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Viejos y nuevos intereses gravitan en la Bolivia actual. La localización de los recursos parece
desplazar ahora el eje del poder hacia el oriente del país.
De Potosí…
Gracias a la plata, durante los siglos XVI y XVII Potosí llegó a ser una de las
ciudades más pobladas del globo y la riqueza fijó allí el eje del poder. Su
importancia fue decisiva, irradió fortuna en diferentes direcciones: Arica, Charcas,
Oruro, La Paz, Arequipa, Huancavelica, Cuzco y Lima. En el sur, el incipiente
desarrollo del noroeste argentino no se podría entender sino a partir de esta
realidad económica. Es más, el propio nombre “Argentina” proviene de la atracción
argentífera.
Ya en el siglo XX, en 1924, se descubre petróleo en Tarija y tres años más tarde en
Santa Cruz. Estos departamentos pasan lentamente a valorizarse a los ojos del
poder central. También la guerra del Chaco (1932-1935) obliga a las autoridades
nacionales a prestar mayor atención a esas tierras, próximas al frente de batalla y,
sin embargo, aisladas del resto del país –sin ferrocarril ni rutas–. La dirigencia
cruceña ya había expresado sus reclamos en el célebre y profético Memorándum de
1904 y en el levantamiento armado de 1924 que demandaban al gobierno central,
entre otras cosas, la construcción de un ferrocarril a Santa Cruz.
La obtención de las regalías no fue por cierto algo gratuito. Baste mencionar que
durante el gobierno del MNR (Movimiento Nacionalista Revolucionario), en 1958,
milicias campesinas y mineras ingresaron a la capital departamental cometiendo
desmanes y actos atroces como la matanza de Terebinto, donde se exterminó
cruelmente a opositores del gobierno. Estos sucesos han dejado heridas muy
profundas en la memoria histórica de los cruceños.
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En este panorama general, la complicada geografía boliviana sigue limitando el
entendimiento entre las partes. A ello se suma la falta de infraestructura que
contribuye a su aislamiento y acentúa las diferencias entre grupos originarios,
mestizos y blancos, estos dos últimos más integrados. Las desigualdades culturales
se vinculan evidentemente al crecimiento económico y la distribución de la riqueza;
y el crecimiento, con la localización de los recursos naturales (minerales,
hidrocarburos y tierras fértiles para la producción agropecuaria) cuyos réditos
dependen de la capacidad de la clase dirigente para incrementarlos y distribuirlos
con equidad. Este mosaico de viejos y nuevos intereses gravita en Bolivia y produce
un desequilibrio que parecería volcar la balanza del poder hacia el oriente. De ser
así, se cumpliría el vaticinio de Mitre en el discurso pronunciado en el Senado en
1871: “El porvenir de Bolivia no está en occidente sino en la parte donde nace el
sol… por eso tiende a encontrar una salida por el Atlántico, buscando por el oriente
el aire, el espacio y la luz que le falta por el Pacífico”.
1. Los departamentos que integran el altiplano son La Paz, Oruro y Potosí. Según el
Instituto Nacional de Estadística de Bolivia, “abarca el 28% del territorio nacional
con una extensión estimada de 307.000 kilómetros cuadrados. Esta zona se halla a
más de 3000 msnm, ubicada entre los dos grandes ramales andinos: las cordilleras
Occidental y Oriental o Real…”.
2. Santa Cruz está entre los quince más importantes productores de soja del
mundo.