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Apuntes de “Por las azoteas” y “Una aventura nocturna”

Por las azoteas


Carga marginal del arte y el artista
Azotea
-Espació limítrofe, una frontera, un lugar de excepción, fuera de los códigos sociales, “libre”
-“Las azoteas eran los recintos aéreos donde las personas mayores enviaban las cosas que no servían
para nada: se encontraban allí sillas cojas, colchones despanzurrados, maceteros rajados, cocinas de
carbón, muchos otros objetos que llevaban una vida purgativa, a medio camino entre el uso póstumo
y el olvido. Entre todos estos trastos yo erraba omnipotente, ejerciendo la potestad que me fue negada
en los bajos. Podía ahora pintar bigotes en el retrato del abuelo, calzar las viejas botas paternales o
blandir como una jabalina la escoba que perdió su paja. Nada me estaba vedado: podía construir y
destruir y con la misma libertad con que insuflaba vida a las pelotas de jebe reventadas, presidía la
ejecución capital de los maniquíes.”
Bajos
-“Me veía ya invadido por el hombre barbudo; saqueado, expulsado al atroz mundo de los bajos,
donde todo era obediencia, manteles blancos, tías escrutadoras y despiadadas cortinas.”
-“Yo andaba asustado por los corredores de mi casa, por las atroces alcobas, me dejaba caer en las
sillas, miraba hasta la extenuación el empapelado del comedor -una manzana, un plátano, repetidos
hasta el infinito- u hojeaba los álbumes llenos de parientes muertos.”
“Se abrieron las clases en días aun ardientes. Las ocupaciones del colegio me distrajeron. Pasaba
mañanas interminables en mi pupitre, aprendiendo los nombres de los catorce incas y dibujando el
mapa del Perú con mis lápices de cera. Me parecían lejanas las vacaciones, ajenas a mí, como leídas
en un almanaque viejo.” (Escuela)
Enfermedad
“Cuando dijo esto me di cuenta que estaba todo mojado, que la transpiración corría por sus barbas y
humedecía sus manos.”
- “Sus mejillas se habían ahuecado y, sin su locuacidad de antes, permanecía silencioso, agrio,
lanzando miradas coléricas al cielo.”
-“El hombre de la perezosa parecía consumirse. Bajo su parasol, lo veía cobrizo, mudo, observando
con ansiedad el último asalto del calor, que hacía arder la torta de los techos.”
“Ella indagó, averiguó y cogiendo el libro con un papel, fue corriendo a arrojarlo a la basura.”
-Cuarentena en los techos
Escritura
“Al día siguiente me entregó un libro:
-Lo leerás cuando no puedas subir. Así te acordarás de tu amigo…, de este largo verano.”
Narraciones, lenguaje metafórico
“Mira el sol, es como un ojo… ¿lo ves? Como un ojo irritado. El ojo del infierno.”
“-Entonces escucha lo que te voy a decir: el verano es un dios que no me quiere. A mí me gustan las
ciudades frías, las que tienen allá arriba una compuerta y dejan caer sus aguas.?”
“Es bueno reír -dijo-, pero siempre sin olvidar algunas cosas: por ejemplo, que hasta las bocas de los
niños se llenarían de larvas y que la casa del maestro será convertida en cabaret por sus discípulos.”
Esteticismo
“-¿Sabes por qué estaban tan contentos los portapliegos de la oficina? -me pregunto de pronto-.
Porque les habían dado un uniforme nuevo, con galones. Ellos creían haber cambiado de destino,
cuando sólo se habían mudado de traje.”
Desprecio por el empleo ordinario, por el pragmatismo de la cotidianidad

Una aventura nocturna


Anti-aventura nocturna, imaginario del sexo casual, (edad, cuerpos, clase social)
Elemento paródico
-Generación del 50, industrialización, fracaso del progreso
-anti-héroe ribeyriano, personajes fracasados
-malicia narrador, humor negro,
“A los cuarenta años, Arístides podía considerarse con toda razón como un hombre "excluido del
festín de la vida". No tenía esposa ni querida, trabajaba en los sótanos del municipio anotando partidas
del Registro Civil y vivía en un departamento minúsculo de la avenida Larco, lleno de ropa sucia, de
muebles averiados y de fotografías de artistas prendidas a la pared con alfileres. Sus viejos amigos,
ahora casados y prósperos, pasaban de largo en sus automóviles cuando él hacia la cola del ómnibus
y si por casualidad se encontraban con él en algún lugar público, se limitaban a darle un rápido apretón
de manos en el que se deslizaba cierta dosis de repugnancia. Porque Arístides no era solamente la
imagen moral del fracaso sino el símbolo físico del abandono: andaba mal trajeado, se afeitaba sin
cuidado y olía a comida barata, a fonda de mala muerte.”
“De este modo, sin relaciones y sin recuerdos, Arístides era el cliente obligado de los cines de barrio
y el usuario perfecto de las bancas públicas. En las salas de los cines, al abrigo de la luz, se sentía
escondido y al mismo tiempo acompañado por la legión de sombras que reían o lagrimeaban a su
alrededor. En los parques podía entablar conversación con los ancianos, con los tullidos o con los
pordioseros y sentirse así participe de esa inmensa familia de gentes que, como él, llevaban en la
solapa la insignia invisible de la soledad.”
“Sólo cuando la tuvo cogida del talle - tieso y fajado bajo su mano inexperta - tuvo la convicción
Arístides de estar realizando uno de sus viejos sueños de solterón pobre: tener una aventura con una
mujer.” Imaginario difundido por los medios.

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