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LA
ÉPOCA DE LAS COLONIZACIONES
PALEOLÍTICO
En la Península Ibérica, los primeros restos humanos datan aproximadamente de hace unos
900.000 años. Los hallazgos proceden del yacimiento de la Sierra de Atapuerca en Burgos, donde
los restos fósiles más antiguos se han identificado con el llamado Homo Antecessor, una evolución
europea de otra especie de origen africano, el Homo Ergaster.
Ergaster habría aparecido en África hace más de millón y medio de años, dando prueba de
una inteligencia mayor que la de sus antepasados, el homo habilis y los aún más antiguos
australopithecus. Cierto control sobre el fuego (quizá más el mantenimiento que la habilidad para
encenderlo), y un mayor desarrollo tecnológico, permitieron a los ergaster abandonar su primitivo
nicho ecológico para emprender la ocupación de nuevos territorios, entre ellos la Península. Aquí
parecen haber llegado, al menos, hace 900.000 años. La industria lítica propia de esta especie es el
Modo 2 o Achelense, caracterizado por la producción de bifaces en silex.
En Atapuerca ha aparecido un yacimiento, la Gran Dolina, del que proceden varios
esqueletos del arriba mencionado Homo Antecessor (descendiente como ya hemos dicho del
Ergaster africano) mezclados con restos de animales e industria lítica. Los restos fósiles de la Gran
Dolina aparecen marcados con claras huellas de descarnamiento y heridas post mortem, lo que
demostraría la práctica de la antropofagia entre los antecesor. Los directores científicos del
proyecto, que encabeza Juan Luís Arsuaga, dan un paso más y hablan de ciertas formas de
canibalismo ritual, lo que demostraría el primer rastro de pensamiento complejo en un antepasado
del ser humano actual.
En otro yacimiento de la sierra, la conocida Sima de los Huesos, el número de cuerpos
hallados se calcula en torno a treinta. Son esqueletos completos, mezclados también con animales y
de nuevo con restos de descarnamiento y agujeros craneales post mortem. Pero en este caso son
fósiles más recientes, de hace unos 300.000 años. Corresponderían por tanto a una evolución del
antiguo ergaster que recibe el nombre de Homo Heidelbergensis. El cráneo número 5 o Miguelón,
es una de las piezas más completas de esta especie que se han encontrado hasta ahora. Arsuaga
opina que se trata de una forma muy primitiva de enterramiento. El hallazgo de un bifaz entre los
cuerpos (el famoso excálibur), también se interpretaría en clave de acto ritual.
De la evolución europea del Homo Heidelbergensis procede una especie ya propiamente
autóctona (euroasiática) que conocemos con el nombre de Hombre de Neanderthal. Aparece hace
algo más de 200.000 años y presenta claras adaptaciones al frío de la glaciación europea. Su cuerpo
es robusto y su rostro es casi una máscara protectora contra las bajas temperaturas, con marcadas
órbitas supraciliares y enormes fosas nasales. El cráneo es alargado y presenta el característico
“moño occipital”. Su control sobre el fuego sería total y su desarrollo tecnológico bastante
avanzado. A esta especie se asocia el llamado Modo 3 o Musteriense, que se caracteriza por la
técnica Levalloise para el tallado de piedra. Parece admitida, ya en esta especie la evidencia de un
pensamiento complejo, algo que quedaría probado por yacimientos como el de Shanidar en Israel,
en el que el cuerpo sin vida de un neanderthal se cubrió con flores.
Con la llegada a la Península del Homo Sapiens hace unos 40.000 años, el escenario
evolutivo cambió por completo. Nuestra especie había aparecido en África 250.000 años atrás
evolucionando del primitivo Homo Ergaster. Una inteligencia mucho mayor les permitió utilizar el
lenguaje para establecer vínculos, estrategias de supervivencia o planificaciones complejas. Sus
utensilios mejoraron notablemente (el Modo 4 o Auriñaciense, con microlitos, talla en hueso,
arpones, etc), con lo que la caza se hizo más sencilla y la nueva especie amplió su territorio con
rapidez y eficacia, reduciendo las posibilidades y el nicho ecológico de las antiguas especies, que
probablemente, al ser arrinconadas, acabaron por extinguirse. Algo parecido a esto debió sucederle
al Neanderthal ibérico.
Sapiens domina el mundo desde entonces. Además de las evidentes mejoras técnicas que
desarrolló la especie, el primer ser humano moderno también nos ha dejado las primeras evidencias
de un sistema de representación, el Arte Paleolítico. En la península se sitúa en la cornisa cantábrica
(cuevas de Altamira, Tito Bustillo, El Castillo, etc.), destaca por la representación de grandes
herbívoros realizados con una técnica que destaca por su sorprendente realismo, también por el uso
de la polícromía, el aprovechamiento del relieve para crear volumen y de ciertas formas de
perspectiva (la llamada tordue). Las imágenes se sitúan en lugares poco accesibles de las cuevas, no
forman escenas y a menudo aparecen acompañadas de símbolos abstractos complejos. Su
interpretación aún genera controversia. También realizaron escultura exenta y relieves, las famosas
Venus Auriñacienses, que parecen representar alguna forma idealizada de fertilidad femenina.
Todas las especies que hemos estudiado hasta ahora practicaban una economía cazadora-
recolectora, sin necesidad de producir sus propios alimentos, formando comunidades nómadas de
unos 50 ó 60 individuos. La sociedad era igualitaria, siendo las únicas diferencias sociales aquellas
que se relacionaban con el sexo y la edad (probablemente serían los varones ancianos los que
ocuparían un lugar principal en estas comunidades).
Los íberos
Los Íberos, situados en el levante español, también evolucionaron a raíz del contacto con los
pueblos colonizadores, primero con los fenicios y griegos y luego con los cartagineses (orientales
de origen fenicio asentados en el norte de África). Pronto formaron ciudades-estado a imitación del
modelo griego, aprendieron a escribir (su sistema es de los pocos que aún no se ha descifrado), y
adoptaron la economía monetaria. Parece que las élites guerreras formarían oligarquías militares
que ostentaban el poder en estas sociedades. La influencia griega también se dejó notar en los
impresionantes conjuntos escultóricos de la sociedad ibérica, casi todos de carácter funerario, que
adaptaban tradiciones y creencias locales a la estética procedente del mundo griego: la Bicha de
Balazote, la Dama de Elche, o la Dama de Baza, son algunos ejemplos de ello.
Celtíberos
Mucho menos evolucionadas eran las comunidades prerromanas asentadas en la Submeseta
norte y parte de la Submeseta sur. Antiguamente se las conocía como celtas, hipotéticamente
llegados de Centroeuropa en el primer milenio a.C. Pero hoy sabemos que la atribución es errónea,
al no existir constancia arqueológica de tal migración. En realidad se trataría de comunidades
autóctonas de lengua y cultura indoeuropea. De haberse producido una supuesta migración
procedente de Centroeuropa, esta debería haber ocurrido en épocas muy antiguas, quizá durante el
Neolítico o la llamada cultura del Vaso Campaniforme, por lo que hablar de población no autóctona
en este momento, carecería de sentido. Estas sociedades presentaban sistemas sociales muy simples,
organizados en clanes y linajes, y con economías vinculadas al trabajo de la tierra. Vivían en
pequeñas comunidades agrícolas defendidas habitualmente por una ciudadela elevada, que el norte
recibe el nombre romano de castro, y que construían en piedra. No conocieron la escritura hasta
épocas muy avanzadas y los intercambios comerciales entre ellos mismos y con el exterior, eran
escasos. Hoy se agrupan bajo la denominación general de celtíberos. Lusitanos, Vetones, Vacceos,
Arévacos Galaicos o Carpetanos son algunas de las tribus de las que se tiene noticia.