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RELAJACIÓN INFANTIL

1. Hacer una lista de situaciones que le ponen nervioso, aquellas en que, por lo general,
acaba mal con todo el mundo (si le cuesta decirlas, proponemos una cada uno).

- En la sala de espera del médico.


- En el camino al colegio.
- Cuando van a llegar mis primos.
- Cuando vamos de excursión.
- Cuando me van a dar las notas.
- Antes de un examen y mientras lo hago.
- En el coche, cuando voy de viaje.
- …

2. Cuáles son las consecuencias de su mal comportamiento en esas situaciones.


Como los niños hiperactivos no son reflexivos, les puede ayudar el dramatizar diferentes
situaciones antes de anotar las consecuencias más habituales.

3. Le sugerimos que el mejor modo de no tener problemas es evitar situaciones


“peligrosas”.
Si no puedo estar quieto en la cola del comedor, puedo llegar más pronto a comer y así no
tengo que esperar.
Si hablo y empujo a mis compañeros cuando espero en la fila para que me corrijan los
ejercicios, puedo hablar con el profesor y con la clase para que me dejen “colarme” por
ejemplo al tercer puesto, después me colaré más atrás (al 4º, al 5º) intentando aguantar
cada vez más.
Si tengo que esperar de compras a que termine papá o la abuela, puedo sentarme y jugar
a inventar una historia sin moverme, por ejemplo, que hay un extraterrestre camuflado
entre la gente que está comprando ¿quién puede ser?

4. Pero no siempre podemos evitar las situaciones que nos ponen nerviosos, hay
situaciones por las que tenemos que pasar aunque nos parezcan difíciles.
Podemos resolver algunos de esos problemas descubriendo cómo mantenernos tranquilos
en esas situaciones.
Pero si nuestro cuerpo no puede estarse quieto, nuestro cerebro es difícil que piense
tranquilamente. Así que vamos a buscar formas de conseguir controlar nuestro cuerpo.

5. Observar las diferencias entre activar e inhibir el movimiento.


Vamos a hacer una carrera. Esta es la línea de salida. Solo puedes empezar a correr
cuando oigas decir: “preparados, listos, ¡ya!”, pero no puedes moverte del sitio si oyes otra
cosa. (Provocamos varias salidas falsas: “preparados, listos, ¡yu!” “preparados, listos,
¡yate!”…)
El niño correrá alrededor de la habitación y deberá cambiar de dirección según el siguiente
código: Una palmada, cambio de dirección. Dos palmadas, agacharse, tocar el suelo y
seguir corriendo.

6. Reflexionar sobre las dificultades para inhibir el movimiento:


Si te observas, te darás cuenta de que poner el cuerpo en marcha no es difícil, incluso es
demasiado fácil. Sin embargo, frenarlo cuando está en marcha, es mucho más complicado.
Nuestro problema es que esto nos sucede a menudo, como hemos visto antes en la lista
que hemos hecho de las situaciones en las que nos cuesta mucho controlarnos.

7. Enseñar a discriminar entre músculos y huesos:


Para aprender a relajarnos en situaciones tensas, debemos aprender a dominar nuestros
músculos. Para ello, primero tenemos que saber dónde están. ¿Podrías decirme alguna
diferencia entre músculos y huesos? Los músculos pueden cambiar de forma, son
elásticos, se estiran y encogen. Los huesos, en cambio, son rígidos y no podemos
manejarlos a voluntad.
Cuando estamos nerviosos, todos los músculos de nuestro cuerpo se ponen tensos como
si estuvieran preparándose para correr los 100 metros lisos. Cuando estamos relajados,
los músculos descansan, nuestro cerebro les informa de que, por el momento, no les
vamos a pedir que hagan ningún esfuerzo.
Jugamos delante del espejo. El niño debe palparse el pecho, la clavícula, los antebrazos…,
tratando de distinguir entre músculos y huesos. Es también útil que trate de identificar
algún músculo o hueso en una lámina del cuerpo humano.

8. Discriminar entre músculos en tensión y en relajación:


Le pedimos que contraiga fuertemente el puño hasta que los dedos adquieran un color
blanquecino por falta de riego sanguíneo.
“Ahora los músculos de la mano están tensos. Están trabajando porque no es fácil
mantener tanta tensión. Por este motivo, tenemos calor, estamos gastando mucha energía.
¿Ves ese color blanco de los dedos? Se produce porque al apretar tanto, la sangre no
circula bien”.
“Ahora, afloja la mano sin abrirla, como si estuviera dormida. Observa cómo se resisten los
músculos agarrotados cuando intentamos separar los dedos poco a poco”.
“Ahora tu mano está relajada”.
Practicamos varias veces para que el niño se percate de la diferencia. Solo si lo consigue,
empezamos el entrenamiento en relajación.

9. Contraer de forma independiente distintos músculos, sin que, por simpatía, se


contraigan también otros.
Cuando le pedimos que contraiga con fuerza la mano, no puede evitar contraer la cara.
Colocándolo frente al espejo, conseguiremos que tome conciencia de que una contracción
se puede realizar con fuerza sin necesidad de gastar energía innecesaria contrayendo
otras partes del cuerpo.

10. Comparar la expresión de la cara de una persona enfadada con la cara tensa y otra
seria con la cara relajada.
Cuando estamos nerviosos, tenemos ganas de chillar, salir corriendo, subirnos a la
lámpara… Nuestro cuerpo se prepara para eso, tensándose, estando alerta y acelerando
la respiración para tener más oxígeno. Si no podemos hacer eso para lo que se ha
preparado (saltar, correr, chillar…) y descargarnos, nuestro cerebro deberá ordenar a los
músculos y a la respiración que se controlen.
Lo mismo ocurre cuando nos enfadamos con alguien, tenemos ganas de pegarle y
nuestros músculos se preparan para ello, pero si no queremos meter la pata, tenemos que
ordenar “calma”.

11. Toma de conciencia de la función respiratoria:


Observa la respiración alterada al correr. Le pedimos que corra alrededor de la habitación,
cuando notemos que la respiración está algo agitada, le pedimos que se tumbe en el suelo
y que cierre los ojos y sienta su cuerpo (dependiendo de la edad y de la capacidad de
control del niño podemos ponernos a su lado y acariciarle la cabeza). Muchos niños no
aguantarán más de un minuto en esta postura.
“Ahora que estás tumbado, céntrate en tu respiración. Siente cómo se ha acelerado. ¿Por
qué crees que la respiración se acelera cuándo corres?”. “Porque necesitamos aire para
movernos más deprisa. La respiración se hace más rápida porque los músculos necesitan
más oxígeno cuando están trabajando que cuando están en reposo”.
Cuando estamos muy nerviosos o alterados (por ejemplo, cuando nos enfadamos con
alguien) los músculos se ponen tensos y se agarrotan y la respiración se acelera para
llevarles más oxígeno.

12. La función de la respiración:


Uno de los mejores trucos para relajarse es saber respirar. Si nuestra tensión nos lleva a
respirar más rápido, quizá podemos quitarnos tensión si respiramos más despacio,
tranquilamente, como cuando estamos descansando.
13. Práctica de la respiración:
Nos tumbamos en el suelo después de correr de forma que el niño sienta el corazón y la
respiración acelerada. Procuramos no movernos mucho ni gesticular.
Inspiramos y retenemos el aire contando hasta tres y lo dejamos salir suavemente, antes
de tomar aire otra vez tenemos que contar también hasta tres.
A medida que la respiración se tranquiliza, retenemos el aire durante más tiempo hasta
conseguir una respiración sosegada.

14. Cómo influye la música en la relajación:


Usar una música de ritmo muy rápido (rock o danza húngara) y preguntar qué le gustaría
hacer cuando la escucha.
Después ponemos música de relajación (Enya o Mozart) y repetimos la misma pregunta.
¿Qué te sugiere? El ritmo lento nos sugiere descanso mientras que el rápido nos invita a
bailar, correr, saltar, jugar, movernos rápido, incluso sin darnos cuenta.
Lo mismo nos ocurre cuando hay mucho jaleo en clase, no podemos atender bien, nos
entran ganas de movernos, y nuestro cerebro tiende a estar atento a 2 ó 3 cosas al mismo
tiempo (lo que dice el profesor, lo que hacen los compañeros, y nuestro propio
movimiento). Tenemos que hacer un gran esfuerzo para no atender a las demás cosas y
centrarnos solo en nuestro trabajo. Sin embargo, si el ambiente es tranquilo, no nos cuesta
tanto.

15. Práctica de una sesión de relajación:


Sentado en una silla realizamos una relajación general contrayendo y destensando por
partes todo el cuerpo. Hacemos que el niño tome conciencia de las zonas de su cuerpo
que tocan con el suelo. Posteriormente recorremos todo el cuerpo (podemos empezar con
grupos de músculos mayores al principio, como en la relajación con animales).
- Manos (estrujar la fruta)
- Brazos y hombros (gato que se estira porque le echan agua)
- Hombros y cuello (tortuga que se mete en su caparazón)
- Mandíbula (masticar chicle que está duro)
- Cara y nariz (mosca o mariposa que se nos posa en la nariz, echarla sin usar las
manos)
- Pecho y pulmones (un globo que se infla y se desinfla)
- Estómago (elefante, sacamos y ponemos duro el estómago para que no nos
aplaste con la pata / pasar entre unos barrotes estrechos de una valla, metemos el
estómago)
- Piernas y pies (Nos metemos en el río o en un pantano en el que hay barro)
Medir los tiempos, porque al principio no aguantan mucho tiempo quietos.
Después le pedimos que se vaya estirando lentamente (como si anduviera por la luna) y
que se siente a nuestro lado, y hablamos con él como en un susurro para mantener
todavía ese estado sedante.

16. Generalización de la Relajación:


Ayudamos al niño a planificar en qué momentos puede ponerse la música de relajación
(tranquila) y en qué momentos puede utilizar la relajación de animales.
- Antes de hacer los deberes
- Antes de jugar o mientras juego
- Cenando (música)
- Antes de ir a dormir
- Si tengo que ir al médico
- …
Además de tumbados, practicamos la relajación sentados y con los ojos abiertos (no solo
podemos relajarnos estando tumbados).
Podemos pasear lentamente y controlar la respiración, intentar mantenerse así aunque
suene una música fuerte o movida (si vemos que empieza a alterarse, bajamos la música
hasta que vaya calmándose, después la subimos de nuevo…)
Le pedimos que para el próximo día nos diga en qué situaciones ha intentado relajarse.

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