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Revista Teológica Limense

Vol. XLIII – Nº 1 – 2009


(pp. 79 – 106)

AL FINAL, CRISTO.
LA ESCATOLOGÍA PAULINA

Pbro Dr. Carlos Rosell De Almeida

RESUMEN
En este artículo se expone de manera sintética las ideas centrales
de la escatología paulina. Como se podrá percibir, san Pablo
desarrolla las realidades últimas desde el misterio de Cristo. Para
ser más exactos deberíamos decir que la exposición paulina gira
alrededor de la Pascua del Señor que es un misterio de muerte y
resurrección. Cristo, muerto en la cruz por nuestros pecados
pero resucitado y por tanto vivo y dador de vida, se convierte en
el centro de la doctrina paulina sobre aquellas realidades que van
más allá de la muerte del hombre y de su historia.

ABSTRACT
This article presents in a synthetic way the central ideas of
Pauline eschatology. As will become clear, St. Paul develops the
ultimate realities from the mystery of Christ. To be more
precise we should say that the Pauline presentation revolves
around the Easter of the Lord, which is a mystery of death and
resurrection. Christ, dead on the Cross because of our sins but
resurrected and therefore alive and the source of life, becomes
the center of the Pauline doctrine on realities that go beyond the
death of man and his history.
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1. LA ESCATOLOGÍA EN LA TEOLOGÍA PAULINA


En el corpus paulino encontramos los principales temas teológicos 1:
Dios, Cristo, la Iglesia, el hombre, la fe, el pecado, la gracia, etc. Y no
falta la escatología. Sabemos que la escatología es la reflexión desde la fe
sobre las realidades últimas del hombre y de la historia. Es decir estudia
aquello que viene tras la muerte del individuo y tras la consumación de la
historia2. En este sentido, los escritos de san Pablo poseen una profunda
reflexión sobre «lo último»: el éschaton (œσχατον). Más aún, para Pablo
«lo último» es una persona que está viva: es Cristo. Por ello, en el
pensamiento paulino más que decir «lo último» debemos decir «el
último» (œσχατος)3. Cristo es el «último Adán» (Ñ œσχatoj Adam)4.
El hecho de que la escatología paulina sea radicalmente
cristocéntrica se explica porque San Pablo es ante todo un hombre
fascinado por el misterio de Cristo. Desde su encuentro con Cristo
camino a Damasco su vida adquiere un sentido nuevo. El encuentro con
el Resucitado marca profundamente todo el ser de Pablo, a tal punto que
1
Para una visión general de la teología paulina: F. PRAT, La teología de san
Pablo, I-II, México 1947; D. E. H. WHITELEY, The theology of St. Paul, Oxford
1964; J. M. BOVER, Teología de san Pablo, Madrid 41967; J. A. FITZMYER,
Teología de san Pablo. Síntesis y perspectivas, Madrid 1975; A. SALAS, Pablo de Tarso. El
primer teólogo cristiano, Madrid 1994; J. SÁNCHEZ, Maestro de los pueblos. Una teología
de Pablo, el apóstol, Estella 2007.
2
La escatología es una parte de la teología. En los manuales preconciliares se
definía simplemente como el estudio de los novísimos o realidades últimas. En los
últimos años, diversos autores han intentado una definición sobre la escatología.
Así por ejemplo, Cándido Pozo habla de la escatología como «un estudio
teológico de las realidades últimas, es decir, posteriores a la vida terrena o
posteriores al final de la historia misma de la humanidad». C. POZO, Teología del
más allá, Madrid 42001, p.3. Ruiz de la Peña nos dice que la escatología es «aquel
sector de la teología al que incumbe reflexionar sobre el futuro de la promesa
aguardado por la esperanza cristiana». J. L. RUIZ DE LA PEÑA, La pascua de la
creación, Madrid 22002, p.30. J.J Alviar explica que la escatología es «la reflexión
creyente acerca del misterio de consumación que Dios tiene reservado para la
humanidad y el cosmos». J.J. ALVIAR, Escatología, Pamplona 2004, p.17.
3
Un interesante artículo donde se explica que la escatología es el estudio del
éschatos: Cristo; y no tanto, el éschaton en: J. DANIELOU, «Christologie et
eschatologie» en, A. GRILLMEIER – H. BACHT (eds.), Daz Konzil von Chalkedon,
vol. III, Würzburg 1954, pp.269 ss.
4
«En efecto, es así como dice la Escritura: Fue hecho el primer hombre, Adán,
alma viviente; el último Adán, espíritu que da vida». 1 Co 15, 45.
Rosell – Al final, Cristo. La escatología paulina 81

desde ese momento, para él todo es basura y pérdida con tal de ganar a
Cristo (cf. Flp 3,7-10). De ahí que el hilo conductor del pensamiento
paulino sobre las realidades últimas sea el misterio pascual de Cristo.
Este misterio es como un eje alrededor de cual el apóstol de los gentiles
va exponiendo las verdades escatológicas. Si en los sinópticos, la
escatología se articula en torno al Reino de Dios 5 (basilei/a toà Qeoà,
basilei/a tîn oàranîn), en el corpus paulino el eje es Cristo muerto y
resucitado6.
Presentaremos la escatología paulina de manera sistemática. No
seguiremos el orden cronológico de los textos que forman el corpus
paulino sino que explicaremos las realidades últimas desde la división
clásica de escatología universal —realidades que vienen con la
consumación de la historia humana— y la escatología individual que
expone los acontecimientos últimos tras la muerte del hombre. Antes,
nos detendremos en la llamada escatología incoada que se realiza en el
bautismo, pues como veremos, san Pablo hace notar que ahí se recibe en
«arras» la vida eterna.

2. LA ESCATOLOGÍA INCOADA

La encarnación del Verbo incoa el éschaton en la historia


La teología paulina remarca la centralidad del misterio de Cristo en
la historia humana. Antes de su conversión, san Pablo como la mayoría
de los judíos de su época, poseía una visión tripartita de la historia: (1) de
la creación (Adán) hasta Moisés es la etapa sin ley; (2) desde Moisés hasta
la venida del Mesías es la etapa de la ley; finalmente (3) con la venida del

5
El término Reino de Dios aparece 122 veces en el NT. La gran mayoría en los
sinópticos: 99. Además, aparece 90 veces en la boca de Jesús. En san Pablo, son
pocas las veces que está presente esta expresión: sólo 10. Para un mayor
conocimiento del Reino de Dios en san Pablo: R. SCHNACKENBURG, Reino y
reinado de Dios. Estudio bíblico y teológico, Madrid 21970, pp.263-294.
6
«El punto neurálgico de la escatología paulina reside en la fe en Jesucristo,
muerto y resucitado. Para san Pablo, el evangelio de Dios se refiere a Jesucristo (cf.
Rom 1, 2-4). Jesús es el último y definitivo Adán: Pablo habla del éschatos Adán,
para subrayar el papel escatológico prefigurativo, realizado en Jesucristo
resucitado. La categoría Reino de Dios ocupa un lugar muy reducido». J. RICO
PAVÉS, Escatología cristiana. Para comprender que hay tras la muerte, Murcia 2002, p.58.
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Mesías viene la consumación del Reino7. Sin embargo, luego de su


experiencia con el Resucitado y de una comprensión cada vez más
profunda del misterio de Cristo, Pablo adquiere otra perspectiva sobre la
historia. Como veremos más adelante, cuando desarrollemos la
escatología universal, Pablo espera una segunda venida del Señor; pero al
mismo tiempo, afirma que con su primera venida ya ha venido «la
plenitud de los tiempos» (cf. Ga 4,4). En ese sentido el éschaton de la
historia se ha iniciado; más aún, lo decisivo —lo radicalmente importante
— ya se ha realizado y es la muerte y resurrección del Señor. Sin
embargo, aún falta el acontecimiento consumador que vendrá con la
venida gloriosa de Cristo. Podemos decir que la doctrina escatológica
paulina presenta la tensión existente entre el «ya» de Cristo y el «todavía
no» de su venida consumadora8.

El bautismo incoa el éschaton en el hombre


San Pablo enseña que el éschaton del hombre se inicia en el Bautismo.
Es lo que se denomina escatología incoada. Ya en esta vida terrena el
hombre adquiere la vida eterna mediante el Bautismo. En este
sacramento, el apóstol de los gentiles percibe que se realiza un verdadera
«cristiconformacíon» en el hombre. A este respecto, el capítulo 6 de la
Carta a los Romanos aparece como una hermosa catequesis sobre el
misterio de transformación que el neófito experimenta mediante las
aguas bautismales. El Bautismo hace participar al hombre de la muerte y
la resurrección de Cristo. En verdad, se muere al pecado —al hombre

7
Cfr. J. A. FITZMYER, Teología de san Pablo, Madrid 1975, p.64.
8
«Si las dos primeras etapas de la historia (desde Adán a Moisés y desde
Moisés a Cristo) ya han sido clausuradas, entonces los cristianos, en cierto sentido,
ya están viviendo la última de las etapas, la etapa mesiánica. Aunque el ésjaton ha
sido inaugurado, podemos afirmar desde otra perspectiva, que el “fin” no ha
llegado todavía (1 Co 15, 25)». Ibid., p.88-89.
Rosell – Al final, Cristo. La escatología paulina 83

viejo— para renacer a la vida nueva que es la «vida en Cristo» 9. Conviene


fijarnos en el texto de Rm 6:
«Los que hemos muerto al pecado; ¿cómo seguir viviendo en él? ¿O
es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos
bautizados en su muerte? Fuimos, pues, con Él sepultados por el
bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado
de entre los muertos por medio de la gloria de Padre, así también
nosotros vivamos una vida nueva»10.
«Porque si nos hemos hecho una misma cosa con Él por una muerte
semejante a la suya, también lo seremos por una resurrección
semejante, sabiendo que nuestro hombre viejo fue crucificado con Él
a fin de que fuera destruido este cuerpo de pecado y cesáramos de ser
esclavos del pecado. Pues el que está muerto, queda liberado del
pecado»11.
«Y si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con
Él, sabiendo que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya
no muere más, y que la muerte no tiene ya señorío sobre Él. Su
muerte fue un morir al pecado, de una vez para siempre, mas su vida
es un vivir para Dios. Así también vosotros, consideraos como
muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús»12.
En esta perícopa resaltamos los diversos términos que san Pablo
expresa para explicar lo que ocurre en el bautismo. Utiliza diversas
palabras con la preposición syn (con) y que son:
• Con-sepultado: suneta/fhmen 13.
9
«Según las cartas de san Pablo, el profundo centro del misterio de vida nueva
de los cristianos se halla en la unión personal con el Señor. El Apóstol expone
esta doctrina con detalle en el capítulo sexto de la carta a los Romanos. He aquí su
razonamiento: el lavado bautismal sumerge al hombre en la muerte del Señor y le
incorpora a su resurrección. Esta identificación con el muerto-resucitado es el
fundamento objetivo de las excelsas obligaciones morales del cristiano. El nuevo
ser del bautizado, en Cristo y con Cristo, permite romper con un pasado
pecaminoso y emprender un camino de vida y costumbres santas». J. J. ALVIAR,
o.c., p.268.
10
Rm 6, 2-4.
11
Rm 6, 5-7.
12
Rm 6, 8-11.
13
El ser sepultado con Cristo mediante el bautismo está también presente en la
Carta a los Colosenses. «Sepultados con Él (Cristo) en el bautismo, con él
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• Con-desarrollados: su/mfutoi
• Con-crucificado: sunestaurîqh
• Muerto en Cristo: ¦peq£nomen sun Criså
• Con-viventes: suz¹somen
Estos términos nos enseñan la misteriosa transformación que se
realiza en el hombre al recibir el Bautismo. Se trata de una verdadera y
real incorporación al misterio pascual de Cristo, que como sabemos es
un verdadero paso de la muerte a la vida. En el sacramento del bautismo
el hombre adquiere la vida eterna de la que ya goza Cristo resucitado.
Quizás podemos usar esta imagen: con el bautismo se ha recibido el
«boleto» para la vida eterna. Ahora bien, san Pablo explica que no basta
esta incorporación a Cristo por el bautismo para alcanzar la salvación
escatológica. Es necesario afirmar durante toda la vida el «ser-con-
Cristo». En diversos pasajes de sus cartas, Pablo recuerda que los
cristianos deben de llevar una vida coherente con lo que han recibido en
el bautismo. De esa forma, contempla el fin del hombre desde su vida en
Cristo. Vivir «en Cristo Jesús» es la clave para hablar de la salvación
eterna:
«Por consiguiente, ninguna condenación pesa ya sobre los que están en
Cristo Jesús»14.

3. LA ESCATOLOGÍA UNIVERSAL
San Pablo nos habla de las realidades últimas en la perspectiva de la
escatología universal. Es decir, expone aquellas realidades últimas a las
que se orienta el movimiento de la historia. Se trata de la segunda venida
del Señor —llamada también la parusía— y de los acontecimientos
unidos a ella como son: la resurrección de la carne, la transformación del
cosmos y el juicio final. Especialmente, los temas de la parusía y la
resurrección de la carne ocupan un lugar revelante en sus cartas paulinas.
Como podremos apreciar, estos acontecimientos son presentados con un
marcado carácter cristocéntrico. Cristo resucitado es el gran protagonista

también habéis resucitado por la fe en la acción de Dios, que resucitó de entre los
muertos. Y a vosotros que estabais muertos en vuestros delitos y en vuestra carne
incircuncisa, os vivificó juntamente con Él y nos perdonó todos nuestros delitos»
(Col 2, 12-13).
14
Rm 8, 1.
Rosell – Al final, Cristo. La escatología paulina 85

del éschaton de la historia. Él es el Kyrios que vendrá en el último día para


consumar la historia, traer la resurrección de los muertos y el juicio
definitivo de Dios.

3.1. La parusía

El día del Señor, el día de Cristo, el día, la epifanía y el apocalipsis.


San Pablo habla de la segunda venida del Señor como la «parusía»
—parous…a— (cf. 1 Co 15, 23; 1 Ts 2, 19; 3, 13; 4, 15; 5, 23; 2 Ts 2, 1.8).
También este acontecimiento escatológico es mencionado como el «día
del Señor» —¹µšρα Kυρ…ου— (cf. 1 Ts 5, 2; 2 Ts 2,2; 1 Co 1, 8; 5,5; 2
Co 1, 14), el «día de Cristo» —¹mšra Cristoà— (cf. Flp 1, 6.10; 2, 16) o
simplemente el «día» —¹mšra— (cf. Rm 2, 16; 2 Tm 1, 18; 4, 8). Estas
expresiones muestran que la parusía es un acontecimiento cristocéntrico.
En el Antiguo Testamento se hablaba del «día de Yahvé» 15 para hacer
referencia a la venida de Dios en la historia con el fin de traer justicia y
salvación. En san Pablo, esta expresión se convierte en el «día del Señor»
o «día de Cristo». Es, pues, una transposición cristológica del «día de
Yahvé»16. Dios en Cristo viene a cerrar y consumar la historia humana.
La venida consumadora de Cristo llevará a su fin la historia de salvación
tejida por los acontecimientos salvíficos-liberadores de Dios.
En las cartas pastorales, la parusía del Señor se expresa con la
palabra «epifanía» —špifane…a—. En el helenismo, esta palabra indicaba
la manifestación de una divinidad pagana o hacía referencia a personajes
reales que transmitían un mensaje divino. Asimismo, fue empleada en el
culto al emperador, por ello a los emperadores se les llamó epíphanes17.
San Pablo usa «epifanía» para hablar tanto de la primera venida del Señor

15
Esta expresión está presente en varios profetas. Así por ejemplo en Am 5, 18;
So 1, 15; Is 13, 9. Cfr. J. T. NELIS – A. LACOCQUE, «Día de Yahvé» en P. M.
BOGAERT ET AL (dirs), Diccionario enciclopédico de la Biblia, Barcelona 1993, pp.
430-433; J. T. NELIS – J. PONTHOT, «Parusía» en P.M. BOGAERT et AL
(dirs), o.c., pp.1181-1186.
16
«Transposición sumamente significativa, por cuanto patentiza
irrefutablemente la continuidad del concepto neotestamentario de parusía con la
esperanza escatológica del Antiguo Testamento y, a la vez, la novedad (frente a
ésta) de la esperanza cristiana, centrada ahora en la figura en Cristo». J. L. RUÍZ
DE LA PEÑA, o.c., p.126.
17
Cfr. Ibid., p.127.
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(cf. 2 Tm 1, 10; Tit 2, 11; 3, 4) como de su venida gloriosa (cf. 1 Tm 6,


14; 2 Tm 4, 1.8; Tit 2, 13). Asimismo, Pablo habla dos veces de
«apocalipsis» —¦pok£/luyij— (cf. 1 Co 1, 7; 2 Ts 1, 7) para referirse a la
parusía del Señor.

La tensión parusiaca de los difuntos.


En la primera Carta a los Tesalonicenses 18 (1 Ts 4, 13-14.16), el
apóstol responde a las inquietudes de la primitiva comunidad cristiana
sobre el destino de los difuntos. La cuestión con la que se enfrenta Pablo
es la siguiente: ¿Qué ha sido de los que ya han muerto? ¿Cómo
repercutirá la parusía en ellos? Con un lenguaje apocalíptico, san Pablo
enseña que en la segunda venida del Señor, los muertos resucitarán. En 1
Ts 4, 13-14.16 expone el estado de los difuntos antes de la parusía. Ahí,
Pablo afirma que con la parusía se dará la resurrección de los muertos.
En otras palabras, la resurrección es un acontecimiento esencialmente
vinculado a la parusía. Antes de la venida gloriosa del Señor, los difuntos
están en una tensión parusiaca. Nos encontramos, pues, con uno de los
fundamentos bíblicos que sustentan la escatología intermedia 19.
«Hermanos, no queremos que estéis en la ignorancia respecto de los
muertos, para que no os entristezcáis como los demás, que no tienen
esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y que resucitó, de la
misma manera Dios llevará consigo a quienes murieron en Jesús» 20.
«El mismo Señor, a la orden dada por la voz de un arcángel y por la
trompeta de Dios, bajará del cielo y los que murieron en Cristo
resucitarán en primer lugar»21.

El anhelo parusiaco de Pablo


18
Cerfaux enseña que 1 Ts 4, 13-18 es la descripción más directa y completa de
la parusía. Cfr. L. CERFAUX, Jesucristo en san Pablo, Bilbao 1960, p.38.
19
«Los cristianos primitivos, sea que pensaban que la parusía estaba cercana,
sea que la considerasen todavía muy distante, aprendieron pronto por experiencia
que algunos de ellos eran arrebatados por la muerte antes de la parusía.
Preocupados por la suerte de ellos (cf 1 Ts 4, 13), Pablo los consuela
recordándoles la doctrina de la resurrección futura los fieles difuntos: “los que
murieron en Cristo resucitarán en primer lugar” (1 Ts 4, 16)». COMISIÓN
TEOLÓGICA INTERNACIONAL, Algunas cuestiones actuales de escatología, n.3.1.
20
1 Ts 4, 13-14.
21
1 Ts 4, 16.
Rosell – Al final, Cristo. La escatología paulina 87

Un detalle a tener en cuenta es que en 1 Ts 4, 15.17 el apóstol


manifiesta su anhelo de ser testigo de la segunda venida del Señor. No se
puede afirmar que el apóstol enseñe con certeza que estará vivo en el
momento de la parusía 22. Algunos autores sostienen que Pablo utiliza lo
que se denomina la «enálage de persona». Es un recurso literario por el
cual el autor en vez de hablar en tercera persona, se presenta en primera
persona, es decir como protagonista o testigo de la acción 23. Otros
autores señalan que estas expresiones de Pablo son un deseo presente en
su primera carta más no se trata de una certeza absoluta 24. Es lógico
pensar que quien ha tenido un profundo encuentro con Cristo
resucitado, marcándolo para siempre, desee verlo venir en su gloria. Con
un lenguaje positivo, Pablo presenta la parusía como acontecimiento que
permitirá entrar en comunión con Cristo. De esa forma, «estaremos
siempre con el Señor» (1 Ts 4, 17). Se trata del pasaje más antiguo para
hablar de la vida eterna. Las primeras comunidades cristianas tendrán esa
misma nostalgia, fue el deseo ardiente de contemplar vivos la venida
gloriosa de su Señor y usarán la expresión paulina de 1 Co 16, 22: maran
atha, ven Señor Jesús.
«Os decimos esto como Palabra del Señor: nosotros los que vivamos, los
que quedemos hasta la venida del Señor no nos adelantaremos a los que
murieron»25.
«Después nosotros los que vivamos, seremos arrebatados en nubes, junto
con ellos, al encuentro del Señor en los aires. Y así estaremos siempre con
el Señor»26.

La incertidumbre de la parusía
En 1 Ts 5, 1-2 el apóstol de los gentiles expresa su desconocimiento
sobre la parusía y para ello señala que el Señor vendrá como un «ladrón
22
El 18 de junio de 1915, la Comisión Bíblica señaló que no está permitido
enseñar que Pablo predicó la inminencia de la parusía. DH 3628-3630.
23
Cfr. M. SCHMAUS, Teología dogmática. Los novísimos, t. VII, Madrid 21965, p.159.
24
«Se puede notar en las cartas tempranas de san Pablo cómo el Apóstol se
sintió aguijoneado por el deseo de ver de nuevo, patentemente, a Aquel que se le
había aparecido en el camino de Damasco y le había cambiado el corazón (cfr.
Hch 9). Parece que prima en su horizonte el fin de los tiempos». J.J. ALVIAR, o.c.,
p.59.
25
1 Ts 4, 15.
26
1 Ts 4, 17.
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en la noche»27. Con lo cual remarca el aspecto de incertidumbre


invitando de esa manera a la vigilancia 28. En la segunda carta a los
Tesalonicenses vuelve a insistir sobre el desconocimiento del día del
Señor. En ese sentido, les invita a no alarmarse por los falsos vaticinios.
«En lo referente al tiempo y al momento hermanos, no tenéis necesidad
que os escriba. Vosotros mismos sabéis perfectamente que el Día del Señor
ha de venir como un ladrón en la noche»29.
«Por lo que respecta a la Venida de nuestro Señor Jesucristo y a nuestra
reunión con Él, os rogamos, hermanos, que no os dejéis alterar tan
fácilmente en vuestros ánimos, ni os alarméis por alguna manifestación del
Espíritu, por algunas palabras o por alguna carta presentada como nuestra,
que os haga suponer que está inminente el Día del Señor»30.
La incertidumbre de la parusía suscita la vigilancia y la perseverancia.
Los cristianos —afirma san Pablo— están llamados a perseverar en su
seguimiento a Cristo. Deben de vivir en la fe, esperanza y caridad.
Además, san Pablo sale al frente de las malas interpretaciones sobre la
parusía pues hay quienes que por pensar en una venida inminente, han
dejado de trabajar. El apóstol les dice con claridad que si no quieren
trabajar que tampoco coman.
«Pero vosotros, hermanos, no vivís en la oscuridad, para que ese Día os
sorprenda como ladrón, pues todos vosotros sois hijos de la luz e hijos del
día. Nosotros no somos de la noche ni de las tinieblas. Así pues, no
durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios. Pues los que
duermen, de noche duermen, y los que se embriagan de noche se
embriagan. Nosotros, por el contrario, que somos del día, seamos sobrios;
revistamos la coraza de la fe y de la caridad, con el yelmo de la esperanza de
salvación»31.
«Además, cuando estábamos entre vosotros os mandábamos esto: Si
alguno no quiere trabajar que tampoco coma»32.

27
Esta expresión usada para hablar de la segunda venida del Señor, está
presente también en 1 Ts 5, 4. Además en: 2 P 3, 10 y Ap 16, 15.
28
La incertidumbre sobre la parusía es también enseñada en otros pasajes del
NT: Hch 1, 6-8; Mt 24, 36; Mc 13, 32.
29
1 Ts 5, 1-2.
30
2 Ts 2, 1-2.
31
1 Ts 5, 4-8.
32
2 Ts 3, 10.
Rosell – Al final, Cristo. La escatología paulina 89

Los signos paulinos de la parusía


El NT nos habla que la segunda venida del Señor será anunciada
con unos signos de diversa índole 33. En la doctrina paulina sobre la
parusía se habla de dos signos parusiacos. Se trata de la oposición al
Evangelio y la conversión del pueblo de Israel. El primero está enseñado
en 2 Ts 2 y el segundo en Rm 11.
En 2 Ts 2, 3-12, san Pablo señala la presencia de una misteriosa
propagación del mal. A este respecto, afirma la futura venida de una gran
apostasía, la aparición de un hombre impío, un adversario de Dios que
osa proclamarse como Él, y que incluso será objeto de adoración. Este
personaje lleno de maldad conecta con el anuncio del Anticristo que
realiza Juan en sus cartas (1 Jn 2, 18-22; 2 Jn 7).
«Que nadie os engañe de ninguna manera. Primero tiene que venir la
apostasía y manifestarse el Hombre impío, el Hijo de la perdición, el
Adversario que se eleva sobre todo lo que lleva el nombre de Dios o es
objeto de culto, hasta el extremo de sentarse él mismo en el Santuario de
Dios y proclamar que él mismo es Dios. ¿No os acordáis que ya os dije esto
cuando estuve entre vosotros?»34.
Pablo afirma que el misterio del mal se encuentra actuando ya en la
historia. Sin embargo, hace notar que «algo» lo está deteniendo. Cuando
ya nada detenga esta potencia del mal, se revelará el impío. Sin embargo,
Cristo glorioso triunfará sobre toda maldad cuyo origen es el influjo
nefasto de Satanás, enemigo de Dios y seductor de los hombres.
«Porque el misterio de la impiedad ya está actuando. Tan sólo con que sea
quitado de en medio el que ahora lo retiene, entonces se manifestará el
Impío, a quien el Señor destruirá con el soplo de su boca y aniquilará con la
Manifestación de su Venida»35.
«La venida del impío estará señalada por el influjo de Satanás con toda clase
de milagros, señales, prodigios engañosos y todo tipo de maldades que

33
Podemos mencionar como signos de la parusía presentes en el NT los
siguientes: (a) la predicación del Evangelio por todo el mundo; (b) la oposición a
Cristo; (c) la conversión del pueblo judío y los (c) signos cósmicos. Cfr. M.
SCHMAUS, o.c., pp.168-194; C. POZO, o.c., pp. 116-119; J.J. ALVIAR, o.c., pp.89-
93.
34
2 Ts 2, 3-5.
35
2 Ts 2, 7-8.
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seducirán a los que se han de condenar por haber aceptado el amor de la


verdad que les hubiera salvado»36.
A lo largo de la historia, se ha dado diversas explicaciones para
interpretar este signo paulino. En primer lugar, es necesario decir que el
lenguaje apocalíptico de este pasaje nos permite decir que quizás el
apóstol tenga presente una realidad abiertamente contraria al Evangelio
que se está dando en ese momento histórico, pero ello no impide que en
el futuro aparezca con mayores connotaciones de mal. El hombre impío,
Adversario o hijo de la perdición, puede ser una persona concreta o todo
enemigo de Cristo como por ejemplo: los judíos por su oposición al
Evangelio, el imperio romano por perseguir a los cristianos e incluso los
pecados de los mismos cristianos.
Además, hay otra cuestión: ¿A qué se refiere el apóstol de los
gentiles cuando habla que ese misterio de impiedad o de iniquidad ya está
actuando pero algo lo detiene, a tal punto que cuando nada le detenga se
manifestará con toda su potencia? Algunos Padres han visto en el
imperio romano lo que detiene el misterio de iniquidad. En la edad
media se hablaba del sacro imperio romano-germánico. Autores más
modernos señalan que son los ángeles los encargados de contener la
manifestación nefasta de esta potencia maléfica 37. Sea cual fuese la
interpretación, en todo caso, al final el triunfo será de Cristo y de los de
Cristo.
En Rm 11, san Pablo desarrolla la idea de la salvación de Israel, el
pueblo elegido y depositario de las promesas salvíficas. Es verdad que
sólo un resto ha permanecido fiel, mientras los demás han endurecido su
corazón pues no han creído en el Mesías (cf. Rm 11, 1-10). Sin embargo,
este endurecimiento es parcial, no es algo definitivo. Pablo enseña que si
bien los judíos han rechazado a Cristo, su caída ha motivado que la

36
2 Ts 2, 9.
37
«Al final vendrá uno que será la encarnación del odio a Cristo. Según la
descripción de San Pablo su llegada será dificultada por un gran poder de orden.
No se puede decir con seguridad a quién se refiere san Pablo. Los Santos Padres
pensaron en el imperio romano, que a pesar de todo protegió el orden jurídico y
pareció conservar en toda la tierra una paz semejante a la paz de Cristo, los
medievales creyeron que tal poder era el imperio romano-germánico. La teología
moderna piensa en las potestades angélicas. Se atribuye en especial al arcángel San
Miguel la función que en la antigüedad se atribuía al imperio romano y en la Edad
Media al sacro imperio». M. SCHMAUS, o.c., p.176.
Rosell – Al final, Cristo. La escatología paulina 91

salvación alcance a los gentiles (cf. Rm 11, 11-14). Esto no significa que
han quedado fuera de la corriente salvífica de Dios (cf. Rm 11, 15). Al
final, afirma san Pablo, Israel será salvo.
«Pues no quiero que ignoréis, hermanos este misterio, no sea que presumáis
de sabios: el endurecimiento parcial que sobrevino a Israel durará, hasta que
entre la totalidad de los gentiles, y así, todo Israel será salvo: Vendrá de Sión
el libertador; alejará de Jacob las impiedades. Y esta será Alianza con ellos,
cuando haya borrado sus pecados»38.
La interpretación que se da a este pasaje está en estrecha conexión
con el plan salvífico de Dios realizado «en Cristo». Este plan no excluye a
nadie y en el momento presente Dios «en Cristo» sigue ofertando la
salvación a Israel. La esencia de la idea paulina sobre la salvación del
pueblo judío en el éschaton de la historia se fundamenta en la voluntad
salvífica de Dios (cf. 1 Tm 2,4), la cual se manifestará sin velos con la
segunda venida del Señor. La salvación no es simétrica con la
condenación y, en ese sentido, el plan de Dios sobre Israel no ha
fracasado39. Al final, en la consumación de la historia, por caminos
misteriosos que sólo Dios conoce, el pueblo elegido participará de la
salvación40. En todo caso, es necesario decir que la voluntad salvífica de
Dios exige la colaboración del hombre.

El juicio de la parusía
Las expresiones que utiliza san Pablo sobre el juicio están en el
contexto de la parusía41. En diversos pasajes de sus cartas se menciona el
juicio universal. Quien tiene la potestad de juzgar es Cristo (cf. 1 Co 4, 4-
5) y Él traerá el justo juicio de Dios (cf. 2 Ts 1,5). Cristo glorioso, Señor
de la historia, dará la retribución plena a cada hombre según sus obras
pues todos debemos de comparecer ante el tribunal de Dios (cf. Rm 14,
38
Rm 11, 25-26.
39
«El mensaje esencial es que el balance de salvación será positivo: la redención
tendrá —en la medida en que las criaturas correspondan— alcance universal,
afectando toda la humanidad tanto judíos como gentiles. La perfección de la obra
exige —y conseguirá— la recuperación del género humano como unidad
orgánica». J.J. ALVIAR, o.c., pp.91-92.
40
«Ese enigma sólo puede ser resuelto si en su historia se admite una especial
intervención de Dios. Sus destinos no pueden explicarse por razones políticas,
sino por su situación teológica…». M. SCHMAUS, o.c., p.169.
41
Cfr. J. SÁNCHEZ, o.c., pp.225-226.
92 Revista Teológica Limense. Vol. XLIII – Nº 1 – 2009

10). De ahí que será un juicio universal. Sólo existen dos posibilidades
tras el juicio escatológico: la salvación o la condenación. Así, a los
tesalonicenses atribulados por las persecuciones, Pablo les recuerda que
Dios hará justicia en la parusía y recompensará la paciencia que
mostraron frente a sus perseguidores:
«Porque es propio de la justicia de Dios, el pagar con tribulación a los que
os atribulan, y a vosotros, los atribulados, con el descanso junto con
nosotros, cuando el Señor Jesús se revele desde el cielo con sus poderosos
ángeles, en medio de una llama de fuego y tome venganza de los que no
conocen a Dios y de los que no obedecen al Evangelio de nuestro Señor
Jesús. Éstos sufrirán la pena de una ruina eterna, alejados de la presencia del
Señor y de la gloria de su poder, cuando venga en aquel Día a ser
glorificado en sus santos y admirado en todos los que hayan creído, pues
nuestro testimonio ha sido creído por vosotros»42.
Conviene remarcar que Pablo contempla la potestad judicial de
Jesús con un marcado carácter positivo. En armonía con otros pasajes
del NT (cf. Jn 3,17) el apóstol de los gentiles enseña que el Hijo no ha
venido a acusar, sino a salvar. El Padre y el Hijo quieren nuestra
salvación. Jesús, quien ha muerto por todos los hombres y nos justifica,
será nuestro juez. En todo caso, es necesario vivir en el camino trazado
Cristo43.
«El que no perdonó ni a su propio Hijo, antes bien le entregó por todos
nosotros ¿cómo no nos dará con Él graciosamente todas las cosas? ¿Quién
acusará a los elegidos de Dios? Dios es quien justifica. ¿Quién condenará?
¿Acaso Cristo Jesús, el que murió, más aún el que resucitó, el que está a la
diestra de Dios, y que intercede por nosotros?»44.

3.2 La resurrección de la carne


Al leer los Hechos de los Apóstoles, podemos constatar que uno de
los temas de la predicación de san Pablo es la resurrección de la carne.
Así lo hace en su predicación realizada en el Atenas y donde tuvo poca

42
2 Ts 1, 6-10.
43
«En cuanto al resultado del juicio, podemos decir que la idea de esperanza
segura, aunque no sea infalible, se mantiene para los que han entrado por los
caminos de Dios ¡Incluso para un incestuoso excomulgado de la Iglesia! (1 Co 5,
5)». J. SÁNCHEZ, o.c., p.226.
44
Rm 8, 32-33.
Rosell – Al final, Cristo. La escatología paulina 93

acogida (cf. Hch 17, 18.32). Asimismo, proclama la resurrección delante


del Sanedrín suscitando una disputa entre fariseos y saduceos (cf. Hch
23, 6) y ante el procurador Félix vuelve a remarcar su fe en la
resurrección universal (cf. Hch 24, 15.21). Sin embargo, teológicamente
el pasaje paulino más valioso y profundo sobre la resurrección de la
carne es 1 Co 1545. Conviene mencionar que en este capítulo, Pablo se
refiere directamente a la resurrección de los justos, es decir a la
resurrección gloriosa46. Un análisis de la doctrina paulina sobre la
resurrección contenida en 1 Co 15 nos lleva a señalar las siguientes ideas:

Cristo resucitado fundamento de nuestra resurrección .


El punto de partida para hablar de la resurrección de los muertos es
Cristo resucitado. Es el acontecimiento central que fundamenta toda
explicación sobre la resurrección 47. San Pablo inicia su explicación sobre
la resurrección de la carne remarcando que la resurrección de Cristo es
un acontecimiento real no es un mito. La Iglesia ha recibido esta verdad
de quienes han sido testigos directos. Pablo lo que hace es transmitir
aquello que ha recibido y, además, testifica que también él se ha
encontrado con el Resucitado.
«Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo
murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que
resucitó al tercer día, según las Escrituras, que se apareció a Cefas y luego a

45
Para una mayor profundización sobre 1 Co 15: L. CERFAUX, El cristiano en
san Pablo, Bilbao 1965, pp.150-155; J. M. BOVER, Teología de san Pablo, Madrid
1967, pp.810-818; P. LENGSFELD, Adam et le Christ, Paris 1970, pp. 55-69; A.
DIEZ - MACHO, La resurrección de Jesucristo y la del hombre en la Biblia, Madrid 1977,
pp.202-207; R. TREVIJANO, «La evolución de la escatología paulina» en
Carthaginensia (1996) pp.137-141.
46
Como sabemos es una verdad de fe que habrá resurrección de gloria y de
condenación. El pasaje clásico que fundamenta está verdad es Jn 5, 28-29. El
Concilio IV de Letrán (1215) enseñó: « (Cristo) Ha de venir al fin del mundo, ha
de juzgar a los vivos y a los muertos, y ha de dar a cada uno según sus obras, tanto
a los réprobos como a los elegidos: todos los cuales resucitarán con sus propios
cuerpos que ahora llevan, para recibir sus obras, ora fuesen buenas, ora fueren
malas; aquellos, con el diablo, castigo eterno; y éstos, con Cristo, gloria
sempiterna». DH 801.
47
En realidad, confesar la resurrección de Cristo es esencial para el mismo
kerygma. «Porque, si confiesas con tu boca que Jesús es Señor y crees en tu
corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo». Rm 10, 9.
94 Revista Teológica Limense. Vol. XLIII – Nº 1 – 2009

los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de


los cuales todavía la mayor parte viven y otros murieron. Luego se apareció
a Santiago; más tarde, a todos los apóstoles. Y en el último término se me
apareció a mí, como a un abortivo»48.
Cristo resucitado es el primogénito de entre los muertos, es decir
que su resurrección no es un acontecimiento cerrado y exclusivamente
de Él; al contrario, será participada por nosotros 49. De esa forma, nuestra
resurrección aparece como una prolongación de la resurrección del
Señor. De ahí que el realismo de la resurrección de Cristo sea tan
importante, pues si sólo es una ficción, no tendría sentido anunciar el
Evangelio y estaríamos condenados a ser verdaderamente desdichados, a
vivir sin esperanza alguna.
«Ahora bien, si se predica que Cristo ha resucitado de entre los muertos
¿cómo andan diciendo algunos entre vosotros que no hay resurrección de
los muertos? Si no hay resurrección de los muertos tampoco Cristo
resucitó. Y si no resucitó, vacía es nuestra predicación, vacía también
vuestra fe»50.

La resurrección se dará en la parusía del Señor.


De la misma manera como lo había señalado en 1 Ts 4, 16, Pablo
anuncia que la resurrección de los muertos vendrá con la parusía del
Señor. Cristo ya ha resucitado, pero en su venida gloriosa resucitarán «los
de Cristo». Además, el apóstol expone la resurrección como uno de los
acontecimientos que forman parte de la entrega que hará Cristo del
Reino al Padre el día de su venida gloriosa. En esa acción consumadora y
salvífica se dará la victoria definitiva sobre la muerte.
«Pues del mismo modo que en Adán mueren todos, así también todos
revivirán en Cristo. Pero cada cual en su rango: Cristo como primicias;
luego, los de Cristo en su Venida. Luego al fin, cuando entregue a Dios
Padre el Reino, después de haber destruido todo Principado, Dominación y

48
1 Co 15, 3-8.
49
«Sin duda, no es explicable la importancia central que se atribuye a la
resurrección de Cristo sino porque se la concibe no como un hecho cerrado en sí
mismo, sino como el comienzo de un proceso que va a continuarse
envolviéndonos también a nosotros. Por ello, el hecho de la resurrección de
Cristo es calificado como primicia». C. POZO. o.c., p.346.
50
1 Co 15, 12-14.
Rosell – Al final, Cristo. La escatología paulina 95

Potestad. Porque él debe reinar hasta que ponga a todos sus enemigos
bajos sus pies. Él último enemigo en ser destruido será la Muerte»51.

El modo de nuestra resurrección: identidad y transformación.


San Pablo aborda la cuestión sobre los cuerpos resucitados. Trata de
responder a la siguiente interrogante ¿cómo resucitarán los muertos? La
relación entre el cuerpo actual —el cuerpo terrestre: este cuerpo— y
nuestro cuerpo resucitado es explicada con la imagen de la semilla. Así
como la semilla se siembra y luego se convierte en un árbol, así nuestros
cuerpos sepultados tras la muerte florecerán a la vida en la resurrección.
Esta imagen permite hablar de una identidad: será el mismo cuerpo, pero
a la vez, se dará una transformación. Es un intento de explicación dentro
de los límites propios del misterio de la resurrección universal 52. Pablo
enseña con claridad que nuestros cuerpos terrenos serán los mismos
pero transfigurados. Si en la situación histórica actual poseemos cuerpos
corruptibles —sîma yuχikÒn—, lo cual es una herencia de Adán; en la
resurrección, serán transformados en espirituales —sîma pneumatikÒn—
gracias a la resurrección de Cristo, el último Adán.
«Pero dirá alguno ¿Cómo resucitan los muertos? ¿Con qué cuerpo vuelven
a la vida? ¡Necio! Lo que tú siembras no revive si no muere. Y lo que tú
siembras no es el cuerpo que va a brotar, sino un simple grano, de trigo por
ejemplo o de alguna otra planta. Y Dios le da un cuerpo a su voluntad: a
cada semilla un cuerpo peculiar»53.
«Hay cuerpos celestes y cuerpos terrestres; pero uno es el resplandor de los
cuerpos celestes y otro de los cuerpos terrestres. Uno es el resplandor del
sol, otro el de la luna, otro el de las estrellas. Y una estrella difiere de otra en
resplandor. Así también en la resurrección de los muerto: se siembra
corrupción resucita incorrupción; se siembra vileza, resucita gloria; se
51
1 Co 15, 22-26.
52
En la historia de la teología se ha tratado de explicar la relación que existirá
entre el cuerpo terrestre y el cuerpo resucitado. Se han dado dos teorías extremas:
(a) Identidad material: habla que el cuerpo resucitado será el mismo materialmente
—en sentido estricto— que el terreno: las misma moléculas, etc. (Atenágoras); (b)
Identidad formal: lo que hace posible que el cuerpo resucitado sea el propio de la
persona es sólo el alma pues es la «forma» del cuerpo (Durando de san Porciano).
Ambas teorías tiene errores. Siguiendo a San Pablo, lo más correcto es decir que el
cuerpo resucitado será «el mismo» que el terreno pero al mismo tiempo
«transformado». Cfr. C. POZO; o.c., pp.369-371; J.J. ALVIAR, o.c., pp.175-176.
53
1 Co 15, 35-38.
96 Revista Teológica Limense. Vol. XLIII – Nº 1 – 2009

siembra debilidad, resucita fortaleza; se siembra un cuerpo natural, resucita


un cuerpo espiritual»54.
«Pues si hay un cuerpo natural, hay también un cuerpo espiritual. En efecto,
así es como dice la Escritura: Fue hecho el primer hombre, Adán, alma
viviente; el último Adán, espíritu que da vida. Más no es lo espiritual lo que
primero aparece, sino lo natural; luego, lo espiritual. El primer hombre
salido de la tierra, es terreno; el segundo, viene del cielo. Como el hombre
terreno, así son los hombres terrenos; como el celeste, así serán los celestes.
Y del mismo modo que hemos llevado la imagen del hombre terreno,
llevaremos también la imagen del celeste»55.

La dimensión pneumatológica de la resurrección de los muertos


Como hemos podido percibir en 1 Co 15, 40-44, el cuerpo
resucitado es descrito por Pablo como «espiritual», se trata de un «cuerpo
pneumático» —sîma pneumatikÒn—. Esto hace referencia a la acción
vivificante del Espíritu Santo que es el Espíritu de Cristo resucitado y
dador de vida eterna. Es la tercera persona de la Trinidad quien nos hace
participar de la filiación divina al incorporarnos a Cristo (cf. Ga 4, 6-7) y
gracias a esa misteriosa incorporación nos hacemos participes de la
resurrección del Señor. En Rm 8, 11 Pablo señala que la resurrección
tiene como gran protagonista al Espíritu Santo. Por la acción vivificante
del Paráclito, quien resucitó a Cristo de entre los muertos, nosotros
resucitaremos.
«Y si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita
en vosotros, Aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos dará también
la vida a vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que habita en
vosotros»56.

3.3 La transformación escatológica del cosmos


En la teología paulina, la salvación involucra también al cosmos que
es el hábitat del hombre. Esto es consecuencia de la unidad existente
entre la creación y la redención que se da en Cristo. Al presentar el
misterio de Cristo, Pablo afirma en varios pasajes que Cristo es el
mediador de la creación (cf. 1 Co 8, 6; Co 1, 16) y, al mismo tiempo,
54
1 Co 15, 40-44.
55
1 Co 15, 44-49.
56
Rm 8, 11.
Rosell – Al final, Cristo. La escatología paulina 97

aparece como el mediador de la redención. En Cristo se recapitulan


todas las cosas (Ef 1, 10; Col 1, 20) y ello da pie para hablar de la
salvación del cosmos. En el tema de la transformación escatológica del
universo el pasaje más relevante es Rm 8, 20-2357.
«La creación, en efecto, fue sometida a la vanidad, no espontáneamente,
sino por aquel que la sometió, en la esperanza de ser liberada de la
servidumbre de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los
hijos de Dios. Pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y
sufre dolores de parto. Y no sólo ella; también nosotros, que poseemos las
primicias del Espíritu, nosotros gemimos en nuestro interior anhelando el
rescate de nuestro cuerpo»58.
En este pasaje, Pablo señala la solidaridad existente entre el hombre
y su entorno cósmico. El pecado del hombre ha contaminado al cosmos.
Pero, así como esta solidaridad se da en el pecado original también se
dará en la salvación escatológica. Por ello, la creación está en tensión
hacia su liberación definitiva. Dicha liberación —afirma Pablo— vendrá
con el rescate de nuestro cuerpo, es decir, con la resurrección de la carne.
En el éschaton de la historia, la creación también participará del triunfo
pascual de Cristo, Señor del cosmos59.

3.4 La vida eterna


San Pablo presenta la «vida eterna» o el «cielo» en diversas
perspectivas. Ya hemos señalado anteriormente que nos enseña una
escatología incoada. Mediante el bautismo se comienza a participar de la
salvación en Cristo (cf. Rm 6) recibiendo así la vida eterna. De ahí que
san Pablo hable de los cristianos como «ciudadanos del cielo» (Flp 3, 20).
Además, como veremos en el siguiente punto, hay textos que sugieren
una comunión con Cristo tras la muerte, al utilizar expresiones como
«estar con Cristo» (Flp 1, 23) o «vivir con el Señor» (2 Co 5, 8). Por
tanto, Pablo estaría hablando en el marco de la escatología individual
57
Una buena síntesis sobre este pasaje en: J. L. RUÍZ DE LA PEÑA, o.c.,
pp.184-185; J.J. ALVIAR, o.c., pp.184-185. Para una mayor profundización sobre
la cristología cósmica paulina: J. M. GONZÁLEZ RUIZ, «Dimensiones cósmicas
de la soteriología paulina» en XIV Semana Bíblica Española, Madrid 1954, pp.79-
102; R. SCHNACKENBURG, Reino y Reinado de Dios, Madrid 21970, pp.280-294.
58
Rm 8, 20-23.
59
Cfr. LYONNET, «La Redemption de L’Univers» en Lumière et vie (1960)
pp.43-62.
98 Revista Teológica Limense. Vol. XLIII – Nº 1 – 2009

como retribución inmediata tras la muerte. Además, el apóstol señala que


el cielo es algo «inimaginable», supera cualquier representación, ninguna
lengua puede describir esa realidad de plena felicidad que Dios ha
destinado para quienes responden a su amor.
«Más como dice la Escritura anunciamos lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó,
ni al corazón humano del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le
aman»60.
En la perspectiva de la escatología universal, Pablo presenta la «vida
eterna» como la retribución que vendrá con el juicio final. En varios
pasajes la expone en un contexto esencialmente parusiaco. En ese
sentido, el pasaje más claro es 1 Ts 4, 17: «estaremos con el Señor». Se
trata del texto más antiguo para hablar sobre la «vida eterna». Otro pasaje
que es muy importante para hablar del cielo en Pablo es 1 Co 13, 12:
«Ahora vemos en un espejo, en enigma. Entonces veremos cara a cara.
Ahora conozco de un modo parcial, pero entonces conoceré como soy
conocido»61.
Esta perícopa junto con la de 1 Jn 3, 2 62 nos da los fundamentos
bíblicos para hablar de la «visión beatífica» 63. Es decir nos habla de
aquella contemplación directa-intuitiva de Dios que gozan los
bienaventurados en el cielo. El contexto en el que se inserta el texto
paulino es la explicación que hace sobre la virtud teologal de la caridad.
La excelencia de esta virtud radica en que a diferencia de la fe y la
esperanza, la caridad permanecerá en la escatología. Toda la perícopa
posee una tensión escatológica pues Pablo indica dos adverbios: «ahora»
—¤rti— (tiempo presente) y «entonces» —tÒte— (referencia al éschaton).
Es decir que usa dos planos de comparación. El apóstol enseña que si en
el momento presente se da una visión de Dios como en un «espejo» —di'

60
1 Co 2, 9.
61
1 Co 13, 12.
62
«Queridos ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que
seremos. Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, porque le
veremos tal cual es». 1 Jn 3,2.
63
La visión beatifica es un dogma de fe definido por Benedicto XII en la
constitución Benedictus Deus (1336). Cfr. DH 1000-1001. Asimismo, es enseñado en
el Concilio de Florencia (1439). Cfr. DH 1305.
Rosell – Al final, Cristo. La escatología paulina 99

™sÒptrou—, de modo parcial; en el cielo, se dará una «visión cara a cara»


—prÒswpon proj prÒswpon—, será directa sin mediación creatural64.

3.5 El infierno
Así como Pablo nos habla de la «vida eterna» incoándola ya en el
presente mediante nuestra inserción en Cristo por la acción del Espíritu
Santo; de la misma forma, podemos decir que el infierno —la «muerte
eterna»— se forja en el presente cuando se vive en el pecado (cf. Rm 2,
5-9). San Pablo enseña con claridad la gravedad del pecado. Vivir en la
«carne», es decir en el pecado es todo lo opuesto a vivir en el Espíritu. El
pecado es el verdadero mal pues conduce a la muerte eterna:
«Efectivamente, los que viven según la carne, desean lo carnal; más los que
viven según el espíritu, lo espiritual. Pues las tendencias de la carne son
muerte; más las del Espíritu, vida y paz, ya que las tendencias de la carne
llevan al odio a Dios: no se someten a la ley de Dios; ni siquiera pueden; así,
los que están en la carne, no pueden agradar a Dios»65.
Para San Pablo, la idea esencial sobre el infierno radica en que
quienes llevan una conducta a espaldas del Evangelio, es decir «sin-
Cristo», no serán merecedores del Reino eterno. Las expresiones que usa
san Pablo son de exclusión: «no heredarán» —oÝ klhronom¹sousin— el
Reino o «no participará» —oÝk Ÿχei klhronom…an— del Reino de Dios.
Estas frases expresan la total falta de comunión con Dios y no dejan
dudas sobre la eterna separación de quien es la fuente de la vida eterna 66.
64
Spicq explica que en este pasaje se remarca el contraste entre la visión «cara a
cara» que se dará en el cielo, y la contemplación presente a manera de un espejo,
como por ejemplo, el conocimiento de Dios a través de las obras creadas. «Le
monde étant le miroir de Dieu, à travers lui on peut atteindre à une certaine
connaissance de la divinité. C’est l’enseignement même de Rom 1, 20, autant que
de tout l’Ancien Testament : On ne peut voir ni entendre Dieu directement (Ex
33, 20). Il était donc naturel qu’avec ses contemporains, l’Apôtre oppose à la
vision face à face la contemplation d’un miroir, c’est – á - dire la perception d’un
reflet, d’une image, non la vue de l’objecté lui-même. Cette différence dans le
monde de connaissance correspond au deux étapes de la vie chrétienne, ici bas
(¤rti), di`esÒptrou, (to/te), prÒswpon proj prÒswpon» ; au ciel (tÒte),
prÒswpon proj prÒswpon». C. SPICQ, Agapé, t.2, Paris 1959, pp.99 ss. cit. en C.
POZO, o.c., pp.388-389, nt.30.
65
Rm 8, 5-8.
66
Pozo al comentar estos pasajes junto con los de Mt 7, 23; 25, 10. 21. 41; Lc
14, 24; Jn 3, 36 afirma: «… las fórmulas de exclusión son totalmente absolutas
100 Revista Teológica Limense. Vol. XLIII – Nº 1 – 2009

Pero, conviene remarcarlo, no es Dios el causante de esta tragedia eterna


sino los pecados del hombre:
« ¿No sabéis acaso que los injustos no heredarán el Reino de Dios? ¡No os
engañéis! Ni los impuros, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los
afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los
borrachos, ni los ultrajadores, ni los rapaces heredarán el Reino de Dios»67.
«Ahora bien, las obras de la carne son conocidas: fornicación impureza,
libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas,
divisiones, disensiones, envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes,
sobre las cuales os prevengo, como ya os previne, que quienes hacen tales
cosas no heredarán el Reino de Dios»68.
«Porque tened entendido que ningún fornicario o impuro o codicioso
—que es ser idólatra— participará en la herencia del Reino de Cristo y de
Dios»69.

4. LA ESCATOLOGÍA INDIVIDUAL
En el corpus paulino la escatología individual no está tan
desarrollada como las realidades propias de la escatología universal. San
Pablo se preocupa más en exponer la consumación de la historia que
traerá la Parusía, y no se detiene tanto en los acontecimientos
escatológicos que vienen con la muerte del individuo como son: el juicio
particular y la retribución inmediata después de la muerte — mox post
mortem—. Sin embargo, podemos detectar importantes enseñanzas de san
Pablo sobre el éschaton del hombre.

(“ninguno de aquéllos… ha de probar mi cena”, “no gozará la vida”, “no


heredarán”, “no tiene parte en herencia”). El sentido es tan absoluto que hace
inadmisible toda idea de “apokatástasis”, es decir, la suposición de que la
exclusión tendrá un final; llegará así un momento en que todos se salvarían. Si tal
momento hubiera de llegar, simplemente no serían verdaderas fórmulas como “no
heredarán”; más bien habría que decir que llegará un momento en que
“heredarán”». C. POZO, o.c., pp.434-435.
67
1 Co 6, 9-10.
68
Ga 5, 19-21.
69
Ef 5, 5.
Rosell – Al final, Cristo. La escatología paulina 101

4.1 La muerte
La muerte está presente en diversos pasajes del corpus paulino. San
Pablo hace una verdadera teología de la muerte. Presenta su causa,
alcance y derrota en Cristo Jesús. En primer lugar, Pablo enseña que la
causa de la muerte es el pecado. La desobediencia de Adán ha causado la
muerte pues ésta no estaba en el plan de Dios. La muerte, aunque es
natural al hombre en su situación histórica, viene a ser salario del pecado
original:
«Por tanto, como por un solo hombre entró el pecado en el mundo y, por
el pecado, la muerte y así la muerte alcanzó a todos los hombres, por
cuanto todos pecaron»70.
«Pues el salario del pecado es la muerte ; pero el don gratuito de Dios, la
vida eterna en Cristo Jesús nuestro Señor»71.
Pablo nos enseña que la muerte posee un alcance universal pues
todos los hombres están sometidos a ella. Esto es consecuencia de que
«en Adán», todos los hombres hemos pecado. Se trata de la transmisión
del pecado original que se realiza por medio de la generación. Por ello,
dado que cada hombre nace con la mancha original, la muerte posee un
dominio sobre él. Nadie puede escapar de la muerte. Cada hombre sabe
muy bien que tarde o temprano deberá sufrir el drama de la muerte. Sin
embargo, existe una persona que ya ha vencido a la muerte: Cristo. Él es
quien ha triunfado sobre la muerte. En efecto, ningún hombre puede
superar el drama de la muerte con su solas fuerza. La victoria del hombre
sobre la muerte sólo es posible si se asocia a la pascua de Cristo. Ya
hemos señalado anteriormente que esa victoria se incoa en el Bautismo.
En 1 Co 15, 21-22, San Pablo hace uso del paralelo entre Adán y Cristo
para explicar que si en Adán todos hemos muerto —™n tù' Ad£m p£ntej
¦poqnÇskousin—, en Cristo todos viviremos —™n tù Cristù p£ntej
zwopoihq¹sontai—.
«Porque, habiendo venido por un hombre la muerte, también por un
hombre viene la resurrección de los muertos. Pues del mismo modo que en
Adán mueren todos, así también todos revivirán en Cristo»72.

70
Rm 5, 12.
71
Rm 6, 23.
72
1 Co 15, 21-22.
102 Revista Teológica Limense. Vol. XLIII – Nº 1 – 2009

San Pablo utiliza diversas imágenes para hablar de la muerte. En 2


Co 5, 1-5 hace uso de las imágenes de la tienda, el edificio y el vestido. El
apóstol explica que la vida terrena es como una tienda pues al igual que
ésta, no es permanente, no posee valor de eternidad; en cambio, tras la
muerte el hombre adquiere un estado eterno. Para explicar ese estado
post mortem usa la analogía del edificio cuya solidez nos sugiere la idea de
eternidad. Asimismo, la muerte lleva consigo una desnudez. Es un
desagarro ontológico pues se da la separación entre el cuerpo y el alma 73.
Además, en esta perícopa se percibe que el apóstol muestra el caso de los
que estarán vivos en la parusía; en ellos no habrá un «desvestirse», pues
no morirán, sino un «sobrevestirse» en cuanto que sus cuerpos se
transformarán sin pasar por la muerte. El apóstol manifiesta su
preferencia a estar vivo que muerto en la parusía, por eso afirma que
prefiere ser «sobrevestido»74.
«Porque sabemos que si esta tienda, que es nuestra morada terrestre se
desmorona, tenemos un edificio que es de Dios: una morada eterna , no
hecha por mano humana, que está en los cielos. Y así gemimos en este
estado, deseando ardientemente ser revestidos de nuestra habitación
celeste, si es que nos encontramos vestidos y no desnudos»75.
« !Sí! los que estamos en esta tienda gemimos abrumados. No es que
queramos ser desvestidos, sino más bien sobrevestidos, para que lo mortal
sea absorbido por la vida. Y el que nos ha destinado a eso es Dios, el cual
nos ha dado en arras el Espíritu»76.

4.2 El juicio particular y la retribución mox post mortem.


No podemos decir que san Pablo exprese de modo directo la verdad
del juicio particular. Pero, sí es posible afirmar que el apóstol enseña una
73
«La muerte es desmontar la tienda de campaña, despojarse del vestido,
ausentarse del cuerpo; todas estas expresiones son significativas de una realidad
que sobrevive, en desnudez del elemento corpóreo, después de la muerte». C.
POZO. o.c., p.467.
74
«Las preferencias de Pablo van en la línea de que la parusía le encuentre en
vida; en ese caso, sin despojarse del cuerpo actual (el actual “vestido”), es decir,
sin tener que morir previamente, podría ser sobrevestido de aquella habitación
celeste». C. POZO, o.c., p. 260. «Pablo prefiere ponerse el vestido nupcial sobre
los harapos a quedar desnudo sólo un instante». J. SÁNCHEZ, o.c., p.231.
75
2 Co 5, 1-3.
76
2 Co 5, 4-5.
Rosell – Al final, Cristo. La escatología paulina 103

verdadera relación entre las obras realizadas en esta vida —la existencia
terrena— y el «más allá». Pablo señala con claridad que daremos cuentas
a Dios de todo lo que hemos realizado en nuestras vidas. Así, en 2 Co 5,
10 habla de que todos los hombres debemos de comparecer ante el
tribunal de Cristo —Ÿmposqen toà= b¹matoj toà Cristoà—para recibir la
justa retribución.
«Porque es necesario que todos nosotros seamos puestos al descubierto
ante el tribunal de Cristo, para que cada cual reciba conforme a lo que hizo
durante su vida mortal, el bien o el mal»77.
Las enseñanzas de San Pablo sobre lo que viene inmediatamente
tras la muerte están expresadas en sentido positivo, pues afirma que si un
hombre vivió «con Cristo», le espera la comunión post mortem «con
Cristo». A este respecto, dos pasajes nos hablan de «estar con Cristo» o
«vivir con el Señor» como estado mox post mortem: Flp 1, 23 y 2 Co 5, 8.
En el pasaje de Filipenses, Pablo expresa con sinceridad su dilema: seguir
viviendo para anunciar el Evangelio, o partir —es decir «morir»— para
«estar con Cristo» —sun Cristù e†nai—. Es una expresión de comunión
ya manifestada en otros pasajes como 1 Ts 4, 17. Se trata de una
situación mox-post mortem pues todo el contexto del pasaje da a
entender que no está hablando de la parusía78.
«Me siento apremiado por las dos partes: por una parte deseo partir y estar
con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho lo mejor; mas, por otra,
quedarme en la carne es más necesario para vosotros»79.
En 2 Co 5, 8 san Pablo, a diferencia de Flp 1, 23, expresa el destino
mox post mortem pero de forma universal. La expresión «salir de este
cuerpo» o más literalmente «estar ausentes del cuerpo» —™kdhmÁsai
™k toà sèmatoj— indica la muerte pues ahí se realiza ese desgarro
ontológico que es la separación del cuerpo y el alma. Luego de la muerte
lo que se da es: «vivir con el Señor» —™ndhmÁsai proj ton KÚrion—.
Además, el apóstol hace notar que tanto en la vida terrena como tras la
muerte, lo importante es agradar al Señor.

77
2 Co 5, 10.
78
Cfr. C. POZO, o.c., pp.505-506.
79
Flp 1, 23.
104 Revista Teológica Limense. Vol. XLIII – Nº 1 – 2009

«Estamos, pues, llenos de buen ánimo y preferimos salir de este cuerpo


para vivir con el Señor. Por eso, bien en nuestro cuerpo, bien fuera de él,
nos afanamos por agradarle»80.
Desde los textos de Flp 1, 23 y 2 Co 5, 8 podemos señalar que el
juicio particular es «implícito», pues para entrar en comunión
escatológica con Cristo mox post mortem, antes debemos asumir la
existencia de un juicio divino por las obras realizadas en esta vida. El
sentido positivo de la retribución mox post mortem, tal como la presenta
Pablo en estos dos pasajes, está fundamentado en la comunión con
Cristo que se realiza en la vida terrena. Vivir con el Señor en el hoy de
nuestra existencia, es garantía para que el destino escatológico sea la
comunión eterna con Él. De ahí que para Pablo la muerte es una
ganancia.
«Pues para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia»81.

4.3 El purgatorio ¿una insinuación?


Un texto recurrido frecuentemente por la teología católica para explicar
el purgatorio es 1 Co 3, 10-15 82. Ciertamente, es una perícopa que da pie a
diversas interpretaciones83. Para algunos autores es un pasaje probativo de
este estado propio de la escatología intermedia84. Pensamos que si bien no
es un texto explícito; sin embargo, sí proporciona elementos que
80
2 Co 5, 8.
81
Flp 1, 21.
82
Entre los pasajes clásicos que se usa para hablar del purgatorio tenemos: 2 M
12, 38 ss; Mt 12, 31; 18, 36; 1 Co 3, 10-15. La escatología hoy en día señala que
mejor es percibir las líneas de fondo que sustentan la doctrina del purgatorio
como son: (a) La necesidad de la santidad para la comunión con Dios; (b) La
necesidad de la expiación del pecado; (c) Las oraciones por los difuntos. Cfr. J. J.
ALVIAR, o.c., pp.334-339.
83
Para una mayor profundización: E. B. ALLO, Première Épître aux Corinthiens,
París 21934, pp. 60-63; S. CIPRIANI, Insegna 1 Co 3, 10-15 la dottrina del purgatorio?
en RivBibl 7 (1959) pp.25-43; J. M. BOVER, Teología de san Pablo, Madrid 41967,
pp.786-788; C. POZO, Teología del más allá, Madrid 42001, pp.525-527.
84
Bover afirma que 1 Co 3, 11 ss es un pasaje del cual se deduce la existencia
del purgatorio. «.. aun cuando la verdad del purgatorio no estuviera afirmada en
otros pasajes de la Escritura y en los testimonios de la tradición, bastaba este solo
texto de San Pablo para poder afirmar que la existencia del purgatorio es verdad
revelada por Dios y objeto de fe».J. M. BOVER, o.c., p.788.
Rosell – Al final, Cristo. La escatología paulina 105

fundamentan la doctrina del purgatorio y debe de ponerse en relación con


otros textos de la Sagrada Escritura que nos hablan de la necesidad de una
total limpieza para acceder a la comunión plena con Dios. En otras palabras,
la santidad es una condición para entrar en contacto con Dios (cf. Lv 17- 23;
Mt 5, 8). Por eso, más que buscar si san Pablo describe cómo es el
purgatorio, debemos de detectar la idea de fondo que quiere transmitirnos.
Para ello, conviene fijarnos en la literalidad del texto:
«Conforme a la gracia de Dios, que me fue dada, yo como buen
arquitecto, puse el cimiento, y otro construye encima. ¡Mire cada cual
cómo construye! Pues nadie puede poner otros cimiento que el ya puesto,
Jesucristo. Y si uno construye sobre este cimiento con oro, plata, piedras
preciosas, madera, heno, paja, la obra de cada cual quedará al descubierto;
la manifestará el Día, que ha de revelarse por el fuego. Y la calidad de la
obra de cada cual, la probará el fuego. Aquél cuya obra, construida sobre
el cimiento resista, recibirá la recompensa. Más aquel, cuya obra quede
abrasada, sufrirá el daño. Él, no obstante, quedará a salvo, pero como
quien pasa a través del fuego»85.
De esta perícopa se puede mencionar lo siguiente: (a) Pablo habla de
quienes han trabajado colocando como fundamento a Cristo (cf 1 Co 3, 11);
en este sentido, todos ellos han vivido en relación con el Señor. (b) Hay
diferentes calidades de material, algunos de ellos manifiestan poco valor:
madera, heno, paja (cf. 1 Co 3, 12). (c) El «Día» se manifestará la obra de
cada uno mediante el fuego (cf 1 Co 3, 13). Como hemos señalado el «Día»
se refiere al momento de la parusía; y por eso, Pablo no se refiere aquí al
juicio particular. En todo caso, la imagen del fuego expresa la idea de un
juicio divino86. (d) Los que resistan la prueba recibirán la recompensa (cf. 1
Co 3, 14), es decir la salvación escatológica. (e) Las obras que no pasen la
prueba, las de poca calidad, serán causa que el sujeto, autor de dichas
imperfecciones, sufra un daño pero se salvará como a través del fuego (cf. 1
Co 3, 15).
De este pasaje paulino, podemos decir que hay una idea de fondo: las
obras terrenas de los hombres son de diversas calidades y merecen distinta
retribución. Algunos alcanzan la santidad debida para llegar al cielo —los
85
1 Co 3, 10-15.
86
Ruiz de la Peña afirma que el fuego expresa el juicio final. «Entender “el día”
como designación de un presuntuoso juicio particular, y el “fuego” como la
expiación penal del purgatorio, es violentar el sentido del texto». J. L. RUÍZ DE
LA PEÑA, o.c., p.282.
106 Revista Teológica Limense. Vol. XLIII – Nº 1 – 2009

que edifican con oro, plata, piedras preciosas—. En cambio otros no; y más
bien, por sus obras imperfectas —madera, paja, heno— deben de
purificarse para obtener la salvación plena. Ciertamente se salvarán, pero
pasando por una exigencia divina de purificación, pues nada impuro, ni con
la más mínima impureza, puede contemplar a Dios. El hecho que Pablo
señale que en el «Día» —es decir, la parusía— se revelará la obra de cada
uno, no significa que recién ahí se de la purificación87. Simplemente expresa
que en la segunda venida del Señor se conocerá sin velos las obras terrenas
de cada hombre.
El Papa Benedicto XVI en su Encíclica Spe salvi explica una de las
posibles interpretaciones que puede acoger este texto. El santo Padre señala
que el fuego mencionado en esta perícopa podría entenderse como Cristo
mismo, Salvador y Juez escatológico. El encuentro con el amor purificante
de Cristo elimina toda impureza. Ante el amor divino, un amor que penetra
lo más profundo del ser, todo lo que es impuro se desvanece. De esa forma
—explica Benedicto XVI— se realiza la purificación88.

5. CONCLUSIONES
En las mazmorras de la Torre de Londres, donde Enrique VIII llevaba
a sus opositores, se encuentra una inscripción: postrema Christus, al final
Cristo. Fue la inscripción de un mártir momentos antes de ser conducido a
la muerte. Quizás esta sea la frase que resume toda la escatología paulina:
Cristo es el éschatos. Y es que Pablo nos presenta cada uno de los
acontecimientos escatológicos en una profundamente relación con Cristo.
87
Como sabemos la purificación es mox post mortem y ante resurrectionem. Por eso,
el purgatorio es un estado propio de la escatología intermedia. Cfr. CEC nn.1030-
1032.
88
«Algunos teólogos recientes piensan que el fuego que arde, y que a la vez
salva, es Cristo mismo, el Juez y Salvador. El encuentro con Él es el acto decisivo
del Juicio. Ante su mirada, toda falsedad se deshace. Es el encuentro con Él lo
que, quemándonos, nos transforma y nos libera para llegar a ser verdaderamente
nosotros mismos. En ese momento, todo lo que se ha construido durante la vida
puede manifestarse como paja seca, vacua fanfarronería, y derrumbarse. Pero en el
dolor de este encuentro, en el cual lo impuro y malsano de nuestro ser se nos
presenta con toda claridad, está la salvación. Su mirada, el toque de su corazón,
nos cura a través de una transformación, ciertamente dolorosa, “como a través del
fuego”. Pero es un dolor bienaventurado, en el cual el poder santo de su amor nos
penetra como una llama, permitiéndonos ser por fin totalmente nosotros mismos
y, con ello, totalmente de Dios». BENEDICTO XVI, Spe salvi n.47.
Rosell – Al final, Cristo. La escatología paulina 107

La visión paulina sobre el éschaton de la historia humana se teje


alrededor del misterio de Cristo. Nos expone la segunda venida de Cristo
como «parusía» (cf. 1 Co 15, 23; 1 Ts 2, 19; 3, 13; 4, 15; 5, 23; 2 Ts 2, 1.8), el
«día del Señor» (cf. 1 Ts 5, 2; 2 Ts 2, 2; 1 Co 1, 8; 5, 5; 2 Co 1, 14) o el «día
de Cristo» (cf. Flp 1, 6. 10; 2, 16). Se trata del acontecimiento consumador y
salvífico que traerá el Señor resucitado en el éschaton de la historia. Unido a la
parusía está el juicio final que abarcará a todos los hombres (cf. Rm 14, 10).
Además, la venida consumadora del Señor llevará consigo la resurrección de
la carne, la cual para los que «son de Cristo» (cf. 1 Co 15, 22-26), será la
transformación gloriosa en cuerpos espirituales por la acción vivificante del
Espíritu Santo (cf. Rm 8, 11). Incluso, la misma Creación participará de la
gloria pascual (cf. Rm 8, 20-23).
Pero ya en el bautismo se recibe en arras la vida eterna pues somos
cristificados (cf. Rm 6) y se ha iniciado de esa forma el éschaton en el hombre.
Con la muerte, si hemos vivido «en Cristo Jesús», adquirimos la vida eterna,
una mansión no construida por mano humana (cf. 2 Co 5, 1). Así, tras la
muerte estaremos con Cristo (cf. Flp 1, 23), viviremos con el Señor (cf. 2 Co
5, 8), le veremos cara a cara (cf. 1 Co 13, 12). Sin embargo, una vida a
espaldas del Evangelio —«sin-Cristo»—, manifestada en comportamientos
inmorales nos excluye eternamente del Reino de Dios (cf. 1 Co 6, 9; Ga 5,
21; Ef 5, 5). Nuestros actos terrenos poseen valor de eternidad. De ahí las
exigencias de vivir «en Cristo-Jesús». En síntesis, vale la pena que Cristo viva
en nosotros (cf. Ga 2, 20) pues es garantía de vida eterna, y así la muerte
verdaderamente será una ganancia (cf. Flp 1, 21).

Pbro. Dr. Carlos Alberto Rosell De Almeida


Director de Estudios Teológicos de la Facultad
de Teología Pontificia y Civil de Lima

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