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Estadía Corta

Pablo Lautaro
poemario
editado con las correcciones y sugerencias de Felipe Kong y Juan José Rivas
El deseo es una cárcel que cierra hacia dentro la realidad,
el cuerpo ya no es cuerpo; pura luz chorreante.
Al fondo del deseo yace la mente dada vuelta.

El sonido del deseo es el de una campana de plástico


que se abalanza sobre ondas que no se escuchan.

En última instancia es un río de arena,


lactancia permanente de árboles
y fruta suculenta de tribus fenecidas,
un puente sin gravedad, algo
que falló antes de llegar a ser.

El deseo es un gigante que frota sus pies de niño en la alfombra.


I

El amargor de la menta
es también frescor.
Mis manos fueron creadas de albahaca,
pero secas, se me cayeron.

Mañana podré crear manos de humo


para que las cosas me omitan si las toco
y pueda parecerme a la Nada todo cuanto pueda.

II

Cuando me parezca a la Nada


ella me querrá en sus brazos.

No seré sino una idea y tal vez me rechace.


Aprenderé nuevas costumbres,
y moraré tiernamente por las nucas de mis amigos.

Reiremos juntos, comeremos, beberemos.


Danzaremos el baile de los cátaros
y, sin morir, reencarnaremos
todos en el mismo animal.

III

Voy a rezarle al Buda de la abundancia


y rechazaré todo cuanto se me ofrezca.
Me volcaré a la vida vegetal
y me convertiré en un hongo alegre.
Fundaré una ciudad en la vida silvestre.

Pondré antenas de celulares tristes,


edificios de goma, cafeterías púrpura,
autobuses verdes con ventanas blindadas.

Los ciegos hablarán despacio,


inventarán mantras nuevos
que oiré cuando esté dormitando.

IV

Finalmente me haré de carne,


seré el hartazgo de vacas, cerdos y buitres.
Mis pisadas serán de cemento,
una idea nueva en forma de cincel.

¿Qué piedras, nada, serán mis piedras?


¿Cuál su sangre, su presencia, su pregunta?
¿Cuál desatino puja ahora, amiga mía?
I

Un oráculo se devuelve a buscarme


a través de un camino forrado de pieles:

Un sol ambulante, motores de afueras,


toman la iniciativa los grillos
y se encaprichan los chincoles
sobre la promesa de un nunca más.

Miro la envidia a los ojos


y es tan horrible, deseable como yo.
Agito el brazo para despedirla.

No se va ella. Me voy yo en un tren


a desgajar caminos forrados de piel
donde Dios transita manejando camiones de plata.

II

Agitado por las cuencas de los ojos


de la envidia, que se desarman frente a mí.
Estoy aquí de nuevo, me toma como esposo a la fuerza.

¿Cuáles son esos padres


que suturan los caminos forrados de piel?

III

Un oráculo me persigue
para trocar conmigo el pasaje de vuelta a la vida.
Llego a tiempo a la estación
donde me espero yo mismo, en un rincón, fumando.

El tren es un tren de pensamientos


pero también es un tren de verdad.
Su carrocería imita a las nubes oscuras,
Hay rieles hechos de venas; doy fe.

IV

“Corta mi boleto que quiero dormirme pronto


y jugar a la ruleta rusa en sueños”.

He tenido suerte: me han quitado mis coronas,


han dado vuelta mis copas
y regalé todas mis espadas.

Quemaré un bosque para hacerme zapatos de tierra.


Un oráculo me acompaña
silenciará cuanto sepa, porque me ama.
Duerme a mi lado en el regazo del tren
que transita por caminos forrados con pieles.
La muerte es, realmente, rudimentaria.
Así como la vida no es un regalo
sino una contingencia que se puede o no aprovechar.

No va a ser mejor quien lo haga o quien no.

No siempre. No siempre sé qué quiero


cuando veo desfilar ante mí a los ángeles.
Mi suerte no es la suerte de nadie
aunque soy un brote del mismo árbol que cualquiera pudiese tener en
frente.

Lo que sucede dentro mío es similar a lo que sucede en otra comuna


o en galaxias lejanas,
tan vacíos mis átomos como los de un tanque estadounidense,
la partícula de un Dios que podría estar o no.

En cualquier lugar hay una sombra de aquello de mí que es sombrío.

Tal cosa es obvia, como los nervios de mis pies que remiten al
hígado,
o entristecerse al pensar quién se ha sido al cumplir 30 años.
No digo nada al decir que busco una redención que no existe,
evadir el tronco y no sólo el árbol que da frutos.

Para no ser más yo mismo debería inhalar huracanes,


sorber océanos escondidos y desplegar
un sentido inventado para el universo.
Si algo me conmueve, me conmoveré por mí mismo, también.

El asco a las cosas, el tormento humano,


es lo mismo que cualquier sistema inestable de flujos energéticos,
y si estuviese en medio de una guerra
tendría que ponderar las cosas con metales diferentes

Habría que saber pensar en sentido inverso.


A T.B.F.

De la falta de ti me queda un alguno.


Yo soy y no soy el mismo con las lluvias que se van lejos
y el oxígeno ya respirado.
Todo eso ya no existe,
es un minuto que no sobra, entonces,

¿cuál es el quiebre en esta trama


que evita que el tiempo pueda devolverse?
¿Cómo perder lo que se pierde para siempre
si los días son ancianos caminando en reversa
y tengo tantos recuerdos
en los que ya me desconozco?

He volteado la cabeza a los soles que adoraba.


Morir y nacer todos los días para dar a luz una copia pura de quién
era.

Eres para mí la salvaguarda de un vientre exiliado,


A nuestros hijos los cuidará una estrella de la constelación de acuario
y tal vez me haga amigo del moho.

O ser la lumbrera de los arrepentidos,


ahora que mis ojos no son tu guarida,
dolor mío que basta y sobra para entrar en el misterio.

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