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Primer parcial de filosofía de la educación

Tema 1:
La filosofía de la educación y el pensamiento crítico
En el presente trabajo trataremos de conceptualizar, relacionar y reflexionar acerca de la
filosofía de la educación y su correspondencia con el pensamiento crítico teniendo en
cuenta las distintas teorías desarrolladas por algunos autores y autoras trabajados en el
curso de filosofía de la educación.
Primeramente, nos parece pertinente dejar en claro a qué hacemos alusión cuando
hablamos de filosofía de la educación y por qué la creemos importante para nuestro
quehacer docente. Según Fullat en su libro “Reflexión filosófica de la educación”, la
filosofía de la educación tiene como pretensión saber qué es educar y para qué hay que
educar y es por ello que trabaja en dos campos principales, en el del metalenguaje y en el
de la metafísica, los cuales explicaremos a continuación.
Cuando hablamos de metalenguaje como uno de los principales campos de la filosofía de
la educación hacemos referencia a que como todo proceso educativo implica un acto
comunicativo y siendo el lenguaje la más importante mediación comunicativa, la filosofía
de la educación se dedica en parte, al estudio de los lenguajes tanto de los educadores
como de pedagogos o teóricos, es decir, se analizan los discursos educacionales y
pedagógicos. Por otro lado, decimos que refiere al campo metafísico porque (según
Fullat) la filosofía de la educación tiene como objetivos algunas tareas epistemológicas
como, por ejemplo, buscar los conceptos y la legitimación de las ciencias de la educación,
como también relacionar los métodos científicos con los métodos pedagógicos y además
la filosofía de la educación tiene una función sumamente reflexiva que contribuye a la
práctica de la misma. Con esta primera aproximación al concepto de filosofía de la
educación diremos entonces que a nuestro entender la misma se encarga de reflexionar,
cuestionar, problematizar, criticar y deconstruir lo concerniente a los procesos educativos
suscitados tanto en el presente como en el pasado (para comprender históricamente al ser
humano) para así poder transformar la realidad brindándonos herramientas que nos
permitan como actores activos dentro de la educación inspirar tanto en nosotros como en
el otro un cambio que logre emanciparnos.
Nos parece fundamental dejar en claro que como todo lo que concierne a la educación
entra en un plano complejo que no es fácil de desentrañar o de dilucidar a primera vista,
ya que detrás de ella encontramos infinidad de intereses, de ideologías que se quieren
implementar y que son presentadas como discursos verdaderos y salvadores de este
mundo también complejo; es por esto que debemos recurrir constantemente a repensar lo
pensado como dice Freire. Debemos como futuros docentes criticar cotidianamente la
cotidianidad, con esto nos referimos a que tomemos como práctica el ejercicio del
pensamiento crítico y que no lo usemos como discurso políticamente correcto o por seguir
a las modas tal como Castoriadis refería; sino que seamos conscientes como decía
Regnasco que todo docente debe abrir camino a nuevas reflexiones (dentro de los limites
que tenemos y que se nos imponen), debemos superar los esquemas lineales y
reduccionistas, debemos cuestionar las cosas que se nos perciben como “naturales”, como
“obvias” y “universales”, debemos interrogarnos críticamente nuestro quehacer para
lograr una profundidad en el pensamiento que se nos pide urgentemente.
Como docentes debemos huir del pensamiento débil que se nos presenta como el camino
más conformista y como la forma de pensar flexible y tibia adaptada explícitamente a las
sociedades de comunicación en donde los intelectuales abandonan su función crítica (la
cual deberían tener) y adhieren con entusiasmo a lo que está ahí, a la moda. Este tipo de
pensamiento o la glorificación del mismo en un época de total conformismo y desilusión
nos lleva a reflexionar sobre el daño que nos hace como sociedad y por demás está decir
como docentes al inscribirnos en esta modalidad de pensamiento, ya que nos priva de la
confrontación “intelectual” en el buen sentido de la palabra, es decir, suscribirnos a este
tipo de pensamiento, supone una reclusión mental, lo que nos prohíbe disfrutar de la
sociedad multicultural en la que vivimos. Ese temor a la diferencia es lo que define al
pensamiento débil. Dicho temor se debe a que esa diferencia deja al individuo al
descubierto, lo deja solo dentro de una sociedad totalmente instituida por normas, leyes,
costumbres que hasta el momento no se había cuestionado jamás.
Ir saliendo del pensamiento débil a la luz (pensamiento crítico) relacionándolo tal como
lo hacía Platón en su alegoría de la caverna, en donde los hombres vivían a oscuras
trabajando y requerían de un esfuerzo para poder ir ascendiendo, implica no solo ir
cuestionando el mundo que nos rodea sino también ir deconstruyendo todos los hilos de
poder invisibles que legitiman esa sociedad instituida en la que nos encontramos
inmersos, implica poder visualizar todos los procesos, los cambios, las crisis que se van
dando día en día en lo más cotidiano de nuestra existencia.

De esta forma el pensamiento crítico debe de irrumpir en nuestra actividad cotidiana como
educadores y por ende en nuestra sociedad, sin miedo a la confrontación de opiniones
basadas en argumentos sólidos, basadas en la imaginación de un mundo mejor en donde,
mediante elementos ya existentes se cree una nueva forma de ver la realidad.
El pensamiento crítico busca separar, distinguir, discriminar, analizar todos esos
instrumentos que según Castoriadis conforman la sociedad instituida para dar paso a la
sociedad instituyente, es decir, la que se quiere crear, la que trae lo nuevo, la que trae el
cambio, la que está por venir. Quien pueda visualizar, reflexionar, analizar y dar paso a
algo nuevo dentro de esta gran dicotomía existente es el ser crítico. Esta teoría no busca
simplificar la realidad sino mostrarnos dentro de esta complejidad en la que vivimos las
posiciones que tomamos como ciudadanos, como docentes, como políticos, los seres
humanos. Los autores nos enfrentan a nuestras formas de proceder, de pensar y de sentir
en esta sociedad posmoderna que se define así misma pos-algo, pos-pasado, como carente
de poder ofrecer algo nuevo, y aquí encontramos el “quid” de la cuestión, “la critica debe
creer (o confiar) por lo menos en el criterio y en la creatividad para salir de la crisis en
que necesariamente debe entrar el docente para cuestionarse, cambiar y crecer.” (Elena
José).

Tal como explica Rancieri el maestro puede llegar a emancipar y emanciparse y para esto
debe poseer dos facultades, la inteligencia y la voluntad, los docentes no podremos jamás
ser seres críticos sino tenemos voluntad de serlo y si no somos inteligentes al permitirnos
cuestionar la cotidianidad y mostrar a los estudiantes esa visión critica de la vida,
mediante la experiencia de preguntar, de reflexionar, de problematizar, y como explicita
Rancieri “enseñar que no tengo nada que enseñarles” porque el conocimiento lo pueden
encontrar los propios estudiantes al brindarles las herramientas necesarias, con esto nos
referimos a que no tenemos que venir a iluminar a los estudiantes como seres carentes de
conocimiento o pensamiento propio, lo que decimos es que debemos inspirar en el otro
ganas de aprender y esto va de la mano con las ganas de saber, ya que como Walter Kohan
señala estos procesos van juntos cuando el que enseña sabe de antemano lo que el otro
quiere aprender. La inspiración, la motivación, la confianza nos parecen fundamentales
hoy en día en el proceso educativo tanto desde nuestro lugar de docentes como de nuestro
lugar de alumnos, pero con esto solo no alcanza, también como docentes debemos exigir
la buena formación, la capacitación, la profundización y la actualización para realmente
ser considerados profesionales de la educación, mostrarnos interesados y compenetrados
con nuestra labor, siendo conscientes que es un trabajo tecnológico y filosófico, practico
y reflexivo.

A modo de conclusión diremos que la filosofía de la educación no podría ser ni siquiera


imaginada sin el pensamiento crítico ya que como futuros docentes creemos de vital
importancia asumir nuestro rol de intelectual transformativo que debe reflexionar sobre
su trabajo, es decir sobre su propia realidad, creemos que solo mediante el
cuestionamiento, la crítica y la reflexión podremos enriquecer lo aprendido y lo enseñado
para así colaborar a la lectura que podamos hacer del mundo y de esta forma también
poder ayudar a otros a leer su mundo de una mejor manera para lograr la emancipación y
la libertad tan deseada y tan difícil de conseguir por el ser humano.

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