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Prologo
En una ocasión, Gabriel escuchó decir a alguien a quien admiraba que no sabría lo que
era realmente un beso hasta que sintiese cómo su cuerpo se estremecía ante el placer
de un simple y modesto roce. Que, entonces, notaría sus piernas fallar, sus manos
Y ahí estaba él, con los ojos marrones entreabiertos y la mirada perdida, sintiendo
exactamente lo que una vez le dijo en breves y suaves susurros aquel que había sido su
primer amor.
Ahora, a sus 24 años, el joven comprendía por fin que aquel siempre había sido un
amor platónico. Admiración y respeto, nada más. Lo comprendió a partir de ese beso.
Los labios que rozaban contra los suyos lo hacían estremecer de tal manera que temía
que le fuesen a provocar una erección. La lengua que se interponía entre sus labios se
Ambas bocas se acariciaban una y otra vez. Cada vez que se separaban, Gabriel notaba
que su corazón se detenía de la angustia y, cada vez que se volvían a juntar, le hacían
comprender, el aroma del sudor del hombre que lo besaba, su cabello aterciopelado
rozándole la yema de los dedos, un pequeño mechón rebelde cayendo sobre su mejilla,
Casi pudo sentir que se rompía algo dentro de él al terminar aquel beso: tenía miedo,
estaba casi temblando y deseaba a aquel hombre de cabellos rubios como nunca antes
había deseado nada. Aquello lo aterrorizaba, ¿pero qué podía hacer él contra sus
suave y frondoso vello rizado, más oscuro que los mechones ondulados que le caían a
media melena en su cabeza, pero claramente también rubio, como todo el pelo de su
cuerpo a excepción de las tupidas cejas y del vello púbico, oscuro. Ver a aquel hombre
estaba más temeroso de que aquello le pudiese encantar o de que le pudiese resultar
—No me mires con esos ojos, Gabriel —la voz del rubio, tranquila, grave, aterciopelada
y sexy, con un marcado acento italiano, acariciándole la piel del cuello, no ayudó a que
—No se trata de eso... —su frase fue apenas un susurro. A Gabriel le temblaba la voz
como si estuviese ante un lobo hambriento, y no iba desencaminado. Existía, tal vez, la
sutil diferencia de que él también estaba hambriento, y con ganas de ser devorado—.
Salva, yo...
—Lo sé, pero no haré nada hasta que no me lo digas, cucciolo, y te advierto que, si no
me dices nada, estaré encantado de acariciar con los labios este maravilloso cuello que
—En ese caso... —Gabriel tuvo que tomar aire y armarse de valor para levantar sus
labios hasta la oreja de Salvatore. Lamiéndose el labio, dejó escapar un susurro,
Salvatore lo miró con una dulce sonrisa en sus labios, se relamió y comenzó a besarlo
de nuevo, tan apasionadamente como había hecho la primera vez. Sus manos, amplias
—Lo estoy deseando —Salvatore hablaba con los labios pegados a los de Gabriel,
mirándolo a los ojos—. Ven, cucciolo, siéntate —dijo, agarrándolo de las caderas con
Cuando Gabriel se sentó, sintió el sedoso edredón en la palma de sus manos y en sus
glúteos, ahora desnudos. Solo pasaron unos segundos hasta que empezó a notar las
caricias de Salvatore cercando sus piernas. A aquellas caricias las siguió una ardiente
mirada. Los ojos de Salvatore eran profundos y de color cobalto oscuro; apenas se
podían distinguir de unos ojos negros entre las sombras de sus mechones rubios.
cálida lengua por el pecho, acechando sus pequeños pezones, de punta por la
excitación. Aquella sensación húmeda le hizo olvidar su temor mientras cerraba los ojos
Su erección se hizo más grande, potente y vigorosa cuando los dientes del italiano
comenzaron a pellizcar su pezón derecho. Apenas lo había tocado, pero se iba a volver
loco. Su cálido tacto, la caricia de su pelo rubio, sus húmedos besos y candentes
mordiscos...
Aquella era una dulce y ardiente tortura; su cuerpo clamaba por más y la velocidad con
cuando por fin la lengua del italiano rozó la punta, húmeda ya por el líquido preseminal.
acariciar sus nalgas, como había hecho antes con su pecho, con su lengua, sus labios y
sus dientes.
Gabriel temblaba, sintiéndose más excitado que nunca. Se notaba que Salvatore era un
profesional, pero ahora no podía pensar en eso. Disfrutaba del momento como de una
—Ah, cucciolo, tu locura no ha hecho más que comenzar. —De forma lenta, pero
decidida y firme, abrió sus nalgas, sorprendiéndolo. Gabriel notó cómo algo tanteaba su
ano, pero no veía nada y comenzó de nuevo a ponerse nervioso. El sexo que había
tenido hasta entonces no tenía nada que ver con lo que estaba disfrutando en ese
momento.
No habría sabido decir con exactitud qué estaba haciendo. Notaba la humedad y la
calidez de los labios de su amante. Sentía sus caricias: a veces, suaves; otras, duras y
espalda y, antes de que pudiese darse cuenta, los gemidos y jadeos empezaron a
Cuando, por fin, notó una intromisión, estaba tan excitado que no sintió ningún dolor y
sus labios sólo podían gritar pidiendo más. Lo quería; después de todo, para eso había
pagado el servicio completo, ¿no? Ya no tenía ninguna duda: no iba a echarse atrás.
«Grande, caliente y duro». En cuanto Salvatore se introdujo por primera vez, Gabriel
apenas podía pensar en nada más. Las largas caricias por su espalda, esos besos
apenas era un entrante comparado con la increíble sensación que el sexo le estaba
ofreciendo.
—No puedo, cucciolo, es tu primera vez —mientras hablaba, Salvatore metió la mano
entre el pecho de Gabriel y la cama, le pellizcó un pezón con algo más de fuerza que
antes y bajó la mano hasta sus genitales para comenzar a masajearle los testículos—.
Gabriel estaba fuera de juego, no había nada que pudiera rebatir; ni siquiera podía
había sobrevenido aún era porque el rubio sabía muy bien cómo jugar con él para
retrasar el momento.
De improviso, Salvatore lo abrazó, casi sin dejar la más mínima parte de sus cuerpos sin
rozarse, y comenzó a moverse de manera algo más profunda, más violenta, mordiendo
su nuca y sus hombros, jadeando en su oído con una respiración profunda y grave. Fue
entonces cuando Gabriel sintió el éxtasis y gritó con fuerza mientras se corría. La
sensación era tan intensa que se mareó, y todo a su alrededor se puso a dar vueltas.
algo confuso y, aun cuando hacía apenas unos minutos que aquel acto de intenso
placer había concluido, algunos de los acontecimientos que acaban de suceder los
recordaba tan solo de forma nebulosa. No parecía algo real, pero allí estaba él. El
el pelo se pegase por la cara y manchado con su propio semen. Durante unos minutos,
inmerso en el ritmo jadeante de su respiración, no pudo pensar en nada, pero, tras ese
había disfrutado, sin duda, ¿pero lo habría disfrutado él también? Ni siquiera estaba
—Salva, yo...
—¿Quieres que te traiga agua?— Salvatore miraba a Gabriel con una dulce sonrisa que
lo contrariaba.
—Sí... —dijo para después maldecirse a sí mismo tras contestarle. Eso no era lo que
quería decirle, pero era ridículo preguntarle qué le había parecido aquello. Le había
Volvió al poco tiempo. Aquella habitación era una de las más cercanas a la cocina.
Cuando le puso la botella de agua fría cerca del muslo, Gabriel se sorprendió. Salvatore
había sido tan silencioso que ni se había dado cuenta de que hubiera vuelto.
—No es nada... Ha estado bien... —apenas susurró. Se sentía ridículo y ni siquiera podía
mirarle a los ojos. Con algo de dificultad, se incorporó levemente y tomó la botella para
beber. Una gota cayó por su cuello hasta llegar a su pecho, donde, dulcemente,
—Tu pequeño cuerpo es fuerte, así que la próxima vez te obedeceré ciegamente. A
dulce sonrisa hacían que se quedase embobado, y tenía la sensación de que podrían
llegar a ser más adictivas que la peor de las drogas. Sintió la tentación de asentir
ciegamente, de besarlo y de pedirle que no dejase pasar un segundo más hasta esa
susurrarle al oído—: recordaré lo que te vuelve loco, y te lo haré una y otra vez hasta
Gabriel sentía cómo se iba quebrando poco a poco la escasa entereza que tenía. Sabía
a lo que se enfrentaba, que él era sólo un gigoló que le hablaba de forma acaramelada
para conseguir más dinero, pero la ilusión parecía tan real que sintió ganas de echarse a
Gabriel pudo escuchar cómo Salvatore abría el cajón y lo cerraba poco después.
Algunos de los ruidos que lo acompañaron le hicieron entender que se estaba vistiendo
y, poco después, notó su cálida mano acariciando de nuevo su cadera y sus carnosos
No se atrevió a mirar atrás hasta que escuchó el sonido de la puerta de su casa. Fue
entonces cuando se giró y observó con melancolía para comprobar que, efectivamente,
se había ido. Suspiró con resignación. De repente, algo lo hizo fijar su vista en la cama.
Entre las sábanas revueltas y sucias se destacaba una flor de papel. Gabriel la tomó
entre sus manos sorprendido, y después sonrió, feliz. Era un papel de extraña factura,
fielmente la forma de una rosa en el proceso de abrirse. Gabriel estaba más que seguro,
tan solo con una mirada, de que guardaría aquel recuerdo como un preciado tesoro.
Mientras un acalorado debate interno llenaba su mente de pensamientos sobre el
hermoso hombre con el que acababa de hacer el amor, decidió darse un largo baño.
Aún sentía todo su cuerpo hormiguear por el placer que Salvatore le había hecho
cuando le besaba con pasión el cuello; era mucho más. Cada una de sus ardientes
miradas, la forma insinuante en la que se movía, su voz... eran capaces de derretir hasta
al más puro de los hombres. No había nada que Gabriel no adorara de él. Y se odiaba
por ello, por sentirse así por un hombre que, desde el principio, se había tomado
aquello como un negocio, como en realidad debía ser: un servicio bien pagado.
Tomó la esponja con rabia y la estrujó sobre su cabeza para mojarse el pelo. Sentía la
imperiosa necesidad de volver a verlo, pero, sobre todo, de volver a notar sus
Si hubiese algún adjetivo con el que Gabriel podría ser descrito, ese sería obstinado. Era
un joven terco y con ánimos para lograr lo que se propusiera, aunque, hasta el
Pero, tras aquel día maravilloso y la noche que lo sucedió, en la que durmió
cuenta que Gabriel jamás escuchaba en ninguna de las escasas clases a las que asistía y
que se dedicaba a distraerse con el ordenador, cuando no a quedarse dormido sobre él.
Una carrera sosa por la que jamás había tenido ningún tipo de interés, aunque lo cierto
era que jamás se había interesado por nada que le supusiese un esfuerzo.
otra cosa que quisiera hacer, tampoco se negó a entrar en ella. Sus padres le
suministraban dinero a cambio de fingir estudiar. No sonaba como un mal plan para
Sus padres siempre le habían consentido todo lo que había querido y sus amigos, si es
que podía llamarlos así, compartían con él únicamente su visión despreocupada del
mundo.
Como la mayoría de las veces, llegó tarde a clase y se esforzó por entrar
disimuladamente y sentarse en silencio al lado de uno de los pocos amigos que había
cabeza y, tan pronto como el profesor comenzó a hablar tras una breve pausa para
sorprendido cuando por fin se despertó y descubrió que la clase había terminado. Miró
molesto a Daniel, que estaba sentado a su lado y lo había despertado al tirarle un trozo
de goma a la cabeza.
Bostezando, se rascó con pereza donde el proyectil había impactado, mirando la cara
de aburrimiento de su compañero.
—Buenos días...
El chico, a quien su rostro aniñado hacía parecer más pequeño de lo que realmente era,
Daniel se echó a reír de forma estridente, como solía hacer, y le pegó una suave patada
a la pata de su silla.
cómodas no nos beneficia en nada a los estudiantes. Vamos a convocar una huelga.
Y, bromeando sobre ese tipo de cosas, Daniel por fin consiguió levantar a su
compañero de la silla y arrastrarlo fuera de la facultad. Una vez al aire libre, no costó
anterior. Y no podía quitarse al dulce Salvatore de la cabeza. Tanto que hasta él mismo
se vio sorprendido por la pregunta que, sin previo aviso, le hizo a Daniel.
El chico lo miró con una ensaimada aún en la boca y toda la cara llena de azúcar glas, a
punto de dar otro bocado. Su cara era de desconcierto, y lo interrogaba con los ojos
—¿Fómo fieref 'e fepa efo? —tragó de forma aparatosa, algo rojo por el esfuerzo—.
Nunca he trabajado; mis padres me pasan el dinero, ¿no hacen lo mismo contigo?
—Sí, sí, me dan el dinero que necesito. Pero... Ya sabes... —Gesticuló de forma vaga con
la mano, más por vergüenza del motivo que impulsaba su pregunta que por otra cosa.
Daniel negó con la cabeza, pues no se imaginaba a qué se refería su amigo y cada vez
—Es que es para algo que ellos... Digamos que prefiero que no se enteren.
—¿Qué es? Va, dímelo —presionó a Gabriel, cada vez más intrigado.
cotilla de primera, pero, a pesar de que se conocían desde hacía poco más de dos años,
Gabriel tenía la garantía de que Daniel sería discreto. Además, sabía demasiados
—¿Tienes que comprarle algo supercaro para ver si te la ligas? ¿Has contraído una
deuda para salvarle la vida? ¿O es una fugitiva de la justicia? ¡Ya sé, necesitas dinero
—Por favor, Daniel, baja el volumen... Y no, no es nada de eso... Digamos que... si no
solo conseguían esparcir más el azúcar por sus redondas mejillas—. Así que solo es una
—¡Que no! —Gabriel calló enseguida mientras todo su rostro se convertía en una gran
Daniel abrió su boca formando una perfecta O, y sus ojos parecieron agrandarse más, si
es que aquello era posible. Después, se echó a reír mientras daba pataditas la silla.
—¡Qué cabrón! ¡Así que te referías a una puta! Pero, hombre, si sale «más mejor»
que pasase desapercibido. No sabía qué haría Daniel al descubrir que se trataba de un
extravagante serie de reacciones: primero, achinó los ojos y agarró el borde de la mesa,
echando la espalda para atrás y dejando la silla sobre dos patas; luego, se echó hacia
adelante e hizo rechinar el suelo ante el movimiento brusco del asiento. Acercó su
Daniel se sintió obligado a seguir hablando, aunque la verdad era que antes había
permanecido demasiado callado para lo dicharachero que era, y ahora sentía que la
—Yo, la verdad, es que no tengo problemas con esas cosas. Me gustan las tías, pero no
tengo nada en contra de los gays, o de los bisexuales, o de los transexuales o de todos
los demás... Bueno, si me dices que eres zoofílico, ya me asusto más, pero, vamos, que
no pasa nada, ¿eh? Si acaso, te diría que, ahora que has descubierto eso, podrías ir a un
bar gay y dejarte de prostitutos y... oye, ¿tú eres el que da o...?
Y, de nuevo, Daniel soltó esa carcajada que conseguía poner a todo el mundo de los
nervios pero que Gabriel encontraba de algún modo enternecedora, como la risa de un
—Venga, va, ahora en serio, ¿de verdad merece la pena pagar a un tío? Seguro que
—Es que... Él es único, simplemente. Jamás me había sentido como lo hice estando con
él. Y sé que no será así con nadie más. No es porque sea un hombre. Como si fuese una
No pudo seguir hablando al ver cómo Daniel hacía teatro cogiendo una servilleta y
limpiándose unas lágrimas inexistentes para después sonarse con fuerza los mocos.
—Me has llegado, tío. Una historia digna de Romeo y Julieta. Pero, bueno, ¿desde
cuándo lo conoces?
Su amigo se tapó la cara con la mano, negando con la cabeza, y la pasó por todo su
rostro, intentando adquirir un poco de seriedad. Daniel se tenía por una persona banal y
estúpida: era así y no le costaba reconocerlo. Sin embargo, en aquel momento, Gabriel
—Pues, chico, blanco y en botella: si ese tío pide mucho dinero será porque gana
—Es eso o robar un banco. No es difícil. Te ofreces como carne fresca, follas y te pagan,
si es que todo son ventajas —bromeó intentando parecer totalmente serio, pero su cara
perdió el color cuando vio que Gabriel de repente tomaba interés en lo que le estaba
diciendo.
—¡Alto! ¡No quiero saberlo! —se apresuró a exclamar, alarmado por la bestia que había
creado. Alzó su mano como gesto para que Gabriel se detuviera y para cortar su línea
de visión, y apartó la mirada. Gabriel parecía dispuesto a seguir hablando del tema con
una extraña ilusión que asustó a Daniel. Cambió rápidamente de tema para evitarlo, y
Durante el resto del tiempo que pasaron juntos en su conversación, no se volvió a tocar
ese tema ni volvieron a hablar de nada relacionado con Salvatore. A pesar de esto,
Gabriel retuvo en su mente la idea que, sin querer, su amigo le había dado. De hecho,
de su amigo y se fue a casa, sin importarle otra cosa que los pensamientos locos que le
Anduvo hasta su casa. El trayecto era largo a pie, pero se distrajo pensando en cómo
promocionarse y dónde? Él encontró a Salvatore por Internet, en una página web que
parecía pertenecerle, pero Gabriel no sabía cómo hacer eso. Pensó en las películas que
había visto, y acabó concluyendo que lo mejor sería ir a una discoteca y ofrecerse como
carnaza a ver si alguien picaba. Se sentía nervioso e inseguro, pero no perdía nada por
intentarlo, o al menos eso creía. Le pareció que sería mucho más sencillo prostituirse en
un bar gay.
Nada más llegar a su piso, revisó su armario y sacó de él la ropa más ajustada que tenía:
unos vaqueros de pitillo y una camiseta de hacía unos años que ya le venía pequeña.
Estaba algo descolorida, pero tampoco tenía muy mal aspecto, y le marcaba los
pezones. Pensó que eso era lo único que les interesaría a sus potenciales clientes.
Suspiró y miró la hora: apenas pasaba del mediodía. Respiró profundamente y cogió el
mismo que había adquirido mientras hablaba con Daniel la acababa de perder al
encontró el primer bar gay en su ciudad, el resto comenzaron a salir como de la nada.
Se sorprendió al descubrir que había algunos cerca de la zona por donde solía salir de
fiesta y que jamás se había dado cuenta de ello. Al menos, eso le confirmaba que
hasta que sus párpados se fueron cerrando y se quedó dormido con el portátil sobre el
Para cuando quiso darse cuenta, se había hecho casi de noche, así que cenó lo primero
que vio en la nevera y comenzó a arreglarse: se duchó, se cepilló los dientes y se puso
la ropa que había escogido por la mañana. Aunque inquieto, estaba listo para empezar
Fue andando hasta el bar para ahorrar algo de dinero. Cuando llegó, estaba sudando, y
la situación empeoró cuando entró en el local, con el calor sofocante provocado por la
terreno. Todo el mundo estaba eufórico. Bailaban sin control y se restregaban entre
ellos. Había todo tipo de hombres. Él solo había tenido experiencia siendo pasivo, así
que intentó buscar a una presa que fuese activa para insinuarse.
Encontró solo en la barra del bar a un tipo bastante grande, y pensó que debía de ser
dominante, porque imaginárselo de otro modo le parecía bastante ridículo, así que se
acercó. Pero, cuando estuvo a su lado, no supo qué decir, y simplemente se sentó.
tardó en darse cuenta de su presencia. Las facciones de su rostro eran duras, angulosas,
El hombre lo miró seriamente durante unos segundos, pero luego sonrió de una forma
que llegó a asustar a Gabriel; parecía que le fuese a dar un bocado en cualquier
momento.
Con un leve gesto de su mano, consiguió captar la atención del camarero y le pidió dos
copas. Sin previo aviso, Gabriel vio una de ellas delante de él.
—Espero que tengas aguante para beber, niño; estas vienen bien cargadas.
La voz del hombre lo sorprendió. Se esperaba una voz ronca y áspera, pero se encontró
con que era melodiosa a pesar de ser grave. Con un tono tranquilo y pausado, el
hombre continuó hablándole, haciendo caso omiso de los evidentes nervios de Gabriel.
Antes de conseguir hablar por fin, carraspeó, intentando que su voz sonase clara y
tranquila.
—Bueno, digamos que estoy aquí para eso. Pero no lo haré con cualquiera.
—Claro que no; podrías salir muy mal parado. De todos modos, te recomendaría que
Gabriel se sintió aún más intranquilo y tragó saliva, intentando hacerse entender. Estaba
algo asustado.
—Lo que quiero decir es que... mientras me paguen, me da igual con quién, ¿entiendes?
palabras sin tapujos de aquel grandullón casi consiguieron que Gabriel se sonrojase,
—Sí; si te interesa, claro —intentó sonar convencido mientras daba un sorbo a su copa.
Era cierto que el alcohol estaba fuerte, pero estaba acostumbrado a beber y ni se
inmutó.
—¿Cómo te llamas?
—Me llamo Ga... —se quedó un momento callado, pensando que tal vez sería peligroso
Aquel hombre daba tragos largos y seguidos a su bebida: tanto que, después de hablar,
mejillas por el alcohol. Miró después al hombre, intentando parecer provocativo—. ¿Te
hace o no?
—Puede que sea tu día de suerte, muchacho. Aunque aún no sé cuánto pides.
Gabriel se puso rojo como un tomate, dándose cuenta de que había dicho una
estupidez. No es que no supiera cuánto solían costar ese tipo de servicios (pues, antes
de contratar a Salvatore, había consultado en distintos sitios), pero los nervios lo habían
traicionado.
barra, maldiciéndose.
—Si me permites darte un consejo, nunca pidas menos de 400. Puede que te cueste
más encontrar clientes, pero vale la pena. Lo normal es que quienes están dispuestos a
—Ah, bueno... Mira, te hago un precio especial porque olvides esta cagada, pero la
—Eres muy interesante —habló entre risas—. Y también has tenido suerte de toparte
Héctor se levantó del asiento y dejó el dinero de las dos copas en la barra con la
correspondiente propina.
—Un hotel barato estaría bien. Creo que hay uno por aquí cerca. —Gabriel se levantó
silencio se hizo ensordecedor. El camino hasta el hotel fue más incómodo de lo que
había pensado a priori. De modo que Gabriel no pudo aguantar sin hablar. Se iba a
volver loco por los nervios si no rompía de algún modo aquel ambiente enrarecido.
—No, ¿para qué nos vamos a engañar? Pero yo sí que me prostituí cuando era más
joven. —Tras esto, Héctor se rió al ver la expresión que había puesto el chico.
había evaporado por las orejas, la verdad. Ahora que lo pienso, fue una locura.
imagen de un joven Héctor vestido con una camiseta de rejilla y unos ajustados
pantalones de cuero, ligando con cualquiera que pasase por delante. En cierto modo, él
era igual, pero era demasiado inconsciente como para preocuparse de ello.
—¡Pero aprendí mucho! Ni la mejor universidad podría haberme dado este sentido de
la picaresca.
—Eres tan joven, Gael... —Fue hacia la recepción para coger una de las llaves y pagar la
noche, para después volver con Gabriel—. Espero que no te importe subir escaleras; es
en el cuarto piso.
Gabriel se adelantó para subir. Aquella conversación le había hecho olvidar incluso lo
que habían venido a hacer. Estaba tranquilo y con una sonrisa en los labios. Héctor lo
miró de arriba abajo mientras subían. Gabriel le había parecido un chico demasiado
inocente y atractivo para aquella profesión y, en cierto modo, estaba preocupado por él.
Por fin llegaron a la habitación, algo sofocados después de subir tantas escaleras.
Gabriel sentía, además, los ojos cansados por la escasa luz de la estancia, que lo
obligaba a forzar la vista. Héctor abrió la puerta con tranquilidad y dejó que el chico
pasase delante.
Gabriel se sentó sobre la cama e invitó a Héctor a que hiciera lo mismo, golpeando
suavemente las sábanas a su lado. Héctor sonrió, pero no le hizo caso. Se acercó a la
Gabriel cogió la cerveza y la miró, extrañado. No habían ido allí para beber como
—Estás muy tranquilo— Héctor habló mientras se sentaba a su lado y le daba un trago
al botellín.
—¿Por qué debería estar nervioso? No es la primera vez que lo hago con un tío.
—Pensé que no te gustaría que alguien que has comprado se meta en tu vida. Pero, ya
que hablamos de ello, ¿quieres algo en especial? —Lo cierto es que, pensándolo mejor,
—Oh, bueno. Me parece bien. —Suspirando, se abrió la bragueta y bajó un poco sus
vaqueros, junto con sus calzoncillos, dejando libre su pene—. Puedes tocarlo si quieres.
De nuevo, las profundas y amables carcajadas de Héctor llenaron su garganta. Sus
—No, Gael, no me refería a eso. —A pesar de sus palabras, le acarició el muslo desnudo
—¡Aaaah! —exclamó, sintiéndose idiota, y movió las piernas para bajar más sus
Gabriel se revolvió un poco, riendo tontamente. Sus manos eran algo ásperas, pero no
desagradables.
Con el dedo índice, Héctor recorrió el pliegue de sus glúteos, sin ejercer mucha presión.
—Si me acaricias así, sí. —Le empezó a temblar el trasero al reírse más fuerte.
—¿Y si hago esto? —Apretó con ambas manos, sin demasiada fuerza, pero ejerciendo
presión hacia afuera para separar las nalgas de Gabriel. Tanteó los alrededores de su
ano con los pulgares. Gabriel se sobresaltó. No se esperaba ese movimiento, pero no se
Héctor lo soltó, y Gabriel pudo notar cómo se levantaba de la cama. Cuando giró la
cabeza para ver lo que ocurría, pudo ver cómo agarraba sus pantalones para
pelo: apenas unos mechones que lo dividían en dos, en vertical, continuando hacia
Héctor respondió al beso con ansia, subiendo su camiseta con una mano mientras se
Gabriel se había acostumbrado, en las pocas veces que lo había hecho, a ser sumiso, y
Notó cómo Héctor bajaba la mano hasta sus genitales y comenzaba a acariciarle los
relajó, dado que temía que no le respondiese como era debido. Su cuerpo ya estaba
Héctor se separó de él y le abrió las piernas. Se sentó de rodillas entre ellas y las colocó
encima de las suyas, de modo que las caderas de Gabriel quedasen levantadas. En esa
—¿Estás seguro, Gael, de que quieres hacer esto? —Héctor sonrió con cariño y apartó
—¿Cómo puedes decir eso? Hemos hecho un trato —dijo mientras lo cogía de la mano
—No me gustaría parar a mitad por verte temblar —se agachó para morder su
ombligo—. Así que hagamos otra cosa—. Levantó la mirada, lascivamente, hasta sus
—Pues... no. —Gabriel se sintió nervioso, pero no se negaría a nada—. Espero no ser
decepcionante.
movimientos.
—Eso suena bien —sonrió mientras lo empujaba levemente para tumbarlo y ponerse a
extensión erecta. Podía notar los pequeños pliegues que formaban las venas en su piel
tersa, fina y suave. Notó cómo Héctor le cubría el miembro entero metiéndoselo en la
boca, y él quiso imitarlo, a pesar de su torpeza. Inspiró hondo, notando el olor a jabón
Fue introduciéndolo poco a poco hasta que empezó a sentir que llegaba al fondo de su
boca. Sin embargo, solo había introducido la mitad del miembro, mientras que Héctor
había engullido entero el suyo en muy poco tiempo. Sintiendo que le iban a dar
arcadas, decidió detenerse ahí y esperar el siguiente movimiento mientras acariciaba las
piernas de Héctor.
comenzó a lamerle los testículos. Para él, esa era una zona muy sensible, y aquello
prácticamente lo había dejado paralizado. Sintió un placer muy intenso, tanto que no
sabía si le encantaba o si no podía soportarlo. Sin darse cuenta de ello, sacó de su boca
el miembro de Héctor para poder gemir. No estaba acostumbrado a dar placer durante
el sexo y sentía que sus movimientos eran torpes y tremendamente lentos a causa del
contraerse, escuchaba sus suspiros y sus gruñidos, lo que suponía una sensación muy
trucos... Ahora hazlo tú solo—. Nada más acabar de decir esto, Gabriel notó que Héctor
se incorporaba un poco, le abría las nalgas y comenzaba a lamer desde sus testículos a
su ano y viceversa.
Aquello provocó que volviera a gemir; no tenía claro si Héctor quería continuar con
volvió a meterse el pene de Héctor en la boca y, con suavidad, le rozó los testículos con
tanto por fuera como por dentro, y comenzaron a moverse hacia los lados. Héctor tenía
los dedos gruesos y, aunque comenzó con dos de ellos, pudo notar cómo su entrada
una sensación desagradable. Al contrario, la presión que los dedos hacían contra sus
Aquello no tenía nada que ver con lo que hacía con Salvatore, y podía notarlo en
muchos sentidos. Estaba excitado, muy excitado, y tenía unas ganas tremendas de que
la verdadera acción comenzase, pero no notaba lo mismo que con su rubio italiano: su
corazón no parecía salirse de su pecho, sus gemidos no eran temblorosos presos del
placer, su respiración era libre, sin la presión del pecho caliente de Salvatore sobre el
suyo, sin notar su suave vello, ni sus ardientes manos sobre la piel. Nunca sería como
con Salvatore.
Sin embargo, la principal razón por la que nunca sería como con Salvatore era que, por
primera vez, estaba dando placer a alguien: lo notaba en cada una de sus reacciones,
en sus jadeos roncos y en las miradas furtivas que lanzaba a sus ojos llenos de deseo.
Esta vez no sería egoísta y solo pediría más placer, sino que intentaría darlo también.
Para ello, comenzó a mover su cabeza de forma ascendente y descendente, aunque sin
lograr profundizar más de lo que había hecho con anterioridad. Sentía el pene de
Héctor cada vez más fuerte y grande, una excitación en ascenso que él mismo también
estaba notando.
Viendo que no lograría penetrar más, le agarró el miembro con una mano para
continuar ese movimiento al tiempo que lo masturbaba, pero aquello duró poco. De un
suave empujón, Héctor le hizo saber que quería que se retirase, y sacó los dedos.
Héctor quedó justo ante sus ojos. Héctor le cogió de la barbilla e hizo que lo mirase.
Gabriel tenía un rostro muy sensual. Su piel se había enrojecido y sus ojos destellaban.
Cuando Héctor habló, su voz sonó ronca, con un tono que se hallaba entre el ruego y la
exigencia.
—Abre la boca...
No tardó en obedecerle mientras lo miraba con deseo en sus ojos. Al principio, apenas
sabía qué debía hacer, se puso nervioso, pero, poco después, sus dudas desaparecieron.
Héctor le cogió la cabeza, enredando los dedos en su pelo, y fue él mismo el que movió
sus caderas para introducirse en su boca. Lo hizo una y otra vez, con un balanceo
profundidad. Comenzó a introducir su pene más hondo de lo que Gabriel había sido
capaz de hacer antes; notaba incluso cómo en alguna estocada casi le rozaba la
garganta. Era muy molesto y desagradable, pero no llegó a tener arcadas. Sin embargo,
salieron contra su voluntad un par de lágrimas de sus ojos. No era llanto, sino asco.
Ya no se sentía tan a gusto como antes, de hecho, estaba deseando parar aquello. Pero
no podía pararlo, dado que Héctor era un cliente, de modo que cerró los ojos con
resignación. Notaba perfectamente cómo cada vez se hacía más grande el miembro de
Héctor, cómo cada vez estaba más cerca del orgasmo. Le invadió el miedo. No le
gustaba el semen, tenía un olor desagradable y, por lo que parecía, no solo tendría que
Gabriel abrió mucho los ojos cuando notó cómo el líquido empezaba a salir, y se apartó
cara y el pelo. Después de unos segundos, los dedos de Héctor le acariciaron el rostro y
Aprovechó que estaba solo para poder escupir. Tras hacerlo, se restregó la boca para
llegado a correr. De hecho, con todo aquello hasta se le había bajado la erección. No
podía evitar estar enfadado, pues esperaba tener sexo anal tal y como deseaba.
Al poco, Héctor volvió con unas toallas mojadas y se las tendió.
—Toma, límpiate con esto —con esas simples palabras, comenzó a recoger la ropa,
tanto la de Gabriel como la suya, para después quedarse en silencio. Apenas un suspiro
cansado salió de su boca cuando volvió a sentarse en la cama, a su lado, aún desnudo.
—¿Por qué suspiras? —no pudo evitar preguntar con cierto rencor. No entendía por
qué ponía esa expresión cuando había hecho lo que quería, aunque le desagradaba.
—Me siento exhausto, hoy he tenido un día duro —al mirar a Gabriel fue cuando
—Oh, Dios, no. Ciertamente se nota que tienes poca experiencia, no te ofendas —
Sus palabras hicieron que Gabriel se sonrojara mientras fruncía el ceño. Se restregó la
toalla con fuerza y la lanzó después al suelo con furia, sentándose a continuación en la
—¿Qué ocurre? —Héctor insistió con su pregunta, ante los visibles aspavientos de
Gabriel.
—Nada. Ya he hecho lo que tú querías. Ahora, págame —se levantó tan rápido como
se había sentado; estaba muy nervioso. Cogió su ropa y empezó a ponérsela. Lo cierto
era que era muy incómodo volver a ponerse la ropa después de hacerlo y estando tan
Gabriel pudo ver claramente cómo dentro se encontraban varios billetes de gran valor,
al menos uno de quinientos y dos de cien. Héctor le dio el dinero en efectivo, un billete
sabes.
Gabriel aceptó el dinero. Sabía que le había hecho muchos feos y, después de todo, era
—Bueno, tampoco esperaba que lo tuvieses. Hagamos una cosa —se levantó y fue
hacia él, aún desnudo—: dame a cambio un beso. Aunque ahora mismo te veo
cabreado, Gael. —Aunque intentó evitarlo, dejó escapar una sonrisilla—. Siento que no
te haya gustado, pero piénsalo de este modo: yo soy un bonachón; podría haber sido
mucho peor.
Con resignación, Gabriel suspiró mientras le ponía las manos en las mejillas. Le dió un
Esas fueron las últimas palabras que escuchó de Héctor. Aunque las dijo con una sonrisa
claramente sincera en los labios, a Gabriel le molestaron mucho. Sabía que Héctor tenía
Cap 3: allegra
A pesar de la mala experiencia, Gabriel aprendió varias cosas. Pero, sin duda, la más
importante era que debía poner límites. Se trataba de su propio cuerpo y, por ello,
aunque hiciese concesiones a sus clientes, no les podía dar total libertad. ¿Quién sabe si
infantiles, no podía parar de pensar en Salvatore. Cabía la gran posibilidad de que, para
él, la experiencia que habían tenido juntos hubiese sido la misma que la que acababa de
Gabriel sacudió todas esas ideas de su cabeza. Había tomado una determinación y, si
bien había sido a causa de Salvatore —dado que no deseaba dejar de contratar sus
Estaba convencido de lo que había hecho, y consideraba que su primer cliente, en cierto
modo, había sido un éxito, puesto que había conseguido dejarlo satisfecho, o al menos
eso creía. La vuelta hasta su casa fue algo más dura con el frío de la noche, esquivando
borrachos y, a veces, en calles poco transitadas, evitando con miedo a la poca gente
sospechosa con la que se cruzaba. Las veces que salía de fiesta siempre volvía
cama, con una sensación agridulce. A pesar de que todo aquello le había desagradado,
tenía 500 euros en el bolsillo. 500 euros que podría invertir en lo que más deseaba:
Salvatore.
Con ese pensamiento rondándole la cabeza, los nervios y la excitación del tabú que
acababa de violar, le era imposible dormirse. Conociendo los problemas que Daniel
tenía siempre para dormir, comenzó a mandarle por WhatsApp mensajes con todas las
estupideces que se iba encontrando por Internet, que hacían que Daniel se riese o lo
Finalmente, tras lo que parecía un ultimátum por parte de Daniel para dejar el móvil y
dormir, Gabriel le hizo una propuesta: «Mñna no hay clase, vemos una peli en mi
casa?». En cierto modo, se sentía como un niño que deseaba enseñar sus logros. Lo que
acababa de hacer le ardía en la boca, pero era algo suficientemente serio como para
contarlo en persona.
Daniel no era de aquellas personas capaces de rechazar un plan propuesto por un
amigo —especialmente si implicaba película y cena gratis—, de modo que no fue difícil
convencerlo, aunque dejó a Gabriel bien claro que hasta la noche del día siguiente no
A pesar de que la emoción por las nuevas experiencias había mantenido activo a
Gabriel, después de tantas horas despierto, se durmió finalmente como siempre hacía:
Aún habían de pasar unas horas hasta que Daniel viniera, tiempo más que suficiente
para ducharse, comer y adecentar la casa, pero Gabriel únicamente hizo lo primero y se
dedicó a vaguear el resto del tiempo hasta que llegó el momento acordado.
Daniel llegó más que puntual a la cita, algo que solía hacer siempre alegando que se
aburría mucho en su casa. Traía consigo una bolsa de nachos y una tarrina de queso de
nachos.
—¿Qué te apetece?
—Para el carro, que aún ni me he sentado —se quejó su amigo mientras le apartaba
—Son todas piratas. La verdad es que aún no me he visto ninguna, así que no me hago
manos.
—Tío, no te lo pienses. Pon esta de Jackie Chan —dijo mientras levantaba uno de los
Chan?
—Ssssh, tú ponla —le mandó callar mientras abría la bolsa de nachos y se llevaba uno a
la boca.
Con un suspiro, hizo caso a su amigo y se sentó de nuevo a su lado, metiendo la mano
Daniel se recostó todavía más en el sofá, quitándose las zapatillas para apoyar los pies
encima de la mesa baja mientras abría el queso para mojar los nachos.
—Por poco no vengo hoy, ¿sabes? El trabajo de Empresariales me ha tenido todo el día
Daniel lo miró incrédulo, con la boca llena de nachos a medio masticar, y se apresuró a
—Gabi, lo mandó hace un mes. A este paso vas a suspender la asignatura y te vas a
—Lo sé, lo sé. —Gabriel gesticuló con la mano mientras se llevaba otro nacho a la
—Ya lo sé, pero hay que hacerlo... Mira, haz lo que quieras —resopló mientras apartaba
—En realidad... —Gabriel se giró hacia él— estoy pensando en dejar la universidad...
Daniel tragó saliva y lo miró intensamente. Deseaba ver una muestra, aunque fuese
mínima, de que su amigo mentía, pero solo vio una seguridad que lo dejó sin palabras.
—Ya me había dado cuenta de que no es la carrera de tu vida. Tampoco es que lo sea
de la mía, pero por Dios, ¿qué coño vas a hacer? ¿Prostituirte hasta que se te caiga la
Gabriel calló un segundo, mirando la pantalla sin prestarle atención a la película. Aquel
era el momento que tanto estaba esperando y no lo iba a desperdiciar. Cogió otro
Daniel lo siguió reprendiendo con la mirada, cada vez con el ceño más fruncido, y
—¡Claro que no! —Gabriel se giró hacia él, casi saltando del sofá— Si lo hago, es para
poder verle.
—¡Puedes verle sin dejar la universidad! ¡Gabriel, si lo haces, ya no habrá marcha atrás!
—Pero si lo tengo todo suspendido, Dani. He estado suspendiendo desde que entré a
Daniel le pegó una patada y se tumbó para ponerle los pies sobre el regazo mientras se
—Pos fale.
—¿Te has enfadado? —Gabriel apoyó los brazos encima de las piernas de Daniel y se
cara empujándolo con la mano—. Haz lo que quieras, pero luego no me vengas
llorando.
Gabriel suspiró y se puso recto, sin quitar las manos de las piernas de Daniel. Aquella
era la forma que su amigo tenía de preocuparse por él, de modo que no se quejó en
Cuando hubo acabado la película, ambos hicieron como si nunca hubiesen tenido esa
conversación, siendo conscientes, sin embargo, de cómo sus vidas iban a cambiar a
Pasarían varios días antes de que Gabriel reuniese el dinero suficiente para poder llamar
Salvatore le propuso recogerlo en su piso, pero Gabriel se negó. Quería estar con él
Desde que Salvatore y él habían comenzado a tener una relación física, no se habían
vuelto a encontrar en una cita en un lugar público, de modo que Gabriel estaba
realmente nervioso mientras esperaba en un banco. Hacía un calor sofocante para ser
Al poco, un Mercedes negro paró delante de él. No podía ser otro que Salvatore.
Fue a levantar el brazo para saludarlo, pero se detuvo por miedo a parecer ridículo y se
coleta en la nuca y solo un par de mechones se escapaban por su mejilla. La camisa beis
que lucía dejaba entrever sus músculos sutilmente, ciñéndose a su cintura al llevarla
no era el único que se había arreglado. Cuando volvió a alzar la mirada, Salvatore ya
—Hola, Salva...
Gabriel soltó una risa tonta al oírlo y, aunque fue corta, se avergonzó y agachó la
mirada. Tenía muchas ganas de besarlo, pero estaban en público, donde todo el mundo
—Tengo una sorpresa para ti. —El italiano le tendió la mano junto a su radiante e
Los ojos de Gabriel se iluminaron, y sintió que su corazón bombeaba de forma casi
—Hasta el fin del mundo —dijo sin pensar mientras le cogía la mano.
acercarlo. Caminaron juntos hasta llegar a su coche. Abrió la puerta del lado del
colocar las manos sobre sus rodillas, que temblequeaban por los nervios. Cuando
—Dime, Cucciolo, ahora que estamos en un lugar más íntimo, ¿puedo besarte?
El chico levantó sus ojos, mirándolo con intensidad mientras sus mejillas se teñían de un
rojo intenso. De nuevo, Salvatore había adivinado justo lo que quería. Asintió
suavemente mientras cerraba los ojos. Enseguida sintió sus labios besándolo
arrancado el coche.
—Está bien, me alegro —rió Salvatore de nuevo—. ¿Qué tipo de música te gusta más?
—Pues... la que sea está bien, supongo. —Apartó la mirada. El viaje prometía ser tenso
desconocía de él, Gabriel lo pasó realmente mal. Estaba alegre de poder hablar con él
—a fin de cuentas, eso era lo que le había llevado a quedar con el italiano fuera de una
habitación—, pero se sentía tenso y desprotegido, sin nada que pudiese hacer más que
mirar a Salvatore.
encontraban en un pequeño pueblo que no debía estar muy lejos de la ciudad, pero
Gabriel casi se precipitó fuera del coche en un ataque de risa. Se tuvo que agarrar a la
—¿Dónde dices?
acento.
Gabriel ya no pudo —ni lo fingió— detener sus sonoras carcajadas, que le hicieron
lagrimear los ojos incluso. Cuando se dio cuenta de la cara que había puesto Salvatore,
intentó parar, tapándose la cara con los brazos que tenía apoyados sobre el coche.
Aunque estaba serio e intentaba mantener la compostura, había llegado un ligero rubor
—Vale, lo siento —dijo mientras su risa daba los últimos coletazos y lograba
controlarse. Se le habían puesto los ojos ligeramente rojos del esfuerzo y se le había
—Qué malo eres. —Salvatore soltó una pequeña risa—. Ven, llegamos justos de
tiempo.
—¿De tiempo para qué? —Gabriel se incorporó y lo siguió, tan de cerca que sus brazos
girándose hacia él—. Es pequeño, pero tiene la mejor comida que he probado jamás.
—Vaya, debe de ser realmente bueno —respondió Gabriel a su sonrisa, dándose cuenta
Cuando llegaron, Gabriel se fijó en el cartel del restaurante: las letras ornamentadas
resultaban algo cargantes, más aún cuando se encontraban enmarcadas por unas
Aun con la puerta cerrada, eran capaces de captar un agradable y sutil olor a pasta
fresca, que se hizo más intenso cuando Salvatore abrió la puerta a Gabriel y se la
sostuvo para cederle el paso. Era un sitio sencillo, con pequeñas mesas de madera a
juego con los tablones que decoraban parte de la pared, con manteles blancos y
ruido de fondo.
Gabriel sonrió para sí al ver aquel lugar tan acogedor, y se recreó mirando los pequeños
detalles, como el jarrón con flores frescas que decoraba una mesita al lado de la puerta
o el horno de leña que era ligeramente visible desde ese ángulo del restaurante.
—No sé qué mesa nos ha preparado, así que tendremos que esperar aquí a que salga
de la cocina.
que tenía fija en la puerta de la cocina mientras una sonrisa le adornaba los labios—.
Antes de que pudiese terminar de hablar, una mujer alta y rubia, con el pelo recogido
—Non ci credo, Salvatore! Sei arrivato un' ora tarde; lo sai quanto questo è un
problema per il ristorante? Oh. —Se giró hacia Gabriel cuando llegó hasta ellos—. Hola.
—Se dice así, pero no a esta hora. —La mujer rubia lo miró, hablando en español esta
vez—. Buonasera.
......
Cap 4: al iluminar el rostro de eros
cuerpo de la chica que tenía delante. Era realmente delgada, hasta un punto que rozaba
lo insano, pero, a pesar de que sus rasgos estaban algo consumidos, eran claramente
similares a los de Salvatore: hasta sus ojos eran iguales, a excepción del color, que, en el
—Encantada. —Allegra se acercó a él para plantarle dos besos en las mejillas. Gabriel
ofreció su mejilla derecha y ella, como es tradición en Italia, la izquierda, lo que hizo que
sus rostros se cruzasen y estuviesen a punto de rozar sus labios. Allegra rió para
El chico asintió nervioso, incapaz de seguir mirándola a los ojos por vergüenza. Los
recorrían su mente. ¿Por qué Salvatore lo había traído hasta allí? ¿Cómo es que le había
hablado a su hermana de él, y más aún, por qué se la había presentado para que se
conocieran en persona? Para él, nada de lo que estaba ocurriendo tenía sentido.
Mientras se planteaba preguntas que sabía que no iba a poder responder, Allegra los
guió hacia una mesa bastante íntima, alejada de la puerta y separada del resto del
Gabriel se dejó caer en la silla con un suspiro. Observó a Salvatore mientras se sentaba y
Se sentía acorralado.
—Ah, perdona. No quería molestarte. Pensé que te gustaría probar comida realmente
—No es eso, Salva... pero esto es muy fuerte. ¿Sueles hacer esto siempre? —Se
Gabriel se sintió incómodo cuando Salvatore lo miró fijamente a los ojos para
responderle.
—No. Lo cierto es que eres la única persona que he conocido a la que he traído aquí.
El chico tragó saliva, dándose cuenta de la magnitud de sus palabras. Ni en sus mejores
sueños se habría imaginado que Salvatore se hubiese tomado esa confianza con él. Con
lentitud, completó la distancia que había entre ellos para besarlo en los labios.
Allegra llegó sin dar tiempo a que Gabriel contestase. Llevaba en las manos una botella
de vino.
—Tomad cuanto queráis. Ahora vendrá a atenderos la camarera. Yo tengo que volver a
Él sonrió sonrojado y, cuando estuvo de nuevo a solas con Salvatore, cogió la botella y
le sirvió, sirviéndose a sí mismo después y tomando la copa para beber. El vino bajó
—Quiero saber más cosas de ti, cucciolo. —La voz de Salvatore sorprendió a Gabriel. El
—Pues... no sé qué es lo que quieres saber de mí. Nací aquí, me gustan los baños de
burbujas y las fresas con nata. Supongo que lo normal... —Tras hablar, hubo un silencio
distinta a las que había tenido con él, ¿por qué no era capaz de hablar con normalidad?
Salvatore llenó de nuevo su copa y la acercó a sus labios, sin llegar a beber.
—Sí, eso lo sé. También sé que te pones nervioso y te cabreas con facilidad. —Dejó que
Gabriel enrojeció aún más y fue a hablar justo cuando la camarera lo interrumpió
únicamente para dejarles la carta. La mujer parecía que conocía a Salvatore y lo saludó
—Soy un chico aburrido, ¿vale? ¿Por qué no hablas tú por una vez?
—No eres aburrido, pero hay mucho de ti que desconozco. Por ejemplo, ¿tienes
hermanos?
—No. Soy hijo único. En cierto modo me das envidia. Tú tienes a tu hermana.
—Allegra es mi hermana mayor. Es tan protectora que parece mi madre —negó con la
camarera, lo que le hizo fruncir levemente el ceño. Ahora que empezaba a relajarse
—¿Sabes qué pedir? —Salvatore se giró hacia Gabriel. Más que preguntarle, parecía
interrogarlo con la mirada. Lo cierto es que Gabriel poco reconocía de la carta, y tenía
pronunciarlo incorrectamente.
—Es un tipo de pasta rellena con forma como de saquitos. Los tenemos rellenos de
verduras, de pera y queso y también una versión con pollo —dijo la camarera.
—D'accordo. Hoy también tenemos osobuco, Salva. ¿Queréis dos platos? —respondió
—¡Oh, me encanta cómo lo prepara Allegra! Sí, trae dos platos. —Dijo girarse hacia
Gabriel no pudo hablar mientras la mujer se llevaba su carta, sin que él hubiese llegado
a pedir nada realmente. Miró a Salvatore algo apurado y cogió la copa de vino para
Se dio cuenta de que Salvatore ya se había bebido la segunda copa, sin siquiera haber
comenzado a comer. El chico se sorprendió, pero no dijo nada y sopesó sus palabras
antes de hablar.
—Estoy pensando... si esto fuese una cita «normal» no preguntaría, pero, ya que te has
personales?
—¿De qué parte de Italia eres? —preguntó Gabriel, algo cohibido por la actitud que
mostraba.
—Vaya, como los mafiosos —dijo Gabriel sin pensar y, en cuanto se dio cuenta, se
intentó excusar—. Bueno, no quería decir nada con eso... bueno, em, ¿por qué viniste a
España?
Tuvo el corazón en un puño durante unos instantes cuando vio que Salvatore lo miraba
yo vinieramos a España no tuvo nada que ver con la mafia siciliana. Queríamos cambiar
de aires.
Gabriel espiró con algo de dificultad; por un momento habría jurado que una negra
sombra se había cernido sobre el bello rostro de Salvatore. Estaba claro que había
tocado un tema delicado y que la respuesta que había recibido de él no era demasiado
—Estoy deseando que traigan ya los platos. La comida huele muy bien —dijo de
Gabriel tomó su copa sin saber cómo mantener aquella conversación, que se había
vuelto muy incómoda. Agradeció que la camarera llegara entonces con los dos platos.
momento, de que estaba frente a un niño esperando con ilusión la merienda. Salvatore
haciendo un gran ruido al masticar. Era demasiado molesto hasta para Gabriel, que no
era una persona particularmente meticulosa con esas cosas, pero que se estaba
poniendo malo solo de ver a Salvatore comer como una bestia cuando él ni tan siquiera
ofreciéndole su plato.
—¿Quieres? —dijo.
—No, gracias. —Gabriel apartó la mirada mientras le ofrecía la servilleta. —Te has
Gabriel sacudió la mano, intentando restar importancia al asunto para después llevarse
—¿Te gusta? —Salvatore lo miró con ilusión en los ojos, esperando su respuesta.
antes de hablar.
dijo a sí mismo que no debía hacer a Salvatore más preguntas personales durante la
tratando temas sin importancia, y Gabriel disfrutó de aquel momento único como nunca
antes. Conoció aspectos de Salvatore que lo sorprendieron: bebía mucho vino, hacía un
extraño ruido al masticar, hablaba sin tapujos sobre cualquier tema que se le plantease
embobado mirándolo más de una vez. Aquel no era el Salvatore que conocía: no era
Cuando ya estaban tomando el postre, que resultó ser el mejor tiramisú que hubiera
probado Gabriel hasta entonces, el chico se dio cuenta de los claros síntomas que
camisa. Además, arrastraba ligeramente las palabras al hablar y parecía que su leve
acento era más acusado, hasta el punto de que a veces a Gabriel le costaba entender lo
que le decía. Fue entonces cuando decidió poner la mano sobre su copa cuando iba a
—Está bien, está bien, no pasa nada. Si este vino casi no tiene alcohol; no te
preocupes, cucciolo.
—Sí, tienes razón. Perdona, cucciolo, me he emborrachado sin darme cuenta. —Dejó la
copa de vino sobre la mesa, como le había indicado Gabriel, y se inclinó hacia él,
levantándose de su silla para darle un beso, sujetando su nuca. Aquel contacto ebrio
dejó al joven algo aturdido, de tal modo que no tuvo tiempo de reaccionar antes de
suelo.
—Ahora no puedo conducir, así que podemos ir a mi casa hasta que se me pase un
Gabriel estaba más que sorprendido por su ofrecimiento y, a la vez, ilusionado. Aquello,
sin duda, se salía de toda norma de una cita con un escort, y alentaba sus esperanzas
de ser algo más que un cliente para Salvatore. Se limpió los labios antes de levantarse
para acercarse al italiano y colocar un brazo en torno a su cintura con la excusa de que
debía ayudarlo a caminar. Era un gesto muy descarado y Gabriel era consciente de ello,
así que sus manos temblaban levemente a causa de la excitación del momento. Cuando
salieron del restaurante, Salvatore le pasó el brazo sobre los hombros y le besó la
cabeza, que, por la diferencia de altura entre ambos, quedaba cerca de sus labios.
Gabriel sonrió, ruborizado, mientras se dejaba guiar por el italiano, que lo llevó hasta
una casita unifamiliar no muy lejos de allí. Era la típica casa de pueblo, con una fachada
enlucida salpicada con algunos desconchones. Notó que al italiano le costaba meter la
y pasó con él. Entraron directamente a un pequeño salón con dos sofás y una mesita.
duda. Tanto que, al dejar caer las manos sobre sus piernas, tal vez también influido por
aquel discreto temblor hacía que Gabriel se pusiera incluso más tenso.
Respiró profundamente para calmarse y miró a Salvatore, que había dejado sus cosas
sobre el mueble recibidor y ahora se dirigía hacia él. Salvatore fue tras el sofá y le
acarició los hombros y la nuca, haciendo subir las manos hasta su cabeza para mesarle
con delicadeza el pelo. Cuando se agachó para hablarle al oído, unos mechones de su
Gabriel se sonrojó y cerró los ojos. Aquello era un masaje en toda regla, así que no
pondría objeción alguna. Después de un rato disfrutando del contacto, abrió los ojos
por miedo a dormirse y miró con curiosidad alrededor. La sala estaba llena de muebles
grandes y aparatosos con un montón de trastos por encima, que daban una cierta
sensación de desorden. Entre las cosas encima del mueble del televisor, relucía un
marco de plata que contenía una fotografía de familia. Gabriel pudo contar hasta cinco
—¿Esa es tu familia?
—Sí. Ahí salimos casi todos. —Levantó los brazos y rodeó con sus manos el rostro de
Gabriel, haciendo que se girase hacia él—. Eres un cotilla, ¿lo sabías?
El chico apartó la mirada, nervioso, y tartamudeó una disculpa, aun a sabiendas de que,
—Antes tú también querías saber más cosas de mí. Pero parece que ya se te ha pasado
la curiosidad.
—Mmm... —Salvatore soltó una risilla—. No me creo que te hayas cabreado. —Pellizcó
suavemente la mejilla de Gabriel—. Pero, si quieres una respuesta, te diré que sí quiero
saber más cosas de ti. Y que, si no insisto, es porque tengo tiempo de sobra para ir
mejilla, algo molesto porque Salvatore lo hubiese tratado como a un niño pequeño.
—Está bien, entonces, dime, cucciolo. —Salvatore agarró de improviso las caderas de
Gabriel y tiró de ellas hasta que lo dejó de rodillas, con las piernas abiertas, colocado
sobre él. Sus rostros quedaron muy cerca el uno del otro, y el italiano lo miró a los ojos
y se le acercó. Mientras hablaba, sus labios rozaban los de Gabriel, aunque no llegó a
besarlo—. ¿Por qué me miras de esa forma? Solo tú me miras así, con esos ojos... No
Gabriel tragó saliva con tanta dificultad que la garganta le quedó dolorida, y apartó la
mirada de aquellos pozos del deseo que eran los ojos de Salvatore.
—Es mi dinero...
—¿No íbamos a jugar a las preguntas indiscretas? —Giró el rostro de Gabriel con la
sobresaltó. Allegra acababa de entrar por la puerta y no pareció muy contenta al verlos.
Su ceño se frunció de tal forma que sus facciones casi se desfiguraron, y Gabriel sintió
fai anche con le donne, portarle qui per chiavarle sul divano?!
—Chiudi la bocca, Allegra, tu avrai fottuto il paese intero in questa casa! —Salvatore
casi no pudo terminar de hablar. Un sonoro bofetón marcó su cara e hizo que Gabriel
cayese de sus piernas, teniendo que hacer equilibrios para no acabar con la cara
estampada en el suelo.
Pareció ser entonces cuando Allegra hizo caso del muchacho, que la miraba casi
espantado. Había entendido palabras sueltas, pero no hacía falta comprender el idioma
para saber el significado. Estaba casi seguro de que era su turno de recibir un buen
—Sí, has oído bien. —Aunque no miraba a Salvatore, lo señalaba con la mano—. Este
tío se tira a cuarentonas, y porque le da la gana. No le hace falta el dinero, pero mira.
Aquí lo tienes.
Gabriel abrió la boca, demasiado impresionado como para decir nada. Miró a Salvatore,
deseando que lo sacase de aquella situación tan incómoda, porque, si él mismo hubiera
pasando por al lado de su hermana sin mirarla. Volvió a recoger sus cosas y salió de la
No fue hasta que llegaron al coche cuando Gabriel, aun a riesgo de una mala reacción
de Salvatore, preguntó.
—Casi todas son mujeres. —A pesar de que no levantó la voz y no habló en un tono
áspero, fue una respuesta muy seca y no miró directamente a Gabriel. Estaba serio, pero
no parecía enfadado.
—Pero, ¿por qué? —preguntó Gabriel de forma algo estúpida, recordando que en la
página de Salvatore nunca había visto que hubiese ningún tipo de restricción sobre los
clientes que podían contratarlo. Estaba demasiado confuso como para poder creerlo.
Salvatore metió las llaves en el contacto, pero no hizo arrancar el coche. En su lugar, se
giró hacia él, mirándolo seriamente con sus profundos ojos de color azul cobalto.
—¿Por qué, qué, cucciolo? ¿Por qué no he aceptado hombres hasta ahora, o por qué te
Cap 5: all´inizio
Salvatore metió las llaves en el contacto, pero no hizo arrancar el coche. En su lugar, se
giró hacia él, mirándolo seriamente con sus profundos ojos de color azul cobalto.
—¿Por qué, qué, cucciolo? ¿Por qué no he aceptado hombres hasta ahora, o por qué te
Salvatore era consciente de que Gabriel sería incapaz de decir nada después de sus
palabras. Solo quería llevarlo a casa sin más contratiempos y poder volver para discutir
El viaje de ida hacia la ciudad fue realmente incómodo, pero el de vuelta fue aún peor.
Salvatore aún sentía los estragos del alcohol sobre su cuerpo y, además, la visibilidad a
esas horas de la noche era muy mala, por no hablar de que comenzaba a tener sueño y
no había ya nadie en el coche que le impidiese dormirse. Supo que lo más sensato que
podía hacer era parar el coche. Salió hacia la primera estación de servicio que encontró
y allí pasó la noche, durmiendo sobre el asiento reclinado; intentando, sin éxito, dejar de
pensar en la cara de terror que Gabriel había puesto tras aquellas duras palabras o en el
aquella situación. Todo era tan fácil antes de que su vida diera un giro sin retorno hacia
el camino de la perdición, cuando aún vivía en la casa de campo con sus padres y sus
hermanos en Italia...
A veces era difícil pasar un rato de tranquilidad en aquella casa abarrotada de gente,
donde las peleas eran constantes mientras su padre pasaba la mayor parte del tiempo
trabajando fuera de casa o en el pueblo. Salvatore recordaba haber tenido una buena
infancia, al menos, en comparación con lo que vino después. Podía recordar el día en el
En Sicilia vivía con Gioacchino, Vito, Nicola y Allegra, sus cuatro hermanos mayores. Los
tres primeros eran hijos del matrimonio anterior de su padre. Si bien es cierto que
Salvatore no sabía lo que había ocurrido con aquella mujer, cada vez que preguntaba o
rozaba un tema relacionado con Paola, como se llamaba, su padre perdía los papeles
hasta el punto de dejarle el cuerpo lleno de cardenales, por lo que, finalmente, apartó el
tema y lo dejó como un misterio sin resolver. Tal vez la ausencia de su madre y la falta
de atención por parte de su padre explicaban la envidia que sus hermanos mayores
sentían hacia Allegra y él. Aunque, como niño, aún era incapaz de comprenderlo,
cuando su madre, Giovanna, se puso de parto del que sería su hermano pequeño,
Su padre se había ido con su madre al hospital y los niños se habían quedado solos en
casa. Por aquel entonces, Salvatore tenía doce años y su hermana Allegra dieciocho,
mientras que Gioacchino tenía veintiséis; Vito, veinticuatro y Nicola, veinte. Allegra
todos ellos y a callar cuando estos le hacían algún comentario ofensivo. Sin embargo,
cuando sus padres estaban a punto de regresar, Allegra no tuvo más fuerzas y comenzó
a exigir a sus hermanos que colaborasen, pues su madre estaría muy cansada después
Fue Gioacchino quien comenzó la fuerte discusión. A pesar de que no recordaba bien el
—¡Hija de la gran puta! ¡No te atrevas a mirarme así, mujer de mierda! —Gioacchino
vociferaba como nunca antes lo había visto. Parecía estar totalmente fuera de sí, y tanto
hacia Allegra con claro ánimo de golpearla. Se quedó aterrado. Sabía que Gioacchino
era agresivo, pero jamás había imaginado hasta qué punto. Sin pensarlo, se interpuso
entre ambos para recibir el impacto por su hermana. El hierro le golpeó con fuerza en el
dolor.
Poco más recordaba de aquel instante. Cuando quiso darse cuenta, se encontraba en
una habitación, prácticamente a oscuras, con los brazos de su hermana rodeándolo con
amoratado. Se dijo a sí mismo que nunca más volvería a fallarle de ese modo, que la
Cuando sus padres volvieron del hospital, ellos aún se encontraban en aquella
habitación. A pesar de la oscuridad, pudo apreciar que se trataba del trastero. Entreveía
bultos amorfos amontonados por los rincones, vagamente iluminados por la escasa luz
que se filtraba por debajo de la puerta. Apenas se podía respirar el aire cargado de
humedad. Al escuchar, como un lejano susurro, a sus padres hablar con sus hermanos,
Salvatore se levantó para salir y tuvo que llevarse la mano a la boca para evitar gritar al
podía mover el brazo, que caía como si fuese un lastre. Llevó su mano al lugar de
donde procedía aquel dolor que se extendía por todo el cuerpo y notó un enorme bulto
—Salva, nos han encerrado. —La voz de Allegra, como un lamento, sonó con fuerza a
—No te preocupes. Mamá no dejará que nos quedemos aquí para siempre, y papá
Comenzó a golpear la puerta para hacer ruido y llamar la atención, pero únicamente
Su hermana se levantó y comenzó a golpear la puerta con él. Pudo ver su rostro
hinchado por el llanto y su ceño fruncido por la rabia. A pesar de todo, Allegra seguía
—¡MAMÁ! —Ella gritó tan fuerte que le hizo daño en los oídos, pero fue de gran ayuda
puerta fue abierta por su padre, Pietro, que tenía el rostro descompuesto por la ira.
Salvatore y Allegra se asustaron al verlo de ese modo, pero él los abrazó y los dos
hermanos se echaron a llorar de nuevo. Pietro se giró hacia su esposa y le pidió que se
quedase con los niños. Giovanna se acercó con dulzura a ellos, hecha un mar de
incómoda y tensa. Podían escuchar perfectamente los gritos y los golpes de su padre.
Por un momento, cuando se hizo el silencio en toda la casa, Salvatore temió que
Giovanna fue la primera que se aventuró a salir, dejando al bebé en manos de Allegra
para que lo sostuviera. Era pequeño y arrugado, de nariz chata y calvo. A Salvatore le
pareció la cosa más fea que hubiera visto nunca, pero sonrió cuando su hermana se lo
Su madre los avisó al poco tiempo de que podían salir y fueron hasta la cocina, donde
Nicola aplicaba hielo a Vito en la mandíbula. Salvatore se sorprendió al ver que Vito
había salido herido cuando había sido el único que no había intervenido en la pelea,
—A partir de ahora, las cosas van a cambiar mucho aquí. No toleraré que nadie me
vuelva a cuestionar, y pobre de aquel que abra la puerta de esta casa a Gioacchino. Ya
Nadie dijo nada, y todos se habrían ido a la cama fingiendo que nada había ocurrido de
no haber sido porque, a plena luz, se hizo evidente el hombro dislocado de Salvatore.
padre, que parecía haberse apaciguado, volviera de nuevo con la misma intensidad.
nuevo gritos, las hirientes luces de las farolas cortando la oscuridad de la noche cerrada,
Los dolorosos recuerdos provocaron que durmiera mal y se despertara peor, con la
estómago algo revuelto, pero, al menos, parecía que ya no estaba borracho. Tomó un
café en la cafetería, más por necesidad que por gustarle aquella bebida de pésima
Su hermana tenía que estar hecha una furia. Siempre había tenido mal genio y, además,
esta vez le había dado motivos de sobra para gritarle, sobre todo teniendo en cuenta
zapatillas de andar por casa a la cara, con una puntería que sólo podía explicarse por
los años de práctica que llevaba, y comenzó a reprenderle en italiano. Ellos siempre
—Ha llegado el mimado de la casa. ¿Te apetece una leche sin taza?
—¡Está bien, lo siento! Pero basta ya, ¿no? Te gusta exagerarlo todo. —Salvatore evitó
—Has traído aquí a un cliente, Salvatore. ¿Sabes lo peligroso que es eso? Esta es
nuestra casa. No puedes mezclar el trabajo con tu vida privada. Ya sabes lo que pasa
cuando haces eso. Me cago en la puta, es que, si al menos fuese solo tu casa, pues me
jodería, pero es que es también la mía. ¿Me estás escuchando? —Sin darle tiempo a
huir, comenzó a perseguirlo, con sus pies descalzos resonando al pisar con fuerza el
suelo de granito.
Salvatore abrió la nevera, cogió una botella de agua y la cerró con fuerza.
—¡Claro que te escucho; te puede escuchar cualquiera con lo que gritas! Y hazme un
favor, deja de recordarme lo que ocurrió. Cuando me prostituía en Italia era diferente.
—No voy a parar hasta que recapacites. Me debes una disculpa, porque ayer tuve que
como escort porque necesitábamos dinero, pero ya no nos hace falta, y lo sabes.
—Allegra, ese siempre ha sido mi trabajo. No sé hacer otra cosa, y no voy a dejar de
trabajar solo porque el restaurante vaya bien. Y lo sé, sé que no puedo implicarme. Lo
sé... —Mientras hablaba, parecía que se lo repetía más a sí mismo que a su hermana.
Ella negó con la cabeza mientras cogía un trozo del bizcocho de naranja que había
sabía que no iba a conseguir nada repitiéndole lo mismo una y otra vez. Salvatore ya
había cumplido los treinta; no podía estar pendiente de su vida para siempre.
—Solo no lo vuelvas a traer sin mi permiso.
—No te preocupes, no lo haré. Dudo que vuelva, de todos modos. —Él la imitó,
pero claramente disgustado -aunque no sabía si era consigo mismo o con la situación,
puede que con ambas cosas-. No pudo evitar preguntarse si realmente le importaba
tanto ese Gabriel, al que solo conocía desde hacía un par de meses.
—Dime una cosa, ¿por qué estás tan obsesionado con el chico ese? Sí, es mono, pero
dijo sin reparos. No era una persona particularmente delicada, ni tampoco le gustaba
—Sabes que no me gusta hablar de él. No entremos en ese tema de nuevo, por favor.
—No estoy entrando en ningún tema. Para entrar en un tema primero hay que salir de
él, y no hay forma de terminar nunca ninguna conversación contigo sobre eso. Accedí a
que me presentases a ese chico. Al menos, me gustaría saber por qué te gusta.
—¿Por qué me gusta? Él es como un pequeño cachorro: inocente, curioso. Adoro cómo
me mira y cómo me sonríe. Y odio que me guste tanto por tan poco. Me va a volver
loco.
Allegra suspiró y se bebió la leche de un trago, para después dejar el vaso sobre la
encimera y acercarse a su hermano para pasar el brazo por su cuello y estrujarlo contra
ella.
—No pasa nada, si ya sabes que en nuestra familia todos somos idiotas.
—Yo me he cansado de hacer el idiota. —A pesar de la incómoda postura, Salvatore
dejó caer la cabeza sobre el pecho de su hermana—. ¿Crees que debería dejar de verle,
Allegra?
—Sí —dijo rápidamente mientras pasaba la mano por su pelo. Sabía que esa no era la
respuesta que quería su hermano, pero también sabía que no podía mentirle y que sus
Ya en su casa, Gabriel solamente tenía clara una cosa, y era que la cita de aquella noche
había resultado ser un completo desastre y él era aún incapaz de comprender por qué:
una inocente cena, aparentemente normal, había degenerado hasta el punto de que la
aunque la verdad era que Gabriel no estaba seguro de si aquello era lo que había
pasado, y la incertidumbre solo hacía que se pusiese más nervioso. Desgastó el suelo
yendo arriba y abajo por el corto pasillo de su piso mientras intentaba ordenar sus
ideas. Estaba claro que no entendía los sentimientos que había experimentado
Salvatore, ¿pero entendía sus propios sentimientos? Se dio cuenta de que eso era lo
realmente importante.
realidad no era gay: ¿era quizás bisexual, o se trataba solo de una cuestión de trabajo?
tonteado con chicas antes de darse cuenta que era gay. A decir verdad, no importaba si
Salvatore se había acostado con mujeres; solo si sentía algo por él.
—«Esas mujeres solo eran clientes. Ya está. Seguramente las mujeres suelen pagar
mejor que los hombres... debe de ser eso. Además, seguro que es más fácil trabajar con
seguir pensando en ello; era mejor no darle mayor importancia de la que tenía. Cuando
se levantase, ya llamaría a Salvatore y lo invitaría a tomar un café para aclarar las cosas.
A la mañana siguiente, Gabriel se levantó ansioso, y lo primero que hizo fue marcar el
número de Salvatore. Espero pitido tras pitido a que contestase, pero la llamada se
cortó sin dar siquiera paso al contestador. Pensó que tal vez Salvatore estuviese
Se dijo que quizás era demasiado pronto y que ya llamaría por la tarde, antes de irse de
nuevo a la discoteca a ver si conseguía un nuevo cliente. Después de todo, un cita con
Salvatore, con o sin sexo, era muy cara, y no podría dejar de trabajar aunque no tuviera
Esos fueron sus planes, al menos hasta que el móvil comenzó a sonar una y otra vez a
cada aviso que recibía de que Daniel le hablaba. Ayer, le había mandado
por WhatsApp unos cuantos mensajes en quedar al día siguiente, pero Gabriel los había
amigo, y abrió rápidamente la aplicación para leer lo que había dicho y contestarle.
Dani
<<Holaaaaaaaaaaa???>>
<<Ayer no me contestaste, capullo. Voy a decir Miau hasta k me hagas caso o quemes
tu móvil>>
<<Miau>>
<<Miau>>
<<Miau>>
<<Miau>>
<<Miau>>
Gabriel
Dani
<<Pues...>>
<<Nop>>
Daniel le contestó con una rapidez asombrosa. A pesar de que Gabriel dejó pasar
tiempo para que dijese algo más, finalmente se dió cuenta de que esa era su respuesta
Gabriel
Dani
Gabriel
currar>>
Dani
<<Si, hombre i un huevo>>
Gabriel
<<Me oyes?>>
<<Dani???>>
<<NO ME IGNORES>>
Gabriel se pasó una hora entera mandándole mensajes que Daniel recibía y dejaba sin
contestar como venganza. Finalmente tuvo que resignarse a acatar las órdenes de su
amigo; después de todo, no era tan mal plan pasar el día con él. Para cuando llegó,
comenzado a calentar el agua para echar la pasta, de modo que, cuando abrió la puerta
—Te invito a kebab —dijo Daniel a modo de saludo—, pero que no sirva de
precedente.
—No, claro que no —dijo Gabriel mientras se giraba rumbo a la cocina para apagar el
fuego, con una sonrisa en los labios, sabiendo que su amigo no hablaba en serio. Sacó
unos vasos de la alacena y la botella de agua del frigorífico para ponerlos sobre la mesa
de la cocina.
Estaba convencido de que su amigo no podía estar realmente enfadado pero, cuando
se sentó frente a él, se sorprendió al ver su ceño fruncido y lo callado que estaba.
—Oye, no te pases, que tampoco ha sido para tanto. —Frunció el ceño, ofendido,
mientras sacaba la comida de la bolsa—. Tal vez no lo sepas porque nunca has tenido
Sus palabras sólo aumentaron el enfado de Gabriel, tal vez porque era consciente de
que Daniel tenía razón pero no quería admitirlo. Le dolía que una persona como él le
diera lecciones sobre la vida. Lo quería como amigo, estaba claro, pero no era
de lo que era el mundo real. Quería escupirle todo lo que estaba pensando en aquel
Daniel comenzó a sacar la comida de la bolsa y él suspiró para relajarse, dejando pasar
el tema.
—Bueno, bueno, hablemos de cosas bonitas. —Daniel se llevó la comida a la boca casi
sin haber terminado de hablar—. Anteayer quedé con Deina. Fuimos a su casa.
—Nah, vimos una peli. Bueno, en realidad no la vimos; nos estuvimos magreando.
—¡Cómo te lo montas, ¿eh?! Con lo modosito que pareces. Mira, si es que hasta tienes
vamos, que dudo que vaya a más la cosa. Prácticamente me declaré y me rechazó
vilmente. Dijo algo así como «solo nos conocemos de este año; es muy pronto para
hablar de esas cosas. Pero, claro, no es pronto para meter la lengua hasta la garganta,
¿eh?». —Daniel gesticulaba mientras hablaba, rápido y casi sin dejar espacio entre las
palabras.
—Si es que eres un desesperado, hombre. Si se nota que la chica es muy tradicional.
¿No ves que es de pueblo? Pero bueno, no parece que tontee con ningún otro que no
seas tú. Deberías estar contento —dijo, sin quitar la sonrisa de su boca, para después
—Joer, ni que le hubiese dicho que le quiero dejar el ojete fino... Argh —suspiró, y se
puso a comer él también—. Me gusta mucho, ¿qué le voy a hacer? —Se encogió de
hombros.
—¿Y por qué no le pides salir en serio? Hasta ahora habéis quedado muy pocas veces a
—Mira que llegas a ser tonto. No es lo mismo gustar que querer. Mira, a mí me gustas
—Oh, Gabi, qué descarado te has vuelto. Qué cosas más bonitas me dices. Ven aquí. —
—¡Ey, quieto! —Se levantó asustado de la silla, que casi cayó por su brusco
cara estaba cómicamente desfigurada por aquel gesto. Parecía que sus ojos se hubieran
—¿No te gusto?
—¡No, por Dios! —Le puso a Daniel las manos sobre los labios y se asqueó cuando este
más... masculinos...
escudriñándolo.
—Espera, ¿qué?... ¿Qué? —Daniel puso los brazos en jarras e hinchó el pecho—. ¿Qué
quieres decir con eso, cabrón? Yo soy súper masculino. Puedo sacar bola y todo. —
levemente.
Aquello provocó que Gabriel estallase en carcajadas, haciendo que se volviese a sentar
calmarse y, cuando lo hizo, su amigo seguía con la misma actitud, lo cual casi le
—Vamos, Dani, no te preocupes. Si eso es lo que a las mujeres les gusta, ¿no? Chicos
—Que te den, Gabriel. Estoy como un queso, digas lo que digas. —Daniel pareció
era realmente incómoda, y Gabriel se dio cuenta entonces de que se había pasado,
Observó a Daniel mientras daba su último bocado, preguntándose cómo había podido
cambiar tanto su relación en tan poco tiempo. Daniel no había cambiado nada, pero
Gabriel se dió cuenta de que él sí que lo había hecho. Fue a hablar cuando Daniel lo
interrumpió.
—¿Sabes qué? Creo que mejor me voy. Que te vaya bien en el trabajo.
—Da-Dani. Vamos, por favor. No lo decía en serio. ¿Tanto te cabrea que no me gustes?
Pero si no eres gay; ¿yo tampoco te gusto, verdad? —Gabriel intentó retenerlo,
—¿De verdad piensas que el problema está en que no te guste en vez de haberme
dicho que soy «sensible como las nenas»? De verdad, Gabriel, déjalo. Estoy de
—¡Ya te he dicho que era una broma! ¡Joder, Dani! ¡¡Dani!! —Gabriel fue subiendo la
voz intentando llamarle la atención mientras abría la puerta, pero su insistencia no tuvo
éxito. Daniel se fue sin volver a dirigirle la palabra, y la casa quedó totalmente en
Gabriel sintió que se le aguaban los ojos, y golpeó con rabia la pared. Estaba enfadado,
realmente, era así. No tenía muchos amigos y, de todos ellos, solo le importaba de
verdad Daniel. No solía hablar mucho con sus padres y, en realidad, hacía tiempo que
Casi desesperado, buscó su móvil por todas partes. Lo había dejado abandonado por
ahí, como siempre, y lo encontró entre los cojines del sofá. Nada más tenerlo entre sus
sonaba un pitido tras otro, hasta que la llamada se cortó. Ni siquiera había saltado el
contestador. Aún más enfadado, si cabe, que antes, lanzó el móvil contra el suelo, y este
En aquel momento, lo único que deseaba Gabriel era olvidarse de todo y ver a
Salvatore, y no podía hacerlo. De todos modos, para poder verlo necesitaba conseguir
más dinero.
Miró entonces el reloj de la cocina: aún no era demasiado tarde. Si se cambiaba rápido,
podía cazar a alguien. Dinero fácil. Todo sería más sencillo entonces, estaba seguro.
Podría mandarle un mensaje a Salvatore y decirle que tenía dinero suficiente para un
música le taladraba los oídos. Quería que su flujo de ideas se detuviese; no era
momento para pensar en Daniel. Ni siquiera para pensar en Salvatore, como siempre
Angustiado, pidió un cubata nada más llegar. Lo apuró con gran rapidez y pidió otro
continuar tomando una copa detrás de otra. Tal y como había deseado, se olvidó de
todo. Solo tenía en mente conseguir un cliente que le pagase bien, o tal vez varios de
Se acercó a un chico que parecía incluso más joven que él, que lo miró algo asustado, y
cuya cara de espanto no hizo sino ir en aumento cuando Gabriel comenzó a hablarle en
—¡Ey, señorito! ¿Quieres saber lo que es el sexo de verdad? Cobro 200 euros la hora. —
El chico ni siquiera contestó; solo huyó despavorido a refugiarse cerca del camarero, en
la barra—. ¡Tú te lo pierdes! —Gabriel se giró, casi cayéndose al suelo a causa del
Como tú. —Se colgó del cuello del primer chico que pilló, de espaldas—. Tú sí que
quieres follar, ¿verdad? —le dijo al oído. No había chillado esta vez, simplemente habló
en un tono normal, que pasó por un susurro entre el ruido de aquel antro.
El chico se giró y Gabriel casi cayó al suelo al verlo. Podía distinguir, incluso bajo los
efectos del alcohol, lo feo que era, con su nariz grande y desencajada, sus dientes
—¡Buah, olvídalo! ¡Eres muy feo; no me apetece! Voy a por otro a ver.
No esperó a ver la reacción del muchacho, que estuvo a punto de darle un buen golpe
encontrara. Para cuando llegó a su destino, dando tumbos, toda la discoteca sabía que
Varios hombres se acercaron interesados por él, y pronto Gabriel tuvo un amplio
abanico del que elegir, pero cada vez se encontraba peor y la cabeza le daba más
Una mano desconocida tiró de su brazo, y Gabriel cayó sobre el pecho de un hombre
que apestaba a colonia barata, pero no le importó. Se dejó llevar por él mientras el
resto de aquellas voces mandaba maldiciones al aire por no haber actuado más
rápidamente. Cuando quiso darse cuenta, se encontraba fuera del local, andando por
—Oye, ¿adónde vamos? —se atrevió a decir por fin—. ¿A un hotel o a tu casa?
Él no respondió, pero se detuvo delante de una portería, de modo que Gabriel supuso
—Entra. —Gabriel hizo caso al desconocido sin pensar, entrando a un rellano que daba
directamente a dos puertas y una estrecha escalera. Aquel hombre lo empujó hasta el
—¡Vale, vale! No hace falta ser tan brusco —se quejó Gabriel mientras entraba y
El hombre se quitó la camiseta. Fue entonces cuando Gabriel se fijó en él. Rondaría los
35 años, tenía una barba espesa que impedía ver con claridad sus facciones y su pelo
tenía un corte algo extraño, con media cabeza rapada. En su pecho, ahora al aire,
apenas se veían unos cuantos pelos dispersos por toda la superficie, y la diferencia de
densidad del vello de una parte a otra del cuerpo de aquel hombre le pareció cómica a
Gabriel.
Gabriel soltó una pequeña risa que a duras penas pudo contener mientras se quitaba su
propia camiseta.
—Sabes que no. —El hombre se mostraba claramente airado—. Y me estás empezando
—Pero qué aguafiestas. Vamos, Cho... digo, Checho. ¿Tienes un baño? Creo que voy a
vomitar.
—¿Qué cojones estás diciendo? Has venido aquí para follar; déjate de gilipolleces o te
Gabriel intentó recobrarse. Hacía mucho tiempo que no se emborrachaba tanto. Él, por
lo general, toleraba bien el alcohol. Tal vez por eso se sentía tan mal.
—Lo siento, pero sabías que estaba borracho. ¿Me dejas ducharme y así me despejo?
Te haré un descuento.
Checho lo miró aún más enfadado. Rápidamente, cogió a Gabriel del pelo y tiró de él,
haciéndolo chillar. Gabriel comenzó a insultarlo mientras era arrastrado hasta el baño.
Una vez allí, Checho lo soltó, pero se quedó de pie bloqueando el camino, enfrente de
Los ojos de Gabriel miraban asustados mientras se frotaba la cabeza, intentando calmar
el intenso dolor. Con las manos temblorosas y ya sin atreverse a hablar, se bajó los
pantalones junto con los calzoncillos y, de un rápido movimiento que lo hizo casi
resbalar y caer, se metió dentro de la bañera y cerró la cortina, aguantándola con la
mano para que no la abriera. Aquel fue un acto estúpido. El hombre agarró la cortina y
tiró de ella bruscamente, haciendo que Gabriel cayese sobre la dura superficie de la
bañera. El golpe que recibió en la cabeza al caer sobre el grifo lo desorientó, y no pudo
defenderse cuando Checho clavó los dedos en sus costillas y tiró de él para hacer que
que había comenzado a desaparecer, Gabriel viese en aquel hombre a una persona
mentalmente inestable.
—Va-vale. No-no pasa nada. No tienes que pagarme. Yo solo cogeré mi ropa y me iré
—dijo Gabriel con un hilo de voz. Quería moverse, pero la presa se hizo más fuerte y
desquiciada. Había sido estúpido y lo sabía, y ahora únicamente podía intentar contener
—¿Que te irás, dices? —le habló a Gabriel entre carcajadas histéricas—. Te digo lo que
Gabriel tragó saliva y cerró los ojos, resignado. Sabía que no podía hacer nada. Solo
quería que todo transcurriera rápidamente. Si lo pensaba era una tontería, se decía a sí
mismo; ya lo había hecho con muchos hombres. ¿Qué más daba ya?
Pudo ver su lamentable reflejo: tenía un rostro horrible, ojeroso y con el gesto
claro tono de piel. Detrás de él, aquel hombre había comenzado a morderle el hombro,
haciéndole un daño casi insoportable. Pronto las lágrimas comenzaron a rodar por sus
principio pensó que podría ser un dedo, pero pronto se dió cuenta de que no era así.
siquiera se había puesto un condón. El pánico hizo que se tensase todo su cuerpo, pero
Gabriel notó cómo su interior se desgarraba y casi se sintió desfallecer, pero no sucedió
así. Comenzó a llorar con más fuerza mientras se obligaba a dejar de chillar, porque
Se mordió el brazo, pudiendo únicamente notar el dolor de su ano y acallando así sus
gritos. Aunque el remedio acabó por ser peor que la enfermedad. Ahora podía escuchar
sin problemas los desagradables jadeos que producía aquel ser. Sintió que estaba a
punto de desmayarse. Cada vez, las penetraciones que recibía eran más rápidas, y una
serie de arcadas provocó que, finalmente, Gabriel devolviese sobre el lavabo y el suelo.
Las contracciones que le produjo el vómito hicieron que aquel hombre finalmente se
soportarlo más y solo pudo consolarse al pensar que todo había terminado. Cuando se
separó de él, usó las pocas fuerzas que le restaban para coger su ropa y huir de allí,
El sonido de una puerta abriéndose en algún lugar del edificio solo hizo que se asustase
A pesar de que había logrado salir ya a la calle y se alejaba del edificio, su angustia no
disminuyó. Todo a su alrededor se movía. Las luces de las farolas lo cegaban y el dolor
de todo su cuerpo era insufrible. Comenzó a andar sin rumbo. Era de madrugada y la
poca gente que se encontraba por la calle, como le resultaba lógico, huía de él. Su
Todo parecía ocurrir ajeno a él, como una pesadilla. Chocó con una mujer, que chilló, y
el grupo que iba con ella pareció querer atacarlo. Unos pasos hacia atrás, un desnivel,
las luces de un coche y el sonido del claxon. Cuando se dio cuenta, era demasiado
tarde.
Cap 7: prologo
pasado. Un techo totalmente blanco fue lo único que vio al principio. Después, la
histérica, cómo se encontraba. Gabriel giró entonces el rostro y vio a sus padres junto a
cambiar de opinión con un grito. Gabriel se quedó quieto, aturdido. El dolor que vino
después hizo que dirigiese la mirada a su pierna, que estaba alzada, vendada.
su hombro izquierdo.
—No te preocupes. —El enfermero tenía una voz clara y amable—. Es más aparatoso
que otra cosa. Te has roto la tibia y el peroné. Los huesos están bien alineados, así que
correctamente.
—¡¿Un mes por una pierna rota?! —chilló madre de Gabriel con una voz irritante para
El enfermero pareció desesperarse, pero respondió con una sonrisa amable. Gabriel se
fijó entonces en él. Se encontró con unos profundos ojos castaños. No pudo evitar
sonrojarse cuando vio que se trataba de un hombre con una sonrisa claramente
pesar de no destacar por su altura, era de constitución fibrosa y sana. Gabriel, sin
embargo, estaba demasiado alterado como para dedicar mucha atención a aquellos
enfermero no había mencionado nada sobre su otro accidente. Por algún motivo lo
lamentarse y llorar.
—¡Tienes que tener más cuidado! —su madre habló esta vez con más suavidad, pero
había tenido algo de miedo, y sus ojos acusadores hicieron pensar a Gabriel que, tal
vez, su padre supiera algo. A pesar de esta inquietud, supo que aquello era
notablemente enfadada.
Tuvo que soportar durante una hora más los reproches de su madre con la mejor de
sus muecas, intentando disimular su dolor tanto interno como externo, procurando
hablar y moverse lo menos posible por miedo a que alguna de sus palabras o alguno
No fue hasta que su padre llamó la atención de su madre diciendo que debían irse que
lo dejaron solo con el enfermero. Entonces, Gabriel cerró los ojos con fuerza, intentando
cuerpo. Poco después, la primera lágrima reveló su estado de ánimo y , tras ella,
Avergonzado, se cubrió el rostro con las manos, intentando esconder sin éxito su
pésima condición.
—Ey. —Gabriel notó una cálida mano en su cabeza, un tierno contacto que le hizo
seguir liberándose con sus lágrimas de la presión que le atenazaba el pecho—. No les
Gabriel se fue descubriendo poco a poco, miró al enfermero con los ojos velados e
—Gra-gracias.
Gabriel negó enérgicamente con la cabeza mientras comenzaba a llorar más fuerte. No
quería admitir lo que había ocurrido, decirlo en voz alta y, así, demostrar lo estúpido y
patético que había sido. Sentía asco de sí mismo. El llanto le estaba secando la
tendió una botella de agua, que Gariel aceptó con gusto. Intentó calmarse y beber con
tranquilidad, pero las lágrimas no paraban de recorrer sus mejillas. No fue hasta media
hora después, que el enfermero esperó pacientemente en silencio, que su llanto
—Lo siento —se disculpó Gabriel tras el lamentable espectáculo, y se limpió la cara con
—No, estoy... bueno, estoy, que ya es decir mucho. —Sonrió de forma forzada y notó el
—Sé que no te va a gustar esto... —Nacho bajó la mirada, desviándola—. Gabriel, los
que ha ocurrido para conocer los riesgos a los que has estado expuesto y a qué nos
enfrentamos.
—Yo, pues... —Gabriel sintió que de nuevo comenzaba a lagrimear, pero esta vez se
—Comprendo... Ha tenido que ser muy duro para ti. —La habitación quedó envuelta en
que ha ocurrido. Es el único modo de evitar que algo así suceda de nuevo.
—No quiero volver a hacerlo. Nunca más —susurró Gabriel mientras agachaba
un hombre por dinero, también sabía que eso significaba que tardaría mucho tiempo
en poder ver a Salvatore, pero lo cierto era que, en aquel momento, no era capaz de
pareció el hombre más agradable que había conocido en siglos y, aunque sabía que
aquel trato formaba parte de su trabajo, se alegró enormemente por ello. Sabía que
Nacho iba a ser la brisa de aire fresco que corriera en aquella agónica habitación.
Cuando se fue, todo se quedó en silencio y, lejos de seguir los consejos del enfermero,
Gabriel decidió pasar la noche con la mente en blanco e intentar dormir con tanta
Sin embargo, le fue casi imposible dormir. Tuvo una pesadilla horrible sobre lo que
había ocurrido, y el miedo de revivir aquel trauma en sueños otra vez le impidió volver a
cerrar los ojos. Con algo de dificultad, estiró el brazo hasta la mesita auxiliar, buscando
embargo, había un móvil sobre la mesita. Su madre debía de haberle traído uno de los
Gabriel
Era una frase simple y, sin embargo, la borró y reformuló varias veces antes de enviarla.
Sabía que Daniel la había leído al instante, pero su respuesta se hizo esperar. Gabriel, al
leerla, sintió un nudo en el estómago que solo empeoró cuando vio que Daniel aún se
encontraba escribiendo.
Daniel
La respuesta había sido tan cortante que Gabriel pensó en dejar la conversación.
Obviamente, poco quería Daniel saber de él en aquel momento. A pesar de ello, sabía
Gabriel
<<Ojala pudiera hacer algo para compensarte, pero ahora no puedo aunq quiera. Estoy
en el hospital>>
La respuesta de Daniel esta vez llegó al instante.
Daniel
Gabriel
<<Crees k te mentiria con algo tan serio? Soy estúpido, Dani, pero nunca te he
mentido>>
Daniel
Gabriel
<<Estoy ingresado. Me han atropellado, vale?>> Gabriel miró algo cabreado el móvil
Daniel
Gabriel suspiró, algo más tranquilo, y le dio la información necesaria. Tenía tantas ganas
de que fuese a visitarlo que no podía esperar el momento. Además, estaba incómodo
en aquella posición antinatural, pero no le iban a bajar la pierna hasta pasados varios
usando tan solo las manos, pero no tenía la suficiente fuerza y cayó sobre la cama,
—Nunca me había dolido tanto. ¿Se me pasará algún día? —se lamentó.
—Claro que sí; no te preocupes. Tienes un pequeño desgarro en el músculo. Se te
curará incluso antes que la pierna. Solo tienes que ser fuerte y aguantar un poco.
Gabriel resopló y se lanzó una mirada cargada de rabia. —Soy patético. Sé que piensas
has equivocado. Ahora solo tienes que aprender de tu error en vez de lamerte las
heridas.
—Es lo que cualquiera haría. —Nacho le acarició el hombro—. ¿Necesitas algo más,
Gabriel?
—No, estoy bien ahora que tengo un cojín. —Sonrió—. Supongo que estarás muy
—Qué va, la cosa está muy tranquila en la planta. Prácticamente solo te atiendo a ti. —
—Uf, he visto cosas que podrían acojonar hasta al más curtido. Desde heridas
Gabriel se río y le pidió que le siguiese contando historias de su trabajo, y Nacho lo hizo
con mucho gusto y bastante gracia. Gabriel estaba maravillado con él; la amabilidad con
la que lo trataba hacía que todos sus problemas se disipasen, y podía respirar con
tranquilidad en su presencia. Sabía que, estando con él, los malos recuerdos no lo
entrando sin tocar a la puerta. Ambos lo miraron y Gabriel no pudo ocultar una enorme
sonrisa.
—En serio, ¿en qué pensabas? —Se acercó a ellos mientras hablaba—. Ah... Hola —se
—Os dejo solos. Volveré para la revisión de la noche; ten cuidado con moverte.
—Claro, Nacho. ¡Que vaya bien la ronda! —Gabriel correspondió a la sonrisa antes de
Daniel se sentó en la silla para invitados, al lado de la cama, y acusó a su amigo con la
mirada.
—Ceporro.
Gabriel bajó la mirada con culpabilidad. Había mucho más que Daniel no sabía, pero no
quería ni pensar en su reacción si se enteraba. Debía disimular, como había hecho con
sus padres. Era lo mejor: fingir que no había pasado nada hasta que su ficción se
—Ya sabes que soy un atolondrado. Iba algo pedo y no me di cuenta de por dónde
pisaba.
—Uff, si yo te contara... —susurró, para después mirarlo—. Lo siento mucho. Por todo.
—Deja eso ya; me vas a poner de mala leche de recordármelo. ¿Cuánto tiempo tienes
con la pierna?
—Un mes más o menos. Pero no es nada grave. —Gabriel volvió a agachar la mirada
mientras tragaba saliva con dificultad. Quería pensar que todo pasaría en un par de
semanas, pero sabía que aún tenían que recibir varios resultados de pruebas para
reflejó en su expresión.
—¿En serio? —Daniel miró a Gabriel, contrariado por su mueca—. Pues menuda cara
llevas para no ser nada grave. Toma. —Metió la mano en su bolsillo y sacó un paquete
pequeño, de color rojo y forma rectangular—. Te he traído Kit Kat de contrabando para
Gabriel cogió el Kit Kat, concentrándose en abrirlo. Las lágrimas otra vez amenazaban
con salir, y una de ellas, traicionera, finalmente resbaló con suavidad por su mejilla.
—Ey, ey... —Daniel se levantó para tomar asiento en la cama—. ¿Qué ha pasado?
sospechar aquello que estaba intentando ocultar. —Es que ya no... no voy a tener
—No voy a ser yo quien te diga que sigas con lo que te daba dinero hasta ahora, pero...
—Ahora no puedo pensar en eso, Dani. ¿Tú podrías? Estoy destrozado. —Gabriel apoyó
su cabeza sobre la de su amigo. —Ya nunca más podré ver a Salvatore. ¿Y sabes lo peor
vergüenza que sentía por que Daniel pudiera verlo de ese modo. Sabía que no lo
ridiculizaría por ello; él era una buena persona. Después de todo, Daniel había sido su
primer amor, aunque nunca se lo hubiera llegado a confesar. Los brazos de Daniel lo
dejaba acariciar.
Daniel no pronunció palabra. Aunque Gabriel había dejado de llorar hacía rato, Daniel
En aquel momento, Gabriel se lamentó de no haber seguido con su amor platónico por
por horas. Por su mente vagaban mil y un posibles pasados en los cuales podría haber
tenido el valor de declararse, así como las posibles respuestas que hubiera recibido. ¿Y
si Daniel le hubiera dicho que sí? Ahora ya era demasiado tarde, ¿pero y si no lo era?
entró con un disimulado saludo y se quedó de pie delante de ambos. Daniel continuó
abrazando a Gabriel sin importarle la interrupción del enfermero, lo que hizo que
Gabriel se sonrojase. Nacho los miró atentamente, y centró su vista en Daniel para
—Disculpa, ¿te vas a quedar con él esta noche? Si no es así, deberías marcharte: el
interrumpido el enfermero.
—Ah, ¿sí? —Daniel parecía molesto y habló en un tono áspero que sorprendió a
Gabriel—. Pues mire usted, creo que sí me voy a quedar esta noche.
—Oh, perfecto entonces —respondió Nacho con una tranquilidad que enervó a Daniel.
Se acercó a Gabriel y le tendió unas pastillas—. Es mejor que estos medicamentos te los
—Gracias. —Gabriel sonrió mientras cogía las pastillas y luego miró el Kit Kat abierto
que había sobre la sábana, apartándolo disimuladamente. —Que pases buena noche,
Nacho.
vida.
—Pero Dani, no te lo tomes así, que tampoco ha dicho nada. Estará preocupado. Ten
—Lo hace como un favor. Sabe que me encuentro muy solo aquí y que estoy pasando
por un mal momento —dijo Gabriel mientras fruncía el ceño, comenzando a molestarse
—Pues para eso estoy yo aquí, ¿no? No necesitas a un tipo que acabas de conocer para
eso.
Gabriel apartó la mirada y no quiso decir nada. Estaba demasiado disgustado para
hablar y sabía que, si lo hacía, acabaría por decir algo que no debía, o por ofender a
Daniel, o por revelar su reciente secreto. Por la noche le dolían especialmente las
heridas, tal vez fuera algo psicológico, pero temía que su amigo llegase a darse cuenta.
—Oye, Dani, tal vez deberías irte a casa.
siento obligado a estar aquí, así que no te preocupes. —Daniel desvió la mirada y
Gabriel supo que se sentía culpable. De todos modos, Gabriel no quería que supiese lo
—¿Pero qué pasa si necesito usar el orinal por la noche? —tanteó Gabriel con la
intención de ahuyentarlo.
Gabriel enrojeció al oírle decir aquello. En su momento, pensó que lo que le había dicho
bastaría para que se marchara pero, ahora que había comprobado que Daniel era capaz
de hacer algo tan íntimo, estaba seguro de que no podría dejar que se quedara. Si
—Tú estás tonto, Gabriel. ¿Qué vas a hacer si quieres mear y no estoy yo? Pues eso. A
callar y a dormir. —Daniel fingía a menudo estar cabreado, como era el caso, y Gabriel
quedarse con él. Notó un pinchazo en el pecho al darse cuenta de que no podía
—Pues no. ¿Se te ha metido un alien en el ojete o algo? —Daniel comenzaba a estar
molesto de verdad—. ¿Qué problema tan grave tienes como para no poder ayudarte a
—¡Haz lo que te salga de los huevos, pero si me meo más te vale llamar a Nacho!
Daniel frunció el ceño y lo miró con severidad. No habló y no le hizo falta. Gabriel supo
que se había cabreado, que se quedaría con él y que le haría caso. A pesar de que
Daniel era muy temperamental, sabía controlar sus emociones mucho mejor que él.
Sabía que lo iba a cuidar sin importar cómo le hablase, y eso lo destrozó por dentro. Lo
hizo sentirse muy mal: por un lado, por hablarle hablado de aquel modo y, por otro,
Cap 8: perdido
Los días se sucedían de una manera monótona y aburrida en el hospital, solo rota por
las visitas que Nacho realizaba a Gabriel para comprobar su estado de salud o hacerle
un poco de compañía en sus descansos. Sus padres lo visitaban una vez a la semana y
siempre eran visitas breves, aunque no por ello menos insoportables para Gabriel.
Aunque Daniel iba a su habitación con mayor frecuencia, sus estancias tampoco era
muy largas: los exámenes estaban cerca, y parecía que los progresos con Deina
aumentaban. Casi siempre, cuando Daniel llegaba, estaba agarrado al móvil, y cuando
se iba, solía decirle expresamente a Gabriel que había quedado con ella.
Aquel día, Gabriel se sentía con fuerzas después de una semana sin moverse de la
cama. Nunca había tenido tantas ganas de caminar, aunque fuese con unas aparatosas
muletas que apenas podía manejar. Ahora que estaba solo con Nacho era el momento.
Él podría ayudarlo, y era el único que no lo había regañado por su idea de intentar
moverse tan pronto. Con extremo cuidado, el enfermero lo ayudó a moverse poco a
poco por los pasillos. Lo trataba con tanto cuidado que Gabriel llegó a plantearse si
realmente estaba haciendo mal al insistir en caminar. Sus ansias por salir de la
Se dejó caer en una de las sillas que Nacho apartó amablemente para él. Estaba
cansado y sudado. Las manos le dolían horrores y se las miró, viéndolas enrojecidas por
—Vaya, creo que no me había esforzado tanto por nada en toda mi vida.
mis padres no me visitan muy a menudo. Si no, me tiraría por la ventana —bromeó.
—No te ofendas, pero... —Nacho dudó un poco antes de hablar— tus padres son
bastante raros.
Gabriel redujo su sonrisa hasta que, finalmente, desapareció. La seriedad que su rostro
—Sí. Supongo que sí, pero tampoco es que haya tenido otros padres para comparar.
—Perdona, Gabriel, yo... no quería molestarte. Solo estaba un poco preocupado por ti.
—Sí, ¿pero eso qué tiene que ver? —Se extrañó de la pregunta, mirando al enfermero
sin comprenderlo.
Nacho volvió la vista hacia él, descubriendo una mirada realmente preocupada.
—No podrás valerte por ti mismo cuando salgas del hospital. Te encontrarás mucho
mejor, sin duda, pero aún faltará al menos un mes para que puedas apoyar la pierna.
Gabriel agachó la cabeza preocupado y barajó sus opciones. Podría pedirle ayuda a
Daniel, pero se sentía demasiado culpable por todo lo que había pasado y cómo le
estaba mintiendo. No se sentía con derecho a hacerlo; más ahora que empezaban los
se disculpó para levantarse e ir a pedir comida. Estaba solo, sentado en una mesa con el
trasero prácticamente a la vista a través de la molesta bata, sin poder apenas hacer
nada por su cuenta, con una pierna escayolada y unas incómodas muletas que
Cuando por fin volvió Nacho, Gabriel casi soltó un grito de la emoción, pero se contuvo.
Empezaba a pensar que haber salido de la habitación había sido una mala idea.
—No me siento cómodo aquí. Siento que todo el mundo me mira —dijo Gabriel
mientras acompañaba sus palabras con un movimiento nervioso de los ojos para
—No es cierto, Gabriel. Hay muchos más pacientes aquí ahora mismo. Te sientes raro y
voy a hacer. Para el resto del mundo eres un chico al que han atropellado.
Gabriel sonrió levemente. No era que aquello fuera mentira, pero la situación resultaba
de algún modo demasiado esperpéntica como para ser tomada con seriedad. Dejó
—¿Ah, sí? ¿Te han violado alguna vez? —Gabriel no pudo evitar decir aquello con algo
de veneno en la voz. Nada más hacerlo, pareció que la saliva se espesara en su boca y
—No —contestó, haciendo caso omiso tanto de su tono como de sus disculpas—. Mi
exnovio me dio una paliza. Me mandó varios meses al hospital. Bueno, era mi novio por
encolerizado, por lo que Gabriel se sintió incluso peor por lo que había dicho.
—Lo siento... no entiendo cómo alguien podría hacer algo así. —La voz de Gabriel sonó
Gabriel desesperó por su reacción mientras Nacho bebía unos sorbos de café.
superado. Incluso creo que me hacía falta un golpe de realidad. Nunca mejor dicho. —
—No digas eso... —Las palabras de Nacho habían provocado una gran mella en
Gabriel; la taza le temblaba levemente en las manos mientras se la acercaba a los labios
—Tienes razón, Gabriel. Nadie se merece eso. Ni lo que te han hecho a ti, ni lo que me
hicieron a mí.
Gabriel asintió, con los ojos empañados por las emociones que sentía. Dejó la taza en la
—No sabía que eras gay —procuró decir en un tono alegre y familiar, intentando
—Ah —exclamó sin mucha sorpresa—. Bueno, en realidad yo también he tonteado con
—Supongo que admitir que eres gay es difícil. —Gabriel se encogió de hombros—. En
el instituto no conocí a nadie que lo fuera y era demasiado raro para mí; no podía ni
cuenta de que en realidad no estaba interesado en las mujeres de forma sexual, pero sí
en los hombres.
—Entiendo. La educación sexual en los colegios deja mucho que desear. ¿Y has salido
con chicos estando en la universidad? —Nacho apoyó los codos en la mesa tras
—No. En realidad hace relativamente poco que salí del armario, si es que se puede
llamar así; ni siquiera se lo he dicho a mis padres. Solo he estado con Salvatore y,
cotilla.
—Salvatore es... —Gabriel se tomó su tiempo para pensar cómo decirlo, pero no
encontró ninguna palabra le pareciera adecuada— ...la razón por la que me metí a la
La expresión del enfermero fue la que esperaba Gabriel. Estaba sorprendido, casi
parecía haberse quedado sin una respuesta, pero esta llegó tras el momento de
desconcierto.
por qué comenzaste a contratar esos servicios? Quiero decir, con lo guapo que eres no
—La verdad es que tenía miedo. No tenía confianza en mí mismo y quería practicar,
saber lo que era estar en una relación. Yo nunca había salido con nadie y estaba muy
haya jugado conmigo por dinero, y lo cierto es que no puedo culparlo. Es su trabajo.
—Lo que importa es que sepas qué es mejor para ti —dijo Nacho dulcemente y con
delicadeza—. Salir de una relación así es algo muy valiente que no todo el mundo
Nacho le sonrió, y Gabriel también lo hizo al mirarle. Todo era tan sencillo cuando
hablaba con él... Nacho nunca le decía una mala palabra ni le reprochaba nada.
—Oye, Gabriel, he hablado con el médico. Me ha dicho que la semana que viene
tendremos el resultado de las pruebas, y que será el momento en el que, si todo avanza
de Daniel. Le resultaba extraño que Daniel lo llamase, puesto que solían comunicarse
—¡Gabriel! ¡¿Dónde estás?! —la voz de Daniel sonó aguda y chillona a través del
auricular, y Gabriel tuvo que apartárselo un poco de la oreja para no quedarse sordo.
—¿Qué coño haces en la cafetería? ¡Estás con la pierna rota! Casi me muero cuando he
llegado a tu habitación y no estabas. Estás como una cabra. ¡Te caerás y te romperás el
Mira, ahora voy para allá —dijo mientras oía claramente la voz de una chica, de fondo,
Gabriel resopló y después colgó, cogiendo las muletas para colocárselas e intentar
—Estúpido Daniel. Viene ahora con esa chica, como si me apeteciese verlo acaramelado
con ella. Que está preocupada por mí, dice. Si apenas nos conocemos.
cada una de sus quejas sin decir ni una sola palabra. Con la amabilidad que siempre lo
sobre la cama acariciando con suavidad la rodilla de Deina, sentada frente a él en la silla
de los pacientes. Era una chica de cabello y piel morenos, que hacían destacar sus ojos
En cuanto Daniel se dio cuenta de que Gabriel había llegado, se levantó de la cama
—¿Tendré que empezar a moverme, no? Cuando salga del hospital, al menos me tengo
que defender con las muletas —expresó hastiado, empujándolo para poder tumbarse
Deina se levantó para facilitarle el paso, mirándolo con algo de vergüenza y claramente
incómoda.
Gabriel la ignoró mientras pedía por favor que alguien le sirviera un vaso de agua. No
podía entender cómo Daniel hacía aquello; parecía que quisiera burlarse de él. Venía
con ella, y ahora lo ignoraría mientras le hacía carantoñas. Gabriel estaba celoso y muy
decepcionado. Hacía varios días que no lo veía, y quería poder charlar con él con
tranquilidad a solas, como solían hacer, pero las cosas ya no eran así.
—Cuando te despiertas de mala hostia no hay quien te frene, Gabriel... —dijo Daniel
hospital.
Gabriel lo miró aún más enfadado y sus dientes rechinaron mientras lo hacía. Él mismo
—¿Por qué no te vas a menearla por ahí? Mira, ahí tienes a tu novia, solo te falta un
lugar privado.
poquito! —saltó Daniel aumentando el tono, apretando los puños con rabia.
Sin poder controlar la rabia, Gabriel arrojó el vaso al suelo y lanzó un grito mientras lo
hacía.
—¡Eres un hijo de puta! —gritó Gabriel aún más fuerte para que Daniel lo oyese aun
Daniel agarraba con tanta fuerza a Deina mientras andaba que esta no pudo evitar
quejarse. Solo entonces la soltó y se detuvo, apoyándose contra la pared. Sabía que su
reacción había sido exagerada y sus palabras habían sido calculadas para herir a
error. Sin duda, debía disculparse con él, así como esperaba recibir también sus
disculpas.
La chica le acarició el brazo algo sonrojada y se acercó para darle un suave beso en los
labios.
—Claro. —Daniel sonrió, pero su semblante volvió a ser serio en cuanto ella dobló la
forma de entrar en ella sin que ningún objeto potencialmente arrojadizo acabase
—Dos empujones en un día a un desconocido. Muy bien, ¿eh? —Nacho lo miró con
—Que tenga un buen día. —Así, Daniel se dispuso a marcharse. La mano de Nacho
agarrando su brazo se lo impidió—. ¿Qué coño haces? —La respuesta de Daniel fue
—Los cojones. Que te den, gilipollas. —Daniel hizo un movimiento brusco para que
Nacho le soltase el brazo, aunque lo único que consiguió fue que este lo agarrase con
más fuerza—. Suéltame o te parto los cojones. —Daniel no levantó la voz, pero sí la
Nacho lo soltó, aunque colocó el brazo para impedirle el paso, mirándolo de forma
claramente desafiante.
—No puedo permitirme sufrir ningún daño; afectaría a mi trabajo. Pero te aseguro que
no pienso dejarte entrar en la habitación de Gabriel. ¿Crees que voy a permitir que un
Daniel lo miró atónito, sin poder creer lo que estaba escuchando viniendo de un
—Sabes que puedo echarte del hospital si quiero. Es tu palabra contra la mía. ¿A quién
crees que van a creer? Lárgate si no quieres que sea yo el que te la líe a ti.
Sabiendo que Nacho tenía razón, Daniel solo pudo contener su rabia. Le hizo una
peineta a Nacho y, sin mediar palabra, se dio la vuelta y se fue, deseando que Gabriel se
Cap 9: génesis
Desde el día en el que Gabriel tuvo aquella desagradable discusión con Daniel en la que
Esto no sorprendió en modo alguno a Gabriel que, después del enfado, se deprimió al
de verlo y de tener una de sus tantas agradables conversaciones en privado que, tras la
riña por teléfono y ver que, finalmente, le acompañaba aquella chica que había robado
Gabriel se dijo que aquello debía acabar cuanto antes y, en cuanto pudo reunir la
voz.
El tiempo que Daniel tardó en contestarle hizo desesperar a Gabriel por momentos
simple «¿diga?». La voz de Daniel sonaba entonces contenida, tal vez por la sorpresa, ¿o
quizás seguiría enfadado? Las dudas se hicieron un nudo en la garganta de Gabriel que
le impidió hablar.
—Gabriel, ¿eres tú? —insistió Daniel después de unos instantes, aunque su voz no sonó
desesperada, sino más bien intrigada. Pero Gabriel, sin saber bien qué decir, continuó
sin contestar—. No me lo puedo creer... ¡¿No habrás sido capaz de robarle a Gabriel el
teléfono, psicópata?!
—¿De qué diablos estás hablando? —exclamó Gabriel sorprendido: todo el miedo que
¿Quién iba a tener interés en robarme el móvil y llamarte? Por supuesto que soy yo,
estúpido.
encontrar ninguna más adecuada. Necesitaba respirar hondo y lo hizo, de forma tan
audible que estaba seguro de que Daniel lo habría escuchado—. No quiero que haya
malos rollos entre nosotros. —El silencio que siguió lo tensó tanto que casi saltó de la
—Perdona, Gabi, si es que tienes razón. Somos gilipollas los dos, y ya está. Nada de
malos rollos.
—Me van a dar el alta dentro de poco, ¿sabes? En tres días. Oye, sé que no tengo
—Joder, pues claro que sí, pero... —Daniel calló, sopesando sus palabras—. Creo que es
—Hombre, no puedes subir con el coche, pero digo yo que puedes dejarlo aparcado un
momento —bromeó Gabriel, soltando una pequeña risa que intentaba sonar
conciliadora.
—Em, sí, supongo. —De nuevo se produjo aquel aterrador silencio—. Pero... preferiría
—Dani, aún me cuesta moverme y tengo cosas que llevarme. Me será muy difícil yo
solo, ¿no podrías echarme una mano? Podrías traerte a Deina incluso, no pasa nada.
—Si tienes razón, pero... —Daniel cortó la frase a mitad y la reformuló por completo—.
Yo... intentaré llegar hasta tu habitación. Entonces el miércoles, ¿no? ¿A qué hora me
has dicho que tengo que estar? Intentaré estar una hora antes, por si acaso de todos
forma de hablar de Daniel. Iba a seguir hablando cuando Nacho abrió la puerta y lo
—Claro... —Con aquella palabra, Daniel se despidió y colgó. Gabriel aprovechó para
borde de la cama. Gabriel solo se fijó en el sobre que Nacho llevaba en las manos
cuando lo tuvo cerca y su semblante serio le desveló la conversación que iba a tener
—¿Los has leído? —preguntó con voz entrecortada mientras lo miraba angustiado.
Nacho negó con la cabeza mientras le ofrecía el sobre y lo rodeaba con el brazo.
—Pensé que tenías derecho a ser el primero en ver los resultados. Lo más importante es
varias veces a punto de resbalársele de las manos. Finalmente, logró abrirlo y leerlo
apresuradamente.
Se le escapó entonces una suave risa mientras los ojos se le aguaban. Cuando Nacho lo
estrechó con fuerza tras leer con él el resultado negativo, los papeles se deslizaron por
la cama hasta acabar esparcidos por el suelo. Poco les importó en aquel momento, en
—Estoy tan aliviado... Juro que voy a cambiar. No volveré a pasar por esto —dijo
Gabriel con decisión mientras apoyaba la cabeza sobre el hombro del enfermero.
—Sé que hablas en serio. —Nacho sonrió para sí mismo mientras acariciaba la mejilla
de Gabriel con la mano—. Gabriel, quiero que lo sepas. No puedo quedarme sin
percatado. Pero no estaba preparado para contestarle nada; solo pudo decir «lo sé».
aunque, si lo pensaba bien, no le había hecho ninguna pregunta sobre sus sentimientos.
ir a seguir con su ronda. Pensó que lo mejor sería fingir en adelante que aquella
conversación nunca había tenido lugar. Quería mantener la buena relación que había
Solo en la habitación, las horas volvieron a pasar para Gabriel de forma lenta y tortuosa.
teléfono. Más tarde, se puso a mirar si despejaba WhatsApp borrando alguno de los
chats. Cuando llegó al contacto de Salvatore, una sombra pareció cernirse sobre su
rostro. Aunque sabía perfectamente que todo lo que había ocurrido había sido el
producto de una exitosa actuación teatral, no había podido parar de pensar en él todos
los agónicos días que había estado en aquella habitación. No pudo resistirse. Abrió el
Gabriel
<<Hola, Salva. Hace tiempo que no quedamos. Te llamé y mandé varios mensajes, pero
Gabriel fue leyendo sus palabras conforme las escribía y se dio cuenta de lo
Gabriel
Se echó a reír mientras negaba con la cabeza. ¿A quién quería engañar? Sus ojos se
Gabriel
<<Soy tu cliente, al menos podrías mostrar un mínimo de interés, aunque fuera por
una mierda.>>
Gabriel soltó el teléfono, tirándolo encima de la mesa. No podía pensar otra cosa, era
patético. Se tapó con la manta hasta cubrirse la boca y se acurrucó sobre sí mismo,
Cuando cerró los ojos con un suspiro, el teléfono vibrando contra la madera hizo que
Salvatore
<<¿Estás bien?>>
Aquella respuesta tan corta y falta de emoción alguna hizo que sus manos temblasen
Salvatore
Gabriel
<<Q más da! Ahora no hagas como que te importo. Eres un interesado.>>
Gabriel aporreó con rabia la pantalla mientras escribía y, tras haberse desahogado
Intentó cerrar los ojos y ponerse en la postura más cómoda que aquella cama le
permitía, pero fue un esfuerzo inútil. En aquel momento, extrañaba a Salvatore tanto
un ramo de orquídeas rosas y blancas. Era bastante ostentoso y tenía pinta de haberle
costado muy caro. El corazón de Gabriel pareció encogerse al verlo y, por unos
instantes, pensó que el dulce sueño que se rompió cuando entró al hospital y perdieron
el contacto había vuelto intacto tras unas semanas de angustiosa pesadilla. Pero, ¿acaso
no se había prometido Gabriel cambiar? Todas las estupideces que había cometido
implicaba dejar de ver a Salvatore, en ese momento Gabriel ya había decidido casi sin
sumida en el silencio. Tuvieron que pasar unos instantes antes de que, con un rostro
—Perdóname, cucciolo.
Gabriel lanzó un suspiro, mirándolo con ojos soñadores. En su mente ya no había nada
por lo que Salvatore tuviera que pedir disculpas. Lo había olvidado todo en aquel
—Gracias por las flores. Son preciosas. No tenías que haberte molestado.
Cuando el italiano se inclinó hacia él, acariciándole la mejilla, Gabriel sintió que los
latidos desesperados harían que su corazón se desprendiese. Sus labios se unieron a los
—Salva —jadeó de forma suave—, dentro de poco saldré del hospital; entonces
El rostro de Salvatore volvió a cargarse de pena y culpa. Miró a los ojos a Gabriel, y este
Gabriel le sostuvo la mirada, aunque esta estaba algo nublada, pero no lloró. En
realidad ya no tenía fuerzas para hacerlo. Sus ojos, acusadores, se clavaron como dagas
en las pupilas de Salvatore, pero fue incluso peor cuando los apartó para mirar al lado
Salvatore cerró los ojos y, cuando los volvió a abrir, tomó la determinación de que
aquella era la mejor opción: no se volverían a ver. Supo que aquel beso que parecía
haber durado tanto y, al tiempo, le había sabido a tan poco, era la única despedida
posible. Se dio la vuelta y abrió la puerta dispuesto a irse cuando la madre de Gabriel
entró. Ella lo miró con clara sorpresa y curiosidad y Salvatore agachó la cabeza para
encendieron y era obvio por el brillo de sus ojos que estaba al borde del llanto. Tan
contra la almohada para eliminar cualquier rastro de lágrimas y ganar tiempo para
calmarse. Cuando notó a su madre tocando suavemente su espalda, supo que había
—Hacía mucho que no venías... —susurró Gabriel con miedo de que, si levantaba más
—He venido después del trabajo sin que tu padre lo sepa. Está muy cabreado. En
—Ya, seguro que piensa que que esté en el hospital es una pérdida de tiempo.
Gabriel se quedó pálido al oírla, y fue claramente visible cómo todo su cuerpo se había
tensado. Abrió varias veces al boca, buscando una excusa creíble que contar, una
justificación inventada, algo que resultase a sus padres comprensible y válido pero que,
—No —dijo tras un silencio breve e incómodo. Aunque su respuesta era decidida, no se
—¡Insolente! ¡Todos los esfuerzos que hemos hecho a la basura! —La madre de Gabriel
fue subiendo el tono hasta llegar a su característica voz, aguda y chillona—. Si es que tu
—¡¿Que aprenda qué?! ¡¿A ser como vosotros?! ¡No, gracias, no quiero esa mierda de
derrumbarse.
—Bien. Pues tendrás la vida que te dé la gana, pero sin nuestro dinero. Si no quieres
dar ni un céntimo.
—¡Me parece perfecto! Si es eso todo lo que tenías que decir, ya te puedes ir.
Su madre no se despidió. Agarró su bolso con fuerza y se marchó sin más. Con su
ausencia, la agónica habitación de hospital pareció más tranquila y amplia que nunca.
hospital y luego comenzaría una vida nueva. Qué iba a hacer entonces no lo sabía, pero
tenía claro que, después de tocar fondo, las cosas únicamente podían mejorar.
El tiempo pasó más rápido de lo que hubiese podido llegar a imaginar, y cuando Daniel
finalmente llegó y le sonrió, supo que sería una de las pocas personas del pasado que
Sin duda estaba perdido, pero no asustado, pues sabía que, lo que fuese que estuviera
por venir, lo afrontaría como la persona adulta que debía ser. Mientras bajaba en el
ascensor hablando alegremente con su mejor amigo, dejó que los recuerdos de
Salvatore inundaran su mente y se juró que jamás los olvidaría y que, siempre que
pasara por su cabeza la imagen de aquel italiano, lo haría como en aquel momento:
Cuando estaban ya en la planta baja, a punto de salir por la puerta, alguien comenzó a
Salió del hospital, respiró el aire fresco profundamente y entró al coche, dejándole las
—¿Qué te pasa? —Daniel casi rió al verlo con una expresión que le pareció de lo más
Estaba feliz, casi eufórico. A pesar de sentir una gran presión en el pecho a causa de
Salvatore y de sus padres, se sentía con fuerzas renovadas, siendo consciente de que,
tal vez, esa fuese la única oportunidad para ser él quien tomase las riendas de su vida y
decidiese su futuro. Y, sin saber qué futuro sería, tenía claro que no volvería a cometer
—Anda —dijo Gabriel girándose hacia Daniel, sin ocultar ni un rasgo de su reveladora
Cap 10:
FALTA