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LOS SACRAMENTOS DE INICIACIÓN

Mediante los sacramentos de la iniciación cristiana, el Bautismo, la Confirmación y la


Eucaristía, se ponen los fundamentos de toda vida cristiana. "La participación en la
naturaleza divina, que los hombres reciben como don mediante la gracia de Cristo, tiene
cierta analogía con el origen, el crecimiento y el sustento de la vida natural. En efecto, los
fieles renacidos en el Bautismo se fortalecen con el sacramento de la Confirmación y,
finalmente, son alimentados en la Eucaristía con el manjar de la vida eterna, y, así por medio
de estos sacramentos de la iniciación cristiana, reciben cada vez con más abundancia los
tesoros de la vida divina y avanzan hacia la perfección de la caridad". (Pablo VI, Const. apost.
Divinae consortium naturae; cf. Ritual de Iniciación Cristiana de Adultos, Prenotandos 1-2).

l. EL BAUTISMO:
El santo Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el
espíritu y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos. Por el Bautismo somos
liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo
y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión. Catecismo de la Iglesia
Católica , n. 1213.
Este sacramento recibe el nombre de Bautismo en razón del carácter del rito central
mediante el que se celebra: bautizar (baptizein en griego) significa "sumergir", "introducir
dentro del agua"; la "inmersión" en el agua simboliza el acto de sepultar al catecúmeno en
la muerte de Cristo, de donde sale por la resurrección con Él transformado en una "nueva
criatura", como explica san Pablo a los Corintios y a los Gálatas (2 Co5,17; Ga 6,15).
Es llamado también “baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo”, porque
significa y realiza ese nacimiento del agua y del Espíritu sin el cual "nadie puede entrar en
el Reino de Dios", como dice el Evangelio de san Juan.
Habiendo recibido en el Bautismo al Verbo, "la luz verdadera que ilumina a todo hombre"
(Jn 1,9), el bautizado, se convierte en "hijo de la luz", y en "luz" él mismo. Catecismo de la
Iglesia Católica , n. 1214, 1215, 1216.
ll. LA CONFIRMACIÓN:
El sacramento de la Confirmación es uno de los tres sacramentos de iniciación cristiana. La
misma palabra, Confirmación que significa afirmar o consolidar, nos dice mucho.
En este sacramento se fortalece y se completa la obra del Bautismo. Por este sacramento,
el bautizado se fortalece con el don del Espíritu Santo. Se logra un arraigo más profundo a
la filiación divina, se une más íntimamente con la Iglesia, fortaleciéndose para ser testigo
de Jesucristo, de palabra y obra. Por él es capaz de defender su fe y de transmitirla. A partir
de la Confirmación nos convertimos en cristianos maduros y podremos llevar una vida
cristiana más perfecta, más activa. Es el sacramento de la madurez cristiana y que nos hace
capaces de ser testigos de Cristo.
“Es justo que yo sienta esto acerca de todos vosotros, porque os llevo en el corazón, pues
tanto en mis prisiones como en la defensa y confirmación del evangelio, todos vosotros sois
participantes conmigo de la gracia.” (Filipenses 1:7.)

ll. LA EUCARISTÍA:
La Eucaristía es la consagración del pan en el Cuerpo de Cristo y del vino en su Sangre que
renueva mística y sacramentalmente el sacrificio de Jesucristo en la Cruz. La Eucaristía es
Jesús real y personalmente presente en el pan y el vino que el sacerdote consagra. Por la fe
creemos que la presencia de Jesús en la Hostia y el vino no es sólo simbólica sino real; esto
se llama el misterio de la transubstanciación ya que lo que cambia es la sustancia del pan y
del vino; los accidentes -forma, color, sabor, etc.- permanecen iguales.
Si apreciáramos de veras la Presencia real de Cristo en el sagrario, nunca lo encontraríamos
solo, únicamente acompañado de la lámpara Eucarística encendida, el Señor hoy nos dice
a todos y a cada uno, lo mismo que les dijo a los Apóstoles "Con ansias he deseado comer
esta Pascua con vosotros " (Lc.22,15.)

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