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La escuela económica neoclásica

De cambridg
Este trabajo sobre la magna aportación de Alfred Marshall (1842-1924) al pensamiento
tecnocientífico de la economía en la perspectiva actual de la misma y que viene siendo
denominada “basada en el conocimiento”, pretende rendir un modesto homenaje al
científico, al economista inglés, maestro de conocidos y exitosos economistas del siglo XX;
herederos de las enseñanzas del Profesor Marshall, titular de la cátedra de Economía Política
de la Universidad de Cambridge (Inglaterra) y fundador de la llamada Escuela de Cambridge
o Neoclásica, de brillante influencia en el devenir científico del análisis económico, además
de la Royal Economic Society (entonces denominada British Economic Association) y de la
revista científica Economic Journal.

Así mismo, este trabajo presenta un análisis de su aportación al conocimiento científico de la


economía, como ciencia social, con cierto rigor y evitando interpretaciones ideológicas sobre
su vida y pensamiento. A lo largo de la moderna historia de las doctrinas económicas
Marshall ha protagonizado un encendido debate entre sus seguidores y sus críticos,
posiciones muy condicionadas por la orientación política del autor de referencia. Como indica
Becattini (1990) es importante hacer justicia a su figura científicamente moderna desde una
perspectiva actual y muy superior en este sentido a otros economistas de su tiempo y
contemporáneos. En suma, como se irá viendo en las páginas siguientes, ni se le puede
considerar como el gran pensador y revolucionario marginalista, ni tampoco un hipócrita
victoriano, reticente de la escuela clásica. Todavía, como se va a ir exponiendo, los
economistas de hoy pueden seguir aprendiendo de las ideas analíticas de Marshall expuestas
en sus Principles y en el resto de sus seis obras fundamentales y complementarias a éstos.

Posiblemente, el citado debate sobre la figura y pensamiento de Marshall viene propiciado


por su carácter y por su estilo analítico, crítico y en cierta medida provocador que rezuman
las páginas de 2 las obras indicadas. Era un hombre de gran inquietud intelectual,
inconformista con la sociedad victoriana en que vivió la mayor parte de su vida, salvo las
estancias breves que pasó en Estados Unidos y en Alemania; imaginativo, independiente y
perfeccionista en su oficio como científico y como economista; pero, muy sensible a las
críticas, como reconocen algunos de sus más importantes y conocidos alumnos, caso de
Pigou, Keynes y Joan Robinson, entre otros.
De Lausana
A pesar de la similitud de los resultados obtenidos por los tres autores, en opinión de Henri
Denis, la obra de Walras se impone, pues si bien no ha aportado nada auténticamente nuevo
en el terreno de la explicación de los fenómenos económicos, ha propuesto, por el contrario,
una formalización del problema económico que tiene una gran importancia. Así, la economía
política pura de Walras consiste en la construcción de un modelo matemático que permite
definir, en forma precisa, la situación en la que tiende a establecerse una economía basada
en el intercambio libre de los productos, en la venta libre de la fuerza de trabajo, en la libre
circulación de los capitales y en el arrendamiento libre de la tierra. El conjunto de su
Economía teórica se apoya en dos supuestos: por una parte, toda unidad económica tiende a
maximizar su utilidad; y, por otra, que la demanda de cada bien debe igualar su oferta.
Walras y Jevons comparten la insistencia en el uso del lenguaje matemático-económico.

A Walras, Cournot le sirvió de punto de partida. Descubrió que la curva de demanda de éste,
que representa en función del precio las cantidades demandadas, sólo es aplicable
estrictamente al intercambio de dos bienes, pero que en el caso de más de dos ofrece
únicamente una aproximación. Por su parte, al principio se limitó al primer caso y se ocupó
de deducir con toda exactitud la curva de oferta de uno de los bienes a partir de la curva de
demanda del otro; al llegar aquí, dedujo los precios de equilibrio de cada uno de ellos a partir
del punto de intersección de sus dos curvas. Partiendo de éstas, que se refieren a las
cantidades totales de los bienes considerados en el mercado en cuestión, determinó la
demanda individual y las curvas de utilidad para las cantidades correspondientes a cada
unidad económica particular, llegando así al concepto de utilidad marginal, pilar
fundamental de su sistema.

De este planteamiento inicial se siguen ulteriores problemas en una cadena ininterrumpida


de razonamientos. En primer lugar, el problema del intercambio de más de dos bienes, que
presenta para su formulación científica más dificultades de las que se puede imaginar. A
continuación, Walras se plantea el problema de la producción, yuxtaponiendo al mercado de
bienes de consumo en cantidades determinadas, que hasta aquí había sido considerado
aisladamente, un mercado de factores de producción construido de manera análoga. Ambos
mercados se conectan, por una parte, a través del entrepreneur ne faisant ni bénéfice ni
perte y, por otra, mediante el hecho de que el total de los ingresos obtenidos con las ventas
de los bienes de producción, en condiciones de competencia perfecta y de equilibrio, deben
igualar al total de los ingresos procedentes de las ventas de bienes de consumo. Si se tiene
en cuenta, por un lado, que cada persona implicada en el cambio debe maximizar su utilidad
y, por otro, que los llamados coeficientes de producción varían de manera definida, entonces
la teoría de la interacción entre el costo y la utilidad, y con ella el principio fundamental del
curso unitario del proceso económico recibe así una solución sencilla y brillante.
La importancia de Walras radica en que fue el primero en intentar construir, mediante un
sistema de ecuaciones, un modelo completo del equilibrio general de los precios y de los
cambios. Este equilibrio se define como una situación tal en la que ni los consumidores ni los
productores tengan interés en modificar las cantidades de bienes y servicios que demandan o
que ofrecen en los diversos mercados, lo cual permite considerar esta situación como una
situación normal, que únicamente podrá ser modificada por la intervención de causas
exteriores al sistema de cambios

En la construcción del modelo, Walras utiliza la ley de igualación de las utilidades marginales
ponderadas de los bienes con los precios de los productos. Para expresar matemáticamente
los factores de los que depende la oferta de bienes, utilizó la teoría de los servicios
productivos de Jean-Baptiste Say. Considerar las cantidades de servicios ofrecidos en la
situación de equilibrio como funciones de los precios de los bienes y servicios, basándose en
una ley igual a la precedente (la venta de una unidad de un servicio comporta para su
poseedor una privación de utilidad).

La oferta de servicios es una función del precio de éstos. Walras supone que las cantidades
de servicios productivos necesarios para la fabricación de una unidad de cada bien son
magnitudes determinadas a las que denomina coeficientes de fabricación. De esta forma
puede decir que existe una relación precisa entre los precios de equilibrio de los diversos
bienes y las cantidades demandadas de los diferentes servicios.

En la primera edición de su obra, Walras admitía que los coeficientes de fabricación son
magnitudes constantes, independientes de los precios de los servicios productivos. Más tarde
completó su modelo introduciendo la idea de la variabilidad de los coeficientes de fabricación.
Éstos, dice, son unas determinadas funciones de los precios de los factores de producción,
puesto que cada empresa emplea una cantidad tal de cada servicio, de forma que su
productividad marginal sea igual a su precio. Esto es, la ley por la cual las productividades
marginales de los factores de producción deben ser siempre iguales a sus precios. De este
modo se determina las cantidades de los distintos servicios empleados en las diferentes
empresas, es decir, los coeficientes de fabricación.

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