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Principios técnicos de los ejercicios

hipopresivos del Dr. Caufriez


*Doctoranda Europea en Actividad Física, Salud y Deporte. Universidad de Vigo
Licenciada en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte Tamara Rial*
Diplomada Magisterio Especialidad Educación Física rialtamara@gmail.com
Profesora Internacional del Método Hipopresivo Piti Pinsach**
**Licenciado en Ciencias de la Actividad Física y el deporte piti.pinsach@gmail.com
DEA morfología médica Universidad de Santiago de Compostela
(España)
Director Internacional de formación del Método Hipopresivo

Resumen
Los ejercicios hipopresivos fueron creados por el Dr. Caufriez alrededor de 1980 en la búsqueda de un
adecuado entrenamiento de la musculatura del suelo pélvico para el post-parto. Parten de unas premisas
técnicas y metodológicas concretas. Son ejercicios respiratorios, posturales y propioceptivos que consiguen una
disminución negativa de la presión intraabdominal. En la literatura especializada se encuentran errores comunes
de descripción técnica relacionados con los fundamentos. El siguiente artículo por lo tanto describe los
principios básicos de los ejercicios hipopresivos según la base del Dr. Caufriez y resume los errores técnicos
más comunes relatados.
Palabras clave: Técnica hipopresiva. Abdominales. Postura. Actividad física. Marcel Caufriez.

EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Año 17, Nº 172, Septiembre de


2012. http://www.efdeportes.com/

1. Introducción al Concepto Hipopresivo

Las técnicas hipopresivas fueron creadas por el Doctor en Ciencias de la Motricidad y


especializado en rehabilitación Marcel Caufriez, a partir de su dedicación a la reeducación uro-
ginecológica (Rial, Villanueva y Fernández, 2011) En 1980 las denominó “Aspiración
diafragmática” y a partir de ellas se constituyó en laboratorio la conocida “gimnasia abdominal
hipopresiva” (Caufriez,1997), cuyo objetivo inicial era buscar una técnica de fortalecimiento
muscular que fuese beneficiosa para la faja abdominal pero sin efectos negativos sobre el suelo
pélvico (Caufriez, Fernandez, Fanzel y Snoeck, 2006)

En 2006, ante las crecientes dudas que algunos profesionales del sector del fitness
planteaban en torno a la prescripción de ejercicios hiperpresivos en el deporte (Pinsach, 2010)
y al cuestionamiento de los ejercicios abdominales para la mujer descritos en la literatura
(Amostegui, 1999; Calais, 2010; Gasquet, 2003; Murillo, Robles y Walker, 2006), Marcel
Caufriez desarrolla las técnicas hipopresivas aplicadas al deporte y fitness, los denominados
hipopresivos dinámicos (Rial et al., 2011; Serra, 2011) El objetivo planteado era la búsqueda de
una actividad física en los centros deportivos que no provocara daños en el suelo pélvico
femenino como señalan Caufriez, Pinsach y Fernández (2010). Al respecto de este
cuestionamiento, los autores Caufriez, Fernández, Esparza y Schulmann (2007) implementaron
un estudio con 16 mujeres primíparas que en su puerperio realizaron sesiones de 45 minutos de
abdominales tradicionales, dos días a la semana durante seis semanas para valorar el estado
del suelo pélvico después de un programa de abdominales para el post-parto. Los resultados
medidos con tonimetría perineal mostraron una disminución del índice de rigidez de la
musculatura del suelo pélvico de un 32,7 % (p>0,001) y del tono de base del mismo.

Estas son algunas de las razones por las cuales Caufriez et al., (2010) inician su proyecto en
torno al método hipopresivo: “sobre las cuestiones que se plantean los profesionales del
deporte a propósito de los abdominales en las salas de fitness, en particular en las mujeres
después de un parto”.

Por lo tanto, los ejercicios hipopresivos nacen como una alternativa a los métodos
tradicionales para tonificar la musculatura de la faja lumbopélvica sin presionar las estructuras y
órganos internos.

El método hipopresivo se caracteriza por englobar ejercicios posturales sistémicos que


buscan la disminución de la presión intraabdominal (Caufriez, Fernández, Guignel y Heinemann,
2007). Lo relevante no es la cuantificación total en la reducción de presión sino la existencia de
esa misma disminución en todas las cavidades del espacio barométrico: la abdominal, la
torácica y la perineal que es medible con manómetros de presión intracavitarios (Caufriez, et
al., 2006).

El concepto Hipopresivo, hace alusión a la escasez de presión o disminución de la presión


intraabdominal. Concretamente en las cavidades torácica, abdominal y pélvica. En relación con
la variación de presión intraabdominal, se utiliza una terminología que hace mención, desde el
mayor grado de presión,hiperpresivo, hasta el menor grado de presión, hipopresivo. Esparza
(2001), define los términos hiperpresivo, e hipopresivo en concordancia proporcional con los
aumentos de presión y bajo relación matemática entre la Diferencia de Presión (DP) y la
Diferencia de Volumen (DV). En una misma situación funcional dada DV/DP = constante.

El concepto hiperpresivo del espacio abdominal hace alusión al hecho por el cual la variación
de presión es positiva tanto en la fase inspiratoria como espiratoria. En un sistema de ejes XY
donde el eje de abscisas es el tiempo y el eje de ordenadas la diferencia de presión, se dice que
la dinámica es hiperpresiva cuando la diferencia de presión es positiva. La hiperpresión
abdominal cuantitativa es definida por Caufriez et al., (2010) como aquella diferencia de presión
igual o superior a 30 mmHg.

Por su parte, el efecto hipopresivo se manifiesta cuando la diferencia de presión obtenida es


negativa. Es decir, en el sistema de ejes XY, se sitúa en el cuadrante negativo. Desde la
anterior descripción se realiza una clasificación de ejercicios físicos según la media estadística
de la diferencia de presión:
Los ejercicios hipopresivos además de caracterizarse por la disminución de la presión
intraabdominal, se determinan como ejercicios posturales y respiratorios asociados a un ritmo
en particular. En sus inicios eran sólo posturas estáticas y, para implicar más musculatura y
lograr también aumentos de fuerza y eficacia en movimientos físico-deportivos, el Dr. Caufriez
creó los ejercicios en movimiento. Se realizan con un orden adaptado a las necesidades
individuales y siguiendo una cadencia concreta para mantener el ritmo respiratorio controlado.
Rial y Villanueva (2012) señalan que se efectúan adoptando diferentes posiciones en base a
unas pautas técnicas de ejecución fundamentales (Figura 1).

2. Principios técnicos

Existen una serie de signos anatómicos asociados a la correcta ejecución técnica y que
delatan el efecto hipopresivo como son: abertura del arco costal, movilización del ombligo hacia
dentro (figura 2) y hendidura en las fosas claviculares (figura 3). Con la aparición de estos
signos anatómicos el efecto hipopresivo estaría activado según describe Caufriez (1997).
Las pautas técnicas para la realización del ejercicio según Caufriez (2010) y ampliado por
Rial y Villanueva, (2012) son:

 Autoelongación: estiramiento axial de la columna para provocar una puesta en


tensión de los espinales profundos y extensores de la espalda.
 Doble mentón: Empuje del mentón que provoca tracción de la coronilla hacia el techo
(figura 4).

 Decoaptación de la articulación glenohumeral: se provoca abducción de las


escápulas y activación de los serratos.
 Adelantamiento del eje de gravedad: desequilibrio del eje anteroposterior que
implica variación del centro de gravedad (figura 5).
 Respiración costal: respiración diafragmática con fase inspiratoria y espiratoria
pautada por el monitor.
 Apnea espiratoria: fase de espiración total de aire y apnea mantenida (entre diez y
veinticinco segundos según nivel de practicante). En la fase de apnea se añade una
apertura costal como simulando una inspiración costal pero sin aspiración de aire.
Durante la fase de apnea espiratoria se provoca cierre de la glotis; contracción
voluntaria de los serratos mayores y de los músculos elevadores de la caja torácica
(músculos de las vías respiratorias superiores, intercostales, escalenos,
esternocleidomastoideo). El diafragma, durante la fase de apnea espiratoria, se relaja y
es succionado como consecuencia de la apertura costal y elevación de la caja torácica.
La relajación tónica del diafragma (Hodges, Heijnen y Gandevia, 2001) consigue la
disminución de la presión torácica y abdominal (Caufriez et al., 2007).

Durante la ejecución del ejercicio hipopresivo se provoca la contracción voluntaria de los


serratos mayores y de los músculos elevadores de la caja torácica, músculos respiratorios que
dependen de los centros respiratorios supraespinales, los cuales influyen en el control tónico
postural y fásico de los músculos respiratorios (músculos de las vías respiratorias superiores,
intercostales, escalenos, diafragma torácico, abdominales y suelo pélvico). La realización de
apnea durante la realización de los ejercicios hipopresivos, actúa aumentando el nivel de
dióxido de carbono en sangre y llevando al organismo a un estado próximo a la hipercapnea,
por lo que la estimulación de los centros supraespinales respiratorios es mayor (Hodges,
Forster, Papanek, Dwinell y Hogen, 2002). Su activación o inhibición permite modular la tensión
postural (actividad tónica) del conjunto de músculos con los que se relacionan (Rial et al.,
2011)

Cada postura articular incluida en los ejercicios ha sido diseñada para facilitar la acción
hipopresiva y poder ejercitarse al máximo de las posibilidades articulares (Rial et al., 2011).
Este hecho ha sido demostrado por Caufriez et al., (2007) en donde se midió la presión vía
rectal captada con manómetro conectado a sonda de presión durante la ejecución de diferentes
posturas hipopresivas. Hubo disminución significativa de la presión, en relación a realizar el
ejercicio hipopresivo en posición bípeda sin pautas a hacerlo desde la misma posición con las
pautas técnicas añadidas. Sirve de ejemplo la posición de los brazos en algunos ejercicios
donde se combina rotación interna de los hombros, flexión de codos y flexión dorsal de las
muñecas (figura 6). La repetición diaria de los ejercicios, debido a la situación postural, crea a
largo plazo nuevos esquemas propioceptivos. La repetitiva estimulación propioceptiva crea
modificaciones en el esquema corporal y en las respuestas anticipatorias ante determinados
gestos y esfuerzos (Caufriez et al., 2010).

Los ejercicios se realizan con un ritmo lento y respiración pautada por el terapeuta o
monitor. Las posturas se repiten un máximo de tres veces con una duración mínima de sesión
entre veinte minutos y una hora según objetivo a alcanzar.
3. Errores más comunes

Los ejercicios hipopresivos deben cumplir los fundamentos técnicos descritos anteriormente
que conviene verificar para asegurar que realmente disminuyen la presión y provocan los
efectos posturales que se persiguen. Una pequeña modificación en la descripción y realización
de los ejercicios puede proporcionar una alteración de los resultados o fines perseguidos, por
ello es importante buscar la ayuda de un profesional convenientemente formado en las técnicas
del Dr. Caufriez que puede encontrarse en los directorios www.marcel.caufriez.net o
www.metodohipopresivo.com .

Se pueden hallar en la literatura algunas descripciones técnicas erróneas sobre el modo de


ejecutar un ejercicio hipopresivo. Probablemente la confusión se deba a la observación visual
del hundimiento de la faja abdominal que puede llevar a mal entendimiento pues semeja una
contracción voluntaria de la faja abdominal (figura 7) pero la técnica es más compleja pues en
ningún momento se requiere una contracción del abdomen sino una acción voluntaria de la
musculatura inspiratoria (figura 8) como se ha descrito. Esto provocaría el efecto visual tan
llamativo del hundimiento abdominal mucho más pronunciado que una maniobra de contracción
abdominal.

Este sería el caso de la descripción que hacen algunos autores en estudios experimentales
(Bernardes et al. 2012; Stüpp, Resende, Petricelli, Nakamura, Alexandre, Zanett, 2011) sobre el
protocolo de realización de un ejercicio hipopresivo en los que se menciona una contracción
voluntaria del músculo transverso.

Otra hipótesis planteada sobre la mala interpretación en la técnica es la observación de


vídeos, imágenes o incluso lecturas sobre la temática que llevan a los usuarios o técnicos a
practicar en casa o en el centro deportivo el ejercicio sin supervisión o formación previa. Hay
algunos casos en que incluso se llega a confundir o a añadir la técnica hipopresiva
conjuntamente con los ejercicios de fortalecimiento de suelo pélvico conocidos como ejercicios
de Kegel. Estos son ejercicios de fortalecimiento de los músculos del periné descritos por el
Doctor Kegel (1948) para tratar disfunciones sexuales como la anorgasmia, en donde no existía
una adecuada percepción de la musculatura del periné. Consisten en la contracción de la
musculatura estriada del suelo pélvico, específicamente el músculo puboccígeo. Inciden sobre
todo en las fibras tipo II y su objetivo es mejorar la contractilidad y fuerza del periné. Objetivo
diferente es el que persigue la técnica hipopresiva cuyo fin es aumentar el tono muscular e
incidir en gran medida en las fibras tipo I del diafragma pelviano (Caufriez, 1997; Caufriez et
al., 2010).

Otros errores o interpretaciones particulares sobre el protocolo técnico se relacionan con la


forma de realizar la apnea, es el caso de Schuster y Latorre (2011) que en su estudio de
mujeres con incontinencia urinaria, el protocolo descrito para las pacientes del grupo
experimental que realizaron gimnasia hipopresiva es realizado en apnea inspiratoria totalmente
al contrario de la técnica detallada por Caufriez. Dicho autor define el ejercicio en apnea
espiratoria, es decir con la expulsión total de aire. Los efectos de uno u otro ejercicio serían
totalmente diferentes pues el ejercicio en apnea espiratoria crea efectos fisiológicos particulares
debido a la hipoxia y saturación de oxígeno en sangre que pueden diferir del ejercicio realizado
con oxígeno. Así mismo la posición del diafragma torácico varía sustancialmente en función de
la fase respiratoria y cantidad total de oxígeno pulmonar, hecho que influye directamente en la
presión intraabdominal. Por ello podría no ser exactamente hipopresivo si se realiza en apnea
inspiratoria.

Este error de interpretación se encuentra también en libros de prescripción de ejercicios


abdominales como el caso de Sánchez (2009) o terapéuticos como el de Bosco (2012). El
primero describe equivocadamente el procedimiento técnico de un ejercicio hipopresivo pues lo
define como “una inspiración al tiempo que se activa el músculo transverso, sin perder la
contracción muscular se expulsa el aire” (Sánchez, 2009) Esta descripción no guarda ninguna
semejanza con el método hipopresivo del Dr. Caufriez. Descripción singular es la de Bosco
(2012) que interpreta los abdominales hipopresivos sin riesgo “como un intento de ahuecar la
parte superior abdominal, independientemente del momento de respiración”. Según la
ejecución de los hipopresivos la apertura costal se realiza en el momento de apnea espiratoria,
nunca en apnea inspiratoria como indican Sánchez (2009); Schuster y Latorre (2011) ni
tampoco en ambas fases respiratorias como interpreta Bosco (2012).

4. Conclusiones

Los ejercicios hipopresivos del Dr. Caufriez se caracterizan por poseer principios posturales
concretos como son: elongación axial; doble mentón; activación de la cintura escapular y
principios respiratorios: apnea espiratoria y apertura costal. Será fundamental por parte del
técnico incidir en el aprendizaje de los fundamentos técnicos y metodología para asentar los
fundamentos del método desde la iniciación. En este sentido, las descripciones erróneas o
descuidos metodológicos pueden llevar a una mala praxis de los practicantes.

Bibliografía

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through surface electromyography. Neurourol Urodyn. 30(8),518-21.
Qué es y cómo entrenar la coordinación intramuscular
Licenciado en Educación Física Gabriel Vercesi
(Argentina) vercesi@radar.com.ar

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 6 - N° 30 - Febrero de 2001

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El hombre no entrenado es incapaz de activar de forma sincrónica un gran número de unidades motoras
de su musculatura, no obstante a través del entrenamiento de la coordinación intramuscular sí que lo puede
conseguir, cosa que produce un aumento elevado y rápido de la fuerza en el deportista familiarizado con el
entrenamiento de la fuerza. Lo importante de este entrenamiento es que no se produce un aumento
muscular, o en algunos casos éste es muy reducido, debido a la corta duración del estímulo que conllevan las
cargas submaximales y maximales que permiten pocas repeticiones. Volviendo a la corta duración del
estímulo no se produce una degradación por tiempo de proteínas contráctiles(actina, miosina, troponina,
tropomiosina).

A falta de este aumento muscular el incremento de la fuerza se basa en la mejora de factores nerviosos y
bioquímicos.

Este método de entrenamiento también es llamado entrenamiento de la fuerza máxima. Como señalamos
anteriormente el incremento mínimo de hipertrofia es muy importante en los deportes para los cuales la
fuerza relativa es crucial, tal es el caso del fútbol. La fuerza relativa representa la relación entre el propio
peso corporal y la fuerza máxima, cuanto más alta sea la fuerza relativa mejor será la performance.

Mejora la coordinación y sincronización de los grupos musculares durante la performance. Dado que en la
acción física los músculos están involucrados en una cierta secuencia la fuerza máxima tiene un componente
de aprendizaje neural. Cuando mejor sea la coordinación y la sincronización de los músculos involucrados en
una contracción y cuanto más aprendan a reclutar fibras FT (fast twist o fibras rápidas), mejor será la
performance.

Uno de los efectos más positivos de la fuerza máxima en los deportes dominados por la
potencia-velocidad es el incremento en la cantidad y en el diámetro de los elementos contráctiles del
músculo: la miosina de las fibras FT y el reclutamiento en una cantidad mayor de fibras FT.

El entrenamiento de la coordinación intramuscular también incrementa el nivel de tetosterona, se


incrementa solamente en las primeras tres semanas después de lo cual muestra una disminución, aunque
sigue siendo más alto que al comienzo. Aparentemente el nivel de tetosterona en la sangre también depende
de la frecuencia de coordinación intramuscular por día y por semana, este nivel se incrementa cuando la
cantidad de entrenamiento de coordinación intramuscular por semana no es alta y disminuye cuando se
planifica dos veces por día.

Según Platonov la adaptación de los músculos mejora el proceso de reclutamiento de las fibras ST, FTa,
FTb, desarrolla la capacidad de sincronización de la actividad de las unidades motoras y aumenta las reservas
de ATP y CP en los músculos. No menos importante es el aumento de la actividad de la ATP-asa (enzima que
descompone y acelera el proceso de enriquecimiento de energía de la miosina), así como la concentración de
CP y el contenido de mioglobina en los músculos.

Por otra parte, aumenta la posibilidad de descomposición y de la nueva síntesis anaeróbica del ATP, es
decir, de la rápida recuperación de los grupos fosfagénicos ricos en energía, lo cual es importante para
aumentar las posibilidades de contracción de los músculos sin que aumente su diámetro.

Lo importante de todo lo mencionado es rescatar el aumento de velocidad de reacción, aceleración y


desplazamiento que resulta de la buena utilización de este entrenamiento.

Métodos de entrenamiento
1. El método de intensidades elevadas y máximas
Intensidades: 75-100% del rendimiento máximo de cada deportista.
Repeticiones: 1-5, es decir, al 75% 5x, 80% 4x, 85% 3x, 90% 2x, 95-100% 1x.
Velocidad del movimiento: lento-rápido (debido a las cargas muy elevadas), por ej. 1,5" en la fase
concéntrica, 2,5" en la fase excéntrica.
Series: 5-8( a menor número de repeticiones más series).
Descanso entre las series: 1-2 minutos.

2. El método de las cargas reactivas ( también denominado entrenamiento pliométrico)


Ejercicios: flexiones profundas de las rodillas, impulsos a golpe con piernas y manos, etc.
Intensidades: 100% y más.
Repeticiones: 6-10.
Velocidad del movimiento: explosiva.
Series: 6-10.
Descanso entre las series: 2 minutos.

3. El entrenamiento combinado
La base de este tipo de entrenamiento es la combinación de ambas posibilidades biológicas para
aumentar la fuerza máxima, concretamente la hipertrofia muscular por un lado, como consecuencia de un
entrenamiento de cargas bajas y muchas repeticiones y por otro la mejora de la coordinación intramuscular
como consecuencia de un entrenamiento de cargas elevadas y pocas repeticiones.

Planificación del entrenamiento


En función del objetivo se realizan en los entrenamientos con pirámides 4-5 ejercicios con 5-10 series
para cada uno, es decir, unas 30 a 40 series por sesión de entrenamiento. En cuando a los objetivos, el
aumento de la fuerza, por un lado, se puede enfocar primordialmente a través de la hipertrofia muscular y,
por otro, mejorando fundamentalmente la coordinación intramuscular. Como dijimos anteriormente lo
primordial en la hipertrofia muscular para aumentar la fuerza predomina el elevado número de
repeticiones(mayor duración del estímulo). Esto significa que se eliminan las franjas 1-2 ó 1-3 repeticiones.
Entonces hablamos de entrenamiento en pirámide aplanada (figura B). Pero si enfocamos el aumento de la
fuerza basado fundamentalmente en la mejora de la coordinación intramuscular, predominarán los números
de bajas repeticiones( elevada intensidad del estímulo). Esto significa la supresión de la franja de 5-8 ó 6-8
repeticiones. Entonces hablamos de un entrenamiento en pirámide normal (figura A).

Siguiendo el principio de periodización, un entrenamiento de la fuerza comienza con tareas de hipertrofia


muscular. Si disponemos por ejemplo, de 4 semanas para entrenamientos en pirámide, se dedicarán 2
semanas a pirámides aplanadas y otras 2 a pirámides normales.

La gran diferencia en el números de series se debe a que, para que un entrenamiento de la fuerza sea
eficaz, es decisivo el número de repeticiones y no sólo la intensidad del esfuerzo. Si en un entrenamiento en
pirámide entrenamos sólo, por ejemplo, las series 1 a 4, el número que resulta de repeticiones, de (4-3-2-1)
= 10, es demasiado bajo para conseguir el efecto correspondiente del entrenamiento. En ese caso, la
pirámide se ha de repetir para alcanzar un número suficiente de repeticiones (en nuestro caso 20) (figura
C).

El entrenamiento en pirámide de la fuerza garantiza por una parte la evolución correspondiente del peso
corporal juvenil, y por otra un mejor aprovechamiento de su potencial muscular existente. Además se
recomienda también la aplicación del entrenamiento en pirámide cuando sólo se dispone de poco tiempo para
entrenar la fuerza. Cuando se han de contar normalmente 4 semanas de entrena miento para desarrollar la
musculatura y otras 4 para mejorar la coordinación intramuscular, con sólo 4 semanas disponibles en total se
alcanzará más aplicando el entrenamiento en pirámide en forma combinada que reduciendo de forma aislada
a 2 semanas tanto el entrenamiento de hipertrofia como el de coordinación intramuscular No obstante, el
entrenamiento en pirámide no constituye un suplemento completo cuando se trata de una estructura de
entrenamiento a largo plazo.

El entrenamiento de la coordinación intramuscular se debe aplicar en el período preparatorio especial y en


el período competitivo se debe mantener. Una variante puede ser el entrenamiento por bloques por ej.; (3
series fuerza explosiva, 3 series coordinación intramuscular, 3 series fuerza resistencia, en el mismo grupo
muscular)., o trabajado con elementos como chalecos lastrados o pesos libres imitando a la competencia.
Este ejemplo está basado en el entrenamiento de deportes de conjunto o acíclicos.

Ventajas del entrenamiento de la coordinación intramuscular


Debido a la intensidad elevada en el entrenamiento ( a partir del 75% ) se consigue un marcado y rápido
aumento de la fuerza sin aumento muscular ni de peso corporal. Por esta razón se ofrece la aplicación del
entrenamiento de la fuerza de tipo intramuscular Sobre todo para disciplinas deportivas que por
determinadas razones, solo buscan una mejora de la fuerza relativa, es decir, un aumento de la fuerza sin
aumento muscular; por ejemplo, en deportes con categorías de peso cuando se quiere mantener la
categoría.

Inconvenientes del entrenamiento de la coordinación intramuscular


Con el entrenamiento a niveles submáximos y máximos se producen cargas elevadas de tipo psíquico y
físico, sobre todo en el SNC, en el sistema articular, en los tejidos ligamentosos y tendinosos.

Este tipo de entrenamiento no se debe aplicar con principiantes y con jóvenes. El período aproximado de
entrenamiento es entre 14 y 16 años para varones y 13 a 15 años para mujeres.

Referencias bibliográficas

• Bompa, Tudor (1995) Periodización de la Fuerza. Biosystem, Rosario, Argentina.

• Ehlenz, Grosser, Zimmermann (1990 ) Entrenamiento de la Fuerza. Editorial Martínez Roca,


Barcelona.

• Platonov, Vladimir y Bulatova, Marina (1994) La Preparación Física. Edit. Paidotribo,


Barcelona.

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Recuperación entre series en entrenamiento de fuerza
fisiologiadelejercicio.com /recuperacion-series-entrenamiento-fuerza/

24/09/2017

septiembre 25, 2017/ JL Chicharro / , /

El control de la recuperación es una de las áreas menos controladas en fisiología, ya que es dependiente de
muchos factores. La duración del intervalo de recuperación (RI) es uno de los factores importantes en el
entrenamiento de la fuerza muscular, siendo complicado establecer patrones universales de recomendaciones.
Recientemente se han publicado los resultados de un metaanálisis (Grgic y col, 2017; Sports Med 20-sep) cuyo
objetivo fue examinar los resultados de investigaciones previas que hubieran estudiado la relación de la duración de
la recuperación entre series sobre la ganancia de fuerza con el fin de establecer unas recomendaciones generales.
Se estudiaron 23 estudios que englobaban a 491 sujetos (413 hombres y 78 mujeres). Los resultados mostraron
que la mejora de la fuerza ocurre incluso con periodos de recuperación cortos (<60 s), pero en sujetos entrenados
en fuerza un periodo de recuperación de >2 min parece recomendable para seguir ganando fuerza. Para los sujetos
no entrenados un periodo de recuperación de duración moderada (60-120 s) parece suficiente para maximizar la
ganancia de fuerza.

La duración idónea del periodo de recuperación tiene un carácter muy individual, ya que no solo depende del nivel
de entrenamiento, sino de otros muchos factores que son complicados de englobar en una recomendación general.
La edad por ejemplo es un factor decisivo independientemente del estado de entrenamiento del sujeto. No
obstante, los diferentes estudios sitúan los periodos de recuperación en rangos apropiados como punto de partida
de cada sujeto, por lo que son de gran utilidad para iniciar el proceso de la individualización del entrenamiento.
1/1
ARTICLES

Reliability and Validity of a Weight-Bearing Measure of


Ankle Dorsiflexion Range of Motion
Martin D. Chisholm, BSc, BSc(PT), MSc(PT), FCAMPT;* Trevor B. Birmingham, PT, PhD;†‡
Janet Brown, BSc(PT), MEd; † Joy MacDermid, BSc, BSc(PT), MSc, PhD; § ¶
Bert M. Chesworth, BA, BSc(PT), MClSc(PT), PhD†**

ABSTRACT
Purpose: To examine reliability and validity of the Lunge Test (LT) of dorsiflexion range of motion and determine the impact of different approaches
to obtain a score on these parameters. Methods: Fifty-three patients with ankle injury/dysfunction provided initial assessment data for cross-sectional
convergent and known-groups validity analysis with the Pearson coefficient (r ) and paired t-test, respectively; data after 4–8 weeks of treatment for
longitudinal validity analysis with coefficient r ; and data 3 days later for test–retest reliability using the intra-class correlation coefficient (ICC) and minimal
detectable change (MDC). LT scores were determined for the affected leg only (LTAff) and for the difference between the two limbs (LTDiff). Two strategies
were used to calculate LT scores: a single series and the mean of three series of lunges. LTs were correlated with the Lower Extremity Functional Scale
and Global Foot and Ankle Scale. Results: Reliability coefficients were high (ICC ¼ 0.93–0.99). The MDC ¼ 1.0/1.5 cm, LTAff /LTDiff , respectively. Cross-
sectional validity was confirmed for LTDiff (r ¼ 0.40 to 0.50). Between-limb differences (p < 0.05) supported known-groups validity. Longitudinal
validity was supported for both LT change scores (r ¼ 0.39–0.63). The number of series of lunges used did not impact results. Conclusions: A single
series of lunges produces a reliable LT score. From a validity perspective, clinicians should use LTDiff on initial assessment and either LT to assess change.
Key Words: reproducibility of results; ankle; range of motion, articular; weight-bearing.

RÉSUMÉ
Objectif : Vérifier la fiabilité et la validité du test fonctionnel de flexion du genou vers l’avant (lunge test, LT) pour vérifier l’amplitude de la flexion dorsale
du pied et évaluer les effets de diverses approches visant à obtenir une cote plus élevée pour ces paramètres. Méthode : Un échantillon de 53 patients
avec blessure ou dysfonction de la cheville a permis de recueillir des données initiales pour procéder à une analyse convergente croisée et des groupes
connus en vue d’évaluer la validité des données à l’aide du coefficient de Pearson (r ) et du test de t, respectivement; des données après 4 à 8 semaines
de traitement pour l’analyse de la validité longitudinale avec le coefficient r, et des données 3 ans plus tard pour la fiabilité test retest avec coefficient de
corrélation intraclasse (CCI) et changement minimal détectable (CMD). Les pointages LT ont été établis pour la jambe touchée uniquement (LTAff ) et pour
les différences entre les deux membres (LTDiff ). Deux stratégies ont été utilisées pour calculer les pointages LT: une série simple et la moyenne de trois
séries de flexions. Les LT ont ensuite été corrélés avec les échelles fonctionnelles pour les membres inférieurs, le pied dans son ensemble et la cheville.
Résultats : Les coefficients de fiabilité sont élevés (CCI ¼ 0,93–0,99). Le CMD ¼ 1,0/1,5 cm pour le LTAff /LTDiff, respectivement. La validité transversale
a été confirmée pour LTDiff (r ¼ 0,40 à 0,50). Les différences entre les deux membres (p < 0,05) appuyaient la fiabilité des groupes connus. La
validité longitudinale était appuyée pour les deux pointages de changement LT (r ¼ 0,39–0,63). Le nombre de séries de flexions utilisées n’a pas eu
d’effet sur les résultats. Conclusions : Une seule série de flexions permet d’obtenir un pointage à LT fiable. Du point de vue de la validité, les cliniciens
devraient utiliser le LTDiff pour l’évaluation initiale, et l’un ou l’autre des LT pour évaluer les changements.

Ankle dorsiflexion occurs naturally during many lower- arthro- and osteokinematics of the ankle during weight-
extremity tasks. Reduced ankle dorsiflexion range of bearing dorsiflexion. Normally, during this movement,
motion (DF-ROM) is common in many orthopaedic con- the tibia moves forward over the foot as the tibial pla-
ditions that confront physiotherapists, including ankle fond glides anteriorly on the talar dome.3 When this
fractures1 and sprains.2 Clinicians pay attention to the accessory glide is limited—for example, due to an anteriorly

From the *Fowler Kennedy Sport Medicine Clinic; †School of Physical Therapy; ‡Wolf Orthopaedic Biomechanics Laboratory, Faculty of Health Sciences; §School of
Rehabilitation Science, McMaster University, Hamilton; **Department of Epidemiology and Biostatistics, Schulich School of Medicine and Dentistry, The University of
Western Ontario; ¶Clinical Research Lab, Hand and Upper Limb Centre (HULC), St. Joseph’s Health Centre, London, Ont.
Correspondence to: Bert M. Chesworth, Associate Professor, School of Physical Therapy, Elborn College, The University of Western Ontario, 1201 Western Rd.,
London, ON N6G 1H1; bcheswor@uwo.ca.
Contributors: All authors designed the study, collected the data, and analyzed and interpreted the data; drafted or critically revised the article; and approved the
final draft.
Competing Interests: None declared.
Physiotherapy Canada 2012; 64(4);347–355; doi:10.3138/ptc.2011-41

347
348 Physiotherapy Canada, Volume 64, Number 4

and then this procedure is repeated three times, so that a


mean of three values represents DF-ROM.
One question about this research method is whether
it can be translated directly to clinical practice. In the
literature, researchers have used up to six17 series of
lunges to generate a mean value for characterizing DF-
ROM. Some investigators have measured only the affected
limb;2,15,16 others have used the difference between limbs
as the measure of abnormal DF-ROM.18 Clinicians work-
ing under time constraints in busy treatment settings
may choose to use a single series of lunges with the
affected limb only; we do not know the impact of using
Figure 1 The Lunge Test a single versus multiple series of lunges with affected
Note: The large toe and centre of the calcaneus contact the tape measure, versus bilateral limbs on the reliability of the measure.
and the knee touches the tape on the wall. Contact with the ground is The validity of the LT has not been examined to the
monitored by the physiotherapist. The measurement recorded is the
same extent as its reliability. In healthy study participants,
distance in millimetres between the large toe and the wall.
ultrasound images have shown that LT values do correlate
with gastrocnemius/soleus muscle fascicle lengths and
pennation angles.19 Among patients with an ankle frac-
positioned talus in people with chronic ankle instability 4— ture, two studies have demonstrated the predictive valid-
the resulting decrease in DF-ROM prevents the ankle joint ity of affected-limb LT scores on activity limitation.1,20
from achieving a close-packed position of bony stability, The present study was designed as an initial para-
making it more vulnerable to inversion and internal rota- meter estimation study of the psychometric properties
tion forces about the ankle.3 This is believed to increase of the LT in a sample of orthopaedic patients. Our objec-
the risk of repeated injury, as people with functional tives were to examine the reliability and validity of the
ankle instability have demonstrated increases in the ver- LT and to determine the impact on these measurement
tical component of the ground reaction force in the pres- properties of using a single or multiple series of lunges
ence of suboptimal ankle joint positioning when landing with one or both limbs.
from a jumping activity.5 The importance of normalizing
the relationship between physiologic and accessory ankle METHODS
movements in weight bearing is evident in the develop- Study design
ment and investigation of treatment approaches that Figure 2 outlines how data were used to achieve the
target these components to improve weight-bearing DF- study objectives. Participants were recruited from four
ROM and spatiotemporal postural control.6,7 outpatient physiotherapy clinics. Data were collected
Techniques to measure DF-ROM can be grouped into at the initial assessment (Time 1) for convergent and
three categories, based on measurement method and known-groups validity, during the fourth to eighth week
body position: visual estimation, goniometric measure- of rehabilitation (Time 2) for longitudinal validity, and
ment in non-weight-bearing positions, and measurement within 3 days of Time 2 for test–retest reliability (Time
in a weight-bearing position. Each grouping demonstrates 3). The Health Sciences Research Ethics Board of the
different levels of reliability. Visual estimation has poor University of Western Ontario approved this study, and
measurement qualities and has not been recommended all participants provided written informed consent.
for use in clinical settings.8,9 Non-weight-bearing mea-
sures of DF-ROM have variable reports of intrarater Participants
reliability,9–13 with intra-class correlation coefficient (ICC) Inclusion criteria were as follows: age >18 years, at-
values varying from 0.649 to 0.9713 and interrater ICCs as tending physiotherapy for post-surgical or non-surgical
high as 0.87.10 For weight-bearing measures of DF-ROM, unilateral ankle dysfunction of musculoskeletal origin,
reports of both types of reliability have been uniformly loss of DF-ROM as judged by the treating physiothera-
high, with intrarater ICCs from 0.9314 to 0.992,15 and inter- pist, able to read/follow instructions in English, willing
rater ICCs of 0.9814 and 0.99.16 to attend testing sessions, and able to provide informed
Bennell16 introduced the weight-bearing Lunge Test consent. Exclusion criteria were inability to successfully
(LT) for quantifying DF-ROM using a simple tape mea- complete the LT, contraindication for full weight bear-
sure secured to the floor (see Figure 1). One key aspect ing, or presence of a concomitant neurological disorder
of the testing protocol is its iterative nature: a series of or ankle arthrodesis. The target sample size of 35 was
lunges is performed to determine a single numeric value, based on two test sessions and parameter estimation of
Chisholm et al. Reliability and Validity of a Weight-Bearing Measure of Ankle Dorsiflexion Range of Motion 349

Figure 2 Study timeline and study objectives (in italics).


LEFS ¼ Lower Extremity Functional Scale; GFAS ¼ American Academy of Orthopedic Surgeons Global Foot and Ankle Scale; GRC ¼ Global Rating of
Change.

ICC ¼ 0.85 (95% CI width of 0.20)21 and a 10% loss to Academy of Orthopedic Surgeons (AAOS) Global Foot
follow-up. and Ankle Scale (GFAS).23 At Time 2 and Time 3, the cli-
nician and the participant completed a Global Rating of
Data collection Change (GRC) score.24
At Time 1, physiotherapists conducted a typical initial
examination. For descriptive purposes, the following com- Lunge Test of ankle DF-ROM
ponents of this assessment were recorded: age (y); sex; The LT (see Figure 1) was performed following proce-
height (cm) and weight (kg) for body mass index (BMI) dures outlined by Bennell.16 First, the unaffected foot
in kg/m2; mechanism of injury; and date of injury/ was placed forward, with the great toe and centre of the
surgery. heel on the tape measure. With both feet stationary, a
controlled forward lunge was performed such that the
Measures knee flexed as the participant attempted to touch it to
In addition to the LT, two self-report measures of func- a vertical line marked on the wall with adhesive tape.
tion were administered at all three time points: the Lower During this movement, the physiotherapist maintained
Extremity Functional Scale (LEFS)22 and the American the foot’s alignment on the tape measure secured to the
350 Physiotherapy Canada, Volume 64, Number 4

floor, monitored the heel to ensure contact with the recording of data, and the study timelines. Raters were
floor, and watched for knee contact with the wall. Prona- not blinded, but they were asked to not review previous
tion or supination of the foot was not controlled. An findings before performing the testing at Time 2 and
attempt was considered successful if the participant was Time 3. Periodic visits were conducted during data col-
able to touch the knee to the wall while maintaining the lection to review procedures. All four clinics were equipped
proper foot alignment and heel contact with the tape on with identical tape measures, and the set-up was reviewed
the floor. Upon successfully touching the knee to the by the primary investigator.
wall, the participant moved the foot further from the
Analysis
wall and performed another forward lunge, once again
Participant characteristics were summarized by means
attempting to touch the knee to the wall. The participant
of descriptive statistics. LT scores (mm) were calculated
was given up to five attempts to achieve the greatest dis-
for analyses involving the affected limb (LTAff ) and for
tance between the large toe and the wall. Using the tape
the difference between affected and unaffected limbs
measure on the floor, this distance was recorded in
(LTDiff ). For LTDiff , the affected side (LTAff ) was subtracted
millimetres to indicate a single value of DF-ROM. The
from the unaffected side (LTUnaff ), so a positive value indi-
entire process was then repeated with the affected limb.
cates that the unaffected ankle had more DF-ROM than
To obtain three values of DF-ROM for each ankle, the
the affected ankle. Values for LTAff and LTDiff were calcu-
limb testing sequence was unaffected–affected–unaffected–
lated in two ways: one set of scores used only the first
affected–unaffected–affected.
value from the LT protocol, while the other set used the
Lower Extremity Functional Scale (LEFS) mean of all three measurements obtained from the test-
The LEFS is a 20-item region-specific self-report ques- ing protocol.
tionnaire that asks participants to rate their perceived
Reliability
ability to perform various lower-extremity tasks on a 5-
Test–retest reliability used Time 2 and Time 3 data,
point scale (0 ¼ extreme difficulty or unable to perform
because we felt that ankle status should not vary over 1–
activity, 4 ¼ no difficulty). Ratings are summed for a total
3 days by the 4- to 8-week mark after beginning treat-
LEFS score from 0 (very poor function) to 80 (excellent
ment. To test this assumption, we compared the means
function). First described by Binkley,22 the LEFS has
of the LT, LEFS, and GFAS at these two time points using
been shown to have excellent test–retest reliability in
paired t-tests.29 We calculated the ICC2,1 with its 95% CI,29
people with a variety of musculoskeletal complaints pre-
as well as the standard error of measurement (SEM) and
senting to physiotherapy; good test–retest reliability has
the minimal detectable change at the 90% CI (MDC 90).24,29
been reported in people with ankle sprains.25
The SEM CIs were calculated following Stratford and
AAOS Global Foot and Ankle Scale (GFAS) Goldsmith.30
The GFAS is a 20-item region-specific self-report ques- It has been suggested that measures of agreement are
tionnaire with four domains (pain, function, stiffness and more appropriate than reliability measures for tools that
swelling, and giving way) and varying response scales will be used to assess clinical change.31 Therefore, we
depending on the item. The standardized score (0–100, determined the 95% limits of agreement between the
indicating very poor to excellent function) was used in test–retest LT values32 and calculated the percentage of
this study. The GFAS has good internal consistency and patients for whom test–retest scores differed by less
acceptable test–retest reliability, and there is evidence than two threshold values31 (5 mm and 10 mm).
to support its validity.23 We performed two sets of reliability analyses, the first
using values from the first measurement obtained from
Global Rating of Change scores (GRC)
the LT protocol and the second using the mean of all
The GRC uses a 15-point ordinal scale (7 ¼ very great
three measurements from the protocol.
deal worse, +7 ¼ very great deal better).26 Norman27 has
questioned the use of retrospective measures of change
Construct validity
to recall functional status; to address this concern, Strat-
Time 1 and Time 2 data were used to examine validity.
ford28 has suggested using both clinician and participant
We used a construct-validation process33 to examine
ratings to create an average GRC.
cross-sectional and longitudinal convergent and known-
Rater training groups validity, as well as sensitivity to change.
The raters used in the study were nine physiothera- To examine cross-sectional convergent validity, we used
pists, one physiotherapy assistant, one kinesiologist, and the Pearson product–moment correlation coefficient (r)29
two physiotherapy students. Clinical experience varied to assess the correlation of LTAff and LTDiff with LEFS
from 0 (i.e., the students) to 17 years. A 20-minute train- and GFAS, both at Time 1 and at Time 2. The hypothesis
ing session was used to demonstrate how to conduct the being tested was that greater DF-ROM should be corre-
LT and to discuss inclusion and exclusion criteria, ob- lated with better ankle-related function. Since higher LEFS
taining informed consent, administering questionnaires, and GFAS scores reflect better function, we expected a
Chisholm et al. Reliability and Validity of a Weight-Bearing Measure of Ankle Dorsiflexion Range of Motion 351

positive correlation with LTAff, which increases as DF- RESULTS


ROM improves; since an individual with very little side-
Participant characteristics
to-side difference in DF-ROM would have a low LTDiff ,
Study participants were predominantly young, active
we expected a negative correlation with LEFS and GFAS
adults with a mean (SD) age of 34.6 (13.9) years and a
scores. Cross-sectional known-groups validity was exam-
BMI of 25.3 (3.0) kg/m2. As defined by referral diagnosis,
ined at Time 1 by comparing LTAff with LTUnaff using a
the largest group of participants (55%) had an inversion
paired t-test. A significant difference between these means
sprain; 15% had an ankle fracture, 11% had tendinopathy,
would indicate that the LT was able to differentiate be-
and 7% had an eversion sprain. The rest were referred for
tween these two known groups.
osteoarthritis, Achilles tendon repair, surgical stabiliza-
To examine longitudinal convergent validity, we cor-
tion, calf strain, posterior impingement, contusion, or gun-
related the change in LTDiff and LTAff between Time 1
shot wound. Other characteristics are shown in Table 1.
and Time 2 with change scores for the LEFS and the
Of the 53 participants recruited at Time 1, 43 remained
GFAS using the coefficient r. The magnitude of these cor-
at Time 2 (after 4 weeks of rehabilitation), the rest having
relations provides information about the extent to which
self-discharged from physiotherapy. The 37 participants
a change in DF-ROM, as measured by the LT, is related
who remained at Time 3 were those able to attend the
to a change in functional ability. We wanted improvement
retest session within the 1- to 3-day time window.
in all measures to be reflected by positive change scores,
so that a positive association was reflected by a positive Reliability
coefficient r. We anticipated that the magnitude of LTDiff Test–retest reliability findings are shown in Table 2.
would decrease as DF-ROM of the affected ankle im- Across all approaches for generating a LT score, there
proved over time; therefore, Time 2 LTDiff scores were was no difference between testing occasions (LTAff : first
subtracted from Time 1 scores, so that a positive value test, t ¼ 1.70, df ¼ 36, p ¼ 0.10; mean of 3 tests, t ¼ 2.06,
indicated an improvement in DF-ROM. We expected df ¼ 36, p ¼ 0.05. LTDiff : first test, t ¼ 1.36, df ¼ 36,
that LTAff would increase as DF-ROM of the affected p ¼ 0.18; mean of 3 tests, t ¼ 1.70, df ¼ 36, p ¼ 0.10).
ankle improved; therefore, Time 1 LTAff scores were sub- All ICC values were >0.90, SEM varied from 4.0 to 5.7
tracted from Time 2 scores, so that a positive value mm, and MDC90 varied from 9.4 to 13.3 mm. The GFAS
would reflect an improvement in DF-ROM. We also scores were no different between Time 2 and Time 3
anticipated that function would improve over time, and (t ¼ 0.18, df ¼ 36, p ¼ 0.86), but LEFS scores at Time 2
so a participant’s score on the LEFS and GFAS would differed from those at Time 3 (t ¼ 2.47, df ¼ 36, p ¼ 0.019).
show improvement by increasing in value; therefore, we For the agreement parameters in Table 2, across all
subtracted participants’ LEFS and GFAS Time 1 scores from approaches for calculating an LT score, more than 80%
their Time 2 scores, anticipating a positive correlation. of patients had LT scores that differed by a10 mm
Sensitivity to change was analyzed using the approach between test occasions. This proportion dropped to
for a heterogeneous sample of individuals, most of whom less than 70% when the threshold for this difference was
were expected to change by different amounts.34 This a5 mm.
analysis used the average GRC scores from the partici-
pants and physiotherapists. First, we used the ICC3,1 with Validity
its 2-sided 95% CI29 to examine the reliability of the aver- For known-groups validity, LTAff scores were different
age GRC scores between Time 2 and Time 3. Pearson’s r from LTUnaff scores (t ¼ 13.71, df ¼ 52, p < 0.001). Mean
was then calculated to examine the relationship between (SD) values for the first measurement from the testing
the average GRC at Time 2 and the change in LTAff and protocol were 56.8 (38.1) mm and 116.2 (35.0) mm,
LTDiff among participants. A positive correlation was respectively. The corresponding values for the mean of
anticipated. three measurements from the testing protocol (not re-
We also calculated the effect size (ES) and standardized ported) were similar.
response mean (SRM), which, while often considered an Correlational validity findings are shown in Table 3.
inappropriate approach to analyzing sensitivity to change For cross-sectional convergent validity of LTAff , all CIs
for a heterogeneous sample,35 are nonetheless frequently for Pearson’s r spanned the null value. For LTDiff , by
reported in the literature. The ES was calculated as the contrast, no CIs for Pearson’s r spanned the null value,
average change between Time 1 and Time 2 divided by and the point estimates varied from 0.40 to 0.50.
the standard deviation of the initial scores,36 and the Similar findings (not reported) were found for correla-
SRM as the average change between Time 1 and Time 2 tions at Time 2. For longitudinal validity, regardless of
divided by the standard deviation of that change score.37 the approach to measuring the LT, values of r varied
We performed two sets of validity analyses, the first from 0.57 to 0.63 for the LEFS and 0.39 to 0.59 for the
using values from the first measurement obtained from GFAS, with no CIs spanning the null value. For sensitiv-
the LT protocol and the second using the mean of all ity to change, improvement in DF-ROM was associated
three measurements from the protocol. with average GRC at Time 2. Use of the average GRC was
352 Physiotherapy Canada, Volume 64, Number 4

Table 1 Participant Characteristics by Testing Occasion

Testing occasion; no. (%) of patients*

Time 1 Time 2 Time 3

Initial assessment 4–8 wk after Time 1 1–3 d after Time 2


Characteristic (n ¼ 53) (n ¼ 43) (n ¼ 37)

Female sex 24 (45) 20 (47) 17 (46)


Age, y
18–25 11 (21) 9 (21) 9 (24)
26–35 24 (45) 20 (47) 16 (43)
36–45 7 (13) 3 (7) 3 (8)
46–55 5 (9) 5 (12) 4 (11)
56–65 2 (4) 2 (5) 1 (3)
>65 4 (8) 4 (9) 4 (11)
Affected ankle, right side 26 (49) 23 (53) 20 (54)
Time since injury/surgery
Acute (a3 d) 2 (4) 2 (5) 1 (3)
Subacute (4 d to <2 wk) 7 (13) 6 (14) 6 (16)
Early chronic (2–4 wk) 14 (26) 9 (21) 8 (22)
Chronic
(1–3 mo) 15 (28) 12 (28) 10 (27)
(3–6 mo) 11 (21) 10 (23) 9 (24)
(6–12 mo) 0 (0) 0 (0) 0 (0)
Longstanding (>1 y) 4 (8) 4 (9) 3 (8)
LEFS (0–100); mean (SD) 49.0 (12.4) 62.2 (12.5) 64.9 (11.6)
GFAS (0–100); mean (SD) 68.9 (14.4) 84.1 (11.3) 84.6 (11.0)

*Unless otherwise specified.


LEFS ¼ Lower Extremity Functional Scale (worst–best); GFAS ¼ American Academy of Orthopedic Surgeons Global Foot and Ankle Scale (worst–best).

Table 2 Test–retest Reliability and Agreement Findings by Lunge Test Scoring Strategy (n ¼ 37)

Group; mean (SD), mm*

Affected only (LTAff ) Unaffected  affected (LTDiff )

Findings 1st test Mean of 3 tests 1st test Mean of 3 tests

LT values
Test occasion
Time 2 (test) 85.6 (37.3) 89.4 (37.3) 39.9 (21.6) 39.2 (21.3)
Time 3 (retest) 87.4 (36.6) 91.3 (36.9) 38.1 (21.5) 37.3 (21.5)
Time 3–Time 2 1.8 (6.5) 1.9 (5.5) 1.8 (8.0) 2.0 (7.1)
Reliability
Parameter
ICC (95% CI) 0.98 (0.98–0.99) 0.99 (0.98–0.99) 0.93 (0.87–0.96) 0.94 (0.89–0.97)
SEM (95% CI) 4.7 (3.8–6.1) 4.0 (3.3–5.2) 5.7 (4.7–7.4) 5.1 (4.2–6.6)
MDC90 10.9 9.4 13.3 11.9
Agreement
Parameter
95% limits of agreement 14.5, 10.9 12.6, 8.8 13.9, 17.4 11.9, 15.8
% a5 mm† 65 68 41 65
% a10 mm‡ 92 86 81 84

*Unless otherwise indicated.


† Percentage of patients with LT values differing a5 mm between test occasions.
‡Percentage of patients with LT values differing a10 mm between test occasions.
LT ¼ Lunge Test; MDC90 ¼ minimal detectable change at the 90% CI.
Chisholm et al. Reliability and Validity of a Weight-Bearing Measure of Ankle Dorsiflexion Range of Motion 353

Table 3 Association between Lunge Test Scores and Self-Report Measures of Function

Scoring strategy; Pearson correlation coefficient (95% CI)

Affected only (LTAff ) Unaffected-affected (LTDiff )

Type of validity 1st test Mean of 3 tests 1st test Mean of 3 tests

Cross-sectional*
LEFS 0.18 (0.10–0.43) 0.18 (0.10–0.43) 0.40 (0.61 to 0.15) 0.42 (0.62 to 0.17)
GFAS 0.20 (0.08–0.45) 0.20 (0.08–0.45) 0.47 (0.66 to 0.23) 0.50 (0.68 to 0.27)
Longitudinal†
LEFS 0.59 (0.35–0.76) 0.57 (0.33–0.74) 0.59 (0.35–0.76) 0.63 (0.41–0.78)
GFAS 0.41 (0.13–0.63) 0.39 (0.10–0.62) 0.55 (0.30–0.73) 0.59 (0.35–0.75)
Sensitivity to change‡ 0.54 (0.29–0.72) 0.56 (0.31–0.74) 0.33 (0.03–0.57) 0.40 (0.11–0.63)

*Correlation between Time 1 values (n ¼ 53).


† Correlation between change scores (n ¼ 43).
‡Correlation between change scores and Time 2 global ratings of change (n ¼ 43).
LT ¼ Lunge Test; LEFS ¼ Lower Extremity Functional Scale; GFAS ¼ American Academy of Orthopaedic Surgeons Global Foot and Ankle Scale.

supported by reliable test–retest ratings: ICC3,1 ¼ 0.91 test–retest values that differed by a1 cm supports the
(95% CI, 0.84–0.95). Across all approaches for generating use of this higher value for the MDC 90 when measuring
an LT score, the ES and SRM varied from 0.70 to 0.73 both limbs. These MDC values align well with the fact
and 0.99 to 1.00, respectively. that tape measures typically mark 1 cm and 0.5 cm
increments prominently. Future intervention studies should
DISCUSSION report the proportion of study participants who achieve
This study found good test–retest reliability of the LT these MDC values, to strengthen their clinical utility.
in a sample of patients presenting with orthopaedic
ankle dysfunction. We have also shown that the LT pro- Validity
vided acceptable agreement findings and evidence sup- Our validity results agree with previous reports that
porting the validity of the test. performance-based measures and self-report functional
Reliability and agreement measures are, at best, moderately correlated (r < 0.60).25,39
For test–retest reliability, the current findings are sim- For example, Alcock and Stratford25 found a correlation
ilar to published ICC values noted above, which have of 0.36 between non-weight-bearing DF-ROM and LEFS
been consistently high whether participants had no ankle scores for people with ankle sprains. In addition, the
dysfunction2,15,38 or whether the LTDiff score was used.18 cross-sectional correlations between LTAff and the LEFS
Similarly, published values for the SEM and MDC in our study are similar to those reported for patients
(3 mm and 8 mm, respectively, for intra-observer relia- with an ankle fracture after cast removal (95% CIs for
bility)38 are close to those found in the current study. r ¼ 0.07–0.21 at 6 weeks and 0.05–0.20 at 6 months).1
Comparing the MDC 90 values in Table 2 shows how As Table 3 shows, the validity findings suggest a mea-
quicker approaches to quantifying the LT affect the mea- surement strategy that may minimize clinical time spent
sure’s ability to detect true change. If a single series of measuring DF-ROM. The absence of a cross-sectional
lunges is used, the MDC 90 is about 1.5 mm larger than relationship between LTAff and LEFS and GFAS scores,
that produced by the more time-consuming approach of in the presence of a longitudinal relationship between
taking an average of three tests; if a score is obtained their change scores, suggests that measurement of LTAff
from the affected limb only, the MDC 90 is about 2.5 mm is a valid means of documenting change. The moderate
larger than that produced by measuring both limbs. cross-sectional and longitudinal correlations between
In looking further at the MDC 90 and agreement find- LTDiff and LEFS and GFAS scores support the cross-
ings in Table 2, clinicians could conclude that true change sectional and longitudinal convergent validity of the LTDiff ,
in DF-ROM has occurred when LTAff changes by about which suggests that clinicians should measure LTDiff at the
1 cm. The high percentage of patients with test–retest initial assessment if the goal is to provide a valid measure
values that differed by a1 cm supports the use of this of the current status of ankle mobility relative to the un-
value for the MDC 90 when measuring the affected ankle. involved limb. When clinicians seek to document within-
When the LTDiff score is the variable of interest, clini- limb change over time, longitudinal validity findings
cians could conclude that true change in DF-ROM has support the use of the less time-consuming LTAff .
taken place when the LTDiff score changes by about Our study has several limitations. First, the findings
1.5 cm. Once again, the high percentage of patients with are not generalizable outside of the active adult popula-
354 Physiotherapy Canada, Volume 64, Number 4

tion presenting with orthopaedic ankle conditions. Second, 7. Hoch MC, McKeon PO. Joint mobilization improves spatiotemporal
only individuals who could perform the LT as described postural control and range of motion in those with chronic ankle in-
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by Bennell16 were included; patients with weight-bearing
jor.21256. Medline:20886654
restrictions and those unable to perform the LT are 8. Croxford P, Jones K, Barker K. Inter-tester comparison between
therefore not represented in our results. Third, state- visual estimation and goniometric measurement of ankle dorsi-
ments about the validity of the test are made from the flexion. Physiother Theory Pract. 1998;14(2):107–13. http://dx.doi.org/
perspective that this portion of the study, as a parameter- 10.3109/09593989809057153
9. Youdas JW, Bogard CL, Suman VJ. Reliability of goniometric measure-
estimation study, was intended to begin the process of ments and visual estimates of ankle joint active range of motion ob-
examining LT validity. Fourth, the actual time taken to tained in a clinical setting. Arch Phys Med Rehabil. 1993;74(10):1113–
perform the various LT scoring methods was not mea- 8. http://dx.doi.org/10.1016/0003-9993(93)90071-H. Medline:8215866
sured; future study is warranted to determine the rela- 10. Diamond JE, Mueller MJ, Delitto A, et al. Reliability of a diabetic foot
tionship between LT scoring strategies and their comple- evaluation. Phys Ther. 1989;69(10):797–802. Medline:2780806
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CONCLUSIONS 12. Jonson SR, Gross MT. Intraexaminer reliability, interexaminer relia-
Our study has shown that the LT has sound reliability bility, and mean values for nine lower extremity skeletal measures
and agreement qualities. Known-groups validity of the in healthy naval midshipmen. J Orthop Sports Phys Ther.
test is supported. Cross-sectional convergent validity is 1997;25(4):253–63. Medline:9083944
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supported when both limbs are measured. Longitudinal
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convergent validity is supported when one or both limbs Med Assoc. 2002;92(6):317–26. Medline:12070231
are measured. A single series of up to five lunges can be 14. Venturini C, Ituassu NT, Teixeira LM, et al. Intrarater and interrater
used to obtain a reliable LT score. reliability of two methods for measuring the active range of motion
for ankle dorsiflexion in healthy subjects. Rev Bras Fisioter.
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15. Vicenzino B, Prangley I, Martin D. The initial effect of two Mulligan
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dorsiflexion is a reliable test; however, there is limited and change: proceedings of the Australian Conference of Science
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evidence on its validity. It is not known whether a quicker from: http://fulltext.ausport.gov.au/fulltext/2001/acsms
testing protocol than the one described for research set- 16. Bennell KL, Talbot RC, Wajswelner H, et al. Intra-rater and inter-
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What this study adds 17. Jones R, Carter J, Moore P, et al. A study to determine the reliability
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our findings suggest that a LT difference score between 18. Vicenzino B, Branjerdporn M, Teys P, et al. The initial effects in
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a participant’s ankles should be measured at the initial
ment in individuals with recurrent ankle sprain. J Orthop Sport
assessment, but measures of the affected limb alone can Phys. 2006;36(7):464–71. http://dx.doi.org/10.2519/jospt.2006.2265
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Repeated Sprint Ability
mundoentrenamiento.com /rsa-repeated-sprint-ability/

Alejandro 23/09/2015
Miraut

Los deportistas que practican deportes de raquetas como, por ejemplo, el Bádminton o el Tenis y en deportes de
equipo tales como Fútbol, Baloncesto, Balonmano, etc, tienen la necesidad de realizar acciones cortas a máxima o
casi máxima intensidad de manera repetida con periodos de recuperación incompleta de manera frecuente a lo
largo de sus respectivos entrenamientos y competiciones (9, 11, 18, 20, 23, 25).

En relación a lo anterior, podemos decir que los perfiles de actividad de los deportes de equipo requieren el
desarrollo de la potencia, la aceleración, la velocidad y la capacidad de realizar repetidas carreras de alta
intensidad y sprints (23).

¿Qué es el Repeated Sprint Ability?


El término Repeated Sprint Ability se introdujo por primera vez por Fitzsimons et al. (1993) (16) y hacía referencia
a la capacidad de reproducir regularmente esfuerzos de sprint máximos. Hoy día el Repeated Sprint Ability se
puede definir como la capacidad de repetir sprints o acciones máximas de manera intermitente, es decir, la
realización de esfuerzos máximos o casi máximos (al menos dos) de menos de 10 segundos de duración, que son
reproducidos de forma intermitente e intercalados con periodos de recuperación incompleta (normalmente menos
de 60 segundos) (9, 14, 18, 21).

1/5
Los deportistas que participan en estas modalidades deportivas necesitan realizar de forma repetida sprints cortos
(normalmente entre 1” y 7”) a intensidad máxima o casi máxima, separados por breves periodos de recuperación
(actividades de baja intensidad o pausas), durante un periodo de tiempo relativamente largo (entre 1 y 4
horas) (11) y desde un punto de vista fisiológico, estos deportes son generalmente clasificados como deportes
intermitentes de alta intensidad (DIAI) (20).

Es importante diferenciar y no confundir estos dos tipos de ejercicio: ejercicios de sprints intermitentes y ejercicios
de sprints repetidos (Repeated Sprint Exercise-RSE). Los ejercicios de sprints intermitentes se caracterizan por
sprints de corta duración (≤ 10 segundos), intercalados con períodos de recuperación suficientes largo (60-300
segundos) para permitir la recuperación casi completa de rendimiento de velocidad (2,15). En comparación, los
RSE se caracteriza por ser sprints de corta duración (≤ 10 segundos) intercalados con períodos de recuperación
breves (normalmente ≤ 60 segundos). La principal diferencia es que durante el ejercicio intermitente de sprint hay
poca o ninguna disminución de rendimiento (3,6), mientras que durante la RSE hay un decremento del rendimiento
(figura 1).

Bioenergética de la Repeated
Sprint Ability
Durante el ejercicio de alta intensidad
(sprint) y corta duración (< 6 seg) la mayor
parte de la resíntesis de ATP proviene de la
ruptura de la fosfocreatina (PCr) y de la
degradación del glucógeno muscular a ácido
láctico, es decir, la energía se obtiene a
través de la solicitación casi exclusiva del
metabolismo anaeróbico (12, 17), pero si
estos periodos de ejercicio a alta intensidad
son repetidos o se prolongan en el tiempo,
la contribución de estos procesos en la
resíntesis del ATP pierde protagonismo y
habrá un incremento del metabolismo
aeróbico (13, 17, 22).Sin embargo, esta
aportación por parte del metabolismo Figura 1. Gráfico que muestra los efectos de la duración de descanso, el rendimiento de
velocidad en bicicleta en 4 segundos al máximo (18).
aeróbico no compensa la energía que
proporcionaba el sistema anaeróbico y
como consecuencia, no se puede mantener la potencia desarrollada, por lo que se produce una disminución del
rendimiento (17).

En el estudio de Gaitanos, et al. (17) midieron los cambios en el músculo del ATP, PCr, lactato y piruvato durante un
test de 10 x 6 s de sprint máximo en cicloergómetro y estimaron que durante el primer sprint la glucólisis
anaeróbica contribuyó aproximadamente en un 50% y que en los últimos sprints la contribución de la glucólisis
anaeróbica descendía sobre el 20%, sugiriendo que el metabolismo aeróbico contribuía de forma significativa en
los últimos sprints.

Factores que influyen sobre el rendimiento en la Repeated Sprint Ability


Aunque en la actualidad los factores determinantes del rendimiento en Repeated Sprint Ability no han sido
identificados, desde un punto de vista fisiológico, la literatura actual parece sugerir que para la Repeated Sprint
Ability son importantes los siguientes factores:

– Potencia muscular (10).


2/5
– La condición física aeróbica (7):

El mecanismo de acción por el cual se sugiere que la capacidad aeróbica del deportista podría influenciar el
rendimiento en Repeated Sprint Ability sería a través de la aceleración de los procesos de recuperación durante
el ejercicio intermitente (24). En concreto, se cree que los procesos de resíntesis de PCr y el “aclarado” de lactato
durante una prueba de Repeated Sprint Ability podrían verse mejorados en sujetos con mejores niveles de
capacidad aeróbica.

– La capacidad tampón del músculo (7, 8):

Durante el ejercicio de alta intensidad, el glucógeno es utilizado para refosforilar ATP y de esta forma satisfacer las
demandas energéticas de las fibras musculares en contracción. Por lo que se produce una acumulación de ácido
láctico en el espacio intracelular, disociándose en lactato e iones de Hidrogeno(H⁺), lo que produce una reducción
del pH muscular (acidosis) y por tanto una aparición de fatiga en el músculo esquelético (1, 19).

Valoración de la Repeated Sprint Ability


Hay una gran variedad de test propuestos por diferentes autores para valorar la Repeated Sprint Ability , los
cuales no vamos a entrar en detalle en este artículo, que consisten en medir sprint en carrera o en un
cicloergómetro con periodos cortos de recuperación entre los sprints (la duración o la distancia a recorrer en los
sprints y los tiempos de recuperación varían en función del test o autor, incluso algunos introducen cambios de
dirección en los sprints). Algunos ejemplos son: el test de Sprint de Bangsbo o el RAST.

La aplicación de pruebas de Repeated Sprint Ability permite valorar diferentes parámetros relacionados con la
capacidad funcional del sujeto y obtener información relevante implicando la realización de pocos cálculos (5),
como por ejemplo:

Mejor tiempo: Es el menor tiempo conseguido en los sprints efectuados.

Tiempo total o sumatoria de tiempos: Suma de todos los tiempos obtenidos en la prueba. Se trata del resultado
global del test y puede ser considerado como un indicador de la capacidad para realizar ejercicio intermitente de
máxima intensidad.

3/5
Índice de fatiga: En la literatura existen diferentes procedimientos para el cálculo del índice de fatiga (4, 16, 25).
Básicamente, pretenden aportar información relacionada con el porcentaje de pérdida o disminución en el
rendimiento durante la ejecución de sprints repetidos y sirven para representar el grado de fatiga y la capacidad
individual para recuperar rápidamente.

Índice de Bangsbo (4): el método aplicado por este autor consiste en obtener la diferencia entre el peor y el
mejor tiempo.
Índice de Wragg, et al. (25): Proponen calcular la diferencia entre la media de los dos peores y los dos
mejores tiempos.
El índice utilizado con más frecuencia en estudios de Repeated Sprint Ability es el de Fistzsimons et al.
(16), ya que aporta información sobre cómo se produce la disminución del rendimiento a lo largo de la
prueba.

Desde un punto de vista práctico podemos decir que aquel deportista que posea una buena Repeated Sprint
Ability será capaz de desarrollar una alta potencia muscular durante el primer sprint y repetir este esfuerzo en
sucesivas ocasiones con la menor perdida de rendimiento posible con respecto a su valor inicial. Un bajo nivel de
potencia muscular inicial y/o una perdida rápida de la capacidad para repetir el rendimiento inicial durante
sucesivos sprints nos llevaría a concluir que el deportista evaluado posee una pobre RSA (5).

Conclusiones sobre el Repeated Sprint Ability


En los deportes de equipo y algunos deportes de raqueta es necesario repetir acciones a máxima o casi máxima
intensidad con periodos cortos de recuperación entre ellas. A esta capacidad se le conoce como Repeated Sprint
Ability y depende de la potencia muscular, la condición física aeróbica y la capacidad tampón del músculo de la
persona o deportista en cuestión entre otros factores.

Hay una serie de test físicos, con protocolos diferentes pero similares, con los que se puede medir o evaluar el
Repeated Sprint Ability y que nos aportan información sobre el estado del deportista o la pérdida de rendimiento
al realizar acciones máximas de manera repetida.

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5/5
Sarcopenia: Algo más que la disminución de la masa
muscular
g-se.com /es/fisiologia-del-ejercicio/articulos/sarcopenia-algo-mas-que-la-disminucion-de-la-masa-muscular-231

Prof. Jorge Luis


Roig

Durante mucho tiempo los profesionales de la actividad física hemos estado abocados a la tarea de mejorar el
perfil muscular, con el afán de aumentar la performance de distintas variables de esfuerzo. Los más diversos
métodos han sido puestos en práctica con la intención de diagnosticar, analizar y mejorar las diferentes
capacidades físicas para cualificar el rendimiento en cualquiera de sus formas, sea este deportivo o no. Sin
embargo, pocas veces reparamos que el tejido muscular, de facto, está íntimamente vinculado a la salud y por ello
su conveniente atención podría ayudar grandemente a mejorar la calidad de vida.

En nuestro día a día profesional, es común depositar los objetivos en la atención de los músculos para optimizar
las diferentes potencialidades físicas. Sin embargo generalmente no se dimensiona acabadamente lo que
representa la masa muscular para la salud en general.

Desde no hace mucho tiempo se viene poniendo un especial énfasis en el análisis de la cantidad de músculo que
una persona tiene y su asociación directa o indirecta con diferentes patologías. En este punto justamente, un
natural detrimento del tejido muscular ha comenzado a ser visto desde otros aspectos en razón de los intrínsecos
vínculos que ello tiene con ciertas patologías en las cuales los músculos son de alguna forma controladores de la
homeostasis para que ellas no aparezcan o, si se presentan, su impacto en el organismo sea menor.

LA SARCOPENIA: UN NUEVO PROBLEMA CON VIEJAS SOLUCIONES


La sarcopenia, definida etimológicamente, refiere a la reducción cuantitativa de la masa muscular y por ello lleva
implícito la disminución de la fuerza así como de la tolerancia al ejercicio. Sin embargo ella es una entidad mucho
más abarcativa y compleja en la cual la merma funcional se acaba por expresar en nuestro organismo
cualitativamente. Hay también con esa pérdida la posibilidad de potenciar una disminución del índice metabólico,
aumentar la resistencia a la insulina, perder masa ósea, reducir el fitness cardiocirculatorio, disminuir la tolerancia
a la glucosa y aumentar la masa grasa, entre otras cuestiones. Obviamente la edad y el sexo encuentran en la
sarcopenia diferentes problemáticas que generarán disímiles dificultades, en algunos casos tratables y en otros
apenas controlables.

Con el transcurrir de los años, nuestro cuerpo sufre una serie de cambios en la composición corporal que provoca
un aumento del peso graso y un descenso de la masa magra. Esta pérdida de masa muscular (componente de la
masa magra) asociada con el envejecimiento, puede deberse a los cambios estructurales del aparato músculo
esquelético, a las enfermedades crónicas y sus tratamientos, a la atrofia por desuso o a la malnutrición (Evans y
Campbell, 1993).

Lamentablemente la sarcopenia ha venido a ser observada como un problema en etapas avanzadas de la vida,
momento este en que las estrategias de prevención ya no son tan efectivas. En verdad, la pérdida de masa
muscular comienza entre los 20 y 30 años en personas sedentarias, pero como históricamente no hemos valorado
nuestras proporciones corporales sino que nos limitamos a medir el peso corporal (PC), pues la estabilidad de éste
se convirtió muchas veces en sinónimo de bienestar físico. Esta verdadera “desconsideración fraccional” de nuestro
cuerpo condujo durante mucho tiempo a no reparar en el hecho de que dos compartimientos bien definidos del
organismo, como lo son el muscular y el graso, eran capaces de mudar sus proporciones y a pesar de ello no
variar nuestro PC. Es así, que a lo largo de nuestra vida podemos mantener un peso estable y sin embargo perder
lentamente masa muscular, ganar grasa en igual cantidad y con ello seguir pesando lo mismo durante años, algo
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que efectivamente ocurre en muchas personas.

El envejecimiento, como acontecimiento biológico natural, claro está, conlleva una disminución de la masa
muscular así como una degeneración neuronal que concluirá, infelizmente, en una dependencia funcional de otras
personas. Como consecuencia de las severas implicancias que este fenómeno de incapacidad genera, se viene
prestando una especial atención al entrenamiento de la fuerza como el medio para controlar la pérdida de la
musculatura esquelética que ocurre con la edad.

Desde el punto de vista fisiológico, la sarcopenia puede estar provocada por la disminución de elementos
contráctiles (Young et al, 1984), por la reducción del número total de fibras musculares (10% a partir de los 50
años), por la disminución del tamaño de las fibras musculares tipo II o de contracción rápida y por una pérdida de
unidades motoras (Stolberg y Fawcett, 1982).

EL ENTRENAMIENTO DE LA FUERZA, UNA SANA ELECCION A CUALQUIER EDAD


El nivel de fuerza necesario para satisfacer las exigencias de la vida cotidiana no varía demasiado a lo largo de la
vida. No obstante el proceso de envejecimiento trae consigo una disminución en la producción de fuerza máxima lo
que dificulta la realización de las tareas que antes hacíamos fácilmente (Hakkinen, 1995). En este sentido, la
disminución de esta cualidad física es el condicionante principal que provoca la dependencia de las personas
ancianas, independientemente de otras variables como lo es el comportamiento que sufre el consumo máximo de
oxígeno (VO 2máx) con la edad (Fleg, 1988).

La fuerza muscular es necesaria para poder realizar las más diversas tareas del día a día como subir escaleras,
levantarse de la cama, o simplemente andar. No obstante no debemos olvidar que la disminución de esta cualidad
física es una de las causas principales de la pérdida del equilibrio en personas mayores, que trae consigo una
propensión a las caídas lo que provocará en la mayoría de los casos fracturas de los frágiles huesos osteoporóticos
(Bassey et al, 1992).

Son los cambios en la capacidad contráctil del músculo los que originan en el anciano una disminución de la
condición para desarrollar la fuerza máxima (Sargent, 1996). Si un músculo se vuelve más lento con la edad, esto
tendrá implicaciones no sólo para la capacidad de desarrollar la fuerza necesaria para las actividades cotidianas
sino que podrá reducir críticamente la velocidad refleja. De esta manera, ciertos movimientos instintivos protectores
no actuarán frente a problemas inesperados de equilibrio y ello aumentará el número de caídas (Vandevoort y
Hayes, 1989).

Es innegable que con la edad se pierde masa muscular, pero es muy difícil distinguir lo que es perdida fisiológica
de lo que es atrofia por inactividad. Un estudio realizado en atletas suecos mayores de 65 años demostró que
únicamente aquellos que realizaban entrenamiento de potencia (levantamiento de pesas) eran capaces de
mantener las características del músculo joven (Serra, 1997). Sin embargo los atletas que realizaban
entrenamiento de resistencia tenían la misma hipertrofia muscular y un descenso similar de la capacidad
enzimática que los individuos sedentarios. Mucho más claros son los efectos de la inactividad en ancianos en los
que el nivel de fuerza está claramente disminuido (Serra, 1997). Se concluye así que la reducción de la fuerza
muscular esta entonces condicionada por las limitaciones funcionales del sujeto.

La disminución progresiva de la masa muscular así como la debilidad que ocurre en los músculos con el
envejecimiento, se revelan también como un componente importante que contribuye a la pérdida de dinamismo.
Este deterioro es además causal de la merma de independencia en el anciano, de una mayor demanda de
servicios sanitarios, aislamiento social, depresión y abandono (Sargeant, 1996).

El entrenamiento de fuerza ha sido por lejos una de las áreas de mayor conflicto entre los profesionales de la
actividad física y la salud cuando es analizado tanto para la fase temprana como en la tardía de la vida. Los
estudios más recientes ponen de manifiesto que entrenar esta capacidad conduce a incrementos en la fuerza
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máxima así como en la producción de fuerza explosiva, con adaptaciones en el sistema nervioso e hipertrofia
muscular, tanto en sujetos de mediana edad (alrededor de 50) como en personas mayores (más de 70) de ambos
sexos. El aumento de fuerza y masa muscular obtenido gracias al entrenamiento en los longevos supone por ello,
una ganancia de independencia funcional y por lo tanto una mejora en la calidad de vida, lo que implica menor
dependencia de otras personas y, obviamente, reducción del riesgo de contraer patologías músculo-esqueléticas y,
secundariamente, otras de índole metabólica.

NIVELES DE EXIGENCIA EN EL AMBITO DE LA FUERZA


En el análisis de la actividad física conveniente para el abordaje de la sarcopenia, los ejercicios de elección que
están formulados deben caracterizarse por su alta intensidad y corta duración. Las tradicionales propuestas como
por ejemplo la natación, la marcha o la bicicleta están desaconsejadas sencillamente por no poder alcanzar a
través de ellas el umbral mínimo de exigencia capaz de estimular la biosíntesis proteica, requisito indispensable
para contrarrestarla Resulta hasta obvio recordar a esta altura sobre la prudencia que deberá tenerse cuando se
pretende dosificar las cargas de trabajo físico en las personas que padecen esta problemática por cuanto en un
principio no estarán aptas para tolerar ciertos esfuerzos. La lenta progresión tanto en volumen como en intensidad
deberá regir nuestro proceso y planificar, si se quiere, un mesociclo de al menos tres meses dentro de esfuerzos
que no superen el 30% a 40% de 1MR (fase adaptativa) para luego sí aspirar (también con cautela y graduación
acorde a las posibilidades) a los niveles de exigencias aconsejados, los que deben ubicarse alrededor del 70% de
1MR.

EL SINDROME DE FRAGILIDAD
Un cuadro especialmente preocupante ha comenzado a ser muy analizado desde las ciencias médicas y es el
llamado “Síndrome de fragilidad”. Se caracteriza por cursar con manifestaciones clínicas bien diferenciadas a
saber: pérdida de peso, anorexia, astenia y debilidad general. Pero otros cambios fisiológicos también son de
destacar dentro de este síndrome por su importancia para la calidad de vida: existe un aumento del tono simpático
basal, lo que incrementa la liberación de cortisol y que a su vez repercute en el aumento de la resistencia a la
insulina, en la pérdida de masa ósea y muscular y en el deterioro de la respuesta inmune por incapacidad de dicho
sistema inmunológico, con un aumento de la susceptibilidad a las infecciones. Así, el síndrome de fragilidad
entonces cursa con fenómenos clínicos típicos como lo son la debilidad general, la anorexia, la pérdida de peso, la
atrofia muscular, la reducción de la masa ósea, y alteraciones en la marcha y el equilibrio. Sin dudas que todo esto
a edades seniles se presenta como un cuadro definitivamente grave toda vez que un anciano con síndrome de
fragilidad es una persona con una alta potencialidad de padecer caídas por inestabilidad motora, de presentar
cuadros recurrentes de patologías por debilidad del sistema inmune, y con un alto deterioro funcional.

Si bien es cierto que la mayoría asocia a la fragilidad como una situación propia de la vejez y la evolución de las
enfermedades, “no todos los adultos mayores son débiles ni todos los débiles están enfermos” como bien afirman
algunos investigadores de este fenómeno. Esto sin dudas ha complicado a los científicos a la hora de definir
acertadamente síndrome.

Se sabe también que existe un umbral de funcionamiento normal para diferentes órganos y sistemas, el que se
halla al 30% de sus capacidades funcionales máximas. Para algunos investigadores (Fried, Walston 1998-
Buschner, Wagner 1992) esta noción permite extrapolar el valor para considerarlo como el umbral de fragilización.
Para otros, esto es solo una medida de la falla de un órgano o sistema y no del individuo en su conjunto en razón
de que se pueden encontrar sujetos en los cuales pueda haber una disminución de hasta un 70% en la capacidad
funcional de éstos y sin embargo ello no implicar que la persona esté frágil. De todas maneras hay consenso en
afirmarse que una reducción de esos valores en la capacidad funcional máxima bien puede servir de parámetro
para encuadrar la problemática en una potencial fragilización del individuo.

CICLO DE FRAGILIDAD Y ESPIRAL DE DEPENDENCIA


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Se habla que el síndrome de fragilidad adquiere la forma de un círculo vicioso o “ciclo de la fragilidad” constituido
por la sarcopenia, la debilidad muscular, trastornos de la marcha, inactividad física, disminución del índice
metabólico y del gasto energético y malnutrición crónica. Un anciano podrá entrar al ciclo por uno o varios puntos a
la vez que inexorablemente lo conducirá a un estado que se ha dado en llamar “espiral de dependencia”.

Sin el ánimo ni el propósito de entrar en la problemática de las patologías por no ser el área de desarrollo,
abordaremos la situación propia del “síndrome de fragilidad” desde nuestro campo profesional toda vez que son
variados y multifacéticos los aspectos que pueden ser atendidos en el propósito de tratar esta dificultad
gerontológica (y no tanto) con nuestras propias herramientas de trabajo, esto es, la dinámica corporal.

Comenzaremos por reconocer que según las estadísticas entre un 10 y un 25% de los sujetos mayores de 65 años
pueden considerarse frágiles llegando al 46% a los 85 años de edad. Esta vulnerabilidad fisiológica sería la
consecuencia de un deterioro de las reservas homeostáticas que concluirían en una menor respuesta al estrés. De
todo ello hemos expuesto más arriba. Sin dudas que la detección precoz de esta problemática en un anciano
puede ser la llave para impedir el agravamiento del síndrome. De allí que una vez diagnosticado, toda nuestra
acción estará dirigida al movimiento como actividad primaria, a programas físicos adaptados y a rápidas
modificaciones dietéticas nutricionales.

La masa muscular del hombre constituye la reserva proteica más grande del cuerpo, representando el 45% del
peso corporal total (Buchner 1997-Evans 1996), de allí su valorable contribución metabólica y funcional. Según
estudios del “Centro para el control de las Enfermedades de Atlanta” (EEUU) sólo el 20-25% de los adultos
mayores hace una actividad física suficiente y apenas un 5% de los hombres y un 2% de las mujeres generan un
esfuerzo físico adecuado como para aumentar la masa muscular (weibel, 2000).

Un dato por demás interesante es que tanto los músculos antigravitatorios como los de las extremidades inferiores
pierden su fuerza con el doble de velocidad que los músculos más pequeños. Es en las piernas donde ocurren los
más importantes descensos de tejido muscular asociados con el envejecimiento (Frontera, Hughes, Fielding,
Fiatorone, Evans, Roubenoff, 2000), los que acarrean la pérdida de las capacidades funcionales (Hunter,
Thompson, Adams, 2000), termorregulatorias (Anderson GS, 1999) e inmunitarias (Mariani, Ravaglia, Forti,
Meneghetti, Tarozzi, Maioli, et al, 1999) así como un deterioro del estado nutricional. Estas modificaciones alteran
los depósitos proteicos tanto como la funcionalidad muscular de una manera significativa, de allí que algunos
investigadores sostengan que la sarcopenia sea la causa primaria de la fragilidad. Todo esto, asociado a una
inconveniente nutrición, desencadenará más tarde o más temprano en un desorden orgánico general que
repercutirá en la vida cotidiana.

Como una manera de ayudar al control de la pérdida proteica, se ha sugerido suplementar con alrededor de
1.5gr/kg. a 2gr/kg. de peso corporal y por día de proteínas, principalmente provenientes del suero de la leche y
huevo, así como incorporar aminoácidos de cadena ramificada. Sin dudas que estos valores de suplementación
están muy por encima de lo que habitualmente se sugiere para la persona normal que fluctúa en los 0.7 a 0.9gr/kg.
de peso corporal. En este punto, será el especialista en nutrición el que valorará las consecuencias de dicha
ingesta por sus potenciales repercusiones orgánicas.

SARCOPENIA, AMBIENTE BIOQUIMICO-METABOLICO Y FUERZA


Para comprender un poco mejor el fenómeno de la sarcopenia, analicemos cuales son y como se manifiestan los
cambios que se perciben en las fibras musculares. Si bien durante mucho tiempo se ha informado que la síntesis
de proteínas era normal durante el envejecimiento, los estudios más recientes indican que la misma está
francamente deteriorada en el músculo esquelético de los ancianos. La velocidad de síntesis fraccional (VSF) de
las proteínas del tejido muscular desciende gradualmente en los sujetos mayores (Fukagawa, Minaker, Young,
1989- Yarasheski, Zachwieja, Bier, 1993- Balagopal, Rooyackers, Adey, 1997- Rooyackers, Adey, Ades, Fair 1996).
Pero algo no menos importante y de consideración elevada por las consecuencias a futuro, es que dicho descenso

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ya es evidente en sujetos de mediana edad (alrededor de los 50 años) al compararlos con individuos de 20 años de
edad.

Las proteínas del tejido muscular incluyen, básicamente, las estructurales o sarcoplásmicas, y las contráctiles
miosina de cadena pesada (MCP) y actina. Las más importantes del músculo que participan en la contracción son
la MCP y la actina. Estudios revelaron que la VSF de la miosina de cadena pesada era más baja en individuos
mayores, mientras que la VSF de las proteínas sarcoplásmicas no estaba deteriorada (Balagopal P, Rooyackers
OE, Adey DB, et al., 1996). Además, se encontró un descenso en la fuerza del músculo con la edad y se
correlacionaba con un descenso en VSF de las proteínas del tejido muscular (Balagopal P, Rooyackers OE, Adey
DB, et al., 1996). Este descenso en la VSF de la miosina de cadena pesada estaba relacionado con la edad, es
decir, disminuía progresivamente desde alrededor de los 20 años para los 50 y agravábase de allí para los 80.

Como podemos apreciar, la sarcopenia tiene una manifestación tardía por sus repercusiones sistémicas, pero sus
inicios son bastante más tempranos. Es por ello que la atención de la fuerza en los jóvenes, con ejercicios
adecuados y adaptados, resulta en una inversión en salud también a futuro. No es nuevo ni desconocido que
justamente los entrenamientos de fuerza a intensidades elevadas son los únicos métodos que actúan sobre la
síntesis de las diferentes formas de miosina. Pues con una ajustada estrategia evolutiva de planificación de dicha
cualidad bien podemos estar resguardando al organismo de aquellos deterioros propios de la edad, pero no
exclusivos ni mucho menos excluyentes.

Tanto el tejido conjuntivo de sostén como la grasa aumentan con los años, por lo que la sarcopenia solo se puede
definir como un proceso de reducción en el número o las dimensiones de las fibras. En cuanto al número, según
Lexell y col, la disminución de las miofibrillas comienza alrededor de los 25 años de suerte tal que al llegar a los 80
años de edad, la merma está en torno al 40%, con una media de un 8 a 10% por año. Un simple análisis permite
advertir que alrededor de los 50 años la pérdida ya ronda el 20%. Merecería aquí considerarse que justamente
entre los 30 y los 50 años de vida, las personas procuran alcanzar sus máximos rendimientos profesionales,
sociales y económicos, algo que por lo general los compromete con un nivel de vida bastante más cercano al
sedentarismo por el consumo de tiempo que implican ese tipo de conquistas. Muchas horas de trabajo y escasa o
nula dedicación al cuerpo, tanto en lo inherente a actividad física como con el control nutricional, son las
dominantes (a veces por propia elección) en estas dos décadas de nuestra vida. Es quizás en esta fase etaria
donde se aproximan con mayor peligro la sarcopenia y el exceso de peso graso. Basta observar las figuras
siguientes en lo que respecta a la evolución del peso corporal así como el incremento en las comidas con alto tenor
graso en los últimos decenios, para dimensionar la problemática. Allí apreciamos como el exceso de peso graso va
de menor a mayor desde los países menos desarrollados a los más ricos (Figura 1) y también se observa (Figura
2) que el contenido de grasas en la alimentación aumenta con los ingresos económicos, aun en los países pobres.

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Figura 1. El sobrepeso va en ascenso de los países menos a los más desarrollados: Al desarrollarse los países,
afrontan muchos problemas comunes en el mundo industrializado. La obesidad es uno de los más preocupantes.
Fuente: OMS 2000.

Figura 2. Mayores ingresos y dietas más grasas: Conforme aumentan los ingresos, incluso en los países pobres
sube el contenido de grasas de la alimentación, En 1962, una alimentación con 20% de grasa correspondía a un
PNB de 1.475 dólares EEUU. En 1990 esta cifra era de sólo 750 dólares. Fuente: Adaptado de B. Popkin, Bellagio,
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Italia, 2001.

Retomando la problemática de la sarcopenia, destaquemos asimismo que la disminución del volumen muscular
señalado no se corresponde exactamente con el número de fibras desaparecidas. En lo inherente a cuáles están
más comprometidas en esa pérdida, las FT1 se ven poco afectadas por el envejecimiento, permaneciendo
prácticamente iguales a los 20 que a los 80 años, mientras que la disminución del tamaño de las FTII es de un 26%
ya en la vejez.

Figura 3. Disminución de la Masa Muscular.

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Figura 4. Pérdida de las Fibras Musculares con la edad.

En cuanto a los capilares que irrigan las fibras, se piensa que a pesar de que la vascularización se conserva
adecuadamente, en la edad avanzada tanto en las mujeres como en los hombres sedentarios ella está disminuida.
Esto en verdad quiere decir que la reducción refiere básicamente a la densidad capilar por fibra, lo que obliga a
pensar que, finalmente, si bien la sangre llega a la región, la distancia de difusión capilar-muscular es mayor y con
ello todos los fenómenos de “aporte a” y “eliminación desde” las fibras se verán afectados.

En lo que refiere a las manifestaciones metabólico-energéticas, las evidencias aportadas por los diferentes autores
coinciden en que el envejecimiento no ejerce función negativa sobre la glucólisis anaeróbica. La opinión no es
única en la vía aeróbica, por otro lado. Aquí, los científicos tienen posiciones contradictorias, aunque es posible que
las diferencias expresadas por ambos grupos de investigadores se deban al nivel de actividad desarrollada por los
sujetos investigados antes de comenzar el estudio (activos o sedentarios) (Marcos Becerro)

La pérdida de fuerza, y sobre todo la absoluta, es una de las alteraciones más interesantes y no menos
preocupantes asociadas a la sarcopenia. Hasta los 30 años, la fuerza se conserva bastante bien; entre los 30 y los
50 años, se pierde un 15% y a partir de esa edad, en cada decenio la merma asciende al 30%.

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Figura 5. Pérdida de la Fuerza con la edad.

En cuanto a las relación fuerza-velocidad, parece ser que el envejecimiento no modifica sensiblemente dicho
parámetro, no aconteciendo lo mismo sobre los efectos del envejecimiento en la potencia muscular, observándose
un descenso cercano al 30% en la potencia máxima desarrollada y un 45% en la potencia máxima mantenida.

La atrofia muscular y la pérdida de fuerza tienen mucho que ver con las alteraciones que se originan en las
conexiones sinápticas de la unión neuromuscular. A lo largo del proceso de envejecimiento, el deterioro de las
fibras rápidas es superior al de las lentas. Esto tiene enormes implicancias en el campo de la fuerza toda vez que
son las primeras las que reúnen las características necesarias para desarrollar grandes tensiones.

Otro hecho interesante lo constituye la disminución de las neuronas del asta anterior de la médula (lumbosacra),
alrededor de los 70 años. El porcentaje de las pérdidas alcanza el 32% ya para alrededor de los 90 años según
advierten Tomlinson e Irving. También con la edad disminuye el número de unidades motoras, (Cambell, Sperling)
Al igual que en otras estructuras, el sedentarismo que acompaña frecuentemente a la involución, agudiza la
problemática. Es justamente por esto que la actividad física sistemática ayuda enormemente a los ancianos.

SINDROME DE FRAGILIDAD Y ALIMENTACION


El factor nutricional en la senectud tiene un protagonismo relevante en el síndrome de fragilidad. Sabemos que con
el paso de los años la palatibilidad disminuye, al igual que la sensibilidad olfatoria y el gusto. Sin dudas que todo
esto ayuda sobremanera a disminuir la voluntad de comer. Pero además la colecistoquinina es secretada en
cantidades mayores en la vejez y ella es responsable directa de la saciedad (Mctintosh, Andrews, Jones 1999). El
vaciamiento gástrico está retardado en esta fase etaria, con lo que el alimento queda alojado más tiempo en el
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estómago y la sensación de saciedad perdura por más horas. Finalmente la leptina, estimulante de la producción
de anorexígenos a nivel hipotalámico, aumenta en la ancianidad, hormona esta que ha sido relacionada a la
disminución en la producción de testosterona (Morley 1997) lo que acarrea, indirectamente, una disminución de la
síntesis proteica.

Como podemos apreciar por lo anterior, la desnutrición crónica se convierte en un factor de producción de balance
energético negativo, lo que unido a los demás elementos mencionados, favorece también la aparición de
sarcopenia. En este punto, la malnutrición condiciona indirectamente pues la disminución de la fuerza, de la
resistencia muscular, de la tasa metabólica de reposo y del consumo de oxígeno. No son pocos los investigadores
(Fried, Walston, 1998) que consideran a la sarcopenia como la puerta de entrada al “ciclo de fragilidad”.

La insuficiente ingesta de proteínas en la dieta podría ser una causa importante de sarcopenia. La respuesta a un
descenso a largo plazo en el régimen proteico es una pérdida en la masa corporal pero sin la bajada concomitante
del componente graso. La Cantidad Diaria Recomendada (Recommended Dietary Allowance, RDA) en los Estados
Unidos de 0.8 g/kg/d, se basa en datos obtenidos de individuos jóvenes. Informes recientes señalan que el
consumo seguro para los adultos mayores es de alrededor del doble.

Aunque la morbilidad y la mortalidad de este síndrome se consideran elevadas, teóricamente su prevención y


tratamientos aparecen como de fácil resolución. Un primer paso consiste en el diagnóstico, para lo cual se
consideran 5 aspectos de los cuales 3 son suficientes para concretar el mismo (Fried, Tangen, Walston 2001), a
saber:

1. Fatiga
2. Pérdida de más de 4.5kg de peso corporal en un año
3. Falta de actividad física
4. Disminución en la velocidad de caminar
5. Menor fuerza de prensión medida por dinamometría

Sin dudas que en función de lo conocido sobre este cuadro propio de la vejez, la mejor estrategia para su control
es la combinación de una adaptada planificación de actividad física y de un control nutricional que contemple los
aportes suficientes de proteínas que restituyan los depósitos musculares de los referidos nutrientes. La
participación en un programa de ejercicios es capaz de controlar y hasta evitar algunas de las enfermedades
propias de la ancianidad. Es así que actividades de tipo aeróbicas como de fuerza son consideradas propicias para
envejecer con una mejor calidad de vida.

Hoy está plenamente demostrado que la edad avanzada no es una limitante en la capacidad de adaptarse de
diferentes órganos y sistemas. Obviamente que ello no implica volver a niveles de performance propios de la
juventud, pero sí de obtener parámetros fisiológicos de la tercera o cuarta década de la vida y rendimientos
motores muy superiores a los imaginables en función de la edad. El envejecimiento es un proceso complejo que
involucra muchas variables, tales como factores genéticos, estilo de vida y enfermedades crónicas, que al
interactuar entre sí influyen significativamente en la forma de envejecer. La participación regular en actividades
físicas, tanto aeróbicas como de fuerza, genera una serie de respuestas favorables que propician una vejez más
saludable y productiva.

VALORACION DE LA PERDIDA DE TEJIDO


Existe un buen registro de la pérdida de masa muscular con la edad. La excreción de creatinina urinaria, reflejo del
contenido de creatinina del músculo y la masa muscular total, disminuye aproximadamente en un 50% entre los 20
y los 90 años de edad. La tomografía computarizada de los músculos de un individuo muestra que después de los
30 años se da una disminución en las áreas transversales del muslo, un descenso en la densidad muscular y un

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aumento en la grasa intramuscular. Estos cambios son más evidentes en las mujeres.

La atrofia muscular podría ser el resultado de la pérdida gradual y selectiva de fibras musculares, como ya
expresamos. Estudios de biopsia muscular muestran que el número de fibras musculares en la sección media del
vasto lateral es significativamente menor en hombres de entre 70 y 73 años, comparados con los hombres más
jóvenes (entre 19 y 37 años). La disminución es más acentuada en las fibras musculares del Tipo II, las cuales
disminuyen en promedio un 60% en los hombres sedentarios.

La reducción en la fuerza muscular es el elemento principal del envejecimiento normal. Datos proporcionados por el
estudio Framingham indican que el 40% de la población femenina de entre los 55 y los 64 años, el 45% de entre 65
y 74 años, y el 65% de las comprendidas entre 75 y 84 años no pudieron levantar 4.5kg. Además, de manera
similar, porcentajes altos de mujeres en esta población no consiguieron realizar ciertas labores del trabajo
doméstico normal. Se ha señalado que la fuerza isométrica y dinámica de los cuadriceps aumenta hasta los 30
años y disminuye después de los 50 años. Por lo general, se da una reducción aproximada del 30% en la fuerza
entre los 50 y los 70 años, pérdida que se agudiza luego de alcanzada esta edad. En un grupo de hombres y
mujeres sanos de 80 años que se estudió en el Copenhagen City Heart Study, se encontró que la fuerza en el
extensor de la rodilla era 30% menor que en una población estudiada previamente de hombres y mujeres de 70
años. Por lo tanto, los datos transversales y longitudinales indican que la fuerza muscular disminuye alrededor de
un 15% por decenio en la sexta y en la séptima década y alrededor del 30% más tarde. De todas maneras y
aunque existen ciertos indicios de que la función muscular disminuye con el envejecimiento, la mayor pérdida de
fuerza se debe a la disminución del tejido muscular asociado a la edad.

FUERZA Y CAPACIDAD FUNCIONAL


La merma de la fuerza asociada con el envejecimiento conlleva consecuencias típicas en relación con la capacidad
funcional. Se ha señalado, para ambos sexos, una correlación significativa entre la fuerza muscular y la velocidad
preferida para caminar, existiendo una fuerte relación entre la fuerza de los cuadriceps y la velocidad habitual de
andar en los hombres y mujeres de más de 86 años. Es por ello que la fuerza en las piernas, la cual representa una
medición más dinámica de la función muscular, podría ser un previsor útil de la capacidad funcional en aquellos que
son más viejos. Esto sugiere que con el envejecimiento y con los niveles muy bajos de actividad, la fuerza muscular
es un componente crítico de la capacidad para caminar, tal como afirman distintos autores. Sin dudas que esto
advierte sobre la importancia de acentuar trabajos de fuerza en tren inferior por las múltiples repercusiones
motoras y orgánico-fisiológicas que ello implica.

CONCLUSIONES
Hoy sabemos bastante más acerca de la adaptabilidad de diversos sistemas biológicos, así como de las maneras
en que el ejercicio regular influye en ellos.

Incluirse en un programa de ejercicio es una forma eficaz de evitar algunas de las enfermedades que se asocian
con el envejecimiento. La capacidad de entrenamiento de los individuos mayores, incluyendo a los octogenarios y
nonagenarios, se evidencia en su habilidad para adaptarse y responder al entrenamiento de resistencia y de
fortalecimiento. Los esfuerzos de tipo aeróbicos mantienen y mejoran varios aspectos del funcionamiento
cardiovascular, como lo son el VO2, el rendimiento cardiaco, y la diferencia arteriovenosa de O2. El entrenamiento
de fortalecimiento ayuda a compensar la pérdida de masa muscular y de fuerza que por lo general se asocia con el
envejecimiento normal. Entre los beneficios adicionales que se derivan del ejercicio regular se reconoce una
mejoría en las condiciones óseas y articulares, un riesgo menor de padecer osteoporosis; una mejoría en la
estabilidad postural y mayor equilibrio y, por lo tanto, una disminución en la posibilidad de caerse y padecer
fracturas, un aumento en la flexibilidad y en el rango de movimiento, y las mejoras y/o controles de ciertos perfiles
metabólicos. A todas estas ventajas reconocibles es bueno adicionarle el bienestar psicológico implícito que
representa poder dominar el cuerpo en las edades más avanzadas, algo que cuando se está imposibilitado de
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concretar, agrega al anciano una recurrente depresión frente a tal incapacidad.

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