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esta obra se enfrenta con los derechos fundamentales desde el punto de vista de la filosofía del

derecho.
El reconocimiento y protección de los derechos humanos esta estrechamente relacionado con
constiuciones democráticas modernas.

La paz es el presupuesto necesario para el reconocimiento y la protección efectiva de los derechos


humanos.

Derechos humanos, democracia y paz, son tres elementos necesarios del mismo movimiento
histórico,sin derechos humanos protegidos y reconocidos no hay democracia, sin democracia no
existen las condiciones minimas para la solución pacifica de los conflictos.

Los derechos naturales son derechos históricos, nacen al inicio de la edad moderna, junto con la
concepción individualista de la sociedad, se convierten en uno de los principales indicadores de
progreso histórico.

1. Varias son las perspectivas que pueden ser asumidas para desarrollar el tema
de los derechos del hombre. Señalo algunas: la filosófica, la histórica, la ética, la
jurídica y la política. Cada
una se vincula a las demás, pero puede ser tratada separadamente .Para la
intervención de hoy he elegido una diferente, que reconozco es arriesgada, e
incluso pretenciosa, en cuanto debería englobar y superar a las otras: la
perspectiva que no sabría sino llamar filosofía de la historia.
Según la opinión de los historiadores, tanto de aquellos que la han acogido como
de aquellos que la han rechazado, hacer filosofía de la historia significa, frente a
un acontecimiento o a
una serie de ellos, plantearse el problema del «sentido», según una concepción
finalística (teológica) de la historia (y esto vale

No obstante la desconfianza o, sin más, la aversión que los historiadores tienen a


la filosofía de la historia,
¿podemos excluir totalmente que en la narración histórica de los grandes
acontecimientos se esconde una perspectiva fínalística, aunque el historiador no
sea totalmente consciente de ello?

El hombre es un animal teleológico, que generalmente actúa teniendo en cuenta


fines proyectados hacia el futuro. Sólo tomando en consideración los fines de una
acción se puede entender el «sentido». La prospectiva de la filosofía de la historia
representa la transposición de esta interpretación finalística de la acción del
individuo aislado a la humanidad en su conjunto, como si ésta fuese un gran
individuo al que atribuimos las características del individuo singular. Lo que
convierte en problemática la filosofía de la historia es propiamente esta
transposición de la que no podemos dar ninguna prueba convincente. Lo
importante es que quien crea oportuno realizar esta transposición,
sea legítima o ilegítima desde el punto de vista del historiador profesional, debe
ser consciente de que se está moviendo en un terreno que con Kant podemos
llamar de historia profética, es decir, de una historia cuya función no es
cognoscitiva, sino admonitoria, exhortatoria o solamente sugestiva.
2. En uno de sus últimos escritos, Kant se pregunta: «Si el género humano está en
constante progreso hacia mejor». Ante esta pregunta, que consideraba como
perteneciente a una concepción profética de la historia, afirma que se podría dar
una respuesta afirmativa, aunque con algunas matizaciones.

Definiendo el derecho natural como el derecho que todo hombre tiene a obedecer
solamente a la ley de la que él mismo es legislador, Kant daba una definición de la
libertad como autonomía,
como poder de darse leyes a sí mismo. Además, al comienzo de la Metafísica de
las costumbres, escrita en los mismos años, había afirmado solemnemente,
apodícticamente, como si la afirmación no pudiera ser sometida a discusión, que,
una vez entendido el derecho como la facultad moral de obligar a otros, el hombre
tiene derechos innatos y adquiridos, y el único derecho innato, es decir,
transmitido al hombre por la naturaleza y
no por una autoridad constituida, es la libertad, esto es, la independencia de
cualquier constricción impuesta por la voluntad de otro, es decir, una vez más, la
libertad como autonomía.
Como he dicho, la historia humana es ambigua para quien se sitúa en el problema
de dar a ésta un «sentido». El bien y el mal se mezclan, se contraponen, se
confunden. ¿Pero quién osaría negar que el mal prevalece siempre sobre el bien,
el dolor sobre la alegría, la infelicidad sobre la felicidad, la muerte sobre la vida?
Sé bien que una cosa es constatar y otra explicar o justificar.
Por mi parte, no dudo en afirmar que las explicaciones o justificaciones teológicas
no me convencen, que las racionales son parciales, y están en tal contraste entre
ellas que no se puede escoger una sin excluir la otra (pues los criterios de elección
son débiles y soportan cada uno buenos argumentos).

También hoy, cuando el curso histórico de la humanidad parecía amenazado de


muerte, existen zonas de luz que el más convencido pesimista no puede dejar de
tener en cuenta: la abolición de la esclavitud, la supresión en muchos países de
los suplicios que en otro tiempo acompañaban la pena de muerte, y de la misma
pena de muerte. Es en esta zona de luz donde coloco, en primer lugar, junto con
los movimientos ecologistas y pacifistas, el interés creciente de movimientos,
partidos y gobiernos por la afirmación, el reconocimiento y la protección de los
derechos del hombre.
A este mismo conjunto de esfuerzos que el hombre hace por transformar el mundo
que le rodea y hacerlo menos hostil pertenecen tanto las técnicas productoras de
instrumentos, que se orientan a la transformación del mundo material, cuanto las
reglas de conducta que son orientadas a la modificación de las relaciones
interindividuales para hacer posible una convivencia pacífica y la misma
supervivencia del grupo. Instrumentos y reglas de conducta forman el mundo de la
«cultura» en contraposición al de la «naturaleza».
Durante la historia de la moral entendida como conjunto de reglas de conducta se
suceden por siglos códigos de leyes, ya consuetudinarias o ya propuestas por
sabios o impuestas por los detentadores
del poder, o proposiciones que contienen mandatos o prohibiciones. El héroe del
mundo clásico es el gran legislador: Minos, Licurgo, Solón. Pero la admiración por
el legislador, por aquel qu< «tomando la iniciativa de fundar una nación debe
sentirse capaz de cambiar la naturaleza humana» 4, llega hasta Rousseau.

De todas estas citas, a las que podríamos añadir otras infinitas, resulta que la
función primaria de la ley es la de reprimir y no la de liberar, de restringir y no
alargar los espacios de libertad, de enderezar el árbol torcido, no de dejarlo crecer
salvajemente.
El individuo es esencialmente un objeto del poder o como mucho un sujeto pasivo.
Más que de sus derechos se habla, en la tratadística política, de sus deberes, tras
los cuales el principal es el deber de obedecer a las leyes. Al tema del poder de
mando corresponde, en el otro lado de la relación, el tema de la obligación política,
que es precisamente la obligación, considerada principal por el ciudadano, de
obedecer las leyes. Si un sujeto activo se reconoce en esta relación, éste no es el
individuo singular con sus derechos originarios, incluso contra el poder del
gobierno, sino el pueblo en su totalidad donde el individuo singular aparece como
sujeto de derechos.
El gran cambio tuvo inicio en Occidente con la concepción cristiana de la vida,
según la cual todos los hombres son hermanos en cuanto hijos de Dios. Pero, en
realidad, la hermandad no tiene de por sí un valor moral.
Locke, que fue el principal inspirador de los primeros legisladores de los derechos
del hombre, comienza el capítulo sobre el estado de naturaleza con estas
palabras: «Para entender bien el poder político y derivarlo de su origen, se debe
considerar en qué estado se encuentran naturalmente todos los hombres, y éste
es un estado de perfecta libertad de regular sus propias acciones y disponer de
sus propias posesiones y de las propias personas como mejor se crea dentro de
los límites de la ley de la naturaleza, sin pedir permiso o depender de la voluntad
de ningún otro.» 7 En principio, por consiguiente, según Locke, no era el
sufrimiento, la miseria, la condenación del «estado salvaje», como lo había
llamado Vico, sino un estado de libertad, si bien dentro de los límites de las leyes.

Para Locke había un estado de libertad.

Concepción individualista significa que primero está el individuo, se entiende, el


individuo singular, que tiene valor por sí mismo, y después está el Estado, y no
viceversa. Que el Estado está hecho para el individuo y no el individuo para el
Estado, en fin, por citar el famoso artículo 2 de la Declaración del 89, la
conservación de los derechos naturales e imprescriptibles del hombre es «el fin de
toda asociación política». En esta inversión de la relación entre el individuo y el
Estado viene invertida también la relación tradicional entre derecho y deber. En las
relaciones de los individuos vienen ahora primero los derechos y después los
deberes, en las relaciones del Estado primero los deberes y después los
derechos.
El giro del que he hablado y que está en el fundamento del reconocimiento de los
derechos del hombre se produce cuando éste se extiende de la esfera de las
relaciones económicas interpersonales a las relaciones de poder entre príncipe y
súbditos, y nacen así los llamados derechos públicos subjetivos, que caracterizan
al Estado de Derecho. Es con el nacimiento del Estado de Derecho con lo que se
da el paso final del punto de vista del príncipe al de los ciudadanos. En el Estado
despótico los individuos aislados tienen sólo deberes y no derechos. En el Estado
absoluto los individuos ostentan en la relación con el soberano derechos privados.
En el Estado de Derecho el individuo tienefrente al Estado no sólo derechos
privados, sino también derechospúblicos. El Estado de Derecho es el Estado de
losciudadanos.

El individuo es la base filosófica de la democracia: una cabeza, un voto.


Desde su primera aparición en el pensamiento político delos siglos xvii y xvm la
doctrina de los derechos del hombre ha recorrido mucho camino, entre
oposiciones, impugnaciones, limitaciones. Aunque la meta final, precisamente por
ser utópica, de una sociedad de libres e iguales que reproduzcan en la realidad
el hipotético estado de naturaleza, no ha sido alcanzada, se han recorrido varias
etapas, de las cuales no se podrá tan fácilmente volver atrás.
Al lado de los procesos de positivación, generalización, internacionalización de los
que he hablado al comienzo, se ha manifestado en estos últimos años una nueva
línea de tendencia que se puede llamar de especificación, consistente en el paso
gradual, pero siempre muy acentuado, hacia una ulterior determinación de los
sujetos titulares de derechos. Ha sobrevenido respecto alos sujetos aquello que
ocurrió desde el inicio respecto a la ideaabstracta de libertad, que se fue
determinando en libertades concretas y singulares (de conciencia, de opinión, de
prensa, de reunión, de asociación) en una progresión ininterrumpida que continúa
hasta ahora:
Así, respecto al abstracto sujeto hombre, que había encontrado ya una primera
especificación en el «ciudadano» (en el sentido de que al ciudadano le podían ser
atribuidos derechos ulteriores respecto al
hombre en general), se ha puesto de relieve la exigencia de responder con
ulteriores especificaciones a la pregunta ¿qué hombre, qué ciudadano?
Esta especificación se ha producido bien respecto al género, bien respecto a las
distintas fases de la vida, bien teniendo en cuenta la diferencia entre estado
normal y estados excepcionales en la existencia humana. Respecto al género, se
han venido reconociendo progresivamente las diferencias específicas de la mujer
respecto al hombre. En atención a las varias fases de la vida,se han venido
diferenciando poco a poco los derechos de la infancia y de la ancianidad de
aquellos del hombre adulto. Respecto a los estados normales o excepcionales, se
ha subrayado la exigencia de reconocer derechos especiales a los enfermos, a los
incapacitados, a los enfermos mentales,

Me refiero, por ejemplo, a la Declaración de derechos del niño (1959), a la


Declaración sobre la eliminación de la discriminación de la mujer (1967), a la
Declaración de derechos del disminuido mental (1971). Por lo que se refiere a los
derechos de los ancianos, varios son los documentos internacionales que se han
sucedido después de la Asamblea mundial desarrollada
se vislumbra la extensión de la esfera del derecho a la vida de las generaciones
futuras, cuya supervivencia está amenazada por el crecimiento desmesurado de
las armas cada vez más destructivas, y a sujetos nuevos, como los animales, que
la moralidad común ha considerado siempre solamente como objetos o, como
máximo, sujetos pasivos, sin derechos. Ciertamente, todas estas nuevas
perspectivas forman parte de lo que he llamado al comienzo la historia profética de
la humanidad, y que la historia hecha por los historiadores, los cuales pueden
permitirse solamente hacer.

Todos sabemos bien, por otra parte, que la protección internacional es más difícil
que la del Derecho
interno, en particular en un Estado de Derecho. Se podrían multiplicar los ejemplos
del contraste entre las solemnes declaraciones y su realización, entre la
grandiosidad de las promesas y la miseria de los cumplimientos.
Considerando el tema de los derechos del hombre, me he permitido indicar un
signo del progreso moral de la humanidad.

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