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Filosofía Desde El Horizonte de La Praxis
Filosofía Desde El Horizonte de La Praxis
Desde la Inteligencia Sentiente (X. Zubiri) a las Estructuras de la praxis (A. González)
Resumen
Este artículo tiene como propósito introducir a la lectura del texto filosófico de Antonio
González, las Estructuras de la praxis. Ensayo de filosofía primera. Dicha introducción
implica una presentación sistemática de la noción de filosofía desde el horizonte de la
praxis. Esta noción se configura desde le pensamiento filosófico de Xavier Zubiri, desde la
recepción que Ignacio Ellacuría hace de éste y desde la recepción crítica que González hace
de ambos autores. Este artículo explicita detalladamente cómo se definen, se desarrollan y
configuran los conceptos de filosofía, horizonte y praxis de tal modo que —a través del
itinerario intelectual de A. González — culminan en un original, interesante y sugerente
proyecto de filosofía primera, concebido éste como praxeología trascendental.
Abstract
The purpose of this article is to offer an introductory reading of the philosophical text of
Antonio González, the Estructuras de la praxis. Ensayo de filosofía primera. This
introduction implies a systematic presentation of the notion of philosophy from the horizon
of praxis. This notion has its roots in the philosophical thought of Xavier Zubiri, the
reception of the former in Ignacio Ellacuría and the critical reception of both authors by
González. This article specifies in detail how the concepts of philosophy, horizon and
praxis are defined, developed and configured in the intellectual itinerary of A. González,
which culminates in an original, interesting and suggestive project for a primary philosophy
that is conceived as transcendental praxiology.
Introducción
1
Para favorecer una aproximación adecuada al pensamiento de A. González hemos
considerado indispensable introducirlo desde una presentación sistemática del concepto de
“praxis” que lo articula. Se trata de una filosofía primera de la acción que se constituye
“desde el horizonte de la praxis”. Por tanto, los apartados primero y segundo tendrán por
objetivo precisar qué entiende González (con Zubiri) por “horizonte del filosofar” y por
“praxis”. El apartado tercero consistirá en mostrar cómo desde la inteligencia sentiente de
X. Zubiri, concebida como filosofía primera de la acción, González marcha
inexorablemente hacia las estructuras de la praxis humana. En el último aportado veremos
por qué el esbozo sistemático que presenta González de las estructuras de la praxis humana
puede ser concebido como una praxeología trascendental. A través de este itinerario
filosófico pretendemos mostrar, sistemáticamente, cómo nace una filosofía primera de la
acción que tiene la peculiaridad de configurarse desde un radicalmente nuevo horizonte
filosófico, a saber, el de la praxis.
Para una adecuada comprensión de lo que entendemos por “horizonte del filosofar” 1
recurriremos a las definiciones y precisiones que realiza Xaxier Zubiri sobre esta
fundamental noción. Para Zubiri, la noción de horizonte emerge en el contexto de la
explicación sobre el concepto de “el problematismo filosófico en cuanto tal”. Dicho
problematismo surge a partir de la familiaridad y extrañeza con la que el hombre se
enfrenta a las cosas. A partir de la familiaridad con las cosas surge un campo visual
delimitado por las cosas que se ven, es decir, la familiaridad con las cosas engendra un
horizonte de nuestra visión, que delimita tanto a la cosa como a nuestra visión de ellas. “El
horizonte de mi visión no es independiente de las cosas. Nace con ellas en mi visión de
ellas”2. Ahora bien, cabe precisar en qué consiste este carácter delimitador de este
horizonte. Según Zubiri,
El horizonte delimita por su interna cualidad y estructura propia. Por eso, su significación no
estriba en este momento negativo de delimitación, sino en su dimensión positiva.
Precisamente porque delimita por su interna cualidad permite ver los que está dentro de él.
(…) Porque tenemos este horizonte, podemos ir a las cosas, buscarlas; gracias a él, pueden
éstas entrar en nuestro horizonte, y sólo entonces quedan aquéllas entendidas. Sin él no habría
un “donde”, donde los objetos pudieran entrar y estar alojados 3.
Es este horizonte delimitador lo que hace posible que las cosas tengan un sentido; en
él adquieren sentido, a un tiempo, las cosas y el hombre. Esta particular noción zubiriana de
horizonte posee un dinamismo estructural tal que nos permite tanto develar lo que las cosa
1
Cf. X., Zubiri. Sobre el problema de la filosofía. Fundación Xavier Zubiri, Madrid, 1996, 9 ss.; Los
problemas fundamentales de la metafísica occidental. Alianza/Fundación Xavier Zubiri, Madrid, 1994, 34-35;
43-44; 77-78; 118; 248-249; Naturaleza historia y Dios. Alianza/Fundación Xavier Zubiri, Madrid, 101994,
55; 116; 119; 193; 197; 203.
2
Cf. X. Zubiri, Sobre el problema de la filosofía. Fundación Xavier Zubiri, Madrid, 1996, 12.
3
Idem., 13.
2
son como ocultar, encubrir y observar con extrañeza aquellas cosas que caen fuera de este
horizonte visual.
Lo oculto, lo encubierto, en cuanto tal, sólo es posible dentro de un campo visual, y sólo
entonces puede el hombre proponerse “verlo bien”, al descubierto, cara a cara. La
delimitación, justamente porque delimita, encubre, y porque encubre, puede hacer descubrir,
esto es, llegar a la verdad, a la ήSólo entonces puede el objeto presentarse como
“nuevo”, como “difícilmente” compatible con los demás, como “contradictorio” consigo
mismo: es la contradicción que hay en verlo sin verlo; en verlo cubierto por los demás: Así es
posible el “problema”; así es posible que algo sea problema para una época 4.
Cada cosa adquiere su ser por el lugar que ocupa en el Universo. Su modo de ser es su modo
de estar en él. No son, pues, como se ha dicho, dos problemas de la filosofía: la pregunta
acerca del ser y la pregunta acerca del todo. No constituyen sino un mismo tema: la visión
teórica, que arranca de la radical extrañeza del hombre ante las cosas, del
άrevelador de la totalidad. La unidad de ambos problemas es la unidad de la
ί6
Por tanto, la filosofía no tiene un problema, sino que ella misma es un problema
porque es teoría. O de otro modo, precisa Zubiri, “las demás ciencias tienen dificultades. La
filosofía no tiene dificultades: es la dificultad misma de existir teóricamente entre las cosas.
Por eso, en todo problema filosófico es problema el filósofo, el hombre mismo” 7. Esto
imprime a la filosofía una especial dificultad que consiste en permanecer en esa potencia o
fuerza interna que nos permite habituarnos a mirar las cosas mirando a la vez al horizonte
total del todo. Ahora bien, como este horizonte se constituye “a partir de” o “como un
modo de” estar entre las cosas, sucede que hay tantos modos de filosofía como modos de
estar entre las cosas. Por tanto, “para entender una filosofía hay que descubrir su horizonte,
4
Idem., 13-14.
5
Idem., 17.
6
Idem., 21.
7
Idem., 22.
3
colocarse en él y ver las cosas ‘dentro’ de él. Lo demás sería verlas desde fuera. Por tanto,
falsa y formalmente”8.
Es a partir de estas consideraciones que Zubiri pasa a determinar cuál sea el horizonte
de la filosofía europea; la cual en lo principal se origina desde “el horizonte de la filosofía
griega o del movimiento”, continúa su desarrollo a través de lo que Zubiri denomina como
“el horizonte de la filosofía occidental u horizonte de la creación y nihilidad” y culminaría
en un tercer horizonte de “la temporalidad”, el cual posteriormente será concebido como “el
horizonte de la inteligencia sentiente”9. No está dentro de los objetivos de este artículo
exponer en qué consiste cada uno de estos horizontes, sino la necesidad de mostrar la
etiología del concepto de horizonte, lo cual nos permite precisar en qué sentido podemos
hablar, hoy día, de una filosofía desde “el horizonte de la praxis”. Sin embargo, antes de
concluir con este apartado cabe precisar que el texto (“Sobre el problema de la filosofía”)
desde el cual hemos tomado el concepto de horizonte aquí expuesto, fue publicado por
primera vez en la Revista de Occidente el año 1933. Posteriormente en 1969 Zubiri dicta el
curso titulado “Los problemas fundamentales de la metafísica occidental” donde
nuevamente se sistematiza esta importante noción. En este curso Zubiri vuelve a insistir en
que el problema fundamental de la filosofía griega fue el del devenir o el del movimiento.
Posteriormente, la filosofía cambia de horizonte, es decir, cambia la pregunta fundamental
de “por qué cambian las cosas” por la de “por qué hay cosas”. El nuevo horizonte
metafísico es ahora, el de la nihilidad, o de la contingencia y no el del devenir. En este
horizonte se circunscribe la filosofía que va desde San Agustín hasta Hegel. Por último,
propone como alternativa un nuevo tercer horizonte del filosofar, distinto de los dos
anteriores, a saber: aquel basado en la descripción de la “inteligencia sentiente”. Para
Zubiri, sólo desde este lugar, es posible fundamentar un horizonte metafísico
auténticamente genuino. Este nuevo horizonte es por ello estrictamente posmoderno y
contemporáneo. Ahora bien, será esta noción de tercer horizonte del filosofar, lo que A.
González va a reconceptualizar a partir de una radicalización del programa filosófico de
Ignacio Ellacuría hacia una filosofía de la liberación. Dicha radicalización filosófica va a
culminar en un ensayo de filosofía primera titulado Estructuras de la praxis (1997). En este
texto se presenta una exposición sistemática de una praxeología trascendental que nos
permitirá concebir a este tercer horizonte filosófico como la constitución de una filosofía
primera de la acción desde el horizonte de la praxis.
Para llevar a cabo el programa y objetivo de este artículo, iniciamos este nuevo
apartado exponiendo la recepción que realiza A. González de la noción zubiriana de
horizonte en su artículo “El hombre en el horizonte de la praxis” (1987).
Los dos últimos siglos han conocido como nunca lo habían hecho los siglos anteriores
repetidos e insistentes anuncios de la "muerte de la filosofía". Especialmente después de
8
Idem., 23.
9
Cf. Diego Gracia, “Comentario” en: Idem., 86.
4
Hegel, la filosofía ha vuelto los ojos hacia su propio problematismo, descubriendo en muy
distintos aspectos que lo que ella consideraba sus legítimas pretensiones era en realidad el
resultado de un cúmulo de presupuestos que se derrumba ante el examen de los críticos 10.
Ahora bien, dicha crisis no debe ser vista necesariamente como algo negativo, sino
más bien, como la oportunidad para realizar una revisión crítica, en profundidad, de los
presupuestos incuestionados con los que la filosofía ha venido trabajando hasta llegar a
aporías francamente insolubles. Es en el contexto de esta revisión que emerge en A.
González el concepto de “horizonte filosófico” u “horizonte del filosofar”. Por tanto, la
revisión señalada no trata sólo del enfrentamiento “con ésta o aquella tesis filosófica, sino
más bien con el horizonte mismo en el que se han planteado los problemas y en el que se
han pensado las soluciones”11. Ahora bien, corresponde preguntarnos cuál es el carácter de
este enfrentamiento y, precisar cuál es el contenido de este concepto de horizonte.
Nadie inicia la tarea de filosofar fuera de unos modos concretos de plantear los problemas que
ha recibido de la tradición. Son todo lo que constituye los presupuestos de un pensamiento,
los cuales no resultan visibles hasta que ese mismo horizonte no se ha hecho problemático 12.
5
horizonte del filosofar, de determinar de qué modo el hombre es un animal práxico, el cual
desde la radical unidad entre sentir e inteligir, desde al irreductibilidad de la alteridad en el
sentir humano y desde su sensibilidad radicalmente activa, configura su vida como realidad,
social y ética. Corresponde ahora explicar detenidamente estas afirmaciones.
2.1. Praxis
Esta imbricación íntima entre el hombre y la realidad que hemos señalado como marco del
pensamiento contemporáneo es lo que se expresa en la fórmula zubiriana de la ‘impresión de
realidad’. No se trata primeramente de una fórmula que define una epistemoligía, una
antropología o una metafísica, sino el horizonte mismo en el cual se constituye toda
interrogación filosófica. Y es que, en definitiva, “es imposible una prioridad intrínseca del
saber sobre la realidad ni de la realidad sobre el saber” 18.
6
2.2. La intrínseca socialidad humana
El problema de la versión a los otros es ante todo, un problema de versión real y física, no
meramente vivencial ni intencional. Y esto, no por una dialéctica abstracta, sino por una
constatación. Esta versión real y física ‘no la borrará ningún artilugio del planeta, por muchas
reducciones fenomenológicas que quieran hacerse’ (SH, 234). La socialidad, antes de ser un
fenómeno consciente, es algo ya incrustado en las estructuras más radicales del hombre 23.
21
Cf. LÓPEZ Barrientos, Mario. La crítica de Antonio González a la filosofía de Xavier Zubiri. Una
Inroducción a la praxeología. [en línea] Tesis (Licenciatura en Filosofía) [fecha de consulta: 20 de julio de
2005]. San Salvador, Universidad José Simeón Cañas, 2002 (Disponible en:
<http://www.uca.edu.sv/interna/finv.htm>), 27; A. González. “Aproximación a la obra filosófica de Ignacio
Ellacuría”, ECA 505-506 (1990), 979-989.
22
A. González, El hombre en el horizonte… op. cit., 16.
23
Idem., 13.
7
Por tanto, la versión de unos hombres a otros no parte de una fenomenología de la
alteridad, sino, más bien, de la propia biología humana. A partir de estas consideraciones, es
posible afirmar que el mundo humano no es el producto de una construcción idealística en
la conciencia, sino que está socialmente construido por los animales humanos en sus
distintos intentos y modos de apropiárselos. Por tanto, es la actividad humana la que va a
determinar cómo las cosas reales entran a formar parte de la sociedad 24. También es posible
observar que “la alteridad no consiste en un encuentro con otros egos análogos al mío,
como pretenden los planteamientos fenomenológicos, sino que, por el contrario, son los
otros los que imprimen en mí la humanidad, sólo por ellos mi actividad sentiente cobra
carácter humano”25. Lo que quiere subrayar González con estas afirmaciones, es que
cuando concebimos lo humano desde el horizonte filosófico de la praxis, no es posible
pensarlo, primaria y constitutivamente, como una realidad individual, sino que ésta debe ser
concebida como emergiendo de su intrínseca realidad social. Por ello es posible afirmar que
“el hombre es persona individual no por mera diferencia con otras personas, sino por su
diversidad en el interior de la especie y dentro de una determinación social de la propia
individualidad. La especie humana es el vector de toda individuación” 26. Por tanto, el
carácter específico del hombre, inscrito en su animalidad, es el punto de partida para la
consideración de su socialidad. Surge de este modo, la necesidad de explicar de esta versión
sentiente del hombre a los demás de su especie y su originalidad respecto de otros modos
animales de socialidad. Sin embargo, para el objetivo de este artículo, nos basta con
subrayar el hecho de que “toda consideración sobre la construcción humana de la sociedad
basada en la tipificación cognitiva de su actividad, con todo lo importante que sea, llega
demasiado tarde respecto al fundamento biológico de esta versión, que es primariamente
física y no intencional: es la incrustación de los demás ab initio en mi actividad
sentiente”27. Por ello, cuando pensamos la socialidad humana desde el horizonte filosófico
de la praxis, es necesario concluir que: “por mucho que pueda tener uno de sus objetivos
biológicos en la colaboración en orden a la supervivencia, es algo más radical y previo a
toda colaboración: es articulación colectiva de la actividad sentiente del animal humano”28.
Las tres intuiciones fundamentales que permiten comprender la génesis del proyecto
filosófico de A. González, quedan configurados en su artículo. “Notas sobre la alteridad en
Feuerbach” (1993). Se trata de la unidad entre sentir e inteligir, el carácter activo del sentir,
y la alteridad irreductible constitutiva del mismo sentir. Para A. González, Feuerbach es el
primer filósofo contemporáneo que intenta superar la “metafísica de la subjetividad” en
nombre de la filosofía de la alteridad. La crítica de Feuerbach a Hagel reside en el hecho de
haber comenzado su filosofar desde el Absoluto, es decir desde la unidad o identidad de
sujeto y objeto, pasando por alto el fundamental papel del sentir en el proceso intelectivo.
24
Cf. Idem., 18; X. Zubiri, Sobre el hombre. Alianza / Fundación X. Zubiri, Madrid, 1998, 231.
25
Ibid.
26
Loc. cit.
27
Idem., 17.
28
Idem., 23.
8
De este modo se entiende que el planteamiento hegeliano desemboque fácilmente en un
idealismo absoluto. Por tanto, “la supuesta ‘falta de supuestos’ de Hegel, con su comienzo
en el Absoluto no es tal: es un comienzo en el pensamiento que prescinde de la relación de
éste con el sentir”29. En cambio, el punto de partida del quehacer filosófico para Feuerbach
reside en la inmediatez de lo sensible, la cual no es identidad, como pensó la filosofía
idealista, sino alteridad (contradicción irreductible, diferencia). Desde esta consideración,
“en el sentir aparece justamente ese punto de intersección que es al mismo tiempo sujeto y
objeto, porque, propiamente, no es ni lo uno ni lo otro, sino su unidad radical, su origen y al
mismo tiempo su diferencia insuperable”30. Sin embargo, A. González, al igual que Marx,
critica a Feuerbach el haber resbalado sobre el “carácter activo” del sentir humano.
“Feuerbach ha tematizado la constitutiva unidad entre sentir e inteligir, pero le ha faltado
pensar el carácter constitutivamente activo no sólo del entendimiento (esto lo sabe toda la
filosofía hasta Hegel), sino también de los sentidos”31.
También, González repara en las insuficiencias de las tesis de Marx quien, si bien es
cierto, ha explicitado el carácter activo del sentir, ha resbalado sobre su unidad con la
intelección. Este déficit teórico permite más tarde al “marxismo oficial convertir el
dinamismo del sentir en un mero momento del universal desarrollo dialéctico de la materia,
olvidando su constitutiva apertura y, por tanto, su irredutibilidad a las leyes del universo
natural”32. Nos encontramos, por tanto, ante un reduccionismo dogmático que opone a las
abstracciones de una metafísica idealista, otra no menos problemática de corte materialista.
Para González tanto la unidad entre inteligir y sentir como el carácter activo del sentir
humano están más atinadamente desarrollados por Nietzsche. Sin embargo, a este último le
faltó haber recogido temáticamente la tesis de Feuerbach sobre la constitutiva alteridad del
sentir, esto le lleva a que todas sus tesis antimetafíscas desemboquen en una “antropología
del individuo”, que se opone tenazmente a todo pensamiento ontoteológico, pero que
desde la cual es casi imposible pensar la radical socialidad de la acción humana.
González concluye este artículo afirmando que: “la unidad constitutiva y radical
entre sentir e inteligir, la alteridad insuperable del sentir y, finalmente, su carácter activo
sería el ámbito previo y radical de la constitución de la realidad, la inteligencia y la
socialidad como tres dimensiones esenciales de un hecho radical e irreductible: el sentir
intelectivo”33. Con esta tesis quedan configuradas las tres intuiciones indispensables del
proyecto de fundamentación filosófica de A. González. O, de otro modo, en este texto de
1993 encontramos esbozadas las intuiciones filosóficas que configuran al “horizonte de la
praxis” como el ámbito propio y radical de una “filosofía del futuro”.
29
GONZALEZ, A. Notas sobre la alteridad en Feuerbach, Pensamiento. Revista de Investigación e
Información Filosófica, 193: 117-130, UPCO Madrid 1993, 119.
30
Idem., 125.
31
Idem., 129-130.
32
Idem., 130.
33
Loc. cit.
9
Otro texto donde aparece explicitado este esbozo filosófico es “El significado
filosófico de la teología de la liberación” también de 1993. En este lugar se precisa que: “la
primacía del sentir por la alteridad irreductible que supone, su carácter activo y su unidad
con el inteligir, son las tres tesis filosóficas que comúnmente aparecen integradas en el
concepto de praxis”34. Acto seguido se explicita la radical ruptura con la prioridad
metafísica del sujeto, ruptura que es inherente a este concepto de praxis. De este modo, la
actividad humana no tendría como fundamento radical ni a una sustancia, ni a un sujeto.
Pues ahora es la “actividad humana” (praxis) la que se pone como fundamento para
comprender lo que se entiende por sujeto o por sustancia. Ahora bien, este concepto de
praxis que emerge desde los desarrollos teóricos de Marx, Feuerbach y Nietzsche, supone
también una aguda crítica al logos indoeuropeo, el cual está fundado en una concepción de
la inteligencia que está escindida del sentir humano, es decir, trata al sentir humano como
un factum bruto, desde el cual la inteligencia toma una materia prima pasiva, para desde
ella realizar sus conceptualizaciones. Por tanto, esta nueva y radical configuración
filosófica del concepto de praxis va a permitir a González plantear nuevos y graves desafíos
teóricos para el estudio y sistematización de los temas sociales, políticos, éticos y
teológicos. En el próximo apartado intentaremos precisar más este concepto de praxis,
observando detalladamente el rostro que éste adquiere a partir de la asunción crítica que
realiza González de la Intelegincia Sentiente de X. Zubiri.
3. Desde la inteligencia sentiente como filosofía de la acción hacia las estructuras de la
praxis
10
sociales pretenden explicar”36. Esto lleva a González, necesariamente, a una previa
clarificación de qué es esta aprehensión donde se actualizan los hechos, y cuáles son las
condiciones y alcances epistemológicos del análisis de hechos señalado. Para finalizar este
apartado se responderá a la interrogante de por qué a partir de dicho análisis es posible
configurar una filosofía primera de la acción o de la praxis.
El escándalo consiste en que la ciencia ha declarado que las llamadas cualidades sensibles
(…) son “impresiones subjetivas”, carentes de realidad.
[Ahora bien], (…) si las cualidades sensibles no son reales, sino “subjetivas”, de nada sirve
hablar de una causación de ellas por las cosas reales (por ejemplo, por las ondas
electromagnéticas), porque si lo percibido es subjetivo, toda causación caerá en el vacío 37.
Para Zubiri, sin embargo, la ciencia parte de la realidad de las cualidades sensibles en
la aprehensión, y su actividad propia consiste en una marcha hacia el fundamento de estas
cualidades más allá de la aprehensión38. Y esto no constituye un salto desde un orden de
realidad hacia otro radicalmente distinto, sino, por el contrario, se trata de una
profundización en la realidad misma de lo aprehendido 39. Dicha profundización es la tarea
propia de la razón a través de la actividad teórica, “construyendo distintos esbozos sobre lo
que las cosas reales podrían ser allende el campo de aprehensión” 40. Se trata de
construcciones racionales siempre provisionales y que eventualmente pueden ser insertas
satisfactoriamente en el campo de realidad (“cumplimiento de un esbozo”). Sin embargo,
según Zubiri, no es posible verificar que la razón aducida o el esbozo construido sea la
única y verdadera razón41. Por tanto, desde esta perspectiva, en la teoría científica la
estructura misma de la verificación resultaría ser histórica, puesto que toda historicidad
consiste formalmente en la realización de las posibilidades esbozadas por la razón. Ahora
bien, cuando un esbozo racional (teoría) se cumple o es verdadero, entonces es posible
insertar dicho esbozo en el campo de realidad ampliándolo. A partir de estas ampliaciones
racionales del campo de realidad es posible establecer que la esencia es un sistema de notas
siempre provisional42. Grosso modo estas son las características de aquella actividad
racional que Zubiri denomina teoría y que es propia de la ciencia. O, de otro modo, la
ciencia sólo es posible desde la marcha de la razón que tiene que ir más allá de la
36
Idem., 162; 154.
37
Idem., 151; cf. X. Zubiri, Inteligencia y Realidad. Op. cit., 171-188.
38
“Lo decisivo, por tanto, es sostener que las cualidades sensibles tienen realidad en la aprehensión, y que
esta realidad no es numéricamente distinta de la el cosmos. De lo contrario, la ciencia sería un mero sistema
de conceptos, pero no n verdadero conocimiento de lo real” (Idem., 153; cf. X. Zubiri, Inteligencia y
Realidad, op. cit. 187).
39
Cf. Idem., 152.
40
Idem., 161; X. Zubiri, IRA 217-222.
41
Cf. loc. cit.; X. Zubiri, IRA 273.
42
Cf. X. Zubiri, IRA. 56, 59, 117.
11
aprehensión hacia el mundo43. El análisis, en cambio, es para Zubiri una actividad
intelectiva de otro orden, distinta de la teoría, estrictamente el análisis es un modo de
intelección que es propio del logos y no de la razón. Observemos, por tanto ahora, cómo las
nociones de análisis y logos se articulan sistemáticamente.
Antes de entrar en materia, cabe aclarar que es en el contexto de esta articulación que
González precisa cuál debe ser el papel crítico del quehacer filosófico. A saber, que la
filosofía ejerce su función crítica en la medida en que analiza lo actualizado en la
aprehensión primordial de realidad, porque las realidades actualizadas en la aprehensión
son “el fundamento de todo saber”44, y constituyen el punto de partida de la marcha
racional de las ciencias45. Por tanto, la tarea de la filosofía consistirá en depurar
filosóficamente el punto de partida de las ciencias respecto a presupuestos filosóficos que
pueden resultar perjudiciales para ellas mismas46. Ahora bien, el modo o el método a través
del cual la filosofía cumple con este capital cometido consiste en la articulación
sistemática entre análisis y logos que a continuación presentamos.
El método de trabajo necesario para una crítica filosófica tan radical como la
planteada por Zubiri es el “análisis de hecho”, análisis que Zubiri contrapone a los
“razonamientos conceptuales”. Para clarificar cómo opera esta dimensión crítica del
quehacer filosófico, González, siguiendo a Zubiri, define exhaustivamente qué es “hecho”,
que es “teoría” y en qué se diferencia ésta del “análisis”. Para nuestro objetivo de
comprender por qué la metodología de “análisis de hecho” nos pone en la antesala de una
filosofía primera de la praxis humana, nos basta con presentar brevemente la estructura de
este método.
12
Este análisis preliminar es función intelectiva del logos, el cual “consiste justamente
en la intelección de unas cosas reales desde otras en el campo de realidad y sin salirse de
él”49. Es decir, en la aprehensión primordial de realidad, las cosas quedan actualizadas en
un campo de realidad o, de otro modo, se trata de la aprehensión de la cosa campalmente
inteligida. Dicha intelección realiza una afirmación de lo que la cosa es, adscribiéndola a
unos ciertas ideas (preceptos, fictos y conceptos) que la determinan, como “lápiz, mesa,
rojo, blando, etc.” Por tanto, la cosa primordialmente aprehendida meramente como
realidad es reactualizada en el logos sentiente, el cual en el campo de realidad afirma su
aparecer o su identidad a través de una idea50. Antes de la aparición de la cosa como tal ésta
se actualiza como una mera constelación de notas. La cosa actualizada en la aprehensión
primordial es la que constituye el hecho sobre el que recae el análisis.
En el logos, el error no es refutación de un esbozo de lo que las cosas reales podrían ser
allende la aprehensión, sino simplemente una desviación respecto al acontecer de la
coincidencia entre la cosa real y las ideas desde las que quiero inteligir (…). Sin salir del
campo de la aprehensión, es posible corregir el error mediante ideas más conformes a la cosa
real. Así se consigue gradual aproximación en la conformidad 53.
De este modo, el logos nos ofrece una evidencia, la cual siempre se manifiesta como
un momento dual, “derivado de la verdad real propia de la aprehensión primordial” 54. Con
este procedimiento, Zubiri no pretende alcanzar verdades apodícticas sino solamente
extraer de la realidad “algunas pobres esquirlas de su intrínseca inteligibilidad” 55. Dichas
49
Idem., 162.
50
Cf. Idem., 156; X. Zubiri, IL, 45, 107.
51
Loc. cit.
52
Idem., 163.
53
Idem., 164; cf. X. Zubiri, IL, 319 ss.
54
Idem., 166; cf. X. Zubiri, IL, 221 ss.
55
X. Zubiri, Inteligencia y Realidad, op. cit., 15.
13
esquirlas emergen a partir de la utilización de una pluralidad de conceptos de diversa índole
y origen, los cuales deben satisfacer sólo las condiciones de ser conforme a los hechos que
se quiere aclarar y que sean comprensibles para el interlocutor.
3.3. Filosofía primera de la acción o de la praxis
Es en un texto de 1995 donde González precisa, siguiendo a Zubiri, cuál es el hecho
primordial que debe ser analizado para desde él configurar una filosofía primera de la
intelección y de la realidad humana:
Para Zubiri la imbricación entre hombre y mundo que ha de definir el tercer horizonte del
filosofar se juega justamente en el sentir. A la filosofía clásica la sensibilidad no le ha
interesado porque la ha entendido como equivalente a la sensibilidad animal, mientras que
sería en el logos o en la conciencia donde aparecería el momento verdaderamente diferencial
de lo humano. Zubiri, en cambio, sostiene que el sentir ya es formalmente intelectivo. De este
modo, el punto de partida radical del filosofar no hay que situarlo ni en el sujeto sapiente ni
en las sustancias del universo, sino en ese acto originario que Zubiri denomina la aprehensión
primordial de realidad. Este acto primigenio he irreductible es desde donde hay que partir,
tanto para tematizar qué es la realidad como para elaborar una teoría de la intelección 60.
56
Cf. A. González, Un solo mundo, op. cit., 166; X. Zubiri, Inteligencia y Realidad, op. cit., 26.
57
Cf., A. González, Idem., 167.
58
Cf. Idem., 154-155.
59
Cf. X. Zubiri, Inteligencia y Realidad, op. cit., 202.
60
A. González, “Dios y la realidad del mal en Zubiri”, en D. Gracia (ed.), Del sentido a la realidad. Estudios
sobre la filosofía de Zubiri, Madrid, 1995, 186.
14
González, al igual que Zubiri, precisa que la filosofía clásica no ha realizado un
análisis del acto de aprehensión. Es decir, se ha elaborado una metafísica de la inteligencia,
en la tradición filosófica occidental, pero no así un estricto análisis de hechos intelectivos.
Cabe aclarar que dicho análisis presupone “la congenereidad entre inteligencia y realidad, y
no una teoría sobre los fundamentos antropológicos de la inteligencia” 61. La raíz donde se
sitúa esa congenereidad es el acto unitario que Zubiri llama “aprehensión primordial de
realidad”. Por tanto, es el análisis sistemático de esta congenereidad en el acto de
“aprehensión primordial de realidad” lo que configura a esta investigación como una
filosofía primera de la acción62. En otras palabras, lo que la investigación de González
pretende es “realizar, antes de todo análisis de los hechos actualizados en la aprehensión, un
análisis de la aprehensión de realidad en sí misma” 63. Para de este modo poder establecer,
qué en esta aprehensión primordial es propiamente un hecho y qué son presupuestos
ilegítimos o no debidamente justificados. Se trata por tanto de un análisis sistemático del
acto de aprehensión en sí mismo. Es decir, una filosofía primera que pretende analizar la
congenereidad entre inteligencia y realidad no puede partir del análisis de los actos
humanos como perteneciendo propiamente a unas ciertas facultades o a una cierta realidad
substancial denominada sujeto o conciencia 64. Su punto de partida es, justamente, ese acto
intelectivo donde las cosas reales están presentes: es la aprehensión primordial de
realidad65. Ahora bien, dicho análisis debe consistir, en primer lugar, en
tomar la aprehensión de realidad y someterla a un análisis de hechos… Pues bien, el análisis
de la aprehensión de realidad en sí misma es cometido de lo que podemos denominar, en
primera aproximación, “filosofía primera”66.
Por tanto, la filosofía primera sólo es posible como análisis. Y este análisis se centra
en un momento unitario denominado ‘aprehensión primordial de realidad’, donde la
‘realidad’ resulta ser un momento intrínseco del acto de aprehensión67.
Para comprender cabalmente si esta aprehensión de realidad es realmente un hecho, es
necesario clarificar que, para Zubiri, el estrato más aprehensible de un viviente son sus
61
Idem., 177.
62
“La filosofía primera es análisis de la congenereidad entre inteligencia y realidad tal como se da en el acto
de aprehensión. Y este acto de aprehensión es, como sabemos, un momento integrante de la acción humana”
(Idem., 211).
63
Idem., 174; más adelante en este mismo texto se explicita que: “La filosofía primera es, en definitiva,
filosofía de ese acto primigenio denominado ‘aprehensión-de-realidad’ como momento decisivo del hecho
integral de la acción humana” (Idem., 211).
64
“La filosofía primera es filosofía de un érgon, y no una filosofía de la subjetividad ni de una conciencia
intencional. La filosofía primera es filosofía de la realidad actualizada en este acto, y no una filosofía del ser
ni de la existencia como modo de ser del hombre (Idem., 211).
65
Cf. Idem. 177-178.
66
Idem., 174.
67
Idem., 175.
15
acciones68. Y estas acciones son unidades de aprehensiones, modificaciones tónicas y
respuestas. Ahora bien, los actos de aprehensión, modificación tónica y respuesta son, para
Zubiri, los tres momentos especificantes de la acción de un viviente69. Por tanto, las
acciones de un viviente quedan constituidas por sistemas funcionales de actos, a saber, los
ya mencionados. Para Zubiri, sólo la acción en la unidad de todos sus actos es un hecho;
siendo los actos que constituyen la acción momentos fragmentarios de la misma o del
propio hecho70. Es decir, los actos de aprehensión, modificación tónica y respuesta no
pueden ser considerados propiamente, cada uno por separado, como un hecho, pues
propiamente sólo la acción lo es. Se les puede considerar como hechos sólo de un modo
derivado o secundario. Sin embargo, para Zubiri es claro que tanto la acción como los actos
que la constituyen son término de análisis intelectivo. Y es por ello que podemos hablar con
propiedad de un análisis sistemático de la aprehensión primordial de realidad. A esto
Zubiri lo denomina “análisis de hecho”. Análisis de aquel hecho primordial denominado
“acción humana”71. Esto quiere decir que el hecho primario es la acción como unidad
funcional de actos. Por tanto,
no se puede realizar un análisis de hechos pasando por alto que el hecho más aprehensible
es la inquebrantable unidad de la acción de sentir. Una unidad primaria y radical que no se
rompe ni siquiera en el caso de que los distintos actos adquieran una cierta autonomía entre
sí72.
Analizar la realidad en su actualización primordial significa no considerarla solamente en su
actualización aprehensiva, sino también en su actualización en el sentimiento y en la volición.
68
Cf. X. Zubiri, Inteligencia y Realidad, op. cit., 92.
69
Cf. X. Zubiri, Sobre el Hombre, op. cit., 17.
70
Cf. A González, Un solo mundo, op. cit., 179.
71
Cf. Idem., 178-180.
72
Idem., 181. ; cf. X. Zubiri, Inteligencia y Realidad, op. cit., 41, 284; Sobre el Hombre, op. cit., 72.
73
Cf. Idem., 181-182.
16
Por eso, la filosofía primera tiene que incluir en sus análisis la realidad actualizada no sólo en
la aprehensión (verum), sino también en el sentimiento (pulchrum) y en la volición (bonum).
El hecho unitario es la acción. En este sentido concreto es posible decir que la filosofía
primera es filosofía de la acción74.
Podemos comenzar a cerrar este apartado afirmando que González, al igual que
Zubiri, establece la necesidad de partir del análisis de las acciones, porque “la aprehensión
es un acto integrante del hecho de la acción actualizado en aprehensión primordial” 75. O, de
otro modo, “la acción, especialmente la acción humana propia, es el hecho actualizado en la
aprehensión y del que hay que partir” 76. Por tanto, una filosofía que quiera ser análisis de la
aprehensión no se puede constituir al margen de un análisis de la unidad primigenia de la
acción humana, una y única77. Es a partir de estas consideraciones que González puede
afirmar,
que la filosofía primera es una filosofía en el horizonte de la acción o de la praxis. No se trata
simplemente de un ‘horizonte intelectual’ de una filosofía (…). Aquí el término ‘horizonte’ se
ha de tomar en un sentido más radical. Se trata de un horizonte en el sentido de sistema de
actos que integran un hecho: el hecho de la acción aprehendida primordialmente”78.
Es por tanto en este lugar donde, por primera vez, la idea de “praxis” aparece como
noción configuradora de una filosofía primera de la acción. Se trata de una filosofía primera
que es un análisis de hechos, es decir, un análisis de lo dado en la aprehensión. Pues el
hecho positivo que estudia la filosofía primera es precisamente la acción, entendida como la
unidad estructural de los actos de aprehensión, sentimiento y volición79. Es el análisis
sistemático de este hecho positivo el fundamento primero del posterior análisis de las
acciones sociales y de las habitudes sociales80. Pues expresamente señala González en este
texto que, por estar las acciones sociales y las habitudes sociales inteligidas en el campo de
la aprehensión, el análisis “se ha movido siempre en un plano que pudiéramos llamar
‘práxico’”81. De este modo, el análisis de la acción social ha partido del análisis de lo
actualizado en la aprehensión primordial de realidad y el de las habitudes sociales, del
análisis de lo actualizado en el logos. “Sin embargo, tanto las acciones sociales como el
sistema de habitudes están inteligidas en el campo de la aprehensión”82. O, de otro modo,
74
Idem., 182
75
Loc. cit.
76
Idem., 180.
77
Cf. loc. cit; X. Zubiri, Sobre el Hombre .Alianza / Fundación Xavier Zubiri, Madrid, 1986, 17.
78
A. González, Un solo mundo, 183.
79
Cf. Idem., 182-183.
80
Cf. Idem., 289 ss.; 415 ss.
81
Idem., 381.
82
Loc. cit.
17
“tanto las acciones como las habitudes sociales son realidades físicas actualizadas en el
campo de realidad”83.
Es desde estas consideraciones sobre Zubiri a través de González, que podemos
comprender más cabalmente qué significa una filosofía pensada desde el horizonte de la
praxis. Nuestro autor precisa que el “hecho positivo” que estudia la filosofía primera es la
acción. Por tanto, el término horizonte designa aquí un nuevo modo de ver y de hacer
filosofía. Precisamente, hacia esta novedad apunta también el estudio de González sobre
“El hombre en el horizonte de la praxis”, de 1987.
González propone, por tanto, una filosofía de la acción que intenta superar (al igual
que Zubiri) a la filosofía clásica, la cual no ha realizado un análisis del acto de aprehensión.
La filosofía antigua, medieval y moderna no abordó el estudio de los actos por sí solos, sino
que como actos de las potencias y facultades de la realidad humana o como actos de
conciencia84. O, de otro modo, la filosofía, en su conjunto, se ha deslizado hacia entidades
más allá de los actos. Por tanto, el ingente desafío de una filosofía primera es estudiar el
sistema de actos que constituyen a la aprehensión primordial o a la acción entendida como
la unidad estructural de los actos de aprehensión, sentimiento y volición.
Es a partir de la tesis doctoral de González, que podemos hablar en propiedad de
una interpretación “práxica” de la filosofía de Zubiri, la cual esboza un proyecto de
filosofía primera de la praxis humana, entendida ésta como el horizonte donde se da la
mutua imbricación entre inteligencia y realidad 85. Es desde este nuevo horizonte del
filosofar que González configura una lectura praxeológica de la filosofía de Xavier Zubiri.
83
Idem., 382.
84
Cf. X. Zubiri, Inteligencia y Realidad, op. cit., 19-20.
85
Cf. Idem., 10; A. González, Un solo mundo, 175; 177.
18
el texto las Estructuras de la praxis y su relevancia para una crítica filosófica rigurosa y
fecunda sobre el actual devenir de las ciencias sociales, ante la problemática de concebir y
orientar, racional y sistemáticamente, una integración social de carácter global. El objetivo
de este apartado es exponer y visualizar cómo este nuevo horizonte del filosofar ha
devenido en praxeología trascendental.
19
sentiente de X. Zubiri]. La alteridad radical de las cosas en los actos es un momento
constitutivo de los actos que la praxeología ha de analizar [conclusión praxeológica de
González]91.
El nuevo horizonte del filosofar desde la praxis, que hemos intentado esbozar, ha
devenido en paraxeología, y para comprender cabalmente qué significa este camino
filosófico propio de González es esencial explicitar qué se está entendiendo por acto. Desde
esta perspectiva praxeológica, los actos tienen un significado neutral, del que hay que
excluir cualquier idea de una activación por algo o por alguien, y también todas las
construcciones metafísicas que la historia del pensamiento ha elaborado sobre ellos. El
término acto incluye percepciones, voliciones, intelecciones, imaginaciones y afecciones, a
las cuales su carácter de acto les viene conferido porque en todas ellas se actualizan las
cosas inmediatamente en alteridad radical94. Por tanto, la praxelogía, por su carácter de
filosofía primera, tiene que comenzar por sumergirse “en la multiplicidad y pluralidad del
devenir de nuestros actos, pues allí nos esperan las múltiples riquezas de los actos mismos y
de todo lo que en ellos se actualiza”95. Si queremos precisar más aún lo que González está
entendiendo por filosofía primera en el horizonte de la praxis, cabe subrayar, siguiendo a
Husserl que:
la filosofía primera tiene que preguntarse solamente por lo que esté expresa y actualmente
presente en nuestros actos, y no por lo que está implícito en ellos. De lo contrario, estaríamos
pasando de nuestros actos a sus presupuestos, con lo que el proyecto de una filosofía como
saber primero y radical habría sido nuevamente traicionado 96.
91
Loc. cit.
92
Cf. Idem., 342-349. En este lugar González realiza una crítica de lo que el denomina como el “realismo”
transcendental de la filosofía de Zubiri.
93
Cf. A González, Estructuras de la praxis, op. cit., cap. “La tarea de la filosofía”; "El principio de todos los
principios: acto en Husserl y en Zubiri", en Miscelánea Comillas, 59, Madrid, 2001, 639-684.
94
Cf. A. González, “Hacia una filosofía…”, op. cit., 350-351.
95
Idem., 353.
96
A González, Estructuras de la praxis, op. cit., 41.
20
Debido a estas consideraciones la distinción entre la alteridad radical que las cosas
tienen en nuestros actos y la alteridad de las cosas más allá de los mismos, resulta ser
enormemente relevante. Es en este contexto filosófico que para González, tanto el término
“realidad” como el de “subjetividad” presenten las mismas dificultades. A saber, “ambos
entrañan constitutivamente la referencia a lo que trasciende a nuestros actos, ya sea el
sujeto o las cosas reales”97. Por tanto, todo análisis sistemático, ya sea del “sujeto” o de la
“realidad”, nos pone necesariamente fuera del ámbito de la filosofía primera, es decir, nos
lanza inexorablemente hacia el indeterminado ámbito de los presupuestos racionales no
justificados. Alejarse sistemáticamente de este peligroso ámbito es el imperativo crítico
ineludible de una filosofía primera. González es muy claro al respecto:
Si nos quedamos en nuestros actos evitando todo presupuesto que nos arranque de los
mismos, la filosofía como saber primero no adoptará la forma de un idealismo, pero tampoco
la de un realismo transcendental. La filosofía primera consistirá más bien en lo que podríamos
denominar una “praxeología trascendental”98.
Podemos, por tanto concluir, en este lugar de este periplo filosófico, que la filosofía
desde el horizonte de la praxis ha quedado configurada como una filosofía primera que
toma el peculiar rostro de una praxeología trascendental. El próximo paso a seguir será
explicar y explicitar por qué González opta por esta particular especie de oxímoron 99
filosófico, a saber praxeología trascendental para caracterizar a esta original y peculiar
propuesta de una filosofía primera configurada desde el horizonte de la praxis. Decimos
oxímoron filosófico porque en la combinación sintáctica de ambos términos tenemos por un
lado un elemento praxeológico que dice relación directamente con la radical inmanencia de
nuestros actos, y otro trascendental, es decir, que los trasciende radicalmente. Observemos
entonces atentamente en el texto de las Estructuras de la praxis cómo González configura y
articula esta original paradoja.
21
pueden ser con independencia de los mismos” 102. Precisamente es la falta de consecuencia
en el análisis del origen del filosofar, lo que González va a reprochar tanto a Husserl como
a Zubiri, es decir, que a pesar del ingente esfuerzo que han realizado por mantenerse en una
estricta radicalidad filosófica no admitiendo por válidos principios no justificados,
fracasarían en dicho intento103. Regresemos a la explicación que nos ofrece nuestro autor de
esta paradoja denominada praxeología trascendental. Si los actos son el punto de partida
ineludible e irrebasable de todo proyecto de filosofía primera, entonces:
para alcanzar la verdad primera no tenemos que retirarnos de los actos mismos, sino primero
permanecer en ellos. Si el hecho actual ha perdido su carácter primordial, no sucede lo mismo
con el acto ulterior donde este hecho se actualiza. Y nada impide que en actos ulteriores
reconozcamos la primordialidad que tiene todo acto, ya sea pasado presente o futuro. La
verdad primera tiene, por tanto, la facticidad de los actos primordiales, y no la e los hechos
actuales que en ellos se actualizan104.
la filosofía primera no puede huir de la facticidad del devenir para conducirnos al reino de lo
apodíctico. Por el contrario, la filosofía primera nos sitúa en el corazón mismo de la
facticidad: en los actos107.
102
Idem., 32; cf. HUSSERL, E. Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica.
Fondo de Cultura Económica, México, 31986, 58-59.
103
Cf. Idem., cap. 1 “La tarea de la filosofía”, 15-43; "El principio de todos los principios: acto en Husserl y
en Zubiri", en Miscelánea Comillas, 59, Madrid, 2001, 639-684.
104
A. González, Estructuras de la praxis…op. cit., 69.
105
Idem., 70.
106
Idem., 71.
107
Loc. cit.
22
Es a partir de esta facticidad primordial de nuestros actos que es posible sostener que
la justificación radical de la verdad primera no es apodíctica sino que más bien emerge de
su carácter absoluto. Expliquemos esto: se trata de un carácter ab-soluto en el sentido de
que lo actos están “sueltos-de” cualquier justificación a partir de presupuestos. Se trata, por
tanto, de una verdad libre de toda fundamentación que vaya más allá de nuestros actos. En
este sentido y sólo en este sentido, la verdad primera de los actos es una verdad “ab-soluta”.
De este modo, la verdad absoluta de nuestros actos resulta ser una verdad fáctica, pues
justamente en su facticidad reside su absolutidad108. Desde esta perspectiva, queda claro que
esta absolutidad no tiene nada que ver con ninguna metafísica del espíritu absoluto, ni con
ningún razonamiento en virtud de presupuestos en los que nuestros actos se puedan
fundamentar109.
Estas son las razones que esgrime González para la configuración de esta especie de
oxímoron filosófico concebido como praxeología trascendental. Por tanto, el carácter
trascendental de esta verdad primera (la facticidad de nuestros actos) viene del hecho
inconcuso de que ella es anterior a toda predicación lógica y lingüística. Es decir, se trata de
una verdad que trasciende o está más allá de la lógica y del lenguaje. Se trata de una verdad
que es evidente para todo aquél que se sitúa en una auténtica actitud filosófica, la cual
consiste, expresamente, en querer distinguir entre la verdad primera de nuestros actos y
todo lo que está más allá de ellos. O de otro modo, la facticidad de la verdad primera de
nuestros actos, tiene una universalidad que podemos calificar de trascendental porque es
accesible para todos quienes quieran realizar auténtica filosofía partiendo del principio de
todos los principios, a saber, del análisis riguroso y sistemático de lo que se nos da en
nuestros actos, lo cual “hay que tomarlo simplemente como se da, pero también sólo dentro
108
Idem., 72.
109
Cf. Idem., 71-72.
110
Idem., 72.
111
Loc. cit.
23
de los límites en que se da”112. Para González esta empresa filosófica sólo es posible
realizarla, de modo auténtico, como praxeología transcendental, es decir, desde un original
y radicalmente nuevo horizonte del filosofar. Horizonte que hemos expuesto y explicitado a
través de este breve recorrido por el itinerario filosófico de nuestro autor. Es también a
través de este itinerario que hemos podido comprender cómo González realiza un quehacer
filosófico que configura su impronta crítica desde el horizonte de la praxis.
Conclusión
Lo primero es subrayar que hemos cumplido con el objetivo de este artículo, a
saber, introducir y clarificar cuáles son las coordenadas filosóficas desde las cuales debe ser
comprendido el pensamiento de Antonio González, y que efectivamente hemos podido
presentar un completo esbozo de lo que a nuestro juicio es la etiología o el origen de la
noción de “filosofía desde el horizonte de la praxis”, noción que ha devenido en una
filosofía primera de la acción denominada por nuestro autor como praxeología
trascendental. Subrayado el cumplimiento de estos objetivos programáticos, podemos pasar
ahora a concluir filosóficamente que con la praxeología trascendental del A. González
estamos de hecho sumergidos en un nuevo y radical horizonte filosófico que tiene como
piedra angular el análisis de la acción humana entendida ésta como un todo unitario donde
se articulan sistemáticamente sentir e inteligir; actos sensitivos, afectivos y volitivos. Se
trata de una filosofía que parte del análisis riguroso y sistemático de lo que se nos da en
nuestros actos y también sólo dentro de los límites en que se da. Para lograr este objetivo,
González ha procedido a radicalizar el proyecto filosófico tanto de Husserl como de Zubiri,
esbozando una filosofía primera de la acción que tiene la pretensión de carecer de
presupuestos no debidamente fundados o de presupuestos francamente ilegítimos. Para
posteriormente, desde este lugar filosóficamente higienizado, realizar una crítica radical
tanto a las filosofías de la objetividad sustancial como a las de la subjetividad ideal.
También este esbozo de filosofía primera, va a permitir a González realizar una aguda
crítica y refundamentación tanto de las ciencias sociales como de la teología.
Ahora bien, si bien es cierto que el análisis praxeológico de González en muchos
ámbitos puede ser mejorado y en otros puede ser discutido, no lo es menos el hecho de que
tanto desde la Inteligencia Sentiente de X. Zubiri como desde la Praxeología Trascendental
estamos efectivamente ante un nuevo horizonte del filosofar. Y ello significa asumir toda la
radicalidad que el concepto de horizonte del filosofar supone tanto en Zubiri como en
González. Por tanto, no se puede discutir seriamente en filosofía sobre el pensamiento de
ambos autores sin tener en cuenta que estas dos propuestas filosóficas se desarrollan y
maduran en el contexto de un nuevo horizonte filosófico; para Zubiri el de la inteligencia
sentiente, para González, el de la praxis. Clarificar en qué consiste y cómo se constituye
este horizonte de la praxis es el objetivo que ha orientado el desarrollo de esta
investigación.
Por tanto, a partir de este largo y un tanto arduo periplo filosófico, podemos concluir
con Gonzalez —desde sus textos pre-praxeológicos— que: “praxis no es, estrictamente
hablando, un mero sinónimo de acto o actividad. Considerando la actividad humana
integrada estructuralmente por los actos que ejecutan sus notas, hemos afirmado su unidad
radical. Ahora bien, esta actividad no es ni exclusiva ni primariamente individual, sino
112
E. Husserl, Ideas relativas… op cit., § 24, 58.
24
específica y socialmente determinada. Tampoco es un mero resultante de la acción de una
sociedad que se impone como un macro sujeto a los hombres. Se trata de una acción
constituida ciertamente de modo social, pero siempre en respectividad a lo socialmente
institucionalizado en cuanto aprehensible como real: es la acción histórica meramente
receptiva, transformadora (…). Pues bien, la intrínseca actividad del hombre,
constitutivamente moral, en cuanto que socialmente determinada, no sólo como resultante
institucional, sino como dirigida a la transformación de esa sociedad, sea en la dirección
que sea y con el grado de 'conciencia' explícita que sea, es lo que denominamos praxis”113.
En un próximo artículo explicitaremos los contenidos praxeológicos involucrados en este
peculiar y novedoso concepto de praxis. O de otro modo, (dicho en lenguaje praxeológico)
“los actos no constituyes mónadas aisladas (…). Al contrario, (…) entre los actos se dan
estrictas funcionalidades, que determinan configuraciones ricas y complejas” 114. Por tanto,
en una próxima entrega procederemos a explicitar detalladamente en qué consisten esas
configuraciones funcionales que se dan entre los diversos tipos de actos.
113
A. Gonzalez. El hombre en el horizonte…op. cit., 27.
114
Idem., 80.
25