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Heridas salientes
El Gran Avivamiento marcó el comienzo del movimiento evangélico en Estados Unidos. Los
primeros colonizadores habían tenido creencias evangélicas, pero el énfasis de una experiencia personal con
Dios era más bien nueva. E iba en contra de las tradiciones establecidas por la iglesia. Jonathan Edwards
descubrió esto de manera dolorosa.
La sociedad giraba en torno a la iglesia; las iglesias estaban llenas de gente que acudía por razones
sociales. Los niños eran bautizados dentro de la iglesia y crecían ahí, pero algunos nunca habían tenido un
compromiso personal con Dios. Edwards quería cambiar eso. El empezó una política de retener la
Comunión a cualquiera que no hubiera tenido dicho compromiso personal. Su iglesia sería una comunidad
de los redimidos.
A muchos no les pareció esto. Su estimado abuelo, Samuel Stoddard, quien previamente lideró esa
iglesia, había recibido a todo el mundo a la Mesa del Señor. ¿Quien pensaba Edwards que era para mantener
alejada a la gente, especialmente cuando habían acudido toda su vida?
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Edwards se mantuvo firme, y en 1750 la iglesia votó para desplazarlo. En su discurso de despedida,
predicó sobre 2 Corintios 1:14, esperando futuro regocijo en el día de Cristo, «no habrá más algún debate o
diferencia de opiniones. La evidencia de la verdad debe aparecer por encima de toda disputa, y todas las
controversias deberán ser finalmente y para siempre decididas.»Esa experiencia negativa le permitió a
Edwards alcanzar oportunidades importantes. En 1751, trasladó a su familia hacia el oeste a la ciudad
fronteriza de Stockbridge., Massachussets, donde inició un ministerio entre la tribu Housatonnoc. (este
traslado fue posiblemente inspirado por un amigo de la familia David Brainerd, un misionero de las tribus
Indias en las colonias. Brainerd estaba comprometido con la hija de Edwards, Jerusha; pero murió en 1747
antes de que pudieran casarse.)
En 1754, Edwards publicó Libertad de la Voluntad, un libro que muchos consideran su obra maestra.
Con un alto pensamiento teológico, trató de darle sentido a las aparentementes contradictorias nociones de
la soberanía divina y la libre voluntad humana.
Tres años después, fue invitado a presidir La Universidad de Nueva Jersey (conocido después como
Princeton). Pero durante el primer año en este cargo, en el interés de la ciencia, acordó ser vacunado contra
la viruela, un tratamiento controversial en ese entonces. Al contraer la enfermedad, murió poco después.
En 1958, en el bicentenario de su muerte, el teólogo H. Richard Niebuhr dio un discurso en
Northampton, MA, argumentando que el mismo Edwards se sentiría incómodo por cualquier predicación
dirigida a él. Concluyó, «No hay realmente una forma honesta y consistente de honrar a Edwards excepto en
el contexto de honrar, de reconocer y renovar nuestra dedicación a su causa. Esa causa no es nada más que
la gloria de Dios.»