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Lucia Luna
MIRILLA INTERNACIONAL
Además había que hacer consultas para conocer la opinión de los 28 miembros
comunitarios. Pronto se descubrió que no había consenso. Inclinados más por una
conveniencia política interna, que por un compromiso ideológico –aunque también–,
los países europeos fueron tomando posiciones, sin decidirse del todo. Y estaba
claro que naciones como Alemania, Francia, Gran Bretaña y España no deseaban
subirse sin más al carro de la Casa Blanca. La posición intermedia elegida fue
advertirle a Maduro que si en ocho días no convocaba a nuevas elecciones, la UE
reconocería a Guaidó.
Sobra decir que Maduro no convocó a nada. En una tensa sesión en el Consejo de
Seguridad de Naciones Unidas, en el que Estados Unidos, Rusia y China se liaron a
acusaciones mutuas, el embajador de Venezuela ante la ONU, Jorge Arreaza, reclamó
por el contrario a la UE que cómo se atrevía a exigirle a un país soberano que
convocara a elecciones.
Decididos a presentarse como una sola voz, los países europeos se dieron una
cláusula que establece la unanimidad para asuntos externos, misma que no se cumplió
en el caso de Venezuela. La creciente diversidad de posiciones, que cada vez
dificulta más este consenso, inclusive hizo proponer a Jean-Claude Juncker,
presidente de la Comisión Europea, un sistema de mayoría calificada que permita
posicionarse a la UE ante un tema específico, aunque no todos sus miembros estén de
acuerdo.
La mayoría de los otros países latinoamericanos, junto con Canadá, está reunida en
el Grupo de Lima, que sigue básicamente los lineamientos del gobierno de Trump.
Aparte, está el llamado Mecanismo de Montevideo, que reúne a Uruguay y México con
los países de la Comunidad del Caribe, y que aspira a coordinarse con la ONU,
aunque su secretario general, Antonio Guterres, ya aclaró que no se sumará a
ninguno de estos grupos, para mantener su “credibilidad” en materia de buenos
oficios y ayuda humanitaria.
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