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Universidad de Buenos Aires

Facultad de Ciencias Económicas


Instituto de Investigaciones Económicas

Centro de Estudios sobre Población, Empleo y Desarrollo

Crisis y metamorfosis del mercado de trabajo.


Parte 1: Reflexiones y diagnósticos

Javier Lindenboim (compilador)

Mariana González, Javier Lindenboim, Miguel Oliva, Agustín Salvia, Leandro Serino,
Silvana Tissera, y Equipo “cambio estructural y desigualdad social”

Cuaderno del CEPED Nº 4


2000
Índice

Presentación ...................................................................................................... pág. 9

"Mercados de trabajo urbanos en Argentina de los 90", por Javier


Lindenboim (con la colaboración de Leandro Serino) ..................................... pág. 13

"Consecuencias de las políticas públicas sobre el mercado laboral en


Argentina en el período 1989 - 1999", por Miguel Oliva .................................. pág. 43

"Condiciones de vida y estrategias económicas de los hogares bajo


los cambios estructurales. GBA. 1990-1999", por Agustín Salvia ................... pág. 57

"Heterogeneidad y precarización en los hogares asalariados. GBA.


1990-1999", por Agustín Salvia y Silvana Tissera ........................................... pág. 83

"La precariedad como forma de exclusión", por Javier Lindenboim,


Leandro Serino y Mariana González ............................................................. pág. 107

"Reformas laborales y precarización del trabajo asalariado


(Argentina 1990-2000)", por el Equipo cambio estructural y
desigualdad social ......................................................................................... pág. 123
Presentación

Los documentos que se incluyen en este nuevo Cuaderno del CEPED recogen parte de
los avances alcanzados en el desarrollo de la investigación “Mercados de trabajo urbanos de la
Argentina de los ’90. Crisis y metamorfosis”. Dicho estudio conforma el proyecto trienal de
carácter integrado (IE 01) de la Programación UBACYT 1998-2000, bajo la dirección de Javier
Lindenboim. El mismo se lleva a cabo combinando los esfuerzos de uno de los grupos de trabajo
del CEPED /Instituto de Investigaciones Económicas, Facultad de Ciencias Económicas (UBA),
dirigido por Javier Lindenboim, y del equipo “Cambio estructural y desigualdad social” del
Instituto Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales (UBA), dirigido por Agustín Salvia
Los objetivos generales del proyecto fueron definidos como: 1) Analizar e interpretar los
cambios en el funcionamiento de los principales mercados de trabajo urbanos de la Argentina
durante la actual década (período de pos-crisis y de transformaciones estructurales); 2) Dilucidar la
incidencia de factores de oferta, de demanda y otros de orden político-institucional, sobre el nivel
de desocupación y precariedad del empleo en los mercados urbanos del país y; 3) Contribuir a la
identificación de mecanismos efectivos destinados no sólo a paliar la situación de una amplia
proporción de la población sino a encontrar caminos hacia una estrategia de crecimiento con
equidad.
Este cuaderno incluye una selección de artículos y ponencias elaborados en el transcurso
de 1999-2000, cuyos contenidos abordan diversos aspectos relevantes programados por el
proyecto aludido.
Así, el trabajo de J. Lindenboim (con la colaboración de L. Serino) procura proporcionar
una mirada tanto de las condiciones socioeconómicas de la década del noventa como de las
evidencias en materia laboral, discriminando el área central del país del resto de aglomerados
cubiertos por la Encuesta Permanente de Hogares (considerados de forma agregada), con series
estadísticas construidas especialmente para el período 1990-1998.
El documento preparado por M. Oliva, partiendo de un diagnóstico sobre las causas del
incremento de la desocupación en el período, reseña las principales políticas públicas
implementadas que tuvieron impacto sobre el mercado laboral y reflexiona acerca de sus efectos a
corto y largo plazo.
El trabajo de A. Salvia intenta analizar los cambios que ha experimentado la desigualdad
social –en términos de evolución y distribución del ingreso– así como los cambios en los
esfuerzos económicos y laborales desplegados por los hogares por mantener una determinada
posición social, y el nivel de éxito o fracaso alcanzado por tal iniciativa. Este tipo de estudio
introduce una dimensión social al necesario balance general que debe hacerse del proceso de
transformación y crecimiento económico que ha experimentado el país.
El análisis se realiza a través de series estadísticas temporales para el Gran Buenos Aires
durante el período 1990-1998, centrando la atención en el esfuerzo económico y ocupacional
realizado por las familias según su localización en la estructura social.
Por su parte, A. Salvia y S. Tissera exploran el impacto diferencial que han tenido los
cambios estructurales e institucionales sobre la estructura de oportunidades socio-ocupacionales y
de bienestar económico de los hogares de trabajadores asalariados, según tengan estos últimos un
empleo protegido o precario.

9
Para ello, se presenta un conjunto de indicadores que permiten medir y evaluar diferencias
netas operadas en la estructura de oportunidades económicas, laborales y sociales de los hogares
asalariados del Gran Buenos Aires, entre 1990 y 1998, y que muestran cómo el deterioro de las
condiciones de vida durante este período no resultó homogéneo al interior de la estructura social
asalariada.
En la parte final se agregan dos trabajos colectivos. En el de J. Lindenboim, L. Serino y M.
González se reflexiona –a partir del caso de Argentina en los noventa– acerca de la precarización
de las relaciones laborales asalariadas. Se presenta una conceptualización de precariedad que
permite entender este fenómeno como una situación de exclusión. Se incluye, asimismo, una
breve consideración retrospectiva sobre la intervención del Estado para atenuar los efectos
sociales más nocivos del capitalismo y sobre el papel del trabajo como mecanismo de integración
social. Por último, en el trabajo se realiza un análisis empírico de la evolución de la precariedad
laboral, considerando el conjunto de los aglomerados relevados por la Encuesta Permanente de
Hogares.
Finalmente, el equipo “Cambio estructural y desigualdad social” del Instituto G. Germani
procura otra mirada sobre el mismo período. El objetivo principal de ese documento es recoger
evidencias sobre los determinantes del cambio social y de la fragmentación que experimentaron
los asalariados durante los últimos diez años. El interés se centra en dos aspectos: la revisión de la
nueva institucionalidad laboral, y el análisis de los cambios “objetivos” operados en las relaciones
laborales en términos de precarización del empleo.
Se afirma que la clave interpretativa de la flexibilización laboral se encuentra en las formas
en que el fenómeno expresa y reproduce las relaciones de fuerza que intervienen en la puja de la
distribución del ingreso y de poder entre los actores sociales, reconociendo en el desempleo y la
precariedad laboral las formas típicas bajo las cuales se expresa la mayor subordinación política y
social del trabajo al capital y las posibilidades objetivadas y subjetivas de su mayor explotación.
El conjunto de estos documentos expresan en una instancia inicial los esfuerzos que se
planteó desarrollar en el proyecto citado en el sentido de indagar acerca de las especiales
condiciones de los distintos mercados de trabajo locales. Si bien hasta aquí no se pudo alcanzar el
tratamiento diferenciado por aglomerado individual (excepto para el Área Metropolitana de
Buenos Aires) las investigaciones en marcha prometen proveer mayores elementos de juicio en
esa dirección.
Debe mencionarse el apoyo del Departamento de Imprenta de la Facultad de Ciencias
Económicas (UBA) para realizar la presente edición, la ayuda que representó el financiamiento
que el Programa UBACYT otorgó a este proyecto y la colaboración prestada por diversos
miembros de ambos equipos (en particular la Lic. Mariana González y la Srta. Carmen López
Imizcoz) para arribar a la concreción de este Cuaderno.

Diciembre de 2000

Javier Lindenboim
Director

10
“Mercados de trabajo urbanos en la Argentina de los 90• ”
Autor: Javier Lindenboim 1
(con la colaboración de Leandro Serino)2

1. Introducción

1.1. Objetivos

La opinión pública, al igual que buena parte de los analistas, ha colocado al crecimiento de la
desocupación como el principal problema que aqueja a la sociedad argentina en las postrimerías
del siglo XX. Sin embargo, la disfunción social destacada no puede ni debe ser estudiada de forma
independiente, tanto por sus causas como por sus implicancias.
Los factores de oferta y de demanda determinantes de los desequilibrios observados en el
mercado de trabajo parecen haber actuado simultánea o alternativamente en el período. En la
primera mitad de la década, la participación de la población (la oferta)– al menos en el GBA-
muestra un dinamismo inusitado no correspondido por una tendencia similar de la demanda, a
pesar del crecimiento económico. Hay elementos para pensar que en dichos años la recuperación
económica parece haberse sostenido en dos factores: a) el aprovechamiento de la capacidad
productiva parcialmente ociosa y, b) en ciertos sectores, la rápida incorporación de tecnologías
(sea en maquinaria y equipo o tecnologías duras, como en la organización del trabajo o blandas)
ahorradoras de mano de obra. En la segunda mitad, en cambio, aquellos dos factores habrían
aminorado su significación, de modo tal que momentos de recuperación económica pudieron
expresarse en incrementos de la demanda laboral, a través de una mayor elasticidad
empleo/producto.
El objetivo del documento es indagar acerca del comportamiento diferencial de los
aglomerados urbanos argentinos en el marco del proceso de reestructuración económica y del
mercado de trabajo, en el período 1990-1998.
A lo largo de la década de los noventa diversos estudios han procurado mostrar distintos
elementos significativos del tema en cuestión3. Así, se han puesto en evidencia el incremento –
desconocido hasta los ’80– de la tasa de desempleo y de subempleo, el constante aumento de las
condiciones precarias de trabajo, las dificultades crecientes de los jóvenes para insertarse
laboralmente, la alta rotación, la ampliación del período de paro, entre otros elementos.


Este documento refleja parte de la investigación “Mercados de trabajo urbanos de la Argentina de los ’90.
Crisis y Metamorfosis”, UBACYT IE-01, desarrollada en el CEPED bajo la dirección de Javier Lindenboim. Se
agradece la colaboración de todo el equipo del Centro, en especial de la Lic. Mariana González por su atenta lectura
de una versión preliminar.
1 Director del Centro de Estudios de Población, Empleo y Desarrollo (CEPED) de la Universidad de Buenos
Aires e Investigador Independiente del CONICET.
2 Investigador asistente del Centro de Estudios de Población, Empleo y Desarrollo (CEPED).
3 Sólo a título de ejemplo se pueden mencionar los trabajos de: Altimir y Beccaria (1999), Lindenboim (1997),
Marshall (1998), Monza (inédito), Salvia y Lazo (inédito).

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Sin embargo, en la mayor parte de los trabajos se han considerado datos provenientes del
área metropolitana de Buenos Aires (en adelante, GBA) o, en todo caso, algunos otros
aglomerados en ocasión de ciertos estudios regionales.
En este documento nos proponemos una mirada que cubra el universo urbano relevado por
la Encuesta Permanente de Hogares, de manera tal de poder proveer información del país
(urbano) en su conjunto, así como algunas de las características diferenciadoras del GBA frente al
resto de las dos docenas de aglomerados (en adelante, “Resto Urbano").
Con tal propósito, se han utilizado las bases usuarias del INDEC disponibles desde 1990.
Esta poderosa fuente informativa ha sido objeto de sucesivos ajustes tendientes a perfeccionar el
material provisto. Debido a ello, para esta investigación ha sido necesario apelar a una serie de
procedimientos que posibiliten su comparación efectiva. Por ese motivo, se incluye un Anexo en
el que se describen tales ajustes, los que de hecho facilitarán a otros investigadores su uso sin
inconvenientes.

1.2. Esquema de la presentación

Luego de esta presentación el texto se organiza en tres secciones. La siguiente, procura


indicar los elementos de contexto principales. En la tercera se abordan los rasgos salientes de
algunos de los componentes centrales del mercado de trabajo urbano de Argentina. Comprende
cuatro partes. La primera procura proveer el contexto económico social. En la segunda se analiza
el creciente excedente de fuerza de trabajo. En la tercera se consideran los aspectos de la
disposición a trabajar por parte de la población. En la cuarta el foco está constituido por el
empleo propiamente dicho, sus diferenciaciones internas (tanto territoriales como por ramas de
actividad) y ciertos rasgos típicos (mayor desprotección, mayor rotación, etc.). A lo largo de la
sección se marcan los contrastes entre el GBA y el resto urbano y entre los componentes
femenino y masculino de la fuerza de trabajo.
Finalmente, en la sección 4 se presentan las principales conclusiones a que se ha arribado, así
como otros aspectos pendientes de tratamiento en esta presentación pero encarados en la
investigación que le ha dado origen.
A continuación de él se incluye un Anexo Metodológico.

2. Las precondiciones del contexto

En ésta sección se identifican sólo algunos de los elementos de contexto que determinaron
las características y el comportamiento del mercado de trabajo. En primer término, se indica un
conjunto de ellos que se vincula con los rasgos centrales del modo de acumulación adoptado en el
país y en el mundo. En segundo lugar, se alude al componente poblacional.

2.1. El componente macroeconómico en los noventa


De manera extremadamente simplificada se hace referencia aquí a tres elementos claves de la
situación de los noventa: a) la orientación de la política económica; b) las modificaciones en la

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legislación laboral, y c) los avatares internacionales.
a) La política económica.
El estudio de la situación ocupacional argentina necesariamente debe tomar en consideración
la implantación de un nuevo modo de acumulación de capital. El diagnóstico dominante en el
mundo y adoptado en Argentina, sitúa los problemas de acumulación en el tipo de distribución
del ingreso imperante desde la posguerra. En otras palabras, la “excesiva” proporción del ingreso
de la que se apropiaban los trabajadores llevó a que, desde mediados de los ‘70, resulte imposible
mantener el ritmo de acumulación sobre el que se sostuvo la notable expansión económica de
“los años de oro” del capitalismo.
Dentro del nuevo contexto mundial que guía el desarrollo de las economías capitalistas en los
noventa, el gobierno argentino inicia la década con una serie de reformas estructurales cuyo
objetivo es ayudar al capital a fortalecer sus niveles de acumulación y lograr, por ese medio, la
reactivación de la alicaída economía nacional. En dicha línea los principales cambios introducidos
en la economía a partir 1991 son: a- el restablecimiento de la estabilidad monetaria; b- la
desregulación de los mercados; c- la apertura comercial y financiera, y d- la reforma del Estado
Nacional.
Tanto la desregulación como la apertura comercial (con la eliminación de las barreras
preexistentes) derivaron en efectos negativos en una serie de sectores productivos, con el
resultado de la disminución de sus planteles de trabajadores. Al propio tiempo, dichos
mecanismos junto con la fijación del tipo de cambio abarataron relativamente los bienes de capital
en relación con la mano de obra, dando lugar a un proceso de ajuste de las dotaciones de
personal.
A su turno, los ajustes en el nivel del Estado4 se centraron en la eliminación de un número
significativo de dependientes públicos, además de la disminución derivada de la veloz secuencia de
privatizaciones de empresas estatales.
Debe notarse, empero, que el proceso de cambio tecnológico habría llegado a un punto de
maduración al momento de recibirse los efectos de la crisis mexicana. De allí que, luego de ella, la
recuperación del ciclo económico pudo asociarse con una tonificación de la demanda de fuerza de
trabajo, a expensas de la productividad que se había incrementado notablemente en primer
quinquenio.
Por último, y como consecuencia de todo lo anterior, se verifica un nuevo mecanismo de
ajuste del mercado de trabajo, ya no basado en el salario sino en la dotación misma de personal.
Dicho cambio se inicia en una etapa de baja participación de los salarios en el ingreso nacional5.
b) Las modificaciones a la legislación laboral.
Los cambios señalados se complementaron con las modificaciones de la legislación laboral,
que buscaron adecuar la dinámica del mercado de trabajo al nuevo modelo de desarrollo.
Dichos cambios, al igual que la serie de reformas que venimos analizando, se producen en el

4 De nivel nacional. En las provincias, como es sabido, tal proceso está lejos de haber sido realizado y
continúa siendo uno de los motivos de conflicto en el ámbito social y político.
5 Es conocido que a mediados de los ‘70 se produjo una fuerte caída de tal participación, de la que hubo una
leve recuperación a mediados de los ‘80 y un ulterior efecto negativo de las hiperinflaciones de 1989 y de 1990-91. El
inicio de la Convertibilidad coincide con uno de los peores momentos en materia de distribución del ingreso. La
ausencia de datos suficientes provenientes de las cuentas nacionales dificulta la provisión de evidencias cuantitativas
satisfactorias.

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marco de un nuevo “acuerdo” en que se dirimió la disputa social por el ingreso. En otros
términos, son funcionales al nuevo modo de acumulación.
Los sucesivos cambios introducidos a la legislación planteaban principalmente:
a- Mejorar la competitividad de la economía por la vía de la reducción de los costos
laborales no salariales;
b- Incrementar la capacidad de la economía para generar puestos de trabajo;
c- Evitar aumentos del nivel de desempleo.
En nuestra opinión, las políticas laborales cumplen una doble función. Por un lado,
contribuyen a mejorar la acumulación de capital, y por el otro, por razones más político-sociales
que económicas, matizan los efectos nocivos del nuevo modelo de desarrollo. Resulta casi
irrisorio destacar la función mejor desempeñada.
La primera de aquellas funciones, implica una flexibilización tal que permita a los empresarios
adecuar sus plantillas a los vaivenes de la demanda de sus productos, sin que esto implique
grandes erogaciones de dinero. Esto conlleva no sólo una reducción de los salarios reales de los
trabajadores, que ha de conseguirse principalmente por medio del efecto disciplinador del
desempleo, sino también bajar el costo de los despidos en los momentos recesivos. En este
sentido, las reformas se han centrado en la disminución de los aportes patronales, la introducción
de diversas modalidades de contratación de personal (a prueba o por tiempo determinado) y los
cambios en los niveles de las negociaciones colectivas –tendientes a descentralizarlas- junto con la
reducción del costo de la ruptura del contrato laboral6.
c) Los avatares internacionales.
La estabilidad monetaria, el alineamiento político internacional y la asunción de la ideología
neoliberal por parte del gobierno justicialista, todo ello sumado a la extrema laxitud y velocidad de
las privatizaciones, originaron grandes flujos de capital que condicionaron los resultados de la
estrategia basada en la ley de Convertibilidad.
En el contexto internacional las décadas recientes muestran crudamente una contradicción
que no ha sido puesta en la mesa de debate. Al tiempo que se difunde y pone en práctica una de
las mayores ofensivas libremercadistas del capitalismo, se articulan también operativos -aceptados
por el "main stream"- consistentes en la negación de tales postulados a través de diversos
mecanismos de integración (Unión Europea, NAFTA, MERCOSUR). Con ellos se reconoce -sin
decirlo- que el mercado está lejos de garantizar el "normal" funcionamiento del propio
capitalismo. Hace falta asistirlo con regulaciones que son buenas, seguramente, porque facilitan el
accionar, en áreas protegidas, de los mayores grupos económicos. Como es sabido, tales
regulaciones son perniciosas, como sostenía Galbraith en La cultura de la satisfacción, cuando se
trata de proteger a los más débiles socialmente.
En ese contexto, y como resultado de la creciente interdependencia de las economías
nacionales, se destacan tres sucesos, que por sus efectos sobre la economía argentina, pudieron
afectar negativamente la evolución del empleo. En orden cronológico pueden mencionarse: a- la
crisis desatada por la devaluación de la moneda mexicana a fines de 1994; b- las crisis financieras
que en los últimos años de la década tienen su inicio en el sudeste asiático (1997) y Rusia (1998); y
c- las complejas derivaciones de la devaluación del real en 1999.

6 Ver Goldin (1997).

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Sobre la crisis de México se asentó buena parte de la justificación “oficial” de la crisis del
empleo de mediados de los noventa. Llamativamente, las de los años recientes no se manifestaron
en forma de nuevas recaídas del mundo del trabajo.

2.2. La dinámica poblacional de Argentina.


El otro de los elementos que contribuyen a determinar el comportamiento del mercado de
trabajo es la dinámica poblacional. En las décadas recientes, la población de Argentina ha
evolucionado a ritmos inferiores a la media latinoamericana, pero superiores a los propios de los
países europeos y de América del Norte. Su tendencia es decreciente en las últimas décadas. Es
claro el creciente predominio de la población urbana. Dentro de ella, la porción correspondiente a
los aglomerados relevados por la EPH7 crecía en los ‘60 más rápidamente que el conjunto.
Posteriormente, la situación se revirtió, principalmente debido a la notable disminución del
incremento poblacional del Gran Buenos Aires (ver Cuadro 1).
Como consecuencia de tal dinámica diferencial se ha ido modificando la composición de la
población urbana, observándose: un sensible descenso de la participación del GBA; una caída del
peso de los aglomerados cubiertos por la EPH (pese al aumento de la proporción de los 24
aglomerados restantes); un concomitante aumento de la población de las ciudades y pueblos no
relevados por la encuesta (ver Cuadro 2).
Al propio tiempo, la dinámica de la población urbana no es homogénea a lo largo del
territorio nacional. Con una clasificación regional tradicional se observa el mayor incremento
urbano (entre 1960 y 1991) en el sur y una situación intermedia en el norte. Levemente por
encima del promedio nacional se ubican Cuyo y Centro. Las regiones más populosas son las que
no alcanzan el ritmo promedio: Pampeana y Gran Buenos Aires8. Estas diferencias deberán ser
tenidas en cuenta al momento de considerar los factores demográficos en la dinámica
ocupacional. Como se verá, la población presiona por dos vías en el mercado de trabajo. En el
área central (GBA), con bajo crecimiento poblacional, aumenta la disposición a participar
laboralmente. En el resto, en particular en el norte del país, tal disposición se mantiene
relativamente estable, pero en un contexto de fuerte crecimiento de la población. La contención
de la demanda –o su escaso dinamismo– prefigura el “sobrante” de fuerza de trabajo.
Cuadro 1: Tasas de crecimiento de la población Cuadro 2: Composición de la población urbana
Argentina9 población argentina
(Promedio porcentual anual)

60-70 70-80 80-91 60-91 1960 1970 1980 1991


Población total 1,56 1,81 1,47 1,61 100,0% 100,0% 100,0% 100,0%
Población urbana 2,25 2,22 1,86 2,10 GBA 46,2% 45,8% 42,9% 39,7%
Urbana EPH 2,36 2,03 1,65 2,01 24 aglom. 26,0% 27,1% 27,9% 29,0%
GBA 2,23 1,67 1,19 1,69 Total EPH 72,2% 72,9% 70,9% 68,8%
Resto EPH 2,67 2,63 2,32 2,54 No EPH 27,8% 27,1% 29,1% 31,2%
Fuente: Elaboración propia en base a los Censos Nacionales de Población y J. Lindenboim et al (1997) pág. 47.

7 Se consideran los 25 aglomerados relevados hasta mediados de los años ‘90. El análisis a lo largo del trabajo
se restringe a ese universo a los efectos de garantizar la comparabilidad, esto es, no se incluyen los aglomerados de
Mar del Plata, Concordia y Río Cuarto, incorporados en los años recientes.
8 Un análisis más detallado puede encontrarse en J. Lindenboim et al (1997). Allí se analiza, también, la
dinámica diferencial por estratos de tamaño poblacional.
9 Salvo indicación en contrario, todos los cuadros son resultado de los procesamientos realizados sobre la
base de datos de la EPH, INDEC.

17
3. El desempleo y el empleo urbanos en los noventa 10

En esta sección se desarrollan, sucesivamente, el excedente resultante de la acción de la oferta


y la demanda laborales (el desempleo), la oferta (a través de las tasas de actividad) y la demanda
(por medio de las tasas de empleo y de diversos atributos de los ocupados).

3.1. Creciente excedente de la fuerza de trabajo.


3.1.1. Edad, género y localización (ver Cuadros 3, 4 y 5).
La instauración del Plan de Convertibilidad genera inicialmente un período de fuerte
crecimiento económico que arrastra una mejoría en el mercado de trabajo. Ello impulsa en
algunas áreas (por ejemplo el Gran Buenos Aires) un aumento de la tasa de participación, que no
es plenamente absorbida por la demanda laboral. En concreto, y por el momento prescindiendo
del por qué y las formas específicas de la mayor participación de la fuerza de trabajo, destacamos
el problema reflejado por el notable incremento de la tasa de desocupación.
La tasa de desocupación sigue un comportamiento cíclico. La situación empeora a partir de
1992, llegando en Octubre de 1994 a presentar un salto respecto a sus valores históricos. Esta
intensificación de la tendencia ascendente de la tasa de desempleo, más notoria en el GBA, indica
los efectos de las reformas estructurales introducidas al comienzo de la década. Luego de
mediados de la década, se verifica una mejoría asociada a la recuperación económica.
El desequilibrio del mercado aquí estudiado adquiere ribetes específicos según la óptica desde
la que centremos nuestro análisis. Así, se observan, entre otras, diferencias según ámbito de
localización geográfica, género y grupos etarios.
En términos de los encuadres territoriales adoptados su evolución nos permite diferenciar
dos períodos. En el primero de ellos, que va de octubre de 1990 al mismo mes de 1992, la
situación en materia de desempleo es más desfavorable en los aglomerados del resto urbano. Al
finalizar este interludio, el porcentaje de fuerza de trabajo excedente adquiere mayor importancia
en el GBA. En detalle, se observa un fuerte aumento de las tasas, qué, si bien es extensible a la
totalidad del país, muestra incrementos más bruscos y mayores niveles en la región metropolitana
de Buenos Aires.
La diferenciación por género muestra que el nivel de las tasas de desocupación femeninas es
netamente superior, especialmente en el GBA. Este comportamiento, como se verá más adelante,
en cierto modo se explica por el notable aumento de la participación femenina del GBA.

10 A lo largo de este capítulo –como se anticipó- se presenta información producida a partir de los datos del
INDEC referidos a la EPH desde 1990 a 1998, tomando las ondas de octubre. En el análisis no se consideran los
aglomerados incorporados en octubre de 1995 (Mar del Plata, Concordia y Río Cuarto).

18
Cuadro 3: Tasa de desocupación general y según Cuadro 4: Tasa de desocupación general y según
género. Población urbana del GBA y resto urbano, género, de la población en edad de trabajar.
ondas de octubre de 1990 - 1998 Población urbana del GBA y resto urbano, ondas
de octubre de 1990 - 1998.

Total Mujeres Varones Total 15 a 65 años


Año
resto GBA resto GBA resto GBA Año Total Mujeres Varones
1990 6,5 6,0 6,8 5,7 6,2 5,1 resto GBA resto GBA resto GBA
1991 6,9 5,4 8,5 6,1 4,2 4,9 1990 7,1 6,9 7,4 7,7 6,9 6,4
1992 7,6 6,7 8,9 6,5 6,5 6,9 1991 6,9 5,2 8,4 5,9 6,2 4,9
1993 8,8 9,7 10,2 12,5 8,0 7,9 1992 7,5 6,6 9,1 6,4 6,6 6,8
1994 10,9 13,0 13,0 15,7 9,4 11,5 1993 8,9 9,8 10,1 12,6 7,9 8,0
1995 15,3 17,4 17,3 20,1 14,3 15,5 1994 10,8 13,0 12,9 15,5 9,4 11,4
1996 14,9 18,9 16,3 22,0 14,0 16,8 1995 15,5 17,3 17,2 20,1 14,5 15,4
1997 12,6 14,4 15,4 17,2 11,1 12,4 1996 14,9 18,8 16,4 22,2 14,1 16,7
1998 11,2 13,4 11,7 15,6 10,9 11,8 1997 12,8 14,4 15,5 17,4 11,2 12,5
1998 11,3 13,4 11,7 15,8 10,9 11,7

Al igual que en el caso de las tasas generales, en todos los grupos etarios se observa el mismo
comportamiento cíclico: empeoramiento de la situación a partir de 1992 y mejoría asociada a la
recuperación económica.11
Los distintos grupos etarios reproducen las diferencias geográficas y de género destacadas.
Por un lado, niveles e incrementos de la desocupación superiores en el GBA, y por otro, mayores
niveles e incrementos entre la población femenina, excepto en el grupo etario mayor (50-65 años)
del resto urbano, donde los valores masculinos son superiores.
En el estudio particular de cada rango etario, se destaca lo siguiente. La población joven (15 a
19 años), constituye el grupo que presenta niveles de desocupación más elevados, no obstante ser
aquel donde los aumentos del excedente son más reducidos12. Este comportamiento podría estar
asociado con la tendencia a una menor participación de la población joven, ya sea por un
aumento de la permanencia en establecimientos educativos o debido al efecto desalentador de sus
históricamente elevadas tasas de desocupación. La población de entre 20 y 34 años, amén de las
generalidades descriptas con anterioridad, se caracteriza porque sus niveles de desempleo superan
a los de los grupos de mayor edad. A su turno, se destaca que la población de 35 a 49 años, grupo
central de la fuerza de trabajo, es la que menores niveles de desempleo presenta. En este grupo se
verifica un comportamiento opuesto al de los más jóvenes, esto es, aquí las tasas son las de menor
cuantía pero presentan en los noventa un ritmo de aumento superior al de los otros rangos
etarios. Finalmente, entre los mayores (50-65) las tasas se duplican en la década en el resto urbano
en ambos sexos. En el GBA, el componente femenino se cuadruplica, mientras el desempleo de
los varones se multiplica por dos.
En otras palabras, la tasa de desempleo por tramo de edad describiría una curva en forma de
U truncada a la derecha, dado que el grupo de los mayores posee mayor tasa de desempleo que el
de las edades centrales pero sensiblemente menor que la verificada entre los más jóvenes.

11 No disponemos aún de la información de 1999 (año en que el PBI evolucionó negativamente), por lo que
todo el análisis comprende el período 1990-1998.
12 Esto es, quizás, porque debido a su alto nivel inicial, su ritmo de aumento es más lento.

19
Cuadro 5: Tasa de desocupación general y según género de la población en edad de trabajar (15-65)
discriminada por rango etario.
Población urbana del GBA y resto urbano, ondas de octubre de 1990 - 1998.

15 a 19 años 20 a 34 años
Total Mujeres Varones Total Mujeres Varones
Año
resto GBA resto GBA resto GBA resto GBA resto GBA resto GBA
1990 21,1 19,7 20,1 26,3 21,3 16,1 8,0 6,3 8,7 6,7 7,5 6,1
1991 22,1 17,2 25,2 17,5 20,1 16,9 8,7 5,4 10,9 6,7 7,2 4,6
1992 23,4 16,3 25,9 14,5 21,8 17,4 9,0 6,7 11,6 7,1 7,3 6,4
1993 25,0 28,9 28,9 40,4 23,0 21,8 10,6 9,8 13,3 12,5 8,7 8,1
1994 31,2 34,1 37,6 39,0 27,9 31,4 12,0 12,3 15,2 15,1 9,9 10,4
1995 40,5 41,7 44,6 45,0 38,4 40,0 17,6 16,9 20,8 19,3 15,5 15,1
1996 36,3 47,4 44,6 52,6 31,9 43,5 17,4 19,0 20,1 22,3 15,6 16,8
1997 34,6 36,7 42,0 44,0 30,2 33,2 14,6 15,1 18,7 19,7 11,9 12,1
1998 31,8 35,0 33,1 44,0 31,1 29,5 13,1 13,4 14,9 15,4 11,9 12,0

35 a 49 años 50 a 65 años
Total Mujeres Varones Total Mujeres Varones
Año
resto GBA resto GBA resto GBA resto GBA resto GBA resto GBA
1990 3,4 4,1 3,6 4,0 3,3 4,1 3,5 7,7 2,6 2,9 3,7 4,1
1991 3,6 3,7 4,5 3,9 3,1 3,5 4,2 3,2 3,2 2,6 4,7 3,2
1992 3,9 4,4 5,0 4,2 3,1 4,4 4,9 6,6 4,0 5,7 5,3 6,9
1993 4,7 7,8 5,4 10,5 4,3 6,1 6,3 6,1 4,3 5,9 7,4 6,2
1994 6,8 9,2 8,2 13,3 5,8 6,8 7,2 12,0 6,9 10,6 7,3 12,7
1995 10,2 13,2 11,7 17,7 9,3 10,2 11,1 15,5 9,1 16,6 12,2 15,0
1996 9,6 14,4 9,9 17,2 9,3 12,4 11,8 15,4 10,2 18,0 12,6 13,9
1997 7,9 10,6 9,8 14,0 6,7 8,3 10,0 12,2 8,4 11,8 10,9 12,5
1998 6,8 10,2 7,7 13,1 6,3 8,0 8,3 11,6 5,8 12,4 9,8 11,3
NOTA: Los coeficientes de variación de las estimaciones para el GBA en ciertos casos superan el 10 %. Para
los hombres, en 1990-1993 el máximo es 24 % y en 1994-1998, 13%. Para las mujeres, en 1990-1993 el máximo
es 40% y en 1994-1998 es 18%.

El mayor incremento del desempleo en las edades centrales podría indicar la existencia de un
proceso de expulsión de trabajadores pertenecientes al núcleo principal de la fuerza laboral. Este
fenómeno, coincidente con lo que se indica en al apartado siguiente, aludiría a un
comportamiento diferencial de la demanda dirigido a una reducción de costos.
El comportamiento diferencial de los distintos grupos deriva en un cambio de la
composición de la desocupación por tramos de edad. En primer término, se observa una caída del
peso relativo de los grupos más jóvenes (15 a 34 años). En segundo lugar, contrariamente al
comportamiento de aquellos grupos, la población de mayor edad (comprendida en los rangos
etarios restantes) ve incrementar su participación entre los desocupados. Tal situación, se produce
tanto en el GBA como en el resto urbano.
Se destaca, para finalizar, el importante peso que adquieren los desocupados mayores del
GBA desde el inicio del proceso de reformas estructurales.
3.1.2. Posición en el hogar y desempleo (ver Cuadro 6).
El análisis se complementa con el estudio de la evolución del peso relativo de los distintos
miembros del hogar en el universo de los desocupados. Se agrupa a los distintos miembros en tres

20
grupos13: jefes, cónyuges y otros miembros.
La evolución del peso relativo de cada uno de los miembros no es homogénea
geográficamente, siendo así que los resultados de las observaciones nos llevan a diferenciar lo
acontecido en el GBA de lo que sucede en el resto urbano.
En la región metropolitana de Buenos Aires, el conjunto de jefes de hogar –entre puntas–
mantiene relativamente constante su participación entre los desocupados. Por otro lado y quizás
como un reflejo de la mayor participación femenina, se observa una elevación del peso relativo de
los cónyuges14. Finalmente los datos muestran una disminución de la participación entre los
desocupados de los otros miembros del hogar. Este último fenómeno –dada su intensidad–
podría asociarse con la caída del peso relativo de los jóvenes entre los desocupados, que a su
turno expresaría el desaliento de ellos ante la infructuosa búsqueda de oportunidades laborales.
En el resto urbano la evolución del peso relativo de los distintos miembros del hogar es
diferente. Los jefes elevan su participación entre los desocupados; por su parte los cónyuges en un
principio tienen un comportamiento similar, pero la caída ulterior provoca que al final del período
bajo análisis sus valores sean similares a los del comienzo de la década. Por último el resto de los
miembros, al igual que en el GBA, reduce su participación.
La mejor performance de los participantes secundarios (en rigor, no jefes) es algo que será
retomado luego con el objeto de señalar la existencia de un cambio en las características de los
individuos que logran insertarse en el proceso productivo. Esto es, un proceso de expulsión de
mano de obra perteneciente al núcleo central de la fuerza de trabajo reemplazada por trabajadores
secundarios.

Cuadro 6: Evolución del peso relativo entre los Cuadro 7: Duración de la desocupación
desocupados de los diversos miembros del Población urbana del GBA y resto urbano, ondas de
hogar. Población urbana del GBA y resto octubre de 1990 - 1998.
urbano, ondas de octubre de 1990 - 1998. Hasta 2 6 meses a 1 Más de 1
2 a 6 meses
meses año año
jefe cónyuge otros Año GBA resto GBA resto GBA* resto GBA** resto
Año GBA resto GBA* resto GBA resto 1990 51,1 41,3 26,5 25,8 17,9 23,8 3,7 9,1
1990 34,5 28,4 10,7 12,4 54,8 59,2 1991 56,1 42,2 28,3 29,6 13,4 20,6 2,2 7,5
1991 27,7 28,1 12,2 14,2 60,1 57,5 1992 61,1 44,1 26,3 27,8 10,1 22,4 2,0 5,6
1992 34,9 26,8 12,5 16,4 52,6 56,8 1993 44,9 38,3 33,0 27,4 17,6 26,3 4,5 7,9
1993 30,1 29,5 17,1 14,3 52,7 56,1 1994 44,0 37,8 29,0 30,5 20,6 20,3 6,0 7,3
1994 33,5 29,0 17,6 14,8 48,9 56,2 1995 37,3 39,1 29,7 30,5 26,1 24,3 6,7 5,7
1995 32,6 31,8 19,7 15,2 47,8 53,0 1996 36,9 36,6 23,5 27,7 27,1 26,6 12,3 8,8
1996 31,2 32,0 18,8 14,6 50,0 53,5 1997 45,0 43,4 28,2 25,5 18,7 23,9 6,5 7,2
1997 35,0 29,9 17,4 14,1 47,6 56,0 1998 46,6 46,5 23,2 26,0 20,3 19,4 10,0 8,1
1998 34,3 31,7 18,1 13,0 46,0 54,1 * Los coeficientes de variación de las estimaciones en este caso
Los coeficientes de variación de las estimaciones en para los años 1990-1992 superan el 10%, llegando como máximo
este caso para los años 1990 a 1993 están entre 11,1 a 18,2%. ** Los coeficientes de variación de las estimaciones en
y 19,3%. este caso superan el 30% en 1990-1992, estando en los siguientes
años entre 11,8 y 21,8%.

13 El personal doméstico que habita en los diversos hogares no es tomado en cuenta aquí.
14 Hecha la salvedad del incremento de jefes de sexo femenino.

21
3.1.3. Duración del desempleo (ver Cuadro 7).

Como hipótesis apriorística, afirmamos que la dinámica del mercado de trabajo y las
modificaciones realizadas a la legislación afectan el lapso durante el que los individuos se
encuentran desocupados. Tal influencia se verifica a través de dos mecanismos contrapuestos.
Por un lado, resulta factible esperar que la duración del paro se prolongue debido a la
incorporación a la vida activa de individuos que –conforme a las estrategias de supervivencia de
los hogares– inician la búsqueda de empleo sin contar con las calificaciones y experiencia que los
hagan atractivos a la demanda laboral. Un efecto similar sobre la duración del desempleo ha de
derivarse de la dificultad para reincorporarse a la actividad productiva que enfrenta una porción
importante de los jefes de hogar, sobre todo hombres mayores de cuarenta años15. Por el
contrario, medidas como la promoción de distintos tipos de contratos (sea empleo temporario,
trabajo a prueba, etc.) contribuyen a acelerar la rotación de los trabajadores y podrían reducir el
tiempo de desempleo.

Con respecto a la relación que puede establecerse entre la evolución del producto y la
extensión del desempleo, es previsible que la duración de este último se prolongue en los
momentos recesivos y se reduzca al expandirse la actividad económica. Desafortunadamente, el
análisis de correlación no arroja resultados claros a este respecto.
Durante la primera mitad de los noventa, la duración media del desempleo fue
sistemáticamente menor en el GBA que en el resto urbano. Al ingresar el ciclo en su fase recesiva,
la duración del desempleo en el GBA tiende a asemejarse a la del resto urbano. Es decir, las
dificultades para conseguir empleo se incrementan y se convierten en un problema cuasi
permanente.
Del análisis de los datos, se desprenden las siguientes conclusiones:
a- En el resto urbano la participación de los desocupados de larga duración en el total de
los desocupados constantemente gira en torno a valores cercanos al 30%;
b- La sensibilidad a las condiciones del mercado de trabajo de los desocupados con
dificultades de (re)inserción es mucho mayor en el GBA;
c- La correlación negativa esperada entre la duración del desempleo y la evolución del
ciclo solamente se evidencia de forma clara en el GBA en el primer bienio de la
década, y
d- Si se acepta que las reformas laborales habrían de incrementar la rotación de la fuerza
de trabajo y que en consecuencia esto debería reflejarse en un aumento de la
población desocupada durante menos tiempo, puede decirse que dichas reformas no
tuvieron el efecto esperado.

En los acápites que siguen, se procura mostrar la forma en que la demanda y la oferta de
trabajo configuran el comportamiento del desempleo.

15 Ver Ruth Sautu (1997), con relación a la selectividad de la demanda y a la imposibilidad para reincorporarse
a la que se enfrentan los mayores de 40 años.

22
3.2. Mayor dinamismo de la oferta en el Gran Buenos Aires (ver Cuadros 8 a 11 inclusive).

La disposición a participar en el mercado de trabajo por parte de la población mostró a lo


largo de los noventa un comportamiento diverso al discriminar por ámbito de localización, por
sexo o por tramos etarios.
La tasa general de participación ha marcado desde mediados de siglo una tendencia
levemente decreciente como resultado de una histórica disminución de la participación masculina
y un lento pero persistente incremento de la femenina 16.
Durante el último cuarto de siglo (esto es, desde que se releva la EPH) se distingue una
década inicial con tasa descendente que se transforma en ascendente desde 198317, en lo que hace
a la población urbana. Esta evidencia para el conjunto de aglomerados relevados expresa
básicamente el comportamiento del GBA. En efecto, el área metropolitana tiene exactamente tal
dinamismo mientras el resto de los aglomerados –aún con oscilaciones– muestran una línea de
tendencia prácticamente horizontal.
En tal contexto, los noventa parecen evidenciar un comportamiento que continúa el de la
década precedente, en general. En el GBA la población económicamente activa crece durante
toda la década (90-98), como consecuencia de un aumento importante en la participación de las
mujeres (7 puntos porcentuales) y un aumento menos significativo pero constante de la
participación masculina. El comportamiento femenino, a la luz de nuestro breve y sintético
análisis del comportamiento histórico, es acorde a la tendencia de las décadas anteriores mientras
el masculino parece revertirla.
En el segundo grupo territorial considerado aquí, el resto urbano, la tasa de actividad se
mantiene prácticamente constante amén de pequeñas oscilaciones. En términos de género se
destaca la continuación de la tendencia histórica del comportamiento masculino; o sea, sigue
disminuyendo o, al menos, se estabiliza.

Cuadro 8: Argentina. Evolución de las tasas de participación económica

Año 1947 1960 1970 1980 1991


Tasa Bruta 40,6% 37,6% 38,6% 35,9% 40,5%
Tasa Refinada 56,9% 52,9% 53,1% 50,3% 56,7%
Tasa Femenina 14 y más 23,4% 23,0% 26,5% 26,9% 39,6%
Tasa Masculina 14 y más 88,6% 83,0% 80,4% 75,0% 75,1%
Fuente: Elaboración propia en base a los Censos Nacionales de Población.

Al analizar las tasas de actividad refinadas, esto es el nivel de participación de la población en


edad de trabajar (15-65 años), se observa que la creciente concurrencia femenina al mercado de
trabajo es sensiblemente más marcada en el GBA. En este caso, la población masculina al igual
que la femenina reproduce su comportamiento histórico. Esto es, tanto en el GBA como entre la
población del resto urbano el nivel de actividad de los hombres se reduce, de forma más marcada
en el resto urbano.

16 El aumento de las tasas en 1991 se debería más a los cambios introducidos en dicho Censo que a una
reversión de la tendencia. Cf. Giusti-Lindenboim.
17 Véase, por ejemplo, Lindenboim, 1997.

23
La comparación de los valores y la evolución de las tasas (bruta y refinada) de actividad
permite destacar dos fenómenos. El primero de ellos se deriva de la dispar evolución que muestra
la participación masculina e indicaría la existencia de un proceso de expulsión relativa de varones
en edades centrales, dado que difícilmente estas personas se retiren voluntariamente del mercado.
El fenómeno resulta más marcado en el resto urbano. En segundo lugar, el mayor dinamismo de
la tasa bruta sugiere que presumiblemente jubilados con bajos ingresos y niños participan de
forma activa en el mercado de trabajo.

Cuadro 9: Tasa de actividad total y según género. Población urbana del GBA y resto urbano, ondas de
octubre de 1990 - 1998

Total Mujeres Varones


Año
resto GBA resto GBA resto GBA
1990 36,9 40,3 26,4 27,9 48,4 53,4
1991 37,6 40,8 27,2 28,0 48,0 55,1
1992 38,1 41,7 28,0 29,4 49,0 55,2
1993 37,7 43,3 27,5 32,0 48,9 55,6
1994 37,7 43,1 27,6 31,2 48,7 56,3
1995 37,9 44,2 27,8 33,3 48,9 56,1
1996 37,7 44,9 27,6 34,1 48,6 56,6
1997 38,9 45,1 29,2 34,4 49,4 56,4
1998 38,1 45,3 28,5 35,2 48,6 56,1

Cuadro 10: Tasa de actividad general y según género, de la población en edad económicamente activa.
Población urbana del GBA y resto urbano, ondas de octubre de 1990 – 1998

Total 15 a 65 años
Año Total Mujeres Varones
resto GBA resto GBA resto GBA
1990 59,0 63,9 41,7 45,2 78,5 84,1
1991 59,5 62,9 43,0 44,0 77,8 83,3
1992 60,1 64,0 44,1 45,4 77,8 84,2
1993 59,7 65,2 43,4 48,3 77,6 83,5
1994 59,5 65,3 43,5 48,3 76,8 83,4
1995 59,4 66,9 43,6 51,3 76,7 83,5
1996 58,9 67,6 43,2 51,9 76,0 84,4
1997 60,3 67,5 45,2 52,2 76,9 83,5
1998 59,5 67,3 44,3 52,4 76,3 83,5

Pasemos ahora al comportamiento de los distintos grupos etarios. Entre los mismos, se
destaca el fuerte descenso en la participación de la población joven (15-19 años) y el
extraordinario aumento en la participación de los mayores (50-65). El comportamiento juvenil
resulta más marcado en el GBA y deriva su forma de la notable caída de la participación
masculina, descenso que se produce en la segunda mitad de la década y que manifestaría el
desaliento experimentado por la población joven tras varios años de búsqueda infructuosa.
Adicionalmente, actuaría el análisis intertemporal que realizan los jóvenes para la toma de
decisiones en materia de trabajo/estudio.

24
Cuadro 11: Tasa de actividad general y según género, de la población en edad económicamente activa (15-
65) discriminada según rango etario
Población urbana del GBA y resto urbano, ondas de octubre de 1990 - 1998.

15 a 19 años 20 a 34 años
Total Mujeres Varones Total Mujeres Varones
Año
resto GBA resto GBA resto GBA resto GBA resto GBA resto GBA
1990 26,1 35,1 18,4 26,2 34,3 42,8 67,5 72,9 50,8 54,0 86,3 93,5
1991 27,2 34,9 21,0 26,3 33,9 42,6 68,2 73,9 51,5 56,6 86,0 92,5
1992 28,2 35,5 20,1 24,2 36,7 47,1 68,7 73,2 52,8 54,7 86,0 91,9
1993 26,8 34,9 18,7 26,5 35,2 43,1 68,1 74,3 51,7 56,8 85,8 92,8
1994 27,9 36,4 19,7 27,2 35,9 44,9 68,4 76,7 52,8 59,7 85,1 94,9
1995 26,9 36,2 19,3 27,1 34,4 44,3 67,5 77,7 51,5 63,3 84,4 92,8
1996 25,6 36,1 17,7 30,4 33,5 41,6 66,8 77,2 51,3 61,4 83,2 93,4
1997 26,9 30,8 20,0 23,4 33,8 36,8 67,7 77,3 53,0 61,5 83,4 93,5
1998 23,3 29,7 16,3 23,4 30,5 35,9 65,8 76,8 50,5 61,1 82,2 93,0

35 a 49 años 50 a 65 años
Total Mujeres Varones Total Mujeres Varones
Año
resto GBA resto GBA resto GBA resto GBA resto GBA resto GBA
1990 73,7 73,0 53,1 52,0 96,3 96,8 46,1 54,4 26,7 31,0 69,9 77,3
1991 74,3 73,1 55,1 50,9 95,7 97,3 47,5 50,4 27,8 26,7 70,4 77,9
1992 74,7 74,9 56,0 54,8 95,9 97,2 49,0 54,8 30,3 33,6 70,2 80,0
1993 74,8 76,9 55,7 57,9 96,1 97,1 48,9 55,7 30,2 37,2 70,7 77,8
1994 74,8 75,7 56,0 55,8 95,8 97,4 47,4 54,1 28,8 35,0 69,6 75,6
1995 74,6 77,0 55,7 58,7 95,7 97,3 49,6 57,3 31,7 38,0 71,2 79,4
1996 74,2 77,9 55,4 60,3 95,4 97,3 49,9 59,2 31,5 40,1 71,5 81,4
1997 75,9 77,7 58,0 60,1 95,7 97,3 52,1 61,3 33,3 43,4 74,4 82,2
1998 76,0 77,7 58,5 61,6 95,7 96,9 53,1 63,7 34,7 45,2 75,6 85,3

En definitiva, la mayor participación económica es resultado principalmente de lo acontecido


con las mujeres, en particular en el Gran Buenos Aires. Este proceder de la población expresa la
mayor disposición inicial asociada a la recuperación de la estabilidad así como la búsqueda de
nuevos ingresos para recuperar la alicaída economía de los hogares. Diversos signos de desaliento,
como el citado comportamiento juvenil y la creciente concurrencia al mercado de población en
edad marginal, en los años más recientes, indicarían la agudización y persistencia de las
dificultades laborales.

3.3. Declinación, estancamiento y mayor segmentación del empleo.

Al interior de los ocupados, una de las formas del desaprovechamiento social de su capacidad
productiva, es la constituida por la subocupación. Es sabido que la tasa que la describe ha
mostrado un incremento notable en los noventa, similar en dramatismo al correspondiente al
desempleo. Desafortunadamente, la disponibilidad de datos apropiados a nivel de cada uno de los
aglomerados, con las aperturas similares a las utilizadas en el resto de este documento, es escasa.
De allí que no fue posible analizar esta variable aquí.

25
3.3.1. Evolución territorial, por género y rangos etarios (ver Cuadros 12 a 15 inclusive).
El análisis de la información cuantitativa provista por la EPH muestra que en el período
estudiado el nivel de empleo se caracteriza por su evolución cíclica. La tasa refinada de empleo
(población de entre 15 y 65 años) muestra un comportamiento favorable hasta octubre de 1992,
punto que marca la cima de los valores de la década 18. Ese período de bonanza inicial se revierte
con la profundización de los cambios estructurales y se agrava al ingresar la economía Argentina
en un proceso recesivo que se inicia a fines de 1994 y se extiende hasta principios de 1996.
Al retomar la economía su sendero de crecimiento, se observa una recuperación de la tasa de
empleo –a partir de octubre de 1997– cuya magnitud (en torno a los tres puntos porcentuales) es
insuficiente para recuperar los valores de 1990. Este fenómeno se verifica de modo similar en el
GBA y en el resto urbano relevado por la EPH.
En cuanto a la distinción por género se destaca, en primer término, que las tasas de empleo
femeninas, son las únicas (a pesar de la caída global experimentada a partir de 1992) que en 1998
superan los valores existentes en 1990. En un segundo orden, encontramos que la población
masculina (tanto del GBA como del resto urbano), no sólo presenta valores en 1998 que se hallan
por debajo de los existentes al comenzar la década sino que la recuperación a la que se hizo
referencia no fue suficiente siquiera para superar el nivel de empleo existente en octubre de 1994,
momento en el que ya se había experimentado un importante descenso de la tasa de empleo.
Detengámonos ahora en la evolución de la tasa de empleo en los distintos rangos etarios19.
Los mayores niveles de empleo del GBA se reproducen en la totalidad de los grupos etarios
considerados. Al dirigirnos más específicamente a cada uno de ellos, notamos que el de la
población joven, resulta ser el único en el que la recuperación pos crisis mexicana o bien no se
produce (resto urbano) o adquiere valores insignificantes (GBA). Amén de esto, en dicho grupo la
disminución entre puntas de la tasa de empleo es la más pronunciada de todos los grupos etarios y
se da tanto entre la población del GBA como entre la del resto urbano, así como también se
verifica en ambos sexos. La tasa de empleo de los individuos con edades que van de los 20 a los
34 años, o bien de los 35 a los 49, muestra también una evolución desfavorable; no obstante la
magnitud de la caída es inferior a la de los jóvenes. En estos dos grupos, al igual que entre los
jóvenes, el desempeño más desfavorable se observa entre los varones. Por último, en el grupo
etario mayor (50-65) la recuperación que se produce entre 1996 y 1998 lleva a que la tasa de
empleo supere los niveles del primer año de la década.
Es de destacar que las tasas de empleo entre puntas para los varones caen para todos los
grupos etarios, excepto en el caso de los mayores; mientras que en el caso de las mujeres, sólo
aumenta para las que cuentan con 35 años o más.

18 Por no contar con las bases de 1999, no se incluye este año recesivo.
19 Los cuatro grupos constituidos fueron indicados más arriba.

26
Cuadro 12: Tasa de empleo general
Población urbana del GBA y resto urbano, ondas de octubre de 1990–1998

Total Mujeres Varones


Año resto GBA resto GBA resto GBA
1990 34,5 37,9 24,6 26,3 45,4 50,7
1991 35,0 38,6 24,9 26,3 46,0 52,4
1992 35,2 38,9 25,5 27,5 45,8 51,4
1993 34,4 39,1 24,7 28,0 45,0 51,2
1994 33,6 37,5 24,0 26,3 44,1 49,8
1995 32,1 36,5 23,0 26,6 41,9 47,4
1996 32,1 36,4 23,1 26,6 41,8 47,1
1997 34,0 38,6 24,7 28,5 43,9 49,4
1998 33,8 39,2 25,2 29,7 43,3 49,5

Cuadro 13: Tasa de empleo general y según género, de la población en edad de trabajar. Población urbana
del GBA y resto urbano, ondas de oct 1990-1998

Total 15 a 65 años
Total Mujeres Varones
Año
resto GBA resto GBA resto GBA
1990 54,8 59,5 38,6 41,7 73,1 78,7
1991 55,4 59,6 39,4 41,4 73,0 79,2
1992 55,6 59,8 40,1 42,5 72,7 78,5
1993 54,4 58,8 39,0 42,2 71,5 76,8
1994 53,1 56,8 37,9 40,8 69,6 73,9
1995 50,2 55,3 36,1 41,0 65,6 70,6
1996 50,1 54,9 36,1 40,4 65,3 70,3
1997 52,6 57,8 38,2 43,1 68,3 73,1
1998 52,8 58,3 39,1 44,1 68,0 73,7

La diversidad del comportamiento recién descripto modifica la configuración etaria de los


ocupados. Se destaca: i- la caída en el peso relativo de los jóvenes, ii- la escasa variación del peso
de los ocupados de las edades centrales y iii- la elevación del peso relativo del grupo etario mayor
en el GBA.

27
Cuadro 14: Tasa de empleo general y según género de la población en edad económicamente activa (15-65)
discriminada por rangos etarios.
Población urbana del GBA y resto urbano, ondas de octubre de 1990 – 1998

15 a 19 años 20 a 34 años
Total Mujeres Varones Total Mujeres Varones
Año
resto GBA resto GBA* resto GBA resto GBA resto GBA resto GBA
1990 20,6 28,2 14,7 19,3 27,0 35,9 62,1 68,3 46,4 50,4 79,8 87,8
1991 21,2 28,9 15,7 21,7 27,1 35,4 62,3 69,9 45,9 52,8 79,8 88,2
1992 21,6 29,7 14,9 20,7 28,7 38,9 62,5 68,3 46,7 50,8 79,7 86,0
1993 20,1 24,8 13,3 15,8 27,1 33,7 60,9 67,0 44,8 49,7 78,3 85,3
1994 19,2 24,0 12,3 16,6 25,9 30,8 60,2 67,3 44,8 50,7 76,7 85,0
1995 16,0 21,1 10,7 14,9 21,2 26,6 55,6 64,6 40,8 51,1 71,3 78,8
1996 16,3 19,0 9,8 14,4 22,8 23,5 55,2 62,5 41,0 47,7 70,2 77,7
1997 17,6 19,5 11,6 13,1 23,6 24,6 57,8 65,6 43,1 49,4 73,5 82,2
1998 15,9 19,3 10,9 13,1 21,0 25,3 57,2 66,5 43,0 51,7 72,4 81,8
* Los coeficientes de variación de las estimaciones en este caso están entre el 10 y 13 %.

35 a 49 años 50 a 65 años
Total Mujeres Varones Total Mujeres Varones
Año
resto GBA resto GBA resto GBA resto GBA resto GBA resto GBA
1990 71,2 70,0 51,2 49,9 93,1 92,8 44,5 50,2 26,0 30,1 67,3 74,1
1991 71,6 70,4 52,6 48,9 92,7 93,9 45,5 48,8 26,9 26,0 67,1 75,4
1992 71,8 71,6 53,2 52,5 92,9 92,9 46,6 51,2 29,1 31,7 66,5 74,5
1993 71,3 70,9 52,7 51,8 92,0 91,2 45,8 52,3 28,9 35,0 65,5 73,0
1994 69,7 68,7 51,4 48,4 90,2 90,8 44,0 47,6 26,8 31,3 64,5 66,0
1995 67,0 66,8 49,2 48,3 86,8 87,4 44,1 48,4 28,8 31,7 62,5 67,5
1996 67,1 66,7 49,9 49,9 86,5 85,2 44,0 50,1 28,3 32,9 62,5 70,1
1997 69,9 69,5 52,3 51,7 89,3 89,2 46,9 53,8 30,5 38,3 66,3 71,9
1998 70,8 69,8 54,0 53,5 89,7 89,1 48,7 56,3 32,7 39,6 68,2 75,7

Al analizar la evolución de la tasa bruta de empleo –aquella que considera a la totalidad de la


población– el comportamiento del empleo en términos de localización geográfica puede ser
sintetizado en lo que sigue. El GBA, si bien continúa mostrando la evolución cíclica antes aludida,
modifica el momento en que la ocupación logra sus valores máximos al igual que el año de
finalización de la expansión inicial. En concreto, la expansión de los primeros años se extiende
hasta octubre de 1993 y octubre de 1998 se constituye en el punto de mayor nivel de empleo. En
el resto urbano, en cambio, se reproduce la evolución descripta anteriormente.
El tratamiento conjunto de las tasas de empleo bruta y refinada nos permiten destacar lo
siguiente:
a- que la recuperación posterior a la crisis mexicana adquiere un mayor dinamismo en el
GBA;
b- que la misma es de tal magnitud que permite superar los niveles de empleo alcanzados
en pleno auge del Plan de convertibilidad;
c- que el mayor dinamismo del empleo parece sustentarse en la incorporación a las
actividades productivas de individuos de edades extremas;
d- que la recurrencia a trabajadores secundarios muestra el elevado grado de dificultad
que afrontan los hogares, no obstante la recuperación de los niveles de empleo.

28
Lo indicado precedentemente, no sólo permite indicar que la población de 50-65 años
continúa participando activamente en el proceso productivo sino que también lo hace una
cantidad importante de individuos cuyas edades superan la jubilatoria.
De manera complementaria, pueden mencionarse algunos aspectos de la evolución del peso
relativo en el total de ocupados de los distintos miembros del hogar. Los grupos estudiados son
aquellos cuya evolución se describe en el acápite del desempleo.

Cuadro 15: Evolución del peso relativo entre los ocupados de los diversos miembros del hogar. Población
urbana del GBA y resto urbano, ondas de octubre de 1990 - 1998

Jefe Cónyuge Otros


Onda GBA resto GBA resto GBA resto
oct-90 53,8 52,9 18,5 18,4 27,7 28,6
oct-91 53,1 53,0 17,6 18,7 29,3 28,3
oct-92 51,7 51,9 18,2 19,1 30,1 29,0
oct-93 51,5 52,0 18,8 18,8 29,7 29,2
oct-94 51,6 52,1 18,1 18,5 30,3 29,4
oct-95 51,9 52,6 17,9 19,1 30,2 28,3
oct-96 51,7 52,6 18,3 19,2 30,1 28,3
oct-97 50,8 52,1 18,6 18,8 30,5 29,1
oct-98 52,3 52,1 18,6 18,8 28,5 28,3

Tanto en el GBA como en el resto de los aglomerados urbanos, se observa un ligero


descenso del peso relativo de los jefes de hogar. Por su parte los cónyuges mantienen
relativamente constante su participación entre los ocupados y quienes la incrementan son los
otros miembros.
De considerar a la tasa de empleo como un indicador de la demanda de empleo, el análisis
realizado hasta el momento nos permitiría postular su selectividad, por ejemplo el sesgo hacia la
población femenina, especialmente la de los dos grupos etarios mayores. Esta supuesta
preferencia por las mujeres y los trabajadores mayores o niños (en el GBA) expresa factores de
diversa índole. Por ejemplo, las menores retribuciones a los que acceden y las estrategias de los
hogares para hacer frente a la pérdida de ocupaciones de los trabajadores principales.

3.3.2. Otros componentes cuali-cuantitativos del empleo.


Los cambios acaecidos en la economía argentina durante la década bajo estudio no sólo se
reflejan en variaciones cuantitativas de la condición de actividad de la población. De allí que, en
los apartados siguientes, centraremos nuestra atención en el análisis de los cambios en la
composición de los ocupados según su categoría ocupacional, los beneficios percibidos por los
asalariados, la antigüedad en el puesto de trabajo y la composición sectorial de las ocupaciones.

3.3.2.1. Categoría ocupacional (ver Cuadros 16 a 18)

Tanto en el GBA como en el resto urbano la dinámica económica deriva en una caída del
trabajo por cuenta propia (TCP), evidente desde mediados de los noventa. La tendencia para
ambos conjuntos de población es notoria a partir de octubre de 1994.

29
La contrapartida de la disminución del peso relativo de los TCP puede encontrarse en la
elevación que muestra la proporción de asalariados dentro del total de ocupados.

Cuadro 16: Evolución categoría ocupacional resto urbano, ondas octubre 1990-1998

CATEGORIA 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998
patrón o empleador 4,0 4,3 4,5 4,8 4,1 4,3 3,9 3,9 3,9
TCP 25,4 26,7 26,9 27,1 25,9 23,4 25,3 24,1 23,1
obrero o empleado 69,3 67,7 67,1 66,7 68,8 70,6 69,3 70,4 71,6
trabajador sin salario 1,2 1,3 1,5 1,4 1,2 1,6 1,5 1,6 1,4

Cuadro 17: Evolución categoría ocupacional GBA, ondas octubre 1990-1998

CATEGORIA 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998
patrón o empleador 5,4 5,0 5,5 5,8 4,8 5,2 4,8 5,3 5,0
TCP 24,2 23,9 23,1 24,2 23,4 22,8 21,0 20,3 20,4
obrero o empleado 69,1 70,4 70,2 68,8 70,2 70,6 72,6 73,2 73,4
trabajador sin salario* 1,2 0,7 1,2 1,3 1,6 1,4 1,6 1,2 1,2
*Los coeficientes de variación de la estimación en este caso están entre 12 y 19 %.

Este comportamiento genera varios tipos de interpretaciones. Por un lado, si suponemos que
una gran parte de los empleos realizados de forma independiente es precario, denotaría una
mejora en la calidad de la inserción laboral de los individuos. Sin embargo y como luego veremos,
la caída de los beneficios sociales recibidos por los asalariados pondrá en duda esta interpretación.
Una segunda interpretación del fenómeno, nos permite afirmar –en concordancia con otros
autores20– que los cambios acaecidos en la economía argentina durante los noventa imposibilitan
que el cuentapropismo se desarrolle como una alternativa viable al desempleo. En consecuencia,
la crisis que azota al mercado de trabajo no se refleja en un cambio de composición de los
ocupados, en el sentido habitual del comportamiento anticíclico del trabajo autónomo.
La asociación positiva observada entre el ciclo económico y los TCP, pudo también deberse a
otra interpretación –menos probable– que se sustenta en la simultaneidad temporal de las
mayores exigencias legales para el ejercicio de las actividades autónomas y el inicio de la
pronunciada caída de la participación de éstos entre los ocupados. El argumento en este caso
consistiría en que los individuos que se vieron afectados por las racionalizaciones habrían sido
reacios a pasar a trabajar de forma independiente, orientándose a otros sectores, aún en
condiciones carentes de estabilidad y/o mecanismos de protección social.
Por otra parte, el análisis de la evolución del nivel de ingresos de las distintas categorías
ocupacionales no brinda la evidencia necesaria para afirmar nuestra conjetura acerca de las
dificultades de los empleos por cuenta propia para actuar como refugio.

20 Ver Monza (inédito)

30
Al comparar el nivel y la evolución del ingreso medio total de los asalariados y TCP desde
mediados de la década, encontramos un reducido diferencial que, si bien favorable a los primeros,
no es de una magnitud tal como para validar las afirmaciones realizadas líneas arriba 21.
La composición por género de las categorías ocupacionales evoluciona de forma acorde al
comportamiento del empleo en general. El grupo más dinámico resulta ser aquél en donde la
participación femenina es superior. En términos concretos se observa que: i- los hombres poseen
una mayor importancia entre los patrones y los trabajadores por cuenta propia, y ii- la proporción
de asalariados de sexo femenino es superior a la de asalariados hombres.
Cuadro 18: Remuneración según categoría Ocupacional (1994 = 100).
Población urbana del GBA y resto urbano, onda octubre 1990-1998.

Asalariados TCP
Año GBA resto GBA resto
1990 583 492 576 488
1991 646 490 702 493
1992 696 536 845 552
1993 738 558 768 557
1994 740 565 774 577
1995 695 528 676 490
1996 675 514 671 448
1997 687 521 663 464
1998 648 536 626 491

3.3.2.2. La (des)protección de los asalariados (ver Cuadros 19 y 20).

El aumento en la proporción de asalariados que se observa en los últimos años ocurre bajo
formas precarias.
Según los indicadores generales del mercado de trabajo, la situación ocupacional mejora a
partir de octubre de 1997. No obstante, el optimismo aportado por tales indicadores se reduce al
analizar variables que nos brinden –por ejemplo– una idea de la calidad de los empleos creados
junto a la reactivación económica. La salvaguarda que colocamos a nuestro análisis, se debe tanto
a que la mejora no es tan notoria como a que los datos indican que la reinserción es cada vez más
precaria22.

Cuadro 19: Evolución de los beneficios recibidos por los asalariados, GBA, ondas octubre 1990-1998.

BENEFICIOS 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998
Con jubilación 69,71 66,30 67,16 65,75 69,33 65,52 62,37 62,57 62,48
Combinaciones sin jubilación 5,35 3,84 5,30 6,29 3,73 3,91 3,23 1,49* 2,50*
Ningún beneficio 24,94 28,64 27,54 27,96 25,50 29,70 33,43 34,68 35,02
* Los coeficientes de variación de las estimaciones en estos casos son mayores que 10%: 14,5% para 1997 y 10,9%
para 1998.

21 En la investigación principal citada al comienzo, está previsto realizar una discriminación de los TCP según
sean profesionales o no, lo cual brindará información útil para develar posibles inconsistencias de los datos hasta
ahora agregados.
22 Un reciente trabajo muestra de manera detallada este fenómeno en relación con Salta. Cf. Jorge Paz, 1999.

31
Cuadro 20: Evolución de los beneficios recibidos por los asalariados, resto urbano, ondas octubre 1990-1998.

BENEFICIOS 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998
Con jubilación 68,87 67,80 69,05 68,17 68,87 66,43 68,64 61,46 62,11
Combinaciones sin jubilación 6,01 6,65 4,82 5,69 5,31 4,99 3,69 3,85 3,09
Ningún beneficio 25,12 25,47 26,04 26,05 25,82 28,43 27,49 34,41 34,8
NOTA: La cantidad de aglomerados en cada año es variable desde cuatro en 1990 (Córdoba, Neuquén, Tucumán y
Río Gallegos) hasta veintiuno en 1994. Desde 1995 incluye a todos.
El análisis de la evolución del nivel de beneficios sociales recibido por los asalariados puede
dividirse en dos subperíodos. En el primero de ellos, que se extiende desde la introducción del
Plan de Convertibilidad hasta 1995, se destaca el incremento –más notorio en el GBA– de la
proporción de asalariados que no reciben ningún tipo de beneficios. Este fenómeno, indicaría que
una importante porción de los ingresantes al sistema productivo lo realiza sin protección alguna.
En el segundo período, que según nuestros datos se inicia en 1996, se observa un doble
proceso. Por un lado, continúa el aumento del peso relativo de los asalariados carentes de
protección y, por el otro, se evidencia una caída de magnitud de los trabajadores que reciben la
totalidad de los beneficios sociales. Al igual que en el primer período, el cambio es más notorio en
el GBA.
En otras palabras, a lo largo de la década se verificaría un proceso de reemplazo de fuerza de
trabajo plena por trabajadores precarios. El panorama empeora al verificar –como se anticipó–
que la caída en el peso relativo de los asalariados protegidos se encuentra asociada a un
importante aumento de la proporción de asalariados en el empleo total.
De este rápido repaso en torno a la información sobre categorías ocupacionales y acceso a
beneficios sociales por parte de los asalariados se desprende la existencia de un sensible aumento
de la precariedad. Este fenómeno involucra la evidencia de un comportamiento procíclico del
autoempleo –como se indicó anteriormente– al mismo tiempo que un descenso de la proporción
de asalariados protegidos.
Si bien algunos autores explicaron la mayor desprotección en base a los efectos de las
reformas laborales, debe tenerse en cuenta que las formas promovidas por éstas preservaban, en
general, el régimen jubilatorio.
Dos implicancias pueden sí derivarse: a- aumento de la rotación (y por ende, mayor
inestabilidad) como consecuencia de las reformas, y b- mayor desprotección como consecuencia
del comportamiento socio-económico general, mayor desempleo, aumentos del riesgo de perder
el empleo disponible, etc. Lo que sí resulta evidente es que uno de los objetivos de las reformas –
disminuir el trabajo en negro– no ha sido alcanzado.
3.3.2.3. Antigüedad en el puesto (ver Cuadros 21 y 22).

Las afirmaciones precedentes deben complementarse con el estudio de la estabilidad de los


trabajadores en sus puestos de trabajo. La evidencia empírica muestra que se reduce el peso
relativo de los empleados de mayor antigüedad, en este caso aquellos con más de 5 años en el
mismo establecimiento. Al mismo tiempo, con el correr de los años aumenta al peso relativo de
los trabajadores cuya antigüedad no supera los 3 meses. Ambos fenómenos son más marcados y
se producen desde un inicio en el GBA.

32
En los grupos restantes, entre 3 y 12 meses de antigüedad y entre 1 y 5 años el
comportamiento según ámbito de localización geográfica es disímil. En el primero, su importancia
sólo se incrementa en el resto urbano, al tiempo que en el segundo, si bien su comportamiento
cíclico se reproduce tanto en el GBA como en el resto urbano, únicamente en el primer
aglomerado los valores finales superan a los iniciales.
En el GBA se observan dos fenómenos asociados a la correlación (o no) entre la evolución
de los distintos grupos. Por un lado, la existencia de un constante aumento en el peso relativo de
los trabajadores con menos de tres meses de antigüedad y la constancia de la participación del
grupo subsiguiente –entre tres y doce meses– sugiere la existencia de un conjunto de trabajadores
en constante rotación; cuando no, un insistente ingreso de nuevos trabajadores al mercado. Por
otro lado, la correlación negativa de final del período entre los ocupados con menor antigüedad y
el grupo constituido por trabajadores con una antigüedad de entre 1 y 5 años nos daría indicios de
que las nuevas contrataciones distan de ser estables.

Cuadro 21: Antigüedad de la ocupación


Población urbana del GBA, ondas octubre de 1990 - 1998

1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998


Hasta 3 meses 9,0 10,8 10,1 10,0 9,5 10,9 12,5 14,2 13,5
Más de 3 hasta 12 meses 17,1 16,3 18,5 17,8 18,7 17,2 16,3 16,9 17,4
Más de 1 hasta 5 años 29,0 28,8 29,0 32,0 32,7 34,8 34,0 30,9 30,8
Más de 5 años 43,6 42,3 41,4 38,9 38,0 36,2 36,5 36,9 37,7
Desconocida 1,3 1,7 1,1 1,1 1,1 0,8 0,7 1,1 0,7

Cuadro 22: Antigüedad de la ocupación


Población del resto urbano, ondas octubre de 1990 - 1997

1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998


Hasta 3 meses 8,54 8,50 8,30 8,20 7,90 8,70 10,20 11,80 11,2
Más de 3 hasta 12 meses 14,1 15,1 17,8 16,4 17,3 15,2 15,2 16,2 17,1
Más de 1 hasta 5 años 29,4 29,3 26,6 30,1 31,1 32,3 30,7 29,3 29,2
Más de 5 años 47,4 46,0 46,0 44,4 43,2 43,3 43,2 42,4 42,0
Desconocida 0,6 1,1 1,1 0,9 0,7 0,5 0,7 0,3 0,5
NOTA: La cantidad de aglomerados en cada año es variable desde cuatro en 1990 (Córdoba, Neuquén, Tucumán y
Río Gallegos) hasta veintiuno en 1994. Desde 1995 incluye a todos.

En síntesis, los rasgos más importantes que se derivan residen en la caída del peso relativo de
los empleados de mayor antigüedad (mayoritariamente trabajadores efectivos) y el aumento de los
de antigüedad menor e intermedia.
Algunos interrogantes subsisten a partir de estos datos. ¿Es posible que la evolución de los
trabajadores de hasta 3 meses de antigüedad refleje la preferencia que los empresarios comienzan
a tener por las incorporaciones a prueba?, ¿Refleja la caída de los trabajadores de mayor
antigüedad el reemplazo de los trabajadores efectivos por trabajadores en negro o con contratos
promovidos?

33
3.3.2.4. Diferenciación geográfica de la composición sectorial de las ocupaciones
(ver Cuadro 23).

Siguiendo el análisis de la especialización regional por funciones realizada por Silvia Berger23,
es posible plantear ciertas generalizaciones a fin de contrastarlas con la información cuantitativa
que nos provee la EPH24. En este orden de cosas, podemos afirmar que en el consolidado “resto
urbano”25 el empleo refleja una mayor participación de las actividades de distribución. En cambio,
en el GBA las actividades productivas son las que tienen un mayor peso relativo. La menor
participación –en la ocupación del resto urbano– de las actividades vinculadas a la producción y
aquellas desarrolladas por los intermediarios financieros, el transporte y las comunicaciones, en
cierto modo refleja la elevada dependencia del empleo público y el que logren generar sectores
escasamente dinámicos como el comercio y los servicios a la población.
El postulado de un mayor peso de las actividades de Distribución en el resto urbano puede
constatarse a partir de la mayor participación en el empleo que poseen los siguientes sectores:
i. la administración pública y defensa;
ii. la enseñanza;
iii. los servicios de reparación;
iv. el servicio doméstico, y
v. el comercio al por menor.
Además, tienen un mayor peso dentro del empleo del consolidado el sector que agrupa las
actividades de la construcción y el de suministros de electricidad, gas y agua.

Cuadro 23: Evolución del peso relativo de los ocupados según sector de actividad.
Población urbana del GBA y resto urbano, ondas de octubre de 1990 - 1998.
Rama
1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998
activ
resto GBA resto GBA resto GBA resto GBA resto GBA resto GBA resto GBA resto GBA resto GBA
1* 1,8 0,4 1,7 0,3 1,8 0,5 2,0 0,5 1,7 0,5 1,7 0,4 1,9 0,2 1,8 0,3 1,6 0,4
2 15,5 24,4 14,0 24,5 13,9 23,8 14,2 22,0 13,2 21,0 12,8 20,4 11,9 19,3 12,1 19,1 11,6 18,0
3* 1,1 1,0 1,1 1,1 1,3 0,7 1,1 0,4 0,9 0,7 1,2 0,6 1,1 0,8 1,0 0,6 1,0 0,4
4 7,8 6,4 8,6 7,3 8,1 5,8 8,8 6,7 9,5 6,9 8,8 6,5 9,2 6,8 9,8 6,8 10,0 7,4
5 21,1 19,0 21,8 19,8 22,0 21,0 22,6 22,2 21,2 20,6 21,0 19,6 20,5 20,1 20,2 18,8 21,1 19,7
6 5,3 6,8 5,2 6,8 5,4 7,2 6,1 7,7 5,7 9,1 6,0 9,0 6,1 9,0 6,6 8,9 6,1 8,6
7 4,4 8,1 4,9 9,2 5,1 8,8 6,4 8,4 6,2 9,5 6,0 11,2 6,2 11,2 6,4 11,5 6,5 11,8
8 43,0 34,0 42,6 31,0 42,3 32,3 38,9 32,2 41,6 31,7 42,6 32,4 43,1 32,6 42,0 33,9 42,1 33,9
1: Actividades primarias; 2: Industrias manufactureras; 3: Suministro de electricidad, gas y agua; 4 Construcción; 5: Comercio
al por mayor y al por menor, restaurantes y hoteles; 6: Transporte, almacenamiento y comunicaciones; 7: Intermediación
financiera, actividades inmobiliarias, empresariales y de alquiler; 8: Servicios comunales, sociales y personales
* Los coeficientes de variación de las estimaciones para el GBA son superiores al 10%. En la rama 1 varían entre 19,3 y
30,5%; en la rama 3, entre 14,7 y 22,8%.

23 Dichas funciones agregadas son: Producción, Circulación y Distribución. En la primera se consideran las
actividades productivas, la segunda agrupa los flujos físicos y de personas, de información y los financieros, y por
último Distribución incluye los servicios al consumidor y las actividades relacionadas con la regulación y defensa del
sistema económico.
24 El análisis que sigue se realiza sobre la base de la información a dos dígitos disponible sólo para los últimos
años.
25 Como es obvio, la agregación de aglomerados relevados deriva en el “ocultamiento“ de ciertas
especificidades de algunos de ellos.

34
En el caso del GBA, el mayor peso de las actividades productivas se refleja en la superior
importancia que adquieren los sectores vinculados a la producción y aquellos que incluyen los
flujos físicos, de personas, de información y financieros. La relevancia que adquiere la producción
es correctamente denotada por el mayor peso sobre el empleo de la región que posee la industria
manufacturera. Dentro de dicho grupo, es netamente superior la magnitud de las actividades
agrupadas en los siguientes subsectores: i- textiles, confecciones y calzado; ii- productos químicos
y de la refinación de petróleo y combustible nuclear; iii- los productos metálicos, maquinarias y
equipos, y iv- otras actividades manufactureras.
Por otro lado, la mayor importancia de las actividades de circulación se refleja en la forma en
que el empleo del GBA en ciertos sectores supera al del resto urbano. Específicamente nos
referimos a:
i. el comercio al por mayor;
ii. los restaurantes y hoteles;
iii. el transporte;
iv. los servicios conexos al transporte y las comunicaciones;
v. la intermediación financiera, y
vi. las actividades inmobiliarias, empresariales y de alquiler.

Indudablemente, la mayor riqueza de este tipo de análisis se verificará en la instancia en que


se desagregue la información a nivel de aglomerado. Dicha tarea se encuentra en etapa de
procesamiento y análisis en el Proyecto indicado al comienzo.

4. Conclusiones

En el documento se ha procurado mostrar algunos de los rasgos más significativos del


comportamiento del mercado de trabajo en el mundo urbano cubierto por la Encuesta
Permanente de Hogares, en Argentina en los noventa. A su interior, asimismo, se han puesto en
evidencia ciertas especificidades que distinguen al Gran Buenos Aires del denominado “resto
urbano”.
Dentro de los rasgos centrales deben ser mencionados los siguientes:
i. Disminución relativa de la población del GBA. Cada uno de estos componentes del “mundo
urbano” reunía –a comienzos de la década– cerca de 40% y de 30% del total de población
urbana, respectivamente. Esto significa que los datos utilizados representan una proporción
muy importante pero, al mismo tiempo, resta una cuantía significativa respecto de la cual se
desconocen los principales atributos en lo que hace a la forma y características en que la
población participa en la actividad económica. Dadas las tendencias demográficas de cada
uno de tales subconjuntos, es fácil predecir que el peso del GBA continuará disminuyendo,
como ocurre desde los años setenta. De tal manera, la observación de su comportamiento
representará probablemente cada vez menos el desempeño del total urbano.
ii. Creciente excedente relativo de fuerza de trabajo. Como era de esperar el trabajo corrobora la
singularidad de los noventa en cuanto al aumento explosivo de la mano de obra excedente.
Este pasa a ser el mecanismo de ajuste del mercado de trabajo, en reemplazo del relativo al

35
salario. Aún luego de la disminución de sus niveles en los años recientes, la magnitud del
desempleo duplica los valores de fines de la década anterior.
iii. Mayor duración media del tiempo de desempleo. Una de las características del fenómeno indicado en
el ítem previo es la mayor extensión del paro. Por un lado es mayor la proporción de
desocupados con largos períodos en tal situación. Por el otro disminuye el porcentaje de
desocupados de corta duración.
iv. Incremento de la tasa de participación. Desde algunas esferas oficiales se postuló que este
fenómeno explicaba el aumento del desempleo. Empero, la tendencia venía observándose
desde los ’80, antes del notable incremento del excedente de mano de obra. Además, antes y
ahora ha sido característica del área central (GBA).
v. Fuertes oscilaciones de la elasticidad empleo/producto. Los impactos de la política económica de la
década se reflejaron en su primera mitad en un significativo incremento de la productividad
(con el consiguiente descenso de la elasticidad aludida). A partir de la recuperación de 1996-
1997, parecen haber disminuido las posibilidades de cambio técnico (“duro” o “blando”) por
lo que se recupera la cuantía de la elasticidad empleo/producto.
vi. Incremento de la precariedad en las relaciones laborales. Este fenómeno (tampoco totalmente
novedoso) se manifestó con mayor intensidad. Al menos dos aspectos se destacan. Por una
parte, la menor protección de los asalariados. Por la otra, la mayor inestabilidad en el puesto.
En cuanto a lo primero, sistemáticamente aumentó el porcentaje de asalariados sin
cobertura. En cuanto a la inestabilidad, la proporción de ocupados de larga duración
disminuye a favor de los puestos de pocos meses.
vii. Debilitamiento de los núcleos históricamente centrales de los ocupados. Históricamente la mano de obra
se focalizaba en ciertas edades y en los jefes de hogar. Tanto en lo que hace a ocupación
como a desempleo, esos núcleos “centrales” mostraron ser los más afectados. La relación
con el ajuste de las estrategias familiares en relación con el mercado de trabajo es estrecha.
En lo relativo a los atributos diferenciales entre el Gran Buenos Aires y el resto urbano, los
más destacables son:
i. Las diferencias se centran más en términos de magnitud y de temporalidad antes que en relación con las
tendencias. En efecto, el texto permite observar que en varias de las variables consideradas la
dinámica tiende a ser “anticipada” por el comportamiento del GBA. No obstante, por lo
general, las magnitudes suelen mostrar una situación comparativamente desfavorable para el
resto urbano que se mantiene inalterada.
ii. El excedente de mano de obra se explica, en el GBA, por la mayor tasa de participación. Existe una
diferencia entre ambas áreas en cuanto al comportamiento de la oferta laboral. En el área
central, continúa –y, a mediados de la década, se acelera– el proceso de aumento de la tasa
de actividad con la consiguiente presión sobre el mercado laboral, sólo menguada por el
relativamente bajo aumento de la población en su conjunto. En el resto, predomina un
aumento poblacional más intenso, mientras que la tasa de actividad, históricamente, tiende a
permanecer en un nivel estable y menor que en el GBA. En ambos casos, el componente
femenino muestra un aumento constante de su participación que contrasta con el
estancamiento –o aún caída– de la de los varones. Hacia el final de la década decrece la tasa
de participación juvenil, presumiblemente en virtud de las crecientes dificultades para lograr
su inserción laboral.

36
iii. El fenómeno de expulsión de fuerza de trabajo de edades centrales es más intenso en el resto urbano. El
análisis por tramos etarios evidencia que las tasas de desempleo tienden a disminuir con la
edad, pero se revierte entre los mayores. En cuanto al empleo, sólo aumenta la proporción
de ocupados de mayor edad. El análisis de las tasas brutas, además, reflejaría que los mayores
de 65 años o no se retiran del mercado de trabajo o regresan a él. Todo ello se verifica con
mayor intensidad fuera del área central.
iv. Lo anterior se vincula con el proceso similar que afecta a los jefes de hogar. En consonancia con el ítem
precedente, son los jefes los que aumentan su participación en el total de desocupados –en
especial en el resto urbano– y los que juegan un papel de segundo orden en la recuperación
del empleo (cuando ésta se verifica).
v. El aumento de la tasa de asalarización se inicia antes en el resto urbano, pero su nivel sigue siendo menor
que en el GBA. La década presenta una proporción creciente de asalariados entre los
ocupados, pero conservando mayores valores en el área central respecto del resto urbano.
Tal incremento es simultáneo al del conjunto no protegido de los asalariados lo cual refuerza
la precariedad. La contrapartida de todo ello es la disminución del trabajo por cuenta
propia, aún en fases recesivas, lo cual no deja de ser singular.
vi. El desempleo de larga duración representa una proporción constante en el resto urbano (30%) mientras que
en el GBA más que se duplica. Casi un tercio de los desocupados son de larga duración en el
resto urbano. El GBA inicia los noventa con alrededor del 12% alcanzado en 1998
porcentajes similares a los del resto. Esto indica que, en este caso, no se verifica el carácter
de “iniciador” de las tendencias por parte del área central. Sin duda la constancia de altas
tasas de desempleo contribuye a la formación de porciones significativas de población que
no logran superar las barreras que se le presentan para su reinserción laboral.
Finalmente, debemos recordar que en este trabajo no se han podido abordar –por las razones
indicadas en el texto– otras variables relevantes. Tal es el caso de la subocupación y el de la
desagregación de los trabajadores por cuenta propia en función del nivel educativo alcanzado.
Ambos aspectos, entre otros, serán tratados en el transcurso de la investigación principal de la que
es parte este documento.

37
5. Bibliografía

Altimir, Oscar; Beccaria, Luis, “El mercado de trabajo bajo el nuevo régimen económico en Argentina”,
Serie Reformas Económicas, Nº 28, CEPAL, Santiago de Chile, 1999.
Beccaria, Luis; Galín, Pedro, “Competitividad y regulaciones laborales”, Revista de la CEPAL, Nro. 65,
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en Productividad y empleo en la apertura económica, Oficina Internacional del Trabajo (OIT), 1° Edición,
s.l., Mayo de 1999, págs. 31-92.
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en las tasas de actividad y evaluación de los resultados sobre las características económicas de la población”
en IV Jornadas Argentinas de Estudios de la Población, Inst. de Invest. Geohistóricas(CONICET)/
Facultad DE Humanidades (UNNE), Resistencia, Chaco, 1999.
Goldin, Adrian “El trabajo y los mercados. Sobre las relaciones laborales en Argentina”, Eudeba, Buenos
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Marshall, Adriana, Empleo en la Argentina, 1991-1997: Nuevas pautas de comportamiento después de la liberalización
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para Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay.
Monza, Alfredo, “La evolución de la informalidad en el AMBA en los noventa. Resultados e
interrogantes”, inédito.
Nun, José, “El futuro del empleo y la tesis de la masa marginal”, Desarrollo Económico, Volumen 38, Nro.
152, Enero-Marzo 1999, págs. 985-1004.
Paz, Jorge, “Dinámica del mercado urbano de trabajo en Salta entre 1984 y 1998”, ponencia presentada en
las V Jornadas de Población de AEPA, Luján, 6-8/10/99.
Salvia, Agustín; Lazo, Teodoro, “Cambio estructural y desigualdad de esfuerzos económico-laborales de
los hogares”, Instituto Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, 1999, inédito.
Sautu, Ruth, “Reestructuración económica, política de ajuste, y su impacto en los patrones de ocupación-
desocupación de la mano de obra del área Metropolitana de Buenos Aires”, Estudios de Trabajo, Número 14,
Segundo semestre 1997, págs. 3-24.

38
Anexo Metodológico

La presente sección describe sintéticamente el proceso de consolidación y homogeneización


de la información de la EPH.
A.1- Consolidación y homogeneización.
El presente acápite surge como resultado de la forma que adquiere nuestro análisis. En el
mismo, el estudio de las condiciones del mercado de trabajo se realiza discriminando el GBA del
resto de los aglomerados urbanos.
El análisis del “resto” como un todo homogéneo implicó la realización de un consolidado
con los valores de cada uno de los aglomerados26 en cada una de las ondas.
La información de la Encuesta Permanente de Hogares, a partir de la que se estudia el
comportamiento del mercado de trabajo en el período 90-98, es presentada en tres formatos
diferentes: R2, BU y BUA.
El primero ellos, denominado R2, provee la información de la encuesta con procesamientos
preliminares, y es el que predomina en la mayoría de los aglomerados en los primeros años de la
década (90-93). Para pocos aglomerados la información empírica es presentada en bases de tipo
BU (Base Usurario).
En los años subsiguientes, se reduce sensiblemente la cantidad de aglomerados que presentan
la información en bases R2. En consecuencia, se cuenta con una creciente proporción de bases
BU, de modo que para 1995, se cubre la totalidad de los aglomerados.
A partir de mayo de 1998, la presentación de las Bases Usuario Ampliada (BUA) mejora la
provisión de la información; sin embargo, en muchos casos las variables difieren de las anteriores.
Esta triple presentación de la información genera problemas debido a que, según el tipo de
base con la que se trabaje, se encuentran diferencias en el número y/o tratamiento de las variables.
A este tipo de problemas, se añaden los derivados de los cambios en los criterios clasificatorios
(v.g. la variable rama de actividad tratada en determinados períodos y bases de acuerdo a la CIIU2
Revisión, a la CIIU3 Revisión o con criterios de clasificación ad hoc).
En consecuencia, la presentación heterogénea de la información, por un lado crea dificultades
para realizar los consolidados de los aglomerados del resto urbano en cada una de las ondas
debido a que las bases que contienen la información de la Encuesta difieren según los
aglomerados, y por otro, afecta el análisis diacrónico del período.
Debemos notar que el análisis empírico de las variables del GBA, en sí no presenta
problemas de comparabilidad. Esto se debe a que año a año la información es presentada en el
mismo tipo de bases.
A.1.1- La consolidación. Este procedimiento, en el período 90-94, demandó la realización de
dos tipos de tareas. La primera de ellas, que aquí no se describe, consistió en igualar los nombres
de las variables -en los casos en que el cambio sólo afectaba a su denominación– de las distintas
presentaciones a fin de posibilitar la suma de la información proveniente de distintas bases, por
caso BU y las R2.
En segundo lugar, fue necesario homogeneizar el nombre y contenido de las siguientes
variables27: horas totales trabajadas en la semana de referencia; edad; tiempo de desocupación de
los individuos; nivel educativo máximo alcanzado, y rama de actividad.

26 Para garantizar la comparabilidad de la información no se incluyen los aglomerados relevados desde 1995:
Concordia, Mar del Plata y Río Cuarto.

39
La mención de tan sólo cinco variables no implica que las presentaciones difieran sólo en
estos términos. En todo caso, remite a las variables necesarias para la realización del presente
estudio por lo que una profundización del mismo ha de implicar nuevos procedimientos.
En cada uno de los casos, la compatibilización de las variables implicó procedimientos
diversos. En los primeros cuatro, se modifica la codificación de las variables de las presentaciones
R2 de modo de hacerlas compatibles con los códigos de las variables de las bases BU.
Por su parte la variable rama, en las bases R2 del período 1990-1993 se presenta según la
Revisión 2 de la CIIU (identificación numérica) y para el año 1994 se presenta según la Revisión
3 de la CIIU, más desagregada (y, en esta oportunidad, identificada con letras).
En el caso de las bases BU la variable rama de actividad se presenta en una versión ad hoc.
En la misma se identifican los sectores de forma numérica y con una desagregación en algunos
casos mayor (industrias manufactureras y serv. comunales, sociales y personales) y en otros menor
(actividades primarias) a la de la versión CIIU 3 de la base R2 del año 1994.
Si bien no existe una correspondencia estricta entre ambas Revisiones, ya que diversas
actividades han visto modificada su ubicación, hemos realizado una correspondencia aproximada
a un dígito o letra según el caso.
A su vez, hubo que redefinir ramas para lograr cierta homogeneidad en las presentaciones de
la variable rama asociada a la Revisión 2 (R2, 90-93) y la asociada a la Revisión 3 (R2, 1994). En
consecuencia, también se redefinieron las ramas en años posteriores.
A.1.2- El análisis diacrónico.
El cambio en el número y tratamiento de las variables según las bases utilizadas, y el de los
criterios de clasificación tuvo sus efectos a la hora de definir las variables estudiadas a lo largo del
período.
Los efectos que esto generó sobre el análisis diacrónico son los siguientes.
En primer término, se debió trabajar con un número diferencial de variables en cada uno de
los años. En términos concretos, la consolidación de los aglomerados del resto urbano en los
primeros años al realizarse a partir de bases R2 y BU, y ser las primeras de menor tamaño, redujo
la cantidad de variables capaces de ser estudiadas a lo largo del período.
En segundo lugar, resulta útil añadir que las bases de tipo R2 además de ser menores en
tamaño carecen de anexo lo cual deriva en una reducción aún mayor del universo de variables que
pueden ser utilizadas.
Sin embargo, en casos como la variable beneficios de los asalariados, el tratamiento de las
variables en el resto urbano sólo toma en consideración a los aglomerados cuya presentación
contiene a la variable. Estas decisiones arbitrarias se tomaron generalmente debido a la
importancia de la temática estudiada.
En tercer y último lugar, la provisión de los datos bajo un nuevo formato a partir de 1998
implicó tanto la recodificación como la creación de nuevas variables. Esto fue necesario debido a
que, en muchos casos, la información antes presentada con distintas codificaciones ahora lo era
presentada de forma cruda.

NB: La base de Córdoba de octubre de 1996 no existe, razón por la cual el resto urbano, en esa
onda, no incluye a dicho aglomerado en todos los cuadros anexos.

27 Lo que se indica es el significado de la variables. Esto es así debido a que en muchos casos los nombres de
las variables difieren según la base a partir de la que se presenta la información.

40
“Consecuencias de las políticas públicas sobre el mercado laboral en
Argentina en el período 1989 - 1999”
Autor: Miguel Oliva

1. Introducción

En esta ponencia se analizan los efectos de las políticas públicas sobre el mercado laboral
en Argentina durante el período 1989-1999. Se describe la evolución de la oferta y la demanda
laboral, y se obtiene un diagnóstico de las causas del aumento de las tasas de desocupación en el
período. A partir del diagnóstico, se reflexiona sobre los efectos a corto y largo plazo de las
políticas públicas aplicadas en el período para resolver la crisis del mercado laboral.

2. Diagnóstico de la situación laboral

En la década del ’90 el problema del desempleo se convierte en el centro de las demandas
sociales. A mediados de la década, se registra un récord histórico de 18,4% en la tasa de
desocupación; para el total de los aglomerados urbanos, Lindenboim (1995) ha estimado en base al
crecimiento intercensal el número total de desocupados en 1995 en alrededor de dos millones y
medio.

Cuadro 1: Indicadores del mercado laboral en los principales aglomerados urbanos de Argentina. Onda mayo,
evolución 1990 - 1999.
MAYO DE 1990 MAYO DE 1995 MAYO DE 1999
Tasa de actividad 39,1 42,6 42,8
Tasa de empleo 35,7 34,8 36,6
Tasa de desocupación 8,6 18,4 14,5
Fuente: EPH-INDEC

En el período 95-99, la tasa de desempleo se reduce a 14.5%, luego de un importante


esfuerzo en materia de políticas públicas para reducir el desempleo, y un deterioro constante de la
calidad de los empleos. El desempleo se mantiene aún en niveles inadmisibles. Dada la fuerte
asociación entre la posibilidad de acceder a ingresos y recursos en economías urbanizadas con la
participación efectiva en el mercado laboral, el desempleo produce una crisis de ingresos en
amplios sectores de la población. Al no crecer la tasa de empleo al mismo ritmo que la tasa de
actividad, se produce un desajuste entre la oferta y la demanda laboral, y un crecimiento en el
desempleo. Cualquiera fuese la causa del aumento de la tasa de actividad, el deseo de incorporarse
al mercado de trabajo no logró satisfacerse (Lindenboim, 1995), a juzgar por el alto nivel de
desocupación. Aunque no hay un proceso unívoco que pueda explicar el crecimiento de la tasa de
actividad, puede formularse la hipótesis de que frente a la caída de los ingresos per cápita en los
sectores sociales de menores ingresos, la respuesta de estos hogares es enviar a un mayor número
43
de integrantes a integrar la oferta laboral1. A su vez, es en los hogares más pobres donde
proporcionalmente disminuyen en mayor medida los ingresos (Oliva, 1998). Tomando 1994 como
base 100, en los deciles bajos en 1998 el ingreso era de 93, mientras que en los ingresos más altos la
relación era 1072.

Cuadro 1: Evolución del promedio del Ingreso per cápita familiar según decil de ingreso per cápita familiar. Total
aglomerados urbanos relevados por la EPH. Evolución 1990 - 1998.
Ingreso Per Capita
1994 1996 1998
Familiar
Decil de ingreso per capita
Media
familiar
Decil 1 a 5 136.5804847 120.1448 127.3294
Decil 6 a 10 528.5365452 502.3997 565.5599
Total 301.1025347 276.1007 305.2419
Decil 1 a 5 (1994=100) 100 88 93
Decil 6 a 10 (1994=100) 100 95 107
Fuente: EPH, INDEC. Ingresos sin deflacionar. Total aglomerados urbanos relevados por la EPH (ponderados)- * Deciles 1 a 5; no
incluye a hogares in ingresos. Elaboración propia sobre la base de datos elaborada en la investigación UBACyT, “Mercados de trabajo
urbanos de la Argentina de los ’90. Crisis y Metamorfosis”, UBACYT IE-01, desarrollada en el CEPED bajo la dirección de Javier
Lindenboim.

Si la relación entre el aumento de la tasa de actividad y la caída de ingresos fuese correcta,


debería existir un mayor crecimiento relativo de la tasa de actividad en los hogares de ingreso más
bajo, dado que en estos grupos se verifica una mayor caída de los ingresos. En efecto, hubo en el
período un crecimiento proporcionalmente mayor de la tasa específica de actividad en los hogares
de ingresos per cápita familiares bajos. En los deciles bajos (deciles 1 a 5, sin considerar a los que
no tienen ingresos) el crecimiento de la tasa de actividad en el período mencionado fue de 5.7
puntos porcentuales, mientras que para los deciles altos (6 a 10) el crecimiento fue de 3.1 puntos.
Tomando la tasa de actividad específica de Octubre del ’90 como base 100, para los deciles bajos
esta aumenta a 120 en Octubre del ’98, y sólo a 106 para los deciles altos.

1 Este enfoque enmarca las decisiones individuales en un contexto microsocial significativo, como la familia
(Torrado, 1985). Esta explicación parece más consistente también que aquellas que atribuyen el crecimiento de las tasas de
actividad a la mayor propensión cultural a trabajar (y una mayor participación de la mujer en la población económicamente
activa), o un mayor costo de oportunidad (en el sentido de que permanecer fuera del mercado laboral tiene un costo
económico mayor si los salarios son altos); estás eran, en general, las explicaciones oficiales.
2 La base de datos agregada para todos los aglomerados urbanos del país fue realizada por el equipo de la
investigación UBACyT, “Mercados de trabajo urbanos de la Argentina de los ’90. Crisis y Metamorfosis”, UBACYT IE-01,
desarrollada en el CEPED bajo la dirección de Javier Lindenboim.
44
Cuadro 2: Tasa de actividad específica por decil de ingreso per cápita familiar. Total aglomerados urbanos
relevados por la EPH. Evolución 1990 - 1998.
TASA DE ACTIVIDAD ESPECÍFICA EVOLUCIÓN (MAYO 1990=100)
Decil de ingreso per cápita familiar Decil de ingreso per cápita familiar
Bajo * Alto Bajo * Alto
Octubre 1990 29 48.8 100 100
Octubre 1994 32.7 50.7 113 104
Octubre 1996 34.8 50.6 120 104
Octubre 1998 34.7 51.9 120 106
Fuente: EPH, INDEC. Total aglomerados urbanos relevados por la EPH (ponderados)- Elaboración propia. * Deciles 1 a 5; no incluye a
hogares in ingresos. Elaboración propia sobre la base de datos elaborada en la investigación UBACyT, “Mercados de trabajo urbanos de la
Argentina de los ’90. Crisis y Metamorfosis”, UBACYT IE-01, desarrollada en el CEPED bajo la dirección de Javier Lindenboim.

Por eso, es factible suponer que la caída de ingresos produjo un aumento de la tasa de
actividad. Al mismo tiempo, una situación prolongada de desempleo lleva a una distribución los
ingresos más inequitativa, como efectivamente se verificó en Argentina (Oliva, 1998).
Nos hemos referido en general a las estrategias familiares de vida de los hogares afectados
por la desocupación, como un factor que permitiría explicar el aumento de la tasa de actividad, que
a su vez genera mayores tasas de desocupación.
Pero es necesario explicar porqué se reducen los ingresos en algunos sectores, y también
porqué no crece el número de empleos disponibles, en una década en la que hubo períodos de
crecimiento del producto bruto interno.
Apertura externa: algunas políticas tienen efectos sobre el mercado laboral, aun cuando no
estén diseñadas con ese propósito; la apertura externa es un ejemplo. En el período hay un aumento
del volumen de importaciones y exportaciones (siendo los socios más importantes de este proceso
el Brasil3 y EE.UU.), y una integración subregional en el Mercosur, que requieren adaptar la
producción a escalas cada vez mayores. Al no haber devaluación como recurso para aumentar la
rentabilidad de las exportaciones, la estrategia fue el congelamiento o reducción salarial, o
aumentos de sueldos por “productividad” (Decreto 1334, 7/91). Entre otros factores influyentes,
este congelamiento salarial puede haber influido en la disminución de ingresos de los sectores más
pobres.
Al mismo tiempo, los cambios estructurales a largo plazo en el mundo del trabajo, se
reproducen en Argentina al orientarse la política macroeconómica a la apertura externa en el
período. Se ha señalado –y también se ha discutido esta afirmación– que el trabajo asalariado
tiende a desaparecer (Handy, 1984; Gorz, 1982; Rifkin, 1997). El aumento de la desocupación, la
reducción de las horas de trabajo, y el aumento del control migratorio (para evitar desajustes en sus
mercado laborales) en los países desarrollados es concomitante a los dos procesos: a) las
introducción de nuevas tecnologías de producción y b) la concentración de capital. Los cambios
tecnológicos inducen a que la desocupación sea un problema global. Al mismo tiempo, el proceso
de globalización induce a que las empresas trasnacionales se conviertan en agentes

3 Brasil recibía en 1993 el 21.45% de las exportaciones argentinas, y el 21.27% de las importaciones que recibía
Argentina provenían de Brasil. EE.UU. recibía el 9.74% de las exportaciones argentinas y el 22.99% de las importaciones
Argentinas provenía de este país (Anuario estadístico, INDEC, 1994).
45
concentradores4, que contribuyen a la reducción del empleo. Los países y regiones compiten, en
desigualdad de condiciones, en la captación de estos centros de producción y servicios. Más allá de
las consecuencias que puedan tener estos fenómenos a futuro sobre la organización social
capitalista, estos procesos se reproducen en la Argentina con la apertura externa, y en ese sentido la
globalización –y los procesos de integración subregional– influyen sobre la situación del mercado
laboral.
Ajuste estructural del sector público: si bien los cambios en la producción pueden haber
influido negativamente en la evolución de las tasas de empleo, estos procesos estructurales y a
largo plazo son insuficientes para explicar las variaciones de la tasa de actividad o de desocupación
en el período de estudio. Hay otros factores históricos a considerar, como una profunda reforma del
sector público que impacta fuertemente en el mercado laboral. El estado nacional abandona la
producción de bienes y servicios en un plan de privatizaciones amplio, y cede ámbitos de regulación
económica al mercado. Estas privatizaciones favorecieron el crecimiento del desempleo: las
empresas estatales pasaron de tener 347.240 empleados en 1989 a 66.371 a fines de 1993
(Orlansky, 1997). El balance final del impacto de las privatizaciones sobre el desempleo es difícil
de estimar, ya que existieron reconversiones del personal expulsado a pequeñas empresas
subcontratistas, o hacia distintas formas de subempleo (pequeños comercios, cuentapropismo). Sin
embargo, sin duda las privatizaciones aumentaron el desempleo y la precarización del empleo.
En una segunda etapa, la transformación estructural del estado nacional se trasladaría a los
estados subnacionales, y los costos sociales del ajuste en el sector público se “descentralizan” a las
provincias. En la Argentina la descentralización de servicios educativos y de salud había
comenzado en los ´70, y luego continuaron. El número de empleados públicos provinciales
aumenta de 685.000 en 1983 a 1.037.000 en 19945 (Lozano, Feletti, 1996). El porcentaje de
empleo público provincial aumenta del 49% a 62% entre 1991 y 1995, mientras que el empleo
público nacional disminuye del 34% al 18% (Orlansky, 1997). Con un total estimado de alrededor
de 1.962.835 de empleados públicos en 1995 (Orlansky, 1997), puede estimarse alrededor de
1.200.000 empleados públicos provinciales. El empleo en el sector público provincial actuó en
muchos casos como seguro de desempleo. Según las cifras oficiales (poco precisas, ya que existe
mucho personal contratado que no se registra), el promedio en 1995 era de 48 agentes públicos
cada mil habitantes. Una de las principales medidas de reforma estructural fue la reducción del
empleo público provincial. En 1995 asumen nuevos gobernadores en el contexto de una crisis
recesiva, e implementan distintas medidas como la privatización de empresas públicas provinciales,
racionalización de gastos corrientes, reducciones salariales y racionalización del empleo público.
Además del aumento de desocupación y microviolencia, en la mayoría de los estados provinciales la
implementación de estas reformas generó conflictos sociales con modalidades de protesta en
general novedosas, espontáneas y de baja organización, como los cortes de rutas o los “piqueteros”.

4 Concentración en el sentido técnico y económico (propiedad).


5 Esto no implica necesariamente un mayor empleo público total; este crecimiento se explica por el traspaso de
empleos públicos de la jurisdicción nacional a la provincial.
46
3. Políticas públicas con impacto en el mercado laboral

Frente al problema de la desocupación, la principal demanda al sector público consistía en


la solución del problema del desempleo, y del acceso a ingresos. En el marco de reforma del estado
en sus distintos niveles existen distintos puntos de vista respecto de cuál debe ser la intervención
del sector público. Se ha debatido sobre la articulación de programas de empleo con las políticas
macroeconómicas, el control del conflicto social por parte del estado (Marshall, Cortés, 1995), el
aumento de la capacidad de anticipación de los ciclos económicos recesivos (Canitrot, 1995) y de
las consecuencias negativas de los procesos de reconversión productiva (Monza, 1995).
Se plantea si el estado debe asumir posiciones compensadoras a través de lo que
habitualmente se denomina política social; o, si se debería lograr en el diseño de las políticas
económicas un papel más activo del bienestar (Beccaria, 1994). Al mismo tiempo, se discuten
cuáles serían algunos objetivos realistas referidos a la creación de empleo y la reducción del
desempleo. Cortés y Marshall (1990) distinguen tres aspectos centrales de la intervención estatal en
el mercado de trabajo: a) la política laboral, b) la provisión estatal de bienes y servicios, y c) la
seguridad social. En los distintos períodos históricos, estas formas de intervención dan mayor o
menor importancia a la provisión estatal de bienes y servicios, a las legislaciones, o a la seguridad
social.
Otra de las discusiones sobre estas políticas es si deben ser focalizadas, o universalizadas –
típicas del estado de bienestar; Dos Santos, 1994–. En los ’60, la focalización era pensada en el
contexto de la redistribución de ingresos: las políticas sociales eran sólo uno de los instrumentos
para lograrla (Dos Santos, 1994)6. Las políticas de empleo del período se caracterizan por la
focalización (políticas con beneficiarios identificables), siguiendo lineamientos de los organismos
multilaterales de crédito (Coraggio, 1994; Dos Santos, 1994). Esta focalización está afectada por
manejos clientelísticos y corrupción.
Una forma de solucionar estos problemas podría ser con políticas universales de ingreso,
aunque también es difícil financiar estas políticas. Se ha descripto la posibilidad de implementar
impuestos negativos sobre la renta. Esto evitaría el desmantelamiento del Estado de Bienestar.
También se ha sugerido un ingreso ciudadano, universal y no focalizado, como una forma de
solucionar parcialmente el problema del ingreso y del desempleo7. Lo Vuolo (1994) ha desarrollado
este tema como uno de los presupuestos para pensar la seguridad social: “un ingreso básico de los
ciudadanos, independiente del trabajo, que se complemente con políticas universales que apunten a
los servicios de “patrimonio humano” indispensables para desarrollarse autónomamente. Pienso

6 El supuesto de que los beneficios del crecimiento económico post-ajuste se iban a expandir a los no beneficiados
por la focalización, en general no se cumplió en América Latina (Dos Santos, 1994). En los ochenta, la focalización se reduce a
la implementación de programas contra la extrema pobreza (CEPAL, 1989).
7 El tema no es novedoso. En Brasil en 1992 el senador Eduardo Suplicy presentó un Programa de Garantía de
Ingreso Mínimo – PGIM, en la forma de impuesto negativo a la renta. En TREINTA TESIS PARA UNA NUEVA
IZQUIERDA, Alain Caillé indica (consultado en http://www.geocities.com/Athens/Acropolis/1664/caille.htm,
Diciembre 2000), en la Tesis 14; “En Europa se está forjando un consenso basado en las cuatro ideas siguientes: 1) aunque
se produzca una recuperación de un crecimiento económico más sostenido, esto no bastaría de ningún modo para resolver
los problemas del paro y de la fractura social que éste genera entre los trabajadores fijos y los trabajadores en condiciones de
precariedad o intermitencia. Ante esta situación, conviene dirigirse, resulta y simultáneamente, en tres direcciones: 2) reducir
significativamente el tiempo de trabajo para garantizar una redistribución homogénea del empleo; 3) desarrollar masivamente
el tercer sector, el polo asociativo y la economía solidaria; 4) oponerse al desmantelamiento del Estado de bienestar,
garantizando, ante todo, un ingreso mínimo (dependiente de los recursos disponibles, means-tested) no revocable –ni
siquiera cuando fracasa la inserción social– y acumulable, por medio de una fiscalidad especial, con otros recursos.”
47
fundamentalmente en salud y educación”. Este ingreso universal puede ser pensado en forma no
monetaria, como accesos a servicios de salud, educación o vivienda. En cierta forma, ésta sería una
forma de desmercantilizar la fuerza de trabajo, proceso iniciado por el Estado de Bienestar en la
posguerra 8.
En la década de estudio se implementaron en Argentina distintas políticas de modificación
de leyes, políticas tributarias, de sostenimiento de ingresos, y políticas activas de creación y
fomento de empleo. A juzgar por la evolución de la tasa de desocupación abierta, la reducción del
desempleo verificada entre 1995 y 1999 parece muy escasa en relación al esfuerzo fiscal y a la
precarización de las condiciones de trabajo que se impusieron en el período. Algunos aspectos
salientes de estas políticas se exponen a continuación.
Políticas legislativas: La iniciativa más recurrente en la lucha contra el desempleo ha sido
la modificación de las legislaciones laborales. En estas reflexiones, las leyes no interesan en sí
mismas, sino como epifenómenos de determinadas políticas y conflictos entre sectores sociales. El
estado argentino históricamente ejerció una fuerte regulación sobre el mercado de trabajo, y tuvo
un papel activo en la normatización de las negociaciones colectivas de salarios. En el período se
impulsa una regulación apolítica del mercado del trabajo; así, la Ley Nacional de Empleo (1991)
crea el Fondo Nacional de Empleo (FNE), y pone en vigencia nuevas modalidades de contrato de
trabajo, que cuestionan el trabajo por tiempo indeterminado. La evaluación de los efectos de leyes
presenta dificultades, ya que éstas no tienen indicadores empíricos incorporados que permitan
evaluar sus resultados9; o sus efectos pueden ser considerados relevantes a largo plazo, dificultando
su evaluación a corto plazo. La evidencia de los efectos de estas leyes sobre el aumento del empleo,
de acuerdo a los estudios comparativos entre países con distintas legislaciones, es en general
contradictoria10.
Estas leyes permiten mantener una alianza social estratégica con los sectores concentrados
del capital, y satisfacer demandas de organismos internacionales de crédito. Pero los cambios en las
leyes por sí mismos no solucionan las altas tasas de desempleo; y lo que sí existe es una adaptación
del marco legal a situaciones de hecho (cambios en los sistemas productivos, globalización y menor
empleo público), pero difícilmente podemos atribuirle un peso causal importante a las leyes, del
aumento de la desocupación. Lo que sí produjeron estas leyes es flexibilización laboral, y aumento
la precariedad e informalidad laboral. Pero la flexibilización no soluciona la caída de ingresos, que
es una de las causas del aumento de la tasa de actividad, y que a su vez hace aumentar el
desempleo. Resulta en efecto más sencillo modificar leyes que solucionar el problema de los
ingresos.
Políticas tributarias: En el período de estudio, distintas políticas tributarias reducen los
costos impositivos del empleo. Así, se redujeron los aportes patronales, a través de los sucesivos
pactos fiscales entre los gobiernos provinciales y la nación. A partir del “Pacto Federal para el

8 Es necesario aclarar que una política universal de ingreso requiere de definiciones complejas, como quiénes aportan
los impuestos para financiarlo, qué ocurre con los inmigrantes, cómo seguir incentivando el trabajo y la capacitación con
ingresos garantizados. Pero parece necesario que la viabilidad de las distintas alternativas de políticas universales de ingreso
sean analizadas.
9 “Después de más de una década de controversias, aún no se ha dirimido el debate sobre los efectos del régimen de
protección el empleo –es decir, de las barreras o trabas leales a la libre utilización del despido individual y colectivo y de
contratos de empleo flexibles, menos o no protegidos, en el mercado de trabajo” (Marshall, 1996).
10 Para un estudio comparativo en profundidad, ver Marshall, “Protección del empleo en América Latina: las reformas
de los años 1990 y sus efectos en el mercado de trabajo”; en Revista Estudios del Trabajo, No. 11, Primer Semestre de 1996,
ASET.
48
Empleo, la Producción y el Crecimiento”, firmado en 1993, a las provincias en las que se acataba la
implementación de reformas estructurales, como privatización de empresas públicas provinciales,
se les reducían las cargas patronales. A esta última medida se le atribuía un carácter estratégico en
la creación de empleo, ya que daría mayor competitividad externa de los productos regionales. Es
posible señalar que la reducción de aportes patronales no tuvo el efecto esperado, al mismo tiempo
que tuvo un alto costo fiscal, estimado en unos 3600 millones anuales (Díaz, 1995). Esto ha sido
señalado como una inconsistencia macroeconómica en las políticas de empleo (Cetrángolo,
Golbert, 1995): la reducción de aportes patronales significa un desfinanciamiento del FNE, que
financia programas de empleo, lo cual resulta una contradicción.
Políticas de ingresos y seguro de desempleo: como política de mantenimiento de los
ingresos se crea el sistema integral de prestaciones por desempleo, financiado a través del FNE. En
1995 este subsidio alcanzó aproximadamente al 5% del total de los desempleados (un promedio de
122.349 beneficiarios, el 5% de los 2.5 millones de desocupados), con un monto promedio de $
320, incluyendo asignaciones familiares, y una duración de cuatro a doce meses. Estos subsidios
sólo los obtienen quienes hayan aportado al FNE. Así, hay una exclusión de estos beneficios a
todos quienes no tuvieron una inserción formal en el mercado laboral.
Planes de empleo y capacitación: Por otro lado, se implementan políticas activas de
creación de empleo, entre ellos los programas de empleo transitorio, subsidios a la creación de
empleo privado, y programas de relocalización laboral y capacitación. El Programa Intensivo de
Trabajo (PIT 11) es el primer programa focalizado de promoción de empleo. El PROCOPA, por su
parte, tiene las mismas características que el PIT, aunque difiere en su financiamiento,
coparticipado con las provincias. Estos planes se unificarían luego en los Planes Trabajar. Se crea el
Plan Trabajar III, una ayuda económica no remunerativa de hasta $ 200 mensuales, y cobertura de
accidentes de trabajo a cargo del MTSS, y cobertura médico asistencial a cargo de los Organismos
Responsables. El Programa de Empleo Privado estuvo destinado a empresas privadas para
trabajadores, sin límite de edad, inscriptos en la Red de Empleo. Consiste en el incentivo a la
contratación para la inserción ocupacional por empresas privadas de trabajadores con o sin
formación. El Programa Nacional de Pasantías (PRONAPAS) estuvo destinado a desocupados
inscriptos en la Red de Empleo, tiene el objeto de formar, y una duración de uno a tres meses. El
PRENO (Programa de Entrenamiento Ocupacional) estuvo dirigido a desocupados jefes de
hogar mayores de 40 años sin capacitación. Este programa tiene focalización geográfica (se destina
a algunas provincias, y no a todas). El PROAS (Programa de Asistencia Solidaria) fue el
programa de mayor cantidad de beneficiarios directos y el de mayor presupuesto de los programas
focalizados en 1995. Con una duración de 3 a 12 meses, fue focalizado por NBI, la tasa de
desempleo, índice de mortalidad infantil, y deserción escolar, criterios de focalización que muestran
una fuerte orientación a la lucha contra la pobreza.
Algunas consideraciones permiten inducir un impacto acotado de estos planes, cuyo número
de beneficiarios en 1995 (217.819) implica alrededor de un 8,7% del número de desocupados
(2.500.000); también el número de personas con problemas de inserción laboral –v.g.
subocupados– es mucho mayor al de los desocupados, de los que se deduce que el impacto es
menor aún. Por otro lado, no es posible estimar directamente los puestos de trabajo efectivamente
creados de los simplemente blanqueados a partir de los programas de pasantías. La mayoría de
estos programas sólo duran unos meses; por eso, la estadística de beneficiarios no implica que el
desocupado haya solucionado durante un año su problema de inserción en el mercado de trabajo.

11 En Díaz, Rodolfo; Libro Blanco del Empleo; p. 104, SURL - MTSS


49
Los montos destinados (500 millones de dólares anuales) son altos para los logros obtenidos. En
relación al PBI a precios corrientes (307.347 millones de pesos) esta cifra sólo representa el 0,16%,
mucho menor a otros países con problemas en el mercado laboral.
Políticas hacia la negociación colectiva: Las políticas en el período en la Argentina
incentivaron la descentralización de la negociación colectiva. Se incentivan las negociaciones
salariales por empresa, y se desalientan las negociaciones por rama de actividad. La
fundamentación oficial es que la negociación colectiva por rama de actividad hacía imposible
controlar la evolución de los salarios con la evolución de la productividad (Rojo, 1991). A su vez el
sector público tiene cada vez menor ingerencia en la regulación del mercado laboral, lo que induce
a que se modifiquen las relaciones sindicato –partidos políticos– estado. El mercado laboral
también tiende a perder el rol de principal asignador de los ingresos, y esto también deriva en un
debilitamiento de las instituciones que, como los sindicatos, regulan las relaciones socio-laborales.
La oferta y la demanda de trabajo no son variables autorreguladas, ya que existen instituciones
(sindicatos, estado) que buscan controlar su variación.

4. Conclusiones

Los desajustes entre la oferta y la demanda laboral en el período se manifestaron en un


aumento significativo de la tasa de actividad y de la tasa de desocupación abierta. El crecimiento
de la tasa de actividad es mayor en los hogares de menores ingresos familiares per cápita (decil 1 a
5), que a su vez son los que registran una caída de los ingresos más significativa. Por ello es
plausible suponer que la caída en los ingresos de los sectores más pobres impulsó el aumento de las
tasas de actividad en la década de los ‘90.
La caída de los ingresos en los sectores sociales mas pobres produjo un aumento de la tasa
de actividad. Este aumento no fue absorbido por el crecimiento del empleo, a pesar de que en
varios años del período analizado el PBI creció, y que la inversión bruta no disminuyó. Se concluye
de ello que el crecimiento económico no siempre garantiza mayor empleo, y que existieron otros
factores que influyeron. Entre ellos podemos señalar a la apertura externa, y el ajuste estructural del
estado.
A fin de resolver los desajustes entre la oferta y la demanda laboral, desde el sector público
se han adoptado ciertas políticas por acción u omisión. No hubo antecedentes en Argentina de
aplicación de este tipo de políticas públicas en relación al mercado de trabajo, por lo que resulta
importante evaluar la experiencia, aunque sea en una forma muy genérica.
En general, estas políticas se orientaron al aumento de la demanda laboral, más que a
disminuir la oferta laboral. Se modificaron distintas legislaciones creando una situación de mayor
precariedad laboral, y se redujeron las cargas patronales, si bien esta medida no generó aumento de
puestos de trabajo.
Se implementaron programas de empleo, que sin duda son y serán necesarios –aunque
perfeccionables– y cuyas características generales salientes fueron: a) focalización, b) empleos
precarios poco sustentables y sin una evaluación de su productividad; c) bajo impacto en relación al
número de desocupados y d) diversificación de metas y presupuestos. A mediados de la década, la
gran cantidad de modalidades de programas de empleo (una “diversidad caótica”; Cetrángolo y
Golbert, 1995), de objetivos y criterios de focalización, atentaron contra la eficiencia de estos
50
programas: el hecho de sean muchos no significó que tengan un mayor alcance o que sean más
eficientes. Luego, se logró una implementación más centralizada.
Por otro lado, las instituciones que regulaban el modelo de desarrollo de sustitución de
importaciones se debilitan o desaparecen, en un proceso de fragmentación social. A largo plazo, es
posible que continúen las pujas distributivas al interior del mercado laboral (entre ocupados), pero
aumentarán las pujas distributivas entre los incluidos y los excluidos del mercado de trabajo
(ocupados-desocupados). Por ello, el estado tendrá un rol fundamental en la definición de nuevos
mecanismos de asignación de ingresos, cumpliendo con su rol específico de integración social.
A largo plazo, se deberían orientar las políticas públicas a que los habitantes logren un
acceso a ingresos y servicios independiente de la inserción en el mercado laboral, a la vez con
nuevos criterios de asignación del ingreso (subsidios de desempleo, políticas de ingresos mínimos)
que reemplacen al salario como forma exclusiva de acceso a ingresos. Las características de estas
políticas son todavía muy difíciles de establecer. Estos mecanismos tendrían características de
universalidad, a diferencia de las políticas focalizadas que se implementan actualmente. También
parece evidente que estas políticas no podrían ser implementadas sin una coordinación entre los
países vecinos; medidas como la de ingresos mínimos o subsidios de desempleo, pueden producir
migraciones ilegales o xenofobia (habituales en Europa y EEUU), y así perder la factibilidad de su
implementación. En general, los espacios de los estados nacionales se han mostrado insuficientes
para la aplicación exitosa de políticas de empleo o subsidios de desempleo. Sería adecuado
considerar la situación social en los países vecinos, y coordinar estas políticas en el Mercosur: por
ejemplo que el Fondo Nacional de Empleo sea un fondo regional al que se aporte con impuestos
provenientes de todos los países del bloque.
En la forma en que evolucionan los procesos de producción, no parece muy probable el
logro de situaciones de pleno empleo. Incluso en los países más exitosos desde el punto de vista del
desarrollo y el crecimiento económico, se mantienen las tasas de ocupación reduciendo las jornadas
de trabajo, lo que indica que el trabajo asalariado necesario es cada vez menor. En estos países, por
otro lado, sólo pueden sostenerse las bajas tasas de desempleo cerrando las fronteras a los países
menos favorecidos.
La asimilación del fin de la sociedad del trabajo es más conflictiva en América Latina en
general, y en Argentina en particular, dado el ajuste estructural, que genera dificultades para
compensar con políticas sociales los problemas en el mercado laboral.
Es factible que el desempleo sea un fenómeno perdurable y estructural en muchos países
periféricos. Si se verifica esta situación, la posibilidad de acceso a recursos y servicios en muchos
sectores de la población irá disminuyendo en nuestro país, aumentando así la inequidad en la
distribución del ingreso. Estos costos sociales replantean el rol del Estado de asegurar que ningún
habitante se encuentre debajo de un nivel mínimo de cobertura de necesidades humanas (Bustelo e
Isuani, 1990). El desafío parece ser sostener ingresos mínimos en un contexto de desarrollo
económico y social y equidad distributiva.

51
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“Condiciones de vida y estrategias económicas de los hogares bajo los
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Autor: Agustín Salvia 1

Presentación

El objetivo del presente trabajo es contribuir al conocimiento de los nuevos problemas


sociales en Argentina, presentando evidencia sobre los niveles y la evolución de la desigualdad
en la distribución del ingreso y en las estrategias económico-laborales de los hogares
particulares.
Si bien los datos que se consideran en esta oportunidad remiten al Área Metropolitana del
Gran Buenos Aires, para el período 1990-1998, los resultados que se analizan resultan a nuestro
juicio significativos de procesos de cambio y balances ocurridos en las principales áreas urbanas
del país durante la última década. Actualmente, la investigación avanza considerando datos
agregados a nivel nacional con el objetivo de poder generalizar las evidencias que aquí se
exponen.
La fuente de información utilizada en esta investigación es la microinformación proveniente
de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos
(INDEC), la cual ha permitido reelaborar y manipular información relevante para el estudio:
considerar estratos definidos de manera alternativas, estimar los ingresos no declarados por tipo
de fuente, ajustar los ingresos por factores demográficos y el sistema de precios, etc.

El Problema

La distribución social del ingreso, las oportunidades laborales y el bienestar económico


constituyen indicadores obligados de equidad, eficiencia y calidad social en cualquier modelo de
desarrollo.
Esto es así debido a que la actividad económica, las condiciones en que operan los
mercados y, de manera especial, el impacto que generan las políticas públicas de recaudación
impositiva y orientación del gasto, ejercen por lo general efectos directos e indirectos sobre las
oportunidades de vida, la movilidad social y el grado de desigualdad de una sociedad. Con
efectos de equidad no siempre ni necesariamente del mismo signo que presenta el proceso
económico.
Al respecto, algunos modelos teóricos han cuestionado el enfoque desarrollista tradicional
que sostiene la causalidad de binomio desarrollo y equidad, apuntando a demostrar la
determinación de una relación directa entre crecimiento y desigualdad bajo las actuales

1 Sociólogo. Candidato a Doctor en Ciencias Sociales (El Colegio de México). Investigador UBA-CONICET del
Instituto de Investigaciones Gino Germani de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. E-
mail: agsalvia@mail.retina.ar

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condiciones de desarrollo que impone la globalización. En otros casos, se afirma que el signo y
grado de esta relación dependería básicamente del tipo de factores que intervendrían en el
crecimiento (cambio tecnológico, acumulación de capital humano, sistema de precios,
utilización intensiva de fuerza de trabajo, etc.). En cualquier caso, ningún de estos modelos
parece arrojar un resultado concluyente.2
Desde otra perspectiva, se sostiene una causalidad inversa, es decir, que la desigualdad
afecta al crecimiento. En este caso, se argumenta que las condiciones de inequidad generan un
contexto social conflictivo, de fuertes demandas políticas redistributivas, insostenibles por parte
del Estado. Tales presiones deben ser financiadas vía mayores impuestos y más progresivos,
afectando las ganancias netas y bajando los incentivos a la inversión. Todo lo cual genera en el
mediano o largo plazo una caída en la acumulación de capital y en la generación de empleo por
parte de la economía real. Bajo esta perspectiva, una distribución progresiva del ingreso
contribuye –por vía de la actividad económica– al fortalecimiento de los mercados y del sistema
político democrático, aspectos fundamentales del proceso de modernización y de las legítimas
aspiraciones de una sociedad. Por el contrario, elevados niveles de inequidad en el sistema de
oportunidades y en la estructura distributiva profundiza los desajustes institucionales, obliga a
utilizar en forma ineficiente los recursos escasos de una sociedad, segmenta los mercados y
genera formas poco equilibradas –y potencialmente conflictivas– de absorber los costos de las
crisis y de repartir los beneficios del progreso económico de un país.
En los últimos años Argentina ha avanzado en un proceso de profunda redefinición en el
papel económico y distributivo del Estado, apuntando –entre otros objetivos– a una
“refundación” de los mecanismos de asignación de mercado. Este proceso impuso
modificaciones en la organización y en las estrategias de las empresas, así como en los esfuerzos
y en las estrategias laborales de las personas. Muchas veces, en ambos casos, como resultado de
las modificaciones en el balance reproductivo de los hogares y en sus estrategias de
sobrevivencia y movilidad social.
El análisis de los cambios que ha experimentado la desigualdad social –en términos de
evolución y distribución del ingreso– durante los años de crisis y reformas estructurales (tanto
en las fases expansivas como de recesión de los ciclos económicos), así como de los cambios en
los esfuerzos económicos y laborales desplegados por los hogares para mantener una
determinada posición social, y el nivel de éxito o fracaso alcanzado por tal iniciativa,
constituyen temas sustantivos de análisis y reflexión acerca del papel del mercado como
asignador de oportunidades de empleo, medios de vida y movilidad social. Sin duda, este tipo de
análisis introduce una dimensión social al necesario balance general que debe hacerse del
proceso de transformación y crecimiento económico que ha experimentado el país.
En este trabajo interesa revisar –a través de series estadísticas temporales –evidencias de
los cambios ocurridos en esta materia durante el período 1990-1998, centrando la atención en la
evolución de la distribución de los mismos y del esfuerzo económico y ocupacional realizado
por las familias según su localización en la estructura social.

2 El carácter de esta relación asume una forma más clara en los estudios empíricos. Por ejemplo, Kuznets (1955)
encontró a través de un estudio de distintos países una relación tipo U invertida entre desigualdad y nivel económico,
concluyendo que a medida que se comienza a crecer y lograr niveles económicos más altos la desigualdad aumenta hasta
llegar a un cierto nivel económico, a partir del cual el proceso económico genera una menor desigualdad.

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El análisis de las series estadísticas temporales busca mostrar cómo los procesos de
heterogeneización (inclusión/exclusión) y de movilidad social (mejoras en el nivel de consumo
real) se fundaron en oportunidades de empleo e ingresos regresivas. En este sentido, se explora
esta particular evolución, dejado ver cómo el proceso de deterioro social se correlaciona con la
dinámica ascendente del crecimiento de la economía en forma sistemática e independiente de las
fases de expansión o recesión que atravesó el ciclo económico.

La Medición de los Ingresos, el Esfuerzo Económico y la Desigualdad

En función de avanzar en la adecuada medición y evaluación de los procesos sociales


vinculados al fenómeno de “desigualdad”, se retoman y revisan en este trabajo conocimientos y
propuestas metodológicas acumuladas en la materia.
Sin duda, un objetivo deseable de toda sociedad es aumentar el bienestar económico de sus
habitantes. ¿Pero a qué costo personal, familiar o social? Una menor desigualdad en la
distribución del ingreso puede contribuir a ese objetivo. Pero tal factor no constituye una
condición necesaria ni suficiente para tal fin. La distribución puede ser más desigual, pero si, por
ejemplo, los ingresos reales aumentan, el bienestar de la sociedad mejora a pesar de la mayor
desigualdad distributiva. En sentido inverso, una caída de los ingresos reales, aunque con mayor
equidad, tiende a una disminución del bienestar. Por otra parte, los cambios demográficos, el
esfuerzo económico y el costo reproductivo de los hogares para lograr tal bienestar también
deberían ser factores considerados en este balance.3
En primer lugar, el trabajo aborda el problema de la desigualdad tomando como unidad de
análisis al hogar particular (unidad económica residencial). Se parte de considerar que es en la
unidad doméstica donde se resuelven y ajustan en primera instancia –según cuotas de
racionalidad y oportunidad– los presupuestos, esfuerzos y balances reproductivos de las familias
en función de garantizar la reproducción, el bienestar y la movilidad social del grupo. En tal
sentido, la metodología propuesta introduce como dimensiones de control y análisis las unidades
de consumo (por equivalente adulto) y de producción (perceptores, trabajadoras del hogar e,
incluso, activos desocupados) con que cuentan los hogares.
En segundo lugar, se han considerado diferentes propuestas orientadas a medir la
distribución del ingreso, corrigiendo los problemas de subregistro y sesgo en el análisis de tales
dimensiones (IPA, 1988; CEPAL, 1991; Beccaria y Minujín, 1991; CEPA, 1993; Gasparini,
1999a y 1999b). De acuerdo con estos estudios, la evaluación de la desigualdad puede verse
afectada por problemas de medición y subdeclaración de ingresos en diferentes fuentes y
estratos.4 Al respecto, cabe agregar que el concepto mensurable de ingreso que se utiliza en este

3 En efecto, no sólo la evolución de la economía orienta las oportunidades de bienestar. También la cantidad y la
composición de los hogares (demanda teórica de consumo mínimo) y el número de preceptores de ingresos por hogar
(esfuerzo económico efectivo) son factores que inciden en forma directa sobre las capacidades de consumo y de
distribución del ingreso en los hogares particulares.
4 Los estudios iniciales del INDEC (1984), el programa ECIEL (Petrei, 1987), el proyecto Investigación de la
Pobreza en Argentina (IPA) (1988), los estudios de PRONATASS (1990), los trabajos del Comité Ejecutivo para el
Estudio de la Pobreza en Argentina (CEPA) (1993a, 1993b) y de la CEPAL (1991), presentan un importante marco
metodológico general a partir del cual retomar el estudio de la temática de la pobreza, la distribución del ingreso y la
desigualdad. Son también fuentes de consulta obligada los continuados aportes de varios programas de investigación
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trabajo corresponde al relevado por la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), el cual incluye
ingresos monetarios mensuales de fuentes laborales (salarios, ingresos de cuenta propias y
utilidades) y no laborales (intereses, rentas y jubilaciones); a la vez que no registra ingresos no
monetarios y otros de interés distributivo. 5 En este trabajo, con la finalidad de disminuir la
pérdida de información y evitar los sesgos distributivos que genera la no respuesta de ingresos
monetarios personales (de magnitud y efecto no constantes durante el período estudiado), se
estimaron para este análisis los ingresos individuales faltantes por tipo de fuente, agregándose
tales estimaciones a los ingresos totales familiares declarados.6
En tercer lugar, el análisis de la estructura social se presenta aquí a través de considerar
quintiles con igual número de hogares ordenados según los ingresos per capita en los mismos
(ajustados por equivalente adulto). Es válido usar el símil de la repartición de una torta entre
varios comensales para destacar los elementos que participan en la constitución de la
desigualdad en la distribución del ingreso. En este tipo de análisis importa tanto el tamaño de la
torta (el total del ingreso a repartir) como el tamaño de la porción que se debería llevar –bajo el
supuesto de igualdad distributiva– y el que, por el contrario, efectivamente se lleva cada uno de
los comensales. Cuando la repartición es entre grupos (estratos sociales), se debe tomar en
cuenta el tamaño de cada uno de ellos, puesto que por un simple efecto aritmético tendería a
observarse que los de mayor tamaño se llevarían una mayor proporción de la torta. Es por ello
que en los estudios sobre la distribución del ingreso suele homogeneizarse por el tamaño de cada
agregado. Con este propósito se analizarán aquí quintiles de hogares, cada uno de los cuales
reúne el 20% del total de casos considerados.
Por otra parte, cabe observar que el símil anterior referido a la distribución de la torta entre
comensales es igualmente válido en función de evaluar la distribución del ingreso entre hogares
y al interior de los mismos. Por lo mismo, la efectiva evaluación del impacto del proceso
económico y de los cambios sobre las condiciones de vida de las familias y las personas –
cualquiera sea su estrato de pertenencia– requiere revisar tanto la evolución de los ingresos

oficiales tales como la Encuesta Permanente de Hogares (EPH-INDEC, 1989, 1995, 1998), la Encuesta Nacional de
Gastos de los Hogares (ENGH-INDEC, 1997), y la Encuesta de Desarrollo Social (SDS-SIEMPRO, 1997), así como
también algunos trabajos particulares (Beccaria y Minujín, 1991; Beccaria, 1993; Montoya y Mitnik, 1995; Salvia, Donza y
Philipp; 1997; Beccaria y López, 1996; Grandes y Gerchunoff, 1998; entre otros), y otros surgidos como parte de
asistencia técnica del Banco mundial (1998). Más recientemente, un importante estudio de la Fundación de
Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL, 1999) ha aportado una amplia actualización sobre la evolución de
la desigualdad social en Argentina desde 1974 a la fecha.
5 En particular, cabe reconocer problemas derivados de la falta de información sobre las ganancias de capital, el
efecto fiscal impositivo, la incidencia distributiva de los ingresos no monetarios. Sin embargo, podemos en principio
suponer neutra y poco significativa la incidencia de estos factores sobre los cambios y la evolución del ingreso. Al
respecto, ejercicios realizados recientemente para el período de referencia apoyan este supuesto (Gasparini, 1999a, 1999b).
6 El problema de la no declaración de ingresos monetarios en las encuestas de hogares es un problema conocido.
Sin embargo, son raras las ocasiones en que se atiende adecuadamente el sesgo que genera. Por lo general, las
investigaciones están obligadas a excluir los registros correspondientes a perceptores y a hogares no declarantes o que
responden en forma incompleta sus ingresos. Este procedimiento afecta la representatividad de la muestra, a la vez que
impone un sesgo involuntario a las distribuciones cuando los perceptores u hogares excluidos no presenten características
similares a las unidades con declaración completa de ingresos. Por otra parte, el perfil social de quienes no declaran
ingresos varía con el tiempo debido tanto a factores contextuales como a cambios metodológicos introducidos en los
procedimientos de medición (Salvia, 1999; Salvia y Donza, 1999). En este trabajo se aplica un método alternativo de
imputación de ingresos –por medio de la técnica de regresión múltiple–, más eficiente y menos sesgado que el
procedimiento de eliminación de registros con ingresos no declarados o declaración incompleta. Ver Notas
Metodológicas.

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monetarios de los hogares, como controlar los factores que influyen sobre el acceso y la
distribución de tal bienestar entre ellos y al interior de los mismos (demanda de consumo,
producción de ingresos y esfuerzo laboral). Una mejor aproximación a esta dimensión debería
también considerar el esfuerzo “no remunerado” de buscar trabajo, así como el trabajo –
tampoco remunerado– dedicado a la reproducción doméstica7.
Al respecto, hemos considerado como dimensión de los cambios operados en las
condiciones y patrones socio-económico-laborales de los hogares, los siguientes factores: a)
Demandas de Consumo y Capacidad de Producción de Bienes y Servicios Reproductivos; y b)
Utilización de la Fuerza de Trabajo del Hogar.
Para la primera dimensión, se analizan los promedios por hogar de los siguientes
indicadores: a) Unidades de Consumo (personas y equivalentes adultos); b) Productores
(perceptores de ingreso y trabajadoras del hogar); c) Consumidores por Productores y
Consumidores por Perceptores; y d) Jóvenes de 15 a 24 años que no estudian, no trabajan ni son
amas de casa (como indicador de exclusión social).
Para la segunda dimensión, se analizan los promedios por hogar de los siguientes
indicadores: a) Población Activa, Ocupada y Desocupada; b) Jefes Activos, Ocupados y
Desocupados; y c) No Jefes Activos, Ocupados y Desocupados.
A través de estos indicadores, el análisis de los patrones de comportamiento y los balances
socioeconómicos de los hogares serán evaluados a nivel general y por estrato (quintiles). A partir
de las dimensiones consideradas se podrán inferir posiciones de éxito y fracaso en las estrategias
socio-laborales y económicas de los hogares según su localización en la estructura social
distributiva.

Cambios Estructurales, Ciclos Económicos y Distribución del Ingreso

Durante los primeros años de la década del ‘90 y después de una década de virtual
estancamiento, la economía argentina –al igual que la mayoría de las economías
latinoamericanas– experimentó un renovado ciclo de expansión y crecimiento. Esta
recuperación tuvo lugar en el marco de medidas de ajuste y de un proceso de transformación
estructural y redefinición del papel del Estado y de los mercados. Estos hechos dejaron como
resultado modificaciones sustantivas en la organización y el funcionamiento de la economía, en
la orientación de las políticas públicas y en los comportamientos de los actores políticos y
sociales.8

7 Cabe destacar que los hogares con miembros activos no sólo diseñan estrategias laborales de mercado para
garantizar su sobrevivencia o movilidad social. En cualquier caso, deben siempre disponer de recursos y tiempo para la
realización de las tareas domésticas. Indiscutiblemente, tales actividades, realizadas por los miembros del hogar o por
trabajadoras domésticas remuneradas, constituyen y representan tiempo o costo efectivo de trabajo y por lo tanto deben
ser consideradas como parte del esfuerzo económico que realiza el grupo en función de su propia supervivencia.
8 A partir de 1989-90 comenzaron a implementarse un conjunto de medidas orientadas a lograr un rápido
cambio estructural de la economía y del Estado. Pero fue especialmente a partir del “Plan de Convertibilidad” (marzo de
1991) que tuvo lugar la ejecución sistemática de un programa global de estabilización y de reformas estructurales. En
principio, estas medidas redefinieron en forma profunda y efectiva las condiciones de funcionamiento del sistema
económico.

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Como consecuencia de este proceso la economía experimentó durante los primeros años de
la década del noventa un crecimiento importante del producto y una mejora en la mayoría de las
variables macroeconómicas, entre las que cabe destacar la sostenida estabilidad de los precios
internos y el aumento del gasto social. Sin embargo, las transformaciones ocurridas también
tuvieron un impacto en sentido inverso sobre las relaciones laborales, las oportunidades de
empleo y el funcionamiento general del mercado de trabajo9. Al respecto, son efectos evidentes
de esta doble tendencia: la mayor precarización del trabajo asalariado, el incremento acelerado
del desempleo y la desvalorización de las instituciones que tuvieron tradicionalmente a su cargo
la defensa y regulación de los tradicionales derechos sociales y laborales10.
La reforma del Estado, la apertura externa y los procesos de privatización se sumaron a esta
misma tendencia. Por otra parte, el aumento neto del desempleo parece haber estado asociado
tanto a efectos de modernización y cambio tecnológico como a comportamientos expansivos
registrados por la oferta laboral (Monza, 1993, 1995; Canitrot, 1995). Pero después de tres años
de continuado crecimiento económico comenzó a evidenciarse una cierta retracción productiva.
En efecto, a mediados de 1994 la economía comenzó a mostrar síntomas de enfriamiento y
crecientes dificultades de orden fiscal. La crisis mexicana ocurrida a fines de 1994 potenció aún
más estos desequilibrios11. De esta manera, a fines del primer trimestre de 1995 dio comienzo
una profunda y prolongada fase recesiva que tuvo impacto directo sobre la inversión y el
consumo, lo cual generó la caída de la recaudación impositiva y el consecuente agravamiento
del déficit fiscal. El sector empresarial debió ajustar reduciendo su estructura de costos
productivos12. La situación generó un nuevo incremento de la desocupación abierta, el
subempleo visible y el subempleo oculto. La recesión impactó mucho más en el sector de no
transables y, por lo tanto, sobre la demanda total de fuerza de trabajo.
Sin embargo, la recesión económica fue de corta duración. El equilibrio financiero del
Estado, la recuperación de la confianza internacional, la reactivación Brasil y el crecimiento de

9 En este sentido, son diversos los estudios que dan cuenta de las consecuencias regresivas que ha tenido el
cambio estructural sobre el nivel de empleo y la situación ocupacional en todos los mercados urbanos de Argentina
(Monza, 1993, 1995; Beccaria y López, 1996; Canitrot, 1995). La reducción de puestos de trabajo en el sector formal, por
una parte, y la mayor oferta laboral, por otra, habrían tenido un papel importante en el incremento del sector informal y
del empleo precario (Bour, 1995). Asimismo, se reconoce el efecto negativo de la política oficial orientada a establecer un
marco legal más flexible sobre las condiciones de trabajo y el salario (Marshall, 1994); con el especial interés de lograr una
reducción del costo laboral (Bour, 1995).
10 Al respecto, algunos trabajos sostienen la existencia de una fuerte correlación entre la situación recesiva e
inflacionaria de la economía, la distribución regresiva del ingreso y el debilitamiento de las instituciones gremiales y
sociales en general (Beccaria, 1991, 1993). En el caso argentino, este panorama se habría visto potenciado aún más con la
crisis del sector público y el deterioro de los servicios prestados por el Estado. Por otra parte, el conjunto de reformas
económicas e institucionales emprendidas durante estos últimos años habrían propiciado una menor intervención del
Estado en la regulación de las relaciones salariales y en el proceso de reproducción social de la fuerza de trabajo (Cortés y
Marshall, 1991, 1999).
11 La crisis mexicana, a fines de 1994, detuvo primero y luego revirtió la afluencia de capitales externos a la
Argentina. Entre diciembre de 1994 y mayo de 1995 disminuyeron alrededor de un 15% los depósitos bancarios. Ante
este factor la economía argentina comenzó a presentar, a partir de 1995, una situación recesiva sin capacidad de
recuperación en el corto plazo.
12 Si bien resulta difícil evaluar los costos laborales medidos en dólares, dos tendencias contrapuestas parecen
haber prevalecido. Por un lado, con independencia de la participación de los gremios, las comisiones internas habrían
renegociado a la baja los salarios vigentes. Por el otro, fueron reimplantados, a partir de abril de 1995, los niveles de
contribuciones patronales que recién a finales de año y de manera fraccionada se volvieron a reducir. Un reciente estudio
de FIEL mostraría una disminución de los costos salariales en la industria del 16% entre 1994 y 1995 (FIEL, 1996).

62
los precios de los productos de exportación, oferta de créditos, entre otros factores, permitieron
una rápida recuperación de la actividad económica. En efecto, a partir del segundo semestre de
1996, la economía superó la etapa crítica del efecto Tequila, dando inicio con éxito a una nueva
fase de inversión y crecimiento interno y con expansión de las exportaciones a nivel regional.13
Esta evolución significó en los hechos un aumento importante en la demanda de puestos de
trabajo, un mejoramiento relativo en el empleo y una caída de la tasa de desocupación14. En
cualquier caso, el cambio de tendencia –si bien real desde el punto de vista económico– no
logró alterar sustancialmente el elevado déficit ocupacional acumulado durante los años
anteriores en el mercado laboral. Esta tendencia se mantuvo vigente hasta fines de 1998, pero
siendo paulatinamente debilitada frente a los efectos de las crisis financieras internacionales y la
crisis de Brasil.
En términos generales, el proceso económico y de reformas institucionales de los ‘90
muestra –en 1999– un balance netamente positivo a nivel de cambios estructurales, en la
producción, la inversión y el consumo. A la vez que fuertemente negativo y regresivo en materia
de empleo (ver Cuadro 1). Sin pretender entrar en detalles sobre el alcance y la viabilidad de
este modelo de crecimiento y sus perspectivas futuras, cabe completar este balance con un
análisis social del esfuerzo económico y los efectos de bienestar alcanzados por los hogares.
Al respecto, son preguntas relevantes: ¿Qué relación se estableció entre el proceso
económico y la evolución de la desigualdad? ¿En qué medida el esfuerzo económico-laboral de
los hogares intervino sobre esta relación afectando en algún sentido el balance final? 15

13 Cabe destacar que el crecimiento de la actividad alcanzó a todos los sectores de la economía, siendo liderado por los
sectores productores de mercancías, los cuales crecieron un 9,7%, contra un 6,7% por parte de los productores de
servicios. Dentro del primer grupo, la actividad de construcción se destacó como el sector más dinámico, previéndose un
crecimiento anual de esta actividad superior al 20%.
14 La elasticidad empleo / producto alcanzó los 0,95 puntos porcentuales, siendo este un guarismo que supera
holgadamente el 0,13 promedio del período 1990-1996.
15 La evolución de los ingresos reales de los hogares no fue considerada en este trabajo, existiendo suficiente
información y análisis al respecto en el marco de este mismo programa de investigación. Para mayor información ver:
Salvia, A. y E. Donza (1999) y Salvia, A., Donza, E. y Philipp, E., (1997).

63
Cuadro 1: Indicadores Económicos y Socio-Laborales. Argentina 1991 - 1999.

1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999

PBI (Incremento % Anual) a 10,5 9,6 6,2 8,5 -4,6 4,2 8,6 3,9 -2,5

Deuda total % PBI b 35% 29% 35% 37% 44% 46% 51% 54% 60%

Tasas de Desempleo Abierto c 6,5 7,0 9,6 11,5 17,5 17,2 14,9 12,8 14,2
Tasas de Subempleo Horario c
8,3 8,2 9,1 10,3 11,9 13,1 13,2 13,5 14,0
(Menos de 35 hs. Semanales)
% de Hogares Bajo la Línea de
16,2 13,5 13,0 14,2 18,2 20,1 19,0 18,2 18,9
Pobreza d
Tasa de Desempleo en el 20% de
13,5 19,6 25,4 31,7 36,1 38,6 30,2 31,2 30,4
los Hogares más Pobres d
% Asalariados Protegidos (Con
60,9 62,0 57,7 61,4 54,5 51,8 56,3 56,4 56,2
todos los beneficios) d
% Asalariados Cesantes (Despidos,
4,7 6,3 8,5 11,8 16,0 16,1 12,5 11,1 12,7
Cierre u otras) d
a/ SPEyR-MEyOSP, Informe Económico, No. 31, Enero 2000, con datos de Cuentas Nacionales.
b/ Información de FIDE, a partir de datos del MEyOSP y el BCRA.
c/ Elaboración propia, con datos de la EPH, INDEC. Se trata de promedio de las ondas mayo y octubre de cada año

para el total de aglomerados urbanos relevados en cada onda.


d/ Elaboraciones propia, con datos de la EPH, INDEC. En este caso se trata de datos de la onda octubre de cada año

correspondiente al Gran Buenos Aires.

En primer lugar, cabe señalar que el problema del crecimiento de la desigualdad no


constituye un fenómeno reciente ni tampoco de carácter exclusivamente local. El crecimiento en
la desigualdad en la distribución del ingreso es un fenómeno instalado desde mediados de la
década del ’70 –con más o menos intensidad– en la mayoría de las economías nacionales, con
fuerte incremento en la década del ’80 y del ’90 en casi toda América Latina.
En el caso argentino, de acuerdo con un estudio reciente (Gasparini, 1999ª) y otros
anteriores que lo confirman (Beccaria y Minujín, 1991; Beccaria, 1993; Montoya y Mitnik,
1995), la evolución de la desigualdad durante las últimas tres décadas –medida para el Gran
Buenos Aires sobre la distribución del ingreso monetario total familiar o a través de la
distribución del ingreso per cápita familiar– confirma que el crecimiento de la inequidad no
constituye un fenómeno nuevo, sino que, por el contrario, la desigualdad viene crecido en forma
acelerada y casi sostenida durante los últimos 25 años.
El análisis histórico muestra la existencia de tres períodos claramente diferenciados: a)
desde principios de los setenta hasta mediados de la década la desigualdad era
comparativamente baja y estable; b) desde mediados de los setenta hasta principios de los
ochenta la desigualdad creció muy fuertemente, y c) desde principios de los ochenta a mediados
de los noventa, la desigualdad ha evolucionado de manera oscilatoria, pero con un patrón
claramente creciente. Las etapas de aumento más acelerado se dieron entre 1974 y 1980, entre
1986 y 1989 y entre 1994 y la actualidad.
Al respecto, el Cuadro 2 muestra que durante el período analizado, luego de una relativa
estabilidad inicial, la desigualdad en la distribución del ingreso per cápita aumentó por una
mayor concentración del ingreso en los hogares del quinto quintil –sobre todo a partir de 1993 y
64
1994–. De esta manera, los niveles de desigualdad alcanzados al final de período superan
holgadamente los niveles críticos de principio de la década. A pesar de esto, no sin oscilaciones
y retracciones, los hogares de estratos medios lograron mantener estable su participación, pero
en la mayoría de los años también a costa de los sectores de más bajos ingresos.
Cuadro 2
Distribución del ingreso familiar por quintil de hogares según ingresos
per cápita ajustados por equivalente adulto. Gran Buenos Aires: 1990-1998
-En porcentaje sobre el total-

Quintil 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998
1º 7,7% 7,8% 7,4% 6,6% 6,8% 6,3% 6,4% 6,2% 6,1%
2º 13,7% 12,7% 11,0% 11,9% 11,6% 10,7% 11,3% 11,3% 10,8%
3º 15,3% 15,4% 17,5% 16,2% 15,8% 15,1% 15,6% 16,1% 14,8%
4º 22,0% 21,5% 23,2% 22,7% 22,8% 20,7% 22,3% 22,7% 22,4%
5º 41,3% 42,6% 41,0% 42,7% 42,9% 47,2% 44,5% 43,8% 45,9%
Rel. 5/3+4 1,1 1,2 1,3 1,1 1,1 1,3 1,2 1,1 1,2
Rel. 5/1+2 1,9 2,1 2,2 2,3 2,3 2,8 2,5 2,5 2,7
Rel. 5/1 5,4 5,5 5,5 6,5 6,3 7,5 7,0 7,1 7,5
Fuente: Instituto Gino Germani, FCS, UBA, con base en datos de la EPH, INDEC (Octubre 1990-1998).

En efecto, entre 1990 y 1998, se observa como saldo global del proceso económico –tanto
de la fase de recuperación económica como de crisis recesiva–, un aumento significativo de la
desigualdad y la polarización social a partir de una mayor concentración de los ingresos en el
último quintil, en perjuicio especialmente de los hogares de los grupos sociales más vulnerables
(40% de los hogares más pobres). Pero cabe preguntarse: ¿Qué relación se estableció entre la
evolución de la desigualdad y el bienestar de los hogares a nivel general y según el estrato social
de pertenencia? ¿En qué medida el esfuerzo laboral de las familias intervino sobre esta relación
afectando en algún sentido el balance económico?

Demandas de Consumo, Fuerza de Trabajo y Productores. La Tendencia


General.

En primer lugar, el análisis de los diferentes componentes que intervienen en la demanda de


consumo, la distribución del ingreso y el esfuerzo socio-económico de los hogares –Cuadro 3–
amplía la descripción de los cambios sucedidos en la estructura social y las estrategias
económicas familiares:

65
Cuadro 3:
Personas, Equivalente Adultos, Perceptores y Productores por Hogar
y Tasas de Dependencia. Gran Buenos Aires: 1990-1998
-Promedios y Base 1990=100-

Componentes de los Hogares 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998
Personas por Hogar 3,44 3,45 3,47 3,43 3,35 3,34 3,36 3,31 3,30
Base 1990=100 100 100 101 100 97 97 98 96 96
Preceptores por Hogar 1 1,69 1,73 1,75 1,75 1,68 1,66 1,67 1,71 1,70
Base 1990=100 100 102 104 104 99 98 99 101 101
Trabajadoras del Hogar 2 0,49 0,49 0,47 0,44 0,43 0,41 0,41 0,40 0,40
Base 1990=100 100 99 99 94 97 78 89 89 89
Consumidores/Perceptores 3 1,61 1,59 1,59 1,57 1,60 1,61 1,62 1,55 1,55
Base 1990=100 100 99 99 98 99 100 101 96 96
Consumidores/ Productores 4 1,25 1,24 1,25 1,26 1,28 1,29 1,30 1,26 1,26
Base 1990 =100 100 99 100 101 102 103 104 101 101
1 Perceptores: personas que aportan ingresos laborales o no laborables al hogar
2 Trabajo familiar: personas que contribuyen a la reproducción del hogar aportando trabajo reproductivo –amas
de casa–.
3 Consumidores/ Perceptores: razón entre los miembros consumidores del hogar sobre los proveedores de

ingresos –perceptores–.
4 Consumidores/ Productores: razón entre los miembros consumidores del hogar sobre los productores de

ingresos y trabajo doméstico.


Fuente: Instituto Gino Germani, FCS, UBA, con base en datos de la EPH, INDEC (Octubre 1990-1998).

a) Estabilidad inicial y posterior disminución del tamaño medio de los hogares del Gran
Buenos Aires (lo cual permitió reducir la presión de consumo y mantener estable la relación
consumidor/perceptor por unidad doméstica);
b) Aumento inicial y posterior caída en el número de perceptores por hogar (lo cual debe ser
interpretado como menor capacidad de participación de los hogares en los beneficios de la
economía);
c) Estabilidad inicial y posterior caída en el número de productores por hogar por reducción de
perceptores y, sobre todo, de amas de casa (lo cual generó un mayor costo de reproducción
para los hogares);
d) Comportamiento inicial estable y posterior disminución de la relación consumidor/
perceptor (lo cual permitió un mejor balance de consumo/ingreso gracias a un mayor
esfuerzo económico-ocupacional de los hogares); y
e) Aumento creciente y leve caída al final del período de la relación consumidor/ productor (lo
cual significó un incremento del esfuerzo reproductivo de los hogares).

En segundo lugar, el análisis de los diferentes componentes que intervienen en la utilización


y realización de la fuerza de trabajo disponible –esfuerzo laboral– (Cuadro 4) amplía la
descripción de los cambios sucedidos en las estrategias económicas familiares y en los balances
reproductivos de los hogares:

66
Cuadro 4
Población Activa, Ocupados y Desocupados, Jefes y Trabajadores Secundarios.
Gran Buenos Aires: 1990-1998
-Promedio de activos, ocupados y desocupados-

Fuerza de Trabajo en
1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998
Hogares
Población Activa Total 1,38 1,40 1,44 1,48 1,44 1,47 1,50 1,49 1,49
Base 1990=100 100 101 104 107 104 106 108 108 108
Ocupados Totales 1,30 1,33 1,35 1,34 1,25 1,21 1,22 1,28 1,30
Base 1990=100 100 102 104 103 96 93 94 98 100
Desocupados Totales 0,08 0,07 0,10 0,14 0,19 0,26 0,28 0,21 0,20
Base 1990=100 100 90 117 173 229 310 343 258 240
Jefes Activos 0,73 0,72 0,73 0,73 0,71 0,71 0,72 0,72 0,74
Base 1990=100 100 99 100 100 97 97 98 98 101
Jefes Ocupados 0,70 0,71 0,69 0,69 0,64 0,63 0,63 0,65 0,67
Base 1990=100 100 100 99 99 91 90 90 93 96
Jefes Desocupados 0,03 0,02 0,03 0,04 0,06 0,08 0,09 0,07 0,07
Base 1990=100 100 67 100 133 200 267 300 233 233
Secundarios Activos * 0,66 0,68 0,72 0,75 0,74 0,73 0,79 0,77 0,76
Base 1990=100 100 103 109 114 112 111 120 117 115
Secundarios Ocupados * 0,60 0,62 0,65 0,65 0,61 0,56 0,59 0,63 0,63
Base 1990=100 100 103 108 108 102 93 98 105 105
Secundarios Desocupados* 0,05 0,05 0,06 0,10 0,13 0,17 0,20 0,14 0,13
Base 1990=100 100 100 120 200 260 340 400 280 260
* Condición de actividad de los miembros no jefes del hogar
Fuente: Instituto Gino Germani, FCS, UBA, con base en datos de la EPH, INDEC (Octubre 1990-1998).

a) Incremento constante y significativo de la oferta laboral como resultado del mantenimiento


de la participación de los jefes de hogar y del aumento de la participación de la fuerza de
trabajo secundaria (lo cual pone de manifiesto el mayor esfuerzo económico-laboral
desplegado por los hogares).
b) Sostenimiento del nivel de ocupación en los hogares a pesar de la fuerte caída del empleo en
los jefes de hogar, gracias al incremento de trabajadores secundarios (lo cual implicó
cambios y/o reemplazos en las responsabilidades económicas y reproductivas).
c) Aumento creciente y sustantivo de la oferta laboral no realizada, como resultado de la
pérdida de trabajo de los jefes de hogar y de la mayor oferta de fuerza de trabajo secundaria
(lo cual sin duda afectó la capacidad de trabajo reproductivo que registra la relación
consumidor / productor).
Efectos de Desigualdad en la Distribución del Bienestar y el Esfuerzo
Económico-Laboral

67
Pero sin duda, estas tendencias generales no representan efectivamente los procesos de
cambio y efectos de desigualdad que operaron al interior de la estructura social en un marco
económico-social de creciente déficit ocupacional y desigualdad en la distribución del ingreso.
En función de evaluar este proceso, se analiza a continuación a nivel desagregado por estratos
sociales los indicadores considerados en los Cuadro 3 y 4.16 Los estratos sociales se definieron
en función de la localización quintílica: 1) Hogares Pobres (1 y 2 quintil); 2) Hogares de
Ingresos Medios (3 y 4 quintil); y 3) Hogares de Altos Ingresos (5 quintil).

a) Hogares Pobres (primer y segundo quintil): Incremento del esfuerzo con escaso éxito laboral y alto impacto
sobre la reproducción doméstica del hogar
a) Caída de la ocupación del jefe principalmente durante el proceso de reconversión productiva
1991-1994 y una leve recuperación del empleo luego de la crisis pos Tequila 1997-1998. A
pesar de esto, la evolución muestra un saldo netamente desfavorable entre “punta y punta”
del período analizado.
b) Crecimiento de la actividad de los miembros secundarios del hogar como consecuencia de la
pérdida de la ocupación del jefe o la caída de sus ingresos. A pesar del mayor esfuerzo puesto
en juego, esta estrategia estuvo seriamente comprometida por la incapacidad del mercado de
trabajo de satisfacer en forma total el incremento de la oferta de mano de obra y/o la escasa
calificación de quienes buscaban trabajo. Por tanto, se observa un sostenido crecimiento de
la desocupación de los miembros secundarios, que sólo logra atenuarse sobre el final del
período (asociado tanto por efecto “desaliento” como por la incorporación efectiva al
mercado de trabajo).
c) La alta rotación en la jefatura económica del hogar (desocupación del jefe y reemplazo de
éste por otros miembros, etc.) resintió la capacidad de reproducción doméstica de los hogares
más pobres, repercutiendo principalmente en la disminución de las amas de casa. Este
proceso pudo observarse tanto en los períodos de crisis, así como en la etapa más exitosa de
la coyuntura económica 1991-1994.
d) En este mismo sentido, el mayor esfuerzo reproductivo puesto en juego por los hogares se
reflejó en el crecimiento de la razón equivalentes adultos/productores, la cual estuvo
condicionada, tanto por el tamaño medio de los hogares como por la caída de los productores
(en especial debido a la merma del trabajo doméstico). Esta tendencia sólo fue morigerada
por la reactivación del empleo observada durante el ciclo de crecimiento pos Tequila.
e) Por último, un indicador que permite aproximarse al impacto de los cambios económicos
sobre los sectores más relegados de la estructura social, es el crecimiento de los jóvenes
excluidos (aquellos que tienen entre 15 y 24 años que no estudian, ni trabajan ni se declaran
como trabajadores domésticos). Este fenómeno que comienza a crecer a principios de los ‘90
entre los estratos más pobres de la sociedad, adquiere un peso relevante al final del período.
En 1996 tres de cada diez jóvenes permanecían fuera del sistema educativo y del mercado de
trabajo, no reconociéndose ni siquiera como partícipes de la reproducción doméstica de sus
hogares.

16 La información estadística desagregada por quintiles de hogar que se analiza en este apartado puede ser
consultada al final del artículo: Cuadros 4-8.

68
b) Hogares con Ingresos Medios (tercer y cuarto quintil): Incremento del esfuerzo laboral con alto éxito y bajo
impacto sobre la reproducción doméstica del hogar
a) Durante el período de crecimiento económico 1991-1994 se incrementaron las expectativas
laborales de los jefes y de los miembros complementarios del hogar. Esta mayor participación
estuvo acompañada (en especial en los hogares del tercer quintil) por un crecimiento de la
ocupación.
b) Por otro lado, los trabajadores secundarios de estos hogares, al igual que en los estratos
bajos, también incrementaron entre 1991-1994 su participación en el mercado laboral
probablemente asociado al mejor costo de oportunidad que les presentaba una economía en
crecimiento. Sin embargo, a diferencia de aquellos, sus mayores credenciales educativas,
mejores redes de búsqueda, etc., contribuyeron a un mayor éxito frente a la similar estrategia
implementada.
c) Si bien la mayor participación de los jefes y de los trabajadores secundarios tendió a
desacelerarse durante la crisis del Tequila, la misma retomó su crecimiento ante a un nuevo
ciclo expansivo de la economía durante el período 1997-1998. El crecimiento de la actividad
de los miembros complementarios disponibles se vio reflejado mayoritariamente en la
incorporación efectiva de estos al mercado de trabajo y, en menor medida, dio lugar a una
incipiente aparición del fenómeno de la desocupación principalmente entre los miembros
secundarios de los hogares del tercer quintil.
d) Al analizar la totalidad del período se observa, en términos de empleo, un saldo netamente
positivo para los hogares medios, correlacionado con las coyunturas económicas. Este grupo
pudo incrementar en un principio y luego mantener el promedio de productores dentro del
hogar. En este caso, el aumento fue posible debido a que gran parte de los miembros
secundarios que se volcaron al mercado de trabajo lograron insertarse en el mismo,
contrarrestando de esta manera la caída de los trabajadores domésticos.
e) Por otra parte, a pesar de las oscilaciones que mostró el tamaño medio de los hogares, la
relación equivalente adulto/productores mostró una menor presión sobre los productores de
bienes e ingresos del hogar, dado que la caída en los trabajadores domésticos fue compensada
por el incremento de los perceptores de ingresos.

c) Hogares con Ingresos Altos (quinto quintil): Disminución del esfuerzo con alto éxito laboral y bajo
impacto sobre la reproducción doméstica del hogar
a) Sin lugar a dudas es el estrato superior el que más se benefició con la evolución de la
economía durante este período. En términos generales se observa una casi constante caída
de la actividad laboral de los miembros de estos hogares, que sólo se recupera, en parte, al
final del período analizado.
b) Este grupo de hogares asimismo mostró durante el período de estudio una disminución de
los niveles de empleo de los jefes y los trabajadores secundarios del hogar (especialmente
durante el período de pos crisis del Tequila). A pesar de ello, es indiscutible que las ventajas
comparativas de estos hogares –en términos de mejores oportunidades de reinserción de los
jefes que pierden el empleo o de aquellos trabajadores complementarios que buscan
incorporarse al mercado, menor carga de consumidores por cada productor, etc.– los

69
posicionaron en un lugar de privilegio que les permitió enfrentar en mejores condiciones la
crisis y mostrar posteriormente una recuperación más rápida.
c) Luego del ciclo recesivo de la economía los indicadores laborales de estos hogares parecen
recuperarse muy lentamente: aumento del empleo de los jefes y trabajadores secundarios,
crecimiento del promedio de productores y perceptores de ingresos, leve caída de la presión
de los consumidores sobre los productores. Sin embargo, como se ha citado en
anteriormente en este trabajo, la distribución de la “torta” de los ingresos les permitió
constituirse como el sector más beneficiado por el período de crisis y reestructuración
económica.

El Balance Final: Mayor Bienestar, Mayor Malestar y Mayor Inestabilidad


Social

Tal como hemos podido analizar, los cambios estructurales orientados por el mercado no
sólo fueron procesando una mayor desigualdad social –medida en términos de distribución del
ingreso–, sino también una evolución más regresiva y heterogénea del bienestar económico y del
esfuerzo social necesario para alcanzar una cuota igual de oportunidades de consumo.
La situación económica de los hogares, en 1998, en comparación con la registrada en 1991
(después de la crisis hiperinflacionaria de 1989-1990), es claramente desfavorable para los
sectores más bajos de la estructura social. En efecto, las bondades distributivas del crecimiento
económico alcanzaron casi exclusivamente a los hogares de medianos y altos ingresos. Fueron
estos los únicos estratos donde el balance final resulta neutro o positivo: incremento en los
ingresos familiares y por consumidor a través de un menor o igual esfuerzo económico-laboral,
incluso en el caso de tener que sostener una mayor carga reproductiva de consumidores.
Por el contrario, los hogares más pobres –a pesar de un mayor y sostenido esfuerzo laboral–
presentan fuerte correlación negativa con respecto a la distribución del ingreso. Al respecto, es
necesario subrayar el mayor costo social y económico que implica para los hogares de bajos
ingresos la realización de un mayor esfuerzo laboral de mercado17. De esa manera, en estos
hogares el balance presenta un resultado muy distinto: bajo nivel de ingresos reales junto a una
mayor carga económico-laboral en el mercado y reproductiva al interior del hogar. El
desequilibrio natural que generó esta situación en el balance reproductivo tendió a ajustarse a
través de una reducción en el número de consumidores por hogar. Una hecho que cabe
interpretar –en el caso de los estratos más bajos– como ruptura de lazos de integración y
solidaridad al interior de los hogares.
Por otra parte, el análisis realizado muestra que el intentar y realizar un mayor esfuerzo
laboral fue para la mayoría de los hogares del Gran Buenos Aires una estrategia casi obligada en

17 Por lo general, estos hogares están obligados a concentrar -por sus características y composición- importantes
recursos en la reproducción doméstica, y el incremento del esfuerzo laboral de mercado implica una mayor
autoexplotación familiar o un déficit en la reproducción de la fuerza de trabajo. En términos generales, el balance
reproductivo establece que, manteniéndose constante el resto de los factores, un aumento del esfuerzo laboral de
mercado tiende a reducir el tiempo destinado al ocio o a la reproducción y a la vida doméstica por parte de alguno o de
todos los miembros en edad activa. De la misma manera que una disminución voluntaria del esfuerzo laboral de
mercado significa un aumento del tiempo destinado al ocio o a la reproducción en favor del grupo (Mingione, 1993).

70
función de poder recuperar la caída que experimentaron los ingresos y el consumo –antes y
durante el proceso de reestructuración económica–. En particular, esto fue así en el 60% de los
hogares de ingresos bajos y medios. Sin embargo, este mayor esfuerzo general no fue igualmente
exitoso, ni los resultados generados –en términos de distribución de la “torta” de los ingresos–
fueron igualmente satisfactorios.
Al respecto, resulta evidente que las políticas de reestructuración implementadas y la
evolución del ciclo económico agravaron las condiciones de desigualdad social en el campo de
las oportunidades de empleo e ingresos laborales. En efecto, la diferencia que existe entre el
esfuerzo laboral empeñado y el resultado efectivamente alcanzado estuvo fundamentalmente
relacionada con las oportunidades de empleo y de ingresos a las que accedieron los hogares.
De los datos analizados se desprende una clara polarización social en el grado de éxito
(medido en términos de ocupación e ingreso de la ocupación) que tuvo la estrategia familiar de
ampliar el número de perceptores laborales, según haya sido la posición de los hogares en la
estructura social, sus características demográficas y la disponibilidad de recursos productivos.
Este hecho se pone de manifiesto –entre otros indicadores– a través de las diferentes
variaciones experimentadas por el tamaño de los hogares, por el número de ocupados y
desocupados y por los ingresos por perceptor en cada estrato.
Hasta aquí, las evidencias presentadas permiten verificar que el proceso de modernización
económica en Argentina -a pesar de los excelentes indicadores económicos– ha dejado como
balance un aumento de la desigualdad y un inestable reparto de oportunidades de bienestar en la
estructura social medida a nivel de los hogares del Gran Buenos Aires. Los sectores más pobres
no sólo experimentaron una nueva caída neta de ingresos, sino que, además, a pesar de haber
aumentado en forma sistemática su esfuerzo económico laboral, empeoraron su participación en
la distribución.
En cualquier caso, creemos haber podido dar algunas evidencias acerca de que la creciente
desigualdad no fue sólo el resultado del aumento del desempleo, sino también –sobre todo en
períodos de expansión– en el nivel de los ingresos en términos distributivos. La pérdida neta de
puestos de trabajo, la precarización de las relaciones laborales y la caída de los salarios, en un
contexto de reforma y cambios institucionales, parecen haber operado en todo momento –en
forma discriminada y eficaz– en favor del aumento de la desigualdad social.
En este sentido, el estudio confirma que el proceso de transformación estructural que viene
atravesando la economía argentina, dejando a las relaciones de mercado como principal
protagonista de la asignación de recursos, ha tenido un impacto heterogéneo, de alto costo
social y no equitativo sobre las condiciones de vida y los balances de las familias, los
consumidores, los perceptores y los trabajadores, dependiendo de su localización en la
estructura social.
De esta manera, se impone como nuevo problema el estudio de los factores institucionales
y sociales que hacen posible este proceso de concentración del ingreso y desigual distribución
del bienestar –novedoso en cuanto a su carácter y funcionalidad dada la nueva institucionalidad
dominante–, y de las formas posibles de su resolución, sin que ello implique afectar los procesos
de modernización económica. Más aún, tomando en cuenta que son los propios mercados y las
condiciones de gobernabilidad los que parecen requerir –cada vez con mayor fuerza– de un
sistema más abierto y flexible de apertura de oportunidades sociales, de garantías de movilidad
social y de equilibrio en las formas de recargar los costos de las crisis y de repartir los beneficios
del progreso económico.

71
Cuadro 5 a y b
Cambios en las Estrategias y Oportunidades Socio-Laborales
del Primer Quintil de Hogares. Gran Buenos Aires: 1990-1998
-Promedios y Base 100-

a) PRIMER QUINTIL (Promedios)


1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998
Equivalente Adulto 3,58 3,56 3,50 3,41 3,55 3,64 3,75 3,58 3,68
Jefes activos 0,72 0,68 0,70 0,70 0,71 0,77 0,78 0,77 0,78
Jefes ocupados 0,66 0,64 0,64 0,61 0,59 0,60 0,57 0,61 0,61
Jefes desocupados 0,06 0,04 0,06 0,09 0,12 0,17 0,21 0,16 0,17
Secundarios Activos 0,47 0,52 0,53 0,53 0,67 0,77 0,92 0,76 0,81
Secundarios Ocupados 0,35 0,40 0,38 0,35 0,39 0,43 0,53 0,49 0,52
Secundarios Desocupados 0,11 0,12 0,15 0,18 0,27 0,34 0,39 0,27 0,29
Productores 2,13 2,21 2,12 2,02 2,06 1,99 2,07 2,06 2,12
Perceptores 1,32 1,36 1,34 1,31 1,34 1,36 1,43 1,39 1,45
Trabajo Doméstico 0,81 0,85 0,78 0,71 0,72 0,63 0,64 0,67 0,67
Eq. Adulto/ Perceptores 2,72 2,61 2,62 2,60 2,65 2,68 2,62 2,59 2,54
Eq. Adulto/ Productores 1,68 1,61 1,65 1,69 1,72 1,83 1,81 1,74 1,74
Jóvenes 15-24 excluidos 0,13 0,14 0,13 0,18 0,20 0,26 0,29 0,07 0,06
Fuente: Instituto Gino Germani, FCS, UBA, con base en datos de la EPH, INDEC (Octubre 1990-1998).

b) PRIMER QUINTIL (BASE 100 = 1990)


1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998
Equivalente Adulto 100 99 98 95 99 102 105 100 103
Jefes activos 100 94 97 97 99 107 108 107 108
Jefes ocupados 100 97 97 92 89 91 86 92 92
Jefes desocupados 100 67 100 150 200 283 350 267 283
Secund. Activos 100 111 113 113 143 164 196 162 172
Secund. Ocupados 100 114 109 100 111 123 151 140 149
Secund. Desocupados 100 109 136 164 245 309 355 245 264
Productores 100 104 100 95 97 93 97 97 100
Preceptores 100 103 102 99 102 103 108 105 110
Trabajo Doméstico 100 105 96 88 89 78 79 83 83
Eq. Adulto/
100 96 96 96 97 99 96 95 93
Perceptores
Eq. Adulto/
100 96 98 101 102 109 108 104 104
Productores
Jóvenes 15-24 excluidos 100 108 100 138 154 200 223 54 46
Fuente: Instituto Gino Germani, FCS, UBA, con base en datos de la EPH, INDEC (Octubre 1990-1998).

72
Cuadro 6 a y b
Cambios en las Estrategias y Oportunidades Socio-Laborales
del Segundo Quintil de Hogares. Gran Buenos Aires: 1990-1998
-Promedios y Base 100-

a) SEGUNDO QUINTIL (Promedios)


1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998
Equivalente Adulto 3,19 3,14 2,78 2,98 2,87 2,89 2,90 2,93 2,88
Jefes activos 0,72 0,72 0,59 0,65 0,65 0,67 0,67 0,70 0,73
Jefes ocupados 0,70 0,70 0,55 0,61 0,58 0,58 0,60 0,63 0,66
Jefes desocupados 0,02 0,02 0,04 0,05 0,07 0,09 0,07 0,07 0,07
Secundario Activos 0,75 0,69 0,61 0,74 0,75 0,79 0,78 0,81 0,74
Secundarios Ocupados 0,65 0,61 0,53 0,61 0,59 0,58 0,53 0,62 0,58
Secundarios Desocupados 0,10 0,07 0,08 0,13 0,16 0,22 0,25 0,19 0,16
Productores 2,37 2,34 2,11 2,25 2,13 2,15 2,13 2,24 2,17
Perceptores 1,70 1,72 1,63 1,73 1,62 1,65 1,62 1,72 1,65
Trabajo Doméstico 0,67 0,62 0,48 0,52 0,51 0,51 0,51 0,51 0,52
Eq. Adulto/ Perceptores 1,87 1,83 1,70 1,72 1,77 1,75 1,79 1,71 1,74
Eq. Adulto/ Productores 1,34 1,34 1,31 1,32 1,34 1,34 1,36 1,31 1,33
Jóvenes 15-24 excluidos 0,09 0,07 0,08 0,09 0,09 0,14 0,15 0,02 0,02
Fuente: Instituto Gino Germani, FCS, UBA, con base en datos de la EPH, INDEC (Octubre 1990-1998).

b) SEGUNDO QUINTIL (BASE 100 = 1990)


1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998
Equivalente Adulto 100 98 87 93 90 91 91 92 90
Jefes activos 100 100 82 90 90 93 93 97 101
Jefes ocupados 100 100 79 87 83 83 86 90 94
Jefes desocupados 100 100 200 250 350 450 350 350 350
Secundarios Activos 100 92 81 99 100 105 104 108 99
Secundarios Ocupados 100 94 82 94 91 89 82 95 89
Secundarios Desocupados 100 70 80 130 160 220 250 190 160
Productores 100 99 89 95 90 91 90 95 92
Preceptores 100 101 96 102 95 97 95 101 97
Trabajo Doméstico 100 93 72 78 76 76 76 76 78
Eq. Adulto/ Perceptores 100 98 91 92 95 94 96 91 93
Eq. Adulto/ Productores 100 100 98 99 100 100 101 98 99
Jóvenes 15-24 excluidos 100 78 89 100 100 156 167 22 22
Fuente: Instituto Gino Germani, FCS, UBA, con base en datos de la EPH, INDEC (Octubre 1990-1998).

73
Cuadro 7 a y b
Cambios en las Estrategias y Oportunidades Socio-Laborales
del Tercer Quintil de Hogares. Gran Buenos Aires: 1990-1998
-Promedios y Base 100-

a) TERCER QUINTIL (Promedios)


1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998
Equivalente Adulto 2,52 2,64 2,99 2,73 2,65 2,64 2,57 2,62 2,46
Jefes activos 0,62 0,64 0,73 0,71 0,67 0,66 0,69 0,69 0,67
Jefes ocupados 0,60 0,63 0,70 0,69 0,62 0,59 0,63 0,64 0,64
Jefes desocupados 0,02 0,01 0,03 0,03 0,04 0,07 0,06 0,05 0,04
Secundarios Activos 0,61 0,73 0,86 0,85 0,81 0,83 0,83 0,82 0,76
Secundarios Ocupados 0,58 0,69 0,81 0,74 0,69 0,66 0,66 0,67 0,64
Secundarios Desocupados 0,02 0,04 0,05 0,10 0,12 0,17 0,17 0,14 0,12
Productores 2,17 2,29 2,44 2,30 2,23 2,21 2,16 2,25 2,13
Preceptores 1,72 1,87 1,94 1,87 1,81 1,80 1,75 1,85 1,76
Trabajo Doméstico 0,45 0,42 0,50 0,43 0,42 0,41 0,41 0,39 0,37
Eq. Adulto/ Perceptores 1,46 1,41 1,54 1,46 1,47 1,47 1,46 1,41 1,40
Eq. Adulto/ Productores 1,16 1,15 1,23 1,19 1,19 1,19 1,18 1,17 1,16
Jóvenes 15-24 excluidos 0,03 0,04 0,07 0,09 0,07 0,07 0,08 0,02 0,01
Fuente: Instituto Gino Germani, FCS, UBA, con base en datos de la EPH, INDEC (Octubre 1990-1998).

b) TERCER QUINTIL (BASE 100 = 1990)


1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998
Equivalente Adulto 100 105 119 108 105 105 102 104 98
Jefes activos 100 103 118 115 108 106 111 111 108
Jefes ocupados 100 105 117 115 103 98 105 107 107
Jefes desocupados 100 50 150 150 200 350 300 250 200
Secundarios Activos 100 120 141 139 133 136 136 134 125
Secundarios Ocupados 100 119 140 128 119 114 114 116 110
Secundarios Desocupados 100 200 250 500 600 850 850 700 600
Productores 100 106 112 106 103 102 100 104 98
Preceptores 100 109 113 109 105 105 102 108 102
Trabajo Doméstico 100 93 111 96 93 91 91 87 82
Eq. Adulto/ Perceptores 100 97 105 100 101 101 100 97 96
Eq. Adulto/ Productores 100 99 106 103 103 103 102 101 100
Jóvenes 15-24 excluidos 100 133 233 300 233 233 267 67 33
Fuente: Instituto Gino Germani, FCS, UBA, con base en datos de la EPH, INDEC (Octubre 1990-1998).

74
Cuadro 8 a y b
Cambios en las Estrategias y Oportunidades Socio-Laborales
del Cuarto Quintil de Hogares. Gran Buenos Aires: 1990-1998
-Promedios y Base 100-

a) CUARTO QUINTIL (Promedios)


1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998
Equivalente Adulto 2,36 2,44 2,56 2,52 2,45 2,28 2,36 2,29 2,28
Jefes activos 0,74 0,75 0,79 0,72 0,70 0,68 0,70 0,71 0,73
Jefes ocupados 0,73 0,74 0,78 0,71 0,67 0,63 0,66 0,67 0,70
Jefes desocupados 0,01 0,02 0,01 0,01 0,03 0,04 0,04 0,04 0,03
Secundarios Activos 0,75 0,78 0,87 0,91 0,83 0,73 0,79 0,80 0,80
Secundarios Ocupados 0,72 0,76 0,84 0,85 0,77 0,65 0,69 0,73 0,75
Secundarios Desocupados 0,03 0,03 0,03 0,07 0,06 0,09 0,10 0,07 0,06
Productores 2,25 2,26 2,34 2,31 2,20 2,10 2,14 2,14 2,14
Perceptores 1,91 1,91 1,97 1,98 1,86 1,77 1,83 1,86 1,89
Trabajo Doméstico 0,34 0,35 0,37 0,32 0,34 0,33 0,30 0,28 0,25
Eq. Adulto/ Perceptores 1,23 1,28 1,30 1,27 1,32 1,29 1,28 1,23 1,20
Eq. Adulto/ Productores 1,05 1,08 1,09 1,09 1,12 1,09 1,10 1,07 1,06
Jóvenes 15-24 excluidos 0,03 0,03 0,03 0,05 0,03 0,04 0,03 0,01 0,02
Fuente: Instituto Gino Germani, FCS, UBA, con base en datos de la EPH, INDEC (Octubre 1990-1998).

b) CUARTO QUINTIL (BASE 100 = 1990)


1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998
Equivalente Adulto 100 103 108 107 104 97 100 97 97
Jefes activos 100 101 107 97 95 92 95 96 99
Jefes ocupados 100 101 107 97 92 86 90 92 96
Jefes desocupados 100 200 100 100 300 400 400 400 300
Secundarios Activos 100 104 116 121 111 97 105 107 107
Secundarios Ocupados 100 106 117 118 107 90 96 101 104
Secundarios Desocupados 100 100 100 233 200 300 333 233 200
Productores 100 100 104 103 98 93 95 95 95
Perceptores 100 100 103 104 97 93 96 97 99
Trabajo Doméstico 100 103 109 94 100 97 88 82 74
Eq. Adulto/ Perceptores 100 104 106 103 107 105 104 100 98
Eq. Adulto/ Productores 100 103 104 104 107 104 105 102 101
Jóvenes 15-24 excluidos 100 100 100 167 100 133 100 33 67
Fuente: Instituto Gino Germani, FCS, UBA, con base en datos de la EPH, INDEC (Octubre 1990-1998).

75
Cuadro 9 a y b
Cambios en las Estrategias y Oportunidades Socio-Laborales
del Quinto Quintil de Hogares. Gran Buenos Aires: 1990-1998
-Promedios y Base 100-

a) QUINTO QUINTIL (Promedios)


1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998
Equivalente Adulto 2,08 2,03 2,10 2,18 2,00 1,99 1,94 1,89 1,96
Jefes activos 0,83 0,82 0,82 0,85 0,80 0,77 0,73 0,74 0,80
Jefes ocupados 0,82 0,81 0,81 0,84 0,78 0,76 0,72 0,72 0,78
Jefes desocupados 0,01 0,01 0,01 0,01 0,02 0,01 0,02 0,02 0,02
Secundarios Activos 0,73 0,67 0,72 0,76 0,66 0,68 0,66 0,69 0,69
Secundarios Ocupados 0,72 0,66 0,71 0,73 0,63 0,63 0,59 0,66 0,65
Secundarios Desocupados 0,01 0,01 0,01 0,02 0,03 0,05 0,07 0,03 0,04
Productores 2,03 1,98 2,05 2,05 1,93 1,91 1,88 1,91 1,91
Preceptores 1,83 1,76 1,83 1,82 1,75 1,72 1,68 1,73 1,74
Trabajo Doméstico 0,20 0,22 0,22 0,23 0,18 0,19 0,20 0,17 0,17
Eq. Adulto/ Perceptores 1,14 1,16 1,15 1,20 1,14 1,16 1,16 1,09 1,13
Eq. Adulto/ Productores 1,02 1,03 1,03 1,07 1,04 1,04 1,03 0,99 1,03
Jóvenes 15-24 excluidos 0,01 0,01 0,01 0,02 0,01 0,01 0,01 - 0,01
Fuente: Instituto Gino Germani, FCS, UBA, con base en datos de la EPH, INDEC (Octubre 1990-1998).

b) QUINTO QUINTIL (BASE 100 = 1990)


1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998
Equivalente Adulto 100 98 101 105 96 96 93 91 94
Jefes activos 100 99 99 102 96 93 88 89 96
Jefes ocupados 100 99 99 102 95 93 88 88 95
Jefes desocupados 100 100 100 100 200 100 200 200 200
Secundarios Activos 100 92 99 104 90 93 90 95 95
Secundarios Ocupados 100 92 99 101 88 88 82 92 90
Secundarios Desocupados 100 100 100 200 300 500 700 300 400
Productores 100 98 101 101 95 94 93 94 94
Perceptores 100 96 100 99 96 94 92 95 95
Trabajo Doméstico 100 110 110 115 90 95 100 85 85
Eq. Adulto/ Perceptores 100 102 101 105 100 102 102 96 99
Eq. Adulto/ Productores 100 101 101 105 102 102 101 97 101
Jóvenes 15-24 excluidos 100 100 100 200 100 100 100 - 100
Fuente: Instituto Gino Germani, FCS, UBA, con base en datos de la EPH, INDEC (Octubre 1990-1998).

76
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77
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Torrado, S. (1992): Estructura social de la Argentina: 1945-1983. Ediciones de la Flor, Buenos Aires.

78
Notas Metodológicas
En este estudio, la unidad de análisis son los “hogares” del área metropolitana del Gran Buenos
Aires, siendo la unidad original de recolección las personas entrevistadas por la Encuesta
Permanente de Hogares (EPH) en cada onda. El análisis de la capacidad de consumo de los
hogares se realizó tomando como base sólo los ingresos monetarios ajustados.
Con el objeto de evitar desviaciones en los ingresos y consumos del hogar, se excluyó del
análisis al personal del servicio doméstico de los hogares, considerándose el salario indirecto
(alimentos, gastos de servicios adicionales, etc.) que reciben estos trabajadores como gastos del
hogar.
Para asegurar la comparabilidad en el tiempo de las diferencias entre estratos de ingresos en
distintas dimensiones sociales, se requiere mantener la composición de los grupos sociales que
se comparan. Sin embargo, los estratos de ingreso total (quintiles, deciles, etc.) proporcionan
una mala imagen del nivel y de la distribución del ingreso de los hogares debido a que hay una
fuerte relación entre el estrato en que queda situado el hogar y su tamaño. Es decir, hay una
clara tendencia a que los hogares de mayor número de miembros queden ubicados en los
estratos mayores que en los menores. Para eliminar este problema la clasificación de los hogares
por quintiles según nivel de ingresos se realizó normalizando los ingresos monetarios totales que
percibe el hogar por los “equivalentes adultos” que posee.
Los hogares que presentaban ingresos nulos en la semana de referencia de la encuesta también
fueron considerados en el análisis, por entenderse que esta situación constituye una condición
objetiva para los hogares. Cabe destacar que los hogares afectados por tal condición pueden
percibir ingresos no monetarios. Sin embargo, el posible sesgo que pueden generar los ingresos
no monetarios es despreciable ya que los mismos no presentan gran relevancia en agregados
urbanos como el que nos ocupa.
La disímil cantidad de hogares de cada onda 18 hizo necesario la normalización de los ingresos
por el número de hogares que constituye la muestra. Por medio de este control se igualan
condiciones demográficas y se anulan posibles errores muestrales. Las variaciones producidas en
la cantidad de perceptores también llevó a realizar una normalización del ingreso por el número
de perceptores existentes en cada onda. Por medio de este control fue posible medir el impacto
real de la economía en el mejoramiento de los ingresos de los hogares. Otra distorsión la genera
la variación en la cantidad de integrantes de los hogares y su composición19. Toda variación
demográfica afecta la distribución de los ingresos totales generados y apropiados por cada hogar
en términos reales. Por lo tanto, la consideración de los ingresos por equivalente adulto nos
permite normalizar en función de los requerimientos nutricionales de los hogares, sus diversas
composiciones y las variaciones que pueden darse en el tiempo.

18 El total de hogares que pretende representar la muestra varía en el tiempo. Por lo que la E.P.H. actualiza, previo
a la realización de cada onda, el número de sus unidades de análisis a representar en la muestra, a partir de sus propias
proyecciones demográficas realizadas con información censal.
19 La composición y el quantum de variación demográfica de los hogares se alteran en el tiempo (por
modernización cultural, por agrupamiento en hogares extensos para paliar crisis, etc.) y según el nivel de ingresos de los
hogares, lo cual hace necesaria una normalización apropiada. Lo que también facilita la eliminación de posibles errores
muestrales.

79
Con estas premisas se trabajó con los microdatos de las Bases de la EPH del INDEC, ondas
octubre de 1990 a 1998, realizándose un procesamiento propio de las mismas, generando
nuevos archivos, variables e indicadores.
Con el objetivo de evaluar adecuadamente los factores asociados a los cambios en la evolución
del ingreso, se ajustaron los ingresos totales de los hogares a valores constantes –a pesos de
octubre 1998– utilizando el índice de precios al consumidor (INDEC, 1999). Asimismo, en
función de adecuar el análisis de la distribución del ingreso por consumidor se ajustaron los
mismos según la estructura demográfica del hogar, dividiendo el total del ingreso familiar real
por la suma de adultos equivalentes de la familia siguiendo la metodología propuesta por CEPA
(1993a). 20

20 El equivalente adulto es un coeficiente que representa la cantidad de personas que forman el hogar de acuerdo
con su edad y sexo en términos de sus diferentes requerimientos nutricionales de consumo. Este coeficiente toma como
valor uno (1) equivalente la necesidad nutricional de un adulto varón de 30 a 59 años. El número de componentes de
cada hogar es ajustado a este valor.

80
“Heterogeneidad y precarización de los hogares asalariados
en Argentina durante la década del ‘90∗ ”
Autores: Agustín Salvia 1 y Silvana Tissera 2
1. Presentación

Durante gran parte de la década del noventa –después de una década de “virtual”
estancamiento–, la economía argentina –al igual que la mayoría de las economías
latinoamericanas– experimentó un ciclo de recuperación y crecimiento. Esta recuperación tuvo
lugar en el marco en una profunda redefinición del papel del Estado y de los mercados. Sin
embargo, para que este proceso tuviera lugar fue necesario –además de la vigencia de un
particular orden internacional– cambios sustantivos en la organización de la economía nacional
y en el comportamiento de los principales actores políticos y sociales. Estos cambios
modificaron las relaciones laborales, el funcionamiento de los mercados de trabajo y la
distribución del ingreso, resultando de ello, fracturas en las relaciones asalariadas y
fragmentación de la fuerza de trabajo.
En este contexto, la flexibilidad laboral ha cobrado relevancia en las últimas décadas como
manifestación directa de la crisis del modelo “fordista”, y en atención a la necesidad de
introducir nuevos modelos de productividad y competencia que obligan a ajustar las relaciones
laborales asalariadas. Por otra parte, este fenómeno ha quedado confundido –tanto en el
discurso político como en las transformaciones económicas e institucionales– con la situación
de creciente inseguridad, inestabilidad y desprotección laboral que afecta a la fuerza de trabajo.
En este sentido, la relativa prosperidad económica se ha expresado y continúa expresándose en
altas tasas de desocupación, subocupación horaria, y mayores niveles de marginalidad.
Estos procesos nos remiten a la vigencia de un contexto económico, social e institucional
de condiciones cambiantes, complejas y heterogéneas, el cual sin duda ha alterado las estrategias
de vida, los esfuerzos socio-económicos y los balances reproductivos de los hogares cuyos
ingresos dependen del trabajo en relaciones de mercado. Esta particular línea de interés y
preocupación –en donde se coloca al hogar como unidad de análisis– ha mostrado ser fructífera
en diferentes tipos de estudios vinculados tanto al campo laboral como a la problemática de la
pobreza y la exclusión. Al respecto, avances anteriores y recientes hallazgos empíricos –Salvia y
Donza, 1999; Salvia y Lazo, 1999– ponen de manifiesto la pertinencia de este enfoque.


Este trabajo fue elaborado en el marco de las actividades investigación conjuntas que llevan adelante los equipos
de los proyectos “Crisis y Metamorfosis de los Mercados de Trabajo Urbanos en la Argentina de los ’90 (UBACyT EC
001), y del proyecto Cambio Estructural y Desigualdad Social (UBACyT AS 021-CONICET.) En el procesamiento de los
datos y elaboración del documento colaboraron y participaron activamente el Lic. Julio Zelarayan y el estudiante Gonzalo
Herrera Gallo.
1 Sociólogo. Candidato a Doctor en Ciencias Sociales (El Colegio de México). Investigador del Instituto de
Investigaciones Gino Germani de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. E-mail:
agsalvia@mail.retina.ar
2 Socióloga. Becaria CONICET. Docente y auxiliar de investigación del Instituto de Investigaciones Gino
Germani de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. E-mail: stissera@mail.retina.ar
83
En este caso, nuestra principal hipótesis apunta a demostrar que durante la actual etapa de
cambios económicos e institucionales, los procesos estructurales no habrían respondido a pautas
igualitarias de desarrollo en términos de inclusión-exclusión social, ni habrían ayudado a generar
tales condiciones, particularmente en términos de oportunidades de empleo y de ingresos
obtenidos por los hogares asalariados como resultado de su esfuerzo económico-laboral. Esta
investigación explora diferencias netas en los balances reproductivos para determinadas
localizaciones socio-ocupacionales, mostrando cómo el deterioro de las condiciones de vida o,
por el contrario, el derrame de bienestar económico general, no interactuaron en forma
homogénea con la estructura social asalariada.
Para poder avanzar en esta línea, hemos diferenciado –tanto a nivel conceptual como operativo– aquellos
hogares cuyo jefe económico es un trabajador asalariado registrado ante la Seguridad Social –a los que
llamaremos Hogares Asalariados Protegidos–, de aquellos otros cuyo jefe económico es un trabajador
asalariado no registrado –a los que llamaremos Hogares Asalariados Precarios–.
A partir de este criterio de estratificación social se presenta un balance sobre el impacto
diferencial que han tenido los cambios estructurales e institucionales –flexibilización laboral
incluida– sobre la estructura de oportunidades socio-ocupacionales y de bienestar económico de
los hogares de trabajadores asalariados. El problema planteado convoca –por su complejidad y
trascendencia– a un tipo particular de interrogantes:
a) ¿Cuál fue el impacto neto de los cambios estructurales –flexibilización laboral incluida– sobre la estructura,
composición y tipo de inserción social de los hogares asalariados, en tanto agentes primarios de reproducción,
socialización y administración de la fuerza de trabajo?
b) ¿En qué medida el crecimiento económico y las reformas laborales alteraron las condiciones de inserción
socio-ocupacional de los trabajadores de hogares asalariados? ¿Tuvo lugar un mejoramiento estratégico de las
oportunidades laborales, o por el contrario, se impuso una mayor desprotección, fragmentación y precariedad
laboral?
c) Finalmente, ¿en qué medida aumentó la heterogeneidad social al interior de cada tipo de hogar asalariado
como efecto de un impacto diferenciado de las oportunidades de empleo e ingresos? ¿Tuvo lugar una reducción o
ampliación de la brecha en las oportunidades de empleo y en las oportunidades de consumo entre los hogares
que mantuvieron un marco de protección social frente a aquellos otros que mantuvieron o se desplazaron hacia
condiciones de precariedad o desafiliación laboral?
Se presentan en este trabajo un conjunto de indicadores que nos permitirán medir y evaluar
diferencias netas operadas en la estructura de oportunidades económicas, laborales y sociales de
los hogares asalariados del Gran Buenos Aires, durante el período que va entre el segundo
semestre de 1990 y el mismo semestre de 1998.
Por último, cabe señalar que el fenómeno de la “precariedad laboral” no sólo constituye –
desde nuestro enfoque– un efecto impuesto por las nuevas reglas de producción –sobre las
condiciones laborales y de vida de los trabajadores–, sino también una expresión objetivada del
cambio de las relaciones de fuerza entre capital-trabajo. De ahí que nuestra propuesta apunte a
considerar la instalación de la precariedad laboral y de la desocupación al interior de los hogares
como elementos de fragmentación y heterogeneidad funcionales con respecto a la actual
debilidad económica e institucional de los trabajadores en su conjunto.

84
2. Acerca del proceso de precariedad laboral

En distintos contextos socio-económicos –bajo una economía cada vez más globalizada–
han tenido lugar transformaciones profundas en las condiciones y normas bajo las cuales se rigen
y reproducen las relaciones salariales. A este proceso hacen referencia los estudios que
identifican la crisis del programa “benefactor” y el modelo “fordista”3 como un proceso de
transformaciones políticas, tecnológicas, productivas e institucionales.
Los cambios tecnológicos y las normas de flexibilización funcional implementadas desde
mediados de los setenta, habrían influido de una manera irreversible en el sentido de flexibilizar
los contratos de trabajo y bajar el costo laboral. Entre otros efectos, los cambios resultantes
tienden a expresarse en términos de precarización de las relaciones socio-laborales, una mayor
fragmentación política y social de la fuerza de trabajo.
La revisión bibliográfica sobre el tema, nos indica que si bien las perspectivas sobre el
empleo precario son diversas, su definición involucra por los menos tres elementos comunes:
inestabilidad, ilegalidad y desprotección, en clave residual con respecto a la conceptualización
del empleo asalariado típico en una economía capitalista del período fordista (Galín, 1996.)
En este sentido, la literatura sobre el caso argentino ha sido prolífera en plantear maneras
específicas de reconocer y analizar el fenómeno de la precariedad4. Pero desde el punto de vista
teórico, una definición de este tipo resulta insuficiente. Al respecto, creemos que las
categorizaciones dualistas como ser la de empleo típico-atípico necesitan ser reflexionadas en un
marco histórico y sociológico más amplio. En este estudio consideramos que estos elementos
deben ser el punto de partida de la definición del concepto de precariedad laboral, en tanto
expresión ajustada de situaciones concretas generadas por las relaciones entre capital y trabajo.
Líneas de estudio como la que propone Castel (1997), nos parecen más acordes a una
perspectiva histórica vinculada a la posibilidad de pensar la reproducción económica y social.

3 El paradigma fordista identifica a un modelo histórico y tecnológico de acumulación y regulación institucional


basado en la producción en masa de productos manufacturados, el uso masivo de mano de obra asalariada, la expansión
de la demanda y el desarrollo de las economías nacionales (Boyer, 1986; Lipietz y Leborgne, 1990).
4 Perspectivas desarrolladas en la década de los noventa nos brindan aportes para nuestra investigación. Entre
ellas podemos destacar los estudios realizados por Cynthia Pok (1992) quien plantea la necesidad de introducir un
concepto previo a la noción de precariedad: inserción laboral endeble en la producción social de bienes y servicios,
expresándose la precariedad en las distintas modalidades que asume esta inserción laboral dentro del mercado de trabajo.
En cambio, Adriana Marshall (1990a) utiliza el concepto de empleo incierto, el cual indica una relación laboral que
descansa sobre la continua “incertidumbre” del trabajador con respecto al momento de terminación de su empleo.
Además de las contrataciones temporarias que cumplen con las normas legales se pueden observar el empleo temporario
que evade total o parcialmente las obligaciones marcadas por la legislación. Este tipo de contrataciones enmascaran
relaciones laborales por tiempo indeterminado (permanentes). Esto es lo que Adriana Marshall denomina “empleo
incierto”. Es decir, un vínculo laboral que, bajo la denominación de empleo temporario, encubre una relación incierta que
el trabajador se ha visto forzado a aceptar. El empleo temporario es un mecanismo de generación de incertidumbre con
respecto a la estabilidad de la relación laboral en trabajadores que de hecho son asalariados con contrato por tiempo
indefinido y cuya situación no está regularizada. Alejandro Ferrari y Néstor López (1992) proponen incorporar dentro de
los trabajadores precarios, aquellos que cuentan con contrato de tiempo determinado y a los no registrados, lo cual
conduce a la necesidad de hablar de “tipos de precariedad” ya que estas dos conceptualizaciones no son homologables.
85
No sólo se considera a la precariedad en tanto tal (fenómenos recurrentes de inestabilidad y
desprotección laboral tendientes a la labilidad de los lazos laborales), sino que también se
profundiza en la condición social del asalariado y su vinculación con la posición que ocupa, no
sólo en el mercado laboral sino también en la estructura social.
Por una parte, la diversidad y discontinuidad en las formas de producción tenderían a
reemplazar el paradigma del empleo homogéneo y estable. El énfasis en la inseguridad laboral
permite comprender los procesos que nutren la vulnerabilidad social y generan, en última
instancia: desempleo y desafiliación.
De acuerdo con esto, el problema social actual no sólo alcanzaría a la reproducción
ampliada de una “periferia precaria”, sino que también a la “desestabilización de los estables”. En este
sentido, el proceso de deterioro de la sociedad salarial no sólo afecta a zonas marginales de la
sociedad, sino también a gran parte de las condiciones sociales, políticas y culturales que
garantizaban históricamente la integración social, afectando en lo fundamental a un conjunto de
estructuras reproductivas primarias, formas institucionales y a las organizaciones asociativas de
clase.
En este marco, planteamos que la clave interpretativa de la precariedad laboral está dada en
las formas en que el fenómeno expresa y reproduce las relaciones de fuerza, las cuales
intervienen en la puja de la distribución del ingreso y por el poder entre los actores sociales.
Desde esta perspectiva, la precariedad laboral puede ser reconocida como una de las formas en
que se expresa la mayor subordinación del trabajo al capital y las posibilidades objetivadas de su
mayor explotación5.
Al respecto, cabe observar que en el caso argentino, la implementación histórica del nuevo
modelo de acumulación e integración económica ha requerido la formación de un campo de
relaciones de fuerza desventajosas para los trabajadores. Esto incluye un debilitamiento de las
condiciones económicas e institucionales que garantizan la reproducción material y cultural de
una clase con representación organizada y cultura obrera. Esto se potencia, no sólo por la mayor
desocupación con que opera el mercado de trabajo –bajo un modelo que genera una permanente
superpoblación excedente–, sino fundamentalmente en el marco de un Estado que está obligado
a cambiar la orientación de sus funciones económicas. Así como también la delegación de la
regulación de las relaciones laborales; sindicatos y organizaciones más débiles, junto a una
constante ofensiva de alianzas corporativas y políticas que van logrando un recorte normativo a
los derechos de los trabajadores.
En este contexto, se imponen nuevas modalidades de relación salarial, las cuales parecen
conducir a una desestabilización progresiva del empleo entendido como estable y con todos sus
beneficios sociales. En el caso argentino opera una creciente extensión de los empleos precarios
y formas de organización laboral descentralizadas que compiten con los empleos estables,
configurando un orden salarial y laboral heterogéneos y más “flexibles” –frente al típico y más
costoso contrato por tiempo indeterminado–.

5 Por lo menos cabe aquí destacar que para una mejor operacionalización del concepto de precariedad laboral, en
tanto fenómeno que expresa un estado de subordinación del trabajo frente al capital, deberían considerarse al menos los
siguientes ejes analíticos en donde se actualmente objetivan las relaciones de fuerza y la lucha social: a) cambios en la
legislación laboral y en las relaciones formales capital-trabajo; b) cambios en las regulaciones laborales y en las formas de
intervención estatal, y c) debilidad de la representación sindical y creciente poder de los grupos económicos.

86
En lo fundamental, este proceso no sólo implicaría un mayor deterioro de las condiciones
de vida al interior de los hogares de trabajadores asalariados. Esta fragmentación de diversos
tipos de relaciones laborales profundiza, extiende y generaliza las condiciones de vulnerabilidad
social, a la vez que fractura las condiciones sociales, políticas y culturales que garantizaban una
determinada identidad cultural y forma societal.
La precariedad, en tanto fenómeno de subordinación, cobra entidad produciendo efectos
sobre el sector asalariado en su conjunto, sobre las familias de estos trabajadores y sobre las
condiciones objetivas y subjetivas de homogeneidad de clase que producen los símbolos de
identidad y las estrategias de acción colectiva.

3. La precariedad laboral en la década del ‘90


En los últimos años Argentina ha experimentado una profunda transformación productiva,
acompañada por una mayor apertura económica y la redefinición del rol del Estado, tanto en el
ámbito productivo como social. Estos cambios dejaron como resultado modificaciones
sustantivas en la organización y el funcionamiento económico, en la orientación de las políticas
públicas y en los comportamientos de los actores políticos y sociales. A partir de estos cambios,
la recuperación económica se convirtió en un fenómeno efectivo y evidente.
La primera fase de recuperación económica –entre 1991 y 1993– se manifestó en un
crecimiento del producto y en una mejora en la mayoría de las variables macroeconómicas,
incluida una marcada estabilidad de precios. A pesar de lo cual, tuvo lugar un impacto negativo
sobre el mercado laboral, las oportunidades de empleo y las relaciones laborales. Estas
tendencias divergentes confluyeron en un incremento importante y sistemático del desempleo
junto a un aumento relativo de la precariedad.
Por otra parte, el desempleo habría estado asociado no sólo a efectos de modernización y
cambio tecnológico, sino también a comportamientos expansivos registrados por la oferta
laboral (Monza, 1995, Canitrot, 1995; Salvia, 1999.) Asimismo, son numerosos los estudios que
reconocen un efecto negativo en la política oficial orientada a establecer un marco legal más
flexible en las relaciones laborales sobre las condiciones de trabajo y los ingresos (Marshall,
1994); en función de lograr una mejora en las condiciones de competitividad de la economía vía
reducción de los costos laborales (Bour, 1995).
Pero luego de tres años de crecimiento económico comenzó a evidenciarse una cierta
retracción productiva. En efecto, a mediados de 1994 la economía comenzó a mostrar síntomas
de enfriamiento y crecientes dificultades de orden fiscal. La crisis del Tequila ocurrida a fines de
1994 potenció aún más estos desequilibrios. De esta manera, a fines del primer trimestre de
1995 dio comienzo una fase recesiva que tuvo impacto directo sobre la inversión, el empleo y el
consumo. Esta situación generó un nuevo incremento de la desocupación abierta, el subempleo
visible y el subempleo oculto. En este contexto, las nuevas condiciones económicas generaron
durante este período un deterioro aún más generalizado en las organizaciones asociativas de
clase.
A partir del segundo semestre de 1996, la economía superó la etapa crítica del efecto
Tequila, dando inicio a una nueva fase de inversión y crecimiento interno y con expansión de las
87
exportaciones. Este cambio de tendencia no logró alterar de forma sustantiva el alto déficit
ocupacional acumulado. Si bien esta fase se prolongó aproximadamente hasta fines de 1998, la
economía volvió a experimentar el efecto negativo de la crisis financieras internacionales y de
Brasil.
Los datos de investigación permiten observar (Cuadro 1 y Gráfico 1) cómo este proceso se
correlaciona con la suerte corrida –entre 1990 y 1998– por el empleo asalariado en el principal
mercado laboral urbano (Gran Buenos Aires):
• Durante el período inicial de reformas y recuperación económica, 1990-1993, los
trabajadores estables y protegidos6 experimentaron variaciones que dejaron como saldo una
pérdida de participación en el total de los trabajadores asalariados. Esto estuvo acompañado
por un crecimiento de la precariedad y por un aumento de los asalariados cesantes.
• En el año 1994 –punto de mayor impacto de las reformas y de inflexión del ciclo expansivo–
, si bien se registró un descenso de la proporción de trabajadores afectados por la
precariedad, esto no significó una mejora del trabajo asalariado protegido. Justamente, esta
caída estuvo asociada en forma casi directa al incremento de los asalariados cesantes. Muy
pronto, la desocupación también alcanzó a los trabajadores protegidos.
• En efecto, durante 1995 y 1996 –bajo los efectos de la crisis del Tequila–, tuvo lugar una
caída de la participación del trabajo protegido. Las relaciones laborales inestables fueron
durante la crisis del Tequila el mecanismo más factible y viable de sostenimiento del empleo
y/o de reinserción laboral.
• Con la recuperación económica de 1997 y 1998 tuvo lugar un aumento del empleo
asalariado, pero este incremento se distribuyó en forma pareja tanto en favor del empleo
formal y protegido como del empleo precario. De esta forma, a fines de la década del
noventa, el proceso de transformación dejó como saldo una destrucción neta de puestos de
trabajo protegidos y estables sobre la estructura del empleo asalariado, junto a una creciente
incorporación de estos trabajadores asalariados a una situación de desocupación crónica.
• Tal como lo muestran estudios propios anteriores, este proceso de pérdida neta de puestos
de trabajo, mayor precarización y caída de los salarios, en un contexto de reforma y cambios
institucionales, generaron un aumento de la desigualdad social. La creciente desigualdad no
fue sólo el resultado de la distribución del desempleo, sino también –sobre todo en períodos
de expansión– debido a la distribución de los ingresos. De esta manera, se observa que tanto
en la fase de recuperación económica como en la crisis recesiva, la situación económica y
ocupacional de los hogares de más bajos ingresos resultó claramente desfavorable (Salvia y
Donza, 1999.)

6 La protección se midió en términos de contar con los beneficios sociales que obliga la legislación.
88
Gráfico 1: Población activa asalariada de 15 años y más según Condición de Precariedad Laboral y
Desocupación. Gran Buenos Aires - 1980-1998

80 20

Porcentaje desocupación
Porcentaje precariedad

60 15

asalariada
40 10

20 5

0 0
1980 1986 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998

Protegidos Precarios Cesantes

Fuente: Elaboración propia con base en datos de la EPH-INDEC (Ondas Octubre 1990-1998).

4. Un balance desde las condiciones de inserción de los hogares

La construcción y producción de relaciones laborales precarias posiciona en situación de


vulnerabilidad social, no sólo a los trabajadores, en cuanto a su inserción y situación socio-
ocupacional, sino también, a los hogares a los que estos trabajadores pertenecen. En cualquier
caso, las estrategias individuales y familiares de vida, no se desarrollan en forma aislada del
contexto de oportunidades económicas y sociales.
Por otra parte, el capital social familiar es un factor de gran importancia para los miembros
individuales del hogar a la hora de buscar insertarse y posicionarse en el mercado de trabajo7.
Al respecto, es de esperar que frente a la pérdida de empleos protegidos, los cambios
ocurridos en las oportunidades de reinserción y el proceso regresivo experimentado por las
representaciones asociativas de clase, los hogares de los trabajadores afectados hayan
desplegado diferentes tipos de respuestas y estrategias personales y familiares para enfrentar la

7 El capital social familiar tiene su fundamento en la consideración de la unidad doméstica familiar como un ámbito
social, cultural e históricamente situado de interacción y de organización de procesos de reproducción económica, coti-
diana y generacional. Se puede reconocer en dicho ámbito un espacio de interrelaciones materiales, simbólica y afectivas en
donde tiene lugar la formación y socialización primaria de los individuos y el reforzamiento de las actividades, significa-
dos y motivaciones que fundamentan las actividades grupales. Un ámbito donde asimismo se crean y recrean de manera
particular relaciones sociales de intercambio y de poder, de autoridad, solidaridad y conflicto.
89
caída en la vulnerabilidad social. Sin duda, dichas respuestas han tendido –como parte de un
comportamiento defensivo– a reorganizar en forma más eficiente los recursos privados en
función de mantener los niveles y condiciones de vida, cobertura social e ingresos.
En este sentido, el tipo de inserción salarial –con relación al estado de protección o
desprotección frente a la Seguridad Social– del principal proveedor de ingresos laborales,
permite establecer un puente sugerente entre las condiciones socio-institucionales de inserción
ocupacional y las condiciones reproductivas de los grupos domésticos y sus estrategias
económico-laborales.
A partir de este criterio de estratificación social se hace a continuación un balance sobre el
impacto diferencial que han tenido los cambios estructurales e institucionales sobre la estructura
de oportunidades socio-ocupacionales y de bienestar económico de los hogares de trabajadores
asalariados.

5. Cambios en la Estructura de Inserción Social de los Hogares


Asalariados

¿Cuál fue el impacto neto de los cambios estructurales sobre la estructura, composición y tipo de inserción
social de los hogares asalariados, en tanto agentes primarios de reproducción, socialización y administración de
la fuerza de trabajo?
El análisis para el período 1990-1998 de la localización socio-ocupacional8 de los hogares
con residencia en el Gran Buenos Aires (Cuadro 1) muestra un primer resultado sobre los
cambios operados en la estructura social como efecto de las nuevas condiciones y reformas
operadas en los años noventa.
Cómo balance de la década se observa –en contra evidencia con los datos que toman al
conjunto de la fuerza de trabajo– un incremento de los hogares cuyo principal ingreso proviene
del trabajo asalariado, pasando del 51% en 1990 a más del 54% en 1998. La mayoría de los
cuales continúan siendo hogares del tipo Protegido. Este incremento se habría producido por
una caída de los hogares dependientes del trabajo no asalariado y de una mayor oferta laboral
desde hogares con jefe inactivo.

Cuadro 1: Tipo de Inserción Socio-Ocupacional de los Hogares


a partir de la ocupación del Jefe Laboral. Gran Buenos Aires: 1990 y 1998
-Porcentajes, diferencia porcentual y variación porcentual bruta-
1990 1998 Dif. pp Var. %
Hogares Asalariados 50,9% 54,6% 3,7 7%
Asalariados protegidos 35,7% 37,6% 1,9 5%
Asalariados precarios 15,2% 17,0% 1,8 12%
No Asalariados* 29,7% 24,9% -4,8 -16%
Desocupados cesantes ** 2,0% 4,3% 2,3 115%

8 La identificación de los hogares está definida por el jefe laboral en tanto aquel miembro que percibe el principal
ingreso laboral del hogar.
90
Jefes Inactivos 17,5% 16,2% -1,3 -7%
* Incluye cuenta propia, patrones, trabajadores sin salario y servicio doméstico.
** Ningún miembro del hogar está ocupado
Fuente: Elaboración propia con base en la EPH-INDEC (Ondas Octubre 1990 y 1998.)
En efecto, en primer lugar se observa un incremento de la participación de los hogares cuyo
principal sostén económico es el trabajo asalariado, tanto el tipo protegido como del tipo
precario, si bien este último presenta un incremento relativamente mayor.
Esto sucedió a pesar de duplicarse la proporción de hogares cuyo principal sostén
económico se encuentra en situación de desocupación (incremento de más del 100%).
Ambos incrementos relativos (hogares con jefe asalariado o desocupados) se hicieron, en
primer lugar, a costa de una caída en la participación de los hogares No Asalariados, y, en
segundo lugar, de una caída que presentan los hogares con jefes inactivos con ingresos no
laborales.

De esta manera, los cambios en la fuente principal de ingreso de los hogares estarían dando
cuenta de la configuración de una estructura económico-social más “asalariada” y al mismo
tiempo más vulnerable (menos “integrada” y debilitada), por tanto, con mayores problemas de
“exclusión” por desocupación.
Cabe preguntarse para el caso de los hogares asalariados, ¿en qué medida estos cambios se
vincularon con variaciones conocidas en la estructura demográfica, las oportunidades de empleo
e ingresos y los comportamientos reproductivos de los hogares: menor tamaño, mayor esfuerzo
económico-laboral, incremento en el número de perceptores, etc.?
El Cuadro 2 da cuenta de algunas tendencias en este sentido. En primer lugar, se observa –
entre 1990 y 1998– una ampliación de las diferencias en las posibilidades y niveles de
participación e inserción económico-laboral entre uno y otro tipo de hogar asalariado:
Cuadro 2: Indicadores Económico-laborales de los Hogares Asalariados por Tipo de Inserción. Gran Buenos
Aires: 1990 y 1998
-En tasas para la población de 15 años y más y promedios por hogar,
diferencias y variación bruta 90-98-
1990 1998 Variación
Participación
Hogares Hogares 1998-1990
Económico-Laboral
Protegidos Precarios Dif.pp Protegidos Precarios Dif.pp Protegidos Precarios
-0,1 -0,3
Tamaño de los hogares 3,9 3,8 -0,1 3,8 3,5 -0,3
(-3%) (-8%)
4,5 3,6
Tasa de Actividad 62,4% 62,1% -0,3 66,9% 65,7% -1,2
(7%) (6%)
1,0 -1,9
Tasa de Empleo 59,6% 58,9% -0,7 60,6% 57,0% -3,6
(2%) (-3%)
4,8 8,0
Tasa de Desocupación 4,5% 5,1% 0,7 9,3% 13,1% 3,9
(107%) (157%)
0 -0,1
Perceptores Totales 1,83 1,85 0,02 1,82 1,76 -0,06
(0%) (-5%)
0 -0,1
Perceptores Laborales 1,6 1,6 0,0 1,6 1,5 -0,1
(0%) (-6%)
0 0,1
Perceptores no Laboral 0,2 0,2 0,0 0,2 0,3 0,1
(0%) (50%)
-0,2 -0,1
Trabajadoras del Hogar 0,56 0,62 0,06 0,45 0,53 0,08
(-34%) (-15%)
91
Fuente: Elaboración propia con base en la EPH-INDEC (Ondas Octubre 1990 y 1998.)

• Fundamentalmente, debido a variaciones regresivas en los hogares Precarios se observa:


mayor caída del tamaño junto a una caída neta de la tasa de empleo y un mayor aumento de
la tasa de desocupación (por pérdida de empleo y aumento de la oferta). Estos datos
coinciden con una caída en el número de perceptores laborales, la cual fue sólo en parte
compensada por aportantes de ingresos no laborales.
• Por el contrario, los hogares Protegidos-Integrados parecen haber experimentado variaciones
menos significativas o, por lo menos, de carácter menos regresivo. En particular, en estos
hogares aumentó la tasa de empleo y se mantuvo el promedio de perceptores laborales y no
laborales. El aumento de la desocupación estuvo asociado a una mayor oferta, sobre todo de
trabajadoras del hogar (antes inactivas).

En este mismo sentido, el Cuadro 3 muestra –en el contexto paradójico de un mayor


bienestar en términos de ingresos– una ampliación de la brecha en los niveles de recompensa de
los esfuerzos económico-laborales en ambos tipo de hogar, a favor de los hogares Integrados–
Protegidos.
En efecto, la mejora de los ingresos laborales de los jefes de estos hogares –entre 1990 y
1998– amplió en forma significativa las diferencias en los ingresos familiares y en la capacidad
de consumo con respecto a los hogares Precarios.

Cuadro 3: Indicadores de Ingresos de los Hogares Asalariados por Tipo de Inserción.


Gran Buenos Aires: 1990 y 1998
-Promedios, diferencias y variación porcentual bruta 90-98 / En pesos de Oct. 1999-
1990 1998 Variación en $ y %
Ingresos Laborales y Hogares Hogares 1998-1990
Familiares
Protegidos Precarios Dif.$ Protegidos Precarios Dif.$ Protegidos Precarios
434 128
Ingreso total familiar $1.032 $862 -170 $1.466 $990 -476
(42%) (15%)
Ingreso familiar per capita 231 86
$410 $337 -74 $641 $423 -218
(adulto equiv.) (56%) (26%)
Ingreso familiar por 242 102
$626 $503 -123 $868 $605 -263
perceptor (39%) (20%)
Ingreso laboral del jefe 282 98
$690 $544 -146 $972 $642 -330
laboral (41%) (18%)
Ingreso laboral horario del 2 0,83
$3,72 $2,88 -0,84 $5,72 $3,71 -2,01
jefe laboral (54%) (29%)
305 123
Ingreso total del jefe laboral $743 $589 -154 $1.048 $712 -336
(41%) (21%)
Fuente: Elaboración propia con base en la EPH-INDEC (Ondas Octubre 1990 y 1998.)

Por otra parte, en el Cuadro 4 se destaca –como efecto de movimientos en la composición


de los hogares– algunos cambios significativos en los perfiles socio-demográficos y familiares
según tipo de hogar asalariado:

92
• Si bien la jefatura femenina (principal ingreso laboral) aumentó en ambos tipos de hogares,
fue en los hogares Integrados-Protegidos donde tal comportamiento fue más marcado y –tal
como vimos en los Cuadro 2 y 3– mucho más eficaz desde el punto de vista del balance
familiar. La mayor caída de trabajadoras del hogar en este tipo de inserción estaría también
asociada a este fenómeno.
• Este cambio diferencial en la tradicional responsabilidad “sexual” del trabajo pareciera que
poco tuvo que ver al proceso de creciente desintegración de núcleos familiares completos o
constitución de otras formas de familia. En efecto, en mayor medida a lo que generalmente
se cree, este comportamiento tuvo mucho más relacionado con un fenómeno de
“reemplazo” de responsabilidades al interior de los grupos como resultado de cambios en las
oportunidades laborales de mercado.

Cuadro 4: Configuración Familiar de los Hogares Asalariados por Tipo de Inserción.


Gran Buenos Aires: 1990 y 1998
-Porcentajes, diferencias porcentuales y variación porcentual bruta 90-98-
1990 1998
Variación 1998-1990
Hogares Hogares
Protegidos Precarios Dif.pp Protegidos Precarios Dif.pp Protegidos Precarios
Sexo del Jefe laboral
-7,0 -2,9
Varón 79,8% 80,6% 0,8 72,8% 77,7% 4,9
(-9%) (-27%)
7,0 2,9
Mujer 20,2% 19,4% -0,8 27,2% 22,3% -4,9
(35%) (15%)
Estructura del Hogar
-7,2 -6,1
Nuclear Completo 69,5% 60,7% -8,8 62,2% 54,6% -7,6
(-10%) (-10%)
3,1 2,8
Nuclear Incompleto 7,1% 9,8% 2,7 10,2% 12,6% 2,4
(44%) (29%)
-1,2 0
Grupo Extendido 15,2% 18,3% 3,1 14,0% 18,3% 4,3
(-8%) (0%)
1,2 0
Grupo no Familiar 3,0% 5,3% 2,3 4,2% 5,3% 1,1
(40%) (0%)
3,8 3,2
Unipersonal 5,2% 5,9% 0,7 9,0% 9,1% 0,1
(73%) (54%)
Tipos de Hogar
-0,6 -3,0
Con Núcleo sin hijos 12,6% 13,5% 0,9 12,0% 10,5% -1,5
(-5%) (-22%)
-8,7 -4,5
Con Núcleo con hijos 68,8% 60,0% -8,8 60,1% 55,5% -4,6
(-13%) (-7,5)
4,3 4,2
Con Núcleo Incompleto 10,4% 15,4% 5,0 14,7% 19,6% 5,0
(41%) (27%)
1,2 0
Grupo no Familiar 3,0% 5,3% 2,3 4,2% 5,3% 1,1
(40%) (0%)
3,8 3,2
Unipersonal 5,2% 5,9% 0,7 9,0% 9,1% 0,1
(73%) (54%)
Fuente: Elaboración propia con base en la EPH-INDEC (Ondas Octubre 1990 y 1998.)

93
6. Cambios en las Oportunidades de Mercado y de Movilidad Social

¿En qué medida el crecimiento económico y las reformas laborales alteraron las condiciones de inserción
socio-ocupacional de los trabajadores de hogares asalariados?¿Tuvo lugar un mejoramiento estratégico de las
oportunidades laborales, o por el contrario, se impuso una mayor desprotección, fragmentación y precariedad
laboral?
En el Cuadro 5 es posible observar una ampliación objetiva de la brecha de oportunidades
laborales, entre uno y otro tipo de inserción. Considerando los cambios sucedidos en cuanto a la
intensidad de los trabajos efectuados por los ocupados de hogares asalariados, resulta evidente
que tuvo lugar un mayor crecimiento de la subocupación –como efecto de la caída de
ocupaciones plenas–. Esto se produjo mayormente en los hogares Precarios que en los
Protegidos-Integrados.

Cuadro 5: Intensidad de las ocupaciones en los Hogares Asalariados por Tipo de Inserción. Gran Buenos
Aires: 1990 y 1998
-En tasas para la población de 15 años y más, diferencias y variación bruta 90-98-
1990 1998
Participación Variación 1998-1990
Hogares Hogares
Económico-Laboral
Protegidos Precarios Dif.pp Protegidos Precarios Dif.pp Protegidos Precarios
1,7 8,2
Subocup. Demandante 2,3% 6,8% 4,5 4,0% 15,0% 11,0
(74%) (120%)
-6,8 -12,7
Ocupación Plena 54,8% 44,7% -10,1 48,0% 32,0% -16,0
(-12%) (-28%)
5,1 4,5
Sobreocupación 42,9% 48,5% 5,6 48,0% 53,0% 5,0
(12%) (9%)
Fuente: Elaboración propia con base en la EPH-INDEC (Ondas Octubre 1990 y 1998.)

Al mismo tiempo, una mirada de la estructura de inserción laboral al interior de los hogares
da cuenta–como resultado tanto de decisiones estrategias como de las oportunidades de
mercado– de un incremento significativo de las formas inestables y no protegidas de inserción
de los trabajadores secundarios de los hogares asalariados, sobre todo en el caso de Hogares
Precarios. Asimismo, se confirma el mayor esfuerzo económico-laboral desplegado en general
por el conjunto de los hogares asalariados, con incremento de la desocupación en perjuicio de
labores domésticas reproductivas.
En efecto, el Cuadro 6 muestra los cambios sucedidos en las formas de inserción
económico-laboral de la población potencialmente activa de los hogares según el tipo de
inserción asalariada de los hogares:
• Si bien se mantuvo la participación de los trabajadores asalariados protegidos en los hogares
Integrados, cayó la participación de este grupo en los hogares Precarios. En este sentido, se
amplió la brecha entre uno y otro tipo de hogar en detrimento de estos últimos.
• Al mismo tiempo, aumentó –sobre todo en hogares Integrados-Protegidos– la participación
de los trabajadores asalariados precarios. En este caso, la brecha se redujo en perjuicio de

94
estos últimos. Al mismo tiempo, la inserción no asalariada de trabajadores secundarios cayó
sobre todo en los hogares Precarios.
• La desocupación aumentó en ambos tipos de hogar por aumento de la oferta laboral y caída
del empleo, sobre todo y con mayor fuerza –debido a las situaciones anteriores– en los
hogares Precarios.
• La situación generó una reducción del trabajo reproductivo en ambos tipos de hogares.
Justamente, esta fuerza de trabajo habría sido la que logró una mayor inserción precaria de
“trabajadores secundarios”, tanto en hogares Protegidos como en Precarios.

Cuadro 6: Situación socio-ocupacional de los No Jefes Laborales de 15 y más según Tipo de Inserción de los
Hogares Asalariados.
Gran Buenos Aires: 1990 y 1998
-Porcentajes, diferencias porcentuales y variación porcentual bruta 90-98-

Inserción de 1990 1998


Variación 1998-1990
Trabajadores Hogares Hogares
Secundarios
Protegidos Precarios Dif.pp Protegidos Precarios Dif.pp Protegidos Precarios
0 -2,5
Asalariado protegidos 18,0% 12,0% -6,0 18,0% 9,5% -8,5
(0%) (-14%)
1,9 0,6
Asalariado precarios 8,0% 13,2% 5,2 9,9% 13,8% 4,0
(24%) (5%)
-0,4 -1,7
No Asalariados 9,8% 10,4% 0,6 9,4% 8,7% -0,6
(-4%) (-16%)
4,5 8,6
Desocupados 4,4% 5,0% 0,6 9,9% 13,6% 3,7
(100%) (172%)
-6,7 -5,7
Trabajadoras del Hogar 31,7% 33,6% 1,9 25,0% 27,9% 3,0
(-21%) (-17%)
-0,3 0,5
Inactivos Absolutos 28,2% 25,8% -2,3 27,9% 26,3% -1,6
(-1%) (2%)
Fuente: Elaboración propia con base en la EPH-INDEC (Ondas Octubre 1990 y 1998).

Si sólo consideramos la inserción asalariada de los “trabajadores secundarios” (Cuadro 7)


podemos confirmar la mayor exclusión ganada por los hogares Asalariados Precarios y la
vulnerabilidad relativa en que cayeron los hogares Asalariados Protegidos:
• Los hogares Precarios fueron los que experimentaron mayor cesantía de trabajadores
asalariados, ya sea, por la caída de la inserción asalariada protegida como la de carácter
precario de trabajadores secundarios.
• Los hogares Protegidos compensaron en parte el incremento de cesantías –aunque menor– a
través de una mayor inserción asalariada precaria de los trabajadores secundarios.

Cuadro 7: Situación ocupacional de los No Jefes Asalariados de 15 y más según Tipo de Inserción de los
Hogares Asalariados.
Gran Buenos Aires: 1990 y 1998

95
-Porcentajes, diferencias porcentuales y variación porcentual bruta 90-98-

Inserción de 1990 1998


Variación 1998-1990
Trabajadores Hogares Hogares
Secundarios
Protegidos Precarios Dif.pp Protegidos Precarios Dif.pp Protegidos Precarios
-9,6 -12,5
Asalariado Protegidos 63,1% 42,8% -20,3 53,5% 30,3% -23,2
(-15%) (-29%)
1,3 -3,1
Asalariado Precarios 28,0% 47,2% 19,2 29,3% 44,1% 14,8
(24%) (7%)
8,4 15,6
Asalariados Cesantes 8,9% 10,1% 1,3 17,3% 25,7% 8,4
(94%) (154%)
Fuente: Elaboración propia con base en la EPH-INDEC (Ondas Octubre 1990 y 1998).

7. Heterogeneidad y Fragmentación Social

¿En qué medida aumentó la heterogeneidad social al interior de cada tipo de hogar asalariado como efecto
de un impacto diferenciado de las oportunidades de empleo e ingresos?
¿Tuvo lugar una reducción o ampliación de la brecha en las oportunidades de empleo y en las
oportunidades de consumo entre los hogares que mantuvieron un marco de protección social frente a aquellos
otros que mantuvieron o se desplazaron hacia condiciones de precariedad o desafiliación laboral, dependiendo
de su localización en la estructura social?

Junto al incremento general de la tasa de actividad en los hogares Protegidos y con una
mayor concentración en los estratos medios de los hogares Precarios (Cuadro 8) , las
oportunidades netas de empleo no se distribuyeron en forma homogénea al interior de la
estructura social:
• La tasa de empleo se redujo en los estratos más bajos del conjunto de los hogares
asalariados, pero sobre todo en los hogares de inserción Protegida. Asimismo, resulta
relevante observar que también cayó la tasa de empleo en los hogares Precarios ubicados en
el estrato de ingresos más alto.
• El crecimiento registrado en la tasa de empleo de los hogares Protegidos sólo se explica por
el comportamiento seguido por los estratos medios y alto de este sector.

Cuadro 8: Tasas de Actividad y Empleo en Hogares Asalariados por Tipo de Inserción Socio-laboral y Quintil
de Ingresos per Capita
Gran Buenos Aires: 1990 y 1998
-En tasas sobre población de 15 años y más, diferencias y variación porcentual bruta 90-98-

96
1990 1998
Variación 1998-1990
Quintiles Hogares Hogares
Actividad Protegidos Precarios Dif.pp Protegidos PrecariosDif.pp Protegidos Precarios
5,0 1,1
1 50,7% 53,8% 3,1 55,7% 60,5% 4,8
(10%) (2%)
2,7 3,8
2 57,5% 58,4% 0,8 60,2% 62,2% 2,0
(5%) (7%)
4,8 7,8
3 59,8% 59,6% -0,1 64,6% 67,4% 2,8
(8%) (13%)
6,7 5,0
4 65,1% 67,9% 2,8 71,8% 72,9% 1,2
(10%) (7%)
3,3 -0,9
5 76,1% 78,7% 2,5 79,4% 77,8% -1,6
(4%) (-1%)
Empleo Protegidos Precarios Dif.pp Protegidos Precarios Dif.pp Protegidos Precarios
-3,9 -0,8
1 46,2% 47,6% 1,3 42,3% 46,8% 4,6
(-8%) (-2%)
-0,9 -1,4
2 53,4% 55,1% 1,7 52,5% 53,7% 1,3
(-2%) (-3%)
0,5 2,1
3 57,0% 58,7% 1,8 57,5% 60,8% 3,3
(1%) (4%)
5,5 5,8
4 63,3% 64,2% 0,8 68,8% 70,0% 1,2
(9%) (9%)
2,4 -5,3
5 75,1% 78,7% 3,6 77,5% 73,4% -4,2
(3%) (-7%)
Fuente: Elaboración propia con base en datos de la EPH-INDEC (Ondas Octubre 1990 y 1998).

¿Qué efecto tuvo esta distribución de las oportunidades de empleo sobre los ingresos y el
bienestar económico al interior de la estructura social según tipo de inserción de los hogares
asalariados? Al respecto, la brecha social parece haberse ampliado en los estratos más pobres –
según el tipo de inserción–, a la vez que observa una reducción de la misma en los sectores
medios y altos por efecto de un mayor bienestar económico en los hogares Precarios de estos
estratos (Cuadro 9).

• En general, se observa un empobrecimiento absoluto y relativo de los hogares de más bajos


ingresos de tipo Precario, debido principalmente a la caída del empleo y de los ingresos por
perceptor registrada en estos estratos.
• Al mismo tiempo, cabe destacar una mejora en las capacidades de consumo de los hogares
Protegidos de más bajos ingresos. En este caso, el mayor esfuerzo laboral y la mejora en los
ingresos por perceptor explicarían esta tendencia.
• Una asociación inversa se observa en los hogares asalariados Precarios en comparación con los Protegidos de los
estratos medios y alto: un aumento mayor de los ingresos por consumidor y perceptor en favor de los primeros.

97
Cuadro 9: Indicadores de Ingresos de los Hogares Asalariados por Tipo de Inserción.
Gran Buenos Aires: 1990 y 1998
-Promedios, diferencias y variación porcentual bruta 90-98 / En pesos de Oct. 1999-
1990 1998
Variación 1998-1990
Quintiles Hogares Hogares
Ingreso Familiar Protegidos Precarios Dif.$ Protegidos Precarios Dif.$ Protegidos Precarios
86,5 -5,2
1 419,5 404,4 -15,1 506,0 399,2 -106,8
(21%) (-1%)
109,2 36,6
2 654,9 663,2 8,3 764,1 699,8 -64,3
(17%) (6%)
233,3 174,7
3 839,7 764,9 -74,8 1073,0 939,6 -133,4
(28%) (23%)
534,0 458,6
4 1015,8 964,7 -51,1 1549,8 1423,3 -126,4
(53%) (48%)
850,4 761,9
5 1894,7 1615,3 -279,5 2745,1 2377,2 -367,9
(45%) (47%)
Ingresos por Perceptor Protegidos Precarios Dif.$ Protegidos Precarios Dif.$ Protegidos Precarios
49,2 2,8
1 329,6 293,2 -36,4 378,8 296,0 -82,8
(15%) (1%)
121,4 58,5
2 413,8 381,4 -32,4 535,2 439,9 -95,4
(29%) (15%)
140,4 89,1
3 493,9 452,7 -41,2 634,3 541,8 -92,5
(28%) (20%)
256,9 268,5
4 579,4 489,8 -89,6 836,3 758,3 -78,0
(44%) (55%)
461,8 519,8
5 1133,9 947,2 -186,7 1595,7 1467,0 -128,6
(41%) (55%)
Ingresos por Consumidor Protegidos Precarios Dif.$ Protegidos Precarios Dif.$ Protegidos Precarios
20,6 -0,8
1 103,0 97,9 -5,1 123,6 97,1 -26,5
(20%) (-1%)
46 37,5
2 181,8 185,4 3,6 227,8 222,9 -4,9
(25%) (20%)
94 104,7
3 268,3 264,1 -4,1 362,3 368,8 6,4
(35%) (40%)
214,7 191,1
4 391,2 387,2 -3,9 605,9 578,3 -27,6
(55%) (49%)
524,5 594,4
5 921,8 811,9 -109,9 1486,3 1406,0 -80,3
(57%) (73%)
Fuente: Elaboración propia con base en datos de la EPH-INDEC (Ondas Octubre 1990 y 1998.)

De esta manera, parece configurarse una estructura asalariada más pobre, heterogénea y fragmentada en
la base de la pirámide, a la vez que más homogénea y favorecida en los sectores medios y altos.

Finalmente, las diferencias de participación en estructura de ingresos de los hogares


asalariados por tipo de inserción dan cuenta del salto neto que generaron los procesos de
movilidad social por parte de estos hogares (como efecto conjunto de las condiciones de
contexto y de determinados comportamientos estratégicos). Más allá del signo del balance
alcanzado en términos de oportunidades laborales y de ingresos por cada tipo y estrato (Cuadro
8 y 9.)

98
En este sentido, el Cuadro 10 da cuenta del sentido y la fuerza de los desplazamientos –
entre 1990 y 1998– en la estructura social –en términos de bienestar económico– de los Hogares
Asalariados Protegidos y Precarios.
• En particular, se observa una mayor concentración de Hogares Asalariados Precarios en el
estrato más pobre de ingresos con una importante caída en todos los demás niveles.
• Al mismo tiempo se observa una movilidad social ascendente hacia los sectores medios de
Hogares Asalariados Protegidos.

Cuadro 10: Localización de los Hogares Asalariados por Quintil de Ingresos


según Tipo de Inserción Socio-laboral
Gran Buenos Aires: 1990 y 1998
-En porcentajes sobre el total, diferencias porcentuales y variación porcentual bruta 90-98-
1990 1998
Variación 1998-1990
Quintiles Hogares Hogares
Protegidos Precarios Dif.pp Protegidos Precarios
Dif.pp Protegidos Precarios
-3,4 8,0
1 15,2% 22,1% 6,9 11,8% 30,1% 18,3
(-22%) (36%)
-0,8 -0,5
2 20,2% 25,0% 4,8 19,4% 24,5% 5,1
(-4%) (-2%)
3,8 -0,1
3 17,8% 15,1% -2,7 21,6% 15,0% -6,6
(21%) (-0,6%)
-0,5 -1,0
4 22,8% 18,3% -4,5 22,3% 17,3% -5,0
(2%) (-5%)
0,8 -6,4
5 24,0% 19,5% -4,5 24,8% 13,1% -11,3
(3%) (-33%)
Fuente: Elaboración propia con base en datos de la EPH-INDEC (Ondas Octubre 1990 y 1998).

Conclusiones

Cabe destacar que los procesos estructurales que aquí se evalúan son aquellos que han
implicado la desestabilización de los trabajadores estables, la instalación de la precariedad junto
a una desocupación recurrente, y un "déficit de lugares ocupables” en la estructura social. De
esta manera, condiciones productivas y relaciones laborales cada vez más flexibles parecen
encaminar a los trabajadores asalariados hacia posiciones diferenciales y más endebles en el
mercado de trabajo. Sin embargo, corresponde que esta tendencia sea analizada y corroborada
con más especificidad en cada situación histórica, dado que el fenómeno presenta evidencias de
una gran complejidad .
De acuerdo con las hipótesis de trabajo, es de esperar que, como efecto de los cambios
estructurales y tendencias de “flexibilización laboral”, los cambios en las condiciones de
inserción socio-ocupacional de los hogares asalariados influya en forma diferencial en los
balances reproductivos y prácticas o respuestas económico-laborales implementadas por los
mismos. Esto implicaría repercusiones directas sobre los perfiles y las condiciones de
reproducción y homogeneidad de la estructura social asalariada.
En primer lugar, los resultados empíricos presentados como primer balance general dan
cuenta de la configuración a fines de la década del ‘90 de una estructura económico-social
99
tendiente a priorizar relaciones laborares “asalariada” y al mismo tiempo más vulnerable y
menos “integrada”. Frente a esta estructura, los problemas de desocupación emergen incidiendo
principalmente en los hogares más debilitados en cuanto a los lazos laborales. Pero, si bien el
proceso de precarización del mercado laboral parece haber conducido a una fragmentación
sistemática de los estratos asalariados, los efectos de este proceso no han incidido de forma
igualitaria en las condiciones laborales de los trabajadores y en las condiciones socio-
económicas familiares.
Al respecto, el análisis comparativo –entre 1990 y 1998– muestra una ampliación de las
diferencias, una polarización en las posibilidades y niveles de participación e inserción
económico-laboral entre uno y otro tipo de hogar asalariado. A la vez que, una ampliación de la
brecha en los niveles de recompensa de los esfuerzos económico-laborales en favor de los
hogares asalariados Protegidos. Justamente, han sido los hogares Precarios los más afectados por
la pérdida neta de empleo y la falta de oportunidades de reinserción laboral.
En general, se destaca un crecimiento de la subocupación y la sobreocupación horaria –
como efecto de la caída de ocupaciones plenas –en ambos tipos de hogares. Pero con mayor
impacto sobre los hogares Precarios. En el mismo sentido, el análisis de las variaciones en el
tipo de “inserción laboral secundaria” lograda por los hogares mostró un incremento
significativo de las formas inestables y no protegidas sobre todo en el caso de hogares Precarios.
Si bien se mantuvo la participación de los trabajadores asalariados protegidos en los hogares
Protegidos, aumentó en ellos la participación de los trabajadores asalariados precarios. Por otra
parte, los datos permiten confirmar el mayor esfuerzo económico-laboral desplegado en general
por el conjunto de los hogares asalariados, con incremento de la desocupación entre los varones.
En este mismo sentido, ha resultado relevante observar el aumento de las jefas laborales
mujeres, sobre todo en los hogares Protegidos, donde tal comportamiento fue más marcado y
mucho más eficaz desde el punto de vista del balance ocupacional y económico familiar. Y esto,
no como efecto directo y exclusivo de una mayor desintegración del núcleo familiar. La mayor
caída de trabajadoras del hogar estuvo asociada al fenómeno de “reemplazo de responsabilidad
económica”.
Por otra parte, el análisis al interior de la estructura social de ingresos mostró que el
fenómeno de reproducción ampliada de una “periferia precaria” y de “desestabilización de los
estables” no es lineal ni homogéneo al interior de la estructura social.
En términos de oportunidades laborales, el empleo fue más escaso en los estratos más
bajos del conjunto de los hogares asalariados, sobre todo en los hogares de inserción Protegida.
Asimismo, resulta relevante observar que cayó la tasa de empleo en los hogares Precarios
ubicados en el estrato de ingresos más alto. El crecimiento registrado en la tasa de empleo de los
hogares Protegidos sólo se explica por el comportamiento seguido por los estratos medios y alto
de este sector.
En términos de bienestar económico, la brecha social –entre hogares asalariados– parece
haberse ampliado en los estratos más pobres –a partir de una mejora relativa de los hogares
Protegidos y a costa de un mayor esfuerzo laboral de inserción precaria. Al mismo tiempo, se
observa una reducción de la misma en los sectores medios y altos por efecto de un mayor
bienestar económico en los hogares Precarios –pero sobre todo, debido a mejoras en los ingresos
por perceptor–.

100
En términos de la estructura social, el balance final permite establecer una especificidad
importante al proceso de precarización general de la sociedad salarial: la consolidación de una
estructura social asalariada más desigual, precaria y fragmentada en la base de la pirámide social,
a la vez que más homogénea, formal y favorecida en los sectores asalariados medios y altos.
En cualquier caso, cabe reconocer que las estrategias individuales y familiares de vida, no
se desarrollan en forma aislada del contexto de oportunidades económicas y sociales que ofrece
una sociedad. En el mismo sentido, cabe también reconocer que los hogares con jefe laboral
Protegido han podido resistir y responder mejor –no sin un mayor esfuerzo general y a una
mayor autoexplotación de las mujeres– a las nuevas condiciones y oportunidades de mercado.
De esta manera, este ejercicio de investigación centrado en la forma de inserción salarial del
hogar –a partir del principal proveedor de ingresos laborales–, ha permitido establecer un puente
fructífero entre condiciones objetivas de bienestar, procesos de movilidad social y las estrategias
de socio-laborales de los hogares. Esta perspectiva muestra así un nuevo campo de fenómenos
vinculados a los procesos de “inclusión-exclusión”: la creciente fragmentación y debilidad de la
sociedad salarial en su base material reproductiva.

101
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103
“La precariedad como forma de exclusión1”
Autores: Javier Lindenboim ∗
Leandro Serino** - Mariana L. González*∗

1. Introducción: objetivo y presentación del trabajo

El objetivo de nuestro trabajo es estudiar la precarización de las relaciones laborales y su


vinculación con la noción de exclusión social. Para ello, nos centraremos en el caso de la
Argentina en la década del noventa.
Postulamos que la generalización de la precarización habría sido resultado de las
modificaciones que se produjeron en la lógica de funcionamiento del sistema económico en su
conjunto, y especialmente la del mercado de trabajo, en un sentido adverso para grandes sectores
de la sociedad.
Durante el último decenio, la fragilidad y polarización que muestran las distintas
modalidades de inserción laboral permiten pensar en una forma de exclusión, que se extiende
aún a esa porción de los trabajadores –que se incrementa en el período bajo estudio– que entabla
un vínculo típicamente capitalista: los asalariados.
Por lo general, la exclusión se entiende como la incapacidad de las sociedades de integrar a
todos sus miembros, particularmente en el sistema económico y en los beneficios sociales
básicos. Es nuestra intención explicar cómo la precariedad puede ser entendida como una
situación generadora de exclusión. Así, el empeoramiento en las condiciones de trabajo de una
porción importante de los trabajadores, aunque de modo diferencial, contribuiría al aumento en
el número de personas excluidas.
Para ello, en las secciones 2 y 3, se busca a lcanzar una conceptualización de la precarización,
que dé cuenta de sí misma en tanto proceso de exclusión. También incluye una reflexión
retrospectiva en torno a: a) los instrumentos históricamente utilizados para paliar los efectos
sociales más nocivos del capitalismo y b) el papel del trabajo como mecanismo de integración
social.
Luego, en la sección 4, se realiza un análisis empírico de la evolución de la precariedad
laboral. La información provista por las bases de la Encuesta Permanente de Hogares del
INDEC se utiliza a tal efecto. Vale aclarar que el análisis abarca el período 1990-1999, y que, a
diferencia de muchos estudios, toma en cuenta la totalidad de los aglomerados relevados por el
ente estadístico nacional.

1 El presente trabajo se encuadra en el Proyecto Integrado IE-01 de UBACyT (1998-2000): "Mercados de


trabajo urbanos en la Argentina de los noventa. Crisis y metamorfosis".

Director del CEPED e Investigador Independiente del CONICET.

Maestrando en Economía y Becaria de Estímulo de la UBA; miembros del CEPED.
107
2. La exclusión en las sociedades capitalistas

En toda sociedad capitalista las actividades económicas desarrolladas por los individuos son
de naturaleza social. Por medio del intercambio, las personas acceden a los bienes que les
permiten satisfacer sus necesidades, y con su actividad laboral, una porción mayoritaria de la
población, obtiene los recursos necesarios para entablar dicho intercambio. El trabajo, en tanto
generador de los recursos para la reproducción de la vida material y el propio sistema, es el
mecanismo de socialización e integración por excelencia.
A su vez, los resultados del proceso productivo en el que se inscribe la actividad laboral, al
implicar el establecimiento de vínculos entre los miembros de la sociedad, nos muestran la
naturaleza social de las relaciones económicas. Lo específico de éstas es que su naturaleza social
aparece inevitablemente oculta en el movimiento de los bienes que se intercambian.
En el capitalismo, aunque no sólo en este modo de producción, hay una porción de la
población que no puede acceder a los medios de vida necesarios para su reproducción.
En las sociedades capitalistas, esta situación de privaciones presenta ciertas especificidades.
Ésta implica una carencia de posibilidades de participar en el proceso de intercambio económico
para acceder a los bienes que permiten satisfacer necesidades.
Lo anterior, en el caso de aquellos que no tienen más que su fuerza de trabajo, suele estar
asociado a la imposibilidad de vender esa capacidad transformadora y, en consecuencia, de
participar en las actividades de reproducción económica de la sociedad, entendida ésta como la
producción mercantil y la reproducción de los mismos individuos que han de llevarla a cabo.
Pero la estrecha vinculación mencionada entre la falta de ocupación y la exclusión no
implica que la sola actividad laboral garantice la inexistencia de privaciones materiales. En otras
palabras, no todos los empleos permiten una reproducción estable y segura de los trabajadores y
su familia.
En términos concretos, el estado de privaciones remite a la existencia de población excluida
de las actividades específicas del capitalismo: producción e intercambio de mercancías.

La intervención del Estado


Históricamente, a través del Estado se han intentado paliar, mediante la implementación de
distintas políticas, las situaciones de exclusión y carencias antes mencionadas. La formulación de
políticas públicas puede entenderse como un proceso social que transforma las demandas de
distintos grupos sociales en opciones políticas, buscando preservar la estabilidad del sistema y la
integración social que le sirve de base.
En Argentina, desde fines del siglo XIX, las políticas que primaron fueron de tipo
asistencialista; es decir que su objetivo era brindar algún tipo de socorro material a los individuos
excluidos, para permitirles participar en el proceso de intercambio y que luego puedan
reinsertarse socialmente en forma autónoma.
Desde principios del siglo XX, y especialmente tras la finalización de la Primera Guerra
Mundial, en el país se observa un constante aumento de la población asalariada altamente
organizada en asociaciones sindicales, que da lugar un gradual establecimiento de beneficios
previsionales.
108
Para los años cuarenta la población asalariada se había ampliado sobremanera 2, lo cual en
cierto modo explica la implementación de políticas específicamente dirigidas a los asalariados,
habitualmente denominadas como políticas aseguradoras. Éstas buscaban que el trabajador
pasara de una situación inestable e incierta a otra de protección contra riesgos de la existencia,
por intermedio de un conjunto mínimo de derechos sociales que se le reconocían: jubilación,
indemnización por despido y cobertura por enfermedad o accidente. Esta protección social
otorgada a los trabajadores tenía por objetivo garantizar un funcionamiento eficiente del sistema
económico.
Las políticas implementadas en las décadas subsiguientes no sólo se centraron en los
derechos sociales. Adicionalmente, se desarrollaron políticas de promoción del desarrollo
económico3 que favorecían la creación de empleo y, junto con las aseguradoras, confirmaban el
papel del trabajo como mecanismo de inclusión; a diferencia del momento en que primaban las
políticas públicas asistencialistas, cuando la asistencia material cumplía dicho objetivo4.
Por lo visto, el papel del Estado resultó fundamental, en tanto impulsó directa o
indirectamente la creación de empleo e implementó el sistema de seguridad social, a partir del
que se garantizó el acceso de la población al trabajo y, por medio de éste, a los bienes y servicios
necesarios para su reproducción. En otras palabras, la inclusión social masiva se basaba en la
estabilidad y seguridad del trabajo.

3. La precariedad

El nuevo contexto en los noventa


En las últimas décadas esta situación comenzó a revertirse en la Argentina, y ya en los
noventa los objetivos del Estado para con los trabajadores se modificaron sustancialmente. A
principios de esta década, el Estado emprendió una serie de reformas estructurales que
representan la materialización de su nuevo papel en el plano económico. A fin de lograr insertar
la economía argentina en posición de aprovechar las ventajas del contexto de creciente
globalización, se adujo que el Estado debía retirarse a cumplir sólo las funciones que le son
indelegables. La nueva orientación político-ideológica no incluye entre estas funciones
indelegables la regulación de la desigual relación de fuerzas entre capitalistas y trabajadores.
Para comprender la nueva situación, es necesario asociar, en parte, el cambio en el papel del
Estado, con los efectos de la apertura económica y financiera, y la sobrevaluación del peso
argentino. El nuevo contexto en el que deben desenvolverse los agentes económicos fuerza a los
productores a disminuir sus costos para poder competir, y al Estado a fomentar dicho
comportamiento para evitar una recurrente situación deficitaria en su balanza comercial, dada la
imposibilidad de modificar el régimen cambiario.

2 El número de asalariados se duplicó entre 1935 y 1945


3 Es sabido que la orientación de las políticas económicas de los distintos gobiernos no resultó uniforme. Si
bien no existen estudios específicos que analicen la correlación entre las distintas políticas específicas y las variaciones
en el empleo, puede decirse que en los momentos en que se implementaron políticas de fomento de sectores
productivos mano de obra intensivos se favoreció la generación de empleo.
4 Forni, Lattes, Lindenboim (1992)
109
Bajo estas circunstancias, el Estado deja que la lógica del mercado se encargue de regular el
nivel de empleo, los salarios y las condiciones de empleo; y que sean los mismos actores del
mercado de trabajo quienes interactúen, aún sabiendo que la relación de fuerzas de las partes
intervinientes hará que la reducción de costos recaiga principalmente sobre los trabajadores.
Las diversas leyes que avalan las nuevas modalidades de inserción laboral, que en su afán
por reducir los costos laborales eliminan la estabilidad de los empleos y parte de los beneficios
que garantizan la protección actual y futura de los trabajadores, nos muestran cómo el Estado,
por acción u omisión, legitima y refuerza la posición del actor más poderoso, aún cuando estas
medidas se plantean como necesarias para la generación de puestos de trabajo.
La disminución de los niveles de empleo, o bien su escaso dinamismo, ponen de manifiesto
las dificultades del trabajo para continuar actuando como mecanismo de inclusión; al propio
tiempo las distintas medidas implementadas para revertir la situación no sólo carecen de éxito
sino que empeoran la situación de los trabajadores. El balance, transcurridos diez años de
políticas como las descriptas, muestra entonces que la condición de los trabajadores se ha visto
visiblemente deteriorada sin que llegue a vislumbrarse un mecanismo capaz de revertir esta
situación.

La precariedad asociada a la exclusión


De acuerdo a lo desarrollado anteriormente, la inseguridad en el empleo y, por lo tanto, la
incertidumbre acerca de los ingresos presentes y futuros5, pueden mirarse como una forma de
exclusión. Inseguridad e incertidumbre, a su vez, delimitan las dimensiones básicas a partir de las
cuales se identifica a los empleos precarios. La precariedad, en este sentido, conduce a los
trabajadores a situaciones típicas de la exclusión social.
Anteriormente hemos aludido a las formas mediante las cuales históricamente el Estado
procuró la inclusión social estable mediante el trabajo, y cómo su retiro de diversos ámbitos, por
un lado, retrotrae a un grupo importante de trabajadores a una situación de desprotección y, por
otro, obliga a los respectivos hogares a realizar esfuerzos cada vez mayores para reproducirse.
En este sentido, la información empírica indica que hoy día existe un núcleo de trabajadores
cuyas condiciones de inserción en el mercado laboral nos inducen a pensar que no pueden
participar de los beneficios que sí tiene otra parte de la sociedad. A su vez, como este núcleo
sigue incrementando su proporción a través del tiempo, nada indica que su situación sea
reversible, sino que, por el contrario, se va ahondando cada vez más.

Conceptualización de precariedad
Hasta aquí nos referimos a la precarización del trabajo como forma de exclusión, sin definir
exactamente los alcances de este término, aunque vinculándolo claramente, al menos, con la
inseguridad del empleo, su temporalidad y ausencia de protección. En esto coinciden la mayor
parte de los autores que se refieren a la precariedad6.

5 Son estos ingresos los que permiten que los trabajadores puedan participar en el proceso de intercambio y
acceder a los bienes que posibilitan su reproducción social.
6 AA.VV., OIT (1988)
110
La inseguridad del empleo remite a que el momento de finalización de la relación laboral
pueda ser decidido arbitrariamente y sin costos por el empleador; lo cual está estrechamente
vinculado con la inexistencia de una vinculación contractual legal entre las partes. Esta cuestión a
su vez determina que el trabajador no tenga acceso a garantías de otro tipo: entre ellas, aportes
para la futura jubilación, cobertura por enfermedad o por accidente. Por último, la temporalidad
alude a aquellos empleos que, aún siendo legales, se hallan regulados por contratos que son de
duración determinada y, respecto de los cuales, el trabajador no tiene certeza de su continuidad.
Sin embargo, para su estudio será necesario brindar algunas precisiones adicionales a los
efectos de arribar a alguna definición operativa del fenómeno, y que enriquecen la
conceptualización del mismo.

El universo a considerar
En primer lugar, es necesario definir el universo al que nos referiremos. La noción de
precariedad remite a una de las relaciones típicas del capitalismo, la entablada entre trabajadores
y empleadores. Esto es así porque el resultado de la negociación desarrollada entre ambas partes,
con o sin intervención del Estado, determinará las características de la relación de trabajo: los
derechos y obligaciones de cada parte, en especial los beneficios y el modo de contratación y,
por lo tanto, el carácter de precario o no del empleo. Se deriva de lo anterior que el universo
analizado será el de los trabajadores asalariados.
Es importante destacar que la desigual relación de fuerzas entre los actores lleva a que la
acción (o inacción) del Estado resulte crucial para determinar el tipo de inserción que lograrán
los trabajadores, motivo por el cual se ha prestado atención a la intervención estatal en las
secciones precedentes.

Características de los empleos precarios


Habitualmente se caracteriza a los empleos asalariados como estables o protegidos si
presentan las siguientes características: son de tiempo completo, se rigen por contratos de
tiempo indeterminado, y los trabajadores se encuentran protegidos por la legislación laboral.
Como residuo, podría definirse entonces, en sentido estricto, el conjunto de trabajadores
precarios como aquellos que tienen empleos que no cumplen con alguno de los atributos
señalados.
Sin embargo, como la problemática de la subocupación puede analizarse como un
fenómeno que presenta particularidades en sí mismo y es diferenciable de la precariedad, este
atributo no formará parte de los que dan lugar a la definición de precariedad. De este modo,
puede definirse al empleo precario como aquel que es por tiempo determinado y/o no protegido
por la legislación laboral.
Al respecto valen las siguientes aclaraciones: En primer lugar, en cuanto a la protección
brindada por el marco legal, es necesario tener en cuenta que en la última década la legislación
argentina avaló el empeoramiento de las condiciones laborales y la pérdida de estabilidad,
pudiendo afirmarse que se asiste a un proceso de deterioro aún entre los empleos que están bajo
la protección legal.

111
En segundo lugar, se pretende enfatizar que la circunscripción del universo de análisis al de
los trabajadores asalariados pretende diferenciar este tipo de estudios de los de la informalidad,
en tanto este último enfoque postula que las distintas formas de empleo se corresponden con
determinadas características de las unidades productivas, sin considerar las relaciones que se
establecen en ellas entre los distintos actores. Nuestra perspectiva reconoce que las relaciones
precarias son observables con independencia de las características del establecimiento
productivo7.
Se postula que esta explícita diferenciación entre precariedad e informalidad clarifica el
hecho de que la primera resulta de la relación asimétrica establecida entre las partes
intervinientes en el proceso productivo; y, al mismo tiempo, da lugar al estudio de esta
problemática incluso en el sector moderno de la economía.
Al llegar a este punto, cabe destacar que entendemos que el aporte del presente trabajo no
resulta de la postulación de una nueva definición operacional de precariedad, sino de la
conceptualización de la precariedad como fenómeno de exclusión y de su vinculación con las
relaciones de fuerza entre capitalistas y asalariados.

Definición operativa
De acuerdo con lo desarrollado en la sección anterior, existen dos dimensiones principales a
partir de las cuales arribar a una definición operativa de precariedad:
a) falta de protección por la legislación laboral, b) contrato por tiempo determinado.
Nuestra fuente de información a los efectos de estimar el peso del trabajo precario en
Argentina y sus características es la Encuesta Permanente de Hogares8. De acuerdo con la forma
en que sus resultados son presentados a los usuarios, la mejor manera de identificar la falta de
protección legal de un empleo será considerando a los trabajadores como protegidos si se les
realiza descuento jubilatorio. El tipo de contrato sólo puede distinguirse desde 1995, año en que
las preguntas correspondientes se agregaron a la encuesta. El escaso peso relativo de los
trabajadores con contratos temporarios, nos permitió considerar como trabajadores precarios
sólo a aquellos a los que, según la Encuesta, no se les realizan descuentos jubilatorios9.
Así, el estudio principalmente analizará la evolución y características de los trabajadores
asalariados, diferenciando al interior de los mismos entre quienes tienen descuento jubilatorio y
los que no, entendiendo que los primeros serían los que están protegidos por la seguridad social.
Esta diferenciación requiere considerar a los asalariados que tienen entre 18 y 65 años de
edad. Vale destacar que, siguiendo con la línea de investigación del proyecto en el que se
enmarca este trabajo, se analiza diferencialmente lo ocurrido en el Gran Buenos Aires y en el
resto de los aglomerados relevados, tomados en conjunto10.

7 Se conoce que los empleos precarios resultan más frecuentes en las empresas informales (microempresas),
pero de hecho no se observan sólo en éstas.
8 La EPH releva datos de hogares de 28 aglomerados urbanos, de los que tomamos 25, que concentran el
68% de la población urbana argentina.
9 Se aclara que se excluyó al servicio doméstico del análisis.
10 El resto urbano incluye los aglomerados relevados para los cuales están disponibles las bases usuario.
112
4. La evidencia empírica

La situación del mercado laboral en los noventa, que contextualiza el problema de la


precariedad, se caracterizó por el estancamiento o escaso dinamismo del empleo, el aumento de
la tasa de actividad, y el consecuente gran incremento de la tasa de desempleo11. Al mismo
tiempo, cabe destacar que en el total de los empleados aumentó del peso relativo de los
asalariados.
Por otra parte, especialmente desde mediados de la década, se observa un creciente aumento
en el porcentaje de trabajadores asalariados a los que no se les realizan descuentos jubilatorios, y
que definimos como precarios. Este fenómeno se produce tanto en el GBA como en el resto de
los aglomerados urbanos, aunque en el GBA su intensidad es mayor (aumento del 40 % entre
1990 y 1999) y se manifiesta anticipadamente, de tal modo que, aún habiendo comenzado la
década con proporciones de precariedad inferiores a las del resto urbano, la culmina con valores
que son superiores12.

CUADRO 113: Evolución de la precariedad entre los asalariados

GBA Resto
Período No precarios Precarios No precarios Precarios
1980 85,4 % 14,6 % N/d N/d
1985 81,0 % 19,0 % N/d N/d
1990 76,1% 23,9% N/d N/d
1991 73,2% 26,8% N/d N/d
1992 73,9% 26,1% 67,6% 32,4%
1993 72,3% 27,7% 75,7% 24,3%
1994 75,2% 24,8% 76,3% 23,7%
1995 71,5% 28,5% 74,3% 25,7%
1996 68,1% 31,9% 73,2% 26,8%
1997 68,1% 31,9% 68,7% 31,3%
1998 67,2% 32,8% 68,3% 31,7%
1999 66,4% 33,6% 67,4% 32,6%

Ello es signo de un proceso de profundización de las relaciones típicamente capitalistas, ya


que, contrariamente a lo que a veces se afirma, el trabajo asalariado aumenta su importancia,
pero asociado a la reducción de la fracción del gasto laboral destinada a financiar los servicios
11 Lindenboim y Serino (2000)
12 La información estadística muestra que también durante los ochenta resultó significativo el aumento de la
precariedad, aunque este tema queda por fuera del cometido del presente trabajo.
13 Los cuadros son de elaboración propia, basados en información de la EPH. En todos los casos se considera
como universo a los trabajadores asalariados, excluyendo el servicio doméstico.
113
que contribuyen a la reproducción segura y estable de la fuerza de trabajo. Puede verse entonces
que las relaciones asalariadas tienden a asemejarse a las de inicios de siglo; ya que, así como se
reducen las obligaciones del capitalista hacia el trabajador, también el Estado abandona la
prestación de servicios y protección, que en su momento permitieron que el trabajo fuera el
mecanismo de integración social por excelencia.

Un análisis más detallado: caracterización de los empleos precarios


Se presentan a continuación los resultados observados en el análisis de distintos atributos de
los trabajadores asalariados, diferenciándolos según sean o no precarios. Algunos de los atributos
analizados se vinculan con el tipo de unidad productiva en el que se insertan, y otros se refieren a
características asociables al propio trabajador.
En primer lugar, se analiza la distribución entre empleos precarios y no precarios según
quintil de ingreso per cápita familiar, y luego se compara el ingreso medio total de los dos
grupos, a los efectos ver si los asalariados precarios encuentran mayores dificultades y carencias
para hacer frente a sus necesidades. En una segunda instancia presentamos la composición del
empleo, clasificado como precario y no precario, en la estructura productiva. En concreto, según
rama de actividad y tamaño del establecimiento. A su vez, otra de las características de los
empleos analizada es su carga horaria.
Por último, se realiza un análisis de la información empírica de algunos atributos particulares
de los trabajadores. En este sentido, la mirada se concentra en la posición en el hogar y el nivel
educativo de los trabajadores.

Como era de esperar, la precariedad adquiere dimensiones más importantes entre los
trabajadores de los primeros quintiles.
Este análisis por quintil de ingresos se ve confirmado por la observación de los diferenciales
de ingreso medio total entre los asalariados no precarios y los precarios. Al respecto, los ingresos
de quienes tienen empleos precarios están en cada quintil y cada año por debajo de los de
aquellos que tienen empleos protegidos. En el GBA las diferencias van entre el 12 y el 33 %,
mientras que en el resto resultan en algunos casos aún mayores (cercanas al 40 %).

114
CUADRO 2: Proporción de empleos asalariados precarios y no precarios según quintil de ingreso per capita
familiar, e ingreso medio total individual en pesos de 1994.

Período 1991 1994


GBA Resto GBA Resto
No prec Precario N/d N/d No prec Precario No prec Precario
Quintil 1 64,0% 36,0% N/d N/d 66,8% 33,2% 66,8% 33,2%
Ingreso 400 336 N/d N/d 451 391 392 291
Quintil 2 68,2% 31,8% N/d N/d 72,6% 27,4% 72,6% 27,4%
Ingreso 524 422 N/d N/d 544 476 479 335
Quintil 3 72,6% 27,4% N/d N/d 76,1% 23,9% 76,1% 23,9%
Ingreso 597 490 N/d N/d 656 542 539 381
Quintil 4 79,7% 20,3% N/d N/d 78,6% 21,4% 78,6% 21,4%
Ingreso 674 548 N/d N/d 767 597 648 445
Quintil 5 85,9% 14,1% N/d N/d 82,4% 17,6% 82,4% 17,6%
Ingreso 1301 919 N/d N/d 1408 1247 1048 807

Período 1997 1999


GBA Resto GBA Resto
No prec Precario No prec Precario No prec Precario No prec Precario
Quintil 1 49,6% 50,4% 48,6% 51,4% 47,1% 52,9% 44,1% 55,9%
Ingreso 408 274 368 228 426 295 377 250
Quintil 2 67,3% 32,7% 61,8% 38,2% 59,9% 40,1% 60,8% 39,2%
Ingreso 517 392 464 294 566 398 484 292
Quintil 3 68,9% 31,1% 68,2% 31,8% 67,5% 32,5% 67,9% 32,1%
Ingreso 632 491 525 331 610 468 553 341
Quintil 4 74,0% 26,0% 75,2% 24,8% 72,8% 27,2% 74,6% 25,4%
Ingreso 743 552 614 400 800 637 673 420
Quintil 5 79,0% 21,0% 82,6% 17,4% 78,9% 21,1% 81,7% 18,3%
Ingreso 1398 1018 1017 728 1485 1100 1088 697

Esto nos muestra que la carencia de beneficios no resulta compensada por mayores
ingresos, lo cual pone de manifiesto la mayor exposición de este tipo de trabajadores a los
riesgos de nuestra sociedad, así como las mayores dificultades que enfrentan para su
reproducción.
Si observamos la composición del empleo (precario - no precario) en cada rama de
actividad, se observan evoluciones de interés. El empeoramiento de las condiciones de trabajo se
verifica en casi todas las ramas, siendo aquellas en las que resulta más considerable las de los
servicios14, el transporte y la administración pública.
La creciente proporción de dependientes públicos a los que no se les realizan descuentos
jubilatorios sugiere que el sector estatal no sólo fomenta el deterioro en las modalidades de
inserción, a partir de la promulgación de leyes de flexibilización laboral, sino que a su vez brinda
el ejemplo.
Por otra parte, en esta mirada se destaca que el sector de la construcción presenta los
mayores niveles de precariedad (superior al 60 % de los asalariados), aún cuando estos no se
incrementaron en la década.

14 Los servicios financieros e inmobiliarios, el comercio y los servicios personales.


115
El análisis de la evolución de la precariedad según tamaño del establecimiento muestra que
las peores condiciones de trabajo predominan en las empresas con hasta cinco empleados. La
evolución, sin embargo es más desfavorable en las empresas de mayor tamaño (pero por
supuesto la situación empeora en ambas). Esto ilustra lo dicho en la sección 3: que, aunque
precariedad e informalidad15 resultan fenómenos diferenciables en su problemática y evolución,
existe cierta vinculación entre ambos, en tanto las relaciones precarias predominan en los
microestablecimientos.

CUADRO 3: Proporción de empleos asalariados precarios y no precarios según tipo de establecimiento


(hasta 5 empleados – más de 5 empleados)

GBA Resto
Período Tipo de establecimiento
No prec Precario No prec Precario
hasta 5 empleados 42,6% 57,4% N/d N/d
1991
más de 5 empleados 81,6% 18,4% N/d N/d
hasta 5 empleados 46,5% 53,5% 49,5% 50,5%
1994
más de 5 empleados 83,2% 16,8% 83,7% 16,3%
hasta 5 empleados 33,2% 66,8% 35,8% 64,2%
1997
más de 5 empleados 78,2% 21,8% 78,1% 21,9%
hasta 5 empleados 33,3% 66,7% 31,5% 68,5%
1999
más de 5 empleados 75,4% 24,6% 78,3% 21,7%

A su vez, el cuadro 4 nos muestra que entre aquellos asalariados que están protegidos,
prácticamente un 90 % trabaja en establecimientos de más de 5 empleados, mientras que en el
caso de los precarios más de la mitad se desempeña en este tipo de establecimientos.

CUADRO 4: Composición según tipo de establecimiento (hasta 5 empleados – más de 5 empleados) de


empleos asalariados precarios y no precarios

GBA Resto
Período Tipo de establecimiento
No prec Precario No prec Precario
hasta 5 empleados 12,5% 46,0% N/d N/d
1991
más de 5 empleados 87,5% 54,0% N/d N/d
hasta 5 empleados 13,4% 46,8% 14,0% 46,2%
1994
más de 5 empleados 86,6% 53,2% 86,0% 53,8%
hasta 5 empleados 10,9% 46,9% 11,7% 45,9%
1997
más de 5 empleados 89,1% 53,1% 88,3% 54,1%
hasta 5 empleados 10,8% 42,6% 10,9% 48,9%
1999
más de 5 empleados 89,2% 57,4% 89,1% 51,1%

La mirada concentrada en la posición que ocupan los asalariados en el hogar nos muestra
que la proporción de empleos precarios resulta mayor entre aquellos que no son jefes de hogar,
pero que ésta aumenta más entre los jefes.

15 Vale recordar que habitualmente la definición operacional de sector informal lo identifica con las
microempresas.
116
El deterioro en las condiciones de empleo de los jefes (que no se limita sólo al incremento
de la precariedad) puede ser considerado como uno de los motivos por los cuales aumentó,
durante la década, la participación de los otros miembros del hogar en el mercado laboral. La
hipótesis del trabajador adicional resulta entonces consecuente con los hechos observados.

CUADRO 5: Proporción de asalariados precarios y no precarios según posición en el hogar (jefe - no jefe)

Posición en el GBA Resto


Período
hogar No precario Precario No precario Precario
jefe 78,2% 21,8% N/d N/d
1991
no jefe 67,8% 32,2% N/d N/d
jefe 79,8% 20,2% 81,4% 18,6%
1994
no jefe 70,8% 29,2% 71,1% 28,9%
jefe 72,3% 27,7% 74,4% 25,6%
1997
no jefe 64,1% 35,9% 62,7% 37,3%
jefe 71,7% 28,3% 73,6% 26,4%
1999
no jefe 61,2% 38,8% 61,2% 38,8%

Asimismo, se evidencia que la proporción de empleos precarios resulta mayor entre los
asalariados con bajo nivel educativo (hasta secundario incompleto). Por lo general, se observa
que a mayor nivel educativo, menor es la proporción de empleos precarios, algo que resulta
mucho más marcado y evidente en el resto urbano.
Al analizar la evolución, vemos que la problemática de la precariedad afecta a los cuatro
grupos identificados y que, contrariamente a ciertas afirmaciones de sentido común, el grupo de
más alto nivel educativo es uno de los que más sufre el aumento de la precariedad.

CUADRO 6: Proporción de asalariados precarios y no precarios según nivel educativo

GBA Resto
Período Nivel educativo
No precario Precario No precario Precario
Hasta Prim Inc 64,9% 35,1% N/d N/d
Hasta Sec Inc 66,6% 33,4% N/d N/d
1991
Hasta Terc.Inc. 79,5% 20,5% N/d N/d
Terc. o Sup. Comp. 90,1% 9,9% N/d N/d
Hasta Prim Inc 71,8% 28,2% 63,7% 36,3%
Hasta Sec Inc 67,4% 32,6% 70,6% 29,4%
1994
Hasta Terc.Inc. 81,5% 18,5% 79,5% 20,5%
Terc. o Sup. Comp. 89,7% 10,3% 89,3% 10,7%
Hasta Prim Inc 49,7% 50,3% 47,4% 52,6%
Hasta Sec Inc 60,3% 39,7% 60,9% 39,1%
1997
Hasta Terc.Inc. 74,0% 26,0% 72,4% 27,6%
Terc. o Sup. Comp. 85,1% 14,9% 88,0% 12,0%
Hasta Prim Inc 50,5% 49,5% 47,1% 52,9%
Hasta Sec Inc 57,9% 42,1% 58,7% 41,3%
1999
Hasta Terc.Inc. 70,1% 29,9% 71,0% 29,0%
Terc. o Sup. Comp. 83,5% 16,5% 85,9% 14,1%

117
A su vez, el cuadro 7 permite ver que simultáneamente existe un mejoramiento general de
las credenciales educativas de los asalariados. En el GBA, este mejoramiento resulta claramente
más notable entre aquellos que son asalariados protegidos.

CUADRO 7: Composición de asalariados precarios y no precarios según nivel educativo

GBA
Período Nivel educativo
No precario Precario
Hasta Prim Inc 7,8% 11,6%
Hasta Sec Inc 43,5% 59,8%
1991
Hasta Terc.Inc. 34,2% 24,2%
Terc. o Sup. Comp. 14,5% 4,3%
Hasta Prim Inc 3,8% 7,3%
Hasta Sec Inc 35,8% 51,3%
1999
Hasta Terc.Inc. 39,2% 33,1%
Terc. o Sup. Comp. 21,2% 8,3%

Para concluir, si bien no se incluye aquí por cuestiones de espacio la información empírica
disponible, se observa que, al nivel de los hogares, se da un aumento en el número medio de
asalariados, acompañado por una caída en el número medio de trabajadores protegidos por
hogar. Esto nos permite afirmar que el empeoramiento de las condiciones de trabajo no sólo se
produce en términos relativos sino también en términos absolutos.

5. Reflexiones finales

El deterioro de las condiciones de trabajo es uno de los principales indicadores del


deficiente desempeño de los mercados de trabajo urbanos argentinos en los noventa. El proceso
de precarización de las relaciones laborales, esto es, los niveles crecientes de inseguridad en el
empleo, y en consecuencia, de incertidumbre acerca de los ingresos presentes y futuros,
incrementa el número de personas con dificultades para satisfacer sus necesidades.
Esta forma irregular de inserción en el proceso productivo, con efectos sobre la capacidad
de consumo de los trabajadores, permite establecer un vínculo entre la precariedad en el empleo
y la exclusión.
Tal como se afirma en el estudio, la precariedad deriva de la propia naturaleza de los
vínculos que en el capitalismo se entablan entre trabajador y empleador. El Estado, en
consecuencia, desempeñó históricamente un papel fundamental en la equiparación de las fuerzas
sociales, dando lugar a períodos en los que los niveles de precariedad se vieron morigerados. Es
evidente que la extensión de las relaciones capitalistas implica que este fenómeno no se
circunscribe solamente al caso argentino.
El proceso de precarización al que asiste nuestro país en la última década deriva tanto del
cambio en la lógica del funcionamiento del sistema económico argentino como de la forma que
118
adquiere la intervención estatal. El proceso de cambio estructural de los noventa tuvo dos
efectos de importancia sobre el mercado de trabajo. En primer lugar, los shocks externos sólo
pueden ser absorbidos por medio de caídas en el nivel de actividad y consecuentemente del
empleo. Segundo, en un contexto de mayor apertura de la economía, los aumentos de
competitividad implican, entre otras cosas, la indefectible reducción de los costos laborales.
El retiro del Estado como regulador de relaciones desiguales, legitima y refuerza la
posición del actor más poderoso y contribuye a generar una dinámica en la que el ajuste corre
por cuenta de los trabajadores.
La información empírica verifica la situación de mayor precariedad entre los trabajadores
asalariados y su mayor dificultad para la satisfacción de necesidades materiales, así como la
existencia de grupos particulares que resultan más afectados por este proceso.

119
6. Bibliografía

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SUAREZ, Ana Lourdes “Profundización de la exclusión. Hogares de bajos ingresos del GBA. 1985-1995”.
En Estudios del trabajo Nº15, ASET, Buenos Aires, 1998.

120
“Reformas laborales y precarización del trabajo asalariado
(Argentina 1990-2000)”

Equipo Cambio Estructural y Desigualdad Social∗


Agustín Salvia, Silvana Tissera, Juan Martín Bustos, Fernando Sciarrotta, Juliana Persia,
Gonzalo Herrera Gallo, Natalia Cillis y Verónica García Allegrone.

1. Presentación

1.1. Reformas laborales y flexibilización


Argentina emprendió durante los años ’90 una serie de reformas estructurales orientadas a
la apertura y desregulación de los mercados, a privatizar las empresas públicas, ganar la
confianza financiera internacional y propiciar la reconversión productiva. El objetivo manifiesto
de esta estrategia era modernizar la economía y mejorar la posición del país en el mundo.
Este proceso prometía, después de un primer impacto regresivo sobre el mercado de
trabajo, un crecimiento continuado del empleo y los ingresos. Con el objeto de paliar los efectos
negativos de la reestructuración, a la vez que potenciar los aspectos positivos de la misma, los
cambios económicos estuvieron acompañados de un conjunto variado de programas sociales y
acciones de promoción del empleo. Todo lo cual implicó un aumento sustantivo del gasto
social.
Sin embargo, en la Argentina de los años noventa se hizo explícito que el nivel de empleo y
el crecimiento económico pueden constituirse en dimensiones independientes una de otra. La
recuperación de la actividad económica –post crisis hiperinflacionaria– no redundó en la
creación de puestos de trabajo en la misma proporción y calidad que los que la apertura y la
modernización destruían. Y esto parece haber sido así, independientemente del ciclo
económico, la política laboral imperante, o la capacidad de focalización e intervención de los
programas sociales, de empleo o de reconversión laboral.
En este contexto, desde hace más de una década que la sociedad argentina viene
experimentado un continuum de nuevas realidades laborales. Se destacan como las más
relevantes: aumento de la desocupación y la inestabilidad laboral, creciente flexibilización de los
contratos y de los despidos, reducción de los “costos laborales” debilitamiento político del
movimiento sindical, y necesidad de desplegar cientos de miles de subsidios tendientes a
contener a una gran masa flotante privada de inserción.
Bajo este panorama complejo surge la necesidad de despejar e identificar los factores
determinantes de la problemática del desempleo y de la precarización de las relaciones laborales.


El Programa Cambio Estructural y Desigualdad Social tiene sede en el Instituto de Investigaciones Gino
Germani de la Facultad de Ciencias Sociales y está bajo la dirección del Dr. Agustín Salvia. Su plan de trabajo ha sido
aprobado por la Programación UBACyT 1998-2000 (AS 058) y por CONICET (PIA 05/98). Parte de sus investigaciones
–como en el caso que aquí nos ocupa– se realizan en el marco del Proyecto Integrado “Mercados de Trabajo Urbanos en
Argentina de los ‘90” bajo la dirección del Lic. Javier Lindenboim (UBACyT IE/001) con sede en el CEPED de la
Facultad de Ciencias Económicas.
123
Al respecto, tratándose de una respuesta compleja, creemos que resulta un argumento
insuficiente imputar a la política de reformas laborales como la “causa” del deterioro de la
estructura social del trabajo. En principio, cabe observar que cada componente –la política y la
realidad laboral– parece haber seguido su propia lógica, y depender de condiciones particulares,
no siempre asociadas entre sí.
Por una parte, la política laboral –y en ella, las reformas laborales– ha ocupado un lugar
importante en las luchas por la definición de la agenda pública. Por lo tanto, la misma se vio
permanentemente sometida a los vaivenes de la coyuntura política, los cambios de estrategia
económica y los conflictos entre los distintos grupos de interés. Por otra parte, la
“precarización” parece haber movilizado en forma directa otros protagonismos, operando desde
y para las relaciones laborales al interior de las firmas; y en sentidos incluso opuestos según los
diferentes segmentos, tipos de empresas o sectores productivos.
Una idea que cabe sostener es que los cambios operados en las relaciones laborales no sólo
emergieron como resultado esperado de una política económica o laboral específicamente
orientada a la “flexibilización”. Desde otra perspectiva, el desempleo y la precarización del
empleo encuentran explicación a partir de las estrategias económicas y ocupacionales que
debieron asumir, por una parte, los empleadores y, por otra, los trabajadores, en un marco de
nuevas reglas de juego según cada coyuntura económica. El efecto “funcional” de estos cambios
parece ser la estructuración de un proceso social de producción y reproducción de excedentes
relativos y absolutos de fuerza de trabajo, el cual se expresa en las variadas formas que asume el
desempleo y las trayectorias laborales asociadas a ellas.
Ahora bien, contra toda ingenuidad en este sentido, cabe señalar que las estrategias de
intervención pública en una sociedad globalizada no escapan en última instancia a los
diagnósticos, las necesidades y las demandas “oficiales” que impone un modelo de desarrollo
dominante. En tal sentido, no sólo cabe considerar a las políticas económicas y laborales como
un mecanismo de asignación y transferencia de recursos, con efectos redistributivos, sino
también como una herramienta que incide de manera indirecta, pero efectiva, en las relaciones
sociales. Es decir, con efectos “productivos” sobre las relaciones de fuerza sociales.
En cualquier caso, cabe no perder de vista que el tipo de orientación que siguen las
estrategias de intervención pública se corresponde con la instalación previa de un determinado
diagnóstico de situación. Éste, sin duda, resulta de la forma en que se dirimen los intereses
sectoriales en la arena política, de tal manera que “quien define, decide” (Aguilar Villanueva,
1993).1 Es decir, las formas concretas de la intervención pública surgen del posicionamiento
político específico que logran los actores en un marco de reglas de juego y relaciones de fuerza
dinámicas.
Por lo mismo, el complejo panorama económico-laboral de la Argentina de los noventa
parece esclarecerse cuando se aborda el proceso desde la perspectiva del conflicto social y de las
cambiantes condiciones políticas, económicas y sociales bajo los cuales fueron emergiendo
medidas de intervención y nuevas realidades (Gerchunoff y Torre, 1998; Cortés y Marshall,
1999). Al respecto, destaca la fuerza y rapidez con que el paradigma neoliberal logró instalarse
tanto en la dirigencia política como en la sociedad. En buena medida, esto habría sido así

1 En general, si bien este proceso puede enmarcarse en el agotamiento del programa del Estado benefactor y el
impacto de nuevas tecnologías sobre la economía global, no puede ser entendido al margen de los cambios sucedidos en
las relaciones de fuerza entre el capital y el trabajo, y de sus efectos sobre las condiciones deficitarias de reproducción social
y las representaciones de verdad.
124
debido a la articulación de este discurso con un clima social conservador (fundado en los
antecedentes inflacionarios, la ineficiencia del Estado y las sucesivas crisis recesivas, entre otros
factores). A ello cabe agregar los esfuerzos desplegados por los grupos económicos locales y las
agencias financieras internacionales (FMI, BM y BID) con el fin de definir prioridades y modos
específicos de ajustar las acciones públicas a los procesos de globalización y de libertad de
mercado.
De ahí que a nuestro juicio la clave interpretativa del fenómeno de la flexibilización laboral no sólo
se encuentre en sus efectos de desempleo, marginalidad o exclusión, sino también en las formas en que el
fenómeno expresa y reproduce las relaciones de fuerza que intervienen en la puja de la distribución del ingreso y
de poder entre los actores sociales. Desde esta perspectiva, cabe reconocer en el desempleo y la precariedad
laboral las formas típicas bajo las cuales se expresa la mayor subordinación política y social del trabajo al
capital y las posibilidades objetivadas y subjetivas de su mayor explotación.
En tal sentido resulta coherente que el diagnóstico “oficial” sobre el desempleo y la
precariedad laboral fuera cambiando en los años noventa. Tales problemas dejaron de ser males
“transitorios” de un proceso modernizador propio de la globalización; para convertirse en el
resultado “lógico” de un mercado “hiper-regulado” afectado por la inelasticidad de los salarios a
la baja, los altos costos laborales y la presión sindical. En este marco, la flexibilización de los
contratos y los despidos, la descentralización de los convenios colectivos y la neutralización de
las resistencias de los trabajadores se constituyeron –desde el diagnóstico oficial– en medidas
“necesarias” para mantener el crecimiento de la economía y crear empleo productivo.
En este contexto, cabe preguntarse no sólo sobre el sentido de las reformas y medidas
laborales, sino también sobre la funcionalidad del cambio estructural a partir de sus efectos de
“precarización laboral”, como expresión, tanto de medidas de política como de los
comportamientos individuales y sectoriales de las firmas y los trabajadores. Los apartados que
siguen muestran diferentes aspectos político-institucionales y económico-ocupacionales de
“producción” de las relaciones laborales y de sus normas reguladoras. Al respecto, una pregunta
orientadora para este trabajo sería: ¿Qué ha cambiado en los últimos diez años en materia de
relaciones laborales y en las condiciones de realización del trabajo asalariado en Argentina?

1.2 Contenido del Documento de Trabajo


El objetivo principal de ese documento de trabajo es recoger mejores evidencias sobre los
determinantes del cambio social y de la fragmentación que experimentaron los colectivos
asalariados.
En función de aproximar respuestas posibles a este problema, el documento centra su
interés en dos aspectos. En primer lugar, en la revisión de la nueva institucionalidad laboral que
fue emergiendo durante la década del noventa; y en segundo lugar, en el análisis de los cambios
“objetivos” operados en las relaciones laborales en términos de precarización del empleo.
El apartado 2 presenta un diagnóstico actualizado de las condiciones de contexto y una
revisión crítica del diagnóstico oficial y de las políticas que habrían obrado en consecuencia. Al
respecto, se hace un análisis del sentido de las modificaciones sufridas por el marco normativo y
las relaciones de fuerza capital-trabajo durante los años noventa.
A su vez, el apartado 3 ofrece un balance comparativo sobre los cambios experimentados

125
en las condiciones objetivas de realización del empleo asalariado durante la década del noventa
(1990-1999). Se busca así dar cuenta del alcance y de la forma en que se produjo –desde el
campo económico productivo– el despliegue de la “precarización laboral”, y de los principales
factores económico-ocupacionales (“predictores”) asociados a este fenómeno.
Finalmente, en las conclusiones se hace un inventario del proceso político y económico que
ha llevado a cristalizar la problemática socio-laboral, reiterando la estrecha vinculación de este
hecho tanto con el campo de las políticas y las reformas como con el comportamiento de los
protagonistas directos (firmas y trabajadores). Las consideraciones finales sirven como un primer
balance de un sospechado cambio de época: la capacidad de tales condiciones de “producir” –
independientemente del consenso político o institucional– efectos estratégicos sobre las
relaciones laborales y sociales.

2. Transformaciones en el marco regulatorio laboral

2.1. Condiciones del contexto - Argentina en la Década del ‘90


Durante la década del ’90 el país experimentó una profunda transformación institucional y
productiva. La adopción de un patrón de cambio fijo a través del sistema de convertibilidad
permitió superar la hiperinflación y la inestabilidad con la cual se desenvolvían los mercados. La
reducción del déficit fiscal, las privatizaciones, la apertura comercial y las desregulaciones,
abrieron un marco de confianza a las inversiones y favorecieron el financiamiento externo de
despegue económico. Estos, entre otros cambios, implicaron modificaciones sustantivas en el
sistema productivo, en la orientación de las políticas públicas y en los comportamientos de los
actores políticos y sociales (Gerchunoff y Torre, 1996; Cortés y Marshall, 1999).
Bajo este contexto tuvo lugar una recuperación importante de la inversión, el producto y el
consumo, junto a un fuerte incremento del financiamiento externo y del comercio exterior. Sin
embargo, al mismo tiempo, el nivel de empleo se mantuvo relativamente estable, a la vez que se
produjeron cambios en la estructura ocupacional y un fuerte incremento del desempleo y la
subocupación por una mayor presión de la oferta laboral y la destrucción de empleos
tradicionales y de baja productividad (Monza, 1995, 1999; Llach y Kritz, 1997).2
Por otra parte, si bien aumentaron las remuneraciones del sector formal, este aumento
estuvo siempre por debajo de los incrementos que registró la productividad. Al mismo tiempo,
se multiplicó el trabajo en negro no registrado de baja remuneración y cayeron los ingresos
laborales del sector informal. Esto resultó en una caída de los ingresos per capita familiares de
los sectores asalariados y no asalariados de bajo capital educativo (Altimir y Beccaria, 2000).
Como saldo general de este proceso se observa la formación de una estructura productiva
con una renovada capacidad de crecimiento, aunque estancada desde el punto de vista de la
generación de empleo. Por lo mismo, funcional a una estructura socio-laboral desigual y
segmentada en cuanto a las condiciones de reproducción social (Salvia y Zelarayán 1998; Salvia,

2 En general se argumenta que el incremento del desempleo durante la década del ’90 en Argentina fue el efecto
de una combinación de diferentes factores: a) la modernización productiva –cambios tecnológicos, crisis de actividades
informales y reducción del subempleo público –, b) el aumento de la oferta laboral (por factores económicos y
demográficos), y c) la lenta recuperación de la demanda de empleo en el sector privado.
126
1999; Salvia y Tissera, 2000.). En el campo de la distribución del ingreso, variados estudios
muestran una mejora relativa del bienestar económico general con respecto a fines de los
ochenta, aunque con un aumento de la desigualdad distributiva (Gasparini, 1999; Grandes y
Gerchunoff, 1998, Salvia, Philipp y Donza, 1997; Altimir y Beccaria, 2000).
Al respecto, cabe preguntarse ¿En qué medida la estrategia oficial abordó la temática socio-
laboral como objeto de una estrategia de reestructuración? ¿Qué tanto los efectos de
flexibilización laboral y fragmentación social encuentran paralelo con las medidas de reformas?
¿Es posible imputar a dichas medidas –sin otra mediación– responsabilidad directa sobre los
efectos que se observan de precarización laboral, segmentación del trabajo asalariado y
exclusión social?
En función de buscar respuesta a estas preguntas, presentamos a continuación un análisis
de las coyunturas económicas que fueron haciéndose presente en la década, lo cual constituye el
escenario necesario en donde evaluar el seguimiento de las políticas y medidas adoptadas y sus
efectos sobre el mundo del trabajo.

2.2. Tendencias Económicas y Ocupacionales


Un conjunto de indicadores económicos y sociolaborales nos permiten evaluar la evolución
de Argentina durante la década del ’90 –ver Cuadro Nº1 y Cuadro Nº2 a y b–. Pero más allá del
balance general, cabe destacar aquí la configuración y enlazamiento de diferentes escenarios
económico-políticos y laborales, los cuales fueron marcando el ritmo y alcance de los
comportamientos sociales.
La fase de recuperación económica –entre 1990 y 1993– se expresó en una mejora de la
mayoría de las variables económicas, incluida una marcada estabilidad de precios. Esta
recuperación tuvo lugar en el marco de medidas de ajuste y de un proceso de transformación del
Estado y de los mercados (privatización de empresas públicas, apertura y desregulación de los
mercados, adopción del Sistema de Convertibilidad, etc.). Por lo mismo, mas allá de la
recuperación inicial del empleo, estas medidas confluyeron en un incremento importante de la
oferta laboral, el desempleo y el subempleo, junto a un aumento relativo del trabajo en negro y la
precariedad laboral (Bour, 1995; Canitrot, 1995, entre otros).
Sin embargo, luego de tres años de reformas institucionales con crecimiento económico
comenzó una importante retracción productiva. De esta manera, a mediados de 1994 la
economía evidenciaba síntomas de retracción y crecientes dificultades de orden fiscal. Al
mismo tiempo, fue el momento más intenso de reformas laborales, de apoyo oficial a la
reducción de costos3 y de inversiones e importaciones en bienes de capital. Pero sólo el sector
más dinámico y concentrado estuvo en condiciones de financiar la reconversión productiva,
necesaria para aumentar la productividad real y la competitividad externa (Gerchunoff y
Machinea, 1996).

3 El abaratamiento de los costos laborales dejó de ser exclusivamente una prerrogativa empresarial -derivada del
atraso en el tipo de cambio fijo y los problemas de competitividad de cierto sectores de la producción local- para pasar a
ser una forma de política eco nómica consistente con el sostenimiento de la convertibilidad (Gerchunoff y Machinea,
1996).
127
Pero la crisis del Tequila potenció los desequilibrios fiscales y financieros. De esta manera,
a fines del primer trimestre de 1995 comenzó una etapa recesiva que tuvo impacto directo sobre
la inversión y el consumo, lo cual generó la caída de la recaudación impositiva y el consecuente
agravamiento del déficit fiscal. La recesión impactó sobre todo en el sector de bienes de
consumo transables e intensivos en fuerza de trabajo. Para hacer frente a la situación, el sector
empresarial debió ajustar una vez más su estructura de costos productivos (FIEL, 1996)4.
Esta vez, los problemas económicos impactaron sobre el mercado de trabajo formal
agudizando los desequilibrios de sus principales indicadores. Al desempleo registrado en el
período expansivo se sumó la caída del nivel empleo dada por la destrucción neta de puestos de
trabajo ligada tanto a cierres de las empresas como a la racionalización mediada por el aumento
de la productividad. Desde el lado de la oferta, tuvo lugar un nuevo incremento de la actividad
por la salida al mercado de “trabajadores adicionales”. La situación generó un aumento de
cesantías, caída de las horas extras y las remuneraciones, incremento del trabajo en negro y un
aumento multiplicador de la oferta laboral (Salvia, Donza y Phillip, 1996; Llach, J. y Kritz,
1997). En este contexto, las condiciones económicas generaron un deterioro aún más
generalizado en las organizaciones asociativas, cooperativas y sindicales (Fernández., 1997)
A fines del segundo semestre de 1996, la economía había superado la etapa crítica del
Tequila, dando inicio a una nueva fase de inversión, expansión de las exportaciones y
crecimiento interno5. Esta evolución significó en los hechos un aumento neto en la demanda de
puestos de trabajo, un mejoramiento relativo en el empleo y una caída de la tasa de
desocupación. En cualquier caso, el cambio de tendencia no generó un aumento de las
remuneraciones, ni logró resolver el alto déficit ocupacional acumulado. En parte, dado la
importancia que revistió “el trabajador adicional” para mantener en equilibrio la economía de
los hogares (Salvia y Donza, 1999; 2000).
Si bien esta fase se prolongó aproximadamente hasta fines de 1998, la economía volvió a
experimentar un shock negativo como resultado de una serie de crisis internacionales (crisis en
el sudeste asiático, Rusia y finalmente Brasil). Los movimientos financieros y el aumento de las
tasas de interés llevaron a la economía argentina a una nueva fase recesiva.6 La situación se hizo
más problemática dado el aumento del gasto –por presiones sociales y políticas–, la
imposibilidad de la conducción de ajustar el tipo de cambio –por la Ley de Convertibilidad– y la
caída de los precios de las commodities internacionales.
El punto de quiebre tuvo lugar con la devaluación del tipo de cambio por parte de Brasil y
otras economías a fines de 1998, lo cual le implicó a la Argentina mayores dificultades para
colocar sus exportaciones y un fuerte incremento del déficit comercial. A esto se sumó el
encarecimiento de los créditos externos, el creciente peso de la deuda externa, pública y privada,
y la imposibilidad de reducir el creciente gasto fiscal. De esta manera, la nueva crisis impactó

4 Si bien resulta difícil evaluar los costos laborales, dos tendencias contrapuestas parecen haber prevalecido. Por un
lado, con independencia de la participación de los gremios, las comisiones internas habrían renegociado a la baja los
salarios vigentes. Por el otro, fueron reimplantados, a partir de abril de 1995, los niveles de contribuciones patronales que
recién a finales de año y de manera fraccionada se volvieron a reducir. Un estudio de FIEL muestra una disminución de
los costos salariales en la industria del 16% entre 1994 y 1995 (FIEL, 1996).
5 En efecto, el equilibrio financiero del Estado, la recuperación de la confianza internacional, la reactivación del
Brasil y el crecimiento de los precios de los productos de exportación, vía mayor oferta de créditos, entre otros factores,
permitieron una rápida recuperación de la actividad económica y del empleo.
6 La crisis significó menos capitales para los países emergentes pero también la caída del volumen y el valor de los
intercambios en el comercio mundial y que importantes regiones del mundo, como el sudeste asiático, cayeran en
procesos recesivos.
128
profundamente sobre la economía real, castigando incluso a los sectores productores de bienes
transables más concentrados. En ese escenario, se puso fuertemente en discusión la
competitividad de la economía, la necesidad de reducir el gasto público y los impuestos al
capital. A pesar de todo, el empleo siguió creciendo, aunque ahora más concentrado en el sector
informal urbano.
En 1999, a pesar de la rápida estabilización brasileña y el aumento de los precios de los
commodities, la economía cayó en recesión. A nivel general, el PBI registró una caída de alrededor
del 3% y la actividad industrial se redujo un 7%7. En este contexto, el sector privado (sobre
todo los sectores de bienes transables) debió realizar fuertes ajustes en la producción, afectando
en forma directa el empleo, la recaudación fiscal y las proyecciones del déficit. Esto implicó
continuos aumentos de la presión fiscal a la vez que, como contrapartida, el sector privado
exigió ajustes sobre el gasto del sector público y más reformas estructurales, pero tal iniciativa
encontró resistencia en el gobierno debido a la inminencia de las elecciones presidenciales de
1999.
Con el nuevo gobierno –a partir de diciembre del 1999–, la economía no dio respuesta de
reactivación, a pesar del contexto de estabilidad financiera, recuperación y crecimiento que
dominaba el escenario internacional y regional. Por el contrario se produjo un aumento del
déficit público y del “riesgo país”, el con el consecuente encarecimiento del crédito externo e
interno. Asimismo, se observa una caída del PBI por habitante, una reducción del consumo y un
todavía más significativo retroceso de la inversión agregada. Entre otros indicadores sociales, se
observa un aumento del desempleo y la pobreza, junto a una creciente conflictividad social. Al
mismo tiempo que el establishment insiste en la necesidad de una segunda y urgente etapa de
reformas estructurales.
En este contexto, al final de la década el desempleo abierto y la subocupación horaria
afectan a casi el 30% de la población económicamente activa del país; a la vez que el 37% de la
fuerza de trabajo asalariada está empleada en forma no registrada y no tiene acceso a beneficios
sociales. Al mismo tiempo, el 25% de la población urbana se encuentra por debajo de la línea de
pobreza y el fenómeno de la exclusión parece haberse consolidado.

7 En los últimos 12 meses, la baja de la producción automotriz superó el 40%. El peso que tuvo este rubro en la
situación general fue particularmente importante si se tiene en cuenta que excluido este rubro la caída de la industria es
más de dos tercios menor a la registrada (-2,5%).
129
Cuadro 1: Indicadores Económicos - Argentina 1990 - 1999.

1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999

Producto bruto interno 141.352 189.710 228.990 236.505 250.308 243.186 256.626 277.441 288.195 281.900
(Millones de U$S corrientes)
Variación del PBI real -1,8 % 10,6 % 9,6 % 5,7 % 5,8 % -2,8 % 5,5 % 8,1 % 3,9 % -3,0 %
(Tasa de variación anual)
Inversión interna bruta fija 13,2 % 15,5 % 18,7 % 19,1 % 20,5 % 18,3 % 18,9 % 20,6 % 21,1 % 18,9 %
( % del PBI)
Variación de la inversión -16,9 % 29,9 % 32,6 % 15,3 % 20,7 % -16,0 % 8,8 % 26,5 % 8,6 % 4,7 %
(Tasa de variación anual)
Evolución de la inversión 100 130 172 199 240 201 219 277 301 315
Base 1990=100
Variación del Consumo -1,6 % 14,8 % 13,2 % 5,3 % 6,7 % -5,8 % 6,1 % 7,8 % 3,6 % 2,0 %
(Tasa de variación anual)
Evolución del Consumo 100 115 130 137 146 138 146 157 163 166
Base 1990=100
Variación de los salarios per -9,5 % -5,0 % 4,1 % 1,2 % 0,1 % 5,4 % -1,5 % 0,7 % 1,2 % 1,8 %
cápita a/ (Tasa de variación anual)
Evolución de los salarios per 100 95 99 100 100 106 104 105 107 108
cápita a/ (Base 1990=100)
Indice de precios al consumidor 1344 % 84,0 % 17,5 % 7,4 % 3,9 % 1,6 % 0,1 % 0,3 % 0,7 % -1,5 %
(Tasa de variación anual)
Exportaciones de bienes (fob) 12.353 11.978 12.235 13.118 15.839 20.263 23.760 26.430 26.441 23.318
(Millones de U$S corrientes)
Importaciones de bienes (cif) 4.077 8.275 14.872 16.784 21.590 20.122 23.728 30.450 31.404 25.537
(Millones de U$S corrientes)
Saldo de la cuenta corriente 4.552 -647 -5.488 -8.003 -10.949 -4.938 -6.468 -12.036 -14.730 -11.500
(Millones de U$S corrientes)
Deuda Externa Privada s/d 3.522 5.571 9.710 13.605 17.938 20.604 29.304 35.742 36.224
(Millones de U$S corrientes)
Deuda Pública 54.672 86.912 85.196 81.761 86.828 92.091 104.805 109.201 112.357 119.205
(Millones de U$S corrientes)
Deuda Externa Púb. y Priv. s/d 47,7 % 39,6 % 38,7 % 40,1 % 45,2 % 48,9 % 49,9 % 51,4 % 55,1 %
( % del PBI)
Déficit Fiscal -1,5 % -0,5 % 0,6 % 1,2 % -0,1 % -0,6 % -2,2 % -1,6 % -1,4 % -2,6 %
( % del PBI)
Montos no ingresados al Estado (Millones de pesos) 1.977 1.759 3.930 3.930 3.930 4.245
por reducción de contribuciones
patronales b/ (Como % del déficit fiscal c/) 790 % 121 % 70 % 89 % 97 % 58 %
Con base en datos del BCRA y de Subsecretaría Económica y Regional-MEySP. Se tomaron elaboraciones realizadas por el
CEI. A partir de 1993, el PBI está medido a precios constantes del mismo año. Valores al cierre de cada período.
a/ Salarios correspondientes al sector formal registrado.
b/ Elaborado por la Secretaría de Trabajo-MTSS sobre la base de datos de MEySP. Esta rebaja se refiere exclusivamente a la
quita por zonas de los contratos por tiempo indeterminado. No incluye rebajas por contratos promovidos o por período de
prueba. Se aplicaron las alícuotas vigentes según decretos 1520/98 y 96/99. Nota: estimado con masa salarial a valores
constantes de noviembre de 1998.
c/ Elaboración propia sobre las mismas fuentes.

130
Cuadro 2a: Indicadores Socio-ocupacionales - Argentina 1990 - 1999.

1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999
Actividad 39.0 39.5 40.2 41.0 40.8 41.4 41.9 42.3 42.0 42.8
Empleo 36.5 37.1 37.4 37.1 35.8 34.5 34.6 36.5 36.9 36.8
Desocupación 6.3 6.0 7.0 9.3 12.2 16.6 17.3 13.7 12.4 13.8
Subocupación 8.9 7.9 8.1 9.3 10.4 12.5 13.6 13.1 13.7 14.3

Cuadro 2b: Indicadores Socio-ocupacionales - Gran Buenos Aires 1990-1999.

1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999
Actividad 40.3 40.8 41.7 43.3 43.1 44.2 44.9 45.1 45.1 46.6
Empleo 37.9 38.6 38.9 39.1 37.4 36.5 36.5 38.7 39.4 39.4
Desocupación 6.0 5.3 6.7 9.6 13.1 17.4 18.8 14.3 13.3 14.4
Subocupación 8.1 7.0 7.3 9.1 10.1 12.6 13.8 13.0 14.0 15.2
Población bajo línea de
33.7 21.5 17.8 16.8 19.0 24.8 27.9 26.0 25.9 26.7
pobrezaa/
Población bajo línea de
6.6 3.0 3.2 4.4 3.5 6.3 7.5 6.4 6.9 6.7
indigenciaa/
Fuentes: Instituto de Investigaciones Gino Germani. En base a datos de la EPH.
a/Estimación realizada por la Secretaría de Programación Económica Nacional, con datos de la EPH.

2.3. El Diagnóstico Oficial


Las definiciones y estrategias gubernamentales en materia socio-ocupacional se fueron
generando de acuerdo con las configuraciones del escenario político y social. Sin embargo, es
evidente que la política laboral quedó subordinada al marco de las reformas económicas
estructurales y sometida a un particular clima ideológico de época.
Por una parte, la acumulación de problemas de recesión, hiperinflación, alta conflictividad
social y descalabro del Estado, a fines del ochenta, alimentaron en los noventa un clima
conservador en la opinión pública. Por otra parte, la salida de la crisis no daba muchas
posibilidades. La situación interna y el contexto internacional exigían al Gobierno un
acercamiento mucho más estrecho con los grupos económicos locales y financieros
internacionales, tradicionalmente opuestos al poder sindical y a las presiones estatales
(Gerchunoff y Torre, 1997; Torre, 1998).
De este modo, la forma que asumió la definición del problema se fue modelando por
cuestiones de coyuntura económica, a la par que crecía la fuerza gravitacional de los organismos
internacionales de crédito sobre las reformas estructurales. Estos factores, sin duda,
condicionaron la resolución de las pujas de poder entre organizaciones empresarias,
organizaciones sindicales, y las distintas orientaciones dentro de la propia instancia
gubernamental. En este marco, es posible reconocer la permanencia a lo largo de la década de
diagnósticos en disputa en cuanto a la definición del problema laboral y del desempleo, pero de

131
un solo discurso dominante: el diagnóstico “oficial”8. El mismo puede resumirse en los
siguientes argumentos:
- Durante las últimas décadas, las regulaciones y controles institucionales generaron altos
costos laborales y fuertes ineficiencias en el funcionamiento del mercado laboral: inelasticidad
de los precios y las cantidades e información ineficiente. Tales condiciones explican el
surgimiento de un sector informal urbano, la subocupación y el sobrempleo público. Al
producirse las reformas estructurales y modificarse la forma de inserción del país en el mercado
mundial, estas situaciones quedaron al descubierto agravando las condiciones y niveles de
desempleo.
- Las nuevas condiciones de producción, apertura económica y competitividad a nivel
mundial, impulsaron una incorporación de nuevas tecnologías, cambios organizacionales y la
modificación del proceso de trabajo, todo lo cual afectó en forma directa la cantidad de empleo
que podía generar el mercado. A la vez que, ese mismo proceso, generó una demanda de mano
de obra calificada y bajo relaciones flexibles, a la vez que una destrucción sustantiva de empleos
informales y de economías rurales de baja productividad. Parte de la desocupación se debe al
déficit educacional que presenta la oferta laboral.
- La modificación de los paradigmas productivos generaron un desfasaje entre la realidad
económica y el sistema legal de regulación de las relaciones laborales. El retraso y/o la
parcialidad en la adecuación de este sistema, dada las nuevas condiciones de producción y de
competitividad, tendieron a impactar negativamente sobre los costos laborales y las expectativas
de inversión por parte del capital. Este mismo desajuste ha generado –según el diagnóstico– un
aumento significativo del empleo en negro y la informalidad salarial. El empleo no crece debido
también a la imposibilidad de las firmas de acceder a empleos flexibles.
De acuerdo con esto, el diagnóstico oficial sostenía que las reformas estructurales debían
alcanzar al mercado laboral en función de favorecer la rápida recuperación económica e impulsar
el crecimiento. A partir de lo cual se habría de generar empleo productivo y mejorar las
condiciones de vida de la población. En cualquier caso, este diagnóstico se manifestó en las
iniciativas políticas y las recomendaciones que fueran haciendo los organismos financieros
internacionales (Guasch, J.L, 1995; World Bank, 1995; 1996) .
En lo fundamental, las reformas debían brindar normas más flexibles de contratación
laboral, menores costos impositivos e indirectos, descentralización de las negociaciones
colectivas, privatización de los servicios de seguridad social, asistencia pública a la capacitación
laboral, entre otras medidas. Pero al mismo tiempo, era necesario orientar programas de
contención social o de empleo asistido, con el objetivo de atender los efectos de pobreza y
regular la conflictividad social que habrían de generar las reformas.
En una línea contraria, se ha criticado a las reformas –fundadas en el diagnóstico oficial
mencionado– a partir del balance social de pobreza, precariedad y exclusión que han generado o
no han podido resolver dichas medidas. Al respecto:
- Se denuncia el abandono del trabajo asalariado, frente a un excesivo cuidado del
“mercado”, y que toda concesión dada al sector empresario ha implicado una mayor precariedad
laboral, sin que esto haya generado un aumento del empleo.

8 Para un análisis académico de los argumentos más comunes esgrimidos en el diagnóstico oficial puede
consultarse: Pessino, 1996; Llach, J. y Kritz, 1997; World Bank, 1995; Guasch, 1996.
132
- Se critica el “vaciamiento” institucional que ha afectado al sistema de Seguridad Social y
de protección legal de los trabajadores. Todo lo cual ha permitido el desarrollo de nuevos
negocios, la creación de un mercado de capital sin compromiso social y la transferencia directa
de fondos públicos al sector privado.
- Se argumenta que los programa de apoyo al desempleo, de empleo transitorio,
capacitación, u otros de fomento al empleo privado, resultan limitados (como en el caso del
Seguro de Desempleo), funcionales a mecanismos de distribución de prebendas y favores
políticos (en el caso del Trabajar), y/o vinculados a nuevos negocios privados (como en el caso
de las instituciones de capacitación).

2.4. Determinaciones desde las Firmas:


Ajuste por Desempleo y Flexibilización Laboral
Durante gran parte de la década, la apertura comercial, el tipo de cambio fijo sobrevaluado
y la estructura de precios relativos, operaron en contra de la mayor parte de los sectores
productivos de bienes y servicios transables. En general, la estructura de los negocios se vio
afectada por la necesidad de bajar costos en un contexto de mayor competencia, estabilidad de
precios –incluso, deflación–, y con remuneraciones poco flexibles a la baja. En particular, esto
afectó a los sectores con mayor utilización intensiva de fuerza de trabajo.
Ante esta situación, un importante segmento de firmas de firmas procuró reducir sus costos
laborales, por medio de una flexibilización “de hecho” de los contratos, lo cual se combinó con
una redefinición de los compromisos con los trabajadores a través de remuneraciones
diferenciadas por productividad.
Dentro de este comportamiento general, las empresas montaron diferentes estrategias según
el sector de actividad, la situación de cada mercado, la composición financiera y productiva de
la firma y su capacidad de inversión o expansión. Las distintas situaciones económicas
generadas, junto con el relajamiento creciente que fue experimentando el marco regulatorio
laboral, implicaron un proceso de fragmentación y heterogeneidad de las relaciones de trabajo y
los colectivos asalariados.
Al respecto, podemos reconocer tres situaciones diferentes desde el campo de las firmas,
con desigual impacto sobre las relaciones laborales y el mercado de trabajo:
1) Reconversión productiva y tecnológica –con adaptación de la calidad / cantidad de fuerza
de trabajo requerida para los procesos productivos, poniendo en juego salarios de eficiencia–
;
2) Racionalización de los procesos de trabajo y de los costos laborales –con absorción de
menor cantidad de fuerza de trabajo y exigencias de mayor productividad por unidad
empleada, a la vez que con caída de las remuneraciones–; y
3) Cierre o entrada en la ilegalidad de empresas de baja productividad –lo cual implicó
despidos, menor demanda absoluta de fuerza de trabajo, caída de las remuneraciones y/o
evasión de contribuciones patronales (empleo no registrado)–.
De esta manera, las estrategias económicas seguidas por las empresas, junto a una débil
resistencia laboral, configuraron un panorama socio-ocupacional heterogéneo con desempleo

133
creciente y mayor precariedad laboral. En este marco, cabe ubicar y explicar las posibilidades de
transformación de las relaciones asalariadas en la Argentina de los noventa en dos aspectos
fundamentales, a su vez vinculados entre sí: a) la descentralización de las negociaciones
colectivas; y b) la flexibilización interna y externa de las relaciones laborales.
- Por un parte, la proliferación de los convenios por empresa, sobre todo a partir de 1995 –
con la Crisis del Tequila–, constituye un claro indicador de la debilidad estructural que fue
imponiéndose sobre los colectivos asalariados. De esta manera, los convenios por empresa
pasaron del 21,1 % en 1992 al 86 % en 1999 (ver Gráfico 1). Este hecho, constituyó una
manifestación directa de la creciente heterogeneidad de intereses y de tipos de relaciones
laborales que fueron generando el proceso económico y las medidas de reforma. A su vez, el
desplazamiento político y la fragmentación del actor sindical no sólo sirvieron a este proceso,
sino que también se alimentaron del mismo.
- Por otra parte el proceso real de flexibilización “de hecho” que experimentaron las
relaciones laborales, se apoyó en: a) el aprovechamiento intensivo de las modalidades
contractuales promovidas mientras éstas mantuvieron vigencia; b) la negociaciones informales
por establecimiento en un marco de fuerte competencia laboral; c) las prácticas clandestinas de
auto-degradación y/o sobreexplotación propiciadas por el temor al despido (sobre todo en
pequeñas empresas con trabajadores “en negro”, pero también al interior del sector formal “en
blanco”); y d) la actualización de Convenios Colectivos por empresa y actividad con contenidos
más flexibles que los planteados por las propias leyes9.
En tal sentido, el proceso de flexibilización de las relaciones laborales fue posible –más allá
de las presiones políticas del sector empresario y las resistencias sindicales– dados los elevados
índices de desempleo y las crecientes dificultades financieras y de competitividad de las firmas
locales. Esto llevó a que en muchos casos, los objetivos de empresarios y trabajadores
coincidieran en términos de evitar el cierre y mantener los puestos de trabajo, frente a lo cual, la
flexibilización de hecho y el trabajo no registrado resultaron medidas funcionales. Estos
acuerdos tendieron en particular a generalizarse como práctica normal en las firmas de las ramas
de bienes transables, independientemente de su situación comercial –sobre todo, en el caso de
las pequeñas y medianas empresas–.
En este contexto, cabe observar que los principales avances en las reformas de la normativa
laboral –desregulación y flexibilización laboral– parecen haber ocurrido con posterioridad a los
cambios reales que iban sucediendo en la firmas y en el mercado de trabajo. En términos
generales, las primeras medidas estuvieron centradas en acompañar las reformas estructurales
desde una política de empleo, facilitando la reasignación de la mano de obra, apoyando la
recaudación fiscal y habilitando cierta disminución de los costos laborales. Sin embargo, el
desempleo creció fuertemente. La redefinición posterior acentuó los rasgos de flexibilización,
siendo “el desempleo” el argumento mismo de la necesidad de un mercado de trabajo menos
regulado.
Al respecto, por ejemplo, cabe observar que la reducción de las contribuciones patronales y
la flexibilización de los contratos significaron –entre 1993 y 1999– una transferencia fiscal
acumulada a las empresas superior a los 19.000 millones de dólares (ver Cuadro 1). En ese
sentido, es explicable que los nuevos tipos de contratos hayan servido más como una señal de legitimación de

9 Un ejemplo extremo de esta fenómeno es el convenio de actividad del sector Plásticos firmado en 1996, que
considera como PyME a las empresas de hasta 300 empleados, incluyendo así a casi toda la actividad en las normas
flexibles establecidas por la Ley 24.467 para PyMEs de hasta 40 empleados.
134
hecho de situaciones precarias, antes que contribuir a “blanquearlas”10. Esta tendencia se articuló con
una devaluación de la función reguladora del Ministerio de Trabajo en términos de proteger los
derechos laborales, velar por el cumplimiento de los convenios colectivos, impedir la evasión a
la Seguridad Social y sancionar la sobreexplotación clandestina.

Gráfico 1: Descentralización de la negociación colectiva y precarización del empleo asalariado.


Convenios y acuerdos negociados según ámbito de aplicación.

100 34,4 36
32,7 32,3 32,3
80
32

60
28,5
27,7
27,1
26,1 28
86,3 86,1
40 80,3
24,2 70,4
63,8
42,3 52,2 51,5 20,4 24
20 41,7 40,4 38,1
39,2 34,2 14,9 12,8 11,9
21,126,8 10,4 9,2
18,6 17,9 2 4,8 0,9 2
0 20
1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 (1)

Empresa (%) Rama (%) Actividad (%) % Asalariados sin beneficios (2)

Fuente: Dirección Nacional de Relaciones del Trabajo en base a datos de la Dirección Nacional de Negociación Colectiva.
(1) Proyectado a partir de datos para el primer semestre de 1999.
(2) Porcentaje de asalariados ocupados que no perciben ningún beneficio social, Fuente: Instituto de Investigaciones
Gino Germani en base a los datos de la EPH.

2.5. Diez Años de Reformas Laborales


El desarrollo que a continuación se presenta hace un balance de las principales medidas de
intervención oficial adoptados en ese campo, a la vez que recoge diferentes instancias de
resolución relativa de ese proceso, teniendo en cuenta la coyuntura económico-política y la
intervención de diversos grupos de interés.
Al respecto, es posible constatar que las medidas de reformas no siguieron un curso lineal,
quedando su resolución sujeta a las pujas de poder entre grupos empresarios, organizaciones
sindicales, presiones externas y distintas orientaciones dentro de la propia instancia
gubernamental. Por lo mismo, lejos estuvieron las reformas laborales de constituir un proceso
lineal y continuo. En el Recuadro No. 1 de este capítulo se presenta una reseña cronológica de
este proceso.

10 Esta apreciación es coherente con el hecho que señala A. Marshall (1998) de que, a pesar de la implementación de
nuevos contratos promovidos y del período de prueba, entre 1995 y 1997 el trabajo no registrado haya crecido,
representando el 67 % del aumento total neto de empleo asalariado (datos de MEyOSP, IE, II Trimestre, 1997 para
GBA).
135
De la revisión de los cambios normativos y las políticas en materia laboral, destaca el hecho
de que en los inicios de la administración menemista, la reforma de las instituciones laborales no
ingresó en la agenda de gobierno con carácter de prioridad –tal como sucedió con aquellas
referidas al campo económico–. Al respecto, cabe destacar que un cumplimiento estrictamente
lineal por parte del gobierno de las propuestas surgidas de los sectores neoliberales, hubiera
resultado –desde la óptica de la oportunidad– particularmente problemático, debido a la
estrecha relación entre el partido gobernante y los principales sindicatos.
Durante la primera etapa, junto a la necesidad de los cambios económicos estructurales, se
instaló en la agenda el desafío de acompañar las medidas de reestructuración económica con
políticas de empleo: subsidios de desocupación, programas de empleo, reconversión laboral,
regulación de los conflictos y modernización de las relaciones del trabajo.
La Ley Nacional de Empleo sancionada a fines de 1991, introdujo cambios importantes en
materia de regulación estatal. En tal sentido, dicha Ley se planteaba como principal función ser
una herramienta de prevención y regulación de los desequilibrios laborales y sociales que
prometían los cambios estructurales11. A pesar de que el contenido de la Ley no alcanzaba a
satisfacer al sector empresario, cabe reconocer un punto de inflexión en la normativa laboral
hasta entonces vigente: la introducción de las modalidades contractuales por tiempo
determinado rompió con la tradición según la cual la contratación temporaria debía justificarse
por las características de las tareas o de la actividad de la empresa. Sin embargo, la utilización
efectiva de los nuevos contratos fue muy limitada debido a que sólo podían habilitarse por
Convenio Colectivo lo que requería el acuerdo de los sindicatos.
Pero a través de la década, la reconfiguración del escenario político –y la evolución de la
economía– irían modificando el estado inicial de situación, alcanzando las iniciativas de reforma
laboral una importancia más estratégica. En ese marco, la Convertibilidad se transformó poco a
poco en la base para todo planteo de política económica –implicando a la vez la renuncia a
instrumentos propios de ésta, como la devaluación o la emisión monetaria–. A la vez que en la
agenda fue cobrando cada vez mayor preeminencia el debate sobre la competitividad y el costo
país. Esta creciente preocupación culminó por distintos motivos políticos y económicos en el
problema de los “costos laborales”, presentados como excesivos y como traba para el
crecimiento del empleo.
De esta manera, las reformas laborales más significativas para el sector privado ocurrieron
después de 1991. En efecto, bajo la presión del sector empresarial y de los organismos
financieros internacionales, el Gobierno asumió la tarea de extender las reformas estructurales al
campo laboral. Las medidas más importantes se centraron en la reducción de las contribuciones
patronales, la flexibilización de los contratos laborales y la introducción de capital privado en el
ámbito de la seguridad social y la atención de la salud. En el mismo sentido, se tomaron
decisiones tendientes a “deslegitimar” la capacidad de intervención y negociación sindical en
diferentes aspectos.12
En términos generales, cabe reconocer dos líneas de intervención –con estrecha relación
entre sí– como ejes de la política de reformas: a) a nivel del proceso productivo, flexibilización y

11 Según sus propios argumentos, la Ley de Empleo procura “mejorar las situación socioeconómica de la
población, y para ello adoptará como eje principal la política de empleo...” (Considerandos de la Ley Nacional No.
24.013).
12 Al respecto, la multiplicación de los convenios por empresa puede entenderse como una manifestación directa
de la heterogeneidad de intereses laborales, en un marco de creciente fragmentación y debilidad de las sindicatos por rama
y actividad para intervenir en las relaciones laborales.
136
reducción de costos laborales (flexibilidad interna y externa; disminución de impuestos y cargas
laborales –reducción del salario indirecto–); b) a nivel político, debilitamiento del poder sindical
(reglamentación del derecho de huelga, descentralización de la negociación llevándola al ámbito
de la empresa; la quita del manejo centralizado de las Obras Sociales a los sindicatos). Como un
complemento no necesariamente ligado a la flexibilización productiva en sí, sino al avance del
capital financiero sobre una rentabilidad extraordinaria13, puede reconocerse un tercer eje
referido al proceso de privatización de la Seguridad Social, con creación de un mercado de
capitales y nuevos negocios en el área social (privatización de los fondos previsionales –AFJP–,
implementación de las aseguradoras de riesgos del trabajo –ART–, y desregulación de las Obras
Sociales).
Según el “diagnóstico" oficial, este conjunto de acciones habría de generar una mayor
inversión y, por lo tanto, un crecimiento sostenido y genuino del empleo. Sin embargo, no es
posible encontrar resultados positivos evidentes en esta materia. Como ejemplo, la reducción de
aportes patronales insumió un alto costo económico fiscal (Cuadro 1), sin que existan evidencias
claras y contundentes que muestren que esta transferencia hayan generado más puestos de
trabajo que los que se hubiesen generado de todos modos. Por el contrario, crecieron el
desempleo, la subocupación y el trabajo precario.
En este marco, comenzó a cambiar la función del Ministerio de Trabajo. Esta área de
gobierno empezó a tener como prioridad atender la desocupación estructural y la conflictividad
social emergente. Para ello contó con el Seguro de Desempleo, becas de capacitación y los
llamados Programas de Empleo Transitorio (Programa Trabajar). Durante estos años –pero
sobre todo a partir de 1995–, no poco esfuerzo presupuestario fue empeñado en este sentido. 14
Esta situación se vio acompañada con pérdida en la capacidad fiscalizadora del Ministerio
de Trabajo, en términos tanto de hacer cumplir los convenios celebrados como de impedir la
sobreexplotación clandestina (ya sea totalmente “en negro” o con horas extras impagas). Esto
tuvo importancia debido a sus efectos materiales y simbólicos sobre las relaciones laborales: si
las leyes en abstracto exigen un empleo registrado, a la vez que permiten prácticas de
flexibilización y de subregistro, al combinarse con la falta de control, el primer elemento queda
debilitado resultando así un escenario de fuerte desprotección de los trabajadores.
Frente a ello, sea en un marco de “acuerdo” o de “desacuerdo”, el sindicalismo oficial
mantuvo una estrategia esencialmente defensiva, apuntando prioritariamente a una
conservación de atribuciones corporativas y poderes (defensa de los fondos de las Obras
Sociales), antes que a la defensa de derechos laborales y condiciones de trabajo. Así, la
resistencia sindical se concentró en la oposición a la estrategia de reforma dirigida al
debilitamiento del poder sindical –a través de la descentralización de la negociación colectiva y
la desregulación de las Obras Sociales–, a la vez que fue cediendo posiciones en otros campos
(flexibilidad interna y aportes patronales, por ejemplo). De esta manera, fue obteniendo en cada
etapa una concesión que le aseguraba la conservación de alguna cuota de poder, no obstante lo
cual en el balance, su posición no pudo más que debilitarse.

13 El objetivo de reducción de costos laborales del nuevo sistema de riesgos de trabajo es en principio
independiente de la manera concreta en que se diseñan las funciones y características de las aseguradoras, lo cual está más
relacionado a los intereses del sector financiero, que aprovecha el nuevo negocio. Lo mismo puede decirse de la reforma al
sistema previsional y de los beneficios que se aseguró el capital financiero a través de las Administradoras de Fondos de
Jubilación y Pensión.
14 Al respecto, se estima que el conjunto de acciones emprendidas en política de empleo implicaron, entre 1992 y
1999, un gasto acumulado de 3.500 millones de dólares.
137
La situación general llevó a la fragmentación del movimiento obrero, generando a lo largo
del proceso político divisiones en la estructura sindical. En este marco, el sindicalismo disidente
mantuvo posiciones de fuerza de alto impacto, las cuales, sin embargo, no lograron redefinir la
agenda pública. Más recientemente, el crecimiento del sindicalismo disidente, en el marco de
tres huelgas generales que han cuestionado la Ley de Reforma del 2000 y otras medidas
económicas del nuevo gobierno, plantea interrogantes sobre el papel y las posibilidades del
sindicalismo en el escenario político futuro.
¿En ese contexto, más allá del cambio de gobierno o de los vaivenes políticos, es posible
reconocer un marco general de objetivos estratégicos a la política laboral a lo largo de la década?
En principio creemos que sí: las acciones de reforma y el conjunto de otras medidas
sirvieron sobre todo para “fisurar” el marco institucional "proteccionista" y “tripartito” bajo el
cual se estructuraron por más de cincuenta años las relaciones laborales en Argentina. A partir
de lo cual, ha quedado abierta la posibilidad de fundar –en un sentido más estructural– un orden
laboral más "flexible", en coincidencia con las exigencias del nuevo escenario económico y
político. Medidas como la caída de la ultra-actividad y la negociación colectiva descentralizada
–incorporadas en la última reforma de 2000– constituyen instrumentos idóneos para lograr
finalmente tal objetivo.
Es en estos términos que debe ser comprendido el discurso político de oposición que ha
mantenido el –establishment económico–, y que se hizo presente a lo largo del proceso de
reformas. En efecto, a pesar de que las posturas empresarias casi siempre encontraron respuesta
en el rumbo concreto de las reformas laborales, no obstante, nunca –o casi nunca– dejaron de
expresar su disconformidad por el alcance siempre “limitado” de las mismas.
La persistencia de la idea de que las reformas han sido y son “insuficientes” supone aceptar
como verdad el diagnóstico según el cual la única forma de organización eficiente de la
producción social –y del mercado de trabajo en particular– consistiría en la ausencia de
mediaciones sindicales y la inexistencia de límites a las prerrogativas empresarias para disponer
de la mano de obra. Todas estas apropiaciones –en rigor, asimilaciones– discursivas son las
formas en que actores interesados logran que sus preferencias se instalen en la agenda pública y,
aún más, que sus ideas e intereses se conviertan en sentido e interés común.

138
Apéndice: Recuadro I:
REFORMAS LABORALES: PRINCIPALES CAMBIOS NORMATIVOS Y ACONTECIMIENTOS
POLÍTICOS (1989-2000)

NORMATIVA LEGAL CONTEXTO POLITICO


1989
Decretos 1477 y 1478/89.
Min. de Trabajo: J.Triaca
Ley de Reforma del Estado 23.696. julio
Min. de Economía: N.Rapanelli
División de la CGT: La CGT-San Martín que se decía
Ley de Emergencia Económica 23.697. menemista y la CGT- Azopardo denominada opositora y
liderada por S. Ubaldini.
diciembre Min. Economía: A.E.González
1990
Se conforma el grupo de los 8 liderado por Chacho Álvarez.
Decretos 435/90, 620/90 y 1757/90. Sector público. Renuncian al partido en protesta contra el rumbo impreso
por el gobierno.
Saqueos a comercios y supermercados en diversas ciudades
febrero- del país por shock hiperinflacionario. Protestas políticas,
manifestaciones sociales y sindicales.
1991
Decreto 1334/91. Aumento de salarios por
enero Min. de Trabajo: R. Díaz Min. de Economía: D. Cavallo.
productividad.
Decreto 2284/91. Desregulación económica. octubre
Ley Nacional de empleo 24.013
noviembre
Ley de accidentes de trabajo. 24.028
Ley 24.070. El Estado Nacional absorbe pasivos de Nace la CTA, conformada por ATE, CTERA, y UOM Villa
diciembre
las Obras Sociales. Constitución.
1992
Reunificación de la CGT. Se oponen a la reforma de las
febrero
Obras Sociales
La CGT lanza la propuesta de un paro general en reclamo
julio de la derogación del decreto 1334/91 y en rechazo del
proyecto de privatización del sistema previsional.
Primer paro general de la CGT en repudio a la política
socioeconómica y laboral del gobierno de Menem.
diciembre Min. de Trabajo: E. Rodríguez
1993
Decreto 470/93. Salarios/Negociaciones Colectivas.
Decreto 9/93. Obras Sociales. Libre elección (no se
efectivizaría hasta 1997).
Ley 24.240 de Jubilaciones y Pensiones. Se crean las La CTA convoca un paro en contra de la política del
septiembre
AFJP. gobierno.
Decreto 2609/93. Reducción de aportes patronales Min. de Trabajo: A. C.
diciembre Pacto Fiscal.
(rige a partir de enero de 1994). Figueroa

139
1994
La CGT convoca un paro general, que finalmente no se
lleva a cabo, en repudio de la reducción de aportes
patronales.
Acta-Acuerdo entre el Gobierno, la CGT y las
enero
organizaciones de PyMEs.
Nacimiento del MTA. Se oponen a la política
febrero
socioeconómica.
Decreto 1829/94. Deudas previsionales Obras
abril Elecciones para constituyentes.
Sociales.
Acuerdo Marco para el Empleo, la Productividad y la
julio Equidad Social. Pactan la CGT, el gobierno y los
empresarios (Grupo de los 8).
La CTA y el MTA realizan la Marcha Federal.
agosto
Paro general convocado por MTA y CTA.
1995
Decreto 372/95. Aportes patronales. enero
Ley 24.465. Fomento del Empleo.
marzo
Ley 24.467. Estatuto PyME.
Mayo Elecciones presidenciales. Reelección de Menem.
Decreto 292/95. Aportes patronales: rebajas entre 30
y 80%. Traslada a la DGI la facultad de recaudar y
Agosto
redistribuir los fondos entre las Obras Sociales,
relegando a la ANSSAL, que controlaba la CGT.
Decreto 372/95. Aportes patronales: se disminuye la
magnitud de la rebaja (ahora entre 0 y 50 %) pero se
generaliza a todos los sectores.
Paro General. Apoyado por CGT, MTA y CTA. Se
planteaba que el decreto 292/95 era inconstitucional al
Decreto 492/95. Exceptúa a las Obras Sociales de las
Septiembre quitar autoridad a los gremios sobre el control de las Obras
rebajas decretadas en el dec. 292/95.
Sociales. Protesta obrera más con mayor adhesión desde
1989.
1996
La CGT fijó para marzo un paro general frente a la falta de
respuesta satisfactoria a los reclamos de los trabajadores que
se referían al problema del desempleo, a los créditos para las
PyMEs, la reconversión del sistema de Obras Sociales, el
monto del IVA, la reactivación industrial, los planes de
vivienda, etc.
Se creó el Consejo del Trabajo y el Empleo. marzo La CGT anuló el paro apostando a la "Concertación".
Ley 24.700. Régimen de Contrato de Trabajo. Elecciones a Jefe de Gobierno y a estatuyentes de la Cap.
Ley 24.577. Riesgos de Trabajo. Crea las ART. Fed. Triunfos de De la Rúa (UCR) y de Meijide (Frepaso).
Ley 24.714. Régimen de Asignaciones familiares.
junio
Decretos 770/96 y 771/96.
julio Cavallo deja Economía y es reemplazado por R. Fernández.
Paro General. Convocado por CGT y MTA en repudio a
la reducción de las asignaciones familiares y el gravamen de
los tickets canasta, las ultimas disposiciones de la gestión de
agosto Cavallo.
Apagón. Amplia adhesión. Convocado por la UCR y el
Frepaso.

140
Paro general de un día y medio, convocada por CGT. El
objetivo era confrontar contra el proyecto económico de
septiembre
Roque Fernández. Fue el paro más significativo en contra
del gobierno de Menem.
Decreto 1141/96. Fija la fecha a partir de la cual se
octubre
podrá optar entre distintas Obras Sociales.
Decretos 1553/96, 1554/96, 1555/96: se terminaba
Se rompe el diálogo entre sindicalistas y gobierno para
con el principio de la ultraactividad, se limitaba el rol
diciembre consensuar la reforma laboral. Paro nacional convocado por
negociador sindical, y se autorizaba las negociaciones
CGT, con poca repercusión.
con las comisiones internas en PyMEs .
1997
Se declara una tregua laboral entre empresarios, gobierno y
febrero
sindicatos.
Los máximos representantes del sector patronal rompen la
marzo tregua, rechazan la propuesta de respetar un rol activo del

sindicalismo.
La Justicia declara inconstitucionales los decretos La CGT amenaza con un paro general para mayo, una
1553/96 y 1554/96. vez rota la concertación.
CTERA instala la Carpa Blanca en demanda de una ley de
abril
financiamiento educativo y mejores salarios.
La CGT anuncia un paro de 36 hs. para junio, que no se
El MTSS legalizó a la Central de Trabajadores realizaría.
mayo
Argentinos co mo entidad de tercer grado. Pacto gobierno-CGT para una ley de flexibilización. Fue
rechazado por el MTA, la UOM, la CTA y la UIA.
Marcha Nacional por el Trabajo a Plaza de Mayo y
julio
convocatoria a un paro para agosto. CTA, MTA, UOM.
Paro General de CTA, MTA y UOM en rechazo al pacto
agosto
Gobierno-CGT.
Triunfo de la alianza en las elecciones legislativas a nivel
octubre
nacional y en el distrito clave de la Provincia de Bs. As.
diciembre Min. Trabajo. A.E. González.
1998.
Decreto 1520/98. Reducción de aportes patronales.
Ley 25.013 de Reforma Laboral. septiembre
1999
mayo Min. de Trabajo: Uriburu
Decreto 96/99. Reducción de aportes patronales.
Decreto 146/99. Reglamenta Ley “PyME”.
Min. de Trabajo: Flamarique
diciembre
Min. de Economía: Machinea
2000
Elecciones para Jefe de Gobierno. Triunfo de A. Ibarra
Ley 25.250 de Reforma Laboral. mayo
(Alianza)
Paro general acatado por todas las centrales sindicales. Es
junio
por el ajuste y la desregulación de las Obras Sociales.
Min. de Trabajo: P. Bullrich


La CGT demandaba la participación excluyente del sindicato con personería gremial en la discusión de los
convenios por rama de actividad, aceptaba que la vigencia de los actuales convenios no sea indefinida pero propiciaba un
plazo de 4 años para negociar los nuevos convenios. El grupo de los 8 propugnaba la negociación por empresa con las
comisiones internas y proponía que los nuevos convenios se discutiesen sólo durante dos años.
141
Paro general de un día y medio acatado por todas las
noviembre
centrales sindicales.

3. Relaciones laborales y precariedad en el empleo

3.1. El Estudio Empírico de la Precariedad Laboral


Luego de haber reseñado las transformaciones del marco laboral, resulta necesario centrar la
mirada en el balance socio-ocupacional dejado por las relaciones laborales asalariadas concretas
desplegadas ya sea como antesala o como expresión de los marcos institucionales que fueron
siendo establecidos.
La situación económico-ocupacional y los cambios político-institucionales ocurridos en la
Argentina durante los últimos diez años expresan las condiciones crecientemente desfavorables
–en términos objetivos y subjetivos– bajo las cuales debieron desenvolverse el trabajo asalariado
y las formas asociativas del mismo.
Un elemento central de este proceso de deterioro está definido por la magnitud que alcanzó
y alcanza el desempleo estructural y la imposibilidad de acceder a fuentes alternativas de
supervivencia autónoma por parte de los desocupados. Un segundo aspecto del problema, está
dado por la precarización de las relaciones laborales y de las condiciones de trabajo de los
trabajadores ocupados. Ambas situaciones, nutren el debilitamiento que experimenta la
capacidad de presión y negociación colectiva de los trabajadores, a la vez que intervienen en
forma directa sobre la construcción misma del sujeto social asalariado y su voluntad política.
De esta manera, desempleo y precariedad laboral expresan buena parte del nuevo panorama
social y político de nuestro país. Al mismo tiempo que en el campo económico y de la estructura
socio-ocupacional, ambos fenómenos constituyen –dada su magnitud y persistencia– una
expresión directa de fenómenos más generales como la “segmentación” productiva y la
diferenciación-polarización social.
En este apartado es nuestro interés hacer un balance comparativo sobre los cambios
experimentados en las condiciones objetivas de realización del empleo asalariado durante la
década del noventa (1990-1999). Nuestro objetivo es entonces recoger más o mejores
evidencias sobre los determinantes del cambio social y de la fragmentación que experimentan
los colectivos laborales, en particular, el trabajo asalariado.
Para ello, hemos abordado la evaluación de los cambios asociados a la precariedad de las
relaciones laborales, definiendo a ésta como la imposibilidad de acceder a los beneficios sociales
que establece la normativa vigente para las relaciones laborales asalariadas (descuento por
jubilación, aguinaldo, vacaciones, seguro de empleo, obra social e indemnización por despido).
Por lo tanto, serán para nuestro análisis “precarios” aquellos trabajadores asalariados que no
reciban por lo menos alguno de dichos beneficios (sin hacer distinción entre los mismos); y serán
“protegidos”, los que perciban todos los beneficios sociales.
A partir de esta definición, nos peguntamos: ¿En qué medida el aumento de la precariedad en las
relaciones laborales estuvo asociada a cambios en los patrones de organización productiva y de selección socio-
ocupacional por parte de las empresas?¿Se han creado nuevos núcleos de trabajadores precarizados,
diferenciables según atributo del sector y tamaño de las empresas? ¿Son las características sociodemográficas una
142
marca de distinción laboral? ¿Existen requerimientos educacionales o de calificación, sexo y edad específicos a
partir de las nuevas formas de organización productivas aplicadas por las empresas y sectores?
Para poder responder estas cuestiones se hace un análisis comparado –ente 1990 y 1999–
de los factores que mejor predicen la probabilidad estadística de que un trabajador asalariado
esté sujeto a una relación laboral “precaria”. Para tal efecto, se considera en ambos años a un
mismo conjunto de predictores objetivos, evaluando en cada caso la fuerza y sentido singular de
los mismos como explicativos o asociados a la condición de precariedad15.
El análisis estadístico de los datos se presenta en dos fases. En primer lugar, se analizan
tablas de contingencia simples con el objeto de caracterizar los cambios ocurridos en la
composición del trabajo asalariado y en la calidad del mismo, para cada uno de los perfiles
productivos y socio-ocupacionales considerados como factores explicativos. En segundo lugar,
se presentan los resultados de haber ajustado diferentes modelos de regresión. Se evalúan los
cambios en el peso de cada factor de incidir o no sobre la precariedad laboral, controlando el
efecto de los demás. Dado el carácter categorial y dicotómico del fenómeno a explicar, y la
estructura compleja de predictores que debieron ser considerados, la técnica que mejor se ajustó
a la solución al problema fue la Regresión Logística16.
Como fuente empírica hemos empleado los micro datos de las ondas de octubre de los años
de 1990 y 1999 de la EPH (Encuesta Permanente de Hogares) del INDEC, para el Área
Metropolitana de Buenos Aires. Constituye nuestra unidad de análisis la población asalariada
ocupada de 15 o más años de edad17.

3.2. Balance de la precariedad en los ´90


Presentamos en este apartado un balance de la precariedad entre los años 1990 y 1999 a
partir de sus variaciones netas. En principio, buscamos dar cuenta de cómo se ha producido este
despliegue de características cada vez más heterogéneas intentando dar respuesta a ciertos
interrogantes: ¿afectó este proceso a todos los sectores de la población asalariada por igual? De no haber sido
así, ¿cuáles son los perfiles sociodemográficos y ocupacionales de los trabajadores que han sufrido el mayor
impacto? Por otra parte, desde los diferentes sectores económicos demandantes de fuerza de
trabajo, ¿cuáles son aquellos que no sostuvieron o dejaron de crear puestos de trabajo protegidos?
El objetivo general es analizar la precariedad, pero aquí buscamos hacerlo a la luz de la
nueva dinámica de la organización económica y de la redefinición de las relaciones laborales
presente en los años noventa. Con la premisa que si bien en términos generales el proceso
económico y de reformas institucionales mostraron un resultado netamente positivo en el
ámbito de la producción, la inversión y el consumo, como balance, los indicadores del empleo
evidenciaron: a) la tendencia al crecimiento continuo de empleos precarios, b) la destrucción de
los empleos protegidos y c) la creciente incorporación de los trabajadores asalariados a
situaciones de desocupación. La precariedad laboral, en definitiva, se profundizó y se extendió
en la población de trabajadores asalariados en los mercados de trabajo urbanos a lo largo de la
década del noventa.

15 Las variables utilizadas pueden consultarse en las Figuras 1 y 2.


16 Para mayor información sobre este procedimiento, la interpretación los estadísticos y el análisis de los modelos
utilizados, ver Anexo Metodológico: Algunas consideraciones sobre el modelo de Regresión Logística.
17 Se excluyen a los trabajadores del Servicio Doméstico y a los de la Administración Pública con el fin de no
generar dificultades y desbalances en el análisis de todos los asalariados en conjunto. Los primeros por ser “típicamente”
precarios y los segundos, al contrario, por ser “típicamente” protegidos.
143
En este sentido, el Cuadro 3 muestra como saldo neto del proceso la precarización de los
trabajadores asalariados. En efecto, junto a un crecimiento neto del 13,6% de la fuerza de
trabajo asalariada protegida entre 1990 y 1999, se registró un incremento del 29% de los
trabajadores asalariados que carecen de alguno o todos los beneficios sociales. Es importante
destacar que la desocupación asalariada se incrementó al mismo tiempo más del 200%. Esta
tendencia general de deterioro puede observarse como un proceso firme a lo largo de toda la
década a pesar de haber enfrentado escenarios cambiantes, caracterizados fundamentalmente
por los ciclos de expansión-recesión de la economía.

Cuadro No 3: Distribución de la población asalariada (PEA) de 15 años y más según Condición de


Precariedad para el Gran Buenos Aires*. Octubre 1990 y 1999.
-Participación y variación porcentual 90-99-
Asalariados Activos
Variación
Trabajadores Asalariados 1990 1999
Porcentual
Ocupados
No Precarios 61,3% 53,8%
Absolutos 1.583.183 1.798.381 13,6%
Precarios 33,1% 33,1%
Absolutos 856.372 1.106.123 29,2%
Desocupados 5,6% 13,2%
Absolutos 144.744 440.824 204,5%
Total 100% 100%
2.584.299 3.345.328 29,5%
Fuente: Instituto de Investigaciones "Gino Germani", FCS, UBA con base en datos de EPH-INDEC.
*Se excluye al servicio doméstico, administración pública y defensa y actividades primarias.

3.2.1. Factores relacionados con los perfiles socio-laborales del empleo asalariado
En esta sección analizaremos la composición de la fuerza de trabajo y la relación de acceder
a un puesto de trabajo precario para un conjunto de perfiles sociodemográficos definidos18. En
ambos casos se analiza el cambio entre un año y otro (1990 y 1999) (Cuadro 4 a y b).
Como podemos apreciar, la precariedad aumentó en general para toda la población
asalariada, pero lo hizo de forma más acentuada en aquellos grupos que ya en el año 1990 se
encontraban en una peor situación laboral o, en algunos casos, en aquellos que presentaban una
situación intermedia y fueron acercándose a los que ya presentaban a inicios de la década las
peores condiciones laborales.

Jefatura del Hogar


Como aspecto más llamativo, se observa una fuerte caída de la participación de los jefes de
hogar entre los asalariados, que tuvo como contrapartida un aumento de los puestos ocupados
por trabajadores "secundarios" (otros miembros del hogar). Este incremento respondió al
conocido aumento de la tasa de actividad y de la tasa de empleo de esta última población. La

18 Entendidos no sólo como atributos pertenecientes al trabajador sino también como expresión de las reglas y
criterios de distribución de empleos en el mercado de trabajo.
144
condición laboral de estos trabajadores partió de un nivel bajo de protección que fue
disminuyendo levemente hacia 1999.

Cuadro No 4a: Composición socio-demográfica de la población asalariada ocupada de 15 años para el


Gran Buenos Aires*. Octubre 1990 y 1999. EPH.
-Porcentajes y variación porcentual 90-99-
Asalariados
Variación
Indicadores Socio-demográficos 1990 1999
Porcentual
Jefatura del hogar Jefe 50,7 48,9 -3,6
No Jefe 49,3 51,1 3,7
Jóvenes (15 a 24 años) 22,6 22,3 -1,3
Grupos de edad Adultos (25 a 44 años) 51,0 49,9 -2,2
Adultos Mayores (45 años y más) 26,5 27,8 4,9
Sexo Varones 66,7 61,5 -7,8
Mujeres 33,3 38,5 15,6
Hasta Secundario Incompleto 59,8 47,8 -20,1
Nivel de Instrucción Hasta Secundario Completo 18,0 20,2 12,2
Universitario o Superior (comp. e inc.) 22,2 32,1 44,6
TOTALES 100,0 100,0 -
Fuente: Instituto de Investigaciones "Gino Germani", FCS, UBA con base en datos de EPH-INDEC.
*Se excluye al servicio doméstico, administración pública y defensa y actividades primarias.

145
Cuadro No 4b: Distribución de la población asalariada precaria de 15 años y más por Indicadores Socio-
demográficos*. Octubre 1990 y 1999.
-Porcentajes y variación porcentual 90-99-
Asalariados Precarios
Variación
Indicadores Socio-demográficos 1990 1999
Porcentual
Jefatura del hogar Jefe 28,7 33,1 15,3
No Jefe 41,6 42,8 2,9
Jóvenes (15 a 24 años) 56,4 55,3 -2,0
Grupos de edad Adultos (25 a 44 años) 29,9 33,2 11,0
Adultos Mayores (45 años y más) 27,1 33,0 21,8
Sexo Varones 36,1 40,0 10,8
Mujeres 33,1 35,0 5,7
Hasta Secundario Incompleto 40,1 47,0 17,2
Nivel de Instrucción Hasta Secundario Completo 25,6 34,4 34,4
Universitario o Superior (comp. e inc.) 29,2 27,2 -6,8
TOTALES 35,1 38,1 8,5
Fuente: Instituto de Investigaciones "Gino Germani", FCS, UBA con base en datos de EPH-INDEC.
*Se excluye al servicio doméstico, administración pública y defensa y actividades primarias.

Sin embargo, a principios de la década, es la situación laboral de los jefes de hogar la que
empeoró más significativamente. Este hecho cobra mayor relevancia en los jefes que
constituyen la principal fuente de ingreso de los hogares y, por tanto, con mayor responsabilidad
dentro del hogar. Este aumento de la condición de precariedad para los jefes de hogar es
también preocupante porque redunda a su vez en un empeoramiento de la situación laboral para
el resto de los miembros del hogar. Éstos, al salir al mercado de trabajo para tratar de aportar
nuevos ingresos –muchas veces sin estudios formales concluidos y sin experiencia–, se
encuentran generalmente con escollos tanto o más graves que los de los mismos jefes de hogar.
Grupos de Edad y Sexo
Por otra parte, para el año 1999 se observa un aumento en la participación de las mujeres
que es acompañado por un retraimiento en igual grado de la participación de los hombres.
Podría pensarse que este aumento además de haber sido condicionado por fenómenos sociales y
culturales, como la creciente importancia de las jefas de hogar, estuvo ligado al carácter más
“femenino” del sector de actividad que más crecimiento tuvo en la década: el de Servicios.
Asimismo, entre las mujeres aumentó en menor grado la incidencia de la precariedad que entre
los varones.
Para el grupo de adultos se observa un mayor aumento de la precariedad, mientras que los
jóvenes presentaron una disminución de la misma. Sin embargo, este dato llamativo será
contrastado en el análisis de regresión, incluyendo otras dimensiones de análisis como ser el
nivel de instrucción.
Nivel de Instrucción
Otro aspecto que resalta, transcurrida la década, es el fuerte incremento de asalariados con
estudios universitarios o terciarios, ya sean completos o incompletos. Esto tuvo como
contrapartida una muy importante disminución en la proporción de asalariados que no
alcanzaron a completar el secundario. Esta modificación podría estar reflejando una tendencia al
aumento de los niveles y credenciales educativas de la población activa, tal vez, debido a un

146
recambio generacional. Una lectura rápida escondería el hecho de reconocer que fueron los
sectores de menor nivel educativo los más duramente golpeados por la precariedad.
Viendo a los ocupados, para 1990 el porcentaje de protegidos para esta población de menor
instrucción era mucho más bajo que para el resto. En 1999 se puede apreciar una mayor
segmentación, ya que si bien todos los sectores empeoraron su condición, los trabajadores que
completaron sus estudios secundarios aumentaron su precariedad a tal punto que se ubicaron a
medio camino entre los de nivel de instrucción bajo y los de instrucción universitaria. Esto
estaría dando cuenta de un aumento de la brecha para obtener un empleo protegido entre
aquellos que alcanzaron a ingresar en el nivel terciario y universitario, y todos aquellos que no
sobrepasaron el nivel secundario.
Debemos mencionar que a pesar de haberse registrado una caída en la participación de las
calificaciones profesionales (como se verá en el análisis de la demanda), aumentó el número de
asalariados con estudios de nivel universitario, comportándose ésta población de manera inversa
a la esperada. Esto podría estar reflejando el fenómeno conocido de la inserción de muchos
trabajadores en puestos de calificación menor a la obtenida en sus estudios.
Respecto a estos perfiles, en general, puede decirse que la precariedad del empleo aumentó
en la mayoría de los sectores de la población, pero no lo hizo de forma más pronunciada en
aquellos trabajadores que se insertaron por primera vez o que solían en años anteriores
mantenerse al margen del mercado laboral (jóvenes, mujeres y otros trabajadores “secundarios”)
sino, sorprendentemente, entre los jefes de hogar y en el grupo de adultos varones, así como
también entre aquellos que completaron un nivel de educación intermedio.

3.2.2. Factores relacionados con la estructura productiva del empleo asalariado


La reestructuración de la economía en la última década ha tenido como consecuencia que
las características del empleo estén signadas –cada vez más– por el sector de la economía al cual
el trabajador pertenece. Esto se refleja en que mientras para ciertas ramas y ciertos tamaños de
establecimiento aumentó la proporción de asalariados precarios, o bien se mantuvo en un nivel
alto, para otras la protección se mantuvo o hasta mejoró (Cuadros 5a y 5b).
Rama de Actividad
A principios de la década se observa que algo más de un tercio de los trabajadores
asalariados se concentraban en la rama Industrial, y más de un cuarto en Servicios restantes19.
Para el año 1999, la población asalariada industrial disminuyó su participación, en tanto el resto
de las ramas aumentaron su participación, siendo los casos más marcados los de Construcción,
Transporte y Servicios Restantes (que superó en su peso a la Industria).
Esto refleja no sólo el proceso de terciarización de la economía, sino también importantes
cambios en el sector industrial. Transformaciones asociadas fundamentalmente a la
profundización de la apertura y de la integración regional y a la disminución de los incentivos
fiscales. Este nuevo escenario fue enfrentado por parte de algunas empresas mediante la
incorporación de innovaciones tecnológicas y organizacionales. Para otras empresas industriales,
fundamentalmente las PyMEs con menos recursos para encarar su reconversión, se observó la
generalización de cierres y despidos, o bien la precarización de los puestos de trabajo que se
mantuvieron o que fueron creados. Este proceso dual se reflejó en el crecimiento de la

19 Se excluye Enseñanza y Salud.


147
productividad en la industria (concentrado en las grandes empresas), dado que el empleo
industrial cayó mucho más que el producto industrial. De tal forma, muchas empresas de la
industria sólo pudieron resistir la crisis bajando los costos laborales, utilizando como principal
herramienta la reducción de los beneficios de los trabajadores.

Cuadro No 5a: Composición Socio-laboral de la población asalariada ocupada de 15 años y más para el
Gran Buenos Aires*. Octubre 1990 y 1999. EPH.
-Porcentajes y variación porcentual 90-99-
Asalariados
Indicadores Socio- Laborales 1990 1999 Variación
Porcentual
Industria Manufacturera 33,6 22,1 -34,2
Construcción 4,1 6,0 46,3
Rama Comercio 14,0 14,7 5,0
Transporte 7,3 9,9 35,6
Servicios restantes 25,3 30,5 20,6
Servicios de Enseñanza y Salud 15,8 16,9 7,0
Hasta 5 empleados 25,9 26,3 1,8
Tamaño** Entre 6 y 25 empleados 28,9 28,9 0,3
Entre 26 y 100 empleados 20,7 21,9 5,8
Más de 100 empleados 24,6 22,9 -7,0
Calif. Profesionales 10,7 8,5 -20,6
Calificación Calificados 68,5 68,6 0,1
No calificados 20,9 22,9 9,6
Subocupados desean trab. más hs. 5,5 12,0 118,2
Intensidad Suboc. no desean/Ocupados Plenos 55,4 44,3 -20,0
Sobreocupados 39,0 43,7 12,1
TOTALES 100,0 100,0 -
Fuente: Instituto de Investigaciones "Gino Germani", FCS, UBA con base en datos de EPH-INDEC.
*Se excluye al servicio doméstico, administración pública y defensa y actividades primarias.
** Se excluye a la población que desconocía el tamaño del establecimiento.

148
Cuadro No 5b: Distribución de la población asalariada precaria de 15 años y más por Indicadores Socio-
laborales*. Octubre 1990 y 1999.
-Porcentajes y variación porcentual 90-99-
Asalariados Precarios
Variación
Indicadores Socio- Laborales 1990 1999
Porcentual
Industria Manufacturera 33,9 35,2 3,8
Construcción 73,1 65,6 -10,3
Rama Comercio 43,6 43,4 -0,5
Transporte 32,5 57,0 75,4
Servicios restantes 34,3 35,9 4,7
Servicios de Enseñanza y Salud 22,9 20,2 -11,8
Hasta 5 empleados 64,5 69,5 7,8
Entre 6 y 25 empleados 32,4 44,2 36,4
Tamaño Entre 26 y 100 empleados 19,1 18,5 -3,1
Más de 100 empleados 16,1 11,3 -29,8
No sabe 39,0 42,6 9,2
Calif. Profesionales 21,2 24,7 16,5
Calificación Calificados 35,8 34,8 -2,8
No calificados 41,6 53,0 27,4
Subocupados desean trab. más hs. 54,5 63,7 16,9
Intensidad Suboc. no desean/Ocupados Plenos 31,5 31,4 -0,3
Sobreocupados 38,1 38,0 -0,3
TOTALES 35,1 38,1 8,5
Fuente: Instituto de Investigaciones "Gino Germani", FCS, UBA con base en datos de EPH-INDEC.
*Se excluye al servicio doméstico, administrac ión pública y defensa y actividades primarias.
** Se excluye a la población que desconocía el tamaño del establecimiento.

Por otra parte, el crecimiento en el peso relativo de los asalariados de la rama Servicios
Restantes aparece acompañado también por un leve retroceso en términos de sostenimiento de
la protección laboral. Frente a esto se diferencia la situación de los Servicios de Enseñanza y de
Salud que habiendo partido de una alta proporción de trabajadores con todos los beneficios, al
llegar al año ’99, pasó a poseer un índice aún mayor de asalariados protegidos. Es de suponer
que esta mayor protección entre sus trabajadores estuvo sostenida por el fuerte peso de
instituciones estatales en esta rama. Y también es posible suponer que el sector privado al
encontrarse compitiendo con el Estado en la contratación de empleados se vio forzado a ofrecer
beneficios similares.
El sector de Comercio, al mismo tiempo que fue el que menos modificó su participación
dentro de la población asalariada, pasada la década mantuvo a su vez una proporción similar de
trabajadores protegidos. Esto a pesar de ser uno de los sectores donde para el área de Buenos
Aires, se hicieron visibles cambios importantes a través del cierre de pequeños comercios y del
desarrollo explosivo de los supermercados y de los centros comerciales. Esta transformación
permite suponer una segmentación del sector, a partir de una importante diferenciación de su
composición de la mano de obra de acuerdo a una nueva demanda de perfiles socio-ocupacionales.
Ésta, sobre todo en los grandes establecimientos, probablemente agrupe ahora a los jóvenes con
nivel secundario incompleto o completo, en contraposición a los empleados sin ninguna
instrucción característicos de los pequeños comercios.
En la rama Transporte también se evidenciaron fuertes transformaciones, tanto en un
crecimiento de su participación dentro la población asalariada como en un aumento de su
149
determinación de la precariedad. Estos cambios fueron impulsados –entre otras cosas– por las
medidas tendientes a una fuerte desregulación del sector y la consiguiente aparición de mayor
competencia, así como también, por la tercerización de varias actividades por parte de las
empresas de transporte privatizadas. Todo esto redundó en que en esta rama se hizo presente el
proceso de precarización más fuerte y llamativo de todo el período. Se acercó, en la década, a las
características de la Construcción.

Esta última ha sido históricamente la actividad más precaria, manteniéndose con ese carácter a
lo largo de toda la década, a pesar de haber presentado una significativa disminución en su
proporción de trabajadores precarios.

Tamaño del Establecimiento


Es esperable que, más allá de las diferentes ramas, dado un contexto de mayor desregulación y
competencia, el tamaño de la empresa esté reflejando con más claridad para el ’99 que para el ’90,
distintas realidades en cuanto a productividad, competitividad y peso en los mercados.
Como se mencionó para el caso de las industrias, pero como es posible esperar en otras áreas,
la situación de las pequeñas y medianas empresas parece haberse agravado en la última década y
con esto las condiciones laborales de sus empleados.
En principio, entre el año ‘90 y el ’99, el peso relativo de la población asalariada de los
diferentes tamaños de empresa se alteró significativamente. Pero debe considerarse que la
captación del dato en la encuesta de hogares registra a un gran porcentaje de empleados que
desconocen el tamaño del establecimiento donde trabajan.
Con relación a los procesos de precarización se perfilan importantes diferencias:
principalmente, una relación inversa entre el tamaño de empresa y el nivel de precarización. Para
las empresas de mayor tamaño, de más de veintiséis y más de cien empleados, se observa un
aumento de la población protegida. Las micro-empresas (1 a 5 ocupados) que ya se caracterizaban
en 1990 por ser las de mayor precariedad, acentuaron aún más este carácter. Pero, es en las
empresas de entre 6 y 25 ocupados donde se destaca una mayor precarización. Puede decirse
entonces que estas empresas “precarizaron” relativamente más que las micro a lo largo de la
década. Como resultado de esto, las pequeñas empresas se acercaron en 1999 a la grave condición
laboral que ha caracterizado a las micro-empresas, mientras que en 1990 se asemejaban más a la
situación de mayor protección que brindan aún hoy las medianas y grandes empresas.
Estos datos reflejan un marcado deterioro de las condiciones laborales en los sectores
económicos de menor tamaño, empresas pequeñas y micro. Pudiendo ser este fenómeno en parte
explicado por las mayores dificultades económicas, las formas de contratación para estas empresas
son otro elemento a destacar. En primer término, la mayor facilidad para la contratación en negro,
dado que por sus características reciben, en general, una menor presión fiscalizadora del Estado y
de los sindicatos; en segundo término, la batería de medidas que promovieron formas de
contratación sin beneficios con un alcance mayor para las empresas de menor tamaño y las cada
vez más extendidas negociaciones por empresa (sea como convenios colectivos o con carácter
informal).
Esto concluye en que si en el año 1990 el tipo de empleo que ofrecía una pequeña empresa
tenía altas posibilidades de tener todos los beneficios sociales, esta posibilidad para este tipo de
empresas, transcurrida una década, se redujo fuertemente.
150
Por otra parte, la mejora en la protección del empleo de los establecimientos de mayor tamaño
no parece estar mostrando una profundización del fenómeno de la segmentación vertical dentro de
las empresas. O bien cabe suponer que justamente en estas empresas el fenómeno tuvo menor
incidencia; o que, por el contrario, la incidencia fue mayor pero en forma indirecta a través de la
terciarización de un conjunto de servicios “precarizables”. A todo esto se le suma el hecho de que,
al mismo tiempo que las empresas que más han “precarizado” –es decir las pequeñas– han
aumentado en gran medida su participación en el empleo asalariado, las grandes empresas que
lograron mantener y hasta aumentar sus niveles de protección han reducido considerablemente su
proporción dentro de esta misma población.

Calificación del puesto de trabajo


La importancia que adjudicamos al tamaño del establecimiento para explicar la precariedad se
profundiza si observamos su asociación con la calificación del puesto de trabajo en tanto
tecnologías aplicadas.
Se destaca en primer término un aumento de los puestos de trabajo no calificados dentro de la
población asalariada, correlativo a una fuerte disminución de puestos asalariados con calificación
profesional (el cual ya inicialmente era relativamente bajo). Esta tendencia, como señalamos, en
apariencia contradictoria con la mayor escolarización de los asalariados y las demandas de
conocimientos tecnológicos, refleja que la renovación tecnológica y la nueva organización del
trabajo a la vez que requirieron de nuevas calificaciones fueron transformando en obsoletas a
aquellas que correspondían al paradigma productivo anterior. Pero también que el proceso de
“modernización” económica en su totalidad, no impulsó únicamente la creación de empleos de
creciente exigencia técnica, sino que en mayor medida favoreció la creación de empleos no
calificados. Estos probablemente se concentraron en empresas de menor tamaño, con baja división
del trabajo, así como también tanto en los sectores atrasados como modernos del comercio.
Para estos empleos de baja calificación, el saldo a lo largo de la década refleja una muy fuerte
caída de la proporción de asalariados protegidos, mientras que el nivel de protección en asalariados
profesionales disminuyó también considerablemente. Se observa así un proceso de generalización
por el cual para todas las calificaciones se produjo un aumento de la precariedad, pero que se
observa más marcadamente en la oferta de empleos de muy baja calificación.

Intensidad de la Ocupación
La población asalariada del año 1999 presentó un considerable desajuste con respecto a la
distribución de las jornadas de trabajo. Junto al fenómeno de la desocupación apareció el de una
población de subocupados, que duplicó su participación en una década, y una población de
sobreocupados que también aumentó pero en menor medida. Así, los subocupados no
demandantes y los ocupados plenos disminuyeron considerablemente hasta conformar menos de la
mitad de los asalariados. Esta grave situación laboral es otra forma más en la que los trabajadores
se ven afectados por las dificultades que atraviesa el sector empresario, el cual redujo costos al
generar empleos de pocas horas o bien, en el otro extremo, al tratar de emplear a una menor
cantidad de mano de obra pero con una mayor carga horaria.
A esto se suman los bajos niveles de protección para los subocupados a principios de la
década, que se fueron acentuando para 1999. En resumen, estaríamos observando una masa

151
asalariada ocupada que incrementó su participación en el mercado de trabajo, pero que lo hizo a
través de empleos de pocas horas y carentes de beneficios sociales.
3.3. Cambios en los Determinantes de la Precariedad Laboral 1990-1999

3.3.1. Las Dimensiones y Variables Estadísticas


El análisis realizado en el apartado anterior nos ha servido para dar cuenta del proceso de
precarización que han sufrido las relaciones laborales en la Argentina durante la última década.
Si bien la precariedad ha aumentado, ésta no lo hizo de forma tan abrupta como la
desocupación.
A la luz de las hipótesis planteadas y dada la complejidad de las dimensiones comprendidas,
se probaron diferentes modelos logísticos para un mismo conjunto de factores en uno y otro año
(1990 y 1999). Esto permite analizar el peso explicativo de cada una de las dimensiones en
conjunto y por separado, al mismo tiempo que se tiene en cuenta el peso de los restantes
factores en su determinación de la precariedad. El análisis integra: a) los cambios ocurridos en
los diferentes factores, y b) las interacciones de algunos de los factores explicativos como
efectos específicos relacionados, en ambos años. A continuación se presentan los factores
considerados en el análisis (Figuras 1 y 2).

Figura 1: Perfiles socio-ocupacionales


Variables y categorías Valores
Descripción Tipo
sociodemográficas (Dummy)
Jefatura en el hogar Jefatura en el hogar Categorial
Jefe 0 (comparación)
No jefe 1 Si
Sexo Sexo Categorial
Varón 0 (Comparación)
Mujer 1 Si
Edad Grupos de Edad Categorial
25-44 años 0 (Comparación)
15-24 años 1 Si
45 y más años 1 Si
Máximo nivel de instrucción
Nivel de instrucción Categorial
alcanzado
Hasta primario incompleto 0 (Comparación)
Primario completo 1 Si
Secundario incompleto 1 Si
Secundario completo 1 Si
Terc./ Univ. Incompleto 1 Si
Terc./ Univ. Completo 1 Si

152
Figura 2: Estructura Productiva
Variables y categorías de Valores
Descripción Tipo
la demanda (Dummy)
Calificación del puesto
Calificación del empleo Categorial
de trabajo
Calificados y Profesionales 0 (comparación)
No calificados 1 Si
Rama de actividad Rama de actividad de la empresa Categorial
Instrucción pública y Serv. Médicos y
Servicios de Enseñanza y otros serv. de sanidad 0 (comparación)
Salud
y veterinaria
Industria Rama industria manufacturera 1 Si
Construcción Rama construcción 1 Si
Comercio Rama comercio 1 Si
Transporte Transp. y serv. Conexos al transp. 1 Si
Restaurantes, Hoteles y otros;
Electricidad, Gas y Agua;
Comunicaciones;
Establecim. Financ. y Seguros;
Resto de Servicios 1 Si
Serv. prest. a las emp. y otros;
Otros serv. Comunales y soc.;
Servicios de Reparación; y
Otros serv. Personales. y a hog.
Tamaño Tamaño del establecimiento Categorial
Más de 100 trabajadores 0 (comparación)
Hasta 5 trabajadores 1 Si
De 6 a 25 trabajadores 1 Si
De 26 a 100 trabajadores 1 Si
No sabe/ No contesta 1 Si

3.2.2. El uso explicativo y predictivo de las regresiones logísticas aplicadas


El ajuste de modelos permitió llegar a visualizar algunos parámetros que sirvieron como
punto de partida para la interpretación de estos datos. La estructura productiva en términos de
la Rama de Actividad, Tamaño del Establecimiento y Calificación de la Tarea conforman los
factores explicativos más fuertes de la Precariedad Laboral a lo largo de la década. Las
dimensiones socio-educativas si bien tuvieron algún tipo de incidencia en la precariedad, no
llegaron a explicarla en forma significativa.
Los factores presentes en ambos años explican de forma diferencial el fenómeno de la
precariedad. En el año 1999 la bondad de ajuste del modelo global y su capacidad predictiva
mejoraron. Algunos de los factores si bien estaban presentes no daban cuenta de la precariedad
en el contexto de 1990, en cambio, para 1999 los predictores explicaron mejor el fenómeno.
Se procedió a analizar cada uno de los modelos por separado para interpretar su explicación
específica desde la demanda, en términos de cambios en la estructura productiva y
153
comportamientos de las empresas y en términos de los perfiles requeridos por las mismas
durante el transcurso de la década.

Modelo 1: Perfiles socio-laborales del empleo asalariado


En este modelo se contemplaron las características socio-laborales de los trabajadores en
clave de las reglas de distribución de oportunidades desde la demanda del mercado laboral. Aquí
los interrogantes apuntaron a los cambios en el comportamiento de las empresas en cuanto a la
absorción de mano de obra y en cuanto a la redistribución de situaciones de precariedad según el
nivel de instrucción, edad, sexo y posición dentro del hogar (jefe/no jefe).
¿Existen, además de los determinantes provenientes de la estructura productiva, otros factores explicativos
de distinta entidad que remitan a atributos específicos de la mano de obra asalariada? ¿Se ha producido un
proceso de generalización o de heterogeneización de la precariedad laboral en determinados puestos de trabajo
bajo un determinado perfil social y educativo durante los noventa?
Desde la perspectiva de selección o discriminación que realizan las empresas, se expresa
como resultado que –en ambos años– el factor que explica la precariedad es en primera instancia
el Nivel de Instrucción. Esta situación se profundizó en 1999, lo cual hace aumentar la
capacidad explicativa del modelo logístico.
Los cambios en la demanda del mercado de trabajo determinados por factores económicos,
de costos o tecnológicos fueron acompañados por cambios en los perfiles de la fuerza de trabajo
buscados. Las empresas con mejores posibilidades de ofrecer beneficios a sus empleados
eligieron perfiles diferenciales con mayor capital educativo generando mayor inequidad entre la
población asalariada actual.
El capital educativo fue significativo para ambos años, pero cobra mayor fuerza como
factor explicativo hacia fines de la década. Es decir, el nivel de instrucción es una de las
variables más explicativas del modelo que explica la precariedad. Por otra parte, la edad
comenzó a reflejar signos negativos en los grupos más jóvenes (entre 15 y 24 años). Al poner a
prueba las interacciones entre los distintos grupos de edad y niveles de instrucción, aparecen en
1999 efectos significativos novedosos: respecto a 1990 los jóvenes presentan una menor
probabilidad de caer en situaciones de precariedad en tanto su nivel de instrucción sea mayor a
un secundario completo. Esto es por lo tanto un fuerte factor de explicación de la precariedad
dentro de este grupo etario.
La brecha entre los grupos se acentuó hacia 1999, pudiéndose especificar dos cortes
importantes según: a) el máximo nivel alcanzado y b) la finalización del mismo. El punto a) hace
referencia al corte significativo entre aquellos que tenían hasta secundaria incompleta y los que
tenían un nivel superior, siendo los universitarios con estudios completos quienes se
distinguieron por la menor probabilidad de caer en situaciones de precariedad en toda la década.
El punto b) refiere por un lado, a una situación de “homogeneización” de la precariedad entre
aquellos que lograron completar sus estudios secundarios y entre quienes no lo hicieron a nivel
terciario/ universitario. Es decir, que las probabilidades de ser precarios para estos grupos
fueron similares en los dos años, profundizándose la brecha con el nivel universitario completo
para 1999. Por otro lado, la polarización al interior de un mismo nivel de instrucción estuvo
marcada por el hecho de haber completado o no los estudios. Quienes poseían en 1999 estudios
universitarios completos se alejaron cada vez más de la caída en la precariedad. La precariedad,

154
entonces, no sólo se generalizó según las credenciales educativas absorbidas por la demanda,
sino que también se profundizó conformando perfiles distintivos.
El posicionamiento de los recursos laborales al interior del hogar según mayor
responsabilidad económica también muestra una clara definición. En ambos años los no jefes
mujeres y jóvenes enfrentan mayores probabilidades de caer en la precariedad, a la vez que
también la precariedad alcanza a los jefes varones adultos.
Los hombres tendieron a ser más precarios en ambos años y, si bien, en 1990 los adultos de
más de 45 años no sufrieron el impacto, en 1999 comenzaron a tener más probabilidades de caer
en la precariedad en comparación con los adultos de entre 25 y 44 años. Una vez más, se
observa que quienes pasan la edad de 45 años son más vulnerables no sólo en términos de
desocupación sino también en términos de precariedad.

Modelo 1 - Año 1990


Variables en la ecuación B S.E. Wald Sig Exp(B)
Jefatura
No jefe -0,2677 0,1727 2,403 0,1211 0,7651
Sexo
Mujer -0,2300 0,2075 1,2284 0,2677 0,7945
Edad 1,1176 0,5719
15-24 años 0,7174 0,7715 0,8647 0,3524 2,0491
45 y más años -0,1059 0,3661 0,0836 0,7725 0,8995
Nivel de Instrucción 20,8481 0,0009
Primario Completo -0,0872 0,2393 0,1328 0,7155 0,9165
Secundario Incompleto -0,0346 0,2569 0,0181 0,8929 0,9660
Secundario Completo -0,6631 0,2656 6,2353 0,0125 0,5152
Terc./ Univ. Incompleto -0,5687 0,3058 3,4592 0,0629 0,5663
Terc./ Univ. Completo -0,7898 0,2835 7,7584 0,0053 0,4539
Sexo por Edad 0,6481 0,7232
Mujer de 15 a 24 años -0,1448 0,2585 0,3138 0,5753 0,8652
Mujer de 45 y más años -0,1928 0,2668 0,5224 0,4698 0,8246
Mujer No jefe 0,4770 0,2151 4,9191 0,0266 1,6112
Jefatura por Edad 8,9836 0,0112
No jefe de 15 a 24 años 0,6104 0,2419 6,3648 0,0116 1,8411
No jefe de 45 y más años -0,1683 0,2655 0,4015 0,5263 0,8451
Nivel de Instrucción por Edad 4,2239 0,9367
Primario Completo de 15 a 24 años 0,2416 0,7709 0,0982 0,7540 1,2732
Primario Completo de 45 y más años 0,0104 0,3544 0,0009 0,9765 1,0105
Sec. Incompleto de 15 a 24 años -0,1216 0,7718 0,0248 0,8748 0,8855
Sec. Incompleto de 45 y más años -0,0351 0,4056 0,0075 0,9310 0,9655
Sec. Completo de 15 a 24 años -0,2807 0,7981 0,1237 0,7250 0,7552
Sec. Completo de 45 y más años 0,1846 0,4282 0,1858 0,6664 1,2027
Terc./Univ. Incomp. de 15 a 24 años 0,0594 0,8044 0,0054 0,9412 1,0612
Terc./ Univ. Incomp. de 45 y más años 0,0654 0,5928 0,0122 0,9121 1,0676
Terc./Univ. Comp. de 15 a 24 años -0,0063 0,9272 0,0000 0,9945 0,9937
Terc./ Univ. Comp. de 45 y más años 0,3815 0,5077 0,5646 0,4524 1,4644
Constant -0,3604 0,2572 1,9630 0,1612

155
Modelo 1 - Año 1999
Variables en la ecuación B S.E. Wald Sig Exp(B)
Jefatura
No jefe -0,3526 0,1478 5,6918 0,0170 0,7028
Sexo
Mujer -0,2690 0,1734 2,4049 0,1210 0,7642
Edad 4,9048 0,0861
15-24 años 2,3628 1,0674 4,9002 0,0269 10,6209
45 y más años 0,1476 0,3921 0,1418 0,7065 1,1591
Nivel de Instrucción 47,4289 0,0000
Primario completo -0,1774 0,2978 0,3548 0,5514 0,8375
Secundario incompleto -0,3544 0,3023 1,3745 0,2410 0,7016
Secundario completo -0,8289 0,3052 7,3773 0,0066 0,4365
Terc./ Univ. Incompleto -0,7738 0,3166 5,9742 0,0145 0,4612
Terc./ Univ. Completo -1,3530 0,3146 18,495 0,0000 0,2585
Sexo por Edad 4,4987 0,1055
Mujer de 15 a 24 años 0,1355 0,2281 0,3528 0,5525 1,1451
Mujer de 45 y más años -0,3796 0,2191 3,0008 0,0832 0,6841
Mujer No jefe 0,5445 0,1815 8,9994 0,0027 1,7238
Jefatura por Edad 6,7408 0,0344
No jefe de 15 a 24 años 0,3699 0,2163 2,9234 0,0873 1,4476
No jefe de 45 y más años -0,2736 0,2184 1,5691 0,2103 0,7607
Nivel de Instrucción por Edad 13,4411 0,2000
Primario Completo de 15 a 24 años -1,7354 1,0877 2,5454 0,1106 0,1763
Primario Completo de 45 y más años -0,0422 0,3980 0,0113 0,9155 0,9587
Sec. Incompleto de 15 a 24 años -1,4526 1,0822 1,8017 0,1795 0,234
Sec. Incompleto de 45 y más años -0,0424 0,4196 0,0102 0,9195 0,9585
Sec. Completo de 15 a 24 años -1,9405 1,0847 3,2004 0,0736 0,1436
Sec. Completo de 45 y más años 0,3463 0,4231 0,6699 0,4131 1,4139
Terc./Univ. Incomp. de 15 a 24 años -2,2135 1,0888 4,1332 0,0420 0,1093
Terc./ Univ. Incomp. de 45 y más años -0,1283 0,4902 0,0686 0,7935 0,8796
Terc./Univ. Comp. de 15 a 24 años -2,0200 1,1693 2,9845 0,0841 0,1327
Terc./ Univ. Comp. de 45 y más años 0,0598 0,4629 0,0167 0,8973 1,0616
Constant 0,1733 0,2948 0,3455 0,5567

Modelo 2: Estructura productiva del empleo asalariado


En este modelo se contemplan las características de la demanda en clave de las condiciones
de empleo precarias que promueven los distintos segmentos económico-laborales. Siguiendo los
lineamientos precedentes, nos preguntamos:
¿Qué tanto aportan a la explicación del modelo, variables como la Rama de Actividad, Tamaño del
Establecimiento, sus combinaciones específicas y la Calificación de la tarea realizada en el puesto de trabajo?
¿Podemos hipotetizar que la precariedad laboral se ha generalizado en todos los segmentos económico-laborales
por igual? ¿O más bien que la estructura del mundo asalariado precario ha cobrado relevancia en
determinados sectores profundizándose a lo largo de la década?
En primer lugar, la importancia de los factores varió significativamente. En ambos años los
factores más determinantes de la presencia de la precariedad se encuentran en el Tamaño,

156
siguiendo las combinaciones específicas entre Rama de Actividad y Tamaño en orden de
importancia. En 1990 el tercer factor explicativo estaba dado por la Rama de Actividad en sí
misma y como último factor la Calificación de la tarea realizada en el puesto de trabajo. Pero en
1999 se observa que ya la Rama por sí misma perdió en explicación, ganando terreno la
Calificación.
Podemos señalar algunas particularidades sobre este cambio en el papel explicativo de la
rama de la economía. Para el año 1990, sin considerar las características del Tamaño del
Establecimiento20, tanto el Comercio como la Industria tenían mayores probabilidades de
ofrecer empleos más protegidos que los Servicios, mientras que Transporte era bastante similar a
estos últimos. La Construcción, en cambio, era ampliamente más propicia a establecer relaciones
laborales precarias; tendencia general que no va a verse especificada en las interacciones con los
distintos tamaños.
En 1999, la Rama de Actividad puede ser considerada pero debe ser relacionada con el
Tamaño del Establecimiento para aparecer como determinante de la precariedad. Podemos
argumentar entonces que la precariedad se generalizó a los diversos sectores de la economía, sin
importar su rama de actividad. Ya no es posible hablar de “Industria” o “Servicios” como
sectores más protegidos. O bien, como veremos a continuación, esto ya no será posible en la
medida que no estén estrechamente vinculados a un tamaño (del establecimiento) en particular.
Esta generalización de la precariedad puede ser observada a su vez en el Tamaño del
Establecimiento. En 1990 los microestablecimientos (hasta 5 empleados) constituían el único
núcleo del empleo precario. En 1999, la probabilidad de ser precario se expandió fuertemente
entre las pequeñas empresas (de 6 a 25 empleados) y, en mucha menor medida, a las medianas
empresas (de 26 a 100 empleados). Podemos afirmar entonces que la precariedad laboral dejó de
ser un problema que atañe solamente a los microemprendimientos, ya que todos los
establecimientos, a excepción de los más grandes, vieron ascender sus niveles de la misma.
En conclusión, podemos argumentar que en el año ‘99 un empleo no tuvo más
probabilidades de ser precario por pertenecer a una u otra rama, sino más bien por el hecho de
generarse en una empresa que no fuese de gran tamaño. Pero como veremos a continuación,
existen algunas salvedades a esta generalización.
En 1990, además de los factores explicativos más fuertes –Construcción y los micro
establecimientos– existían algunos otros “núcleos” de precariedad: los pequeños comercios y la
pequeña y mediana Industria. Pero para 1999, en la estructura productiva aparecieron nuevos
núcleos, sólo persistiendo los pequeños comercios como sector explicativo de cierta relevancia.
La Industria pequeña y mediana y el Comercio mediano se perdieron dentro de la generalización
de la precariedad dentro de estos tamaños. Es decir que la fuerza explicativa reside ahora en
estos tipos de empresas de pequeño y mediano tamaño en general, en detrimento de su
interacción con las ramas de Comercio e Industria.
Por su parte, los Servicios no tradicionales o “restantes” (aquellos distintos a la enseñanza o
la salud) de tamaño pequeño también se precarizaron en relación a los Servicios formales; pero
lo que se destaca con mayor fuerza es la importancia del Transporte pequeño y mediano como
factores explicativos de la precariedad, tal cual habíamos observado en el análisis de los cuadros

20 Por ejemplo, el Comercio en general es más precario que Servicios, no por su rama de actividad, sino porque la
mayoría de los establecimientos de Comercio cuentan con un número más reducido de trabajadores que los Servicios. De
tal forma, no sería la rama de la actividad, sino el tamaño lo que estaría dando cuenta de una mayor precariedad.
157
bivariados del apartado anterior.
Así mismo, la Calificación del puesto de trabajo es otra dimensión cuya fuerza de
explicación ha aumentado. Mientras que en 1990 ésta no era relevante desde la demanda, en
1999 un puesto No Calificado enfrentaba muchas más probabilidades de ser precario; al mismo
tiempo que, como vimos anteriormente, los empleos no calificados aumentaron en proporción
entre los asalariados. Hasta tal punto que un trabajo que requiera baja calificación, puede
actualmente explicar la precariedad del empleo en mayor medida que la actividad de la empresa
por sí misma.
Todo este proceso muestra un cambio en la composición de la estructura productiva
durante la última década. La precariedad no sólo se ha extendido y generalizado sino que
también, de acuerdo a los momentos económicos e institucionales, se profundizó según la
demanda de mano de obra en distintas ramas, tamaños o calificaciones de las tareas realizadas.
Modelo 2 - Año 1990
Variables en la ecuación B S.E. Wald Sig Exp(B)
Rama de actividad 11,6274 0,0403
Industria -0,5893 0,3722 2,5063 0,1134 0,5547
Construcción 2,0796 0,9105 5,2162 0,0224 8,0013
Comercio -1,5233 1,0644 2,0481 0,1524 0,218
Transporte -0,3276 0,4757 0,4745 0,4909 0,7206
Servicios Restantes -0,1692 0,3819 0,1962 0,6578 0,8443
Tamaño del Establecimiento 22,8912 0,0001
Hasta 5 trabajadores 2,3847 0,5924 16,2026 0,0001 10,8559
De 6 a 25 trabajadores 0,3895 0,3753 1,0768 0,2994 1,4762
De 26 a 100 trabajadores -0,2494 0,3915 0,4059 0,5241 0,7793
No sabe -0,2226 0,4227 0,2772 0,5985 0,8005
Calificación del puesto
No calificados 0,0944 0,1538 0,377 0,5392 1,0990
Rama de Actividad y Tamaño del
Establecimiento
Industria hasta 5 trabajados 0,1528 0,6724 0,0517 0,8202 1,1651
Construcción hasta 5 trabajados 0,482 1,4521 0,1102 0,7399 1,6193
Comercio hasta 5 trabajados 0,8476 1,2016 0,4975 0,4806 2,334
Transporte hasta 5 trabajados -0,3579 0,8027 0,1989 0,6556 0,6991
Servicios Restantes hasta 5 trabajados -0,3957 0,6748 0,3438 0,5576 0,6732
Industria de 6 a 25 trabajadores 0,8945 0,4745 3,5541 0,0594 2,4461
Construcción de 6 a 25 trabajadores -0,9648 1,0616 0,826 0,3634 0,381
Comercio de 6 a 25 trabajadores 1,8482 1,1183 2,7313 0,0984 6,3483
Transporte de 6 a 25 trabajadores 0,821 0,7005 1,3733 0,2412 2,2727
Servicios Restantes de 6 a 25
0,2016 0,5011 0,1618 0,6875 1,2233
trabajadores
Industria de 26 a 100 trabajadores 0,7759 0,509 2,3236 0,1274 2,1725
Construcción de 26 a 100 trabajadores -0,9546 1,1986 0,6343 0,4258 0,385
Comercio de 26 a 100 trabajadores 1,0422 1,3309 0,6132 0,4336 2,8354
Transporte de 26 a 100 trabajadores 0,4972 0,8434 0,3475 0,5556 1,6441
Servicios Restantes de 26 a 100
0,5276 0,5443 0,9397 0,3324 1,6949
trabajadores
Constant -1,292 0,3076 17,6457 0,0000

158
Modelo 2 -Año 1999
Variables en la ecuación B S.E. Wald Sig Exp(B)
Rama de Actividad 7,3172 0,1981
Industria 0,4668 0,3659 1,6271 0,2021 1,5949
Construcción 1,0189 0,7183 2,0118 0,1561 2,7701
Comercio -1,5592 1,0543 2,1870 0,1392 0,2103
Transporte -0,1828 0,5470 0,1117 0,7383 0,8330
Servicios Restantes 0,0578 0,3729 0,0240 0,8768 1,0595
Tamaño del Establecimiento 37,4487 0,0000
Hasta 5 trabajadores 2,8055 0,4863 33,2837 0,0000 16,5349
De 6 a 25 trabajadores 1,2273 0,3689 11,0691 0,0009 3,4119
De 26 a 100 trabajadores 0,6125 0,3485 3,0888 0,0788 1,8450
No sabe 1,1226 0,5243 4,5836 0,0323 3,0728
Calificación del Puesto
No calificados 0,6482 0,1156 31,4671 0,0000 1,9120
Rama de Actividad y Tamaño del
Establecimiento
Industria hasta 5 trabajados -0,0796 0,5828 0,0187 0,8913 0,9235
Construcción hasta 5 trabajados 0,2274 0,8878 0,0656 0,7978 1,2553
Comercio hasta 5 trabajados 1,4944 1,1389 1,7216 0,1895 4,4565
Transporte hasta 5 trabajados 0,7039 0,7339 0,9199 0,3375 2,0216
Servicios Restantes hasta 5 trabajados -0,2832 0,5614 0,2545 0,6140 0,7534
Industria de 6 a 25 trabajadores -0,0530 0,4635 0,0131 0,9090 0,9484
Construcción de 6 a 25 trabajadores 0,1559 0,8121 0,0368 0,8478 1,1687
Comercio de 6 a 25 trabajadores 1,8237 1,0988 2,7547 0,0970 6,1946
Transporte de 6 a 25 trabajadores 2,4503 0,6453 14,4194 0,0001 11,5924
Servicios Restantes de 6 a 25
0,4721 0,4646 1,0327 0,3095 1,6034
trabajadores
Industria de 26 a 100 trabajadores -0,4794 0,4785 1,0037 0,3164 0,6191
Construcción de 26 a 100 trabajadores -5,6633 5,9626 0,9021 0,3422 0,0035
Comercio de 26 a 100 trabajadores 1,7481 1,1158 2,4545 0,1172 5,7438
Transporte de 26 a 100 trabajadores 1,6310 0,6903 5,5828 0,0181 5,1089
Servicios Restantes de 26 a 100
-0,3139 0,4900 0,4105 0,5217 0,7306
trabajadores
Constant -1,6321 0,2992 29,7585 0,0000

4. ¿Qué podemos señalar como conclusión?

En los apartados anteriores hemos mostrado diferentes aspectos vinculados al proceso de


transformación de las relaciones capital-trabajo ocurridas en Argentina durante la década del
’90. En particular, creemos haber mostrado evidencias sobre los cambios regresivos ocurridos en
las relaciones laborales concretas y en las condiciones económicas, políticas e institucionales de
realización del trabajo asalariado. Un proceso que parece haber tenido como importante
sustrato, no sólo los cambios en el marco regulatorio, sino fundamentalmente los procesos de
“fragmentación” experimentados por los colectivos socio-laborales y sus representaciones
gremiales.
159
En efecto, una idea que cabe sostener es que los cambios operados en las condiciones
laborales no emergieron sólo como el resultado esperado de una política laboral específicamente
orientada a la “flexibilización del empleo”. El desempleo y la precarización laboral se
multiplicaron en los noventa, en primer lugar, a partir de las estrategias económicas que
debieron asumir, por una parte, los empleadores y, por otra, los trabajadores, en un marco de
nuevas relaciones sociales de fuerzas y medidas de intervención. Todo ello, subordinado al
impacto directo de los cambios estructurales –económicos, institucionales y laborales– y a los
ciclos económicos ocurridos durante el período.
En ese contexto, más allá del enfoque asumido, casi ninguna acción de gobierno pudo
escapar al diagnóstico “oficial”, al paradigma neoliberal dominante, al clima social conservador
creado por las crisis inflacionarias o recesivas y a los particulares esfuerzos desplegados por las
agencias financieras multilaterales (FMI, BM y BID) con el fin de definir prioridades y modos
específicos de ajustar las acciones públicas a los procesos de globalización y a los compromisos
internacionales. De ahí también que las reformas económicas hayan gobernado el campo de las
políticas sociales y laborales a lo largo de toda la década.
El resultado final de estos cambios parece ser la estructuración de un proceso social de
producción y reproducción de excedentes relativos y absolutos de fuerza de trabajo, el cual se
expresa y materializa en las variadas formas que asume el desempleo y las trayectorias laborales
asociadas a ellas. Al respecto, el análisis estadístico de los cambios en los criterios de demanda y
selección de mano de obra asalariada dejó en claro una vez más la importancia del nivel
educativo a la hora de explicar la precariedad. Los saltos principales en los niveles de
instrucción parecen mostrar cada vez mayor incidencia –como requisito formal– en la
posibilidad de ingresar o no a puestos de trabajo registrados. Asimismo, se constató la mayor
probabilidad de caer en la precariedad por parte de los jóvenes en general y los nuevos
trabajadores en particular (mujeres y jóvenes no jefes).
Una excepción en este sentido estuvo dada por los jóvenes de mayor nivel de instrucción,
los cuales mejoraron sus probabilidades de alcanzar un empleo registrado con beneficios
sociales. En la base de esta evidencia se encuentra la lógica de renovación de planteles que
fueron haciendo las empresas medianas y grandes. Esto se ve reflejado en el reemplazo y la
rotación de jóvenes, con menores pretensiones salariales y contratos más flexibles, obligando a
las personas mayores de 45 años –independientemente de su capital educativo– a aceptar las
nuevas condiciones o a buscar otro empleo bajo condiciones precarias. Igual situación debieron
enfrentar los jóvenes de bajo nivel de instrucción.
Por lo mismo, al finalizar la década resulta evidente un deterioro general del empleo,
habiéndose extendido la precariedad a todo el conjunto de las ramas y sectores de actividad,
concentrándose en las empresas pequeñas y medianas y en puestos de baja calificación –incluso
en el sector industrial–. En efecto, un importante factor explicativo del incremento de la
precariedad en 1999 estuvo asociado a la extensión del fenómeno sobre las empresas pequeñas y
de mediano tamaño. Detrás de estas diferencias, se encuentran diversos factores: desde las
distintas realidades comerciales y productivas de las empresas, la mayor o menor capacidad de
competencia en el sector, la presencia interviniente, reguladora o fiscalizadora del Estado, hasta
las propias negociaciones que llevan a cabo los empleados en forma directa.
En tal sentido, no cabría imputar el aumento de la precariedad del empleo a un
comportamiento “marginal” del sector informal (micro-emprendimientos), sino a un deterioro en
las relaciones laborales, específicamente del grupo de pequeñas y medianas empresas formales

160
beneficiadas o afectadas por los procesos de reestructuración. En definitiva, si bien la
precariedad es un fenómeno que se ha extendido dentro de la población asalariada, hubo en
paralelo un proceso de profundización de la misma en determinados sectores productivos. Los
determinantes de la precariedad, entonces, han cambiado o se han extendido, conformando un
nuevo mapa en la estructura socio-productiva y en los requerimientos de los nuevos puestos de
trabajo.
La selección de mano de obra realizada a partir de las empresas tiende a discriminar
determinados perfiles que marcan una distinción y una tendencia a conformar un mundo
asalariado polarizado: a) por una parte, trabajadores jóvenes, de mayor capital educativo, en su
mayoría, no sindicalizados; y b) por otra parte, trabajadores de diferentes edades y nivel de
instrucción, ocupados en puestos de baja calificación; todos ellos sometidos a las reglas del
empleo irregular e inestable.
Pero en ambos casos, el trabajador asalariado enfrenta, independientemente del nivel de
registración o de beneficios sociales al cual accede, condiciones básicas –objetivas y subjetivas–
de desprotección y vulnerabilidad. En este marco se imponen las reglas de necesidad –miedo al
desempleo– por sobre las reglas de convenio o compromiso. La falta de presencia gremial –o, en
su defecto, su debilidad– no es un dato más en la composición de la relación laboral.
Finalmente, la norma laboral que protege al trabajador se encuentra devaluada por el propio
Estado, o en proceso de “flexibilización” normativa.
De ahí que cabe reiterar que la clave interpretativa del fenómeno de la flexibilización
laboral no se encuentre en sus efectos de desempleo, marginalidad o exclusión, sino en las
formas en que el fenómeno expresa y reproduce las relaciones de fuerza que intervienen en la
puja de la distribución del ingreso y de poder entre los actores sociales. Desde esta perspectiva,
cabe reconocer en el desempleo y la precariedad laboral las formas típicas bajo las cuales se
expresa la mayor subordinación económica, política y social del trabajo al capital y las
posibilidades objetivadas y subjetivas de su mayor explotación.
Por lo tanto, ante la pregunta: ¿qué ha cambiado en los últimos diez años en materia de relaciones
laborales y en las condiciones de realización del trabajo asalariado en Argentina?, corresponde un tipo
particular de respuesta: se observa un cambio estructural en las formas y mecanismos de “producción” de las
relaciones laborales y sus normas reguladores, así como de las condiciones económicas, sociales y simbólicas de
reproducción del trabajo asalariado.

161
Anexo Metodológico

1. Algunas consideraciones sobre el modelo de Regresión Logística

Coeficientes y Estimadores del Modelo

Dada una variable dependiente (Dummy) dicotómica que indica la presencia o la ausencia del
fenómeno y un conjunto de variables independientes , la regresión logística consiste en obtener una
función lineal de las variables independientes tal que permita clasificar a los individuos en una de las dos
subpoblaciones: Precarios – No Precarios.
Se parte de la probabilidad de que el conjunto de asalariados ocupados se encuentren en situaciones
de precariedad, calculada como producto de las probabilidades de cada uno de ellos por separado. Para
facilitar los cálculos de maximización de la función, se realiza una transformación logarítmica. Los
estimadores obtenidos serán el resultado de resolución de un sistema de ecuaciones en las que se maximiza
un parámetro por vez.
Luego, se procede a evaluar la bondad de ajuste del modelo comparando las funciones de
verosimilitud del mismo y de lo observado. El valor del estadístico es igual a menos dos veces el
logaritmo del cociente entre los valores de las funciones de verosimilitud (estadístico –2 Log Likelihood).
Un –2 Log Likelihood inicial informa acerca de la cantidad de varianza observada de la variable
dependiente. Luego, una vez incorporadas las variables independientes, se puede evaluar si las variables
seleccionadas permiten predecir mejor los valores de la variable dependiente. Como el estadístico utilizado
sigue una distribución Chi-cuadrado - bajo hipótesis nula de que el modelo se ajusta a los datos
observados, es decir, que no se ha logrado predecir mejor con las variables consideradas, se puede
establecer si lo aportado por el modelo es significativo. Para ello se evalúa si la diferencia de varianzas –lo
que se logró explicar– es significativa.
A través de los coeficientes estimados Beta se indica si la probabilidad de que el evento precariedad
ocurra, aumenta o disminuya ante un cambio en cada una de las variables independientes. Cada coeficiente
mide el aumento de la función logarítmica de la probabilidad manteniendo constantes el resto de las
variables incluidas en el modelo. A partir de esto se puede armar el sistema de ecuaciones con el que se
maximiza la predicción de la probabilidad. Si bien cuanto mayor es el valor absoluto de Beta, más
importante es el efecto de la variable independiente, debemos evaluar la significación estadística de este
parámetro, comparándolo con su error estándar. Para esto debemos observar la significancia de rechazo
de la hipótesis nula de que el parámetro es cero (no significativo).
El siguiente listado expresa una información resumida de los coeficientes y estimadores estadísticos
que brinda el procedimiento para su interpretación:
1) El coeficiente Ji-cuadrado de Máxima Verosimilitud (-2 LL) es el valor que asume el modelo
considerando las variables explicativas incluidas en el mismo. Su disminución da cuenta de una mejora en
la capacidad explicativa del modelo.
2) El "Ji-cuadrado del Modelo" se refiere a la diferencia entre el valor sin efecto explicativo
(Constante) y el -2 LL. La P. es su significancia tomando en cuenta sus grados de libertad. Su aumento
indica una mejora en la capacidad explicativa.
3) El "Overall" del modelo permite tener una idea complementaria de la "calidad" del modelo. En
los renglones se clasifican los valores observados según las categorías de la variable dependiente y en las
columnas se asignan los casos a una u otra categoría según la probabilidad estimada a partir de la ecuación

162
de regresión. El Overall final muestra la probabilidad general que presenta la ecuación para poder predecir
las variaciones de la variable dependiente.
4) Los coeficientes B miden el impacto de cada variable independiente sobre el logit de la variable
dependiente, controlando el efecto de las restantes variables que puedan integrar el modelo (impacto
neto). (En modelos no lineales el efecto neto de estas variables sobre la variable explicada no es constante
sino que varía según los valores que hayan alcanzado las otras variables. Por otra parte, el error estándar
(ES) refiere a la bondad del coeficiente B.
5) El Wald sirve para medir si los coeficientes de regresión (B) son significativos. Para este caso,
cuanto más grande es el Wald, más significativo resulta el coeficiente. Asimismo, la Sig. da cuenta también
de este hecho. Pero en este caso, un valor pequeño en la Sig. lleva a rechazar la hipótesis de que un efecto
sea estadísticamente igual a cero.
6) El término Exp (B) es el factor por el cual varía la razón de momio de la variable a explicar
cuando hay un cambio unitario en el valor de una variable independiente controlando las restantes.

2. Algunas consideraciones sobre los modelos aplicados

Una vez determinados los modelos se pusieron a prueba un set de regresiones para cada uno de
ellos. Los modelos fueron ajustados para lograr una mayor capacidad explicativa y predictiva.
Los métodos utilizados en el proceso fueron: Método Enter con el estadístico Wald y Método
Conditional con el estadístico LR. Estos procesos cumplen funciones complementarias para la evaluación
de la Bondad de Ajuste del modelo general y de sus efectos específicos.
Se cumplió con la lógica de ajustar el modelo completo hasta llegar a una bondad de ajuste general
del 0.296 (Nagelkerke) para el año 1990 y del 0.412 para 1999, lo cual indica que el modelo ajusta mejor
para el año 1999 que para el año 1990. Esto se debe a que los mismos factores presentes en ambos años
explican de forma diferencial el fenómeno de la precariedad laboral como resultado de los procesos
económicos e institucionales analizados. Es decir, estamos ante la presencia de diversos factores que surgen
a fines de la década como explicativos de la precariedad y que estos mismos en 1990 no podían dar
cuenta del fenómeno.
En las Tablas que siguen se puede observar que para ambos años el procedimiento Conditional LR
no quitó ninguno de los factores de la ecuación. Se tomaron, para el Modelo 1, a las características socio-
laborales y educativas como factores significativos dentro del modelo. De la misma manera, se
consideraron las variables Rama de Actividad, el Tamaño del establecimiento, sus combinaciones
específicas y la Calificación de la tarea realizada como factores significativos dentro del modelo para
ambos años.

163
Tabla de factores y estadísticos de la ecuación del Modelo 1 (1990 y 1999)
Modelo 1 - Año 1990
Basado en parámetros condicionales estimados
Grados de Significancia
Término removido Log Likelihood -2 Log LR
libertad del Log LR
Jefatura -1471088,0 2.335,145 1 0,0000
Sexo -1470243,9 647,008 1 0,0000
Grupos de Edad -1470578,5 1.316,257 2 0,0000
Nivel Educativo -1480930,1 22.019,487 5 0,0000
Sexo por Edad -1470765,4 1.690,072 2 0,0000
Jefatura por sexo -1471949,9 4.059,053 1 0,0000
Jefatura por Edad -1475270,6 10.700,402 2 0,0000
Nivel Educativo por Edad -1472082,5 4.324,190 10 0,0000
Modelo 1 - Año 1999
Basado en parámetros condicionales estimados
Grados de Significancia
Término removido Log Likelihood -2 Log LR
libertad del Log LR
Jefatura -1805439,9 5.987,592 1 0,0000
Sexo -1803808,6 2.725,037 1 0,0000
Grupos de Edad -1807229,2 9.566,204 2 0,0000
Nivel Educativo -1829203,7 53.515,238 5 0,0000
Sexo por Edad -1804814,7 4.737,282 2 0,0000
Jefatura por sexo -1807340,0 9.787,847 1 0,0000
Jefatura por Edad -1805687,3 6.482,339 2 0,0000
Nivel Educativo por Edad -1810646,4 16.400,674 10 0,0000

Tabla de factores y estadísticos de la ecuación del Modelo 2 (1990 y 1999)


Modelo 2 - Año 1990
Basado en parámetros condicionales estimados
Término removido Log -2 Log LR Grados de Significancia del
Likelihood libertad Log LR
Tamaño -1066237,9 32249,461 4 0,0000
Rama -1058145,0 16063,601 5 0,0000
Calificación -1050258,9 291,346 1 0,0000
Industria h/ 5 trab. -1050118,8 11,140 1 0,0008
Ind. de 6 a 25 trab. -1051962,2 3698,048 1 0,0000
Ind. de 26 a 100 trab. -1051449,3 2672,206 1 0,0000
Construcción h/ 5 trab. -1050139,0 51,551 1 0,0000
Construcción de 6 a 25 trab. -1050702,9 1179,409 1 0,0000
Construcción de 26 a 100 -1050548,0 869,642 1 0,0000
trab.
Comercio h/ 5 trab. -1050478,3 730,128 1 0,0000
Comercio de 6 a 25 trab. -1052699,2 5171,919 1 0,0000
Comercio de 26 a 100 trab. -1050563,9 901,406 1 0,0000
Transporte h/ 5 trab. -1050210,1 193,761 1 0,0000
Transporte de 6 a 25 trab. -1051075,0 1923,576 1 0,0000
Transporte de 26 a 100 trab. -1050594,0 961,654 1 0,0000
Serv. Rest. h/ 5 trab. -1050466,3 706,232 1 0,0000
Serv. Rest. de 6 a 25 trab. -1050195,3 164,225 1 0,0000
Serv. Rest. de 26 a 100 trab. -1050915,2 1603,978 1 0,0000

164
Modelo 2 - Año 1990
Basado en parámetros condicionales estimados
Término removido Log -2 Log LR Grados de Significancia
Likelihood libertad del Log LR
Tamaño -1402502,7 44670,501 4 0,0000
Calificación -1396956,8 33578,825 1 0,0000
Rama -1385674,8 11014,782 5 0,0000
Industria h/ 5 trab. -1380198,0 61,087 1 0,0000
Industria de 6 a 25 trab. -1380193,5 52,252 1 0,0000
Industria de 26 a 100 trab. -1380867,3 1399,772 1 0,0000
Construcción h/ 5 trab. -1380197,4 59,976 1 0,0000
Construcción de 6 a 25 trab. -1380192,7 50,527 1 0,0000
Construcción de 26 a 100 trab. -1386400,8 12466,833 1 0,0000
Comercio h/ 5 trab. -1381459,9 2584,966 1 0,0000
Comercio de 6 a 25 trab. -1382638,2 4941,636 1 0,0000
Comercio de 26 a 100 trab. -1382183,7 4032,58 1 0,0000
Transporte h/ 5 trab. -1380632,3 929,717 1 0,0000
Transporte de 6 a 25 trab. -1389387,7 18440,467 1 0,0000
Transporte de 26 a 100 trab. -1383455,2 6575,490 1 0,0000
Serv. Restantes h/ 5 trab. -1380326,9 318,987 1 0,0000
Serv. Restantes de 6 a 25 trab. -1380739,4 1144,038 1 0,0000
Serv. Restantes de 26 a 100 trab. -1380422,1 509,412 1 0,0000

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