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En años anteriores desde una imposición social y religiosa, el papel del hombre era uno y el de
la mujer, otro, de una manera determinada e incuestionable. Un hombre, necesariamente
debería tener la solidez económica y práctica para “sostener” una familia, él solo. Mientras
más “solvencia económica” lograba (no solo solvencia sino tendencia al exceso. Mientras más,
mejor), era un hombre mejor. Lamentablemente las consecuencias impactan directamente en
la atención que la mujer y los hijos recibían por su parte, además de que cualquier déficit
económico, supuestamente debía subsanarlo él mismo, aunque enfermara o padeciera de las
dificultades propias de la tarea. Por su parte, la mujer, debía hacerse cargo del hogar y de los
hijos, prácticamente sola, situación que le implicaba frustraciones importantes en cuanto a la
autorrealización (cualquier interés en otra cosa, relaciones personales, esparcimiento, debía
esperar una esporádica ocasión. El ejercicio de un oficio o profesión, era impensable,
simplemente, como para el hombre, meterse en la cocina o tomar la escoba). Asimismo, los
conflictos en el hogar y la crianza de los hijos, debía soportarlo sin apoyo, prácticamente. Los
hijos, por su parte, contaban solo con mamá. El papá estaba demasiado ocupado o cansado,
por el peso de la familia. Generalmente los hijos tenían “buenas madres y malos padres”. En
realidad, no diría que buenos o malos. Había un exceso de madre que en algún momento se
volvía insoportable, no había un padre que ocupara su lugar al lado de su mujer y dejara libre
el camino a su hijo, cuando éste creciera, pues la madre sin los hijos, estaba prácticamente
sola, su pareja seguía ocupada o falta de costumbre para estar con su mujer. Había hijos que
querían huir, adolescentes tomando la oportunidad de casarse.
El concepto de pareja (del latín, par, paris, que significa igual o semejante), implica una
distribución equitativa de trabajo, la conformación de un equipo que compensa las variantes
cotidianas, como la enfermedad o la crisis económica. El apoyo del hombre a la mujer y
viceversa. La implicación de ambos, en todos los aspectos, no solo por necesidad sino por la
satisfacción de todos los factores humanos (incluyendo el esparcimiento y la convivencia con
las amistades), el sustento temporal a cargo de la mujer, de la economía familiar, en caso de
ser necesario (el desempleo o la enfermedad del varón, por ejemplo), el sustento del hogar, a
cargo del hombre (en caso de enfermedad o exceso en la carga laboral- profesional de la
mujer, necesarios para su crecimiento, por ejemplo) y la disposición a ocupar cualquier
función.
A final de cuentas, es necesario que ambos, sean pilares sólidos, autosuficientes y completos
en sí mismos.
Podría pensarse que los hijos van a pagar las consecuencias de esta dinámica. La realidad es
que, debe trabajarse para que la carga laboral de ambos elementos, sea equilibrada y
equitativa. Lo suficiente para que, entre ambos, se sostenga lo necesario para el crecimiento y
así dejar espacio para los hijos y no solamente, sino incluso para la convivencia de pareja
(originalmente, el interés de estar juntos).
Psicoanalista