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Análisis y diagramación de argumentaciones

y aplicación a textos clásicos de la filosofía.

Jaime Roldán Corrales


26 de abril de 2013

1. INTRODUCCIÓN

El presente texto fue nuestra contribución al II Workshop de Lógica y Filosofía de la


Ciencia, organizado por la Universidad de Salamanca los días 25 y 26 de abril de 2013.
Muestra un esbozo del trabajo de investigación para el Trabajo de Fin de Máster
Interuniversitario en Lógica y Filosofía de la Ciencia coordinado actualmente por la
Universidad de Valladolid con la participación de otras seis universidades españolas.

Consiste en un análisis desde la lógica informal, en el marco teórico de la teoría de la


argumentación, de la primera parte del Parménides de Platón, como ejemplo de aplicación
de tal análisis a textos clásicos de la filosofía. En éste diálogo se exponen una serie de
argumentos críticos contra la Teoría de las Ideas, donde encontramos el bien conocido
argumento del Tercer Hombre.

La primera parte comienza con la crítica de Sócrates a los argumentos de Zenón contra
la multiplicidad. A continuación, Parménides plantea su arsenal de objeciones a la Teoría de
las Ideas: en primer lugar menciona el problema acerca de la conveniencia de atribuir Ideas
a ciertas entidades como Hombre, Fuego, Suciedad, Pelo y Barro, lo que suscita numerosas
dificultades que el mismo Sócrates reconoce. En segundo lugar expone las objeciones a la
participación de las cosas en las Ideas (tanto si los participantes lo hacen de la totalidad o de
alguna parte de la Idea, nos encontramos el absurdo); en tercer lugar, Parménides introduce
el argumento del Tercer Hombre que concluye con la necesidad de infinitas Ideas para
sostener la participación. Ello conduce a una regresión infinita que puede esquematizarse
como sigue:
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Consideremos una pluralidad de cosas grandes, A, B y C. Para cada una de las cosas
grandes, hay una Idea de Grandeza (que llamaremos G1) por la que, a través de su
participación, A, B y C son grandes. Por auto-predicación, G1 es a su vez grande. Así hay
ahora una nueva pluralidad de cosas grandes, A, B, C y G1. Por tanto, para cada una de ellas
hay una Idea de Grandeza (llamémosla G2) por la que, por participación, A, B, C y G1 son
grandes. Luego G1 participa de G2. En este punto Parménides asume que ninguna Idea
puede ser idéntica a algo que participa de ella. La No-Identidad se sigue directamente de la
Separación. Desde que asumimos que G1 participa de G2, la No-Identidad conduce a que
G2 es distinta de G1. Luego debe haber al menos dos formas de Grandeza, G1 y G2. Lo cual
no puede ser posible. Pero ocurre además que de nuevo por auto-predicación, G2 es grande,
por tanto tenemos ahora otra multiplicidad A, B, C, G1y G2. Para cada una de ellas debe
haber otra Idea de Grandeza de la que todas participan, luego G1 y G2 participan de G3. Es
fácil comprobar que siempre vamos a encontrarnos una nueva Idea de Grandeza repetida
hasta el infinito, ya que para cada m y n tal que m<n, Gm participa de Gn.

La defensa de la Teoría de las Ideas por parte de Sócrates lleva a Platón a concebir las
Ideas como pensamientos, lo cual sin embargo no resuelve el problema de la participación,
como tampoco arregla el entuerto concebir las Ideas como paradigmas. En conclusión,
Parménides pone de manifiesto que “la determinación de las Ideas como entidades
existentes en sí y por sí mismas entrañan grandes dificultades” (Platón 1997: 51). Podemos
evidenciar desde el primer momento el carácter dialéctico del texto y observar un cierto
carácter meta-argumentativo, donde se discute sobre la misma argumentación, es decir,
sobre las estrategias argumentativas:

“(…) al afirmar tú la unidad y negar él la multiplicidad, hablando cada uno de tal manera que parezca
decir cosas distintas aunque esté diciendo lo mismo, da la impresión de que habláis para vosotros y no para
los extraños como nosotros” (Platón Parménides, 128a).

2. MARCO TEÓRICO

El proyecto de trabajo de fin de máster surgió primeramente de la intención de hacer un


análisis solamente del argumento del Tercer Hombre. Por ello, comenzamos dirigiendo la
mirada al origen y el estado de la cuestión. Dicho argumento ha sido ampliamente
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comentado y numerosos análisis lo han abordado desde una perspectiva mayoritariamente


formal. La expresión ‘argumento del Tercer Hombre’ proviene de varios pasajes de la obra
de Aristóteles (Met., A, 9, 990 b17 y Z, 13, 1039 a2; Soph. El., 22, 178 b36), si bien ya fue
sugerido y expuesto por Platón en una de sus más oscuras y paradójicas obras: Parménides
(132 a, 134).

Tras criticar Sócrates los argumentos contra la Multiplicidad de Zenón y proponer la


solución de la participación de las cosas en las Ideas, Parménides interviene para objetar a
Sócrates sobre la comunidad de lo múltiple en lo uno, arguyendo que para que lo múltiple
participe de lo uno, es necesaria una tercera idea que ponga en relación ambas entidades.
Platón no usó la expresión ‘tercer hombre’, pero es muy probable que fuera utilizada por los
miembros de la Academia: Aristóteles dice en una ocasión que el argumento “menciona al
tercer hombre”, por lo que podríamos inferir que ya era conocido por sus compañeros
(Ferrater, 1995). El estagirita sostiene que lo común entre el hombre particular y la idea del
hombre debe dar lugar a otra substancia separada, que será “el tercer hombre”. A partir de
aquí surge el infinito, ya que la tercera substancia, para tener en común algo con las
anteriores, necesita de otra substancia separada, lo que da lugar a una multiplicación
innecesaria de entidades que tropieza con el absurdo. Después de Aristóteles tenemos que
dar un gran salto para ver los trabajos que lo han abordado.

El análisis de G. Vlastos (1954) marca un antes y un después en el tratamiento del


problema interpretativo. Desde comienzos del siglo XX hasta la publicación de su trabajo, la
discusión sobre los dos pasajes del Parménides, cuyo propósito es probar que la Teoría de
las Ideas platónica conlleva una regresión infinita, aunque fue bastante esclarecedora, no
logró resolver los desacuerdos teóricos. La cuestión fundamental les llevó a plantear si el
Tercer Hombre es una objeción válida a la Teoría de las Ideas y si Platón creía en su validez.
Para resolver la controversia, Vlastos analiza la forma lógica del argumento mediante una
reconstrucción, intentado ir más allá de las interpretaciones anteriores (Vlastos 1954: 319).
Justo al año siguiente, aparece una crítica a la reconstrucción, a la concepción del principio
de “auto-predicación” y a la interpretación del estado mental de Platón al elaborar la primera
parte del argumento (Sellars 1955). Vlastos sostiene que el argumento es inconsistente,
mientras que Sellars defiende justo lo contrario.
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A partir de aquí se fueron sucediendo críticas y respuestas entre Vlastos y Sellars y otros
autores (Geach 1956), así como las posteriores reelaboraciones del análisis (Vlastos 1960,
1969) y las investigaciones de otros autores. Podemos afirmar que la controversia no ha sido
resuelta aún (Rickless 2012).

La mayor parte de estos análisis se centra en los aspectos formales del argumento, en la
interpretación de determinados principios que subyacen a la base de la argumentación, o en
determinar la lógica subyacente. El tratamiento del problema desde un enfoque informal
parece ser bastante escaso (Patterson 1999). A partir de este último punto y ante esta
cantidad ingente de trabajos y la aparente imposibilidad de resolución de tal controversia,
comenzamos a explorar otros derroteros a la hora de abordar la cuestión. Así que, alejamos
la mirada y tomamos una perspectiva más amplia. ¿Por qué no considerar la argumentación
en toda su extensión? ¿Podríamos seguir el discurso que Platón muestra en esta primera
parte para analizar sus elementos dialécticos, desentrañar la estructura de los argumentos y
su confrontación como partes de un todo coherente donde Platón, en un ejercicio de
honestidad intelectual, ofrece los puntos débiles de su Teoría de las Ideas para mejorarlos,
corregirlos, o superarlos? En ese caso, dejando a un lado la cuestión del argumento del
Tercer Hombre, se nos abría una nueva posibilidad, abordando en su conjunto toda la
argumentación como parte de un todo coherente.

Partiremos de la noción de “argumento” como

“unidad discursiva expresa consistente, al menos en una intención o pretensión argumentativa, una
dirección o línea inferencial, y los dos extremos conectados mediante ella: una o más premisas y una
conclusión” (Vega 2003: 66)

Noción informal de “argumentación”:

“1. Producto de una argumentación. 1.1. Definición estructural: conjunto de enunciados, de los que uno
(conclusión) aparece como sustentado en los otros (premisas). 1.2. Definición funcional: tipo de discurso en el
que el argumentador trata de persuadir a otros de la verdad de una tesis dando razones para sustentarla. 2.
Unidad discursiva expresa con una intención argumentativa, una dirección inferencial y unas premisas y una
conclusión, vinculadas por medio de una inferencia” (Marraud 2013: 27-28).

En cuanto a la “argumentación”, la concebimos desde una perspectiva dinámica,


funcional y procedimental, pero también como resultado o producto:
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“manera de dar razón de algo a alguien”, “práctica sociocultural consistente en construir, presentar,
interpretar, criticar y revisar argumentos (…) un intento de convencer o persuadir racionalmente”,
“procedimiento que comporta normas para regular la comunicación argumentativa”, y, por último,
“composición multilineal de argumentos” (Marraud 2013).

Entendemos la lógica informal como estudio normativo de los argumentos, que pretende
“desarrollar estándares, criterios y procedimientos no-formales para el análisis, la
interpretación, la evaluación, la crítica y la construcción de argumentaciones en el discurso
cotidiano” (Johnson y Blair 1977).

Podríamos preguntarnos si la teoría de la argumentación filosófica, y si la filosofía es una


práctica distintivamente argumentativa. Obviamente, la argumentación está presente en
cualquier práctica comunicativa cuyos fines requieran del acuerdo de los participantes, por
lo que en la filosofía también está presente. Para responder a la siguiente cuestión, podemos
distinguir cuatro posturas ante la relación entre filosofía y argumentación (Luis Vega, 2006):

1. La hipótesis nula: niega toda significación especial de la argumentación para la


filosofía, pues las diferentes corrientes filosóficas poseen su propio aparato
conceptual; no existe una koiné desde la que puedan traducirse, por tanto es
imposible el diálogo entre escuelas. De ahí se sigue la irrelevancia de la
argumentación.
2. La hipótesis mínima: la argumentación es el discurso típico del discurso
filosófico, lo que conduce a preguntarnos por la existencia de argumentos
típicamente filosóficos: regreso ad infinitum, reducción al absurdo,
experimentos mentales, etc.
3. La hipótesis máxima: la argumentación es el discurso definitorio de la filosofía.
Es una generalización a partir de la existencia presunta de argumentos filosóficos
propios y exclusivos, la identificación de ciertos discursos.
4. La hipótesis fuerte: la argumentación es un recurso necesario para el discurso
filosófico, en la medida en que la filosofía pretenda ser una empresa intelectual
a) susceptible de evaluación y aprendizaje, b) cultivada a través de determinadas
tradiciones de pensamiento y c) con el propósito de contribuir a la lucidez en
asuntos públicos o al desarrollo del conocimiento público.
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Es fácil comprobar cómo el carácter dialéctico del texto que estamos analizando
corrobora a cualquier hipótesis, de la 2 a la 4, que reconozca un valor filosófico a la
argumentación. Platón utiliza la argumentación para criticar la doctrina eleática de la mano
de Sócrates, cuando objeta a Zenón la imposibilidad de la multiplicidad, a la vez que, en
boca de Parménides, muestra los problemas y objeciones a su teoría de las Ideas, con lo que
Platón parece otorgar un papel predominante a la argumentación: podemos refutar el
planteamiento de la hipótesis nula desde la perspectiva platónica, en virtud del diálogo que
se establece desde dos posiciones teóricas diferentes y de la concepción dialéctica de la
filosofía platónica.

Las teorías contemporáneas de la argumentación pueden caracterizarse por “un triple giro
pragmático (de los argumentos al uso de los argumentos), dialéctico (de las reglas de
inferencia a las reglas de procedimiento) y epistémico (de la inferencia a la justificación)
(…) la normatividad establece una continuidad entre la tradición lógica y corrientes
contemporáneas como la lógica informal y la pragmadialéctica”1 (Marraud 2012a).

La clave reside en el carácter normativo de la lógica, presente también en la Teoría de la


argumentación, por lo que podemos concluir claramente su carácter filosófico. Podemos
añadir que su práctica es, además de normativa, valorativa, y su forma comunicativa propia
es el diálogo (Marraud 2012a). La naturaleza dialéctica del texto que vamos a analizar
coincide con estas conclusiones.

Uno de los objetivos principales de nuestro trabajo es encontrar, como apuntábamos,


meta-argumentos: ¿podemos hablar explícita o implícitamente de evaluación de
argumentos? ¿Se dan razones que sustenten la tesis valorativa, de modo que “semejante
evaluación razonada es obviamente un argumento, y como su objeto es el argumento
original, la evaluación es claramente un meta-argumento”? (Finocchiaro 2007: 254).

Siguiendo a Marraud (2012a), “la argumentación filosófica se caracteriza por la


frecuencia con la que es meta-argumentativa, con la que se cuestionan patrones

1
Nota 2 “…podemos concebir la lógica informal como la teoría normativa de la argumentación”
(Finnochiaro 2005: 93)
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argumentativos y garantías inferenciales”. Como muestras de esta tesis, podemos encontrar


múltiples debates y argumentaciones en la historia de la filosofía (Finocchiaro 2007b,
Marraud 2012), desde el argumento del diseño en los Diálogos sobre la religión natural de
Hume, el argumento sobre la misología en el Fedón (88A-91D), la argumentación sobre la
inmortalidad del alma de Stuart Mill en El sometimiento de la mujer, el argumento del pacto
social de Rousseau 2, etc. Al final de nuestra investigación estaremos en condiciones de
incluir o no las críticas a la teoría de las Ideas platónicas del Parménides como ejemplo de
meta-argumentación.

De esta manera, nuestra principal meta puede desglosarse en los siguientes apartados:

1) Detectar los argumentos en el fragmento mencionado, para luego analizar la


estructura (el entramado de relaciones argumentativas entre enunciados y
argumentos).
2) Mostrar la relación entre las premisas y la conclusión, así como otros de sus
componentes.
3) Revelar su configuración estructural (concatenación, coorientación, conjunción,
disyunción, objeciones, contraargumentos, recusaciones y meta-argumentos).
4) Representar dicha estructura mediante diagramas (Marraud, 2013: 235).
5) Evaluar su bondad y fuerza, analizando la forma, i.e., los esquemas argumentativos
(patrones de argumentación que permiten identificar y evaluar pautas comunes y
estereotipadas de razonamiento). Para ello tendremos que tener en cuenta la garantía
entendida como un enunciado hipotético, de carácter general, que legitima el paso de
los datos a la conclusión, pueden verse como reglas, con excepciones, generalmente,
que autorizan el paso de una serie de premisas a una conclusión determinada
(Toulmin 1984: 48).

Sin embargo, nos encontramos ante un texto cuya argumentación es de tal complejidad,
que el análisis y determinación de su garantía podría resistirse a ser simplificado por meros
esquemas donde la garantía se corresponde con cada inferencia. A la conclusión de nuestra
investigación podremos responder con claridad si estamos ante esta situación.

2
Pueden encontrarse estos ejemplos en http://es.scribd.com/hmarraud
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REFERENCIAS

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79, 3 y ss.
 Aristóteles: Metafísica, A, 9, 990 b17. Madrid: Espasa, 1999.
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 Ferrater Mora, (1995), Diccionario de Filosofía, Barcelona: Ariel.
 Finocchiaro, M.A. (2007a): “Arguments, Meta-arguments and Metadialogues: A
Reconstruction of Krabbe, Govier and Woods: Argumentation 21: 253-268.
 Finocchiaro, M.A. (2007b): “Famous Meta-Arguments: Part I, Mill and the Tripartite Nature
of Argumentation”. En H.V. Hansen et. al. (eds.), Dissensus and the Search for Common
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 Marraud, H., 2007, Methodus Argumentandi, Madrid: UAM.
 Marraud, H., 2012a, “El lugar de la argumentación en los estudios de filosofía”, Simposio
sobre Teoría de la Argumentación: Problemas y perspectivas, asociado al VII Congreso de la
SLMFC, Santiago de Compostela. URL: http://es.scribd.com/doc/100441300/El-lugar-de-la-
argumentacion-en-los-estudios-de-filosofia (consulta 16/04/2013)
 Marraud, H., 2012b, “Diagramas y estructuras argumentativas”.
http://es.scribd.com/doc/118956534/Diagramas-y-estructuras-argumentativas (consulta
16/04/2013)
 Marraud, H., 2012c, “Platón, Fedón 89-91b, de la misología”.
http://es.scribd.com/doc/102163303/Platon-Fedon (consulta 16/04/2013)
 Marraud, H., 2012d, “Análisis de argumentos: Heidegger: La angustia revela la nada.”
http://es.scribd.com/doc/98207695/Heidegger-La-angustia-revela-la-nada (consulta
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www.realidadyficcion.eu
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Jaime Roldán Corrales

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 Vlastos, G., 1956, ‘Postscript to the Third Man: A Reply to Mr. Geach’, Philosophical
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