Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Lecciones de Derecho Agrario y de Los Recursos Naturales - Edmundo Catalano PDF
Lecciones de Derecho Agrario y de Los Recursos Naturales - Edmundo Catalano PDF
Edmundo F. Catalano
María Elena Brunella
Carlos J. García Díaz (h)
Luis E. Lucero
LECCIONES DE
DERECHO AGRARIO
Y DE LOS
RECURSOS NATURALES
ZAVALIA
Editor
© Copyright 1998, by Víctor P. de Zavalía S.A.
Alberti 835, 1223 Buenos Aires
Diseño de tapa: Gustavo Pedroza
Corrección: Inés Oliveira
Composición: Silvana Ferraro
Impreso en la Argentina
Queda hecho el depósito que indica la ley 11.723
ISBN: 950-572-440-3
PROLOGO
Los autores
CAPITULO I
3. LA PROFESIONALIDAD AGRARIA
A. CONCEPTOS GENERALES
B. CONFERENCIAS INTERNACIONALES
C. EL DESARROLLO SUSTENTABLE
ción, V protegida por las leyes generales, ante la lesión directa que expe-
rimenta el individuo en un derecho concreto y subjetivo. Ello no impor-
ta desconocer el derecho, también individual, que cada persona, en
última instancia, asimismo posee para proteger los denominados por la
doctrina y por la legislación derechos o intereses difusos, que constitu-
yen categorías jurídicas distintas de los denominados comúnmente de-
rechos subjetivos.
La característica de esta categoría de derecho es que sus titulares se
encuentren fragmentados, esto es, repartidos en grupos de intereses, no
siendo ello obstáculo para que se dispense a cada uno de los miembros
igual protección. Pero en el caso de los intereses difusos (y también en
los de incidencia colectiva) la protección dispensada se proyectará al
grupo o clase a que pertenece, porque el interés es indivisible, mientras
que en el primer supuesto, cuando corresponde a un derecho subjetivo,
el efecto es puramente individual y tendrá por resultado reparar, o ha-
cer cesar, el daño personal experimentado.
Resulta difícil dar un concepto abarcativo de lo que se entiende por
derechos o intereses difusos, dada la variedad de elementos que lo com-
ponen. Las definiciones ensayadas por la doctrina, a este respecto, ado-
lecen, en su mayoría, de falta de precisión y no resultan suficientemente
claras y explicativas. En algunos casos -esto también ocurre en las le-
yes- se los equipara a los intereses o derechos colectivos, que son con-
ceptos diferentes. La palabra "difusos", para calificar estos intereses,
por otra parte, tampoco resulta apropiada. En su acepción académica,
la palabra difuso es sinónimo de ancho, dilatado, excesivamente exten-
dido, que no es el concepto que en la materia se trata de adjetivar. En
atención a ello, algunos ambientalistas utilizan la expresión intereses di-
fundidos, en reemplazo de difusos, calificación que resulta más acorde
con la realidad. Por otra parte, insistiendo en el concepto, no es el inte-
rés o el derecho el difuso, pues éste es concreto, real, circunscripto. Los
"difusos" resultan ser sus titulares, que son los individuos, grupos o
clases que, en forma vaga, borrosa, imprecisa, potencial, difusa o frag-
mentada, se encuentran afectados en sus derechos, en forma solidaria,
ante una respuesta concreta y negativa del ambiente y cuya presencia e
identificación se hace difícil y compleja por ser menos notables y per-
ceptibles, como sujetos de esos derechos o intereses. Por ello, parece
42 CATALANO - BRUNELLA - GARCÍA DÍAZ - LUCERO
I. EL DELITO ECOLÓGICO
A. CONCEPTOS GENERALES
D. JURISDICCIÓN
E. LEGISLACIÓN PROVINCIAL
resolución al infractor, éste tiene un plazo de cinco días para apelar an-
te el juez de primera instancia en lo criminal y correccional de turno y
con competencia en el lugar donde se cometió la infracción. La instruc-
ción del procedimiento sumarial podrá ser delegada por la autoridad de
aplicación a un funcionario con título de abogado.
CAPITULO III
dos con vapor de agua y que retornan a la tierra con el aire, la lluvia, la
nieve y el granizo. No resulta fácil obtener, de los países industrializa-
dos, la decisión de reducir las emisiones a plazos fijos, a fin de mitigar,
además de otros perjuicios, el efecto invernadero, que determina la
presencia de esos gases en la atmósfera, los cuales permiten la entrada
pero no la salida de los rayos solares y provocan, también, la reducción
de la capa de ozono, la cual filtra los rayos ultravioletas, y cuya ausen-
cia es capaz de esterilizar el planeta y elevar a largo plazo el nivel de las
aguas de los océanos. Estos países están de acuerdo con el principio, pe-
ro no deseaban asumir compromisos a plazos y con porcentajes deter-
minados. Entretanto, se arrojan a la atmósfera cerca de 6.000 millones
de t. anuales de dióxido de carbono y se ha observado un incremento de
esas emisiones en los últimos años que, en algunos países, alcanza al
cuarenta por ciento de las cifras de años anteriores.
Argentina suscribió en 1985 el Convenio de Viena para la protección
de la capa de ozono, aprobado por ley 23.724, y más tarde adhirió al
Protocolo de Montreal, celebrado en 1987, respecto a la misma mate-
ria. Este Protocolo, con sus enmiendas, fueron ratificados por las leyes
24.040 y 24.167 y se encuentran en vigor desde el año 1990 en nuestro
país. En ellos se contempla la reducción del nivel de consumo y produc-
ción de los gases comprendidos específicamente en el Protocolo (cloro-
fluorcarbonados, CFC) que se utilizan en reemplazo del amoníaco para
la refrigeración y como propulsores en aerosoles, además de otros usos
industriales y domésticos. Estos gases, liberados en la atmósfera, se ele-
van lentamente a la estratosfera, donde provocan reacciones químicas
que traen, como consecuencia, el adelgazamiento de la capa de ozono que
filtra los rayos ultravioletas. La reducción aprobada se computa a par-
tir de los niveles registrados en el año 1986, comenzando la reducción
en el período entre el año 1993-1994, del veinte por ciento, y en el pe-
ríodo entre 1998-1999, del cincuenta por ciento. Cualquier parte puede
transferir el excedente ahorrado a otras partes, siempre que no se supe-
ren los límites autorizados. Al presente se ha elaborado, sobre los linca-
mientos fijados en este Protocolo, como lo hemos dicho anteriormente,
el "Programa País", en el ámbito de la Secretaría de Recursos Natura-
les, que fija pautas para la reducción del empleo, en los productos, de
gases o sustancias químicas que dañan la capa de ozono. El programa
62 CATALANO - BRUNELLA - GARCÍA DÍAZ - LUCERO
2. LA LEY 20.284
3. EL CLIMA
Los factores que más inciden en el deterioro del suelo son la erosión,
la degradación, el agotamiento y la decapitación. A ellos se refieren
nuestras leyes agrarias y los códigos rurales provinciales. El anegamien-
to, aunque sea transitorio, es también un factor perjudicial, sobre todo si
adquiere cierta periodicidad o frecuencia, como ha ocurrido en la zona
de las Lagunas Encadenadas, al sur de la Provincia de Buenos Aires y en
la zona Norte de Santa Fe, en Corrientes y Entre Ríos, con el desborde
del río Paraná. Los asentamiento urbanos, ejecutados en forma indiscri-
minada, también contribuyen a la anulación de los suelos con fines agrí-
colas y deberían ser controlados severamente por los organismos
encargados de aurorizarlos.
La erosión es la pérdida de las partículas fijas del suelo, principal-
mente por obra de las aguas y los vientos.
La degradación es la pérdida o cambio de las características físico-
químicas del suelo. Una de las técnicas empleadas para recomponerlo es
el encalado. Cada suelo, en función de su textura (porcentaje de arena,
limo, arcilla, presencia de materias orgánicas, etc.) requiere diferentes
cantidades de correctores calcicos, que se proveen a través de la técnica
del encalado, para lo cual se utilizan máquinas especiales.
El agotamiento .es la disminución de los nutrientes derivada del
tipo de explotación a que se lo somete. Es la etapa final de la degra-
dación.
La decapitación, a su vez, es la pérdida de la capa vegetal que con-
vierte en inútil el suelo para su destino agropecuario o forestal. Se debe
a las malas técnicas empleadas en el proceso de nivelación de las tierras,
o en el uso indebido que se hace de la capa vegetal en los hornos de la-
drillos o en las industrias cerámicas, y que debe ser prohibido cuanto
antes, ya que el daño resulta irreparable.
El anegamiento es la retención del agua en el suelo debido a la falta
de obras de drenaje.
LECCIONES DE DERECHO AGRARIO Y DE LOS RECURSOS NATURALES 79
las condiciones para los loteos en los nuevos centros urbanos que se es-
tablezcan. El Código de Planeamiento Urbano de la Ciudad de Buenos
Aires, fija los frentes mínimos y superficie que debe contener cada lote
urbano y el factor de ocupación total permitido para las construccio-
nes, en el máximo de los niveles autorizados y de acuerdo a las zoniíi-
caciones establecidas, sin perjuicio de otras restricciones existentes. En
la ciudad, como herencia del pasado, todavía existen terrenos en plena
zona céntrica con perímetros muy irregulares y frentes de lotes menores
a 4 metros.
La parcela industrial es la división que se hace de la tierra para la
radicación de industrias y está vinculada a la creación de los parques
industriales, institución ésta de origen norteamericano, creada por los
ferrocarriles en las proximidades de las estaciones, para obtener carga,
enajenando o arrendando los terrenos, con construcciones y servicios,
bajo un sistema de leasing, con lo cual las industrias se ahorran parte
del capital fijo en la etapa inicial de los emprendimientos. La idea de
concentración de industrias a través de los parques industriales ha te-
nido mucha aceptación, por la economía y ventajas que representa el
planeamiento de los servicios comunes que presta el parque, pero tam-
bién ha recibido críticas, a favor de la dispersión de industrias, por ra-
zones ambientales y de seguridad. La radicación de industrias, en la
Provincia de Buenos Aires, está regida por la ley 11.459, dictada en
'el año 1993 y por su decreto reglamentario 1741/96, los que regulan
los requisitos para su instalación con ajuste a normas de protección
del ambiente, según ya vimos. Todos los establecimientos industriales
deberán contar con el pertinente Certificado de Aptitud Ambiental, co-
mo requisito obligatorio para que las autoridades municipales puedan
conceder las correspondientes habilitaciones industriales. Se incluyen
en esta norma los parques industriales. Los Certificados Ambientales,
deberán tramitarse ante los municipios y podrán intervenir en su ges-
tión las asociaciones o cámaras industriales, como una suerte de ga-
rantía de que los aspectos ambientales serán observados. A su vez, el
decreto reglamentario clasifica las industrias en tres categorías. Será
autoridad de aplicación la Secretaría de Política Ambiental, que podrá
dele gar sus funciones total o parcialmente en los municipios, según la
complejidad y categoría ambiental que la industria tenga asignada. Es-
LECCIONES DE DERECHO AGRARIO Y DE LOS RECURSOS NATURALES 83
división que la ley prohibe o limita está referida al dominio de las co-
sas, y no a su uso o explotación, el cual puede dividirse porque sólo
afectaría la economía del propietario. Por lo tanto, el concepto de uni-
dad económica no debe figurar como norma restrictiva en las regulacio-
nes de los arrendamientos, y tal vez ésta haya sido la razón por la cual
su regulación fue eliminada del decreto 7786/49, en la posterior regla-
mentación de la ley, aunque se mantuvo para calificar la unidad econó-
mica de explotación en el artículo 21 de la última ley de colonización
14.392, del año 1954, actualmente derogada, porque en este caso se
trataba del dominio y no del uso de la cosa. Un contrato de arrenda-
miento agropecuario comprendido en una unidad económica mínima,
por lo tanto, puede pactarse en una superficie menor a la que para esa
unidad establezca la ley de regulación de la propiedad rural. No existi-
ría, en esto, violación del orden público.
Una de las prácticas que han conducido al deterioro del suelo agríco-
la son los sistemas tradicionales utilizados para la labranza. Los méto-
dos convencionales, empleados hasta hace veinte años, que son los
responsables en gran parte de la degradación y el agotamiento de los sue-
los, están siendo reemplazados últimamente por la denominada siembra
directa o labranza cero, y también, en otros casos, por la labranza su-
perficial o reducida o mínima. Se atribuye al arado, al tractor y a los
métodos tradicionales de labranza, o sea, a la técnica usual de "vol-
tear" el suelo con el arado o tractor, el deterioro que las tierras agríco-
las han experimentado en el mundo. En los casos de labranza cero, o
siembra directa, o de labranza reducida, el suelo no se rotura o sólo se
lo hace en escala mínima necesaria para la implantación de la semilla, a
una profundidad generalmente de pocos centímetros, mediante máqui-
nas especiales, dejando los residuos agrícolas de la cosecha anterior co-
mo nutrientes naturales del suelo y para mantener la humedad. En
resumen, el mecanismo de siembra directa, que ha revolucionado la ac-
tividad agrícola, sigue el proceso natural de la vegetación y de los bos-
ques, donde los suelos no se roturan, permitiendo en el caso de los
cultivos conservar su humedad y la fertilización natural con los rastro-
jos de cosechas anteriores.
Este tipo de labranza que viene incrementándose en el curso de los úl-
timos años, pues de una superficie de 5.000 hectáreas, que registraba ha-
ce unos diez años en el país, alcanza actualmente a más de 5.000.000,
representa un costo inferior a la labranza usual, provoca una menor
erosión del suelo, se obtienen mayores rendimientos por hectárea culti-
vada y hasta permite habilitar antiguas pasturas para destinos agríco-
las, acompañándolas con el aporte de herbicidas y fertilizantes. Para
fomentar el empleo, este tipo de labranza conservacionista se ha pro-
puesto la reducción del impuesto inmobiliario o línea de crédito espe-
cial para quienes lo utilicen.
Las topadoras y maquinaria de las empresas petroleras también han
sido responsables de la desertización de algunas áreas semíáridas afec-
tadas por el trazado de picadas y líneas sísmicas en las campañas expío-
LECCIONES DE DERECHO AGRARIO Y DE LOS RECURSOS NATURALES 103
ratorias. Hoy, se las obliga a utilizar máquinas que pueden moverse por
encima de la vegetación existente, con lo cual se preserva ésta como
sostén del suelo.
Otras de las prácticas que afectan al suelo porque lo contaminan e
impiden su uso con fines rurales, son los derrames de petróleo y las pi-
letas donde se depositan las aguas de formación y de purga de la activi-
dad petrolera, especialmente en la Patagonia. Estos depósitos dejan
inutilizado el suelo para sus usos agropecuarios, aunque a veces se los
ha pretendido salvar cubriendo las zonas derramadas con tierras prove-
nientes de otros lugares.
LA COLONIZACIÓN AGRARIA
todas las tierras fiscales del país. Sin embargo, fueron pocas las solicitu-
des formuladas bajo este régimen enfitéutico especial. La ley de referen-
cia, como dijimos, fue preparatoria de otras, que vendrían después,
relacionadas también con la tierra pública. Ya el Triunvirato en 1812
había dictado una reglamentación de inmigración, mediante la cual se
procuraba incorporar a los extranjeros que se dedicaran al cultivo de
los campos, a los que se les daría terreno suficiente, se los auxiliaría en
sus primeros establecimientos rurales y en el comercio de sus produc-
tos, gozando de los mismos derechos que los naturales del país. Esta ley
tuvo poca eficacia práctica, ya que faltaba, en ese entonces, una ley que
regulara la adjudicación de las tierras colonizables. Años más tarde en
1816 se dictó un reglamento provisorio por el cual el Gobierno entrega-
ría suertes de estancias, al sur de río Salado, cuya frontera al norte de
este río estaba protegida por una cadena de fuertes ubicados en Chas-
comús, Ranchos, Montes, Lobos, Navarro, Lujan, Areco, Salto, Rojas y
Mercedes, los cuales marcaban la línea divisoria entre la zona rural y el
desierto en poder del indio.
La Junta de Representantes, a su vez, dictó en 1821 otra ley de in-
migración y se celebraron tratativas con comerciantes extranjeros ra-
dicados en Buenos Aires, interesándolos para introducir familias
europeas destinadas a poblar, entre otras, la futura ciudad de Gene-
ral Belgrano, Carmen de Patagones, Fortín Independencia (Tandil),
el asiento de Bahía Blanca, la colonia Chorroarín (en Chacarita de
los Colegiales), conducida por Carlos Heine con colonos alemanes
cultivadores de trigo y, también, en Azul y otras regiones de la Pro-
vincia de Buenos Aires. Uno de esos contratos fue el celebrado en
1823 con los hermanos J. P. y G. Parish Robertson, por el cual éstos
se comprometieron a traer colonos británicos para radicarse en
Monte Grande (Esteban Echeverría) de la misma provincia, que per-
mitió introducir más de quinientos colonos granjeros abastecedores
de la ciudad de Buenos Aires, que algunos años después se dispersa-
ron, como consecuencia de la inseguridad generada por las guerras
civiles.
En 1825, John T. Barber Beaumont introdujo, como segundo inten-
to, colonos rurales en Entre Ríos, que luego, al fracasar, se radicaron en
San Pedro, Provincia de Buenos Aires.
LECCIONES DE DERECHO AGRARIO Y DE LOS RECURSOS NATURALES 117
4. LA INMIGRACIÓN
en razón de que los colonos no podían cumplir con las condiciones eco-
nómicas establecidas. Los primeros colonos radicados fueron de origen
suizo y piamontés, montañeses que estaban poco acostumbrados al uso
del arado. Cultivaron trigo, maíz, papas y obtenían manteca, cerdas y
cueros. Durante los primeros años la colonia tuvo dificultades para
consolidarse. La fundación de esta colonia data del 8 de setiembre de
1856, fecha que ha sido designada como "Día del Agricultor", por un
decreto nacional del año 1948. En 1869, la colonia contaba con tres-
cientas sesenta y cinco familias radicadas y su situación había mejora-
do. Carlos Beck Bernard, a su vez, fue el organizador de la colonia San
Carlos, que pobló en 1858, también con colonos suizos. En 1870 con-
taba con trescientas veintinueve familias radicadas y constituía una co-
lonia próspera. Estos contratos de colonización obligaban al colono a
poblar la tierra y le prohibían enajenarla a los hijos del país. Muchos
de los pobladores fueron gente sin profesión, reclutados en las ciudades
populosas de Europa y sin experiencia en actividades agropecuarias.
Otros colonizadores privados continuaron en años posteriores la ta-
rea colonizadora, que se popularizó, extendiéndose a toda la llanura
santafesina y cordobesa, al norte y sur de Buenos Aires y a la zona cen-
tro de Entre Ríos. En Santa Fe se fundaron nuevas colonias como las de
Rafaela, Lehmann, Calvez, San Justo, Emilia, Guadalupe, Helvecia, San
Jerónimo Sur y otras. Muchos colonos, incluso, se transformaron en co-
lonizadores de tierras vecinas o próximas. Eran frecuentes, en ese enton-
ces, las incursiones de las tribus indígenas y bandidos en las colonias, lo
que originaba mucha inseguridad personal, robos, saqueos, con el consi-
guiente desaliento de los pobladores. En 1869 y 1870 el Ferrocarril Cen-
tral Argentino estableció las colonias de Roldan, Carcarañá, Cañada de
Gómez y Tortugas, a lo largo de su línea de Rosario a Córdoba, cuya
construcción había promovido en su momento el mismo Aarón Castella-
nos. Estas colonias fueron el centro que permitió expandirse a otras co-
lonias santafesinas como Candelaria, Jesús María (Timbúes), San
Urbano, Iriondo, Avila, Teodolina, Alejandra, Cavour, Humboldt, Bella
Italia, San Agustín, Bauer, San Justo, Romang, Las Toscas, Florencia, Pi-
lar, Gessler, Pujato, Arteaga, Cayastá, San José de la Esquina, Colonia
Francesa, California, Colonia Inglesa, Súnchales, Progreso y otras. Entre
los fundadores de las principales colonias santafesinas que fueron, sin
LECCIONES DE DERECHO AGRARIO y DE LOS RECURSOS NATURALES 127
duda las más numerosas e importantes de esta época, cabe citar, ade-
más de los mencionados, a Guillermo Lehmann, Mariano Cabal, Carlos
Casado, Nicasio Oroño, Augusto Granges, Ricardo Foster, Mauricio
Franck, Tomas Lubary, Teófilo Romang y hasta Domingo F. Sarmiento,
que fundó la colonia santafesina Sarmiento, en 1881. En 1890 existían
en Santa Fe, la provincia más favorecida por las corrientes colonizado-
ras doscientas cuarenta y cuatro colonias formadas y pobladas, que
abarcaban una extensión de alrededor de 2.800.000 hectáreas.
En forma paralela a las Colonias Esperanza, San Carlos y San Jeró-
nimo, se instaló para la misma época otra colonia privada en Corrien-
tes, denominada "San Juan del Puerto de Santa Ana", en la confluencia
de los ríos Paraná y Paraguay, por el médico francés Augusto Brougnes
y luego una tercera en Entre Ríos, en 1857, denominada" San José",
por el profesor, también francés, Alejo Peyret, con la ayuda del general
Urquiza, que cedió los campos de Gualeguay. Los pobladores de esta
colonia, que tenían en Colón su puerto de embarque, eran, principal-
mente, de origen suizo e italiano. En 1 870, Peyret se quejaba de la esca-
sa dimensión de las tierras repartidas, que no favorecía la explotación
agrícola a gran escala. Más tarde se fundaron las colonias de I o de Ma-
yo, Hughes, San Juan, San Anselmo, El Carmen y otras, en la misma
provincia.
En los años de la década de 1870 se formaron otras colonias a lo lar-
go del Ferrocarril Central Argentino, además de las mencionadas, entre
las que pueden citarse, las de Armstrong, Leones, Villa María y Toledo.
Distintas colonias de galeses, suizos, italianos, franceses, alemanes, ju-
díos, polacos, ucranios y de otras nacionalidades se instalaron luego en
Chubut, Río Negro, Córdoba, Mendoza, Chaco, Formosa, Misiones,
con la ayuda del Gobierno nacional y también en Buenos Aires, con las
colonias Nueva Roma (1856) cerca de Bahía Blanca, que tuvo vida pre-
caria, la de la antigua reducción indígena de Baradero (1856) compues-
ta también de colonos suizos traídos para la colonia Esperanza, y las de
Ensenada, Pigüé, Coronel Suárez, Chivilcoy, Hinojos (Olavarría) y Vi-
lla Castelli, además de las colonias de la Obra de Don Bosco, en todo el
país. En 1857 comenzó a funcionar en el Estado de Buenos Aires un Asi-
lo de Inmigrantes y, luego, la Comisión Central de Inmigración, en 1868.
En Córdoba, se instaló en 1871 la colonia Marengo y Monferrati, en
128 CATALANO - BRUNELLA - GARCÍA DÍAZ - LUCERO
gunos casos con la ayuda del Banco Hipotecario Nacional, que tuvie-
ron éxitos parciales. La ley 10.676, del año 1919, a su vez, encomendó
al Banco Hipotecario Nacional la colonización agraria, que llevó a ca-
bo con buen éxito como único organismo de fomento hasta mediados
de la década de 1940 superponiendo, desde ese entonces, su acción du-
rante algunos años a la del Consejo Agrario Nacional, creado a princi-
pios de esa década, hasta que las funciones de este último pasaron a
depender del Banco de la Nación Argentina, en el año 1946, época en
que aquél cesó de actuar como banco colonizador. El banco adquiría
inmuebles con destino a la colonización o subdividía los de su propie-
dad adjudicados en las ejecuciones de sus créditos, habiendo logrado en
un período de veinte años instalar treinta y cuatro colonias de agricul-
tores en las Provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos,
Mendoza y Tucumán, distribuyendo 129.960 hectáreas en 571 lotes
adjudicados. Grandes extensiones rurales adquiridas por el banco en
compensación de deudas, fueron subdivididas y adjudicadas bajo este
sistema, en parcelas económicas, dando oportunidad a los arrendata-
rios y aparceros desalojados en virtud de las leyes agrarias entonces vi-
gentes, para radicarse en los nuevos predios y continuar con sus
actividades. En el período 1934-1944 este banco recibió de sus deudo-
res parte de las cosechas en pago de los créditos.
Durante ese período, a partir de 1936, la Provincia de Buenos Aires
puso en funcionamiento el Instituto Autárquico de Colonización para
aplicar la ley 4418, estimulando la creación de granjas, especialmente,
mediante la adjudicación de la tierra fiscal y encarando también la ad-
quisición de campos para dividirlos y poblarlos, y la colonización por
cuenta de terceros, pero su acción, limitada al ámbito provincial, no fue
muy importante. En la actualidad, esta tarea es desempeñada por la Di-
rección de Fomento Agrario.
vado a cabo en pequeña escala por la acción del Banco Hipotecario Na-
cional, se dictó la ley 12.636 que creó el Consejo Agrario Nacional, con
el objeto de poner en marcha nuevamente ese proceso, pero en una for-
ma más selectiva y ordenada, a través de un ente especializado para ac-
tuar en cualquier zona del país donde las tierras colonizables estuvieran
disponibles. Hasta entonces esas tareas, a nivel nacional, habían sido
desempeñadas, como ya hemos visto, por aquel banco, en virtud de las
facultades otorgadas por la ley 10.676 pero, evidentemente, no obstan-
te la buena gestión realizada por este organismo y, también, la que en
forma concurrente cumplieron las empresas ferroviarias, ninguna de
ellas obedecía a un programa colonizador ordenado y de la envergadu-
ra y escala que necesitaba el país.
El antecedente de la creación del Consejo Agrario, como organismo
especializado y centralizador de la tarea colonizadora, debemos verlo
en los proyectos de ley de colonización presentados en 1932, por el Mi-
nistro de Agricultura Antonio De Tomaso y en 1936 por el diputado
Bernardino C. Horne. En el ínterin, se había sancionado, como antici-
po, la ley 11.684, de crédito agrario, poniendo a cargo del Banco de la
Nación Argentina el otorgamiento de créditos para la siembra, recolec-
ción y comercialización de la producción agraria. Este tipo de crédito
era indispensable, como complemento de la tarea colonizadora.
El Consejo creado por la ley 12.636 era un organismo técnico ejecu-
tivo que podía adquirir tierras, subdividirlas o reagruparlas y concertar
convenios de venta y la radicación de inmigrantes y colonos en cual-
quier punto del territorio. Era ésta una ley de alcance nacional, que po-
nía en ejercicio las facultades concurrentes que el Gobierno nacional
tiene en materia de colonización y destinada a extenderse en todas las
regiones del territorio, aunque no afectaba las tierras fiscales provincia-
les, las que podían incorporarse a su régimen. Su meta era poblar el in-
terior del país mediante la utilización de las tierras en poder del Estado
nacional, o de los inmuebles adquiridos para esos fines, ampliar las
fronteras agropecuarias, racionalizar las explotaciones rurales, subdivi-
dir los predios, radicar y estabilizar la población rural sobre la base de
la propiedad de la tierra, trasladar a los agricultores en zonas más ade-
cuadas, aumentar la población rural, radicar grupos de familias de agri-
cultores extranjeros, fomentar la formación de industrias rurales de
132 CATALANO - BRUNELLA - GARCÍA DÍAZ - LUCERO
Las provincias, con respecto a estas tierras, han dictado normas con-
cordantes con las nacionales, en las materias de su competencia.
En el ámbito nacional, también existe la Comisión de Tierras Fisca-
les Nacionales, para atender principalmente los problemas de asenta-
mientos poblacionales, y que lleva adelante el denominado "Programa
Arraigo",
país importó trigo hasta el año 1875 y puede decirse que el crecimiento
de la agricultura está estrechamente ligado a la colonización e inmigra-
ción, cuando comenzaron a habilitarse nuevas tierras fuera de la prade-
ra bonaerense, dominada tradicionalmente por la ganadería. En 1878
se exportaron 2.547 t. de trigo, las que alcanzaron a 1.608.249 t. en
1894. A partir de entonces se incorpora al ambiente rural la figura del
colono y el chacarero, fundamentalmente del inmigrante, radicado en el
predio con su familia, en la tierra que recibe del gobierno o arrienda a
su propietario. La figura del chacarero-inmigrante va creciendo y en un
momento domina la escena rural, hasta que se produce la crisis de los
años 1930, en que comienza el éxodo a las ciudades y va desaparecien-
do gradualmente como factor gravitante de nuestra sociología rural. La
diferencia económica y social que puede establecerse entre ambas clases
agrarias es que la ganadera en este tiempo estaba representada por el
hacendado-propietario, mientras que en la agricultura la representación
real la tenía el chacarero-arrendatario, es decir, un hombre sin tierra.
2. LAS VAQUERÍAS
3. LOS SALADEROS
4. LA INDUSTRIA FRIGORÍFICA
que se traslada primero solo y luego con su familia, para intentar fortu-
na en el trabajo rural. Esta colonización de tipo agrícola y chacarera, se
implanta sobre todo en los campos nuevos habilitados en Santa Fe, En-
tre Ríos y Córdoba y, más tarde, en los dedicados a los cultivos especia-
les en Mendoza, San Juan, Chaco, Formosa, Corrientes, Río Negro y
Misiones. Los campos bonaerenses, en cambio, aplicados tradicional-
mente al desarrollo de la ganadería vacuna y ovina, estaban manejados
directamente por los propietarios y eran refractarios todavía al cambio
de la estructura rural.
La figura del chacarero agricultor resultó predominante en el litoral
rural, eminentemente agrícola, y se constituye en la principal figura mo-
vílizadora y soporte de la actividad agraria en esas regiones. Recién
comienza a irrumpir en los campos bonaerenses, dominados por la ga-
nadería, a fines de siglo, con la inmigración europea masiva, desarro-
llando en ellos con preferencia la agricultura, a través de contratos de
arrendamiento y aparcerías convenidos con los propietarios de la tierra,
en condiciones muchas veces gravosas, hasta que, después de más de
tres décadas de ocupación y trabajo continuado de las tierras, de crisis
alternadas y de pobreza rural, sin perspectivas de progreso en el medio
para esta clase social, comienza el éxodo rural, impulsado por la crisis
desatada a comienzos de la década de 1930. El productor agrícola,
arrendatario o aparcero, que se mantuvo en los viejos campos arrenda-
dos, durante esta época de dificultades y desarraigo, fue en gran parte
el beneficiario de las posteriores leyes de transformación agraria que
convirtieron a una gran masa de arrendatarios y aparceros en propieta-
rios de la tierra, en reemplazo de éstos. Esta etapa de conversión y cam-
bio en el régimen de tenencia de la tierra, abarca otro período de treinta
años, a partir de 1940, y puede decirse que concluye al finalizar la dé-
cada de 1960.
tro país, desde la implantación del Código Civil, por las reglas de éste
referentes a los arrendamientos en general. El arrendamiento, por sus
características menos formales, fue el tipo de contrato de mayor uso en
las relaciones rurales. Algunos otros contratos civiles, como el usufruc-
to y el uso y la habitación, han tenido menor aplicación en las relacio-
nes agrarias ordinarias. Más tarde, contratos agrarios, de carácter
específico, se sumaron al arrendamiento, como el del tambero-mediero,
el de los contratistas de viñas y frutales y, por último, el referente al tra-
bajo agrario, constituyendo esas figuras los pilares principales del régi-
men de la contratación agraria, existente en el país.
En el mundo moderno los institutos vinculados a la explotación
agropecuaria de la tierra, se han venido emancipando de los regímenes
tradicionales y han ido adquiriendo un desarrollo autónomo y mucho
más amplio que el vinculado al uso directo de la tierra. Hoy, la contra-
tación agraria ocupa un vasto campo de posibilidades jurídicas, en re-
lación conexa a la actividad agraria, propiamente dicha, a través de la
utilización de los contratos denominados agro-alimentarios y agro-in-
dustriales, que constituyen, como ya vimos, un nuevo capítulo del de-
recho agrario, en constante formación, con una gran variedad de uso
en la economía y estrecha vinculación con la actividad agropecuaria, en
sus más amplias manifestaciones. A este tema nos referiremos más
adelante.
Debe señalarse, a este respecto, que el autor del Código Civil con-
templó, en materia de uso de la tierra y regulación de los contratos, só-
lo algunas disposiciones vinculadas directamente al agro, a diferencia
del Código Civil francés, que fue más amplio y descriptivo en la mate-
ria, legislando sobre arrendamientos agrícolas, aparcería, mediería y
aparcería de ganado, tradicionalmente difundidos en ese país, en con-
traposición al nuestro, por su gran desarrollo agrícola y granjero. El
Código Civil no hizo distingo entre los arrendamientos rurales y los ur-
banos, aplicando a ambos, salvo muy pocas excepciones, las mismas re-
glas para su regulación. La escasa actividad agrícola en la época que
nuestro Código fue sancionado y la estructura eminentemente patronal
del sector ganadero, único hasta ese momento desarrollado a mediana
escala, no requerían aparentemente mayores normas de carácter especí-
fico. El arrendamiento de predios con destino a la ganadería era poco
LECCIONES DE DERECHO AGRARIO Y DE LOS RECURSOS NATURALES 159
8. CESIÓN Y SUBARRIENDO
Cláusulas prohibidas
mediería se regirán por las normas relativas a las aparcerías, con excep-
ción de las que se hallaren sometidas a leyes o estatutos especiales, en
cuyo caso les serán, asimismo, aplicables las disposiciones de esta ley,
siempre que no sean incompatibles con aquéllos".
En el contrato de mediería, los frutos se dividen por mitades, sien-
do ésta su característica técnica, y su diferencia con la aparcería es
que en ésta las proporciones pueden ser diferentes. Además, en la me-
diería la administración del negocio compete a ambas partes y los
aportes son concurrentes; en cambio en la aparcería, sólo el aparcero
administra, como más adelante veremos, y aporta los gastos para la
explotación. En los dos casos, ambos corren el riesgo de la pérdida de
la producción.
Pero existen también distingos entre los arrendamientos y las aparce-
rías. En estas últimas las partes aportan el capital y el trabajo, en forma
asociativa, participando en los riesgos y resultados. El aparcero, por
ejemplo, está obligado a atender personalmente la explotación, tratán-
dose de un contrato intuite personae; además, debe comunicar al apar-
cero dador la fecha de la recolección de los frutos y separación de los
productos a dividir, salvo estipulación en contrario. Por otro lado, la
pérdida de los frutos por caso fortuito será soportada por ambas partes
en la proporción convenida para el reparto de aquellos. En el arrenda-
miento, el locador se limita a percibir el precio de la locación y éste es
independiente del resultado obtenido. No se trata, como en las aparce-
rías, de un contrato de riesgo para el propietario. Se diferencia, tam-
bién, la aparcería de la sociedad, en que no existe un ente distinto de las
partes y que el aporte de uso del predio y demás bienes los recibe el to-
mador para los efectos del contrato y no por cuenta de un ente ajeno a
los contratantes.
La aparcería, que ha sido un contrato muy utilizado en el país, pue-
de ser agrícola o pecuaria. En las aparcerías agrícolas el aparcero dador
cede el predio, con o sin elementos, para la explotación agropecuaria,
en cualquiera de sus manifestaciones (agrícola, pecuaria o mixta), en
tanto que en la aparcería pecuaria el aparcero dador sólo cede anima-
les, para su cría y engorde, sin ceder predio alguno. Esta diferencia se
refleja en la forma distinta de tratamiento que la ley dispensa a ambos
contratos.
174 CATALANO - BRUNELLA - GARCÍA DÍAZ - LUCERO
Normas generales
Aparcería agrícola
Aparcería pecuaria
La ley 13.246 constituyó una base legal suficiente para dotar de cier-
ta estabilidad a los arrendatarios ya que les brindó la oportunidad de
mantenerse en el predio originariamente por un plazo de hasta ocho
años, incluyendo la prórroga prevista, pero no resolvió el problema de
la tenencia de la tierra, ya que ése no era su propósito. Se trataba de
una ley de arrendamientos y no de reforma o transformación agraria.
Tenía sus limitaciones de objetivos, no obstante la generosidad del pla-
zo establecido hasta su reforma por la ley 22.298, del año 1980, que
redujo el plazo mínimo a tres años. El porvenir de la familia agraria,
constituida por una gran masa de arrendatarios, aparceros y medieros,
seguía siendo incierto, transcurrido aquel plazo legal originario. La ley
de arrendamientos no había resuelto ni podía resolver el problema fun-
damental, que era el de la propiedad de la tierra y este tema se iba a
presentar a corto plazo. Ambos aspectos del problema de la tierra de-
bían diferenciarse y no podían ser asumidos por una ley regulatoría de
los contratos.
182 CATALANO - BRUNELLA - GARCÍA DÍAZ - LUCERO
Capitalización de hacienda
Pastoreo y pastaje
Existen otros dos tipos de contratos agrarios que no deben ser con-
fundidos, el de pastoreo y el de pastaje. En el primero, una de las partes
entrega la tenencia de un predio para que la otra lo ocupe con hacienda
para el pastoreo. Este contrato está regulado por el artículo 39, inciso
b) de la ley 13.246, modificado por la ley 22.298, y puede celebrarse
por el plazo de hasta un año. No está sujeto a una formalidad especial.
En el de pastaje, o pasturaje, o de pensión de animales, como también
se lo ha denominado, el propietario, usufructuario o tenedor no entrega
el predio, como en el caso anterior, sino que recibe animales para su
alimentación obteniendo como contrapartida un pago por cabeza, por
día, mes, año. Este contrato no se encuentra regulado por la ley y es
utilizado en situaciones de emergencia, o cuando el predio está sobre-
cargado y debe liberarse hacienda hasta su colocación en el mercado.
Aparece como un contrato de locación de servicios y se rige por el prin-
cipio de la libertad de las convenciones.
Contrato accidental
La mediería agrícola
por mitades los frutos, como así también el capital y los gastos y, ade-
más, ambos contrayentes asumen la dirección y administración de la
actividad y los riesgos de la explotación, circunstancias que marcan una
diferencia con la aparcería, ya que en ésta el aparcero asume sólo a su
cargo la administración y los gastos, aunque los riesgos del contrato
son compartidos. Por estas diferencias, algunos autores consideran a la
mediería como un contrato de sociedad, aunque debe señalarse que
la mediería no crea una entidad distinta de los miembros que la compo-
nen y cada uno de los participantes es responsable directo de las obliga-
ciones que asume ante terceros.
En los contratos de mediería agrícola consideramos que no es aplica-
ble la reforma al artículo 30 de la ley, introducida por la ley 22.298, en
cuanto autoriza para las aparcerías a convenir libremente el porcentaje
en la distribución de los frutos. En la mediería agrícola los frutos se dis-
tribuyen por mitades. Otra solución significaría oponerse, como diji-
mos, a la propia esencia del contrato de mediería, tal como ha sido
concebido en sus orígenes y en los usos y costumbres del campo. La ley,
sin embargo, no aclara este aspecto. Debe señalarse, sin embargo, que
la expresión mediería no siempre significa, en los contratos agrarios,
porcentajes iguales en la distribución de los frutos. En el caso específico
del contrato del tambero mediero, o mediería de tambo, como también
se la denomina, los porcentajes que éste percibe son generalmente infe-
riores a la mitad. El término mediero, en este caso, no está empleado en
su acepción estricta y tradicional.
Los caracteres propios del contrato de mediería, no se encuentran
perfilados en la legislación. Si resultaran asimilables a las aparcerías,
como reza el artículo 21 de la ley 13.246, única disposición relativa a la
materia, la sola diferencia radicaría en el porcentaje de los frutos a re-
Partir, que debe ser siempre por mitades. Pero esta diferencia resulta in-
trascendente, por sí misma, para configurar un contrato especial,
porque las aparcerías, como hemos visto, también ahora se pueden con-
venir en mitades, por lo cual la otra característica que lo diferenciaría,
en cuanto a su naturaleza, sería la de la administración conjunta del
predio y la contribución de ambas partes a los gastos de la explotación,
que derivaría de los usos y costumbres y de la propia naturaleza del
contrato, pero no de un texto expreso de la ley.
188 CATALANO - BRUNELLA - GARCÍA DÍAZ - LUCERO
Otra clase de contrato que se puso en boga hace unos años, con mo-
tivo del vencimiento de las prórrogas de los arrendamientos y aparce-
rías, es el contrato de maquinaria agrícola, mediante el cual una de las
partes, que se denomina contratista agrario, presta el servicio de la ma-
quinaria para la labranza, siembra o cosecha, a un precio determinado
o a un porcentaje sobre la cosecha. Los arrendatarios y chacareros de-
salojados por leyes anteriores, encontraron en este tipo de actividad
una salida laboral mediante el empleo de la maquinaria de su propie-
dad que quedaba vacante. En la actualidad, se ha extendido como una
actividad autónoma. El contrato tiene varias fuentes legales de aplica-
ción, según la modalidad en que se encuentre pactado. Puede ser un
contrato de locación de servicio, o de obra, cuando se pacta abonando
el contratante un precio en dinero. También puede ser calificado de
aparcería agrícola, cuando la contraprestación consiste en un porcenta-
je sobre la cosecha. En este caso, se trataría de una aparcería accidental,
pactada en los términos del artículo 39, inciso a) de la ley L3.248 y re-
LECCIONES DE DERECHO AGRARIO Y DE LOS RECURSOS NATURALES 189
Contrato de maquila
2. PORCENTAJES
3. DERECHOS Y OBLIGACIONES
4. PLAZOS. RESCISIÓN
Una de las normas más completas que regulan con carácter general
las actividades de los establecimientos ganaderos en el ámbito provin-
cial, es la ley 6829, dictada en el año 1997, por la Provincia de San
Juan, que constituye una suerte de estatuto de la actividad, compuesto
de 163 artículos, que abordan distintas materias. Esta ley, que ha sido
parcialmente vetada, clasifica las especies del ganado mayor y menor,
220 CATALANO - BRUNELLA - GARCÍA DÍAZ - LUCERO
EL COMERCIO DE GRANOS
Resulta de interés, ya que estamos en esta materia, dar una idea ge-
neral de cómo se comercializan en el país los principales granos, el trigo
y el maíz.
El mercado de granos argentino experimentó una gran transforma-
ción a partir de la liberalización de su régimen, la disolución de la Junta
LECCIONES DE DERECHO AGRARIO Y DE LOS RECURSOS NATURALES 231
bleció los requisitos a que debían ajustarse las firmas privadas que expi-
dan certificados y talones de depósitos de granos, entre ellos, poseer un
capital mínimo de $ 50.000 y denunciar los depósitos que utilizarán,
los cuales debían reunir condiciones de seguridad, y además proveer de
servicios de limpieza a la mercadería depositada, obtener muestras de
los granos que ingresen, en presencia del solicitante, conservando las
mismas en condiciones inviolables. Debían llevar, también, un libro ru-
bricado donde se anotaran los certificados emitidos y los endosos, tanto
del certificado como del talón.
La aplicación de esta resolución fue dejada sin efecto en el año 1997,
por la resolución 732, en razón de haberse creado, según expresa, cierta
confusión en cuanto al ámbito de aplicación, alcances y efectos jurídicos
de las operaciones, repercutiendo negativamente sobre la operatividad
prevista por la ley 9643. Los certificados emitidos conservarán su vigen-
cia hasta tanto se opere el vencimiento de los plazos en ellos estableci-
dos. La suspensión dispuesta lo ha sido por el plazo de ciento ochenta
días, dentro del cual las firmas deberán completar los trámites para su
habilitación definitiva, cumpliendo las normas legales contempladas en
la ley citada, y con arreglo a la misma. Se consideró que las normas es-
peciales del certificado y talón y el procedimiento de venta de la merca-
dería amparada, creado por el decreto-ley 6698/63, habían quedado
derogados por la ley 23.696 de Reforma del Estado, que disolvió la Jun-
ta y, por lo tanto, las empresas debían ajustarse a lo dispuesto por la ley
9346 de Warrants, única que se encuentra en vigor.
8. OTRAS NORMATIVAS
El decreto 2284/91, a este respecto, deja sin efecto todas las regula-
ciones a la vitivinicultura, producción yerbatera, producción azucarera
e industrias derivadas, transfiere a la Secretaría las funciones de la Co-
misión Reguladora de la Producción y Comercio de la Yerba Mate, li-
bera los cultivos, la cosecha, la industrialización y comercialización de
la misma, a igual que la de caña de azúcar y azúcar en todo el territorio
nacional, como asimismo la plantación, implantación, reimplantación o
modificación de viñedos, la cosecha de uva y su destino para la indus-
tria, consumo en fresco o para otros usos, incluyendo la fabricación de
alcohol. También libera la producción y comercialización de vino, cupi-
ficación y bloqueo, y fecha de despacho al consumo interno de vinos de
mesa nuevos. Por último limita las facultades del instituto Nacional
de Vitivinicultura exclusivamente a la fiscalización de la genuinidad de
los productos vitivinícolas, no pudiendo interferir, regular o modificar
el funcionamiento del mercado libre.
En cuanto al mercado de la leche y la industria láctea, el decreto deja
también sin efecto las regulaciones y la ley 23.359 (Comisión de Con-
certación de Política Lechera).
Asimismo, suprime las contribuciones sobre la exportación e indus-
trialización y ventas de granos, cuyo destino era integrar los recursos fi-
nancieros de la Junta disuelta.
1. ANTECEDENTES HISTÓRICOS
5. DISOLUCIÓN DE LA JUNTA
II - Calidad superior
J - Muy buena
u - Buena
U2 - Mediana
N - Regular
T - Inferior
A - Mala
Entre las funciones asignadas a la Junta por la ley 21.470 y que que-
daron transferidas a la Secretaría de Agricultura, figura la de promover
la producción, el comercio y la industria de ganado y carnes, a fin de
lograr la satisfacción de la demanda interna y el desarrollo de las ex-
portaciones.
El país es uno de los principales exportadores de carnes del mundo.
Ocupa el quinto lugar después de Australia, Estados Unidos, la Unión
Europea y Nueva Zelanda, con un volumen del orden de las 500.000 t.
anuales. Se acusa a la ganadería argentina y al comercio de carnes de
no haber dado respuesta a la producción de carnes de mejor calidad y
de desaprovechar los nichos de consumo que existen para las carnes de
excelencia en el mercado internacional. El consumo interno representa
el ochenta por ciento de la producción, que alcanza a 2.600.000 t.
anuales. En los últimos años el incremento de los precios de los granos
en el mercado internacional determinó el desplazamiento de la pro-
ducción vacuna a tierras de menor valor, con la consiguiente reducción
258 CATALANO - BRUNELLA - GARCÍA DÍAZ - LUCERO
introducidas por las leyes 4155 y 17.160, además de los ganados, inclu-
ye las aves y los productos de la caza y de la pesca, y se aplicó no sólo
en los territorios nacionales, sujetos a la jurisdicción nacional, sino
también a las operaciones de importación y exportación de ganado, al
tráfico de ganado de una provincia a otra, y en todos los casos que las
provincias soliciten al Gobierno nacional su intervención ante enferme-
dades contagiosas extendidas a más de una provincia, o que revista el
carácter de epizoótica y ofrezca el peligro de propagarse fuera de ella.
Respeta, en materia de jurisdicción, los preceptos federales.
Toda persona que tenga a su cargo el cuidado de animales atacados
por enfermedades contagiosas o sospechados de estarlo, deberá denun-
ciarlo a la autoridad y proceder a su aislamiento, inclusive, respecto a
los animales muertos, debiendo éstos ser enterrados o destruidos.
El Poder Ejecutivo nacional podrá declarar infectada la propiedad,
circunscripción o provincia y está autorizado para aislar, secuestrar o
prohibir el tránsito de animales, sacrificar o destruir los mismos.
La ley, por otra parte, facultaba al Poder Ejecutivo, anticipándose a
regulaciones posteriores sobre la materia, a reglamentar también las
condiciones higiénico-samtarias de los establecimientos dedicados a la
comercialización y faenamiento de ganado, mataderos de aves, indus-
trialización de la caza y de la pesca y comercialización de los productos,
norma ésta que ha sido reemplazada por nuevas leyes.
Además, en el caso del ganado, la ley fija normas para la indemniza-
ción de los perjuicios derivados de los animales, construcciones e insta-
laciones mandados a destruir, salvo cuando la enfermedad hubiera sido
mortal, en cuyo caso no habrá lugar a esa indemnización.
La ley 3959 fue modificada por la 17.160 y complementada por nu-
merosas leyes y disposiciones posteriores en materia de ganados, que
abarcaron una extensa gama de situaciones donde se encontraban en
juego aspectos de la sanidad animal, vinculados a ciertas enfermedades
específicas, como la fiebre aftosa, la brucelosis, hidatidosis, encéfalo-
mielitis, carbunclo, triquinosis, garrapata, sarna bovina, ovina y capri-
na, anemia infecciosa equina, bronquitis y encefalomielitis aviar, mosca
de los cuernos y otras enfermedades que afectan a los ganados y aves.
En esta materia de las luchas sanitarias contra las enfermedades de
los ganados debe destacarse la emprendida, desde hace muchos años
LECCIONES DE DERECHO AGRARIO Y DE LOS RECURSOS NATURALES 261
atrás, contra la fiebre aftosa, que ingresó al país en las últimas décadas
del siglo pasado, y en cuyo combate ha intervenido permanentemente la
Comisión Nacional de Lucha contra la Fiebre Aftosa, creada por la ley
24.305, sancionada en el año 1993 que implemento, a su vez, el Progra-
ma Nacional de Lucha contra esa enfermedad. El estado sanitario de los
rodeos debe ser una preocupación fundamental del productor, no sólo
por los costos que representa la atención de una enfermedad ya declara-
da, sino también por su incidencia en la producción y en la comercializa-
ción. A este respecto, los Estados adoptan distintas actitudes para los
países del circuito aftósico. O bien toman en cuenta el riesgo país y pro-
hiben la introducción de mercadería aun de zonas libres de aftosa, posi-
ción ésta que han adoptado Estados Unidos y los países que siguen su
metodología; o consideran, en cambio, como la Unión Europea, sólo el
riesgo región, vedando las importaciones provenientes exclusivamente
de la región del país que se encuentra afectada, pero no de las restantes.
La enfermedad de la aftosa se manifiesta fundamentalmente en los
animales unípedos (bovinos, equinos, ovinos, caprinos, porcinos) con
llagas en la boca, las pezuñas y las ubres, y se ha hecho presente parti-
cularmente en el ganado bovino, con un gran poder difusor, pero no
podía obtenerse la vacuna que permitiera una acción efectiva para su
erradicación. La vacuna acuosa trajo algunos progresos que recién se
consolidaron al aplicarse la vacuna oleosa, trivalente, que permitió en
el país, a través de una acción perserverante y mediante un Programa
de Control y Erradicación de la enfermedad, llevado a cabo por las or-
ganizaciones de productores, con la debida vigilancia de los veterinarios
locales del organismo de control de las luchas sanitarias, el SENASA,
eliminar en los últimos tres años los focos de enfermedad, que habían
alcanzado en el territorio cifras que superaban el millar, permitiendo
hoy ofrecer un país libre de la enfermedad, como ha sido reconocido en
el mundo, si bien en forma condicionada, conforme lo ha declarado la
resolución 353/96 del SENASA y la Oficina Internacional de Epizootias
en el año 1997, lo que aumentará sustancialmente nuestras posibilida-
des de exportación de carne vacuna a mercados que hasta ahora esta-
ban vedados, como el de Estados Unidos, el cual importa cerca de 1
millón de t. anuales y, asimismo, de los países asiáticos que también
son fuertes importadores y con un consumo potencial elevado, los cua-
262 CATALANO - BRUNELLA - GARCÍA DÍAZ - LUCERO
Aquella vieja ley 3959 de policía sanitaria animal y las leyes específi-
cas sobre enfermedades del ganado, predecesoras de las luchas sanita-
rias, fueron complementadas, en el aspecto industrial, por la 18.811,
denominada Ley Federal de Carnes, cuyo objetivo fue establecer un ré-
gimen uniforme y controlado por la autoridad nacional, para la habili-
tación y funcionamiento de los establecimientos donde se faenen y
elaboren productos de origen animal, a fin de mejorar los aspectos hi-
giénico-sanitarios de los mismos, con los requisitos que aconseja una
adecuada ingeniería sanitaria. El germen de esta ley se encuentra, según
vimos, en las disposiciones de la ley 3959, si bien ésta se refería más es-
pecíficamente al ganado y sólo incidentalmente a las carnes. No era su-
ficiente asegurar la faena de un animal sano, libre de enfermedades,
sino que resultaba también indispensable que las condiciones higiénico-
sanitarias de los establecimientos donde se realizan los procesos de ma-
tanza del animal y elaboración de las carnes, reunieran condiciones
apropiadas. Esta ley, por lo tanto, complementó, en el aspecto indus-
trial, a la 3959 y facultó al Poder Ejecutivo nacional a reglamentar en
todo el país el régimen de habilitación y funcionamiento de los estable-
cimientos donde se faenen animales y se elaboren o depositen produc-
tos de origen animal, en cuanto a los requisitos higiénico-sanitarios que
deben reunir en la elaboración, industrialización y transporte destina-
dos al consumo, incluso cuando estos procesos se realicen dentro de la
misma provincia o de la Capital Federal, los que deberán contar o tran-
sitar con la documentación sanitaria correspondiente. Los gobiernos
provinciales deberán cumplir estas disposiciones y serán los primeros
responsables de su observancia, pero sin perjuicio de ello la autoridad
sanitaria nacional podrá concurrir para hacer cumplir las normas en
cualquier parte del país, con prescindencia de toda limitación jurisdic-
cional. Esta ley no era muy clara en cuanto al alcance de la "concu-
266 CATALANO - BRUNELLA - GARCÍA DÍAZ - LUCERO
La defensa sanitaria contra las plagas tiene en el país una larga histo-
ria, sobre todo en la lucha contra la langosta que, hasta finalizar la dé-
cada de 1930, produjo grandes estragos en los cultivos. Prácticamente
esta plaga, desde hace varios años, ha desaparecido en la mayoría de las
regiones del país. En algunos períodos el Gobierno aportaba el material
268 CATALANO - BRUNELLA - GARCÍA DÍAZ - LUCERO
para su defensa, que los que se pueden incorporar por la vía química. Se
acusa, también, a la agricultura orgánica de no tener una estrategia que
asegure, en el tiempo, estar en condiciones de proveer al mundo de la
cantidad de alimentos que necesita la población creciente y que la falta
general de nitrógeno en la tierra impedirá, si no se recurre a los fertilizan-
tes y a los fitosanitarios, el propio desarrollo de una agricultura orgánica
a gran escala, como resulta necesaria para abastecer a la humanidad.
En Argentina está reglamentada la elaboración, formulación, frac-
cionamiento, distribución, transporte, comercialización, almacenamiento
y aplicación de los productos fitosanitarios, a través de leyes, decretos y
resoluciones de la Secretaría de Agricultura de la Nación y del SENASA,
organismo que tiene a su cargo el control y el ejercicio, a nivel general,
de la policía sanitaria vegetal, junto con la animal.
En 1973 se dictó la ley 20.418 que establece las tolerancias y los lími-
tes administrativos de residuos de plaguicidas en productos y subproduc-
tos, ante la necesidad de profundizar los controles para que no se
registren residuos en los productos alimentarios, en cantidades superiores
a las determinadas por las investigaciones. Esta ley establece las distintas
clases de tolerancias, que van desde la tolerancia cero hasta el nivel admi-
nistrativo máximo de concentración permitido para comercializarse los
productos. El organismo de aplicación tendrá a su cargo la fiscalización
del cumplimiento de las tolerancias y límites administrativos, pudiendo
realizar inspecciones, sin cargo, de los productos en todo el territorio del
país, y aplicar las sanciones legales consistentes en multas y el decomiso
de la mercadería y ordenar también la indisponibilidad de los productos
si se considera que existe una infracción a las regulaciones existentes.
Resoluciones de la Secretaría de Agricultura autorizan, por otra par-
te, al ex-Servicio de Sanidad Vegetal, actualmente el SENASA, a exten-
der certificados fitosanitarios para la exportación de frutas secas, fresca
y desecadas, hortalizas, legumbres y plantas y semillas para siembra,
que acreditan la ausencia de plagas.
El uso de productos fitosanitarios tiene por principal objetivo el con-
trol de las plagas y malezas y de las enfermedades que afectan a los cul-
tivos tanto cerealeros, como hortícolas, frutícolas y forestales. Entre las
plagas más corrientes de la agricultura pueden citarse el gusano corta-
dor, los pulgones, isocas, chinches, langostas, gatas peludas, hormigas,
LECCIONES DE DERECHO AGRARIO Y DE LOS RECURSOS NATURALES 271
que pertenece, los cuales serán certificados por los profesionales habili-
tados. Establece las condiciones para la importación y exportación de
material seminal, y las de fabricación, importación y comercialización
de los elementos utilizados en la obtención, fraccionamiento, conserva-
ción y aplicación de aquél. Asimismo determina las precauciones de hi-
giene y seguridad, de cumplimiento obligatorio para mantener la
vitalidad, poder fecundante y asepsia del semen y las condiciones en
que deberá procesarse, mantenerse, conservarse y usarse el material. En
todos los controles y fiscalizaciones técnicas interviene el SENASA.
No se encuentran comprendidas en esta ley, dada la época en que
fue sancionada, las actividades de clonación o reproducción de especies
de ganado a partir de células extraídas de la hembra dadora introdu-
cidas en el óvulo de la hembra receptora. Este descubrimiento genético,
de fecha reciente, requerirá, en caso de adquirir desarrollo, una legisla-
ción especial que conjugue los avances científicos con su campo propio
de aplicación, limitado por principios éticos a la sola reproducción de
especies de ganados.
En el país existen alrededor de sesenta centros integrales, centros de
cabana y de trasferencia embrionaria bovina y más de veinte bancos
de semen y embriones de ganado bovino y ovino, y alrededor de diez
centros de inseminación artificial y transferencia embrionaria de equinos.
I. RÉGIMEN FORESTAL
1. INTRODUCCIÓN
5. LA FORESTACIÓN Y REFORESTACION
1. LA FLORA SILVESTRE
Entiéndese por flora silvestre aquella que nace por la acción espontá-
nea de la naturaleza y no por obra del hombre, es decir, de la siembra.
Se trata de especies vegetales autóctonas que conviven en uno o varios
ecosistemas, pero que excluyen los pastos naturales, y que pueden ser
asimiladas a las plantas, flores y demás especies que existen dentro de
áreas con un régimen especial, como es el caso de los parques y reservas
nacionales y monumentos naturales.
Hay un vacío en nuestra legislación respecto de reglas para proteger
la flora silvestre. Si dejamos de lado la regulación y normas aplicables a
LECCIONES DE DERECHO AGRARIO Y DE LOS RECURSOS NATURALES 299
los monumentos, parques y reservas nacionales, tema del que nos ocu-
paremos más adelante en este capítulo, nada hay en el Derecho argenti-
no que se ocupe adecuada y sistemáticamente del uso y protección de la
flora silvestre.
En nuestro Código Civil existen algunos artículos que prevén reglas
aplicables a este tema en el Libro III que regula los derechos reales, Tí-
tulo I, aplicable a las cosas. El artículo 2343 establece que las plantas y
yerbas que pueblan las costas del mar, las que cubrieren las aguas del
mar, o los ríos y lagos, son susceptibles de apropiación privada. Asimis-
mo, el artículo 2328 del cuerpo legal mencionado establece que son co-
sas accesorias aquéllas cuya existencia y naturaleza son determinadas
por otra cosa, de la que dependen o a la que están adheridas, dispo-
niendo el artículo 2329 en consonancia con dicha norma, que los frutos
naturales de las cosas, así como sus producciones orgánicas, forman un
todo inseparable con la cosa que se trate.
Estas normas regulan el dominio, o apropiación, de la flora silves-
tre según se la define en forma muy elemental y parcial en el Código.
Vale decir que el codificador civil había previsto la propiedad priva-
da de ciertas plantas, flores y, en general, flora silvestre, ya sea por
apropiación directa, o por su carácter accesorio de otra cosa de pro-
piedad privada, todo lo cual no resulta relevante para su estudio desde
el punto de vista de la regulación y régimen aplicable a las especies
de la flora.
Las normas mencionadas son, por ello, insuficientes para ser consi-
deradas pivote de un régimen sistemático y uniforme y, por lo tanto,
en esta materia sólo cabe ceñirse a las normas y reglamentos policiales,
típicamente de jurisdicción local, para encarar cuestiones tan impor-
tantes como la adecuada protección de especies y plantas que, sin estar
encuadradas dentro de parques, reservas o monumentos naturales na-
cionales o provinciales, adornan costas y riberas o tierras o aguas de
cualquier especie y requieren, por esa razón, una mayor atención del
legislador, dada la particularidad del tema. Urge dictar leyes específi-
cas sobre la materia, las cuales deben partir del principio del dominio
originario de los Estados, nacional o provinciales, sobre la flora sil-
vestre protegida, según se desprende del artículo 124 de la Constitu-
ción nacional.
300 CATALANO - BRUNELLA - GARCÍA DÍAZ - LUCERO
2. LA FAUNA SILVESTRE
nos pertenece un poco a todos sus habitantes. Por ello algunas leyes
han preferido asignar el control a los propietarios de los fundos donde
se aloja la fauna salvaje, pues son ellos, sin duda, quienes ejercerán me-
jor los controles sobre la actividad, incluso por razones de interés parti-
cular. No obstante, a partir de la reforma de la Constitución nacional,
operada en el año 1994, la propiedad de la fauna pertenece al dominio
originario del Estado, conforme a lo prescripto en su artículo 124.
Debe señalarse, para demostrar la importancia económica de la fau-
na salvaje, que las exportaciones de carnes de productos de la caza,
ocupan el cuarto lugar en la lista de productos cárneos, correspondien-
do a la liebre y subproductos el principal rubro de las ventas al exte-
rior, con destino a Alemania.
Según el Fondo Mundial para la Naturaleza, el veinte por ciento de
la fauna y la flora silvestres habrán desaparecido para el año 2000. Este
informe señala que la pérdida diaria de las especies alcanza a 70, indi-
cando a la caza, el comercio ilegal de la fauna, la deforestación y el mal
manejo del suelo, como los principales causantes del deterioro. Este da-
to está confirmado por la Fundación para la Vida Silvestre de la Argen-
tina, la cual indica que de las 11.000 especies de animales y plantas
inventariadas, cerca de 800 están alcanzadas por la amenaza de extin-
ción. Ante la falta de cumplimiento de los acuerdos aprobados en las
conferencias internacionales de protección del ambiente, en la Cumbre
de la Tierra II, celebrada en Nueva York en 1997, se propuso la crea-
ción de un Ombudsman Internacional, encargado de verificar e infor-
mar si se cumplen las recomendaciones adoptadas en las conferencias.
La ley 22.421 de protección y conservación de la fauna silvestres sin
adoptar una posición dominial, a favor del dueño del suelo, se acerca
a ella, al poner a cargo del propietario del predio, administrador o te-
nedor, el deber de proteger la fauna que habita transitoria o perma-
nentemente en él, limitando racionalmente su utilización para asegurar
la conservación de la misma. La ley no determina quién es el dueño
originario de la fauna, ha evitado pronunciarse sobre el tema y darle
una calificación, pero se supone que parte del principio de res nullius.
Regula, de este modo, la utilización y disposición de una cosa que no
le pertenece, pero lo hace por motivos de interés público, protegiendo
los intereses de la comunidad. Este punto debe considerarse modifica-
302 CATALANO - BRUNELLA - GARCÍA DÍAZ - LUCERO
1. ANTECEDENTES
1. INTRODUCCIÓN
pesca debían pasar antes por el Mercado Central de Buenos Aires, pe-
ro la desregulación de la actividad operada desde el año 1991, por la
ley 23.696 y el decreto 2284/91, ha dejado sin efecto este requisito y
hoy la comercialización se realiza en forma más o menos libre y está a
cargo de firmas mayoristas, minoristas y aun de armadores de buques,
que han procurado integrarse en la cadena de extracción, elaboración
y comercialización. El sesenta por ciento del pescado fresco se consu-
me en la Capital Federal y Gran Buenos Aires, y es abastecido por
flotas de camiones refrigerados a pescaderías, supermercados y restau-
rantes. Existen en la Capital alrededor de 1.200 pescaderías habilita-
das, habiendo crecido considerablemente en los últimos años. La venta
de pescado congelado, sobre todo en los supermercados, avanza en
forma muy lenta, ya que no todo comercio cuenta con las instalaciones
necesarias para la conservación y existe una diferencia de precio con el
del pescado fresco. La acuicultura, por otra parte, o sea el cultivo de
especies pesqueras bajo control, complementa la existencia de recursos
naturales, ofrece productos de calidad y asegura una provisión conti-
nua de pescado fresco y seleccionado, sobre todo en algunas ciudades
del interior y en los mercados internacionales. Las producciones prin-
cipales de esta actividad son la trucha arco iris, la rana toro y el cama-
rón malayo.
En el mundo esta actividad de cría de peces bajo control ha crecido y
se calcula que aporta el dieciseis por ciento de los productos de la pes-
ca. Las zonas aptas para el desarrollo de este tipo de producción (en las
especies trucha, salmón, langostino, esturión, pejerrey) están repartidas
en diversas regiones continentales del país y de su costa marítima y flu-
vial, pero todavía la producción revisten carácter artesanal. Se obtiene
producción, según las especies, en Neuquén, Río Negro, Corrientes,
Formosa, Salta y se han iniciado exportaciones a mercados selectos.
La flota pesquera argentina está compuesta de aproximadamente
860 embarcaciones, comprendiendo a la flota de altura "fresqueros"
(147), costera (443), y la de congeladores y factorías (230). Muchas de
las operaciones pesqueras se realizan por el sistema de charteo con bar-
cos arrendados provenientes del exterior. Los principales puertos de de-
sembarco son Mar del Plata, Puerto Madryn, Puerto Deseado y Punta
Quilla.
316 CATALANO - BRUNELLA - GARCÍA DÍAZ - LUCERO
3. REGULACIONES PROVINCIALES
tiende el dominio más allá de esa distancia sobre los recursos biológi-
cos de carácter migratorio o que intervienen en la cadena trófica. Po-
drá convenir con otras provincias la forma de explotar y administrar
los recursos pesqueros. La ley contiene normas sobre protección y
conservación de los recursos, ejercicio de la pesca, registro de las em-
barcaciones y faculta al Poder Ejecutivo a reglamentar las condiciones
de habilitación, de higiene y seguridad de las embarcaciones pesque-
ras, establecimientos industriales, comerciales y medios de transporte
de los productos de la pesca. Reglamenta, además, la actividad de la
acuicukura.
A su vez, el decreto 1875/90 regula las condiciones de la pesca de al-
tura en las aguas de jurisdicción provincial.
El Ministerio de Asuntos Agrarios de la provincia mantiene una Di-
rección de Desarrollo Pesquero, con la función de administrar y coordi-
nar la pesca comercial y deportiva, en aguas marítimas, estuariales y
continentales, públicas y privadas y la acuicukura; y también una Di-
rección de Fiscalización Pesquera, encargada de la fiscalización y con-
trol de la pesca, acuicukura, ranicultura y sus productos, inspeccionar
las actividades pesqueras en toda la provincia, los buques, y el cumpli-
miento de las normas higiénico-sanitarias de los establecimientos indus-
triales, medios de transporte y locales donde se expenden los productos
de la pesca.
En 1993 se constituyó en Puerto Madryn el Consejo Interprovincial
de Pesca Marítima, con representantes de las cinco provincias maríti-
mas. Este Consejo, anticipándose a la sanción de la ley federal de pesca
24.922, se propuso entre sus objetivos, obtener de la Nación la firma
de un Acuerdo Federal de Pesca, para coordinar la acción común en el
espacio marítimo y resolver ciertos problemas y reivindicaciones juris-
diccionales sobre el espacio marítimo, que se mantenían pendientes. A
este respecto debemos señalar que en el año 1994 la Corte Suprema de
la Nación declaró la inconstitucionalidad de una ley local que estable-
cía un impuesto sobre las capturas extrajurisdiccionales. La Corte rei-
vindicó la potestad exclusiva de la Nación sobre el espacio marítimo
comprendido dentro de la zona de las 200 millas, más allá del mar te-
rritorial.
LECCIONES DE DERECHO AGRARIO Y DE LOS RECURSOS NATURALES 323
sino también los de las aguas interiores provinciales, sean éstas o no na-
vegables, estén o no sujetas a la jurisdicción nacional, a los efectos de la
navegación y el comercio. A su vez, en el artículo 4 declara de dominio
y jurisdicción nacionales, los recursos vivos de la Zona Económica Ex-
clusiva argentina y los de la plataforma continental argentina, a partir
de las 12 millas indicadas anteriormente. La Nación podrá tomar medi-
das de conservación en la zona adyacente a la Zona Exclusiva, para
proteger los recursos transzonales y altamente migratorios.
Como autoridad de aplicación, la ley sancionada por el Congreso
creaba una Secretaría de Pesca, en el ámbito del Poder Ejecutivo, dispo-
sición ésta que fue vetada al promulgarse la ley, por considerarla una
invasión a las facultades constitucionales delegadas al poder encargado
de la administración general del país. En consecuencia, dada la actual
organización de la Administración Pública, la autoridad de aplicación
seguirá siendo la Secretaría de Agricultura que, a la vez, mantiene una
Subsecretaría de Pesca, como ente especializado. Compete a la autori-
dad de aplicación conducir y ejecutar la política pesquera, las investiga-
ciones científicas de los recursos pesqueros, fiscalizar las capturas
máximas permisibles por especie, emitir los permisos de pesca, calcular
los excedentes disponibles y las restricciones en cuanto a áreas y épocas
de veda, establecer los requisitos que deben cumplir los buques y em-
presas pesqueras para desarrollar la actividad, determinar los métodos
y técnicas de captura y los equipos y artes de pesca de uso prohibido,
aplicar sanciones, elaborar y desarrollar sistemas de estadística, interve-
nir en las negociaciones internacionales, reglamentar el funcionamiento
del registro de pesca, percibir los derechos de extracción, intervenir en
el otorgamiento de los beneficios de promoción y en proyectos de inver-
sión con financiamiento internacional, emitir autorizaciones para pesca
experimental, establecer los controles necesarios de las capturas realiza-
das en la Zona Exclusiva que desembarcan la producción en puertos ar-
gentinos, y efectuar campañas nacionales para promover el consumo de
los recursos vivos del mar. La autoridad de aplicación, en la mayoría
de estos casos, es la encargada de aplicar las políticas pesqueras que es-
tablezca el Consejo Federal Pesquero, constituido en el órgano delibera-
tivo supremo creado por la ley.
A ese efecto, la ley instituye dicho Consejo Federal, que actuará co-
326 CATALANO - BRUNELLA - GARCÍA DÍAZ - LUCERO
EL AGUA. SU IMPORTANCIA
Se ha dicho que sin agua no hay vida, toda vez que es un elemento
esencial para el desarrollo de los organismos vivientes. Además, consti-
tuye un recurso escaso en muchas regiones del planeta, por lo que su re-
gulación legal se hace cada vez más severa.
No sólo se la utiliza para bebida y alimentación, sino también para
el cultivo y como vehículo de los más diversos procesos industriales, sin
olvidar que constituye una importante fuente de energía y el habitat
donde se desarrolla la fauna ictícola, una de las principales fuentes ali-
mentarias de la humanidad. Asimismo, es vía de comunicación y esce-
nario de actividades recreativas.
Este recurso representa el setenta y cinco por ciento de la superficie
del planeta y si bien es abundante, no toda el agua puede ser utilizada
para los mismos fines.
El agua dulce, esto es, apta para bebida, alimentación, cultivo y usos
industriales, representa sólo un tres por ciento, del cual un dos por
ciento se encuentra condensada en los casquetes polares y el uno por cien-
to restante se distribuye en ríos, lagos y napas subterráneas.
El agua se genera y reproduce a través del ciclo hidrológico provoca-
do por la radiación solar, que la evapora de sus fuentes de origen,
transformándola en vapor que asciende, se enfría y condensa, dando
paso a la formación de las nubes, para precipitarse luego a tierra bajo
la forma de lluvia, nieve o granizo.
La importancia del agua fue comprendida desde los tiempos más re-
332 CATALANO - BRUNELLA - GARCÍA DÍAZ - LUCERO
1. DERECHO DE AGUAS
- Navegación y flotación.
- Habitat de ciertas especies vegetales y animales.
- Elemento indispensable para la mantención vital del hombre, anima-
les y plantas.
- Factor de producción de la tierra y de la industria.
2350 Dispone que las vertientes que nacen y mueren dentro de una
misma heredad, pertenecen, en propiedad, uso y goce, al dueño
de la heredad.
334 CATALANO - BRUNELLA - GARCÍA DÍAZ - LUCERO
Hemos citado sólo los artículos que disponen sobre la naturaleza real
y dominio del agua. Pero el Código Civil cuenta con normas que regulan:
Aguas subterráneas
los objetos que se encuentran en el subsuelo. Siendo ello así, las aguas
subterráneas eran consideradas del dominio privado del superficiario.
Fácilmente se advierte el potencial peligro de sostener tal postura ju-
rídica si recordamos la importancia que revisten estas fuentes acuíferas.
Por tal motivo, la reforma introducida al artículo 2340 del código, a
través de la ley 17.711, las ubicó entre los bienes del dominio público,
sin perjuicio del ejercicio regular del derecho del superficiario de ex-
traerlas en la medida de su interés y con sujeción a la reglamentación.
Esta reforma originó una serie de controversias, toda vez que el cam-
bio de titularidad dominial produjo una notable disminución del dere-
cho del superficiario, quien de la condición de "dueño" pasó a tener un
mero derecho personal de uso y goce. Este cambio fue analizado a la
luz del artículo 17 de la Constitución Nacional, pudiendo sistematizar-
se las opiniones vertidas al respecto así:
Constituciones provinciales
Códigos de agua
7. AGUAS INTERNACIONALES
DERECHO DE LA ENERGÍA
1. CONCEPTO DE LA ENERGÍA
pecto al recurso que la origina. Así, la energía eólica que impulsa la vela
de una embarcación proviene de una fuente primaria, ya que la energía
se emplea sin otro proceso previo. Lo mismo ocurre con la combustión
del petróleo, del carbón o de la leña para generar calor. La energía eléc-
trica, en cambio, proviene de una fuente secundaria, ya que es el resul-
tado de la transformación de una fuente de energía primaria que genera
la fuerza mecánica suficiente para producir, con otros elementos concu-
rrentes, la electricidad.
6. ENERGÍA EOLICA
ble con fines industriales. En tal sentido, la fuerza eólica, en sí, debe ser
considerada una res nullius.
Esta fuente de energía no se encuentra regulada en el Código Civil,
salvo en la disposición citada. Le son aplicables, en tanto, las normas
relativas a las servidumbres, en cuanto resulten apropiadas y las dispo-
siciones de la ley 15.336, de energía eléctrica, en las situaciones que re-
sulten de competencia de la jurisdicción nacional.
7. ENERGÍA SOLAR
8. LA ENERGÍA MAREOMOTRIZ
9. ENERGÍA GEOTÉRMICA
A. INTRODUCCIÓN
SEGBA
GENERACIÓN DISTRIBUCIÓN
AyEE
GENERACIÓN CENTRALES
TERMICA/HIDROTERMICA HIDROMENORES
Centrales Térmicas del Litoral (94 MW) Río Grande (750 MW)
B. LEGISLACIÓN VIGENTE
Existen dos leyes nacionales que son las principales normas regula-
doras de la industria de la energía eléctrica, y que son las leyes n° 15.336
y n° 24.065. A su vez, el decreto del Poder Ejecutivo nacional n° 1398,
de agosto de 1992, y las resoluciones de la Secretaría de Energía n° 61/92
y 137/92 son las principales normas reglamentarias de la actividad.
La ley 15.336 fue sancionada en el año 1960, y regula la generación,
transmisión y distribución de energía eléctrica realizadas en jurisdicción
federal. Debemos recordar que, en virtud de la organización federal asu-
mida por nuestro país, las provincias han conservado todo el poder no
delegado a la Nación. Entre esos poderes no delegados se encuentra el de
sancionar sus propias normas regulatorias de la energía eléctrica dentro
del propio ámbito provincial. Y es que en materia de energía eléctrica
existe un ámbito federal y un ámbito -o, más apropiadamente hablando,
muchos ámbitos- provinciales. Pues bien, la ley 15.336 y su modificato-
ria 24.065, regulan nuestra materia en el ámbito federal o nacional, y a
ellas y a sus normas reglamentarias más importantes nos dedicaremos.
La ley 15.336 establece que la distribución de energía eléctrica es
considerada un servicio público (conf. artículo 3).
No obstante, los contratos de compra de energía eléctrica celebrados
entre una empresa generadora y una empresa distribuidora son conside-
rados como contratos comerciales regidos por las normas que estipulen
las partes (conf. artículo 4).
Aprobada en 1992, la ley 24.065 complementó y modificó a la ley
15.336 en la medida que incorporó normas aplicables a la actividad de
inversores privados en cada una de las tres actividades eléctricas.
La ley 24.065 -que no derogó a la ley 15.336, por lo que ésta per-
manece vigente, aun cuando reformada substancialmente- ha actualiza-
do el texto de la ley 15.336 para adecuarlo a las nuevas circunstancias
provocadas por las privatizaciones de los últimos años.
358 CATALANO - BRUNELLA - GARCÍA DÍAZ - LUCERO
Ellas son:
a) La Secretaría de Energía (y Puertos) del Ministerio de Economía y
Obras y Servicios Públicos.
Es la autoridad de aplicación de la legislación vigente en materia
de energía eléctrica dentro del Poder Ejecutivo nacional y es, co-
mo tal, la encargada de otorgar las concesiones previstas en tal
legislación vigente, y ejerce las facultades de gobierno, inspección
y control atribuidas al Estado nacional (conf. artículo 37 de la
ley 15.336).
b) El Ente Nacional Regulador de la Electricidad (ENRE).
Es la autoridad de supervisión creada por la ley 24.065, contem-
poráneamente con otros entes destinados a supervisar y controlar
las actividades y prestaciones de las empresas concesionarias de
servicios públicos privatizados como, por ejemplo, el Ente Nacio-
nal Regulador del Gas (o ENERGAS). Sus funciones más impor-
tantes tienen que ver con la protección del consumidor, y con la
supervisión del cumplimiento de las normas aplicables. Tienen fa-
cultades de fiscalización, y ante ellos se realizan audiencias públi-
cas en las cuales se debate -con participación de los usuarios- las
ventajas de conceder o no beneficios o autorizaciones a las empre-
sas. Están también habilitados a recibir quejas y denuncias de los
usuarios, y a requerir información de las empresas. Tienen, por
cierto, facultades sancionatorias.
c) La Compañía Administradora del Mercado Eléctrico Mayorista
Sociedad Anónima - CAMMESA.
Esta entidad, creada por la ley 24.065, se encuentra a cargo de la
operación técnica del Sistema Interconectado Argentino y de la re-
gulación y operación del mercado eléctrico mayorista. Esta auto-
ridad ha sido organizada bajo la forma de una sociedad anónima
en la cual el Estado nacional detenta una participación del veinte
por ciento y ciertos derechos de veto; y cada una de las siguientes
entidades: la Asociación de Generadores de Energía Eléctrica de la
República Argentina, la Asociación de Transportistas de Energía
Eléctrica de la República Argentina, la Asociación de Distribuido-
res de Energía Eléctrica de la República Argentina y la Asociación
de Grandes Usuarios de la República Argentina, posee un veinte
LECCIONES DE DERECHO AGRARIO Y DE LOS RECURSOS NATURALES 361
Mercado Minorista
1. ANTECEDENTES GENERALES
dustria, sino también porque las leyes que regulaban el contrato de tra-
bajo, en el orden general, y en el especial, como la de conchabadores o
braceros, que regía en ese entonces conforme a la ley 12.789, no incluía
expresamente el contrato del trabajo agrario, a pesar de constituir sus
prestadores un número muy importante de la fuerza laboral del país.
Tampoco alcanzaba a éstos la ley 9688 de accidentes de trabajo, situa-
ción que fue regularizada posteriormente por la ley 12.631, ni estaban
comprendidos en la ley 11.729, de preaviso e indemnización de despi-
do, que solamente era aplicable al personal del comercio y de la indus-
tria. Si bien en el contrato de trabajo agrario el elemento subordinación
es esencial y define una de las características principales del contrato,
las condiciones del escenario donde se desempeñan las actividades y las
propias de la relación laboral, determinan que algunos autores sean de
opinión favorable respecto a la conveniencia de incorporar este contra-
to a los preceptos del derecho agrario considerando, incluso, que el tra-
bajo es un componente esencial de la empresa o de la hacienda agraria
y forma con ésta un todo indivisible.
artículo 77, modificado por la ley 23.808. Podrá estar empleado el tra-
bajador no permanente, de este modo, entre otras, en tareas de siembra
o cosecha de productos agrarios, poda o raleo en trabajos forestales,
operaciones de hierra, aparte, alambrado u otras similares. La gama re-
sulta muy amplia. El artículo 6 de la ley excluye de su régimen al perso-
nal afectado exclusivamente a actividades industriales o comerciales
que se desarrollen en el medio rural y en las empresas o establecimien-
tos mixtos y el personal que se desempeñe principalmente en la activi-
dad industrial o comercial. Asimismo, quedan excluidos el servicio
doméstico que se ocupe para atender al personal que realizare tareas
agrarias, el trabajador no permanente contratado para efectuar tareas
extraordinarias ajenas a la actividad agraria, el personal administrativo
y el dependiente del Estado. La jornada aplicable se ajustará, en todos
los casos, a los usos de cada región, debiendo establecerse un descanso
entre dos y cuatro horas y media, según lo resolviere la Comisión Na-
cional del Trabajo Agrario, de acuerdo con la época del año y la ubica-
ción del establecimiento.
Entre una jornada y otra, el período mínimo de descanso será de
diez horas, como mínimo. Está prohibido el trabajo en día domingo,
salvo situaciones impostergables. Establece la ley el régimen de licen-
cias, de diez días corridos con una antigüedad de hasta cinco años, has-
ta treinta días cuando la antigüedad es de quince o más años.
Las remuneraciones, tanto de los trabajadores permanentes como
de los no permanentes, serán fijadas por la Comisión Nacional del
Trabajo Agrario, computándose las remuneraciones en especie que
tome a su cargo el empleador. El empleador puede convenir con el
peón otra forma de remuneración, respetando el mínimo y si se hu-
biera convenido en una participación porcentual sobre la producción,
deberá asegurarse que la percepción mensual no sea inferior a la re-
muneración mínima establecida. Cuando fuera a destajo, deberá su-
perar a ritmo normal de trabajo, el mínimo establecido para la
unidad de tiempo. La ley, además, establece una bonificación por an-
tigüedad del uno por ciento del salario básico, por año de servicio. La
remuneración se abonará mensualmente y, en el caso de personal jor-
nalizado, cada quince días y dentro de los cuatro días siguientes al
vencimiento, debiendo extenderse un recibo por duplicado. El em-
LECCIONES DE DERECHO AGRARIO Y DE LOS RECURSOS NATURALES 369
4. OTRAS NORMAS
ley 11.684 pero ya con anterioridad este banco había cumplido una in-
tensa acción en el financiamiento de las producciones del agro. Participa
en el financiamiento de los programas de Cambio Rural, llevados a cabo
por la Secretaría de Agricultura, el INTA, gobiernos provinciales y pro-
ductores.
en Realicó (La Pampa) con cursos a todos los niveles. Posee el predio de
Palermo donde realiza sus exposiciones anuales de agricultura, ganade-
ría e industrias. Lleva los Registros generalógicos de las distintas razas
de bovinos, ovinos, equinos, caprinos, camélidos, porcinos, chinchillas,
y funcionan en su seno Comisiones de Criadores de las distintas razas
de ganado para resolver las solicitudes de inscripción en los registros
genealógicos, además de un sistema informático computarizado que
permite obtener al instante el historial genealógico del animal registra-
do. También funcionan en su seno varias decenas de comisiones vincu-
ladas a los más diversos problemas económicos, impositivos y laborales
presentes en el agro. Ha encarado el remodelamiento y modernización
del predio ferial de Palermo en asociación con la firma extranjera
OGDEN. Se invertirán 170 millones de pesos.
GREENPEACE
ASOCIACIÓN NATURA
388 CATALA.NO - BRUNELLA - GARCÍA DÍAZ - LUCERO
FUNDACIÓN HABITAT
"FUNDACIÓN NATURALEZA
S.A.D.A.R.N
CAMBIAR
Prólogo 5
Capítulo VIII: Uso del suelo rural. Los contratos agrarios 155
1. Introducción 283
2. Características de la actividad forestal 284
3. La ley nacional 13.273 286
4. Clasificación de los bosques 288
5. La forestación y reforestación 291
6. Régimen de promoción forestal 292
7. Las autoridades forestales 295
8. Nuevo proyecto sobre inversiones forestales 296
II. Flora y fauna silvestres 298
1. La flora silvestre 298
2. La fauna silvestre 300
III. Régimen de parques, monumentos naturales y reservas
nacionales 305
1. Antecedentes 305
2. Los parques nacionales 306
3. Monumentos naturales y reservas nacionales 308
4. La Administración de Parques Nacionales 309
1. Introducción 313
2. Aspectos legales. Antecedentes 316
3. Regulaciones provinciales 321
4. La Ley Federal de Pesca 24.922 323
índice 395
Esta tirada de 1.200 ejemplares
se terminó de imprimir en
Talleres Gráficos Leograf S.R.L.,
Rucci 408, Valentín Alsina,
en el mes de septiembre de 1998