Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
(Primera parte)
“Y otra vez os digo que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que el
que un rico entre en el reino de Dios” (Mateo 19:24)
“El que confía en sus riquezas, caerá, pero los justos prosperarán como la hoja verde”
(Proverbios11:28)
El presidente de Panamá, Juan Carlos Varela, en su alocución del día 6 de abril de 2016,
dio en el blanco cuando externó la posición de su gobierno en torno a la filtración de
documentos de la firma de abogados Mossack Fonseca: “es un problema global”. Estalló
en Panamá pero pudo haber sido en cualquier otro paraíso fiscal, o bien en cualquier otro
Estado que no reúna esa condición. Acertado diagnóstico el del jefe de Estado panameño,
más allá de la avalancha de moralismos que presenciamos en estos días (después del
escándalo todos somos ciudadanos responsables que pagamos impuestos y exigimos que se
castigue sin piedad a los evasores … al menos hasta que no aparezcamos relacionados
directa o indirectamente en los millones de documentos que faltan por analizar!).
Pero ¿qué significa que la evasión de impuestos y otras modalidades de crimen organizado
que pueden estar ligadas con esta actividad (narcotráfico, lavado de dinero, apuestas
deportivas) constituyen un problema global? Simplemente que desde hace mucho tiempo
la producción de bienes y servicios se salió de los Estados y opera a escala planetaria. Y en
esta dimensión global no existe un recaudador de impuestos mundial que imponga tributos
a las rentas para distribuir entre los otros sectores de la sociedad y que controle el origen de
esos capitales; a lo sumo hay mecanismos débiles de controles cruzados entre algunos
Estados.
Si la producción opera a escala planetaria, sino existe un gobierno global (y por ende, no
hay una Dirección General de Tributación mundial), ¿cómo podemos hacer para que todos
tributemos, principalmente los que tiene más riqueza? Podríamos acudir a la bonita idea de
“ciudadanía mundial” que proponen los teóricos del cosmopolitismo como el mismo Beck,
Martha Nussbaum y otros, que se resume en esto: “yo, costarricense, francés o egipcio, soy
consciente de que hoy en día los principales desafíos y problemas (crimen organizado,
terrorismo, cambio climático) son de naturaleza mundial y no estato-céntrica, y por lo
tanto, actúo como ciudadano global, mundial; mi nacionalidad de origen es secundaria, en
esencia soy ciudadano de mundo”.
Sin embargo, por el momento esto no funciona muy bien con los grandes empresarios, que
sacan mucho partido de la globalización pues para ellos representa un mercado global y por
ende mayores ganancias. Y si tratan de no tributar para resolver los problemas de la
municipalidad y del país donde operan, mucho menos lo van a hacer para disminuir
problemas planetarios. De hecho, es por esta razón que recurren a empresas como esa
firma panameña de abogados, encargadas en hacer cómo “legalmente” no paguen
impuestos.
Pero hay un “pequeño” problema: una larga tradición sociológica, que va desde Karl Marx,
pasando por Nicos Poulantzas hasta llegar a otros autores que difícilmente se pueden
catalogar de “comunistas”, han demostrado cómo las grandes fortunas se incrustan en el
aparato estatal. Un botón de muestra para el caso que nos ocupa: en términos generales, los
empresarios colocan en puestos claves para su accionar (Ministerio de Hacienda, de
Economía, de Comercio Exterior, Banco Central) a miembros de su sector o a sus
“intelectuales orgánicos”. La “autopsia de esta cadáver” aparece magistralmente, entre
otras, en dos obras clásicas de la Sociología: “La elite del poder” de Charles Wright Mills
y “¿Cómo domina la clase dominante?” de Goran Therborn.
En todas palabras, para el empresario sacar sus capitales del país y no declararlos puede ser
un acto de astucia del cual se sienta orgulloso pero para el ciudadano de carne y hueso, ese
problema “global” es muy local y muy nacional: ese acto de astucia disminuirá sus
posibilidades de acceder a la salud, a la educación y otros bienes públicos. Quizás aquí si
podemos recuperar la tesis de Rodrik: el ciudadano de a pie debe tomar consciencia que ese
“problema global” afecta su vida cotidiana y la de su familia, y debe organizarse con sus
iguales para exigir a su gobierno que actúe en contra de esto, y eso pasa por desenmascarar
la presencia directa o indirecta de los evasores de impuestos en el aparato estatal y en otros
espacios públicos y privados. Simplemente dicho: intrínseco a ser ciudadano va el pagar sus
impuestos y el denunciar al que no lo hace. Nadie puede decir que es honesto porque paga
sus impuestos pero a sabiendas que otros no lo hacen, se queda callado.
Desgraciadamente en el caso de Costa Rica, pareciera que este ciudadano de mundo
preocupado por los problemas globales en la medida en que los afecta localmente, no ha
despertado. Hasta el momento todo se reduce a la exclamación: “¡Qué barbaridad con
estos sinvergüenzas!”, a los memes en internet, a las conversaciones en pasillos. Cada
quien en su mundillo (no en la Sociedad Global), preocupado por sus pequeñeces
personales e institucionales.
Una importante corriente sociológica de las últimas décadas ha puesto el acento en el papel
del individuo no como cosa o máquina, no como dominado y controlado, sino más bien en
su capacidad de ser actor y agente de cambio, en su capacidad de tomar su destino en sus
manos. Pareciera que las cosas en nuestro país no van en esta dirección.
Referencias bibliográficas:
Beck, Ulrich (2004). Poder y contra poder en la era global. La nueva economía política
mundial . España: Paidós.
Beck, Ulrich (2000). “Retorno a la teoría de la ´sociedad del riesgo´ “. En: Estudios,
Boletín de la A.G.E., N. 30.
Therborn, Goran (1979). ¿Cómo domina la clase dominante? México: Siglo XXI.