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El equilibrismo de la Unión Europea ante la política de Trump en Venezuela

Lucia Luna

MIRILLA INTERNACIONAL

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Concebida no sólo para gestionar los asuntos


intraeuropeos, sino definida desde 2003 por el Consejo Europeo como una
organización regional con participación internacional a partir de los postulados de
la gobernabilidad global y el multilateralismo, la Unión Europea (UE) ha tenido que
hacer verdaderos actos de equilibrismo para enfrentar la política exterior de
Donald Trump sin que sus principios e intereses se vean vulnerados.

Y no sólo en los grandes organismos internacionales, de donde el aislacionista


presidente estadunidense se ha ido retirando gradualment, sino en casos muy
concretos, en los que instituciones y gobiernos europeos tienen que enfrentarse a
decisiones tomadas, ante las que obligadamente deben asumir una posición. La última
de ellas es la autoproclamación como presidente interino de Venezuela de Juan
Guaidó, el líder de la Asamblea Nacional declaradamente apoyado por Washington.

De hecho la UE había desconocido el triunfo de Nicolás Maduro en las elecciones


presidenciales de mayo de 2018, y reconocido como institución con representatividad
democrática a la Asamblea Nacional. Pero sus delegados en Caracas se encontraban
justo en contacto con las dos partes para tratar de impulsar un diálogo de
conciliación, cuando el 23 de enero Guaidó salió a decir que Maduro era un
presidente “espurio” y, por lo tanto, según la Constitución venezolana, el que
debía asumir el cargo y convocar a elecciones era él.

El gobierno de Trump, que siempre estuvo detrás de la jugada, lo reconoció de


inmediato y conminó a las “naciones libres” a hacer lo propio. Desconcertada, la UE
vaciló: una cosa era desconocer a Maduro y otra reconocer a Guaidó. Yy, sobre todo,
avalar el procedimiento para investirlo, que en mucho semejaba a un golpe
palaciego.

Además había que hacer consultas para conocer la opinión de los 28 miembros
comunitarios. Pronto se descubrió que no había consenso. Inclinados más por una
conveniencia política interna, que por un compromiso ideológico –aunque también–,
los países europeos fueron tomando posiciones, sin decidirse del todo. Y estaba
claro que naciones como Alemania, Francia, Gran Bretaña y España no deseaban
subirse sin más al carro de la Casa Blanca. La posición intermedia elegida fue
advertirle a Maduro que si en ocho días no convocaba a nuevas elecciones, la UE
reconocería a Guaidó.

Sobra decir que Maduro no convocó a nada. En una tensa sesión en el Consejo de
Seguridad de Naciones Unidas, en el que Estados Unidos, Rusia y China se liaron a
acusaciones mutuas, el embajador de Venezuela ante la ONU, Jorge Arreaza, reclamó
por el contrario a la UE que cómo se atrevía a exigirle a un país soberano que
convocara a elecciones.

El plazo se venció y el 4 de febrero la UE reconoció a Juan Guaidó. Pero no lo hizo


de manera unánime: 19 países rubricaron el apoyo, mientras que otros como Bulgaria,
Chipre, Eslovaquia, Grecia, Irlanda, Italia, Malta y Rumania (que ocupa la
presidencia semestral de la UE) se abstuvieron de hacerlo. Y ello puso inclusive en
cuestión la normativa del ente comunitario.

Decididos a presentarse como una sola voz, los países europeos se dieron una
cláusula que establece la unanimidad para asuntos externos, misma que no se cumplió
en el caso de Venezuela. La creciente diversidad de posiciones, que cada vez
dificulta más este consenso, inclusive hizo proponer a Jean-Claude Juncker,
presidente de la Comisión Europea, un sistema de mayoría calificada que permita
posicionarse a la UE ante un tema específico, aunque no todos sus miembros estén de
acuerdo.

Y en el tema venezolano no sólo varios no estuvieron de acuerdo, sino que el


conjunto mantuvo una cierta ambigüedad. En el comunicado emitido se hizo hincapie
en que se confería a Guaidó “la legitimidad necesaria… para que convoque a
elecciones presidenciales libres, justas y democráticas”. Es decir, en el fondo, el
mismo planteamiento anterior de un nuevo proceso electoral.

Al mismo tiempo, la UE no abandonó la perspectiva de una salida negociada, por lo


que promovió el Grupo Internacional de Contacto sobre Venezuela, que se reunió por
primera vez este 7 de febrero en Montevideo. Por la parte europea asistieron los
ministros de exteriores de Alemania, España, Francia, Italia, Países Bajos,
Portugal, Reino Unido y Suecia, mientras que por América Latina sólo estuvieron
presentes los de Bolivia, Costa Rica, Ecuador, Uruguay como anfitrión y Mexico como
observador.

La mayoría de los otros países latinoamericanos, junto con Canadá, está reunida en
el Grupo de Lima, que sigue básicamente los lineamientos del gobierno de Trump.
Aparte, está el llamado Mecanismo de Montevideo, que reúne a Uruguay y México con
los países de la Comunidad del Caribe, y que aspira a coordinarse con la ONU,
aunque su secretario general, Antonio Guterres, ya aclaró que no se sumará a
ninguno de estos grupos, para mantener su “credibilidad” en materia de buenos
oficios y ayuda humanitaria.

En este contexto, la iniciativa de la UE hacia el conflicto venezolano se ve con


escepticismo. Poco se logró en la reunión de Montevideo, más que una declaración
conjunta que plantea “encontrar una solución pacífica, política, democrática y
venezolana”. Y Bolivia inclusive se negó a firmar estos términos genéricos, con lo
que el apoyo de los países latinoamericanos se redujo a tres, con Uruguay jugando a
dos bandas y México sin pronunciarse.

Presente en la reunión, la Alta Representante de Política Exterior de la UE,


Federica Mogherini, informó que el grupo abrirá en Caracas una “oficina técnica”
que sólo operará tres meses, tiempo que considera suficiente para valorar si se
puede destrabar la actual situación. No aclaró qué sucedería en caso contrario.

Sí explicó, en cambio, que de lo que se trataba era de “ayudar” y de evitar que se


“politice” la ayuda humanitaria que la UE pretende enviar –igual que Estados Unidos
y Canadá– y que hasta el momento Maduro se niega a recibir. Pero lo que quedó
claro, sobre todo, es que los europeos buscan distanciarse a toda costa de los
métodos, las amenzas y las sanciones que enarbola el gobierno de Trump para sacar
al chavismo del poder en Venezuela. Ése parece haber sido el principal objetivo.

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