ABC
EDITADO POR
PRENSA ESPAÑOLA,
SOCIEDAD ANÓNIMA
M A D R I D
FUNDADO EN 1805 \POR DON TORCUATO LUCA DE TENA
V ALENTÍN Gar-
cía Yebra, in-
signe cultiva- ARISTÓTELES TRILINGÜE
dor de las humanida-
des griegas y latinas, acaba de dar a la
estampa una edición de la «Metafísica»,
de Aristóteles, en tres lenguas: griega,
latina y española. Tres lenguas concer-
tadas por el soplo de la sabiduría. El tex-
to griego, salvo ligeras variantes, repro-
duce la edición de Ross, mundiafanente
famosa. Y la versión latina, menos los
dos últimos libros, es la apretada traduc-
ción que encargó Tomás de Aquino a su
cofrade Guillermo de Moerbeke, y que el
s a n t o comentó después con asombrosa
puntualidad. Pero los editores h a b í a n
dado malos tratos a esta versión latina,
que yacía descaecida y maltrecha. Méri-
to de Yebra ha sido restaurarla, hacien-
do desaparecer, punto por punto, sus in-
numerables errores de impresión y las
faltas que se fueron infiltrando subrepti-
ciamente en sus líneas.
La traducción española no carece de
tersura, a pesar de la austeridad del tex-
to, que es un tejido semántico de mucho
abrigo para el amante del saber, p e r o
más árido que los desiertos de Libia.
Valentín García Yebra nos confiesa en
el Prólogo que sintió la tentación de tra-
ducir la palabra «ousía» por «esencia»,
contra una vieja costumbre, que la tra-
duce por «substancia». Después lo pensó
mejor y se avino al uso recibido, si bien
por razones diferentes a las que tuvo Zu-
biri, cuya explicación rechaza a la luz de
la gramática y del texto de Aristóteles.
Pero detrás de las claras líneas de su crí-
tica no aduce nuevos argumentos para
explicar el triunfo de la voz substancia
sobre la palabra esencia, que es cuestión
enmarañada y difícil.
Los textos latinos más antiguos don-
de aparece la palabra esencia son de Sé-
neca y Quintiliano. Ambos escritores atri-
buyen la paternidad del vocablo a Sergio
Flavio Papirío Fabiano. Séneca nos dice
que también lo usó Cicerón. Y tanto el
cordobés come el retórico de Calahorra
encarecen la dureza del término «essen-
tia», que encajaba muy mal en la estruc-
tura del latín, si bien dan testimonio de
que ese nombre, con su dureza y todo,
traslada fielmente la voz griega «ousía».
Y entonces surge e s t a cuestión: ¿por
qué no se tradujo siempre «ousía» por
esencia y hubo que recurrir a substan-
cia?
Conviene recordar que «substancia»
traduce otra palabra griega, usada tam-
bién por Aristóteles, aunque no en sus
libros metafísicos: la voz «hipóstasis»,
que en su primera acepción significa base,
fundamento, poso, cosa que queda, y, a
la postre, algo real y de bulto, a diferen-
ABC (Madrid) - 07/03/1971, Página 3
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R E D A C C I O N%
cía de algo espectral y fantástico, según
puede comprobarse consultando el léxi-
co aristotélico de Bonitz.
Los más antiguos documentos latinos
en que aparece la voz substancia p a r a
traducir hipóstasis son también de Séne-
ca y de Quintiliano. Séneca dice en una
de sus «Epístolas Morales» que los cen-
tauros y los gigantes carecen de subs-
tancia. Y Quintiliano, en su «Institución
Oratoria», dice que no caben conjeturas
ni preguntas acerca de si existe un hom-
bre cuya substancia está a la vista.
Esta palabra substancia iba a suceder
a la voz esencia en el oficio de traducir
«ousía». Y no por un capricho, sino por-
que el término esencia llegó a adquirir un
sentido que no satisfacía ya los usos a
que se prestaba el otro nombre.
Para entender este suceso es menes-
ter evocar las vicisitudes del pensamien-
to occidental durante los primeros siglos
del cristianismo, y los pasos iniciales del
dogma y la teología católica. Los teólo-
gos estaban a n t e un difícil problema:
conciliar la unidad de Dios con la distin-
ción del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Y no siempre encontraban ayuda en la
palabra esencia, ni en el término substan-
cia, cuyo equivalente griego es hipósta-
sis, porque el uso de estos nombres era
promiscuo. Esta circunstancia daba oca-
sión a formular proposiciones acerca de
la Santísima Trinidad que resultaban, se-
gún se tomasen, católicas o amanas. Los
arríanos afirmaban que en Dios hay tres
hipóstasis, tomando esta p a l a b r a por
esencia; pues según ellos la Trinidad se
compone de tres esencias*, una increada,
que es el Padre, y dos creadas, que son
el Hijo y el Espíritu Santo. Pero decir
que en Dios hay tres hipóstasis es tam-
bién afirmación católica, si se toma la
palabra para significar las personas divi-
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nas que subsisten en
una esencia.
Cundía la confu-
sión y San Jerónimo
llegó a decir que el veneno andaba de
rebozo en la palabra hipóstasis. Y se bus-
có salida sometiendo la significación de
la esencia a una amputación que evitase
en adelante su confusión con hipóstasis.
Y se la consideró prescindiendo de la úl-
tima perfección, permitiéndola ser sin-
gular, pero no un individuo incomunica-
ble y completo, con lo que jamás podía
tener el significado de hipóstasis o per-
sona. Así era posible conciliar la unidad
de la esencia singular de Dios con la dis-
tinción de las personas divinas que sub-
sisten en ella.
Cuando Guillermo de Moerbeke em-
prende la traducción que hoy nos ha res-
taurado García Yebra, ya la esencia nom-
brada por los teólogos no traduce la
«ousía» de Aristóteles, sino la «ousía» de
los padres de la Iglesia griegos. Por eso
renuncia a esa palabra y recurre al vo-
cablo substancia, que conserva todavía
posibilidades de aplicación que le fueron
vedadas al otro y domina un ámbito más
extenso, pues puede significar tanto la
esencia como la hipóstasis. Igual hacen
otros intérpretes latinos o que escriben
en lenguas vernáculas.
La fidelidad es la cualidad más pre-
ciosa de una traducción. Para un traduc-
tor es fácil torcer" el significado de las
palabras en el sentido que le plazca, y
esta fue una de las tentaciones del aris-
totelismo de todos los tiempos. Juan Luis
Vives dijo que Aristóteles tenía una na-
riz de cera, que cada intérprete podía tor-
cer hacia el lado que quisiera. Reconoz-
cámoslo: el aristotelismo árabe, judío o
cristiano han torcido esta nariz de Aris-
tóteles apuntando a sus respectivas con-
veniencias. También hoy la tuerce el ma-
terialismo soviético, y no en v a n o la
«Metafísica» de Aristóteles es uno de
los libros que más se leen en las biblio-
tecas públicas de Moscú. ¡Qué bella ten-
tación, no desprovista de razones, opo-
ner al idealismo de Platón el materialis-
mo de Aristóteles! Nariz de cera, la cara
del filósofo de Estagira toma en cada in-
térprete un aspecto diferente. Valentín
García Yebra. fiel a su vocación de pro-
fesor de lengua y literatura helénicas,
hace una labor ajustada al original, sin
más concesiones a la costumbre que las
que son imprescindibles. Así ha conse-1
guido darnos, a la vuelta de ocho años
de fecundo trabajo, una «Metafísica» tri-
lingüe, que en lugar de ser un Aristóte-
les con nariz de cera es un Aristóteles
de nariz griega.
Leopoldo-Eulogio PALACIOS