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Resumen Elementos

Escuela de Frankfurt
el Instituto de Investigación Social nacido en Frankfurt en 1923 y
cuyo grupo fundador Theodor Adorno,
Walter Benjamín,

Max Horkheimer,

Herbert Marcuse,

Jürgen Habermas
continuó con sus estudios en Estados Unidos, albergados por la Universidad de Columbia,
exiliados durante el nazismo.

La Escuela de Frankfurt, el Instituto fue un espacio fundacional para


pensar y desarrollar teorías de la comunicación, enmarcado en el
paradigma de la Teoría Crítica.
Se trata de un pensamiento estimulado por los interrogantes que se
abren ante un novedoso fenómeno que signa el siglo XX: la cultura
de masas; y nutrido por las herramientas teóricas que el marxismo-
el materialismo histórico, proveyó para pensar los problemas
sociales
Sus investigadores estarán influenciados por los aportes de
Sigmund Freud para pensar la concepción de sujeto, la
estructura psíquica compleja y minada de alteridad constitutiva,
el individuo como ser social, y, de esta manera, para repensar a
las ciencias sociales en sí mismas.
Articulaciones teóricas. Fundada por investigadores e intelectuales provenientes
de la filosofía, la política, la economía y la historia, una fuente básica para la construcción
de su programa de estudios culturales, es la que proviene del marxismo.

Durante el stalinismo en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, se resquebraja


cierta ortodoxia marxista preponderante en los círculos de izquierda, y los principios de la
obra de Carl Marx se incorporan de manera más heterodoxa, o menos estrictamente
economicista, a la producción científica y teórica de las ciencias sociales.

La clave del abordaje crítico de Frankfurt es entender la


comunicación de masas:como un proceso social condicionado
por las lógicas de producción capitalistas,
y por lo tanto, sujeto a la dinámica industrial:
es decir a la producción seriada de objetos que tienen
como destino cumplir el papel que el mercado ha previsto para
ellos , valga decir, el de ser mercancías que tienen un valor de
uso y un valor de cambio y que vienen a satisfacer necesidades
que supuestamente surgen de los propios sujetos, pero que en
realidad no son tales.
Para denominar este fenómeno, Adorno y Horkheimer crean
el concepto de Industria Cultural, una combinación de términos
en principio opuestos –los teóricos de Frankfurt están hablando de
las formas del arte que constituyen la cultura- que, sin embargo, el
capitalismo ha podido matrimoniar en el altar del mercado.
El mercado, se rige por los valores de las clases dominantes.
Así, las condiciones de producción del contexto serán determinantes
en el propio pensamiento de la Escuela de Frankfurt a la hora de
analizar los fenómenos de la comunicación de masas durante la
primera mitad del siglo XX.

Escuela de Frankfurt, el otro gran insumo proviene de los intereses


por la teoría estética y su incursión en el debate sobre arte y cultura
de masas, entendiendo que la cultura de masas y específicamente
el kitsch, representan la negación del arte mismo, subsumiéndose a
los intereses y los miedos de la clase burguesa, constituyendo
principalmente una industria del entretenimiento y abandonando
los potenciales libertarios que la experiencia estética puede
contener. Potenciales que se basan en la capacidad del arte de negar
lo dado o lo establecido. La cultura de masas, en cambio, se limita a
reafirmar la realidad y a fundirse con ella, sin tener la distancia
crítica que le permite al hombre luchar contra la alienación.
Por otra parte, en términos de contexto histórico político, en el
sistema de producción cultural norteamericano la industria
cultural cumple una función de interpelación directa y
fundamental hacia el sentimiento de pertenencia de los
ciudadanos, en pos de fomentar optimismo y aceptación en las
duras condiciones impuestas en el marco de la Segunda Guerra
Mundial.
A su vez, las vanguardias modernistas son vistas por muchos de
estos críticos como movimientos descomprometidos y aislados que
en su búsqueda de “el arte por el arte” tampoco pueden ofrecer un
espacio alternativo, emancipatorio o promisorio, frente a la
progresiva hegemonía de la industria cultural. Por otra parte, la
condición de pieza única e irreproducible que hasta ahora había
revestido la obra de arte ya no será un factor definitorio, en el
contexto de la reproductibilidad técnica: el cine, la serigrafía, la
fotografía, la fonografía, obligan a repensar la definición misma de
obra de arte. Walter Benjamin tendrá un rol fundamental en este
debate y Adorno mismo con varios de sus trabajos, entre ellas
Teoría estética.
Así, la crítica se centra en denunciar los procesos de
homogeneización de los productos culturales diseñados para el
gran público, sometidos a esquemas estandarizados de
producción y reproducción, que responden a la máxima de
ventas, bajo una aparente diversificación de la oferta que
pretende promover la libre elección del consumidor.
Lo que en realidad ocurre es que el lugar del arte lo ocupa el
entretenimiento que brinda la diversión necesaria para que los
sujetos puedan seguir habitando sin resistencia su lugar en el
sistema.

Subjetividad e ideología. la cultura de masas representaba la


decadencia del arte burgués, es porque opera el presupuesto de que
hubo algún momento feliz en el encuentro entre arte y burguesía, en
el siglo XIX, durante el cual la producción artística revelaba un
lugar de reflexión y ostentaba el poder de subversión de lo
imaginario sobre lo real o de lo utópico sobre lo dado. Eso sería lo
que se ha perdido con las nuevas cintas de producción seriada que
generan acopio de objetos que los medios de difusión masiva
pondrán al alcance de los deseos y el mercado al alcance de los
hogares. Según la teoría crítica, entonces, la tiranía del cálculo de
inversión y ganancia atenta contra la búsqueda del sentido que
tendría que regir el quehacer cultural, y la fuerza del capital y su
ineludible objetivo de acumulación y reproducción vuelve utilitario
lo que antes era el estandarte del antiutilitarismo. La racionalidad
técnica arrasa con la posibilidad de la expresión creativa y es allí
donde, junto a las categorías marxistas, se articula el tercer insumo
que mencionamos, y que puede verse especialmente en la obra de
Marcuse, que es el del freudismo y las nociones de deseo y de
inconsciente para explicar el funcionamiento de la
subjetivación, que permiten analizar las formas subrepticias de
dominación y control de la sociedad de masas. De hecho, fue en
1921 cuando Freud escribió Psicología de las masas y análisis del
yo, buscando comprender las reacciones individuales en el contexto
de los grandes ordenamientos grupales. El hombre unidimensional
será aquel que ha quedado atrapado en un único modelo de
conducta: el que acepta la racionalidad del sistema y hace de ella su
modo de vida, identificándose subjetivamente con las propias
formas de control social. Lo que se pierde es la dimensión
interior del sujeto, dimensión que pasa a ser territorio del statu
quo.
En definitiva, la crítica acerca de la cultura como
mercancía conduce a una reflexión sobre la condición del sujeto,
un sujeto que, valga la redundancia, ha sido sujetado a un
sistema que reproduce necesidades falsas y reacciones de
consumo para la satisfacción de esas necesidades, anulando el
potencial libertario del deseo y la creatividad.
Acá es importante tener en cuenta que el planteo de un sujeto
que está bajo tales condiciones de alienación conduce a la pregunta
inevitable que el mismo Marcuse se hace: ¿Pueden los hombres que
han suprimido su dimensión individual de creación y reflexión
debido a una determinada situación de dominación, crear las
condiciones de su propia liberación? Bajo esta pregunta se halla una
de las críticas que se le ha hecho a la Escuela de Frankfurt, que es
la que alude a un supuesto pesimismo sin salida que podría
colegirse de los análisis del grupo.
Finalmente, hay que decir que desde un punto de vista
epistemológico, el carácter de los estudios, artículos e
intervenciones de la Escuela de Frankfurt es el de teoría de su
propio contexto de producción: el posicionamiento ideológico es
central para su tarea y es desde ese lugar desde el cual sostienen que
se puede ejercer una función intelectual crítica.
El componente ideológico atraviesa los espacios de la producción
social, incluidos los de la producción científica, y la función
ideológica de los aparatos de producción es lo que la crítica debe
denunciar. Toda ciencia social reducida a mera técnica está
ejerciendo la función ideológica de negar las mediaciones
sociales.
En la Escuela de Frankfurt se han analizado desde los mass-
media hasta los géneros artísticos; desde las relaciones de la música,
la pintura, la fotografía y el cine con la propaganda, hasta la
estrecha vinculación entre los soportes tecnológicos y los
contenidos, para centrarse, en la posición crítica que busca
comprender sistemas de relaciones y pensar sus consecuencias,
desde la problematización ético filosófica.

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