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“Para los puros, todo es puro” dice el Nuevo Testamento (Tito 1:15), es decir que cuando
uno empieza a transitar el camino iniciático, el mundo se torna mágico, y de este modo,
todos los objetos y elementos del quehacer cotidiano pasan a considerarse vehículos del
despertar de la conciencia, en función de un único propósito: el regreso a la fuente.
La escoba es un objeto que suele pasar desapercibido y subordinado a una tarea doméstica
muy simple y monótona: barrer los pisos. Es verdad: su propósito es barrer y quitar la
mugre de los lugares donde nos movemos y habitamos, por lo cual –en una primera
mirada– la primera connotación simbólica de la escoba reside en su sencillez y humildad.
El Feng Shui establece que el desorden y la suciedad son la base de la desarmonía, tanto a
nivel externo como interno, físico o metafísico, pues producen el estancamiento del Chi.
Los taoístas afirman que: “El desorden tiene un efecto de estancamiento inmediato y
drástico sobre el chi. Lugares que han estado desordenados y polvorientos durante
décadas son casi tan energéticamente perjudiciales como una ciénaga fétida. (…) Es
prácticamente imposible que un lugar desordenado sea un lugar limpio, y para el feng
shui, la limpieza es fundamental”.(1) Para varias culturas del Viejo Mundo, al mismo
tiempo que barren el polvo y la mugre, las escobas logran espantar de los hogares y templos
las malas influencias, llámense larvas, elementarios o vibraciones nocivas..
Existe un antiguo axioma que señala que “la limpieza se acerca a lo divino”, pues existe
una correspondencia directa entre la limpieza y la pureza. Entendida de este modo, la
escoba deja de ser un simple instrumento doméstico para convertirse en un canal de
purificación. En los santuarios de la antigüedad, el simple acto de barrer era un servicio
sagrado, ya que implicaba la erradicación de toda suciedad, de todo elemento ajeno a la
pureza del templo.
Por esta razón, los simbolistas cristianos ven en la escoba una herramienta para “barrer el
pecado” y en “Post Pentecosten” leemos: “El que barre da vueltas con la escoba a la
basura, y ha de dar muchas el pecador sobre sus pecados” (2). Luis de Granada, por su
parte, señala que: “Si alguna vez cayéreis en algún pecado, acudid luego a la escoba de la
penitencia, para que con este escobajo saludable purguéis las manchas contraídas por el
pecado”. (3)
Calle sostiene que este método se fundamenta en “una meditación del barrer consciente,
sin expectativas, con precisión en cada escobazo, la respiración serena, la semisonrisa en
los labios, ningún afán compulsivo por acabar lo antes posible y quitarse la escoba de las
manos, limpiando el suelo con una actitud tal que a la vez se vaya limpiando la mente. A
través del barrer consciente iremos obteniendo una visión de la totalidad y la acción
diestra se convertirá en un medio para superar los estados perniciosos de la mente y, si
aparecen, bárrelos, no dejes que su polvo enturbie la visión. Puede haber mucha
inspiración y revelación en barrer. Depende de la actitud, de la pericia, del grado de
vigilancia y de la capacidad para conectar con el aquí y ahora”. (5)
Para los dormidos, una escoba es una escoba, un instrumento vulgar sin ninguna
connotación sagrada. Pero para los que están hollando el camino del despertar, la escoba
adquiere un significado mágico y el barrido puede ser considerado como un despertador de
la conciencia.
“Vete, barre la morada de tu corazón, prepárala para ser la morada y hogar del Amado:
cuando tú salgas, Él entrará. En tu interior, cuando estés libre de ti, Él te mostrará Su
Belleza”. (Mahmud Shabistari)
No se sentía en paz ni consigo mismo ni con los demás. Pero así pasaban los meses y los
años, debatiéndose con infinitas dudas. Acudió a visitar al maestro y, atribulado, le dijo: