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KD Rebelde

David Lane

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Prefacio

«Cuando las leyes de los hombres decretan la muerte de tu raza, entonces las leyes de
la naturaleza decretan tu rebelión»
--La 10ª réplica.

«La vida de una raza reside en los vientres de sus mujeres. Una raza cuyos hombres no
luchan por conservar a sus mujeres está destinada a perecer.»
--Los preceptos.

«Desde tiempo inmemorial los excluídos por el poder han levantado ejércitos con
promesas de pillaje, de venganza, y de mujeres.»
--David Lane

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Introducción

Estamos a comienzos del siglo XXI, dentro de las fronteras de los antiguos Estados
Unidos de América. Generaciones de propaganda sobre «lo oscuro es bello», el
incesante fomento del emparejamiento interracial, y programas anti-blancos
combinados con una incesante demonización del «malvado macho blanco», han
logrado el efecto deseado: las mujeres blancas en edad de procrear o más jóvenes y
no emparejadas con no-blancos, constituyen menos del uno por ciento de la
población mundial.

Durante décadas y décadas, América había negado a la raza blanca la posesión de sus
propias naciones, sus escuelas, organizaciones, y todo lo necesario para su
supervivencia racial, a la vez que con fervor fanático fomentaba y presionaba en pro
de la mezcla racial.

La aprobación de las "Leyes de la Armonía", que concedían grandes dádivas en


efectivo a todas las parejas interraciales con mujer blanca, fueron, para muchos
varones blancos desposeídos, la gota que colmó el vaso. Varios miles de ellos,
jóvenes la mayoría, emigraron a las Montañas Rocosas de Colorado.

Hacia la época de los sucesos que aquí se narran, estos rebeldes habían consolidado
un débil control sobre algunas zonas de Colorado Occidental, Utah, Idaho, Montana
y Wyoming. Los rebeldes llaman a estas zonas «Kinsland», y usan las iniciales KD
como apelativo abreviado del ejército de guerrilleros de los "Kinsland Defenders", los
Defensores de Kinsland.

En vano suplicaron al menguante número de jóvenes blancas que se les unieran,


pero con muy pocas excepciones sus angustiosas súplicas eran desdeñosamente
rechazadas con las inconscientes consignas del sistema: racista, sexista, intolerante!

Así pues, y puesto que los dos requisitos primordiales para la supervivencia de una
raza son territorio y mujeres de cría, la historia se repetía a sí misma.

Unos doce siglos antes, un grupo de arios migró a Escandinavia para escapar de
aquella tiránica y universalista religión extranjera de Roma y Judea, negadora de
razas. Sólo así podrían conservar viva la suya. Desde Escandinavia salían 'de vikingos',
incursionando la ocupada Europa en busca de compañeras, y de las cosas necesarias
para la vida.

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Los 'kinslanders' del siglo XXI siguieron el ejemplo de sus heróicos antepasados.

La mayoría de los kinslanders eran wotanistas, también llamados odinistas, con una
forma de hablar que refleja la religión indígena de la raza blanca en palabras como
Midgard (la Tierra), Valhalla (la mansión de los héroes), Noms (la diosa del destino),
Hijos de Muspell (la tribu religioso-racial que gobierna el mundo y que ha
sentenciado a muerte a la raza blanca), y Skraelings (los no-blancos).

Esta crónica narra un periodo de tiempo en la vida de un grupo de amigos de


Kinsland.

Capítulo 1 - Primer día

(El night club)

Las luces del ruidoso club nocturno fueron atenuándose, excepto las que iluminaban
el escenario. «Y ahora --proclamó una voz incorpórea-- el 'Palace' se siente orgulloso
de presentaros la función principal de la noche, ¡el espectáculo más erótico jamás
presenciado por meros mortales!»

Dos jóvenes impactantemente bellas aparecieron sobre el escenario: una rubia


escultural, que el locutor presentó como Candy, y una cimbreante morena, de pelo
castaño oscuro, llamada Heather. Su vestuario también era un alegre cambio
respecto a la cutre y oropelada lencería que llevaban las deprimentes estripers,
Skraelings la mayoría, que habían estado botando y chocando entre sí en las
actuaciones anteriores.

Faldas de tenis que justamente llegaban a la unión de sus elegantes piernas, unos
'tops' sin mangas anudados al cuello y conjuntados con la faldas, que dejaban ver sus
lisos y esbeltos vientres, a la vez que unos calcetinillos cortos y zapatillas deportivas
resaltaban su fresco y juvenil aspecto. Daban la impresión de dos saludables chicas
casi adolescentes, listas para una excursión deportiva. Otros quizá encontrarían sus
encantos evocadores de las animadoras de instituto, dejando vislumbrar sus ágiles

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miembros y sus florecientes misterios femeninos. La dicotomía entre modestia y
tentación era irresistiblemente provocativa.

La audiencia estalló en un tumultuoso aplauso, vulgar, ensordecedor, que


empequeñecía a todos los anteriores. Sin embargo la reacción de aquellos dos
hombres que se sentaban casi al fondo del humoso club, parecía ser casi de
compromiso, la justa para evitar llamar la atención.

Si arriesgaban sus vidas en el interior del territorio del Sistema no era solo por ver un
espectáculo de estriptis. El más joven de los dos era bajo y fornido, recién afeitado,
vestía vaqueros y camisa deportiva, y aparentaba unos veinticinco. En respuesta al
estruendoso aplauso se inclinó acercándose hacia su compañero, comentando:

--Parece que las mujeres blancas siguen siendo las criaturas más deseadas de
Midgard, ¿eh, Trebor?

Trebor, un tipo flaco como un látigo, unos quince años mayor, con barba
esmeradamente recortada, replicó:

--Sí, las pocas que quedan.

Conforme remitía el estridente alboroto, pudo comenzar a oírse el sonido de una


música sensual. Las dos chicas del escenario, a un brazo de distancia una frente a la
otra, comenzaron a contonearse al ritmo de la música, en una provocativa danza
sexual. No se podían comparar sus innegables y descarados encantos: iguales en
belleza, pero con complementadas diferencias, formaban la combinación ideal para
el erotismo visual.

La voluptuosa Candy era el epítome de clásica belleza nórdica. Sus largas y lustrosas
trenzas, del color del trigo amarillo y maduro, ondeaban libremente alrededor de sus
hombros. Su esbelta cintura acentuaba la equilibrada simetría de sus caderas y sus
pechos. Su piel dorada, y las perfectamente geométricas curvas de sus pantorrillas y
del interior de sus muslos irradiaban ese efecto que hace que a los hombres
literalmente les duela de necesidad y de deseo. Era una Afrodita, diosa del amor, el
sexo y la lujuria lasciva, reencarnada en su carne, renacida para ordenar, ejecutar y
orquestar los primordiales ritos de fertilidad paganos.

Y si Candy era la esencia de Afrodita, entonces Heather era una Virgen Vestal. Su
corto cabello castaño envolvía una cara delicada. Una linda nariz y unos expresivos
ojos proclamaban su recatada modestia. Su fina figura evocaba la núbil forma de una
ninfa, recién pasada la pubertad. Cada una de sus exquisitas pulgadas declaraban la

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pasión de su primer despertar sexual. Era la inocencia aún infantil, temerosa pero
ansiosa, una irresistible invitación al rapto y la desfloración.

Mirándose profundamente a los ojos, la curvilínea pareja comenzó a flirtear. Con las
manos íntimamente apoyadas en la cadera de la otra, ejecutaban con sugerentes
oscilaciones la primordial canción de sirena de la invitación y consumación de la
sensual carnalidad. Siguiendo la música, fueron parodiando ese intemporal juego
amatorio del dominio y la sumisión, de seductora y seducida, de cazador y presa, que
provoca y subyace bajo la intensa excitación sexual. Realzando la fantasía con el
atractivo de lo ilícito, la diosa rubia se reveló como la predadora sexual. Sus manos
vagaban sobre los contornos de suave terciopelo de los desnudos costados y espalda
de Heather, luego se extraviaban por todas partes, como por casualidad,
accidentalmente, rozándola ligeramente sobre los pechos o la cintura

Los impertinentes dedos iban socavando las inhibiciones, manteniendo la pretensión


de inocencia.

La liviana Heather interpretaba intachablemente su papel, afectando inseguridad,


titubeando si dar la bienvenida o resistirse a las tentadoras y placenteras caricias en
otro tiempo prohibidas con alguien de su mismo sexo. Temblaba de ávida pero
aprensiva expectación, aguardando intrusiones crecientemente íntimas en el
santuario de su anatomía femenina. Como un pájaro delicado y exótico, hipnotizado
por una ondulante cobra, era la encantadora imagen de la inocencia, sometida al
inmodesto abuso de confianza y la impúdica violación del debido decoro de una
doncella.

El joven sentado junto a Trebor preguntó:

--¿Crees que son lesbianas de verdad?

--No, Eric, lo dudaría muchísimo --declaró Trebor.

--Estoy de acuerdo --dijo Eric--, ¿pero porqué estás tan seguro?

Trebor reflexionó un momento, luego expuso:

--Los hombres están programados por la naturaleza para ser unos mirones. El cuerpo
de una mujer hermosa, ejecutando esa coreografía primitiva de la excitación y la
tentación sexual, es el afrodisíaco más poderoso. Pero los hombres también están
programados para sentir celos de otros machos. Así que dos mujeres bailando juntas,
sin la amenaza de otro macho, duplican el efecto erótico. A estas chicas les pagan
para complacer a una audiencia masculina. A su edad dudo que tengan demasiadas

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inhibiciones, éso para empezar, pero si las tienen, seguramente las superarán con
alguna droga. Te apuesto los ahorros de mi vida a que solo están fingiendo.

--Eso es justamente lo que suponía --asintió Eric, y luego bromeó:-- ¿Qué ahorros de
una vida?

Trebor se limitó a responder con un gruñido. No obstante, la pregunta de Eric era


más que razonable. Era más que conocido que Trebor donaba casi todo el producto
de sus correrías por el territorio del Sistema a las familias necesitadas de Kinsland.
Así que era muy dudoso que tuviera ningunos ahorros significativos. Hasta la fecha,
al contrario que otros veteranos de KD que ya habían capturado a una esposa, o
esposas en plural, Trebor nunca le había quitado tiempo a sus actividades
guerrilleras por el placer de una compañía femenina. En vez de éso, incluso mientras
estaban hablando, los ojos de Trebor no dejaban de recorrer la estancia, y el joven
seguía su ejemplo.

Fingiendo interés en el espectáculo, estudiaban circunspectamente a la


muchedumbre, confiando en localizar al propietario, un tal Sidney (Sid) Cohen. Los
simpatizantes del KD en la zona de Denver habían señalado a Sid Cohen como
posible objetivo de pillaje y justa venganza. Además del Porno Palace, Cohen era
propietario de una cadena de tiendas y espectáculos pornográficos. Fuentes fiables
habían informado de que Sid era además un importante distribuidor de cocaína que
usaba la droga para procurarse y controlar su establo de bailarinas de estriptís. Dado
que las estrellas de los establos de Sid eran mujeres blancas, era un objetivo lógico
para un justo desquite. Experiencias pasadas habían demostrado que los hombres
como Cohen por lo general guardaban en sus casas importantes sumas en efectivo,
ocultas a los recaudadores de hacienda. Invariablemente, estos pervertidos podían
ser "persuadidos" para revelar la ubicación de su dinero, y la combinación de su caja
fuerte si era necesaria.

No parecía que Cohen estuviera en el club en estos momentos, así que el dúo de
vengadores se recostó disponiéndose a esperar hasta la hora de cierre.

--¿Qué porcentaje de estos tipos dirías que son blancos? --preguntó Eric a su
camarada.

Trebor lo consideró un momento, luego replicó:

--Quizá un veinte por ciento.

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--Eso es lo que calculaba yo --asintió el joven, añadiendo--. Esta audiencia
seguramente es un reflejo de la América del siglo XXI: un ochenta por ciento de
'negros', mejicanos, orientales, y mestizos.

--Sí, y los medios de comunicación siguen llamándoles minorías --bufó Trebor.

Mientras hablaban, la acción sobre el escenario aumentaba de intensidad. Al antiguo


y comprobado estilo de su sexo, Heater presentaba una simbólica resistencia a las
intrusiones amorosas de Candy, sabiendo instintivamente que los favores femeninos
obtenidos con demasiada facilidad rara vez se atesoran muy profundamente.

Estas sutilezas estaban fuera del alcance de la compresión de los zafios espectadores,
que no obstante respondían con salvaje aprobación al drama que se desarrollaba
ante ellos.

Siempre era Candy la agresora, la que iniciaba cada nuevo paso para desvelar las
femeninas intimidades. La coquetos y abochornados contoneos del flexible cuerpo
de Heather traicionaban su creciente urgencia por probar la melosa fruta de los
placeres prohibidos. Cada una procedía a ir desvistiendo a la otra con artística
elegancia. Los pícaros pechos de Heather, aunque menos prominentes que los orbes
de la pechugona Candy, estaban proporcionados a la perfección con su esbelta
figura, y eran igual de impresionantes. Sus respingones pezones se proyectaban
excitados desde sus tentadoras areolas, suplicando silenciosamente que los tocaran,
probaran y saborearan.

El efecto de tal increíble belleza, realzado por su duplicidad, revelado ahora en toda
su esplendorosa gloria, era tan excitante de pura y primitiva lujuria que el público
gemía colectivamente de deseo y admiración. Eric aprovechó un momento de
relativa quietud para comentar.

--Es lo mejor que he visto en mi vida.

--Y confiemos en que sea la última de estas actuaciones suyas aquí --refunfuñó
Trebor.

--Pero si has dicho que no hacían más que fingir --protestó Eric, suponiendo que el
comentario de Trebor significaba que las expectativas de vida de las dos chicas
acababan de acortarse a unas horas como mucho.

--Y están fingiendo. Hablaba de estas chicas blancas exhibiendo sus dones a los
Skraelings.

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La conversación dejó a Eric aún más inseguro sobre las intenciones de Trebor. En el
pasado su camarada había sido absolutamente implacable en el exterminio de los
machos blancos traidores a su raza, pero se había mostrado compasivo hacia las
mujeres blancas extraviadas a menos que su traición fuera excepcionalmente
flagrante. A las mujeres descarriadas había que capturarlas, llevarlas a Kinsland,
reeducarlas y embarazarlas. De hecho, tal era en estos momentos el procedimiento
estándar del KD.

Sobre el escenario el repertorio de las chicas había cambiado, para delicia de los
vulgares espectadores, desde la sutil y sugerente seducción hasta una cruda
obscenidad. Heather había abandonado hasta la última pizca de modestia, la última
pretensión de sus inhibiciones. Cabalgando la pasión sellaba su propia depravación,
incitando a la rubia mujer fatal a abusar de su contorsionado cuerpo, provocándola
con embestidas de pelvis y coquetos remeneos de su perfecto trasero.

Candy exploraba cada pulgada de los prisioneros encantos de la morena con manos
ahora desprovistas de cualquier ternura. Estaba más cerca de la violación que del
amor. Sus ansiosas manos violaban los anteriormente recatados encantos de la chica
tomándose las libertades más indecentemente intrusivas. Enseguida el exquisito
cuerpo de la morena se retorcía en un aparente delirio, puntuado con gemidos de
éxtasis, y concluyendo con los involuntarios espasmos de un intenso orgasmo.

El espectáculo se había terminado. Las chicas se separaron y saludaron al público


con la mano, en respuesta al atronador aplauso. La gente arrojaba una cascada de
billetes arrugados sobre el escenario.

Mientras las chicas recogían el dinero y sus ropas, un hombre bajo de mediana edad,
de pelo rizado y estropajoso, saltó al escenario.

--Ése es Cohen --dijo Trebor. El amenazante tono de su voz era casi palpable.

Con un micrófono de mano, Cohen exhortó al público a que dedicaran otro aplauso
a las chicas. Por fin, él y ellas salieron del escenario, hacia lo que parecía ser un
camerino. Las luces recuperaron su luminosidad y los gorilones porteros
comenzaron a apresurar a los clientes a que fueran saliendo.

....

(Esperando a Sid)

Eric y Trebor se mezclaron con la muchedumbre y luego deambularon


indiferentemente hacia su coche. Hacía algo menos de dos horas que habían entrado

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y maniobrado el inocuo sedán de 4 puertas y color oscuro que usaban hasta un
hueco al fondo del aparcamiento del "Porno Palace" de Sid. Habían elegido un sitio
que les permitiera tener una buena vista tanto de la entrada principal del edificio
como de la lateral.

Como siempre que los KD operaban en territorio del Sistema, conducían un coche
robado y llevaban en el maletero un surtido de placas de matrícula afanadas. Desde
que comenzaron a instalarse sistemas de identificación informáticos en casi todos
los vehículos policiales, ningún miembro de la resistencia se atrevía a pasar ni
siquiera por un control rutinario de las autoridades. Robaban vehículos del tipo que
menos llamara la atención, se aseguraban de que los faros, las luces traseras, las de
freno y los intermitentes funcionaran bien, y respetaban todas las señales de tráfico.

En las raras ocasiones en que a pesar de todo a un soldado de los KD le hacían


señales de que que parara, fuera con sirenas, luces o por megáfono, la única opción
era combatir. El procedimiento estándar era parar de inmediato, saltar fuera con el
rifle de asalto, y neutralizar totalmente al enemigo, para a continuación o bien
cambiar las matrículas, o bien abandonar el vehículo. No tenía ningún sentido
intentar correr más que las radios o los helicópteros.

En los asientos traseros, debajo de una manta, había dos mochilas con raciones de
emergencia, agua y botiquines de primera ayuda, por si acaso era necesario
abandonar el vehículo. También ocultos bajo la manta había dos rifles de calibre 308
y chalecos antibalas. Los chalecos tenían bolsillos a medida para cargadores de
munición extra, tanto para los rifles como para las pistolas de 9mm que los
incursionadores del KD ocultaban en el cuerpo.

Trebor desbloqueó la puerta del conductor mientras Eric usaba su propia llave para
entrar por el lado del copiloto. Todos los miembros de una misión debían llevar
siempre llaves de todos los vehículos, por si acaso debían separarse, o por si moría el
conductor. Como siempre, la luz interior estaba desconectada para permitir entrar y
salir por la noche sin ser vistos. Tras ponerse los chalecos bajo la vestimenta exterior
se relajaron, afectando ése curioso aire de aparente despreocupación tan común
entre los combatientes veteranos, pero sus ojos vigilantes seguían siempre alerta por
aparecía la policía, por si surgía cualquier cosa inusual, y especialmente por si Sid
Cohen salía de su hortera club nocturno. Eric, a pesar de su juvenil apariencia, había
participado en numerosas incursiones durante los últimos seis años. El aspecto de su
compañero era igualmente engañoso. Vestido en anchos pantalones grises y un
jersey azul, fácilmente podía pasar por un doctor o por un profesor de instituto. En
realidad era uno de los más temidos y respetados defensores del KD de toda

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Kinsland. Experto en varias de las más útiles disciplinas y artes marciales, y
absolutamente implacable con sus enemigos, sus hazañas eran legendarias.

Eric aún seguía intrigado sobre las intenciones de Trebor para Candy y Heather.
Mientras pasaban el rato esperando a Cohen, que sin duda estaría contando las
ganancias de la noche, abordó el tema de forma tangencial.

--Si tenemos que impedir que esas chicas vuelvan a actuar, ¿como vamos a conseguir
su dirección? --preguntó.

--Mr. Cohen nos la dirá.

Cuando el tema era el rey del porno, el ominoso tono en la voz de Trebor no
disminuía ni un ápice. Unos cuantos años antes, Eric se habría estremecido
pensando en lo que le aguardaba a Sid Cohen en las próximas horas, pero a estas
alturas estaba acostumbrado a cuál era el destino de sus enemigos.

--¿Y cuando tengamos la dirección de las chicas? --insistió Eric.

--Entonces no aseguraremos de que no exhiban nunca más sus encantos a los


Skraelings.

--Vale, ¿cómo, maldita sea? --Eric sabía que Trebor se estaba haciendo el lerdo a
propósito, era su manera de tomar el pelo al camarada más joven. La pregunta era,
¿iban a capturar a las chicas, o a ejecutarlas?

Trebor fingió ponderar la cuestión durante interminables momentos, luego opinó:

--Tengo que reconocer que esas dos podrían hacerme algunos bebés muy guapos.

--¡Fantástico! --se entusiasmó Eric--. Ya era hora de que cumplieras con tus deberes
reproductivos.

Eric no tenía ningún interés en la pareja para sí mismo, porque tenía el corazón
puesto en una chica de instituto que Trebor había acordado ayudarle a capturar para
él. Los informantes del KD la habían seleccionado como posible candidata. Era una
chica bonita, desgraciadamente convertida en una bruja por el veneno universalista.
Sus profesores, padres, los medios y todas las influencias de su vida le habían
enseñado que estaba muy bien, que era incluso preferible para la chicas blancas salir
y emparejarse con los Skraelings. Debía ser salvada de su propia locura antes de que
fuera demasiado tarde.

....

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(La presa hace aparición)

Hacia las dos y cuarto, 15 minutos más tarde de la hora de cierre prescrita por las
leyes de Colorado para los establecimientos que sirven bebidas alcohólicas, el
aparcamiento había quedado vacío, excepto el coche de los comandos del KD y una
ostentosa limusina aparcada justo delante de la entrada lateral del Palace. Casi
enseguida la puerta se abrió y emergió una mole de hombre, un bruto de origen
racial indefinido, seguido de Sidney y, para sorpresa de los incursioneadores, de
Candy y Heather. El enorme hombre, a quien Eric enseguida apodó «el monstruo»,
era aparentemente el chófer y guardaespaldas. Abrió deferentemente las puertas
traseras a los otros tres, y luego ocupó su sitio en el asiento del conductor.

Para los hombres del KD Sidney tenía un aspecto ridículo, como un vanidoso pavo
real, con pantalones ajustados, camisa abierta y abundante y chillona joyería
adornando su regordete cuerpo. Las chicas por su parte, a esa distancia, parecían
quinceañeras, vestidas en vaqueros de diseño y blusas de seda.

La limusina arrancó hacia Federal Boulevard y se dirigió al sur, pasando junto a


sórdidos bares, moteles cutres y todo ese feo miasma de las ciudades americanas de
principios del siglo XXI. Los comandos lo siguieron a media manzana de distancia.
Mantener a la vista a su presa sin ser detectados tendría su intríngulis, pero dado
que sus contactos de la zona de Denver no habían sido capaces de localizar, en la
oficina del Registro del condado de Denver, ninguna residencia privada escriturada a
nombre de Sidney Cohen, no tenían más remedio que seguirle.

En la 6ª Avenida la limusina giró al oeste, y luego al sur en Wadsworth.

--Ah --murmuró Trebor--, al condado de Jefferson. Los Dioses están con nosotros.

El condado de Jefferson se extendía muchas millas al oeste de Denver, siempre hacia


las montañas. El camino de vuelta a casa sería relativamente sencillo.

Eric se figuró, tras el comentario de Trebor, que iba ser una noche larga. A pesar de
la meticulosa planificación que Trebor hacía de sus incursiones guerrilleras, también
parecía creer en los presagios. Si decía que los Dioses estaban con ellos, entonces es
que probablemente lo estaban. O quizá simplemente era que la fortuna favorecía a
los osados.

Entretanto, en la limusina, no todo era felicidad. Aunque era el día de paga para las
chicas, lo que significaba que les darían su provisión semanal de cocaína y varios
cientos de dólares en efectivo, su jornada laboral no había terminado. Aun les

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quedaba la sesión privada que Sidney les exigía en los días de paga, una vez a la
semana.

Sidney tampoco estaba del todo feliz, aunque tenía muchas ganas de someter a sus
vicios a las dos chicas blancas. El club no había estado lleno a tope, y los ingresos
disminuían. Culpaba a las dos chicas, que para conseguir mejores pagas se resistían y
no consentían en repetir en público las actuaciones más viciosas que les exigía en sus
sesiones privadas, entre ellas el sexo oral y penetraciones con órganos masculinos
simulados. Bueno esta noche -se prometió a sí mismo- iban a pagar por su
obstinación, o se acabaron los bonitos polvos blancos. Su deporte favorito era azotar
mujeres desnudas mientras estaban atadas e indefensas en posturas totalmente
expuestas.

(La mansión de Sid)

El 'monstruo' giró hacia el exclusivo barrio de Green Gables. Para estas fechas, a
últimos de abril, las inmaculadas praderas de césped estaban empezando a ponerse
verdes, conforme la tardía primavera iba llegando a los altos de la ciudad. Mansiones
palaciegas en enormes predios se alzaban a cien yardas una de la otra, separadas por
árboles, arbustos y verjas privadas, convirtiendo cada residencia en una especie de
feudo aislado. La limusina giró hacia una larga pista de entrada, delimitada por
arbustos. Al cuarteto, cada uno ensimismado en sus propios pensamientos, ni tan
siquiera se le ocurrió echar una mirada a sus espaldas, donde un discreto sedan
atravesaba tranquilamente la entrada. Ni tampoco vieron cómo el coche paraba
apartado unas cuantas yardas fuera de la pista, oculto de la vista tras los matorrales.

--Este coche barato da demasiado el cante --fue el primer comentario de Trebor.

--¿Por qué no salgo y hago un reconocimiento a pie? Tú ve a algún sitio y vuelve en


quince minutos --sugirió Eric.

Estuvieron de acuerdo. Eric desapareció tras los arbustos y Trebor se dirigió hacia
una zona más inocua. Esto le dió tiempo a reflexionar.

Era el saber que la belleza de la mujer aria blanca podría quizá muy pronto
desaparecer para siempre de la tierra, lo que le impulsaba a combatir. Y aún así, a
pesar de todo lo que había hecho para preservar su imagen, llevaba catorce años sin
disfrutar de los favores de una mujer. Sobre Candy y Heather no se hacía ninguna
ilusión. Dado lo notablemente hermosas que eran, serían un buen material de cría,

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pero poco más, al menos hasta después de un largo periodo de reeducación y
disciplina.

Las últimas jóvenes blancas que quedaban en territorio del Sistema vivían en un lujo
hedonista, ni tan siquiera soñado por un monarca británico de hace dos siglos.
Drogas, coches, papeles televisivos, dinero y adulación, todo se volcaba en sus
regazos mientras las invenciones del hombre blanco, desde lavadoras a hornos
microondas eliminaban la necesidad del trabajo. Las mujeres no renunciarían
voluntariamente a tales placeres y lujos, sin importar cuán ansiosamente pudieran
suplicárselo los hombres blancos. Este era el motivo de que los secuestros fueran su
único recurso. Indudablemente esta pareja estaría incluso más malcriada y sería más
egoísta que la mayoría. Tendría que ser severo e inflexible con su reeducación y
disciplina, algo que no estaba en su naturaleza con las mujeres. Y aún así, no podía
soportar la idea de que esta belleza genética no se propagara. Suspiró
profundamente y se dirigió de vuelta a encontrarse con Eric.

Justo antes de la pista de entrada a la casa de Cohen, Eric le hizo señas de que se
agachara.

--Sí, los Dioses están con nosotros --dijo entusiasmado--. Es una casa enorme tipo
rancho, con un garaje anexo para cuatro coches. El 'monstruo' comenzaba a salir
hace cinco minutos, pero ha tenido un fatal accidente --Eric dió unos golpecitos a su
cuchillo sonriendo ampliamente, y Trebor se rió apagadamente. Eric continuó--. En
el piso de arriba tienen las luces apagadas pero he oído música por las ventanas. Hay
un poco de luz, parece que viene del hueco de la escalera del sótano. Ningún perro.
Hay un sistema de alarma antirrobo. El patio trasero está rodeado de una verja para
privacidad. ¡Vamos a hacerlo!

(Dentro)

Momentos después los dos silenciosos avatares de la venganza reptaban


silenciosamente alrededor del exterior del enorme garaje. Trebor acarreaba un kit de
acampada lleno de herramientas y medidores. Ambos iban armados con pistolas de
9mm y cuchillos afilados como navajas de afeitar.

Eric observó a través de las ventanas y alrededor del perímetro del patio mientras
Trebor hacía su magia con el sistema de alarma. Había sido un antiguo instructor de
electrónica en la universidad de Red Rocks, así que para el más veterano de ambos
comandos el saltarse alarmas no era problema, solo requería tiempo y paciencia.

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Veinte minutos más tarde, la pareja de arios estaba dentro de la casa, de pie en la
cocina más grande que Eric hubiera visto aparte de en un centro comercial. La
música, si es que uno podía llamar música a ese ruido primitivo, no estaba tan alta
como le había parecido antes, pero seguía siendo suficiente para enmascarar
cualquier ligero sonido que produjeran al moverse.

Como Eric había conjeturado, la poca luz que se veía venía de las escaleras de bajada
al sótano. Fueron descendiendo pulgada a pulgada. Abajo, una puerta parcialmente
abierta revelaba una opulencia decadente que sobrepasaba cualquier cosa que
hubieran imaginado. Excepto un rincón donde había una zona abierta de duchas y
bañeras comunales, todo el suelo de la gran habitación estaba cubierta por una
alfombra blanca como la nieve, de espesísimo peluche. Espejos hasta el suelo
intercalados con cuadros demasiado obscenos para poder llamarlos arte decoraban
los muros, marrones donde no estaban cubiertos. El mueble central era una cama
que debía haber sido fabricada a medida para sus orgías. Debía tener unos tres por
tres metros cuadrados, con videocámaras montadas en sus postes en cada esquina.
Ganchos de sujeción estratégicamente colocados por encima y alrededor, un estante
sobre el cabecero lleno de látigos y juguetes sexuales, y en el techo sobre la cama,
otro espejo más.

Los comandos del KD no sabían por supuesto nada de la promesa que Sid se había
hecho de humillar a las chicas con lo último en sumisión. Ni sabían lo
desesperadamente enganchadas que ellas estaban a su golosina nasal.
Evidentemente, su adicción había sido suficiente para decidirlas a cooperar, pues
ambas estaban desnudas, una de ellas atada a las sujeciones, la otra en acción. Y
convirtiendo el espectáculo, de pervertido en ridículo, estaba a la vista el depravado
Sidney, también desnudo, excepto por sus collares, brazaletes y anillos de oro, y con
el barrigón colgándole encima de las piernillas. Él orquestaba la acción con un azote
de varios lazos cortos.

Las chicas estaban demasiado colocadas como para darse cuenta de que Trebor y
Eric se acercaban a la escena. Y Sidney, de espaldas a la puerta, demasiado absorto.
El primer indicio que el propietario del Porn Palace tuvo del inminente desastre fue
repentino y total. Con un patadón a toda velocidad al riñón derecho, Trebor
propulsó al grotesco y degenerado mirón contra la cama, donde aterrizó atravesado
sobre la espalda de Candy. Durante un momento hubo una atónito silencio, excepto
por la música, junto con un angustiado gemido de Sidney.

Heather fue la primera en enfocar la vista sobre los intrusos del KD, dando un grito
de pánico que rápidamente sofocó al ver que Eric le apuntaba con su 9mm.

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--Nadie hace el menor sonido a menos que se le pregunte algo ¿entendido? --la voz
de Eric no dejaba la menor duda en la mente de nadie de que era aconsejable
obedecer.

Las chicas asintieron con la cabeza, pero el gimoteante Sidney no pareció haberse
enterado de la orden. Trebor se subió a la cama y le dió al mal bicho un culatazo con
la pistola en la nariz. Siguió un alarido de angustia y todo tipo de garantías de que la
orden había sido totalmente comprendida.

Trebor agarró la cadena de oro que le rodeaba el cuello de un puñado y lo arrastró a


tirones de la cama, sujetándole de pie a un brazo de distancia.

--Vale, lo primero es lo primero --comenzó--. Tú --posó la mirada en Candy--,


desátala --gesticuló con la pistola hacia Heather--. Y tú --cada vez que hablaba
recalcaba la palabra 'tú'-- ¿cómo apagamos esa condenado estrépito que llamáis
música? --tironeó de las cadenas. El tambaleante Sidney señaló a un panel de control
en la pared más cercana. Heather estaba ya liberada, y Trebor le apuntó con la
pistola--. Apaga ese ruido.

Aterrada a pesar de lo colocada que iba, Heather se apresuró a obedecer. El silencio


resultante magnificó el amenazante efecto de la voz de Trebor.

--Ahora vosotras dos sentaos aquí --movió la mano hacia el borde más cercano de la
cama. Ambas obedecieron a toda prisa sin hacer el menor esfuerzo por cubrir su
desnudez, ya fuera a causa del shock o por los efectos de la cocaína.

--Muy bien pues, Mr. Cohen, ¿donde está el dinero que has traído a casa? --Cohen
comenzó a negar que hubiera traído ningún dinero a casa, pero le interrumpió un
rodillazo que Trebor le asestó en la desnuda entrepierna, casi aplastándole los
testículos. La repugnante criatura cayó al suelo yaciendo durante largos momentos,
agarrándose las ingles mientras lloriqueaba.

--Se me agota la paciencia, Sidney --advirtió Trebor.

--Ahí dentro --jadeó el grasiento degenerado, apuntando a una puerta en el extremo


opuesto del salón de juegos.

Sin decir palabra, Eric se acercó a zancadas a la puerta y desapareció de la vista. Un


momento después volvió con un maletín que abrió encima de la cama. Dentro había
unos dos o tres mil dólares en billetes, junto con algunos documentos.

16
--Sidney, Sidney, Sidney --canturreó Trebor--, estoy decepcionado contigo. Quería
decir todo el dinero que has traído a casa.

--Éso es todo --jadeó Cohen en un último esfuerzo por conservar su mal ganada
riqueza.

--Vale, si es a ésto a lo que quieres jugar --advirtió el implacable comando.

Varios dedos rotos, mucho dolor, y dos minutos, fueron suficiente incentivo para
una cooperación total. Sidney reveló la ubicación de una caja fuerte oculta en el
muro, en la misma habitación de la que Eric había recuperado el maletín. Y por
supuesto, la combinación. Bajo el ojo vigilante de Trebor y de su pistola, los tres
cautivos permanecieron absolutamente silenciosos mientras Eric iba a comprobar la
veracidad de la confesión de Sidney. Minutos más tarde volvía diciendo:

--Síp, un auténtico botín.

Sin más preámbulos, Trebor enfundó la pistola, sacó el cuchillo y en un rápido


movimiento le cortó a Cohen la garganta de oreja a oreja. La sangre brotó a
borbotones de su seccionada vena yugular, salpicando en horrible abundancia por
encima de las piernas y torsos desnudos de las atónitas chicas. Por acto reflejo se
apartaron de un salto de su posiciones de sentadas, entrándoles arcadas a la vista de
la sangre, una nueva experiencia para sus civilizados ojos.

Sin volver a echar ni una mirada al cuerpo aún estremecido de Sidney, los comandos
del KD procedieron metódicamente con su trabajo cada uno haciendo lo suyo con
un mínimo de diálogo. Eric sacó la funda de una almohada, volcó en ella el dinero el
maletín y se fué a la otra habitación a llenarla con el contenido de la caja fuerte.

(Candy y Heather)

Trebor se volvió a las chicas.

--Id a lavaros toda esa sangre --señaló la ducha comunal.

Como sabe todo aquel que haya experimentado alguna situación de amenaza a su
vida, la acción disminuye el miedo. Paralizadas por lo que habían visto, Candy y
Heather recuperaron su coordinación mientras se dedicaban a la familiar rutina de
ducharse.

Bajo el sonido del agua corriente, Candy susurró:

17
--¿Crees que van a matarnos?

--No, ¿por qué demonios iba a mandarnos duchar, solo para matarnos? --fue la
lógica respuesta de Heather.

--¿A lo mejor quieren violarnos?

--Podría ser, éso es lo que menos me preocupa. Tampoco es como si fuéramos


vírgenes o algo.

--A veces los violadores torturan y matan a las mujeres.

--¿Quieres callarte con tanto matar?, ¡me estas asustando! --la regañó Heather.

--Bueno, ¿pues qué sugieres tú que hagamos?

Con el pragmatismo de una experimentada mujer de mundo, Heather declaró:

--Lo que sugiero que nos los follemos hasta volverlos majaras, o lo que quieran
hacer, como quieran, todo el rato que quieran, hasta que veamos alguna ocasión de
escaparnos.

Una vez puestas de acuerdo en la estrategia, y acabadas de ducharse, ambas mujeres


se aproximaron a Trebor, intentando ser tan sexys y seductoras como pueden serlo
dos mujeres desnudas.

Sin embargo, si pensaban que sus encantos les permitirían controlar la situación, sus
esperanzas se desvanecieron inesperadamente al serles bruscamente ordenado que
se vistieran. Las desconcertadas mujeres se intercambiaron miradas de perplejidad
mientras forcejeaban para meterse en sus ropas. Así que por fin parecía haber un
hombre al que no podían manipular con ofrecimientos sexuales.

Eric volvió con una almohada llena de billetes.

--¿Crees que deberíamos echar una mirada por la casa a ver si hay algo de valor?

Trebor se miró el reloj, luego musitó en voz alta:

--Amanece en hora y media. Calcula algo más de una hora para la vuelta; qué
demonios, date una vuelta de diez minutos. Yo les tengo el ojo echado a estas dos.

Eric subió dando saltos por los escalones, mientras las chicas exhalaban un suspiro
de alivio. Al parecer no las iban a matar, después de todo.

18
Hasta ahora ninguno de los hombres había hablado a las chicas aparte de breves
órdenes, una de las cuales había sido que guardaran silencio. Así que ninguna se
atrevía a iniciar una conversación con su implacable captor. Permanecieron sentadas
en la cama silenciosamente, confiando que el callado hombre diría algo que les
revelara su destino, y al mismo tiempo aterradas de lo que sus palabras pudieran
hacerles saber. Los al parecer interminables minutos de terrible suspense se
arrastraron en un silencio absoluto, hasta que por fin Candy no pudo soportarlo más.

--¿Puedo preguntar una cosa? --aventuró tímidamente.

--Podría preguntar una cosa --corrigió Trebor su gramática. [*1]

--¿Podría? --repitió Candy, sintiéndose un poco como una escolar reprendida.

· ----
· [*1] [NdT: --«Can/May I ask something?» Can=¿Puedo? May=¿Me da permiso?
Matiz intraducible a español.]
· ----

--Vale, pero primero pasadme una de las sábanas de esa cama.

Mientras candy y Heather sacaban una sábana extragrande de la enorme cama,


Trebor reflexionó que a veces una mujer tiene tan buen aspecto vestida como
desvestida. Estas dos tenían una pinta igual de buena de una u otra forma.

Candy le dió la sábana y se sentó en una silla al otro lado de la cama. Trebor sacó el
cuchillo de su vaina y comenzó cortar la sábana en tiras.

--¿Para qué es éso? --preguntó Candy.

--Para ataros.

--¿Supongo que eso significa que no nos vais a dejar marchar?

--Éso es.

--¿Váis a ir a algún sitio?

--Sí.

--No nos vais a matar, ¿verdad?

--No

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Las breves respuestas de Trebor no aportaban demasiada seguridad. Candy intentó
una nuevo método de acercamiento.

--¿Vais a hacer el amor con nosotras?

--No se puede hacer el amor a menos que uno esté enamorado --fue toda la réplica
de Trebor.

Mientras Candy y Heather iban digiriendo ésto en sus cabezas, volvió Eric.

--No gran cosa que podamos usar, pero en el dormitorio tenía un revolver calibre 45
y cuatro cajas de munición.

--De acuerdo entonces --dijo Trebor--. Esto es lo que vamos a hacer. Yo conduciré,
una chica se sienta delante conmigo, la otra detrás contigo. Con estas tiras atamos a
las chicas una a la otra para que ninguna pueda saltar fuera si pillamos un semáforo
en rojo --Trebor se dirigió a las chicas--. Habéis visto lo que le ha ocurrido a Sid.
¿Puedo dar por supuesto que no vais a hacer nada estúpido para que os pase lo
mismo?

Estremeciéndose, ambas chicas prometieron cooperar.

Eric hizo que Heather acarreara la almohada llena de dinero y le agarró la fina
muñeca con una mano mientras salían de casa. Trebor agarró de manera similar a la
rubia. Recolocaron los trastos del asiento trasero, ataron una mujer a la otra y
emprendieron el camino a casa.

(Camino a casa)

El cielo comenzaba apenas a clarear a sus espaldas cuando llegaron a la autopista de


la 6ª Avenida, y giraron hacia el oeste.

Tras un abrupto desaire por intentar una nueva conversación, Candy y Heather
permanecían silenciosas, ensimismadas en una temerosa contemplación de su
futuro. Se les estaba pasando el efecto de la cocaína, y como de costumbre el
resultado era una intensa paranoia.

En Golden alcanzaron la intersección con la Interestatal 70, se metieron por ella y


comenzaron a ascender hacia las estribaciones [de las Rocosas]. De repente a
Heather se le encendió la bombilla.

--¡Kinsland! --dijo jadeando en voz alta--. ¡Vosotros dos sois del KD!
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El KD era tan conocido fuera como dentro de Kinsland, pero por supuesto [en el
exterior] los medios de comunicación del sistema los demonizaban incesantemente.
Fuera de Kinsland, todos los niños de América eran adoctrinados, desde su más
tierna infancia, con espantosos cuentos sobre los secuestros, torturas, violaciones y
asesinatos en masa que se cometían en Kinsland, y que por todas partes cometían los
comandos del KD. Los KD eran los hombres del saco con los que las madres
amenazaban a los niños desobedientes. Naturalmente, Candy y Heather se creían
hasta la ultima palabra de propaganda del Sistema, así que ahora se sentían más
aterrorizadas aún.

A unas veinte millas al oeste de Golden Trebor aminoró la marcha hasta un paso
renqueante, y luego bajó con cuidado por una rampa de salida, regateando por entre
los enormes socavones de lo que quedaba de superficie asfaltada.

El Sistema mantenía abiertas las principales interestatales que atravesaban Kinsland


de Este a Oeste, aunque las cuadrillas de mantenimiento tenían que ir acompañadas
de soldados armados y con vigilancia aérea.

Las rampas de entrada y salida hacía unos diez años que habían desistido de
repararlas. Y las carreteras estatales y comarcales también estaban totalmente
abandonadas. En la parte inferior de la rampa, Trebor giró al norte, aún conduciendo
a unas diez o quince millas por hora, según estuviera la calzada.

Hacia las seis hasta las chicas estaban cansadas y éso que no llevaban despiertas más
que desde el mediodía anterior. Trebor y Eric, que llevaban despiertos y en tensión
veinticuatro horas seguidas, estaban que se dormían de pie.

--Tengo que ir al baño --se quejó Candy.

--Yo también --se apuntó Heather.

--Solo faltan unos pocos minutos más --les aseguraron.

(La cabaña)

Efectivamente, unos minutos después Trebor detuvo el coche, y bajó a mover unas
malezas mañosamente dispuestas para ocultar unas rodadas de coche que salían de
la carretera, giraban y se perdían de vista por entre el espeso bosque de pinos
Ponderosa. Avanzaron saliendo de la carretera, pararon a recolocar de nuevo las
malezas y cuidadosamente se pusieron en camino a través del espeso bosque. Al

21
cabo de media milla apareció a la vista una cabaña de troncos, tan apretadamente
acurrucada entre los enormes pinos que era invisible desde el aire, excepto quizá
desde un helicóptero cuyo piloto supiera exactamente donde mirar.

--Bueno, ya podéis desataros, la letrina está ahí fuera, detrás de la cabaña. Y no se os


ocurra escaparos. En veinte millas a la redonda no hay más que bosque, y osos,
pumas y serpientes. Y en diez minutos os habríais perdido.

--¿Una letrina? --preguntó Heather dubitativa.

--Claro, dijiste que querías ir al baño.

--¡Oh! --comprendió de pronto la chica de ciudad del siglo 21--. Venga, Candy, tengo
que ir.

Trebor y Eric sacaron algunas provisiones y mantas extra del maletero del coche y
caminaron pesadamente hasta la puerta delantera de la cabaña, con sus rifles
siempre listos en bandolera del hombro izquierdo. Dentro de la cabaña, que era la
primera estación de una ruta por la que entraban y salían gente y provisiones de
Kinsland, había una pila de catres plegables que bastaban como camas, un fogón de
leña para cocinar y calentarse, y un surtido de diversos ropajes y otros artículos
esenciales.

Eric miró por la ventana trasera para asegurarse de que las chicas no habían decidido
escaparse. Candy estaba esperando fuera, a la puerta de la letrina de un solo
ocupante. Trebor cogió un cubo y salió a por agua a un manantial cercano, mientras
que Eric salió un momento a cortar algo de leña para hacer lumbre. Así que cuando
unos minutos después las chicas abrieron indecisas la puerta trasera de la cabaña, la
encontraron vacía.

--Bueno, ésto sí ha sido algo nuevo para mí, ¿y para tí? --dijo Candy refiriéndose a la
letrina.

--Sí, para mí también. ¿Has visto cuantas telarañas? ¡Pensaba que me iban a picar en
el culo!

Eric entró acarreando una brazada de leña. La volcó en la leñera anexa al horno y les
dijo:

--Podríais hacer fuego y cocinar algo para desayunar, ¿por favor? Las provisiones
están aquí --señaló una caja en la mesa de la cocina.

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--Eehh, bueno, eehh, vale --tartamudeó Heather, sin ganas de admitir que no tenía
ni la más ligera idea de por donde comenzar..

Entre las dos averiguaron cómo se quitaban las pesadas placas de metal que cubrían
la cámara del fogón de leña.

--Supongo que la leña la metemos ahí dentro --susurró Candy.

Pero después de meterla, descubrieron no había manera de que las cerillas


prendieran la leña.

Trebor entró con un cubo de agua fresca y observó divertido lo ineptas que eran.

--Venid aquí --les hizo señas y las llevó afuera--. Esto son agujas de pino, se ponen al
fondo del horno, luego una capa de piñas, y luego encima de todo, la leña. Luego le
dais fuego a las agujas. Y aseguraros de que la válvula de la chimenea esté abierta.

Entre las dos, las chicas de ciudad consiguieron llevar a cabo la tarea, sintiendo una
desacostumbrada sensación de logro al escuchar el chisporroteo de las llamas.

--Y ahora a por la comida --dijo Heather volviendo a la realidad.

En la caja había huevos, leche en polvo, azúcar, sal, harina integral de trigo, frutas
secas y algunos productos más de primera necesidad.

--Supongo que lo mejor sería preguntarles qué quieren, ¿hum? --preguntó Candy.

--Sí, supongo que sí, y probablemente cómo se cocina. Seguramente piensan que
somos bastante estúpidas:

Fuera, Trebor y Eric estaban sujetando un hule de camuflaje por encima del coche.
Candy se aventuró a hablar la primera.

--Eh, chicos, probablemente pensaréis que somos bastante tontas. Queríamos


preguntaros qué queréis de desayuno, pero la verdad es que no sabemos cómo se
cocina nada de nada.

--Pero podemos aprender --aventuró Heather, ansiosa de complacer, teniendo en


cuenta el peligro en que estaban. Ambas chicas se imaginaban que sus vidas
dependían de complacer a los comandos, y estaban dispuestas a hacer todo lo
posible) por ser complacientes y acomodaticias.

--Ellas son tuyas [Ellas son asunto tuyo] --dijo Eric, y siguió atando la parte inferior
del hule.

23
«Ellas son tuyas»: tres palabras que tanto para Candy como Heather implicaban
muchísimo. Por su mente pasaron imágenes de harenes, de esclavas sexuales. O peor
aún, de esclavas sin sexo. Como a todos los drogatas, lo que más pánico les daba era
no poder encontrar un suministrador de cocaína. En cualquier caso, estaba claro que
a quien tenían que complacer era a Trebor, el hombre mayor.

· ----
· [NdT: «they belong to you»= «ellas son asunto tuyo», «son cosa tuya», «de tu
responsabilidad», etc., pero el contexto requiere que se entienda literalmente: «te
pertenecen, son tuyas».]
· ----

--Bueno, Cocina Básica 101, supongo --refunfuñó Trebor, dirigiéndose a la cabaña,


con sus cautivas en fila tras él.

Pronto el aroma de tortitas, huevos fritos y café recién hecho, realzado por aroma de
la leña de pino ardiendo, llenaba la cabaña.

(La cierva y el cervatillo)

De repente Trebor se puso a hacer señas a sus neófitas cocineras.

--Mirad éso --dijo señalando afuera por la ventana.

A menos de veinte yardas de la puerta trasera estaban forrajeando una cierva y su


cervatillo. Las chicas los observaron fijamente, obviamente encandiladas por algo
que nunca antes habían visto.

--¿Cuánto tiempo tiene el bebé? --preguntó Candy.

--Oh, probablemente un par de meses --el cervatillo imitaba a su madre, y no comía


más de unos pocos segundos antes de volver a vigilar la zona en busca de potenciales
enemigos.

--¿Váis a cazarlos?, ¿o no os gusta la carne de ciervo?

--No cazamos nunca a las hembras, sobre todo si tienen pequeños, a menos que nos
estemos muriendo de hambre. Las hembras de todas las especies son su mayor
tesoro --replicó Trebor.

24
--Oh --dijo Heather, archivando la repuesta aparte en su computadora mental para
digerirla más tarde.

--¿Éso vale también para las mujeres? --preguntó Candy ansiosa por confirmación de
que el asesino de Sid Cohen no planeaba el mismo destino para ellas.

--Las buenas mujeres son tesoros, también --fue todo lo que dijo, enfatizando el
'buenas'.

Éso era un poco ambiguo, pero Candy decidió que fuera lo fuera que significara
'buenas', éso es lo que ella le iba a convencer a Trebor de que era.

Tampoco Heather se perdió el sutil significado del diálogo. Ni tampoco se olvidaba


de que todas las mujeres están en competición con las demás. Tendría que ser por lo
menos tan 'buena' como Candy.

(Propiedad de Trebor)

Ambas chicas estaban sorprendidas de lo bueno que estaba el desayuno, a pesar de la


vajilla descascarillada, las tazas de hojalata y la llamémosla cubertería multiuso.
Cuando acabaron de comer, Trebor mandó a Candy que ayudara a Eric a preparar los
catres, aconsejando que todos necesitaban una siesta. Luego hizo que Heather
cargara los platos sucios en una olla grande.

--Ven conmigo, te voy a enseñar el manantial --encabezó la marcha unas veinte


yardas cuesta arriba por detrás de la cabaña.

Mientras Heather aclaraba concienzudamente la vajillería en el agua fría y clara, se


aventuró a preguntar.

--¿Qué quería decir tu amigo cuando dijo «Ellas son tuyas»?

--«Ser de alguien» significa «ser de alguien». ¿Qué problema tienes con éso? --
contestó, con un atisbo de hostilidad.

--Eeehh..., bueno, sólo que... suena un poco raro éso de poseer gente --Heather tenía
sumo cuidado con sus palabras, pues no quería llevarle la contraria a su captor.

Trebor se lo explicó con cierto detalle:

--Sid Cohen te poseía, en cuerpo, alma y mente. Consolidó su posesión haciéndote


adicta a la cocaína. Yo he matado a tu propietario y te he capturado, así que ahora

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tienes un nuevo propietario. Así es como se ha hecho durante millones de años.
Considérate afortunada de que la mayoría de los arios tratan a sus mujeres con
dignidad y respeto, si bien cuando se han ganado ese respeto. Si no, las disciplinan.

Heather se dió cuenta de que las palabra de Trebor tenían algo de verdad. No había
pensado en ello como en «ser propiedad», pero Sidney ciertamente había controlado
su vida. Aunque el sexo era para ella nada más que una forma de manipular a la
gente, o de aprovecharse, o de disfrutar de un placer puramente físico, se daba
cuenta de que Sid la había estado usando a ella más de lo que ella lo había usado a él.
Incluso en estos momentos la preocupaba más la idea de poder verse privada de esos
tentadores subidones de cocaína, que el abrupto secuestro que acababa de
experimentar.

Mientras tanto, en la cabaña, Candy también andaba intentando sonsacarle algo de


información a Eric. Ella también quería alguna aclaración sobre el comentario de
Eric «Ellas son cosa tuya», así que le preguntó qué significaba.

--Exactamente lo que he dicho --fue su escueta réplica.

--¿Quieres decir que se supone que somos sus esclavas? --preguntó Candy.

--Supongo que acabaréis siendo sus esposas, aunque os queda mucho que demostrar
y aprender. Pero por ahora 'esclavas' es una buena palabra.

--Oh --pensó en ello durante un momento, luego preguntó--. ¿Y cómo es que tú no


quieres a una de nosotras? ¿Es que piensas que somos feas o algo?

--No, no sois feas, pero justo ahora tengo a otra chica en la cabeza. Además, hace
mucho tiempo que iba siendo hora de que Trebor tuviera algunas compañeras.

--¿Es que todos los hombres de Kinsland tienen más de una esposa?

--La mayoría.

--¿Por qué?

--Para empezar, porque monogamia es sinónimo de castración y suicidio racial. Y


para seguir, porque en Kinsland están los únicos hombres blancos buenos que
quedan, así que tienen que procrear prolíficamente.

--La monogamia es castración --Candy estaba verdaderamente perpleja.

--El deseo sexual es la madre de la pasión guerrera, y la pasión guerrera es la madre


de las naciones. Una raza que desee sobrevivir tiene que encender el deseo sexual de
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sus machos hasta un punto febril. Y nunca hay que envilecerlo, ni debilitarlo, ni
desencaminarlo.

La conversación se interrumpió con la vuelta de Heather y Trebor.

Antes de tumbarse en los catres para una siesta de cuatro horas, Candy susurró a
Heather:

--¡Chica, la de cosas que tengo que contarte!

--Yo también --fue la respuesta.

Ambas chicas echaban furtivas miradas a sus captores, especialmente a Trebor,


notando su magra figura y su plano vientre. Candy había oído decir a menudo a
Heather «Me encantan los hombres con un vientre plano», cuando ridiculizaba a Sid
Cohen o a alguno de los tripudos espectadores que contemplaban su actuación en el
Palace. Lo que las chicas no sabían, aunque admitiéndose a regañadientes el
magnetismo sexual de su nuevo 'propietario', era que a través de todos los eones, las
mujeres se han adaptado a sus captores, y habitualmente han acabado
enamorándose de ellos. Es simplemente el reflejo de lo que pasa en toda la
naturaleza, en la que la gallina, la leona, la yegua, o lo que sea, se someten al macho
más fuerte, que se ha ganado en competición el derecho a procrear. Y tampoco
sabían, aún, que los celos hacia una hermana esposa eran antinaturales e
innecesarios.

(Una lección de Wotanismo)

Unas cuantas horas más tarde, estaban otra vez en el coche, preparadas para
reanudar el viaje.

Varias veces las chicas habían oído a alguno de los hombres referirse a alguien
llamado Wotan, así que mientras viajaban lentamente hacia el noroeste, en un
intento de darles coba, Heather preguntó:

--¿Quién es Wotan?

--Wotan es el Dios principal de la religión indígena más común entre los hombres
blancos --explicó Trebor.

--¿Qué es éso de 'indígena'?

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--Significa propio de alguien por naturaleza, en este caso, es una religión que protege
a la raza blanca.

--¿Y entonces cómo es que no había oído hablar de ella hasta ahora?

--¡Sí que has oído! Wednesday se llama así por Wotan, Thursday por su hijo Thor,
Tuesday por su camarada Tyr, y Friday por la esposa de Wotan, Frigga.

Al ver que Eric se fijaba en un aeroplano del Sistema a gran altitud, Candy preguntó:

--¿No tenéis miedo de que os bombardeen?

--Ahora ya no. Solían bombardearnos a diario, pero ahora saben que si lo hacen nos
infiltraremos en su territorio y mataremos a unos cuantos políticos peces gordos o a
quien sea, así que estamos empatados. También solían dispararnos misiles, pero
estaban dirigidos por calor, y no acertaban más que a nuestros fuegos de señuelo.

--¿Y habéis vivido así durante años?

Heather estaba asombrada, y quería saber por qué.

--Porque es el único sitio que queda para los hombres blancos. El gobierno
americano ha exterminado casi por completo a nuestra raza.

--Mis profesores decían que el KD quería esclavizar al mundo entero.

--¿Cómo podríamos hacer eso, si no quedamos más que unos pocos hombres
blancos, y el gobierno tiene todos los aviones, las bombas y los misiles? Cuando
lleguemos a donde tenemos los mapas y libros de referencia os enseñaré todas las
mentiras que cuentan en América.

(Cerca de Mathewsville)

Durante horas fueron internándose más profundamente en el interior de las


boscosas montañas. A menudo los hombres señalaban la fauna salvaje: ciervos, alces,
mapaches, un puercoespín, incluso un oso negro. Las agrestes tierras, antaño
explotadas, estaban recuperándose decididamente, bajo el cuidado de los amantes
de la naturaleza Kinslander.

Un poco antes del crepúsculo, llegaron a lo que alguna vez debió haber sido un
encantador pueblecito turístico. Ahora más de la mitad de los edificios estaban
bombardeados y en ruinas.

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--¿Qué ha ocurrido? --preguntó Candy.

--Un ataque de bombarderos del Sistema --fue la concisa respuesta de Trebor.

En el centro de lo que quedaba del pueblo, Trebor giró saliendo de la derruída


autopista, y mientras cruzaban un puente de madera sobre un pequeño arroyo
anunció:

--En unos cuantos minutos estamos en Mathewsville.

En el asiento trasero las chicas se miraron la una a la otra, y luego Candy preguntó:

--¿Hay gente en Mathewsville?

--Claro, es una comunidad Kinsland --les informó Trebor.

Hubo apresurados susurros en el asiento trasero, luego Candy preguntó:

--¿Podemos..., quiero decir, podríamos hablar contigo antes de llegar?

--Claro, hablad.

--Quiero decir a solas, ¿por favor? --intervino Heather--. ¡Por favor!

Loa hombres se miraron uno al otro, luego se encogieron de hombros como diciendo
¿por qué no? Trebor paró y aparcó a un lado de la primitiva calzada, y Eric salió del
coche diciendo que se iría a dar un pequeño paseo.

--Vamos a estirar las piernas nosotros también --sugirió Trebor.

Salió del coche y se recostó contra la aleta frontal, con los brazos cruzados. Las
chicas se le apretaron a ambos costados, todavía decididas a usar sus encantos
sexuales para ganarse la complacencia del asesino.

--¿Vamos a quedarnos en Mathewsville? --preguntó Heather.

--Sí, al menos por algún tiempo.

--No irás a contarle a la gente lo que hacíamos en casa de Sid, ¿verdad? Por favor --
añadió Candy--. No somos gays, de verdad, lo juro.

Trebor reflexionó cuidadosamente antes de responder:

--Lo primero, se dice marica, no 'gay'. Gay significa feliz. Marica significa un hombre
homosexual. En Kinsland ningún marica se atrevería a dejar que se supiera. Y lo
segundo, que entre las mujeres arias hay realmente poquísimas lesbianas de verdad.
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Estábais dándole un espectáculo al hombre que os poseía. No dudo que pudiérais
disfrutar del asunto, pero el causante de todo era un hombre. Y por último, que no
hay ningún motivo para que nadie de Kinsland sepa de vuestro pasado más que lo
que vosotras mismas queráis contar. En Kinsland muchas de nuestras mujeres han
sido capturadas en territorio del Sistema, y tienen historias sexuales tan interesantes
como las vuestras.

--Gracias --dijeron ambas mujeres.

--¿Y qué pasa con Eric? --preguntó luego Candy.

Trebor les aseguró que su camarada no era ningún cotilla. Pero luego, sintiendo que
sus cautivas se estaban poniendo un poco demasiado cómodas, dado lo temprano de
su situación, añadió con tono severo:

--Sin embargo, por vuestro propio bien, más os vale tener presente de que soy
vuestro propietario, y que si me disgustáis sois mías para castigaros o disponer de
vosotras. Si os entran ideas de escapar, flirtear con otros hombres, o poneros
insolentes, no necesitáis más que pensar en el destino de Sid Cohen. ¿Lo he dejado
claro?

Ambas cautivas se las arreglaron para disimular sus estremecimientos de aprensión,


mientras expresaban profusamente su buena voluntad.

Eric volvió e hicieron el último tramo del viaje. En el asiento trasero, Heather
susurraba al oído de Candy:

--¿Sabes lo que significa la frase «follar como si te fuera la vida»? [«fuck for your
life»].

--Ahora sí que lo sé --respondió Candy también en susurros.

(Mathewsville)

Mathewsville nunca llegó a «estar a la vista» en el sentido tradicional de la


expresión. Simplemente Trebor paró de pronto el coche, debajo de un enorme pino
Ponderosa, y apagó el motor.

Hábilmente oculta en el espeso bosque, Candy descubrió una cabaña. Heather


descubrió otra, y luego otra. Según averiguarían, en unas pocos cientos de yardas a la

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redonda había dos docenas de rústicos hogares, cabañas y antiguas caravanas, y
muchas docenas más en unas cuantas millas cuadradas.

Desde todas las direcciones iba acercándose gente. Sus captores parecían ser
extremadamente populares, y por todo el claro reverberaban gritos de «Hailsa
Kinsmen».

Candy y Heather se quedaron de pie a un lado del coche, vacilantes y sintiendo que
llamaban demasiado la atención con unos atuendos tan poco prácticos. Todas las
mujeres que veían llevaban jerseys o chaquetas, como protección ante el
rápidamente refrescante aire de montaña.. A esta altitud la temperatura caía
bruscamente en cuanto el sol desaparecía tras los picos montañosos. A ellas dos ya se
les estaba poniendo carne de gallina en los brazos desnudos.

Las mujeres que veían eran inusualmente bonitas, y muchas estaban embarazadas. Y
lo más llamativo era el tropel de niños blancos. Fuera de Kinsland nunca habían
visto juntos más que a un puñado de niños blancos, a no ser que estuviesen
superados muchas veces en número por los chavales de color.

--¿Quién son vuestras amigas? --preguntó alguien.

Trebor hizo un gesto a sus cautivas de que se le acercaran, y las presentó por su
nombre.

--Probablemente se quedarán conmigo --informó Trebor a la multitud, y luego


añadió:-- Confío en que las hagáis sentirse bienvenidas.

Todos los adultos entendieron exactamente lo que significaban las palabras de


Trebor. En primer lugar, puesto que las chicas iban a quedarse con él, que ninguna
pertenecía a Eric. Y al decir 'probablemente', quería decir que aún no habían pasado
el chequeo médico. La tecnología del siglo 21 había producido kits de pruebas
médicas a domicilio para comprobar la existencia de enfermedades incurables,
especialmente de las enfermedades venéreas. La comunidad tenía el equipo, y
teniendo en cuenta el alto riesgo de infección, a las mujeres capturadas se les hacían
los tests de inmediato. Conocer el resultado solo llevaba unos minutos, y en
consecuencia el destino de una cautiva se decidía rápidamente. A las incurables se
les daba una inyección letal como si fuera una medicina, y se iban silenciosamente a
la tumba.

Una mujer alta y atractiva de más o menos la edad de Trebor se acercó a las chicas.

--Si venís conmigo os conseguiremos alguna ropa de abrigo --ofreció.

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Ellas miraron a Trebor buscando su aprobación.

--Buena idea, y Greta, ¿podrías luego enseñarles el camino a mi cabaña?

Greta, las chicas y otra media docena de mujeres se alejaron, mientras asaeteaban a
Candy y Heather con preguntas sobre el mundo del Sistema, especialmente sobre las
modas y la moralidad.

Una de las cabañas era un almacén comunal, principalmente de ropa de vestir, pero
también de ropa de cama, herramientas, y enseres domésticos. Enseguida las chicas
tenían un práctico ropero, acorde con el del resto de la comunidad.

Entretanto, en el exterior los hombres no dejaban de hacer preguntas a Eric y


Trebor. Las señales de unidades militares del Sistema, los nuevos avances en
tecnología policial, e información sobre simpatizantes del KD, eran temas de vital
interés para los Kinslanders, por no hablar de la emoción que les hacían sentir las
inigualables y bromistas descripciones que Trebor hacía de sus correrías.

(En la cabaña de Trebor)

Mientras el incursionador seguía ocupado en alguna otra parte,, Candy y Heather


llegaron a la cabaña de Trebor, guiadas por Greta, y cargadas de artículos de primera
necesidad.

Greta les mostró un quinqué de queroseno, diciéndoles:

--El queroseno lo usamos con cuidado, porque es difícil de conseguir.

Deseándoles buena suerte, Greta se marchó, dejando que las dos chicas investigaran
su nuevo hogar.

La cabaña estaba hecha de troncos y tenía un fogón de leña para cocinar y calentar.
Junto a la pared trasera había una anticuada cama doble con cabecero de metal. Un
alambre cruzado en un rincón de la despejada estancia hacía las veces de colgador
ropero, del que colgaban algunas prendas y toallas. El mobiliario, entre el que había
una mecedora, estaba casi todo sin acabar.

--Bueno, bienvenida al infierno --dijo Candy dejando que sus sentimientos fluyeran
libremente ahora que estaban solas.

--Sí, ya lo sé, pero más nos vale ponernos en marcha como harían dos buenas
esclavitas, porque podría venir en cualquier momento.
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--Tienes razón --suspiró Candy.

Colgaron la ropa junto a la de Trebor y comenzaron a colocar sus nuevas


pertenencias lo mejor que pudieron, dado el escaso número de estantes y armarios.

--¿Crees que le apetecerá tener sexo esta noche? --especuló Candy.

--Quien sabe, y qué más da. Esperemos que sí, si sirve para tenerlo contento.

--Maldita sea, ni siquiera hay una ducha o una bañera. ¿Cómo va una a echar un
polvo sin poder ducharse luego? --se lamentó Candy.

--Y yo tengo que mear --añadió Heather.

Cogiendo el quinqué salieron a explorar por un sendero trasero de la cabaña, y


encontraron un retrete exterior. Al volver Heather señaló la cama, preguntando:

--¿Crees que tendremos que dormir todos juntos en esa cama?

--Supongo, es la única que hay...

(Con Trebor)

Oyeron pisadas, y transformando milagrosamente su hosca actitud en falsa y alegre


solicitud, se apresuraron a levantarse para recibir a Trebor en la puerta.

--Hola, estábamos esperándote --saludó Heather.

Se dió cuenta de que sus palabras sonaban fingidas, pero no se le ocurría nada más
alegre. La actitud de Trebor era cortés, pero escasamente cordial. Traía en brazos
unas cuantas mantas más, y un saco de dormir.

--Hola a vosotras también. Supongo que ésto está lo más alejado que se pueda estar
del lujo al que estáis acostumbradas, pero vamos a hacer que sea bastante más
habitable. Hasta que construya algunos tabiques, voy a atar unos alambres y
colgaremos sábanas o mantas para que tengáis un poco de intimidad cuando haga
falta. Y mañana traeré una bañera. Tendremos que llenarla a la vieja usanza,
calentando agua en el fogón. Ahora, si hiciérais fuego en el fogón y calentáis una lata
de estofado, podríamos comer un bocado de cualquier cosa antes de acostarnos.
Mañana os enseñaré donde está la bomba, pero esta noche ya traigo yo el agua. Ese

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barreño grande --señaló un gran barreño de lavandería, de hierro galvanizado-- es
donde pongo el agua para lavar y limpiar. El agua de beber la tengo en un cubo con
tapa. Estamos trabajando en un sistema de distribución de agua corriente, así que en
el futuro las cosas serán más fáciles.

Cogió un cubo y salió al exterior. Mientras las chicas hacían fuego, cosa que ahora ya
sabían hacer, pudieron oír el chirrido de una anticuada bomba de mano.

--Dios todopoderoso --refunfuñó Candy--, es como en la época de los pioneros.

--Maldita sea, Candy, a mí me gusta tan poco como a tí, pero andar quejándose no
nos sirve de nada a ninguna.

--Oh, ¿entonces qué eres tú?, ¿la esclavita de Trebor? --Candy escupía las palabras
como amargo veneno.

--¡Si hace falta! --la desafió Heather.

Candy reflexionó unos instantes y su hostilidad se desvaneció.

--Está bien, lo siento, supongo que es que todo ésto me está afectando. Ayer mismo
teníamos a la vida agarrada por el culo, y ahora mira.

--Ya lo sé, pero tenemos que ayudarnos mutuamente a sobrellevarlo.

Heather era de momento la más fuerte, o la más serena, de la pareja.

Más tarde, mientras cenaban, Trebor les dijo que la enfermera de la comunidad se
pasaría mañana a primera hora para hacerles un chequeo médico. Cuando acabaron,
y mientras ellas fregaban los platos, instaló una sábana a modo de cortina en un
extremo de la cabaña, de forma que todos pudieran darse un baño con esponja en
relativa intimidad. Les mandó compartir la cama, que él tenía un saco de dormir y
que estaba bien en el suelo. Por compromiso, ellas hicieron unas simbólica protesta
aduciendo que era 'su cama'.

--Un ario no trata a sus mujeres peor que a sí mismo --sentenció Trebor

Ésto tuvo un gran efecto en sus mujeres.

En la cama, en medio de la habitación más oscura en que nunca habían estado -y la


más silenciosa, también- Heather susurró:

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--¿Sabes?, en otras circunstancias, este tipo hasta podría gustarme.

--Pues para ser sincera, a mí también podría --admitió Candy--, pero tenemos que
salir de aquí. Yo no puedo vivir así.

--Yo tampoco.

Absortas en sus pensamientos, el menor de los cuales no era sus ansias de cocaína,
fueron quedándose dormidas.

Dentro de su saco, Trebor tenía la cabeza ocupadísima. Este asunto de 'tomar


compañeras' era un proyecto importante, mayor de lo que se había pensado. Era
reacio a consolidar una relación real con las chicas hasta que los exámenes médicos
confirmaran que eran 'conservables'. No se hacía ninguna ilusión acerca de la
conciliatoria actitud de las chicas. Sus sonrisas eran forzadas, motivadas por el
miedo y el propio interés. Y había faena de construcción y agrandamiento de la
cabaña, y de reeducación de sus cautivas. Pero se recordó a sí mismo que otros
comandos del KD habían pasado por los mismos problemas, así que no era una tarea
imposible.

Siempre brutalmente sincero consigo mismo, admitía que tenía sus recompensas. El
sexo con estas beldades era algo especial a tomar en cuenta. El filósofo que había en
Trebor nunca había dejado de asombrarse de lo que los hombres son capaces de
pasar con tal de lograr meterse entre las piernas de una mujer bonita. Y ahora tenía
que incluirse a sí mismo.

Oh, bueno, se dijo, la suerte estaba echada, ahora ya era demasiado tarde para
cambiar el curso de los acontecimientos. Como siempre, su fatalista aceptación de lo
que los Norns decidieran fue el catalizador que le permitió hundirse en un pacífico
sueño.

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Capítulo 2 - Segundo día

(Amanece en Mathewsville)

Al día siguiente era domingo primero de Mayo. Candy y Heather llevaban meses
levantándose de la cama, como pronto, después de mediodía. Cuando muy poco
después del amanecer, la persistente voz de Trebor por fin las sacó bruscamente de
su sueño, estaban menos que ansiosas por levantarse y ponerse en marcha. Agravaba
su malestar esa sensación de nerviosismo y comezón que acompaña al mono de
cocaína. Respondieron con voces refunfuñonas, groseras e indignadas, hasta que
volvieron a percatarse y ser completamente conscientes de su situación. Incluso
entonces no consiguieron obligarse a asumir los zalameros papeles que tan
cuidadosamente habían asumido la tarde anterior.

Aunque Trebor no hizo ningún comentario al respecto, por sus expresiones y las
inflexiones de su voz pudieron adivinar que no estaba nada contento con su
inmaduro malhumor. De hecho, había un inequívoco disgusto en su voz al pedirles
si podrían «por favor» levantarse y hacer algo para desayunar.

--Tengo algunas cosas que hacer, pero estaré de vuelta en media hora --les anunció,
y las dejó solas para que reflexionaran cómo mejorar el ambiente, y su propia
imagen.

A una altitud de más de 2000 metros [7.000 pies] sobre el nivel del mar, y en las
Montañas Rocosas de Colorado, por las mañanas temprano hace frío incluso en
Mayo, y al salir de la cama de debajo de un cálido edredón acolchado, vistiendo cada
una una camisa de Trebor como camisón, las chicas se estremecieron.

Mientras se ponían el tipo de ropas que llevaban las demás mujeres de la comunidad,
Heather intentó una broma.

--No hay nada como cabrear a tu nuevo marido ya en la primera mañana, ¿eh?

--No tiene nada de divertido --respondió Candy--. A todos los efectos prácticos es
nuestro marido.

--Sí, bueno, lo único que querría es que sonriera alguna vez.

--Sí que sonríe, anoche ahí fuera, a todo el mundo.

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--Parece que todo el mundo le quiere, y que él quiere a todo el mundo. Sólo es frío
con nosotras.

--¡Hum!, bueno, ¿y ahora quién está siendo negativa?

--Vale, tienes razón, pues vamos a hacer que sonría, ese viejo cara de palo.

Se repartieron las tareas, una haciendo la cama, la otra encendiendo lumbre en el


fogón. Y las excursiones a la letrina, a plena luz del día, fueron bastante menos
espeluznantes.

--Dios, cómo me gustaría poder darme una ducha --gimió Candy.

--Bueno, supongo que podemos calentar agua en la tetera, verterla en una de las
palanganas, y lavarnos con la esponja. Si me lavas la espalda, yo te lavo la tuya.

--Es mejor que nada. Seguro que a nuestro 'marido' no le gustan las mujeres
apestosas --la voz de Candy rezumaba sarcasmo.

--Todo ésto es demasiado estrambótico --murmuró Heather--. Hasta ayer no


sabíamos nada de este tipo, y ahora aquí estamos, secuestradas, a punto de ser sus
esclavas sexuales o lo que maldita sea, y estamos bromeando sobre que un asesino es
nuestro marido.

(Con Anna, la enfermera)

Durante el desayuno, Trebor estaba de nuevo cortés, pero distante. Al menos tenía
información que comunicarles.

--Anna, nuestra enfermera -en la práctica es nuestra doctora- se pasará por aquí
dentro de un momento. Os va a hacer un chequeo médico completo a cada una. Yo
voy a salir un rato. Luego iremos de compras para que podáis escoger algunas cosas y
adecentar ésto y hacerlo más funcional. Y después de éso va a ser el Blot y el festival
del Día de Mayo. A lo mejor os apetece acicalaros para ir. Lo que queráis.

Anna resultó ser una atractiva pelirroja cercana a los cuarenta. Unas cuantas pecas
en su nariz y mejillas solo conseguían hacer aún más atractivos sus rasgos irlandeses.
Ella también estaba bastante evidentemente embarazada. Con tantas mujeres como
habían visto ayer fabricando bebés, las chicas calculaban que lo que faltaba en la
comunidad no era sexo.

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Los modales de cabecera, por así decir, de Anna, eran relajados y agradables. Las
chicas se sentían libres de hablar y hacerle preguntas sobre sus exámenes médicos y
sobre la comunidad. Averiguaron que gracias a la última ciencia médica, sus
muestras de sangre iban a estar analizadas en unas pocas horas.

En respuesta a las preguntas sobre su vida sexual, admitieron que como medida
preventiva tomaban unos antibióticos específicos, junto con medicamentos
antivirales.

--Sólo por si acaso --dijeron, implicando que habían tenido compañeros sexuales de
quienes no estaban seguras.

Anna no prejuzgaba nada, aunque después de mirarles las fosas nasales les dijo:

--Se acabó la cocaína.

Un 'Blot', les dijo Anna, era una ceremonia religiosa, que por lo general se celebraba
al aire libre. Les dijo que este tipo de ceremonias se celebraban para marcar los
cambios de estaciones y para honrar a los nobles antepasados. También
descubrieron que Mathewsville había recibido ese nombre por un héroe ario llamado
Robert Mathews, al que hacía décadas el gobierno de los Estados Unidos había
asesinado, quemándolo vivo.

La enfermera se marchó con sus muestras de sangre. Las chicas acabaron de lavar los
platos del desayuno mientras esperaban que su Dueño y Señor, como Candy
apodaba a Trebor, regresara. Pasaron dos horas y seguían sin señales de Trebor.

--Vamos a dar un paseo --sugirió Heather.

Casi nada más salir se encontraron con una jovencita de unos trece años o por ahí,
que se presentó como Freta y se ofreció a enseñarles los alrededores. Heather le dijo
a Freta que Trebor se estaba retrasando, y se suponía que iba a llevarles de compras.

--Oh, es que siempre le están encargando asuntos de Kinsland --replicó Freta.

Freta las llevó a un edificio más grande que servía de biblioteca, escuela y sala de
asambleas. También les presentó a varias mujeres de la comunidad, y vieron el
interior de sus casas. Comparadas con el austero y desierto espacio de la morada de
Trebor, éstas parecían hasta casi civilizadas.

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(De 'compras' con Trebor)

Trebor regresó por fin, conduciendo un camión de una tonelada casi nuevo. Los
Kinslanders tenían planeado que cuando fuera posible, ya que robaban, más valía
robar lo mejor.

--¿Listas para ir de compras? --preguntó.

Curiosas, disimularon su actitud de "a-mí-qué-más-me-da", y fingieron entusiasmo.

Mientras iban descendiendo por la tosca calzada, Trebor les anunció que acababa de
hablar con Anna, la enfermera.

--¿Y? --inquirió Candy.

--Y que las dos sois 'conservables' --Trebor parecía de buen humor. Por supuesto, las
chicas no sabían que era porque un resultado negativo habría sido fatal para ellas.

Al poco estaban de vuelta en el bombardeado pueblo de la base de la montaña.

--Más o menos la mitad de las casas y tiendas no son más que escombros --les
explicó Trebor--. Pero del resto muchas están llenas de enseres útiles. Coged lo que
queráis o necesitéis para nuestra casa.

A ninguna de las dos chicas se les escapó el 'nuestra', pero a pesar suyo se
encontraron disfrutando de esta novedosa forma de 'ir de compras'.

Platos, sillas, baúles, un sofá, espejos, una bañera, y demás adquisiciones enseguida
abarrotaron el camión hasta rebosar y Trebor anunció el fin de la diversión,
diciéndoles que si hacía falta podrían volver otro día.

En su nuevo hogar, las chicas derrocharon energía y creatividad para convertirla en


un entorno menos austero, discurriendo como sacar el mejor partido de su situación.

(El festival del Primero de Mayo)

Antes de que hubieran acabado, Trebor las interrumpió sugiriendo que se


prepararan para el Blot y el festival de la tarde. Esto provocó el tipo de preguntas que
eran de esperar, como que qúe iba a pasar, y qué podían ponerse.

--El Día de Mayo es una celebración de la fertilidad. La mayoría de las mujeres se


visten de forma un poquito atrevida, pavoneando sus rellenos, podríamos decir --les

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explicó Trebor. Añadió:-- Por supuesto, nada comparable a un par de figuras del
Palace de Sid.

Ninguna de ellas sabia aún que Eric y Trebor las habían visto actuar en el 'Porn
Palace'.

--¿Nos vísteis allí? --preguntó Candy.

--Sip.

--¿Y aún así nos escogiste como compañeras?

--Decidí que era la última vez que vosotras dos ibais a exhibir vuestro género a los
Skraelings --la explicación de Trebor venía acompañada de una encantadora sonrisa.

--¿Skraelings? --Heather convirtió la palabra en pregunta.

--A la gente no-blanca --replicó.

--Oh. Así que no fue porque te excitáramos, o porque quisieras hacer el amor con
nosotras.

Candy sonaba un poquitín desilusionada, como si no pudiera creer que alguien no la


encontrara irresistible. Ella y Heather se sentían ya curiosas sobre porqué hasta el
momento Trebor aún no se había aprovechado de su cautividad. La mayoría de los
hombres se habrían puesto a meterles mano a la primera oportunidad.

--Oh, sois las dos super-eróticas, pero como os dije antes, el sexo y el amor son dos
cosas distintas. Aunque cuando vienen juntas está muy bien.

--Muy bien, ¿entonces qué tendríamos que ponernos para este festival? --preguntó
Heather.

--Tenéis cajas de vestidos que acabáis de 'traer de compras'. Seguro que ahí hay algo.
El último Día de Mayo se llevaban las faldas partidas, las minifaldas, la barriga al
aire, blusas muy escotadas, lo que se os ocurra. No tenéis tiempo para hacer costura
y ser creativas como hacen la mayoría de las damas, pero seguro que os las apañaréis.

Es extraño cómo se crean las nuevas realidades en la mente humana, musitaba


Trebor mientras las chicas se iban probando ropas tras el par de sábanas colgadas
que servían de separación provisional. Actuaban con una modestia totalmente
opuesta al descarado desdén hacia las normas convencionales que tan recientemente
les había conocido.

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Al poco rato se presentaron con unas holgadas faldas que les llegaban unas pulgadas
por encima de las rodillas, y apretados 'tops' de tubo de punto que se apretaban a sus
esbeltos torsos. Le preguntaron si esto «podría valer».

--Buena elección para los bailes en cuadrilla --dijo Trebor.

Las dos chicas habían oído hablar de los bailes en cuadrilla, pero ninguna había
intentado bailarlos. En el territorio del Sistema, todos los diversos bailes que fueron
comunes entre los blancos un siglo atrás, estaban o bien desaconsejados o
prohibidos por 'racistas'.

Fuera, ya en el festival, encontraron varias mesas llenas de comida especialmente


cocinada par la ocasión. Y como inevitablemente hacen las mujeres, tanto Heather
como Candy se encontraron evaluando a las demás mujeres.

Sus vestidos cosidos en casa eran realmente habilidosos y atractivos. Al estar


diseñados a medida, enfatizaban los mejores atributos de cada una de las mujeres, o
los que más atractivos resultaban a su compañero. Aunque mantenían una cierta
recatada modestia, a la vez todos ellos proclamaban el orgullo de su femineidad.

Los niños superaban a los adultos en una proporción de dos o tres a uno, y eran los
chavales mejor educados que las chicas hubieran visto nunca, por mucho que su
nivel de energía y curiosidad pareciera ilimitado.

A petición de un hombre que oyeron que era un Gothi, toda la comunidad formó un
círculo. El Gothi asía en una mano un curioso objeto, que estaba cubierto con
extraños caracteres.

--¿Qué es éso?, ¿y qué tiene escrito? --preguntó Candy, que estaba de pie a un lado
de Trebor.

--Es un Martillo de Thor ceremonial, y lo que tiene son runas --le respondió en
susurros.

Recordando que tenía que ser tan 'buena' o mejor que Candy, y decidida a parecer
interesada, Heather preguntó:

--¿Qué son las runas?

--Es una larga historia. Ya os lo explicaré luego. Por ahora limitáos a repetir lo que
diga el Gothi, a la vez que los demás.

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Después de la ceremonia hubo música. Varios violines, un acordeón y una armónica
componían la 'banda'. Lo que a los músicos les faltaba en virtuosismo, lo suplían con
entusiasmo. Luego un puñado de niños y niñas mayores formaron un círculo
alrededor del Poste de Mayo, cada uno de ellos sujetando una serpentina con la
mano. Comenzaron a deslizarse, bailando y corriendo alrededor del poste, creando
intrincados diseños con las serpentinas al ritmo de la música. Entonces las chicas
quisieron saber qué estaban representando.

--Esto es un festival de la fertilidad. El poste representa un falo masculino erecto,


que fertiliza a la hembra, de la misma manera a como el sol fertiliza la tierra.

--¿Qué es un 'falo'?, ¿una polla? --preguntó Heather.

--Pues claro, que más boba --se mofó Candy.

--¿A quién llamas boba? --la retó Heather.

--¡Basta, dejadlo ya!--las reprendió Trebor.

Escarmentadas pero resentidas, dejaron de discutir, pero la competición había


comenzado.

Comenzó la fiesta y de repente las chicas se dieron cuenta de que eran las únicas que
no habían traído comida. Trebor les aseguró que no pasaba nada, que ya había hecho
él una contribución por su familia. De nuevo, no se les escapó cómo las incluía con
esa palabra.

--¿Qué has traído? --preguntó Heather, sabiendo que en la cabaña no habían


cocinado nada.

--Bueno, después de llevarse Eric su mitad, aún quedaban unos cien mil dólares del
dinero de Sid, así que le he dado la mitad a la comunidad --replicó Trebor.

--¡Cincuenta mil dólares de nuestro dinero! --jadeó Candy. Al percatarse de lo que


acababa de decir, se corrigió de inmediato--. Quiero decir, de tu dinero.

Trebor sonrió, con la expresión más cálida que había mostrado hasta el momento a
cualquiera de las chicas, y dijo:

--Sí, era nuestro dinero, pero no vamos a arruinarnos en mucho tiempo.

--Supongo que no, en vista de que no hay ningún lugar donde gastarlo --fue la
pertinente observación de Heather.

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--Oh, siempre puedes mandar dinero con alguien que vaya a una 'ciudad-libre'.

--¿Una 'ciudad-libre'?

--Sí. Según las leyes del Sistema, no se permite que nadie comercie con los
Kinslander, pero en la práctica la norma es la naturaleza humana y la codicia. A lo
largo de las fronteras de Kinsland hay ciudades en las que si uno tiene efectivo, se
puede comprar de todo. Nosotros las llamamos 'ciudades-libre'.

· [NdT: «treaty port», «treaty town»: (¿puerto libre, ciudad libre?): en un país sin
comercio exterior, ciudad o puerto con privilegios para comerciar. --Merriam-Webster]
· ----

En el festival había bebida casera en abundancia, que las chicas descubrieron que se
llamaba hidromiel. Trebor les dijo que se hacía con miel fermentada. Después de
comer, cogieron tazas de hidromiel, conforme la multitud de unas 300 personas se
disgregaba en grupos aleatorios, excepto los músicos y un puñado de gente que se
congregaba alrededor de una gran plataforma.

--Venga, vamos a bailar --Trebor empujó con suavidad a ambas chicas por la cintura.
Era la primera vez que las tocaba, y las chicas se percataron del posesivo carácter de
su gesto.

El baile comenzó con un grupo de expertos deseosos de mostrar sus habilidades. Las
chicas llevaban faldas completas hasta la rodilla que dejaban ver fugaces vistazos de
sus ágiles piernas desnudas mientras saltaban y deambulaban a las órdenes de los
directores de baile. Mientras contemplaban el espectáculo, Trebor divisó a un joven
llamado Ragnar que justamente el día anterior había celebrado su decimoséptimo
cumpleaños.

--Perdonadme un minuto --dijo a las chicas, y se fue a hablar con Ragnar.

Las chicas observaron cómo Trebor conversaba serio con el joven, y luego cómo
Trebor volvía con Ragnar a la zaga.

--Ahora va a haber un baile de principiantes, y a Ragnar le parece bien ser el


compañero de una de vosotras, ¿queréis?

Naturalmente que querían, pero decidir como emparejarse se convirtió en un


problema. Ragnar, con una galantería que desmentía su juventud, aseveró que no era
capaz de escoger entre dos chicas tan hermosas.

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--Bueno, parecerá un poco bruto, pero supongo que habrá que lanzar una moneda --
Trebor había solucionado el problema--. Cara, te llevas a Candy, y cruz, a Heather --
salió cruz.

Heather se dijo que la muy golfa de Candy enseguida tendría a Trebor comiendo de
su mano. Pero entonces oyó decir a Trebor:

--Muy bien, podemos cambiar de pareja en cada baile.

No quiere tener favoritismos, se dijo Candy.

Trebor raramente había visto una mujer que no pillara rápidamente un baile, y sus
nuevas parejas no eran la excepción. Y además, como casi todas las mujeres, eran
incapaces de resistirse a disfrutar de la música y del movimiento.

La tarde pasó en lo que parecieron minutos.

(Un dia agotador)

--Que divertido ha sido --reconoció Heather cuando ya paseaban de vuelta hacia la


cabaña, poniendo un énfasis en el 'ha sido' que la sorprendió incluso a ella misma.

--Sí que lo ha sido, ¿verdad? --la secundó Candy.

--Tenéis muy buena pinta las dos --las lisonjeó Trevor como ocurriéndosele a estas
alturas--, y más sexys de lo que Sid os haya visto nunca.

Es extraño que diga ésto, pensaron las chicas, teniendo en cuenta que nos vió
actuando totalmente desnudas.

Ya en casa, tan pronto como se fue disipando la adrenalina del baile, las chicas
descubrieron que estaban hechas polvo. Llevaban levantadas desde el rayar del día,
lo cual era una experiencia nueva. Y luego todo el ejercicio físico de 'las compras', el
traslado de muebles, y al final, el festival.

Trebor les dijo que por la mañana le pondría algún tipo de desagüe a la bañera, y les
fue explicando algunos otros planes. Mientras tanto, las chicas se hacían las dos
pequeñas camas que habían 'adquirido' antes. Hasta que no estuvieron medio
dormidas, ninguna de ellas se dió cuenta de que no habían pensado en la cocaína en
todo el día.

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Capítulo 3 - Tercer día

(Fontanería doméstica)

A la mañana siguiente Heather se despertó temprano al oír el rechinante sonido de


llaves de fontanero contra metal. Acurrucada bajo el cálido edredón miró a Candy,
que seguía dormida en la otra cama individual. Conforme crecía la consciencia de su
entorno, llegó a la conclusión de que Trebor estaba fuera trabajando en el desagüe
de la bañera. «Ésta es la mía para adelantarme a Candy», pensó.

Bajando de la cama, se arregló el pelo, se puso los zapatos y se recolocó


mañosamente la camisa que había usado de camisón, otra de las de Trebor, para
parecer lo más sexy posible. Sin hacer caso del frío aire que precedía al alba, salió
sigilosamente fuera en busca de Trebor.

A pesar del frío helador Trebor estaba desnudo hasta la cintura, y en ese momento
enarbolaba un pico, cavando una zanja de conducción para las aguas residuales.
Heather adoptó una pose que dejaba ver una generosa porción de su esbelta y
contorneada pierna y saludó:

--Hola.

Trebor hizo un descanso, se apoyó en el mango del pico y echó un buena y descarada
mirada a los atributos de Heather, de arriba a abajo.

--Buena vista para tan temprano en la mañana --dijo con una amplia sonrisa.

Siempre preparada para jugar el juego del macho y la hembra, Heather contestó con
un coqueto contoneo y le preguntó que quería para desayunar. Trebor trepó de la
somera zanja, asió a Heather por un puñado de sus castaños rizos y la atrajo hacia sí,
casi a estilo troglodita. Ella se preparó para cualquier asalto que pudiera seguir, pero
lo único que le hizo fue rozarle ligerísimamente los labios con los suyos, en una
especie de beso suave y fugaz que era lo que menos se hubiera esperado. Luego la
soltó y arrancando una sola flor, una violeta multicoloreada, de entre la profusión
que florecía a su alrededor, se la insertó por entre los mechones, detrás de la oreja.

--Una flor bonita para una hermosa mujer --dijo--, y creo que gachas de avena con
pasas.

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Atónita, Heather se quedó en pie un momento, callada, intentando aclararse entre
las flores bonitas, las gachas, y las emociones.

--¿Vale? --preguntó Trebor.

--¿Cómo?

--Gachas, ¿vale?, ¿con pasas?

--Oh, claro, muy bien --tartamudeó--. Te llamaré.

Al volver a la cabaña le daba vueltas la cabeza. ¿Cómo podía tener un lado tan dulce
un hombre tan brutal como ella había presenciado la noche en que las había
capturado? Y para mayor confusión, el delgado pero musculoso cuerpo de Trebor
ejercía una atracción que no podía negar. Y luego estaba Candy... ¿de verdad se
suponía que iba a tener que compartir a Trebor con otra mujer?

Quizá subconscientemente pero a propósito hizo más ruido del debido, al encender
la lumbre en el fogón de leña, y hervir el agua para hacer el café y las gachas. En
cualquier caso, Candy se despertó y se quedó contemplándola a ella y la habitación.

--Bonito toque, esa flor --comentó al vérsela tras la oreja, aunque con un puntillo de
sarcasmo en la voz.

--Me la ha dado Trebor --también con un tonillo de triunfo en su respuesta.

Candy pensó en darle alguna respuesta de sabihondilla, pero luego se reprimió. Pero
para sus adentros pensó «la competición se está poniendo difícil», y decidió igualar o
superar cualquier truco de seducción de Heather. Entretanto, en la conversación con
ella adoptaría esa falsa actitud dulzona y empalagosa que tienden a usar las mujeres
en competición.

--Vaya, ¿y qué más habéis estado tramando tú y tu nuevo marido? --preguntó Candy
mientras salía de la cama.

--Oh, solo me ha dicho lo que quería de desayuno, oh, y me ha dado un beso --


deliberadamente, Heather hizo que lo del beso sonara como una nimiedad que
acababa de recordar.

Disimulando su enfado por el hecho de que su competidora le hubiera sacado


ventaja de salida, Candy le preguntó qué tal había sido el beso.

--Con él es distinto --fue lo único que se le ocurrió a Heather.

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Candy cambió de tema.

--Bueno, creo que más me vale hacer la carrera a las arañas --habían comenzado a
llamar la «carrera a las arañas» a las idas a la letrina

--Ya que vas a salir, ¿me bombearías un poco más de agua?

Candy se sintió molesta por la mandona actitud de Heather, pero luego sintió de
nuevo que era una oportunidad de demostrar a Trebor que también ella estaba
haciendo algo constructivo. Así que accedió y tras unos minutos de acicalamiento,
debidamente constatados por Heather, salió por la puerta de atrás.

Heather se regodeó un momento, pero luego, recordando la escultural figura de la


rubia y su belleza nórdica, decidió redoblar su seductora rutina. Los hombres eran
demostradamente volubles.

Candy saludó a Trebor en el tajo, donde seguía picando y paleando. Éste le echó el
mismo tipo de descarada mirada de inspección que antes había echado a Heather, y
murmuró:

--Hummm..., éso está muy bien --con voz profunda.

--¿Te refieres a ésto? --preguntó adoptando una pose con una pierna hacia delante
para revelarla hermosa y desnuda.

De pie en la zanja, medio metro por debajo de ella, Trebor deslizó un dedo
recorriendo ligeramente con él su contorneada pantorrilla.

--No, a ése cubo que llevas.

--¡Hombres! --replicó ella con brusquedad ella, captando su humor juguetón.

--Sí, bueno, me aposté con Eric los ahorros de mi vida a que vosotras dos no erais
lesbianas --la desafió.

--¿Cuándo?

--Durante vuestra actuación en el Palace.

--Tenías razón, ¿pero cómo lo supiste?

--Sois demasiados bonitas, eso para empezar, pero lo más importante justo ahora es
que estoy hambriento, ¿cómo va el desayuno?

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Candy sintió que había roto a propósito la tensión sexual. Aunque era frustrante, no
había manera de recuperarla de inmediato. Así que con una animación algo forzada
le hizo saber que iba a por agua y averiguaría como marchaba el desayuno.

Mientras bombeaba el agua reflexionó sobre su singular situación. Normalmente los


hombres prácticamente suplicaban por llevársela a la cama, en todas y cada una
oportunidad que tenían. Pero Trebor, que obviamente estaba en situación de
tomarla a ella o Heather en cualquier momento que quisiera, y que había
demostrado ser un implacable asesino, no lo había hecho. Y luego había besado a
Heather, pero a ella no. No puede ser que esté perdiendo mi sex-appeal, se dijo, solo
tengo 22 años.

....

Después de desayunar, Trebor puso las chicas a trabajar, ocupándolas en un tipo de


labores manuales que nunca antes habían experimentado. Recoger piedras, llevarlas
a la zanja y, por fin, recubrir con tierra el sistema de desagüe, fueron los trabajos
físicos más duros que jamás hubiera imaginado ninguna de ellas. Entretanto, Trebor
estaba instalando un lavabo en el rincón de la cabaña que servía de cocina, y
enchufándole las tuberías, y a la bañera. Hacia el final de la tarde era obvio que los
tabiques interiores de la cabaña tendrían que esperar por lo menos otro día, pero al
menos las chicas se vieron recompensadas con largos y lujuriantes baños. Las
comodidades iban mejorando.

(Conversando con Trebor)

Mientas ellas aliviaban sus doloridos músculos en agua caliente traída a cubos desde
el fogón de leña, Trebor fue a la biblioteca de la comunidad. Volvió con unos gruesos
libros para cada una de las chicas, y les pidió que tan pronto como pudieran leyeran
los tomos de principio a fin, aunque su 'petición' no dejaba dudas de que esperaba
que lo hiciesen.

Tras su baño, las chicas se ataviaron con la atrevida lencería y batas de felpa
adquiridas en su excursión de compras. Luego, mientras él se remojaba en un
relajado y cálido baño, se embarcaron en la conversación más personal que habían
tenido con Trebor hasta el momento.

Ante sus indagatorias preguntas ellas le contaron su vida anterior, su infancia, la


escuela, etc. Como era de esperar, eran producto de las enseñanzas 'políticamente
correctas' del Sistema. Como la mayoría de las pocas mujeres blancas y jóvenes que
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quedaban fuera de Kinsland, habían nacido y habían sido criadas en comunidades
rurales. Atraídas por el relumbrón y por el oro que aguardaba a las últimas féminas
blancas y jóvenes, emigraron a una gran ciudad, en este caso a Denver. Alli las
sedujeron las drogas, el glamour y las maquinaciones de los Hijos de Muspell o
Muspellheimers, como Trebor llamaba a la tribu de Sid Cohen. La cocaína y otras
drogas recreativas corrían libremente en las interminables fiestas a las que las
invitaban, y una vez enganchadas necesitaron un suministrador. Así es como
conocieron a Sid Cohen, y a través de él se conocieron la una a la otra. Al descubrir
que se llevaban bien, habían acordado compartir un apartamento de dos dormitorios
en Lakewood, un barrio en el oeste de Denver.

Aunque Heather era varios meses más joven que Candy, era la más práctica y
reservada de la pareja, y también la más "educada", si es que podía llamarse
educación a la propaganda de los colegios del Sistema. En cualquier caso, había
pasado tres semestres asistiendo a una universidad del este de Colorado. Por su parte
Candy, después del instituto, se había pasado tres años trabajando en trabajos sin
futuro en Lemon, Colorado, antes de trasladarse a Denver.

Como todas las cautivas -y eso es lo que ellas aún consideraban que eran- Candy y
Heather trabajaban duro para congraciarse con su captor. Intentando
instintivamente «humanizarse» ellas mismas con la persona que tenía poder de vida
y muerte sobre ellas. Por supuesto, ellas no podían saber que el asesinato de Sid
Cohen no era en absoluto un indicador del verdadero carácter de Trebor.

Decidida a mantener viva la conversación, y proviniendo de una 'cultura', por


llamarlo de alguna manera, en la que a los machos les encantaba hablar de sí
mismos, Heather preguntó:

--¿Es Trebor tu nombre de verdad?

--Ahora sí.

--Oh, ¿o sea que te lo escogiste tú mismo o algo?

--Hum, sí, podrías decirlo así. Trebor es Robert escrito al revés. Lo uso en honor de
Robert Jay Matthews, el líder de la Orden Bruder Schweigen [Hermanos del Silencio].

Esto provocó preguntas sobre quién y qué eran los Bruder Schweigen, lo que condujo
a conversar sobre la formación de Kinsland. Trebor emergió desde detrás de la
sábana que servía de pantalla de intimidad entre la habitación y el baño. Llevando
tan solo la toalla enrollada a la cintura, anduvo descalzo unos pasos hasta el recién

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adquirido aparador que contenía sus ropas y mientras la conversación continuaba
sacó unos calzoncillos y vaqueros. La inconsciente exhibición de su cuerpo fue
diligentemente notada y con apenas disimulado interés por Candy y Heather.
Vientre plano, pensó Heather. Un buen culo, pensó Candy. Y ambas se reprendieron
a sí mismas por pensar de esta manera sobre un secuestrador y asesino, pero en lo
más hondo de sus corazones ambas también sabían que querían ser la primera en
compartir la cama con éste hombre peligroso.

(Cuarto día)

Al día siguiente, con ayuda de las chicas, Trebor completó un tabique importante
que dividía por la mitad la cabaña de troncos, una mitad para las tres camas como
sala dormitorio, mientras la otra media servía de sala de estar, cocina, y por
supuesto, con un sitio para la bañera. Entonces anunció que con este trabajo de
destajado tendría que bastar por ahora, porque en los dos días siguientes él y otros
iban a comenzar la cabaña de Eric.

--Oh, vale, ¿es que va a... hum... eh... 'conseguir' una pareja ya enseguida? ¿eh? --dijo
Candy, casi escapándosele 'secuestrar'.

--Si los Dioses quieren --añadió Trebor.

Se habían dado cuenta de que Trebor usaba esta expresión siempre que había riesgos
de por medio.

Después de comer, Trebor les aconsejó que comenzaran a estudiarse los libros que
les había traído a casa, y que él volvería casa para la cena, cuando anocheciera.

A menos de doscientos metros, las chicas podían oír los sonidos de los trabajos de
construcción que atravesaban el espeso bosque. Ellas se sentaron obedientemente
con los libros, que resultaron ser una recopilación de escritos de unos hombres
llamados Nietzsche, Spengler, Rockwell y otros de los que nunca habían oído hablar.
Pero por mucho que intentaban concentrarse en el tema, su mente divagaba y
estaban todo el rato retomando la conversación. Aprovecharon la ocasión de estar a
solas para hablar sobre lo que de verdad tenían en mente.

--Tenemos que escapar --comenzó Candy.

--¿Cómo?

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--Bueno, está claro que no podemos irnos andando campo través, cruzando cien
millas o las que sean, con osos y pumas por todas partes.

--Bueno, entonces tendremos que robar un coche, ¿no? --respondió la siempre


práctica Heather.

--Tienen los coches y camiones escondidos en alguna parte para que no se puedan
ver desde el aire. Lo único que sé es que desde aquí no hay ninguno a la vista --
reflexionó Candy.

--Si nos pillan podrían matarnos --especuló Heather--. No dejo de acordarme de lo


que le hizo a Sid.

--Sí --musitó Candy--, ¿pero sabes qué?, no lo siento nada por aquel mal bicho. Me
estaba hartando ya de veras con sus exigencias, sobre todo de las sesiones privadas.

--Te entiendo de sobras --asintió Heather--. Casi no me creo la de cosas que


hacíamos por aquel sabandijilla seboso.

--La verdad es que lo hacíamos por la cocaína, no por él --la corrigió Candy.

--¿Qué darías por un poco de azucarillo para la nariz, justo ahora mismo? --preguntó
Heather.

--Dios, lo que se te ocurra, pero tengo la sensación de que vamos a tardar un buena
temporada.

Decidieron que más les valía aprender un poco de lo que decían los libros, antes de
que Trebor volviera a casa.

--Oye, según dice aquí, un hombre blanco llamado Edison inventó el alumbrado
eléctrico, y otro hombre blanco llamado Alexander Bell inventó el sistema telefónico,
y Cleopatra era una mujer blanca --exclamó Candy.

--Naaa, mis profesores decían que eran negros.

--Bueno, aquí vienen unas fotocopias que se suponen de una enciclopedia de 1930 --
continuó Candy.

--Demonios ¿quién sabe? Un libro lo puede escribir cualquiera --el punto de vista de
Heather era normalmente práctico.

Cuanto más leían, más obvio se les hacía que, o bien los libros que estaban leyendo
eran una falsificación total, o bien lo que les habían enseñado durante toda la vida

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era falso. No era posible arrojar por la borda tantísimos años de adoctrinamiento,
pero necesitaban complacer a su «Amo y Señor», así que continuaron leyendo.

(Una clase de historia)

A estas alturas estaban comenzando a aprender a cocinar para Trebor, que era casi
vegetariano, aunque a veces se permitía algo de carne. Cuando volvió a casa, al
oscurecer, tenían ya la cena preparada. Como los matrimonios largo tiempo casados
de cualquier parte del mundo, se contaron cómo les había ido el día. Trebor estaba
entusiasmado con los progresos en la cabaña de Eric. Las paredes ya estaban
levantadas, habían puesto el suelo, y mañana confiaban en acabar el tejado, las
ventanas y las puertas. A partir de ahí sería tarea de Eric el acabarla. Por su parte, las
chicas intentaron impresionarle con lo que confiaban que fueran preguntas
inteligentes sobre los libros que habían estudiado la mayor parte de la tarde.

--Después de cenar saldremos a dar una vuelta --dijo Trebor--. Tenéis que ver alguna
prueba de que esos libros dicen la verdad, y luego hay otra cosa que quiero
enseñaros, aprovechando que hay luna nueva y que la noche está clara.

Trebor notaba que dudaban de la autenticidad de los volúmenes que les había dado
a estudiar.

--¿Qué es una 'luna nueva'? --preguntó Candy.

--Es lo contrario de luna llena. O sea, cuando no hay luna.

--¿Y éso por qué es tan importante?

--¿Ya lo verás? --fue todo lo que dijo.

....

Tras ponerse unos jerseys, Trebor llevó a las chicas, en primer lugar, al edificio
comunal con la biblioteca. Allí les enseñó libros de texto, enciclopedias y otras obras
de referencia fechadas desde 1850 a 1930, en las que podía verificarse todo lo que les
había dicho.

--Como podéis ver, aquí en Kinsland nosotros no tenemos recursos para imprimir ni
fabricar libros --les explicó. Desplegó un mapamundi--. Mirad esta pequeña nación
de aquí --dijo señalando Alemania con el dedo.

--Sí.
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--Ésto es Alemania, esta pequeña mancha, del tamaño de un estado americano. Este
es el estado que vuestros profesores os decían que se proponía conquistar el mundo.
Estos libros de consulta os mostrarán los enemigos de Alemania la superaban en una
proporción de 144 a 1, por tierra. Que la superaban en recursos naturales en una
proporción de miles a 1, y la superaban en población en una proporciones
desesperadas. Otros libros os mostrarán como el pueblo teutónico, a quienes luego
llamaron germanos, fueron durante miles de años los defensores de la raza blanca
contra los invasores de Africa y Asia, como los moros y los mongoles de Genghis
Khan. Para exterminar a la raza blanca, los Hijos de Muspell primero tenían que
destruir Alemania.

Trebor continuó durante dos horas, y a la luz de la lámpara de queroseno, les fue
mostrando a las chicas contradicción tras contradicción en los sistemas políticos y
religiosos a los que habían estado expuestas, o que las habían controlado, durante
toda su vida. Por fin les dijo:

--Esto es más que suficiente para que os explote la cabeza, por una noche. Venga,
vamos a subir a la montaña.

(Un paseo bajo las estrellas)

En medio de la noche más oscura que habían visto nunca, las condujo varios cientos
de metros monte arriba por un tortuoso sendero. Trebor se sabia cada paso y les
señalaba los obstáculos. Pronto llegaron a un afloramiento rocoso. Subieron
dificultosamente hasta la cima, un pequeña repisa de unos tres metros cuadrados,
que se elevaba justo por encima del nivel de las copas de los árboles.

Jadeando por el esfuerzo, Candy y Heather hicieron una pausa, demasiado sofocadas
para preguntar a qué habían ido allí. Entonces Trebor dijo:

--Mirad --y señaló el cielo.

Sobre sus cabezas, en el tenue aire de la montaña, despejado de toda polución y


reflejo de luces urbanas, se revelaba en todo su magnífico esplendor el grandioso
panorama del universo: miles y miles de millones de estrellas creaban formas sobre
el fondo de un negro de seda. Y la Vía Láctea aparecía en verdad como una cinta
blanca.

--Impresionante, ¿verdad? --preguntó Trebor.

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--Dios, sí. Nunca me imaginé que pudiera tener este aspecto --suspiró Candy.

--Y continúa y continúa aparentemente sin fin, millones de años luz más allá de lo
que nosotros podemos ver a simple vista. Le hace a uno sentirse como algo
insignificante ¿eh? --musitó Trebor.

--Como un bichito --coincidió Heather.

--¿Sabéis que esas galaxias forman espirales que muestran las misma progresión
matemática que los diseños de las semillas de los girasoles, o que las hojas de los
helechos?

--No, ¿y éso qué significa? --preguntó Heather.

--Significa que cuando nuestros antepasados, los grandes filósofos arios de la


antigüedad, decían «Como es arriba, es abajo», o con otras palabras que nosotros y el
mundo somos un reflejo de la mente cósmica, tenían razón.

--¿Quieres decir de 'Dios'? --preguntó Candy.

--Quiero decir una fuerza y una inteligencia que existe en el universo y a la que
nosotros llamamos Dios. Lo que nosotros como wotanistas que seguimos nuestra
verdadera religión simbolizamos como Wotan, el Padre de Todo [Allfather Wotan].

--No entiendo. ¿Qué quieres decir, con simbolizar? ¿Wotan es real o no? --preguntó
Heather.

--Creo que ya hemos abarcado todo el esoterismo que podemos digerir por una
noche --replicó Trebor, y luego añadió:-- Por esta noche, limitaos a pensar en la
majestuosidad de todo eso --hizo otro gesto de mano hacia el firmamento-- y daos
cuenta de que aunque en relación con el tamaño de las cosas seamos insignificantes,
como eslabones en la cadena eterna del destino podemos ser más valiosos de lo que
alcanzamos a comprender.

--¿Y éso qué significa? --preguntó Candy.

Trebor se limitó a responder con un enigmático:

--Algún día lo comprenderéis --de pie entre sus nuevas compañeras, en un continuo
pero lento incremento de su familiaridad física, Trebor descansó un brazo sobre los
hombros de cada una de ellas. Casi sin pensar ambas le abrazaron la cintura, y juntos
contemplaron fijamente el increíble espectáculo de los cielos.

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Con todo, era la mente de Trebor la más concentrada en el cosmos. La de Heather
derivaba por otros derroteros. Qué hombre más extraño, pensaba por enésima vez,
tan fuerte, tan peligroso e implacable, y a pesar de todo tan dulce y tan inteligente. Y
sí, tan deseable. Sentía el brazo de Candy junto al suyo mientras ambas lo abrazaban.
¿Podría ser feliz compartiendo este hombre con otra? No, se dijo, tengo que escapar
de Kinsland. Y los pensamientos de Candy eran muy similares.

Trebor rompió el hechizo.

--Bueno, los días laborables comienzan temprano. Supongo que más nos vale volver
a casa.

....

De vuelta en la cabaña, y con la mitad trasera de su morada aún no particionada en


dormitorios separados, pronto estaba cada uno en su propia cama, a tan solo unos
palmos de distancia, inmerso en sus propios pensamientos.

--¿Trebor? --pronunció Heather a modo de pregunta-- ¿podría hacerte una


preguntarte?

--No veo por qué no.

--¿Me prometes que no te vas a enfadar?

--No --respondió--. Lo más probable es que pierda los estribos --pero su advertencia
iba claramente en broma.

--Lo digo en serio --insistió Heather.

--Vale, vale, lo prometo.

--¿Las mujeres de por aquí, no se ponen celosas porque sus maridos tengan más de
una esposa?, quiero decir, ¿compañera?

--¿Por qué iban a ponerse?

Tanto Heather como Candy encontraron esta respuesta frustrante.

--¿No crees en el amor? --apostilló Candy.

--Cuando tienes tu segundo hijo, ¿mengua algo tu amor por el primero? --respondió
Trebor.

--Hum..., tendré que pensar en éso --replicó Candy.

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Heather fue un poco más al grano.

--¿Vosotros os acostáis con dos o tres compañeras a la vez?

--Por los dioses, mujer, yo soy wotanista. ¿Cómo voy a saberlo? --su voz tenía de
nuevo un alentador tono humorístico.

--¿Qué tiene ésto que ver con ser wotanista?

--Un wotanista considera que lo que hagan los demás en la intimidad de su hogar no
es asunto suyo.

--Me gusta éso --dijo Candy.

Heather insistía.

--Bueno, entonces, ya que has prometido no enfadarte, ¿qué clase de sexo te gusta a
tí?

--Bueno, bueno, ésa es una pregunta un poco capciosa. Déjame que lo piense un
poco --Tras una cuidadosa consideración, opinó:-- Supongo que hay un momento
para cada cosa, a veces romántico, a veces en plan troglodita, algunas veces suave,
otras un poco más estrambótico. Así se mantiene excitante.

--Me gusta éso --repitió Candy.

--¿Y entonces a qué estás esperando con nosotras? --continuó Heather--. ¿Es que no
te excitamos?

--¿Crees que es el momento? --Trebor tenía esta desconcertante manera de contestar


una pregunta con otra.

--¿El momento? ¿Y éso como lo sabe una?

--Sabes, por un momento esta noche, en lo alto del monte bajo las estrellas, he
pensado que casi lo teníamos. He tenido la sensación de... de... bueno, si no lo sabes
tú, es desperdiciar palabras. Cuando llegue el día en que se fundan el amor y el
deseo, supongo que todos lo sabremos. Ahora vamos a dormir un poco, maldita sea.

....

El sueño les llegaba lentamente a Heather y Candy. Su mente retrocedía a aquellos


días de inocencia en los que, de adolescentes, el amor y el deseo en efecto se fundían
en sus fantasías infantiles. Mucho antes de las drogas, del sexo fácil, del alcohol y de

56
la vida nocturna que las había convertido en mujeres de mundo. ¿Cuál era la
realidad, Kinsland?, ¿o lo que los kinslanders llamaban el Sistema? ¿Qué era Trebor,
un brutal secuestrador y asesino, o el material del que las chicas hacen sus sueños?
Poco a poco fueron quedando irregularmente dormidas.

(Quinto día)

La cabaña de Eric estaba terminada al ponerse el sol del siguiente día. A mediodía y a
petición de Trebor, las chicas habían preparado a los trabajadores una comida estilo
merienda. La generosidad y camaradería de los kinslanders era evidente incluso para
su relativamente insensible percepción. Eric soportaba con embarazosas sonrisas las
incesantes y escabrosas bromas sobre las aventuras sexuales que sin duda iba a
disfrutar en su nuevo hogar.

--Son como un puñado de chicos grandes ¿eh? --había murmurado Heather a Candy.

--Sí, a veces, pero luego, otras son malditamente serios y peligrosos.

--¿Unos locos románticos? --preguntó Heather.

--Supongo que sí, pero es como auténtico, también, ¿sabes lo que digo? --Candy se
ponía un poco filosófica.

(El soldado herido)

Luego se pasaron la mayor parte del resto del día leyendo los libros prescritos, así
que al atardecer estaban bien preparadas de preguntas. Pero en vez de éso,
comenzaron unos sucesos que conducirían a una muy dolorosa lección para las
compañeras de Trebor.

Oyeron una llamada en la puerta delantera y Candy fue a abrir. Era la jovencita
Freta, que a veces hacía de ayudante de Anna, la enfermera.

--Anna necesita ayuda --la voz de Freta denotaba una urgencia y tensión
inconfundibles.

Se apresuraron todos colina abajo hacia la casa de la enfermera. La parte trasera de la


cabaña de Anna formaba una inmaculada aunque tosca sala de emergencias. Cuando
llegaron, Anna estaba preparándose eficientemente para operar a un joven cuyo
cuerpo ensangrentado yacía sobre una mesa de poco más de un metro de altura.
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--Es Bragi --le dijo a Trebor. Sin pararse a ver quienes eran las mujeres que venían
con él ordenó:-- Vosotras quitadle la ropa --Candy y Heather se apresuraron a
obedecer.

--Un rifle laser, diría yo. Ha atravesado todo el chaleco blindado. A juzgar por la
sangre, debe haberle cortado o abierto algún vaso sanguíneo importante --iba
diciendo Anna mientras trabajaba--. Lo han traído Roth y Rick. Lo encontraron en la
primera cabaña de la ruta de Fort Collins. Cuando aún estaba consciente le dijo que
le habían parado policías de La Porte. Estaba con George. El cuerpo de George estaba
en su coche, llevaba muerto algún tiempo.

Anna tenía ya enchufada una botella de intravenosa al brazo de Bragi.

--En estos momentos lo tenemos con analgésicos.

Nombró una droga sintética conocida en las calles del Sistema y entre los
drogadictos como Tope, abreviación de Utopía, por sus efectos eufóricos. De hecho,
el Tope era el más acariciado sueño de los consumidores de drogas, y su más
preciada posesión.

--Tengo que darle algo para dormirle ahora mismo, pero he pensado que quizá
querrías intentar hablar con él, antes --le dijo Anna a Trebor. Estaba clara la
implicación de que Bragi pudiera no sobrevivir para hablar tras la operación.

Trebor asió la mano izquierda del soldado herido y se inclinó muy cerca de él.

--¿Puedes oírme, Bragi? Soy Trebor.

Bragi abrió súbitamente los ojos e intentó responder, pero la sangre de su garganta le
provocó un ataque de tos.

--Aguanta, kinsman. Ya hablaremos luego --le dijo Trebor. Se giró hacia Anna que
estaba mostrando a Candy y Heather donde dejar las ensangrentadas ropas, y dijo:--
Es inútil, más vale que le abras enseguida.

Todos ellos sabían qué hacer, e inmediatamente Trebor, Anna y Freta estaban
absortos en controlar la anestesia, monitorizar los signos vitales y en la cirugía.
Candy y Heather se intercambiaron la mirada de complicidad de los drogatas y
cuando nadie las miraba nadie se embolsaron una ampolla de Tope cada una. Luego
siguieron observando la operación con un interés que solo en parte era fingido.

--Sí, le han hecho un corte en la aorta --oyeron murmurar a Anna--. Dame éso, y éso,
y éso --iba señalando, y Freta le pasaba sus herramientas quirúrgicas.

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Pasó una larga hora antes de que Anna comenzara a coser el pecho del soldado del
KD para cerrarlo.

--Tiene mucha de fuerza vital --murmuró Trebor.

--Sí, pero ha perdido una enormísima cantidad de sangre y su sistema está en un


shock muy grave. Lo mantendré cargado de analgésicos y antibióticos por si se
infecta. Lo demás está en sus manos y las de los Norns --como todos los kinslanders,
Anna era extremadamente fatalista.

....

Trebor envió a sus mujeres a casa y salió afuera a hablar con los dos hombres que
habían traído a Bragi.

--Estábamos de camino en una expedición de frutas --comenzó uno de los hombres,


el llamado Roth. Una expedición de frutas era un viaje a comprar frutas y verduras
frescas para la comunidad, en 'ciudades-libres'--. Les encontramos a el y George en el
coche de ellos como a un cuarto de milla de la primera cabaña en la ruta de Fort
Collins. Antes de quedarse inconsciente, Bragi me dijo que habían sido policías de La
Porte y que tenían un rifle láser. Él y George saltaron fuera y George recibió un
impacto directo, probablemente murió antes de caer al suelo. Bragi vació un
cargador de 308 en el coche de los polis, pero ahora deben tener paneles blindados.
Sea como sea, lo polis tuvieron tiempo de recargar el rifle láser, lo suficiente para
lanzarle una ráfaga rápida a Bragi. Se las arregló para meter al coche el cuerpo de
George y se dirigió al oeste. Al parecer el coche de los polis quedó averiado, porque
no le persiguieron. Luego Bragi se debilitó por la pérdida de sangre y no logró llegar
a la cabaña. Es todo lo que sabemos.

--¿Vuestra única misión era la fruta? --preguntó Trebor.

--No, había que vigilar a un profesor de la CSU. Creo que se había planeado un
'accidente'.

Trebor tenía buena idea de quién debía ser el profesor. Había un 'educador' de la
Universidad Estatal de Colorado [CSU] llamado Goldberg que se regodeaba en
fomentar la hibridación entre los Skraelings y las pocas alumnas blancas que tenía en
sus clases. De hecho, una de las compañeras de los kinslanders era una antigua
estudiante de Goldberg a quien habían rescatado un par de años atrás.

59
--Bien, si vosotros dos queréis uniros a mí, mañana por la mañana me dirigiré al este
--enfatizó Trebor, con una aparente despreocupación que ocultaba su intensas
emociones.

Tanto Rick como Roth se apresuraron a ofrecerse voluntarios para unírsele. Era la ley
de Kinsland: si el Sistema mataba a uno de los suyos, se requería una represalia
inmediata, de al menos dos por uno.

Trebor se encaminó pesadamente a la nueva cabaña de Eric, donde encontró al joven


soldado a punto de acostarse. Tras escuchar los sucesos de la tarde, Eric también
estaba listo y ansioso por unirse al equipo de vengadores. Acordaron partir al día
siguiente en cuanto tuvieran cobertura nubosa.

(Candy y Heather en aprietos)

En casa, por desgracia, no iba a haber descanso para Trebor. Justo acababa de llegar
cuando volvieron a llamar a la puerta. Esta vez era Anna, con un aspecto muy
sombrío

--¿Bragi? --preguntó Trebor.

--No, Bragi ahí sigue, bregando. Está al cuidado de Freta.

--Ah, bueno --el alivio de Trebor era evidente.

--Es por otra cosa --dijo Anna, obviamente reacia a comenzar.

--¿Sí?

--Me faltan dos frascos de analgésico --Anna dejó en suspenso sus palabras, cargadas
de malos presagios.

Trebor reflexionó con cuidado. Estaba claro que no quería aceptar lo evidente, pero
sus nuevas compañeras eran las únicas drogadictas de la comunidad. Y habían
tenido la ocasión.

Con una triste resignación en su voz y su actitud, se volvió hacia Candy y Heather,
que habían oído la conversación.

--Está bien, ¿donde están?

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Ambas negaron vigorosamente saber nada del Tope que faltaba. Al rebuscarles en los
bolsillos y no encontrar nada, las dos clamaron:

--Ya te lo había dicho.

Pero cuando se puso a rebuscar en los cajones de su cómoda, se dieron cuenta de


que las había pillado y su actitud se volvió contrita, al menos aparentemente. Todos
los drogatas justifican lo que hacen para conseguirse las drogas.

Trebor devolvió las ampollas a Anna, diciendo:

--Supongo que esto significa una Cosa como primer punto del día, mañana.

--Me temo que sí --la voz de Anna mostraba simpatía por por la angustia de Trebor.

--Tendrás que ser tú quien presente la acusación.

--Si, ya lo sé --fueron las últimas palabras de Anna antes de salir.

--No me apetece quedarme con unas mentirosas y ladronas. Mañana os juzgarán en


la Cosa.

--¿Qué es una 'Cosa'? --preguntó Candy.

--Una asamblea de la comunidad --fue su seca respuesta.

--¿Sabes qué? ¡nosotras no pedimos que nos trajeran aquí! --dijo Heather con cierto
desafío y sarcasmo en la voz.

La única respuesta de Trebor fue una fulminante mirada de disgusto. Esta noche
dormiría en el suelo en la cabaña de Eric.

Las chicas estaban despreocupadamente inconscientes de lo grave que era su delito a


ojos de los kinslanders y wotanistas. Mentir y robar era algo prácticamente
desconocido, en parte porque todo el mundo tenía la sensación de formar una gran
familia con un único destino, y en parte porque la defensa de las comunidades exigía
integridad.

--Que se joda su maldita 'Cosa'. Vamos a marcharnos de aquí --espetó Candy.

--¿Y cuánto de lejos crees que íbamos a llegar en estos bosques, y a medianoche? --
replicó Heather.

61
--¡Un poquito de maldito Tope y actúan como si fuera el fin del mundo! --Candy
estaba furiosa por la injusticia de todo ésto. Heather estaba de acuerdo con ella, pero
le aconsejó que una actitud desafiante no les iba a mejorar nada las cosas.

--Ha dicho que Anna tenía que 'presentar la acusación'. Esta 'Cosa' debe ser como un
juicio --especuló Candy.

--¿Y qué?, aquí mandan los hombres. ¿Qué van a hacerles a un par de chicas por
birlar un poco de analgésico.

--Sí, y somos las mujeres más atractivas del lugar --la bravata de Candy al darle la
razón a Heather evidenciaba su necesidad de tranquilizarse la una a la otra, de que
no había ningún problema de verdad, pero en el fondo de su mente acechaba, como
el espectro de un desastre, la imagen de los últimos momentos de Sid Cohen.

(Sexto día - La 'Cosa')

Con todo, estaban tan aprensivas que a la siguiente mañana muy temprano ya
estaban levantadas y vestidas. Imaginándose que podrían influenciar a los hombres
que supuestamente las iban a juzgar, se acicalaron todo lo que pudieron, el pelo, el
maquillaje y el perfume. Y luego se vistieron con ropas más recatadas, al estilo de la
comunidad.

Estaban así, ya preparadas y tomando café, cuando poco después del amanecer llegó
Trebor. Tenía una actitud fría, pero eso ya se lo esperaban. Sabían que el aspecto de
una mujer es su arma en la lucha por la vida, y en lo que se refería a los hombres,
ambas se sentían confiadas en sus armas.

Pronto estaban sentadas en la primera fila del edificio mezcla de escuela, biblioteca y
salón de asambleas, detrás de Trebor. Volviéndose a mirar conforme la sala se iba
llenando, se fijaron en que todos los hombres traían con ellos a su compañera, o
compañeras. Unos veinte hombres y casi el doble de mujeres llenaban la habitación
antes de que Trebor se levantara para dirigirse a la multitud.

--He convocado esta 'Cosa' por dos razones, ninguna de ellas agradable --anunció--.
Primero, como casi todos sabéis, la policía del Sistema mató ayer a nuestro buen
hermano ['kinsman'] George. Deja dos compañeras y nueve hijos. La pira funeraria
será esta noche, aunque por supuesto algunos de nosotros no estaremos aquí,
porque tenemos que ocuparnos de los asuntos habituales en el este. Todos
acompañaremos en el sentimiento a las compañeras de George, estoy seguro.

62
--»Lo segundo, y siento decirlo, es sobre un agravio del que yo mismo soy
responsable, al menos en parte, puesto que yo he traído a la comunidad a las
acusadas. Anna, por favor, ¿querrías exponer los hechos?

Anna se levantó, se encaró hacia la audiencia y fue detallando las acusaciones de


robo y falsedad.

--Este crimen es especialmente inexcusable, a la luz de lo que ha sido robado --


añadió--, Estos medicamentos analgésicos son vitales para los soldados KD heridos.
De hecho, en el momento exacto del robo Bragi estaba sobre la mesa de operaciones.
Robar medicinas condenaría a los héroes al dolor o a la muerte. Muy a mi pesar, y
como parte perjudicada, tengo que pedir un castigo severo.

Se sentó y la sala dió comienzo al debate.

Trebor fue el primero en levantarse, confirmó todo lo que había dicho Anna y luego
añadió:

--Sin embargo, tened en cuenta, por favor, que estas dos son nuevas en la
comunidad, y no conocían nuestras costumbres ni por qué son tan importantes las
medicinas. Si se puede reeducarlas, ¿no son potencialmente más valiosas para
nuestro pueblo vivas que muertas? No obstante, que se cumpla la voluntad del
pueblo --y devolvió la palabra a la asamblea.

En ese momento la gravedad de su situación golpeó con fuerza tanto a Heather


como Candy. La cosa iba sobre la vida y la muerte, sus vidas o muertes. Tal como lo
había expuesto Anna, robar medicinas a los soldados heridos sonaba algo realmente
espantoso. Y peor aún, no eran solo los hombres los que iban a decidir su destino. Al
parecer cada familia tenía un voto en las decisiones de la 'Cosa'. El hombre de la casa
era el que emitía el voto, pero solo después de consultar con su compañera o
compañeras. No solo éso, los hombres parecían respetar las opiniones de sus
compañeras, y las mujeres que hablaban desde la sala eran unánimes en su condena.
Oyeron a una mujer que decía --«Si hubiera que negarle las medicinas a mi hombre
o a mi hijo por culpa de un ladrón en la comunidad, yo no tendría piedad».

El debate continuó acaloradamente durante dos horas antes de alcanzarse una


decisión. De acuerdo con las práctica habitual, la parte perjudicada -en este caso
Anna- pronunció el veredicto. Con entonación clara y sombría, anunció:

--Candy, futura compañera de Trebor, y Heather, futura compañera de Trebor, el


veredicto de la 'Cosa' es que sois ladronas y mentirosas. Por ello, el castigo apropiado

63
es que seáis desnudadas y se os azote delante de toda la comunidad. Un segundo
delito conllevaría la pena capital.

--»Sin embargo, puesto sois nuevas en la comunidad, y en deferencia a Trebor,


consideramos impropio que se os desvista ante los ojos de los miembros masculinos
de la comunidad. Por tanto vuestro castigo lo administrarán las mujeres, en
presencia tan solo de las mujeres, y en la intimidad de esta sala.

--»Sed conscientes de que vuestro castigo no se deriva de ninguna malevolencia. Los


que no tienen conciencia solo cumplen las normas necesarias para la supervivencia
del pueblo y de la comunidad por miedo al dolor.

Los hombres se levantaron y salieron de la sala. En cuestión de minutos se


encontraban desnudas y con las manos atadas por encima de la cabeza. Por mucho
que suplicaran, prometieran, lloraran o -luego- gritaran, no se iban a salvar. De
hecho oyeron decir a una de las mujeres que les administraban la disciplina:

--Ahórrate las lágrimas, ladrona, esos trucos solo funcionan con los hombres.

....

(Castigo y perdón)

Más tarde, cuando cojeando dificultosamente volvían a la cabaña de Trebor,


llevando sus ropas en brazos porque no podían soportar que nada les tocara los
verdugones que tenían por el cuerpo, les resonaban en los oídos las últimas palabras
que habían oído:

--¿Merece la pena pasar por todo ésto por las drogas, por mentir y robar? ¿Merece la
pena morir por ellas?

Afortunadamente, en la cabina no tuvieron que soportar las miradas ni las palabras


acusadoras de Trebor. De hecho, no estaba ne casa. Había una escueta nota sobre la
mesa de la cocina, que decía: «El pasado es el pasado. El futuro es lo que uno hace de
él. Portaos bien. Si los Dioses quieren, estaré de vuelta en tres días.»

--¿Y ahora qué? --preguntó Candy.

--No sé. Cristo, pensaba que me moría. No sabía que se le podía hacer tanto daño a
una persona.

64
--Aún me duele --gimió Candy.

En ese momento sonó otro golpe en la puerta. Las chicas se intercambiaron


aprensivas miradas. No podía ser ningún amigo: no conocían a ninguno en la
comunidad.

Sujetándose las ropas por delante, Heather se dirigió a la puerta, y entreabrió una
rendija.

--¡Hola! --era Freta, la ayudante de Anna--. Bueno, ¿puedo entrar?

--Oh, claro --Heather se echó a un lado.

--Anna os manda ésto --Freta le alargó una botella de una loción verdeazulada--.
Dice que si os lo ponéis en las zonas doloridas unas cuantas veces al día, os aliviará.

--¿Anna nos manda ésto? --Heather no acababa de creerse que Anna, que tan
elocuentemente había expuesto el caso contra ellas, se mostrara ahora solícita.

--Claro, ¿por qué no? --respondió la jovencita.

--Bueno, eh..., ¿ya sabes --tartamudeó Heather-- lo que ha ocurrido esta mañana?

--Oye --respondió Freta--, si un niño hace una travesura, se le da una azotaina. Y


luego se olvida el asunto. Vosotras dos habéis hecho una travesura y os habéis
llevado una buena azotaina, y ahora hay que olvidar el asunto.

--¿Estás de broma? Esa gente, sobre todo las mujeres, ¡nos odian! No vamos a poder
volver salir de casa.

--¡Oh, qué cosas tienes...! --replicó la enérgica quinceañera--. Bueno, más os vale
poneros esa loción y vestiros. Me parece que estáis a punto de recibir visita.

De repente se percataron de lo tontas que debían parecer, ahí de pie totalmente en


cueros en medio de la habitación, conversando con una adolescente totalmente
vestida y sabelotodo.

--Oh, sí, gracias. Siéntate y enseguida vuelvo, quiero decir, volvemos --Heather tomó
la loción. Ella y Candy se retiraron al dormitorio con tanta dignidad como podían
acopiar dos mujeres desnudas y doloridas.

En la habitación trasera y entre quejidos, se aplicaron la loción a sí mismas y la una a


la otra.

65
--Oooh, qué alivio... --gimió Candy.

--¡Chico, y tanto, que alivia! ¿Qué será?

--¿Qué más da? Alégrate de tenerla.

Sin ningún optimismo ni entusiasmo, se pusieron a especular sobre quien querría


visitarlas.

--Sabes, a lo mejor tendríamos que hacer un poco de café, por si acaso --sugirió
Heather.

Vestidas con la ropas más suaves que pudieron hallar, volvieron al a habitación
delantera.

--Qué guapísimas sois las dos, ya veo porqué os eligió Trebor --dijo Freta como
cumplido.

--Bueno, gracias, Freta, pero a decir verdad, justo ahora no me siento nada
guapísima --respondió Heather sinceramente.

--Y yo tampoco --coincidió su compañera-hermana.

--Trebor ha dejado una nota que decía que se iba para dos o tres días. ¿Sabes donde
está? --preguntó Candy.

--Claro. Se ha ido de Vali con Eric y Rick y Roth.

--¿Que se han ido 'de Vali'?

--Sí, es el nombre que usan para venganza. Es por el Dios Vali.

--Sí, ¿y entonces qué se hace de Vali? --preguntó Heather.

--Ellos matan a uno de nosotros, y nosotros matamos a dos de los suyos. Es lo único
que entienden.

La indiferencia con la que esta chica aparentemente inocente hablaba de matar dejó
atónitas a Candy y Heather.

--¿Así sin más, ir a matar a alguien?

--La guerra es la guerra, con el botín y las mujeres para los ganadores, y la esclavitud
o la muerte para los perdedores --respondió Freta, con una vehemencia que a las
recién llegadas resultaba aterradora.

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La conversación fue interrumpida por la primera de una larga procesión de mujeres,
que duraría toda la tarde, ofreciéndose a enseñar a las chicas a coser, a cuidar el
jardín, la artesanía del cuero, y todas las habilidades de la comunidad. Acompañaron
a un par de compañeras-hermanas a dar el pésame a las compañeras de George. Allí
oyeron hablar de Asgard, del Walhalla, de Tyr, del puente Bifrost, y otros términos
que las desconcertaban. Las compañeras-hermanas se llamaban Sifen y Skadi.

--¿De donde sacáis unos nombres tan extraños? --preguntó Candy.

--¿Y por qué todo el mundo parece usar solo un nombre? --intervino Heather.

--Son nombres casi todos de Dioses y Diosas de nuestro pueblo, a menudo en


Kinsland nos ponemos un nombre nuevo.

--¿Pero, no tenéis apellido?

--Bueno, algo así, supongo. Tú eres Candy LadeTrebor y Heather LadeTrebor --


contestó Sifen.

· ----
· [NdT: «Treborsmate»= Compañera-de-Trebor, La-de-Trebor.]
· ----

--¿Puedo... -quiero decir, podría- preguntarte otra cosa? --Heather estaba siendo
super-educada.

--Claro --asintió Sifen.

--Bueno, eehh, primero, eehh, ¿cómo se llama tu marido... quiero decir, tu


compañero?

--Nuestro compañero se llama Baldy, en parte por respeto a Balder, y en parte en


broma, porque tiene muchísimo pelo, largo y hermoso.

--¿Balder es un Dios?

--Sí, el Dios del verano y de la luz del sol.

--Y bueno, ¿cuál de vosotras fue la primera esposa de Baldy? --preguntó Heather.

--Fuí yo --admitió Skadi.

--¿Y no tuviste celos cuando escogió otra esposa? ¡huy!, compañera, quiero decir.

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--¿¡Celosa!? --Skadi se rió--. A Sifen la elegí yo, y le ayudé a Baldy a capturarla.

--¿Pero por qué? ¿no quieres a Baldy?

--Quiero a ese hombre mucho más que a cualquier otra cosa en Midgard, excepto,
quizá, a nuestros hijos.

--Yo también --dijo Sifen como en un eco.

....

(De 'Vali')

Mientras Candy y Heather iban educándose en las costumbres de Kinsland, a


algunas millas de allí, viajando casi directamente hacia el este, cuatro kinsmen
maniobraban sus dos sedanes, esquivando surcos y socavones por pistas y carreteras.
No se conversaba demasiado, los pensamientos de los hombres estaban en los
camaradas caídos y en su venganza. La poca conversación que se producía se refería
estrictamente al asunto.

En el coche delantero, Trebor dijo:

--Tenemos que echarle mano a alguno de esos rifles láser. He oído que pueden abatir
a un helicóptero o un avión volando a baja altura.

--Oh, tío, si todas las comunidades kinsland tuvieran uno, la vida se nos haría mucho
más fácil --dijo Eric entusiasmado.

--Bueno, vamos a intentarlo. Para éso son las cizallas --se figuraban que los rifles
laser estarían bloqueados con algún dispositivo de sujeción, en los vehículos
policiales, igual que se hace con las escopetas.

Detrás de ellos en el segundo coche, conducía un hombre grande de voz ronca, de


unos cuarenta y cinco años. Le decía especulativamente a Rick, un delgado rubio
unos veinte años más joven:

--Rifles láser para la policía local; éso es nuevo.

--Bueno, he oído que en el departamento de policía casi todos son skraelings, menos
una pocas mujeres blancas. Supongo que el Sistema considera seguro dejar que los
enemigos raciales de nuestro pueblo [folk] tengan armas avanzadas.

....

68
La Porte, antaño un pequeño suburbio de Fort Collins, tenía ahora una población de
unos cien mil, y se extendía al norte y al este. Su frontera occidental estaba a pocos
minutos en coche desde las montañas y el territorio Kinsland. La población era 90%
mejicana, con el 10% restante repartido entre diversas razas, pero el departamento
de policía era mejicano casi al 99%.

--¿Crees que Bragi va a sobrevivir? --preguntó Rick.

--Es dudoso, pero tiene alguna posibilidad. Cuando partimos respiraba bien.

--Si no sobrevive, quiero salir de Vali de nuevo, en la próxima ocasión --se


comprometió.

Bragi tenía la edad de Rick, y eran amigos íntimos.

--No es prudente salir de Vali cuando está uno demasiado emocionado --dijo Rick
precavidamente.

--Primero me calmaré --prometió el joven.

Hacia el anochecer llegaban a la primera cabaña, donde habían encontrado a George


y Bragi el día anterior. Desde un promontorio cercano se veía una panorámica de las
interminables luces de la sierra frontal. Desde el norte de Fort Collins hasta el sur de
Colorado Springs, toda la sierra frontal era una única y larga ciudad, de cientos de
millas de longitud y unas cincuenta de anchura en algunos sitios. Se asemejaba a
Ciudad de Méjico, en tamaño y habitantes.

Por sus confidentes, el KD sabía de una cafetería al oeste de La Porte donde solía ir la
policía a tomar café en los descansos. Si los Dioses les acompañaban, esta noche
algunos policías skraelings harían su último descanso para tomar café.

Dejaron un coche oculto en la cabaña, y luego fueron descendiendo las últimas diez
millas hasta el borde del territorio del Sistema en un sedán cargado hasta los topes,
con cuatro hombres, rifles, mochilas y, por si acaso, una cizalla. Hacia las nueve en
punto estaban cómoda e inocentemente instalados en una calle lateral que daba al
aparcamiento de la cafetería de los polis.

Pasó más de una hora antes de que apareciera ningún coche de la policía. Salieron
un mejicano de tez oscura y una mujer gorda de raza blanca, vestidos con los
chillones uniformes diseñados por el concejo de skraelings de La Forte,

--Bueno, Rick, echa un vistazo.

69
Rick era el que tenía un aspecto menos amenazador, por lo que le habían encargado
que se diera un paseo junto al coche policial, a ver si había algún rifle laser candado
en el interior. Justo cuando Rick abría su puerta para salir, Trebor le agarró del
brazo.

--¡No, espera! --Un segundo coche de la policía estaba entrando al aparcamiento.


Aparcó, y los policías mejicanos entraron al local--. Vale, hazlo ahora --dijo Trebor.

Un minuto después Rick estaba de vuelta.

--Los Norns están con nosotros. Llevan armas de algún tipo que no conozco
candadas al salpicadero, y la tía gorda ni siquiera ha cerrado su puerta. Si no han
encendido la alarma, seguro que puedo desbloquear del coche alguna de esas armas,
antes de que vuelvan a salir.

--Bueno, si vamos a cargarnos a los cuatro, no puede ser una operación sigilosa --dijo
Trebor--. Se trata de golpear, pillar, y correr. Rick, tú y Eric id hasta los coches. A ver
si podéis sacar la primera arma silenciosamente. Si salta la alarma, Roth y yo
eliminaremos a los polis de inmediato. Los tendremos a la vista por la ventana en
todo momento. Si lográis sacar la primera en silencio, hacednos una señal. Entonces
eliminaremos al enemigo. Luego vosotros acribilláis las ventanas del otro coche, si
está cerrado con llave, liberáis las armas con la cizalla, y se acabó. Máximo treinta
segundos. ¿Todos de acuerdo? --todos asintieron con la cabeza. Quiso la suerte que
en el primer coche de la policía hubiera una alarma, aunque no audible en el
exterior. Al parecer la alarma saltó en las radios de mano de los polis, pues en cuanto
Rick abrió la puerta del coche, los cuatro levantaron la cabeza para mirar.

--A por ellos --murmuró Trebor.

Una salva de cartuchos de 308 atravesó la cristalera frontal de la cafetería


penetrando en las cabezas y cuerpos del enemigo, ya dispersándose y
desplomándose.. Los orificios de salida eran del tamaño de puños, y los cuatro
estaban muertos al tocar suelo.. Los clientes y trabajadores de la cafetería echaron a
gritar tirándose al suelo, pero Rick y Eric siguieron calmosamente con su trabajo.
Mientras Rick cortaba los cerrojos de las armas del primer coche con las cizallas, Eric
sacó su 9mm y destrozó la ventanilla del copiloto del otro coche con una ráfaga de
disparos. Cuando llegó Rick con la cizalla, y un arma en la mano, Eric ya le esperaba
con la puerta abierta. Diez segundos más, y echaron a correr hacia su coche, con dos
preciosos rifles laser en su poder.

70
No tenía ningún sentido dar un rodeo para salir de la ciudad. En unos minutos las
principales vías públicas estarían selladas en todas las direcciones. A la máxima
velocidad posible sin infringir descaradamente el límite, se dirigieron al oeste,
contando los minutos hasta las fronteras de Kinsland. Cuando faltaban dos millas de
buena autopista por delante, y otras dos de calzadas sin reparar de Kinsland hasta
entrar al espeso bosque, Rick anunció desde el asiento trasero:

--Nos persiguen coches, por lo menos cuatro, con las luces encendidas. Más valdría
pisar a tope ahora mismo.

Trebor pisó el acelerador a tope y el potente motor de su cuidadosamente elegido


sedan respondió con una potente embestida. Hicieron las dos últimas millas de la
autopista a más de cien millas por hora [160 Kph], con el coche perseguidor aún al
menos a una milla tras ellos. Al llegar a la calzada sin mantenimiento, Trebor tuvo
que ralentizar a 10 o 15 Mph [15-25 Kph], sorteando los socavones según le permitían
los faros, pero no le preocupaban los perseguidores: ellos tendrían el mismo
problema.

--Helicópteros, tíos, mirad si veis alguno --bajando las ventanillas, los otros tres
sacaron la cabeza fuera y vigilaron por encima y por detrás.

A tan solo unos cientos de metros por delante, Trebor podía ver los primeros
árboles, que significaban seguridad. De repente Rick bramó:

--¡Helicóptero! ¡atrás a la derecha, como a una milla!

No hay posibilidad de evasión, pensó Trebor, tendrá los misiles ya enfilados sobre
nosotros.

Los árboles estaban a menos de cien metros.

--¡Mochilas, armas, y empuñad los rifles láser! --gritó-- ¡Salimos!

Dió un frenazo en seco y los cuatro comandos salieron en tropel, echando a correr
tan rápido como podían llevarles sus piernas, con todo el equipo que acarreaban.
Tras ellos el copiloto del helicóptero pulsó un botón y un misil ya acoplado al tubo
de escape del coche rugió disparado a cuatrocientas Mph [~650 Kph].

Justo cuanto los comandos alcanzaban la línea del bosque, una tremenda explosión
prácticamente vaporizó su vehículo con algún explosivo de alta potencia. Los
soldados del KD pararon un momento a recobrar el aliento, y enseguida comenzaron
a colocarse las mochilas.

71
--¡Fíuuu, qué cerca hemos estado! --dijo jadeando.

--Sí, demasiado jodidamente cerca --coincidió Eric.

--Ese maldito helicóptero aún no se ha ido --observó Rick.

--No, no se ha ido, ¿eh? --murmuró Trebor, con una mirada pensativa en los ojos--.
Déjame ver uno de esos rifles láser.

Como todos los soldados del KD, Trebor había leído hasta el último libro que se
hubiera impreso, o que se pudiera robar, sobre armamento del Sistema. En un
momento tenía cargado el rifle.

Usando una rama de un árbol como apoyo, centró la mirilla en el tanque de


combustible del helicóptero que sobrevolaba la ardiente carcasa del coche.

--'Adios', supongo --murmuró y apretó el gatillo.

· ----
· [NdT: 'Adios', en español en el original.]
· ----

Un orificio del diámetro de un lápiz refulgió perforando el tanque de combustible


del helicóptero. En un microsegundo el metal se puso al rojo inflamando los vapores
internos del depósito. La explosión produjo un intenso destello, y luego los únicos
sonidos fueran los fragmentos y esquirlas que llovían del cielo, junto con las sirenas
que se aproximaban.

--¡Por Bragi! --dijo Trebor exultante.

Los comandos comenzaron la marcha de dies millas cuesta arriba hasta la cabaña y
el otro coche. Entre la dificultad del terreno, y el tener que vigilar aeronaves del
Sistema, les llevaría un buen rato, pero a ninguno le importaba.

(Mientras, en Mathewsville)

A menos de cincuenta millas al oeste a vuelo de pájaro, en Mathewsville, las nuevas


compañeras de Trebor habían intentado acostarse, sobre las diez, pero a pesar de la
medicación de Anna, seguían sufriendo considerables molestias. Como no podían
dormirse, estaban conversando.

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--Supongo que vamos a tener que ser sinceras con nosotras mismas --comenzó
Heather, pensando en voz alta--. Al parecer nadie escapa de Kinsland, así que
tenemos que acostumbrarnos lo mejor que podamos. A sus ojos somos unas
mentirosas, ladronas, y drogatas. Si Trebor no les hubiera convencido de que nos
concedieran un atenuante por ser nuevas, podríamos estar muertas

--Sí, bueno, él es el que nos secuestró --la interrumpió Candy.

--Eso no viene a cuento ahora. Tenemos que jugar las cartas que nos han tocado.
Aquí todo el mundo habla del destino, incluso en el funeral ése, o como lo llamen.

Un poco antes habían observado junto con la comunidad de por todo el valle como
un fuego surgía a la vida. Una pira funeraria, les había dicho Freta. George, de
camino al Valhalla. Había escapado de la muerte de paja. La muerte de paja, según
averiguaron, significaba morir en la cama, en vez de en la batalla.

--Al menos, Trebor es uno de sus héroes, y a todos los efectos prácticos es nuestro
propietario ¿de acuerdo?.

--Sí.

--Pues bueno, tenemos que hacer lo que siempre han hecho las mujeres ¿de
acuerdo?

--Supongo --replicó Candy, aún insegura de a donde quería ir a parar Heather.

--Lo que quiero decir es que, si todo el mundo quiere a Trevor, y se le puede
convencer de que él nos quiere a nosotras, acabamos como quien dice arriba
¿correcto?

--Como el pez gordo en un estanque pequeño, ¿quieres decir?

--En el único estanque que hay --respondió Heather.

Candy admitió que podía verle sentido a la idea.

--Pero --recordó a Heather--, en este momento, a los ojos de Trebor, estamos más
por debajo que la mierda de ballena.

--Quizá sea así, pero dime una cosa: ¿has conocido alguna vez a algún hombre al que
no pudieras seducir si te lo proponías?

--Bueno, no muchos, si es que he conocido alguno --admitió Candy, o fanfarroneó,


depende del punto de vista.

73
--Yo tampoco, y contra nosotras dos juntas, no tiene ninguna ninguna oportunidad.
¿Has conocido alguna vez algún tipo que no deseara a dos mujeres atractivas.

--A casi todos les gustaría --asintió Candy, luego preguntó:-- ¿Entonces cuál es el
plan?

--¿Qué es lo más importante para Trebor?

--Mmm..., supongo que esta comunidad.

--Correcto. Así que comenzando pero ya, le convenceremos de que también es


importante para nosotras. Eso tiene que engatusarlo.

--Hum-mmm, yo también creo eso. Tiene sentido. Pero ¿y del sexo qué? Éso es lo
que realmente les pone a los hombres.

--Tenemos que averiguar lo que le gusta y le excita, eso es todo.

--Parece fácil, pero tengo la sensación de que Trebor es distinto a todos los hombres
que hemos conocido antes. Tiene una especie de vena romántica o algo.

--Pues a lo mejor --asintió Heather--, pero recuerda, decidió raptarnos mientras nos
estaba viendo actuar en el Palace. Cuando un hombre se pone cachondo, todo eso
del romanticismo y toda esa sensatez, se volatiliza.

--Bueno, si siente algo romántico por nosotras, es que está majara del todo. Al fin y
al cabo sabe lo que somos.

--¿Qué quieres decir con éso de «lo que somos»? --la retó Heather.

--Somos un par de estripers y drogatas, mentirosas, y ladronas, y él lo sabe --Candy


estaba en una fase álgida de dolorosa autocrítica.

--Habla por tí misma --dijo Heather, resoplando enfurruñada. Se contorsionó en la


cama, intentando encontrar una postura que no le doliera, y se sumió en un
resentido silencio.

Durante al menos toda una hora no hubo más que completo silencio en la
oscurísima negrura. Luego la voz de Heather rompió el negro hechizo.

--Candy, ¿estás despierta?

--Si.

--Soy una puta drogata, una mentirosa y una ladrona.

74
Candy sopesó la admisión durante un minuto.

--¿Somos amigas?

--Amigas.

--No creo que pueda dormir esta noche ¿y tú?

--Qué va, yo tampoco --admitió Heather.

--¿Quieres que nos levantemos y hagamos un té o algo?

--Pues a lo mejor. Más vale que nos duela solo el culo estando sentadas que por todo
el cuerpo.

--Sí, y vamos a ponernos un poco más de la loción mágica de Anna, también --


sugirió Candy.

--Vale, voy a encender la linterna.

En breve estaban sentadas en la cocina bebiendo sorbitos de té, y siendo sinceras


consigo mismas y cada una con la otra por primera vez en su vida. En verdad,
descubrieron, es difícil mantener ningún fingimiento cuando una está ahí sentada
totalmente en cueros debido al hecho de que tu cuerpo está cubierto de dolorosos
verdugones, que te han arreado por mentir y robar.

--Sabes, se espera de nosotras que tengamos bebés, ¿no? --preguntó Heather.

--Bueno, supongo que allá muy al fondo de la mente siempre he esperado tenerlos,
de todos modos. ¿Y tú?

--Sí, supongo que sí. He oído que aquí todas las mujeres dan el pecho durante un par
de años. Se me pondrán unos melones tan grandes como los tuyos --opinó Heather.

--No los tienes tan pequeños. A mí siempre me habría gustado tenerlos de tu


tamaño.

--Pues qué gracia, yo siempre he querido tenerlos más grandes, como los tuyos --
Heather soltó una risita por la ironía.

--Bueno, supongo que a los bebés no les importa, con tal de que tengan leche, ¿eh?

--Claro. Ahora la cuestión es, ¿qué le gusta a Trebor? --Heather lamentó sus palabras
casi de inmediato--. Lo siento, no intento provocar ninguna competición.

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--No pasa nada --le aseguró Candy--. Tenemos que superar todos los celos, aunque
todavía no veo como lo hacen estas mujeres.

--Yo creo que se quieren unas a las otras --musitó Heather. Luego, notando que
Candy la miraba fijamente, interrogativamente, se apresuró a añadir:-- No quiero
decir de es forma, quiero decir como... como... --buscaba una palabra--. No lo sé,
simplemente lo hacen.

--Yo no podría quererte nunca de esa manera --dijo Candy.

--¿Oh?

--Pues no, eres demasiado malditamente bonita, tendría demasiada competencia.

Apaciguada, Heather contestó:

--Tú eres mucho más sexy que yo.

Las mujeres nunca hacen este tipo de confesiones de admiración unas a otras,
excepto hablando sarcásticamente o en broma, y ahora las dos se sentían un poco
azoradas.

--Menos mal que Trebor no está aquí para oír cómo dos mujeres se dicen una a la
otra lo bonitas que son. Juraría que éramos lesbianas totales ¿eh? --bromeó Candy,
rompiendo la tensión del momento.

Conforme un cansancio como de huesos cansados se apoderaba de ambas chicas, la


conversación se fue haciendo intermitente. Entonces hubo una repentina
interrupción al oír otra llamada en la puerta delantera.

--¡Jolines, si son las dos de la madrugada! --exclamó Candy.

Heather caminó silenciosamente hasta la puerta y preguntó:

--¿Quién está ahí?

--Lobo --respondió una voz amortiguada--. He visto luz y he pensado que os gustaría
saber algo del Vali.

--¿Lobo, Lobo? --preguntó Heather--. ¿Quién es Lobo?

--Creo que es el tipo con una pierna que trabaja en la choza de las comunicaciones,
en el turno de noche.

76
--Ah, sí, ya recuerdo. Espera un momento --le dijo a través de la puerta. Ambas
chicas se pusieron unas batas de felpa a toda prisa. Heather abrió la puerta.

--He pillado noticias en una emisora del Sistema de Fort Collins --dijo Lobo, sin
hacer el menor intento de entrar.

--Oh, bueno, entra --Heather se echó a un lado.

--Eso no sería correcto, a estas horas de la noche y con Trebor fuera --aseveró Lobo--
. Todo lo que quería deciros es que al parecer los hombres están bien y la incursión
ha sido un éxito.

--Gracias, Lobo. Agradecemos que nos tengas al corriente.

--De nada. Buenas noches --Lobo se alejó cojeando sobre sus muletas.

--Qué detalle más bonito ha tenido --señaló Candy.

--Sí, es parte de ser compañeras de Trebor, supongo.

--¿Has pensado en lo que nos sucedería si matan a Trebor en una de estas


incursiones?

--No quiero ni pensar en éso. Vamos a la cama.

En el dormitorio, Heather sorprendió a Candy al decir:

--¿Y si dormimos en la cama de Trebor, hasta que llegue a casa?

--¿Por qué?

--Pues solo porque..., no sé, solo porque es la suya, supongo.

--¿Como para ir haciéndonos a la idea?

--Sí, algo así.

--Bueno, pues vale.

Se untaron otra vez la una a la otra con la loción y se deslizaron desnudas entre las
sábanas.

--Apuesto a que si Trebor supiera que estábamos las dos en su cama, y así como
estamos, no tendría tantas ganas de jugar a la guerra --aventuró Candy.

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--Confío que no, pero sospecho que es de esa clase de tipos de 'pase lo que pase, el
deber es lo primero'.

--Seguro que tienes razón. Vamos a hacer algunas zetas.

Esta vez, a pesar de su dolorida piel, cayeron inmediatamente dormidas.

....

(Camino de regreso)

Entretanto, durante las horas de oscuridad, los cuatro soldados del KD caminaban
trabajosamente a través de una negrura total y ocasionalmente de un espeso
sotobosque, siempre hacia arriba, siempre hacia el oeste. Por fin, al romper el alba,
hicieron un alto.

--Los satélites de vigilancia estarán enfocando esta zona. Vamos a descansar hasta
que entre la capa nubosa de la tarde --aconsejó Trebor.

Hicieron una comida con sus fiambreras de campaña y raciones de emergencia, y


agradecidos se estiraron sobre un lecho de agujas de pino, cuidadosamente ocultos
bajo las densas coníferas. En pocos momentos estaban todos durmiendo menos el
centinela de turno, con el sueño sin sueños de los hombres exhaustos, tras un
trabajo bien hecho.

Unas horas más tarde reanudaban la marcha, sorprendentemente frescos y ávidos


por llegar a casa, donde podrían entretener a la comunidad con los relatos de sus
hazañas. Si no hubieran destruido su coche, habría llegado a casa no después de
primera hora de la tarde, o quizá a última hora de la tarde, según la cobertura
nubosa.

....

(Mathewsville)

Allá en Mathewsville, Lobo había contado a todos cuanto sabía sobre la incursión,
pero por supuesto también todos sabían que la radio del Sistema a menudo no
emitía más que puras mentiras y propaganda. Así que hacia media tarde mucha
gente, especialmente los amigos íntimos y parientes de los comandos no paraba de
echar ansiosas miradas valle abajo, buscando señales de algún vehículo.

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Candy y Heather descubrieron que ellas no eran distintas. Ahora que habían
aceptado que su destino estaba entrelazado con el de Trebor, sus planes futuros
dependían de que regresara sano y salvo.

Sifen las había invitado a ayudarla a ella y algunas más a desherbar y regar en el
jardín comunitario, y notaba sus miradas hacia abajo, hacia la pista.

--Más vale que os acostumbréis. O regresan o no --les aconsejó.

--Supongo que siempre es así ¿eh? --preguntó Heather.

--Yo diría que la mayoría de las mujeres de aquí se pasan como de unos días a unas
semanas al año, preguntándose si sus hombres van a regresar.

--Dios, ¿cómo podéis vivir así? --preguntó Candy.

--Supongo que no hay otra manera de impedir que los Muspellheimer asesinen a
nuestra raza, así que no tenemos elección --respondió Sifen.

--No me extraña que queráis a vuestros hombres como los queréis. Cada día podría
ser el último --observó Heather.

--En parte es por eso --asintió Sifen--, pero hay más. Nuestros hombres son hombres
de verdad, lo bastante bravos para arriesgar sus vidas una vez, y otra, y otra, durante
toda su vida. No hay nada como que te ame un hombre de verdad.

Imágenes fugaces del cuerpo delgado y duro de Trebor, en comparación con la


repugnante figura de Sid Cohen, destellearon en la mente de las dos chicas. Heather
pensó en su beso, sus labios suavemente rozando los de ella, mientras que Candy
recordó un único dedo trazando una línea a través de su desnuda pantorrilla. Se
miraron la una a la otra.

--¿Estamos coladas, no? --preguntó Heather.

--Me temo que sí --admitió Candy.

Las horas se arrastraban lentamente y la tarde se tornó ocaso que devino en noche, y
aún no había señales de los soldados del KD. Por fin las chicas, cansadas tras haber
dormido tan pocas horas la noche anterior, se rindieron y decidieron irse a la cama.

Una vez más se medicaron con la loción de Anna y se deslizaron desnudas entre las
sábanas.

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--No hay aquí ningún otro al que quisiera de compañero como a Trebor. ¿Y tú? --
preguntó Candy.

--Qué va. Ningún otro se le puede comparar. Es horrible, ¿qué va a pasar si ha


muerto?

--No digas eso. Acabamos de decidir quererlo --murmuró Candy. Luego, pensando
que 'quererlo' era inapropiado y se corrigió--. Quiero decir, ya sabes, ser sus
compañeras de verdad.

--¿Y si es éso lo que es el amor? --susurró Heather--. ¿Quién sabe? No estaría mal ser
tratada como estos tipos tratan a sus mujeres. Hasta cuando están preñadas con
unas barrigas enormes, se nota que sus hombres las quieren.

--Apuesto que es por éso que las mujeres no se ponen celosas unas de otras. Es
porque los hombres nunca abandonan a sus compañeras por otra nueva.

--Ahora parece lógico, éso --afirmó Candy, luego, tras reflexionar unos momentos
añadió:-- Excepto cuando los matan.

Con esta nota sombría quedaron sumidas en el silencio y luego se durmieron.

....

(De vuelta en casa)

A las cuatro de la mañana, Trebor y sus compañeros llegaban de regreso a


Mathewsville. Más cansado que nunca, Trebor decidió saltarse un baño, hasta que
vió a la pareja durmiendo en su cama. A la parpadeante luz de la lámpara de
queroseno pudo ver sus cuerpos desnudos casi descubiertos por la sábana, y las feas
magulladuras que les cubrían la piel.

Hacía frío en la cabaña, así que volvió a arroparlas con la sábana y añadió un
edredón. Luego volvió a la cocina, encendió lumbre en el fogón y puso un cubo de
agua encima. A lo mejor una baño tibio podía ser tan refrescante como dormir, se
dijo. Pronto estaba a remojo lavándose toda la suciedad y sudor de la forzada
marcha, mientras sorbía una taza de hidromiel.

Las chicas habían recibido un doloroso castigo, reflexionó. Confiaba que hubieran
aprendido la lección. Una reincidencia bien podría costarles la vida. Las reglas de la

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comunidad eran severas, pero la supervivencia exigía la implacable imposición de
ciertas leyes y códigos de honor.

Además, tenía que admitirse a sí mismo que en sus consideraciones había algo más
que una cierta y altruista determinación de transmitir los genes, tanto de ellas como
los suyos propios. Me están sorbiendo el seso, pensó, a pesar de su turbio pasado, y
no hay tonto más tonto que un viejo tonto. Tengo que recordarme que mienten, que
roban, y que son unas drogadictas.

No obstante, antes de apagar la linterna y meterse a una de las camas de las chicas,
se quedó largo rato contemplando sus caras, tan sosegadas en su reposo. Cinco
minutos más tarde también él estaba completamente dormido.

....

Heather se despertó al amanecer por las ganas de hacer una carrera a donde las
arañas, por culpa de todo el té que habían bebido a mitad de la noche.

--¡Ouh! --murmuró, pues al moverse le dolió un poco.

Luego, conforme iba volviéndole la consciencia, notó el edredón. ¿Se habría


levantado Candy por la noche para ponerla? Miró a la rubia, aún dormida a su lado,
recordó un abrazo, la noche anterior, y se sorprendió al no sentir ni culpa ni
embarazo. Quizá fuera posible la amistad con una compañera-hermana, pensó.

Se deslizó fuera del cálido edredón y metió los pies en las zapatillas antes de
aventurarse por el frío suelo de madera. Hasta que no se estaba poniendo la bata no
vió por fin a Trebor, en la cama de al lado. Se quedó largos momentos de pie junto a
su cama, observando su pelo marrón claro y su cincelado perfil nórdico. Podía
haberte salido mucho peor, chica, se dijo, mientras salía de puntillas silenciosamente
de la habitación para hacer la carrera de las arañas.

Luego, mientras se preparaba a encender lumbre en el fogón de la cocina, se dió


cuenta de que aún había brasas calientes. No lleva en casa más que un par de horas,
dedujo correctamente. Tras poner a calentar una tetera con agua sobre el fogón,
volvió en silencio al dormitorio.

Cuidadosamente despertó a Candy dándole empujoncitos. Cuando la rubia abrió los


ojos lo primero que vió fue la cara de Heather a escasos centímetros, indicándole
«silencio» con un dedo sobre los labios. Heather señaló al dormido Trebor. Candy
asintió comprendiendo y se deslizó silenciosamente saliendo de la cama.

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Heather se fijó por enésima vez en la clásica figura de la rubia, que vencía incluso a
las magulladuras aún visibles en su piel. No tengo que ser celosa, se recordó. Las
experiencias de los últimos tres días pasaron a toda velocidad por su mente. ¿Cómo
era posible que ella y Candy hubieran cambiado tanto en tan poco tiempo?

Con la vista fija en Trebor, que dormía plácidamente, comenzó a preguntarse lo que
le reservaría el futuro cercano, a él y a su joven camarada, Eric...

Capítulo 4 - El rescate

(Doris Johnson)

Como casi todas las chicas de su edad, Doris Johnson, de 16 años, perdía poco tiempo
pensando en el pasado. Las quinceañeras viven de cara al futuro, y el de Doris
parecía incluir infinitas posibilidades de placer y de adulación.

Siendo una de las pocas chicas blancas de su instituto de barrio, a Dory la asediaban
atenciones y peticiones de citas de skraelings de todos los colores y pelajes, así como
alguna ocasional insinuación de algún cohibido o intimidado chico blanco.

Por desgracia, los pocos chicos blancos de su instituto estaban tan machacados por
la propaganda culpabilizadora del Sistema, así como atemorizados por las leyes anti-
blancos que se usaban para castigar a los machos blancos por cualquier mínima
desviación de un humilde servilismo, que se mantenían socialmente invisibles. Y las
hembras jóvenes, por su natural programación, no se sienten atraídas por los machos
vencidos y desposeídos.

En esta tarde en concreto, Dory se hallaba peleando mentalmente con un dilema no


muy infrecuente: ¿con quién debía ir al baile de de vuelta al colegio del fin de
semana? Había ido descartando opciones hasta solo dos.

Uno era un 'negro'[1t] hortera que hablaba con esa verborrea suya[2t], un señor que
destacaba en el equipo de baloncesto. El otro, un mejicano que se financiaba sus
ropas y coches nuevos y caros vendiendo diversas drogas a los compañeros del
instituto.

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· ----
· [1t][NdT: «Negro», en español en el original.]
· [2t][NdT: «jive-talking», jerga hablada por negros, sobre todo músicos de jazz --
Collins.]
· ----

En el clima moral que prevalecía y fomentaba toda la sociedad, profesores incluídos,


Dory no andaba escasa de experiencias eróticas con ambos sexos. Aunque ya no era
físicamente virgen, debido a un rollo lesbiano en el que su compañera había usado
juguetes que imitaban órganos sexuales masculinos, hasta ahora había evitado las
relaciones vaginales con hombres, no por ninguna inhibición, sino más bien por
miedo al embarazo o las enfermedades.

Hacía mucho que había descubierto su habilidad para manipular y sacar provecho
usando el sexo y el flirteo, armas que usaba sin ninguna vergüenza. Desatendida por
su alcohólica madre y por su padre, un abogado mentiroso, era dura, práctica, lista y
egocéntrica. Las drogas, las peleas y los diversos estímulos sexuales constituían una
parte esencial de su vida.

(El rescate se adelanta)

De hecho fue su incesante cháchara sobre sí misma lo que precipitó su secuestro


antes de lo planeado. Había confiado a una amiga su decisión de «ir hasta el final»
con un skraeling. La amiga, simpatizante en secreto del KD, había pasado la
información a través de las vías acostumbradas a otra, quien a su vez había
transmitido por radio un código en una frecuencia específica, en un momento
prefijado.

Lobo, el oficial de comunicaciones, llegó a la cabaña de Eric para advertirle que era
esencial darse prisa. Eric compartió la noticia con Trebor, y se apresuraron a
comenzar el plan.

--No podemos llegar allí esta noche --opinó Trebor.

--Yo lo sé, pero mañana por la noche no debería ser problema. Tenemos todos los
datos de vigilancia que necesitamos --Eric estaba ansioso. Aunque solo había visto a
Doris en fotografía, estaba encaprichadísimo con ella. Claro que él no tenía forma de
saber que tras la bonita e inocente cara de Dory acechaba una mente intrigante,
tortuosa y materialista.

83
Dory vivía con sus padres en una lujosa casa adyacente a la pista 18 del golf de un
club de campo, hacia el norte de Arvada, un barrio residencial al noreste de las
afueras de Denver. Aparte de planes de emergencia para caso de dificultades
inesperadas, Eric había ensayado mentalmente muchas veces los planes de
secuestro.

Al día siguiente, mientras Trebor y Eric descendían lentamente por las toscas y
abandonadas carreteras, Trebor aconsejó a Eric sobre los problemas a que estaba a
punto de enfrentarse con una chica enfadada, asustada, malcriada, con el cerebro
lavado, y en resumidas cuentas inservible como futura compañera.

--Ya lo sé, ya lo sé --respondió Eric--, pero tú mismo has dicho que las mujeres son
increíblemente adaptables, especialmente si son jóvenes.

--Es verdad, pero recuerda, ésta en concreto ha vivido en un lujo que los reyes y
reinas de otras épocas ni siquiera soñaban. No tiene absolutamente ninguna
experiencia en el mundo real, y es incapaz de llevar a cabo ninguna tarea útil, sea
cual sea, hasta que se le enseñe. Y se resistirá.

La evaluación de Trebor tuvo un efecto calmante, y durante varias horas Eric se


sumió en una callada meditación. Tras el ocaso, cuando ya entraban en territorio del
Sistema, comenzaron a conversar de nuevo, pero solo sobre el asunto, repasando los
planes y las posibles eventualidades.

El recorrido del golf del club de campo estaba rodeado por una alta verja de casi dos
metros y medio, de malla de eslabones. En el extremo más alejado desde el club
había un portón de acceso a una carretera para vehículos de mantenimiento y
aprovisionamiento. Abrirlo sería un juego de niños para Trebor. No obstante,
tendrían que dejar el coche aparcado fuera del campo y seguir a pie hasta la casa de
los padres de Dory, para evitar que los detectaran los jardineros, que estarían toda la
noche regando y segando el césped de las calles y los greens.

Vestidos con ropas oscuras y acarreando el acostumbrado arsenal de armas y


herramientas, los eficientes comandos llegaron a la casa de ladrillo de dos pisos que
era su objetivo, poco antes de medianoche. No se veían luces encendidas en la casa.
Al encontrar un par de caros coches en el garaje conjeturaron que la familia estaría
ya durmiendo.

Para su regocijo descubrieron que una puerta trasera de la palaciega residencia no


estaba cerrada con llave.

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--Supongo que estos tipos ricos se siente bastante seguros --susurró Eric.

--Hummm --fue lo único que respondió Trebor.

Debido a su apartado emplazamiento la casa estaba demasiado oscura como para


explorarla sin ayuda de las pequeñas linternas que llevaban. Un reconocimiento del
primer piso lo encontró totalmente vacío de humanos. Deslizándose silenciosamente
escaleras arriba hasta el segundo piso, descubrieron que había como media docena
de puertas, todas cerradas. No había forma de saber cuál llevaría al dormitorio de
Doris, y estaba demasiado oscuro para explorar las habitaciones sin usar las
linternas, las cuales probablemente despertarían a los ocupantes. Habría que hacerlo
por las bravas.

De pie en un extremo del corredor, susurraron:

--Podríamos empezar aquí mismo, en la primera puerta --dijo Trebor.

--Vale. Yo entro primero --Eric estaba ansioso.

--Vale.

Lenta y silenciosamente Eric giró el pomo del primer umbral, y abrió la puerta con
cuidado. Dentro estaba negro como la boca del lobo, no se distinguía nada en
absoluto. De repente Trebor encendió su linterna iluminando lo que resultó ser
algún tipo de despacho o estudio. No había nadie dentro más que ellos. Ambos
dejaron escapar un susurro de frustración, porque tendrían que repetir la tensa
situación.

La segunda puerta que abrieron daba a un dormitorio de invitados vacío. La tercera


estaba ocupada, pero desafortunadamente no por Dory. La linterna de Trebor reveló
una pareja que dormía en una cama de tamaño extragrande. El hombre, un
espécimen con sobrepeso de unos cincuenta años, se despertó casi de inmediato,
protegiéndose los ojos de la luz.

--¿Qué demonios...? ¿Quiénes sois vosotros? --tartamudeó.

Eric encendió la luz de la habitación y cerró la puerta. Ahora ambos comandos


permanecían de pie, expuestos a su mirada y empuñando pistolas de 9mm que
apuntaban hacia la cama. Entonces se despertó la mujer, vió a los comandos del KD
y se puso a gritar.

--Cállate --le advirtió Trebor con una voz tranquila pero amenazante, apuntando con
su pistola directamente a la cara de la histérica mujer. Los gritos cesaron

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abruptamente--. Cualquiera sabe a quién habrá despertado. Más vale que busques a
tu chica ahora mismo --aconsejó Trebor.

Mientras Eric corría a buscar el dormitorio de Dory, Trebor comenzó a atar a los
padres con cinta adhesiva alrededor de tobillos y muñecas. La madre de Dory era
una mujer bastante atractiva a pesar de mostrar las señales del desgaste de una vida
disipada. Con voz temblorosa preguntó:

--¿Qué queréis?

--Sólo a vuestra hija --respondió Trebor. Se sintió asqueado al ver una mirada de
alivio en la cara de la mujer. Tenía que saber el horrible destino que con frecuencia
aguardaba a las mujeres secuestradas, pero obviamente no le importaba con tal de
que su propio y decadente pellejo continuara a salvo.

--¿Por qué nuestra hija? --preguntó el hombre con sobrepeso.

--Para salvarla --fue la escueta respuesta de Trebor.

--¿Salvarla? ¿Salvarla de qué?

--De citarse y emparejarse con no blancos --explicó Trebor.

--No hay nada malo en éso. Todos somos iguales. ¡No hay que ser racista! --la
consigna del sistema, espetada por aquel gandul, hizo que le dieran a Trebor ganas
de vomitar.

--Demonios; mi hija mayor está casada con un afroamericano --intervino la mujer.


Sin saberlo, los dos renegados raciales acababan de sellar su destino.

Entretanto Eric recorría el pasillo a toda prisa, abriendo puertas y encendiendo todas
las luces. Las primeras dos habitaciones estaban vacías. En la tercera descubrió que
efectivamente el grito de su madre había despertado a Doris. Con un teléfono en la
mano, estaba a punto de marcar el teléfono de emergencia de la policía. Eric atravesó
la habitación de un salto y le arrancó el aparato de un manotazo.

Se midieron el uno al otro con la mirada. A pesar de la tensión del momento, a Eric
la visión de Dory, vestida con un corto camisón que dejaba a la vista sus torneadas
piernas y el contorno de sus pechos jóvenes y firmes, le resultó muy excitante. Una
nariz respingona, labios carnosos y unas cuantas pecas decoraban una bonita cara
enmarcada en un fluctuante cabello castaño claro. A pesar del terror que mostraban
sus ojos, era la imagen de una espléndida mujer.

86
Por su parte Doris vio a un fornido joven, algo bajo pero robusto, de aspecto pulcro,
y que empuñaba una pistola que a ella le parecía un cañón.

--Por favor no me hagas daño --tartamudeó.

Aunque el alma aria de Eric hubiera preferido ofrecerle alivio y consuelo, sabía que
esta cautiva suya necesitaba que se le creara una mentalidad nueva y completa, una
mentalidad en la que el respeto y la compasión se ganaban sirviendo al pueblo, al
compañero y a la familia, no exigiendo o suplicando. Así que respondió con
brusquedad:

--Tienes un minuto para vestirte. Te recomiendo vaqueros, un jersey y zapatillas de


deporte --le aconsejó.

Como Dory vacilara, Eric comentó a contar en voz alta los segundos mientras la
apuntaba con la pistola. Al llegar a diez Dory se apresuró a obedecer, demasiado
aterrorizada para pararse a pensar en el espectáculo que estaba ofreciendo al intruso.
Eric no se perdió ni un detalle.

Momentos más tarde Eric y Dory llegaban a la puerta del dormitorio donde Trebor
hablaba con sus padres.

--Bajo en un momento --dijo Trebor, indicando a Eric que bajara con su cautiva y le
esperara allí. En cuanto se hubieron marchado, Trebor se volvió hacia la pareja en la
cama.

--Incontables miles de generaciones de nuestros antepasados lucharon, combatieron


y murieron para que en el Midgard de hoy pudieran existir bellezas como la de
vuestra hija. Y ahora vosotros le enseñáis a corromper su herencia emparejándose
con skraelings. Ésto es justicia --con estas palabras, en un solo rápido movimiento,
les hundió el cuchillo en la garganta, primero a uno, luego al otro.

Limpió el cuchillo en la manta mientras murmuraba maldiciones contra la


mismísima memoria de tan viles criaturas, y fue a reunirse con Eric.

--Lo siento, damisela, pero no podemos arriesgarnos a que te pongas a gritar --


explicó Trebor mientras le pegaba a Dory una tira de cinta adhesiva sobre la boca.

Con las armas empuñadas, ambos comandos la escoltaron a través del oscuro
recorrido del campo de golf y la sentaron en el asiento trasero del coche al lado de
Eric.

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(Camino a Kinsland)

Cuando Trebor encaminaba ya el coche hacia Kinsland, Eric le quitó a Dory la cinta
que le cubría la boca.

--¿Adonde me lleváis? --preguntó con voz temblorosa.

--A Kinsland --le dijo Eric.

Igual que antes Candy y Heather, Dory se aterrorizó aún más al oír semejante
noticia. Segura de que le esperaba un destino peor que una muerte rápida jadeó:

--¿Por qué, por qué yo?

--Porque eres un buen material genético, y necesito una compañera.

--¿Qué quieres decir, como esposa? --Dory no podía ocultar el asombro de su voz.
Eric se limitó a asentir con la cabeza--. ¿Y él, qué? --hizo un gesto hacia Trebor.

--Oh, Trebor acaba de de adquirir dos nuevas compañeras, hace muy poco. No tiene
ningún interés por tí.

--¿Dos esposas?

--Claro. ¿Tienes algún problema con éso?

Ansiosa de no ofender a sus captores, Dory se apresuró a declarar que de ninguna


manera era asunto suyo juzgar éso. Ahora que parecía que no la iban a torturar ni
matar, se sintió con bastante valor para hacer preguntas.

--¿Se supone que voy a ser tu esposa y ni siquiera sé cómo te llamas? --era una
pregunta.

--Eric.

--Pues vaya manera más endemoniada de cortejar a una chica ¿no crees? --Dory
intentaba hacer una broma, aunque silenciosamente maldecía los temblores de su
voz.

Eric pensó que su humorístico intento demostraba valentía, y lo encontró


enternecedor.

--Ponerse a bromear en un momento así demuestra tener agallas --se permitió decir
Eric con tono indiferente, aunque pensando para sí que era una buena señal.

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--Pues no me siento muy valiente --gimoteó Dory, echando a llorar de repente.

Bueno, maldición, he pensado en todo menos en un pañuelo para una mujer llorona,
reflexionó Eric. De una bolsa del equipo sacó un capuchón de punto y se lo dió a su
llorosa cautiva sin ningún comentario.

Hasta bastante después de comenzar el ascenso hacia las montañas siguió un


silencio que a Dory le resultaba muy incómodo. No es que no tuviera una plétora de
preguntas cruzándole por la mente, pero no sabía por donde comenzar, o como se
podrían tomar ellos semejantes preguntas. Con su mente excepcionalmente práctica,
estaba ya especulando sobre cómo hechizar, seducir, o de cualquier otra manera
controlar a su captor, hasta que se le presentara alguna ocasión de escapar.

Por fin rompió el silencio diciendo a Eric:

--Me llamo Dory.

--Sí, ya lo sé.

--¿Ya sabías como me llamo?

--Por supuesto. No iba a tomar a cualquiera como compañera.

--Habéis estado espiándome --les acusó Dory.

--Bueno, han estado otros, más o menos.

--¿Y qué pasa si yo no quiero ser tu esposa?

--No parece que tengas mucha elección ¿no? Además, ¿donde deciden las hembras,
en toda la naturaleza? Los machos pelean entre ellos por el derecho a reproducirse y
las hembras eligen al ganador. De esa forma sólo se reproducen los mejores genes.

Dory reflexionó en ésto durante un momento, luego aventuró:

--Pero la gente no somos animales.

--A ver, ¿en qué no somos parte del reino animal, la gente? --la desafió Eric.

Después de considerarlo, ella replicó:

--No había pensado en ello de esta manera, hasta ahora.

El resto de viaje a casa hasta Mathewsville aconteció de forma muy similar a como
antes con Candy y Heather. A Doris, que estaba emocionalmente agotada y

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físicamente exhausta, y era más joven, le permitieron una ración completa de sueño
en la cabaña a media ruta.

(En Mathewsville. Dory hace nuevas amigas)

Al contrario que con Candy y Heather, la llegada de Doris a Mathewsville se


esperaba y la comunidad se había preparado para hacer que se sintiera bienvenida.
Después de la desconcertante abundancia de saludos de amigables extraños, Dory ya
no sabía si sentirse la víctima de un secuestro, o un miembro de la realeza. En
cualquier caso, pronto se encontró con que se la habían apropiado dos mujeres
jóvenes, no mucho mayores que ella misma. Una de ellas, manifiestamente
embarazada, se presentó a sí misma como Sheila, y a su acompañante como Linda.

Linda, que llevaba un bebé en brazos, tenía una personalidad un poco mandona.

--Venga, te vamos a abastecer de ropas y demás --voceó la sugerencia como dejando


muy poco margen para el debate.

--¿Y qué pasa con él? --Dory hizo un gesto hacia Eric, absorto en conversación con
otro grupo de hombres. Encontraba difícil de creer que su captor estuviera tan
despreocupado con su paradero, o sobre si pudiera intentar escaparse.

--No te preocupes --le explicó Sheila--. Ya te diremos nosotras donde está su cabaña,
si no aparece él antes.

En el almacén comunitario, mientras le probaban y proporcionaban ropas y otras


necesidades femeninas, Dory descubrió que las dos chicas estaban más que deseando
y ansiosas por compartir montones de información sobre Kinsland, Mathewsville,
Eric, o lo que se terciara.

--Algunas chicas más jóvenes están un poquito celosas de tí, pero no te preocupes,
enseguida se les pasará --le dijo Linda como en confidencia.

--¿Celosas de mí? --Dory no comprendía.

--Sí, Eric es un buen partidazo, y había dos o tres que querían ser su primera
compañera.

--¡Un buen partido! ¿Él es un buen partido? ¡Si me ha secuestrado! --en su arrebato
Dory apenas disimulaba su sarcasmo.

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--Enseguida te darás cuenta de que te han rescatado, no secuestrado. Yo me dí
cuenta en menos de una semana --aseveró Sheila.

--¿A tí también te secuestraron? --preguntó Dory.

--A las dos, y es rescataron, no secuestraron --le informó Linda.

--¿Habéis intentado escapar alguna vez?

--¿Escapar a dónde? ¿No te ha dicho Eric que éste es el último lugar que nos queda a
los blancos en toda la Tierra? --continuó Sheila pacientemente.

--Ésto es ya sencillamente demasiado --exclamó Dory--. Ayer estaba sana y salva en


mi casa, y ahora estoy aquí en algún lugar perdido a punto de que me obliguen a
casarme con un tipo que no conozco que acaba de secuestrarme. Así que dime, ¿que
se supone? ¿que tengo que saltar a su cama y dejarle que me folle hasta que se canse,
antes de que se acabe le noche?

Sheila sonrió de oreja a oreja.

--¿Quién sabe? Yo me preguntaba justo lo mismo el día que me rescataron. A los


hombres de Kinsland no les va el maltratar a las mujeres. Cuando tu estés lista,
seguro también él lo estará.

--¿Y qué pasa si no estoy lista nunca? Quiero decir, esto no es una boda, al menos yo
nunca he oído que se hagan de esta manera.

--Oh, Eric es un hombre guapo y tú una chica saludable. A su debido tiempo estarás
lista, deseando e impaciente, te doy mi palabra.

Dory encontraba Sheila a ciertamente exasperante, pero consideró más prudente


ocultar su furia. En vez de éso, decidió aprender más cosas sobre su captor.

--Bueno, sea como sea, ¿qué edad tiene Eric?

--Creo que tiene unos veintiséis --dijo Linda.

--Pues como algo viejo para una chica que acaba de cumplir los dieciséis, ¿no os
parece?

--No. Los kinslander no tienen derecho a tomar compañera y reproducirse hasta


haber demostrado al pueblo su valor en la batalla, y haber matado enemigos de
nuestro pueblo --la informó Sheila--. Por éso la mayoría de los hombres kinslander
son diez o veinte años mayores que sus compañeras. Cuando una chica comienza a

91
tener periodos y desarrolla sus atributos femeninos y se vuelve 'loca por los chicos',
es la naturaleza diciendo que es momento de emparejarse.

--¿Quieres decir que Eric es un asesino?

--Los soldados matan a sus enemigos, y a los enemigos de su pueblo, ¿no? --preguntó
Linda.

--Oh, bueno, supongo que sí.

--Y aún así aman a sus compañeras y a sus hijos, ¿no?

--Sí, supongo que sí.

--¿Entonces dónde está el problema?

--Ah, supongo que todo esto es demasiado nuevo y repentino como para que me
acostumbre --farfulló Dory.

--Bueno, de momento ésto debería ser más o menos todo lo que necesitas --dijo
Linda señalando un respetable montón de mercadería--. Venga, que te ayudaremos a
llevar estas cosas hasta tu casa.

Dory calculó con cuidado su siguiente pregunta.

--Aún no me habéis dicho si debería tener sexo con él esta noche.

--Confía en mí, no tienes que preocuparte --respondió Sheila con una burlona
sonrisa de complicidad que dejó frustrada a Dory.

--Bueno, qué demonios, de todas formas ya tenía pensado acabar pero que muy
pronto con este asunto de la virginidad --el comentario de Dory estaba impregnado
de un humor sarcástico.

--¡Ahí estás tú, chica!. El humor en los momentos inciertos demuestra valentía --fue
la respuesta de Linda, acompañada de una tranquilizante palmadita en el brazo

Es la segunda vez que oigo éso esta noche, pensó Dory.

(En la cabaña de Eric)

92
Era ya noche cerrada cuando caminando pesadamente atravesaron unos doscientos
metros de bosque parcialmente deforestado, hasta una cabaña que Linda identificó
como la casa de Eric.

--Y tuya también --añadió.

Sin ningún reflejo de luces urbanas, la oscuridad era de una negrura casi total, al
contrario que cualquier noche que Dory hubiera experimentado entonces.
Espeluznante, pensó para sí.

--Bueno, Eric aún no está. Podemos acomodarte --anunció Sheila.

Ya dentro de la cabaña encendió una lámpara de queroseno que iluminó un interior


grande pero desamueblado.

Una cocina -por llamarla de algún modo- con una mesa, sillas, un fogón de leña, un
fregadero, un barril de agua y algunos armarios amueblaban un rincón del interior.
El rincón opuesto contenía una cama moderna de buen tamaño, incongruentemente
rodeada por algunos toscos muebles que incluían una cómoda, una mecedora y el
soporte de una lámpara. En un perchero colgaban algunas ropas masculinas.

Un tercer rincón albergaba una bañera enchufada a un tubo de desagüe a la vista.


Obviamente este rincón debía ser el futuro cuarto de baño. Dispersos por todo el
resto del interior había herramientas, revólveres, munición, libros, y otros avíos de
revolucionario.

Sumándose a la desagradable primera impresión, la cabaña estaba fría, al llevar


desocupada casi dos días. Dory se estremeció con la idea de que esto iba a ser su
"hogar".

--No te preocupes, lo tendrás domesticado en un periquete, y entre los dos arregláis


este sitio en una semana --le aseguró Linda.

Dory la miró confusa.

--¿¿Domesticado?? ¿Yo tengo que domesticarlo? Es [un tipo] peligroso.

Para sorpresa de Dory, Linda y Sheila se echaron a reír a carcajada limpia, farfullando
«¡peligroso!», una y otra vez. Luego Linda se disculpó.

--Lo siento, no nos reíamos de tí, sólo es por la idea de que un kinslander pueda
hacer daño a su compañera.

--Bueno, hubo uno una vez. ¿Te acuerdas del viejo Ralph? --preguntó Sheila a Linda.
93
--Sí, pero es comida para los cuervos, o fue --replicó Linda.

--¿Qué es comida para cuervos? ¿Qué le sucedió a Ralph? --preguntó Dory.

--Ralph era tipo que pegaba a su esposa, y un borracho, que vivía en Mathewsville
hasta hace como un año. Estaba perjudicando la moral de la comunidad, y tras
repetidas advertencias seguía sin corregirse. Así que le colgamos, justo ahí fuera, en
el claro que habéis cruzado con el coche cuando subíais --explicó Sheila.

--¿Le colgamos? --inquirió Dory.

--Bueno, la comunidad al completo votó en su juicio, y un ahorcamiento público


sirve de mensaje.

--La cuestión es --intervino Linda-- que los hombres blancos arios, en sus propias
tierras y culturas no maltratan a sus mujeres, ni tampoco permiten que lo hagan
otros. Así que cuando has dado por supuesto que Eric podía ser peligroso para tí, nos
ha entrado la risa.

--Pero no nos malinterpretes --añadió Sheila--, si una mujer se pone muy altanera o
se desmanda, su hombre puede bajarle las bragas y darle una azotaina en el trasero
desnudo hasta que mejore su actitud. Solo que hace falta provocarles muchísimo. Así
que a menos que estés planeando portarte de manera realmente borde con Eric, será
fácil de domesticar.

--Sigo sin entender qué queréis decir con éso de domesticar a un hombre --Dory
fingía estar perpleja, aunque se imaginaba ser ya una experta en controlar a los
hombres.

--Si una mujer es feliz y tiene ganas de complacer, especialmente en la cama, un


hombre blanco hará todo lo que pueda por complacerla a ella. Lo digo en serio,
¡TODO lo que pueda! En los países arios las mujeres siempre han sido las que tienen
el poder por detrás de los bastidores. Deja que tu hombre defienda la nación, y
provea para tí y tu familia, con lo que sea que necesites y quieras. Con tal que
halagues su ego y le hagas creer que es el rey de su propia casa, será en realidad tu
esclavo. Casi literalmente, y sin darse cuenta, será un esclavo voluntario y feliz.

--¡Eh, basta de cháchara! Hay trabajo que hacer --exclamó Sheila--. Linda, por qué no
ayudas a Dory a poner sus ropas y sus cosas en su sitio, mientras enciendo la lumbre.
Seguro que Eric y Dory querrán agua caliente para bañarse, y tienen que estar
hambrientísimos. Voy a ver si Eric tiene por aquí algo que hacer de cena.

94
En la parte trasera de la cabaña, Linda colocó a su bebé sobre la cama.

--¿Cómo se llama? ¿Es niño o niña? --preguntó Dory.

--Magni, es un chico.

--¿Cuanto tiempo tiene?

--Cinco meses.

--¿Llevas mucho tiempo aquí? --preguntó Dory.

--Casi dos años.

--¿Tenías miedo al principio?

Linda respondió, mientras reorganizaban el contenido de la cómoda para hacer sitio


a algunas de las cosas de Dory:

--Bueno, sí, durante un día o quizá incluso menos. Más que nada lo que estaba era
solo confusa y sorprendida. Conmocionada, supongo, por el repentino cambio, y al
descubrir que habían estado mintiéndome sobre Kinsland durante toda mi vida. Y
luego además, que yo aún estaba en el instituto, y tan de repente descubrí que la
naturaleza decía que era una mujer adulta. Tenía quince por entonces. Me llevó unos
cuantos días adaptarme.

--Yo tengo dieciséis y también estoy en el instituto, de 'sophomore'[3t]. Quiero decir,


estaba, en el instituto.

· ----
· [3t][NdT: «sophomore»= estudiante de 2º año, en el instituto o en la universidad.
Etim. (griego)sophos=sabio + moros=tonto. --Merriam-Webster]
· ----

--Bien, pues lo más seguro es que pases de estudiante a profesora a toda velocidad.
Creo que la comunidad quiere que reemplaces a Sheila como profesora de la
guardería para los tres primeros cursos. Sheila va a tener un bebé enseguida.

--¿No echas de menos tu antigua vida? --preguntó Dory.

--Demonios, no, ni una pizca. El Sistema al completo está podrido y es anti-blanco, y


a mis padres los despreciaba.

95
--Mis padres también son bastante asquerosos --confesó Dory--. Mi mamá es una
borracha y papá es un político embustero. Nadie cree nunca nada de lo que dice. Por
supuesto además es abogado, y todo el mundo sabe cómo son los abogados.

--Bueno, te gustará la sinceridad de la gente de aquí --declaró Linda--. Eso sí, tendrás
que acostumbrarte a unas condiciones de vida primitivas.

--Ya lo veo. Hablando de lo cual, adivino que este sitio tiene una letrina exterior
como retrete, ¿eh?

--Sí, pero los hombres están trabajando en un sistema de agua corriente. Esperamos
que para alguna fecha de primavera tendremos retretes con cisterna.

Acabaron de organizarlo todo. Linda volvió a tomar a su bebé, y pronto las tres
estaban sentadas alrededor de la mesa de la cocina, con cubos de agua calentada
encima del fogón y una cazuela de guiso de atún en el horno.

Sin ninguna ceremonia, Linda se abrió la blusa y comenzó a amamantar a Magni.

--Nunca he conocido a nadie que diera el pecho --observó Dory.

--Es una pena. La leche natural de la madre es lo que ha diseñado la naturaleza.


Además, a mí me gusta. Me hace sentirme protectora, maternal, y todo éso.

--¿Hace daño?

--Naaa. La verdad es que sabe como bueno, por lo menos hasta que les salen dientes.
He oído que entonces pueden ponerse un poco brutotes.

--¿Cuánto tiempo lo vas a amamantar? --preguntó Dory.

--Seguramente dos años. Es bueno para él, además mientras amamanta, una mujer
se queda infértil. Un bebé cada tres años o así es más o menos lo correcto.

(Llega Eric)

En esta coyuntura se abrió la puerta delantera y entró Eric. Dio dos pasos y se paró a
mirar:

--Bien, bien, bien. Una pandilla de viejas gallinas hablando de mis defectos, seguro.

--Sí, y no nos quedamos sin tema de conversación --le replicó Linda. Era una salida
graciosa que mostraba un evidente afecto.

96
--Como esos depósitos de leche tuyos sigan creciendo, ya no tendremos que
importar más productos lácteos --respondió Eric, echándole ojo a las impresionantes
y expuestas mamas de Linda.

--Sí, bueno. Pues Alf no se queja --alardeó Linda, refiriéndose a su compañero.

Eric levantó las manos en jocoso gesto de rendición diciendo:

--Bueno, está claro que no voy a discutir con Alf.

--Más vale que nos vayamos --dijo Sheila, poniéndose en pie. También en broma
añadió, como advirtiéndole:-- Y Eric, trata bien a Dory. No está acostumbrada a un
cuchitril de soltero tan bárbaro como éste.

--Supongo que éso significa que os habéis pasado la última hora ensalzando mis
innumerables virtudes, después de todo, ¿eh? --inquirió a Sheila.

--Las cosas se están poniendo demasiado profundas para mí por aquí dentro, incluso
llevando puestas las botas. Vámonos a toda velocidad --bufó Linda.

Deseándole a Dory suerte con «ese bárbaro gilipollas», la pareja de marchó,


declarando que la verían mañana.

(Dory y Eric)

Una vez que se quedaron solos se produjo un largo e incómodo silencio, hasta que
Eric dijo:

--Hola.

Dory se limitó a asentir con la cabeza para indicar que le había oído.

--Supongo que no es un sitio muy impresionante, comparado con lo que estás


acostumbrada.

--Eres todo un lince, ¿eh? --respondió Dory sardónicamente.

--Humm, o sea que va a ser así --dijo Eric, con un tono duro y peligroso en la voz, a
la vez que se sentaba a la mesa justo enfrente de Dory, mirándola fijamente a los
ojos--. Voy a ser muy tolerante por razones obvias, pero lo que no pienso tolerar es a
ninguna zorrilla malcriada, insolente y sarcástica con malas maneras. No había
planeado llegar a las manos contigo, pero como no te comportes, mi cinturón y tu
culo en cueros van a tener una sesión de presentaciones formales que no va a
gustarte nada. Lo único que pido es un poco de educación, ¿vale?

97
Dory, que ya había decidido usar su cuerpo en la negociación, levantó la cabeza tan
desafiante como se atrevió y dijo:

--¿Que lo único que quieres es educación? Bueno, pues aquí solo hay una cama.

--¿Y qué? ¿Es que no es lo bastante grande o lujosa para tí?

--Así que esperas que duerma contigo esta noche, ¿no?

El tono burlón de su voz estaba comenzando a enfurecer a Eric, que tenía toda la
intención de dejar que fuera Dory quien marcara el paso en los asuntos de sexo. Así
que su voz mostraba un auténtico enfado cuando la advirtió:

--Si quiero puedo desnudarte ahora mismo, atarte a la cama, y disfrutar contigo
como me apetezca. Te he capturado en territorio enemigo, y tengo el derecho que
me da la fuerza. Así es como se ha hecho durante todos los miles o millones de años
que llevamos en el planeta. Pero no hará falta llegar a tanto, ¿verdad?

Sintiendo que su cuerpo como artículo de trueque iba perdiendo valor, y viendo el
enfado de Eric, Dory asintió sumisamente. Entre lo que le habían dicho antes Sheila
y Linda, y la amenaza de Eric de usar su cinturón, se daba cuenta de que como no
lograra apaciguar a su enfadado captor, corría el peligro de acabar desnuda y azotada
en el trasero desnudo.

Entonces se produjo un giro de acontecimientos completamente inesperado, al


acercarse Eric a un cajón que había debajo del armero y volver con una pistola
enfundada en una pistolera con pinza lateral.

--Levanta --ordenó.

Titubeante, Dory se levantó, y él le deslizó pistolera y pistola en el talle.

--Ahí tienes, ésto te protegerá de cualquier peligro que pudieras encontrar en


Mathewsville, incluyendo a lo que probable y equivocadamente tú llamarías una
violación --la informó--. Y no es porque no tenga derecho a tomarte en cualquier
momento que quiera. Y ahora, huelo a cena. Ve ver si está hecha.

Su lenguaje corporal reflejaba la fría furia de su voz, y Dory se dió cuenta de que ya
lo había provocado más de la cuenta.

--No estaba llamándote violador --protestó con el tono más conciliatorio que pudo
lograr.

98
--Sí que lo estabas. Y ahora ve --señaló el fogón de la cocina, con una evidente rabia
que atemorizó a Dory.

¿Pero porqué no me habré limitado a flirtear y decirle que es muy guapo, y darle un
poco de sexo? -se dijo a sí misma-. Por Dios, qué tonta soy. Ahora tendría que pensar
en cómo enmendarse y apaciguarlo. Pero después de lo que ya le había dicho en lo
relativo a la cama y al sexo, era dudoso que pudiera engañarlo fácilmente y
convencerlo de que cualquier oferta sexual fuera sincera.

Se puso a revolver por los armarios en busca de platos y cubiertos con los que poner
la mesa. No sabía cuanto rato tenía que cocinarse el guiso, pero una mirada al horno
le descubrió que no estaba quemado, así que decidió dejar que se hiciera un poco
más.

Entonces notó que necesitaba ir al baño, pero le daba miedo hacer el recorrido por el
exterior. Haciendo acopio de todo su valor, se acercó a Eric, que se había sentado en
la mecedora junto a la cama a leer un libro.

--Tengo que ir al baño --anunció con la voz más dócil que pudo.

--Vale.

--¿Es seguro? --preguntó ella.

Eric asintió con la cabeza como respuesta, le dió un golpecito a la pistola que llevaba
puesta a la cadera y añadió «linterna» señalando a un estante.

--No tienes más que apuntar y apretar el gatillo. Mañana te enseñaré lo todo, sobre
las pistolas.

Estaba cabreado de verdad, pensó Dory mientras buscaba el camino por un sendero
que iba a la letrina. Se maldijo otra vez por ser tan estúpida. ¿Qué más daba si quería
sexo? Al fin y al cabo prácticamente todas las mujeres del mundo tenían sexo. Y
ahora ella tendría que ponerse a flirtear como una loca o cualquiera sabe lo que haría
él. Bueno, si lograba ponerle cachondo, al menos era guapo.

Al poco estaba de nuevo detrás de la silla de Eric. Con su tono más dulce y con
fingida humildad dijo:

--Creo que la cena ya está lista. Si quieres venir a cenar conmigo, seré educada, te lo
prometo.

99
--Hummm, tengo hambre --respondió Eric en un tono neutro y monocorde que no
implicaba ni perdón ni hostilidad.

Mientras comían, Eric comenzó a conversar, lo que Dory tomó como una señal
esperanzadora. Así que animada, dijo:

--Tú y Sheila y Linda debéis ser buenos amigos, ¿no?

--Sí, son buenas chicas.

--Linda no ha sido nada tímida enseñando sus melones, ¿eh? --Dory quería ahora
sacar el tema del sexo, pensando que aún era la mejor arma que tenía.

--Bah, las ropas no son más que algo para protegernos el cuerpo, o para mantenernos
calientes. O quizá sea que las mujeres tienen una pinta más sexy con ropas que
destaquen sus puntos fuertes, y oculten los puntos débiles. ¿No te parece?

--¿Lo que dices es que ya que la naturaleza nos ha dado estos cuerpos, no hay motivo
para avergonzarnos de ellos? --preguntó Dory.

--Ni yo mismo podía haberlo dicho mejor. Pero bueno, si las mujeres no llevaran
ropa nosotros los hombres no podríamos darnos el gusto de desnudarlas. A mí me
gusta que mi mujer me enseñe solo un poco, algún vistazo de sus encantos, como
alguna falda corta, o cortada, o una blusa holgada. Eso me pone cachondo. Y
hablando de enseñar el cuerpo, después de cenar pondré una manta delante de la
bañera para que tengas un poco de intimidad para darte un baño. Supongo que los
dos debemos oler como cabritos, después de tanto tiempo en la carretera y tal.

--Éso sería muy amable. Gracias --la voz de Dory rezumaba una insincera gratitud.

Eric cambió de tema.

--Creo que quieren que comiences a ayudar a Sheila mañana a las ocho en punto, en
sus clases.

--Vale --Por el momento Dory estaba dispuesta a simular un humilde conformidad


con sus sugerencias, aunque su auténtico objetivo seguía siendo escaparse.

--La escuela se acaba a mediodía. Sheila se alegrará de recibirte por allí y enseñarte
lo bonita que puede ser una cabaña.

--Vale --asintió de nuevo. Como la actriz que acecha en el corazón de toda mujer,
Dory interpretaba casi a la perfección el papel que ahora había elegido, sin darse
cuenta de cuán fácilmente puede fundirse una actuación con la realidad.
100
Mientras él colgaba la manta, se ofreció a lavar los platos. Limpiando la zona de la
cocina, echaba furtivas miradas a Eric, pensando que era un tío cachas que estaba
realmente bueno, menuda fascinante combinación de soldado peligroso y de chico
encantador.

Mientras, la mente de Eric concebía imágenes de Dory desnuda y brillante de pies a


cabeza con el agua jabonosa.

--Supongo que tengo que traer agua caliente del fogón, y fría de este barril, y
mezclarlas en la bañera hasta que consiga la temperatura adecuada, ¿no? --preguntó
unos minutos más tarde.

--Lo has pillado, pero espera, yo te ayudo.

--¿Y toallas y jabón?

Eric le buscó ambas cosas. Luego, decidido a dejar que fuera ella la que marcara el
paso, pese a la fuerza de voluntad necesaria para resistir el deseo de apoderarse de lo
que ahora era suyo, se volvió hacia su silla favorita.

Dory se sumergió en el agua templada, y se enjabonó todo el cuerpo antes de


centrarse en sus planes inmediatos. Se daba cuenta de que evidentemente su poder
para manipular a su captor con favores sexuales estaba gravemente mermado por el
hecho de que él podía sencillamente tomarlos en el momento que quisiera. Por
tanto, razonó, tendría que ser con entusiasmo, pericia y tentación con lo que podría
suscitar su pasión, una pasión que podría templar con afecto. Se acabaron los
comentarios maliciosos, se advirtió a sí misma. Luego comenzó su campaña,
empleando artimañas femeninas dignas de compararse con la conquista de Cesar por
Cleopatra.

--Eric --pidió-- ¿tienes algún champú?

--Ah, claro que tengo. Me he olvidado porque normalmente no uso más que la
pastilla de jabón como champú.

--¿Te importaría traerme?

--En absoluto.

Como dudara al otro lado de la manta de privacidad, Dory estaba bien preparada
para ofrecer cierta estimulación visual, diciendo:

--No seas tímido. ¿No crees que tenemos que hablar?

101
Mientras le alargaba el champú ella preguntó:

--¿Y me harías otro favor?

--¿De qué se trata?

--Échame un poco más de agua caliente.

Mientras Eric iba al fogón, Dory acabó de decidirse. Cuando volvía con una gran olla
de agua hirviendo, dijo:

--Espera un momento que me levante. No quiero escaldarme.

Le apoyó una mano sobre el hombro y adoptó la pose más sexy que pudo, mientras
él vaciaba la olla en la bañera, luego inició un rápido beso en la mejilla para
enseguida sentarse otra vez en la bañera.

--Con ésto ya podría valer --proclamó en voz alta.

Eric volvió a su silla favorita con una visión de femenina perfección indeleblemente
grabada en la mente, e intentó concentrarse en un libro sobre el más reciente
armamento del Sistema. Intento completamente inútil.

Entretanto, Dory reflexionaba sobre los acontecimientos del día, así como sobre su
futuro, mientras se deleitaba en la cálida bañera. Al parecer, tal como le habían
dicho Linda y Sheila, si interpretaba el papel de seductora sexual y esposa, no corría
ningún peligro físico. Era bastante obvio que no había manera de escapar de este
lugar, al menos no sin más información y con gran planificación. Por tanto, razonó,
¿por qué no sacar el mejor partido de una mala situación? Además tenía suficiente
experiencia sexual como para saber que podía ser muy placentero. Dejó vagar sus
manos sobre los pechos, sintiendo cómo se le erguían los pezones. Otra mano se
deslizó lentamente hacia abajo, hasta el centro de placer entre sus piernas, y un
expectante estremecimiento le recorrió todo el cuerpo.

¿Por qué esperar? La próxima semana, mañana, o esta noche, ¿qué más daba? Qué
demonios, esta noche es la noche, decidió, temblorosa de excitación.

--Eric --llamó

--¿Sí, Dory? --replicó, con fingida exasperación.

--¿Tienes alguna máquina de afeitar?

--Solo maquinillas desechables.

102
--¿Podrías traerme una? Tengo que afeitarme las piernas.

Cuando se acercó al borde de la bañera, ella tenía un encantadora pierna fuera del
agua, con un pie apoyado contra un borde. Eric se quedó como hipnotizado durante
un momento, luego hizo amago de entregarle la maquinilla.

--¿Qué quieres decir?, ¿tengo que afeitármelas yo misma? --preguntó con fingido
asombro.

Eric no fue nada lento en pillar el juego.

--Bueno, por cierto que no, mi damisela.

--Éso ya está mejor. Primero mucha espuma de jabón, y repásame hasta aquí --indicó
un punto bastante por encima de la rodilla. Siguieron con sus juguetonas bromas
mientras Eric llevaba a cabo su placentera tarea.

Cuando acabó ella dijo:

--¿Qué tal si te largas para que pueda secarme y ponerme un camisón? Y luego te
toca a tí meterte en la bañera, si es que vas a compartir mi cama esta noche.

--¿Eres una tía mandona, eh? --bromeó él, obedeciendo sus órdenes. Se puso un
corto camisón de franela, dejándose mañosamente sueltos varios botones superiores,
lista para provocarlo con fugaces vistazos de sus pechos. Entretanto, reflexionaba
sobre los crédulos que son los hombres. Evidentemente Eric pensaba que ella era
una ingenua inocente, una niñita rica, superprotegida y sin experiencia del mundo
real, ni del sexo. El que es un bebé perdido en el bosque es él, se dijo.

Mientras Eric se limpiaba frotándose vigorosamente en la bañera, Dory proclamó:

--Voy a diseñar unos tabiques para las habitaciones ¿vale?

--Tú eres la jefa --respondió a gritos.

Y tanto que lo soy, pensó ella, pero más bien refiriéndose a la inmediata seducción
que estaba planeando, que a la partición de las habitaciones.

Eric acabó, se enfundó unos vaqueros limpios, y entonces se fijó que la lámpara
estaba a baja intensidad, dejando la cabaña en una seductora penumbra. Dory estaba
tumbada encima de la cama, con dos almohadas bajo la espalda y una rodilla
levantada, revelando la mayor parte de un tentador y curvilíneo muslo.

103
Dobló un dedo haciéndole el gesto de «ven aquí» y con voz almibarada y arrulladora
le invitó:

--¿Qué tal si nos vamos conociendo?

--Sólo los Dioses saben la de cosas que ha de hacer un hombre para tener feliz a una
mujer --Eric también sabía jugar a estos juegos.

--¡Oh, pues vaya! Bueno, si es tanto trabajo, olvídalo --Dory se giró sobre su
estómago, afectando un exagerado mohín.

--No hay problema. Un kinslander siempre cumple con su deber --dijo Eric
tumbándose a su lado, y deslizando una impúdica mano por su aterciopelada y
desnuda pierna, hacia arriba hasta descansar sobre su redonda y perfecta nalga.

--He dicho 'ir conociéndonos', no 'ir sobándonos' --replicó Dory rápidamente,


retorciéndose para quitarse de encima su ávida mano.

--Pero no has dicho por donde --siguió Eric con sus salidas graciosas.

--¿Qué tal por todas partes? --lo retó, girándose para dejar expuesto un pecho firme
y redondeado.

Eric respondió con un bajo gruñido gutural como ansiosa aquiescencia. Mientras se
besaban ella le recorría la musculosa espalda con las manos y él le exploraba el
cuerpo núbil y en sazón, con dedos suaves pero inquisitivos. Pronto su cuerpo daba
pruebas incontrovertibles, en las habituales formas visibles y de movimiento, de que
no todo el placer que tan audiblemente expresaba era fingido.

Mientras él la besaba y mordisqueaba arriba y abajo por el interior de su suaves,


firmes y deliciosamente torneados muslos, el impermeable control que ella
imaginaba tener daba paso a deseos más básicos.

--Deja de provocar --murmuró ella, intentando guiarle hacia alguna posibilidad de


completitud y satisfacción. Pero prolongar la expectación con vistas a aumentar el
placer final era precisamente lo que Eric tenía en mente.

Cuando finalmente él se puso a cosquillearle la definitiva zona erógena, todas las


calculadoras ideas de ella sobre control y manipulación hacía rato que se le habían
desvanecido de la mente. Hasta la última fibra de su ser ardía de primordial
necesidad.

Eric se deslizó hacia arriba y la besó en los labios a la vez que ella gemía --«Ahora».

104
Con pasión irrefrenable, sus cuerpos ejecutaron la antigua danza horizontal del
emparejamiento y la fusión, con ritmo sincronizado, hasta que -demasiado pronto-
llegó la inevitable e incontrolable conclusión.

....

Permanecieron largos momentos pegados el uno al otro, reacios a dejar extinguirse


el momento. Por fin, suspirando --«Ah, ésto ha sido increíble», Eric rodó sobre su
espalda. Dory se giró, encarándole, y con un dedo se puso a trazarle dibujos sobre el
vello del pecho, mientras intentaba pensar en algo casual o ingenioso que decir. Por
una vez su verborrea trivial la eludía, y en su lugar lo que le salió fue decir:

--Seguramente ésta no ha sido tu primera vez ¿no?

--La primera vez en mucho tiempo.

--¿Has tenido muchas mujeres?

--No creo que un caballero deba contar éso ¿no?

--¿Por qué no?

--¿Querrías que todos los tipos con los que lo has hecho fueran por el mundo
contándolo?

--Nunca lo había hecho del todo con ningún tipo, hasta ahora.

--¿Oh, de verdad? --una ceja enarcada y la inflexión de su voz le decían que no la


creía.

--Sí, de verdad.

--Bueno, no es que sea importante, pero no eras virgen.

--No he dicho que fuera virgen. Por lo menos a tí no te lo he dicho. Lo que he dicho
es que nunca lo había hecho del todo con ningún tipo. Esto es bastante raro en estos
días. La mayoría de mis amigas llevan enrollándose desde los once o doce años. Así
que al menos tú has conseguido ser el primero.

--¿Y entonces tú por qué has esperado tanto? --preguntó.

--Estaba esperándote a tí --le tomó el pelo, hundiéndole el dedo en las costillas.

--Me alegro de que esperaras --dijo Eric, inclinando la cabeza para darle otro de sus
patentados besos suaves--. Pero de verdad, ¿cuál es la razón?

105
--No quería arriesgarme a quedarme embarazada, o a coger alguna mala
enfermedad. Lo creas o no, soy bastante madura para mi edad, por lo menos en las
cosas importantes.

--Ya lo veo --reconoció Eric. Luego se sumió en un largo silencio.

Al cabo de un rato ella preguntó:

--¿En qué piensas, tan concentrado?

--Oh, sólo en que siento curiosidad.

--¿Sobre qué?

--¿Nunca has tenido a un hombre, y no eres virgen?

--Oh, ¿de verdad quieres saber lo que sucedió?

--Bueno, no es que sea de una importancia trascendental, pero hace que me asombre
un poco.

--¿Me prometes que no te vas a enfadar?

--Vale.

--¿Seguro?

--¿Quieres que te lo jure por las peludas pelotas de Thor?

--¿Cómo?

--No es más que un dicho. Thor es el Dios de la fuerza y la masculinidad, en otras


palabras, de las 'grandes pelotas', así que se ha convertido en una forma cómica de
afirmar algo.

Tras otro prolongado silencio, Dory dijo:

--Tenía quince años y andaba por ahí rondando con aquella chica que se llamaba
Gloria. Una noche me quedé con ella y estábamos más que nosotras en casa. Nos
colocamos y estábamos hablando sobre sexo, y ella tenía aquel juguete sexual
vibrador, y una cosa llevó a la otra.

--¡Ouh! ¿Te dolió cuando...? eh... ya sabes.

--Supongo, un poquito, pero cuando está una con tantas ganas, casi no lo notas.

106
--¿Y cuanto tiempo estuvísteis enrolladas tú y Gloria?

--Solo un par de meses. Comenzó a ponerse celosa cuando hablaba de chicos, o hasta
de otras chicas, así que dejé de salir con ella. Al final acabamos peleadas porque
comenzó a contar historias sobre todo lo que hicimos.

--Supongo que hoy día las escuelas animan a las chicas a probar el sexo entre ellas,
¿no?

--Oh, sí, continuamente, y la mayoría de las chicas lo hacen, además. A los chicos les
encanta mirarlas. ¿Te hubiera gustado mirarnos a mí y Gloria?

--Bueno, como ahora sabes, nosotros los hombres kinslander no necesitamos


ninguna estimulación extra para ponernos en marcha.

--Aún así apuesto a que te hubiera gustado. ¿Has visto alguna vez a dos chicas
juntas?

--Bueno, más o menos, una vez --admitió Eric, recordando el espectáculo de Candy y
Heather.

--¿Ves?, no soy tonta con los hombres.

--No, decididamente no eres tonta --afirmó.

--Y soy buena en la cama --era tanto una pregunta como un desafío.

--Lo nunca visto, la mejor --se entusiasmó--. ¿Y a tí qué tal te ha ido?

Dory se colocó el índice sobre la barbilla en un gesto de profunda reflexión, luego


dijo lentamente:

--No creo que una chica deba sacar juicios precipitados sin una investigación en
profundidad. ¿Crees que podríamos hacerlo otra vez?

--Sospecho que podría estar a la altura que requiere la ocasión --replicó Eric,
preguntándose si ella pillaría el doble sentido. Lo pilló, y antes de terminar la noche,
llevaron entusiastamente hasta su clímax otras tres apasionadas sesiones.

....

A medianoche ambos yacían al lado del otro, emocionalmente agotados y


físicamente exhaustos.

107
--¿Tienes idea de lo locas que han sido para mía las últimas veinticuatro horas? --
preguntó Dory.

--Creo que sí, y hasta ahora me dejas asombrado. Ya sabía que todo este supersexo
de esta noche era algo calculado por tu parte, porque piensas que es lo mejor para tí,
pero tu pragmatismo y tu coraje me hacen sentir que eres una persona especial.

Supongo que no estaba engañándole ni una pizca, pensó Dory. Reflexionando más a
fondo decidió que era lo mejor, porque Eric parecía impresionado con ella a pesar de
sus motivaciones.

--Supongo que los dos hemos sido un poco..., bueno, no sé cómo decirlo..., no del
todo abiertos con el otro --propuso.

--Sí, supongo que de algún modo hemos usado el uno al otro, yo porque tú me
excitas, y tú por tener el control --reflexionó Eric en voz alta--. Pero pese a todo me
gustas de verdad, y creo que voy a enamorarme de tí. Solo que es demasiado pronto
y demasiado disparatado usar esa palabra.

--Disparatado está bien. Debería odiarte por secuestrador, no estar teniendo sexo
contigo, y como quien dice gustándome.

--Oh, así que por fin he pasado la prueba --bromeó él.

--Humm..., me llevará unos cuantos exámenes más, probablemente hasta una


semana, o más, poder hacer una evaluación apropiada.

--Gracias a los dioses que me gustan las pruebas.

--¿Tienes que ir al baño? --preguntó.

--Pues de hecho sí, ¿por qué?

--Porque yo también, y salir ahí fuera es espeluznante.

Eric se puso los vaqueros, camisa y botas, luego le dió a ella un abrigado albornoz.

--Hasta ahora en Mathewsville a nadie le ha amenazado ningún oso ni puma, pero


venga, que yo te escolto.

....

108
Más tarde, en una negrura total, debajo del cálido edredón, Dory susurraba --
«Abrázame y dime que todo saldrá bien». Momentos después ambos dormían
profundamente.

(Desayuno en la cama)

A la mañana siguiente, como de costumbre, Eric se despertó poco después del


amanecer, que en esta época del año es algo antes de las seis.

Dory tenía que estar en la escuela a las ocho, así que tendría que despertarla
enseguida. Después de las traumáticas experiencias del día anterior, cinco horas y
media de sueño no eran demasiado, así que decidió dejarla dormir un poco más. En
este primer día le llevaría el desayuno a la cama.

Encendió lumbre en el fogón y enseguida comenzó a preparar el desayuno, así como


café caliente para él. A las siete, usando de bandeja un tablero de madera, obsequió a
su mujer con un desayuno en la cama.

Le dió varios golpecitos en el hombro que al principio solo consiguieron gruñonas


protestas, y peticiones de que se marchara.

--Tengo que irme a trabajar dentro de unos cuantos minutos, y tú tienes que estar en
la escuela dentro de una hora --le dijo.

Sus palabras fueron calándole en la consciencia, y por fin se giró de espaldas y abrió
los ojos.

--Siéntate. Te he traído el desayuno a la cama, pero sólo por esta vez --la advirtió. Al
verla bostezar y estirarse, exhibiendo el surco de sus senos que tan bien recordaba,
Eric se percató de lo realmente colado que estaba por ella.

--Qué bien huele --dijo Dory contentísima, sentándose y colocándose las almohadas
a la espalda, y poniéndose la improvisada bandeja en el regazo.

--Te he dejado dormir una hora extra porque me figuro que lo necesitabas, pero
ahora tengo que marcharme en unos minutos. Voy a trabajar en nuestra red de agua
potable con unos cuantos más, hasta mediodía. Luego te veo de vuelta aquí sobre la
una ¿vale?

--Vale --farfulló con la boca llena de tortitas de alforfón[4t] y almíbar de arce--. ¿Tú
no desayunas?

109
· ----
· [4t][NdT: «buckwheat»= alforfón, trigo sarraceno, fajol --Akor2,Oxford. (Ni idea de
qué es.)]
· ----

--Ya he desayunado. Estoy ya con el café --levantó la taza--. Ah, sí, antes que me
olvide, en la escuela todas las profesoras y las chicas llevan falda o vestidos. En
cuanto acabes de desayunar, te indico la escuela desde la ventana de la cocina, y me
voy. ¿Sabrás apañártelas tú sola?

Dory asintió.

Minutos después, de pie junto a la ventana de la cocina, Eric decía:

--Bueno, tengo que irme --se produjo un incómodo silencio al no saber ninguno de
ellos cómo separarse o despedirse. Ambos pensaron que era extraño, teniendo en
cuenta la pasión y la intimidad de la pasada noche.

Intercambiaron incomodas y rápidas miradas, luego Eric dijo lo primero que se le


vino a la cabeza.

--Desde luego que eres bonita --luego se volvió y salió apresuradamente de la


cabaña.

Dory permaneció inmóvil un buen rato, con la mente confusa en un caleidoscopio de


emociones, dudas, sucesos y preguntas. Por fin se volvió a lavar los platos, y luego se
puso un vestido para sus tareas educativas.

Como era imposible conseguir combustible en cantidades suficientes para una


estación de bombeo que proporcionara agua a la comunidad, la única alternativa era
un sistema por gravedad. Los problemas de ingeniería no eran más que uno del
conjunto de obstáculos. El trabajo físico en sí mismo era agotador, y Eric estuvo
completamente ocupado en cuerpo y mente el resto de la mañana.

(Dory en la escuela)

En cuanto a Dory, le resultaba difícil mantener la mente enfocada en cualquier tema


específico. Se sentía aturdida, confusa, y preocupada por el futuro.

Nada más llegar al edificio que servía a la comunidad como biblioteca, centro de
reuniones, salón de baile, y escuela, encontró a Sheila ya encendiendo fuego en una

110
barrigona estufa. Dory salió lo suficiente de su obnubilación para responder al
amistoso saludo de Sheila con un --«Hola» suyo.

--Parece que has conseguido pasar la noche sana y salva --dijo Sheila con una amplia
y amigable sonrisa.

Dory sintió que debería sacar algún tema de conversación, pero lo único que le salió
fue decir --«Sí».

--Recuerdo mi primera noche. Tenía miedo de que Randy fuera a pegarme o


violarme, o cualquiera sabe, y a la vez tenía miedo de no conseguir gustarle. No sabía
qué hacer. ¿Te ha pasado algo parecido?

--Bueno, supongo que más o menos, durante unos cinco minutos --admitió Dory.

--¿Sólo cinco minutos? --la voz de Sheila mostraba auténtica sorpresa.

--En algunas cosas soy bastante práctica. Me dí cuenta de que no iba hacerme
ningún daño, así lo que en realidad estaba decidiendo era, más que nada, cuanto
quería que me gustara él a mí.

--¡Jolín, debes ser muy valiente! --Sheila no disimulaba su admiración por semejante
y rápido pragmatismo por parte de Dory.

--Bueno, hubo un momento que me asusté bastante, pero solo un minuto --admitió
Dory.

--¿En serio? ¿Qué pasó?

Dory se encogió de hombros, diciendo.

--No gran cosa, supongo. Justo después que os marchárais vosotras me puse
descarada con él, y amenazó con azotarme el culo con un cinturón.

--¡Uau! Tienes que contármelo todo cuando tengamos tiempo, ¿vale? --el fascinado
interés de Sheila era a la vez amigable y genuino.. Dory sintió una oleada de afecto
hacia su nueva amiga. Justo entonces llegaron al aula los primeros niños y Sheila
recomendó:-- Podemos hablar en el recreo.

--Vale. ¿Qué quieres que haga?

--¿Hoy por qué no te limitas a observar, y ver cómo hacemos las cosas por aquí? Las
dos primeras horas hacemos matemáticas elementales y lenguaje. Luego después del
recreo daremos historia y filosofía natural.

111
--Filosofía natural. Ni siquiera sé lo que es éso.

--En su mayor parte es sentido común, pero para que vayas haciéndote una idea aquí
están los "88 Preceptos" --Sheila le alargó un ajado folleto--. Puedes leerlos cuando
no pase nada interesante.

Enseguida había quince niños de cinco a ocho años calladamente sentados en sus
pupitres.

--Buenos días --dijo Sheila.

La clase respondió al unísono.

--Buenos días, profesora --y luego esperaron más instrucciones en respetuoso


silencio.

--¿Hay alguien que no haya acabado sus deberes? --preguntó. Como no se alzó
ninguna mano, fue de pupitre en pupitre recogiendo los deberes de ayer y
repartiendo nuevos trabajos--. Para los de tercero: esta mañana hablaremos de cómo
pasar fracciones a decimales --anunció Sheila, arrastrando una pizarra portátil hasta
la pared delantera del aula.

Dory reflexionó que ella no había aprendido a hacer éso hasta octavo. Ella no sabía
que las escuelas del sistema llevaban décadas 'entonteciéndose' deliberadamente.

(Los "88 Preceptos")

Mientras se desarrollaba la lección de aritmética, Dory abrió el folleto titulado "88


Preceptos" y comenzó a leer. «Dios mío, esto es material muy profundo», fue su
primer pensamiento. Le impresionó la absoluta lógica de la enseñanza de que todos
los seres vivos están sujetos a las leyes naturales. Parecía algo imposible de negar.

Después de toda una vida de propaganda sobre la 'igualdad', encontraba al 29º


Precepto devastadoramente iconoclasta. Decía: «El concepto de igualdad queda
desmentido por todos y cada uno de los hechos naturales. Es una búsqueda del mínimo
común denominador, y empeñarse en conseguirlo conlleva la destrucción de todas las
razas, naciones y culturas superiores. Para hacer que un caballo de labranza corra tan
rápido como uno de carreras, antes habría que dejar tullido al caballo de carreras; a la
inversa, para que un caballo de carreras tenga la misma potencia de tiro que un

112
caballo de labranza, antes habría que dejar tullido al caballo de labranza. En ambos
casos, la búsqueda de la igualdad conlleva la destrucción de la excelencia.»

«Éso es verdad», concluyó Dory. Entonces se preguntó si le habría enseñado otras


mentiras. El 85º Precepto también le llamó la atención. Decía: «Una de las medidas
de un hombre es el buen ánimo en la adversidad». Más o menos como el adagio sobre
el «humor en tiempos peligrosos» que había oído el día de antes. A propósito de
buen ánimo, reflexionó que esa mañana antes apenas le había dirigido la palabra a
Eric. Después de haberle servido el desayuno en la cama y dejarle dormir hasta más
tarde, a lo mejor esperaba algún tipo de reconocimiento. No era de extrañarse que se
hubiera marchado a toda prisa y tan de repente. ¿Por qué tenía que ser tan
complicada la vida?

(De cotilleos con Sheila)

A las diez comenzó el recreo. En cuanto los niños hubieron salido a jugar, Sheila se
acercó a ella.

--Bueno, tanto suspense me está matando. Pensabas que iba a darte con el cinturón
en el culo, ¿y luego qué? ¿O estoy siendo demasiado cotilla?

--Oh, no, no pasa nada --la verdad es que Dory estaba más que deseando hablar
sobre la pasada noche, para poder ordenar sus propios pensamientos--. Me dió una
pistola. Entonces fue cuando supe que estaba a salvo. No es que le hubiera pegado
un tiro, pero demonios, podría haberlo hecho.

--Fue su manera de tranquilizarte, supongo yo, y además funcionó ¿no?

--El condenado es jodidamente listo --asintió Dory, añadiendo:-- Hasta me dijo que
sabía que toda mi pasión era algo calculado por mi parte.

--¡Pasión! ¿No habréis...? ¿Sí? Quiero decir, ya sabes, ¿lo has llevado bien, con él?

--Bueno, demonios, ¿qué elección tenía? Quiero decir, pronto o tarde, iba a ocurrir
de todos modos, y durante un rato estuvo cabreado de verdad.

Sheila se echó a reír.

--No tienes que ponerme excusas. Me parece fantástico. La mayoría de las chicas
tardan una semana, o semanas, en tomar una decisión tan sensata --bajó la voz hasta
un nivel conspirativo y preguntó:-- ¿Estuvo bien?

113
--¿Qué vez? --replicó Dory con una sonrisa satisfecha.

--Jolín, ¿cuantas veces lo hicísteis?

--Tres.

--Caray, voy a ponerme celosa. Hasta que me quite de encima este bebé, estoy a
dieta. Aún no me has dicho si estuvo bien, pero supongo que después de tres veces
es una pregunta tonta.

--La primera vez fue fabuloso, pero luego estuvo mejor, y luego mejor aún --la
satisfecha sonrisa de Dory iba haciéndose más y más amplia..

--¿Así vais a ser felices juntos, vosotros dos?

--Supongo que sí. Pero me temo que esta mañana lo he hecho algo infeliz, claro que
sin querer.

--¿Cómo es éso?

--Oh, me ha dejado dormir hasta tarde, y luego me ha hecho el desayuno y me lo ha


llevado a la cama, pero yo era como si estuviera muda. No se me ocurría nada que
decir. Seguro que piensa que soy una mocosa verdaderamente malcriada.

--Ja ja, no te preocupes. Cuando llegue a casa contonea el culo a base de bien y todo
arreglado. Los hombres tienen la mayor parte del cerebro por debajo de la cintura.

--¿No tienes muy buena opinión de los hombres, eh? --inquirió Dory.

--Oh, sí que la tengo. Me encantan, y nuestros hombres son los constructores de la


civilización del mundo. Me limito a ser sincera en lo relativo a sus deseos --Sheila
echó un vistazo a su reloj de pulsera--. Oh, mierda, se ha acabado el recreo, tengo
que volver al trabajo.

Mientras volvía a su pupitre, Dory la oyó murmurar:

--Desayuno en la cama, ¿habráse visto?.

(Clase de historia)

La hora siguiente estuvo dedicada a la historia, y ahora sí que Dory estaba


verdaderamente asombrada, oyendo a los niños recitar los nombres de científicos,
filósofos, mártires, guerras, revoluciones, reyes, reinas, fechas, acontecimientos, y

114
más y más cosas. Se preguntaba qué iba a poder enseñarles ella a estos chavales,
pensando que eran ellos los que podrían enseñarle a ella.

Lo que más la sorprendía era la lógica de sus procesos mentales. Sheila preguntó a
un niño de seis o siete años porqué un guerrero llamado Herman pudo haberse
sentido motivado a defender la Europa central contra las legiones de Roma.

El pequeño estudiante se levantó prontamente de su asiento y, respetuosamente de


pie tras su pupitre, como a todos les habían enseñado a hacer, respondió con
precisión:

--El 24º Precepto: «Ninguna raza o pueblo puede continuar existiendo


indefinidamente sin el imprescindible territorio en el que propagar, proteger y
fomentar su propia especie».

Dory sintió el impulso de abrazar al hombrecito. El tiempo pasó volando para la


totalmente absorta Dory, y de repente la jornada escolar había terminado.

--¿Por qué no te pasas por mi casa, y te enseñaré lo bonita que puede ser una cabaña
con alguna influencia femenina? --sugirió Sheila.

--Vale, pero tengo que ir a la mía, hum, sí, supongo que sea como sea es mi casa. Más
me vale estar de vuelta antes de que llegue Eric. A lo mejor tengo que ganarme de
nuevo sus favores.

--Limítate a asegurarte de que te vea cambiándote de ropa, y hazle un buen show --


le aconsejó Sheila.

Dory meneó un dedo hacia Sheila, asintiendo.

--Buena idea.

(De visita en casa de Sheila)

Desde paredes pintadas, hasta cortinas en las ventanas, pasando por los acolchados
en los muebles, no quedaba duda de que el hogar de Sheila constituía una enorme
mejora respecto al de Dory.

--¿Dónde has conseguido todas estas cosas? --preguntó.

115
--La mayoría de nosotras vamos de compras allá abajo --Sheila señaló vagamente en
dirección a la ciudad arrasada por los bombardeos que había más abajo de
Mathewsville.

--¿De compras? No hay tiendas abiertas allá abajo.

--Exactamente, sencillamente podemos coger lo que necesitamos de todas esas casas


y edificios desiertos.

--Aún os bombardean mucho?

--Ya no. Se cansaron de bombardear los fuegos de señuelo que preparábamos para
sus satélites y misiles detectores de calor. Y cada vez que ellos bombardeaban
Kinsland, algunos KD se infiltraban en el territorio del Sistema y mataban a un
puñado de políticos, o prostitutas de los medios de comunicación, o lo que fuera. Así
que ahora estamos más o menos en tablas, al menos mientras ellos no puedan
probar que somos nosotros, cuando los saqueamos.

--¿Y por qué el Sistema no manda entrar al ejército para barreros a todos de aquí?

--Oh, ya lo han intentado, pero sus soldados skraeling son cobardes y nada fiables.
Luego trajeron miles de soldados de China, pero mientras una división subía por el
cañon de Bear Creek [Riachuelo del Oso] los nuestros volaron el embalse de
Evergreen y ahogaron a toda la horda. Después de éso los chinos retiraron sus tropas
a casa.

--En los periódicos y en la tele nunca se oye nada de todo ésto.

--No, el Sistema no quiere admitir sus debilidades --explicó Sheila.

--Jolines, son las doce cuarenta y cinco. Tengo que irme, pero antes dime, ¿qué se
supone que voy a enseñar a los chicos?

--Podrías llevar la aritmética y lengua elemental, como partes de la oración, la


puntuación, el deletreo, y cosas así, ¿podrías?

--Probablemente, pero toda esa historia y filosofía para mí es como griego.

--No te preocupes, te daré los libros adecuados para que los estudies y para cuando
tenga mi bebé ya estarás lista. Probablemente Eric también estará contento de
ayudar.

--Gracias. Tengo que irme corriendo --Dory le dió a su amiga un afectuoso apretón
en el brazo y se apresuró hacia su nuevo hogar, mientras discurría en formas de
116
reparar cualquier sentimiento herido. Sabía que en la cabaña había pan, queso y
otros productos para hacer bocadillos, así que decidió tener lista una comida y agua
caliente para café cuando llegara Eric.

(Mediodía con Eric)

Caminado pesadamente hacia casa, desde el embalse de agua, Eric tuvo tiempo de
reflexionar sobre la recepción que le esperaba. Aparte de las respuestas a las mofas y
tomaduras de pelo que había recibido de sus camaradas del trabajo, y bromas sobre
los 'recién casados', había estado demasiado ocupado toda la mañana como para
pensar en otra cosa que en pendientes, presión del agua y similares. Se recordó que
en los dos últimos días Dory había pasado por traumas emocionales suficientes
como para que la mayoría de las mujeres rompieran a llorar.

Al entrar a la cabaña, vió que por lo menos tenía una excusa para entablar
conversación.

--Ah, que bien, agua caliente y comida. Voy a llenar un balde con esa agua y llevarlo
fuera para lavarme.

En la cocina Dory dijo:

--A ver, deja que te lo llene --y le llenó un barreño de tamaño manejable.

Poco después estaban sentados frente a frente a ambos lados de la mesa. Eric le
preguntó cómo le había ido la mañana.

--Muy bien. Esos chicos son tan listos que casi no me lo creo. Y guapos. Había uno
que me daban ganas de abrazarlo.

--¿Como se llama?

--Brian. De unos seis años.

--Ah sí, es el chico de Brett. Oí que se había aprendido de memoria los "88
Preceptos", en menos de un mes.

--Vaya, yo no creo que pudiera hacerlo --se maravilló Dory.

--Bah, seguro que si, pero vas a estar aprendiendo tantas cosas nuevas que no
tendrías tiempo de concentrarte sólo en ellos. Lo que me recuerda... ¿estás lista para
aprender a disparar?

117
--Hum, me había olvidado de éso. Claro, pero hasta anoche nunca había tenido una
pistola en la mano.

--Éso está bien. Significa que no tendrás malas costumbres que romper.

Tras hablar un poco sobre la mañana de él, acabaron de comer. No había habido
rencores, pero en cualquier caso su super-educada conversación enmascaraba cierta
tensión.

Había un armero cerca de la cama, con cajones debajo para pistolas y munición.

--Bueno, cojo las pistolas y ya podríamos empezar --dijo Eric, confiando en que la
actividad relajara la atmósfera.

--Antes quiero ponerme unos vaqueros --anunció Doris, arrastrándole hasta el


dormitorio. Se quitó rápidamente el vestido y dijo:-- Ya que estás aquí podrías
desabrocharme el sujetador. ¿No te importa que lo haga sin él, no?

--Encantado de serle útil --respondió, ejecutando la acción requerida. Tras echar un


momentáneo vistazo a sus tentadoras formas, exiguamente cubiertas por las bragas,
apoyó las mano sobre los hombros de ella y mirándola largamente a los ojos dijo con
voz tranquila:-- Ya sé lo que estás haciendo, Dory, y no hace falta. Claro que me
encanta mirarte, por todos lados, pero lo que va a crecer entre nosotros no es sólo
pasión y sexo. Maldición, no sé como decir ésto porque me vuelves loco de deseo por
tu cuerpo. Campanas del infierno [5t], qué torpe me siento, dáme nada más que un
beso y vístete, ¿vale?

Por muy torpe que fuera, sus palabras tocaron las fibras más sensibles de Dory. Se
tumbó de espaldas sobre la cama y lo atrajo hacia sí diciendo:

--Ven aquí un momento.

Pasaron varios minutos besándose y abrazándose, mientras ella le aseguraba que


también ella se sentía como una canasta de baloncesto mental[6t]. Luego, relajada y
cómoda, se vistió. Acarreando un surtido de armas, salieron hacia el campo de tiro
de la comunidad.

· ----
· [5t][NdT: «Hell's bells»= campanas del infierno. (!?) ]
· [6t][NdT: «mental basket case»= cesta de baloncesto mental. (!?) ]
· ----

118
(Prácticas de tiro)

Dory demostró ser una aprendiza rápida, dando grititos de alegría cuando marcaba
un centro de diana. Cuando acabaron preguntó:

--¿Ésto significa que tengo que salir de incursión?

--No, pero si es necesario las mujeres tienen que defender sus hogares. De hecho en
la naturaleza hay pocas criaturas tan feroces como una hembra defendiendo a sus
cachorros.

--Sí, yo dispararía a cualquiera que se metiera con mis chicos --asintió.

--¿Cuantos deberíamos tener? --preguntó él.

--No lo sé, ¿pero podemos esperar un poquito? Antes quiero acostumbrarme a este
sitio.

--Claro, no hay prisa, a menos que hayamos comenzado uno anoche.

--Imposible, acabé el periodo justo hace tres días. Llevo la cuenta, ya sabes, de
cuando es seguro.

--Me asombras más a cada momento. ¿Seguro que tienes solo dieciséis y no
sesenta?[7t] Piensas como una mujer enormemente experimentada.

· ----
· [7t][NdT: «sixteen/sixty» suena casi igual.]
--¿Tengo pintas de sesenta por aquí? --lo provocó levantándose un lado de la blusa
para mostrarle un tentador pecho.

--¡Por los dioses, mujer! Eres más femenina de lo que hubiera soñado. ¡Casi das
miedo!

--Si juegas bien tus cartas a lo mejor te hago un estriptís esta noche, chicarrón --le
dio un codazo en las costillas.

--Demonios, por éso hasta metería algunos ases de más en la baraja y repartiría por
debajo.

Volvieron a la cabaña del brazo.

(Segunda noche)

119
Contemplando el desolado interior, Dory dijo:

--¿Cuando vas a llevarme de compras allá abajo? --señaló hacia el pueblo arrasado.

--Ajá, ¿así que Sheila ha estado dándote ideas, eh? Seguro que te ha dicho que sería
tu perfecto esclavo, a que sí? Lo sé todo sobre esa malvada muchacha --su amplia
sonrisa y el tono de su voz desmentían sus cáusticas palabras.

--No, en serio, ¿si soy una buena esposa harías casi cualquier cosa por mí, verdad? --
le desafió.

--Maldición, a lo mejor sí, pero no hace falta que lo digas tan fríamente, suena como
un contrato de negocios.

--Quizá éso es lo que es el matrimonio, en cierto modo. Pero sabes qué, creo que me
va a gustar. Quiero decir que probablemente hay peores compañeros para el sexo
que tú.

--¿Quizá? --su amplia y pícara sonrisa reflejaba la de ella--. Espera y verás. Si crees
que anoche te estaba provocando, es que aún no has visto nada --la amenazó.

--Hablar no cuesta nada --los ojos de Dory eran desafiantes.

--Humm, ¿ves esos barreños grandes de allí?. Son para la colada, y esa cosa que tiene
uno a un lado se llama escurridor. Apuesto a que no has hecho nunca una colada a la
manera difícil.

--Estás cambiando de tema, ¿es que tienes miedo?

--Espera que tengas que matar, destripar y desplumar una gallina. Entonces me
apreciarás de veras.

--Hablando de gallinas... --desenfundó rápidamente, demasiado para Eric.

--Me rindo, tú ganas. Siempre ganáis las mujeres. Soy un amante pésimo y te habría
valido más quedarte con Gloria.

--Oooh, eso es un golpe bajo, pero al menos admites tu derrota, así que en cualquier
caso tendrás tu estriptís. Voy a darme un baño, y como quieras que te haga un show
luego, ni se te ocurra espiarme por encima.

--¿Espiarte yo? No soy ningún pervertido.

--Después de anoche, no me extrañaría. Por cierto que no eres ningún cura.

120
--Ah-já, así que estuve bien.

--Ya te dije que no hago juicios precipitados.

--Ve a bañarte --refunfuñó--. Luego me bañaré yo.

--Vale, ya voy, y ya te he dicho que nada de mirar a hurtadillas --repitió mientras se


quitaba la camisa, quedándose de pie y desnuda de cintura para arriba. Soltó un
risita diciendo:-- ¿Ves, ya sabía que mirarías?

Los ojos de Eric eran como imanes atraídos por sus respingones pechos. Tapándose
los ojos con una mano, señaló con la otra y dijo:

--Vete, imposible hija de Freya.

--¿Quién es Freya?

--La diosa del sexo y del amor.

--Humm, éso me gusta, diablillo zalamero.

--Vete --repitió él.

Canturreando una canción popular, Dory se fue dando saltitos hacia el dormitorio
para coger jabón y toalla, sintiéndose más contenta de lo recordaba desde hacía
algún tiempo.

....

Más tarde, después de que ella le hubiera excitado hasta alturas desconocidas de
necesidad y deseo, con un estriptís improvisado pero increíblemente erótico, Eric
cumplió su amenaza de excitarla a ella hasta casi volverla loca. Tras una hora de
masaje corporal completo, Dory balanceaba salvaje e incontrolablemente las caderas
con una frenética necesidad de alivio profundo.

En los tibios rescoldos de la satisfacción sexual hablaron cómodamente relajados. De


improviso ella le preguntó:

--¿Y tú qué crees que es el amor?

--¿Hablando en serio? --preguntó, girando sobre sí mismo hasta mirarla


directamente a los ojos--. Humm, vaya, ésa es una pregunta difícil y peligrosa.
Supongo que te refieres al amor entre un hombre y una mujer, no como una madre y
sus hijos ni nada parecido, ¿no?

121
--Sí, como Linda y Alf, o como en las películas antiguas.

--Bueno --comenzó tras una cuidadosa reflexión--, yo creo que es como dos
convirtiéndose en uno, compartiéndolo todo y deseando hacer cosas para complacer
al otro. Y compartiendo una causa, como criar sus hijos, o preservar la propia raza.

--Pues a mí no me parece que tener más de unas esposa sean «dos convirtiéndose en
uno». Yo no compartiría mi hombre con nadie.

--No tienes que hacerlo, si no quieres. Algunas familias son monógamas. Pero en
defensa de la poligamia piensa ésto: si tienes un segundo hijo, ¿querrías algo menos
al primero, o crecería tu amor hasta incluir a ambos?

--Ya veo lo que quieres decir --admitió ella--, pero si quieres que yo te ame, yo no
voy a compartirte con ninguna otra mujer. Si es ser egoísta, bueno, pues no puedo
evitarlo.

--Bueno, no hay razón para que nos peleemos. Es decisión tuya, y de todas formas en
este momento todo lo que quiero eres tú.

--¿Tú crees que alguna vez podremos decir que nos queremos? --preguntó, con cierta
tensión en la voz.

--Yo ya quiero decirlo, pero... demonios, cómo voy a decirlo?... si apenas te conozco.
Pero estoy loco por tí. ¿Entiendes lo que intento decir?

--Más o menos, supongo, sólo que para mí es un poco diferente.

--¿Cómo es éso? La diferencia, quiero decir.

--Bueno, para mí también es difícil expresarlo con palabras, pero la verdad es que ya
me he decidido. Si tú eres bueno conmigo, tengo intención de ser una buena
compañera para tí. Noto que eres distinto de cualquiera que haya conocido hasta
ahora. Tú haces que me sienta en paz, satisfecha y segura. Menos en los momentos
que me entran dudas. Ya está, ¿lo entiendes?

Eric la atrajo entre sus brazos y la besó suavísimamente. Manteniéndola apretada


contra sí, murmuró:

--Supongo que es que algunas cosas llevan su tiempo, antes de poder decirlas, ¿pero
no adivinas cómo me siento justo ahora?

--Creo que sí --susurró--. ¿Y tú no adivinas lo que me da miedo decir?

122
--También creo que sí --susurró a su vez.

Permanecieron largo rato apretadamente acurrucados, la chica que nunca había


conocido el verdadero amor, y el hombre que albergaba un sueño. Radiantes de
satisfacción, ambos cayeron dormidos.

(Día siguiente. Historia de Eric)

A la mañana siguiente a la hora del desayuno, como tienden a hacer los nuevos
amantes, abundaron los intercambios de miradas insinuantes, de toqueteos, caricias
y besuqueos. La conversación se desarrollaba por fin libre de las salidas chistosas,
defensivas o pendencieras, con que ambos solían disfrazar sus sentimientos, unos
sentimientos sobre los cuales ambos no habían estado seguros.

Tras desayunar, mientras Eric disfrutaba de una taza de café, Dory dijo:

--Bueno, ya sé cómo llegan a Kinsland las mujeres, por lo menos algunas. ¿Pero a tí,
qué te trajo aquí?

--Oh, caramba, ésa es una larga historia. ¿Seguro que quieres oírla entera? Tampoco
es que sea tan extraordinaria.

--Quiero saberlo todo sobre tí --respondió, con los codos sobre la mesa, la barbilla
sobre las manos y una cariñosa expresión en la cara.

--Me crié en una granja, justo a las afueras de Greeley. Pero como a la mayoría de los
granjeros, a mi padre lo echaron del negocio los banqueros, las normativas del
gobierno, y los administradores de las granjas industriales, que trabajaban
conchabados con los propietarios de las bolsas de cereales. Así que mi padre se fue a
trabajar a la ciudad, a una gran factoría de empaquetado de carne.

»Las escuelas a las que fui, incluído el instituto, estaban llenas casi por completo de
mejicanos, más unos pocos asiáticos, negros y blancos. Naturalmente, como en
cualquier otro sitio, nosotros los blancos estábamos aterrorizados por los skraelings,
y el plan de estudios estaba lleno de los acostumbrados sentimientos de culpabilidad
acerca del 'malvado hombre blanco'.

»Después de graduarme me matriculé en la Universidad del Estado de Colorado


Norte, y estudié de agricultura, además de los inevitables cursos de programación
social que uno tiene que estudiar en estos tiempos para poder conseguir la
licenciatura.

123
»El caso es que conocí a la chica aquella, bastante guapa y realmente extrovertida y
simpática. Se llamaba Shirley, y salimos juntos unas cuantas veces. Luego ella
conoció al tipo aquél, Michael Perlman se llamaba. A mí me parecía feo, con piel
oscura, un pelo negro muy rizado, y dos ojillos amarillentos como esos agujeros que
se hacen al mear en la nieve. Pero tenía dinero a espuertas, era un auténtico bocazas
y chuleta, y tenía un coche deportivo nuevo.

»Publicaba una gacetilla del campus titulada "Somos Uno" ["We are one"], que
promovía las citas interraciales y los matrimonios mixtos. Shirley se coló por él, y se
tragó todas sus mierdas, con anzuelo, cordel y plomada incluída. Justo por aquella
época cayó en mis manos alguna bibliografía pro-blanca que distribuía
clandestinamente por el campus un simpatizante de Kinsland.

»Así que sencillamente un día me harté. Me subí a la vieja tartana que tenía de coche
y me interné en las montañas, hasta donde se suponía que era territorio Kinsland;
bajé por una vieja carretera secundaria durante unas cuantas millas, aparqué y allí
me senté, dándole al claxon todo el rato cada pocos minutos.

Eric hizo una pausa y pidió otra taza de café. Dory le urgió, mientras se la servía:

--Sigue.

--Al cabo de un rato aparecieron un par de tíos armados y me preguntaron que qué
quería. Yo no tenía forma de saber si serían kinslanders, así que no les dije más que
estaba pensando en mudarme a las montañas. Uno me preguntó si es que era tan
tonto como para no saber que estaba en territorio Kinsland. Así que les dije --
«Vosotros estáis aquí, ¿sois kinslanders?» --«Pues claro, ¿tienes algún problema con
éso?», dijo uno. --«La verdad es que no, estaba pensando unirme a vosotros», les
informé. Bueno, resultó que no era tan fácil. No se fiaban de mí, como es natural. El
Sistema está continuamente intentando infiltrar gente en Kinsland. El caso es que se
pasaron meses interrogándome y vigilándome, además de educarme en historia,
filosofía y destino ario. También me enseñaron artes marciales, a usar armamento, y
a mantenerme en forma, y todo antes de enviarme a ninguna misión. Yo me sentía
tan frustrado y tan impaciente de que no me aceptaran por completo que por
entonces les pedí que me enviaran en una misión solitaria para probarme.

»Dunn, que era el veterano de aquel primer equipo que había conocido, me
preguntó qué se me había ocurrido. Le hablé de Michael Perlman y le dije que quería
matarlo. McClure, el más joven, quiso saber si les traería alguna prueba de que
Perlman había muerto, y yo accedí a traerla. Así es como conseguí que me aceptaran
como KD [defensor de Kinsland].

124
--Sigue, quiero oír el resto --Dory estaba cautivada por el relato.

--Una noche me dieron un rifle de asalto y una pistola, y me llevaron a mi coche, que
habían guardado escondido, a salvo. Concertamos cómo nos encontraríamos a mi
regreso, y me puse en marcha.

--¿No te daba miedo, o por lo menos no estabas preocupado, de que te cogieran? --le
interrumpió Dory.

--No tanto como se podría pensar... Lo que más estaba era furiosísimo por el
asesinato de mi raza, y por cómo trataban a los hombres blancos. Para ser sincero,
éso me afectaba personalmente. Sea como sea, llegué a Greeley como una hora
después de medianoche. Sabía donde vivía Perlman, en una residencia privada cerca
del campus. Estaba oscuro y silencioso, así que utilicé un cortavidrios para rayar un
círculo en una ventana, cerca de la manilla. Luego pegué cinta sobre del círculo y lo
hice saltar de un puñetazo, metí la mano y abrí la ventana. Después salté adentro y a
partir de ahí ya fue fácil --Eric hizo una pausa para dar un sorbo a su café.

--Así que lo mataste, ¿y qué llevaste de vuelta para demostrarlo?

--Había cogido del maletero el mango del gato del coche, porque quería evitar el
estampido de un disparo, si podía. Estaba en la cama con una mujer, así que tomé
impulso y de un solo mazazo le hundí totalmente el cráneo. Luego agarré a la mujer
y le tapé la boca para que no gritara. Resultó que era Shirley, pero en la oscuridad no
podía estar seguro de éso. Le dejé ver la pistola y le advertí que no gritara a la vez
que cortaba otro trozo de cinta para taparle la boca.

»No tenía intención de haber secuestrado a nadie, pero cuando encendí una luz y ví
que era ella, sencillamente se me ocurrió la idea. Así que volví a Kinsland con Shirley
en el maletero y con la cartera y las orejas de Perlman en una bolsa de plástico.

--¡Sus orejas! --Dory hizo una mueca que expresaba algo, pero Eric no estaba seguro
de qué era.

--Bueno, no tenía a mano nada con que cortarle la cabeza --explicó Eric.

--¿Y qué pasó con Shirley?

--McClure la tomó de compañera. Ahora viven en una comunidad por cerca de la


frontera de Utah.

--¿Por qué no te la guardaste para tí?

125
--Estaba esperando a una mujer realmente buena que se llamaba Dory --bromeó,
creyéndose muy ingenioso.

--Vale, eres un diablillo zalamero --admitió Dory--, pero ahora en serio.

--Aunque hubiera querido quedármela, que para entonces no quería, yo no era un


KD hecho y derecho. Una misión no basta para otorgarle a un hombre el derecho a
unirse a una comunidad, a tomar compañera y reproducirse. Los kinslanders no
hacen «juicios precipitados» -citando a una mujer que conozco-. Así que aunque
hubiera querido no tenía ningún sitio donde darle un hogar.

--En la escuela nos dicen que los KD violan todas las mujeres a las que pueden echar
mano encima, y al parecer esta Shirley era lo que vosotros llamáis un «traidor a su
raza». Si hubiera sido yo la hubiera violado, a la muy zorra --el veneno en la voz de
Dory revelaba su rabia por que hubiera existido en la vida de Eric una "ex" que lo
hubiera tratado deshonrosamente.

--Supongo que a veces algunos KD jóvenes disfrutan con las mujeres traidoras a la
raza --admitió Eric--. Por cierto que los incursioneadores vikingos no dejaban
muchas vírgenes a su paso, cuando asaltaban algún convento lleno de monjas en sus
correrías de hace doce siglos. Disfrutar de las mujeres del enemigo conquistado es
algo tan viejo como la humanidad. Pero los KD veteranos que tienen una visión más
global, o sencillamente que por naturaleza reflexionan más profundamente, no son
tan propensos a apoderarse por la fuerza de los favores de una mujer. No digo que
esté mal. Los wotanistas no creen en esa demencia de los cristianos de que «el sexo
es pecado», así que lo que tú llamas violación de hecho no es más que otra acción de
guerra. Pero brutaliza a los hombres que la hacen, y perjudica sus instintos de
proteger y mantener a las mujeres en general. Así que por el principio de predicar
con el ejemplo, yo nunca haría algo así.

»Además, forzar a una mujer no supone ningún reto. La naturaleza nos ha hecho a
los hombres más grandes, más rápidos y más fuertes, para que podamos atraparos a
vosotras las mujeres. Pero éso no es un campo de juego igualado. El auténtico reto es
hacer que vosotras queráis hacerlo, el asunto de hombre/mujer. Por lo menos así es
como yo lo veo.

--¿Sabes algo que me gusta de tí? --preguntó, poniendo la mano sobre la de él.

--¿Qué?

126
--Que sé que dices la verdad. Podías haberme violado en vez de ser tan considerado.
Tú tenías toda la fuerza, y yo era tu cautiva.

--¿No es éso un juicio precipitado? --bromeó.

El tiempo había pasado volando y eran ya casi las siete de la mañana.

--Tengo que irme a trabajar --exclamó Eric, levantándose de un salto.

Su partida fue un total contraste con la ayer por la mañana, en que habían
compartido un suave beso lleno de tácito significado.

(En la escuela. Más "88 Preceptos")

Dory llegó a la escuela antes que Sheila, e inmediatamente encendió lumbre en la


estufa. Cuando llegó ella, estaba leyendo un libro de historia europea publicado por
vez primera como unos cien años antes. Saludó animadamente a Dory, que la saludó
a su vez, y luego comentó:

--Caray, en los últimos cien años han reescrito la historia a base de bien, ¿eh?

--Oh, sí. Pero si crees que los libros modernos de historia europea son malos, espera
que veas lo que han hecho con la historia de América. Todo el motivo de que el
Sistema reescriba la historia viene de los Preceptos 19º y 39º.

Dory sacó su ejemplar de los "88 Preceptos". El 19º Precepto decía: «Un pueblo que no
esté convencido de su excepcionalidad y de su valía está condenado a perecer.» Y el 39º
decía: «Un pueblo ignorante de su pasado deshonrará su presente y destruirá su
futuro.» Sintió una sensación de justa cólera por haber sido engañada durante toda
su vida. No era de extrañar que los KD estuvieran tan dispuestos a combatir, a matar,
e incluso morir, por aquello en que creían.

--Tengo tanto que aprender antes de atreverme a comenzar a enseñar, así que ¿te
parece bien si hoy también hoy me limito a mirar y a estudiar?

--Claro, tómate todo el tiempo que necesites. Aún me quedan varias semanas hasta
el parto, así que estaré aquí para llevar las clases.

Releyendo los Preceptos, Dory se topó el 35º Precepto, que le hizo pensar en algo que
había oído decir a Eric. Este Precepto decía: «La homosexualidad es un crimen contra
la naturaleza. Toda la naturaleza reafirma que el propósito del instinto hacia la unión
sexual es la reproducción, y por tanto la preservación de la especie. El arrollador
127
impulso sexual masculino debe ser canalizado hacia la posesión de hembras de la
propia raza, así como de los elementos necesarios para mantenerlas, como el territorio
y la fuerza.»

Ella le había contado a Eric lo de su aventura con Gloria y no había parecido


importarle. Tomó nota mental de preguntarle el porqué.

Absorta en sus estudios y en la conversación con Sheila durante el recreo, la mañana


se pasó en un suspiro, y Dory volvió a la vacía cabaña, donde preparó la comida y
aguardó ansiosamente el regreso de Eric.

(Comiendo con Eric. La homosexualidad.)

Cuando llegó se saludaron con una familiaridad y afecto continuamente crecientes, y


entablaron una amigable conversación.

--¿Vamos a ir de compras esta tarde? --preguntó.

--Buena idea. Tengo que arrancar tablas de algunas paredes para hacer tabiques, y tú
puedes callejear un poco y buscar cosas que te gusten. Después de comer bajaré al
refugio de los vehículos y cogeré un camión.

Hablaron sobre los artículos que le gustarían a ella para acondicionar la cabaña.
Luego ella abordó el tema que había anotado mentalmente antes.

--Estaba estudiando los Preceptos esta mañana, y hay uno que dice que la
homosexualidad es un crimen contra la naturaleza, pero tú no te molestaste ni lo
más mínimo cuando te conté lo que hacíamos Gloria y yo, ¿cómo es éso?

Eric echó mano de su conocimiento de la historia y de la naturaleza humana para


responder a su pregunta.

--Sabes, Dory, a lo largo de toda la historia conocida a las mujeres siempre se les ha
negado el acceso a los hombres, o a [la satisfacción de] los apetitos sexuales
decretados por la naturaleza. Conventos para monjas, fortalezas como harenes,
escuelas solo para chicas, por ejemplo. Y por supuesto, en tiempos de guerra, la
población masculina queda diezmada. Así que al parecer las mujeres a menudo
satisfacen sus necesidades sexuales unas con otras. Yo creo que es una equivocación
decir que ésas sean relaciones lesbianas. Son sucedáneos de los hombres. Una
lesbiana es una mujer que realmente prefiere el sexo con otras mujeres que con
hombres, y en nuestra raza no hay demasiadas mujeres así. Las mujeres tienen

128
buenos instintos. Aunque hayan tenido algún lío con alguien de su propio sexo, casi
seguro que cuando aparece el hombre adecuado, lo prefieren a él como compañero
sexual. Exactamente como tú. ¿Me prefieres a mí que a Gloria, no?

--Pues claro, grandísimo tonto --dijo con una risita nerviosa.

Eric continuó:

--En cualquier caso, como los wotanistas no creen en esa estupidez cristiana de que
«el sexo es pecado», y como no hay nada más peligroso para la libertad de la gente
que las leyes innecesarias y los fisgones entrometidos, ni el lesbianismo ni el suplir a
un hombre con una mujer son algo de lo que merezca demasiado preocuparse.

--¿Y qué pasa con los tríos, dos chicas y un tío, con las chicas haciendo un numerito
entre ellas para que lo vea él? Éso parece ser algo que les gusta mucho a casi todos
los tíos.

--Bueno, no sé mucho sobre éso, pero acabas de decir «un numerito para que lo vea
su chico». Parece que el origen del asunto sigue siendo un hombre, así yo que
seguría sin llamarlo lesbianismo, aunque supongo que disfrutarán del sexo. Shirley
me dijo que pensaba que casi todas las mujeres tenían el secreto deseo de probar a
hacerlo con otra mujer, en algún momento de su vida. Pero incluso si se equivoca, yo
sé que las mujeres son unas actrices natas y les encanta interpretar numeritos.

--Para ser hombre, está claro que sabes mucho de las mujeres --observó Dory--, y sí,
yo creo que muchas chicas desean probar alguna vez con otra chica. Yo hasta estuve
chiflada por una profesora, una vez. Y no me importaría hacer un numerito para tí,
pero a mí y a Gloria no nos vió nunca nadie.

--¿Así que crees que en un trío las chicas disfrutan de verdad del sexo con la otra
chica? --preguntó.

--Oh, a menos que tengan algún complejo, no les queda más remedio. Quiero decir
que el cuerpo de las chicas reacciona al tacto, especialmente en ciertos lugares, lo
toque quien sea. Una lengua o un dedo dentro de ella, o haciéndole cosquillas en el
botón del amor, y su cabeza deja de pensar, y sencillamente se le pone el cuerpo a
contonearse de un lado a otro pidiendo más. Estoy siendo todo lo sincera que puedo
--respondió--. Ahora te toca a tí ser sincero, te hubiera gustado mirarnos a Gloria y a
mí, ¿no?

129
--Uau, te gusta ponerme en aprietos, ¿eh? Bueno, tú has sido sincera, así que yo
también. A los hombres les excita ver el cuerpo de las mujeres, así que dos es el
doble de excitante que uno, y yo soy un hombre. Pero tal como me siento justo ahora
mismo, me contento con una sola mujer, y ésa eres tú.

La radiante sonrisa de Dory y su comentario de una sola palabra («Bien»)


convencieron a Eric de haber dicho lo correcto.

--¿Así que es a los homosexuales masculinos, a los que se refiere el Precepto? --


preguntó Dory.

--En mi opinión sí. Los maricas propagan enfermedades y de sobra se sabe lo


promiscuos que son. Y lo que es más importante, en tiempos de peligro racial,
nuestros hombres tienen que combatir por mujeres y territorio.

--¿Así que matáis a los maricas?

--Si salen del armario y abogan por semejante «estilo de vida», estoy seguro de que el
KD los ejecutaría.

(De 'compras')

Habían terminado de comer, así que dieron por terminada la tertulia. Eric fue a por
un camión mientras Dory recogía la cocina. Cuando volvió Eric, le recomendó que
cogiera su pistola porque nadie dejaba nunca la comunidad desarmado. Para él
escogió un rifle de asalto, y salieron hacia el pueblo.

De camino, Dory dijo:

--Tengo otra pregunta.

--Dispara.

--¿Quienes son los Hijos de Muspell, y como consiguieron el poder para sentenciar a
muerte a nuestra raza?

--Vaya, buena pregunta, y pertinente. ¿Qué te parece si esta noche después de cenar
damos un repaso de historia de verdad sobre el poder del dinero y el pueblo que se
llaman a sí mismos "Los Favoritos Elegidos de Dios'?

--¿Los Hijos de Muspell, y los Favoritos Elegidos de Dios son la misma cosa? --
preguntó ella.

130
--Sí, y su historia, y el poder del dinero, están entre los temas más importantes que
tienes que comprender para ser una buena profesora.

Eric aparcó en una calle donde aún había en pie varias casas no dañadas, adyacentes
unas a otras. Tomando una palanqueta, Eric entró a la primera casa, mientras Dory
se iba a explorar.

Tres horas más tarde volvían a casa con el camión cargado de materiales de
construcción, y una gran variedad de mobiliario y enseres domésticos y decorativos.
Dos horas más, y todo estaba descargado dentro de la cabaña, y ambos estaban más
que listos para la cena.

(Un baile improvisado)

Tras la cena Dory sacó otra vez a colación el tema de los Hijos de Muspell, pero justo
en ese momento Eric aguzó el oído y dijo:

--Escucha.

El frío aire del atardecer arrastraba el sonido de instrumentos musicales folclóricos,


que se oían débilmente.

--Podemos hablar luego. Ésos son nuestros músicos, y significa que esta noche han
improvisado un baile. Limpiamos la mesa y y nos vamos con ellos --enseguida,
dándose cuenta de que no le había dado opción, añadió:-- Si quieres.

De hecho a Dory inmediatamente le entusiasmó la idea, y naturalmente preguntó


qué se ponía.

--Para los bailes en cuadrilla la mayoría de las chicas probablemente se pondrán


falda larga --le aconsejó.

Una hora más tarde la nueva pareja entraba al edificio de la comunidad al sonido de
una animada música procedente de armónicas, guitarras, un acordeón y un violín.
De toda la comunidad también iban llegando otros, y la mayoría de ellos se
esforzaban en darle otra vez la bienvenida a Dory.

Entre la multitud que iba abarrotando el lugar Dory divisó a Trebor. Aunque el
mayor de sus dos secuestradores vestía ropas informales para la festividad de esta
tarde, su figura esbelta y compacta seguía irradiando un aura de peligrosa reserva, y
todo el mundo lo trataba con especial deferencia.

131
Trebor iba acompañado de dos jóvenes de tan inusual belleza que Dory reaccionó a
la defensiva, como dicta la competitiva naturaleza de las hembras. Dió un codazo en
las costillas a Eric y le dijo:

--¿Supongo que esas dos son las nuevas compañeras que me dijiste que había
capturado Trebor?

--Sip.

--Son bonitas ¿eh? --buscaba de Eric alguna seguridad de que ella era más bonita que
el elegante par que en esos momentos se les acercaba junto con Trebor.

--No tan bonitas como tú --respondió Eric prudentemente.

--Kinsman --saludó Trebor a Eric, recibiendo como réplica el mismo saludo,


mientras intercambiaban férreos apretones de antebrazo--. Dory --inclinó la cabeza
a modo de cortés saludo.

--Trebor --respondió ella formalmente.

--Candy, Heather, quiero que conozcáis a Dory. Dory, Candy y Heather --se produjo
una cierta tiesa formalidad mientras las tres se tocaban las manos, calibrándose unas
a otras.

Tres bellas mujeres en un pequeño grupo componen una inestable combinación,


pensaban ambos hombres.

Después de una exhibición de un baile llamado 'zapateado'[8t] -algo parecido al


claqué, pero con un ritmo más vivo y música más enérgica- a cargo de una docena de
chavales y jóvenes, se fue repartiendo hidromiel. Conforme cada persona por turnos
daba un sorbo de hidromiel, iba haciendo un brindis a algún héroe o heroína de Urd,
Verdandi o Skuld.

--¿Qué significan ésas palabras? --preguntó Dory en susurros.

--Son los Norns, las tres Diosas del destino, todas hermanas. Urd representa el
pasado, Verdandi el presente, y Skuld el futuro.

--¿Y qué voy a decir cuando me toque? No conozco a ningún héroe ni heroína.

132
--Los Dioses y Diosas son nuestros ancestros. Siempre puedes brindar por alguno de
ellos.

--Vale, ¿por cuál? ¿qué nombre?

--¿Qué tal Freyja? Tú sólo levanta la copa y dí «A Freyja, Diosa del amor y la
belleza».

Los participantes, deseosísimos de hacer que Dory se sintiera bienvenida, saludaron


su brindis coreando enardecidos "¡Hailsa!".

Después de los brindis hubo bailes en cuadrilla y polka[9t], que aunque nuevos para
Dory, conmovieron su alma racial aria.

· ----
· [8t][NdT: «clogging». «clog»= zueco. Seguramente se refiere al baile zapateado
irlandés?]
· [9t][NdT: «polka»= polca, danza de origen polaco de movimiento rápido y en compás
de dos por cuatro. Música de esta danza --Espasa.]

(Los 'Hijos de Muspell')

Más tarde, cuando ya Eric y Dory estaban confortablemente acurrucados en la cama,


por vez primera ninguno de ambos sentía ni presión ni pasión por una debilitadora
actividad. La conversación amigable y afectuosa parecía un placer natural, pero
tampoco ninguno de los dos estaba aún dispuesto a dormir.

--Y bueno, ibas a contarme sobre los Hijos de Muspell --le recordó ella.

--Ah, caramba, ésa es una historia larga e importante, así que si te cansas o tienes
preguntas, me interrumpes, ¿vale?

--Claro.

--Lo primero de todo, ¿sabes imaginarte el continente de Europa, donde vivía la


mayoría de nuestro pueblo, hace dos mil años?

--Sí, supongo que más o menos, aunque no sabría los nombres de los países, ni
marcar sus fronteras.

--Pero te puedes imaginar el Mar Mediterráneo, con Europa por encima del extremo
occidental, y Palestina, también llamada Israel, en el extremo oriental, ¿puedes?

133
--Sí.

--Bueno, hace dos mil años nuestra gente tenía sus propias religiones, indígenas y
ecológicas, y la más común entre ellos era lo que ahora llamamos Wotanismo, con
Wotan -se pronuncia "Votan"- como Dios supremo. En las islas Británicas y en
Escandinavia se le llamaba Woden y Odín respectivamente.

»Pues bien, por esta misma época, a dos mil millas, en el extremo oriental del
Mediterráneo, había una tribu de banqueros y mercaderes que controlaban el
comercio entre los tres continentes de Asia, Africa y Europa. Por ejemplo, marfil de
Africa, especias de Asia, y pieles o metales de Europa. El geógrafo griego Estrabón y
otros que vivieron en aquella época afirmaban que la tribu de banqueros y
mercaderes gobernaban todas las naciones.

»Ahora Dory, mientras continúo, haz el favor de tener presente dos cosas. Lo
primero de todo, que en los tiempos antiguos casi nadie, excepto los mercaderes,
viajaba más allá de sus villas locales o de sus territorios tribales. Así que para la
mayoría de nuestros antepasados Israel igual podía haber estado en la Luna. Y
segundo, recuerda que cuando se buscan verdades históricas, las mejores respuestas
se encuentran respondiendo a la pregunta «¿A quién beneficia?».

»¿Cómo es que una religión nueva en la que a unos extraños del lejanísimo Israel se
les llamaba "El Pueblo Elegido de Dios" llegó a sustituir a nuestra religión nativa?
Para responder a esa pregunta, pregúntate tu misma, ¿quién es el único pueblo que
podía beneficiarse de divulgar por todas nuestras naciones una religión en la que a
ellos mismos se les llamaba "El Pueblo Elegido de Dios"?

--Estás hablando de los judíos, ¿no? --le interrumpió Dory.

--Estoy hablando, al menos, de una gente que se llaman a sí mismos por ése nombre,
sí, aunque éso también es un tema complicado.

--Vale, ¿entonces cómo ocurrió? --su curiosidad no era nada fingida.

--Primero, contrataron las Legiones Romanas para conquistar el mundo occidental y


formar lo que llamamos el Imperio Romano. Luego, cuando tras varios siglos se
volvió difícil mantener unido por la fuerza un imperio tan vasto, crearon una religión
universal, en un intento de unir a las muchas razas, naciones y facciones del imperio.
La palabra 'Católico' significa 'universal'. En la nueva religión ellos se denominaban a
sí mismos "El Pueblo Elegido de Dios", y hacían que las Legiones asesinaran o
torturaran a cualquiera que en Europa no aceptara esta absurdidad. Así que

134
prosiguió una guerra de mil años, antes de que finalmente sometieran a los últimos
de nuestra auténtica gente, que se llamaban Vikingos.

»En el 787 d.C., tal como cuentan el tiempo los cristianos, un hombre que se llamaba
a sí mismo "Carlomagno, el Santo Emperador Romano", convocó a una conferencia
para firmar un tratado a cuatro mil quinientos líderes de nuestro pueblo, de Europa
central, todos ellos seguidores de nuestra religión indígena. Entonces los rodeó con
un ejército cristiano y les cortó la cabeza, a todos y cada uno de ellos. Así es como
fue impuesta en Europa, y a nuestros pueblos, esa suicida religión de esclavos a la
que ahora llamamos Cristiandad.

»Y así, más gente de nuestra raza blanca ha sido asesinada o torturada en nombre
del Dios Cristiano que por cualquier otra influencia en toda la historia, excepto
América.

--¿Y cómo consiguieron tanto poder los Hijos de Muspell? --fue la siguiente y lógica
pregunta de Dory.

--Éso está relacionado con el poder del dinero y de la usura, que es la práctica de
aplicar interés al dinero, y lleva un rato explicarlo. ¿Seguro que no prefieres mejor
esperar a algún momento de mañana? Debes estar soñolienta.

--La verdad es que no, y me gusta tu voz. No puedo creer que nadie sepa tanto de
historia. Así que cuéntame éso de la usura.

--Vale, pero primero tienes que saber quiénes son realmente los Hijos de Muspell. A
lo largo de toda la historia, los reyes, banqueros y mercaderes han concertado
matrimonios entre sus descendientes y los descendientes de otros mercaderes,
banqueros y gobernantes, con el fin de consolidar su parentesco, de incrementar su
poder, o de conseguir ganar más dinero. Así que en Israel, que como te he dicho, era
el cruce de caminos para comerciar entre Asia, Africa y Europa, se originó una raza
de gente mestiza. A esta raza mestiza se la llamó los Semitas, y de ellos los Hijos de
Muspell son la más exitosa. Y hace mucho tiempo, como banqueros, descubrieron el
poder de la usura y de la banca de reserva fraccional[10t].

· ----
· [10t][NdT: «fractional reserve banking»= banca que sólo mantiene en sus depósitos de
reserva una fracción (muy pequeña) de los ahorros de sus depositantes, y el resto está
prestado a interés.]
· ----

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»Para entender la usura, primero tienes que darte cuenta de lo que es el dinero. El
dinero es un instrumento usado como almacenamiento de valor, y como medio de
intercambio. Probablemente hubo un tiempo, hace mucho, en el que la gente se
limitaba a hacer intercambio de cosas. Pero al final necesitaron una forma de
intercambiar cosas de valores desiguales. Por diversos motivos por lo general
acababan decantándose por usar como dinero el oro o la plata, de manera que
podían intercambiarlo bien por la diferencia, o bien por un artículo completo.

»Pero estaba el problema de pesar o medir el oro o plata, así que los fundieron en
forma de monedas. Si todos los hombres fueran honrados, esto habría funcionado
bien indefinidamente. Pero pronto los hombres deshonestos comenzaron a mezclar
otros metales con el oro y la plata, guardándose para ellos el sobrante.

»Y peor aún, a los banqueros se les ocurrió la idea de publicar pedacitos de papel que
podían cambiarse por oro o plata. Les decían a los muy bobos que era por su propio
bien usar estos papelillos, en vez del oro o la plata para comerciar, porque eran
mucho más fáciles de transportar y esconder.

»Pero, resulta que con tal de que las masas de gente creyeran que había una cantidad
equivalente de oro o plata en las cámaras acorazadas de los banqueros, no importaba
que la hubiera o no. Así el banquero podía prestar muchos más papelillos, de los que
decía eran canjeables por oro o plata, que el oro y plata que realmente tenía en sus
cámaras. Y cobraban intereses por cada papelillo.

»Vamos a ver cómo hace la usura ricos a los banqueros. Suponte que vas y compras
una casa por 100.000 dólares, y financias la compra. Firmarás un contrato de
préstamo por el que acuerdas pagar al prestamista unos 900 dólares al mes durante
30 años. Esto totaliza 300.000 dólares, pero sólo habías tomado prestados 100.000.
Así que el prestamista se saca 200.000 dólares, dinero suficiente para comprarse dos
casas como la tuya.

»La diferencia está en que tú te pasarás la mayor parte de tus años de vida de adulto
rompiéndote el culo para pagar la hipoteca y ganarte la casa. El banquero no hace
nada. No sierra la madera, no martillea ningún clavo, no instala fontanería, no hace
nada más que sentarse a engordar y enriquecerse con el trabajo de los demás.

»Ese es el poder de la usura, y así es como los Hijos de Muspell consiguieron


gobernar el mundo y sentenciar a muerte a la raza blanca. Naturalmente, todo ésto
está astutamente disimulado con artificiosas complicaciones, y los Hijos de Muspell
han comprado los medios de comunicación para poder controlar a las masas, para
encubrir sus acciones, y para decidir la suerte de los políticos. Y por supuesto, están

136
constantemente clamando que los persiguen, cuando de hecho son ellos la
pestilencia parásita que esclaviza al mundo entero.

--Uau, son listos, ¿no?

--¡Sí, y también crueles, peligrosos e hipócritas! Pero ya es suficiente, vamos a dormir


un poco.

Por mutuo y callado consenso declinaron las expresiones de pasión sexual a favor de
ir sumiéndose en un tranquilo sueño.

Capítulo 5 - Desde Rusia, con amor.

(Ragnarok)

Al día siguiente las emisiones de radio del Sistema, que las fuerzas del KD
monitorizaban minuciosamente, comunicaban el comienzo del acontecimiento más
importante en la historia de la raza aria. Sin embargo, el KD no tenía forma
inmediata de conocer toda la trascendencia de lo que iban difundiendo al público los
medios de comunicación controlados por el Sistema.

Aunque daban pocos detalles, las emisiones del Sistema afirmaban que en Rusia se
habían producido violentos disturbios políticos que podían afectar al mundo entero.

Aunque en el KD sabían muy bien que los Nacionalistas Blancos Rusos llevaban dos
décadas aumentando en fuerza y número, no tenían ni idea de que fuera posible ni
inminente un golpe de estado ario. Aunque se habían ido produciendo algunos
contactos de carácter limitado entre grupos de resistencia blanca de todo el mundo,
la información que se compartía era escasa por razones de seguridad.

Las viejas escrituras religiosas nórdicas y alemanas hablaban de un día de ajuste de


cuentas final, en la antigua batalla entre las fuerzas de la razón, por un lado, y las

137
fuerzas de la fe ciega que sirven al caos, por otro. Este día de ajuste de cuentas se
llamaba Ragnarok.

Sin conocimiento de los kinslanders de Mathewsville, el Ragnarok había ya


comenzado, así que ellos seguían con sus rutinas diarias sin indebidas
interrupciones, aunque éso sí, con el oído atento a cualquier novedad que
aconteciera. Todos los KD conocían la profecía de Kipling, hecha hace bastante más
de cien años, en la que el famoso escritor y poeta predecía que la salvación de la raza
blanca vendría de Rusia.

En la cabaña de Trebor la construcción de su hogar procedía a buen ritmo, y a su


debido tiempo su matrimonio con Candy y Heather se consumó con relaciones
sexuales altamente satisfactorias para todos. Respetando la creencia wotanista de
que los asuntos sexuales de un hombre y su compañera o compañeras sólo son
asunto suyo, los detalles eróticos no se incluyen en esta crónica. Baste decir que
cuando todo marcha normalmente la gente Aria suele por lo general encariñarse
mucho con sus compañeros de cama. Así pues, ocurría que tanto Heather como
Candy se sentían muy preocupadas con el desarrollo de los acontecimientos de mayo
de aquel crucial año.

Fue a partir de informantes del KD del interior del Sistema, y de emisoras de radio
de onda corta, como llegó a conocerse el comienzo del Ragnarok. Las fuerzas blancas
nacionalistas de Rusia, de los estados bálticos, y de Ucrania, habían cooperado en un
bien planificado y cuidadosamente sincronizado derrocamiento de sus gobiernos
controlados por judíos. A los demás gobiernos de Europa oriental les dieron el
ultimatum de expulsar de inmediato a las fuerzas de ocupación de la OTAN (es
decir, americanas), o enfrentarse a una invasión y a la subversión interna.

En el interior de los países musulmanes, agentes de diversos grupos de inteligencia y


recogida de datos coordinaron revueltas fundamentalistas previamente planificadas.
Y lo más importante de todo, el petróleo de Oriente Medio con destino al hemisferio
occidental quedó de inmediato bloqueado en los puertos.

('Cosa' en Mathewsville)

Conforme la información se filtraba más y más al interior de las comunidades


Kinsland, Mathewsville incluida, Trebor fue el primero, como de costumbre, que se
dió cuenta de la magnitud de lo que sucedía. Así que tras consultas con los ancianos
locales y con mensajeros de todo Kinsland, Trebor convocó una 'Cosa'.

138
La sala estaba abarrotada cuando comenzó a hablar.

--Tenemos en estos momentos la mayor oportunidad en miles de años de asegurar la


existencia de nuestro pueblo, y una auténtica libertad. Ésto es verdaderamente el
Ragnarok --comenzó.

Tras detallar los acontecimientos de otras partes del mundo, comenzó a explicar lo
que estaba a punto de suceder en Norte América.

»La población de América está a punto de reducirse de trescientos cincuenta


millones de personas a quizá cinco o diez millones --anunció Trebor. Se produjo un
jadeo colectivo, y murmullos de incredulidad.

»Pensad en ello --continuó--. Puesto que se han prohibido las plantas nucleares de
generación de energía eléctrica, y puesto que el KD impide que los suministros de
carbón del oeste lleguen al Sistema, casi el noventa por ciento de toda la energía
eléctrica de Norte América proviene de plantas de combustión de petróleo. El resto
proviene en su mayor parte de los generadores hidroeléctricos del noroeste. Sin
petróleo, toda la red eléctrica sufrirá un apagón.

»Esto significa que no se podrá refinar combustible, gasolina o diesel, para camiones
y coches, y que las gasolineras se quedarán vacías. Las comunicaciones, los
ordenadores, la calefacción, el control del tráfico, los ascensores, y otras mil
comodidades y necesidades básicas que dependen de la electricidad dejarán de
funcionar. Ésto incluye a todo el sistema de distribución de alimentos.

»En dos semanas las ciudades comenzarán a pasar hambre. Todo ésto resulta
insignificante en comparación con los cortes de agua, sobre todo del agua potable.
No sólo dejarán de funcionar las plantas potabilizadoras, sino también las bombas
que transportan el agua al interior de las ciudades.

Tras dejar que esto calara durante un momento, Trebor continuó:

--La gente puede vivir semanas sin alimentos, pero sin agua en unos cuantos días
están acabados.

Un hombre joven levantó la mano y solicitó hablar.

--¿Y qué hay de los refrescos y el agua embotellada? --preguntó.

--Las provisiones de toda una ciudad se agotarían en un solo día --aseguró Trebor.

139
--¿No podría la gente hervir agua de los lagos y ríos para hacerla potable? --preguntó
otro.

--¿Hervirla cómo? Las cocinas eléctricas o de gas no funcionarán. Casi nadie guarda
carbón ni leña a mano. Quizá los pocos que vivan cerca de ríos y lagos podrían hacer
leña con los muebles y hervir agua en una hoguera al aire libre, pero dado el nivel de
polución de la mayoría de los ríos y lagos de América, incluso ésto sería inútil.

--¿Y qué pasa con los granjeros que tengan pozos de agua? --fue la siguiente
pregunta.

--Ni uno entre mil sigue teniendo bombas de mano o de molino de viento que
funcionen. Habrá algunos que tengan generadores portátiles, pero sin suministro de
combustible de diesel o gasolina, no funcionarán por mucho tiempo.

--¿Entonces como crees que reaccionará el Sistema? --fue la siguiente pregunta.

--Indudablemente habrá racionamientos de energía, con generación de energía quizá


durante una hora al día, mientras el Sistema intenta desesperadamente mantenerse
operativo. Pero en cuanto nosotros echemos abajo unas cuantas líneas de
transmisión, y saboteemos las plantas hidroeléctricas del noreste, las redes eléctricas
ya no podrán seguir operando a nivel nacional:

»Tal como yo lo veo, Kinsland es defendible --continuó Trebor--. Tenemos la mejor


fuente de agua limpia del continente. Tenemos grandes almacenes de comida,
combustible y armas. Las vastas hordas de skraelings de la costa oeste no tendrán
gasolina ni otros medios para invadir Kinsland desde esa dirección. Lo mismo vale
para desde el este, excepto para la población de la sierra frontal, especialmente de
Metro Denver, Colorado Springs y Fort Collins. Esto nos deja con una frontera de
unas ciento veinte millas que defender.

»Pero recordad que desarmaron a casi todos los americanos con las leyes anti-armas,
mientras que nosotros estamos armados hasta los dientes. Y no hay más que unas
cuantas corrientes de agua, así que cualquier intento de invasión se producirá por
zonas previsibles.

140
(General Supremo)

Al mismo tiempo que Trebor hablaba, otras comunidades Kinsland estaban también
celebrando sus propias 'Cosas' y llegaban a similares conclusiones. Mensajes
encriptados volaban yendo y viniendo entre los oficiales de comunicaciones de todas
las comunidades. De un extremo de Kinsland a otro se produjo el unánime consenso
de que ahora era el momento de hundir una daga en el corazón del Sistema. En
consecuencia nadie se sorprendió cuando Lobo interrumpió para anunciar que
Trebor había sido elegido por aclamación como general supremo de los ejércitos de
Kinsland, para toda la duración de la lucha.

Tras extinguirse los aplausos, un pensativo veterano de las guerras del KD planteó
dos preguntas más:

--¿Qué pasa con los refugiados? ¿Y con los mormones del Frente Occidental, en
Utah? --preguntó.

Con la seguridad de un líder nato, ahora elevado al lugar que le correspondía, Trebor
repuso:

--En cuanto a los refugiados, debemos en primer lugar darnos cuenta de que no
tenemos recursos para alimentar a un gran número. Así que sólo podremos ofrecer
refugio a los jóvenes y sanos, que puedan contribuir. Por supuesto, tenemos
simpatizantes y agentes en el interior del Sistema, y debemos hacer todos los
esfuerzos para traerlos aquí en cuanto sea posible.

»En cuanto a los demás refugiados, a los niños que parezcan ser de buen linaje racial,
y las mujeres jóvenes y sanas, podemos traerlos a las comunidades Kinsland. A los
varones blancos jóvenes y sanos que pasen los tests acostumbrados, se les puede
llevar a campamentos para que reciban adoctrinamiento y entrenamiento militar.

»A los skraelings, muspellheimers, los traidores conocidos y otros indeseables se les


disparará en cuanto se les vea. En cuanto a todos esos viejos tipos blancos que se han
pasado la vida aceptando o apoyando al Sistema, si pueden apañárselas por su
cuenta en las montañas, que lo intenten. No lo conseguirán muchos, pero no merece
la pena malgastar una bala con ellos. No se merecen ni ayuda ni piedad.

»En cuanto a los mormones, se necesita conocer algo de historia. Como sabéis, la
religión mormona original era racista. Solo admitía a blancos, y fomentaba la
poligamia. El gobierno de América, asesino de la raza, primero los obligó a renunciar
a la poligamia, luego emancipó a las mujeres, y por fin obligó a los mormones a

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aceptar la integración racial. Esta secuencia no fue casual, porque una raza de
hombres castrados es fácil de someter. Pero una raza de hombres predadores
sexuales combatirá hasta la muerte por conservar los harenes que dominen.

»Sea como sea, hace varias décadas, un muspellheimer llamado Kurtz que dirigía el
Ministerio de Hacienda dijo a los mormones que si no se integraban racialmente, el
gobierno les gravaría con tantos impuestos que la iglesia perdería todas sus
propiedades. En consecuencia el presidente de la iglesia, un puerco degenerado y
cobarde llamado Kimball, enseguida tuvo una «visión» en la que Dios le decía que
integrara la iglesia. ¡¡Maldito para siempre el nombre de Kimball!!

»Bien, unos trescientos mil mormones comprendieron que la iglesia estaba


cometiendo apostasía, y consecuentemente formaron su propio grupo y lo llamaron
"Mormones Preocupados" ["Concerned Mormons"]. Estamos en contacto con ellos, y
están dispuestos a cooperar con nosotros en el Ragnarok. Los traidores a la raza que
ocupan el Templo Mormón en Salt Lake City ¡¡recibirán la pena acostumbrada por
traición!!

--¿Cuán pronto tendríamos que atacar la red eléctrica del Sistema? --preguntó
alguien.

--Muy pronto --replicó Trebor--. Hemos oído ya que la gasolina ha subido hasta los
cincuenta dólares por galón (1 galón=3'8 litros), donde aún pueda conseguirse. Dentro
de pocos días la mayoría de las ciudades serán ingobernables. Entonces podremos
desplazarnos impunemente por el territorio del Sistema. Es casi seguro que
declararán la ley marcial, pero con tantos grupos étnicos y raciales como hay dentro
de la policía y las fuerzas militares del Sistema, éso será un desmadre. No van a estar
patrullando las solitarias carreteras rurales mientras las ciudades arden y mueren.

Tras debatir más detenidamente sobre táctica y pulir detalles, se habían hecho casi
las dos de la noche. Se suspendió la reunión y Lobo se fue a enviar mensajes
encriptados con las órdenes de Trebor a todas las bases Kinsland.

(Un nuevo comienzo)

En casa, Trebor disfrutó de las solicitas atenciones que le prodigaban sus nuevas
compañeras. Aunque Candy y Heather a estas alturas ya habían adquirido la
perspicacia de percatarse de no haber hecho nada por merecer su posición, no
dejaba de entusiasmarles la idea de ser de facto las 'primeras damas' de una nueva
nación.
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A Trevor sin embargo tardaba en acudirle el sueño, pues su cabeza estaba llena de
los infinitos problemas que iban a surgir en el próximo futuro. La primera prioridad,
algo que había que conseguir a toda costa, era dejar sin electricidad al Sistema.
Durante esta operación se verían seriamente reducidas las reservas de gasolina que
los kinslanders habían precavidamente acumulado. Existía tecnología para convertir
carbón en combustible apropiado para motores de combustión interna, y de hecho
una planta así estaba ya en funcionamiento en las cercanías de la frontera Colorado-
Utah. La planta tendría que aumentar la producción y acelerar la distribución.

Tomó nota mental de hablar con Lobo por la mañana, para decirle que aumentara
las comunicaciones con los rusos y otros grupos de Europa oriental. La inmigración
desde la atestada Europa hacia América era vital.

Cuando por fin Trebor se sumió en el sueño, lo hizo con una inconmensurable
esperanza y satisfacción. Tantos esfuerzos y sacrificios, de él mismo, de sus
camaradas, y de incontables otros a lo largo de interminables generaciones, no
habrían sido en vano.

Este hermoso pueblo aún cumpliría su glorioso destino como la mejor creación de la
naturaleza.

Fin
Y Comienzo

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Sociedad Costa Rica de la Lanza Hiperbórea

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