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HISTORIA DE LAS CONSTITUCIONES

MEXICANAS
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES JURÍDICAS
Serie A: Fuentes, b) Textos y estudios legislativos, Núm. 63

Coordinador editorial: Raúl Márquez Romero


Cuidado de la edición: Rocio Pimentel Mendoza
Formación en computadora: José Antonio Bautista Sánchez
EMILIO O. RABASA

HISTORIA DE LAS
CONSTITUCIONES
MEXICANAS

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO


MÉXICO, 2004
Primera edición: 1990
Tercera edición: 2002
Primera reimpresión: 2004

DR © 2004 Universidad Nacional Autónoma de México

INSTITUTO DE INVESTIGACIONES JURÍDICAS

Circuito Maestro Mario de la Cueva s/n


Ciudad de la Investigación en Humanidades
Ciudad Universitaria, 04510 México, D. F.

Impreso y hecho en México

ISBN 970-32-0360-4
CONTENIDO

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1

CAPÍTULO I
CONSTITUCIÓN DE APATZINGÁN . . . . . . . . . . . . . . . 5

CAPÍTULO II
EL ACTA CONSTITUTIVA Y LA CONSTITUCIÓN DE 1824 . . 9
1. Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
2. El antecedente norteamericano . . . . . . . . . . . . . . . . 10
3. El antecedente español . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
4. El Acta y la Constitución de 1824 . . . . . . . . . . . . . . 15
5. Diputados al Congreso Constituyente de 1823-1824 . . . . . 25

CAPÍTULO III
LA RUINA DEL SISTEMA FEDERAL:
LA ETAPA CENTRALISTA (1835-1846) . . . . . . . . . . . . . . 27
1. El marco histórico. Leyes principales . . . . . . . . . . . . . 27
2. Congreso ordinario de 1835-1836 erigido en Constituyente . . 33
3. Constitución de las Siete Leyes . . . . . . . . . . . . . . . . 36
4. Diputados al Congreso ordinario de 1835-1836 erigido en
Constituyente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45
5. Bases Orgánicas de la República mexicana (1843) . . . . . . . 46
6. Miembros de la Junta Nacional Legislativa de 1843 . . . . . . 48

V
VI CONTENIDO

CAPÍTULO IV
EL ACTA CONSTITUTIVA Y DE REFORMAS DE 1847 . . . . . 51
Diputados al Congreso Extraordinario Constituyente de
1847 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55

CAPÍTULO V
CONSTITUCIÓN FEDERAL DE LOS ESTADOS UNIDOS
MEXICANOS DE 5 DE FEBRERO DE 1857 . . . . . . . . . . . . 57
1. Marco histórico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 58
2. Estatuto Orgánico Provisional de la República mexicana . . 60
3. Influencias en el Constituyente: fuentes y pensadores polí-
ticos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61
4. El Constituyente de 1856-1857 . . . . . . . . . . . . . . . . 64
5. La Constitución de 1857 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 72
6. Diputados al Congreso Constituyente de 1856-1857 . . . . . 74

CAPÍTULO VI
CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LOS ESTADOS UNIDOS
MEXICANOS DE 1917 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77
1. El puente: 1857-1917 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77
2. ¿Constitución reformada o nueva Constitución? . . . . . . . 78
3. Revolución y Constitución . . . . . . . . . . . . . . . . . . 80
4. Fin de la era porfiriana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81
5. Orígenes de la Revolución. Fuentes. Planes . . . . . . . . . 82
6. El Constituyente de Querétaro de 1916-1917 . . . . . . . . . 86
7. Diputados al Congreso Constituyente de 1916-1917 . . . . . 101
Epílogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 103
Historia de las Constituciones mexicanas, 1a.
reimp., editado por el Instituto de Investigacio-
nes Jurídicas de la UNAM, se terminó de impri-
mir el 1o. de octubre de 2004 en los ta lle res de
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INTRODUCCIÓN

Sea la ley suprema la salvación del pueblo.


Ley de las XII Tablas

¿QUÉ SE ENTIENDE POR CONSTITUCIÓN MEXICANA?

No es tarea fácil discernir, con exactitud, lo que deba comprender una


‘‘Historia de las Constituciones mexicanas’’. No lo es por lo que hace al
tiempo que habrá de abarcar, ni tampoco por las ‘‘Constituciones’’ que
deba incluir.
En relación con el tiempo, ¿a partir de cuándo puede hablarse, propia-
mente, de Constituciones mexicanas?
La Constitución de Apatzingán del 22 de octubre de 1814;1 ya declara-
ba la soberanía popular (artículo 5o.) y establecía los fundamentales ór-
ganos estatales con el nombre de supremos: Congreso, Gobierno y Tribu-
nal de Justicia mexicanos. Había sido precedida por un ‘‘Acta Solemne de
la Declaración de Independencia de América Septentrional’’, por lo que
quedaba ‘‘rota para siempre jamás y disuelta la dependencia del trono es-
pañol’’, firmada el 6 de noviembre de 1813. Sin embargo, esa Constitu-
ción tan progresista y acabada para su tiempo, no llegó a regir un sólo
día.
El Plan de Iguala y los Tratados de Córdoba (marzo 1, 2 y 24 de agosto
de 1821, respectivamente), declaraban la independencia de la Nueva Es-
paña o de la América Septentrional y, aunque no aspiraban a ser constitu-
ciones, sí establecían la forma de gobierno ----monárquico, constitucional,
moderado---- por el que llamaban a Fernando VII o a su dinastía para rei-
nar. En otras palabras, no parece procedente calificar de mexicanos a
unos documentos, fundamentales para la historia política del país, pero
1 Este párrafo y el siguiente son resultado del análisis de los documentos publicados por Tena
Ramírez, Felipe, Leyes fundamentales de México, 1808-1983; 12a. ed., México, Porrúa, 1983, pp.
107 y ss.

1
2 EMILIO O. RABASA

que seguían acudiendo a un monarca de ultramar para reconocerlo como


jefe de Estado.
Lo mismo puede decirse de las ‘‘Bases Constitucionales aceptadas por
el Segundo Congreso Mexicano al instalarse el 24 de febrero de 1822’’,
que reconocían los llamamientos al trono fijado en los Tratados de Cór-
doba (el acceso y sucesión de los Borbones), no obstante que el ‘‘Acta de
Independencia’’ de fecha anterior ----28 de septiembre de 1821---- señalaba
expresamente a la nación mexicana’’ y la calificaba como ‘‘...nación so-
berana e independiente de la antigua España’’, aunque añadía que debía
‘‘constituirse con arreglo a las bases que el Plan de Iguala y el Tratado de
Córdoba estableció sabiamente el primer jefe del ejército imperial de las
tres garantías’’.2
Todo lo anterior sin tomar en cuenta que la Constitución de Cádiz del
19 de marzo de 1812, a cuya elaboración habían concurrido varios dipu-
tados por la Nueva España,3 había regido aquí, aunque brevemente en dos
ocasiones: a partir de septiembre de 1812 por un año y desde el 31 de
mayo de 1820 hasta el 24 de febrero de 1822, fecha en que por decreto
del Congreso se establecía que la nación quedaba en absoluta libertad
‘‘para constituirse como mejor le acomode’’.4
Para mí que las ‘‘Constituciones mexicanas’’ se inician con el Acta
Constitutiva y la Constitución de 1824, donde hay un desprendimiento to-
tal de todo tipo de legislación extranjera y el ejercicio absoluto de la so-
beranía y de la autodeterminación, elementos indispensables para poder
reconocer a una auténtica Constitución.
La segunda dificultad que señalé al iniciar este apartado, es la referente
a determinar con precisión cuando existe una verdadera Constitución.
En la obra Enciclopedia de México,5 en el apartado sobre Constitucio-
nes se dice:
Desde 1821, en que se consolidó la independencia mexicana, hasta
1917, en que se promulgó la ley fundamental vigente, se reunieron en
México, además de otros que no cumplieron su fin, ocho congresos cons-
tituyentes: el de 1824, convocado dos veces; el ordinario de 1835, trans-
formado en constituyente; el ordinario de 1839, también revestido en ese

2 Tomado del original de la ‘‘Acta de Independencia del Imperio Mexicano’’, 28 de septiembre


de 1821.
3 Para conocer la lista de los diputados novohispánicos a la Corte de Cádiz, ver apartado II.
4 Tena Ramírez, Felipe, op. cit., supra nota 1, p. 122.
5 México, La Enciclopedia de México, 1988, t. 3, p. 142.
HISTORIA DE LAS CONSTITUCIONES MEXICANAS 3

carácter; el de 1842; la Junta Nacional Legislativa de 1843; el extraordi-


nario de 1846; y los de 1856 y 1916. Estas asambleas produjeron actas
----constitutivas o de reformas----, diversos proyectos de Constitución y
votos particulares de sus miembros.
Para los efectos de este trabajo voy a considerar como ‘‘Constitución’’
la que, a partir de haberse logrado la independencia (1821), y emanada de
algún constituyente (convocado para o convertida en), reúna varias o to-
das de las siguientes características:
1) Hubiera tenido alguna vigencia temporal.
2) Regido en la totalidad o buena parte del territorio mexicano.
3) Significado un rompimiento brusco con el pasado, sobre todo lo que
se refiere a la forma de gobierno.
4) Aportado algo nuevo o distinto en el ámbito constitucional.
En suma, que la Constitución o el Acta de Reforma respectivas, no
fueren un mero documento, sino que hubieren constituido una auténtica
institución.
Considero que caen dentro de las características arriba señaladas:
a) El Acta Constitutiva de la Federación Mexicana y la Constitución
Federal de los Estados Unidos Mexicanos de 1824.
b) Las Bases y Leyes Constitucionales (1835-1836) y las Bases Orgá-
nicas de 1843.
c) El Acta Constitutiva y de Reformas de 1847.
d) La Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos de 1857.
e) La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917.
Lo anterior no excluye, por supuesto, la mención o el análisis de pro-
yectos, actas, votos particulares, etcétera, que hubieren constituido una
novedad en su tiempo o preparado el advenimiento de las verdaderas
Constituciones. Tal es el caso de la Constitución de Apatzingán de 22 de
octubre de 1814, a la que me referiré a continuación.6

6 Como es sabido, la Constitución de Cádiz fue elaborada antes que la de Apatzingán ----en
1812----, pero será tratada más adelante, en el apartado dedicado al Acta y Constitución de 1824,
como importante antecedente de esos dos documentos.
CAPÍTULO I
CONSTITUCIÓN DE APATZINGÁN7

Por consiguiente, la soberanía reside origi-


nalmente en el pueblo... (artículo 5o. Cons-
titución de Apatzingán)

A pocos años de iniciarse el movimiento de independencia de lo que pos-


teriormente sería México, aparecieron los primeros esfuerzos para lograr
una organización propia y autónoma que redimiera a quienes habían sido
explotados, tanto económica como socialmente, durante los años del co-
loniaje.
Aun cuando existieran personajes, en esa época, de la importancia de
Andrés Quintana Roo e Ignacio López Rayón, fue el conocimiento de la
realidad que José María Morelos tenía, el que se manifestaría cuando es-
cribió sus Sentimientos de la Nación, que recoge su pensamiento socioli-
beral.
Este documento contenía algunos principios políticos que posterior-
mente darían forma al Estado mexicano y fue expedido en Chilpancingo
el 14 de septiembre de 1813, sirviendo de antecedente a la Constitución
de Apatzingán.
En uso de su talento político, 8 Morelos persuadió a los jefes de los di-
versos grupos que habían emprendido la guerra de liberación y que se en-
contraban dispersos, para conjuntar esfuerzos y poner en vigencia un pro-
grama de organización. Así, surgió la convocatoria para el Congreso
Constituyente de Chilpancingo de 1812, el que una vez instalado, expidió
el Acta de Independencia de 6 de noviembre de 1813 y cuyos firmantes
fueron Andrés Quintana Roo, Ignacio López Rayón, José Manuel de He-
7 Este apartado y el de la Etapa Centralista, fueron investigados y compuestos por la licenciada
Adela Hernández.
8 Hernández, Octavio A., ‘‘La lucha del pueblo mexicano por sus derechos constitucionales’’,
Derechos del pueblo mexicano; México a través de sus Constituciones; 3a. ed., México, LII Legisla-
tura, Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, 1985, t. I, Historia, p. 17.

5
6 EMILIO O. RABASA

rrera, Carlos María Bustamante, José Sixto Verduzco, José María Liceaga
y Cornelio Ortiz de Zárate.9
Debido a las dificultades que tuvo que afrontar, el Congreso fue itine-
rante, ya que de Chilpancingo debió trasladarse a Tlacotepec, Tetela, Aju-
chitán, Huetamo, Ario, Uruapan, Tiripitio, hasta llegar, finalmente, a
Apatzingán, Michoacán. 10 En este último lugar, se expidió el ‘‘Decreto
Constitucional para la Libertad de América Mexicana’’, sancionado el 22
de octubre de 1814. Generalmente se le conoce con el nombre de Consti-
tución de Apatzingán.
El Decreto mencionado contiene 242 artículos, divididos en dos apar-
tados: I. Principios o elementos constitucionales, y II. Forma de gobierno.
El primer apartado, de carácter dogmático, se refiere a la religión, se-
ñalando que la católica es la única que se debía profesar en el Estado, y a
los principios políticos que sustentaban la autonomía y organización del
Estado. El artículo 5o., hace residir la soberanía en el pueblo11 y otorga su
ejercicio a la representación nacional. Establece quienes deberían consi-
derarse como ciudadanos, así como sus derechos de igualdad, seguridad,
propiedad y libertad; y sus obligaciones.
El segundo apartado, de naturaleza orgánica, menciona las provincias
que comprendían a la América mexicana, a las máximas autoridades, que
lo eran el Supremo Congreso, el Supremo Gobierno y el Supremo Tribu-
nal de Justicia, su integración y sus facultades. También, para fines del
sufragio, establece las juntas electorales de parroquia, de partido y de pro-
vincia.
Creó una importante institución como lo era el ‘‘Tribunal de residen-
cia’’, que podía conocer las acusaciones que se hicieran en contra de los
funcionarios del Congreso, del Supremo Gobierno, y del Supremo Tribu-
nal de Justicia. Estos juicios de residencia, deberían quedar resueltos en
tres meses y, de no ser así, el acusado quedaría absuelto. Solamente podía
prorrogarse el término por un mes cuando se admitía el ‘‘recurso de supli-
cación’’.

9 Torre Villar, Ernesto de la, La Constitución de Apatzingán y los creadores del Estado mexica-
no; 2a. ed., México, UNAM, 1978, p. 47.
10 Idem.
11 La ‘‘soberanía popular’’, mencionada en la Constitución de Apatzingán, fue un concepto muy
importante y, para su época, auténticamente revolucionario. La anterior ---- 1812---- Constitución espa-
ñola de Cádiz, empleó el término ‘‘soberanía nacional’’, como también lo haría la posterior ---- 1824---- .
Acta Constitutiva de la Federación Mexicana.
HISTORIA DE LAS CONSTITUCIONES MEXICANAS 7

La Constitución de Apatzingán no estuvo en vigor un solo día; sin em-


bargo, fue un esfuerzo notable para institucionalizar la independencia.
Contuvo dos elementos sobresalientes: el artículo 5o., al fijar que ‘‘la so-
beranía reside originariamente en el pueblo’’, esto es, el entonces revolu-
cionario concepto de ‘‘soberanía popular’’, y, asimismo, el haber estable-
cido de manera expresa en el capítulo V, los derechos humanos de
igualdad, seguridad, propiedad y libertad de los ciudadanos.
El Decreto que se viene analizando, preceptuó que, en el plazo de un
año posterior a la instalación del gobierno, el Supremo Congreso convo-
caría a la representación nacional tomando como base a la población y de
acuerdo a los principios de derecho público (artículo 232). También seña-
laba la forma ----en sesión pública solemne---- como se sancionaría el De-
creto Constitucional por el Supremo Congreso (artículo 239).
Este importantísimo documento fue suscrito en el Palacio Nacional del
Supremo Congreso Mexicano en Apatzingán por José María Liceaga, dipu-
tado por Guanajuato, quien fungió como presidente; doctor José Sixto
Verduzco, diputado por Michoacán; José María Morelos, diputado por el
Nuevo reino de León; licenciado José Manuel de Herrera, diputado por
Técpam; doctor José María Cos, diputado por Zacatecas; licenciado José
Sotero de Castañeda, diputado por Durango; licenciado Cornelio Ortiz de
Zárate, diputado por Tlaxcala; licenciado Manuel de Alderete y Soria,
diputado por Querétaro; Antonio José Moctezuma, diputado por Coahui-
la; licenciado José María Ponce de León, diputado por Sonora; doctor
Francisco Argándar, diputado por San Luis Potosí; Remigio de Yarza, se-
cretario; Pedro José Bermeo, secretario. Los licenciados Ignacio López
Rayón, Manuel Sabino Crespo, Andrés Quintana Roo, Carlos María de
Bustamante y don Antonio de Sesma, aun cuando contribuyeron a la ela-
boración del Decreto, no pudieron firmarlo, por estar ausentes al tiempo
de la sanción, enfermos unos, y otros, empleados en asuntos al servicio de
la patria. 12
El destacado historiador Ernesto de la Torre Villar, afirma que este or-
denamiento, así como otros de América, recibieron la influencia de las
corrientes políticas europeas y norteamericanas.

12 Pantoja Morán, David y García Laguardia, Jorge Mario, Tres documentos constitucionales en
la América española preindependiente, México, UNAM, Instituto Investigaciones Jurídicas,
1975, p. 53.
8 EMILIO O. RABASA

Fue en instituciones, tales como universidades ‘‘aquéllas que se habían


salvado de la rutina’’, y en audiencias reales, donde las ideas de Locke,
Hume, Paine, Burke, Montesquieu, Rousseau, Bentham, Jefferson, Fei-
joo, Mariana, Suárez y Martínez Marina, imperaron a principios del siglo
XIX, época en la que canonistas y abogados tuvieron acceso a las nuevas
tendencias políticas que, finalmente, trascendieron a América. 13

13 Torre Villar, Ernesto de la, op. cit., supra nota 9, p. 78.


CAPÍTULO II
EL ACTA CONSTITUTIVA Y LA CONSTITUCIÓN DE 1824 . . 9
1. Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
2. El antecedente norteamericano . . . . . . . . . . . . . . . . 10
3. El antecedente español . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
4. El Acta y la Constitución de 1824 . . . . . . . . . . . . . . 15
5. Diputados al Congreso Constituyente de 1823-1824 . . . . . 25

V
CAPÍTULO II
EL ACTA CONSTITUTIVA Y LA CONSTITUCIÓN DE 1824

...en verdad se da una Acta Constitutiva de


la nación mexicana, propia para fijar eter-
namente su destino bajo un sistema acomo-
dado a las luces del siglo y al goce de una
libertad justa, regulada siempre por la ley...
Miguel Ramos Arizpe, en el preámbulo del
proyecto de Acta Constitutiv a por él re-
dactado

1. Introducción

Ha sido reiterado el concepto de que los primeros documentos constitu-


cionales del México independiente ----Acta Constitutiva y Constitución de
1824---- fueron copia y síntesis de la Constitución norteamericana de 1787
y de la española de 1812. La importación del federalismo fue de la nor-
teamericana, en tanto que la intolerancia religiosa, la soberanía nacional,
etcétera, se tomaron de la de Cádiz. El propio Mier que, con Ramos Ariz-
pe, fueron el dúo más ilustre del ‘‘24’’ manifestó que ‘‘se critica de los
españoles de la Corte de Cádiz su anglomanía y con más razón se pudiera
censurar a nosotros la nortemanía’’.14
Lorenzo de Zavala, presidente del Constituyente del ‘‘24’’ manifestó
que la Constitución de 1824, era una mala copia de la norteamericana.
También Lucas Alamán, el historiador conservador, habla de la calca de
la Constitución americana, a la que simplemente, dice, se añadieron cier-
tas tradiciones españolas para formar la nuestra de 1824.15
14 En la sesión de 23 de julio de 1824 en su ‘‘Discurso en pro de que México sea la ciudad
federal’’, O’Gorman, Edmundo, Fray Servando Teresa de Mier, semblanza y notas, México, UNAM,
1945, p. 171.
15 Tomo IV de su Historia de Méjico.

9
10 EMILIO O. RABASA

A mi juicio, lo importante no es determinar si fueron ideas originales


las que aparecieron en los primeros documentos del México inde-
pendiente, ya que tantos siglos de coloniaje y la somera ilustración que
había permitido la metrópoli, impidieron el generar ideas o instituciones
originales. Lo fundamental fue cómo aquellos primeros constituyentes lo-
graron trasplantar a su medio lo más adelantado del pensamiento liberal
del siglo XVIII y lo mejor de las doctrinas constitucionales de su época.
En 1824 surgen los documentos que postulan el federalismo, con lo
que se establece específicamente una nueva forma de gobierno; que esta-
tuyen la soberanía nacional; que estipulan algunos derechos a favor del
hombre y del ciudadano, y que norman la división y el equilibrio de los
poderes. Todas éstas, y otras, instituciones novedosas, que habrían de
configurar a la nación emergente, se encuentran en el Acta Constitutiva y
en la Constitución de 1824.
Los constituyentes evaluaron el pensamiento político prevaleciente en
su época, tomaron decisiones que suscitaron la división permanente de
los dos partidos principales en nuestra historia: centralistas y federalistas
en 1824, conservadores y liberales en 1856-1857, reaccionarios y revolu-
cionarios en nuestro siglo.
Los múltiples hechos de armas, los planes variados, los imperios, dic-
taduras y el cambio casi permanente de presidentes que aparecieron du-
rante el siglo XIX, encontraron su origen o su razón de ser, fundamental-
mente, en dos principios siempre controvertidos: el federalismo, a partir
de 1824 y la cuestión religiosa, que fue el tema esencial que se debatió en
el Constituyente de 1856-1857 y que habría de originar las leyes de Re-
forma, la Guerra de Tres Años, la Intervención y, con Juárez, la Repúbli-
ca Restaurada.
En vista de lo aquí manifestado, conviene, pues, realizar un rápido re-
corrido de los antecedentes norteamericano y español, en relación con el
Acta Constitutiva y la Constitución de 1824.

2. El antecedente norteamericano

Comparada con las civilizaciones de América Latina y el Caribe, la


norteamericana que comienza propiamente cuando los primeros coloniza-
dores pisaron tierra de Norteamérica y que aparecieron a mediados del
siglo XVIII, se antoja ‘‘joven’’. Fue más remota la surgida en los territo-
rios conquistados por España, donde se realizó la fusión de dos culturas
HISTORIA DE LAS CONSTITUCIONES MEXICANAS 11

que dieron origen al mestizaje generador de las nacionalidades actuales.


Sin embargo, no hay que olvidar que los puritanos viajeros del Mayflower
traían a cuestas la vieja y probada tradición anglosajona. Al encontrar un
nuevo mundo, prácticamente despoblado, tuvieron que rehacer las añejas
costumbres inglesas para adaptarlas al entorno que encontraron.
Las iniciales colonias fundadas en Norteamérica habían obtenido sendas
‘‘patentes’’, que no eran otra cosa que un permiso del rey para colonizar.
Empero, las ideas de un ‘‘pacto social’’, los principios del autogobierno,
la redacción por escrito de unas condiciones políticas únicas, constituye-
ron nuevas categorías ideológicas que habrían de aprovechar las primeras
colonias en el camino hacia su independencia.
Las ‘‘cartas’’ (charters) otorgadas a los colonos, que fijaban el primiti-
vo control gubernamental, fueron los antecedentes para la elaboración de
las Constituciones locales de los colonos originales y, en esos momentos
iniciales de gobierno, constituyeron antecedentes para lograr, finalmente,
la Constitución federal.
La Constitución norteamericana no surgió por generación espontánea
sino que fue un proceso elaborado que, por un lado, tomó en consideración
los documentos fundamentales de los ingleses ----como la carta magna, el
Petition of Rights, el Habeas Corpus, el Bill of Rights y, sobre todo, el Com-
mon Law; así como, por el otro, las ideas políticas de Harrington, Locke y
el nativo Paine, para adoptar las ideas de soberanía popular, constitución
escrita, gobierno civil, propiedad y derechos humanos.
El primer esfuerzo para lograr el armazón constitucional para todos los
colonos, lo fueron los ‘‘Artículos de la Confederación’’, de efímera exis-
tencia. El nuevo gobierno así creado, no tenía los elementos fundamenta-
les para su preservación y desarrollo; ya que carecía de tropa, tesorería e,
inclusive, de gobierno auténtico, como lo demostró Hamilton en el núm.
15 de El Federalista.
Ante el fracaso de los ‘‘Artículos de la Confederación’’, el 21 de febre-
ro de 1787, se hizo el llamamiento para la Convención Federal Constitu-
cional que sólo habría de revisar los ‘‘Artículos de la Confederación’’,
pero que en verdad se convirtió en un auténtico constituyente que formu-
ló toda una nueva y diferente Constitución.
Tres meses veintidós días tardaron cincuenta y cinco hombres en re-
dactar un sencillo documento que se lee en unos cuantos minutos, pero
que ha perdurado por más de dos siglos y que ha servido para modular los
12 EMILIO O. RABASA

cambiantes intereses de varios millones de habitantes, constructores de


una de las naciones más poderosas del orbe.
No ha dejado de impresionar a los publicistas la perdurabilidad y adap-
tabilidad del documento constitucional norteamericano, que exagerada-
mente podría llevar a pensar que los constituyentes de Filadelfia fueron
dioses o profetas. Ni lo uno, ni lo otro. Simplemente se dispusieron a rea-
lizar una notable tarea como sólo pueden emprenderse las grandes obras
sociales; con sentido común y con una interpretación real de los fenóme-
nos económicos.
La Constitución instauraba la República federal, mediante la unión de
Estados autónomos y con delimitaciones exactas de las potestades nacio-
nal y locales.
El Ejecutivo federal, se encargaba a una sola persona, llamada presi-
dente, electo por los ciudadanos, para periodos de corta duración y remo-
vible de su cargo y con facultades expresadas a las que habría de circuns-
cribir su actuación.
Un Legislativo, dividido en dos Cámaras: la de diputados y la de sena-
dores, también electos por periodos preestablecidos y cuya función esen-
cial era hacer y aprobar las leyes.
Finalmente, un Judicial, que tenía la facultad de resolver todos los
asuntos de derecho o de equidad que se le presentaren, así como el poder
de dirimir las controversias suscitadas entre los estados, o de éstos con la
Federación. A través de la jurisprudencia la Suprema Corte se convirtió
en el único y definitivo intérprete de la Constitución.
Inicialmente la Constitución aprobada en Filadelfia, carecía de un catá-
logo de derechos humanos, lo que resultó especialmente sorprendente en
un sistema, heredero del inglés, que tanto se había dedicado a esos dere-
chos individuales. A fin de obtener la necesaria ratificación de todos los
estados, fue adicionada la Constitución con las primeras diez enmiendas,
todas ellas dedicadas a las garantías individuales.
La Constitución norteamericana consta de siete artículos divididos en
secciones: artículo I, sobre el Poder Legislativo; artículo II, sobre el Po-
der Ejecutivo; artículo III, sobre el Poder Judicial; artículo IV, sobre los
estados de la Federación; artículo V, enmiendas a la Constitución; artícu-
lo VI, sobre tratados internacionales, y artículo VII, sobre ratificación de
la Constitución.
La Constitución norteamericana fue aprobada el 17 de septiembre de
1787, pero entró en vigor cuando fue ratificada por el noveno Estado ----Nue-
HISTORIA DE LAS CONSTITUCIONES MEXICANAS 13

va Hampshire---- el 21 de junio de 1788. Para lograr la ratificación Hamil-


ton, Madison y Jay redactaron El Federalista, que constituyó una de las
primeras y más serias exposiciones acerca del gobierno federal.
A partir del famoso caso de ‘‘Marbury vs. Madison’’, la Suprema Corte
se constituyó en el último y definitivo intérprete de la Constitución, por
lo cual se ha afirmado que ‘‘la Constitución norteamericana es lo que los
jueces dicen que es’’.
El texto original ha permanecido inalterable y las modificaciones a la
ley fundamental se hacen a través de ‘‘enmiendas’’ que, a la fecha, son en
número de veintiséis.
Las principales aportaciones políticas de la Constitución norteamerica-
na son el gobierno federal, las relaciones de éste con los Estados federa-
dos y el sistema de ‘‘frenos y contrapesos’’ entre los diversos poderes fe-
derales.

3. El antecedente español

‘‘Más acreedores de la gratitud nacional han sido los Borbones por lo


que han dejado hacer que por lo que personal y positivamente hiciesen’’,
afirma M. Fernández Almagro en sus Orígenes del régimen constitucio-
nal de España.16
La acusación es seria. En verdad, esa rama de la realeza tuvo varios
momentos infortunados. El que ahora interesa es el relativo a la época de
Fernando VII, quien fue el causante de distintos hechos que tuvieron hon-
da repercusión en las colonias de España en América. Por una doble abdi-
cación, la corona va a dar al conquistador Napoleón, quien impuso a su
hermano José Bonaparte en el trono.
El pueblo, que en muchas ocasiones es más viril que sus gobernantes,
se rebeló en contra del invasor y en el 2 de mayo señaló en Madrid el
principio de la guerra de independencia que habría de durar seis años
(1808-1814).
Para legitimar en alguna forma la usurpación se otorgó la ‘‘Carta de
Bayona’’, que no rigió un solo día, puesto que era un código político, tí-
mido e incipiente, pero con visos de constitucionalidad. Los artículos 87
al 95, ya admitían que las provincias de América gozarían de los mismos
16 Fernández Almagro, M., Orígenes del régimen constitucional de España, Barcelona, Labor,
p. 20.
14 EMILIO O. RABASA

derechos que la metrópoli, principio que en cierta forma habría de reco-


ger la Asamblea de Cádiz.
La guerra de independencia logró el sentimiento de la nacionalidad y
el descubrimiento de que el pueblo era sujeto de derechos.
Comenzaron a surgir las ‘‘Juntas’’ y finalmente se designó una ‘‘Cen-
tral’’ que habría de ser permanente, definitiva y suprema, concediendo a
las colonias ultramarinas el derecho de nombrar representantes a ella.
Reunidas las cortes, finalmente se ubicaron en Cádiz, donde permanecie-
ron desde el 24 de febrero de 1811 hasta el 14 de septiembre de 1813. La
clase media ilustrada y el sector eclesiástico predominaron en las cortes
donde tuvieron cabida en Cádiz, las ideas liberles del siglo XVIII y se
tomó nota de los acontecimientos revolucionarios en Norteamérica y
Francia. Rousseau y Montesquieu, con sus respectivas doctrinas del con-
trato social que desembocan en la soberanía popular y en la división de
poderes, tuvieron decidida influencia en la Constitución de Cádiz.
Por la Nueva España fueron elegidos quince representantes, 17 todos
mexicanos por nacimiento, salvo uno. Algunos de ellos como Ramos
Arizpe y Guridi Alcocer habrían de ser constituyentes distinguidos del
‘‘24’’. Lo que vieron y aprendieron en Cádiz, tuvo realización plena en el
Acta y en la Constitución de 1824.
Consta la Constitución de Cádiz de 348 artículos, divididos en diez tí-
tulos y subdivididos en 34 capítulos. Los títulos comprenden las siguien-
tes materias: I. De la nación española y de los españoles; II. Del territorio
de las españas, su religión y su gobierno, y de los ciudadanos españoles;
III. De las Cortes; IV. Del rey; V. De los tribunales y la administración de
justicia en lo civil y criminal; VI. Del gobierno interior de las provincias
y pueblos; VII. De las contribuciones; VIII. De la fuerza militar nacional;
IX. De la instrucción pública, y X. De la observancia de la Constitución y
modo de proceder para hacer variaciones en ella.

17 Diputados mexicanos a las Cortes de Cádiz de 1812.


José Miguel Ramos Arizpe, por Coahuila; Juan José Güereña, por Nueva Vizcaya; Pedro Bautista
Pino, por Nuevo Mexico; Manuel María Moreno y Vázquez, por Sonora; Octaviano Obregón, por
Guanajuato; Antonio Joaquín Pérez y Martínez Robles, por Puebla; José Miguel Guridi y Alcocer,
por Tlaxcala; Mariano Mendiola y Velarde, por Querétaro; José Eduardo de Cárdenas y Romero, por
Tabasco; José Cayetano de Foncerrada, por Valladolid de Michoacán; José Miguel Gordoa y Barrios,
por Zacatecas; José Simeón de Uria, por Guadalajara; José Ignacio Beyede Cisneros, por la capital de
México; Joaquín Maniau y Torquemada, por Veracruz; y Miguel González y Lastiri, por Yucatán
(relación tomada de la Enciclopedia de México, op. cit., supra nota 5, t. 3, p. 143.
HISTORIA DE LAS CONSTITUCIONES MEXICANAS 15

Mucho se ha discutido si la Constitución de Cádiz fue auténticamente


revolucionaria o meramente tradicionalista. Situada en su justo medio, a
mi parecer, significó una obra de profunda reforma.
Las grandes aportaciones de la Constitución de Cádiz al mundo hispa-
noamericano, fueron los conceptos del poder conteniendo al poder, la so-
beranía depositada en la nación y representada por las Cortes, el principio
de la representación popular y los derechos naturales y políticos del hom-
bre. La Constitución trató de complacer a todos: a los nobles, mantenién-
doles sus títulos y honores; al clero, conservándole el pleno goce de su
opulencia, inmunidad y fueros privilegiados; a las clases medias, con la
seguridad y protección que nunca habían tenido, y al pueblo en general, el
ejercicio de todos sus derechos y prerrogativas. Sin embargo, en política
no se puede complacer a todos y al no declararse de plano y definitiva-
mente por una constitución popular, resultó efímero el documento de Cá-
diz. Sin embargo, la obra era innovadora y como contenía un principio de
verdad, algo habría de trascender al nuevo mundo.

4. El Acta y la Constitución de 1824

A. Los primeros dos constituyentes mexicanos

A la consumación de la independencia, el Plan de Iguala y los Tratados


de Córdoba fijaron las bases muy generales en que habría de configurarse
a la nueva nación independiente. Fue tal el deseo de mantener los princi-
pios esenciales contenidos en ese Plan y en aquellos Tratados que, como
acertadamente lo señaló Alamán, 18 se obligó en el primer acto de los
constituyentes, a aceptar las bases fundamentales cuando precisamente
para resolver sobre eso habían sido convocados. Afortunadamente los
constituyentes, en buena medida, desdeñaron ese mandato y se entregaron
a la noble tarea de erigir un nuevo e independiente Estado, donde habían
de prevalecer los principios más adelantados de su época. Principalmente
inspirados en las ideas del ‘‘estado de naturaleza’’ y del ‘‘pacto social’’ de
Rousseau, los constituyentes justificadamente se sintieron en libertad
de elaborar todo un nuevo clausulado.
Como ha quedado dicho, en un principio se consideró que la nación
emergente debería basarse en lo establecido por el Plan de Iguala y los
Tratados de Córdoba, que optaban por una monarquía moderada.
18 Op. cit., supra nota 15.
16 EMILIO O. RABASA

Al instalarse el Primer Constituyente, el 24 de febrero de 1822, en su


primera etapa y hasta la caída de Iturbide y su efímero imperio, poco ha-
bía de pensar en una República aquel cuerpo deliberante. Disuelto por
Iturbide el Primer Constituyente ----31 de octubre de 1822, y luego reins-
talado en marzo 7 de 1823, éste se apresuró a declarar, ante la abdicación
de Iturbide, la nulidad de su coronación y la insubsistencia de la forma de
gobierno establecida en el Plan de Iguala y en los Tratados de Córdoba.
Aún cuando este Primer Constituyente no logró su objetivo principal
que era la elaboración de una nueva Constitución tuvo, empero, su signi-
ficación histórica al convocar al Segundo Constituyente, que sí elaboró la
primera carta magna y, además, expidió el siguiente voto el 12 de junio
de 1823, que literalmente decía:
‘‘El soberano Congreso Constituyente en sesión extraordinaria de esta
noche, ha tenido a bien acordar que el gobierno puede proceder a decir a
las provincias expedir el voto de su soberanía por el sistema de República
federada...’’ Este voto constituyó la primera manifestación federalista de
la surgiente nación mexicana.
El nuevo Congreso se reunió el 5 de noviembre de 1823 y dos días
después quedó instalado solemnemente. Se nombró a Miguel Ramos
Arizpe, presidente de la Comisión de Constitución, la que, el 2 de no-
viembre de 1823, presentó el Acta Constitutiva que establecía el sistema
federal y que fue aprobada el 31 de enero de 1824 con el nombre de Acta
Constitutiva de la Federación.
Dos meses después, el 1o. de abril de 1824, se inició el debate sobre el
proyecto de Constitución Federativa de los Estados Unidos Mexicanos.
Con breves modificaciones fue aprobada por el Congreso el 3 de octubre
de 1824 y publicada el 25 bajo el título de Constitución Federal de los
Estados Unidos Mexicanos. 19
Aprobadas en fechas diferentes ----31 de enero y 3 de octubre de
1824---- por el mismo Constituyente, Acta Constitutiva y Constitución
contienen algunas disposiciones repetidas e, inclusive, idénticas (forma
de gobierno, religión, etcétera), por lo que se han considerado como un
todo orgánico-constitucional, que cae bajo el nombre genérico de ‘‘Cons-
titución de 1824’’.
A continuación sintetizo las disposiciones fundamentales de ambos do-
cumentos constitucionales:

19 La Constitución y la dictadura, México, 1912, pp. 10 y 11.


HISTORIA DE LAS CONSTITUCIONES MEXICANAS 17

a) Acta Constitutiva de la Federación Mexicana. Sancionada (firmada)


el 31 de enero de 1824. Consta de 36 artículos, dentro de los rubros que a
continuación se señalan. Texto positivo sintetizado:

---- Forma de gobierno y religión. La soberanía reside esencialmente


en la nación (artículo 3o.); se constituye una República repre-
sentativa popular federal (artículo 5o.); la religión de la nación
mexicana es y será perpetuamente la católica, apostólica, romana
(artículo 4o.).
---- División de poderes. El poder supremo de la Federación se divide,
para su ejercicio, en Legislativo, Ejecutivo y Judicial (artículo 9o.).
---- Poder Legislativo. Residirá en una Cámara de Diputados y en un
Senado, que conformarán el Congreso general (artículo 10).
---- Poder Ejecutivo. Será depositado en el individuo o individuos que
la Constitución señale (artículo 15). (La Constitución de 1824 ----ar-
tículo 74---- hizo residir el supremo Poder Ejecutivo de la Federa-
ción en un solo individuo, denominado presidente de los Estados
Unidos Mexicanos).
---- Poder Judicial. El Poder Judicial de la Federación se depositó en
una Corte Suprema de Justicia, y en los tribunales que se estable-
cieran en cada estado para impartir justicia pronta, completa e im-
parcial (artículo 18); todo hombre debe ser juzgado ‘‘por leyes da-
das y tribunales establecidos antes del acto por el cual se le
juzgue’’; quedan prohibidos los juzgamientos por comisiones es-
peciales, así como la retroactividad (artículo 19).
---- Gobierno particular de los estados. Se establecen tres poderes
(artículo 20); Legislativo ----Congreso compuesto del número de
individuos determinados por las Constituciones estatales, electos
popularmente---- (artículo 21); Ejecutivo ----confiado, por determi-
nado tiempo establecido por su Constitución respectiva---- (artículo
22); Judicial ----formado por los tribunales que considere la Cons-
titución estatal---- (artículo 23).
---- Prevenciones generales. Las Constituciones estatales no podrán
oponerse al Acta o a la Constitución (artículo 24).
---- Derechos del hombre. ‘‘La nación está obligada a proteger por le-
yes sabias y justas los derechos del hombre y del ciudadano’’ (ar-
tículo 30); y a preservar la libertad de escribir, imprimir y publicar
ideas políticas, sin previa censura (artículo 31).
18 EMILIO O. RABASA

---- Vigencia. El Acta sólo puede variarse en el tiempo y términos que


prescriba la Constitución general (artículo 35). (Véase el título
VIII de la Constitución de 1824).

b) Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos: Aprobada


el 3 de octubre de 1824. Formada por siete títulos que contienen 171 ar-
tículos. Principales adiciones al Acta Constitutiva, sintetizadas del texto
positivo:
---- Forma de gobierno. La forma de República representativa popu-
lar federal y la religión ----católica, apostólica, romana---- de que
trató la primera parte del Acta, son repetidas y adoptadas en los
títulos I y II de la Constitución (artículos 4o. y 3o., respectiva-
mente). Igual ocurre con la división de poderes de la Federación,
que en ambos documentos lo son el Legislativo, Ejecutivo y Judi-
cial (artículos 9o. del Acta y 6o. de la Constitución).
El resto de la Constitución ----títulos III a VII---- precisó o añadió, esen-
cialmente lo siguiente:

Título III. Poder Legislativo


Los integrantes de la Cámara de Diputados serán elegidos en su totali-
dad cada dos años (artículo 8o.); cada diputado electo será por ochenta
mil almas (artículo 11). El Senado se compondrá de dos senadores de
cada Estado, elegidos a mayoría absoluta de votos por sus legislaturas, y
renovadas por mitad de dos en dos años (artículo 25). Cada Cámara cali-
ficará las elecciones de sus respectivos miembros (artículo 35).
Iniciativa de leyes: la tendrán cualquiera de las dos Cámaras (artículo
51) y el presidente de la República y las legislaturas de los estados (ar-
tículo 52).
El Congreso general se reunirá todos los años el día 1o. de enero en el
lugar designado por una ley (artículo 67); a la instalación del Congreso
asistirá el presidente de la Federación, pronunciará un discurso, que con-
testará ‘‘en términos generales’’ el que presida el Congreso (artículo 68).

Título IV. Poder Ejecutivo


Se deposita el supremo Poder Ejecutivo de la Federación en un solo
individuo, que se denominará presidente de los Estados Unidos Mexica-
HISTORIA DE LAS CONSTITUCIONES MEXICANAS 19

nos (artículo 74); habrá también un vicepresidente (artículo 75); para ser
presidente o vicepresidente se requiere ser ciudadano mexicano por naci-
miento, de 38 años y residente en el país (artículo 76); será presidente
quien reúna la mayoría absoluta de los votos de las legislaturas (estatales)
(artículo 84), y vicepresidente el que siga en votos a aquél (artículo 85);
el presidente no podrá ser reelecto, sino hasta el cuarto año de haber cesa-
do en sus funciones (artículo 77).
El presidente y el vicepresidente entrarán en funciones el 1o. de abril y
durarán en sus cargos cuatro años (artículo 95); si no hubieren elecciones
o no se presentasen a tomar posesión, la Cámara de Diputados, votando
por estados, nombrará un presidente interino (artículo 96); se seguirá el
mismo procedimiento si el presidente o vicepresidente están impedidos
temporalmente y si, además, no se encuentra reunido el Congreso, el su-
premo Poder Ejecutivo se depositará en el presidente de la Corte Supre-
ma de Justicia y en dos individuos votados por el Consejo de Gobierno
(artículo 97); el presidente de la Corte Suprema se encargará del supremo
Poder Ejecutivo mientras se realizan las elecciones contempladas en los
artículo 96 y 97 (artículo 98).
Los artículos 54, 55 y 106, consignan el ejercicio del veto presidencial
‘‘dentro de diez días útiles’’ sobre leyes y decretos del Congreso.
Entre las atribuciones del presidente es importante destacar la prohibi-
ción a que estaba sujeto para privar de la libertad o para imponer penas,
ya que sólo podía arrestar hasta por cuarenta y ocho horas, pero, a conti-
nuación, debía poner la persona a disposición del tribunal o juez compe-
tente (artículo 112, fracción II).
Consejo de Gobierno (no considerado en el Acta. Incluido en la Cons-
titución ----sección quinta---- del título IV): Durante el receso del Congreso
habrá un Consejo de Gobierno compuesto de la mitad de los senadores,
uno por cada estado (artículo 113); sus atribuciones principales serán: ve-
lar por la observancia de la Constitución, Acta Constitutiva y leyes gene-
rales; convocar al Congreso a sesiones extraordinarias; aprobar el nom-
bramiento de los secretarios del despacho, calificados de ‘‘empleados’’
por esta atribución del Consejo (artículo 116, fracciones I, III y V).
Secretarios del despacho (sección sexta, título IV): Para el despacho
de los negocios de gobierno de la República, habrá el número de secreta-
rios que establezca el Congreso por una ley (artículo 117); para ser secre-
tario se requiere ser ciudadano mexicano por nacimiento (artículo 121).
20 EMILIO O. RABASA

(Ni el Acta, ni la Constitución, fijaban las cualidades para ser ciudadano.)


Obligaciones principales: refrendo (artículo 118) e informe anual a cada
Cámara (artículo 120).

Título V. Poder Judicial

El Poder Judicial de la Federación residirá en una Corte Suprema de


Justicia, tribunales de circuito y juzgados de distrito (artículo 123). La
Corte estará formada por once ministros distribuidos en tres Salas, y de
un fiscal (artículo 124); electos por mayoría absoluta de votos por las le-
gislaturas de los estados (artículo 127). Atribuciones: conocer de las defe-
rencias que puede haber de uno a otro estado, de un estado con los veci-
nos de otros o entre particulares por cuestiones de tierra; disputas por
contratos de gobierno; dirimir competencias suscitadas entre tribunales de
la Federación, entre éstos y los de los estados y entre estados; delitos de altos
funcionarios federales, gobernadores de los estados, diplomáticos, etcéte-
ra (artículo 137, fracciones I, II, IV y V).
Los tribunales de circuito se compondrán de un juez letrado, un pro-
motor fiscal y dos asociados (artículo 140). Los juzgados de distrito serán
servidos por un juez letrado (artículo 143).
La sección séptima de este título V contenía varios derechos individua-
les, aunque no se les designaba así: pena de infamia no trascendente (ar-
tículo 146); prohibición sobre confiscación de bienes (artículo 147), jui-
cio por comisión y ley retroactiva (artículo 148), tormento (artículo 149),
etcétera.

Título VI. Estados de la Federación

El gobierno de cada Estado se dividiría para su ejercicio en los tres


poderes, Legislativo, Ejecutivo y Judicial (artículo 157); el Legislativo
residirá en una sola legislatura (artículo 158); el Ejecutivo en la persona o
personas que establezca su Constitución por tiempo determinado (artículo
159); el Judicial se ejercerá por los tribunales establecidos por la (su)
Constitución (artículo 160).
Obligaciones de los estados: Organizarse sin contrariar la Constitución
ni el Acta Constitutiva; publicar sus Constituciones; guardar y hacer
guardar la Constitución y leyes generales de la Unión y los tratados cele-
brados por la Federación; protección a la libertad de expresión; contribu-
HISTORIA DE LAS CONSTITUCIONES MEXICANAS 21

ción para ‘‘consolidar y amortizar las deudas reconocidas por el Congreso


general’’ (¿deuda pública?) etcétera (artículo 161, fracciones I, II, III, IV
y VII).

Título VII. Observancia, interpretación y reforma de la Constitución


y Acta Constitutiva

Sólo el Congreso puede resolver dudas acerca sobres estos documentos


realizadas por las legislaturas de los estados sólo podrán ser tomadas en
consideración por el Congreso general ‘‘sino precisamente el año de
1830’’ (artículo 166); nunca deberá ser un mismo Congreso el que califi-
que las observaciones y el que decrete las reformas (artículo 168).
‘‘Jamás se podrán reformar los artículos de esta Constitución y de la
Acta Constitutiva que establecen la libertad e independencia de la nación
mexicana, su religión, forma de gobierno, libertad de imprenta, y división
de los poderes supremos de la Federación y de los estados’’ (artículos
171, el último de la Constitución).

B. Los principios fundamentales

El federalismo que se tomó de la Constitución americana, significó la


antítesis del feroz centralismo de la Colonia, mientras que el estableci-
miento de la soberanía depositada en la nación, implicó el traslado, al
México independiente, de lo que Ramos Arizpe y otros ilustres constitu-
yentes habían escuchado y aprobado en Cádiz. En breve, la elaboración y
aceptación de una Constitución escrita fue resolución suficiente para se-
ñalar la antítesis a la monarquía absoluta.
La convocatoria para el Primer Constituyente, establecía el método tri-
ple de la elección indirecta de la Constitución española, sin más diferen-
cias que trasladar a los ayuntamientos las funciones de las juntas electo-
ras. Los reglamentos interiores del primero y segundo constituyentes,
fueron los mismos que se emplearon para las Cortes de Cádiz. Además de
Rousseau, cuyo nombre e ideas fueron reiteradas en esos primeros consti-
tuyentes, Montesquieu y Bentham aparecieron como los pensadores que
más influyeron en nuestros primeros congresos. De aquél se tomaron sus
ideas sobre la división de los poderes y la teoría de los ‘‘frenos y contra-
pesos’’; de Bentham, el padre de la doctrina utilitarista, la idea del auto-
gobierno self-governmet y otro conjunto de nociones liberales.
22 EMILIO O. RABASA

La gran cuestión del Constituyente de 1824, fue la adopción del fede-


ralismo. No tanto por haber sido los primeros códigos políticos de la na-
ción, suficiente hecho para significarlos a través del tiempo, cuanto por el
sistema gubernamental específico que implantaron, el Acta Constitutiva y
la Constitución de 1824, han resultado en nuestra historia y dentro de
nuestras instituciones políticas, de enorme trascendencia.
Los términos ‘‘República’’, ‘‘representativa’’ y ‘‘popular’’ del artículo
5o. del Acta Constitutiva, que aparecen en el 4o. de la Constitución, no
merecieron mayor comentario en el Constituyente, siendo aceptados casi
por unanimidad e ingresando a nuestra vida política institucional sin con-
troversias serias, ni con exclamaciones de entusiasmo, a pesar de que
cada uno de los conceptos señalados representaba toda una teoría política
y, todos juntos, un lento proceso histórico que se concretaba en el siglo
XVIII, formando una diferente era política. En este mismo apartado,
abordaré, páginas adelante, la importancia de esos términos en el Consti-
tuyente de ‘‘24’’. Lo ‘‘federal’’, no tanto, por supuesto, la palabra, sino el
concepto, que encuentra su desarrollo inicial en el artículo 6o. del Acta,
por el que se prescribe la soberanía de los estados, y su caracterización,
en todo el demás articulado del Acta y de la Constitución, resultó ser el
problema de problemas, punto crucial en donde se inician las dos grandes
corrientes ideológicas antagónicas que han alimentado la vida política del
país y que han caracterizado, con breves intervalos, el sistema constitu-
cional mexicano. Tanto en el debate de ‘‘24’’, como a través de toda nues-
tra historia, y todavía en la actualidad, los argumentos de uno y otro lado, se
han sucedido con ritmo inacabable de la pasión de las ideologías acre-
cienta y el recuerdo de nuestro pretérito estimula.
A fin de subrayar adecuadamente la importancia de los nuevos térmi-
nos políticos que aparecieron en la Constitución de 1824, enseguida seña-
lo el cómputo de sufragios:
‘‘República popular’’, aprobado por unanimidad. ‘‘Representativa’’, se
opusieron los señores Alcocer y Vera. ‘‘Federal’’, setenta y uno a favor,
diez en contra. Con respecto al artículo 6o., que establecía la soberanía de
los estados y, por ende, el federalismo, fue discutido acaloradamente en
varias sesiones, resultando la votación, en la que se le aprobó, como si-
gue: ‘‘Estados independientes y libres’’, aprueban sesenta y cuatro, re-
prueban siete; ‘‘soberanos’’, por la afirmativa cuarenta y uno, por la nega-
tiva veintinueve. ¡Sólo doce votos consolidaron, constitucionalmente, el
federalismo en nuestro país!
HISTORIA DE LAS CONSTITUCIONES MEXICANAS 23

El rompimiento brusco con el pasado; el otorgar a los estados, ya de


por sí ensoberbecidos, su autonomía, con lo que se enfrentaba a múltiples
poderes al poder central; la falta de autosuficiencia económica de las enti-
dades; los dispendios que originaría la Federación; el ejemplo reciente de
Colombia y lo exótico y desconocido del sistema; fueron los principales
motivos expuestos por los centralistas para negar a Ramos Arizpe la forma
de gobierno que presentaba en el Acta Constitutiva. Todas estas argumen-
taciones revelaban, no obstante, una sola cosa: el deseo centralista, valga
la expresión, de obtener una concepción republicana de la monarquía. No
pudiendo sostener ya ningún tipo de monarquía, ni aún la moderada, que
ya no sólo resultaba anacrónica sino probada históricamente y con resul-
tados negativos por las tentaciones de Iturbide, la República era aceptada,
tenía que ser aceptada por todos; pero en el fondo debería ser, para satis-
facción de los tradicionalistas, una forma disimulada de la monarquía.
En cuanto a los federalistas, sus principales argumentos fueron: que
debía adoptarse el gobierno federal porque era la voluntad general de la
nación, por la presión que en tal sentido ejercían en ese momento las pro-
vincias (especialmente Yucatán, Jalisco, Veracruz, Puebla y Querétaro),
porque el sistema permitía un enlace entre todas las entidades, para que
éstas pudieran protegerse sin la ayuda que el gobierno central no podía
proporcionarles y porque la prosperidad norteamericana seguramente se
debía a la selección de esa forma de gobierno.
En apoyo a los federalistas existían dos hechos que fortificaban su po-
sición: el poco éxito de la Constitución de Cádiz, que también podría atri-
buirse a la concepción centralista incluida en ese código político, y el fra-
caso de Iturbide. El desprestigio al que alude el licenciado Emilio
Rabasa 20 en que cayó el Primer Constituyente al ser disuelto por el tumul-
to guiado por Pío Marcha y que obligó a entronizar a Iturbide, no sólo
significó, como apunta el constitucionalista mencionado, la pérdida de fe
del pueblo en las instituciones y en el derecho, pues no obstante el des-
prestigio, creo, que los pueblos no pueden vivir sin las instituciones ni el
derecho, sino que, también hizo comprender a la opinión general que no
debía aceptar forma alguna de centralismo. Éste se acercaba mucho más a
la autocracia que al federalismo; en suma, la República centralista era una
‘‘autocracia republicana’’.
20 Discurso pronunciado por el licenciado Emilio Rabasa en la Primera Sesión del Congreso
Jurídico, reunido en la ciudad de México para celebrar el primer centenario de la Constitución de
1824.
24 EMILIO O. RABASA

El único medio para evitar la concentración exagerada del poder, aun


cuando fuera ahora bajo un nuevo nombre, la manera singular de garanti-
zar al hombre frente a la sociedad política, era desmembrar al poder. No
podemos minimizar a la gran figura de Ramos Arizpe, admitiendo que
sólo propugnaba por el federalismo por copiar el modelo de una nación
próspera. Cosa muy diferente es afirmar que una vez que tuvo conoci-
miento del modelo, comprendió que ----de las formas conocidas---- era la
única para desterrar en definitiva aquello contra lo que había luchado toda
su vida: la autocracia.
Sea cuales fueren los males que trajera la implantación del federalis-
mo, en todo caso, tendía a evitar el mal mayor, el verdadero: el caer en un
absolutismo republicano. Y no se diga, como se repite hasta aburrir, que
en nuestra historia el federalismo es el nombre que esconde en realidad
un centralismo despiadado, pues esa no es culpa del sistema, ni de los hom-
bres que lo implantaron, sino de su abuso, o mejor dicho, de su no uso.
República federal, significaba, como seguramente bien lo entendió Ra-
mos Arizpe, no sólo la división de poderes dentro del gobierno nacional,
sino también dentro de la organización política local.
La Constitución norteamericana garantizaba (sección 4a. del artículo
IV) que cada estado de la Unión tendría una forma republicana de gobier-
no. Este principio, aunque no textualmente introducido en el Acta Consti-
tutiva o en la Constitución de 1824, aparece en ambos documentos cuan-
do se marca la misma división de poderes para cada estado que para el
gobierno general. El artículo 20 del Acta Constitutiva y el 157 de la
Constitución, garantizaban la forma republicana representativa y popular
del gobierno para cada estado, principio a todas luces importantísimo en
aquella época.
Aun cuando la importación del federalismo fue brusca y casi sin cono-
cer la teoría en verdad, la adopción del sistema, no resultó, de ninguna
manera, incongruente, ya que en definitiva se lograba todo aquello por lo
que se había luchado en la independencia y que estaba latente en el Con-
greso: en forma determinante suprimir el absolutismo que en ese momen-
to se presentaba escondido dentro del republicanismo, pero también otor-
gar a las antiguas provincias de la Nueva España, cuya penuria había sido
más por el abandono que por una dominación efectiva, los mismos princi-
pios de autosuficiencia política que se otorgaban al gobierno federal, es
decir, garantizar a los estados un gobierno republicano, representativo y
popular.
HISTORIA DE LAS CONSTITUCIONES MEXICANAS 25

La República y la Federación fueron las dos más grandes aportaciones


del Constituyente de ‘‘24’’ a nuestra historia política. Con lo de Repúbli-
ca, los constituyentes cumplieron con la forma avanzada del pensamiento
liberal de su tiempo; con lo de la Federación, adelantaron a la nueva na-
ción varios años en la historia de las organizaciones políticas modernas.
El otro elemento de gran valía dentro del Constituyente de ‘‘24’’, fue el
de la soberanía, que se atribuyó a la nación, en traslado directo de la
Constitución de Cádiz, no obstante que la Constitución de Apatzingán, en
su artículo 5o., la había hecho residir en el pueblo. Es que, como dice don
Emilio Rabasa, la obra del Constituyente en 1824 fundó ‘‘las institucio-
nes no en el pueblo, sino en la nación’’.
El gobierno representativo, otro acierto del Constituyente, fue una con-
secuencia lógica y natural de los principios republicanos que ya había
adoptado. Igual sentido tuvo la inclusión de lo ‘‘popular’’, que se introdu-
ce unido al de República y, con él, es aprobado por unanimidad de votos
en la sesión del 16 de septiembre de 1823 al discutirse el artículo 5o. del
Acta Constitutiva.
Muchos variados, novedosos y revolucionarios principios adoptaron
los Constituyentes de 1824. No es en su demérito que los hubieren toma-
do de otras latitudes geográficas y de distintos sistemas políticos. Lo im-
portante es que tuvieron la decisión de aceptar e imponer lo más adelanta-
do de su época y terminar con todo tipo de autocracia, monárquica o
republicana.
Estrechados por la penuria, agotados por las guerras, sumidos en la
anarquía, rodeados por la ignorancia, los Constituyentes de 1824 pudie-
ron no haber sido grandes legisladores, pero fueron algo más importan-
te... ¡fueron grandes patriotas!

5. Diputados al Congreso Constituyente de 1823-1824

Lorenzo de Zavala, por Yucatán, presidente. Florentino Martínez, por


el estado de Chihuahua, vicepresidente. Por el estado de Chihuahua; José
Ignacio Gutiérrez. Por el estado de Coahuila y Texas: Miguel Ramos
Arizpe y Erasmo Seguín. Por el estado de Durango, Francisco Antonio
Elorriaga y Pedro Ahumada. Por el estado de Guanajuato: Juan Ignacio
Godoy, Víctor Márquez, José Felipe Vázquez, José María Anaya, Juan
Bautista Morales, José María Uribe y José Miguel Llorente. Por el Estado
de México: Juan Rodríguez, Juan Manuel Assorrey, José Francisco de
26 EMILIO O. RABASA

Barreda, José Basilio Guerra, Carlos María Bustamante, Ignacio de Mora


y Villamil, José Ignacio González Caraalmuro, José Hernández Chicho
Condarco, José Ignacio Espinosa, Luciano Castorena, Luis de Cortázar,
José Agustín Paz, José María de Bustamante, Francisco María Lombardo,
Felipe Sierra, José Cirilo Gómez y Anaya y Francisco Patiño y Domín-
guez. Por el estado de Michoacán: José María de Izazaga, Manuel Solór-
zano, José María de Cabrera, Ignacio Rayón y Tomás Arriaga. Por el es-
tado de Nuevo León, Fray Servando Teresa de Mier. Por el estado de
Oaxaca, Nicolás Fernández del Campo, Víctores de Manero, Demetrio
del Castillo, Joaquín de Miura y Bustamante, Vicente Manero Embides,
Manuel José Robles, Francisco de Larrazábal y Torre, Francisco Estévez
y José Vicente Rodríguez. Por el estado de Puebla, Mariano Barbosa,
José María de la Llave, José de Sanmartín, Rafael Mangino, José María
Jiménez, José Mariano Marín, José Vicente de Robles, José Rafael Be-
rruecos, José Mariano Castillero, José María Pérez Dunslaguer, Alejan-
dro Carpio, Mariano Tirado Gutiérrez, Ignacio Zaldívar, Juan de Dios
Moreno, Juan Manuel Irrizarri, Miguel Wenceslao Gasca y Bernardo
Copco. Por el estado de Querétaro, Félix Osores y Joaquín Guerra. Por el
estado de San Luis Potosí, Tomás Vargas, Luis Gonzaga Gordoa y José
Guadalupe de los Reyes. Por el estado de Sonora y Sinaloa, Manuel Fer-
nández Rojo, Manuel Ambrosio Martínez de Vea, José Santiago Escobo-
sa y Juan Bautista Escalante y Peralta. Por el estado de Tamaulipas, Pe-
dro Paredes. Por el estado de Tlaxcala, José Miguel Guridi y Alcocer. Por
el estado de Veracruz, Manuel Argüelles y José María Becerra. Por el es-
tado de Jalisco, José María Covarrubias, José de Jesús Huerta, Juan de Dios
Cañedo, Rafael Aldrete y Juan Cayetano Portugal. Por el estado de Yuca-
tán: Manuel Crecensio Rejón, José María Sánchez, Fernando Valle, Pe-
dro Tarrazo y Joaquín Casares y Armas. Por el estado de Zacatecas: Va-
lentín Gómez Farías, Santos Vélez, Francisco García y José Miguel
Gordoa. Por el territorio de Baja California, Manuel Ortiz de la Torre.
Por el territorio de Colima, José María Jerónimo Arzac. Por el territorio
de Nuevo México: José Rafael Alarid, Manuel de Vega y Cosío, por el
estado de Veracruz, secretario, Epigmenio de la Piedra, por México, se-
cretario, José María Castro, por el estado de Jalisco, secretario, Juan José
Romero, por el estado de Jalisco, secretario.
CAPÍTULO III
LA RUINA DEL SISTEMA FEDERAL:
LA ETAPA CENTRALISTA (1835-1846) . . . . . . . . . . . . . . 27
1. El marco histórico. Leyes principales . . . . . . . . . . . . . 27
2. Congreso ordinario de 1835-1836 erigido en Constituyente . . 33
3. Constitución de las Siete Leyes . . . . . . . . . . . . . . . . 36
4. Diputados al Congreso ordinario de 1835-1836 erigido en
Constituyente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45
5. Bases Orgánicas de la República mexicana (1843) . . . . . . . 46
6. Miembros de la Junta Nacional Legislativa de 1843 . . . . . . 48
CAPÍTULO III
LA RUINA DEL SISTEMA FEDERAL:
LA ETAPA CENTRALISTA (1835-1846)

...quedó sepultada la Constitución de 1824;


¡ojalá que jamás hubiese existido! Carlos
María de Bustamante México a través de
los siglos, t. VII, p. 357

1. El marco histórico. Leyes principales

Cuando la Constitución federal de los Estados Unidos Mexicanos fue


promulgada (4 de octubre de 1824), surgió la esperanza de que terminaba
una etapa de confusión y que surgía otra, promisoria, y diferente, en la
que la nación mexicana afirmaría ‘‘su libertad y promovería su prosperi-
dad y gloria’’.21 Desafortunadamente no fue así, porque el periodo que
siguió, casi siempre presidido por Antonio López de Santa Anna, signifi-
có era de violencia, caos y anarquía.
Uno de los principales motivos del desorden fue la forma de elegir al
presidente y al vicepresidente que preceptuaba la Constitución de 1824.
En ésta, se depositaba el supremo Poder Ejecutivo en un solo individuo
denominado presidente de los Estados Unidos Mexicanos, junto a quien
existía un vicepresidente que lo supliría en caso de imposibilidad física o
moral de aquél en todas sus facultades y prerrogativas. 22
Sería presidente el que reuniera la mayoría absoluta de votos de las
legislaturas23 y el que lo siguiera en sufragios, vicepresidente,24 durando
ambos, en sus cargos, cuatro años. 25 El presidente no podría ----gran nove-
21 Según lo manifestaba la última parte del encabezado del texto de esa Constitución.
22 Constitución de 1824, artículos 74 y 75.
23 Ibidem, artículo 84.
24 Ibidem, artículo 85.
25 Ibidem, artículo 95.

27
28 EMILIO O. RABASA

dad revolucionaria de entonces---- ‘‘ser reelecto para este encargo, sino al


cuarto año de haber cesado en sus funciones’’.26
Tratándose de la presidencia y vicepresidencia, el hecho de que ésta
fuera para el vencido de la votación en la que resultó electo el presidente,
trajo como consecuencia que las divisiones ideológicas y políticas surgie-
ran inmediatamente, sucediéndose pronunciamientos y desórdenes que
desencadenaron luchas fraticidas,27 en forma tal que durante los primeros
diez años de independencia hubieran ocho presidentes.28
Esta serie de pronunciamientos y levantamientos debilitaron y despres-
tigiaron el régimen federal encaminando a la República ‘‘al constitucio-
nalismo centralista’’.29
En esta etapa, que fueron los primeros años de la República, Antonio
López de Santa Anna, tuvo una definitiva participación. Militar y político
nacido en Jalapa, Veracruz, asumió once veces el Ejecutivo de la nación.
Su ambición y delirio por el poder, lo llevaron a exigir se le denominase
‘‘Alteza Serenísima’’. Durante la Guerra de Texas, en 1836, fue tomado
prisionero y, por salvar la vida, reconoció la independencia de Texas.
Santa Anna vivió desterrado en Cuba, Saint Thomas y en Estados Uni-
dos, muriendo finalmente, en la ciudad de México el 20 de junio de 1876.
En esa época de confusión y anarquía, un convencido de las ideas libe-
rales, el vicepresidente Valentín Gómez Farías, durante una de las múlti-
ples ausencias del presidente Santa Anna, en 1833, 30 se hizo cargo del
Ejecutivo federal, con apego a lo establecido constitucionalmente, y expi-
dió una serie de disposiciones encaminadas a evitar la intromisión de la
iglesia en los asuntos del gobierno civil. De igual manera, la V Legislatu-
ra, con el mismo espíritu liberal, elaboró leyes en ese sentido.
El doctor José María Luis Mora, afirmó que ‘‘la administración Farías,
como era necesario e inevitable se hizo una multitud de enemigos, no
sólo entre los del partido de retroceso, sino aún entre los hombres mismos
de progreso, que sin intentarlo, provocaron la reacción que dio en tierra
con todo cuanto se había hecho’’.31

26Ibidem, artículo 77.


27Costeloe, Michael P., La primera República federal de México (1824-1835), México, Fondo
de Cultura Económica, 1975, p. 437.
28 Op. cit., supra nota 5, t. II, p. 6582.
29 Ibidem, t. 3, p. 1746.
30 Ibidem, t. II, p. 6582.
31 Mora, José María Luis, Obras sueltas, París, 1837, t. I, p. CCCLXII.
HISTORIA DE LAS CONSTITUCIONES MEXICANAS 29

En el seno de esa legislatura hubo propuestas relacionadas con la edu-


cación, libertad de prensa, milicia cívica en el Distrito Federal, asuntos
eclesiásticos y militares. 32
El asunto de la educación, preocupó hondamente a Gómez Farías y el
nuevo arreglo que de la instrucción pública efectuó, ‘‘iba en contra de los
intereses que en aquella época hacían una clara distinción entre indios y
no indios, desconoció dicha diferencia y se preocupó porque, conocedor
de que en el territorio de México existiera gran diversidad de razas, éstas
se fusionaran’’.33
Entre las disposiciones y leyes que se expidieron en 1833, destacan: la
excitativa para que no se sepultaren cadáveres en las iglesias, de 23 de
abril,34 la circular del 8 de junio de ese mismo año en donde el supremo
gobierno consideraba subversivo el hecho de que los religiosos persuadie-
ran a las personas para que no se comprometieran con el supremo gobier-
no, previniéndoles que no se mezclaren en cosas políticas,35 la ley de ju-
nio que ordenaba la expulsión de la República de 51 personas que
mencionaba, así como de cualquier individuo que se hallase en el mismo
caso.36 Ese mismo año se decretó la supresión de la Universidad de Méxi-
co, sustituyéndola con la Dirección General de Instrucción Pública. 37 El
31 de octubre se publicó la prohibición de que los eclesiásticos abordaren
materias políticas en el púlpito, 38 el 17 de noviembre apareció la disposi-
ción de que el gobierno disolviera los cuerpos permanentes y activos del
ejército que se hubiesen sublevado contra la Constitución federal de 1824, 39
el 18 de noviembre se expidió una disposición sobre bienes de ‘‘manos
muertas’’, señalando que no se podía ocupar, vender o enajenar los bienes
raíces y capitales de manos muertas existentes en el Distrito Federal hasta
que, por resolución del Congreso general, no se determinase lo que hubie-
re de hacerse.40
Un grave problema que existió en nuestro país, fue la enorme riqueza
que el clero acumuló durante el siglo XVIII y hasta mediados del XIX.

32 Costeloe, Michael P., op. cit., supra nota 27, pp. 373-379.
33 Mora, José María Luis, op. cit., supra nota 31, p. CCCLXII.
34 Dublán Manuel y Lozano, José María, Legislación mexicana, México, 1876, t. 2, p. 532.
35 Ibidem, p. 533.
36 México a través de los siglos, t. VII, p. 327.
37 Dublán y Lozano, op. cit., supra nota 34, t. 2, p. 6564.
38 Ibidem, p. 578.
39 Ibidem, p. 590.
40 Op. cit., supra nota 36, p. 335.
30 EMILIO O. RABASA

Ésta se manifestó, principalmente, en las grandes y numerosas fincas


que poseía y que sólo en raras ocasiones se enajenaban a otras personas.
Esos bienes constituían riqueza sin ninguna circulación, sólo el clero la
aprovechaba y se les conocía con el nombre de ‘‘manos muertas’’.
La V Legislatura, que sesionó en 1834, apoyaba a Valentín Gómez Fa-
rías, hecho que contrarió a Santa Anna.41 Las reformas realizadas por el
vicepresidente y por el Congreso general, fueron consideradas como una
afrenta por los conservadores, ya que excluían al clero de la enseñanza
pública y ‘‘en medio del universal conflicto se señaló a Santa Anna como
la única esperanza de salud’’ y éste ‘‘volvía a empuñar las riendas del go-
bierno en el momento crítico y preciso’’,42 es decir, se convirtió en el apo-
yo de los privilegiados y a ellos regresó a complacer.
El 15 de abril de 1834, de acuerdo a lo establecido en la Constitución
de 1824 (artículo 71), el Congreso debía terminar su periodo de sesiones
ordinarias en esa fecha. Sin embargo, dispusieron las Cámaras prorrogar-
las por 30 días útiles,43 Santa Anna regresó de su hacienda de Manga de
Clavo, presentándose en México el 24 de abril e inició conversaciones
con miembros del Congreso que condujeran a la revocación de las leyes
liberales emitidas durante sus ausencias. 44 La actitud del presidente hizo
suponer a los legisladores que no debían esperar libertad para celebrar se-
siones y el 15 de mayo decidieron suspender sus trabajos, 45 ante la negati-
va del presidente para sancionar esta decisión del Congreso.
Por esa diferencia de opiniones, Santa Anna, finalmente se impuso y
comunicó al Congreso que el gobierno consideraba terminado su periodo
de sesiones, por lo que en lo sucesivo no reconocería ningún acto de esa
Asamblea. Inclusive recogió las llaves del recinto congresional y dispuso
vigilancia por parte de la fuerza armada. 46
En su intento de rechazar la legislación liberal, era necesario que Santa
Anna eliminara tanto al Ejecutivo liberal, como lo había demostrado ser
el vicepresidente Gómez Farías, como al Congreso que lo apoyaba.
Durante ese lapso, ocurrieron diversos levantamientos que solicitaban
la derogación de las leyes anticlericales. Se proclamaron planes en Pue-
bla, Orizaba, Oaxaca, destacando por su importancia el que se dio en
41 Los presidentes de México ante la nación, México, Cámara de Diputados, 1966, p. 174.
42 Ibidem, p. 175.
43 Dublán y Lozano, op. cit., supra nota 34, t. 2, p. 689.
44 Costeloe, Michael P., op. cit., supra nota 27, p. 426.
45 Dublán y Lozano; op. cit., supra nota 34, t. 2, p. 695.
46 Op. cit., supra nota 36, t. VII, p. 342.
HISTORIA DE LAS CONSTITUCIONES MEXICANAS 31

Cuernavaca el 25 de mayo de 1834 y que se denominó ‘‘Acta del Plan de


Pronunciamiento de la Villa de Cuernavaca’’.47
Este Plan criticó al Congreso general y a las legislaturas de los estados
y sin, mencionarlo expresamente, al vicepresidente Gómez Farías; mani-
festando su repugnancia por las leyes y decretos liberales.
Se reclamó a Santa Anna la protección ----como autoridad capaz de
otorgarla----, señalando que todas las leyes y providencias dictadas por
el Congreso general y las legislaturas debían declararse nulas, sin va-
lor, ni efecto alguno. Los diputados que habían tomado parte, sancionan-
do las leyes y decretos, así como los demás funcionarios obstinados en
llevar adelante resoluciones de la misma clase, deberían separarse de sus
puestos.
El Plan fue la reacción del clero y de los militares conservadores, por
lo que iba en contra del espíritu liberal, que ya comenzaba a manifestarse
en hechos concretos como fueron los actos de la V Legislatura y del vice-
presidente Gómez Farías.
El 1o. de junio de ese mismo año de 1834, Santa Anna dio a conocer
un manifiesto,48 en donde afirmó que: ‘‘los pueblos no cesaban de mani-
festar la resolución para oponerse a reformas que pugnaban abiertamente
con su piedad religiosa’’ y que ‘‘era indudable que la nación se envolvía
de nuevo en los horrores de una guerra civil’’. También señalaba que el
Ejecutivo deseaba la derogación de algunas leyes para clamar las agita-
ciones y que él buscaba medios de conciliación. Sin embargo, la Cámara
de Diputados había suspendido sus sesiones, dada su falta de libertad
para actuar. Concluyó afirmando que, en virtud de que el gobierno tenía,
entre sus principales obligaciones, la de guardar y hacer guardar la Cons-
titución, desconocía un poder que se excedía en el ejercicio de sus atribu-
ciones.
Empero, esta justificación que el Plan de Cuernavaca proporcionaba a
Santa Anna y que sirvió de pretexto para lanzar su proclama, no tuvo fun-
damento jurídico, pues estando vigente la Constitución de 1824, el Ejecu-
tivo era uno de los más obligados en acatarla y, en ella, no aparecía nin-
guna atribución facultándolo para desconocer los actos del Congreso.
El 14 de junio, el Ayuntamiento de México se adhirió al Plan citado de
Cuernavaca, y Santa Anna actuando arbitrariamente, ya que la carta mag-

47 Idem.
48 El Telégrafo, 3 de junio de 1834.
32 EMILIO O. RABASA

na vigente en esa época (1824), no contemplaba facultades para que el


Ejecutivo suspendiera los efectos de las leyes y decretos expedidos por
el Congreso general, despachó, el 23 de junio, una circular por la que sus-
pendían los efectos de las disposiciones que tanto el Congreso como las
autoridades liberales habían dictado. 49
Cuando la VI Legislatura se reunió en enero de 1835, sus miembros,
en su mayoría, eran simpatizantes de las ideas conservadoras y de inme-
diato se dieron a la tarea de revisar lo hecho por la anterior legislatura, así
como lo actuado por el vicepresidente Gómez Farías. El 28 de febrero
expidió esa legislatura una ley por la que se desconocía la autoridad del
vicepresidente de la República Valentín Gómez Farías, cesándolo en las
funciones propias de su cargo.50
Ese mismo día, Santa Anna obtuvo del Congreso permiso para ausen-
tarse por el tiempo necesario para restablecer su salud,51 procediendo el
Congreso a designar al presidente interino de la República, nombramien-
to que recayó en el general Miguel Barragán.
Entre los primeros asuntos que ocuparon al Congreso, se encontraba el
de decretar la reducción de la milicia local en los estados, Distrito Federal
y territorios. 52
Zacatecas fue el Estado que se opuso a las medidas que el gobierno
conservador imponía, pues al realizar esas reformas, con relación a la mi-
licia local, se reformaba una institución contemplada en la Constitución
de 1824. Este hecho no agradó a los representantes de esa entidad, pues
no estaban dispuestos a reformar las instituciones. 53 Para el 9 de abril de
1835, Santa Anna obtuvo la enésima licencia del Congreso,54 para man-
dar personalmente al ejército y atacar Zacatecas.
El 2 de mayo se expidió una ley en la que se expresó que en el ‘‘Con-
greso general residen, por voluntad de la nación, todas las facultades ex-
traconstitucionales necesarias para hacer en la Constitución de 1824
cuantas alteraciones crea convenientes al bien de la misma nación sin las
trabas y moratorias que aquélla prescribe’’.55 Señaló, además, que ‘‘el

49 Op. cit., supra nota 16, t. VII, p. 345.


50 Dublán y Lozano, op. cit., supra nota 34, t. 3, p. 15.
51 Idem.
52 Ibidem, p. 38.
53 Op. cit., supra nota 36, t. VII, p. 353.
54 Dublán y Lozano, op. cit., supra nota 34, t. 3, p. 41.
55 Ibidem, p. 43.
HISTORIA DE LAS CONSTITUCIONES MEXICANAS 33

Congreso se prefija por límites de dichas facultades, las que detalla el ar-
tículo 171 de la mencionada Constitución’’.
Aunque expresamente no lo contemplaba, esas facultades extraconsti-
tucionales en verdad estaban encaminadas a la conversión de la Repúbli-
ca federal en C. central.
Es claro que esa Legislatura no podía otorgarse a sí misma facultades
que la Constitución vigente no le concedía expresamente y, sobre todo,
tratándose de una atribución tan importante como lo era el cambio de la
forma de gobierno.
Además, esa ley era contradictoria en su texto, pues ya se vio que se
reconocían facultades amplísimas al Congreso general para realizar cuan-
tas reformas considerara convenientes, con la intención ya señalada. Sin
embargo, al mismo tiempo, fijaba como límite de esas facultades, las in-
dicadas en el artículo 171, el que señalaba que jamás podrían reformarse
los artículos que establecían la libertad e independencia de la nación me-
xicana, su religión, forma de gobierno, libertad de imprenta y división de
poderes de la Federación y de los estados.
En muchas formas, hubieron manifestaciones y pronunciamientos a fa-
vor de un cambio de gobierno federal al central.56 Se levantaron actas por
los cabildos y vecindarios de la capital y en pueblos de Tlaxcala, Vera-
cruz, Zacatecas y Tabasco, entre otros, a fin de demostrar su opinión en
asuntos de vital importancia como lo era el cambio de sistema de gobier-
no. En Orizaba, Veracruz, se elaboró el Plan de Orizaba a favor del cam-
bio de la forma de gobierno.

2. Congreso ordinario de 1835-1836 erigido en Constituyente

En junio 23 de 1835, se publicó una convocatoria a sesiones extraordi-


narias del Congreso general hecha por el Consejo de Gobierno en uso de
las atribuciones que le fueron conferidas en el artículo 116, fracción III de la
Constitución federal expedida en 1824,57 señalando que la primera junta
preparatoria sería el 16 de julio y que las sesiones se abrirían el 19 de ese
mismo mes, en las que se tomarían en consideración y se resolvería sobre
las públicas manifestaciones de cambio de la forma de gobierno.
Este documento fue claramente violatorio de la Constitución, pues en-
tre los asuntos a resolver estaba lo relativo a las ‘‘públicas manifestacio-
56 Documentos históricos, volumen 559, expediente I, Archivo General de la Nación.
57 Dublán y Lozano, op. cit., supra nota 34, t. 3, p. 58.
34 EMILIO O. RABASA

nes sobre cambio de la forma actual de gobierno’’, contraviniendo lo se-


ñalado expresamente en el artículo 171 de la citada carta de 1824 que a la
letra decía: ‘‘Jamás se podrán reformar los artículos de esta Constitución
y de la Acta Constitutiva que establecen la libertad e independencia de la
nación mexicana, su religión, forma de gobierno, libertad de imprenta y
división de los poderes supremos de la Federación y de los estados’’.58
El día previsto se inauguró el nuevo periodo de sesiones y después que
la comisión nombrada para examinar las propuestas hechas por ayunta-
mientos, legislaturas y reuniones de vecinos, debatió sobre el pro y el
contra del sistema federal, finalmente el Congreso general expidió una
ley, el 9 de septiembre, 59 declarándose Congreso Constituyente investido
para variar la forma de gobierno.
Con base en la ley de 9 de septiembre de 1835, se expidió otra, el 22
del mismo mes,60 por la que el Congreso reasumía todas las atribuciones,
tanto comunes como peculiares de cada Cámara, quedando suspendidos
los artículos del Acta Constitutiva, de la Constitución general, así como
del Reglamento Interior del Congreso que había establecido las funciones
de cada Cámara.
Floreció, otra vez, la pugna entre los centralistas y los que preferían el
régimen federal.
El 19 de septiembre de 1835, el secretario del Interior, Manuel Diez de
Bonilla manifestó, por mandato del supremo gobierno, al Congreso gene-
ral,61 que algunos gobernadores habían dado a conocer la situación en que
se encontraban sus respectivos territorios por no haberse reunido sus le-
gislaturas en los periodos señalados, faltando la autoridad legislativa que
pudiera entenderse de sus asuntos y de los que han debido resolverse por
la situación a que había llegado la nación después de haberse pronunciado
por el cambio de sistema.
Señalaba que lo anterior daba lugar a que las leyes se relajaran progre-
sivamente, a que las autoridades existentes se vieran con indiferencia, a
que los jueces no pudieran obrar con energía y a que las autoridades ha-
bían perdido todo el prestigio necesario para conservar el orden debido en
la sociedad. Asimismo, la anarquía amenazaba a los negocios públicos si

58 Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos de 1824.


59 Dublán y Lozano, op. cit., supra nota 34, t. 3, p. 71.
60 Ibidem, p. 74.
61 Documentos históricos, volumen 560, expediente VI, Archivo General de la Nación.
HISTORIA DE LAS CONSTITUCIONES MEXICANAS 35

las cosas no cambiaban y se tomarían medidas para salvar a la República


del peligro en que se encontraba.
Agregaba Diez de Bonilla que el gobierno se encontraba convencido
de que la Constitución que se iba a expedir, sería lo único capaz de conte-
ner esos males, por lo que el supremo gobierno creía que podrían dictarse
por el Congreso general algunos decretos preventivos capaces de poner
alto al desorden y a la confusión, con calidad de provisionales y mientras
se expedía la nueva ley fundamental.
Como se consideraba urgente, el Congreso podía ocuparse de lo relati-
vo a los decretos provisionales, ya que se encontraba reunido para tratar
de la variación del sistema de gobierno.
En sesiones del Congreso general de 24 y 25 de septiembre de 1835, se
presentaron dos proyectos de leyes por la comisión formada por Francis-
co Manuel Sánchez de Tagle, Antonio Pacheco Leal, José María Cuevas,
José Ignacio de Anzorena y Miguel Valentín.
El primero de los proyectos, con clara tendencia centralista, se publicó
el 3 de octubre, y contenía las medidas que se debían de tomar para pre-
venir males, dar una organización provisional a los órganos del gobierno
que no la tuvieren y uniformar a todos para alejarlos del peligro62 que,
según ese proyecto, ‘‘ya convertido en ley’’, entrañaba el federalismo.
Destacaron las medidas relacionadas con el mantenimiento en sus propios
puestos de los gobernadores que a esa fecha existían en los estados, aun
cuando hubieren cumplido el tiempo que prefijaban sus respectivas Consti-
tuciones, pero sujeta su permanencia y el ejercicio de sus atribuciones, al
supremo gobierno de la nación. También se impusieron la suspensión de
funciones de todas las legislaturas locales, pero antes de disolverse, y reunir-
se los que estaban en receso, tenían la obligación de nombrar una junta de-
partamental. Subsistirían todos los jueces y tribunales de los estados y la ad-
ministración de justicia mientras no se expidiera la legislación organizadora
de ese ramo. También todos los empleados subalternos de los estados, no
proveyéndose las plazas vacantes o las que vacaren, por tanto ellas y las
oficinas, de rentas y ramos que manejaron, quedaban sujetas a disposi-
ción del supremo gobierno por medio del gobernador correspondiente.
Al disolverse, en 1835, las legislaturas de los estados y someterse a los
ejecutivos locales, prácticamente se inauguraba, la etapa centralista en
nuestra recién formada nación.

62 Dublán y Lozano, op. cit., supra nota 34, t. 3, p. 75.


36 EMILIO O. RABASA

La comisión arriba citada, consideraba el estado de la República verda-


deramente peligroso, entre otras cosas por que existían:

...partidos que tratan de suplantarse y reparar sus quiebras; díscolos que es-
peran medrar en el desorden; ambiciosos y famélicos que temen perder los
puestos y empleos en que sin mérito y sin trabajo han fincado su subsisten-
cia; gobernantes tímidos porque consideraban su autoridad muy precaria y
próxima a cambiar; gobernados insolentes porque creen rotas o desatadas
las ligaduras de las leyes; leyes sospechadas de insubsistencia y por lo mis-
mo lánguidas y sin vigor; estados sin gobernadores ni legisladores por ha-
ber faltado en unos totalmente y habérseles minorado en otros el prestigio
y la fuerza moral; un gobierno general entrabado por hacer el bien por le-
yes que no deben existir, e inhábil para obrar por falta de las que deben
darse.

Ese era el bosquejo de la sociedad de 1835, de acuerdo al enfoque cen-


tralista.63
El segundo proyecto de ley de la comisión, se refería a la que contenía
las Bases para la nueva Constitución y se publicó el 23 de octubre de
1835.64 En su articulado, breve por cierto, se señalaron los temas que se-
rían motivo de leyes constitucionales. Es importante señalar que, como su
nombre lo indica, se establecieron los principios en que se fundamentaron
las Siete Leyes que posteriormente se expidieron.
Continuó, como oficial, la religión católica, sin permitirse el ejercicio
de ninguna otra. Se suprimió la denominación y la estructura de los esta-
dos, dividiéndose el territorio nacional en departamentos y, para su go-
bierno, habría gobernadores y juntas departamentales.

3. Constitución de las Siete Leyes

Primera Ley Constitucional

Promulgada el 15 de diciembre de 1835, con fundamento en lo dis-


puesto por el artículo segundo de las Bases para la nueva Constitución,
contenía 15 artículos y se refería a los ‘‘Derechos y obligaciones de los
mexicanos y habitantes de la República’’. Establecio quienes eran mexi-
63 Documentos históricos, volumen 560, expediente VIII, Archivo General de la Nación.
64 Dublán y Lozano, op. cit., supra nota 34, t. 3, p. 89.
HISTORIA DE LAS CONSTITUCIONES MEXICANAS 37

canos; y habitantes de la República’’. Estableció quienes eran mexicanos


sus derechos esenciales, señalando que no podían ser detenidos sin me-
diar mandamiento expreso de autoridad competente, ni tampoco ser pri-
vados de su propiedad, ni del libre uso y aprovechamiento de ella, y que
no habría cateo de casas y papeles. También que debían ser juzgados con-
forme lo establecía la Constitución, y se proclamaba la libertad de tránsito y
de imprenta. Sus obligaciones fundamentales eran profesar la religión,
observar la Constitución, cooperar a los gastos del Estado y defender a la
patria.

Segunda Ley Constitucional

Compuesta de 23 artículos, fue toda una innovación, pues contempló la


creación de un exótico ‘‘Supremo Poder Conservador’’, compuesto por
cinco miembros que podían ser reelectos. Para ser miembro era necesario,
entre otros requisitos, tener una renta anual de tres mil pesos y haber de-
sempeñado algún cargo como presidente de la República, vicepresidente,
senador, diputado, secretario de despacho o magistrado de la Suprema
Corte de Justicia. Las atribuciones del Supremo Poder Conservador eran
(¡nada menos!): declarar la nulidad de una ley o decreto, la de los actos
del Poder Ejecutivo y los de la Suprema Corte de Justicia. Asimismo, de-
clarar la incapacidad física o moral del presidente de la República, sus-
pender a la Suprema Corte de Justicia, y hasta por dos meses las sesiones
del Congreso general, restablecer constitucionalmente a cualquiera de los
tres poderes, en el caso de que hubieran sido disueltos por una revolu-
ción, declarar la voluntad de la nación cuando fuera conveniente, negar u
otorgar la sanción a las reformas constitucionales y calificar las eleccio-
nes de los senadores. Para rematar el absurdo, se decretó que el Supremo
Poder sólo era responsable ante Dios y la opinión pública (artículo 17) y
sus individuos en ningún caso podrían ser juzgados ni reconvenidos por sus
opiniones.

Tercera Ley Constitucional

Que contenía 58 disposiciones, trataba sobre el Poder Legislativo, de


sus miembros y de la formación de las leyes. Estableció que el ejercicio
del Poder Legislativo se depositaba en el Congreso general de la nación,
que se compondría de dos Cámaras, la de diputados y la de senadores.
38 EMILIO O. RABASA

Entre otros requisitos, los senadores debían tener ingresos de dos mil qui-
nientos pesos anuales y los diputados mil quinientos pesos. Correspondía
la iniciativa de las leyes al Supremo Poder Ejecutivo y a los diputados en
todas las materias; a la Suprema Corte de Justicia, en lo relativo a su
ramo y a las juntas departamentales, en lo concerniente a impuestos, edu-
cación, industria, comercio, administración municipal y variaciones cons-
titucionales. La Cámara de Senadores sólo podía revisar el proyecto sin
hacerle modificaciones y sólo podía aprobarlo o desaprobarlo.

Cuarta Ley Constitucional

Con 34 artículos, se refirió a la organización del Supremo Poder Eje-


cutivo, que se depositaba en un ‘‘supremo magistrado’’ que se denomina-
ba presidente de la República, durando en su encargo ocho años y fijaba
el procedimiento para su elección. El presidente podía ser reelecto. Exis-
tía un Consejo de Gobierno formado por eclesiásticos, militares y miem-
bros de la sociedad, los cuales serían electos de acuerdo al procedimiento
que se establecía. Sus atribuciones eran las que indicaban la Constitución
y las leyes, así como dictaminar sobre todos los casos y asuntos que se le
solicitaren. Para el despacho de los asuntos de gobierno, esta ley contem-
plaba cuatro ministros: ‘‘de lo Interior, de Relaciones Exteriores, de Ha-
cienda, de Guerra y de Marina’’ (artículo 28).

Quinta Ley Constitucional

Con 51 artículos, versaba sobre el Poder Judicial de la República me-


xicana. Este poder se ejercería por la Corte Suprema de Justicia, por los
tribunales superiores de los departamentos, por los de hacienda que esta-
bleciera la ley de la materia y por los juzgados de primera instancia y
señalaba las atribuciones de cada uno de ellos.

Sexta Ley Constitucional

Con 31 artículos, que se denominó ‘‘División del territorio de la Repú-


blica y gobierno interior de sus pueblos’’, señalaba que la República se
dividiría en departamentos, éstos en distritos y los distritos en partidos. El
gobierno interior de los departamentos estaba a cargo de los gobernadores
HISTORIA DE LAS CONSTITUCIONES MEXICANAS 39

con sujeción al gobierno general y siendo nombrados por éste. Los gober-
nadores duraban en su encargo ocho años, pudiendo ser reelectos. Entre
otros requisitos se exigía el tener una renta anual de dos mil pesos. En
cada departamento habría una junta departamental que, entre otras facul-
tades, contemplaba la de iniciar leyes relativas a impuestos, educación
pública, industria, comercio, administración municipal y variaciones
constitucionales.
En cada cabecera de distrito habría un prefecto nombrado por el gober-
nador y confirmado por el gobierno central. La duración del encargo sería
de cuatro años, pudiendo ser reelectos y, entre los requisitos, tener por
ingresos mil pesos anuales. En las cabeceras de partido habría un subpre-
fecto nombrado por el prefecto y aprobado por el gobernador, durando
dos años en el encargo y también, se podía reelegir, teniendo ingresos por
quinientos pesos anuales.
Se estableció la existencia de ayuntamientos en las capitales de los de-
partamentos, en los lugares en que los había en 1808. Esos ayuntamientos
estaban a cargo de las cárceles, hospitales, casas de beneficencia que no
fueran de fundación particular. Sus miembros debían tener ingresos por
quinientos pesos anuales.

Séptima Ley Constitucional

Con 6 artículos y 8 transitorios, denominada de las ‘‘Variaciones de las


leyes constitucionales’’, prevenía que en el transcurso de seis años, conta-
dos a partir de la publicación de la Constitución, no se le podrían hacer
modificaciones.
La primera de las leyes antes descritas, se promulgó el 15 de diciembre
de 1835. Las seis restantes fueron aprobadas sucesivamente.
Toda la Constitución fue terminada el 6 de diciembre de 1836. 65 Esta
Constitución permitió a los conservadores tomar el poder y conducir el
destino de México. Inmediatamente restituyeron los privilegios y rique-
zas a quienes se habían visto afectados en sus intereses durante la época
reformista.
Con la puesta en vigor de la Constitución centralista, se pensaba que se
iban a resolver los problemas internos de la joven nación, ya que los sim-
patizadores del sistema federal. Sin embargo, la realidad fue muy diferen-
65 Tena Ramírez, op. cit., supra nota 1, p. 202.
40 EMILIO O. RABASA

te, ya que el país no encontró la tan deseada estabilidad política sino, por
el contrario, se desencadenaron hechos muy graves.
Otra vez las revueltas y pronunciamientos, provocados por los partida-
rios tanto del centralismo como del federalismo, envolvieron al país en la
confusión: se produjo la separación de Tejas (así se escribía el nombre),
el intento de Yucatán de proclamar su independencia y la amenaza de in-
tervención extranjera.
En la Constitución de 1824, en su artículo 5o., la Federación entonces
creada, comprendía territorialmente al Estado, entonces era uno solo, de
Coahuila y Tejas. Cuando Tejas fue colonizada por alemanes, holandeses
e ingleses, encabezados por Moisés Austin en 1821, despertó las ambicio-
nes expansionistas de los Estados Unidos. Lo anterior, agregado a que los
colonizadores se sentían más cerca de los Estados Unidos que de nuestro
país, motivó que se utilizara de pretexto el hecho de que en nuestra Repú-
blica se había suprimido el régimen federal y puesto en vigor el centralis-
ta, para que proclamaran su independencia y posteriormente su anexión al
vecino país del norte.
La ‘‘Declaración del pueblo de Tejas’’, reunido en convención general,
fechada el 7 de noviembre de 1835, afirmó que en virtud de haberse di-
suelto por la fuerza a las instituciones federales de México, así como el
pacto federal que existía entre Tejas y los demás miembros de la Confe-
deración mexicana, el pueblo de Tejas tomaba las armas en defensa de
sus derechos y libertades y de los principios republicanos de la Constitu-
ción federal de México de 1824. Considerando que las autoridades mexi-
canas no tenían derecho de gobernar dentro de los límites de Tejas, no
cesarían de hacer la guerra mientras se mantuvieran tropas dentro de los
límites de ‘‘su’’ territorio, creyéndose con derecho para separarse de la
unión a fin de establecer un gobierno independiente o adoptar las medidas
que creyeran convenientes para proteger sus derechos y su libertad. 66
Santa Anna se puso al frente del ejército mexicano con el propósito de
pacificar la región, siendo finalmente vencido en esa campaña y hecho
prisionero por el enemigo.
De acuerdo con ilustres historiadores, fue Antonio López de Santa
Anna quien ‘‘decidió la victoria por los tejanos más allá de lo que ellos
mismos pudieron haber esperado, pues faltando a todos los deberes de ge-
neral y de patriota, pensando en sí mismo y no en su país, poco después

66 Dublán y Lozano, op. cit., supra nota 34, t. 3, p. 361.


HISTORIA DE LAS CONSTITUCIONES MEXICANAS 41

de aprehendido’’67 comunicó que ‘‘había resuelto permanecer como pri-


sionero de guerra’’ en el ejército contrario y que las tropas contramarcha-
ran y esperaran sus órdenes, pues se habían acordado con el general Sa-
muel Houston un armisticio, en tanto se realizaban negociaciones con el
objeto de finalizar la guerra.
Santa Anna firmó un convenio comprometiéndose a no tomar las ar-
mas contra el pueblo de Tejas, a cesar las hostilidades, a que las tropas
mexicanas salieran del territorio tejano y a devolver los negros esclavos.
Otro acontecimiento importante para la joven República fue el Tratado
de Paz y Amistad suscrito entre nuestro país y España, el 28 de diciembre de
1836, y publicado el 2 de mayo de 1837,68 por el que se reconocía como
nación libre, soberana e independiente a la República mexicana, señalan-
do además que había total olvido de lo pasado y amnistía general para
mexicanos y españoles.
En febrero de 1838, la amenaza de invasión francesa se podía dar
como un hecho.69 Francia reclamaba indemnizaciones sobre daños causa-
dos a establecimientos de franceses radicados en México durante los dis-
turbios provocados por la reducción de la moneda de cobre decretada por
ley, el 8 de marzo de 1837, 70 percepción violenta de préstamos forzosos y
la denegación de justicia, actos, decisiones o juicios de autoridades admi-
nistrativas y, de acuerdo a los franceses, ilegales.71 La situación se tornó
insostenible, por lo que el 30 de noviembre de 1838, se publicó una ley
por la que se declaró que la nación se encontraba en estado de guerra con
el gobierno francés. 72
Meses después, el 9 de marzo de 1839, se firmó un tratado de paz con
el objeto de terminar la guerra entre México y Francia, siendo ratificado
por el Congreso general, el 27 de febrero de 1840. Esta guerra, injusta
para nuestro país, fue conocida y llamada ‘‘la Guerra de los Pasteles’’, por
la abusiva reclamación de indemnización que efectuó, entre otros, un pas-
telero de Tacubaya.
Otro acontecimiento importante, fue el intento de Yucatán de inde-
pendizarse de la República mexicana, iniciado en 1840 y que fue resuel-

67 Ibidem, p. 371.
68 Ibidem, p. 389.
69 Op. cit., supra nota 36, t. VII, P. 411.
70 Dublán y Lozano, op. cit., supra nota 34, t. 3, p. 302.
71 Op. cit., supra nota 36, t. VII, P. 411.
72 Dublán y Lozano, op. cit., supra nota 34, t. 3, p. 564.
42 EMILIO O. RABASA

to73 por un convenio de diciembre de 1843, en el que se reconoció al go-


bierno provisional y a las Bases de Tacubaya. 74
Al mismo tiempo que la joven República sufría esas vicisitudes, tam-
bién crecía la necesidad imperante de reformar la Constitución centralis-
ta, pues la manifestación de disconformidad entre las diversas facciones
era manifiesta. Fue evidente tanto entre los federalistas moderados y radi-
cales, como Gómez Pedraza y Gómez Farías, como en relación a los cen-
tralistas, que pedían que se reformara la Constitución de 1836, entre los
que se encontraba Anastasio Bustamante, como los que no querían modi-
ficación alguna para dicho documento, como Carlos María de Busta-
mante.
En enero de 1839, de nueva cuenta, Santa Anna regresó a la presiden-
cia y de inmediato envió al Congreso un proyecto de iniciativa de refor-
mas constitucionales, sin esperar el plazo fijado por la de 1836. En no-
viembre, el Supremo Poder Conservador autorizó el dictamen por el que
el Congreso asumió funciones de Constituyente.
En julio de 1840, después de un importante movimiento encabezado
por el federalista Valentín Gómez Farías y sofocado por el general Ga-
briel Valencia, se reiniciaron los trabajos para reformar la Constitución.
El Constituyente se ocupó de un proyecto de reformas, presentado por
José María Jiménez, Pedro Barajas, Demetrio del Castillo, Eustaquio Fer-
nández y José Fernando Ramírez; éste último, autor de un voto particular,
donde por primera vez se propuso el control de la constitucionalidad de
las leyes a cargo de la Suprema Corte de Justicia. Sin embargo, esa refor-
ma no prosperó.
La situación se tornó difícil para la administración centralista y resulta-
ba urgente la necesidad de reformar las Siete Leyes Constitucionales para
que el gobierno tuviera más libertad de acción, pues el Supremo Poder
Conservador, con sus amplísimas facultades, limitaba el ejercicio de las
facultades de aquél.
El entonces presidente de la República, el centralista Anastasio Busta-
mante, reconoció esta situación en su discurso de apertura de las Cámaras
el 1o. de enero de 1841, al afirmar que: ‘‘Si el Ejecutivo, señores, no ha
de estar suficientemente autorizado; si sus actos y los del Congreso gene-

73 Op. cit., supra nota 36, t. VIII, p. 45.


74 Ibidem, p. 72.
HISTORIA DE LAS CONSTITUCIONES MEXICANAS 43

ral se han de anular por otro cuerpo desconocido en las instituciones mo-
dernas, no tengáis la menor esperanza de felicidad pública’’.75
De igual manera, el presidente del Congreso, doctor Pedro Barajas,
contestó:

Las leyes constitucionales, con una combinación desgraciada en algunas de


sus partes, entorpecen muchas veces los negocios públicos, y dejan al Con-
greso y al gobierno imposibilitados para cumplir con sus obligaciones, su-
jetándolos o otros poderes que revisen sus actos y fallen contra ellos sin
apelación...76

En ese año de 1841, tres generales proclamaron sus respectivos planes:


Mariano Paredes y Arrillaga, Gabriel Valencia y Antonio López de Santa
Anna. El departamento de Veracruz proclamó otro, y algo inusitado, el
propio gobierno centralista proclamó el suyo.77
Ante esta situación de verdadera anarquía y en vista de la necesidad de
que los pronunciamientos militares y rebeldes terminaran, se reunieron
los generales mencionados con Juan Nepomuceno Almonte, repre-
sentante del gobierno, comprometiéndose ambas partes a presentar sus
propias bases para que se pudiera llegar a un acuerdo, a partir de ellas.
Ante el incumplimiento de Almonte al no presentar sus planteamientos en
el plazo fijado, 78 los militares expidieron, el 28 de septiembre de 1841, un
acta llamada Plan de Bases de Tacubaya. Este documento conocido gene-
ralmente como ‘‘Bases de Tacubaya’’, fue firmado por los generales An-
tonio López de Santa Anna, Gabriel Valencia, Mariano Paredes y Arrilla-
ga, José Ignacio Gutiérrez, el mayor general Julián Juvera y el plana
mayor José María Tornel.79
Este plan no se manifestó a favor de alguno de los sistemas en pugna,
y es de explicarse, ya que entre sus promotores estaba Santa Anna, quien
se caracterizó siempre por mantenerse en una posición neutral cuando así
convenía a su interés personal.
En cumplimiento a lo señalado en la disposición segunda del Plan de
Tacubaya, el 7 de octubre de Santa Anna procedió a nombrar a los miem-
75 Ibidem, p. 22.
76 Ibidem, p. 23.
77 Ibidem, pp. 27 y 28 y 31.
78 Ibidem, p. 33.
79 Idem.
44 EMILIO O. RABASA

bros de la junta de representantes de los departamentos, y éstos a su vez


designaron al presidente provisional, nombramiento que recayó en el pro-
pio Antonio López de Santa Anna. 80
De acuerdo a lo ofrecido, el 10 de abril de 1842, se realizaron eleccio-
nes para diputados propietarios y suplentes y para el 10 de junio, se efec-
tuó la apertura de sesiones del Congreso general.81
Una vez iniciados los trabajos de la Comisión de Constitución, sus
miembros se dividieron defendiendo sus principios, lo que originó que se
presentaran dos proyectos: uno, suscrito por la minoría integrada por Juan
José Espinosa de los Monteros, Mariano Otero, Octaviano Muñoz Ledo,
en el que se adoptaba el sistema representativo, popular y federal y, otro,
presentado por la mayoría integrada por Antonio Díaz Guzmán, Joaquín
Ladrón de Guevara, José Fernando Ramírez y Pedro Ramírez, que soste-
nía el sistema republicano, popular y representativo. 82 Ninguno de los dos
proyectos, pese a los esfuerzos, tanto del Congreso como del gobierno,
prosperaron.
Al reiniciarse los trabajos de la comisión, surgió un nuevo proyecto en
el que sus miembros se hicieron mutuas concesiones, ‘‘en las cuales la
diferencia estuvo más bien en la minoría’’.83 La prensa gobiernista, le
hizo innumerables críticas, calificándolo, finalmente, de ‘‘atentatorio a las
creencias católicas y al honor y dignidad del ejército’’.84 Santa Anna se
retiró de nuevo, esta vez ‘‘para fraguar un golpe parlamentario’’, nom-
brando presidente sustituto a Nicolás Bravo el 10 de octubre. 85
El 11 de diciembre de 1842, los habitantes de Huejotzingo, Puebla, se
pronunciaron, desconociendo al Congreso Constituyente, adhiriéndose a
ese acto, gran número de guarniciones militares, incluso la de la capital
del país.86
El 19 del mismo mes y año, el gobierno expidió un decreto, de acuerdo
a las facultades que la fracción séptima de las Bases de Tacubaya, le ha-
bían concedido. 87 Este decreto facultaba al gobienro para que nombrara

80Ibidem, p. 38.
81Ibidem, pp. 41 y 50.
82Gaxiola, F. Jorge, ‘‘Los tres proyectos de Constitución de 1842’’, op. cit., supra nota 8, t. III.
Historia, p. 95.
83 México a través de los siglos, cit., supra nota 36, t. VIII, p. 55.
84 Idem.
85 Enciclopedia de México, cit., supra nota 5, t. 3, p. 1751.
86 Op. cit., supra nota 36, t. VIII, p. 56.
87 Idem.
HISTORIA DE LAS CONSTITUCIONES MEXICANAS 45

una junta de ciudadanos distinguidos para que formaran las bases que or-
ganizaran a la nación. Para el 6 de enero de 1843, quedó formalmente
instalada la Junta Nacional Legislativa.88
Sus miembros no se limitaron, como el decreto señalaba, a formar las
bases que sirvieran para organizar a la nación, y formularon un nuevo or-
denamiento constitucional, siendo sancionado por Santa Anna, quien se-
guía fungiendo como presidente provisional, el 12 de junio de 1843.

4. Diputados al Congreso ordinario de 1835-1836


erigido en Constituyente

Atenógenes Castillero, por el Departamento de Puebla, presidente. Tir-


so Vejo, por el Departamento de San Luis Potosí, vicepresidente. Por el
Departamento de California: José Antonio Carrillo y José Mariano Mon-
terde. Por el Departamento de Chiapas: Ignacio Loperena. Por el Departa-
mento de Chihuahua: José Antonio Arce. Por los Departamentos de Coa-
huila y Texas: Víctor Blanco. Por el Departamento de Durango: Pedro
Ahumada y Guadalupe Victoria. Por el Departamento de Guanajuato:
Mariano Chico, Manuel de Cortázar, José Francisco Nájera, Luis de Por-
tugal y Ángel María Salgado. Por el Departamento de México: Basilio
Arrillaga, Ángel Besares, Juan Manuel de Elizalde, José María Guerrero,
José Francisco Monter y Otamendi, José Ignacio Ormaechea, Francisco
Patiño y Domínguez, Agustín Pérez de Lebrija, Gerónimo Villamil y Ra-
fael de Irazábal. Por el Departamento de Michoacán: José Ignacio de An-
zorema, Antonio Cumplido, Isidro Huarte, José R. Malo, Teodoro Men-
doza, Luis Gonzaga Movellán y Francisco Manuel Sánchez de Tagle. Por
el Departamento de Oaxaca: Carlos María de Bustamante, Demetrio del
Castillo, Manuel Miranda, Manuel Régules y José Francisco Irigoyen.
Por el Departamento de Puebla: Rafael Adorno, José Rafael Berruecos,
José González y Ojeda, Manuel M. Gorozpe, Antonio Montoya, José Ma-
ría Santelices y Miguel Valentín. Por el Departamento de Querétaro: Ma-
riano Oyarzábal, Ángel García Quintanar y Felipe Sierra. Por el Departa-
mento de San Luis Potosí: Mariano Esparza, Mariano Medina y Madrid y
Antonio Eduardo Valdés. Por el Departamento de Sonora: Francisco G.
Conde. Por el Departamento de Sinaloa: José Palao. Por el Departamento
de Tabasco: Juan de Dios Salazar. Por el Departamento de Tamaulipas:
88 Ibidem, p. 57.
46 EMILIO O. RABASA

Juan Martín de la Garza y Flores y José Antonio Quintero. Por el Depar-


tamento de Veracruz: José María Becerra y José Manuel Moreno Cora.
Por el Departamento de Jalisco: Pedro Barajas, José María Bravo, José Ma-
ría Echauri, Antonio Pacheco Leal, José Cirilo Gómez y Anaya, José
Miguel Pacheco y Joaquín Párres. Por el Departamento de Yucatán:
Wenceslao Alpuche, Néstor Escudero, Gerónimo López de Llergo y To-
más Requena. Por el Departamento de Zacatecas: José María del Castillo,
Casiano G. Veyna, Pedro María Ramírez, Julián Rivero y José C. Romo.
Rafael de Montalvo, por el Departamento Yucatán, secretario. Manuel
Larraínzar por el Departamento de Chiapas, secretario. Bernardo Guim-
barda, por el Departamento de Nuevo León, secretario. Luis Morales e
Ibáñez de Corbera, por el Departamento de Oaxaca, secretario.

5. Bases Orgánicas de la República mexicana (1843)

Las Bases Orgánicas de 184389 (202 artículos y XI títulos) reiteraron


la independencia de la nación y la organización en República centralista,
conservaron la división territorial establecida en 1836, dejando a una ley
secundaria precisar el número y los límites de los departamentos, supri-
mió al Supremo Poder Conservador, y declaró que el país profesaba y
protegía la religión católica.
El Congreso tenía dos periodos ordinarios de sesiones, los cuales, po-
dían prorrogarse. Se concedía el derecho de iniciar leyes al Ejecutivo, a
los diputados, a las asambleas departamentales y a la Suprema Corte. En
cuanto a formación de leyes, señaló el mismo procedimiento establecido
en las Siete Leyes Constitucionales, pero estableció a favor del Ejecutivo
un desmesurado derecho de veto.
El despacho de los negocios estaba a cargo de cuatro ministros: de Re-
laciones Exteriores, Gobernación y Policía; de Justicia y Negocios Ecle-
siásticos, Instrucción Pública e Industria; de Hacienda, y de Guerra y Ma-
rina. Reiteró la existencia del Consejo de Gobierno integrado por
diecisiete vocales, designados por el Ejecutivo, y perpetuos en el desem-
peño del cargo (salvo sentencia ejecutoria que ordenara su destitución).
Integraban al Poder Judicial: la Suprema Corte de Justicia, los tribuna-
les superiores de los departamentos, los juzgados de primera instancia y
los de hacienda. Formaban la Corte Suprema un fiscal y once ministros.
89 Op. cit., supra nota 5, t. 3, p. 1751.
HISTORIA DE LAS CONSTITUCIONES MEXICANAS 47

Estableció la Corte Marcial integrada por generales y letrados, cuyas


atribuciones precisaría una ley. Se creó un tribunal especial, integrado
por diputados y senadores encargados de juzgar a los ministros de la
Corte.
Tratándose del Poder Judicial en los departamentos, éste se ejercería
por los Tribunales Superiores de Justicia, integrados por jueces inamovi-
bles y nominados por el presidente a propuesta de los gobernadores.
En materia electoral, se dividió la población de México en secciones
de 500 habitantes, cuyo censo se renovaría cada seis años, eligiendo, és-
tos, por medio de boletas un elector primario y éste a su vez, nombraba a
los electores secundarios. Estos últimos formaban el Colegio Electoral
que nominaba diputados al Congreso general y vocales de las asambleas
locales.
Respecto de las garantías de igualdad, libertad y de seguridad pública,
señalaba que los detenidos tenían el derecho de que los jueces, dentro del
tercer día, recabaran su declaración preparatoria; garantizaba que el lugar
de detención fuera distinto al que correspondía a los sentenciados, prohi-
bía el juramento sobre hechos propios, el desahogo de la confesión sin
conocimiento de los datos que obraren en la causa, la nota de infamia
trascendental, la prórroga del juicio en más de tres instancias y la inter-
vención del mismo juez en más de una de esas instancias.
Como antítesis de estas normas liberales y democráticas, se estableció
la pena de muerte, la creación de tribunales sin sujeción a derecho, la sus-
pensión de formalidades judiciales con sólo la determinación del Congre-
so y severas restricciones a la libertad de imprenta.
Se dividió la hacienda pública en general y departamental, ordenando
que en el primer periodo de sesiones del primer Congreso, éste hiciera la
distribución de las rentas que correspondieran a los departamentos y fija-
ra la que el gobierno central debiera percibir.
En lo que se refiere a las reformas constitucionales, estableció que en
cualquier tiempo podrían hacerse alteraciones o reformas a las Bases.
En este ordenamiento constitucional, se siguió atendiendo al requisito
patrimonial para el ciudadano elector, así como para optar por los cargos
de diputados y senadores. Fortaleció al Poder Ejecutivo al suprimir al Su-
premo Poder Conservador.
Sin embargo, estas ‘‘Bases Orgánicas’’ no fueron suficientes para que
el país, al fin conociera la estabilidad. Fueron calificadas como ‘‘un
48 EMILIO O. RABASA

producto militar’’ que necesariamente provocó un ‘‘despotismo constitu-


cional’’.90
Apenas se rebasaron los tres años de vigencia de estas Bases; las ten-
siones internas del país se agudizaron, surgiendo de nuevo las ideas mo-
nárquicas. El propio Santa Anna manifestó a los gobiernos de Inglaterra y
Francia su convicción de que el restablecimiento de una monarquía cons-
titucional, podría terminar el desagradable estado de cosas en su país. 91
Por otro lado, la anexión de Tejas a los Estados Unidos, ya era un he-
cho en julio de 1845, 92 al mismo tiempo que aumentaba los temores de
invasión por parte de ese país. En abril de 1846, el gobierno estadouni-
dense ya habían comenzado a invadir a la República mexicana 93 inicián-
dose las hostilidades y el conflicto llegó a su fin a través de la firma del
infortunado Tratado de Guadalupe Hidalgo en 1848.
El 4 de agosto de 1846, el comandante general Mariano Salas se pro-
nunció en la ciudadela, convocando a un Congreso compuesto de repre-
sentantes nombrados según las leyes electorales que sirvieron para el
nombramiento del de 1824, excluyendo la forma de gobierno monárquica
y proponiendo, ¡otra vez! el regreso de Santa Anna.94
Soportando esta difícil situación del país, el Congreso convocado por
Salas inició, sus sesiones el 6 de diciembre de 1846, al que concurrieron
personajes de la talla de Mariano Otero, Manuel Crescencio Rejón, Va-
lentín Gómez Farías, Benito Juárez, por citar algunos de los más desta-
cados.95

6. Miembros de la Junta Nacional Legislativa de 1843

Manuel Baranda, presidente; Cayetano Ibarra, vicepresidente; José


María Aguirre, Ignacio Alas, Basilio Arrillaga, José Arteaga, Pedro
Agustín Ballesteros, Pánfilo Barasorda, José Ignacio Basadre, Manuel
Diez de Bonilla, José de Caballero, Sebastián de Camacho, Tiburcio Ca-
ñas, Martín Barrera, Crispiniano del Castillo, José Fernández de Orlis,
Luis G. Chávarri, José Florentino Conejo, José Gómez de la Cortina, Ma-
90 Sayes Helú, Jorge, Introducción a la historia constitucional de México, México, UNAM,
1978, p. 64.
91 Op. cit., supra nota 36, t. VIII, p. 122.
92 Ibidem, p. 107.
93 Ibidem, p. 123.
94 Ibidem, p. 134.
95 Op. cit., supra nota 5, t. 3, p. 1754.
HISTORIA DE LAS CONSTITUCIONES MEXICANAS 49

riano Domínguez, Pedro Escobedo, Rafael Espinosa, Pedro García Con-


de, Simón de la Garza, Juan de Goríbar, José Miguel Garibay, Antonio de
Icaza, Juan Manuel, Arzobispo de Cesarea, José María Iturralde, Juan Icaza,
Manuel Larraínzar, Joaquín Lebrija, Francisco Lombardo, Diego More-
no, Manuel Moreno y Jove, José Francisco Nájera, Juan Gómez de Nava-
rrete, Francisco Ortega, Juan de Orbegoso, Antonio Pacheco Leal, Ma-
nuel Payno Bustamante, Manuel de la Peña y Peña, Tomás López
Pimentel, Manuel, Arzobispo de México; Andrés Pizarro, José María Pu-
chet, Andrés Quintana Roo, Santiago Rodríguez, Romualdo Ruano, Juan
Rodríguez de San Miguel, Gabriel Sagaseta, Vicente Sánchez Vergara,
Vicente Segura, Gabriel de Torres, Gabriel Valencia, José Mariano Viz-
carra, Hermenegildo de Viya y Castro, José Manuel Zozaya, Luis Zuloa-
ga, Miguel Cervantes, Manuel Dublán, Mariano Pérez Tagle, Urbano
Fonseca, Manuel Rincón, Juan José Quiñones (vocal secretario), Juan
Martín de la Garza y Flores (vocal secretario), José Lázaro Villamil (vo-
cal secretario y José María Cora (vocal secretario).
CAPÍTULO IV
EL ACTA CONSTITUTIVA Y DE REFORMAS DE 1847 . . . . . 51
Diputados al Congreso Extraordinario Constituyente de
1847 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55
CAPÍTULO IV
EL ACTA CONSTITUTIVA Y DE REFORMAS DE 1847

Al recibir del Congreso el difícil encargo


de concurrir a formar el proyecto de Cons-
titución, no pensaba yo que había de llegar
a verme en la penosa situación en que me
encuentro, precisado a dar cuenta con mi
opinión individual, desgraciadamente para
mí, en discordancia con la de la respetable
mayoría de la Comisión.
Mariano Otero, voto particular

Como ya se habrá observado, la historia política de México y de sus


Constituciones ha sido pendular. Contra el feroz centralismo ejercido por
la metrópoli sobre su colonia de la Nueva España, los Constituyentes de
1823 y 1824 lograron instituir en la carta fundamental el federalismo.
Santa Anna, que inicialmente se había pronunciado por esta forma de go-
bierno, una vez en el poder y dueño absoluto de todas las voluntades, lo-
gró instaurar en las ‘‘Siete Leyes Constitucionales’’ de 1835 y en las ‘‘Ba-
ses Orgánicas de 1843’’ el centralismo. Contra la actitud dictatorial del
jalapeño, los hombres progresistas de la República insistieron en que se
volviese a adoptar el federalismo, auxiliado por los estados celosos de su
autonomía.
‘‘Las Bases Orgánicas’’ de 1843, rigieron por un poco más de tres
años, pero habrían de sucumbir a pronunciamientos y revueltas que de-
seaban la convocación de un nuevo constituyente para poner en vigor otra
vez los documentos constitucionales de ‘‘24’’. Fue el propio Santa Anna
quien, ante lo evidente y después de su enésimo regreso a México, se de-
claró liberal, demócrata, federalista y en contra de toda monarquía. El ge-
neral José Mariano Salas que se había levantado en la Ciudadela y quien
era la figura predominante del momento, expidió dos decretos, el 22 de
agosto, por los cuales convocó al Congreso, a la vez que le otorgó tam-
bién facultades de constituyente. Con el país escindido en grupos políti-

51
52 EMILIO O. RABASA

cos antagónicos, con una invasión encima, el Congreso inició sus labores
el 6 de diciembre de 1846, bajo la presidencia de José Joaquín de Herrera
y con dominio de los moderados, como Lafragua, Espinosa de los Monte-
ros, Comonfort y el célebre Mariano Otero. A ese mismo Congreso con-
curre por Oaxaca Benito Juárez, que ya era una figura prominente entre el
Partido de los ‘‘puros’’. Después de varias vicisitudes propias del momen-
to anárquico que vivía el país, el Congreso designó para integrar la Comi-
sión de Estudios a Espinosa de los Monteros, Rejón, Otero, Cardoso y
Zubieta.
La mayoría de la Comisión y del Congreso estaba por el restableci-
miento de la Constitución de 1824 ‘‘mientras no se publiquen todas las
reformas que determine hacerle el presente Congreso’’.96
Mariano Otero disentió del dictamen de la mayoría y en su voto par-
ticular propuso: ‘‘III. Que el Acta Constitutiva y la Constitución federal,
sancionadas el 31 de enero y 24 de octubre de 1824, forman la única
Constitución Política de la República’’, pero añadió: ‘‘IV. Que además de
esos códigos debe observarse la siguiente Acta de Reformas’’.97 Los razo-
namientos de Otero contenidos en ese célebre ‘‘voto particular’’ hicieron
que la mayoría aceptase el voto de la minoría por lo que, con algunas
pequeñas modificaciones, se convirtió en el Acta Constitutiva y de Re-
formas.
El voto particular del gran publicista y jurisconsulto jalisciense en sín-
tesis establecía:
1) La conservación del sistema federal con el establecimiento de los
principios liberales y filosóficos propios del siglo XIX, inspirándose en
las Constituciones de la Francia revolucionaria, las instituciones inglesas
y la Constitución norteamericana.
Ahora bien, el establecimiento del sistema federal debiera realizarse
fuera de las condiciones que la experiencia había demostrado desfavo-
rables.
La primera reforma debía ser en sentido de arreglar el ejercicio de los
derechos del ciudadano determinados en la ley fundamental como facul-
tad directa del gobierno federal y no de leyes secundarias.
El artículo 2o., propuesto por Otero, establecía que el derecho de ciu-
dadanía traía consigo el de votar en elecciones populares, el de ejercer el
de petición, el de reunirse para discutir los negocios públicos y, finalmen-
96 Estas notas han sido tomadas de Tena Ramírez, op. cit., supra nota 1, pp. 439 y ss.
97 Ibidem, pp. 468 y ss.
HISTORIA DE LAS CONSTITUCIONES MEXICANAS 53

te, el de pertenecer a la Guardia Nacional. De las tres últimas prerrogati-


vas, no se había hecho mención en ninguna de las anteriores Constitucio-
nes, no obstante su gran importancia.
2) En la Constitución de ‘‘24’’ se había establecido el principio de pro-
teger por leyes ‘‘sabias y justas’’ los derechos del ciudadano, pero varias
disposiciones que la contenían eran ‘‘verdaderamente filosóficas’’. Con-
secuentemente, la nueva Constitución debería establecer las garantías in-
dividuales para todos los habitantes del territorio de la República, y sin
distinción de nacionales y extranjeros, proponía que la Constitución fijara
los derechos individuales y su inviolabilidad, dejando a una ley posterior,
general y de carácter muy elevado, el detallarlos. También se debiera fijar
el único caso en que pudieran suspenderse las garantías.
3) Por lo que respecta a la organización de los poderes federales pro-
ponía, respecto de la cámara popular, que tuviera tres objetivos de refor-
ma: su número, las condiciones de eligibilidad y la forma de elección. La
Cámara de Diputados debiera ser más numerosa (un diputado por cada 50
mil y no 80 mil habitantes que prescribía la Constitución de 1824). Las
condiciones de eligibilidad debieran ser muy genéricas: tener 25 años de
edad, estar en ejercicio de los derechos de ciudadano y no estar compren-
didos dentro de las causas de excepción del artículo 23 de la Constitución
de 1824. 98
Por lo que hacía al Senado, solicitaba su renovación por tercios cada
dos años y además de los dos senadores electos por cada estado, habría un
número igual al número de estados, electos a propuesta de la Cámara de
Diputados, votando por diputaciones, del Senado y del Ejecutivo. Así el
Senado se compondría de un número triple respecto al de los estados de
la Federación, o sea, sesenta y nueve senadores.
4) En cuanto a la formación de leyes se requería el voto de dos tercios
de la cámara iniciadora, unido al de poco más de un tercio de la revisora.
En todas formas se exigía para toda ley la aprobación de la mayoría en
una y otra Cámaras.
5) En relación con el Ejecutivo, debiera suprimirse el cargo de vicepre-
sidente que establecía la Constitución de 1824, y que siempre sería ‘‘el
rival vencido del presidente’’ y, por ende, su permanente adversario.
También fijaba nuevas reglas por delitos de altos funcionarios, correspon-

98 Otero no mencionó aquí, respecto a la cámara popular, el tercer objeto de reforma que anun-
ció: la forma de elección de los diputados.
54 EMILIO O. RABASA

diendo a la Cámara de Diputados la función acusatoria y, al Senado, el de


jurado de sentencia.
6) Como gran novedad, proponía Otero la facultad del Congreso de la
Unión de declarar nulas las leyes de los estados que implicasen una viola-
ción al pacto federal, o fueran contrarias a las leyes generales. También,
en defensa de las entidades federativas, el determinar, por la mayoría de
estas legislaturas, si las resoluciones del Congreso general fueran o no an-
ticonstitucionales.
7) Finalmente, la mayor aportación de Otero: el amparo. En efecto, los
tribunales de la Federación ampararían a cualquier habitante de la Repú-
blica en el ejercicio y conservación de los derechos concedidos por la
Constitución y las leyes constitucionales: ‘‘...contra todo ataque de los
Poderes Legislativo y Ejecutivo, ya de la Federación, ya de los estados,
limitándose dichos tribunales a impartir su protección en el caso particu-
lar sobre qué verse el proceso, sin hacer ninguna declaración general res-
pecto de la ley o del acto que lo motivare’’.99
Con el amparo, los derechos del hombre no serían mera declaración
lírica, sino garantía constitucionalmente protegida.100
Ya se dijo, que el Acta de Reformas propuesta por Otero fue aprobada
casi en su totalidad. En unión del Acta Constitutiva y de la Constitución
de 1824, conformaron la ley fundamental de la nación.
Fue sancionada, el Acta de Reformas, por el Congreso Extraordinario
Constituyente, el 18 de mayo de 1847. Cerca de Paso de Cortés, ya se
escuchaban los cañonazos del abusivo invasor norteamericano. La patria
seguía padeciendo tribulaciones.
Mayor tributo debe llevar este Constituyente pues realizó su patriótica
labor con el enemigo en puerta, quien motivó la firma (2 de febrero de
1848) del ignominioso ‘‘Tratado de Paz Amistad y Límites’’, conocido
como ‘‘Tratado de Guadalupe Hidalgo’’, en virtud del cual se puso fin a
la guerra con los Estados Unidos. Asimismo, México cedió gran parte de
su territorio a cambio de una ridícula indemnización.

99 El artículo 19 de la propuesta de Otero fue literalmente incorporada al Acta Constitutiva y de


Reformas en su artículo 25.
100 Recuérdese que José Fernando Ramírez, en su voto particular, al referirse a las reformas a
la Constitución de 1836, había propuesto ‘‘el control de la constitucionalidad de las leyes a cargo de la
Suprema Corte de Justicia’’. Tena Ramírez, op. cit., supra nota 1, p. 25.
HISTORIA DE LAS CONSTITUCIONES MEXICANAS 55

Diputados al Congreso Extraordinario Constituyente de 1847

José Joaquín de Herrera, presidente. Por el estado de Chiapas: Clemen-


te Castillejo y Pedro José Lanuza. Por el estado de Chihuahua: José María
Urquide, Manuel Muñoz y José Agustín Escudero. Por el estado de Coahui-
la: Eugenio María de Aguirre. Por el estado de Durango: José de la Bár-
cena. Por el estado de Guanajuato: Octaviano Muñoz Ledo, Pascasio
Echeverría, Juan José Bermúdez, Jacinto Rubio, Juan B. Sañudo y Ra-
món Reynoso. Por el Estado de México: J. J. Espinosa de los Monteros,
Manuel Robredo, Joaquín Navarro, José María de Lacunza, M. Riva Pa-
lacio, José B. Alcalde, Manuel Terreros, José A. Galindo, Manuel M.
Medina, Ramón Gamboa, J. Noriega, Pascual González Fuentes, José
Trinidad Gómez, José María Benítez, Francisco Herrera Campos, Agus-
tín Buenrostro y Francisco S. Iriarte. Por el estado de Michoacán: Juan B.
Cevallos, E. Barandiarán, Luis Gutiérrez Correa, Miguel Zincúnegui, Ig-
nacio Aguilar, José Ignacio Álvarez, Teófilo G. Carrasquero y Manuel
Castro. Por el estado de Oaxaca: Benito Juárez, Guillermo Valle, B. Car-
bajal, M. Iturribarría, Tiburcio Cañas, Manuel M. de Villada y M. Ortiz
de Zárate. Por el estado de Puebla: J. M. Lafragua, Ignacio Comonfort,
Joaquín Cardoso, Joaquín Ramírez de España, Manuel Zetina Abad, J.
Ambrosio Moreno, Juan N. De la Parra, José M. Espino y Fernando M.
Ortega. Por el estado de Querétaro: José Ignacio Yáñez y Miguel Lazo de
la Vega. Por el estado de San Luis Potosí: Lugardo Lechon, Juan Othón y
Domingo Arriola. Por el estado de Sinaloa: Pomposo Verdugo. Por el es-
tado de Sonora: Ricardo Palacio y Ramón Morales. Por el estado de Ta-
basco: Manuel Zapata. Por el estado de Tamaulipas: Ignacio Muñoz
Campuzano. Por el estado de Veracruz: A. M. Salonio, José Mariano Jáu-
regui y Miguel Bringas. Por el estado de Jalisco: Mariano Otero, Bernar-
do Flores, Magdaleno Salcedo y José Ramón Pacheco. Por el Distrito Fe-
deral: Manuel Buenrostro, José Ma. del Río y Joaquín Vargas. Por el
Territorio de Tlaxcala: Antonio Rivera López y José M. Berriel. Juan de
Dios Zapata, por el estado de Puebla, secretario. Francisco Banuet, por el
estado de Oaxaca, secretario. Cosme Torres, por el estado de Jalisco, se-
cretario. Mariano Talavera, por el estado de Puebla, secretario.
CAPÍTULO V
CONSTITUCIÓN FEDERAL DE LOS ESTADOS UNIDOS
MEXICANOS DE 5 DE FEBRERO DE 1857 . . . . . . . . . . . . 57
1. Marco histórico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 58
2. Estatuto Orgánico Provisional de la República mexicana . . 60
3. Influencias en el Constituyente: fuentes y pensadores polí-
ticos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61
4. El Constituyente de 1856-1857 . . . . . . . . . . . . . . . . 64
5. La Constitución de 1857 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 72
6. Diputados al Congreso Constituyente de 1856-1857 . . . . . 74
CAPÍTULO V
CONSTITUCIÓN FEDERAL DE LOS ESTADOS
UNIDOS MEXICANOS DE 5 DE FEBRERO
DE 1857 101

Las revoluciones que se detienen, retro-


ceden...
Francisco Zarco,
al discutirse el debatido artículo 15 de la
Constitución de 1857, sobre religión.

Panorama mundial. Hechos sobresalientes. 1856

El emperador Francisco José visita Lombardía y Venecia y designa a


su hermano Maximiliano (espurio futuro emperador de México) goberna-
dor de las Provincias.
Alexis de Tocqueville (muy citado en el Constituyente 1856-1857) pu-
blica El viejo régimen y la Revolución.102

Panorama mexicano. Hechos sobresalientes. 1856

El 18 de febrero de 1856, a las tres de la tarde, fue la solemne apertura


de las sesiones del Congreso Constituyente, propuesto en el Plan de Ayutla
(1o. de marzo de 1854) y en el reformado en Acapulco (11 de marzo de
1854). Estaba constituido por representantes liberales, conservadores y
moderados.

101 Se adopta aquí el nombre por el que, generalmente, es designada la ley suprema de 1857, aun
cuando el decreto original de promulgación la intituló ‘‘Constitución Política de la República me-
xicana’’.
102 Datos tomados de la obra The Timetables of History, Nueva York, Simon and Schuster.

57
58 EMILIO O. RABASA

Panorama mundial. Hechos sobresalientes. 1857

Muere Augusto Comte, filósofo creador del positivismo (no citado en


el Constituyente de 1856-1857, más imbuido en tesis naturalistas que en las
positivistas).
Se fija el cable trasatlántico.103

Panorama mexicano. Hechos sobresalientes. 1857

Es jurada y sancionada la ‘‘Constitución Política de la República mexi-


cana, sobre la indestructible base de su legítima independencia, proclama-
da el día 16 de septiembre de 1810 y consumada el 27 de septiembre de
1821’’. Entraría en vigor el 16 de septiembre de 1857.
El 14 de diciembre de ese año, Comonfort (electo presidente) comuni-
ca a Juárez (electo presidente de la Suprema Corte de Justicia) ‘‘...sus
propósitos de dar un golpe de Estado contra el nuevo orden jurídico, a lo
que éste le contesta: te deseo muy buen éxito y muchas felicidades en el
camino que vas a emprender; pero yo no te acompaño en él’’.104
Tres días después del ‘‘autogolpe’’ propuesto por Comonfort, ‘‘El ge-
neral conservador Félix Zuloaga proclama el Plan de Tacubaya que dero-
ga la Constitución, concede facultades omnímodas a Comonfort y ofrece
convocar a un Congreso extraordinario que formule un nuevo Código
Fundamental’’.105

1. Marco histórico

‘‘La Revolución de Ayutla no tiene su positiva grandeza en su origen


mismo, su grandeza principal es la caída y fuga de Santa Anna, y llega a
su máximo en 1857, verdadera fecha de la independencia y soberanía na-
cional’’.106
Iniciador del movimiento de Ayutla, fue el permanente patriótico y to-
talmente probo, general Juan Álvarez, quien había militado en el sur en
103 Idem.
104 El recinto de homenaje a don Benito Juárez en el Palacio Nacional, México, Secretaría de
Hacienda y Crédito Público, 1972, p. 61.
105 Idem.
106 México a través de los siglos, op. cit. supra nota 36, t. IV, México independiente, escrito por
Enrique Olavarría y Ferrari, p. 825. Algunas notas de este ‘‘Marco histórico’’, se han desprendido de
la obra y como citados y del t. V, La Reforma, cuyo autor fue José M. Vigil.
HISTORIA DE LAS CONSTITUCIONES MEXICANAS 59

las tropas de Morelos, aun cuando el primer suscriptor del Plan de aquel
nombre, lo fue el coronel Florencio Villarreal, cubano de origen y cuya
vida militar previa había sido modesta.
Comparadas con las de Santa Anna, las tropas de Álvarez eran escasas
y desorganizadas, pero supo conjuntar el general, ese enervamiento ya la-
tente en contra del tanta veces, ahora sí ----ahora no----, presidente.
Severamente escindido el país entre quienes se ataban al pasado y los
que ambicionaban un México receptor de las ideas liberales flotantes en
el mundo de entonces, parece natural, visto en retrospectiva, que ‘‘los
hombres partidarios de los términos medios’’, formarían la mayoría nece-
saria para, finalmente, lograr el Constituyente de 1856-1857. Tan preca-
vidos fueron esos mandos intermedios que ni el Plan de Ayutla, ni en el
reformado de Acapulco, prescribieron como mandato para el futuro
Constituyente el sistema federal de gobierno, no obstante que así lo había
establecido revolucionariamente el Acta Constitutiva de 1824 y que sería
de radical oposición a la feroz estructura centralista impuesta por Santa
Anna.
El Plan de Ayutla fue proclamado el 1o. de marzo de 1854, que lo fue
de ‘‘Ceniza’’, lo que dio lugar a múltiples interpretaciones. En él, sustan-
cialmente, se cesaba en el ejercicio del poder público a Antonio López de
Santa Anna López de Santa Anna, se convocaba a elegir un presidente
interino de la República por representantes de cada estado y territorio, y
se convocaba a un Congreso Extraordinaria para constituir a la nación
bajo la forma de ‘‘República representativa popular’’.
A los pocos días ----11 de marzo de 1854---- fue reformado en Acapulco
aprovechando la ‘‘feliz casualidad’’ (que) se hallaba en este puerto el co-
ronel don Ignacio Comonfort ‘‘que tantos y tan buenos servicios ha pres-
tado al sur...’’ Comonfort era el perfecto representativo de ‘‘los partida-
rios de los términos medios’’, más arriba mencionados.
En el Plan de Ayutla, reformado en Acapulco, la elección del presiden-
te interino se haría por representantes, ya no de estados, sino de departa-
mentos, lo que parecía implicar una tendencia centralista. El Congreso
Constituyente debería reunirse a los cuatro meses de expedida la convo-
catoria.
El 9 de agosto de 1855, a las tres de la mañana, salió el deplorable
Santa Anna de la capital rumbo a Veracruz, donde se embarcó, dejando
en su lugar a un triunvirato.
60 EMILIO O. RABASA

Por su parte, en Cuernavaca, Álvarez nombró el 1o. de octubre de


1855, la junta de representantes que habría de elegir al presidente interino
de la República, quedando electo el propio Álvarez ‘‘por la mayoría de 13
votos contra 7, divididos entre Vidaurri, Comonfort y Ocampo’’.107
Al poco tiempo, Álvarez, en mal estado de salud, persuadió a Comon-
fort a que ocupara la presidencia interina, ante la desconfianza y descon-
tento de radicales y conservadores. Con respecto a los primeros, porque
temían no tuviese ‘‘ni la fe ni la decisión suficiente para llevar a cabo las
grandes reformas que se aguardaban’’; en relación con los segundos, no
había que cifrar en Comonfort ‘‘esperanza alguna de que la revolución
torciese su curso, protegiendo los mismos intereses que estaba llamado a
destruir’’.108 A pesar de su vacilante posición intermedia, el desdén que
de su capacidad como dirigente de él tenía, Comonfort habría de convo-
car al Constituyente y, posteriormente, jurar y firmar la Constitución de
1857. Su lugar en la historia de México quedó asegurado.

2. Estatuto Orgánico Provisional de la República mexicana

Fue decretado por el gobierno general el 23 de mayo de 1856. Dado en


el Palacio Nacional el 15 de mayo por Ignacio Comonfort quien, en la
misma fecha, se lo envió a José María Lafragua, ministro de Goberna-
ción. El documento por el que Lafragua lo remitió a los gobernadores de
los estados, constituye ‘‘la exposición de motivos’’ del Estatuto. 109
El Estatuto era provisional, porque sólo regiría el tiempo en que tarda-
se la aprobación de la Constitución (el Constituyente ya había iniciado
sus sesiones desde el 14 de febrero de 1856). Tomado, en general, de la
Constitución de 1824 y de las Bases Orgánicas de 1843 presentaba, según
sus autores, ‘‘pensamientos nuevos’’ que lo eran especialmente en materia
de garantías individuales: libertad, seguridad, propiedad e igualdad.
En páginas anteriores de este apartado, se hizo notar que ni el Plan de
Ayutla, ni el reformado de Acapulco, se habían inclinado expresamente
por el federalismo o el centralismo. Igual libertad o arbitrio dejó el Esta-

107 Ibidem, t. V, p. 76. Entre los representantes nombrados por Álvarez estaban hombres de la
talla de Benito Juárez, Guillermo Prieto, Ponciano Arriaga, José María Lafragua y Valentín Gómez
Farías.
108 Ibidem, t. V, p. 91.
109 Véase la comunicación completa de Lafragua en Tena Ramírez, op. cit., supra nota 1, pp.
517 y ss.
HISTORIA DE LAS CONSTITUCIONES MEXICANAS 61

tuto al no pronunciarse por una determinada forma de gobierno, lo que es


una nueva muestra de la indecisión prevaleciente en la época o de la timi-
dez de Comonfort. El Estatuto fue recibido en el Congreso el 26 de mayo
y, unos cuantos días después ----4 de junio---- se pidió su desaprobación.
La falta de pronunciamiento expreso sobre la forma de gobierno, que se
interpretó como una inclinación favorable de Comonfort hacia el centra-
lismo pero, sobre todo, el hecho de que esa ley provisoria abordara temas
que eran muy polémicos en el Constituyente, determinaron que el Estatu-
to nunca rigiera en verdad.

3. Influencias en el Constituyente: fuentes y pensadores políticos

Como es sabido, y se verá más adelante dentro de este mismo aparta-


do, el Constituyente de 1856-1857 basó una buena parte de su obra en los
dos documentos constitucionales de 1824: Acta y Constitución. Arriaga,
en la sesión del 25 de agosto de 1856, como presidente de la Comisión de
Constitución, presentó un cuadro comparativo del proyecto ‘‘que se está
discutiendo y que literal o esencialmente están copiados de la carta de
1824 y de la Acta Constitutiva... Estos artículos son nada menos que los
47 siguientes del proyecto’’.110
En los términos anteriores, es válido asentar que las influencias recogi-
das en ‘‘24’’ (señaladas en el apartado II de este estudio), subsistieron en
‘‘57’’. Sin embargo, como quedará determinado en páginas venideras, la
Constitución de 1857 presentó nuevas y trascendentales adiciones a su
predecesora federal, por lo que es apropiado, a continuación y somera-
mente, destacar el ambiente constitucional prevaleciente a mediados del
siglo XIX, así como enumerar a los pensadores políticos más menciona-
dos en el Constituyente de 1856-1857.

A. El constitucionalismo a mediados del siglo XIX

Con el nombre literalmente antes transcrito y para conmemorar el cen-


tenario de la Constitución de 1857, aparecieron los dos tomos111 que
aprovecharé para cubrir este rubro.
110 Zarco, Francisco, Crónica del Congreso Constituyente (1856-1857), México, El Colegio de
México, 1957, p. 529.
111 El constitucionalismo a mediados del siglo XIX, México, UNAM, 1957, 2 vols.
62 EMILIO O. RABASA

Inglaterra:112 Comenzó a surgir la concepción política de la soberanía


del pueblo, de la monarquía constitucional o limitada, de la inde-
pendencia de la judicatura y de sus decisiones, que fueron el medio usado
para declarar y garantizar los derechos individuales. Todo lo anterior
cuando ‘‘los británicos que han formulado tantas Constituciones para
otros pueblos, en todo el mundo, carecen de Constitución escrita’’.
Francia:113 ‘‘A partir de la Revolución de 1789, Francia se había trans-
formado en un laboratorio constitucional’’, donde ‘‘los derechos indivi-
duales oponibles al poder constituyen lo esencial de la herencia revolu-
cionaria’’. Se añade a los tradicionales ----libertad, igualdad, etcétera---- el
de la propiedad, inviolable y sagrado.114
La Constitución de 1852 restablece, con Napoleón III, el imperio, pero
el fracaso de su política exterior, especialmente con relación a México, lo
obliga, en 1867, a ‘‘democratizar’’ su política interna.
España.115 La Constitución de Cádiz de 1812, de efímera existencia y
aplicación, quizá haya tenido mayor influencia fuera que dentro de Espa-
ña. En México trascendió, como quedó escrito en el apartado II de este
estudio, sobre todo en lo relativo a la soberanía nacional. El liberalismo
constitucional español del siglo XIX, se nutre del ‘‘doctrinarismo francés
y del historicismo inglés’’. Emergen las clases medias (comerciantes e in-
dustriales) y surge una nueva estructura individualista e igualitaria. Los
derechos naturales, tan invocados por los conservadores en el Constitu-
yente de ‘‘57’’, son absolutos.
Estados Unidos de Norteamérica: Analizar el derecho constitucional
norteamericano del siglo XIX, es estudiar las decisiones de la Suprema
Corte. A partir de la célebre Marbury vs. Madison, se establece la supre-
macía interpretativa del Poder Judicial Federal, referida sobre todo a ase-
gurar el funcionamiento del sistema federal de gobierno y garantizar los
derechos individuales fijados en las primeras diez enmiendas a la Consti-

112 Hood Phillips, O., ‘‘El gobierno constitucional británico a mediados del siglo XIX’’, op. cit.,
pp. 993 y ss.
113 Bastid, Paul, ‘‘El constitucionalismo francés a mediados del siglo XIX’’, ibidem, pp. 787 y
ss.; Vedel, Georges, ‘‘Balance de la experiencia constitucional francesa a mediados del siglo XIX’’,
ibidem, pp. 875 y ss.
114 El Estatuto Orgánico Provisional de la República mexicana ---- artículo 63---- consideró a la
propiedad como inviolable. Arriaga, como miembro de la Comisión de Constitución del Constituyen-
te 1856-1857, presentó un extenso voto particular en la sesión del 23 de junio (1856) sobre el derecho
de propiedad, dándole algunos giros sociales.
115 Sánchez Agesta, Luis, ‘‘La concepción de la monarquía constitucional en la España del siglo
XIX’’, op. cit., supra nota 111, pp. 527 y ss.
HISTORIA DE LAS CONSTITUCIONES MEXICANAS 63

tución de 1789. México estableció esa supremacía judicial mediante la


creación de un instrumento original, el juicio de amparo, creado a nivel
federal, en el Acta de Reformas de 1847 (artículo 25), reiterado y modifi-
cado en la Constitución de 1857 (artículo 101).
‘‘La Constitución de los Estados Unidos de América es la Constitución
escrita más longeva que existe’’.116

B. Pensadores políticos mencionados en el Constituyente

El Constituyente de 1856-1857 ha sido el más ilustrado de nuestra his-


toria política. Sobrepasó al de 1824 que había contado con el acervo cul-
tural de, entro otros, Miguel Ramos Arizpe y Servando Teresa de Mier.
Los dos ----1824 y 1857---- excedieron al Constituyente norteamericano de
Filadelfia, cuya única ‘‘gloria’’ intelectual había sido Benjamín Franklin.
Rondaron en el recinto de la Asamblea Legislativa del ‘‘57’’ gran va-
riedad de clásicos griegos (Platón y Sócrates) y romanos (Cicerón y Cé-
sar), literatos (Víctor Hugo y Bretón de los Herreros), religiosos (Fray
Luis de León) y, por supuesto, los pensadores políticos.
Es obvio que acudieron a la memoria de los del ‘‘57’’, los que ya ha-
bían estado presentes en ‘‘24’’, o sea, los tradicionales: Hobbes ----el pacto
social de México no se celebró con Santa Anna, sino en la Independencia----;
Locke ----ni ateísmo, ni sectas fanáticas----; Rousseau ----la ‘‘voluntad ge-
neral’’ troncada en soberanía popular----; Montesquieu ----en defensa del
veto----, y el muchas veces citado, Bentham: ‘‘la mayor felicidad para
el mayor número’’.
En adición a los anteriores, surgieron otros nombres. Los más mencio-
nados:
Alfonso de Lamartine, quien sobre religión, el candente tema del ‘‘57’’,
había señalado que ‘‘desde el momento en que el clero pidió protección al
Estado y el Estado ayuda al clero, el Estado y el clero se hicieron escla-
vos el uno del otro’’.117
Benjamín Constant, cuando se estudian las cuestiones del veto (tam-
bién aludieron a Mirabeau), del poder municipal y de la dirección de la
fuerza armada.

116 Grant, J. A. C., ‘‘La Constitución de Estados Unidos de Norteamérica’’, ibidem, p. 691.
117 Citado por José Antonio Gamboa en la sesión del 4 de agosto de 1856, Zarco, op. cit., supra
nota 110, p. 402.
64 EMILIO O. RABASA

Tomás Jefferson, en relación con el Senado, el juicio político y el jui-


cio por jurados.
Alexis de Tocqueville, cuya obra La democracia en América, sirvió al
Constituyente para conocer a fondo la estructura político-constitucional
de los Estados Unidos, fue muy citado (en siete ocasiones). El autor fran-
cés ayudó en los temas concernientes a los tribunales federales y su com-
petencia, el juicio político y la religión: ‘‘Entre los angloamericanos hay
unos que profesan los dogmas cristianos porque creen en ellos, y otros
porque temen no aparentar su creencia’’.118
También distinguidos autores y pensadores mexicanos fueron recorda-
dos en el Constituyente. Entre los más célebres:
Miguel Ramos Arizpe, extrañamente no como ‘‘padre del federalis-
mo’’, sino con respecto a la separación de los estados de Nuevo León y
Coahuila.
Manuel Crescencio Rejón, tampoco por su célebre amparo, sino que
siendo ‘‘liberal distinguido’’ había sostenido, no obstante, que ‘‘las nacio-
nes hispanoamericanas no podían gobernarse sin apelar a instituciones
monárquicas’’.119
José María Luis de la Mora, por su definición sobre leyes retroactivas,
cuando se discutió el artículo 4o. del proyecto de Constitución: ‘‘No se
podrá expedir ninguna ley retroactiva, ex post facto...’’.
Con todas las nominaciones, de extranjeros y nacionales, que capsular-
mente he seleccionado, creo haber demostrado que el ilustre Constituyen-
te de 1856-1857, fue un Constituyente ilustrado.

4. El Constituyente de 1856-1857

A. Los preliminares

La Convocatoria para un ‘‘Congreso extraordinario’’ ----así calificado


por el artículo 1o.---- fue dada por el ciudadano Juan Álvarez en Cuerna-
vaca el 16 de octubre de 1855, en cumplimiento del artículo 5o. del Plan
de Ayutla. La hizo circular Melchor Ocampo, entonces ministro de Rela-
ciones Interiores y Exteriores, bajo el lema ‘‘Dios y libertad’’. El Congre-

118 Citado por Juan Antonio de la Fuente en la sesión del 31 de julio de 1856, ibidem, p. 442.
119 Mencionada por Francisco Zarco en la sesión del 29 de julio de 1856, p. 337.
HISTORIA DE LAS CONSTITUCIONES MEXICANAS 65

so habría de constituir ‘‘libremente a la nación bajo la forma de República


democrática representativa’’.120
Por cada 50 mil almas se nombraría un diputado (artículo 5o.), me-
diante el sistema de juntas primarias, secundarias y de Estado (artículo
8o.). Una misma persona podía ser electa por varios estados pero, según
vecindad o nacimiento, se le atribuiría a uno sólo, siendo substituido por
su suplente en el otro u otros estados, en el que o los que, hubiere sido
votado aquél (artículo 58). Esta extraña y ----múltiple---- elección, se pre-
sentó, sobre todo, en el caso de Ponciano Arriaga el que, además de su
estado natal de San Luis Potosí, fue electo por Guerrero, Jalisco, México,
Michoacán, Puebla, Zacatecas y Distrito Federal, o sea, un total de ocho.
¡Así de famoso y popular era el gran liberal!
Los diputados habían de iniciar sus juntas preparatorias el 14 de febre-
ro de 1856 en Dolores Hidalgo. La fecha subsistió pero el sitio fue modi-
ficado por Comonfort, quien designó a la ciudad de México como lugar
de reunión del Constituyente. Resultaron electos, sumados también quie-
nes lo fueron por varios estados, 164, con sus respectivos suplentes. Cele-
braron la Primera Junta Preparatoria el anunciado 14 de febrero de 1856,
38 diputados.
El 17 de febrero fue electo Ponciano Arriaga por 76 sufragios, entre 79
votantes, presidente del Congreso. A las tres de la tarde del 18 de febrero
de 1856, se verificó ‘‘la solemne apertura de las sesiones del Congreso
Constituyente’’, con la presencia del presidente Comonfort, quien, invo-
cando al principio a la Divina Providencia por haberlo escogido ‘‘para
abrir las puertas del templo de las leyes a los representantes del pueblo’’,
concluyó reiterando su lealtad al Plan de Ayutla, misma que sostendría
‘‘al Congreso Constituyente como la legítima emanación de la voluntad
nacional’’.121
Contestó el presidente del Congreso, Arriaga, el que terminó su breve
discurso, también citando a Dios, no sin antes señalar que el Constituyen-
te no habría de burlar la fe y esperanza del pueblo por el ‘‘honor de la
causa liberal’’. La sesión terminó con gritos en las galerías de ¡Viva
Arriaga! ¡Viva el Congreso Constituyente, Viva Comonfort, Viva la li-
bertad! ¡mueran los reaccionarios!

120 Zarco, Francisco, Historia del Congreso Extraordinario Constituyente 1856-1857, México, El
Colegio de México, 1956, Convocatoria para el Congreso Constituyente, artículo 1o., p. 13.
121 En relación con la apertura del Constituyente, me he basado en op. ult. cit., pp. 30-32.
66 EMILIO O. RABASA

Un año y un día después de la sesión de apertura, cumplidas 141 reu-


niones, se verificó el 17 de febrero de 1857, también con la presencia de
Comonfort, la clausura de las sesiones del Congreso Constituyente. Nin-
gún grito, ningún ‘‘viva’’ se escuchó, entonces, de la galería. La nación,
llamada a unirse bajo el amparo de una nueva Constitución estaba, abso-
luta y desafortunadamente, dividida.

B. El proyecto de Constitución. Dictamen de la Comisión

Como integrantes de la fundamental Comisión de Constitución fueron


electos, el 21 de febrero de 1856, los siguientes siete: Arriaga, Yáñez, Ol-
vera, Romero Díaz, Cardoso, Guzmán y Escudero y Echanove. El día si-
guiente se eligieron a Mata y Cortés y Esparza como los dos suplentes.
En la misma sesión, y por maniobra de Arriaga, se añadieron dos nuevos
propietarios: Ocampo y Castillo Velasco. Casi cuatro meses después, el
16 de junio, la Comisión presentó su proyecto de Constitución, suscrito
por Arriaga, Yáñez, Guzmán, Escudero y Echanove ----con reservas----,
Castillo Velasco, Cortés y Esparza y Mata, o sea, seis, de los originales
nueve, propietarios, y dos suplentes.
La parte expositiva del dictamen de la Comisión, redactada por Arria-
ga, que sustancialmente resumo, cabe dividirla en su porción introducto-
ria y en la de las reformas propuestas en el proyecto de Constitución.
A partir de la Introducción, se advierte la división que prevaleció en la
Comisión y que fue el reflejo de la discordia existente en el Congreso
general. ‘‘Una fracción respetable’’ de los miembros de la Comisión, se
había separado desde el principio de los trabajos y a pocas de las ‘‘labo-
riosas y debatidas conferencias’’ había acudido.
La Comisión pronto abordó el prioritario tema del sistema de gobierno,
optando por el federalismo. Se restauraba así, el gran acierto del Consti-
tuyente de 1824, se cumplía con los derechos de la República mexicana, e
inalienables de la sociedad, y se liquidaba al centralismo identificado con
‘‘todas las calamidades y desgracias’’, que había padecido el país.
El tino de la Comisión fue indiscutible: en la sesión del 9 de septiem-
bre de 1856 del Congreso general fue aprobado el artículo 40, que mante-
nía la fórmula federalista, por unanimidad de los ochenta y cuatro diputa-
dos presentes.
Las más importantes reformas que contiene el proyecto de Constitución:
HISTORIA DE LAS CONSTITUCIONES MEXICANAS 67

1) Los derechos del hombre (artículo 1o. al 34). Vagos y diseminados


en el Acta y la Constitución de 1824, formaron la vanguardia de la
ley suprema del ‘‘57’’ que los cobijó en su título I. El bello artículo
1o., calificado de teórico y abstracto y, por ende, impropio de la na-
turaleza preceptiva de la Constitución, 122 no obstante contenía, a pe-
sar de su idealismo, un principio substancial que debiera ser inspira-
ción, siempre, de nuestra organización política, esto es, que los
derechos del hombre (ahora se incluirían, por supuesto, los de la
mujer) ‘‘son la base y el objeto de las instituciones sociales’’. En el
catálogo de los derechos individuales se presentó el audaz artículo
15, sobre libertad religiosa, que tan encontrados debates produjo en
el Constituyente y a los que me referiré más adelante. También se
inscribieron las garantías en el procedimiento criminal, entre los que
se proponía el jurado popular. Finalmente, también se instituía que,
en casos muy especiales ----invasión, perturbación grave de la paz
pública u otros que pusiesen a la sociedad en peligro o conflicto----,
podía el presidente de la República, con el consentimiento del Con-
greso, decretar la suspensión de las garantías.
2) Soberanía nacional (artículo 45), residente ‘‘esencial y originaria-
mente’’ en el pueblo. En el Acta Constitutiva (artículo 3o.) se había
radicado ‘‘esencialmente en la nación’’.
3) Sistema unicameral (artículo 53), al quedar el Poder Legislativo de-
positado en una sola asamblea. Se suprimía el Senado por su descré-
dito, prepotencia y lentitud en el proceso generador de leyes. La
asamblea única propuesta, sería doblemente numerosa por elección
basada en una más reducida porción ----30 mil habitantes---- de vo-
tantes.
4) El amparo (artículo 102), ahora formulado para resolver las contro-
versias que se suscitasen ‘‘por leyes o actos de cualquier autoridad
que violaren las garantías individuales o de la Federación que vulne-
ren o restrinjan la soberanía de los estados, o de éstos cuando inva-
dan la esfera de la autoridad federal’’.
5) Juicio político (artículos 105 al 109), atendido sucesivamente por
dos jurados: el de acusación (un individuo por cada estado, nombra-

122 El futuro gran presidente de la Suprema Corte de Justicia y brillante secretario de Relaciones
Exteriores, Ignacio L. Vallarta, que poco intervino en el Constituyente del ‘‘57’’, se pronunció en el
sentido descrito durante la sesión del 11 de julio de 1856, ibidem, p. 487.
68 EMILIO O. RABASA

do por su legislatura respectiva) y el de sentencia (el Congreso de la


Unión). La sentencia se limitaría a absolver o destituir al acusado,
pudiendo también inhabilitarlo de obtener un futuro empleo.
En la última parte de este apartado, comentaré la suerte ----aprobación,
rechazo, modificación---- que corrieron las reformas propuestas por la Co-
misión antes sintetizadas. Por ahora, adelantaré que el proyecto de la
Comisión contenía en total 126 artículos; la Constitución finalmente
aprobada alcanzó 128.

C. Dos cuestiones fundamentales en el Constituyente

Varios fueron los temas que alborotaron al Constituyente, lo apasiona-


ron y dividieron. Entre ellos, sobresalieron: la restauración de la Constitu-
ción de 1824 y la libertad religiosa.
a) Restauración de la Constitución de 1824. Bajo ese rubro se presen-
taba no sólo la restauración de la ley suprema de 4 de octubre de 1824,
sino también la de su antecesora y compañera ----el Acta Constitutiva del
31 de enero de ese mismo año----, así como el Acta de Reformas del 18 de
mayo de 1847. En el sentido arriba descrito hizo la proposición ante el
Constituyente el diputado Marcelino Castañeda, al presentar un ‘‘proyec-
to de ley constitucional’’, en sesión tan temprana como lo fue la del 20 de
febrero de 1856, a sólo seis días de la apertura del Congreso.
En la lectura de ese proyecto ----25 de febrero----, fue desechada su dis-
cusión por reñida votación de cuarenta votos contra treinta y nueve. El
drama parlamentario en torno a esta cuestión se había iniciado.
A Castañeda se le añadieron, más adelante, otros diputados conserva-
dores, como Degollado, García Granados y Arizcorreta ----cuyo proyecto
fue el finalmente discutido y votado----, así como el propio gobierno en-
tonces en funciones, por conducto de Juan Antonio de la Fuente, ministro
de Relaciones Exteriores. Los conservadores fundaban su propuesta en la
antigüedad y prestigio de la Constitución de 1824, su larga vigencia (18
años, más que ninguna otra) y en el hecho de que históricamente había
demostrado ser el único vínculo de unión entre los mexicanos. Es de pen-
sarse que, en verdad, les interesaba la restauración de la carta de ‘‘24’’ por
la intolerancia religiosa en ella prescrita (artículo 3o.).
Los liberales, especialmente Mata y Arriaga, rebatieron las razones an-
teriores manifestando que, en cuanto al argumento de la larga ----18
HISTORIA DE LAS CONSTITUCIONES MEXICANAS 69

años---- vigencia de la carta de ‘‘24’’, también podía servir para funda-


mentar la restauración del sistema colonial ’’que duró trescientos años y
pareció contar a su favor con el consentimiento del pueblo’’,123 y que nin-
guna ley, por respetable que fuera, debería ser inmutable. Por otro lado y
a fin de demostrar su respeto por el Acta y la Constitución de ‘‘24’’,
Arriaga, en la sesión del 25 de agosto, se apresuró a presentar un cuadro
comparativo entre el proyecto de la Comisión y los documentos de ‘‘24’’,
de los que el primero había copiado ‘‘literal o esencialmente’’, varios de
los artículos del segundo.
La sesión del 4 de septiembre de 1856, es considerada la más célebre,
por no decir la más importante, de todas las realizadas por el Constituyen-
te de 1856-1857. Así lo estimó Zarco al manifestar que: ‘‘Esta sesión será
memorable en los fastos de nuestra lucha parlamentaria y hará honor a la
franqueza, a la dignidad y al valor civil del partido progresista que, sa-
biendo que estaba en minoría, no decayó en la defensa de sus ideas ni se
doblegó al desaliento’’.124
El proyecto de restaurar la Constitución de ‘‘24’’ fue votado a favor
por cincuenta y cuatro votos contra cincuenta y uno, incluyéndose los vo-
tos a favor de los ministros de Relaciones y de Gobernación.
Sin embargo, la cuestión no estaba saldada. Una insólita y extravagan-
te maniobra parlamentaria de los liberales y el titubeo e ignorancia del
presidente del Congreso en turno, Mariano Arizcorreta, conservador por
cierto, trocaron la derrota en votos sufridos por los progresistas en, de he-
cho, el triunfo de la tesis que sostenían.
En virtud de que la Comisión de Constitución estaba en contra del pro-
yecto ganador, Arizcorreta había propuesto nombrar una Comisión especial
para que desahogara el tema. Los liberales protestaron porque el presi-
dente del Congreso ‘‘destituía a su antojo’’ a las comisiones. El vacilante
Arizcorreta, hundido en un marasmo parlamentario, ordenó que ‘‘pase el
proyecto a la Comisión respectiva’’. ¡Esta no era ninguna otra que la de
Constitución, totalmente opositora al proyecto que, ese mismo día, el
Congreso había aprobado!
El 16 de febrero de 1857, ya jurada y firmada la nueva Constitución,
‘‘se acordó archivar el proyecto del señor Arizcorreta y otros diputados
que proponían la restauración de la carta de 1824’’.

123 José María Mata, sesión del 7 de julio de 1856, ibidem, p. 467.
124 Ibidem, p. 819.
70 EMILIO O. RABASA

La libertad religiosa. La otra gran cuestión del Constituyente de ‘‘57’’


fue la concerniente al apasionante tema de la religión. No podría haber
sido de otra manera. La cuestión religiosa había sido, y continuaría sien-
do, definición de campos políticos, causante de batallas y entraña misma
de la historia patria.
El proyecto de la Comisión de Constitución llevaba, dentro del título
primero dedicado a los ‘‘derechos del hombre’’, un artículo 15 que a la
letra decía:

Artículo 15. No se expedirá en la República ninguna ley, ni orden de auto-


ridad que prohiba o impida el ejercicio de ningún culto religioso; pero ha-
biendo sido la religión exclusiva del pueblo mexicano la católica, apostóli-
ca, romana, el Congreso de la Unión cuidará, por medio de leyes justas y
prudentes, de protegerla en cuanto no se perjudiquen los intereses del pue-
blo, ni los derechos de la soberanía nacional.

Como suele ocurrir cuando no hay definiciones claras, el proyectado


artículo 15, por el deseo de complacer a todos, a nadie satisfizo. En efec-
to, por un lado decretaba la libertad de cultos ----no se expedirá en la Repú-
blica ninguna ley, ni orden de autoridad que prohiba o impida el ejercicio
de ningún culto religioso---- pero, por la otra, daba tratamiento especial a
la religión católica, a la que el Congreso debería cuidar por ‘‘leyes justas
y prudentes’’, para finalizar con una limitante ----que esas leyes no podían
perjudicar ‘‘los intereses del pueblo, ni los derechos de la soberanía na-
cional’’---- lo que era concluir con una ambigüedad.
Los argumentos en contra del artículo 15, sobre todo expuestos por
Arizcorreta, Castañeda, Cortés Esparza y el diputado-ministro de Gober-
nación, Lafragua, sustancialmente fueron:
La libertad de conciencia era limitada, la libertad de cultos era limita-
da; demasiada generalidad del artículo propuesto; la mayoría nacional ca-
tólica en contra; la libertad de conciencia no era un derecho político, por
lo que no tenía cabida en la Constitución; el artículo dividía y no era con-
veniente u oportuno; y, finalmente, el Congreso no tenía facultades para
legislar en materia de cultos.
A favor del artículo se expresaron especialmente Mata, Castillo Velas-
co y, por supuesto, Arriaga y Zarco. Sus razones: ninguna autoridad tenía
el derecho a prohibir la libertad de conciencia; la unidad nacional no se
derivaba de la unidad religiosa, ya que aquélla existía de suyo; completa
HISTORIA DE LAS CONSTITUCIONES MEXICANAS 71

independencia entre Estado e Iglesia; la tolerancia fomentaría la tan, en-


tonces, necesaria inmigración; la cuestión religiosa ya requería de una de-
finición clara y precisa a nivel constitucional; la religión exclusiva se
oponía a los conceptos de República y democracia; y el artículo no ence-
rraba un tema religioso, sino que abordaba una materia esencialmente so-
cial y política. Debe advertirse que los progresistas también se oponían a
la ‘‘tesis de la omisión’’, es decir, la sustentante de que la Constitución no
se refiriese para nada al tema.
Varias ----encendidas---- sesiones, fueron dedicadas al artículo 15 el que,
finalmente fue puesto a votación en la de 5 de agosto de 1856, por la que se
‘‘declara el artículo sin lugar a votar por 65 señores contra 44’’.125 La
cuestión quedó pendiente y latente. La ambigua resolución adoptada se
interpretó en el sentido de que se regresara el precepto a la Comisión para
que lo presentase en otros términos, pero la Comisión pidió permiso al
Congreso (enero 24 de 1857) para que se retirara definitivamente.
Para evitar la omisión total del tema religioso, Arriaga, en la sesión del
día 26 de enero de 1857, intempestivamente presentó una adición, sin
precisar a cuál precepto se iba a intercalar, que votada, se aprobó por
82 votos contra 4, 126 y que se convertiría en el artículo 123 de la Cons-
titución:
‘‘Artículo 123. Corresponde exclusivamente a los poderes federales
ejercer, en materias de culto religioso y disciplina externa, la intervención
que designen las leyes’’.
Aun cuando Zarco, se lamentó que no se había conseguido ‘‘ningún
principio importante’’,127 yo considero que el resultado fue trascendente,
atento a las circunstancias y época en que fue logrado. La discusión del
artículo 15 hizo aflorar con nitidez las posiciones ideológicas contrastan-
tes en ese tiempo, obligó a pronunciamientos claros, derrotó la ‘‘tesis de
la omisión’’ y la causa liberal se anotó un éxito con la supresión, para
siempre, de una religión exclusiva y oficialista enclavada dentro de nues-
tros textos constitucionales.
A partir del artículo 15, y su debate, quedaba escindida la nación, divi-
sión que habría de prevalecer y originar los graves acontecimientos que
se suscitaron después de la aprobación de la Constitucion de 1857: La
Guerra de Tres Años y la Intervención.
125 Ibidem, p. 688.
126 Ibidem, p. 1225.
127 Idem.
72 EMILIO O. RABASA

5. La Constitución de 1857

La Constitución, finalmente aprobada, de 1857 constó de 128 artícu-


los, albergados en ocho títulos, y un transitorio:

Título I, IV secciones: los derechos del hombre, los mexicanos, los ex-
tranjeros (sic) y los ciudadanos mexicanos.
Título II, II secciones: soberanía nacional y la forma de gobierno, y las
partes integrantes de la Federación y del territorio nacional.
Título III, III secciones, división de poderes: Poder Legislativo, Poder
Ejecutivo y Poder Judicial.
Título IV, responsabilidad de los funcionarios públicos.
Título V, estados de la Federación.
Título VI, prevenciones generales.
Título VII, reformas de la Constitución.
Título VIII, inviolabilidad de la Constitución.
Artículo transitorio: ‘‘con excepción de las disposiciones relativas a las
elecciones de los supremos poderes federales y de los estados, no comenza-
rá a regir hasta el día 16 de septiembre (1857) próximo venidero...

El esquema de la Constitución comprendía, en forma sumaria, todos


los elementos del constitucionalismo liberal avanzado del siglo XIX. Era
breve, sobria y tendía a ser conciliatoria. Las adiciones y reformas que,
sobre el pasado constitucional federal de México estableció, la identifican
como progresista. Ya señalé esas adiciones y reformas al tratar sobre el
proyecto de la Comisión de Constitución que, finalmente, fue lo esencial
de la ley de ‘‘57’’. A continuación expresaré lo que, en definitiva, sobre
todo con respecto a ese proyecto, recibió la aprobación ----o rechazo---- úl-
timos del Constituyente.
No se restauraron, plenamente, el Acta y la Constitución de 1824, aun
cuando varias de sus disposiciones fueron copiadas.128 Se aceptó, por
unanimidad, el federalismo. Se suprimió el que la nación profesara perpe-
tuamente la religión católica, atribuyendo en exclusividad, a los poderes
federales ejercer en materia de culto religioso ‘‘la intervención que desig-
nen las leyes’’ (artículo 123).

128 Véase el cuadro comparativo de los artículos del proyecto de la Comisión de Constitución con
respecto a la carta de 1824 y el Acta Constitutiva, presentado por Arriaga en la sesión del 25 de
agosto de 1856, ibidem, pp. 769 y ss.
HISTORIA DE LAS CONSTITUCIONES MEXICANAS 73

Los derechos del hombre, fueron claramente formulados en 29 artícu-


los (igual número de los contenidos en la Constitución vigente).
La libertad fue extendida a la enseñanza, trabajo, expresión de ideas,
imprenta, petición, asociación, portación de armas y tránsito. El famoso
artículo 14, prohibió la retroactividad de las leyes, prescribiendo que jui-
cio y sentencia estuvieran fundados en leyes previas y dictadas por autori-
dad competente. El proceso criminal fue dotado de nuevas garantías, aun
cuando se rechazó la idea del jurado popular. Se prohibieron los monopo-
lios. En casos graves ----y merced a la concurrencia del Ejecutivo y el Le-
gislativo---- podían suspenderse las garantías individuales.
La soberanía nacional (artículo 39), se hizo residir ‘‘esencial y origi-
nalmente en el pueblo’’, como notoria modificación a lo establecido por
el Acta y la Constitución de 1824 y retomando, así, el revolucionario con-
cepto que Morelos había plasmado en la Constitución de Apatzingán (ar-
tículo 5o.).
El Poder Legislativo sería unicameral (artículo 51), es decir, deposita-
do en una sola asamblea de diputados y suprimiendo a la de senadores.129
El amparo se consignó en los artículos 101 y 102. Dos absurdos, que
iban a ser aceptados, contenía el artículo 102 que había redactado origi-
nalmente la Comisión de Constitución: el otorgar su conocimiento tanto a
los tribunales de la Federación, como los de los estados y colocar, al lado
del juez, a ‘‘un jurado compuesto de vecinos del distrito respectivo’’. Gra-
cias a Arriaga, Mata y Ocampo, los dos desatinos fueron superados.
Inspirado el Constituyente en el Acta y Reformas de 1847, la mejoró, y
‘‘así desapareció definitivamente de nuestro derecho constitucional el
control político, para ser reemplazado íntegramente por el judicial, a cuyo
conocimiento quedaron sometidas las violaciones de las garantías indivi-
duales y las invasiones de la esfera federal en la local, y viceversa’’.130
La responsabilidad de los funcionarios públicos (artículos 103 al 108),
dividió a los delitos, que aquéllos pudieran cometer, en comunes y oficia-
les. En los comunes, el Congreso de la Unión, erigido en gran jurado, de-
claraba si se procedía, o no, contra el acusado. En el primero caso, se le

129 El Senado de la República se restableció, por reforma constitucional realizada al artículo 51


de la Constitución de 1857, el 13 de noviembre de 1874, durante el gobierno de Sebastián Lerdo de
Tejada. Continuó instituido en la Constitución de 1917.
130 Tena Ramírez, Felipe, Derecho constitucional mexicano, 14a. ed., México, Porrúa, 1976,
p. 528.
74 EMILIO O. RABASA

ponía a disposición de los tribunales comunes. Por lo que hace a los deli-
tos oficiales, el jurado de acusación lo era el Congreso de la Unión y, el
de sentencia, la Suprema Corte de Justicia.
La Constitución fue jurada y firmada por los diputados constituyentes
el 5 de febrero de 1857. Ese día también concurrió y prestó juramento de
‘‘guardar y hacer guardar’’ la Constitución, el presidente sustituto Ignacio
Comonfort, quien la promulgó el 12 de febrero, apareciendo publicada
por bando solemne el 11 de marzo, justo a los tres años del Plan de Ayu-
tla, reformado en Acapulco.
El único artículo transitorio, que ya he transcrito, señaló que la Consti-
tución comenzaría a regir hasta el 16 de septiembre, con excepción de las
disposiciones relativas a elecciones de los supremos poderes federales y
de los estados.
Así, la Constitución de 1857, concisa y progresista, generadora de
múltiples aportaciones, sería de las mejores entre las nuestras. Sin embar-
go, a partir de su nacimiento, tendría una existencia dividida y azarosa.
Formalmente, y con reformas, prevaleció hasta la aprobación también un
5 de febrero, de la de 1917, pero en verdad, por la Guerra de Tres Años,
la Intervención, la aplicación especial que de ella tuvo que realizar Juárez
y la teórica observación efectuada por Díaz, la tornaron intermitente en su
vigencia y singular en su cumplimiento.

6. Diputados al Congreso Constituyente de 1856-1857

Valentín Gómez Farías, por el estado de Jalisco, presidente. León Guz-


mán, por el Estado de México, vicepresidente. Por el estado de Aguasca-
lientes: Manuel Buenrostro. Por el estado de Chiapas: Francisco Robles y
Matías Castellanos. Por el estado de Chihuahua: José Eligio Muñoz y Pe-
dro Ignacio Irigoyen. Por el estado de Coahuila: Simón de la Garza y
Melo. Por el estado de Durango: Marcelino Castañeda y Francisco Zar-
co. Por el Distrito Federal: Francisco de Paula Cendejas, José María del
Río, Ponciano Arriaga, J. M. del Castillo Velasco y Manuel Morales
Puente. Por el estado de Guanajuato: Ignacio Sierra, Antonio Lémus, José
de la Luz Rosas, Juan Morales, Antonio Aguado, Francisco P. Montañez,
Francisco Guerrero y Blas Balcárcel. Por el estado de Guerrero: Francis-
co Ibarra. Por el estado de Jalisco: Espiridión Moreno, Mariano Torres
Aranda, Jesús Anaya y Hermosillo, Albino Aranda, Ignacio Luis Vallar-
ta, Benito Gómez Farías, Jesús D. Rojas, Ignacio Ochoa Sánchez, Gui-
HISTORIA DE LAS CONSTITUCIONES MEXICANAS 75

llermo Langlois y Joaquín M. Degollado. Por el Estado de México: Anto-


nio Escudero, José L. Revilla, Julián Estrada, I. de la Peña y Barragán,
Esteban Páez, Rafael María Villagrán, Francisco Fernández de Alfaro, Jus-
tino Fernández, Eulogio Barrera, Manuel Romero Rubio, Manuel de la
Peña y Ramírez y Manuel Fernando Soto. Por el estado de Michoacán:
Santos Degollado, Sabás Iturbide, Francisco G. Anaya, Ramón I. Alcaraz,
Francisco Díaz Barriga, Luis Gutiérrez Correa, Mariano Ramírez y Ma-
teo Echaiz. Por el estado de Nuevo León: Manuel P. de Llano. Por el es-
tado de Oaxaca: Mariano Zavala, G. Larrazábal, Ignacio Mariscal, Juan
Nepomuceno Cerqueda, Félix Romero y Manuel E. Goytia. Por el estado
de Puebla: Miguel María Arrioja, Fernando María Ortega, Guillermo
Prieto, J. Mariano Viadas, Francisco Banuet, Manuel M. Vargas, Francis-
co Lazo Estrada, Juan N. Ibarra y Juan N. de la Parra. Por el estado de
Querétaro: Ignacio Reyes. Por el estado de San Luis Potosí: Francisco J.
Villalobos y Pablo Téllez. Por el estado de Sinaloa: Ignacio Ramírez. Por
el estado de Sonora: Benito Quintana. Por el estado de Tabasco: Gregorio
Payró. Por el estado de Tamaulipas: Luis García de Arellano. Por el esta-
do de Tlaxcala: José Mariano Sánchez. Por el estado de Veracruz: José de
Empáran, José María Mata, Rafael González Páez y Mariano Vega. Por
el estado de Yucatán: Benito Quijano, Francisco Iniestra, Pedro de Baran-
da y Pedro Contreras Elizalde. Por el Territorio de Tehuantepec: Joaquín
García Granados. Por el estado de Zacatecas: Miguel Auza, Agustín Ló-
pez de Nava y Basilio Pérez Gallardo. Por el Territorio de la Baja Cali-
fornia: Mateo Ramírez, José María Cortés y Esparza, por el estado de
Guanajuato, secretario. Isidoro Olvera, por el Estado de México, secreta-
rio, Juan de Dios Arias, por el estado de Puebla, secretario J. A. Gamboa,
por el estado de Oaxaca, secretario.
CAPÍTULO VI
CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LOS ESTADOS UNIDOS
MEXICANOS DE 1917 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77
1. El puente: 1857-1917 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77
2. ¿Constitución reformada o nueva Constitución? . . . . . . . 78
3. Revolución y Constitución . . . . . . . . . . . . . . . . . . 80
4. Fin de la era porfiriana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81
5. Orígenes de la Revolución. Fuentes. Planes . . . . . . . . . 82
6. El Constituyente de Querétaro de 1916-1917 . . . . . . . . . 86
7. Diputados al Congreso Constituyente de 1916-1917 . . . . . 101
Epílogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 103
CAPÍTULO VI
CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LOS ESTADOS
UNIDOS MEXICANOS DE 1917131

Todos los Constituyentes llevaron una re-


presentación genuina: hubo radicales y mo-
derados, pero todos revolucionarios; todos
en la misma línea, buscando la realización
del gran fin.
Heriberto Jara, diputado constituyente

1. El puente: 1857-1917

No obstante lo notable y progresista de la Constitución de 1857, su exis-


tencia hasta la vigencia de su sucesora, la de 1917, fue turbulenta y contra-
dictoria: La Guerra de los Tres Años, la invasión francesa, la República
Restaurada de Juárez, la dictadura porfiriana y la Revolución de 1910 y
1914, la tornaron intermitente en su vigencia y especial en su aplicación.
En los términos anteriores, la Constitución de 1857, la gran Constitu-
ción liberal que, como toda ley máxima, aspira prioritariamente a lograr
la unidad del pueblo que va a regir, tuvo una agitada vida, conformada
por revoluciones y dictaduras, rompimiento social y desunión nacional.
Es muy posible que la cuestión religiosa fuera el elemento más turbador
que fraccionara al país.
La mayoría de las reformas constitucionales se dieron ----es obvio----
durante la larga dictadura porfiriana, sobre todo para fortalecer y mante-
ner al autócrata. En resumen, los siete presidentes que desfilaron durante
131 Este apartado no agotará todo lo concerniente a la Constitución de 1917. Sólo relataré los
hechos, circunstancias y documentos que dieron fin a la era porfiriana, motivaron la Revolución (en
sus dos épocas: 1910 y 1913) y originaron la convocatoria. El Constituyente de Querétaro concluirá
con la presentación de Venustiano Carranza, en su carácter de Primer Jefe del Ejército Constitucio-
nal, encargado del Poder Ejecutivo, realizó, el 1o. de diciembre de 1916 de su proyecto de reformas,
a la Constitución de 1857. Consecuentemente, no abordaré la tesis o influencias que afloraron en el
Constituyente, el debate sobre el articulado de la Constitución, ni el texto que, finalmente, se aprobó.

77
78 EMILIO O. RABASA

la vigencia de la Carta del ‘‘57’’, en total reformaron 83 artículos,132 cifra


notoriamente inferior al abuso reformatorio que se presentaría a partir de
la entrada en vigor de la actual Constitución de 1917.

2. ¿Constitución reformada o nueva Constitución?

‘‘El C. Primer Jefe (Venustiano Carranza) leyendo:


‘‘Una de las más grandes satisfacciones que he tenido hasta hoy, desde
que comenzó la lucha..., es la que experimento en estos momentos, en que
vengo a poner en vuestras manos el proyecto de Constitución reforma-
da...’’.133
Hilario Medina, diputado constituyente por Guanajuato:
‘‘La Constitución de Querétaro es una nueva Constitución, no una sim-
ple reforma de la anterior...’’.134
Las anteriores transcripciones son una demostración clara de la contra-
dicción, o mejor dicho, de las distintas perspectivas que de la obra del
Constituyente de Querétaro tuvieron sus participantes:
Por un lado, el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, convocante
al Congreso de 1916 y presentador del proyecto de Constitución respecti-
vo, Venustiano Carranza, y varios de los diputados que le siguieron, que
consideraban que se trataba de un mero ‘‘Proyecto de Reformas’’ a la ley
fundamental de 1857 y, por la otra, muchos constituyentes que hablaron
de ‘‘nueva Constitución’’; entre ellos, uno de los más distinguidos y
miembro de la importantísima Segunda Comisión de Constitución, Hila-
rio Medina. Esas diferentes evaluaciones o calificativos habrían de preva-
lecer, tanto durante las sesiones de la Asamblea de Querétaro, como tiem-
po después de concluida su obra.
Situación parecida a la anterior, se presentó en el Constituyente 1856-
1857, por la diferencia suscitada, desde un principio, entre quienes desea-
ban la simple reinstalación ----con algunas reformas---- de la Constitución
federal de 1824, y los que se pronunciaron por la elaboración de todo un
nuevo documento.
132 Rives Sánchez, Roberto, La Constitución mexicana hacia el siglo XXI, 2000.
133 Inicio del discurso pronunciado por Venustiano Carranza el 1o. de diciembre de 1916 al hacer
entrega del proyecto de Constitución reformada. Congreso Constituyente 1916-1917, ed. facsimilar,
México, Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, 1985, t. I, p. 385. En
lo futuro, dentro de éstas, la obra mencionada será denominada D. de los D. (Diario de Debates), t. I
o II, según corresponda.
134 D. de los D., ‘‘Introducción’’, Medina, Hilario, p. 21.
HISTORIA DE LAS CONSTITUCIONES MEXICANAS 79

En la ocasión arriba mencionada, como quedó asentado en el apartado


correspondiente de este trabajo sobre la Constitución del ‘‘57’’,135 una há-
bil maniobra parlamentaria de la minoría liberal se impuso sobre la ma-
yoría conservadora y logró la redacción de, prácticamente, toda una nue-
va Constitución. Ni el preámbulo, el título o el articulado positivo de esa
Constitución, hacen alusión a la carta de ‘‘24’’, no obstante que ésta fue
motivo de muchas deliberaciones y algunos de cuyos principios funda-
mentales se conservaron en ‘‘57’’.
El preámbulo o introducción de la citada ley suprema de 1857, hace
referencia al Plan de Ayutla (1o. de marzo de 1854), reformado en Aca-
pulco (11 del mismo mes), por haber sido las fuentes originadoras del
Congreso Extraordinario o del Constituyente que, respectivamente, esos
dos documentos habían solicitado convocar.
El título encabezado decretó que se trataba de la ‘‘Constitución Política
de la República mexicana,136 sobre la indestructible base de su legítima
independencia, proclamada el 16 de septiembre de 1810 y consumada el
27 de septiembre de 1821’’; o sea, la alusión fue a los actos libertarios de
México, no a sus primeros documentos esenciales: Acta y Constitución
de 1824.
Por último y como ya se dijo, tampoco el texto positivo de la ley su-
prema que ahora comento, mencionó a la Constitución de 1824.
Para retornar a lo que es el objeto de este apartado sobre la Constitu-
ción de 1917, es preciso afirmar que en su título, original y completo, se
impuso, al menos nominalmente, la tesis de Venustiano Carranza y sus se-
guidores, ya que el documento elaborado en Querétaro, se denominó así:
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos que reforma la
del 5 de febrero de 1857.137
A mayor abundamiento, cuando el presidente del Congreso, Luis Ma-
nuel Rojas, hace entrega al ‘‘ciudadano Primer Jefe’’ en la sesión de clau-

135 Véase supra V, 5.


136 Nótese que, a diferencia de la de 1824, que se intituló Constitución Federal de los Estados
Unidos Mexicanos, la de 1857 se denominó Constitución Política de la República mexicana. La cues-
tión del nombre volvió a tratarse, apasionadamente, en el Constituyente 1916-1917, donde los propo-
nentes de ‘‘República mexicana’’ (Comisión de Reformas a la Constitución) demostraron que la de-
nominación no era sólo capricho semántico, sino llevaba trasfondo histórico y político (D. de los D.,
t. I, pp. 538 y 539). La propuesta fue, en la sesión del 12 de diciembre de 1916 (D. de los D., t. I, p
589 y ss.), ampliamente discutida y, desafortunadamente, derrotada por 100 votos negativos contra 57
por la afirmativa.
137 Título transcrito textualmente el D. de los D., t. II, apéndice, p. 1181, que contiene la versión
original de la Constitución.
80 EMILIO O. RABASA

sura del Constituyente (31 de enero de 1917) del documento por éste ela-
borado, expresamente lo califica de ‘‘nueva Constitución de 1857, refor-
mada en esta ciudad’’. Sin embargo, en la misma sesión, Rojas se apresu-
ra en aclarar que todas las ideas fundamentales aportadas por Carranza no
sólo en su proyecto de reformas, sino ‘‘inclusive las que informaron, los
proyectos y leyes de Veracruz, sobre la cuestión agraria y obrera, han
sido completamente aceptadas por la representación nacional’’.138
En otras palabras, según el diputado por Jalisco, los constituyentes se
apoyaron en Carranza, no sólo en las reformas propuestas por éste, sino
también en lo nuevo y revolucionario que apareció en la Constitución.
Por su parte, Carranza, en su contestación, al presidente Rojas, insiste
en llamar ‘‘proyecto de reformas a la Constitución de 1857’’, la que dos
meses antes había entregado a la Asamblea y señala su satisfacción de
que ésta haya ‘‘encontrado aceptables las reformas políticas y sociales de-
lineadas a grandes rasgos en mi mensaje del 1o. de diciembre último’’.139
Todavía más, Luis Manuel Rojas, en la protesta que él realiza ante el
Congreso, como presidente del mismo, y la idéntica que les toma a todos
los diputados el 31 de enero de 1917, uno y otros, protestan guardar y
hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos,
ese día expedida, ‘‘que reforma la del 5 de febrero de 1857’’.140
La verdad es que el proyecto de Carranza sufrió importantísimas modifi-
caciones, de tal modo que la Constitución que promulgó el 5 de febrero de
1917 fue, no una reforma a la de 1857 ----aunque de ella herede principios
básicos, como son: forma de gobierno, soberanía popular, división de pode-
res y derechos individuales----, sino una nueva ley que, olvidando los límites
del derecho constitucional clásico y vigente entonces en el mundo, reco-
gió en sus proyectos los ideales revolucionarios del pueblo mexicano, les
dio forma y creó originales instituciones sociales y económicas en su be-
neficio. Esto se hizo patente, sobre todo, en la elaboración y aprobación
de los artículos 3o., 8o., 27, 123, 130 y 131 de la carta de Querétaro.

3. Revolución y Constitución
Pocas revoluciones ----las que en verdad lo son---- preven el resultado
final o la consecuencia última de su acción.

138 D. de los D., t. II, p. 1173.


139 Ibidem, p. 1174.
140 Ibidem, p. 1172.
HISTORIA DE LAS CONSTITUCIONES MEXICANAS 81

La Revolución francesa se lanzó en contra del absolutismo monárquico


para desembocar, ulteriormente, en Napoleón I, no sólo rey, sino empera-
dor, con muchos mayores poderes de los que había gozado Luis XVI, so-
bre todo después de que éste convocó a los estados generales.
La rusa, derribó a un autócrata, el zar Nicolás II, para que lo sustituye-
ra, por largos y feroces años, el dictador Stalin. Hoy día, gracias al presi-
dente Gorbachev, esa etapa se encuentra democráticamente superada.
Por lo que hace a la mexicana, ni Madero ni ----al principio---- Carran-
za, los dos grandes iniciadores, respectivamente, de los movimientos de
1910 y 1913, previeron que se iba a lograr el mejor fruto de la Revolu-
ción: La Constitución de 1917.
Lo arriba transcrito, está confirmado por uno de los más destacados
constituyentes, Hilario Medina, quien escribió: ‘‘No hay que creer, sin
embargo, que el Congreso y la ley suprema dictada por éste, estuvieron
en el espíritu original de la Revolución’’.141 Más adelante señalaré el mo-
mento ----aproximado---- en que Venustiano Carranza concibió, o aceptó,
convocar al Constituyente de Querétaro.
También parece ser característico de las grandes revoluciones que en
su decurso, o poco tiempo después de verificadas, devoran ----ejecutan----
a varios de sus más relevantes personajes: la francesa, a Marat, Robespie-
rre y Dantón; la rusa, a Trotsky; la mexicana, a Madero, Carranza, Zapa-
ta, Villa y Obregón.

4. Fin de la era porfiriana

Porfirio Díaz, el ‘‘héroe de la Carbonera’’ y uno de los del 5 de mayo,


el mismo que había luchado en Tuxtepec bajo la bandera de la ‘‘no relec-
ción’’ duró ‘‘sólo’’, sumando sus dos etapas, más de 30 años en la presi-
dencia. Quizá el único que lo sobrepasó, si también se suman todos sus
periodos, fue Antonio López de Santa Anna.
Conocidas son las causas del malestar nacional al final de la era porfi-
riana y las causas que generaron la primera etapa de la Revolución
(1910). Un hombre que vivió la época y que fue el gran ideólogo de la
Revolución y de la Constitución de 1917, el licenciado Luis Cabrera, en
su famoso artículo intitulado ‘‘La solución del conflicto’’,142 resume cer-
141 Ibidem, t. I, ‘‘Introducción’’, p. 9.
142 El artículo aparece en Urrea, Blas, Obras políticas, pp. 176 y ss., México, Instituto Nacional de
Estudios Históricos de la Revolución mexicana, 1985. También véase ‘‘La situación de México antes
82 EMILIO O. RABASA

teramente ‘‘las causas del conflicto’’, a escasos y previos días de las re-
nuncias del presidente Díaz y del vicepresidente Corral:143

El caciquismo, o sea, ‘‘la presión despótica ejercida por las autoridades lo-
cales en perjuicio de las clases proletarias...’’
El peonismo, es decir, ‘‘la esclavitud de hecho o servidumbre feudal en
que se encuentra el peón jornalero...’’
El fabriquismo, esto es, ‘‘la servidumbre personal y económica a que se
haya sometido de hecho el obrero fabril...’’
El hacendismo, o sea, ‘‘la presión económica y la competencia ventajo-
sa que la gran propiedad rural ejerce sobre la pequeña...’’ que produce ‘‘la
constante absorción de la pequeña propiedad agraria por la grande’’.
El cientificismo, es decir, ‘‘el acaparamiento comercial y financiero y la
competencia ventajosa que ejercen los grandes negocios sobre los peque-
ños...’’
El extranjerismo, esto es, ‘‘el predominio y la competencia ventajosa
que ejercen en todo género de actividades los extranjeros sobre los nacio-
nales...’’

En suma, la situación social, económica y política de fines del siglo


XIX, y de la primera década del XX, originó la Revolución mexicana.
Los campesinos no eran dueños de las tierras que trabajaban y sufrían una
vida llena de injusticias, pues los propietarios en lugar de explotar las tie-
rras, explotaban al hombre. Los obreros carecían de derechos e intolera-
bles condiciones de trabajo pesaban sobre ellos. La desigualdad entre las
clases sociales eran cada vez más profundas. La Constitución inicial de 1857
había cedido su vigencia a la dictadura de un hombre y el pueblo de Mé-
xico, por alcanzar la democracia y la justicia social, empuñó las armas en
lo que puede llamarse la primera revolución social del siglo XX.

5. Orígenes de la Revolución. Fuentes. Planes

Resulta evidente que la Revolución mexicana no nació por ‘‘genera-


ción espontánea’’, sino que fue el resultado de un proceso en aceleración
que, por un lado, destruyó un sistema injusto y anacrónico y, por el otro,

de 1910’’, Cabrera, Luis, Obras completas, t. III, Obra política, México, Ediciones Oasis, 1975, pp.
958 y ss.
143 Renunciaron los dos y fueron aceptados sus dimisiones por el Congreso el 25 de mayo de
1911.
HISTORIA DE LAS CONSTITUCIONES MEXICANAS 83

generó todo un cúmulo de nuevas situaciones, mejor dicho, de oportuni-


dades, hasta entonces negadas a un pueblo que ansiaba y merecía ingresar
a la era moderna.
Diferentes autores han señalado las distintas raíces ideológicas de la Re-
volución y de la Constitución de 1917.144 Al iniciar este tema de la Cons-
titución de 1917 (nota 131), anuncié que no abordaría las influencias ma-
nifestadas en el Constituyente.145 Para los límites fijados a este trabajo,
baste señalar los principios, programas, planes y hechos que aparecieron
y motivaron las dos etapas de la Revolución que, respectivamente, pro-
movieron Francisco I. Madero y Venustiano Carranza.

A. Madero

Durante la presidencia de Porfirio Díaz y hasta su renuncia (25 de


mayo de 1911) y postrer salida del país, ya se habían presentado los pri-
meros programas, planes y hechos que abrirían la primera etapa de la Re-
volución. Principal y cronológicamente ellos fueron:
El 1o. de julio de 1906, desde Saint Louis, Missouri, Estados Unidos,
los progresistas hermanos Ricardo y Enrique Flores Magón, en unión de
otros precursores de la Revolución146 publicaron el Programa del Partido
Liberal Mexicano por el que, fundamentalmente, pedían la no reelección
del presidente y de los gobernadores, el mejoramiento y fomento de la
instrucción y establecían algunas normas sobre el trabajo (máximo de
ocho horas, salario mínimo, etcétera) y en relación con las tierras (pro-
ductividad, repartición, etcétera).
La entrevista que concedió el presidente Díaz al periodista James
Creelman el 17 de febrero de 1908, primero publicada en el extranjero,
(Pearsons Magazine en marzo de 1908) y luego en México en El Impar-
cial, significó otro acontecer importante. En esa oportunidad Díaz declaró
144 Entre otros: Ferrer de Mendiolea, Gabriel, Crónicas del Constituyente, ed. facsimilar, México,
Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, 1987; Silva Herzog, Jesús, ‘‘La
Constitución Mexicana de 1917’’, en la obra La Constitución de 1917. Visión periodística, México,
Publicación del Estado de Querétaro y del Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución
Mexicana, pp. 10 y ss. Moreno, Daniel, Raíces ideológicas de la Constitución de 1917, México, De-
partamento del Distrito Federal, 1974; Medina, Hilario, D. de los D., t. I, Introducción; Romero Flo-
res, Jesús, Historia del Congreso Constituyente 1916-1917.
145 Pronto aparecerá una obra del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM sobre los
principales constituyentes y los ideólogos que más trascendieron (Cabrera, Rabasa, Molina Enríquez,
etcétera) en la asamblea queretana.
146 Juan Sarabia, Antonio I. Villarreal, Librado Rivera, Manuel Sarabia y Rosalío Bustamante.
84 EMILIO O. RABASA

que ‘‘Había creído que podía prepararse al país para el ejercicio de una
democracia’’. Agregó que estaba dispuesto ‘‘no sólo a tolerar un partido
de oposición, sino a protegerlo y aconsejarlo’’.147 En esta ocasión, las pa-
labras no se las llevó el viento pues, cuando el dictador aceptó otra vez su
reelección, la corriente antirreleccionista estaba ya en plena marcha.
También en 1908, apareció el célebre libro de Francisco I. Madero in-
titulado La sucesión presidencial en 1910. En esta obra aceptaba, enton-
ces, que Díaz continuara como presidente, ‘‘pero que el vicepresidente
(que lo era Ramón Corral), parte de las Cámaras y de los gobernadores de
los estados serían del partido antirreleccionista’’, partido cuya creación y
lema ----Sufragio Efectivo. No Reelección---- proponía. 148
Ante la reelección de Díaz, Madero expidió, el 5 de octubre de 1910, el
Plan de San Luis Potosí, por el que declaraba nulas las elecciones que se
habían realizado en junio y julio de ese año, las de presidente, vicepresi-
dente, magistrados de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y diputa-
dos y senadores; desconocía el gobierno del general Díaz, asumía ----Ma-
dero---- la presidencia provisional y el 20 de noviembre, ‘‘de las seis de la
tarde en adelante todos los ciudadanos de la República tomarán las armas
para arrojar del poder a las autoridades que actualmente gobiernan’’ (pun-
to 7o. del Plan).
El día 18, Aquiles Serdán en Puebla daba, junto con su vida, comienzo
al movimiento que a poco había de cundir por todo el país. Como ya ha
quedado escrito, el 25 de mayo de 1911, el presidente Díaz presentó su
renuncia, y abandonó para siempre el territorio nacional. Madero y, con
él, la primera etapa de la Revolución, singularmente política y hasta en-
tonces poco cruenta (la única batalla formal, la de Ciudad Juárez), había
triunfado. El lema ‘‘Sufragio Efectivo. No Reelección’’, resumió los idea-
les maderistas. La dictadura pertenecía al pasado, y libremente, se creyó,
el pueblo podría elegir a sus gobernantes. Sin embargo, Madero que sería el
primer presidente emanado de la Revolución, también sería... ¡su primer
sacrificado!
En el Sur surgió el descontento con Emiliano Zapata a la cabeza. Mer-
ced al Plan de Ayala de 28 de noviembre de 1911, desconoció a Madero
y adicionó el Plan de San Luis Potosí. El de Ayala se convertiría en uno de
los importantísimos precedentes del Constituyente del ‘‘17’’ y de uno
147 Datos tomados del Diccionario Porrúa de historia, biografía y geografía de México, 4a. ed.,
México, Porrúa, 19, t. I, p. 548.
148 Tena Ramírez, op. cit., supra nota 1, pp. 723 y 724.
HISTORIA DE LAS CONSTITUCIONES MEXICANAS 85

de sus más acabados logros: la reforma agraria (artículo 27 de la Consti-


tución).
La paz no podría lograrse por los cauces de armonía anhelada por el
presidente mártir, sus enemigos crecían y la tragedia se avecinaba. Trai-
cionado por Victorino Huerta, murió asesinado y, otra vez, con el usurpa-
dor, en entronizó la dictadura. Se iniciaba la segunda, sangrienta, etapa
de la Revolución. Otro visionario, Venustiano Carranza, que también su-
cumbiría años después (1920) ante una artera agresión, iniciaría la Revo-
lución constitucionalsita, así llamada porque pretendía reimplantar en el
país la vigencia de la carta de 1857, que la dictadura de Huerta estaba
violando.

B. Carranza
El 19 de febrero de 1913 la legislatura de Coahuila y el gobernador de
ese estado, Venustiano Carranza, desconocieron al gobierno del general
Huerta, y el pueblo, indignado por los crímenes cometidos en las perso-
nas del presidente Madero y el vicepresidente Pino Suárez, hubo de lan-
zarse de nuevo a la lucha. El Plan de Guadalupe, firmado en la hacienda
de ese mismo nombre ubicada en Coahuila, el 27 de marzo de 1913, resu-
mió los principales propósitos del nuevo movimiento armado.
El mencionado Plan desconoció a Huerta como presidente de la Repú-
blica, a los poderes Legislativo y Judicial de la Federación, a los gobier-
nos de los estados que hubieran reconocido al gobierno despojador del
legítimo149 y designó como ‘‘Primer Jefe del Ejército Constitucionalista’’
a Venustiano Carranza quien, al ocupar la ciudad de México, se encarga-
ría interinamente del Poder Ejecutivo, convocaría a elecciones generales
y entregaría el Poder ‘‘al ciudadano que hubiere sido electo’’.150
Como se notará, haciendo un apretado resumen, el programa y los tres
principales planes, arriba esbozados, de las dos etapas de la Revolución
fueron, sobre todo, políticos, fundamentalmente dirigidos, en sus respec-
tivos casos, a desconocer a Díaz, Madero y, finalmente, a Huerta. Sin em-
bargo, el programa del Partido Liberal y el Plan de Ayala tuvieron decisi-
vos pronunciamientos sociales que habrían de trascender al Constituyente
del ‘‘17’’ en sus grandes innovaciones de la reforma agraria (artículo 27)
149 Prácticamente todos, salvo el ya mencionado, de Coahuila y, después, el de Sonora, que des-
conoció a Huerta el 4 de marzo.
150 Puntos 1o., 2o., 3o., 4o., 5o., y 6o. del Plan de Guadalupe.
86 EMILIO O. RABASA

y del trabajo (artículo 123). De Madero, y su Plan de San Luis Potosí,


trascendió el principio de la no reelección. 151

6. El Constituyente de Querétaro de 1916-1917

A. Leyes preconstituyente

La idea original de la revolución constitucionalista de que, triunfada su


causa y lograda la paz, simplemente se reimplatara la Constitución de
1857, fue perdiendo vigencia. Se había combatido, no sólo por el cambio
de hombres, ambición inmediata de las simples rebeliones, sino por el
cambio de las instituciones y por la obtención de una vida distinta ----so-
bre todo para, según los nombró Mariano Azuela, ‘‘los de abajo’’----, que
es la legítima pretensión y el logro final de las revoluciones, cuando en
verdad no lo son.
El propio Carranza así lo intuyó con las adiciones que, por decreto de 12
de diciembre de 1914 hizo al Plan de Guadalupe. En su carácter de Pri-
mer Jefe del Ejército Constitucionalista, encargado del Poder Ejecutivo,
expidió leyes que incluirían varios de los nuevos anhelos revolucionarios
como fueron, entre otras: la Ley del Municipio Libre y la del Divorcio
(25 de diciembre de 1914); la Ley Agraria (6 de enero de 1915); la de Refor-
mas al Código Civil (29 de enero de 1915); y la de la Abolición de las
Tiendas de Raya (22 de junio de 1915).152
La Constitución de 1857 no se ajustaba a las nuevas reformas porque
la vida había superado algunos de sus principios básicos y el derecho
debe normar la existencia real de los hombres. Así, con sagaz visión del
presente y del futuro, fue surgiendo entre los principales jefes carrancis-
tas la idea de convocar a un Congreso Constituyente que reformara la ley
suprema, y la pusiera acorde con el nuevo México que de la Revolución
estaba surgiendo.
151 El principio fue aceptado y establecido en la Constitución de 1917 (artículo 83), advirtiendo
que el presiente ‘‘nunca podrá ser reelecto’’. Álvaro Obregón, después de haber ocupado el Ejecutivo
federal por cuatro años, intentó y logró su reelección) ya habiendo transcurrido la presidencia de Ca-
lles, interpretando el principio revolucionario y cambiando el artículo 83 (Diario Oficial del 22 de
enero de 1917), en el sentido de que ‘‘No podrá ser reelecto para el periodo inmediato’’. Asimismo,
se amplió el periodo presidencial de cuatro a seis años, reformando también el artículo 83 original
(Diario Oficial del 24 de enero de 1917) siendo, también Obregón, el primer presidente posrevolucio-
nario electo, aunque no cumplido, para ese término. Lázaro Cárdenas sería el primer presidente en
ejercer el cargo por seis años.
152 Tena Ramírez, op. cit., supra nota I, p. 809.
HISTORIA DE LAS CONSTITUCIONES MEXICANAS 87

B. Convocatoria al Constituyente. Elecciones

Es de hacer notar que ni en la Revolución maderista, ni en la carrancis-


ta, a partir de sus inicios, había la idea de coronar la acción armada con la
obra institucional ----política, social y económica---- que lleva implícita
toda Constitución. Lo que interesaba a los dos citados líderes revolucio-
narios y a otros más, era el derrocamiento definitivo de Porfirio Díaz y de
todo el régimen feudal por él creado, en sus distintos niveles, federal, es-
tatal y municipal.
No está precisado el día, el momento exacto, en que Carranza concibió
----o aceptó la idea---- de convocar a un Constituyente.
Quizá el más remoto antecedente público lo fue el discurso pronuncia-
do por el Primer Jefe en Hermosillo, Sonora, el 24 de septiembre de
1913, donde planteó la necesidad de reformar la Constitución de 1857.
Ya se preveía entonces que el simple Constituyente permanente estableci-
do en el artículo 127 de la ley suprema de ‘‘57’’,153 no hubiera bastado y
sería muy dilatado, por lo que, como más adelante relataré, cuando se
convocara al Congreso, tendría que serlo con el carácter de Constituyente
original, es decir, con facultades para abarcar algunos y todos los puntos
de la Constitución.
El escritor y biógrafo Gabriel Ferrer de Mendiola señala en su obra
sobre Crónica del Constituyente:154

La primera ocasión que don Venustiano Carranza manifestó su propósito


de convocar a un Constituyente, aparece en un cable dirigido a su repre-
sentante en Washington, el licenciado Eliseo Arredondo, fechado en Vera-
cruz el 3 de febrero de 1915, en el que le dice: ‘‘Cuando la paz se restablez-
ca convocaré Congreso debidamente electo por todos los ciudadanos el
cual tendrá características de Constituyente, para elevar a preceptos consti-
tucionales las reformas dictadas durante la lucha’’. El mismo autor indica
cómo el encargado del Poder Ejecutivo ordenó que se hiciese una intensa
propaganda a través de los periódicos nacionales y extranjeros. También,
cómo el ingeniero Félix F. Palavicini, en un nuevo Congreso Constituyen-
te; el licenciado Manuel Aguirre Berlanga, en Reformas a la Constitución,
y don Antonio Manero en Por el honor y por la gloria, cumplieron con esa
función propagandista.155

153 Igual al artículo 135 actual.


154 Op. cit., supra nota 143, p. 28.
155 Idem.
88 EMILIO O. RABASA

El hecho cierto es que Venustiano Carranza expidió el 14 de septiem-


bre de 1916 el Decreto de reforma de los artículos 4o., 5o. Y 6o. del de-
creto del 12 de diciembre de 1914, que habían adicionado al Plan de Gua-
dalupe, donde se anunciaba la convocatoria del Constituyente.
La exposición de motivos o considerandos que precedieron a la convo-
catoria arriba citada, aclararon que las reformas que se propondrían en el
proyecto respectivo, tocarían a la organización y funcionamiento de los
poderes públicos, las que no podían o debían alcanzarse a través de los ‘‘trá-
mites’’ establecidos en la Constitución del ‘‘57’’ y, en fin, que de acuerdo
con el texto del artículo 39 entonces vigente, la soberanía del pueblo era
ilimitada, por todo lo cual era preciso convocar a un Congreso Constitu-
yente.
Por su importancia, a continuación se transcribe literalmente el texto
completo de los nuevos artículos:156

Artículo 4o. Habiendo triunfado la causa constitucionalista y estando he-


chas las elecciones de Ayuntamientos en toda la República, el Primer Jefe
del Ejecutivo Constitucionalista, encargado del Poder Ejecutivo de la
Unión, convocará a elecciones para un Congreso Constituyente, fijando en
la convocatoria de la fecha y los términos en que habrá de celebrarse y el
lugar en que el Congreso habrá de reunirse.
Para formar el Congreso Constituyente, el Distrito Federal y cada esta-
do o territorio nombrarán un diputado propietario y un suplente por cada
sesenta mil habitantes o fracción que pase de veinte mil, teniendo en cuenta
el censo general de la República de 1910. La población del estado o territo-
rio que fuere menor de la cifra que se ha fijado en esta disposición, elegirá,
sin embargo, un diputado propietario y un suplente.
Para ser electo diputado al Congreso Constituyente, se necesitan los
mismos requisitos exigidos por la Constitución de 1857 para ser diputado
al Congreso de la Unión; pero no podrán ser electos, además de los indivi-
duos que tuvieren los impedimentos que establece la expresada Constitu-
ción, los que hubieren ayudado con las armas o sirviendo en empleos pú-
blicos a los gobiernos o facciones hostiles a la causa constitucionalista.
Artículo 5o. Instalado el Congreso Constituyente, el Primer Jefe del
Ejército Constitucionalista, encargado del Poder Ejecutivo de la Unión, le
presentará el proyecto de Constitución reformada para que se discuta,
apruebe o modifique, en la inteligencia de que en dicho proyecto se com-
prenderán las reformas dictadas y las que se expidieren hasta que se reúna
el Congreso Constituyente.

156 Ibidem, pp. 33 y 34.


HISTORIA DE LAS CONSTITUCIONES MEXICANAS 89

Artículo 6o. El Congreso Constituyente no podrá ocuparse de otro


asunto que el indicado en el artículo anterior; deberá desempeñar su come-
tido en un periodo de tiempo que no excederá de dos meses, y al concluir-
lo, expedirá la Constitución para que el jefe del Poder Ejecutivo convoque,
conforme a ella, las elecciones de poderes generales en toda la República.
Terminados sus trabajos, el Congreso Constituyente se disolverá.
Verificadas las elecciones de los poderes federales e instalado el Con-
greso general, el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, encargado del
Poder Ejecutivo de la Unión, le presentará un informe sobre el estado de la
administración pública, y hecha la aclaración de la persona electa para pre-
sidente, le entregará el Poder Ejecutivo de la nación.

También ordenaba el decreto que se publicara por bando solemne en


todo el país. Lo rubricó como secretario de Gobernación el licenciado Je-
sús Acuña, quien había sucedido a don Venustiano Carranza en el gobier-
no del estado de Coahuila.
El proyecto de Constitución reformada, que mencionaba el artículo 5o.
de la Convocatoria y que habría de ser presentado por el encargado del
Poder Ejecutivo de la Unión, fue cumplido con exactitud. El propio Ca-
rranza, auxiliado de Luis Manuel Rojas, futuro presidente del Constitu-
yente y de José Natividad Macías, también constituyente, por Guanajua-
to, elaboraron y dieron la redacción final al proyecto que Carranza
presentó al Constituyente el 1o. de diciembre de 1916. Cinco días más
tarde, el 19 de septiembre de 1916, lanzó el Primer Jefe la formal convo-
catoria al Congreso Constituyente.157
La convocatoria estableció, esencialmente, que el Congreso Constitu-
yente se reuniría en la ciudad de Querétaro el 1o. de diciembre de 1916,
que la elección de diputados al Congreso sería directa y se verificaría el
domingo 22 de octubre, tomando como base el censo de 1910 y la divi-
sión territorial que se había efectuado para la elección de diputados y se-
nadores al Congreso de la Unión en el año de 1912; que el Congreso cali-
ficaría las elecciones de sus miembros; que sólo podría ejercer sus
funciones con la concurrencia de la mitad más uno del número total de
sus miembros; que la primera junta preparatoria tendría lugar el 20 de no-
viembre; y, por último, que el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista,
encargado del Poder Ejecutivo de la Unión, concurriría al acto solemne
de la instalación del Congreso Constituyente y en él presentaría el pro-
yecto de Constitución reformada.
157 Mendiolea la transcribe íntegramente, ibidem, pp. 36, 37 y 38.
90 EMILIO O. RABASA

En términos generales puede afirmarse que la elección se desarrolló


tranquilamente. Todos los estados y territorios del país, con excepción de
Campeche y Quintana Roo, contaron con diputados al Congreso ‘‘corres-
pondiendo las representaciones más numerosas a Guanajuato, Jalisco,
Puebla, Veracruz, Michoacán y el Distrito Federal; las menores, a Baja
California, Colima y Chihuahua’’.158
Diversas fuerzas políticas estuvieron representadas en el Constituyen-
te: los carrancistas, Pastor Rouaix, Cándido Aguilar, Luis Manuel Rojas,
José Natividad Macías, Alfonso Cravioto y Félix F. Palavicini, también
designados algunos como ‘‘renovadores’’; los ‘‘progresistas o radicales’’
como Heriberto Jara, Francisco J. Mújica, Luis G. Monzón, Esteban B.
Calderón, Rafael Martínez de Escobar y otros; y también, los que se con-
sideraban ajenos a corriente ideológica determinada.

C. Instalación del Constituyente. Juntas preparatorias

‘‘La primera junta preparatoria tendrá lugar el 20 de noviembre de este


año, comenzando a las diez de la mañana...’’, establecía el artículo 9o. del
Decreto de Convocatoria al Congreso Constituyente de fecha 19 de sep-
tiembre de 1916. El día y mes escogidos ----20 de noviembre---- coincidían
con los que había prefijado Madero en su Plan de San Luis Potosí (punto
7o.) y eran, así, una justa evocación de quien fue iniciador de la Revolu-
ción de 1910.
No obstante las alegaciones de Palavicini quien, con otros diputados,
se había reunido, conforme lo ordenaba la Convocatoria, el 20; la falta de
quórum y una disposición rectificatoria del Primer Jefe, según lo señaló
Aguirre Berlanga (entonces subsecretario de Gobernación), determinaron
que fuera el martes 21 de noviembre de 1916, la fecha que consignó, ofi-
cialmente, la primera junta preparatoria del Congreso Constituyente.
Esa primera junta de 140 presuntos diputados, y las dos subsecuentes,
tuvieron lugar en la Academia de Bellas Artes de Querétaro, ciudad
‘‘convertida en una pequeña Babilonia’’, pletórica de soldados con su di-
ferente indumentaria regional: ‘‘los yanquis de Sonora, los juchitecos de
Oaxaca, los tamaulipecos con sus cueros, los norteños tocados con sus
grandes sombreros texanos y muchos generales... con sus trajes mitad
charros, mitad militares’’.159
158 Romero, Ana Laura y Ulloa Bertha, La Constitución del nuevo Estado, p. 987.
159 Romero Flores, op. cit., supra nota 143, p. 27.
HISTORIA DE LAS CONSTITUCIONES MEXICANAS 91

A partir de la cuarta junta preparatoria ----lunes 27 de noviembre---- y


hasta la última de clausura ----31 de enero de 1917---- el Constituyente la-
boró en el teatro Iturbide, hoy de la República.
Como presidente provisional de la primera junta preparatoria se desig-
nó a Antonio Aguilar, siguiendo el sencillo medio de escoger, entre los
presentes cuyo apellido se iniciara con ‘‘A’’, aquél cuyo nombre fuera,
por abecedario, el primero. Más tarde, también dentro de esa misma jun-
ta, se eligió a la Mesa Directiva que habría de regir durante las sesiones
preparatorias, resultando electo presidente, en sufragio muy competido
con Esteban B. Calderón, el diputado por Nuevo León, Manuel Anaya. 160
Las once juntas preparatorias fueron, sobre todo, dedicadas a la discu-
sión y rechazo de las credenciales de los presuntos diputados. Sobresalie-
ron las dedicadas a Palavicini y Cravioto ----finalmente aprobadas----, y la
de Fernando González Roa, rechazado como diputado suplente por Gua-
najuato por su adhesión a Félix Díaz. 161
La Mesa Directiva, ya del Congreso, fue electa, y tomó posesión, du-
rante la onceava y última junta preparatoria el jueves 30 de noviembre.
Obtuvo la presidencia, por 86 votos, Luis Manuel Rojas, diputado por Ja-
lisco. También contendieron Heriberto Jara y Cándido Aguilar. Obtuvo
una alta votación (68 votos) Manuel Aguirre Berlanga, no obstante que
había retirado su postulación dado que entonces ocupaba el cargo de se-
cretario de Gobernación.162
En esa última preparatoria, el presidente electo Luis Manuel Rojas y
todos los diputados, protestaron cumplir leal y patrióticamente el desem-
peño de sus cargos, ‘‘cuidando en todo por el restablecimiento del orden
constitucional de la nación, de acuerdo con el Plan de Guadalupe del 26
de marzo de 1913 y sus adiciones expedidas en la heroica Veracruz el 12 de
diciembre de 1914, reformadas el día 14 de septiembre del corriente año’’
(1916).163
A las 10:35 se levantó la sesión, no sin antes acordarse de que a la
solemne sesión del siguiente día 1o. de diciembre, la inaugural, los dipu-

160 D. de los D., t. I, p. 24.


161 González Roa destacó, posteriormente, en el ramo internacional. Con Cabrera acudió a las
conferencias de Atlantic City y fue embajador en Washington.
162 Para conocer los demás integrantes de la Mesa Directiva del Congreso, véase D. de los D., t.
I, pp. 375 y 376.
163 D. de los D., t. I, p. 376.
92 EMILIO O. RABASA

tados se presentarían sin etiqueta, ya que muchos de ellos eran pobres y


no tenían ‘‘...el famoso frac, la levita cruzada...’’.164

D. La sesión inaugural. Discurso de Venustiano Carranza al hacer


entrega del proyecto de Constitución reformada. Contestación de
Luis Manuel Rojas

A las 3:50 de la tarde del 1o. de diciembre de 1916 se inició la sesión


inaugural del Congreso Constituyente de Querétaro con una asistencia de
151 diputados.
Muchos de los diputados que llegaron a aquel Congreso Constituyente
eran ya conocidos por su participación en las acciones de armas, sus ideas
revolucionarias, los cargos públicos ocupados, sus artículos periodísticos,
etcétera. Uno de los Constituyentes de Querétaro ----el último en morir----
Jesús Romero Flores, escribió que se trataba de hombres de lucha, gran-
des conocedores de los problemas del pueblo mexicano en sus diversos
aspectos:

...había generales, ex ministros, jurisconsultos, periodistas, literatos, histo-


riadores, poetas, obreros de las fábricas, trabajadores de las minas, campe-
sinos, maestros de escuela y hasta artistas de teatro. En el ramo de las
profesiones todas estaban representadas: ingenieros, arquitectos, agróno-
mos, abogados, médicos, profesores normalistas. No había un solo tema
que podía debatirse en el que no hubiere una persona capaz de dar su opi-
nión con plena conciencia profesional y con absoluta honradez. 165

En cumplimiento de lo ofrecido al convocar el Congreso Constituyen-


te, el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, encargado del Poder
Ejecutivo de la Unión, hizo entrega, en la tarde del viernes 1o. de diciem-
bre de 1916, del proyecto de Constitución reformada. Pronunció un dis-
curso que a continuación sintetizo:166
1) Reconoce la importancia de la Constitución Política de 1857 que
contiene los más altos principios de la Revolución francesa y de su
consagración en Inglaterra y los Estados Unidos. Desafortunadamente,
‘‘nuestro código político tiene en general el aspecto de fórmulas
164 Ibidem, p. 382.
165 Romero Flores, op. cit., supra nota 143, p. 28.
166 D. de los D., t. I, pp. 385 y ss.
HISTORIA DE LAS CONSTITUCIONES MEXICANAS 93

abstractas’’ cuyos principios (los derechos individuales) han sido


conculcados casi permanentemente y el medio mexicano ideado
para garantizarlos, el juicio de amparo, sólo ha embrollado ‘‘la mar-
cha de la justicia’’. Más aún, se ha convertido en un arma política,
‘‘en medio apropiado para acabar con la soberanía de los estados’’.
2) La soberanía nacional, ‘‘que reside en el pueblo, no expresa ni ha
significado en México una realidad..., el poder público se ha ejerci-
do no por el mandato libremente conferido por la voluntad de la na-
ción,... sino por imposiciones de los que han tenido en sus manos la
fuerza pública’’.
3) Otro principio fundamental, el de la división de poderes, tampoco
ha tenido cumplimiento... pues tal división sólo ha estado, por regla
general, escrita en la ley, en abierta oposición con la realidad, en
la que, de hecho, todos los poderes han estado ejercidos por una
sola persona..., dándose sin el menor obstáculo al jefe del Poder
Ejecutivo la facultad de legislar sobre toda clase de asuntos.
4) El pacto federal también ha sido violado, ya que no se ha respetado
la libertad y soberanía interior de los estados, siendo el poder central
en que siempre ha impuesto su voluntad, ignorándose, por consiguien-
te, la forma republicana, representativa y popular adscrita constitu-
cionalmente a las entidades federativas.
Señaladas, en los términos anteriores, las deficiencias de la Constitu-
ción de 1857, sobre todo por su permanente violación o inaplicabilidad,
Carranza a continuación formuló una síntesis de las reformas que propo-
nía y que, substancialmente, eran:
Lo primero que debería hacer la Constitución política de un pueblo era
garantizar, y no simplemente declarar, a la libertad humana, resguardo
que no habría efectuado apropiadamente la ley suprema del ‘‘57’’, ni sus
leyes secundarias. Por ello se proponían reformas sobre este particular,
especialmente, por lo que hacía al artículo 14, donde establecían nuevas
garantías para todo acusado (fianza, duración máxima de los juicios pena-
les, etcétera). Se otorgaba, asimismo, dentro de la Constitución, la facul-
tad persecutoria a cargo del Ministerio Público y se fijaba el principio de
que toda detención sólo podía lograrse mediante orden de la autoridad ju-
dicial (artículo 16).
En cuanto al que después sería el famoso y cambiado artículo 27, que
en la Constitución del ‘‘57’’ se refería a la expropiación, el proyecto de
94 EMILIO O. RABASA

Carranza imponía que la declaración de utilidad pública que la acompa-


ñara, fuera hecha por la autoridad administrativa correspondiente, que-
dando a la autoridad judicial fijar el monto de lo expropiado.
Es importante hacer notar que Carranza, en su exposición, menciona la
reforma a la fracción XX del artículo 72167 para conferir al Poder Legisla-
tivo federal, la facultad ‘‘para expedir leyes sobre el trabajo’’.
Al abordar la organización del poder público, el Primer Jefe, de inme-
diato se refirió al municipio independiente como ‘‘una de las grandes
conquistas de la Revolución’’, reconociéndole no sólo libertad política,
sino también dotándolo de independencia económica.
En cuanto a los poderes federales, no quiso que el Legislativo fuera un
mero instrumento del Ejecutivo, pero tampoco, por las funciones de que
el primero estaba dotado en la Constitución del ‘‘57’’, estorbara o hiciera
embarazosa la marcha del segundo.
Por lo que hacía al Poder Ejecutivo, debería existir la elección directa
del presidente y no la no reelección. Se suprimía la vicepresidencia por su
‘‘historia tan funesta’’, la inutilidad del cargo y la ambición desmedida
que había despertado. Asimismo, ante la falta temporal o absoluta del
presidente electo, ya no se seguiría el sistema de suplirlo por medio de los
secretarios de Estado, que fue lo ocurrido en el caso de Huerta, sino que
siempre sería el Congreso de la Unión, por estar constituido por los repre-
sentantes legítimos del pueblo, o, en su defecto, la Comisión Permanente,
quienes designasen al que lo sustituyera.
Finalmente, otras reformas eran tendentes a ‘‘asegurar la completa in-
dependencia del Poder Judicial’’.
Concluyó, el Primer Jefe, su intervención con las siguientes palabras:

Señores diputados, no fatigaré por más tiempo vuestra atención, pues larga
y cansada sería la tarea de hablar de las demás reformas que contiene el
proyecto que tengo la honra de poner en vuestras manos, reformas de todas
tendientes a asegurar las libertades públicas por medio del imperio de la
ley, a garantizar los derechos de todos los mexicanos por el funcionamien-
to de una justicia administrada por hombres probos y aptos, y a llamar al
pueblo a participar, de cuantas maneras sea posible, en la gestión adminis-
trativa.
El gobierno de mi cargo cree haber cumplido su labor en el límite de
sus fuerzas, y si en ello no ha obtenido todo el éxito que fuera de desearse,

167 En 1857, este precepto se refería a las facultades del Congreso.


HISTORIA DE LAS CONSTITUCIONES MEXICANAS 95

esto debe atribuirse a que la empresa es altamente difícil y exige una aten-
ción constante que me ha sido imposible consagrarle, solicitado, como he
estado constantemente, por las múltiples dificultades a que he tenido que
atender.
Toca ahora a vosotros coronar la obra, a cuya ejecución espero os dedi-
caréis con toda la fe, con todo el ardor y con todo el entusiasmo que de
vosotros espera vuestra patria, la que tiene puestas en vosotros sus esperan-
zas y aguarda ansiosa el instante en que le déis instituciones sabias y justas.

A continuación resumo la contestación que, en su carácter de presiden-


te del Congreso, dio Luis Manuel Rojas a Carranza:168
Calificó al ciudadano Primer Jefe, encargado del Poder Ejecutivo de la
Unión, como ‘‘un grande apóstol de las libertades públicas y el paladín
más decidido e inteligente de la democracia mexicana’’. La nueva Consti-
tución debía asentarse en el respeto más amplio a la libertad humana y en
el derecho del pueblo a gobernarse por sí mismo, ya que el gobierno de-
bería ser exclusivamente la obra de la voluntad de la nación.
Sin entrar en mayores pormenores sobre lo expuesto por Carranza, se
limitó a darse por recibido del proyecto de reformas y asegurar que:

...todos y cada uno de los ciudadanos diputados que integramos este Con-
greso Constituyente, estamos animados del mejor deseo de corresponder a
la misión que el pueblo nos ha encomendado, y que, como lo esperáis, se-
cundaremos con todo celo y patriotismo vuestra labor, satisfechos de haber
tenido la gloria de ser solidarios con usted en la obra grandiosa de la re-
construcción nacional.

A las 6:00 de la tarde de ese histórico 1o. de diciembre de 1916, se


levantó la sesión.

E. Elaboración de la Constitución. Protesta y promulgación

a. Los debates

En relación con sus predecesores federales de 1824 y 1857, el Consti-


tuyente de 1917 fue el que menos tiempo empleó para la realización de su
obra: exactamente dos meses. El Constituyente de 1824 laboró por casi
once meses; en tanto que el de 57 estuvo en funciones un año exacto.
168 D. de los D., t. I, pp. 399 y 400.
96 EMILIO O. RABASA

Durante las diez juntas preparatorias se aprobaron 182 credenciales de


diputados, con cuya mayoría se instaló el Constituyente, pero todavía ha-
brían de realizarse diez sesiones más del colegio electoral, incluyendo la
del 25 de enero de 1917, o sea, seis días antes de la clausura de labores,
cuando continuarían discutiéndose y votándose credenciales.169 Durante
las juntas preparatorias ya se había elegido al diputado por Jalisco, Luis
Manuel Rojas, como presidente del Constituyente.
A la sesión de apertura del Congreso acudieron 151 diputados, donde
fue recibido el mensaje y el Proyecto de Carranza y se iniciaron las pri-
meras sesiones con la designación de las diferentes comisiones. 170

b. Contenido. Las dos Constituciones: la liberal y la social

Ya sea que se acepte la idea de una mera reforma o la elaboración de


toda una nueva Constitución, la verdad es que en el documento de 1917
hay dos partes, perfectamente distinguibles y separadas: la liberal y la
social.
La Constitución de 1857, fue receptáculo y, a la vez, promotora de las
ideas liberales predominantes en el siglo XIX. En aquel entonces se trata-
ba del liberalismo clásico, esto es, el liberalismo individualista, que tuvo
su manifestación más radical en el liberalismo positivista. Por raro que
ahora nos parezca, el célebre grupo de ‘‘los científicos’’, adherido a, y he-
raldo de, Díaz, resultaba ser los ‘‘revolucionarios’’ de su época al consi-
derar que la política debía manejarse como una ciencia.
Jesús Reyes Heroles, en ‘‘El liberalismo mexicano’’171 hizo una apro-
piada distinción entre el liberalismo político jurídico y el liberalismo eco-
nómico social.
El liberalismo político jurídico, se encuentra radicado, tanto en el Pro-
yecto como en el Mensaje de Venustiano Carranza al Constituyente (di-
169 Ferrer Mendiola, Gabriel, Crónica del Constituyente 1916-1917, México, Gobierno del estado
de Querétaro e Instituto Nacional de Estudios de la Revolución. Este dato y otros que siguen en la
exposición son tomados de esta obra.
170 Se designaron dos comisiones de Constitución: ‘‘Francisco Mújica, periodista de Michoacán,
encabezó la primera Comisión a la cual pertenecían Colunga, abogado de Guanajuato; Monzón,
maestro en Sonora; Recio, abogado y periodista de Yucatán, y Román, médico de Veracruz. Macho-
rro y Narváez, abogado de Jalisco, encabezó la segunda Comisión; Jara, obrero o líder obrero quien
según parece hizo algunos estudios superiores, pero era obrero en 1907; Garza González, A., médico
de Nuevo León’’. Román, Richard, Ideología y clase en la Revolución Mexicana. La Convención y el
Congreso Constituyente, pp. 67 y 68.
171 Introducción, p. XVII. Desarrolló la idea de los tres tomos de su obra.
HISTORIA DE LAS CONSTITUCIONES MEXICANAS 97

ciembre 1o. de 1916). Desde la introducción, hasta la exhortación final,


las garantías individuales, la cuestión electoral, el municipio y los pode-
res federales, dominan su pensamiento. El imperio de la ley es la guía
permanente de la ideología carrancista.
No hay que olvidar que Carranza se topó con un dilema: por un lado,
el legado histórico de la Constitución de 1857, que pretendía reformar, en
donde hubo una notoria exaltación del Poder Legislativo ----al instituir el
sistema unicameral---- en detrimento del Ejecutivo; y, por el otro, la reali-
dad porfiriana de un Ejecutivo dominante y aplastante de los otros dos
poderes: el Legislativo y el Judicial.
El dilema lo condujo a una exaltación de los derechos humanos ----aho-
ra indebidamente llamados ‘‘garantías individuales’’---- 172 y a una reforma
política en su Proyecto de Constitución. Otorgaba facultades al Congreso
para legislar en materia de trabajo, se fortalecía el Municipio Libre y, en
materia agraria, ya se contaba con al Ley Agraria de 1915. Todo ello no
fue suficiente para calmar y colmar el ímpetu social de las fuerzas progre-
sistas radicadas en el Congreso de Querétaro.
El liberalismo económico social, tuvo sus momentos estelares en la
elaboración, debate y aprobación de los artículo 3o., 5o. y 123, 27, 28, 24
y 130. 173 Resulta apropiado detenerse, aunque sea fugazmente, en lo ocu-
rrido al debatirse los mencionados preceptos.
Artículo 3o. El limitado artículo 3o. propuesto por Carranza, que se re-
fería a la plena libertad de enseñanza en lo general, pero laica tratándose
de los establecimientos de educación públicos, fue estimado demasiado
breve, por lo que se amplió para excluir a las corporaciones religiosas de
la instrucción primaria que, por otro lado, se declaró gratuita cuando se
realizara en los establecimientos oficiales. La discusión por esta disposi-
ción atrajo la presencia misma del Primer Jefe, Carranza, que ya no ha-
bría de concurrir después a ninguna otra sesión.
Artículo 5o. y 123. Aún cuando, por supuesto, los artículos 5o. y 123
fueron considerados, debatidos y votados por separado, la verdad es que
al presentarse el Proyecto del artículo 5o. de Carranza condujo, finalmen-

172 La apropiada y universal expresión utilizada en la Constitución de 1857, correctamente señala


al beneficiario o destinatario de esos derechos: el hombre, las ‘‘garantías individuales ’’ se refieren, en
cambio, al garante de los citados derechos: el Estado.
173 Combino los artículos 5o. y 123 por tratarse de la misma materia ---- trabajo---- y 24 y 123 por
la misma razón; en este caso la religión es el denominador común.
98 EMILIO O. RABASA

te, a que se estudiara y sobre el trabajo y la previsión social aprobara,


todo un nuevo Título Sexto.
Inicialmente al Proyecto del Primer Jefe, sobre el artículo 5o. sólo le
propusieron los diputados constituyentes algunas pequeñas adiciones.
Empero, al mencionarse el término ‘‘laboral’’, fue cuando propiamente se
abrió la discusión, lo que significaría la génesis de todo un nuevo concep-
to social en, y dentro de, la Constitución.
En reconocimiento a Carranza, hay que advertir que en su artículo 73
fracción X (facultades del Congreso), venía expresamente la propuesta
para ‘‘legislar en toda la República sobre minería, comercio, instituciones
de crédito y trabajo’’.
Siempre existió la división entre quienes suponían que bastaba y so-
braba el artículo 5o. ----libertad de trabajo---- para agotar todo lo laboral y
aquellos otros que estimaban que materia tan importante, muy ‘‘revolu-
cionaria’’, requería y merecía un capítulo especial. Entre estos últimos, se
encontraba el modesto diputado por Yucatán, Héctor Victoria, quien im-
pugnó el proyecto carrancista por insuficiente.
El otro gran impulsor de la legislación obrera fue el diputado hidal-
guense Alfonso Cravioto quien, en la sesión del 28 de diciembre de 1916,
ya hizo la propuesta concreta de un artículo especial con respecto a lo
laboral.
Pronto fue convocada una Comisión, presidida por Pastor Rouaix; Co-
misión que dictaminó y propuso (13 de enero de 1917) lo que, finalmen-
te, sería el famoso artículo 123.
En resumen, el artículo 5o. original de Carranza fue aprobado, con pe-
queñas variantes, dado que se ‘‘vació’’ toda la materia laboral en el fla-
mante y nuevo Título Sexto que contenía el artículo 123, bajo el rubro
‘‘Del Trabajo y la Previsión Social’’.
En los términos anteriores, México fue el primer país en el mundo ----an-
tes de la famosa Constitución de Weimar (1920) y de la resultante de la
Revolución bolchevique rusa de octubre de 1917---- en establecer todo un
nuevo Título proclamando ese humano y progresista derecho social.
Artículo 27. En unión del artículo 123, el artículo 27 resultó ser la otra
gran aportación social del Constituyente de 1917.
En el Proyecto de Carranza, el precepto señalado se refería a las condi-
ciones de la expropiación pública, a la prohibición de la propiedad priva-
da por parte de las ‘‘corporaciones religiosas’’ y, en cuanto los ejidos de
los pueblos, la relegaba a una futura ley. Nótese la ausencia de materia
HISTORIA DE LAS CONSTITUCIONES MEXICANAS 99

tan importante como la relativa a la propiedad de la nación sobre los re-


cursos naturales.
Los constituyentes advirtieron la enorme trascendencia del tema agra-
rio y, por ende, se declararon en sesión permanente ----enero 29, 30 y 31
de 1917---- para desahogarla. Se nombró una Comisión especial en la que,
otra vez, participó de manera muy activa Pastor Roauix pero, muy espe-
cialmente Andrés Molina Enríquez, por su ya famoso trabajo ‘‘Los pro-
blemas fundamentales de México’’. Esta obra sirvió de esquema básico
para la reforma agraria en México.
La Comisión produjo un proyecto de catorce párrafos, precedido por
tres introductorios, que constituyó la estructura fundamental debatida du-
rante la ‘‘sesión permanente’’.
Se concedió la propiedad de los recursos naturales del subsuelo (petró-
leo, entre otros) a la nación y se fijó la prohibición de los extranjeros para
ser propietarios de tierras en una faja de 100 kms. de la frontera y 50 kms.
de las playas.
En cuanto a la Reforma Agraria, propiamente dicha, se desprendió, so-
bre todo, de la Ley de 6 de enero de 1915, elaborada por Carranza en
Veracruz.
El proyecto fue turnado a la Comisión de Constitución que lo aprobó
con algunas modificaciones. Los más fogosos participantes fueron Bojor-
quez, Colunga, Aguirre, Jara, Macías, Medina y Múgica.
Artículo 28. También el artículo 28 fue motivo de intenso debate. El
proyecto de Carranza mejoraba al igual precepto de 1857, especialmente
al finalizar, sonoramente, con un concepto nítido de monopolio: ‘‘... y en
general a todo lo que constituya una ventaja exclusiva indebida a favor de
una o varias personas determinadas y con perjuicio del público en general
o de determinada clase social’’.
Lo fundamental de la disposición fue la creación del Banco Único de
Emisión o Banco Central lo que, más adelante, se convertiría en el Banco
de México. Con ello terminó el caos financiero y monetario creado por la
Revolución.
Artículos 24 y 130. Como es sabido y se destacó en el capítulo relativo
al Constituyente de 1856-1857, el tema más discutido y divisorio de esa
Asamblea fue el concerniente a la religión, que enfrentó a conservadores
con liberales en prologados y apasionados debates.
Finalmente, un desaliñado pero importante artículo 123, concedió a los
poderes federales la competencia en materia de culto religioso.
100 EMILIO O. RABASA

Con esos antecedentes en mente, Carranza propuso un artículo 24 en el


que, de manera abierta y contundente, se establecía la libertad de concien-
cia y, con respecto a la de los cultos, deberían estar circunscritos a los
templos y bajo la vigilancia de la autoridad federal.
Sin embargo, el radicalismo prevaleció en la asamblea y, en adición al
artículo 24, se aprobó el 130 en el que, además de aceptar las propuestas
de Carranza sobre la independencia del Estado y la Iglesia y otros princi-
pios de las Leyes de Reforma, los constituyentes negaron toda personali-
dad jurídica a las agrupaciones religiosas denominadas iglesias y a los
ministros de culto les limitó severamente sus derechos civiles.
En el Diario Oficial de la Federación de fecha 28 de enero de 1992,
aparecieron sustanciales modificaciones, hoy vigentes, al artículo 130.
Substancialmente se mantuvo el principio histórico de la separación del
Estado y las iglesias, se les autorizó la propiedad de los bienes inmuebles
de su uso inmediato y a los ministros del culto, se les permitió votar, pero
no a ser votados.
Asimismo, se modificaron los artículos 3o., 5o., 24 y 27, liberalizando
en general el culto religioso.

c. Protesta y promulgación

La prensa capitalina reseña que el día último de enero de 1917, la ciu-


dad de Querétaro, desde hace un año capital de la República, amaneció
revestida de sus mejores galas, y los edificios de las mejores calles ador-
nadas profusamente de papel y banderas nacionales. El público que había
asistido con alguna frecuencia a las sesiones del Congreso Constituyente,
sobre todo estudiantes, obreros y profesionistas, se disponían a concurrir
a las últimas sesiones que se efectuarían en esa fecha. 174
Ese día 31, los constituyentes protestaron guardar y hacer guardar la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Acto continuo se
presentó el primer jefe del Ejército Constitucionalista, encargado del Po-
der Ejecutivo, a recibir del presidente del Congreso, diputado Luis Ma-
nuel Rojas, el texto definitivo de la Constitución, quien advirtió en su dis-
curso que se había ido más allá de lo propuesto por Carranza, advertencia
que el coahuilense tomó con gran tranquilidad y que estimó apropiada.
Acto continuo el propio Carranza protestó guardar y hacer guardar la
Constitución, como también lo hicieron todos los constituyentes.
174 Op. cit., supra nota 168.
HISTORIA DE LAS CONSTITUCIONES MEXICANAS 101

El Constituyente inició sus labores el 1o. de diciembre de 1916 y las


concluyó el 31 de enero de 1917, habiendo celebrado 67 sesiones ordina-
rias. El día 5 de febrero de 1917 se promulgó la Constitución que hoy rige
a los mexicanos.

d. Síntesis

La Constitución aprobada en Querétaro, fundamentalmente contuvo:


1) Una gran parte de la Constitución liberal de 1857, especialmente en
lo concerniente a derechos humanos, ahora calificados y designados
como ‘‘garantías individuales’’.
2) Las reformas ----eminentemente políticas---- propuestas por Carran-
za, esencialmente para reforzar al Poder Ejecutivo, establecer la no
reelección y suprimir la vicepresidencia, dando mayor autonomía al
Poder Judicial y soberanía a los estados y creando el municipio
libre.
3) Las adiciones ----señaladamente sociales---- de los artículos 3o., 27,
123 y 130, propuestas y aprobadas por los constituyentes.
A partir de ese 5 de febrero de 1917, no sólo en su concepción institu-
cional, sino por su organización social, su estructura económica, su vida
misma, México sería una nación totalmente diferente a la que había
concurrido a Querétaro, que entraba ----reforzada por los grandes y pro-
gresistas principios allá aprobados---- en plenitud al siglo XX. En resu-
men, se elaboró la primera Constitución liberal-social de nuestro siglo en
el mundo.

7. Diputados al Congreso Constituyente


de 1916-1917

Por el estado de Aguascalientes: Daniel Cervantes y Aurelio L. Gonzá-


lez. Por el territorio de Baja California: Ignacio Roel. Por el estado de
Coahuila: Manuel Aguirre Berlanga, Manuel Cepeda Medrano, Ernesto
Meade Fierro, José Rodríguez González, José María Rodríguez y Jorge E.
Von Versen. Por el estado de Colima: Francisco Ramírez Villarreal. Por
el estado de Chiapas: Cristóbal Ll. Castillo, Lisandro López, J. Amilcar
Vidal, Enrique Suárez y Daniel A. Zepeda. Por el estado de Chihuahua:
Manuel M. Prieto. Por el Distrito Federal: Ciro B. Ceballos, Carlos Du-
102 EMILIO O. RABASA

plan, Francisco Espinosa, Alfonso Herrera, Lauro López Guerra, Amador


Lozano, Rafael Martínez, Antonio Norzagaray, Félix F. Palavicini, Igna-
cio L. Pesqueira, Rafael de los Ríos, Román Rosas y Reyes, Arnulfo Sil-
va y Gerzayn Ugarte. Por el estado de Durango: Fernando Castaños,
Silvestre Dorador, Rafael Espeleta, Fernando Gómez Palacio, Antonio
Gutiérrez, Alberto Terrones Benítez y Jesús de la Torre. Por el estado de
Guanajuato: Luis M. Alcocer, Manuel C. Aranda, Nicolás Cano, Enrique
Colunga, Ramón Frausto, Vicente M. Valtierra, José Natividad Macías,
Jesús López Lira, David Peñaflor, José Villaseñor Lomelí, Antonio Ma-
drazo, Santiago Manrique, Hilario Medina, Ignacio López, Francisco
Díaz Barriga, Fernando Lizardi, Gilberto M. Navarro, Luis Fernández
Martínez y Carlos Ramírez Llaca. Por el estado de Guerrero: Fidel Jimé-
nez, Fidel R. Guillén y Francisco Figueroa. Por el estado Hidalgo: Anto-
nio Guerrero, Leopoldo Ruiz, Alberto M. González, Rafael Vega Sán-
chez, Alfonso Cravioto, Matías Rodríguez, Crisóforo Aguirre, Ismael
Pintado Sánchez, Refugio M. Mercado y Alfonso Mayorga. Por el estado
de Jalisco: Luis Manuel Rojas, Marcelino Dávalos, Federico E. Ibarra,
Manuel Dávalos Ornelas, Francisco Martín del Campo, Bruno Moreno,
Gaspar Bolaños V., Ramón Castañeda y Castañeda, Juan de Dios Roble-
do, Jorge Villaseñor, Amado Aguirre, José L. Solórzano, Ignacio Ramos
Praslow, Francisco Labastida Izquierdo, José Manzano, Joaquín Aguirre
Berlanga, Esteban B. Calderón, Paulino Machorro y Narváez, Sebastián
Allende, Carlos Villaseñor y Rafael Ochoa. Por el Estado de México: Al-
degundo Villaseñor, Fernando Moreno, Enrique Ofarril, Guillermo Ordo-
rica, José J. Reynoso, Antonio Aguilar, Juan Manuel Giffaro, José E.
Franco, Manuel A. Hernández, Enrique A. Enríquez, Donato Bravo Iz-
quierdo y Rubén Martí. Por el estado de Michoacán: José P. Ruiz, Alberto
Peralta, Cayetano Andrade, Uriel Avilés, Gabriel R. Cervera, Onésimo
López Couto, Salvador Alcaraz Romero, Manuel Martínez Solórzano,
Martín Castrejón, Alberto Alvarado, José Álvarez, José Silva Herrera,
Rafael Márquez, Amadeo Betancourt, Francisco J. Múgica y Jesús Rome-
ro Flores. Por el estado de Morelos: Antonio Garza Zambrano, José L.
Gómez y Álvaro L. Alcázar. Por el estado de Nuevo León: Manuel Ama-
ya, Nicéforo Zambrano, Lorenzo Sepúlveda, Luis Ilizaliturri, Ramón Gá-
mez, Reynaldo Garza, Agustín Garza González y Plutarco González. Por
el estado de Oaxaca: Salvador González Torres, Juan Sánchez, Leopoldo
Payán, Luis Espinosa, Manuel Herrera, Porfirio Sosa, Celestino Pérez,
Crisóforo Rivera Carrera y José Gómez. Por el estado de Puebla: Salva-
HISTORIA DE LAS CONSTITUCIONES MEXICANAS 103

dor R. Guzmán, Rafael P. Canete, Miguel Rosales, Gabriel Rojano, Da-


vid Pastrana Jaimes, Froylán G. Manjarrez, Antonio de la Barrera, José
Rivera, Epigmenio A. Martínez, Pastor Rourin, Luis T. Navarro, Porfirio
del Castillo, Federico Dinorín, Gabino Bandera y Mata, Leopoldo Váz-
quez Mellado, Gilberto de la Fuente, Alfonso Cabrera y José Verástegui.
Por el estado de Querétaro: Juan N. Frías, Ernesto Perusquía y José María
Truchuelo. Por el estado de San Luis Potosí: Samuel de los Santos, Artu-
ro Méndez, Rafael Martínez Mendoza, Rafael Nieto, Cosme Dávila, Dio-
nisio Zavala, Gregorio A. Tello y Rafael Curiel. Por el estado de Sinaloa:
Pedro R. Zavala, Andrés Magallón, Carlos M. Ezquerro, Cándido Avilés
y Emiliano C. García. Por el estado de Sonora: Luis G. Monzón, Flavio
A. Bórquez, Ramón Ross y Juan de Dios Bojórquez. Por el estado de Ta-
basco: Rafael Martínez de Escobar, Santiago Ocampo y Carmen Sánchez
Magallanes. Por el estado Tamaulipas: Pedro A. Chapa, Zeferino Fajardo,
Emiliano P. Nafarrete y Fortunato de Leija. Por Tepic: Cristóbal Limón,
Marcelino Cedano y Juan Espinosa Bávara. Por el estado de Tlaxcala:
Antonio Hidalgo, Modesto González Galindo y Ascención Tepatl. Por el
estado de Veracruz: Saúl Rodiles, Enrique Meza, Benito Ramírez G., Eli-
seo L. Céspedes, Adolfo C. García, Josafat F. Márquez, Alfredo Solares,
Alberto Román, Silvestre Aguilar, Ángel Juarico S., Heriberto Jara, Vic-
torio E. Góngora, Cándido Aguilar, Carlos L. Gracidas, Marcelo Torres,
Galdino H. Casados, Juan de Dios Palma y Fernando A. Pereyra. Por el
estado de Yucatán: Antonio Ancona Albertos, Enrique Recio, Héctor
Victoria y Miguel Alonzo Romero. Por el estado de Zacatecas: Adolfo
Villaseñor, Julián Adame, Jairo R. Dyer, Samuel Castañón, Andrés L.
Arteaga, Antonio Cervantes y Juan Aguirre Escobar.

EPÍLOGO

En atención a todo lo explicado en este Apartado, la Constitución Polí-


tica de los Estados Unidos Mexicanos de 1917, vigente actualmente, pue-
de nítidamente dividirse en dos partes la liberal o de liberalismo político
jurídico, motivada por Carranza y la social o de liberalismo económico
social, construida por las mentes progresistas de los constituyentes más
adelantados del Congreso de Querétaro.
Concluyendo, la Constitución contiene una idea, una ideología y un
ideal:
104 EMILIO O. RABASA

---- La idea: establecer el orden social mexicano, bajo una Constitu-


ción suprema.
---- La ideología: el sistema federal.
---- El ideal: la democracia.

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