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Como vimos en la clase pasada, en los años ‘50 dedicarse a la argumentación pasaba por

hacer lógica. En ese contexto escribe Stephen Toulmin The Uses of Argument.1 Su
objetivo central era criticar la pretensión de que todo argumento debe evaluarse según los
cánones de la lógica.
Para hacernos una idea de lo que puede estar detrás de su proyecto, podemos pensar en
cómo evaluamos la solidez de diversas argumentaciones. Seguramente en el transcurso de
nuestras carreras universitarias hemos considerado que algunos profesores eran más
rigurosos, en cuanto a su argumentación, que otros. Lo mismo podemos pensar de
nuestros amigos, cuando intentamos tomar decisiones grupales: algunos serán menos
rigurosos, no ofreciendo consideraciones relevantes en apoyo de su posición, mientras
que otros sí serán más precisos y darán razones pertinentes. Si lo llevamos al plano
deportivo, podemos considerar que algunos comentadores son más “serios” que otros a la
hora de realizar una crítica a los protagonistas.
¿En qué medida puede compararse el rigor de la argumentación de un cronista deportivo,
con la de un profesor de filosofía, con la de un matemático, con la de un abogado o con la
de nuestros amigos? ¿Realmente pensamos que el más riguroso es el lógico que
demuestra un teorema, y que el resto lo será en mayor o menor medida en función de
cuán parecida sea la defensa de su posición con la demostración de un teorema? Es más,
no deja de ser una figura típica la del lógico (o el filósofo) que al intervenir en asuntos
ajenos a su disciplina ofrece un triste papel, ridículo, a la hora de presentar
consideraciones para sostener una posición. ¿Es que resulta muy costoso aplicar a todo
argumento la formalización lógica y las reglas para la determinación de validez, que él ya
conoce? ¿O es que directamente no corresponde aplicar ese procedimiento a otros
campos?
Según Toulmin, “la lógica ha tendido a lo largo de su historia a desarrollarse en una
dirección que la ha apartado de estos aspectos, lejos de las cuestiones prácticas acerca del
modo en que se pueden manejar y someter a crítica los argumentos en diferentes campos,
acercándose en cambio a la consecución de una autonomía completa, en la que la lógica
se convierte en un estudio teórico por sí mismo, tan libre de cualquier preocupación
práctica inmediata como lo pueda ser una rama de la matemática pura […] Si las cosas

1
Se publicó en 1958.
han ocurrido de esta manera es (…) en parte debido a una aspiración implícita en (…)
Aristóteles: esto es, que la lógica se convirtiera en una ciencia formal (…) La
conveniencia de esta aspiración ha sido raramente puesta en duda por los sucesores de
Aristóteles, pero aquí podemos permitirnos hacerlo; para nosotros será una cuestión
central considerar hasta qué punto se puede ciertamente esperar que la lógica sea una
ciencia formal y sin embargo retenga la posibilidad de ser aplicada en la evaluación
crítica de argumentos reales”.2
Toulmin dejará de lado, entonces, el devenir que ha tomado la lógica teórica. No se
abocará a la búsqueda de un lenguaje formal que diferencie las variables de las constantes
lógicas, para que luego, en función del significado de estas últimas, pueda deducirse, al
modo de la geometría euclidiana, la conclusión a partir de las premisas. Este modelo
matemático resulta inadecuado para la evaluación de los argumentos que realizamos en
diversos campos. Sostendrá que no tiene sentido determinar la validez de un
razonamiento jurídico o científico, por ejemplo, usando los parámetros de la lógica
formal. Aun cuando no cumplen con la idea de que la conclusión esté contenida en las
premisas, argumentos de estos campos pueden considerarse deductivos, necesarios, etc.
De todos modos, Toulmin prestará atención a los aspectos formales de una
argumentación. Pero para establecerlos, debemos dar la espalda a la analogía con la
matemática, y buscar un modelo en el proceso judicial. El proceso racional, el desarrollo
de una argumentación, dirá, es análogo al proceso judicial.
Tengan en cuenta, sin embargo, que si bien toda argumentación responde a ciertas
formalidades, la validez de la misma no estará en función únicamente del respeto a esas
formas.3 En el terreno jurídico un fiscal, por ejemplo, debe respetar ciertas formalidades
para la presentación de las pruebas. No podrá hacerlo en cualquier momento (por
ejemplo, luego del veredicto) ni de cualquier manera. Si el fiscal no respeta las
formalidades, su argumento carecerá de validez. Pero no basta que el fiscal respete las
formalidades para que su argumento sea válido. Esto mismo considera Toulmin que
ocurre con cualquier desarrollo argumentativo.
Pasemos, entonces, a ver qué uso hace nuestro autor de la analogía con el proceso
judicial. La analogía la hará tanto en relación al proceso amplio, macro, de
2
Toulmin, Stephen, Los usos de la argumentación, Barcelona, Península, 2007, pp. 18-9.
3
Como pretenderían, en cambio, los lógicos con los que Toulmin discute.
argumentación, que puede incluir varios argumentos en su seno, como en relación al
esquema de cada argumento en particular. En la presente clase nos centraremos en el
proceso macro, y en la próxima en los micro-argumentos, como los llama el propio
Toulmin.

La analogía jurídica y la estructura macro de los argumentos


Supongamos que una mujer se presenta en un hospital y exige que se le realice un aborto
porque tiene derecho a tal práctica. La sostenibilidad de su pretensión de tener un derecho
dependerá de los argumentos que pueda ofrecer a favor del mismo. La sostenibilidad de
toda pretensión de tener un derecho depende de con qué se cuenta para avalarla.
Lo que ocurre con un derecho, sostendrá Toulmin, ocurre con cualquier afirmación seria
que hagamos. Toda afirmación seria conlleva la pretensión de que se crea en ella, y
cuando es puesta en duda, la pretensión se sostendrá o no, en función de los argumentos
que puedan darse a su favor.
La argumentación no será necesaria si el derecho pretendido no se pone en entredicho o
si la afirmación realizada no es puesta en duda. Pero si no hay una aceptación directa del
derecho o de la afirmación, deberán surgir los argumentos justificatorios.
En el ámbito del derecho, la pretensión en juego podrá ser de carácter penal, civil,
comercial, etc. Pero más allá de estas diferencias, todas deberán abordar un proceso
similar: una etapa inicial en donde queda clara la acusación o demanda en cuestión, un
segundo momento en el que se presentan las pruebas o consideraciones a favor de la
demanda o acusación, y una etapa final en la que se da el veredicto. En el caso de la
argumentación en general, también podrá pertenecer a diferentes campos 4, esto es, podrá
darse en un terreno normativo como el de la ética, podrá versar sobre cuestiones
deportivas, podrán ser sobre física, matemática, etc. ¿Existirá un procedimiento formal
común a la argumentación en cualquier campo?

4
Toulmin ha sido cuestionado por la vaguedad con que define campo. En la p. 33 de la ob. cit. señala: “Se
dice que dos argumentos pertenecen al mismo campo cuando los datos y las conclusiones en ambos
argumentos son, respectivamente, del mismo tipo lógico; se dice que proceden de campos diferentes
cuando el fundamento (respaldo) o las conclusiones en ambos argumentos no son del mismo tipo lógico”.
La definición de campo recurriendo a la noción de tipo lógico no parece de mucha ayuda. De todos modos,
creo que por los ejemplos que ofrecerá, y por el hecho de que el objetivo es tener una primera
aproximación a sus ideas, con la noción vaga nos alcanzará.
Toulmin sostiene que efectivamente hay un procedimiento al que responden todos los
argumentos, independientemente del campo en el que se desarrollen. ¿Cómo podemos
presentar el proceso racional, de argumentación?
En primer lugar, debe estar claro el problema abordado, pues se supone que los
argumentos se darán para sostener una posición frente al mismo. Una vez que el
problema está claro, debe determinarse cuáles son las posibles soluciones del mismo, esto
es, qué propuestas son merecedoras de atención, merecedoras de que presentemos su
defensa frente al “Tribunal de la Razón”.
Luego, se considerarán esas propuestas y se podrá llegar a distintas conclusiones. En
algunas ocasiones sólo una opinión frente al problema se mostrará como buena; decimos
que necesariamente debe sostenerse esa opinión. En otras ocasiones, lo que tendremos
claro es que hay que descartar algunas posiciones frente al problema por imposibles, o
llegaremos a la conclusión de que una posición es más probable que otra o que hay una
presunción a favor de la misma.
Este procedimiento formal podemos encontrarlo siempre, independientemente del campo
en el que estemos argumentando.
Es importante que nos detengamos en los términos modales 5 que aparecen en la
conclusión. Obsérvese que Toulmin señala que en todo campo podemos encontrarnos con
que se afirma la necesidad, la imposibilidad, la probabilidad o la presunción de una
conclusión. Y nos podemos encontrar con esas afirmaciones, no porque se haga un uso
relajado de las mismas, sino porque quienes argumentan en esos campos no se rigen por
el uso equivocadamente restrictivo que los lógicos teóricos hacen de nociones como la de
necesidad o imposibilidad. Por ejemplo, un político puede sostener que es imposible
pretender ganar las próximas elecciones diciendo que llevará adelante una reforma
agraria; cuando destaca que eso es imposible, no está pensando en una imposibilidad
lógica, en que de allí se seguiría A y la negación de A; y sin embargo, sus interlocutores
puede estar de acuerdo en que esa es la conclusión correcta, en que es efectivamente
imposible. De manera que si bien en campos diferentes se usa una misma noción, la de
imposibilidad, en algún sentido esta noción difiere en función del campo.
Veamos más de cerca este punto, que es central para la posición de Toulmin.
5
En principio, un término modal es un término que califica la verdad de un juicio, como “necesaria” o
“posible”. Sin embargo, la lógica modal no se restringe al análisis de esos términos.
La fuerza de los términos modales y su independencia del campo
Los términos modales tienen una fuerza que es independiente del campo, esto es, que
resulta la misma en toda argumentación, más allá de cuál sea el terreno en el que se
desarrolle. Por fuerza debemos entender las implicaciones prácticas de su uso.
¿Y qué debemos entender por tales implicaciones prácticas? No perdamos de vista el
lugar que tienen los términos modales en el proceso argumentativo. Habíamos partido de
un problema y frente al mismo se podían presentar posibles posiciones. Sólo algunas son
dignas de considerar: aquéllas para las que pueda presentarse una defensa. Evaluada la
defensa, podemos concluir, por ejemplo, que tal posición es imposible. La fuerza de este
término modal, su implicación práctica, consiste en descartar esa posibilidad, en no
ocuparnos más de la misma. Si concluimos, en cambio, que la posición es necesaria, la
implicación práctica será que debemos aceptarla como la única posible.
Para ilustrar este punto, Toulmin analiza la expresión “no poder”6, utilizada en diversos
campos.
En un sentido, es claro que la expresión “no se puede” tiene significados distintos. Por
ejemplo, la expresión “no se puede” en “No se puede fumar” o “No se puede abandonar a
una persona que necesita ayuda”, no significa lo mismo que cuando aparece en “No se
puede pretender estar en dos lugares al mismo tiempo” o “No se puede sobrevivir muchos
días sin tomar agua”. Y ambos usos son diferentes de cuando aparece en “No se puede
hablar de un triángulo rectangular” o en “No se puede obtener un número impar si
sumamos dos número pares”. En algunos casos, decir que no se puede quiere decir que es
físicamente imposible; en otros casos, que es lógicamente imposible; en otros, que carece
de significado; en otros, que implica una falta moral; en otros, que supone una infracción
al procedimiento; etc.
Sin embargo, parte del significado de “no se puede” es el mismo en todos los campos.
Habíamos dicho que, frente a un problema, surgirán diversas posibilidades, diversas
propuestas merecedoras de atención. Si de alguna propuesta afirmamos que “no se
puede”, la estamos descartando del conjunto de posibilidades a tener en cuenta. Ésta sería
la fuerza del término modal, la implicación práctica de su uso. Todas las afirmaciones en
6
La expresión “no poder” abarca más que la imposibilidad. Por ejemplo, podemos decir “no podés decir
gracias cuando devolvés el mate, si querés seguir tomando”, sin querer decir que es imposible.
las que aparece “no se puede” pueden esquematizarse del siguiente modo: “Siendo P lo
que es, se debe descartar cualquier cosa que suponga Q; actuar de otro modo sería R y
daría lugar a S”.7
Ahora bien, una cosa es que la implicación práctica, la fuerza, de los términos modales
sea la misma en todos los campos, y otra muy distinta saber cuándo corresponde afirmar
que la posición considerada es necesaria, imposible, probable o presunta. Contra las
pretensiones de los lógicos, Toulmin sostendrá que no existen criterios universales para
decidir con qué término modal calificar a la conclusión.

Los criterios y su dependencia del campo


Para aclarar la diferencia entre fuerza y criterio, Toulmin realizará una analogía con la
utilización del término evaluativo “bueno”. Calificar a algo de “bueno” implica
encomiarlo, ponderarlo positivamente. Esto, independientemente de si el objeto
calificado es una persona, una acción, un teléfono o una manzana. En la ponderación
positiva residiría su fuerza, invariante con respecto a los campos. Sin embargo, los
criterios por los que llamamos bueno a cada uno de esos objetos variarán en función del
campo. Es en función de distintos estándares que llamamos bueno a un teléfono y a una
persona. Por lo tanto, si bien el término evaluativo posee una fuerza constante, los
criterios para su uso varían en función del tema tratado.
Lo mismo ocurre, dirá Toulmin, con el uso de los términos modales mencionados
anteriormente: “todos los cánones o estándares empleados para criticar y evaluar
argumentos dependen en la práctica del campo, mientras que todos los términos de
evaluación son invariables respecto al campo en lo que se refiere a su fuerza”.8
En distintos campos podemos afirmar que una conclusión es necesaria, pero los criterios
por los que se regirá el uso de este término modal no serán los mismos en el terreno de la
matemática, de la física y de la ética, por citar tres casos. Si esto es así, se cae la
pretensión de los lógicos de aplicar un único criterio de validez a todos los
razonamientos. Por más que se avance en cuestiones técnicas, el proyecto de los lógicos
está destinado al fracaso.

7
Toulmin, S., ob. cit., p. 50. Encontrarán varios ejemplos de este esquema en el cap. 1 de Los usos de la
argumentación.
8
Ibid., pp. 60-1.
Resumen
En este primer abordaje de la posición se Toulmin se ha destacado que, al igual que en
los procesos judiciales, el proceso racional de argumentación sigue una serie de etapas.
En principio, pretender tener un derecho es análogo a realizar una afirmación. En ambos
casos, la sostenibilidad de la pretensión dependerá de lo que uno pueda decir en su favor.
Si el derecho o la afirmación no son aceptados, nos enfrentamos a un problema cuya
resolución requerirá exponer los argumentos a favor y en contra de la pretensión. A partir
de aquí, se sopesarán las distintas posiciones relevantes. Luego de presentadas las
posiciones, se llegará a un veredicto.
En la valoración de los argumentos podrá llegarse a distintas conclusiones. Puede que se
acuerde en que hay una única posición sostenible, por lo que la misma resulta necesaria,
o bien que alguna posición no puede sostenerse, o puede valorarse el grado de
probabilidad o presunción de una o de cada una de las posiciones.
Esta reconstrucción puede hacerse de cualquier argumento, independientemente del
campo. También es independiente del campo la fuerza de los términos modales que
califican a la conclusión.
Sin embargo, los que no son independientes del campo son los criterios que deben
aplicarse para concluir lo que se quiera concluir. No son los mismos requisitos los que
deben cumplirse para sostener que una afirmación física es necesaria, que para decir que
una norma es necesaria. Y lo mismo puede decirse para la aplicación de los otros
términos modales.
Si los criterios dependen, entonces, del campo, no tiene sentido la búsqueda de criterios
de validez universales. Tampoco se sostendrá la pretensión de que algunas disciplinas son
más rigurosas que otras. En todo caso, el rigor se evaluará según los cánones de cada
disciplina, esto es, en función de criterios propios se evaluará si la conclusión se sostiene
a partir de la defensa presentada.
En la clase que viene veremos cómo se refleja esto en el análisis micro de los
argumentos, lo que pasó a conocerse como el modelo de Toulmin.

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