04 - Principe de Sangre

Manada de Wolf Creek 04 Príncipe de sangre Stormy Glenn
Príncipe de Sangre
1
Stormy Glenn
Traducciones Ganímedes Argent, Marie & Amy
CREDITOS
Traducción: Argent, Marie & Amy
Queda prohibida la distribución de esta traducción sin la

aprobación expresa del grupo Traducciones Ganimedes, además esta
obra es de contenido homoerótico, es decir tiene escenas sexuales
explicitas hombre/hombre, si te molesta este tema no lo leas, además
que su contenido no es apto para cardiacos.

Para todos los que preguntaron por la historia de Devlin, aquí está.

Resumen .-
Para preservar la paz entre hombres lobo y vampiros, Devlin
Morgan, un hombre lobo, debe devolver el cuerpo de una Princesa
Vampiro fallecida a su aquelarre. Cuando llega, conoce al Príncipe Zacarius
Ivinovav, príncipe gobernante y hermano de la princesa muerta.
La atracción entre los dos es instantánea, pero su amor está

prohibido. Vampiros y hombres lobo han sido enemigos durante casi 500
años, desde la Gran Guerra. Pero Devlin y Zacarius son incapaces de
combatir contra su deseo mutuo y finalmente se rinden.
Están desgarrados por sus emociones, pero tienen que resolver sus
problemas a tiempo para salvar a Zacarius de un violento destino. ¿Podrán
estar juntos para siempre? ¿O la enemistad entre hombres lobo y
vampiros podría poner fin a su acoplamiento?

Capitulo 1.-
―Alteza, hay un caballero en la puerta preguntando por usted.
Viene bajo bandera blanca.
El Príncipe Zacarius Ivinovav levantó la vista del libro que estaba
leyendo para ver a su sirviente Alfred, de pie en la puerta de su estudio.
El hombre parecía nervioso, algo que le parecía extraño en Alfred. Él
siempre parecía totalmente controlado y nada le afectaba.
―¿Quién es, Alfred? ―le preguntó, cerrando su libro poniéndolo en
la mesa pequeña al lado de su silla. Los ojos de Zacarius se abrieron como
platos cuando Alfred realmente se estremeció.
―Dijo que su nombre es Morgan Devlin, señor.
―Feroz valentía, estoy intrigado ―murmuró Zacarius.
―¿Disculpe, señor?
―Oh, nada, Alfred ―dijo Zacarius mientras se ponía de pie y
gesticuló con la mano a Alfred―. Estaba comentando sobre su nombre.
Devlin significa feroz valentía en gaélico. Bien, déjalo entrar, Alfred.
―Alteza ―dijo Alfred y se estremeció de nuevo―. Él es un hombre
lobo.
―¿No me digas? ―preguntó Zacarius sorprendido―. Bien, de todas
formas, hazle pasar y Alfred, asegúrate de que todo el mundo sepa que él
está aquí como mi invitado. Ninguna agresión. ¿Entendido?.
―Pero señor, es un hombre lobo.
―Soy plenamente consciente de eso, Alfred ―respondió Zacarius―.
Pero ha llegado a nuestra puerta con una bandera de tregua, y debemos
respetarla. Nadie hará nada contra él o conocerán mi ira. ¿Está
absolutamente claro?
5 ―Sí, por supuesto, Alteza ―dijo Alfred―. Le haré pasar de
inmediato.

Zacarius asintió con la cabeza. Se rió consigo mismo cuando Alfred

salió corriendo de la habitación. El hombre era un misterio, 200 años de
edad, por lo menos, y nunca un pelo fuera de sitio. Sus trajes de
mayordomo siempre parecían planchados y sin arrugas. Y nunca jamás
parecía agitado por nada.
Que apareciera un hombre lobo en la puerta principal, con bandera
de tregua o no, parecía haber conseguido justamente eso. Zacarius no
podía culpar a Alfred. La enemistad de muchos años entre vampiros y
hombres lobo databa de varios siglos atrás.
Zacarius, siendo un poco mayor de 500 años, podía recordar la
guerra entre las dos especies desde su infancia. En el momento en que
llegó a su edad adulta, hombres lobo y vampiros ya estaban en conflicto.
Sería interesante descubrir por qué un hombre lobo estaba en la
lóbrega puerta de su casa ahora mismo. No podía recordar la última vez
que vio a uno de ellos en persona, tal vez cincuenta o sesenta años atrás.
Zacarius se sentó en una de las dos sillas laterales situadas frente
a la chimenea encendida. Poco a poco, bebía un whisky de cien años en
un vaso de cristal y esperó a que el hombre lobo se mostrara en su
estudio. Sí, sería muy interesante.
―Entre ―dijo Zacarius unos minutos más tarde, cuando sonó un
suave golpe en su puerta. Se volvió para ver a Alfred abrir la puerta
y una, bastante impresionante, figura caminó hacia dentro. Zacarius se
encontró inmediatamente intrigado por el pícaro tentador. No recordaba
haber visto un hombre lobo tan atractivo.
―Devlin Morgan, Alteza ―dijo Alfred.
Zacarius se puso de pie y caminó acercándose unos pasos al
hombre lobo. ―Gracias, Alfred. Eso es todo.
―Muy bien, señor ―respondió Alfred. Zacarius podía ver que
quería protestar, pero Alfred nunca soñaría con ser nada más que
eficiente y obediente, una de las razones por las que Zacarius había
mantenido al hombre a su servicio durante los últimos cincuenta años―.
Llámeme si necesita cualquier cosa, Alteza.
Zacarius esperó a que la puerta se cerrase para luego concederse el
deseo de ver por completo al hombre que estaba frente a él. Notó que,
aunque estaba envuelto en un aire de seguridad en sí mismo, pequeñas
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gotas de sudor le corrían por la sien.
Debe estar nervioso. Zacarius se inclinó un poco y olfateó el aire a su
alrededor. Un hormigueo en la boca del estómago se apoderó de él
cuando el profundo y terroso almizcle masculino asaltó sus sentidos.

Devlin Morgan olía a gloria.
No se perdió el obvio examen de Devlin, y su aprobación tampoco.
Una leve sonrisa seductora cruzó los labios del hombre y sus sexys ojos
cobrizos se deslizaron por su cuerpo. Zacarius supo el momento en que
su mirada cayó sobre la apretada dureza dentro de sus propios y
ajustados pantalones de cuero negro. Se le agrandaron los ojos cuando el
espeso olor de la excitación impregnaba la habitación. Alzó la mirada
para hacerle frente a Zacarius, su mirada mantenía una silenciosa
expectativa. Zacarius sonrió mientras iba hacia su mueble bar.
―¿Puedo servirle algo para beber, Señor Morgan?
―Devlin, por favor ―respondió―. Y tomaré un whisky, si tiene.
―Por supuesto ―dijo Zacarius―. ¿Solo?
―Por supuesto ―rió Devlin.
Zacarius le sirvió una copa y rellenó la suya. Le entregó el vaso a
Devlin y se sentó en la silla que había ocupado antes.
Hizo un gesto a Devlin para se le uniera.
―Entonces, ¿Qué le trae a mi puerta, Devlin Morgan?
―¿Entiende que estoy aquí en son de paz? ―preguntó Devlin―. No
quiero problemas, pero mi Alfa me ordenó venir.
―¿Y por qué su Alfa quiso que viniera a visitarme? ―preguntó
Zacarius―. Dudo que ni siquiera conozca a ese hombre.
Eso era verdad. Zacarius estaba seguro de que no lo conocía. Sin
embargo, estaba muy interesado en conocer al hombre que estaba
sentado frente a él. Devlin Morgan podría ser un hombre lobo, pero uno
condenadamente bien parecido.
―Se trata de su hermana, la princesa Adrianna.
¡Bueno mierda! Zacarius frunció el ceño. Si Adrianna estaba
involucrada, no podía ser bueno. La niña comenzó a crear problemas en
el momento en que salió de la cuna. Zacarius ni siquiera podía empezar a
contar los líos de los que la había sacado.
―¿Y en qué tipo de problema está metida mi querida hermana en
este momento?
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Devlin parecía vacilante. Zacarius detectó un cambio en su olor,
cuando su nivel de temor aumentó repentinamente. Devlin se retorció las
manos, dejando vagar su mirada hacia el fuego.

Zacarius se sorprendió bastante por el aspecto de pesar en el rostro

de Devlin, de tal manera que no pudo ocultar su reacción cuando
continuó.
―Me temo que su hermana ha sido asesinada.
―¿Qué? ―gritó, poniéndose en pie―. ¿Qué quieres decir con que mi
hermana ha sido asesinada? ¿Quién la mató? ―Caminó hacia él y sólo se
detuvo cuando Devlin se encogió en su asiento.
Zacarius se dio la vuelta y resopló furioso mirando hacia la
chimenea. Apoyó el brazo en contra de la repisa de mármol blanco y
respiró hondo varias veces para calmar su ira. No dejaría que un hombre
lobo lo viera perder el control.
―¿Cómo murió mi hermana, y quién lo hizo? ―le preguntó tras un
momento.
―Debe entender que nadie tenía intención de matarla, pero ella
amenazó no sólo a mi Alfa y a su pareja, sino a nuestra manada por
completo. Varios miembros de nuestra manada ya habían sido
asesinados. Cuando atacó a mi Alfa, él no tuvo más remedio que
defenderse.
―¿Su manada? ―preguntó Zacarius, la confusión inundándole. Se
volvió para mirar a Devlin―. ¿Qué quieres decir con que varios miembros
fueron asesinados? ¿En qué asuntos estaba ella con una manada de lobos?
―Podría ayudar si usted pudiese decirlo con un poco menos de
desprecio, Alteza.
Zacarius levantó una ceja. Al parecer, Devlin Morgan hacía honor a
su nombre. Tenía que estar lleno de feroz valentía si tenía el coraje de
censurar al Príncipe de un aquelarre de vampiros. Eso impresionó a
Zacarius.
―Mis disculpas, Devlin ―dijo Zacarius―. Por favor, continúe.
―Por lo que hemos sido capaces de reconstruir, su hermana llegó a
un acuerdo con varios miembros de nuestra manada para intercambiar
hombres lobo por territorio y dinero.
―¿Con qué propósito?
―Sangre de hombre lobo.
8 Zacarius asintió con la cabeza. Todo el mundo sabía que la sangre
de hombre lobo era un afrodisíaco para los vampiros. La sangre humana
podía mantenerlos, pero beber sangre de hombre lobo era como

participar de un buen vino. Podría mantenerte durante varios días más

que la sangre humana.
―Por favor, continúe ―dijo Zacarius―. Si mi hermana estuvo
involucrada, sé que tiene que haber más.
―Ellos planearon iniciar un programa de cría. Producirían y
sacrificarían hombres lobo por su sangre. Adrianna tenía que aparearse
con el Alfa de nuestra manada y procrear un niño mitad hombre lobo y
mitad vampiro, luego mataba al Alfa y entonces ella podría gobernar la
manada.
Zacarius apenas podía contener su sorpresa tras una fachada de
neutralidad. Le parecía que su hermana finalmente había dado un
mordisco demasiado grande. ―¿Y?
―Nuestro Alfa ya está acoplado, por lo que su hermana decidió que
la pareja del Alfa debía morir.
Zacarius bebió un profundo trago de su whisky. Hizo una mueca.
Este era un escocés antiguo, eso significaba que era para degustar. No era
para tragar. Necesitaba whisky barato en este momento, algo que le
adormeciera los nervios.
―Así que, ¿mi hermana encontró su fin a manos de su Alfa?
―No estoy exactamente seguro ―dijo Devlin. Sus dedos tiraron
nerviosamente de la tela de los gastados jeans―. Ella atacó a mi
Alfa, pero también atacó a su pareja. No sé si Reece la mató mientras se
transformaba o si fue Keeley cuando ella lo atacó con un cuchillo. No
estamos muy seguros.
―¿Keeley? ―preguntó asombrado Zacarius ―¿El alfa esta acoplado
a un hombre?
Zacarius no estaba seguro de haber oído hablar de eso antes. Las
manadas de lobos parecían funcionar alrededor de la idea de tener
cachorros para aumentar esa manada. Nunca había oído hablar de un
Alfa acoplado a un hombre antes. Se preguntaba si Devlin era de la
misma inclinación.
―¿Es eso un problema?
―No ―se rió entre dientes Zacarius mientras se acomodaba en su
silla una vez más antes de mirar hacia Devlin―. Sólo es una sorpresa. Es
9 un poco raro encontrar un Alfa acoplado a un hombre.
―Nosotros no elegimos a nuestras parejas, Alteza. El destino lo
hace.

―Por favor ―dijo Zacarius, agitando la mano―, llámame Zacarius.

Devlin asintió con la cabeza.
―Así que, ¿Por qué vienen hasta aquí para decirme lo de mi
hermana? ―preguntó Zacarius―. Dudo de que me hubiera enterado si no
hubieran dicho nada. Adrianna ha desaparecido durante años en varias
ocasiones. Su desaparición no habría sido una sorpresa para nosotros.
―Mi Alfa quería que supiera que no considera a su aquelarre
responsable de sus acciones. Él no quiere que exista ninguna enemistad
entre nuestros dos pueblos y me pidió que trajera de vuelta el cuerpo de
su hermana como un signo de buena fe.
Zacarius miró a Devlin en silencio mientras pensaba en las palabras
del hombre. Los Alfas de las manadas de hombres lobo usualmente
iniciaban las hostilidades entre los dos pueblos. Por lo que él sabía, los
hombres lobo eran criaturas sucias que se convertían en agresivas con el
más mínimo pretexto.
Las palabras de Devlin contradecían las creencias, por mucho
tiempo sostenidas. Lo asombroso de esas palabras, hicieron al mensajero
aún más atrayente. Devlin era probablemente uno de los hombres más
atractivos, sobre el que Zacarius alguna vez hubiera puesto los ojos. Y
Zacarius lo quería.
―Muy bien, Devlin. Acepto la muestra de buena fe de su Alfa. Ni
yo ni mi aquelarre mantendremos la muerte de Adriana en contra de
usted o los suyos. Sin embargo, tengo una condición.
Los ojos de Devlin se ensancharon. Los labios de Zacarius se
torcieron en una pequeña sonrisa antes de enmascarar su rostro de
nuevo. Oh, las cosas que podría hacer para controlar al hombre ante él, las cosas
que podría enseñarle.
―Como posiblemente usted no sea consciente, el ritual de muerte
para mi gente dura una semana, siete días desde el principio hasta el
final. Es especialmente importante cuando muere uno de los miembros
de la familia gobernante. Como una señal de que su Alfa realmente no
desea participar en hostilidades entre nuestros pueblos, se quedará aquí
por esa semana como mi invitado.
Zacarius amortiguó su sonrisa cuando Devlin se ahogó con el
whisky que bebía. Su mirada fue de asombro, a excitación y luego a la de
10
desesperación. Zacarius se sintió complacido. Devlin podría llegar a ser
un juguete muy agradable.

—¿Has oído lo que te he dicho, Reece? ―gruñó Devlin en el

teléfono―. Él dice que me tengo que quedar aquí como su invitado
durante el ritual de muerte o que va a considerar esto como una agresión
por parte de nuestra manada.
―Eso es jodidamente ridículo.
―Muy bien, ¿así que puedo irme a casa?
―No, probablemente deberías permanecer ahí si eso es lo que
quiere el Príncipe ―dijo Reece―. La manada de Wolf Creek nos ha
acogido. No sería justo para ellos tener la ira de un Príncipe vampiro
sobre sus cabezas.
―Bueno, joder, Reece ―se quejó Devlin―. Sólo sírveme en bandeja
de plata a los chupasangres, ¿Por qué no?.
―¿Crees que estás en peligro?
―No ―se quejó Devlin.
No del modo que piensas. Devlin pensó para sí mismo. El sabía que no
estaba en peligro con el aquelarre del vampiro. El Príncipe Zacarius había
decretado que él estaba prohibido. Sin embargo, con el Príncipe mismo,
Devlin estaba en un mogollón peligro.
El Príncipe Zacarius le había robado el aliento desde el instante en
que entró en la habitación. Se había sorprendido al principio por la
apariencia pálida del Príncipe, y luego el hombre se deslizó por la
habitación en sus ajustados pantalones de cuero negro y camisa blanca
con volantes. Devlin apenas pudo contenerse para no babear sobre él.
El Príncipe era unos cuantos centímetros más bajo que Devlin, pero
había dominado la habitación desde el principio. Su pálido rostro y el
largo pelo negro enmarcando su cara, sólo habían mejorado el profundo
amatista de sus ojos. Devlin nunca antes había visto unos ojos de ese
11 color.
Se sentía fascinado cada vez que miraba en ellos, incapaz de
apartar la mirada. Devlin había oído rumores de que los vampiros podían

hipnotizar a la gente con una mirada y se preguntó si su fascinación por

el Príncipe derivaba de eso.
Había oído otro montón de rumores sobre vampiros, algunos que
el Príncipe disipó en la siguiente hora de haberse encontrado con él. Eso
hizo que Devlin se preguntara si todos los rumores que se escuchaban
tenían una base real o si eran por los siglos de enemistad.
Los vampiros no parecían ser las criaturas con sed de sangre de las
pesadillas de su infancia. Así mismo, tampoco se sentaban con las
víctimas sangrando a sus pies o con pilas de cuerpos por todas partes. De
hecho, el Príncipe parecía bastante agradable, aunque le pusiera de punta
los vellos de la nuca.
―¿Sabes si está muy molesto por la muerte de su hermana?
Devlin se encogió de hombros, aunque Reece no podía verlo. ―No
mucho, realmente. Tengo la impresión de que ella había estado en
problemas antes. No parecía sorprendido.
―¿Y va a dejar pasar el asunto si te quedas para ese ritual?
―Sí, al parecer, es como si este asunto de la semana, no pasara
desde hace mucho tiempo. Yo no lo entiendo, pero lo que sea. El Príncipe
se está encargando de que alguien retire el cuerpo de mi camioneta
mientras hablamos. Supongo que pondrán el cuerpo en una especie de
sala de exhibición o algo así.
―Mira, yo creo que deberías aguantar tanto tiempo como puedas
―dijo Reece―. Quiero que nos olvidemos de esto, pero si sientes que estás
en peligro, vuelve a casa. Encontraremos otra manera de manejarlo.
―No, no, está bien ―dijo Devlin―. Me quedaré por unos días al
menos. Si no sirve para nada más, al menos nos dará una idea de cómo
funcionan los aquelarres. Dudo que un hombre lobo haya estado tan
cerca de un vampiro sin tener una lucha desde hace años.
―Probablemente tengas razón. Sólo mantente a salvo. Aprender
sobre su funcionamiento no es tan importante como tu vida. Si tienes
algún problema, llámame.
―Sí, está bien ―dijo Devlin. Se despidió y colgó el teléfono,
preocupado, con su labio inferior entre los dientes. Tenía un problema,
uno grande, de aproximadamente un metro con setenta y ocho
12 centímetros y era mortalmente sexy. No podía decirle eso a Reece.
Su antiguo Alfa probablemente se reiría por toda la habitación si se
enteraba de que Devlin se sentía atraído por un vampiro, y un Príncipe

vampiro más encima. Devlin no podía dejar de pensar en el tipo.

Tío, estaba en un gran problema.
Devlin alzó la mirada cuando la puerta del estudio se abrió y el
Príncipe volvió a entrar ―¿Está todo bien? ―preguntó El Príncipe con su
voz suave y seductora. Envió escalofríos por la espalda de Devlin e hizo
que le doliera el pene.
―Sí ―respondió Devlin, tratando de evitar la mirada directa del
Príncipe―. Reece ha dicho que puedo quedarme. Quería que le asegurara
que él no quiere hostilidades entre su aquelarre y nuestra manada.
―Excelente.
Sí, claro, ¡excelente!
―Me acompañará a cenar, por supuesto. ―Esa no había sido una
pregunta.
Devlin trató de entender por qué no le molestaba la demanda del
Príncipe. A menos que su Alfa diera las órdenes, Devlin por lo general,
enviaría a quien fuera al infierno. Con Zacarius, no podía pensar
en nada que le gustara más.
―Enviaré a Alfred para que le muestre su habitación ―le dijo
Zacarius―. La cena debería estar lista en unas dos horas por si
quiere refrescarse.
―Gracias ―dijo Devlin―. Lo apreciaría mucho. Fue un largo viaje
en auto hasta aquí.
―Usted aun no me ha dicho de dónde es o la manada a la que
pertenece.
―Eso va a llevar algo de tiempo. ―Devlin rió.
Zacarius mostró su blanca dentadura al sonreír. ―Por favor,
dígame. Me intriga. ―La mirada de Zacarius vagó por el cuerpo de
Devlin. La sentía tan intensa que podría haber sido una caricia―.
Encuentro que muchas cosas sobre ti me intrigan, Devlin Morgan.
Sí, está bien. ¡Maldita sea!
El corazón de Devlin latía un poco más rápido.
―Solíamos ser la manda de Shasta ―comenzó Devlin, tratando de
ignorar las palabras sugerentes del Príncipe. No sería buena idea dejar
13 que se enterara de cómo se sentía él de intrigado.
―¿Solían ser?― preguntó el Príncipe, con una ceja arqueada.

―La mayor parte de nuestra manada fue diezmada por el complot

de su hermana y los demás miembros de nuestra manada, como he
mencionado antes. No quedaron muchos de nosotros. El Alfa de la
manada de Wolf Creek nos invitó a unirnos a su manada, ya que
estábamos atados a ellos por lazos familiares.
―¿Daniel Nash? ―preguntó Zacarius silbando bajo―. Ahora, estoy
impresionado.
―¿Usted conoce a Daniel Nash?
―No personalmente, no ―dijo el Príncipe, moviendo la cabeza―,
pero ciertamente he oído hablar de él. No sé de muchos aquelarres que no
hayan oído hablar de él. Daniel Nash es un oponente formidable.
Devlin se rió entre dientes. ―Si quieres ver algo formidable,
deberías conocer a su esposa, Maryann. Ella me asusta a morir.
14

Capitulo 2.-
Zacarius alisó la arruga en el pecho de su camisa púrpura y luego
se sacó unas cuantas pelusas de su hombro. Quería estar lo mejor posible
para su cita en la cena. El apuesto hombre lobo puede que no supiese que
fuera una cita, pero eso era exactamente lo que tenía planeado Zacarius.
Todo el asunto del hombre lobo versus vampiro no le molestaba a

Zacarius. La forma en que los estrechos jeans de Devlin se ajustaban a su
culo, un culo del que quería un buen pedazo, le molestaba mucho más.
Así que tendrían una cena privada a la luz de las velas para dos en
el cuarto de Zacarius, una buena botella de vino para disminuir la
tensión, una chimenea, y Zacarius esperaba conocer más a su invitado,
mucho más.
―Alteza, ¿Puedo hablar?
―Por supuesto, Alfred ―respondió Zacarius, sin dejar de mirar su

reflejo en el espejo.
―¿Está seguro que esto sea una buena idea? ―preguntó Alfred―.
Los hombres lobos son peligrosos. No tienen restricciones. Están
predestinados a perder el control y cambiar, atacándolo o… o peor.
Zacarius se rió. ―Devlin no es una amenaza para mí, Alfred, pero

aprecio tu preocupación.
―¿Cómo puede estar seguro, Alteza? ―se quejó Alfred―. ¡Él es un

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hombre lobo!.
Zacarius escuchó el horror en la voz de Alfred. Suponía que Alfred

creía lo que estaba diciendo. Alfred era demasiado joven para recordar el
tiempo en que los vampiros y los hombres lobos convivían juntos. Sólo
conocía el tiempo de lucha entre las dos especies.
Alfred no entendía que la guerra había empezado hacía tanto

tiempo, que la mayoría de las personas no sabía por qué había
comenzado. Zacarius era uno de los afortunados. Era lo suficientemente
viejo para recordar.
―Estaré bien, Alfred.
―¿Está seguro, Alteza? ―preguntó Alfred.
―Lo prometo. Devlin no representa ninguna amenaza para mí.

―dijo Zacarius.
―Aún así no me gusta esto, señor.
Zacarius se rió entre dientes. ―Estoy seguro de que no te gusta,

Alfred.
―¡Por favor, Alteza, por favor sólo prométame que tendrá cuidado!
―le pidió Alfred―. No confío en ese hombre.
―Alfred, tú no confías en nadie.
Alfred le dio a Zacarius una de sus escasas sonrisas. ―Eso es

verdad, señor.
―Alfred ve y asegúrate de que mi cena esté lista, antes de que

olvide por qué te contraté, y alimente contigo a un hombre lobo.
―Como desee, Alteza.
Zacarius negó con la cabeza, divertido, mientras Alfred salía

corriendo de la habitación. A pesar de lo que había dicho, nunca se
desharía de Alfred. Hacía que su vida fuera simple y sin problemas. No
sabía qué haría sin él.
Zacarius salió del dormitorio hacia la sala de estar de sus

16 habitaciones privadas. Miró a su alrededor para asegurarse de que todo
era satisfactorio. Alfred se había quejado todo el tiempo pero había hecho
lo que Zacarius le había ordenado, aparentemente lo había hecho bien.

Una pequeña mesa íntima para dos junto a la ventana con vista al
jardín de abajo. Una botella de vino enfriándose en una cubeta de hielo
junto a la mesa. El fuego crepitaba en la chimenea. Las luces bajas daban a
la habitación un ambiente sensual. Alfred se había superado a sí mismo.
Ahora, era tiempo de ir a por su invitado. Zacarius se acercó a la

puerta que conectaba su suite con la contigua. Originalmente estaba
diseñada como la habitación de la princesa, pero la utilizaba muy a
menudo como habitación de invitados para sus visitantes especiales.
Golpeó dos veces y luego abrió la puerta. No vio ninguna señal de

Devlin. Por un breve momento, Zacarius sintió que su corazón tronaba en
su pecho cuando consideró la posibilidad de que Devlin pudiera haber
huido, hasta que escuchó la ducha.
La curiosidad podría haber matado al gato pero inspiraba al

vampiro. Zacarius caminó hacia el baño y abrió la puerta. El vapor
llenaba la habitación. La lujuria colmó el cuerpo de Zacarius.
Devlin estaba debajo de la alcachofa de la ducha, su cabeza estaba

hacia atrás, con los músculos de su cuello muy tensos, Zacarius
amortiguó su gemido mordiendo el talón de su mano. La mano de Devlin
estaba envuelta alrededor de su pene mientras se acariciaba a sí mismo.
Zacarius se endureció tan rápido que se mareó por la pérdida de

sangre en su cerebro. Se había ido toda a sus pantalones. El cuerpo de
Devlin parecía una obra de arte, y Zacarius quería estudiarlo desde la
parte superior de su cabeza hasta la planta de los pies perfectamente
formados.
Devlin le recordaba a una estatua griega, todo líneas magras y

músculos duros. El rastro de vello que bajaba por su abdomen desde el
oscuro vello castaño sobre su pecho le daba una pista de la verdadera
naturaleza de la bestia.
El gruñido ahogado desde la ducha reflejó al de Zacarius, el cuerpo

17 de Devlin se tensó y luego cuerdas de semilla perlada brotaron de su
pene. Zacarius habría dado todo su reino por saborear el cremoso líquido.
Lamió sus labios, sólo al imaginar lo dulce y picante que debía saber el
hombre.
Cuando Devlin finalmente dejó caer su mano de su agotado pene,

su cuerpo palpitaba, Zacarius rápidamente salió de la habitación y cerró
la puerta lo más silenciosamente que pudo. Apoyó su cabeza en la fría
madera, su respiración era rápida mientras trataba de calmar su voraz
lujuria.
Quería a Devlin Morgan, y no le importaba si el hombre era un

lobo o no. Sólo necesitaba encontrar una manera para que sucediera. Tan
interesado como Zacarius estaba en conocer a Devlin, no estaba seguro de
que el hombre lobo pudiese cruzar el invisible límite entre ellos dos.
Tenía que colgar el incentivo correcto frente a él. A sí mismo.
Zacarius se contuvo y encerró sus emociones bajo una fachada

neutral. Tomando una profunda respiración, golpeó la puerta del baño.
―¿Devlin? La cena está lista para ser servida. Por favor reúnete
conmigo en la otra habitación tan pronto como hayas terminado.
Tomó todo el control de Zacarius volverse y alejarse sabiendo que

Devlin estaba desnudo al otro lado de la puerta. No quería nada más que
abrirla y dejarle saber a Devlin cuanto lo deseaba.
Odiaba andarse por las ramas. Aunque disfrutara de la cacería

durante la seducción de Devlin, preferiría simplemente llevar al tipo a la
cama y que lo jodiera contra la cabecera. Él sabía que el sexy hombre lobo
sería un sabroso bocado.
Zacarius regresó a su lado de la suite real y se acomodó en una de

las sillas junto a la chimenea. La estación se había acercado lo suficiente al
invierno como para sentirse un ligero frío en el aire, por lo que el fuego
era práctico, nunca lo admitiría, pero también hacía más romántica la
habitación.
Bebía su segunda copa de vino en el momento en que Devlin entró

en la habitación. Zacarius cruzó una pierna sobre la otra para esconder la
instantánea excitación que sintió ante la vista. Sería un doloroso placer
18 seducir a Devlin.
―Devlin, que agradable es que me acompañes.
Devlin sonrió. ―Tengo la impresión que no tenía mucha opción.

Zacarius se rió entre dientes. ―Siempre hay una opción, querido.
Devlin escupió. ―¿Querido?
Zacarius sonrió. Dejó que Devlin viera sus ojos recorrer el buen
cuerpo expuesto frente a él en jeans ajustados y una blanca camisa de
vestir. ―¿Preferirías hermoso? ¿Semental? ―Una de las cejas se arqueó
mientras Zacarius sonreía―. ¿Mío?
―Sabes que soy un hombre lobo, ¿verdad? ―preguntó Devlin, con

una de sus cejas castañas levantada.
―Soy muy consciente de eso, querido ―respondió Zacarius―. No

estoy seguro de qué tiene que ver eso con nuestra situación actual. Aún
planeo tenerte en mi cama antes de que la noche termine. El que seas un
hombre lobo no tiene nada que ver con lo que quiero de ti.
Devlin lo miró, su boca caía abierta con incredulidad, Zacarius

sabía que lo había sorprendido. No parecía tener mucho sentido negar su
atracción. Como Príncipe, usualmente obtenía lo que quería, y él quería a
Devlin.
Devlin repentinamente cruzó el espacio entre ellos y tomó la copa

de vino de Zacarius, tragando el resto del contenido en un solo trago,
Zacarius casi se quejó. Ese era un merlot antiguo, uno muy bueno, pero la
cara aturdida de Devlin valdría la pena cualquier precio.
―No te andas con rodeos, ¿Verdad? ―finalmente preguntó Devlin.

Su voz sonaba tensa. Su cuerpo se veía tenso. Sus ojos no se encontraban
con los de Zacarius. La dura inflamación detrás de la cremallera de
Devlin decía bastante, más o menos lo decía todo.
―¿Cuál sería el punto, querido? ―preguntó Zacarius, le gustaba el

enrojecimiento en la piel de Devlin cuando la sangre se agolpó en su
cara―. Te deseo, creo que tú me deseas. ¿Deberíamos ignorar eso y
pretender que la atracción no está aquí?
19 ―¡Sí! ―exclamó Devlin.
―Muy bien ―dijo Zacarius. Señaló la puerta que separaba las dos
habitaciones―. La puerta está justo ahí. Hay una cerradura en ambos
lados. Si estoy equivocado en mi presunción, entonces no dudes en

usarla. Yo no lo usaría en tu contra.
Devlin lo miró durante tanto tiempo que Zacarius se preguntó si la

intensa atracción entre ellos importaría o no. Tal vez todo el asunto del
hombre lobo y vampiro era un problema más grande de lo que había
pensado.
Zacarius se preguntaba si había cometido un error.

Repentinamente, Devlin se levantó y caminó hacia la ventana para mirar
afuera. Su postura aún parecía rígida, pero Zacarius no recibió ninguna
vibración de disgusto en él.
No estaba seguro si Devlin sabía que un Príncipe vampiro podía

leer a las personas. Todo el mundo emitía vibraciones de un tipo o de
otro. Los hombres lobo podían oler los sutiles cambios en el aroma de
otros. Los vampiros podían sentir las vibraciones.
Bueno, la población general de vampiros no podía leer a las

personas. Esto al parecer estaba reservado para los Príncipes, era uno de
los signos de un Príncipe vampiro.
―Si te he ofendido, Devlin ―declaró Zacarius―, me disculpo.
Devlin lo miró sobre su hombro, sus cejas estaban juntas como si

estuviese confundido. ―No, no estoy ofendido. Sólo no veo la ventaja de
involucrarme. Tú eres un Príncipe vampiro. Yo soy un hombre lobo. No
es una buena combinación.
―Puede que eso sea verdad ahora, pero en los siglos pasados, los
vampiros y hombres lobo vivían uno al lado del otro, incluso se
acoplaban entre las dos especies. Aunque eso no ha ocurrido desde hace
años, ya ha sucedido antes.
Devlin resopló. ―Sí, hace como quinientos años.
―Yo era un niño cuando la Gran Guerra comenzó ―dijo Zacarius―.

20 Recuerdo ver a los hombres lobo caminar por las calles en nuestra
comunidad como miembros de nuestro aquelarre.
―¿Cuántos años tienes?

―Sinceramente espero que te gusten los hombres mayores porque

nací en 1496. Tengo quinientos trece años.
Devlin se quedó boquiabierto. ―Maldición, te ves bien para alguien

de esa edad.
―Gracias ―se rió Zacarius―. Eso creo.
―¿Estabas vivo cuando la Gran Guerra comenzó? ―preguntó

Devlin mientras se volvía para mirar a Zacarius―. ¿Cómo fue? ¿Qué la
comenzó? Siempre he sabido de las hostilidades entre nuestras especies,
pero nunca entendí por qué.
Zacarius se acercó al bar para servirse un poco más de vino.

Sostuvo en alto la botella ―¿Te gustaría un poco de vino? Esta podría ser
una larga conversación.
Devlin negó con la cabeza. ―No, estoy bien, gracias.
Zacarius volvió a colocar el corcho en la botella de vino y se acercó

hasta estar al lado de Devlin. Miró hacia afuera por la ventana, sin estar
muy seguro de poder explicar el más grande error que él pensaba había
cometido alguna vez uno de los de su especie.
―Yo aún era un niño cuando comenzó, así que lo vi desde la

perspectiva de un niño. Todo parecía bastante estúpido para mí.
―¿Cómo es eso? ―preguntó Devlin. Cuando Zacarius lo miró,

Devlin parecía de verdad interesado.
―Cuando dos personas se juntan, siempre hay una lucha por el

dominio. Eso es un hecho. En el tiempo en que nací, eso había funcionado
bastante bien entre nuestra gente. Era una elección individual entre las
parejas, como lo es hoy en día con los humanos.
―¿Supongo que eso cambió?
Zacarius asintió. ―El Príncipe Laurent Von Byrne decidió que los
21 hombres lobos deberían ser soldados de su ejército personal, en vez de
hombres libres. Era una persona muy influyente y convenció a muchas
personas de su forma de pensar.

Zacarius suspiró. Odiaba esta parte de la historia. Hacía que los

vampiros parecieran como monstruos sedientos de sangre, y no los
dejaba bien parados.
―Los aquelarres se unieron en una demostración de fuerza. Si un

hombre lobo se rehusaba a aceptar los ideales del Príncipe Laurent, era
ejecutado. No importaba si estaba acoplado o no a un vampiro. Si un
vampiro se rehusaba, ellos también era ejecutados, pero sólo después de
que sus compañeros fueran asesinados en frente de ellos.
―¿Y la gente dejó que eso pasara? ―preguntó Devlin, con su voz
mezclada con horror.
―No, ahí fue cuando la guerra comenzó. Unos pocos vampiros que
quedaron se unieron a los hombres lobo y se defendieron, pero ellos
estaban en inferioridad numérica. A diferencia de los lobos, los vampiros
no estamos regidos por el ciclo de la luna. Podemos atacar en cualquier
momento y lugar.
―¿Incluso durante el día?
Zacarius se rió entre dientes. ―La luz del sol es un cuento de viejas.
Puedo salir al sol tanto como cualquier otro.
―Pero tú eres tan pálido ―dijo Devlin―. Pensé que se debía a la

falta de luz solar.
Zacarius negó con la cabeza. ―No, es el virus en nuestro sistema.

Cuanta más sangre ingerimos, más color tenemos. Hoy no he comido, lo
que explica la palidez de mi piel.
―¿Es un virus? Pensé que habías nacido de ese modo.
―Así fue. La mayoría de nuestra gente nace como vampiros. Sin

embargo hay un virus en nuestro torrente sanguíneo que puede
transformar a alguien en vampiro, pero sólo si tienen el gen de un
vampiro.
22
―¿Gen de vampiro?

―Cada vampiro lo tiene. Eso nos hace vampiros. Para los humanos,
si ellos tienen el gen y son mordidos por un vampiro, los transforma en
un vampiro. Si no tienen el gen no les afecta.
―¿Y los hombres lobo? ¿Funciona igual para ellos?
―No, los hombres lobo son inmunes al mordisco de un vampiro

―dijo Zacarius―. Fue una de las muchas razones por la que el Príncipe
Laurent quería subyugarlos. Fue en la edad media. Los vampiros
aterrorizaban a los seres humanos. Los hombres lobo no. Ellos
necesitaban controlarlos de alguna forma.
―Entonces, ¿Empezaron una guerra que duró siglos?
Zacarius se encogió de hombros.
―¿Por qué nadie intentó detener esto? Han sido qué, ¿quinientos
años? ¿Por qué nadie ha intentado volver las cosas a cómo eran?
―¿Demasiado tiempo? ―preguntó Zacarius―. Querido, debes

entender, que no muchos de los vampiros de ese tiempo de guerra aún
están vivos.
―Tú lo estás ―dijo simplemente Devlin.
―Es verdad ―asintió tristemente con su cabeza Zacarius―. Pero yo

estoy en la minoría. Un Príncipe vampiro vive más que un vampiro
normal. Cada uno gobierna su propio aquelarre, no hay muchos de
nosotros, y hay reglas estrictas sobre la confraternización entre los
aquelarres.
―¿En serio?
Zacarius se rió entre dientes. Volviendo a su silla para sentarse,

haciéndole señas a Devlin para que se sentara en la silla frente a él. Una
vez que Devlin se sentó, él continúo.
―Somos tan territoriales como los hombres lobo. Me imagino que

23 han pasado años desde que vi a un vampiro de otro aquelarre. No
socializamos bien.

―Uaau, no lo sabía. Siempre supusimos que se reunían

constantemente.
―No, hay una convocatoria cada cien años ―declaró Zacarius―.

Aparte de eso, no nos mezclamos.
―¿Entonces, cómo encuentran a su compañero?
―Esperamos que esté dentro de nuestro propio aquelarre. Si

nuestro compañero resulta ser un humano, pueden ser transformados si
tienen el gen de vampiro. Si es así, y el destino nos sonríe, nuestros hilos
se entrelazan de por vida. Si el destino no nos bendice de esa forma,
simplemente estamos con ellos hasta que mueren y luego seguimos
adelante, esperando encontrar a otro compañero.
Devlin frunció las cejas juntas. ―¿Hilos de vida? No creo haber

escuchado hablar de eso, ¿Qué es exactamente?
―Si tú fueras mi compañero, por supuesto, hablando

hipotéticamente, y asumiendo que el destino nos concede esta bendición,
tu hilo de vida se entrelazaría con el mío. Vivirás tanto como yo. Sin
embargo, también morirías cuando yo lo haga o viceversa.
―¿Te has acoplado alguna vez?
―No, nunca he tenido la suerte de encontrar a mi pareja. Supongo

que él o ella está esperando por mí en algún lugar, o tal vez aún no ha
nacido. ―Zacarius suspiró―. Tal vez estoy destinado a reinar sin un
compañero. Ha pasado antes.
Mentalmente sacudió lejos ese pensamiento y miró a Devlin.

―¿Qué hay de ti, querido, hay alguna amenaza de pareja en tú horizonte?
Devlin sonrió aun cuando su rostro se enrojeció un poco. ―No, aún

no.
―¿Y cómo te sientes acerca de que tu Alfa tenga un compañero

hombre?
24

Devlin se encogió de hombros. ―Keeley está bien. Realmente se

preocupa por Reece y eso es bueno, pero lo juro, uno de estos días voy a
asfixiar al pequeño mocoso mientras duerme.
Zacarius sonrió. ―Vaya. ―lo animó.
―Keeley es todo un personaje. Hace exactamente lo que quiere

Reece mientras piense que es una buena idea. Si no lo es, básicamente
ignora a Reece, lo que hace que Reece se trepe por las paredes. Se mete en
más problemas que cualquier otra persona que he conocido, y creo que lo
hace a propósito sólo para mantener a Reece alerta.
―Suena como un personaje interesante.
―Oh, lo es ―dijo Devlin, con una sonrisa en sus labios―. Usa

esmalte de uñas, un aro en el ombligo y delineador de ojos. Vuelve loco a
Reece. El hombre no tiene control en lo que concierne a Keeley. Cuando
Keeley entra en la habitación, Reece pierde toda su concentración.
―Suena maravilloso.
Devlin permaneció en silencio por un momento y luego se echó a

reír. ―Sí, lo es. ¿No es así?
―¿Esperas encontrar a tu compañero, Devlin?
―Por supuesto, ¿quién no?
―Muchas personas no lo hacen ―contestó Zacarius―. Una vez que

nos acoplamos, nos volvemos muy territoriales, posesivos. Tenemos una
imperiosa necesidad de acoplarnos con frecuencia, y no podemos beber
sangre de nadie más a excepción de nuestro compañero.
―¿Sólo pueden beber de su compañero?
Zacarius vio un pequeño estremecimiento pasar a través del cuerpo

de Devlin. Pobre chico. Aprendería cuan excitante era al terminar la
noche si Zacarius tenía algo que decir al respecto.
25
Zacarius presionó sus dedos mientras miraba a Devlin. ―No lo
rechaces hasta haberlo probado, querido. Beber sangre puede ser un acto

muy íntimo entre dos personas, especialmente cuando se hace de la

forma correcta y en el lugar correcto.
Devlin intentó esconder su interés, Zacarius podía decirlo. El

hombre no quería que él supiera que la idea lo intrigaba. El bulto duro
que crecía detrás de su cremallera le demostraba que Devlin estaba
fascinado como si él agitara una gran bandera roja.
―¿Te gustaría probar, querido? ―preguntó Zacarius, bajando la

voz―. No se parece a nada que hayas experimentado alguna vez, puedo
asegurártelo.
El rostro de Devlin nuevamente se sonrojó y Zacarius supo que lo

tenía. El hombre no sería capaz de decir que no. A pesar de lo que
pudiera salir de su boca, él tenía curiosidad. Zacarius sospechaba que a
Devlin le gustaba el placer con un poco de dolor. Él lamió sus labios. No
podía esperar.
Decidiendo que habían jugado lo suficiente, Zacarius se puso de

pie y se acercó hasta estar delante del sexy hombre lobo. Se agachó y se
arrastró a los pies de Devlin. Trazó con sus manos los brazos de Devlin,
su pecho y luego más abajo para palmear la impresionante erección en los
jeans de Devlin. Tan ceñidos como parecían, no dejaban mucho a la
imaginación.
Apretó, sonriendo cuando Devlin gimió y dejó caer su cabeza sobre

sus hombros. Se inclinó más cerca de Devlin, inhalando la embriagadora
y natural esencia masculina del hombre. Uno de los aromas afrodisiacos
más fuertes que un vampiro pudiera experimentar aparte del sabor, y
Devlin tenía una fragancia muy potente.
Movió sus dedos para acariciar suavemente la carne de los muslos

de Devlin justo debajo del vértice de sus muslos. ―La arteria femoral es
uno de los puntos más íntimos en que un vampiro podría extraer sangre.
Tan cerca de tu pene, querido ―susurró Zacarius tan seductoramente
como pudo―, podría estremecer tú mundo.
26
Zacarius podía sentir pulsar el pene de Devlin contra su brazo. Se
movió de nuevo hasta el botón y la cremallera de los jeans. Abrió el

botón, Devlin gimió, Zacarius bajó el cierre lentamente, Devlin se

estremeció.
―¿Te gustaría eso, querido? ―preguntó Zacarius suavemente―. Mis

labios en tu hermoso pene, chupándote hasta poco antes de que te corras.
Luego moveré mis labios a la cara interna de tu muslo, justo debajo de tus
testículos. Hundiré mis dientes en tu dulce carne, tomando sólo lo
suficiente para enviarte sobre el borde. O tal vez simplemente morderé tu
pene. Me han dicho que es un mordisco muy íntimo y muy placentero.
Zacarius agarró el pene que rebotó en su mano. El pene de Devlin

palpitaba, Zacarius podía sentir la sangre pulsar en la gruesa longitud del
hombre. Se regocijó al saber que lo excitaba hasta ese punto, el pequeño
juguete de Zacarius estaba a punto de explotar.
―Mmm, apuesto que sabes dulce, ¿No es así, querido? ―preguntó

Zacarius. Acarició a Devlin lentamente desde la raíz hasta la punta, su
pulgar acariciaba la pequeña rendija en la cabeza―. ¿Deberíamos
descubrirlo? ¿Quieres que chupe tu pene?
Zacarius miró su cara, las emociones que la cruzaban eran

fascinantes. Devlin quería negar lo que sentía, pero la lujuria que se había
adueñado de su cuerpo lo guiaba. Zacarius podía verlo, Devlin luchaba
consigo mismo.
―¡Oh joder! ―gritó Devlin, su cuerpo temblaba, Zacarius siseó

cuando Devlin mordió sus labios lo suficientemente fuerte para derramar
sangre y el intoxicante aroma llegó a las ventanas de su nariz. Oh, él
deseaba tanto saborearlo.
―Sería tan bueno entre nosotros dos, Devlin ―susurró Zacarius―,

todo lo que tienes que decir es sí.
Estaba sorprendido por la fuerza de las manos que agarraban sus

brazos. El cuerpo de Devlin comenzó a temblar incontrolablemente. Su
pene pulsaba, congestionado, Zacarius sabía que tenía al hombre lobo
27 incluso antes de que abriera la boca.
―¡Sí! ―exclamó Devlin mientras su pene explotaba, derramando

crema por toda la mano de Zacarius.

Zacarius ya no se pudo contener más. Aparentemente Devlin lo

había seducido tanto como él había seducido a Devlin. Zacarius cayó
sobre sus rodillas y tomó el pene de Devlin en su boca, lamiendo la dulce
crema del pulsante orgasmo.
Las manos de Devlin se aferraron a su cabello. Pequeños gemidos

provenía de Devlin. Cada golpe de su lengua hacía que el hombre lobo se
estremeciera hasta que Devlin comenzó a follar su boca. Zacarius sonrió
alrededor del pene. Devlin se endurecía otra vez.
Estaba determinado a que Devlin experimentara el supremo beso

de un vampiro. Devlin sería adicto a él, Zacarius no tenía dudas de eso.
Tal vez casi tanto como Zacarius pensaba podría ser adicto a su sabor.
Zacarius recorrió con su lengua hacia abajo por la longitud de

Devlin, para luego regresar capturando la cabeza y chuparla de nuevo
con su boca. Lo tragó por completo, hasta que sintió la cabeza golpear su
garganta, luego repitió el proceso.
Sabía que Devlin se acercaba a otro orgasmo cuando la sangre que

llenaba su ingle comenzó a pulsar otra vez. Estaba justo ahí, justo debajo
de su piel, tan cerca que Zacarius prácticamente casi podía saborearla.
Sólo una fina capa de piel los separaba.
―Za… Zac ―gimió Devlin―. Me voy… me voy a correr otra vez.
A Zacarius lo calentó ser llamado Zac. Nadie se dirigía a él de otro

modo que no fuera Zacarius o Alteza. Le daba un sentimiento más íntimo
a lo que sucedía entre ellos y se llevó lo último del control que le
quedaba.
Sin pensar en las consecuencias, enterró sus largos colmillos en la

sedosa piel de la polla, dura como una roca. El dulce sabor de la sangre
del hombre lobo golpeó su sistema una fracción de segundo antes de que
Devlin culminara explotando en su boca.
Los dos sabores combinados estremecieron el mundo de Zacarius

28
como nada antes lo había hecho. Nunca había probado algo tan sublime,
tan delicioso. Nadie lo había afectado tanto como Devlin. Abrumado,

Zacarius retiró sus dientes de la polla de Devlin y lo atrapó cuando

colapsaba sobre el suelo.
Miró hacia abajo a los ojos aturdidos y confundidos de Devlin.

Todos los cimientos en la vida de Zacarius temblaron cuando se dio
cuenta, de que después de quinientos años, sostenía entre sus brazos al
hombre destinado a ser su compañero. Y era un hombre lobo.
29

Capitulo 3.-
Pequeñas réplicas de su orgasmo seguían ondulando por el cuerpo

de Devlin cuando bebió otro sorbo del zumo de naranja que Zacarius le
ofreció. Se sentía débil, mareado, y en absoluto preparado, para lo que
había pasado entre él y el Príncipe vampiro.
Había sido la experiencia sexual más exquisita de su vida. Cuando

Zacarius le prometió que era lo más fuerte de su mundo, Devlin nunca
pensó que le estuviera diciendo la verdad. Pensó que Zacarius sólo
alardeaba sobre su habilidad.
Una simple mamada y Devlin estaba más que listo para acostarse
en la cama y dejar que el Príncipe hiciera lo que quisiera. Se sentía como
un esclavo deseoso de experimentar todo lo que Zacarius pudiera
mostrarle.
Devlin se sentía más confuso por el hecho que no podía dejar de

oler a Zacarius. Por alguna razón le era necesario tener el olor de
Zacarius en su cuerpo o se marchitaría y moriría. Se sentía casi obsesivo
al respecto.
―¿Estás bien? ―le preguntó Zacarius desde el otro lado de la

mesa―. ¿No bebí demasiado?
Devlin negó con la cabeza. Se sentía un poco aturdido, pero no

estaba seguro de si era porque Zacarius había bebido su sangre o por
haber tenido dos tremendos orgasmos hacía solo un rato. Cualquiera
30 podría explicar su condición actual.
―No, estoy bien, gracias.

―Yo te lo advertí, mi amor.
Devlin frunció el ceño. Zacarius lo llamó querido casi desde su

primera reunión. Desde el sexo oral e independientemente de lo que
fuera, había empezado a llamarle mi amor. Era muy emocionante,
excitante, y sólo un poco extraño.
Devlin levantó la vista para ver a Zacarius tomar otro sorbo de su

merlot.
Al hombre realmente le gustaba el vino. Devlin no podía dejar de

preguntarse qué más le gustaría. De repente sacudió su cabeza. Tenía
que dejar de pensar de esa manera. Zacarius era un Príncipe vampiro. Él
era un lobo.
No importaba cuánto lo deseara, una relación entre ellos nunca

funcionaría.
―Dijiste que me morderías en el muslo, no en el pene.
Zacarius se rió entre dientes. ―Sí, bueno, era demasiado tentador

como para ignorarlo.
Sí, claro, échale la culpa al lobo, pensó Devlin mientras intentaba

reprimir su sonrisa. La idea de que Zacarius perdiera el control gracias a
él, le emocionaba. Quería hacerle perder el control. Quería hacerlo rogar.
Quería hacer que el hombre sólo tuviera ojos para él por el resto de su
vida.
¡Alto! Devlin se puso de píe y caminó hacia la ventana para

contemplar la nada. ¿De dónde demonios había venido ese pensamiento?
¿Por qué se sentía de repente tan obsesionado por alguien al que acababa
de conocer? ¿Un hombre que nunca podría ser suyo?
Necesitaba controlarse antes de hacer algo realmente estúpido,

como pedirle al Príncipe poder joderlo contra la pared y nunca dejarlo ir.
Y estaba muy cerca de hacer precisamente eso. Tenía las palabras en la
31 punta de la lengua.

Poner distancia sería lo mejor para él en este momento, Devlin se

giró hacia Zacarius para decirle que necesitaba volver a su habitación
cuando vio una mirada de angustia cruzar la cara del hombre.
―¿Zacarius?
La angustia de Zacarius se convirtió en dolor en su cara cuando el

Príncipe envolvió sus brazos alrededor de su estómago y gimió. Devlin
corrió a su lado, arrodillándose en el suelo junto a sus pies. Le empujó el
cabello negro extendido sobre su frente hacia atrás con la mano para ver
su pálido rostro. Ahora se le veía más pálido de lo habitual.
―¿Zacarius? ¿Qué te pasa? ―preguntó Devlin, la preocupación

empezaba a inundarlo―. ¿Debo traer a Alfred?
Devlin se puso de pie antes de terminar de hablar, con la intención

de conseguir ayuda para el Príncipe, pero Zacarius agarró su brazo,
tirando de él. Devlin se arrodilló, sin saber qué hacer.
―No ―susurró Zacarius―. No dejes que nadie se entere…Algo está

mal.
―¿Qué está mal? ―preguntó Devlin―. Fue… ¿Es porque bebiste mi

sangre? ¿Es culpa mía?
Zacarius negó con la cabeza. ―No, creo que... creo que he sido
envenenado.
El corazón de Devlin retumbó en su pecho. Los sentimientos de

confusión e incertidumbre de hace solo unos momentos, fueron
reemplazados por pura rabia y necesidad de encontrar a quien
envenenó a Zacarius y rasgarlo en pequeños pedazos.
Un pequeño gemido devolvió su atención a Zacarius. Su ira se

esfumó cuando se dio cuenta de que era necesario atender
a Zacarius primero. Podría encontrar al culpable después y rasgarlo en
diminutos pedazos.
32
―¿Qué puedo hacer, Zac? ―susurró suavemente Devlin.

Zacarius ahuecó su mejilla, sonriendo por un breve momento. ―Me

gusta cuando me llamas Zac, cariño. Nadie más lo hace.
―Entonces te llamaré Zac de ahora en adelante. ―cualquier cosa

para alejar aquella mirada llena de dolor de la cara de Zacarius.
―Creo que necesito descansar.
Sin decir una palabra, Devlin se puso de pie y levantó en brazos al

hombre más pequeño llevándolo a través de la habitación.
Cuidadosamente lo puso en la cama y se sentó a su lado. Zacarius rodó a
su lado, encogiéndose en posición fetal.
Devlin se preocupó, y la preocupación se convirtió rápidamente en

terror cuando el cuerpo de Zacarius pareció pasar por una serie de
pequeñas convulsiones. Doblado por la mitad, Zacarius soltó rápidos
jadeos, el sudor le goteaba por la cara.
Devlin se apuró a ayudar al Príncipe a cambiarse de ropa, después

lo metió bajo las sábanas. Fue al baño a por varias toallas
húmedas. Volviendo a la habitación, puso una en la frente de Zacarius y
limpió su cuerpo con la otra.
Un repentino golpe en la puerta hizo que Devlin se girara y

gruñera. Empezó a levantarse para abrir la puerta cuando Zacarius le
agarró el brazo de nuevo. Sus ojos color amatista parecían desesperados.
―Nadie puede saber ―susurró Zacarius desesperadamente.
Devlin asintió con la cabeza. Entendió que Zacarius era vulnerable

en este momento. La vulnerabilidad podría ser aprovechada por
cualquier persona, por quien fuera que lo hubiera envenenado,
incluyéndolo a él. Devlin necesitaba asegurarse de que nadie supiera de
su condición, excepto él. Podía hacerse cargo de Zacarius.
―Está bien, cariño, quiero que te quedes justo aquí en la cama. Yo

me encargaré de todo.
33
Zacarius le hizo un gesto débil.

―Si alguien viene aquí, sólo hazle pensar que tuvimos sexo como
monos calientes.
Zacarius se rió entre dientes ligeramente, luego se dio la vuelta

gimiendo y agarrándose el estómago de nuevo. Devlin le apartó el cabello
de la cara otra vez.
Esperó hasta que los espasmos se le pasaran y luego se puso de pie.
Zacarius tenía la mirada confusa, pero interesada, cuando Devlin se

quitó la camisa sobre la cabeza y desabrochó el botón superior de sus
jeans. Se removió el pelo, después le guiñó un ojo a Zacarius antes de ir
hacia la puerta.
Devlin no se sorprendió de encontrar a Alfred de pie en el otro

lado de la puerta. El criado había estado demasiado disgustado por la
pequeña comida íntima para dos, como para alejarse por mucho tiempo.
―¿Puedo ayudarle? ―preguntó Devlin.
―¿Dónde está el Príncipe Zacarius?
―Durmiendo.
―Tengo que hablar con el Príncipe ―afirmó Alfred, irguiéndose en

toda su estatura.
―Te lo dije, está durmiendo.
―No le creo ―gruñó Alfred―. ¿Qué le ha hecho a mi Príncipe?.
Devlin dio un paso hacia atrás, abriendo más la puerta. ―Ve a

comprobarlo si no me crees.
Alfred se deslizó por delante de Devlin, moviéndose ligeramente a

un lado de modo que sus cuerpos no se tocaran. Devlin se rió y lo siguió.
Zacarius estaba en la cama, las sábanas cubriéndole hasta el pecho,

una pierna doblada por la rodilla sobresalía por debajo de la manta.
34
―Alteza ―dijo Alfred.

Devlin entornó los ojos y caminó por delante del sirviente hacia el
borde de la cama. Se estiró en la cama y se acercó para mover un poco el
brazo de Zacarius. Devlin sabía que estaba despierto, fingiendo.
―Cariño, despierta ―le dijo Devlin, siguiendo el juego―. Alfred

tiene miedo a que te despedace miembro por miembro.
Zacarius gimió y saludó a Alfred, despidiéndole. ―Vete, Alfred.

Estoy durmiendo.
Alfred se erizó, pero dio vuelta para marcharse. Devlin se levantó

para seguirlo pero la orden en las palabras de Zacarius lo detuvo.
―Vuelve a la cama, querido. No he terminado contigo todavía.
Alfred se volvió, dejando caer su mandíbula. Devlin le guiñó un

ojo y dejó caer sus pantalones para luego acostarse debajo de las sábanas
con Zacarius. Él tomó a Zacarius en sus brazos y lo acurrucó cerca de
su pecho.
―No quiero ser molestado por ningún motivo, Alfred.
―Sí, Alteza, como usted mande.
Devlin esperó hasta que oyó cerrarse la puerta principal antes de

saltar de la cama y correr para bloquearla. Como un segundo
pensamiento, entró en su cuarto y cerró con llave la puerta. Recogió sus
pertenencias personales y las trasladó a los cuartos de Zacarius antes de
cerrar con llave la puerta entre las dos habitaciones. No quería correr
ningún riesgo.
De vuelta en el dormitorio, Devlin se debatía entre subir a la cama

de Zacarius o dormir en una de las sillas junto a la chimenea. Zacarius
resolvió el dilema al apartar de un tirón las sábanas, dándole a Devlin
una mirada suplicante.
―¿Por favor?
35 Devlin no iba a esperar a que se lo dijera dos veces. Cruzó la

habitación y se acostó bajo las sábanas, colocándolas alrededor de ambos

antes de acercar a Zacarius contra su pecho otra vez. Le gustó demasiado

la última vez como para no querer hacerlo de nuevo.
Zacarius parecía dormitar entrando y saliendo de un sueño

irregular. Cuando estaba despierto, temblaba con escalofríos, a veces con
convulsiones. En cada ocasión, Devlin lo mantuvo abrazado hasta que su
cuerpo se aquietaba y entonces lo limpiaba con un paño frío.
Finalmente, cuando el alba se acercó, Zacarius cayó en un profundo

sueño que le dio esperanzas de que se curara. Devlin se mantuvo
despierto, velando el sueño del hombre con el que se estaba obsesionando
rápidamente. No estaba dispuesto a dejar que nada le sucediera hasta que
descubriera por qué se sentía tan enamorado.
Un golpe en la puerta llamó la atención de Devlin. Miró hacia abajo

para ver la expresión serena en el rostro de Zacarius. Devlin apartó el
cabello hacia atrás y acarició la mejilla de Zacarius antes de inclinarse
hacia abajo y plantarle un pequeño beso en la frente al Príncipe.
―Hay alguien en la puerta, cariño ―susurró Devlin contra su piel―.

Ya vuelvo.
Devlin salió de debajo de las sábanas y se deslizó hasta el borde de

la cama. Agarró sus jeans y los subió por sus piernas, poniéndose de pie
para cerrar la cremallera antes de ir hacia la puerta de la habitación
principal.
Tomó una profunda inhalación, reconociendo el olor de Alfred

antes de abrir la puerta. ―¿Sí?
―¿Sigue durmiendo? ―preguntó Alfred, claramente ofendido de

que Devlin abriera la puerta una vez más.
Devlin sonrió. ―Está un poco cansado por todas las veces que lo
hemos hecho.
―Es imperativo que hable con él.

36
―Voy a ver si está despierto ―respondió Devlin―. Espera aquí.

Alfred pareció querer discutir, pero Devlin lo ignoró entrando en la

habitación del fondo. Sabiendo que Alfred probablemente estaría
escuchando, Devlin bajó la voz cuando habló con Zacarius.
―Zac, cariño ―dijo, dándole a Zacarius una pequeña sacudida―.

Alfred está aquí. Dice que necesita hablar contigo, que es muy
importante.
Zacarius no respondió al principio. Devlin se preguntaba cómo iba

a salir de esta, cuando Zacarius se quejó abriendo los ojos. La extrema
palidez de la piel de Zacarius preocupó mucho a Devlin. Sabía que no
era normal.
―Hola, cariño ―susurró Devlin―. Alfred tiene que hablar contigo.
Zacarius negó con la cabeza. ―No me parece buena idea, se dará

cuenta.
―¿Qué es lo que necesitas, cariño? ―le preguntó Devlin. Pero lo

supo al instante, por la forma en que Zacarius se humedeció los labios, él
era exactamente lo que el Príncipe vampiro necesitaba. Podía sentir su
propia respuesta a aquella necesidad en el endurecimiento repentino de
su pene y el deseo aplastante de exponer su cuello al hombre.
Devlin no pudo suprimir su gruñido. Un golpe de lujuria quemó a

través de su cuerpo cuando las piernas de Zacarius rozaron las suyas. De
repente, a él no le importaba que alguien estuviera esperando a pocos
metros de distancia. No le importaba que él fuera un hombre lobo
y Zacarius un vampiro.
No le importaba nada, excepto la deliciosa sensación de los dientes

hundiéndose en su carne, preferiblemente, mientras él se hundía en
Zacarius. Lo único que no sabía, era si su Príncipe se levantaría para la
tarea en cuestión.
Devlin gimió. ¿Su Príncipe? ¿Cuándo había empezado a pensar en

Zacarius Ivinovav como su Príncipe? Zacarius se movió de nuevo contra
37
él, su duro pene rozó el abdomen de Devlin. Devlin supo que había
perdido la razón, pero simplemente no le importaba.

―Tómalo ―le susurró Devlin con la cabeza inclinada hacia atrás

poniendo al descubierto el cuello para el Príncipe vampiro―. Toma lo que
necesites.
Esperó a que Zacarius hundiera sus dientes en él y comenzara a

beber.
No había esperado que unos brazos tiraran de él hasta dejarle en

medio de las piernas de Zacarius, con sus duros penes frotándose uno
contra el otro.
Zacarius tiró de la cabeza de Devlin hacia abajo. Mirándolo a los

ojos por un breve momento. ―Toma de mí lo que me llevo de ti ―le
susurró antes de inclinarse y lamer la piel en la garganta de Devlin.
Devlin rápidamente se agachó y agarró sus dos penes en la mano,

acariciándolos. Podía sentir el aliento de Zacarius acariciando su piel.
Una lengua suave, sedosa y fuerte, lo lamió de una forma que sólo podría
ser descrita como erótica. Cada golpe se sentía como una lamedura de
llamas a través de su piel.
Devlin acarició los penes con mayor rapidez. Sabía que tendría un
orgasmo en el momento en que Zacarius hundiera los dientes en él y
quería que el Príncipe se sintiera tan excitado como él cuando sucediera.
No quería ser el único en desmoronarse.
―Zac, cariño ―Devlin le susurraba cuando él se acercó al borde del

orgasmo. Se estremeció cuando los dientes de Zacarius le arañaron la
piel.
Las manos de Zacarius se movieron por todo su cuerpo,

acariciándole, caricias que apretaban la carne de Devlin.
―Ahora, mi amor ―susurró Zacarius una fracción de segundo

antes de hundir sus dientes en el cuello de Devlin. Devlin rugió, sus
caderas se resistieron cuando Zacarius se empujó contra él moviendo
sus penes contra su mano.
38
Las manos de Zacarius se apretaron sobre sus hombros, las uñas lo
arañaron hacia abajo a lo largo de la espalda de Devlin. El aliento de

Devlin se detuvo en su pecho. Su liberación salió de él con la sensación

del hombre chupándole la esencia de la vida.
Sintió el estremecimiento de Zacarius contra él, añadiendo más

humedad salpicando entre ellos. Devlin apoyó la cabeza contra la
almohada cuando Zacarius retiró los dientes y dejó caer la cabeza
descansando junto a la suya.
Devlin tomó un par de respiraciones profundas y entonces levantó

la cabeza para mirar hacia abajo a Zacarius. Se sintió un poco más
satisfecho por el color en la cara de Zacarius. Todavía parecía pálido, pero
no tan pálido. Devlin se conformaría con eso por ahora.
―¿Te sientes mejor, cariño?
Zacarius asintió con la cabeza. ―Me siento mucho mejor, mi amor,

gracias a ti.
Zacarius enroscó un brazo alrededor de la cabeza de Devlin y lo

derribó para un beso que hizo que se le curvaran los dedos de los pies.
No tenía ni idea de que el Príncipe pudiera besar del modo en que lo
hizo. No sabía que alguien pudiera besar del modo en que Zacarius lo
hacía.
Devlin se estremeció cuando uno de los colmillos rozó su labio,

pero el resultado fue asombroso. Zacarius gruñó después, se enroscó
alrededor de él, meciéndose en un sensual movimiento contra su cuerpo.
Devlin podía sentir su polla esforzándose desesperadamente por

llenarse de nuevo.
Separó sus labios de Zacarius y se rió entre dientes, mirando a los

ojos de color violeta. ―Me vas a matar, ¿Lo sabes?
Zacarius le sonrió. ―No es posible, mi amor ―susurró ―. No puedo

vivir sin ti.
Devlin no sabía si le gustaba que aquellas palabras lo llenaran de

39
alegría. Le hacía sentirse nervioso y sólo un poco asustado del apego que
Zacarius empezaba a demostrarle. El Príncipe lo poseería si Devlin se lo
permitía. Podría hacerlo de todos modos.
―Vamos, cariño ―dijo Devlin cambiando de tema―. Alfred te está

esperando.
Zacarius frunció el ceño otra vez. ―Déjalo esperando.
Devlin se rió entre dientes. ―No creo que vaya a hacerlo,

cariño. Creo que está convencido de que te estoy manteniendo de rehén o
algo así.
―Como si… ―gruñó Zacarius cuando se dio la vuelta hacia el lado

de la cama y alcanzó su bata que estaba sobre una silla cercana. Se la puso
sobre los hombros poniéndose de pie y luego ató el cinturón alrededor de
su cintura.
Se acercó a la puerta, mirando por encima del hombro para darle

un guiño a Devlin. Dios, el hombre era sexy. ―¿Quieres unirte a mí, mi
amor?. Haré que Alfred te traiga un filete grande, jugoso y agradable.
Devlin saltó de la cama y tiró de sus jeans antes de que Zacarius

llegara a la puerta. ¿Carne y un hombre sexy? ¿Podría haber algo
mejor? Devlin cogió su camisa, poniéndosela en seguida, y siguió a
Zacarius fuera de la habitación.
Alfred le fulminó con la mirada en cuanto entró en la habitación.

Devlin le sacó la lengua. Alfred tenía aspecto preocupado, después miró
hacia otro lado sin hacerle caso. Devlin se rió entre dientes. Le gustaba
Alfred. Se divertiría un montón a costa del hombre tenso y almidonado.
―¿Qué era tan importante para que tengas que molestarme, Alfred?
―preguntó Zacarius.
Devlin trató de parecer casual cuando se acercó a la mesa del

comedor en la que esperaba aun su cena desde la noche anterior y
comenzó a oler la comida. Esperaba poder descubrir con su olfato, qué
había sido exactamente lo que había envenenado a su Príncipe
¡Maldita sea! Ahí estaban esas palabras de nuevo. Devlin tenía que
40 mantener el control de sí mismo. Le gustaba Zacarius, quizás un poco
demasiado, pero tenía que dejar de pensar en el Príncipe como suyo.
Zacarius nunca sería suyo, y Devlin tenía que acostumbrarse a ese hecho.

―No le habría molestado a menos que esto no fuera de la mayor

importancia, Alteza ―dijo Alfred rápidamente.
Devlin hizo rodar sus ojos. Cogió un rollito y lo olió. Olía a rancio
pero nada fuera de lo común. No había nada en la carne, en la ensalada
marchita, o las patatas al horno. Nada sobre la mesa olía a algo que no
fuera el típico olor a rancio después de estar allí toda la noche.
Pensó en que si el veneno no estaba en la comida, eso solo

significaba que tendría que estar en otra cosa. Devlin miró a su alrededor
tratando de recordar algo más que Zacarius hubiese comido o bebido.
Sus ojos se posaron en la botella de merlot. Miró a Zacarius y

Alfred. No le prestaban atención. Bueno, Alfred no. Zacarius miraba
hacia él, con un brillo de lujuria en los ojos mientras su mirada de reojo
iba directamente al pene de Devlin.
―Soy consciente de eso, Alfred ―respondió Zacarius―. Pero ¿por

qué te escandaliza?
Devlin sonrió cuando la voz de Alfred se convirtió en un susurro y

el criado se acercó al oído del Príncipe. ―Los rumores, Alteza. Están por
todas partes.
―¿Que rumores, Alfred?
―Los rumores acerca de usted y el hombre lobo, señor ―respondió

Alfred.
―¿Qué rumores Alfred? ―preguntó Zacarius otra vez. Devlin podía

oír el tono acerado en la voz del Príncipe. No estaba nada feliz.
―Todo el mundo habla de ello, Alteza ―dijo Alfred―. Acerca de

usted y el hombre lobo, viéndose aquí en su suite, juntos, en lo que están
haciendo juntos.
―¿Y?
41 ―Alteza, no se trata sólo de lo que hacen ―dijo Alfred―. Él es un

hombre lobo.
―No es un insulto, Alfred.

―¡Alteza!
Zacarius suspiró. ―Alfred, eres demasiado joven para recordar las

cosas antes de la guerra. Yo no lo soy. No hay nada malo con que un
vampiro y un lobo estén juntos. Es sólo que no ha pasado en mucho
tiempo, y la gente ha olvidado que es natural.
El Príncipe se encogió de hombros. ―Además, no es asunto de

nadie lo que hago o con quien me acuesto, siempre y cuando no permita
que eso interfiera con mi capacidad para gobernar este aquelarre.
―Pero señor, él mató a su hermana, una de la clase dirigente ―dijo

Alfred, su voz sonaba con un hilo de desesperación―. ¿Cómo va la gente
a entenderle si está durmiendo con el enemigo?
―¡Alfred!― gruñó Zacarius, haciendo que Alfred repentinamente

diera un paso hacia atrás―. No es el enemigo, y él no mató a mi hermana.
Si un hombre lobo la mató, es porque ella se lo buscó. No guardo ningún
rencor hacia Devlin o a su manda por la muerte de mi hermana.
Devlin sonrió abiertamente a Zacarius antes de levantar la botella

de vino hacia su nariz e inhalar. Inmediatamente separó la botella,
arrugando la nariz con disgusto. No sabía mucho sobre vinos, pero
pensaba que este no debería ser agrio. Olía horrible, como la muerte.
Devlin esperó a que Zacarius le mirara de nuevo antes de asentir

hacia la botella en su mano. Zacarius le dio una ligera inclinación de
cabeza dirigiendo luego su atención de vuelta a Alfred. Devlin dejó la
botella en la mesa.
―Bien, es suficiente, Alfred ―dijo Zacarius―. No me preocupan los

rumores que otras personas estén extendiendo. Me estoy acostando con
un hombre lobo, y eso no es asunto de nadie, solo mío. Si a la gente no le
gusta, es su problema.
Devlin tenía que reconocer el valor del criado. Le parecía que

Alfred quería argumentar algo más, pero mantuvo su boca cerrada.
42
Devlin dudaba que él fuera capaz de quedarse callado en circunstancias
similares. Pero el caso era que a él no le imponían mucho las figuras de
autoridad.

―¿Hay algo más, Alfred?
―No, Alteza.
―Muy bien ―dijo Zacarius. Devlin se rió entre dientes. Su Príncipe

jugaba muy bien con la diplomacia. Esta vez, las palabras posesivas no le
sorprendieron mucho. Tal vez se estaba acostumbrando a ellas.
―Por favor, trae el desayuno ―dijo Zacarius―. Algo ligero para mí

y un filete para mi huésped.
―Muy bien, Alteza ―Alfred se dio vuelta para fulminar a Devlin

con la mirada.
―¿Cómo quiere su carne?
Devlin sonrió. ―Jugosa.
43

Capitulo 4.-
―¿Cómo te sientes, mí Príncipe?
Zacarius arqueó una ceja mientras miraba por encima de su

hombro al hombre que lo abrazaba ―¿Mí Príncipe?
Devlin hizo rodar sus ojos. ―No preguntes.
Zacarius se rió entre dientes. ―Pero quiero preguntar.
Se giró en los brazos de Devlin, inclinándose hacia atrás para mirar

al hombre que se había vuelto tan fascinante en tan poco tiempo. Aún no
había tenido el valor para hablarle a Devlin acerca de su acoplamiento.
Tal vez él querría evitarlo. Devlin parecía bastante seguro de que un
vampiro y un hombre lobo nunca podrían tener una relación a largo
plazo. Zacarius no manejaba bien el rechazo.
―Soy un Príncipe, ya sabes ―Zacarius indicó altivamente―. No

estoy acostumbrado a que mis solicitudes no sean respondidas de
inmediato.
―Soy un hombre lobo, Príncipe ―contestó Devlin―. No estoy

acostumbrado a responderle a nadie excepto a mi Alfa.
―Por el momento puedes considerarme tu Alfa.
―No lo creo, Zac. ―Devlin se rió entre dientes, negando con su

cabeza―. Creo que prefiero mantener nuestra relación en igualdad de
44
condiciones.

―Entonces, ¿Admites que tenemos una relación?― Zacarius no

pudo esconder el pequeño temblor en su voz. Él lo supo cuando Devlin
frunció el ceño.
―Nosotros tenemos algo, Alteza ―respondió Devlin―.

Simplemente no he descubierto qué.
―¿Me lo dirás cuando lo hagas?
―Serás el primero en saberlo ―murmuró Devlin mientras bajaba la

cabeza―. Lo prometo.
Zacarius gimió cuando los labios de Devlin tocaron los suyos. Oh,
él podía besar como nadie que Zacarius hubiese conocido anteriormente.
No sólo besaba, lo devoraba, robando hasta el último aliento de sus
pulmones. Podía vivir de sus besos todo el día.
Cuando las manos de Devlin se movieron bajo la bata para agarrar

su desnudo culo, acercando su cuerpo contra el hombre más grande,
Zacarius supo que necesitaba reevaluar la idea. Tal vez le gustaría un
poco más.
―Esto sería mucho más divertido si tú te desnudaras ―susurró

Zacarius contra los labios de Devlin.
Devlin se apartó, sonriendo mientras se alejaba un paso de

Zacarius. ―Esa es una orden que creo puedo seguir, Alteza.
La boca de Zacarius cayó abierta mientras Devlin rápidamente se

quitaba sus jeans poniéndose de pie en toda su hermosa gloria. Había
visto desnudo a Devlin la noche anterior, pero no había estado en
condiciones de disfrutarlo. Ese no era el caso ahora.
Zacarius miró su erección, con ganas de más. Quería tocarlo,

lamerlo, explorar cada pulgada del magnífico hombre que se mostraba
ante él. Zacarius sonrió. Lo que quiere el Príncipe, el Príncipe lo tiene y
quería a Devlin.
45
Zacarius empezó a caminar hacia atrás al dormitorio, doblando el
dedo hacia Devlin. Sabía desde el principio que él tendría a ese hombre
en su cama. Era solo cuestión de tiempo y el tiempo había llegado.
―Ven conmigo, mi amor.
Devlin sonrió. ―¿Y otra vez estremecerás mi mundo?
―Lo puedo garantizar ―le aseguró Zacarius a su amante mientras

dejaba caer la bata al suelo.
Devlin flexionó los músculos de sus brazos y gruñó, Zacarius

chilló, giró y corrió a saltar en la cama. Un gran peso cayó sobre él,
empujándolo en el colchón. Zacarius se retorcía mientras una larga y
húmeda lengua acariciaba su cuello. Empezó a darse la vuelta, gruñó
cuando Devlin lo empujó de nuevo hacia el colchón.
―No, quédate así ―ordenó Devlin.
Zacarius comenzó a discutir, diciéndole a Devlin que él daba las

órdenes aquí, no las recibía, cuando sintió la lengua que lamía su cuello
bajando por su espalda. Unas grandes y fuertes manos masajeaban las
mejillas de su culo.
Podría aprender a que le gustaran las órdenes.
―Hueles muy bien, Zac ―murmuró Devlin contra su piel luego

nuevamente lo golpeó con su lengua―. Sabes aún mejor.
Zacarius esperaba que fuera así. Quería que Devlin encontrara

placer en lo que hacía, hasta el punto en que perdiera su autocontrol.
Probablemente no era algo bueno a desear considerando que su amante
era un hombre lobo, pero no podía evitarlo. El pensar que Devlin
cambiara y lo tomara, hacía que los dedos de sus pies se curvaran.
Antes de que Devlin pudiera detenerlo, Zacarius usó su velocidad

superior para girarse y rodar al hombre debajo de él. Devlin lo miraba
hacia arriba sorprendido.
―¿Por qué hiciste eso? ―preguntó Devlin―. Estaba disfrutando.
―Creo que disfrutarás más de esto. ―Zacarius arrastró sus palabras

46 seductoramente. Se inclinó y recorrió con su lengua desde el ombligo de
Devlin hasta uno de sus pezones. Sintió el cuerpo de Devlin tensarse
debajo de él mientas acariciaba con su lengua sobre la pequeña
protuberancia.
Mordió, una pequeña gota de sangre salpicó a través de su lengua

mientras Devlin gritaba. Zacarius chupó fuerte, arrastrado por la dulce
esencia del hombre antes de moverse a su otro pezón y morderlo.
No solía disfrutar muy a menudo de los juegos de sangre durante

el sexo. Le parecía demasiado íntimo para una sola noche o una simple
aventura, pero con su compañero, no sólo era permitido sino que era
fomentado. Cada pequeño mordisco fue seguido por una gota de sangre,
incrementando la excitación de Zacarius y alimentando la de Devlin.
Zacarius no lo mordió muchas veces, sólo un mordisco aquí y otro

allá, nunca extrayendo más de una gota de sangre, pero eso era suficiente.
Quería aumentar la lujuria de Devlin, no incapacitarlo.
El cuerpo de Devlin comenzó a temblar, y Zacarius ni siquiera

había llegado a su pene. Levantó la vista para ver la cabeza de Devlin
presionándose contra la almohada, su mandíbula rígida mientras luchaba
por controlarse. Eso lo complacía.
Pero quería más. Devlin aún no perdía el control. Colgaba de un

hilo. Zacarius supuso que un poco más lo mandaría sobre el borde. Se
movió un poco hacia abajo por el cuerpo de Devlin hasta que el duro
pene del hombre se erguía frente a él.
¡Ñam!
Zacarius apenas podía controlarse a sí mismo. Quería zambullirse

en esa polla, chupar y tragar hasta que Devlin le entregara todo. Sabía
que eso podría satisfacerlos a los dos pero no tanto como lo que había
planeado.
―Mi amor, dame la pequeña botella con líquido azul del cajón.
―Zacarius se rió mientras Devlin lo miraba completamente confundido.
Apuntó hacia la mesita de noche―. Si esperas tener tu pene en mi culo,
Devlin. Necesito el lubricante.
El entendimiento llegó a Devlin en un instante y sonrió, se extendió

47 sobre la mesita de noche para agarrar la botella de lubricante. Zacarius
fue a agarrarla pero Devlin la sostuvo fuera de su alcance.

―Yo puedo hacer esto si tú puedes hacer eso ―declaró Devlin,

apuntando a su pene.
Zacarius sonrió. Se giró, montando a horcajadas sobre el pecho de

Devlin, su culo estaba a unos centímetros por encima del rostro del
hombre. Zacarius escuchó el pop de la botella de lubricante abriéndose y
vertiendo un poco en la mano. Esperó hasta que sintió el primer toque
gentil de los dedos de su amante presionando dentro de su culo antes de
bajar su cabeza hacia el pene de Devlin.
De inmediato se dio cuenta de que había cometido un gran error.

Sería muy difícil concentrarse en chupar el pene de Devlin cuando el
hombre lo jodía con sus gruesos dedos. Incluso podría ser imposible.
Aunque Zacarius estaba determinado a dar su mejor golpe. Se

tragó a Devlin hasta que la cabeza de su polla golpeó la parte posterior de
su garganta. Usando sólo la punta de sus colmillos, él volvió a subir. No
era suficiente para romper la piel, sólo lo suficiente para darle a Devlin
una pista de lo que vendría.
Devlin se estremeció. El dedo en el culo de Zacarius hizo una pausa

sólo un momento, luego los impulsos aumentaron de velocidad y en
profundidad. Zacarius sonrió mientras Devlin añadía un segundo dedo.
Su amante comenzó a perder el control. Tal vez sólo un poco más sería
todo lo que podría soportar.
Zacarius incrementó sus esfuerzos. Chupó a Devlin hasta abajo y

luego subió antes de dejar caer el órgano de su boca para lamer su camino
hacia abajo a los testículos de Devlin, chupando uno profundamente en
su boca.
Casi pierde su agarre sobre Devlin cuando un tercer dedo empujó

dentro de su estrecho agujero. Si estaba así de excitado sólo por tener los
dedos de Devlin penetrándolo, Zacarius no podía esperar a sentir la polla
del hombre lobo. Prometía ser alucinante.
48 ―¡Zac!
Zacarius movió su culo. ―Uno más, mi amor, añade sólo uno más
―Zacarius había visto a un hombre lobo en pleno cambio. Tres dedos no

contarían. Necesitaba al menos cuatro dedos para estirarlo lo suficiente

para aceptar a Devlin en su forma de lobo.
Cuatro dedos empujaban dentro de él. Zacarius estaba

sobrecargado. Era casi más de lo que podía tomar. Podía sentir su polla
goteando líquido preseminal por todo el abdomen de Devlin. Se elevó
sobre sus rodillas, su pene golpeó la barbilla de Devlin. Volvió a chuparle
el pene con su boca esperando que el hombre pudiese leer las señales no
habladas.
Devlin captó la pista. Un momento después, cálidos labios cubrían

el de él y la hábil lengua de Devlin lamía las gotas en la cabeza del pene
de Zacarius. Los dedos de Devlin siguieron penetrándolo, curvándose
para acariciar el dulce punto de Zacarius.
Zacarius mordió la polla en su boca. Sangre dulce y caliente salpicó

a través de la lengua de Zacarius, llenando su boca. Su succión creó un
doble efecto. Le permitía tragar la sangre que llenaba su boca y acrecentar
el placer de Devlin.
El dulce sabor de la esencia de la vida de Devlin, la sensación de los

cuatro dedos penetrándolo en un férreo agarre, los labios calientes
envueltos alrededor de su polla, todo se reunió en una explosión sensual
que hizo a Zacarius gritar alrededor del pene que tenía en su boca
mientras cuerdas de semilla perladas hicieron erupción de él.
Zacarius se estremeció cuando Devlin tragó todo lo que le había

dado. Extrajo sus dientes y apoyó su cabeza sobre el muslo de Devlin. Su
cuerpo se sentía lánguido, derretido. No podía recuperar el aliento.
Apenas sintió las poderosas manos que lo levantaban y lo

recostaban de nuevo sobre el colchón. No se percató hasta que las manos
en garras de Devlin se enterraron en sus caderas y un suave gruñido sonó
en su oído.
―Zac.
49
Zacarius ni siquiera abrió los ojos. Su mano se curvó alrededor de
la parte posterior del cuello de Devlin y lo arrastró hacia abajo para un

beso. Pasó la otra mano hacia abajo por la espalda de Devlin, sus propias
garras se enterraban, dejando pequeños hematomas a su paso.
Devlin volvió a gruñir, mordiendo sus labios. Zacarius pudo sentir

los colmillos de Devlin empezar a salir. Abrió los ojos para verlo. El rostro
de Devlin era algo hermoso, haciendo que el aliento de Zacarius quedara
atrapado en su garganta.
Su boca estaba fuertemente apretada, con un pequeño tic que era la

única señal del rígido control que ejercía sobre sí mismo. La piel
normalmente bronceada de su cara enrojeció mientras trataba de
mantener a la bestia controlada.
Zacarius sonrió, ahuecando sus manos sobre el rostro de Devlin.

―Déjalo salir, mi amor. Prometo que puedo tomarlo. Soy mucho más
fuerte de lo que parezco.
Devlin negó con la cabeza rápidamente, pero Zacarius pudo ver la

luz brillando en sus oscuros ojos. Él quería, lo deseaba. Zacarius estaba
determinado a dárselo. Cogió un puñado de cabello de Devlin y jaló su
cabeza hacia atrás, desnudando el cuello de Devlin.
Inclinándose, hundió sus dientes en la suave carne de la garganta

de Devlin. Caliente y dulce líquido fluyó nuevamente a su boca. Devlin
rugió. Zacarius sintió que pelo rozaba su cuerpo. Los brazos que lo
sostenían se engrosaron, haciéndose más grandes, al igual que el cuerpo
encima de él.
Zacarius se preparó mientras la bestia tomó el control. El rostro de

Devlin se extendía ligeramente. Sus orejas crecieron por sobre la parte
superior de la cabeza. Pelaje cubría la mayor parte de su cuerpo. Garras
crecieron de los dedos del hombre lobo. Y el pene que se encontraba entre
las piernas de Zacarius creció en ancho y largo.
Zacarius gimió. Dudaba que fuera capaz de sentarse durante una

semana. Devlin lo agarró, volteándolo sobre sus manos y rodillas. Incluso
50 antes de que Zacarius pudiera acomodarse, Devlin clavó su pene
profundamente en su culo.

Gritó, el placer primó a la quemadura que sintió al estar tan lleno.

Devlin no le dio tiempo para acostumbrarse a su aumento de tamaño
antes de bombear dentro de su férreo agarre. Zacarius extendió sus
piernas, enterrándolas en las mantas al igual que sus manos.
Devlin fue implacable. No se detuvo. No desaceleró. No tomaba

prisioneros. Lo jodía tan fuerte y tan rápido que Zacarius olvidó dónde
empezaba él y dónde terminaba Devlin. Todo su mundo se redujo al
hombre que lo penetraba. No sentía nada más.
Estaba tan ensimismado siendo jodido que gritó cuando Devlin

repentinamente se retiró y lo giró de nuevo sobre su espalda. Devlin
inmediatamente regresó, empujándose nuevamente dentro de Zacarius
antes de que él pudiese protestar.
Sus manos fueron unidas y mantenidas sobre su cabeza por una de

las manos de Devlin. No podía moverse, aun cuando quisiera, sin
embargo no quería. Devlin lo sujetó a la cama con el peso de su cuerpo
mucho más grande y la fuerza de su mano.
―Mío ―gruñó Devlin hacía él, su rostro era feroz.
―¡Sí!― sonrió Zacarius, inclinando su cabeza hacia atrás

desnudando su cuello para que el hombre lobo lo reclamara. La bestia de
Devlin entendió aun cuando su lado humano no lo hizo. Nunca había
sido mordido antes, Zacarius se descubrió un poco sorprendido por lo
excitado que se sintió cuando Devlin hundió sus largos colmillos en su
cuello.
―¡Sí, mi amor, sí!― Zacarius gritó cuando las emociones de

posesividad, alegría y profunda satisfacción lo abrumaron. Su grito se
convirtió en un grito agudo cuando su pene entró en erupción y llenó el
espacio entre ellos con su segundo orgasmo.
Cuando Devlin gruñó sobre él, lava caliente llenó su culo, Zacarius
sintió que llegaba a su clímax por tercera vez. Se sentía estimulado al
51 saber que había llevado a su pareja a la cima del placer. Y luego el nudo
al final de la polla de Devlin se extendió, alojándose contra su próstata.

Zacarius inhalaba rápidamente mientras Devlin continuaba

moviéndose con pequeños empujes con la intención de prolongar su
placer. Sacudió el nudo, estimulando a Zacarius a un nivel de éxtasis
nunca antes alcanzado. Se quejó más allá de los gruñidos y gemidos. Sus
manos se cerraron, buscando algo en lo que sostenerse, pero Devlin aún
las mantenía sobre su cabeza. Su cuerpo se resistió, demasiado sensible
para permanecer quieto.
Cuando Devlin levantó su cabeza y lamió la pequeña marca del

mordisco en su cuello, cerrándola, el cuerpo de Zacarius perdió su batalla
con la realidad. El toque de las manos de Devlin sobre su sensible pene
fue el colmo.
Un orgasmo de proporciones monumentales arrasó el cuerpo de

Zacarius, un cortocircuito en cada terminación nerviosa lo poseyó y
terminó en su pene. Sus ojos se pusieron en blanco y la luz explotó en sus
ojos. Luego todo se volvió negro.
Zacarius abrió los ojos lentamente. Ambos párpados se sentían

unidos con pegamento. Le costó todas sus fuerzas sólo levantarlos y
mirar alrededor buscando a su compañero. Esperaba que Devlin
estuviera con él en la cama. No lo estaba.
Una repentina chispa de energía lo golpeó cuando cundió el

pánico. Zacarius rodó a un lado de la cama. Sacó las sabanas del colchón
y las envolvió alrededor de su cuerpo antes de ir hacia la otra habitación.
Zacarius se apoyó en el marco de la puerta cuando vio a Devlin

52 inclinado en la ventana, mirando hacia afuera al cielo nocturno. Estaba
completamente vestido hasta sus zapatos, con una bolsa pequeña a sus

pies y un vaso de líquido en su mano. Zacarius asumió que era whisky. A

Devlin le gustaba el whisky.
―Podrías habérmelo dicho ―dijo Devlin sin siquiera girar la cabeza.
―Podría haberlo hecho pero, ¿me habrías creído?― preguntó

Zacarius.
―Tal vez sí, tal vez no ―respondió Devlin. Se encogió de hombros

antes de girarse para mirar a Zacarius―, pero debió haber sido mi
decisión.
Sí, está bien, Devlin podría tener un punto de razón. Zacarius sabía
que eran compañeros antes de que se acostaran juntos. Debería haberlo
mencionado antes de forzar a Devlin a cambiar y reclamarlo. Se sintió
culpable, pero no lo suficiente para dejar al hombre libre de culpa. Devlin
reclamó a Zacarius justamente y él no se daría por vencido sin luchar.
―Tienes razón ―dijo Zacarius―. Debí haberte dado esa elección. No

puedo cambiar eso ahora, sin embargo, no quería. Me has reclamado. Yo
te pertenezco.
―¿Y si no te quiero?― gruñó Devlin, enviando una flecha

directamente al corazón de Zacarius―. ¿Entonces qué, Alteza? ¿Me vas a
ordenar que sea tu compañero? ¿Me enviarás a las mazmorras si me
rehusó?
―N… no, por supuesto que no ―balbuceó Zacarius, con su corazón

cayendo a sus pies. Nunca consideró la posibilidad de que Devlin podría
no quererlo. Sabía que su compañero tenía sus reservas acerca de una
relación entre un vampiro y un hombre lobo, pero supuso que podrían
hacerlo funcionar. ¿Podría estar equivocado?
―Eres libre de irte cuando quieras ―susurró. Rogaba porque Devlin

no tomara esa opción, pero la feroz mirada de traición en su rostro le dijo
que lo haría. Zacarius trató de esconder el dolor de su corazón detrás de
una máscara de indiferencia.
53
Devlin levantó su bolso y caminó por la habitación, dirigiéndose a
la puerta. Se detuvo cerca de Zacarius. La mirada en los ojos de Devlin

cuando lo miró hizo que el corazón de Zacarius se marchitara en su

pecho.
―Lo sabía. Nunca debí haber confiado en un chupasangre ―Devlin

gruñó―. Te traicionarán y te apuñalarán por la espalda a la mínima
oportunidad que tengan.
Zacarius no pudo responder. Devlin tenía razón. Él mintió. Fue una

mentira por omisión, pero aun así una mentira. Zacarius no tenía
derecho a detener a Devlin cuando salió encolerizado de la habitación.
Aún así levantó su mano para detenerlo, lloriqueando con aflicción
cuando Devlin liberó su brazo y se alejó sin mirar atrás.
Zacarius hizo una mueca cuando la puerta golpeó al salir su

compañero. Entumecido, caminó hacia el teléfono y llamó a Alfred.
Contestó inmediatamente.
―Alfred ―dijo Zacarius, sorprendido de que su voz sonara tan

firme cuando el resto de él se derrumbaba en el suelo―, el Señor Morgan
va de camino hacia abajo. Por favor asegúrate de que llegue a salvo a su
auto.
―Por supuesto, Alteza ―contestó Alfred.
―Gracias, Alfred. Necesito descansar. No quiero ser molestado.
―¿Está todo bien, Alteza?
¡Por supuesto que no! Acababa de perder a su compañero.
―Todo está bien, Alfred.
54

Capitulo 5.-
Devlin acabó con otra cerveza. Su quinta... no, sexta cerveza de la

noche. Si la elección era suya, sólo sería una de muchas. Haría lo que
fuera para librarse de los ojos que veía en su cabeza, mirándole,
rogándole.
Llevaba casi dos semanas en Wolf Creek desde que había

vuelto. No había conseguido estar más que unos pocos minutos sin
pensar en Zacarius. Se debatía entre ataques de rabia contra Zacarius por
mentirle, y el desearlo tanto que le dolían los dientes.
Era bastante inútil para todo el mundo. Su mente seguía vagando,

reviviendo los momentos robados en los brazos de su Príncipe. No era
capaz de concentrarse ni en una maldita cosa. Cada vez que pensaba que
conseguía olvidarlo, Zacarius volvía a aparecer.
―¿Quieres decirme lo que pasó?
Devlin miró a su compañero de juergas, Reece, y negó con la

cabeza. No quería compartir su tiempo con Zacarius con nadie. Eso
podría hacerlo real. También se sentía posesivo sobre Zacarius. Nadie
más tenía que saber sobre él.
―¿Por qué no me lo cuentas de todos modos?― le preguntó Reece―.

Voy a averiguarlo tarde o temprano, así que podrías decírmelo mientras
aún estás sobrio.
55 Devlin se rió entre dientes. ―No estoy seguro de que pueda hablar
de eso estando sobrio.
―Entonces, toma otra cerveza, y luego me lo dices.

Devlin se quedó mirando su cerveza. ¿Podría hablarle a Reece

sobre Zacarius? Reece era su mejor amigo, alguien en quien confiaba más
que en cualquiera. En este momento, confiaba más en Reece de lo que
confiaba en su propia pareja, y eso le molestaba.
―Encontré a mi pareja.
―Vaya, genial ―dijo Reece, dándole una palmada en la espalda―.

Felicitaciones, amigo. Ya era la maldita hora. Háblame de él ―Reece se
detuvo―. Se trata de un él, ¿no?
―Oh sí, él es todo un hombre.
―Bueno, eso es un alivio ―Rió Reece―. Tenía miedo de que me

dijeras que te acoplaste a una chica.
―No ―dijo Devlin, sacudiendo la cabeza―. Eso habría sido más

fácil.
―¿El acoplarte con una mujer habría sido más fácil? ¿Has perdido
la cabeza?
Devlin miró a Reece, dejando que toda su frustración, rabia, y dolor

se filtran a través del estricto control que mantenía sobre sí mismo desde
que había dejado a Zacarius. ―Tener a una mujer como pareja sería
jodidamente mucho más fácil que a un Príncipe vampiro.
―¡Mierda!
Devlin asintió con la cabeza, comenzando a reírse cuando la

ridiculez de la situación lo llenó. No sólo se acopló a un vampiro, se
acopló a un Príncipe vampiro. ¿Podría su vida ser más jodida? Se rió
tan fuerte que las lágrimas cayeron de sus ojos.
―Deberías verlo, Reece ―le dijo Devlin a través de las lágrimas que
corrían por su rostro―. Es la cosa más hermosa que he visto en mi vida.
Piel blanca pálida, cabello negro largo y sus ojos amatistas que son tan
profundos, te juro que puedo ver mi alma en ellos cada vez que le miro.
56
―¿Lo has reclamado?
―Oh, sí.
―Entonces ¿qué demonios estás haciendo aquí? ―exclamó Reece―

¿Por qué no estás con tu pareja?
La risa de Devlin se redujo hasta alejarla al recordar por qué estaba

sentado aquí, en Wolf Creek, en lugar de con su compañero. No había
nada que pareciera ni un poco divertido en todo aquel asunto. Quería
estar con Zacarius. Ni siquiera le importaba que fuera un vampiro.
Simplemente no era capaz de dejar pasar la mentira. Los

compañeros no deberían mentirse el uno al otro, incluso si se trataba
de una mentira por omisión. Se sentía mal, era como una traición hacia
todos los compañeros que representaba. Zacarius lo sabía, incluso antes
de que ellos tuvieran relaciones sexuales, que eran compañeros. No le
dijo nada, y eso le dijo más de lo que cualquier palabra podría.
―Me mintió.
―¿Te mintió? ―preguntó Reece―. ¿Cómo?
―Sabía que éramos compañeros antes de que nos acostáramos

juntos. Nunca dijo nada. No me dio opción.
Reece estuvo en silencio el tiempo suficiente para que la curiosidad

picara a Devlin. Miró a Reece otra vez, parecía un poco pálido. Se miraba
las manos, mientras las retorcía en su regazo.
―¿Reece?
―Nunca le dije nada a Keeley antes de reclamarlo ―dijo Reece―. Yo

no le di opción tampoco. ¿No haberlo hecho me hace una mala persona?
Devlin agitó su mano frente a Reece y apoyó la cabeza contra el

respaldo de la silla en la que estaba sentado. ―No es lo mismo. Keeley
sabía que eras un hombre lobo antes de que lo reclamaras.
―Sabías que tu pareja era un vampiro antes de que lo reclamaras

―razonó Reece―. ¿Cuál es la diferencia?
57 ―Simplemente es diferente ―insistió Devlin.
―¿Cómo? Si él sabía que eras un hombre lobo y tú sabías que era

un vampiro, ¿qué es lo diferente?
―¡Me mintió, Reece! ―exclamó Devlin―. Podría haberme dicho que

éramos compañeros. Pudo haberme dado la oportunidad de decidir si
quería o no reclamarlo. No lo hizo. En cambio, consiguió excitarme tanto
que cambié y lo reclamé.
―¿Y?
Devlin gruñó. Reece no lo estaba entendiendo bien. Zacarius lo

había traicionado. ¿Qué parte de eso no entendía Reece? Todo esto tenía
perfecto sentido para Devlin.
―No veo cuál es el problema aquí, Dev ―dijo Reece―. Es tu pareja.

Lo sabía antes que tú. ¿Y qué? ¿No lo habrías reclamado si hubieses
sabido que eran compañeros antes de hacerlo?
―Ese no es el punto, Reece ―explotó Devlin, golpeando su cerveza

contra la mesa―. No importa si éramos compañeros o no, o si sabíamos
de qué especie éramos. Lo que hizo estuvo mal.
Devlin metió la mano en su cabello mientras trataba de encontrar la

manera de expresarle su problema a Reece. ―Si es capaz de mentirme en
algo tan importante como nuestra unión, ¿sobre qué más me mentiría?
―¿Tener un Príncipe vampiro no es tu problema entonces?
―No ―dijo Devlin―. Si, bien, es un poco raro, pero no es algo a lo

que no podría acostumbrarme.
―¿Por lo tanto, es la mentira?
Devlin asintió con la cabeza. ―Escondió algo de mí, Reece, y no fue

algo pequeño. Sé que es un Príncipe y todo, está acostumbrado a salirse
con la suya, pero uno pensaría que en algo tan importante, al menos
entre compañeros, él no iba a mentir.
―Bueno, creo que puedo ver hacia dónde vas. Como Príncipe, él no
podría ver nada malo en la retención de información acerca de algo
como el acoplamiento o cualquier otra cosa. Desde luego, no empezó las
58
cosas bien, pero ¿eso significa que no hay ninguna posibilidad para
ustedes dos?

Devlin se encogió de hombros. ―Honestamente, no lo sé.
―¿Has intentado hablar con él, explicarle tus inquietudes?
Devlin sintió que su cara ardía en llamas. No sólo no trató de

explicarle las cosas a Zacarius, sino que quiso que sintiera tanto dolor
como él.
Y se había asegurado de que lo sintiera.
―No.
―Conozco esa mirada, Dev ―dijo Reece―. ¿Qué hiciste?
―Me fui.
―¿Así sin más? ¿Le dejaste un número o le dijiste cómo puede

ponerse en contacto contigo?
Devlin negó con la cabeza.
―¿Hablaste de algo con él?
Devlin se rió entre dientes. ―No conversamos mucho, amigo.
―¡Cristo! Tú sí que sabes cómo joder las cosas, ¿no?
―¡Hey!― protestó Devlin, indignado. Reece era su amigo. Debía

estar de su lado.
―Incluso si él quisiera venir a hablar contigo, para pedirte

disculpas, ¿cómo puede, si ni siquiera sabe dónde vives?
―Sabe que vivo en Wolf Creek y que Daniel es mi alfa ―dijo

Devlin―. Podría encontrarme si realmente lo hubiera querido. Bueno, ya
han pasado dos semanas, supongo que no me está buscando.
―¿Le diste alguna razón? ―le cuestionó Reece―, ¿O simplemente lo

abandonaste hecho una furia después de una rabieta?
―Yo nunca…
59

―¿Devlin?― dijo Keeley, cuando entró en el cuarto, interrumpiendo

la negativa de Devlin―. Hay un tipo pequeño y extraño en la puerta
buscándote. ¿Alguien llamado Alfred?
Devlin se levantó de su silla antes de que Keeley terminara de

hablar. Casi corrió hacia la puerta principal. Efectivamente, Alfred estaba
allí. Lo vio agitado, desordenado, a diferencia de su habitual calma y
apariencia de ser dueño de sí mismo.
―¿Alfred?
―Oh, Señor Morgan, estoy muy contento de haberlo encontrado

―dijo Alfred, pronunciando palabras que nunca pensó oír salir de la boca
del hombre. Una expresión de alivio se filtraba en el rostro de Alfred.
―¿Qué pasa, Alfred?― preguntó Devlin, su corazón comenzó a

palpitarle en el pecho. Recordó que alguien había envenenado a su
compañero la última vez que lo vio. El miedo lo llenó―. ¿Le ha pasado
algo a Zacarius?
Alfred realmente hizo una mueca, retorciendo sus manos juntas

con nerviosismo.
―Estoy seguro que me mataría si sabe que vine aquí, señor, pero no
tenía otra opción. No podía pensar en otra cosa qué hacer.
Devlin agarró a Alfred por los brazos y le dio una pequeña

sacudida. ―Alfred, ¿qué diablos está pasando? ¿Dónde está Zacarius?
―Está en el auto ―le dijo Alfred mientras miraba por encima de su

hombro a la camioneta de color oscuro aparcada en la calle detrás de
él. Volvió a mirar a Devlin, su rostro se veía afligido. ―Creo que se está
muriendo, señor.
Devlin casi tiró a Alfred a un lado en su prisa por llegar a Zacarius.
Corrió a través del patio y destrozó la puerta abriéndola sólo para

lanzar un grito al mirar delante de él. Su compañero estaba sentado en la
60
parte trasera de la camioneta, si es que Devlin podía llamar a la criatura
enferma dentro de esta su compañero.

Los ojos de Zacarius estaban hundidos en su cabeza, tanto que

parecían enormes en su rostro. Los huesos se le marcaban en su cara y su
piel era blanca. Parecía haber perdido unas veinte o treinta libras. Su piel,
prácticamente colgaba de su cuerpo.
Se veía tan frágil, Devlin casi tenía miedo de recogerlo.
En su lugar, se arrastró a su lado, sosteniendo la inerte forma de

Zacarius contra sí. Alisó el cabello seco y quebradizo quitándolo de su
rostro, se sentía triste por la pérdida de la lustrosa apariencia de Zac.
―Zac, cariño ―le susurró Devlin. No recibió respuesta, ni siquiera

un destello de un parpadeo―. Vamos, bebé, abre los ojos.
Todavía no había respuesta.
Decidió que tenía que llevar a Zacarius dentro de la casa, Devlin

recogió a su compañero con sus brazos, hizo una mueca de dolor cuando
se dio cuenta de que apenas pesaba. Se deslizó hasta la puerta donde
Alfred, Reece, y Keeley se agolpaban. Devlin corrió hacia la casa,
dirigiéndose directamente hacia su habitación. Compartía la casa con
Reece y Keeley, como lo hacía antes de mudarse a Wolf Creek. Su
habitación estaba situada a un lado de la casa, la de Reece y Keeley, al
otro lado.
―¿Keeley, puedes apartar las sábanas? ―preguntó Devlin en el

momento en que entró en la habitación.
Keeley se adelantó y apartó las mantas hacia atrás. Devlin se acercó

y puso a Zacarius en la cama. Se sentó junto a él, lo exploró con las
manos, recorriendo hasta el último centímetro de su cuerpo en busca de
lesiones.
A excepción de la extrema pérdida de peso y la piel blanca pastosa,

no parecía haber nada malo con Zacarius. Simplemente no se despertaba.
―¿Qué fue lo que pasó, Alfred?― preguntó Devlin, con las manos
61 siempre rozando el cuerpo de Zacarius―. ¿Alguien lo envenenó otra vez?
―¿Otra vez?― gritó Alfred―. ¿Alguien lo había envenenado

antes? ¿Cuándo?
Devlin miró a Alfred, sonrojándose. ―Sí, ¿recuerdas ese par de días

que estuvimos en la habitación de Zacarius? ¿Cuándo viniste a quejarte
de los rumores? Alguien había envenenado el vino de Zacarius.
―Nunca me lo dijo.
Devlin negó con la cabeza. ―No quería que nadie lo supiera. Dijo
que lo haría vulnerable.
―Tenía razón ―coincidió Alfred―. A la primera señal de debilidad,

sus enemigos le atacarían.
―¿Qué enemigos? ―gruñó Devlin―, ¿Ha sido envenenado?
―No sé ―dijo Alfred―. Ha estado desanimado desde que usted se

fue, pero hace una semana me di cuenta de que empezaba a verse muy
pálido. Me ofrecí a llevar un donante de sangre, pero él no quería saber
nada de eso. Se enfadó mucho conmigo cuando insistí.
Devlin se congeló cuando las anteriores conversaciones con

Zacarius se filtraron en su cerebro. De golpe se dio cuenta de que
fácilmente, el estado de Zacarius podría ser culpa suya. Le había dicho
que una vez acoplado, un vampiro no podía beber sangre de nadie más,
excepto de su compañero. Devlin era su compañero, y se había ido.
―Todo el mundo fuera ―Devlin gruñó―. Necesito unos minutos a

solas con Zacarius.
―¿Estás seguro, Dev?― preguntó Keeley.
―Sí, Keeley ―dijo Devlin―. Pero te agradecería si le hicieras un

poco de sopa caliente y té. ¿Y Reece? Es posible que desees informar a
Daniel que dos vampiros se quedarán aquí por ahora. Estoy seguro de
que querrá saberlo.
―Querrá saber más que eso.
Devlin hizo una mueca. Había atraído un montón de problemas

62 sobre la cabeza de Daniel. Esperaba que el Alfa entendiera que su
compañero estaba involucrado y que no tenía otra opción.

―Alfred ―dijo Devlin, con su voz llena de autoridad―. Ve con

Keeley y prepara algo de comida para tu Príncipe. Estoy seguro de que va
a tener hambre cuando se despierte.
Alfred asintió con la cabeza y se apresuró a ir con Keeley. Devlin

sabía que el sirviente necesitaba algo que hacer. Parecía tan fuera de sí de
la preocupación. Devlin lo estaba también. Sólo tenía una sola idea de lo
que podría estar mal con Zacarius. Podría estar equivocado, pero no lo
creía.
Tan pronto se cerró la puerta del dormitorio, Devlin se giró hacia

Zacarius. Seguía estando helado. Devlin le sacó la ropa con cuidado,
doblándola y colocándola en una silla cercana. Volvió a la cama y arropó
con las mantas a su compañero.
Devlin acarició la cara de Zacarius. ―Oh, Zac, ¿qué nos estamos

haciendo el uno al otro?
Zacarius se movió. A Devlin se le congeló su aliento en la garganta.

―¿Zac? ¿Cariño?
Zacarius se giró hacia él. Sus ojos se agitaron y finalmente se

abrieron. Parecía aturdido, muy perdido. Mientras poco a poco se
despejaba, una sonrisa se abría camino en su rostro.
―Dev, mi Dev ―susurró Zacarius, alcanzando con una mano

temblorosa a Devlin. Devlin se quedó inmóvil, no sabiendo si debía
tomarla o no. Cuando no hizo ningún movimiento para tomar la mano
esta cayó sin fuerzas a la cama. Una sola lágrima de color rojo sangre
rodó por la mejilla de Zacarius cuando él apartó la cabeza.
Devlin, de repente se sintió como un tonto por resistirse a su

compañero, se acercó a Zacarius. ―Zac, cariño ―le dijo en voz baja―,
mírame.
Zacarius no dio ninguna señal de que oía a Devlin. ―Zacarius, esto

es ridículo. Obviamente, necesitas alimentarte. Yo estoy aquí.
63
Zacarius negó con la cabeza. Seguía sin mirarle. Devlin le acercó el
brazo y lo sostuvo bajo su nariz. La única señal que Zacarius dio en
respuesta fue apretar los labios y levantar la nariz.
―Maldita sea, Zacarius ―espetó Devlin―. Deja de jugar al mártir.
Cuando Zacarius no lo mordió, Devlin cogió un cuchillo y se hizo

un corte en la muñeca. Llevó la muñeca sobre la boca de Zacarius, viendo
como su sangre caía sobre los labios del hombre. Zacarius no reaccionó en
un primer momento, la sangre le goteaba por la barbilla. Entonces, de
repente, se volvió y mordió la muñeca de Devlin.
Devlin gritó por la ferocidad de la mordida. Una mirada salvaje

apareció en los ojos de Zacarius cuando empezó a chupar la esencia de su
vida.
Cuando Devlin comenzó a sentirse mareado, trató de tirar de su

brazo, pero Zacarius no lo dejaba ir. Le gruñó, sujetándolo con más
fuerza, succionando con más ansia. Devlin podía sentir que empezaba a
debilitarse. Tiró de nuevo.
―Zac…Zacarius ―exclamó Devlin en su desesperación―. Cariño,

tienes que soltarme.
Devlin finalmente apretó la mano contra la cabeza de Zacarius y

empujó para conseguir que el Príncipe lo dejara en libertad. Se levantó y
envolvió con la otra mano su muñeca que seguía sangrando, mientras se
maldecía a sí mismo en silencio. Se dirigió al baño para limpiar y tratar la
herida.
Metió la mano bajo el chorro de agua fría y luego limpió el hilo de

la última gota de sangre. A medida que envolvía una gasa alrededor de la
muñeca, se dio cuenta de que le gustaba la idea de proveer a su
compañero en un nivel tan básico. Le hacía sentirse necesario de una
forma que nunca antes había sentido.
Devlin apoyó las manos en el costado del lavamanos de mármol,

mientras se contemplaba a sí mismo en el espejo. ¿Podría ser lo
suficientemente honesto consigo mismo para darse cuenta que la mentira
palidecía en comparación al hecho de no tener a su compañero? ¿Podría
64 tener otra oportunidad?
No estaba seguro, pero tenía que intentarlo. No podía dejar que las
cosas se quedaran como estaban. Alguien andaba aún tras Zacarius y no

podía dejar que le pasase nada a su compañero, ni siquiera por su propia

mano.
Cuando entró de nuevo en el dormitorio, Zacarius estaba apoyado

en las almohadas. Su color era pálido, pero no mortalmente blanco.
Los duros ángulos en su rostro se suavizaron un poco y le pareció

que tenía un poco más de brillo saludable.
Devlin se sentó en el borde de la cama y esperó. Estaba decidido a

descubrir por qué Zacarius estaba en tan malas condiciones, ¿Por qué no
había venido antes? Devlin podía estar enfadado con él, pero aún así eran
pareja.
―Debiste haber dejado que muriera ―murmuró Zacarius sin mirar

en dirección a Devlin. Podía sentir a su compañero mirándole.
―No seas ridículo ―dijo Devlin―. No voy a dejar que te mueras.
―¿Por qué no? ―resopló Zacarius―. Hubiera sido más amable.
―Zac…
Zacarius se volvió para mirar a Devlin, enfadado. ―¿Crees que

quiero venir a ti cada día y rogar por el resto de mi vida? Prefiero estar
muerto.
―¿Realmente no puedes beber de otra persona ahora que estamos

acoplados?
65 Devlin parecía sorprendido. Probablemente pensaba que Zacarius

le había mentido sobre eso también.

―¡No!― gritó Zacarius, furioso. Devlin no era el único que se sentía

traicionado. Se suponía que iban a ser compañeros, que cuidarían el uno
del otro por encima de todo. A Devlin no parecía importarle.
―Estas realmente en un aprieto, ¿no?
―Que te jodan, Devlin. ―Zacarius no podía creer que Devlin se

tomara su vida tan a la ligera, pero supuso que su compañero le había
dejado en claro cómo se sentía con respecto a él. A Devlin él no le
importaba. Ahora Zacarius sabía que nunca tendría la pareja que quería,
la pareja con la que había soñado desde hacía quinientos años.
―Sólo estoy diciendo, Zac, que será mejor que te tragues tu orgullo
o marchitarte y morir.
―Voy a marchitarme y morir, muchas gracias. ―Nunca le pediría

algo a su compañero si no le era dado libremente. Prefería morir.
―¿Me odias tanto?― susurró Devlin.
―No, yo no te odio ―respondió Zacarius suavemente, de repente se

sentía muy triste y resignado ante la pérdida de su compañero―, sino
todo lo contrario. Eso no cambia el hecho de que no elegiste que yo fuera
tu pareja.
―Por supuesto que no. El destino es quien elige a nuestros

compañeros.
Zacarius gesticuló con la mano hacia Devlin. ―Sabes lo que quiero

decir, Devlin. No me elegiste para ser tu compañero. No quieres que yo
sea tu pareja ―resopló Zacarius―. Lo has dejado más que claro.
―No es que yo no quiera que seas mi compañero. Es que…me has

mentido, Zacarius.
Zacarius se quedó mirando el techo. Pensó en eso una y otra vez.

Le mintió a Devlin mirara cómo lo mirara. Ni siquiera había algún
margen de maniobra para tratar de fingir que no lo había hecho. ―Lo sé
66
―murmuró.

No había nada más que decir. Le había mentido a su compañero y

ahora éste no iba a perdonarlo. Podría pasarse el resto de su vida
manteniendo la esperanza de que Devlin pudiera perdonarlo algún día,
rogando por un poco de atención y por su propia vida al pedirle su
sangre. O podría elegir no hacerlo.
La elección le parecía bastante sencilla. Sabía que no podría vivir

sin Devlin, y no sólo porque necesitaba la sangre de su compañero.
También necesitaba de su amor y afecto, y ambas cosas parecía haberlas
perdido para siempre.
―Realmente estoy muy cansado ―le susurró Zacarius, la discusión

lo había agotado―, Me gustaría dormir.
―¿Necesitas algo?― preguntó Devlin.
Zacarius quería fingir que oía preocupación en la voz de Devlin,

pero sabía que se estaba mintiendo a sí mismo. Y la mentira lo había
metido en esta situación en primer lugar. Así que era mejor aceptar que
Devlin sólo estaba siendo amable, como lo sería con cualquier otra
persona.
―No, estaré bien.
Zacarius esperó hasta que Devlin saliera de la habitación y cerrara

la puerta tras él, antes de alcanzar su ropa. Tan débil como aún se sentía,
le llevó más de unos minutos vestirse. Apiló unas almohadas debajo de
las mantas y luego se dirigió a las puertas dobles que llevaban afuera.
Echó una última mirada a la habitación que compartió con Devlin

por tan corto de tiempo, se volvió y salió. No sabía a dónde podría ir, con
tal de estar lejos de aquí y de la única persona que quería por encima de
todo y nunca podría tener.
67

Capitulo 6.-
―¿Cómo está él, señor?
Devlin sonrió. ―Está bien, Alfred. Sólo necesitaba un poco más de

sangre.
―¿Logró que bebiera?― preguntó Alfred, escaneando rápidamente

el cuerpo de Devlin hasta que sus ojos se posaron en su muñeca. Hizo
una mueca ante la gasa blanca que cubría la muñeca de Devlin.
―Está bien, Alfred ―dijo Devlin―. Logré que bebiera lo suficiente

para que tenga un mejor color y ya no se ve tan demacrado. Va a estar
bien.
―¿Sabe qué le sucedió, señor?― preguntó Alfred―. ¿Alguien lo

envenenó otra vez?
Devlin negó con la cabeza. ―No, no lo creo, Alfred.
―¿Entonces por qué estaba tan enfermo?
Devlin frunció el ceño, mirando hacia abajo a sus manos. De todas

formas, incluso en su propia cabeza parecía un idiota. Zacarius le había
explicado sobre el acoplamiento y sobre beber su sangre. Lo sabía antes
de irse, que Zacarius podría estar en peligro. Y de todos modos se fue.
La condición actual de Zacarius era su culpa. No era de extrañar

que el hombre no quisiera tener nada que ver con él. Él no lo querría si
68
estuviera en la misma posición. Mentir parecía algo pequeño en
comparación.
―¿Señor?

―Sólo necesitaba un poco de sangre, Alfred.
―Pero traté de conseguirle un donante, señor ―dijo Alfred―. Se

enfadó tanto conmigo. Me echó fuera de sus aposentos y se rehusó a
abrirle la puerta a quien fuera.
―Sí, sobre eso… ―Devlin fue evasivo. Inclinó la cabeza por un

momento y luego miró a Alfred, sintiéndose increíblemente incómodo―.
Ahora soy el único que le puede dar sangre.
―Pero eso quiere decir… ―Alfred palideció. Sus ojos se abrieron.

Luego pareció recobrar el control de sus sorprendidas emociones. Inclinó
la cabeza con una ligera reverencia―. Alteza.
―Oh infiernos, Alfred ―dijo Devlin―. Aún soy un hombre lobo.
―Puede ser así. Sin embargo, como el compañero del Príncipe

Zacarius, ahora es su consorte, y como tal debe ser tratado
apropiadamente.
Devlin hizo rodar sus ojos. Esto sólo se ponía mejor y mejor.
Necesitaba un título tanto como necesitaba un agujero en la cabeza.
Primero, no sabía nada sobre ser de la realeza. Se sentía más cómodo en
una barbacoa en el jardín.
―Por supuesto necesitamos planificar la ceremonia de compromiso

y presentarlo al aquelarre. ―continuó Alfred. Devlin podía ver los
engranajes moviéndose en la cabeza de Alfred. Prácticamente salía humo
de sus oídos―. Tal vez un cóctel.
―Alfred, detente ―dijo rápidamente Devlin―. Nada de fiestas.

Zacarius no está en condiciones de ir a fiestas con nadie.
―Pero Alteza, tenemos que hacer una ceremonia de compromiso.

―Alfred parecía como si fuera a caerse―. Simplemente es así como deben
hacerse las cosas.
Devlin suspiró. ―Está bien, te diré algo. Puedes planear la

69
ceremonia de compromiso, pero eso es todo. ¿Entendido?
Alfred asintió rápidamente.

―Ahora Zacarius necesita descansar ―continuó Devlin―. Tú

planéala y te haré saber cuándo Zacarius puede asistir. ¿Está bien para ti?
―Oh, sí, Alteza. ―Alfred sonrió radiante―. Usted es muy

comprensivo, señor.
Keeley rompió en carcajadas, apoyándose en el mostrador como si

lo necesitara o podría caerse al suelo. ―¿Él es muy comprensivo? Espera a
que vivas con él un tiempo. Esa opinión podría cambiar.
No fue hasta que Keeley dijo las palabras que Devlin se dio cuenta
que estaba acoplado con un Príncipe vampiro, él dejaría a su manada
para vivir en un aquelarre de chupasangres. Devlin se estremeció. Eso
podría ser interesante.
―¿Dev?― dijo Keeley, apoyando sus manos en los brazos de

Devlin, mirándolo preocupado―. No quise decir nada con eso.
Devlin sonrió, dándole palmaditas en la mano a Keeley. ―Lo sé,

entrometido. No fue por eso. Me acabo de dar cuenta que tendré que
dejar Wolf Creek. Supongo que cuando descubrí que Zacarius era mi
compañero nunca consideré eso.
―Oh ―Keeley se mostró pensativo un momento―. ¿No hay manera

de que puedas seguir viviendo aquí? ¿Tal vez Zacarius esté de acuerdo en
vivir aquí con nosotros?
―No, dulzura, él es el Príncipe de su aquelarre ―dijo Devlin―. Lo

correcto es que él esté allí con ellos. Y yo… yo necesito…
―Y tú eres su compañero ―Keeley terminó por él―. Necesitas

estar con él.
Devlin asintió. ―Sí, eso suena bastante exacto.
―Entonces, ¿Qué vas a hacer?
Devlin se encogió de hombros. ―¿Las maletas?

70
―¿No crees que deberías poner a tú pareja nuevamente en pie antes
de hacer planes para mudarte con él?― preguntó Keeley, con una pálida
ceja rubia arqueada a modo de pregunta.
Devlin se rió fuertemente. ―Eso probablemente sea una buena idea.
―¿Cómo de mal está?
Devlin negó con su cabeza. ―No tengo ni idea. Antes de Zacarius,

nunca había estado cerca de un vampiro. No tengo ni idea de qué
necesita o cuánta sangre necesita para estar normal, lo que sea que
signifique estar normal. Normalmente es tan pálido, es difícil de decir.
―¿Si me permite, señor?― preguntó Alfred.
Devlin lo miró, asintiendo.
―Si el Príncipe bebe sangre de hombre lobo, con unas pocas veces
bastará para que vuelva a la normalidad. Dependiendo, por supuesto, de
cuanto consuma en cada mordisco, Alteza.
―Por supuesto.
―Si usted ya lo ha alimentado una vez, señor, debe estar en camino

para volver a la normalidad ―dijo Alfred―, la sangre de hombre lobo es
mucho más potente que la sangre humana.
Keeley resopló.
―Eso he oído. ―Devlin hizo una mueca.
Alfred miró hacia atrás y adelante entre Devlin y Keeley. ―¿Dije

algo malo, señor?
―No, no exactamente, Alfred ―contestó Devlin―. La hermana de

Zacarius hizo un pacto con algunos miembros de nuestra antigua manada
para vender sangre de hombres lobos. Ella atacó a Reece, nuestro Alfa y a
Keeley, antes de que nos mudáramos aquí. Trató de matarlos para
sacarlos del camino porque ellos se oponían a su plan. Así fue como
murió.
―Una estupidez, si me lo pregunta ―contestó Alfred―. La Princesa

Adrianna no era más que un dolor de cabeza para el Príncipe Zacarius.
71
Siempre se estaba metiendo en un problema u otro. Sólo me sorprende
que alguien no la matara antes.

―¿Oh?
―No me gusta hablar mal de los muertos, pero esa mujer era malas
noticias ―dijo Alfred―. Siempre pensó que su estatus la hacía mejor que
todos los demás, que las leyes que gobernaban a nuestra gente no se
aplicaban en ella.
Alfred negó con su cabeza, con los labios fruncidos. ―Ella nunca
entendió que la familia real está ahí para guiar a las personas, para cuidar
de nosotros. El Príncipe Zacarius entiende eso. Sabe que es su deber
enseñarnos la diferencia entre el bien y el mal.
―¿Crees que esa podría ser la razón por la cual fue envenenado?―
preguntó Devlin―. ¿Podría alguien quererlo fuera del camino, así ellos
podrían gobernar el aquelarre a su antojo?
―Si la Princesa Adrianna aún estuviera con vida, habría dicho que
ella sería la candidata perfecta para eso. A ella nunca le gustó la idea de
que el Príncipe Zacarius reinara en el aquelarre y no ella.
―¿Porque es una chica?
―No, porque ella nació en segundo lugar ―dijo Alfred―. El

primero que nace siempre gobierna. Sin importar si el primogénito es
hombre o mujer. Sólo importa quien llega primero.
―Entonces, ¿Si la princesa elimina a su hermano matándolo?―

preguntó Devlin―, ¿Sería ella la siguiente en gobernar?
Alfred asintió. ―El aquelarre debe ser regido por un miembro de la

familia real. Si el Príncipe Zacarius muriera, Adrianna habría heredado el
aquelarre.
―Si Adrianna está muerta y luego Zacarius es asesinado, entonces,

¿Quién queda como heredero?
Alfred frunció el ceño. ―No estoy seguro. Ellos son los únicos niños
nacidos de su padre, y su linaje siempre fue sucedido por el noble que
72
gobernara antes de ellos. Él gobernó por más de doscientos años antes de
su muerte.

―¿Qué hay de su madre?
―¡Esperen!― gritó Keeley―. ¿Me estás diciendo que tu gente muere

de vejez? Pensé que eran inmortales o algo así.
―Sólo en las películas de Hollywood ―respondió Alfred, sonriendo

ligeramente antes de borrar la sonrisa de su rostro―. No, tendemos a
vivir más tiempo, pero podemos morir al igual que todos los demás.
Aunque los miembros de la familia real tienden a vivir más que los
miembros normales de nuestro aquelarre. El padre del Príncipe Zacarius
vivió hasta los setecientos cuarenta y tres años.
―¿Cómo murió?― preguntó Keeley.
―Fue atacado y asesinado por el Príncipe de otro aquelarre.

―Alfred se encogió de hombros―. Eso pasa.
―¿Mucho?― preguntó Devlin―. ¿Podría ser ese el motivo por el

que alguien envenenara a Zacarius?
―Nuestro aquelarre es un aquelarre muy deseado. Zacarius tiene

mucho territorio e incluso mucha influencia ―contestó Alfred,
palideciendo un poco―, supongo que todo es posible.
―¡Joder!― soltó Devlin. Miró a Alfred, con la certeza de que alguien

quería sacar a Zacarius de la foto. Por lo que al traer al Príncipe a Wolf
Creek podría haberle salvado la vida.
―Envenenaron su vino, Alfred ―dijo Devlin―. Lo olí con mi propia

nariz. ¿Quién podría haberlo hecho? ¿Hay alguien en el aquelarre que
tenga resentimiento contra Zacarius o que piense que ellos tienen derecho
a su reino?
La frente de Alfred se arrugó mientras pensaba. Finalmente,

después de unos momentos, negó con su cabeza. ―No. Todo el mundo lo
ama. Nuestro aquelarre ha prosperado bajo el reinado del Príncipe
Zacarius, más de lo que lo había hecho en siglos. No puedo pensar en
73 alguien que quiera lastimarlo.

―¿Qué hay de mí? Se suponía que bebería el vino junto a Zacarius.

Además de todo el asunto del hombre lobo, ¿Habría otra razón para
tratar de matarme?
―Si alguien sabía que los dos estaban acoplados, sí.
Devlin negó con su cabeza. ―Nos acoplamos hasta después de eso.
―¿Se lo dijiste a alguien antes de acoplarse?― acotó Keeley.
Está bien, ahí fue cuando sus problemas empezaron. Devlin no

tenía ni idea. Zacarius podría habérselo dicho a todo el mundo y Devlin
no lo sabía. El hombre ya había sido envenenado y se había recuperado
para el momento en que se acoplaron.
―Yo no se lo dije a nadie, pero Zacarius podría haberlo hecho

―finalmente contestó.
Alfred negó con su cabeza. ―No, yo habría sido el primero a quien

se lo dijera, y nunca lo hizo.
Eso hizo que Devlin se sintiera aun peor. Aparentemente Zacarius

no le había dicho a nadie que ellos estaban acoplados. Ya sea porque no le
importaba o porque no quería que nadie lo supiera. Devlin no estaba
seguro de qué hacer sobre eso.
―¿Crees que tu compañero estará ya despierto para responder

algunas preguntas?― preguntó Keeley―. Podría darnos una mejor idea de
quién está detrás de él.
Devlin asintió. ―Esa probablemente sea una buena idea. Iré a ver
como está y veré si está despierto.
Se dirigió a su dormitorio, frotando sus manos sudorosas en los

jeans. No sabía qué decirle a Zacarius. Era obvio incluso para Devlin que
ellos eran físicamente compatibles. Era fuera de la cama donde parecía
que tenían un problema.
74 Si pudieran superar todo esto, Devlin sabía que ellos podrían ser
una pareja formidable. El poder superarlo parecía ser el problema. Devlin

aún no confiaba en que él no mintiera, pero eso palidecía en comparación

a su culpabilidad ante la condición de Zacarius.
Zacarius no podría vivir sin él. La transgresión de Devlin había

puesto en peligro la vida de Zacarius. El que Zacarius mintiera sólo era
frustrante. ¿Qué parecía ser peor? Devlin sabía que lo suyo. Zacarius
tenía todo el derecho a no querer nada con él.
Devlin esperaba que su compañero fuera más indulgente que él.

Abriendo la puerta del dormitorio, caminó a un lado de la cama. Odiaba
molestar a Zacarius. Él necesitaba descansar, pero Devlin necesitaba
respuestas y sólo Zacarius podía darlas.
Se inclinó para agarrar y sacudir el hombro de Zacarius, pero su

mano sólo se hundió en las mantas. Devlin frunció el ceño. Tomó el borde
de la manta y tiró hacia atrás por completo para encontrar la cama vacía.
Su mente era una nube de confusión, Devlin miró alrededor de la

habitación. Todo estaba donde debería estar. Nada parecía estar fuera de
lugar… excepto la puerta doble, que estaba abierta. Devlin se puso de pie
de un salto y corrió hacia la puerta.
Abriéndolas, con la esperanza de ver el apuesto rostro de Zacarius,

Devlin se sorprendió al no ver nada más que el bosque detrás de su casa.
Parecía que no había señales de lucha, no habían forzado la entrada,
ninguna señal de nada. Ni siquiera de Zacarius.
Devlin cerró las puertas y se dirigió a la cocina donde Alfred y

Keeley esperaban. ―Zacarius se fue.
―¿Se fue?― preguntó Keeley.
―Se ha ido, perdido, lo que sea. Él no está aquí ―dijo bruscamente

Devlin―. Regresé al dormitorio y sus mantas estaban apiladas en la cama,
pero él no estaba ahí. Las puertas del patio estaban abiertas, pero no
había señales de él.
75 ―¿Podría alguien habérselo llevado, señor?

―No lo sé ―contestó Devlin. Se paseaba por la cocina, empujando

su mano por su cabello―. Quiero decir, supongo que alguien podría
haber entrado y llevárselo, pero habríamos sentido su aroma, ¿verdad?
Se detuvo y miró a Keeley y a Alfred. ―¿Verdad?
Keeley asintió rápidamente.
Alfred simplemente se encogió de hombros. ―No lo sé, señor. Yo

no soy un hombre lobo.
―Eso quiere decir que Zacarius se fue por su propia cuenta.

―susurró Devlin. La conversación de antes se repetía en su mente.
Zacarius quien prefería morir que estar acoplado a él. Devlin pensó que
sólo estaba enfadado. Nunca se imaginó que su compañero podría hablar
en serio.
―Debemos llamar a Reece.
Devlin miró a Keeley y asintió, agradeciendo que alguien estuviera

usando la cabeza. No podía dejar de pensar en las palabras de Zacarius.
¿Su compañero lo odiaba tanto que prefería morir a estar con él?
¡Espera! Él dijo que no lo odiaba, de hecho dijo justo lo contrario. Lo

opuesto al odio es el amor, ¿No es así? ¿Pero sí Zacarius lo amaba, por
qué se iría? Devlin frotó sus manos sobre su rostro mientras se llenaba de
angustia. Sabía la respuesta.
Zacarius se fue porque sintió que no tenía otra opción. Devlin hizo
todo lo posible, incluso dijo abiertamente las palabras, diciéndole a
Zacarius que ellos nunca tendrían una relación. El hombre no tenía
ninguna razón para quedarse y era lo suficientemente orgulloso para no
rogar.
Devlin se sintió como el idiota más grande del mundo. Mientras

más pensaba en ello, más sabía que toda esta situación recaía
completamente en sus hombros. Necesitaba encontrar a Zacarius antes de
76 que se metiera en más problemas de los que ya tenía.

―Voy a buscar a Zacarius ―dijo Devlin―, llama a Reece, luego a

Daniel y dile a ambos qué es lo que está pasando. Llevo mi móvil
conmigo. Si encuentras a mi compañero, llámame.
―¿Pero qué sucede, Dev?― gritó Keeley mientras Devlin se dirigía

a su dormitorio―. ¿Qué debo decirles?
Devlin se detuvo. Miró sobre su hombro a Keeley. ―Diles que mi

compañero vampiro está perdido en un valle lleno de hombres lobos y
sin ninguna protección.
Zacarius sentía frio, frio hasta en los huesos. No podía recordar

haber estado así de frio, y había pasado una década en Siberia. Se sentía
congelado. Envolvió sus brazos a su alrededor, pasando sus manos arriba
y abajo por sus antebrazos para calentarlos. No sirvió de nada.
Parecía que nada ayudaba. Hacía un rato su visión empezó a ser

borrosa y ahora veía grandes puntos que se movían. Si recordaba algo de
lo que le habían advertido cuando era niño, era que la falta de sangre
pronto podría conducirlo a la ceguera total y entonces estaría jodido.
También había otros efectos secundarios por la falta de sangre,

como la pérdida de sus sentidos. Eventualmente se le haría difícil mover
sus manos y piernas, luego estaría muy cansado, con ganas de acostarse y
dormir. Aunque si se dormía, nunca despertaría.
Eso, por supuesto, era asumiendo que no se volviera salvaje y

atacara a alguien. Desde luego, ahora sólo podía beber la sangre de
77 Devlin, pero de todas formas su instinto de cazador todavía le obligaría a
encontrar una fuente de sangre.

¿Y no sería eso perfecto? Ahora que estaba acoplado con Devlin,

tomar sangre de cualquier persona excepto su compañero podría volverlo
loco y tendría que ser sacrificado por la seguridad de todos los que lo
rodeaban.
Su vida sólo se ponía más interesante a cada segundo. Estaba en

medio de un valle lleno de hombres lobos y en peligro de atacar a uno de
ellos. Haría un montón de amigos de esa manera.
Para colmo, estaba perdido. No sabía dónde estaba, o a donde se

dirigía. Podría estar caminando hacia el límite del territorio de la manada
de Wolf Creek o directo al centro de ella. De cualquier manera en que lo
mirara, estaba jodido.
―Oye ―dijo una voz detrás de él, haciendo que Zacarius saltara ―,
¿estás bien? ¿Necesitas ayuda?
Zacarius se dio la vuelta para ver a un hombre joven, de cabello

rubio rojizo, quieto detrás de él. Retrocedió lentamente, no muy seguro
de cuan peligroso podría ser. Olió el aire, pero su sentido del olfato había
disminuido con el resto de sus sentidos.
―Mi nombre es Ethan ―dijo el joven―, Ethan Brown. ¿Puedo

ayudarte?
Zacarius negó con la cabeza.
―No te ves muy bien. ¿Quieres sentarte? ¿Necesitas un poco de

agua o algo?― con cada palabra, Ethan se acercaba lentamente hasta que
casi estuvo en frente de Zacarius.
―Soy un vampiro. ―Zacarius esperaba que el hombre joven se

asustara o al menos se alejara de él. No lo hizo. Sonrió y le tendió la
mano.
―Eso es genial ―dijo Ethan―, yo soy un hombre lobo.
Zacarius frunció el ceño. Ethan no estaba reaccionando de la

78
manera en que pensó que lo haría un hombre lobo. No se estaba
encogiendo de miedo. Ni siquiera estaba corriendo y gritando que había
un vampiro en el valle.
―¿Estás seguro que no quieres sentarte y tomar un poco de agua?―

preguntó Ethan―. Parece que estuvieras a punto de derrumbarte sobre
tus pies.
―No, no. Tengo que irme ―dijo Zacarius mientras se alejaba otra
vez de Ethan―. Necesito llegar a casa. ―Se dio vuelta y empezó a
caminar. Necesitaba alejarse de ese chico antes de que hiciera algo
verdaderamente estúpido. Sabía que estaba acabado. No quería llevarse a
nadie con él.
Aunque Ethan parecía no entenderlo. Zacarius gruñó cuando el

chico dio un paso hacia él, con sus manos en los bolsillos.
―Entonces, ¿dónde está tú casa?― preguntó Ethan.
―Muy lejos de aquí.
―Sí, me lo imaginé ―dijo Ethan―. ¿Cómo es ser un vampiro y todo

eso?
Zacarius no pudo evitar reírse. El chico parecía ser imperturbable.
―Yo tampoco soy de aquí ―dijo Ethan―. De hecho acabo de

mudarme.
Zacarius no dijo nada. Si se quedaba callado, tal vez el chico

entendería la indirecta y se iría. Cuando ignorar a Ethan no funcionó, se
detuvo y se giró para mirarlo.
―¿Vas a dejar de seguirme?
Ethan frunció el ceño. ―¿Quieres que lo haga?
Está bien, añadiría ser el mayor canalla del mundo a su lista de

ofensas. ―No, supongo que no. Sólo es que no estoy seguro de que andar
conmigo te granjee el cariño de tus vecinos.
Ethan bufó. ―Como si me importara impresionar a los vecinos.

Como dije, acabo de mudarme aquí. No conozco a nadie excepto a mi
79
antiguo Alfa, Reece, a su compañero, Keeley y a Devlin.

La respiración de Zacarius quedó atrapada en su garganta.

―¿Conoces a Devlin?
―Por supuesto, él era el beta de mi antigua manada ―dijo Ethan―.

Tuvimos que mudarnos aquí cuando un grupo de personas de nuestra
manada fueron asesinadas. ―Se encogió de hombros―. Esto está bien,
pero extraño mi hogar.
Ethan era uno de los compañeros de la antigua manada de Devlin.

Tenía que ser. Aquella manada de la que, la hermana de Zacarius, era la
responsable de que Ethan tuviera que mudarse.
―Recuerdas que soy un vampiro, ¿verdad?
Ethan asintió.
―¿Y no tienes miedo de mí?
―¿Vas a hacerme daño?― preguntó Ethan.
―No a propósito, pero debes saber que la mujer que asesinó a la

mayoría de tu manada era mi hermana. ―Zacarius miró de cerca a
Ethan―. ¿No te molesta?
―Bueno ―dijo Ethan―. Me imagino que si no me asesinaste en el

acto, entonces no lo vas a hacer. Con respecto a que tu hermana
exterminara a los miembros de mi manada, esa fue ella, no tú. Nadie debe
ser responsabilizado por las acciones de otros.
Zacarius quedó boquiabierto. ―¿Siempre eres tan comprensivo?
Ethan se encogió de hombros. ―Claro. ¿Por qué no serlo?
―Porque nadie piensa como tú.
―Tal vez deberían ―respondió Ethan―. Nadie debería ser

responsabilizado por las acciones de otros. No podemos controlar lo que
otros hacen. Sólo podemos responsabilizarnos por nuestros propios actos.
80 Zacarius sintió como si estuviera hablando con alguien mucho

mayor que él. Las palabras de Ethan eran las de un hombre sabio y le
hicieron sentir como si tuviera tres años. También lo hizo sentir inferior a

la suciedad, porque sus actos, hasta el momento estaban lejos de ser

honorables.
No sólo se propuso seducir a Devlin desde el principio, se había

asegurado de que el hombre no tuviese opción.
¿Qué decía eso sobre él y sus acciones? Es cierto, no había forzado a

Devlin, pero se había asegurado de que estuviera de acuerdo. No había
tenido en cuenta las objeciones que pudiese tener Devlin. Simplemente no
le había importado. Lo vio, lo quiso y lo tomó.
¡Era un imbécil!
De repente, unos brazos lo envolvieron y Ethan lo ayudó a

acercarse a un pequeño banco de madera. ―No tienes muy buen aspecto,
amigo.
―No me siento muy bien.
Ethan dejó caer sus manos y se recostó un poco en el banco.

―¿Quieres hablar de ello? ―preguntó―. Soy un gran oyente.
Zacarius se encogió de hombros. No estaba seguro de qué decir

exactamente. Había tenido el regalo más precioso del mundo en sus
manos y lo había arrojado lejos porque actuó como un idiota pomposo.
―¿Conoces a Devlin?
―Por supuesto.
―Es mi compañero. ―A Zacarius le gustó la forma posesiva en que

sintió esas palabras en sus labios. Le daba una conexión con su
compañero, aunque nunca sería capaz de hacerla realidad y completar
esa conexión.
―Eso es más que genial ―dijo Ethan―. Aún estoy buscando a mi

compañero.
―Lo encontrarás.
81
―¿Eso crees?― Ethan sonaba esperanzado.

―¿Por qué no?― Zacarius se rió entre dientes―. Quien quiera que
sea tu compañero, también debe estar buscándote.
―Me gustaría pensar que así es ―contestó Ethan y luego se rió―.

¡Espero que sea sexy!
―Sólo no le mientas, Ethan ―dijo Zacarius―. Te dará más

problemas que beneficios.
―¿Eso fue lo que pasó?― preguntó Ethan―. ¿Por eso no estás con
Devlin?
Zacarius asintió con la cabeza, pero le costó. Podía sentir que se

estaba cansando. ―Sí, fui un estúpido. Realmente no tuve la intención de
hacerlo, pero de todas formas sucedió y ahora Devlin no quiere tener
nada que ver conmigo. No puedo decir que lo culpo. ¿Quién quiere a un
compañero que miente?
―¿Has tratado de hablar con él? Algunas veces la comunicación

puede recorrer un largo camino para corregir los errores.
Zacarius sintió su rostro sonrojarse con un poco de color. ―Devlin y

yo no tendemos a hablar mucho cuando estamos cerca el uno del otro.
―Tal vez deberías intentarlo ―lo animó Ethan.
Zacarius negó con la cabeza antes de inclinarse nuevamente contra

el respaldo del banco. ―Eso ya no importa ―susurró, seguiría luchando
hasta que no quedara ni la más mínima parte, la pequeña porción que le
pertenecía a Devlin.
―Oye, tío ―dijo Ethan. Zacarius sintió que alguien abofeteaba un

lado de su rostro, pero se sentía demasiado cansado para que le
preocupara quién y por qué lo estaba haciendo―. Tío, vamos, despierta.
―Sólo voy a dormir un rato, Ethan ―susurró―. Dile… dile a Dev

que lo siento.
82 ―Se lo puedes decir tú mismo, tío ―dijo Ethan―. Vamos, puedes

beber un poco de mi sangre. A los vampiros les gusta la sangre de

hombre lobo, ¿no es así?― Ethan se rió entre dientes―. Por supuesto que
les gusta, tú hermana lo demostró. Vamos, abre la boca.
Zacarius sintió que Ethan presionaba su muñeca contra su boca. La

alejó. ―No puedo, acoplado, ahora sólo puedo beber de Dev.
―¡Mierda!
Zacarius lo encontró gracioso. Comenzó a reír. Toda la situación le

divertía. Había sobrevivido más que la mayoría de los vampiros sólo para
ser derribado por su propia estupidez y por la única persona
predestinada a ser suya. Simplemente le parecía demasiado gracioso.
―Oh no, tío, no pierdas la cabeza ―dijo Ethan, riendo sólo un

poco―. El que uno de nosotros enloquezca es suficiente.
Zacarius movió la cabeza, Ethan era demasiado adorable.

Realmente esperaba que encontrara a su compañero, y sobre todo uno
bueno. Ethan se lo merecía.
―Ah, tío ―susurró Ethan. Zacarius apenas abrió sus ojos ante el
tono preocupado en la voz de Ethan―. Hay algunos tipos que se dirigen
hacia aquí, y no los reconozco. No me parecen muy amigables.
Zacarius volvió la cabeza para ver a un grupo con una pinta

horrible dirigirse hacia donde ellos estaban. Por primera vez en mucho
tiempo, el miedo lo colmó. Eran vampiros, al igual que él. Podía sentirlo.
Y no estaban aquí para pedir indicaciones.
―Vete, Ethan, aléjate mientras puedas.
―No te voy a dejar aquí ―protestó Ethan―. Además, puede que

sólo estén perdidos o algo así. Debes dejar de ser tan suspicaz, tío.
Zacarius agarró la camisa de Ethan y lo agitó un poco. ―Son

vampiros, Ethan y no están perdidos. Están aquí por mí. Ahora, vete.
Zacarius reunió lo último de su menguada energía. Podía sentir

83 que la adrenalina le daba un pequeño empujón. Necesitaba distraer a los
vampiros lo suficiente para que Ethan escapara. Después de eso, podían
acabar con él.

Se puso de pie, alisó las solapas de su chaqueta y se arregló el pelo,

antes de girar para encarar a los vampiros. A propósito, se colocó entre
los vampiros, que sin duda estaban aquí para asesinarlo a él, y a Ethan.
No sería responsable de que lastimaran al dulce joven.
―¿Encontraste una mascota peluda, Zacarius?― gruñó el primer

vampiro. Zacarius lo tomó por el líder del grupo de cinco hombres.
―No recuerdo haberte dado permiso para dirigirte a mí como tal

―Zacarius contestó con voz altiva―. Soy el Príncipe Zacarius para ti.
―No para el momento en que hayamos terminado contigo

―contestó el hombre. El grupo se rió.
―¿Eres un Príncipe?― preguntó Ethan, claramente sorprendido―.

¡Tío!
―Ethan, vete, ¡ahora!
―Oh no. Deja que la pequeña bola de pelos se quede.
Zacarius miró al vampiro. ―No lo tocarás. Ethan está bajo mi

protección.
El hombre levantó sus manos y las agitó. ―Oh, estoy tan asustado.
¿El grande y malo Príncipe vampiro va a morderme?
―Puede que él no ―gruñó una profunda voz detrás de Zacarius. Lo

que hizo que el vello de su nuca se erizase y que su corazón latiera con
alegría―. Pero yo podría.
84

Capitulo 7.-
Una mirada de asombro cubría el rostro de Zacarius. Estaba teñido
con un poco de alivio y algo que Devlin quería atribuir a la alegría. Eso
hizo que el miedo que Devlin había sentido por encontrar a su
compañero frente a frente contra una banda de matones se desvaneciera.
Eso no significaba que no quisiera poner a Zacarius sobre sus

rodillas y azotarlo hasta sacarle la mierda. Tenía toda la intención de
hacer precisamente eso en el momento en que el culo de su compañero
estuviera fuera de problemas.
―Ethan, ve a buscar a Daniel ―dijo Devlin, sin apartar los ojos de

los hombres que comenzaron a extenderse delante de él―. Dile que lo
necesitamos.
―Estoy aquí, Devlin.
Devlin se volvió a ver a Daniel y a varios hombres de pie detrás de

él. Reconoció a algunos de ellos como hombres de la manada, a los demás
no los reconocía. Devlin asintió con la cabeza y volvió su atención a su
compañero.
―Zacarius ―le dijo con una voz que no toleraría una negativa―,
ven aquí.
Zacarius al instante cruzó el suelo entre ellos hasta que se encontró

a centímetros de él. Devlin lo agarró del brazo y tiró de él más cerca.
Acarició con la mano la cara de Zacarius. Todavía se veía demasiado
pálido para el gusto de Devlin.
85
―Necesito un minuto, Daniel ―dijo sin apartar la mirada de los ojos
color amatista mirándolo con aprehensión.

―Tómate todo el tiempo que necesites, Devlin ―le respondió

Daniel―. Creo que voy a ir a tener una pequeña charla con nuestros
invitados.
Devlin no perdió el tiempo. Agarró el brazo de Zacarius y tiró de él

hasta el borde del pequeño claro. Se puso entre su compañero y la
multitud. Lo que tenía que hacer era demasiado íntimo para que otros lo
vieran.
―Necesitas beber, Zacarius.
Zacarius negó con la cabeza, bajando los ojos para mirar al

pecho de Devlin. Devlin le levantó la barbilla, con lo que sus ojos vieron
hacia arriba.
―¿Por mí, mi Príncipe?
Zacarius lo miró fijamente durante un largo momento de tensión.

Devlin estaba seguro de que se negaría.
―Por favor ―le susurró de nuevo.
Zacarius pasó un brazo alrededor del cuello de Devlin y lo acercó

para un beso.
Devlin se estremeció. Parecía que había pasado una eternidad

desde que había besado a su Príncipe por última vez. Podía saborear a
Zacarius, olerlo, sentir el cuerpo de su compañero presionado contra el
suyo.
El mundo a su alrededor se desvaneció hasta que sólo quedaron

Devlin y Zacarius. No había vampiros, ni hombres lobo, ni Príncipes
o gente persiguiéndoles, solo ellos dos, dos compañeros juntos como
debían estar.
Cuando los dientes afilados se hundieron en su cuello, Devlin no

pudo impedir lanzar un grito. Cada delicioso tirón de su sangre saliendo
de su cuerpo y que daba a Zacarius era el paraíso. Devlin podía sentirlo a
86
través de cada nervio. Se sentía como si cada vez que Zacarius le chupaba
el cuello y tomaba otro trago, le chupara el pene.

Devlin sabía que se iba a correr en cualquier momento. No le

importaba si un grupo de lobos y vampiros los veían, o le oían. Iba a
explotar. Devlin gruñó. Envolvió con sus fuertes brazos a su compañero,
sus manos aterrizaron en el culo de su hombre y tiraron de él contra su
cuerpo.
No sintió a Zacarius moverse hasta que su mano estuvo envuelta

alrededor de su pene, el cual de repente parecía estar fuera de sus
pantalones. Una buena caricia en su pene, un trago fuerte de los labios de
Zacarius, y Devlin se encendió.
Hundió la cara en el pelo de Zacarius tratando de amordazar su

profundo gemido mientras llenaba la mano de su compañero con su
liberación. Sin importar cuántas veces Zacarius tomara su sangre,
siempre parecía agradable más allá de lo que Devlin había sentido alguna
vez.
No podía entender por qué a más personas no les gustaba donar su

sangre a los vampiros. Era una experiencia alucinante, una a la que
Devlin tenía la suerte de tener acceso por el resto de su vida.
Asumiendo que su compañero estuviera de acuerdo.
Zacarius finalmente retiró sus dientes y se echó hacia atrás lo

suficiente como para llevar su mano hacia arriba, lamiendo la leche de
Devlin de sus dedos. Devlin gimió. Sus ojos medio cerrados por el deseo
de lamer su camino de regreso a su cuerpo.
Devlin agarró la cabeza de Zacarius y tiró de él para otro beso.

Podía probarse en la lengua de Zacarius. Mezclado con el sabor natural
de su compañero, era una combinación embriagadora. Devlin sabía que
este no era el momento ni el lugar para renovar su relación, pero podía
sentir la dureza de Zacarius presionarse contra él.
Devlin besó a Zacarius en el cuello, susurrando contra su piel.

―Quiero reclamarte como mi compañero de nuevo, Zac, para que todos
87 sepan que me perteneces, ahora que los dos somos conscientes de lo que
está pasando. Si no lo quieres, necesito que me detengas ahora.

Su corazón tronó en su pecho cuando Zacarius inclinó su cabeza a

un lado, dándole a Devlin libre acceso a su vulnerable garganta.
―Mi precioso Príncipe. ―le susurró Devlin entonces, mientras poco a
poco mordía el cuello de Zacarius.
La caliente y dulce sangre salpicó a través de su lengua, llenando

su boca.
Devlin no quiso tomar demasiada. Zacarius la necesitaba, tanto

como pudiera conseguir. Sólo necesitaba tomar lo suficiente como para
reafirmar su reclamo sobre él.
Mientras tanto, podría devolverle un poco del placer que le había

dado. Se inclinó y palmeó la dura longitud bajo los ajustados
pantalones de cuero de Zacarius y la apretó. Zacarius gimió, sus caderas
bombearon contra la mano de Devlin.
Sabiendo que había tomado la suficiente, Devlin lamió la herida

limpiándola y luego comenzó a mordisquear a lo largo de los tensos
músculos del cuello de Zacarius. Sonrió cuando el Príncipe se estremeció
en sus brazos. Podía oír la respiración rápida de Zacarius, sentir las
manos del hombre tirándole del cabello.
―Si te corres para mí, mi Príncipe ―murmuró Devlin―, prometo

joderte después de azotar tu dulce culo cuando terminemos aquí.
Zacarius se estremeció de nuevo.
―Y no creo que el que seas un Príncipe te vaya a salvar,

―añadió Devlin―. Azotaré tu culo cuando nos vayamos. Haré que tu culo
brille. Tal vez pondré un tapón en tu pequeño y apretado agujero,
mientras te azote.
Devlin podía sentir la forma en que sus palabras afectaban a

Zacarius. La respiración del Príncipe aumentó. Su cuerpo se convulsionó.
Sus manos se apretaron profundamente en los hombros de Devlin.
¿Quién iba a saber que su Príncipe tenía una naturaleza tan perversa?
88
―Ahora córrete por mí, Zac, o no te joderé cuando haya terminado
de golpearte el culo.

Zacarius se inclinó hacia delante y destrozó la tela de la camisa de

Devlin mientras gritaba, vaciándose por todas partes de la mano de
Devlin y sus pantalones de cuero. Devlin acarició a su compañero varias
veces más mientras Zacarius se sacudía en sus brazos.
Cuando Zacarius finalmente levantó la cabeza, parecía aturdido.

Devlin sonrió. Pensó que era una buena vista de su compañero. Y
Zacarius era su compañero. No había margen de maniobra o manera
de fingir lo contrario.
Ambos estuvieron de acuerdo con ello.
Por supuesto, tendrían que hablar más adelante y resolver los

puntos más delicados de su relación, pero ahora ellos estaban acoplados.
Cualquier persona, hombre lobo o vampiro, que olfateara sentiría el olor
de la señal de advertencia de su acoplamiento...y algunas otras cosas.
Devlin miró directamente a los ojos a Zacarius y levantó su mano,

lamiendo la liberación de su compañero de sus dedos. Los ojos de
Zacarius se abrieron como platos. La respiración parecía atascarse en su
garganta, así como las dilatadas pupilas en sus ojos.
―¿De verdad crees que vas a zurrarme?― preguntó Zacarius.
Devlin sonrió. ―Sé que voy a zurrarte.
―¿Tú y qué ejército?
―Cariño, no es necesario un ejército ―le dijo Devlin. Se agachó y

cerró la cremallera volviendo a enderezarse antes de mirar a Zacarius de
nuevo―. No sólo te vas a doblar voluntariamente sobre la cama y vas a
dejarme hacerlo, sino que vas a pedirme más.
La cabeza de Zacarius se movió hacia atrás de forma brusca. Su ceja

estaba arqueada. La expresión de su rostro le decía a Devlin que pensaba
que estaba loco. Devlin solo se rió y envolvió su brazo alrededor de la
cintura de Zacarius para llevarlo de nuevo al centro del claro.
89
―En primer lugar, tenemos que lidiar con un pequeño problema
que estamos teniendo con algunos invitados no deseados, luego podemos
ir a tener un poco de diversión.
Zacarius echó un vistazo por delante de Devlin a los cinco

vampiros que se veían a lo lejos frente a varios hombres. Él negó con la
cabeza. ―Dev, yo no conozco a ninguno de esos hombres ―le dijo―. No
son de mi aquelarre, y nunca los he visto antes.
Devlin miró a los hombres. ―Eso es interesante.
―¿Interesante?― exclamó Zacarius―. ¿Eso es todo lo que se te

ocurre decir?
―¿No lo encuentras interesante?― preguntó Devlin.
―Devlin, hay un grupo de vampiros aquí en Wolf Creek, lo más

probable es que sea para matarme, ¿y te resulta interesante?
Devlin se rió entre dientes. ―Sí.
―Estás loco.
―Probablemente.
Zacarius negó con la cabeza, pareciendo realmente muy

confundido. Devlin le dio crédito a su compañero, ya que en el momento
en que se acercó al grupo de gente que estaba a varios pies de distancia
de ellos, su rostro se aclaró, y él parecía casi aburrido.
Devlin sólo podía sentir su miedo, su temor, lo que le hizo

preguntarse por su conexión. Sabía que básicamente ellos se reclamaron
el uno al otro a su manera. Y, como hombre lobo, sería capaz de oler las
emociones de su pareja. Sólo que no sabía por qué las sentía también.
Otra cosa que tendría que discutir con Zacarius cuando estuvieran
solos.
―Así que, ¿Qué negocio tienen con mi compañero?― preguntó

Devlin en el instante en que dio un paso acercándose a Daniel y a los
otros hombres lobo. Pudo escuchar la audible inhalación por el asombro
de aquellos que estaban alrededor de él.
90
¡Sorpresa!

―¿Tu compañero? ―exclamó uno de los vampiros―, ¿Te has

acoplado con un hombre lobo, Zacarius?
―Creo que realmente mencioné que sólo podías referirte a mí como

Príncipe Zacarius.
El vampiro soltó un bufido. ―Vas a desear haberme hablado con un

poco más de amabilidad en pocos minutos.
―¿Todavía crees que me puedes atacar y salirte con la tuya?―

Zacarius le preguntó. Movió los brazos a lo ancho, señalando a los que les
rodean―. Estás en medio de un valle lleno de hombres lobo. ¿Dónde crees
que vas a ir?
―Como si ellos fueran a tratar de impedírnoslo ―se burló

el vampiro―. Ellos son hombres lobo. No se preocupan por lo que ocurre
entre los vampiros. Estoy seguro de que estarán contentos de tenernos a
todos fuera de su pequeño valle.
Devlin levantó la mano, con un dedo apuntando hacia arriba.

―Normalmente, eso sería cierto, pero como he dicho antes, esta vez el
vampiro en cuestión es mi compañero, y lo protegeré con mi vida.
Devlin oyó el pequeño jadeo de Zacarius a su lado. Era la primera

vez que él reclamaba verbalmente al Príncipe como su compañero. Sabía
que eso había animado a Zacarius. Él también había sentido satisfacción
al decir esas palabras. Zacarius le pertenecía a él.
―Él es un vampiro, un chupasangre ―dijo el hombre―. Yo creo que

estarías feliz de deshacerte de él.
Devlin cruzó los brazos sobre su pecho y se encogió de hombros.

―Tengo una especie de encariñamiento con el pequeño vampiro.
El vampiro miró a Devlin por largo rato, el silencio entre ellos, era
denso y peligroso. Los músculos de Devlin se tensaron cuando se preparó
para defender a su compañero, y a él, hasta su último aliento. Así eran las
91 cosas entre compañeros.
―¿Estás seguro de que éste es el camino que deseas tomar, lobo?

―Es el único camino que puedo tomar ―dijo Devlin sin dudarlo.
―El Alfa puede pensar de otra manera sobre esto cuando se entere
de que traerás la ira de mi aquelarre sobre él y su grupo.
Devlin se preocupó por eso. Nunca discutió con Daniel el hecho de

que se había apareado con un vampiro. No sabía cuál sería la reacción de
Daniel. No fue hasta que el Alfa empezó a hablar, que se dio cuenta de
que sus temores eran infundados.
―El Príncipe Zacarius se ha apareado con un miembro de mi

manada ―dijo Daniel―. Eso hace al Príncipe nuestro pariente. Nosotros
protegemos a nuestros familiares.
Zacarius le dio un codazo, y Devlin miró hacia abajo. ―¿Lo dice en

serio?― Zacarius susurró.
―Estoy bastante seguro de que él lo dice en serio.
―¿Por qué?
Devlin se rió entre dientes. Zacarius parecía desconcertado. ―Los

hombres lobo hacen eso, Zac.
―Mira ―dijo el vampiro, trayendo de vuelta la atención de

Devlin―, sólo queremos al vampiro. Y saldremos de su bonito y tranquilo
valle. Simplemente entrégalo.
―Me temo que no puedo hacer eso ―respondió Daniel.
Devlin gruñó y agarró el brazo de Zacarius, empujándolo

ligeramente detrás de él. No estaba dispuesto a dejar que nadie tomara a
su compañero.
―No querrás empezar una guerra con nosotros, cara peluda

―gritó el vampiro, señalando con el dedo a Daniel―. No te gustará el
resultado.
―¿Me estás amenazando?― Preguntó Daniel, su voz seguía siendo

92
tranquila a pesar de que las garras se le extendían desde los dedos. Las
golpeteó distraídamente contra sus brazos―. No me tomo muy bien las
amenazas, sobre todo en mi valle.
―Danos al vampiro y no habrá ninguna amenaza ―respondió el

hombre―. Nosotros nos iremos de tu bonito y tranquilo valle y nunca
más volveremos a molestarlos.
Devlin ahogó su risa detrás de su mano cuando Daniel pareció

considerar la idea. Su Alfa se frotó la barbilla pensativamente y meneó la
cabeza.
―No, simplemente no funciona para mí ―dijo Daniel―. Tengo una

idea mejor. ¿Por qué no dan la vuelta y salen de mi valle, antes de que
suelte a mis chicos sobre ustedes? ―Señaló a los hombres que estaban
detrás de él.
Devlin no se sorprendió cuando las manos del vampiro se cerraron

con fuerza por la ira. Daniel se veía tranquilo acerca de la situación.
Podrían haber estado hablando del tiempo o de algo más mundano. Eso
tenía que estar volviendo loco al vampiro.
―Esto no va a ir bien para ti, lobo ―advirtió el vampiro.
―Estoy preparado para eso ―respondió Daniel.
―Has sido advertido.
―Tomo debida nota.
Devlin se mordió el labio. Daniel consiguió cabrear al vampiro

como nadie lo había hecho antes. Devlin casi podía ver el humo de la
rabia que salía de los oídos del vampiro. No quería nada más que
arrancar la cabeza de Daniel pero sabía que le superaban en número.
El vampiro le echó una mirada mordaz a Zacarius antes de

volverse para marcharse, haciéndole un gesto a los otros vampiros.
Devlin tiró de su compañero para acércalo al ver la amenaza de la
venganza en los ojos del hombre. Sabía que si lo hubieran encontrado
solo, su compañero estaría muerto.
Devlin necesitaba averiguar dos cosas. Una de ellas, cómo

93
mantener a su compañero con vida y dos, tenía que averiguar por qué
alguien lo quería muerto.

Devlin no era lo suficientemente estúpido como para creer que los

vampiros habían venido aquí porque sí. Alguien los había enviado. Tenía
que averiguar quién había sido.
―Síganlos y asegúrense de que salgan del valle ―dijo Daniel,

señalando a Ben y Reece, los dos ejecutores de la manada. Devlin hizo
una mueca cuando Daniel volvió su mirada hacia él. Siempre se ponía
nervioso cuando Daniel Nash lo miraba. El Alfa de la manada podía ser
muy intimidante.
―¿Podrías explicarme qué demonios está pasando aquí y por qué

tengo en mi valle a esos vampiros?― preguntó Daniel―. Es posible que
desees comenzar con decirme por qué nunca se me informó de que
estabas acoplado a un vampiro.
―No fue su culpa ―dijo Zacarius, dando un paso adelante―. Estoy

seguro de que no quería faltarle al respeto, Alfa.
Daniel arqueó sus cejas. Interiormente, Devlin estaba muy

emocionado. Zacarius lo defendió contra su Alfa. Si eso no era un signo
clásico de acoplamiento, Devlin no sabía qué lo era. Si no hubieran estado
rodeados de otros hombres lobo en ese momento, Devlin habría abrazado
a su pareja. En cambio, él le agarró la mano a Zacarius y tiró de él más
cerca a su lado.
―Me disculpo, Alfa ―dijo Devlin rápidamente―. Como Zacarius

dijo, no quise ser irrespetuoso. Tenemos algunos temas que tenemos
que trabajar, y hasta ahora, no habíamos aceptado nuestra unión como
deberíamos haberlo hecho desde el principio.
―Fue mi culpa ―ofreció Zacarius―. Le mentí a Devlin y…
Devlin negó con la cabeza. ―No fue tu intención.
―Dev ―susurró Zacarius, que lo miraba con expresión de asombro

en su rostro. Apretó su mano contra el pecho de Devlin. Devlin sonrió,
frotando la mano de Zacarius con la suya.
94
―Mi delito fue mucho peor que el tuyo, Zac.
Zacarius frunció el ceño, mirándolo confundido. ―Que...

―Me dijiste que sólo podrías tener tu sustento de mí una vez que
nos acopláramos. Yo lo sabía y aun así te abandoné. ―Devlin se tragó el
frío nudo del miedo en su garganta―. Podrías haber muerto.
Devlin parpadeó las lágrimas acumulándose en sus ojos cuando

Zacarius extendió la mano y le acarició la mejilla. ―No me hubieras
dejado morir, mi amor.
Devlin se sintió más cálido por la confianza que su compañero

tenía en él, eso lo hizo sentirse de tres metros de alto y a prueba de balas.
Estar acoplado a un vampiro, bueno, estar acoplado a Zacarius, no estaba
resultando nada parecido a lo que él había esperado.
Ya no le importaba que Zacarius fuera un vampiro. Simplemente

no era un problema. Sólo se preocupaba por mantenerlo a salvo y fuera
de peligro.
En particular, esperaba la alimentación de su compañero de nuevo,

luego una y otra vez.
Nada en la tierra lo había preparado para el acto íntimo de proveer

a su compañero, ciertamente tampoco lo hicieron algunos de los mitos y
rumores que escuchó durante años. Se suponía que iba a ser doloroso y
degradante. Devlin se había equivocado y se vanagloriaba de ello.
―Bueno, ahora que ya han arreglado cualquier problema que

pudieran tener con su acoplamiento, ¿creen que podrían informarme
acerca de qué diablos pasó aquí?― preguntó Daniel, llamando la atención
de Devlin de regreso a su Alfa y lejos de su compañero.
―Alguien está tratando de matar a mi compañero ―dijo Devlin,

simplemente.
―Eso ya lo había adivinado, Devlin ―respondió Daniel―. Lo que

quiero saber es por qué.
―No lo sé. Ellos trataron de envenenarlo hace dos semanas, cuando

95 nos conocimos. ―Devlin se encogió de hombros―. En ese momento,
pensé que estaban tratando de matarme. Yo estaba en el territorio del
aquelarre, dormía con el Príncipe del aquelarre. Tenía sentido.

―¿Y ahora?
―Aunque estoy seguro de que quien está haciendo esto le

encantaría tener la oportunidad de agarrar a un lobo, creo que su
principal objetivo es matar a Zacarius.
Daniel asintió con la cabeza. Pensaba mientras miraba a Devlin y

Zacarius por un largo instante llenándolos de tensión.
Devlin era aún miembro de la manada de Daniel. Tenía que seguir

las órdenes del hombre, incluso cuando se trataba de su compañero. No
sabía lo que Daniel le diría o haría. Acababa de conocerlo.
―Así que, háblenme sobre su acoplamiento ―Daniel dijo

finalmente―. Supongo que llevan poco tiempo. ¿Creías que no era
importante informarme que uno de los miembros de mi manada estaba
acoplado a un vampiro?
―Yo, eh... ― Devlin tartamudeó, sin saber exactamente qué decirle a

su Alfa.
―Alfa Nash, por favor ―Zacarius dijo―, no fue culpa de Devlin. Le

mentí y discutimos. Él se marchó. Estoy seguro de que él nunca pensó en
volver a verme. Si no me hubiera enfermado y mi criado no me hubiese
traído hasta aquí, probablemente nunca lo hubiera hecho.
Devlin sabía que era falso. Tan enfadado como él había estado con
Zacarius no habría sido capaz de seguir para siempre sin su compañero.
El enlace era demasiado intenso, demasiado ardiente. Habría acabado
volviendo con Zacarius.
―No, eso no es cierto, Zac ―dijo Devlin―. Habría vuelto con el

tiempo. Sólo tenía que dejar pasar…
―¿Mi mentira?― Zacarius terminó por él. Devlin sabía que el toque
de color en las ruborizadas mejillas de su compañero no era porque
Zacarius se hubiera alimentado recientemente, sino más bien por su
96 propia vergüenza y la vergüenza por la mentira.

―No quiero entrometerme, pero… ―comenzó Daniel y luego dejó

de hablar, riéndose un poco―. Bueno, si pienso entrometerme. Sigues
diciendo que Zacarius te mintió. ¿En qué te mintió?
La cara de Zacarius enrojeció de nuevo, la cabeza caída. ―No le dije

a Devlin que éramos compañeros cuando me di cuenta. En lugar de
eso, lo obligué a cambiar y reclamarme ―levantó la cabeza para mirar al
Alfa―. Yo no le di opción.
Devlin frunció el ceño cuando Daniel se echó a reír. No veía nada

divertido acerca de la situación.
―¿Realmente piensas que hay alguna opción?― preguntó Daniel―.

Se nos da un compañero. Ya sea que le dijeras a Devlin que eran
compañeros o no, no habría tenido ninguna otra opción, sólo reclamarte.
Esa es la manera en que funciona, Príncipe.
―Aun así debí habérselo dicho ―insistió Zacarius.
Daniel asintió con la cabeza. ―Es cierto, debiste hacerlo. Los

compañeros nunca deben ocultarse nada el uno al otro. Mis años de
casado con Maryann me lo han demostrado. Siempre vuelve a morderte
en el culo, de una manera u otra.
Zacarius asintió con la cabeza. ―Ahora lo sé.
―Recuérdalo ―dijo Daniel.
Zacarius asintió con la cabeza, mirando a Devlin. ―Yo creo que

nunca lo olvidaré.
―Entonces, ¿puedo asumir que lo habéis resuelto todo?
―Aún tenemos algunos pequeños problemas por discutir, pero

Zacarius es mi compañero y no lo dejaré ―dijo Devlin.
―No deberías tener que hacerlo ―respondió Daniel―. Un

compañero es un compañero, sin importar quiénes son.
97
―¿No te molesta que sea un vampiro?― preguntó Zacarius,
claramente sorprendido.

Daniel se echó a reír. ―Es inusual, pero no. Lobos, humanos,

vampiros, no importa. El destino elige a nuestros compañeros, Príncipe,
no nosotros. Siempre he creído que debemos abrazar al elegido para
nosotros sin importar qué sea.
―¿Cómo va a sentirse con esto el resto de la manada?― preguntó

Zacarius―. Soy lo suficientemente viejo para recordar la guerra, Alfa.
Muchas vidas se perdieron en ambos bandos. El odio aún subsiste.
―Me imagino que habrá cierta hostilidad, pero al final todo el

mundo terminará aceptándolo.
―Pareces muy confiado.
―Conozco a mi manada ―dijo Daniel―. Todos respetamos la unión

entre compañeros. Demuestra que eres alguien digno de Devlin, y dudo
que alguien te pregunte por su acoplamiento.
―Es más fácil decirlo que hacerlo, Alfa ―respondió Zacarius―. Mi

aquelarre ya está escandalizado de que me acostara con un hombre lobo y
ni siquiera saben que estamos acoplados.
―¿Crees que será un problema? ―preguntó Daniel―, ¿La vida de

Devlin estará en peligro si regresa a tu aquelarre?
―Siempre hay peligro, Alfa ―respondió Zacarius―. Ya lo sabes. Sin

embargo, como tú dices, una vez que Devlin demuestre su valía, ellos le
aceptaran.
―Zacarius es un buen hombre, Daniel ―añadió Devlin, queriendo

que su Alfa entendiera que él no se habría acoplado con un hombre al
que no pudiera respetar―. No tengo ninguna duda de que él será digno.
Daniel sonrió. ―Bien dicho, Devlin.
Devlin sintió el rubor de su cara. Sintió que Zacarius apretaba su

mano.
98 Daniel se acercó y le estrechó la mano a Zacarius. ―Bienvenido a la

manada de Wolf Creek, Príncipe Zacarius.

99

Capitulo 8.-
―¿Crees que realmente lo dijo en serio?
―¿Quién? ¿Qué?― preguntó Devlin, mirando a Zacarius mientras

regresaban a su casa.
―Tu Alfa ―respondió Zacarius―. ¿En verdad habló en serio cuando

me aceptó dentro de tú manada?
―Sí. ―Devlin contestó sin dudar.
―¿Por qué?― preguntó en voz alta Zacarius. Que el Alfa lo aceptara

parecía ser demasiado fácil.
Devlin se rió entre dientes. ―Porque eres mi compañero.
―¿Y eso es todo lo que se necesita?
―Nos tomamos muy en serio el acoplamiento, Zac ―dijo Devlin―.

Ya deberías haberlo notado, mi reacción debió haberte dado una idea.
Zacarius bufó. ―Tú reacción me demostró lo idiota que fui al

mentirte. Créeme, nunca sucederá otra vez. No me importa cuál sea la
situación. Siempre te diré la verdad. Eso te lo puedo prometer.
―Y yo prometo no volver a dejarte bajo ninguna circunstancia.
Zacarius se detuvo cuando Devlin le tiró del brazo, girándolo hacia

él. Brevemente se preocupó de que Devlin aún pensara que le mentía,
100 hasta que Devlin ahuecó sus manos alrededor de la cara de Zacarius.
―Lo siento, Zac ―dijo en voz baja Devlin―. Estaba enfadado, pero
no tenía derecho a poner en peligro tu vida de la forma en que lo hice.

Nunca sucederá otra vez, sin importar lo enfadado que pueda estar. Yo
siempre estaré ahí para ti.
El aliento de Zacarius quedó atrapado en su garganta. ―¿Crees que

volverás a enfadarte tanto conmigo?
―No tengo ninguna duda de eso. ―Sonrió Devlin―. Los dos somos
personas muy obstinadas, Zac. A ambos nos gusta hacer las cosas a
nuestro modo. No tengo ninguna duda de que vamos a discutir y pelear.
Pero en tanto recordemos que somos un equipo, podemos hacer que
funcione.
La sonrisa sensual que apareció en el rostro de Devlin envío un

golpe de lujuria directo al pene de Zacarius, endureciéndolo como el
acero en cuestión de segundos.
―Además, el sexo de reconciliación es parte de la diversión.
Los dedos de Zacarius apretaron la tela de la camisa de Devlin

mientras él acercaba a Zacarius. Sabía sin lugar a dudas que Devlin
Morgan lo tenía comiendo en la palma de su mano más rápido que nadie
que hubiera conocido.
Devlin no tenía que decir nada, ni siquiera tenía que tocarlo. Sólo el
estar en presencia de Devlin le hacía sentir que podía lograr cualquier
cosa. Sin embargo, cuando Devlin lo tocaba, sentía como si pudiera volar.
―¿No mencionaste algo sobre castigarme?― Zacarius siseó

mientras Devlin barría con su lengua un lado de su cuello.
Devlin se rió entre dientes. ―Te dije que rogarías.
―No estoy rogando ―dijo Zacarius―. Te lo estoy recordando.
Las rodillas de Zacarius temblaron cuando los dientes de Devlin

mordieron un lado de su garanta. ―¿Has oído hablar del acoplamiento de
luna llena, mi Príncipe?
101 ―N—no.
―Cada luna llena, un hombre lobo tiene la necesidad de reclamar a

su compañero ―Susurró Devlin―. Tendré hambre de ti, arderé. Morderé
barras de acero para llegar a ti. Te cazaré y cuando te encuentre, y créeme

que te encontraré, te follaré tan fuerte que no vas a ser capaz de caminar.
―Oh joder. ―Zacarius pudo sentir como sus rodillas se debilitaban.

No sabía por cuánto tiempo podrían sostenerle. Las palabras de Devlin lo
excitaban demasiado y enviaban ardiente lujuria a través de su cuerpo.
―Estaré en mi tercera forma, aquella en la que estaba cuando te

reclamé la primera vez ―continúo Devlin―. Todas nuestras parejas saben
que deben estar listos en luna llena porque no podemos dejar de tomar a
nuestros compañeros, reclamándolos. Ni siquiera voy a poder correrme
hasta que te reclame.
―Dev ―Zacarius habló con voz ronca, la imagen que Devlin

provocó, lo llenó con el deseo de que la luna llena llegara tan pronto
como pudiera. Necesitaba sentir a Devlin reclamándolo más de lo que
necesitaba el siguiente aliento.
―¿Te gustaría eso, mi Príncipe?― preguntó Devlin―. ¿Te gustaría

que te reclamase en luna llena?
―Ahora, Dev ―Zacarius rogó, arqueando su cuello hacia atrás―.

Por favor, ahora.
La única respuesta de Devlin fue enterrar sus colmillos en el cuello

de Zacarius, provocando un profundo gemido en él. Zacarius se
estremeció. La intensidad de sus emociones lo abrumaba. Devlin lo
reclamó otra vez, y esta vez, ambos eran plenamente conscientes de lo
que estaba pasando.
Se sintió diferente de cuando Devlin lo había reclamado en el claro

hace unos instantes. En aquel momento, Devlin lo había reclamado
porque ellos lo necesitaban. La vida de Zacarius prácticamente dependía
de eso. Aunque, esta vez, Devlin simplemente lo había hecho porque
Zacarius se lo había pedido. Demonios, le había rogado por ello.
―Te necesito, mi amor ―susurró Zacarius cuando Devlin levantó su

102
cabeza para mirarlo. Gimió cuando Devlin lamió una gota de sangre de
sus labios. Zacarius no podía creer lo increíblemente sexy que se veía.

Devlin comenzó a inclinar su cabeza para que Zacarius pudiera

beber otra vez de él. Zacarius lo detuvo negando con la cabeza. Aunque
él nunca querría renunciar a alimentarse de su compañero, eso no era lo
que quería ahora. Necesitaba a Devlin de una forma distinta.
―No, mi querido Dev ―dijo Zacarius. Empujó su dolorida erección

contra Devlin―. Te necesito.
Devlin sonrió, la mirada en sus ojos era casi salvaje. ―Entonces me

tendrás, mi Príncipe. ―Le dijo antes de girar a Zacarius de cara al árbol.
Zacarius lamentó perder sus pantalones de cuero negro mientras

Devlin los rasgaba en jirones, pero era un pequeño precio a pagar por la
increíble sensación de Devlin agarrando las mejillas de su culo
apartándolas.
—Oh, oh, Dev. ―Zacarius gimió. La lengua de Devlin acarició el

fruncido orificio de Zacarius varias veces antes de empujar, estirándolo.
Zacarius pudo sentir cada golpe recorrerlo hasta los pies.
Las manos de Zacarius se curvaron alrededor del tronco del árbol

mientras un dedo era empujado junto a la lengua de Devlin. Había
experimentado muchas cosas en su larga vida pero nadie había usado la
lengua en él. Su pene palpitaba. Sus manos se curvaron en garras y las
enterró en la corteza del árbol. La sensación era gloriosa.
Un fuerte grito de protesta se escapó de la boca de Zacarius cuando

Devlin se alejó hasta que fue girado. La mirada en el rostro de Devlin
ardía dentro de él, intensamente, llena de deseo sólo por él. Lo excitó
como nada más podía.
El ardor en los tensos músculos de Zacarius mientras Devlin lo

penetraba igualaba al de su espalda mientras Devlin lo empujaba contra
un árbol cercano. Zacarius encontró estimulante la fuerza de Devlin y
estaba más que dispuesto a soportar lo que fuera por la exquisita
sensación de su compañero bombeando dentro de él.
103
Zacarius envolvió sus piernas alrededor de la espalda de Devlin y
los brazos alrededor de su cuello. Inclinó la cabeza hacia atrás para mirar
a su compañero, esta sería la primera vez que hicieran el amor estando en

su forma normal. Las manos de Devlin no cambiaron y Zacarius no

necesitaba alimentarse.
―Mírame, mi amor.
La mirada llena de lujuria en los ojos de Devlin hizo que su aliento

quedara atrapado en su garganta. Vio la voraz necesidad en su
compañero, tanta necesidad que lo hacía temblar con sus propios deseos.
Devlin realmente lo quería.
Zacarius se preguntó si era el vínculo de acoplamiento lo que hacía

que Devlin lo quisiera tan ferozmente. El brillo en los ojos de Devlin le
decía algo diferente. Le decía que Devlin lo quería a pesar del vínculo de
acoplamiento.
―Mi precioso amor ―susurró Zacarius, sobrecogido por la

reverente expresión en el rostro de su compañero. Acarició un lado del
rostro de Devlin―. No te arrepentirás de reclamarme, Devlin. Lo
prometo. Nunca te mentiré otra vez.
Devlin asintió. ―Aún así voy a azotar tu culo cuando lleguemos a

casa ―gruñó Devlin.
Zacarius parpadeó. ¿Por qué el pensamiento de la gran mano de

Devlin bajando a su culo hacía saltar a su pene? En serio tenía esas
jodidas ideas desarrollándose en su cabeza. Era un Príncipe. Él debería
ser quien lo azotara.
―Cuéntame más ―ordenó Zacarius.
Devlin sonrió. ―Te voy a sacar toda la ropa.
Zacarius gimió.
―Vas a descansar en mi regazo, con tu hermoso culo justo delante

de mí, y voy a azotarte, viendo como tu perfecto y pequeño culo
resplandece de un bonito rosa para mí.
104 Zacarius volvió a gemir. Su pene goteaba por todo el abdomen de

Devlin. Su culo se apretaba alrededor del pene que empujaba dentro de

él. Cada vez que Devlin empujaba dentro de él, rozaba su pene contra el
suave rastro de vello en el abdomen de Devlin.
―¡Dev!― Zacarius gritó, la presión se construía en su cuerpo.
―Después voy a follarte, Zac ―Devlin gruñó―. Incluso puede que

cuando lo haga cambie.
La imagen de Devlin cambiando mientras lo tomaba envió a

Zacarius sobre el borde. Él gimió. La presión en su pene estalló en una
ardiente bola de crema llena de lujuria. Su cuerpo se tensó, sus músculos
se apretaron alrededor de la vara que golpeaba dentro de él. Devlin rugió
llenándolo con su propia liberación.
Zacarius gimió cuando Devlin salió de él, bajando cuidadosamente

sus temblorosas piernas al suelo. Su culo dolía. Su espalda tenía
profundos rasguños. Y Zacarius nunca se había sentido más satisfecho en
su vida.
―¿Estás bien, cariño? ―Preguntó Devlin y apartó el largo cabello de

la cara de Zacarius.
Zacarius sólo podía sonreír y asentir con la cabeza. No tenía

suficiente energía para responder verbalmente. Se sentía hecho polvo, su
cuerpo estaba relajado, su mente derretida. Sólo quería ir a casa,
acurrucarse entre los brazos de Devlin, y dormir.
Miró hacia abajo cuando Devlin se rió. ―Va a ser muy interesante
volver a tu casa sin sorprender a todo el vecindario. ―Zacarius se
sonrojó―. Podrías darme tu camisa ―sugirió.
―¿Y esconder tú glorioso culo?― Devlin se rió otra vez―. ¿Por qué
querría hacer eso?
―¿Porque así todo el vecindario no vería mi culo desnudo?
―Pero es un culo pequeño y perfecto.
105 ―Devlin ―gruñó Zacarius―. No es apropiado que el Príncipe de un

aquelarre de vampiros muestre su culo para que todos lo vean.

Devlin se rió mientras se sacaba la camisa de algodón sobre su

cabeza. Agarró el borde del cuello y tiró, desgarrando el material hasta
que fue lo suficientemente amplio para encajar en las caderas de Zacarius.
Zacarius sonrió mientras tomaba la camisa y se metió en ella.
―Genial, ahora uso una falda.
―Aún puedes ir desnudo.
Zacarius miró a Devlin. ―No es gracioso, bola de pelos.
―Piénsalo de esta forma, mi Príncipe ―dijo Devlin mientras se

inclinaba y levantaba a Zacarius por encima de su hombro. Mientras
comenzaba a caminar, deslizó una mano por la parte posterior de sus
piernas hasta que se deslizó bajo el material de su camisa y sobre su
culo―. El acceso es mucho más fácil de esta manera.
Devlin lentamente podía sacarlo de sus casillas, Zacarius

simplemente lo sabía. Devlin comenzó a caminar. Cada paso presionaba
el pene de Zacarius entre su estómago y el hombro de Devlin. Cuando
Devlin acarició con su dedo hacia abajo entre las mejillas de su culo,
Zacarius se estremeció, incapaz de contener un grito de necesidad.
Se había corrido sólo hacía unos minutos, y se sentía listo para

correrse otra vez en cualquier momento. Los dedos que presionaban
dentro de su ya estirado agujero decían que probablemente se correría
mucho en los próximos años. Zacarius tenía el presentimiento de que
Devlin tenía un gran apetito sexual. Zacarius rogaba porque fuera cierto.
―¿Así, dulzura?
Zacarius gruñó. Dos podían jugar este juego. Se estiró y empujó su

mano bajo la cintura de los jeans de Devlin. Movió un poco sus dedos
hasta que empujaron contra el orificio de Devlin, sonriendo cuando
escuchó a su compañero inspirar rápidamente.
―La venganza es una perra, mi amor. ―Zacarius arrastró las

106 palabras en la oreja de Devlin.
Devlin gruñó y empujó un tercer dedo. Zacarius hizo lo mismo

pero perdió el ritmo cuando Devlin curvó sus dedos y acarició su dulce
punto. Estrellas explotaron detrás de sus ojos. No pudo concentrarse en

nada excepto la exquisita sensación de los dedos de Devlin dentro de su
culo.
―No te detengas ahora, mi Príncipe ―dijo Devlin. Su voz sonaba

ronca y tensa―. Las cosas comenzaban a ponerse interesantes.
Zacarius se estremeció pero movió nuevamente sus dedos dentro

del culo de Devlin. ―Eso es ―gruñó Devlin―. Ahora, prepárate, mi
Príncipe. Va a ser un viaje lleno de baches.
Zacarius no supo lo que quería decir Devlin hasta que el hombre

comenzó a correr. Rápidamente descubrió que su compañero era
malvado, un hombre malvado. Cada movimiento lo hacía rebotar contra
la musculosa figura de Devlin, presionando su pene entre ellos y
empujando los dedos de Devlin profundamente dentro de él.
No supo por cuánto tiempo corrió Devlin, o cuanto terreno recorrió

antes de que repentinamente se detuviera. Antes de que Zacarius pudiera
protestar, fue bajado del hombro de Devlin y depositado en una cama.
Los dedos dentro de él nunca dejaron de moverse.
Devlin lo miró lascivamente. ―Es hora de tu castigo, mi Príncipe.
Los ojos de Zacarius se abrieron de par en par. Gimió cuando

Devlin sacó sus dedos. Pronto se convirtió en un grito de sorpresa cuando
fue elevado y empujado sobre el regazo de Devlin, con su culo en el aire.
La camisa alrededor de sus caderas rápidamente fue arrancada.
El primer golpe lo dejó sin habla. No creyó que Devlin hablara en

serio. El segundo golpe hizo que Zacarius se moviera como loco, tratando
de evitar la gran mano que bajaba sobre su sensible culo.
―¡Devlin!― gritó Zacarius mientras trataba de escapar. Devlin

simplemente continuó bajando su mano una y otra vez. Enseguida se dio
cuenta de que Devlin ya no estaba jugando. La ira salía de él en gruesas
ondas.
107
Zacarius fue levantado y aplastado contra el cuerpo de Devlin. Fue
sostenido tan fuerte que apenas podía respirar. Su culo ardía, sus

pulmones jadeaban por aire. Pero el temor que venía de Devlin obtuvo
toda su atención.
―Devlin ―susurró Zacarius. Trató de alejarse de su compañero así

podría mirarlo a la cara pero Devlin no estaba dispuesto. Sólo lo sostenía
firmemente―. Dev, mírame.
Zacarius nuevamente luchó con Devlin. Tratando de conseguir que

aflojara su abrazo y lo mirara. Devlin luchó, sosteniéndolo firmemente
mientras enterraba su cabeza en el cuello de Zacarius y evitaba su
mirada. Finalmente, Zacarius suspiró, resignado a hablar contra la parte
superior de la cabeza de Devlin.
―Devlin, esto no va a funcionar si no quieres hablar conmigo.
Devlin negó con la cabeza.
Zacarius apenas ahogó su risa. La terquedad de su compañero se

demostraba a través de su negativa de transigir en este momento.
Zacarius sabía que había mucho en lo que Devlin podría ceder, esto no lo
era.
Aún podía sentir la dureza de Devlin apretándose contra su

estómago, pero él sabía que el sexo era en lo que menos pensaba su
compañero en ese momento. Algo más se había apoderado
completamente de él y debían arreglarlo antes de que pudiesen
continuar.
―¿Quieres decirme por qué estás tan enfadado?― murmuró

Zacarius contra la cabeza de Devlin.
Devlin apenas movió su cabeza, pero eso fue suficiente.
―¿Por qué no?
Devlin se encogió de hombros.
Zacarius hizo rodar sus ojos. No iban a llegar a ninguna parte a este
108 paso. Obviamente algo había molestado a Devlin, pero el hombre se
rehusaba a discutirlo. Tal vez no habían estado juntos lo suficiente para
que Devlin se sintiera cómodo discutiendo las cosas con él.

Había pasado sólo una hora desde que abiertamente se habían

reclamado el uno al otro. Necesitaban más tiempo para conocerse.
Zacarius sólo podía esperar a que llegaran a ese punto en su relación.
Sabía que no sucedería durante la noche o incluso en unos días. La
confianza llevaba tiempo.
―¿Crees que podríamos meternos bajo las mantas?― preguntó

Zacarius―. Mi culo está al aire y me está dando un poco de frío.
Devlin se echó a reír, haciendo que Zacarius se riera. Aún se

rehusaba a mirar a los ojos a Zacarius cuando Devlin lo llevó a la cama y
lo metió bajo las mantas. Zacarius se acomodó contra las almohadas y
sacó sus manos.
Devlin se apuró en desvestirse y se metió en la cama,

acurrucándose cerca de él. Apoyó la cabeza sobre el pecho de Zacarius y
envolvió un brazo y una de sus piernas sobre él. Zacarius sólo lo acercó
más.
―Descansa, mi amor ―susurró contra el pelo de Devlin―. Lo

resolveremos más tarde.
Devlin escuchó los lentos latidos del corazón de Zacarius mientras

caía dormido. Sabía que su compañero necesitaba descansar. Le habían
pasado muchas cosas en estas dos semanas desde que se habían conocido.
Algunas veces Devlin temía que fuera demasiado y que Zacarius lo
dejaría como él lo había hecho antes.
109 Sólo ese pensamiento evitaba que le hiciera otra vez el amor a
Zacarius. No quería nada más. La intensidad que parecía estallar entre
ellos cada vez que se tocaban lo sorprendía.

Nunca nadie lo había afectado de esa manera, tal y como lo hacía

su compañero. Devlin sólo necesitaba sentir el olor de Zacarius y la
excitación se extendía sobre él rápidamente. No podía creer que casi lo
había perdido, casi había renunciado a su compañero. No podía creer que
había sido tan estúpido.
Zacarius se acurrucó más cerca de él, y Devlin supo que debía

volver a examinar sus prioridades. Una pequeña mentira por omisión
parecía algo mínimo comparado con no tener a su compañero por el resto
de su vida.
Devlin tiró de las mantas sobre él, luego sobre Zacarius, cerrando
sus ojos. El sorprendente calor de su compañero lo arrulló hacia el sueño,
los pensamientos de su futuro con Zacarius jugaron en su cabeza
mientras caía dentro un profundo y pacífico sueño.
Devlin podía sentir a Zacarius moviéndose junto a él incluso antes

de abrir los ojos. Su compañero parecía inquieto. Su corazón latía lo
suficientemente rápido para saber que Zacarius ya no dormía. Sin
embargo, su cuerpo no dejaba de moverse.
Devlin se extendió sobre él y le dio un golpe en su culo. ―Para ya.

Me has despertado.
―Bueno, ¡perdona mis jodidas locuras!― dijo bruscamente

Zacarius
Devlin abrió sus ojos de golpe para ver a Zacarius inclinándose

110 hacia atrás contra las almohadas, con los brazos cruzados sobre su pecho
y un adusto ceño en su rostro. Devlin suspiró y se acomodó hacia arriba
para sentarse al lado de su compañero.

―No eres una persona madrugadora, ¿verdad?
Zacarius levantó una ceja. ―Devlin, soy un vampiro. ¿A ti te

parezco una persona madrugadora?
―En estos momentos pareces una bruja, pero sé que me he

equivocado antes.
―Las brujas son unas perras, mi amor ―dijo Zacarius, ondeando su

mano ante Devlin―. Ese sería más de tu estilo.
―Mío…, estás gruñón esta mañana, ¿verdad?
―¡No soy gruñón!― dijo bruscamente Zacarius―. Estoy atrapado en

el agujero de mala muerte de alguien, rodeado de personas que
probablemente quieren que esté muerto, y alguien está tratando de
matarme. ¡Discúlpame si estoy teniendo un jodido mal día!
Devlin hizo rodar sus ojos. Adoraba a Zacarius, realmente lo hacía,

pero esta actitud tan temprano por la mañana simplemente no la
toleraría. Devlin no tenía la intención de comenzar su mañana de esta
manera.
Devlin agarró a Zacarius y se acercó al borde de la cama, tirando

del Príncipe sobre su regazo. ―Necesitas un ajuste de actitud ―le explicó
Devlin mientras comenzaba a golpear el culo de Zacarius―. No tengo
intención de despertar cada mañana por culpa de tu estado de ánimo
remilgado.
Zacarius gritó evidentemente indignado. Devlin simplemente lo

mantuvo abajo y continúo golpeando su culo hasta que los gritos de
Zacarius se volvieron pequeños gemidos. Finalmente, se detuvo. Frotó
con su mano las mejillas intensamente rojas y luego giró a Zacarius y lo
estrechó entre sus brazos.
―Cariño, ¿quieres decirme qué está pasando realmente?― Susurró

Devlin contra la cabeza de Zacarius.
111
―No ―murmuró Zacarius.

Devlin inclinó la cabeza de Zacarius hacia atrás así podría ver sus
ojos color amatista. ―Yo creo que sí, o no estarías tan gruñón esta
mañana. Obviamente quieres mi atención, bueno, ahora la tienes.
Los ojos de Zacarius se abrieron de par en par. ―¿Piensas que yo

quería que me azotaras?
―Sí, lo creo ―respondió Devlin―. Creo que necesitabas, que por el

momento yo estuviera al mando. También creo que justo ahora te sientes
muy inestable. Que estás bastante confundido, y me estás presionando
para ver como reaccionaré. ―Devlin le hizo un giño a Zacarius―. Ahora
ya lo sabes.
―Soy un hombre, ¿sabes?
―Cariño, soy muy consciente del hecho de que eres un hombre

―dijo Devlin―. No hay duda de eso. También eres alguien que está
acostumbrado a tener todo el tiempo el mando, o de tener a todos a tu
alrededor saltando a una palabra tuya.
Devlin se agachó y agarró el culo enrojecido de Zacarius, dándole

un buen apretón. Zacarius hizo una mueca, parecía como si el toque le
doliera. Devlin sabía que era otra cosa. El pene de Zacarius tembló y
comenzó a llenarse.
―Creo que soy el compañero perfecto para ti ―continuó Devlin―.

No aguantaré tus estupideces y no me podría importar menos el que seas
el Príncipe de tu aquelarre. Tampoco tengo problemas en ponerte en tu
lugar cuando lo necesites.
Devlin los llevó de vuelta a la cama, acostando a Zacarius antes de

cubrir el cuerpo de su compañero con el suyo. ―Lo más importante, es
que conmigo no tendrás que controlarte. Soy suficientemente fuerte por
los dos, y siempre estaré aquí para apoyarte, sin importar qué.
Zacarius arrugó su frente. ―¿De verdad es así de simple, Devlin?
112 ―Si tú lo quieres sí ―respondió Devlin―. Los dos somos hombres

bastante obstinados, acostumbrados a tener dominio sobre todas las
cosas―Devlin movió sus caderas contra las de Zacarius―en más de un
sentido, pero creo que funcionamos bien juntos.
―Sabes, no puedes seguir azotándome ―argumentó Zacarius

incluso cuando separaba sus piernas para acomodar a Devlin más cerca
de él―. Soy el Príncipe de mi aquelarre.
―Como dije, cariño, eso no significa nada para mí. En lo que a mí

respecta, tú no eres el Príncipe Zacarius. Simplemente eres mí Zac, mi
compañero. Eso es todo lo que importa para mí. Y si creo que tú culo
debe enrojecer, eso es lo que voy a hacer.
Zacarius ladeó la cabeza a un lado, con una mirada confusa en su

rostro. ―¿En verdad no te importa mi estatus como Príncipe de mi
aquelarre?
―Nop ―dijo Devlin―. En lo que a mí respecta nuestra relación es

una simple relación de pareja.
―Hablas en serio. ―Era más una afirmación que una pregunta.
―No me malinterpretes, Zac. Nunca te faltaré al respeto en público

o algo como eso, pero tampoco te tendré mandándome a hacer cosas. Tú
eres mi compañero, no mi madre, ni mi padre o mi Alfa.
―¿Qué… qué si tengo que hacerlo?
―¿Quieres decir, debido a cosas del aquelarre o la manada?
Zacarius asintió.
―Bueno, supongo que tal vez eso sería diferente, pero entiende que
si siento la necesidad de cuestionarte, lo haré. Eso sí, no frente a los
demás, pero te cuestionaré.
―Es justo.
―Me alegro que pienses así, oh su realeza.
Zacarius sonrió. Envolvió sus piernas alrededor de la cintura de

Devlin, sus penes se rozaban entre sí. ―Entonces, si justo ahora te ordeno
que me folles, ¿Tendrás que preguntarme primero?
113
―Esa es una orden que siempre estaré dispuesto a seguir, mi
Príncipe. Sin hacer preguntas. ―Devlin agarró a Zacarius y los rodó a

ambos hasta que el otro hombre estuvo a horcajadas sobre su cintura.

Inclinó su cabeza hacia atrás invitándolo.
Zacarius gruñó y cayó, enterrando profundamente sus dientes en el

cuello de Devlin. Devlin gimió ante el impacto repentino de dolor. El
resto de su cuerpo parecía no tener problemas con lo que Zacarius hacía.
Se animó y pulsaba frenéticamente por atención.
Devlin gruñó cuando su compañero tuvo la gentileza de atenderlo

estirándose hacia abajo y envolviendo con su mano ambos penes. Devlin
se aferró a las caderas de Zacarius. Condujo su pene hacia arriba entre la
mano de Zacarius. Gruñó mientras Zacarius tomaba la esencia de la vida
de él.
Devlin no sabía cómo había pasado, pero ahora él equiparaba el

beber sangre con el deseo. La simple vista de los dientes de Zacarius
excitaba a Devlin. Estaba bastante seguro que continuaría pensando de
esa manera por el resto de su vida.
Con la mano de Zacarius acariciándolo y la sensación de la

respiración rápida del Príncipe moviéndose contra su cuerpo. Devlin
supo que su resistencia tomaría vacaciones. El olor del sexo llenó el aire
que los rodeaba, fluyendo sobre ellos.
Zacarius levantó su mano con el tiempo justo para capturar los

labios de Devlin antes de que él llenara el espacio entre ellos con su
caliente semilla. El cremoso líquido caliente lubricó los empujes de
Devlin. Con un fuerte rugido voló sobre el borde de la liberación para
unirse a su compañero en el éxtasis.
Devlin gruñó cuando Zacarius colapsó en su pecho. Envolvió sus

brazos alrededor de su compañero, metiendo la cabeza bajo su barbilla.
Una pacífica sensación de satisfacción lo llenó, una que sólo recordaba
tener cuando estaba cerca de su compañero.
―Duerme, mi Príncipe ―murmuró Devlin―. Nos iremos a casa más

114 tarde.

115

Capitulo 9.-
Zacarius extendió la mano y agarró la de Devlin cuando el vehículo

de grandes dimensiones en el que se encontraban, se detuvo. ―¿Estás
listo para esto?
―Probablemente no, pero vamos a darle una oportunidad a esto de

todos modos ―rió Devlin―, si no sirve para nada más, al menos será
entretenido.
―Podríamos volver a tu manada y vivir allí. ―A pesar de que

Zacarius dijo las palabras, sabía que no eran ciertas. Él era el Príncipe
regente de su aquelarre. Su lugar estaba aquí, incluso aunque no lo
quisiera.
―Podríamos vivir en la luna, también ―dijo Devlin―. Pero seguirás

siendo el Príncipe del aquelarre.
―Aguafiestas.
Devlin se echó a reír mientras salía del vehículo. Zacarius negó con
la cabeza y salió, cruzando por la parte delantera del vehículo para unirse
a su compañero. Podía ver a los miembros de su aquelarre saliendo a las
grandes puertas dobles de su mansión.
Muchas miradas curiosas recayeron en ellos. Algunas personas

incluso les miraron mal. Varias fruncieron los labios con disgusto.
Zacarius sabía que no iba a ser fácil para ellos aceptar a un hombre
116 lobo en el aquelarre, pero mantenía la esperanza de que no fuera
imposible.

Las dos últimas semanas que había pasado con Devlin en Wolf
Creek, le dejaron claro a Zacarius que nunca dejaría ir a su compañero, y
eso significaba que Devlin se quedaría sin importar lo que sintieran los
otros miembros de su aquelarre. Zacarius sabía que abandonaría el
aquelarre antes de prescindir de Devlin.
Tomando una respiración profunda, Zacarius agarró de la mano a

Devlin y se dirigió a la gente reunida en las escaleras. Él rezaba
esperando sinceramente que Devlin supiera a lo que se enfrentaban
y estuviera preparado para las posibles consecuencias.
―Príncipe Zacarius ―dijo un hombre en voz baja, mientras

inclinaba la cabeza―. Bienvenido a casa.
―Gracias, Stefan.
―¿Tuviste un buen viaje?
Zacarius miró a Devlin y sonrió. ―Sí, creo que se podría decir que
mi viaje fue todo un éxito.
Zacarius se echó a reír ante la mirada perpleja en la cara de Stefan.

Podía sentir su confusión. Alfred le dijo al aquelarre que Zacarius había
tenido que asistir a una reunión sobre el mantenimiento de la paz con los
hombres lobo. Al parecer, Stefan creía que era ahí donde había estado.
―Stefan, por favor, convoca a los miembros del aquelarre para que
se presenten en el gran salón ―dirigió Zacarius―. Tengo una noticia que
deseo compartir.
―Muy bien, Príncipe Zacarius ―dijo Stefan, apurándose para hacer

lo Zacarius le había ordenado.
La risita callada de Devlin llamó su atención. Zacarius lo miró de

nuevo, con una ceja levantada. ―¿Sí?
―Debe ser bueno ser rey.
117 ―Príncipe, mi amor, Príncipe ―dijo Zacarius. Aunque en realidad

nunca había pensado en ello. Desde su nacimiento había sido educado y
entrenado para ser el gobernante de su aquelarre. No conocía nada más,

pero tal vez se había vuelto demasiado complaciente con la posición que
tenía, lo había dado demasiado por sentado.
Después de 500 años de ser un privilegiado, era difícil recordar que

sólo estaba al mando debido a su orden de nacimiento.
Adrianna fácilmente podría haber sido la primera en nacer. Ella era

considerada aún de la realeza, pero no del liderazgo. Eso siempre
confundía a Zacarius. Haber nacido primero no hacía a alguien un buen
gobernante. La compasión, la comprensión y la sabiduría lo hacían,
además de un montón de experiencia. Nunca entendió por qué la gente
pensaba que sería un buen gobernante sólo por haber nacido en primer
lugar.
Zacarius siempre creyó que los aquelarres deberían elegir al líder

entre los mejores de ellos, pero nadie le había hecho caso. Todo el mundo
parecía firmemente convencido de que el primogénito debía gobernar, sin
importar lo mucho que protestara.
Finalmente, se acabó acostumbrando.
―Así que, Príncipe, ¿y ahora qué?―preguntó Devlin.
―Ahora te llevaremos al interior y te presentaremos como mi

consorte real.
―Bueno, eso sí debe ser divertido.
Zacarius rodó sus ojos. Devlin tenía un peculiar sentido del humor,
lo había descubierto recientemente. Las cosas más divertidas parecían
divertirle. Zacarius no podía recordar reír tanto como lo había hecho en el
último par de semanas.
Había hecho un montón de cosas en las últimas dos semanas que

no recordaba haber hecho antes. Devlin parecía ser el centro de todo.
Zacarius estaba fascinado con el hombre, la forma en la que

pensaba, el aspecto que tenía, y la forma en que Devlin hacía cualquier
118
cosa.

El sexo era algo fuera de este mundo, pero era más que eso.
Realmente disfrutaba el tiempo que había pasado con Devlin. Parecía
inteligente, culto y dispuesto a escuchar ambos lados en una discusión.
Sería un buen consorte.
Zacarius esperaba tener a Devlin a su lado, y que gobernaran el

aquelarre, juntos. Por supuesto, la posición de Devlin sería el de consorte
real, pero cuando estuvieran solos, Zacarius le hablaría a Devlin como su
igual.
―¿Listo, mi amor?
Devlin se encogió de hombros como si no le importara, pero

Zacarius detectó un brillo en sus ojos que le decía que estaba a punto de
decir algo que podría desestabilizar por completo el mundo de Zacarius.
Apenas podía esperar.
―Si no lo estuviera, ¿me llevarías escaleras arriba y me abrazarías

mientras encuentro mi valor para enfrentarme a tu aquelarre?
Zacarius dibujó una mueca en sus labios mientras trataba de

aguantarse las ganas de reír. Devlin era uno de los hombres más valientes
que él conocía. No tenía que encontrar su valor. Era algo natural e innato
en el hombre lobo.
―¿Qué tal una mamada cuando hayamos terminado en vez de eso?

―preguntó Zacarius.
Las cejas de Devlin se alzaron, pero sus ojos brillaron con interés.
―¿Tú o Yo?
―¿Por qué no ambos?― le hizo un guiño a Devlin―. Además, no he

comido desde que salimos de Wolf Creek. Tengo hambre. Podríamos
matar dos pájaros de un solo bocado, por así decirlo.
La piel de Devlin se sonrojó. Los músculos de su mandíbula se

apretaron. Parecía listo para saltar. —Joder con el condenado pájaro1
119
1
Se refiere a alguien inteligente pero con picardía.

―exclamó Devlin―, me matarás antes de que alguien de tu aquelarre

tenga oportunidad de hacerlo.
Zacarius gruñó. ―Si alguien toca un pelo de tu cabeza tendrá que

responder ante mí.
Devlin le dio unas palmaditas en el pecho a Zacarius. ―Cálmate, mi

Príncipe. Soy mucho más duro de lo que piensas. Haría falta mucho más
que eso para acabar conmigo.
Zacarius se acercó y empujó hacia atrás un mechón perdido de

cabello castaño de la mejilla de Devlin. ―Sea como sea, a mí ni siquiera
me gusta pensar en ello, cariño. He esperado muchos años para encontrar
a mi pareja como para perderla tan pronto.
―No me vas a perder, mi Príncipe. ―Se acercó a él, entrelazando

sus dedos con Zacarius―. Así que, ¿no tienes un consorte que presentar a
tu aquelarre? Porque tengo un duro trabajo por delante y me gustaría
ponerme a ello.
Al ver la diversión en sus ojos, Zacarius se echó a reír. Devlin

sonrió. Zacarius sabía que Devlin no entendía la cautivadora imagen que
presentaba. La luz del sol reflejaba justo sobre su cabello castaño, dándole
un suave resplandor. Su rostro se suavizó con su risa. Sus ojos de cobre
brillaban.
Así era como quería ver siempre a su compañero, feliz y sin

preocupaciones. La mera presencia de Devlin le daba alegría y se
prometió que nunca lo daría por sentado. Le habían dado un regalo muy
preciado y casi lo pierde. Zacarius no desperdiciaría esta segunda
oportunidad que se le había dado.
Zacarius tomó la mano de Devlin y tiró de él hacia la mansión.

Trató de ver el lugar a través de los ojos de Devlin y se dio cuenta de que
su compañero entraba en un mundo en el que no tenía ninguna clase de
experiencia.
120
Además del hecho de que Zacarius vivía en una mansión de quince
grandes dormitorios con varios otros vampiros, el lugar debía parecerle
casi chillón. Obras de arte colgadas en las paredes. Arañas de cristal

colgaban del techo. Vampiros en la parte superior vestidos con trajes de

noche de diseñador paseando aquí y allá, suponiendo que no se detuviera
en los dorados muebles, de muchos siglos de antigüedad.
Devlin llevaba jeans negros y una camiseta de algodón negro.
Zacarius miró su propio conjunto. Llevaba su atuendo habitual de

pantalones de cuero negro, una camisa con volantes blancos y un abrigo
negro largo hasta la rodilla. Las botas, hechas de la mejor piel, costaban
más de lo que la mayoría de la gente gastaba en el alquiler.
Zacarius hizo una mueca. Debía admitirlo. Quizás estaba un poco

mimado. A él le gustaban las cosas finas de una vida de lujo, con ropa
hecha a medida, con criados encargándose de su casa para que todo
siguiera funcionando, y la adulación de sus súbditos. Era bueno ser
Príncipe.
También de repente le hizo sentirse inútil y perezoso. Además de

su labor diplomática y el funcionamiento de su aquelarre, Zacarius
dudaba de que alguna vez supiera lo que era un duro día de trabajo.
Podía sentir los callos en la mano de la que se apoderó, diciéndole que
Devlin sabía, él sabía lo que era el trabajo duro.
¿Tal vez él tenía que llevar a su aquelarre al nuevo mundo? Tal vez
había llegado el momento para que ellos dejaran de depender de su
genética y de los muchos años de inversiones y realmente empezaran a
trabajar para ganarse la vida. Era algo en qué pensar al menos.
Zacarius quería que su compañero le mirara con orgullo. Quería

mirar a su compañero a los ojos y saber que podía hacerlo con respeto por
sí mismo y con una seguridad en sí mismo ganada con sus actos.
Eso no significaba que tuviera que renunciar a las comodidades

que venían con ser el Príncipe de su aquelarre. Había demasiados
beneficios que quería compartir con su pareja, y tal vez mimarlo un poco.
Devlin se lo merecía.
121
―Este lugar es realmente grande, Zac ―dijo Devlin, mientras
caminaban por un largo pasillo―. Me va llevar al menos un mes
conocerlo todo sin perderme.

―¿Quieres que asigne a alguien para que te lleve por los

alrededores?
―¿Tú no puede hacer eso?
Zacarius sonrió, mirando por encima de su compañero. ―Mi amor,

no hay mucho que no pueda hacer.
Devlin rápidamente sacudió la cabeza. ―No, no lo creo. Olfatearé el

camino si tengo que hacerlo. No me gusta la idea de que me guíen para
todo.
―¿Especialmente si se trata de una sanguijuela haciendo de líder?
La cara de Devlin se sonrojó.
Zacarius le palmeó la mano. Sabía que les iba a llevar más de un

par de semanas disminuir siglos de enemistad entre vampiros y hombres
lobo. Al menos Devlin parecía dispuesto a intentarlo. Zacarius no estaba
tan seguro de poder decir lo mismo de su aquelarre.
Deteniéndose fuera de la gran puerta doble de color rojo que

llevaba al gran salón, Zacarius se volvió hacia Devlin. Ahuecó la cara de
su compañero con las dos manos y se inclinó hasta colocar un pequeño
beso en los labios de Devlin.
―Estamos a punto de entrar y presentarte a mi aquelarre como mi

consorte.
Devlin arrugó la frente. ―Lo sé.
―Quiero que sepas que los sentimientos de mi aquelarre no son los

míos.
Devlin sonrió. ―¿Estás tratando de decirme que los otros niños en

el patio no quieren jugar conmigo?
―Esa es una clara posibilidad, mi amor.
122 ―No me importa, Zac―dijo Devlin―. No estoy aquí por ellos. Estoy
aquí para ti. Me importa un bledo lo que piensen de mí. No tiene nada
que ver con lo que hay entre tú y yo. Sólo me importa lo que tú pienses.

Los ojos de Zacarius se abrieron un poco. Aunque no se trataba de

una declaración de amor eterno, era una de las mejores cosas que alguna
vez alguien le había dicho. Eso le hizo sentir cálido y tembloroso por
dentro. También lo hizo sentirse muy excitado.
Zacarius frunció el ceño, maldiciendo el hecho de que tenía que

llevar a Devlin al gran salón en vez de subir a su habitación donde podía
violar a su compañero. Una fiesta para darlo a conocer y saludar, no era
lo que quería en ese momento, a menos que los incluyera sólo a ellos dos.
―Vamos a hacer esto, así te puedo llevar arriba y mostrarte

cómo este chico juega en el patio.
Los ojos de Devlin brillaron y gruñó, enviando un escalofrío de

placer de regreso a Zacarius. Él sonrió y se giró para abrir las
puertas dobles que conducían al gran salón con una mano, la otra mano
estaba a su espalda para tomar la mano de su pareja.
El nivel de ruido en el gran salón se redujo casi al silencio total al

momento en que se abrieron las puertas. Zacarius miró a su alrededor,
observando la presencia de la mayor parte de su aquelarre. No
había realmente muchos de ellos, tal vez un centenar de miembros
en todo el aquelarre. Ellos también escondían su número muy bien.
Y todos los miembros presentes miraron a Devlin con desprecio y

desconfianza.
Zacarius sabía que su aquelarre no se tomaría sus noticias con

facilidad, pero esperaba que no fuera imposible integrar a su compañero
en el aquelarre. Su compañero no se iba a ir.
Zacarius se acercó a la zona donde un pequeño escenario se alzaba

a un lado y tiró de Devlin junto a él. Las oleadas de hostilidad dirigidas
hacia al escenario habrían tambaleado a un hombre más débil. En cambio,
Zacarius se irguió en toda su altura y echó una mirada altanera a toda la
multitud.
123
―Les he pedido que vinieran aquí para darles una noticia ―dijo
Zacarius―. Quiero señalar que estoy haciendo esto por pura cortesía

hacía ustedes. De ninguna forma tengo la obligación de informarles.

Estoy haciendo esto porque me preocupo por el bienestar de mi grupo.
Zacarius se detuvo un momento, sus ojos se encontraron con los

ojos de muchos que estaban mirándole.
―Sin embargo, dicho esto, no será tema de debate. Devlin Morgan,

ex miembro de la manada de Wolf Creek, es mi compañero. Y como tal,
él es ahora mi consorte real y será tratado en consecuencia.
Los jadeos, silbidos horrorizados, y los gritos de negación absoluta

eran algo que esperaba. Lo que Zacarius no esperaba eran las pocas
personas que se echaron a reír. Realmente no creía que la situación fuera
divertida.
―Seguramente usted está bromeando, Príncipe Zacarius ―alguien

en la multitud gritó―. No podemos permitir que un hombre lobo entre en
nuestro aquelarre. Es que no es posible.
Zacarius abrió la boca para responder, pero los argumentos de la

multitud le ahogaron. Sintió que su ira comenzaba a construirse en la
tensión de sus hombros. Zacarius respiró hondo varias veces tratando
de calmarse. No le serviría de nada al Príncipe del aquelarre perder los
estribos.
Un pequeño apretón en su mano atrajo la atención de Zacarius a su

compañero. Miró por encima de él para ver un brillo divertido en los
ojos de Devlin.
―Siempre podría cambiar y comérmelos.
Zacarius se mordió los labios para no reírse. Su compañero acababa

de conseguir que la situación fuera graciosa para él. ―No creo que eso
resuelva nuestros problemas a largo plazo, mi amor, lo que importa son
los beneficios inmediatos.
Zacarius se volvió hacia la multitud y levantó la mano hasta que el

124 silencio reinó en la habitación una vez más. ―Como he dicho, este no es
tema de debate. Devlin y yo ya nos hemos acoplado. Ya está hecho. No
habrá más discusión al respecto.

Sus labios se juntaron apretándose ante la mirada que su enojado

aquelarre le daba. Sabía que no iba a ser fácil, pero se negaba a dar
marcha atrás. Devlin era su compañero y nada iba a cambiar eso ahora,
aunque quisieran, no lo haría.
―Espero que Devlin sea tratado con todo el respeto debido a un

consorte real. Cualquier transgresión contra él será una transgresión en
mi contra y será tratada como tal. ¿Entendido?
Con el tiempo, todos en el salón asintieron con la cabeza, algunos

inclinándose respetuosamente, pero la gran mayoría lo hizo con un
minúsculo asentimiento de cabeza. Zacarius sabía que iba a llevar tiempo
para que su aquelarre aceptara a Devlin. Nadie quería estar en un lugar
donde no tenía amigos, rodeado de enemigos a cada paso. Sólo esperaba
que su compañero se quedara el tiempo suficiente para que ellos
pudiesen pasar por todo esto.
Zacarius agarró la mano de Devlin, una vez más, dispuesto a bajar

del escenario y salir de la habitación cuando una voz desde el fondo del
salón llamó su atención. Se volvió y vio cuando un delgado hombre de
pelo rubio rojizo se abrió paso hacia el frente de la multitud.
Zacarius lo reconoció de inmediato. Stefan parecía ansioso, como si

quisiera decir algo y no sabía muy bien cómo hacerlo. Sus ojos se movían
frenéticamente por la habitación. ―Adelante, Stefan.
Las mejillas de Stefan enrojecieron. Sus ojos se posaron en el suelo

por un momento antes de volver a mirarlo a él. Zacarius sabía que era
terriblemente tímido, pero la desesperación en sus ojos gritaba fuerte y
claro.
Zacarius soltó la mano de su compañero y se bajó del escenario

para estar delante de Stefan. Apoyó la mano sobre el hombro de Stefan
para darle valor al hombre. ―Está bien, Stefan. Di lo que quieras decir.
―¿Crees que podría haber más compañeros entre los hombres

125 lobo?― Stefan le preguntó mientras sus ojos se desviaron de Zacarius
para aterrizar en Devlin y entonces echar un vistazo alrededor de la
habitación.

Zacarius sonrió. ―No tengo ninguna duda de eso, Stefan ―Hizo un

gesto hacia Devlin―. Encontré a mi compañero allí, ¿no?
Stefan sonrió vacilante entonces su sonrisa se hizo más grande. ―Sí
―Tal vez debería hablar de algún tipo de reunión con el Alfa de la

manada de Wolf Creek para ver si tenemos algún otro compañero entre
nosotros?― Miró por encima del hombro a Devlin. ―¿Qué te parece,
querido?
Devlin cruzó los brazos sobre su pecho y miró al hombre de pelo

rubio. Él pareció intimidarse, parecía temeroso. Zacarius frunció el ceño,
listo para decirle a su compañero que dejara en paz a Stefan. Al hombre le
había costado mucho tener el valor para ponerse de píe delante de su
aquelarre entero y hacer esa pregunta.
Entonces Devlin se bajó del escenario y se detuvo junto a Zacarius.

Su brazo se acomodó alrededor de los hombros de Zacarius y una sonrisa
se dibujó en sus labios mientras contemplaba a Stefan.
―Creo que es una idea maravillosa ―dijo Devlin―. Gracias por

sugerirlo Stefan.
―Oh, pero yo no lo hice… ―tartamudeó Stefan, con su cara

enrojecida.
―No te vendas tan barato, Stefan ―dijo Devlin―. Estoy seguro de

que Zacarius aprecia a aquellos en su aquelarre que tienen el valor
suficiente para adelantarse y hacer la pregunta que todos piensan pero
que nadie quiere hacer. Te felicito por tu valentía.
―Yo no soy valiente.
―Tonterías ―dijo Devlin―. Estoy seguro de que nunca has visto un

hombre lobo desde tan cerca, ¿verdad, Stefan?
―N-no.
126 ―Y sin embargo, diste un paso hacia adelante de todos modos.

―Devlin lentamente se acercó y palmeó el hombro de Stefan―. Incluso en
una manada de hombre lobo eso se considera ser valiente.

El rosto de Stefan se había puesto más enrojecido, pero esta vez

estaba acompañado de una gran sonrisa por la alabanza de Devlin.
Zacarius sintió un flujo de orgullo atravesándolo, tanto por la valentía de
Stefan al vencer su miedo, como por el modo en que Devlin lo manejó. Su
compañero sería una gran adición a su aquelarre.
―De hecho ―Devlin continúo―, se me ocurren unos cuantos lobos a

los que pienso que les podrías gustar. Yo estaría más que encantado de
presentártelos. Ben es el ayudante del Sheriff de Wolf Creek. Él también
es el ejecutor es el ejecutor de nuestra manada. Marc es un viejo amigo de
mi hermano, Chase. Y Tommy, el hijo de mi Alfa, trabaja como camarero
en nuestro bar local. Le confiaría mi vida a cualquiera de estos hombres,
Stefan. Yo les confiaría la vida de mi pareja también a ellos.
Zacarius vio que Stefan arrugó las cejas, parecía confundido. ―¿Y
de buena gana me los presentarías, aunque sea un vampiro y ellos
hombres lobo?
―Por supuesto ―respondió Devlin―. Si hay posibilidades de que

alguien de este aquelarre pudiera ser el compañero de alguien de mi
manada, estoy obligado a presentarlos. Un compañero es un compañero,
Stefan, sin importar quién o qué sean.
127

Capitulo 10.-
Devlin miró detenidamente a su compañero mientras entraban a su

nueva habitación. Zacarius había estado tranquilo desde que dejaron el
gran salón. Devlin no sabía si era por algo que él había dicho o algo que
no dijo.
¿Tal vez fue su reacción? Devlin no tenía ni idea qué requería de él

la etiqueta de los vampiros. Siguió sus instintos y tocó a Zacarius cuando
sintió la necesidad de hacerlo, pero tal vez había ido en contra del código
del aquelarre.
―¿Zac?
―¿Sí, mi amor?― Zacarius preguntó sin darse vuelta.
―¿Hay alguna manera en la que se supone deba actuar?―

preguntó―. ¿Alguna regla de conducta que deba seguir?
Eso llamó la atención de Zacarius. Se giró, con una mirada

sorprendida en su rostro.
―Bueno, hay recepciones en el aquelarre a las que tendremos que

asistir, por supuesto. Y como mi consorte, se espera que estés a mi lado.
Aparte de eso espero que actúes de la forma en que siempre lo has hecho.
―¿Entonces se me permite tocarte cuando quiera hacerlo?

128 La sonrisa en el rostro de Zacarius era tan sensual como la
oscilación de sus caderas mientras caminaba por la habitación para estar
en frente de Devlin. ―Yo insistiría en ello ―dijo Zacarius.

Devlin se derritió ahí mismo. Su pene se llenó, su cuerpo le dolió, y

toda la sangre que alimentaba su cerebro se fue hacia su ingle. La sonrisa
sexy en el rostro de su compañero encendió su deseo, iluminando la
llama que Devlin no tenía ninguna intención de apagar.
―Zacarius ―susurró Devlin.
Zacarius no dijo ni una palabra. Sólo moldeó su cuerpo contra el de

Devlin, pecho contra pecho, muslo contra muslo, y pene contra pene.
Devlin gimió. Y así sin más, estaba listo para rasgar las ropas de Zacarius
y follarlo contra la pared.
―Aún no te he tomado, mi amor ―susurró Zacarius, con su voz

llena de promesa―. No he sentido tu apretado cuerpo a mí alrededor
mientras me empujo dentro de ti, mientras mi cuerpo llena el tuyo una y
otra vez.
Sip, Zacarius podría matarlo antes de que alguno en el aquelarre

pudiese hacerlo. Sólo así, unas pocas palabras sexys habladas en un
susurro, y Devlin se convertía en el esclavo de Zacarius. Haría lo que
fuera por su compañero.
―Sí ―murmuró Devlin―. Por favor, mi Príncipe.
Devlin le sacó la ropa a Zacarius mientras se inclinaba para devorar

sus deliciosos labios. Besar al hombre prácticamente era una experiencia
religiosa. Zacarius no sólo besaba. Él acariciaba con su lengua, mordía
con sus labios, haciendo que las rodillas de Devlin temblaran cada vez.
En el momento en que sus manos encontraron la carne desnuda,

Devlin comenzó a explorar. Había cubierto en las últimas semanas el
cuerpo desnudo de Zacarius más veces de las que pudiese contar, pero
cada vez se sentía como la primera vez. Parecía que siempre había un
nuevo lugar que descubrir, un nuevo gemido que escuchar, una nueva
manera de amar a su compañero.
Devlin meció a Zacarius entre sus brazos y lo llevó hacia el

129
dormitorio. Su compañero no era mucho más pequeño que él, pero le
hacía sentir bien saber que era lo suficientemente fuerte para cargar con

Zacarius, lo suficientemente fuerte para obtener una suave sonrisa por la

sorpresa.
Cuidadosamente recostó a Zacarius en la cama, luego dio un paso

atrás para sacarse su propia ropa. Devlin podía sentir los ojos de Zacarius
devorándolo. El aroma de la excitación de su compañero llenó el aire,
haciendo que Devlin acelerara el paso.
Dejando caer lo último de su ropa en el suelo, Devlin se movió a un

extremo de la cama y comenzó a arrastrarse por el colchón hacia
Zacarius. Al alcanzar su cuerpo, Devlin comenzó a besar y lamerlo,
mordisqueando, lo que fuera de carne desnuda que pudiese alcanzar.
Zacarius se retorcía debajo de él mientras lentamente besaba el

camino hasta la parte interna del muslo del hombre, su nariz empujaba
suavemente el saco de las pelotas de Zacarius. Avanzó ligeramente sobre
la suave piel. Un agonizante gemido de su compañero hizo que el ritmo
cardiaco de Devlin se acelerara.
Devlin se deleitaba con los gritos de Zacarius. Saber que él le daba

placer a su compañero le brindaba más satisfacción que un verdadero
orgasmo, y eso le sorprendió. Desde la primera vez que lo hizo esperaba
encontrar algo que se sintiera tan bien como el sexo.
Sabiendo que podía experimentar tanto el buen sexo y dar tanto

placer como fuera posible a su compañero al mismo tiempo, impulsó a
Devlin. Se inclinó hacia adelante y tomó la cabeza del pene de Zacarius
en su boca, casi siente nauseas cuando Zacarius repentinamente corcoveó,
enviando su pene profundamente en su boca.
Devlin agarró las caderas de Zacarius, anclándolo a la cama antes

de hundirse nuevamente en su pene. Prestó especial atención a la parte
inferior de la cabeza en forma de seta y la pequeña ranura en la parte
superior, sabiendo que eso podría volverlo salvaje.
En las dos semanas desde que aceptaron su acoplamiento, no había

130 pasado un día en que no hicieran el amor. En ese tiempo, Devlin trazó un
mapa de cada pulgada del cuerpo de Zacarius con su lengua y sus manos.
Sabía qué hacía gritar en éxtasis a su compañero, y él se deleitaba con
cada sonido.
―¡Mierda!― gimió Zacarius―. Eres tan malditamente bueno en eso.
Devlin sonrió y chupó todo el eje en su boca. Las manos de

Zacarius repentinamente agarraron su pelo, tirando de su cabeza.
―¡Alto, detente!― gritó Zacarius―. Si sigues así no me correré

dentro de ti.
Devlin sacó el pene de Zacarius de su boca con un pop y lo miró.

Su cara se veía sonrojada, constreñida.
―Estoy muy cerca, Devlin.
Devlin asintió y subió por el cuerpo de Zacarius para estar a

horcajadas. ―¿Cómo me quieres, sexy?
Las manos de Zacarius se movieron suavemente sobre su pecho.

Devlin gimió, sus ojos se cerraron cuando los dedos de Zacarius tiraron
de sus sensibles pezones. El toque suave casi lo envió al borde.
―Ven aquí arriba ―dijo Zacarius mientras palmeaba el culo de

Devlin―. Déjame tener ese magnífico pene tuyo.
Deseoso por complacerlo, Devlin se deslizó por el cuerpo de

Zacarius hasta que su pene rozó los labios del hombre. Calor húmedo
envolvió a Devlin mientras Zacarius lo tragaba. Devlin gimió, incapaz de
resistirse a empujar un poco hacia adelante.
Se inclinó hacia adelante y se aferró al borde del cabecero para

mantenerse a sí mismo en posición vertical. Sus piernas se sentían
débiles. Ellas temblaban con cada golpe de la lengua de Zacarius, con
cada mamada de sus labios.
Zacarius dominaba las mamadas, para el deleite de Devlin. Sabía

exactamente cuándo chupar, cuándo lamer, y cuándo aplicar la cantidad
justa de presión para volver a Devlin loco. El roce ocasional de los
caninos a lo largo de su eje amenazando con hundirse y extraer su sangre
sólo conseguía excitarlo más. Una parte de él esperaba que Zacarius le
131
mordiera. El placer que pudiera obtener de ese acto era incomparable a
cualquier otra cosa que pudiera recordar. Otra parte de él esperaba que
no le mordiera. Sabía que no sería capaz de evitar su orgasmo si lo hacía.
El placer que sentía era muy intenso. Y quería sentir a su compañero

jodiéndolo. Devlin casi se cae sobre su compañero cuando sintió dos
dedos lubricados empujando dentro de su culo. Se sujetó clavándole los
dedos al cabecero y afianzó las rodillas para no caerse. Pero estuvo cerca.
―Zac ―exclamó Devlin al momento ―apúrate. No puedo esperar.
―Pronto, mi amor, pronto ―dijo Zacarius y luego atrapó en la boca

la carne dolorida de Devlin y empujó otro dedo profundamente dentro
de él.
No fue lo suficientemente pronto para Devlin. Su cuerpo se sentía

tan sensibilizado que podía sentir cada gota de sudor que goteaba por su
cuerpo y el aire que fluía a través de su piel desnuda. Si no ocurría algo
pronto, Devlin se volvería loco.
―Deslízate hacia abajo, querido ―dijo Zacarius dándole una

palmadita en el culo a Devlin.
Devlin se apuró en deslizarse hacia abajo hasta que sintió el pene

de Zacarius contra las mejillas de su culo. Con el aliento atrapado en su
garganta. Devlin había mantenido relaciones sexuales desde hacía un
montón de años, pero ningún hombre lo había jodido antes. Tragó el
nudo de su garganta. Se sentía nervioso, pero no lo suficiente para
detener a Zacarius. Quería sentir a su compañero cuando lo poseyera. Lo
necesitaba. Devlin agarró el pene de Zacarius y lo colocó en su entrada,
hundiéndose lentamente hacia abajo hasta que sintió cómo su culo se
acomodaba contra su compañero.
Devlin cerró los ojos por un momento, la sensación de Zacarius

clavándose profundamente dentro de él era casi abrumadora. El hombre
ni siquiera había empezado a moverse y Devlin ya sabía que esto sería
algo que querría hacer muy a menudo.
Al abrir los ojos, miró a Zacarius. Sus ojos estaban cerrados, su

rostro contraído mientras apretaba la mandíbula. Devlin sabía que se
132 estaba esforzando por no moverse, luchando contra todos los instintos
que su cuerpo le dictaba.

Devlin sabía que si no hubiera estado ya enamorado de su

compañero, habría caído en ese momento. Algo tan simple como no
moverse, dándole el tiempo necesario para adaptarse al pene de Zacarius
dentro de su culo. Significaba el mundo para Devlin y le demostraba
hasta qué punto su compañero realmente se preocupaba por él. Que la
necesidad de cuidarse iba en ambos sentidos. Devlin quería cuidar de
Zacarius de igual manera. Lo necesitaba más de lo que necesitaba tomar
su siguiente aliento. Con ese pensamiento en mente, Devlin se movió,
levantando sus caderas y poco a poco bajando de nuevo. Los ojos de
Zacarius se abrieron de golpe. Su mandíbula cayó, Devlin sintió sus
dedos agarrándole de las caderas cuando empezó a moverse más rápido,
los ojos de Zacarius estaban abiertos y salvajes de pura necesidad, Devlin
quería más. Se inclinó y lamió la piel alrededor de la clavícula de
Zacarius.
Zacarius se retorcía debajo de él. Devlin se arqueó, pequeños

gemidos salían de él. Movió los labios hasta el cuello de Zacarius.
―Voy a morderte, Zac ―susurró en el oído de su compañero.
El cuerpo debajo de él se estremeció profundamente. Devlin puso

las manos sobre el colchón a cada lado de la cabeza de Zacarius. Movió
las caderas con más velocidad, empalándose a sí mismo en el rígido pene
una y otra vez.
―Acaricia mi polla, Zac ―murmuró Devlin―. Llévame contigo.
Unas manos ansiosas se envolvieron inmediatamente alrededor de

la polla de Devlin y lo acarició con el mismo ritmo con el que él movía sus
caderas. Devlin pensó que podría desmayarse allí mismo. El placer del
toque de Zacarius lo abrumaba. Sabía exactamente cuando tenía que
apretar con fuerza, justo en el momento en que frotaba su pulgar sobre la
pequeña abertura en la parte superior de su pene.
Devlin se echó hacia atrás, sus ojos miraron los ojos violetas que lo
miraban a su vez con desesperación en sus púrpuras profundidades.
133 ―Ahora, mi Príncipe.
Zacarius inclinó la cabeza hacia atrás, con los ojos cerrados. Devlin
se inclinó y lamió la piel con los dientes a punto de perforarla. Dulce,
sexy, hermoso. Todo lo que Devlin había querido siempre en una pareja,
estaba allí, sólo para él.
Devlin escuchó gritar a Zacarius mientras hundía sus colmillos en

la suave piel entre el cuello y el hombro de su compañero. La sangre
caliente y dulce bañó su lengua, inflamando sus sentidos como fuego. Las
llamas se arrastraron a través de él, quemándolo hacia arriba.
Un grito de Zacarius, la sensación de la liberación del hombre

llenándolo fue todo lo que necesitó para enviarlo al límite de su orgasmo
junto a su compañero. Devlin sacó los dientes de la carne de Zacarius.
Echó la cabeza hacia atrás y rugió con placer, sintiendo los hilos de la
humedad perlada golpear su estómago y su pecho. Con su pecho
jadeante y luces danzando en sus ojos, Devlin dejó caer la cabeza hacia
abajo para apoyarla en la de Zacarius.
Podía sentir cada pequeño impulso del pene del hombre en su culo.
Apretó los músculos de su interior, extrayendo hasta la última gota de
semen de Zacarius. Un suspiro suave vino de su compañero. Devlin
gruñó desde el fondo de su garganta, eso había sido el sonido más sexy
que hubiera escuchado nunca.
Devlin se acercó y acarició la cara sonrojada y sudorosa de Zacarius

hasta que el hombre abrió los ojos. Le sonrió.
―Eres, sin lugar a dudas, la cosa más malditamente sexy que he

visto en toda mi vida.
Devlin no creía que fuera posible, pero el rostro de Zacarius se

sonrojó aún más. Sus ojos se movieron por un momento antes de volver a
él. Devlin frunció el ceño ante la aprensiva mirada en la cara de Zacarius.
―¿Zac?
―¿Te molesta que yo no sea un hombre lobo?― preguntó Zacarius

después de un momento.
134 Devlin se rió entre dientes. ―¿Puedes preguntármelo con tu pene

enterrado en mi culo?
―Devlin ―dijo Zacarius golpeándole el brazo―, lo digo en serio.

―Yo también ―contestó Devlin―. La única cosa que me molesta es

que me haya llevado tanto tiempo encontrarte y casi perderte. No me
importa si eres un vampiro, un hombre lobo o un ser humano. Eres mío y
eso es todo lo que importa.
―¿Estás seguro?
Devlin sonrió. ―Zac, eres el único que me ha tomado. ¿De verdad

crees que te permitiría hacerlo si tuviera alguna duda acerca de nuestra
unión?
Los ojos de Zacarius se agrandaron, su boca se abrió. ―Estás

hablando en serio.
Devlin asintió con la cabeza. ―No sólo estoy hablando

completamente en serio, si no que ahora que he experimentado lo que ese
hermoso pene tuyo puede hacerme sentir, estoy deseando una repetición.
Devlin echó un vistazo a la zona en la que todavía estaban unidos.

Podía sentir a Zacarius endureciéndose dentro de él. Sonrió cuando
volvió a mirarle. ―Creo que voy a ver la repetición ahora mismo.
La cara de Zacarius se puso roja, pero la pequeña sonrisa sexy en

sus labios le dijo que Devlin estaba más que feliz de darle una repetición
del mejor sexo que Devlin había tenido en toda su vida. Devlin se inclinó
y le rozó los labios a su compañero con los suyos.
―Así que, ¿Cómo fue que habíamos empezado las cosas la última
vez?
135
Devlin sonrió cuando vio al otro vampiro alejarse rápidamente
apartándose de él. Era lo que había venido ocurriendo desde hacía días.
Cada vez que Devlin iba a cualquier parte, los vampiros desaparecían de
la zona o se apartaban a unos metros de distancia de él. Si no conociera la

situación, pensaría que tenían miedo de que les contagiara algo. Y si la
confianza en sí mismo no fuera tan fuerte, podría llegar a sentirse un
poco decepcionado. Por suerte, Zacarius lo compensaba lo suficiente
como para que no le importara lo que el aquelarre pensara de él.
Stefan parecía ser la única persona que no le tenía miedo. El

hombre casi se había convertido en una plaga, y lo sería si Devlin no
disfrutara tanto con su compañía. Era un tío gracioso con un montón de
preguntas.
―Así que, ¿una vez al mes pasas por todo ese asunto del
acoplamiento de luna llena?
―Sí.
―¿Te duele?― preguntó Stefan.
Devlin se encogió de hombros. ―En realidad no. El cambio duele

las primeras veces en las que te transformas, pero cuando nos acoplamos,
generalmente ya hace años que nos transformamos, así que para entonces
no, no nos duele.
―¿Entonces te dolieron las primeras veces que te transformaste?
―Claro ―respondió Devlin mientras salían por una de las grandes

puertas principales―. Nuestros cuerpos no están acostumbrados a
cambiar. Lleva algo de tiempo ajustarse.
―¿Puedes optar por no cambiar?
―Ahora puedo. Cuando era adolescente, estaba más o menos

condicionado por las fases de la luna. Ahora soy más viejo y más
experimentado. Puedo elegir cuando quiero cambiar.
―Eso es genial. ―Stefan prácticamente rebotaba en su lugar. Parecía

muy emocionado―. Me gustaría poder cambiar. Ser un vampiro apesta2.
136
2
Sucks en el original. Juego de palabras entre su significado “chupar”, y su uso coloquial “apesta”

―Mal juego de palabras, Stefan, un juego de palabras muy malo

―dijo Devlin a pesar de que se rio de las palabras y del suave tono
sonrosado que coloreó las mejillas de Stefan―. Pero estoy seguro de que
ser un vampiro no es tan malo.
―No es tan genial como ser un hombre lobo, eso seguro.
―¿Por qué no? Ciertamente, Zacarius parece estar contento con ser
un vampiro.
―Bueno, sí, pero él es el príncipe ―Stefan hizo una mueca―. A

nadie se le ocurriría hacer nada en contra de él, pero yo no soy el
primogénito como el Príncipe Zacarius. Ni siquiera soy el segundo hijo.
Tengo que hacer lo que digan mis hermanastros.
Devlin frunció el ceño. No estaba seguro de que le gustara hacia

donde se estaba dirigiendo aquella conversación. ―¿Por qué tienes que
hacer lo que digan tus hermanastros, Stefan?― preguntó, tratando que su
curiosidad no pareciera evidente―. Eres adulto, tienes edad suficiente
para hacer lo que quieras.
―Porque mi padrastro lo estableció de esa forma.
―¿Tu padrastro? ¿Realmente tienes un padrastro?
Stefan asintió con la cabeza. ―Mi padre murió durante la Gran

Guerra. Mi madre se volvió a casar. El Príncipe Von Byrne es mi
padrastro. Sus hijos, mis hermanastros, ya estaban en su linaje como sus
herederos.
―¿Y?― Devlin no entendía. ¿Qué importaba si los hermanastros de

Stefan estaban antes en la línea de sucesión de su padre? ¿Qué tendría eso
que ver exactamente con que a Stefan no le gustara ser un vampiro?
Stefan entornó los ojos. ―¿No sabes nada?― preguntó Stefan―.

Hasta que encuentre a mi pareja o mis dos hermanos mueran, yo soy su
responsabilidad. Tengo que hacer lo que dicen. Incluso podrían decidir
137 no dejarme salir nunca de casa, en cuyo caso nunca encontraría a mi
compañero.
―¿En serio? ¿Pueden hacer eso?

―Bueno, seguro. Mis padres están muertos así que mis hermanos
cuidaron de mí. Nos tomamos la responsabilidad de la familia muy en
serio. ¿Los hombres lobos no?
―Por supuesto que sí, pero una vez que eres adulto estás a cargo de
tu propia vida.
Stefan gruñó, un sonido que Devlin no había oído de su boca antes.

―No es así aquí. No importa la edad que tengas. Si no eres de la realeza,
tienes que hacer lo que digan tus familiares mayores hasta que encuentres
a tu pareja.
Devlin se rió entre dientes. ―Entonces, supongo que será mejor que
encuentres pronto a tu compañero ¿Eh?
Stefan sonrió, moviendo la cabeza con impaciencia. Devlin empezó

a acariciarle la espalda cuando de golpe se puso rígido y Stefan se apartó
de él. En un principio, Devlin pensó que era por algo que él había hecho,
hasta que se dio cuenta de que la mirada de Stefan estaba más allá de él.
Devlin se giró lentamente hasta encontrarse a alguien, un vampiro

estaba detrás de él. Era un hombre alto, casi tan alto como Devlin, pero
delgado como la mayoría de los vampiros parecían ser. La elección de su
ropa hacía que pareciera barata incluso la ropa Principesca de Zacarius.
Los pantalones ajustados de cuero negro parecían similares, pero

ahí era donde terminaba la semejanza. El hombre vestía una camiseta
ajustada dorada brillante y un ajustado abrigo de cuero negro largo hasta
el suelo. Completaba sus ropas con unas botas negras y varios anillos de
oro en sus dedos. Se veía llamativo como el infierno.
Devlin se negó a dejarse intimidar. Se puso delante de Stefan y

cruzó los brazos sobre su pecho mientras miraba al hombre de arriba
hacia abajo. El hombre se inclinó hacia adelante un poco y olfateó el aire,
arrugando la nariz como si le disgustara el olor.
Los vellos de la nuca de Devlin se erizaron. Sabía que algo estaba a

138
punto de pasar. Podía oler la amenaza saliendo del hombre en oleadas.
―¿Puedo ayudarte en algo?

―¿Un hombre lobo? ¿Aquí?― Los caninos del hombre salieron. Sus
garras se extendieron.
―Estás en tierras prohibidas, perro. ¿No deberías estar corriendo

hacia casa con todos los demás mestizos pulgosos?― le gruñó a Devlin.
Devlin se negó a ser humillado. Simplemente arqueó una ceja y

esperó. Según su experiencia, la forma más rápida de enfurecer a alguien
era no reaccionar ante él. Estaba en lo cierto. El vampiro se abalanzó
sobre él, sus garras envolviéndose alrededor de su garganta.
Devlin sabía que el hombre podía matarlo con sólo un golpe de sus
garras afiladas como navajas. Él no se movió. Ni siquiera parpadeó. Se
limitó a esperar. Si algo ocurriera, Devlin confiaba en su propia capacidad
para protegerse. Le había dado su palabra a Zacarius de que trataría de
conseguir una buena convivencia con los miembros del aquelarre. Le
debía su mejor intento. Sin embargo, si todo se reducía a una elección
entre su vida y la del vampiro, se protegería a sí mismo.
―¿Te atreves a poner las manos sobre mi consorte real? ―una furia
ciega quebró la voz detrás de Devlin.
―¿Príncipe Zacarius?― preguntó el vampiro que tenía las manos

alrededor de la garganta de Devlin. Miró a Devlin, luego a Zacarius y
luego de vuelta a Devlin―. ¿Tu consorte real? Pero…
Zacarius y Stefan estaban detrás de él, así que Devlin estaba

bastante seguro de que era el único que podía ver la rabia apenas
controlada en los ojos del hombre. Los dedos en la garganta del hombre
se apretaron brevemente y Devlin vio su muerte en los ojos del vampiro.
Sabía que si tuviera la oportunidad, el hombre lo mataría sin dudarlo.
―¡Desmond! ―gritó Zacarius―. Suelta a mi compañero, ahora.
Desmond poco a poco quitó la mano de la garganta de Devlin. La

amenaza con la que lo miraba desapareció de su rostro cuando miró a
Zacarius. Él empezó a caminar hacia Zacarius, pero Devlin se movió por
139
primera vez, interponiéndose entre ellos. Mostró los dientes y gruñó.
―Toca a mi compañero y su ira será la menor de tus

preocupaciones.
La sonrisa de Desmond le erizó los vellos del cuello a Devlin. Él no

le gustaba ni un poco a Desmond, y a Devlin no le gustaba Desmond
mucho menos.
―Yo nunca le haría daño a mi Príncipe ―dijo Desmond. Le dio a

Zacarius una mirada que Devlin sólo podía interpretar como
apasionada―. Zacarius y yo somos viejos amigos. ¿No es cierto Zacarius?
Devlin sintió una mano de Zacarius presionándose en su espalda.

Sólo consiguió imaginar que estaba intentando calmarlo ante el ataque
verbal que supuso estaba por llegar. Respiró hondo y se preparó.
―Hubo un tiempo en el que fuimos viejos amigos, Desmond

―respondió Zacarius―. Eso fue hace más de cien años y está olvidado. Y
ahora que estoy acoplado, no volveremos a serlo.
―Me duele que puedas olvidar nuestra asociación con tanta

rapidez, Zacarius ―dijo Desmond con una mano presionada contra su
pecho―, después de todo lo que significamos el uno para el otro.
Devlin quiso entornar los ojos, pero estaba a punto de arrancar los
de Desmond. Apenas podía contenerse para no saltar los pocos metros
que lo separaban de él y atacarle. Tuvo que apretar los puños, hundiendo
las uñas en las palmas de sus manos sólo para mantenerlos quietos a sus
costados.
―No significamos tanto el uno para el otro, Desmond. Tuvimos un

breve romance que terminó hace mucho tiempo. Ahora tengo a Devlin, y
estamos acoplados. Fin de la historia. Ahora puedes acostumbrarte a la
idea o puedes dejar el aquelarre, porque Devlin se queda.
―¿Me obligarías a dejar el aquelarre por este… este perro?― gruñó

Desmond― ¿Después de todo lo que hemos significado el uno para el
otro?
Zacarius saltó hacia adelante antes de que Devlin pudiese

detenerlo, golpeando a Desmond en la cara. Desmond cayó hacia atrás,
140
su mano se alzó para cubrir los cuatro largos arañazos en su cara, la
sangre se filtraba a través de los dedos desde sus heridas.

―No vuelvas a hablar así de mi compañero ―espetó Zacarius―. Él

vale más que cien como tú. Y prefiero verte muerto antes de alejarme de
mi compañero.
Devlin se quedó impresionado. Zacarius era una fuerza a tener en

cuenta cuando se enfadaba. Aun así no dejaría que la sanguijuela pensara
que él necesitaba que su compañero le defendiera. Tenía que dejarle
perfectamente claro a Desmond a quién pertenecía Zacarius. Se adelantó
y pasó un brazo alrededor de Zacarius, atrayendo su cuerpo para que
descansara contra su costado. Las manos de Zacarius se enredaron en el
brazo de Devlin. Una mirada de dolor cruzó el rostro de Desmond
cuando vio cómo Zacarius se apoyaba en los brazos de Devlin con
facilidad.
Devlin dejó que sus garras se extendieran. Deslizó el dorso de la

mano por la mejilla de Zacarius mirando al mismo tiempo a Desmond.
―Como ha dicho Zacarius, lo que fuera que hubiera entre ustedes,
terminó hace mucho tiempo. Me pertenece ahora, hasta el día de nuestra
muerte.
Los labios de Desmond se apretaron. Devlin podría jurar que sus

rasgos cambiaron, la ira se apoderó de él, pero cuando Devlin parpadeó,
Desmond parecía normal. Devlin se estremeció con un escalofrío de
aprensión en su espalda.
Devlin se inclinó. ―Que así sea.
141

Capitulo 11.-
Zacarius estaba sentado en su silla, mientras miraba pasearse a

Devlin por toda la habitación. Se detenía aquí y allá para hablar con la
gente, pero sobre todo mezclándose con todos. Le había preocupado que
la gente de su aquelarre, no fuera capaz de aceptar a su pareja. A
excepción de un pequeño grupo que se mantenía alejado, la mayoría
parecía darle la bienvenida.
No había sido fácil. Devlin había recibido un montón de basura de

la gente en el aquelarre. Parecía que se lo tomaba con calma, pero
Zacarius tenía sus dudas.
Nadie querría vivir en un lugar donde todo el mundo lo hace a uno

sentir no bienvenido.
Zacarius trataría de llenar los vacíos, asegurándose de que Devlin

supiera que le quería, pero un hombre necesita amigos además de su
compañero. La amistad de Devlin con Stefan parecía ir bastante bien.
Parecían tener mucho de qué hablar. Ahora que habían enviado a casa al
hermano de Stefan, Desmond, Zacarius esperaba que Devlin hiciera
amigos.
―Su vino, Príncipe Zacarius
Zacarius se volvió y le sonrió a Alfred, tomando la copa de vino.

Empezó a llevarla a sus labios cuando una mirada desde el otro lado de la
142 habitación le llamó la atención. Zacarius soltó un suspiró y dejó la copa
sobre la mesa junto a él.

Devlin insistió en inspeccionar todo lo que comiera o bebiera antes

de que pasara por sus labios. Era cierto que alguien había tratado de
envenenarlo, pero Zacarius aún no había sido capaz de averiguar quién lo
había hecho. Confiaba en la gente de su aquelarre. Al menos, él quería
hacerlo.
Estas personas eran su familia. Había crecido con ellos. Los había
visto crecer. Celebró con ellos cuando un niño nacía, lloró con ellos
cuando un ser querido se iba. Los protegió y fue protegido por ellos a
cambio.
No quería pensar en la posibilidad de que uno de ellos pudiera

querer matarlo. Simplemente no quería exponerse a ese crudo
pensamiento. Hacía que su corazón le doliera, no porque alguien lo
quisiera muerto. Eso sólo le molestaba.
Sino porque alguien en el que él pensó como si fuera de la familia,

lo quería muerto.
Ausente, Zacarius tomó su copa de vino de nuevo, saltando un

poco cuando le fue arrebatada de su mano. Inclinó la cabeza hacia atrás
para encontrar a Devlin de pie detrás de él, tomando un pequeño sorbo
de vino.
Devlin hizo una mueca y se lo devolvió. Zacarius sonrió mientras

tomaba un sorbo. Devlin odiaba el vino, pero él insistió, en que cada vez
que Zacarius bebiera un poco, lo saborearía él primero. Se sentía bastante
seguro de que Devlin lamentaba que él no prefiriera beber cerveza.
―¿Disfrutando, mi amor?― preguntó Zacarius mientras observaba

a Devlin moverse a su alrededor hasta sentarse en el brazo de su silla.
―¿Sabes que me rasco las bolas y bebo cerveza, verdad?
―Uh, sí ―respondió Zacarius, no muy seguro de hacia dónde lo iba

a llevar esa pregunta.
143 Devlin se rió y asintió con la cabeza hacia el público. ―Ellos

también.

Zacarius dejó caer su cabeza en una mano. ―Oh, maldita sea, ¿qué
hiciste?
―Nada, te lo juro.
Zacarius no estaba seguro de creerle a su compañero. Parecía haber

demasiada diversión en su voz. Estaba a punto de profundizar en ese
misterio cuando uno de los miembros del aquelarre se adelantó.
―Alteza ―dijo el hombre, asintiendo con la cabeza

respetuosamente. Devlin miró a Zacarius y rodó los ojos―. ¿Podría
pedirle prestado a su consorte real por un momento?
―Creo que eso depende de él ―respondió Zacarius―. Tal vez

deberías abordar la cuestión con Devlin.
―Sí, por supuesto ―dijo el hombre rápidamente―. Pido disculpas.
Zacarius asintió con la cabeza, agitando la mano.
―Alteza ―dijo el hombre, dirigiéndose a Devlin esta vez―. Me

preguntaba si...
―Marcus, ¿Qué te dije acerca de eso de Alteza?
―Uh, sí, Devlin. ―La cara de Marcus enrojeció. Zacarius se

preguntó si podría caerse redondo allí donde estaba―. Me preguntaba si
nos podrías mostrar esas cosas de los chupitos que mencionaste antes.
―Me encantaría, Marcus. ―Zacarius le echó un vistazo a su

compañero cuando Devlin se inclinó hacia él. Recibió un pequeño beso en
los labios antes de que Devlin saltara y se fuera con Marcus―. Ahora,
¿Tiene una botella de buen whisky?
Zacarius frunció el ceño, confundido por lo que acababa de suceder

hasta que asimiló las palabras de Devlin ¿cosas de copas? ¿Whisky? ¡Oh
diablos! Se puso de pie y corrió detrás de su compañero, encontrándolo
en la cocina rodeado por vampiros. Sentado en el mostrador, en donde
144 frente a él, había varios pequeños vasos llenos de un líquido de color
ámbar oscuro.

Cuando Zacarius lo vio, Devlin cogió uno de los vasos y se lo

puso en los labios, moviendo la cabeza hacia atrás. Se tragó todo el
líquido de una sola vez antes de golpear el vaso sobre la mesa.
Tosió varias veces, golpeándose en el pecho. ―Maldita sea, tenía

buen sabor. Aunque quema un poco. ―Devlin sonrió mientras miraba a
Marcus―. Ahora, inténtalo.
Zacarius miraba, aturdido, como Marcus repetía las acciones de

Devlin, hasta llegar a la tos y golpear el vaso de cristal sobre la encimera.
¡Mierda! Devlin les estaba enseñando a sus vampiros a beber

chupitos. El aquelarre no sería el mismo otra vez.
―Sabes, Devlin ―dijo, mientras se adelantaba―, se necesita mucho

alcohol para tener a un vampiro borracho. Nuestro metabolismo lo
quema demasiado rápido. ―Zacarius fue a la nevera y sacó una bolsa de
sangre―. Pero, si añadieras un poco de esto al whisky...
Los ojos de Devlin brillaron mientras abría la punta de la bolsa,

vertía un poco de la sangre en un vaso y añadía un poco de whisky. Le
dio el vaso de vuelta. ―Por favor, continúa.
Zacarius sonrió, aceptando el desafío de su compañero. Se puso el

vaso en los labios y rápidamente inclinó la cabeza hacia atrás, tragando
hasta la última gota del líquido. Sus ojos se humedecieron mientras
colocaba el vaso sobre el mostrador en vez de golpearlo contra él.
La sala quedó en silencio a su alrededor cuando Zacarius miró a su

compañero. Sabía que todo el mundo esperaba su reacción a lo que
Devlin había hecho. Zacarius sonrió. ―Sabría mucho mejor si esto fuera
tu sangre, pero no me gusta mi sangre de lobo mezclada con whisky.
Prefiero un buen escocés.
―Pues demonios, dame la botella de whisky, cariño, y voy a ver

qué puedo hacer por ti ―rió Devlin.
145 Zacarius se apuró en coger la botella de whisky que alguien le

entregó para luego dársela a Devlin. Sabía que su compañero estaba
tramando algo. Había demasiado brillo en sus ojos color cobre como para
que estuviera pensando en cosas inocentes.
Vio que Devlin se sirvió un gran vaso de whisky. Esperó a que

Devlin añadiera un poco de la sangre en el vaso, por lo que se sorprendió
cuando su compañero bebió todo el contenido del vaso de un solo trago.
Un momento después todo quedó claro cuando Devlin se hizo un

pequeño corte en la muñeca y luego extendió el brazo. Había
definitivamente una sonrisa sobre la cara del hombre mientras hablaba.
―¿Qué decías?
Zacarius se negó a ser superado por su compañero, sobre todo

delante de su aquelarre. Agarró la muñeca de Devlin y se la llevó a la
boca, lamiendo lentamente la sangre. Una mezcla de sabores explotó en
su lengua y Zacarius decidió que éste era el único camino verdadero para
emborracharse.
Echó un vistazo a Devlin, notando la excitación que quemaba en la

cara del hombre. ―¿Estás seguro de que no quieres beber vino?―
Devlin tragó con tanta fuerza que Zacarius estaba seguro de que todos en
la sala lo escucharon.
―Quizá puedas convencerme.
La cabeza de Zacarius iba a explotar. Estaba seguro de ello. Su

visión estaba enturbiada y su cabeza palpitaba. La boca le sabía a cenicero
sucio. Gimió y se agarró la cabeza cuando el sonido vibró en su cabeza
como una sierra eléctrica.
Oh, no, espera, ese era Devlin que roncaba a su lado. Zacarius salió
146 de la cama y se dirigió al cuarto de baño lo mejor que pudo con sus
temblorosas piernas y pies, que parecían no querer cooperar.

Fue al baño, luego se lavó las manos. Salpicar agua sobre su rostro
parecía ayudar a revivirlo un poco. La cabeza aún le dolía, pero había
dejado al menos de darle punzadas. Por supuesto, una vez que se miró en
el espejo Zacarius deseó que volvieran. Se veía como el infierno.
Zacarius no podía recordar haber logrado alguna vez estar tan

borracho como lo había estado ayer en la noche. Simplemente no había
sido capaz de resistirse al sabor de la sangre de Devlin mezclada con el
whisky, el whisky o el vino que había conseguido que Devlin bebiera. El
hombre sabía realmente bien.
Zacarius sólo esperaba que la cabeza de su compañero estuviera

tan dolorida como la suya.
No era agradable pensarlo, pero Devlin se lo merecía. El hombre

sabía exactamente lo que sucedería cuando bebió el whisky y se ofreció a
sí mismo como un mezclador.
Y Zacarius había sido lo suficientemente estúpido como para caer,

y bastante afortunado también. Tenía que admitir que toda la experiencia
había sido una explosión. Por primera vez desde que podía recordar, los
miembros de su aquelarre parecían relajados y amistosos en lugar de
tratarlo como al intocable real.
Sacudiendo la cabeza, Zacarius regresó a la habitación donde

dormía Devlin. Incluso después de una borrachera y de ser un mezclador
de alcohol y sangre, Devlin todavía se veía precioso. Su mano doblada
bajo sus mejillas, sus piernas abiertas.
Zacarius deseaba poder tomarlo como una invitación, pero sabía

que Devlin sólo dormía como alguien que hubiera bebido hasta caer. Tal
vez, si consiguiera un poco de comida y café, litros y litros de café, las
cosas empezarían a mejorar.
Con ese pensamiento en mente, Zacarius llamó a la cocina y ordenó

una jarra grande de café y el desayuno para él y Devlin. Mientras
147 esperaba a que la comida llegara saltó en la ducha y se limpió.

Veinte minutos más tarde Zacarius abrió la puerta, recién lavado,

vestido, y sintiéndose malditamente mejor. Pidió que colocaran la comida
sobre la mesa y a continuación fue a despertar a su compañero dormido.
―Dev, mi amor ―cantó Zacarius mientras se sentaba en el lado de

la cama y lo sacudía―. Es hora de despertar, Devlin, mi amor.
―Mmm ―dijo Devlin cuando extendió la mano y acarició el lado

vacío de la cama donde solía dormir Zacarius. Levantó la cabeza con los
ojos desorbitados mientras buscaba alrededor a Zacarius.
―Por aquí, querido ―rió Zacarius.
La cabeza de Devlin se dio la vuelta, una sonrisa grande cubriendo

sus labios.
Zacarius gruñó. Tenía la sensación de que su compañero no estaba

sufriendo de la misma forma que él. Parecía estar tan contento.
―Buenos días, mi Príncipe ―dijo Devlin cuando su mano se acercó

al muslo de Zacarius. Podía ver el brillo de deseo despertando en sus
ojos de color cobre.
Zacarius frunció el ceño. ―Te odio.
―Que…
La mirada de sorpresa en el rostro de Devlin no tenía precio.

Zacarius se inclinó y besó a su pareja. A pesar del dolor de cabeza, aun así
disfrutaba de la sensación de sus labios contra Devlin, del suave toque
de la lengua del hombre.
―Me emborrachaste deliberadamente anoche ―se quejó Zacarius

después de levantar la cabeza. Entrecerrando los ojos―. Sabías que no
podía resistirme a probarte.
Devlin sonrió, viéndose totalmente arrepentido. ―Sí, pero el sexo

fue grandioso ―Devlin rozó su mano contra la dureza cada vez mayor
148 en los pantalones de Zacarius―. Tú, mi Príncipe, te vuelves un pervertido
cuanto tus inhibiciones se reducen.

Zacarius rápidamente se devanó los sesos tratando de averiguar de

lo que Devlin estaba hablando. Sintió que su cara cambio de color cuando
vio las esposas sujetas alrededor de la cabecera de la cama y recordó
exactamente cómo se sentían en sus muñecas, mientras que Devlin lo
ataba a la cama.
Devlin estaba en lo cierto, sin embargo el sexo había sido

fenomenal. Zacarius pasó la mano por su pezón al recordar algo acerca de
cera caliente. Dudaba que aun tuviera alguna marca física porque sanaba
muy rápido, pero estaba seguro de que la imagen de Devlin goteando
pequeñas gotas de cera de una vela en su piel, nunca se desvanecería.
―No soy un pervertido. Estaba atado a la cama ―dijo Zacarius

cuando se puso de pie. Le dio a Devlin su mirada más seria―. No tenía
control sobre lo que me hiciste después de eso.
―Oh, por favor ―resopló Devlin, sacudiendo las mantas hacia atrás
y sentándose a un lado de la cama―. Tú me rogaste anoche.
―Yo nunca ruego.
Devlin se rió entre dientes. ―Solo sigue diciéndotelo, mi Príncipe.
Zacarius rodó los ojos, pero no pudo evitar que una sonrisa cruzara
sus labios. No tenía duda alguna de que Devlin podría hacerlo rogar otra
vez. Lo único que le impidió quejarse demasiado era el conocimiento de
que él podía hacer lo mismo con Devlin.
―Ve a tomar una ducha rápida y vístete, cariño ―le dijo Zacarius
cuando se dirigía a la puerta del dormitorio―. He pedido el desayuno y
un montón de café negro, caliente. Voy a estar esperándote en la otra
habitación.
Devlin le sacó la lengua antes de entrar en el cuarto de baño.
Zacarius rió y entró en la habitación principal. Vio que el desayuno

estaba servido en la mesa junto a la ventana y fue a sentarse. Levantó una
149 de las tapas abovedadas, frunciendo el ceño cuando no encontró nada
bajo ella. Encontró lo mismo en las otras tres cúpulas.

¿Qué demonios estaba pasando? Zacarius recordaba claramente

haber pedido el desayuno. ¿Por qué alguien le traería un montón de
platos sin comida? Levantó la tapa de la jarra de café y la encontró
también vacía al igual que las tapas de los alimentos.
Zacarius trataba de no ser demasiado exigente con su personal,

pero esperaba un mejor servicio que éste. Poniéndose de píe, caminó
hacia el teléfono y llamó a la cocina. Una voz desconocida respondió al
otro lado.
―¿Quién eres?― exigió Zacarius.
―Estás en peligro, Príncipe Zacarius ―advirtió la voz―. Vienen a

por ti.
―¿Qué?― exclamó Zacarius―. ¿Quién? ¿De qué estás hablando?

¿Quién eres?
―Stefan ―la voz gritó desesperadamente―. No pude detenerlos,

Príncipe Zacarius. Lo siento. Lo intenté.
―¿Detener qué?
Antes de que Stefan pudiera responderle, la puerta detrás de

Zacarius se abrió y se estrelló contra la pared. Se dio media vuelta,
sorprendido al ver a varios hombres armados llenar su habitación hasta
que el miedo y la ira se hicieron cargo.
Zacarius dejó caer el teléfono y saltó a través de la habitación hacia

la habitación donde su compañero inconscientemente aún se duchaba, su
único pensamiento era mantener seguro a Devlin. Antes de que pudiera
llegar a la puerta, ellos saltaron hacia él. Zacarius gruñó mientras lo
obligaban a echarse al suelo, sus brazos fueron sujetos detrás de él.
―Devlin ―Zacarius gritó tan alto como se lo permitieron sus

pulmones. El dolor atravesó su rostro cuando un golpe muy fuerte cayó
en su mejilla. Zacarius se sacudió y miró al hombre que lo había
150 golpeado. Lo reconoció como uno de los vampiros que se le acercó en
Wolf Creek.
―Vas a morir ―gruñó Zacarius―. ¿Lo sabes, verdad?

El hombre retorció el brazo de Zacarius, hasta que obtuvo una

mueca de dolor y luego se echó a reír.
―No estás en posición de amenazar, Príncipe
―Aún así vas a morir ―prometió Zacarius―. Si no por mi mano

entonces por la de mi compañero.
―Ah, sí, tu pareja ―dijo una voz detrás de él―. ¿Exactamente

dónde está el consorte real?
Zacarius saltó a sus pies y se dio la vuelta para hacerle frente a esa
voz. Su mandíbula cayó cuando se encontró frente a frente a Desmond
Von Byrne, su ex amante. El ex amante de Zacarius estaba vestido como
de costumbre, llamativo como el infierno cuando se sentó en una silla
cerca de la chimenea. Pareció contemplar sus uñas, con aspecto aburrido.
―¿Desmond?― preguntó Zacarius―. ¿Qué significa esto? Desátame

inmediatamente.
En un abrir y cerrar de ojos, Desmond se levantó de su asiento y

corrió a través del espacio entre ellos, golpeando con la mano la cara de
Zacarius con la fuerza suficiente como para que sus oídos zumbaran.
Zacarius volvió su mirada hacia él, su lengua lamió una gota de sangre en
la comisura de la boca.
Desmond apuntó un dedo en dirección a él, su rostro estaba rojo y

arrugado cuando él gruñó ―Ya no tienes derecho a decirme qué hacer,
Zacarius.
―Yo soy el Príncipe de este aquelarre, Desmond ―le recordó

Zacarius al hombre.
―Y podrías haber gobernado a mi lado si no hubieras traído a ese

perro pulgoso a este aquelarre ―dijo Desmond. Se dio vuelta y comenzó a
caminar furioso a través de la habitación, murmurando en voz baja. Fue
en ese preciso momento que Zacarius comenzó a sospechar que Desmond
151 probablemente estaba loco.
Desmond se paseaba de acá para allá, deteniéndose para fulminar

con la mirada a través de la habitación a Zacarius. ―Yo te habría dado
todo a ti. Podrías incluso haber conservado a ese mestizo como mascota si
hubieras querido. ¡Pero, no! Tú me traicionaste.
―¡Yo no te traicioné!― gritó Zacarius―. Él es mi compañero.
―¡Yo soy tu compañero!
Zacarius quedó boquiabierto y en estado de shock mientras miraba

a Desmond.
―Siempre he sido tu compañero. Yo estaba allí el día en que

naciste. Ellos dijeron que serías mío, que gobernaríamos juntos. Salvé tu
cuello cuando ejecutaron a tu padre. Querían matarte junto con él, pero le
rogué a mi padre por tu vida. ¡Yo! Te salvé, no ese maldito lobo.
―Desmond agitó su mano violentamente en el aire, su agitación
evidentemente era para que todos la vieran― ¿Y así es como me pagas?
¿Trayendo a un perro al aquelarre?
―Yo no te debo nada, Desmond.
―¡Me debes tu lealtad!― gritó Desmond.
―Pues Jódete ―dijo Zacarius al sentir su ira anular a su instinto de

conservación. Supo al instante que decir eso había sido un error. La rabia
que vio sobre la cara de Desmond lo hizo lamentar no poder retractarse
de sus palabras.
Desmond cruzó la habitación y se apoderó de la cara de Zacarius

con su mano, apretándola lo suficiente para que Zacarius hiciera una
mueca de dolor.
Zacarius apretó los puños para no ceder a su necesidad de gritar.

No le iba a dar a Desmond esa satisfacción.
―Oh, eso haremos, y mucho ―se burló Desmond―. Te voy a joder y

haré que tu precioso hombre lobo nos vea. ―Los ojos de Desmond
brillaron con una luz misteriosa―. Después le arrancaré la piel mientras
aún respira y haré una alfombra para el frente de mi chimenea.
152
―No vas a tocar ni un pelo de su cabeza ―espetó Zacarius. El latido
de su corazón aumentó a un ritmo rápido cuando verdadero miedo lo

llenó por primera vez desde que Desmond y sus hombres entraron en su
habitación―. Te mataré primero.
―No gobiernas más aquí, Príncipe ―Desmond rió con aspereza―.

Yo lo hago.
―Este es mi aquelarre, y no puedes quitármelo, no importa cuánta

mierda escupas por tu boca.
―¿Tu aquelarre?― se rió de nuevo Desmond―. ¿Cómo crees que

llegué aquí con tanta facilidad? Tu aquelarre me dejó entrar. Me dieron la
bienvenida. Ellos quieren a ese maldito perro aquí, tanto como yo.
―¡No es un perro!
―Es un mestizo ―gruñó Desmond. Soltó la mandíbula de Zacarius

para poder pasearse por la habitación―. Mi padre tenía razón cuando dijo
que los hombres lobo debían ser erradicados de la tierra. No son más que
monstruos pulgosos que caminan sobre dos piernas, bueno, parte del
tiempo de todos modos. El resto del tiempo están regidos por la Luna.
―¡Tu padre era un idiota!― lo interrumpió Zacarius de nuevo―. Los

hombres lobo tienen tanto derecho a estar aquí como nosotros. No somos
mejores que ellos, ni ellos son mejores que nosotros. Al menos ellos no
tratan de derrocar a sus líderes sin un desafío justo y honesto. Ellos no
tratan de apuñalarlos por la espalda o…
―¿O envenenarlos?― preguntó Desmond―. Oh sí, querido, he oído

acerca de eso. Lamentablemente, eso no vino de mi mano. Ojalá lo
hubiera pensado, pero no fui yo.
―Si no fuiste tú, ¿quién fue?
―Me temo que fue mi pobre hermanastro, culpa de Stefan.
Desmond se encogió de hombros. ―El chico realmente nunca fue

bueno en nada, pero podría haber acertado en esto si aquel maldito
hombre lobo hubiese bebido el vino. Estoy seguro de que nunca quiso
153
hacerte daño. Sólo quería borrar al lobo del cuadro.

Zacarius pensó en la amistad que Devlin y Stefan tenían, la que

parecía haber aumentado a lo largo de las últimas dos semanas y de
inmediato dudó de las palabras de Desmond. Así mismo, no creía que
Stefan tuviera las pelotas para tratar de envenenar a alguien.
―Estás mintiendo.
―¿Lo estoy?― se rió entre dientes Desmond. Agitó la mano hacia

uno de los hombres en la habitación―. Trae a mi pequeño hermanastro
aquí. Vamos a dejar que Zacarius lo escuche de su boca.
Uno de los hombres en el cuarto salió corriendo, la puerta se cerró

de golpe detrás de él. Zacarius miró a Desmond. El hombre realmente
había perdido el juicio. Zacarius no veía como pensaba que asumiría el
mando del aquelarre aun si él muriera. Esperaba que su aquelarre, no lo
tolerara, pero empezó a preguntárselo.
―No serás capaz de hacerte cargo de este aquelarre, incluso si me

matases.
―Oh, no tengo ninguna intención de matarte, querido ―sonrió

Desmond―. Eso sería quitarle toda la diversión a hacerte pagar por lo que
has hecho. No, vas a vivir un tiempo muy, muy largo para que pueda
disfrutar de lo que he preparado para ti.
A Zacarius realmente no le gustaba la forma en que sonaba eso.

Empezó a luchar, extendiendo sus garras y tratando de cortar a través
de las cuerdas que ataban sus manos a la espalda. Al mismo tiempo, que
pateaba a los hombres que lo sostenían en su lugar.
Unas manos lo sujetaron. Zacarius alcanzó a morderlas un poco,

hundiendo sus dientes en la carne blanda. Un duro golpe en la parte
posterior de su cabeza le envió un dolor punzante. Zacarius cayó de
rodillas, incapaz de sostenerse.
Sintió que sus brazos fueron mantenidos con fuerza a los lados.
Alguien agarró su cabello largo y tiró de él, inclinando su cabeza hacia
154
atrás. Zacarius abrió los ojos para ver a Desmond de pie sobre él,
mirándole con veneno en sus ojos.

―Pagarás sin cesar por esto y por cada una de las transgresiones
que cometas, Zacarius ―le espetó Desmond apretando los dientes.
Zacarius sonrió cuando vio la marca de color purpura oscura en la
mandíbula de Desmond. Por lo menos había dado en un buen golpe.
―Como te he dicho, Desmond, jódete.
―¿Qué tal si mejor vamos a buscar a tu pequeño consorte y vemos

cómo le gusta cuando te esté jodiendo? ¿O quizás debería joderlo a él en
tu lugar? Pareces estar dispuesto a hacer cualquier cosa para mantenerlo
a salvo. ¿Puede ser tan bueno?
Desmond apuntó hacia las puertas del dormitorio. ―Ve a buscar al

perro.
Zacarius entró en pánico, el miedo por su pareja predominaba y

anulaba cualquier sensatez que pudiera haber tenido. Trató de luchar,
pero los hombres que lo sostenían en el lugar le impedían moverse. Las
lágrimas se agolparon en la esquina de sus ojos cuando se dio cuenta de
que no podía salvar a Devlin.
Tendría que ver a Desmond atacar a su compañero, probablemente

lo mataría. O Devlin tendría que ver a Desmond atacarlo a él.
De cualquier manera, algo precioso y especial sería destruido.
Fue en ese desgarrador momento que Zacarius se dio cuenta que

sus sentimientos por Devlin, iban más allá de su acoplamiento. Había
sabido demasiado pronto cuanto se preocupaba por el lobo, pero no se
había dado cuenta, sino hasta ahora, que lo amaba.
Y que nunca tendría la oportunidad de decírselo. Algo dentro de

Zacarius se rompió en ese instante. Algo más comenzó a crecer, una rabia
tan ardiente que casi bloqueaba la luz, casi. Un rayo de su amor por
Devlin aún permanecía en su corazón.
―Devlin ―Zacarius rugió mientras trataba de levantarse, su rabia

155 espoleándole. Los hombres gritaron de dolor mientras Zacarius luchaba
por su supervivencia y la de Devlin con la última gota de energía que
tenía.

Zacarius se puso de píe y jaló de sus brazos liberándolos cuando

escuchó un fuerte ruido detrás de él. Se dio la vuelta, momentáneamente
sorprendido de ver correr a Devlin dentro de la habitación en su forma de
hombre lobo.
Su mandíbula alargada, de sus colmillos goteaba la sangre del

hombre que Desmond había enviado a buscarlo. Sus garras se
extendieron, asestando un golpe en cualquiera que se le acercara lo
suficiente como para que él lo alcanzara. Feroces gruñidos salían de la
boca de Devlin.
Zacarius no estaba seguro de que alguna vez hubiera visto algo tan
magnífico en toda su vida. ¡Devlin se veía glorioso! Viendo luchar a
Devlin, Zacarius de repente sintió que podrían tener una oportunidad. Se
llenó de alegría cuando renovó su lucha, atacando a los vampiros más
cercanos a él.
Hombre tras hombre cayeron a los pies de Zacarius en montones

de sangre y cuerpos destrozados. Aun luchando, se abrió camino hacia su
compañero. Cuando una mano se posó en su hombro, se dio vuelta,
mostrando los dientes y las garras listas para atacar hasta que vio a
Devlin mirándolo.
Zacarius se tomó un momento para alcanzar y limpiar una mancha

de sangre de la mejilla de Devlin antes de volverse para hacer frente a los
que quedaban en la habitación. El corazón se le quedó atrapado en la
garganta cuando se encontró mirando por el cañón de una pistola muy
grande en la mano de Desmond.
―No creerías que iba a ser tan fácil ¿verdad? ―Desmond se burló―.
Voy a tener mi aquelarre.
―No es tu aquelarre, Desmond ―dijo Zacarius―. Nunca ha sido tu

aquelarre.
―Es mi aquelarre. ―Desmond sonrió y agitó un poco su pistola―.

156 Bueno, lo va a ser tan pronto como me deshaga de los dos.
Zacarius sintió que Devlin le agarraba por la cintura, poco a poco lo

empujaba detrás de su cuerpo más grande. Zacarius clavó los pies en el

suelo. Se negaba a esconderse detrás de su compañero, mientras que sus

vidas estaban en peligro. No se mantendría a salvo a costa de la vida de
su compañero.
―Nunca te librarás de mí o de mi clase, Desmond ―dijo Zacarius―.

Hay muchos de nosotros que creen que la Gran Guerra fue una
equivocación. El apareamiento entre hombres lobo y vampiros no está
mal. Es tan natural como la unión entre los vampiros y los humanos o
cualquier otra persona.
―¡Es un error!― sonrió Desmond―. Los vampiros solo deben

aparearse con los vampiros. Tenemos que mantener nuestro linaje de
sangre pura.
―¿Pura?― se burló Zacarius―. No creo que haya uno solo de

nosotros que sea puro. Nos hemos acoplado con hombres lobo y seres
humanos durante siglos. Ninguno de nosotros es puro ya.
―¡Yo soy puro!― gritó Desmond, levantando el brazo en el aire

como si tratara de hacer una demostración―. Nunca me he manchado con
criaturas inferiores a mí, no como tú. Estás sucio y hay que eliminar tu
existencia antes de que otros se corrompan.
―Así que ¿me vas a matar por el bien del aquelarre, o porque te
desprecié y volví mi afecto hacia un hombre lobo?
―¡Todavía estaríamos juntos de no ser por esta... esta cosa!
―Te acuerdas de que nos separamos hace más de cien años,

¿verdad?
La cara de Desmond se volvió roja. ―¡Tú eres mío!
―Yo nunca fui tuyo. Jodimos durante un tiempo, pero ambos

sabemos que no habría durado. Nunca podría estar con alguien que cree
que todos son inferiores a él sólo porque son diferentes. Tu padre era un
idiota.
157
Zacarius se empujó delante de Devlin cuando Desmond niveló el
arma hacia él. Agarró la mano de su compañero y le dio un apretón,
tratando de expresar sus sentimientos a través de ese pequeño toque
mientras cerraba los ojos y se preparó para sentir una bala entrando en su
cuerpo.
La fuerte réplica de un disparo hizo eco en la habitación. Hubo un

grito de dolor y angustia. Cuando Zacarius se dio cuenta de que el grito
no había venido de él, abrió los ojos.
Su primera preocupación fue que la bala hubiese impactado en

Devlin, pero él no se había movido de su ubicación detrás de Zacarius. En
todo caso, se acercó, envolviendo sus brazos alrededor de la cintura de
Zacarius.
Zacarius hundió los dedos en el brazo que estaba alrededor de su

cintura. Se tomó un segundo para saborear el conocimiento de que ambos
aún vivían, antes de mirar a través de la habitación donde Desmond
ahora yacía en el suelo, con un enorme cuchillo de cocina sobresaliendo
de su espalda ensangrentada.
Stefan se cernía sobre él, la sangre cubría la mano sobre su boca.
Miró hacia arriba, con los ojos afectados cuando levantó la mano.
―No quise… no quise, quiero decir… no podía dejar que…
Zacarius rápidamente se alejó de Devlin, fue hacia Stefan y

envolvió un brazo sobre los hombros del agitado hombre. Con suavidad,
le acarició la cabeza.
―Shhh, Stefan. Está bien. Hiciste lo correcto. Nos habría matado a

mí y a Devlin.
―Lo sé ―le susurró Stefan―. Intenté advertirle sobre él al teléfono,

pero...
Antes de que Stefan pudiera terminar su declaración la puerta de la

habitación se abrió y Alfred entró corriendo, varios hombres venían
detrás de él. Pareció disfrutar de la escena por una fracción de segundo,
emitiendo órdenes por la habitación para que fuese limpiada y los
158 cadáveres eliminados.

Zacarius caminó junto con Stefan hacia el sofá y se sentó a su

lado. Le tendió la mano a su compañero, rogando para que Devlin se
uniera a ellos.
159

Capitulo 12.-
Devlin dejó salir un suspiro aliviado y cruzó la habitación para

sujetar la mano de su compañero. Respiró hondo varias veces para que su
frecuencia cardiaca volviera a lo normal. No podía creer que ambos
hubieran estado a punto de morir.
No podía creer que casi había perdido a la persona más importante

de su vida. Cuando Zacarius lo llamó a gritos, mientras salía de la ducha,
pensó que su corazón se detenía dentro de su pecho. Había sido el más
agonizante sonido que había escuchado alguna vez.
El hombre que había entrado en sus habitaciones privadas había

muerto antes incluso, de que Devlin supiera lo que estaba pasando. Su
única preocupación había sido llegar hasta su compañero.
Entrar en la habitación y encontrarse a Zacarius luchando por su

vida, lo había enviado de cabeza hacia la ira pura. No importaba nada
excepto llegar hasta su compañero y mantenerlo a salvo, ni siquiera su
propia vida. La habría dado con mucho gusto con tal de mantenerlo a
salvo.
Desde hacía algún tiempo sabía que amaba a Zacarius, había estado
demasiado asustado para decírselo, por si sus sentimientos no eran
correspondidos. Teniendo en cuenta lo que acababan de vivir, ahora sus
temores parecían insignificantes. Devlin se puso de cuclillas y ahuecó las
manos alrededor de la cara de su hombre. Se inclinó y le dio un pequeño
160 beso antes de apartarse para mirarlo de nuevo. Sintió las lágrimas
acumulándose en sus ojos.
―Te amo, Zac.

Los ojos de Zacarius se agrandaron. Por un momento, Devlin pensó

que rechazaría su declaración. Hasta que una amplia sonrisa se extendió
por su cara, y lágrimas rojo sangre gotearon de sus ojos.
―Yo también te amo, mi amor. ―Devlin escuchó un débil sollozo al

lado de Zacarius. Fue sólo entonces que recordó que tenían audiencia.
Miró a Stefan y le dio una palmadita en la pierna―. Gracias Stefan, estaré
siempre en deuda contigo.
―Puede que no quieras decir eso en cuanto descubras que fue

Stefan el que me envenenó ―comentó Zacarius.
―¿Qué?― preguntó Devlin y se preparó para otra pelea, hasta que

recordó a quién había nombrado Zacarius exactamente. No conocía a
Stefan desde hacía mucho, pero dudaba que el vampiro tuviera un solo
hueso de maldad en el cuerpo.
―¿Quieres decir que funcionó?― preguntó Stefan con tono

sorprendido.
Devlin lo miró horrorizado. ―Stefan, tu Príncipe casi muere.
Los ojos de Stefan se agrandaron y su rostro palideció. ―¡Oh! Pero

no se suponía que él saliera herido. Sólo pretendía matar a Devlin.
―Así que ¿Estás hablando de matarme?― preguntó Devlin.
El rostro de Stefan se sonrojó. Se encogió de hombros y bajó la vista

al suelo. ―Bueno, realmente eso fue antes de conocerte.
―Stefan, ¿Por qué intentaste matarme? ―Devlin no podía recordar

haberle hecho algo como para que le odiara tanto.
―Eres un hombre lobo ―Stefan volvió a mirar a Devlin―. Pensé que

podrías herir al Príncipe Zacarius y no podía dejar que lo hicieras, él es el
que nos mantiene a todos unidos. Le necesitamos.
―¡Stefan!― exclamó Devlin―. ¡Intentaste envenenarme y casi matas

161 a Zacarius! ¿Cómo puedes justificar algo así?
―Yo no te conocía. De verdad que pensé que le harías daño, o a

nosotros. Tienes que entenderlo, Devlin, crecí escuchando hablar de que
los hombres lobos eran monstruos. El Príncipe Laurent Von Byrne, era mi
padrastro. Fue él quien empezó la Gran Guerra. Nadie dijo nada en
contra.
―Ahora sabes que eso no es cierto ¿Verdad?― preguntó Zacarius.
―Sí ―respondió Stefan, su cara enrojeció de nuevo―. De verdad

que lo siento, realmente yo pensaba que hacía lo correcto. Pensaba que
estaba protegiendo a mi Príncipe.
―Aunque aprecio tu preocupación, sabes que toda la mierda que

soltaba tu padre no es cierta, ¿Verdad? ―preguntó Devlin―. Los hombres
lobo no son diferentes de los vampiros o de los humanos. Todos
buscamos las mismas cosas de la vida, salir adelante, encontrar a alguien
que nos importe y vivir una vida feliz.
—Sí, me llevó mi tiempo, pero lo entendí ―Stefan miró sus

manos―. De verdad que lo siento.
―Prométeme que no volverás a hacerlo ―dijo Zacarius.
―No le haría daño a Devlin ahora ―se apuró en contestar Stefan

mirándolos de nuevo―. Lo juro.
―Quiero que me prometas que no volverás a intentar envenenar a

nadie nunca más.
―¡Oh, sí! Eso también.
Devlin se rió entre dientes. ―Creo que necesitamos encontrarte un

compañero antes de que causes más problemas. ―Stefan no pareció
encontrarlo divertido. Si acaso, se entristeció aún más. Devlin le sujetó la
mano―. Stefan, sólo bromeaba, siempre serás bienvenido aquí.
―¡Oh, lo sé! Es sólo que, bueno, ahora que Desmond se ha ido,

tendré que volver a casa con mi otro hermanastro, Oliver, y él es aún peor
que Desmond.
162 ―¿Es un purista?― preguntó Zacarius.
―No, le importa bien poco la purificación de las razas. Es sólo que

él piensa que debería ser el Príncipe, y hace que todos a su alrededor lo
sepan. Trata a sus sirvientes como basura y hace grandes fiestas para sus
amigos. Si no hago lo que dice, se pone furioso.
―¿Te golpeó alguna vez?― preguntó Devlin con las mandíbulas

apretadas ante la idea.
Stefan se encogió de hombros. ―El no pasaba mucho tiempo por los

alrededores, al estar Desmond y ser el que nació primero y todo eso, pero
ahora, sin Desmond, sospecho que estará volviendo a casa.
―Le dirás que si te pone la mano encima tendrá que enfrentarse a

mí ―dijo Devlin―. Eres un amigo personal del consorte real, y es mejor
que no lo olvides, tengo buenas conexiones, ya sabes, estoy en buenos
términos con el Príncipe.
Stefan cerró la boca, pero no antes de que se le escapara una

pequeña risa de los labios. Devlin le sonrió y le acarició la pierna.
―De acuerdo, quiero que bajes y le digas a Alfred que necesitamos

algo de comer. Dentro de un par de días cuando todo se haya calmado,
me pondré en contacto con el Alfa de mi manada y organizaremos una
reunión para compañeros. Quizá tengamos suerte y alguien caiga
enamorado de ti.
Stefan parecía mucho más feliz, se puso en pie y se apuró en salir

de la habitación. Devlin esperó hasta que la puerta se cerró detrás de
Stefan antes de levantarse para agarrar a su compañero y levantarlo en
sus brazos. Zacarius no hizo ni un sonido mientras Devlin lo llevaba al
cuarto de baño y lentamente empezaba a desnudarlo. Devlin se desnudó,
lo cual no fue mucho trabajo teniendo en cuenta que sólo llevaba unos
jeans y luego metió a Zacarius en la ducha con él.
Le llevó unos instantes el que el agua se calentara, durante ese

tiempo, Devlin lo envolvió entre sus brazos y lo apretó contra él, sólo
sosteniendo a su compañero entre sus brazos, mientras el agua caía sobre
ellos.
163
Las emociones amenazaban con desbordarlo. Devlin parpadeó
varias veces para alejar las lágrimas de sus ojos. Enterró el rostro contra el
largo cabello negro de Zacarius y respiró hondo varias veces. Eso le trajo

el dulce aroma de su compañero. De repente, necesitaba sentir a su

compañero. Necesitaba saber que ambos estaban vivos y a salvo, que
Zacarius le necesitaba tanto como él le necesitaba.
Devlin se apoderó del pelo de Zacarius y tiró de su cabeza hacia

atrás hasta que estuvo frente a sus ojos sorprendidos. No ofreció
disculpas, ni palabras de remordimiento, simplemente se inclinó y
capturó los labios de Zacarius en un beso salvaje.
Su lengua trazó la plenitud de los suaves labios de Zacarius, antes

de profundizar en su interior para explorarlo. El beso era feroz y
apasionado y espoleaba el deseo de Devlin. Acarició la suave piel que
había bajo sus manos, bajándolas hacia el culo de Zacarius, lo levantó
hacia su cuerpo y lo aplastó contra la pared de la ducha.
Las manos de Zacarius se agarraron a su cabeza, mientras que sus

piernas se envolvieron alrededor de su cintura. Devlin lo mantuvo
equilibrado sosteniéndolo con un brazo, mientras estiraba la otra mano
para alcanzar la botella de lubricante resistente al agua del estante de la
ducha. Se apuró en recubrir los dedos y luego dejó caer la botella.
Agarrando de nuevo a Zacarius, Devlin lo alzó un poco más alto y

rompió el contacto con su boca. La cabeza de Zacarius cayó contra la
pared de la ducha cuando Devlin presionó suavemente un dedo en su
culo.
―Más Devlin, más ―gritó Zacarius mientras montaba el dedo de

Devlin con las caderas moviéndose frenéticamente contra su cuerpo.
Devlin miró la cara de su compañero mientras añadía otro dedo,
estirando cuidadosamente al hombre para poseerlo.
Devlin sentía su cuerpo caliente y congelado al mismo tiempo. Su

pene dolía latiendo con impaciencia. Estaba hambriento por sentir a su
compañero, por probar el sabor de los labios de Zacarius. No era capaz de
contenerse hasta que Zacarius estuviera listo, Devlin hundió los dientes
en la piel de su compañero encima de su corazón.
164
Escuchó el fuerte grito por encima de él cuando el flujo de la sangre
dulce y caliente entraba constante en su boca. Trató de concentrarse en

añadir un tercer dedo en el culo de Zacarius, pero él se retorcía tanto que

casi lo deja caer.
Devlin retiró los dientes y lamió la pequeña herida antes de mirar a

Zacarius. ―Zac, cariño, por favor dime que estás listo ―rogó Devlin
cayendo contra él cuando asintió.
―Sí, sí, házmelo ahora, Dev.
Agradecido, retiró los dedos y los reemplazó con su pene. Agarró

las caderas de Zacarius y se empujó con fuerza entrando en su hogar. Las
manos se aferraron a su pelo y Zacarius gritó.
―Más fuerte, mi amor, házmelo más fuerte ―demandó Zacarius―.

jódeme contra la pared.
Devlin estaba más que feliz de atender a su Príncipe. Sin avisar a su

compañero, empezó un ritmo fuerte impulsándose tan profundamente en
Zacarius que sintió sus bolas golpeándose contra las mejillas del culo del
hombre.
Sujetando a Zacarius contra la pared con las manos. Salió de él

hasta que sólo la cabeza de su pene se mantenía en su interior antes de
volver a empujarse. El placer que sentía era puro y explosivo, llevándolo
al auge en un momento.
―Zac, por favor ―rogó Devlin incapaz de poner en palabras lo que

necesitaba, pero Zacarius parecía saberlo. El tiempo se detuvo cuando
Zacarius sonrió y acarició delicadamente el rostro de Devlin.
―Siempre, mi amor ―susurró Zacarius.
Devlin cerró los ojos cuando Zacarius se inclinó y hundió sus largos
caninos en su garganta. El mundo giraba y se balanceaba en su propio eje
antes de explotar en una lluvia de sensaciones ardientes.
Devlin apretó los dedos, su aliento balbuceante en su garganta y

rugió su éxtasis cuando llenó a su compañero con su semilla. Zacarius
165
gritó apretando sus músculos llenando el espacio entre ellos con su
propio orgasmo llenando a Devlin de satisfacción aún más que con su
propio orgasmo.
Se apoyó en Zacarius, con la cabeza apoyada sobre el corazón de su

compañero y esperó a que el mundo dejara de girar. Podía oír el rápido
golpeteo del corazón de Zacarius. Escuchó hasta que el ritmo se
normalizó y lentamente se liberó.
Detestaba separarse de su compañero, pero el agua empezaba a

pasar de caliente a templada. Sabía que apenas les quedaban unos
minutos antes de que se enfriara. Agarró la esponja de baño y
rápidamente los lavó y los enjuagó a los dos.
Cerró el agua de la ducha y salió a la alfombrilla. Cogió una toalla y

envolvió a Zacarius. Agarró una segunda toalla y secó a su compañero
antes de secarse él.
Descartando las toallas en la cesta, Devlin alzó a Zacarius de nuevo

y se lo llevó al cuarto. Con cuidado dejó a su precioso paquete en la cama,
estirándose después a su lado.
Zacarius se enroscó en él, echando un brazo sobre su cintura y una

pierna cubriendo la suya. Metió la cabeza bajo la barbilla de Devlin.
Devlin a su vez, envolvió entre sus brazos a su compañero y lo mantuvo
todo lo cerca que pudo.
El silencio reinó en la habitación durante unos minutos. Devlin no

quería romperlo, por miedo a destruir la paz que parecían haber
encontrado en la ducha. No tenía ni idea de por qué Zacarius no decía
nada, hasta que escuchó el suave ronquido del hombre.
Devlin se rió y tiró de las mantas para cubrirlos a ambos. Sonrió

mientras se recostaba contra las almohadas. La vida con su Príncipe de
sangre no parecía ser tan mala.
166

Capitulo 13.-
Zacarius levantó la vista cuando Devlin se dejó caer en la silla al

otro lado de su escritorio. Arqueó una ceja al ver el gran paquete marrón
que su compañero tenía en el regazo y el ceño fruncido en su rostro.
―¿Qué hay en el paquete, mi amor?
Devlin se encogió de hombros. ―No tengo ni idea. Reece y Keeley

lo enviaron.
―Entonces, ábrelo ya.
―No está dirigido a mí, mi Príncipe ―dijo Devlin mientras colocaba

el paquete encima de la mesa―, está dirigido a ti.
―¿En serio?― Zacarius alcanzó el paquete y empezó a

desenvolverlo preguntándose por qué Reece y Keeley irían a enviarle
algo a él y no a Devlin. Ellos le gustaban, pero eran amigos más cercanos
a Devlin que a él.
―¿Oíste algo de Stefan desde lo que ocurrió con su hermano?
Zacarius negó con la cabeza. ―No, y estoy empezando a estar un

poco preocupado. Ya pasaron tres meses desde que Stefan se fue y no he
oído ni una sola palabra, pensé que por lo menos llamaría o algo así.
―¿Crees que haya podido pasarle algo?
Zacarius dejó de desenvolver el paquete marrón para mirar a su

167
compañero. ―¿Honestamente? No lo sé, estoy preocupado por no haber
tenido noticias, pero eso no es de extrañar cuando hay una muerte en la
familia.
―Bueno, no es como si Stefan y su hermano estuvieran de luto por

la muerte de Desmond, el hombre era un monstruo.
―Es verdad, pero eso no excluye todo lo que está implicado cuando
alguien de la posición de Desmond muere. Está todo el asunto de la
herencia, y cuando hay de por medio un vampiro, puede ser bastante
peso con el que cargar.
―Lo imagino.
Zacarius se rió de la mueca de desagrado en la boca de Devlin.

Amaba a su compañero, pero Devlin podía ser muy intenso cuando las
personas a las que quería estaban implicadas. Era una de las cosas que
amaba de él, una de muchas. Devlin era todo lo que él jamás había
esperado o soñado en un compañero. Demostraba su amor y su cariño en
todo lo que hacía.
Zacarius no podría estar más feliz. Los últimos tres meses habían
sido toda una experiencia que le había abierto los ojos a él y a su
aquelarre. Cada vez, más hombres lobo llegaban para visitarlos. Su
aquelarre había llegado a aceptarlos e incluso a acogerlos. Algunos aún se
contenían, pero sentía que eso mejoraría con el tiempo.
Zacarius volvió a desenvolver su paquete, enviando miradas

curiosas a Devlin. ―Envié un memorándum, todos los miembros solteros
del aquelarre están obligados a comparecer a la reunión de compañeros
con tu manada la semana que viene. Estoy seguro de que Stefan estará
allí.
―¿Tú crees?― preguntó Devlin pareciendo más interesado.
―Es una orden de su Príncipe ―Zacarius sonrió―. Tiene que

participar.
Devlin se rió y se inclinó hacia adelante cuando Zacarius apartó el

último trozo de papel y levantó la tapa mirando su regalo con sorpresa.
168 ―¿Entonces?― preguntó Devlin―. ¿Qué es?
―Una botella de whisky escocés. ―Miró a Devlin con confusión―.

¿Por qué Reece y Keeley me enviarían una botella de escocés?
Devlin se levantó y alcanzó la botella. Retiró la tapa y le dio un

largo y profundo trago, tosiendo y palmeándose el pecho. Dejó la botella
sobre la mesa y acto seguido se mordió la muñeca, causando una
pequeña herida.
Devlin sonrió y ofreció su muñeca sangrante a Zacarius. ―¿Por qué

crees tú, mi Príncipe?
-FIN-
169

04 - Principe de Sangre

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Manada de Wolf Creek 04 Príncipe de sangre Stormy Glenn

Traducción: Argent, Marie & Amy

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La atracción entre los dos es instantánea, pero su amor está

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Zacarius asintió con la cabeza. Se rió consigo mismo cuando Alfred

cuando el profundo y terroso almizcle masculino asaltó sus sentidos.

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Zacarius se sorprendió bastante por el aspecto de pesar en el rostro

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participar de un buen vino. Podría mantenerte durante varios días más

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―Por favor ―dijo Zacarius, agitando la mano―, llámame Zacarius.

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—¿Has oído lo que te he dicho, Reece? ―gruñó Devlin en el

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hipnotizar a la gente con una mirada y se preguntó si su fascinación por

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vampiro más encima. Devlin no podía dejar de pensar en el tipo.

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―La mayor parte de nuestra manada fue diezmada por el complot

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Todo el asunto del hombre lobo versus vampiro no le molestaba a

―Alteza, ¿Puedo hablar?

―Por supuesto, Alfred ―respondió Zacarius, sin dejar de mirar su

Zacarius se rió. ―Devlin no es una amenaza para mí, Alfred, pero

―¿Cómo puede estar seguro, Alteza? ―se quejó Alfred―. ¡Él es un

Zacarius escuchó el horror en la voz de Alfred. Suponía que Alfred

Alfred no entendía que la guerra había empezado hacía tanto

―Estaré bien, Alfred.

―¿Está seguro, Alteza? ―preguntó Alfred.

―Lo prometo. Devlin no representa ninguna amenaza para mí.

―Aún así no me gusta esto, señor.

Zacarius se rió entre dientes. ―Estoy seguro de que no te gusta,

―Alfred, tú no confías en nadie.

Alfred le dio a Zacarius una de sus escasas sonrisas. ―Eso es

―Alfred ve y asegúrate de que mi cena esté lista, antes de que

―Como desee, Alteza.

Zacarius negó con la cabeza, divertido, mientras Alfred salía

Zacarius salió del dormitorio hacia la sala de estar de sus

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Ahora, era tiempo de ir a por su invitado. Zacarius se acercó a la

Golpeó dos veces y luego abrió la puerta. No vio ninguna señal de

La curiosidad podría haber matado al gato pero inspiraba al

Devlin estaba debajo de la alcachofa de la ducha, su cabeza estaba

Zacarius se endureció tan rápido que se mareó por la pérdida de

Devlin le recordaba a una estatua griega, todo líneas magras y

El gruñido ahogado desde la ducha reflejó al de Zacarius, el cuerpo

Cuando Devlin finalmente dejó caer su mano de su agotado pene,

Quería a Devlin Morgan, y no le importaba si el hombre era un

Zacarius se contuvo y encerró sus emociones bajo una fachada

Tomó todo el control de Zacarius volverse y alejarse sabiendo que

Odiaba andarse por las ramas. Aunque disfrutara de la cacería

Zacarius regresó a su lado de la suite real y se acomodó en una de

Bebía su segunda copa de vino en el momento en que Devlin entró

―Devlin, que agradable es que me acompañes.

Devlin sonrió. ―Tengo la impresión que no tenía mucha opción.

Zacarius se rió entre dientes. ―Siempre hay una opción, querido.

Devlin escupió. ―¿Querido?

―Sabes que soy un hombre lobo, ¿verdad? ―preguntó Devlin, con

―Soy muy consciente de eso, querido ―respondió Zacarius―. No