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Epílogo campaña “La Isla del Terror”

Kitsuki Hikaru

El viaje de regreso a las plácidas y frías montañas


del Clan Dragón fue uno cargado de ansiedad para Kitsuki
Hikaru. Dejar atrás ese extraño archipiélago, sus
curiosas costumbres y su peculiar gente, que eran parte
del mismo Imperio al que él pertenecía, le traía
sentimientos encontrados. Por un lado quería volver a su
hogar y adonde se sintiese cómodo, pero sabía que aprendió
mucho de la diversidad de la gente de las Islas de las
Especias y sabía que le quedaba mucho más por aprender
de ellos.

El último tiempo con aquellos compañeros de


aventuras a los que consideraba sus amigos también fue
poco común. Sentía el recelo y sospecha de Kakita
Fudoshin. Utaku Kotori parecía pasar la mayor parte de su
tiempo con Fudoshin. Por su parte, Shosuro Isao parecía
más introvertido y hasta Hida Sadashi se asomaba ansiosa.
Quizás eran sólo percepciones equivocadas, pero su
instinto le señalaba algunos quiebres con parte de sus
amigos.

Al llegar a Otosan Uchi fue escoltado hacia tierras


Dragón junto a su comitiva, con el fin de informar de lo
ocurrido a Togashi Yokune, Campeón del Clan.

Después de una larga travesía hasta la Alta Casa de


la Luz, viaje que realizó solo. Los dos Mirumoto que lo
acompañaban quedaron en Shiro Mirumoto y no volvió a
saber de ellos por un tiempo. Allá volvió a tener que
esperar semanas hasta que Togashi Yokune lo recibiera, así
que aprovechó de adentrarse más en la vida de estos
enigmáticos monjes (dejando de lado su gusto por los
absurdos acertijos) y se tatuó en todo el abdomen, y la
parte correspondiente en la espalda, un mar atribulado, en
la zona del ombligo un samurai de armadura azul
meditando en calma, sobre un pequeño islote y a ambos
lados del samurai, inmensas olas que amenazaban con
consumirlo.

Ante Togashi Yokune, Hikaru le comentó lo bien que


salieron las negociaciones comerciales con el Clan de la
Mantis, incluyendo la adición de avena al trato, la
existencia de poderosos nemuranai en las cavernas del
archipiélago y, en concreto, sobre la espada de sangre, el
culto que la quería obtener y la actitud de sus
compañeros durante la ardua lucha. También mencionó los
extraños sucesos que rodeaban la historia de la familia de
Yoritomo. Hikaru también señaló que encontró el diario de
Asahina Yajinden, pero que no alcanzó a leerlo en
profundidad, tendiendo que lidiar con las constantes
interrupciones de Kakita Fudoshin y, para salir con vida,
tener que negociar el entregar el diario al miembro del
kuroiban, Bayushi Keijiro, y que él decidiera qué hacer con
dicho texto. Finalmente señaló a su Campeón la extraña
teología del abad del templo dedicado a Daikoku, respecto
al Orden Celestial. Éste último comentario llamó la
atención de Togashi Yokune, quién comentó a Hikaru acerca
de la existencia de una extraña secta llamada “La Tierra
Perfecta”, pero sin muchos detalles, toda vez que su mayor
interés se centró en el asunto del culto y los nemuranai.
Fue así como le otorgó un permiso y salvoconducto para
que estudiara en las bibliotecas Agasha y Asako acerca de
estas materias, pero particularmente acerca del Maho o
magia de sangre. Togashi volvería a contactar a Hikaru en
el futuro y le señaló que ese conocimiento sería de vital
importancia en lo que deparaba el futuro.

Antes de volver a la aldea de Ainokura, Hikaru pasó a


ver a sus maestros en el Dojo de los Espejos, donde
entrenó con ellos en el fino arte del duelo y la espada y
pidió instrucción especial en cuanto a la cacería y,
particularmente, en el seguimiento de otros humanos.

En Ainokura, con el nuevo trato comercial con la


Mantis, faltaban manos para poder producir y satisfacer
las nuevas exigencias impuestas para su negocio, pero la
prosperidad que trajo fue proporcional al trabajo
realizado. Fue así como nuevos campesinos se sumaban a
la aldea y la economía florecía. Para no olvidar la
importancia de lo espiritual en medio de esta bonanza
material, Hikaru mandó a construir templos dedicados a
Daikoku y a Benten, en cuyo templo una bella estatua de
una mujer representando a la fortuna del amor romántico
tenía un particular parecido con alguna dama Grulla
fallecida. Hikaru iba a visitar dicho templo cada vez que
podía. Además se construyó una escuela donde se
enseñaba a todos el Tao de Shinsei.

Los años que estudió con los Agasha y Asako fueron


agotadores, física y mentalmente. El conocimiento de ambas
familias era enorme y ambas tenían un riguroso sistema de
ejercicios para mantener el cuerpo en armonía con la
mente, pero los oscuros y depravados secretos que Hikaru
aprendió en esos años sólo quedarán para él.

El único momento alegre en esas oscuras bibliotecas


se dio cuando llegó a Hikaru una misiva invitándolo al
matrimonio de Utaku Kotori con Shinjo Akiuji. Unas
necesarias vacaciones en ese mar de oscuridad es justo lo
que necesitaba. Ahí, pudo reunirse con sus amigos y
enterarse de lo que hacían. Así como mantuvo reserva,
respetó la de los demás, como el porqué Shosuro Isao no
respondía sus cartas. La fiesta fue un deleite y duró
varios días. Utaku Kotori se veía deslumbrante, al igual
que la exótica belleza de las mujeres del Unicornio.
¿Quizás era tiempo de dejar atrás el tormentoso capítulo
de la vida de Hikaru que había sido su romance con Doji
Aiko y cumplir con sus deberes y casarse? Le haría saber
sus inquietudes a sus padres cuando volviera a Ainokura,
pero por ahora, el camino de Hikaru era uno oscuro y
peligroso.

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