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UNGIDO PARA LA COSECHA DEL

TIEMPO FINAL
JULIO CÉSAR RUIBAL

Prólogo

Hace algunos años sentí que el Señor me había llamado a hacer un ayuno de cuarenta
días. Cuando comencé el ayuno no podía encontrar a otra persona en los Estados Unidos que
hubiera ayunado por cuarenta días. Aunque estoy seguro de que existen muchas personas que
han ayunado una cantidad similar de días, no los pude hallar.
Fui a ver a varios doctores, amigos, líderes de la iglesia y les dije: “voy a hacer un ayuno
de cuarenta días, conforme a la guía de Dios, pero no sé cómo hacerlo”.
Finalmente, uno de los hombres con los que hablé era un evangelista y nutricionista, que
conocí en Panamá. Ese hombre era el doctor Julio César Ruibal. El doctor Ruibal contó
acerca de su propio ayuno de cuarenta días y le dio el curso a mi ayuno. El doctor Ruibal
también me comunicó lo que Dios estaba haciendo en Cali, Colombia, el lugar al que Dios le
había llamado a ministrar.
El abundante y variado surtido de drogas que proviene de Cali, Colombia, ha producido
adicción en millones de estadounidenses, y esto hace que los acontecimientos de Cali ejerzan
influencia sobre ellos. La oración y el ayuno han marcado la diferencia. Dios levantó a un
hombre en Cali para cerrar la brecha en oración y ayuno por la ciudad de Cali y el país de
Colombia. Un hombre con una visión increíble que sabía que “con Dios nada es imposible”.
Un hombre dotado por Dios de energía y determinación extraordinarias que prácticamente no
tiene paralelo en la iglesia actual. Este hombre es el doctor Ruibal.
El Dr. Ruibal fue usado por Dios de una manera increíble en los comienzos de la década
del 1970 en enormes cruzadas evangelísticas en Bolivia, Colombia, Perú, Brasil y otros
países latinoamericanos. Conocido como el “apóstol de los Andes” y como el “Billy Graham
de Latinoamérica”, Julio ha llenado estadios con multitudes de hasta 1003300 personas. La
historia de Julio le traerá lágrimas a los ojos, le humillará y Dios le desafiará a usted con este
testimonio en que la oración y el ayuno realmente provocan el cambio.
Muchas veces culpamos a los lideres del gobierno por la decadencia de la sociedad pero
Dios dice claramente en 2 Crónicas 7:14: “si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre
es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces
yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados y sanaré su tierra.”
Sin duda alguna, esto pone la responsabilidad sobre los hombros de la iglesia, el pueblo
“sobre el cual mi nombre es invocado”. La historia del doctor Ruibal es la de un hombre que
se humilla ante el Señor, para verlo luego irrumpir en victoria tomando pueblos, gobiernos, y
hasta una nación completa para sí.
El 13 de diciembre de 1995 recibí una llamada en la que se me anunció que mi querido
amigo Julio Ruibal (de tan sólo 42 años de edad) había sido baleado a muerte en Cali,
Colombia. Personalmente fue una tremenda pérdida, pero también reconocí que la voluntad
de Dios se estaba cumpliendo. Los capítulos finales de lo que Dios está llevando a cabo en
Cali, Colombia, todavía no se han escrito pero sabemos que la sangre de este mártir seguirá
dando fruto por muchos años más.

Dr. BtU Bright

Fundador y presidente
Cruzada estudiantil y profesional para Cristo
Introducción

H abiendo probado el gozo inmenso de contemplar el poder de Dios que da vuelta a las
naciones, me siento compelido por el Espíritu Santo, no sólo a contar esta historia, sino
también a exhortar al lector a buscar su lugar en la tarea de completar la cosecha de Dios en
esta hora crucial.
Siento que Dios me ha incrementado la carga de transmitir esta unción a mis hermanos en
todo el mundo, a fin de equiparlos para llevar adelante la obra de evangelización y para
pastorear las multitudes que el Señor está trayendo a su redil de toda nación, pueblo y lengua.
Además, quiero explorar algunas cuestiones como:
¿Cuál es el propósito de Dios para los tiempos finales? ¿Qué debemos esperar que suceda?
¿Hemos de ser testigos de señales y prodigios a diario? ¿Cómo puede la iglesia prepararse
para el derramamiento del Espíritu Santo que ha de venir? ¿Hay un precio que pagar? ¿De
qué manera podemos colaborar mejor con Dios en todo el campo de la evangelización? ¿Es
posible impedir la obra del Espíritu Santo?
Todas estas cuestiones son temas clave para los tiempos finales. Si no los comprendemos
podemos caer en el sueño de las cinco vírgenes insensatas o bien podemos involucramos en
incontables actividades laterales en lugar de enfocar el propósito y plan de Dios para estos
tiempos.
Así que ruego que este libro lo anime a creer a Dios y determinar no satisfacerse con nada
menos que su perfecta voluntad.
Me alienta lo que veo en las páginas de las sagradas Escrituras. Allí veo una iglesia
victoriosa que vence a las fuerzas satánicas. Ruego que seamos parte de ello al trabajar de
acuerdo con su Santo Espíritu hasta la plena realización del plan divino. Unámonos en
espíritu y propósito: un espíritu de humildad ante Dios, permitiéndole ser Señor en todos los
aspectos de nuestra vida, como también una claridad de propósito al reconocer que debemos
dedicarle toda nuestra fuerza, nuestros talentos y finanzas, a fin de ver a los perdidos entrar a
su redil y los cristianos pastoreados de manera adecuada.
Mi oración de todos los días es: “Padre celestial, libera tu iglesia para levantar la cosecha,
y libera la cosecha para tu iglesia.”
Que Dios lo bendiga, y que su unción poderosa venga sobre usted a fin de prepararlo para
su gran cosecha del tiempo final.
Este libro se escribió antes del martirio de Julio Ruibal en el mes de diciembre de
1995. A continuación los editores publicamos lo que su esposa Ruth escribió como epílogo
del libro en inglés.

Prefacio

E ste libro fue escrito hace cuatro años, pero por alguna razón nunca sentimos la libertad
del Señor para publicarlo. A principios de diciembre de 1995 mientras orábamos juntos,
Julio me interrumpió diciendo, “¿Podrías ayudarme? Ha llegado la hora de publicar mi libro
y quisiera que escribieras el epílogo y lo actualizaras. ¿Podrías hacerme el favor?” Le dije
que con gusto lo haría. Nunca se me ocurrió pensar (ni a él) que el escrito narraría la historia
que está por leer, pues tan sólo dos semanas más tarde Julio entregó su vida como mártir por
causa del evangelio de nuestro Señor Jesucristo.
Mil novecientos noventa y cinco fue un año muy especial en Cali. Julio fue electo fiscal
de la junta directiva de la asociación de pastores. En su opinión, se trataba del puesto más
importante en todo Cali —más importante que el consejo deliberante de la ciudad o que ser
intendente— puesto que su convicción era que los pastores conforman el liderazgo verdadero
de cualquier urbe, ¡y justo le tocaba supervisar la junta directiva! Trabajó con los pastores
con gran entusiasmo y todos tenían en alta estima sus consejos. Dios le había dado la
capacidad no sólo de entender y apreciar la amplia gama del cristianismo (desde los
evangélicos fundamentalistas típicos hasta los pentecostales y carismáticos), sino también de
ayudarlos a comprender y aceptarse mutuamente. Como consecuencia, fue un instrumento
clave que usó Dios para brindar a la unidad un sentido más vital y práctico para los cristianos
de Cali. La experiencia de Julio en los temas de perdón y restauración, según se describe en
este libro, marcó su vida y su deseo era transmitir a otros lo que él había aprendido a un alto
costo.
Mientras los pastores planificábamos las actividades del año, el Señor nos guió a incluir
tres reuniones unidas de oración de toda la noche y también una “Marcha para Jesús”. La
primera reunión de oración se llevó a cabo en el coliseo local y la asistencia fue de unas
20.000 personas. Es importante que comprendamos el contexto. Cali tenía una población de
aproximadamente dos millones de personas de las cuales unas 40.000 eran creyentes. Los
pastores estaban encantados de ver la cantidad de personas que asistían a esta reunión de
oración. Cuando llegó el momento de hacer los arreglos necesarios para la realización de la
segunda reunión, tenían pensado volver a usar el coliseo. Julio intervino diciendo que era
necesario que entendiéramos la hora crucial de Dios que nos tocaba vivir y que por lo tanto
debíamos hacer lugar para la obra del Señor de una manera aun mayor. Ante esa alternativa,
los pastores solicitaron el uso del estadio de fútbol que tenía capacidad para unas 55.000
personas.
¡Y vaya victoria que se obtuvo! ¡Esa noche de agosto asistieron al estadio entre 40.000 y
45.000 personas! ¡Dicha cifra superaba la que lograban convocar los propios equipos de
fútbol! ¡La participación de la iglesia de Jesucristo fue sobresaliente! Respondiendo a la
invitación de los pastores, el alcalde estuvo presente durante varias horas. ¡Desde la
plataforma proclamó que Jesús es Señor sobre Cali!
Los pastores ya habían solicitado a Julio que predicara un mensaje de salvación para los
que habían asistido en calidad de invitados o visitas curiosas. Cuando extendió la invitación,
entre 4.000 y 5.000 personas entregaron su vida al Señor Jesús. Oró por los enfermos y hubo
tantos que recibieron sanidad milagrosa que no alcanzó el tiempo para que todos testificaran.
Finalmente pidieron a todos los que habían recibido algún tipo de sanidad que agitaran
pañuelos blancos, y el estadio en pleno se regocijó al verse manchas blancas por todas las
gradas. La tercera vigilia de oración que se realizó en noviembre contó con una asistencia de
la misma magnitud y con otro mover increíble de Dios.
Los resultados de estos tiempos de ayuno y oración fueron tremendos. Apenas diez días
después de la primera reunión unida de oración comenzó a caer el cartel de Cali. Sí, al
reunirse cristianos para buscar el rostro del Señor, Dios se movió en los lugares celestiales, y
empezó el juicio del pecado. Y con cada reunión de oración veíamos más milagros como
estos: Dios se movía en respuesta a su iglesia que unida lo buscaba. En los nueve meses que
se llevaron a cabo las reuniones de oración de toda la noche, seis de los siete principales
cabecillas del narcotráfico habían sido capturados, muertos o se habían entregado ellos
mismos. El séptimo cayó nueve meses más tarde. ¿Acaso no es esto el cumplimiento de la
promesa del Señor de que donde viven los hermanos en armonía hay unción, bendición del
Señor y vida eterna (salvación)?
La Marcha para Jesús también fue de gran éxito. Aproximadamente 80.000 creyentes se
reunieron para marchar por las calles de Cali proclamando a Jesús como Señor sobre la
ciudad y como la única respuesta para las necesidades de la humanidad. Las calles quedaron
paralizadas al marchar las personas por la ciudad. Fue la marcha más grande en su historia.
Desde el centro de la marcha no se alcanzaba a ver el principio ni el final; fue un evento
masivo. Sin embargo, de la misma manera que sucedió con las reuniones de oración de toda
la noche, la marcha no fue reportada en los periódicos locales. ¡Qué maravilloso es saber que
el Señor es quien se encarga de llevar la cuenta y que el enemigo también sabe cuándo ha
sido denotado!
No nos sorprendió saber que el Señor estaba llevando a su iglesia hacia la victoria ya que
se incrementaron las amenazas a nuestra vida. A principios de año, unos matones a sueldo
entraron a nuestra propiedad, robaron algunos artículos, dispararon en el cuello a uno de los
jóvenes, Oscar, y dejaron una nota que decía que regresarían por el pastor Julio. (Oscar tuvo
una recuperación milagrosa sin sufrir daños permanentes.) A medida que avanzaba el año, se
incrementaban las amenazas. El Señor le habló a Julio sobre el tema de conseguir protección,
y así fue que empleamos a Attilio que lo acompañaba a todas partes, Recibimos llamadas
telefónicas y cartas. Algunos asesinos a sueldo llegaron a interceptar nuestro automóvil di-
ciendo que matarían a Julio y a Attilio antes de fin de año. A Attilio le dispararon tres veces,
pero el Señor lo protegió en forma milagrosa impidiendo que hicieran blanco. Tomamos
todas las precauciones que pudimos, pero sabíamos que era el Señor el que debía salvarnos.
Como solía decir Julio: “Un candidato presidencial fue asesinado con catorce guardaespaldas,
así que sabemos que nuestra verdadera protección viene del Señor. Yo sé que soy inmortal
hasta que haya hecho todo lo que el Señor tiene para que yo haga”.
Al aproximarse el fin de 1995, también se acercaba el tiempo de las elecciones para el
año siguiente de la junta directiva de la asociación de pastores. Julio se dio cuenta de que a
consecuencia de la increíble respuesta de los creyentes durante el año, estar en la junta
directiva también se había vuelto algo muy atractivo. Estaba preocupado al percibir que
algunas de las denominaciones tenían pensado procurar que se eligiera su propio
representante en lugar de buscar el varón de Dios para este momento importante en la historia
de la ciudad. Por causa de esto él sentía la necesidad de ayunar y orar para que fueran elegi-
dos los que Dios había levantado para ese momento. Durante esos días de ayuno, oramos
juntos más horas de las que acostumbrábamos. El luchó en el espíritu por dos asuntos
específicos: la continuidad y mayor profundidad de la unidad de pastores y creyentes que
estábamos viviendo en Cali y el mover de Dios en esta ciudad que él veía como algo
inminente mientras él insistía en oración por otros pidiendo que tuvieran la capacidad de
comprender la importancia de la hora.
Al sexto día de su ayuno, sentía entusiasmo por asistir a la reunión de la junta directiva de
los pastores. Se dirigió animado a la reunión en la iglesia presbiteriana, convencido de que el
Señor había escuchado sus oraciones y se sentía energizado por lo que el Señor le había
hablado referente al gran mover de Dios que superaría cualquier cosa que pudiéramos
comprender, y cambiaría la historia de la ciudad y de la nación. ¡Sí, finalmente estábamos en
el umbral del cumplimiento de las promesas que el Señor nos había dado en 1979!
A causa de todas las amenazas hechas a su vida, Julio nunca iba a ninguna parte solo;
Attilio lo acompañaba a todas partes. Sarah había ido con ellos para poder seguir viaje en el
auto con Attilio y así recoger a Abigail y luego volver a buscar a Julio. Esa tarde, Julio
insistió que lo dejaran en la esquina, a unos pasos apenas de la entrada a la iglesia
presbiteriana. Attilio insistió que debía acompañarlo, pero Julio permaneció aun más firme en
su idea de ir solo. Y así solo se dirigió a su martirio: dos asesinos a sueldo lo estaban
esperando. De haberlo acompañado Attilio, lo más seguro es que habrían sido asesinados los
tres, incluyendo a Sarah. Pero como Julio había estado ayunando y buscando al Señor, tengo
la seguridad plena de que fue el Señor, sabiendo que su hora había llegado, el que guió a Julio
para que hiciera algo tan diferente como ir sin acompañamiento.
Unos pocos minutos después, el 18 de diciembre de 1995, recibí una llamada telefónica
de uno de los pastores diciéndome que Julio acababa de recibir un disparo. Cuando llegué a la
iglesia, Julio, con dos balazos atravesándole la cabeza, yacía en el suelo a la entrada de la pro
piedad de la iglesia. Al sentarme junto a él, me di cuenta que estaba en tierra santa donde se
había derramado la sangre de un verdadero mártir. De inmediato arreglé cuentas con el
Señor: él es perfecto, hace bien todas las cosas y nunca haría nada con el fin de lastimarnos;
por lo tanto, acepté esto también de su mano y en mi dolor le dije que mi alma estaba en paz.
Lo que por un lado era una tragedia horrible, también resultaba ser sorprendente y pro-
fundamente sagrado.
Los pastores me acompañaron y aproximadamente una hora después llegaron nuestras
dos hijas, Abigail (18 años) y Sarah (16). Al principio se siente un choque, un enormemente
profundo dolor físico y emocional, y una dificultad para comprender la realidad de lo
sucedido. Sin embargo, con el correr de las horas, comenzamos a ver el despliegue del plan
de Dios. Nuestro espíritu y nuestra mente recibieron consuelo al saber que el Señor, en su
gran amor y misericordia, nos había encomendado uno de los privilegios más elevados:
entregar nuestro ser más querido como mártir por causa del evangelio del Señor Jesucristo.
Un llamado tan elevado y santo exigía de nosotros una entrega completa para ver surgir el
plan de Dios y luego alcanzar su plenitud. A pesar de que nuestras hijas son jóvenes, son
fuertes en el Señor y son de gran aliento para todos nosotros.

Como ya dije con anterioridad, Julio estaba en su sexto día de ayuno cuando el Señor lo
llamó al hogar. Aunque lo acompañé en el ayuno, esta vez fue diferente; él había entrado a un
punto de lucha espiritual al que yo no podía ir. Era como si él estuviera dando a luz algo que
estaba más allá de mi capacidad o sencillamente se trataba de un sitio al cual el Señor no me
había llamado. Sin embargo, durante esos días sí experimenté una agonía del alma, una triste-
za profunda, que me llevó a preguntarme si el Señor se llevaría a la esposa de nuestro
copastor (que padecía de cáncer) o si yo tendría algún problema físico. Esto duró por espacio
de cinco días y al morir Julio se intensificó durante un día y luego se fue. Era como si yo
hubiera pasado por un período de duelo antes de que sucediera nada.
Durante los seis días de ayuno, el Señor mostró a Julio muchas cosas más que él me conté
acerca del obrar y el inminente mover de Dios en Cali. En ocasiones hablaba de manera tan
profética que me daba cuenta que estaba hablando en el Espíritu y que era necesario que
escuchara, a pesar de que en ese momento no parecía encajar. A partir de estas
conversaciones, ahora veo que el Señor me estaba preparando para la partida de Julio, aunque
a ninguno de los dos se le había ocurrido en ese momento.
Julio también luchaba en oración por las finanzas:
¿Acaso debíamos estar haciendo algo más para recaudar fondos para Villa Cristiana,
comunicaciones o incluso para las necesidades de nuestra familia? El día anterior a su
partida, me dijo que el Señor le había dicho que las personas nos iban a apoyar y que el
mover de Dios en Cali seria tan grande que las finanzas no representarían un problema, sino
que más bien tendríamos suficiente para dar a otros. En lo material, me dejó dos automóviles,
un Chevy 1968, un Trooper 1990 y un teléfono celular. A pesar de ello, me siento
completamente segura en el Señor ya que Julio nos dejó los bienes que tienen verdadero
valor: las promesas del Señor, su unción y sus provisiones, y por cierto esto hace que seamos
personas ricas. Julio sabía cómo hacer grandes depósitos en el reino de los cielos donde el
orín y la polilla no pueden corromper. Pareciera no haber ningún aspecto que él haya dejado
sin dirección y supervisión espirituales, e incluso dejó muchas cosas por escrito. Estoy
sumamente agradecida por un varón de Dios tan sensible al Espíritu Santo.
El día antes de morir, fuimos hasta el lugar en Villa Cristiana donde hemos estado
construyendo la sede que incluye también una casa para nosotros. Me explicó: “Puedes ver
cómo hemos pasado los últimos años levantando este cimiento que debe resistir los
terremotos y otros desastres. Sabemos que el fundamento es sólido, pero no hay mucho
que se pueda ver. Ahora estamos empezando a levantar las paredes de la casa y es trabajo
rápido y muy visible. Así es la obra de Cali; el fundamento es sólido, pero no hay mucho que
se pueda ver. Pero ahora es el tiempo del mover de Dios y este será visto y sacudirá a la
nación completa hasta cambiar su historia por medio del evangelio; sólo desearía que otros
vieran lo que estoy viendo yo”.
Cali misma se conmovió ante la muerte de Julio. Los periódicos, la televisión y la radio
presentaron artículos durante varios días. Un artículo se titulaba “¡Mataron al último santo
viviente!” El último partido de fútbol de la serie dedicó el medio tiempo como homenaje a
Julio. Los hermanos de Brasil dijeron que los maleteros en el aeropuerto estaban hablando de
la muerte de Julio y luego el taxista hizo lo mismo al llevarlos hacia el centro. Incluso un
traficante de drogas se puso en contacto con nosotros ofreciéndonos hombres para
protegernos, automóviles a prueba de balas o cualquier cosa que nos hiciera falta. ¡Luego
agregó que él sabía que necesitaban lo que nosotros tenemos y nos pidió que los ayudáramos!
Ahora estamos trabajando con su familia.
El servicio del funeral se hizo en Villa Cristiana el sábado, 16 de diciembre. Asistieron
entre 1.500 y 2.000 personas, representando a casi todas las iglesias incluyendo dos tribus
indígenas diferentes y unos sacerdotes y monjas. También asistieron al servicio amigos de
cinco países diferentes y de toda Colombia cuyas vidas habían sido impactadas por la vida de
Julio. El Señor nos dio una fortaleza increíble al atestiguar como familia la innegable verdad
de que esta semilla va a producir una cosecha que supera lo que podamos imaginar en este
momento. Fue un tiempo de desafío para buscar al Señor y seguir avanzando con firmeza con
la fuerza que nos da Dios a fin de ver el cumplimiento pleno de su plan.
Hacia el final del servicio, los pastores me preguntaron si podían juntarse para hacer un
pacto delante del Señor para la unidad de los creyentes, y que deseaban prometer al Señor y
los unos a los otros que seguirían buscando juntos la unidad a fin de ver el cumplimiento de
los propósitos de Dios en esta tierra. Fue tan evidente la presencia del Señor que todos la
percibían. Para mí este fue el evento de mayor importancia en la historia de Cali. Sí, este día
de tristeza natural cambió convirtiéndose en uno de gozo al experimentar y anticipar el
maravilloso mover de Dios. En un futuro cercano, al mirar este momento en retrospección,
será evidente que valió la pena. Si el ayuno y la oración unidos han causado tal avance del
evangelio produciendo la caída del cartel y derribando fortalezas, ¡cuánto más lo hará la
sangre de un mártir!
..... Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva
mucho fruto” (Juan 12:24). Ciertamente se avecina una gran cosecha y ya estamos viendo
cómo se mueve el Señor de maneras maravillosas. Durante este último año y medio posterior
al martirio de Julio, yo, como miembro de la Junta Directiva de la asociación de pastores, he
sido testigo de innumerables problemas en iglesias y pastores que se han resuelto según la
voluntad de Dios. Estos hombres de Dios declaraban simplemente: “Tenemos un pacto de
unidad y no permitiremos que nada lo destruya. Buscaremos al Señor hasta lograr su solución
para este problema”. Y cada vez el Señor en su fidelidad proporcionó la sabiduría que se
necesitaba.
Las reuniones de oración de toda la noche han crecido hasta albergar 55.000 personas en
el estadio y miles han debido quedarse afuera. Para fines de 1996 los oficiales de la ciudad
vinieron a la iglesia para pedir oración. Lo que pedían era “una Cali diferente. Estamos
cansados de la violencia, las drogas y todo lo que las acompaña. Ustedes, los cristianos,
tienen la respuesta. Oren por el alcalde, el consejo de la ciudad y la ciudad misma”.
Para las celebraciones de Navidad, ¡la ciudad solicité y se hizo cargo de los gastos para
que los cristianos dispusiéramos del coliseo durante las cuatro noches principales a fin de
presentar música cristiana y predicar el evangelio!
Todo lo que está sucediendo es una historia aparte y deberá ser narrada en otro lugar.
Estamos en el comienzo del mover de Dios que vio Julio con tanta claridad en el Espíritu,
y sabemos que sólo es el principio. Si la siembra trajo a 20.000, 60.000, 70.000 y 100.000
personas para escuchar el evangelio, ¿cuál será la cosecha? ¡La sangre del mártir sí clama y el
Señor sí responde!
Durante los últimos dos años anteriores a la muerte de Julio, él se sintió sumamente
bendecido y privilegiado al desarrollar una muy estrecha y especial relación con dos varones
de Dios que le fueron de gran aliento. Uno de estos hombres fue el doctor Bill Bright,
fundador y presidente de la Cruzada Estudiantil para Cristo, un hombre que tuvo la capacidad
de extenderse más allá de los límites de su propio ministerio maravilloso y abrazar la obra
que el Señor estaba haciendo en Cali a través del ministerio de Julio. El doctor Bright nos
recibió en su vida con mucha gracia y bendición, proporcionándonos gran gozo y consuelo en
esos últimos días de persecución. Es posible que no se dé cuenta cuánto valor tenían para
nosotros su amistad y su aporte. El otro hombre fue Benny Hinn que era un hermano espiri-
tual para Julio; es decir, ambos tenían a Kathryn Kuhlman como su madre espiritual. La
calidez y la apertura de Benny hacia nosotros constituyó otra bendición y un enriquecimiento
para nuestras vidas.
Fue de manera indirecta, a través del doctor Bill Bright que Promise Keepers se puso en
contacto con Julio. El doctor Bright había invitado a Julio para hablar en las reuniones de
“Ayuno y oración” de 1994 y 1995 en Orlando y Los Ángeles respectivamente. Como Julio
era uno de los dos hombres que el doctor Bright conocía que habían ayunado por espacio de
cuarenta días, quería que otros escucharan el testimonio de cómo se había movido Dios en
respuesta a ese tiempo de ayuno. Los líderes de Promise Keepers habían asistido a la
“Reunión de ayuno” de 1995 y después de escuchar el testimonio de Julio lo invitaron a
hablar sobre el poder de la oración y el ayuno en su reunión para pastores en febrero de 1996
en Atlanta, Georgia. Para cuando llegó la fecha del evento, Julio ya se había ido a la
presencia del Señor, pero mostraron un video de su testimonio durante las sesiones que tuvo
un gran impacto sobre los que lo vieron.
Durante los años de siembra, Julio sintió que el Señor le había dicho que él era un pastor
con llamado apostólico, y Ekklesia (nuestra iglesia local) da fe de ello. Pero durante los
últimos años, el Señor volvió a lanzar a Julio hacia las naciones. Parte de esto ya está
registrado en este libro. A medida que el Señor lo impulsó a salir, se convirtió en un apóstol
con llamado pastoral. Ministró a cantidades incontables de pastores y líderes cristianos por
todos los países de Latinoamérica como también de Europa, los Estados Unidos y Canadá.
Las iglesias y vidas que fueron cambiadas al señalarles el camino hacia Jesús e impartirles
visión y comprensión para los días que nos tocan vivir, son un testimonio de su apostolado.
Docenas de iglesias han sido establecidas y un sinnúmero de líderes se han visto fortalecidos
como resultado del ministerio de Julio a lo largo de estos años. He recibido mensajes de
dieciocho países en Latinoamérica, como también de Europa y de Australia desde la muerte
de Julio. La declaración más frecuente que he escuchado con respecto a él es: “No he sido el
mismo desde que lo conocí a Julio; mi vida y ministerio han expenmentado un cambio
rotundo por causa de su ministerio”, “Fue un padre para mi -

Este relato no sería completo si no tratara una de las últimas situaciones, pero la más crucial,
en la vida de Julio. Como leerán en el capítulo Tiempo de reconciliación, había pasado por
ciertas circunstancias difíciles en las que había sido herido y en consecuencia estaba
distanciado de unos amigos muy cercanos. Sin embargo, el Señor trató con él y le enseñó que
un varón de Dios no podía permitirse estar ofendido, sino que debía reflejar a Jesús en todas
las situaciones: debía ser un “hijo del Altísimo”. Aproximadamente un mes antes de la
muerte de Julio, surgió otra situación cuando algunas de las mismas personas involucradas en
el primer acontecimiento se refirieron a Julio de manera negativa en otro país sin contar con
los hechos para poder emitir un juicio acertado. Julio empezó a recibir llamadas y mensajes
por fax internacionales y, al recibir estas preguntas y acusaciones, se dio cuenta de lo que
había pasado. Estaba muy molesto por el asunto, en especial al ver lo que el Señor estaba
haciendo a través de la unidad de los pastores en Cali. “~Cómo puede ser esto? ¿Cómo es
posible que esta persona haga esto después de todo lo que ha hecho el Señor?” Su espíritu
estaba desconcertado y finalmente me dijo: “Voy a hacer una cita y enfrentar a este hermano
con la situación. No es posible que a esta altura estemos pasando por este asunto.” Sin
embargo, no hizo la cita de inmediato, y seguía estando irritado en su espíritu ya que no podía
comprender cómo podía suceder algo semejante.
Luego de varios días, me preguntó: “Querida, ¿por qué está ocurriendo esto?” Casi sin
pensar una respuesta le solté: “Es tu examen final. Esto no tiene nada que ver con el hermano
involucrado. Dios te está haciendo un examen final para ver cuánto crees en la unidad. Si el
hermano ha obrado mal, Dios tratará con él y lo ayudará a ver su error. Pero ahora la pregunta
es, ‘Permitirás que esto te ofenda?’ Es como el caso de José y sus hermanos. Ellos vendieron
a José y luego José les dio otra oportunidad, esta vez la de vender en forma legítima al hijo
preferido, Benjamín. Pero ellos se habían arrepentido y no lo vendieron y esto fue su
salvación. Ahora Dios te está haciendo un examen final. ¿Te ofenderás?” Al decir esto,
exclamó: “~Sí, eso es!” y se dirigió al teléfono e invitó al hermano y a su esposa. Al día si-
guiente cuando estaban en nuestra casa, Julio los trató a cuerpo de rey. En ningún momento
mencionó el problema, sino que con sinceridad se extendió a ellos de una manera que me
dejó con la boca abierta. Después de que se hubieran ido, me preguntó, “~,Cómo estuve?” y
le respondí, “Los trataste como varón santo de Dios que eres. Estoy orgullosa de ti”. (Poco
después, se dio cuenta de que el hermano no había hablado en forma maliciosa sino que lo
había hecho sin estar al tanto de todos los hechos. Pese a lo que el enemigo hubiera deseado
hacernos creer, no había sido su intención causar un problema.) Dos días después, el Señor le
dio a Julio el más alto privilegio que podemos tener como cristianos: murió como mártir por
causa del evangelio. No sé por qué usé las palabras “examen final’ en lugar de “prueba”,
excepto que fue del Espíritu Santo. Pero personalmente creo que Julio no habría muerto como
mártir si no hubiera pasado ese examen final.
En cualquier aspecto de su vida, ya sea su vida personal como esposo, padre de nuestras
hijas, hijo de sus padres o amigo, o en su vida de ministerio como pastor, apóstol, fiscal de la
asociación de pastores, consejero o en cualquier cosa que haya hecho, Julio fue un santo
varón de Dios. Era un varón de Dios que no se avergonzaba de admitir sus errores y pedir
perdón. Era un varón de Dios con capacidad para reflejar el amor de Jesús a todos nosotros.

Ruth Johnson de Ruibal


w
1 Despertar en Bolivia

Ac ababa de terminar la predicación del evangelio a 60.000 personas. Era el segundo día
de una cruzada de treinta y dos días en la ciudad de Santa Cruz. La multitud había
oído la palabra de Dios con reverencia y muchos habían sido salvados y sanados.
Los guardias del ejército a cargo de mi protección trajeron una camilla en la que yacía un
hombre que había sido soldado. Su columna estaba despedazada por unos disparos de
ametralladora producidos en un combate entre el ejército y la guerrilla. Dios milagrosamente
tocó a este hombre que ahora estaba erguido frente a mí. Levantó su camilla y se alejó
caminando.
Otros milagros sucedieron en las próximas tres horas. Supe de ellos a través de la radio,
pues al terminar mi participación, me retiré de la reunión, y ahora Dios estaba terminando la
suya. Esto era el cumplimiento de lo que Dios me había dicho en mis primeros días en la fe,
luego de mi experiencia de salvación. Nunca sospeché la grandeza de su promesa.

Todo empezó alrededor de un año y medio antes, a fines de 1971, cuando yo era un alumno
boliviano cursando estudios básicos de medicina en los Estados Unidos. Nunca había oído el
término “nacer de nuevo”, ni tampoco sabía nada acerca de las manifestaciones del Espíritu
Santo. Pero un día me fue predicado y demostrado el evangelio con poder en un servicio de
Kathryn Kuhlman en el auditorio “Shrine” en la ciudad de Los Ángeles, California.
Desde mi adolescencia, me había interesado lo sobrenatural. Desilusionado con las
tradiciones católicas, me di al yoga, al misticismo y al ocultismo. Las sanidades sobrena-
turales se trataban con frecuencia en el ocultismo, pero rara vez se veía una. Además, al ser
un estudiante de medicina la sanidad me interesaba mucho. Ahora, en vez de encontrar un
templo místico escondido en algún lado con incienso y gurúes, hallé un teatro lleno con siete
mil personas alabando a Dios y una mujer frágil predicando sobre Jesús el amigo, el Cristo
vivo y resucitado.
Su voz parecía pronunciar con cuidado las palabras cuando comenzaron a ocurrir las
sanidades. Un niño ciego con la cabeza totalmente afeitada se sentó frente a mí. Se le había
operado de un tumor maligno en el cerebro que le había causado la ceguera. Ahí mismo,
frente a mí, recibió la vista. Su madre lloró con tanta fuerza que se desmayó de la emoción.
Ocurrieron otras sanidades más. Incluso yo mismo fui curado de un problema en la espalda
que tenía desde mi adolescencia. Lo más increíble fue que Kathryn señaló, después de tantas
sanidades, que “el suceso más importante de este día todavía no ha ocurrido. Nadie se mueva,
nadie se vaya del auditorio. Si no le ha dado su vida a Jesús, le falta el milagro más
importante. Nuestros cuerpos, sanos o enfermos, van a ser destruidos por la muerte, pero el
alma que se salva por su poder, por medio del nuevo nacimiento, es eterna” -
Ante su convocatoria, pasé al frente. Ella oró por todos los que habían sido sanados. Al ir
caminando hacia ella, me miró y me dijo: “Yo lo sabia, yo lo sabía, yo lo sabía.” Inme-
diatamente fui tocado por el Espíritu Santo, pero “lo más importante” que me ocurrió es que
fui salvo.
Asombrado por lo que había visto en ese lugar, donde se manifestó la gloria de Dios de
manera tan maravillosa, me dispuse a avanzar en esta nueva vida. Los cambios ocurrieron
con rapidez en mi vida. Habiendo probado el ocultismo, ahora sabía que estaba en contacto
con la viva realidad de Jesús, siendo la otra falsa.
El Señor entró a mi vida en un momento crucial. Me rescató de las garras de Satanás y me
separó para cumplir sus propósitos cuando me encontraba en una confusión terrible con una
enfermedad física, sin poder determinar la causa del problema. Estaba emocionalmente
herido y buscaba desesperadamente respuestas para mi vida. Cuando Cristo vino a mí no
perdí nada, y gané todo. A menudo me había preguntado si llegaría a terminar mis estudios ya
que mi vista se estaba deteriorando, al punto de dudar si seguiría con vida ya que tanto estaba
operando en mi contra. El Señor llegó, me libró de la opresión satánica, me dio un propósito,
sanó todas mis enfermedades (jaquecas severas, problemas de espalda y deterioro de la
visión), y me restauró el alma. Verdaderamente no existe otro camino:
Jesús es el único camino.
Habiendo sido bautizado milagrosamente en el Espíritu Santo al día siguiente de mi
conversión, pronto me di cuenta que debía comunicar esta experiencia a mis amigos y
parientes en mi país natal, Bolivia. Escribí cartas, en grabaciones para explicar mi conversión
y les invité a convertirse en hijos de Dios por medio de la sangre del Cordero. Mi vida había
dado un giro tan radical que, al poco tiempo, mis estudios de medicina se volvieron
secundarios, no porque no los considerara importantes, sino porque entendí que existía algo
de mayor prioridad: las almas de los hombres. Entendí que no sólo somos llamados a ser
salvos, sino que también tenemos la responsabilidad de llevar las buenas nuevas a los
perdidos. Mi vida experimentó mayores cambios al recibir promesas específicas que me iba
comunicando el Espíritu Santo con relación a lo que llegaría a ser mi ministerio en
Sudamérica.
Antes de partir, fui a otra reunión de Kathryn Kuhlman en el auditorio “Shrine”. Con tan
sólo unos pocos meses de vida en el Señor, me estaba preparando para salir del país en mi
primera gira misionera y quería escuchar a Kathryn Kuhlman una vez más. Llegué muy tarde
al auditorio, así que me ubiqué con un grupo de personas en un lugar designado fuera del
recinto. Algunos estaban en sillas de ruedas, otros tenían bastones, muletas y otras prótesis y
elementos de ayuda. Todos estaban esperando entrar al auditorio. Pero el lugar estaba lleno y
los de afuera esperaban a que los de adentro recibieran su sanidad y se fueran, para poder
entrar.
Mientras yo esperaba parado allí, el Señor me dijo: “Párate en una silla y predica”. Mi
cabello era largo y tenía una camisa mexicana arrugada y pantalones vaqueros viejos; me veía
extraño. Luego de luchar con él un poco, respondí a sus instrucciones. Me puse de pie y dije:
“Pueblo, ¿qué es lo que nos hace pensar que Dios está limitado por esa pared? Si Dios sana
adentro, ciertamente puede sanar aquí afuera. Yo puedo orar por quien lo desee-”
Me miraron con sorpresa, pero nadie dijo nada. Al bajarme dela silla, un anciano
deformado, que sufría de artritis, gritó desde el fondo: “Joven, ore por mí.” Sentí que debía
hacerle venir al lugar donde Dios me había dicho que me parara. Con gran dolor y esfuerzo,
se abrió paso lentamente entre la gente y se acercó hasta donde yo estaba. Cuando todos los
ojos estaban puestos en mí, me asusté. Cerré mis ojos y comencé a orar, y al extender mis
manos hacia el hombre, mi oración fue interrumpida por su grito. Soltó su bastón y ni bien
dijo “~Aleluya, he sido sanado!”, comenzó a correr de un lado para el otro.
Mientras esto ocurría, todos se desenfrenaron y cerca de cuarenta personas recibieron
sanidades increíbles. Una mujer con cáncer de piel, otra con una prótesis en el cuello y
muchos otros con toda clase de enfermedades se me acercaron para solicitar oración y fueron
sanados. Los ujieres al oír la conmoción vinieron a ver lo que pasaba. Preocupados
por lo que ocurría, fueron a preguntarle a Kathryn Kuhlman si debieran detenerme y llamar a
la policía. Ella les dijo que no intervinieran.
Sin buscarlo, había empezado a desenvolverme en un ministerio que en los años
venideros me llevaría a las naciones del mundo. Las indicaciones de parte de Dios son muy
importantes.
Sin embargo, aún no estaba preparado para salir. Necesitaba ser sanado en la mente y el
corazón antes de partir hacia Sudamérica; también necesitaba adiestramiento. Así que viajé a
varias partes de los Estados Unidos adquiriendo experiencia y capacitación en la obra. En la
última etapa de esta preparación, el Señor me dijo que él se iba a mover con tal poder en
Sudamérica que los estadios no alcanzarían para contener las multitudes.
En aquel momento no sentí la inclinación de asistir a un seminario o escuela bíblica. El
Espíritu Santo sería mi primer maestro para poder tratar profundamente con mi corazón y mi
vida mientras me abocaba a pasar incontables horas en oración, ayuno y el estudio de las
Escrituras. Debía determinar si yo estaba dispuesto a dejar que Dios fuera el Señor sobre todo
lo que tenía.
Comenzó con mi deseo de convertirme en médico, un sueño que había tenido desde los
seis años de edad. Mi sueño era volver a Bolivia como cirujano y viajar por los ríos de la
selva, donde había pasado los años más preciados de mi adolescencia. Ahora Dios me decía,
“entrégame ese sueño -Me mostró que mi gozo no sería producto de una carrera exitosa
(aunque esa carrera fuera muy noble) sino la consecuencia de mi obediencia a él.
El Señor trató conmigo con mucha claridad respecto a mis posesiones y finanzas. Dicho
en palabras simples, el Señor me dijo: “Si todo lo que tienes se vuelve mío, todo lo mío
será tuyo.” Yo necesitaba afirmar ese concepto puesto que en los años venideros llegaría a
tener una dependencia total de su provisión, ya que no recibiría sustento ni patrocinio de
ninguna organización o denominación.
Cuando llegó la hora, dejé los Estados Unidos con rumbo a Bolivia, mi tierra natal.

Por mucho tiempo Bolivia era conocida como la tierra de las revoluciones, con más
presidentes que años de independencia. (Una vez, tres presidentes fueron designados en un
período de cuatro horas.) La pobreza, la inestabilidad y la opresión demoníaca eran
características de esa nación.
La iglesia más grande de las Asambleas de Dios en el país contaba con noventa
miembros. La mayor iglesia bautista, luego de décadas de ministerio, tenía setenta miembros.
¡Ambas localizadas en la ciudad capital! Las iglesias en el resto del país eran similares. Se
creía que Bolivia era un país tan difícil como Japón para entrar con el evangelio. Era uno de
los pocos países en que el diablo era alabado públicamente.
Mi ministerio comenzó con familiares y amigos. Ellos eran los que mejor me conocían
como para entender que algo radical había ocurrido en mi vida. Muchos fueron salvados y se
sumaron a un pequeño núcleo de creyentes. Comenzaron a escribir canciones cristianas ya
que no conocíamos ninguna en español aparte de algunas traducidas del inglés. Al predicarles
a mis familiares y amigos, Dios comenzó a moverse con señales. La gente recibía el toque
milagroso del Señor y era sanada. Ese pequeño núcleo creció a 20, 50 y 100 personas.
Comenzamos a reunirnos en hogares y auditorios. Marchamos por las calles, predicamos
en las plazas y el grupo creció aun más. La pandilla más brava del país se salvó y se unió a
nosotros. Las casas y los auditorios ya no podían contenemos así que comenzamos a
reunirnos en parques. Al poco tiempo, nos estábamos reuniendo en coliseos. Seis mil
personas vinieron a oír el evangelio y ver las señales y prodigios que seguían a la
predicación. Aquellos que eran sanados y salvados se lo contaban a sus amigos.
En aquel momento, David Farah, director de los traductores bíblicos Wycliff en Bolivia,
me pidió si podíamos ir a predicar a uno de los miembros del gabinete del presidente Banzer.
El hombre se había caído por un barranco en un accidente automovilístico que le provocó la
rotura de la médula. Tenía parálisis de la cintura para abajo. Los médicos no veían ninguna
posibilidad de recuperación. Luego de expresar mi temor de que nos tomaran por magos,
David me dijo que el funcionario del gabinete sólo deseaba oración, entonces accedí a ir.
Luego de llevar a este paralítico a conocer al Señor, oramos por su necesidad física.
Mientras oraba, uno de sus familiares gritó “~ Estás moviendo los dedos de los pies!”
Inmediatamente empezó a mover sus piernas. ¡Había recibido sanidad instantánea!
Como resultado, dos semanas más tarde, el presidente envió su limosina para pedirme una
entrevista personal. Durante la entrevista, tuve la audacia de decirle al presidente que se lo
veía cansado y agotado. Tal vez era muy grande la carga de llevar las responsabilidades de la
presidencia a solas. Nos retiramos a un lugar privado para conversar con su esposa, y los guié
en una oración de arrepentimiento. Ambos se postraron y aceptaron al Señor.
Como resultado de su conversión, el presidente pregunté: “~Qué puedo hacer por usted?”
Yo respondí: “Nada, no necesito nada para mí, pero Bolivia necesita oír el evangelio.
Necesitamos estadios, espacio en la televisión,” (en aquel entonces sólo había un canal de
televisión con una audiencia de 1.000.000 de personas) “y un medio de transporte para viajar
de una ciudad a otra”.
Así que abrió a Bolivia para la predicación del evangelio. El presidente nos dio horarios
de mayor audiencia en la televisión y en la radio. Hizo que uno de sus asistentes llamara a
cada uno de los intendentes de las ciudades principales a fin de que hicieran arreglos para
invitarnos a predicar en esos lugares. Miles vinieron para oír la palabra de Dios y ver las
sanidades y prodigios. Se cumplió la palabra del Señor; los estadios ya no podían contener a
las multitudes.
Nuestra última reunión durante esta temporada de avivamiento en Bolivia fue en La Paz,
la ciudad capital. Veintidós mil personas pasaron toda la noche en el estadio para anticiparse
a la reunión a llevarse a cabo a las 10 horas de la siguiente mañana. Hubo un influjo de
40.000 personas. Las multitudes empujaban las puertas para entrar, sin poder creer que el
estadio ya estaba lleno. El jefe de la policía estaba aterrado y pidió ayuda ya que era la
primera vez que semejante cantidad de personas se reunía en esa ciudad. Tuvimos que llevar
a cabo dos servicios, uno adentro y otro afuera.
Ya no alcanzaban los estadios para reunir las multitudes que venían a oír la palabra de
Dios y ver su poder manifiesto. Ahora teníamos que buscar espacios abiertos, montañas o
monumentos donde pudieran acceder 60.000, 70.000 u 80.000 personas. Dado que Bolivia no
tenía sistemas de sonido con suficiente potencia para alcanzar tan inmensa multitud,
utilizamos las estaciones de radio para transmitir la señal y los concurrentes llevaban sus
radios portátiles y levantaban el volumen para que los que no tenían radio pudieran escuchar.
Las sanidades se dieron en tales proporciones que docenas de muletas, prótesis
ortopédicas, cañas y bastones se recogían después de cada reunión. Las sanidades se daban
tanto en los oficiales militares como en los campesinos pobres. Todo el país oyó y millones
de personas por todo el mundo leyeron los reportajes de lo que Dios estaba haciendo en este
pequeño país en el medio de Sudamerica.
En ciertos momentos, las multitudes en ansiosa expectativa de un milagro, se reunían en
lugares donde no se había anunciado nuestra presencia. Esto ocurrió en Portachuelo, un
pueblo en las planicies bajas de Bolivia, cerca de Santa Cruz. El intendente, en su
desesperación, se comunicó con nosotros. “Lo estamos esperando. Hay miles de personas que
han venido aquí trayendo consigo a sus parientes y amigos enfermos o minusválidos. Han
viajado mucha distancia para recibir oración. Por favor, ¿podría usted venir?”
El Espíritu Santo me dio la única solución posible. “Volaremos sobre el pueblo.
Ténganlos listos a todos, oraremos desde el avión. Prepárense para el mover de Dios.” (El
presidente había puesto a nuestra disposición un avión de la fuerza aérea con su tripulación.)
Así que volamos sobre la plaza de la ciudad. Había miles de personas; parecían
hormiguitas. En cuanto vieron el avión, comenzaron a saludar con sus pañuelos y empezamos
a orar por ellos. Al volver el avión a pasar por encima de la gente, sacos y sombreros volaron
por el aire a medida que la gente recibía la sanidad. Pasamos por encima del pueblo cuantas
veces como nos fue posible; me costaba irme puesto que sentía la compasión y el amor de
Jesús por ellos.
Un misionero de la misión “Nuevas Tribus” me dijo cinco años más tarde que la
magnitud de la visitación de Dios en Bolivia durante ese tiempo fue tan grande que hasta en
el medio de la selva, donde sólo vivían indígenas y colonizadores, encontraron reunidos
grupos de personas del interior; cuando el misionero les preguntó por qué estaban allí, le
respondieron: “Estamos esperando que alguien nos hable de Dios”. No tenían conocimiento
alguno de las cruzadas; era una obra totalmente sobrenatural del Espíritu Santo.
La prensa del mundo entero se hizo presente. Reporteros de la televisión de México,
Argentina y los EE. UiT., NBC, UP, UPI, Reuter y la prensa británica llegaron para grabar lo
que estaba aconteciendo. En tan sólo dos semanas, la Sociedad Bíblica vendió 33.000 Biblias,
Nuevos Testamentos y tratados con porciones del evangelio. Agotaron todo su inventario y
por causa de la emergencia trajeron vía aérea más ejemplares de la Biblia de Argentina, Para-
guay y Perú. Bolivia se había vuelto un centro de actividad religiosa de renombre mundial. El
poder de Dios era manifestado por medio de maravillas asombrosas.
Sin embargo, en medio de todo eso, me enfrenté con un nuevo dilema- ¿Qué debo hacer
con estas multitudes hambrientas? ¿A dónde habrán de ir? Las pocas iglesias existentes no
estaban preparadas para semejante derramamiento del Espíritu de Dios. Yo estaba
preocupado, pero el gozo de la cosecha era tan notable que yo sólo podía hacer lo que mejor
sabía y dejarle los resultados al Señor.
La cobertura de los medios masivos fue inmensa. Nos llegaba correo desde toda
Sudamérica y Europa, como también de los Estados Unidos, a medida que aparecían en las
revistas y en los diarios los relatos de los milagros que se estaban dando en La Paz, la ciudad
capital más elevada del mundo. El correo tenía casillas especiales para la correspondencia
que llegaba. Muchas veces la única dirección que tenían los sobres era: “Julio Ruibal,
Bolivia”. Muchas veces no podía leer las cartas pues estaban escritas en alemán, italiano o
francés. Mi última entrevista con NBC fue traducida a ocho idiomas y enviada a sesenta
países distintos.
Años más tarde conocí a un hermano cubano que me dijo cómo su iglesia había estado
orando por mí y se regocijó con lo que Dios estaba haciendo. ¡Los comunistas habian hablado
tanto sobre los “falsos milagros” en Bolivia que la iglesia cubana se dio cuenta que Dios
estaba obrando en Sudamérica y que los comunistas estaban atemorizados!
¡Cuán asombroso es el poder de Dios! Él reina sobre todas las naciones, es dueño del
ganado en mil colinas, así como de todo lo demás. Los aviones de la fuerza aérea son suyos,
los estadios fueron construidos para que, en última instancia, alguien los utilice para predicar
el evangelio. El uso de las vías aéreas fue descubierto para ponerle alas al mensaje.
¿Puede Dios hacerlo todo sin esfuerzo humano? ¡Si! Ciertamente todo lo que existe es de
él, por él y para él. Muy a menudo nos resulta difícil entender o creer esto, y limitamos al
Santo de Israel. Suponemos erróneamente que
Dios reina en el cielo, y que Satanás es el dios de la tierra.
Satanás es el dios del sistema mundano, no de la tierra. Del Señor es la tierra y su plenitud.
Al poco tiempo mucha presión comenzó a crecer en mí y en aquellos que eran parte de
este gran despertar. Abundaban las invitaciones, provenientes de muchos lugares. Con un
equipo de hombres jóvenes viajé por toda Bolivia: La Paz, Oruro, Cochabamba, Santa Cruz,
y otras ciudades. Sesenta, setenta u ochenta mil personas venían a las reuniones. Pronto, las
invitaciones comenzaron a llegar del extranjero: lugares como Perú, Colombia, Venezuela,
Paraguay y Argentina.
El gran poder de Dios fue demostrado a toda la nación y miles se acercaban a él. Había
llegado el momento de iniciar nuestra primera expedición más allá de Bolivia. No nos
imaginábamos lo que nos esperaba, tanto bueno como desconocido.
Casi todos creen que la mayoría de los habitantes del mundo ya han rechazado al Señor. Eso
no es verdad. Lo cierto es que todavía no han decidido a quién seguir. La mayoría de las
personas se encuentran en “el valle de la decisión”, tal como describe Joel: “Muchos pueblos
en el valle de la decisión; porque cercano está el día de Jehová en el valle de la decisión”
(Joel 8:14).
El gran poder de Dios debe demostrarse por medio de señales y prodigios.

Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y
abundante gracia era sobre todos ellos.
Hechos 4:33
Porque Cristo para esto murió y resucité, y volvió a vivir, para ser Señor así de los
muertos como de los que viven.
Romanos 14:9
Su presencia como Señor resucitado debe manifestarse a simple vista ante las multitudes de
todás las naciones.
Si nos limitamos a simplemente proclamar su nombre o a narrar historias de él, le
robamos al mundo la manifestaci6n asombrosa de su poder y gloria. Cuando sólo predicamos
el evangelio, apenas damos una introducción, como cuando presentamos a alguna persona
importante. Luego de la introducción, esa persona tendrá que mostrar quién es en verdad.
Jesús es el mismo hoy, ayer y para siempre. Si en aquel entonces tuvo compasión por las
multitudes, obrará de igual manera hoy. Si ayer fue el Cristo, hoy también es el Cristo.
Cuando Juan el Bautista envió a sus discípulos a preguntarle si él era aquel que
esperaban, o si debían seguir esperando a otro, Jesús les dijo:
Id, y haced saber a Juan las cosas que oís y veis. Los ciegos ven, los cojos andan, los
leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es
anunciado el evangelio.

Mateo 11:4,5
Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios
y señales . . -

Hechos 2:22
Así que luego de presentarlo a Jesús, debiéramos prepararnos para verlo obrar de esta
manera, pues su ministerio es eterno, es el Rey eterno. Cuando milagros y sanidades ocurren
en los corazones, mentes, cuerpos y espíritus de las personas, demostramos con hechos quién
es él. Jesús quiere atraer para sí a las multitudes por medio de su poder obrando con actos de
compasión.

Pablo dijo:

Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no
fui con excelencia de palabras o de sabiduría - . - y ni mi palabra ni mi predicación fue
con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de
poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduria de los hombres, sino en el
poder de Dios.
1 Corintios 2:1,4,5

Al moverse Dios en Bolivia, el país fue transformado. Por primera vez en la historia
había estabilidad con un presidente en poder por siete años. La nación atravesó su primer
auge económico. ¡Cambió su historia! Pero Bolivia no fue transformada por mi elocuencia ni
por mis palabras persuasivas, sino más bien por el Espíritu de Dios. Sesenta por ciento de la
población era campesina. A pesar de que la mayoría no podía entenderme con claridad,
creían, puesto que veían el poder de Dios que habla al corazón y alcanza lo más profundo del
ser humano.
Así fueron abiertas las puertas en Bolivia como nunca antes y siguen abiertas hasta el día
de hoy. Es un centro de avivamiento para las Américas. Verdaderamente era el cumplimiento
de 1 Corintios 1:27—29:

Lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo
escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió
Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia.
w
2 Perseguido pero no abandonado

P erú era muy diferente de Bolivia. Yo no tenía mucha idea de lo que nos esperaba. La
invitación para ir allí llegó por medio de peruanos que habían visitado Bolivia con
necesidades fisicas y habían regresado sanados. La prensa peruana también había cubierto lo
que Dios estaba haciendo en Bolivia. Se nos había pedido que lleváramos la bendición y la
unción de Dios a esa nacion.
Lo que no sabíamos en ese momento era que Perú estaba atravesando uno de los
momentos más difíciles de su historia pues un régimen militar de extrema izquierda
recientemente había tomado el poder. Los asesores cubanos habían saturado el país y Rusia le
había vendido más tanques y armamentos a Perú que a cualquier otra nación latinoamericana.
La expectativa ante la reunión era muy notable. Los miembros de mi equipo se habían
adelantado y contaban con la ayuda de un gran número de personas de buena posición
aristocrática, que hacía poco habían sido salvas, para organizar las reuniones. El Campo de
Marte, un gran parque utilizado para los desfiles militares, era el lugar escogido para llevar a
cabo la reunion.
Tan pronto llegamos al aeropuerto de Lima, uno de los miembros de mi equipo se acercó
para advertirme de lo que me esperaba. Por un lado, miles de personas se acercaban para traer
sus desvalidos y enfermos para oración. Por otro lado, una conferencia de prensa estaba
programada en el aeropuerto. La prensa comunista había lanzado un plan de difamación total
para contrarrestar el entusiasmo y la expectativa popular por las reuniones.
En los días siguientes pusieron notas en las portadas de los periódicos que decían: “Los
agentes de Ruibal reclutan personas para dar testimonio falso de sanidad”; “Ruibal está
enfermo.., y no puede predicar hoy)”; “Ruibal, el buen hijo del Tío Sam”; “Ruibal, agente de
la CIA”. Además, tenían dibujos de mí en las tiras cómicas de los periódicos. En uno,
aparecía un dibujo de una señora que tenía tres piernas, abajo decía: “A Ruibal se le fue la
mano!” Escribían largos artículos sobre la falsedad de los milagros o un largo análisis
psicológico sobre la razón por la que yo tenía puesto cierto par de zapatos. Se suponía que
esto debía probar que yo tenía problemas o complejos psicológicos.
Esto ocurría a diario, sin excepción. Finalmente, dejé de leer el periódico, ya que no
quería llenar mi mente con las mentiras, los comentarios y las opiniones del diablo.
Tuvimos seis semanas de batalla intensa. El permiso para tener las reuniones nunca fue
otorgado, pero tampoco fue denegado en forma oficial, una táctica comunista comun. La
multitud que esperaba la reunión fue desbandada mediante tanques y cañones de agua.
Cundió el desorden y el desánimo entre los que habían esperado por semanas para este
evento. La policía secreta hasta nos vigilaba en casa. Debido a que los reporteros comunistas
nos seguían a todas partes, tuvimos que escondernos.
Se programaban reuniones privadas en los hogares. Un productor famoso de televisión
nos ofreció su casa grande. Tenía un jardín inmenso atrás y paredes altas rodeaban la
vivienda, como es habitual entre las personas de dinero en Sudamérica. Llenamos ese lugar
con centenares de personas. Luego de la predicación ocurrieron milagros. El momento más
crucial ocurrió cuando hicimos una pausa para orar, pidiendo que Dios satisficiera las
necesidades del pueblo. Algunos jóvenes comunistas sentados en la pared de atrás dijeron a
gritos: “~Usted es un falso! ¡Falso, falso, falso!” Proféticamente les apunté con mi dedo,
diciendo:
“Un día serán juzgados por esas palabras”.
Dios mismo respondió, de inmediato una monja sorda fue sanada y exclamó: “~Gloria a
Dios, puedo oír!” Un hombre rengo arrojó sus muletas y salió corriendo. Más milagros
brotaron en medio del gentío y aquellos que gritaron “falso” tuvieron que escapar con un
brinco hacia atrás por encima de la pared pues las multitudes se airaron contra ellos. Ese fue
el comienzo de una andanada de milagros.
La última reunión principal en Perú se llevó a cabo en una escuela secundaria en
Monterico donde varias canchas de fútbol se llenaron de personas. Una noticia de prensa
conservadora estimó que la concurrencia fue de 20.000 personas. Me arrestaron y me
llevaron ante las autoridades para explicar por qué teníamos reuniones tan grandes cuando
sólo nos habían dado permiso para tener reuniones privadas. (No consideraban que una
reunión de 20.000 personas fuera privada, aunque se llevara a cabo en propiedad privada.)
Nos llevó años entender completamente lo que ocurría entre bambalinas en Perú. La
juventud comunista, uno de los grupos más militantes en Sudamérica, había amenazado al
gobierno con paros y demostraciones si se nos permitía predicar en público. Ese grupo de
jóvenes constituye hoy el famoso movimiento llamado “Sendero Luminoso”. Sin embargo,
no pudieron limitar a Dios que frustró toda la oposicion.
Al dejar Perú, algunos de la policía secreta — ahora nuevos creyentes y nuestros amigos
— nos proporcionaron vehículos escoltados para llevamos al aeropuerto. Oficiales del
gobierno y hombres de negocio ricos habían conocido el toque del poder de Dios. De esta
manera, Dios volvió a mostrar que él gobierna a las naciones y se mueve a pesar de
persecuciones y circunstancias difíciles.

Ir a Ecuador después de la experiencia vivida en Perú habría de ser un gran alivio, pensé.
Varios días antes de llegar, el Señor me había llevado al ayuno. No entendía por qué me
convocaba a ese ayuno, pero el ayuno había sido parte de mi caminar espiritual desde el
comienzo, así que obedecí. Ni bien llegamos, la policía secreta ecuatoriana vino a la casa
donde estábamos parando y nos arrestó a mí y a uno de mis asistentes, para llevarnos
secretamente a su aterrador cuartel. Aquellos eran los años en que la gente desaparecía
secretamente en Sudamérica, y no se podía preguntar nada acerca de ellos. Como se sabía que
grandes multitudes asistían a nuestras reuniones, fui acusado de ser izquierdista.
Nos encontramos en un interrogatorio sobre nuestras actividades religiosas: “~,Por qué
vienen multitudes de personas a escucharlo? ¿Es verdad que usted sana?” Al final vino un
hombre pequeño, deformado y aterrador para vernos. La policía lo utilizaba para interrumpir
demostraciones. Era un retardado mental sordomudo. Se lo usaba en última instancia en caso
de que no dieran resultado los gases lacrimógenos y fracasaran los perros de policía. Lo en-
viaban a los tumultos con una vara en la mano que él hacía girar en forma alocada a fin de
dispersar a los manifestantes, a veces fracturando cráneos en el proceso.
Esta vez lo pusieron frente a mí, para que lo sanara. Tal vez esperaban que ocurriera un
pequeño accidente. Gruñía como un animal a muy poca distancia con la vara a su lado. Era
mi decimotercer día de ayuno y ahora conocía la razón. Mi vida corría peligro inminente.
Sánelo!” demandaron, mientras que internamente oraba al Señor, diciendo: “Señor, ¿que
debo hacer?” El Espíritu suavemente me guió a imponerle las manos en la cabeza. En el
plano natural, podría haber significado la muerte. Lo miré directamente a los ojos, y
acercándome a él, le impuse las manos en la cabeza. Dejó de gruñir porque el poder de Dios
estaba fluyendo por su cuerpo; la expresión de su rostro cambió y el Espíritu me susurró: “Ha
sido sanado”.
Los trece días de ayuno me sensibilizaron a la guía del Señor. Así que les dije a los
oficiales que había sido sanado. Ellos me preguntaron cómo lo sabía, les expliqué que el Se-
ñor me lo había dicho. Caminaron hacia él con actitud burlona, gritándole al oído, “~Puedes
oír?, ¿puedes oír?” El hombre deforme saltó y gritó: “~Aaaaaay!” Le había asustado el ruido
que oyó. ¡Había sido sanado!
Les avisé, “No crean que va a hablar. Nunca antes ha oído ningún sonido. Comiencen
despacio y prueben su audición”. Pedí una caja de fósforos para sacudirla al lado de sus
oídos. Cuando lo hice, sonrió y meneó su cabeza por la alegría de poder oír. ¡Verdaderamente
podía oír! Le pusimos un reloj cerca del oído y podía escuchar el tic tac. Le pedimos a uno de
los hombres que golpeara la puerta del lado de afuera. El hombre deforme miraba apuntando
hacia la puerta. La policía fue testigo de este milagro. ¡El Señor dio un giro a mi suerte!
Una prueba final se llevó a cabo inmediatamente. Con expresión de disgusto, uno de los
oficiales de la policía me tomó del brazo. Tenía una pistola automática en su cinto y me llevó
a un baño oscuro. Es de conocimiento público que miles de personas habían sido muertas en
los cuarteles de la policía de muchas ciudades sudamericanas. Tal vez por eso las mujeres
sollozaban cuando la policía secreta me sacó abruptamente de la casa.
Al llevarme el oficial al baño del cuartel, pensé: Este es el fin. Cuando cerró la puerta
detrás nuestro, se sacó el sombrero y sus ojos se llenaron de lágrimas. Me dijo: “Ore por mí.
¡Yo creo!”
A mí también se me llenaron los ojos de lágrimas al imponerle las manos al orar por él.
Este era un oficial de alto grado dentro de la policía ecuatoriana. Todavía recuerdo su
uniforme elegante, sus lágrimas y la expresión en su rostro. Volvió a endurecer su expresión,
abrió la puerta y con el tono de voz cambiado, dijo enérgicamente: “~Fuera!”, y me guiñó el
ojo. Esta era una señal del Señor de que se me había perdonado la vida, por su misericordia y
su gracia.
Mientras tanto, el embajador boliviano, habiendo sido informado inesperadamente de mi
arresto y luego de consultar con el presidente de Bolivia, requirió al gobierno ecuatoriano
tenerme bajo su custodia. Me entregaron esa noche, cuando todavía había tiempo para
celebrar una reunión en la embajada boliviana, donde cientos de personas se congregaron
para recibir ministerio y oración. Duró hasta las tres de la mañana y más gente recibió
salvación, y el Señor operó incontables milagros.
El gobierno ecuatoriano pidió que me retirara del país. El embajador boliviano quería que
me quedara, pero cedió ante la presión con la condición de que él y su personal me
acompañaran personalmente hasta la puerta del avión. Obviamente, mi vida aún corría
peligro. Dos días más tarde abandoné el país, a fin de evitar un conflicto internacional.
Cuando estábamos por salir de la embajada, muchos creyentes se habían reunido enfrente
para darnos su apoyo. Protestaron nuestro arresto ante las autoridades ecuatorianas que
habían rodeado el edificio con sus vehículos. Al llegar al aeropuerto, las escoltas de la emba-
jada, la policía ecuatoriana, los agentes del servicio secreto, los periodistas y los nuevos
creyentes encontraron multitudes aguardándonos. Hubo gran confusión ya que la policía y el
servicio secreto no podían contener a las masas. En el ínterin, el avión de una línea comercial
partió sin que nosotros estuviéramos a bordo. El cuadro era tan difícil que el gobierno ordenó
que el avión volviera para recogernos. Después de una hora y media de vuelo, la azafata
preguntó amablemente: “De parte de la tripulación, ¿podría decirnos quién es usted?”
De Ecuador volví a Perú para una visita que resultó ser corta. Ni bien llegué al
aeropuerto, fui arrestado. El encarcelamiento fue acortado debido a la intervención de la aza
fata con quien había tomado el tiempo de explicar quién era yo y quién era Jesús. Esa noche
fue a una reunión en Lima donde pidió por mí. Ella no sabía que nadie estaba enterado de que
yo estaba en Perú. Les contó que habíamos ingresado al país juntos, y esto permitió a los
hermanos entender que yo estaba en las manos de la policía.
Ellos intercedieron por mí ante el gobierno y antes de la medianoche llegó la orden de
liberación desde el palacio presidencial. Pero la policía no quería soltarme hasta tanto no
respetara cierto “procedimiento”. Este “procedimiento” era que yo fuera a sus hogares para
orar por algunos de sus familiares enfermos. Ese día entero de arresto en el aeropuerto no fue
en vano pues muchos oyeron el evangelio y fueron salvos. Uno de los jefes de policía recibió
sanidad de una herida de bala muy dolorosa que lo había torturado por muchos años. En un
cambio de situación milagroso mis opresores se convirtieron en amigos y hermanos. Dios es
capaz de librarnos, incluso de las circunstancias más severas si ponemos nuestra vida en sus
manos y confiamos plenamente en su voluntad.
3 El cono sur

El Espíritu Santo me dijo claramente “Río de Janeiro, Brasil’, al momento que las
autoridades peruanas me preguntaron cuál era mi siguiente destino. No teníamos dinero para
los pasajes, pero camino al aeropuerto el Señor proveyó los fondos y pronto nos encontramos
caminando por las calles de Río de Janeiro. Al poco tiempo, mi asistente volvió a Bolivia.
Ese período de seis meses resultó muy diferente para mí. Aunque los periódicos
brasileños tuvieron notas de portada sobre mí, no se abrieron grandes puertas. Ministré en
iglesias y, cuando tuve dominio del idioma, prediqué en las calles. Dios se movió, pero nada
similar a la magnitud de lo ocurrido en Bolivia, Perú y Ecuador en los meses previos.
Vivir allí por la fe requirió mi sumisión a la dirección de Dios y meditación en lo que él
estaba haciendo. Semanas atrás había logrado fama mundial; ahora ni podía comprarme un
helado por mi cuenta, tenía que pedirlo en oración. ¿Qué es lo que Dios me estaba tratando de
decir? “Yo soy el Señor tu Dios; tú eres mi instrumento. Si decido colocarte frente al pueblo
y en las noticias, es para mi gloria. Si elijo sacarte de un gran avivamiento tal como hice con
Felipe, es mi prerrogativa también. No olvides que la promoción no viene del este o del oeste,
sino viene por mí, dice el Señor”.
Aprendí muchas cosas en Brasil, empezando por el idioma portugués. Pero sobre todo,
aprendí a esperar en Dios. Seis meses después, cuando llegó la hora de partir, algunos de mis
asistentes vinieron de Bolivia para acompañarme a Paraguay. Nuevamente, la nube del
Espíritu nos estaba esperando.

Ministramos siete semanas en el estadio Comuneros, en la ciudad de Asunción. Otra vez


hubo sanidad de cojos, enfermos y de los que padecían enfermedades terminales, entre los
cuales hubo una señora de la alta sociedad paraguaya que era la tía de un diplomático en
Colombia. Ella tenía un mal incurable que no la dejaba dormir. ¡Fue milagrosamente sanada!
El milagro llegaría a ser un elemento crucial en el plan de Dios para Colombia. Pastores
prominentes de Argentina involucrados en aquel entonces con la iglesia paraguaya, nos han
dicho que la historia de Paraguay está dividida en dos: antes y después de la visita de Ruibal.
Años más tarde, cuando el Señor nos guió a mí y a mi familia a Colombia, no se
extendían visas a misioneros. Era una conspiración de algunas mujeres católicas fanáticas,
que ejercían su influencia sobre la jefatura de visas del ministerio colombiano de relaciones
exteriores. Cuando nuestras visas fueron negadas, apelé a mi amigo, el primer ministro
colombiano. Yo lo conocía porque su hijo se había casado con la sobrina de la señora que
había recibido sanidad en Paraguay. En aquel momento, el primer ministro ocupaba la
función de presidente de Colombia, y nos otorgó las visas. Pero lo más importante es que por
fin revirtió ese complot terrible contra las familias misioneras que trataban de llegar a
Colombia. El milagro en Paraguay abrió las puertas en Colombia para muchos misioneros
que, de otra manera, no hubieran podido ingresar a un país que los necesitaba con
desesperación.
Desde Paraguay fui a Argentina por una breve visita, donde un gran número de pastores me
dio la bienvenida. Llegué con una palabra de advertencia, pues estaban en medio del
movimiento de discipulado: “En nuestro esfuerzo por entender la autoridad y sumisión
bíblica, no permitamos que esto reemplace una dependencia personal y directa de la
guía del Espíritu Santo”. El Señor se movió de manera increíble y aunque sólo estuve tres
días, el fundamento había sido establecido para una participación futura. Casi veinte años
después, el Señor me habría de enviar a ministrar allí otra vez.
Estaba en Paraguay cuando llegó la invitación para visitar Colombia. Lo poco que
conocía de ese país era lo que había estudiado en la escuela. En una entrevista la prensa
colombiana me preguntó cuándo iríamos a ese país, y le dije proféticamente: “Pronto”.
Poco tiempo después estábamos camino a Colombia. El pueblo nos estaba esperando. El
Minuto de Dios, uno de los centros carismáticos católicos más influyentes en Sudamerica,
junto con los pastores que acababan de patrocinar una campaña de T.L. Osborne, querían que
yo condujera reuniones en el mismo lugar y las mismas instalaciones que se habían usado
para dicha campaña.
Así que llegué con mi equipo a Colombia sin entender la magnitud de la obra que Dios
estaba por realizar en el país más católico de toda Sudamérica, el único país del mundo que
mantuvo un concordato con el Vaticano (un acuerdo especial que le da a la iglesia católica
poder eclesiástico sobre las áreas de educación, medios, derechos civiles y otros).

4 Colombia, puerta de acceso a Sudamérica

N uestras reuniones en Colombia comenzaron en un predio grande en Bogotá, cerca del


lugar donde el Papa Pablo VI había conducido una misa multitudinaria. Los pastores que
participaban en este esfuerzo habían pagado un alto precio por seguir el evangelio. De hecho,
uno de ellos había sufrido el apedreo a muerte de su hija, tal como en los tiempos bíblicos.
A esas reuniones masivas en que Dios se movía con señales y prodigios, vino un
reportero llamado Darío Silva, quien al presente pastorea una de las iglesias más grandes de
Bogotá. En aquel tiempo no era creyente, mucho menos pastor. Era un reportero agresivo de
investigación, enviado por una revista prominente, Cromos, con la orden específica de
“~destruir el mito de Ruibal!” Sin embargo, lo que se destruyó fue su incredulidad. Escribió
sobre los milagros que vio cuando fue a escuchar al que él llamaba el “apóstol de los Andes”.
Algunos de los que vinieron a las reuniones eran católicos carismáticos. Al poco tiempo
tuve la oportunidad de conocer al fraile Rafael García Herreros, un sacerdote nacido de
nuevo. Poco tiempo antes, me había enviado una invitación a Colombia, la cual nunca llegó a
mis manos.
Ahora, estando yo allí, me reiteró su invitación ofreciendo un lugar para tener reuniones con
mucho público. Gracias a su petición, el mayor estadio de Bogotá, con capacidad para 62.000
personas, nos fue concedido. Se llenó hasta la mitad en la primera noche. Los milagros fueron
realmente explosivos.
Tal vez lo más importante de la reunión no fueron los milagros de sanidad de los cojos o
rengos, sino el que ocurrió en la vida de Gonzalo Arango, autor muy famoso y fundador del
“nadaísmo”. Fue salvo en esa reunión. Días más tarde proclamó en “El Tiempo”, el periódico
más prominente de su país (y entre los más prestigiosos del continente), que su filosofía
estaba errada. Ahora sabía que Dios era real pues había visto a una niña sordomuda oír y
hablar en esa reunión. Se daba cuenta de que Jesucristo es el mismo hoy como cuando obró
los milagros en las costas galileas y lo expresó abiertamente. Poco tiempo después, ese autor
filosófico murio.

Pocos días después nos encontramos en Medellín, una ciudad muy bella que recientemente se
ha conocido más por su violencia y por ser el lugar de residencia del líder difunto del cartel,
Pablo Escobar. Nuestra primera reunión fue realizada en la plaza de un suburbio pequeño.
Miles vinieron a oír el evangelio y muchos fueron sanados de enfermedades increíbles.
Entre los presentes había otro reportero, enviado por la revista Cromos con la esperanza
de que éste fuera más “objetivo”. Su nombre era Enrique Holguín. Vino, revisó, cuestionó y
entrevistó. Él se había hecho famoso por haber destruido la historia de Piendamo sobre un
niño que supuestamente había visto a la virgen María y luego tuvo ganancias por la venta de
reliquias y agua bendita. Esta vez estaba presente para estudiar mi caso y reportó lo siguiente:
“No lo creí, hasta que de repente vi la explosión de milagros”.
Dos días más tarde programamos otra reunión en el mismo estadio, y el reportero nos
preguntó “~Cómo pueden realizar una reunión sin ningún tipo de promoción? ¿Quién le
informará al pueblo?” Le respondí que el viento del Espíritu les diría.
Cuando llegó la noche de la reunión, la policía tuvo la cortesía de brindarme escolta.
Cuanto más nos acerábamos al estadio, más me preocupaba; creía que habíamos cometido un
gran error. Tenía la impresión de que habíamos programado una reunión al mismo momento
en que había un partido de fútbol. Yo me imaginaba un pequeño grupo de personas
esperándome a la entrada, mientras que dentro del estadio, las multitudes aclamaban a su
equipo favorito. A varias cuadras del estadio había tal congestión de tránsito que el automóvil
de la policía no podía pasar.
Finalmente llegamos al estadio a pie, para descubrir que no había error; ¡100.000
personas nos aguardaban! Las tribunas estaban llenas al igual que toda la cancha de fútbol; la
pista de carreras y las cuatro cuadras que rodeaban el estadio estaban llenas de personas que
deseaban entrar. Cantaban una canción simple: “Tengo un amigo que me ama, su nombre es
Jesús”, que habían aprendido de uno de los miembros de mi equipo ministerial.
Luego del sermón, los milagros empezaron a ocurrir alrededor del estadio. Sombreros
comenzaron a volar, las camisas saltaron por el aire. Preguntábamos “,Qué es?” y nos llegaba
la palabra “iEra cáncer; era un tumor!” Tratamos de traer a los sanados a la plataforma. El
lugar estaba tan lleno que tuvieron que pasarlos por encima de las cabezas de la multitud para
llegar al frente. Tenía miedo que alguien sería muerto en el proceso. Orábamos y cantábamos
de júbilo. El estadio se sacudió cuando la multitud gritó:
“iJesús es rey! ¡Viva Cristo el rey!”
¿Puede Dios llevar a cabo semejante obra sin preparación, sin propaganda o sin estrategia
de campaña? ¿Acaso no es él creador del cielo y la tierra? ¿No fue creado el mundo a través
de su palabra? Debemos volver a examinar nuestra fe en él y el concepto que tenemos de su
grandeza. Debemos entender que sus obras son maravillosas. A él le agrada mostrar su fuerza
para que su nombre sea conocido en toda la tierra. Dios se ocupa de salvar a los que se pier-
den y encontrar a los perdidos. ¿Nos atreveremos a creerle? ¿Seremos fieles en la obediencia?
¿Saldremos en su nombre? O, ¿Nos bastará el hablar de las grandes obras de otros,
observándolos con anhelo, en vez de ser nosotros testigos e instrumentos para que del mismo
modo obre a través nuestro?

Nuestra visita a Cali no fue distinta. Las notas en primera plana sobre los milagros en los
periódicos más importantes advirtieron al pueblo de lo sucedido. Veintiún mil personas
llenaron el coliseo local por dos días. Entre esas personas, se encontraba Ruth Johnson, una
enfermera joven norteamericana con un título de maestría en salud pública. Ella vio el poder
de Dios manifestarse en la multitud.
Ruth había crecido en un hogar cristiano y conoció a Jesús como salvador a los cuatro
años de edad. A los siete sintió el llamado misionero a ese país cuando oyó a un misionero
hablar de Colombia. Se preparó para ir. No fue a Colombia por medio de una organización
religiosa, sino con un contrato de un año a través de la Fundación Rockefeller como profesora
visitante ante la universidad estatal. Luego se quedó como consultora de la Organización
Mundial de la Salud [World Health Organization]. Debido a su posición tan especial, podía
presentar un testimonio con validez a un nivel profesional de la sociedad colombiana que
normalmente no recibía semejante palabra en la iglesia. Ella vino a verme con dos amigos a
la casa en la que me hospedaba.
Yo había estado orando al Señor pidiendo que me enviara la persona con la que pudiera
compartir mi vida y ministerio. Por fin cuando nos presentaron, quedé estremecido, pues en
cuanto vi a Ruth supe proféticamente que ella era esa persona. Me impresionaron sus
hermosos ojos azules, su atavío modesto, su compromiso con Cristo y la libertad que gozaba
para moverse en los dones del Espíritu al profetizar mientras conducía el automóvil camino al
aeropuerto. Nunca olvidaré esos últimos minutos antes de abordar el avión; sentía que mi
espíritu se había conectado con el suyo. Le dije a mi asistente, “Tengo un problema, nunca
antes me había sentido así.”
El resultado de la visita a Colombia fue poco menos que increíble. Yo había ministrado a
toda la nación por medio de cruzadas y por la televisión, algo inusitado en Colombia ya que
la iglesia católica romana impedía la transmisión de programas no católicos. Fui el invitado
de honor y orador en el banquete más importante de ese país. Compartí la mesa con el
presidente de la nación y también con el candidato que ganó la elección siguiente. Este
encuentro fue crucial para los días de desarrollo futuro de mi ministerio en Colombia.

Luego de ministrar en esa nación, era hora de volver a Bolivia. Había viajado durante nueve
meses, visitando la mayor parte del continente y era hora de examinar mi corazón:
“¿Cuá1 es el siguiente paso, Señor? ¿A qué apuntamos?”
En el ámbito natural, parecía que mi agenda estaba bastante llena. Enero, participaría de
un congreso carismático continental; febrero, en Venezuela; y luego a Jerusalén, para estar en
el mismo púlpito con Kathryn Kuhlman; luego, a un desayuno de senadores en Washington;
también debía asistir a diversas reuniones de los Hombres de Negocio del Evangelio
Completo, por varios estados de Norteamérica; también tenía que participar de cruzadas en
Suiza y Alemania. Logos Internacional ya me había enviado un contrato para escribir mi
biografía.
Sólo tenía veinte años y parecía que el mundo entero se me había abierto. Sin embargo, la
pregunta era: ¿Qué quería Dios de mí? ¿Debía viajar, gozando de la inercia de mi “éxito”? Su
llamado sobre mi vida y su relación conmigo eran mis prioridades.
Al volver a Bolivia sentí confirmación en mi corazón respecto de lo que había visto por
todo el continente; las pocas iglesias en existencia carecían de visión y había multitudes de
personas despojadas de vivienda. No estábamos preparados ni creíamos que Dios iba a obrar
conforme al deseo de la mayoría de nosotros.
Mis conversaciones con Ruth durante ese tiempo en Cali se habían centrado en el cuerpo
de Cristo, la iglesia bíblica donde todos los dones y ministerios estuvieran presentes; una
iglesia con visión y con fe, pero también con pureza y santificación; una iglesia donde habría
balance entre carisma y carácter, fe y obras como también oración, ayuno y un corazón
volcado a los perdidos y al entrenamiento de los creyentes para la obra del ministerio, un ver-
dadero sacerdocio de creyentes, manifestado a pleno.
Entonces llegó el tiempo de decidir cuál iba a ser mi agenda. Sabía que Dios me estaba
diciendo que debía empezar una iglesia modelo con el remanente de la gran visitación en
Bolivia. Era fácil hablar de la iglesia modelo, o tener la esperanza de encontrarla algún día,
pero ahora me tocaba poner en acción mis palabras.
Tomé la decisión en 1974 de cancelar todas las grandes invitaciones que había recibido,
para poder quedarme en Bolivia con un grupo de doce adolescentes que buscaban al Señor
respecto de cómo establecer esa iglesia basada en el modelo neotestamentario. Así las
multitudes tendrían un lugar donde poder ir y encontrar ministerio para sus necesidades. Yo
no conocía las implicaciones de largo alcance que tendría esa decisión; tampoco imaginé la
oposición feroz que habría de encontrar, y los años que llevaría edificarla. Como ya había
hecho con anterioridad, le entregué las riendas de mi vida a aquel en cuyo nombre se doblará
toda rodilla y me dispuse, junto a los demás, a emprender una etapa de desafio.
Al tomar la decisión de permanecer en Bolivia para establecer una iglesia local, el Señor
empezó a hablarme acerca de una etapa futura de mi ministerio, que afectaría a
grandes multitudes e impactaría a las naciones. Lo que no sabía es que debía atravesar un
período de preparación de diecisiete años, antes de llegar a ver los resultados. A través de
esos diecisiete años esa palabra del Señor me fue repetida en varias ocasiones a través de
profetas probados en el cuerpo de Cristo. Las palabras que recibimos prometían que las
multitudes del pasado llegarían a ser insignificantes en comparación con lo que habría de
venir.
5 Un granero para la cosecha

H abía algunas iglesias evangélicas tradicionales en la ciudad de La Paz, pero eran


pequeñas y estaban estancadas debido a la falta del mover del Espíritu. Ahora el país se
había abierto y el Espíritu se movía; el evangelio había sido predicado con manifestaciones
de poder. Había numerosos grupos informales de creyentes llenos del Espíritu, la mayoría
nacida de nuevo durante el gran despertar en Bolivia, reunidos por las casas y los parques en
todo el país. Pero la iglesia debía ser establecida. Ruth vino de Colombia durante varios
meses para ayudarme en esta tarea.
El Señor nos guió a tener una campaña de diecisiete días, siete días en un estadio seguido
de diez días en un coliseo. Fue una cruzada diferente. Ya no habría de predicar sobre la
salvación y ministrar sólo a los enfermos; debería también concentrarme en el evangelio con
todas sus implicaciones, esforzándome en presentar intrépidamente los principios básicos de
la vida cristiana en diecisiete días. Noche tras noche, durante siete días, bajo condiciones cli-
máticas severas, prediqué el evangelio en el estadio. La mayoría de las noches tuve que
ampararme bajo un paraguas por causa de la lluvia y usar guantes para que no se me
congelaran las manos. Traté temas tales como el arrepentimiento, la fe en Dios, el bautismo
en agua y en el Espíritu Santo, la oración, los ídolos, el ayuno, los dones del Espíritu y el
compromiso con la iglesia local.
Mi vida corría peligro, así que a veces me vestí como un campesino para entrar y salir de
ciertos lugares. Fueron días difíciles; la mayoría de los que me habían acompañado al
principio ya no estaban conmigo. Algunos se reunían en grupos informales, otros fueron
guiados por el Señor por otros caminos y otro grupo simplemente siguió su propio camino.
Algunos volvieron al mundo, otros vivieron según sus propios designios. Aunque había otros
que tenían el gran deseo de seguir viviendo bajo la nube de la unción, pero con una vida
desordenada. Desafortunadamente, con el interés de corregir este mal, nos volvimos
dogmáticos. Les dijimos que se corrigieran o se fueran. La mayoría se fue. Al final quedaron
sólo doce personas. Era casi como empezar de nuevo, pero con mayor entendimiento sobre la
función de la iglesia local como lugar de refugio para las almas que se alcanzan mediante el
evangelismo masivo.
Luego de siete días en el estadio, nos mudamos al coliseo por otros diez días. Al concluir
los diecisiete días, nos habíamos convertido en la congregación más numerosa del país. El
Señor nos dio 600 nuevos convertidos. Era un grupo muy especial, compuesto de
profesionales, indígenas, monjas, gente de la calle y otros. ¡Fue un momento glorioso! No
dijimos a todos: “Vaya y encuentre una iglesia de su agrado”, como fue el caso después de
tantas campanas. Esta vez les mostramos que nosotros éramos la familia a la cual habían
nacido.
Durante las tardes, Ruth y yo enseñábamos a los doce jóvenes. Tenían tan sólo un año de
vida en el Señor y no contaban con otra experiencia que la adquirida en nuestras campañas
ese año. Dos veces por semana estos jóvenes visitaban los 15 o 20 grupos caseros que
habíamos establecido en la ciudad, para enseñar lo que acababan de aprender. Luego de las
reuniones, volvíamos a la oficina, situada en la sala de la casa de mi madre para orar por los
nuevos convertidos, hasta pasadas las dos o tres de la mañana, rogándole al Señor que
protegiera la cosecha. Los domingos la iglesia entera se reunía en un auditorio para la reunión
general.
En la actualidad, aunque la iglesia ha sido probada por fuego, es la más grande del país y
está ubicada entre las más numerosas del continente. Tiene más de 7.000 miembros, sostiene
también una obra misionera en cada capital de provincia, una estación de televisión cristiana
(la primera de su tipo en toda Latinoamérica) y una estación de radio de FM. Los tres
ancianos que presiden la obra (Alberto Salcedo, Carlos Peñaloza y Silvia de Salcedo)
nacieron de nuevo bajo mi ministerio, tal como ha sucedido con muchos otros pastores de la
ciudad. ¿Quién hubiera creído que doce adolescentes, con no más de un año en el Señor,
llegarían a tener testimonio tan poderoso en toda Sudamérica?
Nunca lamenté haber rechazado las invitaciones a eventos de importancia en otras partes,
para quedarme y establecer su iglesia en mi país. Lo asombroso es que sólo era el principio,
pues lo que aprendimos en el ámbito local sería modelo para la región y el mundo. Una
iglesia había sido establecida en uno de los suelos más duros del mundo. Realmente, es una
flor hermosa nacida sobre una roca

6 El costo y la recompensa de morir al yo

A ctualmente, la idea de tener que hacer un sacrificio no es muy popular. No queremos


perder, sólo deseamos ganar. Se nos enseña que Jesús nos puede dar todo lo que
pedimos, incluso un automóvil lujoso, si somos insistentes en nuestra oracion. Queremos
adquirir poder y prestigio, renombre y fama, gloria y honor. Somos felices con nuestras
bendiciones, pero nos desagradan y desaniman las pruebas y tribulaciones. Con Jesús como
libertador, ya no tenemos que enfrentar las pruebas de este mundo.
¿Le son familiares estas expresiones? Sin embargo, en mi propia vida y experiencia he
aprendido que el sufrimiento y la muerte al “yo” son elementos importantes en el desarrollo
de los propósitos de Dios en esta tierra. Jesús dijo que a menos que el grano de trigo caiga en
la tierra y muera, no puede llevar fruto. También dijo que si no tomamos la cruz y le
seguimos no podemos ser sus discípulos. A menos que estemos dispuestos a perder la vida,
no podemos ser sus seguidores.

Este principio cobró realidad para mí ese mismo año (1974). Después de haber establecido la
iglesia autónoma más grande de Bolivia, me mudé temporalmente a Bogotá, Colombia, sitio
ideal para mi entierro. Era una granja tranquila, a dieciocho millas de la ciudad, conducida
por un grupo muy trabajador de cristianos perfeccionistas, comprometidos y convencidos de
que eran la esposa de Cristo. Su líder, una misionera estricta y autoritaria, fue fiel al Señor
hasta el día de su muerte.
Desarrollamos relaciones firmes entre todos. Mi vida se abrió al trato del Espíritu a través
de ellos, algo muy necesario para mí en ese momento. Ella era muy especial, como todos los
que la rodeaban. Su problema era que el fanatismo y el exclusivismo se habían vuelto
características preponderantes en su vida y ministerio (Desde entonces el grupo ha
encontrado un mayor equilibrio y está en comunion con el resto de la iglesia.)
Fui allí para encontrar mayor liberación en mi vida. Sentía la necesidad de ser liberado de
cosas que me oprimían y del conflicto espiritual dentro de mí. Participé en la granja como
uno más del lugar, en la conducción de la granja, ordeñando las vacas, paleando estiércol y
examinando mi espíritu cada día mientras traducíamos un libro sobre la guerra espiritual.
Necesitaba ayuda y, procurando la transparencia, les expuse mi vida entera mientras
ellos, en forma colectiva, trataron de liberarme. Al pasar los días, las cosas empeoraron. En
mi búsqueda de la transparencia, cuestionaba todo. Aquellos fueron días de intenso dolor y
tribulación frente a Dios. En la soledad de la granja, clamaba a Dios.
Entretanto, parecía que el mundo entero se preguntaba qué le había pasado al “gran
evangelista”. ¿Qué hace en la granja? ¿Por qué no viaja por todas partes? ¿Por qué no fue a
Jerusalén con Kathryn Kuhlman? Había algunos que creían que había sido secuestrado, o que
algún espíritu me había dominado. Nada de eso me ocurrió, sino que estaba situado en el
lugar donde Dios me había puesto, en el tiempo indicado.
Dios quería sondear mi vida profundamente. Estos hermanos, aunque a veces no
entendían la complejidad de mi situación, trataron de ayudarme como mejor sabían. En mi
búsqueda de la libertad cuestioné todo, incluyendo mi ministerio. ¿Venía verdaderamente de
Dios? ¿Cómo es que podía ministrar tan poderosamente sin encontrar liberación para mi? Mi
experiencia con el ocultismo había dejado huellas.
Me arrepentí de llevar multitudes a encontrar al Señor sin ofrecerles nada más, aunque
nunca había sabido qué más ofrecer. Dije, “Señor, si nunca más predico, está bien, siempre
que esa sea tu voluntad?.
En mi anhelo de purificarme, dejé el ministerio en el altar. Tomé las colecciones de fotos,
películas y notas de revistas que narraban los grandes eventos que habían ocurrido, puse todo
en un barril, lo rocié con gasolina y lo quemé.
Fue como perder mi identidad en mi denuedo por ser sincero conmigo mismo y con Dios;
fui extremista. Llegué a cuestionar al Espíritu Santo, pensando que tal vez no era el Señor. El
enemigo se aprovechó de mí, llevándome al punto de pedirle a Dios que me quitara la vida.
Me escapé de ese lugar por veinticuatro horas, dejé la granja y salí corriendo a la casa de
otro misionero en Bogotá. Era una tarde fría y lluviosa. Los truenos sacudieron toda la sabana
y por primera vez desde mi conversión no me sentía protegido. Estaba fuera de la voluntad de
Dios. Me había retirado de su banco de trabajo. Todo lo que necesitaba hacer era llamar a los
Estados Unidos con el cobro revertido para que me enviaran boletos para irme al otro lado del
mundo. Llegué a llamar a la operadora para pedir asistencia, pero mi amor por Dios fue más
grande que el deseo pasajero de escapar de su trato, así que colgué el teléfono y regresé a la
granja al día siguiente.
Me volví un desconocido. Ya no era el pecador que vivía en California y disfrutaba de
sus playas y montañas, sentado sobre mi cabeza como instructor de yoga, combinando las
prácticas del ocultismo con los estudios de medicina.
Repentinamente, ya no era Julio Ruibal, el evangelista. Fue el valle de muerte más espantoso
e indescriptible que he conocido. Durante ese tiempo tan intenso, consideré el trato del
Espíritu de una manera tan extrema que llegué a decir que mi ministerio no podía ser de Dios
ya que yo tenia tanta necesidad de mejora y madurez.
Algunos de los que tenía cerca me veían con ojos de misericordia y esperanza; otros, con
lástima y vergüenza. Había un hombre que se gozaba de haber descubierto al denominado
gran evangelista. El tomó mis dudas y las cosas que dije en medio de mi lucha, como prueba
de que mi ministerio era falso y declaró que nunca más volvería a predicar el evangelio. Se
me comparó con Evan Roberts, el gran evangelista del avivamiento galés, que luego de verse
con Jesse Penn Lewis, nunca volvió al avivamiento. ¿Quién podría entender lo que me
pasaba, aparte de Dios y mi amiga más cercana, Ruth, que llegaría a ser mi esposa?
A veces sentía que ni podía hablar. Las pocas veces que íbamos a la ciudad tenía miedo.
Sin embargo, una mañana en la profundidad de mi desesperación ante el desafio de una
persona a que orara pidiendo liberación, me arrodillé y oré de manera simple: “Señor, soy un
hombre perverso. No sirvo para nada. Toma mi vida y úsala.”
¡En ese mismo momento fui liberado de la opresión que me había conducido a esa cirugía
exploratoria espiritual! ¡Nunca más me volvería a molestar!

Poco tiempo después, volví a Bolivia, con el espíritu libre pero con la idea de que mucho de
lo que habíamos hecho en mi país no podría haber sido del Señor. Era un truco del diablo. A
medida que el Espíritu Santo arrojó entendimiento sobre su propósito final, me volví muy
crítico de mí mismo, culpándome de no haber obtenido el producto final. Pasó un tiempo
hasta que Dios me mostró que, a pesar de mi necesidad de arrepentimiento y de corregir
ciertas cosas para el futuro, yo le había dado todo a él. La mayoría de mis errores no fueron
por un problema de integridad sino de juicio. Éramos cristianos inexpertos y de primera
generación, situados en el país de mayor opresión demoníaca en el mundo. Verdaderamente
se había movido sobre estas naciones por medio de su Santo Espíritu, ungiendo a una vasija
sin experiencia en ese avivamiento increíble para la cosecha del fin de los tiempos.
Luego de haber trabajado en la granja, llegué a Bolivia y abrí un pequeño taller de
carpintería mientras que pastoreaba la iglesia que habíamos establecido. Sorprendentemente,
caminé por las calles y me encontré con los mismos reporteros que me habían rogado que les
concediera entrevistas, y ahora ni podían reconocerme. Era como si trabajara en una cueva en
la ciudad organizando trabajos para los santos, para ayudarlos a salir de la pobreza.
Mientras tanto, en Europa y en los Estados Unidos, esperaban que el “gran evangelista”
confirmara su viaje para visitarlos.
A través de estas experiencias ordenadas por Dios, llegué a ser el que soy. En mi
búsqueda de libertad, reafirmé mis compromisos con Dios de los que nunca me retracté. No
haré nada que no sea su voluntad. No iré a ningún lado sin que él me envíe. No buscaré el
lucro o el beneficio financiero.

Luego de más de veinte años de ministerio, vivimos en una casa alquilada modesta en la
ciudad de Cali. Una vez, por más de nueve meses dormimos en el piso. No tengo ahorros o
inversiones y hasta hace muy poco mi automóvil era un Chevrolet 1968. Sin embargo
disfruto de los más grandes beneficios del favor de Dios. Veo milagros que me asombran.
Los milagros siempre me parecen especiales.
Mi vida es emocionante y llena de expectativa. He sido bendecido con una hermosa
familia y con líderes que comparten conmigo la responsabilidad. Tengo el privilegio de decir
que nuestro ministerio en Bolivia y en Colombia tienen el mismo espíritu. No existe la
ganancia personal ni una motivación egoísta. Por ello hemos visto un crecimiento fenomenal.
Las puertas se han abierto en todas partes, muchos lugares nos pueden hospedar y tenemos
oportunidades maravillosas para ministrar. Jesucristo es Señor de nuestras vidas puesto que
creemos que no hay otro camino. Tenemos paz en medio de la tormenta, de las bombas que
explotan, y de otras situaciones atemorizantes.
La mayoría de los que quieren tener un ministerio de poder o ser reconocidos y famosos
no se dan cuenta de lo que piden. Muchos no están dispuestos a pagar el precio que se
requiere para tener su unción y una comunión profunda.
Jesús es nuestro modelo. No podemos servirnos a nosotros mismos en su nombre. Las
presiones tremendas del tiempo final que nos afectan son y serán un fuego abrasador que
consume la cizaña y la paja. Cuando el Señor regrese, sólo lo que es de oro y piedras
preciosas permanecera. Al leer estas páginas, ruego que Dios anime su corazón a perder la
vida para que la pueda ganar.
A su tiempo, Dios no sólo me dio el entendimiento de lo que había atravesado, sino que
me encontré hablando otra vez a presidentes, frente a las cámaras de televisión, y haciendo
viajes por invitación especial. Me encontré de nuevo en las luminarias como representante de
aquel que tiene el derecho de transportarnos a la oscuridad sin aviso previo, y permitir que
caminemos por el valle de la sombra de muerte.
La muerte en sí, nunca es “el fin”; sino que es un medio para llegar al fin. Siempre nos
lleva a la vida. Así como en la vida de Jesús, su muerte dolorosa en la cruz lo condujo a su
gloriosa resurrección. Mi vivencia dolorosa (tal vez la más difícil de mi vida) habría de llevar
fruto. Dios me estaba capacitando para recibir sus bendiciones. El nos prueba con un
propósito, permitiendo que ocurran circunstancias en nuestras vidas que nos benefician
grandemente si nos humillamos bajo su poderosa mano en los tiempos de tribulación y
prueba por fuego. En Deuteronomio 8:2—16, el Señor instruye a su pueblo:
Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta
años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón. . . para
a la postre hacerte bien. -.

Luego, el apóstol Pedro nos recuerda:

Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere
tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros. Sed
sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor
buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos
padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo. Mas el Dios de
toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un
poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca.
1 Pedro 5:6—10

7 Escapé de la muerte

D urante los próximos dos años, viaje entre Bolivia y Colombia. En este último país, el
presidente, a quien yo había conocido en un banquete cuando él era candidato, me
ayudó a conseguir salas de reunión. En consecuencia dos iglesias más comenzaron en
Bogotá.
Corría el año 1976 y era un tiempo de cambio. Mi visión estaba cambiando y creciendo.
La iglesia entera era mi preocupación. Ahora, Dios me estaba hablando sobre el casamiento.
En aquel tiempo, Ruth habla sido enviada a México a través de la Organización Mundial de
la Salud, así que viajé a ese lugar, nos encontramos, nos comprometimos y, después de un
tiempo, ese mismo año nos casamos en San José, California.
“Un año de seminario bíblico”, dijo el evangelista argentino Luis Palau, “te ayudará.
También te dará tiempo para consolidar tu matrimonio”.
Obedecimos su consejo y en enero de 1977 ingresamos al programa para graduados en la
escuela bíblica “Multnomah School of the Bible” de Portland, Oregon. Fuimos bendecidos y
animados por su sinceridad y el deseo de ayudarnos en la preparación para continuar nuestro
ministerio.
Fue un año agitado. Conduje tres cruzadas, tuve también programas diarios de radio y
filmamos varias series de televisión. Nuestra primera hija preciosa, Abigail (que significa
“fuente de gozo”) nació durante los exámenes finales.
Uno de los aspectos más importantes de nuestra estadía en Portland fue la oportunidad de
participar en la “Bible Temple”, una congregación local fuerte, que tenía su propia escuela
bíblica como también una escuela primaria y secundaria. Su impacto y enseñanza aumentaron
y confirmaron nuestra visión. Su amistad y sostén en los años venideros fueron de mucho
ánimo para nosotros.

Había llegado la hora de volver a Sudamérica. La mayoría de las personas creyó que
volveríamos a Bolivia, donde la iglesia seguía creciendo, pero fue a Colombia que el Señor
nos llamó, a la ciudad de Cali que sólo había visitado pero de la que pronto me enamore.
Pasó el tiempo, y antes de que nos diéramos cuenta era el año 1979 y estábamos
conduciendo reuniones en nuestro pequeño apartamento arrendado. Este fue el comienzo de
una nueva etapa ministerial. Esta vez no celebré una cruzada, sino que ministré a quien el
Señor me traía. Al pasar los días y los meses, se formé un pequeño núcleo de creyentes.
Seis meses más tarde, en junio de 1979, fuimos a los Estados Unidos para el nacimiento
de nuestra segunda hija. Una noche, en St. Petersburg, Florida, en nuestro apartamento en el
predio misionero de “descanso y recreación”, me despertó la presencia de Dios. Era tan
intensa que sentía que podía tocarlo. Me levanté de la cama y fui hasta la mesa, tomé papel y
lápiz y dije: “Habla, Señor, tu siervo escucha”.
El Señor me habló de Colombia. “Hay un tiempo”, dijo el Señor, “y hay un pueblo
especialmente reservado, un pueblo que no ha sido tocado por movimientos religiosos o por
denominaciones, que he reservado especialmente para esta hora. Yo fortaleceré tus manos
para que con señales y prodigios traigas el trigo al granero de Dios. Sufrirás gran
oposición, pero yo te libraré. El mover de Dios será tan grande que cambiará la historia de la
nación. Por causa de esto, debo trabajar profundamente en tu vida.”
Unas semanas más tarde, nació nuestra segunda hija, una preciosa niña que llamamos
Sarah (que significa “princesa’). Seis semanas más tarde, Ruth se despertó con gran dolor
abdominal. Se le había perforado el apéndice. Una ambulancia la llevó a la sala de
emergencia de un hospital cercano, pero luego de revisarla, rehusaron admitirla. El doctor nos
dijo que ese hospital “no era un lugar de descanso~’. “Tráigala si el dolor aumenta”. El dolor
no aumentó. Ella y el bebé fueron a vivir temporalmente con su madre, que vivía muy cerca
nuestro. Ninguno de nosotros se dio cuenta de que Ruth ya tenía peritonitis y estaba muriendo
lentamente.
Intuitivamente supe que algo estaba mal, así que decidí ayunar hasta que la situación
cambiara. Una serie de milagros me permitieron llevar a Ruth a otro hospital donde fue
tratada adecuadamente y recibió el mejor cuidado. Un cirujano muy famoso, luego de
examinar su abdomen (en ese momento estaba lleno de pus y gangrena, dando la impresión
de estar embarazada de cinco meses) personalmente la llevó de prisa al quirófano. Su vida fue
salvada milagrosamente a través de la operación, aunque el doctor dijo que requeriría un
milagro para seguir viviendo. Sus alergias a los antibióticos limitaron lo que los médicos
podían hacer.
Mientras oraba en la sala de espera, recibí una promesa del Señor:
Bendito el Señor; cada día nos colma de beneficios el Dios de nuestra salvacion.
Dios, nuestro Dios ha de salvarnos y de Jehová el Señor es el librar de la muerte.
Salmo 68:19,20

“Vivirá!” les declaré a los doctores que tenían dudas acerca de su supervivencia.
Mientras tanto, en su estado semicomatoso, Ruth fue llevada a un lugar que no es el cielo,
pero como una antesala donde Jesús la tuvo en sus brazos. El amor y la paz que sintió es algo
que nuestros cuerpos mortales no pueden entender. Al volver, sus primeras palabras fueron:
“La muerte es una experiencia maravillosa. Ya sé donde estuvo papá.” Ella se refería a los
últimos días de vida de su padre, que murió de cáncer.
Luego de dieciocho días en el hospital, habiendo sobrevivido también a la septicemia y la
oclusión intestinal, volvió a casa, restaurada de manera milagrosa. Pudo amamantar al bebé.
Este acontecimiento, sumado a todo lo demás, resultó en la salvación de uno de los médicos,
y dejó una impresión inolvidable en el otro.
Esta serie de acontecimientos nos hizo más sensibles al hecho de que ya no somos dueños
de nuestra vida, y de la necesidad de entregar el derecho a la vida para poder sobrevivir a las
presiones que atravesaríamos en Colombia, la tierra de nuestro llamado.

8 Una nueva iglesia en Cali

C omenzar una iglesia no es tarea fácil, especialmente cuando uno no tiene nada con qué
empezar. Luego de haber establecido la iglesia más grande en Bolivia a través de una
campaña de diecisiete días, creímos que tal vez ocurriría lo mismo en Cali.
Pero sus caminos son diferentes a los nuestros. Dios nunca se repite ni duplica sus
caminos. Cada flor es diferente, no hay atardecer ni amanecer igual a otro. Así como en la
naturaleza no hay dos cosas idénticas, ocurre lo mismo con los caminos asombrosos de Dios.
A veces nos perdemos lo emocionante de lo nuevo que Dios quiere hacer por tratar de imitar
lo viejo o lo que han hecho los demás.
En Cali, una ciudad de casi dos millones de habitantes, comenzamos a reunirnos en
nuestro pequeño apartamento alquilado. La iglesia empezó a mediados de 1978 con cuatro
personas. Nuestro primer ministro visitante se dirigió a Ruth, a nuestra hija Abigail, a un
amigo y a mi. La iglesia creció progresivamente, la diferencia era que las personas que Dios
agregaba al grupo eran realmente líderes en potencia: profesionales, profesores de
universidad, enfermeras, ingenieros y doctores. A medida que el grupo creció, comenzamos a
reunirnos en un apartamento más grande que el nuestro. Luego nos mudamos a una casa y
esta no alcanzó tampoco, así que tuvimos que romper una pared entre dos habitaciones para
disponer de una sala más amplia. Finalmente alquilamos un edificio de cuatro pisos, hasta
mudarnos a nuestro nuevo sitio llamado ‘Villa Cristiana”.
Comenzamos a ministrar a las necesidades de las personas, ayudándolas a convertirse en
creyentes fieles, y también les enseñamos a ser cristianos activos que Dios pudiera usar en
funciones de liderazgo. En diciembre de 1980, recibimos los documentos de incorporación
con nuestra razón social: “Centro Colombiano Cristiano Ekklesia”.
Comenzamos una escuela bíblica. Creció al punto de recibir estudiantes para ser
entrenados para el ministerio en otras iglesias de la ciudad así como de nuestra iglesia en
Bolivia.
Teníamos la visión de establecer una escuela cristiana algún día, pero en octubre de 1980
el Señor nos dijo que la pusiéramos en funcionamiento en septiembre del año siguiente. No
sabíamos dónde empezar, así que la iglesia apartó una semana para oración y ayuno para
buscar la guia del Señor. La semana fue tan bendecida que todos querían seguir, así que
ayunamos una semana mas.
Tres días después del ayuno, vino Paul Hawkins de Juventud con una misión (JuCUM)
para guiamos en un seminario sobre la educación cristiana. Él tenía programado ir a Brasil,
pero mientras la iglesia ayunaba y oraba, el Señor le habló acerca de ir a Colombia también.
Con la ayuda de Paul y de muchas otras intervenciones sobrenaturales, nuestra escuela abrió
sus puertas en setiembre de 1981, tal como el Señor nos había mostrado. JUCUM fue de gran
bendición para nosotros, no sólo en el campo de la educación cristiana, sino también en el
desarrollo de nuestro programa de entrenamiento para líderes.

Al mismo tiempo que el Señor bendecía la obra, había luchas. Tuvimos que disciplinar a uno
de los líderes de la escuela bíblica por su comportamiento irresponsable con las jóvenes en
varias ocasiones. No cayó en inmoralidad, pero su comportamiento fraudulento causó dolor y
vergüenza.
Se rebeló, y asistido por dos o tres miembros de la iglesia, comenzó una campaña para
defenderse, y esto a la larga causó una división. La situación empeoró puesto que él no
respondía al consejo. Algunos meses más tarde tuvimos que excomulgarlo.
Esto causó una reacción demoníaca severa. El domingo en que administramos la
disciplina, una mujer endemoniada vino a la reunión de la mañana y causó una situación
como nunca había ocurrido ni volvió a ocurrir. Empezó a gritar violentamente y a tirar sillas
al aire. Varios hombres, incluyendo un ex campeón de judo de 128 kilos de peso, no podían
frenarla. Al punto de que ella lo levantó como una pluma con un brazo (en una salida previa,
ocho de nosotros tratamos infructuosamente de arrojarlo a él a una piscina). Ella saltó en el
aire y cayó sobre mi pie, y casi me fracturó el dedo. Un demonio de voz profunda me dijo:
“Te odio! ¡Odio esta casa! ¡Destruiré esta casa!” Rápidamente tomamos control de la
situación en el nombre de Jesús.
Es obvio que el diablo detesta la disciplina bíblica. Tal vez sabe que es la única manera
(cuando se administra correctamente) de purificar la iglesia y dar esperanza de restauración al
implicado. Él sabe que la santidad de los creyentes es el arma más poderosa en su contra.
También sabe que las oraciones y las reprensiones de cristianos desobedientes son como
perros que ladran a la distancia; no tienen trascendencia para él. Pero los creyentes que se so-
meten al señorío de Cristo y caminan en santificación y obediencia son oídos en el cielo
cuando oran. Sus oraciones más simples son como misiles devastadores que hacen que el
reino de las tinieblas se sacuda por dentro. El diablo hará cualquier cosa para causarnos
tropiezo o mantenernos en una actitud de terquedad.
La excomunión repercutió en otros pastores de la ciudad y en la iglesia nacional, ya que
no estaban familiarizados con la disciplina bíblica. El joven, así como los otros que se
rebelaron contra la disciplina bíblica, escribieron cartas a todo el mundo. La asociación de
pastores no sabía qué hacer. Aunque verbalmente mostraron su acuerdo con nuestro proceder,
no hicieron nada al respecto y su pasividad se interpretó como apoyo al hombre disciplinado.
Así que luego de haber sido uno de los pastores fundadores de la asociacion de Cali, presenté
mi renuncia por carecer de un manejo bíblico de la situación. En consecuencia, me encontré
sin comunión con muchos de los líderes por un tiempo prolongado. Esto no fue fácil. Fue una
experiencia tan dolorosa que le rogamos a Dios que nunca volviera a suceder. Han pasado
esos días tan difíciles y estamos de nuevo en contacto con los pastores de la ciudad y nuestra
comunión es más cercana que nunca. El joven también ha vuelto y está en plena comunión
con nosotros.

Luego, la iglesia creció. La escuela bíblica se expandió para cubrir otras necesidades. Nos
encontramos ante la necesidad de preparar los maestros para nuestras escuelas cristianas, así
como vimos la necesidad de preparar jóvenes para otros rubros como la salud, las
comunicaciones y el trabajo social. Por esta razón, en 1981 establecimos la primera
universidad cristiana con un programa bibliocéntrico en Colombia, y tal vez la primera en
toda Latinoamérica, o por lo menos Hispanoamérica. Se llama Universidad Cristiana
Latinoamericana, “UCLA, Colombia”. Hemos visto el crecimiento y desarrollo de estas
personas (la mayoría conoció al Señor a través nuestro) hasta llegar a ser líderes reconocidos
por su propia obra.
Creo que la necesidad de entrenar líderes en el continente latinoamericano es una de las
prioridades más importantes en la agenda de Dios. El derramamiento del Espíritu de Dios por
todo el continente está provocando la salvación de millones. La pregunta que debemos hacer
es:
¿Quién pastoreará las masas? ¿Quién los adiestrará para la santidad y para el servicio
cristiano?
La existencia de esta universidad es un milagro. Con programas de dos y cuatro años (con
la capacidad de ofrecer cursos de posgrado), funciona como si fuera una gran universidad,
mientras que al presente sirve silenciosamente a un limitado número de estudiantes.
Hace algunos años el Señor me dijo que “en el futuro, UCLA, Colombia, cargará el peso
del continente sobre sus hombros”. Esto está empezando a ser un hecho. El instituto
pentecostal más grande de Bolivia está funcionando en cooperación muy cercana con nuestra
universidad y con nuestra supervision. Estudiantes de Argentina, Perú y Bolivia, así como
líderes de Centroamérica buscan dirección en nuestra institución.
Actualmente, Ekklesia en Cali es una congregación pujante dirigida por nueve pastores, y
otros están siendo capacitados. Tenemos una escuela cristiana con programa de estudio
bibliocéntrico; la universidad cuenta con profesores que donan su tiempo al ministerio.
Capacitamos a líderes para el pastorado y maestros para las escuelas cristianas, como también
ministros de salud y comunicadores para ejercer sus oficios.
En la iglesia Dios ha establecido este ministerio en desarrollo en un sitio llamado “Villa
Cristiana”. Donando tiempo, finanzas y talentos de manera sacrificada, las personas de la
comunidad han sido bendecidas grandemente por el ministerio de los que han venido a
ayudarnos de Finlandia, Holanda, los Estados Unidos, Canadá y Bolivia. Estamos preparando
a los líderes para convertirnos en la iglesia más grande del continente. Esto no se nos ocurrió
a nosotros, es simplemente lo que hemos sido llamados a ser, y estamos siendo obedientes a
la guía del Señor.
Nuestro objetivo es capacitar a cientos de pastores, muchos de los cuales todavía no han
sido salvos. Llevar esto a cabo no es un plan secundario. Tampoco pensamos llevarlo a cabo
después de hacer otra cosa, como recorrer el mundo. Creemos que este es nuestro llamado
principal.
En un tiempo, al examinar mi corazon, sentí que tal vez era un apóstol que desempeñaba
funciones de pastor. Al punto de que mucha gente me ha dicho: “Está fuera de lugar, usted
debe estar en un estadio. Debiera estar alcanzando las masas.” Pero Dios me dijo otra cosa.
Yo no soy un apóstol que se desempeña como pastor. Soy un pastor con llamado apostólico.
Mi vida es muy completa y plena como pastor de las maravillosas ovejas que Dios me ha
dado, aunque signifique no salir nunca de Cali. Sin embargo he sido llamado a alcanzar a
otros y a capacitar a suficientes líderes para no descuidar ninguno de los dos. No es Cali o las
naciones; es Cali y las naciones.
9 Nuestro mensaje de salud

C omo ya he dicho, en 1979 Ruth, mi querida esposa, tuvo una enfermedad crítica que casi
le provocó la muerte. Aunque fue salvada milagrosamente, nunca fue la misma. Su nivel
de energía y vigor físico había descendido mucho; su resistencia anterior se había disipado.
No era la única con ese problema. Yo también sufría fatiga, al punto de tener que apoyarme
en una pared para mantenerme en pie durante nuestras reuniones. Supongo que por eso Dios
nos prometió dos veces que nos daría fuerzas. Habiendo sido usado en tantas sanidades y
milagros asombrosos, orábamos continuamente por sanidad y fuerza, sin darnos cuenta que
Dios quería mostrarnos otro tipo de milagro.
Un día, cuando nuestra hija se desplazaba en su andador de un lugar a otro de la casa,
levantó un libro de la estantería que luego se le cayó en la cocina. Ruth levantó el libro y lo
comenzó a leer. Se titulaba “God’s Keys to Health and Happiness” [Las llaves de Dios para
salud y alegría] y su autor era un pastor bautista. Descubrí en ese libro algunos principios
muy simples pero profundos. Se suponía que este pastor debiera haber muerto cuarenta años
antes, pero Dios le habló diciendo: “Si obedeces mis mandamientos, te sanare’ La palabra de
Dios, explica el autor, tiene principios dietéticos. La ley dada en el Antiguo Testamento
ofrece conocimiento profundo de la fisiología del ser humano. De hecho, el profesor de para-
sitología de Ruth en la Universidad de Columbia (del estado de Nueva York) había dicho una
vez a sus alumnos que si olvidaban todo lo que él les había enseñado, levantaran un Antiguo
Testamento y siguieran sus principios.
A partir de esta idea, procedimos a cambiar nuestra dieta. No nos pusimos bajo la ley,
pero entendimos que la sabiduría de Dios nunca cambia. Primero sacamos el cerdo y las
ostras de nuestra dieta, limitamos el consumo de carne al mínimo, y usamos comidas más
naturales como la miel en vez de azúcar. Nos empezamos a sentir mejor.
Poco tiempo después, Sarah levanto otro libro y lo dejó caer en la cocina. Este libro
trataba el tema del ayuno. Los dos estábamos muy familiarizados con el ayuno. De hecho, yo
sabía mucho del ayuno desde antes de convertirme en cristiano. Como anterior católico que
se había vuelto instructor de yoga, solía ayunar para limpiarme. Esta vez tenía un propósito
terapéutico bien definido. Nuestro trasfondo en el campo de la salud nos dio un intenso
interés en el tema. Ambos habíamos ayunado muchas veces por razones espirituales. Esta
vez, el ayuno era para dar al cuerpo un descanso fisiológico.
Primero, ayunamos por dos semanas tomando jugos de fruta, caldo de vegetales e
infusiones de hierbas. El resultado fue increíble: nuestros ojos cobraron claridad,
nuestro nivel de energía aumentó inmensamente, y nos sentimos fortalecidos
grandemente. Procedimos a reducir nuestra ingestión de carne al punto de no
consumirla durante un mes, lo cual fue un logro tremendo y de gran aliento para
nosotros. Sí, descubrimos que podíamos vivir sin comer carne y sentirnos mejor al
mismo tiempo.
El próximo mes ayunamos por diez días, y el mes siguiente ayunamos por ocho días.
Luego de tres meses, se había modificado completamente nuestra salud. Estábamos tan
emocionados que lo enseñamos a toda la iglesia, entregando hojas explicativas sobre el modo
de ayunar. Como ya he mencionado, la iglesia entera había ayunado anteriormente por dos
semanas seguidas. Esta vez el ayuno tenía significado espiritual y físico. Estábamos emocio-
nados; al fin se estaba desarrollando un enfoque racional a la salud. Poco nos imaginábamos
que esto se convertiría en un aspecto sumamente importante de nuestro ministerio en los días
venideros.
Otro libro que vino a nuestras manos se titulaba 1 almost died [Por poco muero], escrito
por Em Baxter, donde se menciona al instituto Weimar. Este lugar tiene un programa único
de adiestramiento de estilo de vida, que incluye ejercicio, nutrición, luz solar, aire fresco,
agua, descanso, confianza en Dios y templanza.
Sentimos fuertemente en nuestro corazón que Ruth debiera ir allí. Resultó ser un paso
crucial en el avance de nuestra visión y en el entendimiento de la salud. La acompañé hacia el
final de su visita. Ruth, con su mente maravillosa, su experiencia y capacitación en el campo
de la salud y su claro sentido de investigación, pudo captar exitosamente la médula del lugar.
Asimilamos lo que ellos hacían y la forma en que lo hacían, resultando en mayor
entendimiento y ánimo sobre nuestro estilo de vida ya cambiado.
El Señor nos seguía dando información o nos llevaba a ciertos lugares para completar
nuestro conocimiento del campo de la salud. Este proceso fue consumado en la clínica “Dr
Scott’s Health Institute” [Instituto de salud del Dr Scott] del estado de Ohio, Estados Unidos.
El Dr. Scott ha tratado a más de 40.000 personas con ayunos terapéuticos. Nosotros
estábamos involucrados en el campo de la salud sin habernos dado cuenta. No sólo que lo
practicábamos, sino que asimismo lo enseñábamos y tratábamos a pacientes con todo tipo de
enfermedades y problemas. Veíamos resultados increíbles en pacientes con enfermedades
degenerativas.

Como resultado, desarrollamos una nueva carrera llamada ministerio de salud, para el
ministro que quiere tratar al paciente sin tener que usar drogas. Está capacitado para enseñar
un nuevo estilo de vida que no sólo alivia los problemas de salud actuales, sino que se
convierte en el método de prevención de las enfermedades “sorpresivas” que nos atacan. En
realidad son los resultados de tener un estilo de vida que incluye hábitos errados y una mala
interpretación de la fisiología del cuerpo.
Luego de haber estudiado durante varios años, habiendo tratado pacientes, y tras
desarrollar nuestro propio programa y capacitar a estudiantes de varias partes de Colombia y
Sudamérica, en 1992 me fue otorgado el doctorado en salud, honoris causa, de la Florida
Beacon Bible College, en reconocimiento del trabajo y los estudios realizados en el campo de
la salud.
Esta fue otra experiencia que demostró que cuando Dios nos pide que dejemos algo por
él, a la postre siempre nos da algo mejor. Tengo la capacitación para hacer algo que no podría
hacer como médico. Puedo ayudar a más personas sin drogas y procedimientos quirúrgicos
innecesarios. Así que en la actualidad no sólo demostramos el poder sobrenatural de Dios
para sanar, sino que enseñamos a los creyentes a mantener el cuerpo sano por medio de una
vida acorde con el plan divino. En vez de tomar drogas que sólo tratan los síntomas, tenemos
el alivio para el verdadero problema.
Cuidar el templo del Espíritu Santo es un aspecto vital de nuestro servicio. ¡Cuánto
necesita la iglesia este ministerio! Me da tristeza la muerte prematura de tantos cristianos,
hombres y mujeres al servicio de Dios, que caen presos del fantasma horrible llamado cáncer
o de otras enfermedades.
Necesitamos entender que no importa cuánto tenemos de cristiano, si violamos las leyes
naturales, hemos de sufrir las consecuencias. No alcanza esperar a que pase algún evangelista
con don de sanidad. Podemos tener una vida saludable mediante la alimentación correcta y un
buen estilo de vida. Cuando entendemos la fisiología de nuestro cuerpo, reconocemos que la
sanidad proviene de Dios y es un poder inherente al nivel celular de nuestro cuerpo. Si
tratamos bien nuestro cuerpo, la sanidad será una consecuencia natural. Debemos descansar,
hacer ejercicio y comer alimentos adecuados. La manera en que tratamos las crisis de
eliminación (resfriados, fiebres, irritaciones e inflamaciones) determinará la salud propia en
el futuro.
Muchos cristianos utilizan estimulantes como el café y el chocolate. Demasiadas personas
se mantienen con calorías huecas, y dietas deficientes en fibras y elevadas en grasa. Ingieren
comida que es rechazada inteligentemente por el cuerpo, tales como bebidas gaseosas y
comidas procesadas. Si ingerimos estas comidas, ofendemos los sistemas del cuerpo a nivel
celular, provocando una escalera patológica que evoluciona desde la agresión celular o la
fatiga a toda clase de enfermedades, incluyendo el cáncer, una condición terminal que
atemoriza a muchos. No tenemos el conocimiento necesario para entender que estas cosas no
“ocurren” repentinamente, ni tampoco son causadas por un demonio. Es un proceso de
deterioro provocado por ofender repetidamente el sistema intrincado diseñado por Dios, un
sistema capaz de soportar el maltrato al que han sucumbido tantos de nuestros amigos bien
conocidos.
Nosotros enseñamos esto al cuerpo de Cristo. Algunos dicen: “~Cómo reconcilias esto
con tu ministerio de sanidad? ¿Por qué no oras simplemente por ellos para sanidad?” Es
como decir que si usted tiene una fractura en el brazo por saltar del techo, sigamos orando por
ese mal para que pueda seguir saltando del techo.
Oramos y creemos en la sanidad divina. Hemos sido testigos de sanidades maravillosas
en miles de personas con enfermedades incurables, incluyendo cáncer y lepra. Hemos visto a
sordomudos recibir una sanidad perfecta. La gracia de Dios puede alcanzar a cada una de esas
necesidades, pero eso no significa que ha de cancelar la ley que ya está en vigor, por un
creador perfectamente sabio.
En verdad necesitamos milagros y sanidades, pero también debemos tener un estilo de
vida sensato y poseer un entendimiento científico del funcionamiento del cuerpo humano.
Qué fácil es mantener saludable nuestro cuerpo simplemente por vivir dentro de la tolerancia
de una dieta saludable que incluye frutas frescas y vegetales, y comer exclusivamente
alimentos que nuestro cuerpo puede digerir. Asimismo debemos dar al cuerpo el descanso
necesario, hacer ejercicios, tomar sol y vivir conforme a la palabra de Dios.
Existe la esperanza de que usted tenga un futuro saludable sin necesidad de aprender a
soportar la enfermedad, experimentar mutilaciones innecesarias, o sufrir enfermedades
paralizantes.
Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así
como prospera tu alma.
3 Juan 2

10 Villa Cristiana

En 1979 Dios nos habló acerca de los eventos venideros en Colombia, reiterando el
hecho de que todavía había tiempo para el ministerio. ¡Qué palabra tan acertada! Muchas
veces desde aquel momento, Colombia parece haber llegado a estar cerca de la devastación,
tanto a través de actividades del terrorismo o comunismo como también del narcoterrorismo
y los carteles de la droga.
Algunos meses antes de recibir esa palabra, el Señor nos había mostrado el lugar que llegaría
a ser asiento de nuestras actividades y desde donde afectaríamos a las naciones. Un día, al
volver de una visita a un paciente, pasé por una montaña hermosa ubicada en el lugar donde
llegaría a erigirse el monumento a la bandera de Cali, una colina que habría de desplegar la
bandera de la ciudad que puede verse desde casi cualquier punto de la ciudad. El Espíritu
Santo cayó sobre mí tan fuertemente que tuve que estacionar el automóvil a la vera del
camino. Le pedí a Dios que me dijera lo que me quería revelar. No dijo nada, pero me mostró
el lugar que llegaría a ser el centro de Cali, ya que la ciudad estaba creciendo, en general, de
norte a sur. Para el año 1988, la visión de Ekklesia (nuestra iglesia en Cali) estaba más
consolidada y visible en términos de capacitación de líderes, el desarrollo educativo y la
acción social. Crecía en nosotros la idea de que necesitábamos tierra para asentar el
ministerio. El lugar sería denominado “Villa Cristiana”.
“Escribe la visión”, dijo Ira Washburn, una anciana que había sido misionera en
Colombia. Así que hicimos un folleto y preparamos una presentación del proyecto. El pastor
Dick Iverson de Portland, Oregon nos asistió en el envío, con una carta de presentación a más
de 800 pastores de su Conferencia Ministerial del Noroeste.
Como resultante, visitamos muchas iglesias en Canadá y en los EE. UU. compartiendo la
visión con gozo. Invertimos mucho tiempo viajando y predicando. Una de las iglesias
canadienses nos dio una ofrenda para “Villa Cristiana” que, luego de cubrir todos los viáticos,
nos dejó &000 dólares a cuenta del proyecto. Visitamos otras iglesias en los EE. UIT y
presentamos el proyecto a la organización de Pat Robertson, a Jimmy Swaggart y a Kenneth
Copeland. Recibimos numerosas cartas de aliento, pero no nos llegaron fondos adicionales.
En una visita al estado de West Virginia, nos encontrábamos comiendo en la casa de uno
de los ancianos de la iglesia donde ministré. Nos sirvieron pescado, ensalada y pan. Yo estaba
listo para el segundo plato cuando noté que sólo había dos porciones de pescado, entonces me
serví maíz pues había mucho y así le dejaba a otro la posibilidad de comer pescado.
Estábamos hablando de Villa Cristiana, y en el momento en que colocaba la fuente de maíz
de vuelta en el centro de la mesa, el hermano me preguntó cómo íbamos a financiar el
proyecto. “Requerirá un milagro”, le respondí. En ese instante bajé la vista y miré mi plato y
tenía un filete de pescado. Revisé la fuente y había dos filetes. Le pregunté a quienes estaban
a mi lado si ellos habían colocado el pescado en mi plato y me dijeron que no. Contamos las
porciones consumidas por cada uno, y mi porción era de más. Al mismo momento en que
declaré que Villa Cristiana requeriría un milagro, el Señor confirmó mis palabras con el
milagro de materialización de la comida- Qué manera tan maravillosa de anticipamos lo que
ahora es un hecho. En la actualidad, vemos con nuestros propios ojos la gracia milagrosa de
Dios en acción.
Poco tiempo después, el Señor me dio un sueño en el que me vi hablando amistosamente
con el doctor Cho y otro ministro coreano. De repente, me desperté y el Señor me habló:
“Vete a Corea y visita al doctor Cho; ellos tienen lo que necesitas”. En forma sobrenatural
pude hacer los arreglos para el viaje con mi esposa. Cuando nos encontramos en Corea con el
doctor Cho, estaba también otro ministro, el hermano Lee. El doctor Cho oró por nosotros,
nos impuso las manos y le pidió a Dios que expandiera nuestra visión. Él también nos dio la
siguiente palabra profética: “He estado involucrado en el iglecrecimiento lo suficiente como
para saber que serás responsable por el levantamiento de grandes iglesias en Sudamérica.
Eres joven, tienes visión, y tienes unción.” Luego me pidió que hablara a sus miles de líderes
en la reunión de oración y vigilia del viernes por la noche, en el auditorio principal.
Esa reunión fue una experiencia increíble e inolvidable. La presencia del Espíritu Santo
era tan poderosa que al dirigirme al púlpito sentí que flotaba. Los milagros irrumpieron y el
servicio coreano ordenado salió de su formato habitual. El Señor me dio palabra de sabiduría
para sanidades a un ritmo tan vertiginoso que casi no podía darlas a suficiente velocidad. Los
testimonios fueron increíbles y el doctor Cho y sus asociados nos comentaron luego que “mu-
chos ministerios sobresalientes de todas partes nos visitan a menudo, pero nunca hemos visto
algo semejante. El doctor Ruibal es un hombre poderoso.”
Habíamos recibido bendición mutua. Fue un encuentro en la unción del tercer mundo. Es
posible que el tercer mundo nunca alcance el progreso tecnológico o industrial de las
naciones industrializadas, pero la visitación espiritual que están viviendo estas naciones
comienza a ser la envidia de los pueblos más avanzados. En Corea recibimos la bendición del
entendimiento al ver cómo funciona una iglesia increíblemente enorme en un país del tercer
mundo, como testimonio del deseo de Dios de recoger su gran cosecha del tiempo final en el
granero para recibir el cuidado debido.
Desde entonces Dios me ha hablado de la magnitud de la iglesia que está levantando en
Cali: tendrá 350.000 miembros. Desde aquel tiempo, la iglesia que fundamos en Bolivia ha
llegado a contar con 7.000 miembros. Las palabras proféticas del doctor Cho ya se han
empezado a cumplir.
Aunque nos había alentado mucho toda la bendición espiritual mencionada, todavía no
contábamos con las finanzas necesarias. Nos iba a costar 700.000 dólares sólo para comprar
la tierra. Por varios años parecía que estábamos equivocados, o que Dios habría de hacer un
camino dónde parecía no haber ninguno.
Ya había atravesado una situación parecida en 1972, cuando recién volví a Bolivia y
estaba preparándome para la primera cruzada. Fui a los Estados Unidos y escribí cartas a
líderes prominentes pidiendo ayuda, pero no me respondieron. Finalmente, el Señor me habló
diciendo:
“Vuelve a Bolivia, lo haré a mi manera”
Años más tarde, me enfrentaba con una situación similar. Algunas personas en los
Estados Unidos pensaban que yo era un soñador. Otros en Cali querían comprar menos tierra
y construir una pequeña iglesia. Sin embargo en mi espíritu sabia que llegaría el día en que
mi visión se habría de cumplir.

Un día me accidenté la cadera en una caída, así que con la supervisión de un médico,
comencé a hacer mi propia terapia física. Cada mañana a las 5:30 caminaba hasta el mo-
numento a la bandera, el sitio que Dios me había dicho que sería la sede de nuestro
ministerio. Otros miembros de la iglesia me comenzaron a acompañar. Era una caminata de
dos horas en oración con Jesús.
En una de esas caminatas fui guiado a tomar un camino diferente al habitual. Dimos una
vuelta alrededor del monumento y llegamos a un camino que no habíamos notado antes.
Llegamos a un portón que decía “No pasar”. El Espíritu Santo dijo: “Está bien, pasa”. Lo
hicimos, y nos encontramos con algunos policías poniéndole montura a los caballos. La
propiedad tenía una mina de carbón inactiva que pertenecía a Anchicaya, una compañía de
electricidad. Era una entidad autárquica que dependía del gobierno.
Al subir a la montaña, cada día clamaba diciendo:
“Dónde está la promesa, Señor?” Durante ese tiempo, la secuencia de eventos comenzó a
tomar un ritmo más acelerado. Sin buscarlo, comencé a involucrarme en las vidas de oficiales
del gobierno de la ciudad, como también en los programas de prevención contra las drogas y
en el sistema educativo colombiano.
Poco tiempo después en una reunión en la oficina del intendente, la esposa de un oficial
del gobierno me dijo:
“Por qué no pide tierras? Usted las necesita. Está desempeñando un buen trabajo.” Le pedí
ayuda y ella me dio los nombres de las personas que debía contactar. Les pedí las tierras de
Anchicaya y se hicieron arreglos para tener una reunión con el presidente de la compañía.
Esto dio comienzo a un período de un año de negociaciones. Muchos obstáculos debían
ser sorteados, incluso la oposición de dos obispos católicorromanos que no querían que se
dieran tierras a una organización religiosa no católica. En nuestra solicitud de tierras,
habíamos presentado el evangelio como la respuesta a las necesidades de Colombia. Es el
evangelio, no una religión, que nos libera del pecado, la raíz del problema de toda sociedad.
Fue un argumento irrefutable que se impuso por sobre la oposición. ¡El Rey de reyes
prevaleció de un modo asombroso!
La compañía nos presentó al ingeniero a cargo de mostrarnos las propiedades disponibles
para que pudiéramos elegir la tierra que necesitábamos. Para nuestro asombro, nos condujo al
mismo lugar en donde habíamos detenido el automóvil en 1979, casi diez años antes. Era
mucho más de lo que esperábamos. No sólo recibimos dos hectáreas al pie del monumento a
la bandera; también nos dieron siete hectáreas a ocho minutos de allí. Este último tenía un
manantial y un bosque tropical, sitio perfecto para el ministerio a las familias y jóvenes, para
conferencias pastorales y el instituto de salud. Actualmente, las dos propiedades están
valuadas en 9.800.000 dólares aunque nuestro costo fue de 18.000 dólares, financiado en tres
años. ¡Fue un milagro!
La visión se hizo realidad. Hoy, la ciudad de Cali tiene su propio monte de oraci6n desde
donde se ve la hermosa ciudad y tiene un lugar privado para llevar a cabo bautismos de agua
en un arroyo pintoreto. Esta propiedad es muy requerida por la gente de Cali y fue provista de
manera maravillosa por el Señor. Tenemos nuestra propia mina de carbón, abundancia de
roca, arcilla para fabricar ladrillos y agua.
Ekklesia se está convirtiendo en modelo para las iglesias de Latinoamérica. Las finanzas
son muy ajustadas y operamos en medio de una sociedad de bajos ingresos. La mayoría de las
personas gana escasamente ciento cincuenta dólares por mes. El pueblo no tiene la
abundancia que existe en otros países como los Estados Unidos. Sin embargo Dios obra
mucho más abundantemente de lo que pedimos. No ha sido sin presiones y sacrificios.
Vendimos nuestro segundo automóvil, un verdadero sacrificio pues vivimos a un par de
millas de Villa Cristiana, pero proveyo los fondos necesarios para pagar un trabajo de
movimiento de tierra. Otros han vendido sus propiedades u otros bienes; cada uno hizo lo que
tuvo a su alcance, dando en forma sacrificada. Esto es sólo el comienzo pues alcanzaremos a
millones de personas en los próximos años a través de esta obra.
Durante los meses siguientes comenzamos la construcción de un simple tabernáculo al
aire libre para 800 personas, y luego un edificio de dos pisos con seis mil pies cuadrados
cubiertos para nuestra escuela, y un estudio de radio y televisión de 400 pies cuadrados.
Para el otoño de 1993, mudamos todo el ministerio del edificio alquilado a Villa
Cristiana. Al presente, el edificio más grande alberga la universidad, la clínica, los dormito-
rios como también las oficinas de la escuela. Aunque es un poco estrecho y no está
completamente terminado, estamos felices de poseer la tierra que el Señor nos dio. A medida
que Dios provee, terminaremos la construcción de este edificio y de otros también, para
satisfacer los distintos aspectos del ministerio. Esto ha sido una victoria sobrenatural del
Señor y nadie puede atribuirse la gloria que le pertenece a él.
Al mismo tiempo estamos terminando de escribir el primer programa de estudio completo
en español. Pastores, maestros, ministros de salud, misioneros, oradores y otros obreros
cristianos vienen a recibir adiestramiento para trabajar en la gran cosecha del tiempo final en
la búsqueda de los que aguardan el llamado de Dios en los barrios bajos, las calles, las plazas
y en las aulas. Es nuestra responsabilidad encontrarlos.
Otra provisión asombrosa del Señor ha sido la estación de televisión. Dios usó la
televisión, la radio y los medios impresos en el inicio de mi ministerio para llevar las nuevas
de lo que él hacía en Bolivia y en las naciones del mundo. En Bolivia, mis programas
ocupaban las horas de mayor audiencia en todo el país. Ahora, Dios está ofreciendo esos
medios a nuestro ministerio en Cali. Nuestra iglesia en Bolivia tuvo la primera televisión
cristiana de Sudamérica. En Cali comenzamos la transmisión de TeleSiloé en Febrero de
1994. Por primera vez en la historia de Colombia, se producen y transmiten programas
cristianos, de índole evangelística y para el discipulado de los convertidos. Luego, se pueden
televisar estos programas por otras emisoras latinoamericanas. Esto satisface una gran
necesidad de las masas que se vuelcan al Señor por todo el continente.
Jesús habló del pastor que dejó noventa y nueve ovejas en el corral para salir a buscar la
oveja perdida. Debemos alcanzar a la sociedad, para rescatar a los que se pierden. Aún nos
encontramos en una etapa inicial de este proceso y necesitamos más trabajadores. Oramos
para que Dios envíe maestros, trabajadores en el campo de la salud, carpinteros, hombres de
negocio talentosos, líderes de jóvenes, personas con capital y con una profesión. Oramos por
aquellos que estarían dispuestos a salir y encontrar las ovejas perdidas para enseñarles a ser
cristianos exitosos, y para que aprendan a sobrevivir en medio del malestar económico en
países que habitulamente sufren porcentajes de inflación de tres dígitos anuales, sin
beneficios sociales y con oportunidades educativas limitadas.
Debemos compartir nuestras finanzas. Demasiados creyentes pierden millones de dólares
por causa de inversiones mal administradas o impropias, o por enviar contribuciones a
organizaciones que compiten por el mismo mercado, o simplemente desperdician sus fondos.
Necesitamos invertir finanzas y tiempo en llevar agua al desierto, en vez de llevarla al mar.
Debemos pedirle a Dios que nos muestre cómo invertir nuestros recursos para poder producir
el máximo beneficio para el reino.
11 Los hermanos ausentes

C ada ciudad es parte de la nueva morada de Dios. En el canto de Moisés la morada de


Dios era la tierra prometida. En la canción del Cordero, toda la tierra se convierte en su
morada. Todas las naciones vendrán y le adorarán. El Salmo 22 se explaya más, pues los
versículos 27 y 28 afirman:
Se acordarán, y se volverán a Jehová todos los confines de la tierra, y todas las
familias de las naciones adorarán delante de ti. Porque de Jehová es el reino, y él regirá
las naciones.
En cada ciudad hay una herencia del Señor. Esa herencia es el pueblo de cada ciudad y
nación que llega a ser su herencia por medio de la sangre de Jesús. En algún momento de la
eternidad, el Padre le dijo al Hijo, como aparece en el Salmo 2:8: Pídeme, y te daré por
herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra.>’
El pueblo de Dios en cada ciudad es la herencia de Dios, su posesión más querida. Esto
incluye a los que ya son salvos pero también, debido a su conocimiento del futuro, aquellos
que han de ser salvos. Nosotros llamamos a estos “los hermanos ausentes». Esto significa
simplemente que aunque no están en la iglesia ahora, en la mente de Dios ya están presentes.
Oramos por ellos en forma regular para que dondequiera que estén, puedan encontrar el modo
de acercarse al conocimiento de él. Oramos para que Dios abra caminos que les permitan
llegar al conocimiento de Dios y para que nosotros lleguemos hasta dónde estén ellos.
El Señor le instruyó a Pablo acerca de ellos en Hechos
18:9,10:

No temas, sino habla y no calles; porque yo estoy contigo, y ninguno pondrá sobre ti
la mano para hacerte mal porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad.

Así que Pablo permaneció en esa ciudad por dieciocho meses enseñándoles la palabra de
Dios.
Dios tiene mucha gente en cada ciudad, país y nación. No necesitamos salir por todo el
mundo para evangelizar descuidadamente. Podemos pedir a Dios que nos abra los ojos para
verlos y que se los abra a ellos para que nos vean a nosotros. Es posible que sean vecinos, o
que viajen a nuestro lado en el sistema público de transporte, o que estén en la oficina. ¡El
cartero puede ser uno de ellos! Es trabajar en vano intentar convertir a alguien que no tiene
disposición de responder al amor de Dios. Habrá quienes maldigan el nombre de Dios cuando
la ira de Dios esté suelta en la tierra. No se arrepentirán de sus pecados, tal como podemos
leer en Apocalipsis 16:11.
Sabemos, de acuerdo con Efesios 1:9 y 3:9,10, que el misterio escondido desde los siglos
en Dios es dado a conocer ahora por medio de la iglesia. De modo que nuestra meta principal
es extraerlos de la oscuridad para que sean trasladados a su maravilloso reino de luz por
medio de la oración, nuestro testimonio, y las manifestaciones del Espíritu Santo, nuestras
buenas obras, y con la confianza de que están presente. Nosotros simplemente nos acercamos
a ellos mientras ellos se acercan a nosotros, de manera que nuestra energía tendrá una mejor
orientación y nuestros corazones se regocijarán conjuntamente con los encargaén~ ~.eXa
coBt&a ‘g o~nt reparten el botín.
12 Tiempo de reconciliación

D urante el proceso de edificación de iglesias en Sudamérica tuvimos que soportar


dificultades y experiencias de aprendizaje traumáticas. Eramos jóvenes en todo sentido:
en edad, en el Espíritu y como movimiento. Ningún otro había andado por nuestro camino.
Teníamos que sufrir los primeros embates. Debíamos ser atemperados por los vientos de la
adversidad, manteniéndonos humildes ante nuestra imposibilidad de producir cambios, y
pacientes en medio de la tribulacion.
Aunque era posible que tuviéramos la doctrina correcta, al tratar de corregir y arreglar
nuestros errores algunas veces nuestra disposición era mala. ¡Nosotros teníamos la razón!
Podíamos explicar nuestra posición defendiéndola con amplio fundamento bíblico, pero nos
habíamos vuelto legalistas. A continuación vino el dolor a medida que la acción producía
reacción, y la reacción causaba mayor acción provocando esta nuevas reacciones más
complicadas y dolorosas. Nos costó varios años desenmarañar el daño causado. Se
requirieron confrontaciones dolorosas y humillación en amor para que la sanidad fluyera a
través de las heridas. Como resultado de ese proceso, hoy somos un pueblo mejor. Nuestro
amor se ha profundizado, y nuestras relaciones han pasado la prueba de fuego. En la
actualidad tenemos un mensaje para llevar al mundo avalado por las cicatrices que portamos
en carne propia.
¿Por qué ha sido tan difícil? Porque en el comienzo del avivamiento en Bolivia éramos
todos una familia. Yo había predicado el evangelio y mostrado la vida a una familia entera de
cientos de cristianos jóvenes. Juntos vimos la gloria al pasar por una experiencia que nadie
había tenido con anterioridad en nuestra patria, o en las naciones sudamericanas. Se nos llegó
a conocer como el ejemplo de la visitación de los últimos tiempos. Líderes de otros países e
iglesias hablaban y analizaban esta novedad de Dios. Pero luego vino la división por causa de
códigos de vestimenta, procedimientos, doctrina y disciplina en la iglesia. Nuestro error fue el
mismo que el de las iglesias tradicionales, y era algo contra lo que luchábamos
denodadamente.
Hoy, aunque estamos en distintas iglesias u organizaciones, nos ha llenado un nuevo
sentido de unidad, así como un nuevo entendimiento. No sólo en nuestro propio proceso, sino
en lo que se está llevando a cabo en otras iglesias y denominaciones. La unidad se entiende
mejor como comunión en el Espíritu.
Sentí dolor cuando nuestros hijos queridos en el Señor se apartaban de nosotros, sin
darme cuenta de que nosotros nos estábamos apartando de ellos también. Aunque creíamos
que habíamos dejado atrás al pasado, aprendimos que eso era imposible. El pasado estaba
dentro nuestro. Habíamos nacido muchos bajo la misma nube del Espíritu y aunque vivimos
en distintos lugares, nunca estuvimos bien hasta la reconciliación.

Empezó en mi propia vida cuando ayuné con mi esposa durante dieciocho días en el instituto
de salud del doctor Scott en Cleveland, Ohio. Allí me habló el Señor y me dijo que debía
humillarme, encontrar a aquellos que consideraba que me habían ofendido y pedirles perdón.
Al principio dije: “Pero, Señor, yo soy el ofendido. ¿Por qué debo pedirles perdón?’ El Señor
me respondió con claridad diciendo, “Justamente por eso. Porque te has permitido estar
ofendido.”
Çon razón afirman las Escrituras:
Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que
os aborrecen; bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian.
Lucas 6:27,28
Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con
ellos.
Lucas 6:31
Amad, pues a vuestros enemigos, y haced bien … y será vuestro galardón grande, y
seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y malos. Sed, pues,
misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso.
Lucas 6:35,36
Al prepararme para ir a pedir perdón a aquellos con quien estaba ofendido, no sabía qué
clase de recibimiento me iban a dar. Habían pasado seis años, pero me recibieron con los
brazos abiertos y comenzó a fluir una inundación de reconciliación hacia ellos, hacia otros en
la ciudad y a toda la nación. Yo creía conocer la importancia de la reconciliación, pero me di
cuenta de que recién empezaba a entender de qué se trataba.
La reconciliación en el cuerpo de Cristo es tan importante para Dios que sin ella estamos
totalmente debilitados de llevar la plenitud de su mensaje al mundo. Si no estamos
reconciliados unos con otros, ¿cómo podemos pretender que el mundo esté reconciliado con
Dios? Sin este elemento obstaculizamos el mensaje y propósito más importante del universo.
Pablo dijo que es como si Dios amara al mundo por intermedio nuestro: “Reconciliaos con
Dios” (2 Corintios 5:20).
Mi oración es que al leer estas páginas, cada uno tome la determinación de perdonar y de
recibir el perdón de los demás, y de orar unos por otros para que podamos recibir verdadera
sanidad, que nuestras heridas nunca nos obliguen a apartarnos de nuestros amigos y de la
hermandad. Espero que podamos aprender a pedir a Dios su guía para alcanzar niveles más
elevados de amor y bondad para que nunca quedemos desmembrados de aquellos con quienes
debemos estar asociados para servir a esta generación. Esto, creo yo, es una clave para la
cosecha. Muchos dirán en aquel día: “Señor, ¿no hicimos esto o aquello en tu nombre?” Él
responderá: “Apartaos de mí, nunca os conocí.”
Al dirigirme a aquellos con los cuales tenía diferencias, algunos me recibieron con los
brazos abiertos, otros con los puños cerrados. Sin embargo sentí una purificación y una
cercanía al Señor como nunca antes. Mi comunión con él nunca se había roto, pero esto me
llevó a una relación más profunda. Él me envió a otras naciones y a otras personas como
nunca antes. Tal vez él podía confiarme un nivel renovado y más profundo de unción e
influencia dentro de su reino, cosa que no podía hacer antes, pues en mi función de hijo, no
era buen representante del Altísimo.
Habiendo gozado de la unción renovada, y habiendo observado el cambio, ahora sé que
aunque contaba con las bendiciones y con abundancia de fruto en el servicio del Señor, estaba
lisiado y cojeaba sin siquiera darme cuenta de ello. Después de ser sanado, tengo una nueva
dimensión de liberación en el Espíritu, una mayor cercanía al Señor y paz en mi corazón. Le
ruego con todo mi corazón, por el amor de Dios y por su lugar en el reino: “Sean reconcilia-
dos unos con otros!”

13 El nuevo orden del reino

El reino de Dios es el lugar de dominio de su autoridad. En el lugar celestial su


dominio es inmutable y eterno. Esto no quiere decir que es inactivo, más bien que tiene un
propósito pleno. Está instalado en forma permanente como las estrellas y los cielos. En la
tierra, el proceso de establecimiento de su autoridad avanza y cambia en función de la
aceptación o del rechazo de su trato por parte del corazón humano. El Salmo 2 nos ayuda a
entender esto. En lo que a Jesús respecta, advierte:
Los quebrantarás con vara de hierro;
como vasija de alfarero los desmenuzarás. Ahora pues, oh reyes, sed prudentes;
admitid amonestación, jueces de la tierra Servid a Jehová con temor, y alegraos con
temblor.
Honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino;
pues se inflama de pronto su ira.
Bienaventurados todos los que en él confian.
Salmo 2:9—12
Esta advertencia se puede aplicar a aquellos que están en autoridad civil como también a
la autoridad eclesiástica. El libro de Apocalipsis, capítulos dos y tres, muestra la
perspectiva celestial en lo que respecta al pueblo de Dios. El Señor declaró a la iglesia en
Éfeso:
Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia [..] y has sufrido y has tenido
paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado. Pero
tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y
arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu
candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido.
Apocalipsis 2:2—5

Aquí vemos que si las iglesias no se conforman a la guía del Espíritu Santo o no
obedecen sus mandamientos, no sólo perderán una recompensa, sino que algo les será qui-
tado. En este caso, el candelero, que representa la iglesia, será quitado de su lugar de
autoridad y representación de los propósitos de Dios.
En años recientes hemos visto la caída de grandes ministerios. Iglesias han sido
desbandadas, pero simultáneamente, surgen nuevas iglesias y ministerios. A través de todo el
mundo hay un nuevo alineamiento de la autoridad en la iglesia, dentro y fuera de las
estructuras de una denominación. En algunos lugares, la gente es conformada a su imagen.
Reciben la recompensa de su aprobación en la prosperidad y el crecimiento de su influencia y
poder. Otros decrecen o se estancan, ya no tienen pujanza, y las victorias del pasado son su
sustento. Debemos reconocer que la actividad en el reino de Dios es un proceso dinámico en
que nuestras decisiones determinan nuestro lugar en el nuevo orden del reino.
Porque a todo el que tiene> se le dará; y a todo el que no tiene, aun lo que piensa tener
se le quitará.
Lucas 8:18

Obviamente es necesaria la preparación. Hombres de trasfondos denominacionales


diversos están uniéndose, no bajo una denominación u organización, sino simplemente
bajo la dirección del Espíritu de Dios, en una comunión como la que vemos en 1 Juan 1:7:
Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros.
En 1 Juan 4:2,3 vemos cómo hacer para reconocer al Espíritu de Dios:
Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo
espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el
espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el
mundo.

¿Qué significa confesar que Jesucristo ha venido en la carne? ¿Significa dar


consentimiento? No, quiere decir que uno se somete a su señorío. Un espíritu que se deja
guiar por Dios percibirá a otros que hacen lo mismo y ocurrirá una amalgamación
espontánea. Este es el nuevo ejército de Dios. Es un ejército guiado por el Espíritu que cruza
las barreras de las denominaciones y se fundamenta en la comunión más que en el énfasis de
un grupo, al tiempo que no sacrifica la sana doctrina, que es esencial.
Para los que me acompañan con el mismo sentir, les exhorto como el Salmista: “Servid a
Jehová con temor, y alegraos con temblor” (Salmo 2:11).
Este nuevo orden del reino está siendo preparado para una batalla sobrenatural y difícil.
El mundo se vuelve cada vez más agresivo en su desafio a Dios y su palabra, pero también
tiene mayor necesidad de compasión, perdón y tolerancia como sólo Jesús pudo ofrecer a los
que lo rodeaban. Hoy ofrece su compasión al resto del mundo a través nuestro.
Debemos ejercitar la fe en el Hijo de Dios no sólo para salvarnos, sino también para que
él viva en nosotros. Debemos abandonar nuestra vida en él y extender una invitación al
mundo para que vengan a ver a Jesús dentro nuestro. Amor y preocupación, misericordia y
verdad, perdón y longanimidad son los ingredientes que lo hacen ini-
gualable. Debemos llegar a ser sus representantes en medio de una generación perversa y
maligna.

14 La preparación para la cosecha

La clave para recoger la cosecha es nuestra preparación. Jesús habló muchas veces
acerca de la cosecha en sus parábolas, exhortándonos a ver que la siega estaba lista. El dijo:
¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os
digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega. Y el
que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna para que el que siembra goce
juntamente con el que siega.
Juan 4:35,36

Cada nación, ciudad pueblo grande y pequeño tiene una cosecha. Esto quiere decir que,
de toda la gente que vive allí hay aquellos que Dios ya ve en su granero, en su iglesia y en su
familia. El puede ver esto a causa de su presciencia. Hay muchos esparcidos por todas las
naciones de la tierra; tienen nombre y apellido. Esto no tiene que ver con la predestinación,
sino con la presciencia. El ya sabe quiénes son los que responderán a su llamado.
Como mencionamos en el capítulo once, según Hechos 18:6—l1 el Señor apareció a
Pablo cuando atravesaba dificultades, oposición y abuso. Una noche el Señor le habló en una
visión:
No temas, sino habla, y no calles; porque yo estoy contigo, y ninguno pondrá sobre ti
la mano para hacerte mal, porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad.

Hechos 18:9,10
Muchas veces desconocemos este hecho tan importante. Insistimos en predicar a los que
rechazan nuestro mensaje, mientras otros, cruzando la calle o al otro lado del pueblo o del
mar esperan recibir el mensaje de vida. Debemos volcarnos hacia estas personas.
Necesitamos orar para que el Señor nos muestre quiénes son y dónde están. Necesitamos
afirmar la declaración hecha en Apocalipsis
5:9,10:

Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu
sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has
hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra.

Su sangre derramada sobre cada creyente nacido de nuevo lo convierte en su propiedad.


De eso se trata el reino de Dios. El dominio de Dios es eterno. Las almas de los hombres
redimidos por la sangre de Jesús son su herencia eterna.
Cuando el diablo lo llevó a Jesús a un monte muy alto y le mostró todos los reinos del
mundo y su esplendor, dijo:
“Todo esto te daré, si postrado me adorares.’ El se refería a los pueblos de la tierra y sus
logros. Pero Jesús sabía que para adquirir a las personas debía ofrecer su propia sangre a su
Padre celestial para satisfacer la santidad de Dios y para extender su misericordia a la
humanidad.
Ahora, estamos en carrera para cumplir el propósito divino de la redención. Debemos
buscar a los perdidos, no de manera informal, sino que debemos prepararnos para la cosecha
con oración.
A continuación vemos algunos de los componentes necesarios para la cosecha.
En Isaías 9:2 leemos:
El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra
de muerte, luz, resplandeció sobre ellos.

Esto tuvo cumplimiento en Juan 1:4,5:


En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

Una luz clara resulta del caminar en obediencia a Dios. Aquellos que buscan la luz deben
verla en forma brillante a través nuestro. La luz de Jesús en nosotros es la luz del mundo hoy.
De modo que nuestra santificación es el primer paso para la preparación, que es la separación
para el evangelio de Jesús. Sin santidad nadie verá al Señor.

El segundo aspecto de la preparación es el verdadero ministerio a los perdidos y a los


recién salvos. Cada lugar del mundo tiene características únicas. Cada ciudad es diferente y
las prioridades y el énfasis de sus habitantes varían de acuerdo con la cultura. Debemos
depender de la guía del Espíritu Santo para tener efectividad en el lugar en que nos
encontramos. El Espíritu Santo nos enseñará cómo tener acceso a los pueblos de la tierra.
Debemos estar preparados para conocer el método más eficaz de presentar el evangelio en
cada sitio.

El tercer componente es el adiestramiento para el cuidado. Una iglesia que no prepara


líderes es una iglesia que no hace planes para crecer. Yo creo firmemente que el verdadero
crecimiento es proporcional a la capacidad de cuidado de una iglesia. Una iglesia con 1.000
miembros debiera tener por lo menos diez pastores adiestrados o en proceso de aprendizaje;
esto es, uno por cada cien personas.
Cada ciudad tiene una parte de las multitudes a que hace alusión el Apocalipsis. Cada
comunidad cristiana o iglesia tiene la responsabilidad dada por Dios de una parte de la
población. De modo que al salir a predicar el evangelio
o a enseñar la palabra, debiéramos ver a esa gente como futuros pastores. Vemos en las
Escrituras que uno de los requisitos fundamentales para ser pastor, según dijo Jesús; es: “¿Me
amas? Apacienta mis corderos ... Pastorea mi ovejas.. - Apacienta mis ovejas” (Juan 21:15—
17).

Aunque hay necesidad de pastores no los adiestramos Preparamos discípulos que conocen
todas las doctrinas teológicas difíciles, pero no saben apacentar las ovejas. Necesitamos
pastores adiestrados en el cuidado de las ovejas.
Los grupos caseros son maravillosos y los implementamos mucho antes de escuchar al
doctor Cho. Pero a fin de cuentas uno tiene ovejas bajo el cuidado de nodrizas más que
pastores. Muchas veces temen dar autoridad o delegar el ministerio. Tenemos nuestra idea
religiosa de que un pastor debiera ser un hombre graduado del seminario con algún tipo de
título u ordenación que pueda predicar todos los domingos y oficiar los casamientos y
funerales.
La Biblia dice que un pastor es un sobreveedor, un cristiano maduro que no es novato,
que está dispuesto a dar su vida al servicio y cuidado de los demás. Muchas veces estas
personas son relegadas a cubrir las funciones de ujier, diácono y apoderado, mientras que el
pastor va de un lado a otro en su afán de mantener unida la familia.
En Cali deseamos preparar tres mil quinientos pastores con miras a tener un pastor por
cada cien personas. Esta es la prioridad que ya ocupa nuestro tiempo. Cuando terminemos
esta tarea será la iglesia más grande del continente.
No toda ciudad es como Cali, que tiene dos millones de habitantes, o doce millones como
Buenos Aires. El segmento del pueblo de Dios variará de acuerdo con la ciudad o pueblo. Lo
más importante no es el tamaño sino el poder alcanzar ese “segmento».
¿Cómo se prepara el pueblo para la cosecha? Debe mostrar a la gente que su llamado en
la vida es cuidar de otras personas como Jesús cuidó de sus discípulos. Él dijo en Juan 17:12:
“Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo
los guardé, y ninguno de ellos se perdió ...
La mayoría de las personas no tiene el deseo de ser un líder religioso en especial si el
concepto de laicos y clérigos está arraigado en ellas. Buscamos siervos que estén dispuestos a
servir a sus hermanos y hermanas. Al comenzar a servir, se convierten en sus líderes. El
adiestramiento es importante — enseñanza, ejemplo y seguimiento — pues es un proceso que
no termina.
En Cali nos reunimos con los pastores todas las semanas y en lo personal paso el mayor
tiempo posible con cada uno de ellos. Oro por ellos en forma regular y les enseño. Les sirvo
como pueda. Ellos a su vez, sirven a las ovejas, oran por las necesidades de las personas,
visitan a los enfermos y a los necesitados. Algunos de los hombres se sostienen con trabajos
profesionales; son médicos, ingenieros o tienen algún oficio. Son pastores no son niñeras.
Tienen toda la autoridad, responsabilidad y honor que acompañan el cargo de pastor.
Tratamos los casos problemáticos, y les asistimos en encontrar la solución a las situaciones
difíciles. Como pastor principal, tengo la responsabilidad final de cada oveja; sin embargo,
han sido comisionados para cuidar de las ovejas que los han elegido como su pastor.
Toda persona que forma parte de Ekklesia elige el pastor que quiere. Oran unos con otros,
juntos salen a picnics, se ven una o dos veces por semana, hacen evangelismo y visitan los
hogares. Es fácil pastorear una iglesia cuando se ha delegado toda la responsabilidad a
hombres y mujeres aptos para cumplir su llamado.
Nosotros adiestramos a los creyentes para llegar a ser pastores asociados o asistentes.
Puede que nunca lleguen a ser grandes predicadores, pero la Biblia no dice que los so-
breveedores deben ser oradores elocuentes, sino que deben ser “aptos para enseñar”. De
modo que si cumplen con los 28 requisitos mencionados en Tito y Timoteo, aunque sean
tartamudos, son aptos.
Las mujeres son grandes pastores. Sesenta por ciento de los pastores de la congregación
del doctor Cho son mujeres; en la nuestra, treinta por ciento son mujeres. Las mujeres que
ministran bajo autoridad, en la actualidad constituyen uno de los recursos más valiosos del
cuerpo de Cristo. Su fidelidad y cuidado amoroso de las ovejas son un ejemplo que desafía a
muchos pastores de sexo masculino.
Debemos adiestrar a los líderes para esta cosecha del tiempo final. Es necesario enseñar
los fundamentos de la fe según Hebreos 6, pero también debemos enseñar el propósito de la
vida, ceder los derechos propios, buscar la intimidad con Dios, entender cómo habla Dios y
cómo oír su voz, el ministerio de la sanidad, cómo Dios obra a través de las circunstancias,
los principios del reino y los aspectos prácticos del cuidado de las ovejas: consejería,
problemas en la iglesia y la autoridad espiritual.
Debemos orar para recibir un nuevo entendimiento en la iglesia respecto al pastoreo de
las ovejas. Existen distintos grados de ministerio bajo la función pastoral. Algunos son
pastores de pastores, algunos son pastores principales (el obispo principal entre muchos
ancianos) y algunos son pastores personales, que cuidan de cien personas, cinco familias, o
diez personas. Todos somos guardas de nuestro hermano de acuerdo con la medida de nuestro
llamado, nuestra preparación y experiencia, como también según nuestra respuesta a las
demandas del Señor de santificación en la vida y nuestra disposición a preocuparnos por lo
que le interesa a Dios.

15 El cántico del Cordero

Las iglesias deben establecerse para proveer hogares para las multitudes que Dios se
ha propuesto llevar a su reino. Los pastores deben ser adiestrados para el cuidado de las
ovejas. Nuestras metodologías en la preparación de líderes debe ser revisada. Lo que yo he
aprendido a través de los últimos veinte años de ministerio se resume así:
Dios puede en forma sobrenatural transformar por completo a una ciudad o nación por su
iniciativa y poder sin ningún tipo de ayuda. No hay país o ciudad que él no pueda cambiar.
El es la puerta de entrada para las ovejas, él atraerá a los miembros de su cuerpo recién
concebidos al lugar que él vea conveniente.
La iglesia en general no ha creído las promesas proféticas de Dios. En Apocalipsis 15:3,4
vemos una canción profética, el cántico del Cordero. Juan lo recibió en los capítulos finales
de Apocalipsis. Dice que estaban “en pie sobre el mar de vidrio, con las arpas de Dios. Y
cantan el cántico de Moisés y del Cordero, diciendo:
Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso;
justos y verdaderos son tus caminos Rey de los santos.
¿Quién no te temerá, oh Señor, y glorificará tu nombre?
pues sólo tú eres santo; por lo cual todas las naciones vendrán y te adorarán, porque tus
juicios se han manifestado.

Esta palabra profética declara la decisión de Dios de que todas las naciones le adoren a él.
Debemos creer y cooperar con este propósito. Jesús dijo a sus discípulos:
Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a
todas las naciones ... .] y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del
mundo.
Mateo 28:18—20
Dios espera que le creamos y le obedezcamos. Los dos problemas fundamentales de la
iglesia son la incredulidad y la desobediencia. Nos conformamos con poco cuando podríamos
tener las multitudes de la tierra. Oramos lo que nos conviene pidiendo bendiciones materiales
o el logro de objetivos insignificantes. Somos como los israelitas que recibieron otra promesa
profética en Exodo 15, llamada “El cántico de Moisés», la cual no creyeron ni obedecieron.
Era tan buena y real como Apocalipsis 15:
Condujiste en tu misericordia a este pueblo que redimiste;
lo llevaste con tu poder a tu santa morada.
Esta palabra le fue dada a la iglesia en el desierto, la iglesia del Antiguo Testamento pero no
la creyeron. Sigue el cántico de Moisés diciendo:
Lo oirán los pueblos y temblarán;
se apoderará dolor de la tierra de los filisteos. Entonces los caudillos de Edom se
turbarán; a los valientes de Moab les sobrecogerá temblor; se acobardarán todos los
moradores de Canaán. Caiga sobre ellos temblor y espanto;
a la grandeza de tu brazo enmudezcan como una piedra;
hasta que haya pasado tu pueblo, oh Jehová,
hasta que haya pasado este pueblo que tú rescataste.
Tú los introducirás y los plantarás en el monte de tu heredad,
en el lugar de tu morada, que tú has preparado, oh Jehová,
en el santuario que tus manos, oh Jehová, han afirmado.
Jehová reinará eternamente y para siempre.

Con todo, el pueblo de Israel no creyó y tuvo que ser otra generación, cuarenta años más
tarde, la que viera el cumplimiento de la promesa. Esto es lo que ocurre con la iglesia en la
actualidad. Debiéramos alcanzar toda nación pueblo y lengua. Desde luego se genera
ministerio, pero no en la proporción o la intensidad que esta hora demanda.
Las iglesias están repletas de personas adiestradas para prestar atención a ministros
profesionales. Aman los sermones, pero nadie les ha enseñado a luchar por ellos mismos.
Aman los testimonios de misioneros, pero nunca llegarán a vivir por ellos mismos el
maravilloso y asombroso poder del evangelio para alcanzar al perdido.
Desean más enseñanza cuando lo que realmente necesitan son oportunidades para
demostrar lo que ya han aprendido. Necesitan volcar los grandes preceptos y el entendimiento
adquiridos a través de décadas. Nuestra oración es: “Oh Señor, impulsa a tu iglesia a la
cosecha y entrégale la cosecha a tu iglesia .
¿Qué podemos hacer? Lo primero es definir de nuevo lo que es el cristianismo. Los
creyentes somos la posesión adquirida de Cristo; ¡no somos dueños de nosotros mismos! Sin
embargo, andamos en la incredulidad, hacemos lo que más nos gusta, cuándo y cómo
creemos oportuno. ¿Cuándo vamos a entender que somos miembros de su cuerpo portadores
de su nombre y templo de su Espíritu Santo? Somos sus instrumentos en la tierra. Cuando
Saulo perseguía a la iglesia, Jesús lo confrontó y le preguntó: “¿Por qué me persigues?”
(Hechos 9:4).
Si somos su cuerpo, debemos cumplir su plan y propósito. Debemos vivir como
Jesucristo, que dijo: “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su
obra’ (Juan 4:84). No estamos aquí para esperar el rapto, sino que estamos aquí para
consumar su plan.
Jesucristo oró: “Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo” (Juan
17:18). Tomó el tiempo para adiestrar a los doce discípulos a fin de que al cabo de tres años y
medio aquellos hombres pudieran asumir la responsabilidad de pastorear a las nuevas ovejas
que habrían de ser llamadas. Nosotros también podemos enseñar a las personas para que, si
todo va bien, lleguen a ser pastores tres años y medio después de la conversión. Pastor no es
un título profesional, es una función de supervisión, cuidado oración y ejemplo.
La mayoría de las iglesias se quebrarían bajo la presión del ministerio y la consejería, si
duplicaran su tamaño instantáneamente pues están preparando hombres para el cielo sin
adiestrarlos para el ministerio en la tierra. Esto es lo que ocurrió en Bolivia hace veinte años
durante el gran derramamiento de su Espíritu. Existían muy pocas congregaciones cristianas
que tampoco estaban preparadas. Esperamos la cosecha sin prepararnos para la siega.
La iglesia en América del Norte ha alcanzado un nivel de sofisticación y entendimiento,
posee medios económicos fabulosos, y alta tecnología para la administración y las co-
municaciones. Sin embargo, no crece tan rápidamente como las iglesias del tercer mundo
donde personas simples de bajos recursos han recibido un gran llamado para la cosecha de los
campos de su región.
En general el incremento es proporcional a la capacidad que tiene la casa para crecer. Mi
objetivo en Cali es adiestrar a 3.500 líderes cada uno capaz de cuidar a cien personas. Ya
tenemos lugar en la Villa Cristiana que nos permite ministrar a miles de personas a través de
varios servicios dominicales. Tenemos planes de edificar un templo con capacidad para 6.000
personas, lo cual nos permitirá ministrar a muchos más si llevamos a cabo varios
servicios por domingo. Al aumentar la cantidad de asistentes, haremos planes de incrementar
el tamaño del templo. Esto lo hacemos porque creemos, oramos y esperamos en el Señor.
Asimismo, trabajamos y nos preparamos para recibir la promesa del Señor para esta ciudad
que ha ganado prominencia mundial y mala fama. Que el Espíritu Santo despierte en usted la
fe para creer las grandes promesas que tiene para su ciudad, su iglesia y su nación. La prepa-
ración es el componente más importante, la preparación del corazón y de los líderes, incluso
de un edificio de reunión si es que uno tiene la fe para creer en ello. Yo espero ver el
cumplimiento de lo que Dios nos ha prometido para Cali. Le ruego a Dios que cada lector de
este libro tenga visión para la iglesia, la región y la comunidad en la que vive.
Nuestra experiencia, sin haber tenido la preparación necesaria para el derramamiento
maravilloso del Espíritu Santo en Bolivia, es que el Señor nos mostró su poder soberano para
preservar los frutos de esa parte de la cosecha del tiempo final. Muchos expertos en las
visitaciones de Dios en la actualidad han escrito acerca de la permanencia increíble del fruto.
Sin embargo anhelamos, trabajamos y esperamos pacientemente el gran derramamiento que
aún ha de venir sobre toda la tierra. ¡Cuánto mejor ha de ser cuando estemos listos para
recibirlo!
Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el
labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la
lluvia temprana y la tardía. Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros cora-
zones; porque la venida del Señor se acerca.
Santiago 5:7,8
La gran cosecha del
tiempo final
16 El misterio de Dios se completa

Cuando nos referimos a la unción para la gran cosecha del tiempo final, queremos
decir que necesitamos la unción para cumplir con el propósito de Dios. ¿Cómo es posible?
¿Podremos en verdad tener la capacidad de completar la tarea que él nos ha asignado antes de
que venga el fin? ¿Dará la tierra esta cosecha valiosa?
Jesús advirtió a sus discípulos:
¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os
digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega.
Juan 4:35
En Mateo 9, Jesús revela otro aspecto de la cosecha:
Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y
predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el
pueblo. Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y
dispersas como ovejas que no tienen pastor. Entonces
dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues,
al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies.
Mateo 9:35—SS
Aquí Jesús nos señala tres cosas: Los campos son muchos, están listos para la cosecha> y
no alcanzan los obreros para recoger la cosecha y guardarla. ¡Cuán acertadas son estas
palabras para hoy! Como no se ha visto nunca antes, hay millones de personas en el valle de
la decisión y la iglesia parece incapaz de proveer los obreros necesarios para recoger y
guardar la cosecha.
Y saliendo Jesús vio una gran multitud y tuvo compasión de ellos, y sanó a los que de
ellos estaban enfermos. Cuando anochecía se acercaron a él sus discípulos, diciendo: El
lugar es desierto, y la hora ya pasada; despide a la multitud, para que vayan por las aldeas
y compren de comer.
Jesús les dijo: No tienen necesidad de irse; dadles vosotros de comer.
Mateo 14:14—16
En este pasaje Jesús declara uno de los mandamientos más cruciales e intrigantes: “Dadles
vosotros de comer?.
Nuestras limitaciones, preocupaciones y hasta la inexperiencia nunca excusarán el no
llevar a cabo sus propósitos. Jesús tomó lo que ellos tenían que era solamente cinco panes y
dos peces.
El les dijo:
Traédmelos aquí.
Entonces mandó a la gente recostarse sobre la hierba; y tomando los cinco panes y los
dos peces, y levantando los ojos al cielo, bendijo, y partió y dio los panes a los discípulos,
y los discípulos a la multitud. Y comieron todos y se saciaron; y recogieron lo que sobró
de los pedazos, doce cestas llenas. Y los que comieron fueron como cinco mil hombres,
sin contar las mujeres y los niños.
Mateo 14:18—21
En la actualidad, si traemos nuestros peces y panecillos, él los puede convertir en comida
para que todos puedan ser satisfechos y aún habrá sobrante. No tenemos excusa aunque
nuestra ceguera impida el reconocimiento de la hora en que vivimos. Ya no podemos vivir el
cristianismo interesado exclusivamente en los beneficios personales obtenidos en la cruz, u
ocupados con las riquezas y la prosperidad, o con la excelencia y abundancia de cosas que no
tienen valor eterno. Nuestro corazón debe estar volcado a Dios, con el deseo de que haga de
nosotros comida para las multitudes hambrientas por todas las naciones.
El cristianismo ha perdido su razón de ser. No estamos aquí para perpetuarnos a nosotros
mismos. Cada día que pasa hay millones que siguen sin ser alcanzados, y muchos de ellos
mueren sin recibir al Señor.
Siempre me ha preocupado pensar en que si fuera a un pueblo o barrio de cualquier país
del mundo y dedicara mi vida a esas personas por cierta cantidad de años, yo sé que con el
tiempo habría por lo menos un núcleo de creyentes. Pero si no alcanzo a los perdidos y me
quedo tranquilo en mi congregación, pagando mis diezmos y dando parte de mi dinero a otros
ministerios, nunca alcanzaré a esas personas con el mensaje de salvación y se perderán el
cielo.
El único propósito de Jesús en la tierra era hacer la voluntad del Padre, el cual era redimir
a los hombres para si. A Jesús no le interesaba nada más ni los negocios, ni la popularidad, ni
la política. Su interés era alcanzar en su tiempo a los hombres con el mensaje de redención.
Él iba de un pueblo al otro y nunca se quedaba más tiempo en un lugar de lo que el Padre
deseaba, aunque la gente se lo pidiera. Declaró cuál era su agenda:
El les dijo: Es necesario que también a otras ciudades anuncie el evangelio del reino
de Dios; porque para esto he sido enviado.
Lucas 4:43
Ni siquiera el deseo de Herodes de encontrarse con él le interesó. Su misión era alcanzar a los
perdidos y adiestrar a los doce discípulos.
Hoy los creyentes debemos reconocer que nuestra función es demostrar la presencia y el
poder de Dios con señales y prodigios (al alcance de todo creyente), y reproducirnos a
nosotros mismos en otros, a fin de que y ellos puedan participar en la evangelización y el
cuidado de las ovejas.
Estamos saturados de reuniones actividades y entretenimientos incluso entretenimientos
cristianos. Descuidamos la oración por estar ocupados viendo televisión cristiana. No salimos
a buscar a los perdidos por quedamos a disfrutar la comunión en la iglesia o por ministrar y
competir por el mismo grupo de convertidos. Los evangelistas predican repetidamente al
mismo grupo a un costo muy elevado para el cuerpo de Cristo y con muy poco resultado.
El tiempo de la cosecha tiene un limite. La Biblia lo define así:
Miré y he aquí una nube blanca; y sobre la nube uno sentado semejante al Hijo del
Hombre, que tenía en la cabeza una corona de oro, y en la mano una hoz aguda. Y del
templo salió otro ángel, clamando a gran voz al que estaba sentado sobre la nube: Mete tu
hoz y siega; porque la hora de segar ha llegado pues la mies de la tierra está madura. Y el
que estaba sentado sobre la nube metió su hoz en la tierra, y la tierra fue segada.
Apocalipsis 14:14-16
Joel 3:13, 14 reitera el mismo desafío:
Echad la hoz porque la mies está ya madura. Venid, descended, porque el lagar está
lleno, rebosan las cubas; porque mucha es la maldad de ellos. Muchos pueblos en el valle
de la decisión; porque cercano está el día de Jehová en el valle de la decisión.
De modo que hay un tiempo para la cosecha, un tiempo de la historia categorizado por
dos cosas: “mucha maldad” en los hombres y “muchos pueblos en el valle de la decisión”.
Dios está preparado para alcanzarlos.
Jesús dijo: “Cuando el fruto está maduro, en seguida se mete la hoz porque la siega ha
llegado” Marcos 4:29). Este es el momento para la gran cosecha del tiempo final. Millones de
personas por toda la tierra son sacudidas por pestilencia, hambre, guerra, terremotos y
desgracia económica. Hoy hay millones que quieren oír la palabra de Dios.
Necesitamos que una generación de segadores surja por toda la tierra, llenos del Espíritu
Santo, aptos para mostrar el poder de la resurrección de Jesús. Las multitudes no quieren
vemos a nosotros ni tampoco desean oír nuestros sermones religiosos. Quieren ver a Jesús.
Esto sucederá cuando ocurran los milagros, y los ciegos vean, los paraliticos caminen, los
sordos oigan, y los leprosos sean limpiados.
Las buenas nuevas son que la tierra será cosechada según se expone en Apocalipsis 14:14
—16. Esta cosecha marcará la derrota de Satanás.
Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su
Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba
delante de nuestro Dios día y noche. Y ellos le han vencido por medio de la sangre del
Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la
muerte. Por lo cual alegraos, cielos y los que moráis en ellos. ¡Ay de los moradores de la
tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que
tiene poco tiempo.
Apocalipsis 12:10—12
En ese momento se cumple el propósito de Dios. En Mateo 24:14, Jesús afirma lo mismo
con claridad:
Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas
las naciones; y entonces vendrá el fin.
Es importante que reconozcamos que está cerca el cumplimiento de esta palabra.
Podemos ser parte del proceso si nos ocupamos de trabajar en forma sacrificada, y si paga-
mos el precio. De otra manera, podemos perder el tren y quedarnos en un desierto sin poder
llegar a la tierra prometida. Jesús se acerca a nosotros y nos invita a rogarle al Señor de la
mies para que él se ocupe pero también para que nos rindamos ante su señorío, a fin de que
pueda hacer en nosotros su voluntad para completar esta gran obra.
El libro de Apocalipsis nos da mayor entendimiento al describir como “misterio» esta
obra de cumplimiento de su propósito en la iglesia. Apocalipsis 10:7 dice: “sino que en los
días de la voz del séptimo ángel, cuando él comience a tocar la trompeta, el misterio de Dios
se consumará, como él lo anunció a sus siervos los profetas”.
Permítame enunciar cinco aspectos del misterio de
Dios:
1. Participarán todas las naciones. No estarán todas las personas, pero habrá personas de
todas las naciones (Romanos 16:25,26).
2. Serán incluidos tanto judíos como gentiles (Efesios 3:6) -
3. Nosotros seremos su morada (Colosenses 1:26,27).
4. Manifestará su sabiduría por medio de la iglesia a los principados y potestades al darle la
oportunidad a los creyentes a acercarse a Dios con libertad y confianza (Efesios 3:9—12).
5. Alcanzará su plenitud en el momento señalado y
Cristo será la cabeza de todas las cosas (Efesios
4:9—13).
El apóstol Pablo entendía que su máxima prioridad era llevar a las personas al
conocimiento del misterio del evangelio:
Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios;
orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y
velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos; y por mí, a fin de
que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del
evangelio, por el cual soy embajador en cadenas; que con denuedo hable de él, como
debo hablar.
Efesios 6:17—20
Él comprendió que no sólo estaba en cadenas por haber predicado el evangelio sino
también a fin de dar a conocer el evangelio. Fue enviado en cadenas a dar testimonio frente a
reyes.
¿Cuántos hay dispuestos a sufrir vergüenza, rechazo y persecución para desempeñar las
funciones de embajador en cadenas, con posibles sufrimientos y carentes de muchos de los
beneficios que ofrece el mundo? Tal vez requiera vivir más modestamente y estar satisfechos
con sólo tener cubiertas las necesidades básicas. Sin embargo, seríamos embajadores con un
gran llamado, partícipes de la obra poderosa de Dios en este tiempo final, si sólo abriéramos
la boca para dar las palabras que él nos da, e impusiéramos las manos para que ocurran los
milagros, tendríamos el gozo de presenciar el cumplimiento del misterio divino.
Por lo cual pido que no desmayéis a causa de mis tribulaciones por vosotros, las
cuales son vuestra gloria.
Efesios 3:13
Hoy procuramos evitar el sufrimiento. El apóstol Pablo entendió que por causa de su gran
llamado tendría que sufrir. Tal vez nos toque pasar por tribulaciones y persecuciones, pero es
muy bajo el costo que se paga para ser parte de los electos. El llama a su familia eterna, de
todas las naciones, pueblos y lenguas. Que Dios avive nuestros corazones para que
declaremos su evangelio con denuedo, como debe ser.
¿Por qué somos tan incrédulos en lo que se refiere a la promesa de Dios de suplir nuestras
necesidades a fin de que nos desempeñemos como sus embajadores para el cumplimiento del
misterio? Jesús nos dijo que no nos preocupáramos por nuestra vida, por lo que hemos de
comer, o lo que nos pondremos. Los paganos corren detrás de todo eso, pero nosotros
debemos buscar “primeramente el reino de Dios y su justicia” sabiendo que “todas estas
cosas.., serán añadidas” (véase Mateo 6:25—34).
No hace mucho tiempo, durante la operación militar conocida como Desert Storrn en el
golfo Pérsico, vimos uno de los movimientos de tropas militares más grandes de la historia. A
nadie se le ocurría pensar que estos soldados, al cumplir sus responsabilidades, serían
abandonados en medio del desierto sin comida, agua o refugio. Se requirieron seis meses de
preparativos para evitar que eso ocurriera. Fueron bien alimentados y cuidados como buenos
soldados. ¿Cuánto más cuidará Dios de su ejército al tomar mayores responsabilidades en la
evangelización de las naciones!

17 El llamado del tiempo final Unción para la cosecha

Através de los años he recibido muchas promesas proféticas que indicaban que las
multitudes del pasado parecerían pequeñas en comparación con lo que Dios hará en el futuro.
Estoy seguro de que esto acontecerá según la programación y el tiempo de Dios. En 1992,
comencé otra vez a salir por las naciones para predicar en campañas de evangelismo masivo
y estas fueron acompañadas de milagros, sanidades y prodigios. También ministramos a
pastores y líderes.
Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la
palabra con las señales que la seguían.
Marcos 16:20

En La Paz, Bolivia, tuvimos reuniones en grandes auditorios, iglesias, y en un coliseo al


aire libre. Muchos recibieron salvación, sanidad y liberación. Una mujer paralizada de la tribu
aymara fue traída por sus amigos a la reunión y recibió sanidad instantánea y pudo subir y
bajar las escaleras del coliseo por sí sola. Ocurrieron incontables milagros mas.
En Trinidad, Bolivia, el hombre más rico de la ciudad, cuyo apodo era “el rico del
pueblo»> fue sanado del mal de Parkinson. En la misma ciudad, un joven que tenía las ro-
dillas paralizadas fue sanado instantáneamente. Dejó sus muletas, caminó hasta la plataforma,
y dio testimonio del poder sanador de Dios al dar patadas en el aire. Ese mismo día, unas
personas trajeron a su amigo en camilla al teatro en donde teníamos la reunión y fue sanado.
Esa noche vino a la reunión que tuvimos en el coliseo al aire libre por su propia cuenta, y
llegando hasta la plataforma, entregó sus muletas.
Un niño pequeño con pies zambos recibió sanidad en Santa Cruz. Sus pies fueron sanados
completamente. Inquietada por el milagro, su madre preguntó por su propio cráneo. Tres años
atrás, le habían operado un aneurisma y casi murió. Le habían extraído casi todo el parietal y
en su lugar, sólo tenía piel suave para cubrir el cerebro. Le dije que había visto a alguien ser
sanado de un problema similar. ¡Con Dios nada es imposible! Esa noche, ella pasó adelante
para dar testimonio de la sanidad de su hijo. Al bajar de la plataforma cayó bajo el poder de
Dios y minutos más tarde se levantó con dolor de cabeza. Al tocársela, descubrió, para su
sorpresa, que Dios le había reconstruido el hueso completamente. ¡Fue un milagro increíble!
En esa misma ciudad, un niño sordomudo de siete años fue sanado y pudo oír y hablar
por primera vez en su vida. ¡Su primera palabra fue “Jesús’! Por supuesto, la maravilla
mayor fue la conversión de cientos de personas.
Viajamos a la Argentina y los milagros escalaron. Esto incluyó dos niños sordomudos
que recibieron sanidad total; un hombre con un desorden muscular pudo caminar sin sus
muletas; y muchos más. Pero a diferencia de otras veces, sentí la necesidad — además de
predicar el evangelio y operar bajo los dones del Espíritu (sanidades, milagros, palabra de
ciencia y profecía) — de comenzar a pasar la unción a los líderes y los hermanos.
El Señor me dijo: “Unge sus oídos, para que sean sensibles a la voz de mi Santo Espíritu.
Unge sus manos para que hagan las obras de Dios y para que ocurran milagros y prodigios.»
Al hacerlo, hubo una nueva ola de milagros y sanidades. Aun después de retirarme del
lugar donde había ministrado, seguían llegándome noticias, no sólo de fe renovada y ánimo,
sino también de sanidades y prodigios.
En Argentina varios hombres jóvenes habían ido a orar a un hogar de ancianos, y para su
asombro algunos de los ancianos fueron sanados. Salieron de sus camas y sillas de ruedas y
comenzaron a alabar al Señor. Uno fue a un hospital para orar por un niño con cáncer y que
los médicos no creían que viviría más de unos pocos días más. ¡El Señor sanó al niño!
Muchos más tuvieron testimonios similares. Nuestro mensaje había sido recibido y entendido
y estos creyentes daban demostraciones poderosas de la resurrección de Jesucristo a los
inconversos.
Luego de comenzar esta etapa del ministerio en diferentes ciudades de Bolivia,
Argentina, EE. UU. y Suiza, y luego de haber programado varias reuniones en distintos
continentes para los meses que seguían, recibí una confirmación específica del Señor. Una
mañana, el Señor me habló diciendo: “Quiero que pases la unción a los creyentes. Quiero que
lleves la unción a las mayores capitales del mundo. Te daré los medios para que lleves a cabo
esta obra cuando lo necesites y donde lo necesites. Quiero que les dejes enseñanza que les
permita crecer en entendimiento. Quiero también que prepares recursos de estudio como se-
guimiento a la enseñanza que les permita mantener la unción. Esta es la comisión que te
encargo a ti”.
Pero el Señor me habló con un prefacio muy claro:
“Quiero que hagas todo esto en preparación para la presión increíble y la batalla que vendrá
sobre el mundo entero».
Yo sabía a qué se refería, pues había estado bajo tremenda presión, persecución, arrestos
e interrogatorios, ataques de los medios, acusaciones falsas, traiciones, amenazas contra mi
vida, y daño físico. Su unción y las manifestaciones de su poder milagroso en medio de
circunstancias difíciles tenían mucho significado para mi.
Sin embargo, la parte más importante de la misión de pasar la unción es el potencial de
ver un avivamiento mundial. Yo sé lo que significa llegar a un país conocido como uno de los
más difíciles para la difusión del evangelio, donde Satanás parece tener su residencia
permanente, o al menos su casa de fin de semana, y se le rinde reverencia y alabanza
abiertamente. Los constructores en la ciudad capital de La Paz no empiezan a poner el
fundamento de una casa a menos que se hayan ofrecido sacrificios a los dioses de la tierra. Se
ofrece en forma regular comida e incienso a los espíritus. Todo lo que tenía para contrarrestar
eso era mi fe en el Señor, su palabra y su unción. ¡Ocurrió lo que dicen las Escrituras pues la
unción rompió el yugo!
Moisés impuso manos sobre setenta hombres y les impartió su espíritu. Aún existen
muchos que no entienden el concepto de “imposición de manos’, pero Dios está restaurando
el significado de este medio divino para el suministro de dones y llamados.
El apóstol Pablo escribió a Timoteo: “No descuides el don que hay en ti, que te fue dado
mediante profecía con la imposición de las manos del presbiterio” (1 Timoteo 4:14). También
dijo a los hermanos en Roma: “Porque deseo veros, para comunicaros algún don espiritual, a
fin de que seáis confirmados» (Romanos 1:11).
Así que mi llamado es hacer mi parte en el derrame de la unción por las naciones y
equipar a aquellos que la reciben, para que puedan ejercer su don en santa reverencia y
compromiso con Jesucristo, puesto que la unción que recibimos es suya- Jesucristo mismo
envió su manto de unción a partir del día de Pentecostés: “Recibiréis poder, cuando haya
venido sobre vosotros el Espíritu Santo’ (Hechos 1:8).
Nos revistió con su propio Espíritu; somos portadores de su unción. El poder que sanó a los
enfermos hace dos mil años, es el mismo que opera en el ministerio actual. El nos dice
claramente que señales milagrosas acompañarán a aquellos que en él creen <Marcos
16:17,18).
¿Por qué es tan importante esto? Porque Dios está por visitar las naciones y su victoria
sobre los poderes de las tinieblas será sobrenatural.

Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de
nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas,
refutando argumentos, y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y
llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo, y estando prontos para
castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea perfecta.

2 Corintios 10:3—6
El mundo necesita ver a Jesús. Debemos hacerlo conocer a él, no a nosotros. Debemos
hablar de él y preparar al mundo para su manifestación. El ministerio eterno de Cristo fue
prometido por los profetas a través del Antiguo Testamento. Habría de comenzar con la
concepción de una virgen; nacería un niño, y luego “lo dilatado de su imperio y la paz no
tendrán límite” (Isaías 9:7).

Su ministerio terrenal como Dios-hombre o Hijo del Hombre no debiera tener fin. Sus
milagros ocurren en la actualidad. En su momento, validaron su ministerio, y hoy debemos
esperar la misma evidencia por todas partes: en pequeños encuentros, iglesias, lugares
oscuros y hogares, puesto que Dios no se limita a actuar a través de los ministerios poderosos.
Esta es la hora de la iglesia ungida. Jesús no se limita a alcanzar a un puñado de hombres
ungidos sino que extiende su poder a todos los creyentes. “Porque donde están dos o tres
congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18:20). Quiere decir que
está presente y puede sanar, resucitar, liberar, consolar, infundir paz o cualquier otra cosa
según su voluntad. Jesús es el mismo ayer, hoy y siempre. Aunque esto es tan simple, la
mayoría de los cristianos no lo entienden. Desean que predicadores reconocidos o
evangelistas poderosos vengan a ministrarles pues ellos traen la unción y la dejan en la ciu-
dad cuando se van.
¡Jesucristo ha resucitado! La razón por la que murió y resucito fue para ofrecernos
propiciación y vida eterna a usted y a mí. “El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino
para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Mateo 20:28). Luego ascendió, no
para estar en el cielo viendo lo que pasa en la tierra, sino para estar en todos lados a través del
ministerio del Espíritu Santo, quien testifica en todas las naciones acerca de Jesús.
Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús Nazareno, varón aprobado por Dios entre
vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio
de él, como vosotros mismos sabéis; a éste, entregado por el determinado consejo y
anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos,
crucificándole; al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era
imposible que fuese retenido por ella.. -

A este Jesús resucito Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Así que, exaltado
por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha
derramado esto que vosotros veis y oís.
Hechos 2:22—24, 32, 33
¡Jesús vive! Él sigue obrando de la misma manera a través del Espíritu Santo hoy, que
cuando estaba en la tierra en persona.
¿Qué es lo que Jesús hizo? Esta es la respuesta:
Y al oír Juan, en la cárcel, los hechos de Cristo, le envió dos de sus discípulos, para
preguntarle: ¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro?
Respondiendo Jesús, les dijo: Id, y haced saber a Juan las cosas que oís y veis. Los
ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son
resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio.
Mateo 11:2—5; véase también Lucas 7:18—22
En nuestro propio ministerio vemos que estas cosas ocurren de manera regular, aunque
todavía no he visto a nadie resucitar de la muerte.
En la actualidad, Dios manifiesta su poder total en la medida de nuestra respuesta a los
llamados del Espíritu Santo. Esto es lo que me motiva a ayudar a preparar a la iglesia por
todo el mundo, ungiendo los oídos de los creyentes para que puedan volverse sensibles a la
voz del Espíritu Santo, y les unjo las manos para que puedan orar por otros. Debemos dejar la
necedad de lado y obedecerle sin fanatismo.
Nunca debemos confundir su guía con las voces de los demonios; es necesario ser
sensibles a la voz de Dios y dispuestos a obedecerle. Tomemos el tiempo para orar y con-
firmar su voluntad. Vivamos en forma apacible para entender sus directivas. Evitemos
aquello que podría entrar a nuestra mente y cuerpo y que pudiera ser un impedimento a
movernos en la voluntad de Dios. Rindamos nuestra vida al Señor a diario en oración.
Digamos al Señor: “Estoy dispuesto a ser interrumpido. Puedes cambiar mi agenda. Estoy
dispuesto a girar a la derecha aun cuando yo quiera doblar a la izquierda. Estoy dispuesto a
pagar el precio. Quiero servirte sin importar el costo. Estoy listo a hacer el papel de tonto por
tu causa, si es necesario. Estoy dispuesto a avanzar sin otro sustento que tu palabra. Estoy
dispuesto a tomar tiempo para ayunar y orar hasta que reciba respuesta. Estoy dispuesto a dar
mi vida para servirte. Estoy dispuesto a morir por obedecerte.
La iglesia de Jesucristo podrá vivir una experiencia completa de su poder y unción para
ocuparse de la cosecha del tiempo final, sólo cuando se haya dado los pasos enunciados.
Todo lo demás no alcanza a servir adecuadamente al Señor. Estemos dispuestos a servirle a
él, con tal temor y abandono que llegue a sacudir al mundo.
Pablo escribió a los corintios diciendo que estaban “prontos para castigar toda
desobediencia, cuando vuestra obediencia sea perfecta” (2 Corintios 10:6). Nuestra autori
dad espiritual es directamente proporcional a nuestra obediencia a Dios. Si tenemos 50% de
obediencia, solamente ejerceremos 50% de su autoridad. Si nuestra obediencia es perfecta
(esto significa caminar en la luz sin ninguna actitud de rebeldía en nosotros), su ministerio en
nosotros crecerá hasta la medida completa.
Pero di la palabra, y mi siervo será sano. Porque también yo soy hombre puesto bajo
autoridad, y tengo soldados bajo mis órdenes; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y
viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace.
Al oír esto, Jesús se maravillé de él, y volviéndose, dijo a la gente que le seguía: Os
digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe.
Lucas 7:7—9
Hoy se ofrecen clases por todas partes sobre la espiritualidad, guerra espiritual y muchos
otros temas intrigantes. Viajamos grandes distancias para oír mensajes y comprar libros,
casetes y videocasetes. Pagamos dinero a expertos para que nos ayuden a ser más espirituales.
Somos la generación más informada y equipada de la historia. Tenemos concordancias y
programas de Biblia en computadora. Pero, aunque acumulamos textos y casetes, nuestras
oraciones no tienen buenos resultados. Apuntamos a mucho pero recibimos muy poco.
La clave no está en lo que sabemos, sino en lo que hacemos con el conocimiento.
Incredulidad, desobediencia, falta de perdón, idolatría, impureza y temor pondrán freno al
llamado tierno y sagrado del Espíritu Santo. Hacemos oraciones para recibir cosas que no
necesitamos, e invertimos en proyectos que son como monumentos para una iglesia en
decadencia, en vez de librar fondos en las áreas que son realmente necesitadas.
Somos avergonzados por los cristianos de otros países que tienen escasos medios, pero
predican el evangelio. Lo llevan a pie, en vez de hacerlo en automóviles lujosos. Para ellos,
así como fue con Jesús, las cosas materiales no representan el éxito. Jesús no tenía dónde
apoyar la cabeza, no tenía heredad material para dejar cuando partió, no tenía inversiones,
ahorros o bonos del tesoro. Sin embargo, llevó sobre sí la mayor responsabilidad de dejar una
bendición para toda la humanidad. Murió en una cruz y su única posesión, la túnica, fue
sorteada en un juego de azar.
Así Jesús estableció el ejemplo para todos nosotros, no sólo de predicador o misionero,
sino de modelo perfecto. Debemos seguirlo y ser conformados a su imagen. ¿Hasta qué punto
estamos dispuestos a imitarlo? ¿Seremos capaces de vender todo e ir a dónde nos envíe, o pri-
mero deben pasar veinte años hasta que terminemos de pagar la hipoteca?
¿Estamos dispuestos a dormir al costado de los caminos, al aire libre, como él hizo con
sus discípulos? ¿Andaremos a pie por los caminos polvorientos de nuestro país? Si no
estamos dispuestos, por lo menos a considerarlo el mensaje del cristianismo no nos ha
penetrado aún, y sigue siendo apenas una religión.
En Juan 15:13—16, Jesús declaró:
Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Vosotros
sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamaré siervos, porque el siervo
no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de
mi Padre, os las he dado a conocer. No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a
vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para
que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé.
Él cumplió con su parte al dar su vida por nosotros como amigo. Hagamos lo que nos
corresponde dando nuestra vida a su causa.
Al terminar, permítame ofrecerle un pasaje bíblico que Dios ha usado para darme
consuelo cuando me pidió algo muy diflcil:
Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos,
luego todos murieron;
y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió
y resucité por ellos.
2 Corintios 5:14,15
Este es uno de mis pasajes favoritos. Para mí, contiene la esencia misma del evangelio.

18 Una invitación personal

Gracias por haber tomado el tiempo de leer este libro. Permítame compartir la carga
de mi corazón con usted.
Si aun no le ha dado usted la vida a Jesucristo como Señor de toda su existencia, ¡hágalo
ahora! Él lo honrará, lo bendecirá y hará que usted sea una bendición para otros.
Si usted es creyente, ¿le sirve al Señor con todo su corazón? ¿Ha renunciado a todos sus
derechos frente a él? Una manera de determinar si le ha entregado por completo su corazón es
a través de la ausencia de temores. Si usted tiene el temor de morir, entréguele el derecho a
vivir; si tiene temor al fracaso, déle su futuro; si teme perder seres queridos, ofréndelos al
Señor.
1. Revalúe el propósito de su vida. Usted debe vivir para Jesucristo, no para el placer, el
poder, las riquezas terrenales, o para el pseudointelectualismo. Diga lo siguiente: “El
motivo de mi existencia es vivir para Jesús y su propósito, y para completar su obra.»
2. Procure la intimidad con Dios. Usted puede tener el nivel de intimidad que desee. El no
tiene hijos predilectos; en la medida en que nos acercamos a él, él se acerca a nosotoros.
¡Ore fervientemente! Tome tiempo para estar en oración y en el estudio de su palabra.
Reconózcalo a toda hora del día e invítelo a dirigirle y
asistirle en todo lo que haga, ya sea cocinar, escribir a máquina, trabajar, o hablar con la
gente. El está presente todo el tiempo. Esté atento a su presencia y él lo asistirá en
cualquier cosa y en todo lo que emprenda.
3. Separe tiempo para ayunar en forma regular. Lo ayudará en lo espiritual además de lo
físico. Le despejará la mente para escuchar la voz del Señor con mayor claridad.
4. Perdone a los demás y no se deje ofender. Pedro preguntó cuántas veces debía perdonar y
el Señor le respondió que debía perdonar cuatrocientas noventa veces por día.
5. Ofréndele todas sus pertenencias al Señor. Esté preparado a hacer con ellas lo que el
Señor le indique. Sólo así podrá él confiarle las riquezas verdaderas.
6. Debe formar parte de una iglesia. Participe en una iglesia que se mueve con el Señor,
donde el liderazgo le ayudará a crecer en madurez.
7. Humíllese frente a Jesús. No deje de confiar en él a pesar de las circunstancias que le
toque vivir. Dios, en su misericordia y fidelidad le dará alternativas originales, soluciones
y victorias.
8. Ore por las necesidades de los demás. Ore en privado y también cuando está con otros.
Espere ver sanidades y prodigios. Nunca se desaliente por no ver los resultados. Deje que
el Señor se ocupe de los resultados.
9. Procure vivir una vida apacible y callada. Nunca oirá su voz si usted otorga prioridad a
las voces de este mundo. La televisión y la radio, aun cuando sean de origen cristiano,
pueden llegar a reemplazar un espíritu atento y receptivo a la voz de Dios.
10. Ministre a las necesidades de la gente en cuanta ocaSión le sea posible. Si alguno está
triste, dele consuelo; si alguno está enfermo, ore por su sanidad; si alguno está en
necesidad, déle dinero; si alguno está oprimido, participe en su liberación. Haga todo lo
que haría Jesús si estuviera presente en forma visible. Recuerde que él está presente por
su Espíritu y la realidad se hace evidente a través de la oración y al actuar con
preocupación y cuidado por las necesidades de los demás, tal como lo haría él.
Al hacer estas cosas verá como Dios se le manifiesta de maneras estupendas y su nombre
será glorificado. ¡Aleluya!
¡Qué así sea, Señor!
Apéndice
19 £L ayuno: Arma espiritual, maravilla fisiológica

INTRODUCCIÓN
El ayuno es un proceso fisiológico natural. También es un concepto bíblico que se practicaba
durante tiempos difíciles. Es así que tanto desde el punto de vista espiritual como del
científico, podemos estar confiados que el ayuno no es dañino sino más bien beneficioso
cuando se realiza de manera apropiada.
La mayoría de las personas ayunaría si entendiera lo natural que resulta el ayuno para el
cuerpo humano. A decir verdad, la mayoría de las personas ha sentido el deseo de ayunar en
diferentes momentos, pero sencillamente no lo interpretó como tal. En el proceso fisiológico
normal de nuestro cuerpo, sentimos el deseo de no comer; perdemos el apetito. Esto se da en
forma normal cuando tenemos un resfriado, fiebre, gripe o una descompostura estomacal, du-
rante agotamiento físico, dolor emocional o un período de duelo y al atravesar por otros
sentimientos semejantes. Pero nuestras culturas occidentales nos han llevado a pensar que la
abstinencia no es buena y que incluso pudiera resultar perjudicial. Esto comenzó en la
infancia cuando nuestros padres nos forzaron a comer cuando no teníamos apetito por causa
de una enfermedad, un estado emocional de excitación o por estar molestos.
En la naturaleza, el ayuno es un comportamiento natural de animales enfermos o heridos.
Buscan un sitio tranquilo y seguro cerca del agua donde puedan ayunar hasta estar curados.
Nosotros, los humanos, somos los que por ser tan sabihondos y educados no reconocemos el
diseño de Dios y sufrimos por causa de ello.
La palabra ayuno significa “sin nutrientes” - Por lo tanto, en el sentido más estricto de la
palabra y a fin de maximizar sus beneficios fisiológicos, el ayuno debiera llevarse a cabo con
agua, descanso y una supervisión adecuada. Pero en el sentido espiritual, el ayuno significa
abstinencia y privarse de alimentos en general. En las Escrituras vemos varios tipos de ayuno,
algunos exigían la abstinencia de ciertos tipos de alimentos, otros una abstinencia total de
alimentos y agua. Algunos de estos últimos fueron ayunos sobrenaturales tales como el ayuno
de cuarenta días de Moisés en el monte. Todos estos ayunos bíblicos tienen su lugar en la
historia del pueblo de Dios a través de las edades. Los cristianos pueden ayunar obteniendo
resultados espirituales y físicos increíbles. Observemos algunos de los beneficios del ayuno.

BENEFICIOS ESPIRITUALES DEL AYUNO


El ayuno proporciona un ambiente donde poder sintonizar nuestras vidas a Dios. No es que
el Señor hable más fuerte cuando ayunamos, sino que nuestros “receptores” espirituales
tienen la capacidad de recibir lo que él nos dice. Es, quizá, una de las expresiones más
profundas de la muerte al yo y de entrega a él. Podemos escuchar mejor lo que nos dice Dios.
A nivel espiritual, el ayuno acompañado de súplicas capta la inmediata atención de Dios
desde su santuario. Esto se puede ver en la experiencia de Daniel. Cuando Daniel hizo lo que
le correspondía a él — “Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en
ayuno, cilicio y ceniza. Y oré a Jehová mi Dios e hice confesión” (Daniel 9:3,4) — vemos
que el Señor respondió: “Daniel, ahora he salido para darte sabiduría y entendimiento. Al
principio de tus ruegos fue dada la orden, y yo he venido para enseñártela, porque tú eres
muy amado” (Daniel 9:22,23) [énfasis del autor].
Nuestra mayor necesidad en este momento de la historia humana no es formular grandes
planes cristianos ni proyectos evangelísticos extraordinarios (“un plan maestro”) porque el
Maestro tiene un plan que excede la totalidad de nuestra imaginación, nuestros esfuerzos y
nuestros sueños. No depende de nuestros recursos humanos, la fuerza del hombre ni del brazo
de la carne, sino de Sus riquezas en Cristo. Él habla de la gran cosecha final en Isaías 9: 2—
4,7:
El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra
de muerte, luz resplandeció sobre ellos. Multiplicaste la gente, y aumentaste la alegría. Se
alegrarán delante de ti como se alegran en la siega, como se gozan cuando reparten
despojos. Porque tú quebraste su pesado yugo, y la vara de su hombro, y el cetro de su
opresor, como en el día de Madián . -.
Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre
su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para
siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto [énfasis del autor].

Esa profecía respecto de Jesucristo, el Mesías, de cumplimiento en curso, seguirá hasta la


inminente realización completa de su plan y su propósito. Vemos que será una de-nota
sobrenatural y gloriosa como en el día de Madián una aleccionadora conclusión del tiempo
concretada por su propio celo. Y su pueblo debe estar perfectamente sintonizado con él para
esta hora, porque quién sabe si para esta hora es que existe la iglesia de Jesucristo, un tiempo
de cumplimiento y de poder.
No hay otra cosa que prepare nuestro espíritu, alma y cuerpo humanos para esta gran hora
como lo hace el ayuno. Nos prepara para la más profunda y más rica comunión espiritual
posible. Aclara y libera nuestra mente para poder comprender y captar lo que Dios dice a
nuestro espíritu, y acondiciona nuestros cuerpos para llevar a cabo su perfecta voluntad que
es buena, agradable y perfecta. Nos da la libertad, el nivel pleno de energía física y la
tolerancia que se requieren para correr la carrera.
Vemos que el elemento clave involucrado en las victorias más destacadas que se registran
en la Biblia no era la fortaleza humana ni los números ni la astucia ni la inteligencia, sino más
bien la capacidad de escuchar a Dios y obrar en obediencia a la palabra recibida del Señor. El
ayuno proporciona la forma más sobresaliente de lograr esa sensibilidad y obediencia al
Señor porque nos humilla.
El ayuno es un paso importante en el logro del dominio propio que se necesita con tanta
urgencia en una hora de tremenda presión que se incrementa a diario y de guerra espiritual
sobre la faz de toda la tierra. Nuestros cuerpos y mentes por igual deben estar sujetos.
Después de ayunar recibimos liberación de muchas de nuestras adicciones (cafeína,
estimulantes, alimentos que causan adicción y deseos exagerados). Quedamos en libertad de
entrar en el nuevo andar de obediencia y dependencia de Dios teniendo también una renovada
sensibilidad a la guía del Espíritu Santo, con un nuevo comienzo en lo que se refiere a nues-
tros apetitos; verdaderamente se rompen las ataduras del pecado y quedamos libres para
poder servir al Señor sin temor todos los días de nuestra vida. Como cristianos, es necesario
que tengamos dominio propio.

El ayuno y la oración nos ayudan a estar quietos y saber que él es Dios. Al estar en ayuno,
entregamos al Señor nuestra condición débil y frágil, aprendiendo así que Dios, y sólo
Dios es la fuente de toda vida, fuerza y virtud. Su mano es la que mueve los cielos y la tierra
y ningún plan de él podrá ser frustrado. Experimentamos un nuevo descanso, el descanso de
la fe, la dependencia y la entrega a él.
El ayuno proporciona verdadera armonía y descanso a nuestro espíritu humano como
también a nuestra alma y cuerpo. Como dijo Jesús: .... - el espíritu a la verdad está dispuesto,
pero la carne es débil” (Mateo 26:41). Durante un ayuno ocurre lo opuesto: estamos un tanto
débiles en lo físico, pero tenemos la capacidad de percibir un tremendo fortalecimiento de
nuestro espíritu humano al ser morada del poderoso Espíritu Santo.
Al ayunar (es decir, un ayuno cuya motivación sea correcta y se haga con una actitud
apropiada), obtenemos una tremenda revelación respecto de nosotros mismos. Nos lleva al
punto de vernos en un espejo. Quizá sea por eso que Santiago, después de decirnos que no
seamos como los que habiéndose visto en un espejo, luego se van y se olvidan cómo eran,
agrega después que nos humillemos, nos aflijamos y nos lamentemos. Nos hace falta
arrepentimiento. Como la iglesia de Éfeso, hemos abandonado nuestro primer amor.
Debemos arrepentimos de haber permitido que otras cosas se interpongan entre el Señor y
nosotros. El ayuno nos puede ayudar a dar nueva dirección a nuestro enfoque, poniendo en
primer lugar lo primero.
El ayuno es un arma sobrenatural para una batalla sobrenatural. La mayoría de nosotros
recién empieza a comprender la verdadera naturaleza de nuestro conflicto. “Porque no
tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los
gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las
regiones celestes sobrenaturales” (Efesios 6:12).
Nuestra batalla no es contra carne ni sangre, sino contra principados y gobernadores de
las tinieblas que no pueden ser enfrentados con buenas intenciones, ni con mera
determinación humana.
Pues aunque andamos [vivimos] en la carne, no militamos según la carne; porque las
armas de nuestra milicia no son carnales [armas de carne y sangre], sino poderosas en
Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se le-
vanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la
obediencia a Cristo, y estando prontos para castigar toda desobediencia, cuando vuestra
obediencia sea perfecta.

2 Corintios 10:4—6

Nuestra autoridad espiritual está condicionada y es proporcional a nuestra sumisión y


obediencia. Para ejercer autoridad, es necesario que seamos hombres y mujeres bajo
autoridad. Debemos tener sensibilidad espiritual para percibir el propósito revelado de Dios y
luego actuar de acuerdo con él. El ayuno nos capacita para ambas cosas.

El ayuno y la oración son necesarios para la liberación de ciertos tipos de opresión


demoníaca (Marcos 13:48). En la actualidad hay fortalezas de Satanás en la tierra que no
responden a otros enfoques. Nos hace falta poder para obtener victoria en nuestras vidas,
familias, iglesias y en nuestra nación.

El ayuno y la oración constituyen el mensaje que está comunicando hoy el Espíritu Santo. En
el libro de Apocalipsis vemos una iglesia victoriosa: “Y ellos le han vencido por medio de la
sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta
la muerte” (12:11). 0 sea, la aprehensión de nuestra archienemiga, la carne, poniéndola bajo
sujeción. Resulta tan fácil culpar a Satanás de las obras de la carne tales como orgullo, indul-
gencia, egoísmo y engreimiento. El espíritu humano, lleno del Espíritu de Dios, queda
reprimido por una carne indisciplinada que expresa nuestra naturaleza baja en lugar de
manifestar el fruto del Espíritu. A consecuencia de esto no nos es posible derrotar a Satanás
en nuestro medio. El ayuno nos permite ver mejor la gloria y la fortaleza del Señor lo cual a
su vez manifiesta nuestra condición frágil y desdichada y nos capacita por medio del
arrepentimiento para recibir la liberación que él nos da. Ahora prestemos atención a algunos
de los beneficios naturales del ayuno.

BENEFICIOS FÍSICOS DEL AYUNO


Durante un ayuno el cuerpo reduce su actividad metabólica normal proporcionándole así una
oportunidad de descanso. (El proceso de digestión es costoso en lo que se refiere a la
energía.) Aproximadamente se necesitan 72 horas para aquietar nuestro sistema inmunitario.
En la mayoría de las personas este fantástico sistema de defensa está sobrecargado y su
población de células se ha reducido por causa del estilo de vida y la dieta característicos en la
actualidad. Durante un ayuno la asimilación es reemplazada por la eliminación y la sanidad a
nivel celular. El cuerpo aprovecha la oportunidad haciendo uso de su energía excedente para
limpiar y repararse. En las clínicas de ayuno esto se puede demostrar y evaluar con claridad
mediante pruebas de laboratorio, y frecuentemente las personas que ayunan perciben esto
como malestar y síntomas causados por diversas patologías que se están sanando.
El cuerpo cuenta con amplias reservas que se almacenan en tejidos y grasas como
también en varios órganos donde el cuerpo los ha guardado con inteligencia. La mayoría de
las personas puede ayunar tranquilamente por espacio de varios días e incluso semanas
bebiendo jugos, y hasta puede someterse a un ayuno total prolongado bajo supervisión
adecuada.

Tanto el sentido del gusto como diversas partes del aparato digestivo experimentan una
renovación. Esto empieza con las papilas gustativas y luego pasa a las diversas membranas
del estómago y de los intestinos permitiendo un nuevo comienzo. La persona baja de peso y
experimenta también una limpieza de depósitos de colesterol en las arterias, de coágulos en
formación, de quistes e incluso de tumores y masas en desarrollo.
Las personas que practicamos y supervisamos ayunos consideramos que se trata del
súmmum en medidas terapéuticas y, por cierto, la única manera de lograr una sanidad
verdadera. En general, las medidas más tradicionales sólo ofrecen un alivio temporal de
síntomas mientras que el ayuno terapéutico ofrece una sanidad del problema en su punto de
origen.
Un ayuno con jugos puede producir ciertos síntomas y malestares para los cuales
debemos estar preparados. Durante un ayuno, ocurrirán cambios en nuestro cuerpo. Nuestro
metabolismo se modifica de tal manera que vivimos de nuestras reservas. Los procesos
corporales pasan de la modalidad asimiladora a la modalidad excretora. Es en ese momento
que uno puede llegar a experimentar cierto malestar. (Debiera agregar que algunas personas
no padecen ningún malestar.) Hago mención del malestar pues de ese modo, si llega a ocurrir,
usted puede estar preparado y no sentir pánico, sino cooperar con su sistema durante su
proceso de limpieza y sus esfuerzos de sanidad. Muchas personas sufren dolores de cabeza,
dolores de estómago, una sensación de ardor en la boca del estómago, una sensación de
náusea o la sensación de estar pescando un resfrío. Hasta pueden presentarse vómitos. Es
necesario que las personas sepan que pueden experimentar estas cosas y que es algo normal.
En un ayuno prolongado, no sería raro que hubiera fiebre. El cuerpo aprovecha el ayuno y
empieza a sanarse de las cosas que puedan estar persistiendo adentro de uno, cosas que quizá
aún no se hayan hecho evidentes con los siguientes síntomas:

Mal aliento acompañado de una lengua pastosa que irá desapareciendo a medida que pasen
los días y el cuerpo se libere de desperdicios tóxicos y también metabólicos;
mareos debido a que el hígado y otros órganos se están limpiando. Ingiera mayor cantidad de
líquidos y descanse tanto como le sea posible;
náuseas y posibles vómitos en ocasiones acompañados de una sensación de ardor en la boca
del estómago. El hígado está eliminando bilis. Es tan concentrada y dañina que el cuerpo,
con inteligencia, elige la salida más
corta posible que en este caso es a través del estómago
y la boca en lugar de hacerlo causando irritación al hacer el recorrido largo a través de los
intestinos;
dolor muscular (en especial en el área inferior de la espalda) debido a la eliminación de ácido
úrico.
Siga ayunando y alabe al Señor agradeciéndole porque por medio del ayuno, a pesar de
que le pueda causar algún malestar, usted se está liberando de algo que pudiera haberle
provocado problemas serios en el futuro. Por ejemplo, es mejor sufrir de dolor muscular
ahora que llegar a quedar lisiado por causa de artritis en años posteriores. Un baño tibio
puede producirle alivio, pero asegúrese de que alguien esté presente para asistirlo. Si la
situación es tal que está sufriendo un malestar severo, póngase en contacto con una persona
capacitada y experimentada en el tema del ayuno.
A causa de una mala administración de sus enfermedades, la mayoría de las personas ha
pasado de una enfermedad aguda a una crónica. Esto se fundamenta en una mala
comprensión de la enfermedad y de algunos síntomas de la fase aguda en el proceso de
curación. La mayoría de las personas no sabe cómo lidiar con los procesos fisiopatológicos
tales como el resfrío común, fiebres, inflamaciones e irritaciones. Por lo general se usan
productos farmacológicos para cosas que pudieran superarse con un simple ayuno y reposo.
Por causa de esto, sus cuerpos están en un estado de supresión buscando la oportunidad de
llevar a término lo que fue detenido de manera inapropiada y abrupta por drogas u otras
intervenciones.
Durante un ayuno con jugos o agua, estos procesos son reactivados para proporcionar
verdadera sanidad al cuerpo y ese es el motivo por el que algunas personas quizá deban
atravesar por una crisis de sanidad. Esto no debiera ser motivo de alarma, sino que se debiera
tratar de manera cuidadosa e inteligente. No se deben tomar drogas. De ser necesario, haga
reposo hasta que desaparezcan los síntomas. Le aconsejaría que por unos días sólo tomara
agua e hiciera reposo. Esta experiencia podría convertirse en su salvación.

CÓMO DAR COMIENZO AL AYUNO


Antes de empezar un ayuno se debiera determinar su duración y el tipo de ayuno que se hará.
El ayuno en su sentido más estricto se debiera realizar junto con un descanso apropiado
(fisiológico, mental y emocional) y agua. Ese es el significado de la palabra “ayuno” en su
sentido más estricto. Pero si se piensa ayunar y mantener también la actividad, es necesario
consumir nutrientes adecuados.
Permítame darle una breve explicación de dos tipos de ayuno que se pueden llevar a cabo.
Uno, para ser práctico, recibiría el nombre de ayuno con jugos y el otro sería un ayuno total
con agua. Tres días & hasta cinco días para las personas que no tienen problemas obvios de
salud) de cualquiera de los dos tipos de ayuno con actividad moderada pueden llevarse a cabo
sin una supervisión estricta, aunque se debiera tomar alguna precaución. Cuando se hace un
ayuno con agua por tiempo prolongado, es necesario que haya supervisión. Ahora no
estaremos tratando el tema de los ayunos supervisados.
Cuando uno emprende un ayuno con jugos, su cuerpo estará incorporando ciertos
nutrientes. Los jugos de frutas aportarán glucosa y los jugos verdes (jugos vegetales) apor-
tarán electrolitos. Esto a su vez permite que la persona participe en cierto grado de actividad
productiva.
Creo que una persona que hace un ayuno con jugos pudiera ayunar sin mayor
incomodidad el tiempo que sienta que Dios quiere que lo haga. El énfasis ahora es presentar a
las personas el desafío de ayunar incluso por espacio de cuarenta días. La vez que mi esposa
y yo ayunamos durante cuarenta días fue en respuesta a la palabra que sentíamos haber
recibido del Señor. Fue difícil, pero posible. Fue difícil porque en medio del ayuno debimos
hacer algunos viajes al exterior, pero también tuvimos que enfrentarnos a otras presiones
durante dicho período. Pero le recomiendo que vaya aumentando poco a poco.
Si nunca antes ha ayunado, empiece con un día o dos. Un fin de semana incluyendo
viernes, sábado y domingo proporciona un período excelente para un ayuno de tres días con
menor actividad y uno puede concentrarse más en la oración y la búsqueda del Señor que
durante una semana laboral normal. También lo insto a que busque la voluntad del Señor en
lo que respecta a determinar la duración y el tipo de ayuno que debiera realizar.
Supongamos que empieza un ayuno de tres a cinco días. Le recomiendo lo siguiente: 1)
Limite su nivel de actividad. No intente ayunar y al mismo tiempo hacer ejercicio intenso; sea
moderado. 2) Descanse tanto como se lo permita su programa de actividades. Resultan útiles
las siestas breves, o incluso es bueno el mero hecho de hacer reposo en cama. Créame, el
descanso no es pecado; es posible que usted nunca le haya dado un descanso a su cuerpo.
Recuerde que el ayuno es un descanso fisiológico. Su cuerpo descansará de los procesos
producidos por la digestión y la asimilación de alimentos y podrá dedicarse a la excreción. Es
por eso que durante el ayuno a menudo tendrá un mal gusto en la boca, una lengua pastosa, su
orina puede volverse más oscura o su sudor puede tener un olor más desagradable.
Básicamente el cuerpo se está limpiando; está en una modalidad de eliminación.
Durante el ayuno, beba jugos. Preferimos los jugos recién exprimidos, naranja y sandia,
de ser posible. Un ayuno con sandía, que tal vez le suene un tanto extraño, resulta excelente.
Sólo póngala en la licuadora sin agua y obtendrá el jugo. La sandia se compone básicamente
de agua con glucosa. La recomendamos altamente. El jugo de manzanas hecho de manzanas
frescas es bueno. Un jugo verde aporta minerales que el cuerpo necesita para muchas
funciones nerviosas y otras más. Se hace de apio, lechuga (romana) y zanahorias en
proporciones aproximadamente iguales. En los climas más fríos, las personas suelen preferir
algo caliente. Sencillamente hierva patatas, zanahorias y apio en rebanadas sin agregarle sal.
Después de una media hora, más o menos, escurra el liquido y bébalo. Eso proporciona otro
tipo de gusto y resulta especialmente bueno para los climas más fríos. A muchas personas les
agrada beber infusiones de hierbas lo cual está perfectamente bien. Sólo recuerde usar poca
miel. Las infusiones fuertes de té, café y bebidas gaseosas no deben ingerirse durante un
ayuno. La cafeína, los ácidos sulfúricos y el fósforo que contienen dichas bebidas no son
buenos para el cuerpo; a decir verdad, son perjudiciales.
Descanse tanto como le sea posible y evite el ejercicio vigoroso. Cuando sienta dolores
causados por hambre (esto se debe a la ausencia de estimulantes), sólo incremente la cantidad
de líquidos que ingiere. Dése duchas tibias y haga reposo. Si un jugo en particular parece
causarle algún problema, no lo use. Use la sabiduría que le ha dado el Señor. Usted sabe
cuáles alimentos no le caen bien. Pregúntele al Señor y encomiéndele su camino.
Para los que toman medicamentos recetados, permítame agregar que es importante que
consulte a su médico antes de hacer un ayuno. Por lo general, es posible ayunar con algún
tipo de situación controlada, incluso para un diabético. La reducción o incluso la exclusión de
insulina es algo que a usted le interesará lograr. Por lo general es mas seg-uro que una
persona diabética que ayuna con agua también haga reposo. Pero si hace un ayuno con jugos
y sigue tomando la medicación es posible que tenga problemas. Sería necesario que una
persona capacitada lo supervisara. Uno puede intentar descansar de la medicación durante un
día o dos e ingerir una fruta moderada, no dulce.
En la actualidad hay otras drogas comunes, especialmente para la presión sanguínea
elevada. La mayoría de las personas puede liberarse de estas medicaciones al hacer una dieta
adecuada, ejercicio y un control del estrés.
Repito, es necesario ser muy cuidadoso. Hágase controlar la presión sanguínea con
regularidad y si nota que necesita la medicación, vuelva a administrársela. Estas instrucciones
son muy generales. Usted deberá orar sobre estas cosas y ser sensible al Señor a la vez que
presta atención a lo que le diga su médico.
Desafortunadamente, muchos médicos no han recibido enseñanza sobre este tema de
modo que su comprensión es limitada. Por lo general sienten temor ante la posibilidad de que
usted emprenda un ayuno, sin darse cuenta que puede llegar a ser una bendición tremenda y
un gran beneficio para su salud espiritual y física.
Mi esposa experimentó los efectos maravillosos del ayuno después de pasar por cirugía
mayor, peritonitis y septicemia las cuales casi le provocaron la muerte. Esto la dejó
sumamente débil, sin poder recuperar su fortaleza aun después de que transcurrieran varios
meses. Empezamos el ayuno con jugos y la diferencia fue tremenda. Se renovaron su
vitalidad y su fortaleza a la vez que experimentó un nuevo nivel de salud en todo sentido.

PROGRAMA TENTATIVO DURANTE UN AYUNO

5:00 AM — 8:00 AM Jugos de frutas, de preferencia recién exprimidos o licuados y diluidos


en 50% de agua destilada si la fruta es ácida. Frutas como naranja, manzana, pera,
pomelo, papaya u otras son buenas. Si no puede preparar los jugos usted mismo, compre
jugos que no tengan azúcar ni aditivos agregados.

10:30 AM — 12:00 AM Jugo verde de vegetales frescos hecho de lechuga, apio y zanahorias
en partes iguales.

2:30 PM — 4:00 PM Infusión de hierbas con una gota de miel. Asegúrese de que no sea té
negro ni té con estimulante.
6:00 PM — 8:30 PM Caldo hecho al hervir patatas, apio y zanahorias sin sal. Luego de
hervirlo por espacio de una media hora, cuélelo y bébase el líquido.
PARA CORTAR EL AYUNO

Se dice que hasta un tonto puede ayunar, pero hace falta un sabio para cortar el ayuno. El
primer día, haga la prueba de ingerir frutas frescas. Si se siente bien al comer, puede agregar
una ensalada cruda y una patata asada para una comida más tarde el mismo día o bien el
segundo día. Al día siguiente podrá agregar vegetales cocidos al vapor tales como zanahorias,
repollo (col) y patatas. A medida que va comiendo de manera más regular, puede agregar
otros alimentos. Excluya la sal y la pimienta o cualquier otro elemento que pudiera resultar
irritante para su organismo. Como el ayuno ha ayudado a su cuerpo a recuperar su
normalidad, es posible que responda de manera bastante violenta ante cosas ofensivas. Por
supuesto que deberá mantenerse alejado del café, como se mencionó anteriormente.
Un ayuno puede constituir un momento decisivo en su forma de alimentarse. Aprenda a
alejarse de los estimulantes. Reduzca su consumo de carne y de productos lácteos. Estos
incrementan el colesterol y su peso ya que la mayoría de las carnes se componen de un 50%
de grasa. Los productos de origen animal y lácteos también pueden provocar serios
problemas. Uno puede experimentar un malestar severo durante un ayuno prolongado
causado por el ácido úrico que eliminan los tejidos del cuerpo. El ácido úrico, que es un
producto secundario del metabolismo de los productos de origen animal, produce dolor al ser
eliminado de los tejidos del cuerpo.
Esto significa que usted debiera aprender a prestar atención a su dieta. Al menos
considere reducir algunas de estas cosas. Manténgase alejado de los alimentos procesados
tanto como le sea posible. Lleve una dieta simple de frutas y vegetales frescos. Si no puede
eliminar la carne en su totalidad, al menos reduzca su consumo al mínimo. Recuerde que
Daniel, al cabo de diez días de comer vegetales, lucía mejor que todos los demás que estaban
ingiriendo las comidas sobrecargadas del rey.

CÓMO CONDUCIR A SU CONGREGACIÓN EN UN AYUNO

También se puede hacer un ayuno en grupo donde toda una iglesia o un grupo de oración
decide dedicar un tiempo determinado al ayuno. A continuación se detallan algunas
sugerencias sobre cómo hacer un llamado a su congregación para llevar a cabo un tiempo de
ayuno colectivo.
Aparte un tiempo especifico para convocar a la iglesia a una asamblea solemne, o a un
ayuno congregacional. Esto puede tratarse de un día, tres días, una semana, o cualquier
período de tiempo que usted sienta que el Señor ha puesto en su corazón. Por lo general es
más conveniente empezar con un lapso más breve.
La asamblea solemne siempre debiera ser iniciada y dirigida por el pastor y los que están
a cargo de la dirección de la congregación. La realización de una asamblea solemne no
debiera estar a cargo de individuos solos ni se debe encargar independientemente del
liderazgo de la iglesia. Los individuos están en libertad de ayunar por cuenta propia tantas
veces como lo deseen o sientan un llamado de Dios para hacerlo, pero este tipo de ayuno
congregacional debe ser iniciado o aprobado y promovido por los líderes. No todas las
necesidades o crisis exigen un tiempo de ayuno congregacional, pero se presentarán ciertas
ocasiones donde habrá necesidad de una convocación de esta naturaleza. El estado actual de
nuestra nación es tal que hay necesidad de convocar a todos los cristianos al ayuno y a la
oración.
Sugerimos que se empiece un domingo y se siga hasta el viernes o de viernes a sábado lo
más breve si así lo desea. Hagan reuniones todas las noches para intercesión, oración y
súplicas. En ocasiones resulta conveniente que se dedique algún tiempo para permitir que las
personas relaten su testimonio de lo que Dios les está diciendo.
Explique mediante enseñanza /predicación las necesidades que tiene su iglesia, ciudad o
nación y cuénteles de ocasiones en las Escrituras en las que el pueblo de Dios ayuné pidiendo
dirección, protección, liberación o fortaleza para poder mantenerse en carrera y el resultado
que esto produjo.
Presénteles una hoja de instrucciones claras sobre cómo ayunar (obtenidas de este material).
Disponga una línea telefónica directa en forma temporal donde las personas puedan llamar
para hacer preguntas. Un miembro de su congregación que tenga experiencia en ayunos
puede responder a dichas llamadas (opcional).
No se necesita un orador especial, pero si lo tiene, que hable sobre el tema de humillarse
delante de Dios y de quebrantarse. No pierda la dinámica que se pone en movimiento cuando
las personas comienzan a comunicarse y orar en grupos pequeños. Tal vez desee dividir la
reunión en un tiempo breve de culto general, un mensaje corto de aliento y un tiempo para
que oren los grupos más pequeños (quizá de 6 a 7 personas a lo sumo).
No cuente con que todos estén presentes todos los días, pero como regla general, habrá un
grupo que asistirá en forma regular todas las noches. Sin embargo, aun cuando no se
presenten debido a su debilidad o a otros motivos, lo acompañarán en espíritu en sus casas.
Asegúrese de felicitarlos incluso por el esfuerzo más pequeño que hagan.
Cada noche pregunte: ¿Cuántos están ayunando? ¿Cómo están? Anímelos a seguir. Explique
que es natural sentir malestar y que cuanto más ayunen, menor será su malestar.
Temores más comunes de las personas cuando se les presenta el ayuno: Explique a su gente
que nadie se morirá por ayunar un día o dos. Anímelos a intentarlo aun cuando al principio
sólo implique perderse una comida o dos. Cualquier cantidad o tipo de ayuno representa un
progreso en el sentido conecto, así que muévase en esa dirección. Aprenderán y lo más
importante es que les encantará. Pueden usarse todos los diferentes tipos de ayuno que hemos
tratado antes, y hasta se puede usar una combinación de los mismos. O sea, quizá toda la
iglesia pueda ayunar tomando sólo agua durante un día, y luego según las exigencias de su
programa de actividades, pueden establecer un ayuno que sea compatible. Por ejemplo, un
obrero de la construcción podría ayunar tomando agua el domingo, pero no sería aconsejable
que lo siguiera el lunes si es que debe trabajar. Pudiera en cambio beber una abundancia de
jugos de frutas y vegetales.
Los obstáculos que pudieran presentarse tal vez sean más espirituales que naturales. Sepa
que Satanás aborrece a los cristianos serios que se dedican a Dios, buscándolo por medio del
ayuno y la oración. Como pastor tal vez deba ayunar con sus líderes antes de convocar al
ayuno a fin de procurar la guía necesaria para la Asamblea Solemne. Esto también le dará
algo de experiencia que le ayudará a dirigir a la congregación durante el tiempo que ayunen.
En las Escrituras, nunca pasó que el pueblo de Dios fuera desilusionado o que no
ocurriera algo muy tangible cuando ayunaron u oraron. En nuestra propia iglesia ayunamos al
menos una vez al iniciar el año nuevo & en ocasiones también en el transcurso del año).
Durante este tiempo especial de una semana o dos vemos resultados extraordinarios en las
vidas individuales, el ministerio y la ciudad.
Una pregunta frecuente
¿Pueden ayunar los niños, las mujeres embarazadas y los ancianos? Un ayuno con jugos
de frutas de hasta tres días es recomendable y beneficioso para estas personas.
El gran potencial
Una congregación a la que se pueda convocar para ayunar y orar por diversas necesidades
constituye un regalo extraordinario para cualquier pastor, para la iglesia en general y es un
instrumento en las manos del Señor para que él lo use. El Señor está buscando personas que
estén dispuestas a ponerse en la brecha.
Aquellos que servimos al Señor en países del tercer mundo tal vez no dispongamos de
edificios caros, instalaciones suntuosas o monumentos espléndidos, pero tenemos un regalo
que el dinero no puede comprar cuando contamos con personas dispuestas a ayunar y orar.
Nuestras victorias más grandes se han obtenido de rodillas y con el estómago vacio.
Tipos de reunión posibles durante una asamblea solemne Reuniones de oración temprano por
la mañana (muchos hombres y mujeres trabajadores pueden sentirse impulsados a levantarse
temprano por la mañana para orar durante esa semana de ayuno); oración por la mañana o por
la tarde especialmente para las amas de casa y los niños; convocaciones por las noches.
Una asamblea solemne es un tipo de reunión abierta en su iglesia donde se pone énfasis
en la oración y las súplicas.
El domingo es un día excelente para empezar la asamblea solemne. Si se finaliza con una
reunión del viernes por la noche, esto permite que las personas dediquen el sábado a ponerse
al día. Es decir, a no ser que ocurra algo dramático, se produzca un avivamiento y nadie
quiera parar. Nos ha ocurrido que la congregación nos pidiera seguir ayunando una semana
más y fue de gran bendición. La clave es enseñanza, aliento y apoyo como también su propio
ejemplo en el liderazgo.
¡Advertencia!
Esté preparado, es posible que surja un avivamiento de grandes proporciones en su iglesia,
pueblo o ciudad. Tal vez cientos de personas lleguen a conocer al Señor. Los miembros de su
iglesia que antes eran un “peso muerto” quizá se enciendan y comiencen a pedir que les sean
asignadas responsabilidades y oportunidades de ministerio. Es posible que la situación de sus
finanzas se vuelva tan saludable que deban empezar a buscar un lugar para invertir en
misiones el sobrante. Sus líderes y el personal de la iglesia pueden sentirse impulsados a
aceptar tal grado de responsabilidad en su iglesia que a usted le pidan pasar más tiempo en
oración y en el estudio de la Palabra, como sucedió con los apóstoles.
Lo alentamos a buscar al Señor en ayuno. Nuestra oración es que usted sea bendecido en
gran manera, y que pueda encontrar sanidad tanto física como espiritual y que, como
resultado de ello, se rompan las ataduras en nuestra vida y en nuestra nación. Desde ya que
esto se trata de una guía muy somera, apenas suficiente para aportarle unas sugerencias muy
básicas a fin de iniciar su ayuno.

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