Bolanos Biopolitica Final 2015 PDF

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BIOPOLÍTICA

Y
MIGRACIÓN
EL
ESLABÓN
PERDIDO
DE LA
GLOBALIZACIÓN
COORDINADOR
BERNARDO BOLAÑOS GUERRA

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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA

DR. SALVADOR VEGA Y LEÓN


Rector General

M. EN C. Q. NORBERTO MANJARREZ ÁLVAREZ


Secretario General

DR. EDUARDO ABEL PEÑALOSA CASTRO


Rector de la Unidad Cuajimalpa

DRA. CARIDAD GARCÍA HERNÁNDEZ


Secretaria de la Unidad

DR. RODOLFO R. SUÁREZ MOLNAR


Director de la División de Ciencias Sociales y Humanidades

DR. ÁLVARO JULIO PELÁEZ CEDRÉS


Secretario Académico DCSH

MTRO. CARLOS FRANCISCO GALLARDO SÁNCHEZ


Jefe del Proyecto de Difusión y Publicaciones DCSH

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BIOPOLÍTICA
Y
MIGRACIÓN
EL
ESLABÓN
PERDIDO
DE LA
GLOBALIZACIÓN
COORDINADOR
BERNARDO BOLAÑOS GUERRA

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Biopolítica y migración. El eslabón perdido de la globalización /

coordinador Bernardo Bolaños Guerra . – México : UAM, Unidad Cuajimalpa,

2015

310 p. : il., tablas ; 22 cm.

ISBN: 978-607-28-0566-8

ISBN: 978-607-28-0565-1 (Colección)

1. Biopolítica – Aspectos sociales 2. Migración rural – Urbana – Investigaciones

3. Inmigrantes – Condiciones sociales 4. Ciudadanía (Derecho internacional) 5. De-

rrida, Jacques, 1930-2004 – Pensamiento filosófico – Crítica e interpretación

I.Bolaños Guerra, Bernardo, coord.

Dewey: 307.2 B56 LC: HB1955 B56

Esta obra fue dictaminada positivamente por pares académicos mediante el sistema
“doble ciego” y evaluada para su publicación por el Consejo Editorial de la División
de Ciencias Sociales y Humanidades, UAM Unidad Cuajimalpa.

Primera edición, 2015

D.R. © 2015, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Cuajimalpa


Avenida Vasco de Quiroga 4871
Col. Santa Fe Cuajimalpa
Del. Cuajimalpa de Morelos, 05348, México, D. F.
www.cua.uam.mx

Diseño de colección y portada: Selva Hernández López


Ediciones Acapulco
www.edicionesacapulco.mx

ISBN: 978-607-28-0566-8
ISBN: 978-607-28-0565-1 (Colección)

Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada o


transmitida, por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma y por
ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico,
por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo y por escrito de los editores.

Impreso en México/Printed in Mexico

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ÍNDICE

INTRODUCCIÓN
BERNARDO BOLAÑOS GUERRA 11

PRIMERA SECCIÓN
FILOSOFÍA POSTESTRUCTURALISTA
Y MIGRACIÓN
EL BIOPODER EN ACCIÓN:
EL CONCEPTO DE MIGRACIÓN
SOLANGE CHAVEL 29

DE LA VIOLENCIA BIOPOLÍTICA A LA POLÍTICA


DE EXTRANJERÍA: EL DESAFÍO DE LOS DERECHOS
HUMANOS POR VENIR, EN EL PENSAMIENTO
DE JACQUES DERRIDA
GUSTAVO OLIVEIRA DE LIMA PEREIRA 53

SEGUNDA SECCIÓN
BIOPOLÍTICA Y NECROPOLÍTICA
EN AMÉRICA
INMIGRACIÓN Y NACIONALIDAD
EN LA REPÚBLICA DOMINICANA: MEDIOS
DE SOBERANÍA PARA FINES BIOPOLÍTICOS
TOBIAS SCHWARZ 87

EL CASO DE SOLICITANTES DE ASILO


MEXICANOS EN TEXAS: DISLOCACIÓN
NECROPOLÍTICA DE LA PERSECUCIÓN
Y BIOPOLÍTICA MIGRATORIA
ARIADNA ESTÉVEZ 139

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LA CONSTRUCCIÓN DEL “MEXICANO
INDESEABLE” A TRAVÉS DE INFORMES
OFICIALES EN ESTADOS UNIDOS
BERNARDO BOLAÑOS GUERRA 191

TERCERA SECCIÓN
ALTERNATIVAS AL BIOPODER
MIGRANTES “BUENOS” Y “MALOS”: BIOPOLÍTICAS
DE SELECCIÓN DE TRABAJADORES EXTRANJEROS
EN AMÉRICA DEL NORTE
CAMELIA TIGAU 227

LA CIUDADANÍA INSTITUIDA EN LA ERA


DE LA RESISTENCIA: EL MOVIMIENTO MIGRANTE
EN BARCELONA COMO AGENTE DE NUEVOS
DISCURSOS SOBRE LA CIUDADANÍA
AMARELA VARELA HUERTA 261

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INTRODUCCIÓN

BERNARDO BOLAÑOS GUERRA


Universidad Autónoma Metropolitana
Unidad Cuajimalpa

The lot of man is ceaseless labor,


Or ceaseless idleness, which is still harder,
Or irregular labour, which is not pleasant.
T. S. Eliot

De acuerdo con buscadores como Google Académico, Thomson


Reuters Web of Science (isi Web of Knowledge) y otros, Michel
Foucault (1926-1984) es el autor más citado en publicaciones aca-
démicas en las humanidades y en las ciencias sociales. Se trata, por lo
tanto, de un filósofo que supera en popularidad a sociólogos profe-
sionales como Bourdieu, Durkheim y Weber, al menos según el cri-
terio cuantitativo de las mencionadas bases de datos.1 Dado que es la
propia comunidad de científicos sociales la que recurre sistemática-
mente a la filosofía de Foucault como marco teórico, sería osado ase-
gurar que se trata de una moda frívola; o bien, tendríamos que poner
en duda la racionalidad de una parte no despreciable de las ciencias
sociales y las humanidades que se hacen eco de su obra.
De hecho, no hay misterio. Es relativamente sencillo identi-
ficar algunas de las grandes ideas del filósofo francés. Por ejemplo,
el libro más citado de este autor tan referido es Vigilar y castigar:
nacimiento de la prisión, de 1975. En él aprendemos que la sociedad
industrial está formada por individuos disciplinados en la escuela,
la prisión y las fábricas. El capitalismo no es sólo la apropiación sis-

1. De acuerdo con Google Scholar Citations, hasta 2013 Foucault había sido citado
323 856 veces en publicaciones académicas, mientras que su más cercano com-
petidor, el sociólogo Pierre Bourdieu, 272 050.

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temática de la fuerza de trabajo de los obreros por el capital, como
nos enseñó Marx; ni sólo el resultado de los valores de trabajo y
ahorro propios de la ética protestante, como señaló Weber, sino la
sociedad disciplinaria. Foucault forma parte de la triada mayor de
teóricos de la sociedad industrial capitalista.
La segunda obra más citada del pensador nacido en Poitiers es
Historia de la sexualidad, publicada entre 1976 y 1984. En ella se com-
bate la llamada “hipótesis represiva”, según la cual el Occidente ca-
pitalista censuró severamente el discurso sobre la sexualidad entre los
siglos xvii y xx. En estricto sentido, ni el Occidente anterior a Mayo
de 1968 era una civilización que silenciara el discurso sobre el sexo
(al contrario, lo medicalizó, lo clasificó y lo expandió), ni nuestra so-
ciedad contemporánea se ha “liberado sexualmente”, puesto que se-
guimos viviendo sometidos a toda una serie de tecnologías de poder
sobre nuestros cuerpos y nuestra vida en sentido amplio. Por ejemplo,
no hablamos libremente de nuestra vida sexual frente al psicoanalista,
sino como resultado de una disciplina.
En el primer volumen de dicha obra, titulado La voluntad de
saber, se lee que en la antigüedad el soberano era quien estaba auto-
rizado a decidir la pena de muerte, mientras que, en la modernidad,
el poder significa disciplinar los cuerpos (anatomopolítica) y modelar
la vida misma mediante campañas de natalidad, vacunación, higiene,
concientización y control de la migración (biopolítica). El derecho
soberano de vida y de muerte que caracterizó el ejercicio del poder
hasta el siglo xvii se transformó y a partir de entonces predomina el
arte de incitar, controlar y vigilar los cuerpos; producir, organizar y
reforzar las fuerzas sociales, es decir, las fuerzas de la población.2
Con la lectura de La arqueología del saber y de Las palabras y
las cosas, tercera y cuarta obras más citadas del filósofo (sin contar

2. Michel Foucault, Historia de la sexualidad, vol. 1, La voluntad de saber, 3ª ed.,


México, Siglo xxi, 2011 [1976], p. 126.

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antologías y libros con entrevistas), nos sumergimos en los archivos
de los siglos xvi al xix, cual arqueólogos, para reconocer épistémès,
modos de conocer, característicos de cada época. Existieron, en-
tre otras, una épistémè renacentista, una en la primera modernidad
(llamada épistémè “clásica”) y una propiamente moderna, que es la
nuestra. A cada épistémè corresponde un “discurso”, unos “dispo-
sitivos” y unas “tecnologías de poder”. Mientras los renacentistas
pensaban en términos de emulaciones y afinidades, los clásicos lo
hacían a partir de representaciones.
La biología, la economía y las ciencias sociales son disciplinas
características de uno de esos “modos”: el nuestro, y ellas desa-
parecerán algún día con uno de los objetos que les son propios:
el hombre. ¿Lo que Foucault quiere decir es, por ejemplo, que
la biotecnología con su medicina genética, sus ciberorganismos y
otras quimeras hará obsoleta la noción de especie humana? Mu-
chas claves de interpretación del pensamiento foucaultiano se en-
cuentran en el futuro. La obra del filósofo francés se hunde en la
antigüedad para contribuir a comprender la modernidad median-
te el contraste; pero el desciframiento de esta última sirve para
atisbar a su vez la globalización y el supuesto choque de civiliza-
ciones en el siglo xxi.
En los tiempos que corren, jóvenes yihadistas europeos, hijos
de inmigrantes árabes, hacen temblar Occidente con atentados am-
pliamente mediatizados o desafían las fronteras en Medio Oriente al
alistarse masivamente en las filas del Estado Islámico. Estos yihadistas
construyen su propio Islam, inspirado tanto en las prédicas dentro de
mezquitas subterráneas como en las películas de acción de Hollywood
(en todo caso, más en esos elementos que en las enseñanzas de sus
padres, musulmanes europeos moderados y liberales).3 Al mismo

3. Olivier Roy, “La peur d’une communauté qui n’existe pas”, en Le Monde, 9 de
enero de 2015.

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tiempo, algunos hijos de migrantes en Estados Unidos, México y
Centroamérica se suman a La Línea, Barrio 18, la Mara Salvatru-
cha y otras pandillas transnacionales o fronterizas. La sociología
ha mostrado cualitativa y cuantitativamente cómo el surgimiento
de estas nuevas identidades “latinas” tiene que ver con la pérdida del
capital cultural de las primeras olas de migrantes y con el retorno
de aquellos que no fueron aceptados en la sociedad estadounidense:
se trata de jóvenes que no son ciudadanos de Estados Unidos ni se
consideran necesariamente mexicanos u hondureños (como sus pa-
dres). Así, es claro que los fenómenos de la violencia contemporánea
en América, Europa y el Medio Oriente no están separados, no
podían estarlo. Las nuevas subjetividades que emergen con la glo-
balización se asemejan en aspectos profundos. Precisamente, la
biopolítica nos permite pensar todas las formas de administración
de las poblaciones y las fronteras: la conexión entre la Segunda
Guerra Mundial y el Programa Bracero; entre las guerras en Medio
Oriente, los atentados subsiguientes y la llamada “securitización” de
la frontera México-Estados Unidos; el desempleo en Europa y la
concomitante estigmatización de las minorías de trabajadores mi-
grantes. El marco foucaultiano nos invita, además, a pensar en las
subjetividades que emergen de las biopolíticas: refugiados políticos
cuyos hijos enarbolarán con vehemencia la ciudadanía del país de
acogida, jóvenes migrantes reclutados por organizaciones transna-
cionales del crimen, trabajadores despojados de sus derechos en
nombre de la historia oficial de la nación que recibió a sus ances-
tros. Como afirma Wickramasekara, citada por Camelia Tigau en el
epígrafe de su ensayo, la movilidad laboral es “el eslabón perdido de
la globalización”.4

4. Piyasiri Wickramasekara, “Skilled Labour Mobility: The Resurgence of the ‘Brain


Drain’ Debate”, Estudios sobre Migración Internacional, núm. 100, Organización
Internacional del Trabajo, Programa de Migración Internacional, 2009, p. 1.

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Se debe descartar que Foucault no fuese un verdadero filósofo,
dado que, a pesar de trabajar en archivos como los historiadores, de
tener formación adicional en psicología y de ocuparse de temas co-
munes a los sociólogos, su trayectoria profesional transcurrió funda-
mentalmente en filosofía y entre filósofos (Althusser, Canguilhem,
Bachelard, Sartre, Derrida, Deleuze, etcétera). Además, su obra se
aleja de los debates historiográficos para ofrecer una metarreflexión
histórica, para aportar conceptos teóricos abstractos –arqueolo-
gía-genealogía del saber, tecnología de poder, discurso, dispositivo,
etcétera– y para discutir a autores de la tradición grecolatina y filó-
sofos clásicos como Descartes, Kant y Nietzsche, entre otros.
Sin embargo, aunque Foucault fue un filósofo, es indudable la
importancia de su obra para la historia, la sociología y las ciencias
sociales en general. El filósofo se convierte así en un generalista
transdisciplinario capaz de colaborar con los científicos sociales. Los
mencionados conceptos teóricos aportados por Foucault han sido
trasladados del estrecho contexto francés en el que fueron imagina-
dos a muy distintos fenómenos de la modernidad y del futuro. Exis-
ten volúmenes críticos acerca de Foucault y la sexualidad, Foucault
y la educación, Foucault y las artes plásticas, entre otros. Y, en esa
línea, la presente antología comienza mostrando, como se verá, que
es importante hacer una reconstrucción clara de las grandes aporta-
ciones de Foucault a los estudios migratorios.
Ésa es la primera tarea que lleva a cabo el ensayo titulado
“El biopoder en acción: el concepto de migración”, cuya autora,
Solange Chavel, es profesora de filosofía política precisamente en
la Université de Poitiers, ciudad donde nació Foucault. Como
explica Chavel, la diferenciación entre sociedad disciplinaria y so-
ciedad biopolítica incluye como uno de sus rasgos distintivos el
control de los movimientos de población por parte del Estado du-
rante la segunda. Dicho en una frase, hemos pasado de una sociedad
de encierro estrictamente institucional a una donde el encierro se

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realiza, además, dentro de fronteras nacionales, al tiempo que se
aceleran los desplazamientos de hombres de negocios, de políticos
y otras elites. Esto no significa que la anatomopolítica (el discipli-
namiento de los cuerpos) haya desaparecido por el surgimiento
de la biopolítica (la gestión y el control masivo y sistemático de la
población): ambas tecnologías son complementarias y caracterizan
lo que Foucault llama la era del biopoder. La relación de la mi-
gración transnacional con los conceptos foucaultianos de guber-
namentalidad, biopoder y biopolítica ha dado lugar a desarrollos
sumamente interesantes en lo que respecta al estudio de lo que
se ha llamado las gobernmovilidades.5 El texto de Chavel constituye
una primera introducción al tema. En particular, la autora enfatiza
cuatro dimensiones fundamentales en las que el biopoder debe ser
estudiado: como discurso de poder acerca de la vida, como en-
tramado institucional particular, como estrategia de intervención
en la existencia colectiva comprendida según el modelo de los
organismos biológicos y, finalmente, como modo de producción
de subjetividades (de las cuales el migrante contemporáneo es una
forma genérica que debemos abordar según sus especificidades).
Pero ese generalista transdisciplinario que es el filósofo se per-
mite, a diferencia de algunos científicos sociales, elaborar juicios nor-
mativos. Jacques Derrida (1930-2004) es el filósofo postestructuralista
francés que desarrolló el modo de crítica llamado deconstrucción. Ésta
intenta encontrar la diferencia que escinde siempre el pensamiento
autoconsciente, además de tener el propósito normativo de hacer jus-
ticia (tarea interminable, pero no por ello menos fundamental). Así, la
deconstrucción introduce en las ciencias sociales y las humanidades
el filo crítico de la filosofía moral y política. Aunque la deconstruc-
ción parece ser una herramienta característica de los estudios filosó-

5. Jorgen Ole Baerenholdt, “Governmobilities: The Powers of Mobility”, en Mobilities,


vol. 8, núm. 1, 2013, pp. 20-34.

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ficos, de la crítica y la teoría literarias o del arte, del psicoanálisis y de
la arquitectura, también está siendo ampliamente aplicada en la teoría
política y sociológica.
En el segundo capítulo de esta antología, titulado “De la
violencia biopolítica a la política de extranjería: el desafío de los
derechos humanos por venir, en el pensamiento de Jacques De-
rrida”, Gustavo Oliveira de Lima Pereira, doctor en filosofía y
profesor en la Pontificia Universidad Católica de Río Grande del
Sur, de Brasil, describe las aportaciones de Derrida al derecho mi-
gratorio. De acuerdo con Oliveira, la situación jurídica y humana
en la que se encuentran apátridas y refugiados muestra claramente
las aporías del sistema internacional de derechos humanos. Desde
principios del siglo xx, millones de migrantes que no han sido
acogidos voluntariamente por los Estados nación de destino han
sido empujados a violar la ley (cruzando las fronteras sin docu-
mentos, protestando o incluso cometiendo algún delito) al no po-
der invocar oficialmente la protección de sus derechos humanos
“universales”. A principios del siglo xx, Hannah Arendt denunció
el absurdo de que individuos desplazados por la violencia étnica
tuvieran que convertirse en pequeños delincuentes para recibir
atención por parte de las administraciones de Europa Occiden-
tal. A partir de esas evidencias, Derrida muestra que los derechos
humanos deben retomar su dimensión fundacional y superar su
estrecha asociación con la noción de “tolerancia”. Tolerar suele ser
una relación vertical en la que la violencia hacia el Otro es sus-
pendida, pero está latente. La idea de “hospitalidad incondicional”,
de Derrida, serviría para inspirar las reformas que superen en par-
te la hipocresía implícita en las leyes migratorias contemporáneas.
Sin hospitalidad no hay ética. Si bien existen reglas de la hospitali-
dad (obviamente no recibimos a un huésped con la confianza con
que lo hacemos con un hijo o un hermano), ésta no puede exigir
al migrante tener una identidad particular. “Hospitalidad incondi-

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cional” significa abrirse a la alteridad absoluta, no necesariamente
sacrificarse por ella.
Derrida, más que Foucault, experimentó en Francia las grandes
tensiones sociales provocadas por la actitud de los europeos hacia la
inmigración proveniente de las antiguas colonias. Su pensamiento es,
por lo tanto, un modelo para entender la manera cómo cierto pen-
samiento occidental trata, al menos discursivamente, de hacer una
autocrítica. Derrida apunta a reconocer una grieta fundamental en
la división entre derechos humanos y ciudadanía, y a relajar el afán
de sistematicidad que guía las decisiones políticas acerca de la inmi-
gración antes que las consideraciones éticas.
Un modelo privilegiado de estudio de la biopolítica en América
Latina es el de las relaciones entre la República Dominicana y Haití.
Su importancia para los estudios comparados es quizás equiparable
al de Estados Unidos y México. En ambos casos existe un país que
es destino laboral de miles de trabajadores del Estado vecino. En los
dos, las tecnologías de poder basadas en la violencia bruta han cedido
lugar a una violencia soterrada a través de la redacción y aplicación
de leyes migratorias. El ensayo “Inmigración y nacionalidad en la
República Dominicana: medios de soberanía para fines biopolíticos”,
del especialista alemán Tobias Schwarz, reconstruye la transición de
un régimen de exclusión disciplinaria a uno de exclusión biopolítica;
del encierro y la vigilancia panóptica de los trabajadores temporales
al manoseo de las leyes migratorias y de la Constitución para definir a
voluntad la población nacional.
Desde una fina reconstrucción de las categorías foucaultianas,
Schwarz narra el modo en que los jueces y funcionarios dominica-
nos han prolongado la herencia xenófoba del dictador Rafael Trujillo,
quien asesinara a miles de migrantes haitianos e impidiera la natura-
lización de muchos más residentes de origen extranjero. Trujillo es
honrado en su legado por las más altas instancias jurídicas de la nueva
nación democrática. Desde luego, reconocer la escandalosa violación

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de los derechos humanos de los habitantes de origen haitiano en
República Dominicana no significa negar la existencia objetiva de
una frontera dolorosa entre dos pueblos. Tanto el Río Masacre como
el Río Bravo constituyen muros de historia, de diferencias culturales
y étnicas, de desigualdad económica y de ignominia. Pero las catego-
rías biopolíticas permiten a Schwarz explicarnos la manera concreta
en que los modernos Estados democráticos sobrevivieron a la aboli-
ción del régimen esclavista y adoptaron supuestamente políticas de
respeto a los derechos humanos, sólo para decidir indirectamente,
por medios biopolíticos, “quién debe vivir y quién debe morir”.
En el trabajo de investigación titulado “El caso de solicitantes
de asilo mexicanos en Texas: dislocación necropolítica de la persecu-
ción y biopolítica migratoria”, la doctora Ariadna Estévez describe
el uso de la guerra contra el narcotráfico como dispositivo guber-
namental en México y Estados Unidos. Se sabe que cientos de mi-
les de personas han huido de la violencia en México en la última
década (700  000 desplazados a nivel nacional, de los cuales 150 000
habitan en Estados Unidos). Es posible llamar “necropolítica” a la
gestión de la población mediante la eliminación física de una parte
de ella (la necropolítica nazi mató a judíos, gitanos y homosexuales,
mientras que la actual necropolítica mexicana elimina a presuntos
narcotraficantes). En Estados Unidos, se usa la ley de asilo como
dispositivo migratorio que excluye a las minorías indeseables y, de
esa manera, se complementa la persecución en México. Aunque los
desplazados forzados no han remplazado completamente a los mi-
grantes indocumentados, sí se ha modificado la relación migratoria
México-Estados Unidos y, con ella, los dispositivos de control aso-
ciados. De la biopolítica que creó la categoría del “ilegal” para ex-
plotar a los migrantes del sur, pasamos a la necropolítica que decide
en las cortes estadounidenses qué minoría de mexicanos merece
vivir y quiénes retornarán a México a pesar de haber sido condena-
dos a muerte por el crimen organizado.

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En el ensayo “La construcción del ‘mexicano indeseable’ a
través de informes oficiales en Estados Unidos” estudio las estra-
tegias empleadas en los informes oficiales del gobierno de Estados
Unidos que elaboran un perfil estadístico extremadamente nega-
tivo de los inmigrantes mexicanos en ese país (como antes ocurrió
con irlandeses, chinos, japoneses y afroamericanos). Dichas personas
son descritas como las menos escolarizadas, las que menos invierten
en la educación de sus hijos y las que “operan” las redes de nar-
cotráfico. Pero otras estadísticas desprovistas de los mismos sesgos
ideológicos nos dicen también que los habitantes de nacionalidad
mexicana en Estados Unidos son la minoría étnica que se incor-
pora más aceleradamente a las universidades, la que preserva mejor
los valores familiares y que sus miembros no son quienes venden
directamente las drogas ni reciben los mayores ingresos de las or-
ganizaciones criminales en Estados Unidos. Sin embargo, mante-
ner un ejército de reserva industrial formado en gran medida por
mexicanos y disminuido en sus derechos cívicos es un dispositivo
biopolítico que resulta redituable para otra parte de la población. La
teoría de Foucault me permite entonces explicar cómo opera esta
tecnología de poder que, en nombre de la objetividad científica y
escudándose en supuestas cifras confiables, trata de construir subje-
tividades subalternas: el indocumentado y el narcotraficante.
En el ensayo “Migrantes ‘buenos’ y ‘malos’: biopolíticas de se-
lección de trabajadores extranjeros en América del Norte”, la docto-
ra Camelia Tigau, de la Universidad Nacional Autónoma de México,
analiza las políticas públicas que diferencian al “capital humano”
a partir de sus cualidades y habilidades. El Tratado de Libre Co-
mercio de América del Norte establece el uso de visas especiales
para empresarios, investigadores, profesionistas y expertos en tec-
nologías de información y comunicación. Pero aunque el entonces
presidente Carlos Salinas de Gortari afirmó que el acuerdo per-
mitiría exportar mercancías, no personas, la emigración de mexi-

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canos a Estados Unidos aumentó significativamente. Eso muestra la
pertinencia de la categoría foucaultiana de tecnología de poder:
la letra de la ley y de los tratados puede proponerse explícitamente
algo pero, en la realidad, el poder se ejerce de manera distinta. En
este caso el insumo, que es la vida de los migrantes, fue adminis-
trado de manera diferenciada: mediante incentivos consulares para
unos e ilegalidad para otros. Es cierto que eso suele estudiarse sin
recurrir a explicaciones postestructuralistas: Solimano, por ejem-
plo, considera que la mano de obra mexicana simplemente fue
hacia donde estaban los empleos, los salarios elevados y el capital
disponible. Pero esta última explicación económica no desentraña
los dispositivos de discriminación laboral y cívica que se ponen en
marcha para que una clase de trabajadores permanezca excluida de
la sociedad de destino.
El ensayo de Tigau finaliza con la descripción de las propuestas
de “contrato social sobre la migración” como alternativas a la ges-
tión unilateral de la mano de obra extranjera por parte de los países
más poderosos. Una alternativa, pues, al biopoder. Dicho contrato
social supondría la negociación entre Estados y bajo el escrutinio de
la opinión pública de cada país. Aunque la apuesta parezca utópica,
es preciso identificar claramente cuáles son los ideales normativos
que podrían sacarnos de la aparente fatalidad burocrática en la era
del biopoder. Recordemos que Foucault desarrolló estos temas al
observar la creciente hegemonía, a partir del siglo xviii, de econo-
mistas políticos y actuarios asociados a los soberanos europeos. Un
enfoque biopolítico afirmativo, constructivo, supone quizá diseñar
un nuevo arte de gobernar en la era de la globalización que desem-
polve la noción de contrato social.
El ensayo “La ciudadanía instituida en la era de la resistencia:
el movimiento migrante en Barcelona como agente de nuevos
discursos sobre la ciudadanía” parte de un trabajo de campo de
largo aliento. La doctora Amarela Varela Huerta, de la Universidad

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Autónoma de la Ciudad de México, aborda el dispositivo de asig-
nación de derechos, libertades y garantías llamado ciudadanía, en
particular la ciudadanía europea. No es casual que los derechos del
ciudadano y la ausencia de derechos del inmigrante coincidan con
la explotación y la segregación racistas, sexistas, machistas, clasistas
y de los sujetos “desechables” que el capitalismo necesita para exis-
tir. En España, individuos de origen mediterráneo que convivieron
durante décadas sin distinguirse entre sí por el tipo de pasaporte
o carta de identidad que llevaban en los bolsillos, recurren ahora
a estos documentos y al imaginario que los acompaña para dife-
renciarse. Ello muestra el carácter artificial y acomodaticio del dis-
curso sobre ciudadanía que, como dispositivo de separación de la
población, es antídoto de las declaraciones de derechos humanos.
¿Por qué un inmigrante de Europa del Este debe gozar de dere-
chos de los que carece un latinoamericano, y éste ser privilegiado
frente a un magrebí? ¿Por qué los ciudadanos de países aliados de
Estados Unidos, como Taiwán o Filipinas, deben ser tratados mejor
por las instituciones que los migrantes forzados provenientes de
Nicaragua o Haití?
Pero Varela muestra que esa retórica de la ciudadanía es de ida
y vuelta y que, frente a la narrativa de un contrato social entre eu-
ropeos, los migrantes latinoamericanos, africanos y asiáticos que se
han establecido en España están usando en su lucha emancipatoria
el mismo dispositivo que fue concebido para controlarlos y usarlos:
reivindican un nosotros, un ser parte que dificulta el funcionamiento
original de la tecnología biopolítica que pretendía administrar sus
cuerpos y sus vidas. En todo caso, el marco foucaultiano y el derri-
diano ofrecen la claridad teórica para emprender esta deconstruc-
ción emancipatoria.
Este libro muestra en los hechos que los enfoques provenientes
de la filosofía postestructuralista (en voz de sus dos más importan-
tes exponentes, Foucault y Derrida, pero seguramente también por

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las aportaciones de otros autores) constituyen una alternativa frente
a explicaciones meramente económicas (según las cuales el “capital
humano” se desplaza a donde el mercado laboral es más atractivo
y su remuneración se fija en función de niveles de capacitación) o
legalistas (para las que existen países donde la cultura de la legali-
dad permite que el Estado de derecho funcione adecuadamente y
otros donde éste es desconocido o despreciado). Los migrantes no
autorizados están en realidad sometidos a dispositivos disciplinarios,
clasificatorios y jurídicos que son piezas de grandes tecnologías de
poder destinadas a controlar la vida de los individuos y a gestionar
poblaciones enteras. Los operadores de esa maquinaria biopolítica
son, consciente o inconscientemente, jueces y académicos, policías
y representantes populares.
Sin embargo, existen alternativas. En los dos últimos capítulos
del libro se señalan, entre otras, las dos siguientes: el contrato social
internacional en materia migratoria propuesto por Solimano6 y la
lucha de los movimientos de migrantes organizados por ser reco-
nocidos en la polis a la que han decidido pertenecer. Si bien, en el
pasado, acuerdos como el llamado Programa Bracero entre Estados
Unidos y México dejaron mucho qué desear por la instrumentali-
zación de los trabajadores migrantes y fueron cancelados repenti-
namente de manera unilateral, parece claro que una alternativa al
pastoreo de las poblaciones y a su sacrificio en el altar de la opinión
pública xenófoba es la injerencia de ellos mismos en el diseño de los
acuerdos internacionales. Para ello, el contrato social internacional
debe estar basado en principios generales y los Estados deben actuar
como garantes, denunciando el uso de políticas migratorias con fi-
nes electorales para complacer a los extremistas en las sociedades de
destino. Pero para evitar que estos acuerdos sean administrados por

6. Andrés Solimano, International Migration in the Age of Crisis and Globalization:


Historical and Recent Experiences, Cambridge, Universidad de Cambridge, 2010.

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burócratas ajenos a la realidad de los migrantes y con intereses pro-
pios, los movimientos sociales constituyen la única esperanza realista.
Este libro hubiera sido imposible sin la generosidad de los
autores, académicos consolidados de diferentes universidades del
mundo que vieron en una antología de textos en español sobre
migración y filosofía postestructuralista una aportación a las univer-
sidades y centros de investigación de Iberoamérica. También agra-
decemos las traducciones que del francés y el portugués realizaron
Akuavi Adonon y Camelia Tigau. Por último, la antropóloga Ale-
jandra Medina merece un reconocimiento por su ayuda al organi-
zar el volumen.

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BIBLIOGRAFÍA
Baerenholdt, Jorgen Ole, “Governmobilities: The Powers of Mobility”, en
Mobilities, vol. 8, núm. 1, 2013, pp. 20-34.
Foucault, Michel, Historia de la sexualidad, vol. 1, La voluntad de saber, 3ª ed.,
México, Siglo xxi, 2011 [1976].
Roy, Olivier, “La peur d’une communauté qui n’existe pas”, en Le Monde,
9 de enero de 2015.
Solimano, Andrés, International Migration in the Age of Crisis and Globalization:
Historical and Recent Experiences, Cambridge, Universidad de Cam-
bridge, 2010.
Wickramasekara, Piyasiri, “Skilled Labour Mobility: The Resurgence of the
‘Brain Drain’ Debate”, Estudios sobre Migración Internacional,
núm. 100, Organización Internacional del Trabajo, Programa de
Migración Internacional, 2009, p. 1.

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FILOSOFÍA
POSTESTRUCTURALISTA
Y
MIGRACIÓN

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EL BIOPODER EN ACCIÓN:
EL CONCEPTO DE MIGRACIÓN1

SOLANGE CHAVEL
Université de Poitiers

Desde 2005, la Unión Europea hizo explícito su enfoque ha-


cia la migración en el marco de lo que bautizó como la “Global
Approach to Migration and Mobility”.2 Esta “aproximación global
de la migración” fue concebida, de acuerdo con los documentos de
presentación redactados por la Comisión Europea, como “The eu’s
framework for dialogue and cooperation with non-eu countries of
origin, transit and destination”. Los tres objetivos descritos son:

1. Mejorar la organización de la migración legal y facilitar las


movilidades.
2. Prevenir y reducir la migración ilegal de manera eficiente,
pero de manera humana.
3. Fortalecer las sinergias entre migración y desarrollo.3

La formulación de estos planteamientos es particularmente inte-


resante para los estudiosos del tema migratorio en dos sentidos.
En primer lugar, revela una necesidad de información por parte
de las autoridades políticas sobre datos concretos del fenómeno

1. Ensayo traducido del francés por Akuavi Adonon.


2. European Commission, The Global Approach to Migration and Mobility, Bruselas,
European Commission, 2011, disponible en: <http://ec.europa.eu/dgs/homeaffairs
/news/intro/docs/1_en_act_part1_v9.pdf> (visitada el 10 de septiembre de 2013).
3. Véase igualmente un reporte del Comité para Asuntos Europeos de la Cámara
de los Lores (European Union Committee, House of Lords), en Gran Bretaña
que analiza la “Global Approach to Migration”, disponible en: <http://www.
publications.parliament.uk/pa/ld201213/ldselect/ldeucom/91/91.pdf>.

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de la migración y sobre las formas de influir en él: manifiestan un
ideal que sería el de migraciones conocidas, cifradas, reguladas.4
En segundo, pone en evidencia el marco teórico y epistemológi-
co que se utiliza actualmente desde las instituciones políticas para
aprehender, objetivar y tratar de regular un fenómeno tan volátil
como escurridizo que consiste en la movilidad humana en la su-
perficie terrestre.
El presente texto propone una reflexión justamente en tor-
no a este segundo aspecto, parte de la identificación de algunas
hipótesis implícitas que nutren la aproximación política de las mi-
graciones. En esa tarea, el concepto de biopoder constituye una he-
rramienta conceptual y analítica particularmente sugerente. La tesis
que el texto defiende plantea el concepto de biopoder definido por
Foucault como elemento clave en el estudio de las migraciones, en
específico en dos niveles distintos: el concepto invita a develar las
hipótesis “biológicas” (relativas a lo que se considera “normal” a la
vida y a la salud) o biopolíticas sobre las que descansan, en alguna
medida, la justificación de las políticas migratorias y las medidas de
control. Orienta la atención sobre las pletóricas metáforas orgánicas
que adornan el discurso sobre la regulación de las migraciones e
interroga sus fundamentos. Además, más radicalmente, el concepto
permite cuestionar de manera reflexiva el uso del término migración
para calificar un cierto tipo de movilidad humana. Describir como
migración algunos desplazamientos en la superficie terrestre repre-
senta un posicionamiento normativo que no es en ninguna forma
anodino. Implica aceptar como naturales un cierto número de dis-
posiciones institucionales que bien podrían ser discutidas. En otros
términos, el concepto de biopoder puede ayudarnos a identificar

4. La Comisión Europea reconoce de entrada su parcial impotencia en la materia:


European Commission, “Migration cannot be managed by the eu alone” en The
Global Approach to Migration and Mobility, op. cit.

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ciertos puntos ciegos del discurso tanto científico como político
sobre el fenómeno migratorio.
Empezaré por precisar rápidamente qué interpretación del con-
cepto de biopoder da sustento a este texto. Enseguida mostraré cómo
la migración puede ser analizada mediante el prisma del concepto de
biopoder y pondré en evidencia dos hipótesis relativas a la represen-
tación de la vida sobre las que descansa el discurso político acerca de
las migraciones. Por último, sostendré que el concepto de biopoder
nos invita a reconsiderar el estudio de las migraciones en un marco
más amplio del estudio de la movilidad humana: este enfoque am-
pliado permite explicar la importancia del dispositivo de biopoder
aplicado a las migraciones hoy en día.

¿QUÉ INTERPRETACIÓN DEL CONCEPTO DE BIOPODER?


La interpretación del concepto de biopoder es notoriamente difí-
cil y compleja. Propuesto por Foucault para interpretar un episo-
dio de la modernidad política, el concepto varía en amplitud y en
definición desde su aparición en el primer volumen de Historia de
la sexualidad en 19765 y a lo largo de las distintas profundizaciones
sucesivas en los cursos del Collège de France, a saber: Defender la
sociedad 6 y Nacimiento de la biopolítica.7 Posteriormente, el concepto
fue ampliado, variado e incluso radicalizado por diferentes auto-
res.8 Agamben, Negri y Hardt, por ejemplo, dan cuenta de manera
muy diferente del concepto de biopoder, aun cuando le dan un

5. Michel Foucault, Histoire de la sexualité, vol. 1, La volonté de savoir, París, Gallimard,


1976; véase específicamente la parte v, “Droit de mort et pouvoir sur la vie”.
6. Michel Foucault, Il faut défendre la société, curso en el Collège de France,
1975-1976, París, Gallimard/Seuil, 1997.
7. Michel Foucault, Naissance de la biopolitique, curso en el Collège de France,
1978-1979, París, Gallimard/Seuil, 2004.
8. Para una síntesis crítica de sus diferentes acepciones, véase, Thomas Lenke,
Biopolitics. An Advanced Introduction, Nueva York, New York University Press, 2011.

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carácter englobante.9 El presente texto no se sitúa en el plano de
la exégesis, no pretende discutir el análisis de Foucault o de otros
autores que se apropiaron del concepto, intenta más bien explorar
su posible utilización para esclarecer los discursos contemporáneos
sobre las migraciones.10
La reflexión que aquí se presenta se basa en una interpre-
tación deliberadamente austera del concepto, parte de la idea de
que su interés radica precisamente en que no todo poder es un
biopoder. En ese sentido, se apuntan dos ejes metodológicos para
circunscribir el concepto. El primer eje de apoyo nos lo da el
volumen La volonté de savoir, en el que Foucault introduce el con-
cepto de biopoder. Se marca un giro en el ejercicio del poder que
el autor sitúa en la época clásica: el biopoder es definido como uno
que ya no se ejerce en primera instancia con la posibilidad de dar la
muerte, por el contrario, se ejerce mediante la capacidad de organi-
zar y de cultivar la vida.
Es “un poder destinado a producir fuerzas, a hacerlas crecer
y a ordenarlas más que un poder dedicado a obstruirlas, a doble-
garlas o a destruirlas”.11 Dicho de otra manera, Foucault identi-
fica una modalidad del poder que toma como objeto específico
de su acción la vida. Así se trate de la vida del individuo, obje-

9. Para los textos de referencia sobre este punto véase Giorgio Agamben, Homo
sacer, París, Seuil, 1998; y Antonio Negri y Michel Hardt, Empire, París, 10/18, 2004.
10. Por ello, no me centro en la distinción entre biopoder y biopolítica. De igual
manera, la relación con el concepto de gubernamentalidad, contemporáneo
de los anteriores en el pensamiento de Foucault, no será abordada aun
cuando dio lugar a desarrollos sumamente interesantes sobre el estudio
de las movilidades. Sobre este último punto, ver Jorgen Ole Baerenholdt,
“Governmobilities: The Powers of Mobility”, en Mobilities, vol. 8, núm. 1, 2013,
pp. 20-34.
11. “Un pouvoir destiné à produire des forces, à les faire croître et à les ordonner
plutôt que voué à les barrer, à les faire plier ou à les détruire”, Michel Foucault,
Histoire de la sexualité, vol. 1, La volonté de savoir, op. cit., p. 179.

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to de disciplinas,12 o de la especie humana, objeto de un control
regulador.13
El segundo apoyo metodológico proviene de la definición res-
trictiva de biopoder que proponen Paul Rabinow y Nikolas Rose
en su interpretación de Foucault. En sus propios términos:

El biopoder, sugerimos, supone uno o más discursos de verdad acerca


del carácter “vital” de los seres humanos vivos; un conjunto de auto-
ridades consideradas competentes para decir la verdad; estrategias para
la intervención sobre la existencia colectiva en nombre de la vida y
la salud; y modos de subjetivación, en los cuales los individuos tra-
bajan en ellos mismos en nombre de la vida o salud individuales o
colectivas.14

Esta definición operativa presenta el interés de identificar a los


diferentes actores implicados en el biopoder: los que producen
y enuncian un discurso de verdad, los que erigen dispositivos
basados en esos discursos, y los que modelan la comprensión de
sí mismos al amparo de esos discursos y dispositivos. Siguiendo a
Rabinow y a Rose, este texto plantea que un poder debe ser con-
siderado biopoder en el momento en que la regulación colectiva
se funda en un discurso de verdad que se refiere a la naturaleza de
la vida y de la salud de los seres humanos y de las poblaciones.

12. Esta modalidad toma como objeto el “cuerpo como máquina: su adiestramiento,
la elevación de sus aptitudes, la extorsión de sus fuerzas, paralelamente el
aumento de su utilidad y docilidad, su integración a sistemas de control eficaces
y económicos”, ibid., p. 183.
13. El poder toma entonces como objeto el “cuerpo-especie”: “la proliferación, los
nacimientos, la mortalidad, el nivel de salud”, idem.
14. Paul Rabinow y Nikolas Rose, “Thoughts on the Concept of Biopower Today”,
conferencia en Londres, London School of Economics and Political Science, 2003,
disponible en: <http://www.lse.ac.uk/sociology/pdf/rabinowandrosebiopower
today03.pdf>.

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¿EN QUÉ SENTIDO LAS MIGRACIONES
SON ESPACIOS DE EJERCICIO DEL BIOPODER?
El concepto de biopoder es empleado por Foucault para determi-
nar la gestión que ejerce una autoridad política sobre una población
determinada en un territorio determinado, a saber: tasa de natalidad,
de mortalidad, higiene, capacidad en el trabajo; por consiguiente, y
de manera más general, el control y la gestión de los comportamien-
tos productivos y reproductivos.15
La migración se encuentra de paso mencionada como uno
de los puntos de atención de la biopolítica, cuando Foucault re-
salta “la aparición también, en el ámbito de las prácticas políticas y
de las observaciones económicas, de los problemas de natalidad, de
longevidad, de salud pública, de habitación y de migración”.16 No
obstante, las migraciones internacionales no son objeto de una ex-
ploración detallada para el autor. Asimismo, Rabinow y Rose, quie-
nes dan al concepto un uso heurístico para esclarecer ciertos retos
normativos de las sociedades contemporáneas, lo aplican a algunos
aspectos influidos por el desarrollo de las nuevas tecnologías de lo
vivo: secuenciamiento del genoma humano o técnicas médicas li-
gadas al fin de la vida, para no citar más que un par de casos. Estos

15. “Muchos aspectos escapaban a la vieja mecánica del poder de soberanía, a la


vez desde abajo y desde arriba, tanto en el detalle de lo individual como en lo
colectivo de la masa. Para ocuparse del ámbito del detalle, tuvo lugar un primer
acomodo, acomodo de los mecanismos de poder sobre el cuerpo individual
mediante la vigilancia y el adiestramiento […] En seguida, a finales del siglo
xviii aparece un segundo acomodo, éste se da sobre fenómenos globales,
fenómenos de población con los procesos biológicos o bio sociológicos de
masas humanas. Acomodo mucho más difícil, ya que implicaba a órganos
complejos de coordinación y de centralización”, Michel Foucault, Il faut défendre
la société, op. cit., p. 222.
16. “L’apparition aussi, dans le champ des pratiques politiques et des observations
économiques, des problèmes de natalité, de longévité, de santé publique,
d’habitat, de migration”, Michel Foucault, Histoire de la sexualité, vol. 1, La
volonté de savoir, op. cit., p. 184.

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autores tampoco aplican directamente el concepto a las migracio-
nes. Si bien es cierto que los autores citan como ejemplo de biopo-
lítica las peticiones de asilo político en los campos de refugiados, no
es más que un caso particular en la gestión de migraciones.17
¿Por qué entonces resulta interesante aproximarse al fenóme-
no de las migraciones en general a través de la lente del biopoder?
¿Qué aporte teórico se puede sacar de ello? Esta pregunta tiene una
respuesta en dos niveles de análisis, ambos pertinentes, pero en los
que se utiliza de manera sensiblemente distinta el potencial crítico
del concepto de biopoder.

BIOPODER Y MIGRACIÓN: ENFOQUE EMPÍRICO


En un primer nivel de análisis, saber si las migraciones son o no un
espacio de ejercicio del biopoder se presenta como un problema
empírico, que no puede plantearse a priori, sino sólo después de ha-
ber estudiado y observado las prácticas efectivas del poder en con-
textos determinados. Así como Rabinow y Rose muestran que la
evolución de las técnicas y de los saberes científicos pueden hacer
trastabillar en el ámbito del biopoder prácticas que originalmente
no le eran asociadas, se puede pensar que las migraciones no son
necesariamente apuestas de un poder de tipo bio. Lo son depen-
diendo de las técnicas, de los momentos, de las decisiones políticas,
etcétera, que estén en juego. Desde esa perspectiva, las migracio-
nes se convierten en un ejemplo de biopoder siempre y cuando se

17. “At the same time, States retain power to designates zones of exception, even
when their legality is dubious –the camp remains a grim reality from the wars
in the Balkans, though Guantanamo Bay to the ‘detentions centers’ springing
up across Europe to incarcerate ‘asylum seekers’ and others who trespass
on the spaces of bios but are not admitted. Do these all form part of a single
configuration of biopower? If so, we don’t think we can use the ‘making die’
aspect of this field to encompass its other aspects ‘letting die’ of course, but also
‘making live’”, Paul Rabinow y Nikolas Rose, op. cit., p. 14.

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convoquen explícitamente preocupaciones higienistas, productivas
o reproductivas. Por ejemplo, si se integran datos biométricos en
los pasaportes, se utilizarían tecnologías biológicas para el control
migratorio, lo que ilustraría con claridad la aplicación del biopoder.
De la misma manera, si se decide auscultar a los candidatos a migra-
ción con el fin de verificar si son portadores o no de enfermedades,
si lo que se busca es alentar la migración en una óptica natalista,
eugenista incluso, entonces la migración entra directamente en lo
que Foucault denomina la gestión del “cuerpo-especie”.
En este marco de análisis existen suficientes y poderosas razones
para sostener que la migración se convierte cada vez más en una mo-
dalidad de biopoder en el mundo contemporáneo. Una dimensión
particularmente interesante del estudio consiste en identificar y dis-
cutir las principales hipótesis biopolíticas que subyacen a las prácticas
en materia de migraciones. Para decirlo en términos de Foucault, se
trata de identificar los principales elementos del “discurso de ver-
dad” relativos a la vida de los seres humanos que se ponen sobre la
mesa para sustentar dichas prácticas de gestión de las poblaciones.
Sólo este punto requeriría un estudio en sí mismo, lo que re-
basa ampliamente el espacio de este texto. Baste identificar por lo
menos tres tipos de hipótesis biológicas diferentes cuya omnipre-
sencia en los discursos tanto científicos como políticos incitan a
una discusión acalorada:

1. A escala colectiva, la migración es vista como un elemento de-


terminante en la salud pública de una población nacional. Así
se trate de combatir la amenaza de cuerpos parasitarios, impu-
ros o invasores, o se trate por el contrario de atraer población
estimulante y rejuvenecedora, la migración es evaluada, por
lo general, teniendo en cuenta sus repercusiones en la “salud”
de un colectivo. Las medidas políticas buscarán regular los flu-
jos migratorios para mejorar la salud del cuerpo político. Un

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marco de discusión tal invita al estudio crítico en diferentes
niveles: a) primero, desde luego, en el estudio de la validez de
dichas representaciones sobre la salud de un colectivo; b) ense-
guida, en el cuestionamiento de si es efectivamente posible regular
las migraciones a esa escala, y c) finalmente, en la pregunta de
si ésas son razones legítimas para regular los flujos migratorios.
2. A escala individual, el discurso de la migración descansa en
una calificación de los individuos migrantes, ya sea como una
movilidad expresión de dinamismo y salud o como la expre-
sión patológica de parasitismo. El juicio emitido puede ser
positivo o negativo, la arista radica en que la migración sea
concebida como un fenómeno extraordinario, necesario de
explicar y motivar, lo que supone una fuerte representación
normativa de la “normalidad” que implicaría la vida seden-
taria. La migración supone el esfuerzo de ser explicada dado
que lo asumido como normal es un fuerte presupuesto “se-
dentarista”, mismo que debería discutirse.18
3. Es un primer uso crítico y altamente sugerente del concepto
de biopoder en el marco de la migración, requiere una des-
cripción empírica muy fina de las prácticas concretas de los
gobiernos para identificar exactamente en dónde se sitúan
las hipótesis orgánicas. Es de resaltar que dichas hipótesis se
encuentran a la vez, del lado de lo que Foucault llama ana-
tomopolítica, centrada en la productividad de cuerpos indivi-
duales, y del lado de la biopolítica de la población, enfocada en la
regulación del cuerpo colectivo.

18. Retomo el término sedentarismo de Speranta Dumitru, “L’éthique du débat sur la


fuite des cerveaux”, en Revue Européenne des Migrations Internationales, vol. 1,
núm. 25, 2009, pp. 119-135. Véase en particular las páginas 123-124, en las que
se plantea la definición sintética de sedentarismo como la posición que consiste
en sostener que “los intereses de los sedentarios cuentan más que los de los
migrantes”.

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BIOPODER Y MIGRACIÓN: ENFOQUE CONCEPTUAL
El texto explora una segunda forma, sensiblemente distinta, de res-
ponder al cuestionamiento inicial. Se trata de asegurar que utilizar
el concepto de migración es un efecto de biopoder, independien-
temente de las técnicas de regulación de las migraciones y que
éstas deriven o no de tecnologías relacionadas con la vida, la salud
y nuestra concepción de lo biológico.
En efecto, a pesar de la aparente neutralidad del concepto en el
contexto contemporáneo, escoger el término migración no implica
una forma anodina de hablar de la movilidad humana. Si los seres
humanos se mueven en la superficie terrestre, la pregunta que se
plantea es, por una parte, cómo describir e interpretar esos movi-
mientos –cómo atribuirles sentido– y, por otra, cómo evaluar nor-
mativamente las reglas que pesan sobre esos movimientos –decidir
qué regulaciones estimamos justas, fecundas y buscamos promover
y cuáles juzgamos contraproductivas y opresivas–. Ahora bien, entre
los muy diversos y numerosos desplazamientos y movimientos que
efectúan los seres humanos (ir de su cama a la ducha, tomar el metro
para dirigirse al centro de la ciudad, pasearse en barco, tomar un
tren con todas sus pertenencias para probar fortuna en otra parte…),
algunos atraen nuestra atención porque en ellos se franquean límites
de soberanía y algo determinante ocurre en lo que respecta a la vida
y los derechos del individuo. Las migraciones nos interesan porque
asimetrías particularmente significativas para la vida humana se pre-
sentan al traspasar algunas barreras.
En otros términos, las migraciones atraen nuestra atención,
nos inquietan y nos dan vuelta en la cabeza porque condensan una
paradoja: la naturalidad del desplazamiento de un ser humano en
tanto mamífero, por un lado, y la trascendencia en términos de vida,
de derechos y de capacidades que se derivan de desplazamientos
bien particulares, por el otro. El concepto convoca, pues, un fe-
nómeno físico y biológico (un animal humano que se mueve en

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la superficie del globo a cierto ritmo y a cierta distancia) y un fe-
nómeno institucional (la existencia de límites sobre un territorio
determinado y la voluntad de administrar el stock de población que
allí se encuentra). Si se adopta el vocablo migración, implícitamente
se indica que el paso de la frontera, nacional por lo general, es en
efecto el punto clave y significativo, el que convoca nuestra aten-
ción, nuestra crítica y nuestro estudio.
A esta altura de la reflexión, el concepto de biopoder gene-
ra la pregunta siguiente: ¿qué modelo teórico sobre la visión del
mundo explica el éxito y la fuerza del discurso acerca de la gestión
migratoria? El modelo teórico que lo sustenta se basa en una re-
presentación del mundo que supone que el estado natural y normal
de las personas pasa por la pertenencia a un Estado nación, fuera del
cual no se mueven y que concentra la estructura determinante de
definición de sus derechos, obligaciones, destinos y solidaridades.
Este discurso también se acompaña –siempre en concordancia con
las indicaciones de Rabinow y de Rose– de efectos de sujeción
(assujettissement) muy poderosos: para un individuo las categorías de
“ciudadano” o de “migrante”, de “residente legal” o de “sin pape-
les” se convierten en categorías esenciales de definición de iden-
tidad, de la formulación de trayectorias de vida, de expectativas y
derechos que creen poder reivindicar.19
En suma, lo que evidencia el análisis desde el concepto de
biopoder es que definir como migración al fenómeno por el que
los individuos se desplazan por la superficie de la tierra no es im-
perativo. Hacerlo implica situarse en un marco conceptual preciso
que supone que la red de solidaridad y de pertenencia “normal” se
circunscribe a la geografía nacional, más que a cualquier otra.

19. Sobre la discusión y función de las categorías de “ciudadano”  y de “denizen”,


referirse a Tomas Hammar, Democracy and the Nation-State. Aliens, Denizens
and Citizens in a World of International Migration, Avesbury, Aldershot, 1990.

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En ese sentido, más allá de saber si las políticas migratorias
puestas en marcha resultan ser la expresión de un biopoder benig-
no u opresor, respetuoso del derecho o arbitrario, estudiar la reali-
dad enarbolando la categoría no cuestionada de migración refleja
la proyección de un referente normativo poderoso que amerita ser
discutido. Hablar de migración sin justificar la elección del término
significa adoptar el marco teórico de la (buena o mala) gestión del
stock poblacional en un territorio determinado. Ese biopoder pue-
de aplicarse opresiva o benévolamente según los casos, elegir uno u
otro es, en efecto, una cuestión empírica. Se puede poner en práctica
una gestión muy fina del stock y del “flujo” de población mediante
controles de identidad, sistemas complicados de visas, vigilancia es-
trecha en fronteras, en esos casos el biopoder es patente y palpable;
o bien, se pueden mantener las fronteras poco vigiladas, en ese caso
el biopoder pasa desapercibido. Sin embargo, en ambos casos opera
mediante un modelo teórico que sitúa a la movilidad humana como
anomalía y la analiza en términos de migraciones.
De acuerdo con estas observaciones, la última parte del texto
plantea que quienes defienden la justicia migratoria deberían dejar
de presuponer la evidencia de la categoría de migración, ganarían
mucho en sustituirla por la categoría más amplia de movilidad.

BIOPODER Y DISCURSOS DE VERDAD:


DEFENSA POR UNA AMPLIACIÓN DEL ESPECTRO
DE LA MIGRACIÓN A LA MOVILIDAD
Esta orientación del análisis puede parecer poco prometedora. Des-
pués de todo, ¿no son los Estados nación, de facto, las instituciones
más poderosas del mundo contemporáneo, quienes encuadran en
sus constituciones la encarnación concreta de los derechos funda-
mentales de los individuos? Razonar como si ése no fuera el caso
¿no implicaría alentar ilusiones poco fecundas o una utopía gratuita?
En el mejor escenario, se trataría como un simple juego de palabras

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cuyo único resultado palpable sería remplazar el término migración
por la poco elegante expresión de movilidad transnacional.
Contrario a lo anterior, sostengo que el paso de un vocablo
al otro tiene como consecuencia un importante desplazamiento de
aspectos normativos que plantean los investigadores. Recurro a una
analogía para dilucidar en qué resulta sugerente mirar las movilida-
des humanas sin buscar, de entrada, categorizarlas a partir del Esta-
do nación. En la Francia del Antiguo Régimen, como en muchas
otras sociedades a lo largo del mundo y de la historia, la pertenencia
a una familia es sin duda una de las instituciones más centrales que
puedan existir; en ella se determinan destino, derechos y margen
de acción en la vida.20 La pertenencia a la familia no es, salvo rara
excepción, algo que pueda modificarse: se impone y lo acompaña
a uno a lo largo de la existencia. Con algunas excepciones, por-
que puede darse el caso de que individuos cambien de familia y de
rango, ya sea por matrimonio, por enriquecimiento o, por ejemplo,
por compra de cargos reales: son los nuevos ricos. La persistencia de
ese modelo se prolonga en Francia hasta inicios del siglo xx. En la
obra de Proust, por ejemplo, la pertenencia a la sociedad del Fau-
bourg Saint-Germain y las modalidades excepcionales de acceso a
esa sociedad son elementos esenciales de una buena inteligibilidad
del juego social que allí se desarrolla.
El que no maneja dichos códigos de análisis quedará al mar-
gen de una gran parte de esos juegos sociales, de las capacidades,
libertades, derechos u obstáculos que encuentran los individuos. La
pertenencia a la familia es un rasgo natural, irrevocable, esencial y
casi religioso: “la présence du corps de Jésus-Christ dans l’hostie
ne me semblait pas un mystère plus obscur que ce premier salon

20. Para un acercamiento literario referente a las condiciones, los rangos y las
pertenencias familiares en la Francia del siglo xviii, véase la novela inconclusa de
Marivaux, La Vie de Marianne.

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du Faubourg situé sur la rive droite”.21 Para el que adopta esta
manera de pensar puede parecer utópico y poco razonable vislum-
brar una organización de la sociedad en la que pertenecer a una
familia sea un hecho biológico determinado por el nacimiento sin
incidencia en el desarrollo de las trayectorias de vida. Pero al mismo
tiempo, ese esfuerzo en apariencia irrealista es absolutamente in-
dispensable para evolucionar hacia una sociedad más igualitaria en
donde lo arbitrario del nacimiento pese menos que otras formas de
pertenencia o de experiencias construidas por el individuo en sus
interacciones sociales.
De la misma manera puede sostenerse que si nos cuesta tanto
trabajo pensar en la migración como un caso más de movilidad, es
porque difícilmente imaginamos un sistema donde el Estado nación
no sea, de facto, el determinante institucional más poderoso para los
individuos. Que el Estado nación sea en la actualidad el sistema de
definición de derechos más importante empíricamente no significa
que conceptualmente no puedan imaginarse sistemas de asignación
de derechos y de recursos que dependan de otras formas de organi-
zar las solidaridades y las pertenencias, y que permitan considerar la
movilidad de los seres humanos no como una excepción por resol-
ver, sino como una de las posibilidades normales por adecuar.
Es posible entonces describir las movilidades humanas criti-
cando el concepto de migración, es decir sin presuponer a priori que
la escala nacional es la escala pertinente –aunque lo sea de facto en
algunos casos–. Para darle sustancia a esta sugerencia, propongo ba-
sarme en la experiencia de los que abogan por el mobility turn con

21. “La presencia del cuerpo de Jesucristo en la hostia no me parecía un misterio más
oscuro que ese primer salón del Faubourg situado sobre la orilla derecha del río”,
Marcel Proust, À la recherche du temps perdu. Du côté de Guermantes, disponible
en: <http://www.page2007.com/news/proust/0465-la-vie-que-je-supposais-y-
etre-menee-derivait-d-une-source-si-differente-de-l-experience>.

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el fin de estudiar el giro conceptual que autoriza el paso de la mi-
gración a la movilidad.
En términos de migraciones, los aspectos normativos típica-
mente planteados por la filosofía política contemporánea se refieren
a los derechos y a la justicia en la regulación de los movimientos
transfronterizos. Las preguntas clásicas se centrarán en si es justo
negarle el asilo a tal candidato, si los derechos de tal residente per-
manente son suficientemente reconocidos, si la distinción entre el
residente legal y el ilegal se funda en criterios arbitrarios que coar-
tan la igualdad de trato que se debe a los individuos por igual en un
Estado de derecho. El mayor problema consiste entonces en adaptar
una teoría de la justicia que se desarrolló en el marco de la comuni-
dad cerrada de ciudadanos y que se ve obligada a hacerse cargo de
los no ciudadanos: el objetivo de una teoría política de la migración
parte de una comprensión de lo que se debe a los que están “fuera”
–es decir, fuera de la comunidad nacional–.22
Refiriéndose a trabajos canónicos en el ámbito de la justicia
migratoria, los textos de Joseph Carens, por ejemplo, se construyen
explícitamente a partir de las incoherencias a las que lleva la dife-
renciación entre los que están “adentro” y los que están “afuera” y
piden entrar. Es la arbitrariedad de la distinción entre el adentro y el
afuera la que motiva la reflexión y suscita un debate en términos de
justicia y de equidad, de conflicto de derechos, obligaciones con-
flictuales de grupos en tensión.23

22. Para ejemplos muy variados de este enfoque que procede explícitamente, por
extensión crítica, de la propuesta de Rawls, referirse a Thomas Pogge, Realizing
Rawls, Ithaca, Cornell University Press, 1989; Charles Beitz, Political Theory and
International Relations, Princeton, Princeton University Press, 1979; Martha
Nussbaum, Frontiers of Justice. Disability, Nationality, Species Membership,
Cambridge, Belknap Press, 2007.
23. Un análisis muy fino de este tipo de discusión se presenta en la recopilación
dirigida por Antoine Pécoud y Paul de Guchteneire, Migration without Borders,

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Inversamente, ¿qué problemas aparecen en escena si se toma
como concepto de análisis el de movilidad? El mobility turn en
las ciencias sociales, tal y como es presentado por autores como
Tim Cresswell24 o John Urry,25 consiste en leer el mundo social
como un conjunto no de entidades fijas, sino de procesos en de-
venir, consiste en restituir el movimiento y el cambio como la
norma de lo humano, no como la excepción. En este punto muy
general, el giro hacia la movilidad, mobility turn, trastoca la tenden-
cia dominante en el ámbito de la investigación en migración que
parte del sedentarismo como el referente de la normalidad y nos
invita a percibir la migración como una modalidad de una movi-
lidad más difusa. En palabras de Cresswell:

En la teoría migratoria, el movimiento ocurría dado que un lugar ex-


pulsaba a la gente hacia el exterior y otro la impulsaba al interior. Así,
a pesar de ser acerca del movimiento, era en realidad acerca de lugares
[...] Los estudios de la movilidad (mobility studies) han comenzado a
tomar en serio el hecho del movimiento.26

Antes de proseguir, una precisión para evitar cualquier confusión. Mi


intención no es afirmar que un discurso –el de las migraciones– des-

Nueva York, Berghahn, 2008. El centro de las discusiones aparece rápidamente


como un problema de compatibilidad entre el sistema de solidaridad del Estado
providencia, funcionando con base en la ciudadanía, y la idea de fronteras abiertas.
El problema se plantea como un conflicto de valores que resultan incompatibles,
es necesario por consiguiente encontrar argumentos que permitan operar los
compromisos más equitativos posibles.
24. Tim Cresswell, “Towards a Politics of Mobility”, en Edgar Pietrese y Ntone
Edjabe (eds.), African Cities Reader II: Mobilities and Fixtures, Vlaeberg, African
Centre for Cities/Chimurenga, 2011, pp. 159-171; Tim Cresswell, “Citizenships
in Worlds of Mobility”, en Ola Soderstrom et al. (dirs.), Critical Mobilities,
Londres, Routledge, 2013.
25. John Urry, Sociologie des mobilités, París, Armand Colin, 2005.
26. Tim Cresswell, “Towards a Politics of Mobility”, op. cit., p. 160.

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cansaría sobre hipótesis biológicas o biopolíticas (la norma del se-
dentarismo, por ejemplo), base de un discurso de verdad que permi-
tiría a su vez manifestarse al biopoder; mientras que el otro –el de la
movilidad– estaría exento de hipótesis biopolíticas semejantes. Por el
contrario, afirmo que el discurso sobre las movilidades establece otras
tantas hipótesis basadas en la naturaleza humana y podría, asimismo,
situarse en el fundamento de un discurso de verdad que legitimara
sus prácticas de poder. El propósito radica simplemente en explicitar
las hipótesis biológicas subyacentes e interrogarlas.
Concretamente, ¿de qué manera varían los aspectos normativos
cuando se adopta el enfoque de análisis de la movilidad? Evidente-
mente, el primer cambio consiste en invertir las concepciones de lo
que es normalidad y lo que es excepción en relación con la movi-
lidad y extender al máximo el espectro de los fenómenos que nos
ocupan, no sólo los movimientos de larga duración en un amplio
espacio geográfico, sino también los desplazamientos cotidianos, los
ires y venires, etcétera La idea consiste en afirmar que las migracio-
nes no plantean problemas excepcionales respecto a la ética de la
movilidad en general.
Un segundo cambio importante deriva de la posibilidad de
asociar derechos al fenómeno de la movilidad, en lugar de que és-
tos se encuentren ligados a la relación territorio-comunidad. En ese
orden de ideas, los derechos no estarían necesariamente vinculados
a una formación política privilegiada –la del Estado nación pensado
como la encarnación por excelencia del contrato social–, pueden ser
pertinentes a escalas temporales y espaciales diversas. Los derechos
de jubilación pueden acompañar a los trabajadores de un territorio
a otro, por ejemplo, los derechos se ejercerían en función del grado
de compromiso con una comunidad en un momento determinado.
Incidentalmente, un tercer cambio conceptual concierne a la
relación que se tiene con el objeto frontera, el cual, por lo regular,
es objeto de un manejo inadecuado en la investigación sobre las

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migraciones. El acercamiento al tema por medio del concepto de
movilidad permite revelar que frontera es todo lo que marca una
asimetría (no necesariamente un obstáculo). Lejos de desvanecer la
frontera, indica que existen fronteras en diferentes escalas y no sólo
a nivel nacional.
Un cuarto aspecto particularmente importante en la perspec-
tiva del análisis de las relaciones de fuerza sustentadas en el biopo-
der afecta la representación de las relaciones de poder implícitas en
el discurso de la migración. Uno de los elementos más impactantes
del enfoque de las migraciones es la rapidez con la que se habla de
la figura del migrante. Inconscientemente es una manera de reducir
una identidad entera a uno de sus aspectos –el cambio de país–.
Un ejemplo tomado de otro ámbito puede ayudar a explicitar este
punto. Las asociaciones de militantes se esfuerzan por modificar el
vocabulario empleado a propósito de la discapacidad, con el fin de
sustituir la expresión estigmatizante de “discapacitados” utilizan la
de “personas en situación de discapacidad”. Es una manera de in-
dicar que se debe hablar de una persona en todas sus dimensiones
y no reducirla a una de sus características –en este caso, una disca-
pacidad que aparece en ciertas situaciones sociales–. De la misma
manera, designar a una persona como migrante ya es haber tomado
la decisión de que sus derechos deben ser debatidos, que se puede
decidir acordárselos o no, y que no son un asunto de principio ase-
gurado por el simple hecho de ser persona.
Para resumir, el paradigma de la movilidad y el de la migración
abren la posibilidad de plantear diferentes cuestiones normativas.
Esos dos paradigmas están ligados a modalidades propias de ejerci-
cio del poder, ambos descansan en un discurso de verdad relativo a
la normalidad de la vida humana en tanto que vida en movimiento.
En tanto sus hipótesis de inicio varían, las herramientas de crítica
que dichos paradigmas permiten hacer a las instituciones existentes
son sensiblemente distintas.

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El paradigma de la migración permite plantear las cuestiones de
justicia para las personas que por alguna circunstancia se ven orilladas
a cruzar fronteras en un mundo en el que los Estados nación son
una forma institucional dominante. Ese paradigma no cuestiona la
existencia de Estados nación que distinguen entre ciudadanos y no
ciudadanos, con las importantes consecuencias que eso conlleva en
cuanto a la extensión de derechos (casarse, comprar una casa, traba-
jar, cotizar para la jubilación, votar...). Busca entonces, al interior de
esa red de hipótesis, regular de manera equitativa la atribución de las
categorías de ciudadano, residente extranjero, etcétera, así como sus
condiciones y modalidades.
En cuanto al paradigma de la movilidad permite plantearse la
pregunta de si, después de todo, la discusión normativa no debería
empezar por cuestionar el considerar al Estado nación y la catego-
ría de ciudadano como un dato “natural” respecto a la organización
de las sociedades. No discute la importancia fáctica del Estado na-
ción en la actualidad pero se cuestiona si la justicia que se plantea
para los migrantes no se favorecería al ser abordada desde otras pre-
misas referentes a la ética de la movilidad, tal como el transporte en
la ciudad para el caso de la discapacidad. En efecto, este paralelismo
permite vislumbrar una diversidad de estructuras institucionales
que rigen los derechos de solidaridad de los individuos y que no
dependen necesariamente de un marco nacional.

CONCLUSIÓN
El concepto de biopoder aplicado al campo de las migraciones
presenta un doble interés. En primera instancia, atrae la atención
sobre un conjunto de representaciones implícitas de lo que sería
una movilidad “normal” o, por el contrario, una movilidad “pato-
lógica” para un ser viviente o para un sistema de seres vivientes
(un colectivo político), representaciones que justifican las medidas
políticas de gestión de los flujos migratorios. Por otra parte, el con-

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cepto de biopoder permite cuestionar reflexivamente el “discurso
de verdad”, mismo que condujo a describir la movilidad humana
en términos de migración. Permite entonces explorar un campo de
estudios particularmente fecundo.
No se trata de preguntarse cuál sería una gestión justa de los
flujos migratorios o una aplicación equitativa de las categorías de ciu-
dadanos y no ciudadanos. La pregunta pertinente es saber si el discur-
so de verdad que funda los aspectos de justicia migratoria es adaptado
–ese discurso profesa una verdad sobre la naturaleza biológica de los
seres humanos como seres pertenecientes de manera prioritaria a una
institución política nacional.
A partir de eso, dicha institución es la fuente primordial para
definir sus derechos, pertenencias y solidaridades, además de que
no deberán moverse más que en situaciones extraordinarias, de-
biendo éstas ser explicadas. Por el contrario, es interesante pregun-
tarse en qué condiciones la pertenencia nacional podría ser vista
como una modalidad entre otras en cuanto a la organización de
nuestros derechos y solidaridades en lugar de ser percibida como
la modalidad por excelencia. En ese sentido, se puede decir que
las movilidades contemporáneas pueden ser efectivamente leídas
como migraciones en las que pueden interrogarse las condiciones de
justicia y de equidad. De igual modo, que las movilidades contem-
poráneas moralmente pertinentes no se encuentran sólo ligadas al
discurso de verdad nacional que condiciona la significación misma
del concepto de migración. Por ello, me parece que el potencial
crítico del concepto de biopoder se convierte en un apoyo para la
defensa del mobility turn como una manera más fecunda de enfocar
los fenómenos migratorios contemporáneos.

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DE LA VIOLENCIA BIOPOLÍTICA
A LA POLÍTICA DE EXTRANJERÍA:
EL DESAFÍO DE LOS DERECHOS
HUMANOS POR VENIR, EN EL
PENSAMIENTO DE JACQUES DERRIDA1

GUSTAVO OLIVEIRA DE LIMA PEREIRA


Pontificia Universidad Católica de Río Grande del Sur

El presente ensayo parte de la premisa de que en la actualidad los


derechos humanos deben retomar sus dimensiones fundacionales
para ser puestos en práctica en la vida de las personas. Pretendo de-
mostrar la fragilidad del alcance de los derechos humanos desde la
situación de los apátridas y refugiados. Con este propósito organi-
zaré mi discurso apoyado en los pensamientos de Hannah Arendt y
Giorgio Agamben, en términos de lo que llamo naturalización de la
violencia, para después ofrecer un contrapunto, basado en la idea de
hospitalidad incondicional en el pensamiento de Jacques Derrida. El
punto ciego de los derechos humanos, a mi entender, se comprende
a través de la cuestión de los apátridas y los refugiados primordial-
mente; y los presupuestos de la tradición de los derechos humanos
están equivocados al enfocar el problema de forma diferente.
Para entender mejor el llamado punto ciego de los derechos
humanos en el ámbito de los refugiados y de los apátridas –según se
propone a continuación–, es necesario regresar en el tiempo para ex-
poner la cuestión desde su origen, a partir de un análisis detallado de
los acontecimientos que impulsaron el barril de pólvora experimenta-
do por el mundo occidental desde la Segunda Guerra Mundial, hasta
llegar al desarrollo de la biopolítica hoy en día. Para eso, se requiere

1. Ensayo traducido del portugués por Camelia Tigau.

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delimitar el punto de partida: la racionalidad humana es ancestralmen-
te una voluntad totalizadora de exorcizar la realidad.2 La lógica de la
totalidad está basada en la cuestión de los apátridas y los refugiados, y
su contextualización en el panorama mundial actual, tema en el que
pretendo desarrollar este breve ensayo.
Trataré este tema desde su umbral para poder establecer una
alternativa de comprensión y posicionamiento. Me remonto a
los acontecimientos totalitarios del fin del siglo de la catástrofe
–el siglo xx– y a todo aquello que puede ser considerado como
la banalidad del mal,3 es decir, la normalización de la violencia,
el ensuciar cualquier idea de dignidad que pueda concebirse, la
deshumanización sin timidez.

LOS RETOS DE LA HISTORIA Y LA BANALIDAD DEL MAL


El tema que propongo desarrollar a continuación en cuanto a los
apátridas y los refugiados4 y las limitaciones de la concepción tra-
dicional de los derechos humanos tendrá como punto de partida la
profundidad filosófica de Hannah Arendt en la obra Orígenes del to-
talitarismo, escrita en 1951, cuando el problema era muy intrincado.
El problema permanece vigente, por lo que sigue siendo pertinente
tratar de comprender su raíz histórica.5 Me baso en el famoso frag-
mento de Hannah Arendt de dicha obra en el cual problematiza la
cuestión del “declive del Estado Nación y el fin de los derechos del
hombre”. La autora relata el surgimiento de la condición mundana

2. Ricardo Timm de Souza, Lévinas e a ancestralidade do mal. Por uma crítica da


violência biopolítica, Porto Alegre, Edipucrs, 2012.
3. Hannah Arendt, Eichmann em Jerusalém. Um relato sobre banalidade do mal,
São Paulo, Companhia das Letras, 1999, pp. 310-311.
4. Expongo ampliamente el tema de los apátridas y los refugiados también en A
pátria dos sem pátria: direitos humanos e Alteridade, Porto Alegre, Uniritter, 2011.
5. Ricardo Timm de Souza, Em torno à diferença, Aventuras da alteridade na
complexidade da cultura contemporânea, Río de Janeiro, Lúmen Júris, 2008,
p. 125.

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de innumerables grupos de personas que fueron caracterizadas como
minorías, antes incluso de los conflictos etno-políticos durante las gue-
rras mundiales del siglo xx. La constante inestabilidad de una Europa
siempre al borde de la destrucción en masa resultó en la migración
de diversos grupos humanos que, con la esperanza de consolidar sus
libertades de expresión o simplemente de sobrevivir, abandonaron
sus países de origen. Eso determinó un destino insólito para estos
grupos: además de haber perdido sus hogares, ahora ya no tenían nin-
gún derecho, habiendo perdido su propia condición humana.6
La vida de los apátridas y refugiados en Europa se transfor-
mó en una vida expuesta a la muerte, ya que los Estados nación
no se daban cuenta del gran número de solicitantes de amparo
internacional y encargaron el problema a las instancias policiales.
La criminalización del intento de sobrevivencia de estos grupos de
indeseables acabó siendo la manifestación primordial de la indife-
rencia hacia la humanidad. Hannah Arendt describe con precisión
la condición de apátrida, desde este punto de vista:

Estaba sujeto a ir a la cárcel sin nunca haber cometido un crimen. Es


más, toda la jerarquía de valores existentes en los países civilizados era
invertida en este caso. Dado que se trataba de una anomalía no contem-
plada en general, incluso le convenía convertirse en una anomalía que
ella sí preveía: un criminal.7

Observemos la gran crisis de sentido por la que atravesaba la doc-


trina de los derechos humanos en aquel periodo. La mejor for-
ma de mejorar la condición mundana de varias personas estaba en
cometer crímenes. Cuando pequeños robos o delitos mejoran la

6. Hannah Arendt, Origens do totalitarismo, São Paulo, Companhia das Letras,


1990, p. 300.
7. Hannah Arendt, Origens do totalitarismo, op. cit., p. 319.

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posición legal de alguien, se puede afirmar que esa persona carece
plenamente de sus derechos humanos.
El crimen establece, simbólicamente, un nivel de igualdad
humana que será reconocido como excepción o norma. Actuando
como delincuente, el apátrida no puede ser tratado peor que cual-
quier otra persona en el mismo caso. Esta proposición nos lleva ine-
vitablemente a una reflexión paradójica: en esta situación, la única
forma de ser reconocido por la ley es estando fuera de ella. Algún
aspecto de la ciudadanía era otorgado a quien atentara contra las
leyes de la ciudad. Durante el periodo de juicio, el infractor apátrida
al menos estaba protegido del control arbitrario de la policía.8 Una
vez más, remito al pensamiento de Arendt:

El mismo hombre que ayer estaba en prisión debido a su mera pre-


sencia en el mundo, que no tenía ningún derecho y que vivía bajo
la amenaza de deportación, o era enviado sin sentencia y sin juicio a
algún tipo de internación por haber intentado trabajar y ganarse la vida,
puede transformarse en ciudadano gracias a un pequeño robo. Esa per-
sona que antes no tenía un centavo, puede ahora conseguir un abogado,
quejarse en contra de los carceleros y ser mirado con respeto. Ya no es
un prófugo de su tierra: es suficientemente importante para ser infor-
mado de todos los detalles de la ley con base en la cual será juzgado. Se
transforma en persona respetable.9

La Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciuda-


dano es el marco histórico referencial que influyó y confirió muchas
directivas para la Declaración de 1948, y llevó a buena parte de la
humanidad la percepción de que todas las leyes futuras se basarían en
sus ideas y que ninguna ley especial sería necesaria para proteger a las

8. Ibid., p. 320.
9. Idem.

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personas amenazadas por arbitrariedades estatales. Pero la aporía se
instaura desde su creación, ya que desde su propio título está implíci-
ta la diferenciación, dando margen a una interpretación que sugieren
los conceptos de hombre y de ciudadano como dos realidades distintas.
No está claro si la intención de la Declaración era establecer un sis-
tema unitario en donde un término está incluido en el otro, o qué
tipo de relación existe entre nacimiento y nacionalidad.10
Según se puede percibir, la cuestión de los apátridas y los refu-
giados representa, desde la primera gran guerra, una crisis en la per-
cepción del Estado nación, ya que su condición produce un corto
circuito en la ficción que implica el paso del nacimiento a la naciona-
lidad, demostrando la “vida nuda” que está oscurecida con la creación
del Estado de derecho. Esto demuestra la debilidad y la ambivalen-
cia de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre. Desde
esta perspectiva, los individuos en cuestión dan lugar a la calamidad
de romper el lazo que une a la ciudadanía y el nacimiento, por lo que
son vistos como criminales y enemigos potenciales.11
Por un lado, la intención de la Declaración era considerar la
vocación de la nacionalidad biopolítica desarrollada en los siglos
xix y xx con su fundamento determinado no sólo por la idea del
hombre como un sujeto político libre y dotado de conciencia, sino
también por su mera vida, pero en su vida desnuda, resultado de
haber nacido.
Esta ficción aborda la idea de que la mera condición de nacido
le confiere la nacionalidad a alguien,12 como ya mencioné. Jacques

10. Giorgio Agamben, Homo sacer. O poder soberano e a vida nua I, Belo Horizonte,
Editora da Universidade Federal de Minas Gerais, 2004, p. 133.
11. André Duarte, “De Michel Foucault a Giorgio Agamben: A trajetória do conceito
de biopolítica”, en Ricardo Timm de Souza y Nythamar Fernandes Oliveira,
Fenomenologia hoje III, Bioética, Biotecnologia, Biopolítica, Porto Alegre,
Edipucrs, 2008, p. 84.
12. Giorgio Agamben, Homo sacer. O poder soberano e a vida nua I, op. cit., p. 135.

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Derrida percibe que “no existe nacionalidad, o nacionalismo, que no
sea mitológico, para decirlo en un sentido amplio, ‘místico’”.13
Sin embargo, la propuesta de la Declaración se refiere pri-
mordialmente a un ser humano abstracto que no existe en ningu-
na parte. El hombre emancipado y adepto del racionalismo era
un hombre aislado y encerrado en sí mismo. Sobre esta paradoja,
Hannah Arendt14 señala que hasta los salvajes vivían en algún tipo
de orden social. Y si una comunidad tribal o un grupo “atrasado”
no gozaba de los derechos humanos era porque aún no había lo-
grado aquel nivel de civilización, el nivel de la soberanía popular
y nacional, siendo oprimido por déspotas extranjeros y nativos. La
humanidad, desde la Revolución francesa, era conocida como una
familia de naciones y, gradualmente, se llegó a la noción de que el
pueblo, y no el individuo, representaba la imagen del hombre.
La idea del refugiado-apátrida, sinónimos cuando se trata de la
“vigencia sin significado” de la norma, se transformó en un con-
cepto límite de aquello que se reconoce como el Estado Nación y
su relación con los derechos humanos.15 Ese otro, entendido como
“nada” en dimensiones biopolíticas, es retratado por aquello que
Giorgio Agamben clasificó como “vida que cualquiera puede ma-
tar”; “nuda vida”, es decir: la vida del Homo sacer.16
La calamidad no está en los antiguos problemas de los derechos
humanos, o sea en el derecho a la vida, la libertad de expresión, la
igualdad frente a la ley o cualquier tipo de derecho específico; sino
en que esas personas, desprovistas de patria, ya no pertenecen a nin-

13. Jacques Derrida, Espectros de Marx. O Estado da dívida, o trabalho do luto e a


nova Internacional, Río de Janeiro, Relume, 1994, p. 123.
14. Hannah Arendt, Origens do totalitarismo, op. cit., p. 325.
15. Giorgio Agamben, Homo sacer. O poder soberano e a vida nua I, op. cit., p. 141.
16. “Hombre sagrado [...] una oscura figura del derecho romano arcaico, en la cual
la vida humana es incluida en la planificación únicamente bajo la forma de la
exclusión (es decir, de su absoluta matabilidad)”, ibid., p. 16.

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guna comunidad. “Su situación angustiante no resulta del hecho
de no ser iguales frente a la ley, sino de que ya no existan leyes para
ellas; no de ser oprimidos, sino de que ya no haya ningún interés
en ellos, ni siquiera para oprimirlos”.17
Esta perspectiva denota el fracaso de las concepciones que
vinculan los derechos humanos a una supuesta existencia de un
“ser humano en sí”, domesticado por su esencia, ya que ese hom-
bre puro, como vimos, perdió sus cualidades específicas y sus relaciones al
transformarse en un ser meramente humano.

El concepto de derechos humanos [...] se derrumbó en el mismo instan-


te en el que los que decían creer en él se confrontaron por primera vez
con seres que habían perdido realmente todas las cualidades y relaciones
específicas, con excepción de que todavía eran humanos. El mundo no
vio nada sagrado en la abstracta desnudez de ser únicamente humano.18

Esta afirmación confirma la insuficiencia de la abstracción concep-


tual de la “dignidad como persona humana” en un ámbito en el
que tener la dignidad meramente reconocida, sin que eso implique
alguna relación práctica en el universo de las relaciones, acaba pa-
reciendo un mero adorno retórico y una salida tangencial que no
abarca la profundidad del problema. No se puede hablar de “digni-
dad” como una categoría esencial atribuida a todos los hombres en
la tierra, por más noble que esa idea nos pueda parecer.
En este sentido, en su ya clásica afirmación que describe bien
la dimensión del problema a enfrentar, las palabras de Giorgio
Agamben son, una vez más, correctas:

Auschwitz marca el fin y la ruina de cualquier ética de la dignidad y


adecuación a la norma. La nuda vida, a la que el hombre ha sido reduci-

17. Hannah Arendt, Origens do totalitarismo, op. cit., p. 329.


18. Ibid., p. 333.

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do, no exige ni se adapta a nada: ella es la única norma, es absolutamen-
te inmanente.Y el “sentimiento último de pertenecer a una especie” no
puede ser, en ningún caso, una dignidad.19

LAS NACIONES UNIDAS Y LA PROTECCIÓN


INTERNACIONAL A LOS REFUGIADOS Y APÁTRIDAS
La cuestión de los refugiados sigue presente en el panorama mun-
dial. En 1951, la Organización de las Naciones Unidas (onu) creó
el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados
(acnur), órgano responsable de otorgar asistencia humanitaria a
los apátridas y refugiados en el mundo. De acuerdo con el presu-
puesto anual de la onu, el acnur recibe contribuciones voluntarias,
principalmente de gobiernos, organizaciones intergubernamentales,
empresas y particulares. El órgano recibe una subvención limitada
de menos de 2% de su presupuesto, proveniente del presupuesto
regular de la onu para cubrir gastos administrativos, y acepta con-
tribuciones de otro tipo, incluyendo elementos tales como tiendas
de campaña, medicinas, camiones y transporte aéreo.20 En 2013, el
acnur contaba con 550 millones de dólares en donaciones para sus
operaciones. Este valor representa solamente una parte destinada a
las operaciones del órgano internacional, cuyas necesidades presu-
puestales para 2013 fueron estimadas en 3 billones 92 millones de
dólares.21 Los países que más contribuyen al acnur son, en primer
lugar, Estados Unidos, seguido por los 28 países de la Unión Eu-
ropea en conjunto.22 A pesar de ser los mayores contribuyentes del

19. Giorgio Agamben, O que resta de Auschwitz?, São Paulo, Boitempo, 2008, p. 76.
20. Guilherme Assis de Almeida, Direitos Humanos e não-violência, São Paulo, Atlas,
2001, p. 10.
21. Agência da onu para Refugiados, “Doadores prometem  US$ 550 milhões para
operações do acnur em 2013”, 2012, disponible en: <http://www.acnur.org/t3/
portugues/noticias/noticia/doadores-prometem-us-550-milhoes-para-operacoes-
do-acnur-em-2013> (visitado en agosto de 2013).
22. A finales de julio de 2013, Croacia se integró a la Unión Europea.

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acnur, Estados Unidos y los países hegemónicos de Europa, según
trataré de analizar más adelante, son los Estados que más desarro-
llan políticas antiextranjeros, por lo que su acción humanitaria en el
ámbito internacional es por lo menos cuestionable.
Como consecuencia de las dictaduras, a partir de los años
ochenta la mayoría de los refugiados estaban huyendo de conflictos
internos en sus propios países. Es importante observar que 3% de la
población mundial, es decir 214 millones de personas, es migrante23
en busca de mejores condiciones de trabajo, personas que huyen de
un conflicto armado o que buscan sobrevivir. De éstas, se estima
que un tercio es migrante irregular.24
Según datos de acnur,25 una característica peculiar de los grupos
de refugiados es la vulnerabilidad social con relación a su composi-
ción. La onu calcula que más de 70% de éstos está conformado por
niños, mujeres y ancianos, quienes, en teoría, son más susceptible a
la violencia.
Por más que se deba alabar y reconocer el papel de acnur26
en sus tareas de asistencia, el problema permanece. La migración
constante por los conflictos ha visto acumularse un preocupante
sentimiento de “nacionalismo” que nos hace pensar en episodios
etnocéntricos que se vivieron en las guerras mundiales. El culto a la
identidad niega el reconocimiento y el respeto a las culturas dife-
renciadas, ampliando aún más los niveles de intolerancia.

23. Organización Internacional de la Migración, World Migration Report 2010. The


Future of Migration: Building Capacities for Change, Génova, Organización
Internacional de la Migración, 2010, p. 115, disponible en: <http://publications.
iom.int/bookstore/free/WMR_2010_ENGLISH.pdf> (visitado el 1 de agosto
de 2013).
24. Ibid., p. 120.
25. Organización de las Naciones Unidas, Annual Programme Buget, Nueva York,
United Nations Press, 2007, p. 102.
26. Para más información histórica y los procedimientos del acnur, véase la intere-
sante obra de Guilherme Assis de Almeida, op. cit., pp. 97-167.

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En el 2012, el número de refugiados en el mundo, según
información del acnur, superaba los 45 millones de personas.27
De acuerdo con el último informe de tendencias globales, Pa-
quistán recibe al mayor número de refugiados en el mundo (1.6
millones), seguido por Irán (868 200), Alemania (589 700) y Kenia
(565 000).28 Los datos más actuales muestran que más de la mitad
(55%) de los refugiados en el mundo proviene de cinco países:
Afganistán, Somalia, Iraq, Siria y Sudán.29
En lo que concierne a los apátridas, en 2003 el número de
personas sin patria que deambulaban por el mundo era de 22 mi-
llones, y a finales de 2012, según estimaciones del acnur, este nú-
mero bajó a un estimado de 10 millones (la mitad de ellos niños),
lo que demuestra la importancia del papel de la onu en este pro-
blema mundial. Según el acnur, se trata de una estimación bruta,
dado que en general los países se muestran reticentes a divulgar
información precisa acerca de los índices de apátridas, circunstancia
que dificulta que las organizaciones internacionales recopilen datos
detallados del número de apátridas en el mundo, además de que el
asunto no es el único en la agenda internacional.30
Sin embargo, en el ámbito de apátridas y refugiados, todos los
litigios sobre la violación de la Convención de 1951 le competen
a la Corte Internacional de Justicia (cij), principal órgano judicial

27. Agência da onu para Refugiados, “Tendências Globais 2013”, disponible en:
<http://www.acnur.org/t3/portugues/recurs os/estatisticas> (visitado el 6 de
mayo de 2013).
28. Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (acnur),
Tendencias globales 2012, Desplazamiento, el nuevo reto del siglo xxi, 2013,
p. 48, disponible en: <http://unhcr.org/globaltrendsjune2013/Tendencias_Gl
obales_2012_baja.pdf> (visitado el 26 de agosto de 2013).
29. Idem (visitado el 13 de agosto de 2013).
30. United Nations High Comissioner for Refugees, Nacionalidade e Apatridia:
Manual para parlamentares, núm. 11, 2005, p. 3, disponible en: <http://www.ipu.
org/PDF/publications/nationality_p.pdf> (visitado el 1 de mayo de 2013).

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de la onu, que actúa para la resolución pacífica de conflictos. No
obstante, la actuación de la Corte depende de la denuncia de algún
país firmante del pacto. Muchas veces esto se transforma en una
moneda política entre los países, resultando en una absoluta inocui-
dad de la misma, lo que sustenta el punto que pretendo desarrollar:
la mera formalización jurídica no resuelve el problema. Veremos que, por
el contrario, es parte del mismo.
Es evidente que las actuaciones de la onu y del acnur son
fundamentales para la protección internacional de los apátridas y
refugiados, pero el problema sigue sin resolverse y debe ser enfren-
tado a partir de una reconstrucción del fundamento de los derechos
humanos. Quizá reconociendo que aún existen lagunas en la fun-
damentación de los derechos humanos (traducidas en la fundamen-
tación de la propia acción humana) podamos conseguir entender la
debilidad de su eficacia.
La construcción de una nueva percepción de justicia, capaz de
dar cuenta del problema evidenciado por los apátridas y los refugia-
dos, exige tomar en serio la cuestión del fundamento de los derechos
humanos. Cuando Norberto Bobbio31 afirmó que el problema de la
fundamentación de los derechos humanos era secundario, que éstos
estaban positivados como universales, y que todo el arsenal reflexivo
se debería direccionar hacia su concretización, la comunidad jurídica
internacional, de una manera general, dejó de discutir el fundamento
de los derechos humanos y destinó su foco integral de atención al
análisis de las reglas establecidas por las convenciones y tratados in-
ternacionales y las posibilidades de su concretización. Bobbio repite
el mismo error que Marx cuando, en su famosa tesis 11 sobre Feuer-
bach en 1845, afirmó que el papel de los filósofos no es interpretar el
mundo, sino cambiarlo. Pero la demanda de un cambio objetivo del

31. Norberto Bobbio, A era dos direitos, Río de Janeiro, Campus, 1992, p. 24.

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mundo es, evidentemente, antecedida por un cambio en la concep-
ción del propio mundo en el que se objetiva el cambio, y ese cambio
sólo es logrado con base en la interpretación que la sustenta. De esta
forma, la propuesta de Marx ya era antecedida por una cierta com-
prensión del mundo que desea construir, y que le otorga la propia
sustentabilidad a ese cambio. La sentencia de Marx es, por lo tanto,
lo que Heidegger32 definiría como una sentencia sin fundamento, de
modo que provoca una falsa impresión de que tal afirmación con-
fronta a la filosofía, cuando en realidad se basa en la propia filosofía
para sustentarse.
Es momento de volver al fundamento de los derechos huma-
nos, que en gran medida significa también volver a la cuestión de
la fundamentación del propio derecho. Mi propuesta es pensarlo a
partir de la idea de una hospitalidad incondicional en la línea pro-
puesta por Jacques Derrida.

LA HOSPITALIDAD INCONDICIONAL EN JACQUES DERRIDA


En el pensamiento de Jacques Derrida, la hospitalidad incondi-
cional y la deconstrucción de la ficción de la nacionalidad son, a
mi parecer, los puntos de inflexión para estructurar rutas alterna-
tivas que rearticulen la comprensión de los derechos humanos. La
tradición de los derechos humanos se concibe a partir de la idea
ilustrada de la libertad, basada en las teorías del contrato social.
En la ideología iluminista diseñada por Rousseau, la libertad es
comparable a la concepción de la monadología leibniziana. Para
Leibniz, al igual que para Rousseau, apenas existen realidades in-
dividuales independientes unas de las otras, es decir, la percepción
de las mónadas no posee espacios que puedan permearse entre
sí, de no ser por una especie de contractualismo relacional. Dadas es-

32. Martin Heiddegger, Seminário Le Thor, 1969, disponible en: <http://www.heide


ggeriana.com.ar/textos/le_thor.htm> (visitado el 10 de agosto de 2013).

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tas condiciones, el cambio de subjetividad de cada individualidad
no pasa de un dinamismo interno ni de un sometimiento libre a
una ley constituida por cada mónada, en un mundo paralelo soli-
tario, autosuficiente y regulado por su propia naturaleza.
Libertad e igualdad no son conceptos binarios opuestos en la
percepción que aquí se propone. La premisa, lugar común, según
la cual “la libertad de uno termina en donde comienza la de otro”,33
no es más que la representación moderna de las mónadas solitarias.
Expresa la idea de libertad solitaria, según ha sido plasmada por
los iluministas. Una libertad que nos permite pensar que todo es
posible, ya que refleja la libertad en la modernidad tardía. Pero la
libertad no puede ser la última palabra porque no estamos solos en
el mundo.34 Muy a menudo esta premisa se toma ​​ como una verdad
incuestionable, porque ya penetra el imaginario social común, que
se desempeña siempre dentro de una dimensión contratológica.
Presenciamos “contratos en demasía y escasez de contactos”.
La subversión de la lógica contratológica deconstruye su dimensión
desde la raíz, ya que la ética invierte los términos de esta proposi-
ción: sólo hay libertad de uno cuando hay libertad de otro. Sola-
mente soy libre si el otro también lo es.
Cabe destacar el agotamiento de la concepción tradicional
de los derechos humanos, que tiene como fundamentos la libertad
y el concepto de individuo idealizados por la Revolución francesa, y
a Rousseau como uno de sus máximos exponentes. Esta condición
está explícita en la Declaración Universal de los Derechos del Hom-
bre y del Ciudadano, en la perspectiva iluminista, caracterizada por
su visión abstracta de ser humano y por la filosofía del sujeto cuyo
fundamento es la libertad contractual.

33. Emmanuel Lévinas, Totalidad y infinito. Ensayo sobre la exterioridad, Salamanca,


Sígueme, 1999, p. 54.
34. Ibid., p. 123.

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Una de las principales formulaciones que sustenta la concep-
ción tradicional de los derechos humanos y de la democracia moder-
na, en los más variados grados de sofisticación, es dada por las teorías
contractualistas del Estado civil. El contractualismo se basa en la
fundamentación del Estado de derecho a partir de un pacto con-
sensual de la sociedad, idealizado por el modelo liberal burgués.
La propuesta conciliadora del contractualismo busca eliminar
el origen violento del Estado, a partir de que el pacto social no
corresponde para nada a la realidad. De acuerdo con estas teorías,
la formalización de la sociedad tendría como base la concepción
del individuo burgués, que se relaciona con los demás a través del
contrato social. El consenso en la formación del Estado civil no
puede ser admitido.
Actualmente, el consenso se entiende desde la idea de toleran-
cia, la cual se ha convertido en la palabra clave en el horizonte de
la filosofía política. Se habla mucho de tolerancia en el presente.
Muchas construcciones filosóficas se concentran en la idea de to-
lerancia como apuesta primordial para pensar las relaciones inter-
nacionales, el derecho internacional y la filosofía política actual.
Como si todo malestar de la cultura contemporánea se pudiera re-
solver con una especie de pactos de convivencia que mantuvieran
una distancia segura entre los integrantes de la comunidad global.
En realidad, la discusión sobre la tolerancia y la elevación del nivel
de tolerancia respecto al diferente no toca la esencia del problema
aquí propuesto.
El discurso de la tolerancia, ampliado bajo la forma del mul-
ticulturalismo, es una estrategia para desviar la atención del pro-
blema central. Es evidente que debemos preferir la tolerancia a la
intolerancia. Pero hablar en estos términos, llevar la discusión a este
plano, significa desviar la atención de la cuestión política. Hablar
de tolerancia es lo mismo que despolitizar el problema, la gran am-
plitud del problema, y transformarlo en algo mera y virtualmente

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cultural; el punto es que la tolerancia puede ser corregida por el
mismo mecanismo que la creó como alternativa primordial. Des-
politizar el problema de la recepción de la extranjeridad a partir de
la estrategia de la tolerancia es construir un esquema de propuesta
sin analizar si las condiciones legales y económicas que crearon la
idea de “tolerar al otro” son una alternativa suficientemente con-
sistente para lidiar con el problema relacional: con el problema de
las relaciones internacionales o, hasta podría decirse, con una sim-
ple relación situacional entre vecinos.
Mi tesis es que la construcción filosófica ilustrada de la idea de
“tolerancia” es actualmente un concepto-límite en el plano de la teoría
política occidental. La noción de tolerancia no puede ser vista como la
panacea o el fundamento decisivo para resolver la violencia y la lu-
cha contra la guerra, que aún preocupan al mundo contemporáneo.
Como señala Ricardo Timm de Souza,35 solamente toleramos aque-
llo que, en primera instancia, no toleraríamos. De esta forma, cuando
tolero, aún tengo la última palabra y decido si soy clemente con la diferencia
que me causa incomodidad. Soy el juez en el tribunal de la relación. Al
tolerar al otro asumo un nivel de jerarquía. Aún soy dueño de la ra-
zón y modelo de aquello que construye mi representación cognitiva.
Prevengo al otro su alteridad. Despedazo aquello que primordialmente
configura la posibilidad del encuentro ético.

LA LEY Y LAS LEYES DE LA HOSPITALIDAD


La tolerancia se traduce como “la razón del más fuerte”, es decir,
es pensada, según las insinuaciones de Derrida, como un concepto
aún pendiente del falo-logo-onto-teo-teleocentrismo diseminado
por Occidente, preocupado por la presencia, por la búsqueda de

35. Ricardo Timm de Souza, “Da tolerância à hospitalidade: esboço de uma


metamorfose ético-política”, en Comunicações do iser. As Máscaras de Guerra
da Intolerância, núm. 66, año 31, 2012, pp. 9-15.

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origen, por la luz y por la visión.36 Por el contrario, la hospitalidad
presupone la multiplicidad de origen37 y la renuncia (o abandono)
de la pretensión de encontrar el punto de partida.38
La ley de la hospitalidad reivindica y representa esta renuncia.
Derrida traduce la ley de la hospitalidad como una ley incondi-
cional e ilimitada, como un ofrecimiento de hogar a quien llega
de fuera, al extranjero de la subjetividad. Es más, la ley de la hos-
pitalidad se ofrece a sí misma, a su propia aceptación, “sin pedir ni
siquiera su nombre, ni una compensación, ni cumplir con las más
mínimas condiciones”.39 La ley de la hospitalidad se contrapone a
las leyes de la hospitalidad, las cuales se refieren a derechos y deberes
siempre condicionados y condicionantes; a cómo tratan los tratados
y las convenciones y a las relaciones entre las naciones. La hospita-
lidad, vista de modo condicional, se remonta a toda la tradición de
la cultura occidental, desde sus orígenes grecorromanos, hasta todo
el judaísmo y el cristianismo; y desde todo el derecho, desde toda la
filosofía del derecho hasta Hegel.40
La ley de la hospitalidad se concentra ya en pensar lo político
más allá de lo político, a partir de una nueva internacionalidad, de

36. Jacques Derrida, Memórias de cego. O auto-retrato e outras ruínas, Lisboa,


Fundação Colouste Gulbenkian, 2010, p. 20.
37. Franz Rosenzweig, El nuevo pensamiento, de Isidoro Reguera (trad.), Madrid, La
Balsa de la Medusa, 1989.
38. Jacques Derrida, Limited Inc, Campinas, Papirus, 1991.
39. Jacques Derrida, Anne Dufourmantelle convida Jacques Derrida a falar da
hospitalidade, São Paulo, Escuta, 2003, p. 69.
40. A pesar de que siempre manifestó su aprecio por el pensamiento de Hegel, cuya
filosofía, según Derrida, “nunca concluiremos de leer y releer”, véase Jacques
Derrida, Margens da filosofía, São Paulo, Papirus, 1991, p. 85; este autor también
expone su punto de ruptura. Derrida deja aflorar el parentesco semántico entre su
différance y la Aufhebung hegeliana, ya que la primera contiene una tentativa de
superación de la segunda: hay un “punto de ruptura con el sistema de Aufhebung
y de la dialéctica especulativa. Ya que ese carácter conflictivo de la différance
[...] no se deja jamás supraasumir totalmente [...] no se deja jamás gobernar por

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un cosmopolitismo reinventado. Un cosmopolitismo más allá del
cosmopolitismo político pensado por la ideología iluminista, ya que
ese cosmopolitismo está aún condicionado por la soberanía del Es-
tado y sigue estructurado por sus límites jurídico-políticos.41 Este
cosmopolitismo jurídico, guiado por las leyes de la hospitalidad
condicional, se reveló y se revela incapaz de responder a innume-
rables conflictos internacionales que conciernen a seres humanos
incluidos en el sistema por su exclusión.
La idea de tolerancia supone un distanciamiento y una ba-
rrera cultural que impiden el contacto entre diferentes culturas, a
pesar de ser imposible pensar alguna cultura sin relación con el otro,
ya que ninguna costumbre tiene origen solitario. La crítica se ex-
tiende también a la idea concebida del multiculturalismo que, a pe-
sar de su buena voluntad, se mantiene aún en el registro metafísico
del contrato social, pues supone la mera coexistencia pacífica de cul-
turas o identidades culturales en un espacio de tolerancia mutua. Es,
según Fernanda Bernardo,42 una especie de consenso apaciguador
“o la creencia confiada (¡y arrogante!) de una ‘identidad’ dada o una
‘comunidad socio-cultural’ que, generosamente, se abre a otras”. En
el acuerdo multicultural no hay espacio para la sombra (o “el asombro”) del
mestizaje efectivo para la experiencia misma de la extranjería.
De esta forma, la idea de tolerancia, herencia del ideario ilumi-
nista y uno de los conceptos clave de la construcción teórica de la

un referente en el sentido clásico, por una cosa, por un significado trascedental


que regaría todo su movimiento”, Jacques Derrida, Margens da filosofía, op. cit,
pp. 50-51. La crítica es también permanente en cuanto al linearismo historicista,
asociado al falocentrismo y al logocentrismo, presentes en Hegel, véase Jacques
Derrida, Margens da filosofía, op. cit, p. 57.
41. Fernanda Bernardo, “A ética da hospitalidade, segundo J. Derrida, ou o porvir do
cosmopolitismo por vir a propósito das cidades-refúgio, re-inventar a cidadania”,
en Revista Filosófica de Coimbra, núm. 22, 2002, p. 437.
42. Fernanda Bernardo, “Entrevista para o jornal O Globo”, en Prosa y Verso, Río de
Janeiro, junio de 2011.

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idea de globalización, todavía está lejos de configurarse como aquello
que entendemos, en un cosmopolitismo por venir, como recepción
efectiva de la filosofía de la hospitalidad, pues la tolerancia está siem-
pre del lado del más fuerte. “Es una marca suplementaria de sobe-
ranía, que le habla al otro sobre la posición elevada del poder, estoy
dejando que usted exista, usted no es inaceptable, le estoy dejando un
lugar en mi hogar, pero no se olvide que éste es mi hogar”.43
Percibimos en Jacques Derrida la posibilidad del dislocamiento
conceptual para la deconstrucción de la concepción de tolerancia,
a partir de la idea de hospitalidad; no la traduce como un opuesto
binario de la noción de tolerancia, pues eso sería propiamente contra-
rio al concepto de deconstrucción trabajado por el autor. Sería una
traición al pensamiento del autor.
La tolerancia, para Derrida, es una zona-límite entre la ley y las
leyes de la hospitalidad.44 Es un juego de la razón solitaria. En efecto,
la tolerancia se transforma en una acción cautelosa, fiscalizada; una
hospitalidad condicional condicionada a la obediencia de reglas e
imposiciones.45 Derrida contrapone esta hospitalidad condicional
a aquello que denomina “hospitalidad pura e incondicional” –una
manifestación de locura y una verdadera transgresión lógica del con-
trato–, que supone la recepción de la alteridad; donde se abren las
puertas para alguien que no es esperado ni invitado, para el “abso-
lutamente extranjero”, para el sin destino y sin patria, para el “im-
previsible, en suma, totalmente el otro”.46 Pero el drama se traduce

43. Jacques Derrida, Anne Dufourmantelle convida Jacques Derrida a falar da


hospitalidade, op. cit., p. 137.
44. “Si alguien piensa que soy hospitalario porque soy tolerante, es porque deseo
limitar mi acogida, retener o poder mantener el control sobre los límites de mi
‘hogar, mi soberanía’, o mi ‘yo puedo’ (mi territorio, mi casa, mi lengua, mi cultura,
mi religión, etcétera)”, idem.
45. Ibid., p. 138.
46. Idem.

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en que este estatus de hospitalidad sea imposible de legislar u orga-
nizar institucionalmente; aunque sólo a partir de ese concepto sea
posible pensarlo jurídica y políticamente. La posibilidad de pensar
la hospitalidad es lo que permite comprender el mundo en forma
cosmopolita, o en un cosmopolitismo por venir. En este sentido,
Derrida aclara:

Sin esa idea de hospitalidad pura [...] no tendríamos siquiera la idea del
otro, la otredad del otro, o sea, de alguien que entra en nuestras vidas
sin ser invitado [...] la hospitalidad incondicional, que no es ni jurídica
ni política, es sin embargo condición de lo político y lo jurídico. Justa-
mente por esas razones, no estoy seguro de que sea ética, en la medida
en que no llegue a depender de una decisión ¿Pero qué sería la “ética”
sin hospitalidad?47

Dada la instigación provocada por el autor, no tengo miedo al afirmar


que la hospitalidad incondicional trasciende más allá de la frontera
del contrato social. En realidad la destruye, al establecer un nuevo en-
foque de estructuración de la racionalidad que no obedece a normas
o imposiciones territoriales y políticas.48 La posibilidad de la hospita-
lidad, en los términos propuestos por Derrida, es verdaderamente la
propia ruptura con el ideario solipsista de libertad monádica, traduci-
da en la concepción de tolerancia.
Se trata de una hospitalidad de visitación y no de una hospita-
lidad de invitación, de acoger a quien llegue de forma inesperada
a mi casa, que me quita la comodidad ontológica de mi Hütte

47. Ibid., p. 139.


48. “Esta hospitalidad infinita, por lo tanto incondicional, esta hospitalidad a la
apertura de la ética; ¿cómo sería reglamentada a través de una práctica política
o jurídica determinada? ¿Cómo, a su vez, reglamentará una política y un derecho
determinados?”, Jacques Derrida, Adeus a Emmanuel Lévinas, São Paulo,
Perspectiva, 2004, p. 66.

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(cabaña) en la colina. Una hospitalidad que reinventa el lenguaje
–que es desde siempre acción, para Derrida–49 y se sitúa en un
orden pre-filosófico, pre-moral, pre-jurídico, pre-político y hasta
pre-humano.50
Usted debe estarse preguntando ahora sobre la amenaza que
este tipo de hospitalidad puede significar para aquel que acoge. Este
huésped del cual no espero reciprocidad, pero espero algo, ¿no es-
perar nada no sería, de algún modo, traicionar la ley de la hospita-
lidad? ¿Qué espero de este huésped que podría llegar a ser hostil?
¿Cómo proceder con la hospitalidad incondicional si, según todos
los indicios, es ineludible recibirlo como huésped o como enemigo?
¿Cómo se puede escapar de esta tensión, de la tensión asimétrica de
estar al mismo tiempo dentro de la ley y las leyes de la hospitalidad?
Remito aquí al lector al propio texto del autor:

¿Cómo distinguir entre un huésped (guest) y un parásito? En principio,


la diferencia es estricta, pero por eso se exige un derecho; es necesario
someter la hospitalidad, la acogida, a una jurisdicción estricta y limitan-
te. Nadie que llega es recibido como huésped si no goza del derecho
a la hospitalidad, del derecho al asilo, etc. Sin ese derecho, sólo puede
entrar “en mi casa” de anfitrión como si yo no fuera anfitrión (host),
sino como parásito, huésped abusivo, ilegítimo, clandestino, susceptible
de ser expulsado o detenido.51

A esta relación incalculable y formalizable, perfecta e insuficien-


te, plena y pueril, deseable y que se deja desear, entre la ley y las

49. Jacques Derrida, Limited Inc, op. cit., p. 170.


50. Fernanda Bernardo, “Mal de hospitalidade”, en Evandro Nascimento (org.),
Jacques Derrida. Pensar a desconstrução, São Paulo, Estação Liberdade, 2005,
p. 196.
51. Jacques Derrida, Anne Dufourmantelle convida Jacques Derrida a falar da
hospitalidade, op. cit., p. 53.

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leyes, Derrida52 la llamó hospitalidad. Sin embargo, sólo desde el
abandono de este binarismo es posible pensar la hospitalidad in-
condicional. Ella se vuelve posible debido a su imposibilidad. Dicho
directamente: es a través del ininterrumpido y diseminador decir de
la ley de la hospitalidad incondicional –de su práctica imperfecta,
de su deseo de siempre desear, de una economía de la violencia–
como germinará una mayor apertura y sensibilidad hacia las leyes
de la hospitalidad. Es por el más allá de lo jurídico y más allá de lo
político que tantea la promesa de la democracia por venir. El porvenir de
la democracia por venir.
Para finalizar este capítulo, vuelvo a insistir en la cuestión de
la economía con uno de los conceptos centrales del pensamiento
de Derrida. El concepto de economía atraviesa el pensamiento del au-
tor desde el inicio de su carrera. No solamente en el sentido polí-
tico-monetario del término, que el autor explicita en obras como
Espectros de Marx y Políticas de la amistad –respecto a lo que esta di-
mensión reverbera de forma concreta en la vida de las personas–, sino
también como concepto que, en definitiva, contra-asigna el pensa-
miento de una de sus principales influencias: Emmanuel Lévinas,53
pensador que no propone una ética prescriptiva, pero sí una ética de
la ética más allá de toda prescriptibilidad.54
En el ensayo “Violencia y metafísica”,55 además de demostrar
algunas aproximaciones al pensamiento levinasiano con Scheler y
Hegel –supuestamente contrarios al pensamiento anti-totalizante
que el filósofo lituano siempre afirmó proponer–, Derrida cri-
tica también la posibilidad del encuentro puro de la otredad, de

52. Ibid., p. 41.


53. Derrida tiene otros refrendos al pensamiento de Lévinas, en lo que concierne a
aspectos como la feminidad, la natureza de la animalidad, temas que no tendré
espacio para explorar en esta ocasión.
54. Jacques Derrida, A escritura e a diferença, São Paulo, Perspectiva, 2009, p. 158.
55. Ibid., pp. 140-141.

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abrigar al otro que siempre seguirá siendo otro, del trauma trans-
formado en recepción absoluta, en el pensamiento de Lévinas. Si
solamente el discurso es capaz de producir el encuentro ético –el
deseo metafísico de justicia– y no el contacto cognitivo, ¿cómo
pensar este discurso fuera del juego liberado del tiempo y, aún
más, libre de sí mismo, sin producir, originalmente, violencia?56
Cito a Derrida:

No hay guerra sino después de la apertura del discurso, y la guerra


sólo se extingue con el fin del discurso. La paz, como silencio, es la
vocación extraña de un lenguaje llamado para fuera de sí por sí mismo.
Pero como el silencio finito también es un elemento de violencia, el
lenguaje no puede nunca sino tender indefinidamente hacia la justicia,
reconociendo la guerra en sí. Violencia contra violencia. Economía de
la violencia. Economía que no puede reducirse a lo que Lévinas en-
tiende por la palabra. Si la luz es el elemento de violencia, hace falta
combatir la luz con otra luz para evitar la peor violencia, la del silencio
y de la noche que precede o reprime el discurso. Esa vigilancia es una
violencia escogida como violencia menor por una filosofía que toma la
historia, es decir, la finitud, en serio.57

En este sentido, el pensamiento de Derrida sustenta que estamos


inmersos en un universo de ineludible violencia. De algún modo,
el otro estará siempre contaminado por la visión del mismo. Esta-
mos siempre inscritos en una “economía de la violencia” en donde
ambos son excluyentes siendo excluidos. Ninguna posición puede
ser autónoma o absoluta, pero fundamentalmente vinculada a otras
posiciones que viola y por la cual es violada. Así, la lucha por la
justicia no puede ser una lucha por la paz, sino apenas para lo que

56. Ibid., pp. 165-166.


57. Ibid., pp. 166-167.

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se puede llamar “violencia menor”. Derrida utiliza de manera breve
este término en su ensayo citado, pero en esta ocasión es necesario
desarrollarlo de forma quirúrgica.
El punto de partida de nuestro argumento es que todas las de-
cisiones tomadas en nombre de la justicia son hechas con el propó-
sito de lo que es considerado la menor violencia. Si siempre hay una
economía de la violencia, las decisiones que envuelven la justicia no
pueden traducirse en una cuestión de escoger lo que es la no violen-
cia. Esto no significa que las decisiones tomadas con el propósito de
la menor violencia sean, en realidad, menos violentas que la violen-
cia a la cual se oponen. Por el contrario, aun los actos más horribles
son justificados con base en lo que es considerado la menor violen-
cia. El punto angustiante está en que todas las decisiones de la justicia
podrían estar envueltas en la lógica de la violencia. El deseo de menor
violencia nunca es inocente: se trata de un deseo de violencia, de
una u otra forma, y no puede haber garantía de que él está sirviendo
al propósito de promover lo mejor.58
La utopía de la idea de hospitalidad incondicional –que per-
mite pensar lo político y lo jurídico– escandaliza a los políticos
atorados en las “propuestas de conciliación que no entendemos”.
Presupone el desapego de antiguas certezas; el desapego de la bina-
riedad59 –un desafío de la subjetividad–, sin presuponer un mesianis-
mo. Quizás una cierta “mesianicidad sin mesianismo”; una “fe sin
dogma”, como nos ayuda a pensar Derrida.60
La idea de paz que subyace a la percepción de hospitalidad
incondicional rebasa o excede las posibilidades de la política; supera

58. Martin Hägglund, “The Necessity of Discrimination Disjoining Derrida and


Lévinas”, en Diacritics, vol. 34, núm. 1, 2004, pp. 40, 47 y 71.
59. Jacques Derrida, Khôra, Campinas, Papirus, 1995, pp. 9-10.
60. “Mesianicidad sin mesianismo. Ésa sería la apertura al futuro o a la llegada
del otro como advenimiento de justicia, pero sin horizonte de expectativa ni

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la perspectiva meramente política. Es decir, implica una pré-ética o
ética más allá de lo político, que se transforma en “giro paradójico a
través del cual la fenomenología puede ‘jugar’”.61
Para Ricardo Timm de Souza, intentar refundar la ética a par-
tir de ideas políticas momentáneas, a pesar de estar bien estructu-
radas y bien organizadas filosóficamente, no pasa de postergar la
propia cuestión de la justicia, que está en el punto de las relaciones
entre humanos, rebasando la dimensión de los dilemas sociopolíti-
cos porque se da antes que ellos. Está en lo original de la subjetivi-
dad y desemboca en el campo político. Pues “política es la capacidad
de concebir una estructura ética de convivencia que permita a cada ser rela-
cionarse lo más saludablemente posible con cada uno de los otros seres”.62
Para finalizar, la política sería aquí el cuestionamiento in-
cesante de los presupuestos de una democracia impuesta. A esto
lo llamó Derrida “democracia por venir”, es decir, la necesaria e
ininterrumpida deconstrucción de las bases de lo político y lo ju-
rídico para ser aquello que se permite y ansía como una perfec-
tibilidad ininterrumpida de la democracia de hoy y no como su
negación o negación de las instituciones. Por último, la “democra-
cia por venir” no retrata una democracia que está en la inminencia
de existir o que se concibe como algún día susceptible de existir.63
Sin embargo, no se puede tratar la concepción derridiana de “de-
mocracia por venir” como un pesimismo exagerado o un proceso

prefiguración profética”, Jacques Derrida, Adeus a Emmanuel Lévinas, op cit.,


p. 29.
61. Ibid., p. 81.
62. Ricardo Timm de Souza, Justiça em seus termos. Dignidade humana, dignidade
do mundo, Río de Janeiro, Lumen Juris, 2010, p. 72; cursivas en el original.
63. “La “democracia por venir” no significa una democracia futura que un día será
“presente”. La democracia nunca existirá en el presente; ella no es presentable y
tampoco es una idea regulatoria en el sentido kantiano. Pero existe lo imposible,
cuya promesa de democracia inscribe “una promesa que corre y que siem-

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anacrónico de pensamiento político, pero sí como una alerta de
la responsabilidad sin fin que ha de mantener encendida la llama
de la différance, en la necesaria y urgente revolución de lo político
y de una nueva concepción de lo internacional, de permitir la
temporización –entre lo pre-dado y el ahora vivido– en las democra-
cias constituidas por la política, en su sentido original, ya que “la
democracia por venir no es un concepto político en términos de
filosofía política tradicional”.64
Percibir la democracia como un por venir es asumir la prose-
cución sin fin de intentar decir lo indecible, asumir la herencia de
una promesa. Es un pensamiento instaurado en desdoblarse. En lo
que sobra dicho. Es el necesario “tal vez” que actúa frente a cual-
quier preludio en dirección al pensamiento de la justicia.
Históricamente, nunca se puede verificar una democracia que
atenta contra los requisitos de los que su ideal supone. Para Derrida:

La desviación entre el hecho y la esencia ideal no aparece solamente


en las formas dichas primitivas del gobierno, de teocracia y de dicta-
dura militar [...] Pero ese fracaso y esa desviación caracterizan tam-
bién a priori y por definición, todas las democracias, inclusive las más
antiguas y las más estables de las democracias llamadas occidentales.
Es el caso del concepto mismo de democracia, como concepto de
una promesa que no puede surgir sino en tal diastema (desvío, fra-
caso, inadecuación, disyunción, desajuste, estar “out of joint”). Es por
eso que siempre proponemos que se hable de democracia por ve-
nir y no de democracia futura, en el futuro presente, no incluso de

pre debe correr el riesgo de convertirse en amenaza [...] un concepto heredado


de democracia es el único que acoja bien la posibilidad de ser impugnado, de
impugnarse a sí mismo, de ser criticado y perfeccionado indefinidamente”,
Jacques Derrida, Anne Dufourmantelle convida Jacques Derrida a falar da
hospitalidade, op cit., p. 130.
64. Fernanda Bernardo, “Entrevista para o jornal O Globo”, op. cit.

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una idea regulativa, en el sentido kantiano, o de una utopía [...] La
idea, en caso de que aún sea una idea, de la democracia por venir [...]
es la apertura de esta desviación entre una promesa infinita (siempre
insustentable, cuando menos, porque exige el respeto infinito por la
singularidad y la alteridad infinita del otro, así como por la igualdad
contable, calculable y subjetal entre las singularidades anónimas) y las
formas determinadas, necesarias, pero necesariamente inadecuadas, de
lo que se debe medir con esa promesa.64

El aprecio del modelo de democracia actual no es aquí demonizado


pero sí cuestionado. Se reitera la necesidad de construir las vías para
hacer cumplir la efectividad de las garantías fundamentales aplasta-
das por la democracia moderna. Debemos confiar en las institucio-
nes democráticas. Jaques Derrida afirma eso con insistencia cuando
se refiere a que una crítica de la ideología procedimental-institucio-
nal no significa jamás ignorarla.65

CONCLUSIÓN
Toda la argumentación expuesta no tiene la intención de arrasar
con el procedimentalismo ni con la democracia liberal presente en
la mayoría de los países de Occidente. La crítica reconoce su rele-
vancia, pero denuncia su insuficiencia. La democracia por venir y la
ley de la hospitalidad, en sentido derridiano, reivindican el retorno
al fundamento de la democracia y se dan cuenta de que la demo-
cracia sólo existe como voluntad de democracia, así como el asumir
una locura por aquello que me interroga en un espacio más allá del
espacio democrático. Por un retorno a las bases pre-institucionales,
pre-políticas y pre-jurídicas.

64. Jacques Derrida, Espectros de Marx. O Estado da dívida, o trabalho do luto e a


nova Internacional, op. cit.,
65. Jacques Derrida, Força de lei. O fundamento místico da autoridade, São Paulo,
Martins Fontes, 2007, p. 24.

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Puede parecer una reivindicación de lo imposible, ¡y Derrida
deja claro que lo es! Imposible no en el sentido de una consagra-
ción procedimental universal o de alguna propuesta de purismo
ético relacional. Sin embargo, es a través del perpetuo e inacabado
desarrollo de una hospitalidad sin dogmas, sin ley, sin requerir de
otro ni siquiera su nombre –una relación desprocedimentalizada,
desformalizada–, así será posible la ampliación de los niveles de
reconocimiento de la singularidad en el ámbito procedimental y
formal. En otras palabras: la ampliación del sentimiento de cosmo-
politismo es insuficiente por la vía de los tratados internacionales,
de las constituciones, de la tolerancia entre los pueblos o de espa-
cios de habla consensual.
El reconocimiento de la ley sin ley podría derramar las le-
yes. Dejar su rastro. Su sombra. Puede ensombrecer su voluntad de
sistema y la voluntad de libertad solitaria y contractual que el li-
beralismo tolerante nos heredó. Tal asombro sólo es posible en un
espacio mínimo de democracia. Sólo hay deconstrucción en donde
hay democracia. Sólo hay espacio para el cuestionamiento incondi-
cional y la reivindicación por el porvenir de democracia perfecta en
la imperfección de las democracias de aquí y ahora.

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BIOPOLÍTICA
Y
NECROPOLÍTICA
EN
AMÉRICA

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INMIGRACIÓN Y NACIONALIDAD
EN LA REPÚBLICA DOMINICANA: MEDIOS
DE SOBERANÍA PARA FINES BIOPOLÍTICOS1

TOBIAS SCHWARZ
Universität zu Köln

Son dominicanas y dominicanos […] las personas nacidas en terri-


torio nacional, con excepción […] de extranjeros que se hallen en
tránsito o residan ilegalmente en territorio dominicano.2

En 2004, una modificación aparentemente menor a la Ley Migra-


toria dominicana mostró el poder de las clasificaciones jurídicas
oficiales. El grupo de trabajadores extranjeros que la Ley Migrato-
ria llama tradicionalmente jornaleros temporeros fue redefinido como
transeúntes. Antes de que la Ley fuera modificada, cualquier persona
nacida en la República Dominicana, como en todas las Américas,
era considerada miembro de la nación. Así, esta modificación fue de
enorme relevancia para la definición de nacionalidad en la Consti-
tución de la República Dominicana, ya que excluyó a los descen-
dientes de braceros del colectivo de dominicanos.
El siguiente texto alude tanto a las precondiciones como a las
consecuencias de este proceso de clasificación controlada desde el
Estado y las interpreta como una técnica de biopoder. Mirar la es-
tatalidad moderna desde esta perspectiva ha sido de gran y creciente

1. Ensayo traducido del inglés por Bernardo Bolaños Guerra.


2. Constitución Política de la República Dominicana, artículo 18, 26 de enero de
2010, en Gaceta Oficial, núm. 10 561, disponible en: <http://www.consultoria.
gov.do/constituciones%201844-2008/Constitucion%202010.pdf> (visitado el
27 de marzo de 2013).

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interés en Latinoamérica en los años recientes. La mayoría de estos
estudios se centran en la transformación del racismo durante el siglo
xix y su integración en proyectos nacionales.3 La aplicación de la
teoría de Foucault a otros campos y especialmente a desarrollos con-
temporáneos en Latinoamérica es menos común. El presente artículo,
por lo tanto, contribuye a ampliar el alcance del enfoque de Foucault.
Argumentaré que anatomopolítica y biopolítica, dos conceptos acu-
ñados por Foucault, deben ser entendidos como elementos comple-
mentarios del poder moderno del Estado. Para explicar lo anterior,
primero resumiré brevemente ambos conceptos y esbozaré la mejor

3. Véase, por ejemplo, Eduardo Restrepo, “Biopolítica y alteridad: dilemas de la


etnización de las colombias negras”, en Eduardo Restrepo y Axel Rojas Martínez
(eds.), Conflicto e (in)visibilidad: retos en los estudios de la gente negra en
Colombia, Popayán, Universidad del Cauca (Colección Políticas de la Alteridad),
2004, pp. 269-298; Santiago Castro-Gómez, “Siglo xviii: el nacimiento de la
biopoítica”, en Tabula Rasa, núm. 12, 2010, pp. 31-45; Santiago Castro-Gómez,
“¿Disciplinar o poblar? La intelectualidad colombiana frente a la biopolítica
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de 2012); Santiago Castro-Gómez y Eduardo Restrepo (eds.), Genealogías de la
colombianidad: formaciones discursivas y tecnologías de gobierno en los siglos
xix y xx, Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana/Instituto de Estudios Sociales y
Culturales Pensar, 2008; Eduardo Mendieta, “‘Hacer vivir y dejar morir’: Foucault
y la genealogía del racismo”, en Tabula Rasa, núm. 6, 2007, pp. 138-152;
Osvaldo Blanco S., “Biopolítica, espacio y estadística”, en Ciencia Política, núm.
7, 2009, pp. 26-49; Vanessa Lemm y Miguel Vatter, “Introduction to Dossier
Biopolitics and Philosophy”, en Revista de Ciencia Política, vol. 29, núm. 1, 2009,
pp. 127-132; Sandra Caponi y Selvino J. Assmann, “A biopolítica e a medicalização
da vida”, en Interthesis, vol. 9, núm. 2, 2012, pp. i-vi. Al menos, la importancia de
la atención al racismo institucionalizado está indicada por el hecho de que las
primeras ediciones en español de la serie de conferencias “Hay que defender
la sociedad” (Michel Foucault, Hay que defender la sociedad, Madrid, Akal,
2003) fueron publicadas en 1992 en España y en 1996 en Argentina con el título
“Genealogía del racismo” (Michel Foucault, Genealogía del racismo: de la guerra
de las razas al racismo de Estado, Madrid, La Piqueta [Genealogía del Poder, 21],
1992; Genealogía del racismo, La Plata, Altamira, 1996); en especial la segunda
es todavía usada con frecuencia allí.

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manera de distinguir entre sí las dos dimensiones del poder y cómo
ambas están conectadas.4 Más adelante presentaré un ejemplo de esta
conexión esencial a través de un vistazo a las políticas de natura-
lización en la República Dominicana, donde tecnologías soberanas
fueron aplicadas y operan a la luz del biopoder al final del siglo xx.

DE LA ANATOMOPOLÍTICA A LA BIOPOLÍTICA
EN LA HISTORIA DE LOS REGÍMENES MIGRATORIOS
LATINOAMERICANOS

LA PERSPECTIVA DE FOUCAULT
ACERCA DEL PODER SOBERANO Y DEL BIOPODER
Foucault desarrolló la distinción entre dos diferentes cualidades del
Estado moderno que nos permiten ubicar conjuntos de técnicas
de poder: las anatomopolíticas y las biopolíticas. Él vio las primeras
como implicaciones de la gobernanza soberana clásica y las segun-
das relacionadas con el concepto emergente de biopoder.5 El primer
conjunto de tecnologías o métodos de poder se caracteriza por tratar
de controlar y disciplinar individuos. Ante todo, la anatomopolítica
manipula el comportamiento individual y forja cuerpos individuales.
Los hace visibles, busca su separación o su alineamiento en relación
con objetos u otros individuos. El comportamiento individual es exa-

4. Este texto aplica conceptos de Foucault: no se desarrollan más a fondo ni se


adaptan a diferentes tradiciones teóricas como Giorgio Agamben, Homo sacer: il
potere sovrano e la nuda vita, Turín, Einaudi (Einaudi Contemporánea, 38), 1995;
Roberto Esposito, Bíos: Biopolítica e filosofía, Turín, Einaudi (Biblioteca Einaudi,
197), 2004; o Antonio Negri y Michel Hardt, Empire, Cambridge, Harvard University
Press, 2000.
5. Foucault empezó este proyecto a principios de los años setenta (La volonté de
savoir, París, Gallimard [Histoire de la Sexualité, 1], 1976) y se ocupó de él en una
conferencia en el Collège de France el 17 de marzo de 1976 (“Il faut défendre la
société”: Cours au Collège de France [1976], París, Gallimard/Seuil, 1997).

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minado, disciplinado, monitoreado, registrado; de ahí que la vigilancia
y otros métodos de control sean elaborados y racionalizados. Dictar la
pena de muerte es probablemente la capacidad más crucial del sobe-
rano, pero Foucault da unos cuantos ejemplos de otras instituciones
“típicas” que hacen efectivo su poder y las llama “instituciones de
disciplina: escuelas, cuarteles, fábricas, hospitales”.6
Según Foucault, el segundo grupo de tecnologías, las biopo-
líticas, surgió a finales del siglo xviii. A diferencia del poder dis-
ciplinario, este nuevo tipo de poder no se dirige a los cuerpos
individuales, sino al “cuerpo” colectivo de poblaciones humanas.
Éste considera a los agregados de individuos como especies que
pueden crecer o disminuir, fortalecerse o debilitarse. El biopolítico
se ocupa, por lo tanto, del ambiente, medio o hábitat de las especies,
así como de indicadores de “salud” pública como índices de nata-
lidad y mortalidad. Así, las nuevas tecnologías del biopoder pue-
den ser aplicadas contra los ambientes “malsanos” como pantanos
o espacios urbanos densamente poblados, y usan estadísticas para
vigilar a la población contando y registrando amplios segmentos o
incluso la totalidad de la población. Ellas buscan tratar aberraciones
en el “cuerpo” colectivo de la población, como el envejecimiento
o enfermedades contagiosas, y prevenir accidentes u otras lesiones
de la fuerza de trabajo. Más aún, el biopoder desarrolla un sentido de
(in)seguridad y provee de higiene pública, seguro popular y esque-
mas de ahorro individual. Así, y a diferencia en particular del poder
soberano, el biopoder se vuelve hacia el futuro en la medida en que
establece una escala de tiempo mucho mayor.
La frase de Foucault citada con frecuencia: “si el viejo dere-
cho de soberanía consistía en hacer morir o dejar vivir, el nuevo
derecho será el de hacer vivir o dejar morir”7 es probablemen-

6. Michel Foucault, Genealogía del racismo, op. cit., p. 202.


7. Ibid., p. 194.

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te engañosa, porque puede hacer creer que describe conceptos
consecutivos e incluso opuestos.8 Su argumento, sin embargo, no
es el del remplazo, sino el del surgimiento de una nueva lógica de
poder que, a partir de finales del siglo xviii, llega a ser cada vez
más importante y finalmente hegemónica en la historia europea,
pero que existe junto con el “antiguo” poder soberano. En su con-
ferencia hace hincapié en no pensar en sustituir, sino en completar
el viejo derecho de soberanía: “El nuevo derecho no cancelará al
primero, pero lo penetrará, lo atravesará, lo modificará”.9 De este
modo, el surgimiento del biopoder no significa que disciplinar
y castigar dejen de ser formas importantes de ejecutar el poder.
Desde mi punto de vista, ambos conceptos pueden pensarse jun-
tos de manera provechosa como elementos complementarios del
poder del Estado moderno. Foucault usa el ejemplo de la sexuali-
dad para mostrar que ambas dimensiones del poder están conec-
tadas.10 Controlar la sexualidad es disciplinar al individuo: excluir
el comportamiento desviado y perseguir al ofensor, hacer que los
individuos vigilen sus deseos.
Pero, al mismo tiempo, la sexualidad “anormal” no es sólo
una disfunción individual, sino que llegó a ser vista como un
problema para la población como un todo, porque carece de re-
sultados reproductivos o, en otro sentido, “sanos”. Este último
es claramente un punto de vista biopolítico. La prohibición de la
masturbación ilustra este aspecto, en la medida en que el onanismo

8. En La volonté de savoir, el nuevo poder parecía aún más una sustitución del
anterior: “On pourrait dire qu’au vieux droit de faire mourir ou de laisser vivre
s’est substitué un pouvoir de faire vivre ou de rejeter dans la mort”, La volonté
de savoir, op. cit., p. 181. Este error podría estar confirmado por la frase del
título de su conferencia “Del poder de soberanía al poder sobre la vida” en la
traducción al español (Genealogía del racismo, op. cit.).
9. Michel Foucault, Genealogía del racismo, op. cit., p. 194.
10. Ibid., p. 203.

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llega a ser percibido no sólo como un síntoma individual de algu-
na enfermedad, sino como algo que estropea al individuo y, por
ello, produce una descendencia inadecuada, en detrimento de la
sociedad en su conjunto.11
Aunque el control de la sexualidad constituye quizás el ejemplo
más visible de la conexión entre soberanía y biopoder, paso ahora a
ocuparme de las políticas de inmigración como la instancia más per-
tinente para el tema que nos ocupa.

CÓMO LA POLÍTICA MIGRATORIA CONJUGA


ANATOMOPOLÍTICA Y BIOPOLÍTICA
Las políticas migratorias de los Estados modernos –esto es, el
modo como las instituciones estatales pretenden controlar el mo-
vimiento a través de sus fronteras nacionales– están relacionadas
tanto con la soberanía como con el biopoder. En esta sección,
mostraré que en la historia de Latinoamérica este vínculo no es
aleatorio, sino sistemático.

EL CONTROL MIGRATORIO COMO ANATOMOPOLÍTICA


A primera vista, el control fronterizo parece estrictamente equi-
valente a soberanía. Un elemento crucial de la definición de la
soberanía del Estado moderno es el poder del soberano sobre sus
propios súbditos y no sobre los de otros dominios. Así, los go-
bernantes soberanos tienen el derecho de demarcar sus propios
territorios, lo que fue confirmado extensamente entre los Estados
europeos por primera vez en los tratados de Westfalia de 1648. El
establecimiento de puntos de cruce de fronteras y su equipamien-
to con oficiales del Estado, la introducción de pasaportes y visas, la
criminalización del contrabando (no sólo de personas) o la imple-

11. Michel Foucault, La volonté de savoir, op. cit.

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mentación de otras sanciones, el establecimiento de vallas contra
el cruce fronterizo (como en la frontera México-Estados Unidos);
todas éstas y muchas otras saltan a la vista hoy como medidas para
mantener la soberanía territorial.
La otra cara de la admisión o, mejor, de la autoridad soberana
de negar acceso al territorio es la expulsión. El poder de forzar
a los individuos a dejar el país es usado como sanción penal –y, por
lo tanto, aplicación del establecimiento simbólico de la disciplina– y
en forma de entrada en vigor de disposiciones de no admisión.12
Foucault llama deliberadamente expulsión a una variante del po-
der soberano que alcanza “la muerte política”.13 Adicionalmen-
te, atrocidades modernas como el trabajo esclavo o forzado están
relacionadas con el poder soberano. Mientras Foucault apunta al
surgimiento del trabajo en las fábricas para ilustrar lo que entiende
por disciplina, las plantaciones americanas (de azúcar, algodón, ta-
baco, entre otros) vienen rápidamente a la mente como excelente
ejemplo de régimen panóptico de trabajo.14 Otro mecanismo, más
común, de acceso estatal directo a los cuerpos individuales consiste
en ofrecer a todos y cada uno de los individuos un documento
personalizado de identificación.
No olvidemos que en muchos casos históricos, cédulas de
identidad –o sus predecesores– fueron introducidos originalmente

12. Acerca de la evolución del control migratorio, véase Andreas Fahrmeir et al.
(eds.), Migration Control in the North Atlantic World: The Evolution of State
Practices in Europe and the United States from the French Revolution to the Inter-
War Period, Nueva York, Berghahn Books, 2003.
13. Michel Foucault, Genealogía del racismo, op. cit., p. 200.
14. Un trabajo general acerca de la disciplina y la plantación es Terrence W. Epperson,
“Race and the Disciplines of the Plantation”, en Historical Archaeology, vol. 24,
núm. 4, 1990, pp. 29-36; como un análisis empírico de los arreglos espaciales
en las plantaciones, véase Lisa B. Randle, “Applying the Panopticon Model
to Historic Plantation Landscapes through Viewshed Analysis”, en Historical
Geography, núm. 39, 2011, pp. 105-127.

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para trabajadores de otros países y residentes extranjeros, y sólo des-
pués para la población en su conjunto.15
En América Latina, el modo de restringir la inmigración que
conocemos desde la perspectiva actual comenzó a tomar forma lue-
go de una fase de intervención estatal mínima durante las luchas de
independencia a principios del siglo xix. El movimiento de indepen-
dencia se vanaglorió de denunciar las anteriores restricciones, princi-
palmente económicas, contra extranjeros durante el Imperio español,
las llamó opresivas y, por lo tanto, las abolió por completo en unas
de las primeras leyes republicanas. En un decreto de 1823, Simón
Bolívar criticó severamente el “bárbaro sistema que había adoptado
el gobierno opresor, primero exterminando a la raza de indígenas, y
después impidiendo la entrada á todas las naciones del mundo”.16 La entra-
da incondicional de extranjeros fue proclamada por primera vez en
las Provincias Unidas del Río de la Plata tan temprano como 1812,
cuando el gobierno independiente ofreció “su inmediata protección
a los individuos de todas las naciones y a sus familias que deseen
fijar su domicilio en el territorio”.17 Otro ejemplo precoz es Perú,
donde el general San Martín declaró en 1821:“Los extranjeros residentes
en el país tienen los mismos derechos que los ciudadanos”.18 Pero

15. Véase por ejemplo las Arbeiterlegitimationskarten prusianas de principios del


siglo xx (Klaus J. Bade, “Preußengänger und Abwehrpolitik. Ausländerbeschäfti-
gung, Ausländerpolitik und Ausländerkontrolle auf dem Arbeitsmarkt in Preußen
vor dem ersten Weltkrieg”, en Archiv für Sozialgeschichte, núm. 24, 1984, pp. 91-
162); acerca del desarrollo de los pasaportes en general, véase John C. Torpey,
The Invention of the Passport: Surveillance, Citizenship and the State, Cambridge,
Cambridge University Press (Cambridge Studies in Law and Society), 2000.
16. Citado por Guillermo Tell Villegas-Pulido, Los extranjeros en Venezuela: Su no
admisión-su expulsión, Caracas, Litografía y Tipografía El Comercio, 1919, p. 15
(cursivas del original).
17. El 4 de septiembre, día en que se declaró dicha “protección”, constituye en la
actualidad el Día del Inmigrante en Argentina.
18. “Decreto del 17 de octubre de 1821 declarando que los extranjeros residentes en
el país tienen los mismos derechos y obligaciones que los peruanos”, 1821.

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poco después de establecer libre movimiento de personas a través
de las fronteras, las nuevas autoridades se dieron cuenta de que
“puertas abiertas” –un conocido eslogan en Argentina hasta el día
de hoy– podía resultar problemático dado que en algunos casos
ciertos individuos, por ejemplo espías extranjeros o aquellos polí-
ticamente alineados con poderes extranjeros, serían indeseables. Se
creía que tales extranjeros pertenecían más a sus comunidades de
origen que al país donde residían. De hecho, el Estado restable-
ció rápidamente una capacidad directamente derivada y constitu-
tiva del poder soberano. De esta manera, en la recién establecida
entrada libre de extranjeros esta restricción comenzó a aparecer
muy pronto en las legislaciones nacionales: en los años treinta del
siglo xix. Un decreto en Perú, en 1832, por ejemplo, prohibió la
entrada de “extranjeros viciosos y corrompidos”.19 En Venezuela, una
temprana Ley sobre Inmigración estaba dirigida a aquellos “perjudi-
ciales al país”, sin definir en ese momento lo que constituía un indi-
viduo perjudicial.20 La frase de la Constitución Mexicana actual: “los
extranjeros no podrán de ninguna manera inmiscuirse en los asuntos
políticos del país”21 es un enunciado prototípico de esas normas ex-
cluyentes,22 y muchas constituciones todavía contienen una cláusu-

19. “Decreto 29 de marzo de 1832 prohibiendo el ingreso al Perú de extranjeros


viciosos y corrompidos”.
20. Ley de 12 de mayo de 1840 reformando la de 19 de mayo de 1837 sobre
Inmigración de Extranjeros, artículo 6º, en Recopilación de leyes y decretos de
Venezuela, t. i, Caracas, reimpr. 1982.
21. Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, 5 de febrero de 1917,
artículo 33, disponible en: <http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/1.
pdf> (visitado el 22 de marzo de 2013).
22. El antecedente de la frase citada es el artículo 9° de la Constitución Mexicana de
1857: “solamente los ciudadanos de la República pueden hacerlo [asociarse o
reunirse] para tomar parte en los asuntos políticos del país”, Constitución Política
de la República Mexicana, 12 de febrero de 1857, disponible en: <http://www.
juridicas.unam.mx/infjur/leg/conshist/pdf/1857.pdf> (visitado el 22 de marzo
de 2013).

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la que permite al gobierno expulsar a ciertos extranjeros “indesea-
bles”.23 Las exclusiones son vistas como un ejercicio justo del poder
estatal contra extranjeros, de las cuales la expulsión de españoles en
los años veinte del siglo xix es el ejemplo más importante.24 Otro
caso relevante es el surgimiento temprano de discusiones acerca de
quién debe ser elegible para ser naturalizado. Como esto nos aleja
de la inmigración en estricto sentido, no profundizaré al respecto,
excepto por la mención de un ejemplo. A inicios del siglo xix, Cen-
troamérica vivió debates feroces acerca de si un extranjero podía y
debía ejercer el sufragio pasivo.25 Esta controversia acerca de cómo
delimitar el demos, al pueblo como unidad política, concierne directa-
mente la soberanía estatal, el controvertido tema que nos ocupa.

COLONIZACIONES COMO BIOPOLÍTICA


Un muy diferente arreglo respecto a la inmigración es la política
de colonización de los Estados americanos durante la segunda mi-

23. Al instalar este poder discrecional en sus constituciones durante la última déca-
da del siglo, muchos países mostraron el gran valor que atribuyen al poder
soberano del Estado –es decir, en estos casos: el Ejecutivo– para regular la
admisión y expulsión de extranjeros (véase en la constitución de Nicaragua de
1893 el artículo 17; en la de Venezuela, 1893, artículo 78; de Honduras, 1894,
artículo 17; de México, 1917, artículo 33).
24. Aunque se trataba de una intervención masiva de las autoridades contra un grupo
específico de la población –más de 12 000 españoles se vieron afectados por las
leyes de expulsión entre 1827 y 1829 (Harold D. Sims, The Expulsion of Mexico’s
Spaniards, 1821-1936, University of Pittsburgh Press, 1990, pp. 37-130)– interpreto
esto más como una cuestión de disciplina que como una empresa biopolítica,
ya que las expulsiones estaban destinadas a entregar el poder de los recursos
“nacionales” (como la minería, el comercio, etcétera) a los propietarios y las
instituciones mexicanas. Por lo tanto, esta política de expulsión trató de “proteger”
al país de la influencia de un poder extranjero. Ciertamente no se preocupaba por
fortalecer el país, como sería el caso desde el punto de biopolítico.
25. Jordana Dym, “Citizen of Which Republic? Foreigners and the Construction
of National Citizenship in Central America, 1823-1845: The Americas”, en The
Americas, vol. 64, núm. 4, 2008, pp. 477-511.

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tad del siglo xix. En teoría, ésta puede ser más fácilmente asociada
con el biopoder porque su objetivo no era controlar individuos,
sino constituir a la población como un todo. Las elites de América
Latina vieron a la inmigración como una necesidad para fundar a
sus naciones. La muy conocida frase de mediados del siglo: “poblar
es gobernar”, del argentino Juan Bautista Alberdi (1852), expresa la
creencia de que sólo con un crecimiento masivo de la población
el vasto territorio podría ser poblado, puesto al alcance de institu-
ciones estatales y explotado para el beneficio de una economía na-
cional emergente. Este pensamiento estaba muy extendido entre las
elites latinoamericanas, como muestran las políticas de colonización
a lo largo del subcontinente.26
Asentamientos sistemáticos de colonizadores muy trabajado-
res, sanos y, en la mayoría de los casos, Blancos,27 debían hacer que
la población nacional creciera y que ayudara a penetrar el terri-
torio nacional con “civilización” para hacer un mejor uso de éste.
En las políticas de colonización destinadas a modelar la población,
los inmigrantes que obtuvieron admisión al territorio ya no fue-
ron vistos como extranjeros. Recibieron membresía nacional fácil y
automáticamente, fueron vistos como nacionales al momento mis-
mo en que llegaron al territorio nacional. Sin embargo, en mu-
chos casos este tipo de política de inmigración era muy selectiva,
de hecho excluyente de grupos indeseables de inmigrantes, dada la

26. Desde luego, muchos de ellos fracasaron y sólo Argentina y Brasil llegaron a
ser casos conocidos de intentos tempranos exitosos de colonizar el país; véase
Jorge Durand y Douglas S. Massey, “Nuevo orden mundial: continuidades y
cambios en la migración latinoamericana”, en Katharine M. Donato et al. (eds.),
Salvando fronteras: migración internacional en América Latina y el Caribe,
México, Porrúa, 2010, p. 21.
27. Blanco y Negro son clasificaciones sociales, no descripciones del color “objetivo”
de la piel. Para subrayar el carácter temporal específico de categorizaciones
raciales, se utilizan mayúsculas en este capítulo.

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obsesión a través de las Américas (y en Europa) por el mejoramien-
to de la composición de la población nacional alrededor de 1900.
La selección llegó a ser vista como legítima por completo, incluso
necesaria, porque, siguiendo el pensamiento racista moderno, una
mezcla de inmigrantes no suficientemente “civilizados” hubiera
hecho que la nación “degenerara”.28 El objetivo excluyente de la
política, por lo tanto, era “proteger” a la sociedad del bien conocido
y apasionadamente discutido peligro que los grupos “equivocados”
de inmigrantes supuestamente representaban para la sociedad. Esto
se observa, por ejemplo, en un comentario en Brasil, en 1907, en el
que se discute la “expulsão de extrangeiros do territorio nacional”:
“O Estado é um organismo; real ou analoga á dos outros organis-
mos, a vida organica do Estado apresenta os mesmos phenomenos
que a dos organismos vivos. Estes repellem a ingestão de substan-
cia nocivas e expellem as que não podem assimilar”.29 Este juris-
ta, de acuerdo con las creencias de su tiempo, entendía al Estado
como una entidad que vive y crece, como un organismo con una
homeostasis que podía ser alterada por patógenos. Las influencias
nocivas para la sociedad, entendida como un organismo, deben ser
apartadas o eliminadas. Esto resulta de la lógica detrás de equiparar
“el Estado” o “la sociedad” con “el cuerpo” de un pueblo y su sub-
secuente reificación como un organismo.

28. Charles A. Hale, “Political and Social Ideas in Latin America, 1870-1930”, en Leslie
Bethell (ed.), The Cambridge History of Latin America, volume 4, c. 1870 to 1930,
1986, pp. 367-442; Peter Wade, “Race in Latin America”, en Deborah A. Poole
(ed.), A Companion to Latin American Anthropology, Malden, Blackwell (Blackwell
Companions to Anthropology, 6), 2008, p. 180.
29. Francisco José de Lacerda e Almeida, O decreto N. 1 641 de 7 de janeiro de 1907
sobre expulsão de extrangeiros do territorio nacional, ligeiramente commentado
e precedido de alguns capitulos doutrinarios sobre o fundamento juridico e
applicação practica do direito de expulsão e com referencias aos autores nacionaes
e á jurisprudencia patria, Río de Janeiro, 1907, p. 9.

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Esta biologización del “pueblo” hace que cualquier “influen-
cia dañina” parezca peligrosa para la existencia futura de la nación.
El político venezolano Villegas-Pulido expresa con vivacidad esta
conexión entre asentamientos de inmigrantes y el fomento de
una nación poderosa cuando en 1919 escribió: “Una corriente
de inmigración que no traiga consigo hábitos de orden y de trabajo,
costumbres honestas, prácticas moralizadoras, puede envenenar las
fuentes de la prosperidad de un país, retardando o haciendo retro-
ceder su civilización”.30
Esa política selectiva buscaba remodelar sustancialmente la
población mediante la asimilación de una gran cantidad de recién
llegados. Una combinación biopolítica de la asimilación legal rápi-
damente implementada en términos de política de colonización y
el autoproclamado deber del Estado de “modelar” y “proteger” a la
población intensificó en las políticas nacionales, hacia finales del siglo
xix, la justificación de seleccionar inmigrantes antes de que ingresa-
ran al territorio porque éstos eran vistos “automáticamente” como
futuros ciudadanos. De acuerdo con ello, en el curso de unas cuantas
décadas después de la fundación de los Estados nacionales indepen-
dientes, la política de inmigración llegó a biopolitizarse. Al concluir
el siglo xix, excluir grupos no-Blancos de la inmigración fue la pau-
ta de las prácticas estatales a todo lo largo de las Américas.31 Desde

30. Guillermo Tell Villegas-Pulido, op. cit., p. 22.


31. La famosa excepción a este aumento de la biopolítica es Argentina, donde ya
en 1853 la constitución contenía la aprobación selectiva sólo de la inmigración
europea (Constitución Nacional Argentina, artículo 25, 1 de mayo de 1853,
disponible en: <http://www.biblioteca.jus.gov.ar/constitucionargentina1853.
html> [visitado el 22 de marzo de 2013]). Una visión general de las normas
anti-inmigrantes racializadas está en Tobias Schwarz, “Políticas de inmigración
en América Latina: el extranjero indeseable en las normas nacionales, de la
Independencia hasta los años de 1930”, en Procesos: Revista Ecuatoriana de
Historia, núm. 36, 2013, pp. 39-72.

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luego, el encuadre de un “pueblo” nacional de manera biopolítica no
solamente se realiza en las políticas de inmigración. Las limitaciones
al matrimonio interracial y todas las formas de eugenesia estatal de-
ben ser incluidas en ese rubro.32 Sin embargo, es claro que las reglas
selectivas para la inmigración son un elemento significativo y estraté-
gico de la biopolítica.

LA COMBINACIÓN DE AMBOS POLOS


DE PODER EN EL DERECHO MIGRATORIO
En los casos descritos, el Estado clasifica a los inmigrantes según su
“valor” para el bienestar nacional. Son etiquetados mediante proce-
dimientos burocráticos; por ejemplo, “trabajadores calificados”, “in-
versionistas”, “trabajadores temporales”, “refugiados”, “inelegibles”,
etcétera. Si es convincente que esta clasificación es una técnica de
biopoder –dado que aplica no a un individuo y disciplinariamen-
te, sino como perspectiva administrativa y estadística sobre amplios
segmentos de la población–, estos procedimientos también están
considerablemente conectados a la disciplina y vigilancia. Su efecti-
vidad descansa en retenes, documentos e infraestructura de aplica-
ción de la ley.
La Ley sobre Migración venezolana ofrece un ejemplo ví-
vido de esta combinación. Allí, la lista de exclusiones legales a
la admisión de los “perjudiciales al país” que había sido escasa-
mente precisada a mediados del siglo fue, con el cambio de siglo,
extendida mediante definiciones racializadas de los indeseables.
La formulación muestra que la biopolítica en realidad regresa a
las técnicas disciplinarias. En 1891, la Ley sobre Inmigración in-
troduce, explícitamente, una exclusión de determinadas “nacio-
nalidades” en el artículo 3°, que establece que “no se contratarán

32. Véase el trabajo exhaustivo de Nancy L. Stepan, The Hour of Eugenics: Race,
Gender, and Nation in Latin America, Ithaca, Cornell University Press, 1996.

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ni aceptarán como inmigrados los individuos de nacionalidad
asiática y de las antillas inglesas y holandesas”; tres años después, el
mismo artículo se refiere a “individuos de las antillas”.33 Con esas
dos leyes del fin del siglo se prohíbe la entrada de inmigrantes de
países con una población grande de ex esclavos y sus descendien-
tes –el grupo más despreciado según el pensamiento racista de
este periodo. Las enmiendas consecutivas, las Leyes de Inmigra-
ción y Colonización de 1912 y 1918, excluyen a “los individuos
que no sean de raza europea” y a “los individuos que no sean
de raza europea o insulares de raza amarilla del hemisferio Nor-
te”, respectivamente.34 Este cambio semántico también refleja la
culminación conceptual de la racialización introducida en el régi-
men de la inmigración.35 Esta exclusión racializada es simplemen-
te añadida a las exclusiones de “individuos perniciosos” tal como
los “de malas costumbres, los vagos, los que no tengan profesión
honesta” y los criminales comunes,36 heredada de anteriores nor-
mas sobre no admisión ya discutidas.
Esta mezcla de exclusiones anatomopolíticas y biopolíticas
dentro de la legislación migratoria en la historia de Venezuela no
es excepcional comparada con otros países latinoamericanos. Sirve,
en cambio, como ilustración de una tendencia general a través de

33. Ley sobre Inmigración, artículo 3º, 9 de junio de 1891, en Recopilación de Leyes
y Decretos de Venezuela, t. xv, Caracas, 1891. Ley de Inmigración, artículo 3º,
26 de agosto de 1894, en Recopilación de leyes y decretos de Venezuela, t. xvii,
Caracas, 1896.
34. Ley de Inmigración y Colonización, artículo 9º, 8 de julio de 1912, en Gaceta
Oficial, núm. 11 678, 31 de julio de 1912; Ley de Inmigración y Colonización,
artículo 9º, 26 de junio de 1918, en Recopilación de leyes y decretos de
Venezuela, t. xli, Caracas, 1821.
35. No antes de 1966, raza dejó de ser criterio explícito de exclusión en Venezuela
(Ley de Inmigración y Colonización, 11 de julio de 1966, en Gaceta Oficial,
núm. 1 032 [extraordinario], 18 de julio de 1966).
36. Ley de Inmigración y Colonización, artículo 9º, 8 de julio de 1912, op. cit.

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América Latina. Los orígenes más tempranos de las restricciones
a la inmigración libre hacia países de América Latina durante la
primera mitad del siglo xix derivan de la soberanía “clásica”. Ésta
copia la autoridad del antiguo régimen, dando al nuevo soberano
(el Estado nación) básicamente los mismos poderes ilimitados para
excluir a todos los individuos indeseables de entrar y permanecer
en el territorio. Pero incluso este primer periodo no sería ade-
cuadamente teorizado como anatomopolítica. La biopolítica era
ya parte constitutiva de la hechura de la política pública. Estoy de
acuerdo con Ávila Fuenmayor, quien señala que “en pleno inicio
del siglo xxi, no existe Estado alguno que en sus planes guber-
namentales no contemple los aspectos relativos a la biopolítica; es
decir, un conjunto de procesos que son propios de la vida”.37 De
su establecimiento como Estados nacionales en adelante, los países
latinoamericanos se suscribieron a políticas de colonización. Sos-
tengo que un argumento similar puede hacerse respecto al inicio
del siglo xx. Las políticas de inmigración selectiva no solamente se
concentraron en “individuos peligrosos”, sino en influencias “per-
niciosas” para el bienestar de la población, a veces concebida como
un gran organismo. Así, en cuanto a sus políticas de inmigración,
todos estos Estados estaban considerando medios biopolíticos de
modelar sus poblaciones. Este argumento deriva de descripciones
de algunos historiadores sobre casos empíricos de políticas migra-
torias.38 En el punto en el que el biopoder llegó a ser dominante,

37. Francisco Ávila Fuenmayor y Claudia Ávila Montaño, “El concepto de biopolítica
en Michel Foucault”, en A Parte Rei: Revista de Filosofía, núm. 69, 2010, p. 3.
38. Sobre Argentina véase, por ejemplo, Luciana Vaccotti, “Biopolíticas de la inmi-
gración y derechos humanos de los inmigrantes en Argentina”, en Fronteras:
Revista del Departamento de Trabajo Social, 2ª. época, núm. 6, 2010; sobre Co-
lombia, Álvaro Villegas Vélez, “¡A poblar! Representaciones sobre los salvajes,
colonos, inmigrantes y territorios periféricos en Colombia, 1904-1940”, en Re-
vista Historia y Espacio, núm. 30, 2008, pp. 169-192; sobre México, Tomás Pérez

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aproximadamente durante las últimas dos décadas del siglo xix,
ambas dimensiones del poder estatal apenas podían ser distingui-
das empíricamente.
Para aclarar esto: aunque las tecnologías de poder continuaron
siendo disciplinarias, operaron dentro de un marco de referencia al-
terado. Así, ocurrió una integración completa de la anatomopolítica
y de la biopolítica dentro de la política de inmigración. Para “prote-
ger” a la población de influencias “perniciosas”, el Estado desplie-
ga control fronterizo (al menos el concepto de control fronterizo,
pues si funciona de hecho –y cómo– es otro asunto) tanto como
mecanismos individuales de identificación, selección y coerción. El
Estado puede usar estas técnicas de control y disciplina de los in-
dividuos y hacer que cada cuerpo sea productivo; ambos son apli-
cados con el fin de modelar a la población entera. Incluso cuando
tales medidas parecen ser “disciplina”, son de hecho biopolítica –al
menos en lo que respecta a la política de inmigración latinoame-
ricana de mediados del siglo xix en adelante, cuando los colonos
para naciones “civilizadas”, “fuertes” y “blancas” eran una priori-
dad absoluta.
Ahora paso al caso de las políticas de inmigración en la Repú-
blica Dominicana, demostrando la convergencia crucial del control
a la inmigración y del diseño de la composición de la nación.

Vejo, “La extranjería en la construcción nacional mexicana”, en Pablo Yankele-


vich (ed.), Nación y extranjería: La exclusión racial en las políticas migratorias
de Argentina, Brasil, Cuba y México, México, Universidad Nacional Autónoma
de México (unam), 2009, pp. 147-186; acerca de Chile, Karin A. Rosemblatt, “Se-
xuality and Biopower in Chile and Latin America”, en Diane E. Davis (ed.), Political
Power and Social Theory, Emerald Group Publishing Limited, 2002, pp. 229-262,
en especial la p. 232. A finales del siglo xix, esto aplica a Brasil también, Maria L.
Tucci Carneiro, “Inmigración en Brasil: racismo y racistas”, en Pablo Yankelevich
(ed.), Nación y extranjería, op. cit.

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BIOPOLÍTICA EN LA POLÍTICA
DOMINICANA DE INCLUSIÓN NACIONAL

LA INSTALACIÓN DE UN RÉGIMEN DISCIPLINARIO:


EXCLUSIÓN FLEXIBLE DE MIGRANTES TRABAJADORES
La inmigración tuvo gran importancia económica en la historia
de la República Dominicana. A partir de la segunda mitad del si-
glo xix, cortadores de caña (braceros) fueron reclutados en las is-
las vecinas para trabajar en las plantaciones dominicanas de azúcar.
Después de la primera Guerra Mundial, la industria azucarera do-
minicana comenzó a crecer significativamente y la contratación de
mano de obra extranjera aumentó de forma paralela. Durante este
periodo, el régimen migratorio actual comenzó a tomar forma.
Trabajadores inmigrantes en la República Dominicana vinie-
ron primero del Caribe anglófono, pero pronto fueron remplazados
por haitianos. La ocupación estadounidense de la isla de La Española
(República Dominicana entre 1916 y 1924, Haití de 1914 a 1934) no
sólo facilitó el intercambio transfronterizo de mano de obra, también
hizo que los trabajadores haitianos fueran más fáciles de obtener y
más baratos que migrantes de otras islas. En ese tiempo, en República
Dominicana existía un régimen de inmigración legal que diferencia-
ba entre colonos Blancos deseables y colonos Negros no deseados.
Inspirada, desde luego, por las perspectivas biopolíticas de la
época, la Ley de Migración de 1912 ya distinguía explícitamente
entre clases racializadas de inmigrantes. Como muchas otras le-
gislaciones similares en el siglo xix en América Latina, esta breve
Ley establecía en su primer artículo: “El territorio de la República
está abierto a la inmigración de todas las personas civilizadas y de
buena salud”.39

39. Ley de Migración, artículo 1º, 7 de mayo de 1912, en Gaceta Oficial, núm. 2 295,
11 de mayo de 1912.

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FIGURA 1
Artículo 3° de la Ley de Migración de 1912.40

Ésta le indica al gobierno crear “agencias de inmigración” y


contratar a “inmigrantes de organismo bien equilibrado y de bue-
na salud, que sean agricultores” para que se asienten y desarrollen
el campo.41 Pero este mandato de apertura era calificado por una
cláusula de exclusión racial que se refiere no sólo a quienes desean
“inmigrar al país” –lo que significa: aquellos que desean establecerse–,
sino que menciona explícitamente a “los braceros”, excluyendo a
aquellos “de otra raza que no sea la caucasiana” (véase Figura 1).42 Se
trata sin duda de la intención de restringir la admisión de inmigran-
tes no-Blancos de cualquier ocupación. Sin embargo, para ambos
grupos –braceros y agricultores– era legalmente posible obtener un
“previo permiso”, aunque el Ejecutivo tenía el derecho de rechazar
a cualquier solicitante si no estaba “convencido de la utilidad general
del inmigrante”.43 Esto daba a la administración la última palabra y el
derecho de rechazar la admisión aduciendo su inutilidad.

40. Fuente: Ley de Migración, artículo 3º, 7 de mayo de 1912, op. cit.
41. Ibid., artículo 4º.
42. Ibid., artículo 3º.
43. Idem.

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FIGURA 2
Resolución del 20 de mayo de 1913,
autorizando la introducción de braceros.44

44. Fuente: Gaceta Oficial, núm. 2 405, 4 de junio de 1913.

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De acuerdo con lo anterior, los propietarios de las plantaciones pe-
dían en bloque los “previos permisos” requeridos, solicitando cada
año cientos e incluso miles de braceros para la cosecha de la caña
de azúcar en sus dominios, por ejemplo “procedentes de las Antillas
vecinas” (como en el ejemplo mostrado en la Figura 2). El gobierno
publicaba el permiso como autorización individual para la respecti-
va compañía en la Gaceta Oficial.
El gobierno militar de Estados Unidos aprobó esta práctica
excluyente pero flexible. No interfirió con demandas económicas
a pesar de que, en unos cuantos años (de la década de los veinte
en adelante), el crecimiento económico requirió un flujo creciente
de trabajo barato y los inmigrantes de los países vecinos fueron
clasificados como “no caucásicos”. En cambio, dicho gobierno or-
denó que “la inmigración de braceros de cualquier raza que no
sea la caucásica” debía ser operada “por los puertos habilitados y
puntos de la frontera que se prescriban por la Secretaría de Estado
de Agricultura é Inmigración”, esto es, bajo control directo de la
institución estatal competente.45
Cuando Rafael Leónidas Trujillo llegó al poder en 1930, ya
pudo echar mano de este régimen legal dirigiéndose antes que
nada a un grupo racializado de trabajadores migrantes; diferenció
a los no-Blancos de los “caucásicos” y los sometió a un trato parti-
cular. Durante los 30 años de la dictadura de Trujillo, su política fue
de “blanqueamiento” simbólico de la población dominicana y de
antihaitianismo institucionalizado.46 Sin duda, la aversión dominica-
na al Estado haitiano se remonta a la época de la Colonia españo-
la, a la Revolución haitiana de 1804 y a la subsecuente ocupación

45. Orden Ejecutiva núm. 372, artículo 1º, 16 de diciembre de 1919, en Gaceta
Oficial, núm. 3 076, 24 de diciembre de 1919.
46. Eugenio D. Matibag, Haitian-Dominican Counterpoint: Nation, State, and Race on
Hispaniola, Nueva York, Palgrave Macmillan, 2003; David Howard, Coloring the
Nation: Race and Ethnicity in the Dominican Republic, Oxford, Signal, 2001.

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FIGURA 3
Detalle del artículo 1º de la Ley de Inmigración Dominicana de 1932.47

de la parte este de la isla La Española. En realidad la República


Dominicana consiguió su independencia en 1844 no respecto al
poder colonial, sino a la ocupación del ejército haitiano. “El he-
cho de que tuvieran que liberarse de un excolonia y no de un
poder colonial ha marcado el nacionalismo dominicano desde en-
tonces”.48 Bajo Trujillo, sin embargo, el antihaitianismo llegó a ser
política oficial estatal. Basada en la extendida hostilidad hacia Haití
heredada del siglo xix, la propaganda de Trujillo enfatizó la idea de
superioridad “racial” de los dominicanos. Reinterpretó la duradera
enemistad política entre las elites dirigentes como una diferencia

47. Fuente: Ley núm, 279, artículo 1º, 19 de enero de 1932, en Gaceta Oficial, núm.
4 435, 3 de febrero de 1932.
48. Michiel Baud, “‘Constitutionally White’: The Forging of a National Identity in the
Dominican Republic”, en Gert J. Oostindie y Harry Hoetink (eds.), Ethnicity in
the Caribbean: Essays in Honor of Harry Hoetink, Londres, Macmillan Caribbean
(Warwick University Caribbean Studies), 1996, p. 126.

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racial, “como al pretender que los haitianos y dominicanos no sólo
pertenecen a naciones diferentes, sino también a razas completa-
mente distintas”.49 Como posición oficial del gobierno, esto quedó
reflejado en el sistema educativo, los medios y las leyes antihaitia-
nas. La práctica del vudú y otras tradiciones de origen africano,
llamadas “no hispánicas” o explícitamente “haitianas”, fueron pro-
hibidas.50 Al mismo tiempo, el gobierno conjuró el peligro de una
nueva invasión haitiana, sólo que esta vez la supuesta inmigración
a gran escala desde Haití fue representada como una lenta infiltra-
ción en la sociedad dominicana. En 1937, por órdenes de Trujillo,
milicias dominicanas y el ejército mataron a miles de haitianos,
dominicanos de origen haitiano y miembros de familias mixtas
que vivían en la región dominicana de la frontera. El objetivo de
esta masacre era mostrar al Estado como suficientemente pode-
roso para proteger a la nación contra la “amenaza” haitiana.51 Tras
la propaganda de Trujillo, tenía que ser adoptada una legislación
apropiada para “proteger” a la nación, incluyendo una política
de inmigración selectiva. Esto llevó a objetivos opuestos: brace-
ros haitianos debían ser decididamente excluidos, mientras que al
mismo tiempo debían permanecer fácilmente disponibles para los
dueños de las plantaciones como peones baratos. Para lograrlo, el
gobierno de Trujillo continuó el trato diferenciado a los grupos

49. Ernesto Sagás, Race and Politics in the Dominican Republic, Gainesville, University
Press of Florida, 2000, p. 51.
50. Ibid., p. 63.
51. Véase Howard, op. cit., p. 29. Estimaciones de los asesinados en las masacres
de 1937 varían entre 1 000 y 35 000 (Bernardo Vega, Trujillo y Haití: volumen I
[1930-1937], Santo Domingo, Fundación Cultural Dominicana, 1988, p. 386).
Los cálculos más recientes de Vega ponen en 6 000 asesinatos la cifra más
exacta, pues aparentemente más de los que se había creído pudieron escapar a
Haití a través de la frontera (véase Bridget Wooding y Richard Moseley-Williams,
Inmigrantes haitianos y dominicanos de ascendencia haitiana en la República
Dominicana, Santo Domingo, 2004, p. 20).

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racialmente definidos, establecido por los gobiernos anteriores.52
Ya la Ley de Inmigración de 1932 introdujo diferentes tarifas de
admisión y residencia a ser pagadas por los aspirantes a inmigran-
tes: baratas para los Blancos, muy caras para los no-Blancos. Para
“los individuos de raza mongólica y los naturales del continente
Africano, que no sean de raza caucásica”,53 la norma exigía tasas
absurdamente altas de 300 y 100 dólares (la moneda oficial bajo
la administración estadounidense) para la entrada y la residencia
permanente, respectivamente (véase Figura 3). Los que no eran de
las “razas” mencionadas recibían los permisos a tasas moderadas
de seis dólares. Este trato discriminatorio a los no-Blancos fue man-
tenido en las reformas de 193454 y 193955 con cambios menores.
La Ley de 1939 tenía esta misma estructura básica, aunque
agregó la distinción entre “inmigrantes” y “no inmigrantes” (véase
Figura 4). Los braceros reclutados fueron clasificados como “jorna-
leros temporeros” y definidos como “no inmigrantes”, junto con
turistas, estudiantes y otros migrantes transitorios.56 Los permisos
temporales a todos los “no inmigrantes” se obtenían mediante una
cuota moderada de cuatro dólares americanos. Los permisos per-
manentes de residencia para todos los inmigrantes “predominante-
mente de origen caucásico o de las razas autóctonas de América”57
eran ofrecidos también baratos, a seis dólares, pero para los permi-

52. Esta “discriminación organizada” se describe en Lauro Capdevila, “Una discri-


minación organizada: las leyes de inmigración dominicana y la cuestión haitiana
en el siglo xx”, en Tebeto: Anuario del Archivo Histórico Insular de Fuerteventura
(anexo 5), 2004, pp. 438-454.
53. Ley núm. 279, artículo 1, 19 de enero de 1932, op. cit.
54. Ley núm. 739 de Inmigración, 14 de agosto de 1934, en Gaceta Oficial, núm.
4 710, 18 de agosto de 1934.
55. Ley núm. 95 de Inmigración, 21 de marzo de 1939, en Gaceta Oficial, núm. 5 299,
17 de abril de 1939.
56. Ibid., artículo 3º, véase Figura 4.
57. Ibid., artículo 9º.

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sos a otras “razas”, incluidos refugiados judíos de Europa, la cuota
era de 500 dólares.
Por lo tanto, estas tres leyes de inmigración de la administra-
ción de Trujillo no prohibieron pro forma la inmigración perma-
nente de trabajadores Negros. En realidad la hicieron imposible
de facto, porque un obrero, un pequeño comerciante o un artesano
nunca podrían permitirse el lujo de pagar varios cientos de dólares.
A la vez, cualquier trabajador inmigrante reclutado por las compa-
ñías de las plantaciones tenía que pagar sólo una pequeña cantidad,
independientemente de la categoría racial bajo la que se le subsu-
miera. Más aún, de 1939 en adelante, braceros extranjeros fueron
clasificados genéricamente como “no inmigrantes”. La mención al
color de la piel ya no fue necesaria para excluirlos persistentemente
de la residencia permanente.
Con esta estrategia restrictiva pero flexible, la inmigración Ne-
gra fue presentada como indeseable pero continuó en la forma de
contratación en gran escala de trabajadores temporales en las plan-
taciones dominicanas (principalmente de azúcar). Dada la creciente
importancia de la industria del azúcar durante el gobierno de Tru-
jillo, se firmó con Haití una serie de tratados bilaterales. Estos con-
venios regularon la entrada de haitianos por periodos predefinidos,
usualmente durante el periodo de la zafra. Complementados por los
artículos correspondientes de la Ley de Inmigración, ataron estrecha-
mente la permanencia de los braceros a su contrato con el dueño de
la plantación (más tarde, con la compañía estatal). Un contrato de
trabajo típico, como después fue estipulado en el “Acuerdo sobre
la contratación en Haití y la entrada en la República Dominicana
de jornaleros temporeros haitianos”,58 declaró, por ejemplo, que el
contratante debía “repatriar” al “jornalero” si éste “está incapacitado

58. “Acuerdo sobre la contratación en Haití y la entrada en la República Dominicana


de jornaleros temporeros haitianos”, en Gaceta Oficial, núm. 7 391, 23 de febrero

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FIGURA 4
Detalle del artículo 3º de la Ley de Inmigración dominicana de 1939.59

para el trabajo” o “abandona el establecimiento de trabajo” (véase


Figura 5). Los trabajadores contratados fueron alojados en viviendas
muy simples, llamadas bateyes, directamente en la tierra de las plan-
taciones y en las inmediaciones de los campos de caña de azúcar y
lejos de cualquier infraestructura dominicana.60
En este tiempo, el control estatal directo de la importación de
mano de obra fue finalmente transformado en una política oficial
de deportaciones colectivas. A partir de la década de 1990, el gobier-
no dominicano recurrió a las deportaciones masivas de trabajadores
migrantes irregulares a Haití. Tras las críticas internacionales por las

de 1952, disponible en: <http://enlacecongreso.mirex.gov.do/ecc/default.aspx>


(visitado el 27 de marzo de 2013).
59. Fuente: Ley núm. 95 de Inmigración, artículo 3º, 21 de marzo de 1939, op. cit.
60. Frank Moya Pons, El batey: estudio socioeconómico de los bateyes del Consejo
Estatal del Azúcar, Santo Domingo, Fondo para el Avance de las Ciencias
Sociales, 1986.

112

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FIGURA 5
Detalle de un contrato de trabajo típico de un bracero.61

violaciones a los derechos humanos durante la cosecha de azúcar, el


presidente Balaguer decretó en 1991 la “repatriación” de cada extran-
jero que trabajara en la industria del azúcar menor de 16 y mayor de
60 años de edad (véase Figura 6),e los cuales eran menos esenciales
para la industria del azúcar.62 Esta “repatriación” dio como resultado
un éxodo calculado en 35 000 personas, un estimado de 8 000 depor-
tados y el resto de ellos saliendo con miedo a la deportación.63
Justo después del reporte de la Comisión Interamericana de
1999, el gobierno deportó nuevamente entre 10 000 y 20 000 per-
sonas para contrarrestar el criticado maltrato a los trabajadores mi-
grantes haitianos.64 En 1999, los gobiernos haitiano y dominicano

61. “Acuerdo sobre la contratación en Haití y la entrada en la República Dominicana


de jornaleros temporeros haitianos”, op. cit.
62. “Decreto núm. 233-1991 de Joaquín Balaguer, presidente de la República
Dominicana”, 13 de junio de 1991, disponible en: <http://www.acnur.org/t3/
fileadmin/scripts/doc.php?file=biblioteca/pdf/0245> (visitado el 27 de marzo
de 2013).
63. Comisión Interamericana de Derechos Humanos (cidh), Informe sobre la
situación de los derechos humanos en la República Dominicana, Organización
de los Estados Americanos (oea) /Ser.l, v, ii.104, 1999, p. 332.
64. Otras expulsiones colectivas masivas han sido reportadas en 1996 y 1997
(Human Rights Watch [hrw], “Illegal people”: Haitians And Dominico-Haitians In
The Dominican Republic, Human Rights Watch Reports, vol. 14, 2001, pp. 15-17;

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FIGURA 6
Extracto del Decreto núm. 233-1991 del presidente
dominicano Balaguer.65

firmaron un “Protocolo de Entendimiento” sobre el procedimiento


de “repatriación”66 que prohibía la separación de padres e hijos, la
confiscación de los bienes personales de los deportados o la des-
trucción de sus documentos de identidad por parte de las autori-
dades deportadoras, sugiriendo que todas éstas eran prácticas más o
menos frecuentes.67
Hoy, la policía y/o el ejército dominicanos proceden a de-
portar en menor escala. No ha sido registrada ninguna deporta-
ción masiva en la década del 2000, pero el número de personas
deportadas a Haití en expulsiones menos notorias de individuos y
grupos es considerable: de 13 000 a casi 30 000 por año entre 1998

International Human Rights Law Clinic [ihrlc], Umwelcome Guests: A Study of


Expulsions of Haitians And Dominicans of Haitian Descent from the Dominican
Republic to Haiti, Berkeley, 2002, pp. 5-7).
65. Fuente: “Decreto núm. 233-1991 de Joaquín Balaguer, presidente de la
República Dominicana”, op. cit.
66. “Protocolo de entendimiento sobre las mecanismos de repatriación entre la
República Dominicana y la República de Haití suscrito el 2 de diciembre de 1999”,
disponible en: <http://www.migracion.gov.do/leyes/Protocol_Emtendimiento_
sobre_mecanismo_repatriacion.pdf> (visitado el 27 de marzo de 2013).
67. Human Rights Watch (hrw), op. cit., p. 18.

114

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y 2008.68 La policía posee puestos de control en áreas urbanas para
arrestar a los supuestos haitianos sin permiso de residencia legal y
los transporta a un cruce de la frontera. Esta práctica se ha incre-
mentado luego del terremoto en Haití de enero de 2010.
Es difícil de establecer la cantidad exacta de braceros traídos
durante el siglo xx. Estimaciones calculan varios miles cada año,
número sustancial dado que alrededor de 1920 el total era de me-
nos de un millón de habitantes en el lado este de la isla.69 Como
ejemplo está el ya mencionado convenio firmado entre Trujillo y
el gobierno haitiano en 1952, que trajo 16 500 trabajadores.70 No
hay una estadística exacta del número de inmigrantes haitianos
que entraron bajo la categoría migratoria de “jornaleros tempore-
ros” y siguen viviendo actualmente en la República Dominicana
porque el registro oficial de las autoridades migratorias es inade-
cuado.71 De acuerdo con los datos oficiales, en 2012 había más de
450 000 inmigrantes de Haití viviendo en la República Domini-
cana, y se estimaban 200 000 más nacidos como hijos de aquéllos
en suelo dominicano.72

68. Human Rights Watch (hrw), op. cit., p. 17; Groupe d’Appui aux Refugies et Repa-
tries (garr), Rapport annuel sur la situation des droits humains des haïtiens/nes
dans la migration et a la frontiere haïtiano-dominicaine en 2008, Puerto Príncipe,
2009, p. 28.
69. Frank Moya Pons, “Evolución de la población dominicana, 1500-2010”, en Frank
Moya Pons (ed.), Historia de la República Dominicana, Madrid, csic (Historia de
las Antillas, 2), 2010, p. 46.
70. James Ferguson, Migration in the Caribbean: Haiti, the Dominican Republic and
Beyond, Minority Rights Group, 2003.
71. Idem; José del Castillo, “La migración haitiana en la República Dominicana:
nuevas dimensiones de un viejo problema”, en Revista Dominicana de Política
Exterior, vol. 1, núm. 1, 2005, p. 19.
72. Según los datos del censo de población de 2012, 458 233 de quienes viven
en la República Dominicana nacieron en Haití; 209 912 personas adicionales
nacieron en la República Dominicana y son los descendientes directos de ellos;
Oficina Nacional de Estadística (one), Primera encuesta nacional de inmigrantes

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Como un resumen preliminar, me gustaría enfatizar que las tec-
nologías de poder estatales descritas hasta ahora son principalmente
anatomopolíticas. Durante la mayor parte del siglo xx, los inmigrantes
haitianos en la República Dominicana fueron gobernados mediante
disciplina: fueron individualmente seleccionados para ser producti-
vos, geográficamente alineados y su comportamiento monitoreado,
estuvieron sujetos a control directo por parte de los propietarios
de las plantaciones y la policía, e incluso pudieron ser deportados
cuando las autoridades lo consideraban oportuno. La segregación es-
pacial y simbólica de los trabajadores haitianos respecto a la sociedad
dominicana, así como la denegación de una residencia legal al cla-
sificarlos como “temporales”, aseguró que no acumularan derechos
ni interfirieran al presentar demandas económicas. Fueron sometidos a
los poderes soberanos de los Estados haitiano y dominicano, los cua-
les estaban ansiosos por mantenerlos impotentes y ejercer poder di-
rectamente sobre sus cuerpos.

CONSECUENCIAS DEL RÉGIMEN DISCIPLINARIO EN NUESTROS


DÍAS: LA RESTRICCIÓN A LA ADQUISICIÓN DE LA NACIONALIDAD
En las Américas, pertenecer a un Estado nación deriva tradicional-
mente del nacimiento de un individuo en el suelo del territorio
nacional. Desde mediados del siglo xix, este ius soli (“derecho del
suelo”, del latín solum) era un principio constitucional para la ad-
quisición de la nacionalidad en casi todos los países independientes
de las Américas (siendo Haití la excepción destacada). En la Cons-
titución de 1865, la República Dominicana estipuló por primera
vez en una cláusula categórica y no calificada: “Son dominicanos
[…] todos los que hayan nacido o nacieren en el territorio de la

en la República Dominicana (eni), Santo Domingo, 2012, pp. 62 y 73. El censo


no da información sobre dominicanos de ascendencia haitiana de la tercera
generación y no desglosa el estatus legal de estas personas.

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República, sea cual fuere la nacionalidad de sus padres”.73 Este ius
soli permaneció sin restricciones hasta junio de 1929, cuando fue
reformado mediante la calificación “con excepción de los hijos le-
gítimos de los extranjeros que estén de tránsito en ella”.74 Sólo las
personas en tránsito –y diplomáticos, omitidos porque este grupo era
y sigue siendo estadísticamente insignificante–75 fueron excluidas. En
concreto, esto significaba que un niño nacido de padres que estaban
cruzando el país no sería automáticamente beneficiario de la na-
cionalidad dominicana. Este grupo ya había surgido en la defini-
ción de “no residentes” de la Ley Migratoria de 1939: “Personas que
transiten a través del territorio”.76 En 2004, sin embargo, la nueva
Ley de Inmigración dominicana reformó el mismo párrafo con las
palabras: “Los No Residentes son considerados personas en tránsito,
para los fines de la aplicación del Artículo 11 de la Constitución de
la República”.77 Esta reforma a una simple ley que definía a todos
los tipos de inmigrantes “no residentes” como “personas en tránsi-
to” de facto cambió el significado del ius soli en la ley fundamental
dominicana. De 2004 en adelante, sólo aquellos que vivían dentro
de la República Dominicana con un permiso de residencia legal
–definidos por la Ley de Inmigración como “residentes”– podían
tener hijos dominicanos. Todos aquellos clasificados como “traba-
jadores temporeros” por la Ley de Inmigración –incluso si habían

73. Constitución Política de la República Dominicana, artículo 5º, núm. 1, 14 de no-


viembre de 1865, disponible en: <http://www.consultoria.gov.do/constitucio-
nes%201844-2008/Constitucion% 201865.pdf> (visitado el 27 de marzo de 2013).
74. Constitución Política de la República Dominicana, artículo 8º, núm. 2, 20 de junio
de 1929, en Gaceta Oficial, núm. 4 108, 25 de junio de 1929.
75. La cláusula “residentes en la República en representación diplomática” nunca
fue causa de debate público en la República Dominicana y por ello no es discu-
tida aquí.
76. Ley núm. 95 de Inmigración, artículo 3º, núm 2, 21 de marzo de 1939, op. cit.
77. Ley núm. 285-04 General de Migración, artículo 36, núm. 10, 15 de agosto de
2004, en Gaceta Oficial, núm. 10 291, 27 de agosto de 2004.

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vivido y trabajado dentro de la República Dominicana por años–
fueron a partir de entonces considerados como meros “transeúntes”.
Si tenían hijos en suelo nacional, estos niños ya no se beneficiarían
del principio del ius soli.
De hecho, esta manera de fijar quién tendría acceso a la na-
cionalidad dominicana y quién no era ya visible en la práctica
administrativa durante la década de 1980. Inicialmente, en pocos casos
y luego de manera creciente, la administración se negaba a expedir
certificados de nacimiento a petición de los padres. Como en todo
sistema de ius soli, el certificado de nacimiento es la prueba más im-
portante de nacionalidad.78 En la mayoría de los casos, los hijos de
los braceros no nacían en hospitales, sino en los bateyes, y los padres,
por lo tanto, tenían que obtener sus certificados de nacimiento
de manera retroactiva. Para hacerlo, acudían a la oficina responsable de
la autoridad registral –en la República Dominicana la Junta Central
Electoral (jce)– y ofrecían pruebas de que su hijo había nacido den-
tro del país. Siempre y cuando el registro de los recién nacidos hijos
de migrantes haitianos no estuviera en disputa, éste no era un trámite
difícil. Ni probar la identidad de los padres, ni ofrecer evidencia del
estatus legal era particularmente complicado. Por el contrario, la ad-
ministración solía aceptar las fichas de los trabajadores mencionadas
como documento de identidad. A partir de los años ochenta del siglo
xx, sin embargo, algunas ramas de la jce comenzaron a solicitar otras
pruebas de identidad tales como pasaporte haitiano válido o permisos
de residencia dominicanos para poder registrar a un recién nacido.79
Los solicitantes generalmente no tenían y, de hecho, no podían tener
tales documentos, ya que habían sido excluidos de un permiso de

78. Bridget Wooding, “Contesting Dominican Discrimination and Statelessness”, en


Peace Review, vol. 20, núm. 3, 2008, pp. 368.
79. Open Society Foundations, Dominicans of Haitian Descent and the Compromised
Right to Nationality: Report Presented to the Inter-American Commission on
Human Rights on the Occasion of its 140th Session, 2010, p. 5.

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residencia al ser “trabajadores temporeros”. En tales casos, los certi-
ficados de nacimiento para sus hijos no eran expedidos.80 Quejas de
organismos no gubernamentales (ong) indican que este procedi-
miento de las autoridades alcanzó proporciones alarmantes durante
los años noventa.81 No obstante, después se añadió otro elemento:
aunque se presentaran los documentos de identidad de los padres, el
registro de los recién nacidos era negado. Las razones seguían preci-
samente las operaciones lógicas ya descritas: los inmigrantes haitianos
son considerados “personas en tránsito” y por lo tanto no pueden
legar nacionalidad a sus hijos. De acuerdo con las ong, las autoridades
pedían documentos de identidad dominicanos desde el inicio cuando
los solicitantes tenían apellidos haitianos, hablaban con acento créole
o sus ropas y color de piel les parecían “haitianos” a los oficiales,82
según los resultados cuantitativos de una muestra llevada a cabo en
2011 entre solicitantes rechazados.83 A pesar de que el número exacto
de tales casos es desconocido, todos los descendientes de inmigrantes
haitianos podrían potencialmente ser afectados por esta aplicación.
Esta práctica burocrática discriminatoria que excluyó a un cier-
to grupo de la población de la membresía nacional fue declarada le-
gal post-facto en la reforma a la Ley de Inmigración de 2004. Esta
modificación implícita de la Constitución dominicana fue desafiada
por un grupo de ong que firmó una queja en la que cuestionaban
la validez de la nueva Ley de Inmigración. La Suprema Corte de
Justicia juzgó en diciembre de 2005 que todos los artículos objetados

80. Idem.
81. Movimiento de Mujeres-Dominico-Haitianas, El nombre y la nacionalidad como
simbología de la existencia, Santo Domingo, 2000; Human Rights Watch (hrw),
op. cit., pp. 22-26; Bridget Wooding y Richard Moseley-Williams, op. cit., p. 83.
82. Bridget Wooding, op. cit., p. 369.
83. Centro Bonó, Boletín Observatorio Derechos Humanos, núm. 9, abril-julio de
2011, p. 6, disponible en: <http://issuu.com/comunicacionbono/docs/oddhh9>
(visitado el 17 de marzo de 2013).

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de la Ley estaban de acuerdo con la Constitución. En la resolución,
rechazó las acusaciones de trato discriminatorio.84 A raíz de esta de-
cisión, el acceso a la documentación personal se hizo también más
restringido para los adultos. Contra la acusación de cambios retroacti-
vos ilícitos, la Suprema Corte declaró que el gobierno estaba simple-
mente reforzando una interpretación de la cláusula constitucional de
nacionalidad válida desde su reforma en 1929, cuando las “personas
en tránsito” fueron excluidas. Sólo a través de esta argumentación era
posible afirmar que la Ley de 2004 no había alterado la Constitución.
Poco después de esta decisión de la Suprema Corte de 2005,
los oficiales del registro empezaron a negar documentación indi-
vidual incluso a ciudadanos adultos con supuesto origen haitiano.
Si éstos necesitaban una nueva cédula de identidad, querían casarse
o hacer uso de su derecho al voto, entre otros propósitos, y pedían
una copia personal de su certificado de nacimiento al registro civil,
los oficiales los cuestionaban acerca del estatus legal de sus padres.
La acusación en estos casos era que estas personas podrían haber
nacido de padres no residentes –léase padres “en tránsito”– y que
por lo tanto no eran ciudadanos legales de la República Dominica-
na. De 2007 en adelante, el rechazo a expedir documentación era
una orden explícita para todas las oficinas administrativas según una
circular interna de la Cámara Administrativa de la jce.85 Como jus-
tificación para no certificar ninguna prueba oficial de nacionalidad,
la Junta aducía que se estaba “verificando” a partir de entonces la
integridad del documento original (esto es, el récord de datos en el
registro civil y/o cualquier anotación previa) si encontraban cual-
quier cosa “irregular” en el expediente del solicitante. La circular

84. “Sentencia de la Suprema Corte de Justicia”, en Boletín Judicial, núm. 1 141, 2005,
disponible en: <http://www.suprema.gov.do/consultas/consultas_sentencias/det
alle_info_sentencias.aspx?ID=114110009> (visitado el 27 de marzo de 2013).
85. “Circular núm. 17, Junta Central Electoral”, 29 de marzo de 2007.

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asociaba “irregularidad” con “padres extranjeros que no han proba-
do su residencia y status legal en la República Dominicana”.86 Así,
la circular advertía a los oficiales que “examinen minuciosamente
las Actas de Nacimientos al expedir copias o cualquier documen-
to relativo al Estado Civil de las personas”.87 Si había “cualquier
irregularidad” en cualquier momento del pasado (no especificado),
ninguna copia era entregada y el archivo era enviado a la Cámara
de la Junta para ser procesado allí.88 Esto significaba que cualquier
indicación de que el solicitante pudiera tener abuelos o padres que
entraron en la República Dominicana sólo con un permiso tem-
poral llevaría a un examen meticuloso de los archivos y entonces a
negar una copia o “cualquier documento relativo al estatus civil”.
Al hacer esto, la Junta Central podía efectivamente dejar de expedir
cualquier nueva copia de un certificado de nacimiento a cualquier
solicitante a través de la “suspensión de expedición” por un tiempo
indefinido. Este procedimiento fue respaldado por una resolución
de la Junta Central de diciembre de 2007.89
Esto es una aplicación práctica de tecnologías anatomopolíti-
cas para fines biopolíticos. La exclusión de trabajadores migrantes
por su estatus migratorio, establecida por la administración pública
en un documento expedido y contenida en su archivo, se reinter-
preta como si ésta los distinguiera de los dominicanos cuando se
refiere a la nacionalidad de sus hijos. Una consecuencia práctica
de esta combinación es que cualquier intento de probar su nacio-
nalidad mediante fichas de los padres –el permiso de trabajo que
ya expliqué– legitima por su parte esta exclusión legal. Desde la

86. Ibid., núm. 2.


87. Ibid., núm. 1.
88. Ibid., núm. 3.
89. “Resolución núm. 12-2007, Junta Central Electoral”, 10 de diciembre de 2007,
disponible en: <http://www.jce.gob.do/transparencia/ActasyResoluciones.aspx>
(visitado el 27 de marzo de 2013).

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perspectiva del Estado, la ficha representa la prueba de que el padre
estaba en la República Dominicana con el único propósito de tra-
bajar en una plantación. Siguiendo la lógica estatal, los braceros no
podrían “residir” en la República Dominicana, y mucho menos te-
ner hijos dominicanos. Esta exclusión de la pertenencia nacional ha
sido perpetuada hasta la actualidad por la negación de nacionalidad
a sus hijos y nietos.
Para eludir cualquier complicación adicional, en enero de
2010 el parlamento dominicano adoptó una nueva constitución,
que finalmente reformó la cláusula misma de nacionalidad. El ar-
tículo vigente al respecto señala: “Son dominicanas y dominicanos
[…] las personas nacidas en territorio nacional, con excepción […]
de extranjeros que se hallen en tránsito o residan ilegalmente en
territorio dominicano”.90
Las palabras “o que residan ilegalmente en territorio domini-
cano” expresan que hoy el derecho de nacionalidad por nacimiento
sólo puede derivar de la residencia legal de los padres dentro del te-
rritorio al momento del nacimiento del niño. Aunque oficialmente
revocado en una nueva resolución por la Cámara de la Junta en
noviembre de 2011, sigue el trato discriminatorio de “verificar” la
integridad de los récords asentados en el registro civil y la subse-
cuente negación de los documentos de identidad continua.91
A finales de septiembre de 2013, el Tribunal Constitucional
dominicano emitió un veredicto que causó furor internacional.
En respuesta al recurso de amparo de una hija de padres haitianos,
nacida en la República Dominicana en 1984, la sentencia declaró

90. Constitución Política de la República Dominicana, artículo 18 , núm. 3, 26 de


enero de 2010, op. cit.
91. Centro Bonó, Boletín Observatorio Derechos Humanos, núm. 11, octubre-diciem-
bre de 2011, p. 2, disponible en: <http://issuu.com/comunicacionbono/docs/bo-
letinodh11> (visitado el 17 de marzo de 2013).

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constitucional privarla del acceso a la documentación personal. So-
bre la base de que sus padres fueron “no inmigrantes”, el Tribunal
Constitucional no sólo decidió considerarla como una extranjera,
sino ordenó también que la administración revisara todas las ins-
cripciones hechas por el registro civil dominicano desde 1929 con
el fin de suspender todos y cada uno de los nacimientos registra-
dos ahí “ilegalmente” como dominicanos. En consecuencia, se les
privará de la nacionalidad dominicana, concedida a ellos indebida-
mente, según el Tribunal.
Ahora avalada por la máxima autoridad judicial, esta desna-
turalización de hecho puede afectar a todos los descendientes de
haitianos que fueron reclutados como trabajadores; es de suponer
que se trata de casi la totalidad de los 200 000 dominicanos con pa-
dres haitianos. Ello aplica incluso si sus padres o abuelos nacieron
en la República Dominicana y siempre se tuvieron a sí mismos
por dominicanos.

CONCLUSIÓN: DE LA EXCLUSIÓN
DISCIPLINARIA A LA EXCLUSIÓN BIOPOLÍTICA
Al examinar la historia de la discriminación legal de trabajadores in-
migrantes, este ensayo ha mostrado que la política dominicana de
pertenencia nacional entrelaza dos dimensiones del poder: la exclu-
sión mediante control y la exclusión mediante biopolítica. Durante el
auge de la economía dominicana basada en las plantaciones y bajo
el régimen autoritario del gobierno de Trujillo, los trabajadores mi-
grantes fueron contratados a través de la frontera en Haití; sin em-
bargo, las restricciones legales descritas no buscaban originalmente
un control biopolítico sobre la población nacional. Esta exclusión
anatomopolítica procuraba, de hecho, disciplinar a los trabajadores
migrantes y hacerlos productivos y explotables. De manera impor-
tante, esto ocurrió también cuando el racismo estatalmente fomenta-
do florecía y el blanqueamiento de la nación era una directriz oficial.

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FIGURA 7
Circular núm. 17, Junta Central Electoral92

92. Fuente: “Circular núm. 17, Junta Central Electoral”, 29 de marzo de 2007, op. cit.

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Así, la exclusión simbólica de los inmigrantes no-Blancos era
una alta prioridad para los oficiales estatales. Probablemente, los
braceros haitianos fueron rechazados y no considerados parte de
la sociedad dominicana por muchas personas comunes, pero
su aislamiento en términos espaciales y sociales tenía un fin con-
creto: forzarlos en un sistema de control directo de la soberanía (es
decir, por la policía y los militares) que haría más barata la explo-
tación de su mano de obra y que fuera más fácil subordinarlos al
régimen de plantación. No obstante, lo que podemos testimoniar
hacia fines del siglo es un addendum crucial que altera profunda-
mente las consecuencias de las políticas anteriores. Cuando el ré-
gimen panóptico clásico de control sobre las plantaciones perdió
mucha de su relevancia en la vida diaria durante los años ochenta
del siglo xx, y cuando, en los noventa, las elecciones empezaron
a tener una trascendencia cada vez mayor en la sociedad domi-
nicana, la exclusión biopolítica de familias de origen haitiano se
hizo mucho más importante en términos de una interpretación
nacional excluyente sobre quién debía ser considerado domi-
nicano. La exclusión “tradicional” de los no-Blancos continuó,
complementada con una nueva estrategia. Las prácticas concre-
tas de la burocracia estatal recurrían entonces a un instrumento
bien conocido de clasificación disciplinaria: el estatuto jurídico
de los braceros como “trabajadores temporeros”. La documenta-
ción de la identidad personal, introducida conforme a un cálculo
soberano de acceso directo a individuos aislados, luego de una o
dos generaciones sucesivas, sirve ahora al propósito de diferenciar
un segmento completo de la población del “cuerpo” genuino del
pueblo dominicano.
Dos operaciones lógicas colindan en este proceso. En primer
lugar, leyes de inmigración y residencia sólo admiten trabajado-
res haitianos como “no residentes”. Mientras duró la importación
estatalmente impulsada de trabajo barato desde el vecino Haití

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(a partir del auge del azúcar en los años veinte hasta el declive
de la economía de plantaciones en los ochenta), esta gente fue
mantenida en una posición legal disminuida comparada con los
inmigrantes permanentes. Así, es posible interpretar la posición
legal precaria de los braceros en términos del poder disciplinario
de Foucault, que regula el acceso de los individuos al territorio,
controla su estancia, les asigna ciertas posiciones y hace útiles a los
individuos singulares.
La segunda operación transmite la precaria posición legal de
los padres y abuelos a su descendencia. Así es posible interpretar el
significado de este estatus legal –sin valor en cuanto a la definición
de membresía nacional– como un elemento central de la regula-
ción biopolítica de la pertenencia nacional.
Así como el biopoder interviene en las tasas de nacimiento
y mortalidad de la población o aumenta el nivel de salud públi-
ca, la definición de adquisición y “herencia”93 de la nacionalidad
afecta directamente la composición del “pueblo”. Al definir quién
pertenece o debe pertenecer a la nación, una “regulación de la
población”94 a largo plazo tiene lugar. Al mismo tiempo, y pre-
cisamente para este fin, técnicas de disciplina –como los certifi-
cados de nacimiento o cédulas de identidad, diferentes tasas para
los permisos de residencia definidas por el derecho migratorio de
principios del siglo xx– se vuelven parte de la biopolítica. Ahora
ellas afectan directamente la nacionalidad, en tanto son aplicadas
para regular la composición del “pueblo” nacional.
El gobierno dominicano está persiguiendo así una políti-
ca nacional de pertenencia que, respecto al acceso individual a la

93. Ayelet Shachar y Ran Hirschl, “Citizenship as Inherited Property”, en Political


Theory, vol. 35, núm. 3, 2007, pp. 253-287.
94. Michel Foucault, “Il faut défendre la société”: Cours au Collège de France (1976),
op. cit.

126

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membresía dentro de un Estado, interpreta y aplica el legado de
la discriminación legal de los trabajadores inmigrantes de una for-
ma biopolítica.

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EL CASO DE SOLICITANTES DE ASILO
MEXICANOS EN TEXAS: DISLOCACIÓN
NECROPOLÍTICA DE LA PERSECUCIÓN
Y BIOPOLÍTICA MIGRATORIA1

ARIADNA ESTÉVEZ
Universidad Nacional Autónoma de México

Miles de personas han huido de la guerra contra el narcotráfico en


México (2006-2012).2 Hay más de 700 000 personas desplazadas a ni-
vel nacional y 230 000 tan sólo en el Valle de Juárez; 150 000 de las
cuales se encuentran en Estados Unidos. Cientos de ellos han solici-
tado asilo pero no han tenido mucha suerte: los tribunales estadouni-
denses rechazan sus solicitudes sistemáticamente. Este rechazo puede
vincularse al uso táctico del dispositivo migratorio en Estados Unidos
y otros países receptores de migrantes y refugiados, mismo que ha
sido abordado ampliamente en la bibliografía biopolítica del asilo.3

1. La investigación de campo realizada para este artículo fue posible gracias al


apoyo de la Asociación Mexicana de Estudios Internacionales (amei) a través de
su Fondo de Investigación 2012. A ellos mi agradecimiento por su apoyo.
2. El ex presidente Felipe Calderón terminó su mandato en diciembre de 2012.
Apenas tomó el cargo el nuevo presidente, Enrique Peña Nieto, dejó claro que
iba a tener una estrategia similar contra el tráfico de drogas. Asimismo, entre
diciembre de 2012 y los primeros meses de 2013 la violencia se mantuvo en los
mismos niveles. A pesar de que estas tendencias indican que es probable que la
violencia del narcotráfico continúe con la nueva administración presidencial, el
artículo solamente abordará la violencia durante el sexenio calderonista.
3. Jonathan Darling, “Becoming Bare Life: Asylum, Hospitality, and the Politics of
Encampment”, en Environment and Planning D: Society and Space, vol. 27, 2009,
pp. 649-665; Jenny Edkins y Véronique Pin-Fat, “Through the Wire: Relations of
Power and Relations of Violence”, en Millenium: Journal of International Studies,
vol. 34, núm. 1, 2005, pp. 1-24; Benjamin Muller, “Globalization, Security, Paradox:
Towards a Refugee Biopolitics”, en Canada’s Periodical on Refugees, vol. 22, núm.
1, 2004, p. 57; Patricia Owens, “Reclaiming ‘Bare Life’?: Against Agamben on
Refugees”, en International Relations, vol. 23, núm. 4, 2009, pp. 567-582; Imogen

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El objetivo de este artículo es ampliar ese análisis examinando
conceptualmente la política de la muerte que genera persecución
en México y, por consiguiente, solicitudes de asilo en Estados Uni-
dos, y cómo esta necropolítica se vuelve parte de las relaciones de
dominación del discurso de asilo. En particular se propondrán dos tesis
relacionadas. Por un lado, que la persecución y el exilio de mexicanos
son efectos de la gubernamentalización específica del Estado mexi-
cano –una que incluye el uso compartido, entre autoridades estales y
bandas criminales, de técnicas de dominación de la población (apa-
rato de seguridad) para actuar sobre sus acciones por medio de prác-
ticas que producen muerte (necroprácticas tales como el asesinato,
la tortura y la persecución)– que usa la guerra contra el narcotráfico
como su dispositivo fundamental y la militarización como su estrate-
gia central. La persecución puede considerarse una consecuencia de
la necropolítica o el “gobierno privado indirecto”,4 en su expresión
mexicana,5 que posteriormente se integra al dispositivo migratorio
de la biopolítica estadounidense.
Por otro lado, que la necropolítica disloca las bases fundamen-
tales del discurso liberal del derecho y los efectos de verdad que
produce, facilitando el uso administrativo de la ley de asilo y su
inclusión en el dispositivo migratorio en Estados Unidos. Tomando
como ejemplo las solicitudes de asilo en El Paso, Texas,6 el artículo

Tyler, “Designed to Fail: A Biopolitics of British Citizenship”, en Citizenship


Studies, vol. 14, núm. 1, 2010, pp. 61-74; Joanna Zylinska, “The Universal Acts.
Judith Butler and the Biopolitics of Immigration”, en Cultural Studies, vol. 18,
núm. 4, 2004, pp. 523-537.
4. Marina Gržinić, “From Biopolitics to Necropolitics and the Institution of Contem-
porary Art”, en Pavilion. Journal for Politics and Culture, núm. 14, 2010, pp. 9-93;
Achille Mbembe, Necropolítica, Barcelona, Melusina, 2011.
5. Sayak Valencia, Capitalismo gore, Barcelona, Melusina, 2010.
6. Se ha tomado El Paso como caso de estudio porque se presume que la mayoría
de las solicitudes de asilo en esta localidad están relacionadas con los problemas
tratados aquí debido a su proximidad con Ciudad Juárez.

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discutirá los componentes jurídicos de la ley de asilo que se utilizan
como tácticas en el Quinto Circuito de las cortes migratorias de
Estados Unidos, que incluyen a Texas.7
El artículo discutirá, primero, cómo funcionan el biopoder y
la gubernamentalización del Estado, cómo ambos constituyen una
biopolítica, cómo su expresión en el tercer mundo es la necropo-
lítica y cómo la biopolítica y la necropolítica son mecanismos de
un mismo engranaje. Después se abordará cómo los objetivos, la
racionalidad y la gubernamentalización del Estado, así como
el modo de subjetivación derivado de la necropolítica mexicana
–el sujeto endriago–8 dislocan los conceptos del discurso jurídico
de asilo de tal forma que su política de verdad excluye a los solici-
tantes de asilo mexicanos. Finalmente, se describen las narrativas de
persecución derivadas de la necropolítica mexicana para analizar
cómo la argumentación de las categorías jurídicas fundamentales
de la ley de asilo –incapacidad o falta de voluntad de proteger, y
motivación por opinión política y pertenencia a un grupo social
particular– son prácticas del dispositivo migratorio estadounidense
encaminadas a excluir la nueva tendencia migratoria mexicana a
Estados Unidos: el asilo.

BIOPOLÍTICA Y NECROPOLÍTICA:
FENÓMENOS COMPLEMENTARIOS
Michel Foucault no hizo una teoría del poder pero sí aventuró una
“filosofía analítica del poder” que no intenta definirlo, sino esta-
blecer cómo funciona y cómo somete a los sujetos.9 Este trabajo
analítico repara en los sistemas de diferenciación, las modalidades

7. También a Mississippi y Alabama, pero el enfoque será Texas.


8. Sayak Valencia, op. cit.
9. Edgardo Castro, El vocabulario de Michel Foucault. Un recorrido alfabético por
sus temas, conceptos y autores, Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 2004.

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instrumentales y las formas de institucionalización del poder. En
esta filosofía, el poder consiste en “conducir conductas”, es decir,
no actúa sobre las personas, sino sobre sus acciones: las induce, faci-
lita, dificulta, limita o impide; las relaciones de poder se vuelven de
dominación cuando son bloqueadas con técnicas que permiten do-
minar totalmente la conducta de otras. El vehículo ideal del poder
son los discursos –elementos o bloques de tácticas en las relaciones
de fuerza que construyen subjetividades–10 y operan por medio de
dispositivos (instrumentos no discursivos vinculados a los discursos)
que se mantienen a través de diversas estrategias.
Foucault encontró tres tipos de poder que emergen en con-
textos históricos determinados pero que no se remplazan uno con
el otro sino que se superponen: el poder soberano, el disciplinario
y el biopoder.11 Mientras que el poder soberano se ejecuta me-
diante dispositivos disciplinarios, el biopoder significa un juego de
relaciones fundamentalmente diferentes en sus objetivos, objetos,
racionalidad, dispositivos, estrategias y luchas o resistencias.12
El biopoder invierte el objetivo soberano del poder discipli-
nario de dejar vivir y hacer morir: en lugar de ello, ahora el poder
tiene el objetivo de hacer vivir y dejar morir. El poder disciplinario
no sustituye al soberano sino que lo incorpora y lo lleva a otro
nivel, otra área de acción que utiliza diferentes dispositivos y técni-
cas. Mientras que el primero se centra en los cuerpos individuales
como objeto (anatomopolítica), el segundo se centra en los proce-
sos específicos de la propia vida, como el nacimiento, la muerte, la
reproducción, la migración y la enfermedad, así que la racionalidad,
dispositivos, estrategias y luchas o resistencias que genera también

10. Idem.
11. Michel Foucault, Power, Nueva York, The New Press, 2000; The Birth of Biopolitics,
Nueva York, Picador/Palgrave Macmillan, 2004; Defender la sociedad, México,
Fondo de Cultura Económica, 2006.
12. Edgardo Castro, op. cit.; Michel Foucault, Power, op. cit.

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son diferentes.13 Como afirma Foucault, se trata de un “asesinato
indirecto” porque, sin matar intencionalmente, poblaciones ente-
ras mueren como consecuencia de que el Estado no haga algo por
ellos.14 El campo biológico controlado por el biopoder se fragmen-
ta en una jerarquía de razas, y los que están en la parte inferior son
abandonados para morir.15
La racionalidad con la que opera el biopoder es la de la guber-
namentalidad y se define como el conjunto de instituciones, análisis,
cálculos y tácticas que tienen como objetivo la población; por forma,
la economía política, y por instrumento, los dispositivos de seguri-
dad.16 Para Foucault, la gubernamentalidad no es exclusiva del Estado
pues las técnicas de gobierno son el conjunto de acciones sobre las
acciones posibles de otros sujetos, o las acciones ejercidas sobre sí para
dominar placeres o deseos. Para diferenciar la gubernamentalidad po-

13. Edgardo Castro, op. cit.; Michel Foucault, The Birth of Biopolitics, op. cit.;
Defender la sociedad, op. cit.; Seguridad, territorio, población, México, Fondo de
Cultura Económica, 2006.
14. Michel Foucault, Defender la sociedad, op. cit.
15. Michel Foucault, Seguridad, territorio, población, op. cit. Es evidente que la
discusión sobre la biopolítica, y sobre todo sus complejas conexiones con
el desarrollo del capitalismo a través de la implantación del liberalismo y
sus dispositivos, es sumamente amplia y sofisticada, por lo que rebasa los
objetivos de este artículo. El lector interesado en la biopolítica puede acudir a
fuentes más extensas y específicas, tales como: Edgardo Castro, op. cit.; Michel
Foucault, The Use of Pleasure. The History of Sexuality, Middlesex, Viking Penguin
Books, 1985; The Care of the Self. The History of Sexuality, Londres, Allen Lane/
The Penguin Press, 1988; Ethics: Subjectivity and Truth, Nueva York, The New
Press, 1997; Aesthetics, Method, and Epistemology, Nueva York, The New Press,
1998; The Will to Knowledge. The History of Sexuality, Londres, Penguin, 1998;
Power, op. cit.; The Archeology of Knowledge (and the Discourse on Language),
Londres, Routledge, 2002; The Birth of Biopolitics, op. cit.; Defender la sociedad,
op. cit.; Seguridad, territorio, población, op. cit.; Thomas Lemke, “‘The Birth of
Bio-Politics’: Michel Foucault’s Lecture at the Collège de France on Neo-Liberal
Governmentality”, en Economy and Society, vol. 30, núm. 2, 2010, pp. 190-207.
16. Edgardo Castro, op. cit., pp. 130-131.

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lítica de las de otra índole Foucault llamó a ésta la gubernamentaliza-
ción del Estado y es la línea de gobierno seguida por Occidente. Es
el resultado de un proceso que combina técnicas de dominación y
técnicas de sí que han llevado a que el Estado de justicia –el soberano
que se rige por las leyes– se convierta en un Estado administrativo, un
Estado gubernamentalizado.17
Diversos teóricos de África, América Latina y Europa del Este
han destacado que la biopolítica no funciona igual en todas partes,
y que es insuficiente para explicar los objetivos de las relaciones de
poder en el tercer mundo, donde la violencia criminal y la del Esta-
do gubernamentalizado revelan que el objetivo no es la regulación
de la vida sino de la muerte. En otras palabras, en el tercer mundo
en vez de biopolítica hay una necropolítica.18 Para estos teóricos la
biopolítica es un punto de partida fundamental para el análisis de
las relaciones de dominación, pero en el contexto del tercer mundo
resulta insuficiente porque los dispositivos y las técnicas, prácticas
y estrategias en las relaciones de dominación tienen efectos muy
radicales, como las consecuencias de la guerra contra el narcotráfico
en México. No significa que biopolítica y necropolítica se contra-
pongan, sino que es necesario situar los fines de cada una de ellas
–regulación de la vida y de la muerte, respectivamente– para ubicar
con precisión cómo sus dispositivos y sus estrategias se entrelazan
en las situaciones transfronterizas como las de los asilados mexica-
nos en Estados Unidos.
El mayor representante del pensamiento necropolítico es
Achille Mbembe, quien sostiene que la biopolítica no es suficien-
te para entender cómo la vida se subordina al poder de la muer-
te en África. Afirma que la proliferación de armas y la existencia
de mundos de la muerte –lugares donde la gente se encuentra tan

17. Ibid.
18. Marina Gržinić, op. cit.; Sayak Valencia, op. cit.; Achille Mbembe, op. cit.

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marginada que en realidad viven como muertos vivientes– son un
indicador de que existe una política de la muerte (necropolítica) en
lugar de una política de la vida (biopolítica) como la entiende Fou-
cault.19 Mbembe examina cómo el derecho soberano de matar se
reformula en las sociedades donde el estado de excepción y de sitio
–como lo entiende Giorgio Agamben–20 son permanentes. Según
Mbembe, en un estado sistemático de emergencia el poder se re-
fiere y apela constantemente a la excepción y a una idea ficticia del
enemigo. Mbembe señala que el esclavismo y el colonialismo en
África y en Palestina han sido el producto de la política de la vida,
aunque estas tragedias humanas de la modernidad han sido ignora-
das en las lecturas históricas de la biopolítica. Con el fin de analizar
la necropolítica en los conflictos contemporáneos, Mbembe se basa
en el estudio de las guerras de la era de la globalización que hace
Zygmunt Bauman21 para argumentar que las operaciones militares
y el derecho de matar no son ya prerrogativas exclusivas del Estado
gubernamentalizado, y que el ejército regular no es el único medio
para ejecutar el derecho de matar. Las milicias urbanas, los ejércitos
privados y las policías de seguridad privada tienen también acceso
a las técnicas y prácticas de muerte. La proliferación de entidades
necroempoderadas, junto con el acceso generalizado a tecnologías
sofisticadas de destrucción y las consecuencias de las políticas so-
cioeconómicas neoliberales, hace que los campos de concentración,
los guetos y las plantaciones se conviertan en aparatos disciplinarios
innecesarios porque son fácilmente sustituidos por la masacre, una
tecnología necropolítica que puede ejecutarse en cualquier lugar en
cualquier momento.22

19. Achille Mbembe, op. cit.


20. Véase Giorgio Agamben, El estado de excepción, Archipiélago, 2004.
21. Véase Zygmunt Bauman, “Wars of the Globalization Era”, en European Journal of
Social Theory, vol. 4, núm. 1, 2001, pp. 11-28.
22. Achille Mbembe, op. cit.

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La lectura africana de la biopolítica de Foucault que realiza
Mbembe ha influido fuertemente a otros estudiosos que escriben
desde la perspectiva de la periferia sobre el papel de la gubernamen-
talidad en la generación de violencia sistemática que lleva a la muer-
te como dispositivo de poder. Por ejemplo, con base en Mbembe,
la filósofa y crítica de arte eslovena Marina Gržinić afirma que el
capitalismo global ha radicalizado e intensificado la biopolítica en
la medida en que la vida ya no es controlada sino totalmente aban-
donada. Siguiendo a Mbembe sostiene que en estas condiciones: “Si
biopoder, según Foucault, es el ejercicio del poder de ‘hacer vivir
y dejar morir’, entonces el necropoder es el ejercicio del poder de
‘dejar vivir y hacer morir’”.23 A partir de la obra de Santiago López
Petit, Gržinić afirma que el capitalismo global es diferente del capi-
talismo de los años setenta en la medida en que la reproducción del
capital –que antes involucraba la regulación estatal para la protección
del empleo y la seguridad laboral– ahora se produce en un contexto
en el que ya no existe el bienestar y el progreso de la sociedad.
Basada en las ideas de Mbembe y Petit, Gržinić argumenta que hay
un “gobierno privado indirecto” que explota la muerte.24
Por su parte, Valencia coincide con Mbembe y Gržinić en su
reinterpretación y radicalización de la biopolítica de Foucault y,
como ellos, cree que la muerte más que la vida se encuentra al
centro de la biopolítica y la transforma en necropolítica. Sin em-
bargo, se desmarca de sus perspectivas diciendo que en el tercer
mundo no es suficiente con incorporar al análisis el impacto mor-
tal del neoliberalismo y de las actividades de las entidades priva-
das necroempoderadas, sino que el análisis debe ser geopolítica y
contextualmente específico. En su caso, reflexiona sobre la necro-
política en sociedades simultáneamente empobrecidas e hipercon-

23. Marina Gržinić, op. cit.


24. Idem.

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sumistas como las de las ciudades fronterizas de México, donde la
violencia extrema y el hiperconsumo son elementos estructurantes
en la construcción de subjetividades disidentes –aunque ilegítimas–
que resisten el poder del Estado.25
Valencia afirma que si la biopolítica controla los procesos vi-
tales, las exigencias capitalistas han transformado en mercancías la
vida y todos sus procesos asociados, como la muerte. En las socie-
dades hiperconsumistas, los cuerpos se convierten en una mercan-
cía, y su cuidado, conservación, libertad e integridad son productos
relacionados. Como mercancía, la vida es más valiosa si se encuen-
tra amenazada, secuestrada y torturada.26 Para ella, las corporacio-
nes de las drogas ilegales ejercen un poder de opresión análogo al
del Estado y se han convertido en un Estado paralelo que reconfi-
gura la biopolítica y utiliza técnicas que denomina necroprácticas
–acciones radicales dirigidas a infligir dolor, sufrimiento y muerte,
por ejemplo: asesinato, tortura y secuestro– para aprovechar, con-
servar y lucrar con el poder de hacer morir. Al igual que el Estado
legítimo, su contraparte criminal pretende tener el control sobre el
territorio, la seguridad y la población, es decir, gobernar a través de
la explotación de los recursos nacionales, de la venta de seguridad
privada, y de la población.
Controlan los cuerpos de la población y los hacen mercan-
cías de intercambio o consumidores de los bienes ofertados en el
narcomercado.27 La interpretación mexicana de Valencia acerca de
la política de la muerte es sólo una parte de un marco más amplio
de interpretación cultural y socioeconómica destinada a explicar la
dinámica interna de la violencia en el norte de México, específi-
camente en ciudades fronterizas como Tijuana, Baja California, (o

25. Sayak Valencia, op. cit.


26. Idem.
27. Idem.

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Ciudad Juárez, Chihuahua, en el caso analizado aquí), donde el des-
plazamiento forzado y el asilo son problemas endémicos. Ella llama a
este marco capitalismo gore.28

28. Valencia retoma el término gore de un género cinematográfico centrado en la


violencia extrema para describir la etapa actual del capitalismo en el tercer mun-
do, donde la sangre, los cadáveres, los cuerpos mutilados y las vidas cautivas
son herramientas en la reproducción del capital. Según Valencia, esta economía
simultáneamente destruye órganos y produce un capital cuya reproducción se
basa en la especulación de los cuerpos como mercancías y la violencia como
una inversión. Valencia caracteriza las dimensiones política, cultural, económica
y de poder del capitalismo gore en términos del narco-Estado, el hiperconsu-
mismo, el narcotráfico y la necropolítica. Si bien a nivel empírico todas las dimen-
siones analíticas del capitalismo gore operan en conjunto, para los propósitos
analíticos de este artículo es suficiente con revisar dos de ellos: la necropolítica
y una nueva subjetividad derivada del hiperconsumo y la violencia que a su vez
ejecuta la necropolítica: el sujeto endriago. Éstas se describirán en detalle más
adelante en el cuerpo del texto. Sobre el narco-Estado y el narcotráfico es sufi-
ciente con describirlos brevemente. Sobre el primero, junto con Hardt y Negri,
Valencia afirma que los Estados no han desaparecido en la globalización sino
que cumplen la función de garante de los mercados neoliberales a través del
uso de la seguridad y la vigilancia fronteriza. Los Estados nación se han conver-
tido en mercados-nación que operan en una red que tiene como fin la protec-
ción del capital. El mercado-nación más grande y exitoso del mundo es Estados
Unidos, ya que el cual difunde su cultura de consumo a través de los medios de
comunicación y la publicidad, y crea deseos consumistas en todas partes, inclu-
so en lugares donde ese deseo es ilegal. La identidad del sujeto en el merca-
do-nación está determinada por el consumo. El mercado-nación impone como
parámetro de la identidad sociocultural el uso y consumo de marcas y logotipos,
lo que exige un alto nivel de consumo. Este hiperconsumo proporciona a cam-
bio un statu quo que es la fuente de la identidad de mercado. Sin embargo, en
el caso de México no existe un mercado-nación sino una narco-nación, porque
son los cárteles de la droga en lugar de las empresas legales las que controlan el
Estado. Los cárteles del narcotráfico incorporan la violencia y las leyes del mer-
cado en su lógica de poder. Sobre el segundo, existe una relación muy estrecha
entre las drogas y la producción de capital debido no sólo a la globalización
del hiperconsumo, sino también a la violencia económica. Este tipo de violencia
es clave en el surgimiento y la expansión del tráfico de drogas como empresa
transnacional y como una herramienta de negocios. Por un lado, como una em-
presa transnacional, las drogas son una mercancía de alto valor en la sociedad

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De todas las aproximaciones a la necropolítica, la de Valencia
es la que mejor describe el lugar de la vida y la muerte en la guber-
namentalización del Estado mexicano, aunque difiero en su inter-
pretación del papel de las bandas criminales. Desde una perspectiva
necropolítica del Estado gubernamentalizado, las bandas criminales
no necesariamente representan un Estado paralelo, sino que a ve-
ces y en distintos niveles comparten las técnicas, las prácticas y los
dispositivos del Estado gubernamentalizado, lo que hace a éste un
híbrido en la ejecución de sus funciones de seguridad y regulación
de la aplicación de técnicas de muerte.29 Es decir, la necropolítica

hiperconsumista, esto es porque funcionan como un mecanismo de autocontrol


y se han convertido en una mercancía que satisface diferentes subjetividades:
los depresivos toman Prozac, los hombres que desean aumentar su masculini-
dad o su virilidad toman testosterona o Viagra, las mujeres que quieren controlar
su fertilidad toman la píldora, etcétera. Su producción va de la mano con la in-
vestigación científica, la producción de capital y los mercados. La división entre
drogas legales e ilegales –las de prescripción y las recreativas– tiene el objetivo
de controlar, disciplinar y normalizar los cuerpos. La prohibición no sólo trae
beneficios a las mafias sino también a las industrias de la guerra y de las armas
de Estados Unidos debido a la retórica de la guerra contra las drogas. Hay, pues,
un doble discurso en la política estatal que permite a los gobiernos vincular los
mercados legales (armas) y los ilegales (drogas), lo que crea un complejo nexo
entre drogas, industria militar e hiperconsumo.
29. No es objetivo de este artículo demostrar la relación entre la delincuencia
organizada y el Estado mexicano. Este problema ha sido abordado de for-
ma descriptiva sobre todo en trabajos periodísticos que señalan la existencia
–sistemática pero desigual y en los diversos niveles de gobierno– de estos
vínculos. Véase, por ejemplo, Charles Bowden, Murder City. Ciudad Juárez
and the Global Economy’s New Killing Fields, Nueva York, Nation Books, 2011;
Charles Bowden y Molly Molloy, El Sicario. The Autobigraphy of a Mexican
Assassin, Nueva York, Nation Books, 2011; Ioan Grillo, El Narco. Inside Mexico’s
Criminal Insurgency, Londres, Bloomsbury Press, 2012; Anabel Hernández,
Los señores del narco, México, Grijalbo/Mondadori, 2010. El vínculo ha
sido estudiado también, a nivel empírico-analítico con metodologías más
positivistas que la usada aquí, en trabajos académicos como: Carlos Antonio
Flores Pérez, “La lógica del botín: de la cooptación del Estado y el Estado
‘fallido’”, en Arenas. Revista Sinaloense de Ciencias Sociales, vol. 13, núm. 1,

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del Estado mexicano gubernamentalizado consiste en el uso com-
partido, entre autoridades estales y bandas criminales, de técnicas y
prácticas de dominación de la población como la militarización, el
despliegue público de violencia y la sujeción de los cuerpos a vio-
lencia extrema (torturas, ejecuciones, desapariciones, persecución),
con lo cual regula no la vida de la población, sino su muerte. Esta
necropolítica usa la guerra contra el narcotráfico como su dispositi-
vo fundamental y la militarización como su estrategia central.
La forma específica de subjetivación de esta necropolítica pue-
de definirse con lo que Valencia denomina el sujeto endriago, que es
el resultado subjetivo de las dinámicas socioculturales del capitalismo
gore. Valencia afirma que los rasgos culturales del capitalismo gore se
construyen sobre la subversión del significado del trabajo del posfor-
dismo, pues en éste el trabajo como una actividad social significativa
ha sido remplazado por el consumo, incluso en lugares extrema-
damente desfavorecidos y marginados. Hay una actitud de intenso
desprecio de la cultura laboral y de la propia clase trabajadora en
general que subvierte los procesos tradicionales de reproducción del
capital y, dado que el trabajo no es valorado socialmente, los jóvenes

2012, pp. 11-44. Aquí, el autor explica que: “en el caso mexicano, un aspecto
crucial para comprender la falla de aspectos clave del Estado ha sido la captura
de circuitos y áreas institucionales por intereses delictivos, auspiciados con
frecuencia por los propios servidores públicos encargados de velar por el
interés colectivo. La implantación de estos intereses en las instituciones ha
obstruido sus funciones y generado graves desviaciones respecto a lo que en
principio se espera de ellas. Este proceso de captura del Estado es visto a
partir del concepto de ‘reconfiguración cooptada del Estado’ […] en el que un
grupo de actores públicos y no públicos, con intereses compartidos de índole
ilícita, se valen de diversas estrategias para utilizar en su favor los recursos
del Estado, determinando u obstaculizando el diseño y funcionamiento
institucional” (Carlos Antonio Flores Pérez, op. cit., pp. 12-13). El argumento
de este artículo refiere a esta literatura y a los testimonios de viva voz y de
documentos legales donde hay referencias a la imposibilidad de determinar
con claridad estos vínculos.

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que necesitan sentirse competentes en su función de proveedores
en una dinámica de hiperconsumo son los que buscan “trabajo” en
la industria gore (asesinatos, drogas, secuestro, comercio del sexo).30
Debido a la presión generalizada para el consumo y a la frustración
entre los jóvenes que no pueden llegar a tales niveles de consumo, la
economía criminal y el uso de la violencia como una herramienta
de mercado se han convertido en una alternativa.
Las relaciones de necropoder actúan para inducir a los su-
jetos a necroprácticas que se ofrecen en el biomercado. La sub-
jetividad que surge de esta inducción es lo que Valencia llama
el sujeto endriago y que, como veremos después, es el principal
agente perseguidor en los casos de asilo de mexicanos. El endriago
es un personaje mítico del libro Amadís de Gaula, el cual pertene-
ce a la literatura medieval española. El endriago es un monstruo,
un híbrido que conjuga hombre, hidra y dragón; es una bestia de
gran altura, fuerte y ágil que habita tierras infernales y produce
un gran temor entre sus enemigos. Valencia adopta el término en-
driago para conceptualizar a los hombres que utilizan la violencia
como medio de supervivencia, mecanismo de autoafirmación y
herramienta de trabajo. Asegura que los endriagos no sólo matan
y torturan por dinero, sino que buscan dignidad y autoafirmación;
dadas las condiciones sociales y culturales imperantes en México no
debería ser una sorpresa que los endriagos usen necroprácticas para
satisfacer las demandas consumistas, ya que con ello subvierten la
sensación de fracaso causada por la frustración material.
Para Valencia, el endriago es la subjetividad disidente del neo-
liberalismo, pero no significa que sea una resistencia legítima: los
endriagos siguen siendo hombres de negocios que toman el neo-
liberalismo hasta sus últimas consecuencias, resistiendo el Estado

30. Sayak Valencia, op. cit.

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neoliberal pero de una manera distópica. Según Valencia, el endria-
go no se opone al Estado como tal, sino que quiere remplazarlo en
sus funciones biopolíticas de control de la población, del territorio
y de la seguridad a través de las técnicas y tácticas de dominación
gore.31 Para los fines de este artículo, el endriago no remplaza las
funciones de los agentes del Estado sino que es la subjetivación que
surge del Estado gubernamentalizado en México, que, como dije,
es una amalgama a diferentes niveles de bandas criminales e institu-
ciones de gobierno. Los endriagos son frecuentemente ex soldados,
ex policías o ex guardias privados, pero en otros casos sus vínculos
con el gobierno no son suficientemente claros.
Para Valencia, tres factores sostienen socialmente al sujeto en-
driago: las presiones del mercado, los medios masivos y la masculi-
nidad hegemónica, mismas que en este artículo se interpretan como
técnicas de producción, significación y de dominación que permi-
ten al necropoder mantener sus dispositivos y estrategias, es decir,
la guerra contra el narcotráfico y la militarización, respectivamente.
En primer lugar, sobre las presiones del mercado, los sujetos no son
parte externa de los mercados, sino parte interno mediante la cual
el consumo define y determina sus subjetividades. El mercado se
convierte en un biomercado. No debe sorprender entonces que
el biomercado incluya también los mercados gore, que ofrecen las
mercancías y los servicios asociados al necropoder, como las drogas
ilegales, la violencia, el asesinato y el tráfico de órganos humanos y
de mujeres y niñas con fines de explotación sexual.32

31. Idem.
32. La idea de la incorporación del cuerpo al consumo es un tema ampliamente
debatido más allá del capitalismo gore. Por ejemplo, Badiou dice que estamos
en el umbral de un nuevo tipo de esclavitud, la esclavitud “moderna”, la cual
consiste en “reducir el cuerpo a un consumidor o a un cuerpo sufriente. De
un lado el cuerpo rico que consume, y, del otro, el cuerpo pobre que sufre, un
cuerpo separado de sus ideas, separado de todo proyecto universal, separado

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En segundo lugar, el régimen heteropatriarcal desempeña un
papel clave en el necropoder porque las masculinidades marginadas
hacen atractiva la idea del endriago. Debido a que no tienen acceso
a empleos legales significativos ni otras oportunidades, los sujetos
masculinos marginados necesitan resignificarse a través de medios
alternativos, y los dispositivos del necropoder resultan atractivos. La
subjetividad del endriago es en parte posible gracias al patriarcado y
a los patrones de conducta de un tipo de masculinidad hegemónica
y violenta que conceptualmente cae en lo que el psicólogo argen-
tino Sergio Sinay ha denominado la masculinidad tóxica.33 Finalmen-
te, según Valencia, la masculinidad del sujeto endriago se legitima

de todo principio” (Alain Badiou, Justicia, filosofía y literatura, Argentina, Homo


Sapiens, 2007). También Costa ha reflexionado sobre la inmersión del cuer-
po propio al consumo con su idea del “dispositivo fitness”. Ella asegura que:
“Es el ciudadano, entendido como usuario-consumidor, el que –aterrorizado
ante el riesgo de exclusión– se hace responsable de su vida, es decir, de su sa-
lud física y mental (obra social prepagada, tratamientos psicológicos, psiquiátri-
cos o psicoanalíticos privados), de su familia (seguro de vida, compras a crédito
de la vivienda, educación pagada para sus hijos), de su futuro (jubilación pri-
vada), de su educación (en colegio especial), de su inserción y mantenimiento
en el mercado del deseo (cirugías, gimnasio, cosmética), de su salud ‘espiri-
tual’ (yoga, turismo shamánico, bioenergética). Y cada trasgresión contempla
su específico rechazo, a la manera de un bando/abandono. A la vieja guerra
de razas estatal y biológica, se suma o superpone una nueva batalla corporal.
En el tardocapitalismo, los ‘menos que humanos’ son expulsados, invisibiliza-
dos y reducidos a ‘material humano’ y ‘reserva biológica’” (Flavia Costa, “El dis-
positivo fitness en la modernidad biológica. Democracia estética, just-in-time,
crímenes de fealdad y contagio”, memoria académica, Universidad Nacional de
La Plata, 2008, disponible en: <http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/trab_ev
entos/ev.647/ev.647.pdf>).
33. Sinay califica de masculinidad tóxica aquélla en la que los hombres compiten
entre sí para demostrar quién es más fuerte, más competidor y más poderoso,
despreciando valores tales como “la empatía, la comprensión, la solidaridad,
la ternura, la paciencia, la aceptación y la espiritualidad” (Sergio Sinay, La
masculinidad tóxica, Buenos Aires, Editorial B, 2006, pp. 97-98). Cuando los
hombres aplican su energía a estas empresas tóxicas –el poder, la dominación y el
control como fines en sí mismos– se genera una sociedad violenta– (ibid., p. 112).

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a través de los medios de comunicación. Cada vez más programas
de televisión, películas, videojuegos, moda y diseño exaltan la vio-
lencia industrial, la subjetividad del endriago y el necropoder. La
serie de televisión Los Soprano y las películas británicas Rockanrolla
y Snatch son un buen ejemplo de ello, así como las telenovelas lati-
noamericanas El cártel de los sapos y La Reina del Sur. Los gánsteres y
los sicarios –endriagos– se convierten en celebridades y, por consi-
guiente, en modelos a seguir.
La necropolítica y su subjetivación principal –el endriago–34
permiten identificar las prácticas específicas del Estado mexicano
gubernamentalizado que conducen a las relaciones de dominación
que obligan a las personas a huir y convertirse en solicitantes de asilo
en Estados Unidos, donde a su vez se convierten en sujetos del
discurso de asilo que opera de manera funcional al dispositivo
de dominación del asilo en dicho país. Asimismo, las formas deri-
vadas de la subjetivación del necropoder permitirán ver cómo el
discurso liberal del derecho se disloca y se vuelve discurso que sos-
tiene el aparato regulatorio de la migración.

CARACTERIZANDO EL FENÓMENO
DEL ASILO MEXICANO EN ESTADOS UNIDOS
El biopoder utiliza diversas técnicas dentro de su dispositivo de re-
gulación de la migración para evitar inmigrantes indeseables, tales
como pasaportes y visados, clasificación legal de migrantes (traba-
jadores temporales, invitados, ilegales, “cerebros” y otros trabajado-
res cualificados), e impuestos a las tarifas del transporte. Todas estas
técnicas son regularmente introducidas por medio de progresivas
reformas de migración y asilo. En Estados Unidos, los dispositi-
vos biopolíticos destinados a controlar la migración mexicana han
sido implantados gradualmente desde 1929, pero con mayor ace-

34. Sayak Valencia, op. cit.

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leración y sistematicidad desde mediados de 1980 hasta la primera
década del siglo xx: a partir de la Immigration Reform and Con-
trol Act (irca) y la Ley Simpson-Rodino de 1986, hasta la Illegal
Immigration Reform and Immigrant Responsibility Act (iirir) de
1996 y la fallida Comprehensive Immigration Reform Act de 2006,
que tuvo diversas salidas a nivel estatal.35 Estas tácticas biopolíticas se
han aplicado junto con dispositivos anatomopolíticos –tecnologías
disciplinarias– como los controles fronterizos (vallas, controles po-
liciales y patrullas). Una tecnología disciplinaria importante usada
para normalizar y controlar los cuerpos de los migrantes fue la estra-
tegia de “prevención a través de disuasión”, la cual consiste en pre-
venir la migración indocumentada mediante la disuasión de posibles
migrantes por medio de cientos de agentes fronterizos, la detención
y el registro de cualquier persona “sospechosa” de ser migrante, es
decir, no sólo los posibles inmigrantes indocumentados, sino tam-
bién chicanos y residentes de aspecto latino.36
Los dispositivos biopolíticos y anatomopolíticos implantados
para evitar que los mexicanos emigraran a Estados Unidos fueron

35. Luego de que se rechazara la propuesta de reforma federal, cada uno de los 50
estados de la Unión Americana se enfocaron en hacer propuestas de reforma
locales, y en 2007 hubo un total de 1 059 propuestas de reforma migratoria,
pero solamente 167 se convirtieron en ley. Véase Ariadna Estévez, Human Rights
and Free Trade in Mexico: A Discursive and Sociopolitical Perspective, Nueva
York, Palgrave Macmillan, 2008.
36. Timothy Dunn, “Border Militarizarion Via Drug and Immigration Enforcement:
Human Rights Implications”, en Social Justice, vol. 28, núm. 2, 2001, pp. 7-30;
“Migración, derechos humanos, ciudadanía y soberanía nacional”, en Ana
María Aragonés (ed.), Análisis y perspectivas de la globalización. Un debate
teórico, México, Facultad de Estudios Superiores Acatlán, Universidad Nacional
Autónoma de México (unam)/Plaza y Valdés, 2005, pp. 155-176; Operaciones
anti-inmigrantes en la frontera eeuu-México: Ciudadanía y soberanía nacional
versus derechos humanos, México, Instituto de Investigaciones Económicas,
Universidad Nacional Autónoma de México, (unam), 2009; Blockading the
Border and Human Rights: The El Paso Operation that Remade Immigration
Enforcement, Austin, University of Texas Press, 2009.

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costosos y finalmente efectivos. El gobierno estadounidense y el Pew
Hispanic Center coinciden en que desde la introducción de medidas
de seguridad el flujo de inmigrantes indocumentados ha disminuido
gradualmente, y que si bien en enero de 2008 se estimaba que había
1.9 millones de inmigrantes indocumentados en la Unión Americana,
en enero de 2009 ese número había disminuido en casi un millón,
posiblemente debido a que los inmigrantes decidieron regresar a sus
países de origen por la recesión económica. En 2012, la tasa de migra-
ción mexicana se redujo a un impactante 0%, según el Pew Hispanic
Center, el cual afirmó que

el detenimiento parece ser el resultado de muchos factores, incluyen-


do el debilitamiento de los mercados de trabajo y de construcción de
viviendas, el endurecimiento de la seguridad en la frontera, el aumento
en las deportaciones, y los crecientes peligros asociados con el cruce
ilegal de la frontera, la disminución a largo plazo de las tasas de nata-
lidad en México y más amplias condiciones económicas en México.37

No obstante, la disminución sustancial de la migración no ha ocurrido


en una burbuja geopolítica. La necropolítica mexicana ha ocasionado
un revés a este descenso con la aparición de una nueva tendencia en
la migración de mexicanos a Estados Unidos: el desplazamiento for-
zado y el asilo.38 La necropolítica en Ciudad Juárez y el Valle de Juárez
–entre otras localidades fronterizas o con importantes plazas para el

37. Jeffrey Passel et al., “Net Migration from Mexico Falls to Zero—and Perhaps
Less”, Pew Hispanic Center, 2012, disponible en: <http://www.pewhispanic.org/
2012/04/23/net-migration-from-mexico-falls-to-zero-and-perhaps-less>.
38. Según Carlos Spector, quien ha llevado casos de asilo de mexicanos desde
principios de los noventa, aun cuando ya ha habido persecución política en
México –especialmente en la década de los noventa–, por diversas razones
políticas pocos habían usado el asilo o escogido Estados Unidos como su
destino, debido a que los perseguidos –marxistas y opositores al sistema de
partido casi único– veían a Estados Unidos como cómplice de los gobiernos

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narcotráfico como Tijuana, Matamoros, Morelia y Veracruz– ha pro-
vocado que los tiroteos, fuegos cruzados, decapitaciones y coches
bomba dirigidos a autoridades y bandas rivales, así como secuestros,
extorsiones, desapariciones y ejecuciones contra civiles, sean ahora
algo cotidiano. El costo humano ha sido devastador: la pérdida de
más de 100 000 vidas y la desaparición forzada de 27 000 personas. En
cuanto al desplazamiento forzado, entre 2010 y 2011 cerca de 700 000
personas tuvieron que abandonar sus hogares como consecuencia de
la violencia en todo el país, y 2% de la población mexicana (más
de 1.6 millones de personas) ha sido desplazada forzadamente por la
violencia criminal.39 Tan sólo en el Valle de Juárez 230 000 personas
han tenido que abandonar sus hogares. Unos 160 000 se han despla-
zado internamente en el país, y el resto ha huido a Estados Unidos,
especialmente a Texas, muchos de ellos pidiendo asilo.40
Si bien no es posible establecer un vínculo entre la dismi-
nución de la migración indocumentada y la aparición de la mi-
gración forzada como nueva tendencia migratoria en la relación
México-Estados Unidos, sí es una práctica que se ha intensificado
en años recientes de forma simultánea. En 2007, un año después
de que se pusiera en marcha la guerra contra el narcotráfico, se
registraron 9 545 solicitudes de asilo procedentes de México, lo cual
representa un aumento de 41% respecto al año anterior. Entre 2006
y 2010, 44 019 mexicanos solicitaron asilo en otros países, 13 700 de
ellos en Estados Unidos y 30 142 en Canadá. Hasta 2007, la mayoría
de los solicitantes de asilo mexicanos solía ir a Canadá (74%) y en

mexicanos y como máximo exponente del imperialismo. De esta forma, el asilo


es una figura antigua en el aparato migratorio de Estados Unidos pero es nueva
para los mexicanos que emigran a ese país.
39. Luis Benavides y Sandra Patargo, “México ante la crisis humanitaria de los des-
plazados internos”, en Foreign Affairs Latinoamérica, vol. 12, núm. 4, 2012.
40. Idem; Displacement Monitoring Centre y Norwegian Refugee Council, México,
Oslo, 2011, disponible en: <http://www.internal-displacement.org/publications/
global-overview-2010-americas-mexico.pdf>.

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menor medida a Estados Unidos (24%).41 Sin embargo, en 2010 se
produjo un cambio en esta tendencia. Mientras que el número
de solicitudes de asilo de mexicanos a Estados Unidos aumentó
en 2008 a 2 487, en 2009 se mantuvo prácticamente igual, pero en
2010 casi se duplicó (4 225). Por el contrario, en Canadá el número
de solicitudes de asilo presentadas por mexicanos alcanzó 9 413 en
2008, pero en 2010 se redujo a 1 198, evidentemente debido a la visa
impuesta a los ciudadanos mexicanos.42
En 2010 México fue responsable de una de las cifras más al-
tas de solicitudes de asilo a los Estados Unidos, precedido sólo por
China y seguido por Haití, Guatemala y El Salvador.43 Según el

41. United Nations High Commissioner for Refugees (unhcr), Asylum Levels
and Trends in Industrialized Countries, 2007. Statistical Overview of Asylum
Applications Lodged in Europe and Selected Non-European Countries, Génova,
Organización de las Naciones Unidas, 2007.
42. Idem; United Nations High Commissioner for Refugees (unhcr), 2008 Global
Trends: Refugees, Asylum-seekers, Returnees, Internally Displaced and State-
less Persons, Génova, Organización de las Naciones Unidas, 2008, disponible
en: <http://www.unhcr.org/4a375c426.html>; 2009 Global Trends: Refugees,
Asylum-seekers, Returnees, Internally Displaced and Stateless Persons, Génova,
Organización de las Naciones Unidas, 2008, disponible en: <http://www.unh-
cr.org/4c11f0be9.html>; Asylum Levels and Trends in Industrialized Countries,
2010. Statistical Overview of Asylum Applications Lodged in Europe and Selected
Non-European Countries, Génova, Organización de las Naciones Unidas, 2010. El
14 de julio de 2009, el gobierno canadiense anunció la imposición de visa a los
mexicanos que visitan Canadá, contraviniendo la reciprocidad que guardaba con
México, que no pide visa a los canadienses. El gobierno canadiense argumentó
que la mayoría de las solicitudes de mexicanos eran falsas y que los mexicanos uti-
lizaban esta vía para migrar por causas económicas. En 2010 declaró que el caso
mexicano lo había alertado a reconocer que su sistema de asilo estaba “roto” y
que necesitaba una enmienda urgente para evitar que solicitudes presuntamente
falsas o inconsistentes como las de los mexicanos lo “taparan”; Citizenship and
Immigration Canada, Balanced Refugee Reform, Government of Canada, 2010,
disponible en: <http://www.cic.gc.ca/english/refugees/reform.asp>.
43. The United States Department of Justice, Asylum Statistics by Nationality, The
United States Department of Justice, 2011, disponible en: <http://www.justice.
gov/eoir/efoia/foiafreq.htm>.

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Transactional Records Access Clearinghouse (trac), 60% de los ca-
sos se localiza en cuatro estados: California, Texas, Illinois y Arizo-
na.44 En contraste, las tasas de aceptación son muy bajas: sólo en 143
de los 2 320 casos se concedió el asilo afirmativo (6.2%). De 2008 a
2010 los casos afirmativos45 disminuyeron: 176 en 2008, 191 en 2009
y 143 en 2010. En 2010, sólo 49 de los 3 231 casos recibieron el asilo
(1.5%). En cuanto al asilo defensivo, de 2008 a 2010 el número de
casos exitosos disminuyó también: 72 en 2008, 62 en 2009 y 49 en
2010; 85% del total de las solicitudes de asilo presentadas entre 2008
y 2010 han sido rechazadas.46
En la ciudad de El Paso, Texas, donde se encuentran cientos de
casos de asilo relacionados con la guerra contra el narcotráfico, los
jueces William L. Abbott y Thomas C. Roepke tienen algunas de las
tasas más altas de negación de asilo en el país y se han vuelto aún más

44. Transactional Records Access Clearinghouse, Immigration Court Backlog Tool.


Pending Cases and Length of Wait in Immigration Courts, Syracuse, Transactional
Records Access Clearinghouse, 2012, disponible en: <http://trac.syr.edu/phpto
ols/immigration /court_backlog>.
45. Véase más adelante las diferencias entre asilo afirmativo y defensivo, y cómo
constituyen un aspecto administrativo de la aplicación de la ley de asilo.
46. Jason Dzubow, “Confusion Over Mexican Asylum Seeker Statistics”, 2012, dispo-
nible en: <http://www.asylumist.com/2012/03/08/confusion-over-mexican-asylum
-seeker-statistics>. Si bien las cifras de negación de asilo a mexicanos no son sor-
prendentes ni mayores que las registradas en otros países (como en Alemania,
donde el Estado tiene una política de asilo muy restringida), sí son importantes
en su contexto nacional y en relación con el otorgamiento del estatus a individuos
de otros países con rasgos similares a los mexicanos, como Colombia, o a los que
Estados Unidos quiere dar una lección ejemplar, como China. Como lo demuestra
Massey, hay que comparar las cifras de mexicanos “con los casos otorgados a co-
lombianos, otro país ‘amigo’ con el que también existen acuerdos militares: 547 en
2008, 368 en 2009, 234 en 2010, y 213 en 2011. Asimismo, compárense los casos
de asilo otorgados a chinos, un país ‘enemigo’ con el que eeuu no tiene acuer-
do militar alguno: 3 456 en 2008, 3 449 en 2009, 3 796 en 2010, y 4 700 en 2011”;
Crystal Massey, Violaciones a los derechos humanos de los mexicanos solicitantes
de asilo en El Paso, Texas y el sur de Nuevo México entre enero de 2008 y junio de
2012, México, Facultad Lationamericana de Ciencias Sociales (Flacso), 2013.

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duros ahora que los mexicanos encabezan la lista.47 Por un lado, Ab-
bott tuvo una tasa negativa de 65.7% en 2010, cuando los ciudadanos
de Birmania representaban 19.7% de su carga de trabajo.48 Sin embar-
go, su tasa de rechazo subió a 74.6% en 2011, cuando los ciudadanos
de Birmania fueron remplazados por los mexicanos, quienes repre-
sentaron 14% del total de sus casos. Abbott pasó de la posición 113 a
la 77.49 Por otra parte, en su informe de 2010, Roepke negó el asilo
en 96.7%; los mexicanos representaban 12.4% de sus casos.50 En su
último informe (2011), las solicitudes presentadas por los mexicanos
subieron a 19%.51 Su tasa de rechazo siguió en 96.7%, pero subió en el
ranking nacional del cuarto al tercer lugar en una lista de 256 jueces.52
La negación sistemática de asilo a los mexicanos se relaciona
con lo que Anna Jessica Cabot, coordinadora legal de Las Americas
Immigrant Advocacy Center, describe como: “La sensación de que
cuando empiezas a dejar entrar a los ciudadanos mexicanos que han
vivido violencia, vas a abrir las puertas a cientos de miles de ciudada-
nos mexicanos porque la violencia del narcotráfico es tan dominante
en México”. En otras palabras, la negación del asilo es un imperativo

47. Transactional Records Access Clearinghouse, Judge Thomas C. Roepke. FY 2006-


2011, Syracuse, El Paso Immigration Court, 2012 disponible en: <http://trac.syr.
edu/immigration/reports/judgereports/00054ELP/index.html>; Judge William L.
Abbott. FY 2005 - 2011, Syracuse, El Paso Immigration Court, 2012, disponible en:
<http://trac.syr.edu/immigration/reports/judge2010/00051ELP/index.html>.
48. Los ciudadanos de Birmania fueron seguidos por los nacionales de El Salvador
(10.7%), China (9%), México (8.2%) y Etiopía (6%) (Transactional Records Access
Clearinghouse, Judge William L. Abbott. FY 2005 - 2011, op. cit).
49. Otras nacionalidades que siguen a la mexicana: El Salvador (13.5%), Burma
(9.8%), China (6.2%) y Somalia (6.2%) (idem).
50. Seguido por Guatemala (10.7%), Honduras (10.7%), El Salvador (9.1%) y Jamaica
(6.6%) (Transactional Records Access Clearinghouse, Judge Thomas C. Roepke.
FY 2006 - 2011, op. cit.).
51. Seguido por Honduras (10.5%), El Salvador (9.8%), Guatemala (9.8%) y Colombia
(5.2%) (idem).
52. Idem.

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biopolítico. Como dice Carlos Spector, abogado y representante legal
de decenas de mexicanos que buscan asilo en El Paso,

los cárteles están actuando como agentes del Estado, y las víctimas, así
como las autoridades de asilo, están conscientes de ello, pero no van
a conceder el asilo a los mexicanos porque significaría abrir una Caja
de Pandora, no porque el desplazamiento forzado tenga las mismas di-
mensiones que la migración indocumentada, sino porque se maneja la
inmigración de mexicanos como un riesgo interno. [Por eso] cuando
vamos a la corte con un caso mexicano ponen dos o tres de los mejores
abogados que tienen, si son de cualesquiera otro país del mundo te
ponen un novato. Cuando pedimos asilo político con la oficina de asilo
que son los buenos de la película se manda cada caso a Washington an-
tes de la decisión [...] Ellos me lo han dicho varias veces, y no lo tratan
de ocultar, después de que tenemos la entrevista dicen: “como es caso
mexicano tenemos que mandarlo a Washington”.

Las tácticas biopolíticas contra mexicanos ya típicas –como las suce-


sivas reformas migratorias y la securitización de la frontera– se com-
plementan ahora con la aplicación de la Ley de Asilo, la cual se usa
como táctica para legitimar esas decisiones políticas con un discurso
experto (el derecho) y su dispositivo (cortes, entidades administrati-
vas). Éste será el tema del siguiente apartado.

LA DISLOCACIÓN NECROPOLÍTICA
DE LA LEY DE ASILO Y SU USO BIOPOLÍTICO
Para Foucault, un dispositivo es el conjunto de relaciones que se
construyen en torno a un discurso: instituciones, leyes, políticas
públicas, disciplinas, enunciados científicos y filosóficos, conceptos,
proposiciones morales, etcétera.53 Como táctica de poder en el dis-

53. Edgardo Castro, op. cit.

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positivo migratorio, el discurso de asilo tiene efectos de verdad, es
decir, establece subjetividades, objetos y conceptos que dividen lo
falso de lo verdadero. Para crear estos efectos de verdad se apoya en
otros discursos verdaderos, como el derecho, la criminología, etcéte-
ra; y se produce y distribuye bajo el control de grandes aparatos po-
líticos y económicos tales como las cortes, oficinas de migración y
bufetes de abogados.54 Este dispositivo sirve de defensa a la biopolí-
tica estadounidense frente a la “amenaza” de la migración mexicana.
La Ley de Asilo no tendría que ser parte de este biopoder,
pues pertenece al poder soberano y al disciplinario, mismos que son
complementarios ya que, mientras el primero se traduce en códigos
jurídicos, el segundo guarda estos códigos y los extiende con el
fin de instituirse como instrumento del capitalismo no para extraer
riquezas, sino tiempo y trabajo a través de la vigilancia.55
Sin embargo, la Ley de Asilo en Estados Unidos se utiliza para
regular los flujos migratorios de mexicanos, no para disciplinarlos.
Esto es porque, como advirtió Foucault, existe un uso estratégico
de la ley en la biopolítica en general: una consecuencia del desa-
rrollo del biopoder “es la importancia creciente tomada por el juego
de la norma a expensas del sistema jurídico de la ley”;56 no es que
“la ley desaparezca o que las instituciones de justicia tiendan a des-
aparecer, sino que la ley funciona cada vez más como una norma y
que la institución judicial se integra más y más a un continuum de
aparatos (médicos, administrativos) cuyas funciones son sobre todo
reguladoras”.57 El aparato jurídico ha adquirido un rol de norma, es
decir, busca imponer conformidad, homogenizar; es un mecanismo
regulador en la política de la vida y de la muerte. El discurso de asi-

54. Idem.
55. Michel Foucault, Defender la sociedad, op. cit.
56. Edgardo Castro, op. cit., p. 219.
57. Idem.

162

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lo en Estados Unidos –a través de la ley– funciona como táctica en
el dispositivo de regulación migratoria en Estados Unidos, la cual
a su vez tiene objetivos económicos y políticos, que es contener la
migración mexicana y no disgustar al socio comercial.
En el discurso de asilo, diversas categorías jurídicas filtran la
entrada de sujetos de persecución y se encuentran codificadas en
una variedad de instrumentos legales: el asilo se define en función
de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Estatuto de los
Refugiados (1951) y su Protocolo (1967); la suspensión de la ex-
pulsión implementa la obligación de no devolución (non-refoulment)
establecida en la misma convención; y la no devolución por temor
a ser torturado, implementada como parte de otros medios com-
plementarios de protección bajo la Convención contra la Tortura
y otros Tratos y Penas Crueles Inhumanas o Degradantes (1948).58

58. Por razones de espacio no profundizaré en estas opciones, pero dado que los
abogados de los mexicanos las consideran en sus solicitudes sí las describiré
brevemente. En primer lugar, bajo la suspensión de la expulsión/deportación
[Immigraiton and Nationality Act, en adelante ina, artículo 241, párrafo (b), inciso
(3), Subinciso (B)]. Una persona que no califica para el asilo en Estados Unidos de-
bido a las restricciones mencionadas en el cuerpo del texto no puede ser devuel-
ta a un país donde su vida pueda verse amenazada, pero puede ser transferida
a un tercer país. Los cinco motivos protegidos (véase la definición de refugiado)
siguen existiendo y la carga de la prueba es mayor en esta opción ya que el recla-
mante debe demostrar que “es más probable que sí a que no” vaya a ser objeto
de persecución, es decir, que haya por lo menos 51% de probabilidad de perse-
cución. Sin embargo, si la persona se las arregla para probar persecución, no hay
discrecionalidad aquí, el juez de inmigración tendrá que otorgar la protección, es
obligatorio. A una persona se le puede negar la suspensión de la expulsión si parti-
cipó de alguna manera en la persecución de cualquier persona en razón de alguna
de las categorías protegidas, si es responsable de un delito particularmente gra-
ve y constituye un peligro para la sociedad estadounidense, si cometió un delito
grave no político fuera de Estados Unidos y podría ser considerado como un
peligro para la seguridad del país. Una persona a la que se le concede la suspen-
sión de la expulsión puede obtener un permiso de trabajo, pero no puede tener
la oportunidad de solicitar la residencia permanente. En segundo lugar, la pro-
tección bajo la Convención contra la Tortura [ina artículo 208, párrafos 16 al 18].

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La Ley de Inmigración y Nacionalidad (ina) determina que un
refugiado es:

(A) Cualquier persona que se encuentre fuera de su país de naciona-


lidad o, en el caso de no tener nacionalidad específica, se encuentre
fuera del país donde habitualmente reside y no puede o no quiere
regresar a ese país y no puede o quiere protegerse allí, debido a perse-
cución o a un temor fuertemente fundamentado de persecución por
razones de raza, religión, nacionalidad, membrecía en un grupo social
en particular u opinión política.59

El discurso de asilo en el dispositivo migratorio estadounidense ex-


cluye a un sujeto a priori si éste ha participado en la persecución de
otras personas en razón de uno o más de los cinco motivos protegi-
dos, si ha permanecido en territorio estadounidense por más de un
año en el momento de presentar su solicitud, si tiene antecedentes
criminales o si se ha reubicado exitosamente en otro país. Una vez
que el sujeto demuestra ser elegible para el asilo, su caso será exi-
toso si logra comprobar en los términos de inclusión del discurso
de asilo que existe un temor bien fundado de ser perseguido ante

Se ha utilizado como una forma complementaria de protección de la manera que


lo establece la onu. Con la ratificación de la Convención contra la Tortura y Otros
Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes (1984), en 1990, los jueces
de inmigración tienen que determinar si existe el temor “creíble” y “razonable”,
no necesariamente de persecución, sino de la tortura. A diferencia del asilo y la
suspensión de la expulsión, la protección de las personas bajo la Convención
contra la Tortura protege a las personas con antecedentes penales y a las que no
son perseguidas en razón de una de las categorías protegidas (Holly Buchanan,
“Fleeing the Drug War Next Door: Drug-related Violence as a Basis for Refugee
Protection for Mexican Asylum-Seekers”, en Merkourios. Utrecht Journal of Inter-
national and European Law, vol. 27, núm. 72, 2010, pp. 28-60; Andy Rottman et al.,
“The Path to Asylum in the US and the Determinants for Who Gets In and Why”, en
International Migraton Review, vol. 43, núm. 1, 2009, pp. 3-34.
59. ina artículo 101, párrafo A, inciso 42.

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la falta de voluntad o la incapacidad del gobierno para protegerlo
de sus perseguidores, y que la persecución está motivada por la raza,
la nacionalidad, la religión, la opinión política o la pertenencia a
un grupo social determinado. Esta dupla de conceptos es lo que
establece los términos de inclusión y exclusión del discurso de asilo.
El discurso de asilo forma parte del dispositivo migratorio de
Estados Unidos y, como tal, se aplica administrativamente –no como
parte del aparato de justicia constitucional– aunque sus técnicas de
reproducción, de significación y de poder estratégicamente resem-
blen aquellas del poder soberano, como las cortes y tribunales. Hay
dos técnicas extralegales que incorporan la aplicación del asilo al
aparato biopolítico de la migración. Por una parte, la división del
sistema en procedimientos afirmativo y defensivo. En primer lugar,
los solicitantes afirmativos son los que entran al país con una visa
vigente, o los que han sobrepasado sus visas y ahora se encuentran
indocumentados en el país. La solicitud es revisada por un oficial
de asilo de la Oficina de Servicios de Inmigración y Ciudadanía
(uscis), y si no es aprobada, se remite a un juez de inmigración
de la Oficina Ejecutiva de Revisión de Inmigración (eoir), que es
una rama del Departamento de Justicia de Estados Unidos pero no
funciona como un tribunal propiamente dicho, como veremos más
adelante. En ese momento, el demandante se encuentra en proce-
so de deportación pero su solicitud no ha sido rechazada todavía.
Por otra parte, en las demandas defensivas un oficial de migración
coloca al solicitante en procedimientos de deportación y el caso
va directamente a la eoir. Por lo general, los solicitantes que van
directamente al asilo defensivo son los que no están en posesión de
un visado y manifiestan su intención de solicitar asilo en un puer-
to de entrada frente a un funcionario de inmigración. Cuando se
encuentran en esta situación, los solicitantes de asilo son enviados a
un centro de detención donde son recluidos hasta que un tribunal
de inmigración toma una decisión, lo que puede tardar hasta cinco

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años. Según Crystal Massey, entonces investigadora del despacho de
Carlos Spector, esta práctica tiene la función estratégica de desin-
centivar las solicitudes de personas que vienen con familias, pues la
detención los separaría de ellas.
Los solicitantes de asilo en detención pueden pedir una en-
trevista llamada de “miedo creíble”, en la que deben dar evidencia
subjetiva de que su temor de persecución tiene fundamento. Según
Cabot, a veces la entrevista se lleva a cabo cuando el sujeto está
bajo sedantes por las heridas infligidas antes de alcanzar el puente
internacional, y su testimonio puede ser desechado por cuestiones
mínimas tales como no recordar el color de la casa o la hora en que
algo ocurrió. En conjunto, esta división –procedimiento negativo y
positivo– tiene como fin filtrar y excluir a gente de pocos recursos
y hombres jóvenes susceptibles de ser portadores de la violencia;60 se
impone como una defensa frente a la migración mexicana.
Segundo, las cortes funcionan de tal forma que dejan mucho
margen para decisiones subjetivas y arbitrarias, sin fundamento en el
discurso jurídico. Los tribunales de inmigración en Estados Unidos
no son constitucionales como los tribunales civiles o penales en
donde la gente puede reclamar derechos. Sus decisiones son ape-
lables en la Junta de Apelaciones de Inmigración, cuyas decisiones
son ley únicamente para el circuito en el que se basa la reclama-
ción. Sólo cuando el solicitante de asilo apela contra la decisión de
un juez en la Suprema Corte su caso se encuentra en un campo
constitucional. De hecho, según Cabot, como las decisiones de los
jueces migratorios no son ley, no se vuelven jurisprudencia, el que
se le dé asilo a alguien no crea precedente para otorgarlo a más.
Aunque las técnicas en el campo extralegal son fundamenta-
les para definir el carácter administrativo del asilo, la Ley de Asilo

60. Crystal Massey, op. cit.

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juega un rol definido en la regulación de la migración mexicana
porque sus conceptos centrales de inclusión y exclusión se dislo-
can con la subjetivación específica de la necropolítica mexicana –el
endriago estrecha aún más los términos de inclusión de la dupla de
conceptos centrales: falta de voluntad o incapacidad de proteger
frente a temor fundado de persecución y motivación por perte-
nencia a una de las cinco categorías protegidas–. Con esto, la ne-
cropolítica mexicana se vuelve parte del aparato biopolítico. La Ley
de Asilo tiene efectos de verdad sobre lo que sí y lo que no cons-
tituye un acto de persecución, una víctima de éste y un contexto
en el que esto ocurre. Ha creado un régimen de verdad –el esta-
blecimiento de subjetividades, objetos y conceptos que dividen lo
falso de lo verdadero– en el que la definición de la atribución, la
responsabilidad, el contexto y la víctima excluye diversas subjeti-
vidades, objetos y conceptos que se derivan de relaciones de do-
minación contemporáneas, como las derivadas de la necropolítica
y las necroprácticas del endriago. El carácter híbrido de la guber-
namentalidad del Estado mexicano y su necropolítica subvierten la
política de verdad del discurso de asilo.
El concepto laclauniano de dislocación puede ayudar a en-
tender esta subversión. La dislocación se refiere a los procesos so-
ciales o eventos que no pueden ser representados o simbolizados
dentro de un sistema discursivo y, como consecuencia, llevan a
la disrupción de la estructura misma.61 O como explica Panizza:
“La dislocación es ocasionada por eventos que operan más allá del
control de las fuerzas hegemónicas, que no pueden ser simboliza-
dos por el orden discursivo existente y por tanto no pueden ser
integrados dentro de sus fronteras políticas, culturales e institucio-
nales. Como resultado, la dislocación descentra el orden social y

61. Ernesto Laclau, New Reflections on the Revolution of Our Time, Londres, Verso,
1990; Emancipation(s), Londres, Verso, 1996.

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lo abre a diferentes prácticas discursivas que intentan restaurar su
relativa unidad”.62 A través de su forma de subjetivación central
–el endriago–, la necropolítica disloca los entendimientos clásicos
de sujeto y objeto de persecución en el discurso jurídico de asilo,
como se verá a continuación.

DISLOCACIÓN NECROPOLÍTICA DE LOS CONCEPTOS


DEL DISCURSO DE ASILO: OPINIÓN POLÍTICA Y PERTENENCIA
A UN GRUPO SOCIAL DETERMINADO
Existen dos conceptos centrales de la política de verdad del discurso
de asilo que se dislocan por la aparición del sujeto endriago y por
el surgimiento de objetos diferentes de la persecución, tales como:
persecución por denunciar corrupción estatal, por exigir justicia en
el asesinato o secuestro de un familiar, por negarse a pagar cuotas,
por “saber” más de la cuenta sobre la naturaleza política del en-
driago, etcétera Estos conceptos son: a) el temor bien fundado de
persecución presente o futura por falta de voluntad del Estado o su
incapacidad para proteger a la víctima, y b) la persecución por mo-
tivo de nacionalidad, raza, religión, opinión política o pertenencia a
un grupo social determinado.63

INCAPACIDAD O FALTA DE VOLUNTAD


DEL ESTADO PARA PROTEGER A LOS PERSEGUIDOS
El temor a la persecución se define como un temor de daño grave
y la incapacidad o falta de voluntad del Estado para proporcionar
protección frente a este temor. La persecución puede ser entendida

62. Francisco Panizza, “Discurso e instituciones en la reforma de la administración


pública uruguaya”, en Revista Uruguaya de Ciencia Política, núm. 13, 2002, p. 66.
63. Los casos que se presentan en este apartado son todos reales, pero por razones
de seguridad tanto de las víctimas como de la investigadora se han omitido los
nombres de las víctimas y de las bandas criminales presuntamente involucradas.

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como “la violación continua o sistemática de derechos humanos
que es demostrativa de la falta de protección del Estado”.64 El nivel
de daño debe ser grave, es decir, la experiencia de una persona debe
elevarse por encima de lo meramente desagradable, del acoso e in-
cluso del simple sufrimiento. De acuerdo con el Manual de Asilo de
la onu, la persecución puede ser en nombre del Estado o de agentes
no estatales que el Estado no quiere o no puede controlar.65
Hay dos interpretaciones de la persecución no estatal: una
es el punto de vista de protección amplia, que extiende la defini-
ción para cubrir situaciones en las que el Estado de origen no es
capaz de proporcionar la protección necesaria; y la otra es la pers-
pectiva de rendición de cuentas, que establece que la víctima puede
ser reconocida como refugiado sólo cuando la persecución emana
del Estado.66 La participación de actores no estatales en la perse-
cución no es el principal problema que enfrentan los solicitantes
mexicanos de asilo, pues los jueces –aun los del Quinto Circuito–67
pueden aplicar la perspectiva amplia. Sí es un problema cuando se
trata de una persona que tiene un récord criminal o no puede com-
probar una motivación basada en uno de los motivos protegidos,
pues la protección de la Convención contra la Tortura sólo aplica

64. Matthew E. Price, “Persecution Complex: Justifying Asylum Law’s Preference for
Persecuted People”, en Harvard International Law Journal, núm. 47, 2006, p. 454.
65. Sergio García, “Asylum for Former Mexican Police Officers Persecuted by the
Narcos”, en Boston College Third World Law Journal, vol. 31, núm. 2, 2011,
pp. 245-267; Sharon Pickering, “Crimes of the State: The Persecution and
Protection of Refugees”, en Critical Criminology, núm. 13, 2005, pp. 141-163.
66. Roland H. Bruin, “Working Party on Non-State Agents of Persecution: 2002 Report”,
en International Association of Refugee Law Judges Conference, 2002.
67. Las abogadas entrevistadas, Anna Jessica Cabot, Nancy Oretskin, Iliana Holguin,
así como Carlos Spector, coincidieron en que los jueces del Quinto Circuito son
“prejuiciosos” en contra de los mexicanos o que actúan desde la perspectiva del
gobierno porque antes de ser jueces fueron fiscales, por lo que en el margen
para la subjetividad que da el sistema de refugio estadounidense pueden
endurecer aún más las categorías jurídicas del asilo.

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para personas que podrían ser torturadas por agentes del Estado o
con la aquiescencia de éste.
Debido a la aparición del endriago, que como se dijo es pro-
ducto de la gubernamentalización del Estado mexicano en la me-
dida en que representa tanto al Estado como a los criminales, el
verdadero problema consiste en comprobar la “falta de voluntad”
o la “incapacidad” del Estado para proteger a un sujeto. Según
Cabot y Oretskin, para los solicitantes de asilo mexicanos el prin-
cipal reto jurídico es demostrar la incapacidad o falta de voluntad
del gobierno mexicano para protegerlos frente a la persecución
o la tortura de las autoridades estatales o de delincuentes. Como
Oretskin lo explica, “al final la clave es siempre –no importa si se
trata de opinión política o grupo social– si el gobierno o el repre-
sentante del gobierno es incapaz o no está dispuesto a protegerte.
Tienes que tener un vínculo con el gobierno”.
La dificultad surge de que la necropolítica disloca la compren-
sión común de la persecución y la motivación en la Ley de Asilo
porque el Estado no tiene ya el monopolio y la exclusividad de las
tecnologías de dominación. En términos de la Ley de Asilo, si bien
esto no debe ser necesariamente un problema para ubicar la iden-
tidad del perseguidor porque se puede apelar a la ya mencionada
visión amplia de la persecución,68 sí lo es para determinar si existe
incapacidad o falta de voluntad de proteger, pues esta distorsión
en la posesión de los medios de dominación invalida las pruebas
comúnmente presentadas en casos de asilo.
Por ejemplo, mientras el gobierno federal hace cumplir las po-
líticas de lucha contra la delincuencia en la guerra contra el narco-
tráfico, en los niveles medio y local las fuerzas del orden a menudo
están en la nómina de los cárteles de la droga. El gobierno mexicano

68. Roland H. Bruin, op. cit.

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gasta miles de millones de dólares en la seguridad y militarización
de la guerra contra el narcotráfico, como lo demuestra la Iniciati-
va Mérida (2008), un programa a través del cual Estados Unidos
transfería recursos para fortalecer el sistema judicial y la seguridad
fronteriza y para programas contra el terrorismo. Con la transfe-
rencia de hasta 1.4 mil millones de dólares durante un periodo de
tres años, se esperaba que México adquiriera equipo de seguridad
para aire y tierra, y que usara los fondos para inteligencia y capa-
citación en derechos humanos. Sin embargo, se utilizaron fondos
de la Iniciativa Mérida en la llamada guerra contra el narcotráfico.
Como consecuencia de esta política contra el tráfico de drogas, la
evidencia que podría sostener la falta de voluntad o la incapacidad
del Estado para proteger a los ciudadanos según la legislación de
derechos humanos es problemática, ya que se hace creer a los jueces
y los funcionarios de migración que el Estado mexicano se esfuerza
para combatir a las bandas criminales, que tiene “voluntad” y “capa-
cidad” de hacerlo. Sin embargo, mientras que el Estado lucha contra
el crimen con este tipo de política, hay casos en los que los cárteles
están constituidos por ex miembros del ejército o policías en activo
o retirados, quienes fungen como sujetos endriagos que participan
en la persecución.69
Con el fin de demostrar incapacidad estatal o falta de voluntad
para luchar contra los cárteles de la droga, los abogados de los recla-
mantes presentan en la uscis o en la eoir los reportes de derechos
humanos de organizaciones no gubernamentales internacionales
o del Departamento de Estado, las recomendaciones emitidas por
las comisiones mexicanas de derechos humanos o los recortes de
prensa que dan cuenta de que las autoridades policiales o militares

69. Véase Charles Bowden, op. cit.; Charles Bowden y Molly Molloy, op. cit.; Diego
Enrique Osorno, La guerra de Los Zetas. Viaje por la frontera de la necropolítica,
Mexico, Grijalbo, 2012.

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participaron directamente o ignoraron los asesinatos relacionados
con el caso. No obstante, los informes de derechos humanos no
siempre presentan los hechos como una crisis de derechos huma-
nos sino como violencia criminal generalizada, o las recomenda-
ciones simplemente no existen porque la mayoría tiene miedo de
denunciar debido a la desconfianza en las instituciones del Estado.
En estos casos, los testimonios pueden ser la única prueba, pero no
muchos están dispuestos a testificar contra endriagos o agentes del
Estado. En respuesta a la evidencia presentada por las víctimas, las
autoridades de asilo presentan informes de derechos humanos que
anteceden la guerra contra el narcotráfico, o informes de gasto y
estrategia de seguridad mexicanas.
La falta de voluntad o incapacidad se va al terreno subjetivo,
es decir, se tiene que demostrar de forma individual, caso por caso.
Entonces los abogados de los solicitantes presentan las recomenda-
ciones de las comisiones de derechos humanos mexicanos o recortes
de prensa que establecen que los funcionarios encargados de hacer
cumplir la ley o militares y policías han participado –o ignorado–
asesinatos relacionados con sus casos, aunque este tipo de prueba
no siempre está disponible. En respuesta, las autoridades facultadas
para conceder asilo proporcionan otra vez evidencia de las políticas
mexicanas o bilaterales destinadas a combatir el tráfico de drogas,
como la Iniciativa Mérida. Sin embargo, como explica Cabot:

Hay involucramiento del Estado, pero es evidente que el Estado en


México no es un actor monolítico, no hace sólo una cosa o la otra, hay
muchos actores diferentes dentro del Estado mismo […] La presidencia
y el ejército pueden estar diciendo cosas contradictorias […] hay mu-
cha acción contradictoria dentro del gobierno, es decir, obviamente el
gobierno está luchando contra sí mismo en algún nivel, sólo decir que
hay involucramiento no prueba que hay involucramiento en el caso de
una persona [buscando asilo] en particular.

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Un caso que ilustra la nubosidad de la incapacidad o falta de vo-
luntad del Estado mexicano es el de la familia de Los Queseros. En
junio de 2012, un miembro de la familia de Los Queseros, Pepe,
fue asesinado. La policía local no le dio detalles a la familia, sólo
que había sido asesinado por “alguien” en un pueblo cerca del Valle
de Juárez, lugar donde Los Queseros tienen su negocio familiar:
tres cremerías, una tienda de calzado y ropa, una tienda de licores
y un lavado de autos. El hermano de Pepe, José, levantó el cuer-
po y, mientras manejaba al pueblo, un grupo de hombres armados
en camionetas se le cerraron. Los sujetos se bajaron y le apuntaron
con sus armas, pero no lo lastimaron. La familia enterró a Pepe
el día siguiente. Aunque estaban destrozados por la pérdida y otro
miembro de la familia había recibido amenazas de muerte vía te-
lefónica, decidieron abrir normalmente sus negocios el día después
del funeral. Ese día José recibió una llamada de su sobrino Pepito, el
hijo de Pepe, quien le dijo que su hermano Pepillo había sido ase-
sinado cuando fue a visitar la tumba de su padre. Entonces José re-
cibió más amenazas de muerte por teléfono; el sujeto le dijo que les
avisara a los demás que dejaran el pueblo o todos serían asesinados.
La familia se apresuró al cementerio, donde encontraron el cuerpo
de Pepillo tirado sobre la tumba de su padre. Llamaron a la policía
ministerial pero rehusaron recoger el cuerpo. Cuando la viuda de
Pepe y madre de Pepillo llegó a la tumba en la que estaba tirado
el cadáver de su hijo se topó con un grupo de hombres armados
que pasaron de largo junto a ella.
Entonces José recibió una nueva amenaza de muerte en la voz
de la misma persona anónima, quien además le dijo que la siguiente
sería su madre. Como no recibieron ayuda alguna de la policía lo-
cal y era más que obvio que ahora toda la familia era blanco de la
persecución, fueron a la sede de la policía federal en su pueblo para
pedir ayuda. Su petición fue ignorada. Mientras tanto, un grupo de
sicarios saqueaba los negocios de la familia. Por casualidad, al salir

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de una tienda de conveniencia en el pueblo, José se encontró con
oficiales de la policía federal asignada a un pueblo vecino que sí
estaban en disposición de ayudar. Los federales les pidieron que se re-
unieran en el rancho de Pepe mientras buscaban respaldos. Cuando
los sicarios se dieron cuenta de que había vehículos oficiales afuera
del rancho se acercaron a uno de los policías y le dijeron que les diera
el mensaje de que si no se iban del pueblo de inmediato las cosas sólo
se pondrían peor para ellos.
Los policías se dieron cuenta de que no podían proteger a Los
Queseros por mucho más tiempo, así que pidieron más respaldos
en Juárez. La policía allí también tenía miedo, así que buscaron apo-
yo del ejército, pero nadie contestó el teléfono en el cuartel. Para
ese momento los sicarios ya habían ocupado las casas de toda la
familia, siete en total. La policía estuvo de acuerdo en escoltar a los
12 adultos y siete niños a la oficina de la Procuraduría General de
la República (pgr) en Ciudad Juárez, donde los dejaron. La familia
estuvo allí varios días y durante ese tiempo el representante de la
pgr admitió que no había mucho que pudieran hacer por ellos
y que no sabía cómo proceder porque nunca habían tenido un
caso similar. Lo único que podían hacer las autoridades federales
era llevarlos al Distrito Federal bajo protección temporal porque el
gobierno federal no tenía la capacidad de tomar este tipo de casos.
Los Queseros pidieron ayuda para trasladarse a un puente inter-
nacional para pedir asilo, pero las autoridades se rehusaron. Una
trabajadora social de la pgr les dio el teléfono del abogado Carlos
Spector, en El Paso, Texas, quien lleva los casos aquí descritos y
facilitó la consulta de los archivos legales utilizados en la investiga-
ción. Una vez que hablaron con él pidieron a la pgr escoltarlos para
cruzar el puente internacional.
Otro caso emblemático es el de Juan T. En octubre de 2010
unos policías de alguna ciudad fronteriza que trabajan para un cártel
contactaron a Juan T. y arreglaron un encuentro con él diciéndole

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una serie de mentiras relacionadas con su negocio, próspero, pero
no grande. Una vez que llegó a la supuesta reunión de negocios, los
policías –que hasta usaban sus placas de identificación– demandaron
el pago de una “cuota” si quería continuar con su negocio y le in-
formaron que tenía tres días para pagar 380 000 pesos.
Juan T. pagó el dinero pero tres meses después los mismos ofi-
ciales le demandaron otra reunión. Antes de colgar, los sujetos le
advirtieron que no llamara a las autoridades federales o lo matarían
a él y a su familia, de quien tenían todos los detalles. Juan T. tenía
demasiado miedo para no asistir a la forzada reunión. Cuando llegó,
los oficiales, que aún traían sus placas, sacaron metralletas del tipo
ak-47 y le exigieron el pago de una cuota de 120 000. Le dieron
una hora para conseguir el dinero de su cuenta personal y por esa
vez logró pagar a tiempo.
Casi un año después de la primera extorsión, Juan T. recibió
otra llamada de los mismos oficiales.Volvió a encontrarse con ellos
en el mismo lugar, donde le exigieron otro pago de 120 000, aun-
que esta vez contactaron a su esposa para que ella trajera el dinero:
le dijeron que sería retenido hasta que llegara con el dinero. Su
negocio ya no era tan próspero debido a la descapitalización su-
frida por las extorsiones, así que su esposa sólo pudo conseguir la
mitad de la suma exigida. Los policías le advirtieron que no dejara
la ciudad. Un mes después, uno de los extorsionadores fue asesi-
nado, y al mes siguiente Juan T. fue interceptado por una camio-
neta mientras se ejercitaba en su bicicleta cerca de un parque. Dos
hombres descendieron del vehículo y lo tiraron. Uno de ellos era
el extorsionador sobreviviente, ahora acompañado de otro policía,
quien le dijo que todavía no pagaba los 60 000 pesos restantes de
la última cuota. Después le disparó en un pie. No se hizo ningún
reporte policiaco al respecto a pesar de que otros oficiales le pro-
porcionaron primeros auxilios. Juan T. estaba demasiado asustado
para denunciar.

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Pocos días después, Juan T. estaba con unos amigos suyos en
un parque local cuando cuatro hombres armados se le acercaron.
Uno de ellos era el oficial que lo había extorsionado. El sujeto se le
acercó y le dijo que estaba cansado de jugar. Lo que siguió a conti-
nuación, en palabras del propio Juan T.:

Entonces el otro hombre me tiró al piso y empezó a golpearme. Yo


todavía estaba en muletas por el disparo en el pie que me habían dado
antes. [El policía] me dijo que la había regado al no pagar la cuota. En-
tonces los dos hombres me agarraron de los brazos mientras un tercero
empezó a cortar mi pie a la altura de los tobillos. No pude ver si estaban
usando un machete o un cuchillo largo porque estaba muy oscuro. Yo
gritaba de dolor y les rogaba que pararan. Una vez que me cortaron
un pie, empezaron con el otro hasta que terminaron de cortarlo. Me
dejaron sin pies. Nunca perdí conciencia mientras me estaban cortando
mis pies o cuando terminaron.70

Cuando terminaron de cortarle los pies a Juan T., el extorsionador


le advirtió que no dejara la ciudad o se escondiera porque lo en-
contraría y mataría a su familia. Entonces los policías se fueron y
sus amigos regresaron y lo llevaron al hospital, donde permaneció
durante 10 días.
Durante su estancia en el hospital no le fue proporcionada se-
guridad especial, aunque es costumbre hacerlo en incidentes de este
tipo. Después de algunas horas de haber sido admitido en el hospi-
tal, dos policías de la oficina de su extorsionador y del que le cortó
los pies llegaron para preguntarle si quería denunciar lo ocurrido. Él
contestó que sí pero no dio nombres. Tenía demasiado miedo. Tan
pronto como dejó el hospital se fue a El Paso, Texas, a solicitar asilo.

70. El testimonio es parte de un documento legal escrito originalmente en inglés. La


traducción es de la autora.

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MOTIVACIÓN DEL PERSEGUIDOR: OPINIÓN PÚBLICA
Y PERTENENCIA A UN GRUPO SOCIAL DETERMINADO
Dadas las características de la situación mexicana, argumentar los
motivos de la persecución tampoco es sencillo. Como dice Cabot:
“cuando estás tratando con personas que huyen de la violencia del
narcotráfico no hay un grupo obvio [...] ya sabes, no es su raza,
religión, nacionalidad, así que estas motivaciones se desechan”. Por
lo tanto, los solicitantes de asilo tienen sólo dos opciones de moti-
vación: opinión política y pertenencia a un grupo social particular.
Sin embargo, por las características de la necropolítica mexicana el
vínculo de la persecución con la opinión política y el grupo social
determinado es claro sólo en los casos más tradicionales.

OPINIÓN POLÍTICA
La opinión política se refiere a los juicios sobre cualquier asunto
que involucre al aparato del Estado, el gobierno y las políticas pú-
blicas. Incluso si el solicitante no ha expresado aún sus opiniones,
la fuerza de sus convicciones hace suponer que eventualmente las
expresará y entrará en conflicto con las autoridades.71 Para apro-
vechar esta posibilidad, Spector ha creado la asociación política
Mexicanos en el Exilio, la cual tiene el objetivo de denunciar la
impunidad y exigir justicia en los asesinatos o desapariciones de
familiares en México. Teniendo en cuenta que el proceso de asilo
defensivo puede tardar hasta cinco años, si el solicitante comprueba
participación política en Mexicanos en el Exilio podría argumentar
exitosamente persecución futura.
No obstante, hasta ahora las personas que han logrado demos-
trar temor bien fundado de persecución por motivos de opinión
política son únicamente los que expresan una opinión en los tér-
minos más claros y clásicos de la ina y la Convención de las Na-

71. Holly Buchanan, op. cit.

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ciones Unidas para los Refugiados, es decir, periodistas y activistas.
En palabras de Cabot: “Para algunas personas que huyen de México
está la opinión política, realmente funciona para ellos, pero por lo
general se trata de políticos, periodistas o defensores de derechos
humanos, por lo que es específicamente para personas que denun-
cian y no aplica a la persona normal que huye de la violencia”.
Por ejemplo, en septiembre de 2010, el gobierno estadounidense
concedió asilo político al periodista Jorge Luis Aguirre, director de
La Polaka.com, quien logró huir de Ciudad Juárez sólo unas horas
después de la ejecución del periodista Armando “Choco” Rodrí-
guez y después de haber recibido una llamada anónima que le ad-
virtió: “tú eres el siguiente”.
Similar es el caso de Alejandro Hernández Pacheco, el segun-
do periodista al que se le concedió asilo político. En agosto de 2011,
la Corte falló a favor de Hernández Pacheco, quien demostró te-
mor fundado de persecución por parte de las autoridades federales
por denunciar su incapacidad de protegerlo de un cártel de la dro-
ga. En 2010, el periodista fue secuestrado después de informar que
las autoridades de la cárcel de un municipio duranguense liberaban
a los presos por la noche para que pudieran llevar a cabo asesinatos
ordenados por el cártel. Horas después de que fueran puestos en
libertad, la policía federal les dijo que se reunirían con el entonces
presidente Felipe Calderón, pero en realidad fueron conducidos a
una conferencia de prensa donde se dio a conocer su rostro y su
identidad frente a la prensa nacional. El montaje televisivo alertó a
sus perseguidores, quienes de inmediato lo amenazaron de muer-
te. Otro caso es el de la activista de derechos humanos Cipriana
Jurado, quien logró demostrar que era perseguida por oficiales del
ejército por su activismo en favor de una familia que buscaba justi-
cia para los familiares de dos mujeres que fueron reportadas como
desaparecidas en el Valle de Juárez en 2009. Se le concedió asilo
político en junio de 2011.

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Sin embargo, las personas que expresan opiniones en contra de
los cárteles de la droga y acaban perseguidos por los sujetos endriagos
son los que enfrentan dificultad, como los hermanos Morín.72 Desde
1989, los hermanos Morín poseen una empresa de transporte público
en Ciudad Juárez, Chihuahua, que poco después se afilió a una confe-
deración de sindicatos de transportistas. Además de los tres hermanos,
otros cinco miembros de la familia participan en el negocio. En 1997
operaban 10 autobuses y en 2005 habían recibido otras 10 concesio-
nes. A partir de ese momento comenzaron a contratar conductores,
pues antes ellos se habían encargado de ese trabajo. En junio de 2008
un cártel vinculado a la policía amenazó con matarlos y quemar sus
casas y autobuses si no pagaban 5 000 pesos a la semana. Los herma-
nos trataron de organizar a los miembros del sindicato con el fin de
evitar pagar la extorsión y realizar una protesta pública. Sin embargo,
se les advirtió que si continuaban organizando a los otros en contra
del cártel éste cumpliría sus amenazas. Uno de los hermanos sugirió
a los agremiados presentar denuncias colectivas a la policía pero hubo
miedo y no se hizo nada. Inmediatamente recibió una llamada telefó-
nica en la que le dijeron que su autobús había sido incendiado y que
si continuaba llamando a la huelga para defender y resistir la extorsión
del cártel matarían a un miembro de la familia. En mayo de 2009, el
hijo de uno de los hermanos fue ejecutado en un bar de Juárez. En
marzo de 2011, la familia huyó a Estados Unidos. Llamar públicamen-
te a otros para organizar un frente común contra la extorsión califica
como opinión política, según el abogado Carlos Spector, quien tam-
bién cree que los Morín no fueron perseguidos en forma individual,
sino como una familia con fuertes opiniones políticas. No obstante, se
les ha negado el asilo afirmativo y se encuentran ahora en defensivo.

72. Se consultó su archivo legal y extractos de sus declaraciones, pero se modifica el


nombre para su protección y la de la investigadora, lo mismo en el caso de Miss
Bala, que será detallado más adelante.

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GRUPO SOCIAL PARTICULAR
Debido a que la persecución está relacionada con las características
de la necropolítica, de nuevo en la mayoría de los casos las motiva-
ciones no son explícitamente las del ina y la onu. Es decir, se trata
de casos en que sujetos endriagos y agentes estatales persiguen a
familias enteras que se niegan a pagar la extorsión o la denuncian,
o tratan de matar a los familiares de víctimas asesinadas que buscan
justicia. Sin embargo, aunque la familia como grupo social parti-
cular es ampliamente aceptada en otros circuitos, en el Quinto no
lo es debido a que el grupo social debe tener tres características:
visibilidad social, inmutabilidad y particularidad.
El Quinto Circuito definió que la visibilidad se refiere a la
percepción social de la multitud como un grupo social identifica-
ble. Como lo describe Oretskin:

En el Quinto Circuito de Texas, donde nos encontramos, la pertenencia


a un grupo social es difícil porque hay que demostrar que es inmuta-
ble y que es visible. Visibilidad se refiere a la participación en protestas,
con fotografías. Inmutable se refiere a un miembro de la familia que ha
estado en los medios de comunicación, los medios de comunicación
cubrieron este en todo el mundo a causa de la injusticia. Así que el
grupo social es difícil (de demostrar). Muy duro.

La inmutabilidad se refiere a las personas que comparten una ca-


racterística innata o inmutable, como su pasado, y que son definidas
por algo tan fundamental para su identidad que no deben ser obli-
gados a abandonarla.73 Como dice Spector: “Los homosexuales, las
mujeres que tienen características inmutables: soy quien soy, no lo
puedo cambiar”.

73. Holly Buchanan, op. cit.; Sharon Pickering, op. cit.

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La particularidad tiene que ver con las características específi-
cas de la motivación que no se refieren a la persecución. Cabot lo
explica muy claramente

La otra cosa sobre el grupo social es que, para prevenir una lógica cir-
cular en la Corte, no puede ser definido por la persecución que sufre.
Por ejemplo, las mujeres que sufren violencia doméstica no puede ser
un grupo social, ya que la violencia doméstica es la persecución. Así
que los ciudadanos mexicanos que están siendo blanco de los cárteles
no puede ser un grupo social porque que está siendo definido por la
persecución. Eso nos evita usar lo que podría ser el grupo social más
evidente, una cosa bastante visible. Eso es un problema.

Por lo tanto, las personas que resisten el pago de cuotas a un cártel


de la droga, los informantes criminales y las personas de negocios
que son extorsionadas son considerados grupos definidos por el
tipo de persecución y sin una característica innata o irreversible que
ligue a sus miembros.74
Una posibilidad de grupo social particular que puede agrupar
a los mexicanos es la familia, ya que la familia cumple los criterios
del grupo social en particular debido a que: “La membresía fami-
liar es una característica que una persona no puede cambiar (si él
o ella están relacionados por sangre) o no se les debe exigir que
cambien (si él o ella están emparentados por matrimonio)”.75 Sin
embargo, en el Quinto Circuito no es suficiente pertenecer a la
familia de una persona perseguida. En el Circuito se establece que
la persecución por pertenencia a la familia como un grupo asocial
busca “poner fin a una línea de sucesión dinástica”.76 Mucha gente

74. Sergio García, op. cit.


75. The United States Court of Appeals for the Fifth Circuit, Demiraj vs Holder, The
United States Court of Appeals for the Fifth Circuit, 2011, p. 15.
76. Ibid., p. 7.

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ha perdido su caso en asilo afirmativo cuando intenta demostrar
familia como grupo social.
Un caso en que el grupo es la familia es el de una mujer a quien
llamaré Miss Bala.77 Miss Bala perdió a su marido en abril de 2010.
Fue secuestrado, asesinado y su cuerpo tirado en las calles de Ciudad
Juárez. Miss Bala cree que esto se debió a su negativa a pagar extor-
sión. Con el fin de mantener a sus hijos, Miss Bala comenzó a trabajar
de mesera en bares de Ciudad Juárez. En 2011, un grupo de la policía
federal se introdujo en el bar donde laboraba para una inspección de
rutina, que se volvió más profunda que las anteriores. Cinco minutos
después de que se fueron, con los vehículos de la policía todavía afue-
ra, hombres fuertemente armados entraron al local y abrieron fuego
contra los clientes. Miss Bala terminó en el suelo, con clientes y em-
pleados muertos encima de ella. Abandonó el bar hasta que el olor a
quemado del lugar que se incendiaba la obligó a salir. Aprovechó la
confusión causada por la llegada de la policía local para escapar, pero
la policía logró ver su coche, y una semana más tarde una colega le
advirtió por teléfono que los federales estaban buscando a las mese-
ras sobrevivientes. Dos semanas después de la masacre, un automóvil
trató de empujar su coche fuera de la carretera mientras iba con sus
hijos. Al día siguiente huyó a El Paso y pidió asilo.
Sin embargo, unos meses más tarde se enteró de que un grupo
de hombres armados irrumpieron en su casa, donde su tío vivía
desde que ella salió de Ciudad Juárez. Su familiar fue golpeado has-
ta que les reveló el paradero del padre de Miss Bala. Los hombres
fueron a la casa del papá y, como éste se negó a decir el paradero de
su hija, se lo llevaron con ellos. El hombre sigue desaparecido. A la

77. Miss Bala es una película mexicana sobre una mujer que es privada de su libertad
por agentes de la policía vinculados a una banda criminal luego de atestiguar una
masacre en un bar en el que laboraba. Llamo Miss Bala a esta mujer por el parecido
de la película con su caso y su petición explícita de no revelar su identidad.

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mamá de Miss Bala le dijeron que si no regresaba eliminarían a toda
la familia. Ahora toda la familia se encuentra pidiendo asilo.

CONCLUSIÓN
Aunque el marco biopolítico es útil para analizar la migración, fe-
nómenos relacionados como el desplazamiento forzado y el asilo re-
quieren una lectura complementaria que dé el contexto específico
del control de la muerte en la sociedad expulsora de refugiados, y
cómo ésta se inserta en la regulación biopolítica migratoria en el pri-
mer mundo a través del discurso de asilo. La necropolítica es un mar-
co conceptual ideal para entender por qué las personas huyen de sus
pueblos y cómo complementan el rol biopolítico de la Ley de Asilo.
Los datos indican que si bien la migración de mexicanos in-
documentados a Estados Unidos disminuyó, también apareció una
nueva tendencia migratoria: el asilo. Miles de personas abandonaron
sus hogares y se reubicaron dentro de México, pero todos aque-
llos que no son protegidos por el Estado mexicano –ya sea por su
incapacidad o falta de voluntad– se encuentran pidiendo asilo en
Estados Unidos. No es que los desplazados forzados hayan rempla-
zado a los migrantes indocumentados, sino que se abrió una nueva
tendencia migratoria en la relación México-Estados Unidos que se
está administrando a través del uso estratégico de la Ley de Asilo y
su dislocación necropolítica.
El temor bien fundado de ser perseguido por la falta de vo-
luntad o la incapacidad del gobierno para proteger a la víctima de
sus perseguidores, así como la persecución motivada por opinión
política o pertenencia a un grupo social determinado se utilizan
como conceptos de exclusión gracias a la dislocación necropolítica
que hace que el endriago y la política de la muerte reduzcan aún
más las posibilidades jurídicas de ser considerados refugiados. De
esta forma vemos que la biopolítica se nutre de la necropolítica para
funcionar como un regulador de quienes merecen vivir o morir.

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ENTREVISTAS
Cabot, Anna Jessica, coordinadora legal de Las Americas Immigrant Advocacy
Center, de El Paso, Texas, 25 de junio de 2012.
Hernández Pacheco, Alejandro, periodista y asilado político en El Paso, Texas,
26 de junio de 2012.
Holguín, Iliana, abogada y directora ejecutiva del Diocesan Migrant & Refu-
gee Services, de El Paso, Texas, 24 de junio de 2012.
Massey, Crystal, investigadora y defensora de derechos humanos en el despa-
cho legal de Carlos Spector, El Paso, Texas, 23 de junio de 2012.
Oretskin, Nancy, abogada asociada del despacho de Carlos Spector, El Paso,
Texas, 24 de junio de 2012.
Spector, Carlos, abogado defensor de los mexicanos que solicitan asilo en El
Paso,Texas, y cofundador de Mexicanos en el Exilio, 22-23 de junio
de 2012.

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LA CONSTRUCCIÓN DEL “MEXICANO
INDESEABLE” A TRAVÉS DE INFORMES
OFICIALES EN ESTADOS UNIDOS

BERNARDO BOLAÑOS GUERRA


Universidad Autónoma Metropolitana
Unidad Cuajimalpa

We approve of intersections but are opposed to streets in general


[…] Illegal immigrants are invading our culture. Soon they will
invade our libraries.
Daniel Borzutzky

INFORMES OFICIALES SOBRE IRLANDESES, NEGROS Y MEXICANOS


En el presente ensayo se estudia la construcción de una subjetividad
particular: el migrante mexicano en Estados Unidos. Los estudios
en términos de “construcción social” suelen acudir a la obra de Mi-
chel Foucault como marco teórico (dado su interés pionero en las
clasificaciones de la locura y de la enfermedad, en el poder creador
y disciplinador que posee el discurso, y en las construcciones del Yo
de cada uno de nosotros mediante tecnologías sociales). Por otro
lado, Foucault distingue tres tipos de poder: soberanía, disciplina y
gobierno. El gobierno recurre no sólo a instituciones y procedi-
mientos, explica Foucault, sino también a “análisis y reflexiones, los
cálculos y las tácticas que permiten ejercer esa forma bien especí-
fica, aunque muy compleja, de poder que tiene por blanco prin-
cipal la población, por forma mayor de saber la economía política
y por instrumento técnico esencial los dispositivos de seguridad”.1

1. Michel Foucault, Seguridad, territorio y población, Buenos Aires, Fondo de


Cultura Económica (fce), 2006, pp. 135-136.

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Nuestro objetivo, entonces, será describir un instrumento técnico
esencial de la gubernamentalidad, adicional a los dispositivos de se-
guridad: los informes oficiales.
El descrédito de los enfoques culturalistas de tipo cualitativo
y de las especulaciones acerca de una supuesta identidad o ca-
rácter nacional del “estadounidense promedio” o del “mexicano
típico”, ambos populares durante la primera mitad del siglo xx,
ha dado paso a otro tipo de excesos académicos. En nuestros días
se habla de una supuesta objetividad presente en desencarnados
informes oficiales basados en evidencia estadística. Sin embargo,
desde su más remoto origen hasta nuestros días la mayoría de los
informes estadísticos acerca de la migración también han inclui-
do aberrantes construcciones de supuestos “irlandeses promedio”,
“negros típicos”, “mexicanos característicos” y otras etiquetas.
Ravenstein,2 por ejemplo, se interesaba tempranamente en es-
tudiar la migración hacia afuera y adentro del Reino Unido, de
corta y de larga duración y, según el argot de Foucault, se puede
afirmar que constituye uno de los primeros “biopolíticos” en ma-
teria migratoria de la historia.
Según Ravenstein, los irlandeses se acostumbraban menos que
otros pueblos a los lugares a donde acudían porque migraban en fa-
milia.3 Si bien tal juicio podía ser considerado objetivo por muchos
en el siglo xix porque cierta evidencia estadística lo respaldaba, ve-
nía acompañado de extraños razonamientos. Por ejemplo, hay en ese
artículo pionero una preocupación implícita por el nacionalismo:
“los irlandeses son más irlandeses que los ingleses ingleses y que los
escoceses escoceses”, afirma extrañamente Ravenstein al interpretar
las frecuencias estadísticas observadas de movimientos de población.

2. Ernest George Ravenstein, “The Laws of Migration”, en Journal of the Statistical


Society of London, vol. 48, núm. 2, junio de 1885, pp. 167-235.
3. Ibid., p. 196.

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Habría “contracorrientes” migratorias y todo se equilibraría como
supuestamente “demuestra” el hecho de que ningún condado en el
Reino Unido tenía 100% de residentes locales.4
Diez años más tarde, Wright5 elabora una monografía estadís-
tica por encargo del Congreso de Estados Unidos en la cual analiza
las áreas pobres, repletas de inmigrantes, de las ciudades de Baltimore,
Chicago, Nueva York y Philadelphia...

En ella, las tablas estadísticas son completísimas y se refieren a las ca-


racterísticas sociodemográficas de los habitantes, a los problemas de las
viviendas de alquiler, de muy pobres condiciones higiénicas, y a las pa-
tologías médicas más frecuentes. Es un trabajo que hay que enmarcar en
la emergente estadística funcionarial de la segunda mitad de siglo xix
y que, en muchos aspectos, recuerda la tradición higienista europea, así
como, más cercanamente, a la monografía sobre la clase obrera barcelo-
nesa realizada por Cerdà casi cincuenta años antes.6

Desde luego, el hecho de que estos informes se basen, en el mejor


de los casos, en frecuencias empíricamente observadas, no significa
que sus conclusiones en términos de “desviados sociales” y “pobres
buenos” y “malos” sean neutras ideológicamente. Basta notar que los
estudios de la época analizan sobre todo a la población de inmigran-
tes de origen europeo no anglosajones (irlandeses, alemanes, polacos,
rusos e italianos, principalmente), y prácticamente ignoran a las ya
existentes comunidades de mexicanos (en Chicago, Los Ángeles o

4. Ibid., p. 187.
5. Carroll Wright, The Slums of Baltimore, Chicago, New York and Philadelphia,
Washington, Goverment Printing Office, 1894 [reimpresión Nueva York, Arno
Press, 1970]. 1894.
6. Joan Vilagrasa Ibarz, “Los debates sobre pobreza urbana y segregación social en
Estados Unidos”, en Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, núm. 76,
2000, disponible en: <http://www.ub.edu/geocrit/sn-76.htm>.

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Texas). Por lo que se refiere a la población negra, hay apenas más
interés en estudiarlos, supuestamente con el fin de mejorar sus con-
diciones de vida.
La Escuela de Sociología de Chicago hace reflexiones aisladas
sobre el carácter del mexicano en el contexto de su perspectiva
“ecológica”, que pretende identificar los metabolismos de la ciu-
dad, las “zonas naturales” de cada minoría étnica y el gueto como
medio ambiente de pobres:

En general, podemos decir que los mexicanos que residen en Esta-


dos Unidos tienen los más bajos estándares de vida comparados con
cualquier otro grupo de inmigrantes [... En este caso] La situación de
conflicto se debe menos a un choque de culturas porque los mexicanos
viven encerrados en sí mismos y preservan su propia cultura más o me-
nos intacta, y es más la de un conflicto de mercados laborales en donde
la mano de obra tan barata que ofrecen los mexicanos va en contra de
los intereses de los trabajadores nativos.7

En el párrafo anterior es interesante constatar la oposición entre


explicaciones en términos de discriminación racial y de choque de
intereses económicos. En nuestros días, sigue siendo fundamental
tratar de entender si la segregación de una comunidad es producto
de las actitudes violentas contra su identidad étnica o racial (es
decir, producto del racismo) o por razones de clase y competencia
entre comunidades (producto de estrategias retóricas de exclusión
para preservar privilegios materiales). Otro de los informes oficia-
les que vale la pena mencionar es The Negro Family: The Case for

7. Fuller, 1939, pp. 45-46, cit. en Víctor Zúñiga y Rubén Hernández-León, “El nuevo
mapa de la migración mexicana en Estados Unidos: el paradigma de la Escuela
de Chicago y los dilemas contemporáneos en la sociedad estadounidense”, en
Estudios Sociológicos, vol. 24, núm. 70, 2006, p. 149.

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National Action, de Daniel Patrick Moynihan, relativo a la pobreza
urbana de las familias negras durante el gobierno Johnson y que ha
sido reeditado y analizado por Rainwater y Yancey.8 En nuestros
días, Moynihan es considerado un autor progresista y, sin embargo,
es importante observar la manera en la que contribuyó a la es-
tigmatización de los afroamericanos. Moynihan encontró que una
cuarta parte de los matrimonios entre afroamericanos se rompían,
casi otra cuarta parte de los nacimientos eran “ilegítimos”, más
de una cuarta parte de las familias eran dirigidas por una mujer
y, por todo ello, las familias dependían de políticas asistenciales.
Moynihan afirmaba que esa situación hundía sus raíces durante la
esclavitud y se afianzaba cuando los negros emancipados partían a
las ciudades:

El resultado era una específica patología (the tangle pathology) de la fa-


milia negra: matriarcado y, en gran parte deducida de la falta de presen-
cia del padre en el hogar, madres adolescentes, fracaso escolar, crimen
y delincuencia, menor capacidad para pasar las pruebas de habilitación
laboral que los blancos, alienación. La conclusión era que las políticas
gubernamentales habían de desplazarse hacia el fortalecimiento de las
familias como paso previo para la lucha por la igualdad de oportunida-
des sociales y económicas.9

Por tratarse de un documento oficial, The Negro Family fue am-


pliamente difundido y también criticado. Me interesa detenerme
en el informe Moynihan no sólo porque analizo cómo “mien-

8. Lee Rainwater y William Yancey (eds.), The Moynihan Report and the Politics of
Controversy. A Transaction Social Science and Public Policy report. Including the
Full Text of “The Negro Family: the Case for National action” by Daniel Patrick
Moynihan, Cambridge, mit Press, 1967.
9. Joan Vilagrasa Ibarz, op. cit.

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ten” los informes oficiales sino por el paralelismo con estudios
posteriores de la población mexicana. El equivalente a the tangle
pathology (la “patología enmarañada”) en los afroamericanos fue
llamado posteriormente el “efecto del grupo étnico mexicano”
por Chiswick. Éste analizó los ingresos de los inmigrantes varones
en 1970 a partir de los siguientes indicadores: educación, expe-
riencia laboral y tiempo transcurrido desde el arribo al país de
destino. Chiswick detectó los efectos positivos que tenían la edu-
cación y el tiempo de residencia en la movilidad social ascendente,
aunque en menor proporción que en la población estadounidense.
Pero su hallazgo más sorprendente fue que los mexicanos eran
la excepción; no mejoraban demasiado con el tiempo de residen-
cia en Estados Unidos.10 Una diferencia enorme entre la “pato-
logía enmarañada” de los afroamericanos y “el efecto de grupo
étnico mexicano” es que la ruptura en la estructura familiar no
puede servir como explicación (o como pretexto explicativo) en
el segundo caso: sabemos que los matrimonios entre mexicanos
son más duraderos que los de los anglosajones y otras minorías. La
mayoría de los trabajadores indocumentados adultos vive con sus
familiares inmediatos (esposa e hijos). Aproximadamente, la mi-
tad de los adultos no autorizados viven con sus hijos menores de
18 años. Mientras 47% de los hogares de indocumentados están
compuestos por parejas con niños, sólo 21% de los hogares de es-
tadounidenses de nacimiento se encuentran en la misma situación.
Entre ambos, los extranjeros con residencia legal cuyas familias vi-
ven juntas representan 35%.11

10. Barry Chiswick, “The Effect of Americanization on the Earnings of Foreign-Born


Men”, en Journal of Political Economy, núm. 86, octubre de 1978, p. 914.
11. Seth Motel y Eileen Patten, Statistical Portrait of the Foreign-Born Population in the
United States, 2011, Washington, Pew Research Hispanic Center, 2013, disponi-
ble en: <http://www.pewhispanic.org/2013/01/29/statistical-portrait-of-the-forei-
gn-born-population-in-the-united-states-2011> (visitado el 15 de abril de 2013).

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De la misma manera en que el informe de Moynihan acerca
de las familias negras fue criticado por condenar el modelo ma-
triarcal y por ocultar bajo su aparente objetividad cuantitativa las
condiciones de clase social y de discriminación que perpetuaban la
marginación de los afroamericanos, así también es necesario develar
lo que la ideología detrás de los informes sobre los mexicanos en
Estados Unidos pretende condenar y los hechos que callan tales
documentos oficiales. En particular, detrás de las más crudas re-
flexiones culturalistas parece estar la discriminación del negro y del
mexicano en el mercado laboral.12 A continuación se estudiarán dos
estereotipos contemporáneos del mexicano en Estados Unidos: su
desempeño educativo y su vinculación con el narcotráfico.

MEXICANOS “IGNORANTES”
Lo mismo que el progresista Moynihan atribuía a los afroamericanos
como criterio para explicar su fracaso, años después ha escamoteado a
los mexicanos para reconocer sus virtudes como minoría: los valores
familiares. Ello muestra que la discriminación cívica no usa criterios
homogéneos, ni tiene palabra de honor, pues en cada caso busca nue-
vos pretextos para estigmatizar. En nuestros días, los informes estadís-
ticos en Estados Unidos y la opinión pública de ese país coinciden en
estigmatizar a los mexicanos según nuevos criterios “objetivos”: son
ignorantes, en gran proporción traficantes de drogas y poco dispues-
tos a invertir en la educación propia y de sus hijos.
En un informe de 2008 al Congreso estadounidense, Kandel
señala:

Los nacidos en México, Centroamérica y El Caribe tienen las propor-


ciones más bajas de graduados universitarios y las más altas de personas

12. Sébastien Chauvin, Les agences de la précarité. Journaliers à Chicago, París,


Seuil, 2010.

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sin un diploma de bachillerato, en contraste radical con los de África y
Europa del Este, Asia y el Medio Oriente. La cantidad desproporciona-
da de mexicanos con menos de un diploma de bachillerato puede atri-
buirse en gran medida a los extranjeros no autorizados de ese país, un
grupo con más bajos niveles educativos en promedio que otros grupos
de extranjeros.13

Resulta interesante destacar la ambigüedad del diagnóstico de Kan-


del y la ausencia de explicaciones causales claras. ¿México tiene ba-
jos niveles educativos o son los inmigrantes mexicanos que viajan a
Estados Unidos quienes los tienen? Veremos que, comparativamen-
te, lo primero no es el caso. ¿Las personas con los más bajos niveles
educativos se convierten en indocumentados o la situación de ser
indocumentado es la principal causa del fracaso escolar en Estados
Unidos? Contra los estereotipos que difunden los informes oficiales,
la segunda hipótesis está siendo demostrada por las ciencias sociales.
Si bien el grueso de los migrantes indocumentados mexicanos a
Estados Unidos carece de estudios de bachillerato y universitarios,
tienen más estudios que quienes, encontrándose en situación so-
cioeconómica semejante en una misma comunidad, no migran.14 El
estatus migratorio de “no autorizado” se convierte, como veremos,
en un lastre para continuar su educación e incluso lo sigue siendo
para sus hijos y nietos de nacionalidad estadounidense. Es curioso,
sin embargo, que Kandel no diga a los legisladores estadounidenses
que discuten la reforma migratoria que la legislación de su país

13. William A. Kandel, The U.S. Foreign-Born Population: Trends and Selected
Characteristics, Congressional Research Service, 18 de enero de 2011, p. 19,
disponible en: <http://www.fas.org/sgp/crs/misc/R41592.pdf> (visitado el 15
de abril de 2012).
14. Liliana Meza González y Carla Pederzini Villarreal, “Migración internacional y
escolaridad como medios alternativos de movilidad social: el caso de México”,
en Estudios Económicos, Extra, núm. 1, 2009, pp. 163-206.

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contribuye a mantener a los indocumentados y a sus familiares esta-
dounidenses con niveles deplorables de escolaridad.
Por otro lado, es fundamental observar los cambios radicales
que estas tendencias experimentan en poco tiempo. En un análisis
estadístico del Pew Hispanic Center,15 según el lugar de nacimiento,
sólo 15.4% de los jóvenes de entre 18 y 24 años residentes en Estados
Unidos nacidos en México estaban inscritos en licenciatura en 2011,
contra 43.9% de los nacidos en Estados Unidos. Los jóvenes nacidos
en Asia, Medio Oriente, Oceanía, Europa e incluso Sudamérica, el
Caribe y África también presentan una alta proporción de inscritos
en la universidad. Ciertamente, el caso de los mexicanos sólo es me-
jor que el de los centroamericanos. Lo que parece pasar inadvertido
(y de lo cual, nuevamente, los legisladores americanos no son infor-
mados) es que el progreso educativo de los jóvenes mexicanos en
Estados Unidos, según ese mismo cuadro, es el más acelerado de la
década. En 2000, los jóvenes de entre 18 y 24 años nacidos en Méxi-
co inscritos en la universidad eran 7.4%, es decir, en 10 años aumen-
tó 48% la población de jóvenes mexicanos en ese nivel educativo.
Ninguna otra minoría duplicó en esos años su número en las
universidades. Esta cifra debe ser relativizada porque los estudios
superiores a los que acceden los mexicanos en Estados Unidos son,
en promedio, breves y poco prestigiados. Pero es sintomático del
miedo que las otras minorías tienen a los “ignorantes mexicanos”
el hecho de que se estén aprobando leyes locales que prohíben a las
mejores universidades públicas admitir a estudiantes no autorizados
cuando ello excluye a los residentes legales. Así, aunque los mexica-
nos sean sistemáticamente descritos como un caso radical de fracaso
educativo, no lo son en términos de su punto de partida y, leyendo
su avance en términos proporcionales, son incluso un caso radical

15. Seth Motel y Eileen Patten, op. cit.

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de progreso educativo que genera el recelo de los ciudadanos con
supuesto “alto capital educativo”. Así como los autores que se con-
centran en el llamado problema de la “hispanización” de Estados
Unidos construyen explícitamente el estereotipo del mexicano ig-
norante y atribuyen su fracaso a la identidad cultural,16 los informes
oficiales suelen hacerlo implícitamente, mientras la aprobación de
leyes discriminatorias revelan que existe el miedo a una realidad
muy diferente: la de los mexicanos escolarizados y exitosos.
De acuerdo con los economistas de bbva Research, “los mi-
grantes mexicanos en eeuu reciben en promedio menos ingresos
que otros migrantes con gran presencia en eeuu como los prove-
nientes de: Canadá, Centroamérica, Sudamérica, El Caribe, Áfri-
ca, Asia, Europa, y Oceanía, situación que se explica por los bajos
niveles de escolaridad en general de los migrantes mexicanos”.17
Esta última hipótesis se enfrenta a varias perplejidades. La primera
deriva implícitamente de lo que reconocen enseguida tales econo-
mistas: “Por otro lado, en bajos niveles de escolaridad se encuentra
en el caso de los hombres que la mano de obra mexicana es mejor
pagada que la de los migrantes de otras nacionalidades, pero en ni-
veles de escolaridad más elevados los migrantes mexicanos reciben
menores salarios que migrantes de otras regiones”.18 No existe co-
herencia explicativa: los economistas afirman que los bajos niveles
de escolaridad explican que los mexicanos perciban menores in-
gresos, pero paradójicamente aceptan que los trabajadores mexica-
nos con los niveles más bajos de escolaridad ganan más que otros
inmigrantes con niveles igual de bajos. Según algunos, la supuesta

16. Samuel Huntington, Who Are We?: The Challenges to America’s National Identity,
Nueva York, Simon & Schuster, 2004.
17. bbva Research/Fundación bbva Bancomer, Revista Situación Migración México,
Fundación bbva Bancomer, noviembre de 2012, p. 2.
18. Idem.

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baja calidad de la educación mexicana podría explicar que aunque
tengan igual escolaridad en niveles de escolaridad medios y altos,
los mexicanos ganen menos (aunque la distinción entre escolaridad
y calidad de la escolaridad no sea explicitada en el estudio de bbva
Research).19 Esta última hipótesis ha sido propuesta por Gandini y
Lozano20 para el caso de los inmigrantes mexicanos con posgrado
en Estados Unidos. De acuerdo con éstos, el incremento acelerado
de la matrícula en las maestrías y los doctorados de México podría
haberse realizado a costa de la calidad, como mostrarían supuesta-
mente los menores salarios obtenidos por mexicanos en Estados
Unidos frente a otros inmigrantes con posgrado y la reducción de
la emigración de posgraduados mexicanos a aquel país entre 2000
y 2010. No obstante, para llegar a esas conclusiones, Gandini y
Lozano no consideran el peso eventual de la estigmatización de los
mexicanos como grupo (por la asociación con el gran número de
indocumentados con bajos niveles de escolaridad).
Tratar de atribuir las diferencias salariales citadas a la baja
calidad en la educación mexicana sería injustificado a la luz de
otros datos cuantitativos. Respecto a la calidad, según importantes
indicadores internacionales, mientras que el desempeño de los es-
tudiantes mexicanos en lengua y matemáticas en 2000 estaba por
debajo de los de Argentina y Brasil, esta clasificación se había inver-
tido en 2010. En efecto, en la prueba pisa de 2010 México obtuvo

19. Otro detalle metodológico que pone en cuestión los resultados mencionados es
que cuando describen las diferencias salariales, los economistas de bbva Research
no distinguen entre posgrado y licenciatura, sino que los suman en un solo bloque.
Pero podría ocurrir que los migrantes no mexicanos posean en mayor proporción
estudios de posgrado.
20. Luciana Gandini y Fernando Lozano Ascencio, “La migración mexicana calificada
en perspectiva comparada: el caso de los profesionistas con posgrado en Estados
Unidos, 2001-2010”, en Telésforo Ramírez García y Manuel Ángel Castillo (coords.),
El estado de la migración. México ante los recientes desafíos de la migración
internacional, México, Conapo, 2012, pp. 87-126.

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419 puntos de desempeño en matemáticas; Argentina, 388, y Brasil,
386. En ciencias, los puntos correspondientes fueron: México, 416;
Brasil, 405, y Argentina, 401. En comprensión del lenguaje, México,
425; Brasil, 412, y Argentina, 398.2. Eso en lo que concierne a la
calidad. En cuanto a la cobertura, a principios del siglo xxi, Brasil
se encontraba entre los países latinoamericanos con la participa-
ción más baja de trabajadores con el ciclo secundario terminado:
menos de 15%, junto con El Salvador, Guatemala, Honduras y Ni-
caragua. En 2010, Brasil ocupaba el lugar 68 del mundo en índice
de escolaridad primaria, y el lugar 22 en escolaridad secundaria y
capacitación para el trabajo.21 Veamos el caso de México, exacta-
mente inverso. En 2010, México estaba en el lugar 29 del mundo
en índice de escolaridad primaria, pero en el lugar 61 en escola-
ridad secundaria y capacitación para el trabajo. Así, Schwab señala
que algunas de las ventajas competitivas de México son las debi-
lidades de Brasil y viceversa.22 En resumen, México ha cumplido
con la política de concentrar los esfuerzos en el desarrollo de la
educación básica, aunque ello represente descuidar la investigación
científica y a amplios sectores de adolescentes y jóvenes en edad
de ingresar a la educación media superior y a la universidad, por lo
cual, aunque los migrantes mexicanos tienen uno de los más bajos
niveles de escolaridad en Estados Unidos, como afirman informes
oficiales americanos y economistas de bbva Research, la calidad de
la educación básica mexicana no es de las más bajas. Este dato po-
sitivo puede explicar, al menos parcialmente, que entre trabajadores
con escasa educación, los mexicanos ganen más. En cuanto a la su-
puesta calidad inferior de la educación media y superior mexicana,

21. Klaus Schwab (ed.), The Global Competitiveness Report 2010-2011, Ginebra,
World Economic Forum, 2010, p. 107, disponible en: <http://www3.weforum.
org/do cs/WEF_GlobalCompetitivenessReport_2010-11.pdf>.
22. Ibid., p. 239.

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como podría inferirse de los trabajos de Gandini y Lozano y de los
economistas de bbva Research, habría que hacer dos precisiones:
suponiendo que la hipótesis sea cierta, la prioridad concedida a
la educación básica asumió dicho costo como inevitable (dada la
escasez de recursos). En segundo lugar, es preciso medir el efecto
que (en forma de estigmatización negativa) contra los inmigrantes
mexicanos calificados tiene la situación de baja escolaridad y falta
de documentos migratorios de la mayoría de sus compatriotas.
Los economistas de bbva Research también pasan por alto
que sólo con excepción de los mexicanos y los africanos, la escuela
explica la diferencia en empleo e ingresos en Estados Unidos. Algu-
nas investigaciones cuantitativas muestran que entre los inmigrantes
mexicanos, dicha diferencia está en función de su estatus no auto-
rizado.23 Otras van más allá: los inmigrantes latinos serían el único
grupo para quienes la educación no incrementa significativamente
sus ingresos; la ganancia a cambio de mayores niveles educativos es
particularmente baja tratándose de inmigrantes mexicanos y cen-
troamericanos.24 Schoeni,25 por su parte, considera que los bajos
niveles educativos sólo explican un tercio de la disparidad salarial
entre mexicanos y trabajadores nativos de sexo masculino.
Sólo cuando tratan de explicar la recuperación salarial pos-
terior a la crisis de 2008, los analistas de bbva Research se ven
obligados a reconocer implícitamente el impacto del estatus no au-
torizado de los migrantes mexicanos y las reformas migratorias (lo
que, en algunos casos, nosotros llamamos discriminación cívica):

23. Matthew Hall et al., “Legal Status and Wage Disparities for Mexican Immigrants”,
en Social Forces, vol. 89, núm. 2, 2010, pp. 491-513.
24. Ibid., p. 494.
25. Robert F. Schoeni, “New Evidence on the Economic Progress of Foreign-Born
Men in the 1970s and 1980s”, en Journal of Human Resources, vol. 32, núm. 4,
1997, pp. 683-740.

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“El empleo de los migrantes mexicanos se desvincula de otros hispanos”.
Hasta la primera mitad del 2010 en eeuu el empleo de los migrantes
mexicanos seguía una trayectoria similar a la del resto de los hispanos,
aumentaba cuando la economía crecía y se reducía cuando la econo-
mía se contraía. A partir de la segunda mitad de 2010 el empleo de los
migrantes mexicanos empieza a seguir una trayectoria diferente y a la
fecha mantiene una tendencia distinta. Mientras los hispanos ya recupe-
raron todo el empleo perdido con la crisis económica y se encuentran
en sus niveles históricos, los migrantes mexicanos aún se encuentran
muy por debajo de sus niveles máximos en empleo, logrados previo a
la recesión económica. Consideramos que el factor principal que gene-
ró esta desvinculación son las diferentes acciones contra los migrantes
indocumentados en eeuu que inician de forma más marcada con la
llamada “Ley Arizona”, situación que afectó más a los mexicanos que
a otros migrantes puesto que 60% de los migrantes indocumentados
en eeuu son mexicanos y además porque más de 50% de los migrantes
mexicanos son indocumentados.26

Una vez que parece claro el fracaso de las explicaciones en términos


exclusivamente de la calidad educativa para dar cuenta de la situación
económica desventajosa de los migrantes mexicanos en Estados Uni-
dos, es necesario profundizar en sus causas. Han sido documentadas
consecuencias psicológicas negativas en los niños de inmigrantes no
autorizados, como estrés y diferentes tipos de ansiedad, que inhiben
tanto el desarrollo cognitivo como el aprendizaje.27 Bean, Brown,
Leach, Bachmeier y Conley-Estrada han encontrado que el bajo des-
empeño educativo de mexico-americanos en Estados Unidos tam-
bién es una herencia de la situación a la que estuvieron sometidos

26. bbva Research/Fundación bbva Bancomer, op. cit., p. 2.


27. Hirokazu Yoshikawa, Immigrants Raising Citizens: Undocumented Parents and
their Young Children, Nueva York, Russell Sage Foundation, 2011.

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sus padres y abuelos indocumentados, seguramente por los recién
mencionados factores asociados (ansiedad, problemas en el desarro-
llo pleno de técnicas de razonamiento, déficit de asimilación de co-
nocimientos).28 Más grave aún, al parecer estas deficiencias escolares
pueden agravarse con el paso de las generaciones: existe un déficit de
0.3 años de escuela para las generaciones de varones de origen mexi-
cano más allá de la tercera generación, comparados con la tercera
generación en estricto sentido. Dicho en otras palabras, la escolaridad
de los mexicanos desciende incluso con el aumento de los años de
residencia, un fenómeno que desafía las cifras sobre inmigración e in-
tegración válidas para las demás minorías. Existe la misma tendencia
en el caso de las mujeres, aunque en menor proporción (-0.2).29
Bean, Brown, Leach, Bachmeier y Conley-Estrada calculan
que los inmigrantes de origen mexicano cuya madre pudo lega-
lizarse obtienen al menos 1.24 años más de escolaridad que aque-
llos cuya madre no lo logró.30 Para estimar estas cifras, estos autores
controlan estadísticamente factores como el nivel de iniciativa (pues
podría existir una relación entre madres que logran naturalizarse y
que son muy “echadas para adelante”, en vez de una relación de
causalidad entre naturalización y mejor rendimiento escolar). En
resumen, Bean, Brown, Leach, Bachmeier y Conley-Estrada han
encontrado que la incertidumbre de la transición del estatus de no
autorizado al de autorizado parece reforzar la necesidad de los in-
migrantes de trabajar sin estudiar, y esta tendencia ocurre de manera
desproporcionada entre aquéllos en los contextos más precarios.31

28. Frank Bean et al., “Unauthorized Migration and Its Implications for Mexican
American Educational Incorporation”, en Briant Jensen y Adam Sawyer,
Regarding Educación, Mexican-American Schooling, Immigration and Binational
Improvement, Nueva York, Teachers College Press, 2013, pp. 43-65.
29. Ibid., p. 49.
30. Ibid., p. 54.
31. Idem.

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Sin embargo, los informes oficiales insisten en hablar de mi-
grantes preparados o no para el mercado de trabajo americano;
implícitamente distinguen entre migrantes “buenos” y “malos”, no
abordan el problema de la discriminación cívica. Sin mayores ma-
tices, se afirma entonces que, por ejemplo, la menor segregación de
los sudamericanos es por su alto grado de éxito económico.32 Los
investigadores lanzan la hipótesis de que la situación de los domi-
nicanos es, por ejemplo, por ser y sentirse negros y su “particular
historia de incorporación a Nueva York”,33 pero, simétricamente,
se evade decir que la segregación de los mexicanos es por ser y
sentirse indígenas, morenos o monolingües, o bien por ser tratados
como indocumentados. Así, hay una reticencia a hablar del estatus
migratorio para nombrar a las situaciones de desventaja que no es-
tán explicadas por el fracaso educativo, económico u otros factores
no políticos ni raciales. Menos aún se atreverían estos informes a
calificar dicho estatus como “discriminación cívica”.
Aunque no en forma de informes oficiales, abunda la evidencia
sobre los efectos perjudiciales de ser indocumentado, especialmente
en el mercado de trabajo.34 “Mientras Hudson (2007) ha encontrado
que muchos trabajadores que empiezan en trabajos periféricos se
mueven eventualmente hacia mejores empleos, esto podría no ser
cierto en el caso de trabajadores indocumentados, cuya falta de auto-
rización legal para trabajar en los Estados Unidos es una barrera para
cambiar de empleador”.35 El hecho de ser indocumentado facilita la

32. John Logan y Richard Turner, Hispanics in the United States: Not Only Mexicans.
us2010 Project, Providence, Brown University, 2013, p. 12.
33. Ibid., pp. 12-13.
34. Matthew Hall et al., op. cit.; Douglas S. Massey, “Do Undocumented Migrants
Earn Lower Wages than Legal Immigrants? New Evidence from Mexico”, en
International Migration Review, núm. 2, 1987, pp. 236-274; Douglas S. Massey,
Jorge Durand y Nolan J. Malone, Beyond Smoke and Mirrors: Mexican Immigration
in an Era of Economic Integration, Nueva York, Russell Sage Foundation, 2002.
35. Matthew Hall et al., op. cit., p. 495.

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explotación laboral, en particular la falta de respeto al salario míni-
mo y el pago de horas extras. Pero incluso cuando los empleadores
no discriminan a los inmigrantes indocumentados, su capital social
les reporta menos ganancias debido a que su estatus migratorio les
impide buscar mejores empleos.36
En resumen, los mexicanos ganan menos en igualdad de nivel
educativo y, ante ello, los informes oficiales infieren “la educación
mexicana es baja y de mala calidad” en vez de “existe un estereotipo
racial que afecta incluso a los mexicanos legales y con habilidades
profesionales”. Pero ¿qué evidencia empírica muestra esto último?
Lowell, Teachman y Jing demostraron que existe discriminación al
contratar trabajadores con apariencia de latinos, no sólo indocu-
mentados, ello quizá como resultado de la reforma migratoria co-
nocida como irca que imponía sanciones a los empleadores.37
Massey, Durand y Malone dicen que la reforma migratoria
provocó subcontratación.38 Para detener el flujo se comenzó a san-
cionar a empleadores que recurrían a empresas que asumían la res-
ponsabilidad de contratar. Así, una motivación nativista y fundada
en gran medida en motivos de protección de la “identidad ameri-
cana” (la reforma migratoria) provocó a fin de cuentas el desmante-
lamiento de derechos laborales que luego se estabilizó en forma de
nuevas prácticas de gestión, como la subcontratación.

Si de hecho estos procesos unidos al estatus legal afectan negativamente


el bienestar económico de todos los trabajadores latinos (independien-
temente de su estatus), eso explicaría por qué trabajadores inmigrantes
mexicanos y (en menor medida) mexicoamericanos son menos capaces

36. Idem. La variable dependiente del estudio de Matthew Hall es el salario, la


variable independiente central es el estatus legal.
37. Lowell, Teachman y Jing, 1995, cit. en Matthew Hall et al., p. 508.
38. Douglas S. Massey, Jorge Durand y Nolan J. Malone, op. cit., p. 26.

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de convertir escolarización adicional en salarios superiores que los blan-
cos no latinos. Sin embargo, el hecho de que sólo una parte de la baja
remuneración total ligada al capital humano de los trabajadores de origen
mexicano se explique por la abundancia de migrantes indocumentados
entre sus poblaciones es perturbadora y es consistente con los resultados
de Telles y Ortiz (2008) de que los mexicoamericanos luchan para alcan-
zar la clase de igualdad educativa que otros migrantes han logrado.39

MEXICANOS “NARCOS”
Desde principios de los noventa, los nuevos estudios sobre la pobreza
entre hispanos –antes concentrados en la población afroamericana–
han probado la existencia de una alta proporción de indocumen-
tados en el mercado informal de Estados Unidos. Más relevante es
la supuesta participación de tales trabajadores en un subsector de la
informalidad: el narcotráfico.40 Apenas el 18 de abril de 2013, el ex
zar antidrogas Barry McCaffrey presentó un supuesto “diagnóstico”
al Comité de Seguridad Nacional de la Cámara de Representantes
en el que afirma que los cárteles de la droga mexicanos “operan” en
más de mil ciudades estadounidenses, cálculo tomado de un informe
oficial previo que había sido difundido por el gobierno americano
en 2011.41 En efecto, en 2011, el National Threat Assessment estimó
supuestamente que el narco mexicano “estaría operando” en más de
mil ciudades de la Unión Americana. El verbo “operar” es vago e
incluye a los estadounidenses que compran la droga en México, aun-
que no estén subordinados a las organizaciones criminales mexicanas.
Además, dicho informe era deliberadamente ambiguo, pues el cua-

39. Matthew Hall et al., op. cit., p. 509.


40. Joan Moore y Raquel Pinderhughes (eds.), In the Barrios: Latinos and the
Underclass Debate, Nueva York, Russell Sage Fundation, 1993.
41. U.S. Departement of Justice and National Drug Intelligence Center, National
Drug Threat Assessment 2011, Johnstown, agosto de 2011, p. 8, disponible en:
<http://www.justice.gov/archive/ndic/pubs44/44849/44849p.pdf>.

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FIGURA 1
U.S. Department of Justice and National Drug Intelligence Center
“Table 1. Concentrated Activity by Mexican-Based tco’s in the Nine
ocdetf Regions”.42

TCO PRIMARY DRUGS PRIMARY REGIONS

SINALOA Cocaine Florida/Caribbean


CARTEL Heroin Great Lakes
Marijuana Mid-Atlantic
MDMA New England
Methamphetamine New York/New Jersey
Pacific
Southeast
Southwest
West Central

LOS Cocaine Florida/Caribbean


ZETAS Marijuana Great Lakes
Southeast
Southwest

dro que se muestra arriba en inglés (se trata de la versión original)


no hace referencia a las organizaciones criminales transnacionales
mexicanas que supuestamente suministrarían la droga según región
de los Estados Unidos, sino literalmente a la “Actividad concentrada
según organización transnacional de origen mexicano”. ¿Actividad
de quién? ¿De los cárteles mexicanos, de pandillas estadounidenses u
otros? ¿Concentrada según qué criterio?
Peor aún, al retomar públicamente los “datos” de dicho infor-
me oficial, McCaffrey asimilaba tramposamente los temas de narco-
tráfico y migración indocumentada, pues señalaba la amenaza del

42. Fuente: U.S. Department of Justice and National Drug Intelligence Center, op. cit.

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crimen organizado y, enseguida, proponía una política que parece-
ría servir para enfrentarla: endurecer las medidas contra las personas
que ingresan legalmente pero que dejan expirar su visa o permiso.43
Actualmente, existe una distribución nueva de la migración
mexicana en los Estados Unidos que responde al fracaso de la pla-
neación anterior. Es conocido que a partir de 1986, mediante la ley
irca, el gobierno americano pretendió contener el flujo creciente
de migrantes mexicanos sellando la frontera, a cambio de conceder
una amnistía a alrededor de dos millones de migrantes; el resulta-
do fue un endurecimiento contra el resto de los indocumentados
y una serie de transformaciones consecuentes de los patrones mi-
gratorios. Quienes no lograron regularizar su situación dejaron de
viajar a México para evitar los cruces y prefirieron llevarse a sus
familias a Estados Unidos, lo cual acabó con la migración labo-
ral que iba y venía según la temporada de trabajo. De ser circular,
la migración mexicana a Estados Unidos pasó a ser definitiva: por
primera vez en la historia, la mayoría de los migrantes partía con la
idea de establecerse allá. Por su parte, quienes adquirieron permisos
de residencia se aventuraron a buscar trabajo más allá de los encla-
ves étnicos de California, Texas e Illinois. Así, numerosos mexicanos
residentes en estos últimos estados se han desplazado al interior de
la Unión Americana y migrantes recientes han partido de México
directamente hacia destinos como Oregon, Utah, Nevada, Georgia,
Tennessee, Alabama, Carolina del Norte, Nueva Jersey, Nebraska,
Iowa, Louisiana y Massachusetts, entre otros estados.44 De acuerdo
con la interpretación estándar, estos nuevos destinos de la migra-
ción mexicana se estarían convirtiendo en centros importantes para

43. Barry McCaffrey, Statement for the Record Submitted by General Barry McCa-
ffrey, 18 de abril de 2013, disponible en: <http://www.michaelyon-online.com/
images/pdf/testimony -border-security-hearing-may-2013.pdf> (visitado el 20
de diciembre de 2013)
44. Víctor Zúñiga y Rubén Hernández-León, op. cit., p. 139.

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la distribución de drogas, negocio que ahora ya no estaría controla-
do principalmente por la Cosa Nostra italo-estadounidense, ni por
cárteles colombianos, sino por organizaciones mexicanas.
Y los nuevos asentamientos de mexicanos están siendo señala-
dos por las poblaciones locales como los causantes de una supuesta
expansión del narcomenudeo. Levine ha estudiado el caso de Atlan-
ta y de la pequeña ciudad de Dalton, donde “cualquier inmigrante
mexicano es percibido ahora no solamente como un indocumentado,
sino también como un narcotraficante, o por lo menos un narcotra-
ficante en potencia y, por ende, alguien que merece ser repudiado”.45
De entrada, no parecería extraño que los fenómenos masivos
de la migración indocumentada y del narcotráfico binacional estu-
vieran relacionados en alguna medida. Sin embargo, más allá de la
evidencia anecdótica, numerosos indicadores cuantitativos desesti-
man esta asociación. Si bien existe una correlación positiva de las
remesas con la presencia de la violencia en los municipios de Mé-
xico, este hallazgo puede vincularse con varios factores: necesidad
de hacer frente con dinero a problemas asociados con la violencia,
interés de los grupos criminales en los municipios ricos, etcétera.46
Es decir, no sólo se puede explicar la correlación como evidencia de
lazos entre migrantes y organizaciones del narcotráfico.
Por otro lado, son las pandillas quienes se encargan del narco-
menudeo en Estados Unidos y las estadísticas muestran que éstas
no se han incrementado paralelamente al intenso aumento de la

45. Elaine Levine, “Sentimientos antiinmigrantes en el estado de Georgia”, en


Mónica Verea (ed.), Anti-Immigrant. Sentiments, Actions and Policies, México,
Universidad Nacional Autónoma de México (unam), 2012, p. 186.
46. Liliana Meza González y Telésforo Ramírez García, “Inseguridad pública y mi-
gración internacional en México”, en Telésforo Ramírez García y Manuel Ángel
Castillo (coords.), El estado de la migración. México ante los recientes desafíos
de la migración internacional, México, Consejo Nacional de Población (Conapo),
2012, p. 292.

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migración indocumentada en las últimas décadas. En particular, el
número de pandillas de hispanos se mantiene estable (de hecho, sa-
bemos que disminuye a partir de 2008), mientras oleadas de nuevos
migrantes no autorizados han llegado a la Unión Americana.47
Una posible explicación de los datos anteriores es la siguien-
te: los pandilleros son, en un alto porcentaje, jóvenes de origen
extranjero que ya cuentan con el capital social necesario para de-
safiar al sistema. Los inmigrantes pobres de la primera genera-
ción, en cambio, desempeñan los trabajos peor remunerados (en la
agricultura, la limpieza, etcétera) y tienen dificultades incluso para
encontrar un empleo como meseros en los restaurantes (por no
hablar inglés o no saber marcar una orden en una computadora).
Los inmigrantes mexicanos de la primera generación difícilmente
pueden sobrevivir como narcomenundistas hábiles. Además, como
dice Hope, los cárteles mexicanos tampoco “hablan inglés”, es de-
cir, los miembros de las organizaciones criminales mexicanas care-
cen del capital cultural y social para operar el negocio de la droga
en Estados Unidos.48 Sevigny y Caulkins estudiaron el perfil de
las personas encarceladas por narcotráfico y descubrieron que 65%
de los reos que habían sido empleado como “mulas” eran esta-
dounidenses sin ascendencia mexicana, 17% mexico-americanos
y sólo 10% mexicanos.49 Más aún, en el caso de los vendedores
de droga al mayoreo, 85% eran americanos sin sangre mexicana,
7% mexico-americanos y 5% mexicanos. Tratándose de lavadores

47. Jeffrey Passel y D’Vera Cohn, A Portrait of the Unauthorized Immigrants in the
United States, Washington, Pew Hispanic Center, 4 de abril de 2009, disponible
en: <http://pewhispanic.org/files/reports/107.pdf> (visitado el 26 de abril).
48. Alejandro Hope, “Los cárteles no hablan inglés”, en Animal Político, 23 de
diciembre de 2011, disponible en: <http://www.animalpolitico.com>.
49. Eric Sevigny y Jonathan Caulkins, “Kingpins or Mules? An Analysis of Drug
Offenders Incarcerated in Federal and State Prisons”, en Criminology and Public
Policy, vol. 3, núm. 3, 2004, pp. 401-434.

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de dinero, los porcentajes que encontraron fueron 87%, 10% y 1%,
respectivamente. Por último, los importadores de estupefacientes
encarcelados respondían a la siguiente proporción: 58%, 18% y 7%.
Como se observa, en ninguna de las modalidades del narcotráfico
en Estados Unidos son dominantes los mexicanos, ni siquiera su-
mados a los chicanos.

Si los cárteles mexicanos fueran dominantes en la distribución de dro-


gas en Estados Unidos (y según el National Drug Inteligence Center,
ya lo eran en 2004), previsiblemente los presos de origen mexicano
estarían sobrerrepresentados en las categorías más directamente vincu-
ladas al comercio interno (mayorista y menudista) [...] La proporción
de reos mexicanos y mexicano-americanos en esos roles es similar a
la proporción de la población de origen mexicano en Estados Unidos
(10%, aproximadamente).50

Neill Franklyn, un detective retirado de la policía de Baltimore y


actual director ejecutivo de Law Enforcement against Prohibition,
también niega que el narcomenudeo dependa de mexicanos: “¿Para
qué querrían internarse aquí los cárteles mexicanos? El gran nego-
cio para ellos es traer las drogas a Estados Unidos en automóviles
y en barcos. Colocarlas en una ciudad significa movilizar decenas o
cientos de vendedores al mayoreo y miles en las calles, en un terri-
torio peligroso y desconocido”.51
Pero no es extraño que, en la retórica del puritanismo ame-
ricano, las dos categorías infamantes del imaginario estadounidense
estudiadas, la del “trabajador ilegal” y la del “traficante de drogas”,
estén siendo asociadas. En todo caso, el negocio de las drogas al

50. Alejandro Hope, op. cit.


51. Entrevistado Wilbert Torre, Narcoleaks. La alianza México-Estados Unidos en la
guerra contra el crimen organizado, México, Grijalbo, 2013, pp. 150-151.

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otro lado de la frontera parece estar fuera de esos dos estereotipos
sociales y es controlado por ciudadanos estadounidenses que en su
mayoría no tienen padres o abuelos mexicanos. Menos todavía lo
controlan los mexicanos recién llegados.
¿Por qué entonces el informe oficial National Threat Assess-
ment y el ex zar antidrogas McCafrey declaran que en mil ciudades
de la Unión Americana opera el narco mexicano? ¿Cuál es el inte-
rés de transformar a “el mexicano” en una amenaza ante la opinión
pública? El presupuesto de la agencia antidrogas depende del tama-
ño de la amenaza que enfrenta, de modo que la burocracia de la dea
sabe que quizás estará mejor dotada de recursos si logra convencer
a la opinión pública de que los peligrosos cárteles mexicanos están
llegando hasta sus casas.52 Es importante que investigaciones futuras
continúen documentando con mayor detalle cómo la retórica ins-
titucional fomenta el racismo antimexicano entre la población esta-
dounidense con el fin de obtener dinero para la cruzada antidrogas,
para evitar la reforma migratoria o por otros motivos. Levine ha
documentado, por ejemplo, el resurgimiento del movimiento Ku
Klux Klan en el estado de Georgia, focalizado ahora en organizar
protestas contra los mexicanos indocumentados.53

CONCLUSIÓN
Se ha analizado cómo los informes oficiales o financiados por el
gobierno estadounidense suelen emplear la supuesta objetividad
de las cifras para acentuar premisas ideológicas que no son neutras.
Así como durante el siglo xx el modelo matriarcal de las familias
afroamericanas fue acusado de causar su pobreza, en la actualidad se
señala la supuesta falta de interés de las familias de origen mexicano
en la educación de los hijos y se les asocia con el crimen organi-

52. Ibid., pp. 142-143.


53. Elaine Levine, op. cit., pp. 181-184.

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zado. De caricaturizar a los judíos en el siglo xix como “mercade-
res capitalistas” y “apátridas” se pasó, en el siglo xx, a cuestionar a
los afroamericanos por sus capacidades intelectuales supuestamente
inferiores y por su falta de valores familiares. Hoy es el turno de
los migrantes mexicanos, calificados ya sea como “narcos” o como
“ignorantes”.
Frente a tales estigmatizaciones, es importante develar que
los trabajos estadísticos oficiales se interesan poco en describir a la
población mexicana en Estados Unidos como lo que es: en gran
medida mestiza o indígena, mucha de origen rural, que ha tra-
bajado como ejército de reserva de la economía estadounidense
desde hace décadas y cuya limitada escolaridad promedio ha sido
agravada por su calidad migratoria “no autorizada”. En particu-
lar, sería deseable que los informes oficiales reflejaran el enorme
esfuerzo que las familias de los inmigrantes de origen mexica-
no realizan en las instituciones de educación superior americanas
(duplicando su presencia, proporcionalmente, en sólo 10 años).
Como vimos, los progresos de los mexicanos en las universidades
estadounidenses son los más acelerados de todas las minorías. Al
mismo tiempo, es fundamental cuestionar el mito que asocia a la
comunidad de origen mexicano con el narcotráfico en Estados
Unidos, donde éste es controlado mayoritariamente por ciuda-
danos de ese país sin padres o abuelos mexicanos. La diplomacia
mexicana haría bien en refutar o poner en su contexto los datos
manipulados que suelen ofrecer quienes en realidad se oponen al
creciente empoderamiento de la comunidad de origen mexicano
en Estados Unidos.
Otro hecho grave es que, aunque existen fuentes estadísticas
para estimar la discriminación a los mexicanos en Estados Unidos,
la mayoría de los informes estadísticos que estudian la relación en-
tre escolaridad y salario las omiten. La disparidad de ingresos de
los inmigrantes mexicanos frente a otros trabajadores trata de ser

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explicada, recurrentemente, por la deficiente calidad educativa en
México, desde el nivel básico hasta el posgrado, sin medir claramen-
te el impacto de la discriminación (de estatus migratorio y racial).
Así ocurre con informes oficiales al Congreso de Estados Unidos
para la elaboración de políticas públicas que he consultado y, des-
graciadamente, también sucede en los estudios desde instituciones
mexicanas (como los elaborados por la Fundación bbva Bancomer).
Una excepción son las valiosas investigaciones científicas, princi-
palmente de académicos estadounidenses, que ponen de relieve el
impacto del estatus migratorio y la discriminación cívica en los lo-
gros educativos y laborales de los mexicanos en Estados Unidos.
Aunque tales enfoques no suelen invocar la teoría biopolítica de
Michel Foucault, evidencian que la migración indocumentada no
es un fenómeno que pueda comprenderse cabalmente desde teorías
económicas o jurídicas. La voluntad de controlar los movimien-
tos de población y de señalar a las minorías cuyo bienestar será
sacrificado en beneficio del resto es un rasgo central del enfoque
elaborado por el célebre filósofo francés.

El poder de exponer a una población a una muerte general es el envés


del poder de garantizar a otra su existencia. El principio de poder ma-
tar para poder vivir, que sostenía la táctica de los combates, se ha vuel-
to principio de estrategia entre Estados; pero la existencia en cuestión
ya no es aquella, jurídica, de la soberanía, sino la puramente biológica
de una población.54

Podríamos llamar “racismo de Estado” a esas medidas gubernamen-


tales que sacrifican a parte de la población en beneficio de otra
parte, como el propio autor francés lo hace, o simplemente “discri-

54. Michel Foucault, Historia de la sexualidad, vol. 1, La voluntad de saber, 3ª ed.,


México, Siglo xxi, 1976, p. 127.

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minación cívica”. Pero más importante es comprender cómo opera
la gubernamentalidad, es decir, ese tipo de poder distinto de la so-
beranía clásica y del disciplinamiento. Junto a dispositivos de segu-
ridad como la policía y el ejército, la gubernamentalidad recurre
a la elaboración de informes oficiales. La supuesta objetividad de
estos documentos proviene de que sus premisas suelen ser verda-
deras (las cifras que contienen no son necesariamente falsas), pero
los autores suelen excluir otras premisas que cambiarían las conclu-
siones si fuesen consideradas. Por ejemplo, afirmar que “los mexi-
canos tienen los niveles de escolaridad más bajos” y que “ganan
menos que otros trabajadores” son premisas que llevan a concluir
lo siguiente: “ganan menos por sus niveles más bajos de escolari-
dad”. Pero hemos visto que en el caso de mexicanos (y también de
africanos, aunque no se ha analizado en este ensayo) esto es falso:
los mexicanos perciben menos ingresos de los que corresponden
a su escolaridad. Ya se mostró que tratar de atribuir este diferencial
solamente a la baja calidad de la educación mexicana es absurdo, si
se compara ésta con la de otros países en desarrollo, en particular en
América Latina.
No es por azar que cuando se abre la vía a la posible regulari-
zación de millones de trabajadores indocumentados, se refuerce el
discurso acerca de su supuesta “ignorancia” y tendencias “crimina-
les”. Se discute y se mide si los trabajadores mexicanos están prepa-
rados para el mercado de trabajo americano, pero no en qué medida
sufren discriminación cívica que los frena profesionalmente.55
Así, si en la opinión pública de Estados Unidos el estereoti-
po del mexicano es en buena medida el de alguien que carece de
cultura de la legalidad, corrupto e ignorante, ello es en gran parte
una construcción resultado de las leyes migratorias, de las políticas

55. John Logan y Richard Turner, op. cit., p. 5.

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públicas y de los informes oficiales. ¿Por qué, si no, los informes
oficiales al Congreso rara vez destacan que los mexicanos trabajan
más horas, se están incorporando aceleradamente a las instituciones
de educación superior y conservan sus valores familiares por enci-
ma de cualquier otra minoría?

NOTA FINAL
Al momento de leer las pruebas de este capítulo, tengo en mis manos
el número 2 025 de la revista Proceso, del 23 de agosto de 2015, con la
llamativa portada: “El narco mexicano invade Estados Unidos”. No
se trata de un verdadero reportaje, aunque lo firme el reportero
Jesús Esquivel, sino de la reproducción de las afirmaciones generales
y sin pruebas, de la dea, acerca de una supuesta consolidación de
los cárteles mexicanos en aquel país. Se repite la manera tradicional
en que esa agencia antidrogas busca financiamiento en el Congreso,
sin importar la estigmatización que esto provoca contra los residen-
tes de origen mexicano y sin reacción por parte de la diplomacia
mexicana. Lo más triste es que la prensa de este lado del Río Bravo,
tanto la crítica como la oficialista, retome y amplifique acríticamen-
te esos “informes” biopolíticos.

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ALTERNATIVAS
AL
BIOPODER

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MIGRANTES “BUENOS” Y “MALOS”:
BIOPOLÍTICAS DE SELECCIÓN
DE TRABAJADORES EXTRANJEROS
EN AMÉRICA DEL NORTE

CAMELIA TIGAU
Universidad Nacional Autónoma de México
Centro de Investigaciones sobre América del Norte

La movilidad laboral ha sido descrita como el eslabón perdido


de la globalización.
Wickramasekara1

INTRODUCCIÓN
¿Cómo emplear la migración para estimular el desarrollo, tanto na-
cional como individual? ¿Es posible diseñar políticas que no dife-
rencien a ciertos tipos de capital humano (con cualidades) de otros
(poco o no calificados)? ¿Cómo evitar esta discriminación a través
de “habilidades”?
El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (en
adelante, tlcan), firmado en 1994, establece el uso de visas espe-
ciales para empresarios, investigadores, profesionistas y expertos en
tecnologías de información y comunicación. Mientras que Esta-
dos Unidos ha creado visas tn para facilitar la incorporación de
profesionistas mexicanos y canadienses, Canadá conserva el sistema
de puntos anterior al tlcan. México, por su parte, simplemente
aprovecha las nuevas condiciones de emigración.
El presidente en turno cuando se firmó el tlcan, Carlos Salinas
de Gortari, expresó que el acuerdo le permitiría al país exportar

1. Piyasiri Wickramasekara, “Skilled Labour Mobility: The Resurgence of the ‘Brain


Drain’ Debate”, en Estudios sobre Migración Internacional, núm. 100, Organiza-
ción Internacional del Trabajo, Programa de Migración Internacional, 2009, p. 1.

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mercancías, no personas. Sin embargo, las tendencias revelaron des-
de entonces y hasta 2005 un aumento significativo en la emigra-
ción de profesionistas mexicanos hacia Estados Unidos y Canadá.2
Solimano3 señala que un país puede “resolver” sus problemas
internos de empleo ya sea mediante la inversión extranjera para ge-
nerar empleos o permitiendo que las personas puedan emigrar. La
segunda opción reduce las presiones causadas por el excedente de
mano de obra en los mercados internos. Pero, según el mismo autor,
ninguna de las dos opciones se consiguió satisfactoriamente con
el tlcan. En realidad, la evolución de la tasa de desempleo abier-
ta de México sí muestra una reducción a partir de 1995, pero los
salarios reales no lograron recuperarse. El acuerdo fue concebido
para aumentar la inversión en México por parte de compañías es-
tadounidenses y canadienses, y de esta forma reducir la migración
hacia el norte. Sin embargo, la inversión no fue suficiente para de-
tenerla; además, las brechas de desarrollo y las diferencias salariales
entre Estados Unidos y Canadá impulsan la migración mexicana,
tanto documentada como indocumentada. Solimano considera el
siguiente dilema: el capital va a donde la mano de obra (barata) está
disponible o ésta va hacia donde están los empleos, los salarios ele-
vados y el capital disponible; en el caso del tlcan, afirma él, ocurrió
la segunda variante.4

2. Entre 1820 y 2010, más de 75 millones de inmigrantes llegaron a Estados


Unidos. Aproximadamente la mitad provenía de Europa, de ellos una décima
parte venía del país líder de inmigración: Alemania. Sin embargo, sólo 4% de
los inmigrantes alemanes llegaron a partir de 1980, en comparación con las tres
cuartas partes de los inmigrantes mexicanos, por lo que en 2007 México superó
a Alemania como el país líder de inmigración (Philip Martin, “nafta and Mexico-
US Migration: What Lessons, what next?”, en cesifo Forum, Institute for Economic
Research de la University of Munich, vol. 11, núm. 4 de diciembre, 2010, p. 38).
3. Andrés Solimano, International Migration in the Age of Crisis and Globalization:
Historical and Recent Experiences, Cambridge, Universidad de Cambridge, 2010.
4. Ibid., pp. 633-643.

228

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Este capítulo consta de tres partes. La primera es una reflexión
sobre las políticas de migración de países que son los mayores destinos
de la migración internacional (lo que Foucault llama “biopolítica” o
gestión de las poblaciones). La segunda parte compara las políticas de
migración en Estados Unidos, Canadá y México, incluyendo breves
actualizaciones sobre los cambios producidos por la crisis mundial
de 2008. En la tercera parte, se analiza la opinión pública en torno
a la migración en los países que conforman el tlcan. La parte dedi-
cada a México incluye opiniones de migrantes mexicanos en Estados
Unidos y Canadá. El documento finaliza con una discusión sobre
la propuesta de Solimano, a la luz de la biopolítica y de un contrato
social sobre la migración, como solución a las desigualdades en los
diferentes mercados de trabajo.

POLÍTICA DE INMIGRACIÓN CLIENTELISTA


En un viejo estudio, Freeman5 señalaba que las sociedades de anti-
guos países coloniales de habla inglesa como Estados Unidos, Canadá
y Australia, se han caracterizado históricamente por una inmigración
abierta, planificada y regulada, así como por el peso de las redes orga-
nizadas de grupos de interés en pugna por las políticas de migración.
Freeman sostiene que en esos países el modelo tradicional de polí-
ticas sobre migración es el de “política de inmigración clientelista”
o “política liberal de inmigración democrática”, que responde a las
necesidades económicas y de mercado y regula las necesidades de
fuerza laboral. En estos países existen ciclos de inmigración: tiem-
pos óptimos contra tiempos no favorables, en donde la migración
es aceptada e impulsada durante las fases de expansión para trans-
formarse en foco de inquietud cuando los niveles de desempleo au-
mentan y los inmigrantes se convierten en “chivos expiatorios”.

5. Gary P. Freeman, “Modes of Immigration Politics in Liberal Democratic States”, en


International Migration Review, vol. 29, núm. 4, invierno de 1995, pp. 881-902.

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Australia, Canadá, Estados Unidos y Nueva Zelanda son paí-
ses con opinión pública generalmente favorable hacia la migración
(en comparación con otros países, pues desde luego ha existido la
discriminación a minorías de inmigrantes irlandeses, judíos, mexica-
nos, etcétera). Existe un consenso general entre partidos sobre mi-
gración, con excepciones como el Partido Reformista de Canadá.
Australia y Canadá poseen programas sobre migración plani-
ficada más minuciosos y sofisticados que Estados Unidos, capaces
de responder a los cambios en las condiciones económicas a corto
plazo y con mayor rapidez, como podremos ver más adelante al
analizar las respuestas a la crisis de 2008.
Los tres principales destinos de la migración calificada –Estados
Unidos, Canadá y Australia– se caracterizan por obstaculizar el acceso
a cierta información sobre inmigración, que Freeman resume de la
siguiente manera:

1. Escasez y ambigüedad en la información oficial (tendencia


de los flujos de migración que al principio son menores pero
que a lo largo del tiempo aumentan como resultado de la mi-
gración en cadena y la reunificación familiar, lo que explica la
oposición a la migración, el llamado “sesgo expansivo”).
2. Ausencia de consulta pública sobre políticas de migración.
3. La migración provoca que los beneficios se concentren en los
contratantes de mano de obra para la industria y que depen-
dan de mano de obra no calificada. La industria inmobiliaria y
de la construcción, en particular, se benefician del crecimiento
poblacional resultante. Los inmigrantes compiten contra otros
por empleos escasos, viviendas, escuelas y servicios estatales.
4. Las organizaciones públicas que representan a beneficiados
por la migración suelen ser más escuchadas, por lo que la opi-
nión pública está más a favor que en contra de la inmigración
cuando existen aquéllas.

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Es posible dividir la biopolítica migratoria en clientelista (que res-
ponde a lealtades políticas y opinión pública local) y meritocrá-
tica (fundada en la selección de los más calificados). El enfoque
clientelista en el estudio de la política migratoria ha sido criticado
posteriormente por Shachar,6 quien considera que los sistemas
políticos de migración se caracterizan sobre todo por su compe-
titividad, es decir, los países se inspiran y responden a las políticas
migratorias de los demás, lo que significa que la política de ad-
misión de un país afecta la política de reclutamiento de otro y se
relaciona con las políticas de repatriación de un tercero.
Por otra parte, Tannock7 critica esta meritocracia y la búsqueda
de talento por los países que son destinos principales y afirma que es
una manera de discriminar a las personas según capacidades educati-
vas, visible en los sistemas de inmigración de Estados Unidos, Canadá
y Australia, principalmente.
Estos sistemas, sobre todo el canadiense (que admite a los can-
didatos según puntos), violan los principios básicos de la educa-
ción pública, crean injustamente clases de inmigrantes de segunda
que son clasificados como de “bajas calificaciones” y contribuyen
al problema de la fuga de cerebros en los países de origen.8 Hoy en
día, la discriminación en la inmigración con base en raza, género y
educación se explica a través de iniquidades de oportunidades y no
con base en exclusiones absolutas, según este autor.

6. Ayelet Shachar, “The Race for Talent: Highly Skilled Migrants and Competitive
Immigration Regimes”, en New York University Law Review, núm. 81, Universidad
de Toronto (Legal Studies Research Paper, 883 739), 2006.
7. Stuart Tannock, “Points of Prejudice: Education-Based Discrimination in Canada’s
Immigration System”, en Antipode, vol. 43, núm. 4, 2011, pp. 1330-1356.
8. Ibid., p. 1330.

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COMPARACIÓN DE POLÍTICAS
DE INMIGRACIÓN EN AMÉRICA DEL NORTE

ESTADOS UNIDOS

Invitamos a trabajadores visitantes, pero recibimos seres humanos.


Max Frisch

Estados Unidos es el principal país de inmigración en la economía


mundial. Actualmente es importador neto tanto de capital como de
personas, aunque en otras épocas del siglo xx fue sólo un expor-
tador de capital. Estados Unidos tiene toda una “sopa de letras de
visas”,9 sistema criticado por los escépticos que sostienen que los
empleadores estadounidenses promueven el discurso sobre la esca-
sez de trabajadores nativos para justificar la importación de mano
de obra joven y barata de migrantes.

ESTADOS UNIDOS Y LA BIOPOLÍTICA DE ATRACCIÓN DE “CEREBROS”


La mayoría de los trabajadores calificados ingresan al país gracias a
las visas h-1b. En la década de los 90, cerca de 65 000 trabajadores
ingresaron cada año a Estados Unidos por medio de esta visa.10 En
2004, el número de visas h-1b aumentó en 20 000 debido a que se
incluyeron candidatos a doctorado. Desde 2013, existe una propues-
ta de reforma migratoria que incrementaría estas visas a 300 000
anualmente.
Como consecuencia del tlcan, Estados Unidos también ofre-
ce las visas tn, las cuales son más atractivas para los empleadores
por ser fáciles de conseguir: requieren menos documentación y son

9. Lindsay Lowell, “Skilled Temporary Specialty Workers in the United States”, en


People and Place, vol. 7, núm. 1, 1999, pp. 24-32.
10. Migration News, abril de 2009.

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más baratas que las primeras. El ingreso anual de cuotas por estas
visas es mayor que el de las h-1. En 2005, 50 000 canadienses fueron
admitidos mediante visas tn, en comparación con 2 500 mexica-
nos admitidos. Esta diferencia es bastante sorprendente si se tiene
en cuenta que en el mismo año, México contaba con una fuerza
laboral de 43.3 millones de dólares en comparación con 16.3 millo-
nes en Canadá.11
Estados Unidos ofrece visas especiales a inversionistas –las
visas e-2–, para las cuales deben demostrar un patrimonio neto
de un millón de dólares y la intención de invertir alrededor de
$750 000 dólares en el país. También cuenta con el programa
de visa l-1, relacionado con el sector productivo, diseñado para
facilitar la transferencia de personal dentro de una empresa. Por úl-
timo, tiene el programa de visa 0-1 para personas con “habilidades
(sobresalientes) extraordinarias” y con reconocimientos (premios
nacionales e internacionales, investigaciones destacadas, etcéte-
ra) en ciencia, educación, deportes, artes, cultura, cinematografía
y producción televisiva. Este programa está orientado a “talentos
culturales” y “talentos académicos”.12

EFECTOS DE LA RECESIÓN ECONÓMICA


DE 2008 SOBRE LA MIGRACIÓN EN ESTADOS UNIDOS
Mientras muchos países han respondido a la crisis económica re-
duciendo el número de permisos de trabajo para personal extran-
jero poco calificado, el gobierno estadounidense se ha enfocado
en bajar el número de permisos temporales de personal altamen-
te calificado, haciendo cada vez más difícil para algunas empresas

11. Pia Orrenius y Daniel Streitfeld, “tn Visas: A Stepping Stone Toward a nafta
Labor Market”, en Southwest Economy, Dallas, noviembre-diciembre de 2006,
pp. 10-13.
12. Andrés Solimano, op. cit.

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financieras solicitar visas h-1b para contratar más personal alta-
mente calificado. Como parte del plan de rescate para el sector
financiero y la legislación promulgada por el presidente Obama a
mediados de febrero de 2009, los bancos regulados por el Estado y
otras instituciones financieras que fueron rescatados con recursos
de los contribuyentes tendrán que cumplir ciertos requisitos para
contratar trabajadores mediante visa h-1b. Por ejemplo, tienen que
comprobar que primero ofrecieron esos puestos a trabajadores
estadounidenses igualmente o mejor calificados. La ley también
prohíbe a los bancos que los trabajadores contratados mediante la
visa h-1b ocupen los puestos de los trabajadores estadounidenses
que fueron despedidos.13 Tras la aprobación de estas nuevas res-
tricciones, en el verano de 2009, el Bank of America retiró ofertas
de trabajo para estudiantes de maestría extranjeros egresados de
escuelas estadounidenses.14
Debido a la crisis, las solicitudes para las visas h-1b descendió
de 65 000 en 2008 a 45 000 en 2009. En Estados Unidos, mientras
la demanda de trabajadores calificados nativos se mantuvo estable, la
de trabajadores inmigrantes calificados disminuyó. Sin embargo, al-
gunas profesiones como la ingeniería y medicina continúan siendo
muy solicitadas.
En comparación con las h-1, las visas tn para mexicanos mos-
traron un lento incremento de 7.1%, incluso durante la crisis econó-
mica mundial de 2008.15 Sin embargo, la admisión de profesionistas
canadienses se desaceleró después de 2007, debido a la competencia
entre visas tn y las otras. A pesar de que el paquete de estímulos

13. Michael Fix et al., Migration and the Global Recession, informe encargado por el
Servicio Mundial de la bbc, Instituto de Política Migratoria, 2009, p. 131.
14. Ibid., p. 134.
15. Rodolfo Cruz-Piñeiro y Wilfrido Ruíz-Ochoa, “Migración calificada de mexicanos
a Estados Unidos mediante visado preferencial”, en Papeles de Población, vol. 16,
núm. 66, octubre-diciembre de 2010, pp. 103-135.

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fiscales de Estados Unidos dificulta la contratación trabajadores ex-
tranjeros calificados, las visas h-1 siguen siendo muy solicitadas.16

MIGRACIÓN IRREGULAR E INDOCUMENTADA


Algunos problemas del actual sistema de migración estadounidense
son el costo, el control de fronteras y, supuestamente, el creciente
influjo de latinos, considerado por ciertos sectores de la opinión
pública como un riesgo para la seguridad nacional.
Aparte de la migración calificada, Estados Unidos debe hacer
frente a un número aproximado de 12 millones de inmigrantes
indocumentados que son un poco menos del número de extran-
jeros que gozan de un estatus legal permanente pero son tratados
como ciudadanos de segunda clase.17 Su situación y la opinión
pública contra la migración se exacerbaron después del 9/ 11 y de
la crisis de 2008.
El endurecimiento de los controles fronterizos que inició
en 1994 con la operación “Gatekeeper” transformó los flujos de
migración mexicana a corto plazo en asentamientos permanentes,
lo que a su vez preparó la promulgación del Secure Fence Act de
2006, diseñado para evitar que los migrantes mexicanos ingresaran
a través de la frontera sudoeste.18
Actualmente, Estados Unidos cuenta con E-Verify, un sistema
electrónico de contratación temporal y voluntaria que se prorrogó

16. Tim Green y Alan L. Winters, “Economic Crises and Migration: Learning from the
Past and the Present”, en The World Economy, vol. 33, núm. 9, septiembre de
2010, pp. 1053-1072.
17. Jonathon W. Moses, “The Politics of Immigration: Introduction to a Special Issue
on US Immigration”, en European Journal of American Studies, número especial,
Immigration, 2009.
18. Stephen Castles y Mark J. Miller, Migration and the Global Economic Crisis: One
Year On, Basingstoke, Palgrave-Macmillan, 2010, disponible en: <http://www.
age-of-migration.com/uk/financialcrisis/updates/migration_crisis_april2010.
pdf>, (visitado el 3 de mayo de 2012).

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hasta finales de septiembre de 2012. Un proyecto de ley que esta-
blece un sistema nacional permanente y obligatorio de verificación
electrónica se encuentra en revisión.
Después de la crisis de 2008, varios proyectos de ley restricti-
vos para el control local de inmigración ilegal fueron adoptados o
discutidos por diversas entidades de Estados Unidos, algunos de los
cuales fueron impugnados en tribunales a nivel federal.
Uno de los proyectos más discutidos fue la Ley de Arizona
(promovida en abril de 2010), que según la cnn, “ordena a los
inmigrantes portar sus documentos de registro de extranjeros en
todo momento y permite a la policía interrogar a quienes conside-
ren sospechosos de estar ilegalmente en el país. También se centra
en aquellos que contraten inmigrantes ilegales o los transporten”.19
Sus partidarios insisten en que no apunta a ninguna raza, etnia, cla-
se o apariencia en particular. Como la gobernadora Brewer señaló,
“hay que hacer cumplir la ley de manera uniforme sin tener en
cuenta el color de piel, acento o estatus social”. Sus opositores la
ven como un ataque indirecto a los latinos, inmigrantes y tal vez a
toda la gente no blanca.
El presidente Obama afirmó: “los esfuerzos recientes en Ari-
zona […] amenazan con socavar las nociones básicas de justicia que
apreciamos como estadounidenses” y anunció que el Departamen-
to de Justicia presentaría una demanda contra la ley por socavar la
autoridad federal.20
Al menos inicialmente, la opinión pública estadounidense coin-
cidió con la gobernadora Brewer. Una encuesta realizada por Gallup
(2010) mostró 51% de apoyo y 39% de oposición a la Ley de Arizona.
Además, legisladores de la mitad de los estados americanos han pro-
metido un proyecto de ley similar al de Arizona, y conservadores del

19. Idem.
20. Idem.

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sur están “en estampida para expresar su solidaridad con el goberna-
dor y con la legislatura de Arizona”.21
No es de extrañar que el presidente Obama fuera criticado
por su “reforma migratoria integral” que incluye una amnistía para
los inmigrantes no autorizados, libre cumplimiento y mayores nive-
les de migración legal futura.22 Krikorian, líder de un movimiento
anti-inmigrante, también critica a Obama por el sistema de veri-
ficación electrónica. En su opinión, “un sistema que no detiene
ni a los extranjeros ilegales [sic] ni a los irregulares” es un sistema
que no puede funcionar.23 La buena noticia es que en 2012, el
gobierno de Obama aprobó un programa de regularización de
indocumentados graduados de secundaria que hubieran llegado a
Estados Unidos cuando eran niños y que tuvieran por lo menos
dos años de servicio militar o cursos en la universidad. Esta orden
ejecutiva, conocida como “Acción Diferida”, puso en práctica al-
gunas de las medidas que no pudieron ser implementadas legal-
mente ante el rechazo de la iniciativa Dream Act y, a finales de
2013, habían sido beneficiados por ella 445 000 dreamers.

21. Jennifer L. Hochschild, “International Migration at a Crossroads: Will Demography


Change Politics before Politics Impedes Demographic Change?”, Departamento
de Gobierno de la Universidad de Harvard, documento elaborado para la
conferencia “Citizenship in a Globalized World: Perspectives from the Immigrant
Democracies”, Australia, Universidad de Nueva Gales del Sur, 13-15 de julio
de 2010.
22. Mark Krikorian, How Obama is Transforming America Through Immigration,
Nueva York, Encounter Books, 2012.
23. Ibid., pp. 81-84.

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CANADÁ

No hay nada más permanente que los trabajadores temporales


extranjeros.
Philip Martin24

Para 2010, 21.3% de la población canadiense había nacido en el extran-


jero, una cifra sólo superada por Australia (22.2%) y dos veces más alta
que en Estados Unidos (10.1%).25 Canadá es una sociedad receptora
significativa: con 6.1 millones de migrantes en 2005, se encuentra en-
tre los siete receptores internacionales de migrantes, según Good.26
De acuerdo con datos de la autora citada, antes de los años
60, la inmigración a Canadá provenía en 90% de Europa. Sólo 3%
de los inmigrantes venía de Asia. En la década de 1990, la principal
fuente de inmigrantes a Canadá fue China, seguida por India, Fili-
pinas, Hong Kong, Sri Lanka, Pakistán y Taiwán.27 Según los datos
proporcionados por el censo de 2006, entre 2001 y 2006 83.9% de
los inmigrantes de Canadá no eran europeos.28 Debido a estos cam-
bios, Canadá aumentó tres veces sus minorías visibles entre 1981
y 2001.29 Además, se ha registrado una tendencia a la alza en la
proporción de inmigrantes que son minorías, con 52, 68 y 73% de
los inmigrantes a Canadá en los años 1970, 1980 y 1990, respec-

24. Philip Martin, There is Nothing more Permanent than Temporary Foreign Workers,
Centro de Estudios sobre Inmigración, abril de 2001.
25. Organización para la Cooperacíon y el Desarrollo Económicos (ocde), Interna-
tional Migration Outlook, 2012.
26. Kristin Good, Municipalities and Multiculturalism: The Politics of Immigration
in Toronto and Vancouver, División de Publicaciones Académicas, Universidad
de Toronto (Studies in Comparative Political Economy and Public Policy), 2009,
pp. 279-282.
27. Ibid., p. 7.
28. Statistics Canada, cit. en Kristin Good, op. cit.
29. Ibid.

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tivamente.30 Tres cuartas partes de los inmigrantes que llegaron a
Canadá entre 2001 y 2006 fueron minorías visibles. No es de sor-
prenderse que las principales reflexiones sobre el multiculturalismo
procedan de autores canadienses de aquellas décadas (de Charles
Taylor a Will Kymlicka), en lo que fue una búsqueda urgente de
biopolíticas adaptadas a tal diversidad cultural.
¿Cómo se gestiona una población tan heterogénea? Statistics
Canada prevé que se intensifique la relación entre la diversificación
“racial” de Canadá y la inmigración. En el censo de 2006, 16.2% de
la población canadiense declaró pertenecer a una minoría visible.
Statistics Canada predice que, de continuar las tendencias de inmi-
gración, para 2017 entre 19 y 23% de los residentes canadienses per-
tenecerá a un grupo minoritario. Según estos datos, la migración es
el factor más importante en el aumento de la minoría poblacional
en ese país. Para manejar estos cambios, Canadá introdujo la política
del multiculturalismo y el sistema de puntos.

PUNTOS Y MULTICULTURALISMO
Canadá cuenta con una política de migración basada en un sistema
de puntos para trabajadores calificados introducido en 1967 y refor-
mado en 1993 y 2002. Los puntos se calculan de acuerdo con el ni-
vel educativo, conocimiento de idiomas, la experiencia laboral, edad,
oferta de trabajo en Canadá y adaptabilidad. Las personas que obtie-
nen más de 67 puntos en una escala de 100 son elegibles para obtener
la residencia permanente. A pesar de que responde a las necesidades
de mercado, el sistema canadiense atrae a trabajadores menos califica-
dos que el de Estados Unidos.31

30. Idem.
31. Jeroen Doomernik et al., The Battle for the Brains. Why Immigration Policy is not
Enough to Attract the Highly Skilled, Washington, The German Marshall Fund of
the United States, 2009, disponible en: <http://dare.uva.nl/document/186515>
(visitado el 10 de junio de 2012).

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El sistema de puntos vino acompañado de una política so-
bre multiculturalismo estipulada desde la Constitución canadien-
se para gestionar la diversidad étnico-cultural. Canadá cuenta con
una variedad de programas de lucha contra el racismo, iniciativas
de equidad laboral y políticas de asentamiento para inmigrantes. El
multiculturalismo puede considerarse como “respuesta a las presio-
nes de los inmigrantes para integrarse a las instituciones comunes
de Canadá”.32
Kymlicka señala que desde que se adoptó oficialmente el
multiculturalismo en 1971, Canadá ha experimentado un aumento
en las tasas de naturalización de inmigrantes, matrimonios mixtos,
participación política y dominio del idioma oficial, por lo que se
considera que ha contribuido a su integración.
Posteriormente, Kymlicka33 explica el éxito del modelo mul-
ticultural canadiense porque se basa en el tiempo y la geografía.
Kymlicka considera importante que las políticas hayan sido adop-
tadas antes de la diversificación racial en Canadá y de que indivi-
duos con religión no cristiana y de culturas no liberales se volvieran
mayoría entre los migrantes. Cuando la política oficial canadiense
sobre multiculturalismo fue adoptada por primera vez, poco más de
50% de los inmigrantes eran minorías visibles, cifra que aumentó en
la actualidad a 75%.
En términos geográficos, Kymlicka sostiene que los canadien-
ses han adoptado el multiculturalismo porque “no nos enfrentamos
a la amenaza de una afluencia masiva de inmigrantes no deseados,
sean inmigrantes ilegales o de solicitantes de asilo, provenientes de

32. Will Kymlicka, Finding Our Way: Rethinking Ethnocultural Relations in Canada,
Oxford, Oxford University Press, 1998, p. 40.
33. Will Kymlicka, “Multiculturalism, Social Justice and the Welfare State”, en Social
Justice and Public Policy: Seeking Fairness in Diverse Societies,Gary Craig, David
Gordon y Tania Burchardt, (eds.), Brístol, Policy Press, 2008, pp. 53-75.

240

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países vecinos en desarrollo”.34 En otras palabras, la geografía cana-
diense reduce “el miedo de los canadienses a ser ‘inundados’” por
un sólo grupo étnico, temor que ha inspirado la biopolítica esta-
dounidense contra mexicanos o dominicana contra haitianos.
Sin embargo, la mayoría de los migrantes se dirige hacia las
metrópolis. En 2002, cerca de 50% de los aproximadamente 230 000
inmigrantes en Canadá estaban instalados en el área metropolitana
de Toronto.35 Statistics Canada predice que las minorías visibles de
Canadá (la mayoría de las cuales nacieron en el extranjero) proba-
blemente continúen localizándose en los centros urbanos y que en
2017 cerca de tres cuartas partes de esas minorías estarán viviendo
en Toronto, Vancouver o Montreal.36 De acuerdo con las proyec-
ciones de Statistics Canada, para ese año el área metropolitana de
Toronto será el hogar de 45% de las minorías visibles de Canadá,
y la de Vancouver, de 18%.37 Las minorías visibles serán la “mayoría
visible” en las dos metrópolis.38

LA CRISIS
La economía en Canadá se vio menos afectada por la crisis que la
estadounidense. Canadá es uno de los pocos países en donde no se
impusieron restricciones en materia de migración después de 2008,
excepto si contamos la imposición de visas a la creciente migración
mexicana a partir de julio de 2009 y la moratoria a ciertos progra-

34. Ibid., p. 7.
35. Citizenship and Immigration Canada, Facts and Figures, 2002, disponible en:
<http://publications.gc.ca/collections/collection_2010/cic/MP43-333-2003-
eng.pdf>.
36. Statistics Canada, 2005, cit. en Kristin Good, op. cit., pp. 418-422.
37. Ibid., p. 12.
38. Florida establece una correlación estadística entre el rendimiento económico
de una ciudad y su capacidad para atraer a trabajadores extranjeros calificados,
catalogados como la “clase creativa” (Richard Florida, The Flight of the Creative
Class: The New Global Competition for Talent, Nueva York, Harper Collins, 2005).

241

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mas en 2012. Jason Kenney, ministro de Migración canadiense, de-
claró que su país continuaría sus políticas sobre migración en áreas
económicas que lo necesiten, a pesar de la crisis. También dijo que
los inmigrantes con habilidades extraordinarias ayudarían a Canadá
a salir de la crisis. Por lo tanto, el flujo de trabajadores calificados,
incluidos los mexicanos, no disminuyó.
No es de sorprender que el 20 de junio de 2012, el ministro
Kenney anunciara una moratoria de seis meses del programa de tra-
bajadores calificados del gobierno federal y del programa para inmi-
grantes inversionistas. Dicha medida tiene como objetivo resolver
los rezagos existentes y mejorar el sistema de visas de ambas cate-
gorías –altamente calificados e inversionistas– para que el sistema de
admisión sea más rápido en el futuro.39
A comienzos de 2009, debido a la incertidumbre económica
y al aumento de desempleados, el gobierno canadiense consideró la
reducción de sus objetivos permanentes sobre migración para ese
año. Sin embargo, esta posibilidad quedó descartada después de que
Jason Kenney se reuniera con sus homólogos provinciales y terri-
toriales para estudiar la demanda de inmigración en los mercados
de trabajo regionales. Los niveles de inmigración permanente no se
redujeron en 2009, sino que mantuvieron el objetivo de aproxima-
damente 250 000 nuevos residentes permanentes. La inmigración
permanente a Canadá descendió ligeramente; sin embargo, llega-
ron 50 800 nuevos inmigrantes durante el primer trimestre de 2009,
en comparación con 53 147 del primer trimestre de 2008.40
Canadá tampoco restringe los flujos de trabajadores tempora-
les. El número de trabajadores temporales aumentó en casi 26% en-
tre 2007 y 2008, pasando de 199 942 a 251 235.41 Durante el primer

39. Bill Graveland, “Immigration Minister Jason Kenney puts Moratorium on Skilled
Labour Program”, en The Canadian Press, 28 de junio de 2012.
40. Michael Fix et al., op. cit., pp. 136-137.
41. Ibid., p. 138.

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trimestre de 2009, el número neto de los residentes no permanentes
(trabajadores extranjeros y estudiantes internacionales) aumentó en
casi 23 800 (en comparación con un aumento de 15 600 en el mismo
trimestre en 2008). El hecho de que hubo más residentes temporales
que entraron a Canadá que quienes dejaron su territorio a princi-
pios de 2009 confirma la tendencia al alza de la inmigración que
comenzó en 2007.42

PROGRAMA DE TRABAJADORES TEMPORALES


Los trabajadores temporales extranjeros pueden permanecer en
Canadá sólo por tiempo limitado; después del vencimiento de sus
permisos de trabajo, tienen que salir del país o solicitar su residencia
permanente. La transición de residente temporal a permanente es
facilitada por diversos programas como la categoría por experiencia
en Canadá, el programa federal de trabajador calificado y el progra-
ma de nominados de las provincias.
En 2010, Canadá cambió el plan de financiación para progra-
mas de integración a un “enfoque modernizado” que une distintos
planes a un sólo programa de asentamiento. Los servicios para recién
llegados están respaldados por un convenio de financiación único y
un proceso administrativo simplificado en organizaciones de servi-
cio al migrante, que les permite adaptar sus ofertas a las necesidades
de los recién llegados. Desde su introducción, el uso de servicios de
asentamiento por los recién llegados se ha incrementado 8%.
Una evaluación del Programa Federal de Trabajadores Cali-
ficados 2002-08 publicada por el cic en 2010, por un lado, iden-
tifica problemas del programa de selección actual (principalmente,
ofertas fraudulentas de empleo) y, por otro, demuestra que los tra-
bajadores calificados con previas ofertas de empleo se desempe-

42. Ibid., pp. 63-64.

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ñan mejor, y que los cambios de 2002 condujeron a la selección
de trabajadores con mayor nivel académico, con mayor dominio de
la lengua y de diversos países de origen, así como con diferentes
ocupaciones.
Nakache y Kinoshita observan que el desarrollo canadiense
centrado en materia de migración con planes a corto plazo es in-
justo para la gran mayoría de los trabajadores extranjeros tempora-
les y no ayudará al país a satisfacer sus necesidades demográficas y
laborales de empleo a largo plazo.43 También consideran que existe
una discrepancia entre la política y la práctica de los derechos labo-
rales de trabajadores temporales extranjeros. Un factor importante
es el carácter restrictivo de los permisos de trabajo: los trabajadores
temporales extranjeros están vinculados a determinado puesto de
trabajo, empleador y ubicación, lo que puede limitar tanto sus de-
rechos laborales como las medidas de protección. Otros problemas
son las prácticas ilegales de contratación, la falta de información
sobre oportunidades de migración y la falta de mecanismos de eje-
cución. En el contexto laboral, Canadá parece indiferente a la inte-
gración de los trabajadores temporales a la sociedad; su biopolítica
aprovecha la fuerza de trabajo pero se desentiende de otras dimen-
siones de la vida de los migrantes.
El trato que recibe la unidad familiar y el acceso a la residen-
cia permanente depende en gran parte del nivel de calificación de
los solicitantes. Los trabajadores calificados tienen mayores posibi-
lidades para obtener residencia permanente que los menos califica-
dos. Los cónyuges del personal altamente calificado pueden recibir
permisos abiertos de trabajo y los trabajadores calificados pueden
acceder a la residencia permanente desde adentro del país. Por el

43. Delphine Nakache y Paula J. Kinoshita, “The Canadian Temporary Foreign Worker
Program. Do Short-Term Economic Needs Prevail over Human Rights Concerns?”,
en Estudio Institute for Resarch on Public Policy, (irpp), núm. 5, mayo de 2010.

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contrario, los cónyuges de los menos calificados deben solicitar un
permiso de trabajo restringido y este tipo de trabajadores, salvo po-
cas excepciones, tienen escasas posibilidades de emigrar de forma
permanente. Sin embargo, pueden renovar su condición temporal,
siempre y cuando tengan empleo. Así, la biopolítica migratoria ca-
nadiense fomenta la integración del personal altamente calificado
y que permanece indiferente a la integración del personal menos
calificado.44 Favorece sólo los objetivos de corto plazo y es injusta
para la mayoría de los trabajadores extranjeros temporales. Nakache
y Kinoshita ofrecen una serie de recomendaciones, como: mayor
movilidad para los inmigrantes poco calificados, mecanismos de
protección de prácticas abusivas de contratación, una mejor comu-
nicación sobre la migración entre actores gubernamentales, políti-
cas de integración de trabajadores temporales y fomento del debate
público sobre los recientes cambios en la política migratoria laboral
de Canadá.

MÉXICO

La migración es un asunto de vecindad.


Michael Fix.45

México es el principal país de emigración a Estados Unidos con 11.7


millones de mexicanos de nacimiento que habitan en Estados Unidos
en 2007, de los cuales más de la mitad (55%) son indocumentados.46
Los flujos anuales de migración de México a Estados Unidos
disminuyeron de un millón a 600 000 durante el periodo de 2006
a 2009, en gran parte debido a la caída de la inmigración indo-

44. Idem.
45. Michael Fix et al., op. cit., p. 16.
46. Ibid., p. 39.

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cumentada; sin embargo, los niveles de migración documentada
se han mantenido prácticamente sin cambios. Como resultado, el
número total de mexicanos en Estados Unidos (que constituyen
el mayor grupo de inmigrantes) se ha mantenido esencialmente sin
cambios durante un periodo en el que se esperaba que aumentara
en un millón.
Sin embargo, no se ha dado ningún cambio en los flujos de
retorno a México, a pesar de que la tasa de desempleo de inmigran-
tes mexicanos y centroamericanos en Estados Unidos se ha dupli-
cado. Estas tendencias apoyan la tesis de que la decisión de volver
se basa en mayor grado en lo que está ocurriendo en las economías
de los países de origen que en los cambios en las economías de los
países de destino.47
Mientras que el número anual de nuevas llegadas de México
a Estados Unidos fue de 653 000 entre marzo de 2004 y marzo de
2005, y de 424 000 entre marzo de 2007 y 2008, el ingreso anual se
redujo a sólo 175 000 entre marzo de 2008 y marzo de 2009 –la cifra
más baja de la década–. Los datos sobre las aprehensiones de la pa-
trulla fronteriza de Estados Unidos confirman que las fluctuaciones
en las detenciones de migrantes están apegadas a los cambios en la
demanda de trabajo.48
Además del gran “problema estadounidense”, como se men-
cionó, México ha estado sujeto a la reintroducción del régimen
de visados canadienses de 2009, debido supuestamente al abuso de
visitantes mexicanos al sistema de refugiados de Canadá (solicitudes
que no cumplen con las características de ser perseguido en el país
de origen, que existan amenazas de muerte, etcétera).
Otro asunto que merece especial atención es que, como país
de tránsito, México ha experimentado una disminución constante

47. Ibid., p. 7.
48. Ibid., p. 22.

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del flujo de indocumentados centroamericanos con destino a Esta-
dos Unidos desde 2005. En 2010 se estimó que 140 000 migrantes
centroamericanos pasaron por México, 30% menos que en 2005.
Los factores que nos sirven para explicar esta disminución del flujo
de migrantes centroamericanos y de la propia migración mexicana
son: la disminución de la demanda laboral en Estados Unidos, el
aumento en costo del tránsito fronterizo, el incremento en la vio-
lencia y los riesgos para los migrantes, como los secuestros, debido
a que los cárteles de la droga han comenzado a dedicarse al tráfico
de personas. Se han reforzado medidas jurídicas y coercitivas para
hacer frente a esta cuestión. México firmó un plan regional con los
países centroamericanos para coordinar la cooperación para inter-
cambio de datos, orientación a migrantes y desmantelamiento de
cárteles involucrados en la trata de personas.

LA LEY DE MIGRACIÓN EN MÉXICO


Tomando en cuenta los problemas mencionados, 2011 puede consi-
derarse un año importante para la legislación migratoria en México
–un país conocido por su “política de no política” en materia de
migración, así como por la dificultad en el reconocimiento de sus
diásporas en el extranjero–. En enero de 2011, México implementó
la Ley sobre Refugiados y Protección Complementaria. En mayo
de 2011, aprobó su primera Ley de Migración, en sustitución de la
Ley General de Población de 1994. La nueva ley establece condicio-
nes de entrada y residencia de personas en el territorio nacional y
está orientada a la integración social, económica y cultural de inmi-
grantes en México. Se reduce el número de categorías de migración
y se establecen los márgenes de discrecionalidad de autoridades de
inmigración. La Ley de Migración establece los procedimientos para
regularizar inmigrantes indocumentados. También duplica las sen-
tencias penales por trata de personas y por violencia contra migran-
tes. Entre los principales cambios que introduce están la aceptación

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de solicitudes de asilo después de haber ingresado al país, la creación
del estatus de protección complementaria y el reconocimiento de la
violencia de género y la discriminación como justificaciones válidas
para el otorgamiento de asilo. El gobierno mexicano sigue prepa-
rando el reglamento que implementará plenamente la nueva ley.
Una reforma constitucional aplicada en julio del mismo año
mejora el régimen jurídico de los inmigrantes, por lo que México
reconoce ahora el derecho a la condición de asilo y refugio, y otorga
a los ciudadanos extranjeros (sujetos a expulsión) el derecho a una
audiencia previa; también limita el periodo máximo de detención,
lo que elimina la expulsión discrecional sin fundamentos legales o
sentencia judicial. Así, la biopolítica migratoria mexicana se ha ca-
racterizado por su variabilidad: ha pasado del trato severo contra los
migrantes indocumentados a un respeto de los derechos humanos, al
menos en la letra de la ley. Si, tal como la define Foucault, la biopo-
lítica es la gestión de la población, es interesante preguntarse si en
México existe realmente una biopolítica migratoria o si las leyes en la
materia están más bien enfocadas a producir una imagen positiva del
país. La voluntad de respetar los derechos humanos de los migrantes,
presente en la ley, está lejos de la realidad. Es común la extorsión de
migrantes por parte de agentes del Instituto Nacional de Migración,
la corrupción en los trámites de regularización del estatus migratorio
y el favoritismo o la discriminación de ciertas minorías por motivos
raciales. Algunos incluso han sostenido que en México no opera la
biopolítica o gestión de la vida sino la necropolítica o administración
de la muerte a manos de mafias y sujetos paraestatales.49

49. Sayak Valencia, Capitalismo gore, Barcelona, Melusina, 2010; Diego Osorno, La
guerra de Los Zetas. Viaje por la frontera de la necropolítica, México, Grijalbo,
2012; Bernardo Bolaños Guerra, Esclavos, migrantes y narcos. Acontecimiento y
biopolítica en América del Norte, México, Universidad Autónoma Metropolitana
(uam)/Juan Pablos, 2013.

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BIOPOLÍTICA Y OPINIÓN PÚBLICA SOBRE MIGRACIÓN
Aunque en las democracias liberales sea fundamental el papel de
la opinión pública, hasta donde sabemos Foucault no lo tomó en
cuenta al exponer su teoría biopolítica. La gestión de la migración,
sin embargo, está en buena medida definida por las preferencias de
los votantes. Algunos supuestos del estudio de Freeman citado al
inicio de este capítulo han sido reconfirmados, como los altibajos
en la opinión pública sobre la migración debido a circunstancias de
crisis económica. Con la crisis de 2008, la inmigración a Estados
Unidos y Canadá empezó a verse más como problema que como
oportunidad.50 Mientras que en 2008 los canadienses en su mayoría
favorecían la inmigración, en 2009, 25% de ellos estaba en contra.
En Estados Unidos, la opinión pública en contra de la inmigración
también se elevó de 49% (2008) a 52% en 2009.
Tendencias Trasatlánticas de Inmigración (tti)51 es un estu-
dio realizado entre 2008 y 2009 que pidió a los encuestados eva-
luar las medidas que sus gobiernos habían adoptado para gestionar
la inmigración. Mientras que los alemanes (71%), los canadienses
(63%), los holandeses (53%) y los franceses (50%) consideraban que
el trabajo de sus gobiernos respecto a la gestión de inmigración
era bueno o regular; los británicos (71%), los españoles (64%), los
estadounidenses (63%) y los italianos (53%) lo consideraban pobre
o muy pobre.
Según el mismo estudio, la opinión pública de Estados Unidos
cree que debe llevarse a cabo una reforma que ayude a aumentar la
seguridad fronteriza, ejecutar actividades que incluyan la participa-
ción de empleadores, la expansión de programas de trabajo tempo-

50. Delancey Gustin y Astrid Ziebarth, “Transatlantic Opinion on Immigration:


Greater Worries and Outlier Optimism”, en International Migration Review,
Centro de Estudios Migratorios de Nueva York, 2010.
51. Ibid., p. 976.

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ral a costa de las cuotas de reunificación familiar y alguna clase de
regularización de los indocumentados.
En Canadá se registró cierto optimismo sobre la inmigración.
Dado que en muchas de sus ciudades más grandes la mitad de
su población nació en el extranjero, la opinión pública respecto
a la inmigración es muy positiva. A diferencia de Estados Unidos,
en donde el debate alrededor de la inmigración no autorizada se ha
vuelto cada vez más polémico, el aislamiento geográfico de Canadá
ha impedido que la migración indocumentada se convierta en un
problema importante. En cambio, Canadá selecciona a sus inmi-
grantes con base en el mercado laboral y en las prioridades nacio-
nales, por medio de mecanismos como la aceptación de refugiados
y la reunificación familiar. Debido a que el personal altamente
calificado estimula el crecimiento económico y comúnmente
es considerado fácil de integrar a la sociedad, parte del optimismo
canadiense puede explicarse por los beneficios derivados de la in-
migración altamente calificada.

DIÁSPORA MEXICANA
EN ESTADOS UNIDOS Y CANADÁ: AMOR Y ODIO
En entrevistas a profundidad con 50 profesionales mexicanos resi-
dentes en Estados Unidos y Canadá de entre 29 y 47 años de edad
realizadas en 2010 y 2011, se mostraron algunas características sobre
su situación en los países de adopción. El grupo muestreado presen-
ta dos tendencias opuestas: a) desmitifican el lugar de destino, que-
jándose de condiciones precarias de vida y de la discriminación, o
b) resaltan sus excelentes niveles de vida y la mala imagen de los mexi-
canos en Estados Unidos/Canadá. Esta mala imagen, según los entre-
vistados, parece perjudicar las oportunidades de desarrollo de todos
los mexicanos, incluidos los altamente calificados. Así, para concluir
este ensayo es preciso preguntarse: ¿el marco teórico de la biopolítica
puede dar cuenta de fenómenos como la “mala imagen” que afecta

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a ciertas minorías? ¿En ello supera al tradicional enfoque de políticas
públicas que separa radicalmentela ciencia política y administrativa,
por un lado, y los estudios sociológicos y culturales, por el otro?
Quienes critican la situación de los mexicanos en los países
de destino mencionan su discriminación laboral y acceso escaso a
la educación. Si bien éstos son problemas frecuentes de inmigrantes
con poco tiempo en el extranjero y que arriban con bajos niveles
de escolaridad, en el caso de los mexicanos parece tratarse de un
problema que no disminuye con el tiempo de residencia en Estados
Unidos o que es agravado por las leyes estadounidenses.52 Por el
contrario, en las entrevistas se observó que quienes tienen una me-
jor situación económica y laboral piensan que la discriminación es
relativa: “la discriminación afecta cuando permites que te discrimi-
nen”,53 dice un migrante. Hay quienes sostienen que la discrimina-
ción es incluso más fuerte en México, donde los prejuicios raciales
son más comunes.54
Otro tema frecuente es la comparación entre Estados Unidos
y Canadá, sobre todo por parte de mexicanos residentes en Canadá.
Algunos parecen haber elegido Canadá por ser una sociedad más
tolerante a la migración que Estados Unidos, lo que abre el tema
de los propios sujetos que eligen la biopolítica a la que desean so-
meterse. Los entrevistados piensan que en Canadá, por ejemplo, es
menos probable que se les discrimine por ser extranjeros. Esta opi-
nión ocasionalmente se convierte en un prejuicio cuando quienes
lo afirman nunca han estado en Estados Unidos pero aseguran que
es un país racista.

52. Frank Bean D. et al., “Unauthorized Migration and Its Implications for Mexican
American Educational Incorporation”, en Bryant Jensen y Adam Sawyer,
Regarding Education. Mexican-American Schooling, Immigration and Bi-national
Improvement, Nueva York, Teachers College Press, 2013, pp. 43-65.
53. Jefe de Estrategia Global, 36 años, 12 años en Estados Unidos.
54. Ingeniero de redes, 54 años, 26 años en Canadá.

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De hecho, el perfil de los inmigrantes a Estados Unidos y
Canadá es diferente. Proporcionalmente casi no hay indocumenta-
dos en Canadá, aunque el problema de los falsos refugiados que lue-
go suelen caer en la clandestinidad haya suscitado la intervención del
gobierno nacional. La mayoría de los entrevistados se sienten orgu-
llosos al señalar que Canadá necesita a los inmigrantes, por lo tanto,
infieren, su condición social y moral es mejor que los que están en
Estados Unidos. Por el contrario, algunos profesionistas en Estados
Unidos, sobre todo los de Nueva York, sacrificarían cualquier cosa
por vivir en esta ciudad cosmopolita. Son ellos quienes necesitan de
la ciudad, no la ciudad de ellos. Hasta donde sabemos, Foucault no
llegó a abordar este tipo de actitudes y elecciones individuales y su
enfoque del biopoder es vertical (éste se impone sobre los sujetos).

LA CRISIS DE LA ELITE TRABAJADORA MEXICANA


Cuando se preguntó sobre los efectos de la crisis de 2008 en su vida
profesional, los inmigrantes mexicanos en Estados Unidos y Canadá
se refirieron a: recortes presupuestarios, mayores costos en servicios
debido a su relación con el dólar, aumento en la competencia con
países como Francia y Japón, incremento en las horas de trabajo y
reducción de personal.
Sólo quienes residían en Canadá mencionaron: apoyo estatal
con capital de riesgo para disminuir el impacto de la crisis, el im-
pacto tardío de la crisis (en 2009), que la crisis fue exagerada por
los medios de comunicación, lo cual provocó temor, pero que sus
resultados no fueron tan graves. Los migrantes en Estados Unidos se
quejaron de: el regreso de personal calificado a México por la falta
de puestos de trabajo, la preferencia por empleos estables en lugar de
mejores remunerados, la quiebra de empresas y el incremento en
los costos de manutención.
En la mayoría de los casos, la crisis no logró afectar a los mi-
grantes calificados en Canadá. Las empresas canadienses firmaron

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contratos a largo plazo que les permitieron prevenir la crisis y el
gobierno ayudó con el capital de riesgo. Incluso hay quienes seña-
lan que “no había mucha inversión de capital en Canadá y los bajos
impuestos ayudaron a que muchas personas pudieran comprar su
casa”.55 Aunque nuestra muestra no permita confirmar una tenden-
cia estadística, se observa que muchas familias mexicanas emigraron
a Canadá, principalmente a Quebec, en 2008-2009 debido a la in-
seguridad que se vive en México actualmente.

DISCUSIÓN FINAL
Las desigualdades y disparidades entre los tres sistemas económi-
cos y los flujos de migración en los países del tlcan han llevado
a algunos autores a pensar en un contrato social sobre migra-
ción. La noción misma de “contrato social” es bilateral y permite
superar algunas limitaciones del enfoque biopolítico que parece
demasiado concentrado en la gestión política de la vida y la ad-
ministración unilateral de la población por parte de economistas
políticos.
Solimano piensa que un contrato social sobre la migración es
un deber internacional, no sólo de carácter nacional.56 Pues sería la
única forma de representar a todas las partes del juego –migrantes,
gobierno, asociaciones patronales, sindicatos y organizaciones de la
sociedad civil de los países de origen y destino–.57 Según Solimano,
algunos de los desafíos para un régimen de migración internacional
más humano y racional tanto para los países de envío como para los
de recepción son los siguientes:

55. Ingeniero, 33 años, 5 años en Montreal.


56. Andrés Solimano, op. cit., pp. 2165-2171.
57. David Fitzgerald también teoriza sobre un nuevo contrato social entre
inmigrantes y los países de origen, al que llama “ciudadanía a la carta” (A Nation
of Emigrants. How Mexico Manages its Migration, California, Universidad de
California, 2008).

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Para los países receptores: los países desarrollados enfrentan
obvias limitantes en cuanto al uso de la inmigración para resolver la
falta de personal calificado y el desafío demográfico que representa
el envejecimiento de la población, pues también enfrentan escasez
de trabajo (los inmigrantes toman lugares que podrían aprovechar
los desempleados locales).
Los países desarrollados deben desprenderse de los regímenes
de inmigración complicados y depender menos de migración irre-
gular y de la diferenciación de mercados laborales.
Para los países emisores:

1. Los países emisores deben adoptar políticas que promuevan


el empleo y el desarrollo “en casa” y controlar las presiones
actuales sobre migración.
2. Existen responsabilidades con la comunidad migrante por par-
te de los países receptores: voz y apoyo legal.
3. Estos países deben mantener una buena gobernanza, procurar
la democracia y apoyar a sus diásporas.
4. La necesidad de un contrato social sobre migración inter-
nacional. Este contrato debe ser permanente y basarse en el
consenso sobre migración, además de apoyarse en normas e
instituciones que establezcan y regulen estándares de mo-
vilidad internacional para personas y elites. Parte de la res-
ponsabilidad por la ausencia de un marco multilateral sobre
migraciones le corresponde no sólo a los países desarrollados,
que se benefician del flujo irregular de mano de obra barata
y de profesionistas extranjeros, sino también a los países emi-
sores. Los países en desarrollo que se dediquen a la creación
de un contrato social mundial necesitarán una visión articu-
lada y coherente de lo que esperan lograr con la migración
internacional.

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Para avanzar hacia un contrato social sobre migración internacional
es necesario que los países receptores estén dispuestos a cumplir las
normas sobre migración internacional que se establezcan de for-
ma negociada y consensuada entre los países emisores y receptores.
También los países deberán abstenerse de beneficiarse del mercado
laboral sombra, es decir, de la mano de obra extranjera disponible
al instante.58
¿Es la idea de Solimano una mera utopía? Mientras que el
estudio de la migración a través de la teoría del biopoder” parece
pesimista (pues supone que las poblaciones son gestionadas como
ovejas por el pastor estatal), el optimismo de las teorías del con-
trato social pueden ayudar a alcanzar un equilibrio realista. Qui-
zá podría utilizarse la perspectiva de Solimano como base para la
negociación de problemas difíciles y aparentemente irresolubles
como los conflictos suscitados en torno a la migración mexicana a
Estados Unidos. La presencia de un régimen regional de migración
en América del Norte debería orientar, cuando menos, las políticas
públicas existentes en los tres países, tomando en cuenta el contexto
de las políticas migratorias de los demás socios, sus asimetrías y el
impacto de las decisiones personales de los migrantes.

58. Andrés Solimano, op. cit., pp. 2244-2248 a 2314-2318.

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LA CIUDADANÍA INSTITUIDA
EN LA ERA DE LA RESISTENCIA:
EL MOVIMIENTO MIGRANTE EN
BARCELONA COMO AGENTE
DE NUEVOS DISCURSOS SOBRE
LA CIUDADANÍA

AMARELA VARELA HUERTA

Universidad Autónoma de la Ciudad de México

Dedico este texto a los 43 estudiantes indígenas normalistas desa-


parecidos y a todos los jóvenes que se movilizan contra la necro-
política que quiere condenarnos a la muerte-en-vida.

Este capítulo articula años de reflexión teórica basada en proyectos


de investigación diversos que han querido resolver la pregunta mo-
tor de ¿qué significa hoy la noción de ciudadanía y para qué sirve a
las complejas subjetividades contemporáneas? Se trata de un ejerci-
cio reflexivo que parte de reconocer la contradicción inherente que
entraña la noción de ciudadanía, pues en ella convergen los ideales
universalistas de los derechos humanos, al tiempo que la ciudadanía
es un espejo de las tecnologías de control excluyentes, porque ha
sido usada como un instrumento de gubernamentalidad en la era de
la sociedad del control.1
En este capítulo, la apuesta central es abonar argumentos,
aportar pistas en el marco de una apasionada discusión vigente en
las ciencias sociales: ¿necesitamos ampliar el significado de la ciu-
dadanía o es más conveniente buscar nuevas formas de nombrar la

1. Michel Foucault, Seguridad, territorio y población, Buenos Aires, Fondo de


Cultura Económica (fce), 2006.

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pertenencia política a una comunidad dada? Una pregunta a la que
opongo argumentos basados en las prácticas de los sujetos migran-
tes que, con y sin los “papeles” en regla, desbordan cotidianamente
el significado que la noción liberal de ciudadanía reconoce para
los miembros de una comunidad política, anclada como discurso
normativo en la exclusión estructural de los Otros perpetuos, usada
como herramienta concreta de la necropolítica.2 Por la extensión
del texto, nos ceñimos a la descripción y el análisis de las prácticas de
los sujetos del movimiento social de los migrantes con y sin papeles
en la ciudad de Barcelona, porque sus prácticas se nos revelan como
pistas para resolver las incógnitas teórico-políticas antes descritas.

A MODO DE INTRODUCCIÓN, UNA MIRADA A LA CIUDADANÍA


DESDE LAS TESIS FOUCAULTIANAS SOBRE EL DISCURSO
En el capitalismo de la modernidad, el de los Estados nación y las
fronteras administradas por regímenes de extranjería, la ciudadanía,
primero como discurso jurídico y luego como dispositivo de prác-
ticas sociorrelacionales, se instituyó como el sistema universal de
asignación de derechos, libertades y garantías para los sujetos (los
ciudadanos). Ésta es la “voluntad de verdad” que persiste sobre este
concepto en los contemporáneos, es decir, la perspectiva hegemó-

2. Si bien en este texto resulta ambicioso tejer un discurso analítico sobre la ciu-
dadanía/biopolítica/anatomopolítica –uno de mis quehaceres actuales y en
curso–, es importante señalar que para el filósofo camerunés Achille Mbem-
be, si aplicáramos rigurosamente una microfísica del poder al sistema mundo
contemporáneo, el término biopolítica correspondería a una de las formas de
gubernamentalidad de las sociedades sobre todo centrales; a las periféricas
les correspondería una tecnología de control más bien necropolítica, la guber-
namentalidad de las poblaciones basada en la administración de la muerte de
sujetos considerados “cuerpos desechables” además de “cuerpos máquina”;
Achille Mbembe, Necropolítica, Barcelona, Melusina, 2011. La hipótesis de mi
trabajo actual es que los migrantes y sus condiciones de existencia en las me-
trópolis donde se instalan evidencian la cohabitación de las gubernamentali-
dades bio y necropolíticas.

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nica con la que se nombra la filiación a una comunidad política.
En palabras de Michel Foucault, esta noción de voluntad de verdad
opera como uno de los tres grandes sistemas de exclusión que afec-
tan a cualquier discurso:

Pues esta voluntad de verdad, como los otros sistemas de exclusión, se


apoya en un soporte institucional: está a la vez reforzada y acompañada
por una densa serie de prácticas como la pedagogía, como el sistema
de libros, la edición, las bibliotecas, como las sociedades de sabios de
antaño, los laboratorios actuales. Pero es acompañada también, más
profundamente sin duda, por la forma que tiene el saber de ponerse en
práctica en una sociedad, en la que es valorizado, distribuido, repartido
y en cierta forma atribuido. Recordemos, y a título simbólico úni-
camente, el viejo principio griego: que la aritmética puede muy bien
ser objeto de las sociedades democráticas, pues enseña las relaciones de
igualdad, pero que la geometría solo debe ser enseñada en las oligar-
quías ya que demuestra las proporciones en la desigualdad.3

Así pues, la ciudadanía como discurso que nombra la pertenen-


cia política a una comunidad nacional es una voluntad de verdad
sostenida por la suma de “autores” que conforman “sociedades del
discurso”,4 en este caso la de los pensadores universalistas, que usan
el concepto/campo de la ciudadanía para descartar la vigencia y
potencia de otras formas de filiación política y comunitaria de su-
jetos en las sociedades contemporáneas. De ahí que la hipótesis que
guía la reflexión de este capítulo es que los migrantes (regulares e

3. Michel Foucault, El orden del discurso, Buenos Aires, Tusquets, 2004, pp. 10-11.
4. Una sociedad del discurso para Foucault son la suma de “autores” y sus voces
instituidas “cuyo cometido es conservar o producir discursos, pero para hacerlos
circular en un espacio cerrado, distribuyéndolos nada mas que según reglas es-
trictas y sin que los detentadores sean desposeídos de la función de distribución
[de dicho discurso]” (ibid., p. 24).

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irregularizados por el Estado) agrietan con sus prácticas políticas el
significado instituido de la noción de ciudadanía.
La premisa de que el discurso instituido para pensar y prac-
ticar la ciudadanía como dispositivo que reconoce la pertenencia
a una comunidad se sostiene del paradigma del discurso jurídico
del universalismo, y es escasamente mirado desde la perspectiva
foucaultiana de gubernamentalidad de las poblaciones.5 El discurso
sociocientífico de Michel Foucault propone analizar las subjetivida-
des modernas poniendo el acento en el biopoder, en una economía
política del poder, que explica los fenómenos de lo contemporáneo
partiendo de reconocer que todos somos sujetos “sujetados” por
tecnologías de disciplinamiento. Poblaciones que congregan cuer-
pos máquina, y a quienes se gobierna con una tecnología disci-
plinaria que va desde la corporalidad individual (anatomopolítica)
hasta la gubernamentalidad de las poblaciones (biopolítica).6
La gubernamentalidad de las poblaciones se basa en el biopo-
der, el gobierno de la vida. Y es justamente este complejo sistema
de dispositivos de control para gobernar la vida –y desde México
diremos además gobernar con la muerte– el que construye y sostiene
imaginarios sociales que nombran la pertenencia política en clave de
“derechos” y “garantías”, que la encuadran en la noción de ciudadanía.7
Si bien ésta es una discusión que se inscribe en la modernidad
eurocéntrica y por eso hay voces que la descartan por considerar

5. Michel Foucault, Seguridad, territorio y población, op. cit.


6. Michel Foucault, Vigilar y castigar, Buenos Aires, Siglo xxi, 2002.
7. Como afirma Alejandra Morales: “la ficción ciudadana instituida jurídicamente
en el seno de las democracias modernas se construye a partir de la fractura entre
quienes forman parte de una comunidad y quienes no pueden pertenecer a ella,
los extranjeros. Durante la modernidad el liberalismo y el neoliberalismo han
desarrollado la paradoja de la política moderna: por un lado, limitación al poder
gubernamental, por el otro, control sobre la vida. En el actual contexto de globa-
lización, esa dicotomía se acentúa. Por ejemplo, se generalizan las expectativas
de movilidad debido a las innovaciones tecnológicas en las comunicaciones y

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a la ciudadanía como un dispositivo liberal que “por naturaleza”
excluye,8 desde nuestra perspectiva la apuesta es desnaturalizar la
exclusión instituida de la ciudadanía y desbordar su raíz eurocéntri-
ca para que nos sirva como intersticio discursivo y, así, al ampliar su
acepción original, poder usarla estratégicamente como voluntad de
verdad desde la academia, con el objetivo de abonar caminos para
asegurar derechos a los migrantes, refugiados y exiliados políticos
en los tiempos actuales.
Sobre las limitaciones inherentes a la ciudadanía liberal, Liliana
Suárez dice que esa voluntad de verdad que hoy queremos deses-
tabilizar es en el inicio de la modernidad cuando los ciudadanos
“consienten poner límites a sus intereses individuales con tal de po-
der vivir socialmente y garantizar el respeto de los derechos civiles
(propiedad privada, libertad de creencias y de expresión, etcétera),
idea inaugural de los derechos ciudadanos. Ciudadanía y capitalis-
mo constituyen así el cortejo central de la modernidad”.9
Recordemos que en la constitución de la modernidad, la idea
de ciudadanía fue un eje rector porque sirvió para desacralizar y
disociar de las herencias nobiliarias el derecho a la membresía a una
comunidad política, puesto que hasta entonces los sujetos jurídicos
que tenían derecho a tal membresía fueron únicamente los varo-
nes propietarios. Desde nuestra perspectiva, el uso de este concepto
por parte de la burguesía obedece a la lógica que Foucault estable-

los transportes, la mundialización de los mercados de capitales, bienes y servi-


cios, pero en paralelo se endurecen las restricciones para el desplazamiento con
el encrudecimiento de las políticas migratorias” (“Hacia una nueva ciudadanía, la
ciudadanía de la Unión”, en Enrique Díaz Álvarez et al., La política de lo diverso:
¿producción, reconocimiento o apropiación de lo cultural?, Barcelona, Funda-
ción cidob, 2008, p. 123).
8. Miguel Mellino, “Ciudadanías poscoloniales como símbolo y alegoría del capita-
lismo postcolonial”, en La Biblioteca, 7 Ensayos, núm. 8, 2009, pp. 82-92.
9. Liliana Suárez, “Ciudadanía y migración: ¿un oximorón?”, en Puntos de Vista,
núm. 4, Madrid, Ayuntamiento de Madrid, 2005, p. 32.

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ció al escribir la genealogía del término “poder” y reseñar que la
idea moderna de poder, basada en la concepción contractualista del
mismo (el poder como discurso de ley, como “contrato social”), se
enraizaba en el discurso del derecho, un instrumento (el discurso
jurídico) que la burguesía arrebató a la monarquía para derrotarla
por medio de esa misma retórica.

De modo que el vocabulario, la forma del derecho, resultó ser el siste-


ma de representación del poder común a la burguesía y a la monarquía.
La burguesía y la monarquía consiguieron establecer desde el final de la
Edad Media hasta el sigo xviii una forma de poder que se representaba,
que se daba como discurso, como lenguaje, el vocabulario del derecho.
Y cuando por fin la burguesía se desembarazó del poder monárquico, lo
hizo utilizando precisamente ese discurso jurídico –que sin embargo ha-
bía sido el de la monarquía– y volviéndolo contra la propia monarquía.10

Así, en la modernidad la ciudadanía es un discurso heredero de


la voluntad de verdad monárquica pero radicalizado, si bien limi-
tado sobre las subjetividades que detentan este estatuto. Y éste es
uno de los ejes centrales de la discusión actual sobre el concep-
to de ciudadanía, porque si bien es de cuña liberal y excluyente,
justamente desde los discursos con voluntad de saber, de verdad,
se ha conseguido instituir sus ampliaciones como dispositivo de
derechos y libertades que han imaginado los movimientos sociales
a lo largo de la historia de la modernidad. Por eso cabe pensar si
el término de ciudadanía, que jurídicamente expresa quién tiene
derecho a tener derechos, ha de ser ampliado desde los discursos
con voluntad de verdad vigente para “volverla contra” la propia
modernidad liberal excluyente.

10. Michel Foucault, Las mallas del poder. Estética, ética y hermenéutica. Obras
esenciales. Vol. iii, Barcelona, Paidós, 1999, p. 238.

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Así pues, considerar la ciudadanía como un instrumento
emancipatorio per se sería un error analítico y político. Aunque no
puede obviarse que si bien la ciudadanía es el correlato del siste-
ma de producción capitalista, la subjetividad jurídica de quienes
poseen autonomía para tomar decisiones y ejercer derechos se ha
hecho más compleja, y ello como consecuencia de luchas sociales
de largo alcance que han transformado el imaginario social y sus
consecuentes discursos institutivos alrededor de lo que significa ser
un ciudadano con plenos derechos. En ese sentido Suárez apunta:
“La extensión de la ciudadanía es producto de la acción humana,
no de los cambios abstractos de las leyes. Han sido los movimientos
sociales de los que reivindicaban el reconocimiento como sujetos
jurídicos en igualdad de condiciones los que empujaron estos lími-
tes y abrieron nuevas puertas a la inclusión”.11
De ahí que pueda sostenerse que si bien la ciudadanía como
estatuto jurídico es instrumentalizada por el poder para la admi-
nistración “racialmente segmentada” del mercado de trabajo y para
sostener las narrativas de securitización12 en las metrópolis contem-
poráneas, también los migrantes, con sus prácticas de desobedecer
las leyes de entrada y permanencia en territorios donde deciden
instalarse, amplían, desbordan, la ciudadanía como estatuto reserva-
do sólo para los nacidos en esos territorios.13

EL USO ESTRATÉGICO DE UNA NOCIÓN QUE NOS NIEGA.


LA CIUDADANÍA QUE IMAGINAMOS LOS MIGRANTES
Nos interesa discutir la ciudadanía porque, además de ser un cam-
po de estudio vastísimo, es una demanda estratégica de colectivos

11. Liliana Suárez, “Ciudadanía y migración: ¿un oximorón?”, op. cit., p. 32.
12. La noción de securitización (anglicismo) es una forma de nombrar los discursos y
dispositivos de gubernamentalidad que se basan en la lógica de la “seguridad”
como premisa.
13. Miguel Mellino, op. cit.

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y movimientos de migrantes que, sin reificarla, la “usan” para salir
de la condición de “extranjerización permanente”14 que condi-
ciona las relaciones laborales, sociales y políticas del territorio en
el que habitan. Por eso, para desbordar la voluntad de verdad ins-
tituida sobre la ciudadanía (que condiciona el derecho a pertene-
cer a una comunidad política según el nacionalestadocentrismo
liberal) partimos de la premisa de que debatir sobre las nuevas
formas de ciudadanía puede aportar argumentos estratégicos a los
migrantes para desinstituir algunos de los pilares del discurso ju-
rídico del que se sostiene el racismo institucional que segmenta
étnicamente el acceso a derechos laborales, sociales y políticos a
los migrantes.
Partir de que las prácticas políticas y culturales de los migran-
tes con y sin papeles alrededor del mundo amplían la noción de
ciudadanía no implica negar que estos sujetos son ilegalizados por
el discurso de la ciudadanía misma, que para definir quién “tiene
derecho a tener derechos”15 tiene como correlato fundamental las
retóricas de extranjería que establecen que quienes no han nacido
en un Estado nación concreto (ius sanguinius) o provienen de un
linaje familiar (ius solius) asentado en éste son extranjeros y, por lo
tanto, no son ciudadanos de esa nación. “Llegamos a ser conscientes
de la existencia de un derecho a tener derechos (y esto significa
vivir dentro de un marco donde es juzgado por las acciones y las
opiniones propias) y de un derecho a pertenecer a algún tipo de
comunidad organizada, sólo cuando emergieron millones de per-
sonas que habían perdido y que no podían recobrar estos derechos
por obra de una nueva situación política global.”16

14. Seyla Benhabib, Los derechos de los otros: extranjeros, residentes y ciudadanos,
Barcelona, Gedisa, 2005.
15. Hannah Arendt, Los orígenes del totalitarismo, Madrid, Alianza, 2006.
16. Ibid., p. 375.

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En concreto, estas páginas se concentran en reflexionar la
ciudadanía para desnaturalizar, desde los márgenes, el régimen glo-
bal de control de las migraciones internacionales contemporáneas
para desbordarlo y, con ello, aportar elementos que deterioren, des-
compongan o por lo menos pongan en jaque la producción jurídica
de la ilegalidad17 que los Estados y los empresarios de las metró-
polis contemporáneas usan para mantener, bajo amenazas como la
deportación o el encierro, a los migrantes en condiciones sociales,
económicas y políticas inhumanas, con lo que obtienen un mayor
plusvalor económico, social y cultural de estos sujetos.
Exploraré un estudio de caso, el movimiento de migrantes en
Barcelona y las posiciones y prácticas político-culturales que estos
migrantes organizados ejercen en lo cotidiano sobre ciudadanía. Las
páginas que siguen están sustentadas en una investigación sobre
migrantes que, mediante encierros, huelgas de hambre, manifesta-
ciones, asambleas, redes de complicidades con otros actores locales,
estatales o europeos, demandan al gobierno español la regulariza-
ción sin condiciones de todas las personas que la política de extran-
jería española mantiene irregularizadas, a pesar de vivir, trabajar y
consumir en su territorio como el resto de sus habitantes.
Se trata de un estudio de caso de largo aliento realizado en
Barcelona, conformado por 24 entrevistas en profundidad, del tipo
de relato de vida, con actores del movimiento, opositores al mis-
mo, funcionarios públicos, sindicatos y asociaciones de esa ciudad.
De manera central, también se sostiene del trabajo de observación

17. La idea de la construcción legal de la ilegalidad hace referencia a que son las
leyes de extranjería, supeditadas a las dinámicas del capitalismo contemporá-
neo, las que generan subjetividades tan vulnerables para la explotación como el
mercado lo necesita a través de figuras jurídicas como el illegal alien o migran-
te ilegal; Nicholas de Genova, “La producción legal de la ‘ilegalidad’ migrante
mexicana”, en Estudios Migratorios Latinoamericanos, vol. 17, núm 52, Buenos
Aires, 2003, pp. 519-554.

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participante realizado desde 2002 y hasta 2007 para comprender las
demandas, formas de protesta y las alianzas que este movimiento de
migrantes ha construido históricamente.18

EL MOVIMIENTO DE MIGRANTES QUE INSPIRA ESTA REFLEXIÓN


España, 2001. Una ola de “encierros” en iglesias españolas protago-
nizada por migrantes organizados que demandaron “papeles para
todas y todos” puso en jaque las narrativas legales y los imaginarios
sociales con los que el Estado y la sociedad de esa nación en el sur
de Europa gestionaba el final del tránsito que atravesó como país
solamente expulsor, para convertirse en la tierra de instalación de
migrantes de todas las periferias del mundo. Desde entonces, un
movimiento social de migrantes con y sin papeles ha construido
formas de protesta y un repertorio de demandas que plantean inte-
resantes desafíos para el estatuto jurídico de la ciudadanía.
Para 2014, según datos del Instituto de Estadística (ine) espa-
ñol, 10.22% de la población total que reside en España carece de
19

nacionalidad y, por lo tanto, de ciudadanía española. Sin embargo,


entre estos 4.53 millones de personas, 2.35 millones son ciudadanos
de la Unión Europa pues nacieron en uno de los 27 países afiliados
a esa comunidad supranacional, y por lo tanto gozan (de manera
diferenciada según el país de origen) de los derechos que otorga la
eurociudadanía.

18. La investigación y sus hallazgos quedaron plasmados en el libro Por el derecho


a permanecer y a pertenecer. Una sociología de las luchas de migrantes.
Disponible en línea en el portal de la editorial Traficantes de Sueños.
19. “Cifras de población a 1 de julio de 2014. Estadística de Migraciones. Primer
semestre de 2014. Datos provisionales”, 10 de diciembre de 2014. El total de
residentes en España en esa fecha es de 46 464 053 habitantes, de los cuales
4.5 millones son inmigrantes y 1.72 millones lo fueron pero ahora constan
como “españoles nacidos fuera de España”. Así, un aproximado de 10.22%
del total son extranjeros con y sin papeles que residen en ese país. Este
instrumento demográfico, único en la Unión Europea, nos permite conocer la

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No obstante, de entre los 2.35 millones de personas no “co-
munitarias”, es decir, que carecen del reconocimiento jurídico
como ciudadanos (porque no son “nacionales” o “eurocomunita-
rios”), en 2014 hubo por lo menos 400 000 migrantes en situación
de “sin papeles”, siendo un promedio de 800 000 personas las que
registraron el cruce de registros estatales20 de 2004 a 2012,21 año de
la última regularización extraordinaria en España.
¿Qué implicaciones tienen estas cifras demográficas para el pac-
to social vigente en la España contemporánea y por qué usarlas de
espejo para pensar el concepto/campo de la ciudadanía a nivel glo-
bal? En este trabajo se propone que estos 2.35 millones de personas
que viven, trabajan y consumen en territorio español carecen de los
derechos económicos, sociales, culturales y políticos que la ciudadanía
protege como estatuto jurídico. Por ello, nos interesa discutir justa-
mente alrededor de la fractura estructural que estos “no ciudadanos”
le plantean a la democracia española y, usando este caso como ejem-
plo, aportar pistas sobre la dimensión política que resulta central para
comprender las implicaciones de las migraciones contemporáneas.
Si bien en México y América Latina se ha discutido de manera
igualmente intensiva el tema de la ciudadanía y la migración,22 este

cifra de residentes al margen de su estatuto legal con las cifras de “imigración y


emigración” emitidas por el Ministerio del Trabajo y Asuntos Sociales español.
Los extranjeros residentes en España pertenecientes a la Unión Europa de los
27 países suman 2 392 491. Los colectivos más numerosos son los rumanos
(721 445), seguidos por los marroquíes (697 044), los migrantes del Reino Unido
(310 073) y los ecuatorianos (187 023).
20. La cifra se obtuvo cruzando los registros estadísticos del padrón municipal del
ine con los datos del Ministerio del Trabajo e Inmigración español (mtas), en
cuyas estadísticas, actualizadas al 16 de octubre de 2014, establece que cuentan
con tarjeta de residencia legal 2.34 de los migrantes “extracomunitarios”.
21. Fecha en que termina esta investigación.
22. Véanse los trabajos de Ariadna Estévez (“Los derechos humanos en la sociología
política”, en Ariadna Estévez y Daniel Vázquez [coords.], Los derechos humanos
en las ciencias sociales: una perspectiva multidisciplinaria, México, Facultad

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trabajo busca aportar pistas para el debate poniendo la mirada en
aquella latitud europea, no en un afán de comparación sino apenas
como un espejo de una realidad, la de la migración y sus conse-
cuencias políticas, que consideramos global.
Como ya se adelantó, el debate sobre ciudadanía es casi un
campo disciplinar, porque desde diferentes discursos se ha trabajado
alrededor de su alcance y características, ya que cada discurso se
debe a su tiempo histórico y a su apuesta política. Por eso Liliana
Suárez afirma que el debate sobre las transformaciones de la ciuda-
danía es uno de los más apasionados y fértiles que acontecen en las
ciencias sociales de nuestros días. No me detendré en historizar este
debate, ya que se convertiría en algo interminable, y por otro lado
nos alejaría de la apuesta de este capítulo.23
Lo que me interesa del debate sobre este concepto/campo
son las “adecuaciones” que se sugieren desde las ciencias sociales
para la idea de “ciudadanía”, en tanto campo de acción política,
porque esas recomendaciones de los intérpretes se tejerán a las pis-
tas que aportan los migrantes organizados cuando demandan el
derecho a una ciudadanía plena.
Con fines prácticos, las voces de los intérpretes que reflexio-
nan sobre las políticas de inmigración y de ciudadanía, publicadas
en libros, revistas, actas de congresos y sitios electrónicos, se han ca-
tegorizado como “las voces académicas”; las posiciones legislativas o
programáticas que obtuvimos de las entrevistas a representantes de
instituciones gubernamentales, como “las voces institucionales”; y,
finalmente, las posturas de los sujetos organizados en el movimiento

Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso)/Universidad Nacional Autónoma


de México (unam)/Centro de Investigaciones sobre América del Norte (cisan),
2010, pp. 135-165; Derechos humanos, migración y conflicto: Hacia una justicia
global descolonizada, México, Centro de Investigaciones sobre América del
Norte (cisan)/Universidad Nacional Autónoma de México (unam), 2014.
23. Liliana Suárez, “Ciudadanía y migración: ¿un oximorón?”, op. cit.

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social de los migrantes en Barcelona entrevistados para este trabajo,
como “las voces migrantes”, usando sobre todo las reflexiones que
se produjeron en el marco del Taller de Creatividad Social (tcs)
sobre ciudadanía.24
Con el objetivo de organizar las aportaciones de estas tres fa-
milias de voces, se han identificado tres tesis centrales en la pers-
pectiva de quienes debaten alrededor de la ciudadanía en o sobre
España. La primera tesis en relación con la ciudadanía que sostienen
los debates académicos, los planes y políticas públicas y las organi-
zaciones de migrantes es que se trata de un dispositivo de derechos
que, emparentada con la modernidad, ha ido ampliándose conforme
los miembros de una comunidad nacional han conseguido, primero,
legalizar sus subjetividades jurídicas, para después ir extendiendo el
repertorio de derechos que la ciudadanía reconoce como dispositivo.
La segunda tesis propuesta en los discursos analizados es que
asistimos a una crisis de representación de la ciudadanía entre lo su-
jetos que gozan del reconocimiento de la misma y quienes, antes de
migrar, también fueron reconocidos en sus países de origen. Porque
este término es utilizado de manera estática por los discursos hege-
mónicos, sin que se reconozca que la ciudadanía es, ante todo, una
práctica sociorrelacional, un ejercicio de relación social.
La tercera y última tesis central de los discursos que analizaré
es que la ciudadanía que practican los migrantes organizados des-
borda los límites del nacionalestadocentrismo25 en el que se ima-

24. Esta herramienta (de la familia de la investigación acción participante) consiste


en una o varias sesiones de trabajo de autoformación, cuyos destinatarios son
los agentes protagonistas de una investigación concreta, para debatir asuntos
de la actualidad del proceso investigativo que sirvan, a su vez, para reforzar la
acción colectiva transformadora y para situar la importancia del tema concreto
sobre el que versa el taller para la práctica colectiva.
25. Este concepto es trabajado por la jurista Seyla Benhabib en su libro Los derechos
de los otros: extranjeros, residentes y ciudadanos (op. cit.) y hace referencia a los

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ginó este dispositivo de derechos, esta membresía política, y con
ello descentran o descomponen el ejercicio de necropolítica que
sostiene al capitalismo contemporáneo que crea no ciudadanos26 en
todo el mundo.
Al tejer estas tres tesis centrales se puede afirmar que, para
los sujetos y sus discursos analizados, la ciudadanía es una práctica
social que amplía los márgenes instituidos en los discursos liberales
sobre quién tiene derecho a pertenecer a una comunidad política y
a gozar de los derechos que esa membresía otorga. En lo que cons-
tituye una disputa por la voluntad de verdad hegemónica sobre la
ciudadanía que, hasta el momento, está enunciada por los Estados y
los agentes del mercado neoliberal para sostener un racismo social
e institucional, es decir, como una herramienta más del biopoder
que establece la identidad de los sujetos sociales contemporáneos
desde el disciplinamiento espacio/temporal y la asignación de un
rol social.27
Aquí me interesa abordar este polisémico concepto de ciuda-
danía a partir de escrutar las dos acepciones fundamentales que se
refieren desde el discurso académico y político vigente. La primera,
de naturaleza formal y jurídica, hace referencia al elenco de dere-
chos y deberes que corresponden a los miembros de un Estado,
mientras que la segunda acepción entiende la ciudadanía como la
progresiva consecución de los derechos civiles, económicos, políti-
cos y sociales que se extienden y cobran carta de naturaleza con la
universalización de los servicios públicos y el Estado de bienestar.

paradigmas que suscribe el Estado nación como base para la interpretación de


la realidad social, una realidad que rebasa dicha interpretación porque desafía
las fronteras de comunidades nacionales imaginadas.
26. Sujetos desechables/muertos-en-vida según Achille Mbembe, Necropolítica,
op. cit.
27. Michel Foucault, Las mallas del poder. Estética, ética y hermenéutica. Obras
esenciales. Vol. iii, op. cit.

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Partiendo de las dos acepciones, la ciudadanía como estatu-
to y la ciudadanía como proceso e incluso como ejercicio, Rainer
Baouböck28 establece que contemporáneamente existen dos tipos
de ciudadanía: la formal y la sustantiva, la primera de ellas se refiere
al reconocimiento de la subjetividad jurídica como ciudadano y la
segunda al ejercicio efectivo de la misma.
Bauböck propone una especie de gradación en la titularidad
de la ciudadanía y distingue a quienes son ciudadanos/integrados de
quienes son nociudadanos/excluidos en términos de acceso prác-
tico a los derechos y del trato que reciben por sus vecinos y por
los funcionarios públicos. En este mismo tenor, en la España con-
temporánea está vigente una “gradación de la ciudadanía”, que se
sostiene tanto por los regímenes de extranjería domésticos como
por los eurocomunitarios, y que da lugar a la existencia de diferen-
tes y graduados “tipos de ciudadano”. Dicho de otro modo, en la
actualidad, en España existen jurídicamente dos grados de ciuda-
danía, que se sostienen a su vez en dos grados de “no ciudadanía”.
Entre quienes disfrutan del reconocimiento de ciudadano están los
ciudadanos españoles y europeos, “ciudadanos de primera”, que
obtienen este estatus preferentemente por el mecanismo del ius soli
o del ius sanguinis.29
En este mismo grado, pero en un rol periférico, está el ciu-
dadano naturalizado, “ciudadano de segunda”, persona originaria-

28. Rainer Bauböck, Transnational Citizenship: Membership and Rights in Interna-


tional Migration, Aldershot, Edward Elgar, 1994.
29. No sólo en la Unión Europea rigen estos criterios sino que, actualmente, en todos
los Estados soberanos la pertenencia a una comunidad nacional, y por lo tanto,
el reconocimiento formal como ciudadano, pueden ser adquiridos bien por el
criterio de ius sanguini (cuando la membresía política es heredada de padres a
hijos) o bien por el criterio de ius soli (cuando se accede a dicha membresía por
haber nacido en un territorio nacional). No obstante, todos los Estados suelen
articular una combinación de ambos.

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mente “no nacional” que mediante el mecanismo de la residencia
obtiene la naturalización, sólo después de un periodo que puede
ir desde los dos hasta los 18 años, según la nacionalidad del sujeto,
periodo durante el cual además deberá demostrar su utilidad econó-
mica, justificando el derecho a permanecer en España en función de
las necesidades del mercado de trabajo.
Entre los ciudadanos de primera y de segunda y los “no
ciudadanos” están los “trabajadores” migrantes o los residentes
extranjeros legales que para conseguir su legalidad consiguie-
ron sortear los trámites que acreditan su “arraigo social/laboral”
o bien que se ampararon de las amnistías periódicas con las que
el gobierno español regula estructuralmente lo que las narrativas
mediáticas han llamado la “bolsa de sin papeles”.
En esta escala de la ciudadanía “demediada” o gradudada por
criterios de clase/raza/género, explica el jurista Marco Aparicio,30
caben además las restricciones que la normativa de extranjería es-
pañola les impone a estos “residentes legales” al supeditar la regu-
laridad administrativa a un permiso inicial de un año que tiene
limitaciones concretas en materia de actividad laboral y de la pro-
vincia donde ejercerla, además de los criterios que se les imponen
a los migrantes para la primera y segunda renovación de tarjeta de
residencia, hasta conseguir una con carácter permanente.
Estas restricciones son para Aparicio la evidencia de que la
ciudadanía plena como estatuto está supeditada a escalas (esto es, a
momentos y tiempos) que configuran la “integración” de los mi-
grantes como un instrumento para medir la sumisión a las reglas
de la ciudadanía, en términos absolutamente funcionalistas para el
modelo económico, lo que puede entenderse como un ejercicio de
anatomopolítica y biopolítica en la era del biopoder: los sujetos son

30. Marco Aparicio, Las fronteras de la ciudadanía en España y en la Unión Europea,


Barcelona, Documenta Universitaria, 2006.

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asignados a un tiempo, espacio y rol social para asegurar la gober-
nanza de un sistema económico concreto, el capitalismo.
Por debajo de estos “residentes legales”, Sandro Mezzadra
identifica una nueva categoría de “no ciudadanos”, es decir, a los
“extranjeros ilegales” y a los sujetos irregularizados permanente-
mente por tener una orden de expulsión.31 De tal suerte, los mi-
grantes sin papeles están condenados al estatuto de “no ciudadanos”
y son considerados delincuentes que infringen las normas de acceso
al territorio español, una herramienta de la biopolítica que, como
si se tratara de “enfermos”, define a los sin papeles como fuera de
la norma. Pero si esto es en términos de ciudadanía formal, veamos
cómo caracterizar el estado de la ciudadanía en términos sustanti-
vos o de participación.

LA CIUDADANÍA IMAGINADA, LA CIUDADANÍA


PADECIDA, LA CIUDADANÍA DESEADA
La discusión sobre ciudadanía y migraciones en España ha sido etni-
ficada, es decir, se ha volcado la atención a discutirla desde la perspec-
tiva de los debates sobre “cambios sociodemográficos” provocados
por la inmigración. La consecuencia de ello es que se pierde de vista
que entre los eurociudadanos de plena membresía existe una crisis
de participación y representación hacia las instituciones ciudadanas.32
Y es que hasta ahora, por lo menos en España, el debate se re-
duce a condicionar la membresía política de los no ciudadanos a su
“integración social”, una construcción discursiva para demandarles

31. Sandro Mezzadra, Derecho de fuga: migraciones, ciudadanía y globalización,


Madrid, Traficantes de Sueños, 2005.
32. Una realidad ahora más visibilizada después de la crisis económica “del ladrillo”,
que empezó en la década pasada en España y hoy evidencia su cara más dura
en la política de recortes a los servicios sociales, y que ha tenido interesantes
consecuencias, como la aparición de la plataforma cívico electoral Podemos,
una apuesta del pueblo español por recuperar el control de las instituciones.

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FIGURA 1
La gradación de la ciudadanía en España.33

CIUDADANOS
Españoles,
eurocomunitarios
y los Otros perpetuos
(naturalizados)

NO CIUDADANOS
Migrantes
“residentes de larga
duración”

NO CIUDADANOS
Migrantes
regularizados
(con papeles)

NO CIUDADANOS
Migrantes
irregularizados
(sin papeles)

que suscriban una identidad nacional que evidentemente no sus-


criben plenamente ya que, como todo sujeto social, traen inscritas
identificaciones culturales producto de su historia vital, que no ha
transcurrido toda en España.
A consecuencia de ello, se etnifican los discursos sobre la co-
hesión social. “Esto se produce a través de los procesos de etniza-
ción, por los cuales la sociedad mayoritaria atribuye un carácter
casi biológico a los comportamientos de determinados grupos

33. Fuente: elaboración propia.

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y justifica la discriminación a través de la pertenencia cultural o
étnica”.34 Lo paradójico es que, paralelamente a este acceso diferen-
ciado a la membresía plena para quienes son los Otros, los extran-
jeros, se han instituido membresías políticas que no condicionan la
suscripción a “identidades nacionales” sino que, incluso, se impo-
nen a pesar de los miembros de una comunidad política, como es
el caso del esquema de la eurociudadanía, como ejemplo concreto
de un vínculo jurídico del individuo con un Estado supranacional.
En 1992, con el Tratado de Maastricht se crea el estatuto del
ciudadano europeo, que reconoce como derechos básicos de todo
“nacional comunitario” la circulación y residencia en cualquier
territorio de los Estados miembros. Así, un eurociudadano puede
elegir residir en cualquier Estado nación que, dentro del territo-
rio eurocomunitario, está a su vez obligado a reconocerle como un
ciudadano de plenos derechos.35 De ahí que diferentes voces acadé-
micas propongan este estatuto como un modelo a seguir, o a me-
jorar, para superar el desbordamiento de la ciudadanía en relación
con la soberanía nacional en la que se funda. Es decir, se propone la
eurociudadanía como la alternativa para superar la “crisis de territo-
rialidad de la ciudadanía” cuando se piensa la migración.
Sin embargo, sostengo que las experiencias de los migrantes
cuestionan de raíz que la eurociudadanía, en tanto modelo, pueda re-

34. Elena Giner, “Los colectivos de sin papeles en Francia: Agentes de redefinición
identitaria y ejercicio de ciudadanía local”, en Liliana Suárez et al. (eds.), Las
luchas de los sin papeles y la extensión de la ciudadanía. Perspectivas críticas,
Madrid, Traficantes de Sueños, 2007, p. 90.
35. Su regulación se efectúa en la segunda parte del Tratado de la Comunidad
Europea, dedicada a la Ciudadanía de la Unión, artículos 17 a 22 del Tratado
de la Unión Europea (tue), en los que se desarrolla esta figura y se precisan
los derechos reconocidos. Se trata de un estatus personal, no sustitutivo de la
ciudadanía nacional, sino complementario y conferido a través del derecho
convencional (Alejandra Morales, “Hacia una nueva ciudadanía, la ciudadanía de
la Unión”, op. cit., p. 190).

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solver esta crisis, porque “aunque el proyecto europeo tiene un acu-
sado sesgo supranacional, es un ‘proyecto de Estados nacionales que
conservan todavía la fuente de la soberanía y la ciudadanía nacional”.36
Considero que pensar la eurociudadanía en relación con la
migración nos remite al uso de la migración con carácter político
por parte de los discursos institutivos de la Unión Europea.37 Con la
eurociudadanía nace el estatuto del “inmigrante extracomunitario”.
A este respecto, Enrique Santamaría38 y Verena Stolcke39 advierten
que con esta nueva denominación asistimos a la emergencia de una
nueva figura simbólica que se instaura en el imaginario social de
los habitantes en Europa y que es utilizada intensamente por parte
de diferentes instituciones en España como mecanismo de produc-
ción de alteridades que refuerzan la identidad europea y, con ella, la
identificación del ciudadano “español” con la eurociudadanía.
Según demuestran los trabajos de estos dos intérpretes, las ins-
tituciones españolas han hecho, además del uso laboralista de las
migraciones, un uso simbólico instrumental de la intensificación de
la llegada e instalación de personas de países que no son miembros
de la Unión Europea, como elementos constitutivos del correlato
alteritario con el que se sostiene la construcción de la identidad
europea entre la población “española”.40

36. Enrique Linde, “La libre circulación de los trabajadores versus la libre circulación
de personas. La ciudadanía europea”, en Revista de Derecho de la Unión Europea,
monográfico La Europa social, la Europa de la solidaridad, núm. 5, 2003, p. 17.
37. Pero que además hoy también está en crisis puesto que con los altos índices de
desempleo en España y otros países del sur de Europa esta “superciudadanía” está
evidenciando sus límites al restringir otra vez el derecho a la libertad de instalación
para los sudeuropeos que buscan asentarse en países del norte del continente.
38. Enrique Santamaría, La incógnita del extraño. Una aproximación a la significación
sociológica de la “inmigración no comunitaria”, Barcelona, Anthropos, 2002.
39. Verena Stolcke, “Europa: nuevas fronteras, nuevas retóricas de exclusión”, en
Extranjeros en el paraíso, Barcelona, Virus, 1994, pp. 11-26.
40. Ésta es una denominación construida artificiosamente, en el sentido sociológico
del término, pues, lejos de la evidencia y la aproblematicidad (la inexistencia de

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Por tanto, la construcción de la figura del migrante “extraco-
munitario” es el correlato de la consolidación de la identificación
de ciudadano eurocomunitario que los “españoles” tienen que sus-
cribir desde 1985, con la adhesión a la entonces Comunidad Eco-
nómica Europea. Según estos trabajos, las diferentes instituciones
españolas, así como los medios masivos de información, han confi-
gurado un discurso sobre el “ser ciudadano de la Unión Europea”
en gran medida sostenido a partir de la identificación de quién no
lo es; es decir, “los extracomunitarios”.
En palabras de Verena Stolcke,

la construcción de Europa tiene dos caras: mientras las fronteras in-


traeuropeas son cada vez más permeables, las fronteras exteriores se
cierran cada vez con más fuerza [...] Se observa una sensación cre-
ciente de que los europeos tienen que desarrollar un sentido de cul-
tura compartida y de identidad de objetivos, para ofrecer un apoyo
ideológico a una unión económica y política europea que pueda
tener éxito.41

Para crear esta identidad europea (supranacional) hay que crear


asimismo una alteridad que sea de alcance transnacional: el “ex-
tracomunitario”. Sin embargo, la identidad europea, además de al-
teridades, necesita lealtades a la comunidad política y, como bien
demostró la oleada de referéndums sobre la “Carta Magna” europea

planteamiento como problema) que puede sugerir, existe una importante disputa
político-simbólica en relación con las membresías políticas que conforman los
ciudadanos del “Estado español”. En este contexto, es interesante destacar cómo
los discursos alteritarios se han centrado en el binomio identidad-inmigración y
aún hay pocos estudios que se pregunten sobre los movimientos y sentimientos
nacionales en el interior del Reino de España, la apropiación de la identidad
eurocomunitaria y la migración.
41. Verena Stolcke, op. cit., p. 236.

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en 2006, éstas no parecen convocar a la mayoría de los ciudadanos
de la Unión Europea.42
Por ello sostengo que la eurociudadanía opera sistémicamente
como mecanismo de exclusión para los extranjeros, los residentes lega-
les sin naturalizarse, los migrantes “indocumentados” y los demandantes
de asilo.43 La eurociudadanía que algunos autores y actores interpretan
como modelo de una ciudadanía en la que quepan sujetos “posnacio-
nales”, “diaspóricos”, “híbridos”, “transnacionales”,44 sigue basándose
en el monopolio de la soberanía de los Estados para reconocer a los
miembros de su comunidad política; no rebasa el binomio nacional
estadocéntrico del que habla Benhabib,45 pero, sobre todo, se asienta
sobre la base de gestionar la pertenencia plena de todos los Otros no
naturalizados, desde la perspectiva de los flujos de trabajadores migrantes.
Resulta relevante la crítica de los movimientos de migrantes
acerca de este estatuto, y ha de comprenderse que este modelo no
atiende la demanda de los migrantes organizados de desvincular el
“derecho a permanecer”, a quedarse o residir, de la lógica étnica-
mente segmentada del mercado laboral y el orden social geopolíti-
camente asignado a los centros y periferias.46

42. Véase el trabajo de Gerardo Pisarello y Xavier Pedrol (La constitución Europea
y sus mitos: una crítica al tratado constitucional y argumentos para otra Europa,
Barcelona, Icaria, 2006) sobre la constitución europea y sus “mitos”.
43. Marcelo Bonilla, La construcción político-jurídica del otro en la España y la
Cataluña de la globalización, Ecuador, Facultad Latinoamericana de Ciencias
Sociales (Flacso), 2006.
44. Veánse dos interesantes balances. El de Carlota Solé y Sonia Parella (“Ciudadanía
e identidad europea desde una perspectiva transnacional”, ponencia presentada
en el Simposium “Nuevas identidades/alteridades en el espacio latino-euro-
americano”, del 52 Congreso Internacional de Americanistas, Sevilla, 2006) y el
de Ariadna Estévez (Derechos humanos, migración y conflicto: Hacia una justicia
global descolonizada, op. cit.).
45. Seyla Benhabib, op. cit.
46. Saïd Bouamama, L’affaire du voile ou la production d’un racisme respectable,
París, Éditions du Geais Bleu, 2004.

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El término de ciudadanía resulta un término abstracto caren-
te de muchos de los significados que los académicos le otorgan.
Y es que, como ponen de relieve los entrevistados que gozan por
nacimiento de la ciudadanía española, y desde 1992 de la eurociu-
dadanía, el concepto de ciudadanía es retórica más bien académica
y política y representa poco para su vida cotidiana.

¡Uf!, ¡qué preguntas me haces! Ahora has dicho esa palabra y hasta la luz
se encendió. Uhm… esa pregunta es complicada porque hay personas
que tienen muy teorizada la palabra ciudadanía y tienen muy buenas
explicaciones de lo que es. Pero para mí como que no quiere decir
muchas cosas.
Yo no digo nunca esa palabra [risas…] Ésa es la que me parece la
más difícil, porque no sé ni lo que es la ciudadanía.47

Entre los migrantes entrevistados, la ciudadanía como noción está di-


rectamente vinculada con las prácticas de poder político institucional.

Sí, sí se escucha ahí [en Marruecos], pero para la gente nunca ha sido
una palabra usada socialmente o en la familia o en la calle, pues es una
palabra que ni los movimientos sociales tampoco la han usado, es más
bien una palabra que se ha empezado a usar políticamente hace poco,
dicen que la ciudadanía, que tenemos que ser ciudadanos. En Marruecos
[este término] se usa para que los marroquíes se sientan ciudadanos.
Muatana, muatana [traduce a los otros].48

Otros consideran la ciudadanía como una forma de instrumentalizar


las lealtades a un régimen político deslegitimizado por campañas bé-

47. Voces de españoles miembros del movimiento de migrantes.


48. Taller de Creatividad Social con miembros de la Asociación Cornellá Sin Fron-
teras (tcs en adelante).

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licas, en concreto, la del gobierno marroquí contra los habitantes
de la República Árabe Saharaui: “Siempre ligan la ciudadanía a
la idea de estar fiel al régimen, a la monarquía, ligan también la
ciudadanía a la tierra. Defender la propiedad de la tierra. Estar dis-
puesto a morir por la tierra, pero eso sin reivindicar los derechos
fundamentales”.49
Incluso, para algunos de los migrantes que participan en el
movimiento de Barcelona, la noción de ciudadanía remite en su
imaginario a la imposición poscolonial de identidades Estado na-
cionales ficticias que fracturaron la convivencia intercultural previa
a dicha imposición.Veamos un ejemplo de uno de los activistas pa-
kistaníes del movimiento:

Para mí, ciudadanía es racismo, islamofobia. Antes los sijs, hindis, mu-
sulmanes, sunitas, chiítas, todos vivían juntos y nadie se preguntaba qué
significaba ser sunita, chiita, todos convivíamos y participábamos de los
festejos de todos, la navidad, fiestas sufís. Yo, por ejemplo, mi familia es
sufí, casi cada jueves nos reunimos en nuestro lugar espiritual, habla-
mos, discutimos sobre problemas sociales. Entonces, estamos acostum-
brados a vivir nuestra ciudadanía. Donde se respeten los seres humanos.
Pero después de la guerra de Afganistán ya no, todo cambió.50

Esta percepción, la de ciudadanía como instrumento del poder, se


refuerza cuando los migrantes en España experimentan además
el despojo de dicha titularidad jurídica. Como explica el jurista
Marcelo Bonilla, entre los migrantes la ciudadanía es “concebi-
da como un sistema de exclusión o inclusión en un campo so-
cial. Funciona como parte de esta construcción de la violencia
social, de una forma de administrar la correlación de fuerzas de

49. Idem.
50. Voces migrantes.

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grupos y visiones hegemónicas y dominantes al interior de la so-
ciedad española contemporánea”.51
Es útil mirar esta condición de la ciudadanía como un siste-
ma de exclusión/inclusión, porque la ciudadanía que estos sujetos
ejercían en sus respectivos países de origen es una experiencia so-
ciorrelacional diferente de la que ejercen en España, y entre los
entrevistados hay quienes reconocen que su noción sobre ciuda-
danía, y en general sobre democracia, se transformó por el tránsito
migratorio. Porque algunos experimentan el tránsito de una dicta-
dura a una democracia, otros lo hacen de una monarquía absolu-
tista a una parlamentaria, o hay quienes vienen de repúblicas a una
monarquía parlamentaria.
Entre los migrantes que llegaron a España, algunos de ellos
a pesar de vivir jurídicamente negados al no “tener documentos”,
hay una sensación de transformación en sus derechos políticos.
Porque comparan su participación en el movimiento de migran-
tes con sus militancias previas: “Ahí en Marruecos para trabajar en
una organización de la calle, existen unas líneas rojas, no puedes
pasarlas, la Constitución dice que el mensaje del Rey no puede
discutirse, y todos los partidos y las organizaciones que están en la
calle, todas tienen las líneas rojas, no pueden rebasarlas”.52
Si entre españoles y migrantes existe la percepción de que la
ciudadanía, como dispositivo jurídico, es una palabra vacía en re-
lación con su vida cotidiana, entonces ¿qué significa para los mi-
grantes organizados la noción de ciudadanía cuando se trata de su
dimensión sustantiva? O ¿por qué entonces se propone considerarla

51. Marcelo Bonilla, “La construcción de la imagen y el estatuto del inmigrante-indo-


cumentado en la España de la época de la globalización”, en Aportes Andinos,
núm. 7, Globalización, migración y derechos humanos, Quito, Universidad Andi-
na, 2003, p. 2.
52. Voces migrantes.

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una rendija para combatir el racismo social e institucional con el
que se gobierna en España?
La primera hipótesis de trabajo es que reflexionar en torno a
los límites de la ciudadanía estadocéntrica nos permite desbordarla,
como ya se apuntó, de su acepción liberal y moderna que la con-
sagró apenas como un estatuto jurídico desvirtuando las prácticas
de ciudadanía intensiva que desde los márgenes ejercen quienes,
con su participación cotidiana en una comunidad política, buscan
engordar el significado de dicho dispositivo de derechos. Es decir,
resulta paradójico que la noción de ciudadanía represente nulo sig-
nificado para quienes la ejercen intensivamente, ampliando con ello
los límites de la misma.
Cuando se interpela a estas voces en relación con su vida coti-
diana, los migrantes o los españoles activos del movimiento aseguran
que la ciudadanía puede ser entendida también como una condición,
como una práctica:

Para mí la ciudadanía significa participar, tener derechos, como ciuda-


dano y tener obligaciones también como ciudadano y poder participar
sin límites, dentro del marco legal, en cualquier cosa que importa a la
ciudadanía y a la sociedad. O sea, un ciudadano es una persona que sea
totalmente libre, siempre dentro del marco legal, para trabajar, para par-
ticipar, para tener sus derechos, para cumplir sus obligaciones.53

Por ello, resulta pertinente el apunte de Liliana Suárez54 cuando enfa-


tiza que se debe considerar que la ciudadanía, además de estatuto ju-

53. Amarela Varela Huerta, “¿Papeles?, ¡para todos! Diez años de movimiento de
migrantes ‘sin papeles’ en Barcelona”, en Liliana Suárez et al. (comps.), Los sin
papeles y la extensión de la ciudadanía, Madrid, Traficantes de Sueños, 2006, pp.
215-236.
54. Liliana Suárez, “Hacia una ciudadanía postnacional. Fronteras interiores, inte-
gración y normalización”, en Actas del Congreso de Antropología, vol. 1, 1999,
pp. 3-216.

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rídico y dispositivo de derechos, es una práctica sociorrelacional que
se redefine a partir del ejercicio de la misma por quienes, reconocidos
como ciudadanos o no, la ejercen intensivamente o que simplemente
no la ejercen a pesar de tenerla reconocida estatutariamente. Es decir,
los migrantes y sus ejercicios de organización nos estarían revelando
la existencia de ciudadanos por reconocimiento y ciudadanos de he-
cho, que aunque carecen del reconocimiento jurídico ejercen dicha
membresía política intensivamente desde su no pertenencia.
Esta manera de pensar la membresía política, que concibe
la ciudadanía desde la práctica y como una relación social, hace
que coincidan discursivamente las voces de los académicos y las
de los migrantes.
Sin embargo, la concepción sobre la práctica como dimen-
sión sustantiva de la ciudadanía experimenta de facto una contra-
dicción entre los poderes públicos y las prácticas de participación
política desde los márgenes que llevan a cabo los migrantes que
participan en el movimiento de migrantes organizados en Barce-
lona, porque si bien para todas las voces ciudadanía es sinónimo de
participación, el ejercicio de los derechos políticos para los migran-
tes “indocumentados” en España está, de hecho, prohibido por la
Ley de Extranjería 8/2000.55
De ahí que considere que la ciudadanía, como estatuto jurídi-
co, experimenta tanto entre los migrantes como entre los españoles

55. En la sentencia stc 236/2007, del 7 de noviembre de 2007, el Tribunal


Constitucional declaró la inconstitucionalidad de los artículos de la Ley 8/2000
sobre Derechos y Libertades de los Extranjeros en España y su Integración
Social, que restringen los derechos de reunión, asociación, sindicación y huelga
para los extranjeros en “situación irregular”. Sin embargo, esta sentencia no
determinó la nulidad de los mismos porque consideró que el Parlamento puede
establecer diferencias en el ejercicio del derecho para extranjeros en situación
irregular (“Valoración de la Federación Estatal de sos Racismo a la sentencia del
Tribunal Constitucional stc 236/2007”). Agradezco igualmente a Marco Aparicio
la aclaración sobre el alcance de esta sentencia.

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una crisis de representación, y ello como consecuencia de que en
ambos casos existe escasa identificación de los miembros de una
comunidad política con sus instituciones estatales. De esta manera,
la noción de ciudadanía funciona más bien como un instrumento
de dominación, mas no de emancipación igualitaria en los imagi-
narios políticos de quienes, paradójicamente (insistimos), desbordan
esta noción, resignificándola y pluralizando sus sentidos.
Así pues, y en síntesis, reificadas o desacralizadas sus experien-
cias previas en términos de participación política, los migrantes que
participan en el movimiento de migrantes, así como los “apoyos” o
eurociudadanos entrevistados para este trabajo, conciben la noción
de ciudadanía como un instrumento del “poder”, del “Estado”, de
la “Administración”, de “la clase política”, de los “partidos”, pero
no la piensan per se como mecanismo de exclusión, si bien tampoco
la identifican como un instrumento emancipatorio.
En todo caso, la ciudadanía es, para las voces migrantes, un
horizonte deseable en tanto que otorgue pleno reconocimiento
de subjetividad jurídica y el goce de un repertorio de derechos,
o sería una de las muchas estrategias para conseguir “papeles y
derechos para todas y todos”. Pero no constituye, en la práctica,
una noción con la que sientan representadas sus prácticas políti-
cas concretas, muy a pesar de los académicos, que vemos en esta
discusión como un puente estratégico y central para pensar los
pactos sociales democráticos.

LA CADUCIDAD DEL BINOMIO “NACIONAL-CIUDADANO”,


¿PARA QUÉ DESNATURALIZAR SU INSTITUCIÓN?
Según Seyla Benhabib,56 la noción de ciudadanía atraviesa una cri-
sis de territorialidad en lo contemporáneo. De acuerdo con esta

56. Seyla Benhabib, op. cit.

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filósofa política, la ciudadanía se está resignificando, no sólo ni
principalmente, por el hecho de que existan migraciones interna-
cionales, aunque sí lo hace intensivamente a consecuencia de éstas,
y es por ello que la territorialidad en relación con la ciudadanía
actualmente se redefine y reinventa de manera profunda en cla-
ra contradicción con la noción histórica de soberanía. A pesar de
esta reinvención no hay que perder de vista que la soberanía sirve
como dispositivo legitimador del monopolio de reconocimiento
de la membresía política que el Estado nación ejerce sobre los ciu-
dadanos de un territorio, de manera intensa, a través de las políticas
inmigratorias y de ciudadanía.
Benhabib historiza la territorialidad del binomio “naciona-
lestadocéntrico” en el que la ciudadanía está “atrapada”, recupe-
rando el pensamiento de Hannah Arendt, quien para explicar los
regímenes totalitarios diseccionó las contradicciones inherentes a
la relación entre el universalismo de los derechos humanos y la
soberanía de los gobiernos de los Estados nación. La argumenta-
ción de Arendt ha servido a Benhabib para postular la necesidad
de “desnacionalizar y desestatizar” la soberanía de los pueblos, en
el sentido de comunidades poblacionales, a la hora de definir la
membresía política.
Así, sostiene que esta crisis de territorialidad de la ciudada-
nía sólo podrá resolverse si se desetnifica el debate, partiendo de
rebasar los esquemas que, como consecuencia del binomio nacio-
nalidad/ciudadanía, que rigió en la modernidad, hicieron conce-
bir a los ciudadanos como miembros de comunidades nacionales
cultural y políticamente homogéneas; por ello, de comunidades sin
posibilidad de transformación o de ampliación de la noción del
“nosotros ciudadanos”.
Porque, como explica Liliana Suárez, la ciudadanía es el vín-
culo jurídico de un individuo con un Estado. De esta manera, la
autora advierte: “La pertenencia en esta comunidad [la nacional]

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implicaba la titularidad de los derechos y viceversa. Se suponía una
única pertenencia y un único estatus asociado a la misma, nacio-
nalidad y ciudadanía eran la carta de naturaleza del individuo. La
nacionalidad o se tenía o se adquiría”.57
Anteponer la nacionalidad como condición para la pertenen-
cia es una de las principales oposiciones de las voces migrantes: “En
el Estado español, ciudadano es cualquier persona que está debajo
de unas leyes, ciudadanía son unas leyes que organizan este ám-
bito. Pero tiene límites geográficos y legales, para que seas ciuda-
dano tienes que nacer aquí y ése es el problema, donde comienzan
sus fronteras”.58
Las voces de los migrantes convergen con las de los acadé-
micos que reflexionan sobre las políticas de inmigración y de ciu-
dadanía cuando consideran que el nudo del problema de la crisis
de territorialidad de la ciudadanía es que este vínculo jurídico del
individuo con un Estado contemporáneamente no se corresponde
con las sociedades pluriétnicas y menos con aquellas “sociedades
receptoras de inmigración”.
Como consecuencia de esta consideración, y sobre todo a
partir de pensar la relación entre el hecho migratorio y la ciudada-
nía como lo hace Etienne Balibar,59 diversas voces han insistido en
la necesaria tarea de repensar las nociones de soberanía, identidad,
membresía política y, ante todo, democracia. Y ello porque el con-
cepto de ciudadanía centrado o acotado al territorio no responde a
la complejidad contemporánea de esa práctica en el caso de que se
incluya, además de a la sociedad civil “nativa”, a los sujetos migran-
tes con vínculos transnacionales.

57. Liliana Suárez, “Ciudadanía y migración: ¿un oximorón?”, op. cit., p. 39.
58. tcs.
59. Etienne Balibar, Nosotros ¿ciudadanos de Europa?: las fronteras, el estado, el
pueblo, Madrid, Tecnos, 2003.

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Y es que, a pesar de que ser ciudadano de un Estado nación
es sinónimo de ser persona jurídica, de existir sociojurídicamente,
no todas las sociedades democráticas receptoras de migrantes han
construido protocolos inclusivos para reconocer a los residentes “no
nacionales” en su territorio como miembros de su comunidad polí-
tica, sin que ello quede condicionando a lógica laboral y utilitarista
de la gestión contemporánea de las migraciones.60
Más bien al contrario. Las sociedades “democráticas” en las
que se instalan los migrantes refuerzan la extranjerización perma-
nente de sus nuevos vecinos mediante condiciones de acceso que
los sujetos no nacionales han de cumplir para conseguir progresiva-
mente el derecho a pertenecer a una comunidad política y, con ello,
acceder al repertorio de derechos que reconoce.
Estas condiciones incluyen, entre otras cosas, la intención im-
plícita de que los migrantes suscriban lealtades por una identidad
nacional con raíces coloniales y, además, los mecanismos para leer
la suscripción a dichas lealtades no siempre son homogéneos, sino
que, una vez más, se etnifican los criterios.
Sirva de ejemplo que, en España (como ya se apuntó), exis-
te un acceso diferenciado al estatuto de nacional/ciudadano entre
quienes provienen de América Latina, o de las ex colonias con pa-
trones culturales “similares” impuestos, y de las también ex colonias
pero con identidades de raíz cultural “antagónicas”, según el actual
sistema de lealtades nacionales imaginadas.
Desde nuestra perspectiva, la ciudadanía en España está condi-
cionada a lealtades coloniales que cristalizan en el imaginario social
de la población la idea de la existencia de “inmigrantes buenos” e
“inmigrantes malos”, en sus formas de migrantes asimilables e in-
asimilables, migrantes católicos y migrantes musulmanes, migrantes

60. Si bien cabe destacar los experimentos democráticos de sociedades receptoras


en donde es posible votar por los representantes municipales.

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colonizados y migrantes que, en otro tiempo, “nos invadieron”. A
este respecto, algunos de los jóvenes del movimiento de la ocupa-
ción, los “okupas” entrevistados para este trabajo, sostenían:

También con los moros hay una influencia histórica, porque los moros,
hace no tantos días que fue la Guerra Civil aquí, los primeros que iban
con Franco eran batallones de gente que habían traído de Marruecos
y eran el miedo que tenían los pueblos, que venían los moros e iban a
cuchillazo haciendo barbaridades, la guardia mora de Franco.
Lo de llamarles moros tal vez viene de esa época, bueno y de toda
la época cuando vinieron los árabes para aquí y tal […] Entonces, yo
creo con los moros tenemos también un rollo histórico, pero a la gente
latina, los invadimos nosotros.61

Esta distinción que divide a los migrantes en buenos y malos está


presente en el imaginario social de la población y en él se sostienen
las leyes que establecen un acceso diferenciado a una ciudadanía
plena. Es decir, el racismo social sostiene las políticas instituciona-
les que fijan el acceso diferenciado al derecho de ser ciudadano, al
tiempo que las leyes de extranjería y ciudadanía refuerzan el racis-
mo social al institucionalizar este acceso diferenciado. Y todo ello

61. Entrevista colectiva a jóvenes del movimiento Okupa, Cornellá. Al margen de las
cuestiones que nos ocupan, me parece interesante señalar que en el imaginario
social español están presentes estas “guardias moras” ciertamente sanguinarias
y, sin embargo, no se recuerda el hecho de que el ejército español utilizó armas
químicas contra los rifeños entre 1923 y 1927, que ya los historiadores Sebastián
Balfour (Abrazo mortal. De la Guerra Colonial a La Guerra Civil en España y
Marruecos [1909-1939], Madrid, Península, 2002) y María Rosa de Madariaga
(“¡Que vienen los moros!: Imagen del moro en la memoria colectiva del pueblo
español y retorno del moro tras la Guerra Civil de 1936”, en Historia 16, núm.
319, 2002, pp. 8-36) han explicado, o que, incluso, esté ausente de esa figura
simbólica de los “moros” la comprensión sobre el pasado y el presente colonial
de España contra los territorios ahora marroquíes.

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abona elementos a la actual crisis de territorialidad que experimen-
ta la ciudadanía.
Uno de los funcionarios públicos entrevistados expresa con
toda naturalidad este acceso diferenciado, y en sus palabras se puede
observar lo arraigada que está la esencialización de las identidades
cuando se habla de gestión de la diferencia:

A ver, las condiciones de nacionalidad en España dependen mucho del


país de origen, que tengan o no tengan parientes españoles [la Ley de
Extranjería] es muy generosa con toda la gente que tiene algún parien-
te español. Después de la Guerra Civil había miles de españoles que se
fueron, y ahora sus nietos y bisnietos tienen el derecho de ser españoles
con cierta facilidad, eso ya es muchísima gente. Y luego, en determi-
nados países a través del matrimonio con un español o una española
también es bastante fácil [obtener la nacionalidad].
En otros casos la gente tiene que estar 10 años [todos los migran-
tes no latinoamericanos] para cumplir los requisitos de la nacionalidad
española, y cuando se nacionalizan evidentemente tienen el derecho al
voto como los demás españoles.62

Independientemente de las repercusiones en las relaciones socia-


les que provoque esta dialéctica entre racismo social e institucional,
es evidente que este acceso a la nacionalidad –y con él, a la plena
ciudadanía– diferenciado étnicamente produce discriminación con-
tra los migrantes. En ello inciden todas las voces, tanto las académi-
cas,63 como las institucionales: “En vez de exigirle a los marroquíes
diez años [de estancia legal en España], deberíamos de pedirles como

62. Entrevista con el delegado de Gobierno en Cataluña.


63. Javier de Lucas, “Hacia una ciudadanía europea inclusiva. Su extensión a los
inmigrantes”, en Revista cidob d’Afers Internacionals, núm. 53, Barcelona,
Fundación cidob, 2001, pp. 63-75.

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a los latinoamericanos dos años”.64 Una discriminación que las voces
migrantes describen así:

El término ciudadanía es un término que nos afecta mucho como


inmigrantes […] Porque aquí en Europa en general, o en España, la
ciudadanía es algo que ha creado inmigrantes sin papeles, inmigrantes
con papeles, autóctonos, comunitarios, varios tipos de personas. Algu-
nos tienen plenos derechos, otros no tienen nada. Aquí la ciudadanía
es algo malo, porque nos ligan la ciudadanía a la nacionalidad, eso es
discriminación también entre inmigrantes mismos.
Para ser un ciudadano europeo, en Bélgica no es igual que en
España, aquí en España el camino es muy largo, para tener la nacio-
nalidad, para un inmigrante que ha venido de Marruecos. Por ejem-
plo, para que un marroquí pueda ser ciudadano nacional de Bélgica
le hacen falta sólo tres años. En España necesita esperar diez años. Es
una discriminación.65

De ahí que el motivo central de repensar la ciudadanía como esta-


tuto jurídico tenga que ver con el desafío de conseguir la “integra-
ción política” de los migrantes, es decir, de reformular el contrato
social vigente entre Estado, sociedad civil ya reconocida como ciu-
dadanos y migrantes residentes estables en las ciudades españolas.
Trabajar por el reconocimiento jurídico y social de esta integra-
ción política servirá para completar la apuesta por la “integración
social” de los migrantes ya establecidos como uno de los ejes trans-
versales de cualquier política migratoria en España.
Para radicalizar la ciudadanía como estatuto democrático hay
que transitar de su sustento moderno liberal del soberanismo al
universalismo de los derechos humanos.

64. Voces institucionales.


65. tcs.

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Desvincular los derechos de la ciudadanía significa reconocer el carácter
supraestatal –en los dos sentidos de su doble garantía constitucional e
internacional– y, por tanto, tutelarlos no sólo dentro sino también fuera
y frente a los estados, poniendo fin a ese gran apartheid que excluye de
su disfrute a la gran mayoría del género humano contradiciendo su pro-
clamado universalismo. Significa, en concreto, transformar en derechos
de la persona los dos únicos derechos que han quedado hasta hoy reser-
vados a los ciudadanos: el derecho de residencia y el derecho de circulación en
nuestros privilegiados países.66

Esta voluntad universalista de los derechos ha dado pie a diferentes


propuestas concretas para transformar la ciudadanía. Sin embargo,
toda esta discusión teórica tiene su límite en la noción misma de
ciudadanía en la modernidad y el relato de ficción del que co-
mencé hablando en este texto; no obstante, si bien la ciudadanía
es usada como una herramienta concreta del biopoder para el
disciplinamiento de quienes quieren permanecer en un territorio
concreto y la gobernanza de quienes aspiran a pertenecer a una
comunidad política concreta, la ciudadanía también ha servido a di-
ferentes expresiones de resistencia y desobediencia a los dispositivos
de control, ampliando con ello los derechos de los ciudadanos en
diferentes momentos y territorios históricos.

LOS SUBALTERNISTAS LO DIJERON HACE MÁS DE DOS DÉCADAS


Muchos son los discursos, y sobre todo, las prácticas que han desa-
fiado la idea de nación y la de ciudadanía pero, a pesar de ello, desde
esta perspectiva, los estudiosos de las migraciones humanas segui-
mos partiendo de ambas nociones para interpretar los movimientos

66. Javier de Lucas, “Definir los objetivos. Repolitizar la ciudadanía”, en La política de


lo diverso: ¿producción, reconocimiento o apropiación de lo cultural?, Barcelona,
Fundación cidob, 2008, p. 160.

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de personas y las agencias políticas que involucran, tanto como las
posibilidades de “otras formas de gestión del fenómeno migrato-
rio”. No ocurre lo mismo en las humanidades.
El colectivo de historiadores hindúes que editaron la revista
Estudios Subalternos en la década de 1990 puso en crisis la disciplina
histórica y los esquemas o marcos referenciales con los que se es-
cribe la historia de “los de abajo”. Con sus trabajos demostraron la
colonialidad del saber67 que, incluso entre los teóricos más radicales,
prevaleció para historizar las resistencias al capitalismo contemporá-
neo. Entre las categorías que decolonizaron estos investigadores están
las de ciudadanía, nacionalismo y agencia política de los subalternos.
El nacionalismo lo discuten sobre todo Dipesh Chakrabarty68
(2010) y Ranajit Guha69 (1995, 1997) cuando interpelan a sus maes-
tros, los historiadores marxistas que contribuyeron a construir con
sus relatos “la patria en la escritura” en 1947,70 a imaginar la sobe-
ranía del pueblo indopakistaní recién decolonizado más allá de las
premisas eurocéntricas:

La historiografía subalterna implicaba, necesariamente, una relativa


separación de la historia del poder de cualquier historia universalista
del capital; se constituía como una crítica de la nación como for-
ma y una interrogación a la relación entre el poder y el conocimiento

67. Edgardo Lander, Colonialidad del saber, eurocentrismo y ciencias sociales,


Buenos Aires, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso), 1993.
68. Dipesh Chakrabarty, “Una pequeña historia de los estudios subalternos. Anales
de desclasificación”, Documentos complementarios, disponible en: <http://www.
economia.unam.mx/historiacultural/india_subalternos.pdf>.
69. Ranajit Guha, “Chandra’s Death”, en Subaltern Studies V, Nueva Delhi, Oxford
University Press, 1995, pp, 135-165; Ranajit Guha, Dominance without Hege-
mony, Cambridge, Harvard University Press, 1977.
70. El movimiento de independencia de India, que encabezó Mahatma Gandhi desde
1942, se concretó con la declaración de la India como nación independiente en
agosto de 1947.

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(es decir, del archivo mismo y de la historia como una forma del
conocimiento). En mi opinión, en estas diferencias estaban los inicios
de una nueva manera de teorizar la agenda intelectual de las historias
poscoloniales.71

En esta escuela es amplísimo el debate sobre nación y nacionalis-


mo porque, para los subalternistas, estas categorías heredadas del
discurso moderno eurocéntrico desdibujan la complejidad de “dos
lógicas distintas, irreconciliables, que se entrelazan continuamente:
la lógica de las estructuras de gobierno formal-legal y secular, y la
lógica de las relaciones de dominación directa y de subordinación
que derivan su legitimidad de un conjunto diferente de institucio-
nes y prácticas, incluyendo las del dharma”.72
Para los subalternistas, la idea de nación y la gubernamenta-
lidad que ella implica es una imposición epistemológica y política
de los colonizadores, una manifestación concreta de colonialismo
a través del poder de los discursos con voluntad de verdad.73 Por
eso estos historiadores se plantean la tarea de demostrar las conse-
cuencias históricas de asumir estas formas de organización social
como propias.
Como lo demuestran en sendos trabajos, lo que el nacionalis-
mo ha provocado en el subcontinente indio es lo que Guha74 llama
sociedades que se sostienen de una clase gobernante que detenta
una “dominación sin hegemonía”, una forma de gubernamentali-
dad anclada en la idea de nación que descarta las lógicas de gestión
de lo común en la India (una sociedad de castas) y que usa el dis-

71. Dipesh Chakrabarty, “Una pequeña historia de los estudios subalternos”, op.
cit., p. 31.
72. Ibid, p. 47.
73. Michel Foucault, El orden del discurso, op. cit.
74. Ranajit Guha, Dominance without Hegemony, op. cit.

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positivo jurídico de ciudadanía para decretar quién tiene derecho a
tener derechos y cómo puede ejercerlos.
Más allá del apasionante debate epistemológico que estos
pensadores detonan, en este trabajo se hace eco de la crítica los
subalternistas a la noción de ciudadanía porque demuestran que
este dispositivo de exclusión/inclusión en la modernidad, ordena-
dor del debate sobre la extranjería, es desbordado o desordenado en
la práctica por la realidad en la amplia mayoría del territorio global:

Lo paralegal, a pesar de su estatus ambiguo, no es una condición pato-


lógica de la modernidad tardía: en la mayor parte del mundo es par-
te integral del proceso de construcción histórica de la modernidad. La
comunidad, por su parte, adquiere legitimidad dentro del dominio del
Estado moderno solo a través de la nación. Otras solidaridades que po-
tencialmente puedan entrar en conflicto con la comunidad política de
la nación son percibidas con sospecha”.75

En este sentido me interesa hablar de la ciudadanía que practican


los migrantes, a pesar del racismo social e institucional, un ejercicio
de ciudadanía intensiva que sin importar la carencia de subjetividad
jurídica –los papeles en algunos casos o la ciudadanía por carecer de
la nacionalidad– se organizan para vivir una vida digna en un terri-
torio que los violenta estructuralmente. En la práctica de lo común
y cotidiano los migrantes amplían y desbordan la premisa de quién
tiene derecho a tener derecho y quién a pertenecer a una comu-
nidad política imaginada. Lo que Partha Chartterjee ha propuesto
abordar como “la distinción entre derechos sustentados legalmente
(rights) y derechos adquiridos por el uso continuo (entitlements)”.76

75. Partha Chatterjee, La nación en tiempo heterogéneo y otros estudios subalternos,


Buenos Aires, Siglo xxi/Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso),
2008, p. 154.
76. Ibid., p. 145.

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Así pues, y retomando el desafío de pensar la pertenencia a una
comunidad política más allá del discurso moderno liberal abordado,
propongo transitar en lo que Guha ha llamado “agencia política de
los subalternos”.77 Cuando Guha y Chaterjee estudian la agencia
política de los subalternos, parten de descentrarse del relato moder-
no sobre qué es lo político, en concreto de una perspectiva lineal
de la historia, para entender a los subalternos como actores, como
hablantes que despliegan estrategias de construcción de resistencias
a la norma tradicional y colonial no en clave de discursos ideoló-
gicos eurocéntricos, sino como pequeñas acciones en lo cotidiano
que se expresan, genealógicamente, como estrategias concretas para
construir comunidad.
Por ejemplo, cuando las mujeres de una aldea en plena época
colonial (siglo xix) apoyan clandestinamente el aborto de una viuda
que ejerció su sexualidad después de perder a su marido, pero que
producto de ese ejercicio resulta embarazada, por lo que queda ex-
puesta a ser expulsada y estigmatizada por la comunidad al oponerse
a las normas tradicionales sobre las viudas. Para Guha, en el canónico
texto “La muerte de Chandra”, la solidaridad comunitaria y femeni-
na que se pone en práctica es una forma de agencia política seminal
para las luchas anticoloniales y que, al mismo tiempo, desafían desde
lo femenino el patriarcado fundante de las tradiciones hindúes.
Para Chatterjee, por otro lado, lo político más allá del discur-
so moderno eurocéntrico puede comprenderse reconociendo a los
subalternos como sociedad política que se organiza desde la caren-
cia o incluso la ilegalidad para tener derechos concretos.78
En ambas perspectivas la clave para comprender las desobe-
diencias de los subalternos es que los intérpretes ampliemos la capa-

77. Ranajit Guha, “Chandra’s Death”, op. cit.


78. Partha Chatterjee, La nación en tiempo heterogéneo y otros estudios subalternos,
op. cit.

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cidad de reconocer y analizar las potencialidades de esas resistencias,
aunque nuestros marcos interpretativos no alcancen para compren-
derlas del todo.
Para los migrantes sin papeles y sus familias la ciudadanía es un
término sospechoso, que les recuerda las tierras que los expulsaron o
los territorios espinosos que habitan o que transitaron. Aunque pa-
radójicamente buen número de los colectivos de migrantes acaban
apelando a esta retórica tanto de la ciudadanía como de los derechos
que ampara, englobando sus discursos dentro de la retórica de la
democracia; esto se debe, propongo, a la carencia de otros discursos
con voluntad de verdad que acrediten la pertenencia a una comuni-
dad política y los derechos que eso otorga más allá del nacionalismo
como metarrelato y el universalismo jurídico como retórica.

A MODO DE CONCLUSIÓN
En este capítulo he intentado esbozar las principales líneas argumen-
tativas sobre el debate contemporáneo sobre ciudadanía, pensada
como consecuencia de las migraciones hacia España, que imaginan
estrategias concretas para combatir el racismo social e institucional
del que se sustenta el contrato social vigente en ese territorio cuando
se trata de Otros, migrantes no “comunitarios”, como concreción de
la necropolítica con la que se gestiona el capitalismo contemporáneo.
A lo largo de estas páginas quedó dibujado cómo es que en lo
contemporáneo tenemos ejemplos de pertenencias o membresías
políticas que entienden la ciudadanía como un sistema de inclusión
(hacer vivir) al territorio donde los migrantes han conseguido lle-
gar y en donde han decidido quedarse, permanecer y pertenecer.
Al tiempo que prevalecen los discursos de consagrar a la ciudadanía
como un sistema de exclusión (dejar morir) mediante el cual pue-
da asegurarse la explotación y segregación racista, sexista, machista,
clasista y eurocéntrica de todos los sujetos “desechables” o aquellos
de los que el capitalismo se sostiene para existir.

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A pesar de la densidad de las argumentaciones, lo mismo que
la lógica en clave doméstica en la que se construye este debate,
que puede hacer al lector perder el hilo del detalle de una u otra
normativa, mi intención es compartir un espejo del otro lado del
Atlántico, desde las entrañas mismas de los territorios metropoli-
tanos que hoy, además de los europeos, también habitan latinoa-
mericanos, africanos, asiáticos, poniendo en jaque con su presencia
y su acción política las “democracias occidentales avanzadas” y sus
construcciones narrativas sobre las promesas de la modernidad ilus-
trada y el universalismo que usa como doctrina/dogma. Es más,
estos migrantes no sólo ponen en jaque dichas narrativas sino que
con sus acciones políticas abonan a la construcción de la democra-
cia occidental, aunque dichas prácticas políticas sean fagocitadas por
los mismos centros coloniales sin reconocer el origen de las mismas.
Es decir, la democracia occidental se ha nutrido, se nutre de las
prácticas políticas y la cosmovisión de los sujetos poscoloniales que
habitan esas tierras.
Espero que las claves, pistas, ideas, prácticas retratadas en estas
páginas sirvan para enlazar los debates que apuestan por que la ciu-
dadanía moderno/liberal se radicalice, se amplíe y se desborde de
los márgenes excluyentes que la instituyen, porque así habremos
tejido preocupaciones de quienes piensan en estos desbordamien-
tos desde los territorios que expulsan y desde los territorios que
reciben o son el tránsito de migrantes.
Se trata pues de una modesta apuesta por discernir cómo un
instrumento concreto del biopoder, el derecho a pertenecer a una
comunidad política o la membresía que instituye la ciudadanía, que
se inscribe en los cuerpos de los sujetos a través de ejercicios con-
cretos de disciplinamiento que aseguran el control de las poblacio-
nes para fines concretos al capitalismo, es usado por movimientos
de migrantes para poner en jaque la necropolítica y apostar por un
desbordamiento de los contratos sociales vigentes en las metrópolis,

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radicalizar el derecho a permanecer en un territorio, no desde la
lógica de corporeización de la disciplina para pertenecer “siendo
productivo”, sino desde la resistencia de “ser parte” desafiando a las
sociedades receptoras a reimaginarse un “nosotros” no basado en el
utilitarismo del capitalismo moderno.
Así pues, al ejercicio de exclusión (dejar morir) que instituye
la ciudadanía moderno liberal, los migrantes oponen ejercicios de
resistencia corporeizando su ser ciudadanos de manera tan intensiva
que empiezan a desbordar los márgenes que hasta ahora ha circuns-
crito dicho dispositivo al universalismo nacionalestadocéntrico. Está
por verse el resultado de esta experiencia histórica, de momento
sirvan estas páginas y las voces contenidas en ella para aportar pistas
sobre nuevos modelos de ciudadanía incluyentes y pluriversales.

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Biopolítica y migración. El eslabón perdido de la globalización
se terminó de imprimir en diciembre de 2015 en los
talleres de Offset Rebosán, ubicados en Acueducto
115, col. Huipulco, del. Tlalpan, México, D. F. El
cuidado de la edición estuvo a cargo de Ediciones
Acapulco; la corrección de estilo, de Vanessa López
y Luis Carlos Sánchez Vera; la formación de Luis
Bermejillo. El tiraje fue de 1000 ejemplares.

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