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1. Hacer una lista de situaciones que le ponen nervioso, aquellas en que, por lo general,
acaba mal con todo el mundo (si le cuesta decirlas, proponemos una cada uno).
4. Pero no siempre podemos evitar las situaciones que nos ponen nerviosos, hay
situaciones por las que tenemos que pasar aunque nos parezcan difíciles.
Podemos resolver algunos de esos problemas descubriendo cómo mantenernos tranquilos
en esas situaciones.
Pero si nuestro cuerpo no puede estarse quieto, nuestro cerebro es difícil que piense
tranquilamente. Así que vamos a buscar formas de conseguir controlar nuestro cuerpo.
10. Comparar la expresión de la cara de una persona enfadada con la cara tensa y otra
seria con la cara relajada.
Cuando estamos nerviosos, tenemos ganas de chillar, salir corriendo, subirnos a la
lámpara… Nuestro cuerpo se prepara para eso, tensándose, estando alerta y acelerando
la respiración para tener más oxígeno. Si no podemos hacer eso para lo que se ha
preparado (saltar, correr, chillar…) y descargarnos, nuestro cerebro deberá ordenar a los
músculos y a la respiración que se controlen.
Lo mismo ocurre cuando nos enfadamos con alguien, tenemos ganas de pegarle y
nuestros músculos se preparan para ello, pero si no queremos meter la pata, tenemos que
ordenar “calma”.