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1º El cojo y el ciego
En un bosque cerca de la ciudad vivían dos vagabundos. Uno era ciego y otro cojo;
durante el día entero en la ciudad competían el uno con el otro.
Pero una noche sus chozas se incendiaron porque todo el bosque ardió. El ciego podía
escapar, pero no podía ver hacia donde correr, no podía ver hacia donde todavía no se
había extendido el fuego. El cojo podía ver que aún existía la posibilidad de escapar, pero
no podía salir corriendo – el fuego era demasiado rápido, salvaje- , así pues, lo único que
podía ver con seguridad era que se acercaba el momento de la muerte.
Los dos se dieron cuenta que se necesitaban el uno al otro. El cojo tuvo una repentina
claridad: “el otro hombre, el ciego, puede correr, y yo puedo ver”. Olvidaron toda su
competitividad.
2º El bambú japonés
No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla,
buen abono y riego.También es obvio que quien cultiva la tierra no se detiene impaciente
frente a la semilla sembrada, y grita con todas sus fuerzas: ¡Crece, maldita sea! Hay algo
muy curioso que sucede con el bambú y que lo transforma en no apto para impacientes:
Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad no pasa nada con la
semilla durante los primeros siete años, a tal punto que un cultivador inexperto estaría
convencido de haber comprado semillas infértiles.
Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de sólo seis semanas la planta de
bambú crece
¡más de 30metros!
Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un
complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener
después de siete años.