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Bolsonaro y la prohibición de meter “las patas en la fuente”.

Después de ver la película brasileña “Que horas ella volta” (se puede ver
online)i en este tiempo en el cual votaron a Bolsonaro más de 40 millones de
brasileños no estaría de más pensar que la metáfora de la sociedad desigual del
Brasil representada a partir de dos familias, la de los patrones y la de la
sirvienta, presenta una arista que sólo puede entenderse después de los años
del PT en el gobierno y lo que ha significado para las clases populares. Esta
película es del 2015. Aunque ya estaban en juego los rencores y las diferencias
por haber despertado a las clases populares de su destino de exclusión, no se
podría imaginar, supongo, este apoyo masivo a un detentor de todos los
presupuestos clasistas más rancios imaginables. La película es la historia de
Val, una nordestina mucama “cama adentro” de una familia pequeño burguesa
de San Pablo. Ella vive allí y respeta de manera casi exagerada todos los
rituales de división social marcados por una sociedad muy clasista y respeta a
rajatabla las formas de vida que cada clase social se merece. Hasta que llega su
hija que hace diez años no ve, para estudiar arquitectura en San Pablo. Mutuos
reproches entre ellas. La joven inteligente y audaz es capaz de ocupar lugares
en una casa donde su madre no sólo tenía vedados sino que custodiaba
sagradamente. Representa esa joven a esa clase social que no sólo puede
acceder a privilegios sólo para ricos sino que lo hace con las máximas
calificaciones al contrario del hijo de la familia burguesa que reprueba el
ingreso a la universidad. La película termina bien cuando esta madre, gracias a
la lección que le da su hija, puede romper con el destino de exclusión que le
estaba asignado. El final feliz de la película (perdón por contarla) es cuando
esta señora que se enojaba cuando su hija se bañaba en la piscina prohibida,
decide meter sus “patas en la fuente- piscina” ella también y renunciar a ese
trabajo.
Este tiempo actual en que las clases populares también pueden llegar a votar a
quienes quieren de ellos un destino de exclusión, parecería mostrarnos que ese
final feliz, la de una mujer que logra romper con su destino asignado, sin
embargo, podría retornar a esos mandatos que le decían que nadie podía
sentarse a la mesa de los patrones, ni meterse en su piscina. Ahora bien,
¿cómo leer esta película en estos tiempos? La película nos cuenta los sueños y
la realización de esos sueños de una clase social postergada. Pero la actualidad
nos dice que ese final feliz (emancipación fruto de la rebeldía a los mandatos
sociales y a través de los derechos sociales adquiridos) conlleva una culpa, el
sentimiento de que algo de eso no corresponde. Como si los reproches que la
sirvienta obediente le hace a su hija cuando llega a San Pablo, retornaran con
mayor fuerza. No sólo te atreves a poner los pies en la piscina sino que has
disfrutado de ello. El reproche y el castigo se agiganta. El Super Yo se vuelve
más feroz. Pero no sería ese el final del psicoanálisis, pues dirá Freud que el
Super Yo se hace más feroz cuanto más se lo obedece. ¿Entonces? ¿Podemos
pensar que la misma clase social emancipada se viste con la toga del Censor?
¿O es que ellos asumen esas faltas porque el Censor, que viene de los
estamentos dueños de la piscina, ha retomado fuerzas y ha pasado de la
aceptación de la emancipación de su sirviente a la reconquista del territorio
que supone profanado?

Bolsonaro, Temer y lo que ellos representan han tomado represalias por esa
licencia que se tomaron aquellos que, como Val en la película, tardó mucho
tiempo en salir de la opresión pero lo logró. Las clases sociales desfavorecidas
de Brasil deben continuar a demostrar que no harán como Val, que no se
tomarán licencias que no les corresponde, que no meterán “las patas en la
fuente”. ¿Es posible pensar que no sólo el Poder no acepta que los pobres
dejen de serlo sino que también las clases sociales postergadas anidan
sentimientos de culpa por la “fiesta” vivida? A través de la historia de dos
familias, el film es una metáfora de la historia reciente del Brasil. Pero con
final feliz para los postergados. También, podemos pensar en que esa
reivindicación obtenida tiene un precio, como si la historia de un pueblo
tuviera las alternancias del sujeto del inconsciente y se hiciera oír el
sentimiento de culpabilidad por haber alterado el orden social que determina
que ciertas clases sirvan a otras, sin apelación ni quejas. Es doloroso pensar
que un pueblo pueda sentir culpa de acceder a derechos por siempre negados.
Quizá es arriesgado pensarlo. Quizá sea como siempre lo ha sido, que los que
no lo admiten son los que tienen el Poder y harán todo lo posible para
convencerlos de que hay lugares a los que no pueden entrar porque no les
corresponde.

Lidia Ferrari
Diciembre 2018

i
https://www.youtube.com/watch?v=84558HHLJeA Una segunda madre, de la directora Anna Muylaert.
Sería preferible verla en lengua original con subtítulos. Se nota la huella de Lucrecia Martel.

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