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MATERIAL MENTE DIARIO (Alejandra del Río. Santiago: Cuarto Propio, 2009)
El tercer libro de Alejandra del Río (Santiago, 1972), no es nuevo para los lectores más
atentos de poesía chilena. Algunos de sus poemas venían circulando en distintas revistas
(como Plagio, entre otras) desde alrededor del año dos mil, por lo menos.
Pero hay un hiato entre el Escrito en Braille (1999) y este libro recién salido del horno, o
casi. Diez años entre una y otra publicación podrían tener su explicación (aunque remarco
el tono condicional de la frase) en la biografía de la autora. Radicada desde hace dos lustros
en Alemania, Del Río parece haber hibernado saludablemente en el barbecho de la espera.
Y el libro da cuenta de este período y sus frutos. Me atengo a la rastrera costumbre de
copiar de las solapas, en este caso de las palabras de Damaris Calderón, que no sin lucidez
señala que aquí la hablante recorre los espacios, pero estos a su vez la recorren a ella. Tal
vez aquí tengamos una de las claves de este libro.
Así, por ejemplo, toda la presencia del destierro como tema, la extranjería como experiencia
no pasa incólume por el cedazo de su escritura. Habría que decir, a ojo de buen cubero, que
este es uno de los tópicos recurrentes del libro. Destierro y distancias que se traducen en la
reproducción de una memoria, en la ubicación del hablante en una lejanía que es su
necesario punto de partida.
Con esto se posibilita ese permanente recuerdo que la hablante vive fundamentalmente
como pérdida. La recreación de la infancia, en ese sentido, se aleja de cualquier Edad de
Oro para retrotrerse a una zona conflictiva donde el pasado es cualquier cosa salvo idílico.
Especialmente decidor en torno a este punto resulta un poema como “Simultánea y remota
(Santiago de Chile, año 1980)”, donde la anáfora va incrementado sucesivamente los
alcances semánticos del texto.
Tengo ocho años es la frase que se repite de manera obsesiva para que el lector ingrese
a un universo que es a la vez público y privado, colectivo e individual. No es
gratuito el subtítulo que sitúa este poema, tal vez al libro entero, en un Santiago
del año ochenta, aquel del primer plebiscito pinochetista y la constitución de
marras. Un Santiago y un país bajo amenaza, aunque hoy en día nos puedan
parecer lejanos.
A lo que nos remite entonces la condición a la vez simultánea y remota aludida en el título
es a un país extraviado en un pasado de suyo inalcanzable, al que sin embargo se declara
fiel; fidelidad que se traduce en una patria hacia la cual se dirijen todos sus anhelos. En un
poema previo, declaraba con total desembozo: “¿Cuándo volveré?/Chile de la infancia”
(20). Probablemente el Chile al que se quiera volver no tenga trazas del mismo que se añora,
pero eso no es óbice para que la reconstrucción ficcional del hogar sirva como espacio de
anclaje e identidad. Como señala con certeza Lorena Amaro (2009) en la que es hasta ahora
la única reseña que conozco sobre este libro, los recorridos de la hablante son los que la
definen. No es gratuito, sigo aquí a la profesora y ensayista chilena, que el límite a través
del cual se contempla esa infancia chilena sea encaramada sobre las paredes de la palabra
y/o de la institución disciplinaria.
Me explico. Ese poema, “El muro”, cuyo epígrafe nos señala: “tarde en el psiquiátrico”, abre
la semiosis de esa simple muralla, para levantar una separación y una escisión entre
territorios, pero también en el ser mismo de la hablante. Hablamos aquí de un límite (1)
separa y une al mismo tiempo, que simboliza metonímicamente a un país y que a través de
sutiles intertextos mistralianos (“sitios de la ausencia que me saben extranjera”, 18) se da
tiempo para hablar también de una contingencia que no le es ajena. Estos métodos y otros
(nuevamente, la anáfora como recurso privilegiado) hacen que este poema vaya
incrementando exponencialmente su(s) sentidos(s), desde una reflexión autobiográfica
hasta una representación nostálgica de un espacio de identidad y last but not least una
pregunta permanente en torno al arte de la palabra. Todo eso es lo que la hablante se
pregunta ante el muro. Las respuestas sin embargo puede que estén desperdigadas a todo
lo largo y ancho del libro. Desde el poema que abre el conjunto, “Fábula”, la mirada que
tiene Del Río sobre el oficio poético, se deslinda de esa sospecha tan lihneana que campea
entre muchos otros autores anteriores, contemporáneos y también posteriores a ella. Aquí,
en cambio, no deja de haber una reivindicación de un arte que se entiende como destino.
Morir y nacer en la ciudad de la poesía son términos equivalentes, puesto que la poesía se
considera no como parte de la literatura, sino como algo que necesariamente la antecede.
El poema sería previo, en consecuencia, a cualquier actividad poética. Se explica así un
poema que según Amaro tiene ecos nerudianos, como “Rangoon 2000”. Ecos que, por
cierto, no tienen tanto que ver con la alusión del título, sino con la poética que rige este
poema en específico y el libro en general y que, además, podría ser una de las claves para
explicarnos el título de Material mente diario.
Las “cosas” de las que se hablan en este poema aparecen separadas en un principio del
mundo de la autora, quien se encuentra enajenada de ellas:
Todas las cosas organizadas por sí solas
y yo deseando poder penetrarlas
Sin embargo, no debe leerse esto como el afán de desembarazarse de las cosas, de disociar
el habla poética de sus referentes. Por el contrario, una de las tareas que emprende este
libro es la de identificar claramente las posibilidades que tiene en frente y, en la medida de
sus fuerzas y de los instrumentos con que cuenta el lenguaje poético, lograr una
reconciliación entre este último y las materias.
Así juntarás tus jirones
las rotas alas reunirás
recuerda
recupera tu belleza en cada parto.
(Del Río, 23)
En el poema se subraya la condición de soporte de todo aquello que rodea a la hablante en
su quehacer cotidiano. La mesa y el vino están ahí para servir de base al canto. Del Río sabe
que la estética que recorre su libro no es más (ni tampoco menos) que esa, la del canto. La
del afán, si se quiere, profético. En un ensayo que no ha dado poco que hablar, Susan
Stewart (2002) plantea que la relación de los sentidos con la modernidad ha ingresado en
un período de creciente alejamiento, donde el espacio existente entre ambos polos
permanece aun así como una brecha a cerrar, como una nostalgia que no hace sino subrayar
el aparentemente inevitable proceso de espectacularización de la vida contemporánea, al
menos tal y como lo describe Buadrillard (2000), donde la realidad se hace inalacanzable
producto de su propio estado de saturación y exceso (4) .
Desde el primer poema que Del Río publicara en libro (“YO CACTUS”, en El yo cactus, Del
Río, 9) esta vertiente en que una voz se adueña del escenario para reiterar la imagen de la
ceguera (“Acaso cegar el mundo con los ojos abiertos”, Del Río, 9) volverá constantemente,
ya en Escrito en Braille, ya en este último Material mente diario. “Comencé a leer cuando
dejé de ver” (45), se llama una de las secciones de Escrito en Braille, cuya portada, no está
demás recordarlo aquí, estaba precisamente escrita en idioma Braille, subrayando así dos
cosas: primero la importancia de esa ceguera para referir a esa tradición del vate que no ve
y en la que resaltan casi como lugares comunes, pero no por eso menos necesarios, los
nombres de Homero y Borges; en segundo lugar, esa misma invidencia pone de relieve la
prioridad de lo sensual, el imperio de los sentidos en todo lo que hasta ahora ha escrito -o
por lo menos publicado- esta poeta chilena. En el texto que leyó en la presentación de
Escrito en Braille (en el Goethe Institute de Santiago), esboza una poética a partir de un
título que es de suyo elocuente: Explicación de esta ceguera: “no temas, también es poema
lo que sueñas con las manos” (Del Río, s/n).
En su primer libro, El yo cactus, Alejandra del Río ya había empezado a tratar el tema del
desplazarse, pero lo hacía de un modo marcado por una textualidad inscrita en la tradición
que si bien no le restaba fuerza al texto, sí lo hacía actuar dentro de contextos
absolutamente divergentes. En aquel texto, “Santiago (visiones)”, el poema parecía
funcionar como un comentario personalizado del texto de Constantino Kavafis, “La ciudad”,
que figura como epígrafe al comienzo del poema, citándose el conocido “La ciudad te
seguirá” (Kavafis, en Del Río, 43).
Vengo llegando cada día a esta ciudad.
Ser extranjero no causa penas
cuando uno mismo junta sus cosas
marca boletos de un solo destino
apea las ansias en toda estación
y de cada plaza jamás se marcha.
(Del Río, 43)
La extranjería que es oriunda, el que parte es el que vuelve: temas sancionados por la
tradición pero que adquirían un giro particular en ese primer libro. Sin embargo en sus dos
publicaciones posteriores, la autora le ha dado nuevos matices a este tema, asumiendo ya
una interiorización de este motivo (“levanta tu país como una torre en el exacto lugar del
llanto”, Escrito en Braille, 44), ya una abierta dislocación en las posibilidades expresivas que
recurren a la auto-cita para utopizar desde la absoluta fragmentariedad la situación que
rodea a la hablante:
La ciudad es una torre
la torre ya no está en el exacto lugar del llanto
(…)
Rodeo la torre
no sé cómo entrar
veo mi piel tan erguida de astillas
mi cabeza despide una vez luz
otra vez agonía
(Material mente diario, 54)
Subrayar los efectos del viaje en un contexto como el contemporáneo tiene lecturas
políticas amplias. Por lo pronto, escribir en tiempos en que la sociedad multicultural aparece
seriamente amenazada por lo que Paul Gilroy califica como nostalgia imperial, esa
melancolía que es producto de
an obsessive repetition of key themes -invasion, war, contamination, loss of identity- and
the resulting mixture suggests that an anxious, melancholic mood has become part of the
cultural infrastructure of the place, an immovable ontological counterpart to the nation-
defining ramparts of the white cliffs of Dover.
(Gilroy, 14)
nos plantea preguntas que no cuentan con respuestas inmediatas. Cuando en el último
verso de “Expreso de mediodía”, vemos escrito que “una muerta sólo emigra”, podemos
asumir que el cambio ocurrido en la escritura de Alejandra del Río pasa necesariamente por
la textualización de esas circunstancias históricas que rodean a la voz poética, textualización
que es la única forma de acceder/resolver estéticamente aquellas contradicciones de la
realidad que se encuentran, particularmente las que trata Del Río, en estado de ebullición.
Los conflictos migratorios que no son ajenos a este tercer poemario de Ale del Río son
consustanciales al debate por la identidad que no sólo campea en la Europa donde la autora
vive, sino que cruza en múltiples direcciones (la dislocación de los paisajes étnicos,
ideológicos y mediáticos de los que habla Appadurai) llegando a plantearnos también la
pregunta en el propio territorio chileno, ese país imaginario (7), donde varias naciones
conviven de manera conflictiva en un solo estado (mapuches, rapa nuis, chilenos, peruanos,
chilenos en el extranjero, etc.).
Material mente diario reactualiza una poética de la materialidad pero con un giro que
es inexorablemente posmoderno: unos significantes en flotación, separados de
sus referentes pero también nostálgicos de ellos. La poiesis nerudiana a la que
aludíamos anteriormente representa un estado de cosas del mundo capitalista
en el que los objetos aún gozaban de una presencia tangible. Hoy, en el que la
mercancía se confunde con su fetiche (Cárcamo, 52), las corrientes isomórficas a
través de las que circula cualquier política de identidad, se traducen en este
poemario en una representación anafórica de esa paradoja en que “el tiempo se
mide en distancia” (Del Río, 70), done la reconstrucción de la memoria no crea
un anhelo de anclaje en identidades fijas, sino que por el contrario, en el
permanente cuestionamiento de la relación entre el habla y la realidad, el silencio
y la materia:
(…) mientras despido al silencio
llega la materia
un parloteo desconocido
de la materia
(Del Río, 27).
***
OBRAS CITADAS
Baudirllard, Jean. The Vital Illusion. New York-Chichester: Columbia University Press,
2000.
Cárcamo, Luis Ernesto. Tramas del mercado: imaginación económica, cultura pública
y literatura en el Chile de fines del siglo veinte. Santiago: Editorial Cuarto Propio,
2007.
***
NOTAS
(1) En el poema “Dedos de yerba” (21), la autora cita a Rodrigo Lira, con un epígrafe
que reza: “EN EL LÍMITE del lenguaje/me canso”. Estos dos versos provienen del
último texto (sín título) incluido en el volumen Proyecto de obras completas
(2003) de Lira, texto en el cual se indaga (como en gran parte del libro de este
autor) en torno a la naturaleza del lenguaje y sus capacidades comunicativas y/o
performativas. La conclusión a la que se arriba aquí es por lo demás bastante
escéptica y -creo- se aleja de la visión que abriga el Material mente diario de
Alejandra del Río. En el poema de Lira, se explicita la imposibilidad de una
comunicabilidad de la experiencia (“La vivencia: otro hito o/Punto de referencia.
Intransferible/Sustancia: comunicable, tal vez, con telepatía/-pero no con
poesías”, 153), buscando salida (aunque hablar de salida parezca en realidad un
oxymoron) en el silencio o en la nada. Como se verá más arriba, Del Río opta por
un camino totalmente diferente.
(3) “Era evidente que las Odas elementales surgían como reanudación del esfuerzo
de Neruda por lograr el inventario poético de la materia en sus múltiples
manifestaciones (Hernán Loyola, citado por Ostria, 30)
(4) En The Vital Illusion, el filósofo francés plantea que “It is culture that clones us,
and mental cloning anticipates any biological cloning. It is the matrix of acquired
traits that, today, clones us culturally under the sign of monothought-and it is all
the innate differences that are annulled, inexorably, by ideas, by ways of life, by
the cultural context. Through school systems, media, culture, and mass
information, singular beings become identical copies of one another. It is this kind
of cloning -social cloning, the industrial reproduction of things and people-that
makes possible the biological conception of genome and of genetic cloning,
which only further sanctions the cloning of human conduct and human cognition”
(25). Esta reproducción masiva de lo humano, en la cual la homogeneización de
la experiencia y su reproducción ad absurdum, son las que precisamente habrían
acabado con lo real, con la experiencia “única” e individual a la que aspirara el
sujeto moderno.
(5) Suponemos que el título guarda una referencia irónica con el título de la película
Expreso de medianoche, dirigida por Alan Parker, con un guión de Oliver Stone y
protagonizada por Brad Davis. La película narra la experiencia vivida por Billy
Hayes (autor del libro homónimo), quien es condenado a penas de cárcel en
Turquía luego de que se le descubriera tratando de abordar un avión con un
cargamento de hachís. Al interior del recinto penitenciario el protagonista vive
una situación verdaderamente pesadillesca, de la cual sólo logra escapar de
manera violenta.
(6) Aunque para Del Río la distancia siga siendo simultánea y remota, alcanzable e
inalcanzable, presencia y ausencia, el luto y la fiesta.
(7) “Estos paisajes vienen a ser algo así como los bloques elementales (de los juegos
de armar infantiles) con los que se construyen lo que a mi me gustaría denominar
(extendiendo la idea de Benedict Anderson) los mundos imaginados, es decir, los múltiples
mundos que son producto de la imaginación históricamente situada de personas y grupos
dispersos por todo el globo (véase el capítulo 1). Un hecho fundamental de la actualidad es
que muchas personas del globo viven en tales mundos imaginados (no solamente en
comunidades imaginadas), y es por eso que son capaces de responder, y a veces hasta de
subvertir, los mundos imaginados producidos por la mentalidad oficial y la mentalidad
empresarial que los rodea”. (Appadurai, www.cholonautas.edu.pe)