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Del misznc autor

la debilidad de creer, Buenos Aires, Katz editores, 2006


La invención de lo cotidiano, México, 1999
la cultura en plural, Buenos Aires, 1999
Historia y psicoanálisis entre ciencia y ficción, México, 1995
la zoma de la palah’a y otros escritos políticos, México, 1995
La jtabula mística, México, 1994
la escritura de ¡a historia, México, 19S6

Le memorial de Fierre Forre, París, 1960


La possession de Leudan, París [i979¡, 19&0
Horáincáre de la communicatkm en colaboración con Luce Giard), Dalloz, 1983
létranger cu ¿ unión dans la différence, París '1969], 2003
Michel de Certeau
El lugar del otro
H istoria religiosa y mística

Edición establecida por Luce Giard

Traducido por Víctor Goldsteín

conocimiento
Primera edición, 2007

© Katz Editores
Sinclair 2949 , 5® B
1425 Buenos Aires
Fernán González, 59 Bajo A
28009 Madrid
www.katzeditores.com

Título de la edición original: Le ¡ieu de l'autre.


Histoire religieuse et mystique
© Éditions du Seuil / Gallimard
París, 2005

ISBN Argentina: 978 -987 -1283-48-4


ISBN España: 978 -84 -96859 -04-3

1. Cristianismo. 2 . Espiritualidad. I. Título


CDD 248.5

El contenido intelectual de esta obra se encuentra


protegido por diversas leyes y tratados internacionales
que prohíben la reproducción íntegra o extractada,
realizada por cualquier procedimiento, que no cuente
con la autorización expresa del editor.

Diseño de colección: tholón kunst

Impreso en la Argentina por Latingráfica S. R. L.


«echo el depósito que marca la ley 11.723 .
Indice

9 Introducción
Un estilo particular de historiador, por Luce Giard

E S C R I B I R I.A H IS T O R IA

25 Capítulo i. Cristianismo y “ modernidad”


en la historiografía contemporánea
28 La herejía, o la redistribución del espacio
34 Los comportamientos religiosos y su ambivalencia
42 El trabajo de los textos

51 Capítulo 2. Historia y mística


52 Un lugar y una trayectoria
54 El discurso histórico
56 El trabajo histórico, una operación colectiva
58 El discurso místico
61 La cuestión del otro

65 Capítulo 3. Henri Bremond, historiador


de una ausencia
68 “ Historia” y “ metafísica”
79 La filosofía de los “ santos” : la ausencia

99 Capítulo 4. Historia y antropología en Lafitau


99 Introducción. De la visión al libro, y recíprocamente
105 El taller de producción: la institución de un saber
113 Teorías y leyendas eruditas: los postulados de un poder
F,GURAS DE LO RELIGIOSO

w Cáptelo 5- a r i o » Borromeo (.53» ’ 5»4 )


,27 Una leyenda episcopal
129 Una familia
mo La cultura del clérigo
,32 Cardenal y secretario de Estado
,34 El modelo del obispo
,35 Arzobispo de Milán
137 El poder “ tem poral”
,40 La administración tridentina
143 Una piedad “popular
144 La retórica borromea

149 Capítulo 6. La reforma en el catolicismo


en Francia durante el siglo xvi
149 El reformismo. Investigaciones y tentativas (1500-1540)
158 Una “cruzada” espiritual. Lis reformas (1540-1590)

169 Capítulo 7. Historia de los jesuítas


169 La reforma del interior en tiempos de Aquaviva
182 El siglo xvn francés

213 Capítulo 8. El pensamiento religioso en Francia (1600-1660)


213 La religión en la sociedad
217 Figuras del escepticismo
222 Teologías reformadas
230 Socialización de la moral

235 Capítulo 9. De Saint-Cyran al Jansenismo. Conversión y reforma


237 Un reformador
240 La espiritualidad de Saint-Cyran
245 El jansenismo
251 Los historiadores frente a la historia

m í s t i c a y AL TER ID A D

2>/ Capitulo 10. El espacio del deseo


<.elI “ fundamento- de los Ejercicios espirituales
257 Lna manera de proceder
259 Un esp acio p ara el d eseo
260 La “ v o l u n t a d ”
261 F.l corte y la confesión del deseo
263 El fundamento de un itinerario
265 Un “discurso” organizado por el otro

269 Capítulo 11. Montaigne: “ Caníbales”


269 Topografía
271 Un relato de viaje
273 El distanciamiento, o la defección del discurso
276 Del cuerpo a la palabra, o la enunciación caníbal
281 De la palabra al discurso, o la escritura de Montaigne

285 Capítulo 12. Política y mística. Rene d’Argenson (1596-1651)


286 El Servicio del rey
291 La “ filosofía sobrenatural”
301 La vida privada. La Compañía del Santo Sacramento
312 La política de un espiritual

323 Capítulo 13. Los magistrados ante los brujos del siglo xvn
325 “ Una exploración de la conciencia judicial”
328 El espacio nacional
330 Clivajes socioprofesionales
332 Una reorganización social del saber
335 Problemas teóricos: la naturaleza, lo real, la experiencia
339 La sociedad de la brujería
341 De la emigración a la confesión
342 Brujería, posesión, bucólicas
345 La educación represiva

347 Capítulo 14. Mística


348 El estatus moderno de la mística
354 La experiencia mística
363 La mística y las religiones

367 índice de nombres


Introducción
Un estilo particular de historiador

Cuando le preguntaban sobre su identidad profesional, intrigados por su


manera de atravesar las fronteras entre las disciplinas, interrogar sus pre­
supuestos, practicar sus métodos, sin encerrarse ni instalarse en ellos para
siempre, Michel de Certeau respondía que él era historiador, más exacta­
mente historiador de la espiritualidad. La misma naturaleza de su objeto
y el modo en que se había consagrado a su historia habían inspirado sus
desplazamientos:

No soy más que un viajero. No sólo porque viajé mucho tiempo a tra­
vés de la literatura mística (y ese género de viajes lo llevan a uno a ser
modesto), sino también porque al realizar, por razones de la historia o
de investigaciones antropológicas, algunos peregrinajes a través del
mundo, en medio de tantas voces aprendí que sólo podía ser un parti­
cular entre muchos otros, narrando solamente algunos de los itinera­
rios trazados en tantos países diversos, pasados y presentes, por la
experiencia espiritual.1

Publicados en primera versión entre 1963 y 1981, los artículos reunidos en


este volumen2 no constituyen más que una muy pequeña parte de la pro­
ducción del autor en esos años, pero dan una imagen fiel de su trabajo de

1 “ L’expérience spirituelle”, en Christus, t. xvn, N" 68, pp. 488-498; mi cita es


de p. 488. Retomé este artículo al principio de su obra L'étranger ou l unión ¡latís
la différence (1969), en las dos ediciones nuevas que tuve ocasión de publicar
(París, 1991; París, 2005).
2 Se encontrará la lista de las referencias al final de esta presentación. El capitulo 4
sobre Lafitau, publicado en francés en 198$. apareció inicialmente en inglés
en 1980. Así, el texto más reciente del volumen es el capitulo n sobre Montaigne.
que apareció en 1981.
10 | U IU6*R 0fl 0IR0

. pcpnciales y muestran la estrecha reía-


historiador sobre de proceder. Pese a la diver.

dón:r T las' ' t : i d á " »*«.«» y. ios de Pub,iC,.


sidad de as eir [a diferencia de form atos y las conven-
nVSn üuc os acogieron, a pe*« #
escritura que los conformaron, conservan una u n , dad de inspi-
c»n v de factura que, en su devclamien.o progres,vo, perm ite recono-
L fe particularidad de un estilo de historiador.» Las p r,n e p a lé s caracte-
nsticis de este estilo marcaron muy pronto la esentura de M ichcl de
Certeau, incluso antes de que su reflexión historiográfica viniera a su bra­
yar sus elementos y a expresar su razón de ser, pero esta reflexión, de­
sarrollada en un segundo tiempo, les dio una forma explícita más elabo-
rada No obstante, para volver más perceptibles la unidad de inspiración
y la particularidad del estilo, renuncié a ordenar este c o m p e n d io c r o n o ­
lógicamente, según la fecha de aparición de los diferentes capítulos, y
preferí una composición temática. Cada una de las partes tiene la función
de ilustrar un componente de ese estilo, y lo hace organ izán dose alrede­
dor de una configuración de asuntos central en la obra, con figuración
cuyo estudio fue retomado en distintas oportunidades v a ria n d o los p u n ­
tos de vista y las fuentes consultadas.

La primera parte, “ Escribir la historia”, tiene com o objeto la vo lu n tad , lar­


gamente argumentada, de clarificación historiográfica. En M ich el de
Certeau, la escritura de la historia estuvo habitada p o r un esfuerzo c o n s ­
tante para elucidarlas determinaciones y las reglas que g o b iern an la p r o ­
ducción de lo que constituye a la vez un género literario y un tipo de
saber; sin embargo, esta elucidación también implicaba un elem en to per-
sonaK p „ rqUe as,m¡sm0 se le exigía dar cuenta de las elecciones del his-

reflexión eni T " ^ dUdaS’ $US reSerVaS' En el vaivén ,e¡ id o Po r ia


de del para sí dd ¡ T e" ' SÍ de h d¡SC¡pl¡na ? lo «■” d e P “ -
oficio sobre le" K * * * de SU m a" era p ro P ia de p ra c tic a r el
encuentran consideradS PnVÍ' e8Íad° S S“ S - - ^ c i o n L n o se
razón de que la cuestión h” 8Ulera,CS S° bre el niétodo, p o r la buena
condición previa a la invc IS' r,r' " 8^ar,ca no interviene c o m o un a sim p le
P la investigación histórica. De igual m o d o se h a desear-

3 Empleo esta noción de “esiiln” „ i


conceptual que propuso G illes-G aston ('UltKl° retóríco s |n o en el s e n t id o
dn,S’ ¡9M> })ara la construcción del obi U'SSat d une philosophie du stylc,
etilos euclidiano, cartesiano a l ’ matemá^ o (si se distingue entre
Perspectiva de la historia dt. £ ? '5<)r y en la
ofsetentific thoughi: - J°nat>J . J v o C 'u - n
’ encscomm“"'‘y>9oo.1933lC hicaRo i i g g ,
INTRODUCCIÓN | 11

tailo u n a d isc u sió n d c g ra n d e s p rin cip io s y categorías abstractas. Está


claro q u e el a u to r n o está a n im a d o ni p o r el d eseo d e co n stru ir un m ode-
o te ó ric o ni p o r la a m b ic ió n de e lab o rar una filo so fía de la historia Su
o b je tiv o , „ p n o r i m ás m o d esto , ráp id am en te resulta m ás difícil de reali­
zar, p o rq u e se trata d e p o n e r en claro los p ro ced im ien to s que organizan
e s tr u c tu ra n y p e rm ite n e fe c tu a r la “ o p eració n h isto rio g ráfica”.* En caso
d e é x ito , el a n á lisis lo g ra rá tra d u c ir las co n d icio n es de p osib ilid ad y las
m o d a lid a d e s e x p líc ita s (p a ra el a u to r h isto ria d o r), y las etapas y los resul­
ta d o s c o n tro la b le s (p a ra el lecto r) d e esta o p eració n .
Con este objetivo, Michel de Certeau se dedicó a disecar fragmentos de
historia escrita, propios o de otros. Principalmente, escrutó prácticas
escriturarias que se referían a los objetos que le eran familiares en su
cam po predilecto, la historia religiosa de Europa en tiempos de la prime­
ra modernidad (siglos x v i y x v ii ). Pero también, y cada vez más, se inte­
resó por los comienzos de la antropología histórica cuando la Europa lati­
na descubrió a los pueblos del Nuevo Mundo. En sus ejercicios de disec­
ción epistemológica, su mirada crítica se muestra tan aguda en cuanto a
sí m ism o com o respecto de sus antecesores o de sus pares. Ese trabajo de
análisis crítico estaba gobernado por un deseo de rigor, arraigado en una
exigencia ética de veracidad, y acompañado por el sentimiento de tener
que saldar una deuda. Tanto una como otro -la exigencia de veracidad y
el sentimiento de estar endeudado- concernían a la vez al pasado de
aquellos cuyas creencias, sufrimientos y actos eran objeto de estudio, y al
presente - e l suyo-, en un estado de vida libremente escogido en la edad
adulta com o m iem bro activo de una orden religiosa (la Compañía de
Jesús) y de una com unidad de fe, así como al de sus lectores.
A estos últimos les concedía plenamente la libertad de interrogarse
sobre el inform e de un fragmento del pasado propuesto por el historia­
dor, en nom bre de sus presuposiciones respecto del contenido legítimo
de una historia religiosa o de la objetividad intelectual de su autor. Al his­
toriador le pedía com o respuesta que clarificara la situación de su pensa-

4 Retomo aquí el título del capítulo 2 de su libro L'écriturt de l'histoire (1975), últuna
edición, París, 2002 [trad. esp.: La escritura de la historia, México, l niversi
Iberoamericana, 19861. El capítulo trata tres cuestiones: “ un lugar social.
“ una práctica”, “ una escritura”. En esta obra, que se ha convertido en un elaaco
del género, el autor examina la historiografía occidental en tres campos y t r «
momentos: la historia religiosa (siglos x v i-x v m ) uno de os prim eros, elaUK
antropología (sobre los tupíes del Brasil en el siglo xvi) y los ^ s a > ^ t o n . c .
de Freud (sobre una neurosis demoníaca en el siglo xv 11, y so r e .
m onoteísmo).
,2 I n IV6M 0(1 0t«0

. r t,n cuenta la relación, más o menos distan-


miento, sin olvidarse dc crjst¡a n a “ h u m illa d a ” c o m o afirm ó a
*c- ■ ) « m antenía con a afirm a ció n d c u n m o n o p o lio s o b r e la h is-
menudo. N o abogaba m p ^^ a h isto riad o re s c r e y e n te s o a los
toria religiosa rese ñ a a ' • • a |g u n o s h is t o r ia d o -
3SÍ d en o m in ad o s.. p o r I . f a r i P ^ Je „ ^
res en virtud de su situación dc p ro xim i ^ ^^ ^ ^ ^

lidad apnon^ is(ien" “ ira entre posiciones diferenciadas en el cam p o de


saber considerado y de no ignorar que cada posición afecta la naturaleza
del .rabaio posible para el historiador, en virtud de la diferencia de los
fines que determinan sus orientaciones y de la co rrelaao n que ex.ste
entre los fines asignados al historiador (y que él acepta) y su decisión de
practicar un estilo de historia, de conservar o descartar un tipo de cues-
tionamiento, una categoría de variables, un campo de fuentes.
Los capítulos de esta primera parte muestran la m anera en que Michel
de Certeau tematizaba las dificultades propias de la historia de una tra­
dición religiosa, en este caso el cristianismo, sobre todo en su versión
católica (cierta cantidad de indicaciones concierne a los m edios refor­
mados). El primer capítulo explica cómo y por qué la larga d u ración de
esa tradición puede engañar al historiador. Porque con bastante n atu ra­
lidad lo inclina a atribuir significaciones estables a los enunciados esta­
bles de las proposiciones de fe, al repertorio institucional fam iliar de los
ritos y las celebraciones, sin ver claramente que las prácticas y las creen­
cias cambian tras la aparente inmovilidad de las palabras y los gestos, sin
tener en cuenta la distancia que separa el discurso de las autoridades
eclesiales de la realidad de las prácticas del bajo clero y de sus p a rro q u ia ­
nos anonimos, sin medir la amplitud del deslizamiento de las palabras de
ana generación a otra, o de un grupo social a otro, y, m ás grave, sin

r ~ * 13 PérdÍda de Sentid0 ProSresivo de co m p o rtam ien -


codíficados -eoqU 1 V adminÍStrados P ° r la Ig^sia, pero cada vez m ás
ó r í Pi men,e r ™ * por d p ° d « M ít ic o .*
l o ^ S - U 1 7 e Hr ¡ Brem0nd 3 ). el Otro sobre
sis de los méritos y los H í ^ Ktablecen un Paralel° entre un análi-
antropológico, el primero l i l v "j11" 3 mves" gación literaria y un análisis
im posibilidad d e una W ^ ^ ¡" qU Íe,U d * SU “ * » « * " la
oracton pura” el segundo m udo sobre la co n m o -

* Pr^ ic a *. Del Eterna 4^ ÍOrmalidad


** ^ «nd» „ * ^ £ £ * » de las luces, sigl„ s
lUTSOOtKCIÓ» | 13

a ó n de las creencias de su autor enfrentado a la larga historia de los pue­


blos de América, ajenos a la epopeya bíblica. Entre un Bremond, que
interpreta a los espirituales del siglo xvn a la luz de su inquietud religio­
sa, y un Lafitau, que guarda silencio sobre un campo reservado, como si
su identidad de creyente no interviniera en su trabajo de historiador,
Michel de Certeau trataba de abrirse otra senda, mediante un doble
esfuerzo de elucidación, sobre su posición personal en la tradición cris­
tiana (acerca de lo cual se explaya en el capítulo 2 ,“ Historia y mística” ) y
sobre los procedimientos vigentes en la historiografía contemporánea
(esos procedimientos, discutidos en el primer capítulo, se vuelven a ana­
lizar para la historia mística en el capítulo 2).

La segunda parte, “ Figuras de lo religioso”, entra en el meollo del asun­


to, en un terreno que el autor ha explorado largamente. Ésta reúne ejem­
plos específicos del estilo de historia practicado. A veces la atención se
concentra en un importante personaje, Carlos Borromeo (capítulo 5),
cardenal arzobispo totalmente consagrado a implantar la reforma tri-
dentina de la Iglesia entre Roma y Milán, o Claudio Aquaviva (capítulo
7), quinto superior general de la Compañía de Jesús, dedicado a unificar,
regular y m oderar la acción de los jesuítas, dispersos a través de los esta­
dos-naciones cada vez más celosos de sus prerrogativas y desconfiados
respecto de esos religiosos demasiado movedizos, demasiado políticos,
dem asiado cercanos a Roma. Junto a estas altas figuras de más allá de los
m ontes, también nos cruzamos con un personaje bien francés, Saint-
C yran (capítulo 9), cuya espiritualidad y cuyas contradicciones pesaron
sobre el destino del jansenismo. Otros análisis y síntesis se asocian para
pintar un am plio cuadro de las corrientes religiosas en Francia, conside­
radas en tres m om entos: la reforma pre y postridentina (capítulo 6 el
ascenso hacia el absolutism o real (capítulo 7, sobre los jesuítas, y capitu­
lo 8, sobre la literatura religiosa) y los conflictos jansenistas (también
capítulo 9).
De los dos tipos de textos emergen rasgos comunes. \ emos en marcha
una form idable erudición, en materia de teología y de espiritualidad, que
se m antiene bajo el control del autor, de manera que no aplasta la refle­
x ió n ni se convierte en un fin en sí mismo. Ese saber, amplio, preciso,
reflexivo, adquirido de primera mano, permite resucitar autores y obras
olvidados, y sirve sobre todo para recomponer la imagen de una intensa
vida intelectual y espiritual dispersa a través del país e influida por sus
vecinos (españoles, italianos, flamencos, etc.). Una información a un­
dante marca las diferencias entre momentos y lugares, es aprove.haaa
, 4 | a LUGAR Pü OTRO

■ „ * redes de intercambios entre cleros y laicos, entre


para reconstituir finas red - descarta las generalizaciones y
directores espirituales v . - ^ descripC¡ones consagradas de la esce-
desemboca en la sustituci fragmcntada en otros cientos de luga-
na institucional por una m u c de opiniones diferentes y
res. medios o grupuscu os, <■ ^ y gracia con una am plitud de

Í * r ^ o r * * • * “ «“ dan al lexto una ,o n ali-

de'escribir la historia se interesa más por actores poco o


J no L por sus prácticas de fe, por sus inquietudes y sus en sen a-
L iíck que por las decisiones dc las grandes instituciones y las
Mnnh'éndasquerelacionaban a las autoridades de la Iglesia con el poder
real Cuando la atención está centrada en un alto personaje, el h istoria­
dor se ocupa menos dc describir sus acciones y de explicarlas que de
recuperar la inspiración interior que las guiaba. La huella de esa in sp ira­
ción no está situada en el aislamiento de la conciencia individual; es d es­
cifrada en su relación con la imagen de su papel y de sus responsabilida-
des que ese personaje había recibido de su educación o que había elegi­
do como referencia. Tomadas en forma conjunta, la persona, su acción,
sus ideas y sus opiniones son reinsertadas en la cultura de los c o n te m p o ­
ráneos, con sus prejuicios, sus excesos, sus dudas y sus contradicciones, y
relacionadas con lo que constituía el basamento de esa cultu ra com ú n :
textos inspiradores, modelos admirados o venerados, intervenciones
divinas “recibidas” o esperadas, tormentos y temores.
\ orificamos entonces en el detalle de los análisis el papel d ecisivo que
representa la exigencia de rigor manifestada en el m o m en to h isto rio -
gráfico: al permitirle ganar en distancia crítica, en am plitu d y en lib e r­
tad de ideas frente a los creyentes estudiados, esta exigencia abrió a M ichel
e erteau la posibüidad de interpretaciones originales y fuertes. Al

t o ^ T d SU “ de Pensamient° y de fe, en su p ro p io contex-

limitaciones quTéstos fe" m w m " 6 ^ 611 ^ pr“ UpUestos V de las


calibrado de este modo 1 a- ^ ^ SU misma naturaleza, al haber

moderno) el presente de la t r a S n ’ 1* SePaFa ^ PaSad° (an tigu 0 °


afirmaciones de una continuidad crlstlana a d« p e c h o de todas las
tentación de«hacer el , T ’™ ' " * ' el hi“ ° n a d o r escapa a
ducta; ya no tiene que alabar I ^ U^endo cert*ficados de buen a con-
qne lamentar la ceguera de los' ^ rSP'CaCla dc unos. «0 “ m odernidad", ni
* letificarlos o a justifica " g‘d ,a “ noslál8>ca” N o está obli-
d' a los e s p i r a r de eUos- Al tener necesidad
creyentes oscuros de antaño ni co m o
INTRODUCCION | 15

garantes dc su propia creencia ni como remedio de sus dudas, porque en


adelante sabe que entre ellos y él no hay ni identidad de situación ni con­
tinuidad dc problemas, el historiador puede hacer el duelo de un mundo
religioso desaparecido y aplicarse a devolverle una forma plausible de
coherencia.
La última parte,“ Mística y alteridad”, vuelve sobre la historia de la mís­
tica, que para Michel dc Certeau fue el objeto de estudio más profundo y
más querido, el que le inspiró incesantes desplazamientos intelectuales, el
punto focal a cuyo alrededor se reorganizaba incansablemente su refle­
xión: “ Es místico aquel o aquella que no puede dejar de caminar y que,
con la certeza de lo que le falta, sabe de cada lugar y de cada objeto que
no es eso, que no se puede residir aquí ni contentarse con eso!'6 Los capí­
tulos destacados presentan las dos caras, luz y oscuridad mezcladas, de la
búsqueda mística, tendida hacia el Otro divino, vivida y experimentada
en la aventura, adm irable y temida, del encuentro con los otros, hombres
o espíritus, ángeles o demonios.
Aquí podem os seguir un doble componente de su estilo. Por un lado,
hay una incapacidad para satisfacerse con los resultados obtenidos, trans­
form ada en una voluntad obstinada por traducir siempre un poco mejor
su com plejidad, su densidad y su misterio a las situaciones históricas y a
sus actores, sin renunciar a construir significaciones, pero afirmando su
índole provisional y frágil, su inadecuación a lo esencial que estaba en
juego. Por lo tanto, el trabajo analítico se aplica a reconquistar en sus pro­
pios térm inos los relatos de los acontecimientos y los conflictos para
seguir su encadenam iento sin condenar sus objetos o ridiculizar sus
m anifestaciones. Por otro lado, y estrechamente solidario de esa insatis­
facción prim era y de esa voluntad obstinada, está el rechazo a formular
diagnósticos definitivos, a atribuirse el poder de descifrar el secreto de los
seres y los tiempos. En los últimos años, Michel de Certeau trató de expli
carse m ejor acerca de esa posición de “ debilidad del historiador, que la
naturaleza de su disciplina instala en la frontera entre ciencia y ficción.

6 Véase su obra La fable mystique ( x v f - x v if siécle) (1982), 21 ed., París, 1987;


mi cita es de p. 411. - .
7 Véase su com pendio postumo Histoire et psychanalyse ^ r e s ^ e n c e etficHon
(1987), nueva ed. rev. y aum ., París, 2002. Tomo el término 'debilidad de su
reflexión sobre el cristianismo contemporáneo, sobre todo en La
(1987), París, 2003 [trad. esp.: La debilidad de creer, Buenos A,res Kat/ editores,
L o l l , considerando que su pensamiento sobre .a condición historiador
también se nutrió de su meditación sobre la condición difícil del creyente
en el tiempo actual.
1 6 I £ 1 I U G A R 0 E l 0 T P 0

. Ao “ debilidad” no era una


Sin embargo, esa a rcu n s a c o n f c s , o n ^ ^ ^ sabe qué cansancio
marca
marca tardía de renunciamiento, procede
interior.
E Í t lI o dc e s a “ debilidad” se dibuja entre líneas en sus prim eros traba-

segundo plano dc los retratos discretos, respetuosos y distanciados, de


Surin (1600-t 66 ,) , esc jesuíta místico contem poráneo de D escartes,
enviado como exorcista en ayuda de las religiosas poseídas de L o u d u n , y
que logró salvar de sus demonios a la priora Juana de los Ángeles, aunque
Para zozobrar también él un tiempo en la locura.’ Era, en mi op in ió n , la
marca profunda de la espiritualidad ignaciana en el trabajo de la inteli­
gencia. Esa manera de concebir los límites impuestos por la naturaleza de
sus objetos al juicio del historiador de la espiritualidad, se afirm a con
total claridad, en 1970, en la obra sobre el caso de Loudun:

La posesión no implica una explicación histórica “ verdadera , p o rq u e


nunca es posible saber quién está poseído y p or quién. El p ro b lem a
viene precisamente del hecho de que hay una posesión, n osotros d ir ía ­
mos una “ alienación”, y que el esfuerzo para liberarse consiste en tras­
ladarla, reprimirla o desplazarla a otra parte: de una colectividad a un
individuo, del diablo a la razón de Estado, de lo d em on íaco a la d e v o ­
ción. El proceso de este trabajo necesario jam ás se cierra.10

En los cinco capítulos de esta tercera parte, el autor recorre con d ilig e n ­
cia diversos registros, sin abandonar el terreno fam iliar de los siglos x v i
y xvii (con excepción del último capítulo, sobre el que volveré m ás ad e-

esijirllua]CCnlra S“ a" áli5is 3 veces e" práctica de un texto de d irecció n


espiritual, otras en el itinerario interior de un alto m agistrad o, o en el

la d t e r i ^ r s X ^ v m f e l t e V ' qUe en' ° nCeS" enfrCma ' a CUeSt' Ón de


luminosa se seguirá el despliegue o rig in a l

confianza d e ^ PanS’ ' 9 6 a Sobrc la


9 Véanse sus dos introducciones a lean T t ^ d CaPítul° 10 -
^ t e a u , ParK, , * 3, y ed. de Michel
" « e compendio * habla <lc' “ «<• * Michel de parlSi
loudun (,97„ u .d , ' ¡ap" ul" 2 * lambíén en el capitulo 7.
« ■ * ■ * « M * -U < « « * - i cita está .,1 c m i ! , , , , , ¿ la
I N T R 00 U C C 1ÓH | 17

dc los Ejercicios espirituales dc Ignacio de Loyola (capítulo ,o j, vistos


com o un espacio del deseo” abierto poco a poco al ejercitante, que se
adelanta en una meditación personal muy libre, cuyo paso debe respeta'
el acom pañante aunque sin resolver sus vacilaciones. Sobre la vertiente
oscura, que involucraba el estremecimiento debido al descubrimiento del
N uevo M undo, volvem os a leer un ensayo de Montaigne sobre “ caníba-
les llevados a la corte e interrogados en esa ocasión (capítulo n)- sus
procedim ientos de escritura (relato ficticio de viaje, distanciamientó del
discurso, acto enunciativo) son examinados de cerca para mostrar cómo
es puesto en escena, y luego analizado, ese primer encuentro de una alte-
ridad no europea, colocada prim ero bajo el signo del asombro, luego car­
gada en la cuenta de la relatividad de los códigos sociales.
Los dos capítulos siguientes presentan de manera contrastada el medio
de los m agistrados y oficiales reales en el siglo x v n . El primero (capítulo
12) ilum ina la figura mística de René d’Argenson, miembro activo de la
C o m p a ñ ía del Santo Sacram ento, intendente, después embajador del rey,
que asocia a su acción política al servicio del rey una cada vez más pro­
funda consagración interior a su Dios. Su devoción le inspira un Traicté de
la sagesse chrestienne, ou de la riche Science de /’uniformité aux volontez
de D ieu (París, 1651), luego lo conduce a acceder al sacerdocio, poco antes
de m o rir sin haber renunciado a sus funciones oficiales. El segundo
(capítulo 13) retom a, con docum entación, el debate historiográfico en
ocasión de la gran obra de Robert M androu, Magistrats et sorciers en
France au x v i f siécle. Une analyse de psychologie historique (París, 1968).
M ichel de C erteau no se sentía inclinado a suscribir una reconstitución
de “ psicología histórica”. Propone otra interpretación del enfrentamiento
entre los m agistrados y los brujos, y subraya cuánto trabajo hay en los
p ro ced im ien to s judiciales para entender las creencias y las motivaciones
de aqu ellos a quienes condenan por haber pactado con los demonios.
A través de la pantalla que constituyen el vocabulario ) los temas
fam iliares de la literatura devota, empleados por René d ’Argenson, el his­
to ria d o r puede ocuparse de restituir un itinerario espiritual, porque
D ’A rg en so n se expresa directam ente. Tuvo la posibilidad de escoger su>
palabras, sus temas, sus referencias bíblicas, señalar preferencias y retí-
cencías, d ecir sus connivencias y sus incomprensiones (por ejemplo,
acerca d c los hugonotes). Sus relaciones de servicio, los testimonios de
sus fam iliares, los archivos de sus descendientes vienen a completar y
m atizar su retrato. En el lado opuesto, ante la lógica institucional > >oual
q u e regula los interrogatorios de los brujos y el desarrollo de los proce­
sos, el historiador se considera desprovisto, no puede acceder a la con, t-
i 8 I íi H |6AR o f l 0 , R 0

.1 . . c,ic ideas. Una vez más y siempre


cíón real dc los brujos, a sus pa a " ' nj.c(, ulltas |0 que oye en las respues-
« la voz dc los jueces y c e c o .:c s ^ ^ ^ jujcjos Ningün archivo
las de los acusados y en los co . • |a mcc|¡ación del apa-

P7 Í ^ r C r ¡ n L 0mesde0 |ós magistrados son preciosos para el


r a t o judicial, rero iu ,inrumentación relativa a su

b ^ K t a l ' s u manera de"ver la” cosas de la religión y la relación de lo


natural con ló sobrenatural, sus ¡«certidumbres frente a la altendad am e­
nazadora de los espíritus y los demonios. Considerados desd' e“ a ^
lo testimonian las inquietudes de su tiempo en un m undo del que Dios

se ausenta.
" A modo de conclusión, escogí un texto breve (capitulo 14) que retoma
la cuestión mística a grandes rasgos, porque recapitula con claridad las
hipótesis del autor y sus posiciones de principio. En un sentido, este texto
de una factura más didáctica -desacostumbrada en Michel de C e rte a u -
completa el capítulo 2, “ Historia y mística”. Ambos fueron redactados con
algunos meses de intervalo entre 1970 y 1971, el prim ero com o respuesta
- pedido de la Encyclopaedia universalis, el segundo por el deseo de
:arsc acerca dc las decisiones tomadas al escribir el prim ero. En este
C X p i l C d l S C « L C r C il U C U L L I j l U l I t J l u i i i u u a j u w i
V 1 1 •
último capítulo ante todo se plantea con firmeza el rechazo a definir una
“esencia” de la experiencia mística, luego se indica cóm o las d escrip cio­
nes de los fenómenos místicos están relacionadas con los estados sucesi­
vos del saber, con la evolución de sus divisiones y sus jerarquías, pasando
de la teología a la antropología, de la historia y de la sociología a la psi­
quiatría. De aquí resulta un segundo rechazo de principio, opuesto a la
solicitud de distinguir entre “ verdadera” y “ falsa” mística, de atribu ir o
negar una aptitud mística a las diferentes tradiciones religiosas. C o m o en
ios capítulos precedentes, también aquí las ilusiones generalizadoras y las
tentaciones judicativas están descartadas. Modestamente se propone,
para cada uno de los místicos estudiados, volver a una puesta en situ a­
ción histórica que lo reinscriba en un contexto cultural, espiritual y
social. Estas recomendaciones van a la par de la insistencia que se pone

™ '* " ecesidad dc < ™ dar el trabajo del historiador en la lec-

í S S r r m' T 0S' UblCad0S en Un entrecruzamiento de m éto-


método puede bastTrse a T ” ’ " T " * pSÍCOanali,ico>> Va que ningún
a « mismo n, predominar sobre los otros.

gido con el preparada «><ejando cada artículo ele-


frecuencia, l ^ d 7 Z F ? " " * *
aparición, le realizó algunas correcciones. Yo
INTRODUCCION ! 19

mismo añadí cierta cantidad dc pequeñas correcciones, completé refe­


rencias bibliográficas y traté dc unificar la presentación dc las notas y
referencias. Me esforcé por conservar el título original de los artículos,
pero les practiqué algunos cortes, para aligerar la expresión. Por ejemplo,
abandoné el subtítulo del capítulo 1 sobre la historiografía y la primera
parte del título para el capítulo 13 sobre Mandrou. En el capítulo 3 sobre
Henri Brcmond puse el título modificado que escogió el autor en la ree­
dición de 1973 (sobre este capítulo, véase más abajo). Para los capítulos 6
a 8, aparecidos en un diccionario o en un compendio colectivo, adapté el
título de origen de modo de anunciar mejor el tema de cada uno. En
cuanto al capítulo 11 sobre Montaigne, tomé en préstamo la primera
mitad de su título para atribuirlo al compendio en su totalidad, ya que
me pareció conveniente.
Tres capítulos (2: “ Historia y mística” ; 3: “ Henri Bremond, historia­
dor de una ausencia” ; 13; “ Los magistrados ante los brujos del siglo
x v n ” ) habían sido retomados por el autor en su compendio L'absent de
l ’histoire, s.L, 1973, que integró una colección rápidamente desaparecida
y cuya im presión era defectuosa. En esa ocasión, Michel de Certeau
había revisado cuidadosamente sus textos y los había modificado en
cierta cantidad de puntos: lo que aquí damos es esta segunda versión,
fuera del título del capítulo 13, cuyo título original preferí retomar, aun­
que descartando sus primeras palabras. Para tres capítulos (4: “ Historia
y antropología en Lafitau” ; 5: “ Carlos Borromeo” ; n : “ Montaigne:
‘C aníbales’” ), com o el manuscrito dactilografiado había sido conserva­
do en los expedientes del autor, también pude verificar en ese primer
estado las versiones impresas.
El capítulo 5 sobre Borromeo debe ponerse aparte. Se trataba de un
estudio solicitado para el diccionario biográfico italiano, que ser\ia de
referencia nacional. Su texto fue traducido al italiano con cierta cantidad
de m odificaciones (desplazamiento de párrafos, omisiones) para respetar
el form ato de las reseñas del diccionario. El texto francés, inédito hasta
ahora, se da aquí en la versión original integral, pero aproveché la traduc­
ción italiana para corregir algunos errores de fechas o de nombres pro­
pios, y completar indicaciones bibliográficas.
El capítulo 6, “ La reforma en el catolicismo”, y el 7. Historia de los
jesuítas", fueron objeto de un tratamiento particular. Al haber apareado
originalm ente en el D ic tio n m m de spiritm lití, seguían con rtguroadad
Tu disposición tipográfica: texto dividido y subdividido en una sene *
secciones y subsecciones numeradas, ausencia de n o t a s . '
referencias de citas y de la bibliografía en forma condensada en elcuer
2 0 I ü l « * » R 011 0180

r» - - * -
Í r ^ a 'n — s vsubsecciones,ytrasladé a las no,as las refe-

aParici6n de t e 'Jifercn,es capí'


p l c a d a texto indico a continuación entre corchetes su numero
' ía “ Wb ioerafia completa” del autor, que establecí en otro momento."
' 0 Pr , 8 - S s t i a n L „ y 'modernidad- en la historiografía contem­
poránea. Nuevos usos de la tradición en l a s p e n c a s « * * « * •> *
f„c„cc religieuse, t. LXtn, . 975, P P *43-*¡8. [ B i o g r a f í a , N * 2 0 9 .
Capítulo 2. “ Historia y mística”, en Revue d ’histoire de la spmtilaUté, t.
x l v i i i , 1972, pp. 69-82. [B ibliografía, N ° 169.]
Capítulo 3. “ Henri Bremond y ‘La Métaphysique des saints. Une inter­
pretaron de l’expérience religieuse modeme”, en Recherches de Science
religieuse, t. l i v , 1966, pp. 23-60. También, con el título “ La Métaphysique
des saints. Une interprétation de l’expérience religieuse moderne”, en
Maurice Nédoncelle y Jean Dagens (eds.), Entretiens sur Henri Bremond,
París y La Haya, 1967, pp. 113-141. Este volumen provee las actas del colo­
quio de Cerisy-la-Salle (agosto de 1965) para el cual el autor había prepa­
rado este estudio. [Bibliografía, respectivamente N° 56 y N ° 60.]
Capítulo 4. “ Historia y antropología en Lafitau”, en Claude Blanckaert
(ed.), Naissance de l ’ethnologie? Anthropologie et missions en Amérique,
x v f - x v u f siécles, París, 1985, pp. 63-89. Este texto apareció primero tra­
ducido al inglés, en un número especial de Yale French Studies, 1980, para
el que había sido redactado. [Bibliografía, respectivamente N ° 363 y N °
300.]
Capítulo 5. Carlos Borromeo (1538-1584)”, inédito en francés. Versión
italiana modificada, Cario Borromeo”, Dizionario biográfico degli italia-
n¡, t. xx, Roma, 1977, pp. 260-269. (Bibliografía, N° 232.]
Capítulo 6. Artículo“ France” en parte, “ v. Le x v ie siécle. 2. La Réforme
ans le catholicisme”, en Dictionnaire de spiritualité ascétique et mystique,
t. v, ans, 1963, cois. 869-910. [Bibliografía, N° 18.]

31!, ^
tpmnc
l U'0J ; ArtíCUl0 “ ,CSUÍ,as” en Par,e- uic UC
La Reforme IlllcricUr
de 1l'intéríeur

y “,v- u x v m ' síécie fr a " ' “ ” -


985-10,6. |Bibliografía, N° ,74J v ' " ' Paris’ >973 . cois.

" ”Bibl’°&raphie complete de Michel de Certeau” en .


U VW mystique, Michel de C,r, d ’ Glard ? otros-
•> « m i z * . En«
“ '‘ ««ras de reediciones» „ J 'monees se incrementó
«cines y traducción** «n una docena de lenguas.
miíODacctfi* i 21

Capitulo 8. “ La pensée religieuse”, en Anne Ubersfeld y Roland Desné


(eds.)> Htstoire littéraire de la France, 1600-1660, París, 1975, pp. 149-169,
bibliografía pp. 414-415. (Bibliografía, N° 201.)
Capítulo 9. De Saint-Cyran au jansénisme. Conversión et réforme”,
en Christus, t. x, N° 39,1963, pp. 399-417. (Bibliografía, N° 20.1
Capítulo 10. “ L’espace du désir ou le ‘fondement’ des Exercises spiri-
tucls”, en Christus, t. xx, N° 77,1973, pp. 118-128. (Bibliografía, N° 177.)
Capítulo n. “ Le lieu de l’autre. Montaigne: ‘ Des Cannibales’”, en
Maurice Olender (ed.), U racisme. Mythes et sciences (Mélanges Léon
Poliakov), Bruselas, 1981, pp. 187-200. (Bibliografía, N° 302.I
Capítulo 12. “ Politique et mystique. René d’Argenson (1596-1651)”, en
Revue d ’ascétique et de mystique, t. x x x ix, 1963, pp. 45-82. (Bibliografía,
N ° 22.]
Capítulo 13. “ Une mutation culturelle et religieuse: les magistrats
devant les sorciers du x v i i ' siécle”, en Revue d ’histoire de l’Église de France,
t. l v , 1969, pp. 300-319. [Bibliografía, N° 110.]
Capítulo 14. “ Mystique”, en Encyclopaedia universalis, nueva ed., t. xn,
París, 1985, pp. 873-878. Texto corregido y modificado en algunos puntos
respecto de la ia ed., París, 1971. (Bibliografía, respectivamente N° 375 y
N ° 143-1

Luce Giard
1

C ristianism o y "m odernidad"


en la historiografía contemporánea

D urante los últim os años, los temas que privilegia la historiografía reli­
giosa del siglo x v ii dibujan los terrenos que permiten “ ver en acción” una
evolución religiosa. Es una topografía de los lugares constituidos por los
cruzam ientos entre el avance de la investigación científica y las “ huellas”
de “ fenómenos espirituales” pasados.1 Cada uno de estos lugares, en efecto,
es definido por la combinación entre intereses (las cuestiones que, al pro­
gresar, reorganizan y atraviesan la información), fuentes (el material loca­
lizado y circunscrito en función del “ tratamiento” de que es susceptible) y
reglas (o, por lo menos, procedimientos de análisis que articulan los inte­
reses con las fuentes). Por eso la lista de esos temas mayoritarios indica ya
una estrategia de la investigación sobre un cuadro de problemas pasados
y/o presentes: las form as de la herejía, que inscriben u ocultan divisiones
en térm inos de conflictos doctrinarios; la movilidad de las instituciones
-so b re todo la secta y la fam ilia-, que suministran referencias o coartadas
a la “ sensibilidad colectiva” religiosa; los comportamientos (sacramenta­
les, m atrim oniales, testamentarios) en la medida en que son los indicios
de una implantación o una teatralización de las ideologías; los desplaza­
m ientos epistemológicos provocados, en particular, por las técnicas que
m odifican la naturaleza del libro o la del cuerpo, dos puntos donde se juega
la legibilidad del sentido; las alianzas entre lo imaginario y una razón según
las m odalidades alternativamente esotéricas, místicas o científicas de una

i Véase Michel Vovelle, Piété baroque et déchristianisation en Provenaau xvu r


siécle, París, 1973. PP-19-30, reflexiones metodológicas sobre las relaciones entre
el avance progresivo de una cuestión historiográfica y la deterouoacon de fondos
de archivos que permiten tratarla. Hay que destacar de entrada esta obra, tai vez
la más importante de la historiografía religiosa francesa de estos últimos anos.
Véase también M. Vovelle, “ L’élite ou le mensonge des m ots, en Amale> ¿se,
t. XXIX, 1974. pp- 49 - 72-
. K ¡ el lenguaje espacial, que, en la pintura o cn |a
“ciencia dc la expciru ik > • resión» tlc |as cosas o verdades por Una
arquitectura, sustituye un supcrncialeS; los temas estructurantes
manipulación y trans< indican la progresión de escisiones
-la muerte, la ilusión, la g P " '
” A fsnesor dc la edad clasica...
“modernas c • ^ cuest¡oneS( m étodos y un m aterial, l0s
Productos u ‘ cntran a]redcdor de estos temas ponen de manifiesto,

on lo innialiata una información considerable. M ás que reducirla a una


nomendatura de nuevas adquisiciones para el museo de la historia, parece
preferible atravesar esta literatura como un lenguaje (hecho de operacio­
nes presentes y documentos antiguos) donde se deletrean interrogantes
actuales en un vocabulario de antaño que, en el m odo de la diferencia, pue­
den elucidar su propia arqueología. Desde este punto de vista, dos pistas
pueden esclarecer algunos de sus aspectos.
Por un lado, si nos referimos a las categorías de H aberm as, esos traba­
jos presentan diversos tipos de relaciones entre reglas lógicas y m etodoló­
gicas \ los intenses que gobiernan el conocimiento.2 E ntre historiadores,
los “ intereses" perseguidos pueden ser los mismos au n qu e las “ reglas” sean
diferentes; a la inversa, procedimientos idénticos pueden ser puestos al ser­
vicio de intereses divergentes. Al respecto, cada obra ofrece una variante
ile los modos sobre los cuales en la actualidad son pensables los fenóm e­
nos religiosos, en el entrecruzamiento de una voluntad (social e indivi­
dual \ de técnicas de análisis. Esto es indicio de u n a situ a c ió n del
ciistianismo en la modernidad’ contemporánea.
1 * i otio lado, ti pioducto dc estas investigaciones p e rm ite localizar
i iJ o x\ i al ,\\ in( las significaciones religiosas ca m b ia n a pesar
I c L. estabilidad dc las doctrinas, cómo algunas co n ta m in a c io n e s ideo

X lla I r T '" 0d" ' CaCÍOneS ,écnicas *» sistem a re c ib id o dejan


ticas vlas t" w ' qUf ° CaS'0ncn una configuración nueva, c ó m o las prác-

p - ,sob; e o,r“ y- ^ ..............


.1 n i c d i C :r „ s t n dC q U ¿ “ d C~ " W*
objeto dc investigación -I - , ' e una m o d ern id ad . P o r c ie rto , com o
unidad es la construcción de !’ ° “ co n iu 8 a en sin g u la r. Su
de la doctrina, el producto del d iscu rso . El his-

1 1urgen Habcrnuv / . . T Í .Ep<

'',dtlolosu' n (tr a A )- Paris’


Us cu-n 'x\' ,Jdrid' Tccnos>W86¡ Con Gad ^ ^ Cicncia V fénica corno
^ ¿ Z l f T r ° tra Parte' caracter*za
" on Vdiscutible. US de >a hermenéutica” (pp. ,47-l4S).
C R I S T I A N I S M O Y “ M O D E R N I D A D " EH I A H I S T O R I O G R A F I A C O N T E M P O R A N E A | 27

toriador la encuentra como la afirmación de un saber o de un poder. Lo


que él puede analizar es

la inadecuación del aparato existente a un nuevo conjunto de fenóme­


nos, la elaboración dc conceptos provisionales con miras a la captación
y el conocimiento de esc conjunto en su especificidad, la transformación
de conceptos existentes a los que se confiere nuevos contenidos, la crea­
ción de lo que Mannheim llama'anticonceptos" (Gegenbegriffe) respecto
de los conceptos dominantes en la época determinada.1

Pero una “ historia y sociología de las ideas” va de esos fenómenos a las


“ actitudes y presupuestos que los documentos ideológicos testimonian
únicamente de una forma indirecta”.4 Entre esas “ actitudes y presupues­
tos”, una im portancia particular corresponde a lo que llamaré las prácti­
cas: algun as “ m aneras de practicar" (los textos, los ritos, los grupos)
m odifican el valor de las representaciones o las costumbres por el solo
hecho de volver a emplearlas y hacerlas funcionar de otro modo. Por ejem­
plo, una nueva manera de leer el mismo texto cambia su sentido. Entre
los sistemas establecidos y sus formas de empleo se insinúan así desvia­
ciones que todavía no es posible nombrar en el lenguaje recibido y a las
que connota el térm ino “ experiencia”, distancia entre el sistema de refe­
rencia y las conductas efectivas. En el siglo x v ii, esos desvíos designan o
las fisuras que una crítica del “ engaño” se esfuerza por colmar, o el inter­
valo “ inefable” del cual se produce el discurso de la experiencia, o el des­
arraigo a partir del cual se desarrolla un arte constructor de ilusiones. En
todas partes, la distancia entre las prácticas y las representaciones requiei e
el trabajo que apunta a proveer una categoría teórica a las prácticas nue­
vas y a reinterpretar el cuerpo tradicional en función de operaciones socia­
les que se han vuelto determ inantes.5 Este m ovim iento de tránsito se
caracteriza por diferentes maneras de atravesar los lugares construidos,
antes de que desem boque en una nueva organización del espacio episte­
m ológico y social.
Los temas que privilegia la historiografía permiten medir las variacio­
nes de este m ovim iento, que no es ni homogéneo ni sincrónico. Indican

3 Bronislaw Baczko, Rousseau. Solitude e 1communauté, trad.. París-La Hava.

1974* P‘ H.

5 Véase Michel de Certeau, L'écriture de l’histone, 2' ed.,


(“ La formalité des pratiques” ) |trad. esp.: U esentura de h k e u n * . • texK a
Universidad Iberoamericana, 1 9 ^ 1*
z8 , a 1 0 6 A R D í l OT R O

decisivos respecto d e la inteligencia que quere-


puntos dispersos (per*' don(Jc dcjan su huella, se distien-
m os y podem os tener < c m ^ ^ ^ ideol0gías y las p rá c tic a s cristianas,
den y se desplazan las re a<- < b o s q u e ja r los problem as que el his-
cn cl interior de se e s p e c fic a r á n ,a s “ re g la s” y |os

h “ -"Pre" SÍÓ" ^ 0freCC ^ e" OS'

LA HEREJÍA, O LA R E D I S T R I B U C I Ó N DEL ESPACIO

Desde hace varios años,6 la herejía ocupa un lugar estratégico en el análi­


sis del cristianismo, antes de que, muy recientemente, a ese tem a socio-
ideológico lo haya reemplazado poco a poco el estudio de la fam ilia y de
las estructuras de parentesco, como influencia dc la etnología y el psicoa­
nálisis en el campo de una historia económica y social.7
Si la herejía fue y sigue siendo todavía un punto tan decisivo, eso es el
efecto del privilegio concedido desde hace mucho tiem po tanto al antidog­
matismo religioso (o a los movimientos políticos progresistas y revolu­
cionarios) como a lugares históricos más cercanos al p ap el q u e una
intelligentsia universitaria se otorga en la historia, y p or razones que tie­
nen que ver en lo más inmediato con la naturaleza del trabajo. En efecto,
la herejía se presenta como la legibilidad doctrinal de un conflicto social y
como la forma misma, binaria, del modo en el que una sociedad se define
excluyendo aquello que es diferente. Por consiguiente, ten em os aquí una
articulación de lo ideológico con lo social, y la v isib ilid a d del proceso
medíanle el cual se instaura un cuerpo social. Está claro que en ese doble
aspecto también se juegan otras dos cuestiones, corolarias pero capitales:
la modalidad del progreso (ubicado de entrada del lado “ h erético ” ) res-
L 1111 s‘stema establecido, y el papel del intelectual (se trata de here-
«arcas y de mnovaciones teológicas o filosóficas) en una d in á m ica social.

6 S f i ' l el ¡x iá és ^ ¡ ‘h «o p Cp,éindmtridle
M-D. Chenu,|.'ség„y S' ^ 1 "•
l* xxix, 1974, pp. 1185-1305 ’ * ,C U chamP reügieux” en Armales e s c ,

concediera 'ntCrés por las estructuras fam iliares


U M>Specha Mué, por todas p a r t e s ' a c , I d 3 1 , 1 1 1 ^ '3 h¡S,° rÍa Y lraduÍcra
re v 0 | U C lo n a r jo ^ > l a confianza en el progreso científico
* « M » y ° < ■ * "Hasta ahora hic...... . la historia
°Urca“ mModes, París, i967, p. s)' '* ^'«tencias” (en ühistoire social.
Y ' M O D E R N I D A D ' EN I A H I S T O R I O G R A F Í A C O N T E M P O R A N E A | 29

El peso de os intereses invertidos en esta búsqueda, sin embargo, no


transformo a la herejía en un objeto aislable y estable a través de los tiem­
pos. Por el contrario, barriendo las épocas y las regiones en las que se pro­
ducen tales manifestaciones -las herejías, por supuesto, pero también las
sectas,* los marginalismos espirituales,’ y hasta las exclusiones colectivas
que apuntan a los pobres y los vagabundos, los locos,10 las minorías cul­
turales o étnicas-," el análisis fragmenta la imagen que las suscitó,12 pero
a la vez revela en la insuperable diversidad intelectual y social de las here­
jías la repetición de) gesto de excluir. Lo "mismo” es una forma histórica,
una práctica de la dicotomía, y no un contenido homogéneo. Lo excluido
siempre es relativo a lo que él sirve u obliga a redefinir. El conflicto se arti­
cula con la representación social que él posibilita y organiza. Ese proceso
historico, pues, muestra cómo una división social y una producción ide­
ológica se determ inan recíprocamente, lo que es un problema central
para el historiador. Éste conduce a interrogarse o sobre el funcionamiento

8 Véase la síntesis de Jean Séguy, “ Les non-conformismes religieux d’Occidenr,


en H.-C. Puech (ed.), Histoire des religions, t. n, París, 1972, pp. 1268-1293 (sobre
la época moderna) [trad. esp.: Historia de las religiones, Madrid, Siglo xxi).
9 Aunque se refiera a una época algo anterior, la tesis de Jean-Ciaude Schmitt es
un análisis notable del funcionamiento social y lingüístico de la herejía en el caso
de un movimiento espiritual: Mort d'une hérésie. VÉglise et les clercs face aux
béguines et aux béghards du Rhin Supérieur du x/v* au xv* siécle, París-La Haya,
1978. Compárese con la crisis quietista en el espacio “ político de fines del siglo
x v n (véase J. Le Brun, La spiritualité de Bossuet, París, 1972, pp. 439-668).
10 De la Histoire de la folie á Váge classique (París, 1963) a Surveiller et punir (París,
1975), Michel Foucault suministró a la historiografía los instrumentos
conceptuales y los análisis decisivos sobre los procesos intelectuales y sociaics
de la exclusión [trad. esp.: Historia de la locura en la época clásica, Buenos Aires,
Fondo de Cultura Económica, 2002, y Vigilar y castigar, Madrid, Siglo xxi, 1994!-
11 Entre muchos estudios, señalamos sobre todo el de Jean Séguy, Fossibilitat
e problémas d’ una istoria religiosa occitania”, en Armales de l’i . B . o Serie iv,
No 1, otoño de 1965, pp. 5-26; los de Robert Lafont, Remissance du Sud Essa, sur
la littérature occitane au temps de Henri IV , París, 1970, y Le Sud et le Nord. Ioulou*.
1971; y el conjunto publicado por Daniel Fabre y Jacques Lacroix. Communautes
du Sud. Contribution á l'anthropologie des collectivités rurales ocatanes, 2 vols.,
París 1975, de una excepcional calidad metodológica pero que no trata los
problemas religiosos sino oblicuamente, por ejemplo en un cap,mío muyong.n
que ambos autores consagran a "lusagc social d i g n e s ( * « £
en particular a los -glifos”, marcas (simbólicas o alfeWttc»)de p m p * « ^ ^
sus animales (o de autores sobre sus productos), es decir, a
12 Véase Georges Duby sobre esta “hidra que es la herej - y so i>
“ transformación radical", entre la Edad Media y los uempos modera»,
en J. Le Goff, Hérésies et sociétés...,op. cit., pp. 397-39 •
*o n m úísü

_
lk, la instauraban dc la ortod oxia (o representación,
de! corte que P ^ lte ^ d ^ n o c im i e n t o d e u n a s o a e d a d particular
r r o r u dc un grupo. o so d e ,d d iv is ió n p a s iv a (estar separado)

que dan d lugar, ^ w le o u c ’ se ve aq u ejad a-


0 activa (separarse « h ^^ p resen ta u n a in c r e íb le m u ltip lic a c ió n
U historia de k)SSig o>^ ^ ^ ^ ^ resión reiig io sa. La herejía proli-
dc tales divisiones en c *.a den s e n ir de referencias: aquella
fera. Tres rupturas ***** yc2 m¿s a jos ‘cleros'' u rban os y las masas
q u e . d e s d e e ! a g i o x ' mtejectuales o teológicas y las devocio-
nirales. v por tan a - ^ ^ s¿&]o XVK divide el catolicism o según la

neí del Norte v el Sur, y crea las mil varian tes de la oposi-
S 5 S . rdbnnadas y U Reforma d e n t i n a ; p o r ulttmo, a.u e-
L , - ^ p e ' l a unidad del universo e n 'v .e ,o y n u evo m u n d o s y hace
1J r ora el privitedo cspacuú del "sálvale- am en can o respecto d e la cris­
tiandad que envejece- ora el privflegk, temporal del presente occidental,
bastante productivo para transformar poco a p o co la tr a d ic ió n en un
• pasado" caduco. De hecho, divisiones y redefiniriones se verifican en todas
partes, entre naciones, ránidos, sectas, disciplinas. La ag re siv id ad entre
rv'iciones amenazadas oamenazadora> crece 2,1 m ism o tiem p o que p¿u;:-
cen una readaptación general. ' ,I
Este “ trabado" multiforme parece obedecer a un p o stu la d o co m ú n : el
cisr:ü iujtituve a la herejía, ahora imposible. H ay “ herejía c u a n d o una
posición mavoritaria tiene el poder de nom brar en su p ro p io d iscu rso y
excluir como marginal a una formación disidente. U n a au to rid a d sirve de
marco ue referencia a: grupo mismo que se separa o que ella rechaza. El
cisma. por el contrano, supone dos posiciones, n in g u n a de las cuales
p _e¿e imponer a .a otra la ley ce su razón o la de su fuerza. Ya n o se trata
vi- una ortodoxia ¿rente ¿ una herejía sino de diferentes iglesias. Tal es la
n 0 1 c' ' ^ c x ‘ " • ^-os conflictos ponen en en tred ich o fo rm acio -
. E.vC e>ta:ndo ratai de la an tigu a re lig ió n de la uni-
0 &,i€s'%‘irri'^ te sobre el Estado la c a p a c id a d de ser la

*
inmovilizan en los combates’': ese tiem po
ic coexistencia pacífica v el pluralism o

w ^ « 73. 1» 77
P° r “ " " " ' “ '‘' “ 'V O d o n a y

m -w .g * . h France moderno
CtlSIUaiSMO T (N U («U ffl'O tlIt» 3,

unidad refcrcncial para todos. Creencias y prácticas se enfrentan en ade-


Unte en el interior de un espacio político, en verdad todavía organizado
según un modelo religioso alrededor del rey, ese "obispo del afuera”, cuya
tarea es garantizar 'cierto conjunto de reglas para el ejercicio dc religio­
nes diferentes . ’ Cada Iglesia adopta la figura de un “ partido" Su ambi­
ción es totalizadora, de acuerdo con el modelo de una verdad universal y
conquistadora, pero de hecho depende de las relaciones con un Estado
que favorece, controla o excomulga. Esta estructura se repite en "parti­
d os” interiores a las iglesias. La reivindicación “ universal' de cada grupo
religioso, exacerbada por la división, tiende a recurrir al poder real como
único poder global, a hacer de él el criterio o el obstáculo de la verdad, a
pensarse, a ia\ or o en contra de él, en los términos que poco a poco impone
la política absolutista y, por tanto, a reconocerle el papel í positivo o nega­
tivo) que ayer representaba la ortodoxia. Si bien es un caso extremo, el
padre Daniel pronto dirá que “ la historia de un Reino o de una Nación
tiene p or objeto al Príncipe y el Estado: ése es como d centro adonde todo
debe tender y referirse”.16 Pero Pascal, por su parte, habría ^de buena
gana sacrificado su vida" en la educación del príncipe. ' tarea que consiste
en inscribir el saber y la sabiduría en el centro del orden político. De todos
m odos, la fidelidad y la marginalidad religiosas se politizan.
¿“ Estabilidad” y/o “estallido7/ El análisis de A. Dupront se despliega entre
esos dos p o lo s/' De hecho, se trata de un "estallido" en la disposición y la
utilización de elementos "'estables"; es un fenómeno de reinterpretación
social. Si los com portam ientos y los símbolos religiosos aún se imponen
a todos, su funcionam iento cambia. Los contenidos son permanentes, pero
som etidos a un T ratam iento nuevo que, localizable ya en los recortes que
operan las divisiones, pronto se formula como una gestión política de ías
diferencias.’5 Los muebles heredados son redistribuidos en un nuevo espa-

15 I b i í , pp. 557- 559- . . _


16 Histoire de France. e d 17 13 ,1 . 1, Preócio. p. x x n i. a ttd o por Mscnei T^-aert
~L'image du roí: Ugjtimite et moralite royales ¿ans íes histoires de France r .
a é d e ”. en Revue dTástom rnodeme et contem fom ne , t. xxs. 1974, ?- 5^ -
17 Biaise Pascal, (Euvres compHtes, c o l Granás é c riv a i» de Frafloc. PanM -
1$ A. Dupront. “ Y ie et creation rehgieuses... . op. o l : por un LkL * - —
(p. 4 9 ; >v “estabilidad religiosa’ ?. 4 9 3 « * * * PP- 49*. ^ ^
-estallido" ¡p. 538>.“ laicización’ ‘ dkotom isroo ....) entre r e id o r > _

» I d ^ Í ^ d s m . - t¡e ~ por corolario » tiempos Je


antonoanzaoón (o “secularización' del pensanueMo p o ta »
Monas sobre ¡a -ratón de Esodo''. Veanse
m Hhvu, i fVferoe Je R iM x * . Pms. i * * : Fnednct. I
, 2 | II !«<«

inera de repartiHos y utilizarlos. AJ respecto, cuando


do.que ó rgan o otra ^ in¡d a el gesto p o lítico o científico de
^ \-uclven a dar las car^ ^ ^ )a fo rm a sociaJ> diferen(e ^

redasificar y ^ " ' ^ ^ d ó n qUe, en otros casos, cam bia los conteni-
complementario e ^ ^ ^ suceden

d0S f ^ T c o n s e c u e n c i a , esas divisiones son operaciones c la s ific a * ,* *


8 T L < 0uc redistribuyen elementos trad,clónales y que darán
V manipula q ^ ,eóricas qUe explicitan sus principios.» A |a
laeadTus conductas o las convicciones religiosas se crea asi la posibili-
dad de convertirías en algo diferente y u l i t o r t e al s e r n c io de estrategias
distmtas posibilidad cuyo equivalente se encuentra en la m ism a época,
en los campos más manejables de la escritura o la estética, con el arte
(barroco o retórico) de tratar v desplazar imágenes o ideas recibidas para
extraer efectos nuevos~ Difícil y violento, el reacondicionam iento del espa­
do religioso en iglesias o en “partidos, pues, no va solam ente a la par de
una gestión política de tales diferencias; para cada uno de esos nuevos gru­
pos introduce la necesidad de manipular las costum bres y las creencias,
efectuar en su provecho una reinterpretación práctica de situaciones orga­
nizadas anteriormente según otras determinaciones, p ro d u c ir su unidad a
partir de los datos tradicionales y conseguir los in stru m en tos intelectua­
les y los medios políticos que permiten una reutilización o una “ correc­
ción1 de los pensamientos y las conductas. La tarea de ed u ca r y la
preocupación de los métodos caracterizan la actividad de los “ partidos”
religiosos y de todas las nuevas congregaciones, en esto cada vez más de
acuerdo con el modelo estatal. Reformar es rehacer las fo rm a s. Ese tra-

tm ¿ansrhism n de, Timp, Moderna, trad. M . Chevallier, G in eb ra, 1973

i t„2 r * I a * * * “* " * > Moderna, Madrid, Centro


- b tu d io i. oijticos y Constitucionales, 1983] -

" m
^ T L a í’amímVm * Paris.
k , , :„ „ jn' de “ t T i ™ 3 Pr0':e" “ ' de v i a b i l i d a d a través de
* penitente*;, en el siglo x v i (cofradías
«X iM jdo populares i E r . - ’ P°lmc05 bajo la Revolución (las
a 60 e -o to L JÍ Z Z ’ ° “ e' « * > *«■ ■ '
¡m figure et U lieu, París 1067 # f V, / ac^ue^a 9 ue analizaba Pierre Francastel,
^•‘érente de los elementos Beurat' ¿ 1 ^ ^ uattroctrnto, una distribución
Jn nu« o ^ncionamjento '"i, de U tradición re,iS‘osa establece
•^ d - a « ta ** ^ — ho antes de que Boniceüi

« • « £ f i * t e ¿ ' T ,Ca- b ,,adU“ 16" « e* « * barroco


• " * * r n e a “e¡ traba^ d<r lo» recibldos ^ la tradición, véa se tnfrü
catSTtAHiSMo Y - hodíshioad * t i i» t u s m i o m m ( e a u n m i a u i 33

bajo, al suscitar la elaboración de técnicas transformadoras, sin duda tam-


bien tiene el efecto de ocultar las continuidades que resisten tales opera­
ciones reformadoras y, luego de un tiempo de manifestaciones masivas y
represiones brutales (brujerías, levantamientos, etc.), volverlos gradual­
mente menos captables bajo la red cada vez más apretada de las institucio­
nes pedagógicas.25
Y por fin, último rasgo que debemos destacar, el lugar que tenía antaño
la herejía frente a una ortodoxia religiosa lo ocupa en adelante una orto­
doxia religiosa que se distingue de una ortodoxia política. Es la fidelidad
que se organiza en minoría en el Estado secularizado. Se constituye en
“ Refugio”.14 La ambición postridentina de rehacer un “ mundo” político y
espiritual de la gracia desemboca con Bérulle en la admirable utopía de
una jerarquía eclesiástica que articula los secretos de la vida mística,25 pero
esta reconciliación teórica de un orden social y de la interioridad espiritual
es quebrada por la historia efectiva. Ésta funcionará solamente en grupos
secretos (com o la Com pañía del Santo Sacramento), en el “ Refugio” de
Port-Royal o, más tarde, en el interior de los Seminarios de Saint-Sulpice.
Lo que se m ultiplica son m icrocosm os cristianos, “ retiros” en Francia,
“ reducciones” en el Nuevo Mundo,26 según un modelo del que Port-Royal

23 En su lección inaugural en el Colegio de Francia (13 de febrero de 1975


Jean Delumeau subrayaba la necesidad de “ una amplia investigación sobre
las actitudes de resistencia a la religión obligatoria de antaño".
24 Al respecto, esperamos la tesis fundamental de M. Beugnot (Universidad de
Montreal) sobre la idea de “ refugio" y de “ retiro” en el siglo xvn . Por otra parte,
se trata de un movimiento que presentan todas las congregaciones religiosas,
incluso los jesuítas, cuando, tras un primer tiempo de expansión, establecen
la “ residencia”, la clausura y las prácticas internas de la Orden como la condición
“ interior” de la actividad afuera (véase infra capitulo 7 )-
25 Véase Heribert Bastel, Der Kardinal Pierre de Bérulle ais Spiritual des Fmnzosiscken
Karmels, Viena, 1974, que muestra claramente, a propósito de la concepción^que
tenía de su papel en el Carmel, cómo Bérulle articulaba la “teología mística” con
la “jerarquía eclesiástica”, y la gracia interior con un orden social y sacramenta).
En consecuencia, no es posible acompañar a Leszek Kolakowski cuando ubica
a Bérulle entre los Chrétiens sans Église (París. 1969, PP- 349-435) Urad. esp.:
Cristianos sin Iglesia, Madrid, Taurus, 1983]-
26 A propósito de l a s “ reducciones” jesuítas del Paraguay, que provecían en tierra
extranjera el modelo utópico de una "ciudad* cristiana, véa* Lúa Fel.pe_ Bae.a
Neves Flores, “O combate dos soldados de Cristo na térra dos papagatos .K JB
mimeografiada. Rio de laneiro. Museum Nacional. Aunque
el autor dice “ pedagogía institucional" (p. 90). su condtcton « el eone msU^ado.
de un lugar "escolar" que abarque toda la exlstencu de los educados. O n^
proyecto protector v educador de los indios está presente en Banoton* d*LavUsa,
/___ vaí » R a r a i l l o n v André Saint-Lu ,L is Casas . difense
?4 I ¡t 8{l

famoso. El gesto de “ hacer retiro” o d e “ re tira rs e ”


no es sino el caso ma> a que o p o n e, a la necesaria “ docilidad
d indicio un! . J . dc jas instituciones religiosas ligadas c o n el Estado
c a t o - « n > r k fK“ >
a n aislamiento y una clausu ra, entre los reformista,'
WraT ' ' T . , ‘!n<«uenda de la politización triu n fan te a p artir de t640
3 r Z n de posibilidad de un 'establecim iento de la fe. U vida rep,.
V la ooodKK P<“ religiosas. las asociaciones de laicos, la pastoral d,

la* — M ’" " " ’ " d 0 ^ 3 b nr Ídad *


mera Je un ,- .v q u e en el modo de una part.da .d e m u ro s, de una « f e .
! L «vial del secreto, etc.) organiza la circunscripción de un cam p o propio
sobre l1a superficie del ‘ m undo'.» ■« *

LOS C O M P O R T A M I E N T O S R E L I G I O S O S ^ SL AMBIN ALENCIA

l'na práctica del corte se encuentra en el p rin c ip io de u n a concentración


parcelaria del espado religioso: engendra un área q u e será especificada
por las practicas. Mientras que las herejías de ayer se d ista n c ia b a n gene­
ral-ente ce la ortodoxia religiosa rechazando sus p rá ctica s, instrum en­
tos de una normatividad social, a p a rtir del s ig lo x v i i lo s Refugios
reformistas se distinguen por la instauración o la re sta u ra c ió n de prácti­
c a reng: esas secretas o públicas: son actos sacram en tales o ascéticos que
>e oponen al uisser ü ire místico de com ienzos de sig lo y, m u v pron to, al
-baikiono quien.'ia. pero también maneras de p racticar' el texto sagrado,
los autores antiguos, el ‘ estado’ de « d a , la carid ad o la m u e rte . A pesar
.t entre e^as sobre los c r ite r io s y la s e le c c io n e s , esa*
" .............. '° - - ;0 indicio com ún un trabajo so b re la tradición.

^ V fabricadora; 11113 M o r a lp rá c tic a . L a prioridad


e s p e a f i c ^ ^ ^ ; ' ^ 0 ' " ?:r3téglcos 3 ue v a n a n p e ro q u e siem p re son
tempbtñas. pastorajes ^ " ^ C° ^ Unto de o p e ra c io n e s litú rg ica s, con-
" -as. técnicas, políticas o lite ra ria s c u v o obietivo

trad.}. Garavito. ‘ ^^ relation sur la destruction


- Barcdoi^, j J l ' ^ ;tra i ^ Las Casas
r r ^ ^ Madrid Cn «.i I9^S. y Brevísima relación de la

***** * h 1986h1975.
- -Mju^eíle Aurore, P André' vinccnl*

- ^ « k o r z ^ i977*.
- discurso de la proíecái"
C 8I S I U R I S M 0 Y ' M O O E t N I D A D * ( N U M STO «IO m fU (O R U M O Iá'U 35

y cuyo resultado residen en transformar el suelo heredado y, de tal modo,


constituir una “ disciplina" propia. Al respecto, el grupo religioso se define
según un m odo homogéneo a la sociedad circundante de la que se separa
y que en todas partes privilegia las “ maneras de hacer” sobre las repre­
sentaciones.
De antemano, esta determinación da la razón a una historiografía de las
conductas. Ligada con la relativización recíproca y con el descrédito de
las verdades dogmáticas, la pertinencia religiosa de las prácticas (referen­
cias sociales de pertenencia y operaciones constructivas de la sociedad)
funda la im portancia creciente concedida a la sociología de los compor­
tamientos por la historia religiosa contemporánea, desde Gabriel Le Bras
hasta M ichel Vovelle.3*
Pero recurrir al análisis serial de las conductas supone que su pertinen­
cia religiosa se mantiene en una larga duración y que ia relación entre una
práctica ( un significante) y un significado religioso permanece estable. ¿Qué
sentido tiene la com paración estadística si la práctica contabilizada cam­
bia de valor a lo largo de toda la curva y si no es posible aclarar de qué es
el in d icad or en una larga duración?39 La ventaja de calcular tiene desde
entonces com o precio la ignorancia de lo que se calcula: la ambivalencia dei
gesto se insinúa tras el carácter unívoco de la cifra. Para evitar esa imper­
ceptible m utación de la cifra en retórica -enferm edad bien conocida de
los estadísticos- se pusieron a punto medidas preventivas o correcciones.
Por un lado, la significación de las mismas prácticas religiosas vana según
la región : ‘‘ hom ogénea o “ heterogénea donde están arraigada* y según
las relaciones que mantienen, en un m ism o lugar, con c o n d ^ .a s pertene­
cientes a un tipo idéntico, cercano o diferente:' ciertas coa:es*.en*..as geo­
g rá fic a s in d ican el espesor de estratificaciones cuyos elementos iuegan
silenciosam ente unos sobre otros, se endurecen, se homogeneizan o for-

28 Sobre los métodos, véase Gérard Cholvy, ^Sodologie refcgirase * h & o m .


en Rrv*ii*r d'histeirz de FÉghse de Franct, t lv, 1969* PP-
29 Véanse las observaciones generales de Dominique Julia, La reforme
p ost-m den u n e en France d apres les p ro cés-v o b .u x de viales p a sto ra ;* ,
en G a b rid e D e Rosa (ed.), La soaetá rekpcsa ne3 ’EtÁ h ied en *,. apote* 19.
PP «5-329 “ Fiabilidad del docum ento' }; también M- de Certeau, - *-
P P 0 0 3-> . . . , R c ó e r Sauzeí ca un
l'hisroire, ¿p. áL, pp. 1 3 1 - 1 ^ r L a mvCTaón üe 10 ^ ^
notable e»npio d e a o r t í a * b . d o c » « m « V *
“Consideraciones i^odotógicas sobre t a ‘
C h am e durante ¡a primera milad del sjfk. x v i , , en to m *e A * » * * —
e religiosa, S • 2, Roma, *97^ PP- 95 *3’ , v 1 * ftñ a x * * *
y> Véanse
* *
Uliane V««*. S « * « « « • P * f
ar -__ «rv.. — n t h u m . en Amates í s l >t.
* - * PP- ^
**r .
^
,6 I ti ° " !‘l

, p r i e n d a de un o rd en “ ¡ n m ó v i r o . necesario
man con sus tensiones la P ^ sc a p iia n , se im b r ic a n y se d ifrac.
retorno de la estadística de |a g eo g rafía (el “ m e d io ” regional),
tan sistemas de P e n c a s , P jon(,s quc resisten a las su ce siv id a d e s del
indicadora de opacas <ic ^ D e hecho> |o s m e jo r e s estud¡oj
tiempo y las difusiones a ^ apoyo (a m e n u d o tacito ) d c cohe

sobre las prácticas re igi° • ^ sobre aglo m eracion es gran d es, peque-
rendas regionales ysusm o

ñas o medianas. " ^ ^ ^ geográfico sin o h is tó r ic o . N o se siguen


El segundo c° rrec" ' ’° ’ d£ un conju n to de p rá c tic a s su p u e sta m e n te

d deMrr0" 0 (°„o°r eiempio, sacramentales); se p a r te d e lo q u e el desgaste


homogéneas (p desaparecer en un m o m e n to d e t e r m i n a d o (p or
yl ° el a c o n 'e c im ^ ^ r e | ig jo s a s b a j o |a R e v o | u c ¡ó n )

V “ remonta"a las condiciones de posibilidad de esta c a íd a .» Los com-


cor
portamientos estudiados se ven afectados de e n trad a p o r u n a n o t a d e con-
tinsencia y ambivalencia que obliga a in terro garse s o b r e su re s is te n c ia y
a no suponer la estabilidad de la lógica de su r e p r o d u c c ió n . S u d u ra c ió n
ya no garantiza su pertenencia al sistem a (r e lig io s o ) q u e lo s p r o d u j o y
del que parecen quedar los síntomas. • 7 'f*

31 Esto es lo que muestra un libro maravilloso, agudo y sutil, sobre las tensiones
ocultas bajo la estabilidad campesina: Gérard B ou ch ard , Le village immobile.
Sermcly-en-Sologne au x v n f sítele, París, 1972.
32 M. Vovelle,por ejemplo, da origen a la cuestión (Piété b a r o q u e .,.,o p . cit.,
pp. 126-133,276-284), a propósito de los “ tem peram entos regionales” (localizables
según los pedidos de misas en los testamentos), pero la “ región cultural” pequeña
o grande aparece en su libro como el objeto construido y cartografiado a partir
de estadísticas, más que en virtud de una realidad “ g eo g ráfica” que sostiene y
condiciona la seriedad de su análisis estadístico. N o obstante, véanse sus reflexiones
su tesis Etudi quantitative de la déchristianisation”, en Dix-huitiém e siécle,
N 5, . 973. pp. 163-172, sobre las “ fronteras” regionales.

déchristúnisat ^ ^ de SUS estudios P itres abdicataires el


des Sociétés Savant” Révolutwn F ™ n $aise (Actes du Congrés

d é c h r i s t i a n i s a t i o n r é v o l u t b n n ü r í Cart° g ra p h ie d e la
de l’Ouest, París 1071 H¡n Anuales du Midi, 1965). Paul Bois, Les pnysans
remonta “del presente hac1*"3! Lm° sUaci()n ejemplar de este método: él se
er>el Oeste para mostrar a ° ’ ^ar,° Un ana*'s‘s Ia derecha política
socioeconómicas, las ideología! * ‘ 1 - ^ *5aSC ^ ^aS m'smas prácticas
Unieron entre 1789 y 1 ? 9 P'! ¡Cas del ^ Yel Oeste del Sarthe se
' J lli,ro: *os ciudadanos y el den- ^ i*"*' ' S *)3ra ^amcntar a dos ausentes en
0 J ' r deiones de J. Ddumeau » ^ Stü *ustor‘a regresiva, véanse también
* whohcistK entre Luiher et V o l t c de la ^«cristianización":
ris' ' ^ ‘ .PP-322.330 I l ,a d .« p .;
'^rdanyola, Labor, ,973]. v
" M O D E R N I D A D " EN l A H I S T O R I O G R A F I A C O N T E M P O R Á N E A , 37

O tro desvío respecto de una estricta sociología de las prácticas religio­


sas consiste en preferir que se lleven a cabo en terrenos más existenciales y
m enos ideológicam ente circunscritos. Aquí podrá localizarse el modo en
el que se m arca una referencia religiosa. En lugar de una cuantificación de
los sacram entos, de los ordenam ientos sacerdotales, de las misiones popu­
lares, etc., se busca, a propósito del nacimiento, el casamiento o la muerte,
có m o algunos elem entos religiosos, variables y relativos a otros, intervie­
nen en el cam p o de una experiencia fundamental.3* O bien, a la inversa, la
práctica recibida co m o religiosa” se exam ina en concepto de las determi­
n acion es sociales (p o r ejem plo, el origen de los sacerdotes), las codifica­
ciones culturales (por ejem plo, gustos y prejuicios que habitan sus juicios
sobre el p u eb lo), los recorridos de ascenso profesional, los conflictos polí­
ticos, etc., q u e se ponen de m anifiesto.35 Las combinaciones de estos diver­
sos ingredientes indican los desplazamientos que se efectúan bajo los mismos
sím b o lo s o en los m ism os papeles religiosos, pero sobre todo suministran
un p recioso m aterial para sondeos de historia económica y social.
¿P erm iten fin alm ente estos procedim ientos definir lo que es “ religioso”
en u n a práctica? N o . U tilizan gestos y textos religiosos para afinar la des­
c rip c ió n de d esp lazam ien tos o de escisiones socioculturales, pero no res­
p o n d e n a la cu estión , que p ara ellos “ no es esencial”.36 Pasan de largo. Hay

34 Para la m uerte: M . Vovelle, Piété baroque...-, op. cit., y Mourir autrefois, París, 1974;
Fran^ois Lebrun, Les hommes et la mort en Anjou, París-La Haya, 1971. Sobre
el m atrim o n io y la sexualidad: Jean-Louis Flandrin, L’Église et le contróle des
naissances, F lam m ario n , 1970, y Amours paysannes, París, 1975. Alain Lottin, Vie
et m ort du couple. D ifficultés conjugales et divorces dans le Nord de la France aux
x v i i c et x v m e siécles”, en Dix-huitiéme siécle, N ° 102-103, i 974>PP- 59-78, análisis de
las solicitudes de separación presentadas por mujeres de condición modesta
a la oficialid ad de C am b rai y satisfechas en cerca del 80% de los casos, en un
tiem p o en que los tribunales civiles no tom aban en cuenta los requerimientos
procedentes de m ujeres o de “ la hez del pueblo”. Sobre el nacimiento, tema menos
estudiado, N icole Belm ont, Les signes de la naissance, París, 1971. abre pistas
an tro p o ló gicas m u y preciosas para el historiador (por ejemplo, sobre el
n o m b ram ien to , en su capítulo “ Nomen et ornen ).
35 Por ejem p lo, los trabajos, lam entablem ente dispersos, de Donum que Julia sobre
el clero p arro q u ial de la diócesis de Reim s en la Revue d'histoire moderne et
contemporaine (1966, pp. 195-216), los Études ardennaises (N - 49 .1967, PP-
y N° 55,19 6 8 , pp. 4 1-6 6), los Anuales historiques de la Révolutwn F ran gí* { 9, .
pp. 233-286) y las Recherches de science religieuse (1970. pp. 521-534); 1 « '
en colaboración con Dcnis McKee, su comunicación al coloqu.o Mesber („->9

36 Por ejemplo, G^Bouchard, U vühge hnmobile. p. 310. en la con».Iu" n ^


' » capitulo sobre las "prácticas « l i o s a s " :
de irreligión , de descreim iento, de tibieza de la [ ractic . ¿
J ts | 11 IUMR Dll OWO

que decir más: la pregunta no es susceptible de a n ¿il,s,s. S e s a b e m cj 0 r ,


qué están hechas las prácticas religiosas (en la medida en q u e es p 0sjb|
reconocer en ellas fenómenos económ icos, sociales o c u ltu r a le s , p o r 0
parle identificados, y c u a n tia r lo s ) y se sabe cada v ez m e n o s en qué Sq*
“religiosas” Así, M. Vovelle, que, a diferencia d e o tr o s , n o deja d e p la n te a ^
se el problema, nos muestra cóm o pierde el o b je to “e v a n e s c e n te ” q u e qu¡err'
a n a liz a r . 'C ada uno de los gestos que el d e sta c a c o m o i n d i c a d o r e s d e rejj
giosidad remite a la ambigüedad de su s e n tid o . L a a u s e n c i a d e p e d -
dos de misas en ios testamentos p uede d e sig n a r u n “d e s a p e g o ” d e la relb¡ '
o una “interiorización de la fe”: el “d e sc re íd o ” / e l “d e v o t o ” e s tá n reu n id o 11
en la misma desaparición de una práctica;39 ta m b i é n c o i n c i d e n ta l vez S
el gesto que para el prim ero es una co stu m b re social, y p a r a el s e g u n d ^
marca de una ñdelidad. Muchas otras pruebas tie n e n q u e v e r c o n la * 9
ambivalencia (incluido el retroceso d e las v o c a c io n e s , s í n t o m a p o s i b l ^
una sociedad que se libera de vocaciones “s o c io ló g ic a s ” ). P o r c ie rto ' V
can “una mutación mayor de la sen sib ilid ad c o le c tiv a ” m u v a n t ^ ’ !'
Revolución que la revela. °r a
La “mutación" que tales trabajos p r u e b a n c o n r i g o r e s p r e c i s a n ^ . ,
lu í to m a d a r e m í, alM tóíio u n d ú g n ú s tic o K G re s u sig n ific a c iú n i

de observantes y de devotos?... Desde el estricto punto de vista de la historia de


la práctica católica, estos interrogantes adquieren un interés innegable. Desde el
punto de vista que es el nuestro -y que es el del historiador que se pregunta sobre
el lugar de los comportamientos religiosos en la vida colectiva-, no son
esenciales”. >:
37 M. Vovelle, Piété baroque...,op. cit., pp. 285-300 y 610-614, dos textos
particularmente importantes desde el punto de vista del método y el sujeto.
38 Ibid., pp. 290.292,611 y ss.

39 Objeción de la que M. Vovelle deja constancia: “ En su punto límite, nada se parece


enj a mater'alidad del testamento, a esos indicios de desapego oculto [...]
. ^/ "'enuü ^ una devoción interiorizada...” (op. cit., p. 290; véase p. 611).
conl ° CiSU amb'Büe(*acl es el “disimulo” religioso. Cario Ginzburg le
“nicoderr)1111’’311 ^ * mU' notakle a ProPÓsito de aquellos que Calvino llamaba

r qUC n ° VÍSÍtan 3 ,eSÚ S S m ° d e n 0 c h e > e " d “ i n t e r Í o r ” > °


a las prácticas extérionqUI <j° nVertldos a la Reforma, no dejaban de someterse
núodemismo. S i m i ^ o l e T d u Z ^ ' "i1-05 desPro>vistas de Pertinencia:
197o. La apología de la \ • * lu^azwne religiosa neWEuropa neU'1500, Turín,
>• aZ t nacidr * * * * * « •« * « y
mutación de la sociedad y r • lm^ escepticismo respecto de una
¿<-•1 conformismo de las coiwti ^ T 3 'nler‘or'zación>>de la diferencia detrás
los proveníales del 1 ‘8Í° SaS-
* 8 « 0 S, * r¡tos e„ ,J ^ l a imagen de la muerte ha cambiado. La red
PaS3)' * wi* asegurad,,, como visiones a las que
( R I S I I A N I S M O Y “ M O D E R N I D A D " EN I A H I S T O R I O G R A F I A C O N T E M P O R Á N E A | 3 9

s a n a m e n te u n a ausencia de la experiencia cristiana. Los hom bres que aban-


d o n a n las referencias objetivas n o dejan p o r ello de ser creyenles, pero ya
n o tie n e n sig n o s seguros para decirlo. Lo qu e se deshace lentam ente es la
ev id en cia vivida de la relación en tre u n significante (u n a práctica) y un sig­
n ific a d o ( u n a fe). En el siglo x v m , en u n sistem a de la utilidad (clerical,
p ro fe sio n a l o social), los gestos p u e d e n ser a veces m an ten id o s in d ep en ­
d ie n te m e n te de lo q u e h ab ían significado, o rechazados com o “supersticio­
so s” o “m u n d a n o s ” p o r u n c ristian ism o interior que tiende a constituir un
“c a to lic ism o del a fu era ” y, p ro n to , u n a “religión invisible”.41 La relación que
m a n tie n e el e s p íritu con la p ráctica se vuelve incierta. El lazo que los unía,
p o r o tr a p a rte , es o b je to de u n a erosión reconocible a lo largo de todo el
sig lo x v i i , p o r e je m p lo , en la c rítica “e s p iritu a l” de la ilusión o el a m o r
p r o p io v in c u la d o s co n las p rá ctic a s,42 o en su recíproca, la organización
p o lític a d e las c o n d u c ta s en fu n ció n de las “pasion es” que las determ inan.
D o s a u to r id a d e s de la ép o ca, san A gustín y H obbes, sim bolizan p o r su co n ­
ju n c ió n e n las m ism a s o b ra s esa co n ju g ac ió n de la interiorización de la fe
y d e la s e c u la riz a c ió n d e las p rá ctic a s. A este respecto, c u a n d o d en u n cia
las “o b r a s ”, el q u ie tis m o só lo p ro lo n g a el ja n se n ism o , crítico incansable
del “ in te ré s ” q u e los p ro d u c e .43 En el cu rso de los grandes debates que in a u ­
g u ra la R e fo rm a , la a rtic u la c ió n de lo invisible y lo visible - o de la gracia y
lo p o l í t i c o - se d e te r io r a se g ú n u n p ro c e so q u e la c ru z a d a p o strid e n tin a
fre n a sin d e te n e r. E n el in te rio r m is m o de las iglesias, u n a espiritualidad o

resp o n d ían , se ha m o d ificad o profundam ente. No sabem os si el hombre se va más


solo, m en os seguro del m ás allá, en 1780 que en 1710: pero lo que ha decidido es no
revelar ya el secreto” (M . Vovelle, Piété baroque..., op. cit., p. 614).
41 “ C a to licism o del afu era” : las palabras de Thibaudet (véase Serge Bonnet,
Sociologie politique et religieuse de leí Lorraine, París, i 97 2>P- ' 73 ) describen con
bastan te exactitu d un fen óm en o que se inicia m ucho antes del período entre las
d os gu erras m u n d iales, desde el siglo x v n . Véase sobre todo Thom as Lut-kmann,
The invisible religión. The problem o f religión in modern society, Nueva York, 1967.
42 V éase M . de C erteau , Política e mística, M ilán, 1975-
43 D e este m o d o , N an n erl O. K eo h an e,“ N on-conform ist absolutism in Louis XIV s
F ran ce”, en Journal of the historv of ideas, vol. 35>1974. PP- 579-596, subraya
ju stam en te en N icole la im portancia del concepto de “ interés” en su teona
del “ a m o r p ro p io ”, y la con ju n ción de dos autoridades, la Ciudad de Dios
y el Leviatán. La m ism a p roxim idad de Agustín y Hobbes aparece en Pascal;
véase K la u s-M . Kodale, “ Pascals A n g riff a u f eine pohtisierte Theologie , en
Neue Zeitschrift fiir systernatische Theologie und Religionphlosophie, t. x .v ,9,-2u
pp. 68-88. Sob re el am o r propio, objeto de una critica individualista que de uxk
el cam p o colectivo a lo político, véanse tam bién las preciosas notas ( am our
propre, " J e v p p r o p r jo " , 'egommus”,-ügensctmf,’ ) de Hans-lurgen Fuchs,
Historiadles Wórterbitch der Philosophie, Basilea-Stuttgart, w, 1-19, ->v
Germánisch-romanische Mon¿it<chriftt 22J1» w -* PP* 94 ^9*
4 0 I I I I » » " " 1 0 ' ' 0

, . u„ lenguaje se desconecta po co a p o c o d e u n a adm¡.


mística en b u » » ® com portam ie n to s y los e s p e c tá c u lo s relig¡0.
nistradón metódica >< ■ ^ ^ ^ d c sd c ei sig | 0 XVIj a | canza ^

sos. Dc tal mod0 l\ y h„íery el tka r. el sacramento. Las relacio n es atnbi.


articulación esencia <i espiritual desarro llan lo q u e se marc6
guas dc la práctica11 ^ |ratíg¡c0 de la eclesiologla tra d ic io n a l.
ante t o d o en ese llg" bl e ese deslizam iento in v o lu c re las prácticas
Sin embargo, es i , ^ m ora|cs Asf| cn |os te s ta m e n to s , las d o na.
religiosas y n0 M d o n d c d e sa p a re c e n las fu n d a c io n e s dc
m ü^sim pktodicador entre muchos otros, q u e atestig u a la so lid ez semán.
a de lo que pertenece a una acción social, u ü l y m o ra l. El m is m o conte-
do de los legados (por ejemplo, la elección e n tre la a stste n c ta pública o
la privada) es coherente con el tipo de p e rte n e n c ia s , d e g r u p o s y de su
ideología explícita." En todas partes, una p rim a cía d el actuar, p a te n te en
las asociaciones," en las congregaciones," así c o m o e n los te s ta d o re s pro-
vénzales,^ remite a una utilidad del grupo o de la so c ie d a d (u n a represión)
y estabiliza un valor ético (la “ beneficencia” ). La p rá c tic a - u n a práctica que
sobre todo es producto de laicos- anuncia las teo rías q u e , en el siglo x v m,

44 Vcasc Jean-Pierre Gutton, La société et les pauvres. L'exemple de la généralité


de Lvon. i#4-1789, París, 1970, pp. 362-417: la imagen y la práctica del pobre,
“oportunidad de salvación”, persisten en las agrupaciones caritativas (privadas
y católicas) y se oponen a las que crea su encierro en los hospitales generales. Más
tarde pp. 419-467), las ideologías y las conductas siguen siendo coherentes,
igualmente filántrópicas con el pobre encerrado o “ vergonzoso” (“compasivo” ),
} represivas con el vagabundo o el mendigo (peligroso). A este estudio ejemplar
Ha\ qut. añadirle otro tan minucioso y estimulante como éste, el de Natalie Zemon
Ass¡ftancc*humanisme hérésie. Le cas de Lyon”, en Michel Mollat (ed.),
lairn M ° 'n 1,1 Ul Pauvrct¿< París, 1974, pp. 761-822, sobre el papel de los
verdadera”1 !? 1513! ’ reíormac*os»en *a creación de la asistencia pública, “caridad
de una laicizarió ! n'5m” (la Prot*ucción de un orden educador y moral) nace

C r r : , : c : rr%ows: “iQ ué« - ^ -


45 Es, por ejemplo un ra! ^ . w’ "».c. 346; cita en p. 816).
Véase Paul-Henri Bordier ? ™ CtCns,lco de la Compañía del Santo Sacramento,
mimeograñado, Grenoblc k • ^ nt'Sacrement dc Grenoble, 1652-1656,
P°cotrn la formación esp iritr i 2’ 3: *os ,r e ' n ,a miembros se interesan
w guiizar un control social * r<' m u t*1() cn *as medidas que les permiten

¡;nJ CZ<ie lnvcrtir en “ Pr° PÓ8Íto de la “ eficacia”.


" ■! in.«,iocaCi0ne ^ 1 )'>JS IUlrgias mortuoria*, los testadores
* « " “% » Um , umedl. ;,d; ' * capital, sean capaces de garantizar
mi lHiiríiccn£ta” ). Mi-, quc * ' ' u " ,l,1¿n ^ eternizar su p od er de hacer
H 1 Wr’ el aclu* ' debe su p erar el lím ite de la
C R I S T I A N I S M O Y " M O D E R N I D A D " EN LA H I S T O R I O G R A F Í A C O N T E M P O R Á N E A | 4,

juzgarán las religiones sobre su moral. La ética va a servir de referencia a


u n a verdad fo rm u lad a en operaciones por donde se estabilizan un orden
social, u n a je ra rq u ía de valores y una identificación del sentido con lo
que se hace. La religión se inclina entonces del lado de representaciones
útiles o no, según sostengan o co m pro m etan una ética del trabajo social.
Al secularizarse, la sociedad se m oraliza.48
En consecuencia, resulta im posible afectar lugares, com portam ientos
o e n u n cia d o s propios de una religiosidad que se insinúa en otras prácticas
y qu e a m e n u d o a b a n d o n a las suyas. Espíritu cristiano, ¿estás ahí? La res­
p u esta n u n c a es clara. C orre, corre el h u ró n .” Se lo puede reconocer en
todas p artes49 y localizarlo en ninguna; espíritu en busca de sitios seguros
(lo s “Refugios”), o bien que vuelve a aquellos donde otros contenidos tom a­
ron el lugar de sus expresiones tradicionales. Masivamente, la redistribu­
ción del espacio parece haber fragm entado las grandes “frases” institucionales
q u e c o n stitu ía n las iglesias y p erm itid o que algunos grupos o individuos
reutilizaran sus frag m en to s (sím bolos, costum bres, etc.) com o un vocabu­
lario con el cual construir las frases de sus propias trayectorias (creyentes
o no) a través de u n a cu ltu ra qu e sigue siendo religiosa. Las prácticas reli­
giosas s u m in is tra n u n re p erto rio a m an eras cada vez más diversificadas de
utilizarlas p a ra a rtic u la r u n itin erario propio.
A su vez, la h is to rio g ra fía sociológica analiza las prácticas, entre las
cuales prefiere las representaciones: su postulado es un a adquisición de la
evolució n q u e describe. Pretende ser cuantitativa y serial por reacción con­
tra la m e to n im ia , p ro c e d im ie n to y figura de un a literatura historiográfica
a p ta p a ra d a r u n a p a rtic u la rid a d p o r el significante del todo. Por ello, lo
“religioso” es elim in ad o co m o objeto p o r las reglas de la investigación, pero
se convierte en la m etáfora de las cuestiones que les circunscriben un campo.
ilegible p a ra los m é to d o s de la historia y que vuelve a aparecer en los inte­
reses de los h isto riad o res. Ese interés n o rem ite ya a una creencia, com o
o c u rría tod av ía en G. Le Bras o en F. Boulard. Por el contrario, ap u nta a
u n a falta. Lo q u e escapa a la b ú sq u e d a sirve de lenguaje al problem a de la
m u e rte y al h o riz o n te de d u d a s qu e hoy en día alcanzan la evidencia ética
y social del tra b a jo científico m ism o. La m u erte y su m etáfora (religiosa)

48 Véase M . de Certeau, L'écrittire de l'histoire , op. c i t pp. i 53’ - 1- i 'A >unu


religieux á l’éthique des Lumiéres ).
49 Los num erosos estudios de Henri Desroche muestran esa ubicuidad de o
religioso en las form as socialistas o utopistas. Véase en particular f
comreband*. París. ,974. PP- CDes <h«*icie*
en dissidence” m uy M í o capitulo metodotóg.co soba- esa reí,pon a m b * u *
“ dem asiado descreída pan, creyentes, demasiado creyente para descre.dos ).
42 , f i |«C«> • « ° « °

vuelven juntas en la historia; marcan a llí su relación con el | íni¡te


aquello que científicamente se lia c o n v ert,d o en ficció n o fábula r ^
paradoja, el título de M. Vovelle designa el o b jeto inhallable (|a > i eda^ c
y SU subtítulo, la cuestión in d ecib le (la “ m u erte” ), p o r lo m en os a J
que no puede tratarse directamente. La técnica m ás altan era se enfr
aquí con su otro sin concederle de m an era ilu soria u n a naturaleza ^
fica. Una interrogación (finalmente un silen cio ) se in sin ú a en el t e x t ^ '
la misma fuerza de un método que desbarata la tra m p a d e identifi ^
objetos recortados según Jas reglas de Ja sociología Jo s intereses r e f e / ^
a Ja cuestión de lo real, indisociable de la m u e rte . U n rig o r técnico ^
truye eJ texto donde se dice en parábola p e ro co n p u d o r un tema ' ^
bJe (por fundamentaJ). Otra obra historiográfíca narra, p e ro en
épico, Ja relación que una práctica científica m a n tie n e h o y con
tión de sentido o de verdad, la de Pierre C h a u n u , e ru d ito p a n ta g l^
teólogo de incógnito: aquí, el rigor ya no está cavado p o r una a usen ■
se produce en la fosforescencia y la p ro d ig a lid a d d e o b r a s a o a v T T
que sin embargo controla. Es la escritura la que d ice un r
un método m a n t e l o . 51 respecto de

EL TRABAJO DE LOS TEXTOS

¿“Vitalidad de permanencias tras la máscara del c a m b io ” o “cam b io s tras


la apariencia de lo invariante?” 5* El trabajo q u e se o p e r a s o b r e el corpus de
la tradición puede sugerir estas dos interpretaciones. R e s ta u ra las antigüe­
dades; más aun, en una historia que a m enudo es g a lic a n a y antirrom ana"
apunta a una continuidad con los orígenes, fuerza d e v e r d a d q u e alteraron

i ^ Plfdad fc)arroca” Pero la 0hra muestra cóm o la p ied ad se vuelv


« A d e ít / r mov¡micnto de * representaciones o las prácticas “ barrocas”.
f réí0m c¡ d l " * * ■ ' 974. hay q u e señ alar
de Pierre Chaunu * ^ 'lbr° S Y lt>S CÍCnt0 cuarenta artícu lo s científicos
en Ladvilisation de ° , mUy on&inal s°h re “ la revolución religiosa”,

pf ' ,966: * i,r a d -


cono/La pensée des Lumier J. na’ Ed‘tonal Juventud, 19751. Y> más
Luntiéres, París,
52 S« Bonnq « 1971 pp
• ^ 5 3^®*
a ^ al*on * cn La dvilisation de VEuropc

^mbios sociales/ ? U“ lln C‘ rel'^leuse--> op. cit., p. 486, a p ro p ó sito de los


-a mayor parte de la erudkiA f v.
n i'j fí<lica y antirromana va Cn e^ecto*es de in spiración galicana, a lJ
’ ’ " aVega cntre el Caribdis pontifical y el Escita
C R I S T I A N I S M O Y " M 00 E R N I D A D " E N L A H I S T O R I O G R A F Í A C O N T E M P O R Á N E A | 4 3

los avatares del tiempo y las pasiones de los hombres. Pero sus métodos per­
tenecen a o tro espíritu. La fabricación de textos seguros a partir de sus
ruinas , la relativización de las doctrinas que fueron producidas por los
pueblos y que “ simbolizan” sus “ costumbres”,* y, sobre todo, la valorización
de las técnicas mediante las cuales se puede liberar del error a los documen­
tos necesarios para la instauración de un orden concentran el esfuerzo sobre
la producción más que sobre la conservación de una “ ley fundamental”.
En la relación del siglo x v n con los “ documentos” ” impacta en todas
partes la v o lu n tad m etódica de producir lenguaje con los datos que sumi­
nistra u n a tradición, ya sea a través del manejo de los manuscritos, de las
tran sp o sicio n es de la traducción, de los desplazamientos de la paráfrasis
o del a rte de p o n e r en escena los elementos de una cita. Más allá de sus
diferencias, la retórica y la erudición tienen en común que con fragmen­
tos au to rizad o s, m em bra disjecta de un inmenso texto originario, fabrican
el lenguaje religioso de u n tiem po que es “ nuevo” al estar cortado de sus
o ríg en es p o r p érd id as irreparables. Las traducciones literarias y las edi­
c io n es críticas ta m b ié n participan en la tarea de crear texto en el lugar
q u e lo articu la con una verdad de los orígenes, pero que ya no está seña­
lado sin o de m a n e ra poco explícita y por restos. Las traducciones, “ bellas
infieles”, e lab o ra n sobre el piso de la obra antigua todas las virtuosidades
re tó ric a s de una invención lingüística que ya indica ahí la diferencia de
los tie m p o s y prepara una literatura pronto desarraigada de ese pasado
p e ro siem p re legitim ada por el privilegio de haber nacido en los intersti­
cios o en la vecindad de lo antiguo.’6 La erudición es ante todo la experien-

protestante, y busca tanto en los orígenes cristianos como en las antigüedades


nacionales con qué fundar una tradición pluralista de la Iglesia y autorizar un
mos gallicus. Véase Donald R. Kelley, Foundations o f modern historical scholarship,
N ueva York, 1970, pp. 241-300. Aim é-Georges M artimort da también algunas
indicaciones sobre la tradición erudita, galicana y parlamentaria de los siglos xvi
y x v n (Le gallicanisme, París, 1973. PP- 58-78).
54 Véase G eorge H uppert, L’idée de Vhistoire parfaite, París, 1973 (sobre la erudición
histórica y la filosofía de la historia en el Renacimiento francés), pp. 165-176 ( Les
variations de la foi” ).
55 A lo largo del siglo, com o en Spinoza ( Tractatus theobgico-pohtKus, cap. 7: ^
“ De interpretatione Scripturae” ), los “ documentos” son a la vez "ensenanzas
(documenta) y textos; se oponen a los fom enta, ficciones que ocultan o deterioran
lo que originalm ente las Escrituras o un autor quieren decir u.. ..
La historia, o conocim iento metódico, se define pues por una relación entre
un “ querer enseñar” antiguo y un “ querer aprender" moderno, mucho mas que
por la relación de un saber investigativo con hechos todavía d e s c o n o o d ^
56 Roger Zuber, Les belles infidéles et la form ation du goút classtque, f t r » .
un análisis agudo de esa creatividad en la interlínea de las obras r e f e r e n t e ,
I ,t . « •

jv . ,
forma prim er» de la r e l a c e n c o n el u e m p o : rcve,
da dc una ^ k$ « g e n te s " en m a n u s c r ito s d iv e rg e n te s ,
diseminación histori^ ^ ^ m u |t¡tu d de s e n tid o s q u e in tro d u c e e„ | '
pulverización scmí" ' at¡cai. Pero u n a m a n ip u la c ió n de tales elem t'
palabras un ® * me " ; las c o n c o rd a n c ia s, el a p ila m ie n to de con»
ios fragmentado*. ^ |ugares OSCUro s o d u d o s o s re co m p o n e n u,
cimientos de to o ^ dispersión.»7 A lg u n o s p ro c e d im ie n to s té,'
unidad texwa a pa^ ^ ^ e d ic ió n o el c o m e n t a r i o crítico , pU(?
"icos compens deshechí¡, d e s m e n u z a d a p o r la historia,n

Íabai o presente que la convierte en un libro. Las “file n ,e s " q u e autori».


la fabricación de un texto crítico están a tra p a d a s e n la o p e r a c ió n que,si:
reparar en m e d io s , colma sus lagunas. Del cuerpo v m d o d e la tradición,
pasa a un corpus que es el producto de un tra b a jo . U n a re v o lu c ió n se ocufc
e„ la minucia meticulosa de la crítica: la tra d ic tó n se fa b ric a .
Por cierto, en la enorme producción e ru d ita e h is tó r ic a del siglo,** desd;
Erasmo, existe la evidencia de una m isió n p r e c ip ita d a p o r la decadencia
las divisiones religiosas: hay que restau rar la re la c ió n e n tr e u n a verdad que
enseña (un “querer decir” de las Y u n a v e rd a d P a r a practicar (ub
“deber hacer ' del lector). F u n d am en talm en te, la “ m e m o r i a ” del siglo xv:
habla de una atención a la au to rid ad , y n o a u n p a s a d o .59 P ero, precisa

Por lo que respecta a la Biblia, véanse, por ejem plo, M ich el Jean n eret, Poésie et
tradition biblique au x v f siécle, París, 1969 (de hecho, tam b ién so b re el siglo xvn;
véanse sobre todo pp. 207-361: “Actualité de l’A n tiqu e” ), e Yves Le H ir, Les drama
bibliíjues de 1541 á 1600, Grenoble, 1974 (sobre la im p o rtan c ia d e la B iblia como
lugar de invenciones lingüísticas y estilísticas).
5 Remito al mejor estudio sintético sobre este trabajo de la e ru d ic ió n y la crítica
textual. L D. Reynolds y N. G. Wilson, Scribes and scholars. A guide to the
tra...m>sion ofgreek and latín litera ture, O xford, 2a ed., 1974, pp. 108-185 (sobre
antiquity Oxford "'6 ^°^ert0 Weiss, The Renaissance discovery ofclassical

* “ 10áé'é i Paris- ■■■Ginebra’ ,969- analia


& lo esemo, Giión PH' ^ ° Xvn en París (trad. esp.: Historia y poderes
las Escrituras, las publicaci"^ Trea/Sornonte' Cenero»19991- Por lo que respecta a
) alcanzan su apogeo en treT ^ ^ en^UaS ant*8uas son p rim e ro m ayoritarias
entre 1641 y 1645, o entre i 6 - ^ ° l66° ftre*nta l i c i o n e s so b re cu aren ta
^ Publicaciones en francés5 l66°^’ ' ue8°> hay una superioridad aplastante
^bre unas sesenta obras cinr P' UP máxirno entre ,68o y 1710 (de 1695 a l 700,
- - ,j-izada a la lengua prooia ’ C'nC° en ^ranc^s )- Pasaje de la lengua
J P^da respecto de las fuert ¿ ev°*uc‘ón tam bién da cuen ta de la distancia
„ Z T °- “ COm° de u " a m utación en la práctica
<ue no depende de una
*ca!’-* la defensa y u ilustración dH-6" ^ ^ ^ X¿6n" Pcrt«W “ a la “ memoria*
nicuioria -q u e en b u en a parte se lt* ‘
C R I S T I A N I S M O Y " M O D E R N I D A D " EN I A H I S T O R I O G R A F Í A C O N T E M P O R A N E A | 4 5

m ente, la conciencia de ya no poder oír a esa autoridad, de estar irreduc­


tiblem ente alejado de ella por los errores que alteraron los “docum entos”,
otorga a la autoridad el carácter de ya no estar ahí, o de ser un pasado. La
experiencia de la alteración hace que se tom e en serio el tiem po que separa
los textos prim itivos m utilándolos.60 En adelante, la autoridad es indiso-
ciable de la sospecha, ya que la corrupción que creían arrojar de la Iglesia
m e d ia n te u n re to rn o a las fuentes se encu en tra en las mismas fuentes y
las p o n e a u n a distancia infranqueable. La Reforma está en entredicho en
la lucha e ru d ita co n tra la corrupción. Poco a poco, la confianza que supo­
nía q u e u n n u ev o co m ien zo a p a rtir del Libro originario era posible se
tra n sfo rm a en u n a terapéutica del libro m utilado y en un combate contra
la falsedad qu e lo invadió. Lo que puede localizarse en los m anuscritos (así
c o m o en las in stitu cio n es o las d o ctrin as de las iglesias) ya no es la ver­
d ad , sin o ciertos fu n cio n am ien to s que rem iten todos a un sistema del error.
C o rru p c io n e s, lagunas, m en tiras y fabulaciones: de todo eso, hasta Bayle,
está hecha la actividad del erudito. Ése es su terreno. Él trabaja en el error
c o m o lo espiritu al trab aja en el “am o r p ro p io ”, legible en todas partes en
cada h isto ria in d iv id u al.61
Ese alejam ien to de la tradición escrita va a traer aparejada la necesidad
de recu p erar su proxim idad o su presencia en la voz, en el cuerpo, en la expe­
riencia m ística inm ediata, d o n d e la relación con la corrupción resurgirá sin
e m b a rg o c o m o “ ilusión”. Pero ya en el tratam iento erudito o histórico de
los textos, la p ro d u c c ió n se articula con una pérdida que m etam orfosea
los “d o c u m e n to s ” en “ilusiones”. Esta situación tiene un triple efecto.
P rim e ro , u n a p e rtin e n c ia del detalle que, al escapar a la ley de la co n ­
tin g e n c ia o la d e-fecció n h istó rica, form a un refugio de certidum bre,

a Saint-Cyran-, lugar por excelencia de la “ religión , al comienzo del segundo


libro del Augustinus de Jansenius (1640): un gran texto teórico del siglo xvn .
60 En la Utopía de Tomás M oro ya tenemos un indicio de esa relación del libro con
el tiempo que lo altera: el accidente absurdo del “ mono7’ al mutilar una edición
de Teofrasto e interrum pir la transmisión del saber. Véase Louis Marín, Utopiques:
jeux d ' espaces, París, 1973. PP- 226-233 (trad. esp.: Utópicas: juegos de espacios,
Madrid, Siglo x x i, 1976I. ^
61 Son tantos los textos “ críticos” que sugieren estas reflexiones que es casi imposible
citarlos. Rem ito a dos estudios de base: Religión, ¿ruditíon et critique a la ñn au
X V I t s iid e .... París, 1968, y -lib ro maravillosame me «todito “ * > " “ 00 de t e o *
grandes eruditos del siglo x v n - Bruno Neveu. Un halonen a : ewfc d e . . rt-s. . .
Sébaslien Le N am de Tillem mt (1617-1696). U Haya, 19M . Pero todo» los
estudiosos del siglo * v „ deben a lean C e ib a l su inclusrón en el l a b m M o d » *
su prodigiosa com petencia se ha convertido en un 't a c t o . una p e re e p ^ n de tas
diferencias más sutiles.
aiti6A «o fl0 ,í°
46

in al error. Por otra parte, lo n u s m o o c u r r e con la ^


un punto sustraído a _ a u n q u e u n a re su h e de u n a proá^
riencia"del erudito o « ex trao rd in aria”. D esd e este punto ¿
controlada, y la otl^ ¿ 0"; alm acena “ rarezas . |
vista, el libro es un ¿e jas técnicas, lógicas o literarias, q Ue j*,
PorotroIado,laimP^je ^ dg Jos puntQS menos jnciertos^
miten construir un e métodos capaces d e generar discursos qu,
conocimiento: ha> ^ disgregado de la tra d ic ió n , q u e c o lm e n sus |agü.
reemplacen el gran perpetua cuya cau sa s o n los acontecim ier,
nas y que r e s ig n a ^ p ro d u d d o p o r u n a rte q u e ju eg a co n la brecha

S “ lidian0 >' los res,os de un d isc u rs° referen,c ial’ d e “


1, rita” o de descom poner y r e c o m p o n e r s u s elem en to s,,
" " f r i c a r un texto gracias a o p e ra c io n e s s o b r e f r a g m e n to s ; f e *

qU; X o " a " S s 2de producción no indican e. n ,o M o « t r ic o p o r*


cual debe definirse el discurso. Las in v e stig a c io n e s s o b r e lo s “géneros-
literarios responden a esa necesidad, pero fin a lm e n te n o lo g ra n determi-
nar un discurso sino por su exterioridad, a saber, s u d e s tin a ta r io , sermón
catecismo, controversia, letra, etc. El discurso se esp ecifica p o r su otro; x
extrovierte. Está organizado por la enunciación, p o r u n c o n t r a t o a estable­
cer o un efecto a obtener. Una “conversión” o u n a “a p r o b a c ió n ” de los lec­
tores debe aportar al texto un equivalente de la v e rd a d d e la q u e ya n o pued:
dejar constancia, salvo com batiendo su erro r. P e ro esa re la c ió n del sen­
ado con !a fuerza persuasiva o autorizante] n o b a sta .
De ahí proceden los debates sobre la p o sib ilid ad d e a r tic u la r en un dis­
curso general la pluralidad indefinida de las particularidades q u e recolectó
2 erudición. Desde Erasmo falta una teoría q u e o rg a n ic e d e m a n e r a “racio-
—. recolección y que responda a esa mathesis universalis cu y o proyecto
ocupa a tantos pensadores hasta Leibniz.6* De h ech o , la te n s ió n se agrava.
Vla historiografía ^e escinde. La “historia g en eral” o “ u n iv e rs a l”, o incluí
_ r r " tea<1 r C5 una ^ e a que atraviesa el siglo h a s ta M ézeray, pe^
ae, nalmente consagrada a un arte de la “n a rra c ió n ” p sico ló g ica y m oral,'

l'écart", en C o m m u ^ Z S <rhétori<í u e’ ou la m ise *


provinciales de Pascal “r a- ' 19' ° ’ ^P' 143*»57. así co m o su análisis de los
■ixéraire de la Frunce 7 , “ C° Urs nommé M ontalte”, en Revue d ’histoire

Bo«a. 1* * ...... eus un¡ver$a¡is. Gen™

hombi entr- u n ^ P° r ° ^ el° la conjunción “ heroica”,


fa" ,n de k fc d o (genealógicam ente fundada) Y *
CRISTIANISMO Y -MODERNIDAD* fN IA HISTORIOGRAFÍA (OMTEMFOrIKEA | 4 7

no logra superar la oposición entre los “hechos" y el “ razonamiento” - la his-


tor»a Perfcct^ « la “historia inhallable” * Hay que contentarse con la eru­
dición y las M em orias” es decir, con particularidades que, al inscribirse
en una historia opaca, tracen en ella por lo menos hechos por cierto im pre­
visibles pero controlables, esas “pequeñas causas” de las que, según Retz,
Pascal, La R ochefoucauld o Bayle, extrañam ente salen “grandes efectos”.
Razón de los efectos : este título de numerosos fragmentos pascalianos66
designa el lugar de una teoría de la historia, problema del tiempo. Sin
duda, su ausencia está marcada por la discusión que opuso a Descartes y
Gassendi, ya que no excluía la historia del proyecto fundador de una razón,
y el otro buscaba en un trabajo sobre los “ prejuicios” recibidos el comienzo
de una filosofía.67 A partir de 1669, Leibniz intenta la reconciliación con un
novum scribendigenus que, de los hechos,“extrae verdades generales” ;6* gran
am bición que quedó inconclusa. En la misma época, el Tractatus theologico-
politicus de Spinoza (1670) plantea una distinción fundamental entre la orga­
nización textual de los sentidos (sensus) -u n a semántica fáctica del lenguaje
b íb lic o - y los principios de una razón que mantiene una relación de inte­
rioridad y de borradura con lo verdadero y que, al examinar las historiae y
narrationes de las Escrituras com o un sistema lingüístico, puede por tanto
reconocer en ellas una verdad sin duda inmanente a Cristo, pero disfraza­
da en la literatura que ha producido la explotación política o imaginaria.^

“ sorpresas” de la suerte. Para Mabillon, la ‘‘ sorpresa’ y la “ ilusión" definen incluso


la historia, la del engaño, cuyos actores enmascarados son las pasiones: estudiar la
historia, dice, “ es estudiar los motivos, las opiniones y las pasiones de los hombres,
para conocer todos sus motores, sus pliegues y recovecos, todas las ilusiones que
saben provocar en el espíritu y las sorpresas que provocan en el corazón citauo
por B. N eveu, en Religión, érudition. . . , op. cit., p. 29).
65 Véase el agudo artículo de Marc Fumaroli, Les Mémoires du xvi ¡ sié c le ...,
en x v i f siécle, 94 - 95. *971» PP- 7 - 37-
6 6 En páginas m uy nuevas (La critique du discours. Sur la JLogique de Port-Roy al
et les “Pernees” de Pascal, París, 1975. PP- 369*374), L°uis Marin muestra cómo,
en Pascal, el hecho de recurrir al “discurso político del discurso ordinario remite
esos uefectos o búsqueda de su razón” a “ una fu e r a que sólo es comprensible
en sus efectos de sentido”. Sin saberlo, el lenguaje común habla de una filosona
de la historia que com prende el discurso como escritura de la violencia.
67 “ Cinquiem es objections” (de Gassendi) a las Méditatwns y “C.nquiemes
réponses”, en Descartes, CEuvres et lettres, París, 1953. PP- 470 - 5i«-
68 Véase W aldem arV oisé,“ La mathématique politiqueet Thistoirera*onn«rdan*
le Specimen demonstrationum poUtkarum. . . ” en Uibm z. ,646-1716, Paas, i * - .

PP' 61 l l e x a n d r e Matheron. Le Christ et le salut des ignorantschez S p r n o z a J^ .


69 Véanse
1971» pp
Ubro riguroso, vivo y c o m o ,, n o * * ,
48 I m °',°

,i n someter lo pro b ab le al cálculo o los hech*,


A pesar dc los esfuerzo* l ¡oridad d e la razó n a n te s d e que, a f¡„
a fine;
I, lógica,7" la •'¡s'ot'» scl . en d relato d e su “p ro g reso ” y ofrezc
' í \ SC C O i m ^ as¡¡
del
dcI siglo x v i i i , ésta se c ó n
siglo xvin. esu p n f í l o < á a del espíritu , tran so o siri,
Fenomenología
v ^
del espíritu , transposición (j '
Hegel la posib» i a nal dc I c i b n iz.
proyecto ^ y¡mient0) ,a “crítica” bíblica o h istó ric a sitú a fuera^
P° r S" C e r d a d (religiosa) o la razón (política) q u e la sostiene.7' A¡¡
S' m'Sm!l I, ;rítica textual a la crítica literaria en su H ,sto,re c r i t i ^
t ie T r L e n , (.678) y al - a l i z a r los m odos de p ro d u c c ió n de la esc,,,
tura bíblica, Richard Simón supone s.em pre tras ellos u n a trad reó n oM
institucional que se hace cargo de la r e v e la c ó n y la m s p .r a c ó n , y, ei
, dc la verdad: la Iglesia católica. Por tanto, p u ed e abstenerse de con.
cluir cn la historia literaria; puede m o stra r q u e “u n o n o está seguro de l¿
significación”; multiplicar las “co n jetu ras” q u e “n e c e s a ria m e n te deben'
hacerse y por las cuales el sentido literal se o p a ca y se p ie rd e ; p o r último
puede confesar la imposibilidad de un a tra d u c c ió n , es d ecir, de un dis
curso que articule esa multiplicidad, y atenerse a u n d ic c io n a rio de “pala
bras” errantes, desligadas de las “id eas” y las c e rte z a s q u e les fueror
“asignadas”72 En Richard Simón, una ciencia de la le tra tie n e co m o con­
dición y efecto un desvanecimiento del se n tid o . R e c íp ro c a m e n te , par;
Fénelon, el mantenimiento del sentido eclesial se tr a d u c e p o r un distan
ciamiento de la letra.73 La ruptura entre los sig no s o b je tiv o s y las prácti
cas científicas se interioriza en el catolicismo (es m u c h o m e n o s verdader;

o i omo el curioso texto de John Craig, Theologiae christianae principia


"Milu mutua (Londres, 1699 ), sobre las “rules o f historical evid en ce”, ed. y trad.
-j , the° 7 ' CuadernoN°.
4 1964, 31 páginas.
3U ^ o n , 1lúlosophie et critique biblique”, en Annuaire de la i^Sectior.
jielEPHE, 1970 -1971 , pp. 586.6oo.
R. Leers ^Cll‘,rd Simon’ Histoire critique du vieux Testament, Rotterdam ,
Simon e il n m o d \ 363.’ 367' Sol)re él>dos °h ras recientes: F. S. M irri, Richard
' * B■ H - ™ * -97a (más filosófico),
P- ' 76; el libro es b i o b i b i i o e r V '7l2' 1>anS' ’ 974 homnle sans POStérité”,
PP- 216-229). Jean ,u .r „ , ° ’ C° n sorPrendentes cartas inéditas a A. Turretini

Peru ha>' posteridad ing^sa^ví ^ exCePdó n” iibid-’ P* 177)1 .


° f D r y d e n , Ann A rb or\ ^ ° U1S *’ ® redv° ld , The intellectual milieu
Sj'° nion Semler.que tamhiñn' ^ 7-5' 129 )> alemana (en particular, johann
*nlerPfctaci6n racional m T ^ v a d o r en dogm ática, da de la Biblia
^onsch.krúischen E r f o r s c h l , 7, Hans- ^ h ¡ m K raus, Geschichte der
73 N’CUkirchen>>956). ' 5 lc$taments van der Refonnation bis zur

®1 •de 1 tndon, (kuvres complétes *- Í t h r" Ure Sainte ¡angue vulgaire (17°^’
,L • de Gaume, ,848, t. ,1, pp. l9pr2 0 i.
C R I S T I A N I S M O Y “ M O D E R N I D A D " EN I A H I S T O R I O G R A F Í A C O N T E M P O R A N E A I 49

en el protestantismo) * Hace necesario un acceso “ místico” y “ espiritual”


al sentido, o una definición eclesiástica y catequística de la verdad. El "docu­
mento” que los autoriza está consagrado a la alegoría por unos y a la ilus­
tración didactica por otros. En el fondo, no existe como texto ni para unos
ni para otros, todos los cuales, por otra parte, pretenden abarcar su sen­
tido. Pero allí donde el texto es captado por sí mismo, en la erudición, es
objeto de operaciones que, mediante procedimientos de descomposición
y recom posición, lo transforman en una 'fábula” donde se ocultan otras
verdades (morales) que aquellas (religiosas) de que habla.
De hecho, esa relación entre las prácticas eruditas y el sentido religioso
es el escenario donde ya aparece el equívoco entre las prácticas sociales y
la ideología. Entre la historia que se hace y el lenguaje que le otorga un sen­
tido, surge un malentendido fundamental con la capacidad para las prác­
ticas (a q u í eruditas, pero también políticas, lo hemos visto, y pronto
so c io e c o n ó m ic a s) de hacer con el lenguaje recibido otra cosa que lo que
dice o, lo q u e es lo m ism o, de transform ar metódicamente la tradición
vivida en “ pasado”, es decir, en el material de una historia por construir. Si
el texto tradicional se fragmenta, por el mismo movimiento que divide a
la Iglesia, es en proporción al uso nuevo que se hace de él y que pone sus
fragm entos o sus “ partidos” al servicio de operaciones y “ razones” que pro­
gresivam ente dejan de ser cristianas. Desde este punto de vista, la historia
de los textos religiosos en el siglo x v n narra cómo, cuando el mundo ya
n o es u n a palabra y cuando la Biblia ya no dice la verdad del m undo/’ se
p ro d u c e la inversión de la que sale nuestra “ historia de las mentalidades ;
“ h isto ria e sp iritu a l”, dice Jacques Le Goff, que es “ una historia otra, una
historia diferente 7 6 Es “ otra” no sólo porque debemos pensar ese pasado
q u e se ha vuelto impensable, sino, de manera más radical, porque el pro­
ceso p rim e ro localizado en el sector religioso o antiguo se generalizó a
to d o el lenguaje y porque, desde entonces, el discurso, muy lejos de deter­
m in a r las prácticas, les sirve com o medio, material o metáfora. La seman-
tiz a c ió n parece haber pasado de la producción textual a la producción
económ ica. El sistema de las prácticas productivas se convirtio en el dis-

74 Véase Georges Gusdorf, Dieu, la tmime, Hwmme au sieelt des Lumtires, París, 19 7 1

75 Véale5L Kolakowski, Chrélien, san* Église. p. 750, sobre la significado,, de la


critica bíblica « L. W otogen : “ Es imposible, sotameme con ayudade la i,bfix
aprender cóm o es el 1 ' | J f | L, I
sobre la aceptación o el rechazo que hacemos de cualquier v e r d a d l- ■ ,
resultado de las búsquedas ‘racionales’, pues, prejuzga acerca de los resulta
posibles del trabajo exegético”.
76 Jacques Le Goff, en Michelet, número especial de L un (• > - --
50 / f l I U 6 A K D f l OmO

carao que deletrea silenciosamente la o rgan iza ció n d e sus


partir de entonces, la relación entre un lenguaje referen cia ! P r° duct°s. ,\
que lo convertían en otra cosa -p ro b lem a q u e en el siglo xv ^
necesidad de elaborar una “razón de las prácticas”- Cs la ^Cnera^a J
nuestro, el que ya “leen”, entre las líneas d e los textos a n t i dej
clásica, los más lúcidos de sus in térp retesP S ^

''7 Sobre el V .•
Co"*AJmtj'¡°nerism°* véanse w
Pp' 533-53¿. au xv,r siéck p ’ AH onse n

'» 93|, P' i a filo so fa d ) y'* • U PM osophie des


' " u«"> c¡6 „ , Madrid,
2

H istoria y m ística

Historia de la espiritualidad: la expresión caracteriza un campo de estudio


por la relación entre dos tipos de conocimientos. Pero la investigación que
se establece en este terreno rápidamente descubre su movilidad. Allí donde
se supon e prim ero una ayuda que ciertos “ hechos históricos” aportan a la
descripción de la experiencia espiritual” pronto hay que reconocer, junto
con una analogía de proyecto entre la historia y la espiritualidad, una dife­
rencia fundam ental en el m odo de comprensión. En efecto, si bien una y
otra apuntan a coordinar datos sucesivos en un conjunto significante, la his­
toria no deja de crear , a través de sus operaciones propias, una inteligibili­
d a d del m aterial que ella aísla y ordena; la espiritualidad, en la medida en
que es una expresión, reconoce una articulación del lenguaje con lo Imposible
de decir y, por tanto, se sitúa en ese límite donde “ aquello de lo que no se
puede h ab lar” es tam bién “ aquello de lo cual no se puede dejar de hablar”.'-
Lo que dice el historiador es el éxito de una operación definida por las reglas
y los m odelos que elabora una disciplina presente del saber. Lo que cuenta
lo espiritual es el fracaso de dicha operación, en la medida en que lo Inacce­
sible es la condición de posibilidad del discurso cristiano en el que el len­
guaje de cada saber se organiza en una relación necesaria con esa potencia
que acude a los teólogos del Espíritu y que nos hace adherir sin palaoras y
sin saber a las realidades que no se dicen ni se saben .*
Esta h etero n o m ía no puede exam inarse solamente como si fuera una
c o m p a r a c ió n entre “ o b je to s” de conocim iento o contenidos diferentes.

1 Véanse al respecto las reflexiones de Rubina G io rg i/L e langage théologique


com m e différence”, en Vanalyse du langage théologique. Le nom de Lheu, París.
19 6 9 , DD. 7 5 -8 0 .
2 CEuvres complétes du Pseudo Denys, trad. M. de GandiUac. p. 67 (Des noms
divinSt 1 , 1 ).
,J I II

, ttiraleza de los procedimientos y al Sujeto que se e „cu


Cuestiona la natu • ^ ^ lratarsc sin explicilar «| |llgar
ira implicad en < • examcrl |as in te rro g a c io n e s propias a , '
donde se l e CQn eUas u n a a rticu lació n esencial y gc„crj'
q“e T r H m e n t e un caso particular. En co n secu en cia, analizaré de „„
lia r' I en fondón de un trabajo d eterm in ad o e indisociable dt
m„do person. , ^ ^ ^ aspcctos de |as rcIaciones cntrc ^ ^

fia espiritualidad tal y como surgen de tra b a jo s consagrados a Un


místico del siglo xvn, Jean-Joseph Surin.

UN L U G A R Y U N A T R A Y E C T O R I A

Luego de diversos estudios c o n sa g ra d o s al re fo rm ism o espiritu al del siglo


x v i, que apenas com enzaba - t a l c o m o aparece, en p articu lar, en el micro­
cosmos europeo de P ierre F a v r e - , la obra de Je a n -Jo s e p h Su rin (1600-
1665) fue escogida com o el lu g ar d e una nueva in vestigació n . El deterioro
de los textos, la masa p osib le de lo s d ocum entos in éd ito s a examinar, la
extrañeza del “ caso”, la p ro fu n d id a d y la o rigin alid ad de la d octrin a: todos
esos elem entos o frecían la posibilidad de una e x h u m a c ió n ; permitían
entrar en la com plejidad p sico ló g ica, sociocultural, intelectual de una his­
toria, única vía de acceso a la significación de u n a e x iste n c ia “ mística”;
de manera más fund am en tal, presentaban el m o d o p a ra a c la ra r cómo la
experiencia se inscribe en un lenguaje, obedece a su s co e rcio n es, consti­
tuye sin em bargo un discurso propio y da lugar a la c u e stió n del Otro en
un sistema cultural.

11 problema del lenguaje constituye uno de los g ra n d e s debates litera


i< s, filosóficos \ religiosos del período que atraviesa S u rin . Él organiza
a en una dialéctica de la lengua" (sistema que d e fin e y ocu p a todo
p el mundo) y del ¿íe Dio5” (la eXp e r ie n c ia eSp ir itUal que

instauram“ PT de expresar” y i * n o m b r e ” ). En S u rin , no se


Sólo un “ es,ifo- 'j"8”3*' de la verdad (situado ju n to al len g u aje m undano),
la “lengua” (ese H 3 manem hablar”, puede a rtic u la r constantem ente
las “ heridas” del e s p í r h ^ 0 Y UniVersal) con el “ A g u a j e de D io s” (un corte):

raleza de estar d e sp o se íd a ^ 3 " ^ ^ en form a p rogresiva, su natu-


de él directamente C SU ^ tr° S*n ^ Ue *a reem p lace algo que hable

Urgas estadías en los archivos m'.hr • 9 1


)<-fos, permitieron una a >• s 0 privados, franceses o extran-
cosecha de in éd itos o d e d o c u m e n to s.
HISTORIA i MISTICA | 53

Provenientes de aquellas grutas donde duermen los tesoros del pasado, esas
piezas dispersas podían encastrarse como las de un rompecabezas que com­
ponían la historia sorprendente de una vida y una obra, una historia toda­
vía perforada con carencias, pero enmarcada con la suficiente precisión
para que por lo menos fuera posible determinar el lugar y la naturaleza
de los vacíos.
La reconstitución (en parte todavía inédita)’ de la obra de Surin per­
mitía entrar cn la intimidad de un pensamiento y en los laberintos de una
época. Los registros y exploraciones necesarios para este primer trabajo
tam bién desem bocaban en nuevas interrogaciones históricas y teológi­
cas, a m edida que caían las hipótesis o las evidencias iniciales.
Había que renunciar a la proximidad que ante todo postulaba, entre esos
espirituales del siglo x v n y nosotros, el proyecto de recuperarlos. Como
se los conocía mejor, se revelaban como extraños. En el mismo terreno en
que se había supuesto un contrato de lenguaje, es decir, un entendimiento
cristian o , eran irreconocibles. El acercamiento descubría su distancia,
una diferencia que no concernía solamente a ideas o sentimientos sino a
m odos de percepción, sistemas de referencias, un tipo de experiencia que
no podía im pugnar com o “ cristiana” ni reconocer como mía.
H ab íam o s dom esticado a esos “ queridos desaparecidos" en nuestros
escap arates y en nuestros pensam ientos, los habíam os puesto en una
v id riera , aislados, m aquillados, y los habíamos ofrecido así a la edifica­
ción o destinado a la ejemplaridad. Y de pronto escapaban a nuestro domi­
nio. Se convertían en “ salvajes”, a medida que su vida y sus obras aparecían
más estrechamente ligadas con un tiempo pasado. Esa mutación del objeto
estudiado correspondía, por otra parte, a la evolución de una investigación
que se convertía poco a poco en “ histórica . Porque lo que caracteriza a un
tra b ajo co m o “ h istó rico ”, lo que permite decir que uno ‘ hace historia”
(en el sentido en que uno “ produce” algo histórico, asi como se fabrican
autos), no es la exacta aplicación de reglas establecidas (aunque ese rigor
sea necesario). Es la operación la que crea un espacio de signos adecua­
dos a una ausencia; la que organiza el reconocimiento de un pasado, no
co m o una posesión presente o un saber de más, sino en la forma de un
discurso organizado por una presencia que falta, la que, mediante e trata
m iento de m ateriales actualmente dispersos en nuestro tiempo, abre en c
lenguaje un lugar y una remisión a la muerte.

Véanse, de J.-J. Surin, G vide spintuel, París. 1963. > ( k una


3
Las ediciones criticas del Catéchisme spmtuel, de
gran parte de los Dialogues spirituels ya podrían ser puestas al d u .
54 | ü I U 6 A R OEI O I R0

d isc u rso h is tó ric o


m

• -/J p Surin de sus corresponsales, de su generació n, en suma


u “diferencia dle ^ ^ ^ puesta cn relación d e los d a lo s histún-'
de su m undo, . ¿ a K a d o s en | os d o c u m en to s en calidad de p „.
cos.esdectr.d - ■ ^ ^ epistemología historiográfica actual.* En„t
•'— ~ n rebíiOT1!Slas que defienden cada e le m e n to c o m o p asaife
r « t a r inscrito en una red de relaciones, es m ás d ifícilm en te suscep,ib|t
de a extracción que consiste en aislarla para as.m tlarla a n u e stra s necesi.
dades presentes. De cualquier tipo que sea, u n a conexión e n tre los ele­
mentos destacados caracteriza la producción p r o p ta m e n te “ histórica*,
mientras que la adjunción de elementos co m p lem en tario s (m ediante ]a
búsqueda de las fuentes, los manuscritos y los d ocu m en to s de todo tipo)
representa sólo una condición necesaria para el establecim iento de las rela­
ciones gracias a las cuales se plantea un pasado.
El trabajo histórico, hasta en su aspecto de erudición, no se limita por
tanto a reunir objetos hallados. Sobre todo tiene que ver con su correla­
ción. Al combinar la multiplicación de las huellas (papel de la erudición
y la invención de hipótesis o pertinencias (papel de la teoría), instaura un
sistema de relaciones. De ese modo produce el conocim iento de un pasado,
es decir, de una unidad (biográfica, ideológica, econ óm ica, etc.) pretérita
precisamente cuando existen “ restos ’, tomados en otros sistem as).
Así, por un lado, la historiografía hoy no puede abstenerse de recurrir
c un conjunto de relaciones, que según los casos se llam arán una men­
talidad, un período, un medio, una “ figura” o una “ epistem e” P o r otro lado,
s. bien ese modelo operativo permite producir una diferencia (o sea, hacer
A *n° ^ ^ rea^ 2c^^ P ^ d o ; es más bien el in stru m en to presente
soevn m'iam*ent0' e* Procedimiento gracias al cual se vuelve posible

r^ n w a r i a m a ^ a bunl°heUSÍnte' ^ p a lab ra s' la h is to río Srafia


se definió con k n ' amienta conceptual cuyo funcionam iento

4 Lna ciencia defirs-


P®Jacote’ -distintivo J * w"*°neS ’ ’ * * * e^0, decide acerca de lo que
^ en p a r t i r de campo.
^ 1967' PP- 5-2o; y Mr, ítructuralistes dans les sciences sociales.
^ahl, u phiioyjpf,^ e { ,?* lnterPretacidn m is epistem ológica,
p s I ® '
du M ructuralism ?, en
W- * 9 -Ma. O bservam os una

M atad o r de estudia Kí ak fn* n »que exhum aba


* ^>054t*vo»** retoma y se renueva
HI S TORI A 1 H IS I I C A | 55

Esta conexión entre "estructura'' y “ ausencia” es finalmente el problema


mismo del discurso historiográfico. Su lugar es un texto. Por lo demás, es
sabido que la operación que engendra una interpretación debe tener una
salida y se mide en la fabricación de un texto :6 el artículo o el libro de his­
toria. Pero ¿qué es un texto histórico? Una organización semántica desti­
nada a decir lo otro: una estructuración ligada con la producción (o
manifestación) de una ausencia.
Hace un largo rato que el papel fue despojado del poder de resucitar a
los m uertos. Pero esta perogrullada no nos hace caer en el subjetivismo
o en el relativismo. Lo que no hace más que sugerir que la relación del
texto con lo real es necesariamente una relación con la muerte. La histo­
riografía es una escritura, no un habla. Supone que la voz está desvane­
c id a .7 H izo falta que la unidad ayer viva fuera descompuesta en mil
fragm entos, hizo falta esa muerte para que se vuelva posible la actividad
que hoy constituye en objeto de discurso - y en la unidad formada en vir­
tud de una inteligibilidad- las huellas dispersas que testimonian lo que fue.
Recíprocam ente, la elaboración y la organización del discurso histó­
rico im plican a la vez que “ eso” (objeto del estudio) tuvo lugar y ya no es
más. Respecto de la historiografía, el acontecimiento ocurrió (de no ser así,
n o quedaría ninguna huella), pero sólo su desaparición permite el hecho
diferente de una escritura o de una interpretación actuales. En cuanto real
y en cu a n to pasado, el acontecim iento “ hace lugar” a otra cosa, el dis­
curso historiográfico, que no habría sido posible sin él y que, sin embargo,
no se desprende de él a la manera en que el efecto se desprende de su causa.
Por tanto, no se puede reducir la historia a la relación que mantiene
con lo desaparecido. Si ella no es posible sin los acontecimientos qu<_
trata, resulta todavía más de un presente. Respecto de lo que ocurrió, supone
u n desvío, que es el acto mismo de constituirse como algo que existe y piensa
en la actualidad. M i búsqueda me enseñó que, al estudiar a Surin, me dis­
tin g o de él. En cuanto lo tomo como objeto de mi trabajo, me convierto
en sujeto ante el espacio que forman las huellas que él dejó; soy otro, rela­
tivam ente a lo ajeno, el vivo respecto del muerto.

" T u T e z . En efecto, las -¡deas’ , las opciones o las intuiciones dcl l


analizables en adelante como - e s t r a d a s " de la critica
a Us condiciones ^«cu lturales de "
alemana del positivismo c.em.fico, véanse, de Raymona y ^
la phibscphie de l'histcire. F^sai sur les M u s de t ob,ecnv,te hstonque
y La philosophie critique de l'histoirt, rced, Pans. 1971-
6 Véase C. R. Elton.
7 ,acques Derrida establece su ,efle*,on e n „e la piuraSnAaO
caracterizada por la referencia unrtar» a una presenta, b o<r* por
, 6 I ¡I l»6»«

tiene el papel ¿ e ser u n a de las m aneras d,


M i, en general, la traba|o m ediante el cu a l un presente *
,L ; un nuevo prese»»- * cn ,a form a de una vivencia. Una ptJ.
diferencia dc lo que le era «'» • as f „ o b ie, „ s fa b ric a d o s; transforma
i transforma las trad .c'0»« ación: Ugendum) en historia (p ro.
,; . . U,e n d a " lle y i» 'r “ f - ’ J
ducto de una actividad actu. ^ ^ rop m ro y se d eb e a u n a opera.
Esta mutación tiene e l > ^ e, a sp c c t0 p o r el cual remite a
din. Si hacemos a un lado. ' d c d r q u e , a h ¡sto riografia marca un
un taorcontem poraneo. . d o ) ,0 q u e h a sta e n to n c e s pertcne-
comienzo; clasifica como d e u n a trad ic ió n vivid a. Asi corao
Cia a un presente c o l e e t n o ^ J e ,a creac ¡ó n ,8 a q u í u n efecto de
la Génesis hace de la separan = ^ |a cu |tu ra u n n u e v o p asad o y un
-disuasión" forma stmu tan nte cn e¡ len g u a je el a c to social dt
nuevo presente. O mas ten, hace ^ ^

Í . 5 & - - <^ f un p“ plan,eadc


como distinto de aquello que se vuelve su pasado.

EL TRABAJO HISTÓRICO, U N A O P E R A C I Ó N C O L E C T I V A

La ruptura a la que se está haciendo referencia im p lic a u n a a c c ió n que la


>.on>iitu\e. Ln texto histórico (es decir, una nueva in te r p r e ta c ió n , m éto­
dos propios, otras pertinencias, una naturaleza d ife re n te d e l d o c u m en to ,
~......°^ c ^ or8anización característico, etc.) re m ite a u n a o p e r a c ió n que
torma parte de un conjunto de prácticas presentes. Este s e g u n d o aspecto
l- , U a P o r ^ue P ™ üegiar la relación del su jeto ( h is to r i a d o r ) co n su

frecuent F °nC°i f Pr° duCt° de 11113 i n c e p c i ó n id e a lista , to d a v ía rnuv


■ X l o " ' 10 que Pred0mina « * la - ' a c ó n d e u n estu d to par-

- t P: b; : : ; : r fipT neos' es dedr' c° n un '‘- d° * ,a


tiones que abren y los “d e s v io /'^ ™ 8rUP° de hlstoria<iores, c o n las cues-
traque se ejerce entre esoe ' Y ' ° pro§resos) ^ ue p o s ib ilita n , c o n el con-
Qe6505equipos,con la sociedad^ ° !* d,sciPlina Y» Po r ,a mediación
on e se elaboran los m o d o s d e com pren-
facial y por desanaririA*» H E ’9

ÍÍCmpre y c« ^ o X T s ? d e S ,PCrmÍten aCbrar b ,nd0!.e


* fa Ü‘ * g ra m m a t^ e ^ 1 “ *“ i
i,SÍ8loxx‘ - ^ 6 i. ^ ,967> PP' U*42 |tm LeSp;
HISTORIA T MÍSTICA | 57

der y analizar que le son propios. Cada investigación se inseribe en una red
cuyos segmentos dependen unos de otros y cuya combinación define el
trabajo historiográfico en un momento determinado.
Finalm ente, ¿que es una “ obra de valor”, en historia? Aquella cuyos pares
reconocen com o tal. Aquella que representa un progreso respecto de un estado
actual de las investigaciones y los métodos. Aquella que, ligada por toda
su elaboración al m edio en el que aparece, posibilita, a su vez, cuestiones
y estudios nuevos. El objeto histórico (en otras palabras: el libro o el artí­
culo aparecido) es el producto de una operación articulada con un trabajo
colectivo que a su vez es relativo a funciones y coacciones en la sociedad pre­
sente (la situación del grupo de los historiadores, la naturaleza académica
de una disciplina, el papel concedido a la investigación, la organización de
la edición o de los m ass-media, el tipo de consumo propio de un público,
etc.). C o m o el producto que sale de una fábrica, el estudio histórico se refiere
al “ co m p lejo " de una fabricación específica y localizada, mucho más que a
una significación y a una “ realidad” exhumadas del pasado.9
En tod o caso, aislar dicha operación de su relación con el grupo, con la
red de p rá ctica s cien tíficas y con la situación global donde se inscribe;
desp egar la delgada película de ideas que implica; considerarla finalmente
c o m o la relación de un historiador presente con su objeto pasado, sin tener
en cuenta la necesaria mediación de una sociedad presente, sería mera ideo­
logía. El “ relativism o” al que conduce este punto de vista idealista es el efecto
de u n a abstracción inicial; hace emerger en la teoría la arbitrariedad y la
in con sisten cia del recorte que efectúa un examen que, en el trabajo histó­
rico , so la m e n te retu vo a un sujeto individual en busca de una reali­
d a d ” p o r exhum ar.’-0 D e hecho, una operación científica objetiva es el campo

9 C o m o esta presentación global no permite esclarecer las cuestiones, debemos


rem itir al lector a algunos trabajos personales que suministran los jalones de una
reflexión epistemológica sobre la historia:“ Les scienceshumaines et bm on
de l’hom m e. Michel Foucault", en Étuáes, marzo de 1967. PP- 344-360; Reügion
et société. Les messianismes”, en Eludes, abril de 1969. PP- 60S-616; “Histoire et
structure. Débat”, en Recherches et débate N ° 68,1970, pp. Freu4
fait de l’histoire” en Atinóles, t. x x v , 1970, pp. 654-667'- Faire de 1 histoue ,, e..
Recherches de Science religieuse, t. lviii, 1970, PP- 4Si->-°- L opera **
ou la production de rhistoire' (de próxima .parición, ( « to s « * » » » £ « £ *
obras de Michel de Certeau. V á fim r, Je Vhistcire. a- ed„ Pans, .9, í. e
tf psychanalyse entre Science etfictwn, nueva ed., Pdnf\200^ ^
v i s e .,1 respecto la crítica perspicaz y matizada que huo A t o . ^ * -
posiciones de Mannheún, en Hiswire e, £ * » « - ‘ £ T * ' ¿ £ li
Z u u m u n u e h ia o riv*. París, PP W » I " » *
Barcelona, Crítica, 1988)*
,8 |

cntre lo que se hace y lo q u e se deshace cn #


cerrado de un encucn r h¡stóricos ja lo n a n el d esp lazam ien to 4
periodo delernnna< <>• ^ ^Jja| .£|jca p e rm a n en te. R e p resen ta n ( p „ ncn (<
la frontera creada p<> ^ ^ dc discurs0s sucesivos, las huellas 4

« “ £> “ ^ ,'X T o d a so c ie d a d , entre el tra b a jo d e crearse y el t rabaj'

de la muerte. ^ ^

EL DISCURSO MÍSTICO

Por todos los aspectos mencionados, la reflexión sob re la investigación hi,


.ortográfica .10 tenía el efecto de alejarme p ro gresivam en te del estudio qü{
era su punto de partida, como si, para entrar en u n a “ filo s o fía ” de mi tra-
bajo, yo abandonara el terreno de dicho trabajo. Al p r e g u n ta r m e qué hacia
cuando proseguía un estudio historico, otra vez m e v e ía lle v a d o , por e;
contrario, al objeto de ese estudio. Si una larga etap a d e reg istro s erudi­
tos había puesto a distancia el objeto de la in v e s t ig a c ió n y a b ie rto una
segunda etapa, la de una reflexión sobre la natu raleza d e d ic h a investiga­
ción, de pronto, mediante esc desvío, co m p ren d ía m e jo r lo s problemas a
los que respondía, en el siglo x v n , la instauración del d is c u r s o místico,)
percibía más claramente las cuestiones inherentes a la “ b ú s q u e d a ” propia
de Surin.
l’or un lado, la misma obra de Surin form a un c u e r p o : así c o m o el dis­
curso historiográfico, aunque en otro modo, es u n a organ ización destinada
‘i 1«.presentar al otro. Analizable según m étodos a n á lo g o s a a q u ello s que
1 umitin construir los modelos” propios del c u e n to p o p u la r o el relate
antástico, il tixto de Surin puede ser encarado p r im e r o c o m o un con-
ructurado que apunta a m anifestar un a u sen te n e c e s a r io y sin
lave/ h m¡!0S!bl(; dc ul)icar c°m o tal en el e n u n c ia d o . U n referente esa

to o o ü e " í7 PÜSÍbilkW deescdiscurs° y » “p r o d u c c ió n ” semán-

• ^ ^ s r r e n i d o - s u r i r 1 0 n ° m b r a » » — d í o s

minar la índole de ‘vr - ' " lk a C° m ° ocu lto” P or eso h a y cl ue exa’


t ,SCurso místico que a rticu la lo d ich o con lo po-

lntr°duction á la ^ C°" íe’ Paris’ 19705 Tzvetan Todorov,


T "!0’ lrcs ( Ediciones Ak T*' " IS’ ' 97° *ln u i- esP - Morfología del
J,< na, Ediciones Buenos Aires ’ ' ! '* h," 0íll,caó» “ la literatura fantástica.
1 >luirdt í iuctigenians •'■/ ’ Eouís M arin, Sémiotique de la p
~ ^ - ¿ S a a,S ^ - .k u e g o r ie n der
'■ "-12, Bonn, enero de 1972. PP-
HISTORIA Y MISTICA I 59

dicho, o que tal vez, vacilante entre uno y otro, no hace otra cosa que yux­
taponer proposiciones contradictorias. En otros términos, jes posible el
discurso místico?
¿O bien hay que reconocer en Surin una impotencia para "sostener”
esc discurso? Tenemos confesiones de tal impotencia: por ejemplo, un
uso incoherente de los contrarios, o bien el recurso indefinido a la “ expe­
riencia com o a un indecible, noche donde todas las vacas son negras”.
En este últim o caso, el enunciado experiencia’ sería, en el texto, una pieza
que connotaría la inexistencia de un lenguaje “ teo-lógico”.11
Por cierto, el lenguaje de Surin oscila entre decir y no decir, está que­
b rad o por la fisura introducida con el “ lenguaje desconocido” que Dios
fo rm a él m ism o por su Espíritu”. Pero esa fisura acarrea una reforma­
ción del lenguaje, organizada en una coincidatio oppositorum que por otra
parte no es identificable con ese “ m uro” que Nicolás de Cusa decía que
rodeaba el paraíso - “ Ultra igitur coincidentiam contradictoriorum videri
poteris et nequaquam citra” - , 13 porque de lo que aquí se trata es de una
estructura de rem isión, y no tanto de clausura. Surin no defiende el len­
guaje, sino que éste está más bien herido por el sentido.
Aquí lo “ indecible” no figura sólo como un indicio que afecta los enun­
ciados, relativizándolos y consagrándolos finalmente a la insignificancia.
Es lo que designa un vínculo entre los términos o las proposiciones con­
trarias que presenta el lenguaje. Por ejemplo, es el vínculo entre dulce y vio­
lento lo que dice algo de “ D ios” o del amor. De la misma manera, pero en
el nivel de las m acrounidades literarias, el hecho de que la prosa remita a
la poesía y la poesía a la prosa, es decir, el establecimiento de una pro­
p o rció n ” entre esos dos géneros diferentes, crea en el lenguaje el espacio
de un significado que su misma distancia indica pero no nombra.
En otros térm inos, la misma fisura de lo “ indecible estructura el len­
guaje. N o es la vía por la que hace agua. Se convierte en aquello en fun­
ción de lo cual el lenguaje es redefinido. Esa transformación es más visible
en otra parte, por ejem plo en Pascal, cuando muestra cómo los discursos
de Epicteto y de M ontaigne “ se quiebran [... ] para hacer lugar a la verda

12 En este caso, habría que entender con YVittgenstein por m‘stl'-° lo que ^ 03
fuera de la esfera de lo decible: “un guarda-todo ontológico V ease Jaique,
Poulain, “ Le mysticisme du Tractatus lógico-ph.losophtcus et la situation
paradoxale des propositions religieuses”, en D. Dubarle y otros, La «cherche
philosophie et en theologie, París, 1 9 7 0 , PP- ^..laA- 1 111 p,
13 Nicolás de Cusa, Philosophisch-theologische Schnften. ... i<-na,
132; Visio Dei, cap. ix. ____. r • » Reyu¿
14 Véase M. de Certeau,“ J.-J. Surin interprete de saint leai
d ’ascétique et de niystitjue, t . x l v i , i 97 ° > P P - $6 66 .
6 0 I U I » » ' " 1 0,1,1

, , ju e concede t e c o n tra rie d a d e s”,'» y c u a n d o ve e„


del Evangelio [..•!< ! jn (| c fin id ¡1 d c los c o n tr a r io s c u y o sig n o es el n.
punto local una ten» , u rcv0|ución que a q u í se o p era c o n s is * '
bre quebrado de |e»uc de |a palabra (o del lenguaje) con „„
reemplazar la re " a, lenguaje (es decir, p o r v ín cu lo s entre
■cosa” por víncu o ^ De tal m o d o , la “ cosa” no está ,
minos complemc . ^ ^ ^ s¡n o ..o c u lta d a .. ( m u t ic a ) . U na “ fa|, ■
manifestada PO ) ^ que hacen refe re n c¡a a la realidad

s i n qu^dla sea jamás dada, localizable o verbalm ente id e n tif,cable con *

Z 7 Z l Z PZ Pe Z ^ d ó n del discurso, d ete rm in ad o por la au *(


da de lo que sin embargo designa. O bjeto de n u m e ro s a s discusiones,,
úrin Vsus contemporáneos, ese “ lenguaje m íst.co presen ta entonces etu
dos características fundamentales. Por un lad o , u n a esp a a a h z a c ió n dt
lenguaje prevalece sobre la relación (que podría llam arse “ v e rtica l” ) del va
bum con una res. El vínculo con el referente es un v ín c u lo en tre significa,,
tes, es decir, una organización del espacio lingüístico.
Por otro lado, ese lenguaje tiene com o cosa p ro p ia u n a estructura escin
dida , desde el momento en que la separación entre d o s té rm in o s necesa
rios pero contrarios uno con el otro es la única q u e p e rm ite la instauraciói
de una expresión “simbólica”. En esa época, la reflexión se d irig ió más espe
cialmente sobre la más pequeña unidad del len gu aje, “ la p a la b ra mística
sin embargo, se decía, el significante más sim p le es y a u n a combinaciói
de opuestos (por ejemplo, “ furiosa quietud”, p ara r e to m a r el caso citadc
por Diego de Jesús). La palabra no puede ser sin o dos. Ya está escindida
Ese plural inherente a la unidad elemental de s ig n ific a c ió n es la marcad;
un sentido místico que el lenguaje no tom a ni recib e y a en sus redes,
qut. lo recompone a partir de una “ herida”, en fu n c ió n de u n a disyunció!
mental de la palabra y la cosa. “ Ciencia de c ir c u n c is ió n ”, “ cuchillí

esenrial “í ^ 3 ^ ' e^° ^CS11S a Propósito de esa “ d o c t r in a ” donde sor

como manifestación1de u n i r t e ! ' 3 míStiCa” '6 ^ dÍSCUrS° ° r8anÍZaíí


* í,r lo tanto, lo “ inHpriklo”
una referencia m ,, * a- n° CS tanto un ° b j e to d e l d is c u r s o come
: m ‘Ca Una condición del lenguaje. Si es fácil reconoce;

*5 kntretien de M Pascal

J'; |>0“ ble que el autor remita a m í ? dC C o u rc e ,le > P a r ís > ‘ 9 6 o , p p . 55 “61
ancís: Júus-Christ. [N del T I ' J * 0 en <lue se escribe Jesucristo en
16 Diego de jesús, Notes et rema I
o J T des Pl,rases mystiques *". * 7 ^ ll,scours l)our donner une plus fácil
x* "< * ,Chevallier, ,652 „ 'c$ (Euvresspirituellesdu B. Pére fean de¡»
P- 272 (Paginación propia).
HISTORIA Y MISTICA | 6 l

mutaciones paralelas en la misma época, por ejemplo en la organización


del arto barroco o en las teorías sobre el lenguaje, también es importante
deslindar el alcance de ese “ modelo" respecto de las interrogaciones que,
desde entonces, se refieren al discurso teológico, o al discurso que, en muchos
aspectos, tom ó su lugar y recuperó sus problemas: el de la historia.

LA C U E S T I Ó N D E L OTRO

N o se ha dicho todo del discurso místico cuando se mostró (por caminos


de los que el que precede sólo dio un ejemplo) cómo se organiza en fun­
ción del otro necesario y /altante de que habla. Los textos analizados son
indisociables de su producción. Precisamente es al tratar este último pro­
blem a cu and o un estudio histórico se distingue de uno literario. El estu­
d io h istó rico capta los textos (y toda suerte de docum entos) com o los
indicios de sistemas de acción y en una relación necesaria de todo producto
con su producción. Sobre todo apunta a especificar la articulación de un
decir con un hacer.17
En consecuencia, este trabajo toma al revés el proceso de la transmisión
literaria o de la m ultiplicación de los comentarios. Y “ remonta” del efecto
a las condiciones de posibilidad objetivas de su aparición. Allí donde hoy
recibim os una obra que su pasaje, a través de los siglos, separó de su fabri­
cación inicial e introdujo en los circuitos de las actividades propias de nues­
tro tiem po (ventas, lecturas, conservación, etc.), allí donde encontramos
textos aislados de la cadena de operaciones de que formaban parte, afecta­
dos con el nom bre particular de “ Surin” y ofrecidos al consumo o a las nece­
sidades de grupos religiosos o de lectores bien “ caracterizados , el historiador
se esfu erza p o r re co m p o n e r los procesos de una econom ía (religiosa,
social), aquella de la que la obra era un resultado y un síntoma parciales.
D e tal m o d o , alcanza su objetivo propio: determina a la vez lo que ya no e>
y lo que perm itió ayer las huellas o los productos hoy verificables. Así, puede
plantear al otro co m o condición de posibilidad de lo que analiza.
D esde ese pun to de vista, la tarea actual del historiador consiste en dejar
en cla ro , en sus c o m b in a c io n e s, dos elem entos igualm ente necesarios

17 Es también un problema teológico fundamental, obliterado con demasiada


frecuencia por el solo examen del discurso constituido. \ tase i •
“ L’articulation du dire et du faire”, en Stwks .Mobgiqu* '< '• xtv • w
p p . 25-44-
M , „ lUÍAH W <"«»

, tra ■■economía” : i) una estructura de acc¡6n.


para la com pren*»" « ^ obra partjcu lar en un co n ju n to social. hj
utl d e s v io , d que rcpr« ^ sjstem¡, dc p ro d u cció n ; p o r el otro, l „ pr<¡
un lado, pues. 1 ° c0 ^
pío dc una búsqueda. elem entos sin caer en una mi,0,
N„esposiblca,slar u n o d » ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^

gia positivista o edi i £spiritua|cs de] sig|0 x v n , o las e sc isio n e s,.


Si, por ejemplo. “ 8 ^ ^ cnseñada, n o fu eran m ás que su dCC6
se operanen la le g ^ ,a «m en talid ad ” religio sa del siglo xv„
rudo y SU "c° n l « o ^ ^ |os e sp ir¡tu ales, n o es u n a re a lid a d , |.

° Pr08rr L s i d e r a r la causa o el basam ento de su o b ra particular. Esto


d " del análisis, que no pueden p la n te a rse in d e p e n d ie n ,emen*
“ del otro, se apoyan uno en el otro. Es su relación (c o n tro able, « *
sible) la que los “ sostiene”. Por tanto, su so p o rte n o es un real que estar
en alguna parte, lomado en el lenguaje del h istoriad o r. Es el hecho de qt
se explican mutuamente según un m odo p articu lar (el d e u n a historiogra
fia presente) y de que remiten mutuamente a una re a lid a d /a lta n te, la op€
ración pasada, el acto de ayer.
Sería fácil, pero demasiado largo, reconstituir las in terferen cias que con
dujeron el estudio de Surin ora hacia estructuras g lo b a les, o ra hacia su par
ticularidad. Por el lado de lo “global”, lo que ap arecía p o c o a p o co erane
aislamiento del “discurso místico” en el siglo x v i i y la trip a rtic ió n de la teo­
logía en ciencias autónomas; la con stitución d e redes e sp iritu a le s “en!
Iglesia, pero casi sin necesidad de ella”,18 iglesias m in ia tu riz a d a s y margi
nadas donde circulan utopías globalizadoras, p o líticas y m ística s a la ver
las nuevas vecindades que crean, entre la literatura e sp iritu a l y la literatun
popular, el ateísmo y la politización de los sistem a s de referen cia en la.
élites; las proximidades entre la fe y la locura, en el m o m e n t o en que b
razón desposa al Estado; las hom ologías entre los fe n ó m e n o s diabólicos]
s entre 1620 y 1640; etc. La particularidad de S u rin p lan teab a tam-

Dawip i i - emaS ProP'os’ su l ° cura, por su p u esto , fo r m a e x tre m a de se


por tal r v ' per° tam^‘én *a unidad “ in d ivid u al” c o n stitu id a no tanto

tratados puestos bajo d ' 3 • ^ ^ SCrÍe ° la su ce sió n d e relat0S y ¿


de su relación con el 1 miSm° nombre propio, la e sp e c ific id a d en Surir
curso en función 1 ^ ^ ^ C0rnun‘cac¡ó n ) la o rg a n iz a c ió n de su d'5’
" dC 10 * * aPu">a > Producir, etcétera.

'« Aiphonse Dupront “ De YP V U S


^ i a s t ¡que>, UV)( * * * * * ,e^Psniodernes”,en Revued'histoire
modern" , París, 2001, pp. 28 v 3 (1)¡ | C t0m ad° SU COmP en d ÍO G en éseS í h
historia y mística i 63

Pero cada uno de esos aspectos remitía a su complementario. Por ejem­


plo, la conciencia que tenía Surin de su “ locura” o de la “ herida divina”
acom pañaba a códigos de percepción. La irrupción de rojos sobre un hori­
zonte textual pintado de blanco y negro también implicaba un dicciona­
rio de colores. La pulsación arquitectónica que compromete a la obra en
su totalidad en las categorías imaginarias de lo “ cerrado” y lo “ abierto” refe­
ría a una antinom ia sim bólica de la superficie y del agujero en el lenguaje
artístico o científico de la época, por ejemplo.
A través de su detalle indefinido, la operación interpretativa siempre
hacía resurgir un problem a que parecía también planteado por el trabajo
histórico y p o r la dialéctica interna de su objeto: la articulación de la con­
tin u idad (estructural) y de la ruptura (fáctica). Eso implicaba llegar a una
cu estió n esen cial, sin du d a la cuestión central en la “ mística” de Surin,
que se presenta o en la form a de la relación entre lo universal divino y la
particu laridad de la experiencia, o en la form a de la compatibilidad entre
“ catolicism o ” (una extensión eclesial o hum ana) y un corte siempre nece­
sario (respecto del “ m undo ”, el grupo o la propia tradición religiosa).
En la d o ctrin a de Surin , esta tensión se manifiesta, por ejemplo, en la
fig u ra del lazo necesario entre el “ prim er paso” (corte, “ salto”, decisión
“ rep en tin a” ) y la “ noción universal y confusa” (conocimiento sin causa y
sin c o n o c im ie n to ). N o p orq u e uno produzca al otro, o porque haya un
pasaje cro n o ló g ico obligado de uno a otro. Lo universal de la “ noción” no
es posible sin el “ p rim er paso”, al que no dejfl de remitir como a un límite (a
una "‘p érd id a ” o a una m uerte) con el cual se articula el “pati divina , o como
a una ru p tu ra que ja m á s es “ superada” porque se repite incesantemente
en diferentes form as a lo largo de todo el itinerario espiritual y, de ese modo,
se co n vierte en el m o to r del m ovim iento que hace de cada conocimiento
esp iritu al la “ casi-m etáfo ra” de un conocim iento nuevo.
En otras palabras, el sentido jam ás aparece com o un estado o como un
o b je to de saber, ni siquiera com o una relación estable y dom inada. Sólo
es dado en fu n ció n de un acto. Es lo universal ligado con una ruptura, sin
ser ja m á s id en tificab le con uno u otro. La verdad que anuncia el m o vi­
m ien to es la in defin ida relación de diferencia y necesidad entre e l ‘ espacio
de sig n ifica ció n que abre cada ruptura y la “ pérdida de lu g a r ' que siem ­
pre vuelve a solicitar, en un m od o u otro de conversión, la vida en la región

del p u ro a m o r ”.

19 Acerca de este término de “casi-metáfora” con el cual W. R A ta p r o p o n .;


designar un tipo de término religioso
1964, p. ,05). véanse las reflexiones de lean Udrtére. U iheologu u ‘ *
de rinterprétatkm” en R m u th to lw u * * ‘ '• «’■° ' » ' ' ‘ '
la va n u e stra re la c ió n cnigmáti,
Que
..... .................. ...... ' O......../ "*1»««WKW C5 1*1 W p ó tc sis q7 u e p o c o"*a poo
la Hipótesis V r I
s s s
itinerario S
<
• t f J i s r - ....... -
un itinerario de historiador en el c a m p o d e h r! P ° C°
-
a P o c J/*
3
siglo xvn. 1 l,to i"« ra V
Sf>,ntüai ^ e n r i B rem o n d
historiador de u'n a .
u n a a u s e n c ia

des saints,' H enri Brem ond cons­


C o n los d o s tom os de la M é ta p h y s iq u e
tru y ó la p laza fuerte de la Histoire Ixttéraire du sentiment religieux en France.
T ras los ensayos anteriores a 1914 (que él designaba com o la “ Preparación”
d e la Histoire) y tras los seis altos volúm enes del m onum ento, él eleva esta
to rre central. Es el cam panario de la basílica con la que Albert Thibaudet
co m p arab a e l conjunto: “ la basílica del doctorado de san Francisco de Sales”.1
L a rg a m en te m adurada, bruscam ente decidida, construida p o r últim o con
u n a to rm a m ás d o ctrin al q u e lo previsto, la obra se yergue com o un signo
d e re u n ió n d e las investigacion es anteriores.

C u a n d o se d ecid e a hacerlo, B rem o n d n o está y a seguro de poder decir


“ lo e se n c ia l” a l té rm in o d e lo s volúm enes cuvo horizonte se extiende cada
4

vez más (e n 1928 tiene 63 añ os). A dem ás, m ovilizado p o r el debate de la


poesía pura (que laicizaba su g ra n tem a, la disputa de la plegaria pu ra)3 y
p o r las d isc u sio n e s alrededor d el ascetism o,4 se Ye a l m ism o tiem po p ro ­
v o c a d o y conducido a to m a r con cien cia d e sus posiciones de una m anera
m á s aguda. Por último, su o b ra p asad a y su autoridad presente le perm i­
ten u n a jugada más audaz: h ablará d e la “m etafísica” y del secreto que, hasta
en to n ce s, formulaba in tro d u c ie n d o su s p ro p ia s ideas en las batallas dei
s ig lo xvin o tomando la voz d e p e rso n a je s an tag o n istas -N e w m a n y

1 El tomo v il salió de la prensa en agosto de 1928 y se puso en venta en septiembre


(una segunda tirada se hizo en enero J e 193°)- El tomo vm se terminó Je
imprimir en octubre J e 1928 y se puso en venta en noviembre i una segunda
tirada
K. se hizo
Durand, de en junio de Bloud
la editorial >930). yDebemos
Gay. estas información» a la señorita leanne

2 1Albert ThibauJet,
J e enero J e 1929, "Autour
p. 8s. J e la M étaphysique des saints” en Revue -V rtró*

3 Ibid.y p. 89. , „ ,

4 "Ase óse ou priére? Notes sur la crise Jes Fxercwes J e saint Ignace, en a.’»ue ... >
m enees religieuse*, t. vil, 1927» PP- 236-261,402-428, s ^ W9-
168 I H lü6AR Dtl ° rR0

el Amor v temor a Dios”. De ahí v e n e n tantos “ tratados de Pre,


e igualmente, la utilización de las imágenes o el recurso de l0s ^
los, más “eficaces” que las “ predicaciones”. El escrito, p0r otra
tinúa la palabra y predica todavía “ para todos los días del año” arlC’ ^
C. Una prensa espiritual. Sin duda hay que reconocer, en |0
Dainville llama un “apostolado de la prensa”,6" la literatura más ^
la más inasible también y la menos estudiada de ese período: peque^""’
tados, prospectos, catecismos, canciones y alfabetos cuyo equivalen^'
menudo cuya iniciativa- se encuentra entre los protestantes.6’
“Catcquesis”, como los libros populares de piedad que Benoist dCsi
a sus parroquianos (1564,1573,1575); M anuales” (Manuel desgens de r 1
gion de Dupuyherbault, 1544,1572; M anuel de dévotion de S. Verrepé re"
ditado por Benoist, 1574; etc.); “ Catequism os”, sobre todo el de Tremo
el de Auger, del que en ocho años se venden treinta y ocho mil ejempL
res;6: innumerables obras editadas para los niños, por ejemplo la de | dK
Caurres (t 1587) o todos los ABC pour les enfans , lnstruction desenfam
etc.;“Canciones espirituales”, tan puras com o las de Légier Bontemps.nias
pedagógicas como las de Le Févre de la Boderie o las de Michel Coyssard
En 1566, Richardot deseaba ardientemente esta “ prensa”, cuya importan­
cia no se debe minimizar, cuando fijaba el program a literario de la reforma
católica:

Pequeños libritos de devoción mediante los cuales se enseñaría en qué


\ace el verdadero servicio de Dios, el uso legítimo de los sacramentos
ítem de asistir y cooperar en la misa con las otras ceremonias de la Iglesia
ítem algún otro librito que contenga algunos salmos o himnos bieny
fielmente construidos, los que podrían cantar no en la iglesia sino ensus
'-asas, mientras hacen su tarea, en lugares honestos o de otro modo | ;
mismo leerlos en silencio cuando estuvieran en la iglesia. [...] ítem
P e ser a propósito, para que el pueblo los saboree, hacer imprimir
ves J .. nuc' ° testamento bien fielmente construido con algunos bre-
) ci es esc°lios o anotaciones en los lugares oscuros y peligro»5
m° sc P0drá hacer con varios Padres griegos o latinos.

60 F. de , ‘
61 F. de Dainville “i'1CC ^humanisme moderne, op. cit., p. 298,n0,a
62 Véanse Hézard / ! “ proPa%ande religieuse, Ginebra, 1957-
los catecismos en F “ ía,cc,usme>París, 1900, pp. 203-204. y el »iclicc L
■’ar's. 1886, pp. y2íi ISS° n’ ^¿Pertoire des ouvrages pédagogiejues du xvt
^3 A.Gastoué / t, . 4 ' ' ■ /. i
51 *víu,lUtnentorum ad hi<,tn ° ^ Ulrc cn tra n c e , París, 1924, pp. 131-163. 237*2^*
lUni ('onc*li¡ Tridentini, t. v n , 1787, pp. 180.
7
H isto ria de los jesu ítas

IR
n ♦
LA R E F O R M A DEL IN T E R IO R EN T IE M P O S

de AQUAVIVA

Del trabajo de transform ación que se efectuó durante el generalato de


Claudio Aquaviva (1581-1615) nos detendremos en una fecha simbólica:
1606. Es el momento en que, a pedido del general, afluyen a Roma los resul­
tados de una encuesta abierta en todas las residencias jesuítas sobre los
“déficit” de la Compañía; documento excepcional. Cincuenta años después
de la muerte de su fundador (1556), se manifiesta por doquier la convic­
ción de que es necesaria una reforma interior de la orden. Desde todas las
provincias llega a Roma una inquietud de la conciencia colectiva; en 1606,
parece contrastar con la gran obra de organización administrativa y de ela­
boración doctrinal que fue producto del gobierno de Aquaviva durante sus
primeros veinticinco años.1

1Abreviaturas utilizadas en las notas de este capitulo: a h s i pora la revista


Archivum Historicum Societatis Iesu, a r s i para el Archivum Romanum Societatis
Iesu y mhsi para la colección de los Monumenta Histórica Societatis Iesu,
que editan las fuentes de la historia de la Compañía.
Sobre Aquaviva, todavía mal estudiado, véanse J. de Guibert, La spintuaiité
de la Compagnie de Jésus, Roma, 1953, pp. 219-237 [trad. esp.: Ln espiritual
la Compañía de Jesús, Maliaño, Editorial Sal Terrae, 1955Í- >’• sobre t<xio' .
Mario Rosa, art. “Acquaviva (Claudio)”, en Dizionario biografié
^"ma>' 96o, 1.1, pp. 168-178. Existe una biografía manuscrita del historia
F- Sacchini ( a r s i , Vitae ,44 1). así como documentos preparatorios para
una \ ie ( a r s i , Vitae 145 y 146). Véase también C. Sommervogel, Bt tot
k Cm»pagnie de Jésus, 12 vols., Bruselas, 1890-1930, aquí 1 . 1. cois. 4 "»
yt-v"i. cois. 1669-1670.
17 0 | t i I U G A R D f l OTRO

Reflujo sobre la espiritualidad


Dc hecho, incluso cn Roma, acompañar) a este trabajo graves ten ■
entre las autoridades superiores. Ahí co m o en otras partes, ellas ^
entredicho: la fidelidad a los orígenes, cu an d o la actividad de los ^
cam bia de naturaleza; las form as de la relación con el mundo, que se ?"*
lariza” ; la unidad de una orden cuyo desarrollo cuantitativo (m ásde^'
mil miembros en 1615), cuya diversificación y, sobre todo, cuya creció
dependencia respecto de los nacionalism os conducen a un um bral^?
tativo. Repetir o abandonar los o rígen es sería igualm ente ruinoso F
1600 el universo ya no es aquel, todavía medieval, en función del cual Ignañ
CIO
construyó un lenguaje. Sobre un punto capital, en particular, existe
UJJ2
uní
ruptura del equilibrio: la acción con la cual se articula “ el espíritu de!
Instituto” ya no es la misma. La especialización profesional y local de ¿
tareas acarrea distorsiones en las instituciones unitarias de la orden
Esos problemas vuelven a conducir a la espiritualidad. Su refuerzodebe
neutralizar la lógica “exterior” de las ocu p acion es y de su diversificación
También ahí resultará marcada una especificidad, que constituye a la vez
una identidad interna y una diferencia. Ésta perm itirá resistir tanto el domi­
nio de las tareas (pedagógicas, científicas, etc.) cuyas reglas escapan a una
determinación religiosa com o la presión de las pertenencias o las juris­
dicciones regionales, que se hacen más coercitivas. Por eso, bajo el gene­
ralato de Aquaviva, se multiplican las codificaciones internas.
Ejemplos de esto son la reglamentación del n o viciad o {Reglas del maes­
tro de los novicios, 1580); la generalización del “ ju ven ato ”, que aísla délas
comunidades a los jóvenes estudiantes salidos del noviciado (1608); el esta­
blecimiento de un triduum , o retiro de tres días, dos veces por año, previo
a la renovación de los votos para los no profesos (1608); la regularización
el tercer período, o tercer año de noviciad o al térm ino de los estudios
natio generalis 3, c. 3, aprobado por la quinta congregación general,
593 594;, la obligación de la hora cotidiana de o ración (1581) y del retiro
X^ ° a c^ez ^’as ^608); etc. Esta organización apunta a estrechar
, ,. e *as Pract’cas espirituales una orden que se disemina hacia las
estudio ,C,I^ S' J 0r ciert° . un trabajo análogo se opera en el sector de los
tenga una fun Studl0rum (prim er proyecto en 1585). Per° sm ^
métodos vin U° n ' importante; sólo m ás tarde esta c o m p o s ic ió n 1
más determin T ,Xc^ ° ^ cos formará un segundo círculo, que se voM
^ : : ntcr e la s r e ^ - ,iBiosas. r r i
pañía, esta codifi ' ' n‘‘ r(i<) 1 )c Angelis, entonces secretario de l¿» (-°n
Un conjunto de C* r ' ^ U° a ad m ' n *s ,ración espiritu al”. Sigue s^1
Procedimientos reguladores que dejan en suspenso la
H 1S T O R 1 A DE (.os JESUITAS , m

, n esencial: la posibilidad para la acción de ser, como en los c o m i e ,^


f L Compañía, el lenguaje de un espíritu común. Es difícil recurrir T
mas activid ad es, porque están cada vez más ligadas con las leyes SOc
f " técnicas de una exterioridad. Por tanto, hay un reflujo hacia un len'
U le del interior, indicio de lo que es propio” de la orden y de lo que e's
“distinto” de las tareas. La construcción de un "interior” es el trabajo más
„ente y se organiza en torno de una frontera que se debe encontrar y
eme juega entre los dos polos constantemente repetidos en los documen
tos de la época: nostrurn y ahenum (o peregrinum ), lo que es nuestro y lo
que es ajeno. Precisamente de este corte va a nacer toda una literatura espi­
ritual. Ésta se desarrolla al especificar, en forma progresiva, lo que es “ajeno
a| espíritu de nuestro Instituto”. Tarea delicada, puesto que, por un lado,
se trata de d e fin ir un m ixto (una vida activa y contemplativa),y, por otro
lado, un propio (una especificidad interior que se distinga espiritualmente
, __ 2
de las “obras” )

Dos problemas: los nacionalismos y el interior


Aquaviva persigue un objetivo global que se explícita a lo largo de sus treinta
y cinco años de gobierno: constituir un lenguaje común. Lo esboza desde
el comienzo cu and o p o n e en m arch a y concluye los Directorios de los
Ejercicios espirituales (1585-1599). Pretende obtener una “doctrina común"
sobre el método más cercano posible a la práctica espiritual característica
de los jesuítas. Pero el sostén que aporta a los historiadores de la Compañía
(en particular a Francesco Sacchini) o su carta sobre la oración (1590) obe­
decen a la misma intención: de este m odo instala una interpretación ofi­
cial de los orígenes; ubica la vid a interior del jesuíta a mitad de camino
entre la meditación discursiva y la pasividad contemplativa. Estas medi­
das también tienden a d efinir un discurso ortodoxo y unitario. Será la ' úi
regia o vía real”, que va a convertirse en el referente, indefinidamente repe­
tido, de las discusiones y los debates en el curso del siglo xvn.
Esta política espiritual responde a dos formas complementarias de una
misma crisis, su cara externa y su cara interna. Por un lado, el pluralismo
de*as naciones se introduce en la orden a través de una reacción contra el
Predominio español; por el otro, la “ laicización" del pensamiento y de la

*)rc *os Abates al respecto, véase infra. Algunas reflexione» se r


’ C()nlr>ir en Mabel Lundberg, Jesuitische AnthropobgU umi Erzkhunp*
i des Ordens (ca. 1540-ca. 1630). Upsala, 1966, PP-
‘ ,n,n¡stración espiritual, véase sobre todo P. de Leturia, Estudios tgnai. <•
fonu-' * 7 , pp. 189.378.
j~2 | [ l I U 6 A R O f l OTRO

acción se traduce por medio de divergencias fundamentales sobrc. ,


dón del "espíritu” ignaciano con las tareas cada veZ más
leves de la sociedad civil. Estas dos cuestiones también se refiere?^
evolución del mundo donde se encuentran comprometidos los je " 3'»
A La casis española confronta la organización religiosa con la ío
(nacionalista) de la actualidad política. Pero adem ás pone en d is c u ^ ?
fidelidad a orígenes considerados castellanos o españoles” más qUev
eos, incluso en vida de Ignacio. Si la preponderancia española” ref]c,
en la Compañía una situación europea, entre los jesuítas carga en su ha|*r
con un privilegio ligado con la fundación. Por eso es evidente en toda'
partes, por ejemplo en la jerarquía rom ana de la orden o, en las pr0vin!
cías italiana y francesa, entre los profesos llam ados “ de los cuatro deseos'
(el grado más alto).
Impugnada por Aquaviva, esta posición privilegiada goza del apoyo
del papa Sixto V (f 1590), que necesita a Felipe II. En Roma, donde victo-
rías y derrotas se miden en exilios o retornos, las influencias pueden cal­
cularse según las presencias. Así, de vuelta en esa ciudad gracias al rey de
España, José de Acosta, provincial del Perú, trabaja para la causa espa­
ñola. Se gana el favor de Francisco de Toledo (m u y influyente en la curia,
elevado al cardenalato en septiembre de 1593). Éste no es ajeno al pro­
yecto que, en 1595, consiste en librarse de A quaviva haciéndolo nombrar
en la sede de Capua.
La estructura de la orden está en ju ego. ¿Resistirá su coherencia las
pertenencias de sus miembros? ¿Sobrevivirá el “ lugar” religioso a los recor­
tes nacionales!' El 15 de diciembre de 1592, Clemente VIII aprueba una quinta
congregación general, prácticamente impuesta a Aquaviva. Ésta debe diag­
nosticar los males y estudiar los “ rem edios” relativos a las instituciones.
Por lo demás, está reforzada por una com isión A d d e trim e n ta cognoscenda.
el 3 de no\ iembre de 1593 al 18 de enero de 1594, esta congregación oscila
r | Fe mec^ as que apuntan o bien a controlar la independencia del gene-
3 de diciembre se considera realizar la reunión periódica de con-
gregaaones generales), o bien a garantizarla (por ejemplo, el 21 de diciembre
dad se e - ^ ^ comProi™ sos políticos de los jesuítas). La espirituali-
Pero toda Pr’nc‘Pa*mente en esas form as prácticas de la vida religiosa-
ñol preccH !lLrd,ura crítica y "reform ista”, a m enudo de origen e>pa

A^sarUr de C° mPaña ° ^ « * « la unidad,


vincia francesa IvN ^ ^ ^ ^faldonado, n o m b rad o visitador de la F r0
Alrededor de r ^ ^UStOS ^ant° s sobre la Com pañía que se p i ^
C°rnpañía se arr! •' 3 C*CSUn' <^n entre las au to rid ad es romanas de 3
CreC,enta- E1 « ¡« e n te de Alem ania, el fogoso Paul H o *
“ »om t i io s {

Aplica 135 memorias contra las innovaciones, sobre la divisi6„ de 1 „


v ¡obre los remedm: por ejemplo, De amone anima,um ¡„ J ?
* y P ‘ i m p e d í ™ " * 1 uae ° bslaM w stúutioni futurorum superioru„ ]

V'nílnriempio. más tardío: el portugués Hernando de Mendoza coro


p r o n t o t r a d u c i d o s y publicados en francés ( 1 6 0 9 ) , sus Advi, de

C , á, , réformer
" cn la Com pagnie des ¡ésuites,*
r é f o r m e r en ¡ésuites,' informe “ presentado present; al
(JM i _____ r l p i A n R P 1 r \ í^ « ______________________________ ___________
' M v a la c o n g re g a c ió n general” de 16 0 8 . Él pide que se suprima el gene-
Pa
PT vitalicio; “ q u e haya com o un general en España para todos los
asun-
o !T c aquesta” ; “ que si un general resulta ser extranjero [las cursivas son
mías], que el otro que siga sea españ ol” ; que el tiempo de la formación
s e a reducido para “ que tantas personas no salgan de la Compañía, como
se hace todos los días, al cabo de veinte y treinta años, de manera que hay
muchos más afuera que adentro” ; etc. Aparecen otras Memorias, como el
Discours du pére Jean M a ria n a , jésu ite espagnol. Des grands défauts qui
sont en la forme du gouvernem ent des jésuites, publicado en 1624 o 1625.5
B La crisis espiritu al. El térm ino extranjero califica también la corriente
“espiritualista”, que se extiende a fines de siglo por Italia: por sus diferen­
cias respecto d e las instituciones, esas irrupciones “ místicas” y peregrinan­
tes son inmediatamente sospechosas para las autoridades; y lo serán cada
vez más a lo la r g o del siglo x v ii. Sin duda, en los jesuítas, los vínculos ori­
ginarios d e la Com pañía coinciden con los alumbrados* españoles y con
los círculos franceses o renanos de la devoción afectiva. Pero, a fines del
siglo xvi, se trata de desvíos que alejan la experiencia actual de los textos
establecidos. En los textos rom anos se opone un “extraordinario” a lo‘ ordi­
nario” ; lo “extranjero” a la regla. Linguarum confusio, dice Paul Hoffée al
respecto, de un térm ino am bivalente que traduce como “desorden ! con­
fusio babilónica ) y d on d e otros reconocen un signo pentecostal. Bajo el
generalato de Aquaviva, tres elementos intervienen en el malestar que repre­
sentan estos surgim ientos.6

3 Respectivamente en a h s i , t. x x ix , 1960, pp. 85-98, y t. xxvi, 1957. PP- 46-48.


4 París, BN, Fondo Francés 15781, fs. 356-384 v.
5 Véase sobre todo B. Schneider, “ Der Konflikt zwischen Claudius Aquaviva und
au! tt°ñaeus”, en a h s i , t. x x v i, 1957, pp. 3-56; t. x x v u , 1958, PP- V 9-30*- ^>ara "
^nit-ccdentes, A. Demoustier, “ Difficultés autour de la profession en Frange se
rbia et Mercurian”, en ahsi, t. x x x v u , 1968, pp. 3>7'334 (el malestar pro>
P r a selección” en el interior de la Com pañía).
6 Del ^ n Cn ° r'^ 'na^ de aqu¡ en adelante. (N. del 1 .|
en tenerse en cuenta especialmente los debates sobre la oración, eai ■
0enuns, La lettre du P. Claude Aquaviva sur l’oraison , en Revue
174 | ¡, l«<« »H 0t»0

Primero, como vim os, * opera un a s m a en ,re las "obm ¡-


Influidos por esas obras tran sfo rm ad as en tareas, muchos «e s ¡
ntu
Ies* (una palabra peyorativa, co m o lo s a d je tiv o s n u evos" 0

le están adosados) tienen un m o vim ien to de retroceso v 0i


> n ter,
Z 'compatibilidad entre la ley de tales tra b a jo , y
unión con Dios. Reclaman un retorn o a la trilo g ía prim itiva de los J *
icrios que a menudo, en Ignacio, d esign ab an los tres verbos predica, „
rcnar" (entrevista y dirección esp iritu al) y d a r los Ejercicios. Esta tí¡|J
indicaba entonces cóm o el “co n tem p lativo en la a cció n " podía "e„cont¡ ;
a Dios en todas las cosas” ; pero, según estos espirituales, eso no corre,
ponde ya a lo que se hace realmente; las cien cias, las controversias, la m
rica y la organización pedagógica distraen de D ios. H ay que reemplazar
esas ocupaciones para ellos nuevas , m u n d a n a s y peligrosas para la pureza
del corazón por obras “ puram ente esp iritu ales”. Es un debate fundamen­
tal sobre aquello en lo que se convirtió “ la acció n ” y aquello en lo que puede
convertirse la contemplación , en una so cied ad diferente de la que sirvió
de postulado a la espiritualidad o rigin aria.
El debate es complicado p o r las in v e rsio n e s d e sen tid os cuyo objeto
son las mismas palabras. Los espirituales co n sid eran nuevas las tareas en
adelante ubicadas bajo el signo tradicion al de las “ o b ra s”, pero sus críticas
de la acción chocan a sus adversarios c o m o u n a traició n y una novedad
respecto de la doctrina tradicional. La m ism a fó rm u la ignaciana, “aban­
donar a Dios por Dios”,7 va a designar o b ien la “ desapropiación perfecta'
en la desolación8o bien la justificación del tra b a jo en detrim ento de la ple­
garia. Las fórmulas antiguas no garan tizan el esp íritu .
2°. Para elucidar estas cuestiones, todavía no hay grandes textos doctri­
nales. Las obras existentes se refieren esen cialm en te a la práctica, provie­
nen de sermones o de pláticas,* y siguen sien d o p ro d u cto de minores, La
Compañía se alimenta, pues, de obras im p o rtad as, antiguas o recientes,que
son seleccionadas según su “ utilidad” para el “ ejercicio ” de la plegaria y de
las cuales las autoridades jesuitas tratan de e lim in a r (con form e a criterios
por otra parte bastante móviles) lo que es “ a je n o ” al “ espíritu de nuestro
Ant r a ^roce<^e 3 su in t e r p r e t a c ió n , c o m o a la de los autores déla
g e a .El lenguaje propio sigue sien d o u n a relación con ellengua)e

du R Claudt Aquav " ’ '936,,PP’ 313' 32I>Y Bernard-Maítre, “ La genésc de la l«*tr


7 Véase P. Ribadene v * ° raison ct *a pénitence”, ibid., t. xxxvn, 1961. PP 4 5 1 5
8 (‘■B l o n d o Fsserñyra’ • ,y,nat" Loyolae, Roma, 1586,5a parte, cap. 10.

tn español en el c,r¡( '¡'T ‘l'Ue' et*' de Certeau, París, 1966>P -1,75‘


“ Jrigmal. |N.delT.|
H IST O R IA OI IO S I I S U I U S l V75

n0 se explícita sino de form a indirecta, a través de la selec-


de los ° " 0S;unCiado de las “ m aneras” de tratar un texto o utilizar una tra­
bón y de1 en cs decir, a través de las reglas de una práctica, la praelectio.
dición er^ jnterior, por lo tanto, contrastan con los escritos místi-
L° S CS¿n in del norte o del sur, de los renano-flamencos o de la escuela
c0s que lleg|l" de esoS “ am antes de Jesucristo” que son Gertrudis d’Helfta,
^ ' T p o l i g n O ’ Catalina de G énova, Magdalena de Pazzi, etc. Esas voces
ÁngCla l tivas obsesionan a los grupos “ espirituales” Liberan restriccio-
£0ntemP a ^ ¡reaorios p onen a toda interpretación mística de los Ejercicios."
nesque los ^ literatura pobre, esa rica literatura del exterior abre venta-
^ lad° ^ residencias. Tam bién aparece com o una fuga ad extra. Esas lec-
nas en l# * * ^ ¿ 3 5 secretas al extranjero, tan peligrosas para unos como
turas oper^ rQS la disipación al exterior." Un trabajo intenso, a comienzos
loeSp?rax°VU) c o lm a r á esa falta y construirá un cuerpo doctrinal.11
del1 0' lgPor
° ultimo,
-u-Lr, A m ism
- o éxito parece. desarrollar un malestar cuyas maní-
- • nes internas a la C om pam a coinciden con las criticas que le dirigen
[ ^ T °¡e x t e r io r Todavía cercanos a su fundador (“ un hombre de este siglo”,
í W i n c in c u e n ta arios m ás tarde), ¡n o se ven llevados por sus traba-
í mn se les reprocha en R o m a , lejos de las “ virtudes sólidas ’ que él
' I r í a para su “ pequeña co m p añ ía” ? M ás sutilmente, el éxito de losjhijos"
acarrea una diferencia creciente respecto de los orígenes y (muchos tex­
tos lo sugieren) la inquietud cu lpable de traicionar al padre.

La encueva De d eln m en tis soctetatis ( 1606)


Va el 27 de septiem bre d e 1585, A q u a v iv a pide a Lorenzo Maggio q
blezca un expediente so b re el tem a. C u lm in ad a a fines de nov,embre <i
1585, entregada el 24 de e n ero de .58 6 , la M em oria a n a l ® las dehuena
de la compañía, sus cau sas y su s rem ed io s.1' Insiste en a urgenu

10 Véase Directoría Exercitiorum, Roma, m h s i , 1955»PP- 301


11 Sobre las lecturas espirituales, véanse J. de Guibert, La , rindec
Compagnie. .., op. e l pp. 20,-208; F. de DainviUe,“ Pour 1 h ^ ir e d e l -
1ordonnance du P. M ercurian SI sur 1 usage des li' res pro 1 ^ v u w y# ,
et son interprétation lyonnaise en 1597” en Recherches i <• seter.
t. xlii, 1954, pp. 86-98. . Ariouez Ejercicio
12 ^ Álvarez de Paz, De vita spirituali , Lyon, 1608; Alfonso rsíí¡ru
de perfección y virtudes cristianas , 1609; F. Suarez, De v,rr* r* ^
1608-162.5; P. Coton, Intérieure occupatiotu 1608; L. de La u ^fectionibus
V-R Baltasar Álvarez , 1615; L. Lessius, De sumnto bono, 1W5»>
noribusque divinis, 1620; etcétera.
1 nacyis societatis et remediis , a r s i , Inst. 107* te.
i ; <¡ |

fo rm a c ió n para la oración. Entre 1 5 9 3 y . 594 , la comisión A d¡l


c w w x en d a retoma el asunto. "« *
F i n a l m e n t e se decide hacer una encuesta general; a la vc2, se de|>n,

Circular las cuestiones latentes y poner de m anifiesto el le„ guajc "* *


V
_ *_- __________________________ 4 •. .
. I • •
'•*1 ritiA , / v||

expresan las interrogaciones o las asp iracion es espirituales. Cad que


a con.
erogación provincial debe reunirse y en viar una relación s ó b r e l o ^ '
cit” que comprobó, sobre los “ r e m e d io s ” q u e se ensayaron, sobrc
r e s u l t a d o s , y también sobre los medios de garan tizaren el futuro una
fidelidad. Cada jesuíta tiene también la p osib ilid ad de dirigir a R o ^
memoria sobre los mismos temas. 1:1 exp ed ien te de la encuesta Dedyr¡
mentís (1606), sondeo de excepcional riqu eza, se encuentra en Roma/'
Los diversos capítulos que propone este exam en (gobierno, fidelidad a
las reglas, caridad fraterna, pobreza, fo rm a c ió n interior, entusiasmo por)!
oración, etc.) están desigualmente rep resen tad o s en cada provincia. P0r
ejemplo, en Alemania o en Lyon, la atención se dedica más a las institu­
ciones y las reglas objetivas, m ientras q u e en París o en Aquitania domi
nan los problemas espirituales.
Según estas memorias que suelen d eb erse a h o m b res eminentes (por
ejemplo, los informes franceses llevan la firm a de L ou is Richeome, Pierre
Coton, Étienne Charlet, etc.), el ju ic io q u e u n a generación hace sobre sí
misma es severo. Entre los déficit que p o r lo gen eral se observan en espi­
ritualidad, sobre todo se deslindan dos puntos:
i°. El autoritarismo de superiores q u e se p re o c u p a n m uy poco por la
formación espiritual y que se atien en a la a d m in is tra c ió n . Una mejor
elección de los superiores aparece incluso, a q u í o allá, com o el remedio por
excelencia: la enfermedad del cu erpo se c u ra en la cabeza. Encontramos
entonces ese punto de vista en el Brevis tractatus D e adhibendo remedio iis
quae autjam in societate irrepere autin eandem irrepere in posterwn
possent o en P. Hoffée.‘s

a ( ^ dcsequ¡librio creciente entre los ejercicios espirituales y las tareas


t . s cslas ocupan cada vez m ás el interés y la vitalidad de los jesui-
allí d I aS ^UC *°S Pr' meros se vuelven exangües y form ales precisamente
práctira /H? UCn v'8entes (en todas partes se o b serva un retroceso en I-
de ia oración y de la lectura espiritual).

ejemplo, c*n 1 6 1 1 n ' Un u a u,'l>zará varias veces este procedimiento; por


“ niformitatcdoctrina ■' C° nSU.lla 8cncral de los teólogos Pro soliditateatque
respuesta* están d a tT ^ Í u" ' versam societatem (a r s i, Inst. 213, donde las

,,t e w s ' ' « “ '“ -


supcrioribust arsi S( &
* ’*r 42-52;
in das)-
P. i lofféc, De creandis. idotiits

^ 20 ^»PP. 289-295.
« S 'M I» »í U S l f s , „ „ ,

c¡ nos atenemos a las categorías que organizan la may„rla de


" las del adentro y del afuera, puede decirse que la encuesta díaT

‘C c" “ rdcn d PCligr° ^ Ver,? r$e a' eXte" 0r: Una ^ a d a le rJ a


F ,°r« P resi” " ' mUy freCUen' e ' tam " m a *lemorra8ia V un ga,,»
e X C C S ¡v 0 -

r| peligro de la expansión “ hacia afuera"


Hay aquí una re a cc ió n de fondo. M ucho tiempo empujado por una extraor­
dinaria fuerza centrífuga, creador de obras y de misiones en condiciones
a menudo a le a to r ia s y m iserables, todo el cuerpo parece experimentar el
l,nor a perderse en su actividad y a alterarse en la relación con el otro. El
detalle de las respuestas indica en todas partes un gesto de retirada: la nece­
sidad de un recentrado, de una identidad y de un reagrupamiento inter­
nos, un retorno sobre sí. Luego de sesenta años de misión, comienza el
tiempo de la espiritualidad, que tam bién será el de la instalación.
El movimiento que se traduce en la encuesta de 1606 tiene la misma sig­
nificación que el trabajo de centralización que se realiza entonces en la
orden: la vitalidad de los p rim ero s tiem pos se congela; el “espíritu'1 se loca­
liza; las instituciones se construyen una armadura; se constituye una orto­
doxia propia. En la encuesta, esto sólo aparece en negativo. Sin embargo,
los “peligros” y los “ déficit” ya dibujan, com o su revés, la obra de preserva­
ción que lleva a cabo la ad m in istración . En la Compañía europea del siglo
xvii, el establecimiento reem plaza a las obras ambiciosas, hasta temera­
rias, del siglo x v i. Así, las “ m ision es” (“ extranjeras’ o “ populares i harán
el papel de exterioridad respecto de los “ establecimientos europeos v urba­
nos. De igual m odo, respecto de las norm as doctrinales que se impon­
drán a la enseñanza superior jesuíta europea, la audacia intelectual se exiliará
en las universidades y e n las fundaciones lejanas (Lima, Pekín, etc.'). La mis
tica se encontrará en las cam p iñ as o entre los “ salvajes.
La orden se estructura fortifican d o un interior (donde la espiritualidad
de acuerdo con nuestro Instituto” representa un papel esencial1 distii.
guido de un exterior que co m p ren d e no sólo a “ los o tro s, sino también
cara Ia actividad religiosa vuelta hacia el mundo o hacia el extranj
^na ^gica de la interioridad hace entonces contrapeso a la dv a d.~
nac¡ón apostólica. . .
Esta A c c i ó n es p r o v o c a d a p o r lo qu e puede llamarse el peligro < e
,recer’ lIUe afecta d u ran te m u ch o tiem p o a la organización de la Ce I*
e lesús. Se in scrib e sin d u d a en la contin uidad de la t\oiUtu ¡ i
a yj a Ignacio a e q u ilib ra r con una autoridad fuerte la disper* t
l7 g i El I U 6 A R O E l OTRO

crinante de los miembros. Pero com ienza una etapa nueva. La reia .
dd centro con la expansión, en la m ism a orden, se convier,e en u * *
binación entre una interioridad garantizada y una exterioridad mT'
La solidez de un conjunto de reglas o de textos para todos” es el D ' ^
lado que permite la flexibilidad dc una adaptación relativa a |0s T *'
O
conveniente a “ la utilidad de las alm as”. La m aleabilidad de l0s jesuT’
¡s
para las necesidades d e cada sociedad su p on e su anclaje en un sitio *
regido y fijo que, por su parte, no depende de la relación con el otro, u
zona reservada, y de observancia estricta, crea la distancia que permite
abordar el “mundo” con el m odo de “ lo ú til”. Por tanto, una restricción
afecta la participación. Multiplica sus posibilidades en la medida en qil"
disminuye su riesgo.
En todo caso, las formas que adopta la adhesión a las tareas sociales o a
la cultura contemporánea, en principio, siguen siendo un lenguaje segundo
de donde resultan a priori excluidos la seriedad de un desafío total y el
brillo de una creación original. Pronto esto se reconocerá en cierto con­
formismo en el pensamiento filosófico, co m o en el color un poco apa­
gado o, inversamente, en las brillanteces demasiado afectadas de la escritura.
Otro indicio: la acción y la expresión jesuítas, en sus orientaciones, privi­
legian un lenguaje para el otro (pedagogía, teatro, “m isión popular”, etc.)
o el lenguaje objetivo de la erudición y la ciencia. Por ese lado, otorgan el
estilo de la Compañía a un arte “ b arroco” de la fachada; también per­
miten grandes logros en el orden del saber objetivo. Pero dejan intacto un
lenguaje del interior, que es el lenguaje prim ero y fundam ental, conservado
en las residencias y que constituye el lugar donde se juegan las cuestio­
nes decisivas.

consecuencia, no es sorprendente que, en una orden activa, el len-


guaje espiritual adopte tal importancia en el curso del siglo xvn. En este
^os Abates ponen en entredicho la base del sistema, sobre todo
, ,lentan contra la distinción mism a entre los dos lenguajes, ya sea
o 2 aaaS 3 *3S normas Ia espiritualidad (tendencia “mística )
des d e?" 1 espiritualidad con la “ utilidad” que gobierna las movilida-
venir que' PtaC'.Ón f tendencia laxista). No im porta qué ocurra con el por-
seguridad im ** cstruclura instalada bajo A quaviva, ella establece una
lucionales Asi ^ ^ doctr' na Y un conjunto de regulaciones i»st>
en el siglo xv,,SC COn$tÍlUye Una esPecie de “ refugio”. El movimiento que.
un equivalente en A
U ' rear una ruptura con el “m u n d o ” aquí ya t¡ene
ble, para el interir • l? ° ^ ° de csa distinción entre dos lenguajes, uno esta
en el caso de la (V ° °-!"0 ^ Usta*5*e>según la oportunidad. La diferentia’
1 '11,11 ladica en el hecho de que el corte no está u 1
H'STOR.a oe los i e s u i t m I 179

cn el m ism o sitio . Lo q u e re c la m a la encuesta de 1606, en


,en suma.con-
í l h política de A q u a v iv a : es la c o n stru c c ió n de una front
rontera y de un

Fl retrato del Padre y la literatura interna


Se pueden destacar dos signos de este establecimiento: el acondiciona-
miento de una imagen oficial del fundador y la multiplicación de una
uad usum nostrorum tantum ”, es decir, un retrato del Padre y un
literatu ra
lenguaje de familia.
A. La imagen del fu n d a d o r. La Vita Ignatii Loiolae de Pedro de
Ribadeneyra, testigo del prim erísim o equipo ignaciano, marcó una época.
Hasta la beatificación (1609) y la canonización (1622) del fundador, hay
siete ediciones latinas (N ápoles, 1572; Madrid, 1586; Amberes, 1587; Roma,
1589; Ingolstadt, 1590; LYo n >! 595; Colonia, 1602), siete ediciones españolas
(1583,1584,1586, 1594> 1595» 1596 ,16 0 5 ) , dos italianas (1586 y 1587), tres
francesas (1599» l6o7 Y 1608), una alemana (1590) y una inglesa (1622). .Al
haber partido del sur y perm anecer mayoritariamente española, esta difu­
sión está escandida por las modificaciones del texto. Primero con una tirada
de quinientos ejemplares y reservada sólo para el uso de los jesuítas (1572),
la Vita provoca reticencias que explican la forma revisada en que será ree­
ditada bajo Aquaviva y, desde 1573, la puesta en marcha de otra Vida, soli­
citada a Gian Pietro M affei.16
Aquaviva, en efecto, pide a Ribadeneyra (poco entusiasta ) que corrija
su libro (por ejemplo, en 1584, p or lo que respecta a las instituciones y en
particular a las casas de form ación). Hace publicar el manuscrito de Maffei,
listo desde 1579, De vita et m oribus Ignatii Loiolae, editado en 15S5 simul­
táneamente en Rom a, Venecia, C olonia y Douai. Este lanzamiento euro­
peo pone en circulación un retrato más oficial, también más objetivo, menos
familiar y personal que el de Ribadeneyra, y que representa una visión mi*
gubernamental” (depende de Polanco, secretario de Ignacio de 154 a ’ó -’0’
intérprete del fundador en la lengua de la moral antigua y de la tradición
cr>stiana). Las dos obras van a ser opuestas incesantemente: imagen do
doblada, cambiada poco a p oco .1' De igual modo, entre 15. ) !' -r- ^'h'

ñ’ntís narrativi de S. hnatio. Roma. mhsi. 1960, t. ni. PP- 209--16.


kSo i n tu6 ÁHof( orno

\c Ignacio ^ue lm ó en'«S.»®*


• el reuat° „rí\os” (enportugués)quemsw
ten en el r'fc *
a la co yu n tu ra."
En la iconografía ignaciana, tam bién se pasa del caballero d ,
crino, del superior en hábitos rom anos, o de los episodios cercanos \ T
«wctorum y de Ribadeneyra, al fu n d ad or en hábitos sacerdotales a|
tifice, o la exposición de los textos legislativos garantizados p0r ¡a ¡P°n‘
ración divina.19 Las modificaciones del retrato de Ignacio no conejeé
solamente al retorno a las fuentes (cada generación se forma a su i ^ !
una imagen de los orígenes), sino a la m anera en la cual es posible ser fie’
al espíritu inicial. La ejem plaridad de la vid a, tal y com o la represen',!
Ribadeneyra, se inscribe en la concepción que hace de la “ vocación" del
jesuíta una derivación perm anente de la g ra cia personal del fundado-
(como lo pensaba J. Nadal). Este enfoque, que pone el “ espíritu” en lacón,
tinuidad de la gracia manifestada p or los ep isod ios de una vida, es reem­
plazado poco a poco por el que hace de los textos y las reglas la mediación
objetiva del espíritu: es una fidelidad más institucional, por lo tanto, v tam­
bién más técnica. Pasa por leyes y una escritu ra. M ás tarde, los “nuevos
espirituales” del siglo x v n criticarán esta co n fo rm id a d a las institucio­
nes y a un saber, para promover una fidelidad a la iluminación interior y
un conocimiento espiritual “ de las g ran d ezas de ese gran santo oculto
incluso a la mayoría de sus h ijos” (P. C h a u v e a u , in fo rm e de i63i).:o La
representación del fundador expresa la d efin ición que la orden se da de
m ism a.21 i . ■

18 Fontes narrativi de S. lgnatio, 1 .1 , ed. de F. Zapico y C. de Dalmases, Roma, mhs¡,


1943, pp. 527-752; Memorial, trad. e introd. R. Tandonnet, París, 1965. Véase
o rigues. Historia da Companhia de Jesús na Assisténcia de Portugal, ts. 1-11,
Pono, 1938, pp. 293-329. ■ • ’ *v ^ j
G d "r ^emur’ ’ ^ naz’° nell'arte dei secoli x v n e x v m , Roma, 1929;
de I ^ ^ ma*S0n’ Sfl,ní lgnace de Loyola, París, 1930. Véanse las vidas ilustradas

i622^on°’ Ch m° 13 V Í t ü K P I g m t i' e d ‘ d e N - Lanrici115 y R Rinaldi>Roma’ m '

o la Vita ^ ^nla ' ^ ° S ^ ™ nas g ib a d a s , se dice, a im itación de Rubens;


el texto de RiK a ^ ° cpres$a' Amberes, 16 10 ,16 22, París, 1612, inspirada en
según las „ir, f yra con los cat°rce grabados de Cornéüs y Théodore Galle,
op. aI. pp’ , Can de Mesa-Véase R de Ribadeneyra, Vita IgnatiiLoyo

m Ü

¿ “xéiique et de ^ ^atern*^ et médiation du fondateur d ’ordre* en RW*


áu temps* ( ^ m/UU{Ue> U XL' 19Ó4>PP- 393*426, y M . de Certeau, uV épf& 'e
*La debilidad d • ^ f a^ esse de croire , París, 1987» PP* 53’74 .tr3
Buenos Aires, Katz editores, 2006].
« l« ,

a U„a W eram a m tenor. Tod avia mal es,ud,ada, sin embargo « * * .


, “ ble. m ultif°rnie’ ^ desarrolla una literatura “ reservada para «, ¿
f os nuestros” y que circula en las redes .m em as de la Compaftia de
d cuvo espíritu y práct.cas especifica. Lrteratura de bolsillo- se t , » ¡
general de p equeñ os lib ro s m anejables. Son Regios, M ix¡
£ lencas, Apotegmas Epístolas de padres generales, M us,ría* y ^
nrmuloe, Decreta, Indicuh o Censurae, extractos y “ antologías”; en suma,
l i t e r a t u r a seca, fuerte y poco modificable, que acompaña a todas par-

UI1Sal jesuita y que organiza secretamente su actividad.11 Estas publicacio-


** se deben a los impresores de las principales ciudades donde se instalan
jos jesuítas.
Por lo m enos deben señalarse dos rasgos. Por un lado, estos libritos impli­
can a m enudo notas m arginales; suelen señalarse con páginas dejadas en
blanco. Hay una continuidad entre el texto oficial y la voz personal. El ano­
nimato de la regla o de la m áxim a se articula así, visiblemente, con una
experiencia espiritual. A m e n u d o estos agregados son muy generales.
Parecen indicar una superación del corpus jesuita. Por ejemplo, sobre un
ejemplar de las Regles de la C om pagnie de Jésus,li el usuario anotó (res­
peto la ortografía del original]: “ N o tomarás el nombre de Dios tu Dios
en vino”.* La ley del D ecálogo viene al margen, abriendo en el texto de la
Compañía un espacio religioso más amplio. Hay muchas notas de este tipo,
pero habría que poder situarlas en un conjunto.
Por otra parte, la fijeza de los textos sólo es aparente. La selección que
privilegia docum entos y au tores m uestra una evolución rápida bajo
Aquaviva: el general tiene la m ejor parte en las antologías de documentos
oficiales. El corpus que establece b o rra el recuerdo de los orígenes o, lo
que equivale a lo m ism o, testim onia la rapidez con que una distancia se
creó respecto del trabajo de las prim eras generaciones. Así, un ejemplo
entre cien, en Les epistres des peres généraux auxperes etfréres de la Compagr.it
de Jésus (Toulouse, 1609), tenem os solamente dos cartas de Ignacio -una
de Laínez, una de B o rg ia - p or ocho de Aquaviva, que ocupan arcada qui
nientas páginas sobre las seiscientas veinte del volumen. Se imponen un
actualidad y una doctrina.

— Lru primera lista de estas ediciones se encuentra en C. Somnierv gdL ^


^ 2.r" Lo>'ola , en Bibliothéque de la Compagnie de Jésus. op. cit.. t. v . *-
3 ont-á-Mousson, en M elchior Bernard, 16 14 .23 * PP- 6 x I0' . vano*.
^gundo mandamiento sostiene: “ No tomarás el nombre
[N. del E.)
l8 2 i E l I U 6 A R DEL O T R O

S IG L O xvil F R A N C É S '’ 4
EL

Una geografía J e ¡a práctica


El edicto de Ruán (1603) restablece a los jesuítas desterrados en ,5g ,
competencia de cuatro parlamentos (París Ruán, Grenoble, Renn¿ ek
artículo 4 les exige un juramento de fidelidad al rey. Inaugura Un de.'’ Su
rro-
lio muy rápido que quedará m arcado por la am bigüedad de la pioteJ *
ión
real y que se pone en marcha a partir del sur, con los “restos del naufr
gio” de 1594 “en nuestras ciudades de G uayana y de Langued oc” n
Richeome, Plciinte apologéticjue..., Burdeos, 1602).
Algunos informes contem poráneos p erm iten aclarar la situación en
particular las memorias que Pierre C oton ( f 1626) presenta a Enrique IV
en 1605.25 Coton indica su contenido (constituido a partir de expedientes
enviados por cada colegio) cuando escribe a Lorenzo Maggio (15 de febrero
de 1605): “ Hace ocho días ofrecí un doble catálogo a Su Majestad, uno de
toda la Compañía, el otro de los ingresos de las casas y colegios existentes
en Francia".
En 1608, la sexta congregación general añ ade a las cuatro “asistencias'
de la Compañía (Italia, España, A lem ania y Portugal, que incluye a Brasil
y las Indias) una asistencia de Francia; Louis R icheom e es su primer res­
ponsable. Por otra parte, Enrique IV, a través de una carta suya que se lee
en la congregación general, hace saber a A q u a v iv a que desea “ tener un
quinto (asistente) particularmente para m i reino donde la dicha orden
ahora está tan acrecentada” (6 de enero de 16 0 8 ).26 Por último, se crea una
cuarta provincia francesa (1608), la de A q u itan ia, que acentúa el predo­
minio del sur (tres provincias: Aquitania, T oulouse y Lyon) sobre el norte
pro\ inda llamada de Francia” ). Esta polarización mediterránea y sudista
bC “ lurhcnclra>aunque se atenuará durante la p rim era mitad del siglo.

i. de < * *
¡ittérairedu sentid T-" " " °P' CapS' 8 ^ 9; H ‘ Brem ond> ,
tomos, V v I T gleUX en Frmce’ 11 vols- París, 1929-1933. sobre todo los
et ses lendemains” • * rance’ Vl- ^ grand siécle de la spiritualité frangí*
L La de sPiritualité> v , 1964» cois. 917-953!
Etique, xvf-xv„< ' ! moderne, París, 1966, cap. 11; M. de Certeau, Lafable
Mé*co, UniversiHa ^ * an'S' 1982 ltrac^- esP - La fábula mística, siglos xvi-*uu

^ Ci^oenH.Fou u y' 74.fs.7-24.


I!I>P- *3 . V>Hijoire de la Compagniede Jésusop. cit.,
Oí 1 0 1 ,

. h muerte de E n r.q u e I V. en .6 ,0 hay ,.379 jesuítas inscrito, en 1„ ,


l o s de las p ro vin cias fran cesas (habrá m is del doble en ,700, “
Aauitania. 267 en Toulouse, 437 en Lyon, 462 en la provincia de Francia
Z dC may° r “ nCe" ' r; f " seencuentran en el su r , 24
L Burdeos, .07 en la c.udad de Toulouse, 97 en Avíñón, 93 en la ciu-
Tadc Lyon, 68 en Tournon, etc. En la m.tad norte, los dos puntos fuertes
„ los colegios de P o n t-á-M o u sso n (80) y de La Fléche (63). En París
- jesuítas. La m ed.a de edad es relativamente elevada respecto del
niunto de la población francesa (en 1606, en la provincia de Lvon, es
Je 54 anos: el 40% de los jesu ítas tiene más de 40 años). A juzgar por
algunos sondeos, p rim e ro se reclu tan sobre todo en el mundo de los
oficios (abogados, ju e ce s, p ro cu rad o res, notarios reales, etc.), pero, a
comienzos del siglo x v u , se ve crecer la proporción de hijos de burgue­
ses o de magistrados.2'
Su form ación está profundam ente marcada en particular por Italia y por
España: literatura religiosa, estadías, presencias de jesuitas italianos o espa­
ñoles, etc., multiplican los intercam bios a través de los Alpes y los Pirineos.
Con excepción de A viñón, N an cy y Toulouse, hay que esperar el inicio del
siglo para q u e se creen “ casas de probación”, centros de una elaboración
espiritual propia (Ruán, 1604; Lyon, 1605; Burdeos, 1606; París, 1608).
El esfuerzo de instalación es tan absorbente que, a la inversa de lo que
ocurre en España, las partidas m isioneras al extranjero son poco nume­
rosas. Se orientan en un p rin cipio hacia los “ turcos”, interlocutores medi­
terráneos tradicionales (m isión de Constantinopla, 1609), luego hacia los
“salvajes” del Nuevo M u n d o (Canadá: primera partida en i6u; primer esta­
blecimiento en 1625). M argin al hasta las fuertes emigraciones de reclutas
franceses en el C anadá (1644,1653 y 1659), esta experiencia tiene sobre todo
una repercusión id e o ló g ic a con la introducción de las Relations de ¡ ¿ 1
Nouvelle-Fratice (1632-1672) en la literatura del interior. • •
Sin embargo, aunque las cartas de m isión privilegian la experiencia \
la observación, la enseñanza francesa las utiliza con una perspectiva dov
trinal y libresca.28 U nas dan la descripción de las particularidades locales,
mientras que la otra explica un saber com ún y buenos u>os, difunde
Unu regla” (parisina, nacional, rom ana) y, com o en geografía, manifiestí

^ ¿anse F. de Dainville, “ Le recrutement du noviciat toulousain


*5/1 a 1586” (1956), retom ado en Véducation desjésuites (xv i ’- xv i f -
7 M" M- Compére, París, 1978, pp. 74-80, v A. Demoustier.“ U s catalogue*
° u Personnel de la Com pagnie de Jésus. Étude partielle pour la provmce d e ­
is F T m0^ ' la’ ^ n‘versidad de Lyon, 1968.
1 Dainville, i ¡ ¡ géographie des hunumistes, París, 1940, PP- -W0
l8 4 i a lugar D ti OIRO

«una au sen cia dc curiosidad region ahsta « La m ism a Francia, de<H


guerras de religión, aparece co m o una reg.ón d o n d e se juega el equ
europeo entre dos cristianism os,'0 Por co n sigu ien te, m oviliZa en e, '' 1^ |
lugar el espíritu “ misionero” Al respecto, d o s fechas importantes son T °
toma de La Rochelle, y 1685, revocación del edicto de Nantes.
Un pequeño núm ero de colegios q u e reú n en grandes comunidad
ése es el modelo organizativo antes de q u e en el transcurso del s¡gl0 $
diversifique en establecimientos esp ecializad o s a través de todo el
torio francés (en 1610, 45 estab lecim ien tos, en tre los cuales 38 SOn colé
gios; en 1700,115, con 91 colegios). En el cen tro de esas vastas instituciones
(de 500 a 1.000 alumnos, en 16 10 ), los d o cen tes representan por sí solo!
el 50% de los jesuítas franceses. Im p arten u n a enseñ anza muy estructu­
rada que conduce de la gram ática a la teo lo g ía, so b re el eje continuo del
latín. Ésa es la base sobre la que se articu la n los m inisterios de predica­
ción o de dirección espiritual con los tra b a jo s de erudición. Al respecto,
el humanismo devoto es ante todo el efecto de u n a organización que ordena
las actividades alrededor de la p ed ago gía (n ú c le o del “ m étodo” jesuíta) y
de la lectio de los autores an tiguos o c ris tia n o s. La vid a religiosa délos
jesuítas franceses se arraiga en esa p rá ctica “ fu n d a m e n ta l”, alternativa­
mente objeto explícito o referente tácito de sus d iscu rsos.
El corte de mediados de siglo (16 5 0 -16 6 0 ) n o h a ce m ella en ese basa­
mento. La segunda mitad del x v n te n d rá s o la m e n te p o r postulado la
situación que fue adquirida gracias al tra b a jo e je c u ta d o durante la pri­
mera mitad: de 1600 a 1650, la can tid ad de e sta b le c im ie n to s pasa de 20a
95- en 1700 se eleva a 115. Por eso, respecto de la m o v iliza ció n , la concen­
tración ) también las in toleran cias del p r im e r p e r ío d o , el segundóse
acteriza, en la sociedad francesa a su vez e stab iliza d a, por una divi-

tinu ^Crederos ^ ^os ci ue P a r tetr. u n o s - e l m a y o r n ú m e r o - , con-


es S 0 ^c^ens°res de una posición a d q u irid a ; los otros - m i s i o n e r o s ,
des de un ' ' nle'eclua' es~> que abren n u evas p o sib ilid a d e s sobre los bor
mente tolerar!^ ^ ' ^ ^r0V0ca Pero l ° d a v í a lo s sostien e y puede fácil

^-dc L)ainv¡U^ / 1 >


cil >p. 503. Véanse C . de R o c h e m o n te ix , U>
• ^ K o n , Usté des m iZ '" * * “ XV f 5,fd c- — 3 vols., París, i« 95 -i« 9 6'*A- „ „
v ij ,,llreal>»929; l . ( arni) " r" rí s jésuites: Nouvellc Prance et Louisiatte, ,6U 1
* W *540 a 2 ^ * U mistión d'Acadie (,6o ,-,6,6).
•burgo en brUgau> ^ el ««apa dc L S/ilas, Atlas zur K¡rchengesch,cht<>
»! 10! , ,8

, v ap iritu alid ad

dCVOt° ' ' “ e' P " ; ,éCn¡Ca: U ret6" “ - >-abun.


El literatura que B r e m o n d d e s .g n ó d e tal m odo pone en e v i d e n c i a | „
aí“'
P " n C ' , ’ k l e ngrandes etapas: la introducción d el‘ modusparisien¡i¡°
t r e s ‘
ios V lo* efectos de eS‘a Pr á c t,c a ” La retór* a jesuíta se fue deter
e„
f " L o piloto de M esin a (154 8 ); el D e arle rhetorica de Cipriano Soares
Cl v la Ratio studiotrum (1599). cuyas prescripciones son fielmente obser-
Francia hasta ,6 6 o -
La retórica distingue los res (sign ificad o s: quae sign ificante ) y los verba
i nificantes: quae sign ifican t), y m ed ian te reglas ( praecepta ) especifica
combinaciones p osib les. D e h ech o, los res (recolectados por la erudi-
rio) están destinados a s u m in is t r a r un m aterial de “ sujetos”, “ lugares” e
“¡deas”. Los verba p erm iten tra ta r esos sujetos según procedimientos que
engendran “ estilos”, y tien en q u e v e r con la elocutio. Este sistema supone
una verdad por otra p arte o to rg a d a . La retórica la adorna tan sólo de cono­
cimientos objetivos {res) y la ilu stra gracias a un arte de hablar (las artes
dictaminis). Se con vierte en u n a “ cien cia del ornam ento” cuyo objetivo es
producir efectos de estilo (p o r e je m p lo , u n a “ m anera noble") que apuntan
a producir sentimientos (a m o r, reveren cia, etc.) y acciones (adhesión, prác­
ticas religiosas, etc.) en tre los d estin a ta rio s. Es una técnica de persuasión.
Louis Richeom e lo e x p lic a m u y bien :

Es una cosa h u m a n a m e n te d iv in a y d ivin am en te humana saber digna­


mente m anejar con e sp íritu y len g u a un sujeto [... ] ordenar sus pensa­
mientos con un o r d e n a m ie n t o ju ic io s o , revestirlos con un lenguaie
rico [...] plantar n u ev as o p in io n e s y n u evo s deseos en los corazones >
arrancar de ellos lo s v ie jo s , d o b le g a r y som eter las voluntades endure
cidas [...] y v ic to rio sa m e n te p e rsu a d ir y disuadir lo que se quitr^.

Desde el tiempo de M e sin a ,34 la retó rica se desconecta de la lógica > de la


dialéctica. Las ‘verd ad es c r is tia n a s ” so n u n a cuestión previa, retirada

31 !i' iirernond, Histoire littéraire du sentiment religieux..., op. cit.. 1.1- o


( °d¡na Mir, Aux sources de la pédagogie des jésuites l¿ rtis.iu.', *I: ^^
*968; F. de Dainville, La naissance de l'huntanisme modertte, Paos, ___^
' «voluticjn de l’enseignement de la rhétorique au xvn' sie^e >r
ín -Hiucation des jésuites..., op. cit.. pp. 185-208. Para un análisis
• cntz>“Le ‘rhétorique’ 011 la mise i l’écart” en Communnattons.
PP-143-157.

L t hC“ " C' « • " * > * d'honneur é m * par k » * "•* * * '‘


*l6l^ » en Oiuvres , París, 16 2 8 ,1 . 11. p. 648.
CIUa A ux sources de la pétiagogie...%op* cit., pp- 2 9 8 -3 ^
lugar Oíi 0 !R °
186 I íi

I » avatares de un lenguaje finalm ente d u doso. N o hay n i„ gUna ^


h significación verdadera. Entre los teólogos jesuítas, un •'mora|js ,ría de I
smo’
,;h w entonces a una doctrina de la verdad >que resurge en el
umj
ui<j.u
devoto- la- verdad
— a . , . ^“ íá ot

ñor la práctica y garantizada por reglas a d p m a le m et bonos morc¡ m
v norma íntimos de la vida religiosa o escolar. Validada por una o , . ! ”" '
ción de las acciones y de la afectividad (opera y affeclus), la verdad
conservada, adentro, por un conjunto de prácticas. Por eso, las ope’
nes retóricas tienen com o objetivo p ro d u c ir afuera, entre los lect0
los auditores, conductas y afectos (m ores y p íe la s ) análogos a fe, °
sirven de apoyo. La literatura devota n o p u ed e ser considerada aislad,'
mente; esa parte “ retórica im p lica o tra m ita d , interna y ascética. Una
estricta “disciplina” condiciona la “ perfección de elocuencia” cuyo elog¡0
hace Richeome.
Este sistema repite la e stru ctu ra c o n te m p o r á n e a de la Compañía.
Combina en realidad dos “ m aneras de h acer” : la reglamentación del actuar
v la construcción de un lenguaje. Pero la p rim e ra es rígida, porque con­
cierne al lugar de la verdad y lo “ sostien e”. La segu nd a puede ser muy fle­
xible, porque tiene una fu n ció n in s tr u m e n ta l y técnica; proporciona
procedimientos literarios al tipo de d estin atario s a los que quiere llegar.
Desde ese punto de vista, tres aspectos im p actan sobre todo en esta litera­
tura devota, donde figuran Lou is R ic h e o m e (1544-16 25), Étienne Binet
(1569-1639), Jean Suffren (1571-1641), Paul de B a r r y (1587-1661), etcétera.
i°. Su relación con el escepticismo contem poráneo, más visible todamen
la controversia (por ejemplo, en el jesuita Frangois Véron, 1578-1649J.36La cues­
tión de la verdad, que en otras partes se ha llevad o al respeto de las “auto­
ridades (a falta de poder tratarla filosó ficam en te), aquí es objeto de una
elipsis entre una práctica devota y una literaria. Tam bién es regulada indi­
rectamente, ya sea por la erudición, inventario acum ulativo de los materia­
les antiguos y modernos, o por la confirm ación que ofrece a las convicciones
pacidad de convencer a los otros. Este escepticism o latente transforma
n lenguaje reconocible de la verdad en un lenguaje que se fabrica. Se arti
r ' ‘^ u*^ncarnente con un estoicismo en la práctica, con la necesidad de
} f-rsua ir (de combatir o impactar) y con un enciclopedism o del saber.'

36 Véanse k Hér« r" a," re/’ |Jarís; lc->46, pp. 281-285. o6i
t- iv, pp. 5, „ u^de 7 héologie de Paris. .. Époque Moderne, I>anS; iy
2‘ td„ Nueva Yo 1 ' 0^ ‘n’ ^ ,c hntory o f scepticism frorn Erasmus to Spinl
37 R. 1 1 Popkin ,1968>PP- 70-79.
si¿de, U 1 iaya [ qJ ’, *ulien hymard d'Angers, L’humanisme chrétien w *
1 véa" « : los estudios del m ism o autor sobre el estoica»
HI S T OR I A Dt ios JESUÍTAS i l8?

jo. La organización del humanismo devoto


M -comí,«te espiritual"y dc las controversias 7 'T ’ ° * - i* .
„„ aspecto, minoritario, del enorme lugar e„ i ra,Ura no es J * * * ’
queadoptó el leatro. El espectáculo prol,ím „ 3 actlv‘dad de |os r “ que
* ellas, en las satas He acciones y en |as p| " «P¡Uas, y l ue„0 7 ° s
religión un «paco de representación que se articül Surai"¡4 ^ T
vés del papel que representa en ella (co m ~ . Con la realM j

pu„t„ deequilibrio del sistema político y


puebla dc heroes y de santos, de “acciones” m -, fcta Pu« ta en „ '
maravillosas un mundo vivido como desértic a8r° SaS y de «vención"1-
vado de Dios. En todas partes, una aclividad ’ en‘ regado 3' “ateísmo?
tica colma, por medio de la producción de u n » ? '" 53'0" 3 * ■ « p J
angeles, santos, devociones), la deses,ru«uract T adÍdo *
Presencia. Finalmente, el teatro remite a algu„ as 1 " raund»* e I
too literario que lo construyen y )as de la piedad f *“ «
pesarde as consignas romana,, el virtuosismo, ’ qUÍere P^ucir A
creac.on teatral borrará los “sujetos” r e l i g ó ^ " ^ “ ^ « o d e ^
privilegiaba en un principio* El vocah f qUe U ^ en escen,
Cerro, Conquista, G loría, Triunfo, C astigo v ' ° ° " ena los «tuíos-
3». Por uUnno,
es u n discurso d e las ‘ ° ' T ™ ' ” * * « < * « »'
anto transforma esta literatura en una do ■ ? j I **'0**1 del hérw vdel
bto eimHl0t’ Hayneufve>- dicho discurso n V° 1U" tad: en mudl«
bilitacion de las pasiones. Aqui dominah a,Com^ d o de una reha-
,jd™ . ligada con una escrito ;emp,aridad. Persuasiva exhor

w efectividady , 0 ¡ m # ^
c i: n/ e r° z D esoI™
: z i T ,a "p za-
,ic a« "lah “devoción”, entre
danzada de una razón quese pn^ve-

, j rAmce re lia n * ’ 1953<l-xU’


de los jesuítas lulien Hayneufve Zgievses, .954.'^ « " " •
pp. ,80-405) y Nicolás Caussin (Revue des saences i.

pp. 258-285). . Aí>ut<c\\er Zurtg^ ^ u8s^)ur^0> 1


* I M f c O » ' eSf t t " d m " ! a ‘ d " ^ M n v B e . I. H e n n e q u to
V éan se t a m b ié n lo s a r t í c u l o s c it r . « - 4 6 7 ; F- 0 a ®

Dramaturgie et société, París, 1968, t. u* PP- 4 ^ -^jg" (1951), retomado en


théátrale dans les colléges de jésuites au x
L'éducation desjésuites..., op. cit., pp- 5° 3- . ust0 por elesp<*ta^
39 Sobre la relación entre la sensibilidad r«. l£10* • ^ ^ ejempl° - •
(la pompa, la elocuencia) en el público ranc ’ v.-L. Tap»*- ^
Vieef meutalité d ’un lillois..., Lila, 1968. PP- ’ roc0 y¿Usktstr*)' ^ d 1 ■
clussicisme, París, 1972, pp. 243*286 Itrad. tsp- «ej ¡rotnp*^
Ediciones Cátedra, 1981]. P. Charpentrat mo- opacidad de ai
asustituir la imagen transparente l-.-l Por a p j 6i)-
Presencia" (Nouvelle revue de psychanalpe, N 4.
,88 I II iut,l! 1111 01 B°

n a , con la escolástica tardía o que e n c u e n tra su s renuevos med¡


organización metódica de las prácticas, la p ied ad sitúa l„ s m 'a” H
de¡ corazón en los espacios de la representación. Se aísla. Los T«o.
,„ s componen el teatro m ultiform e y to rn a so la d o del culto. Dc lh ""
cede la proximidad de este decorado co n su c o n tra rio y su semeja!.1’''’'
“ teatro” del aquelarre, que n o deja de o b se sio n a r a la literatura p j ’ ' 1
l a s figuraciones diabólicas y d evotas están c e rc a , y a veces se ¡ n v j *
como dos lenguajes im aginarios del a ffe c t u s * '»•

la “mística reformada”, dc Coton a Su rin


Irónica en Nicolás du Sault,*1 la ex p resió n d esign a con bastante apt¡tud
una “ nueva espiritualidad” que aparece en tre los añ os 1625 y 1640, sobre
todo en las regiones donde afluyen las in flu en cias carmelitanas (españo­
las) o renano-ílamencas (nórdicas): su d o este, L oren a, París. Es un aspecto
y un contragolpe de la invasión “m ística” en F ran cia a comienzos de siglo
Alrededor de 1640, parece languidecer, borrada p or las preocupaciones de
otra generación (la moral, el jan sen ism o, la exp resió n de un cristianismo
en una sociedad “civil” ). De hecho, se ab oca enton ces a tareas particula­
res (misiones del interior o en el extranjero, casas de retiro). Vuelve a sur­
gir en el momento del quietism o, a fines d e siglo (1685-1705), en la forma
de un corpus doctrinal p ostum o, c o n stitu id o a p a rtir de una pléyade de
hombres notables (Louis Lallemant, Jean R igoleuc, Jean-Joseph Surin, etc.):
esta literatura, de un bello o rd en a m ien to clásico, se p on e de manifiesto
en Bretaña y en adelante va a circular m ás b ien en las provincias y en las
misiones extranjeras.42 •É m Í
Al seguir esta corriente, que atraviesa y refleja los sucesivos paisajes del
siglo x\ 11, cabe preguntarse cóm o, representada p rim e ro por los perso-

77 3 ^aMones en *os autores jesuítas, véase A. Levi, French moralists.


de P R ° r } 1 > ‘CPassions' ’585 t0 l6 49 , Oxford, 1964, pp. 165-201. El libro
4i Cora«TOd°“ VA'! ™ b ,duSm" i. siicle' s'gue siendo importante.
i de París' ,6s5’ »• ' * •
Rexved'- ** SOCla el r¿f°rmisme sDiriti
y “ Surin et U w u * ’ Ll> 1965>PP* 339"3»6 (sobre el p e r i u u u -
46o (sobre los añ Spintualité’ ” en J - J . Surin, Correspondance , op. cit., PP- 433‘
*n im en t...¡0D í 3 l64° )- Véase también H. Brem ond, Histoire littéraire«
aquí esencial). Ac * 1 l>P 17° ’183 ^ ue ¡gnora la docum entación manuscrita,
Tencontré du Carm 4 ti f C° mexto espiritual, véanse sobre todo J. Orcibal» l**
^neau^M ystique , 1eresiL'n * yec les mystiques du Nord>París, 1959; y M *de. ,
!-ubact París 19^4 » V>l »en Vhomme devant Dieu. Mélüngcs H*Wrt
4' • pp- L. K u lak o w ski, Chritíen, u m W « -
H I S 10 R U O í I O S I t S U i m l 18 9

,os d o c u m e n t o s oficiales, poco a poco se transforma en marrina


naj^ y „ que se op o n e a una ortodoxia dominante.

^ M o n O & - l626) y d “deSarr° ll° ÍtUerwr” U s resPuestas francesas a


A iesta de 1606 son unán im es en subrayar la necesidad de un retorno
13 '" 'd a interior y a la oración. La m ás am plia es la de Pierre Cotona un
818 M sado de la d o c trin a d esp legad a p or sus tratados (sobre todo el
C° nt L e occupation de 1608) y, en especial, por sus sermones, más firmes
Para él, la prioridad del “ corazón” sobre las tareas -del affectus sobre
requiere una “ pureza” preservada del mundo (immaculatum se
tothre a saeculo) y una o ración m ás contemplativa que discursiva (Deo
fHrt Una expresión resum e la experiencia y el propósito de este Gagliardi
francés, más seductor y m en o s p ro fu n d o que el italiano: la interna cultura.
r Por sus años milaneses y ro m an o s, está ligado con los espirituales italia-
n0s (Achille G agliardi e Isabella Bellinzaga, Belarmino, Ceccotti, Luis de
Gonzaga). En París participa en la santa alianza de los reformistas, que logran
entonces lo que el Círculo de M eau x había intentado en el siglo xvi. Confesor
del rey (1608-1619), es jesuita y “ fran cés”, dos condiciones entonces antagó­
nicas. Místico y p olítico, d o m e stic a los contrarios, con una soltura dis­
creta, a pesar de todo un p o co b lan d a, salvo cuando la polémica agudiza y
hace brillar su estilo. Por cierto, encuentra complicidades en esa sociedad
habitada por lo m aravilloso y cu yo despertar tiene por acompañamiento
una conciencia aguda de la “ v a n id a d ” de las cosas. Su discurso va a insi­
nuarse por todas partes y a co n fu n d irse con el lenguaje común que contri­
buyó a crear. Figura cuya seducción radica más en el hombre que en la fuerza
de su obra, este logro sin e m b a rg o carece de consecuencias: los elementos
que concilia a la ligera se desatan a sus espaldas.
Tiene muchos h o m ó lo g o s entre los superiores jesuítas: Étienne Binet.
Étienne Charlet, Lou is R ic h e o m e u n a vez más, etc., menos vigorosos, mas
pintorescos, tan en can tad o res c o m o él, pero cuyas síntesis efímeras per
manecen afectadas de u n a su erte de ligereza.44
B- Una “nueva e s p iritu a lid a d ” (1625-1640). Quien dice “ nuevo” dice sos­
pechoso. Los indicios de in n o v a c io n e s aparecen en el mapa trazado* por
l°s reproches, “ in q u ietu d es” y exh o rtacio n es de Roma, que, entre ^
1Ó27, apuntan a casos “ m u y p e lig ro so s” de “ devociones e x t r a o r d i n a r i a s ,

Pr>mero en Nancy, D ijó n y P oitiers, luego en Burdeos, Limoges, Lvon >

3 Texto editado en Rcvue d'ascétique et de mystique , t . x l i . M ■-’ 4 ,

ja le m o s a P.-j. d ’O rléans, La vie du Pére Coton , París, 1688, que tornu p»


na tradición espiritual. H ay que leer el P e interiori doctrina o el rt’Vc
coi Gagliardi (ed- de M. Bendiscioli, Florencia, 1952) ParJ tener ulU ‘ "
Creía *° que C oton recibió v filtró del Müanesado.
l 9 0 l ít t ü6AP o a 0180

París Estos expedientes crecen d u ra n te lo s a ñ o s ,626 a ,632, h


de 1640 para algunas ciu d ad es (B u rd e o s , N a n c y ). U>s sín to m asde * * *
rita “extranjero”, pues, se u b ican so b re to d o en regiones fronterj ne*
encrucijadas de influencias. » •*
aunque aparecen en el m ism o s e n o d e los v asto s colegios jesu*.
producto de in d iv id u o s, las m á s d e las v eces, relig io so s j ó v e n e , ^
d ’Argombat, Achille D on i d ’A ttich y, J e a n -J é ró m e Baíole, Claude I W *
Jean Bonet, Pierre C lu n ia c , A n d r é D a b il lo n , B e rn a rd Dangle* ^
Jacquinot, Jean Labadie, É tien n e P etiot, C h a rle s Ségliére, J.-J. S u r i n , ¿ T
du Tertre, René de Trans, etc., a lg u n o s d e lo s cu ale s com ienzan así unae^
tencia excepcional ( Labadie, S u rin ). S u s c a r ta s y confesiones autobiogjj
ficas son exam in ad as c u id a d o s a m e n te p o r M u z io Vitelleschi (superior
general de 1615 a 1645» m ás d e v o to y m e n o s a u d a z q u e su predece^
Aquaviva) y por los asisten tes, q u e v e la n s o b r e el “te so ro ” interior de b
via regia. Pero de uno y otro la d o d e los A lp e s , las preocupaciones va r-
son las mismas. El p rim e r gesto d e lo s s u p e r io r e s franceses es no tóma­
las cosas a lo trágico: c o n te m p o riz a n , m i n i m i z a n el asu n to , suavizan ios
castigos. En esas exp erien cias a d iv in a n lo s s ig n o s excesivos de urgencia;
verdaderas. La resistencia vien e d e p r o f e s o re s tra n s fo rm a d o s en inquisi­
dores ícom o Léonard C h a m p e ils en B u r d e o s ) 45 y, m á s au n , de comunida-
des laboriosas que rechazan fu era d e ellas a e sto s av en tu rero s. En 1640 serir.
o formalizados o echados de la C o m p a ñ ía d e Jesú s (A rgom bat, Cluniac
Dabillon, Labadie ), o se volverán m is io n e ro s e n las c a m p iñ a s y en el extrai­
g o F. Ragueneau en el C a n a d á , p o r e je m p lo ) , o se rá n llevados a formar
asociaciones secretas. . " *
En consecuencia, ¿qué buscan esos P o ly eu cte d e la espiritualidad, embar­
gados por el ardor coráis' C la u d e B e r n ie r f o r m u l a su program a cuando
escribe como encabezamiento de su d ia r io e s p iritu a l: Puritas, puritas,puri-
!as' ° Jr murulum crea in me, D e u s * P e ro ese “ p u r o a m o r ”, ¿en qué forma
........• • “ ¡o. el lenguaje está m i n a d o p o r el e sc ep tic ism o y transfor
” ^ ccorado literario q u e ellos im p u g n a n . D e rebote, las prá»--
j c<írédr(jn con un v o lu n ta r is m o q u e e llo s d e s c u b re n y tambw-
tov r(-r, v ' - ^ üecia *a vía de esos affectus a lo s q u e los autores de'O-
cioso de m<limente a sus lectores. P e ro p r iv a d o s del contrapeso
pertinercrS ° ^ etivas (<lu e o b s e r v a n , p e r o sin c o n c e d e ^ “
agitados por ^ lr'tUa^ >^ VCn a rre k a ta d o s p o r las m o vilid ad es del á
un océano que ya carece d e tie rra .

45 Véase J ..J .W :- r
/J- hrunc. 33 }j4 ' '¡"mdan£e, op. dt., pp. 433-460.
M I S T O S ! » Of i « r . . .
191

cuerpo y del cora?/,,, .


sin
: ar2c sus garantes, r a r a e m » se nscrtoe en una tradiaón. Ch*, 01e.
, r devuelve al origen o c u lto d e la d o ctn n a ignaciana: b . “n w ¿ Z -
Z « también el lenguaje d e ta n ta , m ujeres santas, ■a b 6 a r fam%j '
. que la actividad
Esas revelaciones fem eninas se encuentran en todas
e Sales, B érulle y m u ch o s otros, com o entre los jesui
T c o t o n y M aría d e V a len cia , A rn au d Bohyre y Agnes de Langea^
L h é l e m y J a c q u i n o t y Jeanne C hézard de M atel, etc. Sólo en este contexto
ja lectura de santa Teresa o d e santa Catalina de Génova adquiere todo su
sentido. Los propios co leg ia les tien en a santa Teresa en su bolsillo, y algu­
nos m aestros jesuítas les d an su vid a c o m o tem a de composición.^
pese a todo, las v isio n e s, las m o c io n e s, los ardores “extraordinarios 71no
¿«an de ser am bivalentes. ¿Son d e D io s o del diablo? ;Cóm o discemirlo;
una vez relativizadas las seg u rid a d es objetivas? Disociada de ¡as institucio­
nes, la experiencia vacila en tre am b as, por las m ism as razones que en los
poseídos o en los b ru jos. Faltan criterios de 'verdad", por no tener refe­
rencias sociales p ertin en tes. Por eso lo s encuentros entre los "místicos" y
los “diabólicos” (D u Tertre, en Béarn; Surin, en Loudun; Trans, Argombat
ySégliere, en N ancy; e tc .) n o so n u n azar. Los reúne un mismo tipo de
cuestión; tam bién u n m is m o rechazo. A una im pugnación espiritual de las
instituciones ed esia les para u n o s y o tro s responde ei reflejo social de un
exorcismo que los c o n fu n d e en la m ism a excom unión. Pero íinaimente
puede ocurrir que lo s v e n c id o s n o estén errados”.415
Los d ocu m entos o fic ia le s h a cen entrar p o co a poco a los espirituales
en una historia de la m agia. Este h e c h o se generaliza. Pierre de Lancre cla­
sifica en la brujería a lo s “ilu m in ad os" ’ españoles,49 ya tratados de ateos
en el siglo x v i. R elacion ad a c o n ello s p or sus inicios, la Compañía re..*.
ciona más fu ertem en te a n te esta am en a za interna. Los nue\os e>;.ir.
tuales aparecen en lo s te x to s c o m o el fantasm a de los alum braos, > Ro»a.a
^ inquieta por el retorn o d e ese o rig en reprim ido. Se consr.¿ u- ¿ un lug;
“ mún, que asocia la m ística co n la herejía diabólica. En un sentuo. ce
k -erdad: la d iablería, la b la sfem ia y la con d en a obsesionan a t os
santos (los m ísticos) d e ese tie m p o .50

48 \' i" <' crteau-"Crise sociale et reformisnie...”, op. cíl, pp. 357,3. ■* 3">
^ -ois>, Mémoires, París, 1931, t. m, p. 2Si-
So et mescréance du sortilege..., París, 1622, pp- 20-22.
* t ewm históricos: É. Dekambre v ). U w a n i» . * * * « s
Níncv' “ ‘ .............. possesston J f bwdun ! » 7o!. «*•
^étera.
L U G A R DEL OTRO
92 I “

c Una pléyade mística: de UtUcmant a Champion. Esos W .


4- dispersos forman el m edio m ism o d e d o n d e sale l a TO £ %
tos
rana que una tradición posterior llam ó la escuela del padrc , >•'<■
Pasaron a la posteridad con el n o m b r e d e a q u e l q u e muchos »«¡f.
(Bernier, Chauveau, Cluniac, R ig o le u c , . u rin , etc.) tuvieron por m 0s
y amigo (1626-1632). Sesenta añ os m as tarde, la “nueva e s p ir itu a l^ ? 0
plasma en la publicación de las Vidas y ob ra s d e R igoleuc (París ¡ *
Lallemant (París, 1694), Surin (N an tes, 1 6 9 5 ,16 9 8 ,17 0 0 ) y VinCem Huh
(Nantes, 1698), por parte de un h om b re a la vez audaz y modesto,
tado en sus admiraciones: Fierre Champion (16 3 3 -17 0 1). Éste constituy­
en “doctrinas” los textos de Vannes y d e N an tes q u e vehiculizaron hasta ¡
dos generaciones de redes espirituales. Los e n n o b le c ió , los pulió, l0s |¡
pió de polémicas y de lo con tin gen te, los e n v o lv ió con su prosa extraordi­
naria: los convirtió en inm em oriales.
De este modo, la Bretaña, d o n d e él p re p a ra b a sus ediciones, recoge y
va a exportar la herencia m ística de la q u e e n to n ce s recelaba la mayoría
antiquietista de los jesuitas parisinos o lion eses (y a la que defendían,por
otras razones, los jesuitas cam b rasian os y n ó r d ic o s ). Pero ese desplaza­
miento hacia el Far West francés, c o ro n a c ió n de m e d io siglo de historia
religiosa bretona, acentúa la localización de “ la E scu ela” en las provincias
y en las tierras lejanas (se encuentran m an u scrito s y ediciones en el Canadá,
en la China, en Malasia, etc.). Los b ellos m á rm o le s de C ham pion están ins­
talados en las costas y en los cam in os de salid a, fu era de los lugares donde
la corte y la ciudad” requieren una Moral práctica. D espués de todo, ¿no
es de \iajes de lo que hablaban los “ p e q u e ñ o s p ro fe ta s ” de 1630 y a viaje­
ros a quienes se dirigían (N . du Sault)?
Champion: una figura-bisagra, c o m o el t r a d u c t o r R en é Gaultieroel
editor 1 ierre 1 oiret. Su nom bre y su o b r a p r o p io s se pierden volunta-
mente en el texto de los otros. Sus Vidas, sin e m b a r g o , revelan su arte,

de D rt” S j Una esp' r ' tua^ a^ de a c tiv o v u e lt o h a c ia la “ simple visión


Va * >r no haber podido e m b a rc a rs e h a c ia el C an ad á , alternati
torde S ^r()*esor’ Pre(l>cador a m b u la n te , lim o s n e r o de la flota,direc
el Can v 1 erel' ro‘ ^’ene u na c o rre s p o n d e n c ia a s id u a con las Antillas,
los mistia 3 ' SOpotamia>la C h in a . Al m is m o tie m p o que publica a

hombre qUC traduce la V ida d e I)o u J u a n d e Pal^ ° %' ^


de p io n e s frLSl<) 3ma 3 ' ° S “Prín ciPe8 de) e x ilio ” y a los explorad0^
* U lL w T T * - 1:1 28 dc‘ ' unio dc *6»5> diez añ os antes de ed.tar
del Paraíso y d h ó n ’ ‘ ‘ padre S u r'n | . . . J es uno de los grandes sanl°

a ,raba)ar ú n ic a m e n te ' ‘ IU Strad ° d e e 8 te s i » l a 1” *1 E n l * * pw°


en Poner sus escritos en estado de ver la lu¿
vusm u oí ios itsuim \ 193

t0” >' Sus p u b lic a c io n e s d e R igoleuc, de Lallemam y de Hub


tsU" cn el larg o tie m p o q u e fre c u e n tó a Surin y están influidas
* * * 1 biografía de P alafo x tr a d u c id a p o r C h am p io n , cuyo "prj.
P»r £lk „ , 6io es e n tr e g a d o al im p r e s o r e n 1688, tropieza con la cuspen
" " ' T s u edición.»
SÍÓÍ1 o poder p resen tar a q u í a lo s testigos de esta pléyade donde brilla
P° r ármente el gen io d e S u rin , se destacarán aunque más no sea algu-
PartlC; ; ; 0S que los d ife r e n c ia n y, p o r o tra parte, algunas características
n° S r 1 - dc SU “ ra d ic a lism o m ístic o ” (L. de G randm aison) *
C° M V la lle m a n i (158 8 -16 35) es el m ás an cian o , y también un maestro
^cierta cantidad de su s a lu m n o s en teo lo gía (en París, 1626-1628) o
^d irigid os en el “ tercer p e r ío d o ” (en R u án , 1628-1631). Toda su vida fue
Spfes(,r,“ instructor” o s u p e rio r, m ie n tra s q u e Surin y Rigoleuc,por ejem-
P misioneros y p re d ic a d o re s. P o r oficio, es un comentador de tex-
P ° Pero en su enseñanza re lig io sa cita p o c o : p rim ero las Escrituras (“ Es
un gran abuso leer ta n to lo s lib r o s e s p iritu a le s y tan poco las santas
Escrituras” );55 luego, lo s “ a u t o r e s ” clásico s, Padres de la Iglesia, teólogos
antiguos y m o d ern o s; p o r ú ltim o , só lo a lg u n o s “ libros espirituales”, segu­
ros,")' sobre todo jesu ítas. E n s u m a , su cu ltu ra es tradicional, bien diferente
de aquella (e x tre m a d a m e n te v a s ta en S u r in ) que nutre a la generación
siguiente y donde la lite ra tu ra m ístic a representa el prim er papel (en par­
ticular Juan de la C ru z , q u e e n tr ó en F ra n c ia a través de Burdeos y a quien
Lallemant ignoró, c u a n d o e ra im p o r ta n te para Surin y todavía más para
Rigoleuc).
Paradoja, este h o m b re d e sa b e r tiene p o co s libros, pero el lugar dtl cono-
cimiento desde d o n d e h a b la lo lle v a a p riv ile g ia r la contemplación. Es la

51 La viedu R. P. P. Champion , p. 114 v., manuscrito anónimo de Louis lobert (+1719)


(Chantilly, Archives SJ). Véase A. Pottier, Le Pere Pierre Champion, París, 19 ^
resulta muy insuficiente. Las cartas de Champion se encuentran en La ‘ u. ue ^
Louis lobert, pp. 39-45,94-128 y ss.; en la biografía escrita por Pottier. pp. - n
y en otros lugares; en la Revue d'ascétique et de tnystique, t. x\ 111. w.\ - í t • ^
52 Sobre la presencia oculta de Champion en sus ediciones de irustúos, vea ‘
)• Jiménez Berguecio, “ En torno a la formación de la Doctrine >piii tu ••
en ¿asi, t. xxxii, 1963, pp. 225-292 (demasiado restrictivo1, y ).-)• Surin,
( ürri'spondunce,op. cit., pp. 71-84. , n
53
cr‘* u,*lizada en la Morale pratiipie des jésuites, vol. 4: Histoiri a< ^
11 ed. de A. Arnauld, Colonia, 1690. pp. 5->0 (véanse pj: - 3 • _ ,
^duHulicionaja por el padre Dinouart (Colonia, i76~ VCJst 1 iM"lU
... de la Compagnie de ¡ésus, op. cit., 1.11. col. ios?)-
ll lr,u*‘t'°n mystique dans la Compagnie de Jésus . en Ltude». ( 11
P-141.

"l’iiituelle, ed. dc* K Courel, llaris, i959> P- -ol-


| „ ,« G » R Oft « ’ B0

oración la que nos une a D ios * Parte d e I , ,rad ,c,6 n ¡gnac¡ana


1 vivencia inscrita en la continuidad de la exper,encia m ,* ¡ “ "H
Me quien repite que “si las santas E s c u r a s se perdieran, par, ^ ‘acio
n° se
habría
habría perdido
p e r a i a u nada”),"
i*c— rpero una « v e n c ía m u y^ marcada F p„r
u r ,|0s
o s r' w
"nórdicos"» que conoció aa lo lo lareo
larg o de
de ddiez
.e z añ
anoo ss en
en ILorena (,6 * dl'»
, rf, cn París. Sobre la base de esta e x p e r,e n c ia , elu cid a el lazo enlre ” 7 »
Y c o n te m p la c ió n según el esqu em a (c e rc a n o al de J. N adal) que '»»

p rim e ro , en e n c o n tr a r , "ad en tro d e n o so tro s , u n a vida infin ita»..


perfecta” y ,“ luego”, en “ salir a fu e ra ”. * Su e sp iritu a lid a d apunta c„ d ¡ “V
rior a “ vacío” ofrecido a lo “ u n iv e rsa l” q u e l o “ Uena” y q u e “ actúaafuei^
u n

por medio de “producciones”.


Ese mundo donde la “ ra re fa c c ió n ” a scé tic a se ordena con la p|enilud
“pasiva” concede poco sitio a ú n a form a d e experiencia que es decisiva para
la generación siguiente: el encuentro io n el otro. Para Surin en particular
(en un menor grado, para Rigoleuc), el c o n o c im ie n to de Dios pasaderani-
quilamiento ’ individual a la a b u n d a n c ia d e la caridad gracias a ese otro
imprevisible que es el interlocutor p ro ced en te d e otra parte, figura salida
de las regiones ajenas a los círcu los de la cu ltu ra clerical: la mujer, el sal­
vaje, el iletrado, el pobre, el loco. En el itin era rio q u e conduce a Surin de
la desposesión interior al “ d e rro c h e ” in e x tin g u ib le en el servicio, el otro
es la mediación necesaria que p o sib ilita la a cció n y la palabra. La relación
apostólica adquiere así una p ertin en cia existen cial: es la única que permite
articular la experiencia mística. D etalle significativo: así com o no hay muje­
res en la bibliografía de Lallem an t (salvo san ta Teresa), no existen en su
vida esas místicas dirigidas cuya fu n ció n es capital entre los demás y a quie­
nes también se debe la conservación de lo s tex to s destinados a ellas.
Las diferencias que crean las p erten en cias h istó ricas, los temperamen­
tos ) los tipos de transm isión son m ú ltip le s. A sí, en Lallemant, predo­
mina la d o c t r i n a ’ ; en Su rin , la p e r e g r in a c ió n a rrie sg a d a y la “ciencia
ex p e rim e n tal. En el prim ero se observa la in stau ració n de un discurso a
| de una rareza; en el segundo, el d e sv ío resp ecto de una profusión

( ^ n *'a Pr0^ emática de Lallem ant p riv ile g ia al M ism o ; la de Surin,al


j a'*e™ anl es>sobre todo, el testigo de lo in terio r; Surin, el aventu
ten! 1 1"" P<:‘rdida,>clue es el “triunfo del a m o r ” ; R igoleuc, el profetaaus-
dios oro UptUra' '5m err)bargo, un rasgo c o m ú n los caracteriza. To 0
p e c t o ^ ? ^ Uespiritualidad alrededor de un corte, tiem po segundores-
a i,ra^'ca cristiana, y única vía de acceso a la “ contempla*-1011
c/i Dartri*,. • •

5» 'bit., p.
" 'S 'o m Oi 10! JtSUiTAS | , 95

,.una visión de D io s o de las cosas divinas simple, libre, pene

M“ ' “ e„ura,q»‘ ProCede A é ^ V *' am0r” ) S’ reforma con'


toda vida mística.
^ f l a n e a r el p aso ” de la “ se g u n d a conversión”, dice U lle m a n t“No
' vi' que una can ció n , la de vaciar el corazón de todo”, escribe Surin-
,£0?° . “ p r im e r p aso ”, “ g ra n a t r e v i e n t e ” del verdadero "comienzo"’
’ a m ie n to ", segú n R ig o le u c, “ co n u n a voluntad decidida de lle « r
‘ Ren“ ',u ier precio”. A sí su rg e n la p u rific a c ió n efectiva y el discernimiento
aCUa¡tual> que van de ese p rim e r gesto o de las prácticas a los “ motivos”
K M c c ió n . L o “ esen cial" se ju e g a m ás allá de un lenguaje totalmente mun-
^ 3 de tareas am bivalentes, fuera del decorado de la objetividad social,

'> i<reza de intención^ en l o “f 0 r m a r de la acción (Surin).


^ Otros elem en to s com unes y fundam entales son la aniquilación del Verbo,
los dones del E s p ír it u , la articu lació n m oral de la vida “ interior”, etcétera.60

Trabajos apostólicos: el orden social y su “ otro”


A Congregaciones, m isiones y retiros. U n m ism o gesto organiza los grupos
de “místicos reform ados” y los m o d o s de acción, populares o espirituales,
que se observan a p artir de 1630. M isio n es y retiros se refieren también a
una partida. Una serie de fu n d acio n es -congregaciones, casas de retiro, resi­
dencias misioneras, e t c .- v a a reforzar, co m o su contrapunto, el desarrollo
de los colegios, a la m a n e ra en q u e la “ n u eva espiritualidad'’ se aleja del
“humanismo”. Bajo fo rm a s diferentes, esta partida además es un retiro. Su
origen es tomar en serio u n a laicización social que vuelve opaco el lenguait.

59 I b id . , p. 348.
60 L. de Grandmaison, “ La tradition mystique”, pp. 129-156, sobre Lallemant
y Surin. Para Lallemant, véase la introducción de F. Courel a su edición
de la Doctrine spirituelle, pp. 7-36; J. Jiménez Berguecio, Précisions bio^rap ¡qut.
sur le P. Lallemant”, en a h s i , t. x x x m , 1964, pp. 269-332» y su articulo uta en
•a nota 52. Para Surin, véanse S. Harent,“ La doctrine du pur amour... . en . ev
d ascétique et de mystique, t. v, 1924, pp. 329-348; F- de Dainville, La reN!SK
romaine du Catéchisme spirituel”, ibid., t. xxxm , 1957»PP- 62-87, las
introducciones de M. de Certeau en sus ediciones de la Guide >pintue, ^
PP 7-6i, y de la Correspottdance, op. cit., pp. 27-89; del mismo autor. ^ ^
)•-). Surin ’, en Revue d'ascétique et de mystique, t. x l , 1964. \ ^ .
’965>PP- 55-78; “ L’illettré éclairé”, ibid., t. xi.iv, 1968, pp. 3^ - 4'-- • ' Dij0(euc,
"íterpréte de S. Jean de la Croix”, ibid., t. x iv i, 1970. pp 45*70- Para Je
mist¡co salvaje” y pascaliano, demasiado poco estudiado, véase
1 fent la Doctrine s p i r i t u e l l e en Revue d ’ascétique et de mystique, ■ •
* *33-^68. Para Jean Suffren. véase L. Cognet, La s p i r i t u t h t é rnoden*, * •
11P- 442-445. para Jean*Baptiste Saint-Jure» ibid.* pp* 44 :> 45—
ip 6 a I06*í OTÍO

v t i t i r a t e instituciones. Las expansiones nuevas de la acci6n p,


renunciar a la conciliación de un adentro espm tual con u „ - 1 ^ 0
■ , deiado de ser su visibilidad y su transparencia. Son asimismo * *
' < separatistas, un equivalente, interno de Francia.de las emigrac¡
tos
■asambleas secretas, exilios hacia el cam po o bien lejos, ejerci
tianas
retiro Se im p o n en tres tip o s: esas fo rm as de ap ostolad o, aunqUc tra¿ *
nales, se desarrollan en F ran cia a partir de tmetativas exteriores a U Com
I l a s congregaciones n a c id a s a l r e d e d o r del O ratorio, los r e t i r o s y ^ Z ?
de los lazaristas. etc.), p e ro lo s jesuítas las retom an y las sistema,¡a n
i°. Las congregaciones de la Santa V irgen —cu ya evolución se caracte^
por una especialización por edad ( so b re to d o a p artir de 1630) y, ]Ueg0 ^
categorías sociales v profesionales ( a rte sa n o s, m a rin o s, comerciantes, V
gueses, eclesiásticos, nobles, e tc .) - re p ro d u c e n la organización de la
dad, aunque a cada unidad la afecta u n a d ista n c ia propia. Siguen siendo I
esencialmente masculinas. Son g ru p o s a m e n u d o poderosos que añaden
a las prácticas de piedad un in te rv e n c io n ism o bastante puritano. Una con­
ducta moral, muy determinada p o r los im p e ra tiv o s de cada medio, se con­
vierte en la marca social de una p e rte n e n c ia relig io sa.61
2°. Las misiones se vinculan con o tra d istin ció n social, ésa, creciente,que
separa ciudad y campo: van "al c a m p o ”. A llí se m u ltiplican (375 misiones
de Julien Maunoir en Bretaña, de 1640 a 1683), en ocasiones durante tres
o cuatro semanas, pero en áreas lim ita d a s. U tilizan técnicas comprobada
ce reunión social y de pedagogía p o p u la r. S u s p rim e ro s objetivos soné
aprendizaje de las plegarias esen ciales, b ase de u n lenguaje, y la práctica
¿c ios sacramentos, articulación visib le d e u n a p e q u e ñ a cristiandad: luego.
¡Os üCcrdotes residentes deben g a ra n tiz a r el m an ten im ien to de esos dos
fJ'°.ietivos. Las misiones ap u n tan así a fu n d a r u n a especie deUreduc-
' nes '■ ¡crra campesina y “ p a g an a ”. Estas “ fu n d a cio n e s” de pioneros.
¿ t2ntas otras contem poráneas, se in sp ira n en una gran utop^
í que 4010 x llevará a cabo con éxito en el Paraguay.62 Pero ahora
o. men refugios”. Los países rurales, p e rc ib id o s c o m o “ el o tro ” d e ia corte

tico” h ’ ajn!leVan ^ ambiva,ente significación de ser diabólicos (supers-


y, | 7' e t c y también las reservas “ natu rales” de nuevos cornil
P*ra la Iglesia.

lodi ura littraiur ^ '^ ntualné de ^ (Compagnie..., op. cit., pp- 286-292-

P "^'Uiiricrvf^ot ^ k iu r 1 tU Part*cular "lo s agu in ald o*” marianos.


■¿ M. j iiubert, la (Mmpa%nte de ¡ésust op. cit., t. x, col. 4J * #
^ 4 «*¿VW di- Ct fu Paraguay. K encon tre de deux me«»aWS
re/í^ « s , N* 27. ,^69. ,,p. 119-133.
« los lts„ us ,

i h , lio, este a p o sto la d o , c o m o en Bretaña, se apoya en un flor,


eci-
I P1 previo de espirituales p rim e ro reunidos por la ciudad r e g j ^
| i* 1 1 1 en v a n n e s , Ju a n a la E v a n g e lista , M argarita de Santa Á „ ,
I * , ,ic Armelle N ico lá s, P ie rre de K ériolet o lean de TUle.* Tamy .
I K tradiciones locales no tan d iab ó licas y m is cristianas. Lo que k *
I E n e r o s hacen co n fesar a los p u e b le rin o s o lo que ellos perciben no se
I 11515101 nde bien con los d o c u m e n to s sobre la vida r u r a l*
I ^ la organización de los retiros colectivos prolonga las misiones. A las
I ' ; de retiro para h o m b re s , la p rim e ra de las cuales fundan en Vannes
I % 0 Vincent H u b b y y L ouis E u d o de Kerlivio ( t 1685), se añaden casas
i ^álosas para m ujeres; p o r e je m p lo , en Vannes en 1675, bajo la dirección
B / (^-herine de F ran ch ev ille ( f 1689)- C o m o la C om pañía se niega pri-
I mer0 a dirigir retiros de m u je re s (existen al respecto numerosos textos en
i la correspondencia co n el g e n era l de la C o m p a ñ ía fean-Paul Oliva, muy
I j;rme sobre este p u n to h a sta su m u e r te en 1681), esos retiros son organi­
zaos por “c o m u n id a d e s” laicas, p o s te rio rm e n te provistas í a partir de 1688
para Vannes) de p re d ic a d o re s jesu ítas. Son “refugios” de plegaria repitente,
pero en un m odo tra n sito rio : u n a e s tru c tu ra m onástica. Su minuciosa pro-
gramación, por o tra p a rte , r e in tro d u c e la preocupación moderna de la téc­
nica y de la eficacia sociales e n el re tiro e s p iritu a l*

63 Véase H. Marsile, Mémoires de la société d ’histoire et d ’archéologie de Brrtagnt,


t xxxv, 1955, pp. 31-37-
64 Véanse, para la Bretaña, N oel du Fail, Propos rustiques 11348/» cn Cúrrteurs
francais du x v f siécle, París, 1965, pp. 599 - 659 . Y F- Dubuisson-Aubenay, Itinéra:: 1
de Bretagne en 1636, N antes, 1902. Tam bién, L Kerbiriou, Les mtsstons breumms,
Brest, 1933; H. Brem ond, Histoire littéraire du sen!iment...,op. cit, t. \ p p 66-11...
sobre Maunoir y Le N obletz. E ntre los m anuscritos, señalemos en especial
el loumal latín des missions de V. P. Maunoir (Chantilly, Archives SI, AG > cop.<-.
que explica un m étodo cen trado en los com portam ientos y que basca separar
dos espacios religiosos, el cristian o y el diabólico. Sobre los manuales fibntos,
imágenes y octavillas de m isión , véanse art. ‘'Im ages et imagerie ue piet^.
en dictionnaire de spiritualité, op. cit., vols. ll-vn, 1971. , 5I9*i535'
) publicaciones com parables en FL-J. M artin , Livre, pouvoirs e> société
au W siécle, G in eb ra-P arís, 1969. pp. 793-797- Sobre las misiones de san
tan-Francois Régis ( t 1640) en el Velay, véase su biografía escrita por
G- Guitton, París, 1937.
65 Jj*I.de la Piletiére, “ H istoire de la prem iére de toutes les maisonspui>
« retraite” m anuscrito, París, Bibliothéque M azarm e *264 ’^ n lexl°
? - n Programa); L. M artin-C haufifier.^La fondation de la p . „ )t-
* retra¡te .. . ” e n Mémoires de la société d'histoir* et d’archéoiepe *
». 111, pp. 313-332; g . Thérv. C atherine de Franchevdle . 2 vote.. ^
h"fcra,e de K Blct ^ , I]m | ^ pp l Héduit. t * * - -
,Qnchev*lk...%Vannes, 1957.
, 9S I fl oil ° 1" 1

Estas creaciones representan una c o m e n te qu e tiene muchos


n0í en Francia. En otras palabras, la d tfe re n c a o la o p „ s ici6n ^ %
1/-entre distintas órdenes religiosas, entre jesu ítas y jansenistas tl0'
OTtre católicos y protestantes- se su p erp on e con escisiones esp;*
sociales) más profundas. Aunque pesa sob re ellas, no detern,i„a S
oue, en las experiencias personales o colectivas, respon de a la s¡tuació lo
bal. .La verdadera
j. /ííviciíSn
división nue
que atraviesa
atraviesa los
lo s cueroos
c u e rp o s rplíoí^^_
religiosos parccen§lo.
más bien a ‘ emigrantes" que b u scan en el e x tra n jero de adentro*' *pa.
/* Aa lo pvnpripnnrj rricfiono ^ ~ a.' de
aftiera una figura social de la experiencia cristiana y a técnicos (eru^
científicos, pedagogos) que, al asu m ir las n uevas prácticas, apuntan a 're0'’
rientarlas corrigiéndolas desde el interior o poniéndolas al servicio dcobt
tivos religiosos. Estas dos tendencias, p o r o tra p arte, se mezclan J ¡
combinaciones donde el papel de la institución se vuelve decisivo. ^
Hay dos rasgos sobre todo que im pactan en las prácticas jesuitas qUe*
pueden colocar bajo el signo de la em igración. Por un lado, congregado-
nes marianas, casas de retiro y m isiones representan la voluntad de crear
un espacio libre donde puedan resurgir los signos cristianos. El vocabula­
rio del “refugio” o del “ retiro”, frecuente en los textos, ya lo indica. Pero las
medidas de protección destinadas a p o n e r d ista n c ia con el “ mundo"y
que regulan una iniciación progresiva con respecto a las actividades, las
celebraciones o los secretos del gru p o tam b ién recortan y llenan cada vez
más un lugar que garantiza un valor p ro p io a las expresiones cristianas.
Deben permitir significar la fe y hacerle p osible un espacio de enunciación.
Por otro lado, en las representaciones id eo ló g icas o en las localizaciones
dc la acción, ese espacio tiene por característica ser ajeno. Lo define “el otror
social, la infancia, la locura, el salvaje, y so b re to d o el “ pobre pueblo del
campo, a partir del cual se designa una ru ptu ra entre él y el “ mundo”. Como
el sah aje , el pueblo -e l iletrado, el ignorante, etc.—perm ite hablar ofrecién­
dole nuc\ as posibilidades culturales. Al m ism o tiem p o, es el lugar todavía
Que se opone a la sociedad saturada de las ciu d ad es, el nuevo mundo
k ‘ u >!undid<ides incultas llevan en germ en la V erdad divina, pero tam-
^ vi , ' Tü ^0; cu^ v a r t el objetivo de una ed u cació n . Desde ese punto
rior pi ' S e*cr'tos Procedentes de las m isio n es lejanas juegan en el inte-
papel de una referencia sim bólica,'66

^ k l a s í tt a

tioses qu¡ se pa$< ^ ^ * na’ Japón, de la India, 1573-1606; las Nouvelles des
jesuítas, París ,6 i " ,J .Verses et ^intainesparties du m o n de..., de los padres
autre¡ pays. .., de p' ^ ‘S
. tU‘ re ^es c^oses ... advenues tant és Indes orientales
la ;VouvelU-Franc/« U *arr'c’ *iu rdeos, 1608-1614; las fam osas Relations ‘
1awbién,G. Aikinlnn 'T ¿ d ¡672; las lMtrei édifiantes et curieusest a partir ^
' >« relations de yoyage du siicU . París. .» « • «• ^
historia Of ios itsUIUs , 1 9 9

n o n ,l o s -‘tesoros”
lo s t w u i v / o
lv ^
ocultos en1 _las
--- ------------------------ -----------------------
, . , _
“ m1 *inas” de las campiñas,la misión
(Z ° dc io que tam bí n d esarro lla"un^ p l i ^ ! ’ ' ña? '1
S igual-
' educadora y conqu.stadora. Q uiere hacer a p a r r a “ W *-
1 •~ — i c< ^_n J -r —wv» ivj o ^ue
cjue los
Iq^ pre-
mente ^ “ " ‘ encontrar; hace decir al “ otro” lo que ya ellos saben; ordena
j;radOreS C c o n _____,
dÍT ' “dona las f i r m a c;ino n
n e«snqu
i . Pe Cesperan
W r - , ndJe. U
los. ““-'simples".
• Poco a poco
í l i d a d de e so s “ lu gares” p o p u la re s en la lucha contra la i„ c redulidad
re “ re lig io n e s” y el d e sa rro llo d e la organización eclesiástica en una
° " d id e sta b iliz a d a harán p revalecer en el siglo x v u i la lógica délas con
s sobre la dc los “ re fd g io s”. El perfeccionam iento de los métodos v
r-ctematización del d iscu rso catequístico o administrativo casi no deia-

n'va Pasar la Palabra del U° tro” rural ° salva)e-


^"in duda, en esta e v o lu ció n , hay que tener en cuenta el hecho de que
las prácticas resultan en adelante m ás im portantes que las palabras. Así,
¡a predicación apunta a la práctica sacram ental o devota: el confesionario
focaliza el discurso sobre la conversión. Las marcas sociales del cristianismo
se convierten en signos de d iferen ciación m ás seguros que las confesiones
de fe. Recíprocamente, la en señ an za catequística y las “ instrucciones” de
retiro reorganizan p o co a p o co el conocim iento religioso según las esci­
siones que inscribieron en ellos las divisiones entre grupos o “ partidos”.í?
La práctica predom ina, y, con ella, las técnicas de acción que a ella condu­
cen. No por eso el re su lta d o d e ja rá de ser, en las campiñas, un cristia­
nismo práctico por m u ch o tie m p o im perm eable a las nuevas ideologías.
B. La erudición y la ciencia, en el otro extrem o de la actividad apostó­
lica, también articulan una espiritualidad con prácticas y técnicas.” A pesar
de muchas reticencias, y esto hasta el siglo x v m (véase I. de Laubrussel,
Traité des abus de la critiq u e en m atiére de religión, París, 1710), se desplaza
una idea de la verdad. Seg ú n esos eruditos, “ para los cristianos es impor­
tante no adorar a fa n ta sm a s” (C h arles D u Cange): por lo tanto, ha\ que
seleccionar las “ cosas v e r d a d e r a s ” en la "talsa creencia de los pueblos.
Una verdad histórica y “ p o sitiv a ” “ o c u p a ” el lugar de la verdad. Pero la \ ida
religiosa ya no se in tro d u ce en los m étodos a los que obedece esta tarea,
salvo a la manera del objeto (religioso) estudiado, o del lugar social del eru

Paradise 011 Earth. Some thoughts on european irnages o f rton-european .non,


New Haven, 1965; M . de C e rte a u ,“ L’illettré éclairé ,op. cit.
as D^Se ^ ^ o t e l , Les origines du catéchisme modeme , París, ■
Por ejemplo, Fronton du D uc ( t 1624), Bibliotheca veterurn patrum, u voli,
ar's, 1624; Denis Petau ( t 1652), De doctrina temporum , 2 vols., París,1
j , lUCs ^‘rn'ond ( f 1651), Concilia antiqua Galliae, 3 vols., París, 16-9■
Primer volumen de los bolandistas data de tó-j.V veasc UJir
a8>°graphie et critique”, en Religión, érudition et critique, París, 19 .•
2 0 0 | « . « » >

... aulor CS “ dc la C om p añ ía dc Je sú s” ) o, p o r último, de l


£°sc añade cxtcriormcntc a dicho trabajo. C artas y textos ^
S i o s manifiestan un deslizam iento su e sp iritu a lid a d se orj * * ,
.¡mides morales que implica la c r u d . c o n (el tra b a jo científico * ¡ J *
dc una moral), o hacia virtudes religiosas externas a la labor técni '
propias del lugar (jesuita) donde se efectúa, o hacia la utilidad
¡ . v la “ eloria” que pueden co rresp o n d er a la orden (es un tema *
de la Imago pritrti saeculi, Am beres, ^ 4 0 ).
Cruzada para recuperar una verdad q u e n o ha variado, |a erudició
adopta la figura de una ética cien tífica, a n c la d a so lam en te en el puerto d
la vida religiosa por devociones ajen as a ese tra b a jo . Ser “ buen r e l i g ó
y ser sabio: estas dos cosas se c o m b in a n p e ro se a rticu lan mal; se ubican
en redes sociales cada vez más distintas. O tro ta n to o cu rre con los jesuí­
tas científicos, como los m atem áticos C . C la v iu s (+ 16 12 ), Grégoire de Saint-
Yincent (f 1667), G. Saccheri ( t 1733) y L o u is - B e r t r a n d Castel (f 1757j
Sus trabajos valen por sí m ism os. El e le m e n to re lig io so adopta la forma o
de una ortodoxia que fija límites o de v irtu d e s re lig io sa s personales o jesuí­
tas. Fuera de los prefacios de sus o b ra s c ie n tífic a s, h a y p oco s documentos.
hecho de por sí significativo .69 m -^
C. El deber de estado sim boliza la te n d e n c ia q u e e stru ctu ra la espiritua­
lidad más difundida. Nacida con la e sp e c ia liz a c ió n d e las congregaciones
y los apostolados (populares, escolares, e tc .), to d a u n a literatura es consa­
grada al deber de estado. En general se trata d e las o b ra s de vulgarización.
Se dan como temas las virtudes propias d e lo s d iv e rso s estados: príncipes,
gente de mundo, m aestros, so ld a d o s, d o m é s tic o s , cam p esin o s, esposos,
viudas, alumnos, etcétera.70 ^
palabra estado llega cargada de u n a tr a d ic ió n teo ló gica y espiritual
“ - - '-¡mauna disposición del a lm a ” h a b itu a l, u n “ g ra d o ” o un “orden
¿rada, una de las etapas o de las “ v ía s ” d e u n itin erario cristiano o
' • esta clasificación relativa a u n a e v o lu c ió n religiosa o espiritual
a parcialmente una clasificación se g ú n un o rd e n social. Una jerar-
,as lunciones eclesiales o d e lo s g r a d o s espirituales cede ei
literalu - '" '“ rQ,u’zac'f">n ^e los “ estad o s” s o c io p ro fe s io n a le s que, en e$ta
* ^ SC Wjnvierte en un cód igo de las p rá c tic a s. Las virtudes se redis-

* } ( UU-l* u. ,
pp. 193-222. ^ * * ^K> a;rrcsP°ndancc of Chr. C laviu s ', en AHSft t. viii» 1939*
/o Som ' .... £<■'•>• ' * $ 0 ^
u,is V T 1' lubl¡0,llcclue de la Compagnie de Iésus, op. cit <'*X’
l jt kl*rfecc¡6n d ? l,r ' ‘' ’U í'»al de esta espiritualidad, l.uis de la Puente
I6u-l6l, e" ltíd°* m estados, 4 vols., Valladolid. despU*
"IS ' 0«H O! IOS |,S(1U
201

, dc a c u e rd o con el o rd en e s ta b le a d o y con una organización de


^ ñor e je m p lo , la ju sticia esta afectada al am o, la fidelidad, al domés
I»” 1® 5', , p r o fu n d iz a c ió n d e la v id a cristian a resulta ligada aquí con el
sc ocupa en la so c ie d a d y la fu n ció n que se ejerce en ella Una
lugar q jal se jnsinúa en la e sp iritu a lid a d .
T an to , la casuística tra ta rá de p ro p o rc io n a r a la ley fundamental de
ndo una distancia cristian a, siem p re relativa a una situación/- A
' c Z una reacción c o n tr a ese “ o r d e n ” p o lítico que se impone a ¡ ¡
12 '"abe traducirá por m ed io de un reto rn o a la positividad del Evangelio
"aeU voluntad de d e te rm in a r c o m p o rta m ie n to s cristianos a partir de la
• “l
^ C o r r e s p o n d e n c ia s y dirección espiritual. Cartas. En los escritos espiri­

tuales del siglo x v i i , una re g ió n in m e n sa se ha vuelto otra vez silenciosa:


una literatura epistolar, p u b lic a d a p o r fragm en to s, en gran parte desapa­
recida, constituyó sin e m b a r g o la m e d ia c ió n m últiple entre los textos edi­
tados en esa época y las v o c e s p e r d id a s de la dirección espiritual.
Parcialmente editados o e d itab les, p o se e m o s elem entos de la correspon­
dencia de J.-B. S a in t- Ju r e , P a u l Le Je u n e ( t 1664), J.-J. Surin, Francois
Guilloré, Pierre C h a m p io n y, m á s tard e, d e C l.-F r. M illey (* i720),Claude
|udde y J.-P. de C au ssa d e.73 G é n e r o lite ra rio m u y desarrollado en la época,
la carta también tiene to d a u n a tr a d ic ió n en la C o m p añ ía de Jesús, donde,
desde el origen, una serie d e D e scribendis epistolis duplica las alrededor
de 6.500 cartas que q u e d a n d e san Ig n a c io .
Esas cartas circulan. A l c o m ie n z o , co n frecuen cia tienen varios destina­
tarios, y pasan a otros. Por tan to, a m e n u d o son doctrinales, y por otra parte
son erosionadas y m o d ific a d a s a m e d id a q u e se am plía el círculo de lecto­
res. La mayoría de los d e stin a ta rio s so n m ujeres. El hecho no resuita sólo
de una preservación m e jo r g a ra n tiz a d a p o r las corresponsales. Por ia can­
tidad y la longitud, esas c a rta s so n m a y o rita ria m e n te los garantes de una
experiencia fem enina, m ás in d e p e n d ie n te de la tradición teológica o de
r‘cal- Como ocurre co n la Introdu cción a la vida devota de Francisco dt
^ es’ f° rrnan la base y a m e n u d o to d o el co n ten id o de los tratados espiri-
tuales. Así, la doctrina se e la b o ra a p a rtir d e esas cuestiones, que t.on>titu
^ nel núcleo generador d e las respuestas. Es la recíproca de interrogatione.

/! hawídt CaSUÍStica’ véase E- Coumet. “ La théorie du hasard est-é k nee par


7i E U ’.Cn Anna^es £sc , t. x x v , 1970, pp. 574- 598- ,
Xv,|,m t' ^ctours i* l’Hvangile ct théologie inórale en France et tn lia
*3Véase Ml s^ c*cs” cn Gregorianum, t. m , i 97>- PP- 639-687-
‘>mniervogel, fíibliothéque de la Compagnie de Jesús* op- 1
‘335-1337.
V oriemaaon.*. sobre todo fem eninas, cu yo lenguaje o r ig j,,,,,
«cido B l e d ¡* u rso dialogado, cuya m ilad aq u í falta, resurge en „ ^
enIa forma de Diálogos que se da a tantos tratad o s. fa^ <
^ Una práctica ácl lenguaje del otro. Estas cartas son el indicio de u
non más general, que permite explicar p o r m ed io de una red d e ^ '
Pondendasndo5 aspectos de la e sp .n tu al.d ad jesuíta francesa del J * *
Por un lado, su lenguaje se renueva a p artir de aquel al q Ue 1^ 7 *^
que redbe ampliamente sus térm in os y tem as. Por otro lado, en J .
boración nueva, la relación con el o tro representa un papel esencia!- T
nas “ v e r d a d e s ” y experiencias ya n o se e n u n c ia n en el interior de Un ¡ X
literario estable, como lo hacía la esp iritu alid ad m on ástica medievo
gracias a la recuperación, a través de un clérigo (h o m b re de d is c e r n in * ^
del lenguaje diferente que viene de las m u je re s, la cam p iñ a o los saka*s
Una hermenéutica del otro es fu n d am en tal p a ra eso, es decir, una pr¿
espiritual del lenguaje del otro.
En el momento en que la exégesis se v u e lv e cien cia positiva, parece q**
la exégesis espiritual resurge en las c o rre sp o n d e n c ia s, en las biografías. ~
las cartas de misioneros, m ucho m ás q u e en la le ctu ra alegorizante de la-
Escrituras. Un ejemplo entre mil de esas b io g r a fía s de hermeneutas espj-
rituales, pero un muy bello libro, es la Vida d el señor de Renty , de J.-B. Saint-
Jure ■¿651,-. De igual modo, la V ida d e A r m e lle N ico lá s, inspirada por V.
Huby '1678 ), ia V ida de M adam e H élyot, d e J. C ra sse t (1683), y tantas oto
análogas: diálogos exegéticos d on d e el o tro es el p rin c ip io de un lenguaie
espiritual interpretativo.

Conflictos y debates doctrinales


“u^ XVJi) la historia de los jesu itas está llen a de polémicas. Tafflbién
si- li.cictura espiritual. No es sólo el e fe cto del éxito y las resistencias cu-
’ U' J ^ n* el resultado de una m era o p o s ic ió n entre doctrinas. Marcada
ya en ia voluntad de “ ruptura” y d e “ r e fo r m a ”, la agresividad radica ffi*
" ........ ‘ • en hecho de qu e cad a p o s ic ió n se defin e en unareíacioo
J ; f - rechazo del partido” ad verso es el m o d o en el cual un
........... r' sta dependencia resp ecto d e un “ afu era’ lo convierte en
U“ Presi6n <W“ aden tro” p o r m e d io de una i n v e r s i ó n » ® ;
- M á s que en otras c - n o a s . la f r o n t e r a o r g a n i z a las re8 l0,~
Hue separa. r ’ ---------- 0

'rinaídCw 17<T ulut d T ¡ f ^ r t e m c n . e en U d a l,' f “ “ f *


orden u á n * a allí lo p r o p io , lo in te r io r , *
P aC ,U ' 1 W 'I lenguaje sigue p o r u n t o m ás dócilmen.e b W
HISI0ÍI* 0{ ios I i s a n i s i 2 0 3

, Iirm ¡nac¡6n recip ro ca. P ero, p o r eso m ism o, esos discursos am ¡.


«■» de es„e c h a m e n te rela tiv o s u n o s a o tro s, revelan coherencias a u ,
r r > ] t Compaflia en c o n ju n to s m ás vastos. Lo que aparece en L
* * * ' las determinaciones soctocu ltu rales de la época v los proble
* bl‘“ imPuestos a la experiencia cristiana. Las crisis que marcan la segunda
^ ú éo -jansenismo, q u ie tism o - rem iten por consiguiente de m a„e,a
g itan ea' a las interrogaciones d e la ép oca y a la reacción particular de

*fgtoeetdsm<> y ¡os jesuítas. Si la interpretación de san Agustín (cuya


bridad, a P*™r de 1640, reem plaza a la del Pseudo Dionisio} suminis-
debate sus referencias id eo ló g ica s y léxicas, la cuestión abierta con-
mis fundamentalm ente a las p osib ilidad es del cristianismo en la
jociedad que se instala. En su m a y o ría (n o es el caso de los reformado-
•=místicos), los jesuítas o p ta n p o r la ad ap tación , mientras que los jan­
senistas les oponen la radicalidad profética de un corte respecto del "mundo”
pe hecho, las cosas son m á s c o m p le ja s.
En primer lugar, la m is m a coerción de una ruptura se impone a todos.
?ntre los jesuítas, la a d a p ta c ió n d esca n sa en la posibilidad de una separa­
ción entre prácticas in terio res, firm e m e n te establecidas, y la movilidad de
los discursos y los c o m p o r t a m ie n t o s exterio res. El corte existe también,
en consecuencia, pero o c u lto p o r las tareas objetivas. La tentación es olvi­
darlo y reducir esa c o m b in a c ió n a la ló g ic a de la actividad “ exterior". Entre
los jansenistas, el m o v im ie n to , al a m p lia rse , relativiza m uy rápidamente
su expresión p rofética o te o ló g ic a o r ig in a r ia p ara definirse, a partir de
Amauld y Nicole, p o r m e d io d e u n a ética p ro p ia. Para ambas partes, el
debate se concentra en el te rre n o d e la m oral práctica.
Aunque se m ueven so b re el m is m o su elo , el de las conductas, amaos
partidos se sitúan de m a n e ra d ife re n te respecto de los comportamien­
tos sociales. Los jesuítas fo r m a n u n c u e r p o ya constituido (una orden que
se apoya en prácticas in te rn a s p a ra “ salir ” afuera. Los jansenistas, >e».uia-
res y laicos, parten de u n a te o lo g ía b eru llia n a , doctrina sacerdotal • mis
üca de la jerarquía ’ eclesiástica, m o d e lo fuertem ente estructurado ck una
cristiandad en redu cción , al q u e q u ie re n p ro veer de una e te ^ i' idad social.
E1 “refugio” es el p o s tu la d o d e la a c c ió n je su íta y el proyecto de la doc-
lna jansenista; al respecto, está a la zaga de los religiosos y por delante
^seculares.
ür C'jo, la relación de la teología con las prácticas no e> la misma p
as Partes. Para los jesu ítas, la p ráctica es el "lugar protegido n '
ten i0s discursos y las acciones. Para los jansenistas, >¿ bien P^
s d Prueba decisiva, a d e m á s se despren de de la doctrina. >u a
204 I lü6AR DEl 0TR0

por ,an«0. « t í mcior .razada en el lenguaje es más "raciona,» ^


elitista (sus primeros propagadores son obispos e intelectuales, h ^
,o difunda entre los sacerdotes .lustrados:del s.glo x v ,„ ) , mcnos '> *
,a opacidad de un cuerpo, más dtfund.ble, pues, y manifies,,
-laridad la cuestión que se plantea a todos. "% »
^ Por último, la intervención en los c o m p o r ta m ie n to s sociales nosel
l¡za cn los m ism os lugares. Los ja n s e n is ta s p riv ile g ian 10 ü tú r fa J *
s uaje visible de o p cio n es te o ló g ic a s , y, s o b r e el fo n d o de la s o c i^ ,
recortan prácticas sacram entales y e s c ritu ra ria s . Los jesuítas apuman aV
vida civil, allí donde una ed u ca ció n e s p iritu a l d e la voluntad se articulé
con tareas efectivas y se m arca so b re ellas. El tra b a jo indefinido de la cas,"
ística será especificar qué m o d ific a c ió n in tr o d u c e el ejercicio de una inte­
rioridad en las leyes objetivas de cad a s itu a c ió n . La “m oral de los jesuítas”
no deja de jugar en torno de la d ic o to m ía , p a r a su p e rarla . Pero toda esta
literatura confiesa la d ificu ltad de la ta re a y se in clin a cada vez más del
lado de las prácticas de “ d e v o c ió n ”. L o s in n u m e r a b le s títulos donde apa­
rece el binomio piedad y m oral ya tr a ic io n a n , p o r la m ism a conjunción,
el lugar de la fractura.
B. El quietismo. A prim era vista, la q u erella del quietism o, a fines de siglo,
repite el antimisticismo de los añ o s 16 4 0 316 5 0 : los m ism o s temas y las mis­
mas referencias.
Su referencia oficial es la G uía espiritual de M ig u e l de Molinos (Roma,
1675; traducción italiana, Rom a, 1675; tra d u c c ió n francesa de Cornandde
la Croze, en su Recueil de diverses piéces concernant le quiétisme, Amsterdam,
1688). Como cuarenta años antes, la o fe n siv a co n tra los “ contemplativos
parte de Roma en 1685, para d esem bocar en 1687 en la inclusión en el Index
dc la nueva teología mística” de M o lin o s y en la constitución Caelestis
Pastor (20 de noviembre de 1687),“ carta del an tiq u ietism o de fines delsiglo
XN■>• Convertido en el especialista de la esp iritu alid ad con su Traité de
0 aison lf)79)> retomado com o Traité d e la p rié re en 1695, Nicole es uno
e los intermediarios por donde pasa en Francia ese antimisticismo romano

qU" lan blen corresponde a sus p rin c ip io s ” 75


ant\ /*t AUlas estan divididos. En u n p r im e r nivel, son m ay o ritarian u n

místicos, pero, contra el “p a rtid o ” ja n s e n is ta , so n los aliados ° ^ etl'


tuales”qUlet,StaS' S' n ernbarS°> la d iv isió n es m á s seria. A lgunos“esp'r '
UlUí son denunciados c o m o q u ie tista s. C o m o G uillo^’ aP°

Vl ¡ind->p. 460. Sobre \»htí ík liOSSUe1, Harís>' 972. P- 514.


fJ°ntcháteau * lntenc*í)ne$ de Nicole, véase B. Neveu* Sébastten
£eaw>Par^ 1969, p. 647.
»'STOKI» m ios , 205

. ,roso de fray M alaval, p ersegu .d o por Nlcole, quien reunió de él


\ "donde hay c o sa s h o r r ib le s ” ; » c o m o Su rin , a quien se refiere
I,,,aCl° v ;uyo Catecismo, en su trad u cció n italiana, es puesto en el Index
f Dc 1697 a ‘ 700, un g ru p o de jesuitas quietistas, en la provincia galo-
<« * f " pa m ucho a T. G o n z á le z , el general de los jesuitas/'
¡ T bi0i la d o ctrin a je su ita es h ostil a la “ m istiquería” de los “ nue-
Elm in ad o s”. El a n tiq u ie tism o de P. Segn eri Ü 5etteprm c¡pi...,Venecia,
“ l' tr a d u c c ió n francesa, Le quiéttsm e ou les illusions de la nouvelle ora,.
* ¡élude, París, 1687) n o es o tr a co sa q u e la situación previa a la
nn de (1l,teiu ' ....... k _ — — . « t f~ \ t 1 l*\ I 1 •• r
d ia
yx A M T __ * n t a

se en cuen tra en D o m m iq u e B o u h o u r s o en Louis Bourdaloue.78 A


qUCpr( este antiquietismo es n o rm a l: el a b an d o n o se opone a la eficacia; la
^¡vidad — a l, a la m e d ita c ió n m e tó d ica ; el am or puro, a l a “ utili-
e sp iritu
pasividad esFu
dad” Pero, más rad icalm en te, c o n el a m o r puro, con la negación de una
re la c ió n necesaria entre la e x p e rie n c ia espiritu al y la felicidad celestial, wcon
..

la crítica de los objetos de c o n o c im ie n to , con la apología del “ vacío” y de


lo afectivo, el quietism o s u p o n e o p ro fe sa el deterioro de una cosmología
religiosa, la im posibilidad de a r tic u la r el deseo con un mundo (futuro y
presente) y de fo rm u larlo en lo s té rm in o s de aquello en lo que se convir­
tieron el saber y la so c ie d a d . C o n la e x p e rie n c ia com o testigo, esta rup­
tura es más fu n d a m e n ta l q u e a q u e lla , ética y social, que promueve
Port-Royal en n o m b re d e u n a teo lo g ía m ística de la jerarquía eclesiástica:
ella dibuja el fracaso secreto d e l reform ism o postridentitw , que pretendía
reinscribir la gracia en u n a fig u ra sa cra m e n ta l, visible y social.
Si bien la hostilidad e n tre je s u ita s y ja n se n ista s m arca una oposición
entre dos épocas, entre d o s te o lo g ía s o entre “ seculares” y regulares, ade­
más se despliega en el in te rio r del c a m p o q u e ha creado la misión postri-
dentina, igualmente esen cial p a r a eso s h e rm a n o s enemigos. Es por tanto
secundaria respecto de la c u e stió n q u e abre el quietism o al separar de los
lenguajes sociales la ra d ic a lid a d del d eseo espiritual. L o s jansenistas lo per
cibieron con lucidez y, al h a c e rlo , se alejaro n , con Arnauld y Nicole, dtl
Profetismo p arad ó jico d e S a in t - C y r a n . En el con jun to, más asegurados
en sus res'dencias, m e n o s sensibles a los p ro b lem as doctrinales, los iesui
3S no A jaron por ello de ser m u y reservad o s, salvo cuando el enibrc

77v T 'u Arnauld’ CEwvres, París, 1775. t. n, P- 7^6.


?8 D u° **'"enaar>Fénelon et les jésiiitesy La Haya, 1967» PP- 3° 9"3|3-
di., ° “ hours*L“ We de M me de Bellefonds. París, 1686, pp. 80-81. Véanse,
Éf “ rdaJoue, su famoso “ Sermón sur la priére" (1688), en CBurro, ed. «•

■ k k Z e T n T ’ l922> *• pp-325 y ss- y de char,es dela. ,Rue; PT ^ 1


'74o t Un$e ed. sospechosa en Panégyrtques des M¡n >.
¡ 40*l-‘-PP- 307-348.
206 ¡ a i B6AS OEl OTRO

de las batallas an ti jansenistas los cegaba o cu a n d o su exper¡encia .


]n, llevab a a las cercanías del q u ie t is m o * ’ 31 rad¡.
C3I l ^ ^ 1 * . i* t i

Pronto, el jansenismo, al politizarse, y la c o m e n te jesuíta, a| obe i


ia división de las tareas técnicas y las p rácticas d e v o c io n e s , a p ^ » >
muerte de confirm ación a la e x p e rie n c ia q u ie tista en la medida e
desarticula el movimiento espiritual dc la o b je tiv id ad social o intele" ^
En todo caso, es de esta forma co m o resu rgen a fines de sig]0 |0s
sobre la Humanidad de Cristo que h ab ían m a rc a d o su comienzo.* ’**
C. Los teólogos y los espirituales. Estos debates generales se repiodu-
en el interior de la Compañía, en p a rtic u la r con los conflictos entre teólo.
g o s y espirituales. Según uno de sus asp ectos, el antiquietism o defiendet
teología eclesiástica contra la “cien cia d e lo s sa n to s” (donde ios-santo?'
d e s i s n a n entonces lo que hoy lla m á rn o s lo s m ístico s ), y no es un azar $j
Fenelon hace deslizar la teología hacia u n a teodicea.
San Roberto Belarmino ( t 1621) representa el tiem p o de un concordato
cuando su juicio encuentra a los m ístico s m ás o sc u ro s que erróneos (De
scriptoribus ecclesiasticis, Rom a y Lyon, 1613; P arís, 1617; etc.). Pero, desde
las grandes discusiones españolas (desd e el In dex de G asp ar de Quirogaen
1588 hasta la oposición de Juan de San T o m á s a Su árez y al carmelita Tonúi
de Jesús en 1637, por ejemplo), la m ística es u n lu g a r de discordia donde
vuelve, pero en función déla experiencia cristian a, “ la interminable y omni­
potente cuestión de la gracia”.81 S im u ltá n e a m e n te , p o n e en entredicho!:
función de la experiencia respecto de las in stitu c io n e s doctrinales (es decir?
el carácter edesial de la verdad) y la relació n e n tre naturaleza y sobrenatu-
raleza. Estas dos cuestiones co in cid en sin c e sa r y se com plican con una
interferencia con la ierarquización a n tr o p o ló g ic a q u e se debe establecer
e¡;trc voluntad e inteligencia. Pero no p o r eso so n m e n o s distintas.
1 . La experiencia. En las discusiones, la in stitu ció n , prim ero presentada
"e-ur' una Perspectiva dionisiana y heniH iana) c o m o una “ orden” de la gra-
c.c aparece cada vez más con la fo rm a m e d ia d o ra de la tradición, o sea;d¿
' ! - ¡dad histórica sum inistrada p o r la “ teo lo g ía p o sitiva. Este des
' 0 ^e* cosmos espiritual al texto tra d ic io n a l es significad'0.
^ i uC ^ hecho de la experiencia se o p o n e el hecho de lo que sietf
viven v ey? ’ Debate entre la voz y la e scritu ra , en tre lo irre d u ctib le de ^
“ - < • a positividad estable del texto. M á s a u n , la “e x p e rie n c ia entre

J U brur: ¡m in' nét,en[ sans op. cit., analiza el problem a de conjunta


la mis p n T ’ h * ’Í0iSuet' °P' c i t ' PP- 439 - 695 »da la presentan n
80 l-Orcibal Im r e í i actualidad (1685-1699).
-• * * ■: h |
i 1 lMrope classufue, París, 1966, p. 461 •
HISTORIA Oí IOS J I S U I U S 207

Jps remite a la actualidad de una enunciación que sería 1


“ ‘ A d o n d e habla el Espíritu; la “ tradición" en los teólogos t o p , ^
^ inm utables (escritúranos, conciliares, etc) cuya verdad
* r i a seria conservada gracias al rigor de los razonamientos que de
sus consecuencias o gracias a la permanencia de las instituciones
^ , M ediante la coerción de las controversias, por otra pane, se oblim
td6‘a ‘.¡rituales a ubicarse también en el terreno de la tradición y a conT-
310-una “tradición mística” esencialmente formada por “ modernos”.
dtUif Una tesis teológica agrava el debate: únicamente lo “ naíuroT seria sus-
’ ¡ble de experiencia porque, según una posición frecuente que lleva al
la teoría de lo sobrenatural de pura “ modalidad” el orden de la gra­
extremo
ciaesta sobreañadido al de la naturaleza (posición que no se encuentra entre
£1<1Wlu --
los teólogos como B e la rm in o o S u árez). Para m uchos maestros teólogos
-a m e n u d o , teñidos de n o m in a lis m o y p reocu p ad os por combatir la “ per­
suasión interior” p ro testan te-, la a u to rid a d extrínseca de postulados reve­
lados se coordina con la a u to n o m ía de la razón natural. Por el contrario, los
espirituales se refieren a un “ in stin to ” b asad o en las fuentes, que sumerge
p ro g re siv a m e n te la e x p e rie n c ia . S eg ú n los casos, lo designan con los tér­
minos del “deseo” agustiniano, del “ fo n d o ” renano-flam enco o de esa “ volun­
tad” que es el más allá ab so lu to , inaccesible, de todo lo pensable. Por eso,
para Surin, lo espiritual es “ ese a m a n te en el a m o r abstraído / Que ya no ve
ni gracia ni naturaleza / S in o el so lo a b ism o en el que ha caído”.*2
Estos dos polos o rg a n iz a n las d isp u tas, que se multiplican/"3 Entre ellos
se ubican los jesuítas, a q u ie n e s su p ro p ia experien cia y la de la dirección
espiritual llevan a conciliar la p o s ic ió n d o c trin a l con el conocimiento que
tienen d e angustias y o ra c io n e s m á s rad icales. En efecto, parece que una
concepción demasiado estrecha del con ocim ien to, el peso que ejerce la bús­
queda positiva y la so sp ech a q u e existe sob re la ortodoxia de los místicos
paralizaron, a fines d e sig lo , la e lu c id a c ió n de u n a experiencia que a su
' éZ dañada. Sin d u d a , ta m b ié n h a y q u e atrib u ir a un pudor clásko la
reacción de los religiosos a la r m a d o s p o r los excesos afectivos de los mís-
k ° s '-ontemporáneos. La m a y o ría de los escritores acusados de quietismo
*ienen un estilo a rq u e o ló g ic o q u e im p a c ta c o m o una discreción urbana,
j e ^0s ¿ngaña incluso a ellos y q u e tra ic io n a asim ism o a una impotencia
del Aguaje.
ntre esos hombres del eq u ilib rio incierto están Jean Crasset (1618 1(?^-
U n nu‘dias palabras con fiesa “ h erid as” que son "bodas , poeta ovU.tv.

^ ’ • jjS B K ¿ i
«3v'éase Ca»lWes spirituels, París, 1664. cántico 5. estrofa 19. P- - 4-
• Ufin, Cuide spirituel , op. cit.t pp. 39-5°-
JO Í I ,1 1U C Í E O U O ' B O

, ra5 el biógrafo del señor y la señora H é ly o , F


(,«5-i6#4). autor dc los SccrCs dc h v ,e sp ,m u elle (.673), u„ a “ "lo,(
's p i c a c i a se agudiza al estar habitada p o r el respeto por ias '
in so sp ech ad o ; Louis B o u r d a lo u e ( 1 6 3 2 - 1 7 0 3 ) , m u y ligado Con Cra J '°
es d p re d ica d o r d e la c o r t e . B r e m o n d d .jo esto de él, qUc ade,n4 *
para m uchos otro s: “ É l m i s m o es un m ístico, pero que se ignora * * *
porque no supo d e slin d a r la filosofía q u e im plica su experiencia pérs *
o porque, d esalen tad o p r i m e r o p o r algu n os térm inos insólitos o
siado prom etedores en a p a r ie n c ia , d e s c u i d ó profundizar los escritosde7
maestros”.8,i P ron to ta m b ié n a p a r e c e r á C la u d e Judde ( 1 6 6 1 - 1 7 3 5 ) ^ ^
tras llega Jean-Pierre d e C a u s s a d e (16 7 5-I/51 ), que entregará el secretoence
rrado en esos d iscu rso s a los q u e c o n t i e n e la prudencia.
En esta reserva moralizante y reverencial puede reconocerse el indicio de
un problema más general. Faltó una teoría que articule esas experiencias
Pero no es seguro que hubiera sido posible en el lenguaje social de la época

El “corazón"y la política
A. La Colombiére (1641-1682). En una carta de 1671 a su cofrade D. Bouhours,
Claude La Colombiére la em p ren d e co n un c a p ítu lo de La viededom
Barthélemy des Martyrs (1663, libro 1 , cap. 4), cu yo autor, Pierre Thomas
du Fossé, muestra cómo el dom inico “u n e la plegaria y la meditación ala
ciencia de la teología escolástica”.86 Este rasgo es significativo. Los dos corres­
ponsales, por otra parte tan diferentes, ya n o son sensibles al gran proyecto
de una alianza entre la teología y la piedad tal c o m o la habían definido
Louis Bail í Théologieaffective, 1638-1650), Louis C hardon (La croixde jcsits,
^ 4, ) Ciuillaume de Con tensón (Theologia mentís et cordis, 1668). Participan
de una generación que ha dejado de creer en eso. Para esos letrados inte-
grados t.n la sociedad de la época por sus actividades y su cultura, esta teo­
logía 'hace el papel de extrinsecismo. En adelante, la tensión se ubica entre
' üc c'encia o de la acción y el vacío del yo, cuya vanidad denun-
moralistas. Se traza un deseo, pero a través de una crítica indefi
n,da de la ilusión. . •

al ( ^ ^H utificadora que aprendió entre los “delicados condua


"hiere a un desenlace que lo lleva cerca de la “pobre gente”/»"
8 4 V é

V(. ix, pp ,,7 |n‘° l,(J'll1lstotrehttéraire du sentim ent...,up. cít., t. VIH. PP- 289'3° 9’

K<>( 1¿í^bmbierc n 'USC 1 spiritualité d t Hovrdaloue, l 9


PP- *77-279. ' ' ‘ s “ mpléiet, ed. dc R ciharrier, (¿renoble. i9«». «•vl'
msiom oí ios itstnns \ 209

„ e “ idiotas” 87 Hasta el celo apostóhco es sospechoso,” asi .


ICt , ,0 que se encuentra en cam biar los corazones” : quedan “ los peJ
M e a r e s y los pueblos”, que para este letrado representan una g e c L *
f d I sentido" La confianza renace en el fondo de la sospecha,cuando
T lo b recim ien to se transform a en maravilla ante el gesto de quien viene
1sin condiciones.
y b El Sagrado Corazón: espiritualidad y política. De una manera más mar-
da todavía, esta devoción p rivilegia la relación del corazón (la interiori-
dad in d ivid u al) con la s o c ie d a d civ il (d o n d e una mayoría de católicos
todavía ve una figura de la cristian d ad ). Respecto de esa articulación de la
experiencia íntima con la o rg a n iz a c ió n global del país, las mediaciones
eclesiásticas pierden su im p o rta n c ia (precisam ente cuando los defensores
de la devoción se dedican a p roveerla de una expresión pública; por ejem­
plo, 1672: oficio y m isa del “ d iv in o C o ra z ó n de Jesús” ). De la literatura, la
iconografía y las prácticas q u e, a p a rtir de M arguerite-M arie (revelacio­
nes de 1675), reutilizan y m etam o rfo sean una tradición muy antigua, reten­
gamos, desde el p u n to de vista q u e nos interesa, solamente dos rasgos.
La devoción al Sag rad o C o ra z ó n no recibe su carácter afectivo y doliente
sino del siglo x ix . En el x v n , m ás bien connota el deber para el católico
(coruzón designa en ton ces la p erso n a y no ya, com o en la Edad Media, la
Iglesia) de p articip ar en la “ re p a ra c ió n de h o n o r” exigida por la "rebe­
lión” dei “ pueblo eleg id o ” c o n tra la “ v o lu n tad ” del “ rey poderoso” que es
Jesús. Es una reacció n a n te la e v o lu c ió n del país. A partir del período
1673-1675, con un v o c a b u la rio ju ríd ic o y político ya arcaizante, la devoción
del Sagrado C orazón asocia el sen tim ien to de una responsabilidad (hay un
“deshonor” por lavar) y u n a lectu ra providencialista de las grandes crisis
nacionales (1688 y 1689 so b re to d o ), consideradas castigos. Inspirada por
desperanza de la “ sa lv a c ió n ” q u e acarrearía la restauración de un orden
político cristiano, estará cad a vez m ás m arcada por el fracaso de esa ruon
quista religiosa.
Por otro lado, el “c o ra z ó n ” re c o rta en el espesor del m undo un espacio
interior donde p la n ta r los sig n os cristian os y profesar la te. Esta espacia
Üzación de lo espiritu al re to m a la p ro b le m átic a de las “moradas (teresta
nas)0 de las “residencias” (b e ru llian a s). Reproduce en las representan
e*trabajo que funda los “re fu g io s”. El proyecto de hacer vado cn el i ema
siado) llciW social, sin e m b a rg o , n o crea m ás que un lugar u tó f ic
,Ópico>- El corazón, lugar d e la p a ra d o ja , concilia los co n trad icto rio s U
8**í ' 1
g o , c °lonihicVc. Écrits, ed. de A. Ravier. París, «• *>P- g7<

8,J IbúL „ .,0


*v su contrano , s\n
^ contenido propio.
ser (lo que ^11*
importat*
„ **P » % ;°u n » « « * * * £ Sin o e l c o t a t ó n d e O io ^ ,,.
c5c l^ ’'" IC “
,¡é „ el corazón dc Dios está en el hom bre; el corazón del hombr"0U'»'
Dios; etc.): el corazón es el más allá de todo lo real, la marca i„ dJ '»
„n corle, el no-lugar dc todo lugar.
En la imaginería popular, lo esencial c.s la separación entre el cor
interior v el espacio mundano; es la piel-caparazón del corazón, < J “ "
nUede o no atravesar, perforar, abrir. Un ejem p lo de la época es U ,
déwl (Douai, 1627), en el cual Étienne Luzvic ( f 1640) comenta las ¡mi "
nes de A. Wierix.90 /
C. La política dc los jesuitas. La p o litiz a c ió n de la vida religiosa es |a
recíproca de esa interioridad, doble invisible de la realidad individúalo
social. : • ó|
Un indicio: el papel que representan los con fesores del rey, en particu­
lar Frangís de la Chaise, confesor de Luis X I V durante treinta y un años
(1675-1706), que ejerce una influencia decisiva en todos los asuntos de la
Compañía francesa. Su autoridad d esb o rd a am p liam en te lo que había pre­
visto en 1602 la ordenanza de C la u d io A q u a v iv a sobre los confesores de
los príncipes.91 Semejante práctica ta m b ién acarrea modificaciones doc­
trinales: la “ sumisión política” p re d o m in a so b re la obediencia religiosa.
El padre De la Chaise escribe en 1681 a su s u p e rio r general Jean-Paul Oliva
que las ordenanzas reales “ obligan en c o n cien cia p o r el derecho más anti­
guo, divino y humano, natural y p o sitiv o ”, y prevalecen sobre las órdenes
del general, que rigen sólo “ en v irtu d de la p ied a d y de votos espontánea­
mente contraídos”.92 ggggf gÉlj p g | | m |
Algunos años más tarde, una m e m o r ia co lectiva de jesuitas franceses
declara: “ En la concurrencia de dos ó rd e n e s o p u estas dadas a un religioso
francés, una por el rey y la otra p o r el le g ítim o su p e rio r [... ] es un pecado
grave contra la religión, contra la fid elid ad y co n tra la justicia obedecer al
superior; general o al su p erior local en p e rju ic io del gobierno del re\.
Ln 1698 se censura en el C olegio ro m a n o la tesis del jesuita español luán
Bautista Gormaz: “ Religiosus plus tenetur obedire suo regi quatn praeposito

w
• 1 -1 L - Hrun, Politique et spiritualité: la dévotion au Sacré-C oeur,
en Concilium, N« 69,1971, pp. 25-36, y C. Legaré, “ La structure sémantique de
, Uí Caiu * a-uvre de Jean Ludes”, tesis fotocopiada, 1972-
92 "vT cñ n : ° T ¡S ! 6SU' ,:lorcncia’ ,893>t. m, pp- 281-284.
‘ /2, *■f)li- El secretario romano resume: “ Jussa regis obligant e
h ° mmano>naturali, positivo. Mandata superiorum ex voto sponte
susccpto (ibid.).
H I S T O f t U O t I O S i C S U H A S I 211

Se trata de dos casos extremos, pero en todas partes un nacio-


gerterf1' • conVierte en la form a social de la vida religiosa.’ *
nal¡st110 ^iltización se apoya simultáneamente en la teología tradicional
ESta P° nc el poder político en el mediador de un orden divino (el rey
qüC S! St'Tcipio in se p a ra b le de la verdadera religión” ), en las teorías moder-
eSUn' prl stablecen la autonom ía de lo “ natural” y del derecho positivo, y,
nasque eS^ la e x p e r ie n c ia cotidiana de una sociedad en vías de seculari-
máS aUIpn el curso de las controversias, contribuye a acelerarla el apoyo
Z aC ÍÓ Ü d e E n r iq u e IV, la C o m p a ñ ía espera del poder. Pero se la com-
que, des ^ refuerzo de las prácticas religiosas en el interior de lasuresi-
pensa ^ enCierro y u n opacam iento del lenguaje espiritual en
¿encías, ^ segUridad donde se desarrollan virtudes silenciosas. Esta
esos lugares^ ^establecida desde comienzos de siglo, va a tor-
e r t e m e n t e

c°m ina ^ la f o r a c i ó n de un lenguaje espiritual en el siglo


narCa. 3 xperiencia se confiere en las prácticas: prácticas sociales o téc-
ñ ic a s “a t a r a ”, prácticas de piedad “ adentro”.

93 ARS1»Fondo gesuitico 672, f. 637. . . » r | >t “ lesuites gallican>


^4 Véanse G. Guitton, Le Pére de la Chaisc* París» 1959»
au x v u e s i é c l e ? ” e n a h s i > t. xxix, 1960, pp* S S - S 4 •
• f f l . >• f e - - ' .•

!Z 9 B R « H
f* *•

,V. 1
10 „aci0 del deseo

¿l os Ejercicios espirituales

vbret,o de los Ejercicios espirituales es un texto hecho para una música


® que no se dan, pero se coordina con un “ fuera de texto” que sin
b areo es lo e s e n c ia l. Por eso no ocupa el lugar de ese esencial. No sus-
en1 M a s v o c e s . No las previene; no pretende “ expresarlas” ni metamorfo-
" tU'tL , n e s c r i t u r a . No es ni el relato de un itinerario ni un tratado de
s¡carias etu a » .. .. ,,
/i • • ,
• t alidad. Los Ejercicios solo suministran un conjunto de reglas y de
as relativas a experiencias que no son ni descritas ni justificadas, que
** w n ¡ntro d u c id a s en el texto, y cuya representación no son de ninguna
añera porque las plantea com o exteriores a él en la forma del diálogo oral
entre el in stru cto r y el que hace el retiro espiritual, o de la historia silen­
ciosa de las relaciones entre Dios y esos dos garantes.

UNA MANERA DE P R O C E D E R

La mejor definición de los Ejercicios nos la da Pierre Favre. de lejos el inter­


prete, difusor y hasta corredactor m ás importante del texto en los oríge­
nes de su historia.1 Es, dice, “ una m anera de proceder. En ousion
Ignacio de Loyola habla del orden de proceder, de la forma di

i La reciente edición científica de las versiones del texto .


ExercitiaSpiritualia (ed. de ). Caberas y C de P a lm a se mhm, n^ ^
; subraya la importancia d é Favre en la elaboración J h * «rimáoste
■ espirituales. El descubrimiento o el mejor conocimiento t <. os p ^ ^ ^ ^ ^
muestra cada vez más el papel que tuvo este hombre» qu* n* ^
Vque íue inmediatamente enterrado en las f u n d a o s * d<- 1 v ju-cioo*
- \ éase Pierre Favre* M em orial, ed. de M. de Certeau, Pari-s *
PP-7 -ioit sobre todo pp. 73-76 ("Nuestra maneia d i prvc
2 5 g , a iUfi«*°£lOTRO

del modo que caracteriza un proceder.** No im porta qué


,abras, el método supone lo que no representa - d igam * * * con, ;
jas voces del deseo- y tiene por ob;et,vo articularlas. Anta’ñ ^ í
que la función de las consonantes era articu lar vocales y Z * ^
palabras. Igualmente, aquí, una frase - u n len gu aje- debe J
del deseo. Pero la frase será u na trayectoria que conduce de ]a ? la *
cial de quien hace el retiro a una posición final. Lo qUe p o s i h T ^ ^
vesfa por una serie de lugares es un cam b io de conducta do Utf*-
d m o d o d e v id a .
e natUralczj0 j
El “procedimiento” ignaciano im plica un “ deseante” -el que.
empujado por un deseo y en busca de una decisión qUe d e b T ^ ^
apunta a darle el medio de n o m b rar su deseo hoy, provisional ^ '
conduce del lugar donde se encuentra al com ienzo a un lugar d ^ ' U
verdad, mediante una elucidación que se efectúa en los término h

ticas efectivas. Organiza lugares p ro p io s de un viaje del que h aceV ^ *'


Le proporciona referencias, y no la historia del viaje. Despliega I ^
lidades. ¡as alternativas y las con d icion es de un desplazamiento qu ^
la propia persona que lleva a cabo el retiro. ^
En consecuencia, ese texto es un d iscu rso de lugares, una serie ’
iada de topoi. Se caracteriza p o r “ co m p o sicio n es de lugares” de tod ;
distribuidos en cuatro “ Sem an as” (co m o en cuatro “ artos” de una obra
lugares tradicionales de oración (p o r ejem p lo , recortes y esquemas evan­
gélicos); puestas en escenas artificiales (p o r ejem plo, las meditaciones igra-
cianas del “ Reino”, de los “ E sta n d a rte s”, etc.); com posiciones gestuales
(comportamientos y actitudes del o ran te); indicaciones sobre la ilumina-
ción que definirá un lu gar (o sc u rid a d en la tercera semana o luz en la
cuartaj, trayectorias de retorn o y de rean u d ació n (las “ repeticiones’ de
meditación); sim ulaciones que req u ieren al que hace el retiro que haga
-orno si estuviera en otras d isposicion es (in teriores) o en otra situación íb
muerte.i que las suyas; etc. Pero tod a esa o rgan izació n topológica juega
sobre un principio” co m p lem en tario , y aparentem ente contradictorio,
que es la condición de su fu n cio n am ien to : un no-lugar, designado como
“el fundamento”. ,a

• v 2 T . >P‘t a eU’ N" *>• « e fe » .


IN A faS en Cur**va* esta frase, en español en el original.
t lK M í* » u « u * , i59

espac i° EL DESE°
d ¡m ¡e n to que articu la un desplazam iento de| ^
W" i cn « c e n a (ficticia y op eratoria)' de luga,K relati, *

’ £ * » * » P° r un “ P™ d p i0 y r ar r " q“ ' £
0tr°5 c urjr un espacio al deseo, en dejar hablar al sujeto del deseo en u r
*■ ! l e no un lugar V que carece de nombre. Es,e c „ mien20 „ o
e s

9” trie dc I»* días ? Ias h° raS: el j p™ ap ,° e* aP* «'a fragmentación


en13 ' o 5NO pertenece a la sen e de lugares” que debuta con la primera
del nen Es su postulado y su m o to r permanente, y puede ser explicitado
á m e n o s según las necesidades. Por otra parte, hay evocaciones o eqUl-
^ °tes más discretos de esto a lo largo de los Ejercicios, como ya veremos.
^Fu n d am en to” tiene el sentido de operar una ruptura inicial sobre
se apoya todo el desarrollo que sigue: es un retomo ai deseo y un
!\ T hecho a la enunciación. En los Ejercicios espirituales, ese movimiento
tU«presa en función del clim a cosm ológico e ideológico de la época. Ei
", ovimiento que aco m p añ a a D ios com o el tm para el cual somos crea­
dos” es el medio de retrograd ar desde la particularidad de los conocimien-
-« Ap las actividades religiosas hasta su inasible principio y término. Está
tOS 0 tic
descrito en los térm inos del un iverso fuertemente arquitecturado que en
grar. parte es el de la ép oca y, en todo caso, todavía el de Ignacio. Una pro­
blemática “ filosófica” del “ fin” y de los “ m edios” apunta, como en Erasmo,-
a relativizar y rectificar los “ m e d io s” respecto d e r f in ” : es una táctica moral
destinada a favorecer “ la indiferencia” con miras a una revisión de los medios
que uno adopta para lo g ra r el “ fin ”.
Pero esta táctica represen ta aq u í una suerte de reflujo respecto de ias
prácticas concretas o de las afirm acion es doctrinales de quien hace el retiro.
Esta problemática, que n o es específicam ente cristiana y que ya está dis­
tanciada de toda p a rticu larid a d teológica, tiene por función -.ieia? nakiu
e¡ deseo fundam ental, en tregar algo que no es del orden de las eieív..O;.ri
objetivas o las fo rm u lacio n es. El cristiano está desarraigu e ue las preo-
nmarinnoc tor o 1 m \\n rP Y H C*l Ó&CIT. Ei F u n d a m e n to

4 Es un simulacro, com o todo m odelo que apunta a organizar una opera*. ^


5 Según los primeros D irectorios sobre los Ejercióos, cuando d Fu . .. .
dado, no hay (a diferencia de todo el resto del retiro) una
a Meditación (véase Directoría Exerátiorum SpérttiMUiuw* mhsi*
pp- ^2,434 y ss.). Es una pieza destinada a abrir un espado de dispon* ^
6 En particular, es impactante el paralelismo entre el * Fundam ento y ^
^ í rasmo, algo que fue subrayado a menudo. \ é&e ExefOÓa
PP- 56-58.
, 60 I f» lü6A,! 0n 0IR°

un punto de fuga respecto dc las cosas q Ue sc p Ucden


rar. Remite a un "fin” que no tiene un nom bre a p r o p ié * * minar y ^
nio"que está trazado en un deseo más “ fundam ental” 0,0,1 V .°jo
o sos objetos. ■' qUe,0* s llKPí> -
Hay aquí, en consecuencia, una m anera dc desrcgi0naIi
tído en tal o cual lugar de trab ajo o c o rn p o rta m ¡cn( cldese° im
retiro con la idea dc que D ios lo “ q u iere” m ás aquí que ^ qÜC V'eneaj
sería mejor que eso, se le presenta una operación dc des ° qUe %
vestimiento: tu deseo carece de nom bre, es im posible d^PC8ue* de ^
insólito respecto de los lugares que tú le fijas, al venir de C' rCUnscribir, e,
alia dc toda determinación. A quien se dice “ D ios quiere d ^ ^ C¡r * *
lio” la respuesta es prim ero: no. D io s es indiferente “ ,mi Csto°aqUe.
tus citas -verdaderas o supu estas- con él. P or eso hay Ue$ 8rande” que
reconocer esa infancia irreductible a lo q u e se dice o h ice 1 C° ITICn2ar por
del lenguaje sin em bargo necesario de las fó rm u la s o las 3 ' ajerespeq°
entonces será posible articularlo en los térm in o s limitados34* ' 0^ ^
les de una decisión. Volver al “ p rin c ip io ” es con fesar c o ° S * Pr° VÍSÍOna-
hablan alternativamente de una hiancia y d e u n a fiesta u T t<Íf° ras ^
ideal o a los proyectos que uno se fo rjab a. E s acep tar oír el ru ^ a;e”° al
mar.

LA “ VO LU N T AD ”

En ia antropología y la teología q u e so n su b ya cen tes al texto ignaciano


h a y un punto de fuga respecto del o rd e n d el m u n d o : la “ voluntad”. Así,
para los teologos del tiem po, el u n ive rso je ra rq u iz a d o no es más que un
orden de hecho, relativo a lo q u e D io s efectivam en te estableció, pereque
{. odríd ser mu) diferente si D ios lo q u isiera. Esa referencia a un afán inson­
dable introduce un gusano en el fru to del con ocim ien to. Lo incognosci-
le de k voluntad divina desgarra la ra c io n a lid a d del mundo. La “potencia
so uta escapa ella m ism a de lo q u e revela d e sí m ism o el o r d e n que crea.
d 1 ^e^tUa<^a ’ sustraida a la coh eren cia d e su o b ra , desligada (absoluto)
en donde se manifiesta algo de ella.8 H a y u n a alteridaddelavolun-
r« P « t o de aquello cuya fu en te es.

“I-’tXDérien/- ^ — ' !C co,nPara,ivo indefinido, véase Michel de Certeau,


« Mi obra ¿v^ ‘ntueBe”>en Christus, 1970, t. x v n , pp. 488-49« («cxt0 retomado
* Véase J W ¡ t" " ° " dans la différencg, nueva
ed., París» 2005).
Mí moría!, op. cit., Introducción, pp. 21 y ss.
El f SPA(IO
&U 0 « E 0
> 2.6i

lia c o n c e p c ió n teológica d el tiem po rem ',


-principio y fundamento” incognoscible de toH “ '* " Vol“ "tad-
En el hom bre o cu rre o tro ,an to. c,,mo a|
precisam ente las irru p cio n es de esa vo lu n,a? W i o de C° "° '
pcc„ , Jel o r d e n m an ifestad o . Hn el h o m b r e , * * * » « « ¡ 0 1 * 7 y° ia-
fcV que nace de lo incogn oscible, r e t u v e f °
cidoy la agua. Sera el origen d e un nuevo i® SUpe,f¡ciede | ' a
roda instauración de un orden se inaueun, narniento (|„ ,° “ "»•
A través de la actitud q u e borra tod a, las par¡’ar'"' de 'a "volun,^."*3
nana y hace remontar a lo q ue ,¡en e d e « “ andada de|a J
Jairadel orden-, el “Fundam ento” explícita i° "** decir' al Dios
b u sca quien hace el retiro, q ue v in o p ara vo, pr,nciP¡0 efectivod / r
Exhumare! deseo es la con d ición d e un orden' ' P°" er e" su“ I
Quitar la maleza a la v o lu n ta d ”: ése
fioXV,, eso parecía m uy nuevo. Los p r im e ™ ' ‘“T ' d comie''2o En .1 ■

del corazón” M uy lejos d e ser un conju £ £ £ £ * * « - “J l ^

; ^ 4 = s r; s s a a r

- por “p rin cip io” el Z ^ Z T ^ «a t ^ a


se construía sobre un afán fttndam enta, J g * ? ™ ord« & c u ^
de reorganizar su vida.'” Las re„las ,, qUe daba <“« » y motor a la tare,

a especificar esa revisión en el cam po d e b P0S'CÍ,°neS * k * ‘


«cas posibles actúan en fu n ció n d e un “fond * ^ ° de P*-
t o n o c i d o d e la “ v o lu n ta d ” r o< jf ilnda™ nto” ,diferente de -lias h

principio ab-soluumer¡u.d¡ferm í

HL CORTE Y L A C O N F E S I Ó N D E L D E S E O

El Fundamento” introduce un corte en la serie de los razonamientos o las


practicas. Opera un efecto de disuasión. Rompe el camino que conduce a quien

9 'Para enmendar y reformar su propia vida > -sU e>ta »’ ¿icc d textes
ajre¿tu¿‘, ^ decía &
o Véase Pierre Favre, Memorial, op. cit., p. Mdg»*1 1 ,n platónico i el h o n ^ * ^
primeros compañeros. L’arbre renversé, imagen de ongt véase r.¿-
“planta celestial”), es en Favre el símbolo arquetipo
PP- 89-90.
62 , „ , « . . 0 1 1 Oí.»

haccd re tiro * un modo dc v,da .nsausfactorio a la necesidad dc


„desu existencia distendida a la utopia religiosa dc un |ugar
,odo, rompe esc discurso que desarrolla una misma l6gic, . “ d" ' H
detención para prohibir la vía que conduce directamente de un, “ ""i
a la siguiente. Entre ambas, entre aquella que quien hace cl retir,, í " " 11""
V aquella que el retiro permitirá decidir, hay un punto dc fuga f: "do"<
vacante ofrecido al deseo es cl equivalente de una fiesta: pasaie'^''1’1'"
pasaje en vacío. Entre un paso y otro hay un instante de dcsequj|¡b,.">1" 'f
No es sorprendente que ese instante sea precisamente un umb, ?
texto, el •‘ Fundamento” es una zona fronteriza, ya ajena al lugar " <l
abandona para ir al retiro y, sin em bargo, independiente de la ley q„“ '
niza en cuatro Semanas el lugar y los tiem pos dc dicho retiro F<
* ^ un borde,
un intervalo.
Sin duda, es la razón por la cual algo se confiesa ahí, que no se dice
regularidad de los lugares organizados y que no puede decirse sino en trá^
sito, en el pasaje por el límite. Es sabido que en las conversaciones cotidiá
nas (al igual que en las curas psicoanalíticas) las palabras importantes se dicen
las más de las veces en el um bral, en el instante del fin del tránsito entredós
lugares. Es en los cortes donde eso habla. Lo m ism o ocurre incluso en la vida
de las sociedades. La ruptura abre a los deseos un espacio en el lenguaje
establecido: palabras y fiestas revolucionarias. Todo el problema es saber si
esa palabra nacida del corte será com pletam ente desligada (ab-soluta) del
orden que viene o retorna luego -y , por tanto, “ olvidada”, como una fiesta sin
consecuencias-, o bien si y cóm o es posible articular con otro “ lugar” y con
un orden nuevo lo que habló en el intervalo, en el momento del tránsito.
Ese problema es aquel cuyo tratam ien to em prende Ignacio en loque
concierne al que hace el retiro, cuan d o con ju ga en el pasaje al límite más
absoluto una organización m uy estricta de reglas, de lugares-dichos,de
representaciones com pensatorias y de “ ard id es”." Uno posibilita la palabra
de deseo que el otro conduce a una m anera de ordenar su vida. Por otra
parte, el texto de los Ejercicios fue instalado en el m om ento en que el pro­
pio Ignacio pasa de su tiem po de “ ilu m in ad o ” ( alum brado) a su inscrip­
ción en la vida escolar, eclesial, pronto adm inistrativa, o sea, en el momento
en que él mismo practica esta articulación .
El I undamento” (al que me lim ito), pues, m antiene el corte. Funciona
exactamente como el retorno o el pasaje al cero que permite la constituyó

I <^etnógrafo , d fundador de lengua” o logothí'te, cl organizador d t ,e


<’ l!' nd Barthct analiza en los Exercicet, en Sade, Fourier, Loyola, París, >9/ ■
PP- 43-80 jtrad. csp.: Sade, Fourier, Loyola, M adrid. Cátedra, 19971-
U ÍS m 10 au 61ÍÍ 0 263

* una serie. En efecto, parece qu e se accede a | , m


\ , bra.a lo qnc especifica m ás el decir respect0 del e y° r " ‘ « d ad -a ,
& m is desposeída de la cosa, a ,„ d o ^ ^ * * * í ,* h
^ y<jela pertenencia, en el nesgo y en la fisura del ¡nt^ “ da de h reside,
que J e c i r ' S precisam ente no ,e „e r | u g a r i „ ^ 0 , ene| ^ »'

„,isma palabra. Entonces refluye en el le „ guaje, « ' » luga, <,ue ,


medias palabras, lo qu e ya no puede ser p o L ? PaH r a
I , frecuentación, en las secretas apropiaciones a u t ® b Presencia’
u -palabra” está ligada con la separación. Surge e„ 1 7 ‘° d* P '^ c a
¿onde se marca la relación del deseo con la muerte j * * * “ " « < ¡« 0 ,
Esk ausencia, o la desposesión, lo que hace habla ' ” 00,1 cl •faite
£sta experiencia puede tener diferentes re í ’
umbral del retiro com o un principio. Habrá IIa Es p,anfeada en el
largo de los £;« rú ró s. Así, ai final d e las g r a n H . ^ ' ^ ^ ° dta5 a ^ o 10
“meditaciones” ( “ e l l l a m a d o a l rey temporal” “I PUestas en escena de las

¿ríes-, etc.), los “coloquios” (o plegarias)


de luga, pero ahora relativo a u n lugar planteado- J , " “ Punto
lüUa, mientras que el “ Fu n d am en to” se ubica I en,0nces * “na
retiro, como una entrada, antes de las Sem anas d 3 ^ ^ ha“ d

EL FUNDAMENTO DE UN ITINERARIO

De todos modos, el F undam ento n o es la exposición de una verdad uni­


versal. N o e s un discurso general de donde luego se podrían extraer con­
clusiones particulares. Es el esquem a de un movimiento, o, si se quiere, de
un d e s a p e g o . Relativo a las adherencias que identifican el deseo con un
objeto, c o n un ideal, con un estado de vida o con un lenguaje religioso,
efectúa u n despegue. C on referencia a todos esos objetivos o todos esos
lugares c r e a un distanciam iento que adopta la forma de la palabra pobre
yfu n d a m e n t a l. El desvanecimiento de lo determinado crea el equivalente de
que Rilke llama 'el lenguaje d e la ausencia”. “Lo abierto es el poema. La
saP ‘i r i c i ó n de las cosas y el retorno al silencio abren el espacio donde
P r<-ú el poema; “el espacio d e la m uerte y ei espacio de la palabra.
U° nilentras que Rilke m antien e al poem a en ese espacio y define a
I or <-1 otro, aquí la con fesión del deseo no es poema sino punto de

•968 r',U til',nc,lot’ “L’oeuvre et l’espace de la mort”, en L'espact hotraire. Pan*


' p|1’ l8--i9o (trad. esp.: E l espado literario , Barcelona. Paiü**. W -
I 1 1 l l l 6 Á * 0 f l 0 , 1 1 0

I le ana trayectoria. Ella Inicia una re-travesía ,


l’ar" V ' a „ ,J u ila s efectivas. Enuncia cl principio miY Una r<-'orpa .
C">" ; articulación dc las prácticas va a efectuarse n’
o ,Sn’
debe° «■ ¿*T»" >
" “I
T ') o del retiro. Es posible reconocer el funcionam iento de í " »
"Fundamento"posibilita en cierta cantidad de procedimien
c L c i» . A manera de ejem plos destaco dos que me parccen «
m nte importantes (y que h ab r.a q u e comparar con la práctica '■
Escrituras, en Ignacio de Loyola):- la cons.rucctón del objeto a par, ' “
jeseo v la práctica del desvío. «
1 El primer procedimiento remite a la “ volu n tad ” tal y como la entcnd
el siglo xv.. Su marca, en los Ejercicios, es ese ,d quod vola (/„ q u e »
que tantas veces se destacó en los p reá m b u lo s de las meditaciones i,na.
cianas. Descansa en el postulado de una te cristiana: lo que hay de más pro.
fundo v de menos con o cid o en D io s (la in qu ietan te extrañeza de su
voluntad) es lo que hay de más p ro fu n d o y de m enos conocido en el hom­
bre lia inquietante fam iliaridad de nuestra propia voluntad). Por eso, |a
táctica ignaciana remite al que hace el retiro a lo indeterminado de ese afán
con miras a una nueva determ inación de sus objetos. Se va del vo/oasu
objeto, itinerario posible gracias al m o vim ien to que consistía primero en
deslindar de las primeras representaciones don de estaba fijado, hasta con­
gelado. un deseo del que hace el retiro. A l respecto, la construcción del objeto
a partir dc un "afán" se inscribe en la línea del “ Fundam ento”.
Lo mismo ocurre con la práctica del desvío, un rasgo todavía más carac­
terístico, v complementario del precedente. Los escenarios y los tiempos
previstos para las sucesivas estadías del que hace el retiro en cada uno de
esos lugares no componen la exposición de una doctrina, sino más bien
una serie de desvíos cada vez relativos a la posición anterior. Lo importante
no es la “ verdad” de cada lugar, com o si u n o debiera recorrer los artículos
de un crcdo o de un catecism o. Lo que im p o rta es la relación que, res­
pecto del lugar donde uno está, crea la “ co m p o sició n ” de un nuevo lugar.

13 Esencialmente, esta práctica de las Escrituras - u operación de lectura- se


descompone en dos momentos com plem entarios. Hay Escrituras en la medit­
en que mehacen hablar, despiertan en mí lo que yo n o habría podido decir
de mi sin ellas; extraen de nosotros una palabra, pero palabra d efe porque es
indisociable de la alteridad que la posibilita. También hay Escrituras en la
<-nque son unobjetodestinado a producir efectos: por esa razón, las Escrituras
no aparecen como un discurso de verdad, sino com o un medio de hacer la'
i>or tanto, son '‘ tratadas” (como se “ trata” la bauxita), recortadas y utilizadas en
ck>n de reglas que no dependen de ellas y que son todas relativas a una
producción.
^ r * 0' «1 el original. (N. del T.)
u n ' “ '° K l t l « , , 2 6 5

, cn escena (las meditaciones) o las indicaciones de movim


U*f“t p l o , la» demandas sugeridas al que hacc el r « „ o ) rehcran T '
V f l diferencia y representan el papel de un paso má¡
w ° ic no organiza verdades sino operaciones. No articula ideas T
Í>u “ (o “ejercicios” ), que apuntan cada vez a producir un efecto H
pri<"CJ roporc¡onado a la práctica anterior. '
cltipo de “ discurso” que inauguré el “ Fundamento", al abrir un
libre al deseo y poner a distancia los objetivos o las representado
mediatas del que hace el retiro.

a p ls C l; R S O ” O R G A N I Z A D O P O R E L O T R O
UN

R e a lm e n te h ay un “ discurso”, pero en el sentido en que lo entiende el texto:


un discurso de prácticas. El térm in o (discurso) interviene sobre todo al
final de los Ejercicios, en las “ Reglas para un mayor discernimiento de los
espíritus".14 Designa una serie y un desarrollo: por un lado una relación
e n t r e momentos de la exp erien cia (“ consuelos”, “ desolaciones” ) o entre
lugares a recorrer (los puntos a m editar), y por el otro el sentido o la orien­
tación de la serie. Así, el “ con su elo” o la “ desolación” no puede ser consi­
derado en si mismo. Es im posible afectar un sentido a uno o a la otra tomado
aisladamente, com o si u n o d ije ra el “ beneplácito" de Dios y la otra su
“displacer”. El sentido resulta de su relación y de la dirección que indica.
Sólo un desarrollo es sign o .15
En su singularidad, n in gún m om en to tiene valor; ningún lugar es ver­
dadero o falso; ninguna objetividad, por tanto, es sagrada; ningún lenguaje
es invulnerable. No adquieren sentido sino inscritos en una relación diná­
mica, en función de las trayectorias del que hace el retiro.
Este análisis del m odo en el que se m anifiesta el sentido tiene por recí­
proca una producción técnica: el texto multiplica artificialmente lo> pro­
tocolos destinados a hacer aparecer series, gracias a un juego de repeticiones,
Cariantes, de hipótesis a rb itra ria s y de contra-medidas. El objetivo

Mfcarnco spirituels, N ° 333,334,336 . En sus otros empleos (N° W y 24?' también


^ ig n a un recorrido q u e h ay que seguir, el orden de un desarrollo.
I ™ « 8 spirituels, N° 331,333.
r u "mpl°: si usted se inclina por esto, intente lo inverso. \ éase en R- &3-
Z P P ‘ 7 6 ' 7 9 r i a balanza y
la m arca” ), el análisis de este sistema: *1 n
u vu J e dos térm inos es dado; uno de los términos e>ta maua»-1-
« otro.
n i ilfi A l O H OTRO
i 66

n0 es agotar todos los recursos de una verdad sino construir


que. por una sucesión de desvíos, organice la m anifestacj6n di*ur|fj
I, efectividad de una situación: será “ la elección” o la 0pcjón í * * * ( ,
cálculo permite la producción del sentido. ' tr>
En cada etapa, por lo tanto, el sistem a que plantea un |Upar
recortado lo convierte en el m edio para hacer lugar a otro, y así
Esos lugares, pues, están separados p o r un corte que ninguna'
o ideología supera y que finalm ente rem ite al itinerario e f e c t ^ í ^
que hace el retiro: el corte entre los lugares es en el texto la huell *
al que está destinado. Ya de este m odo, la com posición de lu g a ^
el despliegue de actitudes diversificadas, sin remplazarías. De u)
hace lugar a la experiencia cuya explicitación organiza. Por eso no
la experiencia. El relato está prohibido, m arcado solamente en e s o s ^ *
tirios que indican el lugar del otro, fuera de texto. In,erv
A lo largo de ios Ejercicios previstos p ara las cuatro “Semanas”
en su principio y fundam ento, to d o su p o n e el deseo (o la “ volunT^
que viene de otra parte, circula, ensaya, y se m anifiesta en una serie de re¡
ciones con los objetos presentados por el libreto. El texto mismo, pues fon
ciona como una espera del otro, un esp acio ord en ad o por el deseo E- jj
jardín construido para un ca m in a n te p ro ce d e n te de otra parte Marca
con cortes y silencios ese lugar que no o cu p a. Lo que reúne las piezasorde-
nadas con miras a un discernim iento es la ausencia del otro -el que hace
el retiro-, que es su destinatario pero q u e sólo hace el viaje. Un viaje dd
que no da cuenta ninguna descripción ni n in gu n a teoría.
A esta estructura cuyas co m p o sicio n e s d e lugares suministran un pri­
mer indicio hay que rem itir tam bién la totalidad d e los Ejercidos. El libro
está formado por grandes bloques. La in sta la ció n d e las cuatro “Semanal
no mas que uno de ellos, el seg u n d o . Está precedido por un bloque de
•inotaciones, luego está seguido p or un b lo q u e q u e reúne maneras de orar.
r >■ o.ro constituido por una serie d e esq u em a s y selecciones evangélicas,
']PJ‘ por una serie de Reglas. Estos co n ju n to s corresponden afun-
:>nes diferentes: ninguna ley inscrita en el texto los jerarquiza o los veri-
1 rededor de un en u n ciad o q u e sería el cen tro o la “verdad de !oí
, 'c*K' embargo, obedecen a una ley c o m ú n , pero planteada fue*-
■ ^ fuera del texto. Sus rela cio n es se d e fin e n por la relación qu-
>• j rnant*enecon una extra -tex tu a lid a d ,co n un n o - e n u n c ia b le .
:'0n 0,(^fcnada se sostiene” p o r su afu era. Lo que significa t2tf

que (orina parte la “contemplación para obtener el am«r


Hnmuelí, X* 230-237). K
u « m ío oí'. ítsw 267

b¡¿nque esa pluralidad plantea su sentiH


e s tr u c tu r a d o por ese otro que él no d j ° f ° b*I como

retiro-. al que nm gun saber r e m p h ^ 3 ejcP e r ien °'te,,


, « previstas, se le hace Un I Ugar * * 7 « ** ^
ísta “manera de proceder” es Un 3 5 * * d i» *** ei

wflfAse i n s c r i b e ella misma en e} D* de haCf> JS'C,° '


pió'v que, en su total despljeen„ P r ° C es° de qUp, e, r, Ju 8 a r a]
“Director"; para el director, en h arT T ^ ’ para e] te! ^ ei V ^
enhacerlugar al deseo que le vi Ugar^ q u eh ^
6 ^ ba<* r I ^
Se f o ™ , bn Z Í T ? '‘ 0 l'° Z : « * ' «
epmo construido por ese deseo Produ« ° del d T °’ *' ,en ° C ? '
Eltexto que articula así el desee ■ * ° * ' 0,'°. £-,
o tro lo practica y si si ese nt Sm torn*r su I
£ * essuprin d p ¡0 . ,Q u é D epen de * * ■ . a „
Eldiscurso no es más que un nh- ese te*to r “ ““atario

^udo.
I (l l ‘'6AR DH 0fR°

Trattatodeltasapiens cristiana-, o dalla ricca scienza delVuniformitá


di Dio..., Venecia, Pictro Pinell., 1655, '"-«6. ^

Relationsuccinctedes dioses plus importantes que j'a i faictes pour le 'serví


(,o dc junio dc .633), cd. de Hanoteaux, Origines des intendants de provi r°y-
1884, PP- 358 Y ss ’ donde ,ambién sc encucntra hitada, ibid., 3 , 6 - 3 2 , , Pa* .
dc 1632. . . .
Relationdu siige d’ürbitcllo, ed. dc Chéruel* en el Journal cPOrmesson P* <
1.11,720-741- . > , l 8 6 , >

«f/rtíw// sur les troubles dc la Fronde á Bordeaux, cd. dc Chéruel, en Revue d


sociétéssavantes, serie 11, t. vin, 1862, julio-diciembre, 605-617. es
Articles dc la paix accordce entre MM. du Parlement de Bourdeaux et M d’,\r
París, en viuda Musnier, 1649, ¡n-4 ° (BN, Lb 37 1245). TS^on,
Lcttrcs de Voyer d’Argenson a Séguier sobre los asuntos de Burdeos (1649)
cd. dc Hovyn dc Tranchére, Les dessous de l'histoire, París, 1886,1 .1 ,445 a t \
1. Obras sobre Rene d’Argenson ' ’ 57'
Ansclme, Histoircgeographique et chronologique. .., y ed., París, 1730, t. vn,
|)p. 601- 602.
Argenson, Claude de Voyer d’, Elogia illustrium virorum hujus sceculi..., Limoe
ed. de J. Thoreau y J. Fleuriau, 1651, in-8° (BN Ln29). (Al final se encuentran ^
Elogium Renati de Voyer D. d’Argenson.. Pompa funebris memoriae Renali de
Voyer D. d’Argenson, etc.).
El Triumphussui. Oratio in futiere illustrissimi... Renati de Voyer... fue
simultáneamente publicado en este volumen y, aparte, en Venecia, 1651, in-4«>
(BNÜ127600).
Argenson, René de Voyer d’, Anuales de la Compagnie du Saint-Sacremenl, ed. de
Dom Beauchet-Filleau, París, 1900.
Horric de Beaucaire, Recital des Instructions données aux ambassadeurs..., París,
1898,1.1,pp. 15-23 (“ Instruction au sieur D’Argenson...” ).

b ib lio g r a fía m o d e r n a

Barbier, Alfred, Notice biographique sur René de Voyer d ’Argenson..., Poitiers, Impr.
Genérale de 1 Ouest, 1885, in-16,40 páginas.
Hanotaux, Gabriel y La Forcé Auguste-Armand, duque de, Histoire du cardinal
de Richelieu, París, 1935, t. iv, pp. 197-204.
Nota. Sobre las memorias de René d’Argenson conservadas en la Biblioteca del
I on. re y quemadas en 1871, véase Paris, Louis, Les manuscrits de la Bibliothéque
<lu¡.ouvre, París, 1872, N° 237 (Papeles dc Voyer d’Argenson), pp. 40-44-
IUoXraPh,e universelle, nueva ed., París, t. x u v, c. 143, menciona acerca de su
| >una obra manuscrita no recuperada: “ El más curioso de sus escritos, que no
■ue impreso, se titulaba: U sage chrétien. Sur la vie de M. d ’Argenson pére, par sonfils"
[os m agistrados
ante los brujos del siglo x v n

Inmensa transgresión social y cultural -pero una transgresión soñada y


fantástica, disfrazada en el lenguaje del p a s a d a , la brujería entró en la
sociedad de los siglos x v i y x v ii como el lobo de la leyenda: viene bajo
la figu ra del “ h o m b re lobo” nórdico, forma sin embargo lastimosa de una
im pugnación s u r g id a de no se sabe qué resistencias, emergencia del
“pánico” tan del gusto de Alphonse Dupront y revelador de oscuridades
subterráneas. Pertenece a lo que Fran<;oise Mallet-Joris llama “ las eda­
des de la n o c h e ”. O tro tiem po que el de la historia. Robert Mandrou
analiza esas irru p c io n e s nocturnas y se coloca deliberadamente del lado
de la luz, allí d o n d e se encuentran los textos, las leyes, los procesos, en
suma, una razón, es decir, del lado de los magistrados.1
Pero su estu d io de “ psicología histórica” muestra precisamente cómo,
en el curso de un siglo de debates, se produjo un “cuestionamiento de
los grandes p rin c ip io s” sobre los que se fundaba la ley de una época. Los
testigos de la ju sticia atestiguan y en gran parte determinan una muta
ción del “ o rd e n ” q u e defendían contra el “desorden”. Sin embargo, yo
me pregunto si m ás bien no hay que decir que hacen acceder a la •>
rebelión q u e ya declaraban los “ agentes de Satán a la condici
norm alidad. D esde ese punto de vista, los magistrados rati
primero co m b atía n , a saber, un malestar religioso y cu tura ,pe
nistrándole una racionalización aceptable y e n los
mino de una evolu ción que da paso a sig o ¡ntríKjucen‘una
magistrados norm andos tienen la clara percepci ” /c¡ta(j0 en p. 55-*'■
nueva opinión contraria a los principios e a

' f siécle- Une aruityx ^


1 Robert Mandrou, Magistrats et sorciers en Fran“ . la$ ind¡cucion<s dc pagina
psychologie historique, París, 19^^» P 8l,v
el texto remitirán a esta obra.
n o n o tr o
%

No os su manera de </«r Ai m a í « a la m u ta c ió n , u n o de cuyos n •


signos había sido la brujería? ' r»*eros
' probablemente Robert M an d ro u n o aceptará q u e se dé semejant •
pret u ión a su m inuciosa investigación. En eso s ju e ce s él Ve a «laélit ^
kvtual del reino" (p. 54») X « los p ro m o to re s d e u n a tom a de Con ^
por donde se insinúa y luego se a firm a u n a n u e v a “ razón” s o d o c u l T ^
El enorme expediente que presenta s u p o n e o tra vez, ah o ra en c| J " * 1
mas fundamental de una so cied ad q u e se d e fin e o rgan izan d o su j u T ^
c\ “desfasaje eviden te en tre d o s c u lt u r a s ” u n a e ru d ita , la otra po
(véase p. noK que había v e rific a d o en la lite ra tu ra de divulgación d é!'
Biblioteca azul de Troves.- El “ p ro g re so ” d escen d ería p o co a poco de la di *
a la masa, de las m ag istratu ras s u p r e m a s a las clien telas rurales. Esto".0
patente, si se consideran las concepciones q u e o p e ra n y traducen un “dé*
sencanto” del cosm os m ed ieval o del m a te ria l im a g in a rio de la brujería
Pero al encarar esta crisis d e c iv iliz a c ió n en su g lo b a lid a d , parecería q Ue
el desplazamiento o la " in q u ie t u d ” d el s u e lo c u ltu ra l tam bién, y tal v»
ante todo, esta representado p o r las “ e m o c io n e s ” p o p u la re s, precisamente
cuando aparece en el v o c a b u la rio a rc a iz a n te d e lo d ia b ó lic o , antes de reci­
bir un estatus racion al co n la e la b o r a c ió n d e u n a filo so fía común v un
derecho nuevo. Éflg ^ ,,
Esta hipótesis, d ife re n te d e las c o n c lu s io n e s a las q u e condujo a R.
Mandrou su estudio sob re los m a g is tra d o s , m e fu e su gerid a por el análi­
sis, tal vez más detallado,5 de u n t r a m o b a sta n te c o rto d e la inmensa lite­
ratura que recorrió. Por la a m p litu d d e s u in v e stig a c ió n , el reintroduceen
la larga duración las in terferen cias e n tre u n a c u ltu ra “ p o p u la r" y una eru­
dita. Cam bia los datos del p ro b le m a , al m is m o tie m p o q u e los especifica,
mostrando esa relación refo rzad a p o r u n v in c u lo en tre lo que puede lla­
marse. apresuradam ente, una re lig ió n d e la “ m a s a ” y u n a “ descristianiza-
«,ión de las élites. Por co n sig u ien te, o b lig a a re e x a m in a r la utilización, en
historia m oderna, de los co n cep to s d e m asa y d e élite, a través de unacon-
• r o t a c ió n de los jueces (y de su id e o lo g ía ) c o n u n fe n ó m e n o social que
para ellos se ha \ ucito ab erran te: la b ru je ría .
*-so no es todo. Este libro - d e c la r a —p reten d e m arcar una nueva etapa
en (.t desarrollo de los estu d ios de las m e n ta lid a d e s colectivas y, por eso
o, a i L renovación de los m é to d o s y los o b je tiv o s de la ciencia hi»

° ^ r‘ Mandrou, / h la culture populatre a u x X V i f et x v i l f síteles* BibUothty^


*;Uu< * Troyes, Pan,, ,<*4.
3 ^ «in Joseph Surin, Correspóndante, ed. dc M. dc Certeau, París, 19$®*
pasuus. Sobre Loudun, véanse sobre todo pp. 24»-4>4.1721-174»; y M*& & * * * "
( ....... I ouiiufi ( íy fo ), ed. icv., París, ¿005. :
que está cn cu rso desde pronto m «iio »ig|0- (p k
una d icotom ía entre la antropología y la historia entreí - *

„*• ° 108 CS,0,C' , " P" S ‘ tacK W « - h« ia los <^e tiende lan
v .) polvo dc los acontecim ientos que a menudo ordena la f l
in lables continuidades en el tiempo. Por un lado. mueMra
v compleja gén esis d e co n figu racion es mentales -un nacim¡
evolución—’, p o r o tro lado, descubre en lo consciente y en los a c t o s » !
, ilos lo q u e A. D u p ro n t llam aba las subyacencias antropológicas’ . dc
cstructuras protundas. 35

%
•U N A E X P L O R A C I Ó N D E L A C O N C I E N C I A JUDICIAL

A lo largo de todo el siglo, el enfrentamiento entre los representantes de


la justicia (los m a g istra d o s) y esos excomulgados, o los “ heréticos”, de
una sociedad (los b ru jo s) representa, a través de un lento degrade de las
convicciones y las presiones colectivas, la historia de una mutación fun­
damental: hizo p asar una oposición, de su forma arcaica v religiosa! demo-
nolóí’ ica), a u n a situ a c ió n política (las rebeliones) o psicológica tías
enferm edades m en tales); condujo a una sociedad a pensar de diferente
manera su relació n con el m undo y consigo misma -por la sustitución de
criterios cien tífico s o políticos, luego de un poder del hombre sobre la>
cosas-, con la lectu ra de los signos que indican la inmanencia de tuerca:,
naturales y sob ren atu rales.
De ese "o b je to ” incierto, in m en sa el historiador no puede mostrar mas
que lo com prensible. De ahí provienen sus elecciones. Hu’tx. qu ^
un lado sob reviven cia y mutaciones de las c r e e n c i a s pop a.
r l filr-in De icuai ÍIKHIO,
decir, lo esen cial, pero los documentos tecl a i > - titulo de
los brujos no tienen ni pueden tener el l“ ^ q^ ^ ¡,f¡ " usricu.olconio
la obra: jam ás intervienen sino tomados de las r, » ^ ^ ^ V1S.
las entienden sus e x a m in a d o r e s , tal como c c Jo sen
tos de este lado de la historia (del lado de sus p r i s i o n e s , y luego
los textos de los m agistrados como lo e _ Jástofl* L coB°^
en sus hospitales. Es una desventaja urri «. ^ ^ sospechoso» o
der a esos “ extran jero s” de adentro otra p<-

4 Alphonse D u p ro n t,"D e P- »+J *******


Historiques. Rapports. t. dntnds ^
colaciones entre antropotogí*e ^ f
3 2 6 / n I U 6 A R p [ l OÍ RO

Ira u lo Observa (p. 55.) . 1» b ru jería rural casi no „


condenados.' mientras el d iablo no alcanzó a las ' famiuas
hi,o escuchar ella mu • m ientras no penctró en las ciudades, en
honorables" v hablo » > no fucron ten,dos en cuenta sino pa„
,os conventos. > hacerse o ír directam ente. En una historio,
ser castigados y no log d¡ablo¡. qucda en blanco. Hay que compro.
grafía la masa de los p ^ porque es una “ idea preconcebida” que luego
bario, y n° Pcr£l i ,c resultados.
resurgirá cn todos ios ^ r M a n d ro u se instala en los archivos
Tomando el fenómeno ,o r a d ó n dc la conciencia judicial en el
tetentes
exisrenic^ para intentar
............ una - P
* . .. • - •- en el
siglo x v ii” (p. 16),6 O, más precisam ente, “ una investigación de psicología
colectiva para un grupo social específico: el m undo de la magistratura, y
en especial los parlam entarios” (p. 548). En ese gru p o m uy estrecho, en
efecto, él se encierra, por prurito de rigor. Lam entem os estar encerrados
en los tribunales con esa categoría social. Ante los juicios llevados a cabo
o los hechos evocados, las reacciones del público apenas se indican (véase
p. 234). Podría haberse dado más espacio al aporte -c a p ita l- representado
por las deposiciones de los testigos. Falta una diferencia externa a la des­
cripción de las ideas o los conflictos parlam en tarios sobre el tema. Único
indicio mencionado, pero capital: los acusados, cam pesinos o campesinas,
se niegan a creer en las “ pruebas” de b ru jería que hacen constar los jueces
(véanse pp. 108-111). Uno sobre diez según Delcam bre, el 5% según Mandrou,
habría resistido la lógica irresistible utilizada contra ellos: ¿es el signo de
que adoptan los mismos criterios, pero que no se consideran involucra­
dos, o bien que no los aceptan y aprecian sus acciones según otros princi­
pios? Imposible responder, porque para decidirlo siem pre tenemos el punto
de vista de los magistrados.
En cambio, las diferencias internas al gru p o son analizadas con una fineza
muy grande, según las escisiones geográficas, sociales y cronológicas. Esta
articulación interna de la m agistratura se m uestra gracias a la valorización
de todo un abanico de pertenencias sociales, de localizaciones significati-
>as f relaciones París-provincia, p ro vin cias entre sí, ciudad-cam po) yd e
estatus profesionales (jerarquía de la m a g istra tu ra ). Bello ejemplo del
interés, para una historia sociocultural, de la historia de las ideas. Al res-

v Uno dc los raros trabajos científicos sobre este punto: Étienne Delcambre,
i-a psychologie des inculpés lorrains de sorcellerie”, en Revue historiquedu droit
franjáis et étranger, ^ , pp. 383. 404, 508- 526.
■o jr- csic tema, í.tienne Delcambre abrió el camino con su notable estudio.
. proc¿s dc sorcellerie en Lorraine. Psychologie des juges”, en Revue d'histoirt
du droit, t. XXI, 1953, pp. 389-420. ., ^
IOS HUIS'».dos .«tí lís (
s , * i o XVII | 3 27

cll,e s un “ modelo» metodológico. El anSlisis de los


.en una piedra angular, un instrumento de diferenciación v
¿liando, refiriéndose esencialmente a los fallos, tiene por b a L T T " " ’'
„£S que los hom bres de leyes tomaron por mayoría,y" *
sjon c0|ectiva de sus convicciones” (p. , 5). ^ ^ ^ » x p re.
individuos en los ju ic o s pronunciados en concepto de un, fi T *
c u e rp o es favorable al establecimiento de una sociología m entaíTf ^ ^
p r o f e s i o n a l . Pero la decisión tomada como cuerpo y en c n m •

infcrir las “ convicciones” de esos hombres, una vez salidos de la C í


r e fie r e a un papel social. Ejerce una coerción. También puede ser una
ta d a . R . M androu observa que “ los parlamentarios se cuidaron prudente­
m e n te de tom ar posición en forma individual, cuando la duda comenzó a
g e r m in a r en sus espíritus” (p. 16). A esta dificultad responde, por un lado
dando a los docum entos colectivos el contrapeso de los juristas autores, es
d e c ir , individuos cuyas obras estudia; por otro lado, negando que los n i ­
tra d o s hayan podido “ establecer dos partes en su existencia", ser unos en su
oficio, otros en sus actividades extraprofesionales, “ignorantes" allá, “ilu­
minados” aquí (pp. 549-550). Afirmación global que, en su generalidad,
puede considerarse com o verosímil, aunque cierta cantidad de casos, en el
siglo x v n , indiquen lo contrario.7 Pero las pruebas faltan; es imposible saber
hasta dónde es verdadera esta afirmación, ni de qué naturaleza es la unidad
intelectual así planteada, problemas sin embargo capitales si se quiere apre­
ciar, por ejem plo, la presión de las instituciones respecto de la evolución
de las ideas personales, o si se busca descubrir qué tipo de coherencia podía
conducir a los m agistrados a plantear actos para nosotros opuestos, pero
para ellos adaptados a una organización de sus funciones públicas \ de su
vida privada. Para ser real, en esos hombres de leyes la unidad de la exis
tencia puede presentarse bajo un modo ajeno a las definiciones qae ho
daríamos de ellas. Por tanto, sigue siendo difícil situar losresultados de ese
trabajo, ya sea respecto de la vida privada de los mismos jueces, F*-
de sus referentes en el tribunal (o fuera de él), los brujos y os pose

7 Es lo que se comprueba, por ejemplo. CDfc dicoujati Otro casa


algunos intendentes. Véa sesupra el capitulo i- lacques LeBrun, lé
toca más de cerca a la magistratura, tueana i c « cn Jfrw* lis:c:r<:
Pcre Pierre Lalemant et les debut> <ft 1Act : ■ ^ ¡utek $rupo
Httéraire
mivnurc dcac la
la France , t9M» PP-
rnuiu ,, it. l-x i...... ‘, l v 1(relatores
f^ u j c«
c,j v0 nseio de ^ r‘K^
wv,‘*
iiinsiiiuido sobre todo fo t g » « * „ t o * ™ - ’- ’
consejeros, abogados) se pone e
41
academia”.
I ** i u64R D f l o r f ! 0

El E S P A C I O N A C I O N A L

p e manera general, R. M androu nos ofrece el c u a d ro de las Com¡ni, .


des y las discontinuidades lo c a liz a re s en la región y en el nivel en
dieron -d e ahí la agudeza dc las distin cion es reveladas-, más que ,* ** *
dación de la relación que m antiene ese c o n ju n to con o tro s tipos de a n T
sis u otras regiones aislables en cl espesor de la m is m a historia. ¿Era p0siu
Aquí aparece una vez más la dificultad de c o n c ilia r la com prensión (en
interior dc un sector rigurosam ente d elim itad o ) y la extensión f|a local"/
ción de las relaciones entre gran d es u n id a d e s so cio h istó ricas (períod?o
medios, etc.) o entre tipos de investigación (e c o n ó m ic a , sociológica, cuí’
tural, etc.). Por lo m enos el estudio de R. M a n d r o u abarca toda la Francia
y durante más de un siglo, de m anera qu e ios m o v im ie n to s verificares en
esta vasta superficie no dejan de rem itir a u n a ev o lu ció n m ás “global” (a
modificaciones sociales, económ icas y p olíticas) q u e al m ism o tiempo dará
cuenta de los hechos observados en ese c a m p o p a rtic u la r y podrá ser o veri­
ficada o corregida por ellos.
Desde ese punto de vista, y p ara p e r m a n e c e r e n los pro b lem as plantea­
dos por la delim itación y la p resen tació n del te m a , la m e n ta re m o s que esta
investigación no m anifieste m ás el hecho d e q u e ella es nacional. Por ejem­
plo, habría sido poco co sto so , p ara el a u t o r , e s ta b le c e r u n m apa de las
brujerías y las posesiones, y m e d i r así su i m p o r t a n c i a y sus localizacio­
nes sucesivas (¿qué provincias?, ¿ ciu d ad es o c a m p o ? ) según dos o tres cor­
tes en el tiempo. De las b ru jerías escribe: “Al p a rec e r, la ola n o dejó afuera
ninguna región de F ran cia” (p. 136). La d u d a q u e a q u í tra icio n a el al pare­
cer, ¿habría podido ser d esp ejad a con m a p a s b a s a d o s en la estadística de
los procesos, la en u m eració n de las p r o d u c c i o n e s d em o n o ló g ic as o las
contabilidades antiguas de los caso s se ñ a la d o s ? El a u t o r es afecto al voca­
bulario de las o n d as” que se p ro p a g a n o d e las “o la s ” q u e se extienden “a
través de toda Francia”. Sin d u d a, u n a to p o g r a f ía h a b r ía p e r m it id o seguir
' olas, controlar algun os silen cio s d e la o b r a (e n la q u e n o se dice casi
nad* de la Bretaña, don de lo d ia b ó lic o p ro life ra , si ha d e creerse por lo
m e n o s en los cuantiosos in fo rm e s de las m is io n e s e n el siglo xvn),com -
parar punto que m e parece c a p ita l) las s o m b r a s a rro ja d a s sobre el mapa
de 1 rancia por las b ru jerías con a q u e lla s (¿ c o n te m p o rá n e a s? , más bien
i •>steriores) que allí trazan las su b le v a c io n e s p o p u la r e s en los m a p a s esta
' CCldos por ^ r c h n e v p ara el s e g u n d o te r c io del siglo xvii,* o con las

' r-h ia v. /.(-•. ioulevements populaires en Irance de 1623 6 i64&>í>arl>’


■' 'i pp. (,65-676. Véase también Marc Venard, U s débuts du monde ntodertie
IOS MWISTBfcOOS AWll IOS 88UIOS I f l SUIO IVtl | 3 2 9

, a m en u do an teriores) que circunscriben las guerras de religión.'


7° naS resentación g rá fica cum ple la función de una verificación, porque
U la m an era en q u e la encuesta cubre el campo de investigación,
lTlUCStr^na fun ción heurística, porque plantea problemas nuevos abriendo
'’ tienebiiidad de com paracion es (por ejemplo, aquí, entre brujerías, suble-
laP° S'ncs p o p u la re s y g u erras de religión), aun cuando éstas permane-
vac> ° - s aj p ro p ó sito de un estudio necesariamente limitado para ser
^ 10 - 1 -
rigur° es p a ra d ó jico recordar, a propósito de R. Mandrou, la heu-
\ -ográfica, de la qu e es uno de los abogados más convencidos, o la
ríStlC? p ° o r c h n e v , q u e él presentó al público francés y a la que añadió “un
° bra de m apas anuales esforzándose por restituir las olas del movimiento ’.
" X una legib ilid ad geográfica de la historia.

l,r, i • r — —

9 M. Venard, op. cit.,p. 458.


10 * Propósito de ,a Presentación, hay que destacar el interés de las indicación*
adas sobre las fuentes manuscritas e impresas del tema <pp. Í8-59). Porque
C y ajad° ^ar8 ° tiempo a través de esta literatura múltiple y oculta, admiro
'biografía. En particular, y para lo que concierne a los libelos y a ¡os
tratados antiguos, constituye un aporte esencial para una historia dei libro.
Lamento que R. Mandrou haya indicado sólo rara vez a los editores antiguos
• l°s lugares de edición de esos “libelos*’, a menudo publicados en varias ciudades
en varias oportunidades: la circulación o ¡a difusión de estos panfletos forma
parte de su historia y con mucha frecuencia es reconocible sin que hava
Necesidad de entregarse a la operación policial que consiste en localizar
I los libritos “s i ni f.” Otro tanto ocurre con las traducciones al francés dc obns
I extranjeras: su cantidad, sus lugares, la identidad de los traductores (como
I lo subraya el autor en pp. 429-433» en el caso de Spee» traducido p* Tttdko
de Besanzón F. Bouvot), son elementos importantes. En cambio* las
adiciones de un mismo texto en ocasiones parecen considerada- como
distintas (véanse, cn la bibliografía, los S°}0>}}6 ) )x • iOUdi '
una pista (transmisión y variantes de los textos) J despierta m
curiosidad, que luego frustra. También A
« ce le n tes ediciones: por ejemplo, la carta dc LauNr un ^ ^ ^ Lrb«n
nota i) fue publicada por lAmizeydc totofluc* p f ¿uaimaoew.
(^randier” Le cubinet
— historique, i#79*l*xxv*
uno •hubiera
‘ 1* 1 que**
’ •. Jómí*esta:'
para esos libritos difícilmente ac^es
conservados y pueden consultarse*
330 I Et l U 6 AR D f l OIDO

C U V A JB S SO C IO PR O FESIO N A LES

Se nos muestra una “ élite” con sus estamentos y sus diferenciaciones en


m ic ro g ru p o s. Ella se destaca sobre un fondo popular dc miseria y«deses
peración” Así, lejos detrás del cuerpo de los m ag.strados pero tomado cn
el texto de los informes oficiales, ese muchacho bordclés (¡tiene ,4 años!)
vestido con una piel de lobo, abandonado y echado por su padre [. i
vagando por los campos sin guía ni nadie que lo cuide, mendigando su pan”
(p. 187). ¿Cuántos son esos emigrados del interior, errantes por las camp¡.
ñas, que constituyen el horizonte del cuadro? Es la parte opaca de la histo­
ria. Es el murmullo que el historiador no logra incorporar a su texto.
En cambio, la gente de ley se encuentra en el proscenio. Se distinguen
entre ellos y de otras profesiones vecinas, unas declinantes (como la de
los teólogos), otras ascendentes (corno la de los m édicos).
Entre ellos, primero. Al respecto, el parlam ento de París tiene un papel
de “precursor” (p. 196) en relación con los parlam entos de provincia. R.
Mandrou lo prueba en varias oportunidades. Así, alrededor de 1600, Louis
Servin, abogado general del rey, obtiene un fallo que prohíbe la “ prueba
por agua” ;" les reprocha a los jueces de prim era instancia que tienden a
“reprimir la magia” con una “contram agia”, y se opon e a “ un ardor que no
estaría de acuerdo con la ciencia” (citado en p. 182). Finalmente, a la tra­
dición de la que dejan constancia las ju risd iccio n es subalternas el pari­
sino opone una “ciencia”. La distancia es grande. En lo inmediato, no será
colmada, como también lo muestra “ la pobre difusión de los escritos con­
testatarios” (p. 190). A esta falta de circu lació n del libro corresponden
rigideces locales. Se las encontrará entre m édicos parisinos y médicos pro­
vincianos, ‘médicos de pueblo” que no salieron de su agujero (véase p. 280).
Ése es, sin duda, el indicio de la presión que el m edio local ejerce sobre
sus notables (véase p. 373). Pero a través de las reticencias, las sanciones
del Parlamento de París en oposición a los jueces “ ordinarios” luego (véanse
PP- 354 ' 36 i, 389, etc.), y, por últim o, el fallo general que exige el llamado
automático al Parlamento por los crím enes de sortilegios que acarrean la
muerte o la tortura, se advierte que el clivaje geográfico es más fuerte que
la homogeneidad profesional. La distancia respecto de París adquiere una
dignificación cultural, mide un retraso en relación con el “ progreso.

tr-i.i retorna cl caso dc brujería juzgado en Dintevüle (cerca de Chaumont,


. "ifipaiMj en *594" Sus alegatos al respecto fueron publicados en sus Actions
pi C tl I'^’^oyez, Ruán, 1629 ( última edición”, observa Mandrou, p. 5^)-
1 L' 1 jc .¡pe iación en la Corte de París tuvo luuar en noviembre de 1601,
sentencia pronunciada el de diciembre de .60.. S ¡M R -
105 h “ s" ' “ # s ‘ " ' l t o s i,
331

0 ,r„ tanto ocurre entre parlamentos. Es relativamente „ uevo , .


J ,ina centralización creciente y de una pérdida qUe en u C'°
; ; dc , los go.pes <,ue serán dados a las ¡ n s t i t u ^ ^ i a s ,
,a„drou aprecia m elu so a los magistrados bordeleses según su
dad “en la* d.scus.ones pan s.n as (p. ,85) ,hacia ,603. Tiene '
manera en que paulan ñám em e parisinos y provincianos se ven UevaT
juzgarse recíprocam ente Treinta años más tarde, a pr„p6s¡t0 de nn * *
jionés, el abogado general de Pans considera innovadora a su propia Corte
“la que verdaderamente no cree tan fácil y ligeramente en ese crimen enorme
v no lo castiga de prim a facie como se hace en otras partes” (citado en p
349). Ese otras partes oculta el privilegio de un aquí. Una nueva repartición
* opera entre la “ facilidad” provinciana y el ‘ conocimiento” parisino. Entre
|a “magia” y la “ ciencia” (p. 182), una distribución afecta una a la provin­
cia y la otra a París.12 Una nueva mentalidad hace de los magistrados los
cómplices de la centralización, antes de que ellos tengan que defenderse,
pero demasiado tarde, contra las formas reales y administrativas de un
poder central.13
Otra m anera de localizar la evolución de los parlamentarios: sus rela­
ciones con los teólogos y los médicos, pero también con el clero, los inten­
dentes, etc., en sum a, todos aquellos que son parte interesada en los procesos
de brujería. No me detengo en las ideas emitidas, sino en las posiciones recí­
procas, dc las que ellas son un signo. Una vez más, R. Mandrou aporta muchos
elementos nuevos, que posiblemente no subraya ni agrupa lo suficiente.
Las diferencias entre cuerpos profesionales parecen obedecer a dos leye^
inversas según se trate de París o de la provincia, y eso tanto má> cuanto
más “alejadas” son las regiones aludidas. En el interior mismo de la e
lución general que tiende hacia la desmitificación de lo diabólico, esas
rendas parecen dism inuir en París e incrementarse en Prou” ^
incluso - lo que sin duda equivale a lo mismo-, tienen e
alto personal, un alcance cada vez más político (es decir, que se s.tuan

• “P.rit capital '


>* Sobre la nueva fundón de París, Roland Mousnier,
<-111‘aris, fonctions ({'une capitale, 1962* ü \latisMísetx>rcteTS'
n I ds intervenciones reales de 1670-1672 (R-»'’ ^n r ,¿¿.486) no deben
PP- 443-466) y la ordenanza general de 1682 (1 • U¡]ustra(ja- v parisina, que
scr interpretadas como el triunfo de una poM»- ^ ojovicciones
>k>admite ya más que una “supuesta magia. ¡nl.H)rtante en ¿I >-t,nt , ,s
parlamentarias en esta materia marcan una \ cis¡ones confiadas a o». . a
•"'tiguo, entre las jurisdicciones loca es > •»» „on: véanse- "°r 1
del rey. R. Mousnier muchas veces **** -
l’r‘>pósiio de los intendentes, las Lettre* < •
•'■i'is, 11)64, pp. 42-51.
ft IU6AR O fl OTRO

d fondo común do conflictos de poderes), m .entras que en provincia sisíuen


siendo mucho más doctrinales en los debates a que dan lugar las b r u L ,
i las posesiones. Todo ocurre com o si algunas connivencias intelectual^
mudadas en ‘academias o en redes intelectuales, reunieran en Par¡s
magistrados, médicos, e incluso a prelados o teólogos (com o los de p0r,
Roval. véase P. 3^4* o los que participan en la Academ ia Lamoignon) men
una adhesión común a la “ ciencia” y a las “ leyes" de la naturaleza. L0$
conflictos nacerán mas bien de prerrogativas en juego y, por ejemplo, de
la autonomía que el clero pretende conservar allí donde el magistrado laico
quiere hacer valer en adelante una jurisdicción.
En provincia, las oposiciones parecen todavía de otro tipo. m¿is “doc­
trinal". si nos atenemos a la m anera en que se form ulan. Se produce enton­
ces una serie de deslizamientos: el m agistrado y el teólogo se asocian í R
Mandrou no señala suficientem ente el hecho y la im portancia de los lazos
familiares entre los dos grupos) contra el m édico; los m agistrados se opo­
nen a los comisarios del rey (véanse pp. 545*547 ); el consejo de la ciudad
solicita una consulta médica cuando el juez o rd in ario no lo hace (pp. 94.
95). A pesar de la discontinuidad de los tiem p os, hay aquí sordas conti­
nuidades que se aperan en tradiciones religiosas y sin duda, y sobre todo,
sobre tipos diferentes de relación con el m u n d o, aunque también signifi­
quen conflictos de poder.

l'N A R E O R G A N IZ A C IÓ N S O C I A L D E L S A B E R

Dos fenómenos, en particular, llam an la atención. Prim ero, la actitud “pose-


sionista favorable a la realidad de la p osesión ) de algunos intendentes,
riiiemras que los magistrados del lugar tienen ya convicciones inversas. Luego,
1*1 lenta, ia segura, la “am enazante” p ro m o ción del m édico.
En lo que respecta a los prim eros, los “ posesionistas (L au b ard em o n t,
Bouv.hu, e k .), no estoy seguro de que su com p ortam ien to pueda explicarse
¡o 1 o. .su udelidad a una decisión central que previene la jurisdicción
1 n r arlamentos, ni que "la pasión de la au to rid ad m onárquica Heve al
J defender las posiciones m enos esclarecidas” (p. 547)- Habida
de ,as diferencias de caracteres, m e parece que, con mucha trecues.

~n ’ L!l" P Hay que comparar lo que nos enseña Mandrou sobre


T í iD O r m t t s o n e n L o u v ie r s (p. 233) y lo que J . Le B r u n d eveló de Us
. ° *" rr>i$nio en la A c a d e m ia Lamoignon {op. cit., pp. 157* >' •s0^re U '
I O S MAGI STRADOS A H l l IOS BRUJOS D?l Sl&tO jy||

, d intendente distingue totalmente dos regiones de su vid, l„ » u

; io r " u “ i,K h a c c d c la: ra; ó.n dc Es,f ' u « » * u f , ¡m eu r: ^


la determinación de la segunda.'. En esta medida, « « i ^
jjiuitjón m á¡ m o d ern a que los magistrados, cuyas convicciones *
s avanzadas todavía definen sus decisiones juridicas o bien remesen
forma de ese m od ern ism o cuando él coloca en lo privad» k, miu “
r cscluye de lo político, m ientras que algunos magistrados suministran
,,.j forma cuando buscan un comprom iso institucional en una raciona
|iIJítón de los co n sid e ra n d o s y los fallos. Por ejemplo, el propio
Iju b a r d c m o n t; sin que i m p o r t e q u é o c u r r a c o n s u m o r a l i d a d , sus c o n -

v K v io n e s religiosas no dejan d u d a , p e r o t i e n e n u n a e x p r e s i ó n lo c a liz a d a

v tanto m á s acogedora de lo e x t r a o r d i n a r i o o d e l “ m i l a g r o '’ e n la m e d id a

t-n q u e la s consecuencias p o l í t i c a s s o n e x c l u i d a s . 16

Entre esos in te n d e n te s y e s o s m a g i s t r a d o s , la d if e r e n c ia p e r tin e n te n o

reside en que unos son m e n o s “ i l u s t r a d o s ” q u e lo s o t r o s iu i c i o q u e r e tie n e

>olo u n aspecto p articu lar d e l e q u i l i b r i o p e r s o n a l ) , s in o q u e e lla e s ta e n la

reuión del cam bio: p ara l o s p r i m e r o s , l a n a t u r a l i z a c i ó n d e lo p o lít ic o .- ' p a r a

los segundos, la m o r a liz a c ió n d e l d e re c h o y, la s m á s d e la s v e c e s , d e ¡as

c re e n c ia s que p e rm a n e c e n i n v e s t i d a s e n l a f u n c i ó n j u d i c i a l . D e es e m o d o

t a m b ié n se d istin g u e n m e n t a l i d a d e s p r o fe s io n a le s y p u e d e m e d ir s e

im p a c t o más o m e n o s g r a n d e d e u n a m o d i f i c a c i ó n n a c io n a l v e s t r u c t u r a l

'o b re lo s diversos c u e r p o s d e l p a ís s e g ú n su participación c r e c ie n te o d e c r e

c ie n t oen los asuntos p ú b l i c o s .


La evolución d e l o s m é d i c o s e s m á s c o m p l e j a . P e r o , u n a v e z m is , a

partición según s u s i d e a s s o b r e l a b r u j e r í a o la p o s e s ió n n o es !a ~

M a s a c á de u n r i c o a b a n i c o q u e v a d e lo s c r e d u lo > a k» ^ ^

ta m b ié n incluye “ conversiones” curiosas (como ese m >a pj


m e ro escéptico, l u e g o d e s lu m b r a d o p o r b ru to s > q u e c ^ x

Rio v que todos lo s l i b r o s , p . 2 5 8 ) , e s ta e n p r im e r 0 c n tk o . ei

■-> confiere, o sea, e l p o d e r q u e a s i s e le s a>- t u ^ ..^ ^ /y je la 'o } * -

;nedico se c o n v i e r t e e n e l re c u rs o . Es el h o m b re como a n t e ei

: : e n c ia - lo s dos n o s o n m á s q u e u n o -. A n t

' ^ ease supra el capítulo 12 sobre Rene >.i Ar,.n ^ p-


I aubardemont, véanse R. Mou>nier. .
1 <'rrc$pinnianct\ pp. 277-279» ' í! •>”'N! ‘ ‘ Lr*n«
' Etienne Thuau lo analizó en su gran 1 * , . cofTicaK
./,• Richetieu. P a r is . i * * b j | ° * ^ je c a s á ^ ' r^ ’. U
cstatista” (expresión que por otra P®** ^ ^ y al &***■
'¡-;f exalta el Estado y una que disW'PJ tí®-**
vio l o caracteres d e r e s p r i t ^ . P ^ ^
334 I l ü 6 A R D E t 0 I R 0

milagro,15su “ ,cstim onio” o su “ atestación-es necesaria, y contra él * apc,


•'teólogo sino a otro médico. E l tugar de! saber se d e s p ic a . Aunque,
no
^licitam en te reconocido, au n q u e sea c o m b a tid o (pero entone
sea ex es
_—— f p 1 f C* 1 1 t /A••i ^ m• a. _ *
con sus propias armas, o por m edios que son au to ritario s o poiítiCos y no
no
va “científicos” o teóricos), el saber m éd ico d efin e p o co a poco el campo
sobre el cual en adelante se desarrollan los debates; el p ro p io vocabulario
de las disputas traiciona su ascendiente, que se in sin úa bajo las oposicio­
nes teóricas. El médico se sitúa entre ellas, en la m ed id a en que “atesta” y
“ testimonia ’ (las palabras tienen a q u í un p eso p a rtic u la r) acerca de lo
que ve. En el intersticio, en la fisura q u e se crea en tre ideologías opuestas,
él recibe y se da como función decir lo que “ o b se rv a ”. Q u e su “ ciencia” tenga
a menudo las trazas de un patois y tod avía esté repleta de teología (véanse
pp. 283-284), el hecho es secun dario respecto de la fu n ció n que él desem­
peña en debates cada vez m ás cen trad os en la id en tificació n de lo que es
real. Y desde ese punto de vista, los in n u m e ra b le s in fo rm e s de médicos o
de cirujanos de los que R. M a n d ro u cita e x tra cto s o p e ra n una modifica­
ción: ellos remplazan el criterio de la vista (sospechoso, a partir del momento
en que brujos y poseídos tam bién d escrib en su s v isio n e s, y en que el objeto
visto puede ser un objeto so ñ a d o o u n a a lu c in a c ió n d e “ m elancólico” )
por el control del ver po r el tacto o p o r el olfato. S o n los testigos de una nueva
manera de ver que suprim e el eq u ívo co d e b id o a la distan cia entre el ojo
y el objeto y que, en una inversión c a rte sia n a ,’9 hace del contacto la garan­
tía y la inmediatez de la evidencia, del in tu eri.
A este poder (con el que habría que c o m p a ra r a los q u e aparecen en otros
sectores ) corresponden no sólo el h ech o de q u e la a cu sació n de brujería,
así como la sátira m olieresca, ap u n ta n al m é d ic o (p o r ejem p lo en Nancy,
pp. 246-250), sino sobre todo la p o s ic ió n d e m e d ia d o re s que se dan los
médicos (entre los “ su p ersticio so s” y los “ a te o s ” están “ los médicos que
ocupan el medio , citado en p. 302). M á s im p o r ta n te tod avía, el título que
funda sus prerrogativas”. “ Los m éd ico s, en este caso, tien en grandes pre-
rrogati .as por encima de los eclesiásticos, p o rq u e ellos sa b en ..."-10 Masque

i* Las numerosas encuestas presentadas por Henri Platelle, Les chrétiens faceau
miT , Lí/fe au x v u f siécle, París, 1968, incluyen ese llamado al médico: en todas
partes este tiene un lugar que no es el de la decisión sino el del saber (utilizado o
•c p Stei¿te’ o triunfante, poco importa aquí). .
9 Kn un breve y vigoroso estudio sobre la 9' Régle pour la direction de Vesprit, Michel
: rres acaba de analizar en Descartes el movimiento que lo hace ascender de la
n. modelo de la intuición, al tacto, modelo de la visión: “ L’évidence, U visión
2/j M íV M. \Cn Usetudes Ptolosophiques* t. xxm, 1968, pp. 191-195. J
lo< V ltrrt yvelin en l643, citado en p. 288. Mandrou observa esa “audacia
1 ‘ lia<-en frente a los teólogos, sobre todo en Louviers (p*
t,S " “ ,SI" ‘ Í0S S N » J35

a ltna mera s u s tilu c ió n d e p e r s o n a j e s e n la m is m a f u „ c i ó n u h ,


r id a d científica, e s e l u g a r n u e v o , m e d ia d o r , to d a v ía n o „ c u m H am ° ‘

|ante sostenido p o r lo s m é d ic o s , r e m it e a u n a r e o r g a n i ^ ™ ^ '

|aS funciones.2' &cneral de

problem as t e ó r ic o s :

LA natural eza , lo r e a l , la experiencia

Q u e a l g u n o s jueces laicos hayan tenido la sensación de estar “investidos de


u n a m i s i ó n d iv in a ” (p. 146) y que, a la inversa, sacerdotes o predicadores,
p o r e j e m p l o , hayan protestado contra la voluntad parlamentaria de “some­
ter a u n a d e m o n ía c a a la jurisdicción temporal” (véanse pp. 1 6 7 ,17 1- 1 7 2 ,
etc.), e s o s h ech o s so n a la vez la causa y la consecuencia de las cuestiones
q u e e l l o s d e b en zanjar. Cuestiones fundamentales, incluso cuando se ocul­
tan t r a s p ro b le m a s de procedim iento. Porque se refieren a tres capítulos
r e la t iv o s a la n a tu ra le z a del conocimiento: ¿qué es sobrenatural? Es decir,

21 A estas escisiones socioprofesionales reveladas por el análisis de los procesos bas­


que añ ad ir las relaciones nuevas del clero con el laico (por ejemplo en loque
concierne a la jurisdicción del magistrado o del comisario en materia de brujería)
y los desplazamientos en las relaciones entre sacerdotes seculares y regulares.
La o p o sició n ciudad-campo o París-provincia, ciertamente, se encuentra en e!
interior de las congregaciones religiosas. Pero la oposición esencial es
aquella q u e separa a los sacerdotes obligados a defender la realiuad de lo ico
• com o, en otros casos, la de lo milagroso) para oponer*t al ateísmo. v ue °
sacerdotes conducidos por un nuevo nacionalismo a hacer pr ecer un:
(social y natural) contra la injerencia de los poderes ecteiasticosen nre?
que en adelante les parece de la incumbencia dd Est o. cas -^ a
también, de m iem b L de, 'bajo
poderes centrales) oponiéndoles la realidad P |QS Abates teóricos,
las tensiones sociales y geográficas organizan ca a v e z ^ ^ a los
pero según criterios que lentamente dejan de ser p^o Mandrou
choques entre seculares y regulare» (p- 24‘ -H por ejemplo como una
los simplifica en sus cuadros panorámicos.inte -j;s¡ca que atribuye los puestos
eliminación de los religiosos (p. 226) una me _^ mu¡eres. a sacerdotes tanto
de confesores “extraordinarios, en los <-on paréntesis, no es exa«.
seculares como regulares. De igual mo o. a -n¡níUno de ios maestros
q « a diferencia ¿ los capuchinos y
Port-Royal” se interesa en el problema de puso^wtere
en Camp-de-Prats, Saint-C yran (y tam comparto^P
apasionado” en varios casos '
entonces generalizada (véase Jean
l - «i, p p . 1 4 0 - 1 4 4 ) .
i i 6 I f l IU 6 A R D f l OTRO

•en qué consiste la naturaleza? ¿Qué es y cóm o reconocer |a ¡|Usi(.


f.;n suma, pues, ¿qué es la experiencia? C om o aquellos que imaginaba Verc0r,s
en I x s ,
animaux dénaturés finalmente esos m agistrados deben decidiente
brujas o poseídas, acerca dc lo que es posible y lo que no lo es, acerca de
lo que es creíble y lo que no lo es, en sum a, acerca dc lo que es humano
Discuten sobre esto con los instrum entos que poseen. La hipótesis dc
la “ finta” )' del “artificio” (p. 305) a m enudo es para ellos una explicación
fácil que les evita (a ellos, pero desde entonces tam bién a muchos histo­
riadores) zanjar semejantes cuestiones. Pero en la m ayoría de los casos casi
no se sostiene. También resulta im posible atenerse al compromiso, osci­
lación del espíritu que pone el aquelarre “ a veces” a cuenta de lo imagina­
rio, y “a veces” a cuenta de la realidad (véase p. 302). El problema es saber
si cl aquelarre es posible, y la respuesta será afirm ativa si es real por lo menos
una vez. El discernimiento se efectuará más bien según el carácter de los
“ hechos” extraordinarios de m arras: algunos fenóm enos, como el aquela­
rre para Pierre de Lancre, son “ m uy variables y m uy reales”, mientras que
otros, como la mutación del hom bre en lobo, no son más que “ ilusión”
(citado en p. 141). 'I I
A esta distribución geográfica, creadora de fronteras, entre fenómenos
reconocidos como sobrenaturales o diabólicos y fenóm enos considera­
dos naturales, se añade otra, que triunfará y que podría calificarse de ver­
tical: lo visible se convierte en el d o m in io dc lo natural, y lo místico, “ lo
interior” y lo oculto, en el de lo sobrenatural. Es notable que entre los magis­
trados y los médicos todo el saber puede ser de este m odo llevado al cré­
dito de lo ''natural”, sin por ello ser realm ente cam biado. Es así como los
vuelos nocturnos, la capacidad de hablar en lenguas, la insensibilidad al
dolor son alternativamente explicados por el “ diablo” o por la “ melanco­
lía , sin que la observación sea puesta en entredicho. Un sistema de expli­
cación nuevo parece preceder a las renovaciones del examen. El recurso
teórico es desplazado antes de las técnicas que le serán proporcionadas.
1Jesdeeste punto de vista, la noción de “ progreso”, de la que R. Mandrou
Hace uso, reforzándola con la de “ audacia”, debe ser m anejada con pruden­
cia. No es posible escalonar las posiciones adversas sobre una línea en que
estarían ordenadas según su relación con el saber del que nosotros somos
los poseedores (lo que, hablando con p ro p ied ad , sería referirse al p *° '
£,LS(> ;• 1 n realidad, se enfrentan concepciones c o n t e m p o r á n e a s en íun-
1 ^ LS,t ll(-toraciones que ellas retom an: se desplazan m u tu a m e n te ,
)ut do , sea posible distribuir el precio del “ progreso” a unas y no a 1JS
I ucde haber una capacidad de observación m ás fina, y m á s deter
tianic, i n aquellos que todavía adoptan concepciones “s o b r e n a t u ia l's
lM »“ ' « « • « u . , U !W W |I lI | | it
J/

tas. . c„ c a m b io , la « a lu sió n dc lo diabólico puede reutilizar iodas l« l


^ a n tig u a s afectandolas solamente con el Signo“ me|anco|°T ? ’ le)w"
h le c o m b i n a c i ó n de esas posiciones lo que permite comprobé n'” VÍ'
raros son los pensamientos que formulan esta « 1 7 ambí°
p ro fu n d o , y
1|W manera coherente, es decir, como un problema de *
U cs I 00' com ° lo hace Mandrou, hay que restituir ates casos
je brujería su aspecto profesional y técnico antes y a f,„ de d «„,¿
e llo s u n lugar filosófico. Así, la identificación de lo extraordinario I I T
ra| o sobrenatural!) se vincula con un problema de competencia- -qué­
de in c u m b e n c ia del médico? ¿Qué debe ser tratado por el ministro de h
Ig le s ia ? Para responder, se vuelve necesario “ reconocer la parte del Diablo
yJe la naturaleza” (p. 128, a propósito de Wier). La selección se hará según
argumentaciones en que lo libresco, las leyendas y la observación consti­
tu y e n u n repertorio homogéneo {“ las leyes de discursos-de ciencia", citado
cn p. 170)- De acluí tod ° el mundo saca partido. El punto que sorprende
no es tanto el de las oposiciones doctrinales (subrayadas por Mandrou, por
ejemplo a propósito de Wier y de Bodin), como la homología de los siste­
mas en función de los cuales las fronteras de lo diabólico son desplaza­
das, o las tesis invertidas. Hay aquí una homogeneidad epistemológica que
posibilita concepciones adversas -problema al que M. Foucault dio una
categoría científica—,22 pero también, más característico todavía, un dis­
funcionamiento entre el “ repertorio” proporcionado a cierta cantidad de
cuestiones que él perm ite resolver y, por otra parte, la cuotion nue\a que
le permanece ajena. Com o el sistema de que disponen no esta hecho p
esta cuestión, los hombres de esa época mo\ilizan su saber i
rios que le son externos. . , ios
^ 1 tiI3 en su limite;
tiempos (fin d eu n orden, y fin del mund° j’ a Cmno de Bergerac
loconducea interrogarse acerca de lo post f- e _.^ru(-os” nose debe creer
se dirá, por ejem plo, que en las confesiones t hombre o
Sino en lo qu e es “ posible”. Pero, ¡cómo determinar, p
.z/ I >9 v"1-*
U Aose, '**’•rP' notJ
Véase, en particular, M. Foucault, U* ■-\ ...
prose du monde” ). En la
i, bosqueja un proyecto de historia l j J odemoniacoyla r^ lK^ ’ n¡jqst^ J,
en otro estudio cómo la experiencia <- Vir;v * .
él del siglo xvi al xvm , no debe llltc‘r>, \ ^I vjiV
humanitarias y médicas sobre el vi<jo j t. ¡as
>■01110 la reanudación en una t'x>’a u l • n(0 JelmunJ1’ ‘*!J, ' ^ en¡j¿p **
susicntado las amenazas ^tl l
los cosas, Barcelona» Planeta pcon<Sinica
¡osico, Madrid» Fondo de C lun
338 I £t IU6AR DEl orRO

para las cosas, lo posible? AI no poder ser ehm inado de la percepción, \0


extraordinario, casi arbitrariamente - o mas bien por razones qUe todavía
n0 son racionalizabas- será com prensible (y p o r tanto posible) sólo allí
donde puede admitirse un punto de faga, un indefinido dc potencias ocul
tas, una ausencia de cierre para el conocim iento; com o consecuencia, unos
lo atribuirán al crédito de Satán (“ no sabem os cuán grande es el saber y ]a
experiencia de los D em onios , dice B o d in , citad o en p. 150) y otros lo
pondrán a cuenta de la naturaleza (“ nada recto es posible que no sea p0r
naturaleza”, declara Wier, que invierte la p ro b lem ática y, partiendo del
“hecho” extraordinario como posible porque es real, lo atribuye a la natu­
raleza, citado en p. 26). En otras palabras, ante una alternativa tan peli­
grosa, es la organización de lo posible y de lo im p o sib le lo que vacila y
cambia: como el “ hecho” es adm itido com o “ visto ”, se lo encasilla del lado
en que el conocimiento renuncia a excluir lo desconocido, allí donde son
admisibles una fisura de la ciencia y una riqueza in d efin id a de lo real. El
saber se desplaza primero fijando nuevos lugares al no-saber, dándose otra
topografía de su límite.
Otro tipo de solución consiste en so sp ech ar de ilu sió n el hecho que
escapa a las reglas de lo cotidiano; de tal m o d o , lo m ilagroso ya no con­
cierne a lo real sino tan sólo a lo im aginario. A parentem en te menos teó­
rica, esta perspectiva es sin embargo más radical, porque pone en entredicho
la percepción misma. Inaugura una concepción nueva de la experiencia (ya
que toda “experiencia” perm anece inscrita en un sistem a interpretativo),23
a partir de una crítica del ver. A los testigos que “ ven y observan” lo que
supera la naturaleza (véanse pp. 169-170) o qu e dicen (a propósito de la
misma Marthe Brossier) “ no haber visto ni o b se rv a d o cosa alguna por
encima de las leyes comunes de la naturaleza” (citado en p. 173), se les opone
una sospecha: un “ pensam iento” d iscu tib le se ha in sin u a d o en la bella
t.videncia de la observación. Por ejem p lo B a rd o u x , en 1649, se interroga
sobre aquellos que creen ver lo que no v iero n ” (citado en p. 330, nota 30).
En la relación simple de la m irada con su objeto, la duda se desliza con
" iV-!,a a qut perturba la visión y con ese objeto que no es más que el
espejo de un pensam iento en gañ ad o. “ La ilu sió n ” ap u n ta prim ero a la
¡dad observada fes un objeto ilusorio), luego asciende al sujeto cognos-
7 C.^a ^USJ(-,n del espíritu). El engaño arro ja su so m b ra sobre la expe-
II iejo -irgum ento que a firm a b a resp ecto de una de las

lansjajíe ,v1' <^€rleau, “ Mystiquc au siécle. Le probléme du


x v i i c

Vfih mysuque , en L'homnte devan( D¡ Méltmves Henri de Lubac, París, 1964.


L1,»PP. 267-281. *
IOS MAGISTRADOS ANU IOS 8RU10S OU SIGIO IYU 1 339

innu^er bles “ h istorias extraordinarias” narradas a comienzos de siglo


que— - . . . -r ».i icsumonio de quienes lo vie­
ron nos lo“difícil
ensena de creer si no
(citado en fuera
p. 75, porque el testimonio
nota 1) es deaquí
socavado. He quienes
queloveres
vie-
T lo enseña” (citado en p. 75, nota ~ — J' ’’
simplemente afectado a un creer. Por tanto, el “ testimonio” también es sos
pechado. La duda que traiciona la sustitución de la prueba por el testimo-
ni0 sc devela rápidam ente con una crítica del propio testimonio. El orden
que conjugaba la razón y el hecho en la experiencia resulta desquiciado.
Hay que revisarlo, y lo será a través de una modificación de los procedi­
mientos, es decir, de los criterios invertidos en los modos de la verificación.

LA S O C I E D A D D E L A B R U J E R Í A

La agitación verifícable en esta fase iluminada de la edad clásica, ;debe ser w

considerada com o el aspecto positivo y “ progresista” de una evolución? Su


cara oscura, diabólica y “ supersticiosa”, representaría solamente lo que una
sociedad rechaza, lo que envejece y va a caer. La división entre lo que ocu­
rre a plena luz del día y esa vida nocturna trazaría la línea que poco a poco
separa un porven ir de un pasado.
A esta interpretación apresurada y ‘‘cientificista” se opone el hecho de
que la b ru jería no es solamente lo que una sociedad rechaza de si misma
para convertirla en una “ superstición” y un arcaísmo. En sí, es una masa
inform e, m ú ltip le, salida de todas partes y a menudo inasible, que la
impugna. Los brujos se han convertido en un grupo homogéneo e
la represión, a causa de los “ modelos intelectuales que se les imf > '
de las salidas coercitivas que se abrían a un malestar confuso p ^

cirios a los tribunales y a las plazas don* d* | “ realidad que


todo son los testigos de una inquieta'
escapa a la s c u a d r í c u l a s in s titu c io n a le s .

certezas p o l í t i c a s y r e l i g i o s a s . detectable en lo s o jo s , e n lo s
En c o n s e c u e n c i a , r e p r e s e n t a n una amena- Q sje m p r e im p i a -

pensam ientosyen la c r u e ld a d (a m enú 01 u e t e n ¡ 5 0 2 - q u e lo > b r u

cable) de l o s m a g i s t r a d o s * 1“ S o s t e n g o , - j s cnJ * ^ e m b a rg 0 e ra d e u n

ios podrían a r m a r u n e jé r c it o ig u a l b r u jo s marchan p o r to d a s pa


millón o c h o c ie n t o s m il h o m b re s

f t - tte Jñ € n t . .. *’*

París. i622. Dedicatoria a Luis. ^ y UIl duro f * * ® 1


para ellos toda su vida un crue
,4 0 I H IU 6*R nfl 0TR°

por miles multiplicándose com o las or ugas en nuestros jardines.”1» d c


pronto se alza una inmensa resistencia, y peligrosa, reflejada por |as des.
crinciones fantásticas de los parlam en tarios, que ellos designan en Una
J a categoría im aginaria (los b ru jos son “ en em igos de D ios y del rey",
pero también “enemigos dc la naturaleza hum ana ), y que combaten con
loque R Mandrou llama acertadam ente “el procedim iento infalible” y )as
deducciones “ tautológicas” de los jueces (pp. 94-108). C uan do los jueces
siempre tienen razón, cuando tienen “ una respuesta unívoca a todas las acti­
tudes de sus adversarios” (p. 105), cuando son por definición inatacables,
testimonian un orden que se defiende, que ya no puede sino repetirse y hacer
de esa repetición una lógica, o más bien una tautología implacable.
Pronto (a partir de 1655)» las representaciones y la represión que apun­
taba a los brujos serán em pleadas contra las agrup acion es secretas de obre­
ros y contra los “ m alos” com pañ eros.26 D esplazam ien to significativo, en
la medida en que un m ism o tipo de defensa en fo ca fo rm as sucesivas de
una oposición a un orden público. D esde ese p u n to de vista, la brujería
no sólo revelaría una enferm edad social, una “ so cio sis” (según la expre­
sión de A. Besancon);2' por eso m ism o y m á x im e cu a n d o los represen­
tantes de la justicia rechazan esa revelación de un desorden latente, tendría
la función de una clase peligrosa; an un ciaría tam bién la m utación que uno
está muy inclinado a buscar exclusivam ente p or el lado en que se fabrican
los edictos y los modelos ideológicos.
Infinidad de textos de la época declaran que el b ru jo es “ el herético”. La
expresión tiene su peso. Puede ser retom ada en otro sentido, reciente, des­
provista de un juicio de valor y que designa tan sólo la alteridad contesta­
taria que traiciona una sociedad siem pre dispuesta a elim inarlo. En efecto,
el lenguaje de la brujería es el de la inversión, y todavía es un signo de la vaci­
lación de una cultura no poder determ inar si ese lenguaje es imaginario o
real. Por ejem plo, durante el p rim er cu a rto del sig lo x v n , el aquelarre,
fiesta de una libertad nocturna y culpabilizante, invierte los signos sagra­
dos y naturales íentonces casi identificados en la experiencia social): es la
antimisa, el vuelco de las sum isiones jerárq u icas, la ausencia del trabajo,
ia inversión de las relaciones sexuales, las relaciones “ contra natura de la
madre con su hijo, etc. Desenfreno m on óton o, el vocabu lario de lo imagi­
nario es pobre, se contenta con tom ar lo co tid ian o a contrapelo; el único
lujo es la repetición. Se reduce a elem entos estereotipados que progresiva

Ht/iri Boguet, iJiicou n execrable des sorciers ensemble leur procez.. . , Lyon, 1602,
Prefacio. ,8 H
' ta''^ •‘ “-Hci ioucauit, ! intuiré de lafolie..., op. cit., p. 79.
r. au. ),( ¿n^on, HiMoire et psychanalyse”, en Anuales HSC, 19 6 4 , 1. x ix , p- * 47-
i“S " ,6 ' S m t 0 W , u u ' ' * . m . i l i ,ll, „ 1 I | 3 4 |

nte se irán volviendo más sutiles (“ barroquizán<W v ,


literatura dem onológica. El aquelarre es un rCTt0 de ™ ' ‘ T " " 1"
en
Ii*” “- cn ! i n; :. „ s: á t 1. ! r c: ° : i m.entó’ 'y ----^ia oue ocurr
^
iUs representaciones diversas, un con,remando, no difere„,e *
con-
trari0 a, orden desquiciado (por las guerras de r e lia n , p „r u ^
£ió n d e la cristian d ad , etc.) reproduce todavia ese orden en el ^
en q u e lo tom a al revés. Un contramundo que por tanto no tiene un
l e n g u a j e p ro p io . Por eso no es necesario expliear únicamente p « ,Jna
ptesión d e los jueces las confesiones de los brujos. Ya hay complicidad entre
ellos por cl hecho de que la crítica o el malestar que testimonia la brujería
no tiene otras referencias que aquellas que hacen constar los magistrado*.
..a ■«/« mXX til M/■4 4 I—- A—a •f ■
p e n s a m ie n t o
u o t r a s concepciones, sino el viraje que hace pasar del recto al verso a una
s o c i e d a d . De ahí procede la indecisión de los criterios que permiten saber
si, sí o n o , uno es b ru jo , y quién lo es. Y también la no-resistencia intelec­
tual a la m utación que lleva a un hombre o a una mujer a inclinarse de un
c a m p o a l o tro ,19 sin que su estructura mental resulte modificada. Y por
ú l t i m o , tam bién de ahí procede la importancia que adoptan primero la
r e p r e s i ó n por la fuerza y el mantenimiento de la delimitación ío de la exclu­
s i ó n ) , por falta de un verdadero contenido que especifique las dos regio­
n es y le s sum inistre con qué diferenciarse o defenderse en un terreno propio.

DE L A E M I G R A C I Ó N A L A C O N F E S IÓ N

P e r o n o p o r eso la región “diabólica es Da un lugar


u n a em igración del interior, y es el lenguaje

y Af \( G. Marwkk sobre un
28 Al resp ecto , hay que releer los grandes est ^ ^ ¡oáaiogíi oi sortery
aspecto actual y análogo del ,Johano«burgo), t ‘ ;

indres. t. -***' »• - ^ ^ b acritud


,0 diabólico ^ horneé
Esto no sólo es cierto para ei ^ cowf**
inversa; no sólo para rurales,sin^ ¿ indicio*co0l” \
de experiencias afectadas sin « n h ^ ^ ,,
la m u ta c ió n que hacc de una “^ J ^ r a c t e r * * * * * * .
s o ™ * p. „8). La brujería P f ^ ^ ’
embargo, lo que cuenta.
intolerable, amenazador o abfcc****
pero constitutivos del* sociedad <*
Í 4 2 I II i u 6tl> Dil 0,B0

(aunque no sea más que imaginario) a un desestim iento social y a un nu


desafío, a un descrédito dc los valores tradicionales, a una pérdida dc ^
fianza en Ja .sociedad establecida. Ella escapa al m ism o tiem po q Ue
al orden. Prepara tanto las “em ociones p o p u lares” com o la crítica in t e l^
tual. Bajo una forma arcaica, tam bién enuncia la m utación. C°
AJ respecto, es preciso destacar la im portancia privilegiada de la confesió
requerida por los procedimientos judiciales, y necesaria para que la conde
se pronuncie: “sin confesión no hay hoguera (p. 154). A este hecho daré una
significación fundamental. La confesión es el retorno a la sociedad de donde
emigró el brujo. C om o la conferencia que el aventurero dicta en su país de
origen al cabo de sus viajes, consiste en reconocer que el térm ino es el punto
de partida. Reconstituye el ju ram en to de fidelidad al grupo. Lo gratifica con
el propio extravío, pues la “confesión' del fugitivo garantiza a la sociedad
contra la amenaza de la exterioridad. La confesión restaura el contrato social
por un momento quebrado, en la m edida en que m ediante la palabra pública
vuelve a unir el lenguaje desgarrado p o r el “ pacto con el diablo” y somete a
la ley del grupo al exiliado que se retiró p o r desconfianza o incertidumbre
Sueño o realidad, la brujería tra ic io n a o im p u g n a ese len guaje; lo hace
vacilar; siempre puede ser sim bolizado p o r un acto qu e consiste en “ pac­
tar" con el Enemigo. No es realm ente re p rim id a sin o p o r la confesión, que
reemplaza el contrato diabólico por el pacto social. C u an d o el brujo reco­
noce como criminal el gesto de “ haber a b a n d o n a d o ” los valores de su grupo
íDios, el rey, etc.), vuelve a ponerse bajo el im p erio de la ley com ún y libera
a ese grupo de la sospecha que ponía en en tred ich o su ley.
Muchos otros elem entos p erm itiría n a c la ra r el e q u ilib rio inestable de
una sociedad, que se define siem pre so b re el m o d o de exclu ir a su contra­
rio \ de permanecer sin em b argo relativo a él, co m o destacándose sobre
ese fondo oscuro que ella im p u gn a y postula.

b r u jer ía , p o s e s ió n , b u c ó l ic a s

, . a ' contlnuidades y las su stitu cio n es q u e se ofrecen al análisis en la


. S^ ° x v n Y a través del destin o o lo s desplazam ientos delabru-
' ^ pnm era que se debe o b se rv a r -a q u e lla q u e con stituye el fondo dc
I . 1 )n cuy ° s aspectos ju ríd ic o s d e sc rib e el a u t o r - es el pasaje de la
q . a ^ 0scs‘ 0 n ' ^cro s*n d u d a c o n v ie n e a m p lia r el problem a.
, ICC l)(>SCSU)n *>o dice brujería, a u n q u e los tratad os contemporá-
a so aen , y hasta las co n fu n d an . La b r u je r ía (las epidem ias de bru-
I O S M A G I S T R A D O S A I T f i n c o *

Tf los Sía^ « t S „l0 .


m I 343

brujas) viene prim ero. Se extiende desde el úhi


; v, (.5/0. cn Dinamarca-, .575-.59 0.cn U r e n a ^ c .) h a l ? " 0 * * *
d£| siglo x v n (.625. cn Alsacia; ,632 cn Würzburg.o .6 .» en j " " " tedo
c0„ prolongaciones hasta ,663 cn Massachusetts, hasta i ^ Z * " 8' ' * ' 1’
0 hasta .685 cn M cm ingen (Saxe). Reina en Francia (A ls*L £ , ? K>
Comtc. Lorcna, P o.tou , Saboya, etc.), en Alemania (Baviela i T

en• S * * cn ln g la ,e rra ; en l0S Paiscs N * Pero no, al p a r e c e r T ^ ” ’ '


o en Italia (excepto en la región nórdica y montañosa de Con» 1 r f
¿ periodo d c la gran “ revolución psicológica’ entre ,590 v ,6á ' , '
dividir dos E u ro p a s: la del norte y la del sur.» Por dltuno,o s o b r u T
un íenom eno ru ral. A u n q u e las C orles interesadas traten en la ciudad fos
grandes procesos, deben delegar a comisarios y jueces en el campo (como
Boguet, de Lancre, N icolás Rémy, etcétera).
Una especie diferente del género refuerza más tarde la brujería y la reem­
plaza. Aparece p rim ero de manera discreta con Nicole Aubry, Jeanne Féry
y, sobre todo, M arth e Brossier (1599). Tiene finalmente su modelo con el
proceso de G a u fr id y en Aix-en-Provence (1609-1611), inmediatamente
orquestado p o r el lib ro que define la nueva serie: la Histoire admirable de
la possession et conversión d ’unepenitente..., del padre Sébastien Michaélis
París, 16 12). Seguirán otras “ posesiones” -Loudun í 1632-16401, Louviers
! 1642-1647), A u xo n e (1658-1663), e tc -, acompañada cada una con su pro­
pia literatura. Esta especie ya no es rural sino urbana; no es salvaje, masiva
y sangrienta, sin o que está centrada solamente en algunas figuras estela­
res. Por tanto, es de tipo más personalista (se trata de indhiduos o de micro
grupos). Sus person ajes son de ambiente más medio y hay una n.eno
diferencia entre jueces y acusados. Estos últimos a menudo son
tes o letrados, a veces considerados “libertinos, que, por tan o,
nen de una n u eva m anera la imagen tradicional o PoPular dd
lim osnero o del m édico.» Pasando de la violencia contra los magos

30 Véase L u c i e n F eb vre, Armales esc , t. x w . ^ Europa nórdica


3 1 H ab ría q u e p re g u n ta rse si la brujería, c* TiC* me¿ terrán«>s, por ejemplo
y cont i nent a l , n o tiene equivalentes o í os P* ^ tipfo con una ÍTKntai'‘:U‘i
los alumbrados. O si la * P ™ cl0^ ! debe aJ hecho de q u e » ^
“ a n t ic le r ic a l” ( c o n una ambigüedad qu . antisa£erdote. y el
a lte rn a tiv a m e n te el rebelde a la autor' ^ aquejados po* f -

Parecería q u e n o h u b o Y * * * * * * ' % « < ncia ®u y


c n t r e n t a m i e n t o de dos religio t . . 0 <jo<Jevefh*)runJ . R Mafldro*1-
- Bajo el análisis de la acusación, a m‘ ¿oinjenzos d e ' - Lui dos Ijr“ '
p ro fu n d a en tre los sacerdotes ru saaadoU» Iltvrt^V qUe i«'r
Magistnus et sorciers, PP- * * * % £ * * *
de brujería en el curso de las
34 4 I ti 106 ** Oíi OIRO

' u a aoladada para cor, sus victim as; localizada cn los conven, os,y
cur.os.da P |os pucb|os perdidos; m enos vengadora, menos puni.
■ r p e r o mas apologética y predicante; cam biando de una ''guerra" co„ .
1 ios bruios a un espectáculo (una commcdu, M I a r'e) que t.ene algo dc
* dc la misión popular (fiesta que sm em bargo s.gue exigiendo una
L c i ó n ) la “posesión” representa una nueva etapa, que conduce a su vez
a los procesos políticos de las envenenadoras.»
Estos dos momentos no representan mas q u e un segm ento en una evo­
lución más vasta. Al extenderse, la brujería rural de a n ta ñ o se metamor-
f'oseará Sobre uno de sus bordes s disolverá en la astrología y en las bucólicas;
sobre el otro, se amplificará desplazándose, y la resistencia popular se expre­
sara en motines o en participaciones políticas. N o im p o rta qué ocurra con
esos dimes y diretes o con ese análisis a lo largo del tiem po, también hay
que subrayar algunas cohesiones sincrónicas. Una de ellas, que interesa más
de cerca a la historia religiosa, es la extraña cita q u e asocia, en un número
muy grande de casos, a los “ poseídos” o los “posesionistas” y las comuni­
d ad e s de “espirituales”. Sobre el m apa francés de m ed iad o s del siglo xvn
a menudo encontramos ya en los m ism os lugares los casos de posesión y
los grupos m ás “devotos” (en el sentido m ás positivo del térm ino): Nancy,
Loudun, Évreux, etc. Los abscesos diabólicos ta m b ié n son centros místi­
cos. No es un azar, ya sea que una m utación cu ltu ral m arg in e lo sagrado
-en lo que tiene de más sospechoso o de m ás p u r o - , o q u e el quebranta-

totalidad el sorprendente documento presentado por Pierre de Lancre, Tableau


de iinconstance des mauvais auges et démons, París, 1612, libro iv, discurso 1-4,
pp. 399-525. Así fuera en parte imaginario o forzado, el sacerdote-brujo es un
personaje social, institucional a menudo “normal”, que ocupa a la vez el papel del
curador o chamán) y el de oficiante o jefe de la comunidad religiosa; él vacila
de uno a otro, según los períodos, pero porque, tanto en un caso como en el otro,
es t. hombre de un poder sobrenatural que funda el grupo. Los segundos son más
bien directores espirituales. Su poder es psicológico; es un dominio sobre
individuos y en nombre de un saber adquirido. La acusación que se les hace es
de otra índole y, hecho característico, apunta igualmente al médico (en Nano*,
por ejemplo), también él letrado y en vías de convertirse en un nuevo “director
espiritual. Por ¡o demás, es una de las formas que adopta entonces la rebelión
o íc promoción de las mujeres: ocultas bajo la máscara de las “poseídas”, las
Amazonas del siglo xvn acusan a su director” convertido en un diablo
y ellas triunfan sobre él. Por lo menos hay aquí un aspecto no desdeñable de las
posesiones. Dc todos modos, se trata entonces más de cambios en las relaciones
^ internas al grupo que de su mismo equilibrio. • ¡*V
r 0‘ muchas aclaraciones sobre uno dc los primeros casos en que la
acusación de brujería es utilizada con fines políticos en Georges Mongrédien,
otiora Galigai. Un proces de sorcellerie sous Louis XIII, París, 1968.
IOS MA61S1RA00S M U IOS M UIOS O H SltlO iv ii | 34 5

• Stituciones eclesiásticas deje escapar u obligue a crear exprc


^¡ento dc ' l' S ' s j urante un tiem po sospechadas/nuevas” (la palabra tenia
.l0ncs rchglosas jflCación peyorativa) y bloqueadas juntas en el mismo
,nton
r ccS lina
cl de la ! hpreña",
’ a pesar de sus profundas diferencias cualitativas.
lü£‘,r’

E D U C A C IÓ N rep resiv a
LA

Otra coincidencia, tam bién significativa, relaciona la condena del “brujo”


como ignorante, iletrado, o instruido solamente en la “ciencia” diabólica
oral y nocturna), y, por otra parte, un movimiento para la instrucción del
c a m p o y la alfabetización del pueblo a partir del catequismo. Al mismo
t ie m p o que la culpabilidad del “ brujo” es reducida al hecho de no tener
ninguna instrucción” (citado en pp. 187,351 y ss.),el pastor es movilizado
por una cruzada definida por una consigna:“ instruir”,“educar”. La misma
instrucción se encuentra ubicada bajo el signo de un valor progresivamente
dominante: el trabajo, y tiende a combatir el vicio, pronto capital, del igno­
rante, cl brujo o el loco: el ocio. Por eso, los catequismos se organizan como
el aprendizaje de un saber,34 y de un saber socialmente útil, que postule en
todas partes (com o tantos t r a t a d o s espirituales contemporáneos) una etica
del trabajo. Pero el problem a es más amplio. Los exorcismos se transfor
man en catequ esis: “ Todos recibieron mucha instrucción para la> eos
tumbres”, dice C ou lon de los de Loudun (citado en p. 21/ •
La educación se convierte en el trabajo que enseña e l .raba; , pe> ^
suerte de lógica de la que cabe preguntarse si no reemp aza ^
religiosos com o norm a social. De todos modos, los Proc| ^ \ ^ ^ ^ b le -
bajaron para el éxito de la instrucción, asi < p ro c e d e n te s d e
cimiento de un orden nuevo, victorioso t a s ¿¡abólica p r o v o c ó
profundidades y trastornos insospechados. lestjgoes Bodin,
y encontró un nuevo imperialismo, el de otra obras), y Ia >nstruCC‘on
tanto en su obra demonológica como <.n s , j ^ mjento de este imper-0-
tue una de las fuerzas privilegiadas en de la literatura den*
^ otro tanto la lectura y la escritura. La mis ^ ^ icario (p-14' !' ld a
nológica creó una h o m o gen eizacio n c ro ■ ^ d carptn

pésima M a rlh e Brossier (p.


Pichel (p. 551) leen las “ historias extr

*4 \ ease Jean-Claude Dhotd»


prodigieuse ignorance»PP*
^ 4 0 I El l ( J 6 A R D U OT R O

nes, de los que también se alimentan los magistrados y los teólogos Le'
precedente dc los mass media, el escrito se convierte en una base c o ^ " 0
mientras que, cn el mismo tiempo, las predicaciones se inclinan a |a " T ’
mica y dividen a un público a menudo inseguro. Un nuevo tip0 c|c
prepara otro contenido del saber... r
Estos problemas no pueden ser tratados únicam ente en el terreno de
brujería. Por lo menos indican la im portancia no sólo del tema sino t-m^
bién del aporte del libro de Robert M androu. Por cierto, no me parece p0si
ble considerar a los magistrados com o testigos privilegiados: ellos tatnbié
están al servicio de un conservadurism o cultural, gozan de la garantía de­
tener siempre razón porque el orden está con ellos, y están tomados (no
aprisionados) en la red de una “ tautología” social. M ás bien, son parte cons
titutiva en una mutación cuyos indicadores y actores son los “brujos” ()
los poseídos, en la misma medida en que em igran, abandonando los hábi
tos de un sistema que se transforma.
Con ellos se aleja un “ antaño” “ que era el siglo de los m ilagros” (citado
en p. 182). Com ienza un nuevo tiem po, uno m ás, que se representará
como el del progreso o a través de la p érd id a de un p araíso perdido
Éste suprim e el enfrentam iento del m ag istrad o y el bru jo, y lo reem­
plaza por otros. La desaparición del bru jo no m arca el fin de la “ supers­
tición” (de lo que generalm ente se llam a así al term in ar el siglo xvn ),
sino sólo el fin de una centuria.
Vi
Mística

Al análisis que había hecho Freud de la religión en El porvenir de u


una
ilusión (1927), Rom ain Rolland oponía una “sensación religiosa que es

muy diferente de las religiones propiamente dichas”: “sensación délo
eterno”, “ sentim iento oceánico” que puede ser descrito como un “con­
tacto y com o un hecho (carta a Sigmund Freud, 5 de diciembre de 1927).
En 1929, luego de su aparición, le enviaba los tres volúmenes de su Essai
sur la m ystique et l ’action de l’Inde vivante. Freud respondió a esta obje­
ción en el p rim er capítulo de El malestar en la cultura (1930). Por otra
parte, escribía a su “ am igo” : “ ¡Cuán ajenos son para mí los mundos en los
que usted evoluciona! La mística me resulta tan cerrada como la música”
(20 de ju lio de 1929). Más tarde, rechazaba la asimilación de su método
con el de ju n g que, decía, “ él mismo es un poco místico y desde hace lar­
g o s años dejó de pertenecer a nuestro grupo (carta a Romain Rolland.
19 de enero de 1930).
Debate significativo, que se inscribe en un conjunto partic arm
rico de publicaciones consagradas a la mística durante tr^ n*a F nes
contribuyen la etnosociología (por ejemplo, en Francia, . , - rience
élémentaires de la vie religieuse, de Émile Durkheim. 191*’ 0 ja
mystique et les symboles chezlespnnutifs, E!iade¡; la his-
fenom enología (desde Heiler hasta Ruc o ^^ f r¡edrich von
toria literaria (desde L’élémetit mystique ^ -.wire Httéraire du senti-
H iigel, 1908, hasta los once volúmenes e a ^ (sobre todo con
inent religieux, de Henri Bremond, 191/ 1 garuzi en 19--»; ^ enrI
^Villiam Jam es en 1906; Maurice B 1 ^¡d en tal del híndu¡5lTlt> 0
Bergson en 1932); la difusión en Guén0n, Aldous Huxl^ |j^ er
budism o indio que Romain o ai * ^ ^ Xalloc-PoU^ ,n’.- ioIie=>
tribuyen a hacer conocer’ ^ ^ J J ^ n t e producción indU*
Lacombe, Louis Renou..*
H l l , 6 A ! í D H 0 , R 0

muy d ilc c n u s, pero tener en común el hecho de que vincula lo mfe-


tic i con la mentalidad primitiva, con una tradición marginal y amenazada
en d seno de las iglesias, o con una intuición que resulta ajena al entendi­
miento, o bien incluso con un Oriente donde se levantaría el sol del “ sen­
tido" mientras que se pone en Occidente: aquí la mística tiene prim ero
como lugar un otra porte y como signo una antisociedad que representa­
ría sin embargo d fondo inicial del hombre. De este período data una manera
de encarar v de definir lo místico que todavía se nos im pone. Precisamente
en ese clima se ubica la reacción de Freud.
El desacuerdo que. entre m j )' >93°, se manifiesta en las cartas y cn las
obras de los dos corresponsales es característico de las perspectivas que
o p o n í a n y s i g u e n oponiendo un punto dc vista místico con uno cientí­
fico". Allí donde Romain Rolland describe, a la manera de Bergson, un dato
de la experiencia - “algo ilimitado, infinito, en una palabra, o ceán ico "-,
Freud sólo descubre una producción psíquica debida a la com binación de
una representación y un dem ento afectivo, a su vez susceptible de ser inter­
pretado como una "derivación genética”. Allí donde el prim ero se refiere a
una “ fuente subterránea de la energía religiosa”, distinguiéndola de su cap ­
tación o de su canalización por las iglesias, el segundo remite a la “ consti­
tución del yo” según un proceso de separación respecto del seno m aterno
v de diferenciación respecto del mundo exterior. Por cierto, am bos recu­
rren a un origen, pero para uno éste aparece en la form a del todo y tiene
su manifestación más explícita en Oriente: para el otro, es la experiencia
prim itiw de un desgarramiento, comienzo de la historia individual o colec­
tiva. En suma, para Romain Rolland el origen es la unidad que “ aflora” a
la conciencia; para freud, es la división constitutiva del yo. Para am bos,
-sin embargo, el hecho que se debe explicar es del mismo tipo: un desacuerdo
del individuo respecto del grupo; una irreductibilidad del deseo en la socie-
vjoc; que io reprime o lo recubre sin elim inarlo; un “ m alestar en la cu l­
tura . Las relaciones inestables entre la ciencia y la verdad giran alrededor
de este hecho.

EL E ST A T U S MO D E R N O DE LA M ÍS T IC A

nj orla qué m. piense de la mística, e incluso si se le reconoce la emer-


" e Una rt>a^'dad universal o absoluta, sólo es posible tratarla en
función de una situación cultural c histórica particular. Ya se trate del
chamanismo, el hinduismo o de Meister Eckhart. el occidental llene una
I 3 4 9

manera prop.a de encararlo. Habla de eso desde al«


no es posible ratificar la ficción de un discurso 'na P° r ,0 tan,0>
olvidando que el indio, el africano o el indnn * * * * la mística,
•/ • i • **CS10 riO tl^npn l •
concepción ni la misma práctica de lo au* la m,sma
' ,amam°s con ese nombre.

Determinación geográfica y condicionamientos históricos


En lo s análisis emprendidos por europeos, prec,sámeme cuando concier
nen a tra d ,c o n e s e x tr a je ra s , la atención que se da a la nusiica i ói
o tro s es co n d u cd a , más o menos de manera explícita, por interrogo
nos o im pugnaciones internas. Por ejemplo, la búsqueda científica del hin­
duism o o del budism o estuvo y sigue estando habitada por la “inquietud"
que suscitaron, en Europa, la irrupción de universos diferentes y la borradu­
ra dc las creencias cristianas, por la nostalgia de referencias espirituales
despegadas de afiliaciones eclesiales o, por el contrario, por la voluntad
de ad aptar m ejor al Oriente la difusión del pensamiento europeo y de
restaurar un universal que tendría no ya con el poder de los occidentales
sino con el de su conocimiento. Como consecuencia, la relación que el
m undo europeo mantiene consigo mismo y con los otros tiene un papel
determ inante en la definición, la experiencia o el analisis déla mística. Esta
com probación en modo alguno niega la autenticidad de esa experiencia
o el rigor de esos análisis, sino que tan sólo subraya su particularidad.
Esta localización de “ nuestro" punto de vista obedece también a deter­
m inaciones históricas. En el curso de nuestra historia, W lugar le fue
dado a la mística. En el conjunto de la vida social o ckodfca, este k I »
una región, objetos, itinerariosy un lenguaje ProP,os. En P ^ r - f c
que la cultura europea y , no se define como «isu an , •
siglo x v , o x v , „ ya no se designa como
ría ’ elevada al pleno reconocimiento rimenu| qoelentamente
cn creencias comunes, sino un con“ ™ £ ^ ¡KdroaoKS edesiales y que
so despegó de la teología tradu ion c ^ ^ ¡ d a . de una pasividad coi-
se caracteriza por la conciencia,a qu .¿múnos*se vuelve nusnai
n u n tc donde c, yo se pierde en ^ " , * „„ , ^
lo que se separa de las vias norm ^ ^Jigiosas,sino a! nun^n
en la unidad social de una te o i e r. i ‘ ¿nstinm' con ios *.
una sociedad que se laiciza y de u n e n h^
científicos; lo que por lo tanto a{ y ^ ^ ardack>ncon^1
hechos extraordinario:*. ha>ta * ^ _signOS pub: " : a

(■■místico-, en griego. * * <* * * '


cen, se apagan o incluso
^ 5 0 I s t i u 6 A R p f l 0 , R 0

Un indicio de este aislamiento (en el sentido en que un cuerpo está ais­


lado) api rece en el hecho de que sólo en el siglo x v n se empieza a hablar
de “ la mística” en el sentido de que recurrir a ese sustantivo corresponde
il establecimiento de un dominio específico. Antes, “ místico” no era más
que un adjetivo que calificaba otra cosa y podía afectar a todos los cono­
cimientos o a todos los objetos en un m undo religioso. La sustantivación
de la palabra, en la primera mitad del siglo x\ n, siglo en cl que prolifera
la literatura mística, es un signo del recorte que se opera en el saber y en
los hechos. Un espacio delimita en adelante un m odo de experiencia, un
íéncro de discurso, una región del conocimiento. Al m ism o tiempo que
¡parece su nombre propio (que designa, se dice entonces, una novedad),
la mística se constituye en un lugar aparte. Circunscribe hechos aislables
(fenómenos“extraordinarios” ), tipos sociales (“ los m ísticos”, otro neolo­
gismo de la época), una ciencia particular (la que elaboran esos místicos
o aquella que los toma como objeto de análisis).
Lo nuevo no es la vida mística -p o rq u e ella se inaugura sin duda en los
más lejanos comienzos de la historia religiosa-, sino su aislamiento v su
objetivación ante la mirada de aquellos que co m ien zan a no poder ya
participar ni creer en los principios sobre los cuales se establece.
Cuando deviene una especialidad, la mística se encuentra arrinconada
de manera marginal en un sector de lo observable. Estará som etida a la cre­
ciente paradoja de una oposición entre fenóm enos particulares (clasifica­
dos como excepcionales) y el sentido universal, o el D ios único y verdadero,
del que los místicos se dicen sus testigos. Progresivam ente, será com par­
tida entre hechos extraños, que son el objeto de una curiosidad alternati-
\ ámente devota, psicológica, psiquiátrica o etnográfica, y lo Absoluto de
que i.ablan los místicos, y que será situado en lo invisible, considerado
como una dimensión oscura y universal del hom bre, pensado o experi-
muitado como un real oculto bajo la diversidad de las instituciones, las
religiones o las doctrinas. Bajo este segu n do asp ecto se tiende hacia lo
que Romain Roland llama el “ sentimiento oceánico”.
L^. . , t t . a u ó n que otorgan a la mística las sociedades occidentales desde
v.e ires siglos ejercerá su coerción sobre los problem as teóricos y prácti-
..f t"niC“ ^os a ^ experiencia mística. Pero tam bién determ ina la óptica
. " Ua^ rnist’ca cualquiera sea el tiempo o la civilización a que per-
j , . “ c o n s ‘ d<-ra d a en adelante: una organización propia de la socie-
• • m oderna define el lugar desde d o n d e hab lam os de la
* IS‘t U * 351

la tradición y la psicologización de la mística


Esta determinación acarreó dos tipos de efectos, •
cn la experiencia de los místicos tal como la d e s c r ib í" ’' " ' ' ^ « P tib l*
,cs están consagrados: la constitución de una t r a d ^ ”
lo g iz a c ió n ” de los estados místicos. UOn ProPia, la
A partir del lugar que se les daba, los místicos sus
tic0S constituyeron una tradición que responde a la u S ^ ° SUS
aislada, de acuerdo con lo- que
aisidua,----------- se comprueba
n------— “ Fmcoaenenotros
otrn-"1
camDorecienten*nte
^
tigación. Así, una vez definida en los siglos xvu y xv,„ , J ! clamves*
áe base para una selección del pasado, donde se destaca todo11
cia problemas análogos a aquellos de los que ella trata. En obra1* 3™ 11
•• -0 __ « / m •* %% ■■■ 1 1 •
se distingue (por un corte que mucho habría s o rp re n d ilT *
lo que es “ científico” y puede entrar en la historia de la bioW ¡T
teológico, cosm ológico, etc. Una ciencia moderna se da asi » T- *
íl „ . oai una tradición
propia que ella recorta, según su presente, en el espesor del pa^do D* fa
misma m anera, desde el siglo x v n la mística recientemente “aislada* se ve
dotada de toda una genealogía: una localización de las similitudes pre­
sentadas por autores antiguos autoriza la reunión de obras diversas bajo
el mismo nom bre o, por el contrario, la fragmentación de un mismo cuerpo
literario según las categorías modernas de la exégesis, de la teología y de
la mística. En un escritor patrístico, en un grupo medieval o en el interior
de una escuela nórdica, se distingue una parte que tiene que ver con !a mís­
tica, y un nivel de análisis que le corresponde. Algunas constelaciones de
referencias - lo s “ autores místicos”- dibujan en adelante el objeto de acuerdo
con un punto de vista. En tres siglos se ha formado un “tesoro", que cons­
tituye una “ trad ición m ística” y que obedece cada vez menos a los crite­
rios de pertenencia eclesial. .Algunos testimonios catolicos, protestantes,
hindúes, antiguos y finalm ente no religiosos se encuentran reunido?. baio
el mismo sustantivo en singular: la mística. La identidad ue ésta, una ve*
planteada, creó pertinencias, impuso una redasifk aciónu¿lahi>tori-.
permitió el establecim iento de los hechos y los te\i0> que e.. adela
ven de base a todo estudio sobre los místicos. La reflexión • ia m’ . T ^
rienda están h o y determ inadas por el trabajo que re'-°^ j¿una
informaciones y referencias en un lugar circunscrito en

coyuntura sociocultural. ^ localización de la


Como v im o s, esta coyuntura también p io rn o una‘ jj^unoshccbo»
' ida mística en cierta cantidad de “ fenómenos. n ^ en que.
excepcionales caracterizan la experiencia a partir ^ ^ ^^Bugraoc»'
cn Una sociedad que se descristianiza, se \e arrin». ^ ^vhalcs «jue
interior. N ecesariam ente disociado do i,ut
352 I H l U G A R o n O T R O

laicizan, y do las instituciones cclcsialcs, cjue se m iniaturizan , cl sentido


vivido de lo Absoluto -D io s universal- encuentra sus indicios privilegia­
dos. internos o externos, en hechos dc conciencia. La percepción del in­
finito tiene como signo y puntuación lo experim entado. La experiencia es
expresada y descifrada en términos más psicológicos. M ás aun, a falta de
poder dar crédito a las palabras religiosas (el vo cab u lario religioso sigue
circulando, pero progresivamente despegado de su significación prim era
por una sociedad que en adelante le atribuye usos m etafóricos y lo utiliza
como un repertorio dc imágenes y leyendas), lo m ístico es dep ortad o - p o r
lo que vive y por la situación en que se lo p o n e - hacia un len guaje del
cuerpo. Por un juego nuevo entre lo que reconoce in teriorm en te y lo que
es exteriormente (socialmente) reconocible de su experiencia, se ve llevado
a hacer de ese léxico corporal la referencia inicial del lugar don de se encuen­
tra y de la iluminación que recibe. Así com o la herida de Jacob en la cadera
es la única marca visible de su encuentro n octurno con el ángel, el éxtasis,
la levitación, los estigmas, la ausencia de alim ento, la in sen sib ilid ad , las
visiones, los tactos, los olores, etc., sum inistran a una m úsica del sentido
la gama de un lenguaje propio.

El sentido '‘indecible" y los “[fenómenos” psicosomáticos


De todos esos “ fenóm enos” psicológicos o físicos el m ístico hace el m edio
de deletrear un indecible ’. H abla entonces de “ a lg o ” q u e no p u ed e ya
decirse realmente con palabras. Por tanto, p ro c e d e a u n a d e sc rip c ió n
que recorre sensaciones y que así perm ite m ed ir la distan cia entre el uso
común de esas palabras y la verdad que su exp erien cia lo lleva a darles.
Ese desiasaje de sentidos, indecible en el lenguaje verbal, p u ed e ser visi-
bilizado por el contrapunto continuo de lo ex trao rd in ario psicosom ático.
Las emociones de la afectividad y las m u ta c io n e s del c u e r p o se con-
ierten así en el indicador más claro del m o vim ien to que se p ro d u ce más
más allá de la estabilidad de los e n u n c ia d o s in telectu ales. D esde
entonces, la línea de los signos psicosom áticos es la fron tera gracias a la
i i • t"x^cr'enc*a sc art>cula con el recon ocim ien to social y ofrece una
legibilidad a las miradas descreídas. D esde ese p u n to de vista , es con el
p ]ue la mística encuentra su lenguaje social m od ern o, m ientras que
« UC „ ° S a^Pcc,os un vocabulario espiritual g aran tizad o h ab ía sido su
cuerpo medieval.

, \ . Atestaciones psicosom áticas fueron to m ad as en serio por la


' <~lu ltííic a - Su m in istraron a un ex a m e n a lte rn a tiv a m e n te
medico, psicológico, psiquiátrico, sociológico o etn ográfico lo q u e podía
' 35J

c a p ta r dc la exp erien cia: “ fenóm enos” mfsticos


c; ar, e l doctor Je a n -M a rtm C h arco, * » , , en ^
01,r a d a d irig .d a p o r el p siq u iatra sobre un conjunu. H
ue diagnosticaba co m o una estructura histeria I J f » Wko,
corpotal* la m ística b o rd ea o atraviesa la enfermedad y í
en cl siglo x ix el carácter “ extraordinario” de la p „ ccn' * " ° má' «amo
vez m ás, por la “ a n o rm a lid a d ” de los f e n ó m e n o s Z L
sesgo, la m ística in gresa en el hospital psiquiátrico o en el m P" w
feo dc lo m aravilloso . ° enel"» ’* o e Ulogri.

Si, por su lógica p ro p ia , el análisis científico es entonces to


trampa dc un p o sitiv ism o q u e de antemano da valor de verdad™ h
• o b j e t i v o s ” que d efin e, n o d eja por eso de corresponder a la situación
c u l t u r a ! real d e la e x p e rie n c ia . ¿No llegan los creyentes a confundir!
mística con el m ila g ro o con lo extraordinario? Finalmente,laobservado
on
médica o etn o ló gica se extravía m enos (porque pretende permanecer ™
en
el terreno de lo s fe n ó m e n o s) de lo que lo hace el teólogo patentado de la
época -e l p ad re A u g u stin P o u la in - cuando, para dar cuenta del sentido
de la mística, d e sp lie g a interm inablem ente una colección de estigmas, de
levitaciones, de “ m ila g r o s ” psicológicos y curiosidades somáticas (D esp­
ees d'oraison. Traité d e théologie m ystique , 1901); aquí, la significación vivida
se mide p o r el g r a d o de la con cien cia psicosomática de lo extraordinario;
finalmente, es e n te r ra d a b a jo la profusión de extrañezas que los apologé­
ticos eclesiales y las o b se rv a c io n e s científicas acuerdan amontonar.
La reacción q u e s u s c ita b a u n a posición tan extrema sigue repitiendo,
desde hace c in c u e n ta a ñ o s, la ru p tu ra entre los “ fenómenos místico^ •
la radicalidad e x iste n c ia l d e la experiencia. Es a la segunda a la que se dedi­
caron los g ra n d e s e s tu d io s filo só fico s y religiosos como los de lean Baruzi
(Saint Jean de la C ro ix et le problém e de l’expérience mystique, 19— • Bergson
(Las dos fu en tes d e la m o ra l y de la religión, i 932^ ^-ou*s 1^^ass’?|lon
passion d ’A l-H a lla j, m a rty r m ystique de Vlslam, i 922!- ^^ ^ ^
producción c r is tia n a s o n los trabajos del padre Maurice ^
1’ 9 i 9 ), del p a d re jo s e p h M a réch a l (1924 Y l937)> Dom' ^ 1 ¿oar¡n<1]e>.
otros>que d e v u e lv e n a la m ística su estructura > >u J Ca 1JS¿aj 0 exdusi-
* ero sin d u d a esta “ r e in v e n c ió n ” de la mística ><. aísla ^ ^ Endonando
Vamente en el a n á lisis filo só fic o y teológico de los text° \ o|ogi3 0 a la
^ m asia d o r á p id o cl le n g u a je sim bólico del tuer|.
L‘tnología .
^54 I [ l l ü 6 A R D £ l 0 , R °

LA EXPERIENCIA MÍ S T I C A

C om tlon secu en cia, lo místico aparece bajo dos form as paradójicas. A


VeCes parece inclinarse hacia un extremo, a veces hacia el otro. Por uno de
sus aspectos, está del lado de lo anormal o de una retórica de lo extraño;
por el otro, del lado de un “esencial”, que todo su discurso anuncia pero
sin llegar a enunciar. Así, la literatura colocada bajo el signo de la mística
es muy abundante, a menudo incluso confusa y verbosa. Pero es para hablar
de lo que no se puede decir ni saber.
Otra paradoja: los fenómenos místicos tienen el carácter de la excep­
ción, hasta de la anormalidad. Sin embargo, aquellos que presentan estos
hechos extraordinarios los viven como las huellas locales y transitorias de
un universal, como expresiones desbordadas por el exceso de una presen­
cia nunca poseída.
Por último, esas manifestaciones a m enudo espectaculares no dejan de
remitir a lo que sigue siendo místico, es decir, oculto. En todo caso, la expre­
sión “ fenómenos místicos” hace coincidir dos contrarios: es “ fen ó m e n o ”
lo que aparece, algo visible; es “ m ístico” lo que p erm an ece secreto, algo
invisible.
La mística no puede ser reducida a uno u otro de los aspectos que cada
vez componen su paradoja, sino que radica en su relación. Sin duda alguna,
ella es esa propia relación. Por tanto, es un objeto que huye. A ltern ativa­
mente, fascina e irrita. Con esos hechos m ísticos parece a n u n ciarse una
proximidad de lo esencial. Pero el análisis crítico entra en un lenguaje sobre
lo indecible” ; y, si lo rechaza com o desprovisto de rigor, c o m o un c o m e n ­
tario demasiado confundido de im ágenes e im p resio n es, n o en cu en tra
\a, en el terreno de la observación, sino curiosidades psicológicas o gru-
púsculos marginales. Para evitar esta alternativa entre un “ esen cial” que
termina por desvanecerse en lo “ no-dicho”, fuera del lenguaje, y fe n ó m e ­
nos extraños que no es posible aislar sin consagrarlos a la insignificancia,
es preciso volver a lo que el místico dice de su experiencia, en el sentido
vivido de los hechos observables.

El acontecimiento

ech js psicosomáticos clasificados com o m ísticos plantean algo p ar­


a l a r . Algunos fenómenos extraordinarios parecen especificar p rim ero
,, 03 ' ° S contrastan con la vida ordinaria. Se recortan en lo obser-
>- signos de una lengua extranjera. Pero esta irrupción de sin-
I J 5 5

[ornas e x tr a ñ o s só lo sen aliza momentos y um bra,

.iculares^a v,d a m .st.ca .m phca e x p e r ^


E s o s “ m om en tos t.cnen el carácter de abrit
donde se esta, de dar una soltura nueva.de Permitir* * * * « el luglr
que se llevaba. So n exper,ene,as decisivas, indisociahl
encu en tro o de u n a le c tu ra , pero no reductibles a , U" W Un
pasaje: el canto de p á ja ro que descubre al chamán su
qUe h o r a d a el c o ra z ó n ; la v isió n que invierte la vida 6n; '* Palabra
decir el m ístico, p o rq u e con serva grabadas en su memo' ' , ^ pued*
cun sta n c ia s d e ese in stan te. La precisión de sus recue'rd
“ v id a ” o “ a u t o b io g r a fía ”, lo m uestra. Pero añade- un!> ° S>en ^Ualquier
para él se trata de o tra cosa que un lugar, una impresión o un ^ P° rqUe
B o s acon tecim ien tos privilegiados se encuentran en otra C°a" ° Clmienta
vida mística. A sí, p o r ejem p lo , el momento que Julien
• i« . . describe en su
Journal y que c o in cid e con el sentimiento oceánico” de Romain Ro!and

,8 de d ic ie m b r e d e 19 32. H ace un rato, bajo uno de los pórticos del


Trocadero, m e h a b ía d e te n id o para mirar la perspectiva del Campo de
Marte. H a c ía u n tie m p o de prim avera, con una bruma luminosa que
flotaba so b re lo s ja r d in e s . L os sonidos tenían esa cualidad leve que sólo
tienen en los p r im e r o s días lindos. Durante dos o tres segundos reviví
toda una p a r te d e m i ju v e n tu d , mis 16, mis 17 años. Eso me dio una
im presión e x t r a ñ a , m á s p en o sa que agradable. Sin embargo, existía
un acuerdo tan p r o fu n d o entre yo mismo y ese paisaje que me pregunté
como a n ta ñ o si n o sería d elicioso aniquilarse en todo eso, como una
gota de a g u a en el m ar, n o tener más cuerpo, sino apenas la suficiente
conciencia p a r a p o d e r p en sar: “ Soy una parcela del universo. El uni­
verso es d ic h o s o en m í. S o y el cielo, el sol, los árboles, el Sena y u*
casas que lo b o r d e a n ”. Este pensam iento extraño jamás me abandonó
por co m p leto . D e s p u é s de todo, es quizás algo de ese tipo ^ Que n0:>
espera del o tro la d o d e la muerte. Y, bruscamente, me sentí tan feliz q
volví a casa, c o n la se n sa c ió n de que tenía que guardar comc 1
rara y p re c io sa el re c u e rd o d e ese gran espejismo (Journal 1 9 2 ^

París, 1938).

La sorpresa es lo e x t r a ñ o . Pero tam bién libera. Lle\a . ^q^no


secreto de la v id a y d e la m uerte. En la conciencia se ma ^ 0
ts clla sino su a n iq u ila m ie n to , o el espíritu dtl qiR \ ^ ^ v io le n c ia
una 'f o n d a b l e ley del universo. Ese insospechado, q * ^
de lo inesperado, reúne sin embargo todos K’>1 ,a!>
^56 I U IU6AR D H 0 , R 0

el silbido del pastor reúne al rebaño, y los junta en la continuidad de una


inquietante relación con el otro.
A menudo la experiencia mística tiene la misma form a, aunque por lo
general compromete otra relación con lo que se im pone a ella. Pues lo
que más bien la define, cn Occidente, es el descubrim iento de otro como
inevitable o esencial. En Oriente será más el desgarram iento dc la delgada
película dc una conciencia in-fundada, bajo la presión dc una realidad que
la engloba. Sin duda, es imposible nombrar lo que acaece y sin em bargo
parece ascender desde algún insondable dc la existencia, com o de un mar
que comenzó antes que el hombre. Más que sum inistrar porm enores a la
experiencia, el término mismo de Dios (o de absoluto) recibe de allí su sen­
tido. El lenguaje saldrá renovado. Ya la vida resulta m odificada. “ Cuando
los toques divinos afluyen en ti, ella perturba tus hábitos”, decía Ibn’ Ata’
Alláh de Alejandría, místico musulmán del siglo x m ; y citaba una sura
del Corán: “ Si los reyes entran en un pueblo, lo arruinan” ( x x v n , 34).
Bajo el impacto de una experiencia análoga, Jean-Joseph Surin escribía
en 1636:

Su obra es destruir, estragar, abolir y luego rehacer, restablecer, resuci­


tar. Es maravillosamente terrible y maravillosamente dulce; y cuanto más
terrible es, más deseable y atractivo. En sus ejecuciones es com o un rey
que, marchando a la cabeza de sus ejércitos, lo so m ete to d o . [ . . . ) Si
despoja todo, lo hace para comunicarse él m ism o sin lím ites. Si separa,
es para unir a él lo que separa de todo el resto. Es avaro y liberal, gen e­
roso y celoso de sus intereses. Iodo lo pide y todo lo da. Nada puede satis­
facerlo y sin embargo se contenta con poco porque nada necesita.

Descripción de la experiencia más que de D ios, el relato narra una m ani­


festación que sólo recibe sus pruebas o sus razones del exterior. La verdad
que sale a la luz no tiene otra justificación que un “recon ocim ien to” que
todavía es su falta. De alguna manera, sale de la adhesión m ism a que pro­
voca. ¡Cuán cierto es! : bajo el golpe que al m ism o tiem po lo hiere y lo
ace feliz el místico no tiene ninguna otra cosa que decir. Lo inaudito y lo
‘ ente coinciden. Es una alteración y una revelación. Im posible identi-
acontecimiento con un instante, a causa de lo que despierta en la
memoria y de toda la vivencia que emerge en ese m om en to particular. Y
otro tanto reducirlo a no ser más que el producto de una larga prepara-
” e im previsible.
Nad,e puede decir de él "es mi verdad” o “ soy yo”. El acon tecim iento se
n un sentido m uy real, aliena. Es del orden del éxtasis, o sea, de
I JS 7

e pone a fu e ra . E x ilia del yo m is que de |0 que


I lt e r ls t ic a es a b rir u n espacio s.n c! cual desde e l ' ,a ' Iu
c de Vivir, In d iso cia b lc del asentim iento que es su mís,'COn(i
lien to” extrae del h o m b re una verdad que es suya “" V i -
d£ a P o r eso está “ fu era de « • en el m omerao e„ £ « * * « „i
s( Una necesidad se eleva en el, pero bajo el signo de un P° n' un
palabra o dc u n a visió n procedentes de otra parte. “ mUS1C1, dt “ na

fl discurso del tiem po: un itinerario


La paradoja del m o m e n to m ístico remite a una historia L0 quP
impone es algo que ya se dijo en otra parte y se dirá de otro modo que reí' *
de sí el privilegio de u n presente y remite a otras marcas pasadas o venid!
ras. La Huella perdida, ligada con encuentros, aprendizajes, lecturas,extiende
la resquebrajadura d e u n a A usencia o de una Presencia en toda la red de
10S sjgnos a c o s tu m b ra d o s , que resultan poco a poco incomprendidos. El
acontecimiento n o p u ed e ser reducido a su forma inicial. Requiere un más
allá de lo que n o fu e m ás q u e un prim er develamiento. Abre un itinerario.
La exp erien cia se d e sp le g a rá en discurso y en conductas místicas, sin
poder detenerse en su p r im e r m om ento o contentarse con repetirlo. Una
vida mística se in a u g u r a c u a n d o recupera sus arraigos y su extrañamiento
en la vida c o m ú n , c u a n d o sigue descubriendo bajo otros modos lo que se
presentó una p r im e r a vez.
El más allá del a c o n te c im ie n to es la historia hecha o por hacer. El más
allá de la in tu ic ió n p e rso n a l es la pluralidad social. El más allá de la sor­
presa que tocó las p ro fu n d id a d e s de lo afectivo es un despliegue discur­
sivo, una r e o r g a n iz a c ió n d e los conocimientos por medio de una
confrontación c o n o tro s saberes o con otros modos de saber. A través de
esos diversos a sp e c to s, la exp erien cia, que pudo rayar la conciencia co
un relámpago en la n o c h e , se d ifu n d e en una m ultiplicidad de relaciones

entre la c o n cien cia y el e sp íritu sobre todos los registros e en^muchas


la acción, de la m e m o r ia y de la creación. Por lo menos, és in ­
oportunidades el caso . En o tro s, en una tradición nllis or^ auna jasact¡-
cio que p ro g resiv a m en te extien de sus efectos y atrae a s ^ m¡srn0 que
v>dades del ser. D e t o d o s m o d o s, para los nristiu ’ de un
^conocieron n o p u e d e ser circunscrito en las torn , ^ p^bieron en la
Instante p riv ile g ia d o . El D io s cuya ausente proxinu ¿ e su vida no p u ^
*0rnia de un e sp a c io q u e se abría en tal lugar \ ft j j 0 al lugar que
scr lirnitado a ese lu gar. N o p u ed e ser identifica
sin em bargo marcó. N o es posible detenerlo ahí.
^5 S I H t ü 6 * S D E t OTRO

Esa exigencia interna y esa situación objetiva de la experiencia permi­


ten va distinguir de sus formas patológicas un sentido espiritual de la expe­
riencia. Es “espiritual” el proceder que no se detiene en un m om ento, por
intenso o excepcional que fuere, que no se consagra a su búsqueda como
a la de un paraíso por encontrar o preservar, que no se extravía en la fija­
ción imaginaria. Es realista, comprometida, com o dicen los sufíes, en el
ihlas, en la senda de una autenticidad que comienza por la relación con­
sigo mismo y con los otros. Es crítica, por lo tanto. Relativiza el éxtasis o
los estigmas como un signo que se convierte en un espejism o si se conge­
lan en él. El místico no identifica lo esencial con los “ hechos” que inaugu­
raron o jalonaron una percepción fundamental. Ni el éxtasis, ni los estigmas,
ni nada excepcional, ni siquiera la afirmación de una Ley o de lo Único es
lo esencial. Al-Halláj lo escribe en una carta a uno de sus discípulos. Allí
pone en entredicho todas las certidumbres sobre las cuales está construida
la comunidad de los creyentes (la umrna m usulm ana):

Hijo mío, que Dios te oculte el sentido aparente de la Ley y que te des­
cubra la verdad de la impiedad. Porque el sentido aparente de la Ley es
la impiedad oculta, y la verdad de la im piedad es conocim iento m ani­
fiesto. Por lo tanto: alabanza a Dios que se m anifiesta en la punta de una
aguja a quien él quiere y se oculta en los cielos y sobre la tierra a los
ojos de quien él quiere; de tal m odo que uno afirm a “ que no está” y el
otro “que no hay más que él”. Pero ni aquel que profesa la negación de
Dios es rechazado, ni aquel que confiesa su existencia es alabado. El obje­
tivo de esta carta es que no expliques nada p o r D ios, que no saques
ninguna argumentación, que no desees am arlo ni dejar de hacerlo, que
no confieses su existencia y que no te inclines a negarlo. ¡Y, sobre todo,
cuídate de proclamar su Unidad!

Ei ma_ grande de ¡os místicos musulmanes no se fía en ninguna aparien-


-•¿ t pe.o ia le\ m<is sagrada, la afirmación más fundam ental del creyente
todavía son dei orden de las “ apariencias” respecto de una Realidad que
nunca es dada “ así” inmediatamente, ni tomada en la red de una institu­
ción, de un saber o de una experiencia.

y , xv 11 ^ranc¿s>con muchos otros más fam osos, Constantin de


■1 . n^°n j 24 n° >a la Ley, que para el islam es regla de la fe, sino el
} ¿rr^ to , principios y referencias tradicionales de la mística:

Es un toque actual de la divina operación en la parte superior del espí-


n u, que so recoge tanto en un momento a la criatura que, retirándola
559

dc |a atención hacia las partes inferiores, es ,o,almenIe,


l3 atención de una operación tan eficaz que * hac nsport*ia a
tal efecto que los sentid os exteriores [... l p erm a n eZ t ^ <*n
d o s, im pedidos y vacantes de su operación. [ i u ^ Su*P«ufi-
qucun efecto exterior dem asiado visible a los ojos dc?
sólo admiran sem ejantes cosas extraordinarias, más h°* res,<*Ue
huida que de deseo. ’ ’ J,eR w motivo de

En su lenguaje, que distingue los regímenes psíqu¡COs y ^ •


¡rituales según
un3 ^ niveles, Constantin de Barbansonc o n c w " .
r a c i ó n " , aunque adm irada P°r muchos", es “signo de que e| a|m °>*'
a su fondo todavía está m uy baja”, aunque ya esté “elevada m u v a w T °
dig0 -escribe M eister Eckhart-, Dios no es ni ser ni razón, conoce * V°
a q u e l l o . Por eso D io s está vacío de todas las cosasy por eso es todas la; c o l ”
Estas voces antiguas se refieren a concepciones del hombre que se no
. .l p n « Pero, al relativizar las setmriHaH« mstitucionales
_____
o excep-
cionales, « e , mística. La
u, misma reacción
_ *
se d e , a oir de tod as partes. Juan de la Cruz, Teresa de Ávila, p „ r .
ios mas g ran d es m ístico s, lo repiten; n o es lo extraordinario lo que carac’
teriza la experiencia m ística, ni tam poco su conformidad a una ortodo
xia, sino la relación q u e m an tien e cada uno de esos momentos con otros,
c o m o una p alab ra co n otras palabras, en un simbolismo del sentido.

El lenguaje social d e la m ística


El místico se ve lle v a d o p o r cada una de sus experiencias a un más acá
más radical qu e tam b ién se traduce por un más allá de los momentos más
fuertes. La u n id ad q u e lo “ saca adentro”, como dicen algunos, lo lleva hada
adelante, hacia etap as to d avía imprevisibles de las que él u otros forma­
rán el vocabu lario, y co n m iras a un le n g u a je q u e a nadie pertenece. Aaie;-
nestivamente dice: “ L o q u e viví no es nada al lado de lo que viene > A otros
te'tigos les falta el frag m en to que es mi experiencia. Ei lengua-emístico
un len gu aje so cial. P o r eso cada “ iluminado” es acompañado ai grupa
llevado hacia el p o rv en ir, inscrito en una historia. Para ¿1, hacer

Otro es hacer lu g a r a o tros. • P¿ri


I a índole excep cio n al d e lo que le ocurre deja de ser un f n ^
in vertirse en el indicio de un lugar particular que ocupa _
Una historia, en el m u n d o . N o es más que uno entre otros. ^ mucrte:
ciento lo in serta en u n a estructura social y le ha».e r ■,Qa o yooo
dos m o d os del lím ite, es decir, de una articulación
■?6o I £1 iU fi4R p t l oíRO

otros Sin duda, una vida “ oculta” encuentra su efectividad en el


los

momento en que se pierde en lo que se revela en ella de más grande que


clh Por eso las dificultades, las “ pruebas”, los obstáculos y los conflictos
tienen para el místico la significación de indicarle su muerte, la particula­
ridad de su palabra propia y su relación verdadera con lo que le fue dado
conocer. Semejante borradura en el lenguaje de todos es finalmente el pudor
del místico. Su hundimiento en la nesciencia com ún tam bién es testigo
de ese pudor, a la manera discreta de la que habla un m onje egipcio del
siglo iv en los Apotegmas de los Padres del desierto: “ En verdad, abba José
encontró la senda, porque dijo: ‘No se".
Las prórrogas de la vida personal en la vida social no son m ás que un
retorno a las fuentes. No son sólo gestos que manifiestan la verdad del éxta­
sis. Dejan remontar lo que la precedió y la hizo posible: una situación socio-
culturaJ. Pero descubren un sentido a ese anonim ato de los hechos. El “ H ay”
o el “ Hubo" de los datos históricos, lingüísticos o m entales de una situ a­
ción se transforma cuando es reconocido com o dato. Al p rin cipio de todo
hay un dato.
En efecto, la percepción espiritual se despliega en una organización m en ­
tal, lingüística y social que la precede y la determ ina. S iem p re, c o m o lo
sabemos desde Herskovits, “ la experiencia es d e fin id a c u ltu ra lm e n te ”,
aun cuando sea mística. Recibe su form a de un m ed io que la estructura
ante toda conciencia explícita. Está so m etid a a la ley del le n g u a je . Un
neutro y un orden, pues, se im ponen tanto com o el sentido que allí des­
cubre el místico.
Por ese lenguaje’ no sólo hay que entender la sintaxis y el v o c a b u la ­
rio de una lengua, es decir, la com binación de entradas y cierres que d eter­
mina las posibilidades de co m p ren d er, sin o ta m b ié n lo s c ó d ig o s de
¡econocimiento, la organización de lo im ag in ario , las je ra rq u iz a c io n e s
sensoriales donde predom inan el olfato o la vista, la con stelación fija de
las instituciones o las referencias doctrinales, etc. Así, hay un régim en rural
o un régimen urbano de la experiencia. H ay ép ocas c ara cteriz ad as p o r
¡as desorbitaciones del ojo y una atrofia olfativa; otras, p o r la h ip ertro fia
e la oreja o del tacto. L n a sociología puede igualm ente clasificar las m ani-
e~lac’ones > ^‘ asla las visiones m ísticas. En un g ru p o m in o rita rio , p o r
|1 ^ testim onio adopta la form a de una verdad perseguida; el tes*
l 5 j ^C* Un m art‘ r>!as ^ presen tacion es, la de un corazón abierto o del
iletrado ilum inado...

. CM' P unU' de \ista, el m ístico sólo habla un len gu aje recib id o,


incluso s, el exceso' místico, la herida y la apertura del sen tido (o aque-
- ; que con Jacques Dernda puede llamarse el “ m om ento hiperbólico” ) no
. identificables con la estructura histórica de la
* misma p o sib ilid a d . A sí, con la p as,ora ^ su(
; todo un len g u a je em erg e de una Wes,fa|ia ft* .
hombres de la p lu m a y del escrito, que fascinó al « J " C" " a’ ««ha a
Urcntano, qu ien se c o n v irtió en su escriba. Gracias a I T ® 0 '" » '»
n0eia aristó crata y la m ístic a pueblerina, el discursodM ^ 0 "1" 1
hizo emerger a la su p e rfic ie de una “ literatura” escrita la i
de un m undo ru ral. U n a organización subterránea era l l e J T * ^
día, develando y m u ltip lic a n d o los recursos de una tradici ' ’* *
en la experiencia m ística q u e nacía de ella. Al salir de su C3mPeSÍna
blo cam pesino el q u e se expresa en el poema de gestos y ““ ^
Cathcrine narra las escen as, para ella contemporáneas,de la v id a H ^
Las in m en sidades p o p u la r e s de las que se hace eco son in d is o c ilu T
las “ profu n d id ad es d iv in a s ” de que habla. "S üe

De diversas m a n e r a s , las vastas estructuraciones latentes del lengua e


se articulan s ie m p r e , c o m o su lugar y su determinación, con el deseo y
con la sorpresa del m ístico .

El cuerpo del espíritu


No basta con re fe rirse al c u e rp o social del lenguaje. La escritura del sen­
tido es la letra y el s ím b o lo del cuerpo. El místico recibe de su propio cuerpo
la ley, el lugar y el lím ite d e su experiencia. El monje “experimentado" que
era Filoxeno de M a b b o u g n o tem ía decir: “ Lo sensible es la causa de lo con­
ceptual; el c u e r p o es la ca u sa del alm a y la precede en el intelecto.
Por eso la p le g a r ia es an te to d o un discurso de gestos. ¿Cómo orar?
No es necesario u tiliz a r m u c h a s palabras -respondía Macano-. Basta con
tener las m a n o s alzad as.” A rse n io , otro “ Padre del desierto. >«. mantenía en
pie por la tarde, v o lv ie n d o la espalda al sol poniente; tendía s u s manos h
el Levante, “ h a sta q u e el n u e v o sol iluminara su cara, entent.es '
taba”. Su v ig ila n c ia físic a era el lenguaje del deseo, «.orno un
noche, sin q u e fu e ra n e c e sa rio añadir el ruido de !a> ['alabr ^ ^
No es m ás q u e u n in d icio . D e todas las maneras, el m ^ ju^ a soja.
Interpreta la m ú s ic a d el s e n tid o con el repertorio fuese
mente con su c u e rp o . Es ju g a d o por él. como si el piano«. ^
el autor y el e je c u ta n te s ó lo fuera su instrumento. A ^ urJS(j<,'Luerpo.
*a 'evitación, las v is io n e s , etc., develan e imponen e . ^ compJcto» nutwa
■iotas e x tre m a s d e u n a e sc a la nunca i n v e n t a r l a \ ^ ^ ^ e a lte f-
^Hinesticada del to d o , y q u e despertaría la e\i£«-IKU
d iv a m e n t e es cl s ig n o y la am enaza.
| fl IUGAR Ofl OTRO
*

Una proximidad peligrosa -peligrosa para sus testigos, pero todavía más
para una sociedad-, cn los límites dc la experiencia vin cu la con frecuen­
t a lo “místico” con lo “ patológico” Entre la locura y la verdad, los lazos
son enigmáticos y no constituyen una relación de necesidad. Pero es toda­
vía m ás erróneo considerar el conform ism o social com o el criterio de la
experiencia espiritual. El “equilibrio” psicológico responde a norm as socia­
les (por lo demás cambiantes) que el místico pasa y repasa, a la m anera en
que Jacob atravesó el vado de Yabboq, tom ado un m o m en to en la otra
ribera por el ángel nocturno.
Del “cuerpo profundo”, y por él, nace sin duda el m o vim ien to que final­
mente caracteriza el lenguaje “ místico” : el de confesar algo esencial bajo
el modo de una distancia. Su gesto es pasar de largo, a través de los “ fenó­
menos”, que siempre corren el riesgo de ser tom ados p o r la “ C o sa ” m ism a.
En realidad, las manifestaciones místicas enuncian lo que Nietzsche tam ­
bién enfocaba (“ Soy un místico -d e c ía -, y no creo en nada” ) cu an d o rem i­
tía a un más allá que emergía en la palabra: “Es sprich t”, escrib ía ( “ eso
habla” ); un no-sujeto (ajeno a toda subjetividad in d ivid u al) desm itifica
la conciencia; las aguas de profundidades agitadas perturban su clara super­
ficie. En Sein und Zeit, Heidegger también se refiere a un Es gibt, lo que
no sólo quiere decir “ hay” sino “ eso da” : hay algo d ad o q u e tam b ién es
donante. Es de esta pérdida que llena de lo que habla Su rin , p o r su parte,
cuando pone su Cántico espiritual bajo el signo de un “ n iñ o p e rd id o ” y
“ vagabundo”.

Feliz muerte, feliz sepultura


De ese amante en el Am or absorto
Que ya no ve ni gracia ni naturaleza
Sino sólo el abismo al que ha descendido.

Un itinerario desconcertante (habría que decir: desconcertado), de distan-


istancia, es el m odo histórico bajo el que se in sin ú a y se m a n i­
fiesta lo que también canta Tukaram , m ístico m arath i del sig lo x v n , al
erm.no de su s Salmos del peregrino, para dar sentido a sus itinerarios sobre
las rutas de la India:

Voy a decir lo indecible


Vivo mi muerte
Soy de no ser.
I 363

MÍ S T I C A Y l a s r e l i g i o n e s

4I, René D au m al escribía: “Acabo de leer sucesivamenK


En
, uakt¡, citas de au to res jastd.cos y un pasaje dc sa„ F„ „ ,os “ *>"
aflad0 algunas palabras budistas y una vez más me I m p a c t o ^ * '=
od„ sea lo m ism o (La m y ^ u e «r les m ysllque¡l P m ^
mística» opuesto al p lu ra l de las rehgtones, 5e debe „ ^
trataba d e l mismo lector.

por un lado, n o existe n in gún lugar de observación donde sea pos.bl


considerar la m ística independientem ente de las tradiciones sociocultura
les o religiosas, y p or tan to aclarar “objetivamente” la relación que man.
tiene con esas trad icion es. Para “considerarla”, no existe un punto de vista
de Sirio. Todo análisis occid en tal, lo quiera o no, se sitúa en el contexto de
una cultura m arcada p or el cristianism o. Por otro lado, la mística, tanto en
la ciencia co m o en la experiencia occidentales, implica un distanciamiento
de las adhesiones eclesiales. Ella designa la unidad de una reacción moderna
v profana ante las in stitu cio n e s sagradas. Estas dos coordenadas determi-
nan el lugar de u n a reflexión actual sobre la mística y las religiones.

La pluralidad d e las estructuras religiosas


Los trabajos asiáticos o african o s, aunque igualmente se refieran a la mís­
tica, restauran la p lu ra lid a d cu an d o reinterpretan la mística occidental en
función de referencias qu e les son propias. Esta distancia entre análisis hete-
rónomos hace a p a re c e r diferen cias que especifican tradiciones enteras y
que pueden cla sific arse según tres tipos de criterios.
Ante todo, la relació n con el tiem po es decisiva. Ella distingue una tra­
dición o ccid en tal de o rig e n cristiana, fundada en un acontecimiento y
por tanto en la p lu ra lid a d de la historia. La Antigüedad, o la civilización
hindú, p resen ta u n a fo r m a d e m ística más ’ henológica, caracterizada
Por el ascenso h acia el Uno, o p o r la porosidad del mundo: la historia esta
C ierta a la realid ad in m an en te que ella recubre de apariencias. Algunas
teologías co rre sp o n d e n a esa diferencia: una que coloca cn el corazó
misterio una T rin id a d ; q u e establece por lo menos, entre Dios y e om-
bre, el corte de la creació n y que considera a una co m u n id a d cem 0 _

Uegiada de la m an ifestació n ; la otra, orientada por el so e ^^


llnic°> an un cia en to d o ser la difusión del Ser y destina cada un > ■
1 t in c ió n ú ltim a. Escritura se
En segu n d o lu g a r, las trad icio n es que se refuten a ^eVOcada
c V e n c ía n de aq u e llas q u e dan la primacía a la Voz. •
,6 4 I fl UI6*R PH ° rR°

con poca frecuencia, porque ella misma rechaza el nom bre dc mística")
una espiritualidad de la Ley que, entre la trascendencia de D ios y la fide-
lid‘ d del servidor, arroja la barrera de una "letra” que hay que observar:
mística judía del salmo c v iii, mística nacida de un pudor que rehúsa al
hombre la pretensión de "convertirse en D ios” y que establece “ hijos” en
el amor reverencial del Padre. Toda una tradición protestante mantiene esa
inaccesibilidad del Dios prometido, pero no dado, a los creyentes, quie­
nes son llamados pero no justificados. A esta tendencia se opone una m ís­
tica de la Voz, es decir, dc una presencia que se da en sus signos hum anos
v que eleva toda la comunicación interhum ana invistiéndola realmente.
Por último, las experiencias y las doctrinas se distinguen según la p rio ­
ridad que conceden a la visión (contem plación) o a la palab ra. La p ri­
mera corriente pone el acento en el conocim iento, la radicalidad del exilio,
las iniciaciones inconscientes que liberan de la con cien cia, la inhabita-
ción del silencio, la comunión “ espiritual” : m ísticos “ gn ósticos” y m ísti­
cos del Eros. La segunda relaciona el llam ado con una praxis; el m ensaje,
con la ciudad y el trabajo; el reconocim iento de lo absoluto con una ética;
la “sabiduría” con los intercambios fraternos: m ística del ágape.

La unidad de un distanciamiento de las religiones


El interés por los místicos o la fascinación que ejercen im p lica otro tipo
de relación con las religiones. Por cierto, en O ccidente, el estudio actu al­
mente no está tan determinado por la necesidad de defenderse contra igle­
sias hoy cada vez más minoritarias. Pero, p o r ello, se ve llevado a encarar
el lenguaje místico como el sím bolo -h a sta la m etáfora—de una “ Esencia”
oculta a reconocer filosóficam ente o de un “ sen tid o de la e x iste n c ia ” a
elucidar en los conceptos de una sociedad que dejó de ser religiosa.
Desde ese punto de vista, la mística no es tanto una herejía o una libe­
ración de la relación, como el instrumento de un trabajo que apunta a deve­
lar, en la religión, una verdad que ante todo estaría en unciada bajo el m od o
de un margen indecible respecto de los textos y de las instituciones o rto ­
doxas, y que en adelante podría ser exhum ada de las creencias. El estudio
de la mística permite entonces una exégesis no religiosa de la religió n ,
rambién da lugar, en la relación histórica del O ccidente consigo m ism o, a
una reintegración que liquida el pasado sin perder su sentido.
C am o la esfinge de antaño, la mística sigue siendo la cita de un enigm a,
sitúa sin clasificarla. A pesar de las diferencias entre civilizaciones, se
p n cruzamientos que, en Occidente, conceden a las tradiciones indias
o budistas determinados prestigios espirituales y que, en O riente, extien-
W«I(» ,
365
dcn las seducciones ju d ías y cristianas a través de
sis,as. Sin em b argo p erd u ra algo irreductible, * £ mit.
razó” mism a, cu yos fen ó m en o s deSmit¡fica ,1 ' * ' * * * i tnta u
|0S quc no p u rific a a u n a socedad. Tal vez, e „ ,,c e
ciaf , las relaciones ja m a s serán socialmentc clarificó “ mo » W
riesgo del m ístico es llevarlas a esa “ claridad” que c 7 ¡: cl dc»fío o el
sideraba la m arca postrera del espíritu. na de Siena con-

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