me ocultó eso. Lo esperaba de los demás, pero
lo que me dolió más fue que Dewayne no me lo dijera.
Quería ser más importante para él de lo que Dustin. Eso era egoísta y
malo, pero era verdad. Quería ser lo más importante para él, porque aparte de
Micah, estaba dispuesta a ponerlo antes que cualquiera. Él no sentía lo mismo.
Protegió el recuerdo de su hermano. No quería que supiera la verdad sobre
Dustin.
Sin mencionar todas las cartas que mi madre les ocultó a los Falco por
eso. No quería que fuera otra chica que Dustin Falco dejó embarazada. En una
manera retorcida, entendía su lógica. Pero yo tomé esa decisión, y a diferencia
de Kimmy, fui la novia de Dustin. No su amiga secreta para follar. Tenía más
sentido que yo hubiera sido la embazada.
Ella abortó. Abortó él bebé de Dustin. Imágenes de Micah recién nacido
cuando lo pusieron en mis brazos me vinieron a la mente, y mi corazón se
rompió. Él era tan hermoso y perfecto. Se parecía mucho a Dustin. ¿El bebé de
Kimmy también se habría parecido a él?
¿Alguna vez se preguntó eso? ¿Le importó? ¿O era Dustin Falco y cada
recuerdo de él una parte de su pasado en la que rara vez pensaba? Yo lo
recordaría cada día de mi vida. Mi hijo era mi recordatorio. Y me sentía
agradecida por eso. Incluso si mis recuerdos se hallaban manchados. Incluso si
no fui suficiente para Dustin y él nunca me amó de verdad. Yo lo amé. Tal vez
no era amor verdadero, pero sí un puro amor juvenil. Y amaba a nuestro hijo.
Lo suficiente por los dos.
Hubo un golpe en la puerta principal, y supe que Dewayne estaba aquí
con Micah. Tenía que mostrar compostura y pasar tiempo con Micah hasta su
hora de dormir. Poniéndome de pie, caminé hacia la puerta principal y la abrí.
Sin decir nada, me estiré a por mi hijo, lo jalé a mis brazos, y lo abracé con
fuerza. La sensación de su corazoncito latiendo era como un bálsamo. Se
encontraba aquí. Era mi mundo. Lo tenía. Gracias a Dustin Falco, tenía a este
niño precioso.
—También te extrañé, mami —dijo Micah mientras palmeaba mi espalda
con sus manitas.
Aflojé mi agarre en él y presioné un beso en su cabeza antes de volver a
levantarme. —Ve adentro y limpia tu habitación. Dejaste un desastre esta
mañana. Jugaremos Monopolio cuando termines —le dije.
Me sonrió, y me di cuenta de que no era la sonrisa de su padre. Era su
sonrisa. Su propia y única sonrisa. Una que era una mezcla de Dustin y yo. Era
parte de mí. Yo también era una buena persona. Tenía buenas cualidades. Cosas
que esperara que Micah tuviera de mí.
—Sienna —dijo Dewayne, y alcé la mirada a él, deseando no tener que
hacer esto. Todavía no me sentía lista para enfrentarlo.
—Me mentiste. Protegiste el recuerdo de tu hermano. Entiendo eso, pero
también entiendo que elegiste proteger su recuerdo sobre mí. Necesito más que
eso. Necesito saber que puedo confiar en el hombre con el que estoy. Que nunca
me traicionará. Tal vez ese hombre no existe, y si no es así, está bien. Estoy bien
sola. Pero no puedo hacer esto contigo.
El rostro de Dewayne palideció, y el deseo de envolver mis brazos a su
alrededor y confortarlo fue fuerte. Pero no lo haría. Hoy me protegería a mí. Me
confortaría a mí. Era hora.
—Te protegía. Si me dejas explicarte. Verás que fuiste tú todo el tiempo.
No. No iba a escuchar nada más. Sabía la verdad ahora.
—Vete, Dewayne. Eres bienvenido a visitar a Micah. Él te necesita. Pero
por un tiempo, es mejor que hagas eso en casa de tus padres.
Entonces cerré la puerta y la bloqueé.
Micah corrió de regreso a la sala y frunció el ceño. —¿Dónde está el tío
Dewayne? ¿No va a jugar Monopolio también?
No, él no iba a jugar Monopolio. El juego terminó.
—Solo tú y yo, As. Pero somos un buen equipo, ¿verdad?
Micah frunció el ceño y luego asintió. —Sí, mami. Lo somos. Pero me
gusta cuando también el tío Dewayne se une a nuestro equipo.

***

Luego de tres horas de Monopolio en el centro de mi cama, un gran


tazón de macarrones con queso, convencer a Micah de que necesitaba una
ducha, y me sentía agotada. Era hora de dormir. Nunca necesité la hora de
dormir más que hoy.
Micah sabía que algo pasaba. Seguía besándome y abrazándome.
Necesitaba todos estos abrazos y besos, pero me hacía esforzarme más por
seguir sonriendo.
—Mami, ¿por qué el tío Dewayney está sentado en un saco de dormir en
nuestro patio delantero? ¿Puedo salir allí con él? Creo que tiene galletas —gritó
Micah desde la sala.
¿Qué? Dejé caer la toalla que usaba para secar mi cabello y caminé hacia
la sala. Micah tenía su rostro presionado contra la ventana, saludando a
Dewayne. Quien se hallaba sentado en un saco de dormir de camuflaje verde y
comiendo galletas con un termo a su lado. ¿Perdió la razón?
—Micah, ve a la cama. Estaré allí en un minuto para meterte en ella. Veré
si el tío Dewayne se confundió y cree que vamos a acampar fuera esta noche —
dije.
—Oh, hombre, eso sería divertido. Quiero dormir en el patio.
Apuesto que sí. —A la cama, Micah. Ahora.
Agachó la cabeza y volvió a su habitación, mirando con anhelo hacia la
ventana. Dewayne no podía hacerle esto. Tenía que irse. Esto jugaba con las
emociones de Micah, y no lo permitiría.
Dewayne
Estaba enojada. Bien, podía estar enojada. Viviría en este patio si tenía
que hacerlo. La mujer iba a escucharme. No la dejaría. No permitiría que esta
mierda me la quitara. No cuando finalmente era mía. No me daría por vencido.
Esta vida con ella era mi futuro. Así que podía estar enojada. Esperaría afuera.
Tenía galletas, café y un saco de dormir. Que comience el juego.
—¿Qué haces? —demandó mientras salía al patio y cerraba la puerta
detrás de ella.
—Quedándome tan cerca de lo que es mío como puedo —respondí.
Eso la afectó. No se me escapó el destello en sus ojos antes de que lo
alejara. Iba a tomar lo que me diera. Solo la quería a ella.
—Esto juega con las emociones de Micah. No entiende esto. No puedes
simplemente hacer esto sin preocuparte por cómo luce para él.
Un día cuando conozca a la mujer indicada para él, sin la que no pudiera
vivir, le recordaría este momento y él sabría que luchas por lo que quieres. Que
no la dejas ir. Las mujeres eran jodidamente complicadas, pero la correcta
volvía la mierda de la vida en oro con una simple sonrisa.
Y por supuesto, un coño mágico. Sin embargo, probablemente no le diría
eso a Micah.
—Creo que le enseño una lección de vida —respondí, dejando mi termo
y levantándome—. Verá que si amas a una mujer, luchas contra todo para
aferrarte a ella. Y, maldición, no te alejas cuando las cosas se ponen difíciles.
Sienna se quedó tan quieta que casi aseguraba que dejó de respirar. No
estaba seguro de qué demonios dije para que pusiera esa mirada en su cara,
pero no se movía.
—Respira, Little Red. —La mujer intentaba darme un susto de muerte.
Respiró profundo y sacudió la cabeza, entonces se giró para mirar al
patio. Luego de vuelta a mí, y de nuevo al patio.
—No puedes decir eso —dijo finalmente después de todo ese enredo.
—¿Qué no puedo decir, bebé? —pregunté. Observar su aturdida reacción
era malditamente lindo. Si no era cuidadosa, iba a cerrar esta distancia que
ponía entre nosotros.
—No‖ puedes,‖ simplemente…‖ no‖ puedes decir que me amas —dijo,
poniendo sus pequeños puños en las caderas, tratando de mirarme con furia.
—Creo que puedo decirte que te amo si quiero. Puedes echar mi culo de
tu casa. Puedes estar enojada conmigo, y hacerme dormir en este maldito patio.
Pero no puedes evitar que te diga que te amo. A cada centímetro de ti. Amo tu
sonrisa, tu risa, la forma en que iluminas una habitación, tu amabilidad, tu
fuerza, tu terquedad, tu jodido coño mágico. Amo todo de ello.
Un sollozo se le escapó, y después lloraba. ¡Mierda!
Qué se joda este espacio de mierda. Di tres largas zancadas hacia ella y la
jalé a mis brazos. —Te digo que te amo y lloras. No soy tan malo. Tengo
algunas cualidades buenas. Número uno, eres la única mujer que he amado. Te
amé cuando eras una niña, y te amo ahora. Siempre te amé.
Sollozó más fuerte, pero esta vez sus manos agarraron mi camisa y se
aferró a mí fuertemente. Eso era un comienzo.
—Amo a mi hermano. Pero él lo arruinó. Todo. Tomó malas decisiones y
no sabía lo que tenía. Esa noche, la noche que murió, fui a encontrarlo. Escuché
que estaba bebiendo y de fiesta, tenía partido al día siguiente. Y lo encontré con
ella. Me cabreé. Él te tenía. ¿Por qué necesitaba a alguien más? Dije cosas que no
debí decirle a un chico de dieciséis años borracho, y él iba a buscarte esa noche
porque le dije que te lo diría. No lo dejaría hacerte eso. Entró en pánico, salió
corriendo y se puso detrás del volante antes de que pudiera detenerlo. —Me
detuve y respiré profundo. La opresión en mi pecho volvió. Esa noche era una
pesadilla que viviría toda mi vida—. Me encontraba como a cinco minutos
detrás de él. Me quedé encerrado en la fiesta, y para el momento que saqué mi
auto, él ya había chocado el de suyo alrededor de un árbol. Llegué demasiado
tarde para salvarlo. No fui inteligente. Me enojé y dije cosas que no puedo
retirar.
Sienna ya no lloraba. Se quedó quieta y en silencio en mis brazos.
Esta era la verdad. Ella quería la verdad, y era fea. Algo que yo nunca
sería capaz de superar. Pero era la jodida verdad.
—Él se puso detrás de ese volante. Él fue el que se emborrachó. Tú no le
hiciste hacer ninguna de esas cosas —dijo, con su cabeza inclinada hacia atrás
para mirarme.
Sabía eso, pero también sabía que él era demasiado joven para tomar las
decisiones correctas. Así que básicamente fue mi culpa. No lo manejé bien, y él
perdió la vida.
—Te amaba entonces —le dije de nuevo. Necesitaba que entendiera. Por
años me culpé por eso. Follé a mujeres. Muchas pelirrojas, tratando de olvidar
que ella existió. Pero mi mundo se iluminó como un jodido árbol de Navidad
cuando rodeó esa esquina en esos pantalones cortos. Verla de nuevo; fue una
sacudida que no supe que necesitaba. Solo estuve sobreviviendo. No vivía
realmente. Observaba a mis amigos vivir a mi alrededor, pero yo no vivía. Me
las arreglaba. Lográndolo día a día.
Sienna me hizo querer vivir de nuevo. Micah me hizo querer vivir. Eran
míos, y no iba a dejarlos ir.
—Te amo —dijo—. Te amé desde el momento que encontraste mi
casillero en mi primer día de preparatoria. Me sentía tan asustada y perdida. Y
tú te abalanzaste y salvaste el día. Nunca me sentí asustada con tu presencia.
Me hacías feliz.
La puerta mosquitera se abrió y Sienna saltó en mis brazos. Ambos
miramos mientras Micah salía al pórtico, frotando sus ojos adormilados. —
¿Vamos a acampar en el patio ahora? —preguntó.
Sienna comenzó a reír, luego sacudió la cabeza. —Esta noche no,
pequeño. Tal vez otra noche. Hoy dormiremos en nuestras cómodas camas.
Micah asintió y miró de Sienna a mí, luego de vuelta a su madre. —¿El
tío Dewayne va a venir dentro a dormir también?
Sienna volvió a levantar la vista hacia mí. No quería que tomara esta
decisión solo porque no quería confundir al niño, pero en este momento
tomaría cualquier ventaja que pudiera conseguir. Quería entrar en la cama de
mi mujer.
—Sí, tío Dewayne irá dentro a dormir.
Micah bostezó. —Tienes que conseguirle una cama más grande —dijo,
luego se giró y volvió a entrar—. Ven a meterme en la cama. Estoy adormilado.
—Voy —respondió Sienna.
—El tío Dewayne también. Quiero que él también me meta en la cama —
gritó Micah desde adentro.
—Ya vamos —dije, entonces le guiñé a Sienna, que solo sonrió.
Dos meses después…
Sienna
Porque buscaba a esa chica con la coleta roja que cruzaba la calle cada maldito
día.
Me detuve y recogí el trozo de papel de la almohada vacía de Dewayne.
Las palabras no tenían sentido. ¿Esperaba que cruzara la calle? ¿Cuándo? Me
levanté y estiré. Fue a trabajar temprano. Me dijo anoche que tenía que ir a
trabajar temprano esta mañana. Al gran proyecto de apartamentos que
consiguió Falco Construcciones, le completarían un nivel hoy. Esto era
importante para el futuro de Dewayne. Su padre nunca consiguió trabajos como
este, pero Dewayne llevaba el negocio al siguiente nivel. Me sentía tan
orgullosa de él.
Metí el trocito de papel con la extraña nota en el bolsillo de mi bata y fui
al baño. Lo llamaría y le preguntaría por eso más tarde. Tal vez lo entendería
una vez que tuviera café. Nos acostamos un poco tarde anoche. Él fue incapaz
de sacar sus manos de mí, y lo disfruté mucho.
Otra notita se hallaba en el espejo. Me acerqué y la arranqué.
Porque esos grandes ojos perdidos me miraban con confianza y se iluminaban
cuando encontraban los míos.
¿Qué hacía? Esto era loco. Lo leí de nuevo y reí, entonces la metí en mi
bolsillo antes de cepillar mis dientes y luego mi cabello. No tenía que trabajar
hoy. Era lunes y estaba libre. Tenía que levantar a Micah y alistarlo, pero
establecí la alarma para poder beber mi café antes de tener que despertar a mi
bola de energía.
Deslicé los pies en mis pantuflas peludas ahora que las noches se volvían
más frías y enfriaban los pisos de madera dura en la mañana. Abrí la puerta en
silencio y fui a la cocina. Lo primero que noté fue otro trozo de papel como los
otros al lado de la cafetera.
Porque escuchar tu risa lo arregla todo.
Ese era dulce y tenía más sentido. Lo entendía ahora. Me dejaba notas de
por qué me amaba. Los dos últimos meses, Dewayne Falco se convirtió en el
Señor Romántico. Lo cual era algo que Preston, Marcus y Rock pensaban que
era lo más divertido que habían visto. Aunque Dewayne tomaba sus burlas con
tranquilidad. Parecía gustarle. No estaba segura de qué le sucedía.
Abriendo la nevera, alcancé la crema solo para encontrar otra nota.
Porque me sanaste. Cuando nadie más pudo.
Se me llenaron los ojos de lágrimas con esa, la doblé cuidadosamente y la
añadí a las otras. Ese hombre. Lo amaba. No parecía verlo, pero él también me
sanó. Sanó mi dolor pasado y mi amargura. Fui capaz de dejarlo ir. Mamá
incluso vendría de visita el mes próximo para quedarse unos días y conocer a
Micah. La vida era corta, y yo le recriminaba algo y evitaba que mi hijo
conociera a su abuela. Ella no estaría siempre ahí. Mi padre perdió su
oportunidad de conocer a Micah. Pero mi madre todavía se hallaba aquí y
quería conocerlo.
Llegando al armario, agarré mi taza favorita y dentro vi otra nota. Esto
era como una búsqueda del tesoro sorpresa. Conocía mi rutina matutina tan
bien. Sonriendo, la recogí.
Porque eres la mujer y madre más increíble que he conocido.
Las lágrimas regresaron. Joder, iba a ser un desastre llorón para el
momento que tuviera que despertar a Micah. Sorbí y limpié mi cara, luego metí
la nota con las otras. Tendría que ponerlas en algún lugar especial. Guardarlas.
Me acerqué e hice mi café, entonces me volví hacia el azúcar, ya
preparada para encontrar otra nota. No me decepcionó. Ahí estaba.
Porque no puedo imaginar una vida sin ti.
No lloraría esta vez. Luché contra las lágrimas y guardé la otra nota. Lo
follaría tanto cuando llegara a casa. Tal vez incluso una mamada increíblemente
buena.
Caminé hacia la mesa, me senté con mi café y, justo cuando saqué la silla,
me sorprendió de nuevo con una nota en el asiento. Yo era realmente predecible
en la mañana. Incluso supo en cuál silla ponerla.
Porque tú, Micah y los otros hijos que tengamos son mi futuro.
Guau.‖ Vale.‖ Eso‖ era…‖ guau.‖ Lo‖ releí‖ de‖ nuevo,‖ luego‖ la‖ metí‖ con‖ las‖
otras. No habíamos hablado de niños. No nuestros, al menos. Pasábamos un
montón de tiempo con sus amigos y un montón de tiempo acurrucados
hablando de la vida. Pero no sacábamos mucho a colación el futuro. Solo sabía
que lo quería a él allí. Él y Micah eran mi corazón. Me llenaban.
La puerta de Micah se abrió, y él salió viéndose como si hubiera estado
despierto desde hacía rato. Raro. Sonreía como si tuviera el mejor secreto en el
mundo.
—Bien, buenos días, guapo —dije, abriendo mis brazos para que entrara.
En vez de eso, tendió su mano, y en ella vi otra nota. Dewayne le dio una a
Micah también.
Porque desde que tenía diecisiete solo hubo una chica para mí.
Sorbí y le sonreí a Micah. —¿Dewayne te dio esto antes de irse o anoche?
—le pregunté, tratando de averiguar por qué Micah se encontraba levantado y
vestido tan temprano.
—Esta mañana —respondió Micah.
Entonces la puerta de Micah se abrió de nuevo, y Dewayne salió. No
vestía para trabajar en lo absoluto. Me dio una sexy sonrisa y un guiño. Este
hombre estaba loco. Amaba cada pizca de su locura.
—Estás aquí —dije, y Micah se corrió para pararse a mi lado justo
cuando Dewayne llegó a mí y tendió su mano. Otro trozo de papel.
Porque eres mía. Y soy jodidamente tuyo.
Comencé a reír y apreté la nota para que Micah no pudiera verla. No lo
necesitaba diciendo la palabra con J en la escuela. Pero Dewayne se bajó al
suelo,‖y‖se‖puso‖sobre…‖una‖rodilla.
Oh por Dios.
Tendió su otra mano, y en ella había un hermoso anillo de diamante
corte de princesa.
—Porque quiero que tomes mi apellido. Porque quiero que Micah tome
mi apellido. Y porque no soy nada sin ti. Sienna Roy, ¿te casarías conmigo?
Esta vez no contuve las lágrimas. Las dejé fluir libremente mientras
asentía, luego grité mi: —¡SÍ!
Dewayne se puso de pie, me levantó y me dio vueltas en un círculo
mientras Micah vitoreaba y reía, observándonos. Nunca esperé esto. Nunca lo
esperé a él.
Nadie podría haberme dicho que este maravilloso y hermoso hombre me
amaría de esta forma. No les habría creído. Era más de lo que podría pedir.
No podría escribir un final más perfecto para la historia de mi vida.
Porque incluso con todos esos malos tiempos y momentos en que pensaba que
las cosas no podrían ser peor, los buenos tiempos, los momentos de alegría y el
amor eran mucho más. Hacían que valiera la pena. El viaje puede que no sea
fácil, pero cuando encuentras a ese con quien hacerlo, entonces puedes hacer
cualquier cosa.
Agradecimientos
Tengo que empezar agradeciéndole a mi agente, Jane Dystel, quien es
más que brillante. Firmar con ella fue una de las cosas más inteligente que he
hecho. Gracias, Jane, por ayudarme a navegar por las aguas del mundo de las
publicaciones. Eres realmente fantástica.
Mi editor, Sara Sargente. Me encantó trabajar con ella en este libro.
Espero con ansias trabajar en los muchos libros que vendrán. Mara Anastas,
Anna McKean, Paul Crichton, Carolyn Swerdloff, y el resto del equipo de
Simon Pulse, por todo el trabajo duro en sacar mis libros al mundo.
Las amigas que me escuchan y me entienden de una forma que nadie
más en mi vida puede hacerlo: Colleen Hoover, Jamie McGuire, y Tammara
Webber. Ustedes tres me han escuchado y apoyado más que cualquiera que
conozco. Gracias por todo
Necesito‖darle‖un‖gracias‖enorme‖al‖Abbi’s‖Army,‖liderado‖por‖Danielle‖
Lagasse. Ella ha reunido a un increíble grupo de lectores que promueven mis
libros y me hacen sentir increíblemente especial. Los amo a cada uno de
ustedes, y me siento tan honrada de que pasen el tiempo compartiendo mis
libros con otros.
Natasha Tomic, por siempre leer mis libros en el momento que escribo
“Fin”,‖ incluso‖ cuando‖ requiere‖ que‖ se‖ quede‖ despierta‖ toda‖ la‖ noche‖ para‖
hacerlo. Ella siempre sabe qué escenas necesitan ese algo extra para hacer que
sean‖calidad‖“emparedado‖de‖mantequilla‖de‖maní”.
Autumn Hull, por siempre escucharme despotricar y preocuparme, y por
aun así siempre leer mis libros como beta. No puedo descifrar cómo soporta mis
malos humores. Sólo estoy agradecida de que lo haga.
Por último, pero no menos: Mi familia. Sin su apoyo yo no estaría aquí.
Mi esposo, Keith, se asegura de que tenga mi café y que los niños estén
atendidos cuando necesito encerrarme y alcanzar una fecha límite. Mis tres
hijos son tan comprensivos, aunque una vez que salgo de la cueva de escritura
esperan toda mi atención, y se las doy. Mis padres, que siempre me han
apoyado. Incluso cuando decidí escribir cosas más calientes. Mis amigos, que
no me odian porque no puedo para tiempo con ellos durante semanas porque la
necesidad de escribir toma el control. Son mi máximo grupo de apoyo y los amo
muchísimo.
Mis lectores. Nunca esperé tener tanto. Gracias por leer mis libros. Por
amarlos y contarles a otros sobre ellos. Sin ustedes, yo no estaría aquí. Es así de
simple.
Until the End
La historia de fondo que los seguidores han estado
aclamando —cómo se enamoraron Rock y Trisha—
es la última entrega de la serie Sea Breeze de la
autora más vendida del New York Times, Abbi
Glines. Y no te pierdas el increíble epílogo, ¡donde
Abbi introduce a todas las parejas de las historias
de Sea Breeze!
Trisha Corbin siempre ha sabido cómo ocultar un
moretón. Ya que los novios de su madre eran
incapaces de mantener sus manos lejos de ella, no
tuvo otra opción. Y siempre y cuando eso
signifique que los hombres no van a acercarse a su
hermanito, Krit, vale la pena. Pero los días de
soñar que un príncipe azul vendría a rescatarla quedaron muy lejos en el
pasado.
Rock Taylor siempre tuvo un plan. A través del fútbol, logró superarse en la
vida en la que nació. Tenía a su alcance una beca completa para jugar en un
equipo universitario; asumiendo que él no dejaría que nada se interponga en su
camino. Pero conseguir una cita con la chica más atractiva de Sea Breeze estaba
resultando ser más difícil de lo que esperó. Trisha Corbin era la fantasía
viviente de cada hombre, y ella ni siquiera miraba en su dirección.
Cuando Rock por fin consigue que Trisha entre en su camión, no es para una
cita. Sino porque él la recogió de un costado de la carretera, golpeada y
magullada, dirigiéndose hacia el hospital local. Antes de que Rock lo sepa, el
fútbol ya no es su vida. Trisha Corbin sí. Y hará cualquier cosa para salvarla. Y
mantenerla.
Además de la historia de amor de Rock y Trisha, esta novela especial contiene
cuentos recapitulados de todas tus parejas favoritas de Sea Breeze: Sadie y Jax,
Marcus y Low, Cage y Eva, Preston y Amanda, Jess y Jason, Krit y Blythe, y
Dewayne y Sienna.
Sobre el Autor
Abbi Glines es la autora bestseller en el New York
Times, USA Today, y Wall Street Journal de las
series Sea Breeze, Vincent Boys, Existence y
Rosemary Beach. Una amante devota de los libros.
Abbi vive con su familia en Alabama. Mantiene
una adicción a Twiter en @AbbiGlines y también la
puedes encontrar en facebook.com/AbbiGlinesAuthor
y AbbiGlines.com.

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