Está en la página 1de 3

Columnistas

Las élites necesitan reinventarse

Costa Rica lo ha hecho antes y puede hacerlo ahora: reinventarse para salir del
subdesarrollo.

Fernando Araya. 28 diciembre, 2018

El abogado Gustavo Román Jacobo menciona en su artículo “Las elites importan”


(23/12/2018) a José Ortega y Gasset, quien estudió a las élites como sujetos de la
historia. En relación con este asunto, Ortega plantea en su libro La rebelión de las
masas que “el Estado (…) no es nada material, inerte, dado y limitado. Es un puro
dinamismo, la voluntad de hacer algo en común”.

Esa “voluntad de hacer algo en común” se exterioriza en las élites, sean intelectuales o
no, cuando las ideas, acciones y emociones de sus miembros sintonizan con necesidades
e imperativos de realización colectiva; si esa conexión élite-sociedad no existe, se
produce una desarticulación que lleva a la decadencia de los países. Tal la visión de
Ortega y Gasset.

¿Es la cultura del agazapado combinada con la del trepador de puestos, famas y poderes
un muro infraqueable que impide liberar las fuerzas creativas de los costarricenses y las
capacidades visionarias de las élites?

Es necesario evitar dos extremos perniciosos que quizás Ortega y Gasset no analizó con
la debida profundidad: de un lado, el culto a la personalidad que lleva al endiosamiento
de los líderes y al servilismo que hacia ellos muestran sus seguidores, y, por otro, los
enfoques que diluyen a las personas en colectivos, estructuras, clases y grupos sociales,
como ocurre en los pensamientos colectivistas, autoritarios y totalitarios.

Ambos extremos comparten el desprecio respecto a los pensamientos, emociones y


acciones de las personas pobres, muy pobres o socialmente excluidas. Para evitar caer
en los extremismos conviene cultivar cuatro principios: primero, la persona, cualquiera
que sea su condición, es siempre más que las circunstancias en las que nace o se
desenvuelve, por eso las transforma; segundo, la historia no es una prisión donde se
escucha el grito de una criatura oprimida, sino el lugar donde el ser humano supera sus
límites; tercero, una personalidad histórica tiene la capacidad de observar realidades y
combinaciones de realidades que otros de sus contemporáneos no perciben; y, cuarto,
existen interacciones élite-sociedad, y es en esas interacciones donde acontece el hecho
histórico y sus ramificaciones.

Preguntémonos: ¿Se encuentran las élites políticas, educativas, culturales, religiosas,


empresariales y sociales de la Costa Rica contemporánea en sintonía con las exigencias
del desarrollo nacional e internacional o, por el contrario, los abundantes egoísmos
sectoriales, subjetivismos ideológicos e intereses a cortísimo plazo les impiden marcar
un horizonte integrador y sintetizar ideas y propuestas? ¿Es la cultura del agazapado
combinada con la del trepador de puestos, famas y poderes un muro infraqueable que
impide liberar las fuerzas creativas de los costarricenses y las capacidades visionarias de
las élites?
El meritorio desempeño de la actual Asamblea Legislativa y el liderazgo ejercido en su
seno, ¿exime a las élites de la necesidad de reinvención o eleva la urgencia de
reinventarse a fin de avanzar hacia el cambio social real, estructural?

Crisis sistémica. En una primera aproximación a los asuntos planteados, está claro que
las redes sociales y los pasillos del poder, cualquiera que sea este, se han convertido en
lugares donde se compite para ver quién pronuncia el más eficaz y soez insulto, o la más
adornada y superficial alabanza a las personas y grupos de preferencia.

Esta circunstancia evidencia un descenso vertiginoso de la capacidad de análisis y un


ascenso, también acelerado, del sectarismo y el inmediatismo. ¡Cuánto beneficio le
traería al país liberarse de las visiones maniqueas! (todo el bien esta de un lado y todo el
mal del otro). ¡Cuánto provecho obtendría la sociedad si se abandona la atávica
costumbre de idolatrar a unos como si fuesen seres angelicales de sonrisa bonachona y
demonizar a otros como si hubiesen nacido en el mismísimo infierno!

Costa Rica necesita reequilibrar sus emociones, su subjetividad social esta dañada, y
conviene cultivar lenguajes que no insulten y no excluyan, sino que incluyan y
propicien un coloquio permanente de todas las voces con sus ideas, intereses y
experiencias. Pero cuidado, “un coloquio permanente” sí, no una parálisis perpetua.

Aquí es imperativo señalar lo siguiente: si restringimos la mirada al componente


político de las élites, está claro que existe un segmento de ellas que posee el mérito de
estar tomando decisiones necesarias en diversos campos.

Para que este segmento responda mucho mejor a las exigencias objetivas del desarrollo,
sintonice con la ciudadanía y se libere de sus propias insuficiencias, le es necesario
reinventarse e incorporar, como parte de esa reinvención, cuatro contenidos a la
voluntad determinativa que ha mostrado: primero, asumir, con transparente sentido
autocrítico la responsabilidad del conjunto de la clase política en la gestación de la crisis
sistémica que padece el país; segundo, contribuir a que los pobres, los más pobres y los
excluidos sociales sean sujetos y no receptores pasivos de la superación de la pobreza,
la pobreza extrema y la exclusión; tercero, abandonar, si existe, toda pretensión de ser
un bloque redentor, misionero y heroico; y cuarto, plantear una hoja de ruta
cronometrada a través de la cual sea factible superar el subdesarrollo.

Para avanzar en este proceso de reinvención de las élites políticas se requieren


decisiones que construyan partidos políticos modernos, liberados de su actual condición
de maquinarias electorales; propiciar cambios generacionales en dirigencias y
liderazgos; elevar el volumen y profundidad de los conocimientos disponibles por
personas y colectivos; crear vínculos permanentes con las instancias nacionales que
desde hace casi 30 años llevan a cabo análisis rigurosos sobre la evolución de los
indicadores de desarrollo; y contribuir a consolidar recursos humanos de carácter
gerencial y de alto nivel técnico y profesional en el Estado, cuyo desempeño no esté
distorsionado por consideraciones políticas y electorales.

Crisis. Se ha marcado un rumbo respecto a la crisis fiscal, pero eso es poco porque la
crisis del país no es solo eso, también es de insuficiente competitividad y productividad
económicas, de atrofia del sistema de partidos políticos, de ausencia de suficientes
liderazgos maduros e ilustrados y de decadencia en las interacciones afectivo-
emocionales. Estamos frente a una crisis sistémica y las respuestas para superarla deben
ser sistémicas. Existe la posibilidad de alcanzar ese tipo de respuestas, pero el país debe
percatarse de que no se puede crear un consenso pragmático y transformador si se le
llama enemigo al adversario y se le trata con displicencia. Es imposible sentarse a la
mesa para compartir el pan y la palabra si la inspiración de los comensales es la
dialéctica amigo-enemigo, cuyo objetivo es hacer desaparecer, aniquilar, humillar y
disminuir al interlocutor, al otro, al distinto.

También podría gustarte