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NEOLIBERALISMO y POLITICA CINEMATOGRAFICA IBEROAMERICANA

"Nuestro objetivo final es nada


menos que lograr la integración
del cine latinoamericano. Así de
simple, y así de desmesurado".

Gabriel García Márquez


QUE HACER?

Por Hugo Castro Fau

La pregunta del día es ¿como ganamos espectadores argentinos e


iberoamericanos para nuestras películas?

No hay una respuesta unívoca.

Debemos ir de lo general a lo particular.

El mercado cinematográfico no es un mercado de libre concurrencia.

Es un mercado concentrado oligopólico basado en estructuras de


produccion, distribución y exhibición piramidales dominadas por las
empresas miembro de la MPAA.

Frente a esta primer problemática, que impacta de lleno en cuestiones


como la identidad y la diversidad cultural, las Constituciones Nacionales,
los tratados internacionales ratificados en Ibero América y las propias
leyes de cine han zanjado desde hace ya tiempo, cualquier posible
distracción.

Es un deber del Estado regular activamente dicho mercado, para


democratizarlo y asegurar a los ciudadanos la posibilidad de acceder a
discursos audiovisuales diversos.

Contra el discurso único y unívoco, generar las condiciones económicas y


políticas para el surgimiento de voces diversas.

Y esta no es una mera discusión ideológica, tiene también de un profundo


contenido comercial y de de política económica.

Pese a lo avanzado de nuestra legislación, dicho derecho básico aun no se


encuentra totalmente asegurado para nuestros ciudadanos, ni en nuestro
país, ni en nuestra región.

Distribuidoras internacionales y exhibidores ejecutan en forma persistente


y continua contra las películas nacionales (argentinas o iberoamericanas,
"industriales" o "autorales") políticas concretas de deslealtad comercial y
posición monopólica de mercado.
Solo acordando este marco general es que podemos avanzar a una
respuesta particular.

Algunas pocas películas argentinas, amen de su calidad indudable como


"producto cultural " tienen la posibilidad de alcanzar una mejor posición
de mercado y de difusión, en cuanto a su lanzamiento, casi
exclusivamente por las escasas políticas activas y por la participación de la
televisión abierta en dicha etapa.

Como en España, como en Francia, como en Alemania, como lo ordena la


ley de cine vigente en Argentina, ya es tiempo oportuno de que los
canales de televisión aumenten su nivel de interacción con el cine.

La nueva ley de servicios de comunicación audiovisual promulgada por el


gobierno de Cristina Fernandez de Kirchner abre interesantes
posibilidades en este sentido.

Lamentablemente si bien la ley impide el canje por segundos de


publicidad en la compra de derechos de antena, no fija un precio básico de
compra (y en toda negociación desigual cuando el estado no regula, regula
quien tiene la posición dominante) ni establece con absoluta claridad que
son las productoras nacionales independientes de exhibidores y
distribuidores quienes son los beneficiarios activos de la cuota de pantalla
televisiva.

Profundizar la necesaria y sana regulación de mercado en este sentido


hará que muchos mas espectadores nacionales llenen las salas de cine y se
profundice la “educación del espectador”, se cree democráticamente en
los ciudadanos un "nuevo paradigma cultural alternativo".

A veces la peor película argentina del año es mejor que los "culos-teta-
contenido" de la TV abierta en Argentina.

También creo, nobleza obliga, que profundizar la política de


democratización de un mercado oligopólico, permitirá a los productores,
guionistas y directores repensar contenidos, historias, estrategias de
colocación en mercado de productos culturales. Es un viaje de ida y vuelta.

Es una problemática global de política cultural y de política económica.

Grandes avances se han hecho, queda un largo camino por recorrer.


Nuestros críticos, directores, guionistas y productores no son FEOS,
SUCIOS y MALOS.

Somos HERMOSOS como sujeto colectivo.

Debemos seguir luchando por la diversidad cultural, la responsabilidad y


la profesionalización de roles.

Y, como los que nos antecedieron, seguimos creyendo no solo que "otro
cine es posible", también lo es "otro mundo".

Desde los albores de la nacionalidad (y ni que hablar en relación a los


pueblos originarios) los COMENTARISTAS CONSERVADORES de NUESTRA
REALIDAD SOCIAL y ahora los de la CINEMATOGRAFICA, ponen en
evidencia sus dualidades en cuanto a los mercados oligopolios, no porque
no comprendan la necesaria participación del Estado en la resolución de
problemas complejos, sino por la prejuiciosa forma de evaluación de esas
intervenciones.

Un artículo publicado en un reciente libro (Cultura y neoliberalismo, de


Clacso) ofrece un interesante sendero a transitar para analizar esa
disociación. Trascribo varias de sus notas:

El investigador Daniel Mato sostiene en “Think Tanks, fundaciones y


profesionales en la promoción de ideas (neo)liberales en América Latina”
que instituciones y economistas han orientado su labor a “la producción
de un cierto sentido común (neo)liberal en circuitos socio-
comunicacionales específicos, apuntando con ello a la formación de
opinión pública a escalas lo más amplias posible”.

Mato destaca que “las ideas (neo)liberales son parte del sentido común de
algunos grupos de población y, eventualmente, incluso de mayorías
electorales, y no sólo de ciertos partidos políticos, grupos empresarios y
otros grupos de interés”.

Precisa que “si no fuera así, sería difícil comprender el rating que
alcanzaron, en ciertas coyunturas, estas ideas y quienes las preconizaron
en algunos países”. Menciona al respecto la popularidad de Menem y
Cavallo en la Argentina durante no pocos años en los noventa.

Para concluir que el trabajo de los “think tanks”, sus economistas y la


amplificación en los medios de comunicación de su concepción sobre los
temas económicos, pero también los políticos y sociales en general, van
construyendo “hegemonía en torno a sus representaciones, a través de su
naturalización, por la producción de un cierto sentido común; y esto se
lleva a cabo en forma paciente, permanente, cotidiana y perseverante, no
por la vía de la imposición”.

En realidad, ese discurso no es inocente, responde a una cosmovisión del


mundo conservadora, que tiene la particularidad de ser implacable
cuando el Estado regula activamente a favor de PYMES insertas en
industrias culturales o expande gastos para sectores postergados; como el
caso nuestro, pero es indulgente cuando esas erogaciones implicaron
transferencias para los bloques del poder económico como claramente
ocurriera en los ´90.

Creo que ya es tiempo de sacarnos de encima el “estigma” de que es un


problema individual y que por ende somos malos productores, malos
directores o malos guionistas y por eso “(sic) la gente (sic)” no va a ver
nuestros productos culturales.

Debería ser nuestro rezo laico de cada mañana frente al espejo repetirnos
y propagar que es un problema global de política económica y cultural
(It´s the economy stupid!!!).

“Hacia fuera” de clara y tajante disputa con la MPAA en pos de


democratizar el mercado y “Hacia adentro” una no menor evaluación de
cómo profundizamos las políticas publicas activas y ganamos en diversidad
y excelencia de voces y mejores contenidos.

Una aclaración más. El INCAA o cualquier Instituto de Cine en Ibero


América no apoya con fondos públicos a determinado “director, productor
o guionista” (grieta discursiva neoliberal que apunta a hacernos creer que
lo que nos pasa es porque somos inútiles, feos, sucios y malos).

Nuestro INCAA (como el ICAA, el CNAC, el IMCINE, el CORFO, el exFondart,


El CONACINE, la CNC, etc) no son “sociedades cinematográficas de
beneficencia” que apoyan individualmente a inútiles.

Son organismos públicos que basados en las Constituciones Nacionales y


los tratados internacionales, aplican por mandato legal, políticas activas
de fomento y regulación en mercados oligopolios. Ese es su rol central.
Debe serlo.
Y esta claro que existen diversidad de modos y diseños de produccion,
como también distintos intereses, estrategias y asociaciones hacia adentro
de la FAPCA o de la FIPCA (Federación argentina y Federación
Iberoamericana de productores cinematográficos y audiovisuales). Que
hay hermanos, que hay primos y que hay parientes lejanos…

Pero, “los que no somos hollywood”, no podemos pretender que dentro


de nuestra casa no haya diversidad y que tooodo sea solamente
“enterteinment y palermo hollywood” o solamente “cine experimental”.

Es otra dicotomía falsa.

En Argentina tenemos “palermo hollywood” y también “palermo chico”,


“placita serrano”, “palermo viejo”, “palermo sensible” , etc… y el resto del
país que no es palermo.

Además, “La cultura está estrechamente ligada a la posibilidad de


construir una sociedad más justa y democrática. El desarrollo cultural es
un fin en sí mismo, como lo reconoce la UNESCO, y requiere para su
florecimiento un marco de libertad; la conjugación de políticas públicas;
la acción de privados y de la sociedad civil, “trascendiendo la economía,
sin por ello abandonarla.”

ALGUNAS DEFINICIONES:

Expresión cultural se refiere a la creación, producción, distribución y


exhibición de los contenidos culturales, en cualquier medio o forma,
existentes o venideros.

El contenido cultural se refiere a la producción de creadores individuales


y de industrias culturales, la cual generalmente está protegida por los
derechos de propiedad intelectual y que incluye pero no está limitada a:
1) la producción creativa de los individuos [e industrias culturales]
manifestada en diferentes áreas de las artes como, el teatro, las artes
visuales y los oficios, la arquitectura y el diseño; 2) los sonidos, las
imágenes y los textos de las películas, los vídeos, las grabaciones de
sonido, los libros, las revistas, los periódicos, la retransmisión de
programas y otras formas de los medios incluyendo multimedia, bien sea
que ya existan o que vayan a ser inventados, que sean creados por
individuos o por industrias culturales; 3) las colecciones y las
exposiciones de museos, galerías y bibliotecas que incluyen archivos
relacionados con el patrimonio cultural de una sociedad.
Los bienes y servicios culturales son todos aquellos bienes y servicios que
transmiten contenidos culturales, los cuales adquieren su especificidad
porque transmiten valores, significados e identidades y por lo tanto, no
son solamente productos de consumo.

Las Industrias Culturales hacen referencia a las organizaciones, las


empresas y los individuos que crean, producen, publican, distribuyen,
exhiben, proveen o venden, contenidos culturales.

La UNESCO lo establece claramente cuando define que “sólo políticas


culturales apropiadas, pueden garantizar la preservación de la diversidad
creativa contra el riesgo de una cultura única del mismo modo que sólo
políticas de preservación de la biodiversidad pueden garantizar la
protección de los ecosistemas naturales y, por tanto, de la diversidad de
las especies”.

El neoliberalismo incidió (e incide) en los modos en que el mundo es


narrado, en los sentidos adjudicados al pasado y al futuro, en las
características de los proyectos intelectuales (y audiovisuales), en las
prácticas de la vida cotidiana, en la percepción y uso del espacio, en los
modos de identificación y acción política.

Comprender y des-velar los sentidos comunes como cultura tiene en cada


circunstancia, una implicancia política.

Interrogarse por los sentidos comunes, en plural, implica no sólo


preguntarse por la institución de la hegemonía, sino también por su
eficacia sobre los sectores que subalterniza.

REFLEXIONES ACERCA DEL NEOLIBERALISMO Y LA CULTURA desde


Cultura y neoliberalismo, de Clacso

La cultura es una firma

Cada uno de nosotros tiene un apellido y un nombre.

El apellido nos vincula a una familia más o menos numerosa, tías, tíos,
primos y en tanto uno es, una serie de antepasados que, aunque no lo
sepamos, nos han dejado su marca. Nuestro nombre es nuestra
contribución personal a la historia de la familia, algo particular que uno
aportará. Es nuestra forma personal de agregar algo sin dejar de apreciar
lo que ha recibido. El apellido nos identifica como miembros de un grupo
familiar. El nombre es la posibilidad para cada uno y una de ser un
Santiago, una Celina o un Cayetano en el seno de cada familia.

La cultura es lo mismo pero más amplio, más colectivo.

Es una firma, pero que proporciona precisiones sobre un grupo o un


pueblo. La cultura quebequense es la firma que afirma: “Formamos parte
de la gran familia humana, pero regalamos a la humanidad algo un poco
diferente que otros grupos no podrían regalarle” así como una firma
expresa un nombre y un apellido, la cultura reúne en cierto punto lo que
es común a todos los seres humanos y en otro lo que un determinado
grupo humano tiene de diferente, de único, de irreemplazable.

Es la cultura lo que le permite a cada uno/una decir: “Soy un ser humano y


soy francés” o “Soy un ser humano y soy argelino”. Es por esto que una
firma y una cultura se parecen. La firma permite a Juan Latremouille
pertenecer a la familia de los Latrémouille y ser un Latrémouille diferente
a los demás: la cultura es una forma particular de formar parte de los
seres humanos aún siendo un grupo de seres humanos diferente a los
demás.

La cultura, es en un caso el vínculo entre un inuk y sus cuentos, sus


conocimientos del frío, el manejo de su ambiente. En otro caso, la cultura,
el vínculo entre los quebequeses y sus climas, sus regiones, sus iras y sus
entusiasmos. La cultura es también el vínculo entre los polacos y la
tormentosa historia de su país, la inestabilidad de sus fronteras, la
vecindad rusa y alemana.

El inuk, el quebequense y el polaco son seres humanos pero cada uno de


ellos se nutre de una cultura particular y aporta con su cultura un regalo a
la humanidad que la humanidad no puede recibir de ningún otro.

La cultura es también una mirada

Además de otorgarme una firma inimitable la cultura cambia mi mirada.


Como quebequense, miro caer la nieve un 4 de mayo sin enloquecerme.
Mi cultura me enseña que esa nieve que veo caer por la mañana ya no
estará a medio día. El africano o el mexicano que ve junto a mí caer la
misma nieve no saben, a menos que ya haya pasado aquí muchos
inviernos, si esta nieve anuncia la vuelta de los fríos intensos.
El recién llegado puede pensar: “¡Oh no, esto va a recomenzar!” La cultura
del quebequense y la del recién llegado conducen a una apreciación
diferente de la misma nieve, de la misma realidad. Una misma nieve y dos
miradas. Dos miradas guiadas por dos culturas.

Pertenecer a cierta cultura permite interpretar con más comodidad las


costumbres, los hábitos, los símbolos vinculados a esa cultura.

Cuando un estadounidense ve la bandera de su país, reencuentra la


atmósfera del saludo que le enseñaban a hacer en la escuela primaria y es
mentalmente llevado a jurar fidelidad a su patria nuevamente.

Si un peatón quebequense escucha el sonar de una bocina, se sobresalta


automáticamente, porque ese sonido, gracias a Dios, raramente nos
agrede: el peatón gira la cabeza y piensa que tal vez cometió una
imprudencia o que está en presencia de un conductor nervioso y
excepcional. Si el ciudadano de El Cairo tuviera que tener en cuenta la
cantidad de gritos de advertencia que le perforan los tímpanos, hubiera
muerto, hace bastante tiempo, de depresión.

La misma realidad pero miradas (y oídos) diferentes.

Muchos quebequenses, se ponen a buscar un restaurante una o dos horas


antes que los parisinos se dirijan a la mesa y tres o cuatro horas antes que
los ciudadanos de Madrid hayan concluido sus tapas. La misma necesidad
de alimentarse, pero adaptaciones diferentes.

El francófono dice “Yo tengo sesenta años” pero el anglófono dice más
bien “ Yo soy sesenta años (I’m sixty)”. El chirrido de las articulaciones se
parecen pero la cultura modifica las reacciones.

El antropólogo Pierre Maranda, contaba que durante su estada en una isla


solitaria de Oceanía, tardó semanas en comprender porque la gente se
sentía incómoda junto a él. Él como extranjero educado sonreía lo más
cortésmente posible a quienes se le acercaban pues no conocía el idioma
y trataba de establecer contacto con ellos. No sabía, que en esta cultura
particular, la persona solo sonríe si está incómoda. La gentileza de la
cultura quebequense le significaba a esta otra cultura “Estoy a disgusto” Y
los isleños no atinaban a saber qué hacer para que desapareciera esa
sonrisa de desagrado.
El joven inuk conoce diecisiete palabras para describir la nieve; la que se
refiere a que va a permanecer, la que va a desaparecer, la que se va a
volver hielo, la que... Y los escolares autóctonos de Chisasibi cuelgan en las
paredes de sus clases dibujos en los que la nieve es siempre azul... Una
cultura menos nórdica la de los tuaregs del Sahara por ejemplo con una
palabra general y tal vez ni pueda imaginar su contenido concreto. La
nieve es similar en todas partes pero cada cultura la ve o la imagina a
través de sus propios lentes.

Diferencias sin superioridades

Cuando un invitado chino eructa cada vez más sonoramente mientras


transcurre la comida, un quebequense lo considerará seguramente
grosero. El invitado no comprenderá porque se trata de disimular lo que le
produce placer y que no se sienta eructar a los demás como
reconocimiento de que la comida es excelente. Estas diferencias culturales
son comunes. Muchas veces, surge la pregunta: “¿Pero, quién tiene
razón?” en casi todas las culturas la primera reacción es considerar que la
propia es la correcta, el refinamiento, el equilibrio. Cada cultura se siente
como la más inteligente; las demás – es una pena que no se den cuenta -
son bárbaras.

Uno no dice necesariamente “ Yo soy el bueno, ellos son lo malo” pero se


da en todas partes.

El europeo no comprende que a alguien le interese el béisbol, el


estadounidense no sabe siquiera quienes son los All Blacks, ambos creen
que son los únicos que conocen el deporte.

La periodista Catherine Bergman (L’Empire desorienté, Flammarion,


Québec, 2001, pgs. 117- 119) menciona muchos ejemplos de juicios
apresurados sobre costumbres japonesas. Por ejemplo, a propósito de los
“matrimonios arreglados” (mi-ai).

Para realizar un matrimonio arreglado cuenta una joven científica


japonesa muy suelta de cuerpo, es preciso primero redactar un perfil, una
biografía que se les da a las intermediarias. Es necesario contestar todas
las preguntas. Para la gente que procede de un medio correcto es fácil,
pero ¿ y los demás? Se duda en poner por escrito la historia de la propia
vida si esta ha sido menos que perfecta.
Dicho de otro modo, contrariamente a la idea que circula como cliché de
otras culturas no son necesariamente los padres los que proponen los
matrimonios arreglados. Suele hacerlo las jóvenes ambiciosas. Catherine
Bergman luego de haber vivido muchos años en Tokio señala también
otros matices culturales.

Mientras que Mari (como Marie Curie) censura con voz dulce, yo tomo
nota de su vestido de lino rosa, de su pequeña y adecuada chaqueta, del
corto collar de perlas, signos sutiles pero no equívocos que revelan que se
trata de una mujer profesional investida de autoridad. Si fuera más joven
vestiría el sempiterno tailleur azul, la camisa abotonada hasta el cuello. No
lleva medias, lo que desde luego parece normal puesto que nos hallamos
en plena estación estival y que el calor húmedo es asfixiante. Pero en
Tokio para cualquier persona de su rango no llevar medias constituye nada
menos que una formidable declaración de independencia!

Cuando las culturas son tan diferentes. Muchas reacciones son posibles.
Uno puede razonar con complejos:” Actúan así porque están todavía
atrasados, démosles tiempo!” O sino cerrando puertas y ventanas:
“Mientras permanezcan en su país, que hagan lo que quieran, pero si
vienen al nuestro que no traigan sus costumbres en su equipaje”

Puede que esto no sea una brutal condena a todas las diferencias
culturales, pero no muestra tampoco una gran apertura de espíritu. Puede
que sean razones políticamente correctas de decir lo que no se quiere
comentar a viva voz. “Es mi cultura la correcta es mi mirada la que ve las
cosas como se debe….”

Falta recorrer todavía un largo camino antes de que podamos pensar y


decir que ninguna cultura es superior a otra, que no existen miradas
neutras u objetivas y que todas las culturas son irreemplazables e
indispensables.

Llegar a este resultado es sin embargo deseable, porque es la única


manera de dejar que cada ser humano establezca el vínculo que desee,
quiera y necesite con su ambiente.

Pretender que algunos seres humanos son incapaces de desarrollar una


cultura adaptada a su clima tiene sus pesadillas y su historia, es lo que
conduce en línea recta al racismo: “Yo sé mejor que tú lo que significa tu
medio”
Deberíamos admitir por lo tanto que nosotros ponemos la barriga al aire,
al primer soplo primaveral, que el nómade del desierto sabe lo que hace
cuando casi se tapa hasta los ojos de cara al sol tropical.

Las culturas no son iguales.

El neoliberalismo interviene con todo su peso para convencernos que es


mucho más simple e inteligente difundir una sola cultura, una mirada
uniforme. ¡Tanto peor para las diferencias!.

No son otra cosa, dice el neoliberalismo, que un derroche de energía y una


manía de viejos nostálgicos.

Para el neoliberalismo: ¡Viva la uniformidad!

Cuando pasea con sus grandes zuecos por el mundo de la cultura, el


neoliberalismo tiene un discurso seductor y mentiroso.

Con la mano sobre el corazón proclama el derecho de todos los seres


humanos a acceder a todo lo mejor que le ofrece la cultura: cine, música,
libros, espectáculos, vedettes, etc.

Los “nombres” de los pequeños enclaves regionales deben desaparecer en


nombre de la democracia y del derecho universal a una más rica cultura.

¿Porqué no permitir a la hegemonía industrial y comercial pasar por


encima de las pretenciosas “excepciones culturales”?

Una vez eliminados los residuos folklóricos que las pequeñas comunidades
se empeñan en preservar en el estilo macramé o en el tamtam primitivo,
la especie humana marcharía al mismo ritmo y disfrutarían de las mismas
riquezas.

Hermoso discurso!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

En realidad la cultura no funciona como un ejército. La cultura es


creación y es muy raro que los creadores vistan uniforme. La cultura no
es un hermoso programa que desciende del cielo o que la autoridad
impone en todas partes sino una gama de miradas de gente diferente
sobre realidades que a veces son las mismas y a veces no.

La cultura desemboca en la libertad de rezar junto a la cama o sobre una


alfombra de oración en el medio de un bazar o de no rezar simplemente.
El día en que todas las culturas expresen lo mismo, será prueba de que
todas las comunidades se han vuelto sordas y ciegas.

Si todas cantan, bailan, hablan, esculpen y aman de la misma manera será


un signo de que todos los grupos humanos no ven más, no sienten más,
no saben más que la naturaleza cambia de un continente a otro, de una
temperatura a otra, de una hambruna o de una epidemia a otra. Una sola
cultura es la ruptura del vínculo entre los seres humanos y sus entornos.

El neoliberalismo no quiere que haya culturas diferentes.

¿Porqué?

Porque las diferencias culturales dificultan las formas salvajes de


acumulación y vuelven a la gente menos dócil. Las cosas son tanto más
provechosas para el comercio cuando todo el mundo ve “Dallas” o
“Schrek”, cuando los “best sellers” son elegidos (o reescritos) en un solo
lugar o cuando los contenidos televisivos se repiten universalmente.

La cultura amenazada por todas partes

Disipemos finalmente un malentendido que circula por las calles. La


cultura no es un asunto snob ni la propiedad exclusiva de los intelectuales
de izquierda.

Es cierto que la cultura se expresa en los libros y en los coloquios a través


de especialistas pero la cultura también está en la forma de conducir un
vehículo, en la utilización social o vengativa del teléfono portátil, en la
elección de los entretenimientos, en el uso de internet, en el respeto a los
colegas y las competencias... Porque la cultura está en todas partes, y en
todas partes amenazada por el neoliberalismo.

¿Cómo asombrarse? ¿Cuando la ideología de vender o de comprar


cualquier cosa, incluida el agua, el aire o un estacionamiento al lado de
una sala de urgencias, se ha metido en la cabeza?

Habrá que esperar que ponga también en licitación el ruido, la


contaminación, el masoquismo, el aire, el agua.

Que no se espere que el neoliberalismo proteja las culturas nacionales o


regionales que son y deben seguir siendo incubadoras de libertad y de
diversidad.
Entre el neoliberalismo y la cultura en todas sus formas y en todas sus
manifestaciones ninguna coexistencia es posible.

La cultura bajo el neoliberalismo es una cultura que funciona en términos


de dominantes y dominados, que borra la memoria histórica de los
pueblos, que se ostenta como la única y verdadera visión del mundo.

El proyecto cultural del neoliberalismo rompe las redes solidarias entre


los individuos y los aísla, entre otras por medio de un modelo educativo y
de medios de comunicación que pretenden uniformar al mundo,
globalizar costumbres e ideas, acallar diferencias. El discurso y la
práctica neoliberal aplastan y destruyen las manifestaciones del arte y la
cultura popular, estandarizando y homogenizando, a través de un arte
que reproduce este sistema de alineación del hombre y el medio
ambiente.

"Así, en Latinoamérica, el establecimiento de una verdadera cultura,


lleva necesariamente a combatir la 'cultura' ordenada por la
dependencia colonial. Implica, por lo tanto, una revisión respecto del
pasado nacida de la búsqueda de las propias raíces que obliga a
restaurar el prestigio de quienes fueron sumergidos por no ingresar a las
jerarquías oficializadas; el impulso que destruye los falsos héroes
consagra paralelamente a otros que responden a las exigencias de una
verdadera cultura propia. Es una especie de Renacimiento, de fe en la
genuinidad de lo propio que vertebra la violencia crítica a la
'intelligentzia' colonizada, que sólo tiene un valor sucedáneo carente de
originalidad como simple repetición de ajenos repertorios".

Arturo Jauretche

“Reflexionar con los oligopolios es lo mismo que ir al almacén


con el manual del comprador, escrito por el almacenero”

Arturo Jauretche

“Yo no soy un "vivo", soy apenas un gil avivado.”


Arturo Jauretche

Creo que como productores independientes debemos clarificar que las


soluciones concretas a los problemas concretos de esta etapa de la
industria cinematográfica argentina, pasan lisa y llanamente por cumplir y
profundizar el texto y los principios establecidos en la ley de cine vigente y
los tratados internacionales ratificados por nuestro país.

Esto sólo se logra con más regulación, más políticas activas de fomento,
más profesionalización y más rigor.

Dicho más en “criollo”, el objetivo principal debe ser ganar el mercado


nacional y regional para nuestros productos culturales, el objetivo
secundario ganar inversión extranjera productiva (con coproducciones
reales mayoritarias o minoritarias) y el tercero participar en Cannes,
Venecia, Berlín o San Sebastian. No es poco.

Pero así se juega la posibilidad real entre ser una industria cultural
nacional o ser simplemente una moda.

La ley de cine, el Convenio Iberoamericano de co-produccion


cinematográfica y la recientemente ratificada Convención sobre
diversidad cultural de la UNESCO marcan con claridad meridiana hacia
donde debe seguir la POLITICA CINEMATOGRAFICA que nuestro país
necesita y nuestra industria nacional desea.

Marcan un “SUR” para políticas públicas y son una guía para el sector
privado independiente y nacional.

Hay que profundizar las políticas activas de fomento existentes y dar


cumplimiento efectivo a las regulaciones de mercado que la ley ordena. Se
puede. Podemos.

Este debe ser nuestro “rezo laico matinal”, el de cada día frente al espejo,
como productores nacionales e independientes.

Aunque sea una verdad de perogrullo, hay que repetirlo cada día: la MPAA
y los distribuidores internacionales dominan el mercado regional y el
mercado nacional en forma piramidal y oligopólica.
Antes conspiraban desde sus “oscuras madrigueras”; hoy aggiornados lo
hacen dominando piramidalmente el mercado cinematográfico con
innumerables acciones oligopólicas y con practicas diarias y concretas de
deslealtad comercial.

Hoy como ayer, sus “diatribas y ditirambos” contra nuestra industria


nacional, como contra cualquier política nacional y popular, se pueden
leer en la sección espectáculos del diario que representa y defiende sus
intereses mas concentrados. La verdad no ofende.

También es verdad de perogrullo manifestar que en relación a la


produccion cinematográfica, los propietarios de canales de televisión
concesionados y de salas de cine suelen ser funcionales a dicha política
oligopólica.

Profundicemos nuestra vereda para pararnos firmes en ella.

Se esta con la ley de cine y la profundización de la ley de servicios de


comunicación audiovisual o contra la diversidad cultural y a favor de los
MONOPOLIOS.

Hay una solución a esta crisis de crecimiento: Y ella es ejecutar, hacer


cumplir y profundizar la aplicación de los principios existentes en ley de
cine vigente. No excluyendo ni al mas comercial ni al mas autoral.
Entendiendo a ambos como parte de un todo.

Sin duda alguna deberemos re-discutir y re-pensar los contenidos de lo


que producimos , pero esa discusión dependerá de cómo se profundicen
regulaciones y políticas activas de fomento.

La ley es clarísima en cuanto a la cuota de pantalla para TODAS las formas


de exhibición y las necesarias regulaciones conexas. APLIQUEMOSLA.

La ley es clara en cuanto a como deben administrarse créditos y subsidios


y en cuanto a como deben ejecutarse. APLIQUEMOSLA.

Las políticas activas de fomento existen para democratizar mercados


oligopólicos en función del interés nacional y de las pequeñas y medianas
empresas culturales.

Los Institutos Nacionales de Cine existen para profundizar esas políticas,


no para simplemente “mediar” entre la produccion nacional
independiente y los oligopolios o sus socios locales.

Repito, mucho se ha hecho y falta camino por recorrer. Nobleza obliga,


tanto desde el sector público como desde nuestras empresas,
organizaciones y asociaciones.

Tenemos la mística y la historia de nuestro lado.

Quien mejor que nosotros, los productores nacionales independientes


para saber que si “hacemos la plancha” en realidad retrocedemos.

Que la sensación de estabilidad es “falsa”.

Lo real y concreto es que nuestras empresas de produccion cultural,


nuestro colectivo social y la política cinematográfica no “sobrevive
ESTATICA” o “avanza” o “retrocede”.

NO HAY ESTATICA POSIBLE. NO HAY PLANCHA POSIBLE.

En la dinámica social, cada hora, en cada decisión, cada día o avanzamos o


retrocedemos; como individuos y como colectivo social.

No es poco lo que se puede perder y mucho lo que podemos ganar.

Recuperemos nuestra historia y las hermosas ganas de producir historias


que inspiren a la gente.

…”Porque un país sin cine es un país sin mirada hacia sí mismo y hacia los
demás. Un país sin cine es como una casa sin espejos ni ventanas. Sin el
espejo donde vernos de cuerpo entero o escudriñar detalles de nuestra
condición humana y social, sin la ventana por donde nos mira el mundo y
desde la cual vemos el universo”...

Producir CINE, dirigirlo, guionarlo, en nuestra región tienen mucho de


épico y hermoso. Que mejor “mística”…

HUGO CASTRO FAU


ENERO 2010

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