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La ciudadanía

Modelos precedentes de la ciudadanía

El hablar la ciudadanía implica tener una noción de los cambios que esta tuvo en las
civilizaciones o en las etapas de la historia contextualizadas en sus respectivas épocas y
ubicaciones ; ya que nos dan una referencia clara , como el fin que esta monografía indica ,
sobre el desarrollo que ha tenido la ciudadanía hasta la actualidad . Para eso tenemos que
ahondar en las que son más resaltantes e influyentes en la ciudadanía actual.

La ciudadanía en la antigüedad.

Ciudadanía en Esparta y Atenas

Aunque ambas ciudades, Esparta y Atenas, tenían un mismo origen en la ciudad-estado, en la


comunidad de los ciudadanos de pleno derecho, y ambas otorgaban la mayor importancia al
gobierno a la ley, “nomos”. Los helenos destacaban las diferencias de sus constituciones. La
principal diferencia se encontraba en el número de ciudadanos pues Esparta se consideraba
que poseía una población estimada de 2000 ciudadanos debido a las constantes guerras y era
la distribución que se dio de la tierra en lotes grandes entre pocos espartiatas, este hecho
supuso que muchos ciudadanos vivieran en la pobreza; mientras que en Atenas se
caracterizaba por su gran número de ciudadanos. Sobre esto Aristóteles señaló una ley que
dejaba libre del servicio militar al padre de tres hijos, y al de cuatro de todo impuesto.

Esparta era una oligarquía donde la soberanía recaía en los ciudadanos más ricos, y, Atenas
una democracia donde las categorías sociales más bajas también participaban de las
instituciones políticas y de la vida en común de la ciudad-estado.

Sobre esto, Arendt (1988), argumentó: “La igualdad en la polis griega era un atributo de la polis
y no de los hombres, los cuales accedían a la igualdad en virtud de la ciudadanía, no del
nacimiento”. p. 31.

Formándose una concepción de Esparta, para la ciudadanía se daba desde que nacían, pero
dichos derechos no eran válidos si es que no pertenecías a una de las dos instituciones
obligatorias impartidas por la constitución, la agoge y la phiditias. La agoge se encargaba de
instruirlos de forma militar, de ahí provenía su alto poderío militar; por otro lado, la phiditias se
encargaba de la educación. Si no se llegaba a contribuir a la phiditias, perdías la condición de
miembro más la pérdida de la ciudadanía: atimia. Los espartiatas que reunían todas estas
condiciones asumían el grado de igualdad llamados en ese tiempo: hoi homoioi. Los
espartanos poseían una estructura social donde los ilotas y periecos poseían la posición más
degradante que es la de ser esclavo: ilota.

Tuvieron un punto en su constitución muy curioso que cabe la pena resaltar para explicar la
ciudadanía espartana que básicamente la refleja. Es en la constitución de Licurgo se procuró
abiertamente la prosperidad para los valientes y la desgracia para los cobardes. De ahí
podemos ver la deshonra que tenían los que no llegaban a sacrificarse por lo que es bastante
justificable por qué se poseía un gran heroísmo en la ciudad espartana.

Muy por el contrario, tenemos a Atenas que poseía una ciudadanía muy resaltable que no se
ve actualmente, ya que cualquier ciudadano podía intervenir y debatir sobre las decisiones
política-militar que se proponía en cada convocatoria y/o asamblea, dándose esto se daba en
el transcurso de toda su vida. Ellos apreciaban mucho esta participación, y además por ella
llegaron hasta recibir un salario, misthós. Los tribunales eran formados por seis mil ciudadanos
mayores de treinta años, que se presentaban para ser jurados, estas dos instituciones eran las
que realmente tomaban las decisiones en Atenas; las demás magistraturas, también
desempeñadas por ciudadanos, se limitaban a ejecutar y administrar estas decisiones, todo
magistrado era inspeccionado antes (dokimasia, examen) y después (euthynai, rendición de
cuentas) de desempeñar cualquier cargo.

Al momento de las confrontaciones bélicas se daba un reparto de obligaciones de forma


proporcional a lo que podían dar los ciudadanos. Un ejemplo de esto sería la que se le impuso
a los atenienses más ricos que aportaban cada dos un trirreme, nave de guerra de aquellos
tiempos; o la de los caballeros que prestaban su servicio militar en la caballería, los seguitas
que en el cuerpo de infantería y los tetes, ciudadanos más pobres, servían como marineros o
tropa ligera.

Tambien tenian relaciones entre ciudadanos por medio de las creencias y fiestas en honor a
sus dioses como fueron las fiestas Dionisias; en honor al dios Dionisio; las Targelias; fiestas
dedicadas a los dioses Apolo y Artemis; las Panateneas, fiestas en honor de Atenea; incluso
hubieron muchas. Solamente los ciudadanos participaban de esta intensa vida en común, con
todo un abanico de derechos y obligaciones, que hicieron que la vida pública del ciudadano
brillará como nunca más se ha visto. Podemos recoger las palabras de Pericles, que ya
anunciaba que serían admirados por sus contemporáneos y por las generaciones futuras.

La democracia ateniense basada en los principios de isonomía, igualdad ante la ley, y de


isegoría, derecho a hablar y proponer medidas en la asamblea, fue conformado un ciudadano
con una virtud cívica plena, llena de elementos políticos, militares y cívicos. El hombre estaba
llamado a cumplir una existencia superior: La vida plena en la comunidad, la realización de la
areté, y la conquista de la eudaimonía, la felicidad. El ciudadano era el fin de la ciudad-estado,
como también era su origen, se identifica a la ciudad con el conjunto de sus ciudadanos. Los
atenienses dedicaban a la polis su cuerpo y su mente, continuamente se planteaban nuevos
proyectos en común, propuestas audaces y arriesgadas, siendo innovadores y modernos,
como no volverá a serlo ningún pueblo.

1.1.2. Ciudadanía en Roma

El modelo romano no fue estático, sino que evolucionó en varias y diferentes fases. El
ciudadano vivía bajo la esfera del Derecho romano, tanto en la vida privada como en la pública.
Se transmitía por vía paterna, de modo que cualquier hijo de ciudadano obtenía nada más al
nacer, de forma automática, el estatus de ciudadanía. El título de ciudadanía contó en Roma
republicana con bastante prestigio. Los derechos que confería no eran tantos y como es
natural, de obligaciones: bajo la esfera de los deberes se incluían, básicamente, la realización
del servicio militar y el pago de determinados impuestos; en cuanto a los derechos, el que tiene
que ver con pagar menos impuestos que aquellos que no eran ciudadanos era el más
destacable fuera del ámbito estrictamente político un ciudadano podía realizar diversas cosas:
casarse con cualquiera que perteneciera a una familia a la vez ciudadana; negociar con otros
ciudadanos; un ciudadano de provincia podía exigir ser juzgado en Roma si entraba en
conflicto con el gobernador de la provincia de residencia, etc. En el ámbito más político, la
ciudadanía implicaba tres tipos de derechos: votar a los miembros de las Asambleas y a los
magistrados, poseer un escaño en la Asamblea y poder convertirse en magistrado. Pero, como
señala Heater (2007): “detrás de las obligaciones específicas que conllevaba la ciudadanía se
encontraba el ideal de virtud cívica (virtus),que era similar al concepto griego de areté”. p.63.

Indicando que no todo se reducía a algo formal, sino que funcionaba algo más profundo, el
status que se poseía por ser parte de este gran imperio que te habría puertas a muchas cosas
interesantes en dicha época antigua.

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Pertenecer a la realidad romana era motivo de orgullo, como puede verse en la declaración
“Civis Romanus sum” (soy ciudadano romano); en este caso podríamos decir que la condición
de ciudadanía imprimía en el individuo unos atributos más vinculados al reconocimiento social
que una efectividad de ejercicio sociopolítico. Luego, Cayó amplió la ciudadanía a los latinos
que vivían en la misma península itálica o en las colonias. Posteriormente, el general Mario,
nombrado cónsul el año 105 a.C., lleva a cabo una extensión de la ciudadanía a todos los
miembros del ejército, que eran de procedencias muy diversas. Después de una sublevación
del año 90, la condición de ciudadanía fue ampliada a todos los pueblos itálicos. La época que
significa el tránsito al modelo de Principado y su consolidación fue la más importante de todas.
En el Principado, se resolvió el problema de tener en el Imperio dos códigos legales: uno para
los ciudadanos romanos (que incluía a los pueblos itálicos) y el otro para los habitantes de los
pueblos conquistados.

El emperador Caracalla (211-217) promulgó la Constitución Antoniana (o Decreto Antoniniano)


el año 212, que se convirtió en la ley más importante y reconocida relacionada con la
ciudadanía romana. Mediante este edicto la condición de ciudadanía ampliaba los límites
geográficos y alcanzaba a la totalidad de los habitantes libres del Imperio. Se conseguía así
integrar el ius gentium (derecho internacional) dentro del ius civile (derecho civil). La ciudadanía
alcanzaba su máximo nivel de igualdad y amplitud, lo que determinó una cierta pérdida de valor
simbólico (anteriormente señalado en el caso de la proclamación del Civis Romanum Sum),
pues, al estar al alcance de cualquiera, la ciudadanía ya no permitía defender planteamientos
elitistas de ningún tipo por parte de quienes la hubieran obtenido. También se reconocía de
alguna manera la doble ciudadanía (romana y cosmopolita) que defendían los estoicos, pues el
concepto de ciudadanía se adaptaba a un espacio político en cierta forma mundial (para los
romanos el Imperio alcanzaba las dimensiones del mundo conocido).

En el año 338 a.C., con motivo de sus ya múltiples conquistas, Roma puso en funcionamiento
un nuevo tipo de ciudadanía, de segunda clase, una especie de semiciudadanía, que no
implicaba los mismos derechos que los de la de primera clase. Por ejemplo, el derecho al voto
no estaba incluido, lo que, entre otras cosas, impedía que uno pudiera convertirse algún día en
magistrado. También, para evitar conflictos con pueblos vecinos que ambicionaban la
ciudadanía romana, y como modo de obtener su lealtad, se aprobó la llamada lex Julia (90
a.C.), que otorgaba una ciudadanía recortada a cientos de miles de personas de toda la
península itálica; como lo señala Heather (2007): “La ciudadanía romana era ahora algo
parecido a un estatus ‘nacional’, en ningún caso limitado geográficamente a la ciudad de
Roma”. p.69.

Donde podemos extrapolar que esta ciudadanía romana pasó a ser algo ya no inalcanzable
para los habitantes de los territorios colindantes a Roma.

Transición a la modernidad
La caída del Imperio Romano acabó en la práctica con la ciudadanía, pues la autocracia
bizantina no le dio margen de maniobra; también, los pueblos bárbaros que conquistaron
Europa se romanizaron progresivamente y adoptaron la fe cristiana. Al abandono de la
ciudadanía corresponde el olvido de la idea de democracia, que, tras el experimento griego, es
sustituida por otros modelos políticos menos igualitarios. A pesar de ello, la idea esencial de
ciudadanía nunca pudo ser erradicada y permaneció hasta que, ya en épocas más recientes,
fue redimensionada y puesta de nuevo en funcionamiento teórico y práctico.

Dicha ciudadanía fue cambiante tomando inicialmente una postura cristiana, lo que lleva a
explicar la estructura jerárquica adoptada por la Iglesia católica, la cual no predisponía a que la

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ciudadanía pudiera arraigar con cierta fuerza. La caída del Imperio provocó que los obispos
asumieran no sólo el poder espiritual sino también el político en cada diócesis. El cristianismo
adoptó una posición poco mundana, en el sentido de que se despreciaba e infravaloraba la
vida en el mundo material, la vida no es una finalidad en sí misma y, aunque tampoco se
rechace el vivir en comunidad, no se valoran fuertemente algunos de sus aspectos más
característicos. El cristianismo advierte de la inevitable corrupción que caracteriza al mundo
temporal; el mundo verdadero, en este sentido, no puede ser el real, donde los hombres viven
unos al lado de otros.

Sobre esto se ve escrito en la biblia, Juan (18:36): “Respondió Jesús: mi reino no es de este
mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuese
entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí”.

Que nos indica que la vida en este mundo solo es un camino hacia la verdadera vida y que se
adoptó una posición poco mundana, en el sentido de que se despreciaba e infravaloraba la
vida en el mundo material pues supuestamente había un reino donde si lo hacía.

Mientras que, como ya hemos dicho, en el mundo griego la virtud se daba en el ámbito de la
poli, de la vida en común, en el cristianismo, aunque hay una fuerte vida comunitaria, no se
trata en este caso de una comunidad política, sino religiosa, con todo lo que ello conlleva. La
idea de justicia, viene a ser basada en la moral cristiana, es decir, lo que afecte a tu entrada el
reino de los cielos. San Agustín (s. IV-V) fue el autor que, dentro del cristianismo, dio un mayor
peso a esta concepción, que ya partía de los orígenes de esta religión. Sin embargo, Santo
Tomás (ya en el siglo XIII) no es tan duro como Agustín al referirse a la realidad terrena, pues
cree que ésta es, en cierta manera, la expresión de la voluntad divina; por tanto, no puede ser
tan nociva y, en consecuencia, debería ser atendida de forma seria. En este cambio de actitud
dentro del cristianismo fue decisiva la recuperación, por vía árabe y judía, de la figura de
Aristóteles, olvidada durante muchos siglos en Europa.

En el siglo XVIII cambia drásticamente el panorama relativo al principio de ciudadanía y, por


extensión, a la política en general. La herencia de la Ilustración fue clave en este renacimiento
de la democracia y de las luchas sociales, en esta vigorización que se imprimió a la esfera de
lo político. Los principios que definían el funcionamiento de la política comienzan a cambiar, a
la vez que se abre el ejercicio efectivo del poder. Por ejemplo, mientras que en épocas
anteriores se remarcaba la importancia de las obligaciones, en esta nueva etapa histórica el
lenguaje de los derechos cobra una relevancia que no volverá a perder, al margen de la
efectividad o no de sus planteamientos. Este nuevo lenguaje de los derechos se acabaría
plasmando, históricamente, en dos revoluciones decisivas: la americana y la francesa,
proclamadas como Declaración de Independencia de los Estados Unidos (1776) en el primer
caso, y como Declaración Francesa de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789).

Ciudadanía contemporánea
Podemos ver en esta etapa de la ciudadanía un cambio respecto a la forma de ver dicha
atribución, dejando de ser un símbolo de poder y pasó a tener un aspecto territorial que se
basa en el concepto de Estado-nación donde las fronteras nos alejan más y más. Dejando de
tener el control de un rey “propietario de todo” pasando a consolidarse la burguesía como
núcleo burocrático de un Estado centralizado. Acabando así la servidumbre feudal, limitando el
ámbito de las dependencias personales y expulsando masas de población hacia formas de
trabajo asalariado o hacia el bandidismo y el vagabundaje.

Los derechos fundamentales ya no son derechos de ciudadanía sino derechos de las personas
independientemente de su ciudadanía: derecho al lugar de residencia donde uno tiene

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relaciones sociales, derecho al espacio público y a la monumentalidad, derecho a la movilidad
y accesibilidad, derecho al empleo y salario ciudadano, a la intimidad y a la elección de
vínculos personales, etc.

Realmente la ciudadanía en nuestros días ha dejado de ser fundamento de la igualdad y de la


universalidad. Tal como lo manifiesta Ferrajoli (1999) diciendo: “En las crisis de los estados y
de las comunidades nacionales que caracteriza este fin de siglo, conectada con fenómenos
paralelos como las migraciones de masas, los conflictos étnicos y la distancia cada vez mayor
entre Norte y Sur, es preciso reconocer que la ciudadanía ya no es, como en los orígenes del
Estado moderno, un factor de inclusión y de igualdad”. p.55. Este punto expuesto nos refleja
claramente la forma que toma la ciudadanía en la actualidad que dejó sus bases para
convertirse en una necesidad social: un anhelo humano de gobernarse a sí mismo, con respeto
a los derechos humanos, derechos de tercera generación y a la interacción necesaria de los
procesos culturales.

Aspectos teóricos de la ciudadanía

Concepto
Durante el transcurso de los tiempos el concepto de ciudadanía ha pasado por diferentes
definiciones, hablando de ciudadanía mundial, ciudadanía política, ciudadanía económica,
ciudadanía indígena, ciudadanía intercultural, ciudadanía nacional, y hasta ciudadanía global.
Sin embargo, en forma simplificada se puede mencionar cinco etapas o cambios que tomó el
concepto de ciudadanía.

 Inicialmente en el Libro III de La política de Aristóteles se tomó el concepto de ciudadanía


como un status solo para hombres adultos y libres, excluyendo a los grupos poli-griegos,
extranjeros, bárbaros, mujeres, siervos, esclavos y pobres.
 El siguiente concepto de ciudadanía surgió en Roma, considerando ciudadanía a un adulto
libre que necesariamente debía ser padre de familia con facultad de ejercer autoridad sobre
un grupo familiar.
 Entre los siglos XVI y XVII Jean Bodin y Thomas Hobbes hablaban de ciudadanía a las
personas con participación y funciones públicas y en el honor a ejercer dichas funciones,
por lo tanto la ciudadanía era ser súbdito y obediente al soberano, sujetado a las mismas
leyes y costumbres, independiente de las diferencias de religión, lengua y origen étnico.
 En la revolución burguesa entre los siglos XVII y XVIII se tuvo las teorías de Locke y
Rousseau, teniendo como concepción de ciudadanía a la igualdad jurídica tanto para el
súbdito y soberano integrante de la Nación, sin embargo continuaba la exclusión de la
mujer.
 En la actualidad se considera que las personas son seres racionales, libres moralmente,
responsables e iguales frente a la ley. Con diversas diferencias desde el punto de vista
económico. Aunque las personas se involucren en la vida política tienen el derecho de la
privacidad ante la intromisión pública.

“La Ciudadanía es la pertenencia a una comunidad política, y se constituye en diversos


términos en las diferentes sociedades. Está ligada a la libertad o a la justicia (considerada
como orden o igualdad), o a una y otra, y en este sentido se identifica con el ejercicio de tres
clases de derechos humanos: los civiles; los políticos, y los sociales. La adquisición de esos
derechos de ciudadanía, según algunos, es progresiva; según otros, no tiene carácter lineal ni
evolutivo. Mientras que en la Antigüedad la idea de c. se relaciona esencialmente con la de los
deberes, y en la edad moderna, con la de los derechos, la idea de la c. abarca hoy derechos y
deberes: considerados los unos y los otros coesenciales para ser miembros de una comunidad.
Con mayor precisión podría decirse que la nueva c. reúne los derechos de la libertad y de la

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igualdad con los deberes de la solidaridad. En este sentido, el concepto de c. se une al de
democracia, y se caracteriza por la necesidad de conciliar las exigencias de la participación con
las de la gobernabilidad, por un lado, y por el otro, las de la justicia y con las del mercado.”
(Galeazzi, 2008: 168).

Elementos de la ciudadanía
■ Elementos civiles: Derechos básicos de libertad, asociados con los tribunales de la justicia.
■ Elementos políticos: Derechos de participación, asociados con los poderes legislativo y
ejecutivo.
■ Elementos sociales: Derechos a un mínimo bienestar, asociados con los servicios sociales.
■ Elementos culturales: Patrimonio cultural común que define a la comunidad respecto a la
sociedad que lo rodea.
Los elementos de la ciudadanía se basan en los valores éticos (la dignidad de la persona)
ligados con la participación, la convivencia en la sociedad.

Tipos de ciudadanía

Ciudadanía formal. La ciudadanía formal es, en virtud del internacional, lo que indica la
nacionalidad, pertenencia a un Estado-nación, por ejemplo, una persona con nacionalidad
peruana. Pero ser ciudadano formalmente de un Estado-nación no indica qué clase de
derechos se ostenta, en qué condiciones y cuándo se dejan de garantizar. La ciudadanía
formal significa bien poco, sobre todo si la enfrentamos a la sustancial.

Ciudadanía sustancial. Es aquella que garantiza los derechos de ciudadanía anteriormente


consignados (políticos, civiles y sociales). Ser ciudadano sustancialmente de un Estado-nación
supone que éste me garantiza mis derechos de manera efectiva. Al contrario de lo que ocurría
con la ciudadanía formal, que solo significa que nominalmente se pertenece a un Estado. Así
que teniendo en cuenta los dos tipos de ciudadanía existentes, nos encontramos con dos
versiones de ciudadanos. Aquellos a los que se les garantiza todos sus derechos de
ciudadanía, y aquellos a los que se le cercenan algunos o todos sus derechos.

Ciudadanía en la emigración. Esta concepción no cataloga a las personas que migran como
ciudadanos formales ya que no pertenecen legalmente a la región, sin embargo, quienes
procedan legalmente a establecerse son considerados ciudadanos.

Restricciones del ciudadano


 Respetar los derechos de los demás
 Respetar las normas y leyes establecidas para convivir en sociedad
 Los ciudadanos están obligados a defender la patria si es necesario
 Cumplir con el pago de impuestos
 Cumplir con el calendario de vacunas obligatorias
 Cumplir las leyes de sanidad y medio ambiente: mantener la higiene de la ciudad
 No cometer delitos que perjudiquen directa e indirectamente a otros ciudadanos

Ciudadanía, capacidad de agencia y desarrollo humano


Como lo mencionó Adela Cortina, la ciudadanía requiere participación activa del ciudadano en
la vida económica y política del estado, Esto quiere decir que la condición de ciudadanía no
solo es tener derechos y deberes, sino también actuar y provocar cambios en la sociedad, lo
mencionado se define como capacidad de agencia de una persona en una sociedad
democrática.

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Como afirma el filósofo Pablo Salvat “La lenta maduración de la conciencia de la humanidad en
torno a la necesaria promoción de los derechos humanos concurre al mismo tiempo en que se
desarrolla una dialéctica de modernidad y/ modernización a escala planetaria, la que a fines de
siglo, parece inscribir en su frente un sentido y orientación unidimensional” (2000). Se puede
confirmar que la ciudadanía inicia con los derechos humanos que no solo se limita a los
individuos, sino también entre los Estados y los entes internacionales. Para esta mención se
cita a Thomas Merton quien dice: “No vamos a resolver los problemas sociales de la
comunidad, a menos que los resolvamos en términos universales”, Es decir que los derechos
humanos necesitan de una democracia incluyente, es decir proteger los derechos de los más
desprotegidos y vulnerables, velando por la responsabilidad pública.

En el Perú, en la actualidad se presenta un desarrollo humano medio, ya que ahora se cuenta


con una ampliación en el nivel socioeconómico medio, sin embargo es esencial el llamado ético
a las responsabilidades, para que las personas informadas y comprometidas contribuyan al
diálogo y debate, así se profundiza la democracia y el desarrollo humano, con esto se busca
que más personas cuenten con una vida alegre, digna y con bienestar, en una sociedad más
justa y humana que cada día sean menos las personas excluidas, como lo cita Montesquieu en
su obra El espíritu de las leyes: “Una injusticia hecha a uno solo es una amenaza hecha a
todos”.

Teoría de Marshall y críticas

Analiza el desarrollo de la ciudadanía desde tres puntos de vista: desde el desarrollo de los
derechos civiles, derechos políticos y derechos sociales. Esto lo hace en función del desarrollo
histórico de los siglos XVIII (Derechos Civiles); siglo XIX (Derechos Políticos) y siglo XX
(Derechos Sociales). Su contribución distintiva fue la introducción del concepto moderno de
Derechos sociales (accedidos no sobre la base de pertenecer a alguna clase social o
necesidad, sino por el hecho de ser ciudadano). Proclamó que sólo exista la ciudadanía plena
cuando se tienen los tres tipos de derechos, y que los mismo no dependen de la clase social a
la que se pertenezca, pero que su otorgación no implica la destrucción de las clases sociales y
la desigualdad.

Marshall centró su análisis sobre Inglaterra, precisando que los tres tipos de derechos (civiles,
políticos y sociales) evolucionaron a diferentes ritmos en el transcurso de doscientos o
trescientos años; muestra que los primeros en desarrollarse fueron los derechos civiles
(libertad individual, libertad personal, libertad de palabra y de conciencia, derechos de
propiedad, derecho de contratación y la igualdad ante la ley); los derechos políticos
(participación en el ejercicio del poder político como elector o representante de los electores) se
desarrollaron a continuación, en tanto que la lucha por su expansión ocurrió fundamentalmente
durante el siglo XIX hasta el establecimiento del principio de ciudadanía política universal. Las
luchas por los derechos sociales empiezan a finales del siglo XIX y se desenvolvieron a
plenitud durante el siglo XX. La visión de Marshall concluye que estos grupos de derechos
forman una especie de peldaño o eslabón en dirección de los otros.

Thomas Humpherey Marshall es un socialdemócrata de segunda generación, es por ello que


analiza las clases sociales, pero en Estado democrático, se observa que la justicia social solo
es para las personas exitosas en el mercado laboral y comercial, por ello Marshall piensa en
eliminar la paradoja de los derechos civiles, eliminando las desigualdades sociales. Marshall
cito:
“Esta convicción se vio impulsada por el hecho de que uno de los principales logros del
poder político en el siglo XIX fue el reconocimiento del derecho a la negociación colectiva.
Esto significa que se estaba logrando el progreso social mediante la extensión de los

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derechos civiles, no debido a la creación de los derechos sociales, sino a través del uso
del contrato en el mercado abierto, no del establecimiento de un salario mínimo y una
seguridad social. (…) Estos derechos civiles se convirtieron para los trabajadores en un
instrumento para elevar su estatus social y económico, es decir, para establecer la
pretensión de que ellos, como ciudadanos, eran titulares de ciertos derechos sociales.
Así, la aceptación de la negociación colectiva no fue simplemente una extensión natural
de los derechos civiles; representó la transferencia de un importante proceso desde la
esfera política a la civil de la ciudadanía. (…) Por lo tanto, el sindicalismo ha creado un
sistema secundario de ciudadanía industrial paralelo al sistema de ciudadanía política, al
que complementa.” (Marshall 1997: 320-321).

De lo citado, se indica que la Ciudadanía y las clases social están altamente ligados, y esto
busca cambiar con una idea igualitarista. De lo argumentado se puede también mencionar
conflictos que existen con la teoría de Marshall sobre la Ciudadanía y clase social. Moore
reflexiona acerca de las rutas de acceso a la modernización y plantea tres carriles de transición
a la modernización económica (Moore, 1973: 8-9). En su obra, Moore criticó a Marshall por
haber presentado el desarrollo de los derechos como algo que ocurrió suavemente y sin
conflictos de clases. Es decir, para él tanto la dictadura como la ciudadanía y la democracia
tienen un origen social y son productos de luchas históricas. La ciudadanía se desarrolló de
conflictos históricos y menos en otros momentos (Moore, 1973: 26).

El enfoque de ciudadanía en Marshall no solo fue tachado por su ausencia de conflictos sino
también por ser evolucionista e irreversible. Otras de las críticas que recibió Marshall es por su
orden metódico debido a que se basó su argumento en torno a la ciudadanía, esta es la
postura de Anthony Giddens; Este autor sostiene que se presencia una lógica secuencial
natural, por ello se ignoran las peleas que se realizaron para obtener los derechos civiles y
políticos (Giddens, 1981; Barbalet, 1988).

La ciudadanía activa y sus implicaciones. La ciudadanía activa ve a las personas como


entes que pertenecen y tienen una actividad activa en la comunidad de su país. En la
actualidad, la ciudadanía practica la democracia como forma de vida, es decir cuando se
participa de forma activa de una sociedad en forma colectiva, buscando el bienestar común
mediante el desarrollo de actividades de discusión y discrepancia. La ciudadanía activa se
observa en grupos de ciudadanos organizados que realizan actividades formales e informales
para realizar proyectos, cambios políticos, generar discusión, proteger los derechos, realizar
denuncia y ejercer control, en general, para mejorar la calidad de vida de las personas en su
sociedad. Estos grupos son muy diversos ya que pueden ser organización, asociaciones,
movimientos, partidos políticos, grupos de interés, etc. Que se agrupan y organizan para
alcanzar determinados objetivos. Como Nicolás Murray menciona, se cita: “Hay tres clases de
personas de personas en el mundo: las que no saben lo que está ocurriendo, las que observan
lo que está ocurriendo y las que hacen que ocurran las cosas”. (Universidad de Columbia).
Esto muestra que a pesar de obtener la ciudadanía es importante diferenciar a los ciudadanos
activos, quienes son los que generan cambios en su sociedad.

Conceptos políticos y formación de modelos en teoría política. Según Orozco, la inclusión


política ciudadana es: “grado en que se involucra el individuo y el de la sociedad en señalar
pautas o agendas de acción social y política que afectan sus intereses” (2001). La política
ciudadana se encuentra en proceso de transformación en las sociedades avanzadas. Sea un
ámbito local o internacional siempre se presenta que la ciudadanía implica una ampliación del
espacio público frente a la fuerza centrífuga que hoy tiene el espacio privado, esto ocurre con

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la participación, deliberación y acuerdos entre los ciudadanos. La creación de los espacios
públicos facilita la transformación de los dirigentes del gobierno por parte de la ciudadanía.

En forma local, los ámbitos del espacio cultural y espacio territorial se subdividen en los
factores económicos, sociales y políticos. En un ámbito social autónomo, los ciudadanos con
acceso a información y mecanismos de reconocimiento pueden garantizar la formación y
ejecución de las políticas públicas con esto se promueve el crecimiento económico, social y
político y su ejecución en servicios públicos La participación ciudadana utilizando los canales
de comunicación genera capacidades políticas que son derivados de los gobiernos locales.

Los límites de las normas sociales y públicas de la política tienen relación directa con el poder
estatal. Este poder se limita en función al grado de legitimidad que se ha obtenido por la
participación ciudadana. La democracia política proviene del poder político de los ciudadanos,
sin embargo, estos generan un control imperfecto sobre el comportamiento que busca el
bienestar de los participantes políticos. Las normas deben ser homogéneas y rígidas para la
autonomía de los procesos descentralizados que impiden el progreso de los gobiernos locales
para ejercer sus funciones, por ellos es necesario definir y orientar las propias instancias y
mecanismos de la participación ciudadana. Es imposible definir un diseño político efectivo de
descentralización, la mejor infraestructura social y los servicios públicos son de carácter de
urgencia para la participación ciudadana para así mejorar la calidad de vida.

Tanto el voluntarismo como los patrones de la sociedad civil fortalecen los movimientos de
acción ciudadana. Según Caquette y Riechmann, la emergencia de los nuevos movimientos
sociales políticos de la vida cotidiana de los ciudadanos rechazan la opresión y limitación
público-privada y la subordinación ante la clasificación social de parte de la política establecida.
(1998).

En la actualidad se observa movimientos civiles que defienden la soberanía de los derechos


del pueblo y la dignidad de vivir con calidad, esto se realiza con acciones directas de
participación como las protestas, y otras actividades de iniciativa ciudadana, su acción legítima
los derechos democráticos, de esta manera se genera una oposición al orden establecido.

Modelos Contemporáneos de ciudadanía

Ciudadanía liberal. El modelo liberal de ciudadanía se caracteriza por defender los siguientes
puntos principales:

a) Libertad: el liberalismo entiende la libertad como la no interferencia del Estado (no


dominación) con respecto a la voluntad soberana del individuo. Según esto el individuo es el
único que puede llegar a cabo el ejercicio de la libertad efectiva.
b) Uso instrumental de la moral pública: la moral se reserva para el ámbito privado, quedando
reducida la moral pública a la esfera que establece la legalidad. Según este esquema, todo
se basaría en una racionalidad estratégica que separaría claramente lo público de lo privado.
c) El individualismo es el elemento más importante de la ciudadanía liberal. Sobre todo, por su
reacción contra el despotismo del Antiguo Régimen, el liberalismo ha privilegiado
fuertemente los derechos individuales y su esfera de acción. Por lo general, el bien individual
queda por encima del bien común, y la finalidad del Estado es únicamente instrumental, es
decir, permitir la libertad de los individuos, sin interferir con ellos.
d) Participación política: el liberalismo, sobre todo aquella interpretación más vinculada con el
capitalismo industrial, basa la relación del individuo con la política a partir de la lógica del
beneficio particular. Sólo el individuo es el que puede defender sus intereses, nadie más
puede hacerlo, incluido el Estado. Su concepción de los derechos políticos es instrumental, y

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en los casos más extremos pueden llegar a favorecer cierta pasividad ciudadana. Todo esto
hace que el modelo liberal sea representacional, es decir, el ciudadano otorga la
representación de sus intereses en una élite política de profesionales.
e) Neutralidad del Estado: como se ha dicho, el Estado debe quedar al margen de las morales
comprehensivas y de las concepciones particulares del bien, y por tanto no debe
posicionarse o intervenir abiertamente en cuestiones éticas.

Entonces podríamos decir sobre este modelo que las garantías individuales son más
importantes que derechos sociales. Según Rawis

“una libertad básica puede limitarse o negarse únicamente en favor de una o más libertades
básicas diferentes, y nunca, como ya he dicho, por razones de bien público o de valores
perfeccionistas. Esta restricción es válida incluso cuando quienes se benefician de la mayor
eficiencia, o al mismo tiempo comparten el mayor número de ventajas, son las mismas
personas cuyas libertades son limitadas o negadas.” (2003: 275)

● Hay más énfasis sobre derechos, no obligaciones.


● Tenemos una búsqueda racional y razonable del interés individual, de la justicia y una
sociedad bien ordenada.
● Justicia como imparcialidad: “una concepción de la justicia que pueden compartir los
ciudadanos, en tanto que es fundamento de un acuerdo político razonado, informado y
voluntario. Expresa su razón pública y política compartida. Pero, para lograr esa razón
compartida, la concepción de la justicia debe ser, en lo posible, independiente de las
doctrinas filosóficas y religiosas opuestas e incompatibles que profesen los ciudadanos.”

En gran parte interviene lo racional y lo razonable:


● Lo racional hace de los individuos seres egoístas y calculadores, lo razonable permite a los
ciudadanos deliberar, actuar con reciprocidad y construir una sociedad cooperativa y
equitativa.
● Lo racional determina lo ventajoso, lo razonable encuentra lo justo.
● la razón permite ordenar la vida propia de acuerdo con un sistema de valores, finalidades y
prioridades moralmente e intelectualmente consistente. La razonabilidad hace posible
limitar la búsqueda del bien propio a favor de buscar la justicia.

Ciudadanía republicana. Este modelo ha ido adquiriendo más relevancia debido a algunos
problemas del modelo liberal, en la segunda mitad del siglo XX. Sus autores más
representativos son Habermas, Hannah Arendt, J.G.A. Pocock, Quentin Skinner o Philip Pettit.

a) Idea de libertad: cobra más importancia que en el caso del liberalismo el vínculo del
individuo con la comunidad, aunque sin alcanzar los extremos del comunitarismo. El
individuo puede desarrollar sus fines propios siempre y cuando no entren en clara oposición
con el principio de lo público. Se da una consideración positiva de la participación ciudadana
en cuestiones políticas, precisándose un desarrollo de la llamada “libertad positiva”.
b) Igualdad: el republicanismo no se conforma con un tipo jurídico-formal de igualdad, sino que
exige una igualación más profunda que permita corregir todas las desigualdades posibles.
Se centra más en la igualdad que en la libertad, porque se considera que la primera es
requisito indispensable para la segunda.
c) Justicia: el republicanismo enfoca la justicia hacia el ciudadano, se da más prioridad a los
“derechos del ciudadano” en lugar de los “derechos del hombre”.
d) Ciudadanía deliberativa y activa: se incentiva en este modelo la vertiente deliberativa de la
discusión pública. El objetivo es que la ciudadanía pueda participar en estos procesos de

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interacción dialéctica o, en su defecto, que se mantenga bien informada del contenido de los
mismos. Se pretende una participación general en la dinámica política.
e) La educación del ciudadano: la idea principal es que el ciudadano-demócrata no nace, sino
que “se hace”, y por ello es preciso una educación formativa en este sentido. Se trata de que
el ciudadano se instruya en lo que hace referencia a sus deberes cívicos y políticos, y a que
mantenga una referencia al ideal cívico.

Entonces podríamos decir sobre este modelo que:


● Hay énfasis relativo sobre obligaciones (desvincular derechos y obligaciones).
● Los derechos sociales (económicos) se perciben como el fundamento de los civiles y
políticos.
● Hay una búsqueda del bien común.

Según Bauman
“Sacar a los pobres de su pobreza no es tan solo un asunto de caridad, conciencia y deber
ético, sino una condición indispensable (aunque meramente preliminar) para reconstruir una
república de ciudadanos libres a partir de la tierra baldía del mercado global.”(2002: 186)

Ciudadanía comunitarista. Como su propio nombre indica, privilegia la comunidad al


individuo, poniendo por delante los vínculos de adhesión grupal con respecto a la libertad
individual, y quedando el bien común por encima del pluralismo. Por lo general, el
comunitarismo no parte, como sí hacen el republicanismo y el liberalismo, de unos principios
definidos de lo que se entiende por justicia, sino que estos se dejan a la dinámica del consenso
grupal. Hay una priorización, la razón es de la comunidad sobre las razones de libertad. Todas
las formas de comunitarismo plantean, bajo las reticencias al liberalismo individualista, hay una
culpabilidad hacia la modernidad como la causante de los problemas sociales existentes. La
idea de fondo consiste en una recuperación de valores y vínculos que, se dice, ya no están
vigentes. También se defiende una activa participación política, aunque al servicio de la
identidad colectiva y sus intereses correspondientes. Políticamente, pues, el Estado no puede
ser en este caso neutral (como es la finalidad del caso liberal), sino que debe intervenir en
defensa del bien común de cara a preservar los valores y principios comunitarios. La identidad
colectiva se sitúa por encima de la individual, y, en consecuencia, no podría hablarse en este
modelo de una auténtica autonomía individual, pues sería la comunidad el ente principal. El
nacionalismo es uno de los casos más extendidos de comunitarismo. Lo democrático se
vincula exclusivamente a la Nación, a la comunidad moral y su identidad, de modo que el
sistema político debería limitarse, a reconocer y dar marcos de expresión a la identidad
colectiva hegemónica. En suma, se trataría de rehabilitar formas tribales de convivencia,
modelos heterónomos que primero Grecia y después la Ilustración habían puesto en
entredicho.

Por ello, en la concepción moderna de la ciudadanía tienen los nacionalismos de todo el


mundo a su principal adversario. Una de las paradojas más delatadoras del modo de proceder
de los nacionalismos consiste en que el individuo es absorbido casi por completo por su
comunidad de pertenencia; de esta manera, la dinámica de grupo coarta y lesiona, de forma
importante, el desarrollo autónomo de los individuos particulares tolerancia, como si el Estado
democrático (español) fuera todavía dictatorial, pero no se sirven de ella cuando su hegemonía
interna es puesta, aunque sea teóricamente, en discusión. La dialéctica mayoría-minoría se
interpreta de forma distinta, cambia de criterios, en base a los intereses de cada caso, y eso,
evidentemente, no es una forma de proceder ortodoxa ni equilibrada. Otra variante destacada
del comunitarismo es el comunismo, pero sobre él me extenderé poco, pues los abusos ligados
a este modelo han quedado perfectamente claros a lo largo del siglo XX en los países que han
adoptado como sistema político un régimen de este tipo.

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Entonces podríamos decir sobre este modelo que
● Hay negación y cuestionamiento de la universalidad de los derechos
● Hay exigencia de derechos categoriales y una mayor énfasis sobre las obligaciones hacia
la comunidad
● Este modelo defiende la permanencia de la cultura de la sociedad en la cual ha nacido y
exige al Estado que proteja la permanencia de la cultura y la autodeterminación nacional.
● Las acciones son orientadas por la búsqueda del bien.

Según Held y McGrew


¨De acuerdo con esta interpretación, (...) las concepciones apropiadas de lo que es justo para
la comunidad política y sus ciudadanos provienen de sus raíces, tradiciones y límites culturales,
políticos e institucionales. Todo ello genera los recursos -conceptuales, éticos y organizativos-
mediante los cuales las comunidades determinan su destino y su suerte. (…) el discurso ético
no puede separarse de la forma de vida de una comunidad, las categorías del discurso político
están integradas en una tradición particular, y los valores de dicha comunidad tienen prioridad
sobre las exigencias individuales o globales.¨
(2003: 107).

Ciudadanía diferenciada. Cuando hablamos de ciudadanía diferenciada nos estamos


refiriendo a liberales heterodoxos, liberales contextualistas, partidarios de la postulación de
derechos colectivos y reacios a la implantación de fórmulas universalistas.

En cambio los liberales ortodoxos son muy críticos a la postulación de derechos colectivos
pues ven en ellos una justificación ilegítima para restringir - cuando no atropellar - los derechos
humanos individuales. Según ellos, las colectividades no son sujetos de derechos, sólo los 4
individuos.

Lo que sostienen los liberales es que, justamente, para que las personas que pertenecen a
grupos socioculturales vulnerables puedan ejercer sin restricciones sus derechos individuales -
reconocidos jurídicamente en las democracias constitucionales modernas, es necesario
postular, para esos casos, derechos colectivos especiales. De otra manera, el reconocimiento
jurídico de estos ciudadanos se transforma en letra muerta. En otras palabras, se trata de
asignar derechos colectivos especiales a los grupos vulnerables para desbloquear el acceso al
ejercicio de los derechos individuales de los individuos pertenecientes. De esta manera, los
derechos colectivos, en lugar de entorpecer la actuación de los derechos individuales, se
ponen al servicio de ellos. En buen espíritu liberal, diríamos que los derechos colectivos son
una necesidad y se justifican si, y sólo si, aseguran la vigencia de los derechos individuales.

La ciudadanía no es una condición ahistórica: depende de los contextos. Hay contextos que
son un obstáculo para el ejercicio de la ciudadanía, a pesar de que la ley la reconoce a todos
por igual. Las leyes no traen como consecuencia inmediata la actuación de los derechos.
Generan espacios de lucha por el reconocimiento que deben ser adecuadamente
aprovechados. Para ello es muy importante generar culturas ciudadanas de la participación
política enraizadas en los mundos vitales y en las culturas propias de la gente. Generar
valoraciones, hábitos colectivos, estilos de argumentación racional y saberes prácticos sin los
cuales los espacios públicos de deliberación social no son debidamente aprovechados. La
lucha contra la pobreza no puede ser dirigida y gerenciada desde las agencias internacionales.
Tiene que ser dirigida desde los pobres. Ellos son y deben ser los actores sociales de la lucha
por el reconocimiento de sus derechos en los espacios públicos de las democracias liberales.
Devolverles la ciudadanía no es el fin sino el comienzo de la lucha contra lo pobreza. Es una
tarea a largo plazo que sólo se sostiene y se dinamiza cuando los pobres empiezan a luchar

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por el reconocimiento de sí mismos como ciudadanos, cuando dejan de ser pasivos receptores
de la ayuda de los otros, cuando empiezan a ejercer su autonomía, cuando empiezan a luchar
por el derecho a ejercer derechos y actuar responsabilidades. Los sujetos de los derechos
colectivos especiales son los ciudadanos. Pero hay que tratarlos diferenciadamente para hacer
posible la igualdad de oportunidades pues convivimos en contextos sociales y culturales
fuertemente asimétricos.

Entonces podemos decir que en este modelo se defiende una idea de igualdad interpretada a
partir de lo colectivo, no tanto de lo individual. Se sostiene que siempre hay un grupo
mayoritario que ostenta una posición dominante, y que en ese dominio siempre se da un
elemento de injusticia. Por ello, se pretende en este caso la aplicación de concretas políticas
diferenciales a favor de grupos minoritarios a favor de colectivos marginados de una o de otra
manera a lo largo de la historia (mujeres, negros, homosexuales, etc.). Se trataría, en el fondo,
de medidas de desigualdad, cuya finalidad sería alcanzar una supuesta igualdad plena.

Ciudadanía intercultural. En la actualidad la mayoría de países son culturalmente diversos.


Según estimaciones recientes, los 184 Estados independientes del mundo contienen más de
600 grupos de lenguas vivas y 5.000 grupos étnicos. Son bien escasos los países cuyos
ciudadanos comparten el mismo lenguaje o pertenecen al mismo grupo étnico-nacional. Esta
diversidad plantea una serie de cuestiones importantes y potencialmente divisivas. Así,
minorías y mayorías se enfrentan cada vez más respecto de temas como los derechos
lingüísticos, la autonomía regional, la representación política, el currículum educativo, las
reivindicaciones territoriales, la política de inmigración y naturalización, e incluso acerca de
símbolos nacionales, como la elección del himno nacional y las festividades oficiales. Encontrar
respuestas moralmente defendibles y políticamente viables a dichas cuestiones constituye el
principal desafío al que se enfrentan las democracias en la actualidad.

Para alcanzar una sociedad y organización política homogénea, los gobiernos, a lo largo de la
historia, han seguido diversas políticas con respecto a las minorías culturales. Algunas
minorías fueron físicamente eliminadas, ya fuese mediante expulsiones masivas o bien
mediante el genocidio. Otras minorías fueron asimiladas de forma coercitiva, forzandolas a
adoptar el lenguaje, la religión y las costumbres de la mayoría. En otros casos, las minorías
fueron tratadas como extranjeros residentes, sometidas a segregación física y discriminación
económica, así como a privación de derechos políticos. A lo largo de la historia se han
realizado diversos intentos de proteger las minorías culturales y de regular los conflictos
potenciales entre las culturas mayoritarias y las minoritarias.

En este modelo se pueden distinguir tres clases de grupos, de acuerdo a sus derechos
específicos las cuales son:
 Grupos desfavorecidos: las cuales deben tener derechos especiales por un espacio de tiempo
determinado, aquí se encuentran las mujeres y los discapacitados
 Grupos de inmigrantes y minorías étnicas o religiosas: son acreedores de derechos
multiculturales, y además de forma permanente, por lo que mantendrían su identidad
diferenciada.
 Minorías nacionales: prefieren mayor grado de autogobierno que una representación mayor
en el conjunto del estado.

Ante todo, esto podemos decir sobre este modelo que los pensamientos de la mayoría y la
minoría son muy diferentes y que poder homogeneizar la política sería casi imposible.

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Uno de los principios que regula la ciudadanía intercultural es el respeto a la diversidad, que se
logra cuando escuchamos al otro, cuando permitimos que participen no solo en los diálogos,
conversatorios, socializaciones; sino en las decisiones que se tomen.

En una sociedad democrática e intercultural necesitamos escuchar las diversas voces que
emanan de todos los estratos sociales, esas voces que piden, reclaman, aplauden, critican;
entender el porqué de sus opiniones, estudiar el contexto en el que emergen, las razones que
tienen para sus expresiones; es poner el intelecto al servicio de los demás, pero no solo la
parte cognoscente sino la axiológica, donde los afectos, emotividad y valores se confunden con
los conocimientos para comprender y buscar las mejores soluciones.

Una ciudadanía intercultural busca una relación equitativa entre los derechos individuales y
colectivos; que los unos no afecten a los otros. ¿Cómo lograrlo? Buscar el punto de equilibrio,
donde no se perjudique el estatus alcanzado con los derechos individuales, pero a la vez no se
perjudique ni se excluya de los beneficios de los bienes que los estados poseen a las diversas
comunidades, pueblos ancestrales y grupos minoritarios.

Reconocer la diversidad para construir espacios comunitarios interculturales donde el diálogo


entre culturas ayude a superar los problemas que surgen de la discriminación cultural, racial,
étnica, género, preferencia sexual, capacidades diferentes y se logre una conciencia ciudadana
con sentido de pertenencia y defensa de su identidad cultural, del medio ambiente que lo rodea
y desde la praxis vayamos construyendo el concepto de ciudadanía intercultural.

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