Soportar con paciencia a los necios y los discursos
inconsiderados.
No mostrar nunca la menor apariencia de cólera ni de ninguna
otra pasión.
Alma imperturbable pero llena de bondadosos sentimientos para
con el prójimo.
No reprender a nadie con rudeza.
Dominarse a sí mismo y no arrebatarse por nada.
Tener siempre un carácter invariable, bondadoso y recto al mismo
tiempo.
Llevar a cabo todos los negocios, sin quejarse nunca de tener
con exceso.
Es necesario que un príncipe haga creer que piensa todo lo que
dice, y que todo lo que hace es con buenas intenciones; que no le asombre ni le sorprenda nada, que no sea ni precipitado ni lento, ni irresoluto, que su rostro no demuestre nunca abatimiento, ni fingida serenidad, y que no obre ni con desconfianza ni con irritación.
Ser insensible al brillo fingido de todo lo que se llama
honores.
Moderación en todo y firmeza.
Dedica tus momentos de ocio a instruirte en algo bueno.
¿Cuál es la duración de la vida del hombre? Un punto en el espacio. ¿La substancia? Variable. ¿Las sensaciones? Obscuras. ¿Qué es su cuerpo? Putrefacción. ¿Su alma? Un torbellino. ¿Su destino? Enigma. ¿Su reputación? Dudosa. En una palabra, todo lo que proviene de su cuerpo es como el agua de un torrente, y lo que dimana de su alma, como un sueño, como el humo. Su vida es un combate perpetuo, un descanso en tierra extranjera, y su fama después de la muerte un olvido absoluto.
No cuentes nunca con obtener la tranquilidad de espíritu