Descubrir la verdad sobre el hombre suspende el ánimo y
causa ad- miración Sin embargo, ese descubrimiento no puede ser repentino: exige un largo familiarizarse con su modo de ser y actuar. Y es que la realidad humana es tan rica y compleja que no puede abarcarse con una sola mirada. Es necesario aproximarse a ella poco a poco, desde diversas perspectivas. La más fundamental e imprescindible para comenzar es su consideración co-mo ser vivo. De esta condición nacen sus ca racterísticas más básicas, que nos llevan a comprender lo que el hombre tiene de común y de diferente con los animales, y sobre todo nos dan a conocer su constitución y organiza-ción interna, gracias a la cual puede después actuar de la forma en que lo hace. Se trata por tanto de una perspectiva psicológica, desde la cual apare ce como un ser vivo dotado de f acultades y funciones determinadas. Dicho de otro modo: primero es necesaria una «anatomía» de la constitución de la perso-na. Sólo después seremos capaces de entender la «fisiología» y la posible «patología» de su vida.
Así pues, come nzaremos analizando qué define a un ser vivo.
Los seres vivos, y por tanto también los hombres, se diferencian de los inertes en que tienen vida. El fenómeno vida indic a, comúnmente, un movimiento no trasmitido, espontáneo, originado dentro del mismo ser. Las ciencias experimentales y, en especial la biología, estudian los fenómenos vitales que se desarrollan dentro de porciones limitadas de m a- teria extremadamente compl ejas e incesantemente cambiante, manifestan-do sus características distintivas: su metabolismo, es decir, su continua re-novación mediante la asimilación de materia del exterior y eliminación de residuos; la individualidad de la vida que se presenta como un organismo, dotado de órganos morfológicamente y funcionalmente diferentes, propor- cionados y coordinados entre ellos; la diferenciación específica de la mate-ria viviente por la que cada ser vivo deriva de otro de otros de su misma especie; la vitalidad y la adaptabilidad como capacidad de cambiar para po-der vivir en condiciones profundamente diferentes a aquellas en las que el mismo organismo había vivido anteriormente; la capacidad de reacción, es decir, de respuesta a los estímulos ambientales; la delimita ción de la exis-tencia del organismo en un ciclo vital determinado; la autorregulación por la que cada parte individual se desarrolla y funciona al servicio de un todo, mediante el gobierno, la moderación y la coordinación de cada una de las funciones del organismo. Habiendo enumerado los principales fenómenos vitales, una síntesis de ellos sirve para dar una noción de la vida y del ser vivo: es un sistema abierto dentro del cual se establece un equilibrio complejo de flujos, dotado de individualidad y capaz de intercambio con su medio.
2. CARACTERÍSTICAS DEL SER VIVO
Qué significa tener vida puede resumirse en cinco caracte rísticas que saldrán muchas veces a relucir a lo largo de estas páginas, y que, como puede verse, están muy en la base de lo que significa vivir. Por eso configu- ran aspectos centrales de la existencia humana:
1. Vivir es, ante todo, moverse a uno mismo, a
utomoverse. Esta es una vieja definición del ser vivo: lo vivo es aquello que tiene dentro de sí mismo el principio de su movimiento, lo que se mueve «solo», sin necesidad de un agente externo que lo impulse. Se puede añadir a esto que vivir es un modo de ser, porque esta característica del automovimiento afecta radicalmente a quien la tiene, llega hasta el mismo fondo de lo que son: «para los vivien- tes, vivir es ser» .
2. La segunda característica de la vida es la unidad: todos
los seres vivos son unos. Las piedras son unas en mucha menor medida que los ani-males, porque no se cuentan por su número, sino por su peso. En cambio, los seres vivos, las cabe zas de ganado por ejemplo, se cuentan por su número, es decir, por individuos, porque el individuo, el ser vivo, es uno todo él. Los seres vivos no pueden dividirse o partirse sin que mueran y dejen de estar vivos. Incluso los que se reproducen por bipartición origi-nan dos individuos nuevos, difere ntes al original.
3. La tercera característica de la vida es la inmanencia.
Esta palabra procede del latín in-manere, que significa permanecer en, es decir, quedar dentro, quedar guardado. Inmanente es lo que se guarda y queda dentro y re-dunda en beneficio del propio ser vivo. Así, las acciones inmanen tes son aquellas cuyo efecto queda dentro del sujeto: los seres vivos reali zan operaciones inmanentes porque en todo ellos existe un “dentro”, una “interioridad”, que es el origen de su actuar y cuyo efecto beneficia al mismo viviente; les hace ser más “sí mismos”. Por ejemplo: comer, leer, llorar, dormir son operacio- nes inmanentes, que quedan para el que las ejecuta, aunque desde fuera se vean. Un ser inerte no tiene interioridad; l as piedras no tienen un dentro, por eso no lloran, ni comen, ni duermen.
4. La cuarta característica es la autorrealización. Lo vivo
camina y se distiende a lo largo del tiempo hacia una plenitud de desarrollo, o hacia la muerte: hay, pues, un despliegue, un hacerse efectiva la potencia o capaci-dad, un crecimiento. Así, el viviente se diferencia de lo no viviente porque su actividad le hace crecer y ser novedoso, su obrar le “añade” algo a su mis- mo ser. Esta fuerza dinámica del viviente ser realiza con un orden, un pro-grama, un equilibrio, que coincide con su ser, con su ser uno, y con el de-sarrollo de “su mismo ser”. De esta forma, los seres vivos tienen lo que los clásicos llamaron te- los, que quiere decir: fin, perfección, plenitud. Hay un ir realizándose a lo largo del tiempo, que corre a cargo del propio viviente. Vivir es crecer.
5. Por último, la vida tiene un ritmo cíclico y armónico;
es decir, su movimiento se repite, vuelve una y otra vez a empezar, y se va desplegando a base de ritmos repetidos, cuyas partes están internamente proporcionadas unas con otras, hasta formar un todo unitario (la armonía no es otra cosa que este orden y proporción interna de las partes en el todo): todo ser vivo nace, crece, se reproduce y muere, y después viene otro, e n otra primavera, ve-rano e invierno, y así su cesivamente. El movimiento cíclico de la vida está basado y depende de los ciclos cósmicos, que son movimientos circulares repetidos de los astros (en primer lugar, del sol, la Tierra y la luna). El universo no tiene un movimiento l i-neal.
3. LOS GRADOS DE VIDA: VEGETATIVA, SENSITIVA, INTE-
LECTIVA
Aunque los seres vivos comparten las características enunciadas
en el epígrafe anterior, no todos son iguales, es decir, no todos viven de la mis- ma manera. Hay en ellos una gradación, una escala sucesiva de perfección en sus formas de vida cuyos detalles estudia la zoología. Esta escala se pue-de dividir según los grados de inmanencia. Cuanta mayor es la capacidad de un ser vivo de guardar dentro de sí una ope ración, mayor es su nivel in- manente. Comer una manzana, refunfuñar, y pensar en alguien, son tres grados diferentes de i inmanencia, de una perfección cada vez mayor. Sin embargo, no sólo la inmanencia, sino también las restantes ca- racterísticas de la vida se dan en los seres vivos superiores en grado más perfecto que en los inferiores. En los superiores hay más movimiento, más unidad, más inmanencia y mayor autorrealización que en los inferiores. Esta jerarquía en la es cala de la vida se puede dividir en tres grados, que vamos a describir someramente a continuación, enumerando ya algunas difere n-cias importantes entre ellos:
3.1 La vida Vegetativa
El primer grado es la vida vegetativa, propia de las plantas y todos los animales superiores a ellas. Tiene tres funciones principales: la nutri-ción, el crecimiento y la reproducción. En la nutrición, lo inorgánico exterior pasa a formar par te de la uni-dad del ser vivo. Este hace suyo parte del mundo circundante, incorpora a sí lo que antes le era extraño, si bien, al precio de la destrucción de la cosa . La nutrición se subordina al crecimiento, identificado antes con la autorrealización; tanto ésta como la alimentación implican que la vida está en movimiento y que es un cambio constante. En la reproducción consiste en la aparición de un ser que antes no estaba, que antes no era; consiste en ser capaz de ori ginar una réplica de uno mismo: otro ser vivo de la misma especie. Los seres que no se repr o- ducen sexualmente «desaparecen» en sus crías. En cambio, los que lo hacen sexualmente tienen un subsistema corporal especializado para ello, que les permite seguir existiendo después de reproducirse, con lo que se independizan a sí mismos de esa función: «en la escala de la vida, la rele- vancia del individuo y su independencia frente a la especie es cada vez mayor has-ta llegar al hombre, en el que la relevancia de la autorrealización indivi-dual excede plenamente la de la especie.
3.2 La vida Sensitiva
El segundo grado es la vida sensitiva, que distingue a los animales de las plantas. La vida sensitiva consiste sobre todo en tener un sistema percep-tivo que ayuda a cumplir las funciones vegetativas. La captación se realiza mediante el conocimiento sensible o sistema perceptivo. Si los animales preten-den comer, seguir creciendo, perpetuar la especie, precisan de la ayuda de los sentidos, que les dan noticia tanto del mundo que les rodea como de sí mismos. En la medida en que saben de sí, o se “sienten” como necesitados (por ejemplo hambrientos, con calor, o movidos por un impulso sexual) se ponen en condiciones de cumplir con la finalidad de las funciones vegetati-vas. Lo que queda claro es que el alma sensitiva está más “abierta” que la vegetativa: su princ ipio formal no puede dedicar se únicamente a formalizar su cuerpo porque en ese caso no sobreviviría. Tiene que de alguna manera “ser más” de modo que pueda abrirse al mundo que le va proporcionando lo que necesita. Los medios de los que se sirve el animal para conocer, se les suelen llamar sentidos, los cuales dan distintos grados de conocimiento al vivien-te. De otro lado, también se verá cómo es que todos los datos aportados por los sentidos se unen el sujeto que siente, porque hay un alguien que es el que ve, toque, y huela.
3.3 La vida Intelectiva
El tercer grado de vida es la vida intelectiva, propia del hombre. En ella acontece algo muy singular: se rompe la necesidad o automatismo del cir-cuito estímulo-respuesta «Por encima de los animales están los seres que se mueven en orden a un fin que ellos mismos se fijan, cosa que es imposible de hacer si no es por medio de la razón y el intelecto, al que corresponde co-nocer la relación que hay entre el fi n y lo que a su logro conduce, y subo r-dinar esto a aquello. Por tan to, el modo más perfecto de vivir es el de los seres dotados de intele cto, que son, a su vez, los que con mayor pe rfección se mueven a sí mismos». Las características propias y diferencia les de este grado superior de vida son las siguientes:
a) El hombre elige intelectualmente sus propios
fines, aunque no todos, pues evidentemente conserva los específico -vegetativos, propios de la es-pecie, y por tanto de todos los individuos de ella. Además de esos fines es-pecíficos, también se da a sí mismo otros fines que son exclusivamente in-dividuales, es decir, que otros individuos de su especie no tienen, aunque todos los hombres comparten un fin común y último: la felicidad.
b) En el hombre, los medios que conducen a los
fines no vienen dados, ni siquiera los referidos a fines vegetativos, sino que hay que encontrarlos (los medios elegidos para lograr una cosa no siempre resultan adecuados; en tal caso se pueden usar otros). Hay, pues, separación de medios y fines: una vez que los fines han sido elegidos, o vienen ya dados por la vida vegetati-va hay que elegir o «inventar» también los medios, es decir, la manera de alcanzarlo