Está en la página 1de 2

¿TIENE MORAL EL MERCADO?

Por MIGUEL VERA-CIFRAS


¿es lo mismo el mercado que "los mercados" y la economía de mercado? ¿es homologable
"la dimensión económica de lo humano" al mercado? ¿es posible simplificar este último a
una simple "esfera de intercambios"? Son preguntas que surgen a la luz del texto LO QUE
EL DINERO SÍ PUEDE COMPRAR (Taurus, 2018) del abogado y académico chileno
Carlos Peña. Un libro intertextualmente conectado con “What Money Can't Buy: The
Moral Limits of Markets” (Pinguin, 2012) del pensador y académico de la Universidad de
Harvard, Michael Sandel, a quien Peña Objeta para, despachado el obstáculo, levar anclas
en una sutil apología del mercado que, sin lastres y de manera persuasiva y documentada,
de seguro tranquilizará a quienes tenían alguna rencilla ética y no podían dormir tranquilos
con este concepto bajo la almohada (que aquí se confunde con dimensión económica y libre
mercado como si fueran necesariamente sinónimas).

Que todo puede ser comprado con dinero, o que "nada es gratis en la vida" como afirmó
una vez el empresario y presidente de Chile Sebastián Piñera, son ejemplos de un
pensamiento que responde a cierta ideología cínica que expande el mercado a todas las
esferas de la vida humana. Y la idea pasaría colada si no atajáramos a tiempo su falacia:
confundir la dimensión económica con una forma específica de mercado, el capitalista y
neoliberal. La dimensión económica es mucho más amplia que una forma de mercado en
particular. Lo ha hecho ver Hugo Assmann y Franz J. Hinkelammert (1989) en un precioso
capítulo ("A distinção necessária entre mercados e sistema de mercado") de su libro Una
Idolatría de Mercado. Creer que todo lo puede comprar el dinero no es lo mismo que
observar la dimensión económica como aspecto sociológico, antropológico o histórico. Lo
económico es más que el dinero, claro. Constituye una arista insoslayable de cualquier
acción humana. Cosa distinta es que el mercado (como ideología o sistema) deba
expandirse hasta colonizarlo todo.

Resulta curioso que al leer a Carlos Peña y a Michael Sandel, ambos parecen adoptar una
postura equilibrada en cuanto a situar el rol del dinero en términos acotados. Peña ya en el
título de su libro ("Lo que el dinero sí puede comprar") parecería implícitamente sugerir
que efectivamente habría cosas que el dinero NO puede comprar. Sin embargo, a poco
andar en el capítulo 2 (La incomodidad del mercado) se percibe que, parece, mezcla peras
con manzanas en lo que el propio Michael Sandel ha hecho ver en más de una oportunidad:
confundir una "economía de mercado" con una "sociedad de mercado". En las últimas tres
décadas, acota Sandel, hemos estado yendo hacia una "sociedad de mercado". El problema
ha ocurrido al expandir una "economía de mercado" (que Sandel reconoce como una
valiosa herramienta para organizar las actividades productivas) a todas las esferas de la
sociedad hasta crear un mundo donde todo está a la venta. O quizá la diferencia provenga
de un asunto tanto o más fundamental que la mera cuestión de grado de hasta donde debe
extenderse el mercado. ¿Tiene moral el mercado? Peña afirma que el mercado, si bien tiene
límites morales, "dignifica muchísimas más cosas que las que, según Sandel, corrompe"
(pág. 54). Produce subjetividad, identidad, autonomía, libertad, etc., cosas que nadie podría
negar que efectivamente produce, claro que el sesgo está en no precisar que el mercado
(capitalista) produce "cierto tipo" de subjetividad, "cierto tipo" de identidad, "cierto tipo"
de autonomía y libertad. Es decir, no se trata de valores universales que el mercado como
noción abstracta permita o promueva, pues el mercado es efectivamente una institución
situada y para nada neutra políticamente. Ver el mercado como una mancomunidad de
elecciones indiferentemente acogidas en un ecumenismo pragmático y neutral es negarse a
admitir que no es posible un mercado sin contexto ni operación monetaria sin ensamblaje
con lo político e ideológico. Pensar que el mercado no tiene orientación política ni moral,
resulta una torpeza. Parece creerse que haciéndolo inocuo o ideológicamente neutro se
garantiza la libertad; que habría cierta justicia debido a su indiferencia, garantizada por el
supuesto hecho de que el mercado no toma partido. Lo cual, evidentemente, no es correcto.
El mercado siempre constituye una postura, más aún cuando hablamos del mercado
capitalista, socialista, etc. Cuando todo se sujeta al interés traducido en plusvalía,
comenzamos a vivir en una cultura que fluctúa entre la manipulación y el abandono.
Incluso la injusticia y la violencia. Ante lo cual debiéramos procurar ir hacia la crítica en el
entendido que le da Michel Foucault como el arte de no dejarse gobernar “de esa forma y a
ese precio”.

También podría gustarte