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Tampoco podían faltar los cigarrillos, especialmente los de fabricación nacional. La Fábrica
Nacional de Cigarrillos promocionaba el ‘Gran Colombia’ que aprovechaba el
nacionalismo anunciando que “la opinión pública aclama nuestros productos como los
mejores de su clase en la actualidad, sencillamente porque nuestra fábrica emplea en sus
picaduras, hoja de tabaco cosechadas en las más hermosas plantaciones del Norte.”
Remataba como lo hacían la mayoría de los anuncios de esos años, “de venta en todos los
establecimientos y bodegas.” Mantenían una promoción permanente en la que cambiaban
las cajetillas vacías por una llena de esta manera, quince cajetillas grandes por una del
mismo tamaño u ocho cajetillas pequeñas por una de esta clase.
Y para rematar esta crónica, una mención del trasporte urbano. El primer automóvil había
llegado algunos años antes y ya se ofrecían a la venta, los más conocidos traídos de Estados
Unidos, los Chevrolet en cuatro modelos Sport, de Lujo, Special y Corriente. El
distribuidor era Cogollo Hermanos y los colores de moda eran el azul oscuro o el azul
Boston, el gris Ontario o el más popular, el negro. Se anunciaba como el ‘más barato en
relación con su alta calidad’. Claro que un automóvil era entonces un lujo que pocos podían
procurarse, pero quienes querían darse su paseíto, bastaba con llamar a Eduardo Araque al
teléfono 375, que con su Hudson para 7 pasajeros lo llevaría al destino de su preferencia
por los escasos caminos que entonces existían.
La puesta en operación del tranvía, los servicios del telégrafo nacional, telefonía y
alumbrado público, así como el servicio de electricidad, las vías, caminos y pasos de
frontera, facilitaron la integración con el contexto nacional y binacional.