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Saer Juan Jose El Arte de Narrar PDF
Saer Juan Jose El Arte de Narrar PDF
EL ARTE DE NARRAR
POEMAS (1960-1987)
VISOR LIBROS
VOLUMEN DCCII DE LA C OLECC IÓN VISOR DE POESÍA
EL ARTE DE NARRAR
(1960-1975)
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EL ARTE DE NARRAR RECUERDOS DEL DOCTOR WATSON
a José C. Chiaramonte
Ahora escucho una voz que no es más que recuerdo. En la
hoja
blanca, el ojo roza la red negra que brilla, por momentos, Vimos con Holmes la lluvia desde el carruaje
como cabellos inmóviles contra la luz que resplandece, en la hermosa avenida Brixton, yendo hacia Andley's
tensa, Court.
al anochecer. Escucho el eco de una palabra que resonó Esta tarde en el Concert Hall oiremos cantar a Norman
antes que la palpitación del oído golpeara, y se estremece Neruda
la caja roja del corazón simple como un cuchillo. ¿No hay Ráfagas mudas de agua lenta golpeaban contra los vidrios,
otra cosa que días atravesados de violencia sutil, detención férrea
abierta hacia momentos más blancos que el fuego? Está el realidad nos rodeaba y nos movíamos en ella, nítidos.
rumor Puedo,
del recuerdo de todos que crece -el resonar de pasos si quiero, evocar el preciso rumor de las ruedas sobre las
sobre caminos duros como planetas que se entrecruzan en piedras mojadas
regiones reales- y el resoplar de los caballos atravesando la ciudad familiar.
con el mismo rumor inaudible de los cuerpos que se abren Ladrillos rojos chorreando agua, hombres borrosos en la
y de la lluvia verde que se abre imposible hacia un árbol lluvia:
glorioso. Nado la luz de gas manchaba la oscuridad matinal. Siento otra
en un río incierto que dicen que me lleva del recuerdo a la vez, con noble
voz. fruición, el peso cálido y el vaho de nuestros abrigos,
la mirada de un muerto en honda persecución
golpeando contra el revés de mi mente. Hombres del
porvenir, plagados
de irrealidad, para ustedes no habrá nunca este collar
de sólidos minutos, este edificio de horas de piedra. La
niebla
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carcomerá las paredes de Londres y el corazón de nuestra
descendencia
yacerá débil o muerto, ciego de humo amarillo. Honda
es nuestra pobre vida en comparación, y benditos A BÜHLENDORFF
nuestro violín, nuestra fiebre de Afghanistán, nuestra
deliberada morfina.
Que uno solo de nuestros amigos avance
y en el acto, nomás, y armoniosamente, todos estamos
con él, otra vez, en la primera línea de fuego ,
cantando contra toda aspereza. Bohlendorff:
tu Fernando te muestra de cuerpo entero
como alguien que se encuentra
en la ocasión de estar dándolo todo de sí,
en el centro, como en su hogar, de un rayo lento.
Lo nacional
equidista sabiamente
de la sangre y de las banderas
y se da, para la lengua, en el rigor. La infancia
es el solo país, como una lluvia primera
de la que nunca, enteramente, nos secamos. Y aunque
yo viaje, ahora, al mediodía, toda
esta niebla, común, perdurará.
( ..y, probablemente,
el horror de años que me espera
trabajándome, desde dentro, con su semi oscuridad,
sea, en comparación
de esos fantasmas que dicen serme
contemporáneos,
la salud más grande).
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DYLAN THOMAS IN AMÉRICA LA VENUS DE LAS PIELES
En los aviones y en los trenes, uno Larga, larga l'arriere saison. ¿Y a quién golpea,
se siente sólido y eterno. Pero una muerte Wanda, con su látigo, y dónde da, sino sobre
dócil me esperaba en el silencio frío cicatrices? Guerra de amor, guerra del tiempo,
del hospital. La trabajé sin miedo y hacia el fin, la soledad, o nombre
y por cada minuto que viví de una tierra amarilla, dando, para el verano,
puse una piedra sobre mi cuerpo ciego y estragado laureles rosa polvorientos.
hasta que la borrosa realidad y mi espeso
silencio se hicieron una sola cicatriz Cerré el libro.
lisa como una lámina. Va a repetir, seguramente, el jacarandá,
After the first death, there is no other. su estribillo lila, cada mes de octubre.
Pero la tenue esmeralda Y no habrá más nadie. Comamos, mientras tanto,
de los helechos, como una niebla dura, la carne del otro como un pan
murió diez veces desde entonces, en cada tenso hasta dejar los huesos estériles, y el hambre intacta.
invierno, en los jardines de Gales, Noche eucarística,
y por diez veces, fénix frágil, hasta tus migas murmuran, pasajeras, amor,
renació. y te adoramos como a un dios.
Amor mío,
amor mío, ¿qué te he hecho, qué te he hecho
y por qué, amor mío, me has devorado?
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Garras, gentiles, nos dan su aliento
hasta morir. Y es larga,
laarga,
laaarga, l'arriere saison. DON GIOVANNI
1[,
¡t
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ANN ALDO
¡Nadie quiere decirme nada, a mi vuelta La boca cumple un enorme papel: toma
de Eton, después de haberla esperado infructuosamente, el vino tinto, de a poco, a lo largo de la noche,
cada noche, en la esquina de Tichfield Street! y devuelve, incansablemente, iluminándose, el verbo.
La ciudad minuciosa se la ha guardado. Y cuando está en silencio, los labios se mueven todavía,
Me cierran las puertas en la cara o, lo que es peor, se estiran, se entreabren porque los dientes, sin motivo,
piensan que, cliente satisfecho, busco, en la noche de sin ninguna pasión, por pura costumbre, se aprietan.
Londres, Es, se ve bien, un reflejo que viene desde el fondo, o mejor
su cuerpo frágil para repetir, contra él, afiebrado, dicho desde el principio. La calvicie
una fantasía que ya es recuerdo. no alcanza más que la coronilla, la frente,
Y no hay cielo. y en la nuca, y a los costados, el pelo grisáceo termina
Si ese resfrío, por lo menos, cuando nos despedimos, humildemente, escarolado, insumiso.
se la hubiera, después ... En el conjunto, la cabeza vendría a ser
No; de un gris ceniza evanescente, la cara
no hay ningún cielo. rojiza, a causa quizás del vino, y los hombros,
Hay un viejo que recuerda, a pesar del opio, o quizás cubiertos por el saco azul marino, resaltan,
a causa de él, sin chochear, como contra un infinito, contra el afiche amarillo pegado a
después de años de miseria y de desprecio, la pared.
un vleJO Está todo aureolado, si se quiere, de grafismos negros.
que es un solo recuerdo o sea una sola llaga viva, La mesa del bar, al lado de la vidriera, es, entre todos,
suspendido entre las dos dimensiones del tiempo el mejor lugar; sobre la mesa
y de la historia. Beatrice de años anónimos, ¿comió el vaso de vino, medio lleno, que la mano,
el sueño tu pulmón o aquellos golpes de que la tumba, negligentemente, toca: de esas manos, se ha sabido decir
gentil, te salvaría, en una lenta madurez, que, como las de Borges, son blandas, evasivas. Las ha
ruidosos, ocultado
te alcanzaron? parece, a medias, desde siempre: ¿un complejo? Y a veces,
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sin embargo, pueden moverse, elegantes, en el aire,
diciendo un alegato mudo en favor, por ejemplo de
Baudelaire,
y en ellas, entonces, todo lo qué le queda de pasión se LA RULETA
concentra.
Pero no es, propiamente, una pasión:
son como unas señales, rápidas, que le llegan, de vez en Turgueniev vendría a representar le mot juste,
cuando, desde a la rusa, formando, en una esquina del siglo,
lejos, desde el fondo, probablemente, o desde el principio, con los dos otros, serena, la trinidad:
y alrededor de cuyo centelleo, todos sus días, Turgueniev, James, Flaubert: amigos, más que hombres
que él se dice vivir, inútilmente, en dispersión, de letras, difundiendo, cada uno en su lengua,
como un milagro austero, para el oyente, se reúnen. la misma, por decir así, religión. Y pensar
que debió pedirle, después de vacilar largamente,
¿cuánto? sí, trescientos rublos a Turgueniev. ¡No, por nada
del mundo,
por nada del mundo a Turguenievt Por nada del mundo.
Y sin embargo, al otro día,
ya está esperándolo, como por descuido, en el parque.
Durante
años, esa deuda, nos dice Ana Gregorievna, lo quemará.
Y todo para perder los trescientos rublos en una noche.
Al otro día, en la calle otra vez. Y no persigue
nada, no hay nada del otro lado, no es verdad.
No sale, de un más allá hipotético,
del revés, por llamarlo de algún modo, del azar,
ningún signo: nada. Y cada vez
que la rueda comienza, rígida en su puesto, a girar,
el universo entero
emerge, nuevo, de entre su propia ceniza,
no propiamente el mismo, sino otro,
y, finalmente, el mismo: ninguna lección. ¡Por nada
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del mundo, por nada del mundo a Turgueniev! Que no ya queman en el bolsillo, y ya, en una sola noche,
anden diciendo todos, después, por ahí, los perdió. De vuelta, de nuevo, sin un centavo, al hotel:
qué puede esperarse de él sino es más que un poeta. el universo entero, una y otra vez,
De esas dos máscaras, la patria de la mañana a la noche, aniquilado, renaciendo,
y la profesión, el desdén de Turgueniev una y otra vez, llama y ceniza y llama nuevamente,
y sus chismes posibles al volver ¿de qué leña? Si hay algo que arde, cada vez,
harían una llaga continua, una herida nueva ¿qué arde, y cómo, y por qué? Del nacimiento
sobre ese rostro mutilado. Y ellos, ¿ellos qué saben a la muerte, la hoguera
de volver todas las noches, sin un centavo, al hotel , en el centro , y alrededor, si uno levanta la cabeza, ceniza.
la camisa empapada de sudor pegada a la espalda, En el hacer como si
calculando lo que queda por empeñar, O en el dar de sí una nada,
del nudo negro que se trae, desde la infancia, adentro, ningún conjunto armonioso, y una lengua: tartajeante.
y que se trata de sacar, como se pueda, No hablaban de ningún modo el mismo lenguaje.
hacia la punta de la lengua? No, sobre todo Y la misma patria
no a Turgueniev: el hombre de mundo, dicha en otro nivel, ya es otra patria,
como si hubiera, sin duda alguna, y nítido, un mundo, y el mismo oficio, en una dimensión diferente,
el hombre de la palabra justa, come perpetuamente el corazón y las manos.
como si hubiese habido, desde siempre, un objeto al que Nada, por lo tanto, nada:
aplicarla, únicamente la rueda que gira, rígida, en su lugar,
el hombre que saliendo de caza con su sirviente y la crepitación de la hoguera.
traía toda la patria, en cuadros sabios y armoniosos, como Y así sea.
presa.
Un hombre con algo para decir,
el modo y los medios para decirlo,
dorado, por añadidura, de un carácter, una voluntad,
capaz de entregar trescientos rublos
sin hacer el menor gesto, creando, sin embargo,
al mismo tiempo, una atmósfera
que hubiese podido cortarse con un cuchillo. Y ahí
está, a pesar de todo, como por descuido, esperándolo,
al otro día, en el parque. Ya está hecho,
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MOTIVOS BABILONIA
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LUCHA DE CLASES A UNA CABEZA DE SAFO DE LESBOS
La voz vendría a quedar, de esa manera, en suspenso. Y un La frente inmóvil, y los ojos que miran
trueno, con amor, ¿qué abrazos y qué noches profundas
en su lugar, se dejaría oír, en la casa de la historia, almacenan, donde la antigua luna lesbiana
poniendo, como quien dice, un temblor, perforó, con veneno secreto,
hasta en los rincones más escondidos o más frágiles . Que la las verdes hojas palpitantes? Da gusto contemplar
voz, como el cabello duro ciñe el grávido cráneo
más bien, ininterrumpida, acompañe la explosión, la haga y el cuello diligente ayuda, sin temblores,
más que ruido, la dirección del rostro, de piedra inquebrantable,
dotándola de una dimensión de modestia, de error o que el orín mancha a veces .
soledad,
de modo tal que la finitud complete las estrellas codiciadas.
Y porque, también, pasado el estruendo, en el silencio que,
por obra de alguna revisión pudiese, gélido, imperar,
esa voz finita y sin fin siga sola cintilando hacia el cielo,
de modo tal que ayude, en la noche eventual,
a romper, o a desplegarse más bien,
firme, y hasta una nueva noche, el amanecer.
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BOTTOM'S DREAM LO QUE CANTAN LAS SIRENAS
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Somos la espuma que murmura, dorada, del abismo mudo.
Nuestra canción canta lo mismo en los oídos que no nos
oyen,
nuestros rayos relumbran en los ojos que no nos ven: POESÍA DANESA CONTEMPORÁNEA
años enteros de furia lenta
trabajando contra el momento del amor
y esta no es todavía ni la mitad Contra natura o de su lado, mirar
del camino. es como un llanto mudo, dice Narciso,
mostrando a las visitas la orgía de color,
con un dedo rígido y rojo como un pene
y más firme que una obsesión. Noche europea,
ahora que el sol ya cayó, ¿aprendiste por fin
que los campos de oscuridad son el lugar
donde mejor se ve? Y deberías todavía aprender,
1¡
especie fugitiva, que del solo mirar
no se saca más que la polvorienta
llama de la pupila que contempla. Dice Narciso:
Con los ojos cerrados, contra natura,
oigo voces ajenas cantar mi misma canción.
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EN LA PARED DE LOS FEDERADOS OCTUBRE EN TOSTADO
a Hugo Padeletti
Hacia el fin de mayo cantan tranquilas las mañanas.
En el extremo de la isla de paz vemos que dos ancianos
que ya no miran ni las tumbas ni el aire Leopardos en la luna, y esas cosas
diseminan el ruido de sus pasos a los costados del camino (un hueso, ramas, una fotografía)
en declive, cuerpos en los que todo se secó, que no pueden nombrarse: el tiempo las ignora.
desiertos donde levanta, Horas breves de días breves en la corriente fogitiva.
de vez en cuando, frágil, sus espejismos la memoria. La huella es liviana
Ya no se escuchan ni el dolor ni el sabor sobre el sendero: la arena cambia
de la pólvora ni de la sangre. y oculta sin cesar los arabescos
Estamos más muertos que vivos. fortuitos, las palabras escritas con huesos
A la caída siguió un silencio de aceite y con ramas en la piel húmeda
que se expande sobre el agua de las horas. estragada de ayeres, entre rosas
Ahora nos ponemos a fumar. Bajamos más viejos, ardiendo sobre ceniza. Leopardos
más callados, pasamos junto a la tumba blanca del poeta, en la luna, y cosas cuyo nombre
junto a la tumba negra del dirigente profanado, deslumbra o mata:
recibimos el golpe de sonido de la ciudad en la cara el tiempo las destruye.
sin lágrimas
porque nada, porque nada
-ni pájaro, ni rama, ni río, ni tormenta, ni flor-
tendrá una voz para cantar
si no viene de la pared manchada de sangre
que se levanta todavía del otro lado de esas tumbas.
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de las horas? A veces, nadando en el río firme de la
fraternidad,
qué tentación, qué tentación, hermano, de echarme a
DIÁLOGO BAJO UN CARRO monr,
o separarme para mirar, callándome por fin, desde la orilla,
a RafaeL Osear Ielpi el delirio.
Estos pueblos se me antojan a veces como un pan en
Porque entre tanto rigor llamas.
y habiendo perdido tanto,
no perdí mi amor aL canto RAFAEL:
ni mi voz como cantor. Un pan en llamas, sí, un pan en llamas
(La vuelta de Martín Fierro) y una llave en llamas que hubiese debido, inocente, abrir
ese pan.
Los tigres comen cruda
Estando, por razones políticas, exilado en el litoral, un poeta ar- la carne que pillan en las matanzas
gentino del siglo pasado, llamado José, recibió, una mañana, la y las cabezas de los mejores se hacen tasajo en la punta de
visita de Rafoel su hermano. Comieron un asado con vino ne- las picas.
gro y, como hacía calor, se echaron a dormir la siesta en el pas- El diablo bendeciría este siglo, si fuera capaz
to, bajo un carro protegido a su vez del sol por una hilera de de bendecir.
paraísos. Los dos tenían camisa blanca, sin cuello, entreabierta
en el pecho, arremangada, y el vino, la carne gorda y la resola- ]ost:
na los adormecían. Con los ojos cerrados, o protegidos con el an- Y estamos echados, sin embargo,
tebrazo, entre grandes intervalos de silencio, antes de entrar en en este silencio, a salvo de un sol continuo, implacable,
el sueño profundo que duraría hasta el anochecer, mantuvie- bajo este dije de paraísos, donde es más denso
ron el siguiente diálogo: el olor de los ríos que el de la pólvora: dos hermanos
que salían, en la infancia, a cazar, y volvían, a la oración,
trayendo una maraña de caseros y las rodillas sangrantes,
jost: dos hermanos que se abrazan cuando lo admite la guerra
¿Y han de pasar, no más, para nosotros, los años? y juntan, si pueden, bajo una lámpara, los pedazos de un
¿Vacilación, m1smo
sangre, vacío, habrá sido nomás nuestra suma en el árbol recuerdo. La borra de esos momentos será una nación.
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RAFAEL: no pareciera haber cosas claras por las cuales luchar. Y la
Que ha de quitarnos, algún día, hasta el frescor de estas simplicidad
hojas. de las víctimas, que por sí sola bastaría,
Y que, de nuestros sueños, los más oscuros, los que vuelven tomando envión, para cambiar hasta la forma de las
continuamente, cada noche, como quisiéramos, en la red estrellas,
de la pesadilla, que volviese el sabor ¿qué hará de sí misma cuando su sed se haya calmado?
de la leche de nuestra madre y que volviese la sombra de su ·Cómo ganar la guerra si nos alimentamos
~ 1 y d
pecho, con el veneno que nos vende el enem1go. no nos que a,
o
de nuestros sueños nos hará, sin embargo, otro remedio más que seguir,
al borde mismo de la muerte, convictos. No esperábamos, ya que el delirio más grande consistiria en pararse,
no, entre las balas, en el centro
volviendo en el aire lila, a la oración, de una red de cuchillos, a repudiar con una voz
con las manos llenas de pájaros y las rodillas que más débil que las detonaciones. A veces me sé decir
sangraban,
encontrar, en una esquina del tiempo, o de la historia, el ] OSÉ:
pelo ¡Sht! Se mueven las hojas y no sopla, sin embargo,
enmarañado de la guerra. Y ya no somos, para nuestra ninguna brisa. Es una forma, propia de los árboles,
madre, de cantar por sí solos, cuando no hay viento, o de hablar,
los héroes que vuelven, intactos, entre una suerte de más bien, en voz baja, en un lenguaje que es de este
resplandor, mundo
a la casa que crece, sino dos hombres hechos pedazos, y de ningún otro, aunque a menudo no lo entendamos,
sudorosos, que levantan , por pura costumbre, el fusil, y no tenga, aparentemente, traducción.
para gatillar de una vez por todas, y una vez más,
contra la bestia anónima RAFA EL:
que come, parsimoniosa, nuestros años. En las ciudades, No oigo nada, nada
no hay más que entrar a un café, o a un negocio, más que este siglo ensordecedor; nada, como no sea
o pararse unos minutos en una esquina, a mirar la el lamento monótono que se levanta de las ciudades,
multitud, los grandes golpes del sable contra el cuello del condenado,
para ver los rastros de la bestia manchando todas las caras. el chillido de los monos de etiqueta despedazando
¡Si hasta los mejores terminan, como lo hemos visto, el mapa del mundo, el cotorreo
con el cuerpo separado de la cabeza! No, decididamente, en las cenas de sociedad, y la jerga de los pedantes. Nada,
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salvo una voz que se cuela, a veces, desde la infancia, ]OSÉ:
para decir, muchas veces No era esto. No era esto, Se salvará la voz,
y apagarse, en seguida, llorosa, en la oscuridad. no el que la escucha. Del que la escucha, se salvará,
a lo sumo, el agua de un momento. Y el agua de un
]OSÉ: momento
Y sin embargo, saben hablar, algunas veces, los árboles, no alcanza para calmar la sed ancestral
con un susurro que viene, de golpe, de las raíces a las y nos da, apenas, la sombra del sabor de la comida
hojas, servida en alguna parte, sobre una mesa inefable,
y las hace temblar. ¿Nunca escuchaste, tampoco, lista para un almuerzo al que nadie,
curva, paciente, la voz del verano, que no habla en ningún mediodía, se sentará.
en las cosas ni por ellas, sino para sí misma y en sí misma,
en los grandes espacios y en el río de la siesta? RAFAEL:
Si hubieses visto, como yo, Qué diferencia, la de esa agua, con este vino
al aclarar, venir, desde la nada, los pájaros, que nos hunde en un sueño lleno de miedo,
y edificarse, desde la nada, la luz, separándonos, hundiéndonos a cada uno en su cuerpo
recomenzando, trabajosamente, día tras día, como en la fuente de la cólera, de espaldas a un mundo
no como consecuencia, sino condescendiendo a las leyes frágil.
que observamos,
y recordaras, estremeciéndote, como yo, desde una cama ]OSÉ:
solitaria, la espuma del amor, bajando, Un vino grueso, que no nos deja cantar. En el aire robusto
como una vestimenta nupcial, al encuentro se borran todos los signos, y hasta el sol se adormece.
de su llanto, no quedaría, de esa pesadilla, ni la escoria,
aunque más no fuese por un momento. Porque hay más de RAFAEL:
una Hemos descubierto, una mañana, inesperadamente,
realidad. Hay más de una realidad en el patio de nuestra casa, el rastro de la víbora,
o un nudo, centelleante, de realidad, trayendo consigo la pesadilla, el horror,
que cambia a cada momento y es, sin embargo, único. el entresueño, el hambre. La tortura
desplazó, férreamente, al nacimiento,
RAFAEL: Y en nuestros sueños reinan, rabiosas, las medusas.
Esas voces te salvarán. ¿Después de esto,
qué vendrá? ¿Qué es lo que habremos de legar?
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]OSÉ:
Aunque de todo este horror edifiquemos
algo más claro y duradero,
habrá sido tan alto el precio EL VIEJO ENTRE LAS HOJAS
que en comparación nuestro edificio será nada,
y aunque la tierra entera cante con una voz unánime,
mucho más tarde, junto a la mesa servida, Un mes todavía para llegar,
habrá siempre un momento negro sobre una rama del un mes todavía para llegar
tiempo -cantaban los marineros-
donde los sueños convictos de estos siglos ruidosos pero si me dieran la eternidad
recibirán, de los verdugos de sueños, su condena. de este momento en que busco
ver el humo flotando por encima de la costa,
sería indefinidamente un mes mds joven.
Y el estudiante de Cheng Tu:
Cuando vista por fin, ah cuando vista
el traje verde de la corte imperial,
seré sin duda diez años mds viejo.
Por todos lados
la misma canción. Sonaba lenta,
en el atardecer. Y las hojas, contra él,
negreaban y cintilaban, si se quiere, nítidas,
más firmes que el cielo mismo, en el oeste,
del otro lado del río. Oscilando, parado, con las piernas
1
abiertas y una mano apoyada contra un árbol,
1' Li Po no terminaba nunca de orinar
un chorro color miel del que sobre la tierra
no iba quedando más que la espuma,
como una puntilla amarillenta. Cuando puso fin
dos o tres gotas humedecieron su túnica. Y las melodías,
1 1 que habían llenado, dispersas, el crepúsculo,
dando, ubicuas, una ilusión de profundidad,
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cuando hubo anochecido, de golpe, se apagaron. Quedó el De estar más lúcido
manchón hubiese podido escuchar, a lo lejos, voces en la casa de su
lunar de la túnica, inmóvil, anfitrión
más denso que el olor del río y de las hojas. donde se preparaba todo para la cena,
Y no se trataba de Li Po, nuestro conocido, una comida tan extraña como el cocinero que la salaba,
sino de un viejo que murmuraba solo tan extranjera como la mesa en la que sería servida. Pero
después de haber estado tomando vino toda la tarde, no había más
siguiendo de un modo mecánico con los labios el ronroneo que el rumor de adentro, más viejo que las ramas y las
de la mente, atestada de recuerdos, de palabras, de estrellas.
idiotismos, Ni una vez sola
la mente de un hombre de más de cincuenta años ese río oscuro se llenó con alguna de esas láminas
que se ha emborrachado diariamente desde la infancia, que ahora andaban por todas partes en colecciones
separado por la guerra, después de meses, de su familia, Y que los poetas más jóvenes imitaban con devoción,
un hombre que ha estado preso por sedición, como el río que corría más abajo se llenaba, algunas
que se ha postulado infructuosamente, noches,
una y otra vez, para un puesto en la corte. de barcos iluminados.
La humillación, el destierro, la limosna: sobre esos temas Y debía reconocerse: si a veces cantaba
él hubiese podido escribir tratados. con desdén, contra la corte, ¿no había, sin embargo, '
Y sin embargo, desde adolescente, intentado varias veces, y sin resultado,
¿cuántos calígrafos copiaban con fervor, en ese momento, formar parte de su enjambre? Este Li Po es simpático,
en el imperio, sus versos? Era un hombre Y escribe, reconozcámoslo, como los dioses 1 -decían los
que tenía alguna clase de Tao, sin duda. Y su mirada funcionarios-
había revelado a algunos sabios que si convivía con los ¿pero cómo confiarle alguna responsabilidad?
hombres Un m~nje, seguramente, un santo, tampoco era, aunque
estaba hecho, sin embargo, de una carne más compleja, y tuviese
más aérea. alguna clase de Tao y hubiese difundido, mediante
Al moverse
un susurro de ramas acompañó sus suspiros y sus quejidos 1
Si los dioses se dignaran
de borracho. lo que es dudoso
Más tarde cantaría el ruiseñor. escribir
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un manual, la doctrina, porque un santo no se pasa tardes
enteras
tomando vinos de todas clases y fornicando con bailarinas,
un santo no abandona a su mujer y a su hijo durante años, HE WEEPS OVER JIM
con el pretexto de la guerra.
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que nos mueven terrores de criaturas y el deseo, sin a mi edad, cuando menos me lo esperaba, entre mis sueños
esperanza, atroces
de no ser como todos. Carlos, el cordero, y mis días, llamaradas de fuego negro,
aspiraba a una inmortalidad en la que, en círculo, la humildad de desear, contra mí mismo y contra todas
pudiese conversar con sus amigos vaciando despacio una las cosas ya perdidas y descartadas de mi amor,
botella de vino la eternidad para tu memoria antes que para las yemas de
hasta que el sereno cayendo con la luz de la luna los hiciese mis dedos,
tambalear. para tus llagas y no para mis revelaciones,
para el más turbio de tus días más que para mis chorros de
Una humildad por lo menos me has enseñado, grac1a,
la de buscar algo eterno fuera de mi: el momento movido a refutar tu locura, tu ceguera, el despilfarro
en que atravesabas los puentes de Trieste en compañía de aterido de los pobres años de tu vida
Svevo, macerada simulando, maligno, arduamente,
los momentos en que tu mano, ardua, escribía What are que algo de este delirio cada vez más poblado de caras
Dublin and Galway compared with our memories, inútiles
o alguna otra permanencia concerniente a tu persona, es inmortal.
las florcitas indestructibles de Quiner sobreviviendo al
hundimiento de los imperios,
el momento de la fotografía de C. P Curran
(1 was wondering would be lend me Jive shillings.. .)
con las macetas y una de las dos hojas del ventanal abierta
atrás,
o el momento en que esa foto, de golpe, amarilleó,
algo, un fragmento de alguna de las piedras o de alguno de
los árboles,
de alguno de los ríos o de alguno de los rostros sin
expresión,
de alguna de las noches o de alguno de los granos de arena
que se empastan en la textura de este mundo.
Porque también nuestras palabras se borrarán.
Me has enseñado,
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LESBIA MADURA POR CLODIA (LESBIA) EN EL CABARET
En el lento y compacto cigarrillo que cuelga Sin embargo tus ojos ardían recientes bajo las drogas
de los labios estriados, ojos ávidos ven fugaces y livianos como dos cirios en las sombras.
el cetro del poder y del desorden que la sostienen Acunabas un lobo por corazón, oh queridísima Clodia, oh
cuando la tarde azul la ciega, el cabello revuelto y árido, Lesbia.
cruzada de brazos, mirando la ciudad por la ventana. Abandonado elijo tu lado bueno: entre las luces
En el cuarto en penumbra la brasa crece mínimas, las atroces, parecida a un meteoro,
reflejándose tu cabeza bailaba y expandía como con aspas verdes
en cacharros de bronce traídos de viajes antiguos. la claridad. Abandonado elijo
Se agolpan contra sus ojos, desde adentro, el rumor del tu lado triste: a veces, como Dios, no estás
Brasil en ningún lado; entonces cierras
y una Grecia de cal inmóvil los ojos, oh Lesbia, y tiemblas como esas
desplegada a la orilla del mar petróleo. Susurro grandes hojas tropicales mojadas. Abandonado
de cuerpos dorados; cabellos lisos más negros que una elijo tu lado esencial: nunca vuelves,
arena estelar eres como una muerta obstinada, tú,
se sacuden en el viento rayado y grueso, hacia una fiesta la oscura patrona del haber sido. Abandonado
para lenguas de un rosa profundo y dedos hondos y elijo tu lado vuelto hacia mí: algo de cuya cara
vacilantes. tu corazón es el reverso.
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la obra en construcción caía el cielo nocturno, frío y
plagado de estrellas,
y hasta estas cuatro paredes me lleguen, no sé de dónde,
MISERIA Y CONSUELO DEL VIOLADOR lisos escalofríos.
50 51
DE POLONIO A LAERTES CAMPOS QUEMADOS
No pienses, porque toques con las yemas de los dedos las El cabrilleo lento, y después de una inmóvil
piedras de otras ciudades y entres, como en un agua, en su fugacidad, el incendio, que prolonga,
estruendo y en su color, que no estás más, inmóvil, en la tie- en la noche cerrada, un crepúsculo
rra natal. No importa cómo se llame la ciudad en la que se chisporroteante. Hay una franja móvil
esté, se está siempre en la tierra natal. Un hilo invisible, cu- de fuego bordada en el tejido
ya medida es tu límite, te acompaña indefinida pero no in- tenso del bastidor de la amplia oscuridad.
finitamente. No corras, por lo tanto, porque en cualquier Gritos de pájaros enloquecidos, cenizas en el viento.
momento llega el sacudón. Y más todavía: no pienses, por- El alba ¿encontrará los rescoldos finales, o aquella
que estemos frente a frente, y me veas, por ilusión óptica, vieja amenaza que día y noche
desde fuera, en Polonia y en Laertes como en dos personas nos acompaña
extrañas y separadas, como en dos cuerpos remotos que aca- llegará hasta este mundo con su fuego irreal
ban cada uno en la punta de los dedos y entre los cuales no para escribir, por fin, borrándonos, la ardiente profecía?
hay más que aire, porque el Laertes que fui le habla en este
momento al Polonia que serás. Y ahora, Polonia, hasta la
vista, y no te olvides de guardar intacta esta bendición, para
cuando debas entregársela a Laertes -¡Laertes, Polonio!-
en el momento de la despedida.
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A UNAAMIGA QUEVEDO
Il 1 RELOX DE SOL
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Luz y muerte. El ciprés que te desea, en el silencio que han dejado, en la vieja fragua, los
inocente retama florecida, herreros.
te quiere mal. No dejes que te vea ¿Herreros? ¿Y por qué? No ha de haber sido, finalmente,
cuando al alba, desnuda, en la encendida fácil estar allí, como ahora, en sus horas,
en la misma irrealidad o mar de la lengua,
costa, gozas la luz cándidamente. nadando, desde el shock del naufragio,
hacia islas inciertas
Entre la luz sabe esperar, mezclada,
la muerte férrea: sé lo que te digo. que ningún mapa, hasta entonces, señaló.
III 1 SEGOVIA
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-
IJ 1 EL PASO POR EL FUEGO
¡1
Ahora soy yo la sombra entre estos cuerpos reales.
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hasta sacar, cubierta de sangre, de a poco, como a un niño,
la verdad.
La locura era el lugar común o el miedo a reflexionar. Y
EL ALUMNO DE CRATES se especializaba en todos los temas, hablaba sin ningún
apuro, era socarrón,
disimulaba el hartazgo de un mal matrimonio agrediendo
Empédocles era nieto de Empédocles, es decir, de sí con su ciencia:
mismo, terminaron por cansarse de él. Se aprovecharon, parece, de
y concebía el mundo como una esfera, sacada, del núcleo un error político
del amor, para eliminarlo. Ha de haber sido, según nos quedan
por la constancia del odio. Y el filósofo testimonios, un
maravillaba, con sus milagros, Sicilia, astilla del dios gran hombre, el hombre que todo discípulo en busca de
o Dios él mismo, dignándose pasar por esta tierra un maestro
para enseñar, y eso era todo, que hay un lugar más alto debiera, alguna vez, encontrar.
que se expresa, fragmentariamente, y a voluntad, en voces, El carácter exacto,
en volcanes, en plantas, en relámpagos. Una de esas voces la mezcla justa de inteligencia y de desdén, capaz de
lo llamó, se dice, una noche, desde el hogar, o sea despertar
desde el fuego , por su nombre, rigurosamente: ¡Ya diste no solamente admiración sino también un poco de odio.
pruebas en abundancia/Volvió de este modo sobre sus Y, justamente, su discípulo, el ancho de espaldas, fundó ,
pasos más tarde, una academia:
a través de un volcán -o era él el volcán mismo. refutó a sus antepasados conservando, sin embargo, una
Y Sócrates, ilustre continuidad.
más adelante, o, si se quiere, más atrás, Puso orden en ese caos de sabios.
cruzaba, desdeñoso, la plaza, varias veces, hasta que alguien Unos habían querido no ver, del mundo, más que el aire,
lo detenía: otros consideraban únicamente el fuego ,
otros se equivocaban
Esta noche, habrá un banquete en lo de Fulano; todos cuentan en la sustancia, en la proporción, en el número.
con tu presencia; será un verdadero chasco si no vas. Era frugal Había quienes no podían entrar dos veces en el mismo
y, según él, su método era como el de las parteras, curso de agua,
consistente quienes corrían, sin avanzar, detrás de una tortuga
en tirar, con paciencia y suavidad, del vientre de la locura, más veloz, cosa curiosa, que una flecha. En relación con ella
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el atleta, detrás, parecía inmóvil, como una estatua. La a vagabundear, en silencio, por los suburbios, desvaídos,
revolución juntando las sobras que el gran manicomio de la ciudad
de estas cosas separadas y en movimiento, marcó todavía mds expelía,
su movimiento y su separación. rascándonos la sarna contra las paredes. Y lo llamo
mi maestro porque, sencillamente, no me rechazó,
Entresueños: imágenes. aunque no pueda decir tampoco que me haya aceptado. Y
Cabeceaban, esos hombres en las siestas ardientes, y porque una vez,
alimentaban, hallándome enfermo, contrajo, voluntariamente, mi
en sus años, el delirio: así obra el sol real en el desierto. ridícula enfermedad,
Mi maestro, Crates, vivía desnudo, en silencio, en el para mostrarme que no había en eso ninguna ignominia.
arrabal. No me
No se creía en la obligación de moralizar ni de teorizar. dejó ninguna máxima, ningún escrito, ninguna lección.
Hurgaba, sin ansiedad, los basurales . Hacía el amor Nada, como no sea, en mi memoria,
con mi hermana, hija de patricios, montándola por atrás, la presencia continua, imborrable, de su cuerpo
como los perros, -o del mío, ya no sé.
y en la plaza pública, y durante un tiempo Y si había sido, muchas veces,
los tres lamíamos las llagas de los leprosos considerado, y hasta tierno, con los pobres,
y de los pobres la simple inmundicia. Borramos, de lo que lo había hecho para exaltar el instinto, no la caridad,
habíamos recibido, la omnipresencia de la especie a expensas del individuo.
lentamente, todo, o casi todo: nos quedó el cuerpo, la Murió
enfermedad, en las afueras, en el campo, y, siguiendo sus instrucciones,
que era, por sí mismo, toda nuestra doctrina, no lo enterré.
el cuerpo desnudo, donde cada uno podía encontrar, Durante meses, durante años,
contemplándoselo, visité, de tanto en tanto, el lugar,
a los otros, con tanta evidencia que por fin hasta él mismo observando, cada vez desde más cerca, el proceso,
se borraba. la corrupción, el desecamiento, la simplicidad,
Pasábamos días enteros de modo de comprobar hasta qué punto
inmóviles, a la intemperie, sin meditar, devolvemos, gradualmente, nuestro patrimonio,
confundiéndonos con la tierra, con las rocas, a nadie, a nadie, otra vez, el patrimonio que nadie fió
sentados sobre nuestros excrementos, y después nos con 1
recomenzábamos
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Me había dejado, si se quiere, un gran vacío. Los recuerdos Y cuando llegué, después de un rodeo de años, a mi casa
de nuestros juegos, con mi hermana, en la casa natal, natal,
y mi hermana misma, en su inocencia, antes de haberlo se me dijo, servilmente, que mi herencia, desde hacía
conocido, mucho, me esperaba.
mis fantasías de los años en que estudiaba a los viejos Un muerto poseyó, de este modo, hombres, hacienda,
filósofos ciudades, y un filósofo
soñando con crear, a mi vez, un sistema concibió, por dinero, firmándolo con el nombre de ese
-todo, todo lo que no fuese muerto, un sistema.
el cuerpo desnudo, estragado, se disolvió. Los años de oro, Se hablaba en él del estado, de la ciencia, de la religión,
el sol de cada mañana, el ritmo propio del amor, y se clasificaba, en grupos homogéneos y armoniosos, los
quedaron, para siempre, fuera de mi alcance, en la noche mundos,
de los tiempos. Roca, y arena, me separaban, mundos en los que todo tenía, oh reino del individuo,
perpetuamente, de mi vida. identidad.
Ya no tenía, mejor dicho, una vida. Y venían, de otras ciudades, a besar mi sandalia, a
Me había dejado, mi maestro, celebrarme.
liso, achatado, la mente como una gran herida insensible, Cada individuo, en nuestra ciudad, tenía un nombre y
dando, a cambio, su vida entera, como una máxima cada piedra tenía un nombre.
viviente. Nuestra ciudad entera tenía un nombre
Y más tarde, o un poco antes, ya no sé, murió mi hermana. Y cada una de sus calles y cada una de sus casas,
Durante un tiempo siguiendo, estrechamente, mi clasificación.
anduve solo, con una bolsa y un palo, semidesnudo, No me faltaba más que el carro de fuego y el llamado,
de ciudad en ciudad, el pelo veteado de gris, sin pensar en riguroso, del volcán.
nada, Ninguna voz, sin embargo, resonó.
sin recordar nada, por entre el mar Paso, inmutable,
de mis contemporáneos, durmiendo a la intemperie, la flor de mi ancianidad
sin ni siquiera el cuerpo como doctrina ni la estrella de la en los dientes de la jauría.
tarde
de la enseñanza guiando, serenamente, mis pasos. Había, a
veces,
alguna cosa viva dentro de mi bolsa, un conejo, una
gallina, alguna cosa viva dentro de mi bolsa y ninguna en mí.
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de un extranjero? ¿De un hombre de treinta años
parado una mañana contra la puerta transparente
del supermercado que, viéndote llegar,
ENCUENTRO EN LA PUERTA se fija, por un momento, en tus ojos,
DEL SUPERMERCADO llevado, seguramente, por la inercia de la mirada,
de los ojos acostumbrados a errar y a rebotar
contra una muchedumbre de piedra? Has de haber tenido,
anoche, un sueño rápido, sin recuerdos, cuya memoria,
LA HijA:
después, tembló un momento, sin florecer, en la mirada
Sí, pero no debiste mandarme esta mañana. No
del extranjero, una de esas asociaciones
debiste. Mis días, todos iguales,
no han debido, inesperadamente, ser divididos, y para en la que uno mismo, y no lo que se mira
es, en realidad, lo familiar. Y está también la turbación
s1empre, por esa
herida. Aunque desde el lugar en donde estás -la que la mirada de un hombre de treinta años, hermoso,
como una ráfaga oscura, siembra
madurez-
en una criatura que pisa,
se sepa que alguna vez, una mañana, en el espejo
de todos los días ya no se es, oh cambios, el mismo. por primera vez, el país del amor.
Ya no se es el que se era ni el que se creía ser sino otro.
Los años han de parecer, desde donde estás, cicatrices, LA HijA:
Sí, pero no era hermoso. Y no debiste, esta mañana,
y el tiempo un cuchillo.
Pero si esta mañana, en el interior mandarme. No debiste.
del invierno, yo hubiese, por lo menos,
entre los monoblocs, en el aire gris, encontrado a alguien LA MADRE:
que me hubiese llevado, como otras veces, a tomar un café, Por otra parte, ¿de dónde puede venir
un extranjero, como no sea del desierto?
ahora que hemos terminado de cenar,
que papá trabaja en su despacho olvidado de nosotras, El otro o los otros mundos que se vislumbran, a veces,
en las miradas ajenas son, para el que los vive desde
yo iría tranquilamente a mirar la televisión
sin la intuición de otro mundo o de otros mundos. adentro,
~esiertos. Una llanura blanca, o gris, o amarilla, o negra,
Idéntica a si misma en cada punto, y en la totalidad,
LA MADRE:
donde no crece, a partir de cierta altura, ni siquiera
¿Qué mundos, si se puede saber,
se han de intuir de la simple mirada
el horror. No, has tenido un sueño )
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ni malo ni bueno, que: un golpe en plena cara, que una pared
un sueño dentro de un sueño destellando en la orfandad del verano. No debiste,
del que no se despierta más que para caer no, mandarme, mamá, porque se me han cerrado,
en otro más grande, y en el interior de todo eso desde esta mañana, las puertas, endebles, de lo conocido,
no hay ninguna que una vibración, fragilísima, puede, inesperadamente,
realidad. abatir.
Una mirada no puede Ya nunca más seré la que fui . Me esperan
revelar nada, porque no hay nada, pero nada, que revelar. años de duda, de miedo, de irrealidad,
Y nuestras lágrimas la tentación, probablemente, de la noche,
salen del ojo mismo, por compulsión: la muchedumbre del insomnio, el vacío.
ninguna fuente las alimenta. Y ustedes, mi padre como mi madre, mis hermanos,
Ahora iremos juntas a mirar la televisión bocas que comen, a su manera, mi vida,
y en un momento dado nos preguntaremos, se perderán, desde ahora, en una suerte de niebla o de
como rodas las noches, en qué somos nosotras lluvia
más reales que esas sombras muda, por los siglos de los siglos. No
para las que ya todo, en un antes improbable, pasó. debiste mandarme, no, no debiste. Porque
Y si nos asomáramos, por un momento, al balcón, en la puerta del supermercado,
¿diríamos acaso que esas hileras de ventanas iluminadas, por encima del ruido de las registradoras,
rodas iguales, y esas luces allá abajo, en hermandad con en el invierno liso y monótono,
nuestros en la selva del hambre, incurable y ancestral,
recuerdos, son lo que creemos que debe ser, y lo que esos ojos, aunque guardaran, en el revés, el desierto,
llamamos, me mostraron, enteramente, y por un momento,
un mundo? No, nadie puede despertarse, porque no hay la red de nuestra prisión.
ninguna mañana a cuyo sol despertar.
LA HijA:
Sí, pero no debiste mandarme. No
debiste. Lo otro, de golpe,
se me reveló, como otro, simplemente,
sin ningún paraíso, más adelante, o, si se quiere, más atrás.
Lo otro, más hiriente
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se había producido alrededor de las nueve
es decir casi enseguida después que entró,'
de modo que al atravesar el umbral, bajo la luz azul
EL FIN DE HIGINIO GÓMEZ del letrero, al pagar por anticipado la habitación
que alquilaba, según él, por una noche, a! entrar
al hotel, dejando atrás, del otro lado de la calle
Entró en el hotel al anochecer. Y un poco más acá de la estación, las glicinas, '
En el mes de octubre, ya sabía que entraría, cerrando la puerta con doble llave,
y a esa hora, en la glorieta del bulevar, entre el hotel y que sirviéndose un vaso de agua
y la estación, va la luz de neón de los letreros se tragaría los dos tubos de pastillas.
luminosos a horadar, complejamente, de un modo suave, Tal vez se apresuró por miedo de arrepentirse,
las glicinas. porque a los veintitantos años, e incluso a los diecisiete
Entró sin mirar atrás antes de irse a Europa, cuando fundó en la ciudad la '
bajo el cartel azul, revista El Río,
llevando un portafolios en la mano derecha había sido un hombre apasionado. Pasó varios años
y dos tubos de pastillas en el bolsillo. entre Londres y París
Al otro día, lo de siempre: la mujer de la limpieza Y a la vuelta se instaló en Buenos Aires, como periodista.
llamó a eso de las cuatro, para arreglarle la cama D escendía de una familia tradicional , venida a menos;
antes de retirarse, y como nadie pasó su infancia en una casa del sur
contestaba en tre retratos del Brigadier, mates y rastras de plata,
volvió con el gerente y un chico medio tonto con una glicina y un aljibe en medio del patio
que estaba para comprarle cigarrillos a los clientes y cosas sobre el que se abrían hileras de habitaciones.
así Después supimos que antes de entrar al hotel había echado
y cuando abrieron la puerta lo encontraron: una cana
todo vestido, para Washington Noriega, que había sido para él una
estirado en la cama, con los zapatos incluso, y los tubos especie de m ita,
vacíos una especie de maestro o de gurú en su juventud,
de barbitúricos sobre una mesa insignificante adosada a la pero que le había, finalmente , retirado el saludo.
pared. En tre otras cosas parece que decía en la cana
El portafolios no tenía nada adentro, estaba también que a su edad no alcanzaba a distinguir
vacío. Después la autopsia reveló que la muerte entre lo que otros llamaban la razón y sus contrarios
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y que, sobre todo, no tomara la carta como una agresión. Yo había prescindido de llamarlo
Mis pobres tardes, decía, Washington mis pobres tardes llegan para ahorrarle la humillación
a su fin. de ser eximido de pagar una parte de los gastos
Abandónese si puede alguna vez, usted que es un viejo, a la y por miedo a que la furia
piedad. Abandónese. sin redención del maestro despechado contra su discípulo
Sepa que yo no pido nada para mí fuese una última cachetada en la mejilla dura del muerto.
porque cuando usted reciba esta carta ya estaré muerto. Y no hay lugar,
Eso había sido antes de entrar en el hotel, al anochecer, no hay lugar en este mundo para la piedad,
antes del cuerpo todo vestido estirado sobre la cama, dijo su voz en la mañana melodiosa. He aquí un hombre
antes de que los dedos del gerente, con gentileza muerto al que yo odiaba, desde hace años.
profesional y un cierto Y no hay en todo mi cuerpo
temblor, comprobaran que el pulso de su cliente ya no ni esto, ni esto solo (y se apretó con la uña del pulgar
latía. la yema del índice) de piedad. Habló dos o tres minutos,
El entierro fue penoso porque no hubo casi nadie a quien con cierto
avisar. Me enteré malhumor. A sus costados, los mellizos, idénticos, vestidos
por casualidad, porque mandaron al diario de blanco, los dos con las manos cruzadas a la altura del
el parte policial pene,
y algo me dijo en el corazón que no se trataba de un tenían la cabeza elevada, en dirección contraria, como dos
simple homónimo. cariátides, oliendo el aire como si esperaran la llegada
Por suerte la familia poseía a perpetuidad un panteón de una nave celeste, o de un ángel.
y después de trámites trabajosos, de la autopsia humillante, Déme uno de sus cigarrillos, Tomatis, me dijo Washington
le costeamos un entierro de tercera, yo y los mellizos cuando terminó.
Garay, Nos separamos en la puerta del cementerio.
Adelina Flores, su vieja amiga, y Horacio Barco, que lo Almorzamos juntos con Barco
detestaba. y jugamos toda la tarde al billar.
No hay lugar Esa noche, después, me acuerdo,
no hay lugar en este mundo para la piedad, (ya ni sé dónde íbamos) corrimos dos cuadras
dijo la voz de Washington Noriega en la mañana bajo la lluvia y entramos, todos mojados, a un café.
melodiosa. Abandónese, usted que es un viejo, a la piedad.
Nos esperaba en la puerta del cementerio, fumando un Abandónese.
Colmena. Abandónese aunque más no sea por un momento.
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Había escrito poemas largos, no conocía a nadie. Ninguna cara familiar,
narrativos, y una parva de aforismos. Y, como traductor, únicamente los rostros ya sin hálito que nos rodean,
dejó pálidos,
montones de esbozos, de ejercicios, de fragmentos , todo las caras ya muertas que no despiertan ninguna
escrito a lápiz, admiración,
de libros que otros más eficaces que él traducían en quince el cese del amor en favor de la realidad. Fachadas,
días cuerpos, olores sin ninguna memoria, ni del pasado ni del
y mandaban rápidamente a la imprenta. Y después: las porvemr,
drogas, el gran desierto de las ciudades abriéndose para un abrazo
desviaciones sexuales de muerte,
masoquismo consistente en desdeñar a talentos como un órgano pétreo, planetario, sin agua, abandonado.
perfectamente Abandónese.
reconocidos Y yo no espero nada para mí, porque cuando
que publicaban una novela por año, pasaban su tiempo usted reciba esta carta ya estaré muerto.
entre
Cuba y París Héme aquí ahora,
y firmaban declaraciones años después, recordándolo, tan muerto para él
en las revistas literarias y políticas del mundo entero. como él estuvo muerto
No le mandó unas líneas ni siquiera a Adelina. Pidió para los dedos blancos del gerente que aprisionaron su
una semana de franco en la redacción, viajó toda la noche muñeca,
en El Rápido, él, que nos enterró cuando dejaba atrás la glicina
y, según se dedujo después, anduvo el día entero y pagaba la habitación simulando pernoctar
recorriendo la ciudad, para seguir después hacia el norte,
almorzó en el restaurante El Tropezón, frente a la jefatura, muerto con los paraísos de este otro octubre,
y paseó durante toda la tarde por la costanera y el puente más exteriores que el cielo estrellado,
colgante. agonizante desde que él tomó el ómnibus para viajar toda
Debió haber tenido mucho sueño para tomarse los dos la noche,
frascos de pastillas desde que entró en el hotel al anochecer,
si se tiene en cuenta que había viajado toda una noche el hombre que llevaba dentro de sí
para venir a llegar a una ciudad desolada un patio con un aljibe y recuerdos europeos,
en la que a pesar de haber vivido años, prácticamente muertos cuando la puerta se abrió
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y el idiota del hotel
que espiaba a las clientas por las claraboyas y se
masturbaba en el baño del fondo,
vio tendido sobre la cama al hombre todo vestido, RUBÉN EN SANTIAGO
con las manos abiertas y los zapatos lustrados.
Así vamos sembrándonos unos a otros Apenas si había salido de la Gare de Montparnasse
nuestra noche y ya la lluvia borraba todos los bosques
solidaria. y el estanque de Versailles. Un día gris, enorme,
reunía los edificios de París a medida
que el tren, impalpable, más alto
que los barrios y más alto todavía que el arrabal,
iba siendo una hilera de ventanas fugaces
para un hombre asomado al balcón de un monobloc
que tosió varias veces mientras lo miraba
cubriéndose los labios con la yema de los dedos. En este
momento él está solo, en la estación de Santiago,
llevando una valija atada con un hilo y un traje oscuro
liviano, que ya ha resultado insuficiente
en Valparaíso e incluso en el vapor: en semejantes
situaciones nos deposita el mar de este mundo.
La flor de la infancia ya está cerrada.
No queda más
que el gran espacio abierto de una estación
en el que suena, de cuando en cuando
algún ruido metálico lleno de ecos o el chirriar de las
ruedas
pulidas de alguna vagoneta de carga
sobre el andén atravesado de pasos
difuntos y de manchas de lubricante. (Un ligero
deseo de no haber salido nunca de su casa, los bolsillos
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llenos de cartas de presentación). Viajando, se ríe a carcajadas ante los nombres
se percibe, de golpe, el tamaño del mundo, de Bécquer o de Zorrilla, ignora por completo
y al mismo tiempo el ritmo con que se abre y se cierra a los oscuros poetas centroamericanos
la prisión de las ciudades. Y después que él había tomado por Dante y por Homero
también el instante de la estación queda atrás, y está demasiado ocupada en sus discusiones literarias
con un retroceso doble, en el tiempo y en el espacio, como para prestarle la más mínima atención.
como iban quedando atrás, en ese mismo momento Unos patricios ignorantes lo habían celebrado
la Gare de Montparnasse y el estanque de Versafles y la como poeta y no es más que el epígono
llanura de un anciano ridículo, Campoamor.
cerca de Chartres alisada, deliberadamente, Más tarde escribirá Azul, Prosas Profanas,
por la mano de Dios todo eso: en una palabra, lo adorarán como a un Dios.
para volver más alta y (es un decir) más noble su catedral. Lo pasearán como a una puta decrépita,
Ahora lo vemos trabajando en la redacción de país en país, siempre medio borracho,
de La Época, en un puesto insignificante, saliendo de su casa al mediodía,
viviendo en un cuarto estrecho en el mismo edificio despertando al amanecer en alguna embajada,
que tiembla todo con la marcha de las máquinas, él, en algún prostíbulo, en La Nación;
que ha sido recibido a los quince años por dos la certidumbre de su genio tendrá
presidentes, que ha conocido el gusto del champán valor de cambio otra vez y bastará
en Managua y en El Salvador por cuenta de la Nación ponerlo frente a una hoja blanca,
y que improvisa versos liberales en medio de una orgía, para que salga uno de esos
atacando el oscurantismo y bregando sonetos de cuya música únicamente él tiene el secreto.
por la Unión Centroamericana. La fusión mística Pero en ese momento, cuando el tren
entre el poeta y su pueblo ha pasado como un sueño de paraba en Le Mans, bajo la llovizna implacable,
oro, en medio de la campiña ligeramente acuchillada,
la creencia en el propio genio no tiene él prefiere mil veces
valor de trueque en el Banco de Empeños que Pedro Balmaceda, el jorobado,
y el autor de esa hojarasca que durante algún tiempo el hijo del presidente, el lisiado que acumula
un medio atrasado consideraba la cúspide revistas literarias francesas y libros de París
de la poesía, se despierta un buen día en la otra punta como otros hijos de ricos cuelgan en las paredes
del mundo, donde la buena sociedad no habla más que de su cuarto una colección de pistolas,
francés , no hubiese hecho publicar a su costa los Abrojos
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calcados de Campoamor. No es más que otro golpe y para siempre, el nudo de oro
en la mejilla frágil de un chico engreído. de la poesía había cambiado de lugar
Está, como dicen los jugadores perdiendo su poder mágico
cuando han perdido hasta el último contra el extrañamiento y el horror,
centavo, en el fondo del mar. Tiene tendría ya lo que quería en el momento
que empezar desde cero otra vez. Aceptar de descubrir que eran los otros los que se lo habían
el código arbitrario de un medio impuesto,
más refinado, porque, después de todo, ahora que el tren iba dejando atrás Le Mans
él ha venido a conquistarlo y a tenerlo y hundiéndose en una Bretaña lluviosa,
arrodillado a sus pies. En adelante lo que él quería, es decir ningún
se tratará de un trabajo de hormiga, hecho deseo, ningún equilibrio, ninguna predestinación
con un diccionario de mitología y únicamente la mano decrépita,
y un diccionario de la rima, de un trabajo deslizándose de izquierda a derecha y sembrando,
encarnizado sobre la prosodia francesa, con tinta roja, sobre las hojas blancas,
se tratará de distribuir unos signos incomprensibles
de un modo diferente las cesuras en los que otros dicen oír
siguiendo el ejemplo de simbolistas y parnasianos el canto de las estrellas.
y de explotar algunos metros en desuso.
Habrá que volverse un amanuense
si se quiere mirar el mundo desde arriba,
romper el circulo mágico de los códigos
reinantes para instalarse en su interior
aunque se entregue a cambio una magia
más antigua y se cambie la piel
de la serpiente, llena de trenzas brillantes,
por un abrigo de paño inglés.
Tenía al fin lo que quería,
el tumulto de la gloria a su alrededor,
la identidad deseada, pero que servía,
al fin de cuentas, únicamente a otros,
porque para él, de un modo imperceptible
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tal como debe verla el zorro
en el mes del deshielo
La mirada chocó contra los ojos miopes del literato
AKINARl MONOGATARl que llevaba en ese momento a sus labios la taza de té
Akinari
dijo la voz del ruiseñor
1/ EL DESHIELO Akinari
Mientras me enseñas la doctrina imperial
Llegó de este modo el mes del deshielo en el mes del deshielo
Akinari Yo pienso
solo en el tiempo que te trajo hasta aquí
de edad mediana en el país de donde vienes
estragado en tu falsa doctrina
viajaba entre dos ciudades Akinari
para enseñar Pienso
la doctrina del imperio Akinari
a unos jóvenes en t1
magros que lo escuchaban y enrojecían en el temblor de tus pestañas
ante sus preguntas en tu barba implacable
Ciruelos llenos de flores en el patio de tu casa
se balanceaban en la brisa de abril frente a la ventana en tu insomnio en tu deseo
A la hora del té en tus años
que servían mujeres silenciosas ¿Por qué no hablas nunca de eso
una de sus discípulas al enseñarnos la doctrina oficial?
en cuya voz cantaba Y de regreso
a veces Y era en el mes del deshielo
el ruiseñor de una ciudad a la otra
se aproximó al maestro iban los ojos de Akinari
hizo una reverencia gentil fijos en el camino
lo miró y no veían sin embargo golpear la lluvia contra los grandes
Y había en sus ojos algo de la mirada de la zorra árboles.
82 83
Il / EL INVIERNO
aunque en agosto, y antes que nadie, tienda su sombra
gentil
porque más tarde, en la intemperie de junio,
No planten, en el jardín, el sauce, aunque
en agosto, antes que nada, impaciente, reverdezca. ninguna savia arderá.
En marzo, con la primera lluvia fría, tenue
amarilleará.
La helada azul, más tarde, no tendrá qué quemar.
No es la inconstancia
sino el insomnio
la ansiedad del que vigila
la vecindad del invierno
esa corona de ramas grises sobre la herrumbre del cielo
y el espesor de la niebla
transfigurado en transparencia
lo que desnuda
en una noche crucial
el pavor
el horror al horror
-sofisma de suicidas.
La invasión del miedo como un ejército cerrado
arrasando, en círculo y apretadamente, un país todavía
limpio.
Más vale
amarillear y declinar
que soportar las llamas de la helada
atravesando ciegos el invierno como a una noche
hacia jirones de octubre improbables
Decapitar
diseminarse
decaer
No planten, en el jardín, el temblor amarillo
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84
cuando llegaba sólido al galope como una piedra
tirada por el desierto,
como si hubiese rebotado contra la pared de su exilio,
FRAGMENTOS DE UN JUAN MOREIRA para gestionar el trámite de su muerte que al fin se cobró;
sus días ya vividos -un tramo
Y todavía estoy en el principio preciso en el tejido de las mañanas-
EDUARDO G UTIÉRREZ trabajando con las uñas la constancia del planeta
y que persisten como un silencio translúcido
cargado de gestos que se han vuelto palabras
En un lugar de ríos como zanjones, resonando mudas en nuestra memoria;
en un lugar de ríos como zanjones sus caballos;
y de horizontes desmesurados, en un lugar los movimientos mecánicos de su brazo apuñalando
de matorrales áridos, Juan Moreira chocó un único cuerpo -el suyo-, muerto un millón de veces
contra el trueno inaudible de su última bala. y vuelto a renacer un millón de veces en la monotonía del
Cada uno conoce el sabor de su propia ceniza. llano;
Nos movemos y vamos de un sitio a otro los relumbrones borrosos de su plata brasilera
por medio de nuestras piernas complicadas, y el friso de su tirador: férrea como eso
de lugar a lugar, pero siempre volvemos fue, de una negrura a otra, su vida.
al encuentro del trueno de fuego frío
que es nuestro y de nadie más y que oyen, Así, entonces, el lugar del hombre que se había
sin embargo, únicamente, otros. desembarazado
Llamamos a eso nuestra vida. Su lugar del Hombre fue La Estrella, que era como una caja de
se llamaba La Estrella -pero la luz gmos
que caía de noche sobre el llano, por las ventanas, y un origen de voces y de música en la noche azul del
entre los caballos inquietos, era una luz sucia. desierto;
En su cuerpo no había más que cuentos de suplicios, La Estrella, que olía a ginebra y a polvillo de yerba seca,
y el puro misterio que se repite en cada cuerpo y en donde podía hacerse el amor, detrás del café, y más
y él nunca presintió. Su pasado real era el desierto allá
y su presente magro las poblaciones del patio liso, en altísimas habitaciones, con duras
entrando y saliendo nítidas, en la luz, de la nada. mujeres de voz masculina cuyas arrugas finísimas,
Sus idas y venidas a La Estrella parecidas a cicatrices, resquebrajaban
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la pátina de polvo húmedo a la primera sonrisa, viniendo desde el horizonte, y el viento sacudía
y en donde todavía podían oírse risas súbitas, de lenta el vértice blando de su barba enmarañada.
perplejidad, (Detrás de la frente lisa martilleaban los pensamientos).
en plena madrugada, cuando Lobos ya estaba dormido; Tenía el cuerpo blanqueado de cicatrices y dicen que sabía
La Estrella, que ni apretujada y como protegida por el cantar.
caserío, También él había crecido de un modo gradual,
podía ocultar en la llanura muda su enorme fragilidad: desde el horizonte de la infancia, como un jinete
menhir en el centro del espacio devorador. aproximándose,
hasta llegar a su muerte en Lobos.
Las cosas que se mueven y comen distancias son los Descansaba arado al caballo para no quedar solo en ese
verdugos de las cosas, desierto.
y las cosas inmóviles no soportan la fuerza de su Después se casó, y se inclinaba todos los días
inmovilidad; sobre la ondulación fría del alfalfar,
la arenisca filtrándose entre los ladrillos, el agua y se desnudaba al amanecer para hacer el amor
en crecimiento, el polvo que el viento levanta y destina a hasta que logró engendrar
corroer, y oyó los gritos feroces de la parturienta llamándolo
el ramaje artificioso que echa raíz en las grietas de la cornisa: y maldiciéndolo desde el sucio camastro,
para acorralar a la liebre, tiene que haber un punto pero permaneció tieso y en silencio hasta que las
más adelante del cual la liebre no pueda avanzar, comadronas
para que esté cansada le mostraron una irreconocible criatura
tiene que haber un campo por el que haya corrido, señalándole el pequeño pene,
para que tenga que morir sonriendo con sus bocas negras y desdentadas.
tiene que haber un sitio, a campo raso, o en una gruta de No hizo más que darse un suave fustazo satisfecho
ramas, en la pantorrilla y volvió a su trabajo.
donde pueda encontrar su muerte. Pero había guardados para él
Únicamente la lucecita que él llevaba consigo adentro era otoños de humillación, veranos que ardían con cabrilleas
irreal. de odio.
En las mañanas el sol atravesaba el laberinto
Pasaba como un meteoro levantando polvo en las de la enredadera y quemaba el piso duro del patio
poblaciones. mientras ellos tomaban mate sin siquiera mirarse y sin
A veces, en su overo bayo atravesaba la calle principal, hablar
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y la criatura probaba el gusto de la tierra o andaba y volvían con olor a pólvora y a caballo, manchados de
en cuatro patas entre la confusión de los perros; polvo y sangre.
la cadera de la mujer crecía cuando ella se inclinaba hacia Habían saboreado carne de yegua y carne de india.
el brasero Destinaban la vejez a escribir libros y memorias.
y el millón de ojos de los Dueños
se clavaba en el llamado turbador de los senos. No podía calmarlos nada, ni siquiera el remojón del sueño,
en el nudo de su extrañeza.
También los Propietarios se echaban desnudos Habían ido avanzando a través de la tierra desde el mar,
y solitarios en el amanecer acariciándose dejando un rescoldo de poblaciones de la hoguera de sus
los muslos velludos. La luz gris batallas.
entraba por las viejas ventanas que recortaban el llano. Pero delante de ellos ondulaba el desierto
No encontrarían lo que buscaban de la entrevista madurez -como un espejismo
dejándose caer en el interior de esos cuerpos enloquecedor-
apresados en caza nocturna, sin nada sólido para fundar en él,
gustando a medias los arrugados pezones color vino, como no fuese una construcción desolada.
oliendo la rosa desmesurada y misteriosa Sus botas sonaban al golpear cada mañana en los patios del
y sin embargo la mañana los encontraba pálidos, planeta
con una intranquilidad que contagiaba a los caballos cuando cruzaban hacia los caballos palpitantes
haciéndolos piafar. para montar con un salto cada día menos ágil.
También ellos estaban esparcidos en el desierto como las Su edad dorada fue sin embargo, y al mismo tiempo, su
estrellas en el cielo. infierno.
Como un puñado de piedras arrojado al aire por una mano (Cada uno conoce el sabor de su propia ceniza).
furiosa
o animales en estampida corriendo en mil direcciones
y alejándose cada vez más de la hacienda,
sin un segundo siquiera para detenerse y pensar.
Mantenían el control del cuero y la plata.
Gastaban a sus propias mujeres en trabajos de
descendencia.
Se ajaban ejerciendo las artes de comerciar y gobernar.
Iban a la guerra poniéndose la casaca militar sobre el paletó
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DESPEDIDA EL ARTE DE NARRAR
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SHADRAK ELEGÍA PICHÓN GARAY
Nabucodonosor Deberes
como no hubo y un cielo, azul, que se hunde
forma de hacernos adorar en el ramo de tardes
a sus ídolos que atravieso
en un acceso como quien se levanta, ciego,
de furia
desde una cama de ceniza.
nos condenó
a la hoguera
Bienaventurados
Dábamos gracias
los que están en la realidad
los tres
y no confunden
al muy Alto por el honor
de ser sus fronteras .
por fin
Su ceniza
Y ya en el horno ardiente
llegó un ángel
a helar las llamas
a borrar todo
Nabucodonosor
la hoguera
la lealtad
Así supimos
no que había
para nosotros
otro mundo
si no que éste no era real
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EL SIGLO DE ORO EL HEXÁMETRO HOMÉRICO DESCRIPTO
POR SAMUEL TAYLOR COLERIDGE
Más rugoso
más grueso Férreamente nos sostiene en la ondulación de sus olas ilimi-
que el tiempo tadas sin que haya antes ni detrás de él nada como no sea el
el siglo de oro: océano y el cielo.
laurel en flor
salido
de la bestia
sepultadora.
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POR ESCRITO
(1960-1972)
EL ARTE DE NARRAR
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EL VINO EL PASADO
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A LOS PECADOS CAPITALES PARA CANTAR
Por nuestra fantasía, nos liberan La tarde está limpia como una hoja vacía.
de la materia pura, pero caemos en la red A veces, como una mano que escribe, la borronea el viento.
de la esperanza. Pecados, vicios, y hasta La carcome, como a una esperanza que se enfría
las débiles virtudes, nos separan por ráfagas de remordimiento.
del cuerpo único del caos, Tarde carcomida de octubre, desaforada luz del día.
nos arrancan No tengo paz y estoy contento.
de la madera y de los mares.
Guardianes en el umbral de la nada.
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LA PENA EN ESA CIUDAD EL PÁJARO ANCIANO
La pena en esa ciudad Indemne, todavía, o, mejor, entero entre sus cicatrices, se
eran unos inmensos adelanta siempre, por un segundo, milagrosamente, al rayo,
edificios para poder cantar, después, a una audiencia improbable, ya
blancos y ciegos y adentro mudo o más bien ya todo voz, inconsolable, el incendio.
de cada uno había un hombre
para el que en esa
ciudad la pena era
unos inmensos edificios
blancos y ciegos
con un hombre adentro
para el cual la pena
en esa ciudad
era un edificio blanco
con un hombre adentro
blanco y ciego.
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MICHEL LA VIAJERA IMPÚDICA
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DELIRIUM TREMENS LA ESCALERA REAL SERVIDA
Del nacimiento, y de sus mañanas, alcohol A nuestros ojos turbios, incrédulos, completa,
que día a día me hacen, sin violencia, tomar, la escalera real servida se aparece
vienen estas visiones con su fuego ordenado, de llama tersa y quieta
grises como un viaje por el centro del invierno que en cinco lisas láminas pintadas resplandece.
y sin embargo deslumbrantes.
Formación silenciosa de un núcleo desde la honda
fuente de oscuridad de una zona imposible,
la escalera real se parece a la ronda
apretada y vivaz de este mundo visible.
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NOTICIAS SECRETAS
(1976-1982)
LECHE DE LA UNDERWOOD
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LA VENUS DE WILLENDORF VENUS Y ADONIS
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hasta el rebuzno de las bestias le da la alerta a las ninfas
y les señala, perentorio, al violador.
Por el campo, el ser intermedio, que nace y muere
PRÍAPO sin renacer, a la rastra de su verga,
improvisando infinitos,
espanta bestias y dioses
Únicamente el hombre no renace; y los dioses, y cae, y vuelve a caer, una y otra vez,
que nacen de las cosas, se transforman en cosas, otra vez. en la misma trampa opaca.
La liebre El yo
en cambio, cuando, en medio del salto, se yergue o se entreabre, punta roja o revés
el acero la inmoviliza, ya había de terciopelo, titilaciones y ondulación
renacido en el cachorro que juega, blando y tranquilo, del deseo -se dice único
en la luz tibia. No en tanto y cae, por último, en un sueño senil,
que dioses y que bestias, Venus y Adonis, del que arruga y delirio
en una cama de mirto y rosas, sino que como humanos, son la puerta del fin sin fin. Perplejo,
abandonados, copulan. Príapo, desnudo en el día arduo,
Por muerte y no entre latidos confusos y recuerdos desgastados,
por renacimiento. Esperma, pelos, sangre: de rodillas
insulto y lamento y más adentro todavía, más, ante su propio monumento
más todavía, ahora, mientras el fondo, negro, busca cuerpos que borren la visión
se retira, y el abismo se abre, rojo y humedecido, de una certeza ignorada.
a sombras que dicen ser, para la yema de los dedos, Estampida
cuerpos férreos. de ninfas crédulas
Noche de vísceras que órganos ciegos, perdidos, palpan. y terror
Por ese ante el esperma impaciente.
atajo sin fin los dioses La criatura
se vuelven hombre y mujer y engendran erra sin saber
Príapo, el ser por un país misterioso
del que el cuerpo entero que no entrega
es apenas el reverso borroso de la verga ni nombre ni sentido-
y a cuyo paso exceso de deseo
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que no se basta con ser
deseo y transmisión
. .
smo que qmere
saber ACTEON
de qué es deseo, y cómo,
y hasta cuándo y, sobre todo, por qué.
Para una muerte Lo divino, al mostrársenos,
que no renace en otro, nos vuelve, Acteón, en su desdén, como
ni en otros, en el aire animales. Y la jauría
enceguecedor, entre Deimos y Fobos, de los deseos que, rápida,
de su misma raza, Príapo adora nos devora,
la sombra de la sombra de una sombra se calma al fin , no sin nostalgia
y lo liso lo alcanza de jungla, con la visión tan tenue
como un cuchillo de nuestra imagen
que pidiese, a su vez, adoración. humana.
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DÁNAE CAFÉ Y MANZANAS
Manda a su hijo Perseo Dánae, para gozar, La taza blanca, nítida, nos saluda,
sin testigos, de la lujuria, corola, sobre la mesa, abierta en el
a extraviarse presente que, de nuevo, floreció. Y el gusto,
en los ojos sin fondo de la medusa, ácido, de la carne otoñal,
del mismo modo que toda madre, sin nosotros, mezclado al del café,
desde una cama pantanosa, seguiría estando
nos abandona, prisionero en su forma:
por tres minutos de no ser, vidas frágiles y solidarias. Minuto,
a los dientes de este mundo. rico, cuyo vaivén,
lleva y trae este mundo
en equilibrio sobre lo negro. Presente
rápido y sin fin que deposita,
en esta esquina del ser, el ser
entero hecho calor y delicia.
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un destello, irisado por la espuma, en el horizonte,
o la llanura, de arena blanca, donde reina el sol único,
un lugar para estar, por fin , a solas consigo mismo, o con
ISLAS todo,
por fin, en la desnudez;
y dirán, una vez más, casi seguro, que es puro delirio.
Ayer nomás había islas todavía; islas
y desiertos; algunos se fueron; el pibe Islas y desiertos; sin nadie; ¿y qué pasa, ahí,
de Charleville, por ejemplo: se las tomó. Empezó justamente, cuando no hay nadie? Girando, ¿no?,
a negociar armas y hombres, girando como un perro que tratara, infructuoso, de contemplar su
en la más ardua irrealidad, hasta que vino propia cola;
y fue arrinconándolo, desde adentro, la gangrena. Y problema insoluble: ya se está ahí. Y no son, como
también, se podría pensar, las Evas de doce años, ni lo exótico,
un poco más tarde, buscando su isla, la suya propia, lo nuevo en una palabra, lo que llama.
el pintor de perros violetas, del mar amarillo, Mar, playa y cocotero: todo lo que se encuentra, a plazo
el hombre que había vivido un tiempo en Aries con Van incluso, en las Agencias.
Gogh, No; hay ya como una herida, en el propio ser,
subsistiendo a base de pan duro y convicciones, que busca, desde el origen, su fuente. Desea
(rentas, después de todo, cualquiera, entre las bestias puede ver de más cerca, el núcleo, remoto,
poseerlas), del que golpes sucesivos, empastándose, la separaron,
abandonó, un buen día, a su familia, escrutar, como a una llama, el centro mudo
y, parado en la proa, internándose mar adentro, y hormigueante, en el que un signo débil
percibió cómo el ruido de la espuma iba borrando podría, probablemente, centellear,
los ecos del discurso de Mallarmé. Buscaba o deseaba, si por si acaso nadie, pero nadie, lo mirara.
mejor, como había dicho en una carta, En algún punto de la isla, antes de su llegada,
un rincón de sí mismo todavía desconocido. La materia la lucecita está encendida, desde el origen ,
adquiere así la cualidad del horno, indemne, fija entre huracanes,
volviéndose más grave, menos banal, luz modesta del todo y de su eternidad,
después de atravesar, lenta, el infierno. Ayer que no se apaga más que ante el soplo humano.
nomás había islas todavía; islas y desiertos. El color, sí, desde luego, también,
Puntitos negros, casi sin forma, en el celeste de los mapas, de una región en la que todo es solidario,
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en el aire gris verdoso de la tormenta volcánica,
aís en el que la parte es glorificada,
tocados aquí y allá por esa brasa secreta-
p en el que el canto de lo único,
el ex agente de bolsa, canoso y abandonado,
~e la mañana a la noche, canta parado con los bolsillos vacíos sobre la playa, medio
el árbol entero y en cada una de sus hojas.
en aturdido
por la trepidación silenciosa de lo que es.
Ayer nomás, como decía nomás hace un momento, había
.slas roda vía; islas y desiertos; algunos se fueron;
1
l ex: agente de bolsa, por ejemplo: Vicente, en Aries,
~o despidió, a filo y punta, de su abismo amarillo.
Balanceándose en el mar verde viajó en busca
de )as señales, fugitivas, que cintilan en las cosas,
del llamado no oído que pone, sin embargo, en marcha
como un robot,
apresuradamente, tratando de llegar, antes de que
anochezca, al hogar.
Balanceándose, solo, en el mar del planeta que a su vez se
balanceaba
abarrotado de ciudades, de bancos, de esposas fieles ,
de mecenas, de pintores oficiales y de máquinas,
hasta que vio llegar, de un modo discontinuo, con
sacudones rápidos, la isla.
cuerpos violetas, eléctricos, senos recién nacidos,
y el pan que se daban, unos a otros,
como el mar el atún o las estrellas el cielo-
brillos de aquel rescoldo inalcanzable. Islas,
había islas, desiertos todavía, islas
donde pasaban, sobre la arena, cuadrumanos,
hechos de carne real y de deseos reales,
enrre fantasmas vestidos de blanco y del delirio de
gobernar,
cuerpos celestes, rojos, amarillos, azules
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PLOZEVET LESCONIL
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PLOUGASTEL SAINT-GERMAIN HUELGOAT
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MOULIN DE BRENIZENEC VECINDAD DE LOGROÑO
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como el chico que en la noche de carnaval,
pretende darle miedo a los demás con su másca ra. Ahora
está
LISBOA en lo que podría llamarse ese torbellino,
en vilo entre los belfos de la bestia,
ajean Pauf Caudrec en el centro de su propia oscuridad
-y cómo
quisie ra que, viniendo despacio, como antes, desde la
La persona, parece, sería, como se dice, coCina,
una máscara; uno, aquí, que se llamaba, cosa desde el patio, en la noche cítrica, una mano,
curiosa, justo así, materna o familiar, es decir, de dedos conocidos,
multiplicó perfil y verbo, distribuyéndose en ellos, en el viejo sentido, anterior a la explosión,
como piedras o como cartas; rey, sota, caballo y as, a esta deriva sin dirección y sin bordes,
y un solo mazo verdadero. Y, sin embargo, encendiera, por fin, la luz,
qué tímida parece ahora su dispersión: la salud del cuarto sin lujo, austero,
misma más bien: un cuerpo de cuatro caras, con, apenas, lo necesario para reconocer
repleto y sólido: que el corral tenga cuatro lados, el honor y la constancia de lo que es,
o uno solo, circular, da lo mismo, si eso ayuda, ¿no? lo que es en su seguir siendo,
a evitar que la bestia anónima, mesa, jarra, botella, ventana y paraíso.
e infinita también, ano es cierto?,
rompa, de golpe, en estampida. La bestia, sí, No en tanto que máscara
que daba, ya, señales de vida, atrás, sino leal en su simplicidad
mandando a la superficie, de tanto en tanto,
rugidos, latidos, olor animal, el légamo sin fin borde
de ese pantano, negro, que trabaja, continuo, abandono
y nos muestra, de pronto, que la casa natal , y transparencia
con sus rincones familiares y con sus voces familiares,
no tenía, ¿cómo era que se dice?, cimientos. No es
ni amiga ni enemiga y el ser, frágil,
que desgarra con sus dientes, había tenido,
hasta ese entonces, una especie de ilusión,
134 135
desde un púlpito, desde una cátedra,
poseer la certidumbre de un papel absoluto
en la opereta de la historia? La explosión,
AURORAS de la que somos, ya sin orillas, los fragmentos,
resonó, primeramente, en el centro
de su ser, hoja seca perdida
Parecía venir, dicen algunos, en el viento cósmico
de un país en el que nadie, pero nadie, Para que el todo fuese glorificado
habitara No se sabe:
Para que el todo fuese glorificado no puede saberse
si vale, de verdad, la pena construir,
Nadie, tampoco, ahora, podría, si no es más bien preferible, ¿no
ciertamente, indicar, de un modo preciso, es cierto?, no construir nada.
el lugar del naufragio. Gira, incansable, Habría que empezar, mejor, fusilando
de Niza a Leipzig, de Rapallo a Venecia, al Kaiser, a los antisemitas, reconociendo,
de un modo, como Poussin y sus discípulos, en un viejo caballo,
al mismo tiempo idílico y heroico: la materia del ser uno y solidario,
un horno al rojo blanco por dentro, la vieja eternidad que regresa, puntual,
ceniza lívida la parte externa; una y otra vez, al punto de partida,
su hermana, en una carta, lo consignó. por el atajo del olvido
¡Que respiren, otra vez, los profesores! La prueba, Para que el todo fuese glorificado
según ellos, llegó por fin; de otra manera
no hubiese terminado Y balbucear, vociferando, brutalizar,
golpeando el piano con los codos en la pensión con los codos, el teclado, es, si se mira
de Turín; habían tenido bien, mil veces preferible
razón en no leerlo- a componer tetralogías, convengámoslo, celestiales,
no se viene a este mundo a delirar. como si nada, pero nada,
se le debiera, ¿no?, a lo que
¿Y si el delirio fuese, más bien, por debajo, con mano férrea,
construir, mediante una colecta, y sin pedirnos nada, nos sostiene
un teatro lírico, perorar Para que todo sea glorificado
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Himnos al dios electrónico
suben, continuos, del basural sideral
El secreto
consiste
en construir
construu
mediaciones
para el trato
con el desierto
máquinas
de palo y lianas
rudimentarias
que defiendan
que den sombra
aunque nada nos libre
del sol
de la memoria
y otros deduzcan
de tan ardua prolijidad
como una llama negra
continua
nuestra locura.
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conocimiento, no pareciera verse aparecer
de un mundo, nuevo, o ya recorrido, qué más da,
por encima de lo liso, ardua, la cresta.
LA HISTORIA DE CRISTÓBAL COLÓN
Un mundo,
se me obliga, para poder,
en adelante, existir, o ser algo,
a descubrir, otra cosa,
más sólida, o, como dicen, más real,
que el mar de aceite
que no me lleva
ni más adelante ni más atrás,
o que me acuna, más bien, en el mismo punto,
sin ni siquiera
obligarme a trazar
círculos metafísicos
que reproduzcan, a su modo, lo exterior,
y den imágenes, dignas de adoración,
a la memoria.
Horizonte, a mi alrededor,
qué vacío te deja este mar blanco, sin olas,
sin espuma, y cómo
ni rocas ni algas te dividen
ni te dejan parir
la entrevista alteridad.
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de ser él, más tarde, casi inmediatamente,
en rigor de verdad, quien desplegara ante nuestros ojos,
para durar cuanto duremos, haciéndosenos connatural,
REALES lo que ya es vox populz? -y sería superfluo repetirlo,
a tal punto su presencia nos acompaña. ¿Por qué él,
él, ese viejo? Y eso en la cárcel, parece, por añadidura-
Reales -urge. Y nadie sabe bien dónde pero esto último, como fue escrito varias veces, no se ha
está. Un viejo, ni más ni menos, un poco, podido probar.
¿no?, ya me entiende y el índice se pone Reales
a girar a la altura de la sien. -no existe nada, nada, no hay, aunque estalle
De batallas, ante nuestros ojos, ninguna realidad; y esos reales
de cárceles, de evasiones, salió, ya lo hemos visto, que le reclaman, sin poder, por otra parte, dar con él,
cambiado pero indemne, como se dice, vienen de rey, son la escoria del siglo o el siglo mismo,
un poco mejor, tal vez, según se mire, la mano la borra de un retruécano.
izquierda inutilizada: ¿parálisis, o lisa El sol de agosto arriba
y llanamente un muñón? El día del juicio, que se apaga, de golpe, y un rasguido. Viene subiendo,
probablemente, se sabrá. Por ahora nos queda fragilísimo,
la imagen, no sin fundamento , desde la oscuridad.
de un viejo seco y bronceado, avanzando,
en miniatura, por campos de trigo. En el
atardecer se sienta, en el patio de una venta, a descansar.
Embrollos con las facturas, pleitos, y, de tanto en tanto,
un soneto su mujer, más joven y más rica; la bastarda
empleada como sirvienta en lo de una de sus hermanas
y, pisándole los talones,
pesadilla balzaciana la Tesorería. Hay que hacerse
la idea exacta, sin mistificar: un viejo, un viejo
bastante iletrado, sin obra visible, sin protectores,
debatiéndose, sin progresar, en una telaraña,
el sol de agosto arriba
y todo alrededor el trigal. ¿Por qué hubo
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EN LA TUMBA DE SARTRE OXFORD, MISSISSIPPI, (BLOTNER, 11, 1401)
Tu no ser es mi Alcohol:
estar ¿las sombras de este mundo
sentado en esta rumba, en una y el gran río, bastan, o hay
siesta de abril, bajo un sol que esperar, pacientes, otro llamado?
tierno, y en un lugar al que le dicen lt meant -dice, como otra
el mundo -el gran en sí Esfinge, ese ardor-
descubierto, a pleno cielo, just a pregnant cow:
sin la luz que titila adentro, heavy in july,
y en el que esta otra luz, de lo que está light in August. Y todo
sentado y, provisoriamente, nombra y te es Esfinge.
nombra, va pasando, indecisa y lenta,
para que rodo, para todos, por fin,
o para nadie, mejor, entero,
resplandezca. Hasta aquí se llega
por muchos
cammos.
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TINTA VERDE DE DUELOS LARGOS
Hombre sin pasado, hubo en tu vida algo más que una De duelos largos emerjo,
lámpara y una mesa. Hubo tinta verde, translúcida cuando adormecido, a muertes frescas.
alzabas, a la ventana, el tintero, en el sol de invierno. Eran Sol cegador, alguna vez
siestas escolares -de un no saber también, de lo que ahora fuiste fiesta y verdad única
se llama, en sentido amplio, tu vida. Algo irrepetible hecho -quién lo diría
de repeticiones internas, obstinadas. Siestas de invierno que, de esta luz
aunque olvidadas, no te abandonan. Los cobradores de cien- indiferente en la que, ya sin voz,
cia, que hostigan tu ignorancia perfecta, exigiéndote virtuo- como flor en la lluvia,
sismo y variación, no quieren saber nada con ese peso insis- me deshago.
tente, hecho sin embargo de infancia, que te tira hacia la no-
che. Hombre sin pasado al que no le pasa nada, salvo eso
que ya pasó y que, por nada del mundo, no quiere, no quie-
re pasar.
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A UN AMOR FUGITIVO PARRAS DE LAS PARRILLAS
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exterior
Extrañeza
Después
DE LOS ÁLAMOS casi de golpe
plenitud
De los álamos
no queda
más que un ramaje
translúcido
y en la punta
hojas amarillentas
que centellean
Mayo
lluvias heladas
en un sol exangüe
A la ventana
en la media tarde
guiñando lento
a la luz:
somnolencia
maravillada
en vaivén
de afuera a adentro
de adentro a afuera
Ahora
ahora real
de un todo
sin en sí
todo él
por fin
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SED QUE NO PARA ÁLAMOS
Sed que no para Parecen familiares del cielo y brillan, delicados y lentos,
de una fruta sin most~arse, para el que los contempla, ni amigos ni
que ya es leyenda enemrgos.
Se inclinan blandos y victoriosos a todos los vientos
y son, en la tarde abierta, más testimonio o prueba que
testigos.
152
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TRELEW LOS HIGOS DE LACOSTE
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EN AVIÓN EL GRAAL
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NO TOCAR LA GUITARRA EN EL ROPERO
(19 81-19 8 7)
Que no digan que el comentario
acicala, ni que la condecoración,
seguida de fajos, vuelve, después de lustros pálidos,
reales. La gracia estaba en cabalgar,
con voz luminosa, el instante encabritado,
por puro lujo o gusto claro, o por ver
si se podía, contra el desgaste, labrar
formas que recordasen, con su sabor,
la miel de las mañanas. Que no vengan,
con su honor, a envenenarnos, ni, con sus
dardos de academia, a ponernos,
después de tanto mirar el sol de frente,
llamándonos, arteramente, suyos,
del lado de lo oscuro.
158
SEÑALES DEL RÍO LOT
El azar se transforma
en mundo, y
el mundo
en belleza.
Región
antigua
que acompañabas,
gentil, el tren
en un anochecer
de fin de invierno,
reunida, al fin ,
en 1magen
por el curso
de tu río. Rio,
o signo más bien,
por el que,
cómo por un lugar,
con delicia,
se atraviesa.
161
RUIDOS DE AGUA HAIKÚ
162 163
en el anochecer,
la adoración
error o cálculo
MADRIGAL en un establo
vacío.
Pastores,
la estrella
no lleva a nada,
su trayectona
es azar,
aparición fugitiva
en la manada
de siglos fugitivos,
la cruz,
más tarde,
coincidencia;
pastores
el sol relámpago,
el tiempo entero
suspiro, pastores
lo visible
explosión,
espeJismo
el firmamento;
pastores
la propia mano
improbable,
el pensamiento
brisa o fiebre
164
165
Respondan
a la mistificación con silencio.
Acepten
EL CULTO DEL CARGO el paso oscuro por el caos.
Abandónense a la inacción.
Desháganse
de adornos y vestimenta;
desierten
factorías y jardines.
Que un árbol junte la tierra
y el cielo; que se entremezclen
sexo y jerarquías:
después de la catástrofe
viene la vuelta de nuestros muertos,
después de la oscuridad, la luz
flamante. Salgamos desde el cero
otra vez, renovados, al infinito.
Gime la herrumbre
de este mundo gastado, se quiebran
las estrellas en ruinas,
el aire sucio raspa
pupilas secas
bajo párpados blancos. O el paraíso
o nada: desdeñen
la limosna, el imperio
del siglo, reintroduzcan
el gusto por la abundancia.
Preparen
la desnudez exigente.
166
167
Dama -fiesta más bien
de lo arcaico que perpetúa,
en octubres periódicos,
DAMA, EL DÍA lo pasajero -dama, el día
declina, el portador
del huevo vacila, y no quiere
Dama, el día ceder el paso, ansioso
declina, dama, Beatrice, de permanencia.
Helena o Mesalina, el día
que debía durar Dama, por quien pelean
lo que el tiempo entero materia y deseo, al violeta
declina, y todavía lo devora el azul y al azul,
nalgas, pecho, mirada, pensamiento, sin bullicio, el negro; dama,
no desanudan, abandonados, su misterio. cae, rígido, el moscardón
que confundía
Dama, que en cada octubre
mundo y deseo, y ahora
reaparece, fresca otra vez,
abierta y reticente, animal no es más que polvo del camino.
nupcial
Papiol (Tiempo), lleve
que el pico rojo esculpe
. . estas líneas a alguna
a su Imagen, presencia
parte, de parte
anónima o hervor grueso del todo
forrado en pena y terciopelo. de uno
que vmo
Dama, que el torbellino y
inadvertido y lento die
pone en la punta en flor se fue.
para atrapar
la abeja soñolienta
y semiciega, que cumple
con su rito, y cae después,
reseca, en el río oscuro.
168 169
ÍNDICE
EL ARTE DE NARRAR
De l'art romantique ... .. .. .. ...... .... .... ...... ....... ....... .... ... ... 9
El arte de narrar .. .... .. .... ..... .... .... ...... ....... ...... ..... .... .... 1O
Recuerdos del doctor Watson ... ...... ....... ..... ...... .... .... .. 11
A Bohlendorff .. ...... ... ... .... ..... ... .... ........ ...... ....... ... .... ... 13
Dylan Thomas in América ... .... ... ........ ..... .. ..... .... .... ... 14
La venus de las pieles.......... ......... ..... ... ... ....... .. ... .. ..... .. 15
Don Giovanni ..... .... .. .... .... ..... ..... .... ........ ...... ..... .... ..... 17
Ann .... ........ ...... ....................... ....... ........ ............ ... ..... 18
Aldo ........................................................................... 19
La ruleta .... .......... ... ... ... ...... .... ..... ..... ....... ...... ..... .... .... 21
Motivos ... ... .. ........................ .. .......... .... .............. ... .. ... 24
Babilonia................................................................. .... 25
Lucha de clases .... ... ... .... ...... ... ..... ...... ....... ...... ..... ... .... 26
A una cabeza de Safo de Lesbos ... ...... ....... ...... ..... .... ... 27
Bottom's dream ..... ... .... .... ..... .... ..... ........ ....... .... .... .... . 28
Lo que cantan las sirenas .......... .. .................. .............. 29
Poesía danesa contemporánea .. .. .............. ... .. ... .... ...... . 31
En la pared de los federados ... ... .. .............. .... .. ...... .... . 32
Octubre en tostado........... .. .. ....................................... 33
Dialogo bajo un carro . .... ..... ..... ... ........ ...... ..... ..... .... ... 34
El viejo entre las hojas ... .... .. .. .......... .. ...... ... ... .... . ... .. ... 41
He weeps over Jim............. ... ... ... .. ......... .... ... ........ ... .... 45
Lesbia madura ... ..... .. ... ..... ...... ... ...... ....... ........ .... ... .... .. 48
Por Clodia (Lesbia) en el cabaret .... ...... .... ....... ... ..... ... . 49
17 1
Miseria y consuelo del violador ... ....... ...... .... ......... .... . 50 El pasado ... .... .... ... ............... .. ...... ... ... ..... ... ... ............. . 103
De Polonia a Laertes ....... .... ........ ... ..... .............. .... ..... 52 A los pecados capitales .. ...... ... .. ...... ...... .. ..... .. .. ........ .. .. 104
Campos quemados .... ......... ... ... ...... ....... .. ...... .... .. .... .... 53 Para cantar ··································· ·············· ········ ·· ······· 105
A una amiga .............. ........... ... ... ....... ...... ............. .... .. 54 La pena en esa ciudad .. .. ..... ..... .. ..... ..... .... .... .. ........ ... .. 106
Quevedo El pájaro anciano .... .... ... ..... .... .. ... ... ... .... .... ... ... .. .. .... .. . 107
¡ 1A Francisco de Quevedo ....................................... 55 Michel ... ...... ... ....... ...... ... .... ...... ...... .. ..... ... .... .. ...... ... .. . 108
JI 1 Relox de sol...... ......... ..... .. .... .. ........ .... ..... ... ........ 55 La viajera impúdica ...... ... ..... .. .......... .... ... .... ... .. ..... ... .. 109
!JI 1 Segovia ... .............. ........................ .................... 56 Delirium tremens .. ...... ... ... ........ ... ... .... ... ... .... ... ... ...... . 110
Dante La escalera real servida ... .. .... ..... .. ... .... .... .... ... ... ...... .. ... 111
J 1 En memoria de Bice Portinari ... ... .... .. ......... ... .. ... . 58
JI 1 El paso por el foego ...... .. .. ...... ........ .. ...... ...... ... .. . 59 NOTICIAS SECRETAS
JI! 1 El regreso ................ ·············· .... ...... ........ .... .. .. .. 59 Leche de la Underwood .. ... .. ..... ... ... ..... .... ... ... .. .... .. ..... 115
El alumno de Crates .................... .. ............................ . 60 La venus de Willendorf ..... .... .... ...... .. ...... ...... ...... .... ... 116
Encuentro en la puerta del supermercado .... .......... ... ... 66 Venus y Adonis .. .. ..... ......... .. .. ... ... ........... .. ...... ..... ....... 117
El fin de Higinio Gómez.............. ...... ... .... .. .... ........ ... . 70 Priapo .. .... .... ..... .. ..... .. .. ...... .... ......... ........... ........ ......... 118
Rubén en Santiago .. .... ... ..... .... .. .. .... .. .. ... ............. ....... 77 Acteon ..... .. ..... .... ... .... ........ ...... .. .... ....... ....... ... ...... .. .... 121
Akinari Monogatari Dánae .. .......... .... ... .. ... .. ................. .. ............ ... .. .... .. ..... 122
I 1 El deshielo ........ ................. .. .... .. ..... ................. .... 82 Café y manzanas .... .. .... ..... ..... .... ...... ........ ...... ..... ... ..... 123
JI 1 El invierno .... .... ......... ... ... ......... .. .... ...... .. .... .. .. .. 84 Islas .. .... ............ .... ...... .. ... ..... .. .. ..... .... .... ... .... .... .......... 124
Fragmentos de un Juan Moreira .................... .... .......... 86 Plozevet .. .... .... .... .. ..... ... .. .... ..... .. ... .... .... ... ... ..... .. .. .. .... . 128
Despedida ..... ...... .............. .. .... ... ....... ...... ................ ... 92 Lesconil ........................................ ................. ...... ...... . 129
El arte de narrar.......... ........ ..... ... .. ...... ....... ... ... .. ...... ... . 93 Plougastel Saint-Germain ... ...... ..... ............ .... ... .. ...... .. 130
Shadrak ...... ....... .... ............. .... .... .. .... ..... ... ............ ... .. .. 94 Huelgoat ............. .. ..... .. .... .... .. .... ... .. .......................... . 131
Elegía Pichón Saray .. .... .. .. .. ..... ... ..... ....... .. .............. ..... 95 Moulin de Brenizenec ... .. ... ... ... .. ... ... ..... ... ..... ...... ... .. .. . 132
El siglo de oro ..... ............ .. .... .... .... ........ ....... ....... .. .... . 96 Vecindad de Logroño ........... ............................. .. .... ... 133
El hexámetro homérico descripto por Samuel Taylor Lisboa ·························· ····· ························· ················· 134
Coleridge ....................... .... .... .... ........ ............... ..... . 97 Auroras ··················· ·············································· ······ 136
Nuevas aventuras de Robinson Crusoe .. .... ... ... ... .. .... .. 139
POR ESCRITO La historia de Cristóbal Colón .... .. .... ...... .. .. ... .... .. ..... . 140
El arte de narrar ..................... .. ... .......... ...... ......... ..... . 1O1 Reales ······························ ····· ·· ·· ·· ···················· ········ ···· 142
El vino ..... ............. ......... ..... ..... .... ...... .... .... ........ .. .... .. .. 102 En la tumba de Sartre .... .. ... ..... .. .... .... .... .... ... .. ... ...... .. . 144
172 173
Oxford, Mississippi (Blotner, II, 140 1) ....................... 145
Tinta verde .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. ... 146
De duelos largos .............. ...... .. .... .............. .............. ... 147
A un amor fugitivo .............. ....................................... 148
Parras de las parrillas ................ .... .. ........ .................... 149
De los álamos .... ..... ........ ...... ... ..... ...... .... ... ................. 150
Sed que no para .......................................................... 152
ÁJarnos ······································································· 153
Trelew ........................................................................ 154
Los higos de Lacoste .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. . 15 5
En avión ..................................................................... 156
El Graal ...................................................................... 157
No tocar ..................................................................... 158
LA GUITARRA EN EL ROPERO
Señales del río Lot .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. 161
Ruidos de agua ... ...... ......... ... ... ...... ..... ..... ................... 162
Haiko ......................................................................... 163
Madrigal . .. . .. .. . ... .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. . .. .. .. .. .. . .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. . 164
El culto del cargo .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. . 166
Dama, el día .. . ... .. . ... .. . .. ... .. . .. . .. .. .. .. .. ... . ... .. .. . .. .. .. . .. . .. .. . 168
174