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EL VENADO BAJO LA LUZ

DE CONTRASEÑA

Por aquellos años Hernando Sostenes ya había entablado una relación profunda con Dardo

y Coral Aguirre, y los dramaturgos regiomontanos, tanto jóvenes como experimentados

estaban tomando rumbos —sin saberlo— muy parecidos. Para entonces, él ya había

formado una carrera periodística importante; salía de una trayectoria de una docena de años

en la sección cultural de El Norte, cuando recibió la llamada de Coral para participar en

aquél grupo.

Completa libertad, reunión crítica y libre, lectura con amigos entre cigarros, café y

conversaciones. Leer lo que quisieran leer, escribir lo que quisieran escribir y tomar lo que

quisieran tomar de los comentarios de los otros. Un grupo de escritores que querían

enfocarse en sacar el trabajo adelante. Sólo el trabajo. Llevarlo a la puesta en escena habría

sido pensar demasiado adelantado para ellos mismos, lo importante, comenzaron a pensar,

serían los que devinieran.

Venados a la Luz de la Luna nació de las inquietudes internas que siempre escuchó

Hernando Sóstenes de niño. Recibió la llamada de Coral a ser parte del grupo, él entonces

tenía tal vez un esbozo o una idea de aquello que se convertiría en el texto. Por qué las

inquietudes salieron a flote por aquél año, no le importaba demasiado reconocerlo:

«Yo nací en China Nuevo León», dice Sóstenes Garza, «Crecí entre árboles y

matorralitos. (…) Se contaba que había una niña que había desaparecido en el monte, y que

cuando regresó, estaba como cambiada». Escuchó esas historias cuando fue apenas un niño,

historias que resonaron en su cabeza y con la invitación a Contraseña, fue el mejor

momento para empezar.


A finales de ese año, el 97, el invierno azotaría fuerte los suelos regiomontanos y

durante el '98 ocurriría una emancipación y un nacimiento clave para el mundo teatral,

mexicano y neolonés. A finales de 1997, la Escuela de Artes Escénicas se convierte en

Facultad de Artes Escénicas, otorgándole el grado de estudios superior, Licenciatura, a

todos quienes se inscribieran a partir de 1998. Ese mismo año, sería el último en el que la

Muestra Nacional de Teatro se haría en Monterrey. Tras diez ediciones de forma

consecutiva. Esta emancipación importante, que des-nores-lizaría el teatro, exigiría más

calidad a los directores, dramaturgos y actores Nuevoleoneses, que para aquellos años, se

rumora, sólo entraban a la Muestra Nacional por el hecho de ser locales. Del promedio de

36 obras por muestra nacional, el último año sólo se presentarían 14, de las cuales, dos

serían de Monterrey y una obra como compañía invitada de Suiza.

En el mundo, los últimos años del 2000 fueron hitos. La Copa de Francia, el

escándalo de Bill Clinton con Mónica Lewinsky, la aparición en el cine de Titanic, el

miedo por el "efecto 2000", la espera por The Phantom Menance, la famosa iMac sacada en

el 98. El euro que entra en Europa; la intervención definitiva de la ONU en Irak, que retiró

fuerzas estadounidenses e inglesas del territorio; y también en México la libertad de

expresión sería asesinada junto al humorista Paco Stanley, y se destituyó de su cargo a

Cuahutemoc Cardenas por Rosario Robles. Una avalancha dejaría 107 fallecidos en

Teziutlán, y Benjamín Clariond estaría dejando la Gubernatura de Nuevo León en manos de

su primo, Fernando Clariond, un gobierno que (como casi todos los mexicanos) fue

marcado por la corrupción y el desvío de dinero, sin culpables tangibles. Ese mismo año

(1997), ocurriría la casi olvidada matanza de Acteal en Chiapas. Cuarenta y dos indígenas

tzotziles habrían sido asesinados sin un motivo aparente el 22 de Diciembre.


Pero ajenos a esto, y al mismo tiempo muy involucrados, sabiendo o intuyendo lo

que vendría con el nuevo milenio: con su café, cigarros y películas, los dramaturgos más

noveles se reunían alrededor del grupo a escuchar las conversaciones donde entonces

estarían Coral Aguirre, Vidal Medina, Mario Cantú Toscano, Jorge Alberto Silva, y

Hernando Sóstenes Garza.

«Nuestra intención era alejarnos del realismo», dice Hernando, «Escribir teatro para

los estudiantes, que no tuvieran nada, ni escenografías, ni producción…». De ahí se armaría

una línea estética que después definirían muchas de las obras que aquellos, por entonces

una avanzada importante regiomontana de escritores, marcarían para sus textos.

En aquella mesa redonda —porque eso era, una mesa redonda— nació Garap de

Vidal Medina, El Hombre Látigo de Mario Cantú Toscano, El Doble de Coral Aguirre,

La Caja Azul de Jorge Alberto Silva, y toda una estética que definiría después los textos

de Hernando Garza.

¿Influencia de su época? Influencia de su infancia, de la situación actual, de la

inspiración fantástica y surreal que sólo le pudo haber dado el desligue y la protección de

las montañas. El retrato escénico de la gente que abandona sus puestos para irse a una luz,

una metáfora tal vez, de lo que devendría el futuro milenio; dejar atrás y "abandonar" las

mangueras, las habitaciones, los restaurantes, las sillas y el café.

Hablar de desaparecidos y hablar de los mitos y las leyendas, donde lo irreal y la

crueldad del mundo de entremezclan. Una estética teatral que después permitiría a las

generaciones que le siguen crear obras bellas de tan sólo sus voces, sus cuerpos, como si

del fin del mundo se tratase. Desaparecer, para reaparecer transformados; como si de La

Niña de China se tratase.

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