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MAT]RICE,

BLANCHOT
LA coNYEffisAClóru sruFsrusTA

fu Anrrun Libnos
scme,ante pensamiento, que, liberándole de la fascinación
de la unr
dad, corre el riesgo de llevarle, por primera vez) a tomar
la medida clt
una exterioridad no divina, de un espacio todo él de interrogaciór.
que excluya incluso la posibilidad de una respuesra,
puesto que tod:r
respuesra caería de nuevo bajo la jurisdicción de la
filura de ias fig,
ras? Esto quizá equivale a preguntarnos: iEs capaz
el hombre de un, XI
interrogación radical? Es decir, en resumid", .r".rtur, ies
cafaz .t
hombre de literatura, cuando ésta se desvía hacia la ausencia
deiruro.,
EI ITHTN,+UM
Pregunta que precisamente ya le dirige, en su violencia
neutra, el ,4ru
nozta (en esto diabólica, Thomas Mann tenía por
ta.rto finaí-e.rt.
razón).

lil romanticismo, en Alemania y secundariamente en Francia, fue


r¡na apuesta política: con fortunas muy variadas, a veces reivindica-
tfur por los regímencs más retrógrados (el de Federico Guillermo IV
cn 1840 y los teóricos literarios del nazismo), a veces f1¡s, s¡¡¡.
-¡¿l
otras, la tarea de Ricarda Huch y de Dilthey- esclarecido y com-
¡rrendido como una exigencia renovadora. Después de la guerra,
Lukács lo condena inapelablemente: movimiento oscurantista; úni-
camente Hoffmann, que le gustaba a Marx, se escapa de este sevcro
juicio. Es notable que semejante aborrecimiento sólo se encuentre en
Francia en los críticos vinculados a una escuela de extrema derecha,
la cual rechaza el romanticismo alemán dos veces -porque es
romántico y porque es alemán: el irracionalismo amenaza el orden;
larazónes mediterránea; la barbarie viene del Norte. El surrealismo,
por el contrario, se reconoce en esas grandes figuras poéticas y reco-
noce en ellas lo que vuelve a descubrir por su cuenta: la poesía, poder
de libertad absoluta. Al mismo tiempo y un poco más tarde, los tra-
bajos de muchos germanistas franceses, los de Albert Béguin, las
publicaciones de los Cahiers du Sud,las investigaciones sobre el joven
Hegel y sobre el ioven Marx, las reflexiones de Henri Lefebvre que
constantemente busca liberar en el marxismo la fuente romántica,
contribuyen no sólo al conocimiento de ese movimiento, sino, por
ese conocimiento, a un sentimiento nuevo del arte y de la literatura

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que prepara otros cambios, todos orientados hacia una recusacitjr r ,1, cs rnás que un filisteo gordo, de habla untuosa, comilón, perezoso y
las formas tradicionales de organización política. De lo cual restrrr., Irrrcco, incapaz de recordar al joven que escribiera: «IJna sola ley
que, si en Alemania el romanticismo es ambiguo, en Franciu , I
nhsoluta: el espíritu libre triunfa siempre sobre la naturaleza.»
romanticismo venido de Alemania desempeña un papel crílr,.,, /(luién es el verdadero? tEl último Schlegel es la verdad del prime-
implica una negación muchas veces radical, como si la noche un,r ro? iAcaso la lucha contra el burgués trivial no sabe engendrar más
-
noche sin ilusión, sin apaciguamiento, pero no carente de pervcr,,, (luc a un burgués exaltado, luego cansado y, por último, que sólo con-
dad- hiciera aquí las veces de la AuJkltirung, esas luces eue homhr t tribuye a una exaltación de la burguesía? iDónde está el romanticis-
tan sensibles como Lessing y más.cercanos a Shakespeare que a \i,l r¡ro? iEn Jena o en Viena? iAllí donde se manifiesta, lleno de pro-
taire han elevado en un amanecer de crisis por encima de una lito,r ycctos? iAllí donde se extingue, pobre en obras? tAllí, cuando es
tura aún por venir. tlrrcño de una productividad sin trabas (de acuerdo con la deñnición
Thl manera de ver expresa una elección deliberada. Se decide e-.lr rlc Schelling)? iO bien cuando parece que la sublime capacidad de
mar poco importantes algunos rasgos, pero otros, como los únic,,., ¡rroducir, precisamente por el rechazo de las trabas, casi no ha pro-
auténticos: como accidental el gusto por la religión, como esencial r.r rlrrcido nada y la pura fuerza creadora no ha seguido siendo pura y
deseo de rebeldía; como episódica la preocupación por el pasado sirr embargo no ha creado nada? Después, una vez más, todo se
como determinante el rechazo de la tradición, la llamada de 1,, invierte. El romanticismo termina mal, es verdad, pero porque él es
nuevo, la conciencia de ser moderno; como un rasgo momentáncr, cscncialmente lo que comienza, lo que sólo puede terminar mal, fin
(lue se llama suicidio, locura, decrepitud, olvido. Y es cierto, carece
las inclinaciones nacionalistas, como un rasgo decisivo la pura sul.
jetividad que no tiene patria. Y si finalmente todos esos rasgos jul uruchas veces de obra, pero porque es la obra de la ausencia de obra,
tos se reconocen como igualmente necesarios, por el hecho de que st. ¡roesía afirmada en la pureza del acto poético, añrmación sin dura-
oponen entre sí, resulta que el tono dominante viene a ser, no el sen ción, libertad sin realización, potencia que se exalta desapareciendo,
tido ideológico de cada uno de ellos tomado en particular, sino srr dc ningún modo desacreditada si no deja huellas, porque tal era su
oposición, la necesidad de contradecirse, la escisión, el hecho clc ¡neta: hacer que brille la poesía, no como naturaleza, ni siquiera
estar repartido que Brentano llama die Geteiltheit-, y el como obra, sino como pura conciencia en el instante.
romanticismo, que -loasí se caracteriza A lo cual es fácil responder que, en esas condiciones, el autor
como la exigencia o la expe-
riencia de las contradicciones, sólo confirma su vocación por el romántico fracasa dos veces, puesto que no logra desaparecer ver-
desorden, amenaza para algunos, promesa para otros y, para otros daderamente (incluso si, como lo afirma Lukács, entre Goethe y
aún, amenaza impotente, promesa estéril. Heine, aparte de Hoffmann, la literatura alemana permanece vacía)
Esta diferencia de perspectivas se manifiesta, según se decida defi- y puesto que los libros por los cuales no puede defar de pretender
nir el romanticismo por sus primicias o por sus resultados, cuando cumplirse, permanecen, y como intencionadamente, incumplidos.
comienza y cuando termina. Fr. Schlegel es el símbolo de tales vici- Así, Novalis va a morir casi simbólicamente sin haber escrito la
situdes: de joven es ateo, radical, individualista, y la libertad de espí- segunda parte de Heinrich aon Ofterdingen, la que hubiese debido titu-
ritu que demuestra, su riqueza y su fantasía intelectuales que le larse «Cumplimiento», y esto es 1o que Goethe siempre murmura con
hacen inventar cada día nuevos conceptos, no en la irreflexión, sino voz de tristeza: libros inacabados, obras incumplidas. Quizá. A
en la fuerte tensión de una conciencia que quiere comprender lo que menos que, precisamente, una de las tareas del romanticismo hubie-
descubre, son una sorpresa para el propio Goethe, que se siente se sido la de introducir un nuevo modo de cumplimiento e incluso
menos inteligente, menos sabio, menos libre que aquellos a quienes una verdadera conversión de la escritura: el poder, para la obra, de
§Tieland llama «los orgullosos serafines», y que experimenta recono- ser y no ya de representar) de serlo todo, pero sin contenidos o con
cimiento al saberse honrado por ellos. Pasan algunos años. El mismo contenidos casi indiferentes y así de añrmar juntos lo absoluto y lo
Schlegel, convertido al catolicismo, diplomático y periodista al ser- fragmentario, la totalidad, pero dentro de una forma que, al adoptar
vicio de Metternich, rodeado de monjes y de piadosos mundanos, no

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todas las formas, es decir, no adoptando al final ninguna, no realiza oertirse en ciencia, toda ciencia en arte; poesía y filosofia deben unirse.» «Si el
el todo, sino que lo significa suspendiéndolo, y hasta rompiéndolo. poetq, en suma, tiene poco que aprender del filósofo, el filósofo, en cambio, tiene
mucho que aprender del poeta., Y Schelling:. <<Una acción a cada instante y
Si se quisiera, tentativa aún por emprender, recibir, como alg«l
nuevo, estos primeros asaltos románticos, qtizá lo que sorprendería necesariqmente reflexizta, tal es el acto constqnte del arte.u
no es la glorificación del instinto o la exaltación del delirio, sino, Por eso también, contrariamente a la idea común que nos hace-
todo lo contrario, la pasión de pensar y la exigencia casi abstracta, mos del romanticismo, éste, por lo menos en su primera época, pudo
planteada por la poesía, de reflexionarse y cumplirse mediante sz ser una protesta contra la turbulencia genial. Novalis decía que lo
reflexión. Claro está, aquí ya no se trata de arte poética, saber anexo: que importa no es el don del genio, sino el hecho de que el genio
es el corazón de la poesía el que es saber, su esencia es ser busca y puede aprenderse, y también decía: ,rPara hacerse escritor, habría que
busca de sí misma. Así como la conciencia ya no sólo es moral, sino haber sido durante un tiempo profesor ! artesqno.>> Valéry, aparentemente
poética, del mismo modo la poesía ya no quiere ser una espontanei- muy lejos de la concepción de los románticos, no parece saber que
dad natural, sino sola y absolutamente conciencia. (De ahí, otravez, comparte con ellos la admiración consagrada a Leonardo da Vinci,
el fuerte descontento de Goethe, quien entiende mantener el secre- en quien unos y otros reconocen el modelo del artista verdadero
to y la verdad de la creación en el ámbito de la naturaleza: si quere- porque «piensa aún más de lo que se puede» y porque «esta superioridqd -de
mos saber lo que es crear) estudiemos las ciencias naturales.) El la inteligencia sobre el poder de ejecución» es el signo mismo de la auten-
romanticismo es excesivo, pero su primer exceso es un exceso de ticidad. Artista grande y puro qlue <<persigue todas las exigencias del arte
pensamiento. Abuso del que no sólo se puede hacer responsable a con lu obstinación de la ciencia y la fuerza del deber". Asimismo, el Quijote
Schlegel, puesto que la misma fiebre intelectual, el mismo vértigo es el libro romántico por excelencia, en la medida en que la novela
de profundización teórica agita a Novalis, puesto que Hólderlin se se refleja en él y siempre se vuelve en contra de sí mismo, en una
consume en pensamientos que no sólo son pensamientos de la movilidad ágil, fantástica, irónica y radiante, la de la conciencia en
poesía y por la poesía, sino también sobre el sentido de la poesía y que la plenitud se aprehende corno vacío y aprehende el vacío como
del artel, puesto que finalmente sin cesar el romanticismo se reúne el exceso infinito del caos.
alrededor de los filósofos, ya sea que se llamen Fichte o Schelling, Estos comentarios pueden leerse en algunos de los seis números del
ya sea que proponga y engendre algunos propios, a veces un poco Athenaum, esa revista que duró poco años, de 1798 a 1800-,
excéntricos. Pero aquí está el rasgo chocante: los propios escritores -dos
pero lo suficiente como para que el romanticismo pudiera revelarse
románticos, porque escriben, se sienten los verdaderos filósofos, en ella e incluso decidir su porvenir como fuerza de autorrevelaciíln.
sintiéndose no ya destinados a saber escribir, sino ligados al acto de Este es otro carácter muy chocante. La literatura (entiendo el con-
escribir como a un nuevo saber que aprenden a recobrar al hacerse junto de las formas de expresión, es decir, también las fuerzas de
conscientes de é1. Todos lo dicen, a su manera, de todas las maneras disolución) de repente toma conciencia de sí misma, se manifiesta,
y con una confusa insistencia. Novalis: <<Es hacerles daño al poeta y al y en esta manifestación, no tiene más tarea ni rasgo que kls de decla-
filósojb distinguirlos.» <<IIoy en día el espíritu es espíritu por instinto, es un espí- rarse. En suma, la literatura anuncia que está tomando el poder. Iil
ritu de la naturaleza, ha de conoertirse en un espíritu de la razón, espíritu por poeta se convierte en el devenir del hombre en el momento cn quc,
reflexión y por arte.>» «La poesía es el héroe de la filosofía. La filosofía elez¡a la al no ser ya nada, nada más que aquel que se sabc ¡rocta, ól clcsigna,
poesía al rango de principio. Ella es la teoría de la poesía.>» «El filósofo poéti- en este saber del que es íntimamente responsable, cl lugar donde Ia
co está "en estqdo de creador absoluto".» Schlegel: «La historia de la poesía poesía ya no se limitará a producir bellas obras dctcrrninadas, sino
moderna es el comentario perpetuo de este axioma filosófico: todo arte debe con- que se producirá a sí misma en un movimiento sin términ«r y sin
determinación. En otras palabras, la literatura cncut:ntr¿r su sentido
más peligroso que es el de interrogarse dc un modo dcclarativo,
I Peru hay que añadirlo de inmediato: Hólderlin no pertenece al ro- -
a veces triunfalmente y descubriendo quc, por esto, tod«r lc pertene-
manticismo, no forma parte de una constelación. ce, a veces en el desamparo, y descubriendo que todo le fálta, ya que

4,5-1. .1.55
ella sólo afirma por defecto. No es necesario insistir en lo que es q\e actúa q cada instante, en cada fenómeno (Novalis): sí, todo; pero lea-
bien conocido: la Revolución Francesa ha dado a los románticos mos bien: no cada instante tal como ocurre, ni cada fenómeno tal
alemanes esa forma nueva que constituye la exigencia declarativa, el como se produce, solamente el todo que actúa misteriosa e invisi-
brillo de lo manifiesto. Entre los dos movimientos, el «político, y el blemente en todo. Thl es la ambigüedad. El romanticismo, adveni-
«literario», existe un intercambio muy curioso. Los revolucionarios miento de la conciencia poética, no es una simple escuela literaria,
franceses, cuando escriben, escriben o creen escribir como los clá- ni siquiera un momento importante de la historia del arte: abre una
sicos y, muy llenos de respeto hacia los modelos de antaño, de época; es más, es la época en que se revelan todas, porque) por é1,
ningún modo quieren tocar las . formas tradicionales. Pero los entra en juego el sujeto absoluto de toda revelación, el nyo, dentro
románticos no van a pedirles lecciones de estilo a los oradores revo- de su libertad, que no se adhiere a ninguna condición) no se reco-
lucionarios, sino a la Revolución en persona, a ese lenguaje hecho noce en nada particular y sólo está dentro de su elemento su
Historia, el cual se significa por acontecimientos que son declara- éter- en el todo donde él es libre. El mundo debe ser romantizado,-en
ciones: el Terror, bien se sabe, no sólo fue terrible a causa de las eje- dice Novalis. El pasado ya es romántico en sus más grandes creado-
cuciones, lo fue porque se reivindicó a sí mismo en esa forma res, Shakespeare, Dante, Cervantes, Ariosto, Leonardo da Vinci; es
mayúscula, haciendo del terror la medida de la historia y el logos de más, la Antigüedad llega a ser presencia eterna y el Olimpo del arte
los tiempos modernos. El patíbulo, los enemigos del pueblo presen- sólo por el acto de reconocimiento del romanticismo, porque, dice
tados al pueblo, las cabezas que se cortan únicamente para mostrar- Schlegel, ,rhay que ser esenciulmente moderno para tener un punto de oista
las, la evidencia énfasis- de la muerte nula, no constituyen trascendental sobre la antigüedad»; en fin, todo el porvenir le pertenece,
hechos históricos, -elsino un nuevo lenguaje: aquello habla y sigue puesto que él solo lo funda: «El arte creador romántico todaaía está en
hablando. Cuando el Atheneum publica este anuncio: <<Tú no dilapi- dez¡enir e incluso es su esencia propia el no poder nunca qlcsnzar la perfección,
darás tu fe ni tu amor en las cosas políticas, sino que te reseruards para el el ser siempre y eternamente nuez)o; no puede agotarlo ninguna teoría; únicq-
caml)o diaino de la ciencia y del arte>>, o también: <<Los dioses nacionales de mente es infinito, como únicamente es libre» (Schlegel). Esto parece asegu-
los alemanes no son Hermann o Wotan, sino el arte y la ciencia>>, esta revis- rarle una alegre y temporal eternidad y se la asegura, en efecto, pero
ta no piensa de ningún modo en rechazar las conquistas de la liber- bajo la arner,aza de una desaparición inmediata, como se verá con
tad (en ese momento Schlegel marca un hito en la crítica al enseñar Hegel, que, de esta tendencia a universalizarse históricamente) saca
qué relaciones hay entre la Revolución Francesa, las Lecciones sobre la consecuencias desastrosas, el día en que decide llamar romántico a
ciencia de Fichte y Wilhelm Meister), sino, al contrario, en darle al acto todo el arte de toda la era cristiana y, en cambio, sólo reconoce en el
revolucionario toda su fuerza de decisión asentándolo lo más cerca romanticismo propiamente dicho la disolución del movimiento, su
de su origen: allí donde él es saber, habla creadora y, en este saber y triunfo mortal, el momento del ocaso en que el arte, volviendo en
esta habla, principio de libertad absoluta. contra de sí mismo el principio de destrucción que cs su centro,
coincide con su interminable y penoso final.
Es cierto que antes de los románticos no han faltado los manifies-
tos literarios, pero esta vez se trata de un acontecimiento muy dife- Reconozcamos que, desde sus principios y mucho antcs que las
rente. Por un lado, el arte y la literatura parecen no tener nada que Lecciones sobre la Estética de Hegel, el romanticismo está su
hacer sino manifestarse, es decir, indicarse, según el modo oscuro mayor mérito- no ignora que ésa es su verdad. I)isuelto -allíen el todo,
que les es propio: manifestarse, anunciarse, en una palabra comuni- incluso si, a veces y por equivocación, busca estahlccer su imperio
carse, he ahí el acto inagotable que instituye y constituye el ser de la en la totalidad de las cosas, tiene cl saber más agudo del estrecho
literatura. Pero, por otro lado allí está la compleiidad del acon- margen donde él puede afirmarse: ni en el mundo, ni fuera del
-y
tecimiento-, esta toma de conciencia de sí misma que la hace mundo, amo de todo, pero a condici(rn de quc cl todo no contenga
patente y la reduce a no ser nada más que su manifestación, condu- nada, sea la pura conciencia sin contenido, la pura habla que no
ce a la literatura a reivindicar no sólo el cielo, la tierra, el pasado, el puede decir nada. Situación en que el fracaso y el éxito están en
porvenir, la física, la filosofía sería poco-, sino todo, el todo estrecha reciprocidad y felicidad e infelicidad son indiscernibles. De
-esto

.1.56 457
entrada, la poesía, al llegar a serlo todo, también lo ha perdido todo. poesía, se vuelve) apenas más sutilmente, al empleo del lenguaje
accediendo a esta era extraña de su propia tautología donde va ina- transitivo diñcultad mayor por la cual se llegará a delimitar, den-
-
tro del lenguaje literario, la extraña laguna que es su propia diferen-
gotablemente a agotar su diferencia repitiendo que su esencia es el
poetizar, 1o mismo que la esencia del habla es el hablar. Como 1o des- cia y algo así como su noche, noche un poco pavorosa, análoga a la
cubre, desde 1798, Novalis en un texto de angelical penetración: que Hegel creyó ver al mirar en los ojos de los hombres).
«Hay algo extraño en el hecho de escribir y de hablar. El enor risible y asom- Pregunta a partir de ahora planteada. Se sabe que, para conservar-
broso de la gente es que creen hablar en función de las cosas. Tbdos ignoran lo la intacta, el romanticismo le dará esta respuesta: el habla es sujeto.
propio del lenguaje: que sólo se ocupa de.sí mismo. Por eso, constituye un fecun- [-e seguirán extraños descubrimientos, obras maravillosas y di-
do y espléndido misterio. Cuando alguien habla simplemente por hablar, enton- ficultades destructoras. En primer lugar la que ya he subrayado: la
ces justamente es cuando dice lo más original y z;erdadero de lo que puede inclinación a olvidar que la omnisciencia poética («el oerdadero poeta es
decir... Sólo quien tiene el sentimiento profundo de la lengua, quien la siente en omnisciente»>, dice Novalis) no es el saber particular de todo, así como
su aplicación, su perfil, su ritmo, su espíritu musicql quien lq escuchq en tampoco el poder poético es un poder de magia. Después ésta: si la
-sólo
su nqturaleza interior y capta en sí su mooimiento íntimo y sutil..., sí, sólo ése verdadera habla es sujeto, pura de toda particularidad objetiva, esto
es profeta.» Y Novalis añade: <<Si pienso con esto haber precisado exacta- significa que sólo es tal en la existencia del poeta, allí donde el puro
mente lq esencia y la función de la poesía, también sé que..., al querer decirlo, sujeto se, afirma diciendo «yo». El «yo» del poeta, he aquí por tanto lo
dije algo completamente estúpido, de donde se excluye toda poesía. Sin em- que en definitiva sólo importaría,ya no la obra poética, sino la acti-
bargo, iy si he tenido que hablar? éY si, forzado a hablar por el habla misma, vidad, siempre superior a la obra real, y creadora sólo cuando se sabe
tuztiese en mí este signo de lq interztención y de la acción del lenguaje? Enton- capaz de evocar y revocar alavez la obra en el juego soberano de la
ces bien podría ser que esto fuese, sin que lo supiera, poesía, y que un misterio ironía. De ello resultará la reanudación de la poesía, no sólo por la
de la lengua se hubiese hecho inteligible... Y también que yo fuese por eso un vida, sino incluso por la biografía, por consiguiente el deseo de vivir
escritor de aocación, puesto que sólo se es escritor habitado por la lengua, ins- románticamente y de hacer poético hasta el carácter> ese carácter lla-
pirado por el habla.»r O también: <<Ifabhr por hablar es la ftrmula de tibe- mado romántico que, por lo demás, es muy atractivo, en la medida en
ración.»> Bien puede decirse que en esos textos hallamos expresadas la que precisamente le falta todo carácter, si no es nada más que la impo-
esencia no romántica del romanticismo y todas las principales cues- sibilidad de ser nada determinado, fijo, seguro de donde proceden
tiones que la noche del lenguaje va a contribuir a sacar a la luz del la frivolidad,la alegría,la petulancia, la locura:- finalmente,la rareza
día: que escribir es hacer obra de habla, pero que esa obra es deso- y todo lo que Novalis condenará, cuando reproche lúcidamente al
bra; que hablar poéticamente es hacer posible un habla no transiti- alma romántica el tornarse muy débil por dispersión y el ser afe-
va que no tiene como tarea decir las cosas (desaparecer en lo que sig- minada, mientras que otros, como §Tackenroder, hablarán de la mala
nifica), sino decir(se) dejando(se) decir, aunque sin hacer de sí fe literaria que consiste en creerse sublime y a la vez <<en no ser útil en
misma el nuevo objeto de ese lenguaje sin objeto (si la poesía es sim- nada para el mundo, en ser mucho menos actioo que un artesqnon.
plemente el habla que pretende expresar la esencia del habla y de la De esas contradicciones, y muchas otras, en el seno de las cuales
se despliega el romanticismo, contradicciones que contribuirán a
hacer de la literatura, ya no una respuesta, sino una pregunta) reten-
I Armel Guerne que tradujo este texto (Les romantiques allemands, Desclée tle gamos, para terminar, ésta: el arte romántico que conccntra la ver-
Brouuter) y de donde lo tomo, recuerda su título: Monólogo, que comenta de la dad creadora en la libertad del sujeto, también crca la ambicitin de
siguiente forma: «Todo escrito es, esencialmente, un monólogo en el interior del un libro total, especie de Biblia en perpetuo crccimiento que no
lenguaie.» Citemos lo que, ya en 1784, Hamann escribía a Herder: <a4unque fuese representará lo real, sino que lo reemplazará, porque el todo no
tan elocuente como Demóstenes, no podría sino repetir tres neces como uno palabra única:
podría afirmarse más que en la esfera inobjetiva de la obra. La nove-
razón es lenguaje, logos. .F1e ahí el hueso que roo y que roeré hasta mi muet'te. Profundidad
que siempre para mí sigue siendo oscura, y todaoía espero al ángel del Apocal'ipsis que tenga a
la, dicen todos los grandes románticos, será ese Libro; Schlegel: <<la
bien aportarme la claae de semejante abismo.o noaela es el libro romántico»l Novalis: ,a4bsolutizar el mundo, eso sólo puede

.1.5c)
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lograrlo la novela, dado que es necesqrio que la idea del todo domine y modele sí mismo, antes que el intento de elaborar un modo de escribrr más
enteramente la obra estética», y Solger: <<Tbdo el arte de hoy reposa en la noz;e- riguroso. Escribir fragmentariamente es entonces simplemente aco-
la, no en el drama.»» Pero esa novela total, que la mayoría de los román- ger su propio desorden, aprisionar su yo dentro de un aislamiento
ticos se limitarán a soñar a la manera de una fábula o bien realizán- satisfecho y así rechazar la apertura que representa la exigencia frag-
dola en la forma fabulosa del Mtirchen dentro de una extraña síntesis mentaria, la cual no excluye sino que sobrepasa la totalidad. Cuando,
de inocencia abstracta y de saber aéreo, únicamente Novalis X la em- con gran franqueza, él escrihe: «No puedo dar de mi persorualidad ningu-
prenderá y está el rasgo notable- no sólo la dejará inacaba- nü muestÍü más que un sislemq de fragmentos, porque yo mismo soy algo de esa
da, sino que -aquí
presentirá que la única manera de cumplirla hubiese clase; ningún estilo me es tqn natural y fácil como el de los fragmentos>>) anun-
sido inventar un arte nuevo, el del fragmento. Thl es, 1o he anotado cia que su discurso no será un dis-curso, sino el reflefo de su propia
al principio, uno de los presentimientos más atrevidos del romanti- discordancia. Asimismo, cuando anota: <<Un fragmento, lo mismo que
cismo: la busca de una forma nueva de cumplimiento que movilice una breoe obra de arte, puede estar aislado de todo el unioerso que lo rodeu, per-
móvil- el todo interrumpiéndolo y mediante los diversos fecto en sí como un erizo>r, reconduce el fragmento hacia el aforismcl, es
-haga
modos de la interrupción. Esta exigencia de un habla fragmentaria, decir, hacia el derramiento de una frase perfecta. Alteración quizá
no para diñcultar la comunicación, sino para hacerla absoluta, esto inevitable y que equivale: l) a considerar el fragmento como un
es lo que le hace decir a Schlegel que sólo los siglos futuros sabrán texto concentrado, que tiene su centro en sí mismc¡ y no en el campo
leer los «fragmentos» o bien a Novalis: <<El arte de escribir libros aún no que constituyen con él los orros fragmentos; 2) a descuidar el inter-
se ha descubierto, pero estd a punto de serlo: fragmentos como éstos, son simien- valo (espera y pausa) que separa los fragmentos y hace de esta sepa-
En la misma perspectiva, ambos afirmarán que el frag-
tes literarias.» ración el principio rítmico de la obra en su estructura; 3) a olvidar
mento, en forma de monólogo, es un sustituto de la comunicación que esta manera de escribir no tiende a hacer más difícil una vista
dialogada, puesto que «un didlogo es una cadena o una guirnalda de frag- de conjunto o más sueltas las relaciones de unidad, sino a hacer
mentos»> (Schlegel), y, más profundamente, es una anticipación de lo posibles nuevas relaciones que se exceptúan de la unidad, así como
que podría llamarse habla plural, posibilidad de escribir en común, exceden el conjunto. Naturalmente, esta «omisión» no se explica por
innovación cuyos signos reconoce Novalis en el desarrollo de la el simple defecto de personalidades demasiado subjetivas o impa-
prensa: «Los periódicos yq son libros hechos en común. El qrte de escribir en cientes de absoluto. Se explica, al menos en el sentido original de
común es un síntoma curioso que hace presentir un gran progreso de la litera- ese verbo, y de un modo más decisivo, por la orientación de la his-
tura. Un día quizd se escribirá, pensará y actuará colectiaamente...»> Lo toria que, convertida en revolucionaria, pone en el primer plano de
mismo que el genio no es nada más que una persona múltiple (Nova- su acción el trabajo con miras al todo y la busca dialéctica cle la uni-
lis) o un sistema de talentos (Schlegel), asimismo, lo que importa es dad. Ello no impide que, empezando a hacerse manifiesta a sí
introducir en la escritura, por el fragmento, esta pluralidad que es misma, gracias a la declaración romántica, la literatura va de ahí en
virtual en nosotros, real en todos y que responde ,ra la incesante y auto- adelante a llevar consigo esta cuestión discontinuidad o la dif-e-
creadora ahernancia de pensamientos diferentes u opuestos>>. Forma discon- rencia como fclrma-, cuestión y tarea -laque el romanticismo alemán,
tinua: la única que conviene a la ironía romántica, puesto que sólo y en particular el del Athenaunt, no sólo presinti(r, sino qr"re ya clara-
ella puede hacer que coincidan el discurso y el silencio, el juego y la mente propusos antes de entregárselas a Nietzsche y, rnás allír dc
seriedad, la exigencia declarativa, e incluso oracular, y la indecisión Nietzsche, al porvenir.
de un pensamiento inestable y repartido, y por último, para el espí-
ritu, la obligación de ser sistemático y el horror al sistema: <<Tener un
sistema es para el espíritu tan mortal como no tenerlo: habrá por tento que
decidirse a perder una y otra de esas dos tendenciqs» (Schlegel).
Verdaderamente, y en particular en Fr. Schlegel, el fragmento
parece a menudo un medio para abandonarse complacientemente a

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