Los orificios nasales de mi padre no son ni chicos ni grandes. Me consta que
tampoco he heredado su nariz. Mi ex novia [siempre termino hablando de las personas que me desagradan] me decía que, cuando yo me fastidiaba, abría los orificios nasales. Nunca me apercibí de que los abría. «Estás enojado», «no se te puede decir nada», me decía —yo con los orificios nasales bien abiertos— y a veces (para sosegarla y sosegarme y para sosegar la situación en general) me reía y acabábamos, por suerte, riéndonos juntos. Me retracto: quizás la nariz de mi padre [como la mía, acaso] es un poco —apenas— gorda (iba a escribir «regordeta» pero me abstuve). La nariz de mi padre es, sin embargo, proporcional a su cara. O sea: más bien gorda, ensanchada, maciza. De los orificios nasales [creo que estoy inventado] sobresalen pelitos que mi padre se ha encargado de exterminar y que jamás, según recuerde, le han vuelto a crecer. O le han crecido y yo, como es común en mí, no me he percatado.
La nariz de mi padre y su(s) hábito(s):
A) Uno de los hábitos predilectos de mi padre es sonarse la nariz. Sobre todo en
invierno, en épocas de catarros y tos. No lo hace como el común de las personas, es decir, agarrar un pañuelo, doblarlo, llevárselo a la nariz y expulsar progresivamente los mocos. Mi padre, por el contrario, oprime con un dedo uno de los orificios nasales y larga los mocos por el otro. Los larga al piso. Incluso al piso de su casa. Los mocos quedan extendidos en el piso y después él mismo los pisa. O yo, cuando voy. O cualquier invitado. B) Otro de los hábitos de mi padre [aunque no sea un hábito verdadero, del cualquier modo lo es] consiste en no —insisto: EN NO— sacarse los mocos. Jamás hurga con el dedo la nariz. Por lo que se ve obligado a usar pañuelo. A veces suele sonarse la nariz con brusquedad y expulsa mocos con sangre. O mocos amarillos y grandes que, más de las veces, me dan arcadas. Es un mal hábito que tengo: mirar los mocos de los demás. Es una curiosidad que me acompaña de chico. Y que, de grande, se fue incrementando. C) Es frecuente. La pérdida de sangre es frecuente. Es probable que coincida un poco con el punto B. Muchas veces suelen decirle a mi padre «tiene sangre», a lo que mi padre, en ocasiones sorprendido, pregunta «¿en dónde?» y terminan diciéndole que tiene sangre en la nariz. «Ahí», le dicen y le señalan la nariz. Es común en mi padre coagulitos de sangre sobre la nariz. (Llegado aquí debo refutar el punto B). Lo que me hace pensar que mi padre, a escondidas, se hurga la nariz con el dedo. O, naturalmente, la nariz le sangra por sí sola.
Lo que no heredé de mi padre (o lo que supongo que no heredé):
A) No suelo taparme un orificio y expulsar mocos por el otro. Me resulta un
hábito chabacano, grosero y de mal gusto. Aunque, debo confesarlo, tengo mis licencias. Suelo a veces, en la calle, taparme un orificio y expulsar mocos por el otro. Es un hábito que adquirí tardíamente y que, por otro lado, lo hago a escondidas o frente a desconocidos. Siempre en el ambiente propicio o que considero propicio: la calle. No como mi padre que expulsa los mocos dentro de su casa y luego los pisa. O los barre. B) Es incierto si mi padre hurga su nariz con el dedo. Por mi parte es un placer hacerlo. Me enorgullece que todos, o casi todos, podamos hurgarnos la nariz. Sacar el moco, inspeccionarlo, hacerlo una pelotita (en caso de que se pueda) y arrojarlo al piso. Me jacto, incluso, de poder sacarme los mocos. En absoluto me causa vergüenza. [Inclusive mientras escribo esto, me hurgo la nariz y noto que no tengo mocos, o que tengo pero son muy pocos. Saqué uno chiquitito —podría fotografiarlo— pero que no vale la pena por su tamaño]. Me fascina poder hablar con alguien y a la vez sacarme los mocos. Antes me retaban y mucho más antes me los comía. Comerte los mocos era como hacer una carrera en la UBA. Juagábamos con el resto de los niños a ver quién se comía más los mocos. Recuerdo que algunos mocos eran vomitivos. C) La sangre no es frecuente en mi nariz. No suelo perder sangre. Muy esporádicamente me he sacado mocos con pequeños coágulos de sangre. Cuando veo los mocos-coágulos me lleno de deducciones sobre posibles enfermedades bronquiales y trato de decirme que es común. Quizás el hábito de sacarme los mocos lo he heredado de mi padre. O quizás es un hábito que aprendí de otros chicos. Prefiero lo segundo. Lo primero me aterra. D) No se me ocurre absolutamente nada. E) Debería pensarlo con más tiempo. F) La hipótesis F es un exceso de hipótesis. G) Apreté ENTER y Word me creó una hipótesis G.